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TEATRO FANTASTICO
LA SONRISA DE GIOCONDA

TEATRO
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JACIN TO
BEN AVENT E
TEATRO FANTÁST ICO
LA SONRISA DE GIOCONDA

Edición
Javier Huerta Calvo
Emilio Peral Vega

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COLECCIÓ N AUSTRAL

BIBLIOTECA
DPTo. LIT. ESPAÑOLA
© Herederos de Jacinro Benavente, 1892

© Espasa Ca/pe, S. A., 2001

Diseño de cubierta: Tasmani as

Depósito legal: M. 13.507- 2001


ISBN 84- 239- 1708-8

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN, de Javier Huerta Calvo y Emilio


Reservados todos los derechos. No se permite reprod ucir, al-
macenar en s istemas de recuperación de la in fo rmació n aj
Peral Vega .. ........................ ..... ... ...................... .. 9
tran smitir alg una parte de esta publicac ión , c ualquiera que 1. Un rincón olvidado de la dramaturgia benaven-
sea el medio empleado -electrónico, mecánico, fotocopia,
grabación , etc .- , si n el permiso previo de los titulares de tina ..... ... .... ... ... ... ... .. .......... .. .. ..................... .. ..... .. .. .. 9
los derechos de la propiedad intelectual. 2. El Teatro fantástico , un programa de teatro mo-
.1 dernista .. ....... .. .................. .... .. ........... ......... ....... . 19
3. Radiografía de un singular universo dramático .. .. 39
Espasa, en su deseo de mejorar sus publicaciones, agradecerá
cualquier sugerencia que los lectores hagan al departamento
3.1. El tinglado de la antigua farsa ................. .. 39
editori al por correo electrónico: sugerencias @espasa.es 3.2. El arte de la pantomima ... ........................ .. 47
3.3. Un teatro de muñecos ....... ....... ................. . 52
3.4. Juegos de la ambigüedad amorosa ............ . 59
Impreso en Espaíia/ Printed in Spain 4. Conclusión ...... ....................... ...................... ..... . 74
Impresión: UNIGRAF, S. L.
BIBLIOGRAFÍA 77
,,-...... ESTA EDICIÓN .... .. ....... ,......... .......... ........................ . 85
~
ES PASA
TEATRO FANTÁSTICO

Editorial Espasa Calpe, S. A. EL ENCANTO DE UNA HORA ................ ........... ...... ... . 89
Carretera de lrún, km 12,200. 28049 Madrid
COMEDIA ITALIANA ............................. ... .. ' .. .... ....... . 99
EL CRIADO DE DON JUAN ..... ... .. .. .. .. ......... .. .......... ... 107
8 ÍNDICE

LA SENDA DEL AMOR . ......... .. . . . . ........ ... . ......... . ... .. .. .. 117


LA BLANCURA DE PIERROT...................................... 123
CUENTO DE PRIMAVERA .......................................... 129
/ AMOR DE ARTISTA .. ........... ................. ................. .... 201
MODERNISMO . .. . . . . .. . . . . . . . . .. .. .. .. .. . .. . .. .. .. . . . . . .. .. .. .. .. . .. . . . 217

- Los FAVORITOS ........................................................

APÉNDICE
225 INTRODUCCIÓN
Quizá nos hemos comunicado los sueños de nues-
LA SONRISA DE GIOCONDA .. . .. .. .............. .. ........... 255 tras noches de verano; habremos pasado bajo la
floresta mojada de Víctor Hugo, y al salir de ella
hemos saludado al amigo Benavente, ocupado en
crear sus aladas marionetas de reve.
RUBÉN DARÍo: «Melancólica sinfonía»

1. UN RINCÓN OLVIDADO DE LA DRAMATURGIÁ


BENAVENTINA

En un curioso y desconocido opúsculo de Nicolás Gon-


zález Ruiz - titulado En esta hora. Ojeada a los valores
literarios- , hay un breve capítulo dedicado a la obra de
Jacinto Benavente, en el que podemos leer lo siguiente:
«En mi humilde biblioteca hay un tomito pequeño, lim-
piamente impreso y bien nutrido . [ .. . ]El librito pequeño,
que yo saqué de entre muy malas compañías, con el ca-
riño y la dulzura con que me llevaría a casa un niño
abandonado entre una turba de astrosos pillos, se titula
TEATRO FANTÁSTICO, y como autor aparece Jacinto Be-
navente» 1• Fragmento tan en apariencia insignificante

1
En esta hora. Ojeada a los valores literarios, pág. 23. [Para las
referencias completas de los estudios que se mencionan, véase la «Bi-
bliografía».]
JO JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 11

marca la pauta de la controvertida recepción crítica de la partida de su carrera teatral 3 ; y lo que es peor, las pocas
primera obra impresa de nuestro dramaturgo. Pocos datos referencias que encontramos suelen confundir la primera
más se añaden, al margen de una mínima alusión a la edición con una posterior (1905) 4 , donde la nómina de
orientación estética del joven Benavente, conceptuado piezas se amplía hasta ocho 5 : se elimina Los favoritos y
por el crítico como un «mozo iconoclasta». Esto, unido a se añaden Comedia italiana, El criado de don Juan, la
las «malas compañías» de las que se supone extraído el comedia para marionetas La senda del amor, el argu-
texto, nos informa de una primera etapa creativa bastante mento para pantomima La blancura de Pierrot y, por úl-
apartada de las sendas convencionales por las que Bena- timo, una especie de diálogo metaliterario titulado Mo-
vente habría de discurrir más adelante. El TEATRO FAN- dernismo 6 .
'.f ÁSTICO, junto al resto de su producción modernista, ha Si limitada ha sido la trayectoria editorial del TEATRO
sido sistemáticamente olvidado por editores y críticos;-de FANTÁSTICO, más aún lo ha sido la repercusión que ha te-
.manera_que intentar reconstruir su proceso de recepción nido en la crítica. Resulta especialmente interesante el
supone, a menudo, enfrentarse a una lista interminableae documentado estudio de Henry Lyonnet, Le théátre hors
_sucintas y superficiales alusiones y, en ningún caso, a un de France. Le théátre en Espagne (1897), no sólo por la
estudio atento a la originalidad y el carácterprerursor ae- proximidad temporal respecto de la obra de Benavente
las piezas contenidas en él. - -- sino, sobre todo, por la tesis allí expuesta. El crítico fran-
- Cuando Benavente publica su TEATRO FANTÁSTICO en cés se plantea la necesidad de una renovación profunda
1892 2, la cartelera española rendía aún servil devoción al de la dramaturgia española: «No es difícil, sin embargo,
drama neorromántico representado por Echegaray y su que todo este teatro español, tal como está, necesite una
escuela. Benavente inicia, pues, su carrera literaria con transfusión de sangre nueva» 7 ; y de esa renovación el
una apuesta arriesgada en contra de la estética dominante.
La primera edición del TEATRO FANTÁSTICO contiene tan 3
Baste como ejemplo el interesante estudio de Manuel Martínez
sólo cuatro piezas : la loa Amor de artista, la comedia en Espada, Teatro contemporáneo. Apuntes para un libro de crítica, en el
que encontramos afirmaciones como la que sigue: «Cuando se estrenó
un acto Los favoritos, basada en la obra de Shakespeare El nido ajeno, su primera obra, ni la clitica ni el público pudieron adi-
Mucho ruido y pocas nueces (Much Ado About Nothing), vinar en ella el genio dramático de Benavente», pág. 107. El en-or ha
el diálogo El encanto de una hora y la comedia en dos seguido reproduciéndose en estudios más cercanos en el tiempo; tal es
actos Cuento de primavera. Escasísima repercusión tuvo el caso de Joaquín de Entrambasaguas, «Do n Jacinto Benavente y el
teatro de su tiempo», págs. 219-221 , entre otros.
la aparición de la obra. Tanto es así que muchas de las mo- 4
Teatro fantástico, Mad1id, Fortanet, 1905.
nografías consagradas a Jacinto Benavente toman 1894 5
Entre otros, Marcelino C. Peñuelas, Jacinto Benavente, pág. 19.
- año del estreno de El nido ajeno- como el punto de 6
Gustó Benavente, como otros dramaturgos de su generación (Ar-
niches, Valle-Inclán) del teatro breve; incluso, del género chico; véase
el artículo de M. Pilar Espín Templado, «Jacinto Benavente, autor de
2
Una escueta nota, aparecida en el Madrid Cómico (2 de julio de género chico».
7
1892, núm. 489, año XII, pág. 7), da noticia de la publicación. Le théíitre hors de France, pág. 148. (La traducción es nuestra.)
12 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA IN TRODUCCIÓN 13

principal adalid será Benavente: «¿ Por qué España número de estudiosos que, faltos de la perspectiva ne-
- termina diciendo- no cuenta con más autores como cesaria, acabarán incluyéndolos en compartimientos es-
Jacinto Benavente?» 8 . Lo sorprendente es que Lyonnet tancos de variable indefinición. Incluso, Darío llega a
no conocía el TEATRO FANTÁSTICO y se apoyaba, para apuntar las fuentes que han servido de inspiración a Be-
su argumentación, en una obra bastante más convencio- navente: por una parte, el desenfado y la gracia verbal
nal, El marido de la Téllez (1897). Para Lyonnet, uno de Shakespeare; por otra, un ambiente de ensoñación
de los peores males del teatro español de la época era el importado del simbolismo francés, que gustaba de ador-
olvido premeditado de los clásicos. No sabía que algu- narse de una atmósfera de aparente inocencia y de co-
nos años antes un desconocido dramaturgo había to- queta ambigüedad:
mado lo mejor de la tradición clásica como base de su
primera obra. . Dejo como última nota el TEATRO FANTÁSTICO de Bena-
( Entre los críticos españoles de principios de sigl~ ape- vente , una joya de libro, que revela la fuerza de ese
talento en que tan solamente se ha reconocido la gracia.
nas encontramos alguna mención al TEATRO FANTÁS- Fuerza por cierto; la fuerza del acero, del resorte; finura
TICO. Por el contrario, hay que hacer notar que todos sólida de ágata, superficie de diamante. Es un pequeño
ellos, sin excepción, consideran a Benavente el más in- «teatro en libertad», pero lejos de lo telescópico de
novador de los dramaturgos de la época, partícipe desta- Hugo y de lo suntuoso que conocéis de Castro. Son deli-
cado del incipiente movimiento modernista. Así sucede, cadas y espirituales fabulaciones unidas por un hilo de
entre otros, con Manuel Martínez Espada, para quien la seda en que encontráis a veces, sin mengua en la com-
paración, como la filigrana mental del diálogo shakespea-
mayor virtud del primer- teatro benaventino reside en
reano, del Shakespeare del Sueño de una noche de verano
convertir los tipos heredados de la tradición, en especial o de La tempestad. El alma perspicaz y cristalinamente
aquellos procedentes de la commedia italiana, en entes femenina del poeta crea deliciosas fiestas galantes, per-
teatrales con plena autonomía: «El teatro de Benavente fumadas escenas , figurillas de abanico y tabaquera que
e s observación. En sus obras los personajes no son poli- en un ambiente de Watteau salen de las pinturas y sirven
chinelas, sino hombres y mujeres en cuerpo y alma» 9 . de receptáculo a complicaciones psicológicas y proble-
Caso distinto es el representado por Rubén Darío, a mas de la vida 10 •
quien le cabe el honor de haber sido el primero en en-
tender el mensaje renovador de este primer teatro de Darío era consciente, sin embargo, de que la España de
Benavente. Porque, en efecto, el autor de Cantos de vi- aquel ti_empo no estaba preparada para asumir un teatro
da y esperanza interpreta como dramáticos cada uno de tan ajeno a los moldes convencion~ales; de ahí que pre~
los textos que integran la obra, a diferencia de un gran viera una mínima recepción y un fracaso se.guro para ef
TEAT~O FANTÁSTICO. Algunos años después, el poeta ni-
8
Ibídem, pág. 153.
9
Teatro contemporáneo, pág. llO. 'º «La joven literatura», pág. 94.
14 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 15

caragüense seguiría elogiando los tanteos dramáticos, al otro, Adria Gua] es el principal artífice de la recuperación
margen del cauce naturalista, del primer Benavente: de las formas clásicas para el teatro catalán. Como ve-
mos, el Benavente que juzgan los críticos de principios
Entrad en su teatro de ensueño y en su teatro de bondad. de siglo dista mucho de la imagen conservadora y aco-
Dejaos llevar por la mano que sabe apartar los ramajes modaticia que se habría de imponer, años más tarde, gra-
hostiles . Él os hará el regalo de la poética dulzura, del cias, sobre todo, a la implacable crítica de Ramón Pérez
rayo de luna, del canto cristalino del ruiseñor; y como es de Ayala 14 •
conveniente a su tiempo, en el instante preciso, os hará Consideración aparte merece la aportación de Adolfo
una pirueta; y le daréis las gracias por el palmo de nari-
Bonilla y San Martín 15 , quien otorga también un lugar de
ces con que os gratifique 11.
privilegio al TEATRO FANTÁSTICO dentro de la estética
global benaventina. Destaca Bonilla el carácter de arte en
En la misma línea se encuentra el juicio de José León
miniatura y de preciosismo verbal común a las ocho pie-
Pagano, quien ensalza el teatro de Benavente por su deta- zas de la obra, pero es incapaz de aprehender la dimen-
llismo y, ante todo, por saber extraer la variedad de lo sión real de la apuesta dramática hecha por Benavente, de
permanente. Sin embargo, lo que más interesa a nuestro modo que acaba incluyendo el libro en el más que discu-
caso es un nimio detalle del que nos informa el estudioso: tible apartado de «narraciones novelescas». Sin embargo,
«Nos hallábamos en el saloncito en que trabajaba Bena- más allá de la desafortunada caracterización, apunta
vente, saloncito modesto y elegante a la vez. Había pocos como principales virtudes de la obra el hecho de consti-
muebles: un escritorio, un sofá y algunas sillas. De las tuir un canto al arte puro, sin implicación ideológica y al
paredes colgaban algunos cuadros, fotografías y dos afi- servicio de la belleza; en otras palabras, una apuesta esté-
ches: uno de Gua], el otro era el que Rusiñol había dibu- tica que trasciende la mera reproducción de la realidad
jado para el teatro de Maeterlinck» 12 • Más allá de lo anec- para convertirse en ideal cobijo del ensueño: «En materia
dótico de la descripción, no parece arbitraria la elección de estilismo, Benavente no ha hecho nada mejor que
de Maeterlinck y Gual como sombras protectoras de la TEATRO FANTÁSTICO, y aun estamos por decir que, de
labor creativa de Benavente. De un lado, Maeterlinck se cuantas producciones conocemos de la literatura espa-
convierte para toda una generación de dramaturgos espa- ñola contemporánea, ninguna, fuera de Morsamor del
ñoles - Martínez Sierra, Valle-Inclán, Rusiñol, Gual. . .- gran Valera, desarrolla tantos primores de lenguaje ni tan
en el símbolo de una poética antirrealista del drama 13 ; del exquisita galanura de forma como el susodicho TEATRO.

11
«Jacinto Benavente», en Cabezas (1916), Obras completas de 14
«Su dramática ---escribía el autor de Tinieblas en las cumbres- ,
Rubén Daría, volumen II, pág. 960. en mi dictamen sincero, aunque quizás equivocado, no procede inme-
12
Al través de la Espaiia literaria, págs. 52-53 . diatamente de la vida ni se enlaza directamente con la vida; es intelec-
13
Véase Serge Salaün, «Introducción» al Teatro de ensueiio, tual, literaria, teatro de teatro» (Las máscaras, pág. 119).
págs. 9-103 . 15
«Jacinto Benavente», págs. 27-40.
16 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRO DUCCIÓN 17
No es obra de tesis, ni el autor ha pretendido demostrar tillas por la obra del dramaturgo sin ni siquiera mencionar
nada en ella: es una colección de cuadritos ideales , de el TEATRO FANTÁSTICO; el segundo se olvida de la obra al
"ensueños vagos y borrosos" que quieren recordar mo- trazar los inicios literarios de Benavente: «Mas no co-
mentos felices de la vida, en que recorrimos, en unión de menzó por escribir teatro, como pudiera creerse; y aun-
nuestros amores, los floridos jardines de la Ilusión» 16 • que desde su primera mocedad se picó de la farándula,
La temprana consagración de Benavente como autor como diría Cervantes, inició su carrera literaria con un vo-
dramático no hizo más que echar arena sobre sus inicios lumen poético, sencilla y modestamente -y aún prosaica-
literarios, demasiado heterodoxos para ser considerados mente, ¡paradoja de los vocablos!- titulado Versos» 18•
por su público, habida cuenta del posterior viraje ideoló- En los años veinte y treinta, al menos en lo que se re-
gico y estético que habría de dar a su obra. Así las cosas, fiere al enjuiciamiento de la dramaturgia de Benavente,
si poco se había analizado el TEATRO FANTÁSTICO hasta se impone una crítica amable encaminada a elogiar los
entonces, menos iba a serlo con el paso de los años. Re- valores patrios y religiosos presentes en sus creaciones .
flejo de esta actitud crítica son los estudios de Manuel Buen ejemplo de esta tendencia son los estudios de Fede-
Bueno y de Andrés González Blanco 17 , dos de los puntos rico de Onís, que despacha la complejidad del TEATRO
de referencia fundamentales para el estudio del teatro es- FANTÁSTICO en apenas unos párrafos tras haberlo in-
pañol de principios del siglo XX. El primero pasa de pun- cluido en el apartado de «Obras no dramáticas» 19 , y de
Casimiro Cienfuegos, autor de una obra edulcorada y
16
' Ibídem, pág. 34. Asumiendo positivamente la aportación de Bo- muy parcial desde el punto de vista ideológico, que se
nilla, hemos de reprocharle no sólo su incapacidad para ver en algunas propone rebatir el polémico juicio de Pérez de Ayala so-
de las obras del Teatro fantástico piezas dramáticas perfectamente per- bre nuestro dramaturgo.
filadas -Cuento de primavera y El criado de don Juan, por ejemplo-
y, en otras, esbozos teatrales -La blancura de Pierrot, Moder- A partir de la década de los cuarenta, apenas si ha ha-
nismo ... - susceptibles de ser llevados a escena, sino también haber bido algún intento de revisar la primera etapa creativa de
acogido como características comunes a todas ellas la inocenéla;Ta nuestro autor. Desde la limitación impuesta por la breve-
gentileza de caracteres y, en fin, un idealismo extremado: -;E~ dad del artículo, quizá sea Luis Guarner quien mejor ha
después de Teatro fantástico y de Versos, salieron a la luz las Cartas de
mujeres, una de las obras más leídas y discutidas de Benavente. El co-
sabido captar la importancia del TEATRO FANTÁSTICO en
lector de las Cartas no es ya el gentil soñador de La blancura de Pierrot el devenir de la estética teatral española de principios de
y de Cuento de primavera» (pág. 34). Las palabras del crítico vuelven siglo 2º; Guarner subraya el aspecto poético de estas obri-
a adolecer de superficialidad. En ningún caso, el autor de Cuento de tas, precursoras -sin duda- de una arraigada tendencia
primavera cabe ser definido como «gentil soñador», sino más bien
como un escéptico dramaturgo empeñado en sorprender a un auditorio
demasiado acostumbrado a una aburrida y monótona corrección. Vean, 18
Ibídem, pág. 40.
si no, los juegos de ambigüedad verbal y, por qué no, sexual que llenan 19
Jacinto Benavente. Estudio literario (1923) .
la obra, como explicaremos más adelante. 20 «La poesía en el teau·o de Benavente», págs. 223-231. Aprecia,
17
Teatro español con.temporáneo (1909) y Los dramaturgos espa- asimismo, los valores rupturistas del libro Nicolás González Ruiz en
ñoles contemporáneos (1917), respectivamente. La literatura espmiola, págs. 19-20.

4.
18 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA IN TRODUCCIÓN 19
en la dramaturgia del siglo XX: el teatro poético en prosa, para el desarrollo de la dramaturgia más renovadora del
cultivado por Martínez Sierra, Lorca, Salinas y Casona, primer tercio del siglo XX: desde la regeneración moder-
entre otros. nista y Valle-Inclán hasta García Lorca 25 •
Poco más se puede añadir a esta breve historia del si-
lencio 21 • No han faltado , claro está, opiniones injustas na- 2. EL «TEATRO FANTÁSTICO», UN PROGRAMA DE TEATRO
cidas del desconocimiento completo de la obra: «Aunque MODERNISTA
había impreso en 1892 un tomo titulado TEATRO FANTÁS-
TICO -escribe Sánchez Estevan- y al año siguiente En efecto, no parece exagerado considerar el TEATRO
otros dos , Versos y Cartas de mujeres, no había conse- FANTÁSTICO como el texto fundacional del teatro moder-
guido aún Jacinto Benavente "romper el hielo"; pocos co- nista (simbolista) en España 26 • Así lo reconoce uno de
nocían estas obras; por otra parte, el TEATRO FANTÁSTICO sus mejores representantes, Gregario Martínez Sierra, al
no ofrecía relieve alguno, los Versos, muy mediocres, con dedicar sus Diálogos fantásticos (1899) -de tan bena-
alguna extravagancia modernista, estaban lejos de acredi- ventino título- a don Jacinto:
tar a un poeta, y el subido mérito de las Cartas de muje-
res ha sido apreciado bastante después» 22 . 25
Los estudios más interesantes, aunque muy breves, sobre el tema
En los últimos años ha habido algunos intentos revisio- se deben a Emilio González López, «El teatro de fantasía de Bena-
vente», y David George, «The Commedia dell 'arte and the Circus in
nistas de Benavente en esta su faceta más heterodoxa. En
the Work of Jacinto Benavente» , y, más recientemente, Emilio Peral
general, se ha seguido manteniendo la escasa representa- Vega, «Raíces carnavalescas de la farsa contemporánea». Subraya el
bilidad de estas piezas 23 , así como el carácter de ensayo y carácter renovador de la dramaturgia benaventina, en general, José Vi la
tanteo de estas primeras obras respecto de la producción Selma en la «Introducción» a su edición de Los intereses creados.
26
posterior 24 . Con la presente edición del TEATRO FANTÁS- Se ha señalado por parte de la crítica el papel determinante de
Maeterlinck en el proceso de creación del teatro modernista: Pérez
TICO queremos no sólo reivindicar el valor intrínseco de de Ayala (La dama neg ra. Tragedia de ensueíio}, Valle-Inclán (Trage-
un texto dramático insólito para la España de su tiempo, dia de ensue1io y Comedia de ensueíio), Martínez Sierra (Teatro de en-
sino además constatar el importantísimo influjo que tuvo sueiio ). Pero no se ha subrayado con la debida fuerza la importancia de
la propuesta dramática del primer Benavente, de mayor amplitud esté-
tica y temática que la del autor belga. A este respecto escribe J. Rubio
21 Para completar esta panorámica consúltese José Montero Alonso, Jiménez: «Las insuficiencias del teatro realista fueron sentidas ya por
Jacinto Benavente. Su vida y su teatro, págs. 80 y sigs., y Alfredo Mar- Juan Valera en sus Tentativas dramáticas (1879) y de manera plena por
queríe, Benavente y su teatro: (Disertación cordial). Jacinto Benavente, que en Teatro fantástico (1890) [sic], recopiló ocho
22
Jacinto Benavente y su teatro. Estudio biográfico crítico. obritas donde se hizo eco de las propuestas de Maeterlinck o de los
23
Recuérdese que El encanto de una hora fue estrenada en el Tea- cuentistas Poe, Hoffmann y Maupassant. Sobre todo Cuento de prima-
tro de la Princesa, el 30 de diciembre de 1905, y que El criado de don vera, en su prólogo, es un verdadero manifiesto del teatro de ensueño.
Juan lo fue el 29 de marzo de 1911 en el Teatro Español de Madrid. Allí Ganimedes expone el tema de la obra: se trata de crear un teatro de
24
Véase José A. Díaz, Jacinto Benavente and His Theatre, pági- "ensueño vago y borroso", que despierte en los espectadores "un pla-
nas 26 y sigs., y más recientemente, José Montero Padilla, Comienzos centero mundo de ensueño"» («Perspectivas críticas: horizontes infini-
de la obra literaria de Jacinto Benavente. tos. Modernismo y teatro de ensueño», pág. 202) .
20 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 21
[ ... ]Vinieron no sé cuándo; tampoco sé de dónde. Eran acuña Rueda la e_x._Rresión «e§tilo pálido» par-ª referirse a
blancas, azules, sonrosadas. En sus alas diáfanas sembró ese nuevo modo de hacer literario tan poco cultivado
el día destellos diamantinos ; bordó la noche sombras ...
Entráronse en mi pecho, y allá en Jo hondo hicieron nido.
hast~ mome~to e~ nuestras letras; opuesto, desde su
sencillez evocadora, a la grandilocuencia del teatro neorro-
Yo, que ignoraba el nombre de aquel ligero enjambre de
graciosas libélulas, les llamé ENSUEÑOS . Las quiero lo- mántico:
- -- - - -
camente, porque sus tonos claros han prestado reflejos
de ventura a todas mis tristezas. Las he guardado con
Cuando aparece un autor de estilo pálido (dicho sea en el
celo egoísta muchos días , porque son mi riqueza, el
mejor sentido), los ojos de los lectores no se fijan en él,
único tesoro de mi alma. Hoy, con las más queridas, con
las que más adentro se albergaron, envío a usted mensaje encandilados como están con las magnificencias de otros
cariñoso de admiración y afecto; a usted que con alma de estilos 28 .
poeta y corazón de amigo me ha prestado su apoyo gene-
roso en mi vida de arte. Establece luego Salvador Rueda una oposición entre
los escritores «perlinos» - entre los cuales incluye a Va-
Sin referirse a ellas, Martínez Sierra hace recaer la pa- lera, Benavente y el propio Martínez Sierra- , cuyas
ternidad de sus composiciones en el influjo del TEATRO
obras se basan en una reflexión profunda y, por tanto,
FANTÁSTICO. Desde el propio «Ofrecimiento», el autor
racional de los anhelos , ensoñaciones y pulsiones del
nos instala en un ambiente de ilusión y fantasía, a la
hombre, y aquellos otros que dejan que la inspiración
usanza de Maeterlinck en Europa 27 • El «Prólogo» de Sal-
vador Rueda para los Diálogos fantásticos viene a refren- haga y deshaga en su labor creadora. En definitiva, un
dar las ideas hasta aquí expuestas. Con indiscutible acierto, creador intelectual, empeñado en desbrozar las ilusio-
nes humanas, frente a otro intuitivo, servil amanuense
de los dictados, muchas veces caducos, de la quimérica
21 Del clima de recepción de la obra de Maeterlinck entre los jóve- inspiración.
nes modernistas da cuenta cabal María Martínez Sien-a: «Acaso estába-
mos ya hastiados, aunque tan jóvenes, del realismo implacable de Zola,
En la «Introducción» a las nueve piezas de los Diálo-
fatigados de la no menos implacable precisión de los Goncourt, y anhe- gos fantásticos Martínez Sierra esboza la poética antirrea-
lábamos algo que nos li bertase de lo palpable, sólido y evidente; nos lista que sirve de hilo conductor a todas ellas; pretende,
dolían los ojos del espíritu cansado de mirar la vida a la luz meridiana ante todo, aproximarse al «arte puro», aquel en el que la
del naturalismo que alumbró nuestra cuna, y pedíamos nube y crepúscu-
lo como un chiqui llo pide una fruta . Al Romanticismo no podíamos belleza, alcanzada a través de la palabra, sirve como ca-
volver; a pesar del hechizo incomparable de Musset, el magnífico oro- mino de redención a los interlocutores de cada uno de los
pel romántico se nos antojaba disfraz harapiento en un baile de másca- diálogos dramáticos. No en vano, frente a las águilas po-
ras que olía a rancio [ . . .];y nos pasmábamos ante el mismo concepto derosas y las viajeras y altivas golondrinas, el poeta es-
exaltado por Maeterlinck: preparar moradas para las verdades que han
de venir» («Prólogo» [1955] a M. Maeterlinck, Teatro, Madrid, Agui-
lar, 1958, 2.' ed., págs. 17-18). 28
Diálogosfantásticos, pág. 13.
22 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTROD UCCIÓN 23
coge la hermosura suave e íntima de la mariposa, reflejo rrentes en el desarrollo de estas obras. Así Ganimedes en
de sus propios anhelos de totalidad: el «Prólogo» al Cuento de primavera:

¿Tú has visto mariposas? No parece que vuelan; parece [ .. .]Tumulto de imaginaciones sin más realidad que la
que las mecen las olas de aire . ¿Mirar al sol?¿ Y para de un sueño; es decir, que si no existió ni pudiera existir
qué? Les basta con reflejar sus rayos con las mil delica- en el mundo exterior, ha tomado su ser en la fantasía y
das laminillas que salpican sus cuerpos .. . ¿Saber? No forma en el arte, y existe, en fin , en la realidad de lo he-
saben más que el sol de Primavera: a su calor nacieron, y cho, que tan efectivo es el sueíio más ideal como el acto
antes que él morirán. Ignoran el Invierno; nunca vieron más común de la vida. [ ...]Nada de reflexiones, vamos
la nieve, ni sufrieron el frío 29 . a soñar, y el autor soñando os invita a ello 3 1•

Por ello, la palabra del poeta se convierte en el único De forma pareja se expresa el Poeta en el diálogo de
vehículo capaz de hacer factible ese mundo de ensueño Martínez Sierra Sursum corda; el protagonista, apesa-
en el que todo está envuelto: dumbrado por haber perdido su capacidad de fantasear,
busca ayuda en la Naturaleza:
Canta: te escucharán los niños ; te escucharán los que aman;
te escucharán las almas de poeta. Canta las lecciones que ¡Sí! Préstame tu ayuda, tu dulce ayuda, tu auxilio amante .. .
aprendiste en mis labios , que los niños, y los amantes, y ¡Ojalá puedan, a tu voz, disiparse las nubes' ¡Ojalá
los poetas te pagarán la confidencia, como aquella co- pueda mi corazón volar de nuevo! ¡Ojalá pueda llegar a
rola azul o sonrosada, en dulcísimo néctar de amable las radiantes lejanías que le deslumbraron en horas de
simpatía 30 . ensueño! ... Vamos ... ¡Dulce maestra! 32 •

Aunque la ausencia de las máscaras de la commedia Es también común a ambos libros la crítica explícita de
italiana, que Benavente había utilizado de modos diver- algunos de los más manidos tópicos de la imaginería ro-
sos, lleve consigo la falta de comicidad, muchos son los mántica. Así sucede con la pretendida «inspiración» co-
puntos de contacto entre el TEATRO FANTÁSTICO y los Diá- mún a los creadores de dicha escuela. Tanto en el caso de
logos fantásticos de Martínez Sierra. En primer lugar, el Benavente como en el de Martínez Sierra, el arte es con-
decantamiento por un teatro de «ensueño», de tal manera cebido como una indisoluble mezcla de la experiencia vi-
q ue d público sea incapaz de estableceralguna relación vida y el duro trabajo de convertirla en palabra poética.
entre su experiencia cotidiana y_la escena. No en vano, No es otra la idea expresada en Amor de artista a través
«fantasía», «sueño», «ensoñación» son términos recu- del diálogo entre la Musa y el Poeta:

29
Ibídem, pág. 26. 31 Las cursivas son nuestras.
30
Ibídem, pág. 28 . 32
Diálogos.fantásticos, pág. 32. La cursiva es nuestra.
24 JAVIER HUERTA CALVO Y EMIUO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 25
MUSA.-[ ...] ¿No has observado cómo, en vez de evi- Craig o Meyerhold. El actor no humano confiere al hecho
tar el dolor, le buscas, a veces, con refinada voluptuosi- teatral una despersonalización y, con ello, un carácter de
dad? Es que tu sentimiento halla en tu inteligencia deli-
cadas formas de expresión; es que sabes purificarle con
perfección repetitiva íntimamente emparentada con su
alambicadas sutilezas, y así sufres dos veces; por ti, componente mítico y ritual 34 . Así, en El encanto de una
como por ti primero; después, al expresar tus quejas, ya hora, Benavente presenta a dos figurillas de porcelana na-
embellecidas por el arte, con más dulce tristeza, cual si cidas casualmente a la:·vida, pero condenadas a disfrutar
de otro te fueran contadas. del privilegiado don durante tan sólo una hora. Los actores
elegidos para interpretar los papeles de Incroyable y Mer-
Idea que también encontramos en Obra de amor, de veilleuse se verían forzados a acentuar interpretativa y ges-
Martínez Sierra. Al final del diálogo, asistimos al naci- tualmente las limitaciones inherentes a dichas figuras. Con
miento del Arte como consecuencia de Ja unión entre las ello se co_nsigue un distanciamiento antirrealista respecto
figuras alegóricas del Trabajo y de Ja Idea. En efecto, la del público, que no puede ver en los actores un reflejo de
poesía no es mero fruto resultante de la caprichosa inspi- su condición personal. Es más, en algunos pasajes de Ja
ración de la que tanto abusaron los románticos: pieza se hace explícita la renuncia a un tipo de teatro que
se limite a la reproducción mimética de la vida ordinaria:
VOCES DE LA LLANURA.-¡Albricias! La Idea y el
Trabajo se han amado .. . ¡Albricias! Cantad la unión su-
blime todos los que en la Tierra sabéis cantar, que a su MERVEILLEUSE.- ¡Cómo he vivido! ... Bien lo sabes:
primer abrazo ha nacido el varón hermoso y fuerte; el remedando lo que antes había visto a mi alrededor, cre-
que no morirá. Miradle ... ¡¡El Arte! ! ¡Venid, humanos! yendo que eso era la vida.
Miradle, vencedor desde el instante en que fue conce-
bido. Decid su nombre mágico a todos los confines de la Ideas similares se expresan en Hadas, la segunda de
Tierra. Venid, ¡criaturas! Y prestadle homenajes rendi- las nueve piezas que componen los Diálogos fantásticos.
dos. Arrojad a sus plantas todas vuestras bellezas; que él
sabrá combinarlas en diadema radiante, y ceñirá con
34
ellas las sienes de la Tierra 33 . La asunción del teatro como un hecho festivo con un carácter
mítico y, por tanto, mimético respecto de la tradición heredada está
también presente en la teoría dramática de Gregorio Martínez Sierra.
Por último, Benavente inicia en la dramaturgia espa- En esta línea de interpretación podemos encuadrar alguno de los pasa-
ñola un proceso de deshumanización del actor, práctica- jes de las Sirenas, pieza de los Diálogos fantásticos:
mente coetáneo a experiencias como las de Alfred Jarry y CORO DE SIRENAS.- Se acerca el esquife ligero; el Hombre
se acerca ... ¡El Hombre! Hoy, como siempre, le haremos es-
su Ubu roi (1896), y antecedente de posturas ulteriores
clavo: su cuerpo será nuestro botín de guerra ... (pág. 89).
más radicales, representadas, entre otros, por Gordon Una fiesta siempre viva en la que no cabe la linealidad temporal; de
ahí las palabras del «Epílogo»: «Y con voz murmurante, como pasar
33
de brisa sobre campo de lirios, dijo al poeta el cuento peregrino de risas
Ibídem, pág. 61. y de besos ... ¡Y aún habla! » (pág. 115).
26 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA IN TRODUCCIÓN 27
Adelantándose a El seíior de Pigmalión, de Jacinto Grau, Si bien Martínez Sierra se yergue en cantor de la farsa,
Martínez Sierra hace una curiosa relectura del mito clásico. su teatro no es capaz de abandonar el tono melancólico y
El Artista logra dar forma a una idea, viva en su pensa- simbolista, sin apenas lugar para la comicidad. En Sal-
miento, a través de la materia - «rosado mármol»- . Las timbanquis sitúa la acción en una barraca de cómicos am-
Hadas, compadecidas de su suerte, confieren vida a la esta- bulantes, lo que se convierte en un pretexto ideal para in-
tua inerte. Sin embargo, al igual que en El encanto de una troducir las máscaras del teatro italiano. Más que un canto
hora de Benavente, bajo la belleza poética de ambas obras festivo, la obra acaba por ser una bella metáfora basada
subyace un mensaje amargo: la perfección está en el mun- en la eterna paradoja vital del comediante: una vida sacri-
do ensoñado - tanto en la condición de figuras de porce- ficada y mezquina se ve obligada a ocultarse tras de las
lana como en la de estatua, respectivamente- , ajeno a la alegres máscaras:
realidad y que es, por ende, el mundo del arte. Así Incroya-
ble y Merveilleuse se dan cuenta muy pronto de que sus De la escena vienen prolongadísimos aplausos: finó la
sentimientos se han empezado a contaminar desde el mo- pantomima, y LINA, triunfante, entra del brazo de POLI-
mento en que nacen a la realidad tangible, del mismo modo CHINELA, tan llena de gozo, que no sabe si reír o llorar.
que el Artista descubre que con el nacimiento a la vida de Ríen sus ojos, ríe su frente ensoñadora, y tiemblan sus
su amada estatua se ha muerto su quimera de amor. labios, como cuando allá adentro se están cuajando de
Un paso más allá en la influencia del TEATRO FANTÁS - lágrimas ... 37 .
TICO en la dramaturgia de Gregorio Martínez Sierra está
representado por su Teatro de ensueño (1905) 35 , que, A diferencia de Benavente, capaz de servirse de las más-
como sucedía en el caso de los Diálogos fantásticos, caras italianas como portadoras de un mensaje trágico (La
muestra desde el propio título su deuda respecto de la pri- blancura de Pierrot), tragicómico (Cuento de primavera)
mera obra de Benavente. Hay, en efecto, una línea de con- e, incluso, meramente cómico (Comedia italiana), en Mar-
tinuidad en la defensa de un teatro antirrealista, apoyado tínez Sierra prevalece lo trágico. Algunos años después,
en la farsa como vehículo de expresión: Federico García Lorca retomará el componente tragicó-
mico de la máscara en algunas de sus más inmortales crea-
[ ... ] Y a renovar el encanto de la farsa, lenitivo para el ciones: La zapatera prodigiosa, Amor de don Perlimplín
dolor fatal de la vida. [ ... ]Nosotros, los amantes de Psi- con Belisa en su jardín e, incluso, El público 38 .
quis, cantemos el triunfo de las máscaras, el misterioso
hechizo de ensoñar, y esa ultravida que crea lo supremo
37 Teatro de ensueño, pág. 245.
del Arte y en la cual nos encontramos más en nuestro
38 Véase E. Peral Vega, «Burla clásica-burla moderna: el personaje
propio mundo que en esta pesada tierra 36 .
de Perlimplín». La práctica y Ja teoría dramáticas de Benavente fueron
determinantes en Ja concepción teatral de Martínez Sierra y su gran
35
Véanse S. Salaün, «Introducción » al Teatro de ensueíio, y J. Ru- logro del «Teatro de Arte», idea a la que se adelanta Benavente en va-
bio Jiménez, «Perspectivas críticas ... ». rios de los artículos de El teatro del pueblo (Obras completas, VI,
36
«Melancólica sinfonía», en Teatro de ensueño, pág. 139. págs . 613-809).
28 JAVIER HUERTA CALVO Y EMIUO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 29

Otro de los autores en los que es patente el influjo de El primer encuentro entre Magdalena y Dimas destila
Benavente es Eduardo Marquina, en particular en una aliento poético. No faltan las alusiones eróticas, ingre-
de sus primeras obras, El pastor (1901). En este llamado dientes de un código de atracción que sólo a ellos dos les
«poema dramático» Magdalena, la protagonista, muestra pertenece:
un gran parecido con el Ganimedes de Cuento de prima-
vera, con las figurillas Incroyable y Merveilleuse de El MAGDALENA.
encanto de una hora y, claro está, con el Pierrot de La ¿Quieres beber del agua mía?
DIMAS.
blancura de Pierrot; con todos ellos comparte la inclina-
Quiero
ción hacia el ensueño y la necesidad de volcar sus caren-
beber el agua del lugar hermoso
cias vitales en un ser idealizado junto a quien pretende al- recogida en el hueco de tu herrada.
canzar ese ámbito imaginario sólo al alcance de unos
pocos. De ahí que Magdalena encuentre en Dimas, el pas- Pero en el tercer acto de la obra la pareja Magdalena-
tor, su ideal, pues sabe que, tras su descuidada apariencia, Dimas pasa a ocupar un segundo plano, pues la verdadera
se esconde un espíritu indomable y soñador, ajeno a los comprensión del mundo de ensueños está representada
límites impuestos por la realidad convencional: por Andrés, pretendiente de Magdalena hasta la aparición
del pastor. De acuerdo al esquema tradicional de la farsa,
¿Habéis oído, niñas, vehículo dramático de un código honorífico de valores
lo que cuentan de Dimas, el pastor, invertidos, Andrés (el cornudo) termina por ser el perde-
que ronda, hace unos días, estos valles? dor. Sin embargo, no estamos aquí ante una celebración
¿Lo conocéis? Le he visto una vez sola.
festiva de los burladores sino, más bien, ante un proceso
Le he visto desde lejos, tan extraño,
que parecía de otro mundo: grande, de humanización de los tipos farsescos . Andrés, cons-
con la cara morena y con las greñas ciente de que no es más que un estorbo para que los dos
revueltas por el viento; allí, perdido amantes culminen su sueño, permite, en contra de la mo-
en la enorme quietud de las montañas, ral tradicional representada por las gentes del pueblo, que
amenazando al llano, daba gloria ambos escapen:
mirarle desde lejos y temerle.
Dicen que mata y asesina, y roba De mí, ¿qué importa?
lo que le sale al paso; el perro suyo Partid los dos; no me será difícil
le lamía las manos mansamente. morir después que os alejéis; mi alma
¡Un hombre así! 39 con vosotros se marcha; aquí no queda
más que un montón de carne inútil.
Y cuando alguno
os pregunte después, si a mí me matan,
39
Obras completas, 1, pág. 9. «por qué quise morir», y otro suponga
30 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 31

que me dejé matar de despechado, Culmen del teatro modernista es la obra de Valle-In-
decidle: «No, ¡murió porque sabía clán, incondicional admirador, desde un primer momento,
que las ideas necesitan sangre de Benavente 42 • No es difícil encontrar huellas del TEA-
para extenderse y germinar; murió TRO FANTÁSTICO en sus obras primeras (Tragedia de en-
para aplacar con su cadáver sólo
sueño, Comedia de ensueño - 1903 y 1905- ) y, desde
la sed de justicia de los hombres
luego, en La marquesa Rosalinda (1911), donde asisti-
y hacer que no evitara el cumplimiento
mos a la crítica sarcástica del drama echegarayesco y a la
de la Justicia Eterna!» 4 º.
entronización de las máscaras de la comedia del arte. Va-
lle hace contrastar el sentido vitalista y carnavalesco de
Como podemos ver, de Andrés --con mucho de Pierrot-
estas - sobre todo mediante la figura de Arlequín- con
al Perlimplín lorquiano hay sólo un paso. Su sangre redime
la concepción del mundo rígida y cuaresmal -encarnada
la culpa de los amantes en la completa comprensión de sus
en el Marqués:
anhelos. Ese poder redentor de la sangre vertida es también
común al personaje de García Lorca; el verdadero prodigio Vi la luz en Italia, fui poeta,
del dramaturgo granadino consistirá en saber aunar burlador me engañó mi mujer y vine a España
y burlado en un mismo ser 41 • de comediante. Llevo en mi carreta
corona de papel, cetro de caña,
4 y otra corona seca de laureles,
0 Ibídem, pág. 58 .
41
Es curioso que el luego muy reaccionario Marquina terminara ¡que aún no he aprendido a despreciar la gloria! 43
por repudiar El pastor y otras obras primerizas. En el prólogo a la edi-
ción de sus Obras completas escribe : «Yo habría querido que no fi- La inflexión grotesca en La marquesa Rosalinda se
guraran en esta colección algunas de mi s primeras obras. Concreta-
percibe no sólo en el protagonismo que adquiere la más-
mente: El pastor y una o dos más. Pero el editor disiente de mi criterio
y alega razones que me han convencido. Una colección de "obras com- cara más antigua de la commedia, sino también en el
pletas" no es una colección de "obras escogidas", y la previa selección tema del adulterio, del que Valle presenta un tratamiento
propuesta por mí destruiría el carácter de totalidad con que esta edición jocoso, valiéndose de la imagen tópica de la luna, tan pre-
sale a la luz y se ofrece al público. [... ] Estas ediciones de "obras com-
pletas", aparte de ésa, primaria, tienen otra misión. Han de poner en
manos y al alcance de todos los archivos de una época literaria, com- zos y formarse idea del carnino recorrido. Estas razones no tienen vuel ta
pletos en el caso de cada autor, para su conocimiento y estudio. Y a un de hoja, y he aquí, lector, sin previa selección hipócrita, mi obra total, de la
autor, como a un hombre, no se le conoce tanto por sus virtudes como que no sup1imo, aunque tantos reprobaría, un solo título» (págs. IX-XI).
por sus defectos y errores. Una obra endeble, la momentánea compla- 42
Recordemos que entre los dos dramaturgos hubo una estrecha rela-
cencia en una doctrina errónea, podremos lamentarlas y desear que no ción. Así, Benavente interpretó el papel de Pedro Ronzal en el primer es-
hubieran existido; pero nuestra biografía literaria dejaría probable- treno teatral de Valle-Inclán, Cenizas, acaecido en el Teatro Lara de Ma-
mente de ser biografía, y seguramente no sería "nuestra" si, faltando drid, el 7 de diciembre de 1899. A su vez, Valle había interpretado, un año
para establecerla el testimonio de estos datos vivos, p1iváramos al lec- antes, el papel de Teófilo Eve1it en La comida de las fieras de Benavente.
tor de los elementos de juicio necesarios para valorar nuestros esfuer- 43
La marquesa Rosalinda, pág. 53 .
32 JAVIER HUERTA CALVO Y EMlLIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 33

sente desde el Pierrot lunar de Verlaine hasta el de Ma- rias obras dentro de esta atmósfera de ensoñación. En L ' a-
nuel Machado: legria que passa (1891), se sirve de una compañía de titiri-
teros ambulantes -como después lo haría Martínez Sierra
Para espiar detrás del seto,
en Saltimbanquis- para pergeñar una bella metáfora so-
la luna, sus cuernos me brinda,
y he de contaros el secreto
bre la libertad. Joanet, espíritu disidente que desprecia la
de la Marquesa Rosalinda 44 . apatía existencial y acomodaticia que le rodea, intenta en-
contrar un nuevo referente que le permita vivir en plena in-
Valle-Inclán no sólo toma de Benavente las bases de su tensidad. La llegada de los cómicos le hace forjar su anhe-
poética dramática, sino que acompaña a su preceptor en la lada esperanza de cambio; cree encontrar en el Payaso la
recuperación de los tipos italianos de la commedia dell'arte, capacidad de crear realidades soñadas a través de la pala-
que, de una forma u otra, estarán presentes en la obra pos- bra, y en Zaira, bailarina bohemia de la compañía, el amor
terior del autor gallego 45 • Si tomamos como punto de re- que hasta entonces sólo había conocido por vía libresca.
ferencia La marquesa Rosalinda, las máscaras se con- Sin embargo, Joanet, como el Ganimedes benaventino, es
vierten en ingredientes al servicio de la comicidad. heredero del Pierrot simbolista, máscara condenada al fra-
Valle-Inclán descarta cualquier implicación trascendente caso constante, pues en su condición de perdedor radica su
de sus criaturas, recuperadas únicamente como vehícu- capacidad creativa y su insaciable ansia de superación:
los de la parodia. Si en Benavente el aspecto cómico re-
caía en la pareja Arlequín-Colombina (Comedia italiana ¡Adiós, poesía! ¡Adiós, visión de un instante! ¡Entre las
y Cuento de primavera), mientras que a Pierrot quedaba noches de tu canción melancólica he sentido írseme del
reservada la cara trágica, Valle-Inclán opera un proceso pecho un girón [ sic] de mi juventud! ¡Sois la alegría que
pasa! ¡Y qué triste es la alegría de los que pasan .. . y de
de transfiguración de los tipos a fin de que todos ellos
los que se quedan! 4 s
contribuyan al ejercicio hilarante que pretende realizar 46 •
Al afianzamiento de la estética simbolista en los escena-
De mayor interés es Can(:Ó de sempre (1906), protago-
rios contribuyeron, asimismo, algunos destacados autores
nizada por la eterna pareja de Pierrot y Colombina. El pri-
catalanes 47 • Uno de ellos, Santiago Rusiñol, es autor de va-
mero, convertido en vocero de un mensaje de liberación
basado en la defensa de la «ensoñación» como única vía de
44
Ibídem, pág. 44.
45
Baste pensar en Jos protagonistas de las tres piezas que compo-
nen Martes de Carnaval, hijos descarriados del «Capitano Spavento» 48
«Adéu, poesía! Adéu, visió d'un instant' A11eu enlla, mentres jo
clásico o, si se prefiere, del soldado fanfarrón del teatro cómico espa- em quedo encasta! aquí, a Ja prosa! Amb vostres can9ons amargues i
ñol de los siglos de oro. rialleres, em deixeu una recan9a, el buit al cor, d' un trosset de joventut
46
Véase D. George, «Harlequin comes to court: Valle-Inclán's La que corre darrera vostre' Sou ]' alegria que passa. I que tri sta és ]'ale-
marquesa Rosalinda». gria per als que passen i els que es queden!» (Obra s completas, pá-
47
Véase de Xavier Fábregas, Historia del teatre catalii, Barcelona, gina 435 ; citamos por la traducción de Vital Aza, Madrid, Sociedad de
Milla, 1978, págs. 171 y sigs. Autores Españoles, 1906, pág. 28).
34 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 35

