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UNIVERSIDAD SAN PEDRO

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD


ESCUELA DE PSICOLOGÍA

ASIGNATURA: Psicología Preventiva y de la Salud

DOCENTE: Maira Villegas Huamán

TEMA DEL TRABAJO: Calidad de Vida y Estilo de Vida

Saludable

ALUMNAS:

- Aguilar Soto Ines


- Castillo Rojas Lorena
- Figueroa Caballero Santa María
- Rojo León María Isabel
- Samudio Soriano Elsa

- HUARAZ – 2017 -
CONTENIDO
OBJETIVO GENERAL: .............................................................................................................................. 2
OBJETIVOS ESPECÍFICOS: ....................................................................................................................... 2
DEDICATORIA ........................................................................................................................................ 3
CAPÍTULO I ............................................................................................................................................ 4
CALIDAD DE VIDA ................................................................................................................................. 4
I. Definiciones de Calidad de Vida: .............................................................................................. 4
II. Evolución del Concepto: ............................................................................................................ 5
III. Aspectos Relacionados a la Calidad de Vida: ........................................................................ 6
CAPÍTULO II ........................................................................................................................................... 9
ESTILO DE VIDA SALUDABLE ................................................................................................................. 9
I. Estilos de vida y salud:............................................................................................................... 9
II. Concepto de Estilo de Vida Saludable: .................................................................................... 10
III. Variables importantes en el estudio de los estilos de vida saludables: .............................. 11
IV. Componentes y determinantes del estilo de vida relacionado con la salud: ..................... 12
1. Genética y biología .............................................................................................................. 14
2. Conductas habituales .......................................................................................................... 14
3. El entorno afectivo próximo ................................................................................................ 15
4. Aspectos sociales y económicos.......................................................................................... 15
5. Determinantes medioambientales ..................................................................................... 16
V. Relación entre los contenidos de los estilos de vida saludables en la etapa adolescente: .... 17

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OBJETIVO GENERAL:
 Dar a conocer un tema tan importante como lo es calidad de vida y estilo de vida saludable.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS:
 Fortalecer la labor investigativa en los diversos ámbitos de la calidad de vida y los estilos de
vida saludable, para aportar a la generación y difusión del conocimiento científico en el
contexto nacional e internacional.
 Promover y mejorar la calidad de vida de las personas en los diversos contextos en los que
éstas se desenvuelven y desarrollan.

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DEDICATORIA

Este trabajo lo dedicamos a todas las


personas que siempre nos brindan su apoyo
y nos dan ánimo para continuar adelante a
pesar de las adversidades.

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CAPÍTULO I

CALIDAD DE VIDA

Se habla de calidad de vida cuando las diversas necesidades están satisfechas, ya sea de
alimentos, vivienda, trabajo, salud, para la mayor parte de los miembros de una comunidad,
en un contexto determinado. Para la mejor comprensión, se han separado los aspectos
objetivos de calidad de vida en indicadores sociales y los aspectos subjetivos o percibidos.
Podríamos enunciar que los principales factores que se tiene en cuenta en el estudio de la
calidad de vida son los siguientes:

1. Bienestar emocional.
2. Riqueza material y bienestar material.
3. Salud.
4. Trabajo y tras formas de actividad productiva.
5. Relaciones familiares y sociales.
6. Seguridad.
7. Integración con la comunidad.

I. Definiciones de Calidad de Vida:


La calidad de vida se define como el bienestar, felicidad y satisfacción de un individuo,
que le otorga a éste cierta capacidad de actuación, funcionamiento o sensación positiva
de su vida. Su realización es muy subjetiva, ya que se ve directamente influida por la
personalidad y el entorno en el que vive y se desarrolla el individuo. Según la OMS, la
calidad de vida es "la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el
contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus
objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes. Se trata de un concepto muy
amplio que está influido de modo complejo por la salud física del sujeto, su estado
psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como su relación con
los elementos esenciales de su entorno".

Según otro autor, la calidad de vida es un estado de satisfacción general, derivado de la


realización de las potencialidades de la persona. Posee aspectos subjetivos y aspectos
objetivos. Es una sensación subjetiva de bienestar físico, psicológico y social. Incluye
como aspectos subjetivos lo siguientes:

 la intimidad
 la expresión emocional

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 la seguridad percibida
 la productividad personal.
 la salud percibida.

Para tener calidad de vida necesitamos sentirnos sanos, productivos, seguros, y ser
capaces de expresar nuestras emociones y compartir nuestra intimidad.

Como aspectos objetivos de la calidad de vida incluye:

 Bienestar material
 Relaciones armónicas con el amiente
 Relaciones armónicas con la comunidad.
 Salud objetivamente considerada.

Según Levy y Anderson (1980), calidad de vida es una medida compuesta de bienestar
físico, mental y social tal como la percibe cada individuo y cada grupo y felicidad
satisfacción y recompensa.

Y según Szalai (1980), calidad de vida es la evaluación subjetiva del carácter bueno o
satisfactorio de la vida como un todo.

