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BOLETÍN NC 345 (Enero-Marzo de 2004)

• Editorial

Sesquicentenario de la abolición de la esclavitud en Venezuela


(1854-2004)
• Arellano, Homero. Semblanza del General José Gregorio Monagas
• Palabras de Presentación del Doctor Carlos Hernández Delfino
por el Individuo de Número Simón Alberto Consalvi
• Hernández Delfino, Carlos. La deuda de la abolición
• Troconis de Veracoechea, Ermila. El trabajo esclavo en la economía colonial
• Fernández Heres, Rafael. El aprendizaje de los manumisos en Venezuela (1830-1854)
• Aizpurua, Ramón. Santa María de la Chapa y Macuquita: en torno a la aparición de
un pueblo de esclavos fugados de Curazao en la Sierra de Coro en el siglo XVIII
• Lombardi, John. Los esclavos en la sociedad
• Rodríguez, José Santiago. La abolición de la esclavitud en Venezuela

Estudios

• Ruiz Chataing, David. La revolución de Queipa: entre el fracaso del civilismo y las
pugnas caudillistas

• Biord, Horacio. Jefes civiles y cambio socio-cultural en Venezuela durante el


gobierno del General Juan Vicente Gómez (1908-1935)

• Bastin, Georges L. Traducción y emancipación : el caso de la Carmañola

Notas Bibliográficas, por R. J. Lovera De-Sola

-Un libro sobre Augusto Mijares


- 50 imprescindibles

Vida de la Academia
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Editorial

Con motivo de cumplirse 150 años de la abolición de la esclavitud en Venezuela, y tomando


en cuenta la significación de tan importante acontecimiento, la Academia Nacional de la Historia ha
resuelto dedicar una importante sección de su Boletín Nº 345, correspondiente al primer trimestre del
año 2004, a la revisión monográfica de tan importante suceso en nuetra vida republicana.
De tal forma, con los ensayos de Carlos Hernández Delfino, Ermila Troconis deVeracoechea,
Rafael Fernández Heres, Ramón Aizpurua, John Lombardi y José Santiago Rodríguez, damos inicio
a la publicación de una serie de trabajos organizados en forma temática, concebidos tanto en función
de aniversarios de carácter histórico como de hechos trascendentales ligados a la independencia
venezolana, a los fines de analizar los sucesos que los originaron y las consecuencias derivadas de
ella.
A tal efecto, la Academia Nacional de la Historia se encuentra organizando una mesa de
trabajo con Numerarios y Miembros Correspondientes, la cual irá dando forma y relieve al carácter
de tales conmemoraciones y su correspondiente relevancia histórica, a fin de ser incluidas en
nuestros proyectos editoriales de los próximos años.
En este orden de ideas haremos el máximo esfuerzo en procura de darle un sentido práctico a
dicha mesa de trabajo con el propósito de lograr, a través de la pluralidad ideológica y profesional de
sus integrantes, la cohesión necesaria e imprescindible para fijar metas realizables en el tiempo
previsto, además de darle a los temas seleccionados la jerarquía que se merecen, y proceder así a la
escogencia adecuada de los colaboradores que realizarán los estudios históricos requeridos para
poder cumplir a cabalidad con las futuras publicaciones a que nos hemos referido.
Desde el punto de vista institucional, consideramos que aparte de nuestras tareas cotidianas
de investigación, docencia y divulgación del conocimiento histórico, es importante proyectar nuestra
Academia, tanto en el ámbito nacional como internacional, a través de un sólido proyecto de
publicaciones, bajo la coordinación de la comisión respectiva, que intente abordar temas de interés
para replantear problemas históricos que, aunque conocidos y tratados anteriormente, puedan ser
vistos a la luz de hoy por algunos especialistas a través de nuevas conceptuaciones y enfoques, lo
cual contribuiría a una mejor comprensión de nuestro pasado histórico.
Este es nuestro reto.
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SESQUICENTENARIO DE LA ABOLICIÓN
DE LA ESCLAVITUD EN VENEZUELA (1854-2004)
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Semblanza del General José Gregorio Monagas

Homero Arellano

A los quince años de edad, en 1810, se alistó como soldado de las fuerzas armadas
republicanas y estuvo activo en ellas durante los prolongados años de la lucha venezolana por la
independencia hasta el final. Durante casi un siglo se ignoró el lugar de su nacimiento, el hato “El
Roble”, una de las posesiones de su padre en Aragua de Barcelona.

En los primeros años de su vida estuvo dedicado a las labores del campo, al pastoreo en los
hatos paternos. Su instrucción tuvo la precariedad de aquel tiempo, circunscrita a nociones de
lectura, escritura y aritmética. Escuelas habían en los poblados importantes. Las noticias de lo
ocurrido en Caracas en abril de 1810 lo deciden junto con su hermano mayor José Tadeo a
abandonar sus posesiones para convertirse en soldado de la causa de la independencia.

En los duros años que siguieron a la caída de la primera república mantuvo viva, junto con su
hermano José Tadeo, la llama de la resistencia. La lucha de guerrillas fue constante en el oriente del
país en aquellos años. En ese territorio oriental había nacido el 4 de junio de 1795, cuatro meses
después de su contemporáneo Antonio José de Sucre. Fue su padre Francisco José Monagas, gran
propietario de tierras y ganado, natural de la provincia de Caracas y descendiente de canarios. Fue
ejecutado por los realistas dada su condición de partidario de la independencia. Su madre, oriunda
de San Carlos de Austria (Cojedes) pertenecía igualmente a una familia terrateniente y adinerada.

Su experiencia combatiente ya era notable para ese entonces. Había participado en la


campaña contra los realistas de Guayana y en 1813 había sido de los sitiadores de Maturín bajo las
órdenes de Manuel Piar. En 1814 se distinguió en las batallas de Bocachica, El Arao y la primera de
Carabobo a las órdenes de Santiago Mariño y luego de Bolívar. Combatió en la primera batalla de La
Puerta. Participó en la retirada a oriente y estuvo presente en Urica donde fue abatido José Tomás
Boves. Luchó asimismo a las órdenes de José Félix Ribas en la defensa de Maturín (1814). Ya había
sido ascendido a capitán en esos días.

Para el año 1815 era considerado junto con sus hermano José Tadeo como los primeros
caudillos independentistas de la región barcelonesa. Desde allí impulsaron y participaron en acciones
guerreras en Guayana, donde también comandó los grupos de caballería en aquellos combates. Para
ese año luchaba con el grado de coronel. Con tal grado participaría de ahí en adelante en las acciones
de guerra por la independencia de Venezuela. El grado de general de brigada le será conferido en
1823 y confirmado en efectividad por el mismo Bolívar en 1827.

Con ese grado de general de brigada condujo el contingente venezolano a través del istmo de
Panamá hasta el Perú, a petición del Libertador, para incorporarse a la División de Colombia o
División auxiliar del Perú. No participó en Ayacucho debido a las demoras de la difícil travesía,
pero actuó en el sitio y toma de El Callao bajo el mando del general Bartolomé Salom. Sería ésta su
última acción en la guerra de independencia, esta vez, contra el último bastión español en América
del Sur.
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Contaba entonces 31 años de edad. A esa edad venía de participar en once campañas, nueve
batallas, veintiséis combates y cuatro sitios. Un total de treinta y nueve acciones de guerra. Ya, a más
de la mitad de su joven vida, era un combatiente singular. Llama la atención la juventud de la
mayoría de los próceres de la emancipación americana cuando se incorporan a la lucha. Muchos de
ellos son apenas unos adolescentes.

“José Gregorio Monagas se dio cita ante sí mismo y tuvo el valor de mirar la verdad frente a
frente”, escribió M. Osorio Calatrava. La verdad de la muerte le rondó en sus años de adolescente y
de joven combatiente notable. Sus títulos de paladín de la independencia, así como de presidente de
la república que había contribuido a abolir la esclavitud, son títulos muy raras veces ostentados en
este mundo o en algún otro.

Como pocos también, pudo mostrar que su hoja de servicios la compartió combatiendo a las
órdenes o al lado de los hombres más conocidos y destacados de la independencia: Bolívar, Piar,
J.T. .Monagas, Mariño, Bermúdez, José Félix Ribas, Mc. Gregor, Páez, Bartolomé Salom etc,.
enfrentando a todos los jefes realistas de aquellos primeros años: Monteverde, Boves, Calzada,
Gagigal, Ceballos, La Hoz, Morales y Morillo.

Los más elevados grados militares los obtuvo ya en otras circunstancias. El 22 de marzo de
1849 el Congreso de la república le expidió el despacho de general de división y el 10 de abril de
1854 le confirió el grado de general en jefe, último en la escala militar en Venezuela.

Su actividad guerrera no desmintió la magnanimidad y el carácter bondadoso que también lo


acompañaron. “A José Gregorio Monagas le sobran títulos para el recuerdo y la gratitud de sus
conciudadanos con que sólo lo miremos cubierto del tosco, pobre y trajinado uniforme de soldado”,
escribió monseñor Ramón I. Lizardi al conmemorar el primer centenario de la muerte del prócer.

A mediados del siglo XIX, los hermanos Monagas y especialmente José Gregorio y José
Tadeo, descollaban entre los próceres que habían fundado la nacionalidad. El título que le dio
Bolívar como “la primera lanza de Venezuela” luego de la primera batalla de La Puerta, donde es
fama que fue su lanza la que ocasionó la herida del general Pablo Morillo en esa batalla, lo obtuvo a
la edad de diecinueve años.

José Gregorio Monagas convirtió en leyenda su destreza en el manejo de la lanza que fue
siempre una modalidad de combate singular. Un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, directo, que
requiere además, ser un jinete de primera. A pesar de su prestigio entre los combatientes y sus
superiores, la moderación y la modestia continuaron siendo uno de sus rasgos más característicos.

Nicanor Bolet Peraza elaboró un notable perfil del joven prócer, al decir que “era de verse
como todos reconocían en aquel mancebo un derecho a afrontar el mayor peligro y de acometer las
más gallardas hazañas. Hacía del comienzo del combate un torneo de valor guerrero”. Por su carácter
apacible y tolerante no era fácil imaginárselo como el guerrero que destacaba por su tenacidad en el
combate.

Sus mismos enemigos admitían que era un hombre bueno, que sobresalía también por su
tolerancia, como nos lo recuerda su paisano oriental Andrés Eloy Blanco, cuando escribió que podría
decirse que en la segunda salida de su lanza es presidente de la república y la abolición de la
esclavitud, el cumplimiento de la promesa de Bolívar a Petión en 1815.
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En cierto modo con ello culminaba la obra emancipadora comenzada el 19 de abril de 1810
por su generación y cumplía con los ideales liberales que se habían pregonado y que él aceptaba.

Ese decreto abolicionista generó resistencias aunque no se llegó a una oposición violenta y
armada como ya comenzaba a hacerse costumbre. El país estaba viviendo el comienzo de una fuerte
y extensa crisis económica debido al descenso de los precios de los frutos de exportación, el café y la
ganadería principalmente. Se trataba de una crisis económica que daría comienzo a la crisis política
que estallaría en 1858/59 y se expresaría en la guerra civil de los cinco años o federal. Los
propietarios se consolaron con un juego de palabras: “José Gregorio Monagas nos trajo dos cosas:
los centavos negros y los negros con centavos...” Es decir, el “cobre negro” monaguero para el resto
del siglo XIX y primeras tres décadas del siguiente.

También en el gabinete ejecutivo se opusieron al tenor del decreto algunos ministros como
Simón Planas, de relaciones interiores, y Pío Ceballos, ministro de Hacienda. El derecho de
propiedad no era fácil de ponerlo en duda y no sólo por antiguo.

La mayoría de los representantes en el Congreso Nacional se opuso igualmente. Ante esta


actitud de los representantes, el presidente manifestó que “si el Congreso no sanciona la
emancipación de los esclavos, yo asumiré la dictadura por un día mientras borro esa mancha de
nuestras instituciones, entregaré luego el poder al pueblo y me retiraré a aguardar el fallo de la
humanidad.” Con ello indicaba lo profundo de su convicción liberal. Al crearse en 1841 el partido
liberal, había sobresalido como el más activo propagandista de la nueva corriente política y fundó los
primeros núcleos de la organización en Maturín y Barcelona.

Vicente Lecuna, un siglo después, con motivo del centenario comentará que “José
Gregorio Monagas uno de los destacados libertadores de América, culminó su carrera con el decreto
de abolición de la esclavitud en Venezuela.”

Los hermanos Monagas, sobre todo José Tadeo y José Gregorio, le dieron cierta fisonomía a
la Venezuela del siglo XIX, a una república difícil en un territorio cimarrón en el cual la idea de
república no conseguía aclimatarse en la práctica y donde generalmente los resultados contrariaban
el prepósito que lo había generado. Tal es el caso de la Guerra Federal que debía llevar al país a la
federación, la respuesta a todos los males como decían, a una república descentralizada y que, en
cambio, terminó en una federación de caudillos.

El 5 de febrero de 1851 José Gregorio había tomado posesión de la presidencia para la cual
había sido elegido con el apoyo de su hermano. Había competido con otros dirigentes liberales como
Antonio Leocadio Guzmán y Estanislao Rendón, pero ese decreto cuyo artículo 1° reza: queda
abolida para siempre la esclavitud en Venezuela, fue lo que sin duda inmortalizó su paso por la
presidencia de la república.

Su hermano José Tadeo lo reemplazó al volver de nuevo a la presidencia. En 1858 fue


derrocado y José Gregorio que había estado atendiendo sus posesiones en Oriente fue detenido
arbitrariamente por un general de nombre Justo Briceño que había llegado a ese grado militar
precisamente bajo la protección del ex presidente. Sin ninguna acusación específica (se supone que
por ser hermano del presidente derrocado) Briceño lo envió junto con dos hijos y algunos de sus
amigos a una fortaleza en el puerto de La Guaira. De allí lo pasaron al castillo de la barra del lago de
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Maracaibo, sin juicio alguno, como preso político. Abandonado en un calabozo de esa prisión
enfermó gravemente sin asistencia. Ni siquiera al gobernador del Zulia le permitieron desde el
gobierno central prestarle auxilio en su larga agonía.

Fue sacado al fin moribundo de aquella fortaleza-prisión y al desembarcarlo en el muelle del


puerto de Maracaibo, pobre, humillado y ofendido, murió en una áspera silla de cuero que le servía
de camilla. “No hay humanidad para mí” le musitó al hijo que lo acompañaba en aquel momento
final.

Así agonizó uno de los libertadores más destacados de un país que aún iba asimilando muy
pausadamente esa aventura que la convertiría en república.

El final de José Gregorio Monagas, su prisión y muerte, demuestran asimismo que en


Venezuela, en el transcurso de su historia republicana, casi nadie puede recordar que hayan
funcionado los tres poderes clásicos ni otro agregado en algún tiempo. Eso ha hecho que la historia
de la arbitrariedad y la de un solo poder haya sido innecesariamente una historia mucho más larga.
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Palabras de Presentación del Doctor Carlos Hernández Delfino


por el Individuo de Número Simón Alberto Consalvi

Para mi es un gran placer presentar al doctor Carlos Hernández Delfino, no sólo


por razones de amistad personal, sino por el respeto y la profunda admiración que me
inspira su obra. Graduado en la Escuela de Estadística de la Universidad Central de
Venezuela en 1972, obtuvo el Master en Economía Matemática y Econometría en The
London School of Economics and Political Sciences, Londres, 1977. Con una carrera
de 33 años en el sector público, 29 de los cuales dedicó al Banco Central de
Venezuela, donde ocupó diversas posiciones técnicas, ejecutivas y de asesoría hasta su
retiro en 1999, habiendo sido director del BCV a dedicación exclusiva entre 1992 y
1998, presidente del Fondo de Inversiones de Venezuela y miembro del Consejo
ministerial de la OPEP. Profesor de la UCV y de la UCAB, es un conferencista que
goza de prestigio por su capacidad de análisis y reflexión.
Tres obras suyas verán la luz en poco tiempo: La deuda en la historia de
Venezuela, La crisis internacional de la deuda y Los controles de cambio en
Venezuela. Permítanme unas palabras sobre el primero de estos libros, La deuda en la
historia de Venezuela, porque he tenido el enorme privilegio de ir viéndolo
desarrollarse, crecer semana a semana, hasta constituir un volumen que hará historia
no porque trate de historia sino porque Hernández Delfino asumió un reto que nadie
había enfrentado: el análisis de la deuda desde sus primeros tiempos, y en especial
desde la Gran Colombia, hasta épocas recientes.
No exagero: Hernández Delfino es un investigador de dotes poco comunes.
Como profesional de las ciencias económicas, aborda el arduo, complejo y laberíntico
problema de la deuda desde la perspectiva de la historia econométrica. Sin embargo,
combina de manera admirable la aridez de las cifras, los contratos y los empréstitos,
con la intriga política más inverosímil de que se tenga noticia, el duelo de banqueros,
comisionistas y políticos. Leyendo el primer capítulo referido a la Gran Colombia, el
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lector comprende lo que la deuda y sus querellas significaron en la disolución de la


República. Demenciales tiempos aquellos en que, como se relata en la obra, un
personaje audaz inventó un país, y obtuvo un crédito en Londres, algo que no sucedió
en Macondo.
A partir de ese capitulo, la deuda y la historia de Venezuela andarán juntas,
recorriendo caminos tan inverosímiles; deudas para guerrear, la deuda de la
Federación, las tratativas de Guzmán Blanco, y de todos quienes a lo largo del tiempo
participaron en tratos y contratos, incluida la deuda de la Abolición.
Es la historia de un país tan pobre (y tan insensato) que tenía que prestar dinero
para pagar sus guerras o inventaba guerras para pedir dinero. O, sea, hacer una
revolución para solicitar un empréstito. Pronto ese libro llenará un vacío no sólo en la
historiografía, sino también en la política venezolana porque, como todos
comprendemos, es un tema sustancial que cabalga como un fantasma sobre nuestro
destino.
La Academia Nacional de la Historia ha invitado al doctor Hernández Delfino
para que aborde los temas de la esclavitud y de la deuda de la abolición. Ese tema nos
congrega esta mañana, a los 150 años de la ley de liberación de los esclavos, suscrita
por el Presidente José Gregorio Monagas. Sin duda, se trata de un tema apasionante,
propicio para las fabulaciones y las discrepancias. José Gil-Fortoul describió a José
Gregorio como menos agrio o despótico que José Tadeo, más dispuesto al diálogo y de
talante inclinado a la tolerancia; pero al propio tiempo inexperto en la administración.
Para el historiador, “la personalidad de José Gregorio sería en la historia pálida luna
del carácter fuerte, dominador, autocrático de José Tadeo, si al fin de su presidencia no
se le ocurriera al perspicaz ministro Simón Planas, (...) salvarle de la oscuridad y
exaltarle a gloria perdurable con la definitiva libertad de los esclavos”.
La decisión de 1854 tuvo que ver con las intrigas políticas; según Gil-Fortoul,
los oligarcas fraguaban por entonces una revolución, inspirada por Páez desde lejos y
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dirigida por Manuel Felipe de Tovar, y entre sus consignas atractivas figuraba la
promesa de la abolición. Era preciso, pues, adelantarse a los godos. Para José María de
Rojas, el ministro Simón Planas quería simplemente asestarle “un golpe de muerte al
partido conservador, en el que figuraban los principales dueños de esclavos”.
En su Autobiografía, Páez disiente de la versión de Rojas. Quiso ponerle un
epitafio a Monagas al decir que cuando ocurrió la abolición, “ya no había en
Venezuela tropiezo alguno para llevarla a cabo”. Páez escribió su autobiografía, pero
no su autocrítica. El 25 de marzo se proclamó la ley. “El entusiasmo popular no tuvo
límites, dice González Guinán, los esclavos y manumisos (...) se lanzaron por calles y
plazas respirando a todo pulmón el aire de la suspirada libertad”.
150 años después, no son pocos los interrogantes sobre la esclavitud, su
abolición y sus implicaciones sociales. Bien ha hecho, pues, la ANH al invitar al
doctor Hernández Delfino. Para entender los fenómenos de la esclavitud y de su
abolición, consideró necesario analizar el panorama general de la economía y de la
política: las secuelas de leyes como la de Libertad de Contratos o la de Espera y Quita.
Oiremos un excelente análisis de la economía de aquellas décadas turbulentas,
como requisito para comprender las implicaciones de la abolición y las consecuencias
de la deuda que el Estado contrajo para libertar a los esclavos, preservando el sagrado
principio de la propiedad, evangelio que unía a conservadores y liberales, porque
(alternativamente a veces o revueltos otras), todos bebían de la misma fuente.
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La deuda de la abolición1

Carlos Hernández Delfino

La invitación cursada por la Academia Nacional de la Historia, a través de su directora, la


Dra. Ermila Troconis de Veracoechea, para participar como orador de orden al conmemorarse el
sesquicentenario de la entrada en vigencia de la Ley de Abolición de la Esclavitud, me honra y me
distingue en grado sumo. El compromiso que ha representado esta invitación, sólo se compensa en
mi ánimo en cuanto puedo asignarle a su atención el carácter del más sentido agradecimiento por el
considerable aporte de esta Academia a la mejor comprensión de nuestro proceso histórico.
Estas notas pretenden contribuir a la discusión en torno a las implicaciones económicas de la
abolición y su impacto sobre la marcha del endeudamiento público, en cuenta de la evolución del
régimen de esclavitud en Venezuela, de la circunstancia económica y política, de los cambios en la
legislación relativa a la manumisión, y de la dinámica de las normas que regularon el reconocimiento
y pago de la Deuda de Abolición.
Al promulgarse la Ley de Abolición, la esclavitud era ya una institución en franca decadencia
cuantitativa y económica. No existía entonces mayor oposición en el ámbito político hacia aquellos
que rechazaban la injusta y repudiable privación de la libertad mediante el ejercicio de la propiedad
de un ser humano sobre otro, con toda la carga moral que semejante situación implicaba. La
evolución de la esclavitud en Venezuela convergió a un punto en que resultaba de la conveniencia
general su eliminación. La degradación en que se encontraba, el carácter igualitario de la guerra de
emancipación, la existencia de mecanismos de manumisión y la gradual convergencia de voluntades
políticas en torno a la extinción del régimen esclavista, explican que estuviesen ausentes en
Venezuela las luchas internas que tuvieron lugar en otras geografías con motivo de la abolición.

1
.- Este ensayo se presenta como una versión ampliada y corregida de las notas que sirvieron de base a la conferencia
dictada al cumplirse el sesquicentenario de la Ley de Abolición de la Esclavitud en Venezuela, en la Academia Nacional
de la Historia, el 25 de marzo de 2004. En esa oportunidad, al concluir el evento, los doctores Elías Pino Iturrieta,
Edgardo Mondolfi Gudat y Ramón Tovar, formularon comentarios pertinentes que han sido incorporados a esta versión.
El autor deja expresa constancia de su profundo agradecimiento al Dr. Simón Alberto Consalvi, por su apoyo,
permanente estímulo y confianza, en esta y otras tareas. El Dr. Pedro Manuel Arcaya, siempre consecuente, ha apoyado
la realización de este ensayo con bibliografía de difícil consecución.
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El problema que planteaba la definitiva e inmediata libertad de los esclavos era


fundamentalmente económico y, a un nivel de mayor desagregación, se trataba de una cuestión
financiera. Era necesario conciliar el derecho de propiedad, escasamente afectado por limitaciones
formales en aquellos tiempos, con la liberación de los esclavos, pues ellos formaban parte de la
estructura de capital de sus propietarios con un valor determinado, reconocido por la práctica del
mercado interno, por las costumbres y por la ley. Por ello, más que los costos políticos y sociales de
la abolición, preocupaba al sector oficial, a mediados del siglo XIX, la mejor forma en la cual ésta
podría llevarse a efecto asegurando la debida indemnización a los propietarios. Como veremos, no
resultaba consistente con la situación económica y fiscal del país el deseo de cancelar de una sola vez
a los propietarios el valor de los esclavos y manumisos liberados. Y es por esa razón que surge el
expediente de la deuda pública, pues el instrumento que permitió liberar al esclavo contra la promesa
de pago al propietario, fue un título representativo de la deuda interior emitido por la República.
Hacia esas consideraciones dirigiremos la atención en cuanto sigue.

Una breve síntesis de la evolución del régimen de esclavitud en Venezuela

Al inicio del movimiento de emancipación podrían existir en Venezuela entre 60.000 y


62.000 esclavos2, después de casi tres siglos de comercio, establecido formalmente en sus comienzos
a través del Asiento (o contrato) convenido entre los Welser y la Corona española en 1528. Se trataba
de una intensa y lucrativa actividad, sustentada en el privilegio que concedía la Corona por medio de
licencias, asientos y, a fines del siglo XVIII, por la libertad de comercio con el propósito de atenuar

2
.- Según las cifras de Humboldt citadas por Codazzi (1961), Tomo I, pp. 243-245. Humboldt estimó la población total
de los territorios venezolanos en cerca de 800.000 habitantes. Véase también Gil Fortoul, Volumen I, Capítulo III, p. 97.
Brito Figueroa (1985), p. 136, presenta estimaciones de la estructura étnico-social de la población venezolana en 1800-
1810, con 87.800 negros esclavos, 33.362 negros libres y manumisos, y 24.000 negros cimarrones. Esta estimación del
número de esclavos, así como su distribución geográfica, procede de Eduardo Arcila Farías, El régimen de la
encomienda en Venezuela, Sevilla (1957).
Es posible establecer, conforme a las hipótesis de crecimiento de la población de esclavos contenidas en Codazzi, que
ella debió de haber aumentado por causas demográficas (obviando el efecto reductor de los diversos mecanismos de
manumisión, de las guerras, epidemias, pestes y desastres naturales), a partir del número de 87.800 antes referido, hasta
cerca de 111.500 en 1839. Al comparar esta cifra con la población de esclavos de 49.782 (que casi con certeza incluye a
los manumisos) establecida por Codazzi para 1839, resulta una merma de 61.718 individuos (es decir de 55 por ciento)
por las causas antes indicadas. Si, de nuevo, con base en las cifras de Codazzi (cálculos propios) se admite que las pestes,
el terremoto de 1812 y las guerras costaron alrededor de 29.700 esclavos, eso significaría que por causas demográficas y
la manumisión, la población se redujo en ese lapso en cerca de 32.000 esclavos (28 por ciento) o a una tasa interanual de
1,7 por ciento, que se nos antoja elevada. Sólo como referencia adicional puede notarse que el crecimiento promedio
anual de la población total en el período 1810-1844 fue de 1,3 por ciento; cálculos propios basados en las estimaciones
de Julio Páez Celis citadas por Cartay (1988), p. 28. El mismo análisis con fundamento en el dato de partida de 62.000
esclavos al inicio del movimiento de independencia, arroja una diferencia más moderada, próxima a 14 por ciento, es
decir una disminución anual promedio de 0,3 por ciento en la población de esclavos por causas demográficas y por efecto
de los mecanismos de manumisión, entre 1810 y 1839. Preferimos entonces acoger la cifra más conservadora de 62.000
esclavos a comienzos del siglo XIX.
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el contrabando (los llamados negros de mala entrada), todo ello conforme a las diversas formas que
en la práctica adoptó el monopolio comercial impuesto por España para compensar en algún grado la
ausencia de una base productiva sólida, en contraste con otras naciones de Europa que si se habían
empeñado en construirla. Inglaterra, por ejemplo, en transición hacia una sociedad industrial,
mantuvo el monopolio del comercio de esclavos con las colonias españolas por más de treinta años;
otras naciones, como Holanda, Francia y Portugal, recibieron similares privilegios, hasta la
decadencia del comercio internacional de esclavos a comienzos del siglo XIX.3
Según Brito Figueroa, la importación de esclavos negros en Venezuela, entre 1500 y 1810,
alcanzó 121.168 unidades, incluyendo la regularización de los que habían ingresado por contrabando
o composición de negros de mala entrada.4 La mayor intensidad de la importación de esclavos
negros se registra durante el siglo XVIII, según fue ampliándose la agricultura de exportación
concentrada en el cacao. Con la expansión de estas plantaciones se sucedieron, con mayor intensidad
y frecuencia, las rebeliones de esclavos negros, pues se formaban colectividades más numerosas,
abiertas a las influencias de negros cimarrones, esclavos fugitivos de las antillas que venían con ideas
frescas de igualdad y libertad, y las repercusiones internas de la revolución de los negros en Haití.
La economía del comercio de esclavos se asentaba, primero, en la necesidad de cubrir la
demanda de mano de obra en la agricultura, no satisfecha por el componente indígena,
concretamente en los cultivos de tierras bajas y cálidas para las cuales el elemento africano estaba
especialmente dotado; segundo, en el margen de beneficios que dejaba a los tratantes, tanto
directamente como a través de la cesión de los derechos que les había otorgado por la Corona;
tercero, en las exenciones de tributos por operaciones comerciales paralelas al tráfico de esclavos, y
por último en los ingresos que la actividad proveía a la Metrópoli. En los tiempos de auge del
sistema, los esclavos representaban para sus propietarios una inversión de capital generadora de
rentas, especialmente en los cultivos tropicales. Carlos D’ascoli, basado en las investigaciones de
Francisco Depons, ofrece datos de los cuales puede concluirse que la productividad individual del

3
.- El monopolio ingles de la trata de esclavos se concretó a través de los tratados ratificados en Utrecht, en 1713, que
contemplaban la introducción de 4.800 esclavos negros cada año en las colonias españolas de América y, además, el
comercio de mercancías inglesas con las islas Canarias; véase Arellano Moreno (1973), p. 126 y de Veracoechea (1969),
p. XVIII. En Venezuela el tráfico de negros continuó hasta fines del siglo XVIII a cargo de Eduardo Barry & Co., con
quien la Corona había suscrito dos contratas, una en 1784 y la segunda en 1795. Gil Fortoul (1978), Volumen II, Capítulo
III, p. 97, afirma que la trata de esclavos duró en Venezuela hasta 1797.
4
.- Brito Figueroa (1996), p. 124.
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esclavo en las plantaciones de cacao, aseguraba que en poco más de un año, el valor de lo producido
equiparaba el costo de su adquisición.5
El mercado de esclavos estaba bien definido en el sentido de existir una clara diferenciación
de individuos-mercancia (mulequillos, muleques, mulecones, si de edad se trataba); una unidad
común como base de valoración (la llamada pieza de siete cuartas); unas reglas de conversión a esa
unidad según la edad, salud y fortaleza física, y la existencia de precios de mercado, expresados en
tarifas de uso general, que variaban según las características de los esclavos y el lugar de la
transacción comercial.
El deber moral, impuesto por el espíritu cristiano de los españoles, se reflejó en un cuerpo de
normas que propendía a aminorar las extremas penurias del esclavo y a favorecer, aunque muy
tímidamente, diversos mecanismos de manumisión. La Real Cédula de Carlos IV de 1789,
reglamentaba la jornada de trabajo; imponía sobre los propietarios la obligación de educar a sus
esclavos en la fe católica, proporcionarles alimento, vestido, una vivienda digna, y establecía
limitaciones a los castigos corporales aplicados con fines correctivos. No se cumplía en general con
estas normas porque las condiciones del ambiente en que debían observarse no permitía asegurar su
estricta aplicación y se cometieron sin duda excesos, en un clima de rechazo a esa legislación por
parte de los esclavistas, sin llegar probablemente a los extremos de las colonias de otros países
europeos donde el maltrato comenzaba con la cruel práctica de la carimba, que no formó parte de los
hábitos esclavistas en Venezuela, y fue abolida en 1784.6
No podía, sin embargo, hablarse de la consagración de derechos a los esclavos en esas
legislaciones, pues estos quedaban privados de los más esenciales, sino de la imposición de ciertos
deberes a sus propietarios cuyo cumplimiento descansaba más en su voluntad y sentido humanitario,
que en la eficacia de las leyes. El castigo en la forma de azotes estaba tan arraigado en la cultura
esclavista que todavía en 1827, cuando el Libertador intentó dar eficacia a las disposiciones de la Ley
sobre libertad de partos, manumisión y abolición del tráfico de esclavos de 1821, impuso un límite
máximo de veintinueve azotes en corrección de alguna falta.
Los esclavos podían alcanzar legalmente su libertad pagando su precio, por disposición
testamentaria o en razón de la voluntad de los propietarios; por delaciones, y por medio de los

5
.- Según la obra de Depons Viaje a la parte oriental de costa firme, Caracas (1930) que cita D’ascoli, un esclavo podía
sembrar, cuidar y recoger, en un año, una cosecha de cacao de 1.250 libras a un precio de 20 pesos fuertes por cien libras,
lo que resulta en 250 pesos fuertes al año. El precio promedio de un esclavo joven y sano dedicado a las labores
agrícolas, se aproximaba a 300 pesos fuertes.
6
.- La carimba era la marca distintiva que se le hacía al esclavo en su cuerpo con una pieza de hierro al rojo vivo (la
calimba o calimbo).
15

contratos de manumisión, surgidos durante la etapa de expansión del cultivo del cacao.7 Estos
arreglos adquirieron estatus legal en las últimas dos décadas del siglo XVIII cuando la decadencia
económica de la esclavitud abría paso a relaciones de servidumbre, peonaje y otras formas de trabajo
proporcionado por mano de obra libre (pisatarios, terciantes, peones conuqeros). Según estos
contratos, el esclavo pagaba por su libertad con el producto obtenido, o con los servicios prestados,
en jornadas de trabajo extraordinarias durante cierto número de años. En ocasiones los esclavos bajo
el régimen de contratos de manumisión, demandaban su libertad con fundamento en los pagos
efectivamente realizados a sus dueños, lo que terminaba dilucidándose a través de procesos
judiciales. Es así como se les reconocía la capacidad de ventilar esas diferencias en las instancias
correspondientes, con lo cual se aproximaban, al menos en ese aspecto, al estatus de los ciudadanos.
Las fugas y rebeliones eran recursos extremos para alcanzar la libertad que al mostrar algún
éxito, creaban incentivos para su propagación y eran por ello severamente castigadas. Cuando se
hicieron recurrentes contribuyeron definitivamente al debilitamiento del régimen esclavista: la
proliferación de negros cimarrones, rochelas y otros conglomerados de esclavos prófugos es un
hecho bien destacado en la historiografía de la esclavitud. Los negros cimarrones, por ejemplo, se
establecieron en determinadas zonas, fundaron pueblos y su economía de subsistencia se vinculaba a
las actividades del contrabando.
En la primera década del siglo XIX los esclavos representaban cerca de ocho por ciento de la
población total, según las cifras de Humboldt presentadas por Agustín Codazzi.8
El régimen esclavista era portador de contradicciones insalvables y estaba sujeto a una
continua erosión en sus bases sociales y económicas, que lo conducían irremediablemente a
desaparecer. Ese proceso se cumplió al conjugarse diversos factores que comenzaron a actuar
relativamente temprano, entre los cuales destacamos, en primer lugar, el mestizaje que resultó de la
convivencia de razas, donde el blanco español carecía de los prejuicios raciales que impidieran su
unión con indias, negras y otras exponentes de las variadas mezclas que surgieron de ese proceso. En
segundo término, las diversas formas en las que reiteradamente se manifestó la rebelión de los
esclavos a su propia condición. Y, por último, la continua pérdida de importancia económica de la
esclavitud a lo largo del proceso de cambios en la estructura de producción agrícola, pues en la
7
.- El sistema de arboledillas, que aparece a finales del siglo XVIII, consistía en la asignación al esclavo de una pequeña
parcela de tierra o conuco, que aquel cultivaba en jornadas extraordinarias a fin de pagar por su libertad con el producto
así obtenido; generalmente se trataba de plantas de cacao. (Véase de Veracoechea, 1969, pp. XXXI, XXXII, en donde
además se presentan documentos relativos a juicios de libertad reclamada por esclavos con base en el sistema de
arboledillas). De esa forma se creaba un incentivo, inexistente en el régimen esclavista, que permitía al dueño extraer
mayores beneficios del trabajo del esclavo.
8
.- Codazzi (1961), Tomo I, p. 244.
16

ganadería siempre prevaleció la servidumbre y el peonaje en razón del carácter extensivo de esa
actividad y porque las condiciones geográficas en las cuales se realizaba facilitaban grandemente las
fugas.

La legislación sobre la esclavitud, el camino a la abolición y otros temas

El decreto de la Junta Suprema del 14 de agosto de 1810 fue el primer paso de la República
hacia la formación de un sistema legislativo favorable a la reducción de la esclavitud.9 Porque si
bien el tráfico de esclavos ya había decaído substancialmente, hasta casi desaparecer, y los alcances
de la iniciativa de la Junta eran muy limitados, se eliminó la posibilidad legal de continuar
introduciendo esclavos negros al territorio venezolano. Los esclavos seguirían siendo parte de la
propiedad y por tanto su posesión, uso y disposición se consideraba un derecho con escasas –si acaso
algunas– restricciones. En el marco de la doctrina liberal, base política del movimiento de
independencia, la contradictoria coexistencia de la esclavitud y la preservación del derecho de
propiedad, podría explicarse porque el sistema venía desde la colonia a insertarse en la transición
hacia el nuevo orden que dio origen a la República, al igual que en el continuo del tiempo se
trasladaron los prejuicios de clase que sólo largos años de cruenta lucha interna habrían de erradicar.
Los mantuanos que apoyaron el movimiento de independencia eran a su vez propietarios de esclavos,
con la más alta concentración de esa propiedad precisamente en Caracas.10 La Constitución de 1811,
que varios representantes de esa clase contribuyeron a diseñar, estableció que el comercio inicuo de
negros quedaba solemne y constitucionalmente abolido, al tiempo que anuló las leyes que imponían
la degradación civil de los pardos y consagró como derechos del hombre en sociedad, la libertad, la
igualdad, la propiedad y la seguridad.11
Anteriormente, en 1797, Juan Bautista Picornell había redactado unas ordenanzas que
sirvieran de código y reglamento en la proclamación de la República, mientras estaba preso en la
cárcel de La Guaira. En ellas, que contribuyeron junto a los Derechos del Hombre y del Ciudadano a
formar la base del texto constitucional de 1811, se declaraba abolida la esclavitud y se establecía el

9
.- Materiales para el Estudio de la cuestión agraria en Venezuela (1810-1865) mano de obra, legislación y
administración (1979), Volumen I, pp. 40,41, citado por Lombardi; Blanco y Azpurúa (1977), Tomo II, N° 489, p. 587.
Véase Lombardi (1967), pp. 4-10; Nuñez Ponte (1954), pp. 77,78, y Rodríguez (1937), p. 399.
10
.- Según el padrón de esclavos y manumisos que presenta Brito Figueroa (1985), p. 406, la provincia de Caracas
concentraba 51 por ciento de los esclavos y 68 por ciento de los manumisos en 1829.
11
.- Constitución Federal para los Estados Unidos de Venezuela de 1811; Brewer-Carias (1997), pp. 300-301.
17

derecho de los dueños de esclavos a recibir la indemnización correspondiente con cargo a los fondos
públicos.12
Al comenzar la guerra surge para los esclavos un nuevo camino para alcanzar la libertad: el
de alistarse en los ejércitos en pugna. Este recurso fue empleado por Monteverde, y más tarde por
Morillo, con mejor fortuna de lo que pudo hacerlo Miranda, entre otras razones, tanto por la
desconfianza que en los esclavos podía generar que fuesen sus dueños quienes promovían la
revolución, como por las complicaciones surgidas en torno al sistema de conscripción de esclavos. El
Decreto correspondiente contemplaba el alistamiento de mil esclavos que serían destinados al
Ejército, así como el pago a sus propietarios.13
Cuando el Libertador recibió las seguridades de la generosa ayuda que ofrecería el presidente
Petión, le anunció a éste, en febrero de 1816, que decretaría la liberación de los esclavos, lo que en
efecto ocurrió conforme a la proclama de Carúpano, de 2 de junio de 1816.14 En esa fecha decretó la
libertad absoluta de los esclavos e impuso sobre los nuevos ciudadanos la obligación de alistarse en
el ejército patriota y los que se rehusaren quedarían sujetos, junto con su familia, a la servidumbre.
Esa decisión fue ratificada en actuaciones posteriores: en Ocumare el día 6 del mes de julio; en la
proclama dirigida a los habitantes de Caracas, y en otras proclamas y bandos en los años de 1817 y
1818.15 Bolívar debió reforzar estas disposiciones con otras medidas a fin de crear estímulos directos,
como fue el caso de los decretos de confiscación de bienes de los realistas y el reparto de aquellos
12
.- Artículos 34 y 35, Constituciones (Ordenanzas) de Juan Bautista Picornell, en López (1955), pp. 354, 355. Este
documento se encuentra en al Archivo de Indias, Audiencia de Caracas, 427, N° 1°. Los Derechos del Hombre y del
Ciudadano con varias máximas republicanas y un discurso preliminar dirigido a los americanos, fue elaborado por
Picornell en la isla de Guadalupe en 1797, con base en el preámbulo de la Constitución francesa de 1793, según se
desprende de las investigaciones documentales realizadas por Casto Fulgencio López. Véase López (1955), pp. 231-240.
13
.- Véase Brito Figueroa (1985), pp.332-334. Decreto sobre la Conscripción de esclavos de 19 de junio de 1811,
Congreso Constituyente de Venezuela en Materiales para el Estudio de la cuestión agraria en Venezuela (1810-1865)
mano de obra, legislación y administración (1979), Volumen I, p. XII, citado por Brito Figueroa (1985).
14
.- La carta del Libertador al presidente de Haití, Alexandre Petión de 8 de febrero de 1816 y la de 10 de junio en la que
le anuncia haber proclamado la libertad absoluta de los esclavos, entre otras correspondencias cruzadas entre ambos, se
encuentra en el Apéndice Documental de Verna (1969). En la carta del Libertador al general Marion, Gobernador del
Departamento de los Cayos, de 27 de junio de 1816, le dice, al resentir la escasa receptividad de los esclavos a sus
llamados para que se integraran al Ejército: “He proclamado la libertad absoluta de los esclavos. ¡La tiranía de los
españoles les ha puesto en tal grado de estupidez e imprimido (sic) en sus almas tan grande sentimiento de terror, que han
perdido hasta el deseo de ser libres!” Ibídem, pp. 524, 525. Véase además Rondón Márquez (1954).
15
.- Proclama a los habitantes de Río Caribe, Carúpano y Cariaco de 2 de junio de 1816, Obras de Simón Bolívar (1982),
Tomo VI, N° 55, p. 2578; Proclama a los habitantes de Caracas, Ocumare, 6 de julio de 1816, ibídem, N° 57, p. 2580.
Bando de Villa de Cura, Decretos del Libertador (1961), Tomo I, p. 125; Bando de la Victoria de 13 de marzo de 1818,
Obras de Simón Bolívar (1982), Tomo VI, N° 74, p. 2607; Manifiesto a los habitantes de los valles del Tuy, 14 de marzo
de 1818, ibídem, N° 75, p. 2607, 2608. Véase además la Proclama a los habitantes de Costa Firme de 25 de mayo de
1816, ibídem N° 54, p. 2578, en la que dice: “No habrá, pues, más esclavos en Venezuela que los que quieran serlo.
Todos los que prefieran la libertad al reposo, tomaran las armas para sostener sus derechos sagrados, y serán
ciudadanos.” En su manifiesto sobre la libertad de los esclavos, dirigido al Presidente de la Alta Corte de Justicia, ratifica
que conforme a sus proclamas, decretos y bandos previos, “Nadie ignora en Venezuela que la esclavitud está extinguida
entre nosotros.” Ibídem, N° 77, p. 2609.
18

que no hubiesen sido enajenados a favor del erario nacional entre los hombres de armas del ejército
republicano. Además, en algunos casos, dispuso la confiscación de haciendas y la liberación de los
esclavos que en ellas laboraban.16 Pero el Libertador liberó además sus propios esclavos y así lo
informó a su sobrino, Anacleto Clemente.17 Y fue esa su actitud, constante y persistente,
expresamente motivada por razones humanitarias, políticas y militares, que quedaron claramente
razonadas en sus instrucciones relativas a la leva de esclavos y en el cruce de correspondencia con
Francisco de Paula Santander en 1820.18 José Antonio Páez declaró libres a los esclavos de las
haciendas que fueron puestas a su disposición en Apure (1817) y Santiago Mariño dio la libertad a
sus propios esclavos quienes se fueron con él a las armas (1813).19
En su discurso ante el Congreso de Angostura, el Libertador volvía sobre los conceptos ya
expuestos por él con respecto a la incompatibilidad de la esclavitud con un sistema liberal y justo, e
imploraba a los representantes que confirmaran la libertad absoluta de los esclavos. Pero el Congreso
consideró que tal medida requería, como condición previa, sustraer a los esclavos de su ignorancia y
degradación moral; proporcionarles la capacidad de subsistencia para prevenir los delitos y la
corrupción que sobrevienen con la miseria y la ociosidad, y, en fin, concebir la liberación de los
esclavos como un proceso gradual, sobre un horizonte de cinco años.20 La esclavitud quedó abolida
de derecho y sólo de hecho bajo ciertas condiciones específicas generadas por la propia degradación
del sistema, mientras el Congreso General de Colombia dispusiese los mejores medios para su total
extinción. Y, sin embargo, la Constitución de Venezuela de 1819 había consagrado la libertad, la
igualdad y la seguridad de los ciudadanos, al igual que el derecho de propiedad.

16
.- En Decretos del Libertador, Tomo I, se encuentran sus disposiciones sobre secuestro y confiscación de bienes
pertenecientes a realistas y al Gobierno español y sus vasallos. Véase por ejemplo el Decreto sobre confiscación y
secuestro de bienes de 3 de septiembre de 1817, pp. 74-77; el de repartición de bienes como recompensa a oficiales y
soldados de 6 de octubre de 1817, pp. 89-92, y el de confiscación de una hacienda y liberación de sus esclavos de 23 de
octubre de 1820, p. 214.
17
.- Carta fechada en Guayaquil el 29 de mayo de 1823, Obras de Simón Bolívar (1982), Tomo II, pp. 759-761.
18
.- En su carta fechada en San Cristóbal, el 8 de febrero de 1820, el Libertador solicitaba al general Santander, el
reclutamiento de 5.000 esclavos en las provincias del Sur, a los cuales se les ofrecería la libertad y su licencia dos años
después de haber entrado a servir (ibídem, Tomo I, N° 366, pp. 415, 416). En sendas cartas de 20 de abril del mismo año,
el Libertador replica a Santander indicándole, en la primera (ibídem, N° 376, pp. 425, 426), que ha confundido la libertad
de los esclavos con la leva para el servicio; y en la segunda (ibídem, N° 377, pp. 426, 427) argumenta sobre la legalidad
de sus planteamientos con base en la Ley sobre la Libertad de los Esclavos del Congreso de Angostura y fundamenta su
reiterada solicitud en las razones militares y políticas que lo asistían. En cartas posteriores, de mayo a julio del mismo
año, que se encuentran en el mismo Tomo de la citada obra, continúa el Libertador insistiendo sobre la necesidad de
incorporar esclavos al servicio. Véase Rondón Márquez (1954), pp. 43-47.
19
.- Nuñez Ponte (1954), pp. 79-81; Páez (1990), Autobiografía, Tomo I, p. 140.
20
.- Decreto sobre la libertad de los esclavos del Congreso Nacional de Venezuela, de 11 de enero de 1820 (con Ejecútese
el 22 del mismo mes y año); Blanco y Azpurúa (1978), Tomo VII, N° 1626, pp. 169-171.
19

En julio de 1821, el Libertador solicitaba al Congreso de Colombia la libertad absoluta de los


hijos de los esclavos al acto de nacer, como necesario complemento a las disposiciones sobre
manumisión que contemplaría la ley de manumisión.21 El Congreso promulgó, entonces, la Ley sobre
libertad de partos, manumisión y abolición del tráfico de esclavos, a la que antes hemos hecho
alusión, el 19 de julio de ese año. En este cuerpo de normas se establecía que los hijos de las esclavas
serían libres al nacer, con la obligación impuesta sobre los propietarios de educarlos, vestirlos y
alimentarlos, en compensación de lo cual, aquellos deberían prestar servicios a estos, hasta cumplir
la edad de dieciocho años. Es decir, los hijos de las esclavas, nacidos libres, quedaban en situación
de servidumbre por ese lapso. La Ley estableció además restricciones al tráfico interno de esclavos y
prohibió su comercio exterior. Creó un fondo para la manumisión, financiado con gravámenes sobre
los bienes dejados -o no- en herencia por los fallecidos; estos recursos serían recabados y
administrados por juntas de manumisión establecidas en cada cabeza de cantón. Anualmente, en la
fiesta de la Natividad y en los dos días siguientes, las juntas de manumisión debían libertar a los
esclavos que pudiesen con los fondos disponibles.
El curso gradual que se impuso a la extinción de la esclavitud respondía a la necesidad de no
vulnerar los derechos de los propietarios, pero al mismo tiempo perseguía el propósito de extender,
por vía de la servidumbre, la sumisión de los hijos de esclavas con la justificación de su
sostenimiento, su educación y su incorporación a la sociedad de prejuicios en la que les tocaría vivir.
Conviene destacar en este punto que, para el propietario, el valor de los esclavos incorporaba
a su descendencia, y al resolver sobre la libertad de partos el Congreso afectaba en alguna medida
esa valoración, razón por la cual debían imponerse limitaciones prácticas a una rápida extinción de la
esclavitud a fin de no vulnerar aún más el interés económico de los propietarios. De allí surgió el
lento y engorroso sistema de manumisión diseñado. El valor máximo de un esclavo declinó a partir
de 1821 –porque ya los dueños no poseían la descendencia– de 400 pesos fuertes en tiempos de la
colonia, a 300 pesos sencillos (240 pesos fuertes) después de 1821. Estas valoraciones corresponden
a esclavos sin oficios, habilidades o conocimientos especiales, pues, en otro caso, los precios de
mercado se elevaban considerablemente.22 El trabajo de los manumisos, realizado hasta el límite de
edad establecido, se valoraba en la mitad del precio de un esclavo, es decir, 150 pesos sencillos, y la
diferencia que debía ser pagada al dueño para la expedición de la carta de libertad, la cubría el
Estado contra el fondo de manumisión, o la pagaba un tercero.

21
.- Carta dirigida al Presidente del Soberano Congreso de Colombia, fechada en Valencia el 14 de julio de 1821; Obras
de Simón Bolívar (1982), Tomo II, N° 505, p. 580.
22
.- Brito Figueroa (1985), p. 417.
20

En cualquier caso, la interrupción de nuevas adiciones por nacimiento a la población de


esclavos, condenaba la esclavitud y la servidumbre a ella asociada, a desaparecer, sólo por razones
demográficas, en la década de los años 1870, pero con seguridad se hubiese agotado antes.23 Con el
solo propósito de ofrecer una idea de la escala de los nacidos siervos, referimos la cifra indicada por
Núñez Ponte de 80.000 nacimientos de hijos de esclavos estimados entre 1821 y 1853.24
La aplicación misma de la Ley a situaciones prácticas exigió un continuo esfuerzo de
interpretación y de adaptación por vía de confusas y detalladas regulaciones. Requería además de
una eficiente administración, de una adecuada coordinación entre diferentes instancias públicas y de
un efectivo control de las diversas actividades que suponía la aplicación del sistema establecido por
el Congreso en tan extendida geografía y con un aparato administrativo deficiente. Las fuentes de
fondos para la manumisión identificadas en la Ley no eran estables ni regulares, además de las serias
complicaciones existentes para su recaudación, entre otras razones, por la oposición de los herederos,
pues sobre el monto de la herencia se aplicaban las tasas de contribución. Menos aún eran suficientes
si se considera que el número de esclavos creció continuamente hasta comienzos del siglo XIX y su
valor promedio era más bien elevado, porque se correspondía con una estructura por edad
concentrada en los rangos medios, de tal suerte que la edad promedio se acercaba probablemente a
los 30 años25. A manera de ilustración puede estimarse que el valor de los esclavos en 1821 estaría
comprendido entre doce y algo más de catorce millones de pesos, esto es más de diez veces los
ingresos públicos de los departamentos venezolanos en un año.26
Se ha referido como signo de la incapacidad para alcanzar los objetivos que preveía la Ley,
que mediante la aplicación de sus disposiciones fueron manumitidos solamente 300 esclavos entre
1821 y 1826.27 La ineficacia de la Ley de 1821 determinó que el Libertador dispusiera, en 1827, un
detallado conjunto de normas orientadas a elevar la recaudación e introducir mejoras en la
administración y control del sistema de manumisión. Es así como se crea la Dirección de

23
.- Los factores demográficos aludidos, se refieren a la esperanza de vida de la población esclava al momento de
aprobarse la ley, su tasa de mortalidad, su tasa de fertilidad y su estructura de edades.
24
.- Nuñez Ponte (1954), p. 99.
25
.- Cálculos propios basados en los datos de la Tabla 4 del Apéndice 1 de Lombardi (1971), p. 156 y en hipótesis de
trabajo del autor de este ensayo.
26
.- Es posible estimar, con base en los datos de Codazzi, que para 1821 el número de esclavos en los territorios
venezolanos no era inferior a 48.000. Tómese en cuenta que Revenga estimó en 48.417 el número de esclavos y
manumisos en 1829 y que la población de esclavos había decrecido continuamente desde 1821. Véase el “Informe al
Presidente del Consejo de Ministros” de José Rafael Revenga, de fecha 5 de mayo de 1829, en Banco Central de
Venezuela (1953), p. 106. El precio promedio empleado en la gruesa ilustración numérica que hemos incluido en el texto
se ubica en el rango de 250 a 300 pesos sencillos. Los ingresos públicos de Venezuela en el ejercicio económico 1830-31
se estiman en 1.438.051 pesos, según cifras de Veloz (1945).
27
.- Fundación Polar (1997), Diccionario de Historia de Venezuela, Tomo 2, p. 241.
21

Manumisión, de la cual dependían los Administradores de Rentas Internas quienes sustituirían a las
Juntas de Manumisión, previstas en la Ley de 1821. Estas juntas estaban a cargo de las funciones de
recaudación de impuestos y del pago a los propietarios por los esclavos emancipados. Ordenó el
Libertador la formación de un padrón de esclavos en los cuatro departamentos y la confección de una
nueva tarifa. Estableció, además, las reglas que debían seguirse en la selección de los esclavos que
serían liberados, asignando la más alta prioridad a los más viejos.28
Este esfuerzo tuvo muy magros resultados: en su informe sobre la situación de los
departamentos venezolanos de mayo de 1829, que ya hemos citado, Revenga señala que con cargo a
los impuestos previstos para la manumisión sólo se habían emancipado 69 esclavos desde la emisión
del Decreto, aun cuando también indica que podían existir cuatrocientos expedientes en proceso de
liquidación y que fue mayor el número de esclavos manumitidos por voluntad de sus señores.
Los esclavos podían obtener su libertad incorporándose al Ejército y así fue durante la guerra
de independencia. Alcanzaban de esa forma un estatus tan elevado por encima de su antigua
condición que no podían siquiera concebir el regresar a ella y por esa razón muchos deseaban seguir
ese camino después de concluida la guerra. El Congreso de Colombia dispuso en 1821 que los
esclavos que quisieran abrazar el servicio de las armas podían ser admitidos solamente bajo las
condiciones que estableciera el gobierno e indemnizando a los amos, empleando para ello,
preferentemente, los fondos de manumisión. Estas condiciones sin duda limitaron en la práctica la
incorporación de esclavos al ejército.29
Cuando el Congreso de Valencia aprobó en octubre de 1830 la nueva Ley de Manumisión, ya
la proporción de esclavos con respecto a la población era próxima a 5 por ciento.30 La población
esclava se encontraba en una ineluctable tendencia declinante debido a la concurrencia de diversos
factores: los efectos del sistema de manumisión en sus distintas formas; las pérdidas originadas por
la guerra, las pestes, las fugas, y la interrupción del crecimiento del número de esclavos con motivo
de la Ley de 1821. La mano de obra libre era cuantitativamente más importante que la esclava pues
el desarrollo del café, cuyo cultivo ofrecía ventajas sobre el cacao, si de iniciar o recuperar una
plantación se trataba, debió realizarse con el peonaje, en tierras templadas de altura media, hacia las

28
.- Decreto de 28 de junio de 1827 dando eficacia a la Ley de Manumisión, Decretos del Libertador, Tomo II, pp. 345-
352.
29
.- Resolución de 14 de octubre de 1821 del Congreso General de Colombia, Cuerpo de Leyes de la República de
Colombia 1821-1827, p. 118. El Congreso de Colombia legisló en 1825 (18 de febrero) contra la piratería de esclavos de
Africa y estableció la pena de muerte a los que hallasen culpables de ese delito, con lo cual quedo constancia de la
importancia que debió de haber alcanzado esa práctica, ibídem, pp. 270, 271.
30
.- Con base en las cifras presentadas por Lombardi (1971), Apéndice 1, Tabla 7, puede establecerse que la proporción
de la población esclava dentro de la población total era 4,7 por ciento.
22

cuales fue concentrándose su cultivo. La mano de obra libre poseía la cualidad de ser más
productiva, por claras razones que se fundamentan en los incentivos asociados al ejercicio de la
libertad.
Los mercados externos de ambos productos mostraron una importante reanimación que se
dejó sentir en mayores niveles de precios, hasta ya iniciada la década siguiente. La mayor
dependencia del café, que se cumple alrededor de 1830, representaba un cambio estructural con
importantes repercusiones en la sociedad y la economía del país, y planteaba el problema de una
mayor vulnerabilidad frente a las alteraciones de las condiciones externas, precisamente por la
volatilidad de los precios internacionales. En el periodo 1838-39 el valor de la exportación de café ya
superaba el 40 por ciento de las exportaciones totales y más que triplicaba en volumen a las
exportaciones de cacao, el segundo producto de exportación, seguido por los cueros de res.31
Se iniciaba con la separación de la Gran Colombia un período de cambios en la organización
institucional de Venezuela y en su economía, pero manteniendo su orientación agro-exportadora. Esa
actividad mostró un ritmo creciente de recuperación que pudo atenuar en algún grado las penurias de
una economía desolada por la guerra, al extremo de la espantosa miseria que en 1827 describía con
alarma el Libertador en sus cartas a Sucre.
La nueva ley de manumisión de 1830 reformó la del año 21 en un sentido retrógrado, opuesto
a la esperada abolición, pues los hijos de esclavas nacidos a partir de la fecha de vigencia de la Ley,
tendrían que servir a sus amos hasta la edad de veintiún años.32 Se estableció un ritmo muy pausado
a la manumisión, al fijar en veinte el número de esclavos a ser manumitidos cada año. La Ley
modificó además las fuentes que nutrían al fondo de manumisión, y añadió la posibilidad de
donaciones. No dejó de reconocer Páez en su Autobiografía, con un dejo de pesar, que estaban
dadas las condiciones para la completa abolición, pero las influencias y poder de quienes
identificaban sus intereses con la institución de la propiedad y desplazaban la construcción de un
orden más justo, impidieron ese curso de acción.33 Páez llegó a calcular que para los dueños era
económicamente más favorable la abolición, si en efecto recibían el pago en efectivo del Estado,

31
.- Veloz (1945), p. 56.
32
.- En Rondón Márquez (1954), p. 51, se lee: “Ya separada Venezuela de la Gran Colombia, las leyes anteriores fueron
reformadas en sentido retrógrado por la del primer Congreso de Venezuela reunido en Valencia, con fecha 2 de octubre
de 1830 (…). Aquí se nota ya la influencia de muchos propietarios, algunos enemigos de la Independencia, que estaban
regresando al País, y de los mismos propietarios patriotas que ahora se aprovechaban de los beneficios de la paz para
remachar sus derechos privilegiados.”
33
.- Páez (1990), Autobiografía, Tomo II, Capítulo IX, Ley de Manumisión, pp. 97-104.
23

porque el rendimiento de un esclavo era de 9,3 por ciento al año, mientras que el rédito del dinero
rondaba 12 por ciento.34
En tiempos de los gobiernos conservadores no hubo cambios, en un sentido progresista, en el
régimen legal de manumisión, al punto que una ley de 1839 regulaba la existencia de los hijos de
esclavos al alcanzar la edad en que podían desligarse de sus señores. Esa ley perseguía la finalidad de
asegurar el transito de la esclavitud al peonaje, como acertadamente apunta Lombardi.35 La Ley de
manumisión de abril de 1848 es igual a la de 1830, salvo por cambios formales destinados a imponer
ciertos deberes a las juntas de manumisión.36
La expansión de la producción agrícola, estimulada por las favorables condiciones de los
mercados externos, requería de financiamiento puesto que escaseaban el capital líquido propio de los
empresarios del sector y los préstamos. Existía, pues, una demanda de crédito cuando no se habían
desarrollado instituciones nacionales especializadas que pudiesen atenderla y, en consecuencia, las
modalidades disponibles se correspondían con operaciones de crédito comercial y especulativo de
corto plazo, con elevadas tasas de interés; respaldadas con la garantía de la tierra, de otras
propiedades y también de los esclavos, que cumplían así la función adicional de servir como
colateral de los préstamos. Estaban aún vigentes las leyes españolas basadas en la postura oficial de
la Iglesia contra la usura, que establecían la tasa de interés máxima en 6 por ciento anual. En modo
alguno ese rédito podía compensar los riesgos y costos asociados a operaciones de crédito en aquel
ambiente y, en consecuencia, la tasa de interés efectiva alcanzaba niveles verdaderamente altos, de
hasta 120 por ciento al año.37
En esas condiciones y con la intención de hacer más fluido el crédito, el Congreso promulga,
en abril de 1834, la Ley de Libertad de Contratos, expresión del liberalismo económico de los
gobiernos conservadores.38 En ella se establecía la libertad, igualdad y seguridad de los contratos, de
tal suerte que las partes podían convenir, en estricta ejecución de su sola voluntad, aquellas
condiciones que encontrasen mutuamente convenientes, incluida la tasa de interés. El remate de los
bienes del deudor, necesario para hacer efectivo el pago de cualquier acreencia en caso de
incumplimiento, sería efectuado al precio ofrecido por ellos en subasta, cualquiera que éste fuese. La

34
.- Citado por Brito Figueroa (1985), p. 419; cálculos propios.
35
.- Lombardi (1967), pp. 21, 22.
36
.- Ley de 28 de abril de 1848, que reforma la de 2 de octubre de 1830 sobre manumisión; Recopilación de Leyes y
Decretos de Venezuela (1874), Tomo II, N° 686, pp. 425-427.
37
.- Pérez Vila (1992), p. 70. Informe ya citado de José Rafael Revenga, Banco Central de Venezuela (1953), p. 99.
38
.- Ley del 10 de abril de 1834 sobre libertad de contratos, Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela (1890), Tomo
I, N° 165, pp. 191, 192. También en Cortés (1960), pp. 331, 332.
24

Ley cumplió su cometido pues por varios años se mantuvo la actividad crediticia a tasas de interés
efectivas inferiores a las prevalecientes antes de su promulgación.
En momentos de auge económico y de expansión del crédito la valoración de los riesgos
asociados a operaciones de crédito se relaja y se desarrolla, en ambos lados del mercado, una especie
de euforia crediticia con componentes altamente especulativos, que crea una condición de
vulnerabilidad frente a algún cambio de significación. Este cambio ocurrió al desencadenarse la
crisis internacional que se inició en 1837 con la contracción financiera que siguió a la fase de
expansión monetaria de la primera mitad de la década, y condujo a una severa recesión mundial en
1842. Las consecuencias económicas internacionales de la crisis, unida al exceso de producción
mundial de café, interrumpieron el favorable desenvolvimiento económico del país al decaer la
demanda y los precios de éste y de otros productos de exportación: el precio del café disminuyó casi
40 por ciento entre 1835 y 1843, el punto más crítico de la economía venezolana durante esos años.
La utilización imprudente del crédito en la fase de expansión de las actividades agrícolas ocasionó,
durante la fase de crisis, situaciones de insolvencia, quiebra y remate de las propiedades de los
deudores fallidos, por lo que fue erróneamente atribuida a la libertad contractual la causa de esta
situación. Es así como se desarrollaron las presiones políticas orquestadas tanto por liberales como
conservadores para abolir la ley, hasta que finalmente fue derogada en 1849 por la deplorable Ley de
Espera y Quita, un acto irreflexivo que tantos trastornos ocasionó por las reclamaciones de
nacionales y extranjeros cuyas acreencias fueron finalmente asumidas por la República como deuda
nacional.39 Esa Ley concedía el beneficio legal e irrenunciable de la espera por un período no menor
de seis años, aun en contra la voluntad del acreedor, mediando sólo un procedimiento judicial simple.
Al ser derogada en 1850, el Gobierno se sustituyó en los deudores por espera y asumió como propia
una deuda de 1.477.778 pesos que debía ser servida a una tasa anual de 5 por ciento. Merece ser
destacada en este contexto la conducta integra de José Rafael Revenga, quien renunció
irrevocablemente a la posición de Secretario del Interior, Justicia y Relaciones Exteriores para la cual
había sido designado por el presidente José Tadeo Monagas en marzo de 1849, en razón de su
negativa a refrendar la ley por considerarla lesiva al interés nacional y al buen crédito de la
República.
A un período de varios años de bienestar material, en el cual la producción orientada a la
exportación creció sobre una tendencia sólo afectada por los conflictos internos de mediados de la

39
.- Ley del 9 de abril de 1849 sobre juicios de espera, Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela (1874), Tomo II,
N° 700, pp. 447-449. También en Cortés (1960), pp. 348-350.
25

década de 1830, siguió la contracción económica y las insuficiencias fiscales de los años 1843 y
1844 que obligaron al gobierno a imponer impuestos extraordinarios al comercio exterior. En ese
período se registraron diversas rebeliones de esclavos que perseguían su liberación; de peones y
hombres libres que reclamaban una distribución más justa de la tierra, y continuaban las fugas de
esclavos de las haciendas.
El régimen de manumisión, la reacción contra la ley de libertad de contratos al estallar la
crisis y los efectos de ésta, se encontraron con la prédica revolucionaria y de oposición al gobierno
del entonces recién formado Partido Liberal, para crear un estado de gran inestabilidad. Así las cosas,
estalla la revolución de 1846, preludio de la Guerra Federal, con Ezequiel Zamora como factor
común en ambos episodios. Esa fue una revolución popular, que asumió el lema “principio
alternativo, horror a la oligarquía, tierras y hombres libres”.
Con el objeto de financiar el pago de las indemnizaciones a los propietarios de esclavos y
poder decretar la abolición de la esclavitud, el gobierno del general Carlos Soublette encargó
confidencialmente al general Rafael Urdaneta, a la sazón Ministro de la Guerra, la misión de
negociar un empréstito en Europa en 1845. Esa misión se desarrollaría con motivo del canje de las
ratificaciones del Tratado con España y quizá así se explica que el general Urdaneta hubiese viajado
primero a Londres.40 Lamentablemente para el país, pues el ilustre prócer hubiese sido el candidato
de los conservadores en las próximas elecciones: la muerte lo sorprendió en París ese año, sin que el
asunto del empréstito fuese de nuevo abordado por el gobierno.
De regreso a las cifras, el número de esclavos en el país, según Brito Figueroa y otros
historiadores, alcanzaba a 35.959 (7.199 manumisos) en 1834, y diez años después se había reducido
a 21.628 (23.514 manumisos).41
Los gobiernos conservadores promovieron la organización administrativa del Estado y, en
particular, el manejo ordenado de la deuda pública dentro de una concepción guiada por la necesidad
de fortalecer el crédito de la República, con base en el estricto cumplimiento de sus obligaciones, aun
a costa de la atención de otras prioridades determinadas por el estado de la economía, al estallar la
crisis de los años 1840, y también a causa de las demandas sociales. En el anexo se incluye el Cuadro

40
.- Véase la Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores de 1845 (pp. 11,12), en la cual se reseña lo relativo a la
misión en España y la muerte del general Urdaneta. En vista de esa circunstancia, el Gobierno nombró al Dr. Alejo
Fortique para que completara el canje de las ratificaciones del Tratado con España, quien se encontraba en Londres como
Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, pero también falleció en octubre de ese año. Finalmente fue
comisionado para esa labor el ilustre hombre público Santos Michelena. Sobre la misión confidencial del general
Urdaneta para negociar un empréstito externo, véase, por ejemplo, González Guinán (1954), Tomo IV, p. 57.
41
.-Brito Figueroa (1985), p. 410. Véase además Lombardi (1971), Tabla 7, p. 162; y González Guinán (1954), Tomo IV,
p. 17. Los datos que ofrecen estos autores están basados en fuentes oficiales primarias.
26

1 que contiene un resumen de la estructura y variación de la deuda pública en tiempos de los


gobiernos conservadores.
En 1847 se inicia el “Monagato” con la primera presidencia del general José Tadeo Monagas.
Ese período estuvo caracterizado por un régimen de tipo personalista, autoritario y de franco
ejercicio del nepotismo, que duró hasta marzo de 1858 cuando una revolución apoyada por
conservadores y liberales obligó al mayor de los Monagas a abandonar el poder. En esa etapa la
economía estuvo sometida a las perturbaciones de las distintas revoluciones organizadas para
combatir al régimen de los Monagas. La población padeció los males ocasionados por semejante
estado de inestabilidad, por la condición de miseria que afectaba a muchos y, por si fuese poco, una
terrible epidemia de cólera que se inició en 1854 y duró varios años. Desde el alzamiento de Páez en
1848 hasta la Revolución de Marzo en 1858, se sucedieron diversos episodios de rebelión que
afectaron la marcha de la economía y los negocios, y contribuyeron a crear una situación fiscal
extremadamente crítica: en los ejercicios que van de 1853 a 1857 se registraron déficits que,
acumulados, representaban más de la mitad de los ingresos recibidos por el fisco durante ese mismo
lapso. Este serio desequilibrio resultó principalmente de los gastos ocasionados por las rebeliones de
1853 y 1854.
Toda esta complicada situación tenía además como agravante el desorden de la
administración y la contabilidad públicas, reconocido por el Secretario de Hacienda cuando en su
mensaje al Congreso en 1855 describía como un caos el estado de las cuentas del Tesoro.
El manejo del endeudamiento público no fue una excepción dentro del desorden
administrativo de los Monagas, pues se incumplió reiteradamente con los compromisos y la política
de deuda fue tan reactiva como la tributaria, con empréstitos forzosos recurrentes y contribuciones
extraordinarias, sin dejar de lado la confiscación directa de bienes en tiempos de revoluciones, todo
lo cual, en unión del robo y el abigeato, agravó en extremo la situación de la agricultura y, en
general, de la economía del país.42

La antesala de la abolición de la esclavitud

En los primeros años de la década de 1850 la abolición de la esclavitud ya estaba desfasada


por años y eran cada vez más frecuentes las manifestaciones de adhesión a su definitiva extinción.
Las diputaciones provinciales de Barquisimeto y Caracas, en ese orden, pidieron al Congreso la
abolición absoluta. En el primer caso fueron destinados 10.000 pesos de los fondos que adeudaba el

42
.- Por ejemplo, en mayo de 1849, fue establecida una contribución extraordinaria ad valorem sobre la exportación.
27

tesoro nacional al municipal para la liberación de los esclavos, cuando ésta fuese declarada por el
Congreso.43
A comienzos de 1851, Monagas entregó el poder a su hermano José Gregorio quien en su
gestión, sumida en un ambiente de descontento general y sin logros importantes qué contabilizar con
la salvedad de la abolición, hubo de enfrentar dos alzamientos que enarbolaron el estandarte de la
liberación de los esclavos. En estas rebeliones concurrieron los conservadores y una fracción de los
liberales: de la primera se encargó el terrible terremoto de Cumaná en 1853, pues allí se concentraba
lo fundamental del movimiento armado, y la segunda fue derrotada por las fuerzas oficiales. En
ambos casos el gobierno obtuvo del Congreso autorización para asumir facultades extraordinarias,
con base en las cuales aplicó medidas represivas y contrató empréstitos, con no pocas dificultades y
muchos excesos, en el marco de autorizaciones globales por un total de dos millones y medio de
pesos.44
Cuando corrían rumores relativos a los planes revolucionarios de 1854 y se decía que Páez
tenía la intención de invadir a Venezuela, el Secretario del Interior, Justicia y Relaciones Exteriores,
Simón Planas, hombre con dotes de estadista y agudo sentido político, solicitó al Congreso la
inmediata y absoluta libertad de los esclavos, pues presumía que una medida de tanta trascendencia
podría alterar la marcha de los acontecimientos políticos y rescatar la deteriorada imagen del
gobierno de Monagas. No por ello podría concluirse que Planas actuaba movido solamente por un
sentido de oportunidad política, pues bien convencido estaba de los males de la esclavitud.
Anteriormente ya había requerido a las cámaras legislativas la reforma a la ley de manumisión a fin
de acelerar la liberación de los esclavos, pero respetando el derecho de los propietarios. El Congreso
había aprobado el aumento del fondo de manumisión en 50.000 pesos, pero la intención se quedó en
el acto legislativo pues el Ejecutivo Nacional no remitió los fondos a las provincias y los destinó a
sufragar los gastos de la guerra. Y estas acciones reflejaban, sin duda, una preocupación por la
desesperante lentitud de la manumisión, cuando muy pocas voces se oponían a la abolición de la
esclavitud y las deliberaciones discurrían en torno a la forma de llevarla a cabo en consonancia con
el derecho de propiedad.

