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Una gramática pedagógica debe ser una gramática para el uso y responder a la pregunta:
“¿qué tiene que saber un ciudadano adulto sobre su lengua para poder utilizarla con
éxito?”. Castellà (1994) propone la inclusión de contenidos relacionados:
1. Con la adecuación del texto al contexto (procedimientos y estrategias para el uso de
distintos registros)
2. Con la coherencia informativa (procedimientos y estrategias para organizar el
contenido del texto)
3. Con la cohesión del texto (procedimientos para enlazar los sucesivos enunciados del
texto).
Seguramente, sí. Porque en estos últimos años la lingüística está empezando a romper la división
tradicional entre “estructura” y “uso”, extendiéndose a una visión integradora. Se busca
comprender cómo las condiciones de uso de la lengua determinan en gran medida las propias
estructuras. Es decir, las estructuras serán la consecuencia de uso de la lengua, porque éste no es
en absoluto arbitrario o azaroso, sino que obedece a algunos principios de carácter fundamental.
La mayor parte de los fenómenos sintácticos que se han tratado tradicionalmente como oraciones
pueden verse mucho mejor desde una perspectiva textual, de interacción, estratégica. ¿Por qué,
cuándo y cómo se usa la pasiva? ¿Cuándo, cómo y por qué desplazamos elementos a la primera
posición de la oración? ¿Cuándo, por qué y cómo preferimos la pasiva a las formas con se? ¿En
qué circunstancias elegimos el perfecto simple o el compuesto? Estas cuestiones, y muchas otras
parecidas, tradicionalmente forman parte de la gramática, de la sintaxis, pero su explicación es
parecida a la de fenómenos puramente textuales.
En el último cuarto del siglo XX, uno de los cambios de tendencia fundamentales de la
lingüística fue la reintroducción del significado como elemento básico en el análisis de
los fenómenos gramaticales. Los estudios lingüísticos, a partir de la gramática
generativa y de las gramáticas funcionales, han tendido a interrelacionar la semántica y
la sintaxis. De acuerdo con esta orientación, la estructura básica de la oración no es
sujeto + predicado (SN + SV), caracterizada por unas marcas formales, sino una
relación semántica entre el verbo y los argumentos. El verbo tiene la propiedad de
requerir un número determinado de sintagmas nominales o preposicionales como
argumentos. Así, “palidecer” requiere un único argumento (Alguien palidece), el verbo
“redactar” requiere dos (Alguien redacta un texto) y “prometer”, tres (Alguien promete
algo a alguien).
Además, los verbos, según sea su naturaleza semántica (es decir, según el tipo de
acontecimiento que denotan: acción, proceso o estado), asignan a sus argumentos
determinados papeles semánticos. Así, por ejemplo, el verbo de acción “condenar”
exige un agente y un paciente: El juez (agente) condenó al ladrón (paciente); El ladrón
(paciente) fue condenado por el juez (agente); en cambio, verbos que denotan proceso,
como “entristecerse” o “entristecer”, rigen papeles de experimentador y de fuerza: Juan
(experimentador) se entristecía por la poca salud de su hija (fuerza); A Juan
(experimentador) le entristecía la poca salud de su hija (fuerza). Es importante observar
que en estos ejemplos un mismo esquema semántico puede producir diferentes formas
de organización sintáctica, en las cuales los argumentos y los papeles semánticos que se
asocian ejercen funciones sintácticas distintas. En conclusión, la sintaxis de base
semántica considera al verbo como elemento central de la oración, el encargado de
“distribuir” unos papeles. Sobre el esquema semántico resultante, las reglas de la
sintaxis actúan dando forma de funciones sintácticas a los argumentos. Este cambio de
perspectiva en las relaciones entre la sintaxis y la semántica no puede olvidarse cuando
se ha de abordar la elaboración de una gramática pedagógica.
Otra transformación muy útil para comprobar que se pueden utilizar diferentes
perspectivas a la hora de presentar la información es la siguiente:
Una de las aportaciones del Círculo de Praga fue mostrar que la oración tiene una
estructura informativa: a una información supuestamente conocida o tema se le añade
una información nueva o rema. Bernárdez (1996) subraya la base cognitiva de este
hecho y lo considera un principio estratégico que funciona tanto en el texto como en la
oración: La primera posición se reserva a aquel elemento sobre el cual se organizará el
resto del mensaje. Este principio actúa de manera que tendemos a establecer una
simetría entre la estructura informativa tema-rema y la estructura sintáctica sujeto-
predicado. Pero al construir el texto muchas veces nos vemos obligados a situar al
principio de la oración un elemento que no es el sujeto. Las dos proposiciones
siguientes:
1. Los niños entraron en una enorme sala de cristal.
Un hombre muy raro esperaba sentado en la sala.
Seis cuadros de Joan Miró de la primera época del artista catalán, propiedad de
la Fundación Joan Miró de Barcelona, fueron robados en la madrugada de ayer por
unos desconocidos, que penetraron en la sala Joan Prats de la Fundación después de
romper, con dos martillos, el cristal de una de las paredes vidriadas del edificio.
Conclusiones