Por supuesto que hay necesidades básicas que hacen a la calidad de vida de toda persona
sin las cuales es indiscutible ese ser humano no goza de buena calidad de vida, como
salud, vivienda, alimentación, trabajo, educación y descanso. La calidad de vida tiene
mucho que ver con la proporción que guarda la creciente población mundial y la escasez
de los recursos. La calidad de vida es un concepto que va más allá de lo físico pues implica
valores y actitudes mentales. Su búsqueda es una constante en la vida del hombre desde
el comienzo de los tiempos. Poetas y filósofos han intentado definir, explicar y analizar lo
que verdaderamente hace feliz al hombre.

Actualmente no existe una sola definición clara sobre el concepto de calidad de vida. Sin
embargo lo que sí está claro es que la calidad de vida se considera como una combinación
de elementos objetivos y subjetivos, en donde la evaluación individual juega un papel
muy importante. Debido a las diferencias culturales, es preciso entender también que la
definición de calidad de vida variará en función del contexto, la época y el grupo social al
que nos estemos refiriendo (Ardila, 2003).

II. Evolución del Concepto:


En sus inicios, la calidad de vida se refería al cuidado de la salud personal, posteriormente se
centró en una preocupación por la salud e higiene publica y después hizo alusión a los
derechos humanos tanto laborales como ciudadanos. Conforme se consolidaba el concepto

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se fueron incluyendo el acceso a bienes económicos, hasta que finalmente se tomó en
consideración la percepción de cada sujeto sobre su propio estado de salud, vida social y
actividad cotidiana (Vinaccia y Orozco, 2005).

La calidad de vida ha sido parte de la humanidad desde la época de los griegos. Sin embargo
su inicio formal en el campo de la salud surgió inicialmente en la medicina en los años 60´s
(Padilla, 2005), con un auge notable en la década de los años 90´s (Schwartzmann, 2003).

A partir de entonces diversas áreas de investigación se han interesado por su estudio en la


población, tales como la política, la economía, la sociología y la psicología. Este incremento
notable por su estudio, se debe principalmente, de acuerdo con Ardila (2003) al incremento
poblacional y la incapacidad de las sociedades por cubrir las necesidades básicas de la misma.

El surgimiento y desarrollo del concepto de Calidad de vida en el campo de la psicología, se


ha visto acompañado de la evolución en el concepto de salud, ya que ambos están
íntimamente relacionados.

Anteriormente el concepto de salud, estaba basado en un enfoque meramente biomédico y


era entendido como la ausencia de enfermedad. Sin embargo con las nuevas políticas de
salud y el crecimiento de las enfermedades crónicas, el concepto de salud fue adoptando un
enfoque biopsicosocial. A partir de entonces la salud es definida de acuerdo con la
Organización Mundial de la Salud (OMS, 2014), como “un estado de completo bienestar
físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Este
concepto de salud está fundamentado en un marco biopsicosocial en donde se consideran
los valores positivos y negativos de las diversas cultural que afectan nuestra vida y función
social (Tuesca, 2005).

Actualmente el concepto de salud y calidad de vida están íntimamente relacionados y sus


índices permiten evaluar aspectos técnico-medico relacionados con la atención y cuidados
de las personas. Por tanto el estudio de la calidad de vida se ha convertido en un terreno
multidimensional en donde diversas ciencias aportan conocimiento con el fin de
proporcionar un nivel de funcionalidad de las personas.

III. Aspectos Relacionados a la Calidad de Vida:


 Satisfacción en las actividades diarias.
 Satisfacción de las necesidades.
 Logro de metas de vida.
 Autoimagen y la actitud hacia la vida.
 Participación de factores personales y socio ambientales.

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De manera general la mayoría de los autores coinciden en que las variables OBJETIVAS que se pueden
considerar para evaluar o definir la calidad de vida serían los siguientes:

 Bienestar físico y social


 Riqueza material y bienestar material
 Estado de Salud
 Trabajo y otras formas de actividad productiva
 Relaciones familiares y sociales
 Seguridad
 Integración con la comunidad

Por otra parte los aspectos SUBJETIVOS que se consideran para la evaluación y definición de la calidad
de vida son:

 Intimidad
 Bienestar psicológico y espiritual.
 Expresión emociona
 Seguridad percibida
 Productividad persona
 Salud percibida.

Todos estos elementos son indispensables para el óptimo desarrollo del individuo y de la población
(Tuesca, 2005). Además de que promueven el mantenimiento de la salud, la autonomía y la
integración a la comunidad tanto de personas sanas como enfermas (Verdugo y Martin, 2002).

Diversos estudios demuestran que existe una relación bidireccional entre la calidad de vida y las
enfermedades tanto físicas como mentales. Ejemplo de ello son los hallazgos de la relación entre
calidad de vida y los trastornos de ansiedad y depresión, en donde a menor calidad de vida existen
niveles elevados de ansiedad y/o depresión y viceversa. Esto debido a la presencia de variables
psicológicas como niveles elevados de estrés, bajo control sobre la propia vida, bajo apoyo social y
desempeño personal, generando un nivel bajo de satisfacción y éxito en la vida, pobre regulación
emocional, lo que finalmente afecta la calidad de vida (Padilla, 2005).