conseguir la felicidad. De ahí que establezca una confron- con cortinas blancas, sillas tapizadas , retratos de familia
tación entre el sueño, expresión máxima de la poesía, y la en las paredes ... 50
vida ordinaria, vulgarización prosificada de aquella:
Sin embargo, al final prevalece la actitud vital de Pierrot,
COLOMBINA.-¿ Qué haces? que, por encima de su personal historia de fracasos, se
PIERROT.-Lo de siempre: sueño. sabe nacido para hacer llegar la risa al público: no al que
CüLOMBINA.- ¿Sueñas despierto? sustenta el teatro comercial, sino a aquel que, harto de su
PIERROT.-Siempre sueño despierto . Soñar dur- vida cotidiana, necesita ver proyectada en escena la con-
miendo es soñar a medias : los sueños no se pueden con- sumación festiva de sus sueños. A fin de cuentas, el enha-
trolar.
rinado rostro de la máscara no es más que la otra cara, có-
COLOMBINA.- ¿ Y qué sueños pretendes?
mica y carnavalesca, de la negra realidad:
PIERROT.-El de poner en verso la vida, mientras me
asedia la prosa 49 .
Eso no puede ser, Colombina. Si hay hombres negros
que trabajan, también ha de haber pierrots blancos que
En Canf¡o de sempre hay también una crítica explícita les alumbren, ermitaños de la alegría, predicadores del
del teatro burgués como reflejo pretendidamente artístico desorden, sayones del sentido común, jardineros del ideal,
de una·existencia anodina, hasta tal punto extendida que que entre tantos huertos de verdura cuiden las flores de
ha conseguido aniquilar a la antaño soñadora y jovial Co- la poesía 51 •
lombina:
Junto a Rusiñol, la aportación de Adria Gual, creador
COLOMBINA.-La Colombina de otro tiempo, alegre del Teatre Íntim, resulta de especial importancia, al aper-
y loca, ha cambiado. En vez de aprender a ponerse una cibirse de la ambivalencia, trágica y cómica, inherente a
flor, ha aprendido el abecedario; en vez de gorriones en la máxima representación del carnavalesco italiano; sin
la cabeza, tiene números.
PIERROT.-¡ Infeliz!
50
COLOMBINA.- ¿Sabes lo que aspiro a tener? Un piso «COLOMBlNA.-La Colombina d'altre temps, alegre i boja, ha
canviat. En comptes d' aprendre de posar-se una flor, ha apres les bece-
roles; en comptes de pardalets al cap, hi té números.
49
«COLOMBlNA.-Que fas? PIERROT.-lnfeli\:!
PIERROT.-Lo de sempre: sornnio. CüLOMBlNA.-Saps lo que ambiciono tenir? Un pis amb cortinetes
COLOMBlNA.-Somnies despert? blanques, cadires amb fundes, retratos de familia a les parets» (Ibídem,
PIERROT.-Sempre hi somnio, de despert. El somniar dormint és pág. 474).
51
somniar a mitges : no es poden dirigir, els somnis. «Dones aixo no pot ser, Colombina. Si hi ha homes negres que
COLOMBlNA.- I quins somnis vals seguir? treballen, hi ha d' aver pierrots blancs que els deslliruin, ermitans de
PIERROT.-El de posar la vida en vers, mentres me sitia la prosa» l' alegria, predicadors del desordre, saions del sentit comú, jardiners de
(Obres completes, pág. 474. La traducción de los textos citados en ca- !'ideal, que enmig de tants horts de verdura cuidin les flors de la poe-
talán es siempre nuestra). sia» (Ibídem, pág. 475) .
36 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 37
embargo, a diferencia del Benavente de Cuento de prima- Ser ridículo y pretencioso, ¿dónde vas tú con esa cara de
vera y del Lorca farsesco, no integra ambas vertientes en cómico malo, con esos ojos llorones y esa boca torcida y
una misma pieza sino que las desarrolla por separado. sonriente? ¿Dónde con esa frente coronada de monstruo-
Baste aquí referimos a dos de sus piezas más significati- sos cuernos? Yo vi cómo los hombres te los ponían entre
vas: La vuelta de Pierrot (1903) y Arlequín vividor (1912) 52 . risas; pero ... no te quejes, ¡son de retorcidos corales y
nacaradas perlas! ¿Quién más feliz que tú, cornudo po-
En la primera de ellas, Gual recoge la imaginería del de-
pular, inmortal, épico? ... No hay agua que lave el des-
cadentismo francés, basada - como dijimos anterior- tino de los hombres.
mente- en una elevación a los altares de Pierrot en tanto
que paradigma estético 53 . El dramaturgo catalán nos pre- En el Pierrot de Gual hay claras resonancias del Gani-
senta un Pierrot escéptico 54 que, cansado de soportar du- medes del Cuento de primavera, que no en vano es una
rante siglos un papel irrisorio, decide renunciar a la tradi- transfiguración mitológica de la máscara blanca. De él ha
ción y retirarse con la esperanza de satisfacer todos sus aprendido su escepticismo vital y su desconfianza perpe-
anhelos largo tiempo reprimidos: tua por alcanzar unos brazos femeninos en los que cobi-
jarse; con él comparte su fatídica necesidad de la bús-
Habrá V. oído decir de los Pierrots que fueron los eternos queda constante del amor soñado. Es más, la atracción
cornudos, el blanco de cuantos disparos lanza la malicia que suscitó Pierrot entre los simbolistas franceses y, des-
de los hombres . No lo crea V. No hemos sido más que
pués, entre los modernistas españoles reside precisamente
los graciosos funestos de mil dramas sin palabras y aun
en ser la personificación del anhelo constante, pero nunca
esto por equivocación.
satisfecho. Capaz de crear universos de ilusión a través
de sus inacabables diálogos con la luna, está imposibili-
En su afán por conquistar la quimera perseguida du-
tado para verlos consumados; así exclama el personaje
rante siglos topa otra vez con la funesta realidad. Enfren-
benaventino:
tarse al amor es para Pierrot chocar de manera reincidente
contra un muro que desbarata cualquier atisbo de ilusión: ¡Qué engaño! Mi voz no halla respuesta, ni siquiera el
eco, nota suelta que no armoniza con otra nota para for-
52
Hemos consultado las versiones manuscritas en castellano (Ms. mar con ella dulce melodía; luz que no inflama otra luz a
1506-2 y Ms. 1955, respectivamente) que se conservan en el Institut su contacto, y en sí misma se extingue sin comunicar su
del Teatre de Barcelona. calor; estrella voladora que recorre los cielos errante, sin
53
Para este tema, véanse los estudios de Robert Storey, Pierrots on sentir atracción o influjo de astro alguno.
the Stage of Desire. Nineteenth-Century French Literature Artists and
the Comic Pantomime, y de Jean de Palacio Pierrot-fin-de-siecle ou les
métamorphoses d 'un masque.
Si Benavente fue capaz de armonizar la vis trágica de
54
El Pierrot de Gua! recuerda no sólo al Ganimedes benaventino, la máscara con su lado cómico - no hay más que pensar
sino también al que protagoniza la pantomima de Hennique y Huys- en los diálogos entre Arlequín y Colombina en la misma
mans, Pierrot sceptique (1881). obra- e, incluso, desarrollarlo de manera exenta -baste
38 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 39

pensar en Comedia italiana-, Gual prefirió escindir am- 3. RADIOGRAFÍA DE UN SINGULAR UNIVERSO DRAMÁTICO
bas facetas en obras independientes. En efecto, la visión
más desinhibida y festiva de la commedia se desarrolla en 3.1. El tinglado de la antiguafarsa
la farsa de Arlequín vividor, en la que el eterno enemigo
de Pierrot es el portador de un mensaje destinado a pro- Benavente reúne en su TEATRO FANTÁSTICO todos los
vocar la hilaridad de los espectadores, a través, sobre ingredientes de la antigua farsa europea y el entremés es-_
todo, de la parodia del amor y sus convenciones sociales: pañol, con sus «donosas burlas de cornudos», su exalta-
ción de lo joven fr~nte a lo caduco, su sentido festivo del _
Buenos días, amor mío. Si ahora mismo murieras, des- ~atro, sus desenlaces amorales .. . Desde las sensuales ga-
pués de llorarte un rato, me apresuraría a buscar otra que lanterías de Arlequín y Colombina hasta la inmortal capa-
se te pareciera. Tan prendado estoy de ti y de tu dulzura. cidad seductora de don Juan, todo está-permitido en fa
barraca de los vie]os saltimbanquis 56 .
Con su TEATRO FANTÁSTICO Benavente abre, pues, las La sensibilidad hacia los tipos de la commedia
puertas del teatro modernista en España. Alejándose del dell'arte había empezado a desarrollarse en Francia algu-
realismo y colocándose en un punto de vista meramente nas décadas antes y, en muchos casos, se solapó con la
subjetivo, consigue levantar un teatro en verdad poético, obra de Benavente 57 • Común a los simbolistas franceses
mucho más poético que el teatro en verso que habrían de fue la recuperación de la commedia como medio de reha-
cultivar Villaespesa, Marquina o los hermanos Machado. bilitar la risa liberadora, que, en palabras de Félicien
En este sentido, Benavente se anticipa al Lorca del «Pró- Champsaur, había muerto 58 . Tanto es así que en la temprana
logo» de La zapatera prodigiosa, en su reivindicación de
un auténtico «teatro de los poetas»:
56
La expresividad farsesca no es nunca en Benavente extrema ni
distorsionada, a diferencia de lo que ocurre en Valle-Inclán. La obra
¡Poetas de España, yo, que daría todas mis obras por un
maestra dentro del género es Los intereses creados (1907), sobre la cual
solo soneto de los vuestros, os lo digo con toda la verdad escribe en 1930 estas significativas palabras : «La obra gustó; más el se-
de mi amor a la poesía: venid al teatro! gundo cuadro. Los críticos opinaron que el tercero decaía bastante, por
Os necesitamos para despertar la imaginación del pú- lo que tenía de farsa. Entonces esto de la farsa se estimaba grave pecado
blico, tan cerrada, tan dormida, que ya hasta la misma literario. ¡Válgame Dios! Estos muchachos de ahora, para los que nada
realidad le parece falsa si no es tan insignificante como valemos ni significamos los novecentistas, no saben lo que hemos tenido
lo es la vida, para el que sólo lleva en los ojos una lente que luchar con el público y con la crítica para abrirles a ellos el camino»
de máquina fotográfica sin un alma dentro 55 • («Hoy hace años . .. », Obras completas, XI, pág. 45; cursiva nuestra).
57
De los continuos viajes a París de nuestro autor y de su dominio
de la cultura y la lengua francesas da cuenta Ángel Lázaro en Biografía
de Jacinto Benavente, págs. 10 y sigs.
58
«Nous avons bien fait de mourir, puisque le rire est mort, rem-
placé par le ricanement. .. !»(Pierrot et sa conscience, pág. 28) . La tra-
55
Obras completas, VI, pág. 687. ducción de los textos franceses es siempre nuestra.
40 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 41

fecha de 1862 sale a la luz el ensayo Masques et Bouffons, Y ahora, ¡oh Luna'
de Maurice Sand, en el que se hace un repaso exhaustivo de [ ... ]Perdóname, en primer lugar, si mi estúpido error
los diferentes personajes del elenco y sus distintas deriva- ha estado a punto de hacer de mí el amante
ciones dentro del teatro francés . Sand considera la com- de una mujer sin corazón cuya alma seca
media como la forma más perfecta de teatro cómico; su no comprende nada de la belleza oculta
recuperación se hace forzosa a fin de volver al sentido clá- de las cosas, del atractivo inmaterial
del cálido sueño que hace del cielo un paraíso,
sico del hecho teatral, desvirtuado durante todo el siglo XIX del éxtasis que navega, sin vela, a través de remotas lejanías
al haber sacrificado el placer de la actuación y, por ende, el en el tembloroso centelleo de una estrella 61 .
placer del actor a otros valores más en consonancia con
un público cada vez más ignorante 59 . Ya en Le baiser, de Théodore de Banville, encontrába-
Entre todas las máscaras, hay una predilección casi mos una lectura sentimental y simbólica de Pierrot: un
unánime por la máscara blanca de origen francés: Pierrot 60 • ser inocente que no ha saboreado nunca las mieles del
Los escritores de fin de siglo ven en él la encarnación de amor 62 y que se complace en una soledad que sabe perpe-
un espíritu disidente, en continua lucha con el mundo que tua; es más, vive gracias a la posibilidad eterna, nunca
le rodea e, incluso, con su propia conciencia; el prototipo consumada,' de encontrar otro ,ser en el que proyectarse;
del perdedor, cuya existencia se basa en una cruel para- de ahí que cree una nueva realidad, ensoñada, donde ve
doja, pues encuentra en el fracaso su condena, el caldo de cristalizados todos sus anhelos. En este sentido, y dentro
cultivo para su capacidad creativa. A ello hay que unir el de la misma línea de interpretación del personaje, merece
hecho de que Pierrot se erige en el estandarte de la crítica ser destacada la obra de Albert Giraud, Pierrot Narcisse
contra una cultura burguesa sólo atenta a cuestiones posi- (1887), donde se dibuja una dicotomía entre el sueño, re-
tivas y materiales. Así sucede en Pierrot divin (1887), de presentado por Pierrot, y la realidad ordinaria, encarnada
Jacques Madeleine, comedia en un acto en la que Pierrot, en Arlequín. El primero es consciente de que pertenece a
airado ante la ostentación burguesa de que hacen gala Co-
lombina y Arlequín, se sincera con la luna: 61
«Et maintenant, 6 Lune!/[ ... ] Pardonne-moi d'abord si mon éga-
rement/Trop absurde a failli faire de moi l'amant/ D'une filie sans co-
eur dont l'áme desséchée/ Ne comprend rien du tout a la beauté ca-
chée/ Des choses, a l'attrait tout immatériel/ Du cher reve qui fait un
paradis du ciel,/ A !'extase qui vague en des lointains sans voile/ Dans
59
Ese elogio de la commedia dell'arte como expresión máxima de le scintillement tremblotant d'une étoile» (Pierrot divino, pág. 26). Tal
la dramaturgia cómica será retomado, años después, por J. Mazarin en es la oposición de Pierrot a la civilización burguesa que el mero con-
su obra Le théátre des boulevards et la comédie improvisée (1886) . tacto con ella redunda en una sequía artística del trovador lunar, tal y
60
Véase Louisa E. Janes, Pierrot- Watteau. A Nineteenth Century como ocurre en Pierrot héritier, de Paul Arene (1865), y en La damna-
Myth. Según Jean de Palacio (Pierrot fin -de -siecle), más de ciento tion de Pierrot, de Jér6me Doucet (1893).
treinta obras de fines del siglo XIX francés tienen como personaje prin- 62
Pierrot es definido del siguiente modo: «Un jeune etre innocent,
cipal a Pierrnt. qui jamais [ .. .] n' ait embrassé personne».
42 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 43

la raza de los soñadores y, por ello, de los que están con- 64


mosexualidad masculina , lo que otorga al autor una ex-
denados a sufrir en la eterna y agónica comparación entre cusa perfecta para ~egalarnos un juego teatral farsesco
su mundo y el que viven los otros: plagado de situaciones y diálogos ambiguos en los que el
espectador no sabe a qué carta atenerse, máxime cuando,
El otro es la raza de los soñadores, de los visionarios tras la apariencia efébica de Ganimedes, se esconde en
y de aquellos que, nacidos bajo el signo de Saturno,
realidad una mujer. Por otro lado, las connotaciones ho-
albergan un amanecer de estrella en su corazón taciturno 63 .
moeróticas no están, ni mucho menos, ausentes del Pierrot
Tal como señalábamos, el Ganimedes de Cuento de forjado por la imaginería simbolista francesa. Baste
primavera es un singular trasunto de la máscara francesa aquí citar, a título de ejemplo, el poema de Paul Verlaine
en su interpretación simbolista, pues comparte con ella «Pierrot gamin» («Pierrot mozuelo»), de su libro Jadis et
sus rasgos sustanciales: búsqueda constante del amor so- naguere:
ñado, permanente comunicación con la luna, veleidades
de poeta ... Además, la oposición en cuanto a actitud y Cuerpo delicado pero no flaco,
voz de muchacha pero no chillona,
comportamiento de Ganimedes y Arlequín no hace sino
cuerpo efébico, pequeño en todo,
corroborar la verdadera identidad, aunque velada, del pri-
voz de cabeza, cuerpo en fiesta,
mero de ellos:
criatura siempre dispuesta
a saciar cada apetito 65 .
¿Qué es el rostro sin las acciones? Topara yo a estas ho-
ras con un trasnochador embriagado, berreando groseras
canciones, y así fueras tú propio, nunca creería que eras Y, en el ámbito dramático, la ya citada Pierrot Nar-
tú ... sino traslado de tu imagen, tan extrañas a ti me pa- cisse, de Giraud, donde un Pierrot, adornado con los atri-
recieran tales acciones. Y al contrario, ¿quién había de butos del personaje mitológico, acaba enamorándose de
conocerme laúd en mano, entonando dulces trovas en sí mismo a falta de un corazón ajeno que lo comprenda.
conceptos purísimos, cuando vengo, sí, de entonar una Al precipitarse sobre su reflejo su vestimenta blanca se
trova de amor, pero en más dulce instrumento que un
laúd y en más sustanciosa forma que sutil poesía?
64 Véase James M. Saslow, Ganimedes en el Renacimiento. La ho-
mosexualidad en el arte y en la sociedad, Madrid, Nerea, 1989.
Por otro lado, no es casual que Benavente haya conver- 65
«Corps fluet et non pas maigre,/ Voix de fille et non pas aigre,/
tido a Pierrot en un remozado copero de los dioses. Gani- Corps d'éphebe en tout petit,/ Voix de tete, corps en füte,/ Créature tou-
medes ha servido durante siglos como emblema de la ho- jours prete/ A soíller chaque appétit» (La bonne chanson. Jadis et na-
guere. Parallelement, París, Gallimard, 1979, pág. 186). En este sen-
tido, sigue siendo fundamental el estudio de Lily Litvak, Erotismo fin
63
«L' autre est la race des reveurs, des songe-creux,/ Et de ceux de siglo, Barcelona, Antoni Bosch, 1979, págs. 150 y sigs. A título de
qui, nés sous le signe de Saturne,/ Ont un lever d'étoile en leur creur curiosidad, véase el artículo de Juan Ramón Jiménez «Pablo Verlaine y
taciturne» (Pierrot Narcisse, pág. 31). su novia la luna», Helios, X (1903), págs. 301-304.
44 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 45

tiñe del rojo de su propia sangre, que Je redime de Ja con- dadas fuera de la escena: matrimonio e Iglesia fundamen-
dena de su búsqueda eterna. De ahí sus palabras finales: talmente 67 . No en balde, la Colombina de Benavente
«¡Sí, me he matado; pero cómo voy a vivir!» 66 . finge ante Arlequín una súbita conversión religiosa, en un
Más coherente con el sentido festivo de su modelo re- claro ejercicio paródico de las convenciones dramáticas
nacentista es la Comedia italiana, donde vemos a una ale- del romanticismo:
gre Colombina: Sentí lo que se siente cuando, entre palabras y palabras,
una frase de amor llega al alma. La caricia de lo sublime,
(Canta.) La, la, ra, la ... Estoy tan alegre que hoy no qui- que al cuajar la sangre en las venas, como si cuajara tam-
siera hablar, lo cantaría todo. Esta mañana en la iglesia bién los pensamientos agitados en uno solo; la verdad de
no pude rezar palabra, hubiera bailado al compás del ór- nuestra vida que surge entre muchas mentiras nuestras,
gano . [ ... ]Tengo dieciocho años, soy bonita, tengo un como de los jirones luminosos del manto de la aurora
amante que me adora y otro a quien adoro, un cofrecillo surge por fin el sol al rayar el día. Mentiras coloreadas
repleto de escudos y joyas y otro de cartas amorosas, flo- por la luz de la verdad, eso era mi vida; hoy resplandece
res secas y mil baratijas ... Es carnaval y el día está her-
en ella el sol.
moso. ¿Puede pedirse mayor felicidad?
El desenlace de la pieza sanciona el triunfo del ideal
Desde el propio autoelogio de la exuberante joven- pagano. Disfrazado de Pierrot y sorprendido en extremo
zuela, todos y cada uno de los elementos explicitados en de que la coqueta Colombina haya experimentado tan ra-
el texto se sitúan al margen de la moral tradicional. Como dical transformación espiritual gracias a los sermones del
era preceptivo, la acción se sitúa en Carnaval, fiesta de la padre Leandro, Arlequín se resiste a aceptarlo, y en un
inversión por antonomasia, en la que cualquier exceso ambiente lleno de sensualidad, mientras la estrecha en
está permitido. A partir del juego a dos bandas de Colom- sus brazos y la besa con pasión, le obliga a quitarse la
bina, se forja el tablado farsesco perpetuado durante si- máscara espiritual:
glos: vejestorios celosos (Pantalón) condenados a la
mofa de las máscaras más jóvenes (Arlequín y Colom- Mi Colombina color de rosa, amanecer eterno de mi
bina); mujeres que se enseñorean de la acción dramática alma, sin tristezas, sin sombras ... Tú renuncias al amor,
y que manipulan a su antojo a los pusilánimes tipos mas- al amor que es mi vida y esencia de la tuya ... Pues si es
culinos; y, claro está, Ja burla de las instituciones consoli- pecado que me des tu cariño, pecado es que las flores me
den fragancia; si eso eres tú, flor de los amores con besos
por fragancia, y si tú pecas al besarme, el infierno está
66
«Üui, je me suis tué : mais comme je vais vivre!» (pág. 51) . In- alfombrado de flores ...
cluso en una de las láminas de Willete podemos ver una escena de amor
homosexual protagonizada por Pierrot y un niño al que, previamente,
había atraído. El furtivo romance acaba de forma trágica, pues una fi- 67 Véase Jav ier Huerta Calvo, «Introducción» a la Antología del
gura surgida de la sombra da muerte al blanco payaso. Véase A. Wi- teatro breve español del siglo XVII, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999,
llete, Feu Pierrot. 1857-19? págs. 9-11 0.
46 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 47
El mensaje de esta obrita -con la probable influencia 3.2. El arte de la pantomima
de Nietzsche al fondo- no puede ser más modernista:
la idea de pecado se supedita a la necesidad del placer, la Con lucidez admirable e - insistimos- anticipadora
vida y el amor terminan imponiéndo se sobre los condi- de tendencias posteriores, el joven Benavente buscó las
cionamientos de la moral y la religión. raíces de la perdida esencia del teatro en formas no con-
En esta misma línea de amoralidad nietzscheana hay vencionales del arte dramático: la pantomima fue una de
que situar El criado de don Juan, pieza en la que asisti- ellas. Prestigiada desde el simbolismo, la pantomim'a era
mos al galanteo amoroso entre Leonelo, criado del se- considerada superior al teatro hablado, pues «el gesto es
ductor, y la Duquesa, dama pretendida por su amo. No directamente ordenado por el cerebro, es el lenguaje na-
falta ni uno de los ingredientes preceptivos del género: tural y universal por excelencia; la mímica es, por tanto,
ni siquiera el recurso al disfraz, como medio de crear un un arte anterior a la recitación, más sincero y superior a
nuevo ámbito de sobreactuaci ón dentro de la ficción es- esta» 68 . La renovación escénica debía, pues, fundamen-
cénica; así, Leonelo· aparece ataviado con las vestimen- tarse en la mímica. El mejor actor debía ser no el de me-
tas de su amo. Con todo, lo más interesante de la obra es jor prestancia física o de mayores dotes recitativas; sino
su aire desinhibido de cualquier cortapisa moral. Don aquel capaz de dominar su cuerpo como un organismo
Juan halla a su criado cortejando a la dama, por lo que pleno de significaciones. Un mimo francés , Jean-Gaspard
de inmediato le da muerte.1Sin embargo, la desaparición de Deburau (1796-1846) , al frente del Théatre des Funam-
Leonelo no aboca a la tragedia en un mundo regido por los bules, fue quien mejor representó el nuevo ideal de intér-
impulsos y las pasiones. Espíritu libertino y diabólico, prete, alejado del recitador tradicional. Para los poetas
don Juan consigue seducir a la dama aun en presencia simbolistas (Gautier, Banville, Baudelaire), Deburau en-
del cuerpo yacente de su criado. La muerte ha perdidQ, carnó la figura romántica por excelencia, en la que se
pues, su sentido trascendent e para convertirse en un conjugaban el saltimbanqui, el clown, el artista y el hom-
mero instrumento dramático que da paso al grito final bre común 69 . A Jean-Gaspard Deburau le sucedió su hijo
del seductor: Charles (1829-1875) , quien, como su padre, se especia-
lizó en la interpretació n de Pierrot, la máscara blanca y
(Contemplán dola. Aparte.) ¡Es mía! ¡Una más! ...
más patética -por su soledad y su desasimien to- de la
(Contempland o el cadáver de LEONELO.) ¡Pobre Leo- 1.
nelo!
68 «Le geste est directement commandé par le cerveaux, c' est le
La pareja de amo y criado reaparece una y otra vez en langage naturel et universel par excellence; la mimique est done un art
la dramaturgia benaventina; en esta obrita bajo la impre- antérieur a la diction, plus sincere, est supérieur a celle-ci» (Jean Ju-
llien, «La Pantomime et la Comédie», La plume, número especial dedi-
sión de contrarios que se oponen; más tarde, en Los inte- cado a la pantomima y dirigido por Paul Hugounet, París, 15 de sep-
reses creados, como suma de opuestos en las personali- tiembre de 1892, págs. 394-395).
dades de Leandro y Crispín. 69 Cfr. R. Storey, Pierrots on the Stage of Desire, pág. 6.
48 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 49
comedia del arte. Para ambos grandes actores se escribie- tapujos y con total entrega a la mujer de cartón que porta
ron numerosísimas pantomimas, y la moda caló hondo en en sus brazos, huidiza quimera que seguirá persiguiendo,
la sensibilidad de artistas y poetas 70 . sin alcanzarla, durante siglos.
Con el mencionado Deburau nace un nuevo Pierrot El otro gran ejemplo de esta segunda línea de asunción
que, conservando todas las características hasta aquí del tipo es Pierrot, assassin de safemme (1882), panto-
apuntadas, añade a su bagaje personal grandes dosis de mima de Paul Margueritte. Pierrot representa ante el pú-
escepticismo y de crueldad, así como un componente sa- blico el crimen que ha cometido antes de que comenzara
tánico muy marcado. El paradigma de este remozado la acción; ha provocado la muerte a Colombina hacién-
Pierrot está bien representado en la pantomima de Leon dole cosquillas. Más que la anécdota argumental, nos in-
Hénnique y Joris-Karl Huysmans, Pierrot sceptique (1881), teresa destacar la parte diabólica del personaje, ilustrada
en la cual la máscara francesa pierde su proverbial color, a través del recurso al desdoblamiento, de tal manera que,
blanco para aparecer en escena con indumentaria negra, al escenificar cómo ha matado a Colombina, pasa, a in-
lo que potencia su lado maléfico 71 . Pierrot, tras haber per- tervalos, a ser su propia esposa y representa, por tanto,
dido a su mujer, busca en los brazos de una prostituta el los gestos que él le ha visto hacer momentos antes en su
cariño que no había encontrado en aquella. Decepcionado agonía. Sin embargo, como sucedía en el caso de Pierrot
por los servicios prestados, prende fuego a la cama 72 en sceptique, a pesar de su supuesto triunfo, Pierrot conti-
la que se encuentra y la deja morir sin hacer nada por re- nuará desempeñando el papel de perdedor que su destino
mediarlo. En realidad, Pierrot no hace sino manifestar un le ha otorgado; así, la risa incansable y machacona de Co-
desprecio por el ser humano, en particular la mujer, pues lombina seguirá presente después de su muerte y, en con-
sigue siendo víctima de su atávica condena: la imposibili- secuencia, Pierrot morirá oyendo los ecos de su nuevo
dad de encontrar un amor sincero. De ahí el final de la fracaso.
obra: tras haber mostrado una total indiferencia por la pér- Benavente, por su parte, se sintió pronto atraído por la
dida de su mujer y haber dejado perecer a una prosti- pantomima y el mundo del circo, en general 73 • En este úl-
tuta, Pierrot vuelve a su sensibilidad habitual al besar sin timo veía sintetizada «la infancia del arte» y así, en su
«Poema del circo», luego de evocar los espíritus de Bar-
7
° Cfr. Allardyce Nicoll, El mundo de Arlequín. Un estudio crítico bey d' Aurevilly, Villiers de l'Isle Adam, Poe y Banville,
de la comedia dell' arte, Barcelona, Barral Editores, 1977, pág. 104: destaca a los clowns:
«Deburau adoptó el traje de Pierrot como atuendo adecuado con que
vestir su propia habi lidad pantomímica». ¡Clowns! Voila! ... y lo cómico eterno en la mayor y pri-
71
Como apunta P. Hugounet: «Pierrot sceptique debe hacer época mitiva sencillez aparece. ¡Bofetadas, golpes, engaños ... ,
en la historia del Pierrot contemporáneo, ya que, por primera vez, so- un pillo y un simple, un burlador y un burlado! ... Toda
bre su cobertura multicolor, muestra vestimenta negra» (Mimes et Pie-
rrots, pág. 218).
72
En un recurso escénico que sin duda nos hace recordar al empleado 73
Para la importante difu sión de la pantomima en Cataluña, véase
por Valle-Inclán en La rosa de papel ( 1924). la citada Historia del teatre cata/a, de X. Fábregas, págs. 193-194.
50 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 51
la epopeya de la risa humana, desde Aristófanes hasta modo desmentía todas las leyes físicas y naturales. Autó-
Courteline 74 . matas de mecanismo perfecto, parecían de goma y de
acero movidos por hilos y resortes invisibles 76 •
La fascinación por el clown era, a la postre, una manera
de conectar de nuevo con el universo shakespeareano: La pareja de clowns ingleses - únicos supervivientes
de la que había sido antaño una troupe de siete- resultó
Por boca de clowns expresó Shakespeare quizá lo más fascinante para Benavente por el mensaje ambiguo de su
profundo de su filosofía, con irónica suavidad, con bur- pantomima, ejecutada con una gran violencia, de modo
lona tristeza, con bufonesca fantasía, con ese humor que que era difícil deslindar lo que en ella había de cómico y
pudiera simbolizarse en una lágrima, sorbida por una de trágico. En las Memorias mencionadas nuestro autor
sonrisa 75 . recoge la leyenda que perseguía a estos payasos y era que,

Hacia el año 1885, Benavente tuvo la oportunidad de disgustados con uno de los artistas contratados para su
presenciar en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid, un es- trabajo por la excesiva participación que le habían con-
cedido en sus ganancias, y como él se negara a rescindir
pectáculo circense, protagonizado por los clowns ingleses el contrato y a ellos no les conviniera la rescisión por su
más célebres de por entonces: los Hanlon-Lees. La panto- parte, obligados a indemnizarle con importante cantidad,
mima llevaba el título de Un viaje a Suiza, y en sus Me - puestos de acuerdo decidieron deshacerse de él en la fá-
morias Benavente deja fiel constancia de .la enorme im- cil impunidad de algún accidente casual ocurrido durante
presión que estos payasos le produjeron: las pantomimas. [ ... ] Cada representación era una bata-
lla, ante el regocijo y el entusiasmo del público ... , que
Los Hamlon-Lees [sic], como Bill-Hayden, no pronun- nunca había visto jugar a la locura y a la muerte con tan
ciaban una sola palabra en su trabajo. Era el arte mudo endiablada fantasía n
en toda su pureza. De menuda, pero gentil, figura, tan se-
mejantes que pudieran ser mellizos, siempre elegantes De otro payaso célebre, Billy-Hayden, destaca también
en su continente y maneras, irreprochablemente vestidos el enigma trágico que caracterizaba sus actuaciones:
como lacayos de casa inglesa aristocrática, peluca blanca,
sombrero de copa con escarapela, media blanca, calzón de pesadilla, de escalofrío, el verdadero prince sans rire,
corto, casaquín azul con visos rojos y botones dorados; que pudierajongler con calaveras de reyes en el cernen-
el rostro, bajo la blanca pintura, fijaba la expresión, de
una impasible y torva frialdad. [ ... ] De puro mecanizar 76
Memorias. Parte JI: 1885-1901, en Obras completas, XI, pági-
su cuerpo habían llegado a espiritualizarlo, pues de tal nas 821-822 . La pantomima que representaban en Madrid esta pareja
de clowns ingleses era, en efecto, Le voyage en Suisse (1878), de Er-
nest Blum y Raoul Toché, que fue reseñada elogiosamente por Émile
74
En Vilanos, Obras completas, VI, pág. 571. Zola en Le Naturalisme au théatre (1881); cfr. R. Storey, Pierrots on
75
Del artículo «Los clowns», incluido en Vilanqs, Obras comple- the Stage of Desire, pág. 185 .
tas, VI, pág. 543 . 77
Ibídem, págs. 820-821.
52 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 53
terio de Elsingfor, a los sones diabólicos del violín de románticos el gusto por el teatro de muñecos. En su breve
Paganini, para dar asunto a un cuento de Poe 78 • tratado Sobre el teatro de las marionetas (1810), Kleist con-
sidera las ventajas de los muñecos, respecto de los actores,
Así pues, para Benavente la pantomima circense no era en la representación: la carencia de afectación, la facilidad
sólo un espectáculo frívolo y cómico, sino lleno de miste- de movimientos en la escena, la falta de autoconciencia;
rio y hasta de terror, y esto es lo que, a su manera, traslada cuando el actor quiere personalizar el papel que interpreta,
a su contribución al género con La blancura de Pierrot, del el hecho artístico pierde su esencia para convertirse en un
TEATRO FANTÁSTICO 79 • En ella, Pierrot, cegado por lapo- remedo cargado de subjetividad. Reflexiones estas de
sible consecución de los favores de Colombina, mata de Kleist con las que viene a coincidir Alfred Jarry desde la
forma despiadada a una vieja avara para robarle todo su di- propuesta radicalmente innovadora de su teatro pataftsico:
nero y conseguir así la atención de la esquiva jovenzuela.
El Pierrot del autor español, siguiendo a Henniqúe, Huys- Las marionetas constituyen un diminuto pueblo por com-
mans y, por supuesto, Willete, acoge también el color ne- pleto aparte, por cuyo país he tenido ocasión de viajar
gro, como símbolo cromático de su perdición. Al final de con mucha frecuencia. Se trató de expediciones poco pe-
la obra, pervive el mensaje lastimero de una máscara na- ligrosas , de esas para las que en absoluto se necesita
casco de explorador ni una nutrida escolta militar. Los
cida para la tristeza y Ja soledad: «¡Triste Pierrot, de fría
pequeños seres de madera viven, por ejemplo, en París,
blancura, como perdón sin amor y sin misericordia!». en casa de mi amigo Claude Terrasse, el conocido mú-
Atento a las novedades de su tiempo, Benavente abre sico, cuyas composiciones parecen complacerles sobre-
su teatro a formas no convencionales, como Ja pantomima manera. Durante uno o dos años, Terrasse y yo mismo
y el circo, anticipándose así al Gregorio Martínez Sierra hemos sido los Gulliver de tales liliputienses. Les gober-
del «Teatro de Arte», en cuyo seno se representaría la nábamos como conviene, por medio de hilos. Y Franc-
pantomima de Tomás Borrás, El sapo enamorado, e, in- Nohain, a quien encargamos componer una divisa para
cluso, al mismo Lorca de Así que pasen cinco años. nuestro Teatro de Títeres, no pudo encontrar otra mejor
que la más natural: «estrellas de filamento» . [ ... ] No sa-
3.3. Un teatro de muñecos bemos bien por qué, siempre lo pasamos aburrido en eso
otro a lo que se llama Teatro. ¿Sería porque teníamos
La consideración de los títeres como un teatro destinado conciencia de que, por más genial que el actor fuese [ ... ] ,
exclusivamente al público infantil es relativamente reciente siempre traicionaba el pensamiento del poeta? Sólo las
y, desde luego, no corresponde a la realidad de fines del si- marionetas , de las que se es amo, soberano y Creador
glo XIX y principios del XX. El simbolismo heredó de los (pues nos parece esencial haberlas fabricado uno
mismo), traducen, pasiva y rudimentariamente, íntimas
formas de ser de la exactitud, nuestros pensamientos 80 .
78 «Los payasos del circo», en El teatro del pueblo, Obras comple-
tas, VI, pág. 706.
79
Una pantomima de carácter sólo cómico es la que se incluye en 80
«Sobre los títeres» (1902), en Todo Ubú, trad. J. B. Alique, Bar-
Cuento de primavera. celona, Bruguera, 1980, pág. 157.
54 JAVIER HUERTA CA LVO Y EMILIO PERAL VEGA IN TRODUCCIÓN 55
Desde niño, y al igual que habría de ocurrirle a García cuyas representaciones tuvieron lugar en el Teatro Prín-
Lorca, Benavente sintió atracción grande por los títeres 8 1• cipe Alfonso. Benavente, que escribió varias obras -no
En sus Memorias recuerda los dos teatros de guignol que todas ellas de títeres- para él - Ganarse la vida, El
existían en el Madrid finisecular - en la Plaza de Oriente príncipe que todo lo aprendió en los libros o La Ceni -
y en el Salón del Prado-, y donde pudo contemplar Las cienta- , consiguió el concurso de los principales autores
diabluras de Polichinela, adaptación de una obrita in- modernistas: Rusiñol, con una versión de una novela de
glesa, Punch and Gudy. Tal vez bajo el influjo de aquellas Anatole France, La mujer muda; Marquina (La muñeca
representaciones escribió su primera pieza, El gato pardo, irrompible); Martínez Sierra, con una adaptación de El
subtitulada «cuento de magia en un acto». Es curioso que, mercader de Venecia; e, incluso, Valle-Inclán , con la
a partir de entonces, ni el elemento mágico ni el gusto por Farsa infantil de la cabeza del dragón (1910) 83 . El expe-
los cuentos maravillosos, sobre todo los de Perrault, de-
jan de estar presentes una y otra vez en su teatro. Su obra
83
maestra, Los intereses creados, no es, en el fondo, sino Lejos de constituir un proyecto secundario, Benavente se mos-
tró entusiasta con la empresa; no tardó, sin embargo, en caer en pro-
una nueva recreación del cuento del autor francés, El gato funda decepción. Ni los medios con los que contó ni la respuesta del
con botas 82 • público fueron los esperados, de forma que la experiencia tocó a su fin
Pero Benavente no se limitó a servirse del guiñol como con la representación de la obra mencionada de Valle-Inclán el 5 de
motivo inspirador de su obra dramática, sino que, ani - marzo de 1910. De idea tan innovadora dentro del panorama teatral
hispano, nos han quedado obras como El príncipe que todo lo aprendió
mado por la creencia de que ningún medio más educa-
en los libros y Ganarse la vida. No dejaría Benavente de escribir teatro
tivo para los niños que el teatro, fundó en 1909, junto al para niños. De 1919 son La cenicienta y Yva de cuento. Muy postetior
empresario Fernando Porredón, el «Teatro para niños», La novia de nieve (1934). Véase el extenso apartado dedicado al teatro
infantil de Benavente en Juan Cervera, Historia crítica del teatro in-
fantil español, págs. 265-376; y también de J. Montero Alonso, Jacinto
81 En la Vida y obra de Benavente, de A. Lázaro, puede verse una Benavente. Su vida y su teatro, págs. 198 y sigs ., así como Elisa Fer-
fotografía del autor manejando unos muñecos de guiñol (pág. 65); y en nández Cambria, Teatro español del siglo XX para la infancia y la ju -
un discurso de 1944 encontramos esta emotiva confesión acerca del tea- ventud. (Desde Benavente hasta Alonso de Santos), Madrid, Escuela
trillo con el que jugaba de niño: «Mi juguete ... , mi teatro: tablas, carto- Española, 1987. En De sobremesa Benavente se expresaba en los si-
nes, alambres, trapos, colorines, muñecos .. . Pero nunca empresario, ni guientes términos refiriéndose a las características que debía poseer el
director artístico, ni autor alguno dispusieron de materia más dócil a su teatro hecho para los niños: «No es tan fácil como parece divertir a los
imaginación, más obediente a su fantasía. Yo era el actor único. Mi voz niños sin aburrir demasiado a los grandes. Los niños modernos nacen
tenía entonces inflexiones para remedar todas las voces» (Conferen- enseñados . ¡Oyen unas cosas en casa! ... El numeroso repertorio de
cias, discursos y palabras, en Obras completas, XI, pág. 235). obras infantiles con que cuenta el teatro inglés no es aprovechable. De-
82
«Los cuentos de Perrault, por su asunto, serán eternamente en- masiado inocente. No por lo fantás tico de sus asuntos, casi siempre ba-
canto de los niños, aunque su erudito autor, al contarlos, puso en ellos sados en los cuentos de hadas más populares; no soy de los que abomi-
cierta socarronería, como para las damas y cortesanos de colmillo re- nan de la fantasía en la educación, como el maestro de Los tiempos
torcido, en quienes pensaba al escribirlos más que en los ingenuos lec- difíciles, de Dickens, con su muletilla: «¡Hechos, hechos!» . Al contra-
tores infantiles», De sobremesa, en Obras completas, VII, pág. 966; rio, es preciso huir de toda pretensión docente y, mucho más, utilitaria»
véase, de Antonio Buero Vallejo, «Los intereses creados, todavía». (Obras completas, VII, pág. 605).
56 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 57
rimento de Benavente antecedió en el tiempo a la aven- verso de los muñecos: El encanto de una hora y La
tura del «Teatro dei Piccoli», de Vittorio Podrecca, y corrió senda del amor. La primera está protagonizada por dos
parejas con otros aprovechamientos que, de las marione- figurillas de porcelana, Merveilleuse e Incroyable. El
tas y los fantoches de la comedia italiana, hicieran reputa- distanciamiento que permite contar con un actor no hu-
dos pintores y músicos. Sobre poemas de Banville y Ver- mano o, al menos, que interpreta negando su condición
laine compuso Claude Debussy su Pierrot (1881-1882), de tal, redunda en un enjuiciamiento más profundo no
melodía para canto y piano, y su sonata Pierrot faché avec sólo de otras manifestaciones teatrales sino también de
la !une (1915). Por su parte, Maurice Ravel recreó una Es- comportamientos humanos en sentido general. El poder
paña de ensueño y de magia mediante una acción de redentor del amor acaba por ser el mensaje de la obra,
«Grand-guignol» en L'heure espagnole (1907). En la eso sí, tras haber ironizado sobre la concepción que los
misma estela compuso Igor Stravinsky su delicioso Pulci- seres de carne y hueso tienen de él:
nella (1919), y, sobre todo, Petruska (1911), ballet inter-
pretado por Diaghilev, y en el que se obtenía de la mario- MERVEILLEUSE.-¡Una hora de encanto!
neta su expresividad más patética y trágica 84 . INCROYABLE.-¡La hora del amor! ... La única que
En el proceso de deshumanización del teatro el títere vale la pena de vivir ... Henos aquí, ridículo incroyable,
se ofrecía, en efecto, como metáfora perfecta del héroe graciosa merveilleuse, despiertos apenas a la vida y fati-
imposible de la modernidad en las farsas y los esper- gados de ella. Hemos revoloteado como mariposas cuan-
pentos de Valle-Inclán (recuérdese el «Prólogo» de Los to nos permitía el limitado espacio en que nuestra vida se
cuernos de don Friolera); en otro sentido, Lorca lleva a encierra, y ¿qué hallamos por fin? El cansancio, el fasti-
cabo una fecunda recuperación de la tradición titiritera dio. Si en este instante concluyera nuestra existencia y
otra vez inmóviles quedara en nosotros sólo la facultad
andaluza con su proyecto -en colaboración con Ma-
de recordarla, ¿valdría la pena de recordar allí eterna-
nuel de Falla- de «Teatro Cachiporra Andaluz». A mente estos momentos de vida ficticia? ... Pero no: esta-
ellos hay que sumar otros entusiastas en el cultivo del mos solos y, por diferentes caminos, hemos llegado al
género: Tomás Borrás (Fantochin es), y ya en años pos- mismo sentimiento: el vago anhelo de algo, que es vida
teriores, Rafael Dieste (con su contribución de guiñol de la vida.
para las Misiones Pedagógicas), César Arconada (Tres
farsas para títeres) y Rafael Alberti (Bazar de la provi- En La senda del amor se da también una exaltación de
dencia). este amor ensoñado y efímero, tal vez como una ironía
Pues bien, ya en dos obras del TEATRO FANTÁSTICO contra el tratamiento del tema, a base de frases hechas y
encontramos un gran interés de Benavente por el uni- situaciones argumentales estereotipadas, en el teatro con-
vencional:
84
Con un argumento parecido al de la pieza de Stravinsky estrena-
ría, en 1923, Jacinto Grau en el Théatre de!' Atelier, de París, El seí'íor ISABELA.-¡Ah, Leandro, Leandro! ¿Crees amar por
de Pigmalión. vez· primera? Repites la lección que conmigo apren-
58 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 59
diste ... No, no dirás nada nuevo ... ¿Te acuerdas? Las MARQUESA.-No, porque desde hoy le tomo yo a mi
mismas frases vulgares , que entre nosotros al principio servicio ... ¿No es esa la moralidad de vuestra comedia?
parecían sagradas como de rito misterioso, porque un En la senda del amor no debe una detenerse por los
destello celestial las animaba ... Después ... eran cuerpo muertos ...
sin alma, oraciones sin fe, rito sin creencia .. . POETA.-Pues a vivir, Marquesa.

