Você está na página 1de 269

1

¡Apoya al autor comprando sus libros!


Este documento fue hecho sin fines de lucro, ni con la intención de
perjudicar al Autor (a). Ninguna traductora, correctora o diseñadora
del foro recibe a cambio dinero por su participación en cada uno de
nuestros trabajos. Todo proyecto realizado por Paradise Books es a
fin de complacer al lector y así dar a conocer al autor. Si tienes la
posibilidad de adquirir sus libros, hazlo como muestra de tu apoyo.
¡Disfr uta de la lectura!
2
Staff
Black Rose Alysse Volkov
∞Jul∞ Fiorella ♥ Carolina Shaw

Black Rose Alysse Volkov Kariza


Fiorella ♥ Liz De Rossi Valentina D.
Ivy mariana90 Taywong
∞Jul∞ Pamela-Iride Lipi Sergeyev
Sam89 Maeh Bella´
3 cjuli2516zc Jadasa

*Andreina F*

*Andreina F* YaniM Valentina D.


Vickyra Daliam Taywong
Luna PR Dai_Alvarado Marieta16

*Andreina F*

Julii.camii
Índice
Sinopsis Capítulo 16 Capítulo 33
Prólogo Capítulo 17 Capítulo 34
Capítulo 1 Capítulo 18 Capítulo 35
Capítulo 2 Capítulo 19 Capítulo 36
Capítulo 3 Capítulo 20 Capítulo 37
Capítulo 4 Capítulo 21 Capítulo 38
Capítulo 5 Capítulo 22
Capítulo 39
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 40
Capítulo 7 Capítulo 24
Capítulo 41
Capítulo 8 Capítulo 25
Capítulo 42 4
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 43
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 44
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 45
Capítulo 12 Capítulo 29 Próximo libro
Capítulo 13 Capítulo 30 Sobre el autor
Capítulo 14 Capítulo 31
Capítulo 15 Capítulo 32
Sinopsis

5
Me da fuerzas tener a alguien por quién pelear; nunca puedo luchar por mí
mismo, pero por otros, puedo matar.
—Emilie Autumn.

6
Prólogo
Traducido por Ivy
Corregido por *Andreina F*

Estar solo, a pesar de no estar solo, es algo tan curioso. ¿Cómo puede
alguien que está rodeado por muchos, sentir aún el dolor hueco de una persona
que no tiene a nadie en quién confiar, nadie a quién creer?
Nadie a quién amar.
Los seres humanos, en general, son animales de compañía. Ansiamos, y
anhelamos esa alma gemela desde el día en que nacemos, solo que no
entendemos totalmente la emoción hasta que la pubertad se ha establecido, y el
7 amor ya no es lo que sentimos por un juguete valioso, sino una tortura auto
infligida que perdura en el nombre de la conexión con alguien que nos hace
sentir mágicos. Una semana de locura, una hora de dolor, todo por unos
simples minutos de éxtasis.
Muchos de nosotros daríamos eso, vender nuestra alma al diablo, y
nunca mirar hacia atrás. La euforia que obtenemos de un simple toque, una
mirada, una palabra susurrada puede deshacer la mayor tristeza.
Normalmente, la tristeza que soportamos en la búsqueda de un momento tan
legendario.
Solo cuando la tristeza sigue al preciado momento es que empezamos a
dudar de todo este “amor”. Solamente entonces se perderán interminables
horas de pie en la ducha, cuestionando todo lo que creíamos saber. El diablo en
nuestro hombro comienza a jugar a las adivinanzas, y profundizamos
demasiado en cada decisión que tomamos. ¿Debería? ¿Lo haría? ¿Podría?
Un tipo de demencia se arraiga, y nos perdemos en la locura antes de que
reconozcamos los signos. Cuando nos damos cuenta de que nuestra cabeza se
halla en un confuso caos, ya es demasiado tarde; cruzamos la calle, y tomamos
un camino equivocado hace mucho tiempo.
El ciclo comienza.
Una palabra susurrada, un suave toque, una mirada robada, y somos
llevados al borde de la autodestrucción, de nuevo a ese cielo despejado con
nada más que el sol en el horizonte. Vivimos en ese estado de euforia,
gustosamente enterrando el dolor de no hace mucho tiempo, para disfrutar del
calor del amor una vez más.
Todo hasta que la confianza se tambalea.
Hasta que el sentimiento ya no es correspondido.
Hasta que todo lo que vemos en ese fiel compañero, es un extraño.
O en mi caso... el enemigo.

8
1
Obediencia
Traducido por Black Rose
Corregido por *Andreina F*

Jane
Ser una mujer puede ser una contradicción. Se nos dice que debemos ser
9 independientes, sin embargo, estamos dirigidas hacia un ideal preconcebido de
felicidad. Nos animan a “encontrar al indicado”, “asentarnos” y “formar una
familia”. Las mujeres que rompen ese molde son criticadas en susurros detrás
de suaves y cuidadas manos de damas en las puertas de los colegios.
La sociedad retrata a la “mujer” como un alma amorosa que nutre. Sin
embargo, la dura realidad es que a menudo pueden ser más vengativas,
manipuladoras, y más intrigantes que los hombres.
Y los hombres lo saben.
Es por eso que algunos de ellos optan por poner a su “mujer” en la caja
donde pertenece desde el primer día.
Mira, no creo que mi marido haya sido criado para ser un animal
arrogante, machista. No creo que sus padres lo descuidaron, o que otros niños
lo acosaron hasta que se convirtió en lo que es por su propia conservación.
No.
Sé, que es un hecho, que él nació así.
Imagina una escena de una película de terror; el médico limpia su frente
con una mano temblorosa, y saca un bebé gritando, con la cara roja de entre
las piernas de una mujer que mira hacia la luz blanca por encima.
Sí, ese fue el día en que mi marido nació.
Estoy segura de que Satanás se fumó un cigarro para celebrar.
Entonces, te preguntarás, ¿por qué me casé con él? Ni puta idea. Érase
una vez un tiempo en que fui ingenua, estúpida, joven, y la lista continúa…
Érase una vez un tiempo en que él fue encantador, considerado, y me atrajo,
hasta solía reír.
Éramos jóvenes entonces.
¿Ahora? Estamos… casados.
Él es lo que piensa que cada hombre debe ser: controlador, exigente y
siempre tiene la razón.
Yo soy lo que me mantiene viva: calmada, obediente, y sin objeciones.
Él pide, yo cumplo.
Es una disposición sencilla. Y una que funciona para nosotros.
Podría soñar con otra vida; una en la que soy feliz regando las rosas
mientras mis hijos juegan. Mi querido esposo llega en nuestro sedán familiar
por el camino de entrada, y produce un regalo al azar para “su encantadora
esposa”. Sonrío, él ríe, nos sostenemos el uno al otro, y la vida es perfecta.
10
Pero, ¿de qué serviría eso?
¿Recordarme el agujero de mierda en el que estoy atascada, y hacer mis
ya tediosos días más miserables? Es más fácil compartimentar y olvidar. Es
mejor no llorar.
Llorar es mostrar debilidad, y este mentiroso se excita con mi debilidad.
Todo el mundo que he conocido, que podía presumir de unas cuantas
letras después de su nombre, me han dicho “no te quedes callada”, o “busca
ayuda”. Suena tan condenadamente fácil en teoría, pero lo que no puedo
entender es, ¿cómo diablos hago eso cuando nadie quiere escuchar? Mis
llamados compañeros de trabajo me pasan a diario como si fuera nada más que
un molesto cartel de salud y seguridad; todo el mundo sabe qué sucede, pero
renunciaron a prestar atención hace mucho tiempo.
¿Los vecinos? Diablos, si los carros no se movieran de sus caminos de
entrada, honestamente pensaría que no teníamos alguno. No los veo, no los
oigo, y seguro como la mierda, no sé sus nombres.
Entonces, ¿con quién debo hablar?
¿Mi familia? Maldición, cortaron sus lazos y me dejaron hace mucho
tiempo. Hay algo más fácil en abandonar a tu carne y sangre, que explicar a los
amigos por qué “Jane no puede lograrlo” de nuevo. Después de un tiempo, la
gente deja de preguntar y, en última instancia, deja de preocuparse.
Ojos que no ven, corazón que no siente.
La policía, ¿dices?
Ya lo intenté, y todo lo que obtuve de respuesta fue una actuación digna
del Oscar de mi marido y una golpiza para recordarme mi “lugar en esta casa”
una vez que el amable agente dejó nuestra propiedad.
Verás, mi esposo es de los inteligentes; la mayoría de las veces no deja
marcas. La mayoría de su abuso es verbal. Y esa mierda corta peor que
cualquier cuchillo que ha penetrado mi piel. Es psicológico. Es un jodedor-de-
mentes Clase A.
Lo que me trae al día de hoy: el día en que las cosas cambiaron.
Hoy, empujó demasiado lejos. Y hoy, conocí a un vecino.
¿Sabes qué? De hecho, tengo un vecino.
11
***

—Jane, ¿dónde carajos está mi camisa gris?


A mi lado en la ropa sucia… sin lavar. —No estoy segura. ¿Ya miraste en
el armario?
—¿Dónde carajos crees que buscaría primero? ¿En el garaje?
Un escalofrío baja por toda mi espalda, a pesar del aire húmedo de
principios de otoño. —Lo siento, bebé. Déjame encontrar tu camisa por ti. —
Dejo la plancha a un lado, y la apago.
—Date prisa de una puta vez, mujer. Debería haber estado con los chicos
hace diez minutos.
Puedo sentir cuán vacía es mi mirada; mis ojos, literalmente, duelen por
la tensión en ellos para evitar que las lágrimas caigan. Pero es como le hago
frente. Es como me aparto de la rabia que irradia por la casa como una maldita
corriente de aire. Él cree que después de todos estos años todavía creo que sale
con “los muchachos”. La verdad es que el bastardo tiene una amante con la que
se encuentra todos los viernes.
La he visto.
La mujer ha estado en nuestra casa, en nuestra cama, y ha tocado mi
ropa.
Deandra.
Me pregunto si ella sabe lo que pasa en esta casa. ¿Habrá levantado su
mano contra ella? ¿O es que reserva la totalidad de su “verdadero encanto”
para mí?
Mis manos se enrollan alrededor de la corbata que he planchado. Ya he
creado tantos pliegues de estrés en la maldita cosa que mejor la arrojo de nuevo
en la pila de “cosas por hacer” antes de pasar a recoger la camisa gris.
Levantando la tela a mi nariz, compruebo el olor.
Jacintos.
Jodida Deandra.
Jodiéndome.
Por qué estoy tan furiosa por la amante de mi marido abusivo está más
allá de mí, pero estoy segura de que necesito que lean mi mente sobre el
asunto. ¿Síndrome de Estocolmo? No. Eso sería insinuar que todavía amo al 12
tipo.
Ese barco zarpó hace mucho tiempo.
Dejé de amar a Dylan casi al mismo tiempo que mi madre dejó de llamar
a casa. Al parecer, nunca me encontraba allí para hablar. Extraño, teniendo en
cuenta que nunca he sido de las que salen en la noche. Pero bueno, el juego de
cartas los miércoles por la noche con “las chicas del tenis” debe haber escapado
de mi mente; justo después de que Dylan golpeó mi cabeza contra el taburete
por hacer salsa que no era lo suficientemente gruesa.
Su maldición hace eco desde la cocina, y segura ante la certeza de que se
halla ocupado pre-emborrachándose antes de anotar con uno de “los chicos”,
me deslizo en nuestra habitación y refresco la camisa con un chorro de
eliminador de olores, y un toque de loción de afeitar. Sus pisadas golpean por el
pasillo en el momento justo, y me invento la mentira más impresionante hasta
la fecha cuando rodea la puerta del dormitorio con una cerveza en su mano
grande.
—Aquí está, bebé. Lo puse detrás de la camisa de color negro. Con razón
no pudiste verla. Me equivoqué.
Se la paso, y la revisa antes de dejarla caer sobre los pies de la cama, y
golpearme limpiamente en la mejilla con la mano libre.
Mi cabeza cae a un lado, pero me quedo con un golpe en la cara por
colocar mal una camisa en su armario organizado por colores cualquier día,
sobre lo que haría si se diera cuenta de que no la lavé.
—Después de todos estos años, Jane, podrías pensar que lo tendrías
putamente bien a estas alturas. Estoy bastante seguro de que sólo has
mantenido tu trabajo porque te follas al jefe.
Estatua. Así es como la gente describiría la forma en que estoy parada en
este momento. Sin mostrar emoción; sin mostrar miedo. En blanco, es seguro.
En blanco, es no levantar sospechas. En blanco, no me meterá en problemas.
Lanza la camisa sobre los bien llamados golpeadores-de-esposas, y recoge
la cerveza de donde la colocó sobre la mesita de noche. Un anillo de humedad
aparece, y frunce el ceño antes de chasquearme los dedos.
»Arregla eso antes de que deje una marca, ¿quieres?
Estoy al final del pasillo y de regreso con un trapo en la mano antes de
que pueda dar su próximo aliento. La última vez que dejé que su cerveza dejara
13 una marca en nuestros muebles, me asfixió hasta que me desmayé… dos veces.
La vida puede ser un infierno, pero prefiero no revivir esa experiencia cercana a
la muerte de nuevo.
Por extraño que parezca, quiero vivir.
La puerta principal se cierra, y me detengo de mi locura limpiando el
tiempo suficiente para discernir el sonido de su motor, mientras sale de nuestra
casa y va por la calle. El aire parece más ligero a mí alrededor, y mis hombros
ya no me duelen tanto. Miro fijamente el trapo de tela en mi mano. Mis fosas
nasales se abren, y suprimo la necesidad de gritar al patrón estampado, verde y
floral.
Pequeños clics suenan detrás de mí, y por fin sola, hago lo que he
querido desde que llegué a casa del trabajo; caigo de rodillas, aliviada. No hay
necesidad de mantener mi falso coraje ahora que él se ha ido.
—Oye, amigo. —Abro los brazos ampliamente, y doy la bienvenida a mi
labrador negro en mi abrazo. Incluso Rocco sabe que debe desaparecer cuando
el imbécil se encuentra en casa. Acaricia su cabeza ancha en mi costado, y me
aferro a él como si fuera mi última esperanza para la elaboración de mi próximo
aliento. Todo en él: el olor de su pelo de perro, el calor de su aliento, y la
devoción que me muestra, de alguna manera compensa todo lo que Dylan no
es.
Esta es la triste ironía de mi vida, mi perro me ama con un compromiso
inquebrantable y mi marido caga donde duerme.
¿No es la vida maravillosa?
Para las próximas horas, soy libre. Soy capaz de comer lo que quiero,
como quiero, siempre y cuando los platos estén limpios en el momento en que
Dylan llegue a casa. Puedo ver lo que quiero en la televisión, siempre y cuando
vuelva a dejarlo en su canal favorito antes de apagarlo. Maldita sea, puedo
tomarme una cerveza, siempre y cuando me acuerde de colocarla en la lista de
compras para el día siguiente.
De acuerdo, así que no soy libre. Pero en mi vida de estricta rutina y la
desesperación por cumplir, es lo más cerca que conseguiré nunca. Y por mucho
que me entristece, me doy cuenta de que aprecio el hecho de que Dylan tenga
un ojo errante. Después de todo, si no estuviera fuera follándose a Deandra,
nunca conseguiría este momento para mí, este momento para respirar.
Momento para sentirme como Jane otra vez.
Lo saboreo.
Cada maldito segundo.
14
2
Punto crítico
Traducido por ∞Jul∞ & Alysse Volkov
Corregido por Vickyra

Jane
Rocco se queja, y huye rápidamente de la cama. La luz LED color roja del
15 reloj de alarma muestra que es un poco más de las dos de la mañana. Justo a
tiempo. Si nada más, al menos Dylan es predecible.
Las luces funcionan en una burla de ola mexicana a través de las paredes
de la habitación mientras su motor se acerca, y luego se apaga. ¿Conoces la
canción de Pearl Jam, “Better Man”? Sí, bueno, en momentos como éste juro
que la maldita cosa fue escrita para mí. Soy la chica que finge estar dormida.
Soy la chica que se queda por miedo a nada mejor.
La puerta se cierra en la pared de la entrada, y dos golpes indican que
sus botas se hallan esparcidas en algún lugar de la entrada de nuestra puerta.
Un golpe sacude las paredes, y estalla en un ataque de risa. —No debo
despertar a la bella dur-miente. —Pronuncia mal y rebota su camino a través
de la habitación.
Digo rebota, porque sus hombros jodidamente casi rebotan en cada
superficie vertical en la casa.
Mi estómago se aprieta, y una fina capa de sudor estalla detrás de mis
rodillas. Despierta, dormida, no importaría. Es capaz de hacer cualquier cosa
para la que esté de ánimo de cualquier manera. Algunas noches llega a casa
para la segunda ronda, al parecer no satisfecho con la cantidad que Deandra
podría dar. Otras noches me regaña hasta que me siento lista para vomitar.
Suprimir mis lágrimas es tan difícil. Esta noche es la misma que cualquier otra
de mi lado; simplemente estoy esperando que me deje sola.
Pero eso es el tipo de evento que sucede cada mil años.
Y teniendo en cuenta lo oscuro que se ve el dormitorio, la luna no está
fuera esta noche.
Murmura en voz baja mientras abre la hebilla del cinturón, y el roce de
dril de algodón en su piel me deja lista para saltar. Mi corazón late en mis
oídos, y por un breve momento tengo pánico de que puede ser capaz de
escucharlo también. La anticipación del acto nunca se alivia con el tiempo. En
todo caso, se incrementa. Uno pensaría que después de todos estos años me
gustaría ser insensible, acostumbrada a sus hábitos. Bueno, qué puedo decir,
soy humana.
El miedo todavía me encuentra.
La cama se sumerge bajo su peso, y la ola que rueda debajo de mí indica
que tiene problemas para acostarse sin caerse en un sopor etílico. Increíble. No
puedo contener la violenta sacudida que rasga a través de mí cuando sus frías
manos se conectan con mi hombro. Se ríe de sí mismo, yo todavía bajo su
tacto.
Parece que Deandra no estuvo en su mejor forma esta noche.
Pasa los dedos por encima de mi carne, provocando la piel de gallina
donde toca. No puedo negar que estoy despierta ahora. Aun así, no me muevo. 16
Estoy más allá del punto de ser capaz de falsificar ningún interés en su toque
venenoso.
Dedos fuertes sujetan mi lado como un tornillo, y me tira hacia él, así que
estoy acostada boca arriba. El penetrante aroma de bourbon pica mi nariz, y
contengo una arcada. Eso sólo le incita a pegarme otra cosa en mi garganta.
Su perezoso toque a ciegas por encima de mi cuerpo sigue, y permanezco
tan inmóvil como puedo. El cielo ayuda a que él pueda confundir un
estremecimiento con interés. A veces me pregunto si este tipo de relación es
exactamente lo que inspiró a alguien a escribir “Guía de la buena esposa” en
los años cincuenta.
Las yemas de sus dedos se arrastran hasta mi muslo, antes de que
atasque su mano más o menos entre mis piernas.
Su aliento me hace cosquillas en la oreja. —¿Cuándo carajos vas a
empezar a estar mojada por mí, puta de mierda?
¿Cuándo coño me vas a dar una razón para estarlo? A pesar de la rabia
quemando dentro, no digo nada.
El sonido escalofriante de él escupiendo en su mano se hace eco entre
nosotros, y hago una mueca de dolor. Choca su mano ahí abajo, y frota su
saliva sobre mí con el vigor suficiente para iniciar un maldito fuego.
No está lejos de tener éxito, dada la quemadura que se arrastra en el
cruce de mis muslos. Un grito se desliza de mis labios, y suspira. Mierda.
»Jane, Jane, Jane. —Chasquea la lengua en señal de desaprobación—.
Sabes, he tenido la mayor cantidad de tus quejas que puedo tomar esta
semana. —Una mano callosa somete mi boca y nariz—. ¿Qué tal si tenemos
una follada buena y callada para un cambio?
Los vapores de su respiración tienen mi cabeza dando vueltas. ¿O es la
falta de oxígeno?
Aplasta mi pierna en su intento borracho de rodar por encima de mí y me
sujeta a la cama. De alguna manera se las arregla para coordinar lo suficiente
para posicionarse entre mis piernas sin quitar su mano de mi cara.
El pánico se contrae en mi pecho, y libro una guerra con la cabeza para
no ceder. Si me entra el pánico, sólo voy a quemar la pequeña cantidad de
oxígeno que queda en mis pulmones más rápido. Tengo que mantener la calma.
Tengo que ganar esta vez.
La presión se acumula en mis sienes mientras se empuja dentro de mí, y
la quemadura de su entrada en seco es sólo comparable con la quemadura de
los ojos mientras el dolor de cabeza se intensifica. Succiono en su palma,
desesperada por la onza más pequeña de aire, pero todo para lo que me las
17 arreglo es hacer un vacío mayor.
Él ríe.
»¿Quieres respirar, querida?
Asiento con la cabeza furiosamente.
»Todavía no. —Golpea en mí con perturbadora precisión, dado su estado
de embriaguez.
Las lágrimas se forman en las esquinas de mis ojos, y me maldigo por
permitir mis emociones. La lástima no me va a ayudar a salir de esta situación.
La determinación no me ayudará a salir de esta situación. Parpadeo mis
lágrimas, y fuerzo a mi cerebro muerto de hambre de aire para encontrar
cualquier pedazo de esperanza. Los cálculos se ejecutan en una nube de niebla
a través de mi mente, y justo cuando llegan a la conclusión de que estoy
jodida… salvación.
Aire, dulce pero tóxico, arranca en mis pulmones. Quema en el tejido
blando, empujando en mi pecho con una fuerza implacable mientras mi cuerpo
jadea instintivamente por la mayor cantidad de cosas dulces como puedo
conseguir... en caso de que me tape la boca de nuevo.
Se ríe a carcajadas, todavía machacando, como un carnicero, ablandando
carne. Me siento golpeada menos de media pulgada mientras sigue y me libera.
¿Me lo perdí? ¿Ha llegado ya? La ausencia de masa pegajosa entre las
piernas indica que no. Maldita sea.
»Chupa el resto de mí —ladra y rueda en su espalda.
Eso no. Dios, eso no.
La última vez que intentamos esto, amordazada, él empujó hacia atrás
con tanta fuerza que en realidad vomité. Me hizo limpiarlo. Después de que
acabé con él, por supuesto.
—No. —Gimo. La palabra es tan patética como yo en este momento. ¿Me
casé con este hombre? ¿Yo, literalmente, firmé mi nombre en un contrato para
este demonio?
La lámpara chasquea encendida, y parpadeo a la luz intrusa. —Ahora,
Jane. O jodidamente voy empezar todo de nuevo.
Mi punto más bajo viene entre el momento en que asiento a su amenaza,
y el momento en que me encuentro a cuatro patas, de rodillas delante de él.
Tentativamente tomo su mayor arma en mi boca y empiezo a chupar.
No es suficiente para mantenerlo satisfecho, parece.
Manos ásperas fuerzan mis brazos detrás de mi espalda, y sin nada para
sostenerme, me caigo de bruces, con la boca abierta, sobre él. Su cabeza
húmeda se estrella en el fondo de mi garganta, y me amordaza violentamente
18
mientras que intento enderezarme.
Sisea. No por la ira, sino por la excitación.
Entonces hago algo que no he hecho durante años. Algo que juré no
volver a hacer de nuevo en su presencia. Lloro.
Calientes lágrimas saladas bajan más allá de mis labios, y por encima de
su ingle. La humedad añadida ayuda su deslizamiento en mi boca, y toma
ambas muñecas con una mano para agarrar un puñado de cabello con la otra.
Gemidos vienen por encima de mí mientras se guía dentro, y todo lo que
puedo hacer es llorar más fuerte. Dolorosos gemidos salen más allá de la
intrusión en mi boca, y él aumenta su ritmo. El bastardo enfermo se corre con
mi sufrimiento, y por mucho que lo sé, y por más que no quiero permitirlo, he
abierto una compuerta que ha sido sellada demasiado tiempo.
Lloro tan fuerte con mis labios envueltos a su alrededor con cada sollozo
que desgarra mi cuerpo. Los sonidos se mezclan: mi llanto, sus gemidos. Los
dos únicos sonidos en la noche.
Hasta que Rocco ladra.
Mis ojos se abren de golpe. No, bebé. No esta noche. No esta noche, Rocco.
Por extraño que parezca mi trasmisión de pensamiento no tiene ningún efecto
sobre él, y antes de que lo sepa, mi cabeza es jalada violentamente hacia atrás,
y Dylan le maldice al perro, que ahora tiene sus mandíbulas envueltas
alrededor de su brazo.
Qué espectáculo: una mujer llena de lágrimas, un perro feroz, y un
hombre borracho enfurecido, toda lucha, empujando, luchando entre sí en un
extraño triángulo en la cama de matrimonio. Mi cabeza vuela por entre los
brazos de Dylan mientras se sacude el brazo violentamente de lado a lado,
tratando de eludir a Rocco. Su otro puño me recoge en mi camino fuera de la
cama, y retrocedo mientras deja mi cabello. Un golpe produce un gemido, y
abro los ojos para ver la cola de Rocco desaparecer por la puerta de la
habitación, seguido por Dylan.
Ahora, no tengo hijos, y créeme, he contado mis bendiciones para no
tener que proteger a tal inocencia de un hombre como él. Pero si los tuviera me
imagino el dolor que siente una madre cuando su hijo corre peligro es similar a
lo que siento en este momento.
Mi corazón se detiene, y el tiempo se detiene en una dolorosa parada por
un fugaz segundo antes de que todo parezca pasar al triple de velocidad. Mis
pies se clavan por el pasillo para encontrar a Dylan encorvado en la puerta de
lavandería, habiendo, obviamente, perdido el equilibrio dado su todavía
19 inducido por el alcohol porte por la gravedad. Rocco se encoge en la puerta
trasera, mostrando los dientes, los ojos diciendo lo peor.
Sabe lo que ocurrirá si Dylan llega a él primero.
Como yo lo hago.
Tomo un solo paso por encima de mi querido marido, y voy
tentadoramente cerca de asegurar la libertad de la única cosa en el mundo que
me importa lo suficiente para salvar. Dios sabe que no soy yo.
Algo restringe mi tobillo que detiene mi progreso, y caigo en el suelo con
la cabeza junto a Rocco. En esa fracción de segundo, compartimos un
momento. Miro en los ojos castaños, y veo mi reflejo de vuelta. Veo en qué
patético desastre me he convertido, y juro que seré la última alma que Dylan
destruya. ¿Y qué si Rocco es “sólo un perro”? Es mi perro, mi vida, y mi
cordura.
Se merece la libertad. La libertad que no puedo darme. La libertad de la
que hace mucho tiempo he perdido toda esperanza.
Todo mi peso va a la patada que le doy a Dylan, y durante unos preciosos
segundos me deja ir. Tomo el raro cambio en el poder mientras este viene, salto
a mis pies y hago a esa perra mía. El momento puede haber sido infinitesimal,
pero he saboreado cada nanosegundo que he ganado, y abro la puerta para
Rocco.
Su culo peludo se encuentra fuera antes de que se detenga y me mira.
Juro que, si ese perro pudiera hablar, me estaría dando el discurso de “nunca
te olvidaré”. Me prometo ante él ser una parte especial de mis recuerdos que
guardo para mí misma, libre de Dylan, y cierro la puerta.
—¡Fuera de mi jodido camino!
Estrellas giran en un fantástico espectáculo de luz mientras mi cabeza
golpea la lavadora. Ruedo a cuatro patas, y me preparo a mí misma cuando la
puerta trasera golpea contra mi cadera. El cabrón va detrás de él. No puedo
dejar que eso suceda.
Todos los pensamientos de vida después de que Dylan sale se
desvanecen, y salgo corriendo por la puerta como debería haber hecho hace
muchos años. Todo esto, el sufrimiento, el abuso, puede atribuirse de nuevo a
mí al final, porque si hubiera sido lo suficientemente fuerte, si lo hubiera
intentado, entonces no estaría aquí todavía. O no habría conseguido que Rocco
me hiciera compañía mientras mi marido dormía, y no estaría ahora tratando
de salvar a mi alma gemela en este patético momento de desolación absoluta.
Dylan se precipita al patio trasero, buscando detrás de cada arbusto,
debajo de todo árbol, decidido a encontrarlo.
—¡Corre, Rocco!
20
Mi arrebato llama la atención del cazador y gira sobre mí, cerrando el
espacio entre nosotros con pasos descomunales, la rabia como combustible.
Sus manos se levantan, ensancho mi postura, y bailamos de la única forma que
conocemos; palmeando mi mejilla.
—Ese puto bastardo no me va a morder y salirse con la suya. —Gira
sobre sus talones, y busca en el último lugar donde quiero que vaya, el
cobertizo del jardín. El escondite de Rocco.
¿Puedo correr para detenerlo? ¿O eso frustraría cualquier posibilidad que
tiene mi bebé para escapar? Cacerolas vuelan a un lado, seguido de la
cortadora de césped que esta recostada por la estrecha puerta.
—Ahí estás.
Esas dos palabras. Siempre las escucharé en mis sueños.
Mi grito perfora la noche, pero para qué, no sé. Dylan no se detendrá, y
sé ahora que ninguno de nuestros vecinos va a intervenir.
Al menos, creía que lo sabía.
Las manos de Dylan se envuelven alrededor de la garganta de Rocco, y
sostiene mi vida mientras se pasea tan malditamente casual hacia mí, con mi
perro pateando, y arañando para respirar. La locura es una fiesta de té para
niños en comparación con la expresión de los ojos de Dylan.
Caigo de rodillas, y lloro por la pérdida que sé que vendrá. Al igual que
un choque de trenes, no puedo quitar mis ojos. Miro mientras extrae las
últimas señales de vida de mi compañero, de mi único y verdadero amor.
Las lágrimas fluyen tan rápido que empañan mi visión periférica. Una
gran sombra oscura se mueve a una velocidad sobrenatural a mi izquierda, y
llama la atención del horror que se abre ante mí. Yo, literalmente, caigo de culo
del shock.
Un hombre ha saltado nuestra cerca de dos metros.
Dylan parece tan obsesionado con matar a Rocco que no ve el golpe
llegar. Mis gemidos se han detenido, pero las lágrimas siguen fluyendo ante la
vista de la cabeza de Dylan tirando hacia un lado y Rocco cayendo al suelo.
Sólo que ahora, son lágrimas de felicidad.
Mi perro vivirá.
Rocco se arrastra hacia el refugio de nuestro jardín. Me apresuro a donde
él se encuentra, jadeante, y tiro de su cabeza peluda en mi regazo mientras el
desconocido de al lado lanza un golpe tras otro en la cara de Dylan. El hombre
se sienta a horcajadas sobre él, fácilmente la mitad de su tamaño otra vez. Si
no hago algo para detenerlo, voy a tener una muerte diferente en mis manos
para explicar. Y, francamente, no tengo ni idea de cómo haré eso. Si la policía
21 no creía que mi marido me golpeaba, entonces seguro como el infierno no me
van a tomar en serio cuando describa un casual Hulk de hombre saltando
nuestra cerca para salvar a mi perro.
Pongo a Rocco de lado con cuidado, y cruzo el patio a una velocidad
vertiginosa. El concreto raspa la carne de mis rodillas mientras me deslizo
hasta pararme al lado de ellos, gritando al extraño que deje a Dylan solo. Hace
una pausa, su mano fijada sobre la garganta de mi marido, y me mira
fijamente.
Lo que encuentro en sus ojos me asusta hasta los huesos, más de lo que
Dylan ha logrado.
Veo preocupación.
Nunca dice una cosa, el alto y oscuro extraño. Simplemente se levanta,
agarra a Rocco fuera de la tierra, y sale de nuestra puerta como si nada
hubiese pasado.
Como si mi marido no se hubiera desmayado en el camino de vuelta, con
su sangre salpicada alrededor de su cabeza, y su ojo hinchado ya cerrado.
Como si no hubiera sido testigo de un milagro.
3
Introducciones
Traducido SOS por Black Rose
Corregido por Vickyra

Jane
La cadena traquetea donde la puerta se cerró de golpe. Mi mirada rebota
desde la puerta, a Dylan, a la puerta de nuevo. Mi corazón suspira por Rocco,
por saber que está a salvo, por ver cómo se encuentra después de haber sido
22
estrangulado tan violentamente, pero mi instinto anula la indecisión y me
recuerda que el verdadero problema se halla aquí, frente a mí.
El aire húmedo se siente grueso en mi garganta cuando me inclino para
inspeccionar a Dylan. Está acostado, fuera de combate, ajeno a la lucha que se
desata en mi interior sobre qué hacer con él. La última vez que levanté algo
más pesado que un cesto de ropa, era joven, mucho más joven. De alguna
manera no creo que tenga mucha suerte al intentar cargar noventa kilos de
hombre laxo dentro por mi cuenta.
Él tendrá que despertar.
Una risa maníaca pasa por mis labios cuando comprendo lo ridículo de la
situación. Aquí se halla el idiota de mi marido, fuera de combate, a mi
voluntad, y todavía tengo demasiado miedo para abofetearlo hasta que
despierte. Es decir, el tipo está completamente a mi merced, y no puedo
resignarme a pensar en una sola forma de venganza.
Todavía estoy preocupada por ser la esposa obediente.
Certificable.
Sus labios se contraen, me retiro a una distancia segura. Lo último que
necesito es un puño díscolo golpeándome si se despierta creyendo que sigue en
la pelea. Pasa un minuto más de nada y, finalmente, reúno el valor suficiente
para darle un golpecito en la mejilla con el dedo del pie. Se revuelve, y repito el
gesto, saltando hacia atrás cuando sus ojos se abren, negros como los de un
tiburón.
—¿Qué jodidos, Jane?
—Estás herido, dulzura.
—Bueno, no es broma. —Babea. Sus ojos escanean el patio—. ¿Dónde
está el puto perro?
Estiro mis manos, suplicándole que se detenga mientras se mueve para
estar de pie. —Tengo que llevarte adentro para que pueda atender tus lesiones.
—No hasta que encuentre a ese puto bastardo.
—Se ha ido —digo, al instante lamentando el hecho de que pude haberle
dado una pista de dónde—. Él, eh... se escapó cuando ese tipo empezó a
hacerte daño. Creo que se asustó. Dios, bebé. Yo me asusté.
Su mano acaricia el lado de su cara, y se estremece, sangre gotea desde
el pliegue de sus labios. —¿Quién fue ese de todos modos, Jane? ¿Te estás
follando al tipo? —se queja, y rueda a un lado.
—¡No! —Lloro por el pánico. Jesús, no. No pienses eso. Su nivel de castigo
23 para eso no debe ser ni pensado.
—Entonces, ¿quién diablos era? —Gime Dylan, empujándose hacia arriba
a una posición sentada.
Me congelo en cuclillas, rogándole con los ojos. —No sé quién era, bebé.
Te amo. Sólo a ti. —Mi temblorosa mano encuentra el hueso de su mandíbula,
y paso un pulgar tentativamente a lo largo de su barba.
Golpea mi mano lejos, y se burla de mi tacto. —Me amas, ¿eh? Entonces,
qué tal si arreglas este puto desastre en mi cara antes de que tenga daño
permanente.
—Seguro, bebé.
Me pongo de pie con él, y se menea hacia la casa delante de mí. Llegamos
a la puerta de atrás, y casi me estrello contra su maldita espalda cuando se
detiene, y se vuelve para dirigirse a mí con los brazos bloqueando la puerta.
»En realidad, Jane, dado que nada de esto habría ocurrido si no tuvieras
a ese perro, y dado que ya no tenemos un perro que duerma afuera, ¿qué tal si
tú te quedas ahí fuera por la noche?
La puerta de la lavandería se cierra en mi cara, y el seguro hace eco a
través de mi cráneo. Me dejó fuera. Sé que no va a cambiar de opinión, pero
una parte de mi estupor aturdido me obliga a quedarme allí, como una idiota,
como un perro esperando a que lo dejen entrar.
Tengo una llave escondida en el frente, una que Dylan desconoce, pero
usarla sólo le daría razón para preguntarme cómo entré. ¿Qué iba a decir
entonces? ¿Decirle que la puse ahí hace más de un año, por si acaso alguna vez
me dejaba fuera? Teniendo en cuenta que el ruido que acabo de escuchar
suena muy parecido al florero en nuestra cómoda, creo que sería mejor no darle
otra razón para castigarme.
Mi barbilla tiembla ante la situación abismal, pero no tengo más
lágrimas. En algún lugar de la caseta de jardín hay una vieja camisa que puedo
usar como una manta, y por suerte tenemos cojines extraíbles en nuestros
muebles al aire libre.
Podría acampar. Podría hacer de lo negativo algo positivo.
Eres tan optimista que es asqueroso.
La oscuridad, de nuevo, abriga mi mirada, y hago mi camino a la caseta
de jardín para conseguir la camiseta, a la vez que me estremezco con cada
estallido y choque que hace eco desde el interior de la casa. ¿En qué etapa de
mi vida se me ocurrió que esto era un resultado aceptable? ¿Cuándo demonios
dejé de preocuparme tanto sobre mí misma, y estuve de acuerdo con
esclavizarme a un hombre que no muestra una onza de amor por mí? ¿Un
hombre que piensa que está perfectamente bien destruir nuestra casa porque
fue tomado por sorpresa? 24
La parte de mí que espera que el mundo sea de alguna manera puro
fuera de nuestra cerca exterior explora la posibilidad de llamar a la puerta del
vecino. Pero el diablo en mi hombro golpea la concha de mi oído, y susurra sus
pensamientos envenenados. Si hubiera querido ayudarte, se habría quedado. Él
sólo quiere ayudar a tu perro.
Mi vida, no vale tanto como la de un perro.
Eso resume perfectamente cómo me siento de inútil.
Si tuviera más agallas, podría haber pensado en usar algo afilado en el
cobertizo del jardín para poner fin a mi vida.
Pero ahí está el problema. No tengo suficientes agallas. De lo contrario me
habría ido de esta prisión desde hace mucho tiempo atrás.
Y una vez más, los pensamientos depresivos llegan al punto de partida.
Al final del día, todo es mi culpa.

***
Me despierto con un gemido un poco después del amanecer. En algún
momento de mi siesta corta y poco satisfactoria, me salí de los cojines que
hurté de los muebles del patio, y terminé en el concreto. Los calambres se
congregan en las antiguas lesiones que tengo, enviando un dolor punzante a
través de mi espalda y mis rodillas.
Como la buena perra que soy, pongo en orden los cojines, y guardo la
camisa antes de hacer mi camino a la puerta de atrás donde estoy ahora. El
zumbido del aire acondicionado es el único sonido perceptible mientras cuelo
mis oídos para localizar a Dylan antes de entrar. Una de las primeras técnicas
de supervivencia que me enseñé a mí misma fue la necesidad de un plan. No
importa qué tanto control cree que tiene, siempre debo saber dónde está, y
antes de que piense en levantarme la mano, he trazado cinco resultados
diferentes para la situación en la que estamos.
La preparación es la clave para la supervivencia. Y esta chica exploradora
siempre se encuentra preparada.
El silencio dura demasiado tiempo, y dado que el hombre no ha dormido
en los últimos diez años, sé que algo está mal. Una extraña excitación amplifica
mi corazón cuando examino la pequeña posibilidad de que haya perdido el
conocimiento, y se ahogara con su vómito. Pero esa maldita voz de la razón me
25 recuerda que ni una sola vez, en sus años de beber hasta el punto de estar en
estado de coma, ha vomitado alguna vez. Mis hombros caen cuando el globo de
la esperanza se revienta con un pop rotundo en mi cabeza.
La respuesta es tan predecible que los corredores de apuestas locales no
han tomado las apuestas sobre el mismo, pero trato con la manija de todos
modos. Sin movimiento. Plan B, a continuación. Me deslizo por el lado de la
casa, y me asomo desde detrás de un arbusto de Camelias en la esquina
delantera. La entrada se encuentra vacía.
El hijo de puta se ha ido sin dejarme entrar.
Una sonrisa de suficiencia toma residencia mientras me paseo hasta la
planta de Aloe Vera que crece junto a los escalones de la entrada. Me veo
demasiado feliz para una mujer arrastrándose sobre el frente de su casa en su
camisón, pero ¿qué me importa? Por una vez he sido más lista.
Después de un rápido vistazo para comprobar si hay arañas, sumerjo mi
mano entre las dos hojas gruesas que ocultan la llave escondida. Mis dedos
pescan alrededor del pliegue en la parte inferior de la planta, pero nada
metálico reside allí. Confusa, saco mi mano, y miro de nuevo.
Definitivamente no está.
Ese idiota la ha encontrado. Y el idiota la ha tomado.
Mis mejillas se sonrojan por la vergüenza de lo tonta que soy al creerme
triunfante, cuando, como de costumbre, es él quien ha sido más listo.
Podría sentarme y esperar hasta que llegue a casa, pero por lo que sé, eso
podría ser dentro de una hora o dos días. Además, tengo un perro que
desesperadamente quiero ver. Simplemente, no quería hacerlo en mi camisón.
Las luces de al lado resplandecen con un pálido amarillo contra las finas
cortinas del lado de su casa. Al menos el chico está despierto. No estoy segura
de que pueda manejar molestar a dos hombres en el espacio de veinticuatro
horas.
Diez minutos es lo que me lleva reunir el valor para caminar hasta el final
de la entrada. Mi paranoia trabaja horas extra en lo que podría suceder si
cualquiera de los otros vecinos me ven. ¿Que si le dicen a Dylan a dónde voy?
¿Qué pasa si Dylan piensa que el chico es mi amante? Mierda. No quiero vivir
ese día.
Por suerte para mí, entonces, la calle está en su estado normal,
tranquila; ni una cortadora se oye, ni un solo auto en movimiento a la vista. No
hay niños que ríen mientras juegan, y no hay siquiera un cartero que esté
pasando con el correo. La típica ciudad fantasma por aquí; cinco puntos por
adivinar por qué Dylan quería comprar una casa en este barrio.
Mis pasos fallan mientras voy alrededor de nuestro camino pavimentado,
26
y camino por su entrada. Las piedras son agudas, y puedo ver a algunas de
ellas incrustadas en los neumáticos de su camioneta. Chupo mi labio inferior
entre los dientes, hago el viaje hasta la puerta principal, y subo los escalones
hasta el rellano. Mis pies queman, y me tomo un momento para dejar que la
piel eluda las huellas del maldito pavimento.
El diablo en mi hombro se pone a trabajar en el instante en que tomo mi
posición de reposo. ¿Debería estar haciendo esto? ¿Y si no me devuelve a
Rocco? ¿Y si él me tiene cautiva hasta que Dylan llegue a casa? Sé que el
último pensamiento es ridículo, dado que el hombre saltó nuestra valla para
vencer a Dylan a una pulgada de su vida. Pero, aun así, así es como funciona
mi paranoia cuando se trata de los hombres.
Diablos, de cualquier persona para ser honesta.
Mis pensamientos se interrumpen cuando la puerta es tirada abierta, y
mi Salvador de Medianoche se halla allí de pie, con los brazos cruzados y una
sonrisa divertida en su rostro.
—¿Vas a entrar, o te vas a quedar en el frente como un zombi todo el día?
Lo miro. Me lo como con los ojos. Estoy bastante segura de que mi
mandíbula cuelga tan suelta como la de un montañero.
Su camiseta negra se extiende en todos los lugares adecuados para
mostrar la cantidad de cuidado que pone a su condición física. El tipo
empaqueta algunas armas de cuidado debajo de la ropa, y no tengo duda en
cuanto al por qué mi marido acabó en la forma en que lo hizo.
—Sol... Sólo quería comprobar a Rocco —digo.
Él inclina su cabeza hacia un lado, cabello oscuro cae ligeramente sobre
su frente, y señala con el pulgar sobre un hombro. —Está aquí atrás.
Tomo el hecho de que se mueve hacia un lado como una invitación para
entrar, y maldiciéndome a mí misma otra vez por mi opción de atuendo, entro.
Su casa huele a masculino. Sé que la idea de que una casa puede oler
masculina es una locura, pero lo hace. Tonos de tierra y madera se mezclan
con el olor del aceite del motor y de comida para llevar... huele a hombre. Como
a verdadero hombre. A un hombre que cuida de sí mismo. No mi marido.
Me hace sombra mientras me arrastro por el pasillo. Me recuerda que no
tengo la menor idea de cuántas personas viven aquí. ¿Se trata sólo de él?
¿Tiene un compañero de piso? ¿Varios? ¿Una novia?
Leyendo mi mente, habla desde detrás de mí… como justo detrás de mí.
»Está bien. Somos los únicos aquí.
27 Echo un vistazo por encima del hombro, y saco una sonrisa de algún
lugar profundo en los recovecos de mi memoria; no he hecho eso desde hace
tiempo. En el momento en que doy la vuelta a la puerta de entrada hacia la
enorme sala de estar, Rocco salta de una cama improvisada de toallas y corre
hacia mí, moviendo la cola como un idiota.
—Oye, amigo. —Me agacho para retenerlo en mi pecho, inhalando el olor
reconfortante de su pelaje—. ¿Cómo te sientes? —Me deja levantarle la cabeza,
y registro su cuello para detectar signos de lesión.
—Él está bien. Lo comprobé cuando llegamos a casa, y le quité el collar.
No lo ha usado en toda la noche, en realidad. Se lo acabo de poner.
Mi Salvador de Medianoche se encuentra casualmente detrás de mí, con
las manos en los bolsillos mientras habla. El corte de su camiseta se encierra
alrededor de su esbelta cintura, y el dril de algodón de los vaqueros tira a
través de sus gruesos muslos.
Me mira con un interés sutil.
—Gracias por lo que hiciste por Rocco.
Se encoge de hombros. —No sólo lo hice por él.
Mi capacidad increíble para no entender lo obvio me deja mirándolo, en
blanco como una hoja de papel limpia.
»Lo hice por ti también. —Sus ojos caen de los míos, y se pasea por la
cocina contigua—. ¿Quieres un café?
—Me encantaría, gracias. —¿Cómo puede soltarme eso, y alejarse?
—¿Normal?
—Sí. —Tomo asiento junto a Rocco, que se ha reacomodado en las
toallas.
—Estoy un poco sorprendido de verte —dice en voz alta mientras recoge
los artículos necesarios—. En cierto modo pensé que el imbécil habría estado
aquí en el momento en que se despertara.
Me sorprendo a mí misma con la risita que sale tan fácilmente ante el
sonido de alguien nombrar a Dylan, un imbécil. —No sé a dónde se fue esta
mañana.
—¿Te importa si te pregunto algo medio personal? —Detiene lo que está
haciendo, y apoya ambas manos sobre el mostrador hacia mí.
El calor familiar del pánico vuelve a mi cuello y pecho. —¿Qué sería?
—¿Por qué todavía llevas tu pijama?
Mi alivio no se puede esconder. Cierro los ojos y sonrío. Eso lo puedo
contestar. —No he entrado desde que me viste por última vez. 28
Sostiene la cucharilla en mi dirección mientras que conecta los puntos.
—¿Quieres decir, que pasaste la noche fuera? —Agita la cucharilla hacia mi
casa—. ¿Y ahora se ha ido?
Asiento con la cabeza, y miro hacia atrás a Rocco. Se queda mirándome a
los ojos de una manera que me dice que él entiende.
—¿Él te dejó fuera?
—Sí.
—¿Cerró la puerta con llave? ¿Sin forma de entrar?
—Exactamente.
Una cucharita de té traquetea en el interior de la taza con obvia
tenacidad. —Deberías haber venido anoche.
—No quería presumir que era bienvenida. —Teniendo en cuenta la
tensión nublando la habitación en este punto, comienzo a dudar que lo soy,
incluso ahora.
—No seas estúpida —sisea—. Por supuesto que eres bienvenida. Él… —El
Salvador de Medianoche clava su mano hacia mi hogar—… sin embargo, no lo
es.
Camina hacia donde estoy sentada, con los cafés en la mano, y yo sin
vergüenza veo la forma en que sus caderas se mueven en los vaqueros caídos
en la cadera que lleva. Se me había olvidado lo agradable que podría ser mirar a
un hombre y no estremecerse con el miedo que encarna. También me había
olvidado cómo podría ser el mirar a un hombre con deseo.
Mierda, necesito salir de aquí.
—Gracias —ofrezco cuando me da la taza—. Mejor me termino esto y me
salgo de tu camino.
Se encoge de nuevo. —¿Qué te va a hacer que cuando llegue a casa?
—No sé cuándo lo hará.
—Sin embargo, ¿qué va a hacer? —Toma un trago de líquido caliente, y
coloca la taza en la mesa.
Esta vez me encojo de hombros. —No sé. Estoy más preocupada por lo
que le va a hacer a Rocco. —Sus orejas peludas se animan al oír su nombre—.
Me preocupa que va a tratar de matarlo de nuevo.
—Entonces déjalo aquí.
Mis ojos se ajustan a los suyos, y frunzo el ceño. —¿Estás loco? ¿Por qué
29 te irías a meter en un lío jodido que no es tu problema? No, voy a llevarlo a
casa. Es mejor si te quedas fuera del camino de Dylan.
—¿Quién dijo que no es mi problema? —Recoge el café y toma otro trago
ocasional. Miro sus labios; tan llenos, tan suaves.
—Yo. —Llama mi mirada de nuevo a sus ojos, y me asusto. Todavía no
tengo suficientes agallas.
—Mira, Jane…
—¿Cómo sabes mi nombre? —La cabeza de Rocco se levanta ante la
agresión en mi voz.
El Salvador de Medianoche niega con la cabeza. —Creo que todo el barrio
sabe tu nombre por ahora.
Por supuesto que sí. —Habría sido agradable si alguien se molestara en
hacer algo al respecto —murmuro.
—Es probable que quieran, pero, ¿quién puede decir que interferir no te
pondría en mayor peligro? Voy a suponer que esa es la razón más probable por
la que nadie ha intervenido antes.
Tomo un sorbo a mi café, no me gusta hacia dónde se dirige la
conversación.
»¿Por qué no lo has dejado todavía?
Y, lo ha hecho. Giró toda la situación a mí. Otra persona que me culpa de
todo a mí. —Soy patética, lo sé. No tengo las agallas. Soy una pérdida
lamentable de espacio. Siento que hayas sentido la necesidad de involucrarte,
cuando está claro, que no soy digna. —Lágrimas calientes se derraman de mis
ojos, y pongo el café hacia abajo para limpiarlas.
—Oye. —Me alivia—. No quise decir eso en absoluto.
Me mira con una curiosidad morbosa mientras lloro en silencio, con las
piernas cruzadas en el suelo de la sala de estar. Nos sentamos de esa manera el
tiempo suficiente para que acabe su café y deje la taza a un lado.
»Te pregunté por qué no te habías ido porque quería saber con qué te
amenazaba. Estoy seguro de que tienes tus razones para estar allí.
—Sí, como, ¿quién querría acogerme? Y, ¿qué le haría a todo el mundo
que conozco si me voy...? Aunque eso no es mucha gente.
—Me imagino —añade con sequedad—. Pero, ¿qué hay de ti? ¿Qué
razones tienes para quedarte?
Lo miro, confundida.
»Me diste razones que afectan a otros, no a ti —aclara.
Juego con un hilo suelto en el borde de la toalla gris. —No sé. —Nunca
pensé en ello de esa manera.
30
—Tal vez deberías tratar de responder eso, entonces.
Qué no haría para permanecer en este momento para siempre, ya que, en
esta franja de tiempo, estoy a salvo. Todo el mundo está a salvo. Volviendo a la
última noche para cambiar el resultado sólo conduciría a lastimar a Rocco, y
seguir adelante sólo conduce a conseguir que este tipo esté demasiado
involucrado.
—Confía en mí cuando te digo que no deseas involucrarte con mis
problemas —advierto—. Dylan no tiene conciencia. Estoy bastante segura de
que el diablo estaba fuera de la moral cuando lo creó.
Se ríe. —Al menos todavía tienes tu sentido del humor, ¿eh?
—A veces. —Sonrío.
—Así que, ¿qué hacemos?
—Tengo que volver —murmuro—. Pero tal vez te puedes quedar con
Rocco por un tiempo. Te daré para su comida, y todo eso.
—No te preocupes. ¿Cómo la vas a traer aquí sin que se dé cuenta?
Además, si de repente dejas de comprar comida para perros, entonces el
imbécil podría creerte cuando le digas que Rocco se escapó.
Él tiene un punto; Dylan se hallaba inconsciente cuando el Salvador de
Medianoche tomó a Rocco. Él no sabe dónde está mi perro.
Mi vecino mira por la ventana a nada en particular, y aprovecho la pausa
en la conversación para mirarlo un poco más cuidadosamente. Sus pestañas
son llenas, y añaden una suavidad extraña a una cara que de otra manera
sería dura. Su mandíbula es cuadrada y aguda, la nariz torcida, y su piel
bronceada; mantiene el bronceado de una persona que pasa mucho tiempo al
aire libre.
El hombre es un misterio, pero estoy agradecida de tenerlo.
—Eventualmente tendré que llevar a Rocco a casa. —Mis dedos acarician
su pelaje negro.
—Sí, bueno, espero que para entonces tengas un nuevo hogar.
Hace seis años, yo era igual que este tipo. Él sinceramente cree que
todavía tengo la oportunidad de caminar fuera de ese lugar, y comenzar de
nuevo. Su optimismo es lindo, pero fuera de lugar.
—Él nunca dejará que me vaya.
—Lo sé. —Se encoge de hombros—. ¿Pero no es mejor morir en el
intento?
31
4
El regreso
Traducido por Ivy
Corregido por Vickyra

