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Cuándo debe jugar un hijo a

videojuegos, según la neurociencia

La palabra e-sport cada vez aparece más en los medios de comunicación.


Se trata de competiciones de videojuegos en las que participa un solo
jugador o multijugador. Es decir, el jugador contra la máquina o contra otros
jugadores, ya sea en una misma localización o a través de internet, con un
jugador en Singapur y otro en Albacete, por ejemplo. Existen, de hecho,
canales de televisión que retransmiten partidas de e-sport con narradores y
comentaristas, como si se tratara de un partido de fútbol. Es más, ya no es
tan llamativo que un club e-sport fiche a un jugador, de tan solo 18 años, por
200.000 euros al año. O que en un torneo se repartan premios por valor
de 18 millones de euros. Es un negocio boyante, lo que significa que tiene
su público y que además va a pagar por ello

Sin embargo, para los apocalípticos, los videojuegos son poco menos que
un colorido y luminoso demonio que anuncia el fin de la edad de oro. Tanto
que hay voces que alertan sobre los peligros inherentes a los videojuegos,
desde una posible adicción a un aumento de la violencia. Sin embargo,
prohibir o evitar que los niños jueguen con dispositivos electrónicos no tiene
sentido alguno, como tampoco lo tiene evitar que, a una determinada edad,
nuestros hijos tengan un teléfono móvil. Al contrario, si el niño no participa
de ese entretenimiento, será considerado raro por los demás y en algunos
casos será rechazado. Nuestros esfuerzos, como padres y educadores,
deben dirigirse a aconsejar e influir a qué, cuánto, cuándo y cómo juegan.
Dicho de otro modo, debemos ser realistas.

Antes de nada, conviene recordar que los videojuegos son un tipo más de
juegos y que nunca deben ser el único modo de juego del niño, ni siquiera al
que dediquen más tiempo. Lo mismo diríamos de un niño que se encerrara
en casa para leer de cabo a rabo la Enciclopedia Britanica. Como ya hemos
dicho en otro artículo, sobre el juego y el cerebro:

Desde el punto de vista del entorno donde hemos evolucionado como especie, el
mejor juego es el que se produce en el exterior, moviéndose y en grupos de niños de
diferentes edades. El juego es el mejor medio para aprender destreza y habilidades
cognitivas de todo tipo incluidas las sociales.

El videojuego no es un juego de azar, donde la suerte es el componente


fundamental. Aunque a veces la suerte influye -como en cualquier aspecto
de la vida-, lo que más cuenta es la habilidad del jugador para desarrollar
una estrategia con la que superar los retos que se le presentan. Estas
habilidades pueden ser muy complejas, hasta el punto de que muchas
grandes compañías, como IBM, han llegado a buscar a sus líderes entre los
mejores jugadores de ciertos tipos de videojuegos

En este sentido, en otro artículo ya hablamos sobre los mitos acerca del uso
de videojuegos desde la perspectiva neurocientífica, en concreto sobre si
fomentan el aislamiento social, la violencia, depresión y/o ansiedad o si
aumentan o disminuyen las capacidades cognitivas. Por lo tanto, nos
centraremos en otros aspectos, como el horario, el tiempo y los tipos de
juegos que existen.

Cuándo deben jugar

En general, podemos establecer dos reglas básicas:

1. Cuando se va el sol, el cerebro, que sigue un ritmo circadiano, pone en


marcha un mecanismo para la producción de melatonina, una hormona que
favorece el sueño. La luz azul de los dispositivos electrónicos puede alterar
este proceso. Por lo tanto, desde ese momento, el acceso, ya sea para jugar o
para ver cualquier tipo de contenido, debe hacerse con filtros de luz azul o
activando el modo noche para que la pantalla se vea con tonos anaranjados y
luz más débil.
2. Después de cenar y en el periodo previo a irse a dormir, no se debe jugar,
pues se estimula el cerebro y por lo tanto el cuerpo, lo cual va en contra del
proceso fisiológico del sueño. De hecho, esa estimulación puede aumentar la
producción de la hormona cortisol, que nos prepara para la acción.

