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Lo más importante para trabajar las emociones es saber aprovechar cada oportunidad que se
puede presentar en el día a día. Por ejemplo, una conversación en la que habla sobre lo que le
ha pasado a un amigo suyo o quizás si habéis visto una película en el cine… Sería fundamental
que no sólo hiciéramos algún comentario de esas situaciones, sino que analizaremos más
profundamente preguntándole ¿cómo crees que se sintió?¿Y tú cómo te sentirías?
Siempre es más eficaz hablar de emociones cuando se producen, que forzar ese tipo de
situaciones. No obstante, a veces se nos escapan esos momentos o queremos reforzar ciertos
aspectos e incluirlo en la rutina diaria y es por eso que te recomendamos algunos juegos que
te ayudarán enormemente:
1. Detective de emociones: Lo primordial para trabajar las emociones es identificarlas, por eso,
busca diferentes personas en una revista, internet o cuentos que tenga tu hijo y que le gustan
y juntos tratar de adivinar qué estado emocional tienen esos personajes en una situación
concreta. Una vez que todos han acertado, cada uno deberá proponer las causas que le han
llevado a sentirse así, no vale repetir. El que sea el menos original, deberá hablar de cómo le
ayudaría a sentirse mejor.
4. La emoción de ser compositor: Como hemos dicho la música tiene muchas utilidades. En
esta ocasión, componer vosotros diferentes canciones que correspondan con una emoción
concreta e incluso una coreografía que le acompañe si le gusta bailar. Si tuviéramos que
representar la alegría o la tristeza ¿cómo sonaría? ¿qué pasos nos hacen ser felices?
5. Diario: ¿Te acuerdas cuando te regalaban un diario? Quizás las nuevas tecnologías hayan
sustituido esas libretas. No obstante, regalar o hacer un diario es una idea perfecta para
aquellos que les cuesta expresar sus emociones a los demás. Así que antes de comprarle un
teléfono o que sea suficientemente mayor para aparecer en redes sociales, explícale la
importancia de hablar de lo que nos ha pensado, aunque nadie más pueda leerlo. Quizás el
también descubra la magia de escribir lo que le pasa y llegue a compartirlo en alto.
15 geniales recursos para trabajar la educación emocional
10 juegos para trabajar las emociones: Encuentra las diferencias, completa la historia, rellena
la frase…éstas y otras actividades para trabajar diferentes tipos de contenidos (lengua,
matemáticas, etc.) te ayudarán a desarrollar la educación emocional.
¡Empecemos por las emociones más básicas!: En esta actividad interactiva, comenzaremos por
conocer cinco sentimientos (amor, rabia, tristeza, alegría y miedo). Cada uno de ellos cuenta
con un pequeño vídeo y plantea unas preguntas para realizar después un animadísimo debate
en clase.
Descubre cómo eres: Se trata de una muy recomendable aplicación para trabajar la identidad
de uno mismo, y los sentimientos y las emociones. Se estructura en seis partes, todas ellas con
interesantes actividades y textos: Identidad, sentimientos, diversidad, lecturas, repaso y juego.
La caja de los deseos: Corto de ficción realizado por jóvenes de 8 a 13 años de la asociación ‘La
Claqueta’, que nos enseña valores como la amistad y el respeto a los demás. Puede convertirse
en una genial inspiración para realizar vuestra propia película en clase.
¿Conoces el dicho “Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti”?
La clave de la empatía es tratar a los demás como les gustaría que les trataran a ellos, no a ti.
De lo contrario quizás les sigas tratando como no les gusta.
Intentar comprender a los demás es la base de las relaciones sociales. ¿Sabes cómo se llama a
las personas que no tienen empatía? Psicópatas. Ellos no pueden empatizar ni sentir
remordimientos, por eso interactúan con las demás personas como si fueran objetos o medios
para sus propios fines.
¿Sabías que…? Se calcula que un uno por ciento de la población es psicópata, que no es poco, y
desde luego no tienen porqué ser asesinos. Pueden ser tu vecino, tu jefe o el señor que te
vende el pan. Habitualmente su conducta es afable, pero nunca muestran sentimientos de
culpa o ansiedad, y sus relaciones de amistad suelen durar muy poco. Son egocéntricos y no
son conscientes de las consecuencias de sus actos en los demás. A lo mejor incluso conoces
alguno.