De igual forma existe evidencia en diversos estudios de morbilidad y mortalidad de enfermedades


crónicas como el cáncer y enfermedades cardiacas, en donde se ha observado que este tipo de
padecimientos no solamente se deben a una carga genética, sino también a diversos factores de
riesgo, como los hábitos de salud y estilos de vida inadecuado, tales como consumo de tabaco,
alcohol y dietas poco saludables. Es por ello que para mejorar la salud y calidad de vida se ha hecho
mucho énfasis en la modificación de conductas tanto para prevención como para el tratamiento de
dichas enfermedades (Vinaccia y Orozco, 2005).

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Por lo tanto si se desea mejorar la calidad de vida de una persona se deben emplear diversas
estrategias cognitivo-conductuales dirigidas a modificar en términos de un proceso adaptativo-
integrativo, diversos componentes biológicos, psicológicos y socio-ambientales (Labiano, 2006).

Algunos de los hábitos de salud o comportamientos que un psicólogo cognitivo-conductual puede


ayudar a modificar o aprender y mejorar la calidad de vida, serían los siguientes:

• Hacer ejercicio físico

• Llevar a cabo una dieta saludable

• Dejar de fumar

• Reducir el consumo de bebidas alcohólicas

• Mejorar la calidad de sueño

• Mejorar el rendimiento laborar

• Disminuir el estrés

• Mejorar las relaciones interpersonales

• Aprender a regular las emociones

• Incrementar la seguridad en sí mismo, así como incrementar la autoeficacia.

• Aprender a expresar las emociones de manera adecuada

Como se puede observar, tener una buena calidad de vida no depende únicamente de los servicios
de salud, sino de las conductas que cada uno de nosotros llevamos a cabo y es bueno considerar que
no solo la salud física es importante sino que también lo es la salud mental. Es por ello que si deseas
mejorar tu calidad de vida, te invitamos a que busques la atención de un profesional de la salud, en
SEPIMEX, contamos con muchos especialistas que pueden ayudarte y orientarte.

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CAPÍTULO II

ESTILO DE VIDA SALUDABLE

I. Estilos de vida y salud:


El hecho de que las causas principales de muerte se desplacen paulatinamente desde los procesos
infecciosos a los factores ambientales, hace que cobre importancia el debate sobre los estilos de vida
y su impacto sobre la salud. Así, el interés social que despierta este ámbito de estudio ha conducido
a la proliferación de investigaciones y publicaciones, de forma que en la actualidad el concepto de
estilo de vida se utiliza en mayor medida desde el área de la salud que desde otros ámbitos de estudio
(Coreil, Levin & Jaco, 1992).

Los orígenes de este concepto se remontan a finales del siglo XIX y las primeras aportaciones al
estudio de este concepto fueron realizadas por filósofos como Karl Marx y Max Weber. Estos autores
ofrecieron una visión sociológica del estilo de vida, enfatizando los determinantes sociales de su
adopción y mantenimiento. Desde la orientación sociológica, la mayoría de definiciones convergen
al atender el estilo de vida como un patrón de actividades o conductas que los individuos eligen
adoptar entre aquellas que están disponibles en función de su contexto social.

A principios del siglo XX, aparece una orientación personalista representada por Alfred Adler con su
Psicología Individual, produciéndose un desplazamiento desde los factores socioeconómicos a los
factores individuales en el estudio de los estilos de vida. Por lo tanto, desde esta filosofía se define el
estilo de vida como un patrón único de conductas y hábitos con los cuales el individuo lucha para
sentirse mejor.

No obstante, durante la segunda mitad del siglo XX, el ámbito de aplicación en el que el término estilo
de vida ha tenido más impacto ha sido el área de salud. En los años 50 es cuando empieza a utilizarse
en el contexto de la investigación sobre salud pública y en el intento de buscar explicación a los
problemas de salud que empezaban a caracterizar a las sociedades industrializadas.

Las primeras investigaciones realizadas desde el campo de la salud adoptan una perspectiva médico-
epidemiológica. En la línea de lo explicado en apartados anteriores sobre la filosofía del modelo
biomédico, desde este paradigma, la comunidad médica defendía que las personas practican estilos
de vida insanos por su propia voluntad. Es decir, este modelo no reconocía la importancia del
contexto social y de los factores psicológicos como condicionantes de la adquisición de los estilos de
vida. Precisamente porque culpabiliza a la víctima de sus hábitos o estilos de vida insanos, este
enfoque ha recibido numerosas críticas (Mechanic, 1979).

Aunque sea criticado de reduccionista, el modelo biomédico contribuyó a que el estilo de vida
fuera un tema de estudio e investigación para las ciencias de la salud y que los ciudadanos
llegaran a ser más conscientes de que algunas de sus conductas conllevan riesgos para la salud.
Además, el modelo biomédico fue el encargado de introducir el término de estilo de vida saludable
y de conseguir en cierto modo que, tanto su uso como el del término estilo de vida, se extendiese al

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lenguaje cotidiano y a la literatura sobre la salud (aunque sin una base teórica ni una
conceptualización clara). De hecho, como ya se ha comentado, el término estilo de vida es utilizado
hoy en día en mayor medida desde el área de la salud que desde la sociología, la antropología o la
Psicología Individual.