Jane
Pasé el resto del día haciendo lo que hago todos los sábados: limpiando la
casa hasta casi morir. El Salvador de Medianoche se lanzó amablemente sobre 32
el picaporte de la puerta para abrirla, y desapareció de inmediato después de
ver el evidente pánico grabado en las líneas de mi rostro.
¿Y si Dylan lo atrapaba allí? ¿Qué habría hecho?
No podía detenerme en los “y si”; solo prevenir los “tal vez”. Así que
fregué, pulí, limpié, ordené, y doblé hasta que la casa podría pasar como una
casa de exhibición. Ni una sola cosa se encontraba fuera de lugar. Incluso
tengo los malditos tenedores perfectamente alineados uno encima del otro en el
cajón de los cubiertos.
Como la buena mujercita de casa que soy, me aseguro de duchar el sudor
de un día duro de trabajo antes de que mi querido marido vuelva a casa del
trabajo. La mujer que me devuelve la mirada desde el espejo del baño me
conmociona. Es justo decir que a veces me las arreglo para pasar semanas sin
vislumbrarme, pero en aquellas ocasiones en que lo hago, me enferma.
Hubo un tiempo cuando yo hacía girar todas las cabezas de los chicos,
cuando podía caminar en una fiesta, y confiar en que iba a ser notada. Al ser
tan joven, y estúpida, lo reflejaba en la atención, bebía en la adoración, y
disfrutaba de la popularidad que le seguía. En la preparatoria, las chicas
querían ser como yo, los chicos querían salir conmigo.
Pero era ingenua, tonta, y no me encontraba preparada para la dura
realidad del mundo. Me casé con un hombre mayor que sabía lo que quería:
una mujer como su madre. Dejé que me formara en lo que soy hoy. Lo dejé
romperme, y quitarme mi confianza.
Por lo tanto, me lo hice a mí misma.
Permití que sucediera.
Y ahora, me esfuerzo en tratar de evitar mi reflejo. Hago lo que puedo
para esquivar ver los ojos hundidos, la piel pálida y seca, el cabello
desalineado. Evito a toda costa ver a la mujer de unos veinte que luce como de
unos treinta. Niego el hecho de que el estrés, la adversidad y el sufrimiento me
envejecieron, me despojaron de mi belleza, y me reemplazaron con una cansada
aparición desgastada.
En su lugar, lo cubro. Aplico mi máscara.
Por él aplico mi maquillaje. Por Dylan arreglo mi cabello. Por ese tirano
me convierto en una mujer hermosa, una vez más, aún si no es más que una
farsa construida desde el maquillaje aplicado ingeniosamente.
Pinto mi felicidad como un actor lo hace en la preparación para el
espectáculo final.
Y triunfó con esa actuación, todos los días.
33 Para decirme eso bastante, que puedo limpiar la casa simplemente por
temor de molestar a Dylan dos noches seguidas no estaría compartiendo la
pura verdad. Mis manos se mantienen ocupadas distrayéndome de todo, de
extrañar a Rocco. Se encuentra al lado; seguro, satisfecho. Pero el hecho de que
no se levantó de la cama improvisada cuando me fui esa mañana me dejó
intranquila.
¿Es tan terrible aquí? ¿La seguridad y la protección significan más para
él que estar conmigo? No debería sentir tanta necesidad de analizarlo, pero
maldita sea, es mi perro, y él me dejó ir en un santiamén. El mejor amigo del
hombre, mi culo.
Me paro en la cocina con una zanahoria en cada mano, la nevera abierta,
decidiendo si debería cocinar lo suficiente para nosotros dos, o solo para mí.
Ambas opciones dejan margen de error. O se enojará conmigo por desperdiciar
la comida si nunca aparece, o se enojará porque no preparé la cena si lo hace.
Condenada si lo hago, condenada si no lo hago.
La puerta del frigorífico se cierra con un toque rápido de mi pie, y traigo
dos zanahorias hasta la tabla de cortar. También podría cocinar lo suficiente, y
si no aparece, siempre puedo congelarlo y dar a entender que tenía la intención
de preparar un almuerzo listo para comer.
Mis ojos instintivamente se desvían hacia arriba, y buscan la ventana que
ahora sé que es la sala de estar de al lado. Me pregunto qué hacen allí: mi perro
y su salvador. ¿Son felices juntos? ¿Causaré demasiada interrupción cuando
llegue el día que recupere a Rocco? Me maldigo por haber abandonado a mi
bebé peludo tan fácilmente, pero de nuevo, la necesidad de preservar lo que
amo gana más.
Algún tiempo después, estoy a la estufa hirviendo zanahorias, maíz, y un
filete friéndose en la sartén. La cena se halla a unos pocos minutos de estar
lista, y como si pudiera olerlo a kilómetros de distancia, el motor del auto de
Dylan se detiene en el camino de entrada. Mi cuerpo se pone rígido por su
propia voluntad, y mi muñeca atrapa el costado de la sartén. Maldigo, y la agito
como una idiota, me tropiezo sobre el fregadero, y mantengo mi muñeca bajo el
agua corriendo mientras él entra.
—¿Esperando a alguien? —Se halla de pie en la entrada con esa sonrisa
en su rostro, que dice “¿qué vas a hacer al respecto?”
¿Qué debería hacer? Admiro la hinchazón y los moretones, eso es. Su cara
sigue siendo un desastre. Dondequiera que estuvo en todo el día, es seguro
como la mierda que no fue el consultorio de un doctor.
—Probablemente necesites puntos para ese ojo. —Saco mi mano
empapada del grifo, y lo cierro.
—Gracias por decir lo obvio. —Agarra el paño de cocina desde la manija
del horno, y me lo arroja—. Sécate y voltea ese filete antes de que se queme.
34
Si las miradas mataran, su camisa estaría en llamas. Nunca he dejado de
mirar su espalda mientras se alejaba, pero después de anoche, y después de
conocerlo, siento una nueva fuente de determinación.
El instinto de pelear podría ser imperceptible para Dylan, pero sé que se
encuentra ahí, y eso es lo que importa. Mi fuerza encontró una manera de
regresar. Todavía puede ser incipiente, asomando su cabeza de los límites
seguros de su búnker subterráneo, pero la fuerza sigue allí.
¿Tal vez puedo hacer esto? ¿Tal vez puedo intentar?
»Huele como si se estuviera quemando —grita desde el sofá.
Segura de que no hay manera posible que me vea, le muestro el dedo a
través de la pared. Volteo el maldito filete, lo termino, pongo la comida en el
plato, y se lo sirvo con una cerveza fría, sin la tapa, por supuesto. Hace una
mueca a la comida.
»Creo que lo haré. Tienes suerte de que estoy jodidamente hambriento,
Jane.
El pensamiento me golpea en la cabeza como un palo de golf; nunca me
llama por nada más que mi nombre. No “nena”, “cariño”, o incluso algo tan
simple como “querida”. El idiota nunca me dio un nombre cariñoso, porque,
simplemente, no siente ese afecto por mí.
¿Cómo nunca lo vi antes? ¿Estuve moviéndome con anteojeras puestas?
—Lo siento, bebé. ¿Qué te gustaría que te haga mañana por la noche?
Haré lo que quieras.
Deja que su mirada se desplace por mí, y es fría. Como con mucha
frialdad. —Me gustaría que me prestes la suficiente atención para que
malditamente recuerdes lo que me gusta comer. ¿Cómo puedo honestamente
necesitar decírtelo de nuevo, después de todos estos años juntos?
Lo miro, fosas nasales se mueven, y juro por Dios que escucho el clic de
algo romperse en mi cabeza. Los engranajes se mueven, y la maquinaria
rechina. Este barco no funciona tan bien como lo hacía antes.
—¿Crees que no te presto atención? —murmuro.
Su cabeza se sacude hacia atrás como si le hubiera pegado. —¿Estás
contestándome, Jane? —Un momento pasa, donde ninguno de los dos se
mueve. Mi ritmo cardíaco ahoga el sonido de los deportes en la televisión—.
¿Bien?
La robótica Jane se aleja de la escena, y todas las intenciones son volver
a la cocina, y evitar el conflicto.
Dylan tiene otras ideas.
35 El plato repiquetea en el piso, la cerámica se rompe, y sé que se
encuentra en pie.
Tres, dos, uno...
»¿A dónde mierda crees que vas?
Se me eriza la piel.
»¿Malditamente te atreves a darme la espalda?
Mi pecho se levanta y cae con un cuidadoso estremecimiento escondido.
Giro para enfrentarlo, impasible como siempre.
»Responde a mi jodida pregunta, Jane. ¿Me contestaste?
Sé que busca provocarme. La sonrisa en su rostro dice que planificó
cómo se desarrollaría esto antes de ponerse de pie. —No era mi intención, pero
sé que es como suena.
Lloro conmocionada por el dolor. Me ha golpeado antes, pero siempre con
la mano abierta. Esta vez, es un puño cerrado directamente a mi mandíbula. La
agonía se propaga a través de mis dientes, y baja por mi nuca.
—Fuera de mi vista, irrespetuosa zorra. ¿Todos estos años soportándote,
y eso es lo que me pasa?
Lo hago como lo pedí, me voy. ¿Quién es esta mujer en la que me he
convertido? Un golpe en la cara, y me desplomo de nuevo en el papel de esposa
sumisa en un latido. Tuve las agallas de pelear por Rocco anoche, así que, ¿por
qué diablos no puedo hacerlo por mí misma?
Lágrimas calientes pican en mis ojos mientras me dirijo hasta el pasillo
de nuestra habitación. Solo Dios sabe lo que haré una vez que llegue allí:
doblar un poco de ropa lavada, cambiar las sábanas, limpiar el baño... de
nuevo. Sea lo que sea, estoy segura de que no seguiré llorando. No merece mis
lágrimas, y mi situación no merece piedad.
No cuando me puse a mí misma aquí.
Me paro en la puerta de nuestra habitación —me corrijo— su habitación,
mi refugio. ¿Por qué es eso? ¿Por qué esta habitación me hace sentir a gusto?
Mis ojos recorren mi entorno; el cubrecama que le gustó, las lámparas de noche
que eligió, el maldito color en la pared, fue todo obra suya. Nada aquí es mío.
Nada queda de mí, en ningún sitio.
¿A dónde fui? Si tuviera que pasar por todo nuestro almacén, ¿volvería a
encontrarme en algún lugar en medio de la plata sin usar de nuestra boda?
¿Las cosas inútiles que compró para los aniversarios y cumpleaños que
encontré acumulando polvo en los estantes, y en los armarios?
Los deportes resuenan en la televisión de la sala de estar. Se encuentra
36
inafectado. Nada acerca de mi miseria resuena dentro de su alma vacía. ¿Cómo
la gente puede ser tan cruel, tan insensible, tan egoísta? Hago mi camino a
través del cuarto, dirigiéndome a las cortinas antes de que me dé cuenta de lo
que mi mente ya decidió hacer. Descorro la tela con dos dedos, y miro a través
del delgado espacio hacia las luces al lado.
También puedo estar viendo una película extranjera; puedo entender el
sentimiento en mi acción, pero maldita sea si nada de esto tiene algún sentido.
Me encontré con él una vez.
Tiene mi perro.
¿Por qué eso me hace sentir este... este calor hacia él? ¿Qué diablos me
da la ilusión de que será el que me ayude? Claro, vi la bondad en sus ojos, una
gentil comprensión, ¿pero no lo vi un montón de veces antes? ¿Y cuándo la
bondad me ayudó alguna vez? Un millar de personas podrían preocuparse de
mi situación, sentir mi dolor, pero si ninguna de esas personas tiene el descaro
de meterse donde no son bienvenidos, entonces también puedo volver mi
cabeza y olvidar que miraron más allá de la cáscara de la mujer rota que
apenas se mantiene unida.
Sacudiendo la cabeza, dejo que las cortinas pesadas caigan para cerrarse,
y arrastro los dos pasos cortos hasta nuestra cama. El lugar que se supone es
en el que debo sentirme más descansada. Supongo que, en mi inconsciente,
estado en el que probablemente duermo, pero, por otro lado, nuestra cama es el
lugar que significa el mayor dolor cuando me atrevo a hurgar lo suficientemente
profundo.
Porque cada maldito día me despierto en esta cama con el temor de lo
que traerán las siguientes dieciocho horas. Y cada maldito día que no hago una
jodida cosa para cambiarlo.
Vivo mi día de la marmota, usando mi cobardía como una insignia de
honor.
Patético.
Algo tiene que cambiar.
Si tan solo fuera yo quién tuviera las agallas para hacerlo.

37
5
Repetición
Traducido por Fiorella
Corregido por Vickyra

Jane
Los días pasan, las semanas pasan y antes de que lo note me he
convertido en la esposa de Dylan otra vez. El papel se ajusta a mí como un par 38
de pantalones vaqueros preferidos, confortables y fiables.
Dejé mi trabajo.
Dylan sentía que me daba demasiado de una actitud, socializar con otros
adultos que no conoce. Mi tiempo de recreación de esta prisión infernal ha sido
revocado.
Ruedo con los golpes... literalmente. Su violencia está en su punto más
bajo, ¿o alto? Algunos días me pregunto si sabe, si es que sospecha algo.
Algunos días estoy segura de que me ha visto, me ha escuchado, pero entonces
me ignora los demás, como si no fuese nada más que un fantasma en mi propia
casa, y siento esa paz de doble filo que viene con la invisibilidad.
Lo más mágico sucede una mañana. Hablamos, mi vecino y yo
La primera vez que lo oigo llamar a mi nombre estoy segura de que he
perdido mi mente verdaderamente. Dylan se prepara para el trabajo, y estoy
fervientemente colgando mi segunda carga de ropa del día. Sí, hago un montón
de lavado. Lavo las sábanas cada día, es más fácil que ir a la cama y oler el
viejo dulce aroma de mi miedo, o el perfume de Deandra.
Mi mano se eleva con una pinza, cuando mi vecino me llama de nuevo.
—Jane.
Miro hacia atrás por encima de mi hombro, sacudo mi cabeza y continúo;
positivo, finalmente tengo voces en mi cabeza que me hacen compañía.
»Jane.
Viene como más de un pronunciado “Jenn”, cuando se silba a través de
un nudo en la valla.
Miro a la madera, con la esperanza de que podría decidir deletrear una
respuesta en el color de sus granos en cuanto a si debería contestar. Como era
de esperar, no hace nada para ayudar.
—¿Qué? —le susurro de vuelta, segura de que estoy hablando con un
producto de mi imaginación.
—¿Estás herida en cualquier lugar?
Ahora, normalmente una persona que inicia una conversación con esa
pequeña maravilla ganaría un levantamiento de ceja, y que cuestione sobre su
estado mental. Pero dado que vive al lado, y que, sin duda, escucha nuestras
discusiones nocturnas, podría perdonarlo.
—No. ¿Por qué?
Nada. Cuelgo otra sábana, robando miradas a la valla de vez en cuando.
39 —No te he visto en unos pocos días, y han pasado semanas desde que
tomé a Rocco.
¿Y? ¿Esperaba que saltara con bollos cada viernes?
—¿Qué esperabas? No puedo ser vista por ahí.
—Lo sé. —Un largo suspiro—. Quería ver cómo estabas.
—Gracias.
Pinzas en mi mano derecha, y una funda de almohada en mi izquierda,
miro la cerca por unos sólidos cinco minutos antes de que me sienta lo
suficientemente segura de que se ha ido. Cuelgo el resto de la carga, corriendo
nuestra breve interacción una y otra vez en mi cabeza hasta que las palabras
adquieren un significado que no se encuentra en el Diccionario Oxford.
“¿Estás herida en cualquier lugar?” Se convierte en “¿Vas a sobrevivir?”
“No te he visto” se convierte en “he visto por ti”.
Y “quería ver cómo estás”, es la peor de todas. Mi imaginación hiperactiva
cambia esa belleza a “un día te llevaré lejos de esto”.
Juro mientras camino al interior con el cesto de la ropa vacía, que nunca
voy a leer una novela romántica de nuevo.
Están seriamente jodiendo con mis expectativas del mundo.
***

Cuatro días más tarde, me habla de nuevo.


—Jane.
Hago malabares con el puñado de tomates que he recogido de las plantas
que se adhieren a nuestra caseta de jardín.
—Jesús. Deja de acosarme.
—¿Preferirías que llegue a la puerta de entrada? —responde la valla.
Tiene un punto. —Estoy bien gracias.
—Eso no es lo que iba a preguntar.
¿No lo era? —Estoy escuchando.
—¿Puedes salir de la casa en absoluto? ¿Por tu cuenta?
Respiraciones suenan cerca de mis pies, y puedo imaginar cómo Rocco va
a hacer todo lo posible para atascar su nariz a través del pequeño hueco debajo
de la empalizada. —¿La tienda de comestibles en un jueves cuenta?
40
El Salvador de Medianoche se ríe en el otro lado de la valla. Juro que hay
una parte de mí en un charco a mis pies. —Por supuesto. ¿Dónde compras?
—El mercado de Garrison —¿Por qué mi corazón se acelera? Miro a mis
manos, el rubor de color rosa en el borde de las palmas que indica que no estoy
imaginando la viscosidad.
—Te veré allá. ¿Qué hora?
—¿Nueve?
El roce de la hierba bajo sus pies, y el destello de la luz capturada en el
collar en el cuello de Rocco me dicen por qué camino se ha ido. Me quedo ahí,
sin vergüenza mirando a esa cerca como lo imagino y Rocco en el otro lado,
alejándose de mí. Cada paso que da desinfla el pequeño oleaje de la felicidad a
la que me aferré, mientras hablaba con él. Cada paso que da me lleva de vuelta
al mundo sobre mí: mi casa, mi jardín, mi marido. La conciencia plantea mis
nervios, algo.
¿Para qué quiere verme? ¿Qué es lo que no se puede decir a través de la
valla? Dios, es probable que quiera pedirme que tome a Rocco de vuelta.
¿Cuánto tiempo esperaba que lo tuviera? ¿Qué clase de idiota soy yo, abusando
de la buena voluntad de otra persona de esa manera?
—¡Jane! ¿Qué estás haciendo?
Escalofríos hormiguean sobre mi carne. —Estoy yendo, cariño.
Dylan se coloca las manos en las caderas, y me frunce el ceño
positivamente. ¿Me vio hablando? ¿Lo sabe? —Mi comida no va a hacerse a sí
misma —ladra.
No, no lo hará.
Lástima.

41
6
Encuentro
Traducido por Ivy
Corregido por *Andreina F*

Jane
Decir que el jueves se siente como cualquier otro día de mi desastrosa
existencia sería una mentira descarada. Me desperté esta mañana tarareando. 42
Por primera vez desde que recuerdo tengo algo que esperar.
Nervios se arremolinan a través de mí mientras me acerco a mi mercado
habitual. Es una tienda administrada por sus dueños, y conozco el lugar como
la palma de mi mano. Sé en qué estanterías se encuentra todo lo que le gusta a
Dylan, y si me preguntas, probablemente puedo decirte sus precios, también.
Por lo general, el viaje se hace con tanta precisión robótica que me
encontraba desempacando las bolsas en casa y mirando fijamente una lata en
mi mano, tratando de recordar cuándo lo recogí.
Hoy, sin embargo, estoy alerta. Estoy nerviosa. Estoy llena de
anticipación.
Debido a que él estará aquí.
Hago todo lo posible por echar un vistazo al estacionamiento y a la
entrada mientras me acerco sin lucir demasiado preocupada. Una parte de mi
esperanza se astilla con cada búsqueda, y cuando alcanzo la manija azul de mi
carrito, mi mente comienza a volver hacia el piloto automático.
—¿Comenzando sin mí?
El simple sosiego de sus palabras sacude de nuevo mis sentidos con tal
fuerza que tengo que cerrar los ojos para detener el maldito subidón mental
apoderándose de mí.
»¿Estás bien? —Toca suavemente mi brazo, e inclina su cabeza hacia
abajo para hacer contacto con mis ojos.
—Estoy bien —miento—. Probablemente necesite beber más agua es todo.
—Sí. —Asiente, su escrutadora mirada dice que no compra
completamente mi mentira por un segundo—. Hoy se encuentra bastante seco.
—¿Estás...? —Hago un gesto hacia los carros.
Niega con la cabeza. —No. Solo aquí para verte.
Un rubor salpica mi rostro. No puedo atravesar el torniquete y ponerlo
detrás de mí lo suficientemente rápido. Me alcanza cuando me detengo para
conseguir los plátanos, y toma el mando del carrito.
—¿Necesitas hablarme de algo? —pregunto, evitando mirarlo a toda
costa. Una mirada en esos ojos, y la vergüenza me dejará sin palabras,
vergüenza por los pensamientos impuros que he estado teniendo acerca de un
hombre que no es mi marido.
¿Quién se cree que es? ¿Mi príncipe azul? ¿Mi caballero de brillante
armadura?
—Sí, necesito hablar contigo, en realidad.
43 Empuja el carrito junto a mí por un rato en silencio. Pongo mis artículos
adentro mientras él sigue. De ninguna manera forzaré el asunto. Lo que sea
que quiera decir, no parece fácil, y nunca he sido el tipo de dar la bienvenida a
las malas noticias.
Damos vuelta la esquina hasta la sección de carnes, y él con aire ausente
pasa su dedo a lo largo del frente de la estantería metálica antes de hablar. —
Encontré un lugar para que te quedes.
Las pechugas de pollo de mi mano caen al exhibidor con su bandeja
envuelta en film transparente. —¿Disculpa?
—Encontré un lugar para que te quedes —repite—. Si te encuentras lista
para irte.
Mis ojos se ponen vidriosos. Miro fijamente las etiquetas de los paquetes
de carne, pero no me doy cuenta de nada. El ruido se silencia a mí alrededor
mientras me retracto en mis pensamientos.
Encontró un lugar para quedarme.
No puedo superar el hecho de que fue tan lejos como para hacer eso.
»¿Vas a decirme lo que piensas? —insta.
—Yo, eh... —¿Qué? ¿Soy demasiado cobarde para intentar? ¿Soy
demasiado golpeada como para pensar por mí misma? ¿No creo que haya un
final feliz en mi historia?—. Quiero decir, suena maravilloso, pero...
—Tienes miedo de hacerlo. Lo entiendo. Tal vez debería haber hablado
contigo antes.
Tomo el paquete de pollo de nuevo, y lo coloco en el carrito. —Incluso si
me preguntaras primero, habría dicho lo mismo.
Echa un vistazo a la carne mientras lo observo. No puedo decir por la
expresión de su rostro si lo insulté diciendo “no”, o lo decepcioné. Cualquiera
sería igual de malo, así que ¿qué importa? Toma una bandeja de carne, y me lo
entrega. —Este parece un buen precio.
Tomo la carne ofrecida, y nuestras manos se detienen por un momento.
En vez de mirar lo que me da, cometo un error, lo miro. Nuestros ojos se
bloquean, y no puedo apartar la mirada.
—¿Jane? —¿Qué de...?
Se me pone la piel de gallina, y se me cae la carne en el carrito tan rápido
como mi vecino lo suelta.
»¿Está molestándote? —Dylan da un paso hacia delante, y coloca un
brazo posesivo alrededor de mis hombros. ¿Por qué se encuentra aquí? ¿Por qué 44
hoy?
—No, en absoluto —tartamudeo.
El vecino nos echa un vistazo, y vuelve su atención a Dylan. —Tu esposa
aquí alcanzó la misma carne que yo. Simplemente la dejaba tener lo que quiere.
La doble insinuación no se pierde en mí. Como el modo en que sisea
“esposa” con dientes apretados, no lo fue tampoco.
—No te ves como si estuvieras haciendo alguna compra —fustiga Dylan—
. ¿Dónde está tu cesta?
—¿Dónde se encuentra la tuya? —replica el vecino.
Me pongo rígida en el agarre de Dylan, ridículos pensamientos corriendo
por mi cabeza, diciéndome que Dylan sabe todo; que sabe dónde se halla
Rocco.
»De todos modos, todo tuyo ahora. —El vecino da un paso hacia atrás y
da la vuelta, dirigiéndose más lejos en el mercado.
—No esperaba verte esta mañana —le digo a Dylan mientras me suelta
como una patata caliente.
—Refrigerador roto en la carnicería —responde en notas aburridas.
Dylan se aleja sin incluso un “te veo esta noche, cariño” o un beso en la
mejilla de su adorada esposa. Lo que habría sido una jodida farsa. Me quedo de
pie y lo observo caminar cruzando el delicatessen, y hablar con una mujer que
lo deja detrás del mostrador.
—Hola, Jane. Mucho tiempo sin verte.
—Hola, Patrick. —Sonrío forzadamente cuando el compañero de trabajo
de Dylan pasa con una caja de herramientas, y presumiblemente repuestos
para su trabajo.
Maldito sea Dylan reparando refrigeradores industriales. Maldita sea yo
por decirle al vecino que me encuentre en el mercado habitual.
Maldita sea por decir “no”.
Continúo mi camino, enojada, y sintiéndome engañada en partes iguales.
El vecino me pasa por varios pasillos más adelante, llevando una hogaza de pan
y una bolsa de comida para perros. No dice ni una palabra, solo me mira con lo
que puedo reconocer como una mezcla de lástima y desprecio mientras pasa
por delante.
Termino mis compras con un familiar sentido de soledad. Una vez más,
mi vida es vacía. Una vez más, estoy por mi cuenta.
45 Una vez más, Dylan ganó.
7
Castigo
Traducido por Jadasa
Corregido por Luna PR

Jane
La salsa está en su punto, la carne blanda y las verduras huelen divinas
como el vapor que fluye del agua que vierto por el fregadero. Puede que él no lo 46
merezca, pero cuando un hogar no transmite ni una pizca de alegría, una
persona puede comenzar a encontrar la felicidad en lo más mundano de las
cosas.
El auto de Dylan se detiene mientras alcanzo la cuchara para servir los
guisantes. Esto puede ir de dos maneras: o bien se enfadará y gruñirá cuando
le pregunte cómo estuvo su día, o iniciará el apocalipsis por lo que vio en el
supermercado, y mis esfuerzos por preparar una deliciosa cena se irán a la
basura.
Dado que pasó más de una semana desde que tuve problemas para salir
de la cama sin dolor, voy por la opción B.
La puerta de entrada se cierra con un golpe demasiado fuerte,
haciéndome brincar en consecuencia. El ritmo de mi corazón solo es
comparable con el de sus palabras mientras murmura, dejándose caer en el
sillón, sintonizando inmediatamente el canal de deportes.
Dios, espero que su maldito equipo gane esta noche.
Sigo con lo mío, pongo la mesa y sirvo nuestros alimentos. Tose, y mueve
los labios lo suficientemente fuerte para que escuche su, no tan sutil, forma de
decir que espera por una cerveza. Abro una fría, y la coloco sobre la mesa con
la comida. Tras la última vez que le serví en la sala, y la comida terminó en el
suelo; corro el riesgo cada noche en la mesa. Me dirijo a la puerta que conecta
el comedor con la sala de estar.
—La cena está lista.
Asiente, y regreso a la mesa para sentarme en mi lugar. Dylan saca su
silla en el extremo opuesto, y mira con furia la cerveza.
—¿Qué es esto? —pregunta, tomando la botella verde goteante.
—Tu cerveza. —Me siento como la buena esposa, las manos en mi regazo,
bajo el borde de la mesa.
Se deja caer en el asiento, y sus brazos golpean la mesa a cada lado de su
plato con suficiente fuerza como para sacudir mis cubiertos.
—¿Ahora es jodidamente bueno? ¿Por qué no me la llevaste tan pronto
como llegué?
—No pensé que tendrías tiempo para beberla antes de la cena.
Me mira fijamente, sus ojos como fuego, quemándome bajo su
intensidad.
—¿No tendría tiempo? —Asiente lentamente.

47 Siento que mis manos se ponen más calientes y que arden en mi regazo.
»Ahora estará putamente caliente para el momento en que termine de
comer. ¿Cómo se supone que beba y coma al mismo tiempo?
La mayor parte de la población se las arregla.
No dije nada.
»Qué maldito desperdicio. —Se recuesta en la silla.
Apoyo mis pies con más fuerza contra el suelo.
»Voy a beber ahora, a mi propio ritmo, y para cuando termine vas a
prepararme algo fresco, caliente y listo para comer. No vas a recalentar esto.
Observo la comida en mi plato, y hago un inventario. Tengo las verduras
y los ingredientes para la salsa. No cuento con más carne.
No tengo la carne.
—No tengo más carne.
¿Por qué carajo elegí cocinar el filete? Sus ojos se abren ampliamente y se
inclina apoyando las manos sobre el borde de la mesa.
—¿Me cocinaste el puto filete? ¿Después de que te sorprendiera hoy
coqueteando con ese tipo?
—No estaba… —Me detengo antes de que pueda acusarme de iniciar una
discusión—. No pensé.
—No. Nunca piensas, Jane. Por el amor de Dios, mujer. ¿Tratas de
insultarme? —Su rostro se retuerce por el tipo de rabia que precede a sus
desacuerdos físicos.
Siento mi ropa demasiado apretada.
»Ven aquí.
Mi silla se tambalea en la alfombra; parece tan vacilante como yo a
obedecer sus órdenes. Avanzo, deteniéndome a pocos centímetros de él.
»Acércate.
Dos pasos.
»Mírame a los ojos y dime que nunca lo has visto antes.
Pienso en cualquier persona, excepto en nuestro vecino. Estrellas de
Hollywood, políticos… espero que si consigo engañar a mi mente pensando en
personas que realmente no conozco, entonces pueda ser convincente.
—Nunca lo he conocido.
Arremete, tomando mi muñeca en sus manos. Por más que trato de evitar
que la quemadura de sus dedos me afecte, hago una mueca por el dolor.
48
—Eres una puta mentirosa.
—Lo juro, Dylan. Nunca lo he visto antes.
Me jala, así que tropiezo más cerca. Mis muslos chocan con sus rodillas.
—¿Estás segura?
La fría amenaza con la que pregunta provoca que mi mente retroceda,
tratando de deducir si sabe que miento, y me pone a prueba. Retractarme
ahora aseguraría mi destino, así que voy por la posibilidad de que no lo sabe, y
que solo fanfarronea. Al menos así tengo la oportunidad de escapar con las
mínimas consecuencias.
—Sí. Segura.
—¿No te parece familiar? —Estrecha la mirada.
Trago con dificultad. El sonido resuena en la habitación.
»¿Ni un poco?
—No.
—No escuché bien —se burla.
—No —digo más fuerte, con más convicción.
—Entonces, ¿me dices que no tenías idea de que ese tipo es nuestro
vecino?
Joder.
—No.
—Mierda, Jane. Debes pensar que soy un maldito imbécil, ¿eh?
La mayor parte del tiempo, sí.
—¿Qué quieres que diga, Dylan?
Se me escapa un grito cuando me tira sobre su regazo.
—Mírame a los ojos y dime la verdad: estás follando con el tipo.
Me gustaría. Él sería mucho más dulce que tú.
Mi cara debe expresar ese pensamiento. Sus ojos se oscurecen, y su
agarre se desliza por mi cuerpo hacia mi cuello. Leí en algún lado que cuando
una persona intenta asfixiarte, deberías presionar la lengua contra el paladar,
ya que ayuda a mantener abiertas las vías respiratorias. Supongo que ahora es
tan buen momento como cualquier otro para probar la teoría.
»¿Y bien?
49 Niego con la cabeza bajo su agarre. Aprieta mientras chasquea la lengua.
»Jane. ¿Por qué me tratas como mierda en tu zapato? ¿Por qué me faltas
el respeto con tus mentiras?
Presionar la lengua ayuda un poco, pero todavía restringe el flujo de aire
a tal punto que mi tiempo de respiración es limitado. Dejando de lado mi
instinto de supervivencia, tomo sus muñecas. Le ruego con los ojos que me
suelte. Imploro, pero se aferra, levantándose.
Se pone de pie, y me arroja a un lado, como si le repugnara el simple
hecho de tocarme. En ese momento, alabo su odio hacia mí; puede que salvara
mi vida. Patético, Jane. Tan jodidamente triste. Me recuesto en el suelo,
observándolo, esperando por su siguiente movimiento. Durante todo el tiempo
estoy planeando mi escape, evaluando mis opciones.
»¿Es necesario que comience a encerrarte en la casa?
Enérgicamente sacudo la cabeza. No. No me quites el sol.
»Probablemente no funcionaría de todos modos. —Camina delante de mí,
frotándose la barbilla—. ¿Cómo podrías colgar la ropa recién lavada?
No me está hablando, simplemente piensa en voz alta. Me muevo para
incorporarme y me pongo sobre mis manos y rodillas.
¡Buuuump!
Juro que hace un segundo, mis pulmones tenían aire.
Dylan retira su pie cuando vuelvo a caer sobre mi costado, las lágrimas
corren constantes por mis mejillas. Arde, duele como una docena de pequeños
cuchillos apuñalándome. Me lastimó de verdad, y todo en lo que puedo pensar
es en la ridícula preocupación de que pueda molestarse por ensuciar todo.
»Eres tan patética como ese puto perro tuyo; todavía esperando que te
deje sola. —Patea de nuevo mi costado, y sale de la habitación, murmurando
mientras lloro de dolor.
¿Cuánto tiempo puedo seguir con esto? ¿Cuánto más hasta que sea el
choque final?
Además, ¿qué mierda se requiere para que yo luche? ¿Qué tan cerca de la
muerte necesito estar antes de que literalmente me importe lo suficiente como
para contraatacar?
¿O simplemente aceptaré el fin, y recibiré con los brazos abiertos la dulce
paz?

50
8
Reflejo
Traducido por Pamela-Iride
Corregido por Luna PR

Jane
Despierto al día siguiente, abriendo mis ojos con cautela para encontrar
51 que Dylan ya salió a trabajar. Los pequeños milagros siguen sucediendo. La
casa está en silencio y mi espíritu se marchita. ¿Qué queda para mí? ¿Cuál es
la razón para levantarme? Nadie da una mierda por si vivo o muero, entonces,
¿por qué hacer el esfuerzo?
Intento sentarme, sin embargo, el ardor en mi abdomen me deja como un
lastimoso desastre en la cama mientras pienso en lo mal que las cosas deben
estar para que no pueda moverme ni un poco. Trato de nuevo, pero el dolor se
expande a través de mi tórax.
Esta vez tengo que ver a un doctor.
No hay manera de evitarlo.
Aunque necesito levantarme de la cama primero.
De alguna manera me las arreglo para hacer una complicada
demostración de movimientos, y ruedo para salir de la cama de costado.
Empujarme con las manos y rodillas para ponerme de pie es considerablemente
menos doloroso, pero no menos agonizante.
Mis dedos halan suavemente el dobladillo de mi camisón cuando me paro
frente al espejo. Hay moretones alrededor de mi torso. Esto no puede ser bueno.
Delicadamente toco la piel marcada con mi mano libre mientras escucho mi
irregular respiración. Las lágrimas caen silenciosamente desde mi mandíbula,
golpeando la alfombra sin hacer ruido.
Tan silencioso.
A pesar del dolor, llego hasta mi despertador, deslizo la barra a la función
de “radio”. La música llena la habitación, y de inmediato alivia mi ansiedad. No
puedo seguir con esto. ¿Qué voy a decirle al médico? ¿Qué clase de accidente de
mierda tiene la gente que cause tanto daño? Verán a través de esto, y entonces
harán un informe. Dylan tendrá que hablar. ¿Y luego qué? ¿Finalmente moriré?
Hoy no.
Puede que me sienta derrotada, pero estoy lejos de terminar. Todavía
quiero lo que es mío. Quiero mi libertad antes de irme.
La búsqueda que hago en Google hace poco para alejar mis
preocupaciones de que tengo la mayoría de mis huesos rotos. Todo lo que
puedo encontrar que coincide con mis síntomas, apunta hacia una lesión que
no puedo solucionar con un botiquín de primeros auxilios. Probablemente
perforó un pulmón, o peor.
Mierda.
Media hora más tarde, me las arreglo para vestirme, y con cuidado
camino hacia los escalones de la entrada. El aire es sofocante, y maldigo las
mangas largas que elegí para cubrir las marcas de dedos. Mis ojos se desplazan
al camino de entrada de mi vecino, y ver su camioneta estacionada trae 52
lágrimas a mis ojos.
Dios sí existe.
El trayecto desde nuestra entrada a su porche es terriblemente lento en
una mañana tan caliente. Podría correr una maldita maratón y sudar menos.
Mi imaginación enloquece elaborando imágenes del desastre que debo parecer:
jadeando, cojeando. Mi cabello se pega a un lado de mi cabeza, e intento en
vano quitarlo, solo para tener una maraña de cabello alrededor de mis manos
húmedas. Estoy tratando de liberarme, y parecer medio calmada como es de
esperar, él se halla parado en la puerta cuando me aproximo.
—¿Obtuviste un pase? —Su alegre sonrisa se desvanece tan pronto me ve
avanzar por sus escalones—. ¿Dónde te duele?
Gimo, y descanso en la barandilla.
—Mis costillas. Creo que puede ser grave.
—Entra —ordena, mirando alrededor de la calle.
Por el estado en que estoy me tambaleo por su pasillo, en casa debí
buscar si tenía un bastón a la mano. Estoy encorvada para aliviar el dolor de
mi abdomen, pero con cada paso se siente como si me retiraran un fragmento
de vidrio.
Apenas llego a la silla antes de que sus manos estén bajo mis brazos,
tomando mi peso.
—Siéntate, y déjame ver.
Mierda. No quiero mostrarle mi cuerpo. ¿Está loco?
»Te doblas de dolor, y ¿te vas a poner tímida conmigo? —Frunce el ceño
ante mis patéticos intentos para impedir que llegue a mi camisa.
Un pequeño forcejeo se da entre los dos, yo halando para cubrirme, y él
levantando la tela. Cedo, lista para romper en llanto si tengo que usar los
músculos de mi vientre un segundo más.
Suavemente mete la camiseta de algodón bajo mi sujetador, con cuidado
de no tocarme de manera irrespetuosa.
»Es muy grave, Jane.
Miro, y respiro profundamente. El grado de las contusiones todavía me
sorprende.
Me hace avanzar en el asiento, y suavemente me gira para que mi
costado quede frente a él.
»Está por todas partes alrededor de tu espalda. ¿Sabías eso?
53 Niego, luchando contra el impulso de llorar de resignación. ¿Por qué
diablos regresé?
—¿Puedes llevarme al médico? No sé qué decirles. Tengo miedo de ir sola,
—Sollozo.
—A la mierda el médico, te voy a llevar a la sala de urgencias. Yo diría
que tienes las costillas fracturadas, Jane. El médico general probablemente te
mandará ahí por radiografías de todos modos.
Asiento. Ya no me importa. Iré a cualquier lugar, veré a cualquier
persona que me quite el dolor que amenaza con derribarme.
Su mano se desliza a lo largo de mi mandíbula, antes de que la yema de
su pulgar toque mi labio inferior en un gesto de adoración.
—Vamos, entonces. Iré por las llaves.

***

Miro a la enfermera mientras marca algunos recuadros en la hoja sujeta


al portapapeles. Su uniforme de color menta combina con las paredes estériles
del cubículo en el que estamos. Me pregunto si los hospitales obtienen un tipo
de descuento por el color, considerando que todos ellos parecen tener el mismo.
—De nuevo, ¿cómo sufriste la lesión?
Echo un vistazo a mi vecino, sentando a mi lado, y niega con la cabeza
hacia mí, instándome a decir la verdad esta vez. Podría decirme que salte de un
precipicio y me sentiría menos asustada de lo que me siento ahora.
—Mi esposo.
—Está bien, entonces. ¿Te sientes preparada para hacer una denuncia
formal?
Dudo, y la enfermera de urgencias suspira mientras me mira con lástima.
»¿Te das cuenta, cariño, que de cualquier manera debo informar? Las
cosas serán mucho más fáciles si cooperas con nosotros.
Asiento, y miro al suelo cuando me siento en el borde la cama de
hospital.
—Entiendo.
—Bien. Llamaré a las autoridades, y conseguiremos que el procedimiento
empiece. ¿Sabes dónde se encuentra tu marido ahora?
Niego.
—En el trabajo, supongo. 54
—De acuerdo. —Coloca su mano en mi rodilla de manera maternal—. Ya
vuelvo.
La cortina se sacude detrás de ella, y el vecino deja escapar el aire que
estuvo conteniendo.
—Haces lo correcto.
Muevo mi mirada a sus ojos, y la dejo caer al suelo con la misma rapidez.
—Entonces, ¿por qué se siente como si cometiera el mayor error de mi
vida?
—¿Qué elección tenías? —pregunta, señalando mis costillas—. No te dejó
muchas opciones.
—Estoy aterrada. —Mis manos tiemblan.
El sonido del cuero acompaña su movimiento. Toma un lugar junto a mí,
imitando mi postura, y mira al piso también.
—No lo harás sola.
—No sabes cómo puede ser él.
—Puedo imaginarlo.
—No es tu pelea. —Lo observo mientras se halla sentado, tiene la mirada
cerrada, su atención en cualquier lugar excepto aquí.
Alza sus oscuros ojos para encontrar los míos, y frunce el ceño.
—Nunca debió ser tuya, tampoco.
—Te estoy dando la oportunidad de alejarte. —La humedad nubla mis
ojos—. Tómala.
Simplemente niega, y toca mi cara. Me apoyo en el roce tan ligero como
una pluma, y cierro los ojos. La electricidad nos rodea, pero antes de que tenga
tiempo de analizarlo el sonido de las argollas de la cortina dirige nuestra
atención a la enfermera.
—La policía enviará a alguien para tomar tu declaración. Ahora, entiende
que, tan aterrador como parece en este momento, haces lo correcto. —Dios,
¿esa va a ser la respuesta de todos?—. Se te proporcionará toda la ayuda, y
seguridad.
Acepto sus palabras de consuelo. ¿Cuántas veces tuvo que ver a mujeres
como yo atravesar estos pasillos? ¿Cuántas volvieron en peores condiciones
después de hacer “lo correcto”? ¿Cuántas nunca regresaron a esta planta, pero
en su lugar lo hicieron a los fríos confines de la morgue?
55 Le da al vecino una rápida inclinación de cabeza, y desaparece con el
singular movimiento de cortina. Una vez más, perdidos en nuestro propio
mundo, descanso mi cabeza en su hombro.
Su presencia alivia el vacío que duele cada vez que pienso en lo que
traerá el futuro.
—No sé tu nombre —pienso en voz alta.
—Malice —susurra, y presiona un suave beso en mi cabeza.
—Malice —repito. Qué contradictorio, considerando que vi poca evidencia
para que se ganara ese título.1
—No estarás sola nunca más. —Pone un brazo ligeramente a mí
alrededor, y suspira.
La promesa suena tan dulce, pero por más que se encuentre aquí
conmigo, me recuerdo firmemente no aferrarme a él. Llegará el día en el cual
volverá a su vida, y me dejará por mi cuenta, lo que sea que pase. Nadie se
queda a tu alrededor para siempre; definitivamente nadie quien no tenga la
obligación de quedarse.
Su cabeza descansa sobre la mía, y una vez más cierro mis ojos y sonrió.

1 Se refiere a que “Malice” en español puede significar “malicia” o “malevolencia”.


Tal vez él me dejará un día, pero por ahora, viviré la mentira.
Por ahora, fingiré que es mío para siempre.
Lo que sea que necesite para salir adelante.

56
9
El profundo final
Traducido por Black Rose
Corregido por Vickyra

Malice
Esto va a empeorar mucho antes de que termine. Mucho.
57 Debí haberme preocupado por mis asuntos, mantenerme lejos como lo
hice por un sinnúmero de semanas, meses, antes de esa noche. Pero, ¿cuántas
veces más podría esperar escuchar a ese maldito cobarde golpear la mierda
fuera de ella, y estar bien conmigo mismo?
Tenía que hacer algo.
Y al mirarla sentada aquí en este momento, tratando de ser fuerte,
mientras que su cara es un lío por las viejas heridas, y dos de sus costillas
están en pedazos, sé que intervine en el momento adecuado.
Otra semana más y la habría matado.
Intencionalmente o no.
Y eso habría significado que yo habría tenido que matarlo.
Intencionalmente o no.
—Alquilé la casa que te dije. Te llevaré allí y a Rocco.
Levanta la cabeza de mi hombro y me mira. La hinchazón alrededor de su
mandíbula le impide sonreír correctamente, y sale como una mueca
desequilibrada.
—No tenías que hacer eso.
—Lo hice, Jane.
—¿Por qué?
Mi resolución empieza a disolverse. Quiero estar relajado, tranquilo y
seguro a su alrededor. Estuvo suficientemente asustada para toda una vida.
Pero cada vez que dice algo tan increíblemente estúpido como eso, quiero
voltear la tapa, decirle que salga de su puta cabeza, despierte y huela las rosas.
—¿Qué crees que pasará si vuelves a tu casa? Ahí es donde piensas
volver, ¿verdad? —fustigo.
Se mueve minuciosamente, pero su lenguaje corporal es muy claro.
»Mierda, lo siento. —Agacho la cabeza, y tomo algunas respiraciones
profundas. El oxígeno me aclara. Necesito respirar un poco.
—No lo sientas —murmura—. Tienes razón.
La miro en el otro extremo, sentada de la misma manera en que yo lo
estaba: su cabeza colgando, y derrotada.
—Igual no debí haberlo dicho así. —Mi mano encuentra su camino a su
mejilla, cepillando sus cabellos perdidos detrás de su oreja. Tan jodidamente
sedoso.
—Supongo —comienza, luego toma una respiración profunda—. Creo que
no entiendo por qué te importaría. 58
Las palabras salen de su boca, y se queda mirando el techo, conteniendo
las lágrimas.
—Sería inhumano no hacerlo.
Asiente con la cabeza a mi respuesta, a la vez, me pregunto de dónde
coño vino esa línea. Soy todo menos humano. Animal, monstruo, tirano, matón;
podría seguir por días.
Ciertamente no soy un tipo amigable.
Hasta ella.
—La policía te puede acompañar a tu casa a buscar algunas cosas si te
hace sentir más segura. —Dios sabe que me sentiría mejor al respecto.
—No. —Su cabeza se sacude con violencia, de lado a lado—. No quiero
nada de ahí.
—Necesitarás tu ropa, Jane.
—Tengo algunos ahorros. Puedo ir al banco, y pedirles que me den un
retiro. No tengo el número de cuenta, o alguna identificación, pero estoy segura
de que pueden hacer algo por mí. Si no, entonces…
—Shh. —Pongo un dedo sobre sus labios para detener su palabrería
incesante—. Preocúpate por eso más tarde.
La verdad es que me gustaría comprarle a esta mujer toda una puta
tienda de ropa si eso hace que se relaje. Pero pienso que ahora no es el
momento de compartir eso.
—Gracias. Por todo.
Su cabeza encuentra el punto perfecto en mi hombro de nuevo, y dejo
caer mi nariz en su cabello. —No te preocupes.
No se inmuta cuando envuelvo mi mano alrededor de la parte más
alejada de ella, y la deslizo hacia mí de manera que estamos sentados el uno
contra el otro. En cambio, suspira. Putamente suspira.
Esta mujer va a ser el final de todo lo que conozco.
De todo lo que soy.
Pero maldito infierno, estoy listo para saltar en este viaje.

