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Coordinación Nacional de la Renovación Carismática Católica del Perú

Proyecto: Escuela Nacional de Alabanza


Seminario de Alabanza y Adoración: “Mi Alma Glorifica al Señor”

EL CAMINO HACIA LA ADORACIÓN

(Parte 1

TEMA 07

Queridos hermanos en el tema anterior descubríamos que para adorar a


Dios hay que estar cerca de Él, junto a Él, a sus pies, sabiéndonos su
creación, sintiéndonos pequeños, amándolo en extremo, entregándonos y
dejando que Él nos tome como barro en sus manos; sin embargo, para
llegar a esa intimidad en su presencia hay todo un camino a recorrer . A
continuación les presentamos este camino hacia los pies de nuestro
Salvador:

Primero: Querer estar junto a Él


No importa cuán lejos nos sintamos de Dios,
no importa cuánto hayamos manchado
nuestras vestiduras en el pecado, aun
cuando hayamos vivido una vida ajena a la
fe, llega un momento en el que nuestro
corazón tiene sed de Dios. Sea a través del
poder evangelizador de una prédica, la
unción de un canto, el testimonio de un
hermano o hermana, una prueba que nos
enfrenta con el dolor y el sufrimiento, o tal vez
el recuerdo de un tiempo mejor en el que
andábamos cogidos de su mano. No importa
cuál sea la circunstancia, el camino hacia la
adoración se inicia con el anhelo de estar
cerca de Dios, en su presencia, sea por vez
primera o de regreso al lugar donde alguna
vez ya estuvimos: muy cerca de Él. El salmista lo expresa de una
forma muy hermosa en el Salmo 42, 1-2: “Como jadea la cierva,
tras las corrientes de agua, así jadea mi alma, en pos de ti, mi Dios. Tiene
mi alma sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré ir a ver la faz de Dios?”

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El querer estar cerca de Dios implica necesariamente reconocer cuan


necesitados estamos de Él, y que Él tiene algo para nosotros que no
podremos encontrar en otro lugar que no sea su presencia. Al ver la vida de
aquellos que están en su presencia nos hace anhelar profundamente estar
en el lugar de ellos: ¡Dichosas tus gentes! ¡Dichosos estos tus servidores,
que están siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría! (2Cro 9,7)
“¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que
yo aquí me muero de hambre!”(Lc 15,17) con estas palabras el hijo pródigo
puso fin a su vida de miseria e inició su camino de regreso a casa. De igual
manera todos aquellos que llegaron a estar cerca de Jesús anidaron en su
corazón un deseo profundo de estar a su lado mucho antes de acercarse a
Él. Así Bartimeo anhelaba tanto estar junto a Jesús que no le importó
estallar en gritos para llamar su atención. Cuantas veces la mujer pecadora
habría anhelado llegar junto a Él antes de tener la oportunidad de llegar a
sus pies y ungirlos con perfume y mientras tanto lo seguía de lejos
esperando el momento propicio para acercarse.

Todo aquel que quiera ser adorador debe tener hambre de Dios,
reconocerse necesitado de su presencia, anhelar tener intimidad con Él,
desear escuchar su voz cercana, tocar su manto, querer recostarse en su
pecho, aunque no lo merezca; porque aunque no seamos dignos, aunque
nos sepamos pecadores, nunca hemos dejado de ser sus hijos y hay lugar
para nosotros en la casa de nuestro Padre.

Segundo: Decidir ir junto a Él


El complemento perfecto para el deseo de estar en la presencia de Dios es
la decisión de ir a su encuentro. No basta el reconocer que estamos
necesitados de su presencia, no es suficiente querer estar a su lado, nos
quedamos cortos si solamente suspiramos recordando nuestro primer
encuentro o anhelando el lugar de aquellos que están cercanos a Él. Igual
de importante a querer estar con Él es hacer un alto y decidir emprender el
camino que nos lleva a su encuentro.
Luego de anhelar profundamente regresar a la casa de su padre el hijo
pródigo dijo: “Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el
cielo y ante ti.”(Lc 15,18) y con estas palabras en ese momento estaba
tomando la firme decisión de regresar. De nada hubiera servido que
continuara lamentándose de su condición, de su miseria. No tenía sentido el
que anhelara estar en el lugar de los jornaleros de su padre si es que no
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convertía todos esos deseos y anhelos en una acción concreta: regresar.