La obrita tiene, además , el interés de presentar el tema El procedimiento seguido por Benavente en esta pieza,
del teatro dentro del teatro, mediante un retablo de mario- basado en la inserción de un retablo de marionetas, con el
netas que representan ante una dieciochesca Marquesa el eco lejano del quijotesco retablo de Maese Pedro, rea-
Poeta y su trujimán: parece en obras posteriores: así, en las Farsa italiana de
la enamorada del rey (1920), de Valle-Inclán, y en La za-
Escuchad, Marquesa: el ingenio sólo puso sobre el amor pateta prodigiosa ( 1930), de Lorca, aparte, naturalmente,
en mi comedia algo así como el lunar que oprimís entre de la genial ópera de Manuel de Falla, El retablo de Mae-
vuestros dedos, dudosa de si el adorno añadirá o quitará se Pedro (1923). En todas estas piezas y, por supuesto, en
un encanto a vuestra hermosura. la de Benavente, se escenifica la fascinación por el miste-
rioso mundo - lleno de ensueño y de pasiones- que por-
Los muñecos del retablo representan una mínima ac- tan en su retablo el titiritero y su ayudante.
ción, en la que de nuevo el amor y la violencia aparecen
asociados: Leandro acaba de matar a un hombre que le 3.4. Juegos de la ambigüedad amorosa
disputaba el cariño de su amada Celia; mata también al
viejo Polichinela, que quiere consolarle en nombre de Desde~~inicios una de las grandes admiraciones de.
su experiencia. Muere también Isabela, desesperada Benavente fue William Shakespeare, algunas de cuyas
porque Leandro la ha rechazado después de haberle pro- obras - El rey Lear (1911), Hamlet (s. a.)- tradujo, y
metido amor eterno. Acción trágica que el amante san- otras adaptó: así, Noche de Reyes (Twelfth Night or What
ciona sin escrúpulos, si tras ellos vence su sentimiento you Will), bajo el título de Cuento de amor (1899), y Mu-
amoroso. cho ruido y pocas nueces (Much Ado About Nothing), so-
Acabada la representación, la Marquesa, prendada de bre uno de cuyos episodios escribió Los favoritos, in-
los encantos del trujimán, lo reclama para sí en nombre del cluida en el primera edición del TEATRO FANTÁSTICO.
mensaje amoral y libertino de la pieza que acaba de ver: Pero la veneración por el maestro de Stratford asoma por
doquier en la obra benaventina: es patente en varias de
MARQUESA.-Pues da mucho sentido a lo que sus comedias, con títulos tan shakespeareanos como El
dice .. . Le aseguro buena suerte con las damas ... ¿No lo bufón de Hamlet, La historia de Otelo, La vestal de Occi-
creéis? dente (1919) - con Isabel I de Inglaterra como protago-
POETA.- No ... Porque mañana le envío a su pueblo ... nista- , La noche iluminada (1927) y Titania (1945), es-
60 JAVIER HUERTA CALVO Y EMIUO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 61

tas dos últimas inspiradas en El sueño de una noche de público. Recue~de el lector que en este descarnado y ex-
verano (A Midsummer Night's Dream) 85 . perimental drama se aprovecha el motivo del filtro amo-
Del teatro de Shakespeare y, en particular, de esta úl- roso que extrae Puck de una flor para justificar la difusión
tima comedia, a Benavente le atraía la atmósfera de liber- azarosa del amor, tal como lo declara el Prestidigitador en
tad y misterio, gracias a la cual las rela~iones sexuales se el cuadro último:
tornaban equívocas. En La noche iluminada, que lleva eC
subtítulo de «comedia de magia», aparece una comunidad Si hubieran empleado «la flor de Diana», que la angustia
de jóvenes «raros» que, alejados voluntariamente de la de Shakespeare utilizó de manera irónica en El sueño 4e
gran ciudad, pretenden reencontrarse con la naturaleza y una noche de verano, es probable que la representación
se rigen en su vida sentimental por unas curiosas normas: habría terminado con éxito. Si el amor es pura casuali-
dad y Titania, reina de los Silfos, se enamora de un asno,
nada de particular tendría que, por el mismo procedi-
Los estatutos de nuestra compañía prohíben toda pre-
miento, Gonzalo bebiera en el music-hall con un mucha-
ferencia amorosa: camaradas, todos camaradas, sin dis -
cho vestido de blanco sentado en las rodillas 87 .
tinción de sexos 86 •
El motivQ__~l disfraz , tan presente en las comedias de
Es claro que, sin entrar a fondo en su planteamiento,
Shakespeare (Noche de Reyes, Como gustéis, Mucho
Benavente aprovecha las posibilidades que, en el orden
ruido y pocas nueces), es aprovechado por Benavente en
de la mencionada ambigüedad, le ofrecía El sueño de una
~e mismo sentido. La acción de Cuento de primavera es
noche de verano, señalando - a nuestro juicio- un inte-
paralela a Como gustéis; en esta, Rosalinda adopta el nom-
resante precedente de la actitud que Federico García
bre de Ganimedes cuando decide ir a la búsqueda de su
Lorca mostrara, años después, hacia la misma obra en El
amado Orlando, que no la reconoce tras el disfraz mascu-
lino, lo cual d~~ en varias ~nas eql!ívoc~s. Lo mismo
85
De un Benavente shakespeareano habla A. González Blanco, Los ocurre con Hebe, que se enamora de Ganimedes sin saber
dramaturgos españoles contemporáneos, págs. 103 y sigs. Alfonso Par que, en realidad, se trata de Rosalinda. Aun cuando en esta
rastrea las huellas de Shakespeare en la obra de Benavente, a quien
como en otras comedias la trama se resuelva siempre en
atribuye un «indudable conocimiento del autor inglés, de quien es tan
férvido admirador -escribe- que se propuso traducir todas sus obras, clave heterosexual, no es esto lo importante sino - como
aunque su recia contextura literaria y su admirable fantasía original no advierte Manuel Ángel Conejero- el hecho «de encon-.
dejaron doblegarle ante la coyunda de la fantasía ajena, por lo que trar en lo andrógino un factor positivo» 88 .
no pasó de El rey Lean> (Shakespeare en la literatura española, tomo II:
Realismo; escuelas modernas, pág. 137). Más adelante este mismo crí-
87
tico menciona el artículo de Benavente «Algunas de las mujeres de Citamos por la edición de María Clementa Millán, Madrid, Cá-
Shakespeare», al parecer concebido inicialmente como loa o introduc- tedra, 1988, 2.ª ed.; para la correcta interpretación del pasaje, véase de
ción a las representaciones del actor Morano en el Teatro Goya de Bar- Rafael Martínez Nada! su «Introducción» a la misma obra, Barcelona,
celona (21 de mayo de 1924) (Ibídem, págs. 161-162). Seix Barral, 1974, págs. 85-86.
86 88
Obras completas, V, pág. 137. Eros adolescente, Barcelona, Península, 1980, pág. 32.
62 JAVIER H UER TA CAL VO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN
63
El mito del andrógino planea sobre todo el arte de- ¡Oh sexo inicial, sexo definitivo, absoluto del amor, ab-
cadente de fines del siglo XIX. El modelo lo proporcionó soluto de la forma, sexo que niega al sexo, sexo de la
Théophile Gautier con su Mademoiselle de Maupin eternidad! Alabado seas, Andrógino 9º.
( 1835-1836), la joven que, disfrazada de hombre, decide
experimentar los diversos placeres del amor. La amorali- El joven Benavente, tanto en su faceta poética como en
dad y el paganismo que destilaba la novela de Gautier la dramática, se dejó imbuir de esta estética decadente y
ejercieron poderoso influjo entre los poetas parnasianos y del espíritu pagano y amoral que, hacia los mismos tiem-
simbolistas, a la cabeza de todos ellos Charles Baude- pos, había preconizado Friedrich Nietzsche en El naci-
laire, cuyas Flores del mal fueron concebidas originaria- miento de la tragedia (1872) 9 1. Sus Versos de 1893 92
mente bajo el título de Lesbiennes 89 • denuncian a cada paso la impronta baudelairiana: «De
De la obsesión por el ideal andrógino en el fin de siglo champagne», «De jerez», «De opio», «De morfina», «Mo-
· dan fe autores mayores, como Gabriele d' Annurizio y Os- nólogo de un desesperado» son la deuda del poeta a los
ear Wilde (El retrato de Darían Gray, 1890), y otros me- «paraísos artificiales» . Pero los que más interesan, a
nores, como la célebre Rachilde, autora de Monsieur Ve - nuestro propósito, son los de tema amoroso, siempre bajo
nus (1884), A. Ch. Swinburne (Lesbia Brandon) y Joséphin la ador~ción del ideal pagano («Un ídolo») y plenos de
(en realidad, Joseph) Péladan, autor de libros extravagantes sensualidad:
y esotéricos, como El Andrógino (1891), donde leemos este
canto homoerótico: Mi gozo es despeinar tu cabellera
y con mano febril , latente el pecho,
Eros intangible, Eros uraniano, para los hombres vulga- el complicado adorno ya deshecho,
res de las épocas morales no eres más que un pecado in- rasgar tu traje del placer barrera.
fame, te llaman Sodoma, despreciador celeste de toda Después besar, morder, corno una fiera,
voluptuosidad. Es la necesidad de los siglos hipócritas desde la frente al pie sin dejar trecho,
de acusar a la Belleza, esta luz viva de las tinieblas con- y rendida arrojarte sobre el lecho
tenidas en los corazones viles. ¡Mantén tu máscara mons- ¡oh, de mil dulces horas compañera! 93
truosa que te protege de los profanos! ¡Alabado seas! [ ... ]
9
°Citamos por Mario Praz, La carne, la muerte, el diablo, trad.
89Como señalan Javier del Prado y José Antonio Millán, en los poe- Rubén Metrini, Barcelona, El Acantilado, 1999, pág. 619.
mas lésbicos de Baudelaire «el amor entre mujeres, a la par que no en- 91
Para la influencia de Nietzsche en Benavente, véase Gonzalo So-
traña el peligro de la fecundidad, a la par que ofrece un espectác ulo bejano, Nietzsche en España, Madrid, Gredos, 1967, págs. 245 y sigs.
92
imaginario al mirón que no puede penetrar en los harenes femeninos , Para A. González Blanco los Versos tienen «un valor sintomá-
es el paradigma del amor eufemizado, el amor del que se ha expulsado tico en la labor total de Benavente. Es el primero y único grito de paga-
la violencia, la penetración, el estupro, el amor que puede existir sin nía en un literato que había de ser luego profundamente cristiano» (Los
que los cuerpos dejen de ser vírgenes» («Introducción» a Charles Bau- dramaturgos españoles contemporáneos, pág. 95).
93
delaire, Poesía completa, Madrid, Espasa, 2000, pág. XXIII). Obras completas, VI, págs . 1.084-1.085.
64 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 65

En estos versos es evidente la condición femenina del la de ·vulgar amor inspiradora,


destinatario. Pero lo más común es que este aparezca bajo que vida enciende en su inflamada pira.
una apariencia ambigua, como en la serie de doce sonetos
en los que el objeto amado aparece, unas veces , bajo la Al goce sólo celestial aspira
denominación de «bien mío» (1), y, otras, después de va- mi amor, de la belleza arrobadora,
y la belleza celestial adora
rias preguntas y exclamaciones, como un «afecto ex -
cuando en humano ser la ama y admira.
traño», que tiene un «nombre infame» y que culmina en
este terceto de claro sabor miguelangelesco: En ti fue, ¡oh, Grecia!, sin dolor ni pena
toda humana belleza idolatrada.
¿Vicio? No ... , que radiante en puro anhelo, Hermes, cual Afrodita, culto ordena,
aunque por la materia se interese,
saber volar y remontarse al cielo 94 . y en la inmortal, olímpica morada,
el áurea copa de los dioses llena
Este amor imposible es el máximo anhelo, aunque no Hebe, con Ganimedes alternada 96 •
deja de reconocerse su carácter maldito:
Las referencias mitológicas del soneto forman un en-
¡Lo imposible es mi anhelo! Por hallarlo,
tramado no muy difícil de descifrar. En el primer cuarteto
monstruos adora mi imposible anhelo.
[ ... ] se opone el amor auspiciado por la Venus Urania, nacida
¡Amores monstruosos, que de vida de Urano, el cielo, y la diosa del amor puro, al de Venus o
fuente no son, risueña y caudalosa, Afrodita Pandemo, es decir, la diosa del amor vulgar. Se
sino estancada charca cenagosa, trata de una oposición que venía asegurada desde el Sym-
donde padece el alma sumergida! 95 posium platónico, donde se otorga al primer amor la con-
dición más elevada con un sesgo claramente homosexual,
En todos los casos, sin embargo, se trata de un homo- puesto que, «como la Venus celestial no nació de la hem-
erotismo apenas insinuado, poco transparente, si no fuera bra, sino sólo del varón [el dios Urano], [ ... ] aquellos a
porque al término de la serie topamos con un soneto en el quienes inspira no aman más que al sexo masculino, natu-
que se contiene una abierta confesión de las verdaderas ralmente más fuerte y más inteligente» 97 , lo que provoca
inclinaciones sexuales del autor: la acepción común en el siglo XX de uranismo como sinó-
nimo de homosexualismo. El segundo cuarteto insiste en
Urania, Venus Celestial, inspira el plano elevado e idealista de este amor, relacionado así
mi amor, rebelde a Venus genitora,
96
Ibídem, pág. 1.089.
94 97
Soneto III de la serie. Obras completas, VI , pág. 1.085. Edgar Wind, Los misterios paganos del Renacimiento, trad. J. Fer-
95 Ibídem, pág. 1.108. nández de Castro y J. Bayón, Barcelona, Bmrnl, 1971 , págs. 142- 144.
66 JAVIER HUERTA CALVO Y EMIUO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN 67
con el vuelo de Ganimedes en brazos de Júpiter, tal como piradora del amor celestial, el que se proyecta hacia la luz
se manifiesta en las pinturas y en los poemas de Miguel y las alturas; la alabanza al amor griego, con sus deriva-
Ángel. Finalmente, los dos tercetos no hacen sino corro- ciones renacentistas - Miguel Ángel, Leonardo- y, en
borar la admiración del poeta por el mundo griego, capaz seguida, la imagen del andrógino como objeto amoroso
de generar esa concepción del amor. Las menciones a mi- ideal, en relación con la cual aduce una auctoritas más
tos femeninos (Afrodita, Hebe) y mitos masculinos (Her- cercana -¿una coincidencia más con Lorca?-: la del
mes, Ganimedes) vienen a subrayar un tema directamente poeta norteamericano Walt Whitman:
relacionado con la visión uranista y del que se sirve con
frecuencia Benavente en su teatro: la imagen de androgi- ¡Y ese amor fue el que puso en la obra de Shakespeare
nia y la insistencia en las posibilidades varias de alternan- misterio de creación, como en la creación de un mundo!
cia en el amor. Y así es la obra de Shakespeare; fuerza y reposo; turbu-
De acuerdo con el ejemplo que le brindaba su amado lencia y ser:enidad; ruda y suave, porque es plebeyo y no-
Shakespeare, los poemas de Benavente, al igual que los so- ble, porque es masculino y femenino. ¡Andrógino espiri-
netos del genio inglés, nos sirven para explicar el mensaje tual, anticipo del milagro que ha de ser el mundo: milagro
ambiguo de sus obras teatrales. En un ensayo titulado «Al- de amor! . .. ¡La universal democracia, la que Whitman
gunas de las mujeres de Shakespeare» escribía estas pers- fundó en el amor de los camaradas, el libre amor de Jos
camaradas! 99
picaces palabras, mucho más tarde avaladas por la crítica:

Sus sonetos nos dan la clave. Fue una amorosa amistad. En el Ganimedes del Cuento de primavera quiso en-
De la que supieron artistas y filósofos en Grecia; de la carnar Benavente ese ideal de «andrógino espiritual» ..
que supieron Leonardo y Miguel Ángel en Italia. ¡Venus Desde los primeros compases de la obra el autor crea la
Urania, que de lo humano se eleva a lo divino por el co- atmósfera precisa de ambigüedad con un personaje que
razón y el entendimiento! ... Un noble joven de superior finge ser mujer -aunque, en realidad, es un hombre-, y
condición social fue el amigo de Shakespeare. Por su lleva disfraz masculino:
amistad padeció Shakespeare todas las tristezas, que son
alegría; todos los goces , que son tormento cuando se Salud a todos. El autor me ha elegido entre mis compa-
ama. Por ella supo todo el misterio de las almas, cuanto ñeros para recitaros el prólogo, porque asegura que soy
más prisioneras de la tierra por su raigambre, más ávidas muy bella y me sienta muy bien el traje masculino y que
de luz en la altura 98 . así, disfrazada, por fuerza he de captarme la gracia de to-
dos, si a los hombres agrado por lo que soy y a las muje-
Obsérvense los paralelismos con el soneto que comen- res por lo que parezco.
tábamos líneas arriba: la referencia a Venus Urania, ins-

98 99
Obras completas, VII, pág. 90. Ibídem, pág. 115.
68 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCC IÓN
69

Ser y aparentar es la tensión en que se movían los inde- ARLEQUÍN.-¡El embajado rcito junto con Ganime-
terminados personajes de Shakespeare, y es la que lleva el des!
juego dramático en la obrita de Benavente a los extremos de COLOMBINA.-¡ Linda pareja! Los dos son como un
oro.
indefinición sexual en que quiere situar a los espectadores:
ARLEQUÍN.-La Corte rebosa de lindos mancebos.
Así, en la primavera de la vida, es todo en nosotros espe- CüLOMBINA.-Las damas se desviven por enamorar-
ranza, y como las flores en capullo muestran apenas sus los. (Pasan varios pajes del PRÍNCIPE ZAFIR, en animosa
colores, los afectos surgen vagos, indefinibles, sin mar- conversación con los pajes de la Corte.)
cado matiz todavía; la amistad se confunde con el amor, ARLEQUÍN .-Pero ellos, unidos en amistosas parejas,
el amor con la poesía; todo es incierto en nuestro espí- no hacen aprecio de las damas.
ritu, que, deslumbrado por el despertar, revolotea como
mariposa y liba por igual dulzores y amarguras, sin ex- La conversa ción posterior entre Ganimed es y Zafirino
periencia para distinguirlos. versa sobre los amores no correspo ndidos que ambos
sienten hacia dos personaje s. Y ante la imposibi lidad de
En la escena primera, Ganimed es confiesa a Arlequín llevar a efecto ese amor Zafirino expone como alternativa
su amor desesperado por la Princesa Lesbia, pues ella está la de la amistad, en unos términos que nuevame nte nos
comprom etida por su padre a un Príncipe de otro reino a evocan el amor ideal presidido por la Venus Urania:
quien jamás ha visto. Antes de que este irrumpa .e,n es-
cena, conocem os, sin embargo , por una descnpc1 on de Nuestra amistad se alimentará de nuestro amor, y nuestro
Colombi na, los rasgos físicos de su personal idad, para- amor, en vez de consumirse en sí mismo, vivirá de nuestra
digma del andrógino: amistad. Será la unión acendrada de dos almas que miran
al Cielo y allí unen sus miradas sin tocarse en la Tierra.
Juntas en un sujeto la gracia juvenil y la arrogancia del
hombre fornido, hermoso en demasía para hombre; no El enigma de Zafirino se encierra en las palabras fina-
busca la idea, sin embargo, parangón para su hermosura les de la escena, en las que Benaven te vuelve al juego en-
en femeniles encantos, sino que, elevándose a ideales al- tre la realidad y la apariencia:
turas, le parangona con gentílicos dioses.
No soy lo que parezco, y sólo quien me ame por lo que
Pero la trama sigue abundand o en la equivoci dad. En parezco podrá comprobar lo que soy. Por extrañas que os
la embajada que precede a la llegada a palacio del Prín- parezcan mis palabras, no intentéis defenderos del afecto
cipe Zafir, viene en calidad de embajado r su hermano Za- que hoy nace entre nosotros. Esta es mi mano, seamos
firino, a quien en seguida lo vemos pasear del brazo de amigos ... y hablemos de nuestros amores.
Ganimed es junto con los demás pajes, en una escena de
claro contenid o homosex ual que no escapa a la socarro- Finalmente, Zafirino descubre su verdadera condición ·
nería del bufón Arlequín: es, en realidad, una mujer, con lo cual puede establece ;
70 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN
71
una relación lícita con Ganimedes, pero este --como sabe jeres tras haber bebido de una copa hechizada. Desde en-
el espectador desde el principio- es en realidad una ac- t~nces, para evitar la dañina influencia femenina, ha prohi-
triz, de modo que la situación equívoca con que arranca bido la entrada de cualquier mujer en sus posesiones, a fin
el Cuento y después se desenvuelve permanece inaltera- de que su hijo Leonelo no pueda nunca establecer relación
ble al final, tal como sucedía en Shakespeare. con ellas. Sin embargo, Celia, amada de su hijo Leonelo,
El tema reaparece en una obrita no incluida en el TEA- consigue burlar su vigilancia vestida de paje:
TRO FANTÁSTICO y que a nosotros nos ha parecido perti-
nente incluir como Apéndice: La sonrisa de Gioconda. CELIA. Para venir a verte
La anécdota argumental de la pieza se fundamenta en el fue fuerza disfrazarme.
disfrazamiento como motivo propio de la tendencia ho- Tu padre no consiente
moerótica. Al estudio del pintor llega Stello, criado de por aquí faldas.
De este modo se burla
Monna Lisa, dama principal en cuyo retrato trabaja Leo-
su vigilancia.
nardo desde hace tiempo. El criado trae una carta de su LEONELO. Y ahora puedo abrazarte.
señora, en la que esta le comunica que se ha cansado ya ¡Eres un hombre! wo
de posar para él, pero que, a cambio, le envía a su bello
criado vestido de mujer. Las últimas palabras de Leo- Incluso, la obra maestra de Benavente, Los intereses
nardo son, entonces, un canto a la sonrisa: creados, no escapa al gusto que por la expresividad ambi-
gua - siempre en términos ideales y platónicos- sintió
¡Señora! [ ... ] ¡Stello! ¿Eres tú? ¡Qué importa! Sonríe
el autor. La pareja formada por Leandro y Crispín es una
como ella, sonríe así .. ., sonríe. Nada quiero saber.
Nunca comprendí tu alma de enigma como ahora. Sonríe
suma de opuestos, a imagen y semejanza de la camarade- ,
así, que Leonardo consagra esa sonrisa a la inmortalidad. ría masculina que.Whitman cantara en sus versos:

Mi señor y yo, con ser uno mismo [dice Crispín], somos


El mensaje pagano y hedonista de esta pieza -una
cada uno una parte del otro. ¡Si así fuera siempre! Todos
verdadera religión de la belleza-=-, bastante posterior al llevamos en nosotros un gran señor de altivos pensa-
TEATRO FANTÁSTICO, es el mismo de las obras incluidas mientos, capaz de todo lo grande y de todo lo bello ... y
en él y ya analizadas, como La senda del amor y la Co- a su lado, el servidor humilde, el de las ruines obras el
media italiana, donde la pasión amorosa vence sobre l~s que ha de emplearse en las bajas acciones a que oblig~ la
prejuicios morales y religiosos. vida ... [ ... ] Ya sabéis quién es mi señor: el de los altivos
Es probable que un repaso a fondo del teatro benaven- pensamientos, el de los bellos sueños. Ya sabéis quién
tino nos proporcionara más pasajes interpretables en clave soy yo: el de los ruines empleos, el que siempre, muy
homoerótica. Por ejemplo, en una zarzuelita modernista bajo, rastrea y socava entre toda mentira y toda indigni-
de 1909, La copa encantada, inspirada en un episodio de
Ariosto, Leonato, el protagonista, siente odio por las mu- 100
Obras completas, II, pág. 1.173.

1 '
72 JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCCIÓN
73
dad y toda miseria. Sólo hay algo en mí que me redime y hombres y dioses eran humanos y divinos, único modo
me eleva a mis propios ojos: esta lealtad de mi servidum- de ser hombres y dioses ... , que sólo Amor hace a los dio-
bre, esta lealtad que se humilla y se arrastra para que otro ses hombres y de los hombres dioses.
pueda volar y pueda ser siempre el señor de los altivos pen-
0 101
samientos, el de los bellos sueños (I, cuadro 2. , ese. 2.') •
Pero, en el fondo, la Fábula oculta una confesión de
Además, conviene no olvidar que, en su estreno el 9 de homose.xualidad, no muy lejana en la intención, mutatis
diciembre de 1907, en el Teatro Lara, el papel de Leandro mutand1s, a la de André Gide en Corydon (1924 ). Es en el
corrió a cargo de una actriz, la señorita Domus . Con este «Envío» final donde encontramos la más abierta declara-
disfrazamiento, tan propio del teatro isabelino, en que los ción, unida a una escueta pero muy sugestiva concepción
papeles de las damas eran interpretados por jóvenes acto- del arte:
res, Benavente lanza un guiño más a los espectadores y
convierte el universo de las relaciones amorosas en algo Todo al revés. Mi arte fue un modo de vivir. Por eso fue
sujeto al capricho y al azar 102 . tal vez mezquina expresión de mi vida. Mi vida fue mi
En diversos escritos y, desde luego, en sus obras dra- verdadera obra de arte, mi vida fue la evasión. Para el
máticas más renovadoras , las correspondient es a la pri- ~te, los pies -cuatro si os parece, ¡oh críticos!- ; para
v1vir, las alas [ ... ]. Lo bello, lo grande, lo peligroso está
mera etapa modernista de la que aquí tratamos, Bena-
en mi vida . Arriesgado ejercicio sobre la maroma sin
vente dejó impronta de sus ideales heterodoxos en materia balancín, sin red y a gran altura. ¡Oh Blondín! ... Fu~ám­
de amor. Pero, tal vez, el texto más transparente a ese res- bulo que, hasta sin maroma, pasó alguna vez de extremo
pecto sea el fechado el 16 de diciembre de 1938, en plena a extremo. Pero, ¡ay!, yo he sido el único espectador ca-
103
guerra civil. Lleva el título de Ganimedes. Fábula , y es pa,z de _comprenderme y de aplaudirme. De mi vida y de
una recreación más del mito homoerótico por excelencia rm nadie sabe, yo sólo sé. Fui ... ¡Yo! ¡Yo siempre!, y por
y por el que, como hemos visto, nuestro autor demostró serlo tanto he podido parecer otros muchos, pero era
predilección. El texto va encabezado con una dedicatoria siempre yo. A quien yo no he besado no sabrá nunca
enigmática - «A . .. »- : cómo se besa; a quien yo no he amado no sabrá nunca cómo
se ama. ¡Lástima de tantos Ganimedes que pudieron ser
A tu ideal presencia, a ti , humano y divino, uno y múlti- dioses y no pasaron de escanciadores en un Olimpo in-
ple, ofrendo esta fábula de mortales y dioses, de cuándo fernal!
Es más difícil de lo que parece ascender a Dios. Las
101
Citamos por la ed. de Francisco J. Díaz de Castro y Almudena alas ?aturales no crecen en todas las espaldas, y sin alas
del Olmo Iturriarte, Madrid, Austral, 1998, págs. 106-107. propias sólo se puede volar abrazado al que vuela con
102
Cfr. «Introducci ón» de F. J. Díaz de Castro y A. del Olmo alas propias. [ .. .] Y para quien fue escrito este poema, no
Iturria.rte, a su ed. cit., págs. 48-49; así como Gérard Dufour, «Note sur lo entenderá nunca, ¡oh, Ganimedes! w4
le personnage de Leandro dans Los intereses creados de Jacinto Bena-
vente» , págs. 85-92.
1
03 En Obras completas, XI. 104
Ibídem, págs. 459-460.
BIBLIOTECA
DPTO. LIT. ESPA~OLA
JAVIER HUERTA CALVO Y EMILIO PERAL VEGA INTRODUCC IÓN
74 75

Como de puntillas , sin atreverse a la exposici ón des- vente achacaba esta tendencia de sus comedias a su «ma-
camada de Lorca en El público, pero anticipán dose a él, nía pedagóg~~a», a su afán por eliminar del español «la
desde una encomiab le actitud de equilibrio __:_c;omo el fu- mala educac10 n»: «Por eso - añade- mis comedias es-
nambulis ta en el alambre -, Benavent e fue dejando en su t~n llenas, si queréis, diré plagadas , de advertenc ias y má-
108
obra dramátic a pequeñas muestras de estos amores ambi- ximas educador as» • A la luz de estas palabras podría
guos, en la creencia de que la diferenci a sexual es enri- pensarse que el teatro benavent ino actuó como voz de la
quecedor a, si sabemos trascende r convenci ones sociales concienc ia española, maltrech a durante este primer perío-
y prejuicio s morales 105 • do del siglo. Pero, como tantas veces ocurre en sus dra-
~as, las aparienci as tapan la realidad. El sermoneo mora-
lizador es, en definitiva , !_a consecue ncia más nefasta de
4. CONCLUSIÓN 1:Jn proceso ~egradaQ_te,_ gue_ya del afán renovado r dela
primera época -del TEATRO FANTÁSTICO a Los intereses
En el declinar de su larguísim a carrera de dramatur go c~eados- hasta las piezas úli:imas _ las estrenada s en los
escribía Benavent e: «En mis obras tal vez se abusa del ser- anos. cuarenta -, con las cuales Benaven te pretendió con-
moneo educativo . Al reflexion ar sobre ello, lo deploro. Las graciarse con el _régimen franguist a 109 . Significa , pues, el
obras no han ganado nada y la educació n de mis contem- f~acaso de una lrnea teatral, que comenzó bajo los auspi-
poráneos tampoco» 106 • Nada más justo y, al mismo tiempo, c10s de la rebeldía antidecim onónica y de la modernid ad.
más inteligent e que esta autocrítica: la tendencia al sermo- A esos inicios tan esperanz adores, y que tan fructífero s
neo y a la moraliza ción fue acentuán dose en Benaven te resultaro n para el devenir de la escena española hasta
con el paso del tiempo, y ya el crítico más avisado de la 1936, responde el espíritu de las piezas que compone n el
época, Enrique Díez Canedo, percibía el trasfondo peli- TEATRO FANTÁSTICO.
groso de esta práctica: «Es un sermón desengañ ado, el úl-
timo sermón de esta Semana Santa, predicad o desde el JAVIER HUERTA CALVO
107 Y EMILIO PERAL VEGA
tablado de la farsa hecho público o advertenc ia» . Berra.

1
os Al tema de Ja homosexualidad, en sus aspectos más escabrosos y 08
rayanos con Ja delincuencia, dedicó Benavente un drama realista, De muy ' Obras completas, XI, pág. 234.
.
R 1t t, .
buena familia (1931). Por Jos años treinta el tema mereció consideración . esu ~ pa et1co, en este sentido, el «diálogo» que estrenó en
109

en varias obras: Un sueño de la razón (1929), de Cipriano Rivas Cherif; 1941 bajo el titulo de Abuelo y nieto. El Abuelo de esta obra de arre-
Sortilegio (1930), de G. Martínez Sierra, y, naturalmente, El público pent1m1ento -encarnad o para más inri como actor por el propio don
(1930), de Lorca. Véase J. Huerta Calvo, Introducción a una historia mal- Jacrnto- expresa la, conversión.~¡ nuevo credo: «Yo, a pesar de que
dita de la literatura española, Madrid, Alianza [en curso de publicación]. en ~juventud cundrn el saramp10n liberalesco, fui , siempre, por con-
106 Obras completas, XI, pág. 233. v1cc10n, trad1c10nahsta. España en la tierra y Dios en el Cielo. Por eso
1 7
0 Artículos de crítica teatral, tomo I, México, Joaquín Mortiz, se _e~~.ancha y se ~leva e,J corazón cuando oímos gritar "¡Arriba Es-
1968, pág. 151. pana. , porque arnba esta D10s .. .» (Obras completas, VIII, pág. 145).
BIBLIOGRAFÍA

l. EDICIONES DEL «TEATRO FANTÁSTICO» Y «LA SON-


RISA DE GIOCONDA»

Teatro fantástico, Madrid, Tipografía Franco-Española,


1892. [Incluye: Amor de artista, Los favoritos, El en-
canto de una hora y Cuento de primavera.]
Teatro fantástico, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1905.
[Incluye: El encanto de una hora, Comedia italiana, El
criado de don Juan, La senda del amor, La blancura
de Pierrot, Cuento de primavera, Amor de artista; Mo-
dernismo. Nuevos moldes.]
Teatro rápido, Barcelona, Antonio López, s. a. [Incluye,
entre otras piezas cortas: El criado de don Juan, Co-
media italiana, Modernismo. Nuevos moldes, El en-
canto de una hora, La senda del amor.]
Teatro fantástico, en Obras completas, VI, Madrid, Agui-
lar, 1940, págs. 313-428, y 1942, 2." ed., págs. 323-436.
[Incluye: El encanto de una hora, Comedia italiana, El
criado de don Juan, La senda del amor, La blancura
de Pierrot, Cuento de primavera, Amor de artista, Mo -
dernismo. Nuevos moldes.] Los favoritos van aparte en
el tomo -m de Obras completas, Madrid, Aguilar, 1940,
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Teatro de Barcelona], 1903.
Para otros textos de Benavente que se mencionan tanto
- : Arlequín vividor [1912], manuscrita [Instituto del
en la Introducción como en las notas al TEATRO FANTÁS -
Teatro de Barcelona], 1912.
TICO, y siempre que no se indique lo contrario, seguimos
HENNIQUE, Leon, y HUYSMANS, Joris-Karl: Pierrot scep-
las Obras completas en las ediciones siguientes:
tique, París, Edouard Rouveyre, 1881.
Obras completas, 1, Madrid, Aguilar, 1941, 2.3 ed. MADELEINE, Jacques: Pierrot divin, París, Paul Ollen-
Obras completas, II, Madrid, Aguilar, 1940. dorff, 1887.
Obras completas, III, Madrid, Aguilar, 1940. MARGUERITTE, Paul: Pierrot, assassin de sa femme, Pa-
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1919. Para La sonrisa de Giocond a seguimo s el texto de
Obras completas (tomo III, 1940).
Hemos regulariz ado algunas particula ridades ortográ-
ficas, como el uso de mayúscu las, y puntuado y acen-
tuado de acuerdo al criterio actual.
TEATRO FANTÁSTICO
EL ENCANTO DE UNA HORA
PERSON AJES ACTO ÚNICO

INCROYABLE Gabinete elegantísimo. Sobre dos columnas, dos figuras


MERVEILLEUSE de porcelana, que representan los personaj es citados. Al
levantarse el telón suenan las doce en un reloj de torre le-
jano, y poco después, en el reloj que habrá en la chimenea

ESCENA ÚNICA

INCROYABLE.- ¡Ay! .. .
MERVEILLEUSE.-¡Ay! ...
INCROYABLE.- ¿Un suspiro? Creí que estaba solo.
MERVEILLEUSE.-¡Alguien se queja! No estoy sola.
INCROYABLE.- ¡Ah! Es mi vecina; parece que se mue-
ve. Sin duda, el mismo encanto nos influye y, como yo,
nace a la vida, de la que tanto tiempo hemos sido nada
más que impasibl es espectad ores. ¿Eh? ¡Parejita ! ¿Me
oye usted? ¿Puede usted contestar me?
MERVEILLEUSE.- ¡Ah! ¿Es usted?
INCROYABLE.- Soy feliz. ¿Habla usted, vive usted
como yo?
MERVEILLEUSE.- Ya lo ve usted. Ignoro qué poder so-
brenatural me ha infundido vida y, más que vida, un espí-
ritu que me hace discurrir con luminosa intuición y recor-
92 JACINTO BENA VENTE EL ENCANTO DE UNA HORA
93
dar cuanto he presenciado desde el día en que, como a us- INCROYABLE.- ¡Ay ... y para siempre! Sí, señorita;
ted, me dieron forma en la fábrica de Sevres. oigo una voz interior que me asegura lo efímero de este
INCROYABLE.-l gual efecto ha producido en mí un ex- encanto. Presiento que no habrá terminado esta noche
traño encanto, cuya causa no acierto a explicarme por más cuando seremos otra vez lo que fuimos: mudas, inmóvi-
que discurro. ¿Cuál puede haber sido? ¿Conjunción de as- les imágenes, hasta que un rudo golpe nos convierta en
tros? ¿Transmigración de espíritus? ¿Materia radiante? polvo, como a nuestro vecino de enfrente, aquel negrazo
MERVEILLEUSE .- ¡Por favor, calle usted con ese gali- que enseñaba una dentadura tan blanca.
matías! ¡Bueno fuera desperdiciar el tiempo que haya de MERVEILLEUSE.-¿Se empeña usted en entristecerme?
durar este encanto rompiéndose los cascos por averiguar Pues no ha de conseguirlo. Si nuestra vida ha de s.er muy
su causa! Déjese usted de discurrir y ayúdeme usted a corta, razón de más para aprovecharla. Déme usted esa
descender de este pedestal. Me parece que la vida no se mano.
ha hecho para estarnos aquí como dos tontos. INCROYABLE.-¿ Qué hace usted?
INCROYABLE.-¡Quién sabe! Dentro de mí bullen pen- MERVEILLEUSE.-Jugar al corro; lo que he visto hacer
samientos que acaso merecen fijar mi atención, mejor que tantas veces a los seres humanos que .,más me agradan,
cuanto nos rodea. porque son pequeños y alegres como yo 1•
MERVEILLEUSE.-¡Calle usted y no diga más desati- INCROYABLE.- ¡Bah! Chiquillos.
nos! ¡Pues no tengo yo ganas de correr y brincar, que di- MERVEILLEUSE.- ¡Ah, que usted ha nacido ya hom-
gamos! Vamos, descienda usted de esa elevada región; bre! Dispense usted ...
humanícese usted como yo, que no es usted ni más ni me- INCROYABLE. - (Hojeando un libro.) Un libro. ¡Cómo
nos que una figurilla de Sevres, un ridículo incroyable, anhelaba yo saber lo que era un libro! ¡Cuántas veces
como yo soy una graciosa merveilleuse. llamó mi atención ver cómo los hombres pasaban horas
INCROYABLE.-¡Eh, señorita! Más equidad en los epí- y horas absortos ante este para mí incomprensible ob-
tetos . .. (Bajando de la columna.) ¡Ay! . .. ¿Sabe usted que jeto!
es difícil? ¡Qué vida esta! Todos son trabajos. MERVEILLEUSE.- (Mirándose al espejo.) Como yo no
MERVEILLEUSE. - Vamos, déme usted la mano ... Así. .. acertaba a comprender tampoco cómo las mujeres pasa-
(Bajando también.) ¡Qué felicidad! Vivir, moverse, correr,
saltar ... 1
La exaltación de Ja niñez es motivo muy recurrido en Ja obra de
INCROYABLE.-R ecuerde usted que somos de porce-
Benavente. Además de su proyecto «Teatro para Niños», recuérdense
lana, y al menor choque ... las palabras iniciales de Los intereses creados: «El autor sólo pide que
MERVEILLEUSE.- Déjeme usted en paz ... ¿De porce- anúiéis cuanto sea posible vuestro espíritu. El mundo está ya viejo y
lana? ¿Usted cree que todavía somos de porcelana, que chochea; el Arte no se resigna a envejecer, y por parecer niño finge bal-
esta vida bullidora, este insaciable deseo que yo siento de buceos ... y he aquí cómo estos viejos polichinelas pretenden hoy di-
vertiros con sus niñerías» [La cursiva es nuestra]. En cierto sentido,
gozar, de reír y, sobre todo, de ver cosas, muchas cosas este elogio del espíritu infantil puede vincularse a ciertas formas naif
nuevas, puede morir de un golpe? del teatro vanguardista, desde Alfred Jarry a Federico García Larca.
94 JACINTO BENAVENTE EL ENCANTO DE UNA HORA 95
ban horas y horas absortas ante este para mí no menos in- Vamos, parece que no ha encontrado tanto placer en la lec-
comprensible entretenimiento. tura. Ahora la toma con las flores ... ¡Hola! También se
lNCROYABLE.- (Mirándose también.) ¡Un espejo! mira de reojo al espejo ... Pero, con todo, me parece que
MERVEILLEUSE.- Pero ahora ¡vaya si lo comprendo! . .. se aburre ... ¿No lo dije? Mira al cielo ... Ya no le falta más
Lea usted, lea usted ... ¡Cuidado si se esmeraron conmigo que ponerse a bailar, para concluir por donde yo he empe-
en la fábrica! ¡Vaya que soy bonita!. .. ¡Más bonita que zado . .. ¡Eh, amiguito!, se aburre usted, ¿no es verdad?
todas las que he visto pasar ante este cristal y remirarse y INCROYABLE.-¡La vida es hermosa! .. . Pero estamos
componerse! ... ¡Una flor aquí! ... (Cogiendo una y colo- encerrados en un recinto tan mezquino ... Fuera de aquí
cándosela en el pecho.) No; esta ... (Tirándola y cogiendo debe existir más, mucho más ...
otra.) ¡Lo que me desagrada es mi traje! Si pudiera po- MERVEILLEUSE.- ¡Ay, amiguito! Todo es lo mismo.
nerme otro, luciría doble. En la cara, sí, preciso es confe- Mire usted, desde aquí, de donde se descubre una buena
sar que se esmeraron, y no puedo quejarme ... ¡Sobre todo extensión. ¿Qué ve usted? Calles como esta, y en esas ca-
de perfil! A cuántas he oído alabar de hermosas que ... lles, casas como esta en que nos hallamos, y en cada una
¡Cómo podían compararse conmigo! Y el tonto de mi de esas casas, sin duda, habitaciones como esta ... Y e11
compañero devorando el librote. Vamos, que si no es ya ellas, seres que se abmTen como nosotros, y como noso-
más sabio que ese señor tan raro y tan feo que viene aquí trosaesean algo más, que, de seguro, no se encuentra ni
todas las noches de tertulia ... Bailaré; ¡poquito que me eneste reducido espacio, ni en toda la línea de la calle, ni en
gusta a mí el baile! (Cantando y bailando.) La ... la .. . la extensión de la ciudad, ni en la inmensidad del mundo.
la .. . y la música ... y los versos también, ahora que me Bien estamos aquí. C~ usted gue el mundo está en noso-
acuerdo; también soy música. Aquí debe de haber un li- tr~y de nuestro corazón parte la línea que le limita a
bro de ellos .. . (Buscando entre los libros y encontrando nuest~es_eos. -:-. el objeto amado cerca; allí aca5a el
uno.) Justo. Este librito puede leerse, así, por pasá- lll:Undo para nosotr_os. El amor en nosotros sin objeto y,
tiempo ... un instante ... Dice cosas bonitas; todo tan sinjl~le, nuestro corazón en desesperactüañhelosigue
dulce, tan dulce ... ¡Ah! ... Me canso .. . ¿Qué haría yo hast'! !9 infinito la línea paralela de un im osible 2 .
ahora? La verdad es que me aburro ... ¡Qué mundo INCROYABLE.- ¡Amor! ... Sí, yo he visto desde allí
éste! ... Cansa bailar, cansa leer, cansa mirarse al espejo, cómo los hombres - seres muy desgraciados sin duda,
cansa oler flores ... Miraré al cielo . .. (Abriendo el bal- siempre quejosos de la fortuna, maldicientes del orden de
cón.) Es muy bonito el cielo . .. , con tantas estrellas y la la vida, descontentos rebeldes, en lucha unos con otros,
luna ... , muy bonito ... Las estrellas parecen brillantes. Un maquinando vilezas y maldades, espantosos como espíri-
collar de luceros, como aquel azulado, sería preciosí-
simo .... ¡Cómo favorece la luz de la luna ... ! En esta pos- 2
La idea del amor imposible salpica esta primera literatura de Ja-
tura no tendría inconveniente en quedarme por siempre cinto Benavente; así, en los Versos (1893) : «¡Lo impos ible es mi
inmóvil, si es que esto ha de suceder por fin, como ase- anhelo! Por hall arlo,/ mons truos adora mi imposible anhelo» (Obras
gura ese necio. (Mirándole.) ¡Ah, también bosteza! .. . completas, VI, pág. 1.108).
96 JACINTO BENAVENTE EL ENCANTO DE UNA HORA 97
tus del mal en el crimen, ridículos en sus pequeñeces, bru- INCROYABLE.-¿No viste nunca cerca de ti el amor? ·
tales en sus instintos- en un momento de su vida, en una MERVEILLEUSE.-¡ Oh! ¡Tantas veces! ... Pero, visto,
hora de encanto, sin duda, aparecen radiantes como espíri- parece una ridiculez máSde los hombres, una conversa-
tus del bien; hermosos, hasta en el crimen; grandes, hasta cionmás arfimadaque las otras, unp asatiempo más en-
en sus pequeñeces; inteligentes, hasta en sus instintos. tretenidei, y nada más:- --
MERVEILLEUSE.- ¡Una hora de encanto! INCROYABLE.-¡ Nada más! ...
INCROYABLE.- ¡La hora del amor! ... La única que MERVEILLEUSE.-¡Oh, no! Ahora me parece tan inte-
vale la pena de vivir ... Henos aquí, ridículo incroyable, resante que mi vida entera pende de él. ¡Amor mío! Desde
graciosa merveilleuse, despiertos apenas a la vida y fati - allí. (Señalando a la columna.) ¿No había de reírme al
gados de ella. Hemos revoloteado como mariposas cuan- ver a dos amantes contemplándose, como nosotros, sin
to nos permitía el limitado espacio en que nuestra vida se pronunciar palabra? ¿Qué diversión encontrarán esos in-
encierra, y ¿qué hallamos por fin? El cansancio, el fasti- felices, me preguntaba entonces? Y ahora .. ., ahora, mí-
dio. Si en este instante concluyera nuestra existencia y rame así, y aunque no me hables nunca.
otra vez inmóviles quedara en nosotros sólo la facultad INCROYABLE.-¿y qué más_pudieran decirte mis pala-
de recordarla, ¿valdría la pena de recordar allí eterna- bras que te dicen mis ojos, ávidos de contemplarte? No
mente estos momentos de vida ficticia? ... Pero no: es- como antes, vagan inciertos y anhelosos de nuevas sensa-
tamos solos y, por diferentes caminos, hemos llegado al ciones. En ti limitan sus miradas, y en ti concluye el !!ll!n-
mismo sentimiento: el vago anhelo de algo, que es vida. do para ellos.
de la vida. MERVEILLEUSE.- ¿Por qué tan cerca? Mira que somos
MERVEILLEUSE.- Al sentirte cerca de mí lo compren- de porcelana.
do mejor en tus palabras. Los dos, separados, no hacía- INCROYABLE.- Y así, siento dentro de mí tanto calor
mos ni pensábamos más que tonterías y sólo consegui- como el día en que nos cocieron en el horno de la fá -
mos aburrirnos como dos tontos; pero ahora, juntos, brica ... Penosa sensación que yo creo sólo había de sa-
parecemos las personas más entendidas del mundo, ¡y ciarse si ahora nos fundieran en uno.
quién lo dijera! Dos aburrimientos unidos .. . son una di - MERVEILLEUSE.- No, no se acerque usted; recuerde
versión. usted mi fragilidad.
INCROYABLE.- ¡Habla, alma mía, habla! Dime lo que INCROYABLE.-Un beso, sólo un beso. (Al besarla le
has pensado; cómo has vivido desde el primer momento da un golpe.)
de tu vida. ¿Es posible que hasta ahora nos hemos tratado MERVEILLEUSE.-¡Ay! ... ¿Lo ves?
con tal indiferencia que tu hermosura se ha reflejado en el INCROYABLE.-Bien lo veo ... Como veo en ese rayo
espejo primero que en mis ojos? ... de sol (señalando al balcón) que nuestra vida acaba.
MERVEILLEUSE.- ¡Cómo he vivido! ... Bien lo sabes: MERVEILLEUSE.-¡Ah! ¡Cuando me ha quitado usted
remedando lo que antes había visto a mi alrededor, cre- un pico de la cara! ¿Cree usted que habrá quien me mire
yendo que eso era la vida. si me sorprende la quietud de este modo? ¡Linda pareja
98 JACINTO BENAVENTE

haría con usted! Me quitarán de mi pedestal, me arrojarán


a la basura y usted mientras ... , ¡quién sabe! ... , puede que
le busquen otra parejita flamante, y acaso, en otra noche
como esta, vuelto a la vida, le hable a usted de amor, y . . .
no, no quiero pensarlo. (Llora.) ¿Es esto la vida? ¿Esto es
el amor?
INCROYABLE.- ¡Y aunque esto sólo fuera! ¿No crees
que vale la pena de vivir? ¿Podrás maldecir nunca de esta
hora? ¿Podrás nunca olvidar este beso? Vuelve, vuelve a COMEDIA ITALIANA
mis brazos y aprovechemos los instantes que de vivir nos
quedan.
MERVEILLEUSE.- ¿Pretendes destrozarme?
INCROYABLE.- ¿No sientes cómo a medida que la luz
avanza un desfallecimiento nos invade? ¡Y al sentirle
apoderarse de mí poco a poco no me aferra a la vida otro
anhelo que el de estrecharte entre mis brazos! De cuantas
sensaciones han agitado mi fútil existencia, sólo la inefa-
ble sensación de tus besos quisiera que en mí sobrevi-
viese. Un beso aún ... Otro beso ...
MERVEILLEUSE.- ¡Todo acabó!
lNCROYABLE.- No, ven a mi lado. Juntos de este modo
se oculta tu desperfecto. El poder misterioso que nos dio
vida, al volvernos a nuestra quietud, respetará lo que el
amor ha unido. ¡Y quién sabe! Acaso este amor que ha
sido en nuestra vida encanto de una hora, será el eterno
encanto en otra eterna vida. (Quedan abrazados.)

FIN DEL DIÁLOGO


PERSONAJES ESCENA PRIMERA

COLOMBINA 3

COLOMBINA COLOMBINA.-( Canta.) La, la, ra, la . .. Estoy tan ale-


ARLEQUÍN gre que hoy no quisiera hablar, lo cantaría todo. Esta ma-
ñana en la iglesia no pude rezar palabra, hubiera bailado
al compás del órgano; cuando volví a casa besé a todos
mis santos para que me perdonasen. Tengo dieciocho años,
soy bonita, tengo un amante que me adora y otro a quien
adoro, un cofrecillo repleto de escudos y joyas y otro de
cartas amorosas, flores secas y mil baratijas ... Escarna-
val y el día está hermoso. ¿Puede pedirse mayor felici-
dad? El que me adora me envió ayer mil escudos, un jo-
yel de diamantes y la grata nueva de que se hallaba con
ataque de gota que le impediría salir a la calle en todo el

3
Colombina: nombre de la criada más célebre en el elenco de per-
sonajes de la comedia del arte. A pesar de su apariencia ingenua, su ca-
rácter es bastante fuerte y malicioso, de manera que se complace en en-
gañar a los hombres que la pretenden, entre ellos Arlequín. Una estampa
holandesa del siglo xvm la representa, señorona y soberbia, con un lá-
tigo en la mano, azotando a Scaramouche y Arlequín, convertidos ambos
en gallos de pelea. Con estas características, además de celosa, la pinta
Valle-lnclán en La marquesa Rosa/inda, en una de cuyas acotaciones
se la compara con una tarasca, la figura de dragón que desfilaba en las
fiestas del Corpus (ed. cit., pág. 87).
102 JACIN TO BENAVEN TE COMEDIA ITALIANA 103

carnaval; el que yo adoro me envió esta mañana un ma- Arlequín de mil colores, que hace de la vida perpetua
nojo de rosas y aviso de que vendría a buscarme para ir mascarada y, como su traje de mil colores, viste su espí-
juntos al baile del señor Polichinela 4 • .• No habrá otra más ritu con fantasía caprichosa, como riquísimo ópalo donde
hermosa que yo ni mejor prendida ... ¡Diamantes y rosas! juega la luz y travesea con irisada risa! ¿Qué burlas no
Los diamantes entre las rosas imitarán el rocío ... Es un habrá discurrido para divertirme? A mi costa será alguna
rocío que me compensa de muchas escarchas ... ¡Pobre de ellas .. . ¡Si pudiera ganarle por la mano! .. . ¿Qué in-
señor Pantalón 5 , cómo se acordará de mí estos días! Yo tentaría yo? . .. ¿Escaparme sin él y cambiando tres o cua-
no quiero acordarme .. . ¡De mi Arlequín 6 toda! ¡De mi tro disfraces darle broma en el baile? ¡Bah! Me conocería
enseguida. ¡Cambiar de traje, de careta! . .. Eso se le ocurre
4
Polichinela: Pulcinella era la máscara napolitana de la comedia a cualquiera ... ¡Ah! Ya di con ello. Me disfrazaré, le daré
del arte. Su nombre procede de pullicinello, «pollito», por la voz de broma, pero mi careta será espiritual; me vestiré el alma
ave que emitía. Era inconfundible por su aspecto físico: gran joroba y de máscara ...
tripa prominente. Vestía de blanco, su máscara era negra y lucía un
gran capirote también blanco. Su carácter bufonesco en papeles de sir-
viente fue derivando al de viejo avaricioso, tal como lo presenta el pro-
pio Benavente en Los intereses creados. Con rasgos más sentimentales,
casi patéticos, de marido celoso y cornudo, aparece en el «Prólogo» de ESCENAII
otra pieza de nuestro autor: El hijo de Polichinela (1927).
5 Pantalón : Pantalone (de San Pantaleón, patrono de Venecia) en- COLOMBINA y ARLEQUÍN disfrazado de Pierrot
carna al mercader veneciano: rico, orgulloso, luce elegante vestido, en
el que destaca el color rojo -probable símbolo de su lujuria- y una
gran faltriquera -evocadora de su avaricia-. La sombra de su figura ARLEQUÍN.- ¿Que no vienes al baile? ¿Es verdad lo
está tras el Shylock de El mercader de Venecia, de Shakespeare, y el que oigo, Colombina?
Harpagone de El avaro, de Moliere.
6 Arlequín: Arlecchino (derivado de Hellequin, «rey del infierno» COLOMBINA.- ¿Al baile? Temía verte, porque dudaba
o «jefe de los diablos») es la máscara más antigua y tal vez la más im- de que fuera tan firme mi propósito. Pero el cielo es pia-
portante de la comedia italiana. Es el bufón por antonomasia; viste un doso conmigo y tu presencia, tus palabras, ni como tenta-
traje hecho de jirones y remiendos, y pespunteado de cascabeles, indi- ción siquiera, me conmueven. Te oigo como desde otro
cativos ambos rasgos de su desorden y vaciedad mentales. Era origi-
mundo.
nario de Bérgamo, región a la que la tradición folclórica asociaba con
la estupidez. En su papel de criado es, sin embargo, astuto y sabe salir ARLEQUÍN.- ¿ Qué lenguaje es ese, Colombina? No te
airoso de las situaciones más apuradas . Al tiempo que su vestimenta comprendo.
se fue haciendo cada vez más colorida y vistosa - con sus famosos
rombos-, fue adquiriendo mayor protagonismo, incluso en calidad
de amante, tal como lo considera Valle-lnclán en La marquesa Rosa- niendo ambos Arlequines, más el de La ciudad alegre y confiada
linda, y Benavente en esta pieza; no así en Los intereses creados, (1916); para George el Arlequín de Cuento de primavera «belongs to
donde lo relega a un papel secundario, como poeta, y formando pareja the modernista wored of fantasy and escapism» ( «The Commedia
-armas y letras- con el Capitán. No estamos de acuerdo, por tanto, dell' Arte and the Circus», pág. 106); para nosotros la figura trasciende
con la interpretación que del personaje hace D . George, contrapo- cualquier escapismo.
104 JACINTO BENAVENTE COMEDIA ITALIANA 105

COLOMBINA.-Escucha. Ayer, cuando nos separamos, ARLEQUÍN.- ¿Ese frailecillo que trae revuelta la ciu-
entré por curiosidad en el convento de franciscanos. Ha- dad con la fama de sus conversiones y sus milagros?
bía muchas carrozas a la puerta, de señoras muy encope- COLOMBINA.- No es un hombre de este mundo. El
tadas. La iglesia estaba atestada de gente. Perfume de cielo habla por él, no son palabras las suyas; ni el amor,
exquisitas esencias y sofocante vaho de miserables hara- ni la música, ni el llanto imprimen con tal fuerza las pala-
pientos me sofocaban confundidos. Bien pronto, sobre bras en el corazón. Son oleadas de amor divino ... Mi
todos ellos, percibí penetrante el aroma del incienso; las alma purificada sólo a Dios pertenece desde ayer. Tu Co-
notas del órgano, más que sonidos de fuera, sonaron den- lombina ha muerto . ..
tro de mí como armonía de mi alma, lamento profundí- ARLEQUÍN.-¿ Colombina muerta para mí, mientras
simo exhalado por mí. Sentí lo que se siente cuando, en- Colombina viva? No, si Colombina ha muerto para mí,
tre palabras y palabras, una frase de amor llega al alma; la tú no eres Colombina. Pero lo eres; estás entre mis bra-
caricia de lo sublime que, al cuajar la sangre en las venas, zos y eres mía; tu amor puede transformarse, engrande-
como si cuajara también los pensamientos agitados en cerse, pero mi amor siempre irá contigo . .. (Besándola
uno solo; la verdad de nuestra vida que surge entre mu- con pasión.)
chas mentiras nuestras, como de los jirones luminosos del COLOMBINA.- ¡Arlequín!
manto de la aurora surge por fin el sol al rayar el día. ARLEQUÍN.-Si no es posible ... Tú, mi alegría; tú, mi
Mentiras coloreadas por la luz de la verdad, eso era mi amor. .. Mi Colombina color de rosa, amanecer eterno de
mi alma, sin tristezas, sin sombras ... Tú renunciar al amor
vida; hoy resplandece en ella el sol.
al amor que es mi vida y esencia de la tuya .. . Pues si e~
ARLEQUÍN.- ¿Perdiste el juicio, Colombina? Te escu-
pecado que me des tu cariño, pecado es que las flores me
cho absorto. (La 7 da un beso. COLOMBINA se turba.)
den fragancia; si eso eres tú, flor de los amores con be-
COLOMBINA.-¡ Aparta, aparta! ... ¿No has oído nunca
sos por fragancia, y si tú pecas al besarme, el infierno
predicar al padre Leandro 8 ? debe estar alfombrado de flores ... (La estrecha entre sus
brazas.)
7 la: el uso del laísmo es habitual a lo largo del libro y, como se COLOMBINA.-¡Flores de fuego! ¡Llamaradas de amo-
sabe, bastante generalizado entre los escritores de fines del siglo XIX y res infernales!
primeros años del XX (véase como ejemplo la traducción de A la recher- ARLEQUÍN.- Oleada de amor divino dijiste, pues lla-
che du temps perdu, de Proust, por Pedro Salinas).
8
Leandro: nombre del galán por antonomasia en la comedia ita- marada de amor diabólico. Un mar son muchas gotas de
liana, es uno de Jos innamorati. Frente al resto de sus compañeros de agua que pueden separarse; pero la llama es una sola ...
elenco, bufonizados ya desde el mismo nombre, el suyo evoca la Anti- yo quiero arder contigo ....
güedad y el espíritu clásico (Hero y Leandro) . Hablaba toscano, de- COLOMBINA.- ¡Arlequín! . .. (Pausa conveniente.)
mostrando con ello su origen culto y refinado. Tanto en La senda del
amor como en Los intereses creados, Benavente respeta la caracteriza-
ARLEQUÍN.-¿ Una broma?
ción tradicional del tipo, del que aquí ofrece una imagen sagrada -en COLOMBINA.- Sí ... , pero me has quitado bien pronto
tanto fraile-, aunque no carente de poder seductor. la careta.
106 JACINTO BENAVENTE

ARLEQUÍN.-No . .. (Presentándole un espejo.) Mira .. .