43
.- Los decretos de estas diputaciones se encuentran en Rondón Márquez (1954), pp. 119-122; el de la Diputación
Provincial de Barquisimeto fue emitido el 25 de noviembre de 1851 y el de la Diputación Provincial de Caracas, el 10 de
diciembre de 1852.
44
.- De nuevo, para favorecer la comprensión de esta magnitud, basta con indicar que en el año fiscal 1854-55, los
ingresos públicos alcanzaron a solamente 3.547.688 pesos, contra erogaciones por 7.096.432 pesos. González Guinán
(1954), Tomo V, p. 417.
28

Pero, ¿cuál era en ese momento el estado de la manumisión? Entre 1830 y 1853 se habían
manumitido solamente 1.223 esclavos con fundamento en las leyes que estuvieron vigentes entre
1830 y 1848, según las investigaciones de Lombardi.45 Conviene destacar que en 1830 había en
Venezuela 42.500 esclavos, cuya descendencia, a partir de ese momento, habría de engrosar las filas
de manumisos en situación de servidumbre, hasta alcanzar la edad de 21 años.46
Conviene referir el siguiente relato con relación a las motivaciones políticas de la iniciativa
del gobierno de Monagas, porque se relaciona con el tema de la deuda. José Gil Fortoul narra, en cita
al Estudio Histórico Político de Domingo Olavarría, que Felipe Larrazabal, enterado de que la
bandera política principal de los revolucionarios de 1854 era la libertad absoluta de los esclavos,
acudió a la casa del presidente, quien se encontraba reunido con varios de sus colaboradores,
incluido el ministro Planas, y les planteó la necesidad de adoptar prontamente la medida de
abolición, a lo cual replicó Planas que para ello era necesario preservar el derecho de propiedad y
pagar a los propietarios el valor de los esclavos liberados. El argumento que según la versión que
recogemos opuso Larrazabal, fue el siguiente: “no se trata de pagar –dijo– porque bien se sabe que el
tesoro público no tiene con que hacerlo, pero reconoceremos la deuda”, y así efectivamente se hizo,
como veremos más adelante.47 No se haría debida justicia a Larrazabal si dejásemos de advertir que
era un hombre de pensamiento avanzado, convencido de las bondades del progreso tecnológico y de
lo improductivo de la esclavitud.48 Se le atribuye a Larrazabal haber esbozado lo fundamental de la
Ley de Abolición, mientras que la redacción del proyecto fue encomendada a Julián Viso, el mismo
prestigioso abogado al que se le había encargado, tiempo atrás, la redacción del proyecto de Código
Civil presentado por Planas al Congreso en febrero de 1854, un mes antes de la promulgación de la
Ley de Abolición.49 En ese proyecto se regulaban los castigos a los esclavos, lo cual podría sugerir
que si bien existía consenso con respecto a la conveniencia de la abolición, podía no corresponderse
ello con el sentido de urgencia que luego le imprimió la circunstancia política.
Las deliberaciones del Congreso se centraron en el debate que oponía a la libertad absoluta de
los esclavos el derecho de propiedad, es decir, sujetar la primera a la disposición de medios para
indemnizar a los propietarios. Una comisión de parlamentarios elaboró un proyecto que fue aprobado
en primera discusión en el que se aplazaba por tres años la abolición, a fin de permitir el arbitrio de
45
.- Lombard1 (1971), Apéndice 1, Tabla 1, p. 154. Con base en los impuestos destinados a la manumisión fueron
liberados 934 esclavos, mientras que por disposiciones testamentarias quedaron libres 289 y de esta forma se cumplía
también con el correspondiente impuesto por herencias.
46
.- Ibídem, p. 162.
47
.- Gil Fortoul (1978), Volumen IV, Capítulo III, p. 54.
48
.- Véase Ideario Político y Económico de Felipe Larrazabal (1963).
49
.- Véase Gil Fortoul (1978), Volumen IV, Capítulo III, pp. 54, 55.
29

las indemnizaciones y no privar abruptamente de brazos a la agricultura. Los que se opusieron a este
enfoque propusieron una política efectiva de inmigración que pudiera compensar la extracción de
fuerza de trabajo de la agricultura. Esta iniciativa no tuvo efectos apreciables pues durante el
“Monagato” sólo ingresaron inmigrantes al país entre 1852 y 1857 en número de 759, contra 11.851
durante los gobiernos conservadores, entre 1832 y 1845, según Robert Mathews.50

La Ley de Abolición de la Esclavitud

Finalmente, el día 24 de marzo de 1854, el Congreso decretó la abolición definitiva de la


esclavitud en Venezuela, así como la cesación de la servidumbre en la que se encontraban los
manumisos y la prohibición de introducir esclavos en el territorio de la República. El día 25 fue
solemnemente promulgada la Ley.51 Fueron destinadas al pago de indemnizaciones a los dueños de
los esclavos varias contribuciones de muy diverso carácter (además del saldo del fondo de
manumisión existente), que habrían de resultar insuficientes en la práctica. Para la recaudación de
estos impuestos se designaron Juntas de Abolición, superiores y subalternas en cada provincia, cuyo
funcionamiento fue reglamentado por el Ejecutivo mediante el decreto emitido el día 30. Allí
quedaron establecidas las normas para regular el reconocimiento y pago a los dueños de los esclavos
y fueron reglamentadas las contribuciones previstas en la Ley, destinadas a cubrir las
indemnizaciones.52
La Ley ordenó la formación de un censo, de cuya realización no se ha encontrado ninguna
evidencia, y todavía en 1857 fue resuelta nuevamente su ejecución a fin de precisar el monto de las
indemnizaciones. Esa insuficiencia informativa se arrastraba desde los tiempos del Congreso de
Angostura por lo que el Libertador había ordenado la ejecución de un padrón de esclavos en 1827.
50
.- Mathhews (1992), p.115.
51
.- Ley de Abolición de la Esclavitud de 24 de marzo de 1854, N° 869, derogando la de 1848, N° 686; Recopilación de
Leyes y Decretos de Venezuela, Tomo III (1890), pp. 149-151.
52
.- Decreto de 30 de marzo de 1854, que reglamenta la Ley de Abolición, ibídem, N° 869 a, pp. 151-158. Las
contribuciones establecidas en la Ley de Abolición, luego reglamentadas por este Decreto, fueron las siguientes: a) 10
por ciento con que contribuyen las rentas municipales; b) los fondos de manumisión que existían o que estaban
pendientes de recaudación a la fecha del Decreto; c) el subsidio impuesto como porcentaje del sueldo de los funcionarios
públicos; d) la cuarta parte de los derechos de registro; e) impuesto de cinco reales por cada galón de aguardiente y sus
compuestos producidos por los alambiques; f) tres por ciento anual del total de los bienes de los que mueren dejando
herederos colaterales; veinte por ciento de aquellos que dejan herederos extraños y los bienes líquidos de los que mueren
abintestato; y, finalmente, g) la contribución personal establecida en cinco pesos anuales a los que tuvieran la renta
requerida para ser elector y diez pesos a aquellos que tengan la renta requerida para ser Diputado Provincial,
Representante o Senador. A modo de ejemplo, podemos citar lo previsto al respecto en la Constitución de 1830 para
aquellos que recibían un sueldo regular: para ser elector se requería gozar de un sueldo anual de 400 pesos, mientras que
para ser nombrado Representante, esa suma debía al alcanzar a 600 pesos y a 1.200 pesos para ser Senador. Véase
Constitución de 1830, artículo 27, ordinal 4°; artículo 52, ordinal 3°, y artículo 62, ordinal 4°, respectivamente, en
Brewer-Carias (1997), pp. 441, 443 y 444.
30

No debe sorprender entonces la considerable dificultad que supone disponer de datos cuantitativos
razonablemente confiables sobre la esclavitud en Venezuela.
De acuerdo con las cifras aportadas por Lombardi, fueron liberados 12.093 esclavos y 11.285
manumisos por un valor total de 4.432.991 pesos; la mayor concentración se registró en la provincia
de Caracas, seguida por Carabobo y Aragua.53 Nuevamente, para ofrecer una noción de la escala de
magnitudes, bastaría con indicar que el presupuesto de gastos públicos para el ejercicio fiscal 1854-
55 alcanzó a 4.800.537 de pesos. Véase el Cuadro 2 del Apéndice a este trabajo para un resumen del
número de esclavos liberados por provincias y su valor.
Si se asume que el valor de liberación de un manumiso era aproximadamente igual a 50 por
ciento del valor de un esclavo, puede establecerse, con base en las cifras básicas de Lombardi, que el
valor promedio de un esclavo era de 250 pesos, lo cual significa que la edad promedio de los
esclavos liberados debía ser cercana a 46 años (cálculos propios); esta edad se obtiene al comparar el
valor promedio con las entradas de la tarifa de esclavos que se ha incluido en el Apéndice de este
trabajo como Cuadro 3. Según González Guinán, al promulgarse la ley de abolición quedaron
definitivamente libres 13.000 esclavos y 27.000 manumisos; el valor de los esclavos fue estimado en
3.060.443 pesos. De allí resulta un valor promedio por esclavo de 235 pesos, correspondiente a una
edad promedio entre 47 y 48 años (cálculos propios).54
Con la extinción de la esclavitud desaparecía una de las causas estructurales del atraso en la
producción agrícola, pero persistía el latifundio, la precariedad e insuficiencia de las vías de
comunicación, la escasez de capitales y la ausencia de instituciones especializadas en la
intermediación crediticia, además del elevado costo de los préstamos, en un ambiente de
inestabilidad política y de desorden en la administración del Estado. El debilitamiento de la
economía a causa de la guerra, el contrabando, el desorden administrativo, la negligencia en la
recaudación de los impuestos; los empréstitos y contribuciones forzosos, que erosionaban la base
impositiva, además de la corrupción en los círculos de poder político, no permitían sincronizar las
disponibilidades con las exigencias de los gastos de guerra, del funcionamiento del Estado, de las
necesidades de la población y de la abultada deuda pública. El año económico de 1855-56 cierra con
un déficit de la gestión fiscal igual al 56 por ciento de los ingresos. En la Memoria de Hacienda
correspondiente a ese año fiscal, de la cual se ha extraído la información antes referida, se lee:
“La indemnización consiguiente á la abolición de la esclavitud, ha comenzado ya a absorver
(sic) una porción considerable de la Renta Nacional. La décima parte de las Rentas Municipales, la
53
.- Lombardi (1971), Tabla 6 del Apéndice 1, pp. 158-161.
54
.- González Guinán (1954), Tomo V, p. 354.
31

cuarta de los derechos de registro y el 3 por ciento de subsidios sobre sueldos, todo lo cual puede
alcanzar a 100.000 pesos, están aplicados a dicho fin; y aún hay que agregar á esta suma la parte
de la contribución extraordinaria por exportación y de la cuarta parte de los derechos de sal que
sea necesario suplir para completar el fondo de indemnización.”

La ejecución de la Ley de Abolición estuvo constantemente afectada por diversos


inconvenientes que demoraban la sustanciación de los expedientes y la emisión de los billetes que
documentaban los créditos calificados a favor de los dueños de los esclavos. Por tal razón, el
Ejecutivo emitió un decreto en julio de 1855, mediante el que se ordenaba la realización de un censo
de esclavos, con base en el cual serían indemnizados los dueños, y se reglamentaban los
procedimientos correspondientes.55 Más tarde, en un decreto de mayo de 1856, al que luego se hará
nuevamente referencia, las contribuciones e impuestos fueron ampliadas con otras fuentes, incluidas
entre ellas, la contribución extraordinaria sobre las exportaciones del país y la cuarta parte del
impuesto sobre la sal.56
En lo inmediato, la liberación de esclavos y manumisos afectó la producción de haciendas
debido a la sustracción de mano de obra, sin que sus propietarios pudiesen disponer de las
indemnizaciones que les correspondían para atenuar la situación y sin que la insuficiencia así creada
pudiese ser enteramente satisfecha de inmediato. No existía un mercado medianamente organizado
de trabajo y no se había desarrollado la práctica de una remuneración regular a los esclavos
convertidos en peones, quienes en general recibían vales para la adquisición de víveres y otros bienes
a escala de subsistencia. En los años del período 1855-57 se registró una recesión en la agricultura al
declinar la producción de los principales frutos de exportación y de consumo interno, explicable por
la conjunción de diversos factores, entre los cuales se apunta la liberación de los esclavos, sin que
pueda deducirse de este hecho que, de no haberse abolido la esclavitud, no hubiese decaído la
agricultura, pues sus imperfecciones estructurales y las calamidades de esos años tuvieron una
influencia determinante en el desenvolvimiento de ese sector.57
Sin embargo, desde una perspectiva económica, convenía a los propietarios liberar a sus
esclavos contra el pago en efectivo de la indemnización que conforme a las tarifas pudiese
corresponderles, en razón de la improductividad de la mano de obra esclava, agravada por el

55
.- Decreto de 2 de julio de 1855, Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela, Tomo III (1890), N° 869 b, pp. 158-
165.
56
.- Decreto de 13 de mayo de 1856, ibídem, N° 1043, pp. 385-392.
57
.- El índice de actividad económica de la agricultura declinó 10% en promedio por año en el período 1855-57 y las
exportaciones a precios constantes disminuyeron, en promedio, en 9%. Cifras básicas de Baptista (1997) y cálculos
propios.
32

continuo envejecimiento de esa población desde 1821, lo que desde luego erosionaba gradualmente
su valor de mercado hasta desaparecer por completo.
Por otro lado, la proporción de esclavos por propietario era más bien baja, poco menos de
cuatro esclavos, en promedio, según Lombardi, lo cual significa que sólo una pequeña fracción,
menor a medio por ciento de la población, fue directamente afectada por la medida de abolición.58
Aquellas eran, precisamente, las circunstancias que explican la escasa resistencia a la
liberación absoluta de los esclavos, vista como una cuestión moral, de principios y de justicia. La
esclavitud había perdido significación económica mientras constituía un pesado lastre para la
sociedad en su conjunto. Por cierto que los datos anteriormente citados incluyen a la provincia de
Caracas, donde residía una alta proporción de propietarios, es decir, la elite vinculada a los grandes
intereses financieros y comerciales, con nexos e influencias en los círculos políticos. Y no por
casualidad fue precisamente en Caracas donde se formó la Junta de Acreedores por Abolición.
Algunas condiciones atenuantes del impacto negativo de la abolición merecen ser destacadas.
En primer lugar -como se ha visto-, es posible estimar la edad promedio de los esclavos liberados
entre 46 y 48 años, muy cercana al final de su capacidad productiva, cuya esperanza de vida al nacer
era, en razón de la época y de sus condiciones de vida, relativamente corta. Segundo, los esclavos
representaban sólo cerca de uno por ciento de la población total en el año de la abolición y se
distribuían en forma muy concentrada en el centro, concretamente en las provincias de Aragua,
Caracas y Carabobo, que sumaban casi 80 por ciento de la población total de esclavos, mientras que
en las regiones especializadas en el cultivo del café, las proporciones eran realmente marginales.59
Por último, como se ha destacado, los cambios en la producción agrícola hacia una mayor
preponderancia del café que se cultivaba en zonas donde la esclavitud era muy marginal, así como la
gradual sustitución de esclavos por siervos y peones, determinaba la escasa importancia de la mano
de obra esclava en su conjunto.

58
.- Lombardi (1971), Apéndice 1, Tabla 3, p. 156, ofrece cifras indicativas de la relación entre el número de esclavos y la
población total para varios períodos. En 1852-53, esa relación era de 3,9 esclavos por propietario. De las cifras de
población total y del número de esclavos de Lombardi (ibídem, p.162), es posible deducir que, dada la relación indicada
de esclavos por dueño, la población de estos afectada por la abolición era sensiblemente inferior a ½ por ciento de la
población total (cálculos propios).
59
.- Nos referimos concretamente al número de esclavos, pero si se tomasen cuenta también los manumisos, la
concentración en esas provincias sería similar, algo inferior a 80 por ciento, como cabría esperar. Cifras básicas de
Lombardi (1971), Apéndice 1, Tabla 6, pp.158-161.
33

La Deuda de Abolición y algo más

La situación económica y fiscal en los años siguientes a la abolición no permitía sostener un


ritmo de indemnizaciones medianamente razonable, como consta en las Memorias de Hacienda de
aquellos años. En cuenta de tal situación, el Congreso promulgó la Ley del 13 de mayo de 1856 que
reconoció como deuda nacional el valor de los esclavos y manumisos liberados; dispuso el pago de
los créditos correspondientes de manera más eficaz; así quedaron definidas también las fuentes
tributarias asignadas a ese propósito. El Ejecutivo desarrolló la ley en el decreto reglamentario de
octubre, abordando competencias legislativas con base en la amplia autorización contemplada en la
ley de mayo, y estableció la deuda de abolición, los impuestos y contribuciones para el pago de las
indemnizaciones y el régimen para el servicio de la deuda así creada.60 El decreto reglamentario
modificó y alteró en materias esenciales la ley autorizadora antes referida, al incorporar
disposiciones que, a juicio de Pimentel y Roth, la contrariaban en varios aspectos.61 Así lo admite la
Secretaría de Hacienda en la Memoria del año 1855-56; pero alegó sin embargo que el gobierno
actuaba con plena autorización del cuerpo legislativo para reglamentar la ejecución de la ley y llenar
los vacíos que hiciese notar la práctica.
Conforme al decreto antes citado se crea la Deuda de la Abolición dividida en Activa,
correspondiente a dos tercios de la deuda reconocida de capital e intereses capitalizados, y Diferida,
que comprendía la porción de un tercio restante. Ambas deudas con interés del 6 por ciento
devengado a partir del 1° de octubre de 1855. Para la primera porción, los antiguos propietarios de
esclavos recibirían pagos trimestrales de interés en efectivo; mientras que, en el caso de la segunda,
tanto el capital como los intereses capitalizados se convertían en Deuda Activa, en remates públicos,
al ritmo en que esta deuda se fuese amortizando. El decreto creó además el fondo de abolición,
formado por impuestos y contribuciones específicas, para el pago de capital e intereses de la Deuda
Activa, con límites anuales a los aportes, que, de todos modos, hubiesen consumido seis por ciento
de los ingresos anuales durante los siguientes cinco años. Mediante la imposición de cotas máximas a
estos aportes se pretendió aliviar la carga que representaban estas erogaciones sobre el Tesoro
Nacional.

60
.- Decreto de 31 de octubre de 1856 complementando la Ley de mayo, Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela,
Tomo III (1890), N° 1058, pp. 431-442. Otro Decreto de la misma fecha, desarrolla algunos de los artículos del anterior,
ibídem, pp. 442, 443.
61
.- Pimentel y Roth (1974), pp. 57-61.
34

El reconocimiento de la deuda de abolición alcanzó a 5.074.300 pesos, incluidos los intereses


devengados y no pagados entre el 1° de abril de 1854 y el 30 de septiembre de 1856.62 Esa cifra
superaba en veinte por ciento los ingresos públicos de todo el año económico 1855-56. Con base en
dicho reconocimiento fue emitida Deuda Activa por el equivalente a dos tercios del total (3.382.858
pesos) y el resto (1.691.441 pesos) en Deuda Diferida. Al concluir el segundo gobierno de José
Tadeo Monagas, el saldo total de esa deuda se estimó en 6.054.221 pesos, incluyendo intereses
pendientes (véase el Cuadro 4 del Apéndice). Ese saldo se integraba a un monto total de deuda
interna de 21.910.091 pesos, según la Memoria de Hacienda del año 1859. La deuda pública total al
final del “Monagato” se inserta en el Cuadro 5 del Apéndice.
Vale la pena reparar en que la deuda interna creció significativamente durante la
administración de los Monagas en razón de las obligaciones surgidas por la abolición de la
esclavitud, las asumidas por la ley de espera, el Tratado con España, el aumento de las obligaciones
de tesorería que incluían atrasos en los compromisos de caja y en el subsidio de abolición; la deuda
con proveedores y la emisión de billetes de tesorería sin interés; los varios empréstitos internos
contratados, y quedaba todavía pendiente por liquidar parte de la deuda proveniente de algunos
convenios diplomáticos.
Por otra parte, la deuda externa totalizaba 25.918.997 pesos, incluidos los intereses
impagados, y había aumentado 24 por ciento desde el comienzo del primer gobierno de J. T.
Monagas, pues sólo se pagaron dos cuotas semestrales de interés, sin pago alguno de amortización de
capital. El total de la deuda pública registrada alcanzaba entonces a 47.829.088 pesos, más del doble
de la existente al concluir la etapa de los gobiernos conservadores e imposible de atender con los
menguados recursos fiscales existentes y previstos en ejercicios futuros.
Conviene destacar que en virtud de los arreglos de reestructuración de la deuda externa de
63
1840 , la tasa de interés de la Deuda Activa se elevaría cada año en ¼ por ciento, a partir de 2 por

62
.- Esa es la cifra que ofrece Pimentel y Roth, ibídem, p. 61. Pero el saldo de la deuda variaba según fuesen presentándose los reclamos y con ella los
intereses correspondientes. La Memoria de Hacienda de 1860, (pp. 729, 730), consolida la Deuda de Abolición, con intereses pendientes hasta el 31 de
diciembre de 1859, como se muestra en el siguiente resumen (cifras en pesos):

Capital Intereses Total


Deuda Activa 2.988.502 372.489 3.360.991
Deuda Diferida 1.427.669 270.894 1.698.563
Total 4.416.171 643.383 5.059.554
63
.- Decreto del 16 de septiembre de 1840, Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela, Tomo I (1890), pp. 475, 476;
relativo al acuerdo con los acreedores extranjeros, conforme a la autorización del Congreso de 25 de abril de 1838,
ibídem, pp. 474, 475. Según aquel Decreto, a los títulos originados por la conversión del capital de la deuda reconocida
por Venezuela al separarse de la Gran Colombia, correspondería una tasa de interés escalonada. De esa forma se
procuraba un alivio temporal de significación a la caja a la Tesorería Nacional. Esta porción de la deuda se denominó
35

ciento, hasta alcanzar 6 por ciento en 1862; y el interés de la Deuda Diferida comenzaría a ser
devengado a la tasa anual de uno por ciento creciendo en la misma fracción anual (¼ de 1%) hasta
llegar a 5 por ciento. De esa forma, el pago anual de intereses alcanzaría durante el año fiscal 1847-
48 la cantidad de 257.340 pesos, es decir 9,3 por ciento de los ingresos públicos totales cuando en
ese ejercicio el déficit se hallaba cercano al 12% de tales ingresos. En el año fiscal 1857-58, el pago
de interés de ambas categorías de deuda externa sería igual a 757.580 pesos (12,5% de los ingresos
públicos totales), lo cual ilustra la carga creciente de las obligaciones asumidas cuando se mantenían
las condiciones de atraso productivo, de extrema dependencia de los mercados internacionales y de
perturbación política. Por esa razón, y en cuenta del balance deficitario que caracterizó todo el
período de gobierno de los Monagas, el Ministro de Hacienda, en su mensaje al Congreso en 1855,
advertía la imposibilidad absoluta de cumplir con los compromisos de la deuda externa, en los
términos establecidos en el decreto de 1840.64
Durante el “Monagato” se llevaron a cabo dos intentos para regularizar la situación de
incumplimiento de la deuda exterior. El primer arreglo con los acreedores fue completado en 1851,
cuando ya la República había acumulado nueve cuotas de interés vencidos por ₤ 192.147. Consistía
en la capitalización a la par de las cuotas de interés y de las comisiones pendientes desde 1847 hasta
1851, y la documentación de estas obligaciones en títulos con interés de 5 por ciento anual. Se
pretendía de esa forma cumplir con el pago de intereses atrasados y regularizar, en lo sucesivo, el
servicio de la deuda. Los acreedores de la República manifestaron unánimemente su aceptación al
acuerdo pero el Congreso negó en esa oportunidad su aprobación, y más tarde, en mayo de 1854,
autorizó al gobierno para convenir un nuevo acuerdo con los acreedores externos que permitiese
cumplir con los pagos de capital y lograr así alguna reducción en la tasa de interés, sin que tales
gestiones condujeran a una solución definitiva. El segundo intento de normalización de las
obligaciones externas ocurrió en enero de 1857 y consistió en la capitalización de los intereses
devengados (por ambas deudas, la activa y la diferida) con una tasa de interés anual creciente y
garantía de los derechos de aduana. Luego de algunas modificaciones introducidas por el gobierno
al esquema inicial con la finalidad de reducir aún más el pago de intereses, el Congreso declinó
otorgar una aprobación franca a lo convenido con los acreedores, razón por la cual aumentaron las

Deuda Exterior Activa. Reconocía además Venezuela como deuda suya los intereses devengados y no pagados hasta
septiembre de 1840 por la porción de la deuda que le correspondió asumir. Esta obligación tendría un plazo de gracia
para el pago de intereses hasta octubre de 1852, cuando comenzarían los incrementos escalonados. La deuda así
constituida se denominó Deuda Exterior Diferida.
64
.- La deuda en la historia de Venezuela, Carlos Hernández Delfino (en preparación).
36

tensiones y, con ello, la solicitud de aquellos a sus gobiernos para que intervinieran en la
cuestión.
La deuda de abolición conformaba, junto a múltiples obligaciones financieras internas del
Estado, un conjunto disperso y confuso de deudas de diferente origen, documentadas en una variedad
de títulos, con tasas de interés y plazos distintos, mientras que otras no tenían siquiera regularizado
su estatus como deuda pública.65 En 1865 se aprueba la ley que unifica las distintas categorías de
deuda, distinguiéndose entre la Deuda nacional por recompensas militares del 6 %, acordada al
Ejercito Federal por la Asamblea, y la Deuda nacional consolidada con interés de 6 % anual, en la
cual serían convertidos a la par todos los conceptos de deuda doméstica en circulación, incluida la
deuda de abolición y sus intereses.66 Quedaron así fusionadas en una sola categoría la diversidad de
pasivos financieros del Estado. Este fue, sin duda, un paso importante en la ordenación del crédito
público, atribuido a las habilidades financieras de Antonio Guzmán Blanco.
A fin de facilitar la comprensión de las magnitudes a que alcanzó la deuda pública, su
estructura, origen y evolución, conviene bosquejar el desarrollo del endeudamiento público de
Venezuela desde el comienzo de su historia republicana, como comentario de cierre.
Desde 1817, Venezuela comenzó a endeudarse para cubrir los gastos de la guerra de
emancipación. Los primeros empréstitos fueron concedidos por financistas y comerciantes de
Inglaterra para cubrir los costos de las expediciones británicas en apoyo a la causa libertadora. Más
tarde, una vez constituida la Gran Colombia, fueron contratados dos empréstitos en Inglaterra, en
1822 y 1824 por el orden de ₤ 6.750.000, durante la fase de auge crediticio del ciclo que, al
completarse, condujo a la grave crisis de 1825. Estos empréstitos, que estaban fundamentalmente
dirigidos a atender obligaciones previas, fueron la causa de innumerables escándalos y
perturbaciones políticas.
La deuda de la Gran Colombia –incluida la interna– surgida por la consolidación de las
deudas de las tres secciones que formaban la república, fue dividida entre las naciones que surgieron
tras su disolución, y a Venezuela le correspondió el 28,5 por ciento de la deuda y de los créditos que
pudiesen existir a favor de la disuelta república, incluida la deuda del Perú por los auxilios que le
prestó Colombia durante la guerra de emancipación. La deuda total asumida por Venezuela totalizó
entonces 34.148.296 de pesos, de la cual 24.698.697 pesos correspondieron a deuda exterior (72 por
65
.- La Memoria de Hacienda correspondiente al ejercicio 1850-51, recoge el exhorto que hacía el Gobierno al Congreso
para refundir en una sola todas las leyes de crédito público existentes, entre otras razones, por la necesidad de ofrecer
seguridad jurídica y establecer una relación ordenada con los acreedores del Estado.
66
.- Ley de 16 de junio de 1865 sobre Crédito Público, Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela, Tomo IV (1890),
N° 1502, pp. 467-473 y el Decreto reglamentario de 19 de junio de 1865, ibídem, N° 1502 a, pp. 473-482.
37

ciento) y 9.449.599 pesos a la interior (28 por ciento). El proceso de negociación entre Nueva
Granada y Venezuela fue lento y difícil debido a las complicaciones relacionadas con la
determinación de una regla mutuamente aceptable entre ambas partes para la distribución de la deuda
de Colombia. Las negociaciones entre los plenipotenciarios se iniciaron en 1834, y fue sólo en 1837
cuando fueron ratificados los términos de la Convención y en 1839, cuando finalmente concluyó la
división de los activos y pasivos entre Venezuela, Ecuador y la Nueva Granada.67
Después de la experiencia ordenada y pulcra de los gobiernos conservadores que
reglamentaron el crédito de la Nación y cumplieron puntualmente con el servicio de las obligaciones
del Estado, el endeudamiento público venezolano transitó la accidentada ruta de reiterados
incumplimientos y empréstitos contratados bajo el signo del apremio y la improvisación, tanto
durante la época de los Monagas como en etapas posteriores. A la deuda surgida del crédito público
contratado se añadió el resultado de innumerables reclamaciones de ciudadanos de otras naciones,
afectados, real o impostadamente, por la inestabilidad política que caracterizó todo el siglo XIX hasta
el advenimiento de la paz a comienzos del siglo siguiente, cuando Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez liquidaron el caudillismo guerrero.68
Durante el Guzmancismo se contabilizaron importantes avances en varios órdenes de la vida
nacional, entre ellos en el área hacendística y del manejo de la deuda, sin que este reconocimiento
niegue la imbricada relación entre los asuntos del Estado y el interés personal de los funcionarios. De
la misma manera, en otros, muy contados gobiernos, se aprecia un esfuerzo por ordenar el problema
de la deuda pública con una visión de largo aliento. Pero los reiterados incumplimientos y la forma
desordenada con la cual el general Castro, dictador de turno, atendió esa problemática, animado por
su exacerbado y desafiante nacionalismo, habría de ofrecer la excusa para que Inglaterra y Alemania,
secundadas por Italia, formaran una coalición de potencias que bloqueó las costas de Venezuela en
1902, en reclamación de las necesarias satisfacciones pecuniarias debido a los atrasos e
incumplimientos acumulados, pero albergando en realidad apetencias de expansión territorial no
disimuladas en el caso de Alemania. El conflicto fue superado mediante la firma de los llamados
“Protocolos de Washington” que obligaron al país a atender, en términos más que exigentes, sus
obligaciones externas.

67
.- La Convención para la división de la deuda y de las acreencias entre las tres naciones fue suscrita en Bogotá el 23 de
diciembre de 1834 y aprobada por el Congreso de Venezuela el 29 de abril de 1835. El texto de estos documentos se
encuentra en Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela, Tomo I (1890), N° 198, pp. 267-271.
68
.- Sobre las reclamaciones extranjeras, véase la imprescindible obra de Pedro Manuel Arcaya, Historia de las
reclamaciones contra Venezuela (1964).
38

Ese accidentado discurrir del endeudamiento público, fuente de innumerables escándalos,


desajustes fiscales y vehículo para la simbiosis del interés personal con el público, en medio del
desorden administrativo que caracterizó a la mayoría de los gobiernos republicanos, habría de
concluir bajo la administración del general Gómez. Él, por razones de disciplina financiera cultivada
como hombre del campo, sus compromisos con el capital extranjero y sus vivencias en tiempos de
Castro, debido a las penurias y sobresaltos causados por los incumplimientos, resolvió pagar
totalmente la deuda externa en 1930, como un homenaje a la memoria del Libertador al cumplirse el
primer centenario de su muerte. Una conducta atípica en extremo en aquel momento cuando la
mayoría de los países latinoamericanos debieron declararse en mora por las secuelas de la Gran
Depresión. Esa decisión, incompatible con las necesidades y privaciones de la población, pudo
ejecutarse porque la expansión de las actividades petroleras había permitido acumular importantes
reservas de tesorería, contra las cuales se hizo el pago en una remesa de oro a los acreedores
foráneos.69 Igualmente, ordenó Gómez la cancelación de la deuda interna. Es así como a la muerte
del dictador, en 1935, la deuda pública sumaba solamente Bs. 3,7 millones denominada en
obligaciones domésticas.
La inestabilidad y perturbaciones de orden económico y político en torno a los problemas de
la deuda, incluido el bloqueo de 1902 y otras amenazas previas del mismo corte cuando prevalecía
“la diplomacia de los cañones”, crearon un sentimiento de aversión por el endeudamiento y fue
sólo a partir de los años sesenta del siglo XX cuando comenzó a doblegarse esa actitud: el primer
préstamo de la banca internacional, después del empréstito del Berliner Disconto Gesellschaft de
1896, se concretó en 1960 por US $ 200 MM.70 Pero esa operación fue destinada a cubrir las
inversiones del plan de recuperación económica del gobierno de entonces, y fue totalmente pagada
en 1964, cuando se abolió el control de cambios y las finanzas del Estado se habían recuperado
sensiblemente. En aquellos tiempos los asuntos financieros del Estado estaban manejados por
personas de gran competencia, seriedad y visión de largo plazo; bastaría con mencionar a Andrés
Germán Otero, ministro de Hacienda entre 1960 y 1964, y a Alfredo Machado Gómez, presidente del
Banco Central de Venezuela, sin menoscabo de otros nombres de impecable prestigio.71

69
.- A partir de 1926, el petróleo sustituye al café como principal producto de exportación, cuando representa 53 por
ciento del valor de las exportaciones totales al alcanzar 191,8 millones de bolívares. Cifras de Veloz (1945).
70
.- El Disconto –como se le conoce en corto– era accionista de la Compañía del Gran Ferrocarril, con la cual el Gobierno
venezolano tenía una crecida deuda.
71
.- En 1969 fue contratado un préstamo externo con la banca internacional, destinado a solventar deficiencias
presupuestarias en un contexto de graves dificultades fiscales. Esa fue la primera operación de crédito público externo
con la banca internacional, destinada a cubrir gastos del presupuesto, realizada en el siglo XX. En 1969 se realizaron
39

Es una historia de discordancias la del manejo del endeudamiento público, que registra en
distintos episodios de la vida republicana la confrontación entre la prudencia y la falta de previsión.
Se trata de una historia de contrastes entre las posibilidades y las realidades del país; entre la
estrategia correcta para el manejo de la deuda y la gestión pública improvisada e inconsistente que no
ha sido extraña a nuestro devenir; y entre el interés particular y el interés público, allí donde
confluyen los negocios y el poder político. Pero ha sido también, justo es señalar, una historia que
recoge logros y aciertos, contundentes y esporádicos.

Apéndice

CUADRO 1
DEUDA PÚBLICA DE VENEZUELA
GOBIERNOS CONSERVADORES
(Cifras en pesos)

Deuda asumida Deuda al


Conceptos
Gran Colombia 1° julio 1847
Deuda Interior 9.449.599 2.113.542
Consolidada 1.776.297 997.387
Consolidable 4.573.471 793.309
Flotante 2.254.593
Tesorería sin intereses 764.964 322.846
Intereses pendientes 80.274
Deuda Exterior 24.698.697 20.962.213
Activa 11.802.474 11.437.286
Diferida 11.802.473 9.524.927
Reclamación Mackintosh 1.093.750
Deuda Total 34.148.296 23.075.755

Fuente: Memoria de la Dirección General de Estadística (1873) y Memorias de


Hacienda, años de 1831 a 1848.
Nota: La reclamación “Mackintosh” se refiere al arreglo finalmente convenido con el
inglés James Mackintosh, con quien Luis López Méndez había contratado, en 1821,
unos suministros necesarios para los ejércitos patriotas. Esa deuda fue finalmente
incluida como parte de las obligaciones que debían ser distribuidas entre las naciones
que surgieron de la disolución de la Gran Colombia, después de una persistente gestión
de Mackintosh en la que estuvo siempre apoyado por el gobierno británico.

otras operaciones de crédito público por lo que la deuda externa creció de US $ 106 millones en 1968 a US $ 525
millones en 1969.
40

CUADRO 2
ESCLAVOS Y MANUMISOS LIBERADOS POR LA LEY DE ABOLICIÓN (RESUMEN POR
PROVINCIAS)

N° de N° de Valor total
Provincia
esclavos manumisos (pesos)
Aragua 1.668 1.445 593.138
Apure 5 6 2.365
Barcelona 152 254 68.974
Barinas 19 0 4.946
Barquisimeto 571 350 179.862
Carabobo 1.881 1.764 703.266
Caracas 5.996 5.606 2.230.739
Coro 590 772 221.493
Cumaná 232 225 85.613
Guárico 378 478 144.191
Guayana 15 12 5.520
Maracaibo 60 22 18.057
Margarita 63 47 22.679
Mérida 170 147 59.426
Portuguesa 122 72 39.134
Trujillo 171 85 53.588
Totales 12.093 11.285 4.432.991

Fuente: Lombardi (1971), Apéndice 1, Tabla 6, pp. 159-161.


Nota: Se ha corregido un aparente error aritmético presente en el subtotal correspondiente a la
Provincia de Mérida.
41

CUADRO 3
TABLA DE VALORACIÓN DE ESCLAVOS
(1821-1854)

Valor en Valor en
Edad Edad
Pesos Pesos
8 días 50 40 290
1 mes 54 41 285
2 58 42 280
3 62 43 275
4 66 44 270
5 70 45 260
6 74 46 250
7 78 47 240
8 82 48 230
9 86 49 215
10 90 50 200
11 95 51 180
1 año 100 52 170
2 105 53 155
3 110 54 140
4 115 55 125
5 120 56 110
6 130 57 95
7 140 58 80
8 150 59 65
9 160 60 50
10 180 61 35
11 200 62 20
12 230 63 5
13 270 64 0
14 290 Quebrado 100
de 15 a 39 300 Con oficio 400

Fuentes: La tabla ha sido elaborada con base en los datos contenidos en Economía y Finanzas de
Venezuela desde 1830 hasta 1944 de Ramón Veloz (1945), p. 103. Este autor señala como fuente
primaria la Gaceta de Venezuela del 8 de julio de 1855; Antología Documental de Venezuela de
Santos Rodolfo Cortés (1960), p.352; y The Decline and Abolition of Negro Slavery in Venezuela
1820-1854 de John Lombardi (1971), Apéndice 1, Tabla 5, p. 157.
42

CUADRO 4
DEUDA DE ABOLICIÓN
(Cifras en pesos)
Al 30 de junio de 1858

Activa con intereses de 6% (billetes emitidos hasta 30


3.141.219
de junio de 1858
Diferida con intereses de 6% 1.570.387
Subtotal 4.711.606
Reclamaciones pendientes en la Secretaría del Interior
y registros que no se habían recibido de algunas 1.200.000
provincias (estimación oficial)
Subtotal de capital 5.911.606
Intereses pendientes de la Deuda Activa (estimación
95.503
oficial parcial)
Intereses de la deuda diferida (estimación oficial) 47.112
Subtotal intereses 142.625
Total 6.054.221

Fuente: Memoria de Hacienda correspondiente a 1858, pp. 681, 682.


Nota: Se han practicado ciertas correcciones a las cifras publicadas en la Memoria citada, en razón
de errores aparentes de cálculo y de inversión de cifras, pero en ningún caso las diferencias son
significativas.
43

CUADRO 5
DEUDA PÚBLICA DE VENEZUELA
GOBIERNOS DE LOS MONAGAS
(Cifras en pesos)

1°/7/1847 30/6/1858
Conceptos
Deuda Interna 2.113.542 21.910.091
Deuda Consolidada 997.387 4.660.517
Deuda Consolidable 793.309 2.947.173
Deuda de Tesorería sin intereses 2.195.587
Deuda Pagadera por Tesorería 322.846 5.860.487
Acreedores por espera según varios
192.106
Convenios Diplomáticos
Deuda de Abolición 6.054.221
Deuda Externa 20.962.213 25.918.997
Deuda Exterior Activa 11.437.286 11.437.286
Deuda Exterior Diferida 9.524.927 9.524.927
Saldo de capital Deuda Exterior 20.962.213 20.962.213
Intereses devengados no pagados 4.956.784
Deuda Total 23.075.755 47.829.088

Fuente: Memoria de Hacienda de 1859. En esta Memoria se incluye para la fecha indicada la
deuda por la transformación política de marzo 1858 (300.000 pesos), que ha sido suprimida del
cuadro anterior por no corresponderse con la gestión de los Monagas. Se han efectuado correcciones
materiales menores a las cifras de la fuente.

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47

El trabajo esclavo en la economia colonial

Ermila Troconis de Veracoechea

El siglo XVI venezolano se caracterizó por la fundación de ciudades, villas y pueblos por
parte de los españoles conquistadores, entre los cuales destacan Coro, Cumaná, El Tocuyo,
Barquisimeto, Borburata, Nueva Valencia del Rey, Santiago de León de Caracas, etc.
Es indudable que el sistema de encomiendas, instaurado en El Tocuyo en 1545 pero que va a
tomar mayor auge en la segunda mitad del citado siglo, rompe o debilita esa incipiente formación
poblacional. Se nota una gran decadencia en el avance urbanístico ya iniciado y esa naciente vida
urbana va a dar paso a los poblados rurales que poco a poco se habían ido estructurando alrededor de
la casa del encomendero.
El Obispo Antonio de Alcega tomó posesión de su Diócesis en 1607 y comienza a organizar
el sistema de doctrinas, apoyado por el Gobernador Sancho de Alquiza. En esa etapa se dictaron
ordenanzas para que los encomenderos se comprometieran a fundar poblaciones, pero
lamentablemente al morir el Obispo Alcega en 1612 se le nombra como sustituto a fray Juan de
Bohorquez, quien descuidó notablemente la fundación de pueblos.
La ausencia de poblados trajo como consecuencia la dispersión de los indios, lo cual fue un
grave inconveniente para la catequización por parte de la Iglesia y para el fortalecimiento de la vida
urbana.
La política poblacional española se vio materializada en la obra de dos eminentes figuras del
siglo XVII venezolano: el Obispo Gonzalo de Angulo y el Gobernador Francisco de la Hoz Berrío.
Ambos combinaron sus esfuerzos para dar un empuje a la fundación de pueblos y ciudades en
nuestro territorio, algunos de los cuales aún subsisten. También los misioneros capuchinos
establecidos en las Provincias de Cumaná y Venezuela fueron un factor primordial en la
catequización de almas y en la fundación de pueblos en nuestra geografía.
Al comienzo de su actividad los misioneros consolidaron la obra de los capitanes pobladores,
pero más tarde se fueron transformando en una especie de ejército de avanzada para lograr la
estructuración de núcleos poblacionales, utilizando un sistema denominado de “entradas”, el cual, en
muchos casos, encubrió una modalidad esclavista. En la misión de los llanos centrales los propios
capuchinos, con autorización del capitán general, entregaron como recompensa a los españoles
armados que los acompañaban en dichas entradas, grupos de indios que utilizaban como
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servidumbre, por un período de diez años; al final deberían quedar libres, pero obviamente muchas
veces esta condición no se cumplía.
La Iglesia, como institución, fue un elemento determinante en la creación de pueblos, ya que
las ermitas, capillas e iglesias sirvieron para aglutinar el elemento humano circundante, dando origen
a algunos pueblos, como se señalará más adelante.
En el siglo XVII fue notoria la disminución de la población indígena, la cual se había visto
diezmada debido a varios factores, entre ellos las enfermedades trasmitidas por los europeos, el
trabajo excesivo, los cambios sustanciales en su modo de vida, el sometimiento a servidumbre, etc.
Estos cambios afectaron también, y a veces con mayor intensidad, a las mujeres indias.
Aunque la trata de negros esclavos se inicia en el siglo XVI y llega a su apogeo en el XVIII,
es en el XVII cuando comienza a hacerse más notoria.
La clase de los blancos terratenientes había utilizado hasta entonces la mano de obra indígena
en sus haciendas y hatos con características de servidumbre basados en el régimen de la encomienda.
Es a raíz de la merma de esa población indígena cuando surge la necesidad de traer esclavos negros
africanos que pudieran asumir las tareas agrícolas y pecuarias que hasta ese momento habían
realizado los indios.
Desde los primeros tiempos de la conquista, Portugal tenía en la costa occidental africana una
factoría adonde llegaban barcos cargados de telas, plata y trigo para ser cambiados por oro y negros.
En algunas comunidades africanas los negros eran vendidos como esclavos por sus propios jefes
nativos, quienes en esa forma los castigaban por algún delito cometido o para vengarse por rencillas
personales. En épocas de hambrunas, debido a pestes y otras circunstancias, eran vendidos por sus
propios parientes, quienes así lograban sobrevivir. Esclavistas europeos pagaban a cuadrillas nativas
para atrapar a grupos de negros y negras en sus aldeas y así trasladarlos a los barcos que estaban en
el puerto esperando su carga humana.
Cuando se producían guerras entre tribus, los prisioneros eran vendidos y, en ciertos casos,
los reyezuelos africanos vendían sus propios esclavos, por considerarlos levantiscos. Incluso los
delincuentes y las mujeres adúlteras eran vendidos por el jefe tribal como una forma de castigarlos.
Generalmente los negros capturados para ser vendidos en las costas africanas eran trasladados
desde el interior de ese continente para así evitar en lo posible que escaparan con facilidad durante el
viaje por tierra. Esto también les garantizaba poder obtener las “piezas” en diferentes poblados, con
diversas lenguas, a fin de que no pudieran comunicarse entre sí.
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Traficantes portugueses, españoles, ingleses, franceses, holandeses y escoceses inician este


tráfico humano hacia las nuevas tierras descubiertas. Negros mandingas, zapes, congos, loangos y de
otras procedencias eran literalmente arrancados de su núcleo familiar para ingresar a los barcos
negreros que los llevarían a las colonias ultramarinas, en insalubres bodegas y vergonzosa
promiscuidad, encadenados y maltratados. Jesús García, especialista en estudios sobre la negritud,
dice que la mayoría provenía de regiones como Angola, Ghana, Nigeria, Congo y Dahomey.
Por las condiciones infrahumanas en que eran traídos a América, a veces morían en el
trayecto el 30 y hasta el 40% de la carga. Hubo dos opiniones antagónicas entre los tratantes de
esclavos: la de los “fardos flojos” y la de los “fardos prietos”. Los primeros argumentaban que
trayendo menos cantidad de negros en las bodegas de los barcos, podían llegar a su destino en
buenas condiciones de salud y ser vendidos a altos precios. Los segundos decían que si se traía un
mayor número de negros, aunque hacinados en las bodegas y a pesar de que moriría un porcentaje
de ellos, era mejor negocio para el esclavista, porque al traer un grupo numeroso siempre se
compensarían las pérdidas. Además, los que enfermaran durante la travesía podían ser “cebados” en
los depósitos de esclavos existentes en los puertos y, una vez recuperados, vendidos a buen precio.
Los negros venían aherrojados en su cuello, muñecas y tobillos, formando además una larga
fila con una cadena que no les permitía separarse uno de otro. Aún así, todos los días los hacían
subir a la cubierta del barco para “danzar”. Era un baile macabro que los hacía sangrar por el roce de
las cadenas, pero según los tratantes era indispensable para que estuvieran en buena forma al llegar al
puerto de desembarque.
Con frecuencia los esclavos hacinados en los barcos sufrían de una gran depresión
denominada “melancolía fija”, que a veces llegaba a producirles la muerte. Como todos estaban
unidos por cadenas a veces el cadáver era decapitado y tirado al mar, pero en ciertas ocasiones lo
dejaban con sus compañeros hasta llegar el barco a su destino, por lo cual en los puertos se
comentaba que, por el olor de los barcos negreros, se sabía a distancia que estaba llegando una
“cargazón” de esclavos.
Al comienzo las islas caribeñas y las costas continentales eran los centros receptores y
distribuidores de negros. La Corona española habilitó puertos como Veracruz, La Habana, Santo
Domingo, Portobelo, Cartagena de Indias y La Guaira para recibir y distribuir las “piezas”. En cada
puerto había un Factor que efectuaba el “palmeo”, es decir, la medición de cada esclavo. El mismo
funcionario ordenaba ponerles el “carimbo”, que consistía en marcar los esclavos, hombres y
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mujeres, con un hierro candente, poniendo en el brazo, la frente o la espalda la inicial del
transportista o del nuevo dueño que lo hubiera comprado.
Cada esclavo era medido: si tenía siete cuartas de alto, conformaba una pieza, pero si medía
menos de eso o era ciego, tuerto o acusaba algún otro defecto físico, había que completarlo con un
niño o con otro esclavo también con defectos o “tachas”.
En algunas ocasiones lo que se hacía era medirlos a todos y el total de cuartas se dividía
entre siete, para calcular el número de piezas. Luego se procedía al “conteo,” pero un negro esclavo
no siempre se consideraba una unidad, ya que todo dependía de la edad y de las condiciones físicas.
Una esclava con su hijo “de pecho” constituían una sola pieza. Dos “mulequillos” (niños menores de
7 años) también formaban una pieza. Los “muleques” (de 7 a 12 años) y los “mulecones” (de 12 a
16) pasaban como una pieza cada uno, siempre y cuando gozaran de buena salud. De lo contrario
dos mulecones o muleques enfermos eran considerados una sola pieza. Igual criterio se aplicaba a
hombres y mujeres enfermos.
Los negros “bozales” o recién llegados que sólo hablaban su lengua nativa y por lo tanto no
se podían comunicar con los provenientes de otras aldeas, eran más cotizados que los llamados
“ladinos”, o sea, los africanos ya adaptados al medio americano. Menos solicitados eran los negros
“criollos”, nacidos en estas tierras, por considerar que ya tenían “tachas” o defectos que los hacían
más rebeldes.
Los españoles se sumaron al tráfico negrero desde el siglo XVI, transportando negros de
Guinea hasta Sevilla, de donde seguían hacia América. En el caso concreto venezolano los primeros
esclavos los trajeron los Welser y cuando comenzó el comercio intercolonial se cambiaban mulas
criollas por esclavos negros, que eran utilizados para labrar la tierra y demás actividades agrícolas.
Como se apuntó anteriormente, por la disminución de la población indígena surge la
necesidad de traer esclavos para hacer producir las tierras de los blancos.
El Gobernador Sancho de Alquiza comprende la necesidad de los hacendados y eleva una
petición a las autoridades para importar la mano de obra negra. En un informe que hace llegar al rey
le manifiesta que todas las transacciones comerciales en la provincia se hacen en base al trueque con
harinas, maíz, lienzo, tabaco, mulas etc., y que la Real Hacienda no puede cobrar en efectivo lo que
se le debe pagar al rey, por falta de circulante. Pero también explica que si se permitiera la entrada
de un mayor número de esclavos, podrían explotarse las minas y así obtener grandes beneficios para
la Corona, además de que muchos de ellos contribuirían a aumentar la producción en las haciendas y
hatos existentes (1).
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En esos tiempos, además de vender esclavos a los hacendados para sus labores
agropecuarias, se dejaban algunas piezas al servicio directo del rey y se denominaban “realengos”.
Estos eran utilizados para abrir caminos, construir edificaciones y otras tareas del gobierno local.
Además, la escasez de circulante a veces obligaba a pagar con esclavos los salarios de ciertos
funcionarios públicos, transformándose así el esclavo en objeto de compra, venta o hipoteca, según
las necesidades. No sólo se va intensificando un mestizaje de blancos europeos, indígenas y negros
africanos que le va dando forma a esa sociedad a partir del siglo XVII, sino que también la economía
agropecuaria colonial empieza a fundamentarse en la fuerza de trabajo de los esclavos negros.
Resulta interesante observar que a partir de la merma de la mano de obra indígena en las
encomiendas, con nexos de servidumbre, ésta es sustituida por la mano de obra negra bajo el régimen
de esclavitud y este último elemento se va imponiendo como factor primordial de esa economía. Y
en lo social va surgiendo un nuevo proceso, que es el aumento de los pardos.
Los esclavos domésticos, que realizaban tareas en la casa de habitación del dueño, junto con
sus mujeres que se ocupaban de realizar trabajos como cocineras, lavanderas y criadoras de los niños
blancos, en algunas circunstancias y con la autorización del amo, podían alquilar su fuerza de
trabajo; algunos de ellos hacían trabajos de herrería, carpintería, barbería y mandaderos, entre otros
oficios. Las mujeres eran solicitadas para cocinar, lavar, planchar, cuidar y, en muchos casos, para
amamantar niños, cuando la madre moría en el parto o estaba enferma. Algunas negras “recién-
paridas” prestaban sus servicios en la Casa de Expósitos existente en Caracas, amamantando a los
niños abandonados. Otro oficio que ejercían las esclavas, fuera de la casa del amo, era el de
comadrona o partera. También se dedicaban a hacer “trabajos” de brujería y adivinación, por lo cual
eran muy bien remuneradas.
Así que esta fue otra forma de participar en la economía provincial, ya que estos trabajos
realizados fuera de la casa del amo es lo que podríamos llamar “el trabajo libre de los esclavos
negros”, cobrando por ello un salario, el cual generalmente debía entregar a su amo, quien era el
dueño de su fuerza de trabajo. Pero hubo casos en que el amo permitía que el trabajador o
trabajadora guardara ese dinero para ir acumulando la cantidad que en un futuro le daría la
oportunidad de adquirir (del mismo amo) la tan ansiada carta de libertad. Sin embargo, el Sínodo de
1687 aconsejaba evitar que las esclavas ganaran jornales fuera de la casa de su amo, pues ello
acarreaba problemas “en las buenas costumbres”.
El poco tiempo libre de que disponían los esclavos “realengos”, después de mantener en buen
estado los caminos, limpiar las acequias, etc., les era canalizado a través de las Cofradías de Negros,
52

organizadas y vigiladas por la Iglesia: aparte de la enseñanza religiosa que allí les impartían, se les
imponían normas de disciplina para su sometimiento al rey, al gobierno provincial y a la Iglesia.
Ciertas disposiciones establecían que las esclavas no debían usar mantos, joyas ni quitasoles,
lo cual estaba reservado a las blancas. Algunas “realengas” debían trabajar por su cuenta para poder
mantenerse, dedicándose muchas de ellas a la buhonería.
Al comienzo de la conquista quedó establecido que todas las tierras, prados, pastos, montes,
minas y aguas de Hispanoamérica eran propiedad de la Corona española, salvo aquéllos que por
merced real hubieran sido concedidos a las ciudades, villas, pueblos o lugares, o a ciertas
comunidades y particulares. Los títulos originarios para adquirir el dominio privado de las tierras
fueron las capitulaciones, los repartimientos, las reales cédulas de gracias o merced y las subastas.
Hasta los años finales del siglo XVI las mercedes de tierras habían sido otorgadas
gratuitamente, pero a medida que se iba desarrollando la colonización hubo que revisar la política
relacionada con la tierra, ya que ésta fue aumentando su valor y lo que había sido una regalía se va
transformando en algo de mucha importancia, porque fue adquiriendo valor de uso como medio de
cultivo y producción y valor de cambio en cuanto podía ser vendida, hipotecada o permutada, siendo
susceptible de cualquier negociación. La sociedad comienza a tomar conciencia de que las tierras
baldías y realengas podrían producir grandes beneficios económicos.
En el siglo XVII coexistían básicamente varios tipos de propiedad territorial 1) tierras
extensas que eran: a) propiedad de los reyes españoles; b) tierras comunales municipales y tierras
ejidales de las ciudades; c) propiedad de la Iglesia; d) usufructo de las misiones; e) tierras que
funcionaban bajo el régimen de obras pías, administradas por la Iglesia, pero sin ser de su propiedad;
f) hatos y haciendas de particulares. 2) tierras destinadas a siembras de comunidad de los indígenas
y 3) conucos de propiedad individual indígena (2).
A pesar de que a la llegada de los españoles todas las tierras eran de los indígenas, por un
derecho ancestral, esta situación cambia radicalmente y ahora es la Corona española la que entrega
algunas de sus tierras como una “merced real” a sus súbditos indígenas y, por supuesto, a los blancos
europeos a quienes desea favorecer por los servicios prestados en la conquista del territorio. Estos
últimos, no conformes con las mercedes de tierras, comienzan a despojar a los indígenas de las
tierras de sus resguardos y así continúan ampliando sus propiedades con los ejidos, lo cual para ellos
no constituía ningún problema, porque eran los blancos los integrantes del Cabildo y este organismo
era el encargado de repartir las tierras. A las misiones no se les otorgó en propiedad, sino en
usufructo, pero sí se les reconoció el derecho a recibir donaciones.
53