59
10
Brillantina y coronas rotas
Traducido por Ivy
Corregido por Vickyra

Jane
—Aquí.
Malice me ayuda a subir los escalones de la entrada principal, incluso 60
cuando podía hacerlo por mi cuenta, aunque más lento. Balancea la puerta
para abrirla, y un sobreexcitado Rocco se mueve a un costado.
»Cuidado, amigo. Mamá necesita ser atendida.
Sonrío mientras lo observo rascar a Rocco detrás de las orejas, y lo lleva
de nuevo a la sala de estar. »A tu cama, amigo.
Mi perro obedece, claramente encandilado por su nuevo amo. Traidor.
»Toma asiento. ¿Tienes sed?
—Muero por tomar un café. —Me deslizo con las piernas temblorosas
hacia abajo en el asiento del sillón, moviéndome hacia atrás, y apoyando la
cabeza en el respaldo.
Estuvimos en la sala de emergencias por lo que parecieron días, incluso
semanas. Estoy tan cansada, a tal punto que juro que podría dormir por
muchos días.
—Tienes que tomar tus medicamentos con comida —dice Malice desde la
cocina—. Te llevaré un bocadillo.
No hay discusión con él, ya lo he aprendido. Cierro los ojos y dejo caer mi
cabeza hacia atrás. La tensión que albergué las últimas horas se libera de mis
pulmones. Le sonrío a la estupidez de todo aquello, de que su casa ya se siente
más como un hogar que la casa por la que pagué una hipoteca durante años.
»Los policías dijeron que tardarían una hora. Nos iremos antes de eso,
solo en caso de que él aparezca, y suceda algo. ¿Sabes?
Asiento, sin saber si me puede ver, pero hablar justo ahora pondría fin a
mi trance. En este momento estoy viviendo la mentira, fingiendo que su casa es
mi casa, que esto es lo normal para mí. Por alguna razón parece como si hablar
fuera a romper mi sueño más rápido que el vidrio en el concreto.
Un empujón en el hombro me sacude de mi ilusión, y abro los ojos para
encontrarlo de pie junto a mí, sosteniendo un plato con un emparedado y un
vaso con agua.
»Aquí.
Ajusto mi asiento, y tomo los artículos de él. Los primeros bocados del
emparedado son el cielo en mis papilas, incluso si es simplemente tomate y
queso.
Arrastra una pequeña mesa de al lado del sofá, y la posiciona junto a mi
sillón. Con manos suaves me quita el vaso de nuevo, y lo deja en la mesa,
colocando los analgésicos junto a él.
61 »¿Algo más?
Niego con la cabeza, mi boca demasiado llena para hablar.
»Bien.
Desaparece de regreso a la cocina, y Rocco en plan comando se arrastra
fuera de la cama para tumbarse a mis pies, esperando sobras. Algunos hábitos
persisten. Le doy una corteza, y me pregunto, ¿cómo el tomate nunca se sintió
tan bueno anteriormente? Tal vez sea cierto lo que dicen de poner amor en la
comida que haces. En ese caso, Dylan estuvo comiendo mierda todos estos
años.
Resoplo por el pensamiento, y casi evito rociar pan masticado sobre
Rocco. No es que crea que le importe, pero no planeo ser un desastre alrededor
de Malice. Igual de ridículo como es, aún quiero tratar de impresionarlo, ser
como una dama y femenina, a pesar de que me vio en mi peor momento.
La tensión en la habitación crece notablemente cuando toma asiento
frente a mí en el sofá. Su plato es algo totalmente diferente. Alineado al lado de
dos huevos duros se encuentra una enorme lata de atún. Saca la tapa, y
sumerge un tenedor.
—¿Siempre comes así?
—¿Como qué?
—¿Crudo?
—No está crudo. —Sonríe.
Trago saliva otra vez por mi repentino caso de nervios de colegiala. —
Quiero decir, sin preparar.
Sonríe. —Todo sale por el otro lado igual, no importa cómo entra a tu
boca.
Hago una mueca, y para él es extremadamente divertido. Una profunda
risa estalla mientras se cubre la boca con el dorso de la mano.
»Comensal quisquillosa, recordaré eso.
Poniendo los ojos en blanco, vuelvo a comer lo que queda de mi
emparedado. Cualquiera que sea la situación en la que estamos, siempre se las
arregla para que me sienta cómoda con él.
Me gusta eso.
Terminando mi último bocado, tomo las píldoras y el vaso con agua. —
¿Cuánto tiempo has vivido aquí?
La pregunta lo sorprende, pero es una que estuvo ardiendo en lo
profundo de mi mente. Quiero saber cuánto tiempo ha estado aquí,
escuchándonos discutir al lado, y por qué decidió intervenir ahora. Un paso a la 62
vez, Jane.
Deja de comer, y golpea la lata con el tenedor. —Hace un año.
—Oh. Tenía curiosidad, dado que nunca te vi. No veo a nadie por aquí
precisamente, a decir verdad.
—Funciona en los dos sentidos —dice, y se mete otro bocado. Empuja la
tapa en la lata vacía—. Nunca te vi hasta ahora, tampoco.
—Puedo ser un poco hogareña.
Mi broma cae más plana que un panqueque. Rocco detecta la
incomodidad, y se mueve de nuevo a su cama.
—Quería ayudar antes de esa noche, sabes. —Me mira, y el dolor en su
mirada me hace apartar la vista—. Sin embargo, no sabía lo que iba a hacer. O
si me dejarías ayudarte.
—No lo sabía tampoco.
Lanzo las pastillas de nuevo mientras lo pienso. ¿Qué habría ocurrido si
hubiera venido la otra noche, y me hubiera pedido que fuera con él? ¿Si
atacaba a Dylan cualquier otro día? ¿Fue el hecho de que me sentía tan
emocionalmente desesperada lo que me hizo recibir su intervención, tan brutal
como lo fue?
»¿Dónde aprendiste a pelear? —pregunto.
—¿No todos los chicos saben cómo pelear?
—No lo creo. —Sonrío.
Se encoge de hombros. —No importa. Estoy feliz de haber podido ayudar
al pobre Rocco aquí.
A pesar de que me dijo que no era el caso, al instante siento como si
todas sus acciones fueron simplemente para garantizar la seguridad de mi
perro una y otra vez.
—Sí. Gracias de nuevo.
Un breve momento pasa con nosotros perdidos, mirando en el olvido
antes que él se libere primero. —¿Estás lista para ir?
Asiento.
»Iré a tomar un par de cosas.
—¿Tienes un teléfono que pueda usar?
Se detiene a mitad de camino a la habitación, y me examina, como si
fuera una extraña petición.
63 »Quiero verificar cuánto queda en mis ahorros —explico.
—No tienes que preocuparte por eso, Jane.
—Una cosa a la vez, ¿eh?
11
Todos los tonos del otoño
Traducido por Maeh
Corregido por Luna PR

Jane
Despierto con un sobresalto, mi cabeza golpea contra el soporte de la
puerta mientras nos precipitamos por un camino rural. El paisaje luce igual; 64
interminables campos verdes separados por un extraño color marrón, recién
establecido tras la cosecha.
—Buenos días, solecito.
Observo su perfil mientras conduce, mira fijamente la carretera. Cómo sé
que es lo que ve no tengo idea, dado que lleva gafas de sol negras, pero lo hago.
—¿Es de mañana?
—No. —Sonríe—. Es casi la cena.
Me pierdo en esos pequeños hoyuelos, en el movimiento de los músculos
de su mandíbula cuando sonríe, en la leve arruga de sus ojos que puedo ver
más allá del oscuro plástico de sus lentes.
—¿Qué tan lejos debemos ir? —pregunto.
—Cerca de quince minutos.
—No bromeabas cuando dijiste que atravesaríamos el país, ¿cierto? —Veo
los campos, y me concentro en las hermosas hojas naranjas y amarillas de los
árboles transformadas por el otoño.
—En lo más mínimo. Rocco amará el espacio para correr.
—Lo apuesto. —Volteo y miro por la pequeña ventana trasera a mi perro,
sentado con una tonta sonrisa, las orejas volando por el viento—. ¿Cómo
encontraste la casa?
—Tengo un amigo que sabía de ella.
—Ah. —¿Cómo son sus amigos? Nunca vi a alguien visitar su casa, no es
que vigilara el lugar religiosamente antes de esto, o algo por el estilo.
Su mano cruza el espacio entre nosotros, y descansa sobre mi muslo. Me
tenso sin pensarlo un segundo, presiona más fuerte, pero con gentileza.
—No necesitas tenerme miedo, Jane.
—Viejos hábitos —murmuro.
—Bueno, toma el tiempo que estemos aquí para tratar de alejarlos, ¿de
acuerdo?
—¿Te quedarás, también?
Sonríe.
—¿Para qué creías que era la bolsa?
Echo un vistazo a la lona a mis pies.
65 —Pensé que pasarías la noche, ¿sabes? No espero que tomes tiempo del
trabajo por mí. Ya hiciste suficiente.
—Mi trabajo es, cómo dirías… —Inclina la cabeza—, flexible.
—Qué afortunado.
—No diría eso.
El humor cambia, y retira su mano. Me siento triste, como si hubiera
cruzado la línea que debí saber que se hallaba allí.
—Lo siento. Me ocuparé de mis asuntos —le ofrezco amablemente.
Simplemente voltea. A pesar de las gafas oscuras, me encojo sabiendo la
clase de mirada que hay bajo ellas.
Punto hecho.
—¿Qué hacías antes de conocer a Dylan? —pregunta de repente.
—Era una típica universitaria. Aunque mi especialidad no era gran cosa.
Nos juntamos poco antes de que me graduara, así que nunca tuve una razón
para seguir mi propia carrera. Siempre lo apoyé, ¿sabes? Sin embargo, tenía un
empleo hasta hace unas semanas. Nada especial, pero un trabajo después de
todo.
Asiente lentamente.
—Nunca pensé en ese idiota como la clase que te dejaría trabajar.
Ante la simple mención de Dylan, compruebo el retrovisor.
—No pudo soportar “cuidarme” —explico.
—¿Es así como lo llamaba él?
—Sí.
Malice niega, y flexiona los hombros mientras agarra el volante con más
fuerza.
—Eres su esposa.
—¿Y?
—Así que, es su responsabilidad “cuidarte”. Él firmó un contrato para
protegerte, amarte, no hacerte esto. —Su mano señala mi cuerpo.
Cruzo los brazos sobre mi pecho cuidadosamente y frunzo el ceño.
—¿Y qué soy, exactamente? —El pensamiento de que me encuentre
repulsiva revuelve mi estómago con una mezcla de ácido y miedo.
—Incrédula de tu propia valía. Lista para proteger a tu perro a pesar de
estar arriesgando la vida. Arrepentida de todo el puto asunto.
Me tenía con eso. Etiquetándolo así, podía entender qué tan patética debo
66
parecerle.
—Supongo que no vi lo que él hacía, puesto que sucedió paulatinamente
a lo largo de los años.
Cambia la marcha, y gira a la izquierda. Regresa a la velocidad anterior,
se acerca y de nuevo toma mi mano.
—Dime cómo eras antes.
Ahogo mis lágrimas. El gesto de sostener mi mano me supera. No puedo
pensar claramente, y mucho menos recordar algo que intenté olvidar mientras
ocurría.
—No estoy segura.
—¿Eras extrovertida? ¿Enérgica? ¿El alma de la fiesta, o un patito feo? —
incita.
Miro por la ventana, tratando de recordar. Quiero decir que era
extrovertida, pero no puedo tener la certeza. Segura como el infierno que no
pude ser enérgica si dejé que una porquería como Dylan me conquistara.
—Creo que era ingenua.
—Apuesto a que eras inteligente. Leal a tus amigos. Pero supongo que
también fuiste compasiva, y se aprovechó de eso.
Mi mente vuelve a cuando Dylan y yo nos conocimos. Era joven, y un fin
de semana salí a acampar con amigos. Algunas bandas tocaban en un festival a
varias horas de nuestra ciudad natal, y decidimos por impulso hacer una
escapada hacia allí.
Era una noche oscura, sin luna, y caía una ligera lluvia. Dos de mis
amigos volvieron a nuestras tiendas, y me quedé con Amy, una chica que
conocía desde primaria. Se encontró con un chico y desapareció, dejándome
caminando de regreso hacia nuestro campamento bajo la lluvia, sola.
No me molestó en lo más mínimo, pero tenía a un chico siguiéndome
desde una calle atrás. Me volví y lo enfrenté, me robó el aliento; era alto,
musculoso y dominante. Me dijo lo mucho que quería besarme, y que nunca
tuvo suerte con las chicas, razón por la cual no se atrevió a hablarme antes.
Parecía tan seguro de sí mismo, tan aterrador, y a la vez tan vulnerable.
Caí ante su triste historia y le dejé tomar mi cabeza en sus manos, me
besó sin sentido hasta que le pregunté dónde vivía.
Esa fue la primera noche que pasé con Dylan.
—Lo resumiste perfectamente —respondo.
—Llegamos. —Suelta mi mano, y dirige el auto por un largo y sucio
67 camino.
Observo por el parabrisas la granja que emerge lentamente entre los
densos árboles. Clásica, pero bien cuidada. Es de madera blanca y las ventanas
tienen marcos azules. Bonita.
»Está amueblada y todo, así que no tendrás que preocuparte mucho.
Lo miro.
—Gracias.
Abre su puerta, y rodea el auto para ayudarme a salir. Tomo su mano, y
veo la casa mientras le quita la cadena a Rocco. Su peludo y negro culo
desaparece en la parte trasera de la propiedad.
»¿Estará bien por ahí?
Asiente.
—La propiedad se encuentra cercada. No se saldrá. —Camina por el lado
derecho de la casa, y cierra la estrecha puerta que Rocco pasó—. Vamos a
instalarte.

***
—Maravilloso. —Tomo la taza de café humeante de Malice, colocándola
sobre la mesa al aire libre—. Gracias.
Hemos estado afuera un tiempo viendo correr a Rocco, y el sol comienza a
descender. Es tranquilo aquí, y los cálidos tonos de los árboles le dan un giro
acogedor. Podría sentarme en este lugar durante días. Puedo sentarme en este
lugar por días si quiero. La libertad de decidir mi propio horario es extraña, y
ansío que Malice me dé algo en qué ocuparme. Lo que sea.
—Le dije a los oficiales que nos reuniríamos en la estación mañana para
revisar los detalles. Estuvieron de acuerdo en darte espacio por esta noche,
pero pidieron que anotaras cualquier cosa que hayas olvidado. —Se sienta
frente a mí, y pone su cerveza en la mesa.
—No creo que me olvide de algo.
—Solo transmito lo que me dijeron.
—Lo sé. Lo siento.
Se inclina, y toma los brazos de mi silla en sus fuertes manos, girándome
para enfrentarlo.
—Dejemos algo en claro: no quiero escuchar esa palabra de nuevo esta
semana, ¿de acuerdo?
—Suficientemente justo. Lo siento. —Me tapo la boca. Salió tan
68
fácilmente. No tengo idea de cómo lo voy hacer una semana, por no decir un
día.
Sonríe, y acuna mi barbilla.
—Dejaré pasar esa. ¿Cómo siguen las costillas?
—Comenzando a doler.
—Quédate aquí. Traeré tus medicinas.
Regresa al poco tiempo, me da las píldoras antes de entregarme un
pastelillo.
»Sé que dije que me quedaría, y que tomé un tiempo libre del trabajo,
pero necesito salir esta noche para ordenar algunas cosas antes de que
comience la semana.
—De acuerdo —Miro las tabletas blancas en mi mano. Sé que no puedo
esperar que se quede conmigo todo el tiempo, pero una parte de mí se rompe
por el hecho de que me deje sola.
—No te pasará nada. —Toca mi brazo, tranquilizándome—. Cerraré la
puerta del camino y te dejaré mi número para que puedas contactarme si algo
te preocupa.
—Estaré bien. No te estreses demasiado.
—No puedo evitar preocuparme. —Se aleja y coloca un tobillo sobre la
rodilla, viendo la tenue luz—. Hay comida en la cocina, así que haz lo que
quieras. Podemos realizar las compras en la semana.
—¿No te quedas a comer?
Niega, y pellizca el puente de su nariz.
—No. Yo solo… no puedo. —Se levanta, y besa mi frente—. Volveré esta
noche.
Lo veo entrar a la casa, tomar sus llaves e irse. Mi cuerpo vibra, envuelto
en un cálido y reconfortante resplandor. La sensación es diferente a cualquier
cosa que sentí con Dylan, y no puedo decir si lo experimenté con alguno de los
dos novios de mi adolescencia. Esas relaciones fueron hace tanto, que las
emociones albergadas de ese tiempo se nublaron, envenenadas por las malas
experiencias que tuve desde entonces.
No sé qué es lo que hay entre Malice y yo. La intimidad que muestra me
deja desconcertada, pero al mismo tiempo sé en lo más profundo que lo
disfruto. Lo anhelo. En esos breves momentos puedo volver a la fantasía de que
yo, Jane, tengo un hombre que me ama, y se preocupa por mí.
69 Ridículo, lo sé. Pero por el momento es agradable.
Además, ¿a qué chica no le gusta imaginar?
12
Escape
Traducido por Black Rose
Corregido por Vickyra

Malice
Le mentí, y me siento mal al respecto, no estoy acostumbrado. No me
importa esta mierda así. Normalmente no. 70
Los reflectores se encienden mientras me acerco a la casa. Claro, le dije a
Jane que necesitaba ordenar algunas cosas, y al menos en parte fue un poco
cierto. Sí necesitaba ordenar algunas cosas… cosas en mi cabeza.
Apago el motor, y salgo de la camioneta para ir hacia la puerta. Dos
perros despiertan a la vida en la parte trasera, advirtiéndome que me aleje; no
importa el hecho de que los conozco desde que eran cachorros. Ellos tienen un
trabajo que hacer. No puedo culparlos por eso.
Los escalones de madera crujen bajo mi peso, y aunque Bronx sabrá que
estoy aquí, toco de todos modos. Me criaron mejor que entrar en la casa de
alguien sin previo aviso, no importa cuántas veces haya estado aquí.
La música resuena desde el interior de la residencia, y el sonido de la risa
acentúa el pesado ritmo bajo. Parece que la fiesta ya comenzó. La puerta se
balancea ancha, y Bronx me recibe con los brazos abiertos de par en par
—¡Hermano!
Una sonrisa rasga a través de mi cara, y golpeo su puño extendido en un
cuerpo a cuerpo, y me estrello contra su hombro cuando lo paso. —¿Cómo van
las cosas?
—Pensé que no ibas a aparecer. —Inclina su barbilla a uno de los
muchachos que se sientan en la sala mientras nos abrimos camino a través de
la cocina—. ¡Me debes cincuenta, Ty!
—Tenía algo que cuadrar primero —explico.
—¿Sí? Bueno, no te voy a presionar. Son tus asuntos, y todo eso.
Una sonrisa se clava en mis labios. Se muere por saber. Se nota por la
forma en que permanece a mi lado como una maldita chaperona.
—No estoy diciendo nada, Bronx.
—Vaya, ¿qué? —ruge—. Somos compañeros.
Podría garantizar que la botella vacía de bourbon en el banco le
pertenece, también.
—Compañeros, sí. No el puto compañero sentimental del otro.
Me da una palmada en el hombro, y se aleja, moviendo la cabeza. —Un
día voy a conseguir sacarte todos tus sucios secretos.
Sonrío mientras corro mi ojo sobre la elección de licor que tenemos esta
noche. Las reglas han sido desde los primeros días, que el anfitrión suministra
las bebidas. Bronx y yo nos hemos reunido con los otros chicos durante ocho
71 años. No todos lo logramos todas las veces, pero nuestras noches quincenales
de reducción paulatina se han convertido en una tradición firme entre
nosotros.
¿De quién estoy hablando?
Los hermanos que son más cercanos a mí que cualquier persona
relacionada por sangre jamás lo serán. Los chicos que han tenido mi espalda
contra viento y marea. Estos son los hombres a los que les confiaría mi vida, y
estoy bastante seguro de que el sentimiento es mutuo con todos y cada uno de
ellos. Somos un grupo de niños que crecieron en la calle, lanzados juntos en
situaciones adversas, y se han mantenido juntos como un medio para
sobrevivir.
Los demonios paralizan a un hombre dejado para luchar solo, pero los
aliados pueden tomar el mundo.
Lo aprendí de la manera más difícil.
—¿Cuál es tu elección?
Me vuelvo y doy un guiño a Ty al entrar. Se apoya en el banco por
estabilidad mientras se vierte a sí mismo otro whisky.
—Estoy pensando que es una noche tipo vodka.
Sonríe con pereza, y arquea una ceja. —Un poco femenino, ¿no es así? —
Le golpeo en el brazo, lo que le hace derramar su bebida—. No es justo, idiota.
—No me digas femenino, entonces.
Normalmente bebo whisky, puro. Esta noche, sin embargo, no pienso en
quedarme mucho tiempo. Todo lo que necesito es un trago que me dé la
cantidad correcta de calor a la niebla que nubla mi capacidad para tomar una
decisión clara, y me iré.
Ty lanza de nuevo lo que queda de su bebida derramada, y sirve otra.
—Le estás dando con fuerza —comento, mientras alisto una copa de
trago para mí.
—Semana dura.
—¿Trabajo?
Él niega con la cabeza.
—¿Mujer?
Asiente lentamente. —¿No lo es siempre?
Sí, como que lo es. Mis pensamientos van a Jane, sola en esa casa. Debí
haberme quedado, incluso si es imposible pensar con claridad cuando la tengo
cerca. La mujer, probablemente, empieza a enloquecer.
72
Saco mi teléfono, y compruebo la pantalla. Nada.
»¿Esperando algo? —pregunta Ty.
Niego con la cabeza. —No. —No es mi mujer, así que, ¿por qué me
llamaría si se siente insegura, con miedo, o simplemente sola?
Porque te necesita.
Quiero creer que mi cabeza no hace una montaña de un grano de arena,
pero el zumbido estuvo allí. Lo sentí. Las veces que me ha mostrado confianza,
he sentido esa necesidad de protegerla, ayudarla, mostrarle que el mundo no es
tan malo.
Sólo, que soy el tipo equivocado para hacer eso.
Ty desaparece de nuevo a la sala de estar para unirse a los demás. Echo
hacia atrás el trago de vodka, y me quedo de pie durante un minuto para
conseguir mi mierda junta. Al sentir la necesidad de aire fresco, un espacio
para pensar claramente, me deslizo por la parte trasera. El cielo de la noche
luce en calma, y las estrellas parpadean alegremente hacia mí. En este
momento me siento cualquier cosa menos feliz. Putas estrellas.
Un movimiento a mi derecha llama mi atención periférica.
—Oye, Tigger.
El pelirrojo alegre sonríe hacia mí desde su asiento en la terraza, y me
ofrece una calada de la pipa que está fumando.
Agito mi mano, descartándolo. —No, gracias, amigo. Todavía tengo que
conducir un poco.
Asiente con la cabeza a sabiendas, y acaricia la cubierta junto a él,
mientras que libera el humo que escondía en sus pulmones. —Siéntate.
Doblo mis piernas debajo de mí mismo y me siento en cuclillas junto a él,
apoyado de espaldas contra la casa. Tan agradable como lo es el reunirse con
los chicos, hemos estado haciéndolo de la misma manera desde que comenzó la
tradición. Bronx bebe, Ty trata de mantener el ritmo, y Tigger fuma. La misma
mierda, diferente noche. Una parte de mí se pregunta si esto es todo; si en
cuarenta años seremos un grupo de ancianos malhumorados, haciendo
exactamente lo mismo.
Echo un vistazo a Tigger mientras libera otro alijo de sus pulmones. —
¿Alguna vez tienes la sensación de que sólo vas a la deriva?
Se queda mirando el patio trasero llano: césped, tras césped, tras césped.
—Siempre estamos a la deriva, hombre. La pregunta es, ¿vas a la deriva hacia
la orilla adecuada?
73 A veces olvido lo filosófico que Tigger es cuando está ido. Fumar
marihuana es la única cosa que puede reducir su velocidad. No consiguió su
apodo por saber cómo sentarse quieto.
—Esa es la parte que estoy teniendo problemas en entender.
Durante cinco años he tenido el mismo trabajo. Nueve he tenido la misma
ocupación. Y, ¿qué tan lejos estoy de dónde empecé? Vale, tengo mi propio
lugar, y no tengo que compartirlo con este desaseado grupo por más tiempo. Y
tengo mi propio auto. Pero, aparte de eso, ¿qué hay? ¿Qué va a hacerme feliz
cuando las posesiones ya no importen?
O, debería decir, ¿quién?
Las relaciones no son mi fuerte. Hay una razón por la que he estado solo
durante los últimos dos años, y no es por falta de interés femenino. Es por la
falta de necesidad por mi parte. Estoy en un punto en mi vida donde no puedo
ser molestado con el drama que viene con tratar de mantener algo más
significativo.
Hasta ella.
Hasta que Jane se estrelló en mi vida con un grito que hiela la sangre.
Miro para encontrar a Tigger con los ojos cerrados. Como era de esperar,
se durmió antes de que haya terminado la pipa. La tomo de su mano, y la
coloco suavemente en el cenicero a su derecha. Sus ronquidos inician mientras
me relajo más en mi posición contra la pared.
¿Qué puedo ofrecerle a Jane? Ella merece el mundo después de lo que la
hizo vivir ese hijo de puta, pero, ¿qué tengo? Un oscuro pasado, y un grupo de
chicos solitarios que se reúnen todos los meses, todo para no sentirse tan
aislados del mundo. Por no hablar de un “trabajo” que enviaría a la gente
corriendo kilómetros en la dirección opuesta una vez que sepa lo que soy capaz
de hacer.
¿Cómo diablos se supone que debo explicarle eso? ¿Qué carajos, una
mujer que ha sido golpeada y maltratada por su marido durante los últimos lo
que sea de años, va a pensar de un tipo que es tan violento como lo soy yo
cuando se le provoca?
Jane necesita más.
Ella necesita su príncipe azul.
Y ese es el final de cuento de hadas que no pued ofrecerle.

74
13
Tiempo para matar
Traducido por ∞Jul∞
Corregido por Vickyra

Jane
Los grillos cantan fuera de las grandes puertas francesas. Me siento en la
75 oscuridad, dentro de la casa, con las rodillas flexionadas hacia el pecho, y
observo a Rocco mientras persigue polillas alrededor del patio.
Le dije a Malice que estaría bien, pero mentí. No estoy nada bien. Mis
manos se sienten sudorosas, mi pulso ruge en mis oídos, y hay una sacudida
en mi pierna de la que no puedo deshacerme. Todos estos años con Dylan,
pensé que el estar sola era mi cordura, mí tiempo de espera. Sólo ahora que
estoy sola sin recompensa, sin el conocimiento de que volverá, por mucho que
odiase a Dylan, me estoy volviendo loca
Nadie va a volver por mí.
Malice, dijo que volvería esta noche, pero sé mejor. No tenía el corazón
para decepcionarme, es todo. Apenas diez minutos después de haberse ido,
paseé por el pasillo a la habitación en la que lanzó su bolsa, y comprobé que
seguía allí. Convencida de que tenía que estar llena de cosas inútiles que
pudiera dejar atrás como un señuelo, rebusqué en la cosa para confirmar mis
sospechas.
Todo lo que encontré fue ropa. Y un cepillo de dientes.
Sin reivindicación.
Así que, guardé las cosas en los cajones de su habitación en caso de que
me preguntara por qué estuve rebuscado en su bolsa. Al menos entonces puedo
apuntar a alguna necesidad psicótica de mantenerme ocupada haciendo algo.
Si sólo eso fuera una mentira.
Necesito mantenerme ocupada. Sentada sin hacer nada es lo que empieza
a impulsar mi cordura por el borde. La inactividad me da tiempo para pensar,
¿y la mierda allí? Bueno, no es saludable, eso es seguro.
Empecé a mirar a Rocco simplemente para empujar los pensamientos de
mañana de mi mente. Si Malice no vuelve, y tengo que ir a la estación de policía
por mi cuenta... bueno, incluso si tuviera una forma de llegar hasta allí, no voy
a ir. No puedo manejarlo: la presión, las preguntas y las mentiras. Ellos me
dicen que lo van a arrestar, pero puedo apostar al hecho de que no lo harán. Él
va a salir de ello, como siempre hace.
Rocco se encuentra en la puerta, y patea el marco. Despliego mis
dolorosas articulaciones, y me levanto con la cantidad esperada de dolor que
acompaña a las dos costillas rotas. Él desliza su peludo culo por el hueco de la
puerta, y la bloqueo rápidamente detrás de él, para mantener las polillas y los
cucos fuera. Cada sombra tiene una amenaza, y estoy de vuelta a una época en
que la oscuridad de la noche era sólo suavizada por el resplandor de la forma
de una estrella al lado de mi puerta.
Sabiendo lo que necesito, como los perros siempre lo hacen, Rocco
acaricia mis rodillas después que me desplomo en uno de los sillones de gran
tamaño. Gimo por el dolor en mi costado causado por mis movimientos 76
excesivamente casuales, y mentalmente me regaño por haber olvidado que
estoy lesionada tan fácilmente. Colocando mi lado roto contra el sillón, moldeo
el asiento de al lado. Rocco salta, y gira a mí alrededor, su aliento de perro
recubriendo mi cara en bocanadas cortas. Su pelaje me trae alivio, tan pequeño
como es, y entierro mi cabeza en su cuello.
El reloj de la cocina hace tic tac como un cañón estallando. Al principio,
el ruido incesante me irrita; cada golpe, un recordatorio de cuánto tiempo he
estado sola aquí. Pero después de un tiempo, la piel de Rocco se convierte en la
almohada perfecta, y cierro los ojos por un momento.
Miedo se propaga a través de mi piel en una ola de pequeña piel de
gallina, y abro los ojos para mantenerme alerta, y no vulnerable. Los grillos se
han detenido, y Rocco se encuentra ahora a mis pies. ¿Cuánto tiempo estuve
fuera? El silencio resuena con el agravante imperceptible de un ladrido de
perro. Teniendo cuidado de colocar mis pies alrededor de Rocco, me levanto, y
muevo hacia la cocina a buscar un vaso de agua. Mi garganta pica con cada
trago. Visiones de mí dormida, con la boca abierta como una anciana, curva
mis labios en una sonrisa.
Encuentro un vaso limpio y saco agua del grifo. El segundo que lo pongo
en mis labios, la luz se propaga a través de la sala de estar, y el crujido de la
grava perturba a Rocco de su sueño. Mi corazón se acelera, y por costumbre
corro por lo que he hecho ese día, para averiguar lo que puede meterme en
problemas. Todavía estoy contemplando si debería correr a la habitación o por
la puerta trasera cuando la delantera se abre.
Quiero ver, lo hago, pero la pequeña posibilidad de que no sea Malice, y
que de hecho sea Dylan que me ha encontrado, me arraiga al lugar como una
estatua. El rasguño de las botas sobre los suelos de madera raspa a través de
mi cerebro. Todo lo que necesito ahora es el “ka-ka-ka, cha-cha-cha” del tema de
Halloween y se establecería la escena.
Mis dedos se encuentran agarrados en el lado de la pileta, y estoy segura
de que voy a vomitar. Diez segundos parecen como diez minutos. ¿Cuándo
Rocco vendrá a mis pies?
—Oh, sigues despierta.
Me giro para enfrentar a Malice, en partes iguales asustada y aliviada. —
¿No debería estarlo?
—¿Todo bien? —Cierra el espacio entre nosotros, la preocupación
grabada en sus rasgos.
—Muy bien. —Le resto importancia—. Solo buscaba una bebida, en
realidad.
—¿Estuviste bien? —pregunta, frotando la parte posterior de su cuello—.
77 ¿Por tu cuenta?
Jodidamente excelente. —Sobreviví.
Va a la nevera, y agarra una cerveza de la puerta. —Si querías que me
quedara, podrías haberlo pedido.
—No me lo pongas así. Soy tu huésped, por lo que, si quieres salir, no te
voy a parar.
—¿Qué quiere decir con que eres mi “invitada”? —Toma un trago de la
botella, y me siento atraída por la sacudida de su garganta mientras traga.
—Este es tu lugar. Simplemente me ofreciste un sitio para quedarme.
Inclina su cabeza hacia un lado, y noto por primera vez una pequeña
cicatriz debajo de su mandíbula. —Es nuestro lugar, Jane.
—De quien sea que sea —espeto—. Me voy a la cama. —Nuestro lugar.
¿Qué cree que va a pasar? ¿Vamos a vivir aquí felices para siempre? Por favor.
Asiente con la cabeza, y se mueve a un lado para dejarme pasar con
Rocco. Caminamos sin prisa por el pasillo, mi peludo amigo y yo, a la última
puerta a la derecha. La habitación en la que estoy es la opuesta a la que él va a
dormir, y una parte de mi desea ignorar ese alivio por eso.
No hay ninguna razón lógica para creer que Dylan sería capaz de
encontrarme, incluso si quisiera. Sin embargo, el pánico todavía calienta mis
venas cuando pienso en lo que pasará si lo hace. No soy estúpida, pero debí
haber sido jodidamente delirante para pensar que podía simplemente irme
después de tantos años juntos. De acuerdo, así que el idiota odiaba tenerme
alrededor, pero si quería que me fuera, habría ordenado hace años ese
problema. La respuesta lógica es que aún me necesita, incluso si es sólo para
hacer su colada.
Dylan no es el perro mestizo que deja caer el hueso para el perro más
grande. No, me va a cazar, y llevar de nuevo, no importa si me arruina en el
proceso. El jodido enfermo prefiere tener una cáscara rota de mujer
desviviéndose por él, que ser conocido como el tipo que “deja que su esposa se
vaya”. Me destruirá antes de que le traiga una pizca de vergüenza.
Espero que nunca me encuentre.
Quiero que sufra tratando.

78
14
Hola, Sr. Coco
Traducido por Valentina D.
Corregido por Vickyra

Malice
Mis pies golpetean mientras estoy sentado a los pies de la cama que
79 usaré mientras esté aquí. Fui a la cama poco después que Jane, pero el sueño
nunca llegó. Durante la última hora me he paseado por la casa, dejando que mi
mente trabaje a través del enredo de preguntas y posibilidades que Jane creó
por el simple hecho de estar bajo el mismo techo. El viaje para ver a los chicos
esta noche se suponía despejaría mi mente, que me dejaría ver que esto, lo que
sea que jodidamente estoy haciendo aquí, no es sano. Pero el maldito viaje hizo
lo contrario. Pasé la mayor parte de la noche cuidando mi corazón como un
colegial con un flechazo por una estrella de cine que nunca conoció; la
situación es igualmente imposible.
Quiero ayudarla, pero no estoy seguro de si lo que tengo para ofrecer
podría hacerlo.
¿Qué pasa si lo que soy sólo lo empeora?
Nunca va a funcionar. Nosotros nunca funcionaríamos.
Debería conseguir dormir, pero el hecho de que no puedo verla, o saber
que está bien, me molesta. Mi puerta se encuentra abierta, y desde donde
estoy, puedo ver su habitación. Sólo que, su puerta está cerrada. Me siento
mirando su puerta como un cachorro perdido, deseando que yo fuera el perro
que sé que está allí. El golpeteo con el pie aumenta, y decido que si quiero ser
de alguna utilidad para ella necesito dormir, también. He cerrado la puerta en
el camino, y me cercioré dos veces de cada puerta y ventana en el lugar. No hay
manera de que ese capullo pueda encontrarnos, pero no estoy dejando
posibilidades.
Alcanzo por encima de mi hombro y tiro de mi camisa, tirándola al suelo.
Mientras me levanto para quitar mis vaqueros, el más lamentoso jodido grito
hace eco hasta mí, desde mi cabeza hasta mis dedos. Antes de registrar mi
acción, estoy en la entrada de su habitación, empujando la puerta abierta.
Ella se sienta en la cama, sosteniendo a Rocco, quien luce tan
sorprendido como yo. —¿Qué pasó?
—Dios mío, estoy tan avergonzada. No fue mi intención despertarte. —
Trata de esconderse detrás del perro, que se sale de sus manos y se acuesta a
sus pies—. Maldito seas, Rocco —maldice.
No puedo evitar la risa ante la situación. —Parece que él cree que no
deberías esconderte, tampoco.
—Fue un sueño, sólo un mal sueño. —Jane se desliza en la cama, y se
voltea dándome la espalda—. Puedes volver a la cama, gracias.
—Sonaba como una muy mala pesadilla —comento, moviéndome
alrededor de su cama para mirar su cara.
—Estoy bien, de verdad —dice, y arrastra la sábana por encima de su
cabeza—. Por favor —viene su petición amortiguada—, vuelve a la cama. 80
No estoy creyendo el hecho de que su sueño, si eso fue todo, no la ha
dejado afectada. Pero, ¿qué puedo hacer? Si no quiere hablar de eso, no voy a
obligarla.
—Si necesitas cualquier cosa… —Estaré esperando por ti.
Con el picor de malestar debajo de mi piel dejo su habitación, y vuelvo a
la mía.
Solo que, no cierro la puerta.
Ni la suya ni la mía.
Jane
Me despierto con el sol, increíblemente avergonzada con el hecho de que
me escuchó teniendo un mal sueño. ¿Cuántos años tengo? ¿Dos?
Rocco me sonríe, jadeando con su lengua rosada fuera de su boca.
—Supongo que te gustaría salir y hacer tus necesidades mañaneras, ¿eh?
Salta de la cama, y trota a través de la puerta abierta. La puerta abierta.
Mátenme ahora, ¿qué otras cosas embarazosas hice en mi sueño? Que
alguien me diga que no ronco. Rocco hace aparecer su cabeza por la puerta,
revisando si voy, y me río.
»De acuerdo, estoy yendo contigo esta vez. —Me deslizo de la cama, y me
pongo mis vaqueros por debajo de la camiseta que usé para dormir.
Cuando entro al pasillo, mis ojos se desvían a su habitación. Lo que veo
me toma por tal sorpresa que literalmente me dejo de mover por un momento.
Él está dormido, tan guapo como hubiera predicho, pero duerme con su cabeza
a los pies de la cama así que su cara da directo a la puerta.
81 ¿De verdad me observó, toda la noche?
Y, ¿por qué ese pensamiento me tiene toda mareada?
No pudo hacerlo. ¿Tal vez las tablas del suelo son viejas, y la cama se
inclina por el camino equivocado? Sí, eso debe ser.
Rocco me da un pequeño ladrido en la puerta, golpeando mis pies de
nuevo a la acción. Lo dejo salir, y lo veo ir por el enorme patio para encontrar el
lugar adecuado para sus negocios. El mestizo se siente demasiado mimado por
este patio. Estoy inclinándome a pensar que va a ponerse de mal humor
cuando este arreglo termine y tengamos que movernos de vuelta a la ciudad.
Ciudad, eso me recuerda.
La policía.
Mi estado de ánimo eufórico se desvanece como un petardo húmedo.
Dejando a Rocco reviviendo su juventud, me dirijo a la cocina, y encuentro los
ingredientes para el desayuno, y un café. Hiervo la tetera en la estufa de gas, y
volteo los panqueques en el sartén cuando Malice entra.
—Ese tiene que ser el mejor olor para despertar —dice, estirando los
brazos sobre su cabeza.
Estoy obsesionada con las líneas en sus caderas. ¿Por qué demonios no
se puso una camiseta? ¿El hombre trata de torturarme? Soy una mujer casada.
Y estás certificada por pensar en eso como un matrimonio honorifico.
—No sé si hay algún jarabe —digo, volviendo mi pecaminosa mirada a la
cocina—. No pude ver el estante superior. Eres más alto, por lo que deberías
mirar.
Quito el panqueque, y me apresuro antes de verter la siguiente ronda en
mantequilla, puramente así puedo ver mientras se estira para tantear su mano
por el estante. Los músculos en su espalda se flexionan con su movimiento, y
tomo la pequeña alegría que me es ofrecida por el día. Cualquier cosa que
pueda utilizar para pasar por las horas, ¿verdad?
—Nada —dice, encogiéndose de hombros mientras se vuelve a mí—. Sin
embargo, no importa.
—¿Puedo preguntarte algo?
Asiente, y se mueve para hacer café.
»La caldera todavía sigue —digo, evasiva. Saca una taza, y me mira
expectante—. Dijiste que esto era una casa de vacaciones, ¿verdad?
—Sí. —No levanta la mirada del polvo en la cucharilla.
—Sé que algunas casas de vacaciones tienen muebles en ella, pero,
¿desde cuándo las personas las preestablecen con comida? 82
Para de agitar, y suspira. —La estoy alquilando, pero le pertenece a un
amigo. Este lugar es su casa de vacaciones.
—Una enorme casa de vacaciones —murmuro.
—Él tiene una gran cuenta bancaria para ir con ella —responde Malice,
levantando una ceja.
—El dinero no lo es todo. —La amargura en mi respuesta me pone
enferma. ¿Cuándo me puse tan hastiada?
—El dinero tampoco es felicidad —replica—. Ty es uno de los cabrones
más tristes que conozco.
—¿Conoces algunos cabrones, entonces? —bromeo, tratando de aligerar
el ambiente.
Fallo.
—Sí. Lo hago. —Sale de la cocina, hosco.
Resisto la tentación de presionar mi cara en la sartén caliente para
regañarme por ser una perra por todo. Él ha hecho algo bueno trayéndome
aquí, y hasta ahora todo lo que he hecho es quejarme, ponerme de mal humor y
dándole doble sentido a sus motivos. Sirvo los panqueques, y los llevo a la mesa
en el patio. Se halla sentado, acariciando la cabeza de Rocco mientras me
acerco.
—Lo siento.
—Pensé que te dije que no dijeras más eso.
—Bueno, creo que la ocasión lo requería. —Pongo el plato abajo, y tomo
la otra silla.
Piensa mi razonamiento por un segundo, y asiente. —Suficientemente
justo.
El pensamiento de contacto piel con piel con otra persona me pone a
sudar frío, pero sé que necesita ver la sinceridad de mis palabras. Me extiendo
por la mesa, y pongo mi mano en la suya. Se pone rígido, y quiero llorar
mientras me meto en un agujero para morir de vergüenza.
—Gracias por hacer todo esto —me las arreglo para graznar.
—No sé si debería hacerlo —admite—. Pero sé que tengo qué.
Mis dedos hormiguean cuando retiro mi mano. —No tienes que hacer
nada.
—Sí, lo hago.
83 Levanto mi barbilla para capturar su intensa mirada. Maldita sea si sé
cuál es su queja, o si se centra en mí, pero cualquiera que sea su problema no
puedo evitar sentir como que estoy produciendo la mayor parte de ello.
—¿A qué hora necesito estar en la estación de policía?
—Nosotros, Jane. Nosotros tenemos que estar allí a las diez.
Asiento, y lleno mi boca de comida. Si no puedo hablar, no me es posible
hacer esta conversación más extraña de lo que ya es. Se sumerge frente a mí, y
comemos en un silencio incómodo.
El estado de ánimo continúa mientras compartimos el trabajo de limpiar
los platos, y luego nos alistamos para ir a la ciudad. Me aseguro de que Rocco
no tenga forma de escapar del patio mientras no estamos, me meto al asiento
del pasajero de la camioneta donde Malice me espera. Me mira brevemente, y
luego vuelve a ponerse sus gafas. La camioneta va por el camino de entrada,
tomando el silencio de la casa en ella.
Este va a ser el viaje más largo, jamás.
15
Confesionario
Traducido por ∞Jul∞
Corregido por Luna PR

Malice
No sé qué decirle. La mayor parte del tiempo mantengo mi boca cerrada
en caso de que suelte algo totalmente inapropiado para nuestra situación. Algo 84
así como: “Necesito sentir tu cuerpo sobre el mío.”
Cuarenta minutos más tarde paramos detrás de la estación de policía,
envueltos en el mismo silencio desde que dejamos la casa. Se encuentra al
borde, lo sé por la forma en que muerde sus uñas. No es correcto. Esto va a ser
uno de los momentos más monumentales de su vida, y cuando mire hacia el
pasado, el recuerdo no debe ser uno que le traiga dolor.
Jane sale de la camioneta antes de que pueda quitar las llaves. Tengo que
darme prisa para alcanzarla, pero que me condenen si entra allí así.
—Detente —le pido, tomando su codo.
Ve donde la toco, luego a mis ojos. Dejo caer su brazo.
—¿Qué?
—Eres increíble por hacer esto. Lo sabes ¿verdad?
—No me siento tan increíble en este momento. —Ríe débilmente.
—Lo eres. —Me acerco, y siento los primeros tirones de ese jodido
magnetismo que tiene sobre mí.
Jane mira una hormiga hacer su viaje solitario por el suelo a nuestros
pies.
—Tanto como odiaba vivir con él, y deseé cada día por una salida, ahora
que estoy del otro lado es aterrador.
—Lo entiendo.
—Nunca pensé que la libertad podría ser tan abrumadora. —Agacha
tanto la cabeza que no puedo ver sus ojos, y sé por qué.
—Nada que vale la pena es fácil de conseguir.
Asiente, y un sollozo escapa a través de la mano que cubre su boca.
El instinto me hace rodear sus hombros, y acercarla a mí, justo allí, en
medio del estacionamiento de la comisaría. Sus brazos rodean mi cintura, y
recarga su cuerpo al mío: relajándose en mi abrazo, llorando abiertamente.
Antes de hoy, tener una mujer llorando en mis brazos me enviaría lejos,
corriendo ciento sesenta kilómetros en la dirección opuesta. Sin embargo,
ahora, la necesidad de que libere su dolor me deja con ganas de apretarla como
a una esponja.
Pasan unos minutos antes de que su respiración esté bajo control. Se
separa, y me mira, con los ojos enrojecidos, hermosa.
—Gracias. Necesitaba eso.
85 —Sé que lo hacías.
No duda ni protesta cuando entrelazo nuestros dedos, y caminamos de la
mano hacia la estación. Su palma se humedece, solo puedo imaginar lo terrible
que debe ser, ir en contra del tirano que la mantuvo como rehén durante tantos
años. Denunciar al tipo es similar a golpear un avispero. Pero esta vez, el
agravio es necesario.
Mientras se encuentra en la recepción, hablando a través de formularios
con el oficial, espero en los asientos junto a la puerta cerrada que conduce al
resto del lugar. Veo sus movimientos, sus nervios, y pienso en lo que le
sucederá a ese hijo de puta con quien se casó.
¿Perderá su trabajo por la condena? ¿Su familia lo rechazará? El idiota
podría dejarse morir en un tanque de pirañas y no estaría satisfecho de que
tendría el suficiente dolor. ¿Quién hace este tipo de cosas a su pareja? ¿A la
que se supone debe amar, y apreciar? ¿Quién mierda hace eso?
Jane voltea, y me descubre observándola. Me da una pequeña sonrisa, y
se centra de nuevo en lo que el policía le dice. Guardo esa imagen en la
memoria para más adelante. Tengo la intención de sustituirla algún día por el
recuerdo de ella riendo, pero hasta que pueda romper su habitual tristeza,
tomaré lo que pueda conseguir.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, y salgo para tomar la llamada.
—Oye, cobarde —saluda Ty.
—Hola, Romeo.
Ríe.
—Sí, no tanto. Ella me abandonó hoy.
—Lo siento, hermano.
—Bah —bromea—. Su pérdida. De todos modos, llamo para ver si todo en
la casa se encuentra en orden. No me sentía lo suficientemente sobrio la noche
anterior como para recordar preguntar.
Me río.
—Sí, perfecto. Gracias de nuevo, hombre.
—Recuerda, es un arrendamiento abierto. Quédate todo el tiempo que
quieras. Sé que no me dirás bien por qué necesitas el lugar cuando tienes el
tuyo en la ciudad, pero lo que sea. La invitación sigue abierta.
—Lo aprecio.
Una pausa incómoda cae entre nosotros. Sé que espera que diga algo,
cualquier cosa.
»Es mi vecina. 86
—Sabía que existía una razón —dice triunfalmente.
—Su marido la golpea.
—Mierda.
—Sí. Ahora nos encontramos en la comisaría, presentando los
documentos.
—Eres un buen coño, lo sabes, ¿verdad?
Sonrío ante el uso de Ty del lenguaje vulgar para suavizar el elemento
sensible de su cumplido.
—No estoy tan seguro de eso.
Otro silencio, igual de intenso que el anterior.
—¿Qué vas a decirle?
—¿Sobre qué, Ty?
—Sabes sobre qué. No seas un imbécil.
Cierro los ojos y considero la respuesta. ¿Cómo puedo arrojarle eso a
ella?
—Piensa que le hice un favor. Cree que estoy ayudando.
—Tienes que informarle —advierte.
—Sí, claro. Como si pudiera solo levantarme y decirle que cazo a la
escoria de la ciudad en mi tiempo libre. Que no trato a la gente mejor que el
idiota que la hirió, y me pagan por ello.
—No digo que le des toda la verdad sangrienta sobre nuestro negocio,
pero necesitas advertirle sobre los peligros de la misma, es decir, si tienes la
intención de mantenerla cerca. ¿Qué tan permanente es esto?
—Eso depende de ella. —Por desgracia. Tuvimos solo un día, y ya estoy
deseando más con ella.
—Pase lo que pase, lo hiciste bien, Malice. No todo el mundo ayudaría a
un extraño.
—Sí, bueno, espero que no se quede como una extraña. —Miro a la
estación, comprobando que no esté allí, escuchando.
Ty se ríe.
—La damisela en apuros necesita un caballero en brillante armadura, eh,
y, ¿por casualidad te encontrabas allí?
—No es así.
87 —Suena así —dice.
—Es más que eso, pero no necesito justificarme contigo. Mira, estoy
agradecido por el lugar, ¿sí? Pero no me siento cómodo hablando de esto
todavía.
—Sí, sí. Te conozco. Apuesto a que te dio urticaria por decirme eso.
—Casi. —Río.
—Nos vemos después.
Cuelga, y me tomo un momento para respirar un poco de aire fresco
antes de entrar. Ty tiene razón; no puedo contarle todo sobre Jane, al igual que
no puedo decirle a ella todo sobre mí. En este momento, no hay necesidad de
que él sepa mucho más acerca de ella, ni que ella se adentre a esa parte de mi
vida, tampoco. Nunca fui fan de dar libremente cuando no se esperaba nada,
para empezar.
Los chicos saben lo suficiente de mi historia para entenderme, pero no
comparto abiertamente mis problemas con el mundo o mis amigos cercanos. No
veo la razón de por qué necesitarían o desearían cargar con mi mierda. Por lo
tanto, hago lo que es mejor, y lo guardo para mí.
Vi de primera mano lo que puede suceder cuando un hombre se
desmorona, y no es bonito. Las mujeres lloran, no los hombres. Personas como
yo, mantienen ocultos sus secretos, y sus problemas enterrados.
Funciona mejor para todos de esa manera.

