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COMERCIAL
TEMA :
PRINCIPIOS PROCESALES DE LA PRUEBA
ALUMNO :
HUANCAYO - 2007
INTRODUCCION
El alumno
Existe una serie de principios generales con respecto a la prueba que rigen
su existencia, ofrecimiento, actuación y eficacia. Entre los más importantes,
que compila correctamente Devis Echandía (DEVIS ECHANDIA, 1984,
Tomo I: 43-60), tenemos los siguientes:
Principio de la necesidad de la prueba y de la prohibición de aplicar el
conocimiento privado del Juez sobre los hechos.
Principio de la eficacia jurídica y legal de la prueba.
Principio de la Unidad de la prueba.
Principio de la comunidad o adquisición de la prueba.
Principio del interés público de la función de la prueba.
Principio de la lealtad y probidad o veracidad de la prueba.
Principio de la contradicción de la prueba.
Principio de igualdad de oportunidad para la prueba.
Principio de la publicidad de la prueba.
Principio de la formalidad y legitimidad de la prueba.
Principio de la preclusión de la prueba.
Principio de la inmediación y de la dirección del Juez en la producción de
la prueba.
Principio de la imparcialidad del Juez e la dirección y apreciación de la
prueba.
Principio de la originalidad de la prueba.
Principio de la concentración de la prueba.
Principio de la libertad de la prueba.
Principio de la pertinencia y conducencia o idoneidad de la prueba.
Principio de la naturalidad y espontaneidad y licitud de la prueba y del
respecto a la persona humana.
Principio de la obtención coactiva de los medios materiales de prueba.
Principio de la inmaculación de la prueba.
Principio de la apreciación de la prueba.
Principio de la carga de la prueba y de la autorresponsabilidad de las
partes por su inactividad.
Principios de la oralidad y de la escritura.
Principio inquisitivo en la ordenación y práctica de las pruebas.
A continuación pasaremos a explicar cada uno de ellos.
Por este principio no sólo debe ser necesaria la prueba sino que
además tiene que ser válida jurídicamente para formar en el Juez
convicción sobre los hechos detallados en el proceso. Esto quiere
decir que en algunos casos no podrá considerarse una prueba si la
normatividad no le confiere la calidad de eficaz. Nos encontramos en
este supuesto, por ejemplo, cuando un hecho sólo puede ser
acreditado por determinado medio de prueba. Como el caso de la
muerte de una persona se demostrará con la correspondiente Partida
de Defunción o con la resolución judicial que declare la muerte
presunta, y no con otro medio probatorio. La Ley debe reconocer a una
prueba como válida para demostrar un hecho o por lo menos no
negarle dicha posibilidad. Esto no debe confundirse con el sistema
legal de valoración o de la prueba tasada por cuanto éste gradúa la
convicción del Juez, mientras que el principio en análisis está referido
a la eficacia jurídica de una prueba en función a la propia ley.
Puntualizamos que aun en los casos en que el Juez tenga libertad de
apreciación no puede aquél pasar por alto cualquier impedimento legal
acerca de la prueba.
Por éste principio exige para la prueba una serie de requisitos y/o
condiciones. Para su ofrecimiento y actuación la prueba precisa de
formalidades que son requeridas por la ley referidas a circunstancias
de tiempo, modo y lugar. Otro de los requisitos para la eficacia de la
prueba es la ausencia en su obtención de simulación, dolo,
intimidación, violencia o soborno. Así lo dispone el artículo 199 del
C.P.C. Un medio probatorio debe orientarse a la formación de certeza
en el Juez acerca de algún hecho sin que tenga que agredir moral o
económicamente a un litigante, configurando un caso de abuso, de
acuerdo o de irrelevancia de la prueba. Y no cualquiera puede ofrecer
medos probatorios dentro de un proceso. La prueba debe tener como
fuente el ofrecimiento de los padres o de la orden del Juez (tratándose
de pruebas de oficio), quienes tienen legitimidad para ello, queda a
salvo la intervención de terceros reguladas en el Capítulo VII
(Intervención de terceros, Extromisión y Sucesión procesal) del Título II
(comparecencia al Proceso) de la Sección Segunda (Sujetos del
proceso) del Código Procesal Civil. La legitimidad del órgano
jurisdiccional que recepcione y actúe la prueba implica la competencia
que se le atribuye para conocer de la litis.
Por este principio tiene que ver con el anterior porque esta referido a
un requisito de tiempo u oportunidad al ofrecer la prueba. La prueba no
puede ofrecerse ni actuarse en cualquier momento sino en el indicado
por el ordenamiento jurídico procesal. Transcurrido el plazo
correspondiente la prueba será extemporánea y por lo tanto carente de
validez, debiendo ser declarada inadmisible. Garantiza el principio que
examinamos la potestad del justificable de contradecir la prueba de su
oponente, conociendo de antemano los medios probatorios para de
esta forma elaborar su estrategia que representa uno de los aspectos
del principio procesal de preclusión que le da un mayor orden y un
desarrollo secuencia a cada juicio. El principio de preclusión de la
prueba no opera sólo para las partes, sino que además vincula al Juez
de la causa. Así es, él debe realizar la actividad probatoria dentro de
los plazos y de la manera que dispone la ley. Por ejemplo, el artículo
208 del C.P.C. establece un orden para la actuación de las pruebas al
cual debe ceñirse el magistrado, por lo que practicada una prueba no
se retomará la misma, a no ser que se trate de la confrontación a que
e contrae el artículo 209 del indicado cuerpo de leyes.
Que, según este principio un medio probatorio debe tener una relación
directa con el hecho que se pretende acreditar para que sea
considerado como prueba de éste. En el caso de referirse a hechos
con los que se relaciona de manera indirecta estaremos ante pruebas
de otras pruebas. Por ejemplo tenemos el caso de los llamados
testigos de oídos o referenciales; quienes conocen el hecho en
cuestión por haberlo escuchado de terceros que lo presenciaron; la
copia o la declaración testimonial que buscan reconstruir el contenido
de un documento (en vez de presentar el original del mismo); etc.
El principio de originalidad de la prueba defiende la plena convicción
del juzgador ante elementos de prueba idóneos y consistentes, lo que
no ocurriría especialmente si se desvirtúan los hechos llegándose por
consiguiente a conclusiones alejadas de la realidad.