II. Concepto de Estilo de Vida Saludable:

Concretamente, esta definición describe el estilo de vida del siguiente modo:

“Forma general de vida basada en la interacción entre las condiciones de vida en un sentido amplio
y los patrones individuales de conducta determinados por factores socioculturales y características
personales” (WHO, 1986, p.118).

A pesar de habitualmente se utiliza el término estilo de vida saludable, se considera más apropiado
el uso del término estilo de vida relacionado con la salud, ya que recoge mejor tanto los
comportamientos que realzan la salud como los comportamientos que la ponen en riesgo (Donovan,
Jessor & Costa, 1993).

Por lo tanto, el término estilo de vida saludable tiene en cuenta tanto aquellos comportamientos que
implican un riesgo para la salud como aquellos otros que la protegen, tal y como defiende Dellert S.
Elliot (1993), uno de los estudiosos en la materia con más relevancia internacional. Según este autor,
el estilo de vida saludable se entiende cada vez más como un patrón de comportamientos
relacionado con la salud que se llevan a cabo de un modo relativamente estable. Una de las
aportaciones más importantes de Elliot ha sido su planteamiento sobre las características
fundamentales del estilo de vida saludable, resumidas en los siguientes cuatro apartados:

a) Posee una naturaleza conductual y observable. En este sentido, las actitudes, los valores y
las motivaciones no forman parte del mismo, aunque sí pueden ser sus determinantes.
b) Las conductas que lo conforman deben mantenerse durante un tiempo. Conceptualmente,
el estilo de vida denota hábitos que poseen alguna continuidad temporal, dado que supone
un modo de vida habitual. Así, por ejemplo, el haber probado alguna vez el tabaco no es
representativo de un estilo de vida de riesgo para la salud. Por la misma regla, si un
comportamiento se ha abandonado ya no forma parte del estilo de vida.
c) El estilo de vida denota combinaciones de conductas que ocurren consistentemente. De
hecho, se considera al estilo de vida como un modo de vida que abarca un amplio rango de
conductas organizadas de una forma coherente en respuesta a las diferentes situaciones
vitales de cada persona o grupo.
d) El concepto de estilo de vida no implica una etiología común para todas las conductas que
forman parte del mismo, pero sí se espera que las distintas conductas tengan algunas causas
en común.

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Con la intención de construir un concepto de estilo de vida saludable más actualizado, Cockerhan,
Rütten y Abel (1997) analizan las aportaciones de diversos autores relevantes en diferentes
momentos del siglo XX:

A partir de esta revisión, Cockerhan, Rütten y Abel definen los estilos de vida saludables como
modelos colectivos de conducta relacionados con la salud, basados en elecciones desde opciones
disponibles para la gente, de acuerdo con sus posibilidades en la vida. A su vez, plantean la disyuntiva
entre los expertos que consideran la práctica de estilos de vida saludables como una elección
personal y los expertos que la consideran como una actuación en función de las posibilidades que
cada individuo tiene en su vida, refiriéndose en este segundo caso a aspectos más estructurales como
sexo, edad, raza, recursos socioeconómicos o, incluso, límites percibidos derivados de la socialización
y de la experiencia en un ambiente social particular. En un análisis más a fondo, este tipo de dilemas
no hacen más que mostrar que aún no se ha dejado de replantear la disyuntiva básica entre el
modelo biomédico y el modelo biopsicosocial en lo que atañe a la adopción -o no- de estilos de vida
saludables (Engel, 1977).

III. Variables importantes en el estudio de los estilos de vida saludables:

Como se ha comentado más arriba, los primeros estudios sobre los estilos de vida saludables
surgieron desde el ámbito de la prevención de las enfermedades cardiovasculares, por lo que las
variables empleadas en esos primeros estudios fueron los factores de riesgo clásicos de este tipo de
enfermedades: consumo de tabaco y alcohol, ejercicio físico y hábitos de alimentación. Además, las
muestras que utilizaban dichos estudios estaban constituidas fundamentalmente por adultos con y
sin problemas cardiovasculares (Bandura, 1982). Sin embargo, el aumento progresivo de la
preocupación por la educación para la salud por parte de la Organización Mundial de la Salud y demás
organismos públicos dedicados a la mejora del bienestar de la población infanto-juvenil, ha
provocado un aumento en el número de estudios realizados con muestras de niños, niñas y
adolescentes, así como un aumento en el número de variables estudiadas que forman parte de los
estilos de vida. En los últimos años, el campo de estudio centrado en los estilos de vida saludables
también se ha introducido en investigaciones sobre tercera edad.

En la siguiente tabla se resumen las variables relacionadas con los estilos de vida saludables más
estudiadas en la investigación, en función del momento evolutivo de las muestras estudiadas:
infancia- adolescencia, adultez o vejez (Pastor, Balaguer & García-Merita, 1998a).

Tabla 1. Importancia de las diferentes variables relacionadas con los estilos de vida saludables para
cada etapa evolutiva (adaptada de Pastor et al., 1998a).