Mi máscara de Pierrot 9 en tu cara.
COLOMBINA.- (Viéndose la cara toda embadurnada
de blanco.) ¡Ja ... , ja .. . , ja ... ! Es gracioso ... Máscara por
máscara .. . Bien quitada y bien puesta .. .
ARLEQUÍN.- Así quita y así pone el amor las másca-
ras .. . A besos.

EL CRIADO DE DON JUAN


FIN DE LA COMEDIA

9
Pierrot: como de esta figura tratamos con pormenor en el estudio
previo, remitimos allí al lector y a notas posteriores, en las que se
muestra su presencia, casi obsesiva, en los escritores simbolistas y mo-
dernistas.
PERSONAJES
ACTO ÚNICO

LA DUQUESA ISABELA CUADRO PRIMERO


CELIA
DON JUAN TENORIO Calle. A un lado, la fachada de un palacio señorial
LEONELO
FABIO
. I'
ESCENA ÚNICA
En Italia. Siglo XV
FABIO y LEONELO. FABIO se pasea por delante del palacio,
embozado hasta los ojos en una capa roja

LEONELO.- (Saliendo.) ¡Señor! ¡Don Juan!


FABIO.- No es don Juan.
LEONELO.- ¡Fabio !
FABIO.- A tiempo llegas. Desde esta mañana sin pro-
bar bocado ... ¿Cómo tardaste tanto?
LEONELO.- Media ciudad he corrido trayendo y lle-
vando cartas ... ¿Pero don Juan?
FABIO.- La ciudad toda, que no media, correrá de se-
guro llevando y trayendo su persona. ¡En mal hora entra-
mos a su servicio!
LEONELO.-¿ Y qué haces aquí disfrazado de esa suerte?
110 JA CINTO BENAVENTE EL CRIA DO DE DON J UAN 111

FABIO.- Representar lo mejor que puedo a nuestro don CUADRO SEGUNDO


Juan, suspirando ante las rejas de la Duquesa Isabela 10 .
LEONELO.-Nuestro don Juan está loco de vanidad. La Sala en el palacio de la Duquesa Isabela
Duquesa Isabela es una dama virtuosa y no cederá por
más que él se obstine. ESCENA PRIMERA
FABIO.- Ha jurado no apartarse ni de día ni de noche
La DUQUESA y CELIA
de este sitio, hasta que ella consienta en oírle ... , y ya ves
cómo cumple su juramento . .. CELIA.-(Mirando por una ventana.) ¡Es increíble, se-
LEONELO.-¡Con una farsa indigna de un caballero! ñora! Dos días con dos noches lleva ese caballero delante
Mucho es que los servidores de la Duquesa no te han de nuestras ventanas.
echado a palos de ia calle. DUQUESA.- ¡Necio alarde! Si a tales medios debe su
FABIO.- No tardarán en ello. Por eso te aguardaba im- fama de seductor, a costa de mujeres bien fáciles habrá
paciente. Don Juan ha ordenado que apenas llegaras ocu- sido lograda. ¿Y ese es don Juan, el que cuenta sus con-
pases mi puesto .. . , el suyo quiero decir. Demos la vuelta quistas amorosas por los días del año? Allá, en su tierra,
a la esquina por si nos observan desde el palacio, y toma- én esa España feroz, de moros, de judíos y de fanáticos
rás la capa y demás seÍíales que han de presentarse hasta cristianos, de sangre impura, abrasada por tentaciones in-
la hora de la paliza prometida ... como al propio don Juan ... fernales, entre devociones supersticiosas y severidad hi-
LEONELO.-¡Dura servidumbre! pócrita, podrá parecer terrible como demonio tentador.
Las italianas no tememos al diablo. Los príncipes de la
FABIO.-¡ Dura como la necesidad! De tal madre, tal
Iglesia romana nos envían de continuo indulgencias ri-
hija. (Salen.) madas en dulces sonetos a lo Petrarc¡(!_'._}
CELIA.-Pero confesad que el caballero es obstinado ...
y fuerte .
'º Esta farsa, inspirada en el inmortal mito de Don Juan, tiene sin DUQUESA.- Es precíso terminar de una vez. No quiero
embargo un ritmo muy de comedia del arte. No en balde Ja italianiza- ser fábula de la ciudad. Lleva recado a ese caballero de
ción del tipo fue casi inmediata a Ja publicación de la obra de Tirso
(1630), con /l convitato di pietra (1632), de Giacinto An drea Ci-
cognini, en la que, a su vez, se basaría Moliere para su Don Juan, ou " Estas palabras de Ja Duquesa son un '3nto i!_la Italia del Renaci-
le festin de pierre (1665). Precisame'nte, de esta última comedia es- miento, pagana y libertina, frente a la España tradicion.!!_l ,~nada
trenó Benavente una versión en el Teatro de la Princesa el 31 de octu- por lasobsesiones de casta y el fanatis mo católico. Como dejamos di-
bre de 1897, a buen seguro porque la sintió más cercana que la de cho en la «Inu·oducción», Valle-Inclán repite este mismo planteamiento
Tirso al espíritu hedonista del modernismo. Cfr. Laura Dolfi, «Tirso e en La marquesa Rosalinda: frente a los cómicos italianos -con Arle-
Cicognini : due don Giovanni a confronto», en La festa teatrale ispa- quín a la cabeza-, que traen ensu carreta el aire alegre de la farsa, el
nica, ed . G. B. de Cesare, Nápoles, Istituto Universitario Orientale, ambiente español (cas tellano) sigue dominado por los autos de fe y_
1995 , págs . 129-162. «las comedi as de don Pedro Calderón».
,, -¡ _,l_ .:. 1L...-1 l
112 JA CIN TO BENAVENTE EL CRIADO DE DON JUA N 113
que las puertas de mi palacio y de mi estancia están fran- LEONELO.-Así como a vos ahora, oí a muchas muje-
cas para él. Aquí le aguardo, sola .. . La Duquesa Isabela res responder a don Juan, y muchas le desafiaron como
no ha nacido para figurar como un número en la lista de VOS, y muchas como vos _le recibieron altivas ...
don Juan . DUQUESA.-¿ Y don Juan no escarmienta?
CELIA.- Señora, ved ... LEONELO.-¡Y no escarmien~n las mujeres! La muer-
DUQUESA.- Conduce a don Juan hasta aquí. Notar- te, el remordimie nto, la desolación son horribles y no
des. (Sale CELIA.) pueden enamorarnos; pero les precede un mensajero
~eductor, hermoso, juvenil: el peligro, eterno enamorador
de las mujeres ... ; evitad el peligro, creedme; no oigáis a
ESCENAII don Juan.
DUQUESA.- Me confundís con el vulgo de las mujeres.
La DUQUESA y, después, LEONELO. La DUQUESA se sienta
No en vano andáis al servicio de ese caballero de fortuna .. .
y espera con altivez la entrada de DON JUAN
LEONELO.- No en vano llevo mi alma entristecida por
tantas almas de nobles criaturas amantes de don Juan.
LEONELO.- ¡Señora!
DUQUESA .- ¿Quién? ¿No es don Juan? . .. ¿No erais ¡Cuánto lloré por ellas! Mi corazón fue recogiendo los
vos el que rondaba mi palacio? _amores destrozados en ~ u locura por mi señor y en mis
LEONELO.- Sí, yo era. sueños terminaron felices tantos amores de muerte y de
DUQUESA.- ¡Ah! ¡Extremada burla! ¿Sois uno de los llanto . .. ¡Un solo amor de don Juan hubiera sido la eterna
rufianes que acompañan a don Juan? ventura de mi vida! .. . ¡Todo mi amor inmenso no hubiera
LEONELO.- Soy criado suyo, señora. Le sirvo a mi pesar. bastado a consolar a una sola de sus enamoradas! ¡]iquí-
DUQUESA.- Mal empleáis vuestra juventud. simo caudal de amor derrochado por don Juan junto a mí,
LEONELO.- ¡Dichosos los que pueden seguir en la vida ~de~mor! .. 12 -
la senda de sus sueños!
DUQUESA .- Camino muy bajo habéis emprendido . 12
La relación entre don Juan y su criado Leonelo es muy similar a
Salid. la que, en Los intereses creados, establecen Leandro y Crispín, repar-
LEONELO.-¿ Sin mensaje alguno de vuestra parte para tiéndose los papeles de señor y criado. En ambos casos, el sirviente es
la contrafi gura grotesca del galán, en beneficio del cual ha de sacrifi-
don Juan?
carse. Recordemos laspalabras de Crispín: «Mi señor y yo, con ser uno
DUQUESA.-¡ lnsolente ! mismo, somos cada uno una parte del otro. ¡Si así fuera siempre! Todos
LEONELO.-Supuesto que le habéis llamado .. . llevamos en nosotros un gran señor de altivos pensamientos, capaz de
DUQUESA.-Sí, le llamé para que por vez primera en todo lo grande y de todo lo bello. Y a su lado, el servidor humilde, el de
su vida se hallara frente a frente de una mujer honrada, las ruines obras, el que ha de emplearse en las baj as acciones a qu e
obliga la vida . . . Todo el arte está en separarlos de ta l modo, que cuando ·
para que nunca pudiera decir que una dama como yo no caemos en alguna bajeza podamos decir siempre: no fue mía, no fui yo,
tuvo más defensa contra él que evitar su vista. fue mi cri ado» (1, ese. 2.").
114 JA CIN TO BENAVEN TE EL CRIADO DE DON JUAN ll5

DUQUESA.- ¿Sois poeta? Sólo un poeta se acomoda a DUQUESA.- Quiero humillaros cuanto P!::leda . . . (A LEO-
vivir como vos, con el pensamiento y la conciencia en de- NELO.) Mi amor es imposible para don Juan; llli amor es
sacuerdo. tuyo si sabes merecerlo ...
LEONELO.- Sabéis de los poetas, señora; no sabéis de LEONELO.- ¡Vuestro amor!
los necesitados ... DON JUAN.- A mí te iguala. Eres noble por él.
DUQUESA.- Sé .. . que no me pesa del engaño de don LEONELO.- ¡Señora!
Juan .. . al oíros . .. Ya me interesa saber de vuestra vida ... DUQUESA.- ¡Fuera la espada! Mi amor es tuyo .. . lu-
Decidme qué os tr-ajo a tan dura necesidad-:-.. No habrá cha sin miedo . (DON JUAN y LEONELO combaten. Cae
peligros en escucharos como en escuchar a don Juan .. . , muerto LEONELO.)
LEONELO.- ¡Ay de mí!
aunque seais mensajero suyo, como 13 vos decís que el pe-
DUQUESA.- ¡Dios mío!
ligro es mensajero de la muerte . .. Hablad sin temor.
DON JUAN.- ¡Noble señora! Ved lo que cuesta una
LEONELO.- ¡Señora!
porfía ...
DUQUESA.- ¡Muerto! Por mí. .. ¡Favor! . .. ¡Dejadme
salir ! Tengo miedo, mucho miedo . ..
ESCENAIII DON JUAN.- Estáis conmigo .. .
DUQUESA.- Se agolpa Ja gente ante las ventanas . ..
DICHOS y DON JUAN; con la espada desenvainada, entra ¡Una muerte en mi casa!
con violencia DON JUAN.- ¡No tembléis! Pasaron, oyeron ruidos y
se detuvieron . .. A mi cargo corre sacar de aquí el cadáver
DUQUESA.- ¿ Cómo llegáis hasta mí de esa manera? sin que nadie sospeche .. .
¿Y mi gente? .. . ¡Hola! DUQUESA.- ¡Oh! Sí, salvad mi honor. .. ¡Si supieran!
DON JUAN.- Perdonad. Pero comprenderéis que no he DON JUAN.- No saldré de aquí sin dejaros tranquila ...
de permitir que mi criado me sustituya tanto tiempo .. . DUQUESA .- ¡Oh! No puedo miraros ... , me dais es-
DUQUESA.- ¡Con ventaja! panto .. . ¡Dejadme salir! ·
DON JUAN.- No podéis apreciarla todavía. DON JUAN.-No, aquí, a mi lado .. . Yo también tengo
DUQUESA.- ¡Oh! ¡Basta ya!. .. (A LEONELO.) ¿No di- miedo de no veros .. . , por vos he dado muerte a un desdi-
ces que la necesidad te llevó al indigno oficio de servir a chado .. . No me dejéis, o saldré de aquí para siempre y, su-
este hombre? ¿Te pesa la servidumbre? ¿Ves cómo insul- ceda lo que suceda, vos explicaréis como podáis el lance.
tan a una dama en tu presencia y eres bien nacido? Ya eres DUQUESA.- ¡Oh, _nQ_me dejéis! Pero lejos de mí, no
libre .. . y rico .. . habléis, no os acerquéis a mí:-:-: (Queda en el mayor aba-
timiento.)
DON JUAN.- ¿Le tomáis a vuestro servicio?
DON JUAN. - (Contemplándola . Aparte.) ¡Es mía!
¡yna más!. .. (Contemplando el cadáver de LEONELO.)
13
como: valor causal, «ya que» . ¡Pobre Leonelo!
LA SENDA DEL AMOR
COMEDIA PARA MARIONETAS
PERSONAJES I

POETA POETA.-Todo mi pensamiento erais vos al componer


MARQUESA esta comedia; no fue tortura del ingenio sino expansivo
LEANDRO desbordar del corazón; ni Aristóteles, ni nuestro buen
CELIA Boileau, me impusieron su preceptiva rigurosa 14 ; toda mi
UN PAJE retórica, todo mi arte, fueron vuestros ojos, donde juegan
burlones los amores; vuestros labios, que niegan, crueles,
los besos a que incitan; la luz color de rosa, que ilumina
vuestra blancura; vuestras manos, que imponen respeto a
los abrazos, pudorosas como de santa virgen ; los rizos,
que risotean el oro juvenil bajo la postiza severidad em-
polvada, como chicuelos traviesos que burlan del ayo
gruñón. Escuchad, Marquesa: el ingenio sólo puso sobre
el amor en mi comedia algo así como el lunar que opri-
mís entre vuestros dedos, dudosa de si el adorno añadirá
o quitará un encanto a vuestra hermosura ...
MARQUESA.- (Dudosa al colocarlo.) Tomad, a vues-
tra elección lo dejo . .. Y empieza la comedia 15 •

14
Aristóteles, junto a Horacio y Boileau, forman el triunvirato de la
preceptiva clásica, contra la cual se rebela el alma romántica del poeta.
15
En esta pequeña pieza introduce Benavente el tema del teatro
dentro del teatro, tan recurrido por diversos dramaturgos en el siglo XX.
Véase al respecto el apartado 3.3 . «Un teatro de muñecos», de nuestra
«Introducción».
120 JACINTO BENAVENTE LA SENDA DEL AMOR 121

II ISABELA.- ¡Sí, todo eso!. . . ¡Así muero por ti! .. . (De -


saparece. )
LEANDRO.-No tiembles. Está muerto. CELIA.- (Co rre hacia el lago; se acerca a la orilla.)
CELIA.-¿Qué hiciste? ¡Leandro! ¡Huye de mí!. ..
LEANDRO.- Me disputaba tu cariño ... LEANDRO.-¡No, Celia mía!
CELIA.-¡ Un hombre muerto! ¡Por mí! ¡Y unos viejos CELIA.-¡ Déjame! Por mí lloro más que por ella . .. Ju-
que lloran por nosotros! raste amor eterno . ..
LEANDRO.- Se oponían a nuestros amores ... No recuer- LEANDRO.- Faltó el amor, alma del juramento; porque
des, Celia mía. Mírame, habla o calla; pero nuestras pala- mi alma es sólo tuya, tuya por siempre .. .
bras o nuestro silencio sean sólo de nuestro amor. .. Nadie CELIA.-¡ Así la dirías tantas veces! ¡Déjame llorar!
nos sigue, nadie llegará hasta aquí. ¡La vida entera, el LEANDRO.-Llora, sí; dulces besos los que pueden se-
mundo entero para nuestro amor! (Entra POLICHINELA.) car lágrimas . .. Pero no temas, sígueme .. . ¡La vida en-
POLICHINELA.- ¡Oh, loco y desatentado joven, que así tera, el mundo entero para nuestro amor!
desoyes la experiencia y quieres padecer por ti mismo la CELIA.- Es imposible nuestra felicidad. ¡Tanta sangre,
vida que otros hemos padecido para que tú lograras fruto! ... tantos muertos, tantas lágrimas!
Vuelve en ti . .. LEANDRO. -¿Sabes de alguna dicha que cueste menos?
LEANDRO.- Vuelve al demonio, viejo consejero, con
tu experiencia. (Le mata. )
CELIA.- ¡Leandro ! III
LEANDRO.-No vuelvas a mirarle . .. (ISABELA entra.)
POETA.- ¿Qué os ha parecido mi comedia, Marquesa?
ISABELA.- ¡Ah, Leandro, Leandro! ¿Crees amar por
MARQUESA.- Los muñecos son muy graciosos y muy
vez primera? Repites la lección que conmigo aprendiste .. .
lindamente vestidos, y el bribón de vuestro paje se da
No, no dirás nada nuevo . .. ¿Te acuerdas? Las mismas fra-
muy buena maña para manejarlos . .. ¿Qué edad tiene?
ses vulgares que, entre nosotros, al principio parecían sa-
POETA.- Dieciséis años.
gradas, como de rito misterioso, porque un destello celes-
MARQUESA.- Pues da mucho sentido a lo que dice ...
tial las animaba, después eran cuerpo sin alma, oraciones
Le aseguro buena suerte con las damas ... ¿No lo creéis?
sin fe, ritos sin creencia. Extinguido el amor; te amo;
POETA. -No ... Porque mañana le envío a su pueblo ...
parecía más indiferente que cuando el amor con divina
apoyatura pronunciaba palabras insignificantes ... ¡Her- MARQUESA.- No, porque desde hoy le tomo yo a mi ser-
mosa noche! El rey está enfermo . Madame Du Barry vicio ... ¿No es esa la moralidad de vuestra comedia? En la
ha cambiado de amante .. . ¡No lo olvides, Celia; no lo senda del aPlor no debe una detenerse por los muertos .. .
olvides! ... POETA.- Pues a vivir, Marquesa.
LEANDRO.-¿ Y merecías amor eterno? ¡Mujer engaña-
dora, cruel, falsa! ... FIN DE LA COMEDIA
LA BLANCURA DE PIERROT
ARGUMENTO PARA UNA PANTOMIMA
En el molino 16 del señor Matías - viejo avariento sin
familia, sin amigos, notado en todo el lugar y sus contor-
nos por la fama de su caudal y de su miseria- trabajaba
Pierrot, desde niño, en la molienda, contento con su suerte,
despreocupado con lo por venir; alma blanca como su
cara enharinada de continuo; sin un pensamiento triste;
risotadas y canciones en los labios siempre; blanco
como la harina en flor, sabrosa masa del pan de su vida,
ganada honradamente. Colombina, mozuela graciosa,

16
molino: el molino sirve muy frecuentemente como espacio pro-
pio de acciones burlescas. Una arraigada tradición folclórica lo vincu-
laba a amores pícaros y adúlteros, por la actividad que en él se ejercía,
moler, que pasa a designar el acto sexual, como en la coplilla siguiente:
«Cuando vuelve los ojos,/ la mi morena,/ es señal que no muele/ el mo-
lino arena» (Floresta de poesías eróticas del Siglo de Oro, eds. P. Al-
zieu, R. Jarnmes e Y. Lissorgues, Toulouse, Université de Toulouse-Le
Mirail, 1975, pág. 266). Más claro es el sentido malicioso en un gra-
cioso entremés de Luis Quiñones de Benavente, El molinero y la
molinera, donde el Sacristán y la Molinera mantienen este diálogo:
«SACRISTÁN.-Abrázame de veras, mi Teresa./ ¿Dónde está tu marido?
MOLINERA.-En el molino./ SACRISTÁN .-Pues a moler también
me determino» (E. Cotarelo y Mori, Colección de entremeses, loas,
bailes, jácaras y mojigangas, ed. facsímil A. Madroñal y J. L. Suárez,
Granada, Universidad de Granada, 2000, II, pág. 689b). Rasgos de esta
tradición carnavalesca persisten en la única novelita hoy soportable de
Pedro Antonio de Alarcón, El sombrero de tres picos, sobre la cual Fa-
lla compondría un ballet con libro de Gregario Martínez Sierra.
126 JACINTO BENAVENTE LA BLANCURA DE PIERROT 127

amapola encendida entre las mieses de oro, era, con su de la vieja. Antes de penetrar en ella tiznóse la cara y las
presencia en el molino, alegría del trabajo, poesía de la manos con tizones de brasas, residuo de la fogarada que
existencia afanosa, flor del trigo, avecilla gorjeadora que unos carboneros habían encendido aquella tarde en el
en sí sola llevaba a la oscuridad sombría del molino, en monte. ¿Quién podría conocerle, negra la cara y negra
colores, en luz, en alegría, una primavera eterna de juven- el alma, en la negrura de la noche y del crimen?
tud y de amores. Roja la cara, rojas las manos, salía poco después apre-
Pierrot amaba a Colombina, pero Pierrot era muy po- tando convulso un bolsón de cuero mugriento rebosante
bre y Colombina había oído referir cuentos de hadas, de de monedas de oro. Pierrot contemplaba aterrado sus ma-
príncipes enamorados y pastorcillas hermosas. nos y su traje ensangrentados. Sin verla, sentía la sangre
El señor Matías pensaba deshacerse del molino, can- que enrojecía su cara ... , y allí cerca no había agua, y an-
sado del trajín incesante, y más aún por dedicarse del todo tes de llegar a la aceña podían verle.
a la usura, negocio más lucrativo y reposado. Ni el agua, ni el carbón, ni la harina, borraban ni encu-
¡Si Pierrot pudiera comprar el molino! Colombina, ha- brían la sangría roja. ¡Pobre Pierrot, rojo para siempre,
ciéndose cargo de la realidad, desistiría de esperar al Prín- espectro terrible del crimen!
cipe Azul de sus sueños de color de rosa y consentiría en El cielo, agrisado, monótono, parecía deshacerse en
ser molinera con su enamorado molinero blanco. copos de nieve; pluma suave como de cisne blanquísimo,
Cerca del molino, en una miserable choza, vivía una que almohadillaba el suelo endurecido, agrietado, por la
helada.
vieja miserable que, al decir de todos en el lugar, era tan
Pierrot hubiera querido sepultarse en la blancura de la
rica como el señor Matías; pero le ganaba en avarienta y
nieve inmaculada, deshacerse con ella en blancura; blan-
miserable 17 • Pedía limosna en la ciudad cercana durante
cura del cielo, fría como perdón sin amor y sin misericordia.
el día y, entrada la noche, volvía renqueando a su vi-
La nieve cubría su cara y sus manos con nueva blan-
vienda de sórdida pobreza, y allí, según referían las co-
cura, borrada la negrura del tizón, borrada la sangre roja
madres del pueblo, hasta las altas horas de la noche con-
del crimen 18 • Pero el calor más tenue fundiría la máscara
taba monedas de oro y plata la vieja avarienta.
La idea del crimen se fijó negra, como cerrazón de tor-
18
menta, en el alma de Pierrot. ¡Era tan hermosa Colom- La blancura del personaje, resaltada por su traje y su rostro enhari-
nado, tiene su correlato en el paisaje habitual en que aquel se mueve: la
bina! Una noche de invierno salió Pierrot del molino y, luna y, sobre todo, la nieve, símbolo aquí de la muerte. Véanse los poe-
como la luna clarísima blanqueaba su figura humana, in- mas de Manuel Machado, «La noche blanca» y «Copo de nieve», perte-
temóse, arrastrándose casi entre los árboles, hacia la choza necientes ambos al libro Alma (1900), y, sobre todo, «Pantomima», de
Caprichos (1905): «Se escucha un grito grotesco/ y cae en escena Pierrot/
de un salto funambulesco./ ¿Por qué no ríe Margot? .. . [.. .] Muere, al fin,
17
Siguiendo la tradición carnavalesca de la farsa y del entremés, la última risa/ sin que el viento se la lleve . . ./ Cae la nieve/ y está la tierra
los viejos son siempre caracterizados en los términos más negativos: en camisa . . ./ ¿Por qué no ríe Ma.rgot? .. ./Se escucha un grito grotesco,/
avaricia, usura, celos, etc. y desaparece Pierrot/ de un salto funambulesco».
JACINTO BENA VENTE
128

protectora, y el mísero Pierrot, desde entonces, vive en la


frialdad de una eterna noche, sin calor en el cuerpo ni en
el alma, sin contemplar las campiñas rientes , asoleadas
con hervor de flores y follajes; sin un rayo de sol ni una
llamarada de hogar que conforte su cuerpo aterido; sin un
sorbo de vino generoso que, en reflejos de granate o de
topacio, disipe con destellos de oro o de rosa las nieblas
agrisadas del pensamiento triste; sin los abrazos de la
amistad; sin los besos del amor. .. ¡Triste Pierrot, de fría CUENTO DE PRIMAVERA 19
blancura, como perdón sin amor y sin misericordia!
COMEDIA EN DOS ACTOS Y UN PRÓLOGO

19
Con el modernismo y su tendencia a la evasión de la realidad,
para encontrar, sin embargo, lo más profundo de esta, se impulsa la afi-
ción por la literatura fantástica, entre la que los cuentos maravillosos
ocupan el primer lugar. Darío, con sus cuentos poéticos de Azul (1888),
es quien sienta el modelo, que sirvió también para el teatro. Ahí está,
por ejemplo, el Cuento de Abril (1910), de Valle-Inclán, y las varias
obras que, apoyadas en cuentos infantiles (La Cenicienta, El príncipe
que todo lo aprendió en los libros, La princesa sin corazón, El niete-
cito, Y va de cuento ... ). escribiera Benavente. La vinculación del cuento
a las estaciones y, en este caso, a la primavera, venía dada, asimismo,
en el gran libro de Darío, dentro de la sección de versos «El año lí-
rico», cuyo primer poema lleva el título de «Primaveral» y un ritome-
llo que dice: «¡Oh amada mía! Es el dulce/ tiempo de la primavera».
PERSONAJES PRÓLOG0 20

LESBIA, princesa. GANIMEDES 2 1.- Salud a todos . El autor 22 me ha ele-


ZARA, su nodriza. gido entre mis compañeros para recitaros el prólogo, por-
HEBE, amiga de Lesbia.
ROSALINDA, ídem. 20
Apoyándose en la tradición de las loas del Siglo de Oro, Bena-
AMAPOLA, aldeana. vente gusta de introducir sus obras con prólogos dramáticos donde ex-
EL REY SALOMÓN, padre de Lesbia. presa sus ideas sobre el teatro y la vida. Puede el lector cotejar las pala-
bras de Ganimedes, significativamente elegido por el autor como vocero
NÉSTOR, gran chambelán. suyo, con las de Crispín al frente de Los intereses creados, y percibir
SIETECIENCIAS, consejero del Rey Salomón. las ideas regeneradoras que nos transmite. En el gusto por estos prólo-
EL PRÍNCIPE ZAFIR. gos de carácter metateatral Benavente fue secundado por otros drama-
turgos renovadores: Valle-Inclán, Grau, Lorca ...
ZAFIRINO, su doncel favorito. 21
Ganimedes: príncipe troyano, hijo de Tras y Calirroe. Fue amado
GANIMEDES, paje de la Princesa. por Zeus, que lo raptó y lo llevó al Olimpo, donde ejerció de copero de
ARLEQUÍN, bufón. los dioses. La versión más conocida es la difundida por Ovidio en las
COLOMBINA, camarista. Metamoifosis (10, 155-161), en la que Zeus, metamorfoseado en águila,
atrapa al troyano para llevarlo con él : «El rey de los dioses se enamoró
PEDRILLO, aldeano. una vez del frigio Ganimedes, y se descubrió algo que Júpiter prefería
AMAS , NOBLES, PAJES, SOLDADOS , etc. ser antes que sí mismo. En efecto, no se dignó en transformarse en otra
ave que no fuera la que podía llevar sus rayos. Sin demora, batiendo el
aire con sus falsas plumas, rapta al ilíada, que todavía hoy mezcla la be-
bida y le sirve el néctar a Júpiter, a despecho de Juno» (traducción de
Ely Leonetti Jungl, Madrid, Austral, 1995, págs. 342-343). La figura de
Ganimedes gozó de un enorme predicamento en el Renacimiento ita-
liano en tanto símbolo máximo del amor homoerótico (cfr. J. M. Saslow,
Ganimedes en el Renacimiento). Como hemos explicado en la «Intro-
ducción», Benavente parte, para su interpretación del tipo, de la lectura
simbolista de la commedia dell'arte, a la que añade la ambigüedad se-
xual que Ganimedes heredaba directamente de la tradición.
22
Se refiere al autor de comedias, o sea, al director de la compañía.

/
CUENTO DE PRIMAVERA 133
132 JACINTO BENAVENTE

que asegura que soy muy bella y me sienta muy bien el trata de contaros un cuento, cuento de primavera; cuando
traje masculino, y que, así disfrazada, por fuerza he de los árboles en retoño, las flores en capullo, son esperanza
captarme la gracia de todos, si a los hombres agrado por incierta todavía; cuando el sol, despejado de nieblas, pa-
rece enamorar a la tierra, halagándola con sus rayos, ti-
lo que soy y a las damas por lo que parezco. Con la m~­
bios aún, pero dulces como caricias que ella le devuelve
yor sencillez debo referiros el argumento de la comp~s1-
con grata sonrisa en lozanos verdores y matizadas flores,
ción anunciada; así me lo encarga el autor, tan comedido
incitándole a enamorarla más cerca y más osado, hasta
y apocado que nada sentiría más que haber reunido tan
abrasarla en ardiente beso, ¡beso fecundo! 24 Floración de
selecto concurso y aburrirle con sus frialdades. Así, pre-
gérmenes, estío, vida y calor del mundo, lánguido al cabo
tende que si la traza general de la obra no os agrada sin más
como reposo de dos amantes, extinguido el deseo. Así, en
espera abandonéis el teatro y no aguardéis hasta el final
la primavera de la vida, es todo en nosotros esperanza y,
para mostrarle vuestro desagrado. A los que, repletos d,e.e~­ como las flores en capullo muestran apenas sus colores,
tudios, con juiciosa crítica pretendáis sujetar a un anahs1s los afectos surgen vagos, indefinibles, sin marcado matiz
lo que por insustancial e incorpóreo ni aun podrá fijarse un todavía; la amistad se confunde con el amor, el amor con
punto en vuestra idea; a los que, malhumorados por contra- la poesía; todo es incierto en nuestro espíritu que, des-
riedades grandes o pequeñas, trágicas o cómicas, preten- lumbrado por el despertar, revolotea como mariposa 25 y
déis al acudir aquí distracción a vuestros enojosos pensa-
mientos, el autor os suplica que abandonéis el teatro y, con
vosotros, los hombres sesudos y graves, preocupados de pureza del nuevo arte modernista. La andanada se mantiene en el pró-
logo de Crispín, aunque ya para entonces el Benavente aburguesado
más arduos estudios, que no es digno de su entendimiento -aplaudido por este mismo público al que aquí ataca- se había im-
espectáculo tan baladí; y vosotros, amantes desdeñados, puesto sobre el inconformista y renovador.
24
que venís a disputar al poeta la atención y las miradas de beso fecundo: la imagen del beso, como expresión de abierta sen-
sualidad, es uno de los estilemas recurrentes de la poética modernista.
una hermosa, id en busca de más grata beldad, no pague-
Recordemos los versos del poema de M. Machado «Adelfas» : «Mi vo-
mos nosotros el rencor de vuestro despecho. Y de igual luntad se ha muerto una noche de luna/ en que era muy hermoso no pen-
suerte me atrevo a despedir a la dama que, muy preciada sar ni querer./ Mi ideal es tenderme sin ilusión ninguna,/ de cuando en
de sí misma, hace batería de sus ojos, cortina de su abanico cuando un beso y un nombre de mujer» (Alma. Ars Moriendi, ed. P. del
Barco, Madrid, Cátedra, 1995, pág. 87), y también en este poemita de
y poema de su escote; el autor no osaría competir con vues-
J. R. Jiménez: «¡Nadie me besa, y a vece~/ nostalgia de labios siento,/ y
tros encantos; y si acaso un momento el interés de la trama estoy siempre triste y solo/ con mis penas y mis versos!/ Cuando vuelvo
o la belleza de la frase os disputaban a la admiración del por las tardes/ pensativo y soñoliento,/ sobre mi espejo me inclino/ y me
concurso, nunca podrá perdonarse de haberos robado a embriago de besos» (Rimas, Madrid, Taurus, 1985, pág. 105).
25
mariposa: Ja imagen de la mariposa, como la de otros insectos
ella, tal vez cuando brillabais con mayor atractivo 23 . Se
(Maeterlinck) es una de las preferidas por los poetas simbolistas. Así tam-
bién en Jos Sonetos (Obras completas, VI, pág. 1.084), de Benavente: «Me
2i nombras mruiposa y me convida/ tu amor a consumirme con su ll ama;/
«Los hombres sesudos y graves» y estas damas remilgadas re-
mas prefiero volar de rama en rama/ y ategre proseguir mi alegre vida .. .».
presentan el público burgués, incapaz de apreciar la simplicidad y la
134 JACINTO BENA VEN TE CUENTO DE PRIMAVERA 135
liba por igual dulzores y amarguras, sin experiencia para amada vuestra y todos las hallaréis ajustadas. Y en todo
distinguirlos. así: cada lugar donde la acción transcurra traiga a vuestra
Pues en esa estación hermosa del año y en esa edad di- memoria los lugares donde más feliz haya transcurrido
chosa de la vida, por influjo de una en otra sin duda, na- vuestra vida. Evocad los encantos de vuestras ilusiones
ció este cuento, ensueño juvenil 26 , sin fijeza, ni orden, tu- en los palacios encantados; recordad en los floridos jardi-
multo de imaginaciones sin más realidad que la de un nes las sendas que recorristeis en unión de vuestra ado-
sueño; es decir, que si no existió ni pudiera existir en el rada; y, aunque decoraciones y trajes serán magníficos,
mundo exterior, ha tomado ser en la fantasía y forma en pues la imaginación del autor hizo la costa, todavía desea
el arte y existe, en fin, en la realidad de lo hecho, que tan que con la vuestra le ayudéis a hermosearlas.
efectivo es el sueño más ideal como el acto más común Quisiera él, en fin, que su ensueño vago y borroso fi-
de la vida. Pero el autor recusa desde ahora el fallo de jara vuestra atención apenas, que sólo sirviera para evo-
quien no aporte consigo la buena fe y el candor de una car en cada uno de vosotros más placentero ensueño. En
adolescencia apenas maliciosa 27 • Nada de reflexiones; suma, que colaboréis con él tanto, que al fin del espec-
vamos a soñar, y el autor, soñando, os invita a ello. Se- táculo las ideas que de él esparcidas queden en vuestra
guidle, si su sueño os interesa; si no, abstraed de él vues- idea os parezcan allí mismo nacidas y más vuestras que
tra imaginación y soñad cada uno lo que mejor os plazca. suyas ; de este modo Ja obra ha de pareceros excelente,
Si un personaje habla de amor y no consigue interesaros, como obra, al fin, más vuestra que suya. ¡Quién sabe si,
pensad en el vuestro, que sin duda os interesa; si en flori- allá, en días antevistos por creyentes de un continuo pro-
dos conceptos pondera la belleza de su amada y juzgáis greso, cuando los hombres, desbrozados de sus impure-
que exagera en sus ponderaciones, pensad en la hermosa zas, queden convertidos en un puro espíritu y un espíritu
puro, la fórmula suprema del arte no será reducida a mos-
26 ensueño: he aquí la palabra clave para entender el mundo esté-
trar, entre nubes, difusas imágenes al sonido de una mú-
tico del teatro modernista. Los ambientes de ensoñación son Jos únicos sica sin ritmo ni melodía, y el espectador, con tari sencillo
propicios al desarrollo de estos temas tan alejados de Ja estética realista aparato escénico, y sólo por virtud de su inteligente espi-
al uso , y tan presentes en la poesía de R. Darío y J. R. Jiménez, y en el ritualidad, hallará en ello inefable goce artístico, compo-
teatro de M. Maeterlinck, Valle-Inclán y G. Martínez Sierra, cuyo Tea-
niendo a su grado un poema sublime! No creáis que mis
tro de ensueño (1905) es una síntesis de estas imágenes y estos am-
bientes, bien recogidos en la «Melancólica sinfonía», con que Darío suposiciones no se fundan en la realidad. ¿No preferimos
prologó el libro: «Y en cuanto a este teatro ensoñador gozo con él, cual siempre el amante y el amigo que se complacen en escu-
en mi justo elemento, al suspirar del agua, a la vaga conservación de charnos y por las más insignificantes menudencias de
las frondas, a los gemidos cordiales, al amor de la melancolía, y al son nuestra vida se interesan, al que pretende interesarnos con
del pífano de oro que animan los labios y los dedos del lírico sutil ilus-
trador» (Teatro de ensueño, pág. 140).
relación continua de sus tristezas y alegrías? Así, el poeta
27 Como más tarde dirá en Los intereses creados, sólo aquellos que no pretenda sujetar a los suyos nuestros sentimientos
que, de entre el público, sean capaces de aniñar su espíritu podrán dis- y sólo aspire a despertar los nuestros, y más que dominar
frutar del teatro de ensueño que el autor propone (véase nota 1). nuestro entendimiento, humillándole desde superior al-
136 JACINTO BENAVENTE

tura, le avive y aliente a subir hasta ella, ese será el poeta


preferido 28 • Con esto me retiro sin referir el argumento,
como era mi propósito. Pero ya no será la primera vez
que lo importante quede olvidado, por decir lo que menos
importa. Aquí, pues, se despide el prólogo y os saluda
Ganimedes.

ACTO PRIMERO

Jardines y fachada del palacio del Rey Salomón.


(Amanece)

ESCENA PRIMERA

GANIMEDES con un laúd, y después ARLEQUÍN, que baja


por una ventana del palacio

GANIMEDES.- ( Canta.)

¡Vida mía! Del que amor te canta


jamás saber quisiera nombre y condición.
Su patria es el cielo,
su estado es amarte,
su nombre es amor.
¡Primavera del alma y del mundo!
En el cielo despierta ya el sol,
en su tallo despiertan las flores,
en mi alma el amor.
En invierno las flores fenecen,
en la noche sepúltase el sol;
28
Se trata del objeto de Ja poética simbolista: despertar en el lec- mas sin noches, ni invierno del alma,
tor/espectador un sinfín de sensaciones. eterno es mi amor.
138 JACINTO BENAVENTE CUEN TO DE PRIMAVERA 139

(Dejando de cantar al ver a ARLEQUÍN.) ¿Quién va? GANIMEDES .- Hermoso día de primavera amanece.
(Al conocerle.) ¡Arlequín!. .. ARLEQUÍN.- No fueran tan hermosas las noches a
ARLEQUÍN.-El mismo. ¿Cómo pudiera ser otro? ¿Te buen seguro que tu voz no estaría tan clara. Pero ¿es po,si-
pregunto quién eres, aunque en la oscuridad te percibo ble que entre todas las damas de Palacio no hay una tan
apenas, si el ejercicio a que te hallo entregado basta a de- compasiva que te abra su ventana? No, Ganimedes, te
clararme que eres el propio Ganimedes? Así, sólo al vis- ocultas de mí y haces mal. Bajo este traje abigarrado y
lumbrarme en lo alto, volatín del amor, debiste conocerme bajo la apariencia de un carácter no menos abigarrado que
sin género de duda. ¿Qué es el rostro. sin las acciones? To- mi traje, hay un noble afecto de amistad hacia ti, entero y
para yo a estas horas con un trasnochador embriagado, de un color. Puedes fiarme tu secreto.
berreando groseras canciones, y así fueras tú propio, GANIMEDES.- No, Arlequín; mi amor no tiene dueño.
nunca creería que eras tú .. . , sino traslado de tu imagen; Detrás de esas ventanas duermen las damas de Palacio
tan extrañas a ti me parecieran tales acciones. Y, al contra- todas hermosas, todas jóvenes como su señora la Princes~
rio, ¿quién había de conocerme, laúd en mano, entonando Lesbia, más hermosa y más joven que todas .. .
dulces trovas en conceptos purísimos, cuando vengo, sí, ARLEQUÍN.- Acaso ... la Princesa . ..
de entonar una trova al amor, pero en más dulce instru- GANIMEDES. -No lo pienses. Tanto valdría enamorar a
la estrella más lejana, aun a la estrella sé que podía verla
mento que un laúd y en más sustanciosa forma que sutil
cada noche ... ; pero a ella, una vez unida al noble Prín-
poesía? 29
cipe que ha de ser su esposo, ni verla me será permitido.
GANIMEDES .- ¡Libertino! ¿A qué habitación corres-
ARLEQUÍN.-Ganimedes .. . , amas a la Princesa.
ponde esa ventana?
GANIMEDES.---No, Arlequín. Amo . .. sin saber a quién
ARLEQUÍN.-A la de Colombina, la camarista de pala-
amo. Amo todo lo bello y entono mi canción a la noche,
cio más fácil de amor. Dime tú ahora: ¿a qué ventana corres-
hermosa en sus misterios y susurros vagos. ¿Quién sabe
ponde esa trova? si mi canción no evoca un dulce sueño en las hermosas
GANIMEDES.- Pregunta al ruiseñor que todas las no- que se aduermen a su sonido? Desde la Princesa Lesbia
ches canta en aquel granado a quién envía sus vibrantes hasta Colombina, a todas dirijo mis canciones. Si una no-
trinos, si con ellos pretende turbar la quietud de la noche che, por fin, se entreabre una ventana, si una voz me res-
y desvelar el sueño de alguna hermosa, o si canta porque ponde, treparé presuroso y, sin preguntar nombre, condi-
Dios le puso en la voz tan dulces acentos y ahuyentó, en ción ni estado, me diré: el amor llama y amaré con locura
cambio, el sueño y la quietud de sus noches. hasta el amanecer.
ARLEQUÍN.- ¿Duermes ya, Ganimedes, o cantas toda- ARLEQUÍN.- Retirémonos, Ganimedes. La gente de
vía? Palacio se despierta y es una indiscreción permanecer
aquí. Ni tampoco nos vendrán mal algunas horas de re-
29 Arlequín: burlador eterno de la commedia, sus palabras escon- poso. Ya sabes que hoy empiezan las fiestas de la Corte.
den claras connotaciones eróticas. ¿De veras, Ganimedes, no amas a la Princesa?
140 JACINTO BENAVEN TE
CUENTO DE PRIMA VERA 141
GANIMEDES .- Escucha en prueba de ello un epitala-
mio que he compuesto en su honor: verás así cuán ajeno LESBIA.-Hay malicia más que ignorancia en tus pre-
guntas, mi buena Zara.
estoy de sentir por ella amor ni celos .
ZARA.-¿Malicias yo? Líbreme Dios.
ARLEQUÍN.-Dejemos los versos para más tarde, que
LESBIA.-Sabes que el día de mi boda se acerca y pre-
tú, por tener amor sin objeto, y yo, que tengo objeto sin
guntas lo que me desvela; ves mis ojos llorosos y extra-
amor, los dos hemos pasado muy mala noche. ñas que mi sueño sea intranquilo.
ZARA.-Lo que extraño es que llores y te aflijas por lo
MUTACIÓN que haría en tu lugar la felicidad de cualquiera.
LESBIA.-¡ Un casamiento sin amor!
ZARA.- Cierto que nunca viste a tu prometido y sería
Camarín de la Princesa Lesbia _ locura pedirte un vehemente afecto hacia él, como él de
su parte no podrá sentir hacia ti sino benévola inclina-
ESCENAII ción, nacida de la conveniencia política, de los elogios
que de ti le hayan hecho cuantos te conocen y de la vista
LESBIA 30 y ZARA de tu retrato, más elocuente que todos ellos. Pero el amor
será bien pronto eficaz ayuda de la razón de Estado . ..
ZARA.- ¿ Ya despierta y vestida, niña mía? ¿Puedes ¿Puede ser otra cosa? El Príncipe es hermoso como un
decirme qué cuidados te desvelan? Noto desde algún ángel. No hay gracia que no resplandezca en su persona y
tiempo que tus sueños son intranquilos. ¿De qué pro- no haga adivinar la luz interior de su espíritu, aún más
viene? hermoso que su cuerpo. Y de ti, gloria mía, ¿quién será
tan vano que pretenda librar entero el corazón después de
contemplarte? Y si en tu solo aspecto eres un cielo, al
30 Lesbia: nombre poético de la mujer amada por el poeta Catulo. dulce sonido de tu voz abres el cielo y muestras a las al-
Según parece, tras el nombre se escondía Clodia Metella, hermana del
tribuno Clodio; aludía, en homenaje a Catulo, a la poetisa Safo de Les-
mas sublimadas en tu adoración una gloria radiante. Su-
bos . Como sucede en el caso de Ganimedes, Benavente explota la am- poner que el Príncipe no te amará con locura es blasfemar
bigüedad inherente al personaje, símbolo de la homosexualidad feme- de Dios, que estampó en ti toda su belleza. Temer que no
nina. Este tema no escapa a la poesía modernista, como atestigua el correspondas con igual pasión a tu prometido es injuriar
soneto de Francisco Villaespesa que lleva el significativo título de «En- tu sano entendimiento.
sueño de opio»: «Es otra señorita de Maupín. Es viciosa/ y frágil como
aquella imagen del placer,/ que en la elegancia rítmica de su s_onora LESBIA.- ¡Sin amor, Zara mía! ¡Unirme para siempre
prosa/ nos dibujó la pluma de Teófilo Gautier./ Sus rüJOS lab10s saf1cos, a quien no conozco! Entre rostros desconocidos no acer-
sensitivos y ambiguos,/ a la par piden besos de hombre y de muJer,/ taría a distinguir el suyo, y sentirle cerca de mí en ar-
sintiendo la nostalgia de los faunos antiguos,/ cuyos labios sabían alar- doroso beso. Nunca oí su voz y habré de oírle llamarme
gar el placer» (La copa del rey de Thule [1898] , en Poesía modernista
española, ed. L Prat, Madrid, Cupsa, págs. 125-126). suya con dominante imperio . Tanto valdrá desde esta
ventana hacer seña al primero que pase y entregarme a él
JACIN TO BENA VEN TE CUENTO DE PRIMAVERA 143
142

sin pudor alguno . No me será tan desconocido como el ARLEQUÍN.- Porque provienen de trabajo sutil del ce-
Príncipe; nuestra patria será común a lo menos ; seré yo rebro y es ley natural la frialdad de la cabeza cuando el
para él su princesa y señora, mientras que sola y extran- estómago concentra un dulce calorcillo.
jera en la Corte de un pueblo vencedor sufriré mil humi- LESBIA.- No quiero escuchar ese epitalamio. Cánta-
llaciones. nos en su lugar algunas de las serenatas que entonas por
ZARA.-Te complaces en atormentarte. La Corte del la noche.
Príncipe Zafir es emporio de cultura y en ella han de bri- GANIMEDES.- ¿Serenatas yo?
llar tus gracias como en su centro natural. LESBIA_.- ¿No ves cómo finge extrañeza? ¿Piensas que
LESBIA.- ¡Dejar para siempre estos lugares, tan gratos pasaron sm notar para mí? Son mis sueños tan tranquilos
a mi corazón, donde mi alma, en cariñosos afectos, re- que puedes creer que me agrada tu música, que alguna
partí de tal suerte que, al dejarlos, mi alma entera se queda vez alegra mis desvelos.
en ellos! GANIMEDES.- Ya no es del todo perdida, como pen-
ZARA.- Pero el amor sabrá infundirte nueva alma, que saba.
entregarás por entero a tu esposo. LESBIA.- Nunca creí lo fuese, antes hallada y bien ha-
LESBIA.- Muéstrame una vez más su retrato. Quiero llada de algún amante corazón.
hacerle familiar a mi vista, ya que sea extraño a mi co- G~~~DES .-¡Qué engaño! Mi voz no halla respues-
razón. ta, m s1qmera en el eco, nota suelta que no armoniza con
ZARA.- Repara qué afable majestad en su semblante. ?tra nota para formar con ella dulce melodía; luz que no
i~ama ot~a luz a su contacto, y en sí misma se extingue
sm comumcar su calor; estrella voladora que recorre los
ESCENAIII cielos errante, sin sentir atracción o influjo de astro al -
guno.
Las MISMAS, GANIMEDES y ARLEQUÍN LESBIA.- ¡Poeta y sin amor!
ARLEQUÍN.- Creedme, es su amor estrella errante, por-
GANIMEDES .- ¿Dais licencia? que aspira a ser satélite del sol nada menos.
LESBIA.-Bienvenidos. LESBIA.- ¡Silencio, Arlequín! Es atrevido en demasía
ARLEQUÍN.- No tan bien. Ganimedes intenta darnos tu pensamiento.
lectura de un epitalamio compuesto en vuestro honor. ARLEQUÍN.- El mío es atrevido y el vuestro cobarde·
LESBIA.-¿ Un epitalamio? ¡Cruel! No pudiste emplear sin embargo, los dos hemos pensado lo mismo. '
tu inspiración en cosa menos de mi gusto. Algún cumpli- LESBIA.- Siempre han de ser crueles tus burlas.
'miento frío, como lisonja cortesana. ARLEQUÍN.-Agito regocijado los cascabeles, comienzo
ARLEQUÍN.- ¿Sabéis por qué son tan frías las lisonjas alegre danza, alternada de chistosos cantares y, cuando
cortesanas? han hecho corro a mi alrededor, con mi sable de palo des-
ZARA.-Si empieza con las suyas. cargo a un lado y otro fuertes golpes que procuro disimu-