88
Jane
Malice vuelve a la estación, guardando su teléfono. Debería estar
escuchando al Oficial Jenkins, pero mi cabeza se encuentra en otra parte. ¿Por
qué tomó la llamada afuera? ¿Era una novia? ¿Quizá por eso no quería que me
quedara en su casa? No puedo recordar ver algún vehículo aparte del suyo,
pero eso no significa que no la recogiera.
¿Por qué estoy pensando así? No es como si fuera asunto mío.
—Escribiremos lo que me dijiste aquí en un informe formal, y estaremos
en contacto. Necesitaré que regreses a firmarlo una vez que esté completo.
¿Estás bien con eso?
Le sonrío. Fue un gran apoyo, y sorprendentemente sincero sobre todo el
asunto. Casi podría decir que me siento segura de que va a hacer algo respecto
a Dylan.
—Me las arreglé para pasar por hoy, así que creo que la firma estará bien.
Gracias por su ayuda.
—Para eso estamos aquí.
89 Me ofrece su mano, y la sacudo. La tensión en el aire me dice que Malice
se encuentra cerca antes de que lo vea.
El Oficial también le da la mano, y nos dedica una breve inclinación de
cabeza antes de desaparecer por la puerta de las oficinas. Malice coloca una
mano en mi espalda baja, y me conduce a la salida. Disfruto la sensación del
sol en mi cara, el calor tan extraño, como si sentirlo siendo una mujer “soltera”
lo hiciera mucho mejor.
—Tengo que volver a firmar el informe —le digo en el camino hacia la
camioneta.
Asiente.
—Escuché eso. Te traeré.
—Una vez que todo finalice, entonces puedo proceder con el divorcio.
—Más pronto que tarde espero. —Gruñe.
Lo veo caminar hasta el otro lado del vehículo, y abrir la puerta. Se
instala en el asiento del conductor, y trago el temor de que podría aceptar mi
siguiente oferta.
—Gracias de nuevo por todo lo que has hecho —digo entrando a su
lado—. Pero no quiero molestarte.
—Tú…
Alzo una mano para detenerlo.
—No hemos hablado mucho, y desconozco en qué trabajas. Sé que todos
los empleos tienen un tiempo libre limitado, y no puedo permitir que lo uses
conmigo. Aprecio lo que hiciste, de verdad, pero si tienes que retomar tu vida,
no dejes que me interponga.
Quita una pelusa de sus vaqueros.
—Te avisaré cuando haya tenido suficiente.
Asiento, y reprimo las lágrimas que amenazan con derramarse. Debería
alegrarme de que me ayudará un poco más, pero sus palabras tocaron una
herida abierta dentro de mí. Una vez más, me siento como una carga, un
proyecto, el pasatiempo de alguien.
Volvemos a la casa en silencio y, de una manera extraña, el ambiente
incómodo se siente un poco acogedor. Reír, y actuar despreocupadamente
cuando apenas pasó un día desde que dejé a mi marido controlador, sería
extraño. Al menos en nuestro estado de tensión puedo sentir un poco de
consuelo en saber cómo reaccionar.
Malice detiene el vehículo frente a las puertas cerradas, y sale para
abrirlas. Me mantengo inmóvil, y veo la forma en que se mueve con confianza
mientras desbloquea la cerradura, y abre las puertas de acero. ¿Tuvo la 90
necesidad de enfrentarse a la adversidad? ¿Alguna cosa en particular que le
cuestionara quién era? La forma en que actúa, y sus reservadas conversaciones
me llevan a suponer que lo hizo, pero una persona que camina con tanta
arrogancia tiene que estar bastante cómodo en su propia piel.
No logro entender cómo se debe sentir: no tener dudas sobre quién eres.
Regresa tras el volante y conduce antes de volver a salir a cerrar. No
puedo voltear y mirarlo sin ser obvia, así que en su lugar disfruto de los
grandes robles que bordean el camino de entrada. Sus troncos torcidos, y
enredados. Cada marca es un signo de algo que tuvieron que soportar: una
tormenta, una extremidad cortada, o una plaga.
Si pudiera ver a mi alma, ¿se vería así?
Me enfoco en los colores de la corteza, mientras nos dirigimos a la casa.
Estaciona, pero no sale.
—No puedo tenerte callada todo el tiempo.
Respiro hondo, y lo miro. La emoción en su mirada solitaria ocasiona que
lágrimas piquen en mis ojos.
—Entonces, ¿qué quieres de mí?
—Quién eres. Muéstrame quién puedes ser.
Un pájaro va desde un árbol a la casa. Miro mientras se balancea
alrededor de la zanja, y luego vuela. Tan a gusto con su libertad.
—No puedo volver a la vieja Jane de la noche a la mañana. Necesito
tiempo para encontrarme.
—Lo sé. —Suspira—. Asegúrate de intentarlo. ¿De acuerdo?
Su puerta se cierra de golpe, y me quedo con el zumbido en los oídos.
Pensé que lo hacía.

91
16
Caliente y frío
Traducido SOS por ∞Jul∞ & ValentinaD
Corregido por YaniM

Malice
Quizás si volviera a ser como era antes de ese imbécil, sería suficiente.
Tal vez entonces no la desearía tanto como la deseo ahora. 92
Pero si ese fuera el caso, ¿qué tipo de depredador sería si todo lo que
anhelo es una mujer quebrantada para proteger y nutrir? ¿Eso me vuelve tan
malo como él?
A la mierda.
¿Qué estoy haciendo? Estará bien por su cuenta. No hay ninguna razón
real para que me quede.
La puerta de entrada se cierra, y escucho sus pasos por el pasillo. No
puedo echarle la culpa; tampoco me gustaría estar cerca de mí. La antigüedad
de la casa delata su ubicación, y con cada crujido de la planta visualizo lo que
hace.
Necesito volver a abrazarla, tanto que duele físicamente. Mis brazos,
literalmente, tienen alfileres y agujas. ¿Qué haría si lo hiciera? Verla
encerrarse, cuanto más le insisto en que salga, duele, pero el idiota en mí no
puede dejar de hacerlo. Es lo que siempre he hecho. Es lo que soy. Quiero más
que nada volver a encender esa conexión que tuvimos en el hospital, pero si
comienzo, no sé si podré parar.
—¿Malice?
Salto. ¿Cuándo demonios vino por el pasillo?
—¿Sí?
—¿Tienes algo que quieras lavar?
Mis hombros caen. Estoy seguro de que se da cuenta.
—No, gracias. —¿Qué pensaba que haría? ¿Entrar aquí pidiéndome que
la abrace? ¿Besarme?
Mierda. ¿No sería dulce?
¿A qué sabría? Apuesto a que afrutada. Parece una chica del tipo frutal.
En un esfuerzo por ocupar mi mente, me dirijo hacia el congelador, y
saco un poco de carne para la cena. Debemos ir a comprar si tenemos la
intención de quedarnos por un tiempo. Ty mantiene el lugar bastante bien
abastecido, pero siempre intento sustituir lo que utilizamos.
Jane atraviesa la cocina camino a la lavandería, y la detengo
aclarándome la garganta.
—Tengo que ir a buscar algunos comestibles. ¿Quieres venir?
Quiero venirme. Eres un jodido enfermo, Malice.
—Um... —Medita—. Supongo que sí. ¿Podemos pasar por un cajero
automático primero?

93 —Te lo dije, Jane. No necesitas preocuparte. Prefiero que guardes tu


dinero en efectivo para cuando lo necesites.
Asiente, pero percibo su incomodidad. ¿Nunca nadie hizo algo agradable
por ella?
»Esperaré a que acabe el lavado que pusiste.
—Gracias. —Me mira, y me sonríe. Es pequeña, pero es una sonrisa.
Partes de mí que no deberían notarla reaccionan.
—Voy a ir a ver a Rocco. —Estoy en la puerta antes de que pueda
parpadear.
¿Qué demonios fue eso? Una pequeña sonrisa en relación a la comida, y
estoy listo para sacarle la ropa sobre el piso de la cocina.
Necesito entender mi cabeza. Permitir que otra persona te afecte a este
nivel no puede ser saludable para nadie.
Jane
Se encuentra en todas partes. Un minuto está malditamente cerca de
ignorarme, al siguiente inicia una conversación, a continuación, sale
precipitadamente por la puerta. ¿Qué dije? ¿Qué hice? ¿O no hice?
Podría haber jurado, debido a esos pequeños gestos que hizo la primera
vez que hablé con él, que sintió algo entre nosotros, pero ahora, parece que mis
sospechas sobre mi imaginación hiperactiva eran válidas. Queda claro que hace
todo por evitarme. ¿Por qué se queda, si así es como se siente?
Como si fuera un espía en una misión, atravieso la sala de estar, y miro
por las puertas francesas hasta que lo veo. Se encuentra caminando del otro
lado del jardín, hablando con Rocco, que tiene su gran cabeza inclinada hacia
un lado.
Lo que más odio en este mundo es sentirme una carga. Me he sentido así
el tiempo suficiente gracias a Dylan, y en este momento, Malice no hace mucho
para disipar mis temores. Tal vez sea el reciente éxito de mi visita a la policía, o
tal vez realmente me estoy sintiendo yo misma ahora que estoy libre, pero sea
lo que sea, voy a poner a este tipo en línea recta.
Abro la puerta, sin que él se dé cuenta, y atravieso el patio, dirigiéndome
94
hacia ellos. Sus murmullos son cada vez más fuertes hasta que levanta la
cabeza, y se detiene.
—Mira —grito, mientras avanzo—. Fuiste el que me ofreció este escape.
Me pusiste en riesgo al encontrarme en el supermercado. Acepté venir aquí
porque, francamente, me preguntaba si regresar a casa sería firmar mi propia
sentencia de muerte. —Me mira fijamente, con los ojos abiertos mientras
despotrico—. Ahora viene lo que me jode. —Mi voz aumenta su intensidad a
medida que avanzo—. Ahora que me tienes aquí, por momentos me tratas como
a una leprosa, y en otros como algo frágil que necesitas proteger de los demás.
No puedo jodidamente entenderte. Me confundes como la mierda. ¿Me quieres
aquí? ¿O no? —Mis lágrimas comenzaron a derramarse libremente en algún
momento—. Sea como sea. ¿Puedes. Componer. Tu. Mente? No puedo tolerar a
alguien más jodiendo con mi cabeza, ¿de acuerdo? No ahora.
Avanza tan de repente que Rocco se prepara para saltarle. Malice
encuentra mi rostro con sus manos mientras termina de acercarse, y sus labios
impactan contra los míos con tal fuerza, que pruebo la sangre cuando pellizco
mi labio con los dientes. Se retira, y toca el punto de color rojo en sus labios.
Sus ojos se fijan a él, y frunce el ceño.
—Jane, yo... mierda.
—Está bien —susurro—. Me hiciste morderme el labio, eso es todo. —
Lamo mi “mordida de amor”, y le muestro que el sangrado se detuvo—. Apenas
fue nada.
—No podía aguantar más. No podía contenerme.
Durante todo este tiempo estuve segura de que resentía su decisión de
ayudarme, cuando en realidad era todo lo contrario. Ha estado luchando por no
darme el espacio.
—Entonces no lo hagas.
Sus ojos encuentran los míos, y antes de que pueda tomar mi próximo
aliento, estoy compartiendo el suyo. Nuestros labios unidos, lenguas liadas, y
bailamos a nuestro propio ritmo entrecortado. La adoración en este momento
es más que increíble. Durante tanto tiempo he pensado que no existe tal cosa
como el magnetismo entre un hombre y una mujer que su avance me ha
tomado completamente por sorpresa. Todo acerca de sus labios sobre los míos,
su lengua luchando con la mía, es... mágico.
Un unicornio suspira. Juro que escucho una risa de hadas. O tal vez es
el conejo bebé a mis pies, y el pájaro cantando sobre mi hombro que me regala
mi delirio. De cualquier manera, estoy segura de que alguna melodía de Disney
está a punto de salir de la nada. El momento es perfecto... demasiado perfecto.
95
Malice se aparta primero mientras cada uno de nosotros lucha por
respirar.
—Dime que no es demasiado pronto —dice.
Sonrío, y presiono mis dedos en mis labios. Todavía estoy tratando de
procesar ser besada, como en verdad besada por primera vez en mucho tiempo.
—Es demasiado tarde. —Sonrío.
Me jala hacia él, y hago una mueca de dolor ante el impacto en mis
costillas. Aun así, caminaría feliz sobre un lecho de cristales rotos en este
momento. Rodeo su pecho sólido con mis brazos, y visualizo lo que hay debajo
de la simple tela de su camiseta. Mi mente se vuelve a distraer recordando el
espectáculo de este mañana en la cocina mientras mis labios encuentran los
suyos e intentamos de nuevo... un poco más lento.
Se aleja de nuestro beso y me sonríe. Podría estar bajo cero, y aún me
derretiría. La idea de que un hombre sea realmente feliz tocándome tan
íntimamente resulta extraña. Es agradable. El calor que se propaga por mi
cuerpo es algo a lo que podría acostumbrarme totalmente.
Miro a Rocco y me río. El tonto animal se sienta con una enorme sonrisa
en su cara, su cola moviéndose. Aparentemente, él lo aprueba.
—Es un buen oyente —dice Malice, mirando a la sonriente criatura.
Sonrío a mi verdadero amor, la constante en mi vida: Rocco.
—Sí, lo es. —Si ese perro pudiera hablar, las cosas que tendría para
decir.
—Entonceees. —Malice me sonríe maliciosamente—. ¿Víveres?
—Sí. —Río—. Creo que deberíamos pensar en hacer eso antes de que
cierren.
—No hay prisa. —Camina hacia la casa—. Hay un supermercado de
veinticuatro horas sobre la carretera.
Me detengo, y lo miro distraídamente mientras continua. Llega al patio y
se da cuenta de que ya no lo sigo.
»¿Qué pasa?
Niego, y vuelvo a caminar.
—Solo me di cuenta que nunca he estado tan lejos antes. Es un poco
triste, ¿no lo crees? Es decir, he vivido aquí, hemos vivido aquí, desde hace más
de seis años. ¿Cómo es posible que nunca haya salido de la ciudad?
Me acerca a él, y juntos nos dirigimos hacia el interior.
—No es triste. Míralo de este modo: Tendremos muchas nuevas
experiencias para mantenerte ocupada por un rato.
96
—Supongo que tienes razón.
—Entonces, ¿por qué sigues luciendo aturdida? —Me lleva a la butaca y
me siento. Malice se posa en el borde de la mesa de café, y apoya los codos
sobre las rodillas, las manos juntas.
—Porque me di cuenta de algo extraño anoche, cuando te fuiste.
Levanta sus cejas.
»No quiero explorar. Finalmente tengo mi libertad, pero me quiero quedar
aquí, dentro de estas paredes.
—¿Por qué demonios?
—Es seguro, cómodo, familiar. Temo que si me relajo demasiado, y salgo
más de lo que debería, él finalmente me encontrará. No puede encontrarme,
Malice. No puedo volver.
Sujeta mis manos temblorosas.
—Es natural que aún le temas. Viviste con él, con su comportamiento por
tanto tiempo. Ese tipo de mierda no se desvanece de la noche a la mañana.
—Lo sé. —Dejar mi vida, mis hábitos y mis reacciones ante cosas
ordinarias llevará tiempo, mucho. Sé eso, pero aun albergo el temor de que una
parte de eso nunca desaparezca, y estaré mirando sobre mi hombro hasta que
sea vieja y gris.
Malice me acaricia la mejilla. El gesto se siente tan normal. Por esos
preciosos segundos, pretendo que es como siempre ha sido. Pretendo que
siempre he sido atendida.
—¿Me dirás qué soñaste? —Deja caer mis manos y se aleja para sentarse
en la mesa, dándome espacio. Permitiéndome decidir si lo haré sin presión.
Un gesto pequeño, pero tan perfecto.
Suspiro, y miro a Rocco. Se encuentra en la habitación junto a nosotros,
mirando a nada en particular. La mejor manera para describir mi sueño a
Malice sería sin mirarlo, de lo contrario estaré llorando antes de que pueda
contar hasta tres. Visualizo lo que necesito decir, y bloqueo mis emociones
mientras las palabras brotan de mi boca en monótonas notas.
—Soñé sobre la noche en que tomaste a Rocco. Solo que esta vez, Dylan
lo mató, y luego me torturó. Había sangre en todas partes: de Rocco y mía.
—¿Por qué te avergonzaba decirme eso? —Frunce el ceño.
—Porque —susurro—, cuando desperté me sentí más aliviada de
encontrar que Rocco estuviera bien, que de comprobar que Dylan no me hizo
97 daño.
—Mierda —sisea—. ¿La idea de morir no te asusta?
—Por supuesto que me asusta —espeto—. Pero me asusta más no tener
nada por lo que vivir.
Inclina la cabeza a un lado, desafiándome.
»Es cierto —insisto—. Mi familia no me quiere. Sin Rocco en mi vida, no
hay nadie que me necesite. No puedo hacer frente a eso. No sobreviviría.
—¿Realmente piensas que Rocco es el único que te necesita? —Su talón
golpetea a un ritmo imaginario.
Niego.
—Por más idiota que Dylan era… es, me necesitaba. Tal vez era para
lavar la ropa, cocinarle y ese tipo de cosas, pero a alguien, le importaba. Sí, su
reconocimiento, su agradecimiento era algo deformado, y en su mayoría
opresor, pero aún era agradecimiento. A alguien le preocupaba lo que yo era
para él. Alguien me necesitó.
Los dedos de Malice se flexionan en el borde de la mesa, y su pie
continúa golpeando.
»Antes de tener a Rocco —continúo—, él se iba, y me quedaba sola.
Pasaba mucho. Y cuanto más se iba, más pensaba que no podía estar sola. Así
que conseguí a mi fiel compañero. Necesitaba a alguien, o algo que
constantemente me necesitara, que me diera una razón de ser. Mi madre solía
llamar. Llamaba cada semana, y cada semana el maldito le decía alguna
mentira de por qué no podía hablar. Me impidió visitar a mis padres. Después
de un tiempo, dejaron de tratar, se dieron por vencidos conmigo. Rocco nunca
se dio por vencido.
Se recuesta en sus manos, y suspira profundamente por la nariz.
—Tus padres probablemente no supieron cómo manejar la situación.
—¿Y abandonarme fue la mejor opción? No lo creo. —Mis padres dejaron
de amarme. Esa fue la única explicación a la que llegué para explicar por qué
no presionaron sobre el tema, por qué no miraron qué cambió para que su hija
“perdiera el contacto” con ellos. ¿Qué padres se alejan de sus hijos de esa
manera? ¿Seguramente tendrían un presentimiento de que algo andaba mal?
¿No se supone que los padres hacen cualquier cosa para proteger a sus hijos?
—¿Cómo sabes que te han abandonado? —Mete la mano en el bolsillo y
saca su teléfono—. Llámalos.
Miro al elemento ofrecido y frunzo en ceño. ¿Qué les diría? “Oh, hola. Es
su extraña hija, que acaba de salir de una relación bastante jodida, y ahora vive
con un tipo que apenas conoce.”
98
No lo creo.
—No sabría qué decir.
Se da una palmada en la cara.
—¿Qué tal: “Hola, los he extrañado chicos”?
Mis ojos encuentran el reflejo de la pantalla de su celular: un hombre
atractivo sobre una desaliñada y desgastada mujer. Todo sobre este momento
es tan equivocado. Nada encaja. Nosotros no encajamos.
—Gracias por la oferta —digo mientras me pongo de pie—. Tendré que
declinar por ahora. Necesito pensarlo un poco más.
—¿Qué hay que pensar?
—Lo que diría. No es tan simple como lo haces ver, sabes. —Me doy la
vuelta, y lo miro, con las manos en las caderas—. No puedo simplemente
tirarles encima esa clase de mierda pesada cuando pregunten por qué no he
estado en contacto, por qué he dejado a Dylan. No es tan fácil retomar el
contacto cuando has estado en silencio por tanto tiempo.
El destello en sus ojos es breve, pero lo suficiente como para verlo. Él
sabe…
»Cuéntame sobre tu familia —lo desafío—. Pareces preocupado por lo que
sucede con la mía. ¿Qué pasa con la tuya? ¿Están presentes en tu vida? ¿Han
apoyado cada cosa que has elegido hacer? ¿Hablas con ellos cada domingo?
Mi breve bravuconada se retrae ante la tormenta en su rostro. Su
conocida expresión despreocupada o preocupada ahora muestra el lado de un
hombre que no quiero volver a encontrarme: rabia pura.
—Eso sería bueno —estalla, poniéndose de pie abruptamente. La mesa
cae al piso—. Un tipo te trata como la mierda, y tus padres se mantienen en
silencio por un tiempo, y ahora tú eres la que lo tiene peor. ¿Crees que conoces
el sufrimiento? ¿Crees que conoces la miseria? Saca la cabeza de tu culo y mira
a tu alrededor. Hay personas ahí afuera que lo tienen diez veces peor. —Señala
con rabia hacia fuera de la casa—. Ten las suficientes pelotas para atravesar
esa jodida puerta en busca de un cambio, y más pronto que tarde verás que
hay cosas peores que ser arrojado de vez en cuando por algún idiota lleno de
testosterona. ¿Crees que un par de contusiones y huesos rotos son el fin del
mundo? ¿Crees que el hecho de que tus padres se hayan alejado de ti es tocar
fondo? Nena, tienes otras cosas por venir. Haz crecer un par, y cambia tus
putas circunstancias. Al menos tú puedes.
Mi espalada encuentra una solidez y mi escape se inhibe. Luce tan
99 indignado por el asunto que no se da cuenta de su ira. He estado allí las
suficientes veces como para saber cuándo una persona ha perdido el control, y
él ha ido tan lejos que ya no está ni cerca del asiento del conductor.
—Lo siento —lo tranquilizo, con las manos levantadas.
—No —dice con furia—. No digas algo que no quieres decir. —Malice
camina por la habitación, buscando algo que no puede encontrar.
La tensión en el aire es tan fuerte que me presiona contra la pared,
reteniéndome. Quiero correr, necesito huir, pero su rabia me ha clavado en mi
lugar.
La agresión suspendida en el aire es tan pesada que incluso Rocco ha
desaparecido.
»¿Dónde están mis jodidas llaves? —ruge frustrado.
Levanto un dedo para señalarlas, sin formar palabras. Al final, no
importa. Gruñe, literalmente como un maldito oso, y sale como una tormenta
hacia la puerta principal sin siquiera mirarme.
La adrenalina atraviesa mi sistema bajo el básico instinto de sobrevivir.
Sin él para concentrarme, me quedo a solas con una gran cantidad de una
droga para la que no tengo uso. Mis manos tiemblan sin control, mis dientes
castañean. Incapaz de mantener mis piernas estables, me deslizo por la pared,
y me siento en el piso conmocionada.
¿Qué he hecho?
He dejado a un hombre abusivo por otro que no puede mantener su ira
bajo control. He dejado los peligros que conocía por una impredecible situación
que no podría medir.
¿Por qué me fui? ¿Por qué cambié al monstruo que conozco por el animal
que no?
¿En que pensaba?

100
17
Fuera de control
Traducido por ∞Jul∞
Corregido por YaniM

Malice
¿Qué he hecho? No he perdido mi mierda de este modo con una mujer en
putos años.
101
Pero lo hizo, preguntó por mi familia. Se sentó allí, arrojando una jodida
fiesta de piedad sobre sí misma, y la idea de que yo pudiera haber pasado por
una situación igual o peor no cruzó por su mente. Supuso que era la única con
problemas, la única que perdió el contacto con su familia.
¿Qué familia, imbécil?
Necesito mirar esto en forma racional. Tengo que exponer los hechos. No
le he dicho absolutamente nada sobre mí, ¿por qué tendría que saber que
hablar de mi familia se hallaba fuera de los límites? A pesar de saber que
debería disculparme, la maldita rabia pulsa a través de mis extremidades. Cada
latido de mi corazón tiene una ola de sangre bombeando por mis venas. Estoy
demasiado furioso como para tratar de disculparme, sin correr el riesgo de
perderlo de nuevo.
Pude ver el miedo en sus ojos. Pensó que era como él. No lo soy. ¿Lo soy?
No lo soy. Tengo que creer que no lo soy, de lo contrario ¿quién lo hará?
El sol no ayuda a enfriar mi temperamento. El deambular por el jardín
delantero hace poco para aliviar la necesidad de aplastar la siguiente cosa en la
que poso mis furiosos ojos. Un susurro a mi izquierda me llama la atención, y
echo un vistazo para ver a Rocco saliendo de debajo de un arbusto.
—Oye, amigo —arrullo. Maldita sea, he ido tan lejos como para asustar la
mierda de su perro—. Lo siento, amigo.
El labrador se acerca más, y apoya la cabeza en mis pies. Me arrodillo y
lo froto detrás de las orejas. Me enferma ver a este animal tan aterrorizado de
mí y, sin embargo, aún suplica ser aceptado, pidiendo amor. Pidiendo
reconocimiento.
La epifanía me golpea en la cabeza como un sólido gancho derecho. Ella
es así. No importa lo que pase, puedo ver en los ojos de Jane que aún necesita
ser aceptada. Bastó con ver la forma de actuar de un animal, para entender lo
que quiso decir cuando expresó que necesita sentir que alguien, o algo
dependen de ella.
Rocco retrocede cuando me pongo de pie. Tengo que decirle lo mucho que
lo siento, ahora. Trota detrás de mí mientras me dirijo al interior,
aparentemente tan entusiasmado como yo por llegar a ella. Encuentro a Jane
donde la dejé, acurrucada contra la pared.
—No debería haber dicho eso. Estuvo fuera de lugar.
No levanta la vista, ni reconoce el hecho de que he hablado.
»¿Jane?
Es entonces cuando noto sus manos. Tiemblan a una velocidad
vertiginosa sobre su regazo. Tiene los ojos vidriosos, y aunque su cuerpo se
encuentra aquí, su mente claramente no. Me agacho frente a ella, sin dejar de 102
llamar su atención.
»¿Jane?
Levanta la mirada y se fija en la mía. Fuerzo el impulso de romper el
vacío detrás de esos ojos azules.
»¿Me escuchas?
Me mira con fijeza durante mucho tiempo antes de sacudir la cabeza
lentamente, de lado a lado.
»Dije que lo que hablé antes estuvo fuera de lugar. No debería haber
dicho eso. No debería haber perdido los estribos contigo.
—Pero lo hiciste. —Sus palabras apenas susurradas.
—¿Qué pasa por allá arriba? —pregunto, golpeando su cabeza.
—Demasiado.
—Comparte algo.
Aparta la mirada lentamente, y sus pensamientos se distancian más allá
de la habitación en la que su cuerpo se encuentra. He destrozado a una mujer
que ya se encontraba en ruinas.
»Jane, mírame.
Cierra los ojos.
»Por favor. —Mi corazón sube a mi garganta, esperando ver si puedo
recuperarla del infierno personal en el que se destierra.
—Llévame a casa —murmura.
Tres palabras que me hacen desear caer a sus pies derrotado.
—Estás en casa —le digo.
—No puedo volver a pasar por esto con alguien que apenas conozco. No
puedo volver a pasar por todo el dolor desde el principio, repetir todo lo
necesario para aprender a sobrevivir. No puedo.
—No lo harás.
—¿Cómo puedo estar segura? ¿Cómo puedes prometérmelo cuando pude
ver lo rápido que pierdes el control?
Me duele la cabeza debido a la presión a la que sometí mi cerebro. Tengo
que averiguar qué decir. Pregúntame dónde estamos Jane y yo, y no sabría
decirte. Pero lo que puedo decir es que no hay manera en el infierno en que
vuelva con ese idiota.
De. Ninguna. Jodida. Manera.
103 —Jane, no sé lo que necesitas oír. Tienes razón; no nos conocemos. Todo
lo que puedo decir es que me comprometo a compartir todo lo que quieras
saber sobre mí si dices que te quedarás. —Me juego mi mejor y última carta.
—No sé. —Acerca sus rodillas contra su pecho, y se esconde detrás de la
barrera física.
Rocco se levanta de donde ha estado viendo al lado de la puerta principal,
y se acerca para sentarse a su lado. Miro mientras sus dedos distraídamente
encuentran su pelaje, y lo acaricia a un ritmo parejo.
—Por favor. Quédate. —Extiendo la mano y la coloco contra su
mandíbula. Ella retrocede, y una náusea pesada se asienta en mi estómago.
Jane aprieta con fuerza sus ojos mientras las lágrimas caen, una tras
otra, cayendo sobre sus rodillas. Estoy obsesionado con las manchas de
humedad en sus pantalones vaqueros, los parches oscuros en la tela. Me
recuerdan que yo hice esto. La molesté.
»Necesitas tiempo para pensar en ello. —No quiero darle espacio, pero de
otra manera no llegaremos a nada. Necesita tiempo para pensar, y debo esperar
que tome la decisión correcta—. Iré solo a buscar los víveres. Te quedas aquí y
reflexionas. Cuando regrese podrás decirme tu decisión. Si todavía quieres ir a
casa, te llevaré. No estaré feliz de hacerlo, pero te voy a llevar.
Asiente, todavía acariciando a Rocco.
No puedo hacer más. He jodido esta tarde muy bien. No hay nada que
pueda hacer para borrar de forma definitiva el idiota que hice de mí, y el daño
que le hice en el proceso.
Tan doloroso como resulta, me pongo de pie y me alejo. El sentimiento de
pérdida se ha vuelto tan extraño hasta ahora, y no lo he echado de menos en
absoluto. Mis dudas acerca de vivir en mi autoexilio del amor y las relaciones
son eliminadas. Esto, aquí, en este momento, es la razón por la que no me
comprometo.
Es la razón por la que vivo solo.
La razón por la que no me involucro.
La razón por la que no debería haber saltado la valla.
Y por la que definitivamente no debería haberla besado.

104
18
Verdad o reto
Traducido por Liz de Rossi
Corregido por YaniM

Jane
La puerta se cierra detrás de él con un ruido sordo. El eco en mi cabeza
105 se intensifica cuanto más tiempo permanezco sentada rodeándome las piernas
con los brazos. Cuando me alcanza como un rugido doloroso, como un océano
enojado estrellándose dentro de mi cráneo, me pongo de pie. Para ir a dónde,
para hacer qué, no tengo ni idea. Necesito moverme, eso es todo.
Rocco me observa, jadeando con su lengua rosada colgando hacia un
lado de su boca. Sonrío hacia mi fiel pelota de pelo y toco mi muslo. Me sigue a
través de la habitación en la que Malice colocó ayer mis cosas.
No puedo quejarme de la decoración. Es sencilla, pero calmante: todo en
tonos pasteles y blancos. Cualquier día estaría soñando acostada con el sol
fluyendo sobre la cama, y leyendo hasta que mis ojos se hicieran pesados. Hoy,
sin embargo, el ambiente relajante me provoca más ansiedad.
No hay nada como la sensación de no pertenecer a un lugar para que se
te erice la piel.
Esta es su casa, incluso si es alquilada. Es de Malice. Nada aquí es mío.
Estoy de pie en medio de la casa de un extraño, sin ni siquiera una cosa para
llamarla mía, propia, aparte de la ropa a mi espalda, y el perro a mis pies. No
podría estar más aislada, aunque quisiera. Y lo más desagradable es que he
sentido esto antes; esta pérdida de identidad.
Inquieta, pero indecisa sobre qué hacer con mi energía fuera de lugar,
caigo sobre el colchón, y miro al techo. Rocco empuja mi rodilla con su hocico,
y acaricio su barbilla mientras reflexiono sobre el significado de la vida.
¿Vale la pena el riesgo de quedarme? No estoy totalmente loca, puedo ver
que Malice no es ni de lejos tan malo como Dylan. Sin embargo, la necesidad de
sentirme segura, incluso si esa seguridad se encuentra en los confines de una
rutina opresiva, gana. Regresar me permite saber cómo funciona el día. Sé lo
que hay que hacer cuando me levanto, sé lo que esperan de mí, y sé cómo
mantener la cabeza gacha.
Sé cómo evitar confrontaciones.
Estar del otro lado es impredecible. E impredecible es igual a inseguro.
¿Qué pasa si Malice se vuelve contra mí, arremete, y me golpea? ¿Entonces
qué? ¿Dónde me encuentro entonces? ¿Podría correr de nuevo? En este
momento, sinceramente, no creo que tenga la fuerza para luchar. Mierda, solo
lo hice esa vez por su culpa. Si él no hubiera intervenido, si no me hubiera
dado una salida, ¿dónde estaría yo? ¿En casa o en el hospital? ¿Posiblemente
en la morgue?
¿Tal vez estoy más segura con Malice? Después de todo, Se preocupó lo
suficiente para llevarme a la sala de emergencias. Se preocupó lo suficiente
para salvar a Rocco. Se preocupó lo suficiente para intervenir y hacer algo por
una situación en la que podría haber mirado para otro lado. Podría haberse
alejado, dejándonos ahí, pero se preocupó.
El silencio solitario en esta casa tiene que parar. No puedo estar relajada 106
por más tiempo. Sin ruido, mi mente corre desenfrenada. Podría, literalmente,
sentarme aquí y permanecer ensimismada en estupor.
En busca de algo para llenar el vacío, me levanto, y camino por el pasillo.
El lugar tiene que tener una radio, ¿verdad? Si no, siempre se puede improvisar
con un televisor. Maldición, no me di cuenta si había una maldita TV. A medio
camino de la sala de estar, una foto que cuelga en la pared llama mi atención.
¿Cómo no la vi antes? Dudo, y me giro para inspeccionarla más.
Malice aparece en ella, junto a otros cinco chicos. Se hallan sentados
alrededor de una mesa, cada uno con una cerveza en la mano. Es el tipo de
imagen que parece ser una instantánea de momentos felices, sin embargo, el
estado de ánimo de la misma es apagado. Todos ellos sonríen, con las manos
levantadas brindando, sin embargo, cada uno tiene los ojos vacíos. Todos en su
totalidad son así. Ni uno solo parece genuino.
Retrocedo un paso, inclinando la cabeza hacia un lado mientras continúo
mirando. ¿Por qué alguien colgaría una foto así? ¿Por qué quieres un
recordatorio permanente de que todo el mundo finge los buenos tiempos? A
decir verdad, es un poco deprimente.
Con mi búsqueda para encontrar algo de ruido casi olvidada, sigo hacia
la sala de estar a un ritmo más tranquilo. Me dijo que podía saber lo que
quisiera de él. El problema es que no estoy segura por dónde empezar. El chico
se encuentra repleto de misterios a cada giro. Parece tan… encaminado con su
vida, a primera vista, pero cavando un poco más profundo, es claro que tiene
sus propios problemas.
Tal vez fue por eso ese arrebato hacia mí. ¿Soy tan mala jugando a ser la
víctima? ¿Cómo puedo ignorar el hecho de que en realidad cada uno tiene su
propia batalla para luchar? No lo había pensado así, pero mirando hacia atrás
puedo sentir esa molestia en mi interior que dice que podría tener razón.
Después de todo, esa imagen dice mucho de cómo podría ser su vida fuera de
esto, y no me había tomado un momento para considerar preguntarle al
respecto.
¿Cuán jodidamente egoísta soy?
—Vamos, Rocco. Vamos a explorar el jardín.
El sonido de sus uñas contra el piso de madera me siguen mientras
salimos. Necesito un poco de aire fresco. Y tengo que pensar acerca de cómo
iniciar una conversación con Malice. Porque sé que si le hago preguntas sobre
su pasado, esperará información mía a cambio. Es básico en la naturaleza
humana querer que la gente te corresponda.
Excepto que siento terror de que, al hacerlo, todo lo que hagamos sea
consolidar sus pensamientos sobre mi complejo de víctima.
107
Después de todo, ¿qué tengo para compartir aparte de historias de
abandono y miseria?

***

Rocco y yo descansamos hasta el final de la tarde con el sol que fluye a


través de las puertas francesas cuando finalmente escucho el regreso de su
camioneta. Que yo sepa no le tomó tres horas hacer la compra. Mis sospechas
sobre lo que ha estado haciendo son respondidas en el momento en que cruza
el umbral.
Malice tiene al menos cinco bolsas en cada mano mientras cruza
lentamente la puerta. Me apresuro a mantenerla abierta para él, y pierdo la
guerra contra la mirada lujuriosa que doy a sus brazos mientras lleva las
bolsas a la cocina.
—¿Hay algo más?
Niega, y sus bíceps se flexionan al levantar las bolsas sobre el mostrador.
—Eso es todo.
Ha cambiado de ropa desde que se fue, y ahora me provoca pensamientos
inapropiados, mostrando su figura en un par de pantalones cortos, y una
camiseta. Apuesto a que ha estado en el gimnasio durante el resto de las
últimas horas. Eso, o tiene algún fetiche sexual que implica sudor.
Me atrapa comiéndomelo con los ojos, y baja la mirada a su atuendo.
—Necesitaba desahogarme. —Se encoge de hombros, como si tuviera que
explicarme en dónde ha estado.
—No necesitas darme explicaciones. —Abro unos armarios para aprender
dónde va todo en esta cocina.
—Te habría llamado para decirte en dónde me encontraba, pero no tengo
tu número.
—No tengo teléfono. Nunca lo he tenido. —Puedo sentir sus ojos en la
parte posterior de mi cabeza mientras apilo las latas de atún en un estante.
—Entonces, ¿cómo pensabas llamarme la otra noche?
—No lo hacía.
Se queja de algo que no puedo distinguir.
—¿Su idea?
Asiento.
108
—Pensaba que lo usaría para hablar con otros hombres.
—Ese tipo es como un maldito estúpido. —Mueve la cabeza, y saca la
leche de una bolsa—. En primer lugar, no tendría que preocuparse de que lo
engañaras, si él mismo se encargaba de cuidarte.
Dejo de desempacar la caja de galletas, y lo miro.
—No lo habría engañado.
Malice niega, y pellizca el puente de su nariz.
—Serías una de las pocas personas que tendría una excusa para hacerlo,
si lo hubieras hecho.
—Pero no lo habría hecho. No soy así. —Mi marido puede haber sido frío,
indiferente, y manipulador. Aun así, no me dio licencia para serle infiel. No
estoy inclinada a pensar de esa manera. Jodida, realmente.
—Una persona tiene que amarte para que seas capaz de engañarlo —dice
con frialdad—. Estoy apostando a que no te amaba.
—No estoy segura. —Nunca pensé en eso. No existía duda de que ya no
amaba a Dylan, ¿pero creía que me amaba? Seguramente no. Sin embargo, la
masoquista en mí quería creer que lo hacía, y que era por eso que aún volvía a
casa conmigo cuando tenía a Deandra.
—¿Alguna vez has amado, Jane? —Malice se encuentra de espaldas al
mostrador, apoyado en el borde con los brazos cruzados.
Me fijo en sus musculosos hombros mientras le contesto.
—Quiero decir que sí. —Definitivamente debe haber trabajado esa parte
del cuerpo hoy.
—¿Pero?
—No estoy segura.
Suspira y abre la última bolsa.
—Veinte preguntas.
—¿Huh?
—Vamos a jugar a las veinte preguntas, cambiando, hasta que estés
satisfecha sabiendo lo suficiente de mí, y sienta que sé más sobre Jane que solo
la mujer aterrorizada que solía ver cojear hasta su buzón cada par de semanas.
—¿Solías mirarme? —Síp. Eso fue lo único que me quedó de toda su
declaración.
—Te noté, más bien.
109 Huh.
—¿Quién va primero? —pregunto.
Malice saca una moneda de su bolsillo.
—¿Cara o cruz?
—Cruz. —Nunca fui primera en nada.
Arroja la moneda al aire, la alcanza y la voltea en el dorso de la mano con
una bofetada. Ambos nos inclinamos, ansiosos por ver el resultado. Separa los
dedos uno a uno, sonríe y revela la cara.
»¡Maldita sea!
Se ríe de mi arrebato.
—¿Estás lista para esto, Jane?
—Lista. —Sonrío, extrañamente a gusto con la idea de compartir
información con él. Antes habría ideado veinte respuestas para evitarlas, pero
estar cerca de él me recuerda lo cómoda que me siento a su alrededor, cuando
no está enojado.
»¿Cuál es tu primera pregunta?
—¿Quién se propuso? ¿Tú o él?
Levanto una ceja. No habría elegido esa como primera pregunta.
—Él.
—¿Por qué aceptaste?
—Lo amaba, en ese entonces.
—¿Cuándo te diste cuenta de que te equivocaste?
—La primera vez que resultó lo suficientemente serio como para no poder
levantarme de la cama por la mañana.
Se encoge, y oculta el dolor tan rápidamente como llegó.
—¿Durante cuánto tiempo fuiste feliz?
Aparto los ojos de su mirada expectante, y recorro con la vista las
molduras del techo. He sido miserable durante tanto tiempo que necesito un
momento para pensar en ello.
—¿Un año?
—No estás muy segura de tu respuesta.
—No estoy segura si alguna vez fui realmente feliz.
Asiente.
—¿Tu recuerdo favorito?
110
Sonrío. Esta la sé.
—Helados los domingo con mi papá en el mercado cuando era niña.
Las comisuras de sus labios se curvan.
—¿Menos favorito?
—Cuando creí que estaba embarazada el año pasado.
Su sonrisa decae más rápido que un avión en picada.
—Lo siento.
—No lo sientas. Si estuvieras en mi lugar, te sentirías aliviado, como me
sentí yo cuando tuve mi siguiente período.
—Vamos con algo seguro. —Traga con fuerza—. ¿Algún hermano?
—Uno. Una hermana mayor.
—¿Por qué no hablas con ella?
—No lo he hecho desde que se fue de casa cuando yo tenía doce años.
Asiente.
—Padres: ¿casados o divorciados?
—Casados.
—¿Qué edad tienes? —Una sonrisa se extiende por su rostro.
—¿Por qué sonríes?
—A las mujeres no les gusta esa pregunta.
—Por lo general, pero por alguna razón no me importaría que lo supieras.
—Sonrío. Su sonrisa es nada excepto contagiosa—. Veintisiete. ¿Tú?
—Aún no es tu turno, Jane. —Estrecha sus ojos sobre mí, la sonrisa fija
en su lugar—. Sin embargo, te responderé. Treinta y uno.
—No lo habría elegido.
—Lo tomaré como un cumplido.
—¿Cuántas preguntas van? —Se me ocurre que ninguno parece haber
estado contando.
—No estoy seguro. Sigue tú.
—No fueron veinte. Lo sé. —Apoyo la cadera contra la encimera, y cruzo
los brazos.
—Tal vez, pero ahora me quedé sin preguntas. Guardaré la mía para la
siguiente ronda.
111 Asiento mientras se acerca a las compras restantes, y saca algunos
artículos.
—Lo suficientemente justo. ¿En qué trabajas?
Deja de desempaquetar durante un breve segundo, pero veo el nudo de
tensión en su espalda mientras continúa.
—Carnicero.
—Oh. —No lo habría imaginado, pero eso explica sus brazos—.
¿Exactamente cuánto tiempo has vivido al lado?
—Hace mucho. —Me mira mientras espero que continúe—. No lo
recuerdo.
Su respuesta no es creíble, pero decido seguir adelante.
—¿Quiénes son esas personas en la foto que hay en tu sala?
Coloca sobre la encimera la lata de maíz que sostiene y se vuelve
lentamente para mirarme. Frunce el ceño.
—Yendo directo a lo personal, ¿eh?
—¿Y preguntarle la edad a una mujer no lo es? —Me río.
No responde.
—Siguiente.
Retengo las palabras que se encuentran en mi lengua; mis quejas
recordándole que él dijo que me diría todo lo que quisiera saber. Los recuerdos
de su ira y el miedo aún se aferran a mi piel. Aún no estoy lista para repetirlo.
—¿Hermanos o hermanas? —Imagino que hacerle las mismas preguntas
que él me hizo estaría bien.
¿Qué tan equivocada estoy?
Su estrecha mirada hace que cada vello de mi cuerpo se erice. Dejo de ser
el centro de su ira cuando mira lejos.
—¿Qué tal si guardamos estas cosas en los armarios, y entonces decides
qué haremos con ese pollo para la cena? —dice.
Evasión: 101. Cambiar de tema.
—Bien.
Acomodo las naranjas y las manzanas que él compró en una gran fuente
que localizo en la despensa. Las bolsas se agitan, y los paquetes golpean la
parte posterior de los estantes con demasiada fuerza detrás de mí. Dibujo un
mapa mental de una zona de seguridad alrededor de donde estoy y me aseguro
de que mi trabajo se encuentre confinado en ese espacio. La irritación que
irradia tararea cada vez que me acerco demasiado.
Un paquete de pasta se cae del armario en que lo tiró, y lo recoge. El
112
paquete vuela hacia el estante, y la bolsa se abre. Longitudes de fideos caen en
cascada fuera de la encimera, y en el espacio entre la nevera, y los armarios.
—¡Joder!
Cada músculo en mi cuerpo se tensa.
—Mira, lo siento si hice una mala pregunta, ¿de acuerdo? Hasta que no
sepa nada de ti, no sé lo que está prohibido.
—Cállate, Jane.
Apoya las manos sobre el borde de la encimera, y deja caer la cabeza.
—No quise volver a enfadarte. Solo iré a mi habitación o algo así.
—Te dije que te callaras, Jane.
—Es que siento que necesito disculparme.
—¡Cá. Lla. Te!
Guau. Oficialmente demasiado para que maneje en este momento.
Lágrimas no deseadas se deslizan por mis mejillas, y mi nariz se convierte en
un verdadero grifo. Estar en la misma habitación que él cuando está así me
aterra mucho ¿Por qué carajo no me mostró este lado suyo antes de que
decidiera venir aquí?
Lloro por el miedo que me atraviesa. Lloro por la injusticia de dejar a un
idiota por otro. Lloro por mi estupidez de soñar despierta que éramos algo.
¿Qué jodida fantasía honestamente pensé que podría llevarme? ¿No se me
ocurrió que tarde o temprano vería a través de mi fachada? ¿Es consciente de lo
que hizo? Me manda al diablo.
Debo ir, pero mis pies no obedecen la orden de “andar” que mi cerebro
emite. En este momento, mis piernas se encuentran desconectadas de mi
cuerpo. Mi cerebro grita “corre”, pero mis piernas responden “infiernos, no”.
Soy un gran fracaso que no puede coordinar sus propios movimientos.
Sin esperanza.
Malice suspira, y se vuelve para mirar el estado de mi rostro hinchado y
mocoso.
—Lo siento, Jane.
Lo miro. ¿Piensa que con un “lo siento” es suficiente?
»¿Qué puedo hacer para compensarte? —Lleva sus manos detrás de su
cabeza, y como soy de mente jodida, pierdo mi hilo de pensamiento frente a la
fuerte elevación de su pecho.
Más allá de la esperanza.
113 —Yo... No sé. —De alguna manera consigo hacer retroceder mi cerebro
hacia mi instinto de escape, y, quién lo diría, mis piernas se mueven esta vez.
Cada paso que doy es más rápido que el anterior, hasta que llego a la
puerta del dormitorio. Rocco entra, presuroso sobre mis talones, y se sienta a
mis pies sobre la cama. ¿Qué diablos hago? ¿Me quedo? ¿Me voy? ¿Grito?
¿Lloro? ¿Lucho? ¿O renuncio?
Elijo llorar. Parece lo más apropiado para el estado de desolación hacia el
que me dirijo. Nada te hace sentir más una basura que no saber cómo resolver
tus problemas. ¿Qué creo que pasará si me quedo? ¿Me daré la vuelta y
encontraré una instrucción pegada al techo? ¿Malice me entregará un mapa de
barro que muestre el camino a una vida feliz?
Despierta, Jane. Nadie te va a salvar.
Los caballeros de brillante armadura no existen.
19
Farsa
Traducido por Bellå
Corregido por YaniM