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Infancia y Adultez
Variables Vejez
adolescencia
Consumo de alcohol x x x
Consumo de tabaco x x x
Hábitos alimenticios x x x
Actividad física x x x
Consumo de
x x
medicamentos
x
Hábitos de descanso x x

Accidentes y conductas
de prevención de los x x x
mismos
Higiene dental x
Actividades de tiempo
x x
libre
Consumo de drogas no
x
legalizadas
Conducta sexual x
Chequeos médicos x x

En efecto, las variables más estudiadas en las tres etapas evolutivas analizadas coinciden con los
factores de riesgo clásicos de las enfermedades cardiovasculares: consumo de alcohol, tabaco,
hábitos de alimentación y actividad física. Por otra parte, se encuentra que es en la muestra
infantil y adolescente donde el porcentaje de variables estudiadas tiene una mayor distribución entre
las diferentes variables.

IV. Componentes y determinantes del estilo de vida relacionado con la salud:

De forma sinónima vienen a utilizarse los conceptos “hábitos de vida”, “estilo de vida” y
“estilo de vida relacionado con la salud” refiriéndose, esta última acepción, a aquellas
conductas habituales que se ha demostrado ejercen una influencia en la salud de los

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individuos (como el tabaquismo, la cantidad de actividad física habitual, alimentación, etc.)
y sobre las que nos detendremos más detalladamente a continuación.

El estilo de vida relacionado con la salud está caracterizado por:

 Poseer una naturaleza conductual y observable. Desde este punto de


vista, actitudes, valores y motivaciones no forman parte del mismo,
aunque pueden ser sus determinantes.
 Continuidad de estas conductas en el tiempo, persistencia, “hábito”.
 Asociación y combinación entre conductas de forma consistente.

Fig. 1. Definición de hábitos de vida: los hábitos de vida son el conjunto de


conductas adaptativas que conforman el estilo de vida y que dependen y están
determinadas por la relación entre las características biopsicosociales y el
contexto ecológico.

A continuación se detalla la relación entre diferentes aspectos individuales


y la salud de los individuos:

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1. Genética y biología

Como especie, nuestro genoma se ha adaptado al ambiente y circunstancias en las


que hemos evolucionado, de forma que una alteración de las mismas, como es el
ambiente que disfrutamos hoy en los países desarrollados, supone un desfase de
nuestra herencia respecto al ambiente. Es razonable pensar que este desfase ha
propiciado la aparición de problemas de salud, siendo el principal de ellos la obesidad.
Desde hace pocos años, se viene desarrollando un área de conocimientos conocido
como medicina evolucionista o medicina darwinista, desde el que se pretende estudiar
la salud bajo una perspectiva evolutiva.

Si bien no hay marcadores genéticos muy buenos para incorporar el estudio de la


predisposición genética a la obesidad u otras patologías en trabajos
epidemiológicos, parecen existir algunas evidencias de cierta relación entre nuestra
adaptación como especie y el riesgo de padecer enfermedades ligadas a un estilo de
vida incoherente con nuestro organismo. El sexo y otras características biológicas
pueden ser también determinantes de la salud: ej., cierto tipo de tumores son más
frecuentes en un sexo que en otro y la enfermedad cardiovascular es más frecuente en
hombres jóvenes que en mujeres de su misma edad, así como la incidencia de otras
patologías es distinta en función del sexo. Las mujeres, además, viven más años pero
con menor calidad de vida y presentan mayor grado de dependencia en edades
avanzadas, además de utilizar en mayor medida los servicios sanitarios en nuestro país
debido a que padecen con más frecuencia enfermedades crónicas

2. Conductas habituales

Ligadas en muchas ocasiones a los factores genéticos y biológicos anteriores, las


conductas habituales pueden condicionar la salud de los sujetos. Una alimentación
adecuada a las propias necesidades energéticas y la adopción de una dieta equilibrada
y variada se considera como un elemento fundamental para preservar la salud de los
individuos. Así, encontramos que la alimentación es un factor que influye no sólo en el
desarrollo de la obesidad y patologías asociadas como hipertensión,
hipercolesterolemia e hiperuricemia, diabetes tipo II y enfermedad cardiovascular, sino
también en la predisposición a desarrollar tumores. Otras conductas como el
tabaquismo, el consumo excesivo de bebidas alcohólicas o el uso de estupefacientes
tienen como resultado la aparición de problemas muy diversos de salud.

La práctica de actividad física habitual es, junto a la alimentación, una de las


conductas con mayor relevancia para el mantenimiento de la salud,
independientemente de otros factores como el sexo o la edad como describiremos más
adelante.

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En cuanto a las variables de contexto que más frecuentemente se abordan
en los estudios relacionados con el estilo de vida y la salud pública,
encontramos las siguientes:

3. El entorno afectivo próximo

Las relaciones sociales vienen a determinar, en gran medida, la adopción de gran


parte de nuestras conductas habituales, ej., es muy frecuente que ciertos hábitos de
vida nocivos para la salud se desarrollen en grupo, tal y como el consumo de alcohol y
de tabaco. De la misma forma, la alimentación es un factor determinado por el contexto
social, económico y familiar, encontrando que existe agregación familiar en la
prevalencia de obesidad o en los patrones habituales de actividad física. Ciertos aspectos
sociales inciden de forma muy significativa en la salud, de esta forma, el estatus grupal
se relaciona directamente con la capacidad de respuesta del sistema inmune y otras
variables, tanto en personas como en otros mamíferos.