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144 JACINTO BENAVENTE CUEN TO DE PRIMAVERA 145

lar en seguida agitando con más brío los cascabeles y su- y una vida en que recrearme! Pero, sin forma dentro de
biendo de punto mis burlas hasta forzar a risa al golpeado. mí, atormentan, no halagan la imaginación.
Os recomiendo el proceder, Ganimedes, cuando escribáis GANIMEDES . -¿ Y cuáles son vuestros ensueños? El
comedias cortesanas. amor que vuestro corazón de niña no sintió todavía. Amor
LESBIA.- Una tratan de representar en Palacio. que no se funda en conveniencias ni en razonamientos,
ARLEQUÍN.- ¿La de vuestro casamiento? impulso natural que nace en nosotros, no de una vez, a la
LESBIA.-¡ Así fuera comedia, no triste realidad! presencia inopinada del que ha de ser al fin su especial ob-
ARLEQUÍN.-¡Educada en la Corte y aún no aprendis- jeto, sino muy poco a poco y a medida que los sentidos se
teis a ocultar vuestros sentimientos! abren a nuevas sensaciones. Un día se estremece el cora-
LESBIA.-¡ A pesar mío, habré de ocultarlos! Mas ahora zón por vez primera al sonido de una armonía, escuchada
nos hallamos en dulce intimidad; mi buena nodriza y mi otras veces con indiferencia; otro, halla un nuevo sentido
amoroso poeta bien saben comprenderme; y tú, bufón en el libro hojeado hasta entonces con pueril curiosidad
desvergonzado, que eres bueno en el fondo, acalla un tan sólo; cariñosa ternura nos atrae al pajarillo que ator-
momento ese diablillo procaz que rebulle dentro de ti mentábamos crueles y al desvalido que mortificaron nues-
inspirándote burlas y sarcasmo 3 1 , y ten para mí, por lo tras burlas; hay más fervor en nuestras oraciones y más
menos, en este triste caso, una frase de compasión sin- anhelo en nuestras caricias; todo nos habla otro lenguaje;
cera. hasta que de estas dispersas sensaciones, flores recogidas
ARLEQUÍN. -¿Compasión? ¿Pues de qué males os veis al azar en el camino de la vida, surge, por fin, al conden-
amenazada? ¿Podíais soñar mejor esposo que el Príncipe sarse en una, la esencia del amor, alma del alma que ani-
Zafir? ¿Dónde hallarle más bello, ni más inteligente, de man nuestros pensamientos mejores, nuestros deseos más
no haber yo nacido príncipe? acendrados, nuestros afectos más inefables. Y este alma
ZARA.- ¡Vaya el bufón! aparte que el amor depura de nuestra alma, donde se agi-
ARLEQUÍN.- ¿No creéis que haría yo tan buen príncipe tan tantas ruindades, debe de ser la inmortal esencia de
como cualquiera de ellos? ¡Así pudieran ellos hacer tan nuestra vida, el inmortal espíritu que persiste siempre
buen bufón como yo! Preguntad si cuando andaba yo en como única parte de nosotros que merece ser inmortal.
la farándula, de lugar en lugar, no admiré a los concursos ARLEQUÍN.- El Rey se acerca.
con mi noble presencia en papeles de reyes y magnates.
LESBIA. -¡Ay, Ganimedes! ¡Quién fuera poeta como
tú! ¡Cómo, entonces, formara de mis ensueños un mundo ESCENA IV
Los MISMOS, el REY, el GRAN CHAMBELÁN y SIETECIEN-
31 En el poema «Mis musas» hay unos versos similares: «No así mi CIAS. Todos saludan; el REY se dirige a la PRINCESA
alegre musa,/ procaz y viva,/ ama el placer, el ruido,/ la luz, la orgía,/
músicas, carcajadas,/ vasos que chocan, cariños y licores/ que se des- EL REY.-¡Hija mía! (La besa.) Tengo una fausta
bordan» (Obras completas, VI, pág. 1.063). nueva que comunicarte. Los mensajeros portadores de los
146 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 147

presentes del Príncipe Zafir han llegado a la Corte. Den- lombina y al truhán de Arlequín, villanos sin nobles prin-
tro de una hora los recibiremos en solemne audiencia con cipios, indigno séquito de una Princesa. ¡He sido débil, lo
el esplendor adecuado a tan solemne acto. (Al CHAMBE- conozco! ¡He descuidado tu educación! Por culpa tuya,
LÁN.) Trasmitid a todos las órdenes oportunas. Sieteciencias.
CHAMBELÁN.- Vos, Ganimedes, componed una poe- SIETECIENCIAS.- jSeñor!
sía alegórica, concentrando en ella todo el esfuerzo de EL REY.- Tú prometiste escribir una obra clásica de
vuestro ingenio. Sobre todo, no alardeéis de originalidad, educación enciclopédica para uso de mi descendencia,
procurad inspiraros en los poetas clásicos. Nada puede por la cual asegurabas gozaría mi pueblo de un soberano
decirse que ellos no dijeran antes de modo inimitable 32 . modelo, admiración de las edades.
ARLEQUÍN.- Así, para nosotros, quedó sólo lo que no SIETECIENCIAS .-Señor, es verdad que emprendí tan
puede decirse. ardua tarea; pero no tuve en cuenta que el soberano podía
EL REY.- Hija mía, no descuides tu tocado. Voy a cam- ser soberana y el nacimiento de una Princesa trastornó mi
biar de traje. ¡Pesada carga la de una corona! Hoy debo plan por su base. Mas no he desistido por eso. Vuestros
mudar de vestido cuatro o cinco veces. nietos o nietas recogerán los frutos del Príncipe epi-
ARLEQUÍN.- Como yo en los buenos tiempos de la fa- ceno 34 , preceptorio político y filosófico.
rándula. EL REY- Retirad a la Princesa. No quiero parecer dé-
EL REY.- Vamos, hija. (La PRINCESA rompe a llorar.) bil ante ella. (Salen ZARA y la PRINCESA.) ¡Soy Rey antes
¿Qué es esto? que todo!
ZARA.-¡ Señora, Lesbia mía, hija del alma! SIETECIENCIAS.- Sí, gran señor.
EL REY.- ¡Qué niñería, indigna de la heredera de un EL REY.- El Estado es antes que todo. La paz de un
trono! ¡Con razón murmuran en la Corte de este matri- reino bien vale más cruel sacrificio.
monio! Menosprecias al noble Príncipe Zafir y te ator- SIETECIENCIAS.- Señor, la Historia recogerá esas fra-
mentas con vanas quimeras. He aquí el fruto de una ima- ses. (El REY y SIETECIENCIAS salen.)
ginación descarriada. Mal hice en conservar a tu lado a GANIMEDES.- Y yo tus lágrimas, gentil Princesa.
esa estulta nodriza, que ha poblado tu imaginación de ex- ARLEQUÍN.-Y yo haré de todo un poema burlesco y
travagantes leyendas, y a ese atrevido juglar de Ganime- me burlaré en él de todo ... , hasta del poema.
des, poeta cacoquimio 33 y ojeroso, y a la pizpireta Co-
MUTACIÓN
32
Frente al criterio tradicionalista del Chambelán, que rehúsa lo
nuevo y reivindica la imitación de los clásicos, el arte de Ganimedes y 34
epiceno: «Nombre común perteneciente a la clase de los anima-
Arlequín se basa en la búsqueda de una originalidad radical y hasta dos que, con un solo género gramatical, masculino y femenino , puede
transgresora («lo que no puede decirse»). designar al macho o a la hembra indistintamente o conjuntamente: una
33
cacoquimio: «Persona que padece tristeza o disgusto que le oca- hormiga, un milano» (DRAE) . Envenenada alusión a la indefinición
siona estar pálida y melancólica» (DRAE). sexual de la heredera.
148 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 149

Cámara del Rey CHAMBELÁN .- ¡El poeta! (Mostrándole un escrito.)


He aquí, señor, un fragmento de sus composiciones; repe-
ESCENA V tidle de memoria y desde hoy vuestra fama hablará por
una voz más. Tararead con este otro, músico peregrino,
El REY SALOMÓN y el GRAN CHAMBELÁN estas notas de una canción suya. (Tararea.) Al recibir a
este otro, filósofo sublime, colocad en sitio visible de
EL REY.- Gran Chambelán, ¿a cuántas personas debo vuestra estancia esta obra (entregándole una), fruto de su
recibir hoy en audiencia? elevado entendimiento; pero cuidad de hacerla desapare-
CHAMBELÁN.- He aquí la lista, gran señor. cer antes de recibir a este otro, filósofo también, pero
EL REY.- Ilustradme bien sobre los diferentes puntos que mortal enemigo del primero.
debo tratar con cada uno y cuidad no se altere el orden de EL REY.-¡Basta ya, por misericordia! Pesadísima
entrada. No me expongáis, como el otro día, a confundir los carga.
cumplimientos destinados a personas diferentes y que me
hicieron interesarme por la descendencia de una joven pró- ESCENA VI
xima a consagrarse a Dios y ponderar las excelencias del
claustro a una viuda decidida a contraer terceras nupcias. Los MISMOS y ARLEQUÍN
CHAMBELÁN.- No fue torpeza mía, gran señor.
EL REY.- Veamos. (Repasando la lista.) El Príncipe ARLEQUÍN.- Señor, ¿cuánto me dais si os alivio de ella?
Reinaldo. ¿De qué debo hablarle? EL REY.- Deja las bufonadas.
CHAMBELÁN.- De sus jaurías y de la esplendidez de ARLEQUÍN.- Fui comediante mucho tiempo y sé trans-
sus caballerizas; pero no le habléis de su esposa ni del formarme en mil personas. Ved si no son estos vuestros
gran número de ciervos 35 que tendió en su última batida, ademanes y expresión cuando parecéis en la Corte.
porque pudiera ofenderse. EL REY.-¿ Yo esa figura ridícula?
EL REY.- (Anotando en la lista.) Está bien. El doctor ARLEQUÍN.-Si no fuese ajustada a la verdad, el Gran
Yerbaseca. Chambelán, como buen cortesano, habría protestado an-
CHAMBELÁN.- Es un sabio. Dejadle hablar cuanto tes que vos.
quiera y se retirará satisfecho. EL REY.- Me haces pensar en cosas muy hondas, Arle-
EL REY.-La noble señora de Rialto. quín. Pues bien; toma el mando, el cetro, la corona, dis-
CHAMBELÁN.- lgnoro sus particularidades, pero creo frázate lo mejor que puedas y sé rey esta tarde; así, a la
bastará ponderar su hermosura y la elegancia de su tocado. noche, te hallarás más contento de tu estado y podré yo
EL REY.-Aricio. respirar el aire puro en los jardines, sin tener que apren-
der los versos de Aricio que, en verdad, se resisten a la
35
ciervos: se deduce de una y otra cosa que el príncipe Reinaldo es memoria. Chambelán, mucho rebajo el prestigio de la co-
un cornudo. rona con esta burla.
150 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 151

ARLEQUÍN.-¡Quién sabe, señor! Acaso mi ingenio le descubre por fin e increpa a COLOMBINA por su facilidad
eleve hoy algún tanto 36 .
(El REY, el CHAMBELÁN y ARLE- en dejarse acariciar creyéndole el Monarca. Ella, tur-
QUÍN salen.) bada, se disculpa como mejor puede; esto es, acaricián-
dole más todavía y le pregunta qué significa aquel dis-
MUTACIÓN fraz. ARLEQUÍN le explica la broma del Rey y le dice que
no puede detenerse, pues los deberes de su nuevo cargo
le reclaman. COLOMBINA, ya sola, determina darle un
Galería del palacio buen susto y se retira para llevar la invención adelante.

MUTACIÓN
ESCENA VII

PANTOMIMA 37
Sala del trono
ARLEQUÍN, disfrazado de Rey, sale con paso majes-
ESCENA VIII
tuoso. Llega COLOMBINA, que se aparta confusa y ver-
gonzosa, creyéndole el Rey. ARLEQUÍN apenas puede ARLEQUÍN, de Rey; CORTESANOS y GUARDIAS
contener la risa y, acercándose a ella, la detiene por un
brazo, acariciándola muy complacido. Ella, asustadiza ARLEQUÍN, majestuoso, recibe en audiencia a varias
al principio, se anima por grados hasta pasar la mano personas, quienes se retiran muy complacidas de la ama-
por las barbas postizas de ARLEQUÍN. Airado este, se bilidad del Soberano. Entra después un encubierto de as-
pecto misterioso, quien le entrega un pliego cerrado. AR-
36
Se trata de una escena paradigmática de teatro carnavalesco, con LEQUÍN se emociona visiblemente al leer que hay urdida
la inversión de papeles que el Rey le propone a Arlequín. Benavente una conjuración contra el Rey y que los conjurados, allí
pudo aprender en Shakespeare la gracia y la eficacia dramática de estas reunidos, sólo esperan una señal para caer sobre él y
escenas de inversión, protagonizadas también por el Bufón (Fool) y el asesinarle. La primera intención es arrojar el disfraz y
Rey, como ocurre en El rey Lear: «REY LEAR .-Quiero recompen-
sarte. BUFÓN.-También yo quiero regalarte. Ponte mi caperuza.
echar a correr; pero, como excelente representante, po -
KENT.-¿Por qué? BUFÓN.-Por tornar el partido de quien ya no tiene seído de su papel, procura serenarse y continúa con for-
ninguno» (1, 4.ª; citamos por la traducción del propio J. Benavente, zada sonrisa y perceptible temblor, dispensando a todos
Madrid, Ediciones de La Lectura, 1921, pág. 35). graciosa acogida. Penetran en el salón varios encubier-
37 pantomima: se introduce, en medio de la farsa, una pantomima,
tos de mirar receloso. ARLEQUÍN sigue con la vista sus
género teatral que gozó de enorme prestigio entre los dramaturgos fran-
ceses de fines del siglo XIX; magisterio este seguido con devoción por movimientos, aumentando su turbación al notar que uno
nuestro dramaturgo. La pantomima benaventina sintetiza el esquema far- de ellos deja asomar el mango de un puñal entre sus ves-
sesco de burlador burlado (véase el punto 3.2 de la «Introducción»). tiduras y le dirige a un tiempo torvas miradas. A una se-
152 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRJMAVERA 153
ñal se dirigen todos hacia el trono, pero, antes de que ha- siento en mí la grandeza de ánimo que una heredera de
yan llegado, ARLEQUÍN se despoja de barbas, manto, regia estirpe debe heredar con la sangre de sus ascendien-
corona y cetro, arrojándolo todo presuroso. Los conjura- tes gloriosos. No he nacido para el puesto que ocupo, lo
dos prorrumpen en carcajadas y, enarbolando sendos conozco. Mi pensamiento no acierta a elevarse a subli-
garrotes, persiguen a ARLEQUÍN, que huye despavorido. mes alturas, ni mi corazón es capaz de sentimientos he-
COLOMBINA ordena que cesen en su persecución, pues roicos. Es más reducido el espacio en que vive mi alma y
todo ha sido burla suya y de los servidores de Palacio. mis afectos más particulares. Por cualquiera de ellos me
Salen todos dándole vaya 38, y ARLEQUÍN, corrido, pro- sacrificara gustosa mejor que por la paz de dos Estados
mete vengarse. inmensos; tan inmensos, que mi idea se pierde en su mag-
nitud y mi corazón no consigue interesarse en su felici-
MUTACIÓN dad. (Suena música dentro.)
ZARA.-Los enviados del Príncipe llegan a la Corte.
Déjame dar la última mano a tu tocado.
Camarín de la PRINCESA LESBIA

ESCENA IX ESCENA X

LESBIA y ZARA Las MISMAS y COLOMBINA, riendo a carcajadas

ZARA.- Nunca me pareciste más hermosa, te lo aseguro. LESBIA. -Tú eres feliz, Colombina, alegre y despreocu-
pada; sólo ves el instante actual de tu vida y sólo por ha-
LESBIA.-Nunca me importó menos parecerlo.
cerle dichoso te afanas. Pero nosotros, previsores de lo más
ZARA.- ¡Cruel egoísmo! ¡Cuando de tu hermosura
lejano, al atormentarnos con lo que no existe, somos
pende Ja paz de dos Estados, la vida de millones de súb-
más infelices en esperar que en padecer el mal previsto.
ditos; cuando tantas madres y tantas doncellas enamora-
ZARA.- ¿De qué ríes tan locamente? No será malo que
das bendecirán en esta hora tu celestial hermosura, ins -
aciertes a comunicarnos tu alegría.
piradora de un amor que les permite gozar el suyo sin
COLOMBINA.- ¡Burla más donosa! .. . Hubiéraisle visto
zozobra! arrojar cetro y corona.
LESBIA.- Tienes razón, Zara mía. Tan elevados pensa- LESBIA.- ¿Cetro y corona? ¿Qué burla ha sido esa?
mientos debieran enorgullecerme y sublimar a mis ojos el COLOMBINA.-Preguntad a Arlequín. De puro corrido
sacrificio que me impone la paz de dos reinos; pero no no sabrá dar razón. El Rey, vuestro padre, y toda la Corte,
andan alborozados con la burla. (Se oyen risas.)
38 vaya: «B urla o mofa que se hace de uno o chasco que se le da» LESBIA.-Así, mientras me dispongo a sacrificarme
(DRAE). por su tranquilidad, todos ríen y gozan, nadie comprende
154 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 155
mi tristeza. El pueblo sólo verá en mi enlace ocasión de bremanera será su aparición en la ciudad. Caballero en
esparcimiento y de luminarias; los cortesanos, de fiestas poderosa alfana 40 , gualdrapada 4 1 de rico brocado, recu-
y de mercedes, acordadas con pródiga mano; mi padre, bierto por completa armadura de argentería, incrustada
una decisión de sabia política que le asegura con firmeza de brillantes zafiros, prendido a los hombros, con sin igual
en el trono. bizarría, el manto azul donde campean su divisa y blaso-
COLOMBINA.- Y vos, una ocasión de figuraros que nes bordados en delicadas sedas y valiosa perlería, y por
sois muy desdichada, cuando no hay doncella en el reino cimera del refulgente casco, flotante, blanco airón 42 mos-
que no se cambiara gustosa por vos. ¡A fe que el princi- queado de zafiros.
pito no merece el amor de la más encopetada! Por mi ZARA.-¿No te alboroza esa pintura? ¿En qué piensas
cuenta cogí a uno de sus mensajeros recién llegados, y es ensimismada?
la pintura que del Príncipe me hizo para dudar si puede LESBIA.- Príncipe poderoso y de tan sobrehumana
ser más que pintura. hermosura, de todos halagado, ¿cómo sabrá guardar mo-
ZARA.-¿ Cómo fue, Colombina? deración en su propio aprecio? Ya me lo figuro arrogante
COLOMBINA.-Vaya, sin dejar punto. Juntas en un su- y desvanecido, creyendo favorecer con una sonrisa. Ena-
jeto la gracia juvenil y la arrogancia del hombre fornido, morador por naturaleza, permitirá que le amen por vani-
hermoso en demasía para hombre; no busca la idea, sin dad, pero sin interesar nunca su corazón.
embargo, parangón para su hermosura en femeniles en- COLOMBINA.- Que es apasionado en extremo también
cantos, sino que, elevándose a ideales alturas, le paran- me aseguraron.
gona con gentílicos dioses 39 • Bien proporcionado en su LESBIA.-De seguro las damas de la Corte tendrán en
figura, a la noble presencia une el agrado del semblante él mejor amante que yo esposo. Pongámosle a prueba.
animado de expresiva mirada. Rara vez abre la boca a la ZARA.- Temo que traces algún desatino.
sonrisa y sus ojos bastan a darle expresión sonriente; ja- LESBIA.-Una burla inocente. El Príncipe permane-
más prorrumpe en frases iracundas y una mirada le basta cerá acampado en una aldea de estos contornos hasta el
para reducir al respeto. Rizosa guedeja orla su rostro y, ya día de nuestro enlace.
en apacible continente, parece infantil cabellera, peinada COLOMBINA.-Así es.
por la mano amorosa de una madre, ya en el fragor de los
LESBIA.- Tú, Colombina, te hallas dotada de natural
combates y al encresparse al viento desrizada, espantable
despejo y travesura y saldrás adelante con la traza.
melena de león. Cerca de la Corte acampado, aguarda anhe-
ZARA.- ¿Qué intentas?
loso el momento de hacer su entrada en ella, acortando
las horas con preparativos de vistosas galas. Lucida so-
40
alfana: «Caballo corpulento, fuerte y brioso» (DRAE).
41
gualdrapada: «Cobertura larga, de seda o lana, que cubre y
39
Con estas palabras, Colombina hace una ajustada descripción adorna las ancas de la mula o caballo» (DRAE).
del mito del andrógino, que, siguiendo la tradición platónica, encar- 42
airón: «Adorno de plumas, o de cosa que las imite, en cascos,
naba Ganimedes mejor que nadie (véase «Introducción», 3.4). sombreros, gorras, etc., o en el tocado de las mujeres» (DRAE).
156 JACINTO BENA VENTE CUENTO DE PRIMAVERA 157

LESBIA.- (A COLOMBINA.) Nada más de que tú, dis - guardias y pajes, todos ataviados con magnificencia. Los
frazada con suntuoso aparato, te presentes a él como al- mensajeros del Príncipe Zafir, portadores de los presen-
guna princesa o dama aventurera de singular hermosura. tes de boda, entran en el salón, precedidos de heraldos
COLOMBINA.- No podrá ser más singular de la que con dalmáticas 43 azules y sobre ellas, ricamente bor-
poseo. dadas, las armas del Príncipe. Numerosos pajes de admi-
LESBIA .- Realzada con todo el donaire propio del rable hermosura presentan los diferentes regalos, joyas
caso. Toma mis galas y joyas mejores, dispón la comi- de inestimable precio, telas y brocados orientales, ánfo-
tiva que ha de acompañarte, eligiéndola entre los más dis- ras de oro y cuarzo, y mil caprichosas curiosidades que
cretos a mi servicio, y veremos si mi prometido esposo y van mostrando ante la Corte. Por último, acompañado
señor es tan enamoradizo como sospecho. de otros donceles, y sustentando toáos galas deslumbra-
ZARA.-No harás tal despropósito; te expones a graves doras, llega ZAFIRINO, embajador del Príncipe su her-
disgustos si el Príncipe se percata de la burla. mano, y con gran acatamiento presenta su mensaje al
LESBIA.- Cuantas reflexiones intentes mostrarme se- REY SALOMÓN, quien le acoge graciosamente. Los corte-
rán inútiles. Déjame gozar a lo menos con estas inocentes sanos prorrumpen en exclamaciones de júbilo. Después
travesuras. Si al fin seré su esposa, si mi juvenil alegría de esto, el REY y la PRINCESA descienden del trono y sa-
ha de trocarse pronto en espetada autoridad bajo el peso len con gran ceremonia, acompañados de su comitiva y
de regia diadema, déjame retrasar este instante cuanto seguidos de numeroso séquito.
pueda y creerme todavía libre y dichosa. ¿No es verdad,
Colombina, que harás esto por mí? MUTACIÓN
COLOMBINA.- Con vuestro asentimiento, Arlequín
hará un famoso escudero de dama andante.
LESBIA.- Reiremos el chasco lindamente. Galería de palacio, con vista a los jardines
ZARA.- Temo algún grave daño.
LESBIA.- Es mi última niñería. ¿Lo ves? Sólo entra- ESCENA XII
zarla olvidé mis pesares .
COLOMBINA y ARLEQUÍN
MUTACIÓN
ARLEQUÍN.- ¿ Y hoy mismo hemos de emprender la
Sala del trono jornada?
COLOMBINA.- Sí; apresúrate a disponer lo necesario.
ESCENA XI
43
dalmáticas: «Túnica blanca con mangas anchas y cortas y ador-
El REY SALOMÓN y la PRINCESA LESBIA, en el trono, nada de púrpura, que tomaron de los dálmatas los antiguos romanos»
rodeados de damas y grandes dignatarios de la Corte, (DRAE).
158 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 159

ARLEQUÍN.-Vamos a cuentas. ¿Qué piensas podrá re- COLOMBINA.-¡Linda pareja! Los dos son como un
sultamos de estas andanzas? oro.
COLOMBINA.- ¿ Qué? Tratamos unos días a cuerpo de ARLEQUÍN.-La Corte rebosa de lindos mancebos.
rey, recibir agasajos y cortesías y servir con eso a quien COLOMBINA.-Las damas se desviven por enamorar-
ha de pagamos con largueza. los. (Pasan varios pajes del Príncipe Zafir, en animosa
ARLEQUÍN.- ¿ Y te juzgas tentación de un príncipe? conversación con los pajes de la Corte.)
COLOMBINA.-Mejor que de un farandulero corno tú. ARLEQUÍN.-Pero ellos, unidos en amistosas parejas,
¿Qué atractivo rne falta para competir con la más encum- no hacen aprecio de las damas. ¿No asistiremos esta no-
brada belleza? La gala y compostura de sus arrumacos. A che a la fiesta?
fe que ha de admirarte rni aire señoril cuando me veas COLOMBINA.-Debemos partir antes.
aderezada como corresponde. ARLEQUÍN.-Me agradaría ver la lluvia de fuego con
ARLEQUÍN.-Y entre nosotros, si el Príncipe se mues- que han de terminar las luminarias.
tra caedizo a la tentación, ¿hasta dónde piensas llevar la
burla?
COLOMBINA.- Lo que hemos de hacer, ya que nuestra
ESCENA XIII
lealtad nos pone en pasos tan ocasionados, es sacar de
ellos el mejor provecho.
ARLEQUÍN.-¡ Sí que eres boba! ¡Ay, Colombina! Dó- GANIMEDES y ZAFIRINO
rame tan amarga píldora corno verte en brazos de un
príncipe. GANIMEDES.- Estaréis fatigado y la hora de la fiesta
COLOMBINA.- ¡Calla, tonto, qué mayor homa nos po- se aproxima. Si queréis descansar un momento ...
díamos ambicionar! Hacia aquí viene el embajador. Si el ZAFIRINO.- Podéis creer que, si antes me quejaba de
Príncipe, como hermano, se le parece, no me doleré de la cansancio, olvidé la fatiga a vuestro lado. Tal virtud lleva
aventura. en sí la poesía. Decid, si acaso recordáis, alguna otra can-
ARLEQUÍN.- ¿Dolerte? Los ojillos se te encandilan sólo ción. Pendiente rne tenéis de vuestros labios.
de imaginarla. ¡Ay, Colombina, dórame la píldora! GANIMEDES .-No podréis hacerme creer que vuestra
COLOMBINA.- No rezongues, que andamos entre po- afición al arte de trovar no halle correspondencia en las
derosos y ha de haber para todos. musas; tan próvidas son de sus dones, que en pago de me-
ARLEQUÍN.- Eres mi único bien; pero, si ellos se por- nor afición que la vuestra suelen otorgarlos.
tan corno nobles señores, no han de aventajarme en libe- ZAFIRINO.- En mi alma sólo a medias existe la facul-
ralidad. Para todos haya. tad poética. Poseo un instrumento de dulcísima melo -
COLOMBINA.- Esa es generosa determinación. (Pasan día; pero, inhábil la mano, no logra armonizar sus soni-
ZAFIRINO y GANIMEDES del brazo.) dos. Así no sé córno expresar mi admiración por vuestro
ARLEQUÍN.- ¡El ernbajadorcito junto con Ganimedes! arte, que, cual eco dulcísimo, vuelve a mi corazón ar-
160 JA ClNTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 161
monizados los acentos que de mi corazón brotaron dis- suplantarle en sus celos o podrá creerse que aspiráis a su-
cordes . plantarle en su amor.
GANIMEDES.-Aún sois muy niño . Vuestro espíritu re- ZAFIRINO.-Bien habéis demarcado los límites de mi
volotea inquieto, más curioso que interesado por cuanto cargo. No así la causa de mis celos.
le rodea. Vuestras sensaciones pasajeras, sin fijarse un GANIMEDES.-Si no es que amáis a la Princesa.
punto en vuestro corazón, sólo trazan en él la imagen ZAFIRINO.-¿A la Princesa? Creedlo y compadecedme.
borrosa de un recuerdo indiferente . Sólo el amor fe- Si mi amor es imposible, como el vuestro, no veáis en mí
cunda al fundir en irresistible impulso potencias y senti- al competidor favorecido sino a quien sufre por amar
dos. Sólo con parte de nuestra vida podemos infundir como vos y comprende vuestro sufrimiento. Estrecha
vida. Por vuestro corazón de niño pasan fugaces senti- amistad deberá unirnos, mutuas confidencias serán el de-
mientos , inconstantes deseos, sin que la flecha de oro sahogo de nuestro corazón; en vez del llanto desesperado
del amor clave en él uno solo, fijándole allí con pene- vertido en soledad, lloraremos juntos con más dulce
trante herida. llanto. Os lamentaréis con sentidas exclamaciones y es-
ZAFIRINO.-¿Es entonces la vibración del aguzado forzaré yo la expre~ión de mi tristeza por aliviar la vues-
dardo amoroso, clavado en vuestro pecho, lo que arran- tra. Nuestra amistad se alimentará de nuestro amor, y
ca de él tan dulces lamentos? ¿Y si yo me sintiera celoso nuestro amor, en vez de consumirse en sí mismo, vivirá
del divino sujeto de vuestro amor? de nuestra amistad 44 • Será la unión acendrada de dos al-
GANIMEDES .-¿ Vos celoso? mas que miran al Cielo y allí unen sus miradas al tocarse
ZAFIRINO.-¿Lo extrañáis? Considerad mi calidad de · en la Tierra. Me escucháis absorto.
embajador y cómo aquí represento al Príncipe mi her- GANIMEDES.-Como quien pretende rasgar las som-
mano. Por lo que a medias tengo de poeta, a medias tengo bras que envuelven un enigma.
de adivino. Me ha bastado seguir la estela luminosa de
vuestra poesía y en unos lindos ojos afligidos hallar la luz 44
La idea del pasaje es que amor -palabra reservada a Ja relación
de donde irradia para descubrir el astro esplendoroso que heterosex ual- y amistad -para indicar la homosexual- borran sus
influye vuestros destinos. fronteras -determinadas por Ja mural convencional- y llegan a con-
GANIMEDES.-Vuestra solicitud en el cargo que traéis fundirse . Esta idea aparece muy claramente expuesta, por más que se
a la Corte os hace antojadizo de sospechas. Ni en alas de recubra de calculada ambigüedad, en el soneto III de Versos (Obras
la poesía osé nunca elevar el deseo hasta mi noble señora la completas, VI, pág. 1.085): «¿Un nombre a nuestro afecto? iAfecto ex-
traño!/ Un nombre tiene al corazón odioso,/ un nombre infame, duro y
Princesa. Si alguna imputación en contrario habéis oído, afrentoso,/ que tú rechazas con sutil amaño./ Y otro más noble, ¡lison-
tenedla por hablilla de cortesanos maliciosos; si os fue jero engafio!/ das a este afecto, en tu ilusión hermoso./ No Je conviene
sugerida por sospecha propia, desechadla como celosa el nombre de amistoso,/ pues funde cuerpo y alma, en nuestro daño./
imaginación. Os basta vuestro gentil semblante para ¿Vicio? No .. ., que radiante en puro anhelo,/ aunque por la materia se
interese,/ sabe vo lar y remontarse al cielo./ De Ja amistad se cubre con
representar al Príncipe y mostrarnos por anticipado cuá- el velo,/ mas deja ya que el alma lo confiese,/ deja que diga ... amor. Su
les serán sus méritos si en vos se reflejan. No pretendáis nombre es ese» .
162 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 163
ZAFIRINO.-No intentéis penetrar su sentido con ator- ZARA.- Pero ¡qué empeño! ... Pues leyendo. Algún li-
mentar el pensamiento. Sólo vuestro corazón os puede brote estrafalario. Embustes y balsamías 45 que te pierden
llevar a descifrar. Dejaos guiar de él. el juicio y nos le harán perder a todos. Vamos, no tardes.
GANIMEDES.- Cada vez me ponéis en mayor confu- ¿Oyes? Comienza la música.
sión. LESBIA.- Vamos, sí; pero has de hacer antes una cosa
ZAFIRINO.- A nadie hablé tan claro, a pesar mío. Baste por mí.
añadir que no soy lo que parezco, y sólo quien me ame ZARA.- Si no es alguna traza disparatada . .. Temiendo
por lo que parezco podrá comprender lo que soy. Por ex- estoy no nos metas a todos en algún lance difícil, y aun
trañas que os parezcan mis palabras, no intentéis defende- vengan por ti la perdición de dos reinos.
ros del afecto que hoy nace entre nosotros. Esta es mi LESBIA.-No, Zara. Me resigno con mi suerte. Algún
mano, seamos amigos .. . y hablemos de nuestros amores. hado propicio puso en mis manos este libro.
ZARA.-Cuentos son de los que yo te refería cuando
MUTACIÓN eras un mal arrapiezo 46 •
LESBIA.-Cuentos, sí, mentiras candorosas que en
nuestra idea toman ser de verdad antes que la verdad
La biblioteca de palacio; infinidad de libros misma. Ellos son el mejor recuerdo de nuestra infancia,
como la infancia lo es de nuestra vida, luz rosada de au-
ESCENA XIV
rora pronto abrumada con espesas nieblas. ¡Pobres cuen-
tos! Al recordaros me parece abrir un resquicio en mi
LESBIA y, después, ZARA
alma, por donde aquella luz de mi aurora penetra y se es-
parce y esclarece negruras en mi alma.
LESBIA.- (Leyendo.) «Y aquel sueño de amor, con pe-
ZARA.- (Leyendo.) ¡Cuento de primavera! Apropósito
rennal recuerdo, subsistió en su alma. Nunca amó ni fue
viene el cuento.
amada; pero un sueño de amor llenó su vida entera. Al re-
pasar en fiel recuerdo nuestra existencia, todas las lágri - LESBIA.- ¿No lo recuerdas? Érase una Princesa, como
mas son para lo existido, todas las sonrisas para lo so - yo, destinada a unirse sin amor a quien no la amaba tam-
ñado. ¿Qué importa decir: Amé, supe lo que era el amor? poco. Mas su hada protectora acudió compasiva y la
Muerto de amor, pasó como un ensueño. Pero al desper- dijo : «Soy el hada protectora de los amores y sólo a los
tar de un sueño hay algo más en nuestra vida, algo que no amores alcanza mi poder. El genio que gobierna los al -
era y es. ¡Ni amé ni supe lo que era amar, pero soñé el tos destinos ha dispuesto pacificar por ti dos poderosos
amor! ... » (Queda pensativa.)
ZARA.- Todo palacio anda buscándote. La hora de la 45
balsamía: «Cuento fabuloso, hablilla» (DRAE) .
fiesta es llegada y aún no piensas en vestirte. 46
arrapiezo: «Persona pequeña, de corta edad o humi lde condi-
LESBIA.- ¡Déjame, por piedad! ción» (DRAE).
164 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 165

reinos. En vano defendí tu corazón. El genio sonrió ZARA.- ¡Lesbia, hija mía! En verdad que andas desati-
desdeñoso y, entreabriendo a mis ojos el libro de sus in- nada. Vamos, no llores. Todo se hará como tú quieres.
mutables designios, anonadó la pequeñez de mi súplica Tendrás las flores. No ha de quedar por flores. Pero ¿y el
ante la grandeza de sus sabios decretos. Ni una línea po- lindo mancebito? Lindos 47 no faltan en la Corte; pero ¿y
día alterarse en ellos sin alterar al punto esta soberbia la particular circunstancia requerida?
máquina de cielo y tierra. Te unirás sin amor a un Prín- LESBIA.-Acaso Ganimedes .. .
cipe extranjero en tu reino como en tu corazón. No le ZARA.-¿Ganimedes? De cuerpo podrá ser; pero de
amarás ni serás amada, pero sabrás lo que es amor. La alma .. . Los poetas se dan cada hartazgo en su imagina-
víspera de tu boda es el día primero de primavera. Me- ción .. .
diada la noche, reúne cuantas flores abiertas aquel día LESBIA.- Entonces, discurre.
puedas hallar y rodea con ellas tu lecho. Apenas dor- ZARA.- Bien, déjalo a mi cargo y corre a vestirte.
mida, un celestial mancebo, un niño casi, como tú vir- EL REY.-(Dentro.) Lesbia, hija mía .. . ¿Qué es de ti?
gen de cuerpo y de alma, besará castamente tus labios. Los invitados aguardan.
Dormido tu cuerpo, tu alma despertará entonces al LESBIA.-(Sobresaltada.) ¡Voy, voy! (A ZARA.) Por
amor, y otro día, despierta, por siempre tu alma soñará cuanto quieras, no te olvides de mí.
con él».
ZARA.- ¿Y pretendes lo mismo? MUTACIÓN
LESBIA.- Y tú has de ser el hada buena.
ZARA.- ¿Hada yo? En mi vida las vi ni de ellas en-
tiendo. Deja locuras. Los jardines de palacio iluminados para la fiesta. Los
LESBIA.- Yo sé que posees mil secretos de encantos y cortesanos pasean o forman animados grupos
hechicerías, como casi todas las mujeres de tu raza.
ZARA.- No porfíes. ESCENA XV
LESBIA.- ¡Es tan fácil lo que pretendo! Rodea de flo-
LESBIA, HEBE 48 y ROSALINDA 49
res mi lecho ... Después ...
ZARA.- Después ... ¿Dónde está el filtro que produce
LESBIA.- ¿Qué os parece de la fiesta, amigas mías?
esos dulces ensueños? ¿He de andarme a buscarlo hecha
Creo no hallaros muy gozosas en ella.
bruja carcacera?
LESBIA.- ¿Filtro? No habla de filtros el cuento.
47
ZARA.- Peor aún. Habla de lindos mancebos, y an- lindos: «Hombre afeminado, que presume de hermoso y cuida
darse a buscarlos ya es cosa peor que brujería y tiene peor demasiado de su compostura y aseo» (DRAE).
48
Hebe: hija de Zeus y Hera, personifica la juventud. En el Olimpo
nombre. escancia néctar a los dioses invitados por sus padres.
LESBIA.- (Enojada.) Bien está. Si me niegas tu auxi- 49
Rosalinda: es el nombre de la protagonista de la comedia de
lio, yo sabré hallarle. Para nada te necesito. Shakespeare Como gustéis (As you like it). Mujer resuelta y enamorada
166 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 167

HEBE.- Y en nadie hallaréis satisfacción completa esta HEBE.- ¿Y creéis que Aricio perdería con parecerse al
noche; que esta fiesta es la última que alegráis en la Corte Príncipe?
con vuestra presencia. ROSALINDA.- Ni Leandro con igualarse a él.
ROSALINDA.- Y su brillante esplendor no luce sino como LESBIA.- Cuidad no os escuchen.
empañado de nebulosa tristeza. En algún instante parece HEBE.- ¿No envidiarán ellos al Príncipe?
que los bullicios de músicas, voces y risas se apagan cual si LESBIA.- Afirmaría que no. Me disgusta que habléis
a todos acudiera de súbito la triste idea de vuestra partida. de este modo. Con alma y vida trocaría mi lugar por el
HEBE.- Ni aun vos, que tan feliz vais a ser, dejaréis de vuestro, y vosotras ambicionáis el mío.
sentir melancolía esta noche. HEBE.- ¡Princesa!
ROSALINDA.- Dulce melancolía que estremece el co- ROSALINDA.- ¡Reina! ...
razón 50 . Amorosa caricia con que de vos se despide todo HEBE.- Esta tarde, oíd qué extraño suceso: bajé al jar-
cuanto aquí os amó. dín a recoger las flores para mi tocado, y sentada a des -
LESBIA.- ¡Y todo cuanto amé! No es lo que siento cansar en un banco, apoderóse de mí un sueño profundo,
dulce melancolía, con que el alma se aparta siempre de influido del penetrante aroma de las flores, según pude
los lugares donde algo de ella queda, aun cuando sean observar por sus efectos. Figuraos que me vi Princesa de
sólo dolores y tristezas, y al partirse le aguarden lugares estos reinos, en vuestra misma figura, y esposa, en lugar
más risueños y días venturosos; es hondo pesar que me vuestro, del Príncipe Zafir.
destroza el alma. LESBIA.- ¿Eso soñaste?
HEBE.- ¡Hondo pesar! ¡Si vais a ser Reina! ROSALINDA.- ¿Creeréis que anoche fue ese mismo mi
ROSALINDA. -¡Esposa del Príncipe más encantador sueño?
que puede soñarse! HEBE.- ¡Qué extraño!
HEBE.- ¡Quién fuera vos! ROSALINDA.- Y he oído de varias doncellas de la Corte
ROSALINDA. -¡Quién trocara mi lugar por el vuestro! que han soñado como nosotras.
LESBIA.- ¿Envidiáis mi suerte? ¡Vosotras que no de- HEBE.- ¡Será cosa de maleficio!
béis sujetar vuestro corazón a imposiciones del Estado ... ! ROSALINDA.- Dicen que la primera luna de primavera
¡Tú, amada del gentil Aricio; tú, del noble Leandro! influye de un modo extraño en las doncellas enamoradas.
LESBIA.- Medianoche ha pasado. Adiós, amigas; ni
de Orlando, del que diversas circunstancias famili ares la han separado, una palabra de lo que hablamos. A soñar, alma mía.
se disfraza de campesino y adopta el nombre de Ganimedes. Se trata,
pues, de una visión shakespeareana del mito del andrógino, pues esta MUTACIÓN
es una de las comedias del autor inglés que más explota la ambigüedad
sexual (Cfr. Manuel Ángel Correjero, Eros adolescente. La construc-
ción estética en Shakespeare ).
50
La melancolía es uno de los topoi característicos de la poética
modernista.
168 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 169

Dormitorio de la Princesa Lesbia. Descúbrese a esta en ZARA.- Señor, el Rey llega ... Ocultaos.
su lecho, rodeada de flores ZAFIRINO.- ¡No!
ZARA.- ¡Por piedad!. .. Ved ... Es mi señora, la Prin-
ESCENA XVI cesa .. .
ZAFIRINO.- ¡La Princesa! ¿Qué significa esto?
La PRINCESA, dormida; ZARA, ZAFIRINO y, después, ZARA.- ¡Ocultaos, o soy perdida!
el REY. ZARA, trayendo de la mano a ZAFIRINO, entra ZAFIRINO.- ¿Dónde?
sigilosa ZARA.- Aquí, pronto. (ZAFIRINO se oculta detrás de
un tapiz.) ¡Señor! ... (Al ver al REY.)
ZARA.- ¡Por favor, no hagáis ruido! EL REY.- ¡Duerme ya la Princesa!
ZAFIRINO.- ¡Por favor, termina ya tan misteriosa aven- ZARA.- Ved, señor.
tura, o con aventura y misterio, y vos con ellos, daré EL REY.-¡ Duerme! Di, entonces, vieja infame, ¿quién
luego al traste! es el hombre que ha penetrado contigo hasta aquí?
ZARA.- Tened paciencia, que tocamos al desenlace. ZARA.- ¡Un hombre! Señor, os engañáis.
¿Descubrís un bulto sobre aquel lecho? EL REY.- La guardia está apostada en la galería; no po-
ZAFIRINO.- Una mujer dormida o que simula estarlo déis escapar. Vine yo solo para sacar a ese hombre de
con liviano propósito. Dejadme salir. aquí, sin que nadie pueda poner sospecha en el honor
ZARA.- Aguarde el mancebito, y no me juzgue mal de mi hija. Pero él y tú moriréis mañana. ¡Pronto! ¿Dónde
tan de ligero. se oculta?
ZAFIRINO.- ¿Quién es la dama? ZARA.- ¡Por piedad! . .. (Sale ZAFIRINO.)
ZARA.- Nada os importa saberlo, pues que no habéis ZAFIRINO.- ¡Señor!
caído en ningún lazo amoroso. Acercaos. EL REY.- ¡Zafirino! ¿Traidor así a vuestro hermano, a
ZAFIRINO.- ¡Vieja entrometida! Si eres instrumento de vuestra fe de embajador?
alguna traición, ¡ay de ti! ZAFIRINO.-No soy culpable.
ZARA.- Posad vuestros labios sobre los de esta hermosa. EL REY. - Lo que importa es alejaros de aquí sin que
ZAFIRINO.- ¿No es más de eso? (La besa.) Hecho está. nadie, ¿entendéis?, nadie trasluzca la ocurrencia. Saldréis
(Ruido dentro.) conmigo. Vuestro aspecto se adapta a femeniles atavíos.
ZARA.- Salid ahora ... Aguardad. Vestíos las ropas de mi hija y seguidme.
ZAFIRINO.- ¿Qué es esto? ¡Traición! ZAFIRINO.- ¡Señor!
ZARA.- No temáis. El Rey se acerca. ¿Qué le traerá EL REY.- ¿Qué tardáis?
aquí a deshora? ¡Perdidos somos! ZARA.- (Ayudándole a vestir.) Obedeced.
ZAFIRINO.- ¡Por vida, que todo ha sido maquinación ZAFIRINO.- Sí, venga; es el traje que me conviene. Sa-
para perderme! ¿Quién es esta dama? ¡Luz, o aquí mue- bedlo y no temáis por vuestro honor, ni me deis culpas
res! (Amenazándola con un puñal.) que no tengo. Soy mujer.
170 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 171

ZARA.-¡ Cierto! ñor sé yo darme. Verás cómo autorizo tu alocada vivacidad


EL REY.-¡ Mujer! con mi respeto. ¡Por el dios Momo 52 y por Talía 53 , nues-
ZAFIRINO.- Hermana bastarda del Príncipe Zafir; el tra musa, que han de tomarnos por príncipes o por cosa
Rey nuestro padre me encomendó a su cuidado, y él, por más alta!
tenerme cerca de sí, más segura, presentóme como her- COLOMBINA.- ¡Qué sería de ver si por nosotros se tras-
mano suyo a la Corte y en esta apariencia he vivido siem- tornara todo lo trazado con tantas andanzas, mensajes y
pre a su lado, libre de los riesgos a que pudo exponerme despachos entre las dos Cortes!
mi condición bastarda. ARLEQUÍN.-No es mal viento de tempestad el aire mo-
EL REY.-No es posible dudar de lo que decís, al mirar vido de una falda para derribar fundaciones de la política.
cómo sientan en vos femeniles arreos. Mucho ganáis en COLOMBINA.- Y si el Príncipe es enamoradizo, como
el trueque, sin poner en cuenta la vida que con él ganas- aseguran ...
teis también. ARLEQUÍN.-Si tú eres enredadora, como yo creo ...
ZARA.-¿ Y yo, señor?
COLOMBINA.-Si el Príncipe se enamora de mí ...
EL REY.- Tú has de dar cuenta más estrecha. Salga-
ARLEQUÍN.- Y si aciertas a marearle con el tira y afloja
mos ahora y dejemos descansar a la Princesa. Lances son
de favor y desvío ...
estos para tratarlos más despacio.
COLOMBINA.-Si logro enloquecerle y me viera al fin
reina ...
MUTACIÓN
ARLEQUÍN.- ¿Reina tú? Más fácil es que vea yo prín-
cipe a alguno de mis hijos. En marcha, Colombina. Y si al
El jardín de la escena primera cabo saliere lo que imaginas, no es mucho que una vez
tengan dos pobretes como nosotros la salud de dos reinos
ESCENA XVII en sus manos. Ellos juegan con la nuestra todos los días

ARLEQUÍN y COLOMBINA clán, se hacen evidentes: «ARLEQUÍN .-Vi la luz en Italia, fui poeta,/
me engañó mi mujer y vine a España/ de comediante. Llevo en mi ca-
ARLEQUÍN.- Todo está tranquilo; en marcha, Colom- rreta/ corona de papel, cetro de caña,/ y otra corona seca de laureles,/
bina. ¿No se te alegra el corazón al dejar por algún tiempo ¡que aún no he aprendido a despreciar la gloria» (pág. 53).
52
la Corte con su enfadoso trato, para volar a nuestras an- Momo: divi nidad que personifica la burla, la crítica y el sar-
casmo. En Hesíodo, aparece como hijo de la Noche y hermano de la
chas, ricos, poderosos y, como en días alegres de la cará- Discordia; según otros, era mujer e hija de Nyx y hermana de las Hes-
tula, libres y aventureros? 51 Verás qué trazas de gran se- pérides.
53
Talía: una de las nueve Musas. En época helenística y romana se
convirtió en musa de la comedia. Se la representaba como una joven
51
De nuevo el ideal de libertad se vincula al mundo del teatro, y de coronada de hiedra, con una máscara en la mano izquierda y el largo-
nuevo también las relaciones con La marquesa Rosalinda, de Valle-In- bulus en la derecha.

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172 JAClNTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 173

y, cambiados los trajes, allá nos valemos. Vestido de rey, en su tallo despiertan las flores,
he declamado yo ditirambos 54 de más alta moralidad de y en mi alma, el amor.
los que ellos declaman todos los días. La suerte es el au-
tor en la comedia del mundo, y ella, con el papel que nos (Descúbrese en una ventana a ZAFIRINO, vestido de
reparte, nos da o nos quita lucimiento. En la boca del Rey, mujer, con el traje de la Princesa.)
chocarrerías por sentencias profundas son veneradas; en
mi boca, moralidades por chocarrerías son tenidas. ZAFIRINO.-¡Amor!
COLOMBINA.- No pienso yo tan de ligero y, aunque GANIMEDES.- ¿Quién es?
voltaria 55 y pizpireta, mi espíritu de comedianta vuelve ZAFIRINo.- El amor llama ... Subid si osáis a tanto.
siempre hacia ti como a su centro natural. Contigo soy GANIMEDES.- Por el amor, a todo. (Tira el laúd y trepa
reina y criada, honesta y alegre, lloro y río. Tú me com- hasta la ventana.)
prendes siempre, ¡pobre bufón de mil colores! Noble y
villano, homado y vicioso, en tus aspectos varios y, en el
centro de todos, espíritu crítico, espectador inmutable que FIN DEL ACTO PRIMERO
ríes o lloras contigo, te aplaudes o te silbas a ti mismo.
ARLEQUÍN.- Ahora me silbo. Estas noche de luna y un
amor tan tierno capaces son a entristecernos.
COLOMBINA.- No, no. El amor ha de ser todo alegría.
Un beso, Arlequín.
ARLEQUÍN.- Un beso, Colombina.

ESCENA XVIII

GANIMEDES y, después, ZAFIRINO

GANIMEDES.- (Cantando.)