Cuánto deben jugar

Como ya se ha dicho, siempre debemos dar preferencia al juego al aire


libre. Si los niños realizan este tipo de juegos con normalidad, no debería
preocuparnos que jueguen con videojuegos en otros momentos.

De 3 a 12 años, lo recomendable es dejar jugar a los niños entre una y dos


horas máximo al día, sobre todo durante los fines de semana. Al menos eso
es lo que recomienda la Asociación Pediátrica Americana. Ahora bien, a
partir de esa edad el límite dos horas será ciertamente complicado de
mantener. Por todo ello, es necesario poner normas en cuanto a que días y
horas se puede jugar. Y no romperlas.

Por eso, algo muy importante es cómo conseguimos que los niños dejen de
jugar. Lo mejor es establecer un tiempo con anterioridad y asegurarnos de
que nuestros hijos lo han entendido. De esta forma, hay que avisar con
unos minutos de antelación para que guarden la partida o la acaben de la
mejor manera posible. Eso sí, una vez llegado el momento de cortar, hay
que ser tajantes. Insistimos: no vale titubear.

A qué deben jugar

A la hora de comprar un videojuego, hay que tener en cuenta su


clasificación según el contenido. Al igual que las películas, los videojuegos
tienen marcada cuál es la edad mínima para poder jugarlo. En España se
sigue la normativa europea PEGI (Pan European Game Information), que
establece la edad mínima aconsejable para cada juego.

Antes de los 3 años los niños no muestran interés por los videojuegos, ya
que no disponen de las habilidades cognitivas suficientes. Su interacción
con ordenadores, tablets y móviles son para ver contenido de video, como
dibujos animados, películas infantiles o incluso algo tan insólito como
contemplar a una niña abrir cincuenta huevos sorpresa seguidos.
Sin embargo, existen multitud de juegos adecuados para niños a partir de 3
años. En ellos se premia su imaginación y habilidad, a la vez que pueden
mejorar ciertas habilidades cognitivas en su desarrollo. Por ejemplo, en
2012, un estudio con niños entre 3 y 7 años que habían usado la
aplicación Martha Speaks Dog Party durante 15 días seguidos, constató un
aumento del vocabulario en un 31 por ciento de los participantes.

Nuestra recomendación son juegos donde el objetivo sea construir cosas


sencillas, identificar animales o desarrollar habilidades de lecto-escritura, ya
que a esa edad empiezan con ese aprendizaje en la escuela. Suelen ser,
además, juegos que no necesitan continuidad, ya que los niños a esas
edades suelen cansarse y aburrirse rápido por su capacidad limitada de
mantener la atención o elaborar razonamientos complejos sobre estrategias
del juego. Y algo muy importante: es recomendable que los padres jueguen
con los niños.

Dado que a partir de los 7 años los niños son más autónomos y con más
habilidades cognitivas, los juegos tienen una mayor más dificultad, lo cual
exige el desarrollo de estrategias de mayor nivel. Por lo tanto, los niños ya
pueden “engancharse” con más facilidad, así que debemos estar atentos a
los límites de tiempo.

Existen juegos recomendables de construcción, como Minecraft en


su versión educativa o Lego Worlds. Son juegos muy libres, donde se puede
hacer cualquier tipo de construcción, lo que fomenta la imaginación.

También son recomendables juegos de tipo plataforma, como Crash


Bandicoot o Ratchet & Clank, donde un personaje tipo comic supera retos
en un mundo imaginario. En estos juegos cuentan la habilidad y la rapidez
más que en los juegos puros de estrategia. Asimismo, los niños ya
empiezan a utilizar simuladores deportivos tipo FIFA o Fórmula 1, que en su
nivel fácil son bastante entretenidos y pueden jugarse en familia.