Malice
Bien hecho, hijo de puta.
Salgo de la cocina, sabiendo que incluso si contemplo limpiar esa maldita 114
pasta lo haría lleno de furia. Ira pura y desenfrenada se arremolina debajo de la
superficie, y si no encuentro un medio para liberar esto, entonces sé quién
sufrirá.
Jane.
¿Por qué no pude responder sus malditas preguntas? ¿Es tan difícil decir
“te he visto herida, y te he escuchado llorar durante meses”? ¿Es tan difícil
decir “soy hijo único”?
¿Es tan difícil compartir, para variar?
Los chicos siempre me molestan para que me abra más, y ahora que
encuentro a una persona, a una mujer, quien en realidad da dos mierdas, me
cierro.
Vete a la mierda, imbécil.
El tipo en el que me convertí es un idiota, un idiota de primera. Y pensar
que lo hice todo a propósito. ¿Cómo funciona tu auto preservación, eh?
¿Divirtiéndose sola?
Ningún sonido viene de su habitación, y no sé si eso debería alarmarme,
o confortarme. Gracias a Dios ya no llora, esa mierda dolió. ¿Pero permanecer
tan callada? ¿Y si intentó suicidarse?
Mierda. ¿Lo intentaría? ¿Cómo no pensé antes en su nivel de estabilidad?
La mujer está saliendo de un matrimonio abusivo, así que, ¿quién quita que su
cabeza se encuentre totalmente jodida?
Voy a su puerta, deseoso de resolver esta preocupación que se asentó en
mi pecho. Odio esa maldita sensación. He hecho todo lo posible para acallarla:
he alejado a personas, he permanecido ajeno de los asuntos de los demás, evité
toda compañía. Sin embargo, aquí está, instalándose debajo de mis costillas.
—¿Jane? —Toco ligeramente la puerta, haciendo que se mueva. El hecho
de que esté abierta es un comienzo.
Se sienta en la cama, sus labios fruncidos. ¿Por qué eso luce tan sexi en
ella? Se siente herida; no debería notarlo. Joder, soy tan enfermo como ese
imbécil que dejó.
—¿Entiendes por qué estoy molesta? —pregunta con una voz fría y plana.
—¿Mi ira te asusta?
Niega.
—Sí, pero eso no es todo. —Golpea con la mano su lado de la cama y
Rocco salta a ella—. No tú, bobo. —Sonríe—. Me refiero a él.
115 Un simple movimiento de su cabeza hacia mí y estoy dispuesto a caer a
sus pies y rogar que me acaricie.
Rocco se hace a un lado y tomo su lugar junto a ella. Levantando mi
mirada a la suya, encuentro tanta honestidad en sus ojos que me derriba. Esta
mujer, esta guerrera, ha vivido y sobrevivido su propio infierno personal
durante años, y está dispuesta a tomar una oportunidad, a abrirse a mí,
dándome esa parte sagrada que nadie puede quitarle: la esencia de quién es.
Y yo no puedo hacer lo mismo por ella.
Se supone que ella es la que está jodida, no yo, entonces, ¿por qué siento
que soy yo quien se recuesta en el diván del psicólogo?
»He estado dormida por mucho tiempo —comienza—. Mentalmente, no
psicológicamente. Este día contigo… me ha abierto los ojos a cuánto tiempo me
permití estar en ese estado de coma. Al alejarme de ese lugar, de su influencia,
es como si me hubieras pasado una antorcha en un oscuro túnel; ahora puedo
ver la salida, y cuando miro hacia atrás puedo ver cuán verdaderamente oscuro
era ese lugar.
»Dylan me amó alguna vez; al menos, pienso que lo hizo. Tengo que
creerlo, de otro modo la idea de cuántos años desperdicié en una persona que
no daba una mierda por mí me hace querer acurrucarme bajo las sábanas de la
cama, y llorar hasta secarme por falta de líquidos corporales.
Sonríe, y me rio ante su humor.
»No me golpeó desde el primer día. Eso comenzó hace unos años en
nuestro matrimonio, pero lo que puedo ver ahora es que para ese entonces ya
me había destrozado. Me encontraba tan lejos de aquí —Señala su cabeza—,
que ni siquiera lo pensé dos veces antes de darle el beneficio de la duda. “Mi
Dylan no lo haría a propósito”, me dije, “fue un mal día”. Traté de justificar
todo. Inventé excusas, y entre más lo hacía, más me permití creer que era mi
culpa, exactamente como él me dijo.
»No puedo regresar a eso, pero cuando perdiste tu temperamento como lo
hiciste allí, entré en pánico. Entré en pánico porque si eres igual que él,
entonces ¿qué oportunidad tengo para mí? Si todo esto —Hace un gesto con su
mano alrededor de la habitación—, no es más que la misma ilusión en que viví
al principio de mi matrimonio, entonces seguramente el mundo real me
masticará y me escupirá. Necesito aprender a hacer esto yo misma, y confiar en
mi juicio. No puedo permitir que la gente me lave el cerebro, y ya no puedo ser
más la víctima. No puedo depender de ti.
Mis palabras de hace un momento vienen para morderme.
—No quise decir lo que dije.
—Sí, lo hiciste. —Toca mi rodilla—. Y yo necesitaba escucharlo, porque
honestamente, te habría usado como una muleta, y habría culpado a todo el
mundo menos a mí misma por la situación en la que estoy. Si no me hubieses 116
puesto un espejo frente a mis vicios, y mostrado cuán dependiente me he vuelto
de otros para que solucionen mis problemas, entonces, ¿qué me habría hecho
cambiar?
¿De qué demonios habla? ¿Cómo puede culparse?
—No eres culpable de lo que te hizo. Y no está mal necesitar la ayuda de
otras personas que se encuentren en una situación mejor que la tuya. —No se
inmuta cuando alcanzo su rostro, y froto mi pulgar sobre su mandíbula.
—Tal vez no —susurra—. Pero sí es mi culpa el permitir que continuara.
Y como ya señalaste correctamente, no todo el mundo a mí alrededor se
encuentra en una mejor posición.
Deslizo mis dedos por su delicada oreja, acomodando los mechones de
cabello. Sonríe, y cualquier rastro de mi ira anterior se desvanece. Su presencia
es calmante. ¿Cómo no lo pudo ver ese imbécil? ¿Cómo pudo desperdiciar a
semejante mujer?
—Soy un firme creyente de que todo lo que pasa es por una razón, y hay
un momento adecuado para que las respuestas se nos presenten —digo. Ella es
mi respuesta—. ¿Tal vez no estuviste lista para alejarte hasta ahora?
—Tal vez. —Cierra los ojos y puedo verla luchar contra más lágrimas.
—No llores otra vez.
Se ríe.
—Créeme, estoy tratando de no hacerlo. Estoy un poco harta también.
El dolor desfigura sus rasgos, e instantáneamente pierdo la sonrisa que
me provocó hace un momento. Es claro que sus pensamientos no se
encuentran en esta habitación, y no sé qué más hacer para traerla de regreso a
mí.
La beso… lenta y tiernamente. No quiero que corra, y si la recuesto sobre
la cama tal como deseo hacer, saldría por la puerta antes de que pueda decir
“mierda”. Al principio se tensa, pero la diferencia crucial es que no se
estremece. No hay miedo en su rigidez, solo confusión.
Tan suave y dulce como son sus labios, me retiro para darle un momento
para asimilar lo que sucede. Tiene que ser clara en esto. De ninguna manera
voy a presionarla. Tiene que querer lo que estoy listo para darle.
—¿Qué somos? —pregunta.
Frunzo el ceño, considerando lo mismo. Es cierto, ¿qué somos? Más
importante… ¿deberíamos estar haciendo esto?
—No estoy seguro —le respondo sinceramente—. Nunca me he detenido a
pensar en ello.
117 Sonríe, y mi pecho jodidamente vibra con algo que no sé cómo manejar.
—Entonces no le pongamos nombre —ordena.
Asiento, y apoyo mi frente en la suya. Las manos de Jane soportan su
peso en mis rodillas. El calor de su toque irradia a través de la mezclilla gruesa
de mis pantalones.
En este momento, sé por encima de todo, que su toque es el único que
me marca.
20
Despertar, comer, dormir, repetir
Traducido por Kariza
Corregido por Daliam

Jane
Hace ocho días le dije a Malice que no nombrara lo que teníamos, pero
nombrarlo es todo lo que he tratado de hacer. 118
Los papeles llegaron de la policía para confirmar que la orden de
restricción temporal contra Dylan está en su lugar mientras se lleva a cabo la
clasificación de los cargos. Arranqué esos pedazos en blanco del sobre blanco
sellado que sostenía en mis manos y grité como un maldito bebé.
Letras escritas sin sentido de una forma consecuente. Palabras en una
página. Una carta. Esos formatos no son ninguna de esas cosas; estos son el
primer paso hacia el camino de la independencia. Estas son la prueba física
que yo, Jane Darrow, he encontrado las agallas para cambiar el rumbo de mi
vida.
Al día siguiente, Malice regresó del trabajo con cuatro marcos de pinturas
idénticas, tamaño A4. Se sirvió para llevar, me sirvió un poco de vino y nos
sentó en la mesa para tener una sesión improvisada de arte, colocando esas
páginas en los marcos.
Ahora cuelgan en una sección de la pared en la que no se puede dejar de
pasar para ir a cualquier lado de la casa.
Esa noche fue la primera noche que yací despierta en la cama, mucho
después de que Malice se retirara a su dormitorio, e intenté nombrar dónde
estábamos.
¿Amantes?
¿Compañeros?
¿Una fantasía de la que despertaría?
Aún estoy tratando de resolverlo. Rocco empuja mi pie mientras mezclo el
café delante de mí antes de perderme. Bajo la mirada, sonrió, y froto su cabeza.
Incluso se comporta como si conociera a Malice toda su vida. Anoche me
desperté en la madrugada para encontrar que Rocco se había ido. Mi sobre
activa imaginación pensó lo peor, hasta que me levanté de la cama, me paré en
la puerta del dormitorio y sonreí como una loca al verlo acurrucado en la
espalda de Malice.
Desde mi pesadilla la primera noche, Malice siempre dejaba su puerta
abierta. Tenía que admitir, existía algo sobre remover esa barrera física que me
ponía tranquila. No estoy aislada, olvidada. Tal vez eso me quiere decir él, o tal
vez no, pero se siente como que trata de mostrar que me necesita a salvo. Trata
de mostrarme que se preocupa.
Es como si no pudiera quedarse dormido a menos que sepa que estoy
bien.
Probé la teoría anoche, después de observarlo dormir con Rocco
presionado cerca. Cerré la puerta de mi dormitorio. Cuando desperté esta
mañana, se encontraba abierta.
119
La última vez que comprobé, los perros no podían abrir puertas.
—Buenos días. —Escuchar primero el ronco sonido de su voz me hace
cosas extrañas. Renuncié a pelear contra ello después de la tercera mañana
juntos.
—Buenos días a ti también. —Las palabras se sentían en la punta de mi
lengua, aun soy cuidadosa de no mencionar a su nuevo compañero de dormir.
No cuando significa que lo estuve observando.
—Mierda, he estado esperando por el fin de semana. —Estira sus brazos
desnudos sobre su igualmente desnudo torso.
Dejo caer la cuchara, y miro sobre el borde de mi taza hacia la tinta que
cubre secciones de su cuerpo. Las imágenes se oscurecen por el impresionante
bronceado que desaparece debajo de la cintura del pantalón.
—¿Semana difícil?
—Tuve algunas órdenes pesadas, así que sí, estoy un poco dolorido en
algunas partes. —Frota su cuello, y alcanza el café que hice—. ¿Sabías que
estaría arriba?
—Tienes una rutina.
—No, no la tengo. —Malice sonríe y toma un sorbo.
—Sí, si la tienes. —Sonrió—. Siempre te levantas diez minutos antes de
las siete.
—¿Lo hago? —Levanta sus cejas.
—¿Alguna vez miras el reloj siquiera?
—No los fines de semana. —Guiña y me revuelvo en mi punto.
—Tu teléfono sonaba. —Asiento a donde se halla colocado encima de
sobremesa—. No quise despertarte por ello. Me imaginé que si era importante lo
intentarían de nuevo.
—Probablemente uno de los chicos.
Él aun no me ha dicho quiénes eran los muchachos en la imagen. Estuvo
fuera la otra noche, y me preguntaba si es con quien estuvo.
Malice arrebata el móvil de la sobremesa, y se desplaza a través de las
notificaciones mientras da sorbos a su café. Caliente, liquido café brota de sus
labios, y él pone la taza abajo para limpiar su boca con la parte de atrás de su
mano. —Mierda.
—¿Qué pasa?
—Solo algo inesperado
Me lo dices a mi.
120
Una sonrisa rápida, y termino lo último de mi abrasadora bebida caliente.
—¿Quieres compartir?
Sacude su cabeza, y lanza el móvil de nuevo a la mesa. Se mueve
rápidamente sobre la superficie hasta que descansa contra el recipiente del
café.
Un incómodo silencio sobreviene, y la mirada en sus ojos dice que está
lejos de donde estoy yo.
»Así que, desde que la policía me regresó mi identificación el otro día, he
estado pensando en que no hay razón por la que no deba obtener un trabajo de
nuevo.
Él se une a mí de nuevo con un rápido levantamiento de ceja. —¿Si?
Asiento. —Pensé que no existía mejor manera de volver al ruedo que
ganar algo de efectivo, y cuidar de mi misma.
—No tengo prisa si tú no la tienes. —Toma un sorbo tenue de su café.
—No me puedo quedar aquí para siempre. Si voy a ir por mi cuenta, como
debí hacer hecho hace años, entonces necesito tener mis finanzas ordenadas.
Obtener un empleo es el paso uno, Malice. Escuché en la radio que se está
abriendo una nueva tienda departamental esta semana. Podría comenzar por
ahí.
Asiente. —Supongo que tienes un punto. ¿Quieres revisar el periódico por
lugares, también? Podríamos dar un vistazo este fin de semana.
Una sonrisa empuja a mis labios en una suave curva. No había estado
tan emocionada en mucho maldito tiempo. —Suena genial
—Bueno —comienza, y después termina la bebida—, dame tiempo para
tomar una ducha, y vestirme y después podemos ir a obtener la edición de fin
de semana.
Asiento, aun sonriendo como loca. El hombre es lo suficientemente bueno
como se despierta. —Qué demonios va a mejorarlo aún más una ducha.
—Mientras hago eso —dice, asintiendo hacia su teléfono—. ¿Por qué no
llamas a tus padres?
—¿Qué? —Levanto mi cabeza, preguntándome por qué en la tierra el
piensa que eso es una buena idea.
—Jane, mírate a ti misma. Mira cuánto has cambiado ya. Sonríes más; te
ves saludable. Por el amor de dios, dejaste trastes sucios el otro día en el
lavabo.
121 —¿Lo hice? —No podía creer que hice algo que podría haber considerado
tan imprudente hace quince días.
—Sí, lo hiciste. —Sonríe—. Estás cambiando, nena, y es bueno. Solo
pregunto si llamando a tus padres podría ayudar a purgar esa última mierda
en tu cabeza que te hace pensar que no lo tienes.
Malice sale de la cocina, y un minuto después, el agua corre a través de
las tuberías bajo mis pies. La única cosa sobre una casa de piso de madera,
ningún aislamiento de sonido.
Suspiro, corro mis manos sobre mi cara.
La mera idea de llamar a mis padres me hace romper en sudor. Cómo
puede pensar que he cambiado cuando sigo siendo tan débil cuando se trata de
llamarlos a ellos. Camino hacia su teléfono, y lo levanto. Mi ojos trazando los
números que me conectarán con la gente que me trajo a este mundo, la gente
en la que confiaba que no me dejarían salir lastimada.
De nuevo, estoy cambiando la culpa. Estoy buscando una salida cuando
de hecho la miseria con Dylan nació de mis elecciones. Quería casarme con el
chico, me mudé fuera de casa con él, y lo elegí sobre mis padres.
Ellos solían advertirme sobre pasar mucho tiempo con él, sobre correr
dentro del compromiso. ¿Pero qué sabían ellos? Solo eran un par de viejos
cadáveres, y yo era joven y llena de amor.
Era estúpida, más bien.
Mi aliento silba entre mis dientes mientras sumo lo último de mi valor. Si
no es por mí, y no es por ellos, hago esto por Malice. Hago esto para mostrarle
que tengo razón, que a ellos no les importa. Lo haré para probarle que no tiene
todas las respuestas para mí.
El timbre hace eco a través de mi cabeza como el sonido de las campanas
de los funerales. La espera es fatídica, y justo cuando estoy lista para escuchar
el sonido del clic de la maquina contestadora, una explosión de mi pasado me
deja débil sobre mis rodillas.
—Hola. —Después de todo este tiempo, la voz de mi madre no ha
cambiado en lo más mínimo.
»¿Hola? —pregunta de nuevo. Me doy cuenta que estoy de pie en silencio,
aturdida, en estado de shock. ¡Habla, Jane!
—Hola, mamá.
Más silencio de ambas partes antes que sus sollozos resuenen a través
del teléfono, causando que el auricular vibre contra mi cráneo. Ella sorbe, y
murmura algo incomprensible. Una solitaria lágrima se desliza libre, y moja mi
mejilla. No puedo negarlo, extrañé a esta mujer. Sabiendo que se siente feliz de
oír de mí estira mi corazón. A ella le importa. Me equivoqué. 122
Mis padres no se dieron por vencidos.
—Pensé que nunca escucharía de ti —dice por fin.
—Nunca pensé que llamaría.
—¿Qué cambió? —No podía negar la esperanza en su voz
—Lo dejé.
Aspira aire con fuerza. —Él te tenía bajo un hechizo, Jane. Tu padre y yo,
intentamos llamarte muchas veces pero siempre tenía la sartén por el mango.
Intentamos ir a verte, hace como un año. Él dejó claro que no éramos
bienvenidos.
Mi corazón se aprieta. Pensé que era imposible odiar más a Dylan de lo
que lo hago, pero… lo logró. —Él quedó en mi pasado. —Lo hecho, hecho
estaba.
Avergonzada por creer en las mentiras de Dylan. Avergonzada de pensar
que mis padres no me amaban. Por asumir que se dieron por vencidos.
—¿Así que dónde te encuentras? ¿Dónde te estás quedando? —pregunta.
—Con un amigo.
—Agradécele por mí, me alegro de que tengas apoyo, cariño.
—Yo también. —¿Dónde estaría sin Malice?
—¿Puedo ir a visitarte? —La aprensión con la que pregunta revuelve mi
interior. No está bien para un padre temer preguntar a su hijo si está bien que
vaya a verlo.
—No me siento cómoda trayéndote aquí. —Mostrándolo a él—. ¿Podemos
encontrarnos en algún lugar?
—Seguro, cariño. Nómbralo y estaré ahí.
El pensamiento de verla es estimulante; no puedo esperar para limar las
asperezas de nuestra relación. Pero, al mismo tiempo, el concepto de salir por
mí misma asusta la mierda fuera de mí. Como, de verdad, crece la humedad en
mis palmas. Si Dylan me encuentra, orden de restricción o no, las cosas se
podrían ir rápido hacia el sur. ¿Qué pasa si camina dentro de donde me
encontraré con mi madre? ¿Qué haré? ¿Qué hará él? Por lo tanto, la única cosa
lógica que parece ser por estos días es que Malice esté cerca, en caso de que las
cosas vayan mal. Hablé con mi madre por otros diez minutos más o menos,
suficiente para acordar dónde, y cuándo nos encontraremos en el centro
comercial.
Ahora es mi tiempo de abrazar la oportunidad de cambiar. Seguro, estoy
aterrada, pero, ¿quién no lo está cuando se trata de decisiones masivas que
123 cambian tu vida? Todos esos años siempre pensé que dejar a Dylan seria la
parte más difícil, pero, ¿qué tan equivocada estaba? Nunca consideré cuán
difícil sería comenzar de nuevo. Dejarlo fue el primer paso hacia una
intransitado y oscuro camino, no tenía idea de a dónde me llevaría este viaje
hasta que sea lo suficientemente valiente como para experimentarlo.
Y el primer paso es salir por mi cuenta a reunirme con mi madre.
Haciendo lo que debí haber hecho hace muchos años.
21
De lo mundano a lo normal
Traducido SOS por Bellå
Corregido por Daliam

Malice
Ella está hablando… murmurando algo sobre cómo no le gusta la
decoración, pero todo lo que puedo hacer es contemplarla como un idiota. 124
Cómo no me había tirado a una mujer mayor aún, no lo sé, pero no
puedo sacar mis ojos de la manera en que su frente se arruga cuando hace
hincapié en un punto, o la manera que inclina su cabeza a la izquierda cuando
sonríe. Estoy dispuesto a apostar que no ha hablado así de mucho sin miedo o
interrupción en años.
Jane me dijo sobre su breve conversación con su madre de camino aquí.
Le lancé ese desafío, sin esperar que lo tomara, pero simplemente para plantar
la semilla de una idea que podía florecer con el tiempo. ¿Cuando caminé fuera
del baño después de mi ducha y vi que mi teléfono se movió? Orgullo. No hay
otra palabra para ello.
—¿No lo crees? —pregunta.
Ahora estoy perdido. No he oído ni una mierda de lo que ha dicho
mientras hemos caminado la distancia del centro comercial, tomados de la
mano. Una ocasional palabra aquí y allá, pero no lo suficientemente coherente
para saber qué me preguntaba.
—Tomaré tu palabra en ello —respondo y contengo la respiración.
Asiente, con esa arruga en su frente, y dejo que mis pulmones se vacíen.
Eso estuvo demasiado cerca. Soy muy consciente que no debería estar tan
envuelto en ella, pero maldición, calma mi mente.
Mi teléfono arde en mi bolsillo, demandando que responda el mensaje de
esta mañana. Sin embargo no puedo. No todavía.
Sigo en shock. Diecisiete años, y ahora él quiere hablar.
—¿Podemos entrar antes de irnos? —Jane tira de mi mano.
La sigo adentro de una tienda de ropa para mujer, y juro por Dios que
quiero llorar. ¿Por qué? ¿Por qué me haría esto a mí? Soy un tipo, joder;
nosotros no hacemos lo de los vestidos y mierda.
Su cara se ilumina cuando lee mi pobremente oculta inquietud.
»Vamos. Solamente quiero probarme algo. —Va directo a un vestido azul
y gris—. He visto este tantas veces en la misma tienda en el centro comercial al
que solía ir.
No necesita decirlo, lo sé. Él nunca la dejó considerar la idea de
comprarse algo lindo.
Jane se mueve directo a los probadores, y hace gestos para que me siente
en la única silla apilada en la entrada. Hago como me es dicho. Buen cachorrito.
Unos minutos después, y dos visitas a su probador de la encargada, un encaje
golpea mi cabeza.
125 —Malice —susurra en tono áspero. Sus brazos se agitan salvajemente
detrás de la cortina—. Ven a ver.
—¿Puedo entrar allí?
—Claro. —Me giro para ver a la empleada que ha reaparecido
mágicamente por encima de mi hombro—. Espere aquí —instruye.
Observo a la esbelta rubia hacer su camino hasta la cortina de Jane, y
asomar la cabeza dentro. Un momento después, abre la cortina por completo, y
conduce a Jane ante un espejo de cuerpo entero al final de la zona de cambios.
Juro que estas malditas piernas funcionaban hace un momento.
—¿Qué piensas? —pregunta Jane.
Mi mandíbula cae y un graznido raro sale. No exactamente la palabra que
tenía en mi cabeza.
La empleada aplaude.
—Creo que le gusta.
Jane sacude sus caderas de lado a lado, revisando todos los ángulos. El
vestido se ajusta a ella como un guante, como literalmente, un apretado
guante. Abraza sus caderas, y levanta sus pechos un poco. La parte inferior cae
a la mitad del muslo, ajustado como el infierno, mostrando sus tonificadas
piernas.
Maldición.
Luce jodidamente fenomenal.
—Sin embargo, no creo que pudiera usarlo para salir. —Y así, la tímida
Jane regresa.
—¿Por qué no? —Ahora mi voz funciona. Típico.
—Es un estilo elegante para todos los días.
—Entonces úsalo para ir a un bar, o algo.
Mira hacia mí, y parpadea.
—¿Cuándo iría a un bar?
—Esta noche. —¿Cómo es eso de la espontaneidad?
—¿Esta noche? —Sus ojos se amplían.
—Sí, esta noche. ¿Tienes algún otro lugar para estar? —Entrecierro mi
mirada en ella.
Mira a la empleada, quien sonríe como el gato Cheshire, y de regreso a
mí.
—Creo que sabes la respuesta a eso.
126
De pronto el día ha mejorado muchísimo.
—Ve a encontrar otros tres —digo y señalo la tienda.
—Oh, no lo sé. No puedo realmente….
—Hazlo, Jane —ordeno—. Puedo garantizarte que estarás rogándome
regresar el próximo fin de semana, y sé cómo las mujeres se ponen sobre usar
la misma cosa dos veces.
—Me gusta este chico —dice la empleada, mirando en mi dirección.
Jane abre su boca y sé qué va a escupir alguna mierda sobre no tener
suficiente dinero.
—Yo pago —la corto.
La mirada de muerte que me da me dice que estoy en una tormenta
después, pero que se joda, ¿quién no disfruta un camino fácil?
Jane
Paso mi bosa de compras a Malice y sonrío.
—Gracias por esto.
—Oye, estoy orgulloso de ti por hacerlo. Toma todo el tiempo que
necesitas. —Se inclina y besa mi frente—. Voy a estar en la zona de comida en
algún lugar, jugando con tu nuevo teléfono.
Suspiro y asiento. Puedo hacer esto.
—Allá voy —digo con un ademán y me doy la vuelta para la tienda de
café.
Veo a mi mamá cerca de espaldas, sentada sola en una pequeña cabina.
Miro sobre mi hombro confirmando que Malice se ha ido al comedor. La imagen
de él con mis bolsas trae una sonrisa a mis labios.
Mi mano levanta su cabeza cuando me acerco, y la misma sonrisa
compasiva que vi cuando era niña llena su boca.
—Cariño.
127 —Mamá.
Se pone de pie, aparentemente indecisa de si es apropiado un abrazo, o
un saludo más formal. No puedo alejar el hecho de que el tiempo separadas
pone un obstáculo en nuestra relación. Por mucho que el tiempo perdido me
entristezca, no estoy en la etapa donde puedo mostrar libremente su afecto
todavía.
Tomo mi asiento para darle una salida, y agarro el número de la mesa.
Cualquier cosa para mantener mis manos ocupadas.
—Tu padre quería venir también. Le dije que podrías sentirte un poco
abrumada si los dos estábamos aquí.
Asiento.
—Probablemente.
—¿Él es bueno? —pregunta—. ¿Tu amigo?
Mis ojos se disparan a los suyos. Supongo que no escondí a Malice tan
bien como pensé entonces.
—¿Lo viste, eh?
—Los vi a los dos caminando alrededor más temprano, pero te dejé tener
tu tiempo primero.
—Gracias —murmuro. No estoy segura de qué diría si preguntara algo
más sobre Malice. Explicar cómo nos conocimos significa que tengo que
explicar por qué dejé a Dylan. No puedo ir allí todavía. No puedo lidiar con su
decepción, con su lastima, y posiblemente con su ira.
»Entonces, ¿cómo está papá? —Giro la conversación de regreso a ella.
Responde educadamente, como haría un viejo amigo perdido. Me sienta
bien. Hablar con ella es suficiente, teniendo en cuenta que no lo hemos hecho
por tanto tiempo. Un par de veces trató de traer las preguntas hacia mí, pero
las desvié y las empuje de vuelta. Después de un rato creo que captó el mensaje
ya que dejó de preguntar.
—¿Tienes tu teléfono? —pregunta mamá—. Te daré mi número de celular.
Sacudo mi cabeza.
—Lo dejé con Malice.
Sus cejas se elevaron.
—Ese es un nombre interesante.
—Apodo.
—Oh.
—Conozco el número de casa —la tranquilizo—. Me mantendré en
128
contacto.
—Sé que es difícil, después de tanto tiempo —dice mamá, agarrando mi
mano—. Pero no seas una extraña. Tenemos demasiado tiempo perdido que
recuperar.
Lo tenemos, pero sólo puedo hacer un tanto a la vez. Debería estar en
éxtasis de que he reconectado con ella, con papá, pero no lo estoy. La alegría es
agridulce, contaminada. Con el renovado contacto vienen todas las emociones
que enterré hace mucho tiempo, como ser “abandonada”. No puedo sacar esas
cosas durante la noche, por mucho que me gustaría.
Decimos nuestras despedidas, y observo mientras ella se aleja hasta que
no puedo verla más. Me siento aliviada, pero al mismo tiempo siento un extraño
vació que no puedo identificar. La victoria es hueca, y todo lo que puedo pensar
es que mi ira hacia Dylan por alejarlos, de impedirles verme sin mi
conocimiento, de alguna manera está ligado a esto.
Como siempre, Dylan se las arregla para arruinar cualquier alegría que
debería tener de la vida.
Incluso si no se encuentra físicamente aquí.
22
Caída libre
Traducido por ∞Jul∞, mariana90 & Maeh
Corregido por Daliam

La sonrisa todavía tira de su boca mientras entramos en la casa, Jane


lleva sus seis bolsas de ropa. En lo personal, estaría feliz de verla con puñados
de bolsas, pero un paso a la vez.
—Estoy nerviosa por esto —confiesa mientras se une a mí en la sala de
129 estar.
—¿Por qué? Te ves un poco emocionada para mí.
—Lo estoy. —Ahí va ese guiño a la izquierda—. Pero es un poco
abrumador. No he estado fuera desde…
Extiendo la mano, y tiro de ella cerca mientras mira hacia el espacio.
»Ahora que lo pienso, no puedo estar segura de la última vez que salí. Los
días todos son borrosos en uno solo, ¿sabes?
—Seguro.
Sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura, y descansa su cabeza
en mi pecho. Me gusta este lado de ella, mucho.
—Gracias —susurra.
No respondo. En su lugar, acaricio su cabello. Las olas castañas caen
sobre sus hombros, tan sedoso y suave. Su cabeza se retuerce contra mí y la
misma sensación borrosa que recibo de un perro frotando en mí de esa manera
se hace cargo. Quiero abrazarla y protegerla, ganar su confianza.
—¿A dónde vamos?
—¿Cuándo? —pregunto.
—Esta noche, tonto. —Tira la cabeza hacia atrás, sin soltar mi cintura.
Cierto. Un abrazo y me olvidé que le ofrecí una noche de fiesta. Sólo
quería que tuviera los malditos vestidos, y parecía la única explicación en el
momento en que tendría su acuerdo.
—Voy a averiguar a dónde van los chicos. ¿Podemos encontrarnos con
ellos si te gusta?
Sus ojos chispean, y hace la sonrisa más grande que he visto hasta
ahora. Por alguna razón, ver a los chicos la tiene animada para ir.
—Me encantaría. —Me deja ir, y peleo con el impulso de tirarla de regreso
a mí—. Déjame ir a prepararme.
Asiento con la cabeza, y la veo apurarse por el pasillo. Todavía nos
quedan unas horas para irnos, pero en el camino fuera del centro comercial
paramos para que consiguiera un poco de maquillaje. Me dijo que era algo que
el hijo de puta no le permitía tener. No creo que lo necesite, pero sé que va a
hacerla feliz. Así que estuve de acuerdo para pasar el rato mientras sacaba todo
sobre su mano con lápiz de labios, y leyó todos los malditos paquetes que había
en el estante.
En el momento que le lleva perfeccionar la aplicación de la pintura de
guerra, me baño, cambio, alimento a Rocco, y hago una lista de las cosas que
necesitamos del supermercado mañana. Me desplazo por los canales de la
radio, maldiciendo el hecho de que esta puta casa no tiene un televisor.
130
La ironía tiene una risa a mi costa cuando camina en la habitación justo
cuando quedo en “Foxy Lady”. Me río, y ella ve a la radio, entonces a mí antes
desmoronarse también.
—Espero que sea tu forma de darme un cumplido —dice.
Me encojo de hombros. —Tómalo como quieras.
—Te ves bien. —Su observación parece haberla tomado tanto a ella con la
guardia baja como a mí. Sus ojos caen al suelo el segundo que acaba de decirlo.
—Te ves mejor. —Sonrío—. Sin embargo, al menos me quitarás un peso
de encima. Se vuelve agotador ser la persona más sexy del bar todo el tiempo.
Sonríe, inclinando la cabeza hacia la izquierda y todo, luego me golpea en
el brazo. Por Dios. Dos veces en una tarde que me ha tocado abiertamente.
Hace una semana habría necesitado levantar con palanca los brazos de su
cuerpo.
No sé lo que provocó el cambio dentro de ella, pero estoy seguro como el
infierno que no me quejo de ello. Este lado de Jane: su sentido del humor, la
risa, y su confianza son un soplo de aire fresco.
—Tigger y Bronx ya se encuentran en el bar, por lo que vamos a salir,
¿eh?
Asiente con la cabeza, y toma mi brazo ofrecido. —¿Son todos tus amigos
como tú? ¿Es decir, con nombres poco comunes?
Niego con la cabeza. —No, nena. Malice no es mi nombre de pila.
—Oh. —Se ríe mientras la dejo caminar por delante de mí—. Pensé que
tus padres debían haber tenido un sentido del humor.
—No uno bueno. —Me río, palmeo a Rocco en la cabeza, y lo encierro en
el patio trasero—. Es un apodo que recogí hace un tiempo.
—¿Puedo preguntarte tu nombre real, entonces?
Maldita sea. Sabía que este día llegaría. —¿Tienes qué?
Su cara se cae. —Creo que no. —Jane se mete en la camioneta,
dejándome de pie con los brazos descansando sobre el techo, maldiciendo mi
estupidez.
Me dejo caer a su lado, y tomo su mano. —No hagas eso, tomar todo tan
personalmente. Es vergonzoso, es todo.
—No puede ser tan malo. Fui a la escuela con un chico llamado Jack
Horner. Imagina las pegas que aguantó2.
Me muero por dentro, sabiendo que nunca debería haber abierto mi puta
131 trampa. ¿Por qué le dije que Malice no es mi verdadero nombre? Debería haber
vivido con ello. Estúpido.
—¿Prométeme que no te vas a reír? —Doble verificación.
Me da el visto bueno más sincero, sin embargo, todavía puedo detectar el
pequeño pellizco en las comisuras de los labios.
»Mi nombre de nacimiento —Cubro mi cara con ambas manos—, es Alice.
La oscuridad es reconfortante, y elijo mantener las manos en su lugar
mientras el silencio nos rodea. Entonces lo oigo. El más pequeño de los ruidos,
pero lo hizo. Ella rió.
Dejo caer mis manos, y la miro: con la cara roja, sonriendo y sosteniendo
su mano en su boca.
—Oh, Dios mío —finalmente deja escapar en una corrida de palabras—.
Lo siento. Lo siento mucho, ¡pero eso… apesta!
—Dímelo a mí.
—¿Por qué demonios te llamaron así?

2 Lo dice por “Horner” que se parece “horny” cuyo significado en español puede ser “caliente” o
“cachondo”.
—¿Alice Cooper? No lo sé. Nunca pregunté en caso de que la respuesta
fuera peor.
Resopla, y niega con la cabeza. —Eso es cruel.
—Sí, bueno. Digamos que era el comienzo del por qué llegué a resentir a
mi padre cuando era un adolescente.
—¿Sólo a tu padre? —Ríe, pero el paso en falso no es divertido para mí.
He ido y revelado otra pequeña parte de mí mismo.
—Sí.
—Por Dios. Tu madre cae fácil.
—Ocurre cuando ella está muerta. —Enciendo la camioneta, lo pongo en
marcha, y golpeo el acelerador.
Me mira; no soy ciego. Me puedo imaginar su expresión de lo que puedo
ver en mi visión periférica.
—Estoy apenada por empezar la conversación, Malice.
Me encojo de hombros. —No es tu culpa. No lo sabías.
—¿Cuántos años tenías?
Suspiro, y agarro el volante un poco más apretado. —Seis. 132
No ofrece más palabras, y me encanta eso de ella. Ella sabe que los
inútiles “lo siento”, y “debió de ser duro” no van a cambiar el hecho de que mi
madre murió.
Su mano descansa encima de mi pierna, y suelto el volante con una de
las mías para colocarla sobre la de ella.
—Háblame de Tigger y Bronx. ¿Qué debo esperar?
No puedo evitar sonreír ante su flagrante cambio de tema. Doy a su mano
un pequeño apretón, y comienzo a hablarle de los chicos que se asegurarán que
no olvide esta noche en un largo tiempo.
Jane
La música resuena profundamente en mi pecho, y mis caderas empiezan
a balancearse por su propia voluntad mientras camino. Ha pasado tanto tiempo
que tenía permitido dejar soltarme, que olvidé lo fácil que el ritmo se hace
cargo. Una banda de tres piezas toca en un escenario bajo en un extremo de la
barra: dos guitarras, y una armónica. El blues, la música country que tocan es
rápida, y se tapa con un bajo pesado. Me gusta. Me gusta la forma en que me
hace sentir. Me gusta el hecho que me hace querer dejarlo ir.
Malice camina delante de mí, sosteniendo mi mano mientras nos abrimos
a través de la multitud. Su amigo levanta una mano en el aire para señalarnos,
y por poco empujo a una joven, ya que rápidamente cambiamos de rumbo.
—¡Oye, saco de bolas! —grita el chico.
Me estremezco de lo incómodo y Malice mira al saludo crudo. Señala sus
pulgares en mi dirección, y ladea una ceja a su amigo.
El hombre sonríe, y con un chasquido de mis dedos, me gusta. Es de
hombros anchos, y shorts deportivos y cabello grueso. Pero su sonrisa ilumina
sus ojos, y viene a ser como el tipo de persona que es amigo de todos.
133
—Jane, este es Bronx. —Malice señala al culpable—. Y este viejo sucio
calificador de talento, es Tigger.
Tigger levanta su dedo medio mientras echa un vistazo a las mujeres
bailando. Se retuerce en su asiento, mirando como si estuviera a punto de
estallar. La falta de modales me debería sorprender, pero me gusta; me gusta
que son lo suficientemente cómodos para ser ellos mismos alrededor de mí.
Tomamos un asiento, y mis pies pican por moverse un poco más.
—¿Qué quieres? —grita Malice cerca de mi oído.
Me encojo de hombros. No he tenido nada que no sea vino o cerveza
extraña en años. No recuerdo lo que más me gusta. —Tú eliges.
Me hace un guiño y me deja con sus amigos para dirigirse a la barra.
Bronx se mueve en torno a un taburete para tomar el lugar de Malice, y choca
su hombro con el mío.
—¿Cómo se conocen ustedes dos ?
Miro a la pista de baile, tratando de detectar en lo que Tigger ha puesto
en su ojo. Cualquier cosa para ganar algo de tiempo mientras pienso en cómo
responder a esto. —Um. —Vacilo—. Nos topamos el uno al otro en un día. —
Me encojo de hombros.
Bronx asiente con conocimiento, mordiendo su labio inferior. —Lo
suficientemente justo. Espero que el mestizo no haya estado diciendo mentiras
sobre nosotros. —Guiña y sonríe.
No puedo dejar de devolverle la sonrisa. —Sólo me basta con saber que
tengo que cuidar mi espalda o, debería decir, el trasero, alrededor de ustedes
dos.
Bronx tira su cabeza hacia atrás, y se ríe. —Sí, eso sería. Él te diría que
nos gusta golpear el culo de una mujer, pero no somos un montón de buenos
hijos de puta que se han puesto al día con su mierda durante demasiados años
ya.
—Espera lo mejor, planea para lo peor. —Le guiño en este momento.
Empuja mi hombro de nuevo. —Me gustas.
Malice vuelve a la mesa, y coloca una bebida clara delante de mí.
—Vodka y limonada —me informa—. Comienza con algo dulce, no es
fuerte.
—Al igual que tu hombre, ¿eh? —Bronx esquiva un codo volador de
Malice. Se desliza fuera de la banqueta, y hace un gran gesto a Malice para que
se siente.
Me río, y tomo un sorbo de mi bebida. Se pone fácil, demasiado fácil.
134
En un destello de color, Tigger surge de su asiento, y se dirige a través de
la multitud hacia un grupo de mujeres.
—¿Hay que estar preocupado por eso? —pregunto a Malice, inclinando la
cabeza ante el decidido Tigger.
—Nah. —Sacude la cabeza—. Siempre es así. Probablemente vio algo que
le gusta.
Asiento con la cabeza. —Parecía a punto de derribar a alguien.
—Siempre parece que está a punto de derribar a alguien. —Malice ríe—.
Te acostumbrarás a su intensidad. —Me mira de cerca, mirando a la forma en
que me estoy retorciendo al compás—. ¿Quieres bailar?
Me encantaría, pero sé que por mis costillas no, pueden ser aplastadas
entre la multitud. —Tal vez la próxima vez. —Giro la cabeza para encontrar a
Tigger, y la enormidad del bar me ilumina. Hay por lo menos un centenar de
personas aquí. Una persona podría perderse en esta multitud. Una persona
también podría esconderse entre ellos.
El pánico se apodera de mí en su vicio aplastante. ¿Qué pasa si Dylan
está aquí? Después de todo, nunca he sabido dónde va todos los viernes.
¿Quién puede decir que no está fuera todas las noches? ¿Y si me está mirando?
¿Planificando cómo va a llegar a mí?
Mi corazón late con una ferocidad tal que mis costillas duelen. Me
estremezco, y tomo lo último de mi bebida. Malice ve cómo golpeo el vaso vacío
sobre la mesa.
—¿Quieres otro?
Asiento con la cabeza, y pongo el yeso de mi mejor sonrisa “no pasa
nada”. Entrecierra sus ojos una fracción, pero tira una sonrisa, y sale a la
barra.
—¿Todo bien? —pregunta Bronx, deslizándose a mi lado de nuevo.
—No he salido por un tiempo, eso es todo.
Tira su cabeza hacia atrás, y ladea una ceja. —¿En serio ?
—Sí. ¿Por qué es tan difícil de creer?
—¿Una chica tan bonita como tú? Yo habría pensado que estarías fuera
cada fin de semana, viviendo.
—No es lo mismo cuando estás por tu cuenta. —Le cierro rápido, y miro
hacia atrás sobre la multitud.
135 La gente salta, y se mueven con la canción. El movimiento constante
hace que sea difícil hacer un seguimiento de las personas que he comprobado,
y aquellos que no. Soy consciente de que haciendo caso omiso de Bronx a mi
lado es el colmo de las groserías, pero estoy determinada. Si él halla aquí, tengo
que encontrarlo.
¿Dónde estás, Dylan?
—¿Qué te dijo esta vez? —Malice toma el asiento de Bronx, y desliza una
bebida fresca.
—Nada. Lo juro. —Levanta sus manos.
Tigger surge de la multitud de gente, y se deja caer en el taburete de
repuesto. Murmura, y luego sale lo más rápido que aterrizó a la cabeza de la
barra.
—¿Cuál es su problema? —le dice Malice a Bronx.
—Tenía un chillón el martes. Creo que podría haber sido demasiado.
—Mierda —dice Malice, mirando a la mesa—. Esas cosas siempre joden
con tu cabeza.
¿Un chillón? —¿Son todos carniceros? —pregunto.
Bronx asiente, y mira de reojo a Malice. Algo pasa entre ellos.
—Sí, lo somos. —Malice frota una mano por su cabeza, y baja su
bebida—. ¿Qué tal un baile lento? —pregunta, extendiendo una mano.
Echo hacia atrás la nueva bebida de vodka, y tomo la oferta. Caminamos
hacia la pista de baile, y encuentra un lugar cerca del borde donde no
conseguiré un codazo, o ser desviada alrededor. Envuelve sus manos alrededor
de mi cintura y me tira cerca. Nuestras caderas se conectan, y el deseo corre
fuerte a través de mis venas.
Nos balanceamos, y movemos al ritmo; los brazos de Malice protegen mis
costillas. El dolor sigue ahí, pero me atrevo a decir que el alcohol ha ayudado a
aliviar el dolor de esta noche. La gente se mueve a nuestro alrededor, pero estoy
perdida en nuestra pequeña burbuja. Nuestro pie cuadrado de pista de baile es
sólo nuestro, y lo disfruto.
Hasta que escucho una voz que envía escalofríos a través de mi piel.
—¿Qué haces tú aquí? —ruge.
Me tiro hacia atrás de Malice, y busco la multitud. ¿Por qué? ¿Cómo? La
gente se mueve entre las esquinas del club, algunos bailan, y otros se empujan,
mientras hablan con sus grupos.
»Te dije que no te podías escapar.
Gotas de sudor en mi nuca. Mis ojos bailan a través de los rostros a mí 136
alrededor. Por último, miro al hombre a quien pertenece la voz y no es Dylan.
»¡Es bueno verte! —El hombre misterioso tira de su amigo en un abrazo, y
empujo las lágrimas.
No es Dylan.
—¿Jane?
Soy consciente de que Malice ha estado repitiendo mi nombre todo el
tiempo.
—Lo siento —digo, sacudiéndolo—. Necesito sentarme.
Empujo a través de las personas que se interponen entre mí y mi
taburete, entre Bronx y Tigger. Malice viene después de mí, y se queda sobre la
mesa.
—¿Qué ha pasado ahí fuera, Jane? —Observa mi respuesta.
Bronx empuja la mesa, buscando en el bolsillo de atrás su cartera.
—¿Puedo conseguir otra bebida? —le pregunto.
Él sonríe, y toma mi ofrecido billete de cinco dólares. —Por supuesto.
Malice lo observa dejar la mesa, y busco a Tigger por ayuda evitando la
pregunta que aún no he respondido. Él mira a una chica molerse contra su
amigo. Genial.
—¿Jane? —pronuncia Malice.
—Pensé que había visto a Dylan —dejo escapar.
Él se desliza alrededor de la mesa para sentarse a mi lado. —¿Por qué no
dijiste nada?
—Entré en pánico, ¿está bien?
—Totalmente bien. Comprensible, incluso.
Le ofrezco una débil sonrisa. Seguro, es comprensible, pero aún sigo
descontenta por ello. ¿Por cuánto tiempo viviré en cascaras de huevo,
paranoica de que correré justo hacia él? ¿Cuánto tiempo Dylan seguirá
controlando mi vida?
Bronx regresa con la siguiente ronda, y le arrebato mi vodka. Me quema
mientras baja por mi garganta. Esta mierda es uno doble. Los muchachos
entablan conversación, o más bien dicho, Bronx y Malice lo hacen. Tigger toma
asiento, luciendo tan perdido como yo.
137 Los tragos continúan durante la noche, y antes de que lo sepa he bebido
cinco, o seis, de esas cosas. Lo que sea que haya ordenado esta vez sabe mucho
más fuerte, pero el nombre era lindo.
—¿Cómo la estás pasando? —pregunta Malice mientras me muevo con
ritmo al lado del banquillo. No he intentado volver a la pista de baile aún.
—Bien —respondo un poco más alto de lo que planeé.
Sonríe, pero todavía puedo ver la misma preocupación que vi la primera
noche que nos conocimos alrededor de sus ojos.
—¿Qué es eso? —Apunta hacia la bebida que actualmente estoy
engullendo.
Limpio mis labios con el dorso de mi mano, y coloco el vaso vacío en la
mesa.
Él lo captura antes de que golpee el suelo.
Juro que eso estaba en la mesa.
—No lo sé —respondo—. Pero voy a bailar.
—¿Estás segura? —Sus ojos se amplían, y no puedo entender por qué.
—Sí. ¿Por qué no?
—No lo sé. —Me despide—. Mientras que lo estés disfrutando, sólo
mantente cerca esta vez.
—Sí, papá —solté.
Mis piernas no son absolutamente cooperativas como lo eran cuando
entré al lugar, pero estoy segura de que por todo lo que bebí lo haré bastante
bien. Mis tobillos ruedan en los ridículamente altos tacones que elegí usar con
este vestido, y por la gracia de Dios me recupero antes de plantar la cara entre
la multitud de danzantes cuerpos.
Me toma una canción entera encontrar un lugar entre la multitud cerca
de Malice, pero con suficiente lugar para moverme. El pulso de la música
penetra en mis huesos, y la libertad que encontré con la ayuda de mi pequeño
amigo alcohol, me hace olvidar cómo termine aquí, me hace olvidar mi pánico
más temprano al “escuchar” a Dylan.
Por un corto tiempo, al menos.
La realización de que dejé a Dylan, y que ahora estoy bailando en un bar,
acompañada por un hombre al que quiero conocer como más que un amigo, me
golpea como un rayo. El alcohol me golpea con fuerza y me llena de
inseguridades, ambos van cabeza a cabeza como un par de frentes climáticos
colisionando. El resultado es un huracán de pánico que rasga a través de mí,
rasgando lejos de cualquier pizca de normalidad con la que me ilusioné.
Siento mi cabeza girar, y la alegría que sentía por bailar es cosa del
pasado. Los instintos de supervivencia regresan; necesito encontrar un lugar
138
oscuro y tranquilo.
Volteo a ver a Malice, dándole una sonrisa falsa. Él me ofrece el vaso de
nuevo lleno de lo que sea que era esa cosa enfermiza, y con ganas de
adormecerme al igual que los que nos acompañan estando ciegos de borrachos
para envolverme, lo tomo de un solo golpe. Mi mano no deja el vaso hasta que
está puesto en la mesa de manera segura.
—Creo que no debí dejar que Bronx te comprara eso —dice Malice.
—Vamos, hermano. Ella se divierte. ¿Verdad, amor?
Dirijo mi visión en dirección a la voz de Bronx, pero la tenue iluminación
me dificulta decidir a qué sombra dirigirme. —Sí, claro.
Un toque en mi brazo me hace volver la mirada para encontrar la mano
de Malice en mi codo. —¿Segura que te sientes bien? —Comienza a ponerse de
pie.
—Nada de qué preocuparse. —Trato de despedirlo con mi mano
ondeando, pero al final termino enganchando mis uñas bajo su mandíbula
mientras me acerco un poco por confort.
Frunce el ceño, y mi flujo de pánico aflora de vuelta en el séptimo ondeo
de mi mano; esta vez, la mierda es fuerte.
—Me voy al baño de damas. —Mis ojos queman ante la concentración que
tengo debajo—. Ya no me siento tan rápida.
Malice dice algo, pero no logro escucharlo para comprender qué fue lo
que dijo. La gente se hace a un lado como el mar rojo con una última mirada
hacia mi rostro pálido. Llego al baño en un tiempo record, donde mi plan
maestro termina abruptamente. La línea sobresale de la puerta. Joder. Mi
saliva se ha duplicado, y una quemadura avanza de manera lenta hasta mi
esófago. La línea avanza demasiado lento para mí. Para disgusto de las otras
“señoritas esperando”, avanzo pasándolas hacia el asiento. Mis manos agarran
el borde con segundos se sobra.
La ardiente bebida se vierte fuera de mí, y el olor hace que vaya por una
segundo ronda. Me empujo en el asiento con sinfonías de “eew”, y “asqueroso”.
No que me importe. En este momento de tocar fondo, mi mundo consiste en el
asiento, mi vómito y las temblorosas piernas que me impiden terminar en el
suelo.
Un cubículo se desocupa, y esquivo a una mujer como un jugador bien
entrenado. Ella maldice algo hacia mí, pero el zumbido en mis oídos hace difícil
que comprenda. Golpeo la puerta del cubículo, cerrando fuertemente mis ojos,
y caigo contra la pared.
139 La mezcla de intoxicación y pánico corriendo dentro de mí hace una
receta mortal. Oleadas de lava corren a través de mis venas, mientras que mis
entrañas se revuelven con ácido. Mi cabeza late y mis oídos resuenan. No
puedo tomar un respiro.
La preocupación corre en el rostro de la gente que me observa, o por lo
que ellos pueden ver, me extiendo por el suelo. Con mis rodillas dobladas,
puedo abarcar el espacio que el cubículo me provee. Ignorando lo desagradable
del piso es la palabra más probable, buscando por arriba de mi cabeza, y
envolviendo mis manos alrededor de la parte trasera del retrete. La fría
porcelana se siente como el cielo en mi piel ardiendo. Presiono mis manos
fuertemente en la fría superficie, buscando un rápido alivio de este desastre.
Alguien golpea contra la puerta. —¿Estás bien allí?
Gorgoteo algo que parece ser suficiente, porque las pisadas se alejan de
mí.
El inodoro se descarga, el agua corre y las mujeres parlotean. El mundo
sigue a mí alrededor mientras salgo de mi espacio de tres-por-cinco, y
encuentro consuelo en la medio soledad de este.
Podría caer dormida. Sé que me sentiría mejor si lo hiciera. Tal vez solo
durante cinco minutos, digo, ¿quién lo sabría? ¿Verdad?
El parloteo en la cola muere, y una distintiva voz masculina gruñe
acercándose. Quienes sean que fueran, suenan bastante enojados. Sonrío ante
mi estado borracho, inclinándome en el suelo. ¡Alguien va a conseguirlo!
—No puedes entrar aquí —demanda una voz femenina.
—¿Tú vas a detenerme?
Mierda, eso suena familiar. ¿Dylan? ¿Ha venido Dylan para llevarme a
casa?
Me tambaleo al borde del sueño, la sensación de estar deslizándome en la
celestial inconsciencia de mis sentidos sobrecargados.
—¡Oye!
—Sólo mantente ahí, mujer.
Guao. Algo está pasando allá afuera…
—¿Jane?
Toc. Toc
»¿Jane? ¿Puedes abrir la puerta?
—En un minuto —vocifero.
—Mierda. Bronx, sostén esto por mí.
140
Bronx. Ese nombre me es familiar…
—¿Qué demonios? —grita una mujer—. Eres ansioso, amigo.
—¿Jane? ¡Joder!
Juro que eso viene por encima de mí.
Obligo a mis perezosos parpados a abrirse por un segundo, pero el
esfuerzo parece monumental. ¿Valdría la pena? ¿Debería?
Algo golpea el suelo al lado de mis piernas, y mis ojos vuelan abriéndose
por puro instinto.
Hola, hermoso.
—¿Quién eres? Creo que te conozco. —Veo al hombre parado sobre mí.
Sonrío, pero el hombre está ocupado hablando con alguien más. Huh,
¿cuándo consiguió abrir la puerta?
Tomen una fotografía, gente; ¡durará más!
23
Medio ciego
Traducido SOS por ∞Jul∞
Corregido por Daliam