Los títulos de propiedad de los resguardos indígenas, o sea, de aquellas tierras comunales de
un pueblo o reducción de naturales, eran expedidos a favor del cacique respectivo: las tierras de
resguardos eran inalienables. Al mismo tiempo, la usurpación de tierras quedaba legalizada mediante
la figura de la “composición”.
Las tierras comunales y privadas de los indios estaban destinadas al cultivo de subsistencia
(maíz, algodón, caraotas, yuca, etc.) Los grandes propietarios blancos sembraban caña dulce,
algodón y formaban hatos de ganado mayor y menor.
En las provincias venezolanas la hacienda fue la forma predominante de tenencia de la
tierra a partir de la segunda mitad del siglo XVII. Muchas de ellas, tanto de tierra adentro como del
litoral, crearon su propia economía interna, no monetaria. Casi siempre recurrían al trueque para sus
transacciones comerciales.
Después de un análisis documental comparativo se puede establecer que las haciendas de lo que
hoy es la nación venezolana, en el pasado tuvieron grandes diferencias: las de tierra adentro tenían
un modo de producción y unas relaciones económicas muy diferentes a las de la costa:
A) Características de las haciendas de tierra adentro: a) mano de obra fundamentada en la
encomienda; b) producción para autoabastecimiento; c) economía de trueque; d) esclavos negros en
poca cantidad, por su alto costo debido a la distancia desde los puertos de desembarque; e) los
esclavos trabajaban en la agricultura y la cría de ganado; f) en los inventarios de estas haciendas
aparecen muchas herramientas de trabajo; g) los dueños de esas haciendas se dedicaban a dirigirlas
personalmente, aunque ayudados por su mayordomo, pero sin ejercer ningún otro oficio, cargo o
actividad.
B) Características de las haciendas costeras: a) mano de obra distribuida entre indios y negros;
b) producción para el comercio: legal y de contrabando; c) economía monetaria; d) relaciones
comerciales con otras colonias; e) importancia cuantitativa de la mano de obra esclava, la cual
resultaba más barata por la cercanía al puerto de desembarque; f) eran haciendas-baluartes, para
defensa del cinturón litoral; g) los esclavos negros y los indios no eran sólo agricultores y criadores,
sino también pescadores y, sobre todo, soldados; h) en los inventarios de estas haciendas aparecen
además de herramientas de trabajo, armas grandes y pequeñas; i) los dueños de estas haciendas
costeras, además de hacendados, ejercían también funciones de gobierno: eran ante todo defensores
de las costas y en su mayoría formaban parte de la burocracia colonial. Él y su servidumbre,
indígena y esclava, permanecían en guardia por los continuos ataques piratas.
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En resumen, cuando el esclavo negro y la hacienda sustituyen al indio y a la encomienda, la


producción va tomando características empresariales: ya no es sólo de subsistencia, sino que se
ve ligada a mercados extranjeros (3).
Los sistemas de riego eran cuestiones de suma importancia y en cada documento de venta de
tierras se establecían los días u horas de riego de que disponía la finca. El sistema de regadío
constituyó parte fundamental en las transacciones comerciales de las tierras, ya que generalmente
los grandes propietarios cacaoteros, principalmente, acaparaban el agua de ríos, quebradas y
acequias en su propio y único beneficio, lo cual iba en detrimento de los pequeños propietarios,
que sufrían las consecuencias en sus siembras.
La zona de Barlovento (Estado Miranda) se fue convirtiendo en gran productora de cacao. En
el siglo XVIII ya eran muchos los propietarios de tierras que tenían grandes extensiones
dedicadas a la siembra cacaotera. Obviamente, les era indispensable la utilización de esclavos
cuyo número había aumentado en gran proporción. Tenían la ventaja de que los africanos se
adaptaban con rapidez, puesto que el clima de la zona era similar al de sus sitios de origen.
El aumento del número de esclavos en las haciendas contribuía a fomentar el contrabando. En
un Informe que se encuentra en “Sección del Museo Británico” (Archivo de la Academia
Nacional de la Historia) titulado Relación de Documentos de las Posesiones Españolas en
América, señala que “los mismos hacendados hacían el contrabando por medio de sus
mayordomos y esclavos de las haciendas de la Costa” (4).
Cuando escaseaban los recursos monetarios en las arcas reales el monarca ordenaba hacer
“composiciones”: éstas podían ser de diversa índole, como tierras, esclavos, extranjeros, etc.
Las tierras mal habidas pasaban a ser legales mediante un pago al fisco; los esclavos de mala
entrada se les dejaban a sus dueños después de que éstos pagaran la suma estipulada; y aquellos
extranjeros que hubieren pasado a Indias sin licencia real, podían permanecer en el lugar después
de un pago en metálico.
No hay duda en afirmar que el trabajo de los esclavos en Barlovento fue lo que le dio auge
económico a esa zona, aumentando notablemente las relaciones comerciales con el extranjero.
Las mercedes y composiciones de tierras de los hacendados de la región se hicieron productivas
debido a la mano de obra esclava. Lo mismo sucedió en otras fincas, como fueron las del litoral
aragüeño, como Chuao y Cata. El producto extraído fue reconocido en América y Europa por su
alta calidad y aún hoy día el cacao venezolano es catalogado como uno de los mejores del
mundo. La mano de obra que aún se ocupa de la siembra y recolección del cacao está en manos
55

de los descendientes de aquellos primeros negros africanos que fueron parte muy relevante de la
economía regional.
Como bien lo explica el economista D.F. Maza Zavala: “Una de las formas del capital en la
economía colonial fue la posesión de esclavos. Estos significaban un activo en el balance de la
plantación colonial, sujeto a desgaste, deterioro o destrucción y susceptible de reproducción
ampliada. Un esclavo tiene un precio, como un bien de producción, que oscila según la edad, las
condiciones físicas, el sexo, la destreza adquirida y otras circunstancias. Existió un mercado de
esclavos, como un mercado de cacao o de tabaco. No puede asimilarse exactamente el esclavo a
la máquina, sin embargo, porque el esclavo es fuerza de trabajo viva o directa y la máquina es un
medio de producción producido. El esclavo no puede ser producido, no es un producto sino un
productor”. Y más adelante continúa: “Por tanto, las dos fuentes de producción de esclavos eran:
la captura en incursiones a sus países de origen, organizadas por las empresas esclavistas en las
que se habían especializado los ingleses y la crianza de vástagos de esclavos en cautiverio” (5).
Durante la colonia, quien tenía algún capital compraba esclavos, por ser una inversión
reproductiva. Aún sin necesitarlos en ese momento para labores agrícolas o domésticas, la
persona invertía recursos en un producto que, aún en las peores condiciones de trato y salubridad,
por lo regular subsistía y si, por el contrario, se le daba un mínimo de consideración y buen trato,
incluso se reproducía, obteniéndose así una ganancia efectiva siempre segura. Por este motivo
había el cuidado de instalar “casas de engorde y reproducción” en regiones con un clima cálido y
favorable, que permitiera la procreación de la población negra. En un documento de 1605
encontramos que el gobernador se dirige al rey proponiéndole enviar al fuerte de La Guaira “20
esclavos negros con algunas negras con el producto de cuyo trabajo se podría pagar al
Alcalde…” y más adelante continúa diciendo que “la tierra es muy apropiada para la
conservación y multiplicación de los negros, lo cual en pocos años redundaría en beneficio de Su
Majestad”.(6)
En el Registro Subalterno de El Tocuyo (Protocolos 1764) localicé un interesante
documento que demuestra que el derecho de propiedad no se ejercía sólo sobre la esclava y sus
hijos, sino también sobre las futuras crías; esto lo podríamos llamar la herencia de los partos.
Hay una escritura de doña Lucía Melchora Rodríguez Tamayo, viuda de don Francisco Ruiz
Valero, mediante la cual otorga a su sobrino don José Antonio Rodríguez Tamayo la mitad del
valor y precio que tiene en una negra nombrada Francisca, de 38 años, habida por herencia
paterna a favor de ella y de don Juan José Rodríguez, su hermano, a quien pertenece por derecho
56

la mitad del valor de la esclava. También se hace donación a su sobrino de la mitad de los partos
de dicha esclava y dice textualmente: “…de la mitad que a mí me toca, por pertenecer la mitad de
los partos al dicho mi hermano…”. La esclava valía más o menos 100 pesos, por ser “inútil,
enferma y cimarrona…”.
El trabajo de los esclavos en las fincas cacaoteras no se limitaba a la hacienda principal:
también dedicaban el poco tiempo libre que les quedaba (generalmente trabajaban “de sol a sol”)
en el cultivo de sus “arboledillas”, que eran pequeños lotes de tierra que les había cedido el amo,
en las zonas menos productivas, para cultivar algunos árboles de cacao que, en el futuro, les
permitiría reunir dinero con el cual comprar su libertad. Este sistema de “arboledillas” trajo como
consecuencia que los esclavos, en muchas ocasiones, robaban el cacao de la hacienda grande y
junto con el producto de su pequeña siembra, lo vendían como si fuera todo suyo. Esto,
naturalmente, produjo serios conflictos con el amo quien, al descubrir esta situación, se apropiaba
de todo el cacao aduciendo que le pertenecía a él por el derecho que le daba la propiedad de la
tierra y del esclavo.
Con la masiva importación de esclavos en el siglo XVIII fue cuando se logró una economía
verdaderamente importante en cuanto a la producción de cacao, aumentando la exportación del
producto hacia otras latitudes. Hay que recordar que las provincias venezolanas no tuvieron el
atractivo de otras donde había grandes yacimientos de oro y plata, como México y Perú; así se
puede comprender que el trabajo esclavo contribuyó en mucho al auge económico de nuestras
provincias con el cultivo del cacao sobre todo en las zonas costeras. De allí que en esos tiempos
se hablara de “los grandes cacaos” para referirse a los propietarios blancos dueños de cacaotales
y de esclavos. Conviene aclarar que la participación esclava en nuestra economía se remonta a
los primeros tiempos, ya que junto con los indígenas fueron pescadores de perlas cuando las
islas de Cubagua y Margarita eran un emporio de riqueza para la corona española, exponiendo a
diario su vida al tener que bucear en aguas muy profundas para poder obtener las codiciadas
perlas con que luego se adornarían las damas de la corte.
Los esclavos también dieron su aporte como mineros, a pesar de que no eran muchas las
minas existentes en nuestra provincia. Caracas fue fundada en 1567 y una vez estabilizados el
gobierno y la iglesia en la nueva ciudad, las autoridades se abocaron a la parte económica, como
era la explotación de las minas.
Apenas tres años después de la fundación (en 1570) estaban en plena producción las minas de
oro llamadas de Nuestra Señora, en la región de los indios teques y allí laboraban indios y negros
57

que trabajaban para algunos españoles, como eran Alonso Díaz, Pedro de Montemayor, Gabriel
de Ávila y otros. El primero era un rico terrateniente en Nueva Valencia del Rey, pero vivía en
Caracas y, aunque no tenía asignada ninguna encomienda, utilizaba a sus indios y esclavos
traídos de Valencia para sacar oro de las minas.
Entre los folios 157 y 161 del Libro de Actas del Cabildo de Caracas (años 1603 a 1614)
aparecen las Primeras Ordenanzas de las Minas de Oro de la Provincia de Caracas en 1606,
siendo Gobernador don Sancho de Alquiza. Aparte de una serie de recomendaciones y órdenes
muy importantes, referentes a la explotación de dichas minas, en lo que se refiere a los esclavos
dice que ningún negro, libre o esclavo, que trabajara en las minas, podía portar armas, salvo si
tenía permiso del Alcalde de Minas. Al que transgrediera esta norma se le darían 50 azotes por la
primera vez, 100 por la segunda y, a arbitrio de la justicia, por la tercera vez. Si algún negro
“alzare la mano, palo, piedra o cuchillo o otra (sic) cualquiera arma para herir con ella algún
señor de cuadrilla, minero o soldado, se le podía matar por ello, quedando libre de la justicia”.
Nadie podía entrar sin permiso a los Reales de Minas a rescatar oro, exponiéndose a perder el
rescate y ser desterrado de las minas. Si era un negro se le darían 200 azotes.
En esos primeros años de la ciudad de Caracas se intensificó el interés por la explotación de
las minas, así como también por la adquisición de esclavos para estas labores. Las de Apa (o
Arapa) y Carapa se hicieron famosas, pero con el tiempo y lo intrincado de la zona, fueron
desapareciendo ( 7). En una obra del historiador Castillo-Lara cita dichas minas y dice que “Al
borrarse entre el selvático monte el trazo de la ciudad, principió a perderse también la memoria
de la ubicación de las minas, que comienza a volverse un mito en la inquietud aventurera” (8). El
autor opina que esas perdidas minas estarían en lo que hoy llamamos el Parque Guatopo.
El Gobernador Sancho de Alquiza quiso organizar racionalmente la explotación de las minas
de oro de los ríos San Juan, La Platilla, San Gregorio y Tiznado, así como el de Mamo, Nuestra
Señora de las montañas de Apa y Carapa, que según Oviedo y Baños tenían “mucha abundancia
de oro” y también las existentes en las zonas de Baruta y Cabeza de Tigre. Con dichas
Ordenanzas quedaba organizada la explotación de minas de oro en el valle de Caracas,
explotación que contó con la mano de obra indígena y negra, cuya participación en la economía
fue verdaderamente importante (9).
No siempre las ciudades, villas o pueblos de nuestros primeros tiempos se crearon mediante
un acta de fundación por parte de las autoridades españolas. Algunas veces estos centros
58

poblados surgían en forma espontánea. Hubo factores económicos, religiosos, sociales,


defensivos, políticos y étnicos que incidieron en la generación de algunas de esas poblaciones.
Como quedó ya dicho, la primera mitad del siglo XVI se caracterizó por la creación de
pueblos, villas y ciudades por parte de los conquistadores y este incipiente esfuerzo fundacional
se rompe al iniciarse el sistema llamado de encomiendas (1545) en El Tocuyo. Esta forma
artificial de escoger y asentar los grupos indígenas resquebrajó el sistema organizativo
urbanístico cuando éste apenas comenzaba.
A partir de la primera mitad del siglo XVII es cuando verdaderamente se sistematiza la
estructuración de pueblos en el ambiente geográfico venezolano, cambiando el paisaje y
ampliando el territorio urbanizado que durante ochenta años había permanecido estancado. A
partir de ese momento, las instituciones de la Iglesia y del Estado español crearon, de forma
mancomunada, una nueva fisonomía histórico-geográfica del paisaje venezolano.
Una vez analizadas las distintas formas en que se originaron muchos de nuestros pueblos
podemos enumerar brevemente las siguientes apreciaciones, basándonos en la investigación
documental que hemos realizado sobre sus orígenes.
En más de una ocasión las capillas, ermitas o iglesias sirvieron de centro de atracción del
elemento humano circundante, constituyéndose estas edificaciones (generalmente de bahareque)
en parte primordial del núcleo en el cual comenzó la evolución de algunos de nuestros pueblos
antiguos.
A finales del XVII surge un nuevo tipo de pueblo: el formado por grupos negros, de origen
africano, que eran la mano de obra de las haciendas y que por razones organizativas y de
discriminación racial, se reunían formando las Capellanías de Negros, a cargo de un cura
capellán que se encargaba de adoctrinarlos, pero separados de los blancos. Los amos de esas
tierras debían sostener económicamente al capellán y dotar a la ermita o capilla donde se reunían
de todo lo necesario para el culto. Este fue el origen de pueblos como Cabría, Taría, Urama y
Morón (zonas de los actuales Estados Yaracuy y Carabobo), así como también Curiepe en el
Estado Miranda.
Varios pueblos de la costa, donde trabajaban negros africanos y criollos en las haciendas de
cacao, dieron origen a algunos que aún hoy en día continúan siendo absolutamente negros. Otros
centros negros surgieron alrededor de las haciendas, teniendo por origen el sistema de siembra
llamado “arboledillas”, al cual ya me he referido.
59

Muchas veces los negros vivían reunidos en los alrededores de la casa de la hacienda,
formando así lo que se denominaba “repartimiento”. Este estaba constituido por bohíos (a los
cuales les decían bujíos) y allí vivían con sus mujeres e hijos. De estos repartimientos nacieron
pueblos negros.
Las haciendas-baluartes de las costas, citadas anteriormente, debían enfrentarse a los
frecuentes ataques piratas y corsarios, así que tenían que organizar las tareas defensivas con su
servidumbre (esclavos, negros libres e indios) como si fueran soldados, quienes salían a proteger
tanto la hacienda como toda la región. Los grupos antes citados, unidos para la defensa, también
dieron origen a diversos poblados: en tiempos normales eran agricultores, criadores y pescadores
y, en otras circunstancias, actuaban como soldados (10).
Desde los primeros tiempos de la colonización española en América existieron relaciones
económicas, políticas y sociales entre Venezuela y las Antillas, que han sido de gran
trascendencia histórica, ya que nuestra extensa zona costera, volcada hacia el mar Caribe, nos ha
mantenido y nos mantiene en el presente unidos a la problemática caribeña.
El resultado de esas diversas relaciones durante los siglos coloniales y luego el proceso de la
guerra de independencia venezolana, constituyen variadas circunstancias que han propiciado una
continua relación entre nuestro país y las islas.
En lo eclesiástico, por muchos años pertenecimos al Obispado de Puerto Rico; en lo judicial,
nuestras provincias estuvieron sujetas a la Real Audiencia de Santo Domingo por más de dos
siglos; en lo económico, sobre todo en el siglo XIX, hubo una gran extracción de recursos
agrícolas, ganaderos, mineros y forestales por los puertos venezolanos, expresándose en el tráfico
legal y de contrabando hacia las Antillas; en lo social, la movilidad fue muy intensa, ya que estas
exportaciones de productos rurales, junto a otros factores, fomentaron la inmigración espontánea
de antillanos al continente. La esclavitud negra en Venezuela y su interrelación con las islas tuvo
repercusiones económicas y sociales dentro de ese contexto, ya que las rebeliones y alzamientos
por la libertad incidían tanto en los esclavos de la costa firme como en los insulares.
Desde los inicios del siglo XVI fue frecuente el traslado de personas de unas a otras colonias
españolas en América. Algunos de los primeros pobladores de Puerto Rico provenían de Santo
Domingo y varios de ellos luego aparecen en las empresas de colonización en Cuba, México o
Venezuela. Esa movilidad social obedecía a la escasa población blanca en estas tierras, que hacía
necesario el traslado de conquistadores y pobladores de un sitio a otro, a pesar de las distancias y
dificultades del viaje
60

El fundador de Caracas, Diego de Losada, llegó a las costas venezolanas procedente de


Puerto Rico. En esa misma época arribó a Venezuela, también desde Puerto Rico, el amo de un
negro esclavo que se hizo célebre por sus andanzas: se trataba del Negro Miguel, a quien el poeta
Juan de Castellanos calificó como un negro valiente, criollo de San Juan de Puerto Rico.
Recordemos que el Negro Miguel dirigió la primera rebelión de esclavos negros en nuestro
territorio, como muestra de alzamiento hacia su amo, Damián del Barrio, quien lo había llevado
junto con otros esclavos a explotar las minas de oro de Buría. Los negros huyeron a las montañas
y formaron uno de los primeros cumbes de que se tenga noticia.
Aunque el comercio de negros se hizo importante al comenzar a descubrirse minas de oro,
plata y cobre en territorio americano, el auge de las labores agrícolas también intensificó dicho
tráfico.
El cultivo y beneficio de la caña de azúcar en América requería de mano de obra estable, lo
cual se intensificó en las Antillas, produciéndose, en general, un predominio de población negra.
En Venezuela ni las minas ni el cultivo de la caña de azúcar llegaron a tener tanta
significación como para requerir de una enorme población negra. En zonas eminentemente agrícolas,
como fue el caso del Corregimiento de El Tocuyo y pueblos de su jurisdicción, la cuantificación de
la población negra da a conocer que no llegó a superar el 18% de la población total.
La demanda de esclavos en las islas vecinas hacía subir el precio de los mismos, que con gran
dificultad podían ser adquiridos por los hacendados venezolanos de los siglos XVI y XVII. Sólo en
el XVIII, con el auge del cacao, comienza una etapa de mayor relevancia económica que ocasionó
más compras de esclavos, llegándose a cotizar una buena “pieza” hasta en 450 pesos.
El comercio holandés con Venezuela consistía fundamentalmente en traer esclavos negros a
las costas y llevar ellos cacao y tabaco, de allí que el problema de la explotación de la tierra siempre
estuvo ligado al comercio de negros.
Por Real Orden de 1777 se autorizó a las islas francesas en el Caribe la compra de ganado y
otros productos en Venezuela, pudiendo aceptar como pago “dinero, letras de cambio o negros”. La
mano de obra esclava afianzó la fuerza productiva en tiempos coloniales. Por último, y aunque no es
el tema específico de este trabajo, resulta preciso recordar la intensa relación existente entre los
esclavos caribeños y los de la tierra firme venezolana, lo cual fortaleció las rebeliones negras que se
produjeron a finales del siglo XVIII.
61

Notas

(1) Troconis de Veracoechea, 1984: 236-238 y ss.


(2) Troconis de Veracoechea, 1977: 125 y ss.
(3) Troconis de Veracoechea, 1979: 131 y ss.
(4) Troconis de Veracoechea, 1979: 62.
(5) Maza-Zavala, 1968: 70.
(6) Troconis de Veracoechea, 1987: 113.
(7) Troconis de Veracoechea, 1992: 58.
(8) Castillo-Lara, 1981: 61.
(9) Troconis de Veracoechea, 1992: 58.
(10) Troconis de Veracoechea, 1982: 238/240

Bibliografía

Castillo-Lara, Lucas Guillermo.-Apuntes para la Historia Colonial de Barlovento. Academia


Nacional de la Historia, Colección Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, Nº 151. Caracas,
1981.
Cunill-Grau, Pedro. Geografía del poblamiento venezolano en el siglo XIX. Tomo I. Ediciones de
la Presidencia de la República. Caracas, 1987.
Figueroa, Amilcar. “La esclavitud en la colonia”. En Gran Enciclopedia de Venezuela , Tomo 3.
Editorial Globe C.A. Caracas, 1998.
Maza-Zavala, D.F. “La estructura económica de una plantación colonial en Venezuela”. En La
Obra Pía de Chuao . Caracas, 1968.
Troconis de Veracoechea, Ermila. Historia de El Tocuyo Colonial . Ediciones de la Facultad de
Humanidades y Educación. Universidad Central de Venezuela. 1ª edición. Caracas, 1977.
----------------------------------------- La tenencia de la tierra en el Litoral Central de Venezuela.
Editorial Equinoccio. Universidad Simón Bolívar. Caracas, 1979.
----------------------------------------- “Contribución al estudio de la formación de algunos pueblos de
Venezuela”. Separata VI Congreso Internacional de Historia de América. Buenos Aires, 1982.
----------------------------------------- “Venezuela en la época de su asentamiento”.- Separata de la obra
Historia General de España y América, Tomo IX-2. Ediciones RIALP S.A., Madrid, 1984.
62

------------------------------------------------ Documentos para el estudio de los esclavos negros en


Venezuela. Academia Nacional de la Historia. Colección Fuentes para la Historia Colonial de
Venezuela, Nº 103. Caracas, 1987.
-------------------------------------------------Indias, Esclavas, Mantuanas y Primeras Damas.
Editorial Alfadil/Trópicos y Academia Nacional de la Historia. Caracas, 1990.
-------------------------------------------------“Aspectos de la esclavitud negra en Venezuela y el Caribe
(1750-1854)”. En Primer Congreso Internacional de Historia Económica y Social de la Cuenca
del Caribe, 1763-1898. Publicaciones del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
San Juan de Puerto Rico, 1992.
------------------------------------------------- Caracas. Editorial Mapfre S.A. Madrid, 1992
63

El aprendizaje de los manumisos en Venezuela (1830- 1854)

Rafael Fernández Heres

I.- En alivio de la humanidad degradada

El 21 de julio de 1821 el Señor José María del Castillo, a nombre del Poder Ejecutivo de
Colombia, ordena la publicación y cumplimiento de la ley sobre la libertad de los partos,
manumisión y abolición del tráfico de esclavos, aprobada por el Congreso General el 19 del mismo
mes y año. Esta ley, según expresó el Congreso de Cúcuta le había sido recomendada “(...) muy
vivamente,” (1) por el Congreso de Venezuela reunido en Angostura, en atención a las condiciones
infrahumanas de vida que llevaban los esclavos en el territorio de la República de Colombia, de la
cual formaba parte Venezuela para aquel momento.
El espíritu de esta ley lo insufló el humanismo cristiano pues el Congreso General, al recibir
con beneplácito el proyecto de ley de manos de la comisión encargada de prepararlo, fue informado
por ésta que se tuvieron presentes los principios de la religión y de la humanidad (2), expresando
además que fuente de su inspiración habían sido también :“(...) los principios eternos de la razón, de
la justicia y de la más sana política, no puede existir un gobierno republicano verdaderamente justo
y filantrópico, si no trata de aliviar en todas las clases a la humanidad degradada y afligida”. (3)
Los representantes de los pueblos de Colombia, no obstante estar conscientes de la situación
de esta degradada y afligida porción humana agredida en tantos centros de trabajo del territorio
nacional, procuraban con tal decisión poner un punto de partida para extinguir gradualmente la
esclavitud, “(...) de modo que sin comprometer la tranquilidad pública, ni vulnerar los derechos que
verdaderamente tengan los propietarios, se consiga el que dentro de un corto número de años sean
libres todos los habitantes de Colombia.” (4)
Este sentido de progresividad lo hereda la mentalidad política venezolana que aprobó la ley
de 2 de octubre de 1830 sobre la materia, hasta que la ley de 24 de marzo de 1854 ordenó abolir
“(...) para siempre la esclavitud en Venezuela”. (5)
La indicada ley de 1821 señala en sus artículos 1°, 2°, 4° el espíritu y propósito que deben
orientar su instrumentación para factibilizar los objetivos previstos, y que particularmente importan a
esta exposición, cual es la de referir el régimen de aprendizaje de oficios útiles de los esclavos
liberados, una vez que hubiesen cumplido la edad de diez y ocho años que la ley establece. Dicen los
tres artículos indicados:
64

“Artículo 1°.- Serán libres los hijos de las esclavas que nazcan desde el día de la publicación
de esta ley en las capitales de provincia, y como tales se inscribirán sus nombres en los
registros cívicos de las municipalidades y en los libros parroquiales.
“Artículo 2°.- Los dueños de esclavas tendrán la obligación precisa de educar, vestir y
alimentar a los hijos de éstas, que nazcan desde el día de la publicación de la ley; pero ellos,
en recompensa, deberán indemnizar a los amos de sus madres los gastos impendidos en su
crianza con sus obras y servicios que les prestarán hasta la edad de diez y ocho años
cumplidos.
“Artículo 4°.- Cuando llegue el caso de que por haber cumplido los diez y ocho años salgan
los jóvenes del poder de los amos de sus madres, será una obligación de éstos el informar a
la junta de que se hablará después, sobre la conducta y procedimientos de los expresados
jóvenes, a fin de que promueva con el Gobierno el que se les destine a oficios y profesiones
útiles”.

El espíritu y propósito de la ley colombiana del 21 de julio de 1821 perviven como premisa
mayor en la motivación que precede al articulado de la ley venezolana de 2 de octubre de 1830, y los
artículos 1° y 2° de la indicada ley colombiana los conserva en sustancia la ley venezolana de 1830
con la intención de dar continuidad a probables efectos de aquellos artículos de la colombiana, salvo
en la edad que la elevó a los veintiun años para que los muchachos pudiesen salir del dominio de los
amos de sus madres, e ir al aprendizaje de oficios útiles, si fuese el caso. Al referirse a este cambio
en la edad, Federico Brito Figueroa señaló que la ley venezolana de 1830 “(...) significó un paso
atrás con relación a la ley de Cúcuta, porque elevó a ventiun años la edad requerida para manumitir
a los esclavos”. (6)
En la ley venezolana se puntualiza que aquella ley de 1821 tenía sus atributos“(...) eficaces
para conseguir su santo fin, no dejan sin embargo de tener graves inconvenientes en su ejecución,
por las vejaciones en la recaudación de sus fondos y consiguientes disgustos de los ciudadanos. (7)
Reconoce así mismo que el objeto que perseguía la ley colombiana de 1821 puede obtenerse “(...)
sin ofender el derecho de propiedad, y la tranquilidad civil y doméstica, consultando la misma
educación y bienestar de los manumisos”, (8)
También deja en pie el propósito de obligar a los dueños de esclavas de educar, vestir y
alimentar a los hijos que estas hayan tenido desde la promulgación de la ley de 1821, y de encaminar
a los jóvenes manumisos identificados por su disposición industriosa a la práctica de oficios útiles.
(9)
Para el Presidente Páez, la ley venezolana de 1830, fue la “(...) más importante (...) expedida
por el Congreso” (10), añadiendo luego como juicio consagratorio de este suceso que “(...) será
siempre monumento glorioso del primer Congreso Venezolano”. (11)
65

II.- Dificultades en la aplicación de la ley

Si bien el Congreso, en opinión del Presidente Páez, no llevó lejos esta ley en beneficio de los
esclavos, “(...) como cumplía a la ilustración y patriotismo de sus miembros” (12), alega como razón
para explicar aquellas limitaciones los obstáculos que presentaba el escenario nacional integrado por
factores de orden político, social y económico, dispuestos a frenar el impulso que reclamaban la
justicia y los derechos humanos, pues, como decía el Presidente Páez :

“No hay cuestión, repetimos, más sensible al tacto de las leyes que el ataque a la llamada
propiedad reconocida por ellas durante un largo discurso de tiempo, y ninguna tiende más a
dividir las opiniones y deseos y hasta a excitar las pasiones de los hombres. Quienes tienen
identificados sus intereses con la perpetuidad de la institución, quienes se apegan a la letra
escrita más que a las ideas de justicia; los tímidos que no desean reformas si han de correr
riesgos; los que por espíritu de oposición a todo lo nuevo perpetúan males con tal de no
ensayar innovaciones; todos estos forman siempre una falange numerosa y de no escaso
poder e influencia en los consejos, puesto que sus doctrinas tienen por apoyo o excusa ya el
mantenimiento del orden, ya el respeto a la propiedad y a las leyes vigentes, las cuales según
ellos, deben siempre respetarse, no obstante sus defectos, a trueque de no exponer la patria
al mal éxito de sus reformas peligrosas”. (13)

Frente al partido de los conservadores y de los temerosos están los abanderados de la justicia
social, y también los que marchan a cualquier riesgo. Así lo expresaba el Presidente Páez :

“(...) los abanderizados en todos los partidos para defender así las buenas como las
perniciones causas y doctrinas. La lucha, pues, de estas parcialidades ha de ser encarnizada
y duradera, hasta que la fuerza de la opinión pública, el progreso de las ideas civilizadoras y
tal vez acontecimientos imprevistos vienen a hacer triunfar la causa de la justicia y de la
humanidad”. (14)

Esta referencia del Presidente Páez a las dificultades que empedraron la ejecución de la ley de
1830 las exponen las Memorias anuales que los Secretarios del Interior y Justicia presentaron al
Congreso en aquella década de los años treinta; pero es la expuesta al Congreso de 1839 la que
ofrece el balance de las circunstancias que hacían de la ley un instrumento ineficaz, expresando que :

“Sensible es al Ministerio tener que manifestar al Congreso que después de ocho años de
dictada la ley de 30 de septiembre de 1830, aún no se ha verificado la manumisión anual que
ella previene”.(15)

Las dificultades que obstaculizaban la aplicación de la ley fueron de diversas clases: las había
de orden financiero, al no presupuestar el Congreso (y del que no se podría esperar conducta
66

diferente por los intereses conservadores que allí predominaban), los dineros para verificar la
manumisión prevista en la ley y con ello cancelar el valor de los esclavos que se debían manumitir
anualmente; y también las había de orden administrativo que impedían la operatividad de la ley
como consecuencia de sus imprevisiones y vacíos, como por ejemplo, la forma de cubrir por falta de
candidatos las plazas de secretarios y tesoreros en las juntas provinciales y subalternas de
manumisión; el incumplimiento de miembros natos de las juntas para integrarse, así como la carencia
de información en los registros bautismales para testimoniar la edad de los manumisos que hubiesen
nacido a partir de la publicación de la ley de 1821.
Por cierto que sobre educación y aprendizaje de manumisos se hicieron dos consultas de
importancia; una fue, sobre qué hacer ante el silencio de la ley sobre la condición de los hijos de las
manumisas “(...) si estando la madre obligada a servir por cierto tiempo en razón de pagar sus
alimentos y educación, el hijo que nacía en este período tenia la misma obligación por identidad de
motivos, y declarándose que no la tenia, quien era entonces el obligado a los alimentos y educación
de este hijo, cuya madre aun estaba sujeta a ajena voluntad y en la incapacidad por consiguiente de
suministrárselos;” (16)
La otra consulta se refiere a la disposición del artículo 6° de la ley de 1830, ya que estaban
próximos a cumplir los diez y ocho años algunos manumisos, y el Poder Ejecutivo tendría que
disponer todo lo relacionado con el aprendizaje de oficios útiles según lo contemplaba el final del
artículo 17 de dicha ley, planteándose además importantes particulares sobre las condiciones de
entrega de estos manumisos a los instructores que habían de dar el aprendizaje, su retribución, el
tiempo del que se habría de disponer para este aprendizaje y la autoridad de aquellos instructores
sobre los aprendices, etc.
Tales consultas las elevó el Poder Ejecutivo al Congreso, y en relación a esta última señala
que “(...) se encuentra embarazado para llenar esta disposición, porque no sabe hasta donde quizo
la ley extender la facultad que le concedió. Es ciertamente muy fácil mandar que los manumisos que
han cumplido los 18 o 20 años se entreguen a maestros que les enseñen oficios o profesiones útiles
según la que aquellos elijan; pero no lo es señalar las condiciones de la entrega. Se necesita
arreglar el tiempo de aprendizaje, la retribución de la enseñanza, mantención, vestido y curación de
los manumisos, y en fin la autoridad que sobre estos tengan los maestros a quienes se les entreguen,
y el Gobierno no tiene en la ley regla alguna a que ceñirse en esta materia. Si a esto se agrega que
es de absoluta necesidad acordar otras medidas para que se haga efectiva la enseñanza de los
manumisos y para precaver los desórdenes que serían consiguientes si eludiendo dichas medidas,
67

entraran a disponer de sus personas siendo menores de edad y acabando de salir de un estado de
servidumbre, se convendrá, en que, para proveer en este negocio se requieren bases legales que hoy
día no existen. Por lo tanto, seria conveniente que el Congreso, si entra a reformar la ley vigente,
señale por lo menos los principios a que debe arreglarse el P.E. al destinar a los manumisos”. (17)

III.- Buscando soluciones

Todas estas cuestiones hacían ruido en aquella década de los años treinta, de modo que en el
Congreso se debatió en 1839 un proyecto de Ley sobre patronato a favor de los manumisos (18) que a
juicio de los ponentes vendría a llenar parcialmente los vacíos señalados y, con la directiva que
impartiese, solventar en tal medida los problemas existentes. Por la orientación que se observa en
este el proyecto de ley de patronato a favor de los manumisos, el epicentro de las propuestas de
reforma que se planteaban se dirigía a resolver cuestiones generales relacionadas con el cuidado
moral de los manumisos para así evitar el deterioro de la moral pública y con la educación y
aprendizaje de oficios útiles una vez que hubiesen cumplido la edad establecida en la ley, asegurar la
dócil mano de obra.
Este proyecto fue aprobado por el Senado y por la Cámara de Representantes y remitido al
Poder Ejecutivo el 4 de mayo de 1839 para que pusiese el ejecútese correspondiente. Un periódico de
la época, La Bandera Nacional, calificó este acuerdo del Congreso de “(...) útil y necesario”. (19)
No obstante esta apreciación, el Poder Ejecutivo que tenía otra percepción lo objetó y remitió
sus objeciones al Presidente del Senado el día 8 del mismo mes y año, pero quedaron sin
considerarse. (20)
La comunicación del Presidente Páez al Presidente del Senado haciéndole conocer sus
objeciones gira sobre razones de humanidad, tal como la defensa de la libertad de los jóvenes
manumisos que, de ser sometidos a un patronato obligatorio, una vez cumplida la edad legal
correspondiente, hasta la edad de 25 años, se verían privados de la libertad que habían adquirido y
despojados de su capacidad de hombres libres para elegir el destino de trabajo al que deseaban
dedicarse, así como de disponer de otros beneficios que se derivasen de la libertad adquirida. Por esta
y otras razones de la misma naturaleza, así como otras de orden práctico, que a juicio del Presidente
Páez harían irreal el proyectado patronato, objeta y devuelve a las Cámaras legislativas el proyecto
que había sido aprobado por estas el día 4 de mayo de 1839. El texto del documento aludido suscrito
por el Presidente Páez reza así:
68

“Excmo Señor:
“El proyecto de ley sobre patronato de manumisos que las Cámaras legislativas han
aprobado presenta en mi sentir inconvenientes para su ejecución, y creyéndome en el deber
de manifestarlos, lo hago en las siguientes observaciones.
“Tanto por la ley de 21 de julio de 1821 como por la de 2 octubre de 1830 se han
declarado libres los hijos de las esclavas que hayan nacido desde la publicación de cada una
en las capitales de provincia, mandándose inscribir sus nombres, como tales hombres libres,
en los registros cívicos de las municipalidades y en los libros parroquiales, sin otro deber
que el de indemnizar a los amos de sus madres los gastos impendidos en su crianza con sus
obras y servicios los unos hasta la edad de 18 años y los otros hasta los 21. Así es que los
expresados manumisos, luego que hayan cumplido sus respectivas edades, son hombres
libres, como lo es cualquier otro venezolano nacido de madre libre. Esto no obstante, el
proyecto de ley, si bien deja conocer el ánimo filantrópico con que fue concebido sometiendo
a los manumisos a un patronato forzoso hasta la edad de 25 años, les priva de la libertad que
ya tienen como hombres libres, de elegir la profesión o industria a que quieran dedicarse, de
alquilar su trabajo conforme crean que les es más conveniente y útil, y disponer de lo que
aquel les produzca, acaso con mayor economía y con unos ahorros que lo que dispone el
proyecto, y lo que pueda hacer la junta protectora en su favor.
“Verdad es que las leyes que les concedieron la libertad dejaron dispuesto, que
llegando el caso de que por haber cumplido los manumisos las respectivas edades, debiesen
salir del poder de los amos, las juntas de manumisión con los informes de estos promuevan
con el gobierno que se les destine a oficios y profesiones útiles; pero una previsión de la ley
benéfica a los manumisos, se convertiría en su detrimento si para cumplirse hubiere de ser
necesario privarles de los goces más esenciales y consiguientes al de la libertad natural.
“Por otra parte: dispone el proyecto que los hijos que tuviesen las manumisas al
tiempo de cumplir las respectivas edades de 18 y 21 años, estarán obligados a permanecer
en las casas de los últimos patronos de sus madres y prestarles servicios hasta que cumplan
la edad de 15 años, por indemnización de los gastos de su crianza y en beneficio de su
educación. Contrayéndose ya esta disposición a persona nacida de un vientre libre, es más
dura la obligación que se les impone de permanecer hasta los 15 años de su edad en el
servicio forzado del que fue amo de su madre. Estas por derecho natural y civil tienen el
deber de alimentar a sus hijos por tiempo de la lactancia, que en la opinión más común, se
extiende hasta los tres años de edad; deber que no puede desconocerse ni de que pueda
prescindirse por que la madre deba a otro los servicios; y debiendo considerarse corto el
tiempo que falta a las manumisas madres para entrar en el pleno goce de su libertad, sería
más filantrópico que los hijos de estas continuasen bajo de su abrigo.
“Después de la lactancia alimentados de la misma manera que sus madres, y
retribuyendo a los patronos con sus pequeños servicios el pequeño gasto que les causen
hasta que la madre cumpla la edad en que le sea libre separarse acompañada de su hijo.
“Otra observación, aunque de diferente naturaleza, contribuye a persuadir la
inconveniencia del proyecto. Se manda que la 4ª parte del valor del trabajo de los
manumisos que corresponde a estos quede en poder del patrono hasta que cumpla el término
del patronato: que el mantenimiento de esta 4ª parte se fije anticipadamente en cada año por
la junta protectora: que de ella se deduzca cualquier gesto a que dé ocasión el manumiso por
su mala conducta: y que para seguridad de la administración de los bienes de los
manumisos, los patronos den fianza o hipoteca a satisfacción de la junta protectora cuando
esta lo exija. Muchos embarazos presentarían estas disposiciones al tiempo del cumplimiento
de la ley. Se constituye un depósito en el patrono a que éste pueda no allanarse: se manda
69

fijar el cuantum de la 4° parte, y por consiguiente el valor del jornal entero, sin contarse con
la aquiescencia del patrono: se acuerdan deducciones de la 4ª parte por casos eventuales,
que exijen una cuenta prolija y darán motivos a contradicciones y disputas: y se establecen
fianzas e hipotecas que ningún patrono querrá prestar. Todos estos embarazos darían por
resultado, que no habría quien se encargara del proyectado patronato, y la ley quedaría
ilusoria.
“Espero que las H.H. Cámaras hallarán fundados estos reparos, que me ha movido a
hacer el vehemente deseo de que las leyes de la República salgan de manos del cuerpo
legislativo depuradas de toda nota o defecto y les pueda privar de una general aceptación”.
(21)

Pero además de la iniciativa legislativa antes indicada coronada por el veto presidencial,
durante aquellos años de 1838 y 1839 la cuestión de los manumisos ocupó espacio en la
consideración de diversos sectores del país, al punto de que un grupo de notables proyectaron en
1838 la edición de un periódico para llamar la atención del gobierno sobre los asuntos prioritarios
que merecían pronta consideración con soluciones adecuadas, encabezando el listado de tales asuntos
el de la ley de manumisión, pues la vigente a juicio de estos caballeros “(...) no concilia los
hermosos principios liberales en que se apoyaron sus autores, con los derechos que asisten a los
inocentes tenedores de esclavos para ser indemnizados, ataca la prosperidad territorial, y amenaza
no muy remotamente el sosiego público. Debe derogarse y sustituirse.” (22)
Al siguiente año de 1839 el Senado de la República recibió una representación suscrita por
veintinueve ciudadanos solicitando la reforma de la ley de manumisión promulgada en 1830. Esta
representación, fechada en Caracas el 13 de abril de 1839, fue acompañada de un anteproyecto de ley
de orientación marcadamente conservadora, al punto que consideraba que las leyes sobre la materia
atacaban el derecho de propiedad (23). Considerado por la comisión respectiva el Senado juzgó que,
de acogerse, “(...) vendría a reducir la libertad de los esclavos (...), y animada de los más vivos
sentimientos de humanidad”. Por tanto recomendó su rechazo.
El gobierno que presidía el general Páez en el segundo ejercicio de su mandato presidencial
(1839- 1843), en atención a las exigencias que circulaban en el medio social y al propio interés que
tenía en adelantar acciones favorables, en su opinión, a una política de manumisión, digamos que
más liberal que las que se asomaban, expide un decreto el 27 de abril de 1840 (24), observando que
existían para ese momento circunstancias favorables y que, como lo revela en su Autobiografía,
estaba destinado“(...) para atender al futuro bienestar de los manumisos cuando salieran del poder
de sus patronos. Las juntas cantonales dispondrían que fuesen entonces puestos en aprendizaje, en
ocupaciones industriales o en trabajos rurales, según su aptitud o el género de vida a que estaban
acostumbrados. Si los manumisos tenían ascendientes libres y legítimos, les serían entregados para
70

que les procuraran una conducta moral y laboriosa, y si no, las juntas harían que contrataran
preferentemente sus servicios a precio fijo y equitativo con sus antiguos patronos. Si no se lograba
esto podían contratarse con cualquiera otra persona”. (25)
El decreto en cuestión se proyectaba como resorte para iniciar una etapa de aceleración de su
política de manumisión, y a partir de ese momento se observa una continua solicitud de información
a los gobernadores de provincia y a las juntas de manumisión sobre la aplicación de las medidas
acordadas para hacer bueno el espíritu y letra del referido decreto, así como de prontas respuestas por
parte del Poder Ejecutivo para resolver las consultas provenientes de las provincias sobre aquellos
asuntos dudosos o no previstos en dicho decreto. De modo que este accionar sobre las provincias y
de éstas sobre el Poder Ejecutivo Nacional se puede asimilar a corrientes de exigencias que se
entrecruzaban para agilizar los empeños de la política en cuestión, y no es exagerado señalar que el
decreto de 27 de abril de 1840 puso ruedas a la ley de 1830. En síntesis, que el decreto indicado
obedecía al propósito de resolver representaciones planteadas por algunas juntas de manumisión
sobre diversos asuntos en cumplimiento del artículo 6° de la Ley de 2 de Octubre de 1830, o sea, el
artículo que, junto con la parte final del 17, se dirigían al objetivo del aprendizaje de oficios útiles.
Pero el camino continuaría minado de obstáculos.

IV.- Educar y aprender oficios útiles

La ley de 1830, y luego el Reglamento de 1840 pormenorizan en materia de educación y


aprendizaje de oficios útiles en ocupaciones tanto industriales como del medio rural; y como son dos
conceptos importantes en dicha ley (educar y aprender oficios útiles), voy a referir de inmediato la
naturaleza y alcance que para ese momento se solía dar a los señalados conceptos tanto en el texto
pedagógico como en el contexto histórico de aquel momento venezolano, y secuencialmente del
mundo hispano.
En cuanto a la intencionalidad que se deseaba expresar a través del concepto educar, era el de
procurar, o sea, tratar de lograr para los hijos de las esclavas mientras estuviesen en la casa del amo y
luego durante el período de sometimiento al régimen de aprendizaje, una conducta moral amoldada
al espíritu de los principios cristianos y apreciable a través de hábitos de orden, respecto y
subordinación doméstica, responsabilidad y de esmero en el trabajo. No se trataba de ofrecerles
algún régimen de escolaridad formal que les proporcionara conocimiento alguno de lectura y
escritura castellanas, aritmética elemental, elementos de ciencias naturales, formación ciudadana,
aunque sí algunas nociones del catecismo católico para la recepción de los sacramentos. Era una
71

educación etocrática, o sea, donde el influjo que ejercen las costumbres y usos determinan el
carácter del sujeto; y me voy a explicar con un ejemplo que puede ser extensible a los esclavos : el
que trae Juan de Castellanos al celebrar, en homenaje a la Isla Margarita, el modo como en este
medio iba operando el proceso de inculturación hispana sobre las indígenas, quienes a través de
ciertos aprendizajes primarios adquirían, por efectos de la relación cotidiana con sus patronos, ciertos
hábitos de civilidad:
“(...) Sirven mestizas mozas diligentes, / Instruidas de manos castellanas, / Lascivos ojos,
levantadas frentes ,/ De condición benévola y humana.” (26)

En cuanto al aprendizaje de oficios útiles por los manumisos, era un proceso de aprender
haciendo, practicado con alguien que conocía los secretos de un oficio adquirido también por la
práctica cotidiana. Naturalmente que no me hago ilusión sobre las bondades y resultados de este
régimen de aprendizaje. Pero si es como escribió el emisario francés Francisco Depons, quien vivió
algún tiempo en Venezuela a comienzos del siglo XIX, sobre los oficios útiles que practicaban los
esclavos y sus descendientes, la forma de adquirir las destrezas laborales, y de cómo llenaban con su
suplemento de trabajo demandas de bienes y servicios que los blancos se inhibían de realizar por
razones de prejuicio, se puede saber que:

“Estos ejercen todos los oficios desdeñados por los blancos. Todos los carpinteros,
ebanistas, herreros, tallistas, cerrajeros, orfebres, son manumisos o descendientes de
manumisos. En ningún oficio descuellan; pues como los aprenden por rutina, carecen de los
principios del arte (...), estos artesanos, digo, trabajan muy poco, aunque parezca
contradictorio, su trabajo es mucho más barato que el del obrero europeo”. (27)

Dada la fuerza de esta tradición en la cultura laboral de la Venezuela de entonces, no hay


duda que al no haberse modificado las condiciones de capacitación para el trabajo sobrevivío el
régimen de aprendizaje predominante durante el dominio hispano, marcado como estaba por el signo
de la rutina y dirigido a la sumisa subordinación, dando en consecuencia análogos resultados. De
modo que este régimen de aprendizaje laboral descrito por Depons a comienzos del siglo XIX con
seguridad no se había modificado para los años que van de 1830 a 1854, y por ello era también el
aplicable a los manumisos.
Es importante destacar lo que señala el artículo 4° del decreto de 1840, en cuanto a que el
aprendizaje al cual quedaba destinado el manumiso, lo fuera en aquella ocupación que
correspondiese a su aptitud o género de vida a que estaba acostumbrado. Con esta pauta se daba la
direccionalidad de la futura actividad de aprendizaje, lo cual indica también que ese joven que
quedaba libre a los diez y ocho o veintiun años, según la tutela de la correspondiente ley que lo
72

cubriese, con toda seguridad había cumplido durante su niñez y adolescencia labores para el amo de
su madre con la finalidad de indemnizar el beneficio de asistencia que hubiese recibido.
Este régimen elemental de aprendizaje que no estaba sujeto a ninguna regla técnica en su
dirección y era tan directamente individualizado, previsto para los manumisos a mediados del siglo
XIX, tiene antecedentes en la cultura laboral de Venezuela, con los primitivos contratos de
aprendizaje, traídos por el hispano al nuevo mundo, que se hicieron por ejemplo en Mérida y otros
lugares de Venezuela en el siglo XVI.(28)

V.- Alcances del Decreto de 1840

El decreto de 27 de abril de 1840, al que me vengo refiriendo está conformado por trece
artículos que determinan los alcances del espíritu y propósito de la parte final del artículo 6° y del
numeral séptimo del artículo 17 de la ley de 2 de octubre de 1830, que se refieren a los aprendizajes
de oficios y profesiones útiles de los manumisos.
Veamos lo que perseguía el decreto aludido:
Los curas párrocos, como responsables de los archivos de las iglesias parroquiales quedaban
responsabilizados bajo penalización de informar a las juntas de manumisión sobre el registro de los
párvulos negros que desde la fecha de publicación de la ley de 1821 se hubiesen bautizado. Los curas
párrocos eran poseedores de los libros de bautismos, la única fuente confiable para determinar la
fecha de nacimiento y de otros datos para identificar a los potenciales beneficiarios de la Ley de
manumisión, y por ello hacer factibles, por principio, los propósitos de la ley. Esta información era
muy importante.
Basadas las susodichas juntas cantonales de manumisión en la información que suministraran
los registros bautismales y a falta de ésta, la lograda por otros medios confiables, (29) “(...) harán que
los patronos de manumisos los presenten luego que hayan llegado a la edad de 18 o 21 años, y que
evacuen sobre la conducta de ellos el informe prescrito por el citado artículo 6° de la Ley”. (30)
Una vez hecha la presentación de los manumisos, las juntas“(...) sin dilación, proveerán lo
conveniente conforme al citado artículo 6°, para que queden destinados en aprendizaje, en
ocupaciones industriales, o en trabajos rurales, según su aptitud o género de vida a que estén
acostumbrados” (31), bajo la garantía de contratación de sus servicios, preferentemente con sus
antiguos patronos, a precio fijo y equitativo, con la obligación por parte de dicho patrono al pago
puntual del salario y demás prestaciones a que hubiese lugar, procurando que los manumisos
guardasen siempre una conducta moral y bien aplicada, todo esto de conformidad con lo estipulado
73

en los artículos 6°, 7°, 8°, 9° y 12° del referido decreto, salvo que los manumisos tuvieren
ascendientes libres y legítimos, a quienes“(...) les serán entregados para que les procuren una
conducta moral y laboriosa”.(32)
Si todo esto no fuere posible, los manumisos“(...) quedarán en libertad de preferir otra
persona de establecimiento con quien concertarse, o con quien constituirse en aprendizaje: entre
tanto continuarán con su patrono o con otra persona que se elegirá provisionalmente si hubiere
fundados motivos para que no continúen con aquel”. (33)
Al lado de estas garantías protectoras del joven manumiso, el decreto establecía de manera
precisa que “El aprendiz o sirviente manumiso que se separase del servicio a que está comprometido
sin causa fundada, será restituido a dicho servicio por las autoridades locales de policía.” (34)
Según se desprende de los artículos 10° y 11° del decreto, el período previsto para el
aprendizaje de un oficio útil era entre los diez y ocho y los veinticinco años de edad del manumiso,
beneficiando así la disposición de este decreto sólo al manumiso que estuviese comprendido dentro
de aquella edad.
El gobierno del presidente Páez confiaba en las virtudes de este decreto, y así se refleja en la
comunicación que el ministro Ángel Quintero envía a los gobernadores de provincia, donde les
expresa:

“Las juntas de manumisión encontrarán en este decreto las reglas a que deban atenerse para
desempeñar sus funciones. Si aquellas, como es de esperarse, se contraen con interés, con
patriótica eficacia, al ejercicio de los importantes deberes que les están cometidos, la medida
producirá saludables resultados.
¡ “Convencido el Congreso Constituyente de que los jóvenes manumisos, al salir del poder de
los amos de las madres, no podían dirigirse por sí, hizo al Poder Ejecutivo el especial encargo
contenido en el artículo 6° de la ley; y el Poder Ejecutivo cree, con su decreto, corresponder a
tamaña confianza. Bien encaminados hoy los manumisos, mañana serán ciudadanos útiles;
abandonados, se extraviarían, y la sociedad lamentaría, no muy tarde, las consecuencias de este
abandono.
“El Gobierno necesita de agentes eficaces para que su resolución produzca el bien que tiene
en mira; y cuenta en primer lugar con los gobernadores de provincia. Así es que S.E., me manda
recomendar a U.S., de un modo muy expresivo, la más fiel y exacta observancia de las disposiciones
comprendidas en el decreto. Ya el Gobierno ha resuelto lo que ha estimado oportuno y conveniente:
queda a U.S. el honroso deber de ejecutarlo”. (35)

VI. El lenguaje de las cifras

Se debe señalar que la diligencia del ministro Quintero contribuyó a que el decreto del 27 de
abril de 1840 comenzara a surtir efectos positivos, y estos resultados se observan, pues, en las
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estadísticas que remitían a Caracas los gobernadores de provincia y que progresivamente


ensanchaban sus márgenes como expresión reveladora de cómo los contratos de aprendizaje de los
manumisos. Aun cuando fuera con la lentitud que lo permitían las circunstancia de su hora, tales
cifras se iban agrandando. Veamos como ejemplo de ello cuatro cuadros estadísticos reveladores de
lo indicado:
1°) Con fecha 3 de marzo de 1841, la Secretaría del Interior y Justicia publica bajo el título
de Aprendizaje de Manumisos (36) la siguiente información distribuida entre cuatro provincias:
“Secretaría de lo Interior.- Sección 1°.- Caracas, Marzo 3 de 1841.
“Resultado que ha dado el cumplimiento del decreto del Poder Ejecutivo de 27 de
Abril del año pasado sobre aprendizaje de manumisos, según los avisos que se han recibido
de los gobernadores de las respectivas provincias, conforme al artículo 13 de dicho decreto.
“Han cumplido la edad de 18 años y entrado en el goce de su libertad, contratando
sus servicios, 67 manumisos en el año próximo pasado en la forma siguiente.

“Provincia de Coro.
Cantones.- San Luis .......................................... 1

“Provincia de Barquisimeto.
Barquisimeto ........................................................ 2
Yaritagua.............................................................. 4
S. Felipe .............................................................. 2
Quibor ................................................................ 5
Tocuyo ................................................................ 11
Carora ............................................................... 18

“Provincia de Mérida.
Mérida ................................................................ 4
Bailadores .......................................................... 2
La Grita ............................................................. 2
Táchira .............................................................. 3
S. Cristóbal ........................................................ 1

“Provincia de Barinas.
Guanare ............................................................ 1
Ospino .............................................................. 1
Araure .............................................................. 1

“Provincia de Trujillo.
Trujillo ............................................................. 9
Carache ........................................................... 2
Bocono ............................................................ 2
Escuque ......................................................... 1
75

Total General ................................................... 67

Y agrega además que en la provincia de Guayana no se ha podido dar cumplimiento al


decreto del 27 de abril de 1840, añadiendo sin embargo como razón de tal omisión el que “(...) según
los registros parroquiales resulta que en aquella provincia solo se han bautizado con la expresión
de manumisos, los nacidos desde Diciembre de 1824, porque desde que entraron allí las armas
republicanas en 1817, se generalizó la voz de la libertad de esclavos, y se omitía por los padrinos
advertir al párroco la calidad de los manumisos que se bautizaron hasta el expresado año de 1824.
El Gobernador de aquella provincia ha dictado algunas medidas para suplir el vacío encontrado en
los registros bautismales”. (37)
2) Una segunda información estadística publicada 1842, que eleva la información a diez
provincias, revela un importante incremento en relación a la publicada en marzo de 1841 antes
señalada, lo cual indica que progresivamente el régimen de aprendizaje impuesto iba in crescendo
gracias a las diligencias que el gobierno central hacía a los gobernadores de las provincias a fin de
que activaran su interés en el cumplimiento del decreto, así como al excitar a las juntas cantonales de
manumisos para que cuidaran in situ de la aplicación del mismo y remitieran a Caracas la estadística
pertinente actualizada. Veámosla:

“Secretaría de lo Interior.- Sección 1°


“Caracas, Agosto 11 de 1842.
“Manumisos que han cumplido los 18 años de edad y que han entrado en aprendizaje
además de los que constan en las relaciones publicadas en las Gacetas 530, 546, y 552,
según las noticias que se han recibido de los respectivos Gobernadores de provincia.

Tot. en tot. en cada


Provincias Cantones cada Provincia Fechas
canton

Barcelona ................ 8 De Enero de 1841 a


Marzo de 1842
Barcelona Aragua ..................... 6 .....................14
.

Guanare .................. 7
Barinas Guanarito ................ 3 De Septiembre de
1841 a Julio de 1841
Obispos .................... 5 .....................15

Barquisimeto ........... 2
Tocuyo ..................... 39
76

Barquisimeto Yaritagua ................. 8


Carora ..................... 7
Quibor ..................... 7 De Septiembre de
1841 a Junio de 1842.
San Felipe ............... 4 .....................67

Caracas ................... 94
Ocumare .................. 41
Petare ...................... 10
Guaira ..................... 12
Guarenas ................ 13
Santa Lucia ............. 5
Cura ........................ 16
Caracas Victoria ................... 3
Calabozo ................. 10
Chaguaramas .......... 8
Caucagua ................ 4
Maracay .................. 10
Orituco .................... 28 De Agosto de 1841 a
S. Sabestian ............. 10 .................. 261 Abril de 1842.

Valencia .................. 6
Carabobo San Carlos ............... 15
Pao .......................... 7 De Marzo a
Nirgua ..................... 1 .....................29 Diciembre de 1841.

Coro Coro ........................ 5 De Junio de 1840 a


San Luis ................... 9 .....................14 Mayo de 1842.

Maracaibo Maracaibo ............... 11 .....................11 De Mayo de 1841 a


Enero de 1842.

Margarita Asunción ................. 3 .......................3 Septiembre de 1841.

Mérida ..................... 5
Mérida Bailadores ............... 1
Labatera ................. 2 ................... 8 Diciembre de 1841.
Trujillo ................... 8
Escuque .................. 24
Trujillo Boconó .................... 16 De Marzo de 1841 a
Carache ................... 3 ................... 51 Marzo de 1842.
____
Total General .................................. ................... ................. 473
77

“Nota: que no se comprende en esta relación el número de manumisos que por haber
cumplido los 18 años hayan contratado sus servicios en las provincias de Apure, Cumaná y
Guayana, porque sus respectivos Gobernadores no han enviado a este ministerio el resultado
que en ellas haya producido el decreto de 27 de abril de 1840 sobre el aprendizaje de
manumisos como lo previene el artículo 13 de dicho decreto, sin embargo de habérseles
reclamado”(38)

3) El mismo Despacho publicó en 1845, bajo el título Aprendizaje de Manumisos, otra


información estadística que duplica en este año a la que ofrece Lombardi en el cuadro que luego
mostraré, contraída a trece provincias. Veámosla en resumen:

“Secretaría del Interior. Sección primera.


“Cuadro que expresa el número de manumisos que hasta Diciembre de 1844, han entrado en
aprendizaje o contratado sus servicios por haber cumplido los 18 años de edad, además de
los que constan de la relación publicada en la Gaceta de Venezuela número 609, según las
noticias que se han recibido de los Gobernadores de las respectivas provincias.

RESUMEN

Apure...................................................... 5
Barcelona .............................................. 29
Barinas .................................................. 21
Barquisimeto ......................................... 105
Caracas ................................................. 688
Carabobo .............................................. 163
Coro ...................................................... 59
Cumaná ................................................. 46
Guayana ................................................ 1
Maracaibo ............................................. 16
Margarita .............................................. 10
Mérida ................................................... 80
Trujillo .................................................. 92

Total general ............. 1.315

NOTAS
“1°.- En el canton Guanarito de la provincia de Barinas fue entregada una manumisa a su
marido, como persona libre.
“2°.- De los 1.315 manumisos que expresa esta relación, han sido entregados varios a sus
ascendientes legítimos libres; y
“3°.- Que además del número de manumisos expresados, aparece que en varios contones
han obtenido algunos otros su libertad, antes de cumplir los 18 años, por gracia especial de
sus patronos. Caracas, 11 de septiembre de 1845”.(39)
78

El incremento de los manumisos sometidos al régimen de aprendizaje que expresa la


estadística de 1845 en relación a la 1842 fue de 178,01%, pero tal cifra se debe tomar con cuidado en
vista de las debilidades que presentaban los canales de información. De modo que estas variaciones,
que podrían verse como positivas prima facie, deben atenderse con mucha relatividad, porque si bien
iban poniendo bases a progresos posteriores se tendrían que considerar sin embargo en relación con
el potencial volumen de jóvenes en capacidad de recibir aprendizajes, una vez liberados del dominio
de los amos de sus madres, y entonces se vería que la relación de los factores en juego no arroja la
adecuada proporción que mereciera el calificativo de satisfactoria.
4) El profesor John Lombardi construyó una relación estadística que presenta cifras
reveladoras del comportamiento de la política de aprendizaje de los manumisos durante los doce
años (1839- 1853) que precedieron a la ley de abolición de la esclavitud aprobada en el año de 1854.
Allí se visualiza que de 1839 a 1846 se da un relativo avance en el incremento si se analiza la
cuestión a la luz del criterio antes expuesto. También se observa que la cifra de 1846 aparece como
la más alta, y en 1847 se observa un silencio, cuya explicación expondré más adelante al referirme a
las comunicaciones insistentes del Ministro Sanavria a los gobernadores de provincia reclamando el
envío de la estadística retardada.

