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Sin embargo, para los apocalípticos, los videojuegos son poco menos que
un colorido y luminoso demonio que anuncia el fin de la edad de oro. Tanto
que hay voces que alertan sobre los peligros inherentes a los videojuegos,
desde una posible adicción a un aumento de la violencia. Sin embargo,
prohibir o evitar que los niños jueguen con dispositivos electrónicos no tiene
sentido alguno, como tampoco lo tiene evitar que, a una determinada edad,
nuestros hijos tengan un teléfono móvil. Al contrario, si el niño no participa
de ese entretenimiento, será considerado raro por los demás y en algunos
casos será rechazado. Nuestros esfuerzos, como padres y educadores,
deben dirigirse a aconsejar e influir a qué, cuánto, cuándo y cómo juegan.
Dicho de otro modo, debemos ser realistas.
Antes de nada, conviene recordar que los videojuegos son un tipo más de
juegos y que nunca deben ser el único modo de juego del niño, ni siquiera al
que dediquen más tiempo. Lo mismo diríamos de un niño que se encerrara
en casa para leer de cabo a rabo la Enciclopedia Britanica. Como ya hemos
dicho en otro artículo, sobre el juego y el cerebro:
Desde el punto de vista del entorno donde hemos evolucionado como especie, el
mejor juego es el que se produce en el exterior, moviéndose y en grupos de niños de
diferentes edades. El juego es el mejor medio para aprender destreza y habilidades
cognitivas de todo tipo incluidas las sociales.
En este sentido, en otro artículo ya hablamos sobre los mitos acerca del uso
de videojuegos desde la perspectiva neurocientífica, en concreto sobre si
fomentan el aislamiento social, la violencia, depresión y/o ansiedad o si
aumentan o disminuyen las capacidades cognitivas. Por lo tanto, nos
centraremos en otros aspectos, como el horario, el tiempo y los tipos de
juegos que existen.
Por eso, algo muy importante es cómo conseguimos que los niños dejen de
jugar. Lo mejor es establecer un tiempo con anterioridad y asegurarnos de
que nuestros hijos lo han entendido. De esta forma, hay que avisar con
unos minutos de antelación para que guarden la partida o la acaben de la
mejor manera posible. Eso sí, una vez llegado el momento de cortar, hay
que ser tajantes. Insistimos: no vale titubear.
Antes de los 3 años los niños no muestran interés por los videojuegos, ya
que no disponen de las habilidades cognitivas suficientes. Su interacción
con ordenadores, tablets y móviles son para ver contenido de video, como
dibujos animados, películas infantiles o incluso algo tan insólito como
contemplar a una niña abrir cincuenta huevos sorpresa seguidos.
Sin embargo, existen multitud de juegos adecuados para niños a partir de 3
años. En ellos se premia su imaginación y habilidad, a la vez que pueden
mejorar ciertas habilidades cognitivas en su desarrollo. Por ejemplo, en
2012, un estudio con niños entre 3 y 7 años que habían usado la
aplicación Martha Speaks Dog Party durante 15 días seguidos, constató un
aumento del vocabulario en un 31 por ciento de los participantes.
Dado que a partir de los 7 años los niños son más autónomos y con más
habilidades cognitivas, los juegos tienen una mayor más dificultad, lo cual
exige el desarrollo de estrategias de mayor nivel. Por lo tanto, los niños ya
pueden “engancharse” con más facilidad, así que debemos estar atentos a
los límites de tiempo.