¡Primavera del alma y del mundo!


En el cielo despierta ya el sol,

54
ditirambos: composición lírica que en la primitiva Grecia era in-
terpretada y bailada por un grupo de coristas, dirigidos por el corifeo.
55 voltaria: «De carácter inconstante, versátil» (DRAE).
CUENTO DE PRIMAVERA 175

SOLDADO l.º.-En nuestra tierra somos todos felices ,


porque nos encantó al nacer un hada buena.
AMAPOLA.-¿ Un hada?
SOLDADO !.º.-Azulina 57 ; ella nos dotó de fantasía tan
extraordinaria que del más vil material labramos obra ma-
ravillosa. Dadnos colores, aunque sea en hilachos, que
sobre cualquier fondo bordaremos en derroche riquísimo
arabescos y filigranas, floripondios y rosáceas de encen-
ACTO SEGUNDO didos matices, pájaros esmaltados con reflejos de talco y
pedrería. El mundo se viste de nuestra alma al reflejarse
en ella, como el agua bajo el cristal refleja las imágenes
Una hostería 56
con su propio color cada una, pero envueltas por igual en
la caricia temblorosa de sus ondas.
ESCENA PRIMERA
PEDRILLO.-Bien se ve que depusisteis las armas y, en
AMAPOLA, SOLDADOS del Príncipe Zafir y, después, vez de entrar feroces conquistadores en estos reinos, en-
PEDRILLO tráis rendidos enamorados.
AMAPOLA. -Y en la Corte seréis muy atendidos; que
SOLDADO l .º.- Pues yo digo que tu marido es un im- allí todos se pican de poesía y de la Princesa aseguran
pertinente y que por un abrazo que nos dieras al partir él que se perece por trovas y romances.
y tú no quedaréis sino más honrados. SOLDADO 2.º.-No pudo tener afición más acomodada
PEDRILLO.-Harto honrado quedamos con el favor de al gusto de su esposo. El Príncipe Zafir casi no toca en
tanto noble caballero. este mundo de puro sublimado en la poesía.
SOLDADO 2.º.- Buena mina ha sido para vuestra hos- AMAPOLA.-Pues si tan bien se acomoda con la Prin-
tería la estancia del Príncipe Zafir en el pueblo. cesa, ¿por qué retrasa su partida a la Corte? Fuerza es que
SOLDADO l .º.- Cierto que Amapola es persona de allí le aguarden impaciente.
gusto y sirve un jarro de vino como nadie. SOLDADO 2.º.-Como antes dije de nosotros , el Príncipe
SOLDADO 2.º.- No escanció Hebe con más gracia. depura en su fantasía las realidades más prosaicas y no sé
PEDRILLO.- En mi vida vi tropa más galante y enamo- qué novela de amor traza en este villorrio desamparado.
rada. ¡Buen humor gastáis en vuestra tierra! AMAPOLA.-¿Novela de amores? Será cuento sabroso.

56
Ante una hostería transcurre la acción del primer cuadro de Los 57
Azulina: con el nombre de esta hada, Benavente parece rendir
intereses creados. Se trata de una versión moderna de las antiguas ven- homenaje a Rubén Darío, quien, en 1888, había publicado su libro
tas, en que solían ambientarse episodios de gran confusión y algazara, Azul, a partir del cual este color se convirtió en emblema del estilo mo-
como ocurre en el Quijote. dernista, como sinónimo de Jo fantástico y lo maravilloso.
176 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 177
PEDRILLO.-Como esos beneficios nos dejan los seño- SOLDADO l.º.-¿No podremos verla?
res a su paso. AMAPOLA.-No s encarecieron que a nadie dijésemos
AMAPOLA.-¿ Y quién es la muchacha? palabra de su llegada, ni permitiéramos llegar hasta ellos.
SOLDADO 1.º.-La hija del tío Salomón, el molinero 58 . SOLDADO 2.º.-¡Extraños personajes!
PEDRILLO.-¡Vaya si es linda! ¡Pobre muchacha! SOLDADO l.º.-Pues no saldré de aquí sin conocerlos.
AMAPOLA.-¿L inda? Una boba desvanecida que se PEDRILLO.-Mirad no venga perjuicio en ello, y aun a
precia de semejar en talle y cara a la princesa Lesbia, vosotros, si, como creo, son principales señores.
desde que una vez la vio en la Corte. SOLDADO 2.º.-Finjamos una pendencia, que sus gen-
SOLDADO 2.º.-Eso aseguran. Así, no es mucho que el tes acudirán al ruido, y por ellos sabremos quiénes son,
Príncipe haga previa experiencia en ella. de dónde vienen y con qué propósito.
AMAPOLA.-No es mal enredador el Principito. ¡Como PEDRILLO.-¡Por favor!
no tenga que sentir al cabo! ... SOLDADO !.º.- (Sacando la espada. ) No hay más que
SOLDADO l.º.- ¿Qué dices? ¿Habrá quien se atreva? ... hablar. (Al SOLDADO 2.º.) ¡Muere, villano! ... (Luchan.)
AMAPOLA.-Aquí, no. Pero la noche pasada ha llegado AMAPOLA.- ¡Teneos, que parece veras!
al pueblo y está en la hostería ... PEDRILLO.- ¡Caballeros!
SOLDADOS.-¿Quién? ¿Quién?
PEDRILLO.-¡Bah! Cavilaciones de mi mujer.
AMAPOLA.-Una dama misteriosa que trae séquito ESCENAII 59
muy lucido.
SOLDADO l.º.- ¿Y qué sospecháis de ella? Los MISMOS y ARLEQUÍN, de escudero, con rico traje;
SOLDADO 2.º.-Alguna gran señora extranjera será, sin después, COLOMBINA, de dama
duda, que acude a la Corte, deseosa de holgarse en las
ARLEQUÍN.-¿Qué ocurre, señores? Baste mi.media-
fiestas.
ción a calmaros. No arriesguéis así vuestra vida sin pro-
AMAPOLA.-Ella persona de rango parece y, por lo que
vecho, por lo mismo que sois valientes y soldados.
ha dejado oír, viene en busca del Príncipe.
SOLDADO l.º.-¿Qué veo? ¡Arlequín! ¡Nuestro anti-
SOLDADO l .º.- Alguna aventurera, mujer de fortuna.
guo amigo el representante! ¿Eres tú?
SOLDADO 2.º.- Acaso alguna Princesa despechada y
celosa.
59
SOLDADO l.º.-¿ Qué tal introductor trae en su cara? Esta escena puede tomarse como un apretado esbozo de la in-
triga y el tema de Los intereses creados: el disfrazamiento de unos pí-
AMAPOLA.- La misma luz y la misma alegría trae en caros que se hacen pasar por señores, la condición farandulera de va-
ella. Un cielo parece. rios personajes que hace borrar las fronteras entre la vida y la ilusión
PEDRILLO.-Y con todo, una majestad, un señorío ... teatral, la oposición entre Arlequín, como hombre de letras, y los solda-
dos . .. (cfr. F. Ruiz Ramón, Historia del teatro espaíiol. Siglo XX, págs.
35-36, donde pone de manifiesto el paralelismo entre las parejas de Ar-
58
Molinero: véase lo dicho en la nota 16. lequ(n y Colombina, y Crispín y Leandro).
178 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 179

SOLDADO 2.º.-El mismo. SOLDADO 1.º.-Dejad ya las burlas o de veras nos ofen-
AMAPOLA.-Son comediantes. deremos.
PEDRILLO.-¡Sí, ya decía yo! COLOMBINA.-(Aparte, a ARLEQUÍN.) Aquí es ya vano
ARLEQUÍN. - Señores, no culpo a vosotros ; culpo al el fingimiento, Arlequín; todo vino a tierra.
vino traidor que este hostelero bellaco os ha servido. ARLEQUÍN.- ¡Oh, popularidad gloriosa que en todo lu-
¡Mofarse de mí! ¡Si no mirara el respeto de mi señora ... ! gar destellas esplendente! (Saludando.) Colombina y Ar-
SOLDADO 1.º.-¡Ja ... , ja! ... No perdió nada de su ha- lequín somos; acabó la comedia.
bilidad. ¿Os acordáis, amigos? Así arrancaba vítores y SOLDADO l.º.-¡ Vítor! ¡Vítor! Vengan los brazos.
aplausos en aquella tragedia famosa Del más honrado es- SOLDADO 2.º.-¡Amapola, Pedrillo, pronto, aquí, va-
cudero, o nobleza en el villano. sos, botellas! El mejor vino que guardéis; hoy es día de
ARLEQUÍN.- No llegan hasta mí vuestros insultos; va fiesta.
muy alto mi honor y ellos muy bajos. COLOMBINA.-(Aparte, a ARLEQUÍN.) ¿Qué haremos,
SOLDADO 2.º.- ¿0ís? Los mismos versos. ¡Bravo, Ar- Arlequín?
lequín! Fuiste siempre famoso representante. (Entra CO- ARLEQUÍN.- (Aparte, a COLOMBINA.) Por ahora, lo
LOMBINA.) que se ofrece, que es esta francachela; después, tornare -
COLOMBINA.- ¡Hola! ¿Dónde están mis gentes? ¿No mos a ser señores.
hay quien me dé noticia del suceso? COLOMBINA .-(Aparte, a ARLEQUÍN.) Ya todo se ha
ARLEQUÍN.- Señora, retiraos, o esta gente soez me pon- perdido; el Príncipe tendrá noticia de que somos unos far-
drá en ocasión de perderme. santes y no será posible introducirnos con él.
SOLDADO 1.º.- ¿No es Colombina? ARLEQUÍN.-(Aparte, a COLOMBINA.) ¿Quién sabe? Si
SOLDADO 2.º.- ¿Qué duda tiene? ¡La sin par Colom- de seducirle se trata, puede que valgas más para él en tu
bina! ¡Colombina graciosa! ¡Colombina hechicera! condición verdadera que si te creyese su igual en rango y
ARLEQUÍN.-¿Esto más? (Saca la espada.) calidades.
COLOMBINA.- ¡Teneos! Esas turbas su castigo ten- SOLDADO 1.º.-Referidnos vuestras aventuras . ¿Por
drán. El noble Príncipe, mis quejas escuchando, justiciero qué ocasión os halláis aquí y qué os trae por estas tierras?
castigará su audacia. ARLEQUÍN.-Un trago, y después, por nuestra amis-
SOLDADO 1.º.- ¿0ís? ¿No es este aquel paso famoso tad antigua, os prometo el relato cabal de nuestra vida
De la más rara Princesa, o el Fénix de la hermosura? desde el punto y hora en que dejamos de vernos. (Todos,
SOLDADO 2. 0 .- Vaya, que han querido damos comedia con gran algazara, al ver entrar a AMAPOLA y PE-
por adelantado. ¿Qué es eso, amigos? ¿Andáis de pipiri- DRILLO con botellas y vasos.) ¡Venga el vino! ¡Alegría!
jaina 60 por estos lugares? ¡Alegría!

MUTACIÓN
60 pipirijaina: «Compañía de cómicos de la legua» (DRAE).
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Un bosque. Es de noche propio lastimado. ¡Noble prisionero de tirano señor! ¡Ti-
rano de mí mismo, cuando no lo soy de mi reino! . .. ¿Y si
ESCENAIII recobrase mi libertad? ... No hay comediante que al des-
nudarse rico traje de comedia no lo haga sin pena. El ves-
EL PRÍNCIPE ZAFIR.- ¡Que así me detenga, cuando fe- tido de nuestra condición social es ya nuestra piel, y nues-
liz aventura logro a dos pasos! Allí está. Desde aquí se di- tra condición social, el alma nuestra. (Sale.)
visa su ventana y hasta creo que a ella entre la vidriera
entornada. Ella, sí, que me aguarda estremecida de temor
pudoroso y de amorosa audacia. ¡Cómo, entre llanto y Habitación en el molino de Salomón
risa, palidez y rubor, se acogerá a mis brazos, recelosa de
ESCENA IV
hallar en ellos un amparo o peligro mayor, como ave per-
seguida se acoge en aleteo tembloroso al regazo de niño LESBIA y SALOMÓN, de aldeanos
cruel y en él halla atroces suplicios y, al fin, la muerte! Y
así, ¡pobre enamorada mía!, fuera yo, a mi pesar, niño SALOMÓN.- ¿Conque no iremos a las fiestas de la
cruel contigo ... Y te amo, sí, pero en imagen, aquí, en la Corte? ¡Válgame la muchacha! ¡Yo que pensaba habías
soledad del bosque, a la luz de la luna, tisú de plata deshi- de holgarte de verlas!
lachado que entre la malla de sus hilos de luz se me en- LESBIA.-¿Fiestas de reyes y señores? ¡Lucido papel
vuelve. Suspendido de ellos mi espíritu entre las estrellas el de los villanos en ellas! Admirar grandezas y galas, que
se mece y se eleva hasta dispersar mi alma en lo inmenso son un sueño para nosotros; comprender cómo hay otra
de lo infinito y anegarme y perderme en ello y sentirlo en vida distinta de esta nuestra, donde cada hora es diferente
mí. Ya lo ves, niña mía, con tu amor en mi alma, conmigo de la anterior, transcurridas todas entre goces diversos; no
a solas, a lo infinito llego y tu amor fundo con lo infinito; como nuestros días, que uno solo parecen; jornada sin fin
pero contigo en tierra .. . , a tierra todo. Aquí no soy yo, ni por inmensa llanura pelada, sin un verdor ni un altozano.
es mi alma el alma mía ... Soy hechura ficticia, con un SALOMÓN. -Pues no levantes aire de fantasía en ca-
alma informada por convenciones, respetos, ideas forza- mino pelado o te cegará la polvareda. Desvaríos señoriles
das, sentimientos impuestos ... ¡Príncipe vasallo de sus que os traen locas a todas las muchachas del pueblo
súbditos, que dicta leyes contra su conciencia, guerrea sin desde que llegaron los caballeros cortesanos del Príncipe.
valor, habla con seriedad cuando la risa le retoza en el ¡Mucho será no tenga que sentir alguna y toquen a bateo
cuerpo, sonríe cuando el llanto le ahoga, y se unirá sin antes que a boda! ¿Con quién hablas todas las noches por
amor a una princesa cuando muere de amor por una al- el portillo de la esclusa?
deana! Por eso me place, apenas hallo ocasión propicia, LESBIA.- ¿ Yo, padre?
escaparme conmigo a la soledad y platicar conmigo SALOMÓN.- No sirve hacer la candorosa. Ando al atisbo
mismo y hacer de mí conocimiento, que con tal vivir, que y podré tener nietos; pero sabré a quién agradecerlos.
no es mi vida, ni me conozco a veces. Aquí lloro, de mí LESBIA.- ¡Pobre de mí!
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SALOMÓN.- Por eso murmuran en el pueblo que no esa tuya, brote espontáneo de la Naturaleza? ¡Qué angus-
quieres la boda con Ganimedes . tioso trabajo en cada una de las piedras de mi corona! ...
LESBIA.-¡ Casarme sin amor! ¡Siervos, infelices gusanos de cadáver, royendo en las en-
SALOMÓN.- ¡Sin amor! Pues sigamos el pleito con su trañas de la tierra enterrada los tesoros sepultados en ella
padre y llévese la trampa nuestro caudal. entre escorias, cuando fue vida y luz antes que el cata-
LESBIA.-¡ Y por fuerza he de pagar yo las costas del clismo de las edades hundiera en cavernas de negrura lo
pleito! ¡Con Ganimedes! Un zafiote que se desayuna con que fuerún colinas y praderas del sol iluminadas! ¡El bri-
dos cazuelas de puches 6 1• llo de mis joyas tiene fosforescencias de hedentina 62 ; tu
SALOMÓN.- No hay más que hablar. Es la boda que te corona de flores no ha costado fatigas ni tristezas; nadie
conviene y he de anticiparlo cuanto pueda. Ya sé quién maldijo al trabajarla, nadie maldice al verla en ti pren-
te levanta de cascos; esa bruja morisca, esa Zara, que estos dida! ¡Vivos colores, frescura y vida, sonrisa a flor de tierra,
días viene acá con frecuencia, sin duda con recados de al- de tierra virgen, que se ofrece amorosa, como tú; flor del
gún lindo. ¡Líbrese de que yo la coja! Ahora, vamos, que campo, flor temblorosa, a mí te ofreces; pero no te ajarán
hay baile en el campo para festejar al Príncipe y no es bien mis manos ni te hollarán mis plantas; mi tributo a tu amor
que noten nuestra falta. Avíate, y no llores. ¡Válgame la será como de la aurora a las flores , rocío de lágrimas; de
muchacha! amor lloro, florecilla del campo!
LESBIA.- ¿Lloráis? ¿Es alegría o tristeza lo que sen-
MUTACIÓN tís? ¿Qué será esto de querer? Decidme: soy tan feliz al
escucharos y las lágrimas se agolpan en mi corazón, pero
son lágrimas alegres, lágrimas bailadoras que en tropel
Arboleda en el campo
brincan y saltan dentro. ¿Lo veis? Una cayó sobre vuestra
ESCENA V mano. (El PRÍNCIPE se besa la mano.) Segura estoy de
que no amarga.
LESBIA y el PRÍNCIPE ZAFIR ZAFIR.- ¡Si ya que el hombre no pudo elegir su ser pu-
diera elegir su condición de vida! ¡Espíritu soñador mani-
LESBIA.-¡Dejadme volver! festar mi vida en condición tan limitada! Aleteo de muerte
ZAFIR.-¡Fl or de los campos! Más que a rico joyel te el que azota la tierra, no los aires; pero yo daré vida pro-
prendiera, ufano, en mi pecho. Reina de la fiesta te han pia a mi alma, yo dejaré en mi reino prisionero a un prín-
proclamado , corona de flores ostentas, ven, rein_a mía. cipe Zafir, muñequilla fabricado en la Corte, curioso
¿Qué vale mi corona, con primoroso arte labrada:, ]Unto a juguete, lucro de gente habilidosa que prospera mostrán-
dole a ignorantes y bobos de majestuoso aparato reves-
61 puches: «Cocido de harina con agua, sal y otros ingredientes»
62
(DRAE) . hedentina: «Olor malo y penetrante» (DRAE).
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tido; allí existiré, hablaré, reinaré, movido por la máquina ser eterno, y por traidor le maldecimos al no serlo. ¡Amor!
de mil complicados resortes: razón de Estado, decoro re- ¡En ti lo infinito, aspiración del alma, se refleja! Pero como
gio, etiqueta palatina; pero un día, entre muchos, rom- en el mar, limpio cielo, arriba lo azul en inmensa calma
piendo alguno de ellos, vendré a tu lado y en esta soledad abajo lo azul batido en oleadas. Mas no importa; miremo~
viviré una hora, viviré una hora como he soñado durante al cielo mientras las olas nos mecen unidos.
muchas.
LESBIA.-¿Que volveréis a verme?¿ Volveré a escu-
charos? Este sueño de ahora, ¿será verdad un día? ESCENA VI
ZAFIR.-¡Sueño, bien dices! Fuerza es hoy separarnos;
tu honra y mi decoro sacrifican nuestra felicidad. ¡De qué Los MISMOS y ZARA
nombres tan autorizados se ampara la cobardía para que
la juzguemos heroís¡no ! N adíe sacrificará su felicidad a ZARA.-¡Burladores del mundo! No penséis lograr, de
un respeto cualquiera si estuviera cierto de sacrificarla. él apartados, ventura en vuestro amor.
Estimas en más tu honra que mi amor, por eso no me si- ZAFIR.-¿Quién eres, vieja ruin?
gues a la Corte; tengo yo en mucho mi decoro de prín- LESBIA. -¡Zara! ¿Quién te envía?
cipe, por eso te dejo, y lloramos cual niño codicioso que ZARA.-La buena voluntad que tengo a los jóvenes
apetece dos golosinas a un tiempo y sólo una consigue. enamorados como vosotros. De una alentada corrí a pre-
LESBIA.- ¿Por qué tal dejo de pesarosa duda en vues- veniros del peligro. Sabedor el Rey de que retardas tu par-
tras palabras? Hay algo más poderoso que el amor, es tida a la Corte porque un amorío te detiene, sentido del
cierto; el temor de exigirle un sacrificio grande que acabe desaire, amenaza de muerte a tu adorada.
con él. ¿Cobardía en mi amor? Miedo a perder el vuestro ZAFIR. -¿A mi Lesbia?
si mucho de él exijo. LESBIA.-Preferible es morir por tu amor a morir de tu
ZAFIR.- ¡Ansia loca de lo infinito! Anoche, a poco de olvido.
separarnos, pasaba yo bajo la ventana de tu aposento, me ZAFIR.- ¿Morir? No. Pudieron obligarme a una guerra,
detuve enfrente, no vi luz en ella y pensé: «Mi amorosa en la que expuse, sin odios ni ambiciones, mi corona. Han
niña ya está acostada y duerme y sueña acaso, ¿y soñará podido obligarme a una paz, de la que es prenda mi fe de
conmigo?», me pregunté anheloso. «Y si conmigo sueña Príncipe y de esposo; pero este amor, íntima vida de mi
- proseguí en mi pensamiento- , ¿soñará que me ama? alma, único refugio en que existo para mí mismo, no será
¿Y es cierto que me ama? Y si me ama, ¡ay!, ¿durará su nadie osado profanarle. Mi cargo trae consigo deberes y
amor eternamente?» Ya ves qué desvarío. En un mo - cuidados; no rehusé ninguno. Príncipe ejemplar fui en mi
mento, ¡ansia de lo infinito, soberbia humana!, pretender Corte; pero aquí, ante la majestad soberana de la natura-
la eternidad de tu amor y el punto de partida menos que leza, soy súbdito, soy hombre, y ella me ordena y yo obe-
un sueño, la ilusión de un sueño. Todo cambia en nosotros, dezco. Allí, por razones de Estado, al unirme con la Prin-
al par que en torno nuestro, y sólo culpamos al amor de no cesa, se acolan dos escudos, se firman unas paces y dos

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OPTO. LIT. ESPANOLA
JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA
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pueblos se regocijan. Aquí, por natural impulso, se unen frío en el árbol sin hojas? ¿Qué de vosotros y de nuestro
dos corazones y la naturaleza entera sonríe. amor al renacer la primavera?
ZARA.- Sonríe del lazo que nos tiende. ¡Cruel natura- LESBIA.-Yo sé de un país encantado donde vive se-
leza! En penosa jornada nos lleva a la muerte, que de guro el amor.
muerte y destrucción se regala; pero antes nos ofrece, ha- ZARA.-Pero sólo penetran en él los enamorados que
lagadora, refrigerio de amor, que la depare víctimas nue- anteponen su muerte a la de su amor.
vas para sus festines de muerte. ¡Triste es el amor que, al ZAFIR.-No hablas sino de muerte. ¡Déjanos, criatura
palpitar unidos dos corazones enamorados, palpita en siniestra!
ellos el dolor de humanidad futura, y remordimiento pa- ZARA.- (Saca dos pomos.) He aquí el medio de pene-
rece el dejo amargo que del amor queda! trar en ese jardín encantado y de burlar a vuestros perse-
ZAFIR.-¿Eres vieja desengañada o espectro de muerte? guidores. Es un licor amarguísimo, pero mezclado con
De cualquier modo hielas mi corazón con tus palabras, y esta miel compone agradable bebida.
mi amorosa Lesbia también te escucha estremecida. LESBIA.-¡ Suerte dichosa! ¡Beber de un sorbo esta amar-
ZARA.-Como se estremece la arboleda al soplo del gura de muerte por miel dulcísima filtrada! (Bebe y cae
cierzo otoñal, precursor del invierno. Toda esta frondosi - desmayada.)
dad, esta lujuria de vida que es ahora dosel en ramos en- ZAFIR.- ¿Qué has hecho? ¡Muerta! ¡Vieja infame! ¡Has
trelazados, será después alfombra esparcida en hojas en- matado a mi amor!
carrujadas 63, amarillas como pergamino viejo en donde ZARA.- Sonríe, mira; sonríe. Ha penetrado en la man-
escribe el año su triste historia. sión encantada; es más feliz que tú. ¡Cobarde! Bebió de
ZAFIR.- ¡El año muere! Pero no barrió el viento las úl- un sorbo la amargura y halló muerte dulcísima; tú la bebe-
timas hojas amarillas cuando apuntan ya verdes, vigoro- rás gota a gota y morirás atormentado.
sos, los retoños de nueva primavera. Vuelven las hojas a ZAFIR.- Gota a gota, no. Pronto, ese licor. ¡Amor mío,
tejer doseles de festonado encaje; vuelven a palpitar en contigo!. .. (Voces dentro: «¡Señor! ¿Dónde estáis?»)
trémulos gorjeos amorosas nidadas, y otra enamorada pa- ZARA.- Soldados tuyos son que acuden en tu busca.
reja como nosotros, del mismo sentimiento atraída, en ZAH~~.. - Y sus voces detienen mi arrebatado impulso,
este mismo sitio, con las mismas palabras, entonará la recordandome los deberes que a vivir me obligan. Mi
misma cantinela de amor 64 . amor ha muerto y, por suerte dichosa, no fui yo su ver-
ZARA.- Pero ¿qué habrá sido de las hojas llevadas por du?º·, Muert? con su amor queda el joven apasionado que
el viento? ¿Qué habrá sido de los pajarillos muertos de ammo en m1 hasta ahora. El soberano tiene deberes más
sagrados.
ZARA.- ¡Ja,ja! ...
63 encarrujadas: «Rizado, ensortijado o plegado con an-ugas me-
nudas» (DRAE).
ZAFIR.- ¿Ríes ante la muerte?
64 La idea del «eterno retorno», aplicada aquí al amor, planea en toda ZARA.- ¿No razonas tú? Deja que yo ría ... Si ella me
la estética modernista, seguramente por Ja influencia de Nietzsche. escucha, más agradecerá mi risa que tus razones. ¡Co-
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barde! (Soldados dentro: «¡Señor!») Tus soldados, tus ZARA.- Ya lo sabrás. Estás sobresaltada. ¿Qué soñaste?
súbditos . ¿Qué aguardas? ¡El Príncipe tiene deberes sa- LESBIA.- No sabré explicarlo. Soñé de amor, soñé tam-
grados! bién de muerte. Entre efluvios de luz, respiré aire purí-
ZAFIR.- (Arrodillándose.) Mi dolor pide treguas. (Se- simo; caí luego en abismos irrespirables de negrura. Sentí
ñalando a LESBIA.) Fue mi amor, fue mi vida. Dejadme en mi frente besos suaves que estremecían todo mi ser en
llorar. (El cielo se oscurece. Vendaval. Caen hojas; se oleadas de frescura, como si sobre el cuerpo desnudo ca-
descuajan árboles. El PRÍNCIPE se levanta aterrado. Sol- yeran deshojadas rosas y rosas perladas de rocío. Escuché
dados dentro: «¡Señor! ¡Señor!») algo inefable, susurro quedísimo, como beso que cam-
ZARA.- Es locura que permanezcáis aquí. El vendaval bian dos amantes en presencia de madre cuidadosa, más
es horroroso. Sois rey antes que nada. que en sonidos, percibido en fragancias como el aliento
ZAFIR.- (Dispuesto a partir.) ¡Amor mío! (Soldados, de la noche al sacudir las flores en su tallo. Después ... , el
dentro: «¡Señor!») ¡Triste suerte! cielo se oscurece, mi alma se anubla. Una mano de es-
ZARA.- ¡Ja ... , ja!. .. ¡Cobarde, cobarde! queleto atenaza mi corazón y, a medida que clava en él
sus huesos fríos, la sangre se me hiela; en oleada fría y
MUTACIÓN negra sube a mi frente, ciega mis ojos ... , todo negrura.
Sobre mi cuerpo frío caen hojas secas que el vendaval
arranca y que azotan mi rostro como aleteo de pájaro si-
Camarín de la Princesa Lesbia niestro. Llovizna y polvareda en viscosa mezcla como
paletadas de tierra en sepultura van cayendo, cayendo,
sobre mi cuerpo y enterrándole hondo, muy hondo. (Sue-
ESCENA VII
nan trompetas y clarines.)
ZARA.- ¡Es de día! (Abre la ventana.) Un rayo de sol
Descúbrese a la PRINCESA dormida, como en el primer disipará los fantasmas pavorosos que pesan todavía en tu
acto. ZARA, sentada junto al lecho imaginación. Hay movimiento de gentes y soldados. La
ciudad parece más alegre que de costumbre.
LESBIA.- (Dormida.) ¡Ay! LESBIA.- El cielo todo es bruñida turquesa en una sola
ZARA.-¡Lesbia! ¡Hija mía! ¡Qué sueño angustioso! ... vibración de luz. ¡Alma mía! Vibra al unísono de la natu-
¡Lesbia! raleza, toda sonriente de luz y de alegría. Basta, recon-
LESBIA.-(Despierta.) ¡Ay! ¿Eres tú? ¡Qué horrible centrado pensamiento, de vivir en ti mismo. Rompe la
pesadilla! Maleficio ha sido el encanto. cárcel de mi frente y, en vez de atesorar en ti el mundo,
ZARA.-Vamos, sosiega, procura serenarte. Bien temí piérdete en él, esparcido inmensamente. Si aun nuestros
que fuera tu sueño horrible pesadilla. El mancebo ino- ensueños, ¡míseros humanos! , han de ir labrados con ma-
cente no era inocente ni mancebo. teriales de realidad; si el volver de un ensueño a la vida o
LESBIA.-¿ Cómo? el soñar después de ella es siempre muerte, quiero vivir la
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realidad del mundo y sentirme dichosa hoy, que es todo viniste a pedirme su cabeza. Mi reprensión fue terrible.
luz en tierra y cielo 65 • ¡Cuánto lloraste! ¡Pero si tú supieras con qué placer hu-
biese yo accedido a tu deseo! Aquel noble me era profun-
damente odioso. (Música dentro.) La señal. Llega el Prín-
ESCENA VIII cipe. Hija mía, dime que no te asusta la idea de ese enlace.
El Príncipe es dechado de hermosura y nobleza ... Y si
Las MISMAS y el REY SALOMÓN fueses desgraciada con él. .. , volvería a declararle guerra,
invadiría sus estados, asolaría su reino.
(ZARA se retira a poco) LESBIA.-¡ Pobre padre mío! Soñaba yo deliquios de
amores juveniles; no hallé en ellos sino febril sobresalto.
EL REY SALOMÓN.-¡Hija mía! Por última vez es para ¡Qué placidez en tu cariño, padre mío! Más, mucho más que
mí tu primer beso al despertar. El Príncipe llegará en arrebatos amantes, valen para mí tus chocheces de abuelo.
breve. La ciudad está engalanada, el pueblo muestra sin- Abuelo, sí; abuelito mío. Tú chocheas por mi cariño; yo
cero júbilo. Y tú, hija mía, ¿has desechado tus temores? quiero ser tu nietezuela y balbucir como niña por el tuyo.
Háblame con franqueza. Cercano el momento de separar-
nos , me falta decisión . Los planes políticos del monarca MUTACIÓN
ceden ante el temor de perderte, ante la pena de no verte a
mi lado. ¡Consuelo y alivio de mi cansada vida! ¡Qué po-
cas veces pude dar expansión a mis afectos! El ceremo- Galería de palacio
nial cortesano contó siempre nuestras caricias. Siempre
fuiste reservada conmigo. Yo sé que habrás dudado de mi ESCENA IX
cariño. ¡Tuve que contener sus impulsos tantas veces!
¡Ah! Por ellos la historia no hablaría de más despótico ti- GANIMEDES y ZAFIRINO
rano que este tiranuelo con faldas . ¿Recuerdas el día en
que te mostré mayor enojo? Eras un arrapiezo, y un noble ZAFIRINO.-Tenéis mi amistad en bien poco. A riesgo
a tu servicio se permitió reprenderte por una acción que de ser importuno y cansado, no os dejaré hasta saber lo
él consideraba indigna de una princesa. Furiosa, arreme- que os entristece.
tiste con el mal avisado caballero y, asida de sus barbas, GANIMEDES.-En mal hora pusisteis en mí vuestro
afecto. Trato de honestar mi indigna correspondencia a
65
vuestro cariño, atribuyendo a curiosidad interesada vues-
En esta escena se combinan dos tratamientos del sueño con gran
tra solicitud. A pesar mío, siento que os debo verdadera
abolengo en la historia del teatro: la vida entendida como sueño, a la
manera de Calderón, y el sueño o ensueño donde suceden hechos mara- amistad, y el no poder pagarla me aflige.
villosos, tal como en el Sueño de una noche de verano, de Shakespeare; ZAFIRINO.-Con hacerme partícipe de vuestra pena se
es esta última la actitud más cercana a la sensibilidad modernista. considera bien pagado.
192 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 193
GANIMEDES. - Fuera ruin pago a tan noble afecto. ¿Qué ARLEQUÍN.- ¡Allá nos fuimos! Por eso no me quejo,
os importa, gentil criatura que un soñador, un poeta, busque que si al fin se perdió todo, noble certamen fue aquel de
desenlace a un ensueño poético, y sea el único la muerte? habilidad y destreza; no ciego azar de la fortuna.
ZAFIRINO.- ¡Muerte! ¿Nada puede compensaros en la COLOMBINA.-¡Hubiéramos cumplido siquiera nues-
realidad? ¿No podréis amar nunca a otra? ... tra comisión!
GANIMEDES.-¡Ni su nombre! ARLEQUÍN.- Si no fue posible avistarnos con el Prín-
ZAFIRINO. -¡Ese nombre que es todo para vos! ¡Ese cipe . Eso sí, nuevas suyas traemos y en gracia dé. ellas
nombre que habéis adorado esta noche! nos dará su gracia la Princesa.
GANIMEDES. -¡ Silencio! COLOMBINA.- ¡Perdimos nuestra comodidad! Far-
ZAFIRINO.- Cuando otro nombre os llamaba y por él santa me veo, haciendo comedias por esos lugares.
gozasteis felicidad suprema. No, no fue Lesbia quien .. . ARLEQUÍN.- ¡ Suerte cruel! Con el caudal que perdí
GANIMEDES. - (Amenazándole con la daga.) ¡Silencio, hubiera salido de pícaro para toda mi vida.
o mueres! COLOMBINA. -La Princesa. No quisiera que nos hallase.
ZAFIRINO.- (Abrazándose a él.) ¡De amor en tus brazos! ARLEQUÍN.-Hagámosle cara y apuremos el lance.
GANIMEDES. -(Sin comprender.) ¡Zafirino!
ZAFIRINO.-¡Amor! ¡Ese fue mi nombre esta noche!
ESCENA XI
MUTACIÓN Los MISMOS, la PRINCESA y ZARA
LESBIA.-¡Am igos! ¿Cuándo volvisteis? ¿Qué fue de
Otra galería de palacio vosotros?
ZARA.-Mir ad qué compungido s. Vaya, sacadnos de
ESCENA X sustos. ¿Visteis al Príncipe?
LESBIA.- Decidme con franqueza cuanto con él os su-
COLOMBINA y ARLEQUÍN, muy derrotados cedió.
ARLEQUÍN.-No pudimos avistarnos con él.
ARLEQUÍN.- ¡Lucidos quedamos! ZARA.- ¿ Oís? Sin duda, permanecía retirado, sin ha-
COLOMBINA.-¡ Que por tenerte voluntad me he de ver cer ostentoso alarde de su persona.
siempre aperreada! ¿Cómo presentarnos a la Princesa y LESBIA.-P ero ¿era su retraimiento moderación en
rendir cuentas del caudal que nos confió? ¡Malditos nai- mostrarse al pueblo como nuevo rey y señor o despego
pes! Por seguro tengo que no es posible inventar vicio al- despreciativo de las gentes?
guno cuando tú no has dado con él. Así, te contentas con ARLEQUÍN.- Despego en general; pero en particular,
ser compendio de todos los conocidos. ¡Ponerse a jugar según averiguamos , no era sino apego grandísimo a una
borracho y con aquella soldadesca de truhanes fulleros! linda mozuela del pueblo.
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ZARA.- ¡Hablillas de villanos! vuestra merced. Excusad mi llanto. Lleváis en prenda de


LESBIA.- Antes de ahora tuve noticia de ello. ¿Decías nuestras paces la que más valor tiene para mí.
que es linda la muchacha? EL PRÍNCIPE.- Como prenda valiosa la considero, y
COLOMBINA.- Aseguraban que era vuestro propio re- como tal la estimo.
trato. EL REY.-Sé que, por fin, habéis de amaros. Rota queda-
· ARLEQUÍN.- El Rey anduvo tantas veces de cacería ría la armonía del mundo si juventud y hermosura no con-
por aquellos lugares . .. formaran. Pero es nuestro corazón de tan rebelde natura-
LESBIA.- ¿ Y decís que el Príncipe anda perdido por leza, que no arraigan en él cultivadas flores y sólo nutre las
sus amores? que germinan espontáneas en él. Preferible fuera que, sin
ZARA.- ¡Bah! Pasatiempo de su ociosidad. Vamos, se- previos tratados ni ceremonias, inopinada vista hubiera, de
ñora. Es tarde. modo novelesco, prendido en vuestro pecho amorosa llama.
LESBIA.- No te esfuerces en desviar mi interés por sa- EL PRÍNCIPE.- Me tacharon tal vez de fantasear poéti-
berlo todo . Si no me pesa. Antes parece que agradezco cos ensueños y motejáis mi propensión con delicada iro-
ese amor cual si por mí fuera . ¿Y la muchacha? . .. nía. Sé no es ocasión esta de aventuras caballeresca s ni
COLOMBINA.- ¡No queráis saberlo! Puso muy alto su amores de romance. De la paz de nuestros reinos se trata,
pensamiento ; cayó con él. ¡Fue mortal su caída! y el ramo de oliva que al unirnos florece brote espontá-
LESBIA.- ¡Quedó muerta en sus brazos y él huyó co - neo o cultivado germen, arraiga vigoroso en mi corazón.
barde! ¿No es cierto? EL REY.-Cump le a los soberanos sacrificarse por el
COLOMBINA.- ¿Cómo sabéis? .. . bien de sus pueblos. ¡Suma bondad es que el deber siem-
LESBIA.- Quien allí quedó muerta fue la Princesa. Yo pre compense de haberle cumplido! ¡Es amargor al pri-
soy la infeliz aldeana. (A ZARA.) Ven conmigo. mer sorbo, salud al cabo! ¡Cuán diferente de la voluntad
caprichosa! ¡Dulcísima ponzoña con deleite apurada,
MUTACIÓN pero ponzoña al fin!
EL PRÍNCIPE.- (A uno de su comitiva.) ¡Cansado viejo!
¡Enfadosas moralidades ! (Al REY.) Excusad si pido tre-
Cámara del Rey guas a vuestro agasajo. Fue larga la jornada y mis caba-
lleros necesitan algún descanso.
ESCENA XII
EL REY-Esper ad. Quise haceros considerar con mis
El REY SALOMÓN y el PRÍNCIPE, nobles y guardias de palabras cómo todo penoso deber cumplido trae compen-
los dos soberanos sación de ventura. Alguien a vos muy allegado logró su
felicidad en mi Corte.
EL REY.- Conducido del amor, no de la victoria, lle- EL PRÍNCIPE.- Explicaos.
gáis a mi Corte y me halláis afligido, como si después de EL REY- Vuestra hermana. Ya en su propia condición
sangrienta derrota mi reino y mi corona estuviesen a y estado realizó enamorada los sueños de su corazón. El
196 JACINTO BENAVENTE CUENTO DE PRIMAVERA 197

amor descifró el enigma. Un noble doncel de mi Corte es Revuelves en ti el caos, pero eres incapaz de crear de él
su esposo. Digno es en todo de ella. un mundo. El mundo está allí fuera, y tú ni sabes reflejar
EL PRÍNCIPE.- ¡Feliz hermana mía! Bastarda de un li- su armonía maravillosa. No me atormentes, para que, ar-
naje de reyes, pudo realizar los sueños que en mí fueron tista, con sombras de mi alma finja la luz del cielo . . .
bastardas imaginaciones. Prevenidla de mi llegada. Siento indefinible tristeza. Neblina evaporada de la pro-
EL REY.- Y también a la Princesa. No demoremo s lo funda negrura en que te engendras , pensamiento. (Seña-
que al fin ha de ser. Si como en Ganimedes y Zafirino hu- lando a la ventana.) Y allí la primavera , palpitante de luz,
biera nacido vuestro amor, natural impulso de dos almas, de vida . .. Ven a mí, pero no des ideas a mi frente , dame
¡amor celestial! sólo tu aire purísimo, aliento cálido, fragante, hervor de
EL PRÍNCIPE.- Permitidnos algún descanso antes de sa- flores y follajes a la lumbre de un sol esplendoroso.
ludar a la Princesa. (El PRÍNCIPE y su comitiva saludan y se LESBIA.- Tembloros a llego. ¿Será como le vi en mi
retiran.) sueño? ¿Conocerá en mí a la aldeana de sus amores?
EL PRÍNCIPE.- ¡Inútil! Ven mis ojos la serenidad de un
ESCENA XIII cielo sin nubes y en mí se representa vendaval espantoso.
Nubes amontonadas, abrumadoras; el viento, entre remo-
El REY y ZARA linos de polvo, desmochando con aullido salvaje hojas y
ramas, y ella en mis brazos moribunda , ansiosa el alma
ZARA. -¡Señor! Impedid una locura nueva de la Prin- l
asomada a sus ojos, como ahogado que flota un instante
1

cesa; corred a evitarla.


con postrer esfuerzo .. . ¡Ah, Lesbia, Lesbia mía!
EL REY.- ¡No puedo más! Desatinados andan todos en
1

LESBIA. -¡Señor! .. .
la Corte estos días. No hago sino enmendar desatinos. EL PRÍNCIPE.- (Vuelve al oírla.) ¡Tú!
. ¡Basta ya, ea!, pues todos están locos, gobierne el mundo LESBIA.- ¡El Príncipe de mis sueños!
la locura, y si ella por fin ha de echar por tierra los cálcu- ZAFIR.- ¡El amor mío!
los mejor razonados, ella sea nuestra razón suprema.

Aposento del Príncipe, con ventana grande, abierta a los FIN DEL ACTO SEGUNDO
jardines

ESCENA XIV

El PRÍNCIPE y, después, la PRINCESA, de aldeana. Músicas


alegres dentro

EL PRÍNCIPE. -¿Por qué te escucho, pensamiento? ¡Mi


atormentador, mi tirano! No he de vivir más de tu vida.
CUENTO DE PRIMAVERA 199

vengarme en algo vivo, palpable, guardé la preciosa si-


miente en mi faltriquera, y hela aquí. .. , cebolleta de ruin
aspecto, la que hubiera sido al florecer admiración de to-
dos. Pero hoy quiero hacer una acción meritoria. Rendido
estoy de luchar por mi vida sin obtener más galardón que
conservarla para seguir luchando. Estoy desalentado. La
conciencia me dice que no valgo lo que me cuesto. Nece-
sito sentirme mejor para quererme más y luchar por mí
EPÍLOG0 66 con más brío. Y tú, maravillosa semilla, vas a redimirme.
Por mí plantada, por mis cuidados floreciente, en la pri-
Jardines de palacio mavera futura será tu flor el premio del poeta cantor de
los amores ... , y ese poeta seré yo.
ARLEQUÍN.- Fácil me fue obtener gracia de la Prin-
cesa, a condición de trazar una fiesta dramática para fes-
tejar sus bodas. Ahora, pues, acúdeme, ingenio mío, desa- FIN DE LA COMEDIA
costumbrado ya de poéticas ficciones, porque todo hube
de emplearte en luchar con la realidad. Cada hora de mi
vida me ha costado mayor esfuerzo que necesitara en
componer primorosa obra de arte. ¡Pobre Arlequín! Si no
sucumbiste en la lucha de tu dramática existencia fue por-
que supiste abstraer de ti un crítico de artes, espectador
curioso de la comedia de tu vida. Así te vi, pobre come-
diante, adulador rastrero, bufón sarcástico, mofándote de
nobles sentimientos, no reparando en ruindades ni baje-
zas para defender hora tras hora tu miserable condición
de vida. Tiempo ha recibió la Princesa de extraños países
simiente de una flor maravillosa en color y fragancia, des-
tinada a ser premio del vencedor en poéticos certámenes.
Llegó a mi mano y, por instinto perverso, por ansia de

66
Este epílogo, puesto en boca de Arlequín, sienta la conclusión de
la obra: el mundo de los ideales ha vencido sobre la cruda realidad; Ar-
lequín termina cumpliendo el oficio que le agrada, la poesía, con el ob-
jetivo más elevado: el canto del amor.
AMOR DE ARTISTA
LOA
PERSONAJES ESCENA PRIMERA