El origen de la empatía
La ciencia dice que el origen de la empatía son las neuronas espejo, las cuales se activan en
respuesta a los actos y emociones de los demás, en una especie de intento del cerebro por
experimentar lo que el otro experimenta. De ahí, por ejemplo, que bosteces cuando el otro
bosteza. El bostezo es la empatía en su máxima expresión.
El grado de empatía varía mucho entre personas aunque habitualmente es mayor entre gente
del mismo sexo, edad, raza o grupo social. De nuevo, lo que nos hace similares nos une.
También se ha postulado que las mujeres son más empáticas porque evolutivamente
necesitaron entender mejor qué significaban los gestos y lloros del bebé. Por eso sus
habilidades sociales están mucho más desarrolladas.
Caerás mejor a la gente. Las personas empáticas tienen un círculo social más amplio, son
“populares”.
Serás mucho más persuasivo. La capacidad de entender y ponerte en el lugar del otro te
permitirá saber qué puedes ofrecer a esa persona para que confíe en ti.
Te convertirás en el centro de atención y te harás escuchar. Los empáticos se comunican de
forma eficaz y suelen tener unas relaciones sociales más satisfactoriasporque habitualmente
hablan de cosas que importan a los demás.
Mejorarás tu capacidad de liderazgo y motivación cuando empieces a entender los deseos y
necesidades de la gente.
Comprenderás rápidamente qué les pasa a los demás a través del lenguaje no verbal, y podrás
reaccionar en consecuencia.
Como ves, entender las motivaciones de alguien y responder a ellas es una de las herramientas
más potentes que jamás tendrás para socializar. Y como demostró el doctor Mark A. Barnett,
es una capacidad que se puede aprender y mejorar.
Deja de escuchar durante 5 minutos y fíjate en otras cosas. A menudo damos más valor al
significado de las palabras que al resto de información que somos capaces de percibir. Tono,
postura, expresión, mirada, silencios… Captas toda esa información de forma inconsciente,
pero tu raciocinio la oculta al dar más importancia a las palabras textuales. Así pues, haz callar
a tu razón y dale una oportunidad a tu intuición.
Para entender a alguien intenta imaginarte qué le motiva a hacer lo que hace. Piensa en alguna
dificultad que pueda encontrarse día a día. Si es un comerciante, puede que el negocio le esté
flojeando, los ingresos no sean los de antes y le cueste más pagar el alquiler. ¿Reflexionar
sobre eso un momento antes de hablar con él puede incrementar tu empatía? Seguramente sí.
Haz que la otra persona también ponga de su parte. Para que se abra más sencillamente
pregunta ¿Cómo estás? y espera. Gira tu cuerpo hacia ella ofreciéndole toda tu atención. No lo
hagas sólo por cortesía. Incluso tocarla ligeramente en la parte superior del brazo puede hacer
que se sienta más comprendida y libre de expresarse, como demuestra este estudio.
Con lo que te diga, ni se te ocurra exponer tus conclusiones. Evita decirle “Tu problema es
que…”. Si percibe que le entiendes no se sentirá solo en su problema y se abrirá más. Si cree
que le vas a sermonear, se cerrará.
Parafrasea y reformula su mensaje añadiendo la emoción que creas que está experimentando.
“Así que nadie te ha llamado en dos semanas… Creo que eso te puede hacer sentir solo, ¿es
así?”. Se sentirá más comprendido y lograrás que pase de hablar de hechos a hablar de
emociones. Y esa es la clave de la empatía
Sal varias veces al día de tus zapatos para ponerte en los de los demás. Esfuérzate durante un
tiempo en hacer todo esto y dentro de poco te sorprenderás a ti mismo haciéndolo de forma
casi inconsciente. Habrás logrado mejorar tu empatía.
Como ejercicio final, te propongo un reto extremo de empatía con el sociólogo Sam Richards.
Si eres capaz de entender a las personas que describe es que, en el fondo, eres capaz de
entender a cualquiera.
Toda relación social tiene que ver con la empatía. Es imposible odiar a alguien si realmente lo
entiendes. Todos somos humanos con las mismas emociones y motivaciones. Simplemente,
nos han puesto en lugares y situaciones distintas