Malice
—¿Dónde está Tigger, Bronx?
141 —Se asegura de que tenemos un taxi disponible.
—Buen trabajo.
Llevo a Jane desde el baño de mujeres, a través de la barra, y por la parte
frontal. La gente mira; otros actúan como si la vista no fuera nada inusual. Ella
está fuera de combate y, para ser honesto, estoy muy preocupado.
Soy tan estúpido.
¿Por qué la dejé beber tanto, tan rápido? Claro, nosotros los chicos lo
hacemos a menudo, pero me las arreglé para pasar por alto el hecho de que ella
no ha estado fuera por una sólida noche bebiendo en un largo tiempo de
mierda. Mi mirada va rápidamente abajo a su pecho de vez en cuando, con la
esperanza de ver que todavía sube y baja.
—Aquí, hermano. —Bronx mantiene la puerta del taxi abierto—.
Encontraremos el nuestro. Llévala a casa, ¿eh?
—Gracias, hombre. —Quiero decirle lo idiota que soy, asegurarme de que
no piensa mal de mí después de esto, pero ahora no es el momento de joder
alrededor.
El taxista ve sobre el asiento a nosotros mientras ajusto Jane contra mí
para asegurar su cabeza arriba, y que su vía respiratoria permanezca abierta.
—Si ella vomita, serán cuatrocientos —advierte.
—¿Parece lo suficientemente coherente para vomitar, hombre?
Sacude la cabeza, y se vuelve a conducir. —¿A dónde?
Recito nuestra dirección temporal, y maldigo por lo lejos que es para
nosotros. Este taxi me va a costar una pequeña fortuna por no compartir con
los chicos, pero no hay manera de mierda que voy a llevarla a mi casa en la
ciudad, no cuando es justo al lado de él.
Mi mirada no deja a Jane en todo el camino. La veo contraerse en su
sueño, compruebo que sigue respirando, y mantengo un ojo en ella para
detectar cualquier signo que pudiera despertar a vomitar de nuevo.
Se queda fuera de combate durante todo el viaje. Eso preocupa la mierda
de mí. El taxista espera mientras la llevo dentro, sin duda con el medidor
corriendo, y me aseguro que está sentada en posición vertical antes de volver a
ceder un puto riñón para cubrir el costo. Gracias a Dios mi tarjeta de crédito
lleva un límite saludable.
Neumáticos crujen en la oscuridad, y hago mi camino de regreso para
entrar a la tarea de cuidar de mi desorden. Camino al interior para encontrar a
Rocco lamiendo la mano de Jane. Lloriquea cuando ella no responde.
—Lo sé, amigo. Lo siento. Le hice eso a mamá.
Trota un círculo alrededor de la silla en la que se encuentra, sólo para 142
sentarse de nuevo donde estaba. Luce tan agitado como lo estoy. Jane hace
gárgaras, y cierro la distancia en dos zancadas a paso ligero. Mi corazón se
acelera. ¿Y si se vomita en su sueño? Joder, no podría vivir conmigo mismo si
ocurría lo peor.
Con Rocco haciendo guardia, me las arreglo para desnudarla, y meterla
en una de mis camisetas. Nunca se mueve, incluso mientras limpio alrededor
de la boca, y elimino los pequeños trozos de algo que no sabía que comía de su
cabello. Usando las almohadas de su habitación, acolchono el lado de la cama
así se apoya sobre su costado. Al menos, si vomita dormida, sus vías
respiratorias se quedarán despejadas.
Rocco se instala al pie de la cama cuando enciendo la luz, y subo al lado
de ella. Ella babea un poco, durmiendo con la boca abierta. Intento varias veces
convencerla de que la cierre, pero su mandíbula cae holgada en cuestión de
segundos después de cada intento que hago. Pasa una hora con ella en la
misma posición, y soy incapaz de cerrar los ojos.
Nunca me he preocupado mucho acerca de alguien desde el día en que
papá trató de suicidarse. ¿Qué te dice eso? Sé que estoy seguro como la mierda
de que sientes náuseas pensando en ello.
Esto empieza a ser demasiado, demasiado rápido.
Me siento a su lado, observándola para detectar cualquier signo de que se
halla fuera del coma inducido por el alcohol. Nada. Jane duerme
profundamente a mi lado, felizmente ignorante de cómo su cabeza se va a
sentir mañana. La mujer va a desear la muerte una vez que el sol salga.
Miro a Rocco, que duerme a fondo en la esquina de la habitación. Ese
perro hace una cama en cualquier lugar. Podría estar situado en lo alto de un
asta de la bandera y todavía dormir, apuesto por ello.
Ahora que es evidente que soy el único que va a estar despierto toda la
noche, me acomodo en las almohadas, y miro fijamente a la unión del techo y
la pared. Mi mente volviéndose loca, viene con un millón de maneras diferentes
en las que esta noche podría haber terminado si hubiera prestado más
atención.
Vi a Jane toda la noche: la forma en que sus caderas se movían, la forma
en que retorció los brazos sobre su cabeza y cerró los ojos mientras la música
la llevaba. Vi la forma en que hizo esa inclinación a la izquierda cuando sonreía
a Bronx. Vi todos los detalles acerca de la forma en que hablaba a mis amigos,
el aire de falsa confianza que despedía, pero nunca la vi.
Me dejé engañar por la fachada que sé que pone para el mundo.
¿Por qué? ¿Era más fácil seguir la corriente con la fantasía de que tenía
143 una noche completamente despreocupada? ¿Cómo de delirante estoy? Si me
pongo en su lugar, sólo puedo imaginar qué mierda debe haber estado
corriendo a través de su cabeza.
Debería haber sabido. Huyó al baño de mujeres como si su vida
dependiera de ello. La vieja estupidez eligió tomar su mentira al pie de la letra,
y creo que fue el alcohol. Claro, tal vez esa fue la razón por la que vomitó, pero
estoy jodidamente positivo que fue un ataque de pánico lo que la tenía tan
nauseabunda para empezar. La mujer estaba volviéndose loca, y escogí
entonces ser el idiota indiferente que pretendo ser, y dejarla huir.
Pero, en realidad, ¿habría dicho lo que le molestaba si yo hubiera
preguntado? La miro, suavemente roncando a mi lado. Por supuesto que no.
¿Cómo puedo saber? ¿Porque, al invertir los papeles, lo habría dicho?
De ningún modo.
Yo hubiera hecho lo mismo.
Niego con la cabeza, y me estremezco con la dura realidad de todo esto.
¿Qué bien le he hecho? Ella no está más en peligro, e incluso aprendió a
sonreír de nuevo. Pero la parte más importante de ella, la capacidad de sentirse
lo suficientemente segura como para confiar en alguien es la parte que estoy
descuidando.
Le he permitido creer que nadie se preocupa lo suficiente para ayudarla a
través de la mierda oscura en su cabeza. He hecho que se sintiera sola de
nuevo.
Me da piel de gallina mientras me doy cuenta de lo peor de todo: somos
exactamente lo mismo.

144
24
Espejito, espejito en la pared
Traducido por Cjuli2516zc
Corregido por Daliam

Jane
Mi cabeza palpita. Levanto mis brazos y trato de frotar mis sienes, pero
145 mis manos caen en algún lugar en la almohada al lado de mi cabeza. La noche
anterior regresa de nuevo como una película de terror, mostrándome imágenes
de bebidas, personas y mi vómito.
Joder. ¿Qué clase de idiota hice de mí misma?
Fuerzo a mis ojos abrirse, sólo para cerrarlos de golpe fuertemente.
¡Mierda! La luz quema mi cerebro, provocando una ola de presión que baja por
mi cuello, y en cada extremidad. Sin duda, la mejor respuesta seria una ducha,
¿una cerveza fría a eso?
Deslizo mis piernas de la cama, y mantengo mis ojos cerrados mientras
me empujo de pie. Mi cabeza da vueltas, y antes de que pueda registrar, estoy
fuera de equilibrio, mi hombro se estrella contra el borde de la mesita de noche.
Malas palabras escapan de mi boca, y me agarro al dolor en mis costados.
Todavía estoy jodidamente borracha.
¿Qué bebí exactamente?
Me acuesto en el piso donde he terminado, abriendo mis ojos por
pequeños momentos cada cinco segundos o menos. Después de un rato de
hacer esto, mis retinas se han adaptado, aunque, todavía quejándose. Intento
número dos de ponerse de pie, sale con más éxito, y tropiezo al cuarto de baño.
Una mano en cada lado de la puerta. Me balanceo, parpadeando ante el
espejo.
En el centro, hay una nota, pegada al cristal. Me tambaleo hacia delante,
y la arrebato antes de caer sobre mi trasero en el inodoro cerrado. Minutos
pasan antes de que pueda centrarme lo suficiente para leer.
Jane,
No quería dejarte por tu cuenta, pero el trabajo llama. Vuelvo
pronto.
No antes de que arrugue la nota, y gima por los martillos neumáticos que
van a trabajar en mi cráneo, se abre la puerta principal. El sonido de Malice
hablando con Rocco, aunque en una diferente habitación, gritos como el rugido
de un motor a reacción. Apoyo mi cabeza en mis manos, y cierro mis ojos con
fuerza.
Haz que el dolor desaparezca.
—¿Jane? Mierda, estás ahí.
—Uf. —Gimo en voz alta.
—Aquí. Ten estos. —Malice me da un par de ibuprofenos, y un gran vaso
de agua.
—Lo siento, arruiné la noche.
Sus manos ahuecan los lados de mi cara. —Escúchame. No arruinaste 146
nada. ¿De acuerdo? Debería haber cuidado mejor de ti.
Aparto sus manos, y hago una mueca en la ola de náuseas que el
movimiento provoca. —¡No lo hagas! Deja de cuidar de mí. No soy un puto caso
de caridad. No soy una víctima. —Gimo hacia él.
Mi cabeza palpita, y el ácido se eleva. Codeo a Malice fuera del camino, y
giro a su alrededor para levantar la tapa antes de llenar el inodoro con, en su
mayor parte, bilis.
Mátame ahora.
Manos ponen mi cabello hacia atrás, y Malice frota círculos suaves entre
mis hombros. —No eres un caso de caridad, Jane. Pero eres una víctima. Eres
la víctima de un cruel imbécil de hombre que no amó lo que tenía. Mejor
empiezas a aceptar eso, de lo contrario nunca serás capaz de dejar de culparte.
Lloro por encima de mis mejillas ardientes. No quiero aceptar que soy
una víctima. No quiero sentirme más un fracaso como lo hago en este
momento.
»Está bien aceptar que no tienes el control a veces. —Suspira—. Solo no
te dejes absorber en culparte a ti misma, ¿de acuerdo?
Cierro lentamente el inodoro, y descanso en cuclillas. No puedo imaginar
qué cantidad de desastre caliente debo ser. —Ya lo hago. Siempre lo he hecho.
—Entonces, mejor hacemos algo para arreglar eso. —Malice se pone de
pie, y moja un paño para el rostro bajo el grifo. Lo tuerce, y se arrodilla a mi
lado.
Cierro mis ojos mientras lava mi cara con cuidado. Lágrimas espontáneas
comienzan de nuevo, y fallo en mantener mi barbilla firme mientras me lava.
»Bebé, estarás bien. No estás sola en esto. —Termina de limpiar, y se
sienta de nuevo.
—Sólo quiero ser normal. Estoy harta de ser como... como... esto.
—Eres normal.

***

—Estos tipos lucen bien. —Malice desliza su teléfono hacia mí—. Dice
que no necesitan una remisión médica, que es una ventaja.
Paso mi vista sobre el listado para un centro de Consejería de Crisis en la
ciudad. Tengo que admitir, realmente lucen bien. —Me siento enferma.

147 —¿Vas a vomitar otra vez? —Malice se mueve para pararse.


—¡No! —Niego con mi cabeza—. Lo siento. Me refiero a que me siento
enferma leyendo sobre esto. Odio que he sido reducida a tener que hacer esto.
—Todo el mundo allí sentirá lo mismo. —Se desliza nuevamente junto a
mí en la mesa—. Se encuentran todos en el mismo barco que tú.
—Lo sé. Es sólo que parece la última salida fácil, ¿sabes? Si hago esto,
entonces admito que estoy demasiado desesperada para ayudarme.
—No estás desesperada. —Frota su sien—. La mayoría de las veces,
lugares como éste son útiles porque son puntos de vista externos. Están
entrenados para ayudarte a ver las cosas desde una nueva perspectiva.
—Supongo.
Su mano se desliza sobre la mía. —Estarás bien.
Bajo la mirada a su teléfono inteligente, y me deslizo a través de algunas
de las opciones. —No tenía idea que podían hacer tanto en estos días. Quiero
decir, vi los anuncios en la televisión, pero guau, son una especie de diversión
para jugar.
—¿Has descubierto el tuyo ya?
Me encojo de hombros. —Creo que sí.
El teléfono vibra bajo mi mano, y la palabra “Papá” parpadea a través de
la pantalla. Malice lo arrebata de regreso, y golpea para silenciarlo.
—¿No vas a hablar con él? —pregunto.
Niega con su cabeza. —No hay nada que hablar. —Mentalmente sale de la
habitación por un minuto—. ¿Tienes hambre?
—No realmente. —Mi estómago todavía se revuelve con el ácido. He tenido
un par de piezas secas de tostadas, pero la idea de algo más entrando ahí me
enferma—. Si tienes cualquier otra cosa que quieres hacer, estoy bien con eso.
No tienes que quedarte y verme sentir lástima por mí misma todo el día.
—No. No tengo nada más que hacer. —Sonríe—. ¿Qué te gustaría hacer?
Miro fijamente hacia afuera al día cálido. —Como que me gustaría hacer
nada. Pero también estoy harta de estar en la casa todo el tiempo.
—Tengo una idea. —Malice se levanta, y sostiene su dedo hacia arriba—.
Espera ahí.
No sé dónde pensaba que iría. No es como si mi estado actual pida una
carrera vespertina. Miro a Rocco olfatear alrededor de los bordes del jardín
mientras espero. Esta casa es tan pacífica, no estoy completamente segura de
que alguna vez quiera dejarla.
Malice regresa con una manta y dos almohadas. —Ven. —Cabecea hacia
148
el jardín.
Lo sigo por las puertas francesas, y por el césped a un gran roble que se
encuentra a mitad de camino a lo largo del jardín trasero. Extiende la manta,
coloca las almohadas encima, y gesticula para que me acueste.
Con cierta torpeza, me relajo sobre la manta. Él se coloca a mi lado;
ambos sobre nuestras espaldas, mirando al cielo. Una nariz peluda bloquea mi
visión, y espanto el ataque de lamedura de Rocco.
—¡Detente, Rocco! Abajo. —Palmeo la manta a mi lado, y hace como se le
dice, apoyando su gran cabeza en mi cadera.
—¿Qué ves?
—¿Eh? —Ruedo mi cabeza hacia un lado, y veo a Malice mirar hacia el
cielo.
—En las nubes. ¿Que ves?
Miro las formas blancas esponjosas, y trato de imaginar lo que podrían
representar. —No sé.
—¿Puedes ver el conejo?
Entrecierro los ojos, e intento un poco más. —Creo que sí. ¿Tiene las
orejas hacia atrás?
—Síp.
Yacemos así durante las próximas horas, señalando formas en las nubes,
y aves que saltan a través de las ramas del roble. Estoy totalmente relajada. Ni
una sola vez me preocupo de que se sienta frustrado conmigo, molesto con
perder su tiempo haciendo algo tan mundano.
La tarde transcurre en pura felicidad.
Sin hacer nada, ha hecho todo por mí.
Lo amo por ello.

149
25
Enfermo por dentro
Traducido por Black Rose
Corregido por Dai_Alvarado

Malice
Jane se agita a mi lado, hojeando sin descanso revista, tras revista. Se
siente nerviosa, y a pesar de nuestra larga conversación de camino aquí,
todavía se siente insegura de si esto es lo correcto.
150
—Estaré aquí todo el tiempo —la tranquilizo.
Mira por encima, me chasquea una breve sonrisa, y vuelve a pasar las
páginas buscando nada en particular.
—¿Jane Darrow? —llama su nombre una mujer baja y redonda desde la
puerta.
Estamos en el área de espera de las oficinas del consejero. Hace cuatro
días le mostré el listado para este lugar, y parecía dispuesta a probar cualquier
cosa que pudiera ayudarla. Esta mañana, la realidad le cayó encima, y empieza
a retirarse a su caparazón.
—Tranquila —digo, capturando su codo mientras se pone de pie—. No
eres la primera.
Asiente, y luego me toma por sorpresa. Sus labios dejan un parche de
piel hormigueante donde se conectan con mi mejilla.
—Gracias —susurra, y desaparece.
Pasan unos minutos antes de que pueda recoger los restos esparcidos de
mi autocontrol, y ponga la farsa pública en su lugar. No esperaba eso para
nada. Preguntamos a la llegada si podía entrar, proporcionarle apoyo, pero al
parecer debido a las leyes de privacidad, miembros que no son de la familia no
son bienvenidos.
Echo un vistazo a la decoración estéril de la sala de espera, rota con una
planta aquí y allá. Juguetes para niños yacen en una esquina, y un cesto de
basura se desborda con vasos plásticos al lado de la máquina de café, que
parece haber visto días mejores.
La cita es para una hora, así que aprovecho la oportunidad al estar solo
de caminar fuera y hacer una llamada. El sol se esconde detrás de ominosas
nubes, y una brisa fresca me sacude el rostro mientras busco un punto para
alejarme del ruido en la acera.
Un café al otro lado de la carretera parece relativamente tranquilo, hago
mi camino, pido un café, y me siento. Me desplazo por las llamadas perdidas,
golpeo marcar y llevo el teléfono a mi oído.
—Hola, hermano. Pensé que me evitabas.
—No —digo a Ty—. Tenía un montón de asuntos pendientes.
—Correcto. Bueno, tengo un trabajo para ti.
—¿Hoy? —Esperaba tener un descanso, pasar el tiempo con Jane.
151 —Hombre, sabes que esta mierda no para.
—Cierto. Entonces, ¿qué pasa?
—Lo de siempre; algún pendejo con deudas que nunca podrá pagar. Te
mando un mensaje con los detalles.
—Gracias.
—¿Cómo está Jane? —Ty hace la pregunta que probablemente se halla en
la mente de todos los chicos después de la otra noche.
—Haciendo progreso. Se encuentra con un consejero en este momento.
Pensé que podía ayudar si hablaba con alguien.
—Amigo —advierte Ty.
—¿Qué?
—Tienes todos los consejos, pero nunca los sigues. ¿Cuándo vas tú a
hablar con alguien?
—¿Qué tengo que decir? —Frunzo el ceño, enojado porque me tiene que
molestar otra vez con la mierda de siempre.
—Creo que te sorprenderías si dejaras libre eso que se cocina en tu puta
cabeza para variar.
—Mira quién habla.
—Oye —replica Ty—. Tengo un terapeuta. No soy el que no puede admitir
que tiene un problema. Soy el que no puede arreglarlo, eso es todo. Tú,
hermano, tienes la oportunidad de hacerlo.
Sé a qué se refiere: mi padre. Ty sabe que él es la razón por la que me fui
de casa, y me arriesgué en la calle. Ty sabe cómo murió mi madre.
Simplemente nunca he compartido exactamente qué hizo mi padre que me
empujó hasta el punto de renunciar a él… a nosotros.
—Ha estado tratando de llamarme, sabes.
—Entonces, malditamente habla con él, imbécil. Obviamente, tiene algo
que decirte.
—No puede ser nada bueno.
—No lo sabremos hasta que lo escuches.
Suspiro.
—Jódete. ¿Por qué siempre tienes que tener la razón?
—No puedo solucionar mi propia mierda, así que tendré que ser bueno
resolviendo la tuya. ¿Cierto?
—Lo que sea. Será mejor que regrese. Hablamos luego.
Termino mi café en silencio contemplativo, y luego hago mi camino de
152
regreso a través de la calle. Jane sigue en su cita cuando llego a la sala de
espera, así que me siento contra la pared del fondo, y espero a que salga.
Debería devolverle la llamada a mi padre. ¿Y si trata de localizarme por
alguna emergencia familiar? Aunque, no puedo ver que eso ocurra. Cuando me
fui de casa, sus hermanos eran la única familia que no le había dejado.
Ninguno de mis abuelos sigue vivo. No tengo hermanos. ¿Qué podría ser tan
importante para ponerse en contacto?
Jane emerge veinte minutos más tarde: ojos rojos, y sonriendo.
Combinación extraña, pero funciona. La consejera sacude su mano, y la lleva a
la recepción. Me paro y camino detrás de ella mientras hace una cita para la
próxima semana. Su mano busca la mía, y entrelazo mis dedos con los suyos
mientras organiza un momento adecuado.
—¿Cómo te fue? —pregunto mientras nos dirigimos al auto.
—Bien. Creo que va a ser útil. —Sonríe, y se seca los ojos—. No duré
mucho antes de que me hiciera llorar. —Se apoya en mi brazo mientras
caminamos—. Gracias por aparecer esa noche.
Mi pecho se aprieta, y me esfuerzo por entender las palabras que saltan
por encima de mi lengua.
—No fue lo suficientemente rápido.
—Aun así, gracias.
Si tan solo supiera cuántas veces me he preguntado si hice lo correcto
esa noche. No me arrepiento de salvar a Rocco de una muerte segura ni un
ápice, pero, joder, ¿valió la pena involucrarse con ella? Mi lado egoísta e idiota
dice que sí, que lo hizo. Pero sé que no soy lo que necesita. Puede pensar que la
estoy ayudando, pero eso es solo porque no sabe todo sobre mí todavía. Cuando
lo haga, me matará el perder la forma en que me mira. Sencillamente debí
haberla llevado a un refugio, y dejarlo así.
¿Qué va a pasar cuando descubra quién soy?
¿Qué va a hacer cuando vea qué clase de hijo de puta salvaje puedo ser?
Cuando se dé cuenta que no he estado haciendo todo esto
exclusivamente por ella.

153
26
Uno adelante, dos atrás
Traducido por Black Rose & Bella’
Corregido por Dai_Alvarado

Jane
Malice hace la cena esa noche. No puedo agradecerle lo suficiente por
dirigirme hacia el consejero. No dijo mucho que en el fondo no supiera ya, pero
oír a alguien más decirlo, a su manera, fue una revelación. 154
Con el tiempo, espero que pueda hacer lo que Malice dijo el otro día:
aceptar que soy una víctima, y seguir adelante.
—¿Has tenido suficiente? —pregunta Malice. Se pone de pie, y alcanza el
plato con restos de carne asada en el centro de la mesa.
—Sí, gracias.
Lo lleva a la cocina, hablando a la vez que avanza.
—Quería hablar contigo acerca de algo, ver si te sentías bien con ello.
—Um, ¿seguro? —Mis nervios se aceleran. ¿Es esto una cosa buena o
mala?
—Los chicos y yo nos reunimos cada quince días, y esta semana me toca
ser el anfitrión. ¿Estás bien con que ellos vengan?
—Es tu casa, Malice. —Sí, los dos vivimos aquí, pero él todavía paga el
alquiler. Todavía rechaza mi ayuda.
—Por última vez, es nuestra casa, Jane. —Estrella alrededor los
cubiertos, cargando el lavavajillas—. ¿Estás de acuerdo con esto?
Mis hombros se caen, y dejo colgar la cabeza.
—Sí, estoy bien con esto.
—Una vez más con ganas. —Finge que me conduce con un cuchillo sucio.
Sonrío.
—Sí, estoy de acuerdo con eso.
Asiente, y continúa cargando los platos.
»Me gusta Bronx, y Tigger. Será agradable conocer a los otros tres.
Su cabeza se dispara, y sus ojos penetran en los míos.
—¿Tres? ¿Quién dijo que hay tres?
—La foto en el pasillo.
Deja caer su mirada al suelo, y se relaja.
—Cierto. Me olvidé de eso.
—¿No los hay?
Niega. Temor llena mis entrañas por dónde va esto.
—Solo somos cuatro de nosotros ahora.
—¿Ahora?
—Case y Seamus murieron en un accidente de auto hace unos años.
155 —Lamento escuchar eso.
—Sí —dice apilando los platos con mucho menos vigor—. Eran buenos
chicos. De todos modos, somos Bronx, Tigger, Ty y yo ahora.
—Igual, me gustaría conocer a Ty —ofrezco.
Asiente.
—Te va a caer bien.
—Entonces, ¿qué hacen en sus noches juntos? Es decir, ¿debería ir a
alguna parte, darles espacio?
Sacude la cabeza de lado a lado, y pone el jabón en el compartimiento.
—No, estarás bien.
—No me importa. Podría ir a ver una película, o algo así. —A decir
verdad, la idea de salir sola me asusta, todavía. Pero no quiero interrumpir la
noche de chicos.
—Una cosa a la vez, ¿eh?
—Por supuesto.
Rocco se acomoda junto a mí, y corro mis dedos por su piel sedosa.
Malice termina de arreglar, y nos movemos a la sala. Se sienta en el sofá,
mientras me tumbo en el suelo con Rocco. Sin televisión, nuestras noches han
sido dedicadas a hablar, y es agradable. Nos llevamos muy bien, incluso si nos
hemos besado, y la tensión sexual todavía tira de nosotros como un par de
imanes cargados.
—¿Has tenido suerte con los puestos de trabajo que solicitaste?
Asiento.
—Una pareja ha pedido que vaya.
—¿Entrevista?
—Creo que es más para ver si puedo hacer los turnos que necesitan. —
Rocco emite un silbido por la nariz, que me deja saber que disfruta las caricias
que le estoy dando detrás de la oreja.
—¿Cómo planeas llegar allí?
¿No es esa la pregunta del millón de dólares?
—Todavía no estoy segura.
—El autobús no llega hasta aquí, Jane. —El bastardo sonríe.
—Lo sé, Malice.
—Te puedo dejar hasta que ahorres suficiente para un auto, o hasta que
encuentres un lugar más cercano en la ciudad. —Su mirada en blanco no 156
regala nada.
—¿Qué pasa si los turnos no coinciden con los tuyos?
—Soy flexible.
—¿Cuántas veces tu jefe va a hacerte favores antes de que diga que ya es
suficiente? —pregunto—. Voy a encontrar otra manera, está bien.
—En serio, Jane. No es un problema.
—¿En qué tienda trabajas? —Hago un repaso de las carnicerías que
conozco en la ciudad, y no encuentro ninguna que ofrezca esa flexibilidad.
—No trabajo en una tienda, como tal. —Sus ojos se desvían de mi
mirada.
¿Qué oculta?
—¿Cómo puede ser eso? —pregunto, mi mirada se estrecha en él.
—Las personas con las que trabajo se especializan en asesinatos en sitio.
Voy a su lugar, en vez de que tengan que organizar el transporte de las obras
para la matanza.
—Oh. —Supongo que tiene sentido después de todo.
El timbre de su teléfono rompe el silencio. No se mueve.
—¿Tu padre otra vez? —pregunto. Sería la tercera vez esta semana que
su padre llama, y no ha respondido.
—Probablemente.
—¿Por qué no respondes?
—¿A ti que te importa? —dice bruscamente.
Me siento, y subo mis rodillas. Rocco levanta la cabeza y ve a Malice.
»Lo siento, Jane. Necesito conseguir manejar esto. —Se pone de pie y
camina hacia donde se encuentra su teléfono.
Miro mientras que golpea la pantalla, y se dirige al exterior a la negra
oscuridad que envuelve el patio trasero.
Rocco me mira, y se queja.
—No estoy segura, amigo —digo—. Lo siento, también.
La tensión en torno a Malice, cuando menciono a su padre, es palpable.
Algo grave ocurrió entre ellos dos, lo suficientemente serio que me hace
suponer que no han hablado por un tiempo.
Suena familiar.
157 Malice vuelve un poco más tarde, una tormenta en su expresión.
»¿Todo bien? —pregunto.
—Jodido. Todo está jodido. —Se deja caer en el sofá, y lanza sus manos
sobre su cabeza—. Diecisiete años de mierda sin una sola palabra. Se dio por
vencido, y me dejó, mucho antes de que yo lo dejara. ¿Y ahora? ¿Ahora quiere
hablar? Quiero decir, ¿qué mierda? —Cierra con fuerza los ojos y aprieta los
dientes—. Dime que me calle si quieres. Sé que no es tu problema. Mierda,
probablemente se encuentra a años luz de tu radar. —Se ríe.
—Está bien —aseguro—. Quiero ayudar. —No se mueve cuando tomo
asiento a su lado en el sofá—. La verdad sea dicha, mantiene mi mente
ocupada de mi propia mierda por un tiempo.
Malice deja caer sus manos, y gira su cabeza para enfrentarme.
—¿Estás segura?
—Sí. —Me encojo de hombro—. Tú me has escuchado desangrarme el
tiempo suficiente. ¿Por qué no pedirme la palabra por un tiempo, eh?
Aleja su cabeza y cierra sus ojos. Silencio cae sobre nosotros y lo miro.
Su nariz luce torcida desde este ángulo, y esa cicatriz debajo de su mandíbula
me intriga. Es simplemente humano preguntarse qué le pasó.
—Me fui de casa cuando tenía trece.
—Guao.
—Sí. —Suelta una risa—. Fue una especie de “guao” para comenzar. —
Sus ojos se abren, y fija su mirada en la pared del fondo—. Crees que cuando
eres niño, lo sabes todo. Quiero decir, me hallaba convencido de que no podía
haber nada peor que vivir con él. Pero joder, me equivoqué. Cuando eres joven,
las personas pueden olerte venir. Cada vendedor ambulante es tu mejor amigo,
y cada hijo de puta quiere su libra de carne.
Su mirada se desliza alrededor de la habitación, pero su interés no está
allí. Este hombre, quien me ha mostrado nada más que fuerza y resistencia,
dándome apoyo, ahora parece perdido. Finalmente he encontrado su debilidad,
pero la victoria es hueca. Sabiendo lo que sé ahora, no estoy tan segura de que
tenga derecho a todos los detalles acerca de él. A veces es más fácil batallar en
mantener los recuerdos más dolorosos para ti en el interior. No necesariamente
escondidos, solo guardados. Ponerlos en alguna parte por tu seguridad, y solo
la tuya.
—¿A dónde fuiste cuando te marchaste? —pregunto—. ¿Tenías otro
familiar?
Sacude su cabeza.
—Pasé el rato con amigos de la escuela por un tiempo: dormí en sus
sofás, en sus garajes. Cuando sus padres se hartaron de tenerme por ahí, me
158
fui por mi propia cuenta. Viví en las calles durante bastante tiempo.
—¿Y eso era mejor que vivir con tu padre?
Malice gira en su asiento, cuelga sus piernas sobre un lado, y coloca su
cabeza en mi regazo. Mis dedos encuentran el camino hacia su cabello, y lo
acaricio gentilmente mientras habla.
—Trató de matarse cuando tenía once. Me aterrorizó. Se ató de una
cuerda y se colgó. Yo era demasiado débil para levantarlo, así que arrastré la
mesa del exterior por todo el porche trasero hacia donde se encontraba, y lo
desaté con el cuchillo de caza que me dio la Navidad anterior. Tuvo suerte de
sobrevivir. Pero, ¿sabes qué me jodió más? Nunca se disculpó. Nunca dijo que
lo sentía por hacerle eso a un niño, por mostrarme algo tan jodidamente
horrible. Por darse por vencido.
—Tal vez no supo cómo —ofrezco.
—Nah. Escogió no hacerlo. La negación es su arma elegida. Negaba todo.
Negó el hecho de que nadie podía haber predicho lo que le pasaría a mamá.
Negó el hecho de que debía seguir adelante. Negó el hecho de que me tenía que
cuidar. El tipo solamente pensaba en sí mismo, y cuán jodidamente sentía la
situación en que estábamos.
No sé qué decir. Para mí, suena como que su papá tenía asuntos propios,
pero, sin conocer la historia completa, no hay manera razonable de que pueda
emitir una hipótesis.
—¿Cómo sobreviviste?
—A duras penas. —Se ríe, sin embargo, el sonido es hueco—. Me convertí
en vagabundo. Recolectaba cosas por la calle y rogaba.
Ira se construyó ante la imagen de un joven niño teniendo que rebajarse
a esos niveles. Él tenía razón hace todas esas noches atrás; definitivamente hay
algo peor que ser lanzado alrededor de vez en cuando.
—¿Qué lo hizo cambiar?
—Conocí a Ty. Siempre fue un hijo de puta inteligente. Pude verlo desde
el minuto en que lo conocí. Sabía que sería el único que me ayudaría a
conseguir una ventaja sobre la vida de mierda que vivíamos.
—¿Estaba sin hogar, también?
—Todos lo estábamos… los seis de nosotros.
—Así es como los conociste. —Asiento cuando las piezas faltantes caen
en su lugar.
159 —Sí. Todos nosotros teníamos un común denominador.
Sigo acariciando su cabello, admirando lo que un fuerte hombre es. En el
momento en que tomó a Rocco, pude ver su confianza. Se maneja con aire de
seguridad. El tipo sabe exactamente quién es y yo lo envidiaba bastante.
—Es obvio que ustedes lo han hecho bien para llegar a donde están hoy.
—Corro las puntas de mis dedos sobre sus cejas y bajo por el puente de su
nariz.
Malice cierra sus ojos con fuerza, y un ruido sordo reverbera en su pecho.
—Nunca juzgues un libro por su portada, Jane.
Frunzo el ceño. Claramente trata de advertirme sobre algo, pero no puedo
ver qué podría ser.
—¿Qué está mal con esta historia? —pregunto, tocando la punta de su
nariz.
Sonríe, y mi interior se derrite.
—Sigo esperando escribir el “felices para siempre”.
—Sucederá —susurro.
Sus ojos se abren y me pierdo en esas piscinas de chocolate. Su mano
serpentea hacia arriba, y se envuelve alrededor de la parte trasera de mi cuello
para tirar de mí hacia abajo a sus labios esperando. Hacemos contacto, y los
problemas del mundo desaparecen. Solamente somos él, yo y un infierno de
tiempo libre en nuestras manos.
»Malice. —Suspiro contra su boca.
—¿Jane? —murmura de regreso.
—¿Esto está bien?
Suelta su agarre en mi cuello para dejar que me aleje, y observo su
expresión mientras responde.
—¿Se siente bien?
Me encojo de hombros.
—No estoy segura.
—¿Quieres correr?
Niego.
»¿Te asusto?
Vacilo.
»¿Ahora? —aclara.
Niego de nuevo. 160
»¿Quieres besarme otra vez?
Me congelo con mis mejillas enrojeciéndose.
Sonríe.
»Entonces, está bien.
Malice sale de mi regazo y se pone de pie delante de mí. Mis ojos
inmediatamente encuentran el signo revelador de su excitación mostrándose
contra la cremallera de sus pantalones. El calor se eleva a mi pecho.
»Vamos, Jane. Vamos a la cama.
27
No me dejes caer en la tentación
Traducido por Bella’
Corregido por Dai_Alvarado

Malice
Jane me sigue a mi habitación, un bello desastre de emociones. Su
barbilla hacia el suelo, su mirada escondida, pero sonríe todo el camino como
161 una atolondrada colegiala.
La tengo.
Rocco hace una pausa en el pasillo detrás de nosotros, y guiño hacia el
cachorro, enviándolo de regreso a la sala de estar. Jane entra con un tirón de
mi mano, y cierro la puerta detrás de ella.
—No he estado así de nerviosa en tanto tiempo. —Suelta una risita.
—Nena, no tienes ninguna razón para estar nerviosa.
Sus ojos se mueven a los míos, y sonríe.
—¿Te has visto en el espejo últimamente?
Asiento.
—¿Y tú?
Esa gloriosa sombra rosa llena sus mejillas, y mira hacia el suelo una vez
más.
»Nena, mírame.
Jane mira la pared a su izquierda.
»Mí. Ra. Me. —Doy un paso al frente y tomo sus manos.
Sus piernas tocan la cama detrás de ella mientras levanta su barbilla
para encontrar mi mirada.
»Tú. —Sacudo sus manos—. Eres la mujer más hermosa. Tu sonrisa es
contagiosa. Tu corazón es tan grande, a pesar de todo lo que has estado
lidiando. Sin mencionar cuán linda te ves en mis camisetas. Nena, podría
continuar por días. Solamente quiero que tú lo creas.
—Es difícil cuando me he estado diciendo todo lo contrario de lo que tú
dices. —Su mirada cae.
Levanto su barbilla con un dedo.
—No dejes de mirarme.
Asiente.
»Voy a recostarte en esta cama. Todo lo que haga de aquí en adelante te
mostrará cuánto me afectas. Si nosotros conseguimos pasar esta noche y no te
he hecho sentir como la mujer más hermosa del mundo, entonces lo dejo. —
Levanto mis manos, y retrocedo.
Sus ojos aumentan de tamaño.
—¿Te irías? —pregunta.
Me río. 162
—Para nada. Me uniría a un monasterio o algo, porque obviamente mis
modos con las damas no son tan buenos ya. —Las palabras dejan mis labios y
mentalmente me maldigo.
—Así que, ¿haces esto con cada chica que te encuentras, eh? —Jane se
deja caer en la cama, y se sienta con sus manos entrelazadas sobre su regazo.
—Nena. —Me arrodillo frente a ella—. Eso no es a lo que me refiero.
El dolor en su expresión rasga una grieta en mi corazón.
»Mierda. Solo déjame mostrarte.
Tomo su cabeza entre mis manos, y pruebo sus labios. Suspira contra mi
boca, y la sensación tiene a mi pene cantando. Decir que no he querido
hundirme dentro de ella desde que apareció la mañana después que tomé a
Rocco sería una maldita mentira. Simplemente mirar hacia esta mujer me hace
cosas extrañas… tocarla es fuera de este mundo.
»Antes de que empiece —Me tenso—, ¿hay algo que no quieras hacer?
Sacude su cabeza en mi agarre. La mujer me ha concedido acceso total.
Podría lanzar un puño arriba si no estuviera tan fuera de lugar.
Su cuerpo se relaja mientras la recuesto, y la alzo de la cama hasta que
sus pies dejan el suelo. El brillo en sus ojos me estimula, y meto mis dedos bajo
el borde de su camiseta, y levanto una ceja.
Asiente.
Saco la tela, y arquea su espalda para ayudarme a desnudarla. Necesito
verla tan jodidamente mal. La camiseta golpea el suelo, y yo me estremezco por
la vista delante de mí. La mujer es una diosa de perfecta e intacta piel…
excepto por los moretones amarillos y verdes donde sus costillas han sanado.
—¿Cuál es el problema? —pregunta, tratando de cubrirse.
—No. —Alejo sus manos—. Déjame verte.
Sus ojos se cierran, y suspira.
—Son los moretones, ¿no es así? Son una distracción.
Me inclino, y pongo un gentil beso en el área. Su estómago se succiona
con su aliento, y se tensa.
—Para nada, nena. Son un recordatorio de por qué estás mejor conmigo.
Si tan solo pudiera convencerme de eso.

163 Se relaja una vez más, y me deja besar mi camino hacia arriba por su
cuerpo hasta que llego a su cuello. Muerdo, y succiono mi camino hacia sus
labios. Gemidos caen de su boca. El sonido es perfección.
Jane empuja sus caderas fuera de la cama. Presiono, frotando contra su
punto dulce. Gime, y presiono otra vez por más. Los sonidos que hace —los
lloriqueos, los chillidos, los gemidos— todos ellos me animan, asegurándome
que estoy haciendo lo correcto en estar con ella.
—Malice, no me provoques por tanto tiempo.
—Nena, no podría aunque quisiera. Estoy demasiado jodidamente
excitado para eso.
Sus piernas envuelven mis caderas, y se impulsa para aplastar su boca
en la mía. Saboreo la sensación de su lengua presionando por dominar. La
mujer viene a la vida debajo de mí, y es el sentimiento más hermoso saber que
ayudé.
Se acuesta boca arriba, sacudiéndose para sacar sus pantalones, y los
arroja a un lado. Sus manos trabajan mi cinturón en un frenesí, y yo bajo la
cremallera de mis pantalones. Su mano sobre mi erección es de terciopelo, y un
gruñido sale antes de que pueda pensar en ello.
—Joder, Jane.
—¿Esto está bien? —pregunta.
La inseguridad en su tono pone una presión en mi pecho. Me inclino y la
beso, duro.
—Nunca dudes de lo que haces, mujer. No podrías hacer una cosa mal
incluso si lo intentaras.
Su puño bombea más rápido mientras hablo, y mi control pende de un
frágil hilo.
—Necesito estar dentro de ti, ahora.
Jane dobla sus piernas, y engancha sus pies en la pretina de mis
pantalones. Los empuja hacia abajo por mis piernas, y engancha una pierna
alrededor de mi trasero para tirar de mí. La condenada mujer me domina… y
me gusta.
La cabeza de mi polla la empuja, y yo siseo ante el hormigueo que se
dispara a través de mi espina dorsal.
—¿Condón?
—¿No tienes? —pregunta mientras se queda quieta.
—¡Mierda! —Salgo de la cama, y busco frenéticamente por mi cómoda.
¿Por qué? No lo sé, considerando que estoy cien por ciento seguro que no tengo
nada. 164
—Malice. —Gime.
—Lo siento —digo mientras me pongo de pie y regreso a ella.
Jódeme. Una mano frota su clítoris, y chupa los primeros dos dedos de la
otra antes de empujarlos dentro de su hinchado centro. La mujer va a hacer que
me corra en el acto.
»Jane —advierto—. Si quieres mi polla dentro de tu coño, será mejor que
dejes de tocarte.
Me rompo la cabeza, pensando dónde Ty podría esconder condones
mientras que la veo tocarse.
—Olvida los condones —dice—. Estoy limpia y en control de natalidad.
No necesita pedírmelo dos veces. Cruzo la habitación hacia ella, y meto
ambas manos debajo de su trasero. Suelta unas risitas cuando levanto su coño
hacia mi boca, y me sumerjo por un festín. Su toqueteo la dejó jugosa y dulce, y
la chupo hasta limpiarla mientras respinga en mi agarre.
»¡Cristo, Malice!
Retrocedo, y la bajo a la cama.
—Aguanta, nena. Las cosas se pondrán agitadas. —Me pongo de rodillas,
metiendo sus tobillos a cada lado de mi cuello, y me hundo dentro de su calor.
Ninguno de nosotros puede contener la tensión que nos ha envuelto
desde el día que llegamos aquí. Jane empuja contra mí, y la empujo duro sobre
mi polla hasta que puntos blancos bailan en mi visión. Sus pies encuentran
estabilidad contra mis hombros, y me usa como un ancla para profundizar sus
movimientos.
Dulce éxtasis empieza a llegar como una avalancha, y rujo mi liberación
mientras ella grita debajo de mí. Sus músculos me ordeñan todo lo que pueden:
ardientes y deseosos. Sus respiraciones vienen en cortas e irregulares ráfagas
mientras intenta recuperar el control. Luce despreocupada, y dejando a su
cuerpo encargarse de lo que su mente por lo general censura. Es perfecto.
—No sé tú —digo, y le doy una palmada en el trasero—, pero eso no fue
suficiente.
Muerde su labio, y sacude su cabeza.
—Ni de cerca.
—Una buena cosa es que no importa si voy tarde a trabajar, entonces —
digo, mientras comienzo a endurecerme dentro de ella otra vez.

165
28
Dicha doméstica
Traducido SOS por Bella’
Corregido por Valentina D.