APRENDIZAJE DE LOS MANUMISOS


Individuo contratados (a)

Provincia 1839 1841 1842 1843 1844 1845 1846 1848 1849 1850 1852 1853
Apure - - 4 - 1 2 4 - - - 4 -
Aragua 27(3) 3 25(2) 23(1)
Barcelona 38 - 26 - 15 2 5 26(3) 10(1) 9 7 7
Barinas - 12 16 4 16 16 31 14 10(2) 18(1) 9 -
Barquisimeto 19 81 43 41 12 45 65 70 - 6 5 24
Carabobo - 10 50 80 66 103 199 55(2) 84 5 - -
Caracas 12 160 175 357 225 381 258 254 275 87 109(5) 56(4)
Coro 24 2 16 4 34 14 59 12 5 2 19 7
Cumaná 2 - 21 40 - 63 34 13 - - - -
Guárico 82 25 - -
Guayana 3 - - - - - - 1 - - 3 1
Maracaibo - 14 - 3 7 6 10 17 - - 5 2
Margarita 2 4 2 3 - 11 4 - 5 5(1) 12 -
Mérida 3 18 26 13 26 16 28 - - - 3 -
Portuguesa 6 -
Trujillo - 52 42 32 20 32 23 13 5(1) 13 12 8

Total 103 353 421 577 422 691 720 475(5) 503(7) 173(2) 219(7) 128(5)
(a) Recopilado de Int. y Just. 1842- 47, 1850, 1851, 1853, 1854, Memoria.
“Notas: Cuando aparecen dos cifras para una provincia en un año, la primera representa el número de manumisos
contratados, y la segunda cifra, entre paréntesis, indica los manumisos entregados a sus hermanos o hermanas mayores,
sus padres o sus abuelos. Los espacios ocupados por guiones indican que no se recibieron los resultados ese año.
“Los espacios en blanco indican las provincias que sólo se establecieron después de 1848”. (40)
79

Según cifras que expone Federico Brito Figueroa relativas al censo levantado en 1854 para
calcular el valor de las indemnizaciones que se debían de cancelar a los propietarios, tenemos la
cantidad de 11.967 esclavos en sentido absoluto y 9.185 esclavos en proceso de manumisión. (41) Si
relacionamos ésta última cifra con una muy cercana, la de 1853 (que señalaba en 128 el número de
manumisos que recibían aprendizajes según el cuadro de Lombardi), resulta que el porcentaje de
manumisos sometidos al régimen de aprendizaje era insignificante.

VII.- La opinión de Antonio Leocadio Guzmán

Acompañó al presidente Páez el 2 de octubre de 1830, en su condición de Secretario Interino


del Despacho del Interior, el señor Antonio Leocadio Guzmán para refrendar con su firma la ley de
manumisión de esclavos. Esta ley, junto con el reglamento del 27 de abril de 1840, fueron los
instrumentos legales que van materializando los propósitos de promover el aprendizaje de los
jóvenes manumisos en oficios y profesiones útiles, en edad cuyo límite era la de veinticinco años.
Pero años más tarde, en 1849, en la Memoria que presenta al Congreso sobre su breve gestión al
frente de la Secretaría de Interior y Justicia, Antonio Leocadio Guzmán ve (y así lo expresa al
Congreso) que la ley que había refrendado en 1830 viciaba principios y derechos naturales y
políticos.

Este juicio aludía también (pero sin mencionarla) a la ley de 28 de abril de 1848 que había
derogado la de 1830, añadiendo algunas novedades adjetivas, tales como 1) en el artículo 15 un
numeral -el 6°-, con el propósito de obligar a las juntas provinciales el deber de informar a las
correspondientes diputaciones de cuanto hubiesen hecho en el ramo de manumisión a fin de que
estas corporaciones pudiesen supervigilar el cumplimiento de la ley sobre la materia; 2) que para
dar cabida en el artículo 16 a la presencia en la junta subalterna de manumisión, existiese en cada
cabecera de cantón al vicario foráneo eclesiástico, si lo hubiese, y a falta de éste, a un vecino,
nombrado por el gobernador de la provincia; y 3) para dejar el artículo 22 reducido a señalar que el
fondo y la adquisición a que se refiere el artículo 10 de la Ley quedará abolido por el mismo hecho
de que se extinga la esclavitud en todo el territorio del Estado, y no pudiendo autoridad alguna
aplicar a otro destino la menor porción de sus productos.
En la ocasión indicada Guzmán expresó al Congreso los siguientes conceptos al referirse a la
manumisión y a esta legislación en particular:
80

“La ley de Colombia de 1821, dada en un país, (Venezuela) cuya riqueza agraria dependía
casi exclusivamente de la esclavitud, es sin disputa, una de las conquistas mas nobles de la guerra
de la Independencia: uno de los timbres más eminentes de la victoria, de los fines más honrosos de
la revolución, y de las mejoras heroicamente afianzadas para la humanidad. Colombia dictó una ley
inmortal, como su nombre y como su gloria.
“Contentos los venezolanos con la ley, solo queremos que se cumpla religiosamente. Medio
único, entre la libertad y la propiedad, que el Gobierno colonial había colocado en polos
diametralmente opuestos, esa ley no admite inclinación alguna en su estricto cumplimiento.
“Pero, Señor, abusos se han introducido, y se han cometido injusticias que el Congreso debe
reformar con mano firme.
“Me contraeré a los puntos principales de la materia.
“Declaró el Soberano en 821 que los partos de las esclavas serían libres, y que entrarían al
goce de la libertad a los diez y ocho años de edad. Fue un derecho natural conquistado, reconocido
y consagrado por el derecho civil, al constituirse la Gran República.
“Este derecho quedó concedido a todos los partos de esclavas, mientras las hubiera en la
República.
“Este derecho era y es irrevocable.
“Esa ley de 1830, que privo de tres años de libertad a los que nacieron ya libres, y debían
gozar este bien supremo tres años antes, esa ley es contraria a los principios eternos e inmutables
del derecho.
“El decreto del Poder Ejecutivo, que so pretesto de reglamentar la ley restringió derechos
naturales, civiles y políticos, y dispuso de la mas eminente propiedad, fue una usurpación
escandalosa del Poder Legislativo, quebrantó el sistema y violó la justicia.
“Enhorabuena que el manumiso, menor todavía, quedara hasta la mayoridad bajo el amparo
y custodia de un tutor. Pero este tutor, que por las leyes es de libre elección a los doce y a los
catorce años, con mayor razón debiera ser de libre elección a los diez y ocho.
“Si a los veintiuno, entra el venezolano a ejercer los derechos políticos, no se alcanza la
razón porque la tutela que se ha llamado patronato, se alargara hasta los veinticinco.
“Para que hubiese justicia en las juntas, no debiera componerse solo de propietarios.
Deberían entrar a componerlas de por mitad venezolanos manumitidos, beneficiados ya por esa ley
humana y filantrópica.
“El síndico es siempre un propietario, y en gran número de casos personalmente interesado.
Todo ciudadano en ejercicio de sus derechos debiera ser persona legítima para representar los del
manumiso, porque si hay causa que en derecho produzca acción popular, es sin disputa la causa de
la libertad.
“Todo juez es competente entre nosotros para los delitos comunes y políticos, porque la
vindicta es una en la sociedad. También es una la libertad. Ni el esclavo ni el manumiso tienen
vecindario. Todo juez debiera ser competente para oirlos y hacerles justicia. Más fácil es que se
hagan representar a la distancia los propietarios, que los míseros esclavos y los pobres manumisos.
“Contrasta con la severidad que desplegan las leyes con los reos de fuerza y detentores
arbitrarios la benignidad con que el reglamento ejecutivo trata a los detentores del hombre ya libre,
en la servidumbre.
“Es de imperiosa necesidad que una ley defina todos estos derechos, y los del amo y los del
tutor en la corrección del esclavo y del manumiso, y los que tengan estos desgraciados para ser
alimentados, vestidos, asistidos y curados en sus enfermedades.
“Es urgente declarar que el matrimonio, como estado independiente que produce la
emancipación según las leyes, produzca la de los manumisos; y que, siempre que tengan padres,
abuelos, hermanos o tíos libres, entren estos a ejercer la tutela de sus deudos menores.
81

“La tarifa, Señor, del valor de los esclavos, es la misma del Gobierno español, cuando los
hijos de aquellos, de generación en generación, debían ir acreciendo y perpetuando la propiedad.
¿Será justo conservar su precio, después que la ley ha mandado terminar la esclavitud, y limitó la
propiedad a solo el individuo que ella encontró esclavo? No: es menor la propiedad, es menor su
precio. Debiera terminar la esclavitud a los cincuenta años, que harto pagados quedan los dineros
con que se compró; y a partir de este punto, juzgo que debiera rebajarse retrocediendo en los
valores de tarifa; y no se aleguen los derechos de la propiedad, porque esta desdichada propiedad
está situada por los arcanos de la suerte, y por hechos y derechos pasados y consumados, en
colisión con el derecho santo de la libertad, propiedad también, y la mas grande, la mas sagrada de
las propiedades.
“Es escandaloso, Señor, que establecido un impuesto para la manumisión anual de esclavos
hace veintiocho años, no se haya visto sino en los dos años que Bolívar administró a Colombia
cobrarse con exactitud el impuesto y cumplirse religiosamente con la manumisión. Raros han sido
los casos en que se haya visto una ejecución del precepto, siempre imperfecta, menguada y oscura.
Es necesario imponer responsabilidad severa a los administradores del ramo de manumisión y
prevenir, bajo de penas terminantes en toda omisión, que se publiquen mensualmente en la Gaceta
de Gobierno los estados de ingreso y egreso de esas cajas y de sus tanteos mensuales. Y es
indispensable que de todo fallecimiento den cuenta los párrocos a los Gobernadores de provincia,
también por mes, para que se publiquen estos estados con los que eleven los tesoreros de
manumisión. Es así como podrán la opinión pública y las autoridades competentes juzgar a esos
empleados, que hasta hoy parecen haber estado independientes de toda jurisdicción.
“Yo no propongo en los precedentes párrafos, sino los mandamientos del derecho vigente en
Venezuela y en el mundo civilizado; partiendo del gran derecho, perfecto e irrevocable, consagrado
en 1821 por el Congreso Constituyente de Colombia; y que siendo la declaración de un derecho
natural, no ha existido ni existe poder legítimo para modificarlo ni restringirlo, porque no lo ha
habido ni lo hay para decretar ni restablecer la esclavitud.
“Justicia, Señor, justicia es la base de todo orden, de toda paz, de toda libertad; y yo sería
indigno del puesto en que me encuentro colocado si por temor o consideración de algún género,
ahogara mis propias convicciones o desoyera el grito de la conciencia de la Nación”. (42)

Esta exposición de Guzmán planteaba correctivos, entre otros, los referentes a la penalización
de los ilícitos administrativos en el ramo de los fondos destinados al cuidado de los manumisos, así
como la remisión a tiempo de la información estadística a las autoridades para los fines previstos en
la ley; pero sin duda que también la oxigenaba el aire que impregnaban sus arengas como líder
político y, al mismo tiempo, como periodista en El Venezolano. (43)
A través de una insistente comunicación con los gobernadores de las provincias se fueron
venciendo durante el gobierno de Páez ciertas resistencias (descuido y poco interés) en la remisión
de la información sobre el estado de los manumisos puestos en aprendizaje, de conformidad con lo
ordenado en el artículo 13 del decreto de 27 de abril de 1840, e inclusive en cuanto a las diligencias
que propendieran a mejorar la información que no era lo suficientemente satisfactoria con la
finalidad de elaborar una estadística que fuese confiable. Al efecto impartió precisas orientaciones de
modo que el envío trimestral se ordenara en un formato “(...) en que se exprese el número de
82

manumisos que hayan cumplido la edad, en cada cantón, sus nombres, sexo y el patrono con quien
hayan contratado sus servicios, o si han sido entregados a sus ascendientes o hermanos legítimos
libres; y cuando acontezca que en un trimestre no haya habido ningún manumiso en toda la
provincia que haya cumplido la edad y contratado sus servicios, lo participen a este Despacho”. (44)

Esta disposición favorable de los gobernadores de las provincias para recoger la información
sobre los manumisos puestos en aprendizaje y remitirla a Caracas se fue construyendo
progresivamente durante el segundo gobierno del Presidente Páez (1839- 1843); pero se observa que
según el lenguaje frío de la estadística, durante la gestión administrativa (1847- 1851), decrece al
punto que se hicieron frecuentes las circulares del Secretario del Interior Señor Sanavria a los
gobernadores, entre las cuales destaco la de 26 de julio de 1847, exigiendo a estos funcionarios el
envío de información estadística retardada “(...) a la brevedad posible, sin dar lugar a nuevos
requerimientos” (45).
Y en otra circular del mismo mes y año el indicado funcionario, al evidenciar la negligencia
de estos agentes políticos en responder la demanda de la información sobre el estado de los
manumisos puestos en aprendizaje, señala que “(...) no sólo ha dejado US., de remitir dichas
noticias, sino que no se ha servido ni dar contestación a aquel oficio”. (46)
La situación mencionada se repite, y para 1852 la negligencia había llegado a tal grado que en
septiembre de ese año el secretario del ramo, el señor Herrera, solicita a los gobernadores de
provincia que en su mayoría habían dejado de cumplir con el deber de enviar las noticias trimestrales
de los manumisos puestos en aprendizaje, que “(...) sean enviadas puntual y oportunamente a este
Ministerio sin necesidad de otra solicitud posterior”. (47)
Estas referencias son reveladoras del grado de preocupación que cundía en el ánimo de los
ministros del sector al hacerse tan evidente la negligencia de determinados funcionarios en el
cumplimiento de una sencilla obligación, y es una muestra que puede ser exponente de otras
obligaciones abandonadas.

VIII. Conclusión

Las siguientes conclusiones las derivo del uso de la documentación que examiné para tratar la
cuestión a que se contrae la anterior exposición:
1.- A partir de 1839, con la segunda gestión presidencial del general José Antonio Páez, y
particularmente con la promulgación del decreto del 27 de abril de 1840 sobre contratos de
aprendizaje de los manumisos en ocupaciones industriales o en trabajos rurales, según su aptitud y
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género de vida a que estaban acostumbrados, conforme a lo previsto en el artículo 6°, en


concordancia con el 17, numeral séptimo, de la ley de 2 de octubre de 1830, se observa una actividad
poco usual anteriormente a nivel del Poder Ejecutivo con miras a cumplir este propósito de la
señalada ley.

2.- Este accionar del Poder Ejecutivo permite observar:

a) que en el Congreso las solicitudes presentadas en sucesivos años para obtener los
recursos económicos que permitiesen cancelar el valor de las indemnizaciones anuales
a los propietarios de manumisos no eran atendidas;
b) que a nivel de las gobernaciones de las provincia y juntas provinciales de manumisos
la lentitud en las actuaciones eran objeto de continuos reclamos por parte del Poder
Ejecutivo, y la Secretaría del Interior y Justicia, que era su órgano para atender el
ramo de manumisión, continuamente era requerida en auxilio, en unos casos por poca
experiencia en el manejo de la cuestión, y en otros por vacíos existentes o dudas en la
aplicación de la ley y su reglamento que requerían clarificación, lo que atendía con
diligencia;
c) que el celo de los propietarios en la protección de sus exclusivos intereses era
excesivo, como se observa por ejemplo en la representación y proyecto de ley que en
1839 presentó al Congreso un grupo de propietarios para revocar la ley de 1830,
mereciendo el rechazo de este cuerpo por considerarlo que, de aprobarse, reduciría la
libertad de los esclavos.

3.- Las consideraciones anteriores revelan que no existía una fuerza social de solidaridad que
con el vigor de una voluntad mancomunada fuera capaz de empujar los propósitos de las acciones
proyectadas. Por ejemplo, las actividades que realizaba la Sociedad Económica de Amigos del País
en la divulgación de conocimientos y de iniciativas útiles para mejorar la producción no traspasaba
los linderos de la influencia del grupo de hombres asociados en esta corporación; y en nada quedó
tampoco la idea que expresó el Señor Guillermo Iribarren en 1847 para elaborar una ley de
aprendizaje a escala nacional que fuera en apoyo de la actividad laboral que se realizaba en la ciudad
y en el campo.
4.- Durante la década que precedió a la promulgación del decreto del 27 de abril de 1840 la
ley de manumisión de 1830 no tuvo vigencia efectiva; y hay razón para pensar que con la vigencia
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del decreto aludido apareció un resorte que aceleraba, aunque con dificultades, lo que establecían los
artículos 6º y 17, numeral séptimo, de la ley de 1830. La Gaceta de Venezuela ofrece testimonio
válido de esta afirmación, pues, entre el 16 de julio de 1839 y el 8 de enero de 1843 el Poder
Ejecutivo publicó en cuatro años trece resoluciones para agilizar el cumplimiento de la legislación
sobre manumisión y aprendizaje de manumisos.
En los diez años siguientes, entre el 6 de agosto de 1843 y el 29 de mayo de 1853, se
producen veinte disposiciones sobre los aspectos indicados. Los señalamientos anteriores demuestran
que la segunda gestión del Presidente Páez (1839 – 1843) puso bases que contribuyeron a dar piso a
otras disposiciones sobre la materia en cuestión.
5.- No podemos abrigar esperanza alguna sobre la efectividad del régimen de aprendizaje
para los manumisos previsto por la legislación señalada. Como quedó descrito antes, además de ser
muy primario este régimen de aprendizaje, las condiciones sociales y la mentalidad empresarial de
los propietarios de aquella época no garantizaban que los propósitos de la legislación fructificaran;
menos fácil era si se toma en cuenta el grado de postración general que padecía el régimen de
instrucción pública que, por norma constitucional, había la obligación de atender; y menos aún si se
toma en cuenta que para los aprendizajes de los oficios útiles que diesen a la industria de la ciudad y
del campo una mano de obra capacitada, no existían planteles adecuados en el país, algo que sólo
habría de ocurrir bastante avanzado el siglo XIX. Poco podía esperarse entonces para la humanidad
degradada y afligida, a pesar de que ésta, con su esfuerzo, contribuía a conformar la riqueza del país.

Notas
(1). Fundamentación de la Ley sobre la libertad de los partos, manumisión y abolición del tráfico de esclavos, en
República de Colombia, Codificación Nacional de todas las leyes de Colombia, tomo I, p. 8. Bogotá, 1924.
(2) Actas de los Congresos del Ciclo Bolivariano, Congreso de Cúcuta 1821, tomo I, p. 79. Acta 26°, sesión del día 28
de mayo de 1821, Caracas, 1983.
(3). Actas de los Congresos del Ciclo Bolivariano, Congreso de Cúcuta 1821, tomo I, pp. 78- 79, acta de la sesión de 28
de mayo de 1821; y de la sesión de 28 de junio de 1821, p. 178- 179. Caracas, 1983.
(4). Fundamentación de la Ley sobre libertad de partos, en Ob. Cit., p.8.
(5). Ley de 2 de octubre de 1830, reformando la ley de manumisión de 1821, en Leyes y Decretos de Venezuela 1830-
1840, tomo 1, pp. 57- 60. Caracas, 1982. (Biblioteca de la Academia de Ciencias, Políticas y Sociales).
(6). Federico Brito Figueroa, Historia Económica y Social de Venezuela, tomo I, p. 246. Caracas, 1979.
(7). Ley de 2 de octubre de 1830.
(8). Artículos 2°, 6° y 17 de la ley de 3 de octubre de 1830.
(9). Autobiografía del General José Antonio Páez, tomo II, cap. IX, p. 93. Caracas, 1975. (Biblioteca de la Academia
Nacional de la Historia).
(10). Id.
(11). Ibíd., p. 94.
(12). Id.
(13). Ibíd., p. 95.
(14). Ibíd., p. 318.
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(15) Exposición que dirige al Congreso de Venezuela en 1839 el Secretario del Interior y Justicia, p. 11. Caracas, 1839.
(16) Ibíd., p. 14.
(17) Id.
(18) El texto del proyecto de ley de patronato a favor de los manumisos, a que me refiero, con las reservas que hicieron
algunos miembros del Congreso fue publicado en el períodico La Bandera Nacional, N° 89. Caracas, martes 9 de abril
de 1839. (p.3), y dice:
“Proyecto de Patronato a favor de los Manumisos.
“El Senado y Cámara de Representantes de la República de Venezuela reunidos en Congreso.
“Considerando
“1.- Que las leyes de 1821 y 1830 han dejado un vacío no señalando la potestad bajo la cual deban completar su
educación los manumisos.
“2.- Que siendo esclavos los padres de estos son inhábiles para ejercer la patria potestad a que en general están sujetos
los hijos de los hombres libres.
“3.- Que es de absoluta necesidad prevenir el detrimento que habría de sufrir la moral pública por la falta de tal
potestad respecto de los manumisos que cumplan la edad señalada por dichas leyes.
“Decretan.
“Art. 1°.- Se establece en todas las cabeceras de cantón una junta protectora de los manumisos compuesta del jefe
político, del cura del lugar o del más antiguo donde hubiese más de uno, del procurador municipal y dos concejales
designados por el respectivo concejo.
“Art. 2°.- Los manumisos de ambos sexos que hubiesen cumplido la edad fijada por la ley de 21 de julio de 1821, o por
la de 2 de octubre de 1830 respectivamente, para salir del poder de los dueños de sus madres, quedarán sujetos por el
término de diez años al patronato que se establece por la presente.
“Art. 3°.- La junta de que habla el artículo 1° presidida por el jefe político y a pluralidad absoluta de votos designará en
cada caso por patrono o patrona la persona que pudiese desempeñar el cargo con más ventaja para el manumiso y para
la moral pública, debiendo preferir cuando por otra parte no haya inconveniente a la que hubiese tenido en su poder al
manumiso, o a la madre de este.
“Art. 4°.- Estarán obligadas a desempeñar el patronato las mismas personas que están obligadas a desempeñar las
tutelas; pero las mujeres serán hábiles para desempeñar el patronato.
“Art. 5°.- Es obligación de los patronos alimentar y vestir a los manumisos y completar su educación, destinándolos a
algún oficio u ocupación útil; y para ello tendrán potestad sobre su persona y bienes, debiendo ser auxiliados por las
autoridades en caso necesario. El valor del trabajo de los manumisos durante el patronato corresponde en sus tres
cuartas partes a los patronos por indemnización, y en la otra cuarta parte a los mismos manumisos, pero a estos no se
les entregará hasta que no cumplan el término del patronato. El mantenimiento de esta cuarta parte se fijará
anticipadamente en cada año por la junta protectora atendidas las circunstancias de cada caso; pero de ella se deducirá
cualquier gasto a que el manumiso dé ocasión por su mala conducta.
“Art. 6°.- La sevicia o la inmoralidad por parte del patrono legalmente comprobadas serán justas causas para sacar al
manumiso de aquel poder; y en tales casos la junta protectora designará otro patrono por el tiempo que falte. Para los
reclamos de semejante naturaleza los manumisos serán representados por el procurador municipal.
“Art. 7°.- Los patronos antes de entrar en su encargo deberán prestar el juramento de desempeñarle fielmente; y para
seguridad de la administración de los bienes de los manumisos, darán fianza o hipoteca a satisfacción de la junta
protectora cuando esta lo exija.
“Art. 8°.- El patronato de los manumisos comprende bajo las propias condiciones a los hijos que estos tuvieren; pero en
cesando respecto de aquellos cesará respecto de estos. Dado, etc.
“Caracas Abril 2 de 1839- José María Tellería,- Andrés Narvarte.- Con modificaciones José Manuel Alegría.- Con
modificaciones José T. Pereyra.- Ramón Delgado.- Con modificación especial en el art. 3°. Ricardo Labastida.”
(19) La Bandera Nacional, N° 91. Caracas, martes 23 de abril de 1839.
(20) Ibíd., N° 94. Caracas, martes 14 de mayo de 1839.
(21) Archivo General de la Nación. Caracas. Interior y Justicia, tomo CLXXXVII, año 1839, folios 395- 396, v.
(22) La Bandera Nacional, N° 50. Caracas, martes 10 de julio de 1838.
(23) Archivo Histórico del Congreso de la República, Caracas. Senado, 1840. Tomo 127, folios 42- 64- Transcribo a
continuación para ilustración del lector el texto del indicado Proyecto:
“Proyecto de Ley sobre manumisión que someten a la consideración del Soberano Congreso Constitucional de
Venezuela los ciudadanos que suscriben la adjunta representación, quienes imploran su sanción.
“Considerando.
“1°.- Que las leyes que rigen sobre manumisión de esclavos atacan directamente el derecho de propiedad garantido por
nuestra constitución y respetado por todas las naciones.
“2°.- Que son gravosas al estado en atención a la ruina que sufre la agricultura, como que Venezuela es país justamente
agrícola.
86

“Que con la presente ley quedan allanadas muchas dificultades y conseguido el objeto que se propusieron aquellas.
“Decretan.
“Art. 1°.- Se destinan para fondos de manumisión las herencias vacantes en que, según las leyes, debe suceder el fisco,
bien sea los difuntos venezolanos o extranjeros.
“Art. 2°.- El producto total del fondos de manumisión se invertirá precisamente por mitad en la manumisión de los
esclavos más ancianos, laboriosos y honrados, pagaderos a sus dueños su intrínseco valor conforme a la tarifa.
“Art. 3°.- Se destina la otra mitad del fondo para indemnizar también integramente a los amos según tarifa del valor de
los que hayan nacido desde el 15 de agosto de 1821 hasta la promulgación de esta ley, bien entendido que éste beneficio
debe comenzar por los mayores y así sucesivamente.
“Unico.- Concluido el número de los individuos de que habla el artículo precedente la parte de fondo que se indica
volverá a formar un fondo común, cuyo total se invertirá de la manera que se previene en el artículo 2°.
“Art. 4°.- Desde la promulgación de esta ley los que nacieren de esclavas permanecerán bajo el dominio de sus dueños
hasta que les toque el turno de disfrutar del beneficio de la ley según el orden que designa el predicho artículo 2°.
“Art. 5°.- Si cualquiera persona quisiera tomar a su cargo alguno de los nacidos en el período señalado, lo hará por
medio del Síndico de la parroquia en donde resida el amo e indemnizando a éste su intrínseco valor; y el beneficiado
gozará de los derechos civiles.
“Art. 6°.- La elección de los esclavos que hayan de manumitirse en cada provincia, será con proporción al número de
los que existan en ella..
Art. 7°.- Quedan derogadas las leyes que hablan de manumisión y sólo vigente la presente”.
(24) Decreto de 27 de abril de 1840, ver en Gaceta de Venezuela, N° 485, Caracas, domingo 3 de mayo de 1840. Por la
importancia del mismo se transcribe a continuación el decreto indicado:
“José Antonio Páez, Presidente de la República de Venezuela, etc., etc., etc.
“Visto lo representado por algunas juntas de manumisión en cumplimiento del artículo 6° de la ley de 2 de Octubre de
1830, y considerando que al salir los manumisos del poder de sus patronos, habrán de hallarse por lo común sin el
respeto siquiera de la autoridad paterna y en una edad y condición en que la policía debe ejercer sobre ellos sus
eficaces e inmediatos cuidados, y con dictamen del Consejo de Gobierno,
“Decreto.
“Art. 1° Los venerables párrocos comunicarán a las juntas de manumisión un registro de los manumisos que se hayan
bautizado desde la promulgación de la ley de manumisión de 21 de julio de 1821, sin exigir derecho alguno conforme al
decreto del Poder Ejecutivo de Colombia de 24 de Mayo de 1822 y a la circular del de Venezuela de 8 de Julio de 1839.
“Art. 2° Las juntas cantonales de manumisión según los informes tomados de los registros bautismales, o por otros
medios, harán que los patronos de manumisos los presenten luego que hayan llegado a la edad de 18 ó 21 años, y que
evacuen sobre la conducta de ellos el informe prescrito por el citado artículo 6° de la ley.
“Art. 3°. Los jefes políticos, presidentes de dichas juntas, cuyas ordenes, libradas en ejecución del precedente artículo,
no fueren cumplidas por los párrocos, usarán respecto a ellos de la facultad que les atribuye el artículo 28 de la ley
orgánica de provincias.
“Art. 4°. Hecha la presentación de los manumisos, las juntas, sin dilación, proveerán lo conveniente conforme al citado
artículo 6°, para que queden destinados en aprendizaje, en ocupaciones industriales, o en trabajos rurales, según su
aptitud o género de vida a que estén acostumbrados.
“Art. 5°. Si los manumisos tuvieren ascendientes libres y legítimos, les serán entregados para que les procuren una
conducta moral y laboriosa.
“Art. 6°. Si no tuvieren ascendientes libres y legítimos, siendo entonces muy conveniente que los manumisos conserven
sus actuales hábitos de órden, laboriosidad y subordinación doméstica, procurarán las juntas que ellos contraten
preferentemente sus servicios a precio fijo y equitativo con sus antiguos patronos. Mas si esto no se lograre, quedarán
los manumisos en libertad de preferir otra persona de establecimiento con quien concertarse, o con quien constituirse en
aprendizaje: entretanto continuarán con su patrono o con otra persona que se elegirá provisionalmente si hubiere
fundados motivos para que no continúen con aquel.
“Art. 7°. En cualquiera de los casos del artículo anterior, los contratos de aprendizaje, o arrendamiento de servicios, se
celebrarán ante las juntas cantonales de manumisión, y se asentarán en libro destinado al efecto y en papel del sello 7°.
Ellas procurarán que las condiciones sean racionales y en lo posible uniformes y moderadas, según la costumbre del
lugar. De ello dependerá que los contratos sean eficaces y que no sobrevengan reclamaciones. Serán firmados por las
partes y por el presidente y secretario de la junta. Los interesados solo pagarán el servicio del escribiente y el valor del
sello.
“Art. 8°. Para la celebración de dicho convenio y en los demás casos que fuere preciso, los procuradores municipales
representarán como parte por los manumisos.
“Art. 9°. El aprendiz o sirviente manumiso que se separase del servicio a que está comprometido sin causa fundada, será
restituido a dicho servicio por las autoridades locales de policía. Del mismo modo será obligado el patrono al puntual
87

pago de salarios y demás prestaciones que debiere. Contra las providencias de las autoridades locales de policía,
quedarán expeditos los recursos establecidos por los reglamentos del mismo ramo.
“Art. 10. Cuando se disolviere alguno de los convenios de servicio, o aprendizaje, las juntas harán que los manumisos,
mientras no cumplieren la edad de 25 años, vuelvan a constituirse en igual compromiso con otros propietarios o dueños
de establecimientos.
“Art. 11. Ningún individuo admitirá en servicio o aprendizaje a los manumisos dentro de la edad de 25 años, sino bajo
las reglas del presente decreto. Serán aplicables a este caso las penas impuestas por los reglamentos de policía a las
personas que admitan a jornaleros que abandonan otro servicio a que están comprometidos.
“Art. 12. Los patronos procurarán que los manumisos tengan siempre una conducta moral y bien aplicada, y cuando
fuere preciso, reiterarán sobre ella a las autoridades el informe prescrito por el citado artículo 6° de la ley,
especialmente si incurrieren en hechos afectos a procedimiento o pena legal.
“Art. 13. Se encarga especialmente a los gobernadores y jefes políticos como presidentes de las juntas de manumisión,
que ejerzan sobre ellas el más constante celo en el cumplimiento de este decreto. Cada tres meses, a contar desde el 1°
de julio próximo, darán cuenta de ello al Poder Ejecutivo, los gobernadores, y a estos, los jefes políticos.
“Art. 14. El secretario de E, en los DD, del Interior y Justicia queda encargado de comunicar este decreto y de vigilar
sobre su cumplimiento.
“Dado: firmado de mi mano: sellado con el sello del Poder Ejecutivo: y refrendado por el infraescrito secretario de E.
en los DD., de Interior y Justicia en Caracas a 27 de Abril de 1840, año 11° de la ley y 30° de la Independencia.
“José Antonio Páez.
“Refrendado.- Angel Quintero”.
(25) Autobiografía del General José Antonio Páez, tomo II, p. 318 y artículos 4° y 6° del Decreto de 27 de abril de
1840.
(26) Juan de Castellanos, Elegias de Varones Ilustres de Indias, Elegía XIV, Cauto I, p. 121. Caracas, 1962.
(27) Francisco Depons, Viaje a la Parte Oriental de Tierra Firme, p. 403. Caracas, 1930.
(28) Ver sobre esta materia, la obra Protocolos del Siglo XVI, de Agustín Millares Carlo, Caracas, 1966 (Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia); y la publicada por el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE),
Testimonios sobre Formación para el Trabajo (1539- 1970). Caracas, 1972.
(29) A raíz de una consulta que hiciese el gobierno de la provincia de Cumaná el 9 de diciembre de 1842 al Secretario
de Estado en el Despacho de lo Interior y Justicia, ante la dificultad de poder dar cumplimiento en el Cantón de Aragua a
las disposiciones del Decreto del 27 de abril de 1840 sobre aprendizaje de los manumisos por carecer de los registros
bautismales que debe franquear el párroco a causa de que antes de 1839 no se había establecido curato por falta de
sacerdotes, el Ministro Angel Quintero, le hizo llegar con fecha 2 de enero de 1843, la solución que se había aplicado en
Barinas en igual circunstancia; y textualmente dice:
“República de Venezuela.- Secretaría de Estado en los despachos de lo Interior y Justicia.- Sección 1.- N° 9.- “Caracas
4 de Enero de 1843, 14°, 33°.
“Sr. Gobernador de Cumaná.- En 15 de Octubre de 1841 se dijo al Sr. Gobernador de Barinas lo que sigue.
“Considerado por el Gobierno el oficio de US, de 20 de septiembre último núm. 167, en que manifiesta que en la
parroquia de Santa Catalina y otras del canton Nutrias no hay registros bautismales hasta el año de 1826, y consulta las
medidas que deban adoptarse para suplir la prueba instrumental, se ha resuelto lo siguiente:
“Por el Art. 2° del decreto de 27 de Abril de 1840 se previene <<que las juntas contonales de manumisión según los
informes tomados de los registros bautismales, o por otros medios, hagan que los patronos de manumisos los presenten
luego que hayan llegado a la edad de 18 o 21 años, y que evacuen sobre la conducta de ellos el informe prescrito por el
art. 6° de la ley>>. Cuando no exista el registro bautismal, la Junta debe exigir del patrono que manifieste la edad del
manumiso, y tomar informes de personas de conocida honradez. También el procurador municipal, defensor nato de los
manumisos, debe procurar todas las noticias que conduzcan a poner en claro la edad de aquellos: lo sustancial de estas
noticias y de los informes mencionados se reducirá a escrito y será debidamente autorizado. Si los informes, las noticias
y la manifestación que haga el patrono dejaren convencidos a la junta y al procurador municipal respecto de la
verdadera edad del manumiso, quedará concluido el negocio; pero si el patrono disintiere de la opinión formada por la
junta y el procurador, deberá dar la aprueba necesaria ante los tribunales de justicia donde será defendido el manumiso
por el procurador municipal. Se recomienda a las juntas de manumisión un proceder muy circunspecto en el desempeño
de este encargo.” (En Gaceta de Venezuela, N° 627, Caracas, 8 de enero de 1843, p. 2).
(30) Id. (Art. 2°).
(31) Id. (Art. 4°).
(32) Id. (Art. 5°).
(33) Id. (Art. 6°).
(34) Id. (Art. 9°).
(35) Comunicación del Ministro Angel Quintero a los Gobernadores de Provincia, de fecha, 30 de abril de 1840, en
Gaceta de Venezuela, N° 485, Caracas, domingo, 3 de mayo de 1840.
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(36) Gaceta de Venezuela, N° 530, Caracas, domingo 14 de marzo de 1841.


(37) Id.
(38) Gaceta de Venezuela, N° 609, Caracas, domingo 11 de septiembre de 1842.
(39) Gaceta de Venezuela, N° 756, Caracas, domingo 14 de septiembre de 1845. En esta Gaceta el interesado puede
obtener la información estadística indicada discriminada por cantones.
(40) John Lombardi, Decadencia y Abolición de la Esclavitud en Venezuela 1820- 1854, apéndice, cuadro 2, p. 196.
Caracas, 1974.
(41) Federico Brito Figueroa, ob. cit., p. 248.
(42) Exposición que dirige al Congreso de Venezuela en 1849 el Secretario del Interior y Justicia, pp. 19- 21. Caracas,
1849.
(43) Ver José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela, tomo II, cap. XII, pp. 279- 289. Caracas, 1954; y
Francisco González Guinán, Historia Contemporánea de Venezuela, tomo V, pp 14- 16. Caracas, 1954.
(44) Resuelto del día 2 de mayo de 1844, en Gaceta de Venezuela, N° 685, Caracas, Domingo 5 de mayo de 1844, p.
688.
(45) Circular del Secretario del Interior y Justicia en Gaceta de Venezuela, N° 876, p. 51, Caracas, 29 de agosto de 1847.
(46) Id.
(47) Resuelto de 23 de septiembre de 1852, en Gaceta de Venezuela, N° 1084. Caracas, octubre 17 de 1852, p. 476.
89

Santa María de la Chapa y Macuquita:


en torno a la aparición de un pueblo de esclavos fugados de Curazao en la sierra
de Coro en el siglo XVIII 72

Ramón Aizpurua

En las vastas y desarticulas regiones americanas de los siglos XVI-XIX, muchas fueron las
formas utilizadas por los esclavos para escapar de su oprobiosa situación. La fuga fue una de las más
utilizadas, pero de éstas, dos fueron las alternativas más comunes: se fugaban de las haciendas o de
los lugares de trabajo o residencia, pero dentro del propio espacio colonial, formando cumbes,
rochelas o palenques, en intrincados, escondidos o alejados espacios de los lugares naturales de su
cautiverio, obteniendo con ello una especie de libertad real, mas no legal; podían también fugarse
hacia el exterior de tales colonias, bien fuese a regiones marginales, fuera del control de cualquiera
de las autoridades coloniales europeas, en las que otra vez obtenían una especie de libertad real, mas
no legal, bien fuese a colonias “enemigas”, aprovechando las complicadas relaciones que existían
entre las metrópolis europeas, obteniendo a veces una “difícil” libertad plena. Algunos estudios están
comenzando a aparecer sobre esta última alternativa, bastante es lo que se sabe sobre la primera73.

72
.- El presente artículo corresponde a un capítulo de un libro en prensa, EN BUSCA DE LA LIBERTAD. LOS ESCLAVOS
FUGADOS DE CURAZAO A VENEZUELA EN EL SIGLO XVIII, adecuado aquí para su publicación separada de su
contexto original.
73
.- La norteamericana es la bibliografía más abundante relativa a los cimarrones, de la que caben destacar las siguientes
obras: I WAS BORN SLAVE. AN ANTHOLOGY OF CLASSIC SLAVE NARRATIVES, vol. I, 1772-1849, editado por Yuval
Taylor, Chicago, Lawrence Hill Books, 199, xiii+764p.; PIONEERS OF THE BLACK ATLANTIC. FIVE SLAVE
NARRATIVES FROM THE ENLIGHTMENT, 1772-1815, editado por Henry L. Gates Jr. y William L. Andrews,
Washington, 1998, xiv+439p.; STEAL AWAY. STORIES OF THE RUNAWAY SLAVES, editado por Abraham Chapman,
London, Praeger Publishers, 1971, xi+196p., RUNAWAY SLAVES. REBELS ON THE PLANTATION, de John Hope
Franklin y Loren Schweninger, New York, Oxforf UP, 1999, xviii+455p.; desde la pespectiva comparativa, se
pueden revisar, especialmente, SLAVE COUNTERPOINT: BLACK CULTURE IN THE EIGHTEENTH-CENTURY
CHESAPEAKE AND LOWCOUNTRY, de Philip D. Morgan, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1998,
xxiv+703p., y Michael Mullin, AFRICA IN AMERICA. SLAVE ACULTURATION AND RESISTANCE IN THE AMERICAN
SOUTH AND THE BRITISH CARIBBEAN, 1736-1831, Chicago, UIP, 1994, 412p.; desde una perspectiva general,
destacan John Thornton, AFRICA AND AFRICANS IN THE MAKING OF THE ATLANTIC WORLD, 1400-1800, CUP, 1998,
xxxvi+340p., y Maroon communities in the circum-Caribbean, de Silvia W. de Groot, Cathernine A. Christen y
Franklin W. Knight, en GENERAL HISTORY OF THE CARIBBEAN, publicado por la UNESCO, Volumen III, THE
SLAVE SOCIETIES OF THE CARIBBEAN, editado por Franklin W. Knight, 380p. [pp. 169-193]. Para el caso caribeño,
las publicaciones de mayor interés son: David Patrick Geggus, Slave Resistance in the Spanish Caribbean in the
Mid-1790s, en A TURBULENT TIME, THE FRENCH REVOLUTION AND THE GREATER CARIBBEAN, editado por David
Barry Gaspar y David Patrick Geggus, Bloomington, IUP, 1997, xiii+262p. [pp. 131-155]; Anthony McFarlane,
Cimarrones and Palenques: Runaways and Resistance in Colonial Colombia, en OUT OF THE HOUSE OF BONDAGE.
RUNAWAYS, RESISTANCE AND MARRONAGE IN AFRICA AND THE NEW WORLD, editado por Gad Heuman, London,
Frank Cass, 1986, 199p. [pp. 131-151]; Hillary Beckles, From Land to Sea: Runaway Barbados Slaves and
90

En ese contexto, una de las estrategias seguidas por España en su continuo combate a los
asentamientos europeos en lo que consideraba era su espacio americano, fue la de utilizar el recurso
de la religión como estímulo para la población esclava, buscando golpear la estabilidad de las
plantaciones y asentamientos de europeos enemigos en los territorios caribeños. Ello lo lograron por
medio de la oferta de libertad siempre que los esclavos solicitasen el bautismo católico al llegar, tras
su fuga, ante las autoridades coloniales. Parece que, casual o conscientemente, varias fueron las
corrientes migratorias que aparecieron en lugares de contacto ínter imperial, especialmente entre las
colonias española y francesa de la Española, entre las islas danesas y Puerto Rico, o entre las
colonias inglesas del sudeste norteamericano (Georgia y Carolina) y la española Florida. En lo
concerniente a Venezuela, dos lugares parecen haber sido propicios para tales corrientes
“migratorias”: entre la isla holandesa de Curazao y la costa de Coro, por un lado, y en la región que
media entre el Esequibo y el Caroní, entre los asentamientos holandeses guayaneses y la provincia
española de Guayana74, por otro. Aparecieron con ello varios pueblos de “negros libres”, amparados
por las autoridades metropolitanas y coloniales, y con los “beneficios” de la doctrina cristiana y la
autoridad española, tales como el de San Lorenzo de los Minas75, en Santo Domingo, ya desde
finales del siglo XVII, el de San Mateo de Cangrejos76, en Puerto Rico, fundado después de 1714, y
el de Gracia Real de Santa Teresa de Mosé77, en la Florida española, fundada en 1738. A este trío se
puede añadir el de Curiepe78, en la cuenca del río del mismo nombre, cuya existencia data de la
segunda década del siglo XVIII, y el de Santa María de la Chapa, fundado probablemente a

Servants, 1630-1700, en OUT OF THE HOUSE OF BONDAGE. RUNAWAYS, pp. 79-94, así como el clásico pionero de
la bibliografía cimarronense, MAROON SOCIETIES, editado por Richard Price, John Hopkins UP, Baltimore, 1996,
XL+429p. En la producción en castellano, el volumen es bastante inferior y de diversa calidad; cabe destacar la
obra de Rafael Duharte Jiménez, REBELDÍA ESCLAVA EN EL CARIBE. Xalapa, Gobierno del Estado de Veracruz,
1992, 232p.
74
.- Ver el trabajo de Berta Pérez, The Journey to Freedom: Maroon Forebears in Southern Venezuela, en
ETHNOHISTORY, 2000, 47.3-4, pp.611-634.
75
.- José Luis Sáez, S. J., Los Jesuitas y los esclavos negros en el Santo Domingo colonial (1658-1767), en PARAMILLO,
San Cristóbal, UCT, 1996, pp. 493-525.
76
.- Ver, por ejemplo, Luis M. Díaz Soler, HISTORIA DE LA ESCLAVITUD NEGRA EN PUERTO RICO. San Juan de Puerto Rico,
Editorial Universitaria (UPR), 1974 (1953), 439p., y N.A.T. Hall, Maritime Maroons: Grand Marronage from the
Danish West Indies, en CARIBBEAN SLAVE SOCIETY AND ECONOMY, editada por Hilary Beckles y Verene
Shepherd, The News Press, NY, X+480p. [pp. 387-400].
77
.- Jane Landers, BLACK SOCIETY IN SPANISH FLORIDA, Chicago, UIP, 1999, xiv+390p., especialmente The origins of a
Florida Sanctuary: Gracia Real de Santa Teresa de Mosé, pp. 29-60, y Transitions, pp. 61-83. También, de la
misma autora, Fort Mosé: earliest free African-American town in the United States, en “I, TOO, AM AMERICA”:
ARCHEOLOGICAL STUDIES OF AFRICAN-AMERICAN LIFE, Charlottesville, UPV, 1999, pp. 261-282.
78
.- Archivo General de Indias, Sevilla (de ahora en adelante, AGI), AUDIENCIA DE SANTO DOMINGO, leg. 793, Cuaderno
1°, todo un expediente relativo a la fundación de Curiepe. Ver, además, Lucas Guillermo Castillo Lara, CURIEPE:
ORÍGENES HISTÓRICOS, Caracas, Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos, 1981, 353p., que es una edición
separata de su APUNTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE BARLOVENTO, Caracas, 1981, ANH/FHCV, # 151, 724p.
91

comienzos de la década de los 1770, en la sierra de Coro, y mudado unos años más tarde a
Macuquita, en la misma sierra coriana. Sobre estos dos, o más bien sobre los problemas que se
generaron por su traslado, es que discurren las líneas que siguen.
He conseguido información, incompleta y algo desarticulada, que permite reconstruir en
alguna medida el asentamiento de los esclavos curazoleños fugados a tierras venezolanas. Algo, muy
poco, aparece disperso en la escasa bibliografía publicada sobre las comunidades negras en la época
colonial venezolana, especialmente en las obras de Pedro Manuel Arcaya79, Miguel Acosta Saignes80
y Lucas Guillermo Castillo Lara81, y salvo éste último, que en lo que escribe sobre la fundación de
Curiepe dedica especial atención al confuso capítulo de la singular alianza de los esclavos libres de
Curazao y los de Caracas, no se ha prestado mayor atención a tales comunidades.
El obispo Mariano Martí, cuando informa sobre El Pao, por donde pasó en 1781, señala algo
interesante, que puede dar idea de la imagen que de los esclavos curazoleños fugados se tenía en
tierras venezolanas:

… Este pueblo o vezindario tiene mala fama por el libertinaje y poca sugeción de
estas gentes. A los principios huvo acá muchos sambos, y no faltan ahora, y
llamavan a este pequeño pueblo o territorio el pequeño Curazao por la libertad
con que se vivía…82

Como la mayoría de los fugados de Curazao y Aruba llegaban a lo que en la época se conocía
como Costa de Coro, lo más sensato es que, siempre que buscasen confirmar su libertad, se asentasen
inicialmente en los alrededores de Coro, si no en la propia ciudad. Arcaya, genéricamente, da cuenta
de ello en su discurso de incorporación a la ANH en 1910:

En la ciudad de Coro habitaban los loangos la parte Sur de la ciudad llamada Los
Ranchos, y luego denominado también “Barrio de Guinea”, nombres que aun
conservan. En aquel barrio tenían los negros sus diversiones, que eran
ordinariamente bailes al son del tambor africano…
En la pobre y oscura vida de Coro, las diversiones de los loangos eran la única
nota de pública alegría, y como espectadores solían asistir a ellas el Justicia
Mayor y los prohombres de la ciudad, y a veces hasta las señoras.

79
.- Arcaya, Pedro M., INSURRECCIÓN DE LOS NEGROS DE LA SERRANÍA DE CORO, Caracas, IPGH, # 7, 57p.
80
.- Acosta Saignes, Miguel, VIDA DE LOS ESCLAVOS NEGROS EN VENEZUELA, Caracas, Hespérides, 1967, 410p.
81
.- Ver, infra, Nota 7.
82
.- Obispo Mariano Martí, DOCUMENTOS RELATIVOS A SU VISITA PASTORAL DE LA DIÓCESIS DE CARACAS (1771-1784),
Tomo II, Libro Personal. Caracas, ANH/FHCV, # 96, 732p. [El Pao, pp. 225-226].
92

Los más de los negros de Los Ranchos, tenían también sus labranzas en
Macuquita, donde residían de fijo muchos de ellos. Sus mujeres eran comúnmente
de Coro, negras o mulatas libres.
Estos negros fueron organizados, durante el último cuarto del siglo XVIII, en un
cuerpo de milicias separado de los negros libres criollos, y denominado
“Compañía de loangos”, con un capitán de su nación, llamado Domingo de Rojas,
el cual los gobernaba en todo, y era a su vez primera autoridad del vecindario de
Macuquita. Bajo su mando descendían de la Sierra en Semana Santa, formaban las
procesiones, y después hacían ejercicios militares.
Aumentándose el vecindario de Macuquita, comenzaron los negros a labrar tierras
vecinas, que ellos sostenían que eran también realengas, pero afirmando ser suyas,
les impedían cultivar D. Juan Antonio Zárraga, y su yerno D. José Zavala…83

Probablemente, después del fracaso de la fundación curazoleña de Curiepe, los nuevos


libertos tomaron la decisión de buscar su propia existencia en los montes del interior coriano,
en donde, llegados, se asentarían junto a las comunidades indígenas o de negros libres;
probablemente, y a causa de su presencia en otros lugares, es muy posible que pasasen a
lugares como Puerto Cabello o Nirgua, donde encontrarían también una espacio bueno para su
asentamiento. Pero es más que probable que la mayoría, aprovechando el oficio que tenían, se
quedase en la propia ciudad de Coro. Muchos debieron ser, tantos que pronto ocasionaron la
preocupación de las autoridades de la ciudad. Así, en 1756, las máximas autoridades civiles
corianas tomaban en consideración a la comunidad de fugitivos por el potencial riesgo que
supondrían ante la mirada de la comunidad blanca, y ordenaba que:

…por ser tan conveniente a la quietud y sosiego de esta república [que] los
negros, negras y mulatos venidos de la Isla de Curazao, se presenten ante sus
mercedes para hacer una lista y nómina de ellos y entregarlos al Capitán que se
tiene nombrado para que se les obligue a hacer sus conucos, a lo menos de un
almud de tierra, en el paraje que les está señalado, lo que cumplirán dichos negros
y negras y mulatos dentro del tercer día de la publicación de este Auto, bajo pena
de que se remitirán por el término de un mes al trabajo de la acequia del río, a
razón y sin sueldo.
Y se les apercibe a todos los vecinos que osasen ocultar alguno o algunos de
dichos negros, negras o mulatos, se les sacará la pena de seis pesos aplicados
para la fábrica de la acequia del río, para que de este modo se eviten los hurtos

83
.- Pedro M. Arcaya, INSURRECCIÓN DE LOS NEGROS DE LA SERRANÍA DE CORO. Caracas, IPGH, # 7, 57p. [pp. 21-23].
93

que se experimentan, y dichos negros tengan con qué mantenerse.84

Ello supone que ya en 1756 habría un Capitán de la comunidad de luangos, que lo sería el de
las milicias85 de los morenos libres fugados de Curazao, y que se les había entregado tierras, según el
decreto de 1704.86 Al respecto, Arcaya sostiene que:

…Vagaron hasta ya entrada la segunda mitad del siglo XVIII por el litoral
oriental coriano (Costa arriba) donde, para 1761, se calculaba que vivían como
cuatrocientos de estos negros en estado semi-salvaje; las autoridades de Coro los
mandaron doctrinar por: “no tener de cristianos sino el nombre”(1). Muchos de
ellos y luego todos los que siguieron viniendo de Curazao en la segunda mitad de
aquel siglo, se redujeron a la misma ciudad de Coro, y a una parte de la serranía
que mora al Sur, en las tierras entonces realengas de Macuquita…87

Pero en realidad su primer asentamiento conocido en el campo coriano, en las faldas de


la serranía frontera, fue en unas tierras abandonadas en Santa María de la Chapa. Allí
residieron, juntándoseles algunos negros libres criollos hasta finales de 1771, cuando un

84
.- Archivo Histórico de Coro (AHC), CAUSAS CIVILES, Exp. 29, Bando de Buen Gobierno de Joseph Alvarez. Teniente
de Gobernador y Justicia Mayor de Coro, en conjunto con Ignacio Luis Arcaya, Alcalde ordinario de Coro, en
Coro, a 9 de febrero de 1756, fols. 4-4v. La preocupación no se reducía al problema de los esclavos fugados de
Curazao, pues, aunque se puedan descubrir algunas razones caritativas en ello, llegaban a considerar el problema
del creciente número de limosneros: …“Así mismo, mandamos SSMM por haberse así decretado por los señores
de este Cabildo poner reparo al pernicioso vicio que hay en esta ciudad al mucho concurso de limosneros y
limosneras, que sin causa legítima la piden, perjudicando a este vecindario y a los pobres que legítimamente lo
necesitan, cuya prohibición se encargó a SSMM, en cuya virtud, y para atajar este (…) En su obedecimiento,
prohíbe a todos los limosneros y limosneras no puedan pedir, ni pidan, limosna sin que éstos lleven licencia de los
señores curas parroquiales de esta ciudad, para que éstos examinen y vean aquellos pobres que legítimamente
necesitan pedir limosna, con cuya licencia se presentarán ante SSMM para reconocerlas, y a todos aquellos que sin
licencia la pidieren, no se les dará limosna alguna, y que ninguno de dichos pobres que con la expresada licencia
pidiere limosna, no puedan llevar en su compañía muchacho alguno que pase de cinco años para arriba, y que los
amos de los esclavos impedidos, que por su imposibilidad les han dado libertad, sean obligados a mantenerlos y
enterrarlos, sin que den lugar a que anden mendigando /5v/ por las calles, pues dichos sus amos son obligados a su
manutención y costo de entierro y sus enfermedades.” ÍDEM, fols. 5-5v.
85
.- Parece ser que uno de los mejores mecanismos para “socializar” a los esclavos fugados de colonias extranjeras,
además del de la cristianización, fue el de la formación de las llamadas milicias de morenos libres, distintas a las
de los morenos criollos. Incluso, parece que en muchos casos fueron utilizados tanto para repeler las agresiones de
otras potencias como para capturar a cimarrones nuevos. Se puede ver, para lo primero, el caso Fort Mosé,
estudiado por Jane Landers en BLACK SOCIETY IN SPANISH FLORIDA, y para lo segundo, por ejemplo, el caso de los
negros Mandinga, de San Lorenzo de Orizaba, en la región del interior veracruzano, estudiado por Patrick J.
Carrol, Mandinga: The evolution of a Mexican Runaway Slave Community, 1735-1827. En COMPARATIVE
STUDIES IN SOCIETY AND HISTORY, Vol. 19, Issue 4, 1977, pp. 488-505.
86
.- Auto de despáchese Real Provisión al cabildo, Justicia y Regimiento de la Ciudad de Santa Ana de Coro, en Santo
Domingo a 4 de junio de 1704, Archivo General de Indias (AGI), AUDIENCIA DE SANTO DOMINGO, 793, Cuaderno
1°, fols. 25-26v.
87
.- Pedro M. Arcaya, INSURRECCIÓN DE LOS NEGROS DE LA SERRANÍA DE CORO. p. 20. La nota a pie de página de Arcaya
dice: (1) Datos consultados por el autor en el Archivo de Coro.
94

complicado conflicto revuelve la comunidad de luangos, o curazaos, como terminó


llamándoseles. Las tierras de Santa María de la Chapa pronto parecieron insuficientes para
albergar a la creciente comunidad, pues según su Capitán de Milicias para la época, Juan Luis
de Rojas, era: …“un paño de tierra circunvalado de varias haciendas de españoles que
solían quejarse de los hurtos y daños que algunas veces practicaban /44v/ dichos
negros”…88.
En otra carta del mencionado capitán de milicias Juan Luis de Rojas, las tierras se alinderaban
y describían de la siguiente manera:

…este paraje se halla perteneciente entre la posesión y hacienda de San


Ignacio, perteneciente al Señor Alcalde Provincial Don Juan Antonio de Zárraga,
que se halla al poniente, y la posesión de los herederos de Nicolás de Medina,
nombrada Macuquita, que se halla al [naciente?]; y por lo que mira al Norte es de
tierra árida y secadal, que sólo con la fuerza de lluvia se coge fruto, que es
mirando de medio cerro abajo; y por lo tocante a la banda de Sur, que es de medio
cerro arriba, tampoco es útil porque como tiene mucha parte de páramo, no se
experimenta fruto alguno, a menos que no haya abundancia de verano…89

Esta supuesta insuficiencia de tierras se debía a que la población de la Chapa había ido
creciendo desde su formación, aunque el Capitán Rojas también contemplaba el crecimiento futuro
de la población: …“es cierto que no sólo debe atenderse la actual constitución sino la venidera, por
el incremento a que puede llegar la población, así por los que se multiplican aquí, como por los que
vienen nuevamente de Curazao”…90
Este aumento de población ya lo percibía la propia iglesia coriana, pues un año más tarde, en
1773, Joseph Antonio de Atienza, Cura Rector de la Santa Iglesia parroquial de Coro y Juez
subdelegado de la Santa Cruzada, solicita en nombre de los curas párrocos de la ciudad la formación
de una nueva parroquia asentada en el Jobo, al sur de la misma ciudad, a fin de atender mejor las
necesidades de la feligresía allí existente. La nueva parroquia … tiene de oriente a Poniente 10
88
.- Carta de Juan Luis de Rojas al Gobernador Agüero, en Caracas, de fecha anterior a 13 de enero de 1772, en Archivo
General de la Nación (AGN), DIVERSOS, XLI, AUTOS SOBRE TUMULTO EN LAS AFUERAS DE CORO DE LA
COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO DE SANTA MARÍA DE LA CHAPA POR NOMBRAMIENTO DE NUEVO CAPITÁN
DE SUS MILICIAS, fols. 44-47 [fols. 44-44v].
89
.- Carta de Juan Luis de Rojas al Teniente y Justicia Mayor de Coro, Francisco Ladrón de Guevara y Abadía, de Coro,
sin fecha, anterior al 10 de diciembre de 1771, en AGN, DIVERSOS, XL, AUTOS SOBRE QUERELLA DE JUAN LUIS DE
ROJAS CONTRA JUAN DOMINGO DE ROJAS, POR EL TRASLADO DE LA COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO DE
SANTA MARÍA DE LA CHAPA A MACUQUITA, fols. 175-205v [fols. 195-195v].
90
.- IBÍDEM, Carta de Juan Luis de Rojas al Teniente de Gobernador y Justicia Mayor de Coro, Francisco Ladrón de
Guevara y Abadía, sin fecha, en Coro, a finales de enero de 1771 (sic, debe ser 1772), fols. 191-192v [191v].
95

leguas y de Norte a Sur seis leguas más que menos, y en ellas habitan al presente, según el cómputo
que hacemos por el padrón de este año, dos mil y más almas, entre párvulos y adultos,
comprendidos también en este número, 400 y más negros de los venidos de la isla de Curazao…91
El Obispo Martí accede a dicha segregación y fundación 12 días más tarde, con base en que:
…habiendo reconocido por su propia persona en la visita que hizo de los pueblos y oratorios de la
Sierra, lo dilatado del terreno, que media entre esta dicha ciudad y los citados pueblos en que se
comprende el que los dichos curas representan y que casi todo está poblado y en él habita gran
número de negros venidos de la isla de Curazao; los cuales principalmente necesitan de la continua
asistencia de un pastor para su perfecta instrucción en los misterios de nuestra santa fe y doctrina
cristiana, cuya solicitud (según ellos mismos publican) los incitó a dejar sus tierras y
compatriotas…92.
Puestas así las cosas, el intento de mudar el asentamiento luango a Macuquita, por las razones
aludidas de tener mejor agua y más tierras, resultó efectivo a medias. Juan Luis de Rojas, en una de
sus cinco comunicaciones a las autoridades (tres al Teniente y Justicia Mayor de Coro y dos al
gobernador de la provincia de Venezuela) habla de las bondades de las tierras de Macuquita:

…allí, como he dicho, tenemos el agua en abundancia permanente, tierras muy


sobradas y tendidas para con más alivio adelantar nuestras labores, un
temperamento favorable y sano, y lo más es que por mucho que extendamos
nuestras labranzas, será sin perjuicio de otro terreno, con lo cual viviremos libres
de cualesquier cargo que, sin duda, pudiera sobrevenir. 93

Pero no todos son del mismo parecer. Dos miembros de la comunidad de Santa María de la
Chapa, Juan Domingo de Rojas, Alférez de la milicia referida, y Francisco Álvarez, soldado de la
misma, se niegan a mudarse, aduciendo que las tierras de Macuquita no son mejores, y que en las de
la Chapa tienen fundadas sus sementeras. En las declaraciones que se les toma en la cárcel real de
Coro, a donde habían sido llevados por haber capitaneado supuestamente una rebeldía a la mudanza
en cuestión, el primero de ellos, Juan Domingo de Rojas, señala que:

91
.- A representación que los Curas rectores de la ciudad de Coro, /62/ hicieron a SSI [Monseñor Mariano Martí] sobre
que se sirviese hacer segregación y división de una parte de la feligresía de su cargo erigiéndola en nuevo curato,
y de lo que SSI reconoció en la visita que hizo de los pueblos y oratorios de la Sierra de dicha ciudad, se expidió
la providencia que con dicha representación son del tenor siguiente. Asignado para Iglesia y pueblo el sitio del
Jobo, en Coro a 18 de diciembre de 1773, en Obispo Mariano Martí, DOCUMENTOS RELATIVOS A SU VISITA
PASTORAL DE LA DIÓCESIS DE CARACAS (1771-1784), Tomo V, Providencias. Caracas, ANH/FHCV, # 99, 476p.
[pp. 61-64 (p. 62)].
92
.- Decreto de erección de la parroquia de el Jobo, en Coro a 30 de diciembre de 1773, en IBÍDEM, pp. 64-66 [p.64].
93
.- Ver supra nota Nº 17, fols. 195v-196.
96

…cómo se habían de mudar a Macuquita dejando sus casas y sus conucos que
tenían trabajados, con sus sementeras de que se mantenían, que cómo lo habían de
dejar perdido e ir a mudarse a Macuquita, sin tener allí [de qué?] mantenerse, ni
sus pobres familias, que en Santa María estaban muy gustosos por ser las tierras
sanas y las de Macuquita enfermas…94.

El segundo, Francisco Álvarez, avala la afirmación de Juan Domingo de Rojas diciendo que:

…“ellos en Macuquita no tenían casa ni con que poderse mantener, y que en Santa María
tenían fundadas sus casas y sus conucos, con que se han mantenido y mantienen, como tierras que se
les señalaron para sus labores y fundación de su pueblo hace mucho tiempo”…95.

