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Presentación curso Duns Scotus (y Rosmini)

Problema: Exposición de los artículos XIV-XXV: problemas de los universales y el intelecto


agente en Aristóteles, cómo ambas teorías se relacionan y, finalmente, la crítica de Rosmini a
este tema (y qué dice Escoto de eso).

La crítica de Rosmini a Aristóteles se basa de la crítica que el mismo Aristóteles le hizo a


Platón con respecto a la situación del esclavo en Menón: Platón describe como saber a lo que
el joven posee cuando Sócrates lo interroga. ¿Por qué no es saber? Porque lo que el joven hace
es deducir conclusiones a partir de principios ya conocidos, es decir, se tiene un saber en
potencia: puede conocer. Sin embargo, hay que aclarar que, para Aristóteles, poder conocer no
es conocer verdaderamente. El joven conocía estas verdades pero potencia; el conocimiento
propio y actual se alcanza a partir de este conocimiento virtual (Analíticos Posteriores I). Sin
embargo, y aunque Rosmini le concede a Aristóteles haber descubierto una falencia en la teoría
platónica, no todo es incorrecto. La refutación es a nivel particular mas no general: aplica a las
verdades derivadas pero no “a las verdades primeras e indemostrables, a aquella que contiene
en sí virtualmente todas las otras y que no está contenida en otras anteriores, ya que es la
primera y la más universal” (NS, IV, 6). Aristóteles no sería del todo claro.

Primero, lo que sí hace: distingue verdades primeras y derivadas y, aún más, las reduce a una
solo, el principio de no contradicción. Las verdades derivadas, como su nombre lo indica, se
derivan de estas verdades primeras y no son innatas.

¿Cómo nacen las verdades primeras según Aristóteles? Primero, no se deducen de otras
verdades anteriores porque, de ser así, no serían primeras. Además, es necesario que sean
indemostrables: debemos creer en ellas sin demostración alguna. Debemos creer que el
hombre posee una potencia que puede intuir inmediatamente estas verdades. Aristóteles, al
igual que Locke, admitiría que poseemos una facultad capaz de formar estas primeras
nociones. Pero ¿cómo está hecha esta potencia para intuir estas primeras ideas? El
razonamiento de Aristóteles, según Rosmini, no alcanza para explicar el origen de las ideas
primitivas y universalísimas, aquellas ideas que no se pueden deducir de otras ideas precedentes
porque no hay tales: son ellas quienes preceden a las demás. Aquí es donde se presenta el
problema.

Según Rosmini, no se alcanza a distinguir, en obras de Aristóteles, entre la operación del


sentido que recibe las sensaciones y la creación del intelecto que piensa. No las confunde pero
no las distinguió de mala manera (ver nota 213 de Rosmini). Confunde el obrar del intelecto y
el obrar del sentido y esto es porque, al usar nuestro entendimiento, las operaciones de éste y
las del sentido están mezcladas y unidas estrechamente en nosotros. Es por esto que no somos
capaces de formarnos un concepto riguroso de sentido y le asignamos lo que pertenece al
sentido. En esto falló Aristóteles: le atribuyó al sentido la facultad de juzgar y esta facultad sólo
puede existir en el intelecto (Ver Rosmini, 240).
¿Por qué las confundimos? Porque, según Rosmini, estamos acostumbrados a sentirnos y a
atribuirnos al mismo tiempo la existencia que no somos capaces de distinguir que son dos
cosas sumamente diferentes (Ver 241). Para ver esta distinción necesitamos un ejercicio
intelectual muy fino.

Confundimos así dos potencias distintas y le atribuimos al sentido lo que sólo pertenece al
entendimiento. La distinción de Aristóteles entre sentido e intelecto no es suficiente.

¿Cómo puede el entendimiento hacer una abstracción sin tener primero un universal que le
guíe en tal operación?

Crítica a los universales en Aristóteles: En Metafísica VII, Aristóteles se enfrenta a los


múltiples sentidos del ser. En el capítulo 13, analiza la posibilidad de que el universal
corresponda a la sustancia y el capítulo entero se basa en exponer argumentos por los cuales se
descarta esta teoría.

El universal no es sustancia tal como pretendían los platónicos o como Aristóteles veía a las
Ideas platónicas, por lo tanto, su refutación se basará en esta creencia.

Aristóteles recurre a varias pruebas, de distinto valor y eficacia, para demostrar su tesis (revisar
1038b10-1039ª23) las cuales nos llevan a la siguiente conclusión: si aceptamos que el universal
es sustancia, caemos en graves absurdos lo que nos lleva a la conclusión de que esto es
impensable. Además de los argumentos ad hominem, Aristóteles va estableciendo que el
universal no es sustancia porque no posee los rasgos que se identifican como distintivos de la sustancia, a
saber:

1) Sustancia es lo que no es inherente a otra cosa y por tanto no se predica de otra cosa
(no se dice de un sujeto, ni está en un sujeto; Categorías, 5: 2ª10) constituyendo sólo un
sustrato de inherencia y predicación de los demás modos de ser.
2) Sustancia es el ente capaz de existir separadamente del resto, es decir, de manera
autónoma, en sí y por sí mismo.
3) Sustancia es algo determinado (tode ti); no se trata, entonces, de un atributo universal
ni de un abstracto racional.
4) Caracteriza a la sustancia la unidad intrínseca; no puede tenerse por sustancia un mero
agregado de partes, una multiplicidad no organizada unitariamente.
5) Será sustancia sólo lo que es acto o lo implica esencialmente y no la pura potencia o
potencialidad no actuada (Metafísica, VII)

El universal, que para los platónicos era la sustancia por excelencia, en Aristóteles no comparte
estos rasgos: no se predica de otra cosa ni constituye sujeto de predicación, se predica siempre
de otra cosa; no es algo determinado; no es algo separado; es sólo unidad abstracta; no es acto
sino potencia (en sentido lógico).

COMPLETAR

El problema del intelecto agente

¿Qué es el intelecto para Aristóteles?

Aristóteles lo describe como “la parte del alma con la cual el alma conoce y piensa” (De Anima:
III, 4; 429 a9), caracterizándola en términos funcionales. Aunque parece obvio que los
humanos desean saber y entender cosas, Aristóteles asume que está en nuestra naturaleza el
desear conocer y entender (De Anima: II 3, 414b18; III 3, 429a6–8). De este modo, si tener
facultades sensoriales es esencial para ser un animal, tener un intelecto es esencial para ser
hombre.

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