4. Aspectos sociales y económicos

Desde la publicación de los estudios de la WhiteHall, retomados por Michael


Marmot, en los que se ha evaluado la relación entre estatus y enfermedad en
funcionarios del Reino Unido, han aparecido muchos estudios en los que se relaciona
la salud con aspectos socioeconómicos.

En epidemiología, se ha estudiado la influencia de variables


socioeconómicas, encontrando que, en función del nivel de ingresos, se establece el
riesgo de desarrollar ciertas patologías ya que parece que los conceptos pobreza y
enfermedad están estrechamente vinculados, no guardando relación este fenómeno
con la posibilidad de contar con atención sanitaria básica, ya que muchos de estos
trabajos se realizan en países en los que la cobertura sanitaria es universal y gratuita.
No es tan determinante el hecho de tener unos ingresos concretos como el hecho de
que existan diferencias acentuadas perceptibles en un mismo entorno. Dicho de otro
modo, para nuestra salud es más negativo “sentirse pobre” que “ser pobre”. Respecto
al nivel educativo, se observa que se comporta de forma similar al nivel de ingresos.

Ciertas enfermedades son más comunes entre las personas con pocos estudios
mientras que otras tienen mayor prevalencia entre aquellos con más formación
académica, como la esclerosis múltiple. Ambos factores, el económico y el educativo,
no sólo afectan a la morbilidad sino también, consecuentemente, a ciertos factores de
riesgo, ya que además de tener peor salud y más problemas crónicos que pueden
degenerar en enfermedades graves, como las cardiovasculares.

Estos aspectos pueden guardar relación con los resultados similares que obtienen
trabajos desarrollados en otros grupos de personas con características especiales,

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como las minorías étnicas o los inmigrantes, en los que la exclusión social que suelen
padecer, que va unida a un peor estatus socioeconómico, redunda en detrimento de
su salud.

Un factor que puede guardar relación con la salud son las características del
entorno que se habita. Residir en un determinado contexto hace que las características
del mismo influyan no sólo en la salud, sino en ciertos aspectos del estilo de vida y las
relaciones sociales. En estudios en animales sociales, las posibilidades que ofrece el
entorno de residencia hacen que ciertas poblaciones muestren conductas y formas de
relación muy distintas entre sí que influyen directamente en su salud y bienestar.

En los entornos más hostiles para la supervivencia, con carencias materiales o


estructurales básicas, se observan mayor número de conductas menos saludables y
menor cooperación, lo que hace que existan más presiones y estrés, mientras que en
otros lugares más acogedores las relaciones son significativamente más saludables,
pacíficas y distendidas. Salvando las distancias, en los seres humanos, los contextos de
residencia pueden llegar a condicionar nuestro estilo de vida y relaciones sociales, ej.,
los núcleos rurales parecen ser lugares en los que acceder a ciertos servicios básicos
como la sanidad u otras prestaciones puede ser más difícil debido a la dispersión
geográfica y en ellos es más frecuente que las personas tengan más problemas de salud
o un peor estilo de vida, ej., que sean físicamente inactivas, aunque esto puede
deberse, fundamentalmente, a aspectos económicos, así como relacionarse con las
condiciones laborales o la percepción de falta de oportunidades, tanto o más que a las
condiciones de carestía real que podrían darse en algunas zonas rurales.

De nuevo, parece que es tan importante o más la propia percepción de privación


material que la carestía en sí misma, es decir, es más perjudicial carecer de algo cuando
las personas son conscientes de que carecen de ello.

De cualquier forma, parece que en el ámbito rural tradicional existen redes


sociales y familiares más densas, lo que puede ser un elemento muy positivo para la
salud de las personas, e incluso pueden suponer un lugar muy adecuado para el
desarrollo infantil, debido a esas mismas y otras características.

5. Determinantes medioambientales

Las condiciones del entorno pueden determinar la salud de las personas; de


hecho, el deterioro de ciertas condiciones ambientales aumenta la prevalencia de
problemas de salud. Las características del entorno físico de residencia son además
objeto especial de estudio debido a la importancia del mismo en los hábitos de vida y
la salud de las personas; de esta forma, existen diferentes trabajos que demuestran
que es posible realizar una planificación urbana saludable que propicie un estilo de
vida más activo, como definiremos más adelante.

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V. Relación entre los contenidos de los estilos de vida saludables en la etapa
adolescente:

Algunos investigadores concluyen sus estudios con un análisis simplista de los estilos
de vida, estudiando de manera aislada e independiente las variables que conforman los
estilos de vida saludables (ej. hábitos de alimentación, higiene dental, actividad física,
consumo de sustancias, sexualidad, etc.). Esta forma de proceder, aunque bien delimitada,
no deja de mostrar una realidad excesivamente diseccionada del comportamiento
complejo de los individuos y, por tanto, resulta difícil extraer conclusiones acerca de cómo
proceder para su modificación o reforzamiento.