Esta negativa a mudarse dio paso a un enfrentamiento entre los dos grupos de luangos de la
sierra, los que dirigidos por el Capitán de las Milicias Juan Luis de Rojas querían mudarse o ya se
habían mudado a Macuquita, y los que capitaneados por el Alférez Juan Domingo de Rojas y el
soldado Francisco Álvarez pretendían quedarse en las tierras de Santa María de la Chapa. El
enfrentamiento, que no llegó a mayores, pasó por el señalamiento de que el Alférez amenazó con
hacer uso de su puñal. El Capitán Juan Luis de Rojas señala que, …“uno de ellos dijo había de
meterme dicho puñal por la barriga”…96.
Presentados los testigos de parte del Capitán y tomadas las declaraciones arriba apuntadas, el
Teniente y Justicia Mayor de Coro debió creer al Capitán de milicias, pues la detención de los
segundos por lo menos se mantuvo hasta febrero del siguiente año de 1772, cuando todavía clamaban
por su libertad, aduciendo que:

…yo, dicho Alférez Juan Domingo de Rojas soy vecino de esta referida ciudad, a
más de tiempo de diez y seis años, y morador del expresado pueblo de Santa
María, y consiguientemente dicho Francisco Antonio Álvarez, y jamás se ha
conocido el menor acto de desobediencia a los mandatos superiores ni menos ser
revoltosos ni sediciosos, y por la buena conducta de mí, el consabido Alférez, el
mismo Capitán Juan Luis de Rojas me nombró su oficial de la expresada su
Compañía, en la que nos hemos mantenido quietos y sosegados, con buena

94
.- Declaración de Juan Domingo de Rojas y Francisco Álvarez, en Coro a 18 de diciembre de 1771, en AGN,
DIVERSOS, XL, fols. 175-205v, AUTOS SOBRE QUERELLA DE JUAN LUIS DE ROJAS CONTRA JUAN DOMINGO DE
ROJAS, POR EL TRASLADO DE LA COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO, DE SANTA MARÍA DE LA CHAPA A
MACUQUITA, fols. 189-190 [fol. 189v].
95
.-Declaración de Francisco Antonio Álvarez, en Coro a 18 de diciembre de 1771, en IBÍDEM, fols. 187v-188v [fol.188].
96
.-Carta del Capitán Juan Luis de Rojas al Teniente de Gobernador y Justicia Mayor, en Coro, sin fecha, en IBÍDEM,
fols. 185-186v [fol.185].
97

armonía con todos, hasta que llegado el fallo de mandarnos mudar de dicho Santa
María a Macuquita.97

Sin embargo, las cosas no quedaron en estas iniciales circunstancias puesto que se supo que
personas foráneas a la comunidad, especialmente un “blanco principal” de la ciudad, don Jaime de la
Frontera, tuvo que ver en los asuntos de los luangos reacios a la mudanza. Un memorial presentado
en Caracas al gobernador de la provincia por varios pobladores de la Chapa, con anterioridad al 27
de septiembre de 1771, señala el estado de indefensión en que se encontraba la comunidad:

…decimos que por cuanto a que nos hallamos sin tener persona que nos valga
para apersonarse a favor de nuestras justas defensas, en las continuas
persecuciones que el antojo de cada cual forma con nuestra humildad, en
consideración que ésta no tiene [seguro?] (ni aun débil) que le sirva de resguardo,
porque aunque muchas veces hemos dado nuestras pre[?]adas quejas a los
señores justicias de esta dicha ciudad, nunca se nos ha atendido a ellas sino con el
desprecio total, de modo, Señor, que nos hemos resignado a sufrir y padecer de
cualesquier individuo las extorsiones que contra nosotros fulminan, pues no ha
mucho tiempo que aquerellándonos por dos memoriales ante el Teniente y Justicia
Mayor que lo fue don Pedro Felipe de Llamas, y así mismo por un escrito, ni el
escribano, pagándole sus derechos, quiso recibirlo, ni el Juez decretarlo, antes se
nos despidió con palabras injuriosas, siendo tan justo nuestro pedimento pues se
fundaba en pedir la cabalidad íntegra que nuestro Rey y Señor (que Dios guarde)
nos tiene señalado para nuestras labranzas, para la mantención de nuestros hijos,
llegando a tanto la crueldad que hasta el agua para el sustento nos han quitado,
siendo ésta perteneciente a nuestras donativas tierras, acción que repugna a la
hospitalidad cristiana…98.

En busca de remedio, los firmantes pedían dos cosas: la primera, que se nombrase a Jaime de la
Frontera como su defensor, y la segunda, que …“por nuestro Capitán [nos?] confirme a Domingo

97
.- Memorial de Juan Domingo de Rojas y Francisco Antonio Álvarez, presentado al Teniente y Justicia Mayor de Coro,
en Coro, sin fecha, anterior al 6 de febrero de 1772, en IBÍDEM, fols. 193-193v.
98
.- Memorial presentado al Gobernador de la provincia de Venezuela por varios pobladores de Santa María de la
Chapa, en Coro a 20 de agosto de 1771, en AGN, DIVERSOS, XL, AUTOS SOBRE QUERELLA DE JUAN LUIS DE
ROJAS CONTRA JUAN DOMINGO DE ROJAS, POR EL TRASLADO DE LA COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO, DE
SANTA MARÍA DE LA CHAPA A MACUQUITA, fols. 175-205v [fols. 198-198v]. El subrayado es mío. Parece claro
que detrás de todas las disputas estaba, de alguna forma, la pugna por la tierra de la Chapa.
98

Antonio López, quien se halla en Puerto Cabello de primer Sargento de la Compañía de morenos
libres”…99.
De seguidas, los autores del memorial se quejan de la actuación de Juan Luis de Rojas, que
todavía era Capitán de la Compañía luanga:
…el que actual tenemos, que lo es Juan Luis de Rojas, no nos conviene porque el tal no le es
dudoso cumplir lo que nos ha prometido muchas veces de que nos ha de remitir a Curazao al poder
de nuestros amos, que lo eran, con cuyas amenazas se han huido la mayor parte de nuestros
compañeros, dejando sus mujeres e hijos, queriéndose apropiar de las tierras que los tales han
desamparado, y en adelante puedan desamparar, para venderlas…100.
Varias cosas comienzan a salir a la luz, tales como el mal manejo de la capitanía hecho por
Juan Luis de Rojas, la fuga de algunos de los pobladores del asentamiento, el uso del control de las
aguas en contra de los intereses de la comunidad luanga y, lo más interesante, el futuro de las tierras
de Santa María de la Chapa, cuyos vecinos hacia el Este y hacia el Oeste eran poderosos personajes
de Coro, uno de ellos, Juan Antonio de Zárraga, uno de los más importantes vecinos de la ciudad;
quizá por esa vía esté escondida la clave del conflicto en cuestión. Lo cierto es que, en Caracas, el
gobernador, alarmado o preocupado por los sucesos, toma una drástica medida después de la lectura
del memorial: suspender la milicia de los luangos o negros venidos de Curazao. Al menos así lo hace
saber el Teniente y Justicia de Coro, Francisco Ladrón de Guevara, cuando el 5 de diciembre de
dicho año 1771 despacha …“a Don Francisco Hidalgo a la serranía de esta ciudad a que notificase
a todos los negros libertos de la Isla de Curazao compareciesen ante SMd con sus armas para
imponerse SMd las que tenían, si eran fusiles o armas blancas…101.

99
.- IBÍDEM, fol. 198v.
100
.- IBÍDEM, fols. 198v-199.
101
.- Auto del TJM de Coro, Francisco Ladrón de Guevara y Abadía, en Coro, a 5 de diciembre de 1771, en IBÍDEM, fols.
202-203v [fol. 202v]. El propio decreto del TJM de Coro, Ladrón de Guevara, señalaba lo siguiente: “Hago saber
a todos los negros huidos de Curazao que se hallan establecidos en la sierra de esta ciudad, cómo por el Rey,
nuestro Señor (que Dios guarde), se mandan abolir y reformar todas las milicias, en cuya virtud, y arreglado a las
órdenes del gobierno, ordeno y mando a todos los referidos negros que en atención a lo referido, y a que en lo
sucesivo no ha de haber entre ellos más Capitán ni jefe que [?] luego, y sin dilación, cada cual presente en este
tribunal las armas blancas o de fuego que hasta aquí se les han permitido, respecto de habérseles reputado por
milicianos, y se les previene que el que se excusare o diere motivo, se procederá contra él”…, en Decreto del TJM
Francisco Ladrón de Guevara y Abadía, en Coro, a 13 de noviembre de 1771, en AGN, DIVERSOS, XLI, AUTOS
SOBRE TUMULTO EN LAS AFUERAS DE CORO DE LA COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO DE SANTA MARÍA DE LA
CHAPA POR NOMBRAMIENTO DE NUEVO CAPITÁN DE SUS MILICIAS [fols. 29-29v (29)].
99

Francisco Hidalgo regresa de su comisión sin haber hallado a los milicianos en la sierra, para
encontrarse con que éstos se hallan en las entradas y alrededores de la ciudad, solicitando el
nombramiento de un nuevo Capitán para su compañía de milicias. En vista de ello:

…teniendo el antecedente que pretendían con mucho esfuerzo por su Capitán a


Domingo Antonio López, y negaban al que tenían, que lo era Luis de Rojas,
dispuso SMd prontamente darle el título de Capitán al dicho López, para de este
modo obviar cualquiera tumulto que podía moverse entre dichos negros,
mayoritariamente cuando SMd sospecha que hay algún sujeto que los dirige e
induce a sus pretensiones…102.

Así las cosas, el Teniente Ladrón de Guevara ordena una averiguación sumaria a fin de
precisar las causas del tumulto y las pretensiones de los luangos, siendo el recién nombrado Capitán
de Milicias, Domingo Antonio López, el primer declarante, quien señala que:

…le consta que habiendo tenido SMd orden del Señor Gobernador para suspender
las compañías y dejar sólo las que fuesen convenientes en esta ciudad, despachó a
la sierra donde residen los negros libertos de la Isla de Curazao para que hiciesen
manifestación de sus armas, y es muy cierto que el comisionado no halló a dichos
negros porque se habían bajado a las orillas de esta ciudad, que no sabe si venían
con armas o no, y que inmediatamente que SMd supo esto, llamó al declarante y le
nombró de Capitán, y sin embargo de que SMd no le dio a entender el motivo
porque lo había nombrado, conmoviendo que los negros estaban algo cavilosos,
procuró el declarante apaciguarlos con blandeza, y reconocer sus intenciones, lo
cual, puesto en ejecución, vido que andaban con cavilosidades, y les encontró ocho
armas de fuego, pero el declarante les aconsejó e hizo conocer que no se les
ofrecía cosa alguna porque ya les habían dado el gusto de nombrarle el Capitán
que pedían, y con ésta y otras razones de paz, logró aquietarlos y que quedasen en
buena paz, y que el declarante reconoce, y justamente sospecha que tienen quien
los aconseje porque ha oído decir entre ellos que pretenden por su defensor a don
Jaime de la Frontera, y también que para comunicarse lo hacían de ocultas porque
venían de noche y se iban a la casa de Germán Rodríguez por no venir a la casa de
dicho Don Jaime, por ser dentro de la ciudad, y la otra, en las orillas y que allí
suele concurrir el dicho don Jaime (…) y le consta al declarante que en casa del
dicho Germán, con asistencia del dicho don Jaime, se han hecho algunos papeles

102
.- IBÍDEM, fol. 203.
100

con ánimo de presentarse en Caracas, que no sabe el declarante porqué no lo


hicieron…103.

De las declaraciones de Francisco Trapiche, que formó parte del tumulto en las afueras de
Coro, tomadas el 30 de diciembre de dicho 1771, surgen otras noticias e interrogantes, pues, entre
otras cosas, dijo lo siguiente: …“que es verdad que vino en compañía de los otros pero que no sabe
del memorial ni escrito, ni sabe quien lo hizo”, o que …“no sabe si vinieron dichos negros con
armas, pero sí sabe que estaban por [las] orillas de la ciudad como escondidos, esperando se les
diera la providencia de su escrito que habían presentado ante SMd.”; también que …“es muy cierto
que el dicho Capitán fue a la montaña, luego que le hicieron Capitán y les mandó a los negros que
no anduviesen con enredos porque ya todo se había acabado pues lo habían hecho Capitán, que era
lo que querían, y que entonces se acabó todo”, y finalmente que …“no ha concurrido [a] casa de
dicho Germán ni lo conoce, ni a él ni al dicho don Jaime, ni tampoco ha dado medio real para esto.”
104

No sé qué hizo que la distancia entre las dos declaraciones -25 días- fuese tan larga; pero lo
cierto es que el Teniente y Justicia Mayor Francisco Ladrón de Guevara consideró que de las
averiguaciones …“resultan delincuentes Germán Rodríguez y don Jaime de la Frontera”…, por lo
que …“temeroso que hiciesen alguna fuga, prontamente puso en ejecución el buscarlos en compañía
del señor Capitán don Álvaro Alvarado y de mí, el presente escribano, con la guardia
correspondiente, hasta conseguir ponerlos en la cárcel pública”…105.
Por los datos dispersos que he conseguido, sé que tanto Jaime de la Frontera y Germán
Rodríguez, como Domingo Antonio López, fueron encarcelados o mandados a encarcelar con suerte
muy diversa. El primero, Jaime de la Frontera, fue enviado preso a Caracas para que el gobernador
continuase con las averiguaciones. Pero antes de ir allí, mientras estaba en la cárcel real de Coro,
hablando con algunos de los presos y carceleros, dijo que:

103
.- Declaración de Domingo Antonio López, en Coro, a 5 de diciembre de 1771, en IBÍDEM, fol. 203v-205v [fol. 204-
205]. Obviamente, los papeles aludidos debían ser los memoriales presentados por Juan Domingo de Rojas y
Francisco Álvarez, y sus seguidores, señalados supra.
104
.- Declaración de Francisco Trapiche, en Coro, a 30 de diciembre de 1771, en AGN, DIVERSOS, XLI, AUTOS SOBRE
TUMULTO EN LAS AFUERAS DE CORO DE LA COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO DE SANTA MARÍA DE LA CHAPA
POR NOMBRAMIENTO DE NUEVO CAPITÁN DE SUS MILICIAS [fols. 32v-33v (33-33v)]. Parece que se recogió dinero
para comprar el bastón de mando del nuevo capitán de milicias, ver supra, nota Nº 47.
105
.- Auto del TJM de Coro, Francisco Ladrón de Guevara y Abadía, en Coro, a 30 de diciembre de 1771, en IBÍDEM, fols.
33v-34 [fol. 34].
101

…no sabía porqué le aprehendían, que sólo podía ser porque había hecho una lista
de los negros de Curazao en que pretendían nuevo capitán, y que fuese él su
defensor, el cual había hecho sin que él agraviara a ninguna persona, y que
aunque después habían hecho dichos negros otro escrito, no lo había hecho él,
pero sabía quien lo había hecho, y preguntándole el declarante quien era ese
sujeto que lo había hecho, le respondió estas palabras, primero me llevará el
diablo que decir quién es, porque es un sujeto distinguido muy enemigo del
Teniente, y que éste estaba figurando que los negros estaban levantados por dar
gusto a sus amigos…106

A las anteriores declaraciones se añaden las del carcelero, Juan Francisco de Agüero, que
recuerda que de la Frontera …“no lo diría él [el nombre del que escribió el segundo memorial] por
que era poner en mal al sujeto, que era persona distinguida y enemigo de SMd [el TJM Ladrón de
Guevara]”…107 El alcaide de la cárcel, Ignacio de Nieva y Sambrana, añadió que …“don Francisco
de la Frontera, les dijo que sólo consideraba su prisión por haber hecho a los negros una lista en
que lo pedían por su defensor, y nuevo Capitán, y que en esto no había delinquido porque antes él
les aconsejaba que no anduvieran con inquietudes, porque aunque habían hecho otro escrito, no lo
había hecho él, aunque sí lo había visto, y tampoco contenía cosa alguna que sonase mal, porque
estaba muy sumiso y humilde”…108
Enviado preso a Caracas, vía La Guaira, en la embarcación de Sebastián de Barrera, y después
de una increíble (o poco creíble) odisea, Jaime de la Frontera se fugó de la embarcación. Las
palabras del capitán Barrera hablan por sí mismas:

… para entregarlo en el Puerto de La Guaira a disposición de VS, y para que


no se me atribuya fraude, dolo ni malicia en el impensado suceso de dicha fuga,
hago presente a VS, con sincera realidad, que después de dos arribadas al puerto
principal de dicha ciudad de Coro [tras 15 días de navegación, por mal tiempo, no
pasaron de Ricoa y regresaron dos veces a La Vela], según consta del testimonio
probante que presento y juro, proseguí mi viaje al destino estando ya quebrantado
en la salud, y en términos de no poder moverme de la cámara, con cuyo motivo, y
el de estar la gente de la tripulación vencida del sueño, por tantos días de desvelo,

106
.- Declaración de Joseph Antonio de Lugo, preso en la cárcel real de Coro, en Coro, a 30 de diciembre de 1771, en
IBÍDEM, fols. 34-35 [fol. 34]. Subrayado mío.
107
.- Declaración de Juan Francisco de Agüero, carcelero de la cárcel real de Coro, en Coro, a 30 de diciembre de 1771,
en IBÍDEM, fols. 35-35v [fol. 34].
108
.- Declaración de don Ignacio Nieva, Alcaide de la cárcel real de Coro, en Coro, a 30 de diciembre de 1771, en
IBÍDEM, fols. 35v-36.
102

condescendí a la instancia que me hicieron para que los dejase dormir un sueño,
ínterin se [ilegible: llamase] el viento a la tierra, para seguir el viaje [ilegible: y
a] este efecto dimos fondo de noche en el puerto llamado de Ricoa, en la propia
costa de Coro, y cuando recordamos que se registró la borda para inculcar al
mencionado don Jaime, sólo se encontraron los grillos.
Esto es, Señor, lo que ha pasado en el no previsto lance de la fuga de este
reo, y no me consta que haya intervenido otra cosa, de lo que infiero que traería
alguna oculta lima, o le sirvieron de tal las mismas piedras del lastre. ¿Quien
pensará que este hombre se había de echar al agua con inminentes peligros de la
Vida? Más cuando no tenía delito capital, pues solamente había sabido que se le
arrojaba de la ciudad de Coro porque formaba escritos y papeles a los negros
venidos de la Isla de Curazao... 109.

Aquí se pierde la pista de Juan de la Frontera. Circunstancia distinta fue la vivida por Germán
Rodríguez, quien sí llegó preso a Caracas, a donde ha debido arribar antes de finales de enero de
1772, pues una petición suya al gobernador, que debía serlo entonces Joseph Carlos de Agüero, decía
que, teniendo nueve días en la cárcel, solicitaba fianza para poder curarse debidamente de unas
calenturas que decía sufrir desde su salida de Coro, además que dice ignorar las causas de su
encarcelamiento.110 Una segunda petición, una semana después, señalaba que:

…habrá cuatro días que me presenté en este tribunal pidiendo las causas que me
[?] mi arresto y que igualmente se me soltase bajo la fianza de la Xas [sic,
¿Justicias?] y a mi pedimento se proveyó el que se arrimase a los autos y como
quiera que las calenturas que traje desde Coro aun todavía subsisten, y aun se
agravan con la mala constitución [de esta?] prisión, se ha de servir VS
comunicarme vista de [?] para usar de mi defensa, con la brevedad posible y
juntamente mandar al médico de esta ciudad, como lo tengo pedido, el que me
reconozca la enfermedad de que adolezco y hecho, se me permita la fianza de bajo
de cualquiera caución que fuese necesario…111.

109
.- Representación de Sebastián de Barrera al gobernador de la provincia de Venezuela, en Caracas, sin fecha, en AGN,
DIVERSOS, XLII, fols. 172-197v [fols. 180-180v].
110
.- Petición de Joseph Germán Rodríguez, en Caracas, sin fecha, probablemente del 5 de febrero de 1772, en AGN,
DIVERSOS, XLI, AUTOS SOBRE TUMULTO EN LAS AFUERAS DE CORO DE LA COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO
DE SANTA MARÍA DE LA CHAPA POR NOMBRAMIENTO DE NUEVO CAPITÁN DE SUS MILICIAS, fol. 50.
111
.- Petición de Joseph Germán Rodríguez, en Caracas, sin fecha, probablemente del 11 de febrero de 1772, en IBÍDEN,
fol. 51.
103

Una orden del gobernador Agüero, del 7 de mayo de dicho 1772, poniendo las cosas en su
lugar, libera al reo Rodríguez112.
No resulta así de claro lo que pasó con el Capitán Domingo Antonio López, «nombrado por
providencia», pues la razón de su búsqueda estaba en su interés en ausentarse a Puerto Cabello,
donde según se dijo era sargento de las milicias negras113. El Teniente y Justicia de Coro, Ladrón de
Guevara, decidió que:
…Domingo Antonio López, de los negros venidos de la Isla de Curazao, quien habiendo
pedido licencia a SMd [el dicho TJM] para pasar a Puerto Cabello, y pedídole pasaporte, se le
respondió que con tal que dejase el nombramiento o título que se le dio de tal Capitán, se le
concedería. En vista de lo cual, dicho Antonio López se huyó, llevando consigo el referido título, y
según noticias, llevaba consigo una muchacha, la que hurtó a su compañera la mayor parte de ropa
de su uso, y habiendo despachado orden para presiderle [apresarle?], acaba de saber hallarse
refugiado dicho López desde la mañana del día de ayer en el convento de nuestro Padre San
Francisco…114.

Hechas las comisiones para su captura en el convento franciscano de Nuestra Señora de la


Salceda, y en un curioso caso de burocracia y foralismo, el superior fray Joseph Antonio Morante se
negó a devolver a Domingo Antonio López sin orden del Vicario de la ciudad.115 Ello supuso llegar
hasta el cura rector de la iglesia parroquial de Coro, el bachiller Joseph Antonio de Atienza (que ya
había firmado la solicitud de erección de la parroquia de El Jobo), pues como …“pasó dicho Señor
Teniente recado de igual atención al Señor Vicario, Juez foráneo, y por estar en el campo, hizo la
misma diligencia con su Teniente, quien también se halla ausente”…116, era la máxima autoridad
eclesiástica presente en la ciudad, quien …“permitió a dicho Señor Teniente la extracción de dicho
reo, con calidad que se haga con el respeto debido a la iglesia, sin estrépito de armas ni otro
alboroto indecoroso al lugar sagrado”…117.

112
.- Auto del gobernador Agüero, en Caracas, a 7 de mayo de 1772, en AGN, DIVERSOS, XLII, fols. 192-192v.
113
.- Ver Memorial presentado al Gobernador de la provincia de Venezuela por varios pobladores de Santa María de la
Chapa, en Coro a 20 de agosto de 1771, en AGN, DIVERSOS, XL, AUTOS SOBRE QUERELLA DE JUAN LUIS DE
ROJAS CONTRA JUAN DOMINGO DE ROJAS, POR EL TRASLADO DE LA COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO, DE
SANTA MARÍA DE LA CHAPA A MACUQUITA, fols. 175-205v [fols. 198-198v].
114
.- Auto del TJM de Coro, Francisco Ladrón de Guevara, en Coro, a 17 de diciembre de 1771, en AGN, DIVERSOS,
XLI, AUTOS SOBRE TUMULTO EN LAS AFUERAS DE CORO DE LA COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO DE SANTA
MARÍA DE LA CHAPA POR NOMBRAMIENTO DE NUEVO CAPITÁN DE SUS MILICIAS, fols. 38-39 [fol. 38].
115
.- ÍDEM.
116
.- IBÍDEM, fol. 38v.
117
.-Permiso de extracción de Juan Domingo López, en Coro, a 18 de diciembre de 1771, en IBÍDEM, fols. 40-41 [fol.
41v].
104

Obviamente, para cuando fueron a buscarlo con la orden ejecutoria, Domingo Antonio López
se había escapado118, sabiéndose unos días más tarde que andaba por la serranía de Coro. Así, el TJM
de Coro, Francisco Ladrón de Guevara, mandó una patrulla para la aprensión del Capitán Domingo
Antonio López , trayendo tan sólo …“ preso a un negro llamado Antonio Blaguar, quien parece
avisó a dicho negro López que le iban a prender, y aun lo encaminó por veredas extraordinarias
para que consumase enteramente su fuga”… De las declaraciones de Blaguar se desprende que
…“un día domingo, yendo para la montaña se encontró con el Capitán Domingo López y le dijo que
le fuera a enseñar el camino a la montaña, porque SM lo quería coger, y que le había sido preciso
refugiarse /186/ en el Convento de N P San Francisco, de donde había salido huyendo, y con efecto
lo llevó a la dicha montaña, hasta el sitio de la Sigucara [¿será Casigucara?], a la casa de un negro
llamado Cafeancala, y dejándolo allá, no lo ha vuelto a ver más”… 119.
No tengo más noticias acerca de Domingo Antonio López, el frustrado Capitán de las milicias
luangas. Lo cierto es que tras la orden del gobernador Agüero de disolver la milicia de los luangos,
Juan Luis de Rojas, su antiguo capitán, y origen del problema en estudio, remitió un memorial al
gobernador, ya citado, en el que le decía:

No pretendo, Señor, que extinguidas por orden del Rey las milicias de dicha
ciudad de Coro, se me continúe en el empleo de Capitán que he servido con honor
y celo, a satisfacción de mis superiores, pero sí solicito de la benignidad de VS que
en el caso de permanecer los expresados negros en el sitio de Macuquita (que es el
más apropiado para su habitación y labranzas), donde se halla la mayor parte de
ellos junto conmigo, se me conceda por mis buenos servicios y acreditada /46/
conducta, el que cuando no subsista en calidad de Capitán, sea como cabeza, o
mayoral, de ellos, para sus buenas direcciones, tranquilidad y sosiego, con la
indispensable subordinación, no sólo a este superior gobierno sino también a las
justicias de la dicha ciudad de Coro.120

Por las averiguaciones mandadas a hacer por parte del gobernador Agüero, el anterior TJM de
Coro, Pedro Felipe de Llamas, era de la opinión de que:

118
.- Diligencia de captura, en Coro, a 18 de diciembre de 1771, en IBÍDEM, fols. 41-41v.
119
.- Auto del TJM de Coro, Francisco Ladrón de Guevara, en Coro, a 5 de enero de 1772, en AGN, DIVERSOS, XLII,
fols. 185-186v [fol. 185v y fols. 185v-186, respectivamente].
120
.- Carta de Juan Luis de Rojas al Gobernador Agüero, en Caracas, de fecha anterior al 13 de enero de 1772, en AGN,
DIVERSOS, XLI, AUTOS SOBRE TUMULTO EN LAS AFUERAS DE CORO DE LA COMUNIDAD DE FUGADOS DE CURAZAO
DE SANTA MARÍA DE LA CHAPA POR NOMBRAMIENTO DE NUEVO CAPITÁN DE SUS MILICIAS, fols. 45v-46.
105

…en cuanto a la subsistencia de los expresados negros, como los más andan vagos
y holgazanes, parece que sería conveniente echar de aquella jurisdicción a todos
los que de esa manera viven, y que se conserven en Macuquita sólo aquellos que
tuvieren labranzas y se conozcan que son trabajadores y hombres provechosos, y
no obstante que el Capitán Juan Luis de Rojas lo he conocido por hombre de
buena conducta y aplicación en lo que cabe en sus talento y nacimiento, sería muy
conveniente no tengan alguno que haga cabeza entre [ellos?], pues de haberlo,
siempre habrá inquietudes, como está manifestando la experiencia, y no obstante
si VS tuviere por bien hacer algún encargo sobre dichos negros, [el?] expresado
Juan Luis de Rojas, para que les evite inquietudes y avise a la justicia de lo que
fuere digno de remedio, es cierto que el expresado Juan Luis, como queda dicho,
es de buena conducta, y que para todo pueden estar a la mira del Teniente Justicia
mayor y demás jueces de la ciudad de Coro, para mantenerlos en justicia y con la
subordinación debida, pues es público y notorio que es una rochela de pícaros que
viven a libertad de conciencia, y aun los curas de la ciudad se quejan que no
vienen a la doctrina, ni cumplen con el precepto anual de nuestra religión…121.

La declaración del antiguo TJM de Coro respecto al relajado apego a las prácticas católicas
de los fugados, a pesar de los años de doctrina y contacto con la sociedad criolla, contrasta con la
preocupación que al respecto expresaban las autoridades eclesiásticas de la época. Sin embargo, los
datos en relación a los casos de poblaciones semejantes que he encontrado parecen indicar, diría que
claramente, que de poco servía lo que se podía hacer para implantar la religión católica en las
poblaciones de negros fugados, pero integrados espacialmente a lo que podríamos llamar el ámbito
colonial criollo.122
Aquí pierdo la pista del asunto del tumulto de los negros luangos; pero resulta interesante
apuntar que Pedro Manuel Arcaya, en su trabajo sobre la insurrección de Chirinos ya citado, señala
que José Caridad González, otro de los fugados de Curazao:

…Propúsose sustituir a Domingo Rojas en la Capitanía que este desempeñaba,


mas como Rojas tuviera también sus parciales entre los negros y sus protectores
en la clase directora, no lo consiguió; pero sí que se hicieran dos Compañías de
los loangos, dejando con la una a Rojas, y dándole a él, José Caridad, el mando de
la otra, como lo dispuso provisionalmente en 1794 el Justicia Mayor de Coro,

121
.- Informe de Pedro Felipe Llamas, en Caracas, a 1[8] de enero de 1771, en IBÍDEM, fols. 47v-48v [fol. 48v].
122
.- Ver, por ejemplo, el caso de Veracruz, referido infra, nota Nº 13.
106

Ramírez Valderraín…123.

Unas palabras finales: sería interesante adentrarse en varios asuntos que me llaman mucho la
atención; por ejemplo, el de las relaciones entre los esclavos fugados y los pobladores locales de
Coro y la sierra, especialmente en lo atinente a la formación de grupos familiares, puesto que los
fugados, la mayoría varones, debieron formarlas con personas ajenas a su origen isleño124,
especialmente indias de la sierra y esclavas o “negras libres” del lugar.
También se podría escudriñar el asunto de las relaciones que se desarrollaron entre los propios
fugados una vez asentados en Coro, o su región, como el pleito aquí estudiado sugiere: sabemos que
el capitán de las milicias de negros debía tener un claro ascendiente en su comunidad, más aún en
una de estructura o continuidad tan frágil como la de los esclavos fugados. En el caso de Fort Mosé,
tal liderazgo parece resultar claro, y la documentación de Santa María de la Chapa y Macuquita así
parece corroborarlo. Juan Luis de Rojas, primero, y Juan Domingo de Rojas, después (como
también, en la época de la llamada insurrección de Chirinos, debió serlo José Caridad González),
fueron líderes de su comunidad, y vehículos de comunicación con la comunidad criolla, aunque
también, en contrapartida, han debido ser vehículos del control criollo sobre la propia población de
fugados.
Pero el pleito entre Juan Luis de Rojas y Juan Domingo de Rojas, a causa de la mudanza de la
comunidad de curazoleños fugados de la Chapa a Macuquita, bien ha podido ser un pleito entre
“negros criollos” y “negros africanos”, pero de la isla de Curazao, transplantado a tierras corianas125.
El segundo de ellos, en sus declaraciones a las autoridades corianas, y según sus palabras, era
“natural de Guinea y bautizado en esta ciudad” (es decir, bautizado en Coro), por lo que no debía ser
criollo de la isla, en cuyo caso, debería estar bautizado. Se podría pensar que el primero, Juan Luis de
Rojas, inicial líder natural de la comunidad, pudo serlo especialmente de los fugados criollos de la

123
.- Pedro Manuel Arcaya, INSURRECCIÓN DE LOS NEGROS DE LA SERRANÍA DE CORO, p. 23. José Caridad González fue,
de acuerdo a la tesis clásica, la cabeza pensante, tras José Leonardo Chirinos, en la insurrección que en 1795
“removió la tranquilidad de Coro”.
124
.- Para una revisión de la conformación demográfica de los fugados, ver mi En busca de la libertad: la fuga de
esclavos holandeses a la Provincia de Venezuela en el siglo XVIII, en II ENCUENTRO PARA LA PROMOCIÓN Y
DIFUSIÓN DEL PATRIMONIO DE LOS PAÍSES ANDINOS, Bogotá, 2002, pp. 69-102.
125
.- Para seguir una línea de interpretación, con la profesión y el origen de los nombres de los esclavos fugados que he
logrado precisar, más de 600, se puede pensar en una relación como la siguiente: esclavo con nombre cristiano,
cristiano de la isla y cierta profesionalidad laboral, como por ejemplo carpintero, herrero, ebanista, etc.; esclavo
con nombre mitológico o toponímico-étnico, esclavo de reciente llegada a la isla, destreza reducida,
fundamentalmente en el área del trabajo de campo simple. Ello podría originar o canalizar no sólo diferencias
culturales que pudieron llegar a ser importantes, sino relaciones, al interior de la propia esclavitud, de superioridad-
inferioridad, altanería, etc.
107

isla, mientras que el segundo, Domingo Antonio de Rojas, debió serlo de los fugados africanos, lo
que explicaría un pleito que, a todas luces, esconde algo, además de los manejos de los terratenientes
corianos, que bien pudieron aprovechar una vez más el distanciamiento de los dos grupos para
beneficio propio, en tierras y aguas.
La antropología política leería este problema como un conflicto entre big men126, grandes
hombres, una especie de primus inter pares, por el control de la comunidad en sus relaciones con el
todo social criollo, pero big men todavía muy cercanos a los líderes episódicos, cuyo poder dura lo
que dura la coyuntura que genera su liderazgo, o el espacio social en el que su liderazgo tiene
pertinencia. No obstante, como el camino a lo que los antropólogos denominan jefatura se construye
con la perpetuación o ampliación de la duración del liderazgo (el hecho de obtener el liderazgo y
mantenerlo), aquí se esconde un confuso y complejo conflicto propio de sociedades o comunidades
no claramente definidas culturalmente hablando, como la de Santa María de la Chapa que, a ojos de
los corianos, era homogénea pero que hacia su interior escondía la diversidad característica de la
trata negrera y de las colectividades esclavas criolla y reciente en la propia isla de Curazao.
Pero dejemos estas ideas para otra ocasión.

126
.- Al respecto, puede revisarse, por ejemplo, la precisa síntesis elaborada por Donald W. Kurtz en POLITICAL
ANTHROPOLOGY. PARADIGMS AND POWER, Boulder, Westview Press, 2001, 251p., especialmente el capítulo 3,
Political leaders and authorities, pp.39-51. El autor habla de episodic leaders, big men y chiefs.
108

Los esclavos en la sociedad

John Lombardi •

Antes de que podamos comprender lo que la esclavitud de los negros significó


para Venezuela debemos tratar de captar su impacto sobre el resto de la sociedad y
sobre el esclavo mismo. Necesitamos saber cuántos esclavos había y dónde vivían.
Tenemos que descubrir para quién trabajaban y qué hacían. Esas preguntas deben
ser contestadas si queremos comprender por qué la esclavitud duró hasta 1854 y
por qué la institución tomó la forma que tomó. El siguiente análisis de la propor-
ción de esclavos en la población total, su distribución a través de todo el país, a
quién pertenecían, y sus ocupaciones, está basado en gran parte en estadísticas de
población cuya exactitud deja mucho que desear. Aunque a las autoridades locales
la ley les exigía presentar estadísticas completas y generales de la institución de la
esclavitud, muy pocas veces se cumplía con estos requisitos. 1

Cifras

Una de las mejores indicaciones del impacto de la esclavitud sobre la sociedad


es el porcentaje de la población total que representaban los esclavos. Durante el
período que estamos examinando aquí, de 1820 a 1854, el número absoluto de
esclavos declinó continuamente debido, sencillamente, a que los hijos de esclavas
eran libres en principio. Quizá el mejor censo tomado durante esos años es el de
1844; ese censo muestra que un poco menos del 2 por ciento de la población era
legalmente esclava.
En 1837-1838 el famoso geógrafo venezolano Agustín Codazzi calculó que los
esclavos representaban un poco más del 5 por ciento de la población. 2 Si tomamos


.- Tomado de : Decadencia y abolición de la esclavitud en Venezuela, 1820-1854. Caracas : Universidad Central de
Venezuela, 1974, pp. 159-174.
1
.-Un ind ic io de la s d if icu ltad e s en con trad a s por los comp ila dor es of ic ia le s d el c enso pued e
h a l lar s e en l a s er i e d e c ar t as c i r cu l ar es e n v iad as a l o s e mp l e ad o s loc a le s p id i én d o l es
i n f o r ma c i o n e s. Ga ce la d e Ven ezu e la, Nº 153, 14 de d iciembr e d e 1833; N º 1 .084, 7 d e octubre d e
1852 ; N º 1.091, 5 d e diciemb re de 1852 .
2
.- S in e mb argo, la s cifra s qu e Cod az z i d a d e los e sc lavo s er an prob ab le me n te ex ag erad a s, pue s to
qu e in cluía a los ma numiso s y a los h ijos de esclavos nacido s libr es. V éase Codazzi, O bra s, I.
109

a 1844 como un año base y echamos hacia atrás usando las detalladas cifras de
nacimientos y muertes recogidas por el gobierno, veremos que a comienzos de la
independencia de Venezuela en 1830, los esclavos negros totalizaban solamente un
poco más del 5 por ciento de la población. Ahora bien, según la información pre-
cedente, parece que en la primera parte de nuestro período, desde 1821 a 1844, los
esclavos negros totalizaban más del 6 o el 7 por ciento cuando mucho, y
probablemente totalizaban alrededor del 5, 4,o el 3 por ciento durante la mayoría de
esos años. Además, sería bastante razonable suponer que los esclavos, por estar al
servicio de personas pudientes, eran tomados más en cuenta en las diversas
operaciones de los censos que las legiones de peones legalmente libres pero sin
residencia permanente o empleo fijo. 3
Para el otro período, de 1844 a 1854, las cifras de nacimientos y muertes son un
poco más completas, y la liquidación de la esclavitud en 1854 necesitó
informaciones más exactas para realizar los pagos. De estas informaciones se
desprende que el porcentaje de la población total que representaban los esclavos,
había bajado casi al 1 por ciento en la época de la abolición. 4

Pero estas cifras sólo dicen una parte de la historia. Mientras tres provincias
tenían concentraciones de esclavos casi al mismo nivel que el promedio nacional,
cuatro provincias tenían porcentajes más altos, y seis los tenían más bajos. Quizá
una mejor manera de expresar esas diferencias sea la de señalar que cuatro pro-
vincias con una concentración de esclavos más alta que el promedio nacional
tenían alrededor del 58 por ciento de la población y el 77 por ciento de los
esclavos, mientras que las seis provincias con concentraciones de esclavos por
debajo del promedio nacional tenían el 25 por ciento de la población y 10 por
ciento de los esclavos. Sin embargo, antes de atribuirle demasiada significación a
esas desigualdades, recordemos que ninguna provincia tenía esclavos en una
proporción de más del 3 por ciento de su población. Naturalmente, no sorprende
encontrar las concentraciones más altas de esclavos en las provincias con la

3
.-Ad e má s , c o mo prop ie dad , lo s esc lavo s er an má s co mp le ta me n te ins cr ito s an te la s au tor ida de s
lo cales, pues se n e cesitaba una pru eba d e propiedad p ar a r e a liz ar tod a tr ans ac c ión con lo s
e s c lavo s.
4
.- En el Apénd ice 1 se encu en tr an unos Cu adro s y una descr ip c ión d e la s fuen te s u sad as para
r ecop i l ar e st a s e s tad í s t ic a s.
110

agricultura más desarrollada: Barquisimeto, Carabobo, Caracas y Coro. 5


Además de analizar las informaciones que hemos dado más arriba, sería
conveniente darle sentido al confuso conjunto de datos conocidos como padrones de
esclavos. Hechos a nivel cantonal por orden del gobierno federal, primero a
comienzos de los años 30, y luego a comienzos de los años 50, esas listas de
esclavos debían aportarle al gobierno las informaciones estadísticas exactas que
necesitaba para formular medidas efectivas en el terreno de la esclavitud. Aunque
los que tomaban el censo debían incluir informaciones tales como el nombre del
esclavo, su dueño, su edad, su ocupación y su conducta, pocos oficiales locales
tenían suficiente energía o ambición como para cumplir con su deber totalmente. En
realidad, el Ministerio del Interior encontró extremadamente difícil lograr algunas
informaciones. Sin embargo, a pesar de esos problemas, una buena muestra de listas
de esclavos fue recogida y ha sobrevivido los estragos de la guerra civil. y otros
desastres naturales.

Para la década de 1830 hay informaciones útiles sobre siete provincias que
representan alrededor de la octava parte del total de la población esclava. Aunque
la muestra es más bien pequeña, tiene la ventaja de incluir a dos de las provincias
con el más alto porcentaje de esclavos y algunas con el porcentaje más bajo. Si se
toma ese grupo como un todo, encontramos que el número promedio de esclavos por
dueño es justo un poco mayor del dos y medio. Sin embargo, si separamos a los que
poseían diez o más esclavos, nos encontramos con que el promedio es justo un poco
más de veinte esclavos por dueño, mientras que los que poseían menos de diez es-
clavos tienen un promedio de 2 y un cuarto por dueño. Ahora bien, considerándolo
desde otro ángulo, los poseedores de más de diez esclavos (alrededor del 2 por
ciento de los dueños de esclavos) controlaban el 15 por ciento de los esclavos.
Estas cifras muestran, naturalmente que al menos para las provincias examinadas, el
dueño de esclavos medio poseía solamente de dos a tres esclavos, y que los grandes
dueños eran relativamente pocos. 6

5
.- Por otra parte, existen algunas pruebas que muestran que cierto número de ciudades pequeñas, diseminadas por todas
las zonas agrícolas, tenían una población formada por un 50 por ciento de esclavos. Véase los resultados del censo en el
Archivo Arquidiocesano de Caracas, sección parroquias, donde se encuentran resultados de censos pertenecientes a los
años 1780-1830, provenientes de 250 parroquias al menos.
6
.- Casos excepcionales, tales como la famosa hacienda de Chuao, lo constituyen las instituciones que poseían 100 o 200
111

Desgraciadamente para la simetría de nuestra exposición, lo anterior contiene


una falla evidente: la provincia de Caracas no está incluida. Como lo veremos,
Caracas no solamente tenía el mayor número de esclavos sino también el más alto
número de esclavos por dueño. Afortunadamente, la lista de esclavos de 1850
incluye a la provincia de Caracas. Además, aunque la lista de 1850 no está
completa, duplica el número de provincias incluidas en la lista de 1830,
permitiendo así una comparación de modelos de propiedad a través de los años.

De acuerdo con los datos de 1850 encontramos que el promedio de esclavos por
dueño era justo menos de cuatro. Además, los dueños de diez o más esclavos tenían
un promedio de menos de veinte esclavos cada uno, mientras que los que tenían
menos de diez esclavos tenían un promedio de alrededor de dos y medio cada uno.
En otras palabras, en 1850 los dueños de más de diez esclavos (alrededor del 9 por
ciento de los dueños de esclavos) controlaban el 43 por ciento de los esclavos. Los
promedios de 1850 no son muy diferentes de los de 1830, pero el número de dueños
de más de diez esclavos, así como también el porcentaje de todos los esclavos con-
trolados por esos individuos, es bastante mayor. Esto, naturalmente, es el resultado
de poner a Caracas en el platillo de la balanza. Esta provincia tenía los dueños que
poseían el mayor número de esclavos por persona. En realidad, el promedio de
esclavos por dueño en la sola provincia de Caracas era de más de siete. 7
Las características de la esclavitud en Venezuela que pueden vislumbrarse en
este laberinto de estadísticas, porcentajes y comparaciones numéricas, son impor-
tantes. La primera y más importante característica es el número relativamente bajo
de esclavos en la población total. Partiendo del 4 o el 5 por ciento de la población
en los primeros años de la independencia, los esclavos negros llegaron a ser el 1 o 2
por ciento de la población durante la década crítica de 1840. Una sociedad con este
pequeño porcentaje de esclavos apenas puede ser caracterizada por esa institución y

esclavos, pero eran relativamente pocos. Véase Arcila Farías, y otros, La Obra Pía de Chuao, passim.
7
.-El alza del p ro med io de esclavo s po r dueño en 1850 no so lamen te se d eb e a la ma yor
c onc en tr ac ión d e es c lavo s en la prov in c ia d e Ca racas. Puesto qu e un gr an nú me ro d e du eños ten ía
solame n te uno o dos esclavos en 1830, par a-1850 mucho s d e ello s h abían d ejado de ser dueños de
esclavo s porqu e su prop iedad hab ía d ejado de ex istir en esos año s. Ese proceso h abr ía tend ido a
r educir el nú me ro de los du eños de poco s esclavo s y a au m e n tar e l p o r c en t aje d e es c l av o s p o se í -
do por los gr andes propietar io s.
112

de ningún modo depender de ella para sobrevivir. Además, la proporción de la po-


blación que poseía esclavos tiene que haber sido más pequeña, puesto que cada
dueño tenía de dos a cuatro esclavos. Aun suponiendo la proporción de uno a uno
entre los dueños y los esclavos, el mayor porcentaje posible, solamente alrededor
del 4 por ciento de la población tenía algún interés directo en la esclavitud en nues-
tro año base de 1844, y para el tiempo de la abolición en 1854 solamente alrededor
del 2 por ciento de la población podía ser afectado directamente por la medida.
Naturalmente, hasta estos cálculos son demasiado altos puesto que la mayoría de
los dueños poseían más de un esclavo.

La insignificancia numérica del grupo directamente relacionado con la


esclavitud se encuentra temperada en cierto modo por el hecho de que los dueños de
esclavos eran todos personas con propiedades, a menudo con muchas propiedades, y
por lo general pertenecían a la oligarquía gubernamental, financiera o agrícola. Una
mirada a la lista de dueños de más de diez esclavos revela nombres prominentes
como Monagas, Sotillo, Arismendi, Lecuna, Ward, Macero, Herrera, Monjas
Dominicanas, Manrique, Palacios, Mijares, Alderson y Echandía. Con personas
como esas, financieramente interesadas en el futuro de la esclavitud, no es
sorprendente que la Venezuela que alardeaba de liberal tomase tan poco interés en
libertar a los esclavos.

Antes de pasar a los aspectos no estadísticos de los esclavos en la sociedad,


tenemos que considerar otro tema estadístico como lo hemos dicho más arriba, la
esclavitud en Venezuela estaba condenada a morir debido a las leyes sobre el
nacimiento libre de 1821 y de 1830. Puesto que después de 1821 ya no podía haber
nacido ningún esclavo; para 1833, no podía haber esclavos menores de once años;
en 1844, ninguno podía tener menos de veintidós años; y para 1853, no podía haber
ninguno menor de treinta y uno. Los esclavos eran viejos a los cuarenta y pocos
vivían más de cincuenta o cincuenta y cinco años. Después de los cuarenta y cinco
años, un esclavo no podía trabajar todo el día. Si tomamos los cincuenta años como
la edad en que el esclavo dejaba de valer la pena de ser conservado por su dueño,
resulta claro que la esclavitud era una institución que no hubiera pasado de la
década de 1860. Este es, naturalmente, el último límite para la existencia del
sistema. Lo más probable es que la esclavitud habría sido insostenible a fines de la
113

década de 1850, porque el peso de mantener a los esclavos viejos que no producían
nada eliminaba las ganancias obtenidas por los esclavos jóvenes.

Una prueba de esta situación es el índice de edades sacado de las listas de


esclavos usadas más arriba. Aunque la muestra no es tan amplia como quisiéramos,
el índice de edades no parece estar sujeto a las dificultades geográficas que
complican las proporciones dueños-esclavos. Aunque los trabajadores del campo
tenían probablemente una vida más corta que los que trabajaban en labores
domésticas, la muestra incluye una buena representación de las ocupaciones de los
esclavos. En 1833-1835, cuando no debía haber ningún esclavo menor de once o
trece años, cerca de la cuarta parte de la población esclava era menor de veinte
años; un poco más de la mitad tenía entre veinte y treinta y nueve años, y el resto
tenía cuarenta años o más. Cerca de veinte años más tarde, justo antes de la
abolición, más de la mitad de lo que quedaba de la población esclava tenía más de
cuarenta años. Este cálculo es corroborado todavía más por el hecho de que en
1854, cuando la esclavitud fue finalmente abolida, el promedio de edad de los
hombres recién libertados era de alrededor de cuarenta y cinco años. 8

Su posición en la sociedad

Con una idea clara de las características numéricas de la población esclava de


Venezuela, es posible imaginar el puesto y la personalidad del negro esclavo.
Puesto que los esclavos constituían una parte tan pequeña de la población, rara vez
aparecían en la prensa a no ser en forma de avisos de un tipo o de otro. Como casi
toda la élite venezolana estaba de acuerdo en la cuestión de la esclavitud, no había
mucha necesidad de hablar de problemas como los males de la servidumbre o los
beneficios de la abolición. Y puesto que todos estaban de acuerdo con que la
esclavitud en principio era una cosa mala que debía ser abolida en el futuro, un
abolicionista habría tenido mucha dificultad para despertar entusiasmo. En realidad,

8
.- E s te cá lc u lo e s tá sac ado d e lo s pr ec io s prome d io asignados a lo s esclavos en un cen so h echo
d e todo s los esclavo s lib erado s por la le y d e 1854. In t. y Ju st., 1856, Exposición que d irige a l
Congreso de Ven ezu ela en 1856 el secretario del In te rio r y Ju sticia, C ar ac a s, I mp r ent a y
Litog raf ía Re pub licana d e Fed er ico Madr iz, 1856, pp. 48-51.
114

Venezuela se consideraba oficialmente abolicionista porque había aprobado una ley


de nacimiento libre que, a su debido momento, produciría la abolición total
mediante la muerte como agente.
Mientras los esclavos esperaban que la muerte los liberase tenían que trabajar
duro para sus dueños, teniendo siempre en mente que si vivían lo suficiente y con
suficiente honradez, el sistema de manumisión les podría dar la libertad. Aunque
los dueños de esclavos nunca se cansaban de alabar la liberalidad de su sistema
cuando se los comparaba con el de Norteamérica o con los campesinos libres de
Europa, 9 esto no convencía totalmente a los esclavos. Hasta los dueños se asom-
braban de los sacrificios que un esclavo estaba dispuesto a hacer para reunir el
dinero necesario para darle la libertad a su mujer para que sus hijos nacieran libres
de toda servidumbre. 1 0
Antes de que la libertad llegase, naturalmente, los esclavos tenían que trabajar en todo lo que
sus dueños quisieran. Aunque las informaciones disponibles no son lo suficientemente buenas como
para permitir una división estadística de los diferentes tipos de trabajos realizados por los esclavos,
es posible dividir los esclavos en cuatro grupos ocupacionales: labradores, artesanos, domésticos y
cimarrones. Naturalmente, la ocupación tradicional de los esclavos era la de trabajar en los campos
de cacao, de café o de caña de azúcar. Sin embargo, para la época del censo de 1830, los labradores
se estaban convirtiendo en una minoría entre los esclavos. Se diría que el trabajo de desmontar y de
cosechar había pasado a los peones alquilados. Además, a medida que el siglo avanzó, esa tendencia
se convirtió en tradición establecida, pues un número cada vez menor de haciendas tenían suficientes
esclavos para realizar esas tareas. El auge del café, con su expansión hacia nuevas tierras, intensificó
ese cambio a medida que la población esclava disminuía o envejecía y no podía trabajar mucho.

Es muy probable que ese proceso explique la alta concentración de domésticos


entre los esclavos. La mayoría de los dueños de uno, dos o tres esclavos prefería
evidentemente mantenerlos ocupados en trabajos caseros a enviarlos a trabajar en
los campos. Raros eran los dueños de menos de cuatro esclavos que los destinaban
a otras ocupaciones que no fueran las de la casa. Algunos dueños tenían el

9
.- El Cor reo d e Car acas, N ° 17, 30 de abr il d e 1839 ( Fer mín Toro : Eu rop a y A mé r ic a ) ; E l
Ob serv ador Caraqu eño, N° 4, 22 de enero de 1824 ; D iar io de Av iso s, N° 101, 17 de ma yo de
1850
10
.- El Observador Ca raqu eño, N ° 4, 22 d e enero d e 1824 .
115

privilegio de tener un esclavo artesano, por lo general zapatero o carpintero, quizá


estibador o marinero, que probablemente le entregaba a su dueño todo su sueldo o
parte de él. Pero como la mayoría de los dueños tenían tres o cuatro esclavos, no es
sorprendente que los trabajos domésticos hayan sido su ocupación favorita.
Naturalmente, había muchas clases de domésticos. Algunos. lavaban, otros
planchaban. Algunos cocinaban, otros hacían la limpieza de la casa. Unos pocos
parece que no, tenían deberes fijos en absoluto. 1 1
Aunque el servicio doméstico y el trabajo en los campos absorbían casi todas las energías de
los esclavos, un grupo bastante grande se decidía por la vida de fugitivo. El número exacto de
cimarrones es imposible de determinar y lo mas probable es que variara según el clima político y
económico, pero en un país tan poco poblado como Venezuela, con escarpadas montañas que
atravesaban las regiones de más altas concentraciones de esclavos, no resulta sorprendente que fuera
fácil irse a las montañas y que se sintiera la atracción de hacerlo.
Evidentemente, la supervisión de esclavos no era tan rigurosa como los
dueños y los mayordomos lo habrían querido, pues los esclavos desaparecían con
bastante facilidad para irse a las montañas vecinas. No obstante, la vida de un
fugitivo no puede haber sido muy divertida, aunque fuera mejor que la esclavitud.
La supervivencia estaba asegurada generalmente con la agricultura de
subsistencia. Para ganar algo más, se hacían pasar por peones libres y trabajaban
durante el día en las haciendas o, más frecuentemente, en las minas de Aroa. 1 2 Gran
parte de todo esto había que hacerlo en connivencia con los propietarios, los cuales
tenían gran necesidad de trabajadores. En todo caso, los fugitivos se las arreglaban
para lograr una existencia pasable al margen de la sociedad, juntándose a menudo
con otros tipos fuera de la ley para formar bandas de bandidos o comunidades. Los
cimarrones, por lo general, se agrupaban por medidas de seguridad y de defensa. 1 3

11
.- Indicios de esta corriente, además de las citadas en el capítulo sobre economía, pueden encontrarse en las listas de
esclavos que incluyen las ocupaciones.
12
.- Los relatos de cimarrones abundan. Véase, por ejemplo, Caracas, 1833, Memoria, pp. 18-20; Memorias de la
Sociedad de Amigos del País, N° 23, 15 de noviembre de 1834 en Sociedad Económica de Amigos del País, II 345-356;
AGN, Int. y Just., CXVII (1835), 304-308 (lista y descripción de esclavos prófugos, catorce hombres y siete mujeres
además de algunos niños). Relatos de cimarrones que trabajaban como hombres libres pueden verse en AGN, Int. y Just.,
CLXVI (1837), 93-94 (Carta de un dueño de esclavos acerca de los cimarrones en las Minas de Aroa); CLXIX (1838),
154-159 (Carta oficial de Ocumare de la Costa sobre los cimarrones en Aroa); y CLXXVI (1838), 47-56.
13
.- Además de las fuentes citadas en la nota 13, véase AGN, Int. y Just., LVI (1832), 24-29 (Novedades con algunos
esclavos); CVIII (1835), 365-369 (Persecución de malhechores y esclavos prófugos en Caucagua); CL VIII (1837), 367
(Lista de esclavos prófugos); CLXXXII (1838), 215-275 (Amotinados en Puerto Cabello); y Carabobo, 1845, Memoria,
116

Muchos de los esclavos mejor situados encontraron que era muy fácil escaparse a
Trinidad, donde eran protegidos por el gobierno británico, cosa que causaba la
indignación del gobierno venezolano que se creía muy justo. 1 4
La caza de esclavos era una operación más bien peligrosa. Todos los oficiales
de policía del país estaban autorizados a capturar a los cimarrones, y tenían el de-
ber de hacerlo, pero eran tan extremadamente inefectivos en esto como en todos sus
otros deberes. También los ciudadanos tenían poderes legales para capturar a todo
fugitivo que encontraran. Pero los cazadores de esclavos tenían tan poco estímulo,
que algunos dueños de esclavos empleaban a peones hambrientos para capturar
fugitivos en sus horas libres, trabajo que tenía fama de ser peligroso y
desagradable. 1 5 De cuando en cuando, una comunidad de cimarrones, o rochela, se
volvía tan grande y sus miembros tan osados que amenazaban a las comunidades
vecinas o por lo menos hacían que la gente respetable temiese por sus propiedades
y su vida. Cuando esto ocurría, los aterrorizados ciudadanos enviaban cartas
pidiendo ayuda al gobierno local, provincial y nacional. Se formaba una
expedición, se distribuían armas, y los defensores de la sociedad salían a
enfrentarse con lo que amenazaba a su seguridad. Con frecuencia la expedición no
encontraba a nadie; algunas veces se atrapaba a unos pocos individuos, y muy rara
vez se encontraba cierta resistencia. En todo caso, la rochela era destruida y los
cimarrones eran capturados o dispersados. 1 6

No hay manera de ni siquiera imaginar cuántos cimarrones fueron capturados.


Pero muchos han debido ser capturados, pues de otro modo sus dueños no habrían
seguido gastando su dinero en anuncios con las descripciones de sus esclavos
prófugos. No obstante, a través de todo ese período, los esclavos continuaron
huyendo de la servidumbre y prefiriendo la vida precaria de la rochela a la
seguridad de la cabaña de esclavos.

p. 2.
14
.- AG N, In t. y Just., CCLVI I (1842), 322-335 (I mp ida que lo s esclavos se fuguen p ara la is la d e
15
.- Caracas, 1832, Proyecto de reglamento general de policía, Caracas, Valentín Espina!. 1832; Caracas, 1833, Memoria,
pp. 18-20; Caracas, 1839, Ordenanzas, resoluciones y acuerdos de la Diputación Provincial de Caracas en sus reuniones
ordinarias de 1838 y 1839, Edición oficial, Caracas, George Córser, 1839, p. 60; El Liberal, N" 665, 21 de agosto de
1847 (Sobre la necesidad de medidas policiales contra los esclavos); AGN, Jnt. y Just., CCCXVJ (1849),83-101 (Denun-
cia sobre conspiración de clases).
16
.- Re la tos d e e s as expe d ic ion es pu eden en con tr ars e en lo s s igu ien tes exp ed ien te s : AG N, Jnt. y
Just., LV I (1832), 24-29 ; CVII I (1835), 365-369 ; CLXXVI (1838), 47-56.
117

Sin embargo, a pesar de la futilidad de la existencia esclava, pocos esclavos se


decidían por la rebelión violenta. Desde el final de la independencia hasta la
abolición no se encuentra registrada ninguna rebelión de esclavos organizada en
gran escala. 1 7 Esto no quiere decir que los esclavos fuesen siempre pacíficos ni que
nunca tomaron las armas por la libertad. Lo que es significativo, sin embargo, es
que la población esclava nunca encontró el liderato ni la ocasión para organizar un
esfuerzo importante por la libertad. Había cierto número de condiciones que hacían
que las rebeliones de esclavos fuesen una proposición más bien desprovista de
atractivos. Primero que todo, los esclavos eran una minoría. Además, estaban
diseminados en un área geográfica bastante grande. Los problemas de la organiza-
ción y de la comunicación que plantearían un levantamiento masivo eran casi
insuperables. 1 8 En tercer lugar, la facilidad con la cual los esclavos podían
escaparse a las montañas era una válvula de escape para los esclavos más
ambiciosos y más valientes que han podido constituir precisamente el liderato
necesario. Además, toda una generación de esos líderes había adquirido su libertad
luchando en los ejércitos de la independencia. Naturalmente, había casos aislados
de violencia de parte de los esclavos dirigida contra amos brutales o capataces
despóticos, pero ninguno de esos incidentes parece haber encendido una reacción
más amplia. 1 9

Pero quizá lo que más disuadía a los esclavos de toda violencia era la violencia
periódica desatada por los amos. Las guerras de la independencia establecieron en
el país la costumbre de admitir a los esclavos negros en las batallas políticas de sus
amos. Aunque nadie quería reconocer la complicidad de reclutar esclavos con el
propósito de derrocar al gobierno, tanto los liberales como los conservadores
cayeron en esa práctica muchas veces. Durante la corta rebelión de 1835 corrieron
rumores de alzamientos de esclavos negros, pero nada resultó de eso,

17
.- Esto no qu iere d ecir que los esclavos no p ar ticiparon nun ca en r ebeliones v io len ta s, sino qu e
las r eb e liones e n l a s q u e t o ma r o n p a r te l o s e s c lavos s ie mpre e s taban org an iz ad as y d ir ig id a s por
p erson as que no er an esclavo s qu e le s o frecían la lib er tad para poder así logr ar reun ir tropas.
18
.- Una idea del problema de la comunicación puede verse en el expediente sobre unos disturbios de los esclavos que se
pensaba tenían ramificaciones en otras partes, AGN, Int. y Just., CD (1849), 122.154.
19
.- Para un ejemplo de un pequeño altercado, exagerado más allá de toda proporción por nerviosos empleados
gubernamentales, véase AGN, Int. y Just., CCCXCI (1848), 347-369.
118

probablemente debido a la corta duración de la rebelión. 2 0 Sin embargo, la crisis de


1842 se prolongó y la oligarquía conservadora en el poder se negó a ayudar (como
la élite liberal pensó que lo haría), y, en la víspera de las claramente fraudulentas
elecciones de 1846, la rebelión estalló. Los aterrados oligarcas conservadores
pronunciaron largas e hipócritas censuras del tácito apoyo a la libertad de los
esclavos que los liberales concedían a los que se unieran a la rebelión. Aunque
relativamente pocas atrocidades se les podía atribuir a los esclavos que buscaban su
libertad, el gobierno, profundamente estremecido, acusó a sus opositores de ser
extraordinariamente irresponsables e inmorales al desatar uña guerra racista. 2 1
Hasta cierto punto toda esa indignación sonaba a hueco, especialmente
cuando vemos a los conservadores expulsados incitando rebeliones de esclavos a
fines de los años 40 y comienzos de los 50. 2 2 Es casi imposible calcular la
influencia y la magnitud de la participación esclava en esos alzamientos, pero no
hay duda de que sí participaron y en un número suficiente como para asustar
seriamente a todos los oligarcas interesados.

La élite liberal no tenía menos temor a las rebeliones de los esclavos que sus
enemigos conservadores. Los informes del Ministerio del Interior sobre la eficacia
del sistema de manumisión no deja dudas de los temores de la dinastía de los
Monagas. Creían que la manumisión debía apresurarse a darles la libertad a

20
.- AG N, In t. y Just., CLII (1836), 1-7 ; CXXXVIII (1836),
251-276 ; y W ilI iamson , Ca raca s D ia ry, p. 72 .
21
.- Las infor maciones sobre la par tic ip ación d e los esclavos en la r evo lución d e 1846 están
d is e min ad as e n la p ren sa. V éa se , po r eje mplo, El Repub licano, Nº 6, 27 de jun io de 1844
(D iabó lica inv ención) ; E l Cen tine la de la Pa tria,' N º 8, 9 d e d iciembre d e 1846 (Ed ito r ial sobr e
e l g u z ma n c is mo ) ; D ia r io d e la Ta rd e, N º 60, 6 d e agosto d e 1846 ( J. V. González, Car ta X a A.
L. Guzmán); E l L ib e ra l, N° 615 , 12 d e sep tiembr e d e 1846 ( E l gu zmancismo en la pr áctica) ;
Nº 615, 12 de septiembre de 1846 (Crónica interior: facciosos); Nº 617, 26 de septiembre de 1846 (Editorial); Nº 622, 24
de octubre de 1846 (Descripción de un ataque a la hacienda de Angel Quintero); Nº 624, 7 de noviembre de 1846
(Facción de Charallave); El Centinela de la Patria, Nº 8, 9 de diciembre de 1846 (Breve juicio). Véase también PRO, FO
80/40, 20-26 (B. H. Wilson, Caracas, 19 de setiembre de 1846); U. S. State, Diplomatic, Venezuela, Nº 79, III (Benjamin
G. Shields, Caracas, 30 de setiembre de 1846).
22
.- Las infor maciones sobre la par tic ip ación d e los esclavos en la r evo lución d e 1846 están
d is e min ad as e n la p ren sa. V éa se , po r eje mplo, El Repub licano, Nº 6, 27 de jun io de 1844
(D iabó lica inv ención) ; E l Cen tine la de la Pa tria,' N º 8, 9 d e d iciembre d e 1846 (Ed ito r ial sobr e
e l g u z ma n c is mo ) ; D ia r io d e la Ta rd e, N º 60, 6 d e agosto d e 1846 ( J. V. González, Car ta X a A.
L. Guzmán); E l L ib e ra l, N° 615 , 12 d e sep tiembr e d e 1846 ( E l gu zmancismo en la pr áctica) ;
Nº 615, 12 de septiembre de 1846 (Crónica interior: facciosos); Nº 617, 26 de septiembre de 1846 (Editorial); Nº 622, 24
de octubre de 1846 (Descripción de un ataque a la hacienda de Angel Quintero); Nº 624, 7 de noviembre de 1846
(Facción de Charallave); El Centinela de la Patria, Nº 8, 9 de diciembre de 1846 (Breve juicio). Véase también PRO, FO
80/40, 20-26 (B. H. Wilson, Caracas, 19 de setiembre de 1846); U. S. State, Diplomatic, Venezuela, Nº 79, III (Benjamin
G. Shields, Caracas, 30 de septiembre de 1846).
119

suficientes esclavos como para que los demás tuviesen ese estímulo. De otro modo,
las consecuencias serían terribles. 2 3 Además, los funcionarios se ponían
extremadamente nerviosos con las conspiraciones de los esclavos. Cualquier rumor
era suficiente para enviar tropas a dominar alzamientos imaginarios. Los
conservadores exiliados explotaban ese nerviosismo propagando rumores falsos. 2 4
Basándonos en las informaciones disponibles, podemos sacar la conclusión de que los
esclavos negros venezolanos no tenían inclinaciones hacia la rebeldía por su cuenta. La mayoría de
los esclavos optaba por la resistencia pasiva o la fuga. Por otra parte, la libertad era una meta tan
valiosa que muchos esclavos estaban dispuestos a convertirse en carne de cañón en las guerras
civiles de sus amos con la esperanza, frecuentemente vana, de liberación. Sin embargo, es bastante
irónico el hecho de que fue precisamente la capacidad de trastornos en potencia, verdadera o
imaginada, lo que finalmente les aportó la libertad.