A partir de los 12 años

A partir de los 12 años el niño ya es capaz de sostener la atención y


concentrarse mucho tiempo, así que puede adentrarse en juegos de alto
nivel, tanto de habilidad como estrategia. De hecho, resulta bastante
sorprendente el nivel de destreza que pueden desarrollar en su interacción
con la máquina. Y también bastante desalentador para nosotros cuando
jugamos con ellos.
Para estas edades destacan juegos como Civilization y Sim City, donde se
pueden construir ciudades y manejar recursos, esto es, elaborar estrategias
más o menos complicadas para prosperar en un mundo virtual. Estos
juegos pueden llegar a tener niveles de dificultad extraordinarios, donde el
jugador debe prestar atención para mantener más de cien variables.

Hay, asimismo, aventuras gráficas que son divertidas y entrañan dificultad,


como la serie de Zelda, donde, aparte de recorrer mundos más o menos
imaginarios, hay que resolver enigmas y encontrar objetos valiosos, con
luchas adaptadas al mundo infantil. También existen juegos de lucha con
violencia limitada y en tono humorístico, como Overwatch.

Pero sin duda es la edad de los simuladores deportivos, donde el rey


indiscutible es la serie Fifa, tanto en versión jugador contra la máquina como
jugadores contra otros jugadores. Estos juegos tienen el aliciente que
pueden jugarse en familia o con otros niños. Es más, así son mucho más
divertidos.

Con más de 14 años

A partir de 14 o 15 años aparece inevitablemente la preferencia hacia


juegos tipo MMO en línea (Juegos multijugador en línea cooperativos),
donde se juntan jugadores de todo el mundo con avatares virtuales en
misiones que pueden llegar a tener una complejidad muy elevada. El rey
indiscutible es World of Warcraft(abreviadamente WOW) con más de 10
millones de suscriptores en el mundo. Se puede, individual o
colectivamente, hacer equipos, construir ciudades o luchar contra los
equipos rivales...

El problema principal a partir de los 14 años es que los videojuegos pueden


restar tiempo a otras actividades, como el estudio, el deporte o la
interacción familiar. En los adolescentes es mucho más difícil imponer una
disciplina, así que lo recomendable es, por ejemplo, ofrecer alternativas de
diversión al aire libre, tanto con amigos como dentro de la familia. Es decir,
el niño es quien debe encontrar en las actividades alternativas un placer
mayor que el de estar frente a una pantalla. Esa labor es familiar, escolar y,
en general, del entorno que rodea al niño. Y no es fácil. Exige tiempo y
esfuerzo.

El sentido común, pues, deberá prevalecer en nuestra relación con


niños y videojuegos. No hay otra fórmula
Asimismo, como hemos explicado otras veces, juegos más o menos violentos
-a menudo los que más gustan a partir de los 14 años- no hacen niños más
violentos o producen comportamientos antisociales. Al contrario, lo más
frecuente es que un entorno familiar y social inadecuado o desestructurado
pueda provocar que el niño se refugie en el videojuego para evadirse sea
más un efecto que una causa.

La mayoría de videojuegos son online y pueden conectarse a través de


internet con otros jugadores. Se puede interactuar con ellos de múltiples
maneras. Muchas son beneficiosas, pues sirven para jugar en cooperación
y así aprender o desarrollar estrategias. Otras, en cambio, son perjudiciales,
como retroalimentarse con otros jugadores para jugar más tiempo, aprender
un lenguaje inapropiado o incluso crear una relación que va más allá del
juego con alguien que no se sabe quién es. Por lo tanto, debemos vigilar
con quién juega nuestro hijo y cómo lo hace.

Seamos claros: los videojuegos en dispositivos móviles, consolas y


ordenadores son una realidad que manejan miles de millones de euros en
un mundo cada vez más tecnológico. Y a los niños les encantan. Al igual
que el cine o la televisión, no son perjudiciales por sí mismos, sino del uso
que hacemos de ellos, de la misma forma que un cuchillo sirve para cortar
la carne o para atracar gasolineras. El sentido común, pues, deberá
prevalecer en nuestra relación con niños y videojuegos. No hay otra
fórmula.

Recuperado de: https://elpais.com/elpais/2018/04/17/mamas_papas/1523973061_763090.html

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