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TRASTORNO DE IDENTIDAD DISOCIATIVO

El trastorno de identidad disociativo, también conocido como desorden de personalidad


múltiple,1 es una enfermedad mental que se caracteriza por la existencia de dos o más
personalidades en una persona, cada una con su propio patrón de percibir y actuar con el
ambiente. Al menos dos de estas personalidades toman el control del comportamiento del
individuo de forma rutinaria, y están asociadas también con un grado de pérdida de memoria
más allá de la falta de memoria normal. A esta pérdida de memoria se le conoce con frecuencia
como "tiempo perdido" o "tiempo amnésico". Se le asocia con el trastorno límite de la
personalidad, el trastorno por estrés postraumático, la depresión, el trastorno por abuso de
sustancias, autolesiones o ansiedad.

Se cree que la causa se debe a un trauma infantil.2 En aproximadamente el 90% de los casos hay
un historial de abuso en la infancia, mientras que otros casos están relacionados con
experiencias de guerra o problemas de salud durante la infancia. Los factores genéticos también
se cree que juegan un papel. Estudios entre profesionales de la salud demuestran un amplio
escepticismo contra la idea de que este diagnóstico representa en sí un desorden mental en vez
de un delirio con base cultural o iatrogénica.

El trastorno de identidad disociativo fue llamado en un comienzo trastorno de personalidad


múltiple, como referencia a esto, el nombre se mantiene en la Clasificación Internacional de
Enfermedades (CIE de la OMS). Aunque el trastorno lleva por nombre trastorno de identidad
disociativo, este no está relacionado de ninguna manera con la esquizofrenia. Aunque el término
de "personalidad dividida", es un término ampliamente asociado con la esquizofrenia, este no
es un término aceptado por profesionales en relación con la identidad disociativa.

Muchas veces puede ser malinterpretado o confundido con la composición de personalidades


individuales, pero a pesar de tener síntomas similares se carece de pruebas suficientes para
comprobar si esto es una rama, evolución o un término separado del trastorno de identidad
disociativo, se desconocen pruebas científicas para dicho interrogante.

EVOLUCIÓN

Las personas con un trastorno de identidad disociativo pueden experimentar a menudo un


cuadro de síntomas que pueden parecerse a los de otros trastornos psiquiátricos. Los síntomas
pueden ser similares a los de la ansiedad, de las alteraciones de la personalidad, de la
esquizofrenia y de los trastornos afectivos o de la epilepsia. La mayoría de las personas sufre
síntomas de depresión, ansiedad (dificultad para respirar, pulso acelerado, palpitaciones),
fobias, ataques de pánico, alteraciones del apetito, estrés postraumático y síntomas que simulan
los de las enfermedades físicas. Pueden estar preocupadas por el suicidio y son frecuentes los
intentos, así como los episodios de automutilación. Muchas personas con trastorno de identidad
disociativo abusan del alcohol o de las drogas en algún momento de su vida.
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El cambio de personalidades y la ausencia de consciencia del propio comportamiento en las


otras personalidades hacen a menudo caótica la vida de una persona con este trastorno.
Hay varios signos característicos del trastorno de la personalidad disociativo:

 Síntomas diferentes que ocurren en distintos momentos.


 Una capacidad fluctuante para asumir sus funciones, desde la eficacia en el trabajo y en
la casa hasta la inhabilidad.
 Intensos dolores de cabeza y otros síntomas físicos.
 Distorsiones y errores en el tiempo y amnesia.
 Despersonalización y desrealización (sentimiento de estar separado de uno mismo y
experimentar su medio como irreal).
 Constantes crisis de pánico.
 Trastorno de las personas con las que se encuentra o haya visto.