23
.- El Repub licano, Nº 252 , 7 d e nov iemb r e d e 1849 ( Car ta cir cular a lo s gobern adore s
p id iéndo le s hacer pr esión en f avor de la abolic ión). Nad a pu ede ser má s exp lícito sobre este
pun to que la s r azon es qu e ten ía el Minister io d e l In ter ior p ara qu e la ma n u misión fuera efectiv a:
« ... h aciendo efectiva la ma nu misión d e los esclavo s, asegur ando las n a turales esp er an zas d e
é s to s, a cer ca n d o e l d í a d e l a e ma n cip ac ió n d e todo s y r e spetando el der echo de prop iedad de sus
du eños, qued ará destru ido un pod ero so elemen to d e ag itación, d e zo zobr a y d e d isgu sto , d e qu e
se hace u so cu ando así conv iene a lo s p artidos po líticos con no tab le p erju icio del ord en, de la
tr anqu ilidad y de la d ich a d e la p atr ia », In t. y Just., Memor ia , pp. 19-20.
24
.- Además d e los documen tos citado s en la nota 24, véase A G N, Int. y Just., CD (1849), 122.1504
( Se d enun cia un a r evo lu ción) ; CDLX XII (1852), 344-347 ( Esclavo s trastorn ando el ord en).
120

La abolicion de la esclavitud en Venezuela

*
José Santiago Rodríguez

Cuando José María Luyando, el diputado por la Provincia de Caracas, decía


en el Congreso de 1854, al que le correspondió la gloria de someter al ejecútese
del entonces Presidente de la República, José Gregorio Monagas, el Decreto que
hacía cesar la esclavitud en Venezuela: ''Va a completarse la obra, y vamos por
fin a sellar el pensamiento que estaba en el corazón de casi todos los
venezolanos, desde mucho tiempo atrás", expresaba con rigurosa exactitud una
verdad histórica indiscutible. En efecto, la abolición de la esclavitud estaba en
la entraña del movimiento emancipador, el cual, por lo mismo que debía
solicitar el concurso de todas las clases sociales para poder ser arrollador, como
lo fue, tenía que ser por esencia igualitario y democrático. La esclavitud había
echado sus raíces en América debido a tantos factores conocidos y analizados,
que sería prolijo pasarlos en revista para repetirlos ahora. Baste decir, para
valernos de las elocuentes expresiones de nuestro gran Fermín Toro, que se
trataba de una plaga que había azotado la humanidad entera "como la lepra
judaica, con úlceras que no se curan, con dolores que no se aplacan".
Vistas las cosas en su fondo, pasaba como una práctica que debía tolerarse y
protegerse, por ser una de las tantas instituciones que por estar en el ambiente
del orden de cosas que imperaba, tenía necesariamente que reflejarla el Derecho
de aquellos tiempos. Del propio modo que cuando la luz de una nueva
orientación penetró en aquella tiniebla y cambió el ambiente social, la que
había sido institución tenida por justa pasó a ser anatematizada y abominable, y
el nuevo Derecho, en vez de protegerla, la execró.
Por fortuna para los esclavos que fueron traídos a la América hispana no
fue en general tan dura su condición, como solía serlo en otros países del

*
.- Tomado de: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo XX, octubre-diciembre de 1937, N. 80, pp. 393-
408.
121

globo. Es verdad que en los orígenes de la conquista, una verdadera aberración,


que llegó hasta cegar a muchos de los teólogos de entonces, había puesto al
indio fuera de la cristiandad, y cuando a aquél lo reemplazó el negro esclavo, al
que el derecho le negaba personalidad jurídica, su condición tuvo que ser por
fuerza fundamentalmente miserable. Pero es preciso tener en cuenta que por
más que ambos conceptos en el fondo hubiesen seguido predominando por
mucho tiempo, una corriente humanitaria y rectificadora había ido encauzando
las cosas por otros rumbos; y al indio se le reconoció que tenía alma y al
evolucionar el derecho hispano colonial, le fue haciendo objeto de toda una
legislación protectora 1 .
De lo que resultó naturalmente que todos estos cambios y progresos
jurídicos se fueron reflejando, a su vez, al principio poco, después mucho más,
sobre la desvalida suerte del esclavo. Por esto un distinguido escritor
venezolano 2 , que hizo del tema de la esclavitud y su abolición en nuestro suelo
un estudio que mereció ser laureado en un certamen promovido justamente con
ocasión del Centenario del ya citado Presidente Monagas, consagra un especial
capitulo de su trabajo, a la minoración de la esclavitud en las colonias
españolas, para concluir que en Venezuela, especialmente habían sido
observadas con laudable solicitud y esmero, las ordenanzas que el Emperador
Carlos V había dictado en 1542, y la célebre Real Cédula de 1789, que tanto
favorecía a los esclavos en punto a enseñanza cristiana, reglamentaba su
trabajo, que no debía resultar excesivo, y proveía a los alimentos, vestidos y
viviendas que debían dárseles. 3 De lo que resultó que el esclavo, en concepto
del citado escritor, vino a hallarse, gradualmente, en la mayoría de las
haciendas, como siervo de la gleba, más bien, y luego entre las familias, casi,
como él también lo sostiene, en la condición de doméstico de lo más afecto a
sus señores. 4

1
.- Véanse: la excelente obra de Ricardo Levene "Introducción a la Historia del Derecho Indiano”; y Recopilación
de Leyes de los Reynos de Las Indias”
2
.- J :. M. Núñ ez Pon te : “ Es tud io h is tó r ico a c er ca d e la E sc lav itud y d e su abo lic ión en
V en e zu e la ”.
3
.- D epons, sin emb argo, en su in teresan te libro: "Viaj e a la p ar te or ien tal d e Tierr a Fir me",
asien ta qu e la citad a Real Cédu la d e 31 de ma yo de 1789, qu edó ab so lu tame n te sin
e j e cu ción .
4
.- El doctor P. M. Arcaya, en un erud ito trab ajo qu e presen tó con mo tivo d e su recep c ión en
122

Esta peculiar situación que tenía ya el siervo en Venezuela cuando estalló


el movimiento emancipador hizo que este movimiento, naturalmente,
precipitase el proceso de su emancipación, por lo mismo que como antes fue
notado, llevaba en su seno lo que es propiamente característico de la
democracia en nuestra América, diferente, por cierto, de la europea: la
igualdad, la nivelación. 5 Por esto, al iniciarse el movimiento emancipador en
Venezuela y aparecer su primer brote autonomista, a raíz del trascendental
acontecimiento del 19 de abril de 1810, la Junta Suprema de Gobierno, que
asume el mando, lo primero que hace es justamente proscribir el tráfico de
esclavos. Y cuando entra más tarde en acción la más descollante de las figuras
a quienes tocará impulsar y llevar hasta su vértice heroico aquel movimiento,
en Simón Bolívar, la misma idea, en su pleno desarrollo ya, es algo más que
uno de los tantos capítulos del programa de la revolución, para, convertirse en
uno de los más destacados atributos de su gloria, como Libertador de Pueblos.
Por ello cuando la célebre primera expedición, de Los Cayos, en que
parecía que lo que debía absorber su pensamiento en aquellos momentos era
sólo la suerte de las armas, le habla a Petión de los decretos que se proponía
dictar a su llegada a Venezuela acerca de la libertad de los esclavos, y, cortos
meses más tarde, se dirige al general Marion, gobernador de aquel
departamento, para participarle con alborozo que ya lo había hecho; y cuando
en esos mismos días le escribe al general Arismendi acerca de los sucesos que
siguieron relacionados con la expedición de Ocumare, le dice en el mismo tono:
"Proclamé la libertad general de los esclavos". 6
De allí en adelante va acentuándose todavía más en su espíritu la necesidad de
aquella medida, cuando la revolución pasa a ser algo que se sale de los confines
de cada una de las agrupaciones que constituirán más tarde las nuevas repúblicas
de nuestro continente y van apareciendo en ella sus rasgos genuinamente

la A cad e mia N ac ion a l d e la H is toria , co mprobó qu e en Ve ne zu e la no s ó lo tr abaja ban mu y


po co los esclavo s, sino qu e le s quedab a tiemp o d e sobr a p ara en tr egarse a propias f a enas
qu e exp lo tab an en su benef icio, por lo qu e muchos d e ello s lleg aron a poseer pecu lios d e
qu e d ispon ía n por testamen to.
5
.- Pued e v er se e l in teres an te e s tud io d e L aur eano V a llen illa L anz : “E l s en tido a me r icano d e
la D e mo cracia", a propó sito d e un no tab le ar ticu lo d e l d istingu ido escr itor uruguayo Mar io
Falcao Espalter, ap arecido en "La Pr ensa d e Buenos Aires, a pro med io s d e 1926 .
6
.- " Car tas d e l L ib er tador ", ed ición d e V icen te Lecuna. Tomo 1.
123

americanistas.
Desde luego que el interés, en cierto modo explicable, de los dueños de
esclavos, imbuidos todavía en los principios de que aquellos constituían la base
de su patrimonio del que en buena lógica no debía despojárselos sin una previa
indemnización, oponía una seria resistencia a aquel movimiento liberador. Pero
por sobre tales oposiciones y resistencias persistía la voluntad inquebrantable del
Conductor de la revolución.
Él sabía, perfectamente, y como ejemplo podría citarse su ya nombrada
carta al general Marion, que la dominación española había acentuado tanto en el
esclavo su estupidez, e impreso en él tan grande sentimiento de terror, que había
llegado hasta aniquilarle el deseo de ser libre. Pero eran tan fuertes las razones
militares y principalmente las políticas que estaban de por medio, que no podía
flaquearse en el propósito. El ejército necesitaba para triunfar de hombres
robustos y fuertes que estuviesen habituados a la inclemencia y a los peligros, y
desde este punto de vista el esclavo, en quien ambas condiciones por lo demás
estaban reunidas, debía ser elevado al rango de soldado. Pero Bolívar no se
detenía en esto solamente; y veía a ese mismo soldado, salido ya de la crisálida
de la esclavitud y por ello mismo despojado de su condición servil, abrazarse con
entusiasmo a la obra de la revolución, por estar identificada su propia causa con
la causa pública, a punto tal que el valor mismo de la muerte le resultara poco
menos que el de su vida. 7
Pero las razones políticas que formaban parte de su ideología revolucionaria,
y los motivos de humanidad que servían de acicate a las mismas, tenían en él más
imperio que las mismas apuntadas razones de orden militar. "Cada día me
confirmo más-decía una vez-en la utilidad de sacar esclavos para el servicio: el
primero que los llama es su libertador”. Pero de seguidas agregaba: "Me parece
una locura que en una revolución de libertad se pretenda mantener la esclavitud" 8 .
Y era que cuando esto escribía estaban todavía frescos aquellos refulgentes
conceptos de Montesquieu, que en esos mismos días había emitido en otra de sus

7
. - M i s ma o b r a, To mo I I : C ar ta s a l G en er a l F r an c is co d e P au l a S an t a n d er , e sc r i t a s d esd e S an
Cr is tób a l en abr il d e 1820.
8
.- Misma obr a, To mo II : Car ta al G ener a l Santander , d e sde el Ro sar io de Cúcu ta, d e 10 d e ma yo
d e l mis mo año.
124

cartas: "En los gobiernos moderados, la libertad política hace preciosa la libertad
civil, y el que está privado de esta última lo está aún de la otra; ve una sociedad
feliz, de la cual no es todavía parte; encuentra la seguridad establecida para los
demás y no para él. Nada acerca tanto a la condición de bestias como estar viendo
hombres libres y no serlo. Tales gentes son enemigos de la sociedad y su número
constituye un peligro". 9
De lo que Bolívar deducía que todo gobierno libre que cometía el absurdo -
como él decía- de mantener la esclavitud era castigado por la rebelión de los que
la soportaban y algunas veces por el exterminio, como había pasado en Haití. 1 0
Este último ejemplo había herido fuertemente su imaginación, y lo llevaba a
descubrirle el peligro a los demás pueblos de América. Tenia la convicción y no
la ocultaba, de que la avaricia de los colonos haitianos había hecho la revolución
en aquel país, porque la república francesa había decretado la libertad y los
colonos la habían rechazado y a fuerza de resistencia y de oposición se habían
irritado los partidos naturalmente enemigos. Por eso volvía él sobre lo que estaba
pasando en la América hispánica y reconocía dos hechos: el primero, que ya el
impulso estaba dado y que sólo quedaba encauzarlo bien; el segundo, que volver
atrás equivalía no sólo a debilidad sino a provocar la ruina para todos. 1 1
Por lo demás, no podía menos de fortalecer su convicción el ejemplo mismo
de lo que en Venezuela había pasado, pues aparte de la descabellada tentativa de
los esclavos de las minas de Buría, cercanas a la ciudad de Barquisimeto, en que a
promedios del siglo XVI, como es sabido, un negro llamado Miguel se había
proclamado rey y hecho reina a la negra con quien vivía, príncipe real al hijo
nacido de este contubernio y obispo a otro negro esclavo que había entrado en la
combinación: aparte de esta remota e insensata tentativa, repetimos, a la que le
puso rápidamente término, cortándole la cabeza al rey el más tarde fundador de
Caracas, Don Diego de Losada, quien se hallaba próximo al lugar de los sucesos,
en 1732 había ocurrido en una de las zonas más céntricas de la costa venezolana
un serio alzamiento de esclavos. Y más recientemente todavía, en 1795, otro que

9
.- Misma obr a, To mo II : Car ta de 20 d e abr il, al mismo G en er a l San tander, f e chad a en San
Cr is tób a l (año 1820)
10
.- Mis ma obr a, To mo II : Car ta d e 20 d e abr il a l mis mo Ge ner a l San tand er, an tes me n c ionad a.
11
.- Misma obr a, To mo II : Car ta al prop io G en er a l San tander, escr ita desd e El Rosar io d e Cúcu ta
a 30 d e ma yo d e 1820 .
125

se verificó en las Serranías de Coro, y que reveló una seria amenaza contra la
organización política de entonces porque fue visible en él la influencia que
habían ejercido en los alzados los principios que había proclamado la Revolución
francesa, por más que les hubiesen llegado en forma algo confusa, y porque el
alzamiento había estado acompañado de una serie de actos y manifestaciones
característicos de una peligrosísima revolución social. 1 2
La obra, pues, personal y política de Bolívar contra el sistema esclavista
había sido constante desde que dio la revolución sus primeros pasos: predicó la
liberación del esclavo desde los albores de la lucha, y a su prédica agregó el
ejemplo devolviéndole la libertad a los siervos que encontró formando parte de su
patrimonio. "Todos los esclavos que no eran del vínculo, que tú posees ahora -le
decía una vez desde Guayaquil a un sobrino suyo- los he dado por libres, porque
eran míos y he podido darles la libertad; así, ninguno quedará esclavo por
ninguna causa ni motivo". 1 3
Se servía de su poder militar para ofrecer esa libertad cada vez que era
menester; y cuando su poder no alcanzaba a tanto, y había que acudir al Estado,
ya organizado y triunfante, entonces llevaba hasta los Congresos su generosa y
arraigada convicción, y les pedía que trocasen sus laureles en decretos que
acordasen aquel gran beneficio. Sus palabras ante el Congreso de Angostura
habían sido grandiosas, como todas cuantas dijo ante aquella inolvidable
Asamblea. Pero cuando se alza Venezuela libre sobre el pavés de Carabobo, serán
todos los pueblos libres de la tierra los que tendrán por siempre que admirar
agradecidos estas palabras famosas: "El Congreso general, autorizado por sus
propias leyes y aún más por las de la naturaleza-le decía al Presidente del
Congreso que estaba reunido por aquel entonces en la Villa de El Rosario de
Cúcuta- puede decretar la libertad absoluta de todos los colombianos al acto de
nacer en el territorio de la República. De este modo se concilian los derechos
posesivos, los derechos políticos y los derechos naturales. Sírvase V. E. -
agregaba- elevar esta solicitud, de mi parte, al Congreso general de Colombia
para que se digne concedérmela en recompensa de la Batalla de Carabobo, ganada

12
.-V éan se: José d e Ov ie do y Baños: "H is to ria de la conqu is ta de V en ezu ela"; Jo sé G il Fortou l:
" H is tor ia Con stitu c ion al d e V en ezue la ", y do c tor P. M. Arc a ya, trab ajo an ter ior me n te c itado.
13
.- “Car ta s d e l Lib er tador ”, To mo III : Ca r ta a An acleto Clemen te, de ma yo d e 1823.
126

por el ejército libertador, cuya sangre ha corrido sólo por la libertad". 1 4

II

Dados tales antecedentes, era perfectamente natural que la obra legislativa le


fuese dando un estatuto lega a este movimiento de liberación esclavista, y así
propiamente fue.
No podía, desde luego, en los primeros momentos llegarse de un solo
impulso hasta el fin: el problema de la esclavitud era muy grave y complejo para
que fuera fácil resolverlo sin un examen meditado. El aspecto filosófico de la
cuestión no ofrecía dudas: se trataba de una iniquidad: "la más insigne violación
de la dignidad humana” 1 5 , porque nada podía justificar que a un ser humano se le
negasen en el fondo todos sus atributos espirituales para convertirlo en cosa y
degradarlo. Pero por más odioso que fuese el carácter que la institución tenía, las
leyes la reconocían y la protegían como parte que era del sistema social reinante.
Por otro aspecto, una gran parte de la riqueza privada de la naciente república
estaba representada en los esclavos y las faenas de la agricultura dependían del
continuado esfuerzo de sus brazos.
El aspecto político era igualmente claro y despejado, y, como lo hemos
visto, Bolívar, dentro de la órbita militar, lo había captado con el mayor acierto
sin vacilaciones y sin contemplaciones. Pero la obra legislativa tenía por fuerza
que resultar menos expeditiva y ser naturalmente más lenta por lo mismo que
envolvía una labor colectiva y por la razón misma de estar en los Congresos y en
el Gobierno mismo, a veces representadas y encontradas, las distintas corrientes
que formaban el ambiente de la época: la exaltación revolucionaria de los que
querían cambios radicales y juzgaban que podía implantárselos no por el
convencimiento sino por la fuerza si era menester.
El misoneísmo de los que sólo consideraban el aspecto económico de la
cuestión, compartido también por la prudencia o timidez de los que juzgaban que,
por envolver la medida una expropiación, se debía proceder con cautela, no fuera

14
.- Misma obr a, To mo II, pág in a 371.
15
.- Palabr as d e Bo lív ar d esd e Lima al d ir ig ir se al Congr eso d e Bo liv ia, con mo tivo d e so me terle
s u tan deb a tido pro ye c to d e Con s titu c ión.
127

a resultar que el sentimiento hostil, despertado en los dueños de esclavos, le


restara prestigio a la revolución justamente en momentos en que sus éxitos eran
vacilantes e inseguros; la acción moderadora, por último, del grupo que admitía
la necesidad de un cambio radical en materia de suyo tan grave, pero alcanzado
por grados sucesivos.
Este mismo grupo admitía que sí podía llegarse a la libertad completa de
una vez, pero mediante indemnización. 1 6 Desgraciadamente, esta última solución
no era realizable en los primeros momentos de la revolución porque casi no había
recursos en manos del Estado: el problema de la secularización de la riqueza
resultaba serio y complejo como el de la esclavitud, y lo natural y lógico era que
cuanto recurso hubiese se lo destinase a las necesidades guerreras que apenas
comenzaban, sin saberse hasta dónde alcanzarían. Había, desde luego, en el
problema un elemento que sí escapaba a toda controversia: la necesidad de
suprimir el tráfico de esclavos, en cuya continuación no podía estar interesada
sino la codicia sin escrúpulos de los tratantes, y de aquí que la Junta Suprema de
Gobierno de Caracas, como ya fue notado, a poco de constituida, se apresurase a
dictar su célebre decreto de 14 de agosto de 1810 que le ponía cese, por primera
vez en Venezuela, a ese tráfico inicuo.
Este decreto no fue la obra del desbordado entusiasmo de aquellos primeros
momentos: tiene el sello de profunda reflexión y de acierto que movía las
inspiraciones de aquella célebre Junta, tan preparada, tan adelantada. Por el
momento, no se podía hacer sino sentar la piedra fundamental del edificio
democrático de la revolución que presidía aquella Junta, y tal es la honda
significación que históricamente tiene ese gran decreto. Por ello, cuando se reúne
un año mas tarde el primer Congreso venezolano y se dicta la primera Constitución
nuestra, ésta estatuye lo siguiente:

16
. - Es ta fó rmu la fue la qu e apa re c ió luego en e l c itado Pro yec to de Con stitu c ión d e Bo liv ia. E l
ar tícu lo 10 estaba r edactado así; “Son bo liv iano s: ...
5 º - To d o s los q u e h as t a e l d í a h an s id o e sc l avos; y p or lo mi smo qu edarán d e h echo, libres
e n e l a c to d e p u b l ic ar se e s t a Co n s t it u c ió n . P o r u n a L e y esp ec i a l s e d et ermin ará la ind e mn ización
qu e se debe h acer a sus an tiguos du eños”. El Congr eso Constituyen te de d icha Repúb lica
mo d if icó d icho ar ticu lo d e este modo : "Todo s los qu e h asta el d a han sido esclavos; y por l o
mis mo qued arán d e derecho libres en el acto de pub licar s e la Con stitu c ión ; p ero no podr án
abandon ar la casa de sus an tiguo s señores sino en la for ma qu e un a ley lo d e ter mine.
128

"Articulo 202. El comercio inicuo de negros, prohibido por decreto de la Junta Suprema de
Caracas, en 14 de agosto de 1810, queda solemne y constitucionalmente abolido en todo el Territorio
de la Unión, sin que puedan de modo alguno introducirse esclavos de ninguna especie por vía de
especulación mercantil".
E inspirándose en el señalado concepto igualitario de la democracia en
nuestra América, agregó esta otra disposición fundamental:
"Articulo 203. Del mismo modo quedan revocadas y anuladas en todas sus
partes las leyes antiguas que imponían degradación civil a una parte de la población
libre de Venezuela, conocida hasta ahora bajo la denominación de pardos: éstos
quedan en posesión de su estimación natural y civil, restituidos a los
imprescriptibles derechos que les corresponden como a los demás ciudadanos". 1 7
Esta situación legal, creada por el mencionado decreto y por la antedicha
disposición constitucional, se mantuvo hasta el Congreso que se reunió en la
Villa de El Rosario de Cúcuta, el 6 de mayo de 1821.
Entretanto, las necesidades de la guerra, que había ido creciendo
portentosamente y que conmovía ya a la América entera, de una parte, y de la
otra, el sello de homogeneidad que en toda ella tenía el movimiento emancipador,
daban pruebas manifiestas de un estrecho acercamiento de todos nuestros pueblos,
y había surgido la Gran Colombia por la alianza guerrera y política de Venezuela
con la Nueva Granada, a la que más tarde se uniría también Quito; y había ido
extendiéndose ese magnífico espíritu de solidaridad que desde entonces vaticinó
la Sociedad de Naciones Americanas, y que a poco cristalizó en aquellos célebres
tratados de unión, liga y confederación con Chile, Perú, México y Guatemala; en
el de alianza y amistad con Buenos Aires y en el de amistad, comercio y
navegación con los Estados Unidos de América: tratados todos estos, que tan
fundadas y legitimas esperanzas despertaron con respecto a una estrecha

17
.- Co mo se sabe, un a Real Ord en d e 7 d e jun io de 1621, proh ib ía que se conced ie se a los p ardo s
emp leo público alguno. La p rohib ición comp r end ía la s fun c iones d e Notario, Escr ibano y
A lgu acil. Y má s tard e, las Reales Cédu las de 23 de ju lio de 1643 y 23 de ma r z o d e 1654,
d ec lar aban a los mis mo p ardos inh áb ile s par a s erv ir en la s trop as d el Re y. S e e mp le ab an n ada
má s q ue e n l a s mi l i c i a s , e n l a s q u e a p e n a s p o d ía n a lcan zar el grado d e Cap itán. Se les proh ibía
tamb ién a la s mu jeres d e esta clase usar sedas, oro, ma n tos y p er las, lo qu e fu e cayendo en
d esu so. Los p ardo s libre s no pod ían ta mpo co te ner ind ios a su s erv ic io. Un a P rag má tic a, ade má s ,
d e 1776 , proh ib ía el ma tr imon io en tr e b lan cos y pardos. En cier ta épo ca se les proh ib ió tamb ién
e j er c er d e mé d ico s.
129

vinculación continental, cuando a raíz de ellos fue convocado el célebre


Congreso de Panamá.
Pero volviendo ahora a la Gran Colombia, debemos sentar que en seria
consideración fue tomado el asunto de la esclavitud por el ya mencionado
Congreso de El Rosario de Cúcuta, para cuya época estaba formado un criterio
claro y definido en la mayoría de los hombres que lo integraron. Aquellas ideas
que expresó justamente Bolívar en el célebre mensaje que le había dirigido al
presidente de la misma Asamblea y de las que anteriormente quedó hecha
mención, eran las que podríamos decir que predominaban entonces por
considerárselas como lo más prudente en que podía pensarse dentro de un plan
moderado de extinción progresiva, y no a saltos, de la esclavitud; y por ello se
explica que antes de que pudiese llegar aquel mensaje a conocimiento del
Congreso hubiese dictado éste la célebre Ley de 19 de julio sobre la libertad de
los pardos, manumisión y abolición del tráfico de esclavos en el territorio de la
Gran Colombia.
Estatuyó esta ley que, desde el día de su publicación, serían libres los hijos de
las esclavas que nacieran en las capitales de provincias, y que como tales se
inscribirían sus nombres en los registros cívicos de las municipalidades y en los
libros parroquiales. Dispuso igualmente que los dueños de esclavos tendrían la
obligación precisa de educar, vestir y alimentar a dichos hijos, a quienes impuso
en compensación indemnizar tales gastos con obras y servicios que prestarían
hasta la edad de 18 años cumplidos, lo que no impedía que tal obligación cesase
antes con sólo recibir el dueño de la madre de ese hijo, libre ya por la ley, la
indemnización correspondiente por tales aspectos, la cual podía alcanzarse por
avenimiento particular o por el prudente arbitrio del juez. Ordenó también que
ningún esclavo podía ser vendido fuera de la provincia donde se hallase,
separando los hijos de los padres en tanto que aquellos no hubiesen llegado a la
pubertad. Prohibió de manera absoluta la venta de esclavos para fuera del
territorio de Colombia, lo mismo que su extracción con igual objeto de venta,
bajo pena de restitución del esclavo vendido, el que adquiriría por ello, además,
su libertad. Y si la restitución no podía hacerse, una pena pecuniaria que
alcanzaba casi al duplo del mayor precio a que por aquella época llegaba lo que
130

se pagaba por un esclavo. Y de modo expreso también prohibió la introducción de


esclavos de cualquier manera que se hiciese. Cuando se violaba esta disposición
la pena para el dueño infractor era la libertad del esclavo, pura y simple.
Pero ciertamente el paso adelantado que marcó esta ley, en el desarrollo
progresivo de la abolición esclavista que nos ocupa, fue la creación de las
llamadas Juntas de Manumisión y la dotación de fondos, por medio de impuestos
especiales que al efecto creó para que anualmente en los días 25, 26 y 27 de
diciembre, que estaban consagrados a festividades patrióticas, las referidas Juntas
libertasen los esclavos que pudiesen con los fondos existentes. Cuando no había
esclavos en el cantón o provincia donde la Junta funcionaba, los fondos debían
destinarse a la manumisión de los esclavos de otra provincia. Y si no los había
tampoco en todo el departamento, entonces la ley le atribuía al Presidente de la
República el encargo de designar los esclavos que debían manumitirse con
aquellos fondos. No olvidó, por último, la suerte de los esclavos y partos de
esclavas que habiendo obtenido su libertad en fuerza de leyes y decretos de los
diferentes gobiernos republicanos, fueron después reducidos nuevamente a la
esclavitud por el gobierno español, y al efecto ordenó que quedasen perpetua e
irrevocablemente libres. 1 8
Este célebre primer Congreso de la Gran Colombia regularizó
igualmente la incorporación de esclavos a los ejércitos de la república, y
dispuso que los que quisiesen abrazar el servicio de las armas, separándose
del de sus amos, pudiesen legítimamente hacerlo, previa indemnización a los
amos que el Estado pagaría, con calidad de preferencia, de los fondos
destinados a las manumisiones. 1 9
Como puede fácilmente apreciarse, la nombrada ley marcó una verdadera
etapa en el proceso de la evolución de la esclavitud en Venezuela. Su texto y su
espíritu resultan tan claros y precisos que sin esfuerzo se alcanza, con la sola
lectura del primero, el cuidado y estudio empleados en prepararla. Analizada en
todos sus pormenores esa ley deja la impresión de ser, digamos, como una síntesis
filosófica, política y jurídica de aquel proceso antiesclavista, por cierto

18
.- Cu erpo d e Leyes de la Repúb lica de Co lomb ia”. Ed ic ión d e Ca racas, año 1890.
19
.- Mismo cuerpo de Leyes.
131

interesantísimo, que se realizó en las colonias inglesas del norte de nuestra


América, que más después formaron la Unión Americana, y que precedió al
estallido de la guerra de emancipación en aquellas mismas colonias. Proceso
emancipador del esclavo, desde luego, que pasó a ser más tarde uno de los capítulos
de la revolución contra la metrópoli, y que creció y evolucionó en el curso de
aquélla, traduciéndose en una meditada obra legislativa que propendía a cambiar el
estatuto personal del medio millón de esclavos que existía en las trece colonias que
habían dado el grito de guerra.
No es por supuesto que de la apuntada observación que queda hecha pueda
deducirse que en nuestra intención haya estado considerar que ese proceso de
abolición allá fuera idéntico al de nuestras colonias hispánicas. Nuestra precisa
idea en el particular es que en el norte hubo una gran lucha político-económica que
llegó a comprometer seriamente la unidad de aquellas colonias; al paso que el
movimiento democrático en nuestro continente sur fue homogéneo en el sentido de
la abolición, discrepándose únicamente en la forma de llevarlo a cabo. En nuestros
pueblos no hubo propiamente luchas entre esclavistas y no esclavistas, de la clase y
con las características que tuvieron las que se desarrollaron en el norte desde los
comienzos del siglo XIX hasta que estalló y terminó la guerra de secesión. 2 0
El interés que cierto sector venezolano tenía en mantener la esclavitud estaba
contrabalanceado por el móvil patriótico de los dueños de esclavos en alcanzar la
independencia y también por las necesidades mismas de la guerra que generalmente
los llevaba a hacerla valiéndose de sus propios esclavos a los que el campamento
les daba de hecho un estatuto de elevación y de dignidad incompatible con el que
antes tenían en sus repartimientos o en las faenas generalmente agrícolas que
muchas veces realizaban bajo la innoble presión del látigo de los capataces. Desde
este punto de vista también, el proceso de la abolición de la esclavitud en
Venezuela difiere de lo que fue ese mismo proceso en el Brasil donde no fue
posible que se realizase la obra de abolición que propiamente sí se desarrolló hasta
el fin entre nosotros. 2 1

20
.- Pu ed en c onsu ltars e : J . Fr ank lin J a me son : “ T h e A me r ic an Revo lution con s id er ed a s a socia l
mo v e me n t” ; Law “ Th e A me r ican Pe op le ”.
21
.- Véase Percy Alv in Martín : “Sla very and Abo lition in Brazil”.
132

De todo lo que resultó que, por grave y serio que hubiese sido el problema en
nuestro país, su solución pacífica desde luego no amenazó ni interfirió la obra
guerrera de la emancipación, ni perturbó tampoco ni complicó la obra política. Por
ello, cuando triunfó la revolución y se organizó definitivamente la república
independiente no estalló ningún conflicto propiamente dicho, capaz de desviar y
agravar, directa, seria y profundamente el ciclo doloroso de las guerras civiles que
por entonces estallaron, originadas entre otros factores más, por el choque entre el
caudillismo que los catorce años de guerra había desarrollado y la democracia
civilista, extraviada a veces, y pervertida en ocasiones, por la obra despiadada y
deforme de la demagogia.
No quiere esto decir, por lo demás que durante el largo período de esas
guerras civiles no se hubiese tratado muchas veces de despertar esos odios entre el
amo y el esclavo tan naturales y explicables en los países de esclavitud para
emplearlo como instrumento de dominación. El partido realista había empleado
como arma esa peligrosa amenaza; y durante la guerra federal, más tarde, es
innegable que se hizo otro tanto. 2 2
Ahora bien, lo que nos parece fuera de controversia es que la Ley de 19 de
julio de 1821 significó una orientación firme y definida de nuestra legislación
antiesclavista; y que cuatro años más tarde fue acentuada esta orientación por otra
Ley que se dictó el 18 de febrero declarando piratas, bajo pena de muerte, a los
ciudadanos y súbditos de Colombia, comandantes, pilotos y marineros de buques
nacionales, lo mismo a los de otras naciones, que en alta mar, según los casos
dentro de los límites jurisdiccionales de la república todos, se los sorprendiese
llevando, conduciendo o transportando una o más personas extraídas de África
como esclavos, o que ayudaren a embarcarlos, llevarlos o transportarlos, o que
23
traficaran comprándolos o vendiéndolos.
III

Dos grandes y trascendentales acontecimientos habían sellado gloriosamente


el proceso de la emancipación de las antiguas colonias españolas: el triunfo militar

22
.- Jo sé San tiago Rodrígu ez: “Con tr ibu c ión al Estud io de la Gu err a Feder a l en Venezu ela”.
23
.- Cu erpo d e Leyes de Co lo mb ia, ya citado .
133

de Ayacucho en 1824, que había destruido una de las poderosas asisas del poderío
español en América, y tres años más tarde, las preconizaciones de obispos,
realizadas por su Santidad León XII en el memorable Consistorio de Mayo, las
cuales debían servir luego de piedra angular a la célebre bula Sollicitudo
Eclesiarum de su Santidad Gregorio XVI, que en verdad cerró aquel ciclo grandioso
que tres siglos antes había abierto en punto a Patronato otra de la grandes asisas de
aquel mismo poderío, la no menos célebre bula Universalis Ecclessiae de su
Santidad Julio II. 2 4
A nuestra manera de ver, estos acontecimientos imprimieron un carácter
nuevo y definitivo a las cosas de América, por lo mismo que el horizonte de la
reconquista había quedado despejado por entonces, que todo debió quedar
conformado a esa nueva ordenación. La revolución en Venezuela, señaladamente,
había tenido el sentido esencialmente igualitario que antes hemos apuntado, a pesar
de la profunda diferencia que había entre la población criolla superior, que así
podría llamársela por su educación, riqueza e influencia, y las capas más inferiores
de la estratificación social de entonces, entre las que se contaban naturalmente los
esclavos. Pero justamente aquella clase elevada tenía el deber de propender sin
tardanza a la preparación moral e intelectual de las últimas, que no habían quedado
excluidas de tomar parte en el movimiento arrollador de la revolución; y el primer
elemento de esa obra tenía que ser la completa liberación del esclavo, desde luego,
que hubiera resultado contradictorio pensar en elevarlo dejándolo al mismo tiempo
atado a sus cadenas. Bien estuvo que durante el período de la lucha armada se
hiciese solamente lo que hemos visto; pero al quedar definitivamente organizada la
república en 1830, debió quedar el esclavo emancipado, con tanta mayor razón
cuanto que la guerra le había dado a su clase un estatuto que no tenía antes. Cuando
el vicealmirante Fleming visitó a Caracas en 1828, quedó sorprendido de los
rápidos progresos hacia la civilización, como decía él, que observaba en la
población negra, sin que para ellos hubiera mediado ni el esfuerzo de sus antiguos

24
. - P u ed e con su l t ar se e l eru d i to e s tud io d e Lu c as A y arr ag a r a y ; “La I g le s i a en A mé r i ca y l a
Do min ación Esp año la”.
134

amos ni el del gobierno tampoco, lo cual no era sino esa emancipación de hecho que
le había dado la guerra y a la que hemos aludido. 2 5
La Juntas de Manumisión por otra parte, que desde luego debían su creación a
una elevada inspiración filantrópica, por más que hiciesen, apenas podían disponer
de escasos fondos para el rescate del esclavo, porque entre otras causas, la
prolongada guerra había destruido en su mayoría todas las fuentes de la riqueza
pública y privada, y cada año apenas alcanzaba a 29 la cifra de esclavos
manumitidos. Pero los hombres que organizaron la república en el citado año 1830,
no obstante su preparación e ilustración, no ahondaron suficientemente en este
problema de la esclavitud para considerarlo por el aspecto más elevado que tenía, y
por ello se contentaron con mantener el régimen de las mismas Juntas de
Manumisión, modificando apenas el modus operandi.
De aquí la Ley de 2 de octubre de aquel año, que después de disuelta la
unidad de la Gran Colombia, dictó el primer Congreso independiente de Venezuela.
Reconoció en ella aquella Asamblea, que la abolición gradual de la esclavitud había
sido objeto de las más vivas solicitudes por parte del gobierno de Venezuela y del
unido de Colombia. Que las leyes que este último había dictado eran eficaces “para
conseguir su santo fin”, pero que no dejaban sin embargo de tener graves
inconvenientes en su ejecución – como el mismo Congreso decía- por los vejámenes
que había resultado en la recaudación de los fondos, lo que ofendía tanto al derecho
de propiedad como a la tranquilidad civil y doméstica. Y de aquí que partiendo de
tal base se ocupase únicamente en corregir estos males, bien que dejando intactos
los principios fundamentales que había sentado la ley colombiana. Y así discurrió
casi un cuarto de siglo.
Pero antes de llegar a este punto debemos señalar dos hechos que tienen
interés histórico, ocurridos dentro de ese período. Fue el primero un proyecto de
total liberación de los esclavos, con fines políticos, allá por los años de 1835 a
1836, acerca del cual nada se ha escrito en Venezuela que haya llegado a nuestro
conocimiento. Y más tarde el Tratado de Abolición de la Trata de Esclavos, que
celebró Venezuela con el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda en 1839.

25
.- J.B. Sanborn : “Ema n c ipation in th e W est Ind ies”.
135

El proyecto de liberación total a que aludimos, no llegó a cristalizar ni se lo


conoció públicamente en Venezuela. El gobierno, que había tenido conocimiento
de él, de un modo estrictamente confidencial, lo mantuvo naturalmente en la mayor
reserva. Pero lo cierto es que la revolución militarista que había estallado en
Venezuela con el fin de derrocar el gobierno civilista que presidía el doctor José
María Vargas, uno de los más eminentes ciudadanos con que ha contado la
república, alentó el proyecto como arma política; y agentes de aquel movimiento,
que estaban en las islas del Caribe más vecinas a Venezuela pasaron a Santo
Domingo con tal propósito. Allí encontró acogida el plan, y a tanto se llegó que
26
sus huellas están en la biografía del General Piar que por aquellos días circuló en
la nombrada isla, y hasta en la gaceta misma que públicamente se editaba en la
misma. 2 7 Tal acogida era por lo demás perfectamente explicable porque, como se
sabe, el Parlamento Británico, después de prolongadas y agitadas discusiones, había
llegado en 1833 a declarar abolida la esclavitud en todas sus colonias, entre las que
se contaban las que poseía en las llamadas Indias Occidentales, adoptando un
sistema intermediario entre la completa libertad y la esclavitud, o sea, uno como
especie de aprendizaje o noviciado, pero tan rápido, en el fondo, que para 1838 no
debían quedar esclavos en dichas colonias, señaladamente en las nombradas de
América. 2 8
En cuanto al Tratado de Abolición de la Trata de Esclavos, le sirvió a la
república no sólo para asociarse a una elevadísima obra altruista, que equivalía a
una nueva cruzada, sino para comprobar de un modo solemne que el sentimiento de
la mayoría de los venezolanos era decididamente antiesclavista.
En 1837 había llegado Venezuela con el representante del citado reino a la formulación de un
tratado sobre el propio objeto; pero cuando se lo sometió al Congreso Nacional, éste no le impartió
su aprobación. Con tal motivo, se abrieron nuevas negociaciones y Gran Bretaña nombró por su
representante al Excelentísimo señor Sir Robert Ker Porter, su ministro en Caracas; y Venezuela al
licenciado José Santiago Rodríguez, quien desempeñaba, en aquella época, el elevado cargo de

26
.- Sáb e se qu e Bo lívar, en 1817, so me tió a Piar a un Consejo d e Gu err a, que le imp u so la ú ltima
p ena. Uno de los cargo s qu e por en ton ces se le h icieron fue el qu e promo v ía la lucha de clases.
27
. - B as a mos e l r e l a to q u e aqu í h a ce mo s , en u n a s no tas de los año s 35 y 36 , que hemo s h a llado en
el Ar ch ivo d e l Licencia do José San tiago Rodrígu ez, qu ien d e semp eño, en d ichos años, bajo el
Gob ierno d el do ctor V arg as, la Secretar ía d e In te r ior y Ju stic ia.
28
.- Véase el citado estud io d e Sanborn.
136

Ministro Fiscal de la Corte Suprema de Justicia. El Tratado de 1837 no difería fundamentalmente del
que quedó firme dos años después; pero su misma improbación, por parte del citado Congreso,
quedó plenamente justificada en el Protocolo relativo a la negociación del último.
En efecto, el plenipotenciario venezolano al presentar el proyecto de tratado
que Venezuela había preparado, manifestó al mismo tiempo que deseoso como lo
estaba vivamente el gobierno que le había nombrado de que fuese bien recibido en
el Congreso lo que se acordara entonces sobre el particular, sin alterar las bases
establecidas en el anterior tratado, por ser un sentimiento verdaderamente nacional
en Venezuela el de la abolición del tráfico de esclavos, consideraba su deber
explicar que las variaciones hechas obedecían a haberlas creído convenientes para
asegurar el suceso, considerando unas veces las fundadas objeciones expuestas
durante la discusión acerca del tratado en las Cámaras Legislativas, para evitar que
fueran presentadas de nuevo y consultando en otras la razón misma, a fin de que
Venezuela no resultase comprometida en más de lo que era posible cumplir con
religiosidad. Y animado de este sincero deseo, pasó a precisar el sentido que, en
concepto de Venezuela, debía dársele a la frase tráfico de esclavos que sería
fundamental en el tratado, la que debía entenderse en el sentido del que se hacía
con los negros que se extraían de África para transportarlos a otros puntos del
mundo como objeto de venta.
Deseaba el plenipotenciario de Gran Bretaña e Irlanda que se agregase: “o de
cualquier otro lugar que esté fuera de Venezuela”. Pero el negociador venezolano
observó que colocando aquella adición se entendería que ella podía pretender que
los esclavos que se transportan de un punto u otro de una misma nación quedasen
comprendidos en la definición, lo cual podría ser motivo de queja, puesto que
Venezuela misma, en el artículo respectivo de su dicho proyecto, excluía del tráfico
o no entendía por tal el transporte de un punto u otro de la república de los esclavos
existentes en ella. Y como quiera que al ministro venezolano lo alentaba la
profunda convicción de que en Venezuela había un arraigado sentimiento en contra
de la esclavitud, hizo notar que si lo que se pretendía con las exposiciones
adicionadas era impedir que en Venezuela fueran introducidos esclavos extraídos de
otros lugares fuera de África, podía decir con satisfacción que ello era
absolutamente innecesario, después que la Ley de Manumisión de 2 de octubre de
137

1830 había dicho que se prohibía la introducción de esclavos de cualquiera manera


que se hiciera, y más luego: que los esclavos introducidos en fraude o contra la
prohibición que ella establecía serían por el mismo hecho libres. Hizo ver
igualmente que la misma disposición regía en Venezuela desde el año 1821, lo cual
hemos visto ya, cuando Venezuela, como él decía, formaba parte de la república de
Colombia, la que se ocupó en la abolición del tráfico de esclavos y en la libertad
de los que existían en el país cuando apenas acababa éste de presentarse al mundo
como independiente, según lo comprobaba la ley de 21 de julio de 1821, rectificada
por la de 18 de febrero de 1825, que, como también lo hemos visto, declaraba
piratas y castigaba con la pena de muerte a los que eran sorprendidos en el tráfico
de esclavos.
La prueba de la suficiencia de estas disposiciones con respecto a Venezuela –
agregó el Licenciado Rodríguez- se encontrará en la circunstancia, bien
satisfactoria a la verdad, de que ninguna de la leyes citadas hubiera sido infringida
hasta el día. El plenipotenciario venezolano decía exactamente la verdad, y por eso
fue muy halagüeño para Venezuela, en esta ocasión, que en el citado Protocolo se
hiciese constar que: convencido entonces el ministro británico de la buena fe de la
República, y de que sin la adición que pretendía se conseguiría el objeto que se
propuso al indicarla, convenía en que se suprimiese y en que el artículo quedase
como aparecía en el proyecto. 2 9
Igualmente aprovechó el plenipotenciario venezolano la oportunidad de
haberse comprometido en el mismo proyecto la República a conservar vigentes las
disposiciones de la citada ley de 18 de febrero de 1825, para refirmar la notada
posición de Venezuela ante la esclavitud, y con tal motivo expuso que aquella
mención obedecía al propósito de persuadir que no era en esa ocasión cuando se
demostraban en Venezuela los humanos sentimientos que además quería manifestar
por un tratado. Por lo que al darles mayor extensión de ese modo y al
comprometerse la república a no variar las disposiciones contenidas en ella, se

29
.- Ar ch ivo d e l L icen c ia do Jos é San tiago Rodrígu ez . Borra dor d e l Proto co lo d e las Conf eren cia s
p ara la celebr ación de un Tr atado con Ing laterr a sobre abolición d el tráf ico de esclavos.
138

anticipaba, con satisfacción, al feliz resultado que tendrían, a juzgar por el que
habían tenido hasta entonces. 3 0
El ilustre ministro británico, a quien le tocó representar a su país en la
negociación de ese tratado, estaba hondamente penetrado de ese espíritu
venezolanista al que hemos aludido, muy distinto, por cierto, del que había
prevalecido y seguía prevaleciendo para aquella misma época en el Brasil, por caso,
no tanto porque en él no hubiese habido espíritu antiesclavista, sino porque allí las
corrientes en pro del mantenimiento de la esclavitud y los intereses que ésta había
creado eran tan poderosos, que la lucha había asumido proporciones enormes que en
Venezuela no llegaron a alcanzarse. 3 1 Esto mismo explicará, si se quisiese comparar
el tratado venezolano con los que la misma Gran Bretaña había celebrado antes con
Francia, Dinamarca, España, Portugal, Brasil mismo, los Países Bajos, antes de la
separación de la Bélgica, Suecia, Cerdeña, Toscana y las repúblicas austriacas, el
porqué Gran Bretaña en el que celebró con Venezuela consintió en reconocer una
alteración sustancial, en el fondo, que había partido precisamente de Venezuela,
como fue el principio del derecho a indemnización cuando al ser encontrado a
bordo de los buques apresados efectos que los hacían sospechosos de dedicarse al
tráfico de esclavos, quedaba desvanecida tal presunción juris que venía a
reemplazar la presunción juris et de jure que había venida sirviendo de base a los
demás tratados análogos con las nombradas naciones.
Ahora bien, después de ese tratado que sí fue aprobado por el mismo
Congreso que había negado el anterior, la esclavitud siguió imperando en
Venezuela por quince años más, aun cuando atemperada por las leyes de que se ha
hecho mención y por el lento y monótono funcionamiento de las Juntas de
Manumisión, hasta que el 24 de marzo de 1854, con el Ejecútese del entonces
Presidente de la República, General José Gregorio Monagas, como al principio
dijimos, quedó sancionada la Ley que le puso definitivo término a la esclavitud.
Las disposiciones fundamentales de esa Ley fueron estas:
“Artículo 1º Queda abolida para siempre la esclavitud en Venezuela”.

30
.- Mismo Proto co lo citado.
31
.- Véase Percy A lv in Mar tín : tr abajo ya citado.
139

“Artículo 2º Cesa la obligación legal de prestación de servicios de los


manumisos, quedando en pleno goce de su libertad y sometidos sólo a la patria
potestad o cualquiera otra dependencia de sus ascendientes como ingenuos.”
“Artículo 31º Se prohíbe para siempre la introducción de esclavos en el
territorio de la República; y los que sea introducidos contra esta prohibición, bajo
cualquier pretexto, entrarán por el mismo hecho inmediatamente en el goce de su
libertad”.
Y 13.000 esclavos y 27.000 manumisos quedaron inmediatamente libres.
140

ESTUDIOS
141

La revolución de Queipa:
entre el fracaso del civilismo y las pugnas caudillistas

David Ruiz Chataing

Introducción

La idea central que nutre este segmento del trabajo es que el alzamiento del General José
Manuel Hernández (1853-1921), mejor conocido como el Mocho Hernández, contra el General
Ignacio Andrade (1836-1925), el 2 de marzo de 1898, en la hacienda de Queipa, significó el fracaso
de los intentos por introducir mecanismos pacíficos y democráticos en las prácticas políticas del
país. Igualmente fue una nueva manifestación de las pugnas caudillistas por el poder político en la
Venezuela finisecular.
Para avanzar en esta tesis central ubicamos el alzamiento mochista en su contexto
económico, social y político.
Describiremos las características del ejército nacionalista y del gubernamental en lo referido
a cantidad de tropas, logística, tácticas y estrategias, liderazgo militar y coordinación de las fuerzas.
Daremos cuenta de los testimonios de las luchas entre las diversas facciones de poder
existentes: crespistas y andradistas, rojaspaulistas, anduecistas, guzmancistas, además de los
múltiples grupos regionales y locales.
Dentro del escenario bélico relataremos las circunstancias de la muerte de Crespo y de la
derrota y prisión del General José Manuel Hernández. De seguidas, haremos un balance histórico de
la Revolución de Queipa y un análisis de las fuentes primarias y secundarias utilizadas. Le daremos
prioridad en la investigación a los testimonios directos de la época, inéditos, localizados en los
archivos de los generales José Manuel Hernández e Ignacio Andrade.

1. El escenario y los actores.

La situación económica:
La Venezuela de finales del siglo XIX estuvo signada, en su estado material, por la
persistencia de una economía agro-exportadora, sustentada principalmente por las colocación en
los mercados internacionales de productos como el café. En general, la actividad agrícola y
pecuaria se desenvolvía apoyada en bajísimos niveles tecnológicos, dificultades de
142

financiamiento y fuerza de trabajo formalmente asalariada pero aherrojada al latifundio con


relaciones de producción premodernas, conocidas como de peonaje y aparcería. Si bien
planteamientos recientes como los de Pedro Cunilll Grau, Blanca de Lima y José Ángel
Rodríguez han puesto en crisis esa construcción historiográfica; para los efectos de nuestro
trabajo de corte más bien político e ideológico-cultural es suficiente lo afirmado.
Refiriéndonos más específicamente a la coyuntura que nos ocupa, la situación económica a
principios de la década del noventa del siglo antepasado era próspera. Empero, luego del primer
lustro bajaron abruptamente los precios del café y ya para septiembre de 1897, siendo los gastos
mensuales del Gobierno de bolívares 3.400.000, 00 los ingresos apenas arribaron a bolívares
2.700.000, 00 .127 J. R. Núñez, quien nos brinda estos datos, agrega al déficit fiscal la
imprevisión de los ministros de los ramos productivos, pésimas cosechas, el incumplimiento de
sus funciones por parte de los empleados públicos, cuando no una abierta y desenfrenada
corrupción.
E. Chaumer (1854-1909), por su parte, reclama que los repentinos cortes presupuestarios, la
suspensión de las obras públicas, llevan al pueblo a la pobreza y a la desesperación.128
Por estos tiempos aciagos se suspenden el pago de los sueldos a los empleados públicos, las
emisiones para el pago de la deuda externa, y el Banco de Venezuela, uno de los principales
entes financiadores del gobierno, está al borde de la quiebra. Entre las muchas epístolas recibidas
por Andrade entre septiembre de 1897 y febrero de 1898 figuras como Manuel Antonio Matos
(1847-1929), director del Banco quebrado, César Zumeta (1863-1955), Cónsul de Venezuela en
Nueva York, y Pedro Vicente Mijares, director del periódico oficialista La República, le
recomiendan hacer economías y crear impuestos. Para colmo, la langosta, la viruela y la fiebre
amarilla propagan el sabor amargo del hambre y la muerte entre la "pobrecía".

La "sucia" política
En lo político, y como telón de fondo, acontece la sucesión presidencial del general Joaquín
Crespo (1841-1898) a su predilecto el general Ignacio Andrade. La contrafigura del drama es el
candidato opositor, el general José Manuel Hernández "El Mocho".
El general Joaquín Crespo nació en San Francisco de Cara, Estado Aragua, el 22 de agosto de
1841. Murió en La Mata Carmelera, Estado Cojedes, el 16 de abril de 1898. Reconocido caudillo,

127
.- Carta de José R. Núñez a Ignacio Andrade. Caracas, 4 de septiembre de 1897. A partir de esta referencia
aludiremos al Archivo del General Ignacio Andrade por sus siglas: A.G.I.A.
128
.- E. Chaumer a Ignacio Andrade. Caracas, el 30 de septiembre de 1897, A.G.I.A
143

militar y político, fue dos veces presidente de la República. En 1892, con motivo de las reformas
constitucionales impuestas por Raimundo Andueza Palacio (1846-1900), Crespo se insurrecciona
denominando su alzamiento "Revolución Legalista". Toma el poder en octubre de ese año y gobierna
de hecho, primero, y constitucionalmente, después. En 1897, próxima la culminación de su período
presidencial, cuya duración trazada por la ley era de 1894 a 1898, designó como su sucesor al
general Ignacio Andrade. Se realizó un proceso electoral en el cual los principales candidatos,
Andrade y Hernández, pudieron difundir sus candidaturas y sus programas pero próximo el acto
comicial, ante la popularidad del segundo, Crespo acudió a la violencia y al fraude. Es opinión
generalizada entre los conocedores del período (Ramón J. Velásquez y Alberto Navas Blanco entre
otros) que el candidato oficialista habría ganado sin fraude. Pero la trampa, porque "gobierno no
pierde elecciones", era la costumbre. Ante ello se insurreccionó el candidato opositor. Crespo salió
a combatirlo y largó la vida en las sabanas cojedeñas.129
Ignacio Andrade, contrariamente a Crespo, tuvo un origen hidalgo, era un bien nacido. Vio la
luz en Mérida, en 1836. Hijo del prócer de la independencia José Escolástico Andrade (1782-1876),
el general Ignacio Andrade fue un militar y político de amplia y exitosa trayectoria en nuestros
asuntos públicos antes de ser el candidato triunfante del liberalismo crespista-amarillo, en 1897. Era
un hombre con educación universitaria y había completado sus estudios en Estados Unidos y
ampliado su panorama cultural con varios viajes a Europa. Fue derrocado por Cipriano Castro
(1858-1924) en octubre de 1899. Regresa a Venezuela en 1903. Sirve al castrismo en puestos de
poca jerarquía hasta 1908. Durante el mandato gomecista fue Ministro de Relaciones Exteriores
(1916-1917) y de Relaciones Interiores (1917-1922). Murió en Macuto, Distrito Federal, el 17 de
febrero de 1925.130
José Manuel Hernández, "El Mocho", nació en Caracas, en la popular Parroquia de San Juan,
en 1853. Caudillo, militar y político. Un machetazo en el combate de "Los Lirios" le seccionó los
dedos de la mano derecha, de donde se origina el apodo de "El Mocho". Representa este personaje la
oposición a los métodos violentos y a la corrupción personificados en el Partido Liberal Amarillo,
gobernante desde finales de la Guerra Federal, Hernández cree en los métodos pacíficos y en las
posibilidades de unas elecciones limpias y que no es motivo para ir a la guerra que el gobierno las

129
.- Guillermo Morón "Crespo, Joaquín" Diccionario de Historia de Venezuela Caracas: Fundación Polar, segunda
edición 1997, t.. 1, (A.D), pp. 929-930.
130
.- Guillermo Morón "Andrade, Ignacio" Ob. Cit., p. 130.
144

realice fraudulentas.131 Tiempo después, el general Antonio Paredes (1869-1907) desmentirá a


Hernández y lo acusará de haber hecho preparativos bélicos mientras recorría el país durante la
campaña electoral de 1897.132 Hernández es postulado como candidato del Partido Liberal
Nacionalista para las elecciones presidenciales de septiembre de ese mismo año. Al cometerse un
abierto fraude contra sus aspiraciones políticas y del sentir de un importante segmento del
electorado, decide insurreccionarse en Queipa, en la sierra occidental del Estado Carabobo, el 2 de
marzo de 1898. En su proclama argumenta que el fraude electoral, la represión contra sus
partidarios, quienes intentaron acciones legales para denunciar la violencia oficialista cometida en
los comicios y, en general, el hecho de cerrar el gobierno las vías pacíficas para hacerse justicia, lo
obligaron a apelar al derecho de insurrección. Sale a combatirlo el general Joaquín Crespo y cae
abatido en tierras cojedeñas. Los generales Fernández y Guerra derrotarán y reducirán a prisión al
Mocho en junio de 1898. El Mocho es liberado por Cipriano Castro en octubre de 1899, se
insurrecciona y cae prisionero. Es liberado con motivo de la amnistía política que ofrece Castro
durante el bloqueo anglo-alemán de 1902-1903. El Mocho pendulará entre ocupar cargos
gubernamentales y alzarse contra las autoridades castristas y gomecistas. Luego de un largo exilio,
muere en Nueva York, en 1921.133
Estos son los protagonistas esenciales del drama político y militar que a continuación se
desarrollará.

2. El "ejército" liberal nacionalista, el revolucionario.

El estudio de las fuerzas con que contaba José Manuel Hernández cuando se insurreccionó en la
Hacienda de Queipa no dispone de tantas fuentes como se pudiera desear. Por un lado se cuenta con
el libro testimonial de Vicente Lecuna (1870-1954) La Revolución de Queipa y, por otro, con el
mismo archivo personal y político del Mocho. Este último, sin embargo, no arroja mayor
información al respecto. Pudiera suponerse que siendo inminente su derrota, en junio de 1898, el
mismo Hernández destruyera la sección de documentos correspondientes a aquellos hechos, quizá
para proteger a colaboradores, simpatizantes y gente inocente.

131
.- José Manuel Hernández a José F. Ochoa, Ciudad Bolívar, 27 de julio de 1896. Archivo del General José Manuel
Hernández (A.G.J.M.H.), Carpeta 8.
132
.- Antonio Paredes La última campaña del general José Manuel Hernández: escrita y comentada a vuela pluma.
Caracas: s.n., 1899, 63 p.
133
.-Nikita Harwich Vallenilla "Hernández, José Manuel" Diccionario de Historia de Venezuela Caracas: Fundación
Polar, segunda edición, 1997, t. 2, pp. 676-678.
145

Vicente Lecuna, entonces joven y fervoroso liberal nacionalista, refiere que en el sitio de Paya,
un día antes del alzamiento de Queipa, la facción contaba con 125 hombres, de los cuales 70 estaban
bien armados: disponían de 45 remingtons, 10 mosquetones, 15 winchesters y los demás escopetas y
una suerte de rifle conocido como "cubano".134 No faltaban, por supuesto, las picas y machetes. El
Mocho disfrutaba de muchas simpatías, pero pocos se incorporaban a la lucha armada. De esos
adeptos se queja Enrique Tejera: Aquí hay muchos conspiradores y sobre todo entre las mujeres, lo
que prueba que el mochismo es sugestión o locura histérica 135 (Subrayado en el original).
El día 9 de marzo, cuando ya se han incorporado los pequeños contingentes de Bernabé Mora y
Eustaquio Rodríguez, cada uno con ciento cincuenta guerreros, se elevan a quinientos los hombres
del Mocho. Lecuna insiste en que las fuerzas mochistas estaban mal armadas y siempre fueron
inferiores a las oficiales. En el sitio de la Mata Carmelera, Hernández disponía de 450 infantes y 300
jinetes al mando de Luis Loreto Lima (1840-1902). Crespo, por su lado, dirigía mil soldados de
selecta infantería y a algunos kilómetros atrás, en el sitio nombrado Caño de Agua, dos batallones
más con 600 hombres al mando del jefe maturinés Miguel Hernández.136 En el combate de
Churuguara a Hernández lo acompañaban 1000 recios peleadores semidesnudos y contaba apenas
con 5.000 a 6000 cápsulas de fusil. Lo apoyaban 150 jinetes de lanza formados por los Barreto y
los Lima. Las fuerzas de infantería del gobierno ascendían a 1.800 infantes dirigidos por Antonio
Fernández (1846-1902), apoyados por 500 de Torres y Aular. Las fuerzas oficiales disponían de
buen parque y escasa caballería.
Al final de la campaña, por las marchas y contramarchas del Mocho, sus tropas fueron
disminuyendo: tenían armas, pero sin parques y estaban literalmente muertas de hambre. Les faltó
coordinación entre los jefes y, principalmente, audacia y destreza militar del mismo Hernández.
Lecuna, muy a su pesar, fundamenta este aserto en varios hechos. En la Mata Carmelera, el 16 de
abril de 1898, Hernández -sin conocimiento de la muerte de Crespo- sin embargo, dejo escapar a las
tropas oficiales que huían desordenadamente del campo de batalla. Le faltó arrojo para perseguirlas
y destruirlas. En diversas oportunidades sus más allegados colaboradores militares le hicieron ver la
necesidad de desplazar el escenario de la guerra hacia los llanos para aprovechar la superioridad de la
caballería de los revolucionarios y la lucha con lanzas que compensaría la carencia de recursos de
los batallones de infantería. Hernández desoyó está opinión y luchó en inferioridad numérica y
logística en el terreno menos conveniente a sus tropas. Ya al final de la malograda revolución, sus

134
.- Vicente Lecuna La Revolución de Queipa. Caracas, Ediciones Garrido, 1954, pp.198; p. 72.
135
.- Enrique Tejera a Ignacio Andrade. Valencia, 7 de marzo de 1898. A.G.I.A.
136
.- Vicente Lecuna Ob. Cit., p. 111.
146

lugartenientes propusieron abandonar las armas inútiles por carecer de municiones y enguerrillarse
en las montañas, huir hacia los llanos o al extranjero a buscar armas. Hernández prefirió combatir
ante fuerzas superiores, bien armadas y con una excelente red de comunicaciones, ferrocarrileras y
telegráficas, como las que tenían Fernandez y Ramón Guerra (1843-1922), diestros generales
gubernamentales.
Lecuna atribuye la debilidad militar del movimiento de Hernández a la falta de preparación para
tal acto político-militar. El Mocho creyó, según Lecuna, que tanto la campaña electoral como los
comicios serían realmente respetados. De igual modo, la reciente fundación del Partido Liberal
Nacionalista (1897) influyó en la falta de arraigo y experiencia organizativa. A Lecuna no le cabe
ninguna duda de que el prestigio militar de Crespo también impidió muchas incorporaciones y
pronunciamientos. Asimismo, se esperaba la reacción de Andrade contra el “Taita” de la guerra,
Joaquín Crespo. Agregaríamos que la ruptura de la paz -imperante desde fines de 1893- también
influyó en el desagrado que evidenció la opinión pública y la población (reflejado en la
correspondencia revisada) ante el motín. Se pensaba, con razón, que la guerra lo que hacía era
agravar las condiciones del país. Había que dar tiempo para que se desenvolvieran los
acontecimientos. Hernández no quiso esperar. Mal preparado, mal equipado, carente de suficientes
cualidades militares, sufrió una estruendosa derrota.

