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Un reciente libro de Robert Paxton, publicado por Penguin, emprende el

análisis de un fenómeno político que caracterizó vastas luchas en el pasado


siglo veinte. Paxton afirma que nadie sabe exactamente en que fecha
comenzó el Renacimiento, ni en qué día terminó la Edad Media. Sin
embargo, sí se sabe puntualmente cuándo nació el fascismo. Fue, con toda
precisión, el domingo 23 de marzo de 1919, en la ciudad de Milán, cuando
Benito Mussolini incitó a sus seguidores a declarar la guerra al socialismo.

El fascismo es mucho más moderno que el socialismo, el conservadurismo o


el socialismo. Entre las dos guerras mundiales no hubo un solo país del
mundo que no contase con un movimiento fascista bien organizado. En su
reseña de la obra, publicada en New Statesman, el analista y teórico, Terry
Eagleton, afirma que los fascistas son radicales, a diferencia de los
conservadores que creen en un Dios, en tradiciones, suelen ser
monárquicos, desdeñan a las masas, cuentan con un cuerpo de ideas. Los
fascistas son paganos, confían en las virtudes del estado hegemónico,
cultivan a la clase obrera y rechazan a la aristocracia, desarrollan mitos, se
ven a si mismos como una vanguardia transformadora, se apoyan más en la
fe en una causa que en las ideas, sitúan la unidad nacional por encima de
las diferencias de clase.

Algunos han visto el fascismo como una etapa de dictadura abierta de la


burguesía, elemento unificador entre las diversas formas de reacción
europeas. Surge como consecuencia de una crisis histórica del capitalismo,
tras su fase imperialista, según las definiciones de la Tercera Internacional.
En esa etapa se prescinde de las instituciones de la democracia
parlamentaria. Es un intento de frenar el curso del desarrollo histórico
generado por los intereses del gran capital. Funciona como un partido de
masas de base pequeño burguesa. El pacto con las élites, la represión
interior y la expansión hacia el exterior, la unidad en torno a la idea de
nación víctima, son elementos esenciales del fascismo.

El fascismo necesita el marco de una dictadura militar. Según Paxton la


Francia de Petain, la España de Franco y el Portugal de Salazar no fueron
dictaduras fascistas porque no lograron movilizar a las masas en torno a
una idea nacionalista, en lo cual pudiera estar equivocado. En España la
idea de una cruzada por una patria grande y unida sí logró convocar a
ciertas mayorías en torno a la Falange. Paxton declara que el fascismo no
fue antisemita en su vertiente italiana. Mussolini comenzó a perseguir a los
judíos, instigado por Hitler, tras los primeros dieciséis años de gobierno.

Los valores democráticos, el individualismo y los derechos humanos son


desdeñados en medio de la crisis del orden liberal capitalista y eso da
origen a esa solución salvadora del sistema que es el fascismo. Los
banqueros e industriales apoyaron y financiaron el ascenso de Hitler. Por
ello el nazismo nunca se opuso al gran capital y en cambio sí combatió con
saña todas las formas de socialismo. El fascismo ejerció un gran atractivo
para la clase media de bajos ingresos. Esa pequeña burguesía menor
acarició metas de prosperidad, adquisición de propiedad y vio en el fascismo
el vehículo para alcanzarlas.

Para Paxton el Holocausto fue el triunfo del racismo científico. Los nazis
alcanzaron objetivos de aniquilación que los pogromos habrían demorado
siglos en alcanzar. Por sus incoherencias, Eagleton califica este fenómeno
político como un carnaval de irracionalidad, sin embargo su aplicación de la
ideología es sumamente pragmática.

Regímenes de autoritarismo capitalista, como el de Bush, bien pudieran


significar un regreso al fascismo. El liberalismo se ha vuelto más despótico y
opresor en esta etapa de nacionalismo patriótico y de agresiones
terroristas. Los viejos imperios coloniales explotaron al Tercer Mundo pero
no sembraron las semillas del liberalismo. Presumir que la economía de
mercado y la democracia son inseparables compañeros es un concepto muy
desacreditado en la actualidad y el fascismo fue la demostración más
fehaciente de esa incompatibilidad.

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