Jane
—Yo atiendo —grito tras un golpe en la puerta.
Atiendo, y encuentro un alto, hombre de cabello oscuro luciendo una 166
bien cuidada barba mirando hacia mí.
—Tú debes ser Jane —dice, extendiendo una mano.
—Y tú debes ser Ty.
Me da el tipo de sonrisa deslumbrante que probablemente ha arruinado
cientos de mujeres.
»Entra —digo, y entro.
—Muchas gracias. —Pasa junto a mí y pone sus llaves sobre la mesita—.
¿Dónde está el chico?
—Por aquí, imbécil —grita Malice desde la cocina.
Ty camina hasta allí y toma un banco de la barra. Me siento en el otro, y
continúo con el vino que Malice me sirvió. Los dos discuten sobre la semana
mientras yo disfruto, feliz de no hacerme notar. Es agradable verlo así de
tranquilo, interactuando con un amigo. Pero a pesar de cuán relajado parece
estar, no puedo evitar la sensación de que sigue sin ser cien por ciento abierto.
Hay algo acerca de la manera en que corta sus respuestas y no profundiza
demasiado en detalles, lo que demuestra que sigue manteniendo una barrera,
tan pequeña como pueda ser.
—Entonces… —dice Ty—, ¿por qué has tenido escondida a Jane de mí
hasta ahora?
Miro a Malice al mismo tiempo que él lo hace. ¿Escondida, eh? Malice me
da una deslumbrante sonrisa y enfrenta a Ty.
—Debido a que no quería que recién solteros idiotas como tú pensaran
que tenían alguna oportunidad.
—¿Son un cosa, entonces?
De nuevo, le echo un vistazo, ansiosa por la respuesta.
Malice fija su mirada en mí. —Supongo que lo somos. —Me observa,
evaluando mi reacción.
Una sonrisa se extiende por mi cara. Él guiña en respuesta y regresa a
hablar con Ty. No puedo detener las mariposas emocionadas en mi estómago
ante el conocimiento de que nos hemos convertido en “algo”.
—¿Y quién es este chico? —pregunta Ty, rascando a Rocco detrás de sus
orejas.
—Ese es mi chico, Rocco.
—Una familia pre-empaquetada, ¿eh, Malice?
167 El destello en los ojos de Ty me dice cuánto ama sacar de quicio a Malice.
Sonrío hacia los dos mientras van a eso, burlándose uno del otro y haciendo
bajos comentarios, todo en nombre de la diversión.
La puerta se abre sin un llamado o un saludo y Tigger entra, seguido por
Bronx.
—Chicos —dice Ty, poniéndose de pie para chocar su puño con ellos.
Tigger se dirige al sofá y se funde en los cojines, sin una palabra.
—¿Sigue un poco ido? —pregunta Malice.
Bronx da un rápido asentimiento y voltea a ver.
—El imbécil no admitirá que necesita ayuda.
—Debido a que jodidamente no la necesito —responde Tigger.
Los chicos intercambian miradas y atrapo la manera no tan sutil en que
Malice me mira. No puedo quitarme la sensación de estar siendo dejada fuera
de algo, a propósito. Decido dejarlos y tomo mi vino para sentarme con Tigger.
—Hola —digo, extendiendo una mano—. Soy Jane. Creo que no fuimos
presentados apropiadamente la otra noche.
La toma y me mira atentamente. —Tú estabas bastante estropeada.
¿Estás bien ahora?
—Podría preguntarte lo mismo —digo y contengo la respiración.
Mira sus dedos mientras atrapa una pelusa en sus pantalones cortos. —
Los chicos tienen buenas intenciones, sé eso, pero ¿cómo mierda esperan que
hable de ello?
—¿Sobre qué?
Golpea su frente. —Las cosas que giran alrededor de aquí como una
maldita fosa séptica de mierda.
Frunzo el ceño. —¿Has visto a tu médico de cabecera? ¿Un terapeuta?
Se ríe y me alejo un centímetro ante el sonido tan cruel en ello. —La vieja
polla floja de allá no te ha dicho mucho sobre nosotros, ¿verdad?
—Supongo que no —espeto, completamente extrañada de mi evidente
respuesta corta.
—¿Qué sabes acerca de lo que hacemos? —Estrecha su mirada en mí y
se inclina cerca.
Inhalo el fuerte aroma de hierba y respondo—: Él dijo que el tipo para
quien trabaja dirige una carnicería de matanza casera.
Tigger levanta ambas cejas y resopla. —¿Carnicería casera? Mierda, lo he
oído todo ahora. 168
Me pongo de pie y bajo la mirada hacia el idiota. —Claramente, no he
sido iluminada en los detalles de lo que sea que ustedes han pasado, pero
¿sabes qué? No me importa. Nunca lo he obligado a ello, él nunca me dijo. ¿Por
qué debería importar, Tigger? Tú dime eso.
—Porque tarde o temprano, si te quedas cerca de él, llevarás la dura
realidad de ello. Él no vendrá a casa cada noche feliz de verte; algunos días jode
tu cabeza y no hay una maldita cosa que puedas hacer para alejar esa mierda.
Cuando él se rompa, mejor que estés lista, chica. —Asiente hacia Malice, quien
ahora nos mira con un ceño—. Mejor pregunta a tu chico lo que este trabajo
nos hace antes de aprender de la manera dura.
—Evidentemente, te tiene a ti estropeado, pero esa no es razón para ser
un imbécil con las personas que quieren ayudar. —Elijo ese momento para
hacer mi salida y me dirijo al patio trasero.
Las voces de los hombres murmuran dentro, pero me concentro en el
canto de los grillos. La advertencia de Tigger hace mella en mí. Si no había visto
ese lado de la ira de Malice la primera semana que estuvimos aquí, no sabría de
lo que hablaba. Pero el comentario sobre él rompiéndose tiene una herida en
carne viva dentro de mí.
Después de todo, ¿no era igual Dylan al principio? ¿Todo disculpas y
arrepentimientos?
La puerta francesa suena al abrirse y Malice da un paso para unirse a
mí.
Hablando del diablo.
Lo observo en silencio mientras cierra la puerta y camina hacia mí.
—¿Ya te asustaron? —pregunta mientras se sienta.
—¿Por qué dijo Tigger que necesitaba preguntarte sobre tu estilo de vida?
¿Y por qué no puede ir a ver a su médico de cabecera acerca de sus problemas?
Malice mira fijamente hacia la tierra y observo cuando su garganta traga
varias veces. —No puedo decirte todo aún, Jane.
La ira alimenta mi contraataque. —Así que, puedes follarme, ¿pero no
puedes ser honesto conmigo? Caray, soy la ganadora en esta situación, ¿eh?
—Jane, sabes que significas muchísimo para mí.
—Manera curiosa que tienes de demostrarlo. —Estar cerca de él empieza
a enfadarme—. No puedo hacer esto —digo y me pongo de pie—. No puedo
lidiar con esto ahora mismo.
Camino para dirigirme adentro, pero su mano atrapa mi codo y me da la
vuelta. —Solamente estoy tratando de ayudarte.
169 —Ayudarme —digo furiosa—, sería mostrarme que me respetas lo
suficiente para no mentirme a propósito.
—Nunca he mentido exactamente acerca de cualquier cosa que he dicho.
—Frunce el ceño.
—Mientes por omisión, y eso es igualmente ambiguo, Malice. —Doy un
tirón a mi brazo para soltarlo y voy adentro.
Los chicos dejan de hablar cuando paso. Estoy más que enfadada. ¿Cómo
carajos se atreve a pensar que soy demasiado frágil para que sea honesto
conmigo? He desnudado mi alma, mis inseguridades y mis momentos de
debilidad a él, ¿y este es el agradecimiento que recibo?
Tal vez soy yo quien debería unirse a un convento de monjas, porque
seguro como el infierno que sé cómo elegirlos.
29
Salta antes del empujón
Traducido por ∞Jul∞
Corregido por Valentina D.

Malice
—¿Qué demonios le dijiste?
Tigger sonríe hacia mí. Movimiento equivocado, amigo. Mi puño conecta 170
con su nariz.
—Oye —grita Ty mientras Bronx fuerza mis manos detrás de mi espalda.
Doy patadas, deseoso de causar más daño. —Este hijo de puta le dijo a
mi chica demasiado, demasiado pronto.
Ty desplaza su mirada hacia mí mientras Tigger presiona su nariz
sangrante. —Compañero, tal vez deberías preguntarte quién es el que no dijo lo
suficiente.
—¿Qué demonios se supone que tengo que decir, Ty? Ya sabes lo que
hacemos. —Me encojo de hombros liberándome del agarre de Bronx—. ¿Cómo
puedo decirle eso a ella? ¿Cómo podría confiar en mí después de saber eso?
—Es una persona mayor, Malice. Puede resolverlo por sí misma.
Gruño al idiota. ¿No puede ver lo mal que está? —¿No viste como vino,
hombre? No viste lo que hizo con ella. En su libro, la violencia no es aceptable,
en absoluto, nunca.
—Vino de ella, Malice, pero por lo que se puede ver, fue lo
suficientemente fuerte como para superarla.
—Tiene razón —añade Bronx—. Puede decidir por sí misma. No se puede
arbitrar lo que conoce.
—A la mierda todos ustedes —rujo—. Que se jodan, chicos. Se supone
que cuidan mi espalda.
—Lo hacemos —dice Tigger desde detrás de su mano—. Estamos
haciendo esto porque eres demasiado terco para ver cuánto estás a punto de
joderla por ti mismo.
Señalo un dedo en su dirección. —Es mejor que cuides de ti mismo.
—Jódete, Malice —grita Ty—. Obtén un control, hermano. Ella está lista.
La insultas diciéndole que es demasiado débil para ser de confianza con lo que
hacemos. Déjala decidir por sí misma.
—No lidiaría con ello —digo, empuñando mis manos por el cabello—. Está
demasiado rota.
—Corrección —dice Bronx—. Estaba rota. Puedo ver lo mucho que ha
cambiado y sólo ha pasado una semana desde que la conocí.
—Dile —dice Ty—. Por el momento, nos vamos. Creo que esta noche fue
tan buena como podría serlo.
Mierda. Me dejo caer en el sillón y veo cómo los chicos juntan todas sus
cosas y se van. Esos tipos sí cuidan mi espalda y lo han demostrado
sosteniendo un espejo de lo idiota que estoy siendo.
171 Marcho por el pasillo para encontrar a Rocco tumbado en su puerta
cerrada. —¿Jane?
—Vete, Malice.
—No —El mango no se mueve—. Abre la puerta, Jane.
—¡Vete!
—Voy a irrumpir si tengo que hacerlo.
—¿Para qué mierda? —grita—. ¿Así puedes estar parado allí y no decirme
algo más?
—Abre la puerta, Jane.
—¡NO!
Chasqueo mis dedos a Rocco. —Fuera del camino, amigo. —Él trota a un
lado y mira mientras mi hombro carga contra la puerta.
—Jesucristo, Malice. Dame un minuto.
Jane abre la puerta y la empujo más abierta antes de que tenga la
oportunidad de cambiar de opinión.
»¿Cuál es el problema, eh? —Gruñe. Su postura es rígida, toda su rabia
dirigida a mí—. Entras, me llevas de la pesadilla que tuve, ¿y me das otra cama
de mentiras para descansar? ¿Por qué? ¿Qué mierda hice yo para merecer
esto? ¿Por qué me dejas fuera? —Lagrimas bañan sus mejillas, y toda mi lucha
se evapora—. ¿Por qué hacerme esto? Si todo lo que ibas a hacer era joder con
mi cabeza, desearía que me hubieras dejado sola.
Se deja caer en la cama y atrae sus rodillas contra su pecho. En una
pérdida, corro mis manos por el cabello. ¿Voy a ella? ¿Le doy su espacio?
¿Quién sabe lo mejor en este momento? Porque, francamente, no sé si puedo
decir que yo lo hago.
—No digas eso, Jane. No digas que preferirías estar allí.
Se ríe, frío y vacío. —Me pregunto a veces, qué es peor; ¿los puños o tus
mentiras? Sé cómo manejar un hueso roto, una contusión, pero no tengo ni
idea de cómo manejar lo que me haces.
Doy un paso hacia ella y caigo de rodillas. —¿Qué debo hacer?
—Pensé que habíamos llegado a un punto, ¿sabes? Nos sentamos en el
sofá y me dijiste cosas sobre ti, cosas sobre tu padre. Compartimos y no fue
sobre mí. Pero entonces, me siento allí, mirándote con los chicos, no me
malinterpretes, son geniales, pero obviamente ocultan algo. Y, entonces, Tigger
dice lo que hizo, y me pregunto, ¿dónde estoy? —Resopla y sacude la cabeza.
»¿Qué soy yo para ti, Malice? ¿Un proyecto? ¿Un reto? Me diste una
salida, me salvaste de la miseria, pero no sé por qué. No sé por qué te molestas 172
si tenerme alrededor, obviamente, si te provoca tanto estrés.
Cada palabra se estrella contra mí como un cuchillo al alma. Puede ver a
través de mí y sé eso. Es mi ignorancia la que nos ha puesto en esta situación.
Pensé que se podría ahorrar el dolor de conocer el verdadero yo; guardarla del
estrés de ver lo feo del mundo que está ahí fuera. Tenía una ilusión jodida de
ser su príncipe azul, salvarla de una pesadilla y llevándola a la perfección.
Pero, ¿qué es perfecto en nuestras vidas? Nada es fácil, mierda, yo de
todas las personas sé eso. Entonces, ¿por qué creí que podría engañarla?
¿Hacerla pensar que el mundo era todo rayos de sol y rosas, cuando sé muy
bien que no lo es?
—No sé por qué lo hice —contesto con la cabeza inclinada—. Lo escuché
hacerte daño durante tanto tiempo, mes tras mes —Jadea—, y, cada vez que
lloraste, cada vez que gritaste, resonó dentro de mí. He estado allí, Jane. Tal vez
no con un cónyuge abusivo, pero he sabido lo que es ir a la cama y esperar a no
despertar al día siguiente. Orar por algún extraño accidente para tomar tu vida,
porque eres demasiado gallina para hacerlo por ti mismo.
—¿Tratas de decirme que me querías ayudar debido a que te fallaste a ti
mismo?
Echo la cabeza hacia atrás y miro al techo. Esa es la suma de todo,
¿verdad? —Sí. Creo que te clavaste en mi cabeza, Jane.
—Malice —dice en voz baja.
—No es una excusa; sé eso. Es apenas un razonamiento sólido de lo que
he hecho. Pero dime esto, Jane —Conecto con su mirada cansada—, a pesar de
estos problemas evidentes entre nosotros, ¿eres más feliz ahora?
Toma una respiración profunda y temblorosa, y juega con sus uñas. —No
estoy segura.
Su respuesta me despoja de cualquier auto-respeto que pude haber
dejado. ¿Qué le estoy haciendo? ¿Qué tan duro tengo que hacerlo para que se
sienta cómoda, para que se sienta segura, si esa es su respuesta?
»Ya no me siento amenazada —continúa—. Pero todavía me siento
inquieta, si eso tiene sentido.
Asiento. Puedo entender sus reservas. —¿Cómo lo arreglo?
—No puedes. —Suspira de nuevo y mira a la cabecera de la cama—. Creo
que tengo que darme prisa para encontrar mi propio lugar para vivir. Algo
pequeño. Algo que pueda pagar por mi cuenta.
Nos sentamos en la misma habitación y respiramos el mismo aire, pero
ya me siento a mil millones de kilómetros de distancia de ella. —Respeto eso. —
Me empujo de pie y me giro mientras hago mi camino a la habitación.
173 —Malice —llama.
Me detengo, pero no me enfrento a ella. —¿Sí, Jane?
—Siento que así es como las cosas hayan terminado. Todavía estoy
agradecida por todo lo que hiciste, todo lo que has hecho por mí.
—Lo haría todo de nuevo —le contesto.
Rocco levanta la cabeza cuando entro al pasillo y le doy una débil
sonrisa. »Toda tuya, amigo. —Cruzo el camino y cierro la puerta detrás de mí
una vez en mi habitación.
Lo he arruinado todo, cualquier oportunidad que tuve de mantenerla.
Pero, en honor a la verdad, ¿alguna vez fue mía, para empezar?
30
Vuela del nido, mi amor
Traducido por Fiorella♥
Corregido por Valentina D.

Jane
Rocco cae a mis pies mientras me quedo mirando la puerta cerrada al
otro lado del pasillo. Tiré la bomba con demasiada facilidad y ahora me estoy 174
arrepintiendo. ¿Por qué dije que quería salir? Es decir, lo quiero, pero también
me quiero quedar.
Lo quiero.
¿Pero él es mío para tener?
¿Cómo sé que mis sentimientos por él no son una extraña confusión de
gratitud? Tal vez sólo estoy feliz de tener a alguien que se preocupa por mí. No
es tan increíble, ¿o sí?
Rocco se queja y se extiende en su lado. Froto los dedos de los pies a
través de su piel del vientre y lo observo mientras se desplaza más hacia el
sueño. La escasa cantidad de dinero en efectivo que logré esconder de Dylan me
debe servir de pago inicial de un lugar para vivir, pero, ¿en cuanto al pago de
alquiler semanal? Mierda, necesito un trabajo y ahora. Los dedos cruzados a
esas "entrevistas" ya no están.
Saco el teléfono de mi cajón superior que Malice me ayudó a elegir y lo
giro en mi mano para mirar la cubierta. La imagen es un collage hermoso de
mariposas. Azules, rojos, rosas y naranjas engranan en una explosión de color.
Me dijo que debería tenerlo para recordarme todo lo que es capaz de grandes
cambios. Hay días en que no estoy tan segura.
Desbloqueo la pantalla y voy a la página marcada que tiene los listados
de alquileres en la zona. Tan bien presentados como algunos de estos
apartamentos lo son, no me puedo quitar la sensación persistente de que no
son para mí. Algo se siente apagado. Algo no está bien con ellos.
Mis ojos se desvían hacia la puerta de Malice de nuevo y suspiro. No
debería tomar un genio para resolverlo. Lo que está mal en estos lugares es que
él no va a estar en ellos. Necesito mudarme de aquí y tomar el toro por los
cuernos, pero no quiero estar sola. Claro, podría conseguir un compañero de
piso, pero en realidad, eso no es lo que quiero, ¿verdad?
Lo quiero a él. Siempre lo quiero.
Rocco gime bajo mi pie y dejo que mi mirada caiga al trozo de pelaje. La
pantalla de mi teléfono se queda en negro, al igual que mi decisión de ir sola.
¿A quién estoy engañando? No puedo manejar estar sola. Mira qué desastre fui
la primera noche que se fue. ¿Cómo pienso que sería si algo saliera mal una vez
que esté en mi propio lugar? ¿Cada golpe en la noche va a dejar que me pegue
del techo? ¿Sería saludable?
Tal vez terminaría más loca de lo que estaba, para empezar. No sería
gracioso: loca, señora de los perros Jane. Podría conseguir una placa formada
para colgar en la parte delantera de la puerta: “Castillo de locura”.
Mis pensamientos van a la deriva de nuevo a la respuesta de Malice de la
pregunta de Ty. Dijo que éramos una cosa, que éramos una pareja, más o
175 menos. Entonces, ¿por qué todavía se siente tan frágil? Cada vez que
progresamos juntos, algo así surge como esta noche y nos empuja a pedazos.
Cuánto tiempo podemos hacer este baile antes de que el flujo y reflujo de
nuestras emociones pase de moda... sea aburrido. Previsible.
Tal vez las cosas con Malice están arruinadas, pero si quiero encontrar el
lado bueno de todo. Al menos él se encontraba allí para darme la mano de
ayuda que necesitaba. Quiero decir, ¿quién puede decir que se hallaba
destinado a ser para siempre? Tal vez siempre se suponía que fueran un puente
entre mi pasado y futuro.
Me río de mi propio optimismo, y Rocco se agita a mis pies. A pesar de la
forma en que lo retuerzo para mí, tratando de encontrar el razonamiento detrás
de las acciones, no estoy engañando a nadie. Mi corazón duele con la idea de
acabar las cosas tan mal con él. Él no me merece simplemente caminar
alrededor después de una discusión, aunque haya mantenido los detalles
acerca de sí mismo de mí. Al final del día, me ayudó a salir de una situación
bastante mala y nadie dijo que garantizaría un acceso total a su pasado.
Debería estar agradecida por lo que me dieron, en lugar de quejarme acerca de
lo que no he tenido.
Reemplazo mi teléfono, y me despojo de mi ropa para la noche. Mis ojos
se deleitan en su puerta, y me pica para llamar, para ver si sigue despierto. Lo
más probable es que esté profundamente dormido, así que entro en la cama y
me acurruco bajo las mantas en su lugar.
Con la puerta abierta.

176
31
Juntos encontraremos nuestro camino
Traducido por Bella’
Corregido por Dai_Alvarado

Malice
Despierto para encontrar que Jane se fue.
Decir que no lo esperaba sería una completa mentira, solo no pensé que
177 tendría algún otro lugar para ir. Me paro en la puerta de mi habitación,
mirando fijamente la suya vacía, y considero regresar a la cama. ¿Por qué
molestarse en levantarse siquiera?
Sé que terminamos las cosas mal, y que dijo que necesitaba irse, pero,
¿de inmediato? ¿Era tan difícil quedarse un día más?
El café sería el obvio reactivador para este día de mierda. Arrastro mi
lamentable trasero dentro de la cocina, y miro ausente un fresco lienzo afuera
de la ventana mientras la cafetera hace lo suyo.
Tal vez debería haber peleado más, presionarla a quedarse. ¿Habría
reaccionado bien a eso? Tal vez debería haberle dicho desde el primer día cuán
jodida es mi vida, y dejarla decidir. Joder, ahora sueno como Ty.
No puedo hacer eso: cuestionar mis decisiones hasta la fecha. Si
comienzo a creer que los chicos han tenido razón todo este tiempo, y que mis
opciones han sido las equivocadas esta última década, entonces no sé qué
sucederá. Si pierdo la fe en mí, pierdo la fe en la vida, y ¿dónde me dejaría eso?
Dudando de mi necesidad de estar aquí, al igual que Jane.
Un mareo se apodera de mi estómago. ¿Y si finalmente se dio por
vencida? ¿Qué si fue a hacer algo estúpido, como matarse? Mierda. Hemos
bailado alrededor del tema, pero me he convencido de que no lo haría. ¿Lo
haría? Mierda, no lo sé.
Cuán bien la conoces, ¿eh?
No me detengo en el pensamiento por mucho tiempo, considerando que
necesito averiguar dónde demonios está… como, ahora. ¿Dónde ha ido?
Estamos a kilómetros de cualquier lugar, y no tiene un vehículo.
Ella no, pero yo sí.
Mis dedos de los pies chocan contra el mostrador en mi prisa, y maldigo
mientras cojeo a la ventana delantera. La camioneta sigue estacionada en el
camino de entrada, y estoy tan aliviado de ver que no la tomó como angustiado
de que significa que caminó.
Dándole al café un pase por el momento, corro arriba a mi habitación, y
entro en unos jeans y camiseta antes de abrir la puerta de un tirón… sin
zapatos. Los neumáticos levantan piedras mientras salgo de la entrada, y me
dirijo a la ciudad. Si va caminando, no puede andar muy lejos. Además, estará
restringida a dónde pueda ir con Rocco, ¿asumiendo que tiene a Rocco? Que
estoy pensando regresar a comprobar ahora… Rezo encontrarla caminando por
la carretera, y que mi corazonada sea cierta. ¿Qué si pidió un aventón? ¿Qué si
algún maldito enfermo la tiene, y la hirió?
El pensamiento de perderla permanentemente, sin saber si está a salvo
me pone físicamente enfermo. Bajo la ventana para sentir el aire fresco en mi
rostro. Los marcadores pasan volando en un borrón mientras me dirijo hacia el
178
último sitio al que quería que fuera… de regreso a la ciudad, sola.
Conecto mi teléfono al Bluetooth, y trato de llamarla. El tono suena sin
respuesta, e inmediatamente trato de nuevo.
Responde el teléfono, Jane. Responde el maldito teléfono.
¿Por qué me dejó? ¿Por qué se fue?
¿Por qué cerré mi maldita puerta?
Jane
Veo un trozo de árbol en la sombra, y me dirijo allí con Rocco para tomar
asiento. El trafico pasa mientras nos sentamos y tomamos aliento. Sabía que el
día iba a ser caluroso, pero cuando me desperté esta mañana, tuve una extraña
idea de que un largo paseo sería el perfecto purificador antes de que tratara de
hablar con Malice. Dado que su puerta se encontraba cerrada, pensé que era
bastante claro que no le importaba lo que hiciera.
Abro mi botella de agua, y tomo un pequeño sorbo antes de ofrecerle un
poco a Rocco. Él se voltea al chorro de agua, y se para, listo para seguir.
Caminamos por la carretera y pongo mi cabello en una suelta cola de caballo
para sacarlo de mi cuello mientras continuamos nuestro camino por el borde de
hierba.
Al poco tiempo, reconozco el sonido de un vehículo desacelerando, y me
detengo para ver.
Genial.
Una familiar camioneta negra estaciona al lado del camino. Rocco, siendo
el traidor que es, salta hacia Malice cuando baja del asiento del conductor. Se
179 frena cuando ve la misma expresión que yo: frustración, mezclada con ira.
—¿Qué pensabas? —grita mientras avanza.
—Hola, a ti también.
—No te hagas la lista, Jane. Pudiste haber sido recogida por algún
maldito violador, o asesino. —Se detiene frente a mí, la furia saliendo de él.
—Un poco exagerado, ¿no te parece? —Pongo mis manos sobre mis
caderas, y miro furiosa hacia el bravucón.
—Difícilmente, Jane. Me despierto, y te has ido, empacado e ido. Deberías
haber dicho algo. ¿Por qué no respondiste tu maldito teléfono?
—Debido a que está en casa, Malice. ¿Revisaste para ver si tomé alguna
de mis cosas?
Frota una mano por la parte trasera de su cuello.
—Bueno, no. Me desperté, y no te ecnontrabas allí.
—¿Así que saltas a la primera conclusión que aparece en tu cabeza?
¿Honestamente pensaste que empaqué y me fui sin siquiera un adiós?
—Supongo que no. —Sacude su cabeza—. Solo desearía que pensaras
antes de actuar a veces. Cualquier cosa pudo haberte pasado, y yo no sabría
dónde encontrarte. Piensa sobre lo que le haría a los que te aman si resultaras
herida. —Mi corazón sube vertiginosamente con esperanza—. ¿Como tus
padres? —Y se estrella contra la tierra en una bola de llamas.
—Estoy segura de que ellos me encontrarían eventualmente. —Luce tan
nervioso, tan agitado, sin embargo, todavía no puede ser cien por ciento
honesto conmigo—. Tú cerraste tu puerta.
—¿Qué?
—Cerraste tu puerta, así que pensé que eso significaba que no querías
hablar conmigo.
—Estamos hablando ahora, ¿no es así?
—Te dije que quiero mudarme.
—¿Quieres?
Suspiro, y pateo la tierra debajo de mi pie.
—Sí, pero no. No lo sé.
—Es una respuesta simple, Jane. Sí, o no.
—No, no lo es —sostengo—. Me gusta estar a tu alrededor, pero nosotros
peleamos, tanto, y luego cuando nosotros no… bueno, las cosas son
complicadas. 180
—No tienen que serlo.
¿Bromea? ¿Me está diciendo eso a mí?
Mi cabeza cae hacia atrás, y maldigo a los cielos por darme un hombre
tan frustrante.
—No puedo seguir viviendo contigo, Malice. Necesito comenzar de nuevo
por mi cuenta.
—¿Por qué? ¿Qué está mal con tener mi apoyo?
—Debido a que no es apoyo si siempre está allí. Es una debilidad si no sé
cómo operar sin él.
—No tienes que ser una jodida mártir, Jane. No hay daño en dejar a otros
ayudar.
Lo señalo con un dedo.
—Fuerte, viniendo de ti. ¿Qué sobre ti tomando tu propio consejo, e
intentas dejar que otros te ayuden?
—Yo no necesito ayuda —dice, lleno de arrogante rabia.
—Ambos sabemos que esa es la más grande maldita mentira allí. —
Hiervo.
Sus hombros caen, y frota una mano sobre su rostro.
—No puedo hacerlo contigo. No puedo abrir esa lata de gusanos.
—¿Por qué mierda no? —pregunto, lanzando mis manos al aire.
—Porque estoy aterrado de que te irás.
—¿Como ya pensaste que lo hacía? —Elevo una ceja hacia él, y sonríe.
—¿Qué más estás haciendo, caminando hacia la ciudad? —pregunta.
—Voy por una caminata, Malice. Hago algo de ejercicio y trato de aclarar
mi cabeza, la cual, por cierto, funcionaba bien hasta que algún melancólico,
testarudo, culo de hombre se detuvo y empezó a acosarme.
—Entonces, ¿no te fuiste porque discutimos?
—No, Malice. No lo hice.
Resopla, y patea la tierra.
—Nunca le he dicho a nadie la historia completa, ¿sabes? Ni siquiera a
los chicos.
Me pongo un poco blanda ante su confesión, pero elijo dejar eso para más
tarde. Me observa mientras doy unos pasos hacia él.
181 —Entonces, para de tratar de protegerte, y a mí. Solo trata de sacarlo.
Podríamos sorprendernos el uno al otro.
Cierra la distancia entre nosotros con una de sus largas zancadas.
—¿Prometes que mantendrás una mente abierta?
—Malice, no puedo prometer nada cuando no sé qué me vas a decir.
Frota la parte trasera de su cuello, y tomo su fuerte mandíbula y cuello
grueso. Para un tipo demasiado masculino, seguro se vuelve como un pequeño
chico asustado.
—No sé si esto es una buena idea. —Deja caer su mano a su costado—.
No puedo deshacerlo una vez que te haya dicho. Vas a verme diferente, y ¿luego
qué?
—Déjame ser la juez de eso. —Me apodero de su mano antes de que
pueda inquietarse de nuevo. Rocco nos rodea, olfateando la tierra, y ambos
sonreímos hacia él dando vueltas, ajeno a la tensión en el aire—. Lo que sí sé,
Malice, es que si continuas viviendo detrás de tus paredes, entonces nunca
serás libre. Nunca sabrás lo que podría ser, porque siempre alejaras a
cualquiera que quiera estar allí para ti. Debes estar dispuesto a ser herido por
la oportunidad de tener lo mejor de cualquier cosa.
—¿Te escuchas a ti misma? —pregunta—. ¿Puedes escuchar cuán
confiada eres ahora mismo?
Me congelo, mirándolo fijamente mientras la idea se procesa.
—Supongo que tienes razón.
—Aquí estás, diciéndome cómo es, toda llena de actitud, es jodidamente
caliente por cierto, ¿sabes eso?
—¿Caliente? —Levanto una ceja, y contemplo cuán cuerdo está.
—Te dije que eres hermosa, y quise decirlo cuando dije que quiero que tú
lo veas. —Frunce el ceño, y cruza sus brazos.
Debería estar pensando sobre lo que dijo, pero en su lugar estoy viendo
cómo la posición de sus brazos acentúa su fuerte pecho. Mis dedos pican por
acercarse, y ver si esa hinchazón debajo de su clavícula es tan dura como
parece.
»¿Jane?
—¿Eh?
—¿Te pregunté si estas lista para ir a casa?
—No es mi casa, Malice —digo, mirando fijamente hacia la tierra. De
regreso a esta vieja historia.
—La llamaste casa antes. 182
—¿Lo hice?
Asiente.
—Además, es más un maldito hogar que cualquier otro lugar al que
vayas.
Levanto mi mirada, y frunzo el ceño hacia él. ¿Trata de insinuarme que
no seré feliz si me mudo? ¿No lo piensas ya?
»Eso no sonó bien —murmura.
—Toda la maldita razón, no lo hizo. ¿Qué demonios tratabas de decir?
—Que quiero que te quedes conmigo.
Cruzo mis brazos, y afirmo mi posición.
—¿No es eso lo que he estado haciendo?
Mira hacia la camioneta, hacia Rocco, y al tráfico antes de que pueda
sostener mi mirada.
—Me refería a igual que, como para siempre. Te necesito alrededor para
ayudarme a lidiar con este desastre en que me he metido… si voy a hacerlo.
Bueno, ¿no es esa una interesante proposición?
—¿Te das cuenta de que tendrás que explicarme este “desastre” para que
te ayude? —digo, y camino hacia la camioneta.
—Perfectamente consciente, Jane —grita mientras subo.
Se deja caer en el asiento a mi lado, y enciende el motor.
—Me quedaré por un tiempo, pero con una condición.
Mira hacia el frente mientas nos ponemos en el camino.
—¿Cuál es?
—Si quieres que te ayude, tienes que decirme todo. Sin dejar detalles
fuera, sin cerrarte cuando se ponga demasiado duro. Tienes que ser honesto.
—Lo intentaré —dice.
—Tienes que querer la ayuda para que el esfuerzo valga la pena. —¿No es
eso exactamente lo que he aprendido estas últimas semanas?
—Lo sé.
Viajamos en silencio por un tiempo, antes de decidir expresar lo que ha
estado en mi cabeza.
—¿Por qué yo?
183 —¿Por qué no?
—No entiendo qué puedo ofrecer para ayudarte. Quiero decir, mírame:
soy un completo desastre cuando dejo la terapia. Tengo suficientes problemas
para pasar años de citas en ese lugar. ¿Qué te hace pensar que estoy
capacitada para ayudarte?
Suspira, y corre sus manos por volante.
—A veces las personas que entienden mejor son aquellas que han estado
allí ellos mismos.
—¿Estado dónde, Malice?
—En la completa desolación. En el punto más bajo. El lugar donde no
puedes ver la luz para saber la manera de salir del hoyo en el que te
encuentras. —Mira hacia delante, estoico y desafiante. Incluso ahora, se niega
a mostrar una onza de lo que los pensamientos en su cabeza le hacen.
—¿Qué te pasó? —susurro.
—Nada que pueda cambiar.
32
Las promesas se hacen para romperlas
Traducido por Black Rose
Corregido por Dai_Alvarado

Malice
Dejé que Jane entrara en la casa primero, y me dirigí a la cocina mientras
ella dejaba salir a Rocco al patio trasero. Bajo la pretensión de tomar un vaso
de agua, estoy en el mostrador y la observo como le da una palmada en la 184
cabeza, y se vuelve hacia la puerta. Mi garganta se vuelve gruesa, y a pesar de
toda el agua que trago, todavía me siento seco.
Así que muchas personas han tratado de aprovechar el caos que es mi
pasado y me dan su psicoanálisis barato de lo que significa, y cómo afecta la
forma en que soy ahora. Pero ella es la primera persona que he sentido que
podría ayudar a desentrañar los nudos en los que estoy. El problema es que
todavía estoy aterrado de decirle.
Su mirada se eleva para buscarme, y dejo caer mis ojos antes de que
conectemos. Esa mujer enciende todas las frecuencias equivocadas, en los
momentos adecuados. ¿Cómo demonios no ve esto entre nosotros? ¿Cómo
demonios puede actuar de manera tan indiferente?
—¿Cómo quieres empezar? —pregunta, entrando en la habitación detrás
de mí.
—¿Empezar qué?
—Vamos, Malice. ¿Tengo que explicarlo?
Sé lo que pide de mí; estoy siendo un idiota al respecto. Fuerza de hábito.
—¿Me prometes que te vas a quedar?
—Por enésima vez, sí, lo prometo. —Aparece a mi lado, y apoya la cabeza
en mi hombro—. Me habría ido hace mucho tiempo si no confiara en ti.
Mierda. Confía en mí.
Su intento es de tranquilizarme, pero al decirme que confía en mí me ha
impulsado todavía más dentro de mí mismo. Es demasiado buena para mí,
demasiado prometedora, no puedo arruinar esto.
—¿Qué ves en mí? —Mi garganta se pega cuando trato de tragar.
—Lealtad, un gran corazón, y soledad.
Y una vida de errores que no se pueden deshacer.
»¿Qué ves en mí? —Me toma con la guardia baja al preguntarme
devuelta.
Bajo la mirada mientras ella se queda mirando por la ventana de atrás a
Rocco.
—Amor que nunca ha sido usado. Fuerza, y compasión.
Jane agacha la cabeza para ocultar sus ojos vidriosos, pero los vi. Lo sé.
Mi mano encuentra su barbilla, y la obligo a mirarme.
»No escondas tus emociones, Jane. Son parte de quien eres, y si las
personas no pueden manejar eso entonces que se jodan. No te merecen en su
vida si van a ser insensibles.
185 Me sonríe y me deja inútil.
—De nuevo, Malice. Tienes que tomar tu propio consejo.
Me río, y la beso en la frente. Me puede decir las cosas como son todos
los días, y nunca me cansaré de ella. Cualquier otra persona, y ya habría salido
de la habitación. Otra persona, y los habría mandado a la mierda.
Pero no Jane.
»¿Puedo hacerte una pregunta? —dice.
—Cualquier cosa.
—¿Por qué puedes dormir conmigo, pero no puedes hablarme? Habría
pensado que al estar a gusto con uno estarías a gusto con el otro.
Tierra, trágame ya mismo.
Sí que me está poniendo en el ojo del huracán hoy.
—Me preocupa que si te acercas demasiado a mí me vas a dejar, y nunca
mirarás atrás. Estoy un poco preocupado por lo que vas a decir cuando llegues
más allá de la capa superior y veas al verdadero yo. —Mi corazón martillea en
mi pecho, pero empujo a través de la ansiedad y saco las palabras de todos
modos—. Significas tanto para mí, Jane, que si te marchas, me temo que sería
la cosa que finalmente me arruinara.
Contrae una sonrisa, y acaricia sus dedos suaves a lo largo de mi
mandíbula.
—¿Cómo crees que me sentí la primera vez que me viste? ¿No crees que
me dio vergüenza que me hubieras visto en mi peor momento?
—No quiero pensar en esa noche de nuevo. —Llevo mis manos a mi
rostro, y trato de alejar ese recuerdo.
Me sobresalta, colocando sus brazos alrededor de mi cintura, y me obliga
a enfrentarla.
—Aprecio el hecho de que te duela pensar en ello, Malice. Pero, por favor,
cuando pienses en mí, no pienses en esa mujer con miedo; piensa en mí como
lo que soy ahora. —Se encoge de hombros—. Quiero que me des la oportunidad
de devolverte el favor.
Mi mirada se fija a un punto sobre su cabeza mientras que reprimo el
impulso de apartarla, dejarla fuera, y evitar cruzar esta línea fina que estamos
bailando. Es tan tentadora, persuadiéndome a su lado del argumento, mientras
que estoy decidido a que mi forma ha funcionado durante tanto tiempo, que no
puede ser criticado. Necesito este cambio. Tengo que dejarla entrar.
»Dime lo que piensas —insta.
—Estoy pensando... —Trago duro—. Estoy pensando en lo mucho que he 186
querido mostrarte el mundo, y hacerte mi chica desde que te alejé de esa puta
casa. Estoy pensando en lo perfecto que sería despertar a tu lado cada día, y
saber que siempre estarás allí. Pero también estoy pensando que no puedo
soportar ver otro segundo de dolor cruzar tu rostro, sobre todo si yo lo he
puesto allí. Estoy pensando que si te digo todo, y me refiero a todo, todo lo que
veré será dolor. Estoy seguro, Jane, que nunca me verás de la misma manera, y
no puedo soportar perder la forma en que me miras ahora.
Su frente golpea en mi pecho, y suspira.
—Eres tan condenadamente frustrante, ¿sabes eso?
Me río.
»Por el amor de Dios, Malice, da el puto salto, y confía. —Se aleja, y me
mira fijamente a los ojos. Me duele—. Si me voy, nunca estuvo destinado a ser.
Si me quedo, entonces tienes tu respuesta.
—¿Qué es lo que tú quieres? —pregunto, siguiendo la línea del lóbulo de
su oreja con un dedo.
—Estar relajada y feliz —responde—. Vivir una vida sin la miseria a la
que me acostumbré, y aunque no lo creas, me das eso. Así que supongo que se
podría decir, que te quiero a ti.
—¿Por qué te merezco? —murmuro.
—Me pregunto lo mismo.
—Nunca he sido así de abierto con nadie, nunca —confieso.
Sonríe y frota sus manos sobre mi pecho y hombros.
—Nunca he querido estar con alguien como contigo.
Las cerraduras alrededor de mi corazón se desacoplan, y esta pequeña
mujer delante de mí se estrella a través de mis barreras con la fuerza de un
puto ariete hidráulico. Mi resolución se rompe, y no me puedo esconder de ella
nunca más. No puedo mantenerla alejada de la parte de mí que quiere amarla y
cuidarla hasta que estemos viejos y canosos.
Antes de registrar como llegamos aquí, se halla en mis brazos, sus
piernas alrededor de mi cintura, y yo estoy dirigiéndonos a mi habitación. Su
boca es cálida, y sabe putamente divino. Gime cuando rompo nuestro beso, y la
dejo sobre la cama. Fijo mi mirada en ella, sentada, tan jodidamente perfecta.
Hecha para mí. ¿Cómo habría sido la vida si la hubiera conocido hace diez
años? ¿Habría sabido lo que tenía en ese entonces, o me la hubiera perdido, y
perdido esto?
Sus ojos lucen oscuros, y pidiendo más.
—Joder, Jane. Necesito que entiendas algo antes de hacer esto de nuevo.
187 —¿Es tan importante que tienes que decírmelo ahora mismo? —pregunta,
y se muerde los labios para ocultar su sonrisa.
Niego hacia ella.
—Necesito que entiendas que una vez que te dé todo de mí, voy a esperar
lo mismo a cambio. No más esconderse. No más mentiras.
—Nunca te he mentido. —Frunce el ceño.
—No directamente, pero has evitado la verdad. Jane, lo quiero todo; lo
bueno, y lo malo.
Cierra los ojos y suspira con exasperación.
—Claro, Malice. ¿Podemos hacer esto antes de matar el estado de ánimo?
Me río, y avanzo hacia ella. Nuestros labios se conectan, y empujo el beso
para obligarla a acostarse. Cede, y sus manos encuentran mi pecho mientras se
acuesta debajo de mí. Su tacto es suave, pero definido. Hay un aplomo en sus
acciones; la mayoría de las veces se detiene, pero cuando se deja ir es con total
confianza en sus decisiones.
Me encanta eso de ella.
Me elevo sobre ella, y quito el cabello de sus ojos. Suspira, y gira su
rostro a mi palma, dejando besos suaves hasta mi muñeca. La adoración en su
respuesta llena mi corazón de esperanza. ¿Podría ser esto un comienzo para
nosotros? ¿Lo haríamos funcionar, sin importar qué? Mis temores todavía
cuelgan por debajo de la superficie en el temor de que Jane solo me podría
desear para un alivio temporal. ¿Está simplemente encontrando su camino de
nuevo con alguien que sabe que no le hará daño?
Me gustaría pensar que no le haré daño, pero mi conciencia me dice lo
contrario. Un tipo como yo se encuentra destinado a lastimar a una chica como
ella.
Si ella no me desgarra primero.
Mi frente encuentra la suya, y beso la punta de su nariz.
—Nena, te prometo que te diré todo lo que quieres saber. No será fácil, y
tendrás que sacármelo a la fuerza, pero a la mierda, mereces saber la verdad.
Sus manos se deslizan por la parte trasera de mi cuello, y disfruto de la
sensación de sus dedos en mi cabello.
—Luego.
Nuestros labios se conectan, y cierro los ojos ante su sabor. Me duele, en
el fondo, saber que esta podría ser la última vez que me dejará tenerla si las
cosas se ponen feas después de que hablemos.
No estoy dispuesto a renunciar a ella todavía.
188
Solo tengo que encontrar la manera de mantenerla mientras soy honesto.
33
¿A quién crees que engañas?
Traducido por Maeh & mariana90
Corregido por Taywong

Jane
Malice besa su camino a lo largo de mi cuerpo, adorando cada centímetro
189 de mí por la que pasa. Alzo la vista al techo, sus palabras corriendo por mi
cabeza. Quería darme todo de él. ¿Era esa su forma de confirmar que estamos
juntos? ¿Es este el comienzo de nosotros como pareja? El pensamiento me
emociona tanto como me llena de pánico. ¿Y si se equivoca? ¿Qué si tener todo
de mi es demasiado, demasiado depresivo, y cambia de opinión?
Mis pensamientos siguen mientras su rostro llega entre mis piernas, y me
lleva al borde del orgasmo con su gran lengua. Las cosas que hace, la manera
en que me trata, el cuidado que se toma, y el tiempo que pasa asegurándose
que estoy feliz me hace esperar que él se sienta igual que yo.
¿Se enamoró de mí tan rápido como lo hice yo de él?
Gimo mientras sus caricias me llevan sobre el borde y mis dedos
empuñan su cabello. Muerde y lame hasta que me desarmo; gritando hacia sus
elogios. Se arrastra sobre mí, una sonrisa en su rostro, y me pregunto de nuevo
cuán encariñado está. Lo hace con pasión, no con necesidad.
Siente lo mismo que yo.
Sé que lo hace.
—Dios, te ves increíble cuando te corres —dice, inclinándose hacia abajo
por un beso.
Me pruebo a mí misma en él, y el recordar que él me hace eso a mí me
tiene hormigueando por todas partes. Quiero ver si él luce increíble. Sus ojos se
abren mientras coloco mis manos sobre su pecho, y lo empujo a un lado para
que descanse sobre su espalda.
—No te muevas —ordeno—. Y no te atrevas a dejar de observar.
—No necesitas decírmelo dos veces —dice, sonriendo de oreja a oreja.
Malice dobla sus brazos debajo de su cabeza, y dudo ante la definición de
sus abdominales elevados por el movimiento. Claro, sé que el chico tiene un
cuerpo increíble, pero, ¿cuando hace un movimiento como ese?
Clic. Uno más para el banco de memoria.
Continúa sonriendo mientras tomo su polla en mi mano, y la deslizo a lo
largo de su eje.
»Nena, este será definitivamente mi espectáculo favorito de ahora en
adelante.
Sonrío, y mojo mis labios. Una leve caída de su mandíbula reemplaza su
sonrisa mientras se mantiene expectante. Bajo mi cabeza hacia él, sabiendo
que piensa que lo tomaría en mi boca, y en el último momento me desvío para
colocar besos en sus apretadas bolas. Sisea, y deja cerrar sus parpados.
Usando el intervalo de concentración a mi favor, mojo mis labios de nuevo y lo
coloco en mi boca, hundiéndolo hacia abajo hasta que golpea la parte posterior
de mi garganta. 190
—Dios, mujer. —Gime. Empuña sus manos en las sábanas, y sonrío a su
alrededor.
Nunca, y quiero decir nunca, he disfrutado tanto seguir adelante hasta
ahora.
Pronto podría convertirse en mi cosa favorita para hacer.
Mi ritmo continúa a la velocidad adecuada para construir su orgasmo,
empujándolo hacia el borde, pero dejarlo maldiciendo antes de llegar a más.
Alza sus caderas con cada bajada de mi boca, y acuno sus bolas en mi mano
dándoles un apretón.
Sus ojos se abren de golpe, y el oscuro deseo que veo me atraviesa. No
estoy acostumbrada a ello, no acostumbro ver a alguien queriéndome. Frunce el
ceño, y me doy cuenta que me he detenido, bajo mi boca sobre la palpitante
erección.
—Nena, ¿estás bien?
—Bien —digo con una sonrisa que no llega a mis ojos—. Pero creo que
estoy lista para intentarlo y romper la cama si tú quieres.
Gruñe, y en un rápido movimiento me tiene de nuevo sobre mi espalda.
—Desafío aceptado. —La boca de Malice encuentra la mía, y luchamos
por respirar mientras nuestro beso nos consume en el momento.
Sus manos se mueven, sus caderas se alzan y nuestros corazones
palpitan. Todo sentido de pensamientos consientes me abandona y mi cuerpo
se hace cargo, corriendo por un primitivo deseo que no tuve por un largo
tiempo. La última vez con Malice fue increíble, no me mal entiendas, pero cada
una de las veces que hemos estado juntos un poco más de nuestro
subconsciente se esfuerza por mantener las paredes que hemos construido.
Cada vez que estoy con él, siento como si estuviera centímetros más cerca
de ver al niño escondido en las oscuras cámaras de su corazón.
Malice empuja profundo, y chillo, libre para mostrarle lo mucho que
disfruto esto; qué tanto quiero estar con él, todo el día, cada día. Un delicioso
zumbido retumba proveniente de su pecho mientras encuentra un ritmo
perfecto. Fiel a su promesa, la cama golpea debajo de nosotros, y las uniones se
quejan con la fuerza de sus movimientos.
Lo tomo todo; tomo la fuerza y la agresión que empuja en mí. Con los ojos
abiertos, lo observo mientras golpea sus muslos. Aprieta sus dientes, y me doy
cuenta que esto es más que una liberación sexual para él. A pesar de que todo
lo que ha hecho por mí ha sido con pasión, hay un elemento de furia en la
191 manera en que golpea en mi interior. Canaliza el odio de alguna parte de su
mente en la tarea.
No puedo quejarme. No cuando se siente tan bien.
—Puedes follarme más duro que esto —suelto, estimulándolo.
Quiero ver que pierda el control.
Quiero verlo dándomelo todo.
Gruñe mientras aprieta la mandíbula y se conduce en mí tan fuerte que
la cama literalmente cambia de posición, el chasquido de la cabecera golpea
con resonantes golpes sordos. Estoy segura de que me arrepentiré de esto
cuando trate de caminar luego, pero maldición, justo ahora es el cielo.
¿Quién sabría que me gustaría esto tan duro? Mi confianza es impulsada
por su atención en mí; por lo que yo necesito. No puedo decir que algún
hombre ha hecho alguna vez eso; preocuparse acerca de lo que me hace feliz, lo
que me excita. El territorio es tan nuevo para mí que me hace parecer como
una maldita virgen.
—Dios, sí, Malice. Dios, sí. —Gimo debajo de él mientras que sus
movimientos pierden su fluidez. Está cerca. Realmente cerca.
Busco debajo, y coloco mis primeros dos dedos a cada lado de su polla
mientras da golpes cortos, y duros. Sisea cuando aprieto mis dedos juntos.
Demonios, el hombre se siente divino deslizándose dentro, y fuera de mí.
—Jesús, Jane.
Me inclino y tomo su boca con la mía mientras se desliza sobre el borde,
dando vueltas en espiral con un estremecimiento de sus caderas. Gime en mi
beso, y lo sigo justo después, las vibraciones de su voz cosquilleando dentro y
fuera.
Malice retrocede, y me observa. El calor del momento ha pasado, me
sonrojo, y giro mi rostro.
»Jane, no me alejes. Cristo, mujer. Recién hemos tenido increíble maldito
mejor sexo, y te alejas.
Dejo salir la sonrisa que siento por dentro, pensando acerca de lo que
hemos compartido, mostrándola. Mis labios se alzan en las esquinas, y vuelvo
la vista para encontrarlo sonriendo. Mi estómago se agita, y una fresca oleada
de calor se alza en mi piel.
—Tu sonrisa será mi muerte. —Agarro una almohada, y lo golpeo sobre
su pecho.
La atrapa con una sonrisa, y la arroja a un lado.
—No puedo evitarlo si tú me haces sonreír.
—Ídem. 192
Él siempre me hace sonreír. Incluso cuando el pensamiento de perderlo
me mata por dentro.