De esta manera estaba poniendo en acción su voluntad para cumplir lo que
anhelaba el corazón.

Así María, hermana de Martha anhelaba tanto estar junto a Jesús que no le
importo estar delante de sus pies mientras su hermana le reclamaba porque
no le ayudaba en los quehaceres en la casa, el amor no es pasivo, nos
impulsa a tomar decisiones, y en este caso María decide ir junto a Jesús.

También es el caso de la mujer pecadora que seguramente seguía a Jesús


a lo lejos, escondiéndose de la muchedumbre ya que ella según la tradición
judía pertenecía al grupo de los marginados y no podía tener el mismo
privilegio de las casadas quienes si se acercaban al Maestro: “Porque un
mendrugo de pan basta a la prostituta, pero la casada va a la caza de una
vida preciosa”(Prov 6,26). Sin embargo, venciendo sus propios temores
decidió llegar a los pies de Jesús aún cuando sabía que no era bienvenida
entre los que seguían al Maestro.

Por lo tanto, hermanos, la adoración es pues para los decididos, el privilegio


de estar a sus pies requiere la voluntad de ir a su encuentro, la decisión
firme de dejar de ser uno del montón, una acción concreta que nos impulsa
a salir de esa muchedumbre que se conforma con mirar a Jesús a lo lejos,
escuchando de otros las noticias de lo que el Señor anda diciendo, para ser
del grupo que escucha a Él mismo hablándole a nuestro corazón.

Tercero: Esforzarse por llegar ante Él

La palabra esfuerzo en nuestros tiempos no está de moda, mas bien, hoy


en día la gente quiere obtener cosas sin mayor esfuerzo. Quieren ser
profesionales sin esfuerzo, quieren tener buenos hijos sin esfuerzo, quieren
buenas casas, buenos carros, buenos trabajos pero no se quieren esforzar.
Y esta manera de pensar también la hemos trasladado a nuestra vida
espiritual: Queremos la victoria sin pasar por el combate espiritual,
queremos los dones sin dejar que el Espíritu Santo nos gobierne, queremos
la bendición sin la conversión. Nos hemos vuelto cristianos pasivos,
comodones, que le tenemos pavor al sacrificio, nos resistimos a pasar una
prueba y nos negamos rotundamente a cargar cualquier tipo de cruz en
nuestros hombros.

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Esta forma de vivir nuestra fe, esta manera de llevar nuestro catolicismo no
es agradable a los ojos de Dios. A él le gusta la dedicación, la
responsabilidad, la perseverancia y por supuesto el esfuerzo: “…Yo soy
quien te manda; esfuérzate, pues y sé valiente. No temas ni te asustes
porque contigo está Yahvé tu Dios, adondequiera que vayas” (Jos 1, 8-9) O
sea que Dios está de parte de los que se esfuerzan. El mismo Jesús
proclamaba lo siguiente: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el
Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mt 11,12)
entendiendo la violencia como ese esfuerzo, esa lucha continua por
alcanzar el Reino de los Cielos. En ese mismo sentido San Pablo confirma
las palabras de Jesús cuando expresa: ¿No sabéis que en las carreras del
estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera
que lo consigáis! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona
corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. (1Cor 9,24-25).