El POETA
LA MUSA
EL POETA
DON PRUDENCIO POETA.-Todo acabó ... Mis cartas. (Arrojando un pa-
quete sobre la mesa.) ¡Ni ha querido escucharme! ¡Ah,
mujer orgullosa! ¡Cuántas veces me ofendiste y cuántas
Sala modesta te he perdonado! Y ahora no quieres perdonarme un arre-
bato de mi pasión. Ofensa, dices; caricia debió parecerte,
abrazo que ahoga, beso que muerde; pero caricia al fin.
Pude hacerte sufrir, siempre fue por amarte demasiado.
Tú no me amasteñunca. No; fría, insensible, sólo has de-
jado hablar a tu orgullo; ni una palabra salida del cora-
zón. ¡Mujer de mundo! Yo no significaba en tu vida sino
un capricho, un juguete, que destrozaste sin piedad. Tu
corazón endurecido, bien pertrechado por la experiencia
de la lucha, chocó con el mío, corazón de niño, corazón de
poetª-, sensible y delicado, donde no debió caber otro
afecto, sin fuerzas aún para resistir que el dulce cariño de
una madre, tibio calor que no abrasa, clara luz que no
ciega. ¡C_ómo podré vivir sin tu amor, si era mi vida en-
_!ga! Si las horas que de ti me separaban me parecían aborre-
cibles, aun esperando verte, transcurridas; aun con gozar
en verlas morir, lentas, minuto por minuto ... Ahora, to-
das iguales, todas lejos de ti, sin que al pasar nos acer-
204 JACINTO BENAVENTE AMOR DE ARTISTA 205

quen, al contrario, alejándonos más cada una al arrancar ESCENAII


un recuerdo de nuestro corazón, al traernos en cambio al
olvido. ¡Pobres cartas, esperadas con loca impaciencia, El POETA y DON PRUDENCIO
leídas con llanto de alegría, trasladadas del corazón a la
memoria, para ser dulce alivio en horas de ausencia! Me POETA.- ¿ Quién?
parece que ha muerto la mitad de mi alma, y la otra mitad DON PRUDENCI0 67 .- ¿Cómo estás, perdido? Mala cara
sobrevive sólo para sufrir y llorar. .. Cuanto había de es esa. ¿Estás malo? ... A ver el pulso ... Pues la mala
bueno en mí ha muerto con mi amor. Yo, incrédulo, por vida. Tus padres me han escrito porque están con cuidado
ella sentía despertar mi fe y por ella rezaba ... ¡Cuántas sin saber de ti. ¿Qué te pasa? ¿Cómo no has venido a
veces, Dios mío, osé desafiarte ... y te pedía su cariño, a verme en tantos días? Señal que no has necesitado dinero;
cambio de mi adoración .. ., y, sintiéndome amado, te ado- menos mal.
raba, sin dudas, sin esfuerzos, y a ti acudía cuando es- POETA.- ¿Le han escrito a usted de mi casa?
peraba impaciente una prueba más de cariño, una carta, una DON PRUDENCIO.- Sí; muy disgustados. Esto no puede
cita .. . ! ¡Ah, Dios mío, Dios mío! ¿Dónde he de hallarte continuar: es preciso metodizar tu vida. ¿Qué piensas ha-
ahora? ¡Morir! . .. Haber myerto a sus plantas, entre sus cer?
brazos ... Ser un remordimiento eterno en su viaa. Así ha POETA.- ¿Yo? No lo sé.
podido asesinarme el alma; pero me verá viVÜ, sonriente DON PRUDENCIO.- ¿Son estos los planes que te traje-
acaso, y no sentirá pesar al verme, cadáver de un alma. ron a Madrid? ¿Es esto lo que tus padres tenían derecho a
¡Ah, espíritu abatido: cómo te rehaces, cobarde, ante la esperar en pago de tantos sacrificios?
idea de no ser! ¡Cómo sabes abrir resquicio a un débil POETA.- ¡Ay, don Prudencio! Crea usted que si a mi
rayo de luz y de esperanza! . .. ¡La poesía! ... ¡El arte! ... pesar les ocasiono disgustos, que si por mí sufren, no es
Mientras me sentí amado, nunca acudí a vosotros en de- porque yo goce entre tanto, no. Mis tristezas son tales que
manda de alientos. ¿Será sólo la gloria consuelo de los alcanzan a cuantos me rodean; pero en los demás, por
que no tienen amor? ¡Gloria! ... . Por ella me sentía capaz mucho que les importe, no son más que sombra y reflejo
de conquistarla. Tal vez célebre y glorioso me hubiese de las mías.
amado más. Mas ahora ... Si mis versos sólo para ella te- DON PRUDENCIO.- _¿_S_yfres? ¡Bah! Temperamento de-
nían sentido, si mi dolor sólo en ella ~odía hallar con- se . uilibrado. ¿Por qué sufres? Vamos a ver. Deseqüill-
suelo, ¿a qué exponerlos a la mofa?, ¿a qué hacer sainete brio: eso es todo. El desequilibrio es la muerte; desequi-
para la risa de los demás, lo que es tragedia en mi cora- librio entre lo anhelado yto poseíclo, entre el sueño y la
zón? Creí que sólo el amor había muerto en mí. ¡Ah, cruel
vampiro! Has secado por igual mi corazón y mi cerebro. 67
La prudencia de este personaje, subrayada con su nombre, con-
trasta con la rebeldía del Poeta. El joven Benavente traza este intere-
sante diálogo, como un eco, tal vez, de las disputas generacionales en-
tonces tan en boga.
206 JACINTO BENAVENTE AMOR DE ARTISTA 207

realidad, entre lo que quisiéramos conseguir y las fuerzas sirven nuestros cálculos y nuestras previsiones, si sobre
para conseguirlo, entre el pensamiento y la acción. In- ellos estarán siempre lo casual, lo imprevisto, lo inevita-
menso abismo que sólo salva una voluntad firme. ble? ... Si lo que ha de ser será, aunque nosotros no quera-
POETA. -~es! Tanto que, dividido en dos mi ser, ni mos. La alegría, el pesar, el amor, el llanto, la muerte, todo
y:o mismo conozco dón eesta"la verdad de mi existencia. acude a n~ os siñDuscarlo cuando menos lo preveíamos.
¿En el bien anhelado o en los males que causo a mi pe- ¿Qué acto hay en nosotros del que podamos decir: «Hijo es
sar? ¿En mis palabras, donde revelo mi imagen al exte- de mi deseo, yo lo quise»? Ni aun si me diera muerte podría
rior, o en lo profundo de mi ser, donde lucha y se agita ig- asegurarlo. De mi cerebro enfermo brotaría la idea, fatal -
norado un mundo que nadie penetró? No sé. La voluntad mente, como el delirio en la fiebre y en la locura.
me falta; las decisiones del valor se detienen ante los va- DON PRUDENCIO.- De ambas te veo amenazado si no
nos fantasmas del miedo ... A merced de la suerte, ni pre- acudes a tiempo y con toda esa fuerza de voluntad que
veo ni evito sus golpes y, en vez de sujetar mis acciones niegas, porque en ti está embotada o porque pesan sobre
al pensamiento, acomodo después a mis acciones la voz ti culpas que prefieres poner a cuenta de la fatalidad me-
de la conciencia. ¡Ah, la voluntad! ... No creo en supo- jor que de tu conciencia.
der. Necia pretensión del hombre que no se resigna a ser POETA.- No diga usted a mis padres que estoy malo.
juguete de una fuerza invencible y ciega. ¿Qué acción Me harían ir con ellos, y no puedo, no puedo ...
hay en nosotros voluntaria? Desde el nacer, fatalidad que DON PRUDENCIO.- ¡Cuánto mejor sería! Sí, señor poe-
en nada depende de nosotros, hasta el morir 68 . ¿De qué ta. Usted se creyó águila y no es usted más que mari-
posa 69 , y las mariposas necesitan aire, campo y flores si
68
El Poeta expresa unas ideas sobre la voluntad que, sin duda, pue- han de prolongar su vida efímera; a falta del calor natural
den considerarse anticipadoras de lo mucho que en torno a este tema que el sol envía desde lejos, mueren pronto abrasadas en
escribieron los modernistas. De la falta de voluntad - derivada del llama artificial ... que sólo da calor cuando quema.
spleen baudelairiano- como ideal de vida dejó escritos unos versos
impecables Manuel Machado al frente de Alma (1900) : «Mi voluntad POETA.- ¿Usted cree que yo tengo talento?
se ha muerto una noche de luna/ en que era muy hermoso no pensar ni DON PRUDENCIO.- ¡Según lo que por talento se en-
querer». Por su parte, Azorín escribió una importante novela bajo ese tienda! Si el anhelo constante de la vida es lograr una fe-
título, La voluntad (1902), inspirada en las ideas pesimistas del filó -
sofo Schopenhauer, autor de El mundo como voluntad y representación
(1819). Recordará el lector que~n la novela azoriniana asistimos a la lista» (ed. M. Martínez del Portal, Madrid, Cátedra, 1997, pág. 313).
muerte paulatina de la voluntad de los protagonistas: primero, Justina, Por otra parte, este diálogo tiene también un paralelismo con otro perte-
recluida en un convento, y después el propio Azorín, que se alza como neciente a Camino de perfección, de Pío Baroja, en que al protagonista,
símbolo de toda una generación, tal como se dice al final de la novela: Fernando Ossorio, que pasa por una crisis de misticismo, se le aconseja
«Azorín es casi un símbolo; sus perplejidades, sus ansias, sus descon- el ejercicio físico como remedio.
suelos bien pueden representar toda una generación sin voluntad, sin 69
Véase nota 25. El poder dramático del símbolo pervivirá hasta
energía, indecisa, inesoluta, una generación que no tiene ni la audacia El maleficio de la mariposa (1920), de García Lorca. Véase, además,
de la generación romántica, ni la fe de afirmar de la generación natura- La mariposa que voló sobre el mar (1922), de Benavente.
208 JACINTO BENAVENTE AMOR DE ARTISTA 209
licidad relativa que pueda compensarnos las penalidades POETA.- Mi inteligencia, ávida del espacio, no acierta
inherentes al vivir, si tú no has logrado sino malgastar tus a marchar entre carriles.
fuerzas sin fruto, en lucha estéril, sin conseguir una hora DON PRUDENCIO.- Pues, hijo mío, es como se camina
de felicidad, no tienes talento. mejor y más a ciencia cierta. Lanzándose como tú, en
POETA.-¿Es entonces talento el egoísmo? globo, por los espacios imaginarios, ni sabe uno dónde
DON PRUDENCIO.- Noble y heroico es, poseyendo los irá a parar ni si parará alguna vez o caerá estrellado; y
medios de hacerse uno feliz a sí propio, aplicar esos me- todo es preferible, hasta una sosegada carreta.
dios a Ja felicidad de los demás sin cuidarnos de la nues- POETA.- ¿Qué me aconseja usted? Necesito apoyo.
tra. ¿Has obrado tú así? ¿Qué has hecho sino sufrir y ha- DON PRUDENCIO.- En primer lugar, ponerte en cura.
cer sufrir a cuantos te quieren? No has sido, pues, ni egoísta ¿Qué sientes?
ni héroe. Tu vida ha sido inútil para ti y para los demás. El POETA.- Invencible tristeza al oscurecer, sobre todo.
dolor infecundo, ese es dolor. Las sombras de la noche parece que nacen en mí y en-
POETA.- ¡Ah, bien quisiera abarcar más espacio que el vuelven al mundo.
mezquino de mi ser y comprender en mí todos los dolores DON PRUDENCIO.- ¿Todas las tardes a la misma hora?
del mundo, ya que el mundo no comprende los míos! ¡No POETA.- Siempre al anochecer.
consumirme sin objeto entre ruines pasiones! ¡Sufrir por DON PRUDENCIO.- Fiebre intermitente ... Tendrás que
algo grande, que asombre y fecunde a la humanidad! ¡Por tomar quinina. Voy a ponerte la receta; después, un régi-
descubrir un mundo, como Colón; por redimir al hombre, men reconstituyente : hierro, fósforo ... Esa sangre está
como Jesús! empobrecida y esos nervios muy excitados.
DON PRUDENCIO.- ¡Delirio de grandezas! POETA.-¡Sangre! ... ¡Nervios!. . . ¿No hay nada más en
POETA.-Sí, lo siento; no me resigno a vivir ignorado. mí? ¡Ah, no! Mi cuerpo podría deshacerse en polvo y mi
Hay más vida en mí de la que para mí solo necesito; por alma sonreír ante su ruina, si este mal fuera sólo físico.
eso vivo ... Dentro de mí se agita un mundo extr~que DON PRUDENCIO.- No será malo que tomes unos gló-
me impulsa a la vida y no se resigna a morir, aunque yo bulos de cafeína. Voy a ponerte otra receta ... Y ejercicio,
muera de dolor. SufroLy quisiera que todos se interesaran mucho ejercicio, y buscar una ocupación. Si quisieras
por mis sufrimientos; amo, y quisiera que todos compr~n­ volver al pueblo ...
dieran mi amor. ¿Qué medio para conseguirlo? ¿La Poe- POETA.-No.
sía? ¿El Arte? e: DON PRUDENCIO.- Si te casaras con una muchacha
DON PRUDENCIO.- ¡La Poesía! ¿Y te juzgas gran J20eta? honrada y bonita, de aquellas sencillotas que, reprodu-
¿Crees que basta sentir un amor desgraciado para serlo? ciéndose en diez o doce chiquillos, te asegurara la inmor-
- POETA. -No; dudo y vacilo. ¡Ahí está el mal! talidad mejor que tus vanos ensueños ...
DON PRUDENCIO.- Créeme: regula tu existencia; busca POETA.- ¡Acaso tiene usted razón, don Prudencia!
una ocupación decente, ya que no has querido terminar una Pero no tengo voluntad. Dios, la suerte o mi locura harán
carrera. de mí lo que quieran, o, sin quererlo nadie, de un modo
210 JACINTO BENAVENTE AMOR DE ARTISTA 211

ciego, brutal, será de mí. .. lo que sea. Ya veremos; con zón, el que tenga para ti acentos más gratos y mejor pueda
esa curiosidad viviré. consolarte. ¿Cómo he llegado a ti? Yo sé llegar a todas
DON PRUDENCIO.- Adiós, perdido. Tú toma esas cosi- partes donde puedo ser comprendida, y tú me compren-
llas, y después hablaremos. des, ¿no es verdad? Te he visto sufrir con dolor inmenso:
eso me ha bastado para venir a ti ... ¡Llora, llora, poeta!
El laurel sólo verdece regado con lágrimas, pero a través
ESCENAIII de ellas quiero mostrar a tus ojos la luz que ha de surgir
en tu espíritu de esas sombras que hoy le entristecen.
El POETA
Cada lágrima tuya será después un verso sobre el papel,
no ritmo vano sin expresión, grato cosquilleo del oído y
POETA. -Consejos fríos y razonados de los que pueden
nada más: no, santificados por el dolor, serán tus versos
darse a cualquiera. Un mudo abrazo hubiera hecho mayor
de inmortal poesía y hallarán eco en cuantos corazones
bien a mi corazón. No necesito que sequen mi llanto; ne-
sufrieron como tú. En ti hallarán expresado lo que ellos sin-
cesito que lloren conmigo. ¡Un beso, Dios mío! ¡Una
mano cariñosa que se pose sobre mi frente abrasada! No tieron sin poderlo expresar. Intérprete de sus vagos anhelos,
pido la muerte, el sueño solo y, con él, no la calma y el si- en ti hallarán un alma confidente, hermana de la suya . ..
lencio que simulan la muerte, no; ¡quiero soñar! .. . Mis ¡Llora, llora, poeta: los versos que hacen llorar, sólo des-
ojos se cierran, y mis labios, entreabiertos, imploran otros pués de haber llorado se escriben! Los que contigo lloren
labios. (Queda adormecido.) te darán gloria en pago ... ¡Gloria L. ¿No ientes gu u
~cho se d'lata_ante esa noble ambición del inmortal
espíritu?
v ESCENAIV i>óETA':- ¿No es tu voz falsa profecía, el «¡Macbeth,
serás rey!» 7 1, de infernal mensajero, que me arroje a una
El POETA y la MUSA, que aparece de un modo lucha desesperada? Y todo ¿por qué? Por un sueño; me-
fantástico 70 nos aún: por la ilusión de un sueño.
MUSA.- No. Creo en ti. Digno eres de sentir esa noble
MUSA.-¡ Pobre poeta! ... ¡Pobre niño! ambición. ¡Yo sé bien dónde acudo! Descubro en tl la se-
POETA.- ¿Quién eres? ... ¿Por dónde has entrado? .. . ftal del elegido. ¿No la descubres tú? ¿No lamentabas
MUSA.- ¿ ué te · porta mi nombre? Amor, amistad, poco ha la dualidad de tu ser, la discordanCia entre el bien
esperanza, poesía: el que más dulce resuene en tu cora- anhelado y los males que ocasionas a tu pesar? ¿No ob-

1o Este diálogo entre el Poeta y la Musa ofrece un indiscutible pa- 71


Cfr. con el poema «Mis musas»: «Dudo y canto. ¿Por qué? Sueños
ralelismo con el poema «Mis musas», que va al frente de sus Versos, y de gloria/ no me alimentan./ Jamás sentí a mi oído/ la profética voz ins-
en el que el poeta opone a una musa triste otra de condición risueña. piradora,/ el "¡Macbeth, serás rey! "» (Obras completas, VI, pág. 1.066).
212 JACINTO BENAVENTE AMOR DE ARTISTA 213

servas cómo en todas las acciones de tu vida, al destrozar tampoco la infantil ignoranCia de otros tiempos, para mí
una mitad de tu alma en su lucha, la otra mitad se con- más felices, cuando todo era nuevo para la humanidad y
serva inmutable? ¿No ves cómo al sentir sin 'razonar de con más sencillez podía expresarme. Ya me han hecho
una parte, de otra razonas tus sentimientos con análisis decir tantas cosas que no sé cómo decir algo nuevo, ni
frío? ¿No has observado cómo, en vez de evitar el dolor, cómo renovar lo envejecido. En la naturaleza primitiva,
le buscas, a veces, con refinada voluptuosidad? 72 Es que agreste y salvaje, como ella, todo era en mí sencillez y
tu sentimiento halla en tu inteligencia delicadas formas verdad. Mis acentos se ajustaban a la naturaleza de tal
de expresión; es que sabes purificarle con alambicadas suerte que una era su placidez en noche serena y una la
sutilezas y así sufres dos veces : por ti, como por ti pri- sencilla admiración en que yo la expresaba; uno el chocar
mero; después , al expresar tus quejas, ya embellecidas de sus elementos, el bramar de sus tempestades, y uno el
por el arte, con más dulce tristeza, cual si de otro te fue- terror respetuoso que de mí se apoderaba. Feroz era mi
ran contadas. P.Q!: eso eres poeta. porgue tus lágrimas tie.:_ acento en el odio y dulce como arrullo en el amor; sin-
n,t_n palabr~s . Bien sé que por eso mismo os calumnian. cero mi llanto en la tristeza y franca mi risotada en la ale-
Dicen que, si sabéis cantar vuestro dolor, es porque hay gría. Después me han torturado de mil maneras; me han
en él algo artificioso y rebuscado que os permite razo- vestido extraños ropajes, ceñidos unos, hasta impedirme
narle; que vuestros afectos son curiosidad de experimen- todo movimiento; holgados otros, hasta el impudor. Unos,
tación; que los dol6'res sinceros son mudos. Podrá ser así anacrónicos, mezcla de siglos y de razas: cabello empol-
en rimadores y juglares de profesión; pero en vosotros, vado con túnica griega, férrea armadura sobre percal fran-
poetas, cada acento sentido de vuestra lira es una vibra- cés ... 74 Ahora ya no saben qué hacer de mí. Hay quien
ción del alma que acaso ha destrozado antes una fibra de pretende darme muerte; pero si mi forma varía con lo va-
vuestro corazón 73 • Y no sólo en vosotros, en el mundo , riable, mi espíritu es inmortal en lo eterno.
percibís tristezas ignoradas ue los demás contemp~ in- POETA.-¡lnmortal !.. .
diferentes, con ur ona sonrisa acaso ; hondos abismos MusA .- Como tú lo serás si tienes fe y poso un beso
donde nadie penetra; luchas sordas que nadie adivina sobre tu frente .

---
ocultas . .. Sí, poeta, ay en ti hiperestesia para e-l-Eielor POETA. - ¡~! En mí no la tengo. La ciencia me con-
-perdona el tecnicismo-; pero, musa del siglo XIX, me dena a la inacción o a la locura.
complazco en alardear de sabiduría; ni me consintieran
74
No se le escapará al lector la semejanza de estas palabras con el
n Cfr. «Esa es la fuente en que mi triste musa/ bebe la inspiración célebre poema de J. R. Jiménez, perteneciente a su libro Eternidades:
y se complace:/ ¡Fiel al color cuando las alas tiende,/ en donde halla un «Vino, primero, pura,/ vestida de inocencia;/ y la amé como un niño./
dolor el vuelo abate! (Obras completas, VI, pág. 1.063). Luego se fue vistiendo de no sé qué ropajes;/ y la fui odiando sin sa-
73 La distinción entre poetas rimadores y poetas verdaderos es pa- berlo./ Llegó a ser una reina,/ fastuosa de tesoros .. ./ ¡Qué iracundia de
ralela a la que separa el teatro modernista en verso del mejor teatro mo- gel y sin sentido! » (Se gunda antología poética [ 1898-1 918], Madrid,
dernista, la mayor parte de él encauzado en prosa poética. Calpe [Universal] , 1922, pág. 276) .
214 JACINTO BENAVENTE AMOR DE ARTISTA 215

MUSA.-¡ La ciencia! Deja que mire con telescopio al sea la materia, que se transforma, y de tierra en flor, de
sol y con escalpelo anatomice tus alas y con microscopio flor en insecto, llega otra vez a infundir un espíritu igual
tus ojos, y de tan meditado estudio deduzca la imposibili- al que en mí vive .. ., pero que ya no será el mío.
dad de resistir con tus débiles fuerzas la combustión del MUSA.- ¡Mucho inquieres! .. . Lo que pudiera respon-
astro. Vuela, vuela hasta el sol y mírale de frente. derte serían conjeturas fantásticas , como las tuyas ; nada
POETA.- ¡Cómo tus palabras me infunden aliento!. .. cierto . Pero de tu inmortalidad, oeta, ¿quién duda? N_Q_
¡Cómo comprendo que nací para amarte! ... Sólo pensaba sé si la conciencia de tu yo subsistirá a través de la eterni-
en morir, y ahora la vida me parece más hermosa. Nada dad 75 . ¡Qué importa! Como en tus hijos hay carne de tu
esperaba, y ahora creo y espero. carne, sangre de tu sangre y, aun en la parte espiritual,
MUSA.- Ten fe en mí entonces. Yo te pronostico la glo- ideas hijas de las tuyas y sentimientos que fueron tuyos;
ria: trabaja sin descanso. como por ellos luchas y te afanas, acaso porque sientes
POETA.- ¿Y bastará la gloria a satisfacerme? ¿Bastará que en ellos continúas viviendo, y en ellos está tu vida fu-
a hacerme olvidar el amor? tura, así, en tus obras transmites, el espíritu que les dio
MUSA.- La satisfacción del amor propio hace olvi- formas, y a través de los siglos vivirás despertando, al
darlo todo. ¿Cuándo dejáis de amar, orgullosos mortales, contacto de otros espíritus, las mismas ideas, los mismos
sino cuitndo vuestro amor propio, disfrazado de dignidad, sentimientos que animaron en ti. ¿No es esto la inmortali-
os advierte que no debéis amar? dad? ¿Qué más quieres?
POETA.- Pero ¿seré amado algún día? POETA.- ¡Oh ... , musa ... , tu beso! (Le besa.)
MUSA.- Conquista la gloria; después vendrá el amor, MUSA.- Adiós. El dolor ha humanado lo que en ti hay
sobre todo si con la gloria has conquistado la opulencia. de divino: mi beso diviniza lo que hay en ti de humano.
POETA. -¡Eso dices!
MUSA.- Perdona .. . Musa de mi siglo, no puedo me-
nos de ser escéptica. FIN
POETA.- Pero ¿seré inmortal? ... Y si lo soy, ¿en qué
consiste esa inmortalidad? ¡Serán mis obras admiradas
eternamente!. .. Pero ¿gozaré yo de esa admiración? . ..
¿Me sentiré vivir al través de los siglos siempre yo, siem-
pre el mismo, con el recuerdo de mi vida pasada, inmuta-
ble en mi esencia, eterno en mi espíritu? .. . ¡Ay ... , no lo
creo! .. . Al caer en polvo podrá en cada una de sus partí-
culas existir algo de lo que yo fui; pero yo entero, yo con 75
De nuevo estas palabras traen ecos j uanramonianos, no ya sólo
mis recuerdos, yo pudiendo gozar de mi transformación, de Eternidades, sino de otros libros posteriores, como Animal de fondo
yo esparcido en el universo y sintiéndome total, sin em- (1949): la inmortalidad del arte, el sentimiento de lo eterno, la gloria
bargo, no . Moriré todo .. . ¡Quién sabe! Acaso lo eterno efímera, la «conciencia deseante y deseada».
MODERNISMO 76
NUEVOS MOLDES

76
La apología de la mentalidad moderni sta caracteriza las prime-
ras comedias de Benavente: El nido ajeno (1894), Gente conocida
(1896), subtitulada corno «Escenas de la vida moderna», La comida de
las fieras (1898), y Lo cursi (1901), en que la nueva ola, frente al casti-
cismo, aparece encarnada en el joven Félix, que cruza estas elocuentes
palabras con un representante del viejo orden, el Marqués:
«FÉLIX.- ¡ Oh! Sí: lo español, lo castizo. ¿Quieren ustedes decirme
en qué consiste esto?
MARQUÉS .-Para usted, literato modernista, decadente y qué sé yo
cuántos motes más, en nada. ¿Usted qué sabe de eso?
FÉLIX.-Sí; en la literatura ya sé en ·qué consiste: en lo que ustedes
llaman vigor; en concluir los dramas a tiros, y las cuentas a navajazos;
como si todos los días se recogi eran docenas de cadáveres por esas ca-
lles. Para usted, querido Marqués, sé también en qué consiste el casti-
cismo: en estar abonado a los toros y en comer judías estofadas en casa
de la Concha» (1, 4; Obras completas, 1, págs. 579-580).
PERSONAJES MODERNISTA.- ¿ Y la comedia que nos había usted
prometido, joven, cómo va? Supongo que la veremos
UN AUTOR NOVEL muy pronto ...
UN MODERNISTA AUTOR.-( Con timidez.) ¿La comedia? No sé .. . , estoy
indeciso . .. , no me atrevo .. .
MODERNISTA.- ¿Cómo? ¡Timidez a sus años! ¿Desa-
liento a los primeros pasos?
AUTOR.- Verá usted .. . Yo estaba equivocado . Hace
muchos años leía yo en críticos eminentes que el teatro
moderno no era verdadera expresión artística de la vida mo-
derna, que el teatro estaba monopolizado por unos cuan-
tos industriales, más artificiosos que artistas, más habili-
.dosos que hábiles; que era preciso romper moldes, traer
algo nuevo, algo ...
MODERNISTA.- Y usted cayó en el lazo. ¡Qué inocen-
cia!
AUTOR.- Sí, señor. Y ahora veo cómo críticos que es-
criben en periódicos de gran circulación y, por lo menos,
circulan tanto como el periódico, están a matar con eso
del modernismo y de los moldes nuevos y no desperdi-
cian ocasión para ridiculizarlo.
MODERNISTA.- E pur si muove.
AUTOR.-El otro día leí que los modernistas habían
decidido suprimir los caracteres, la lógica y el sentido co-
mún. Otro día, con ocasión del estreno de un juguete có-
220 JACINTO BENAVENTE MODERNISMO 221

mico 77 , decía otro crítico, poco más o menos: «El autor tión del modernismo es viejísima. En cualquier momento
del juguete ha conseguido entretener media hora al pú- hay modernismo, como hay vejez y juventud en el mundo;
blico, cosa que no consiguen muchos escritores de nom- que la juventud esté en oposición de ideas con la vejez no
bradía, de esos que se llaman modernistas». quiere decir que las ideas de la juventud sean nuevas;
MODERNISTA.- ¡Bravo! Sin duda por eso tienen nom- basta con que sean otras. El romanticismo no era nuevo;
bradía, porque en su vida consiguieron entretener al pú- tampoco lo era el naturalismo; menos aún el misticismo y
blico media hora. el simbolismo. A una generación descreída y volteriana
AUTOR.- Y usted ve: yo había escrito una comedia sucede, por lo general, una generación piadosa y cre-
modernista, algo así como lo que usted escribe ... yente. Es el eterno espíritu de rebeldía. Pero en arte ríase
MODERNISTA.-Perdone usted. Si seguimos hablando usted de nombres y de escuelas; todos los géneros son
de modernismo, no nos entenderemos. No sé yo de nadie buenos, lo malo son los genéricos.
que en España se haya declarado oficialmente modernista AUTOR.-Luego usted cree que el modernismo, los
ni cosa que lo valga. Esos motes los inventan los críticos nuevos moldes .. .
y revisteros, en su afán de encasillar, y después que ellos MODERNISTA.- ¡Conversación! No se trata de romper
los han inventado, se los echan a uno en cara como un moldes; ensancharlos, en todo caso; ni eso, porque mol-
sambenito. Lo de modernismo, créalo usted, es una pala- des sobrados hay en donde caben sin violencia cuantas
bra más. Una palabra cómoda, como todas las palabras, obras de arte pueda producir el ingenio humano. Ridículo
porque ahomt muchas ideas; dice usted modernismo y se es hablar de moldes rotos en el teatro español, donde,
quita usted de pensar en muchas cosas; dice usted de un desde La Celestina a Calderón, en los autos sacramenta-
escritor que es modernista y ya tiene usted hecho medio les, hay moldes para todo lo real y lo ideal 79 • Y esa ha de
artículo crítico; la otra mitad la traduce usted de Lemai- ser la significación del modernismo, si alguna ha de tener
tre 78 . No es preciso haberle leído para saber que la cues- en arte; no limitar los moldes a los moldes de una docena
de años y de dos docenas de escritores; considerar que
muchas veces lo que parece nuevo no es sino renovación;
77
El juguete cómico fue uno de los géneros más populares en estos
primeros años del siglo XX . De acción frívola y disparatada, fue culti- no hablar de oídas ni por impresión de lo que no se en-
vado por autores como Vital Aza, José Ramos Carrión y Enrique Gar- tiende, ni por los desaciertos o equivocaciones de un es-
cía Álvarez. Se trata de un claro precedente del astracán de Pedro Mu- critor desanimar a los bienintencionados que, exponién-
ñoz Seca. Véase la «Introducción» de J. Huerta Calvo a La venganza
de don Menda, Madrid, Edaf, 1998, págs. 13-17.
78 Lemaftre: Jules Lemaltre (1853-1914), poeta parnasiano, des- 79
En su artícu lo «El teatro de los poetas» hay una frase casi cal-
tacó en la crítica literaria y teatral. Reunió sus artículos en libros como cada: «Más de una vez he dicho que es ridículo hablar de romper mol-
Los contemporáneos (1886-1899), e Impresiones de teatro (1888- des en el teatro, y menos en el teatro español, en donde, desde La Ce-
1898). Importante reivindicación del teatro clásico, que contrasta con lestina a los autos sacramentales, hay moldes para cuanto en lo humano
la aversión -desde luego, más aparente que real- que otros moder- y lo divino puede ser llevado al teatro» (El teatro del pueblo, en Obras
nistas, como Valle-lnclán, sintieron hacia él. completas, VI, pág. 685).
222 JACINTO BENAVENTE MODERNISMO 223

dose a tropezar a cada paso, procuran abrir senderos poco MODERNISTA.- ¿El asunto? El asunto es escribir bien.
frecuentados a echar cómodamente por el camino real, de Si la obra es mala, no será por falta de asunto, será ... por
reata con los muchos sabios que en el mundo han sido ... , mala, sencillamente.
reyes del trimestre 80 y del público. AUTOR.- Dicen que sin un asunto interesante ...
AUTOR.-¿ Y no cree usted que el trimestre y el público MODERNISTA.-Sí, la mayoría del público prefiere el
tienen razón? interés folletinesco, las peripecias, las sacudidas, al inte-
MODERNISTA.-Mucho habría que hablar. Tenga usted rés más artístico y más humano por una acción sencilla,
en cuenta que el teatro es género literario y espectáculo al por un estudio de caracteres y de pasiones naturales y ló-
mismo tiempo. El autor dramático ha de interesar y conmo- gicas. Los trágicos griegos referían el argumento de sus
ver, o por lo menos entretener, al público; de esto no puede tragedias antes de la representación. ¡Adiós interés! El
prescindir con ningún pretexto. Pero usted habrá visto char- ilustre senado de nuestro Siglo de Oro sabía cómo aca-
latanes de plazuela que, en punto a interesar, conmover, en- baban todas las comedias de nuestro teatro; luego no era
tretener y sacar los cuartos a su auditorio (es decir, conse- el interés de la sorpresa lo que le suspendía durante la re-
guir el fin que se proponían), pueden apostárselas con el presentación. Sin lo que llaman acción algunos críticos,
orador más elocuente; sin embargo, nadie cita sus nombres hay obras maestras de Shakespeare, de Moliere, de nues-
al lado de los de Demóstenes, Cicerón y Bossuet 81 . tros autores mismos; digo de nuestros autores, porque a
AUTOR.-Y del asunto de las obras teatrales, ¿qué me lo de modernistas suelen añadir los críticos, como cen-
dice usted? Hay quien pretende que los modernistas es- sura, lo de extranjerizado, cuando justamente esos mol-
criben sin asunto 82 • des estrechos en que para ellos debe encerrarse el teatro,
ese interés melodramático y de sorpresa es lo más francés
80 reyes del trimestre: expresión con que se designaba a los autores y lo más extraño a nuestro teatro y a nuestra literatura.
teatrales de mayor éxito, ya que las liquidaciones de sus derechos se ¿Dónde está este casticismo tan decantado? Bueno es que
hacían por trimestres . las obras artísticas tengan carácter de nacionalidad, pero
81 Demóstenes, Cicerón y Bossuet: es decir, la santísima trinidad no exageremos por eso los defectos del carácter para
del arte oratorio. Demóstenes (384-322 a. C.) se hizo célebre por sus
Filípicas, o discursos contra Filipo, rey de Macedonia, padre de Ale- mostrar casticismo vigoroso. Sin perder lo moreno, pode-
jandro Magno. Marco Tulio Cicerón (106- 43 a. C.) cultivó la oratoria mos lavarnos lo sucio. Género eminentemente español
en el plano político con sus discursos contra el senador Catilina (Catili-
narias) y, además, escribió un tratado sobre la misma (De oratore),
destinado a ejercer una gran influencia en la posteridad. Jacques-Bé- la obra inacabada y sin asunto; el segundo, con la invención de su ni-
nigne Bossuet ( 1627-1704) es uno de los grandes oradores barrocos vola. Esta cualidad del teatro benaventino fue resaltada por el mismo
con sus Sermones y Oracionesftínebres. Azorín, quien advirtiendo el precedente de Alfred de Musset, escribe:
82 Este es un debate que estuvo muy presente entre los autores mo- «Benavente trae al teatro la desarticulación, la dispersión, la disgrega-
dernistas del 98. Frente a Baroja, para quien la capacidad inventiva y el ción de la fábula» («Para un estudio de Benavente», pág. 65) . Cfr. el
poder seductor de la intriga estaban por encima de todo, Azorín y Una- artículo de Benavente «Prescindir de la acción» (1902), acerca del tea-
muno mantuvieron una posición contraria: el primero, con su elogio de tro de Ibsen.
224 JACINTO BENAVENTE

llaman a la zarzuela, y, con raras excepciones, la mayoría


de los libros es francesa, y de la música, italiana. Lope de
Vega era tachado de italianísimo en su tiempo, y Moratín,
de afrancesado. Ya ve usted cómo todo es antiguo. Tra-
baje usted con fe y deje usted que digan. En moral, como
en arte, sólo hay una expresión honrada: la sinceridad. Si
somos buenos, la expresión de nuestra vida será la bon-
dad; si somos artistas, la expresión de nuestro arte será la
belleza; pero seamos sinceros ante todo. LOS FAVORITOS
COMEDIA EN UN ACTO

Basada en un episodio de Much Ado About Nothing 83 ,


Comedia de Shakespeare

83 Esta comedia de Shakespea re (1598) conocida como Mucho


ruido para nada, en la traducción de Astrana Marín, o Mucho ruido y
pocas nueces, es una divertida historia de amores contrariados, adere-
zada con los disfrazamientos y equívocos propios del autor. En el tomo II
de Obras completas consta que fue estrenada, sin especificar el año, en
el Teatro de San Fernando, de Sevilla, con Ricardo Calvo en el papel del
Duque Octavio.
PERSONAJES ACTO ÚNICO
Jardín en el palacio ducal. Bancos de piedra,
LA DUQUESA CELIA estatuas, etc.
BEATRIZ, su dama favorita
EL DUQUE 0CTAVIO ESCENA PRIMERA
BENEDICTO,favorito del Duque
BEATRIZ, sentada leyendo, y, después, CELIA
En un ducado de Italia, durante el Renacimiento
CELIA. -Pues, leyendo, ya me figuraba dónde había de
encontrarte. ¿No pensabas venir a verme en toda la ma-
ñana?
BEATRIZ.- Creí que estarías con el Duque.
CELIA.- No. Ha salido de caza muy temprano. Ordené
que te buscaran por todo palacio, y nadie logró encon-
trarte; tú, aquí, engolfada en tu lectura, sin acordarte de
mí. Apenas te veo en todo el día.
BEATRIZ.- No me culpes, querida Celia. En la corte de
tu buen padre, podíamos vernos a todas horas ; las dos ,
igualmente libres , sin atenciones ni deberes para nadie.
Pero una vez casada y en la corte c:te tu esposo, mi asidua
asistencia contigo podría ser mal interpretada; extranjeras
las dos es natural que los súbditos del Duque nos miren
con recelo todavía. Debes rodearte de otras damas, gran-
jearte su confianza, aun cuando yo sea la primera siempre
en tu estimación.
228 JACINTO BENAVENTE LOS FAVORITOS 229

CELIA.- Querida Beatriz, no lo dudes; tú eres rni única tores de Italia, y eres la admiración de toda la corte; si por
amiga, rni hermana; corno que juntas hemos vivido siem- eso has sido siempre mi dama favorita, porque con tu
pre, y si hubiera de renunciar a tenerte conmigo, créelo, ciencia rne sacas de mil apuros a cada momento. Siempre
antes renunciaría de buen grado el honor de ceñirme la he sido enemiga de calentarme la cabeza con lecturas. ¿Y
corona ducal. Pero no te ·valen argucias. Bien sabes que no hice bien? ¿Puedes decirme el provecho que sacas de
soy la misma para ti y que los deberes de rni nuevo estado tu sabiduría, aparte la satisfacción de tu arnor propio? Sí, tú
no rne obligan a sacrificar tu compañía. El Duque y su miras al cielo en una noche estrellada y puedes nombrar
corte están encantados contigo, y no se habla de otra cosa las estrellas una por una, y sabes por qué leyes se rigen
en palacio que de tu sin par gentileza. Corno que pienso y de qué sustancias se componen; pero no te parecen
verte unida rnuy pronto, con algún poderoso señor de Ita- más hermosas por eso, ni gozas más de seguro al contem-
lia. Ya ves que nuestra calidad de extranjeras no despierta plarlas con tus ojos inteligentes, que yo admirándolas en
tanto recelo en la corte. Antes conquistan un estado dos mi ignorancia. Para ti no tienen secretos; yo puedo her-
mujeres hermosas que un ejército formidable. Bien lo he- mosearlas con los delirios de rni fantasía y figurarme en
mos visto. Mi padre y el que hoy es rni esposo habían pa- ellas las almas de los que han muerto y gozan en el cielo,
sado su vida batallando, hasta que un alrna compasiva y una de ellas, la más hermosa, el alma de mi padre, que
presentó rni retrato a los ojos del Duque y acabaron las desde allí amorosa rne contempla. Tú arrancas una rosa
guerras. Confieso mi rnal corazón cuando supe que trata- (arrancando una) y sólo te satisfaces separando sus ho-
ban hacer de rní la prenda de sus paces, rne afligí sobre- jas una a una, para hacer un estudio de su naturaleza; yo
manera. ¡Un Amatrimonio sin arnor! A los dieciocho años me contento con aspirar su aroma, la coloco después so-
es cosa que asusta. Luego, aquel perillán de Camilo, el bre mi pecho y la entrego por fin a la persona que amo,
paje favorito de mi padre, expresaba su pasión de tal para que, aun seca y sin fragancia, la conserve siempre,
rnodo, en sus ojos negros ya ardientes, en sus palabras y en recuerdo de mis amores. Dirne ahora para quién ofrece
en sus canciones . .. pero la política no tiene entrañas, más encanto la Naturaleza.
corno dice mi padre; debía sacrificarme y rne sacrifiqué. BEATRIZ.- Y así han sido siempre tus juicios, por sen-
Confieso que un retrato del Duque, que rne presentaron, saciones. Si plugo a Naturaleza hacernos débiles, porque
contribuyó bas1ante a disminuir la intensidad del sacrifi- es su intento que, como la hiedra en el olmo, busquemos
cio, y luego el esplendor de una corona deslumbra tanto a apoyo por necesidad en un ser más fuerte, si de esta unión
los dieciocho años ... En fin, me casé y soy feliz, muy fe- depende toda nuestra vida, sea fruto de examen delibe-
liz, y cada día me alegro rnás de que mi padre no consin- rado, no de impulso irreflexivo. Eso he buscado en el es-
tiera en dejar venir a Camilo en mi comitiva. ¿Pero no me tudio, una defensa contra los arrebatos del corazón, una
~tiendes? Lo ves, si no piensas más que en tus libros; por atalaya desde donde dominar con rni superioridad a este
eso te escondes de rní, para engolfarte en ellos a tus an- tirano que se llama hombre y se cree superior a nosotras,
chas. (Mirando el libro.) Latín nadarnenos. Vamos, ciérrale; porque en el reparto de la naturaleza se ha reservado todo
si ya sabes bastante, si puedes dar envidia a todos los doc- lo que brilla, triunfos militares, glorias del arte, conquis-
230 JACINTO BENAVEN TE LOS FAVORITOS 231

tas de la ciencia, todo es suyo, para venir después a des- CELIA.-¿Benedicto? Es un noble y valiente caballero.
lumbramos con ello y arrebatar nuestro corazón amante, BEATRIZ.-Di más bien dos: uno que habla y otro que
por admiración o por vanidad. Es preciso equilibrar la se escucha; en total, dos necios. Muy conveniente su du-
partida, fuerza contra fuerza. Para ellos las armas, la lu- plicidad para la guerra, tanto más cuanto a falta de valor o
cha; para nosotras el estudio, las ciencias. Que mi amor de armas puede destruir una armada con sus necios dis-
nazca del entendimiento para ser feliz, eso quiero, y mien- cursos.
tras él encuentra su ideal, sírvame para buscar a los necios CELIA.-Mal le quieres.
que pretenden rendir mi corazón. BEATRIZ.-Es un necio muy pagado de su persona,
CELIA.-Qué extraño entonces que a tantos sacrifiquen que pasa las horas al espejo retorciéndose los bigotes
tus desdenes. Algún día el amor te hará desencarecer el como retuerce a todas horas su ingenio para exprimirle
·precio en que te ha estimado el orgullo. en unas cuantas frases que sean la comidilla diaria de la
BEATRIZ.-Orgullo, sí. El orgullo de poseer un cora- corte. Por alardear de chistoso maldeciría de su padre.
zón que no sabe querer más que una vez y para siempre, En fin , como bufón prefiero al enano del Duque, y como
del cual depende la felicidad o la desventura de toda mi caballero también.
vida. Ya ves que lo que tanto vale bien merece la pena de CELIA.-Eres injusta. Mi esposo le tiene en gran esti-
defenderse. mación.
CELIA.- ¿Acaso me reprochas por mi casamiento? No BEATRIZ.-Como tú al espejo, que siempre que a él
tienes razón. Si sus propósitos no fueron los mejores, el acudes te muestra tus facciones hermosas. Benedicto no
fin no ha sido tan desgraciado. El Duque es un cumplido cesa de adular al Duque entre la hojarasca de sus frases
galán y me adora con toda su alma. No lo crees así por- pulidas. Vierte el veneno en copa de oro cincelado, el Du-
que delante de la corte parece frío y reservado. Pues te que admira la labor y bebe sonriendo el veneno.
aseguro, amiga mía, que a solas es todo lo contrario. Y de CELIA.-Silencio, ¡por Dios! Benedicto se acerca.
su talento, ¿qué me dices? Nadie mejor que tú puede ser su BEATRIZ.-Repara en él. ¡Qué afectada compostura en
juez; conoce los poetas del Lacio y los modernos de toda su traje! ¡Qué aire de presunción en toda su persona!
Europa. CELIA.- Sentiría participar de tu opinión, porque es el
BEATRIZ.-Pero confunde lastimosamente las citas. doncel favorito de mi esposo.
Ayer, en la arenga que dirigió a los embajadores venecia-
nos, dejó escapar dos solecismos, uno de ellos imperdo-
nable; como que hablando de los tiempos bárbaros pasa- ESCENA U
dos, construyó la frase de tal modo que no se entendía si
los bárbaros eran los tiempos o los embajadores. Si eres CELIA, BEATRIZ y BENEDICTO
imparcial has de confesarme que la discreción no es pa-
trimonio de la corte de tu excelso esposo, y buena prueba BENEDICTO.-¡ Tan joven el día y ya el sol deslumbra!
de ello es su doncel favorito. Huyendo de sus ardores acudía a cobijarme bajo esta en-
232
JACINTO BENAVENTE 233
LOS FAVORITOS
ramada y t d ,
' en re que volverme si no quiero abrasarme en
sus rayos. CELIA.- (Con viveza, deseando calmarle.) ¡Sin duda!
BEATRIZ-(A ¿Quién desconoce vuestro valor?
y rayo d · . parte a CELIA.) Todos los soles, ardores BENEDICTO.- Preguntad al Duque cómo supe vencer a
cumpl.s _e su discurso no bastan a fundir la frialdad del la morisma.
imiento.
CELIA - (A BEATRIZ.- Habláis con propiedad. La morisma singu-
ción d f. parte a BEATRIZ.) Le escuchas con preven- lar y femenino; esas deben de haber sido todas vuestras
es avorable A , h . . .
tremo. · nu me a parecido mgemoso en ex- hazañas.
BENEDICTo (S BENEDICTO.-Lo ponéis en duda, porque mi aspecto no
¿. Distra , . .- aludando.) Salud, gentil Duquesa. es de bravucón, y sé amoldarme a los usos de la corte; por-
eis en este t. 1 .
tardará ' re iro, a pena de una corta vmdez? No que es atildado mi traje como mis maneras. Haceos cargo
corazó en volver el Duque. Vuestro amor tiene sujeto su
de que los tiempos de guerra han concluido; tended la
volar 1~, c~mo el cazador el ave certera, y no le permite vista por Italia y en todas partes veréis cómo, deponiendo
triz . eenJos ,e vos mucho tiempo. Y vos, discretísima Bea-
, l que ente d'' · las armas, se aprestan a lucha más fecunda, que aquí,
a leer en el l 'b )n Leis, retirada de la corte? (Acercándose donde la espléndida cultura de la antigua Roma yacía se-
BE z ro. atm, ¿qué autor?
ATRIZ.-Juve ] 84 B . pultada, quiere Dios que resurja potente de sus ruinas para
necios y . na · usco un epigrama contra los admirar de nuevo al mundo. Y hombres de ciencia, artis-
' no acierto a encontrarlo.
BENEDICTO - S· f . , tas, trabajan sin descanso, con la fe que Dios inspira a los
Porci'on aros uno · b.i uera contra las sabias, yo, podna
. pro- hombres elegidos por Él para algo grande. Así, a cuantos
canza mi d .' renqueen lengua vulgar, urnca que al- militamos bajo las banderas del Duque y no tuvimos otra
esvalrdo cacumen
B EATRIZ - ·E . ocupación que las armas, forzoso nos será rendir tributo a
BENE · l sobra vuestra, por ventura? ciencias y artes, si no queremos quedar como ruedas inúti-
DICTO - Yo n , h . L .
mas se h · o se acer epigramas. os epigra- les o torpes en el movimiento del siglo.
llevo aq~~~~~ont:a nuestros enemigos, y contra los míos CELIA. -¿ Creéis que las guerras hayan concluido? No,
un epigrama. punando la espada) arma más noble que por desgracia. Los Estados reposan como los individuos,
BEATRIZ s· y la paz es el sueño de las naciones. Dejad que el poeta le
que de d i-:--
lil embargo, gozáis más fama de chistoso
arrulle con sus cantos, el artista le embellezca con sus
gua que ~e rsta, Y se cuentan más heridos de vuestra len-
e vuestra espada creaciones, el sabio le ilustre con nuevas verdades; pronto
BENEDICTO - (Qf.'. . . ,. , el fragor de las armas volverá a despertarnos, y los cantos
de mí co · Jendzdo.) ¿Nunca habeis 01do hablar del poeta serán alientos para la guerra, y a ella también
mo guerrero?
consagrarán su arte y su ciencia el artista y el sabio, in-
84 J ventando nuevas máquinas de destrucción y ruina.
uvenal: Décim 0 J .
des escritores sat' . unrn Juvenal (siglo I a. C.) es uno de los gran- BENEDICTO.- Podrá ser. Pero mientras llega esa hora,
gran difusión a p lflcos de la Roma antigua . Sus Sátiras adqui rieron deseo que la hermosa Beatriz me ilustre con su ciencia.
artir del siglo rv.
BEATRIZ.- ¿ Qué deseáis aprender? Sepamos .
234 JACIN TO BENAVENTE LOS FAVORITOS 235