Ahora bien, las investigaciones realizadas con población adulta y de la tercera edad
han mostrado relaciones débiles y dispares entres las conductas que conforman el estilo
de vida saludable. Tal y como señala Ungemack (1994) estos resultados pueden explicarse
por las características intrínsecas de la muestra tratada, ya que la adultez y vejez son etapas
del desarrollo en las que las conductas de salud ya están instauradas y se mantienen de
forma independiente unas de otras. Así, Williams y Wechsler (1972) explican, en su
investigación realizada con mujeres de 35 a 54 años, que los comportamientos
relacionados con la salud no correlacionan entre sí, debido a que las conductas protectoras
de la salud difieren en tres aspectos básicos:

 No todas las personas se encuentran en el mismo nivel de enfermedad o salud, o


sea, que habrá quien necesite llevar a cabo conductas protectoras de la salud desde
la prevención primaria y quien las necesite desde la prevención secundaria.
 Algunas conductas requieren ser practicadas a diario (como por ejemplo, la
higiene dental) mientras que otras tienen una naturaleza más esporádica (como
por ejemplo, los chequeos médicos) o, incluso, tan solo se deben llevar a cabo una
vez en la vida (como la vacunación).
 Además, las conductas relacionadas con la salud también difieren en función de la
comodidad o esfuerzo que requiera su acción.

Sin embargo, la etapa adolescente tiene características diferentes, de manera que es


posible analizar la dimensionalidad de las conductas que conforman los estilos de vida
saludables en esta etapa evolutiva. Concretamente, la investigación ha demostrado que
muchas conductas relacionadas con la salud están interrelacionadas y tienden a covariar
sistemáticamente durante la adolescencia (Jessor, 1984). De hecho, las uniones
intraindividuales entre las conductas, su tendencia a coocurrir dentro del mismo
adolescente- sugieren la existencia de un síndrome, una constelación organizada de
comportamientos, más que una colección de actividades discretas e independientes. Este
modo de entender el estilo de vida tiene importantes implicaciones para conocer el origen
y naturaleza de cada comportamiento, así como para planificar programas de prevención
e intervenciones en la población adolescentes.

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Existen diversas explicaciones que tratan de revelar las razones por las que las diversas
conductas que conforman los estilos de vida correlacionan de forma clara durante la
adolescencia. Elliot (1993) recoge cinco explicaciones diferentes:

a) Las conductas tienen una causa común, como pueden ser rasgos de personalidad,
desorden clínico, orientación social o proceso de desarrollo.
b) Las conductas están vinculadas con la experiencia social y se aprenden en grupo,
unas unidas a otras.
c) Las conductas constituyen medios alternativos para alcanzar algunas metas
personales.
d) Las conductas se hallan vinculadas con las expectativas normativas de grupos
particulares o culturas.
e) Las conductas están vinculadas causalmente unas con otras.

En el estudio de la dimensionalidad de los estilos de vida relacionados con la salud


han existido tres tradiciones de investigación que difieren en el número de dimensiones
propuestas, concretamente se trata de la unidimensionalidad, bidimensionalidad y
multidimensionalidad (Elliot, 1993; Pastor, Balaguer & García-Merita, 1998b; Steele &
McBroom, 1972; Williams & Wechsler, 1973).

Los autores de la primera tradición defendían que las conductas de riesgo para la salud,
junto a otros comportamientos problemáticos de la edad adolescente (como por ejemplo,
delincuencia o absentismo escolar), son manifestaciones de una propensión general hacia
la desviación, una predisposición hacia la no-convencionalidad. Todas estas conductas
problemáticas o de riesgo conformarían el síndrome de conducta problema y compartirían
un conjunto de factores determinantes que les afecta. El principal exponente de esta visión
es la teoría de la conducta problema (Jessor & Jessor, 1977), que ha inspirado a muchos
otros trabajos sobre unidimensionalidad en los estilos de vida de los adolescentes.

En uno de los trabajos empíricos más clásicos de esta tradición se encontró que el
consumo de drogas, el consumo de alcohol y la conducta desviada (como el vandalismo, el
absentismo escolar o las peleas) se relacionan positivamente con el consumo de marihuana
(Jessor, Chase & Donovan, 1980). Estas mismas variables, junto a la conducta sexual precoz,
se analizaron posteriormente, encontrando que un solo factor era suficiente para explicar
la variabilidad de estas conductas (Donovan & Jessor, 1985). Sin embargo, replicaciones
posteriores de dicho estudio, realizadas en tres momentos temporales distintos, mostraron
que el porcentaje de varianza explicado era bajo (Osgood, Johnston, O’Malley & Bachman,
1988). Así mismo, las diferentes investigaciones de la tradición unidimensional de los
estilos de vida han mostrado que la mayor fuerza de relación entre las conductas que ponen
en riesgo la salud de los adolescentes recae en las conductas adictivas, concretamente
consumo de tabaco, consumo de alcohol y consumo de drogas ilegales.