Y es así que aquel que ha decidido llegar a los pies de Jesús y dejarse tocar
por Él tiene que ser valiente, hacerse violencia asimismo doblegando sus
miedos y vergüenzas; emprender la carrera hacia la presencia de Dios,
levantándose una y otra vez aunque se tropiece en el intento y no mirar
atrás. Hacer de oídos sordos a los que critican y mandan callar a nuestra
alma que como Bartimeo grita a voz en cuello ¡Jesús hijo de David ten
compasión de mi! dejar a un lado nuestra comodidad y pasividad arrojando
el manto y dando un salto de fe para ir a su encuentro (Mc 10,48-50). Ser
creativos y hábiles para que a pesar de nuestra pequeñez podamos superar
los obstáculos que nos impiden acercarnos al Maestro, así como Zaqueo
que se las ingenió para subir a un árbol y poder hablarle (Lc 19,2-5). Ser
atrevidos y audaces así como la mujer pecadora quien hizo mil y un
esfuerzos para entrar en una casa donde no era bienvenida, tal vez a
escondidas como un bandido, tal vez por la puerta trasera, tal vez
arrastrándose para no ser vista, arriesgándose a ser echada y peor aún que
le quiten ese perfume tan preciado que llevaba como ofrenda.

No estamos en tiempos de ser carismáticos pasivos y conformistas, es


tiempo de aspirar a las más grandes bendiciones, no queremos
simplemente correr en la competencia y que sea un buen intento, sino que
nos esforzamos por ganar la corona de la unción y la bendición que Él pone
en nuestra cabeza inclinada en adoración ante su presencia. Tal ves tú
digas que ya no tienes fuerzas para vivir en adoración por las numerosas
luchas que tienes en tu hogar, en tu matrimonio, en tu trabajo, en tu servicio.
Pero Dios promete darte fuerzas si eres capaz de no rendirte y buscas su

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corazón; si estás dispuesto a hacerlo Dios te ciñe con la fuerza de su


Espíritu Santo:

“Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de
la tierra”(Hc 1,8)
El Dios que me ciñe de fuerza y hace mi camino irreprochable. Que hace
mis pies como de ciervas, y en las alturas me sostiene en pie. El que mis
manos para el combate adiestra, y mis brazos para tensar arcos de bronce.
(2Sam 22,33-35)

Y entonces con la fuerza del Espíritu Santo llegaremos al corazón de Dios,


empezaremos una nueva historia en nuestra vida, la historia de un adorador
en espíritu y en verdad.

Coordinación Nacional de la RCC del Perú


Eduardo Ocampo Ludeña
Carol Azabache de Ocampo
Eddy Pérez Sifuentes
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APLICACIÓN VIVENCIAL DEL TEMA


A continuación se propone una serie de actividades que complementarán el
desarrollo del tema. El equipo de servicio deberá estar atento a lo que el
Espíritu Santo inspire para enriquecer y complementar estas actividades
propuestas.
Actividades a desarrollar
1. A nivel personal:
Responder de manera personal las siguientes preguntas:

¿Cómo está mi deseo de estar con Dios?


¿Qué tan cerca o lejos me siento de Dios?
¿Cuáles fueron los momentos en que me sentí más cerca de Dios?
¿En qué momentos me he sentido mas lejos de Dios?
¿Qué acciones concretas realizaré en mi vida para regresar al
corazón de Dios? ¿Qué cosas antiguas dejaré y a que otras les abriré
paso en mi vida?

2. A nivel comunitario:
¿Cómo está el deseo de mi grupo de oración de “estar con Dios”?
¿Es mayor el deseo de estar con Dios que el de hacer cosas para
Dios?
¿Qué acciones concretas realizaremos como grupo de oración para
regresar al corazón de Dios?
Durante el momento de la oración se le expresará al Señor el deseo
de estar con Él, el deseo de tener un encuentro más profundo con Él,
se hará una renuncia a todo aquello que no nos deja decidir a estar
más cerca a Dios y se tomará la decisión de regresar a Dios y vivir en
intimidad con Él. Se entrará entonces en un momento de profunda
adoración.
La adoración es volver al corazón de Dios y descansar en el.....

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