CELIA.- Latín, sin duda. BENEDICTO. -¿Tan largo os ha parecido? A fe que si


BENEDICTO.- ¿Latín? ¡No, por mi vida! Aborrezco el hubiera empleado el mismo tiempo en alabar vuestra her-
latín. Figuraos que en latín nos bautizan, es decir, nos dan mosura desde el cabello al pie, os hubiera parecido más
entrada en este mundo de penalidades, donde, sin arte ni corto.
parte, nos encontramos de patitas; en latín nos entierran, CELIA.- ¿Tenéis a Beatriz por mujer vulgar que de va-
y ¡horror de los horrores!, en latín nos casan. No me ha- nas galanterías se pague?
bléis del latín, por misericordia. BENEDICTO.-¡ Bah! Mujer al fin. Por más que digan,
CELIA.-Podéis aprender entonces algo de Filosofía o siempre el amor será para vosotras cuestión de forma, y
Historia. el alma más hermosa, encerrada en un cuerpo ruin, si a
BENEDICTO.-Algo se me alcanza de ciencias tan pe- fuerza de sacrificios y ternura logra ser comprendida, no
regrinas. Escuchad, en prueba de ello, un corto discurso tarda en encontrarse con que una estatua sin alma no ha
que, acerca de la diferencia entre una y otra, me ha salido necesitado más que su forma para hacerse adorar.
al paso, al divagar por los rincones de mi entendimiento. CELIA.- ¿Luego creéis que no sabemos apreciar las
CELIA.- Decid, que es materia interesante. prendas morales?
BENEDICTO.-Filosofía, Historia, ciencias que abrazan BENEDICTO.-Por mi parte, cuando me encuentro en-
solas todo el conocimiento; las dos estudian al hombre, la tre mujeres, procuro parecer dos veces más apuesto y cien
Naturaleza y el mundo. ¿Queréis saber en qué se diferen- veces más tonto que de ordinario.
cian? La Historia, vedla: somos nosotros, en medio de BEATRIZ.- Sin duda por eso cultiváis más vuestros bi-
este vergel encantado, bajo ese cielo esplendoroso; noso- gotes que vuestro espíritu.
tros, que moriremos con nuestros trajes, nuestras ideas, BENEDICTO.-Ved si tengo razón, pues en el corto
nuestras preocupaciones. Y el palacio ducal, que desde tiempo que me conocéis, habéis reparado más en mi bi-
aquí se divisa, con sus tesoros y maravillas de artes, que gote que en mi espíritu. ¿Qué pensáis de mí? Con fran-
desaparecerán como nosotros; otros vendrán después queza. Sé que no os merezco muy buena opinión.
que también morirán a su tiempo, con otros trajes, otras BEATRIZ.- Pienso que si pudiéramos trocar mi abanico
ideas y otras preocupaciones. Esa es la Historia: lo que por vuestra espada el mundo tendría una imperfección
pasa, lo que muere. ¡Filosofía! Vedla, es ese cielo azul, ese menos.
sol siempre igual, que hoy lo mismo que ayer y mañana, BENEDICTO.- ( Ofendido.) ¿No comprendéis que si vos
lo mismo que hoy, ven pasar razas, naciones y personas. llevarais espada, aun sin más armas que vuestro abanico,
BEATRIZ.- ¡Bien diferenciado, a fe mía! Y en verdad tendría que desafiaros?
que si la Historia somos nosotros, y vos también, por BEATRIZ.-¿ Os han ofendido mis palabras?
tanto, prefiero con mucho la Filosofía. No me arredran BENEDICTO .- ( Con desprecio.) No por cierto.
tanto el cielo y el sol con sus inclemencias como vos con BEATRIZ.-Porque no podría daros otra satisfacción
vuestros disdírsos, que deben de ser también Filosofía, que ofreceros mi mano.
porque son eternos como ella. BENEDICTO.-Si creéis que es esa la satisfacción que
236 JACINTO BENAVENTE LOS FAVORITOS 237
nos debe una dama cuando nos ofende, prefiero el duelo BEATRIZ.- ¿Conocéis por ventura alguna de mis obras?
de hombre a hombre. BENEDICTO.-He oído hablar de unas novelas amoro-
CELIA.-¿En tanto horror tenéis el matrimonio? sas que habéis compuesto, donde los amantes exhalan su
BENEDICTO.-Soy tan extravagante que.pienso no he pasión por medio de silogismos y razonamientos filosófi -
de hallar nunca mi media naranja. cos, lo que prueba que no habéis amado nunca.
BEATRIZ.- Ahora bien; ¿no sabéis que cuando nace un BEATRIZ.-¿Así, no sois capaz de comprender el amor
tonto nace una tonta inmediatamente? que por las almas se comunica?
BENEDICTO.- Pero cuando nace un discreto se queda BENEDICTO.-Creedme, estudiad el amor en textos vi-
soltero. vos y cuando queráis expresar el sumo grado de la pasión
CELIA.-¿ Y si nace una discreta? amorosa en vuestras obras comprenderéis que sobran me-
BENEDICTO.- Entre ella y el discreto engañan a un tonto, tafísicos razonamientos y, en su lugar, pondréis una larga
y entonces una tonta se queda soltera y se dedica al estu- línea de puntos y cuantas doncellas enamoradas lean vues-
dio o a murmurar del prójimo. tro libro sentirán colorearse sus mejillas.
BEATRIZ.- Y entre los dos extremos, ¿no será más lau- BEATRIZ.- ¡Noble arte el que tales efectos produjera!
dable la que se dedique al estudio? BENEDICTO.-Los perfumistas de Italia aseguran que
BENEDICTO.- Hay alguna que abrazando los dos ex- venden menos carmín desde que se escriben ciertas nove-
tremos afila su ingenio en el estudio para hacer más agu- las. Las damas emplean como afeite el rubor natural que
das las saetas de sus murmuraciones. les produce su lectura. No hay nada que revele mejor el
BEATRIZ.- ¿Luego confesáis que el saber es un arma carácter de una dama que su manera de leer.
en nosotras? BEATRIZ.- Queréis decir según la predilección que
BENEDICTO.- Que os hace preferir las conquistas de muestra en sus lecturas, ya sean amorosas, ya satíricas,
vuestra inteligencia a las de vuestro corazón, que os hace ya, en fin, de graves y morales materias.
perdonar de buen grado una ofensa a vuestra hermosura, BENEDICTO.- ¡Linda ciencia fuera tal adivinación! Me
y es implacable para el que se burle de vuestro talento. refiero solamente al modo de leer.
Por eso no me perdonaréis nunca el haber dicho hablando CELIA.- ¿Cómo puede ser eso?
de vos que erais una musa destronada; y mirad si decía BENEDICTO.- Figuraos una novela interesante en ma-
bien, pues qi:ie pudierais con sola vuestra hermosura ins- nos de diferentes damas. Tal habrá que interesada desde
pirar desde vuestro trono a todos los artistas de la tierra y luego en su lectura siga con avidez hasta el final, paso a
descendéis de él para disputarles un puesto que no vale paso. Mujer de juicio recto, que con método igual se inte-
ciertamente vuestro trono. resará en sus amores y hará feliz a un hombre. Tal otra,
CELIA.- ¡Egoístas! Nos quieren débiles para rendimos apenas ojeada la primera página, arroja pronto un libro
mejor; ignorantes para engañarnos. para tomar otro. Mujer mudable y frívola que encuentra a
BENEDICTO.- Si nunca nos tenéis más rendidos que todos los hombres y todos los libros iguales, una vez sa-
cuando parecéis más débiles. tisfecha la curiosidad de lo que tratan. Esta otra lee anhe-
238 JA CINTO BENAVEN TE LOS FAVORITOS 239
losa las primeras páginas, y no pudiendo dominar su inte- No me han engañado los que afirman que tratáis de mal-
rés pasa de un salto al desenlace . Mujer arrebatada y fo- quistarme con la Duquesa, para que influya a su vez con
gosa que, en materias de amor, hará lo mismo, pasará desde el Duque y privarme de su gracia.
luego al desenlace. BEATRIZ. - ¿Tal decís? ¡Sois un mal caballero!
BEATRIZ.-¿ Y qué dirá vuestra sátira de la que leyendo CELIA.- (Conteniéndola.) ¡Beatriz!
un pasaje conmovedor baña sus ojos en dulces lágrimas? BEATRIZ. - Vos sois el que propala en la corte todo gé-
BENEDICTO .-Esa es feliz, porque lee al lado de su nero de epigramas contra mi persona.
amante. CELIA.- Reportao s, señores. No convirtáis en desagra-
CELIA.- Explicaos. dable disputa nuestra apacible conversa ción . En verdad
BENEDICTO.- Los hombres lloramos solos, casi siem- que he gozado un buen rato con vuestras agudas razones.
pre; las mujeres no lloran sino cuando tienen a su lado BENEDICTO.- (Con arroganc ia.) No estoy hecho a ser
una persona amiga que puede enjugar su llanto. tratado tan duramente. Considerad que sólo por vos he to-
CELIA.- ¿ Queréis decir que hacemos alarde de nues- lerado en calma los insultos de esa dama, y aconseja dla
tras lágrimas? que se reporte. Debéis comprender que si soy favorito del
BENEDICTO.- lnteresa y embellece tanto un dulce llanto Duque, es hacerle muy poco honor considerarme exento
que he visto a una dama que acababa de perder a su amante de algún mérito.
en la guerra llorar delante de un espejo. BEATRIZ. -Perdonad, debieron advertirme que no erais
BEATRIZ.- ¿Y no creéis que nuestro llanto más acerbo su bufón solamente.
es el que nadie adivina? BENEDICTO.- (Arrojand o un guante.) Señora, si tenéis
BENEDICTO.- Sí, cuando lloráis de rabia, porque os en la corte quien me responda de vuestros insultos, a él
afeáis el rostro. arrojo este guante.
CELIA.- Sois harto injusto. ¡Cuántas infelices víctimas BEATRIZ .-(Recog iéndole. ) No faltará quien os pida
del amor no han ido a sepultar sus tristezas y a verter sus razón de vuestras palabras.
lágrimas en1 la soledad de un claustro! CELIA.- ¡Por Dios, señores!
BENEDICTO.- Permitidme que desconfíe . Esas son las BENEDICTO.-Prometo no parecer por la corte mientras
que hicieron en un principio inmoderado alarde de dolor esa dama ocupe un lugar en ella. (Saluda a la DUQUESA.)
y se hallan después comprom etidas con el mundo a se-
guir mostrándole y se ocultan, no para que se vea cómo
sienten sino para que no se vea que no sienten. ESCENA III
BEATRIZ.-¿ Qué extraño, si tenéis en esa opinión a las
mujeres, hayáis visto con pena el matrimonio de nuestro CELIA y BEATRIZ
noble señor Duque?
BENEDICTO.-(Aira do.) Miente quien tal afirme. Yo fui CELIA.- Has estado cruel en demasía. Pudiste llamarle
el primero en proponerle ese medio de terminar las guerras. cobarde y necio sin ofenderl e, porque sus hazañas y su
240 JACINTO BENAVENTE LOS FAVORITOS 241

ingenio le quitaban todo temor de merecer esos dictados; OCTAVIO.- (Después de besarla. ) A propósito.
pero bufón, cuando acaso en el fondo de su conciencia ¿Dónde está ese bergante? No quiso acompañarme esta
sea el primero en conocer que no a otra cosa sino a sus mañana.
chistosas ocurrencias debe el ser favorito del Duque. Las CELIA.- (Aparte.) Bien dice Beatriz. El Duque le
calumnias más infamantes, créelo, no ofenden tanto como quiere demasiado. (Alto.) Hace un instante se hallaba con
una verdad un poco desagradable. Beatriz y conmigo.
BEATRIZ.-No volveré a mostrarme en la corte mientras ÜCTAVIO.-Eso me agrada. Es preciso que los nobles
Benedicto sea favorito del Duque. Volveré con tu padre. sigan mi ejemplo. En la corte de un soberano casado, ha-
CELIA. -(Abrazándola.) No, Beatriz. Antes exigiría yo cen desairada figura los solteros, y peligra la tranquilidad
a mi esposo el sacrificio de esa amistad. ¡Funesta anti- matrimonial. Además, las últimas guerras han disminuido
patía! Temo que ha de ser causa de algún disgusto. el número de mis súbditos . Preciso es que nos aplique-
BEATRIZ.- Nadie le disputaba la privanza del Duque; mos a reponer las bajas . Si Beatriz y Benedicto ... (La
por fuerza ha de envidiarnos, no puede ofenderte y se des- DUQUESA se ríe.) ¿Por qué os reís?
quita conmigo. (Suenan dentro trompas de caza.) CELIA.- Porque os ocurre a tiempo esa idea. Justa-
CELIA.- Mi esposo. Aquí se acerca. mente acaban de separarse, prometiéndose odio eterno.
BEATRIZ.- No he de volver a encontrarme con Bene- ÜCTAVIO.- ¿Qué decís?
dicto , no; por mi nombre. (Sale, después de saludar al CELIA.- Los dos igualmente sarcásticos, iguales en
DUQUE.) nuestra privanza y envidioso cada uno de ella, no han po-
dido menos de dar rienda suelta a sus resentimientos, en
ESCENA IV frases epigramáticas primero, en sátiras punzantes des -
pués, en crueles insultos, por último.
CELIA y ÜCTAVIO ÜCTAVIO.- ¡Qué horrible conflicto!
CELIA.- Beatriz asegura que no permanecerá en la
ÜCTAVIO.- ¡Hermosa Celia! corte si Benedicto sigue ocupando un lugar en ella.
CELIA.- ¡Esposo mío! Me admira no hallaros la tez ÜCTAVIO.- ¿Y creéis que yo pueda separarme de Be-
arrugada, los cabellos encanecidos y el cuerpo encorvado, nedicto? No, por toda mi corona.
porque, en verdad, me ha parecido un siglo el poco tiempo CELIA.- (Con intención.)¿ Y por mi amor?
que no os he visto. ÜCTAVIO.- ¿Os separaríais de Beatriz por el mío?
ÜCTAVIO.- Podéis creer que he vuelto a vos presuroso CELIA.- ( Ofendida.) No, ciertamente.
como vuelve el ave a su nido después del primer vuelo. ÜCTAVIO.- Sois más franca que yo.
CELIA.- Me parece escuchar a dos amantes de las no- CELIA.- Es preciso reconciliarlos. De otro modo, su
velas de Beatriz. No más razones ingeniosas. Poned unos enemistad pudiera ser causa de disturbios en nuestro ma-
puntos suspensivos, como diría Benedicto. Dadme un trimonio y trascender a la paz del Estado. Ni uno ni otro
beso. (Presentándo le el rostro.) estamos dispuestos a sacrificar nuestros favoritos. Debéis
242 JACINTO BENA VENTE LOS FA VORJTOS
243
comprender que extranjera y sola en vuestra corte la com- ÜCTAVIO .- Explicadme bien. ¿Qué debo decirle?
pañía de Beatriz me es de gran precio. CELIA.- (Impaciente.) Lo que se os ocurra.
ÜCTAVIO.-Ni yo podría prescindir de Benedicto. Es ÜCTAVIO.- No, decidme. No quisiera echarlo a perder.
mi brazo derecho, mi cabeza. Él resuelve todos los asun- CELIA.- Le diréis que os espero aquí para hablaros a
tos difíciles de gobierno . solas de un asunto de Estado y, como no sabéis hacer
CELIA.- De donde se deduce la necesida d de hacer nada sin su consejo, desearíais que escuchase escondido
esas paces; lo que me parece imposible, al punto a que ha nuestra conversación ...
llegado su enemistad. ÜCTAVIO.-Tenéis mucho talento. ¿De veras es idea
ÜCTAVIO.- ¡Qué enojoso incidente! ¡Cuando éramos vuestra todo eso?
tan felices! CELIA.- (Llamando.) ¡Beatriz! (Al DUQUE.) Buscad a
CELIA.- No sabéis mi disgusto. Discurramos; dadme Benedicto ... ¡Beatriz!
una idea ...
OCTAVIO.- (Pensando.) ¿Ideas? ... Rara vez se me
ocurren. ESCENA V
CELIA . -(Aparte.) Quisiera equivocarme; pero me pa-
rece que el Duque es tonto. CELIA y BEATRIZ
ÜCTAVIO.- Si yo pudiera consultar con Benedicto, de BEATRIZ. - (Entrando.) ¿Me llamabas?
seguro encontraría ... CELIA.-Sí, sentémonos. Tengo que hablarte.
CELIA.- Como si yo consultara con Beatriz. Pero no BEATRIZ. - Me pones en cuidado. ¿Has dicho al Duque
es cosa de ponerles en autos de lo que deben ignorar. algo de lo ocurrido?
ÜCTAVIO.- Vamos a ver, pensemos. CELIA.- Sí. Y no sé cómo decirte ... Quién había de
CELIA.- Si no hallo modo. A ver si entre los dos ... suponer. ..
ÜCTAVIO.- ¡Qué demonio! ¿No soy su soberano? Doy BEATRIZ. - Acaba.
una orden y los caso ... CELIA. -He suplicado al Duque que destierre a Bene-
CELIA.- ¡Qué atrocidad! dicto de la corte.
ÜCTAVIO.-¿He dicho una tontería? BEATRIZ. - Y se ha negado a ello, naturalmente. Yo soy
CELIA.- No, pero ... ¡Ah! Ya he encontrado ... quien debe partir.
ÜCTAVIO.-¿Una idea? ... CELIA.- De ningún modo. No quieras ser causa de una
CELIA.- Sí, una idea excelente. Ya veréis . .. catástrofe ... Sábelo, Benedicto te ama.
ÜCTAVIO.- Decid. BEATRIZ. - ¿A mí?
CELIA.- Ya lo sabréis. Os reservo el placer de la sor- CELIA.- El Duque acaba de decírmelo. Desde que te
presa. Ahora necesito de vuestra ayuda. Buscad a Bene- vio, sintióse súbitamente enamorado y sólo piensa en ti a
dicto, traedle aquí con cualquier pretexto y procurad que todas horas; y él, antes alegre y decidor, se consume en
nos escuche escondido entre esos árboles. mortal melancolía, que sólo tu presencia logra disipar.

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DPTO. LIT. ESPA~OU
JAClN TO BENA VENTE LOS FAVORITOS 245
244
. ar y no ser aina-
BEATRIZ.- ¿Cóm o pued e ser eso? CELIA.- Me asom bra tu crueldad. ¡Am
?o! .i~orir de sed y ver que
ente ene ~ga nos nieg an el agua ! Aho ra
CEL IA.- Com pren de ahor a cóm o su apar o me sorp rend ió
irse desconoc.ido ucta , que tant
cont igo no es sino el desp echo de sent Just ifico su extr aña cond
brin dánd ote
con tus desprec10s, hace un mom ento . Se acer ca a ti, rend ido,
por ti, y abru mad o desp iada dam ente ramas, do-
cuando te adora con toda su alma.
. . galanterí~s? y le recib es con una lluv ia de epig
oriz a pen sar
BEATRIZ.- ¡Ext raño amo r que revi ste apan enci as de
rme
bl~ mor tific ante s, por ser tuyos. Me horr del mun do hu-
odio! ¿No fue él quien empezó, desd e lueg o, por hace cuan to debe de habe r sufr ido. Por nada
hubo un mom ento
blanco de sus burl as? biera querido halla rme en su lugar. ¡Si
imas! Yo pens é que
CELIA.- No, Beatriz. Recuerda que fuist
e quien de:~e el en que. ap~nas P.~día cont ener las lágr
er.a la md1~nac10n de vers e insu ltad
e con inten cion adas satrras. o ... y era su sent i-
prim er día emp ezó a molestarl
tan poco inco here ncia en sus
·y cuán to no debe de habe r sufr ido, vien do que miento, hend o en lo profundo. Así, la
~?st r~nd ote as~,
~precio hacías de su persona, tl, mfeliz Benedicto .. Aseg
y ~pos ible a palabras, la acr.it~d en sus razones, el
amo r ofendido, que
ur~ una tempestad des-
su amor! ¡Todo concluyó para a toda cost a qms1era trocarse en odio;
S de rm en lluvia de lágri-
el Duque que le ha oído excl ama r dese sper a~o. ¡LeJO bordada en su pech o y disuelta después
pena, que exce de
. mas., E~ Duq ue no sabe cóm o aliviar
los tnunfos pasa dos; su
los militares trofeos, glorias inútiles de o, por cuan to
d~ los poderosos, ~a­ los ~imites de la cord ura y me ha
de la corte , h~la gos supl icad
lejos de mí honores zón por el
vores de las bellas, todo concluyo para rm
! Los rasgos de in- pod1~ conmo.verme, cons iga inte resa r tu cora
fiesta ?el banquete, i~fehz Benedicto. Y yo, querida mía, lasti mad a de su des-
genio con que de repente solía animar la
arrancando sonoras risas de frescas boca
s, mdo de dulc es d~cha'. te ru~go por nuestra frate rnal amis tad, por
unid
nuestros
as por
anos ~uvemles, que hem os
~los cortesanos, pro- visto tran scur rir,
besos, las galas vistosas que admiraban ponz o-
vocando su envidia, mi lealtad en ~ervr
r al Duq ue con pr~~ ~os mISmos. afectos, arranque s de ti, com o plan ta
irart e ese
s ... ¡Toco acabo: a que ha pod ido insp
dentes consejos, cuando no con rms arma nosa; el od10 y la anti patí
y deja que el amo r
¡Nun ca, nun cayo dre desdichado. Abr e tu pech o a la pied ad,
¡Benedicto y sus glorias han muerto! .
llam ar mía a la que ha roba do mi alma , y com o mi a~a entre en él y fecunde tu alma
siempre será suya, sin alma vivir é, triste reme do de la .vida! ~EATR!Z. -(Pensativa.) roca Siem pre pen sé que las anti -
s.
estil o en esas lame ntac10nes patias y simpatias eran recíp
BEATRIZ.- Rec onoz co su
y también su inmodestia. d,
.
si
C~LIA.- Por eso tu odio no pod rá subs istir. Y si por
enci érra le en lo
~u salu
CELIA.- El Duq ue aseg ura que tem e por de:d icha de todos no pudi eras venc erle,
que la idea .de que ad ofic io de amo r
no halla corr espo nden cia en tu cariño; mas hond o de tu pech o y haga la pied
mod o que incu rre dolorida. El Du~
le aborreces ator men ta su razó n de tal no hiriendo con nuevas ofensas un alma
, nte este asun to.
en mil extravagancias a cada momento
. que lleg a. Des eo trata r con él nuev ame
cora zon. le jove n ha hech o
BEATRIZ.- Mal de cabe za es el suyo
y no de Pue des cree r que el amo r de ese nob
Llam en al méd ico y no pret enda n de mí el rem edio a su profund~ sens~ción en mí. (Apaprop rte.) Y
ósito
aun
s.
en ti, a Jo que
veo. Qme ra D10s se logr en mis
desatino .
246 JACINTO BENAVENTE LOS FAVORITOS 247

ESCENA VI dos los sentidos, que son pocos para recrearse en con-
junto tan perfecto? Sólo cultivando su trato, como yo le
CELIA y ÜCTAVIO cultivo desde la infancia, puede apreciarse su valor en lo
justo. ¿Y qué decir de sus gracias corporales? Renuncio a
OCTAVIO.- (Bajo a CELIA.) Benedicto nos escucha en- mostrarte sus ocultos encantos. ¿Y a los de su rostro, qué
tre aquellos sauces. ponderación podría añadir que ya de ti no sea conocida?
CELIA.-(Íd. al DUQUE.) Preguntadme en voz alta qué Sus cabellos, libres de las agujas y adornos que los apri-
asunto deseo tratar con vos a solas. sionan, cubren su cuerpo de tal modo que su pudor no ne-
OCTAVIO.- (Alto.) Amada esposa. ¿Qué asunto de Es- cesitaría más vestido para no ofenderse.
tado deseáis tratar a solas conmigo? OCTAVIO.-(Bajo.) ¿Debo decir algo o dejaros conti-
CELIA.- No me habléis ahora de asuntos de Estado; nuar sencillamente?
mi cabeza no está para ocuparse de ellos. CELIA.- (Bajo.) Decid alguna palabra de compasión
OCTAVIO.- (Bajo.) ¿Qué digo entonces? que os inspire mi relato.
CELIA.- Nada. (Aparte.) Temo que ha de echarlo a OCTAVIO.-(Alto.) ¡Qué lástima! ¡Qué lástima! ¿Y a
perder. (Alto.) Cierto, deseaba tratar con vos un asunto de qué obedece su designio de abandonarte? Gran ingratitud
Estado, acerca de unas cartas de mi buen padre ... mas me parece cuando la mostráis tantas pruebas de afecto.
fuerza será diferirlo para mejor ocasión, porque os ase- CELIA.-No, no la culpéis. La obligan motivos muy
guro que estoy de tal modo trastornada que no podría coor- poderosos; la crueldad de su destino, la ... (Llorando.) ¡In-
dinar una idea. feliz amiga!
ÜCTAVIO.- ¿Qué os ocurre? (Bajo.) ¿Voy bien? (Alto.) OCTAVIO.-(Acercándose sorprendido.) No os aflijáis.
¿Habéis recibido alguna noticia desagradable? (Bajo.) ¿Lloráis de veras?
CELIA.-La peor para mí. Figuraos que Beatriz se nie- CELIA.-(Mostrando sus ojos.) ¿No lo veis?
ga a permanecer a mi lado, y todas mis súplicas no bastan OCTAVIO.- (Aparte.) Pues todo es verdad o las muje-
a disuadirla de su empeño por volver a la corte de mi pa- res son el diablo. (Alto.) ¿Decid qué puedo poner de mi
dre. Nunca podré acostumbrarme a vivir lejos de ella; era parte para evitaros ese disgusto?
mi hermana, mi leal confidente. Jamás encontraré quien CELIA.- Nada. Vuestro poder no llega a mandar en los
pueda sustituirla en mi afecto. ¿Dónde hallar corazón tan corazones. Beatriz ama y su amor ha ido a encontrarse
abnegado por mí como el suyo? De tal suerte identificado con el odio. Hielo y fuego, luz y sombra, vida y muerte;
con el mío que unos eran nuestros propósitos; unos nues- figuraos qué horribles contrastes. Beatriz ... , sabedlo ya,
tros afectos, al punto que muchas veces, al ir a discurrir ama a Benedicto.
sobre un asunto, unas mismas palabras salían a un tiempo ÜCTAVIO.- Pues no deseábamos otra cosa. He ahí re-
de nuestros labios . ¿En cuál otra dama se habrán jurado suelto el conflicto; se les casa y en paz; voy a llamarle ....
alianza, discreción y hermosura como en ella, que si vista CELIA.-(Deteniéndole.) Esperad. (Aparte.) Cuando
asombra, escuchada arrebata y, a la vez, se apodera de to- digo . .. (Alto.) ¿No sabéis que Benedicto la detesta? Desde
248 JACINTO BENAVENTE
LOS FAVORITOS 249
que llegamos a vuestra corte no ha cesado de mortificarla mán, verle depuesto su furor, pasar a mi lado en lo más
con picantes epigramas. Figuraos, ¡cuánto no habrá sufrido recio de la pelea y combatir en mi favor, como me ha sor-
esa infeliz viendo desconocidos sus sentimientos, abru- prendido lo que acabo de oír. ¡La que yo juzgué mi im-
mada con los desprecios de quien ella adora con toda su placable enemiga, tales sentimientos alienta por mí! .. .
alma! ¡Amar y no ser amado! ¡Morir de sed y negarnos el BEATRIZ. - (Aparte, observándole.) Su paso es vaci-
agua! Me horroriza pensar cuánto habrá sufrido. Hace un lante y parece poseído de mortal pesadumbre ... Sus ojos
momento, en ese lugar mismo, se acercó Benedicto a noso- se dirigen a mí furtivamente y en ellos se descubren seña-
tras; apenas nos saluda, comienza a molestar a Beatriz con les de llanto ... ¿Cómo pude equivocar de tal suerte el ver-
intencionadas frases. Hubo un momento en que casi podía dadero afecto que le ocupa el ánimo? Mucho debe de ha-
contener las lágrimas. Yo pensé que era la indignación de ber sufrido ... Nunca podrá perdonarme.
verse ofendida y era su corazón herido en lo profundo. Así BENEDICTO.-(Aparte, observándola.) Sus ojos, al re-
la incoherencia de sus frases, la acritud de sus razones, el correr distraídos las líneas del libro, pasan de su límite y
amor ofendido que a toda costa quisiera trocarse en odio, llegan hasta mí y en mí se fijan más que en el libro ... Mu-
una tempestad desbordada en su pecho y en mis brazos di- cho me engaño ... o han llorado por mí. .. Sí; no hay duda;
suelta después en lluvia de lágrimas. una brillante lágrima los empaña y estoy seguro de que
ÜCTAVIO.- ¡Una doncella tan hermosa! Digo ... ¡Her- las letras se borran ante ellos para dejar lugar a mi ima-
mosa! ... No tiene perdón ese Benedicto. gen, y si alguna palabra vislumbran será la de mi nombre,
CELIA.- Por cuanto pueda conmoverte, consigue inte- Benedicto ... que con las letras que enturbian sus lágri-
resar su corazón a favor de mi triste amiga. Y si no pu- mas formará su imaginación amorosa.
diera vencer su antipatía, que a lo menos la encierre en lo BEATRIZ.- (Aparte.) Se acerca a mí y desea hablarme.
profundo de su pecho, y haciendo la piedad oficio de Riñen en él amor y orgullo. Si después de ofenderle como
amor, no atormente con nuevas ofensas un alma dolorida. le he ofendido vence el amor, no hay duda que su pasión
Apenas puedo contener el llanto. (Aparte.) Beatriz se acerca. excede a todo lo imaginable.
(Alto.) Acompañadme a palacio. BENEDICTO.-Beatriz ... (Aparte.) Apenas puede ocul-
OCTAVIO.- (Ofreciendo el braza a la DUQUESA y apar- tar su emoción.
te.) Pues señor, no veo claro en todo esto. BEATRIZ.- (Aparte.) Él, siempre tan osado, tiembla
ahora en mi presencia como un niño.
BENEDICTO.- ¿Seréis capaz de guardarme rencor por
ESCENA VII la conducta descortés que con vos he observado? ¿Qué
podría yo hacer para merecer vuestra gracia?
BEATRIZ, leyendo, y, después, BENEDICTO BEATRIZ.-(Aparte.) Soy yo quien le ha ofendido, y
aún demanda humilde perdón. (Alto.) No habéis menester
BENEDICTO.- No me hubiera sorprendido tanto, al li- de merecimiento alguno; podéis creer que no quisiera
diar en la guerra cuerpo a cuerpo con algún feroz musul- acordarme de nada de lo ocurrido.
250 JACINTO BENA VENTE LOS FAVORITOS 251
BENEDICTO.- ¿Cómo pude faltar a una consideración personaje, torturando mi ingenio para arrancarle unas
de cortesía que el hombre más rudo hubiera sabido guar- cuantas chispas que brillan y queman un momento; pero
dar con una dama? No puedo creer sino que algún fatal la luz desaparece pronto y sólo resta la quemadura. Los
influjo me privaba de sentido en aquel momento y, si fue que atendieron sólo al brillo de aquel juguete de fuego
así, el verdadero Benedicto os demanda perdón para pronto olvidan su admiración y el regocijo que les pro-
aquel otro descortés e insolente cuya culpa no me hace dujo. Aquel a quien llegó el fuego a lo vivo se acordará
responsable, porque no puedo concebir tuviera de común siempre en cambio, y será nuestro enemigo implacable.
conmigo más que el nombre. Tuvisteis razón en llamarme bufón y mal caballero .. .
BEATRIZ.- (Aparte.) ¡Cuán diferente es su lenguaje ¿Qué habéis hecho del guante que os arrojé?
ahora que en posesión de sí mismo deja hablar a su cora- BEATRIZ.- Lo que dijisteis: le guardo para mi paladín . ..
zón! (Alto.) No extrañéis nada de lo ocurrido, noble Be- BENEDICTO.-¡Que será vuestro amado! .... ¿Y creéis
nedicto. Es tan fácil juzgar erradamente de la naturaleza que yo pudiera exponerme ahora a darle muerte, cuando a
de un sentimiento . .. Creed que si desde un principio os toda costa quisiera lograr vuestro perdón? .. . Devolvedme
hubierais mostrado como ahora, yo hubiera sabido apre- ese guante.
ciaros en vuestro verdadero valor. BEATRIZ.- ¿ Y mi venganza?
BENEDICTO.- ¿Por qué convertimos en liza de ingenio BENEDICTO.-¿ Vuestra venganza? .. . ¿Queréis más
nuestras relaciones, cuando una sola palabra salida del que verme rendido a vuestros pies, pidiéndoos cobarde-
corazón hubiera bastado para entendernos? ¿Por qué no mente esa prenda de desafío, por no exponerme a tener
pronunciasteis esa palabra, aun cuando hubiera sido en que luchar con el elegido de vuestro corazón?
latín o en griego? BEATRIZ.- ¿Teméis encontraros frente a frente con él?
BEATRIZ.- Comprended que no era yo quien debía de- BENEDICTO.- Sí, Beatriz. Si por mi indigna conducta
cirla ... el amor ha podido convertirse en odio; si no podéis esti-
BENEDICTO.- Aun cuando sintierais que desbordaba marme porque no he sabido hacerme digno de vuestra es-
en vuestro corazón y abrasaba vuestro pecho ... ¡triste timación, si amáis a otro, temo encontrarme con él. . . ,
condición de la mujer! Mostrar indiferencia cuando más porque entonces sabré lo que son celos; porque él podrá
interés la domina .. . ¡Quién sabe! Aparentar que juega, llamar suyo ese corazón que debió ser mío ... ¡Oh, no!
con lo mismo que se está abrasando ... , y abrasarse y ca- Antes que hallarme frente a frente con mi rival. .. , devol-
llar .. . ¿Me perdonáis, Beatriz? vedme ese guante por misericordia.
BEATRIZ.-¿ Cómo no perdonaros? ¿Por qué no dejáis BEATRIZ.- Ja, ja ... , tomad.
siempre hablar a vuestro corazón? ¿No os parece que un BENEDICTO.- No. Dadme antes dos bofetoncitos bien
suspiro vale más que un epigrama, y arrancar una lágrima dados ... , yo os lo suplico.
vale más que arrancar una carcajada? BEATRIZ.- Uno, dos ... (Se oyen risas fuera.) ¿Quién?
BENEDICTO.-¡ Ah! No me recordéis las necedades que BENEDICTO.- Los Duques se acercan. No me dejéis
dije hace un momento. Debí de pareceros el más ridículo así, Beatriz. Quisiera deciros tantas cosas ... ¿Permitís
252 JACINTO BENAVENTE LOS FAVORITOS 253

que os acompañe por esa arboleda, que nos brinda tan ÜCTAVIO.- Buenas reflexiones, pero harto complica-
grata sombra? das para mi memoria . . . Decidme una más sencilla que se
BEATRIZ.- Salidme al encuentro. pueda aplicar a todo el mundo, puesto que no sólo a las
BENEDICTO.- Hasta ahora. (Por distinto lado.) damas he de referirme.
CELIA.- Decid entonces a todos que seamos amables
si queremos ser amados ... He ahí a los que antes se odia-
ESCENA ÚLTIMA ban cordialmente ... , porque pusieron empeño en odiarse,
enlazados del brazo, los rostros juntos de tal modo que
CELIA y ÜCTAVIO los rizos de Beatriz acarician la frente de Benedicto.
ÜCTAVIO .-Se alejan demasiado. Beatriz no conoce
CELIA.- Ja, ja .. . ¿Creerán que no les vimos? Ja, ja . .. bien los jardines y pudiera perderse ... ¡Un beso! Me pa-
¡Se aman!, ¡se aman! .. . Hemos logrado nuestro propó- rece que faltan a toda ceremonia.
sito. CELIA.- Están solos ... Venid, esposo mío, sigamos sus
ÜCTAVIO.- Pero, ¿de veras ha sido idea vuestra? Te- pasos; perdámonos como ellos entre los árboles. Ved qué
néis un gran talento. Orgulloso estoy de haberos hecho apacible sombra; parece que invita a penetrar en ella; los
mi esposa. He de referir la aventura a toda la corte para pájaros gorjean y nos llaman; dicen que la sombra se ha
que comprendan lo que valéis. hecho para el amor. ¡Qué felices son los pájaros! Yo qui-
CELIA.- Sí podéis referirla, puesto que, una vez em- siera serlo ahora y tener mi nido entre esas ramas que ape-
prendido el camino del amor, no han de volver atrás. nas besa el sol y columpia el aire. Iría volando a la orilla
del lago y trayendo en mi pico el plumón blanco y suave
ÜCTAVIO.- Ahora bien; yo quisiera adornar mi relato
de los cisnes, mulliría con él un dulce nido de plumas y de
con alguna reflexión filosófica, resumirle en una mora-
flores . .. Venid.
leja. ¿No podéis indicarme una?
ÜCTAVIO.- Tened en cuenta que nos esperan en pala-
CELIA.- Ciertamente ... Si os dirigís a las damas, de-
cio los embajadores de Francia.
cidlas así: nunca, señoras mías, por alardear de vano in- CELIA.- Enfadosa ceremonia. Venid. Quiero olvi-
genio tratéis de burlaros de los hombres; ni en nombre de darme de todo, y como una aldeana sencilla, que pasea
una idea que perseguís en vuestros ingenios despreciéis orgullosa del brazo de un valiente soldado, quiero disfru-
por sus apariencias al que pensáis no puede realizarla. tar de esa sombra y dormir recostada en tus brazos sobre
Haceos amar de todos, aun cuando no améis a ninguno. la hierba y enmarañar con flores mis cabellos ... ¡Her-
Encastillarse en una fortaleza, que creéis inexpugnable moso día! ¡Si el mundo se detuviera en este instante!. ..
porque el ingenio, la hermosura y la fortuna la defienden, ¡Ser siempre jóvenes, amantes y felices! ... ¡No morir
es hacer más vergonzosa la derrota el día del vencimiento. nunca! ... ¡La vida es muy hermosa! ...
Los mismos muros, cerrojos y rastrillos que deben fran-
quear los que atacan tendréis que franquear para entregaros. FIN
APÉNDICE

LA SONRISA DE GIOCONDA ss

85
Aun cuando el motivo argumental sea muy diferente, conviene
tener en cuenta el precedente de una tragedia de Gabriele D' Annunzio,
titulada La Gioconda, representada en 1899 por la actri z Eleonora
Duse. Los ideales desplegados en esta obra decadentista son similares
a los de esta pieza benaventina: el poder omnímodo de la belleza, el ar-
tista como especie de Superhombre ...
PERSONAJ ES ACTO ÚNICO

LEONARDO En el estudio de Leonardo


STELLO
F'LORIO ESCENA PRIMERA
ANTONIO
ISMAEL FLORIO, ANTONIO, ISMAEL

ISMAEL- Bien hallados, Antonio y Florio, amigos míos.


ANTONIO.- Bien venido otra vez a Florencia, Ismael.
ISMAEL. -¿ Y Leonardo, vuestro maestro?
ANTONIO.- No tardará. Aquí le esperamos. Salió a ver
la jirafa. Con el vulgo curioso se estrujará por esas calles
por contemplar a ese raro animal.
ISMAEL- Yo le traje de africanas tierras para hacer de
él presente al Magnífico. ¿Aún no le visteis?
FLORIO.-L a curiosidad pide humor y gusto, y noso-
tros no los tenemos.
ISMAEL.-¿ Tan mal os trata la fortuna?
FLORIO.-D ejó de tratarnos. Clavó su rueda, y para
nada se acuerda de nosotros. ·
ANTONIO.- Y eso es lo peor. La quietud enmohece los
espíritus, y los nuestros son ya como espadas roñosas .
ISMAEL- Eso quiere decir que vuestro maestro no pros-
pera tampoco, ya que unisteis vuestra suerte a la suya.
o
258 JACINTO BENAVENTE lA SONRISA DE GIOCONDA 259
FLORIO.-Cómo ha de prosperar, si a todo acude y a árbol ni en el muerto. Toda forma bella es amor para Leo-
nada atiende. Trabajos tiene de continuo encomendados, nardo; sea envoltura de virtudes o de maldades. Las rosas
que a otro cualquiera le darían holgura y fama, pero él dan su aroma; las aves sus gorjeos, y los áspides son mor-
tanta demora y tan poca atención pone en cuanto se le deduras venenosas; todo es igual si las rosas son bellas, y
confía, que los grandes señores ya se ofenden y reniegan es bello el volar de las aves, y es bello el arrastrarse ondu-
de Leonardo, que tan mal se aviene a servirlos, y antes lante de los áspides, evocadores del Nilo azul de aquel
parece hacer burla y menosprecio de ellos. Egipto misterioso que inmortalizó la muerte en sus mo -
ISMAEL.-Es su condición. Así se ve siempre abru- mias; allí, donde la divina Cleopatra, mujer entre todas
mado de deudas, a pesar de tales valiosos protectores. las mujeres, quiso aprender de la ciencia del bien y del
Pero al llegar aquí parecióme posible que algo hubiera mal, que nada importa, el arte bello de amar y de morir.
cambiado; estas galerías que siempre le sirvieron de ta- ISMAEL.- ¡Ah!, todos locos como él, en esta casa de
lleres y de ordinario se hallaban en el mayor desorden, Leonardo.
con los más extraños proyectos de maquinarias y artifi- ANTONIO.- Cuida no cobremos la razón y aprendamos
cios, amontonados en confusión por todas partes, ahora en ti a negociar con usura.
sorprenden por su compostura y adorno ... Ricos tapi- ISMAEL.- ¡Ah, cristianos! No podéis nunca hablar con
ces, mullidos sitiales, pebeteros de Oriente, instrumen- uno de mi raza sin mostrarle vuestro desprecio.
tos de música y las más raras frutas y flores con tan ex- ANTONIO.-No, Ismael; tú eres un buen judío.
quisito gusto dispuestas en canastillas, como si a Pomona FLORIO.-El de la diestra cruz, que bien pudo asen-
y a Flora les hubieran de ser ofrecidas en altares pa- tarse a la diestra de Dios en el Paraíso.
ganos. ISMAEL.-El buen ladrón, quieres decir. Mal agrade-
FLORIO.- Y bien parece que a una diosa es el culto, y céis las veces que vuestro maestro pudo atender a susten-
por una deidad, bien que humana, devoción y ofrenda. taros merced a mis buenos oficios, y no diréis que de
ISMAEL.- ¿Leonardo enamorado? vuestro maestro puede esperarse logro.
FLORIO.- ¿Qué te sorprende? ¿Cuándo no lo estuvo, FLORIO. -Nada perdiste si no ganaste mucho. Ya es
sin estarlo nunca? Cada hora en cada día es un amor para mucho la estimación de Leonardo.
Leonardo. Un amor son sus rosales de Bengala, prendi- ISMAEL.- ¿Su estimación? Igual para todos. La misma
dos de rosas carmesíes; un amor son los cisnes bogadores en que tiene a sus áspides.
en el estanque de esos jardines; un amor es su caballo ANTONIO. - ¿Por qué no? De tus virtudes le importa
berberisco; un amor son los áspides ponzoñosos que aguar- poco a Leonardo, y en tu rostro y figura eres un bello
dan entre fanales; un amor son esas pomas de oro de un ejemplar de tu raza. ¿Quién te dice que si algún día Leo-
árbol cultivado por él, y, según dicen, lleva en su savia nardo pintara un Cristo no te solicitaría para su modelo?
un veneno de tanta sutileza, que basta con morder en uno ¿Puedes aspirar a mayor gloria?
de sus frutos para morir al poco tiempo de tan natural FLORIO.-¡Devoto Cristo sería! Un judío el modelo y
muerte, que no es posible hallar vestigio en el fruto , en el un pagano el artista. Condenados serían los que a él se

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encomendasen; no lo pondría yo en convento de monjas, ANTONIO.- Nos llamó paganos y descreídos.


que antes amor que piedad despertara. LEONARDO.-Descreídos, pudiera ofenderos; pero el
ANTONIO.- Eso no, que Leonardo sabría hacerle de paganismo es bella religión, digna de artistas. ¿Qué otra
tan sobrehumana hermosura que sólo a sobrehumano cosa podemos ser sino paganos los que hicimos una reli-
amor movería las almas. gión de la belleza? Es más universal religión que todas,
ISMAEL- Empecatados paganos sois todos, y si vues- porque a todas comprende el adorar toda belleza. ¿En qué
tros sacerdotes y magistrados, como de perseguirnos a religión no hay algo bello?
nosotros, que al fin en un solo Dios creemos y los manda- ISMAEL.- ¿De dónde vienes, Leonardo?
mientos de Dios observamos, se cuidaran de pesquisar LEONARDO.-Quizá de más lejos que tú, aunque no me
entre los descreídos ... . moví de Florencia en este tiempo. Ahora, de admirar tu
FLORIO.- ¿Contra los descreídos pretendes desatar las jirafa. Ya sabes que por orden del Magnífico fue paseada
leyes? ¡Ah, buen judío! Tú quisieras ver arder al Pontí- como en triunfo por toda la ciudad. Nuestro duque no es
fice con todos los príncipes de su Iglesia romana. avaro de sus tesoros, y nunca regateó al pueblo un espec-
ISMAEL.- Y ese día será, y no por mano de los hom- táculo. Mucho puede perdonársele en gracia de esto. Fue
bres, por la mano misma de Dios, fuego del cielo abra- una lucida presentación la de tu jirafa. Hasta de los con-
sará las ciudades malditas. ventos de monjas solicitaron su vista, y era de ver entre
FLORIO.- ¡Silencio, profeta! Tu dios de las tremendas las celosías asomar las manos blancas de nobles religio-
iras no nos asusta; nuestro dios es todo amor y dulzura, sas para ofrecer al animal, entre miedos y risas, las más
como el Cristo en que tú no crees; pero en este has de creer, delicadas confituras monjiles. ¿Dónde adquiriste tan raro
porque aquí le tienes entre nosotros. Nuestro dios es Leo- bruto? Gran cuidado tendrías hasta lograrlo aquí vivo y
nardo. sano.
ISMAEL-Cuidados y dineros. Que su muerte hubiera
ESCENA SEGUNDA sido mi ruina.
LEONARDO.- ¿ Y por dónde anduviste?
DICHOS y LEONARDO ISMAEL.-Por tierras de África, por Arabia y Egipto.
Traje preciosidades. Algunas guardo para mostrártelas.
ISMAEL.-¡ Salud, Leonardo! LEONARDO.- En mala ocasión, Ismael; todo el crédito
FLORIO.- ¡Salud, maestro! que yo puedo tener contigo no bastaría a pagarlas. Pre-
LEONARDO.-¡ Salud a todos! ¡Ah, Ismael! Por la fama fiero no verlas.
sabía de tu vuelta a Florencia. Veo que no te olvidaste de ISMAEL.- Con poseerlas tú están bien pagadas.
Leonardo. LEONARDO.- Eres generoso.
ISMAEL.- Aunque en su casa me maltratan. FLORIO.- Sabe que más pronto o más tarde han de vol-
LEONARDO.- ¿Quién, Florio y Antonio? Será por chanza, ver a su poder, y por haber sido tuyas, suben de precio.
estoy seguro. ISMAEL.- Sois tan descorteses como mal pensados .
262 JACINTO BENAVENTE LA SONRJSA DE G/OCONDA 263

LEONARDO.-Tienes razón, buen Ismael; son espíritus ISMAEL-Y ahora, sin duda, trabajas a tu gusto, y tu
mezquinos, no poseen el arte supremo de dejarse engañar, modelo es algún personaje de calidad, cuando así adornas
propio de los grandes. Yo sé que lisonjeas y mientes; pero sé tu estudio para recibirlo.
que si fueras igual a nú, debieras decir verdad, porque bien LEONARDO.-¿No lo sabes? Trabajo en el retrato de
merece Leonardo da Vinci que tus lisonjas sean verdades. Monna Lissa, la esposa de Micer Francisco del Giocondo.
ISMAEL.-¿Ahora también soberbio, Leonardo? Nunca ISMAEL.-¿ Y es su esposa ... ?
lo fuiste . LEONARDO.-Sí; Monna Lissa, ¿de qué te asombras?
LEONARDO.- Porque miraba dentro de mí más que a ISMAEL-De que a ella, entre tantas damas más prin-
mi alrededor. Seguramente tu jirafa no se juzga tan alta cipales y más hermosas, hayas dado la preferencia.
entre las palmeras de sus desiertos como hoy sobre los LEONARDO.-Sí, es cierto. Pero a todas sería tan fácil
ciudadanos de Florencia que se agolpaban por admirarla. retratarlas . .. La historia de todas ellas es tan conocida .. .
ISMAEL-Cierto. ¿Por qué no has de ser orgulloso, Leo- El noble señorío de la una, la altivez patricia de aquella
nardo, si eres único entre todos los artistas de Italia? Por otra, la perversidad de esta, la bobería de casi todas . . .
eso, aunque estos malandrines, y tú mismo, juzguéis adula- Cualquier mediano artista puede salir adelante con su re-
ción mi ofrecimiento, antes que a los grandes señores he de trato. Pero Monna Lissa, no; Monna Lissa es un enigma.
ofrecerte las preciosidades que traje de Arabia, porque na- Muchos la juzgan la más virtuosa esposa de Florencia;
die mejor que tú es digno de poseerlas. Y ahora que trans- muchos, capaz de las mayores liviandades; nadie se atre-
formaste con tan singular adorno tus talleres, bien sentarán vería a confirmar ninguna de las dos suposiciones.
aquí las sedas de Damasco, los tapices pérsicos, las arcas ISMAEL.-Y tú , ¿aún no sabes a qué atenerte?
de sándalo y los cofrecillos de marfil y nácar, con mil se- LEONARDO.- Todos los días creo haber acertado al re-
cretos escondites labrados, como por artífices que saben de tratarla, y cuando al día siguiente vuelvo a verla, ya me
amor y de celos. Y si, como aseguran, estás enamorado . .. parece otra . .. ¡Ah!, la sonrisa, aquella sonrisa, que es
LEONARDO.- ¿Tan pronto diste en Florencia en la mur- toda su alma, será la desesperación de mi arte.
muración ociosa? O quizá fueron estos, mis amigos . .. ISMAEL-Así, ¿sólo terminaste el fondo del retrato?
ISMAEL- No, Leonardo; basta con ver tu casa, el atilda- ¿Y por qué el mar, si Monna Lissa acaso no navegó nunca,
miento de tu persona. Sólo el amor es mágico capaz de tales ni hay mar en Florencia?
transformaciones. ¿Tienes muchos trabajos encomendados? LEONARDO.- ¿ Qué mejor fondo para un retrato de mu-
LEONARDO.- Como siempre. jer que sonríe? ¿Hay nada más parecido que el mar en
ISMAEL.-¿ Y a cuál diste la preferencia? calma y la sonrisa de una mujer? Dice el azul del mar: na-
LEONARDO.- Ya sabes que un deseo insaciable de per- vega; y dice la sonrisa: ama; y no es más incierto el mar
fección me descontenta siempre de mi trabajo. Ya sé que que la sonrisa. ¿Juzgas tú que pintar un retrato es sólo
pudiera lograr provecho y fama si trabajara son presteza, para que deudos y familiares del retratado admiren el pa-
atento sólo al vulgar aplauso. ¡Es tan fácil engañar al recido y ponderen cómo es aquella su misma cara, y cómo
vulgo! Pero Leonardo sólo trabaja para Leonardo. hasta un arrapiezo en mantillas le conoció, y el perro de la
264 JACINTO BENA VENTE
LA SONRISA DE GlOCONDA 265

casa? Yo sé que ante mi pintura de Monna Lissa su respe- STELLO.-No sé deciros; por esta carta podréis saberlo.
table esposo, Micer Francisco del Giocondo, fruncirá el Me dijo que aguardara respuesta.
ceño, y ya más cerca, ya más lejos, buscará las luces, con LEONARDO.- (Después de leer la carta.) ¡Oh, oh! ¡Do-
una mano de pantalla sobre los ojos, y ya entornará el nosa carta! Escuchad, amigos, ya que todos me creísteis
uno, ya el otro, torciendo la cabeza a una y otra parte an- enamorado: «Al famoso Leonardo da Vinci, salud. Perdo-
tes de dejar caer a plomo su opinión autorizada: «Sí, sí; nadme si de hoy más no asisto a vuestra casa; mi retrato,
hay algo, no hay duda; es mi mujer; pero esa expresión en que trabajáis tanto tiempo sin salir con él adelante, es
no es la suya; se advierte que el pintor no la ve, corno yo, ya tema de murmuración en la ciudad, y mi noble esposo,
a todas horas, porque más suele parecer grave que son- aunque ni de mí ni de vos pueda tener sospecha, debe in-
riente». Y ella misma dirá de seguro: «Sí, soy yo; pero quietarse con razón de que los demás pudieran tenerla. De
parezco algo más vieja, y ese tocado no es el mío, y mi toda suerte, no quisiera dejarais sin terminar la pintura, y
vestido no parece tan rico ... ». ¿Qué importa? Cuando ni ya que no me tengáis presente os envío mi vestido y to-
Micer del Giocondo, ni su bella esposa, ni Leonardo exis- cado y os envío a mi paje Stello, del que todos afirman se
tan, ni memoria de nuestra mortal forma, las gentes dirán me asemeja en extremo. Vos me diréis si es tanto el pare-
todavía ante mi pintura: «He aquí una mujer de enigma y cido; yo estoy por creer que lo sea, porque a su madre, es-
misterio; una mujer que sonríe, sin que pueda decirse si clava en nuestra casa, túvola siempre mi padre en gran
sonríe candorosa o maligna; si burla del amor encastillada estimación, y dicen que yo soy también vivo retrato de mi
en su virtud o en su perversidad. Acaso su vida fue casta y padre. Yo no le conocí, y no hubo un Leonardo para dejar-
lascivos sus pensamientos; acaso lo contrario». ¿Quién nos su pintura. Si mi paje es tal corno dicen, terminad con
sabe? Y al no saber, todos dirán cómo Leonardo, más que su copia mi retrato, y si en algo fuera de mí diferente,
a Monna Lissa, pintó a una mujer, el alma toda de la mujer vuestra imaginación sabrá suplirlo con mi recuerdo; tanto
acaso, un alma de sonrisa engañosa. me habéis contemplado que no creo necesitéis de mi pre-
FLORIO.- Maestro, un servidor de Monna Lissa pide sencia para recordarme ... ». ¿Qué decís?
licencia para hablarte en nombre de su señora. FLORIO.- Que, en efecto, el pajecillo es vivo trasunto
LEONARDO.- Decidle que se acerque. de su señora.
ANTONIO.- Es tal como si fueran mellizos.
LEONARDO.- Ya oíste la carta de tu señora. Las donce-
ESCENA TERCERA llas que asisten a su tocado cuando ella me sirve de mo-
delo, te vestirán con el traje y las galas que trajiste. Serás
DICHOS y STELLO mi modelo .. .
STELLO.- ¡Señor!
STELLO.- Señor Leonardo, salud. LEONARDO.- Antonio, Florio, conducidle. Prevenid a
LEONARDO.- Salud, gentil doncel. ¿Os envía vuestra los músicos y cantores, disponedlo todo como cuando su
señora? Se excusará, sin duda, de asistir hoy a su retrato. señora asiste.
266 JACINTO BENAVENTE COLECCIÓN AUSTRAL
ANTONIO.-Ven con nosotros, nada temas. Leonardo
Serie azul: Narrativa
sigue la burla de tu señora. (Entran STELLO, ANTONIO y
Serie roja: Teatro
FLORIO.)
Serie amarilla: Poesía
ISMAEL.-¿De músicos y cantores te rodeas para tra- Serie verde: Ciencias/Humanidades
bajar?
LEONARDO.- De todo lo que pueda alegrar a Monna ÚLTIMOS TÍTULOS PUBLICADOS
Lissa, de modo que sonría siempre. Todo lo que vea y es-
cuche sea placentero; dulces músicas, canciones de amor E. T. A. Hoffmann
afortunado, chanzas y donaires de juglares y caprichosos 454 Cuentos
Introducción de Berta Vias Mahou
juegos de agua saltadora, y los pájaros de más alegres tri-
nos y lindos gozquejos y grotescos simios, y la mentira Franz Kafka
455 La metamorfosis y otros relatos de animales
de mi amor, que ella juzga mortal herida en mi corazón, y Edición y traducción de M iguel Salmerón
eso le basta para sonreír, porque no sabe que Leonardo es
Stendhal
el que nunca amó, por amar demasiado. (ANTONIO y FLo- 456 Rojo y negro
RIO vuelven con STELLO vestido de mujer, con el traje de Edición y trad ucción de Juan Bravo Castillo
Monna Lissa en el cuadro conocido por La Gioconda.) Eugenio d'Ors
FLORIO.- Aquí tenéis a vuestra señora. 457 El valle de Josafat
Prólogo de Rafael Alvira
LEONARDO.- ¡Tú! Edición de Ángel d'Ors y Alicia García Navarro
ANTONIO.- ¿No es asombrosa la semejanza?
Will iam Shakespeare
FLORIO.- ¿Quién dirá que no es ella misma? 458 El cuento de invierno
LEONARDO.- ¿Ella misma decís? ¡Señora! ... ¡Stello! Edición y traducción de Ángel-Luis Puj ante
¿Eres tú? ¡Qué importa! Sonríe como ella, sonríe así .. ., Manuel Fernández Álvarez
sonríe. Nada quiero saber. Nunca comprendí tu alma de 459 Carlos V. Un hombre para Europa
enigma como ahora. Sonríe así, que Leonardo consagra Benjamín Jarnés
esa sonrisa a la inmortalidad. (Empieza a oírse una muy 460 El profesor inútil
dulce música y cae el telón.) Edición de Domingo Ródenas

Charles Dickens
461 David Copperfield
Prólogo de Juan Tébar

Rosalía de Castro
462 Cantares gallegos
Edición, trad ucción y apéndice didáctico de Mauro Artniño

AA. VV.
463 Comedias burlescas del Siglo de Oro
CONTIENE: El hamete de Toledo. El caballero de Olmedo.
Darlo todo y no dar nada. Céfalo y Pocris
Edición de Ignacio Arellano, C. C. García Valdés, C. Mata y M." C. Pinillos

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