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Los mismos autores de la anterior tradición se han ocupado también de estudiar la
relación de las conductas que realzan o protegen la salud (alimentación, actividad física,
higiene dental…) (Donovan et al., 1993), conectando así con la segunda tradición en el
estudio de la dimensionalidad de los estilos de vida en la adolescencia, conocida como
bidimensionalidad. Esta perspectiva postula que las distintas conductas relacionadas con
la salud se agrupan en dos dimensiones, abarcando una de ellas a aquellas conductas
que comprometen o ponen en riesgo la salud, mientras que la otra dimensión incluiría las
conductas que realzan la salud. Sin embargo, la relación existente entre las conductas que
realzan la salud es más débil que la relación encontrada entre las conductas de riesgo para
la salud.

La mayor parte de las investigaciones que ofrecieron apoyo empírico a la


bidimensionalidad de los estilos de vida surgieron a partir del estudio Health Behavior in
School-aged Children (HBSC), por lo que muestran muchas coincidencias en la muestra
utilizada, así como en las variables de estilos de vida tenidas en cuenta (Aaro, Laberg &
Wold, 1995; Jessor, Turbin & Costa, 1998; Nutbeam, Aaro & Wold, 1991; Thuen, Klepp &
Wold, 1992). Por ejemplo, estos últimos autores realizaron análisis factoriales con diversas
variables relacionadas con los estilos de vida que promueven o bien comprometen la salud
de los adolescentes, realizando dichos análisis de manera independiente para los
adolescentes de 11, 13 y 15 años. Sus resultados muestran la existencia de dos factores
diferenciados en los tres grupos de edad, con una varianza explicada en ambos factores de
43%, 44% y 37%, para cada grupo de edad respectivamente.

Actualmente los expertos parecen haber dado por finalizado este debate con un mayor
apoyo a la tradición multidimensional de los estilos de vida en la etapa adolescente, a pesar
de que no exista acuerdo del número exacto de factores que conforman los estilos de vida
en esta etapa. Considerando las implicaciones de la multidimensionalidad en el estudio del
estilo de vida, posteriormente, otros autores han comenzado a preguntarse acerca del
modo en que se relaciona la salud y las conductas de riesgo, teniendo en cuenta que estas
conductas pueden estar agrupadas en dimensiones. En este sentido, Rutten (1995) ha
sistematizado los modelos posibles a utilizar en el estudio de la asociación entre salud y
comportamientos de riesgo, clasificándolos en tres tipos, bivariable, aditivo y multivariable.
A pesar de que Rutten se centró en las conductas de riesgo, por encuadrarse en una época
donde predominaba el enfoque de déficit en la salud, sus conclusiones pueden también ser
consideradas a la hora de valorar la relación entre conductas protectoras y salud.

El primer modelo hace referencia al método más comúnmente utilizado para un


análisis descriptivo de la relación de las conductas de riesgos y la salud. Los estudios
realizados desde este modelo bivariado se basan en simples relaciones de causa y efecto,
despreciando la compleja interrelación de las variables de estilos de vida.
Lamentablemente, este análisis simplista parece dominar los sistemas de evaluación de las

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conductas relacionadas con la salud, de modo que las medidas políticas de intervención se
han centrado en una lógica basada únicamente en la relación entre una causa y un efecto.

El segundo enfoque, conocido como modelo aditivo, es típico de aquellos análisis de


las conductas de riesgo para la salud un poco más complejos y se basa, en gran medida, en
métodos de regresión múltiple. A pesar de que este tipo de análisis controla la fuerza de
explicación relativa de determinados factores de riesgo (es decir, cantidad de variación
explicada), muestra algunas deficiencias. Concretamente, estos modelos asumen una
concepción lineal, aditiva y recursiva (es decir, que las relaciones causales trabajan en una
sola dirección). Implícitamente este enfoque omite las asociaciones no lineales y los efectos
de interacción que con bastante probabilidad existen, debido a la interdependencia entre
las conductas que componen los estilos de vida.

Por último, el tercer enfoque, conocido como modelo multivariable, difiere


notablemente de los dos anteriores, ya que se centra en formas complejas de interacción
que constituyen las pautas de las conductas de riesgo para la salud, tal y como se
podría entender desde la tradición multidimensional de los estilos de vida. Siguiendo este
modelo, un riesgo para la salud no se considera como una tendencia aislada de
comportamiento, sino más bien como un componente de una constelación duradera de
riesgos para la salud que toman forma como estilos de vida. En este caso, es el patrón de
estilo de vida el que se evalúa en un continuo desde salud pobre a salud ideal. Centrarse
en la constelación formada por las variables de estilos de vida es bastante diferente de
resumir los efectos de la única variable, según lo sugerido por los dos modelos anteriores.
En esta perspectiva multivariada, una variable con una posición central dentro del complejo
de interrelaciones de variables puede ser más importante para la prevención de
enfermedades y promoción de la salud que las variables con mayor efecto directo pero
con una posición periférica dentro de la constelación de las variables de estilos de vida
relacionados con la salud.

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