3. Las "fuerzas armadas nacionales" y su actuación ante la Revolución de Queipa.

Ignacio Andrade, en el Mensaje ante el Congreso Nacional de 1899, informa que al estallar la
guerra, con el pronunciamiento de Queipa, "...se aumentó el Ejército hasta la cifra de 24.000
hombres"...137 Es decir, se intensificó la temible recluta. Las peonadas de las haciendas y los
desempleados de las ciudades eran la carne de cañón a la mano para reprimir la algarada. Crespo,
con un ejército formado por tropas veteranas en las que inevitablemente se integrarían estos
desdichados, se puso en campaña contra el Mocho, en su condición de Jefe de la Primera
Circunscripción Militar. En algunas misivas se solicitan tropas de línea: " pues usted sabe que el
138
recluta , cobra bríos, cuando se ve acompañado de veteranos". Vicente Mestre (1830-1924),
colombiano exiliado en Venezuela desde 1887, autor de textos y compendios sobre enseñanza
militar, le dice a Andrade que no cuenta con soldados sino con peones, que no tienen ni idea de la

137
.- "Mensaje del general Ignacio Andrade Presidente de los Estados Unidos de Venezuela presentado al Congreso
Nacional en 1899" Mensajes Presidenciales, t. 1, pp. 249-295; p. 268.
138
.- Eduardo G. Mancera a Ignacio Andrade. Valencia, 2 de marzo de 1898. A.G.I.A.
147

patria y de sus leyes, que no saben amar a su gobierno y que sirven forzadamente en montoneras
con todo el odio social que siente el que se ve condenado a trabajos forzados139. Empero, también
grupos de voluntarios "velan armados como ciudadanos" contra el alzamiento hernandista.140 De
todo el país le llegan a Andrade comunicaciones de "generales" y de particulares ofreciendo sus
servicios, pues por sus contactos, relaciones y recursos se les haría fácil levantar tropas favorables al
gobierno. Sin embargo, asuntos de esta índole -como lo eran el aporte de cada entidad al ejército
nacional- no dejaron de causar molestias a Andrade. Es el caso de Gregorio Segundo Riera (1852-
1919) quien opone múltiples obstáculos para aportar un contingente desde Falcón, lo que molestó
severamente a Andrade.141 Quizá el caudillo occidental -muerto Crespo- reservaba sus tropas para
otra guerra. En sentido contrario, es decir el de cumplir con la cantidad solicitada, desde Maracay se
enviaron tropas que no se sabía quién las recibió.142 A Andrade le advierten en muchas epístolas que
no se descuide con ese aparentemente débil levantamiento, pues, si dura, se le pueden sumar
opositores y hasta aumentar la colaboración de la gente de negocios. La prolongación del alzamiento
del Mocho Hernández podía ser visto como la imposibilidad del gobierno de sostenerse: en
consecuencia aumentarían los respaldos al insurrecto y menguaría el respaldo a las autoridades
constituidas.
El Ejército gubernamental adolecía de unidad de mando. En diferentes entidades federales, una
cosa ordenaba el gobernador, otra el jefe militar, el secretario del gobierno o los dirigentes del
partido liberal.
En cuanto a estrategia, el ejército oficial se planteó cercar en las montañas a los insurrectos y
arrojar sobre ellos la mayor cantidad de tropas posibles. Se sugiere formar cuerpos ligeros que se
adentren en la selva para acosar y destruir a los alzados143, pero en la práctica imperaba la anarquía.
Al respecto cabe citar el comentario entre trágico y jocoso de Francisco "Pancho" Andrade, hermano
del Presidente de la República, sobre las acciones militares en Los Andes entre araujistas, baptisteros
y el ejército oficialista de Juan Pablo Peñaloza (1855-1932), Salazar y Espíritu Santos Morales
(1838-1911), extendibles a la situación nacional: Hasta ahora no ha ocurrido ningún resultado de
significación, todo ha sido una serie de vueltas y revueltas, una contradanza, tanto de parte de los
unos como de los otros; los invasores excusando combate mientras se organizan y se arman mejor,

139
.- Vicente Mestre a Ignacio Andrade. Caracas, 4 de marzo de 1898. A.G.I.A.
140
.- Pedro Linares Presidente de la "Sociedad Andradista" a Ignacio Andrade. Los Dos Caminos, 3 de marzo de 1898.
A.G.I.A.
141
.- Gregorio Segundo Riera a Ignacio Andrade. Coro, 3 de mayo de 1898. A.G.I.A.
142
.- José R.Núñez a Ignacio Andrade. Maracay, 7 de junio de 1898. A.G.I.A.
143
.- Victor Antonio Zerpa a Ignacio Andrade. Los Teques, 15 de marzo de 1898. A.G.I.A.
148

pues, lo están mal, y las fuerzas del estado se la han pasado aquí y allá buscándolos, pero sin un
plan dado, por meras combinaciones entre los distintos jefes, sin uno superior que de unidad a las
operaciones en el cumplimiento y desarrollo de un plan...144. En síntesis, esa era la situación del
ejército gubernamental en lo referido a tácticas y estrategias. Sólo al final de la campaña se
coordinaron acertadamente las acciones, a pesar de las rivalidades entre Guerra y Fernández, para
acabar con la Revolución de Queipa.
No faltaban tampoco las denuncias de corrupción en el ejército gubernamental: se negocia
con el "rancho" de los soldados o se abulta el contingente disponible para apropiarse del dinero de
esas raciones excedentes. Otros se preguntan a dónde van a parar los dineros de los empréstitos
forzosos y las contribuciones de guerra, si hay que licenciar tropas o se carece de ellas "porque faltan
recursos". Buena parte de las deserciones de los soldados -y de los detestables saqueos- del ejército
nacional se debía a que los jefes sustraían los recursos de las raciones y, en consecuencia, los
combatientes padecían los efectos del hambre.
En cuanto a armamento y parque, las fuerzas del gobierno estaban bien dotadas o por lo
menos mejor que las mochistas. Para tener una idea de la cantidad de armamento utilizado durante el
año 1898 por las fuerzas oficiales, basta tomar como referencia el Parque de Maracay, en donde
Crespo había ordenado mantener el grueso del parque nacional. Tenemos que durante el mes de
marzo hasta mayo, salieron de este depósito 7.840 máuser, 448 carabinas, 1.001.780 cápsulas de
máuseres y 33.958 de carabinas. Para el mes de julio se encuentran en depósito: 3.590 máuser, 2
remington calibre 40, 163 mosquetones, 2.249 bayonetas, 626 lanzas y en cápsulas había una
existencia de 2.145.906 de máuser, 12.930 de rémington calibre 50, 6.000 de rémington calibre 40,
135.650 de mosquetón. Para el mes de diciembre sólo había en depósito 500 máuser, 500 bayonetas
y 15.500 cápsulas de máuser. 145 Empero en unas partes se tienen hombres sin armas; en otras, armas
pero no hay quien las empuñe. Desde Maracay J. R. Núñez solicita al menos un instructor de
artillería pues dispone de ese tipo de material bélico. Núñez dice que improvisaría, con un rápido
adiestramiento, "artilleros aficionados". Solicita también cobijas y más soldados. Núñez también
pide repuestos para "ametralladoras". En cuanto a uniformes, mandaban desde Caracas a Maracay
las camisas, pero sin suficientes calzones.146

144
.- Francisco Andrade a Ignacio Andrade. Cúcuta, 7 de junio de 1898. A.G.I.A.
145
.- Dirección de Estadística y Contabilidad. Maracay, 24 de mayo, 16 de julio y 5 de diciembre de 1898. Parque de
Maracay. Archivo del Ministerio de Guerra y Marina, Archivo General de la Nación. Datos tomados del trabajo
investigativo inédito de Ismel Pereira “Situación Militar de Venezuela durante el período 1898-1899” Caracas, UPEL-
IPC, 2001, p. 9.
146
.- José R. Núñez a Ignacio Andrade. Maracay, 14 de mayo de 1898. A.G.I.A.
149

Al propio tiempo, en el frente político, Andrade enfrentaba una división entre crespistas y
andradistas. Los primeros obstaculizan el desempeño del naciente gobierno y sólo atienden a las
órdenes directas de Crespo. A los segundos se les persigue como si fueran opositores o no se les
toma en cuenta para el desempeño de cargos públicos. Otros liberales observan que Andrade actúa de
buena fe, pero que no reaccionará contra Crespo. Desde Las Antillas José Ignacio Pulido (1832-
1916) amenaza invadir. Castro se moviliza inquieto en la frontera colombiana. La facción araujista-
rangelista se dispone a cruzar la frontera desde Colombia por el Táchira. Por diferentes motivos
Pulido, Zoilo Bello Rodríguez (1857-1903) y Domingo B. Castillo (1865-1941) incitan a Andrade a
crear su propio piso político y su particular ejército para que no dependa del de Crespo. Se dice que
este último no tiene apuro en destruir a Hernández ya que sólo se ocupa de cuidar sus potreros.
Pero Venezuela no es sólo Caracas. Veamos la marcha de la guerra en algunas regiones.
Desde Barlovento hay quien sugiera que es un error del gobierno abandonar Río Chico a su
suerte, donde hay tanta riqueza ganadera que pudiera ser aprovechada por los insurrectos. Un
caudillo local le pide a Andrade que no desconfíe de los jefes lugareños, que les remita: "...cien
armas, peltrecho [sic] y cuatro a seis espadas".147 Palma, uno de ellos, se ufana de tener hombres y
recursos para apoyar al gobierno: "...los tengo yo y con gusto los doy”.148
Mientras, en el Estado Carabobo, foco inicial de la insurrección mochista, en especial en la
ciudad de Valencia, la proclama de Hernández circula profusamente y sus partidarios actúan
abiertamente ante la mirada indiferente del Gobernador Jelambi.149 Las autoridades civiles y
militares encargadas por este último hacen el ridículo ante los alzados. Es el caso del Jefe Civil de
Bejuma quien no tomó ninguna previsión ante un probable ataque mochero y afirmó que con sus
quince carabinas enfrentaba hasta a Napoleón, pero al presentársele apenas el guerrillero Pedro
Conde salió corriendo y abandonó el armamento a sus oponentes.150 Militantes del Partido Liberal
Amarillo se organizan para detener a los individuos que intentan "coger el monte" para sumarse al
Mocho. Hay quien concluye que es necesario cambiar de autoridades militares en Carabobo para
quitarle la fisonomía continuista y la ineptitud que en ella predomina y para triunfar sobre los alzados
en dos meses.151 Algunos de esos guerreros crespistas son calificados de "brutos"; de hecho, algunos
no sabían leer siquiera. Sólo atisbaban a firmar órdenes y proclamas.

147
.- Pedro Palma a Ignacio Andrade. Río Chico, 11 de marzo de 1898. A.G.I.A.
148
.- Idem
149
.- Carta de firma ilegible a Ignacio Andrade, Puerto Cabello, 3 de marzo de 1898. A.G.I.A.
150
.- Daniel Villasmil a Ignacio Andrade. Valencia, 3 de marzo de 1898. A.G.I.A.
151
.- Manuel Fonseca a Ignacio Andrade. Valencia, 4 de marzo de 1898. A.G.I.A.
150

La muerte de Crespo generó cambios en los mandos militares. Antonio Fernández fue designado
Ministro de Guerra en campaña y Ramón Guerra fue nombrado Jefe de la Primera Circunscripción
Militar. Guerra encontró a las tropas desmoralizadas en Carabobo, cundía la deserción y la
penetración del enemigo. Levantó nuevos contingentes y recomendó defender el Cuartel de Valencia
con tropas corianas y aragüeñas. Guerra tuvo que nombrar hasta jefes civiles en muchas poblaciones
prácticamente abandonadas a la revolución mochista.152 Luego de derrotado el Mocho, Guerra
informó que dejó organizada militarmente la entidad y que unas pocas facciones enguerrilladas
serían destruidas en pocos días.
El ejército gubernamental derrotó nacional y regionalmente la revuelta del Mocho más por las
carencias de los revolucionarios que por obra de su propia organización y coordinación.
Seguramente ayudó también la superioridad numérica y el mayor poder de fuego del que
disponían los contingentes oficialistas.

4. La muerte del General Joaquín Crespo en "La Mata Carmelera".

Joaquín Crespo escribe una misiva interceptada por el ejército liberal nacionalista, en la cual
expresa que a pesar de ir acompañado por un ejército numeroso se mueve rápido, de día y de noche.
Sus guerreros pasan días sin comer, ni dormir. Crespo exige al oficial a quien escribe que haga lo
mismo: que no descanse, que no coma, no duerma, no se detenga hasta acorralar y coger al
Mocho.153 Por cierto que esta epístola registra una versión distinta a aquella según la cual Crespo se
dirigía a luchar contra el Mocho con lentitud para demostrar a Andrade quién mandaba, quién tenía
realmente el poder. Al Taita lo acompañaba la certeza de que derrotaría a Hérnández cuando
quisiera.
Pero la mudable fortuna le tenía reservado otro destino a Crespo que el del glorioso triunfo
militar. El 16 de abril de 1898, en el sitio denominado "La Mata Carmelera", mientras disponía a sus
tropas para el combate, unas balas le parten el pecho. A francotiradores mochistas, instalados en las
"matas" seculares del lugar, se les atribuyen los disparos. A la negligencia de un oficial subalterno

152
.- Ramón Guerra a Ignacio Andrade. Valencia, 1 de mayo de 1898. A.G.I.A.
153
.- Joaquín Crespo a Elías Maduro. Cuartel General en Las Majaguas, 15 de abril de 1898. Archivo del General José
Manuel Hernández. Tomo 79.
151

que debió "limpiar" el sitio de enemigos o hasta una posible traición, se les ha atribuido la
responsabilidad de este fallecimiento.154
El oficial responsable de trasladar el cuerpo escribe: El cadáver lo he pasado por aquí oculto y
en la noche por no impresionar tristemente al ejército con su presencia y porque apercibidos los
facciosos se correría el riesgo de que tumbaran algún puente del camino, para causarnos un daño
155
por el momento, al muerto, y para mucho tiempo al gobierno . Y luego continúa expresándose
con gran respeto sobre Crespo como si estuviera vivo.
En lo que podríamos llamar una auténtica "guerra virtual" corren rumores según los cuales
Crespo había sido derrotado vergonzosamente por Hernández. Que el Taita derrotó al Mocho pero
cuando lo perseguía fue emboscado y asesinado. También se dio como noticia, completamente veraz,
que el Mocho había muerto, que se volvió loco.156 Algunas cartas de Hernández interceptadas por el
gobierno rebosan de entusiasmo sobre la marcha de la guerra, cuando realmente huía desesperado y
perseguido por las fuerzas gubernamentales.
El despacho de Andrade, quien padecía un auténtico asedio epistolar, se inunda de cartas de
pésame, pues Crespo era su amigo y Andrade, el jefe del Partido Liberal donde militaban juntos.
Algunas misivas le indican a Andrade que es ahora el dirigente indiscutido del liberalismo. Las
repercusiones del acontecimiento no se hacen esperar. Andrade adelanta cambios políticos y
militares de crespistas por andradistas. José Ignacio Pulido y otros revolucionarios regresan al país al
"cesar la causa de su exilio", como se referían eufemísticamente a la muerte de Crespo. Entretanto
algunos otros potenciales enemigos se disponen a alzarse al morir el Taita por considerar a Andrade
como la continuación de aquél. Hay también cierta clase de políticastros y militares que conspiran y
amenazan con insurreccionarse, pues, según entienden, su pacto de amistad y alianza política era con
el difunto. En el plano internacional, luego de una momentánea paralización de los negocios, y
gracias a la diligencia del personal de consulados y embajadas los negocios habían tendido a
normalizarse. 157
La muerte de Crespo, en síntesis, luego de generar una inicial preocupación y pesar, permitió a
Andrade, a la postre, adelantar sus planes de desplazar al Taita y a sus partidarios de cargos
relevantes e insistir en afirmar su propio espacio de poder.

154
.- General Ignacio Andrade ¿Por qué triunfó la Revolución Liberal Restauradora?, Caracas, Ediciones Garrido, 1955,
pp. 189; p. 34-35.
155
.- Aquilino [ilegible] a Ignacio Andrade. Barquisimeto, 19 de abril de 1898. A.G.I.A.
156
.- M.B. a Ignacio Andrade. Curazao, 19 de abril de 1898. A.G.I.A.
157
.- César Zumeta a Ignacio Andrade. Nueva York, 21 de abril de 1898 y Antonio E. Delpino a Ignacio Andrade. Nueva
York, 22 de abril de 1898. A.G.I.A.
152

5. La derrota y prisión del General José Manuel Hernández.

El gobierno, repuesto de la muerte de Crespo, retoma las acciones para derrotar la Revolución de
Queipa. Hernández es cercado por tropas gubernamentales que le cierran el paso por el Tocuyo,
Guanare, Ospino, Acarigua y Bucaral y se ve obligado a internarse con sus menguadas y hambrientas
huestes en zonas selváticas. Las operaciones las dirigen el general Antonio Fernández, ministro de
Guerra en campaña, y Ramón Guerra, jefe de la Primera Circunscripción Militar. El primero triunfó
sobre el mochismo en Pozos Hondos y Churuguara; el segundo, en Desembocadero y La Raya.
Hernández es hecho prisionero en el sitio de El Hacha, el 12 de junio de 1898, cerca de San Felipe,
por Ramón Guerra. Unas pocas guerrillas al mando de algunos de sus lugartenientes, tales como
Barreto, Matute y Eustoquio Rodríguez, son dispersadas posteriormente. Se anuncia la proclamación
de la paz restablecida, el licenciamiento de tropas y generosas amnistías.
Pero José Manuel Hernández, "El Mocho" no dio tregua ni siquiera estando ya detenido. Su
traslado desde Yaracuy hasta la capital de Carabobo fue el de un vencedor y no el de un derrotado. J.
R. Núñez se quejaba de lo anterior, asegurando que si el Mocho pasaba por Maracay desplegaría
cuerpos de tropas para ahuyentar a los curiosos, que a los revoltosos incorregibles no se les debía
tratar con sustancias aromáticas ni con dádivas sino con firmeza para aplastarlos158.
César Zumeta también asume una postura dura y radical respecto del general Hernández; felicita
a Andrade por su triunfo contra la revolución y le recomienda mantener al Mocho en prisión
mientras dure su gobierno. Ésta será la única garantía de paz. Hernández saldrá de la cárcel liberado
por el general Cipriano Castro, luego de derrocar a Andrade, en octubre de 1899.

6. Balance histórico de la Revolución de Queipa.

La Revolución de Queipa desde el punto de vista propiamente militar fue poco significativa. Su
prolongación se debió más a la falta de coordinación del ejército gubernamental que a las propias
fuerzas con que contaba el alzamiento. Cuando los mandos oficialistas se organizaron y concentraron
para repeler los contingentes mochistas, éstos últimos fueron rápidamente derrotados. Políticamente
si el general Hernández hubiese triunfado realmente habría sufrido en cambio una gran derrota ética
pues apeló a la violencia, rechazada por él como método para dirimir las diferencias políticas. La

158
.- José R. Núñez a Ignacio Andrade. Maracay, 21 de junio de 1898. A.G.I.A.
153

muerte de Crespo propició el fortalecimiento de Andrade, pero puso en movimiento las ambiciones
de las facciones personalistas y regionales. Una irresistible pasión de poder, proveniente del
Occidente venezolano, finalmente lo derrocó.
Desde el punto de vista económico y social este tipo de alzamiento empobrecía, deterioraba al
país, más de lo que ya podía estarlo.
Históricamente la Revolución de Queipa y su fracaso demostró el grado de deterioro del
liberalismo amarillo, de los sectores emergentes que se sumaron a los viejos modos de hacer
política y abrió paso a un sector del país que no había participado en la gestión de poder nacional:
los andinos. Los tachirenses, bajo la jefatura de Cipriano Castro, primero, y de Juan Vicente
Gómez (1857-1935), después, establecieron un ejército poderoso y acabaron con el sistema
caudillista de negociación con caudillos locales y regionales para mantener el poder nacional. Así
inauguraron la hegemonía andina que perduró hasta 1945.

7. Análisis de las fuentes primarias y secundarias utilizadas.

Entre las fuentes primarias consultadas destacan los archivos políticos y personales de los
generales Ignacio Andrade y José Manuel Hernández.
El fondo documental de Andrade está localizado en la Dirección de Libros Raros y
Manuscritos de la Biblioteca Nacional. Lo conforma básicamente la correspondencia enviada a
Andrade y una que otra respuesta de éste que figura en lápiz de grafito en el reverso de las cartas.
Los "copiadores de cartas" con los duplicados de las epístolas enviadas por Andrade se perdieron y
los que hay en el Archivo no corresponden a los tiempos de nuestro interés. También se encuentran
libros, folletos, hojas sueltas, recortes de periódicos, telegramas, recibos, fotografías y mapas.
Existen documentos fechados a partir de 1859 hasta 1927. Hay abundantes cajas de piezas sin fechas
o incompletas.
Los papeles del general José Manuel Hernández se encuentran, en cambio, en el Archivo
Histórico de la Academia Nacional de la Historia. Si bien predomina en este fondo documental la
correspondencia recibida por el Mocho, hay muchas cartas de nuestro personaje. Para el período que
estudiamos en particular (la revolución de Queipa que aconteció de marzo a junio de 1898) no
hallamos suficientes referencias. Como ya lo explicamos en su momento, presumimos que la
eventualidad de su derrota y captura llevó a Hernández a destruir esa sección de su documentación.
154

Entre las fuentes secundarias revisadas destacan las obras de Ramón J. Velásquez, Alberto
Navas Blanco, entre otras, que pueden verse citadas en la bibliografía. Intentamos aprovechar al
máximo las fuentes primarias disponibles, en tanto que y los estudios sobre la época sirvieron como
telón de fondo.
Conclusiones

Como certezas derivadas de esta investigación, resalta ante nada el abandono de los medios
pacíficos y democráticos de la lucha política por parte del gobierno crespista cuando, después de
permitir una campaña electoral libérrima, incurrió en fraude el día de las elecciones y en la
persecución de los opositores que intentaron formular reclamos legales. Los opositores,
pertenecientes al Partido Liberal Nacionalista, quienes postularon como candidato presidencial al
general José Manuel Hernández, "El Mocho", depusieron también en su actitud civilista desde el
momento en que se insurreccionan en Queipa, alegando la imposibilidad de defensa legal alguna y la
represión gubernamental contra sus militantes.
Buena parte del trabajo rezuma el clima de tensión existente entre las diferentes figuras y
facciones que pugnaban por acceder al poder: fundamentalmente entre crespistas, andradistas y
hernandistas, aunque también entre aquellas y las anduecistas, guzmancistas y rojaspaulistas. Por
otra parte, existía una incidencia de estas pugnas de cobertura nacional en las entidades regionales
que asimismo generaba un clima de tensión sobre las propias controversias provinciales y aldeanas.
El país del momento, escenario de aquellas diatribas y escaramuzas, era un país tradicional,
agro-exportador, en el cual la caída de los precios del café comportaba un poderoso impacto en el
terreno político. Abonaba ese desasosiego público la miseria recurrente, surgida de la escasa
demanda de café en los mercados internacionales.
El ejército del liberalismo mochero fue pequeño, conformado básicamente por guerrillas,
aunque disponía de una caballería de la que no sacó suficiente provecho. En general, el Partido
Liberal Nacionalista y el Mocho Hernández contaban con tropas y caballería mal vestidas,
pésimamente armadas, sin municiones y peor dirigidas.
A diferencia de aquellos, las fuerzas oficiales disponían de estimables contingentes de tropa,
en general provistas y equipadas. No les faltaban armas ni parque suficiente. La corrupción y la falta
de coordinación entre sus jefes explican en buena parte la prolongación de la guerra. Afectó a este
ejército la muerte en el campo de batalla de su recio y corajudo general, el taita de la guerra, Joaquín
155

Crespo. Al morir éste se tuvo la voluntad de mejorar la coordinación militar y se derrotó y apresó a
Hernández.
La revolución de Queipa evidenció la descomposición del liberalismo amarillo y lo débil de
los supuestos sectores emergentes. Serán los andinos tachirenses quienes terminarán dando al traste
con la ya añosa supremacía de los triunfadores de la Guerra Federal.
En cuanto a las fuentes utilizadas para realizar la investigación, cabe destacar que se dispuso
de los archivos de los generales Andrade (gobernante) y Hernández (opositor e insurrecto), lo que
nos permitió elaborar un texto el cual consideramos que aporta información y conocimiento histórico
sobre el período.
Una consideración final. Más que el enfoque exclusivamente político, ideológico o militar,
hemos privilegiado el cultural, el de las mentalidades. Pretendimos más bien captar toda información
o dato que registrase la forma de pensar o de actuar de los hombres de aquella Venezuela finisecular,
en lugar de los elementos bélicos o políticos exclusivamente.

Bibliografía

Fuentes Primarias:

Principalmente los archivos de los generales Ignacio Andrade y José Manuel Hernández. El
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161

Jefes civiles y cambio socio-cultural en Venezuela


durante el gobierno del General Juan Vicente Gómez (1908-1935)

Horacio Biord

Introducción

Amplios sectores de la Venezuela de principios del siglo XX conservaban modos de vida


propios y diferenciados entre sí (pueblos indígenas, afro-venezolanos, campesinos, etc.). Algunos de
los recursos culturales (como usos y costumbres) de esas poblaciones pudieron haber entrado en
conflicto con la imposición de la jurisdicción estatal (entre otros, las creencias y prácticas mágico-
religiosas). Dicha imposición implicaba un aumento del control social y cultural por parte del Estado.
Este control acarreaba también la homogeneización cultural (lo que, por supuesto, no quiere decir
que ésta, en definitiva, se haya logrado total o parcialmente). De hecho, el preámbulo de la
Constitución de 1999 señala como uno de los fines fundamentales del nuevo texto constitucional re-
fundar la República para, entre otras finalidades, reconocer plenamente su carácter pluriétnico y
multicultural. En el caso del gobierno de Juan Vicente Gómez, una de las facetas de lo que se ha
llamado la “pacificación” del país quizá fue una forma de control social. Vistos de esta manera, los
procesos estrechamente relacionados de control social y cultural e imposición de la jurisdicción del
Estado, especialmente en ámbitos rurales y en la vida cotidiana, constituye un interesante tema. En
este trabajo lo intentamos abordar mediante el estudio de las figuras encargadas de dicho control en
ese espacio en el que se tocaba levemente, para construir el entramado societario, la esfera política y
la esfera social o civil, ese espacio donde lo público y lo privado se rozan.

Muchos estudios intentan abordar globalmente el período de Gómez, o bien su historia


política o económica, o incluso intelectual. Aquí adoptamos en cambio una perspectiva
etnohistórica.159 Asumimos que, como parte de la consolidación definitiva del Estado nacional
venezolano, el logro sustantivo del gobierno de Gómez es la ampliación de la jurisdicción del
Estado. El despotismo, la represión, la corrupción, etc., serían aspectos accidentales de ese fenómeno
mayor. Este trabajo constituye, pues, una aproximación al último eslabón de la cadena de imposición
de la jurisdicción del Estado: el punto de encuentro entre la jurisdicción en avance y las formaciones

159
.- Entendida ésta como la combinación dinámica de metodologías utilizadas por la Antropología y la Historia.
162

sociales o grupos socio-diversos.160 Éstos han de ser entendidos como portadores de recursos
culturales concretos y únicos, no obstante los procesos de mestizaje y sincretismo anteriores a la
conquista española pero potenciados a raíz de ésta. Para ello, se revisan algunas posiciones sobre el
gobierno de Gómez como período de pacificación del país y se evalúa la figura de los jefes civiles
como funcionarios encargados de manera directa de imponer el control social. Se trataba del último
eslabón visible de la cadena del poder político del Estado. A estos funcionarios correspondía entrar
en contacto con la “sociedad”, las gentes, las formaciones sociales, individual o colectivamente
consideradas, y encauzarlas hacia la ampliación de la jurisdicción del Estado. Una de sus tareas era
imponer o facilitar la penetración del Estado en espacios sociales y grupos socio-diversos que, en
muchos casos, se habían mantenido al margen de dicha jurisdicción o conservaban importantes
cuotas de control cultural, esto es, decisiones sobre sus propios recursos culturales ampliamente
entendidos, como lo ha señalado el antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla (1987).

1.- Un régimen orientado a lograr la paz

La consolidación del Estado Nacional venezolano supuso, entre otros factores, diversos y
largos enfrentamientos entre grupos e intereses tanto individuales y partidistas como regionales. El
siglo XIX, a partir de la separación de la Gran Colombia, se caracteriza por la inestabilidad política y
las continuas guerras civiles que llevaban al país de una revolución a otra. Un rasgo importante de
este período es el fenómeno conocido como caudillismo. El caudillismo implicaba la aceptación del
liderazgo de un hombre y una profesión de lealtad hacia la causa que éste representara, ya que el
imaginario social iba añadiendo o restando cualidades, ideas, sueños y esperanzas a cada movimiento
insurreccional.

Laureano Vallenilla Lanz, uno de los ideólogos más importantes del gobierno gomecista,
caracteriza ese período (desde la independencia hasta el advenimiento de Gómez) como “estado de
anarquía espontánea”:

160
.- Este trabajo nació de una monografía que intenta comparar un Jefe Civil real de Caucagua (estado Miranda) con
otro de la ficción literaria: Ño Pernalete, de la novela Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos (Biord 1996). Una versión
preliminar fue presentada en un seminario de doctorado en la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas), dirigido por
la Dra. Susan Berglund (Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela).
Le agradecemos el haber estimulado nuestro interés hacia el tema y por sus invalorables comentarios al trabajo.
163

aquellas bandas que asolaban los campos, saqueaban e incendiaban las


poblaciones, vejaban y asesinaban en medio de la situación desastrosa con que la
nueva República pagaba la inmensa gloria de haber derramado sangre y recursos
por la libertad del continente (Vallenilla Lanz 1986:79).

Ese panorama cambió definitivamente con el gobierno gomecista. Los veintisiete años del
gobierno de Gómez (1908-1935) permitieron al menos: 1.- consolidar el Estado nacional; 2.-
eliminar (o posponer, si lo observamos con una mirada histórica más larga) tanto las rivalidades
como la supremacía de las identidades regionales; 3.- sentar las bases para la modernización del país;
4.- nivelar la economía venezolana, y 5.- imponer el ejercicio de la soberanía jurisdiccional del
Estado.

Estos aspectos se hallan relacionados entre sí y uno implica el otro. Sin embargo, para los
propósitos de este trabajo, nos interesa subrayar el último. Ante todo, aclaremos que entendemos por
jurisdicción “la función del Estado, atribuida a un órgano específico, que tiene por fin la aplicación
de la ley a los casos concretos” (Silva: 1986: 656, traducción nuestra). El gobierno de Gómez logra
extender la jurisdicción del Estado a casi todo el territorio. En balance, éste es uno de los cambios
fundamentales que supone para el país el período 1908-1935. Seguidamente estudiaremos cómo
diversos autores lo conceptúan de forma distinta: paz, represión o control social.

Se afirma que Juan Vicente Gómez logró alcanzar la paz mediante la eliminación de los
caudillos y las montoneras. Detractores y partidarios han opinado sobre este pretendido logro. Por
ejemplo, Pedro Manuel Arcaya, otro ideólogo del gobierno de Gómez, su ministro de Relaciones
Interiores entre 1914 y 1917 y nuevamente entre 1925 y 1929, parlamentario y diplomático, asentaba
que “fundador de la paz, es el título que más complace al general Gómez entre los muchos que le
prodiga la gratitud nacional” (Arcaya 1986: 76, negritas en el original).

Por su parte, el historiador y sociólogo Augusto Mijares (1975: 167) sostiene que la paz como
un don del caudillo autocrático es una teoría que, precisamente al ponerla a beneficio de Gómez,
exhibe mejor su simpleza y absurdo. Porque nos llevaría a la conclusión de que este ignaro jefe
primitivo logró, por sí mismo, lo que no habían alcanzado ni el genio y la gloria de Bolívar y la
sagacidad de Páez, ni el talento y la actividad de Guzmán Blanco.
164

Invocando una especie de principio de auctoritas, Mijares incurre aquí en lo que el


historiador Germán Carrera Damas (1961: LI-LIV), en un intento de caracterización de la
historiografía venezolana, llamó el “desorbitado culto del héroe”. El argumento de Mijares parece
muy simple e ideológico: si ni siquiera Bolívar (como héroe máximo y fundador de la Venezuela
republicana), ni Páez, ni Guzmán Blanco, lograron la paz, tampoco la pudo haber logrado un ignaro
jefe primitivo. Seguidamente Mijares invoca lo que podría interpretarse como un ingenuo
psicologismo:

La paz, como fenómeno correlativo, tiene que tener múltiples


explicaciones de fondo. Y una de las más evidentes –en cuanto al período que
historiamos [1908-1935]- fue el descrédito en el que habían caído los caudillos y
políticos heredados del guzmancismo, el rencoroso desprecio con que el pueblo
llegó a juzgarlos, y, como consecuencia, la nueva orientación que tomó la
conciencia nacional hacia un estudio más serio de nuestros problemas de [OJO ] de
psicología social (Mijares 1975: 167).

Carrera Damas considera que la represión y el control social caracterizan ese período de la
historia venezolana:

Si algo distingue el sistema político en el lapso 1908 a 1935, durante el


cual Gómez gobernó en forma absoluta, es la eficiencia del aparato represivo y de
control social, varias veces demostrada al enfrentarse con éxito intentos
subversivos e invasiones así como al llegar a conformar un clima general de terror
y acatamiento forzado (Carrera Damas 1988: 119).

Es decir, la paz suponía la represión y el control social. Ahora bien, la imposición de ese
control social implicaba la coerción armada y la coerción legal. Ambas podían apoyarse y una servía
a la otra, pero es necesario deslindarlas para explicar los alcances del control social. La proclamación
de la Independencia en 1811 fue seguida por la adopción de una Constitución Federal. A partir de allí
se adoptarán varias Constituciones. Sin embargo, éstas tenían un carácter eminentemente formal.
Casi pueden entenderse como “actos de habla”, como cuando el chamán crea y recrea el mundo con
sólo nombrarlo. La única diferencia es la escritura, pues la intencionalidad ritual es la misma: son
actos escriturarios con un definido propósito fundacional. Las constituciones pretenden fundar la
realidad, una realidad que al principio sólo existía en la mentalidad de los creadores de la República.

Sin embargo, las constituciones no se adaptaban a las realidades empíricas del país, sino que
se pretendía configurar una realidad a partir de la idea o modelo de país que éstas dibujaban: un traje
hecho a la medida de las élites dominantes mediante el formalismo jurídico. Era un modelo de
165

república cónsono con las ideas europeas sobre la materia. Era como si se tratase de demostrar que a
los ojos de las potencias comerciales europeas realmente existía un Estado porque así lo proclama la
constitución de la república.161 Así pues, las constituciones sancionaban la personería jurídica del
Estado, representada por la República. Esto permitía negociar y celebrar tratados válidos con otros
países.

Debido a este carácter formal, la jurisdicción del Estado era limitada. Amplios sectores del
territorio nacional quedaban fuera de ella. A partir de Gómez (gracias, entre otras razones, al
desarrollo de las comunicaciones internas), se extiende dicha jurisdicción. Sólo amplios sectores de
la región meridional del país (conformada principalmente por los actuales estados Amazonas y
Bolívar), al sur del Orinoco, quedaron fuera de dicha jurisdicción prácticamente hasta la década de
1960.

2.- Hacia un perfil de los jefes civiles

Dada la división de poderes en una República (ejecutivo, legislativo y judicial,


principalmente), y en especial en aquéllas de orientación presidencialista, es al Poder Ejecutivo a
quien le corresponde una mayor visibilidad social. El imaginario colectivo sobre un Estado se
construye en parte por la imaginería socio-política que proyectan sus representantes inmediatos. De
allí la importancia de conocer quiénes representaban este último eslabón de la cadena de poder y
cómo el Estado se materializaba frente a la gente concreta.

Una definición, contenida en una publicación oficial, resulta ilustrativa al respecto:

El Poder Ejecutivo [del Distrito] lo constituye un ciudadano que según


nuestro tecnicismo político se denomina Jefe Civil, cuyas atribuciones son en todo
el territorio del Distrito análogas a las del Presidente del Estado en el territorio de
éste; atribuciones que pueden resumirse en esta fórmula general: cumplir y hacer
cumplir en los límites del Distrito las Leyes del Estado y las privativas de la
comuna (Venezuela 1983: 85-86).

161
.-Hemos manejado estas ideas de manera preliminar en un ensayo inédito (Biord s/f). Ver además el interesante trabajo
de González Stephan (1995).
166

Si las atribuciones del Presidente del Estado son, a su vez, análogas a las del Presidente de la
República en el territorio de esta última, entonces tenemos una equivalencia de figuras que
mostramos en el Gráfico N° 1.

Gráfico N° 1
Línea jerárquica de funcionarios del Poder Ejecutivo

Presidente de la República

Presidente de Estado

Jefe Civil de Distrito

Jefe Civil de Municipio

Jefe Civil de Caserío (Comisario)

Ahora bien, las mismas características tiránicas imputadas a Gómez se le han atribuido a los
Jefes Civiles. Mijares resume así esta situación:

El uso dicrecional [sic] del poder, las exacciones y violencias, dejaron de


ser patrimonio exclusivo de Gómez y de sus amigos inmediatos. Hasta el más
ínfimo funcionario tuvo el privilegio de usar tan tristes atribuciones, y el
Jefecivilismo –nombre con el cual se bautizó este atropello ejercido por los Jefes
Civiles en cada pueblo- llegó a ser un azote nacional. Y había Jefaturas Civiles –
como la de Rubio- que por lo que “dejaban”, o sea, por lo que el Jefe Civil podía
167

exprimirle al vecindario, se equiparaban a la Presidencia de un Estado (Mijares


1975: 165).

Esta imagen ha sido transmitida por la tradición oral del pueblo venezolano pero faltan por
ejemplo investigaciones que documenten, a través del estudio de varios casos, los atropellos
perpetrados por los jefes civiles. Carlos Siso, amigo del régimen gomecista, pone en boca de Gómez
las siguientes palabras: “el paludismo y los jefes civiles –decía al descubrir un atentado de un jefe
civil de los Llanos contra un particular- van a acabar con Venezuela” (Siso 1986: 125).162 Concluye
Siso (1986: 138) que a Gómez no “le agradaban los abusos […] de muchos jefes civiles”.

Comúnmente se sostiene que durante el gobierno de Gómez, todos los jefes civiles eran
andinos. Sin embargo, esto parece muy poco probable. Quizá lo fueran los de los poblados más
importantes del país. El escritor costumbrista Delfín Aguilera, en un libro de cuadros de costumbres
y tipos de la Venezuela de 1903, al referirse al arribo de los andinos al poder, escribe: “una Jefatura
Civil es más asequible a la ambición de estos analfabetas. Cambiar la peinilla por un espadín
[utilizado por los diplomáticos] parecía desdoroso aun a los que ya han aprendido a firmar” (Aguilar
1974: 202). Como señala el escritor Domingo Alberto Rangel (1964: 179):

El predominio de los andinos –que con Gómez no sufre la menor


alteración [después de Castro]- abre en el país un abismo de recelos regionales.
“Andino es el Presidente, andino el Gobernador, andino el pan que comemos,
misericordia Señor”. Así sintetizarán las gentes de Caracas, buidas como pocas,
aquella dominación regionalista.

En todo caso, el jefe civil pasó a ser, en el imaginario colectivo, la personificación del abuso
de autoridad. Nemecio Parada (1975) testimonia diversos abusos y casos de peculado por parte de
jefes civiles del Estado Miranda. Delfín Aguilera, por su parte, refiriéndose a la Venezuela de
principios del siglo XX, añade que “la garantía social […] no es otra cosa que el temor del Jefe
Civil” (Aguilera 1974: 191). Así fue captado este funcionario por la literatura, por ejemplo en las
novelas Doña Bárbara y Canaima de Rómulo Gallegos.

El propio Gómez debía recomendar el nombramiento de muchos jefes civiles; si no de todos,


al menos con toda seguridad el de los jefes civiles de Distrito. En el Archivo Histórico del Palacio de

162
.- Nemecio Parada (1975: 27), en un libro de anécdotas y recuerdos, después de referir desmanes de jefes civiles del
Estado Miranda, asienta que, en la época de Gómez, “muchas veces se afirmó y con razón que entre los Jefes Civiles y el
paludismo habían acabado con la provincia venezolana”. Según este testimonio, parece que la afirmación atribuida a
Gómez por Siso era un dicho general.
168

Miraflores existe una gran cantidad de cartas dirigidas a Gómez en la que los firmantes solicitan o
bien el nombramiento para una Jefatura Civil o mantienen informado al gobernante sobre los
trámites seguidos para el nombramiento en alguna vacante. De este último tipo es la siguiente
comunicación, fechada en Uracoa (Estado Monagas) el 11 de enero de 1922:

Por Resolución del Presidente Constitucional del Estado está en el


ejercicio de la Jefatura Civil de este Distrito el General Dionisio A. Feriús y por
esta circunstancia no he podido reencargarme de dicha Jefatura, cumpliendo así las
Superiores Instrucciones de Usted.

Mateo Ledesma G. [163]

En realidad, el jefe civil no era una figura unitaria. Primero, veamos algunos antecedentes
históricos. Ya en 1890 existe la figura de “Jefe Civil”, tanto en los estados como en los territorios
federales. (Landaeta Rosales 1963 I: 190). Con anterioridad a esa fecha existe mención del cargo de
Jefe Civil y de Jefe Civil y Militar, pero se refiere al parecer al cargo de Gobernador o Presidente de
Estado (Landaeta Rosales 1963: passim).

Para la época de Gómez existían dos tipos de jefes civiles: los de Distrito, con jurisdicción
sobre dicha circunscripción (es decir, ínter-municipal), y los de Municipio, con un jurisdicción
restringida al ámbito de este último. Además, en cada caserío, había un comisario. Es posible que
éstos sean recordados por la tradición oral como otros jefes civiles. La distinción anterior la pudimos
corroborar al entrevistar a varios ancianos de los Altos Mirandinos. A la pregunta sobre los tipos de
jefes civiles, siempre respondían que los había de Distrito y de Municipio. Durante el gobierno de
Gómez, los Altos Mirandinos conformaban un único Distrito (el Guaicaipuro), cuya capital era Los
Teques. Así que los jefes civiles conocidos en los pueblos de esa región equivalían, o bien a los de
Municipio, o a los Comisarios de cada caserío, subordinados a los jefes civiles de Municipio.

En el estado Apure, quizá por su baja demografía, había una figura denominada “Jefe de
Policía Rural”, parecida a la de los comisarios, pero su ámbito jurisdiccional lo constituía un hato. A
manera de ejemplo insertamos un nombramiento para dicho cargo:

163
.- Archivo Histórico del Palacio de Miraflores. Cartas. 1922. Caja 1.
169

General José Domínguez

Presidente del Estado Apure

Decreto:

Art. 1° Nombro Jefe de Policía rural en toda la extensión del hato


denominado “Guasimito”, sitio [sic, por sito] en jurisdicción del Municipio
Achaguas del Distrito del mismo nombre, al ciudadano José Dionisio Arriaga.

Art. 2° El nombrado, en caso de aceptación, prestará el juramento de Ley


ante el Jefe Civil del Distrito Achaguas.

Art. 3° El Secretario General queda encargado de la ejecución del presente


Decreto.

Art. 4° Comuníquese y Publíquese.

Dado, firmado y refrendado, en la Casa de Gobierno, en San Fernando, a


26 de marzo de 1927. Año 117 de la Independencia y 69 de la Federación.

(L.S.) José Domínguez

Refrendado,

El Secretario General,

(L.S.) J. Penzini Hernández [164]

Como se ve, este jefe de policía rural sólo tenía jurisdicción dentro de un hato y estaba sujeto
a un jefe civil. Nombramientos como éste abundan en la Gaceta Oficial del Estado Apure durante la
década de 1920.

La legislación sobre los jefes civiles era privativa de cada Estado y dicho cargo no figura en
las Constitucionales Nacionales.165 Así, por ejemplo, en el artículo 6° de la Ley de Régimen Político
del Estado Miranda (1915),166 que usaremos como texto de referencia para tener una idea acerca de
las normas jurídicas que regulaban la institucionalidad de los jefes civiles, se establece que los jefes
civiles de Distrito deben “gozar de buen concepto público y saber leer y escribir”; las mismas

164
.- Gaceta Oficial del Estado Apure N° 496 (21-IV-1927), s.p.
165
.- Hemos consultado los textos incluidos en la recopilación de constituciones efectuada por el Dr. Allan R. Brewer-
Carías (1985).
166
.- Gaceta Oficial del Estado Miranda N° 424 (14-IV-1915), s.p.
170

condiciones se establecen para los jefes civiles de municipio (art. 11) pero no, en cambio, para los
comisarios.167

Sobre los comisarios existe un testimonio anterior, escrito por Delfín A. Aguilera (1974:
128), que los presenta como “personajes que se sienten crecidos en importancia tan pronto como su
superior inmediato, el jefe civil lo llama aparte y le dice que hay rum-runes [sic] que doble la
vigilancia”. El doblar la vigilancia se traducía, en la práctica, en desmanes y abusos de poder, en
dádivas que recibían a cambio de no molestar su ira de pequeños y poco instruidos funcionarios.

El hecho de que Aguilera, en sus cuadros de costumbres, no dedique un capítulo a los jefes
civiles quizá constituya una evidencia de que éstos tuvieron un mayor poder y una mayor
discrecionalidad, convirtiéndose así en figuras antipáticas y poco populares, sólo durante el gobierno
de Gómez. Una razón tal vez lo explique: la estabilidad política y económica alcanzada por el país y
el régimen gomecista. De esta manera se acentuaría el papel de los jefes civiles y se crearía esa
imagen represiva y cruel que ha acompañado a tales funcionaros.

3.- Atribuciones de los Jefes Civiles

A fin de comentar algunas de las atribuciones de los jefes civiles, consideraremos aquéllas
que le conferían dos textos legales regionales: la Ley de Régimen Político (1915) y el Código de
Policía (1916)168 del Estado Miranda.

La Ley de Régimen Político del Estado Miranda, en su artículo 8°, establece las siguientes
atribuciones a los jefes civiles de Distrito:

1ª Vigilar la conducta de los empleados públicos de su dependencia y procurar la


buena marcha de la administración del Estado.

2ª Conservar el orden y la tranquilidad públicas y hacer que se respeten los


derechos que garantiza la Constitución Nacional y del Estado.

3° [sic por ª] Ejecutar y hacer que se ejecuten las disposiciones legales de las
autoridades superiores y las ordenanzas, los acuerdos y las resoluciones del
Concejo Municipal.

167
.- No nos fue posible consultar la Constitución del Estado Miranda vigente para esa fecha. El señor Domingo García
Pérez, quien prepara una recopilación de Constituciones del Estado Miranda, nos señaló (comunicación personal, 1996)
que la condición de ser alfabeto se señala expresamente en algunas constituciones y en otras no.
168
.- Gaceta Oficial del Estado Miranda N° 473 (25-IV-1916), s.p.
171

4° [sic por ª] Prestar su apoyo a todos los funcionarios en la ejecución de las


providencias y órdenes que dictaren en uso de sus facultades.

5ª Hacer cumplir las leyes y disposiciones del Código de Policía en todos sus
ramos; y que se apliquen las penas que señale a los infractores.

6ª Cumplir las obligaciones que les impone la Ley de Tareas.

7ª Enviar mensualmente a la Secretaría General un informe detallado de los


asuntos en que haya intervenido.

8ª Instruir por escrito o verbalmente al Secretario General de cuanto, sepa, observe


o llegue a su conocimiento con relación al orden público.

9ª Exigir de las autoridades militares el castigo de los oficiales y soldados de


guarnición o en marcha que cometan excesos contra las personas o las
propiedades.

10ª Dictar las órdenes necesarias para la persecución, captura, enjuiciamiento y


castigo de los delincuentes y prestar apoyo a las autoridades judiciales cuando lo
soliciten para cumplir sus decisiones.

11ª En los casos de calamidad pública como inundación, terremoto, etc., dictar las
medidas que juzgue convenientes en armonía con las leyes, para aplicar remedio a
aquellos males, promover todo cuanto sea conveniente para prevenirlos y hacer
efectiva la obligación de la vacuna, dando parte detallada al Presidente del Estado
y Concejo Municipal.

12ª Presentar anualmente un informe al Ejecutivo del Estado, cuarenta días antes
de la reunión de la Asamblea Legislativa, sobre todos los ramos del servicio
público, sobre los inconvenientes que se hayan observado en la práctica y sobre las
mejoras que juzguen convenientes introducir. Estos informes serán manuscritos y
no podrán publicarse sin previa disposición del Presidente del Estado.

13ª Remitir a la Secretaría General dentro de los cinco primeros días de cada mes,
la estadística del mes anterior conforme a la ley de la materia.

14ª Desempeñar las demás funciones que le atribuyan las Ordenanzas Municipales
y leyes especiales.

Además, los jefes civiles de distrito nombraban a los jefes civiles de municipio (art. 10°) y
ejercían las funciones de éstos en el municipio capital del distrito. Los jefes civiles de municipio
tenían, dentro del ámbito de su jurisdicción, las mismas funciones atribuidas a los jefes civiles de
172

distrito en el artículo 8° (art. 12°). Los jefes civiles nombraban a los comisarios de su respectiva
jurisdicción (art. 14°).

En cada caserío había un comisario (art. 15°) que dependía del jefe civil inmediato (art. 16°).
En el artículo 17° se establece que:

Los comisarios de caseríos están en el deber de conservar el orden y la


tranquilidad de los caseríos, mantener la decencia y moralidad pública, impidiendo
cualquier acto que las ataque y cuidar de la observancia de la Constitución y de las
leyes. Al efecto, para el cumplimiento de sus deberes, exigir la cooperación de los
ciudadanos, quienes están en el deber de prestársela.

Resulta interesante conocer cuáles penas podían imponer los jefes civiles, lo que se establece
en el artículo 19°:

Para hacer efectivo los Decretos y Resoluciones que dicten los


funcionarios del régimen político, pueden éstos imponer las penas que pasan a
expresarse, a los que les desobedezcan, les falten el debido respeto y no
cumplan las órdenes y disposiciones que dictasen en la órbita de sus
atribuciones […]

2° Los Jefes Civiles de Distrito puede [sic] imponer multas hasta por
doscientos bolívares o arresto proporcional.

3° Los Jefes Civiles de Municipio pueden imponer multas hasta por


cincuenta bolívares o arresto proporcional. (negritas añadidas).

Hemos destacado con negritas una disposición que faculta a los jefes civiles a imponer penas
a quienes “les desobedezcan” y “les falten el debido respeto”. Esta norma podría originar un fuerte
abuso de poder.

En el artículo 23° se autoriza a los jefes civiles de distrito y de municipio a tener un secretario
“de su libre elección y remoción”, pero no podía ser pariente de quien lo nombrare en los grados
indicados explícitamente en dicho artículo.

En el Código de Policía del Estado Miranda también se establecen algunas funciones y


atribuciones de los jefes civiles. En relación con el papel de estos funcionarios, es importante
destacar que en dicho Código también se establecen formas de conducta y se reprimen otras que
permiten conocer el comportamiento ideal que se deseaba imponer: este último probablemente
173

encontraba su más expresión acabada en las prescripciones de los manuales de urbanidad y buenas
costumbres, tenidos como modelos por las élites dominantes.

Una ojeada a los títulos del Código permite formarse una idea de las materias allí contenidas:
de la policía en general; de la jurisdicción de la policía, de su organización y deberes; del orden y
seguridad públicas; del porte de armas; de la decencia pública y buenas costumbres; sobre casas de
prostitución y mujeres de mala vida; sobre comodidad y aseos públicos; de la arquitectura civil; del
tráfico por las calles y caminos; de los mercados públicos; de los acueductos; de los jornaleros y
sirvientes; de las acequias de riego; de los desechos y estacadas de ríos; de la conservación de los
bosques; de las quemas; de los perjuicios que causaren en los terrenos cultivados los ganados
vacunos, caballares y otros; sobre empadronamiento de hierros; sobre hierra de animales; del tránsito
por los potreros; del beneficio de reses y del transporte y conducción de ganados, etc.; del servicio de
caporales y peones; de la pesca y de la caza; de los colonos en las posesiones agrícolas y pecuarias;
de la venta de bestias; etc.

La enumeración de esas materias, las cuales exigían normas casuísticas y disímiles, nos
retrata un país agrícola y con costumbres diversas, especialmente en las zonas rurales más alejadas,
diversidad que el legislador trató de homogeneizar. Esto se corresponde con lo que hemos llamado la
expansión de la jurisdicción del Estado, necesaria para la consolidación del modelo de Estado
nacional adoptado. Así, por ejemplo, en el artículo 17° se declara que “el orden público consiste
generalmente en la sumisión a la Constitución y a las Leyes, y en la más completa obediencia a las
autoridades que deben hacerlas cumplir” (negritas añadidas). Es decir, en la práctica no sólo se
establece el cumplimiento de la normativa jurídica vigente, sino la interpretación coyuntural que de
ella hagan las autoridades en un determinado momento.

Las normas son minuciosas y específicas. Sirva de ejemplo la contenida en el artículo 173°:
“se prohibe [sic] colocar sillas u otra clase de asientos en las aceras y establecer tertulias en ellas, que
puedan ser inconvenientes al libre tráfico”. Esta norma intentaría regular la costumbre que tenía (y
aún tiene en algunos casos, pese a la prisa que ha invadido la cotidianidad) la gente de los pueblos de
clima cálido del interior de sentarse al frente de sus casas a tomar fresco, especialmente en horas de
la tarde, y compartir con sus vecinos y viandantes.

En el artículo 24° se establece que “impedirá la policía que se tengan en el recinto de las
casas o solares sin las precauciones necesarias animales feroces, ponzoñosos y dañinos, ni mucho
menos que anden sueltos por las calles y caminos”.
174

Por otra parte, en el artículo 48° se establece que:

Cuando en días y horas de trabajo se encuentren personas tocando y


cantando por las calles, vecindarios y caminos públicos, o manifiestamente sin
ocupación, deberá requerirlos la policía para que suspendan el acto y se retiren a
sus casas o a sus ocupaciones.

En el artículo 60° se ordena que “los bailes denominados joropos no podrán celebrarse sino
los domingos y días feriados”; y en el artículo 53° se establece que:

Los dueños de casas de juegos permitidos, solo consentirán que se juegue


en ellas hasta las doce de la noche; no permitiendo en ningún caso que concurran a
tales casas los menores de edad, los sirvientes domésticos ni los dependientes de
casas de comercio.

§ único. El dueño o encargado de la casa de juegos permitidos que


consintieren en ellos a los menores, a los sirvientes domésticos o a los
dependientes de las casas de comercio, serán penados con multas de veinte hasta
cien bolívares o arresto proporcional, que les impondrá el respectivo Jefe Civil; y
en caso de reincidencia se duplicará esta pena.

Resulta significativo que todas estas disposiciones estén orientadas a proteger el trabajo y la
actividad económica privada. De este tono es el artículo 202°:

Los individuos que se contraten a trabajar en campos o casas particulares,


que pidan dinero a cuenta de su trabajo, y luego no cumplan sus compromisos
serán requeridos por los Jefes civiles respectivos para que den cumplimiento a sus
compromisos bajo la pena de diez a cincuenta bolívares de multa o arresto hasta
por diez días, salvo la acción de daños y perjuicios si hubiere lugar.

A lo largo de ese texto legal se le encomiendan diversas funciones a los jefes civiles, las
cuales sería largo enumerar. Por ejemplo, el numeral 12° del artículo 14° le atribuye al jefe civil la
facultad de “Inspeccionar los establecimientos de juego pormitidos [sic], como galleras, billares, etc.,
etc. ,, [sic] para reprimir todo desorden e impedir toda práctica contraria a la ley o a las buenas
costumbres”.
175

En el artículo 4° se reconocen como autoridades de policía, entre otros funcionarios, a los


jefes civiles de distrito y de municipio y a los comisarios. En el artículo 8° se establece que “los
Agentes de Policía son de libre elección y remoción del respectivo Jefe Civil”.

En el artículo 314° se establece que:


Las penas que las autoridades de policía pueden imponer son las siguientes:

1° Arresto.

2° Multa.

3° Comiso.

4° Caución de buena conducta.

5° Amonestación; y

6° Expulsión del territorio del Estado, del Distrito o del Municipio.

Los artículos 316° y 317° contemplan las penas máximas que pueden imponer los jefes
civiles de distrito y municipio, respectivamente. El 325° dispone que “las faltas que no tengan pena
señalada en este Código, se castigarán con multas desde cinco hasta doscientos bolívares o con
arresto de tres a diez días”. Esta disposición resulta importante, pues algunos actos o conductas no
aparecen especificados como faltas o delitos sino que tal calificación queda librada a la
discrecionalidad de los funcionarios.

En síntesis, el Código de Policía le otorgaba a las autoridades de policía, y muy


especialmente a los jefes civiles, un papel protagónico en la regulación de las actividades cotidianas
de la población. En este texto legal, probablemente similar a los adoptados por los otros Estados de
la Unión (para emplear la terminología usual de la época), se delineaba la figura del jefe civil como
el último eslabón de la cadena de poder, el punto de álgido de encuentro entre el aparato estatal y la
sociedad.

Conclusiones

Visto estructuralmente, más allá de la represión política y de la coyuntura del régimen


gomecista, el jefe civil constituye el funcionario encargado de imponer un determinado modelo
176

societario (que no siempre coincidía con las aspiraciones, normas y valores tradicionales de los
diversos grupos étnicos y sociales socio-diversos que conformaban el país) y de cuidar hasta los
extremos el amoldamiento social a los modelos consagrados por el formalismo jurídico. Estos
modelos probablemente coincidirían con lo que se expresó durante mucho tiempo bajo la calificación
de gente decente. El contenido real de esta categoría, al menos en las décadas finales del siglo XIX y
primeras del XX, aún merece estudios más detallados y sistemáticos para develar percepciones
sociales sobre los límites de la decencia vista como parámetro de inclusión social.169

En consecuencia, los jefes civiles –cuyo rostro era la faz cotidiana no sólo de un régimen
concreto sino de un sistema y probablemente de un modelo de país impuesto por las élites
dominantes- cargaban con las –quizá- escasas simpatías y, principalmente, con las probablemente
muchas antipatías generadas por un gobierno, en tanto expresión de un sistema y un modelo
excluyente de país.

De las funciones atribuidas a los jefes civiles, y de los abusos que éstos y sus subordinados
inmediatos (como comisarios, comisarios rurales y policías) cometieran en el desempeño de sus
atribuciones, se deriva la antipática percepción que la posteridad ha transmitido de ellos. Parecería
que los jefes civiles eran los encargados no sólo de mantener el orden y la paz, o de espiar los
movimientos de los ciudadanos, sino también de gestionar el cambio socio-cultural impuesto por el
Estado, a veces de manera sutil y en otras, de forma muy directa, especialmente en ámbitos rurales y
en barriadas populares.

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BIORD, Horacio. 1996. Aproximación a dos Jefes Civiles del gobierno de Juan Vicente Gómez
(1908-1935). (ensayo inédito).

169
.- Hemos recogido algunos testimonios sobre un comisario rural del Municipio San Casimiro, al sur del estado Aragua
que, en las primeras décadas del siglo XX, trataba de reprimir el uso de expresiones tabuizadas (groserías) en reuniones
públicas (velorios y otras ocasiones). Sin embargo, al hacer las debidas advertencias y amonestaciones, utilizaba tantas
malas palabras y expresiones soeces como aquellos a quienes pretendía reprochar. Es posible ver en esta actitud la
obligación de asegurar determinadas costumbres (en este caso, lingüísticas) impuestas por modelos que le resultaban
extraños o cuyas consecuencias no entendía cabalmente.
177

BIORD, Horacio. s/f. “La consagración de la irrealidad. La materia indígena en las constituciones
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Siglo XX, Documentos para su Estudio, 9). (edición facsimilar de la primera edición).
179

Traducción y emancipación :
el caso de la Carmañola
Georges L. Bastin
Universidad de Montreal

Introducción

En el mes de octubre de 2002, con ocasión del Primer Congreso Internacional de Traducción
e Interpretación en Lima, Perú, empezábamos nuestra conferencia con esas palabras:
La bibliografía en el campo de la historia de la traducción ha estado en constante
crecimiento en los últimos 30 años. Traductólogos de renombre y otros menos conocidos ... se han
dado a la tarea de escudriñar este aspecto de la traductología que prácticamente se había dejado a
un lado. ... de tal suerte que hoy disponemos de un inventario de materiales muy valioso. Sin
embargo, la historia de la traducción “nunca ha sido tema de grandes proyectos de investigación ni
se puede comparar con ningún otro tipo de investigación traductológica” (D’Hulst 2001:21).

Sorprendente también resulta observar que la traducción es omnipresente en el trabajo del


historiador, sin embargo éste tampoco nunca le ha otorgado a la traducción el lugar que se merece
como disciplina de apoyo. En una obra ejemplar, López Alcalá (2001) nos explica el doble vínculo
que une la historiografía y la traducción. En primer lugar la Historia no puede existir sin los textos,
los cuales en su gran mayoría están escritos en lenguas extranjeras para la mayoría de los lectores de
hoy. La Historia depende por lo tanto de la traducción, pero la traducción no figura entre las
“ciencias auxiliares” de la Historia. Por otra parte, conviene observar igualmente que la Historia
ejerce su influencia en el traductor, sujeto histórico que escribe para otros sujetos históricos. Los
traductores forman parte del proyecto histórico de su nación, cultura o religión y por consiguiente
reflejan en sus traducciones esta visión propia del pasado, la cual resulta determinante por demás a
los fines de concebir el presente y el futuro. De esta manera, la traducción se convierte en un
instrumento – tal vez el más eficaz – al servicio de un proyecto histórico.
El presente ensayo se inscribe en esta dinámica de interdisciplinaridad necesaria para el
rescate de un acervo muchas veces ignorado y casi siempre insuficientemente reconocido, a saber: la
labor de los traductores a lo largo de un período (de 1780 a 1830) y a lo ancho de un territorio
(Venezuela).
Más concretamente, se inserta en un proyecto de investigación más amplio, financiado por el
Consejo de la Investigación en Ciencias Sociales (CRSH) de Canadá sobre el papel de la traducción
180

en el proceso de independencia de Venezuela (1780-1830). La hipótesis de este proyecto es que la


emancipación de Venezuela se nutre ampliamente de la asimilación de ideas y de textos extranjeros
revelados y difundidos en gran parte por la traducción.
El objetivo general del proyecto, cuyo enfoque es interdisciplinario consiste en determinar el
aporte hecho por los traductores y la traducción al proceso de independencia de Venezuela entre
170
1780 y 1830 con la traducción de textos (proclamas, declaraciones, constituciones, cartas,
canciones, etc.) de los grandes pensadores del siglo de las luces y del movimiento revolucionario
francés y norteamericano. Estos textos han sido objeto, por parte de los traductores, de
transformaciones que ya han sido verificadas en la poesía, específicamente en las traducciones de
Andrés Bello y de Antonio Pérez Bonalde (Bastin 1996, 1998).
La elección de Venezuela no es un caso fortuito. Si bien la emancipación se produjo en todo
el continente hispanoamericano entre 1811 y 1825, Venezuela fue el primer país en liberarse del
yugo español, el primero cronológicamente y el primero también por la grandeza histórica de sus
gestores (Bolívar y Miranda entre otros). Además, Venezuela constituye la puerta de entrada de las
ideas revolucionarias “importadas” por América Latina. “Por su situación geopolítica privilegiada,
[…] Venezuela ha sido la vía de penetración de las nuevas ideas renovadoras que, al fin del siglo
XVIII, iban a cuajar en el pensamiento que condujo a la independencia” (Grases 1981b, p. 135).
La metodología se fundamenta en un enfoque discursivo de la traducción que “tiende a
determinar, no el hecho de si la traducción transforma, y por lo tanto traiciona, un original, sino que
busca, ante todo, definir cómo se efectúa esta transformación y qué condiciones la han hecho
posible” (St-Pierre 1993, p. 82). De hecho, el interés de un estudio histórico de la traducción no
radica en la evaluación de la calidad de las traducciones a partir del análisis de los supuestos
“errores” cometidos por el traductor. Se trata, ante todo, de establecer el papel de la traducción como
discurso histórico “contribuyendo a la toma de conciencia de los elementos subyacentes de una
cultura propia, condicionando la definición de un yo colectivo (y a menudo subvalorado) en términos
de un otro, del Otro » (ibid. p. 61). Es importante señalar que el enfoque discursivo permite además
medir el impacto de la traducción en la circulación de las ideas en una sociedad y en una época
determinadas.
La metodología de trabajo para alcanzar los objetivos mencionados consta de tres
componentes principales. El primero “arqueológico” (Pym 1998), con el fin de ubicar las actividades

170
.- El período comienza en 1781 con la insurrección de los Comuneros, que marca el inicio de la crisis de la sociedad
colombiana, y termina en Enero de 1830, año de la desintegración de la Gran Colombia.
181

de traducción, reunir los textos originales y sus traducciones, identificar a los traductores y describir
el contexto en el cual se desempeñaban. El segundo “comparativo”, que se ocupa de los textos
originales escogidos y de las versiones traducidas. El tercero “interpretativo”, con el objetivo de
determinar la influencia de los textos traducidos en el proceso de emancipación y el surgimiento del
concepto de Nación.
El corpus del estudio, por su parte, está constituido por textos “universales” como son las
primeras Constituciones americanas y francesas, y la Declaración de los derechos del hombre.
Grases (1981b) enumera, además, varios textos de suma importancia para analizar el papel de la
traducción en el movimiento emancipador que son los siguientes: Thomas Paine, La Independencia
de la Costa Firme justificada por Thomas Paine treinta años ha (traducción de Manuel García de
Sena, Philadelphie, 1811); Abate Viscardo, Lettre aux espagnols américains (traducción de
Francisco de Miranda, Londres, 1801); John M’Culloch, Historia concisa de los Estados Unidos
desde el descubrimiento de la América hasta el año de 1807 (traducción de Manuel García de Sena,
Philadelphie 1812); John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano (traducción de Andrés
Bello, Caracas, 1810); Gianrinaldo Carli, Cartas americanas (traducción de José Agustín de Loynaz
Hernández, San Thomas, 1817); William Robertson, Historia de América (traducción de José
Agustín de Loynaz Hernández, San Thomas, 1817); Homilía del Cardenal Chiaramonti, Obispo de
Imola, actualmente Sumo Pontífice Pío VII (traducción anónima, Philadelphie, 1817), y Jay &
Hamilton, El Federalista (traducción de Domingo Navas Spínola, Caracas, 1826).
La intención del proyecto aquí presentado es, evidentemente, estudiar de cerca los textos y
traductores arriba mencionados, pero igualmente compilar todos los textos que pudieran arrojar luz
sobre el papel de la traducción en el movimiento emancipador venezolano. Como muestra de éstos
últimos, presentaremos a continuación los principales resultados de un estudio efectuado sobre la
Carmañola americana y su versión original francesa.