Las personas con un trastorno de identidad disociativo frecuentemente oyen hablar a otros de
lo que ellas han hecho pero que no recuerdan. Otras pueden mencionar cambios en su
comportamiento que ellas tampoco recuerdan. Pueden descubrir objetos, productos o
manuscritos con los que no contaban o que no reconocen. A menudo se refieren a sí mismas
como “nosotros”, “él” o “ella”. Mientras que, en general, las personas no pueden recordar
mucho acerca de sus primeros cinco años de vida, la persona con un trastorno de identidad
disociativo no recuerda tampoco lo ocurrido entre sus 6 y 11 años.
Invariablemente el control del cuerpo se transfiere de una personalidad a otra incluyendo el
contacto con la realidad, la personalidad siempre está consciente de la realidad y su percepción
de la misma es la de una persona funcional completamente, puede, socializar, hacer deportes,
manejar, etc.

Esta transferencia puede ocurrir como consecuencia de la reaparición del evento, de


circunstancias que sean similares o se infiera que se llegará a la situación que requiere que la
personalidad maneje a través de la disociación. Esta transición puede aparecer de forma brusca
e inmediata con notoria presencia de la nueva personalidad que toma el control o puede ser de
manera paulatina sin notar cuando ocurre la transición, en estos casos investigaciones han
demostrado que es similar a entrar en trance, en un sueño o en un desprendimiento corpóreo
lo cual dependerá de la coexistencia y conocimiento de estas personalidades entre sí, de la
situación, y generalmente se acompaña de amnesia entre los episodios para mantener la
individualidad de la personalidad en cuyo caso la memoria se mantiene entre la misma
personalidad, o sea, que cada identidad tiene memoria exclusiva de sus dominios anteriores
pero no entre personalidades, ocasionalmente se pueden manifestar como flashazos de
memoria o bien puede recordarse como hechos acontecidos a un tercero.

Las personas con un trastorno de identidad disociativo tienen normalmente una historia de tres
o más diagnósticos psiquiátricos previos diferentes y que no han respondido al tratamiento.
Estas personas están muy preocupadas por temas de control, tanto el autocontrol, ser
controladas o el control de los demás.

Aun cuando la principal causa atribuible es como consecuencia de eventos traumáticos de la


niñez también se tiene conocimiento de la creación de personalidades para cubrir una necesidad
o deseo que el individuo no puede realizar abiertamente por restricciones, sociales, culturales,
familiares o religiosas. La personalidad disociada deja inmune o limpia a las otras
personalidades. De esta manera es común la existencia de personalidades completas o sólo
fragmentos, los cuales existen sólo por periodos limitados y con un propósito específico.
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CRITERIOS DE DIAGNÓSTICO

Es necesario conocer los criterios para el diagnóstico, mismos que no pueden ser extraídos de
fuente más fidedigna que el DSM-IV-TR3 y que son:

A. Presencia de dos o más identidades o estados de personalidad (cada una con un patrón
propio y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno
de sí mismo).

B. Al menos dos de estas identidades o estados de personalidad controlan de forma


recurrente el comportamiento del individuo.

C. Incapacidad para recordar información personal importante, que es demasiado amplia


para ser explicada por el olvido ordinario.

D. El trastorno no es debido a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej.
comportamiento automático o caótico por intoxicación alcohólica) o a una enfermedad
médica (p. ej., crisis parciales complejas).

TRATAMIENTO Y PRONÓSTICO

El tratamiento del TID es un rubro en el que son bien recibidas las propuestas, pues a pesar de
que ya existen alternativas algunas no podrían ser del todo funcionales al haber sido creadas a
partir de la idea de que el TID tiene alguna similitud con la esquizofrenia.
Llegando hasta este paraje es puntual hacer de dominio público que la esquizofrenia y el TID son
trastornos completamente distintos, el primero se trata de uno psicótico mientras que el
segundo es uno de tipo disociativo (DSM-IV-TR, 2002). La esquizofrenia aleja al paciente de su
realidad y el TID por su parte no afecta la relación con ella. El desdoblamiento de personalidad
en el TID ocurre de manera interna, es decir quien lo padece crea a sus alters a partir de
interacciones conflictivas en su propia mente, en la esquizofrenia este fenómeno se aprecia de
manera externa ya que las voces que se llegan a manifestar provienen del exterior y por tanto
se trata de alucinaciones y no de fragmentos de la personalidad.