La Carmañola Americana

El texto

El texto de la versión española de la Carmagnole, La Carmañola Americana, aparece entre


una serie de documentos incautados a Manuel Gual poco después de que la Conspiración de Gual y
España fuera frustrada en 1797. Entre estos documentos se encuentra un libro que contiene la versión
española de los Derechos del Hombre y del ciudadano con varias máximas republicanas y un
182

Discurso preliminar dirigido a los Americanos, un discurso a los Habitantes libres de la América
Española y las Ordenanzas, así como La Carmañola Americana y otro canto revolucionario titulado
La Canción Americana.
Este libro es de vital importancia para el movimiento de emancipación porque influencia
profundamente la redacción de las diversas constituciones independientes de todo el continente.
Según Pedro Grases (1981), el autor de este libro es Juan Bautista Picornell. Grases comparó las
diferentes partes de este libro y constató que existe una coincidencia de expresión y una
homogeneidad en la redacción evidentes entre el texto de los Derechos del Hombre (traducción de la
Declaración francesa de 1793171), las dos canciones y las Ordenanzas. Según Grases (1981:53-54),
los textos españoles revelan de igual manera una “clara conjunción de las ideas europeas a través de
una mentalidad española y de ideas americanas. El espíritu y carácter de las dos canciones son
totalmente idénticos al de las Ordenanzas...” Sin embargo, el tono y el estilo de las canciones son
más apasionados y violentos que en los otros escritos, por estar destinadas a sublevar la
muchedumbre.
Si Picornell aparece como traductor de los Derechos del Hombre y el autor de las
Ordenanzas y del Discurso a los habitantes172, no parece serlo de la Carmañola Americana. El
traductor de la Carmañola es más bien Cortés Campomanes, según varios testimonios tales como la
confesión de José María España ante el Tribunal de la Audiencia el 3 de mayo de 1799 (López 1997,
235-240). De acuerdo con este testimonio, así como con otros, el libro fue impreso por Picornell en
Guadalupe con un falso pie de imprenta en Madrid. Dos mil ejemplares fueron impresos (ocho mil
de las canciones) para ser enviados a los cónsules franceses de las Antillas y distribuidos por todo el
continente incluyendo a México. Los dos traductores son entonces: Picornell para los Derechos del
Hombre y Cortés Campomanes para la Carmañola. Sin embargo, no se hace ninguna mención
explícita al acto traductivo, ni en el libro, ni en las cartas o documentos referidos. Dado que Picornell
y Cortés Campomanes, ambos españoles, estuvieron a la cabeza de la Conspiración de San Blas
(1796) que tenía como objetivo derrocar la monarquía española e instaurar una República parecida a
la francesa, no es sorprendente que se hayan dado a la tarea de traducir los textos fundamentales de
la Revolución Francesa. Igualmente, cabe señalar que se trataba de hombres instruidos que

171
.- Cabe recalcar que se trata de los 35 artículos que anteceden el Acta constitucional francesa del 24 de junio de 1793 y
no de los 17 artículos de 1789 anexos a la Constitución francesa de septiembre de 1791 y traducidos por el colombiano
Antonio Nariño. Picornell se convierte de esta manera en el co-traductor de la Declaración de los Derechos del Hombre.
La versión de 1793, más radical y violenta que la de 1789, corresponde a la época del Terror y constituye una invitación
a la revolución activa.
172
.- En el libro no hay ninguna mención de la autoría.
183

pertenecían a la elite intelectual. De hecho, Cortés era llamado “el poeta de la revolución”. La
traducción resultó ser una prolongación de su actividad revolucionaria y veremos en qué medida ese
objetivo político tuvo incidencia en las estrategias de traducción.

Difusión

Después de 1797, la Carmañola Americana continúa su obra emancipadora. En el corazón


de la Caracas revolucionaria de 1811, aparece un Club llamado el Club de los Sincamisas, del
nombre jacobino de la Revolución Francesa. Este Club, a semejanza de otros, tales como la Sociedad
Patriótica desde 1810, reunía a un grupo de revolucionarios en una residencia privada para debatir
los problemas políticos y sociales del momento. Los miembros del Club adoptaron la Carmañola
Americana a cuyo ritmo aficionaban bailar. Según Grases (1981:163), esta versión (compuesta por
los Landaetas) no fue sino ligeramente modificada con respecto a la de 1797. La existencia de varias
versiones de un mismo texto demuestra la preponderancia que atribuían los usuarios de los textos (y
los traductores) a la función cumplida por el texto en la cultura término sobre el valor original, su
contexto de partida, su “otredad”.
La Carmañola Americana sirvió también de fuente de inspiración directa para otras canciones
revolucionarias como el Canto de las Sabanas (1817-1818). Esta canción patriótica, utilizada por los
lanceros de los llanos bajo las órdenes de José Antonio Páez, repetía sistemáticamente al comienzo
de cada estrofa el contenido y los términos de los primeros versos de la Carmañola de 1797 (Grases
1981:165-166).
La Canción Americana, encontrada entre los papeles de Picornell en diciembre de 1797, es
junto con la Carmañola, la canción revolucionaria venezolana más célebre. Fulgencio López (1997)
menciona muchas variantes de esta canción original, de hecho retomadas, al estilo de la Carmañola,
por los patriotas de Caracas en 1811. El autor de la Canción Americana, Cortés Campomanes,
traductor de la Carmañola, se inspira ampliamente en los conceptos, términos y expresiones
característicos de la Revolución Francesa.
Otra canción revolucionaria venezolana es el Soneto Americano igualmente compuesto por
Cortés Campomanes, a solicitud de José María España y con música de Don Miguel de Larruleta. Al
igual que las dos canciones anteriores, el Soneto sobrevivió hasta 1811 y tradujo el espíritu de la
Revolución Francesa (López 1997).
Análisis comparativo
184

La comparación de la Carmagnole de 1792 y su versión española de 1797 conlleva varios


comentarios que aclaran las estrategias seguidas por el traductor.
1) Extensión del texto. El original se compone de 13 estrofas y un coro, mientras que la
“traducción” cuenta con 25 estrofas, lo que denota la prolijidad del traductor. Es común, por
no decir que se trata de una regla, observar una expansión del texto traducido en la traducción
del francés al español, pero nunca del ciento por ciento. Estamos en presencia de una
verdadera adaptación y recreación de un texto original el cual resulta ser una simple fuente de
inspiración para el traductor quien incorpora a su trabajo intelectual las motivaciones
políticas que lo mueven. He aquí otra prueba tangible de la estrategia general de los
traductores venezolanos (y latinoamericanos) que consiste en apropiarse de los textos
extranjeros para “naturalizarlos”.

2) Sans-culottes. El término francés hace referencia a la chaqueta corta con botones grandes que
era parte de la vestimenta de los patriotas. En efecto, estos no llevaban los pantalones cortos
ni las medias de seda característicos de los aristócratas, sino un pantalón largo de rayas,
zuecos, gorro frigio con emblema tricolor (este último después de 1792) y una chaqueta, la
“carmañola” (cuyo nombre proviene de un pueblo de Piemonte). Los términos empleados
por el traductor en español “descamisados” y “sin camisa” paradójicamente se refieren no a
una chaqueta sino a una camisa. Sin embargo la evocación es la misma: la del hombre pobre
del pueblo. Es de señalar que el término se retomó más tarde en Argentina bajo el gobierno
de Bartolomé Mitre (1874) y muchos años más tarde bajo el populismo de Juan Domingo
Perón con la “Marcha de los Descamisados”.

3) Referencias histórico-culturales. Son varias las referencias culturales en el texto original a


personajes como Mme Veto, Antoinette, Louis, les Suisses, lugares geográficos como Paris,
Marseille, les Bretons, le Temple. Todas estas referencias originales fueron suprimidas de la
traducción y remplazadas por referencias al régimen colonial español: al rey Carlos (¡no así a la
reina!), Gobernadores, Corregidores, Alcaldes, Intendentes y a la Audiencia.
Otra referencia de corte cultural, esta vez al espíritu festivo de los franceses, es la expresión
“Buvons, bons lurons!” (en traducción literal “¡Bebamos, buenos muchachos!”) (estrofa nº 13). Esta
referencia desaparece de la versión española pero se compensa en cierta forma con un verso que
remite a las celebraciones latinas a través de una referencia a la guitarra.
185

El traductor también interviene de manera deliberada al introducir, en la onceava estrofa del


texto español, una referencia a Francia que no se encuentra en el original:

“Los sanculotes en Francia


al mundo hicieron temblar,
mas los descamisados
no quedarán atrás.”

Esta estrofa establece el paralelo entre el actuar de los revolucionarios franceses y


venezolanos. Tal comparación no hubiera podido existir, evidentemente, en el original. Su
introducción, de cierta manera, da cuenta del origen de la canción a la vez que enaltece el valor de
los nacionales poniéndolos a la par de los revolucionarios europeos.
Una última transformación cultural se refiere a la última estrofa del original que dice como
sigue:
“Oui, nous nous souviendrons toujours, “Sí, nos acordaremos siempre,
des sans-culottes des faubourgs. de los ‘sans-culottes des faubourgs’
A leur santé buvons. A su salud bebamos
Vivent ces bons lurons!”. ¡Que vivan esos buenos muchachos!”173

La versión latinoamericana es muy diferente; adopta un tono más bien teatral, que no deja
lugar a la alegría festiva francesa sino al compromiso histórico de los protagonistas de la gesta
emancipadora:
“Para una empresa tan grande
Constantes, todos juramos,
que morir o vencer
es lo que deseamos.”
4) Conceptos básicos. A los tres conceptos franceses clásicos (libertad, igualdad y
fraternidad), el traductor añadió dos que merecen toda nuestra atención: justicia y unidad. El tema de
la estrofa 21 es la “justicia”, pero también se introduce en otras estrofas (estrofas 7, 8 y 15) y la
“unidad” es el tema de la estrofa 17. Estos dos conceptos, que no aparecen en la Carmagnole
francesa, caracterizan las revoluciones a todo lo largo del subcontinente americano.
“Justicia”, como lo señala Guillermo Morón (1990:19) al examinar la ideología
revolucionaria de Simón Bolívar, es aquella que debe ser reconquistada por el pueblo: justicia para
todos, blancos, indios y negros. Mientras que “unidad”, no es aquella de los partidos que tiene como
objetivo un gobierno mejor, sino la gran unidad tradicional, aquella del viejo Estado destruido, que

173
.-Traducción literal nuestra.
186

es [en el ideario de Bolívar] necesario reconstruir mediante la República de Colombia, y también la


unidad histórica profunda de la cultura común.
Además, en el texto español, el sentido que toman los conceptos de “libertad” e “igualdad” es
diferente del que tienen en Francia “liberté” y “égalité”. “Libertad”, más allá del sentido filosófico
universal, es el sentimiento esencial del Quijote174 por el cual se lucha y se da la vida. En cuanto a la
“igualdad”, a diferencia de lo que representa en Francia, es auténtica y total. Siendo el único
enemigo de la revolución la corona española, los americanos todos, es decir criollos, indios, negros y
mestizos, no tenían teóricamente resentimientos entre ellos y se consideraban realmente iguales, al
menos así lo decían las proclamas.
Notemos además que el Soneto americano, mencionado más arriba, retoma este mismo tema
de la unidad con expresiones como las siguientes: “Unámonos contra su poder”, “Blancos, negros,
indios y mestizos”, “somos hermanos”, “esta unión sagrada”, “la causa justa que nos une”,
“marchemos unidos”, “en unión perfecta”. En el coro, el Soneto retoma algunos de estos conceptos:

“Viva nuestro Pueblo,


Viva la igualdad,
La Ley, la Justicia
Y la Libertad”

Conclusiones

He aquí, un ejemplo de la actividad traductora como instrumento de poder en manos de


hombres políticos que se convirtieron en editores y traductores de la propaganda insurreccional. En
el texto estudiado, más que de traducción se trata de reescritura a partir de un original cuyo papel se
limita a ser fuente de inspiración. La estrategia adoptada no es entonces ni una traducción servil ni
una traducción libre, sino más bien una apropiación. Las ideas extranjeras son adaptadas,
naturalizadas en función del contexto de recepción y son enriquecidas con el patrimonio local. El
conjunto se convierte en un texto profundamente mestizo, en el sentido de Laplantine y Nouss
(1997), que caracteriza un texto único y coherente cuyos elementos, originales y nuevos, pueden
distinguirse claramente, cada uno conservando su propia naturaleza, pero colocándose unos y otros al
servicio de una nueva naturaleza. Las ideas y los conceptos viajan desde el ambiente revolucionario
francés al ambiente latinoamericano donde se implantan, se incrustan pero sin fundirse. Alimentan,

174
.- El Quijote de Cervantes se conocía en Caracas desde su primera edición a comienzos del siglo XVII (1605-1615).
187

enriquecen un proceso emancipador incipiente, en parte conservando su naturaleza, en parte


transformándose para naturalizarse y reaparecer como nuevos. En este proceso creativo y creador, la
traducción no sólo es omnipresente sino que es el motor.
Esta investigación, puntual en tiempo y espacio, con estudios como el presentado aquí y otros
ya realizados o en curso175, apunta a echar las bases bibliográficas y metodológicas para una historia
de la traducción en América Latina, aún ausente a pesar de su notoria contribución a los
acercamientos interculturales que han tenido lugar desde el Encuentro de los dos mundos ocurrido en
1492.

Referencias

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9-25.
BASTIN, Georges L. (1998). “Latin American Tradition”. Routledge Encyclopedia of Translation
Studies, Londres, Routledge, pp. 505-512.
GRASES, Pedro (1979). De la imprenta en Venezuela y algunas obras de referencia. Caracas, UCV,
Ediciones de la Facultad de Humanidades y Educación.
GRASES, Pedro (1981a). Preindependencia y emancipación (Protagonistas y testimonios), Obras
3, Caracas, Editorial Seix Barral.
GRASES, Pedro (1981b). “Traducciones de interés político-cultural en la época de la
Independencia de Venezuela”, Instituciones y nombres del siglo XIX, Obras 6, Caracas,
Editorial Seix Barral, pp. 135-155.
LÓPEZ ALCALÁ, Samuel (2001). La historia, la traducción y el control del pasado. Madrid,
Universidad Pontificia Comillas, 135 p.
LÓPEZ, C. F. (1997). Juan Picornell y la Conspiración de Gual y España, Caracas, Academia
Nacional de la Historia.
MARIÑAS OTERO, Luis (1965). Las Constituciones de Venezuela, Madrid, Cultura Hispánica.
MORÓN, G. (1990). ”La Revolución Francesa, una máscara histórica” en Boletín de la Academia
Nacional de Historia, nº 289, Caracas, Academia Nacional de la Historia, pp. 13-20.

175
.- Ya culminó el estudio de la Carta a los Españoles Americanos del abate Viscardo y están en curso estudios sobre las
constituciones americanas y francesas, sobre la Declaración de los derechos del hombre así como sobre los escritos de
Thomas Paine.
188

OCAMPO LÓPEZ, Javier (1999). El proceso ideológico de la emancipación en Colombia. Santafé


de Bogotá, Planeta.
PINO ITURRIETA, Elías (1971). La mentalidad venezolana de la emancipación (1810-1812),
Caracas, Universidad Central de Venezuela.
PINO ITURRIETA, Elías (1973). Modernidad y Utopía: El Mensaje Revolucionario del “Correo
del Orinoco”, Caracas.
PYM, Anthony (1998). Method in Translation History. Manchester, St Jerome Publishing.
RICHARDSON B., Letizia (1998). La traducción en el Correo del Orinoco (1818-1822). Caracas,
UCV, Escuela de Idiomas Modernos (Mémoire de licence).
RÍOS, Alicia (1991). “La idea de nación y cultura nacional en las primeras constituciones
venezolanas”, William Luis and Julio Rodríguez-Luis (eds). Translating Latin America:
Culture as Text, Binghamton, State University of New York, pp. 235-240.
RODRÍGUEZ, Manuel Alfredo (1969). El Correo del Orinoco. Periódico de la Emancipación
americana. Caracas, Biblioteca Popular Venezolana nº 122, Editorial Arte, 1969.
ST-PIERRE, Paul (1993). “Translation as a Discourse of History”, TTR vol. VI, nº 1, pp. 61-82.
USLAR PIETRI, Juan (1989). La Revolución Francesa y la Independencia de Venezuela. Caracas,
Cuadernos Lagoven.
189

Notas bibliográficas

R. J. Lovera De-Sola

UN LIBRO SOBRE AUGUSTO MIJARES

Simón Alberto Consalvi estudia en su Augusto Mijares: el pensador y su tiempo.(Caracas:


Academia Nacional de la Historia/La Oriental de Seguros, 2003. 275 p.) el conjunto de la obra de un
hombre de ideas. Y afirmamos esto porque en Augusto Mijares(1897-1979) mas que las peripecias
de una vida encontramos a un hombre de concepciones expresadas al redactar sus libros y ensayos.
Fue un hombre que vivió para leer y escribir. Fue gracias a ello que nos dotó de la “teoría de
Venezuela”, que dijo Tomás Polanco Alcántara, que dimana del conjunto de su obra (El
irreprochable optismismo de Augusto Mijares. Caracas: Academia Nacional de la
Historia,1985,p.15). En Mijares su vida es su obra. Esto lo supo ver bien Consalvi en las páginas de
este nutrido volumen. Por ello en los párrafos finales de su interpretación pudo escribir: “El gran
denominador común que la identifica…es ‘lo afirmativo venezolano’…la visión de nuestro proceso
histórico despejado de tambores y trompetas… Mijares fija su mirada en el otro rostro de la
historia…en los constructores y en los pensadores”(p.263).
Consalvi en su libro toca el conjunto de la obra de Mijares, los rasgos de su vida, la forma
como expresó su ideario a través de la prensa. Y como la mayoría de sus libros constituye la
recolección sistemática de aquellos textos, libros que tienen coherencia, tanta sistematicidad como la
que encontramos en sus libros orgánicos: La interpretación pesimista de la sociología
hispanoamericana, El proyecto de América, La evolución política de Venezuela, El Libertador
o Vida romántica y romanticismo literario.
Examina también su presencia en el gran cambio de brújula política que se dio en 1936. En
especial en la Educación dentro de la cual se le confiaron los asuntos de la Educación Secundaria,
Superior y Especial. Consalvi estudia también las grandes líneas de su pensamiento educativo y las
metas de su acción a través del Ministerio de Educación, en especial las concepciones que están en
su libro Educación(ahora reeditado como Educación y temas afines,1998) y en sus contribuciones
a las Memorias de los Ministros del ramo. En esa época surgió el Instituto Pedagógico Nacional y la
Escuela Técnica Industrial, tiempo durante el cual “todo estaba por hacer, y todo se quiso
hacer”(p.38).
190

Pero especialmente Consalvi mira la coherencia de la obra escrita por Mijares desde La
Interpretación pesimista en la sociología hispanoamericana, que es la refutación democrática de
la tesis del “gendarme necesario. Y siguiendo a Mijares mira la colonia a través de su examen de los
papeles de Juan Francisco de León; el ideario de los próceres del 19 de abril de 1810 a través de las
ideas de Juan Germán Roscio, tan raigalmente examinadas por Mijares. Roscio fue el ideólogo del
19 de abril, doctrinario del fin del período colonial, “Sin rebeliones, alborotos y conmociones
populares no se quitan monarcas despóticos, ni se fundan democracias, y República”(p.97) escribió
el patricio. Roscio, así lo observó Mijares, justificó el gobierno republicano en su libro El triunfo de
la libertad sobre el despotismo(1817).
Sobre el mismo período es la interpretación de Mijares sobre William Burke divulgadas aquí
por la Gaceta de Caracas, seguramente traducidas por el propio Roscio.
A José Rafael Revenga lo analiza Mijares como funcionario ejemplar preparado en ciencias
económicas y asuntos internacionales y educativos, hombre que actuó en momentos de gravedad
social, como cuando en 1828 señaló: “El país marcha hacia la desolación”(p.112) y propuso
correctivos.
Mijares dedicó tan especial atención a las acciones y escribires de Fermín Toro que bien
podemos decir que fueron sus escritos los que fijaron la imagen que de él tenemos en la actualidad.
¿Fue el máximo pensador que dio la república de 1830?, podemos preguntarnos hoy. Fue Toro quien
nos mostró que no había oposición entre ser hombre de ideas, de concepciones ideológicas, y en ser
un hombre de gobierno, a él “le debe nuestro pueblo la reclamación más ardorosa de los
derechos”(p.119) escribió Mijares. Mas que conservador Fermín Toro fue un revolucionario pero
siempre mensurado, “ponderado…profundo y equitativo”(p.122), propuso las bases de la nación
”tradiciones, hábitos políticos, riqueza estable, filosofía, escuelas que eduquen para el
trabajo”(p.121), “refuta que la libertad sea el fin de la sociedad y la subordina a la igualdad
necesaria, ésta la glorifica principalmente como una condición de la armonía social”(p.125) escribió
Mijares.
Especial atención prestó Mijares a Rafael María Baralt. A este no lo podemos ver, y es lo que
Mijares nos hace comprender, no solamente como el autor de la Historia sino de obras ideológicas
tan avanzadas que hasta la Democracia Cristiana se esboza en ellas; fue “quizá, el escritor
venezolano de ideas más avanzadas del siglo XIX, y…entre los más avanzados de España”(p.135) en
donde escribió la mayor parte de sus trabajos de polémica política.
191

Escribió también Mijares una novela, Los adolescentes, en la cual proyectó en la ficción los
rasgos esenciales de sus teorías como pensador. Por ello la analiza Consalvi como “Las ideas en la
novela”(p.255).
Ya hemos señalado que los libros orgánicos de Mijares son La interpretación pesimista…,
Lo afirmativo venezolano, El proyecto de América, La evolución política de Venezuela, su
biografía El Libertador y su Vida romántica y romanticismo literario. En El Proyecto de
América expuso “una doctrina que puede darnos también un plan de trabajo para el
porvenir”(p..143), “pensaba Mijares…que lo fundamental del proyecto político latinoamericano se
traducía en una verdadera conciencia democrática”(p.151), “por haber sido en América
verdaderamente sincero el liberalismo, y por la raigambre que adquirió en la educación y en la moral
colectivas, es por lo que el marxismo no ha podido arraigar aquí”(p.152) dice Mijares.
En su obra La evolución política de Venezuela, “la emancipación no significaría
simplemente la separación de España, sino la realización de una idea política que cambia totalmente
la organización social en que se había apoyado el régimen colonial; antes de que Venezuela fuera
Estado soberano, quedó definida como nación democrática”(p.157). Y como al final de esta apareció
el caudillo que frustró sus ideales lo examina con especial atención. Y mira su contraparte, el
llamado por él “régimen deliberativo”(1830-1847) en donde logró la sociedad civil, que la
constituyó, mantener al margen las apetencias del caudillo que la presidió. Ello no fue óbice para que
Mijares nos ofreciera en La interpretación pesimista…un agudo estudio sobre la presencia en
Venezuela de aquel caudillo y su acción: Páez.
Para concluir nuestra lectura debemos señalar que anota Consalvi que “No hubo
circunstancias o problema fundamental de Venezuela sobre el cual Mijares no se pronunciara a
través de los grandes periódicos”(p.11).
Así fue un hombre que “pertenece al glorioso linaje de los grandes venezolanos desvelados
por la angustia del destino colectivo” que dijo de él Uslar Pietri. Y apunta Consalvi: “Al intentar
explorar su vida podrá comprobarse que no fue un hombre de anécdotas o peripecias. Valoró como
nadie, el trabajo constante y sistemático: el ejercicio del pensamiento…Mijares medía sus pasos con
celo, y pronto comprendió que su mundo era su estudio, rodeado de libros y papeles, de viejos
cuadernos de notas. Para un escritor de tan vasta capacidad de reflexión, cualquier otro menester
resultaba ajeno en cuanto a su participación personal. Sólo en una ocasión(y para su pesar), cedió y
concedió, al aceptar, en un momento de crisis, el Ministerio de Educación. Fue luego Embajador en
España, y al tiempo renunció, más persuadido que nunca de su incompatibilidad con otros afanes que
192

no fueran la cátedra como gran maestro, la reflexión y la escritura…De ahí que prefiriera la soledad
del gabinete de pensador, que era también su libertad”(p.11).
Si bien, sigue acotando Coinsavi con agudeza, “fue un hombre retraído que privilegió la
soledad del intelectual, nunca fue ajeno a los avatares del país; desde la cátedra universitaria, las
páginas del libro, el ensayo o el artículo, Mijares dejó un corpus de principios”(p.11). Así lo
podemos observar como un ser a quien “el estudio personal, la lectura solitaria, la reflexión
temprana, y el trabajo por la vida”(p.20) definen. “Muy temprano, Mijares comienza a ser un hombre
de ideas; lo seduce la reflexión, el pensamiento como ejercicio, la escritura como pasión”(p.21). Pero
fue también “un observador comprometido”(p.24) de nuestra política criolla la que estudió desde su
más diversas aristas.

50 IMPRESCINDIBLES

Jesús Sanoja Hernández logró compilar y dirigir el volumen 50 imprescindibles. (Caracas:


Fundación para la Cultura Urbana, 2002. XXIII, 618 p.). Este es un libro que va a quedar, que se va a
consultar por largo tiempo, ya que nos propone todo un itinerario de comprensión de Venezuela, se
puede extraer de él una suerte de teoría de Venezuela. “Se trata de una selección de los cincuenta
libros que, bajo el criterio del maestro Sanoja Hernández, son fundamentales para aproximarse a una
lectura de Venezuela que viaja desde Cristóbal Colón hasta José Ignacio Cabrujas”(p.X) dice Nelsón
Rivera en el prólogo.
Dice Sanoja sobre su proyecto, ahora felizmente realizado, “Se necesitaba ir construyendo a
pedazos con varios autores, la historia de Venezuela, y no de un solo golpe a través de un autor, para
que hubiese posibilidades, diversidad de opiniones”(p.XV), creo, apunta, “que hay un hilo rojo que
une todo y es la búsqueda de un país real…Es la búsqueda del país real y del país utópico”(p.XV).
Sin embargo está consciente que “Las selecciones son(eufemismo difícil de tragar) para los
selectos, entendiendo como selectos aquellos que se acomodan al gusto del crítico o a su particular
metodología de escogencia”(p.21).
Y lo que logró lo describe muy bien Stefania Mosca al escribir en su contribución a la obra:
“Nos sentimos, aún hoy, en la obligación, en la deberosa tarea de recomponer la memoria: nuestra
memoria”(p.183).
Este es un ejercicio que le viene muy bien “a un país en el que se glorifica a los personajes,
pero se ignora su pensamiento”(p.519) como escribe Acianela Montes de Oca.
193

Pero penetremos en el sustancioso volumen. Este se abre en el Siglo XV con Cristóbal


Colón(1451-1506) por haber sido, en su Relación del tercer viaje(1498), el primero en nombrar
“nuestro paisaje…para la historia de occidente”(p.309). Por ello es el “iniciador de las letras
venezolanas” que dijo Augusto Germán Orihuela”(Desde la colina. Caracas: Ministerio de
Educación, 1969, p.15).
En el siglo XVI hallamos a Juan de Castellanos(1522-1607) porque a través de sus Elegías de
varones ilustres de Indias(1589) fue el primero en reflejar a Venezuela en el ámbito de la poesía,
fue “también el primer poeta, cronológicamente, de nuestra literatura”(p.353) acota Sanoja, y por ser
quizá el escritor más laborioso que hemos tenido, constancia que requirió para la composición de sus
amplias Elegías, formadas por mas de cien mil versos.
En el siglo XVIII nos encontramos con varios rostros:
José Oviedo y Baños(1671-1738) quien en su Historia de la conquista y población de la
provincia de Venezuela(1723) escribió páginas entrañables para el sentimiento de lo venezolano.
Tal su descripción de Caracas.
El padre José Gumilla(1686-1750), aquel “hombre de pluma inquieta y detallista” que dice
Roberto Echeto quien en El Orinoco ilustrado y defendido(1741), nos mostró las potencialidades
de la región guayanesa.
Alejandro de Humbodlt(1769-1859) representado por su Viaje a las regiones
equinoccionales del nuevo continente(1814), la cual bien podría “considerarse como un poema
científico pues nadie supo como él mostrar e interpretar el prodigio de nuestras tierras”(p.35). Fue
Miguel Acosta Saignes quien consideró su Viaje…”uno de los libros clásicos de la cultura
venezolana”(p.44).
Simón Rodríguez(1769-1954) quien nos mostró, sobre todo en sus Sociedades
americanas(1828), hasta que punto formamos un mundo peculiar los hispanoamericanos. Particular
y misterioso, el cual requiere de cláusulas propias para ser gobernado. Andrés Bello(1781-1865),
“autor inagotable”(p.439) admite Sanoja, quien con su Gramática castellana para uso de los
americanos(1847) nos enseñó a hablar y a escribir a los latinoamericanos.
Simón Bolívar(1783-1830) en cuyas Cartas y discursos, la obra elegida, están los rasgos de
el Libertador como escritor, “Aunque escribía sin parar, podría afirmarse con solvencia que Bolívar
dividió su vida entre la refriega y la escritura, el Libertador no era considerado, a la hora de su
muerte, un hombre de letras”(p.278) acota Milagros Socorro quien nos muestra las pruebas para
considerarlo como un hombre a quien como político el escribir sedujo. Sus cartas son un modelo de
194

escritura, ellas nos siguen fascinando. Fue también un voraz lector. En fin: un político culto para
quien la cultura y la acción política no estaban reñidas.
Agustín Codazzi(1793-1859) quien a través de su Resumen de la geografía de
Venezuela(1841) fue el primero en trazar los rasgos de la Venezuela física y política.
Nacidos en el siglo XIX vamos a encontrar varios. Algunos cuya acción transcurrió en el XX.
Hallaremos a don Fermín Toro(1806-1865), el gran teórico político quien avizoró la lucha por la
justicia social y fue pionero de la descentralización. Demostró que un teórico de las ciencias del
gobierno podía participar en la acción pública, que se podía dejar huella en las faenas administrativas
y que se podía pensar con independencia sobre los grandes procesos sociales.
Arístides Rojas(1826-1894) quien en su Crónica de Caracas(1946) nos mostró sus
cualidades de “anticuario” pero también de formador y formulador de nuestra historiografía.
Juan Antonio Pérez Bonalde(1846-1892), nuestro mayor poeta romántico, romántico
crespuscular como Becquer, quien en sus Poesías y traducciones, especialmente en su Vuelta a la
patria se nos presenta como el cantor de lo más entrañable del espíritu venezolano ya que en él se
confunden madre y patria, terruño y los ensueños del desterrado por el lar nativo. La Venezuela
íntima, la sentida con el afecto, está en sus metros.
Henri Pittier(1857-1950) el autor del Manual de Plantas usuales de Venezuela(1926), el
científico que comprendió “que la única forma para que la investigación de la flora nativa echara
bases firmes en el país era creando un herbario nacional, complementado por una bien surtida
biblioteca especializada, de modo que ambos sirviesen como fundamentos y puntos de referencia
para las investigaciones posteriores”(p.48) como asienta Bruno Manara.
Lisandro Alvarado(1858-1929) cuyas Obras completas nos muestran las mil conjeturas que
aquel dromómano, aquel constante caminante, quien se fue por los mil senderos, se hizo; un hombre
que se consideraba “liberal…aunque siempre quería ser ecléctico”(p.542) como nos lo hace ver
Maruja Dagnino.
Le sigue su amigo dilecto José Gil Fortoul(1861-1943) quien debe figurar aquí no sólo por su
Historia constitucional de Venezuela(1909), que aun podemos leer con delectación gracias a la
belleza de su estilo y gracias a agudo examen de nuestra política en el siglo XIX. Fueron también
otras sus contribuciones al sentimiento de lo nacional. Fue la gran figura intelectual entre dos siglos,
un perpetuo aspirante a la belleza, a componer la vida como los acordes de una sinfonía, siempre
pretendiendo “embellecer la vida”.
195

Luis Razetti(1862-1932): quien con ¿Qué es la vida? “avizoró mucho de lo por venir”(p.518-
519) en el campo de la ciencia como nos lo hace ver Acianela Montes de Oca.
Laureano Vallenilla Lanz(1870-1936) de quien Cesarismo democrático es el libro
significativo pero quien se coloca en un sitio destacado, dice Marianela Palacios, por el “seguimiento
minucioso de la evolución sociopolítica del país…el análisis severo de la documentación…el estilo
limpio, animado, elegante e incisivo, y la madura argumentación”(p.241).
Rufino Blanco Fombona(1874-1944) cuyo Diario suscita siempre tantas conjeturas, nos
permite ver los mil rostros de su autor, aquellos que no siempre fueron visibles para un hombre de
biografía turbulenta como la suya. Fue el segundo venezolano, el primero fue Miranda, pionero en
tantos asuntos, en referir sus peripecias sexuales, con lo cual fue un iniciador en su tiempo. Claro
está que lo hizo como un falócrata.
Rómulo Gallegos(1884-1969) porque en Doña Bárbara, “creó un personaje con los ribetes
del mito, un ser cuya borrosa silueta resplandece hasta cegar al lector. A ello se debe que sea
inapresable y por lo tanto que supere a la muerte…consiguió crear la sombra luminosa que domina
su libro de la primera a la última página, un fantasma tan recóndito como las propias botijas que
enterraba la devoradora de hombres”(p.471) como lo dice Luis Agüero.
Teresa de la Parra(1889-1936), quien en Las Memorias de Mama Blanca quien, “a lo largo
de 168 páginas serenas”(p.149), dijo adiós a un mundo perdido. Escribe Marcos Salas también que
las Memorias…”constituye la primera gran novela de evocación de la literatura venezolana”(p.150),
memoración que nos dará a sus hijos: Viaje al amanecer, Ana Isabel una niña decente, Cumboto.
Francisco Pimentel(1889-194) porque en sus Graves y agudos(1940) supo convocar lo
doloroso y lo sonriente del espíritu venezolano. Y porque lo hizo, recalca Sanoja, de forma
“creadora, rebelde y ética”(p.201).
José Rafael Pocaterra(1889-1955) quien gracias a sus Memorias de un venezolano de la
decadencia(1927), “resalta como la del luchador que de mil formas se opuso al dictador Juan
Vicente Gómez”(p.359) como lo escribió María Josefina Tejera, quien tan agudamente lo estudia.
Ese pareció ser su destino. Después de escritas sus Memorias…ya no volvió a escribir más. Sólo
palabras de circunstancias. Nunca más una narración u otra novela. Además de redactar sus
Memorias… fue Pocaterra también un impecable cuentista, el mejor que hemos tenido junto con
Uslar Pietri y Meneses, a través de los cuales hurgó en nuestros prototipos y creó su especial sentido
de lo grotesco, con el cual bautizó a sus narraciones cortas.
196

José Antonio Ramos Sucre(1890-1930) quien a través de los textos, casi todos poemas en
prosa, de sus Obras completas, “explora en lo más profundo el ámbito de la desolación”(p.529)
como lo explora Ana María Carrano.
Fernando Paz Castillo(1893-1981) por ser El muro “el sol del sistema planetario del
poeta”(p.221) que dice Rafael Arraiz Lucca en su pausado examen del universo metafísico del gran
aeda quien también, lo subraya Arraiz, fue un interesante crítico y por encima de todo un lector, que
es el lugar desde donde se edifica la obra literaria. Un lector porque por más que escriba un escritor
sino lee, de forma impenitente, nos da la mitad de su posible escribir. Sólo los verdaderos lectores
nos acercan al misterio de lo literario. Esto lo ratifica Gabriel García Márquez en largos pasajes del
primer tomo de sus memorias Vivir para contarla. Fueron sus lecturas las que le permitieron crear
sus universos de ficción. Y ello leyendo las obras literarias de atrás hacia delante. Y de fin a
principio.
Enrique Bernardo Nuñez(1895-1964) por la manera que nos muestra, en El hombre de la
levita gris(1943), la forma de escribir la biografía de un hombre de poder, de un presidente. Modo
que ha sido seguido después pero del cual fue pionero: el hombre colocado en su fecha y hora.
Mario Briceño Iragorry(1896-1958) cuyo Mensaje sin destino(1951) siempre resuena en nuestras
reflexiones sobre la nación. Y por haber sido rebelde en la madurez no, como casi todos, en la
juventud. Existe una familia de pensadores criollos que tuvieron esta constante. Briceño Iragorry los
encabeza. Pero también está con ellos un hombre como Juan Pablo Pérez Alfonzo.
Andrés Eloy Blanco(1896-1955) porque si bien Poda es su libro decisivo, bien mirado aquí
por Alfonzo Ramírez; “él llenó un espacio en la Venezuela viva”(p.XVI) que dice Sanoja con su
forma arquetípica de participar en nuestra vida colectiva. ¡Ya quisieran los políticos de hoy poder dar
cuenta de sus propias actos y de sus propios peculios como lo hizo Andrés Eloy en hora inolvidable
para nuestros anales¡. Y porque hizo del odio al odio su lema de acción.
Alberto Adriani(1898-1937) a través de su Labor venezolanista(la edición de 1946 es más
amplia que la de 1937) mostró el ideario que lo llevó a ser el “introductor”(p.137), entre nosotros, de
la planificación y por su forma prudente y elitesca de concebir la política.
Julio Garmendia(1898-1977) quien en La tienda de muñecos(1927) nos dejó su pálpito más
lúcido; quien pensaba que “Una sola gota alquitranada hace recordar todo el perfume de los grandes
bosques”(p.297). Garmendia, argumenta María Consuelo Fernández, “sólo publicó dos libros de
relatos…Nunca actuó para lograr aprobación de los demás…El siguió su propia voz, la voz de sus
197

recuerdos, de sus nostalgias, de sus preocupaciones más íntimas”(p.297). A partir de ello logró ser el
creador del realismo fantástico en la ficción hispanoamericana.
Nacidos en el siglo XX han sido elegidos José Antonio Calcaño(1900-1978), quien en La
ciudad y su música(1958), nos ofreció “una historia de la música que, en verdad, es el mejor cuento
de la ciudad misma”(p.93) como lo apunta Federico Pacanins.
Carlos Raul Villanueva(1900-1975), constructor del rostro contemporáneo de Caracas, quien
en su libro Caracas en tres tiempos(1967) nos muestra, señala Hannia Gómez, “una misteriosa
ciudad, como la tierra prometida”(p.447).
Mariano Picón Salas(1901-1965) por la forma como nos muestra, siempre sonriendo,
gozosamente, el corazón de la nación en su Suma de Venezuela(1966), sobre todo en su edición
ampliada de 1988.
Angel Rosenblat(1902-1984) porque a través de sus Buenas y malas palabras(1956), “un
océano de nuestra manera de hablar”(p.327) que refiere Francisco Javier Pérez, ”su trabajo más
notable”(p.327), aun no superado, logró mostrarnos las características de la manera como hablamos
los venezolanos, y ello porque “sabía presentar el resultado de sus investigaciones y reflexiones
lexicográficas de tal forma que lograra fascinar y entusiasmar”(p.325).
Rómulo Betancourt(1908-1981) uno de los pocos políticos entre nosotros que han hecho el
recuento de su acción. Páez es el caso paradigmático. Las Memorias de Guzmán Blanco duermen en
un archivo aún. Rómulo hizo el recuento escrito de parte de su acción, la mas sustancial, ya que el
libro fue publicado en 1956, a través de Venezuela: política y petróleo.
Miguel Otero Silva(1908-1985), quien en Cuando quiero llorar no lloro(1970) nos mostró
el transcurrir de las generaciones contemporáneas.
Alfredo Boulton(1908-1995) quien con sus trabajos, y en especial con su Historia de la
pintura en Venezuela(1964), “fundó una manera de conocer los procesos del arte nacional”(p.11);
en sus investigaciones unió “metodología, intuición y goce”(p.14) anota María Estela Girardin.
Ramón Díaz Sánchez(1908-1968) quien a través de su Guzmán, elipse de una ambición de
poder(1950) nos permitió ver las luces y las sombras de nuestra vida política, obra, que como
explica Milagros Socorro, se nos ofrece en sus muy ricos matices, la cual desde “la tersura de su
prosa, la tentación de abarcarlo todo, incluso los pensamientos del biografiado, el volumen que
adoptan las molduras más nimias del paisaje sugieren, en muchas ocasiones, la presencia de una gran
fabulación centrada alrededor de un arquetipo florentino”(p.494-495).
198

Guilllermo Meneses(1911-1978) porque en su novela El falso cuaderno de Narciso


Espejo(1953), su magistral cuento La mano junto al muro(1951) y en otras páginas esenciales
encontró la manera expresarse con complejidad y severidad, concisamente, seca y desnudamente.
Vicente Gerbasi(1913-1992), quien “persiguió fantasmas que han de haber sido del
desarraigo: Canoabo, Florencia, el padre…las perdidas raíces de toda posible certidumbre…La
autenticidad de esos símbolos hizo algo más que crear un mundo individual para el poeta, allí donde
éste no tenía ninguno; hizo más, también, que entroncar la poesía venezolana con la literatura
universal. Descubrió, para cada uno de nosotros, la noche donde la conciencia pugna por ser
relámpago extasiado; es espacio fugaz, la intemperie donde el hombre debe y acaso puede hacerse de
un destino”(p.6-7) según Hermán Carrera. Fue así como nos dio a Mi padre el inmigrante(1945).
Luis Beltrán Guerrero(1914-1997) de quien sólo los diez y siete volúmenes de sus
Candideces(1962-95), “bastarían para situar a su autor entre los clásicos contemporáneos del
humanismo”(p.506) como sugiere Luis Alberto Crespo o como asegura Sanoja “Es difícil encontrar
un periodista-cronista-crítico literario que haya incursionado en tantos temas y estudiado tantos
autores”(p.511).
César Renfigo(1915-1980) porque si bien Lo que dejó la tempestad(1961) es su obra más
significativa a través de su dramaturgia logró construir “un friso histórico”(p.336) como escribe Juan
Carlos Chirinos.
Alfredo Armas Alfonzo(1921-1990) quien a través de El osario de Dios(1969) escribió uno
de nuestros libros ejemplares, una suerte de Cien años de soledad venezolanos, en él demarcó, como
dice Marianela Balbi, “los verdaderos signos de la fragmentaridad, el inobjetable valor de las voces
del ‘otro’, los auténticos términos del diálogo de la periferia”(p.421); porque siempre dominaron en
sus escrituras el tema de la muerte y los recovecos de la memoria(p.419). Al leerlo hay que tener en
cuenta lo que dice Sanoja “Y conste que lo que aparece como ‘regional’ no tiene mucho que ver con
los límites geográficos y sí, en cambio, con la construcción de una región narrativa por donde
desfilan, más que los habitantes, los seres habitados por fantasmas y evocaciones, pasiones y
memorias en una confusión de edades”(p.426), por ello la lectura de sus universos nos hace pensar
tantas veces en la Santa María onettiana o en el Macondo del Gabito. Y por ello nos hacen pensar
también en las tierras sureñas del norte que noveló el maestro de todos ellos: Faulkner.
De Aquiles Nazoa(1926-1976) se escoge aquí su Caracas física y espiritual(1967). Pero
como enfatiza Luis Britto Garcia “Aquiles fue un poeta…fue además un poeta popular…era en
oportunidades complejo pero siempre transparente…fue un humorista…fue un revolucionario…De
199

allí su poética franciscana, que celebra las cosas y las existencias más sencillas…fue un
segregado”(p.479-480).
Orlando Araujo(1927-1987) por lograr en su Narrativa venezolana contemporánea(1972)
hacer “juicios, es apasionado. No sigue un orden metodológico. Es buscador de signos, relacionador
de textos, guía de sentidos”(p.182) como apunta Stefania Mosca.
De Francisco Herrera Luque(1927-1991) se eligió La luna de Fausto(1983). A este
psiquiatra “El éxito editorial lo ubicó en una posición difícil en el mundo literario venezolano: los
lectores se volvían fanáticos de sus libros, pero la crítica académica siempre le negó el
reconocimiento, al considerarlo casi un autor comercial…El desdén de la crítica cambió con la
aparición de La luna de Fausto…Hoy ha sido revaluada…como el libro más acabado del
autor”(p.26-27) dice Gonzalo Jiménez. Herrera Luque hizo sus libros confesando que “Escribir es
noventa por ciento de transpiración y diez por ciento de inspiración. Al escribir hago psicoterapia
colectiva”(p.29). También confesó: “No se cuál es la diferencia entre la novela histórica y la historia
novelada, pero la experiencia me indica lo siguiente: mis obras se diferencian de uno y otro ejemplo.
Son ellas un estudio profundo y detenido de nuestra historia y no se quedan en el puro recrear
fenomenológico, porque hay reflexión constante sobre el futuro. Mis obras son historia y ficción, sin
ser historia pura ni pura ficción. Y esto es lo que yo llamo historia fabulada”(p.29-30).
José Vicente Abreu(1927-1987) en Se llamaba SN(1964) supo convocar en su página la
“Voz de excluidos, segregados, encarcelados, que desesperada y tal vez inútilmente trataba de
hacerse oír ‘en la Venezuela que vendrá’”(p.216). Sacrificio, que como recalca Manuel Bermúdez,
tiene mucho de místico por la grandeza en saber soportar la tortura que llevó a la perfección interior
a aquella vida.
De Juan Nuño(1927-1995) se toma aquí La veneración de las astucias(1990) como el libro
más representativo de este hombre quien siempre escribió sus numerosos trabajados dejando claro su
actitud analítica, su sentido discrepante el cual pudo construir gracias a su universal cultura, tan
amplia que hay quien dijo que lo había leído todo. Es ejemplar la presentación que de él hace en este
libro Argenis Martínez, logra penetrar en la esencia del Nuño pensador, en su “pasión
combativa”(p.371), en su ”pasión crítica indoblegable”(p.371).
Carlos Contramaestre(1933) el autor de La mudanza del encanto es para Sanoja “un
extraño. Estaba más allá de la línea formal de “Sardio” y más acá de la pura estridencia. Extraño,
aunque entrañable…fue también Rafael José Muñoz”(p.569).
200

José Ignacio Cabrujas(1937-1995), “Llevaba en la frente la marca de Marx, en la búsqueda


los trazos de Rengifo, en los adentros el juramento renovador”(p.74); atormentado, como en las
páginas de El país según Cabrujas o en los mejores diálogos de Acto cultural o El día que me
quieras, “situado entre la utopía de Pío Miranda y el fracaso político de su propia generación”(p.75),
“Como Nuño y Ludovico Silva…fue un gran incitador, de esos que entran a escena pidiendo
pelea…dejando extensa e intensa obra”(p.76).
Ludovico Silva(1937-1988): aparece aquí por su Anti manual para uso de marxistas,
marxólogos y marxianos(1975), por ser este libro un “ejercicio de heterodoxia, en un tiempo tan
aplastado por dogmas, ideologías y demás endriagos”.
¿Críticas?. En verdad no están todos. O al lector le faltan nombres que no debían dejar de estar. Tal
Francisco Miranda y su Diario de viajes(1771-92. 4 vols) el cual nos permite observar como un
venezolano vio directamente el mundo de la ilustración, participando en él. Con él escribió el
Precursor la obra en prosa más importante de todo el período colonial, nuestra mayor obra
autobiográfica, redactada en castellano y no en ninguno de los otros idiomas que habló aquella figura
cosmopolita.
Rafael María Baralt con su prosa maestra, recomendada por Ramos Sucre para formar el
estilo(Obra poética. México: Fondo de Cultura Económica, 1999,p.457 y 487). Pese a ello reconoce
Sanoja “yo creo que la Historia de Venezuela, de Baralt, debía haber entrado y no entró”(p.XV).
Arturo Uslar Pietri una figura central, un vigía siempre en vigilia, hombre cenital,
ecuménico(¿qué sino son los Valores humanos?), sin el cual no se puede entender a Venezuela ni
menos el país contemporáneo en cualquiera de sus caras: el fue el venezolano más singular del siglo
XX, una personalidad que escapa a cualquier clasificación, “el cerebro mejor organizado de nuestra
generación” que dijo Otero Silva. En cualquier de las áreas que se desee la presencia del maestro
Uslar Pietri está presente. Veamos el campo creativo: sus cuentos, cinco colecciones magistrales, en
los que se registra todo un modo de abordar la realidad propio de la literatura hispanoamericana; así
como también en la novela como lo encontramos en Las lanzas coloradas, El camino de El
Dorado o La isla de Robinson con penetrantes miradas sobre nuestros interrogantes básicos, los
senderos de la dictadura en Oficio de difuntos o los rasguños de la actividad política en las dos
novelas de El laberinto de la fortuna. En sus cuentos y novelas es un maestro de nuestra literatura.
Fue crítico literario en Letras y hombres de Venezuela; lo vemos como avezado periodista(¿medio
siglo del Pizarrón no bastan?), político(Materiales para la construcción de Venezuela es uno de
sus títulos cuando estuvo en la arena pública), economista(Sumario de la economía venezolana o
201

Petróleo de vida o muerte), viajero cautivado por las mil visiones(¿es que se pueden cerrar estos 50
imprescindibles sin mencionar Tierra venezolana?) teatral(¿no es Chuo Gil uno los dramas más
universales de nuestro teatro), televisiva(¿qué son Raíces venezolanas o Cuéntame a Venezuela?),
educador como en Educar para Venezuela, historiador en El Hacer y deshacer de Venezuela,
crítico de arte en Giotto y compañía incluso poeta en sus horas mas calladas: ¿no son de antología
su prosa poética Escritura y su poema Aniversario(de El hombre que voy siendo)? ¿no es de
honda hermosura su soliloquio poético Corro de las horas(de Manoa)?.
Y que no se podía vertebrar una interpretación como la que está en 50 imprescindibles sin
Uslar lo hallamos dentro del mismo libro en el cual hay veinte y siete referencias a él. Dos solamente
en la p.277 y cuatro en la p.291. Lo cual explica por qué nuestra historia, y nuestras vivencias como
sociedad, no se pueden trazar sin su presencia, sin referirse a él, sin consultarlo, sin citarlo.
Augusto Mijares refutador de la tesis cesarista en nuestra historia; quien fijó los límites de lo
afirmativo venezolano, precisó la tradición de la sociedad civil y la “continuidad espiritual de
Venezuela”, expositor en sus obras de una teoría de Venezuela.
Salvador Garmendia el primer narrador del país desde 1959 cuando publicó Los pequeños
seres y cuentista insuperado con obras perfectas como el relato Tan desnuda como una piedra(de
sus Cuentos cómicos). Más grande, denso, penetrante de lo que hemos visto hasta ahora, con obras
profundas y certeras como La mala vida o Los pies de barro o más de dos docenas de cuentos
irreprochables. Fue el creador indiscutido de nuestra literatura urbana. Desde él ella se espiga
plenamente.
Tomás Polanco Alcántara quien a través de biografías nos ha vuelto a contar nuestra historia,
en base a documentación de primera mano, desde los días de la Compañía Guipuzcoana, durante los
cuales nació Miranda(1750), hasta Uslar Pietri, quien murió en 2001. Así ha formado toda una nueva
historia de Venezuela la cual hemos conocido a través de los diversos capítulos que entrañan cada
libro, cada biografía. Es un mural de nuestro pretérito el que nos ha ofrecido a través de sus libros. Y
con contribuciones novedosas en cada caso. Pasaran muchas décadas para que lo dicho por Polanco,
para que las conclusiones a las que ha llegado con Miranda, Bolívar, Páez, Guzmán Blanco, Gómez,
Gil Fortoul, Pedro Emilio Coll, Augusto Mijares, Parra Pérez, Parra León, Eugenio Mendoza, Uslar
Pietri se superen. Polanco es el más grande biógrafo nacido en tierra venezolana, quien posee el buril
de la historia, la paciencia para desentrañar archivos y bibliotecas, la diligencia para encaminarse tras
un dato, un documento o un libro, sabiduría para comprender a cada hombre y cada época, vastos
202

conocimientos en lo que a política internacional se refiere lo cual le permite colocar cada uno de sus
biografiados en su tiempo y en su hora. Ahora trabaja en la biografía de Rómulo Betancourt.
Nos faltan Román Chalbaud, Isaac Chocrón e incluso Rodolfo Santana.¿Es que acaso
nuestra realidad se puede mirar toda sin el teatro? ¿O sólo con Rengifo y Cabrujas?. Nos
faltan también aquí Ramón J. Velásquez, Guillermo Morón y J.L.Salcedo Bastardo quienes
nos han dado visiones precisas, coherentes, largas, detalladas, de la realidad venezolana.
Sentimos no encontrar a Pablo Vila autor con cuya Geografía de Venezuela podemos echar una
mirada contemporánea a nuestro rostro físico. Es el continuador de Codazzi. Cada siglo debe
escribirse una nueva geografía parecen decirnos ambos. Ahora se hacen presentes los trabajos
de Pedro Cunil Grau.
¿Sustituciones?. En general estamos de acuerdo con la selección pero habríamos sacado a
Codazzi y colocado por él a Pablo Vila con un acápite para Pedro Cunil Grau. Leo está contenido
con Job Pim(p.XVII). Hubiéramos quitado a Carlos Contramestre y puesto a Arturo Uslar Pietri
mucho más decisivo. Y qué no se nos diga ahora que el maestro de La visita en el tiempo, obra
cumbre si las tenemos, no fue escogido por estar vivo, ¿fue ello un error? ¿Se quiso construir un
cementerio literario? ¿Sólo muertos los venezolanos creadores tienen valor? ¿Por ello se denomina a
Uslar “el sobreviviente”(p.142)? ¿Se ha reparado en los vacíos y lagunas que hay en las obras de
recuento histórico que excluyen a los vivos? ¿Por qué no ha arraigado entre nosotros el cultivo de la
historia contemporánea, tanto del pasado político como la de los universos creadores?.
Otra observación: no se puede criticar a Oviedo y Baños que haya abrevado en Fray Pedro
Simón, tampoco se puede decir que lo haya plagiado en base a conceptos contemporáneos. En
verdad Fray Pedro Simón había partido de Fray Pedro de Aguado, este si el primer historiador de
Venezuela. Además el concepto de plagio, el modo de citar otras obras, el uso escrupuloso de
fuentes, no existían para entonces, para los años anteriores a 1723 cuando Oviedo compuso su
Historia. Aunque la Historia de Aguado sólo se haya impreso en 1906 su original manuscrito fue
conocido por los historiadores del pasado. Fue redactada en 1581 por un Franciscano y en la
congregación había un sentido de continuidad de la historia escrita: Fray Pedro Simón también fue
Franciscano. Y la historiografía venezolana tiene alto tinte Franciscano: Aguado, Simón, Antonio
Caulín y Oviedo y Baños, aunque civil, fue síndico de los conventos venezolanos de esa orden.
Conviene para futuras ediciones de estos 50 imprescindibles repasar con cuidado las líneas
del volumen para corregir las erratas. Advertimos las que hemos anotado en nuestra lectura: donde
dice “anticuado”(p.XIII) con relación a Arístides Rojas debe decir anticuario; el segundo tomo de la
203

Historia de la pintura en Venezuela de Alfredo Boulton se publicó en 1968 y no en 1958(p.15);


Imágenes del occidente venezolano fue escrito por Arturo Uslar Pietri, cosa que se omite(p.19);
donde se dice Marisela Alvarez debe leerse Mariela Alvarez(p.147); Teresa de la Parra nació en
1889, año en el cual Zulima publicó su segundo libro(p.154). Hacemos esta observación porque la
primera obligación del historiador es fechar, dice Pierre Vilar, si ello no se hace con exactitud es
imposible examinar los procesos; Picón Salas no fue el fundador del Papel Literario de El
Nacional(p.162) sino Juan Liscano, otro de los excluidos de este libro; Laureano Vallenilla Lanz
estuvo al frente de El Nuevo diario hasta 1931(p.248); las Buenas y malas palabras de Angel
Rosenblat no fueron impresas en “once tomos”(p.321) sino en cuatro, dos en la edición de Monte
Avila Editores(1989); en la p.386 donde se lee “José Bernardo” debe leerse Enrique Bernardo
Nuñez; la edición de Amado Alonso de la Gramática de Bello fue impresa en 1952(p.431); no es
“dronómano”(p.545) sino dromomano, de lo cual padecieron don Simón Rodrigúez y Lisandro
Alvarado; donde se lee “conocido”(p.462) creemos que debe leerse concebido.
204

VIDA DE LA ACADEMIA

HOMENAJES

El 24 de marzo, en ocasión de celebrarse los 150 años de la Abolición de la


Esclavitud en Venezuela, la Biblioteca Nacional invitó a esta Corporación a
participar en los actos conmemorativos llevados a cabo en relación con dichas
efemérides. En representación de la Academia Nacional de la Historia asistió el
Numerario Ramón Tovar López.

El 28 de marzo con motivo de cumplirse el 254º Aniversario del Nacimiento del


Generalísimo Francisco de Miranda, se llevó a cabo un Acto Solemne en el Panteón Nacional al cual
asistió la Dra. Ermila Troconis de Veracoechea, Directora de la Academia Nacional de la Historia y
el Vicedirector, Ramón Tovar López. El programa incluía una ofrenda floral de la Corporación ante
el Cenotafio del Generalísimo Francisco de Miranda.

El 31 de marzo la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales


realizó un Homenaje a Juan Manuel Cagigal. El Numerario Rafael Fernández Heres
presentó una ponencia titulada “Introducción Histórica”.

MIEMBROS

El 28 del enero los Numerarios José Luis Salcedo Bastardo y Simón Alberto Consalvi fueron
designados como Socios Activos del Instituto Sanmartiniano de Venezuela.

El 15 de enero se comunicó la provisión del Sillón Letra “D” por el


fallecimiento del Dr. Lucas Guillermo Castillo Lara. El 15 de marzo se inició el
lapso de 15 días continuos para examinar las credenciales de los candidatos a
ocupar dicho Sillón.

Al Numerario Mario Sanoja Obediente le fue conferido el Premio Nacional de


Cultura en Humanidades pos sus reconocidos aportes en este ámbito. Fue muy
congratulado por sus colegas.

El 15 de marzo la Dra. Ermila Troconis de Veracoechea recibió de la


Universidad Central de Venezuela la Condecoración “Josefa Camejo” en su Única
Clase con motivo de celebrarse el Día Internacional de la Mujer.

VISITAS

El Embajador Milos Alcalay visitó la Academia para concretar una reunión en


Cancillería donde se trataría el tema de la inclusión del Archivo de Miranda en el
programa Memoria del Mundo de la UNESCO.
El 15 de marzo, el Director General del Ceremonial y Acervo Histórico de la
Nación, Coronel. (Ej.) Gonzalo A. La Cruz acompañado por el Coronel. (Ej.)
Ramón A. Parra recorrieron el Archivo del Generalísimo Francisco de Miranda,
con el fin de programar la visita del Ciudadano Presidente de la República para el
205

domingo 28 de marzo a las 10:00 a.m. donde se tenía prevista la apertura del Arca
contentiva de las Memorias del Prócer.

CONFERENCIAS

El día jueves 25 de marzo el Dr. Carlos Hernández Delfino dictó una


conferencia titulada “La Deuda de la Esclavitud” en el Salón de Sesiones de la
Academia Nacional de la Historia, con motivo de celebrarse el sesquicentenario de
la Abolición de la Esclavitud en Venezuela

El 30 de marzo la Academia Nacional de la Historia y la Embajada de Bolivia


llevaron a cabo una conferencia en el Salón de Sesiones, titulada “Causas y
Consecuencias de la Guerra del Pacífico” a cargo del Dr. Fernando Cajías, Miembro
de la Academia Boliviana de la Historia. Asistieron los Embajadores de Bolivia,
Argentina y Perú, los Agregados Culturales de Bolivia y Perú; el representante de
la Embajada de los Estados Unidos de América; el Director de Relaciones
Internacionales del CONAC y el representante del Alcalde del Municipio Libertador
entre otros.

LIBROS

El 29 de enero la Licenciada Eulides Ortega, investigadora de la Academia


Nacional de la Historia, presentó en Sesión Ordinaria su libro “Historia del
Resguardo Marítimo de Venezuela, 1781-1804”, Nº 187 de la Colección Estudios
Monografías y Ensayos de la A. N. H.

En marzo, el Decano Don Guillermo Morón, Sillón letra “P”, terminó de


escribir un nuevo libro titulado “Memorial de Agravios”.

El 18 de marzo el Lic. Antonio González Antías presentó en Sesión Ordinaria


un resumen de su obra “El Proceso Penal en la Administración de Justicia en
Venezuela 1700-1821. Caso de homicidios y heridas.”, Nº 186 de la Colección
Estudios, Monografías y Ensayos de la A.N.H.

El 25 de marzo se realizó la presentación administrativa de las obras:


• “La Provincia de Guayana en la Independencia de Venezuela” de Tomás
Surroca y De Montó, con Estudio Preliminar y notas del Gral. Héctor
Bencomo Barrios, y
• “Memorias de un Araureño” de José María Soteldo Ramos, de la Biblioteca
de la Academia Nacional de la Historia.
206

EXPOSICIONES

Las exposiciones documentales y gráficas que se han presentado durante este período son las
siguientes:
1. 185º Aniversario del segundo Congreso Constituyente celebrado en la
antigua Ciudad de Angostura;
2. Bicentenario de la Independencia de Haití;
3. Bicentenario del fallecimiento de doña María Teresa Rodríguez del Toro y
Alaiza;
4. Centenario de la Revolución Libertadora;
5. Batalla de La Victoria, y
6. 150 Aniversario de la Abolición de la Esclavitud

GESTIONES DE LA ACADEMIA

En el mes de febrero la Directora se reunió en la Cancillería con el


Embajador Milos Alcalay y la Embajadora María Clemencia López, Directora de la
Oficina de la UNESCO del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela con
la finalidad de continuar realizando gestiones para la inclusión del Archivo del
General Francisco de Miranda en el Programa “La Memoria del Mundo”. En este
sentido, ya se logró decretar tal distinción a nivel regional.

La Academia envió una comunicación al Canciller de la República con un documento anexo


donde fijó posición en torno a las declaraciones emitidas por el Presidente de la República, en su
visita oficial a la República Cooperativa de Guyana el pasado mes de febrero relativas al futuro de
nuestra reclamación sobre el territorio Esequibo. El documento estuvo rubricado por la mayoría de
los Numerarios de la Corporación.

A partir del mes de marzo de 2004, Edgardo Mondolfi Gudat, diplomático e historiador, fue
recibido en comisión de servicio por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores a fin de coordinar
una serie de proyectos específicos adelantados por esta Academia en distintos ámbitos.

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