Al tratarse de piezas mal ubicadas lo que se busca en los tratamientos es ir acomodando y


reconociendo poco a poco cada una de ellas para que así la finalidad sea formar una imagen
completa. El tratamiento consta de 3 fases de acuerdo con datos de la Journal of Trauma and
Dissociation:4

Fase 1: Establecer seguridad, estabilidad y una reducción de síntomas.


Fase 2: Confrontación, superación e integración de recuerdos traumáticos.
Fase 3: Integración y rehabilitación de la persona.

El trastorno de identidad disociativo requiere psicoterapia, con frecuencia facilitada por la


hipnosis. Los síntomas pueden ir y venir de modo espontáneo, pero el trastorno no desaparece
por sí mismo. El tratamiento puede aliviar algunos síntomas específicos pero no tiene efectos
sobre el trastorno en sí mismo.

El tratamiento es a menudo arduo y emocionalmente doloroso. La persona puede experimentar


muchas crisis emocionales debido a acciones de las personalidades y por la desesperación que
pueden acarrear los recuerdos traumáticos durante la terapia. A menudo son necesarios varios
períodos de hospitalización psiquiátrica para ayudar a la persona en períodos difíciles y para
operar de un modo directo sobre los recuerdos dolorosos. Frecuentemente el médico utiliza la
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hipnosis para que se manifiesten (para tener acceso a) las personalidades, facilitar la
comunicación entre ellas, estabilizarlas e integrarlas. La hipnosis también se usa para reducir el
impacto doloroso de los recuerdos traumáticos.

Generalmente, son necesarias una o dos sesiones de psicoterapia a la semana durante al menos
3 a 6 años. La integración de las personalidades es lo ideal pero no siempre se consigue. Las
visitas al terapeuta son reducidas gradualmente pero es raro que se terminen. Los pacientes
pueden confiarse al terapeuta para que les ayude, de vez en cuando, a afrontar los problemas
psicológicos, del mismo modo que pueden hacerlo periódicamente con su propio médico.

El pronóstico de las personas con un trastorno de identidad disociativo depende de los síntomas
y de las características del trastorno. Algunas tienen principalmente síntomas disociativos y
características postraumáticas; esto significa que, además de sus problemas de memoria e
identidad, experimentan ansiedad acerca de acontecimientos traumáticos y el hecho de
revivirlos y recordarlos.

Generalmente, hay una mejora en el estilo de vida con el tratamiento, sin embargo, el tiempo
para alcanzar esto es indefinido.

Otras personas tienen adicionalmente trastornos psiquiátricos graves, como trastornos de la


personalidad, afectivos, alimentarios y de abuso de drogas. Sus problemas mejoran más
despacio y el tratamiento puede tener menos éxito o bien debe ser más largo y pueden aparecer
más crisis. Por último, algunas personas no solamente tienen otros problemas psicológicos
graves sino que también están gravemente comprometidas con otras personas que las acusan
de haber abusado de ellas.

El tratamiento a menudo es largo y caótico y trata de reducir y de aliviar los síntomas más que
de conseguir la integración. A veces, incluso un paciente con un mal pronóstico mejora lo
suficiente con la terapia para sobrellevar el trastorno y comenzar a dar pasos rápidos hacia un
mejor porvenir.

REFERENCIAS

1. The ICD-10 Classification of Mental and Behavioural Disorders». World Health


Organization.

2. Dissociative Identity Disorder». Merck Manuals Professional Edition. Julio de 2017.


Consultado el 5 de enero de 2018.

3. American Psychiatric Association (2002). Manual Diagnóstico y Estadístico de los


Trastornos Mentales DSM-IV-TR. Barcelona: Masson. p. 1088. ISBN 9788445810873.

4. Guidelines for Treating Dissociative Identity Disorder in Adults, Third Revision:


Summary Version». Journal of Trauma & Dissociation 12 (2): 188-212. 2011.
doi:10.1080/15299732.2011.537248. Consultado el 25 de noviembre de 2013.

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