***

Despierto, aturdida y confundida en cuanto a qué es ese maldito sonido.


Suena como un teléfono, pero mi teléfono no tiene ese tono de llamada.
¿Dónde estoy?
Observo alrededor de la habitación, y la luz de la tarde que se adentra a
través de las persianas abiertas me recuerda por lo que desperté esta tarde, lo
que nos despertó. Malice se estira detrás de mí, y dice algo por debajo de su
respiración mientras se dirige a la causa del sonido. Tiro de las mantas a un
lado y lo veo responder.
—¿Sí?
Quien quiera que sea, no puede ser su persona favorita en este momento.
»¿Cuándo? —Sus cejas se fruncen—. ¿Puede hacerlo alguien más? —Mi
pecho se aprieta mientras lo veo pasearse por la habitación—. Sí, está bien. Lo
que sea. —Suspira—. Estaré ahí.
La mirada en su rostro deletrea resignación y decepción cuando gira para
enfrentarme.
»Nena, tengo que irme. —Malice recoge sus vaqueros del suelo, y se los
pone—. Estaré de regreso esta noche, espero.
—¿Todo está bien? —Lo que sea que hubiera sido la conversación,
sonaba bastante mal.
—Sí. Todo estará bien. Necesito ir al trabajo. —Alza una camisa negra
sobre su torso.
Giro mi cabeza, y veo el reproductor LCD de reloj.
—¿Ahora? ¿Quién necesita un carnicero a esta hora del día? —Es cerca
de la hora de la cena.
La forma en la que suspira y frota una mano sobre su cabeza es algo que
puedo malinterpretar.
»No creí que fueras carnicero —murmuro.
Suspira.
—Lo prometo, te diré todo. Pero justo ahora, necesito irme.

193 —Lo que sea. —Veo por la ventana para ver a Rocco persiguiendo una
mariposa a través del césped. La mirada feliz es tan cliché, y la yuxtaposición
de cómo me siento me tiene riendo. Una mariposa, de todas las cosas.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunta.
—Nada. Te veré cuando regreses a casa.
Me quedo mirando por la ventana, el sol en las hojas, en las flores
balanceándose con la brisa. No necesito mirar alrededor para saber que él está
allí; puedo sentirlo mirarme.
Después de un tiempo, el chasquido de la puerta principal hace eco a
través de la silenciosa casa. Mis hombros se aflojan, y considero tomar una
ducha. A la mierda, he visto una bañera en su baño. Tal vez tendré un largo y
agradable baño.
La sábana de Malice se arrastra detrás de mí mientras camino por el
pasillo, y dejo a Rocco en las puertas francesas. M sigue, sus uñas se clavan en
el suelo de madera mientras compruebo todas las puertas y ventanas.
Satisfecha de que un ninja no pueda entrar sin que me diera cuenta, me dirijo
a su baño.
El agua envuelve mis tobillos mientras la bañera se llena. Me siento en el
borde, mirando alrededor del estéril espacio blanco a cualquier cosa que me dé
una pista de qué clase de persona es realmente. Después del afeitado, al lado
de ella hay una pequeña botella de crema hidratante.
Entonces, ¿le gusta mantener su piel suave? Vaya cosa.
Estupendo. Su cuarto de baño es tan inteligentemente secreto como él.
Rocco se aplasta contra el lado de la bañera y me mira con sus grandes y
brillantes ojos. Sonrío, y rasco sus orejas. Siempre sabe cuándo necesito
compañía. Siempre está ahí para mí, a diferencia de cualquier otra persona que
conozca…
Me quedo en el baño hasta que me convierto en una ciruela y el agua
hace que mi carne se enfríe. No estoy cien por ciento segura de cuánto tiempo
ha pasado, pero estoy segura de que tiene que ser horas. El agua se desvanece,
el gorgoteo haciendo eco a través de la tranquila casa mientras camino por mi
habitación. Solo un par limpio de shorts de dormir reside en mis cajones, y
hago una nota para persuadir a Malice de llevarme de compras por lo básico.
No puedo vivir de la cantidad mínima de ropa que tengo para siempre. Todos
mis tops limpios están en la carga de lavado y los colgué en el porche esta
mañana, y ahora que la oscuridad ha caído, es probable que estén húmedos de
nuevo.
¿Cómo me deslicé de una ama de casa que marcha sobre ruedas a esta
mujer que no recuerda lavar?
Resignada, me dirijo a la habitación de Malice y saco una camiseta limpia
de sus cajones. Estoy segura de que no le importará que tome prestado 194
considerando que lo he hecho antes, y no es como si estuviera aquí para
preguntarle, ¿verdad? El algodón cuelga hasta mi muslo, y las mangas cuelgan
de mis brazos. Me meto un lado en mis shorts y me dirijo a la cocina.
Rocco duerme feliz delante del sofá, y me tomo el tiempo para mirarlo. Él
se ha ajustado tan bien, y me pregunto si, ¿tal vez conseguirlo no era tan malo
después de todo? Claro, significaba que tenía que soportar esa horrible noche,
pensando que él moriría, pero de nuevo, él fue la razón por la que Malice vino.
Inicialmente.
Me duele la cabeza pensar en ello, tratar de descifrar las señales
mezcladas que Malice me ha enviado desde que dejé a Dylan. Utilizando mi
mejor habilidad de apagar y operar en funciones básicas, me dirijo a la cocina
para hacer un café. Mis ojos están vacíos, y mirando a la nada cuando los
sonidos de los neumáticos envían señales de que él está en casa.
Camino hasta la sala de estar y coloco mi bebida caliente sobre la mesa.
Rocco levanta su cabeza y gruñe en la puerta cuando la cerradura se sacude.
Mis nervios aumentan, dado que Rocco nunca ha hecho eso antes de ahora.
¿Qué puede sentir? Fue Malice quien regresó a casa, ¿no?
Ty entra en primer lugar, y bloquea mi visión inicial de Malice. Él sostiene
una mano hacia mí, deteniéndome en mis pasos, y guía a Malice al sofá.
—Toma asiento, hermano.
Malice se sienta de espaldas a mí, solo mostrando la parte superior de
sus hombros, y el cabello desordenado. ¿Qué diablos ocurrió?
Bronx entra después, y se dirige directamente hacia mí.
—Jane, cariño. ¿Podrías por favor hacer una bebida caliente?
—Me gustaría una cerveza —dice Malice.
—No tendrás nada de eso —le dice Ty—. Un café estará bien —me repite.
Me voy, más que capaz de leer entre líneas. Malice todavía no me ha
reconocido, y el malestar se asienta sobre mis hombros mientras agito las
bebidas. ¿Por qué están Ty y Bronx con él? ¿Y dónde está Tigger?
Los tres hombres hablan en voz baja mientras hago malabarismos con
las bebidas en mis manos, devanándome los sesos por lo que pudo haber
ocurrido. Ayudaría malditamente si supiera lo que verdaderamente hicieron por
un trabajo. Los carniceros no llegan a casa viéndose así de angustiados. Las
tazas queman mis dedos mientras las llevo, y Ty saca tres posavasos para que
los ponga encima. Las coloco y me siento en la silla frente a los chicos.
Santo infierno.
195 Malice tiene un labio partido, sangre seca sobre su barbilla. Más
manchas en su camiseta, y moretones alrededor de la base de su cuello ya
florecen. Bronx tiene las piernas de sus pantalones vaqueros enrollados, y
comprueba un corte severo en su espinilla. Ty parece como el más limpio de los
tres, pero es claro que ha estado en una pelea también.
Malice levanta los ojos para encontrar los míos, y deja caer su mirada así
de rápido. ¿De qué diablos tiene que avergonzarse?
—¿Qué pasó? —pregunto suavemente.
Ty se inclina hacia el sofá y empuja a Malice con la rodilla.
—Ahora no, hermano —chasquea.
Bronx endereza las piernas y niega.
—Hombre, tienes que confesar esto pronto, o vas a confundir como el
inferno a la mujer.
—Como si ya no estuviera confundida —murmuro.
—No quería explicarte todo esto a ti, Jane —comenzó Malice.
—Pero ahora tendrás que hacerlo —afirmo.
Asiente.
—Sí, lo hago. —Sus dedos frotan una sección de su camiseta manchada
entre ellos, como si pudiera borrar la sangre por la sola fricción—. Tigger se
llevó un golpe esta noche.
Miro a los tres con cuidado, y noto la profundidad de sus expresiones
sombrías. Él tomó más de un golpe.
—¿Quién va a decirme por qué pareces como si hubieras pasado tres
rondas con un gladiador?
Bronx mira a Ty, que mira a Malice, que mira al suelo.
De acuerdo.
»Cualquiera de ustedes lo hará —digo, sacudiendo mi cabeza.
Ty empuja a Malice de nuevo, solo que esta vez se pone de pie, y mira
fijamente de regreso al tipo.
—Bien. —Gruñe—. Solo deja de tocarme.
—Fácil, hermano. —Ty levanta sus manos—. ¿Quieres que nos vayamos?
Malice me mira, y a ellos.
—Aún no.
Miro fijamente a los cuatro cafés sobre la mesa, deseando tener algo no 196
tan caliente como para mantener mis manos ocupadas. El silencio cuelga en el
aire cuando Malice entra en la cocina y agarra una cerveza. Abre la tapa y traga
la mitad de la botella antes de volver a reunirse con todos nosotros.
»A Tigger le gustaba fumar —comienza—. Hierba, mota, como lo quieras
llamar. Lo hacía todos los días; lo ayudaba a calmarse.
Asiento, no sé por qué siente la necesidad de decírmelo. ¿Seguro que eso
es asunto de Tigger? Espera… gustaba. Mi estómago gira y mi mano se retira
del café delante de mí.
»Salió a trabajar esta noche, pero todo fue un montaje. Resulta que le
debe mierda a un estafador por el dinero que pidió prestado para comprar su
reserva.
Mi malestar se siente pesado en mi pecho.
—¿Dónde está ahora?
Ty se para abruptamente y se acerca a las puertas francesas. No tengo
idea de lo que cree que puede ver ahí fuera, pero obviamente es más fácil de ver
que esta habitación.
—Se encuentra en el hospital —dice Malice.
Llevo mis rodillas contra mi pecho.
»En la morgue —concluye.
El shock saca el color de mi rostro; entumecimiento persiguiendo la
sangre a mis dedos de los pies. No puedo empezar a imaginar cómo todos ellos
se deben sentir. Miro a Bronx, pero mira fijamente la pierna de la mesa entre
nosotros. Malice aclara su garganta y mira hacia el techo.
Ty se queda en silencio como una maldita estatua.
Nadie pronuncia una palabra. No creo que haya nada que pueda hacer
justicia en el momento. Estos chicos perdieron a un amigo cercano, y la pena
cuelga tan pesada entre ellos que siento que podría alcanzarla y tocarla.
—¿Qué pasa ahora? —pregunto.
Ty finalmente se aleja de las puertas, y me mira con ojos tan fríos que
podría jurar que no es la misma persona.
—Les mostramos que no nos sentaremos y lo tomaremos.
—¿Venganza?
—Exactamente.
Miro a los tres. Son chicos grandes, pero, ¿en realidad? ¿A quién piensan
en ir a enfrentar? —¿Vale la pena el riesgo? ¿Quiénes son esas personas a las
197 que él debía? Quiero decir, estoy segura de que todos les darían una pelea de
infierno, pero ¿están a la altura de una pandilla, o lo que sea? Seguramente
hacen este tipo de cosas todos los días.
—Sí, lo hacen —dice Malice—. Pero también lo hacemos nosotros.
34
Al final, todo se solucionará
Traducido por Taywong
Corregido por Dai_Alvarado

Malice
Jane echa el cerrojo de la habitación. Sus ojos me dicen que se halla a
miles de kilómetros de distancia. Miro a Ty y Bronx. Ambos asienten en
comprensión. 198
Decirle lo que hago por un trabajo nunca iba a terminar bien.
Debería haberlo hecho antes.
—¿Vas a estar bien con eso? —pregunta Bronx, inclinando su barbilla
para señalar hacia el pasillo.
Asiento.
—Sí, hombre. Todo bien. —En todo caso, es la distracción que necesito
para olvidar lo que pasó esta noche.
Miro hacia mi camiseta empapada de sangre, y mi estómago se sacude
sabiendo que la mayor parte no es mía.
—Necesito limpiarme —murmuro.
Los chicos me miran mientras me desnudo allí mismo en la sala, y pongo
mis ropas manchadas en el cubo de la basura. Usar esa ropa un minuto más
no se sentía bien. Era como decir que me sentía orgulloso de lo que sicedió, feliz
de compartirlo con el mundo.
Todo lo contrario.
Nunca debería haber ido.
Tigger debería seguir vivo.
—¿Alguno de ustedes sabe algo de esto? —pregunta Ty.
Bronx y yo sacudimos nuestras cabezas.
»Joder —dice Ty—. Carlos, de todas las personas. ¿Por qué no nos dijo?
—Tal vez pensó que seríamos duros con él —ofrece Bronx.
Miro hacia el pasillo, ansioso por ver a Jane.
—No más trabajos para Carlos hasta que esto se arregle —ordena Ty,
señalándonos a su vez.
—No creo que necesites decirnos, hermano —digo—. No le faltaría el
respeto a Tigger así.
—Tengo que salir y llamar a sus padres. —Ty se mueve hacia la puerta—.
¿Quieres un aventón, Bronx?
—Sí, hombre.
Los veo salir, hablando de cuándo nos encontraremos para discutir esto,
pero mi cabeza no está en el juego. Mi estropeada mente no puede decidir si
debe prestar atención a Bronx y Ty, llorar por Tigger, o preocuparse por Jane.
Juro que la maldita cosa va a implosionar si no resuelvo esta mierda, y
199 pronto.
Los chicos se dirigen al auto de Ty, y cierro la puerta. El silencio es bien
recibido por mi cerebro exhausto, pero también me deja con un peso en el
corazón sabiendo que Jane está aquí, igual de tranquila.
Me dirijo a mi habitación, y tiro de un par limpio de pantalones cortos. La
puerta de su habitación se encuentra entreabierta, así que me dirijo y toco.
—¿Puedo entrar?
—Es tu lugar —dice—. Haz lo que quieras.
Mi enojo pica, pero lo empujo. Ahora no es el momento de discutir esa
mierda de nuevo. Ella se retuerce en su cama, dándome espacio para sentarme
en el borde.
—¿Sufrió mucho tiempo? —pregunta.
Cierro los ojos, pero las imágenes de esta noche me asaltan con claro
horror. Volviéndolos a abrir una vez más, me acuesto sobre su cama, a través
de sus pies.
—Podría haber sido más fácil.
Aspira una bocanada de aire, y se mueve a mi lado.
—¿Estás bien?
Giro la cabeza para encontrar su mirada fija en mí. Se halla acostada a
mi lado, reflejando mi posición.
—No realmente.
—¿Ayudaría hablar de ello?
—No —le digo con certeza—. Quiero olvidar.
Sus dedos rozan mi sien, y me siento enfermo de culpa, por esconder
tanto de ella y todavía seguir teniendo su preocupación. Malditamente no lo
merezco.
»¿Podemos solo acostarnos aquí un rato? —pregunto.
—Claro. —Se acuesta en mi hombro, y envuelve un brazo sobre mi pecho.
Estando con ella me tranquilizo. El problema es, que es la primera vez
que he estado cerca de estar relajado en toda la noche. El peso de lo que pasó
ahí me golpea como un camión, y lucho para contener todas las emociones
nadando a través de mi cabeza. Tengo que ser fuerte.
Me acerco, y la levanto sobre mi cuerpo. Se sobresalta al principio, pero
pronto se instala encima de mí. Mis brazos la aprietan con fuerza, y entierro mi
nariz en su cabello. Ella siempre huele tan bien.
Huele a casa. 200
Mis ojos se cierran, y las lágrimas amenazan mientras el recuerdo de
Tigger juega detrás de mis párpados como una maldita película muda.

***

Me despierto más tarde, caliente e incómodo. Jane se ha deslizado a la


mitad, y su pierna y brazo todavía me cubren. Se revuelve un poco cuando me
muevo desde abajo, pero pronto se sumerge en un sueño profundo. Rocco me
sigue al baño, y se sienta a la puerta mientras echo una meada. Lavo mis
manos, y levanto la mirada para encontrar mi reflejo. La sangre aún mancha mi
cara, y ahogo el impulso de vomitar.
Me restriego, limpio, y trato casi de quitarme la capa superior de piel.
Limpio como estoy ahora, la sangre de Tigger todavía mancha mi conciencia.
Los pensamientos que traté de ignorar en el camino a casa vuelven a
atormentarme, y me dejo caer en el inodoro cerrado.
¿Por qué no compartió esta carga con nosotros? Somos sus hermanos, y
sin embargo, no nos dijo.
La parte que me enferma más es el pensamiento de que pude haber
fácilmente estado en la misma mierda. Yo no les digo a los chicos tanto como
debería. Yo no los “cargo” con lo que siento que no necesitan saber. Así que,
¿cuán diferente soy de Tigger? Somos uno y lo mismo cuando se llega a esto.
Todos estos años he pensado que mantener lo peor para mí sería la mejor
manera de preservar las relaciones con los que me rodean. ¿Pero ha
funcionado? Puedo sentir la tensión tácita entre los chicos y yo. Además, sé
malditamente bien lo que mi incapacidad para compartir ha hecho a Jane.
Estoy viviendo una mentira.
Irrumpí a su casa esa noche, pensando que necesitaba un héroe: alguien
para luchar sus batallas, alguien para salvarla. Pero en realidad, todo lo que
necesitaba era apoyo. Todo lo que Jane ha necesitado alguna vez es una
persona que se parara detrás de ella y la atrapara cuando cayera, saliendo de
ese maldito agujero oscuro en el que estaba.
Sin embargo, todo lo que he hecho es dejarla allí por su cuenta, y dar la
espalda a lo que necesita mientras trato de guiar el camino.
Necesito dar un paso atrás. Tengo que dejar que ella tome la iniciativa.
Rocco se mueve desde la puerta, y regresa a la habitación. Lo veo irse, y
201 me rio de lo jodidamente extraño que es pensar que necesito ser más como él.
Él es su constante, y ¿por qué? Porque le ofrece su amor y apoyo incondicional.
Todo lo contrario a lo que yo he puesto sobre la mesa.
Me levanto, y lo sigo hasta donde sigue Jane, profundamente dormida.
Murmura mientras deslizo mis manos debajo de ella y la levanto girándola así
puede acostarse en la posición correcta de la cama. Aparto mis pantalones
cortos, y me deslizo a su lado.
Mi pecho se siente pesado, y la piedad se asienta en el hecho de que me
tomó perder un buen amigo para darme cuenta lo que ha estado frente a mí
todo el tiempo.
Para darme cuenta de que no soy el único que está aquí mismo.
Nunca lo he sido.
35
El camino más difícil
Traducido por Sam89
Corregido por Dai_Alvarado

Jane
La cama se estremece con sus silenciosos sollozos y no tengo idea de qué
hacer. No me despertó, así que, ¿digo algo? ¿Ofrezco apoyo, compasión y
202
comprensión? ¿O le doy su espacio y pretendo dormir?
Rocco aclara la situación trotando hacia el lado de la cama de Malice y
haciendo sonidos de husmeo. No puedo ver lo que hace el perro, pero me lo ha
hecho lo suficiente para que pueda imaginar a Rocco lamiendo su rostro.
Malice intenta reír, pero su risa se atasca en su garganta y termina soltando
una tos. Tomo la oportunidad para fingir despertarme y rodar para mirarlo.
Su tez se ve pálida y se tumba con un brazo sobre su rostro. Rocco
descansa su gran cabeza en el hueco de su axila. Perro valiente. Extiendo la
mano sobre su pecho.
Se tensa y aparta el brazo de sus ojos.
—¿Cuánto tiempo has estado despierta?
—Me desperté contigo tosiendo —miento—. ¿Cuál es el problema? —Me
levanto y apoyo mi cabeza en mi mano.
—Me siento tan imbécil, ¿sabes? —Pone su brazo sobre sus ojos de
nuevo—. La última vez que hablamos, lo golpeé.
Tigger.
—¿Lo golpeaste?
—Sí, por hablarte como lo hizo la otra noche cuando los chicos estuvieron
aquí.
Palidezco ante la confesión. Tan bien como me siento sabiendo que Malice
elige defenderme, también me siento como la mierda por ser la razón por la que
discutieron.
—Lo siento.
Rocco se mueve de la cama y escoge una distancia segura en la esquina
de la habitación ante el sonido de mis palabras. Viejos hábitos.
Malice deja caer su brazo y gira imitándome.
—Jane, quiero decirlo cuando digo que no quiero oír eso de ti.
—Pero si no hubiera…
Sus dedos presionan mis labios.
—Silencio. No podías haber sabido qué iba a pasar. Ninguno de nosotros
podía.
—Entonces, ¿por qué te culpas sobre esto? —desafío.
Me mira mientras procesa el pensamiento.
203 —Supongo que tienes un punto. —Malice cae de espaldas en la cama—.
Sin embargo, todavía me siento como un imbécil.
—Mira, no me has dicho qué sucedió y no espero que lo hagas, pero
asumo que saliste anoche para ayudarlo. ¿Qué crees que sacó de eso? Estoy
segura de que sabía cómo te sentías.
—Eso espero.
—¿Era cercano con su familia? —Me pregunto cómo los otros avanzan,
teniendo que hacer esa llamada.
—Sí y no. Su madre y hermana viven lejos, así que no las veía cada
semana exactamente.
—¿Pero hablaban a menudo?
—Eso creo. —Suspira y su tono cae—. No lo sé.
—Espero que Ty y Bronx estén bien. —Me siento y cruzo mis piernas.
—Estarán bien. Hemos pasado por cosas peores.
Los dos chicos en la foto.
Nos sentamos en amigable silencio por un tiempo, perdidos en nuestras
cabezas. Todo lo que los chicos dijeron anoche pasa por mi mente y me
pregunto si y cuándo conoceré la historia completa. ¿Tengo derecho a la
historia completa? ¿Cuán seria es esta “cosa” entre Malice y yo?
»Soy caza recompensas, Jane.
Me toma un momento registrar lo que ha dicho.
—¿Un qué?
—Un caza recompensas. Me pagan por salir y traer personas que deben
dinero o necesitan enfrentar las consecuencias… ese tipo de cosa.
—¿Para quién? ¿El estado? —Estoy bastante segura de que la respuesta
será…
—No.
Maldición.
—¿Quién, entonces?
—Trabajamos para nosotros mismos. Ty vio una oportunidad y la tomó.
Viviendo en las calles, solíamos ver los negocios que ocurrían después de la
oscuridad. Hay tantas organizaciones ahí fuera, todas compitiendo por un
lugar, que a veces luchan por mantenerse al día con las tareas menores como
controlar lo que les deben. Los sindicatos necesitaban la mano de obra y
nosotros necesitábamos un techo sobre nuestras cabezas… y comida.
La tensión llena mi cuerpo. La necesidad de huir de la habitación es
fuerte, pero el lado lógico de mi cerebro me recuerda que no estoy en riesgo. Si 204
quisiera herirme, ya habría desaparecido. Herirme físicamente, no mentalmente.
—¿Intentas decir que eres parte de una banda o algo?
—Algunas de las personas para las que trabajamos son bandas, algunos
prefieren el nombre de club. Y no, no somos parte de ninguno de ellos. La
mayoría de las veces no se nos permite poner un pie en su lugar. Todos los
intercambios ocurren fuera.
—¿Por qué?
Suspira y gira su rostro hacia mí una vez más.
—Distancia física. Negación. Si no estamos en sus residencias, no
estamos en cámara, entonces pueden negar que tenemos algo que ver con ellos
si es necesario.
—Supongo que tiene sentido. —Mis dedos se entrelazan en la sábana
alrededor de mi cintura—. ¿Qué hacen exactamente cuando “buscan
personas”?
—La mayor parte del tiempo no toma mucho, pero usamos la fuerza si es
necesario.
—¿Alguna vez has…?
—¿Matado a alguien?
—Sí. —Me rio… incómodamente.
—No. —Suena genuinamente sorprendido de que lo pensara—. No soy un
asesino a sueldo, Jane.
—Pero hieres personas.
Frunce el ceño y sé que he dicho lo que más me molesta.
—No como el bastardo lo hizo. Estas personas merecen lo que les llega.
—¿Lo hacen? —Sostengo su mirada—. ¿Merecen las personas ser
tratadas peor que un animal alguna veces?
Baja la cabeza y suspira.
—Si amenazan a otros así sin ninguna razón, entonces sí, lo hacen. El
que la hace, la paga.
Me tiene con eso. Cuando lo pongo en la perspectiva de Dylan, ¿cuántas
veces deseé que le pasaran cosas peores? ¿Cuántas veces deseé una
retribución?
—¿Por qué no me dijiste esto desde el principio? ¿Por qué decir que eras
carnicero?

205 Malice se mueve para sentarse de rodillas sobre el lado de la cama.


—No era una completa mentira. Somos conocidos como “Los Carniceros”.
Era como un nombre en código o algo y se quedó.
—¿Cuánto tiempo has hecho esto? —La curiosidad morbosa es
demasiado. Tengo que saber.
—No he sido siempre el que recauda. Cuando empezamos, era un
explorador, descubriendo dónde se encontraban los objetivos y pasándole la
información a Ty.
—¿Y entonces qué? ¿X cantidad de exploraciones más tarde conseguiste
una promoción? —Me encojo ante el tono sarcástico que tomo.
—Si quieres llamarlo así.
—¿Qué es lo siguiente? Quiero decir, ¿has llegado a la cima de tu juego o
hay algo más a lo que aspirar?
—No seas así. —Se levanta y se pasea por la habitación.
—Lo siento. Es un poco difícil de aceptar, ¿sabes? Al menos Dylan no me
golpeaba por dinero. Honestamente, no puedo decidir qué es peor en este
momento: ser un imbécil y hacerlo por diversión, o elegir hacerlo por dinero.
—Nunca elegí esta vida.
—¿Qué? ¿Te retorcieron el brazo en tu espalda hasta que aceptaste?
Quiero decir, no parece como si intentaras salir de esto. —Estoy dando un
golpe bajo, pero joder, ¿cuándo iba a decirme esto?
—No sabes tanto sobre mí como piensas, Jane. Follarme no te da algún
conocimiento de lo que sucede aquí. —Golpea su sien—. Toda la situación en la
que estoy es bastante jodida. No espero que entiendas.
—¿Jodida como dejar a un marido abusivo por un hombre que golpea a
las personas por dinero?
—No siempre los golpeo.
—Oh, bueno. Eso me hace sentir mucho mejor —espeto.
—¿Vas a darme una oportunidad para explicar? —Se detiene y me frunce
el ceño.
—¿Explicar qué, Malice? ¿Que tomaste un trabajo delatando a las
personas por comida y luego elegiste continuar a mejores y más brillantes
cosas, como arrastrarlos por dinero en lugar de alejarte? Tú mismo dijiste que
no eres parte de los clubes, y los chicos con los que haces esto son tus amigos,
entonces, ¿por qué quedarte? Estoy segura de que los chicos entenderían si
quisieras salir.
—No es tan simple alejarse, Jane. ¿Qué mierda sabrías? 206
—Oh, no lo sé —grito. Calor corre por mi piel—. ¡Supongo que no sabría
una cosa sobre tener problemas y alejarse, dado que me quedé con mi abusivo
marido por jodida diversión!
—Entonces, ¿por qué arremetes contra mí por quedarme si lo entiendes?
¿Eh? —Rabia emana de él en oleadas. Necesito salir de esta habitación.
—Porque elegiste tu camino, Malice. Yo no pedí estar casada con un tipo
que pensaba que sus puños eran la parte de él que más amaba. Y seguro como
la mierda que no pedí ser alejada por un tipo que no es jodidamente mejor.
Malice se para en silencio mientras camino hacia la puerta.
»¿Por qué no me dijiste esto desde el principio? —pregunto—. ¿Por qué
ahora?
—No te lo dije antes porque quería que confiaras en mí.
—¿Confiar en ti? —Me rio—. ¿Cómo puedo confiar en ti cuando me has
mentido intencionadamente?
—No mentí. —Gruñe.
—No —digo furiosa—. Elegiste no decirme la parte más importante sobre
ti.
***

Vamos por caminos separados después de la discusión. Malice salió de la


casa y no regresó hasta después de que me fui a la cama esa noche. Puedo
honestamente decir que no hemos pasado más de dos horas juntos en la
misma habitación desde entonces.
No sé qué decir. Parte de mí quiere perdonarlo, entender, pero la otra
discute que he sido una pusilánime por demasiado tiempo y ahora es el
momento de defender lo que es mejor para mí.
La familia de Tigger llega tres días después de su muerte. Se quedan con
Ty y somos presentados brevemente cuando los chicos se reúnen en la casa
para arreglar los detalles del funeral. Los chicos ayudan a elegir sus canciones
favoritas y comparten historias, las buenas, con su madre y hermana.
Miro desde la distancia, incómoda con intervenir en tan íntimo momento.
Después de todo, vi a Tigger dos veces y la segunda no fue del todo placentera.
Están en la parte difícil de los arreglos, organizando dónde será enterrado,
cuando decido llevar a Rocco a un paseo. La madre de Tigger lo quiere
207 enterrado con su familia, mientras que su hermana discute que debería ser
enterrado junto a su padre.
Alcanzo el pomo de la puerta, cuando una mano en mi hombro me
detiene.
—¿A dónde vas?
Me vuelvo y miro a un alma perdida. Sus ojos no tienen vida, sin
humor… nada del chico que se burlaba de mí cuando caminaba arriba y abajo
por su entrada el día después de tomar a Rocco.
—Voy a dar un paseo. Pensé que ustedes podrían querer privacidad.
Estoy segura de que no les gustará tener un espectador todo el tiempo.
—Los caminos alrededor de aquí no son seguros —dice—. Toma la
camioneta, y encuentra un parque o algo.
Abro la boca para discutir, pero Malice simplemente niega y se aleja.
Regresa un poco después con las llaves.
»¿Confío en que no la rasguñes? —Sus labios suben en un lado y
vislumbro al hombre que conocí hace tantas semanas.
—La cuidaré —Sonrío—. ¿Tiene un nombre? —Necesito verle sonreír tan
desesperadamente. La tensión entre nosotros ha estado dándome náuseas al
final de cada día que dejamos las cosas sin resolver.
—Todavía no —replica. Su enorme mano encuentra la mía y coloca las
llaves en mi palma—. Vuelve en unas tres horas, ¿de acuerdo?
Estoy perdida con que le importe cuánto tiempo me haya ido, pero
asiento y me vuelvo hacia la puerta. La cierra detrás de mí y me paro por un
momento para asimilar todo este escenario.
¿Cuándo la vida se volvió tan complicada?

***

Rocco brinca alrededor del parque, persiguiendo a perros más pequeños y


haciendo un par de amigos más grandes también. Me siento en la plataforma
trasera de la camioneta con un yogur helado y un periódico para buscar
listados de trabajos y alquiler. La semana pasada ha sido dura, por decir lo
menos, y necesito espacio para respirar; espacio para pensar en lo que voy a
hacer con mi futuro ahora que es mío para planear.
Sonrío mientras Rocco se cae en la hierba después de tomar una esquina
demasiado rápido. La bola de pelo está teniendo la mayor diversión que ha
tenido en un tiempo.
—¿Disculpa?
208
Me vuelvo hacia la voz y veo a una mujer aproximarse con su hija.
»¿Puedo preguntarte dónde compraste eso? —Apunta a mi yogur.
—Por supuesto. —Sonrío—. Hay una tienda en la Sexta, dos cuadras más
abajo.
Sonríe y asiente.
—Gracias. Somos nuevas aquí y no estamos familiarizadas con dónde
está todo todavía.
Sonrío mientras se aleja y me vuelvo para encontrar a Rocco. El sol es
glorioso en mi rostro y cierro los ojos brevemente, inhalando la esencia de la
hierba recién cortada, flores abiertas… todas las cosas agradables del mundo.
Si solo pudiera cerrar los ojos a los problemas en mi vida y oler las
buenas cosas como esta más a menudo.
Pasos se escuchan tras de mí y asumo que la mujer necesita saber dónde
se halla la Sexta. Me giro para darle indicaciones y tropiezo en mi prisa por
salir de la plataforma trasera.
—Hola, Jane.
Mierda. Mi primer viaje sola y allí está él.
»Bonita camioneta la que tienes ahí. —Dylan asiente al auto—. Luce muy
familiar, sabes. Aunque debo admitir que ha sido un tiempo desde que la he
visto. —Gruñe las últimas palabras—. No podía creer lo que veía cuando te vi
sentada aquí.
Mantengo mi vista firmemente puesta sobre él, y coloco un pie detrás de
mí. Avanza, así que tomo otro paso, y se enreda en el travesaño de madera
atornillado al suelo para detener a las personas de estacionar en la hierba. El
yogur vuela de mi mano mientras me caigo de culo e intento aterrizar con el
mínimo daño.
Mi muñeca duele, pero rápidamente me recupero y me pongo de pie
mientras Dylan viene hacia mí.
»¿Me extrañaste, Jane?
Puedo oler el bourbon a kilómetros de distancia. ¿Bebiendo en tu
descanso para el almuerzo de nuevo? Qué triunfador.
—No he pensado en ti en absoluto, Dylan.
Sé que estoy provocando al oso, pero quiero que vea que he seguido
adelante, que soy más fuerte sin él. Agarra mi mano con la suya, de lejos un
gesto de adoración, y aprieta el primer nudillo de mi dedo índice hacia el
209 segundo. El dolor es insoportable y las lágrimas vienen mientras me quejo.
¿Cómo sobreviví a esta mierda a diario durante tanto tiempo?
—Pensé que me deshice de ese hijo de puta. —Gruñe, inclinando su
barbilla hacia Rocco.
El idiota se acerca hacia el peligro, las orejas hacia atrás y los dientes al
descubierto.
—¡No, Rocco!
—Y todavía intentas salvarlo. —Se ríe—. Eres tan patética como siempre,
Jane.
Mi ritmo cardíaco aumenta. La situación se halla rápidamente al borde de
salirse de control.
—Vete a la mierda, Dylan. Si no estoy en casa pronto, él me buscará. —
No estoy totalmente segura de que eso sea verdad, pero todo lo que puedo hacer
es esperar que mi amenaza sea suficiente para asustarlo.
Las cejas de Dylan se alzan.
—¿Casa? —La sangre se apresura a su rostro, y las venas en su sien
sobresalen—. ¿Casa? —ruge—. Casa es conmigo, mujer. Debes ser una buena
puta si deja que te sientas en casa con él.
—Eso no es asunto tuyo. —Tiro de mi mano, pero aprieta su agarre. Juro
que algo se rompe.
Rocco gruñe a mis pies, sintonizado con mi angustia.
Dylan balancea un pie fuera para atraparlo, pero Rocco lo esquiva. Buen
chico. Parece que no soy la única que encontró su fuerza desde que dejamos ese
agujero del infierno.
Elijo mi momento sabiamente, y mientras Dylan está distraído por Rocco,
le doy un rodillazo en la entrepierna. Deja caer su mano con un gemido, y se
agarra a sí mismo.
—Jodida puta —grita cuando cierro la plataforma trasera y corro a la
puerta del conductor.
La abro con amplitud y silbo a Rocco para que entre. Salta al asiento del
pasajero y subo detrás de él, dándole al botón del seguro antes de meter las
llaves. La camioneta arranca con un rugido ronco y salgo del estacionamiento,
el periódico volando en la parte de atrás.
Las personas me miran cuando pierdo tracción en la entrada, y entro en
la calle. No podría importarme menos. Los neumáticos se estabilizan con un
golpe final y piso el acelerador.
Sí, estaré en casa dentro de las tres horas. 210
36
Decisiones
Traducido por Cjuli2516zc
Corregido por Dai_Alvarado

Malice
La mamá de Tigger señala una reproducción en la elección de canción, y
los chicos empiezan a arreglar la lista de música para su funeral. Su hermana,
211 Anna, se sienta en el sofá, mirando a la nada. Doy un paso lejos de los demás,
y me siento a su lado.
—¿Qué sucede ahí, Anna? —pregunto, dando golpecitos en su sien.
Vuelve sus ojos enrojecidos hacia mí, y sacude su cabeza.
—Me pregunto por qué no le dijo a nadie que era tan malo. Pensé que
hizo lo suficiente de su trabajo, ¿sabes?
Sabiendo que está tan en la oscuridad acerca de lo que hacemos como
Jane, pica.
—Todo el mundo tiene sus secretos.
—Sin embargo, ¿por qué mi hermano? ¿Por qué Blair? Quiero decir, tuvo
una época difícil cuando era más joven, pero pensé que habíamos terminado
con eso. ¿Pensé que cambió?
Escucharla usar su nombre de nacimiento suena tan fuera de lugar.
¿Estamos hablando del mismo tipo? Mentiras sobre mentiras. El grupo de
nosotros vive con un nombre distinto al propio, todos excepto Ty.
¿Seguramente esto es otra manera de evitar enfrentarse a la verdad? ¿Otra
máscara para ponerse contra el mundo?
—No tengo una respuesta para eso. —¿Qué más puedo decir? Me
pregunto lo mismo.
Estalla en llanto, y apoya su cabeza en mi hombro. Solo he visto a la
mujer dos veces, y la intimidad se siente mal. Coloco mi brazo rígido detrás de
ella, y llora en mi camisa. Si no fuera una jodida situación de mierda la
empujaría, pero ¿qué clase de idiota hace eso?
No. Morderé la bala y daré a la chica una cierta comodidad… tan
incómodo como es.
Solloza contra mi hombro mientras miro a los chicos hablar con la madre
de Tigger. Todavía no sé con qué frecuencia hablaba con ellas, qué tan cercano
era a su familia. ¿Qué clase de amigo hace eso? ¿Qué clase de idiota es ese
egocéntrico?
Las lágrimas de Anna finalmente se reducen, y el sonido ronco de mi
camioneta me trae un dulce alivio. Gracias joder, Jane regresó a casa.
—¿Estarás bien ahora? —pregunto, deslizándome fuera de su lado.
—Sí. Gracias. —Sonríe, y se acurruca en el brazo del sofá—. Es bueno
dejarlo ir.
Salgo al frente mientras Jane deja a Rocco salir del vehículo. Frunzo el
ceño, sabiendo que hemos hablado antes de no tenerlo dentro del auto.
—Lo siento —comienza—. Me hallaba en un apuro. Pasaré la aspiradora
ahora. 212
Mis ojos viajan al pestillo en la puerta trasera, que no está
completamente cerrada.
—Tienes que poner el respaldo correctamente, Jane. No lo quieres
cayéndose cuando conduces. —Me acerco, y lo golpeo cerrado con mi cadera.
Una sucia, cuchara de plástico está pegada a la cubierta, y hay lo que parece
ser parte de un periódico esparcido por todas partes—. Pensé que dijiste que
cuidarías de mi auto.
La barbilla de Jane tiembla, y cae de rodillas en el borde de la hierba. Se
echa a llorar peor que Anna, y tengo que dar un paso atrás para creer lo que
estoy viendo. Sé que las cosas han sido tensas entre nosotros, pero no fui tan
duro… ¿o sí?
»No fue mi intención molestarte —digo.
—Lo sé. —Lloriquea, y me hace un gesto con la mano—. No eres tú.
—Entonces, ¿por qué lloras? —Caigo ante ella, y meto a un Rocco
preocupado bajo mi brazo. Las piezas del rompecabezas empiezan a unirse; no
fue descuidada en absoluto, huía de algo—. ¿Por qué tenías prisa, Jane?
Los hipos sacuden su respiración.
—Vi a Dylan.
Mierda.
—¿Y? ¿Te hizo daño? —Mis ojos barren su cuerpo tembloroso.
—Un poco, pero nada grave. —Mira sus manos.
Noto la forma en que frota sus dedos, y la hinchazón en la punta de uno.
—Jane, si tan solo amenaza con hacerte daño esto rompe los términos de
su orden de restricción. —Tengo una mente clara para cazar al hijo de puta, y
recordárselo yo mismo.
—No pensé en eso.
—¿Llamaste a la policía? ¿Les dijiste que infringe sus condiciones?
—Todavía no —murmura—. Pensé mencionarlo con el Oficial de
Relaciones de Familia la próxima semana.
—¿La próxima semana? —me burlo—. ¿Y si trata de llegar a ti una vez
más antes de eso, eh? ¿Entonces qué?
Sus ojos golpean los míos, y la rabia a su alrededor es palpable.
—Tengo miedo, Malice. Estoy aterrada de que pueda llegar a mí. Pero,
¿qué otra cosa podía hacer?
213 —¿Por qué no me dijiste que tenías miedo? ¿Por qué no me preguntaste
para ir contigo?
—Estabas ocupado. —Apunta a la casa—. Además, no hemos sido
precisamente los mejores amigos últimamente.
—Eso no importa —le digo, y me acerco a ella—. Te sientes incómoda
sobre cualquier cosa, me dices.
Me mira fijamente, y no se necesitan palabras para expresar su
sentimiento. Yo la hice sentir incómoda.
»Joder, Jane. No soy como él.
—Lo haces en mi cabeza, ¿sabes? Al menos con Dylan sabía que debería
odiarlo, pero contigo, me odio por no odiarte. Ni siquiera puedo persuadirme
para que me desagrades. Me haces enojar tanto, guardando lo que haces de mí,
y sin embargo, todavía quiero quedarme contigo. ¿Por qué?
Esta mujer pone a prueba mi resolución.
—No sé por qué. Quiero decir que es porque te necesito, porque te quiero
aquí también, pero sé que no es la respuesta.
Una vez más, me mira, en blanco.
Tal vez debería dejar de darle vueltas y sumergirme en este agujero que
estoy cavando, los pies primero.
—Te dije que soy una mala persona. —¿Qué más hay para decirle? He
metido la pata. Hice que se sienta demasiado incómoda para acercarse a mí
cuando se supone que debo estar allí para ella. Es más fuerte sin mí aquí
nublando su futuro—. Nunca prometí que tendrías una cerca blanca conmigo,
Jane. Lo que ves, es lo que tienes.
—Eso es todo. —Frunce el ceño—. No me dejas ver todo de ti; solo lo que
piensas que necesito saber. Depende de ti mostrarme el resto. No guardes más
secretos de mí.
—No puedo prometer eso.
—¿Por qué no? —grita, agitando sus manos—. ¿Qué te hace pensar que
es mejor ocultarme cosas? ¿Cómo crees que eso me hace sentir? Estoy aquí,
tratando como una tonta de ayudarte a ver la respuesta, y todo lo que haces es
dejarme fuera. ¿Por qué?
A la mierda todo. Todo lo que tenía que hacer era respetarla lo suficiente
para no hacerle daño, y no podía hacer eso.
No merezco más oportunidades.
—Intenté hacer bien esta cosa entre nosotros, Jane. Realmente lo hice.
Solía pensar que tenía todas las respuestas; que sabía la mejor manera para
proteger tus sentimientos, hacerte confiar en mí, ganar tu respeto. Pero joder, 214
mujer, me pruebas. Me muestras cuán jodidamente equivocado estoy, y lo odio.
Odio saber que he estado equivocado todos estos años, que he lastimado
personas, que he jodido todo... de nuevo. Yo solo... no puedo hacer esto más.
—Por lo tanto, deseas agregar “desertor” a esa lista entonces, ¿eh? — Su
estado de ánimo cambia, y su decepción es tan clara como una bofetada en el
rostro—. Te tenía catalogado más como un luchador, Malice. Nada viene fácil, y
tú, de todas las personas, deberías saber eso. Infiernos, mírame. —Barre sus
manos a lo largo de sí misma—. Soy la prueba viviente de que arreglar los
errores en tu vida es jodidamente difícil. Y tú eres la prueba de que puede valer
la pena.
—Tal vez para ti, pero yo no lo veo de esa manera. Dicen que lo que pones
en el universo vuelve a ti diez veces. Bueno, todos sabemos la cantidad de
mierda que puse ahí. ¿Qué crees que siga recibiendo? No soy bueno para ti.
—¿Quién lo dice? —Muerde.
—Yo.
—Y serias el experto porque...
—Porque solamente lo soy, ¿de acuerdo? —grito.
—Todos tenemos vicios —murmura—. Nadie es perfecto.
No importa. Nada de lo que me pasó a mí, ninguna excusa para mis
decisiones en la vida me da el derecho a jugar con sus sentimientos como lo
hago. Piensa que soy su jodido premio, que soy el que la hará feliz por el resto
de su vida. Se equivoca. Mi incapacidad de aceptar lo que está mal en mi vida y
tener los huevos para arreglarlo le hace daño. Todo lo que hago es causar su
dolor, y si no me veo arreglando mis propios demonios en el corto plazo,
entonces se merece la paz.
Merece a alguien que la dará lo que merece. Alguien que la hará feliz
cada día, todo el día, no solo cuando suceden cosas que funcionan de esa
manera. Tengo que dejar de desperdiciar su tiempo.
—Una vez que el funeral este planeado, y todos se vayan, volveré a mi
casa en la ciudad —le digo—. Necesitas esta casa. Yo tengo la mía.
Traga, con fuerza.
—Si eso es lo que quieres.
—Es lo que necesitas. —Me paro, y alejo de ella—. No me necesitas.
Tal vez “felices para siempre” no es el final que obtendrá mi historia, pero
no hay ninguna razón de por qué debería evitar que sea el suyo.

215
Jane
Lo he hecho; he ido y demostrado que no valgo la pena. Lo empujé hasta
que no tenía la respuesta. Le di una salida, y caminó a través de ella.
Al final, conseguí lo que quería, ¿verdad? Conseguí mi razón por la que
no podía ser la solución perfecta a mi vida de mierda. Empujé y empujé y
empujé hasta que se rompió, hasta que encontró una razón por la que nunca
íbamos a funcionar.
Demostré que no soy digna de ser amada… que no soy suficiente.
¿A quién demonios engañaba, de todos modos? ¿En qué universo alguna
vez funcionaria una relación con Malice? Me sorprende que no corrió gritando
por las colinas cuando vio el camión cargado de equipaje que me acompañaba.
¿Tal vez esto es simplemente su reacción retardada?
Pero entonces, lo dijo él mismo. “A veces las personas que comprenden
mejor, son aquellos que han estado allí ellos mismos”.
Todo lo que hice fue tratar de no entender. Lo critiqué, y lo juzgué sin
darle una oportunidad de decirme más. ¿Cómo no pude ver que puede tener
una razón legítima para todavía vivir esta vida? Cuando el hombre que me 216
ayudó mostró nada más que compasión y cuidado, ¿por qué decidiría entonces
pensar en él como de corazón frío, e insensible?
El hecho de que está tan afectado por la muerte de Tigger me debería
decir todo lo que necesito saber: el tipo tiene un corazón. Sabe cómo amar.
Me ha dado ese amor, y todo lo que he hecho es ignorar su grito de
ayuda.
No es de extrañar que piense que no es lo que necesito. Le hice pensar
que necesito más.
—Malice, ¡espera!
Se gira en la puerta de la casa, y mira hacia mí. La tristeza, incluso desde
esta distancia, me mata.
»Vuelve, por favor. Vamos a hablar de esto.
Niega.
—No tiene sentido, Jane. Se acabó.
—No puede ser.
—Nunca fue nada, para empezar —responde—. Nos hemos estado
engañando a nosotros mismos demasiado tiempo. Necesitas lo que yo no puedo
ofrecer.
—¿Y qué es eso? —pregunto, de pie y caminando más cerca.
—Un futuro brillante. —Sus ojos caen, y se dirige a la casa.
Me quedo congelada en el camino de entrada. Esto no puede ser todo lo
que hay para nosotros. Simplemente no puede.

217
37
Rompiendo otro hoyo
Traducido por Sam89
Corregido por Taywong

Malice
Ella se encuentra de pie en la puerta, viéndome ir, y sé que espera que
cambie de opinión. Pero no lo haré. Jodí esto en el minuto en que malditamente 218
la besé, diez veces más cuando follamos. Dejé que mis deseos consiguieran lo
mejor de mis necesidades, y tomé cosas de ella que no tenía derecho a tener.
Y ahora me mira irme, como un cachorro esperando por su amo para
venir a casa antes de que se hayan ido.
—Gracias de nuevo por el teléfono —dice, sosteniendo el teléfono que le
compré.
Asiento. La loca mujer intentó devolvérmelo, dijo que era mío, ya que
pagué por él. ¿Cuándo entenderá que todo lo que le he dado, tangible o no,
nunca he esperado recuperarlo? Era todo suyo para quedárselo, para hacer lo
que quisiera.
Su mirada arde en el lado de mi cabeza cuando arranco la camioneta, y
subo la ventana. Hago un gesto de despedida con la mano sin mirar atrás y
salgo de la entrada tan rápido como los neumáticos me permiten sin perder
tracción.
El camino a la ciudad es lento y laborioso… lleno con pensamientos de
ella. No hay una canción en la radio que se las arregle para distraerme y contar
hacia atrás desde cien no tiene efecto. Ella está ahí, persiguiendo cada
respiración que tomo, irritando mi conciencia como una sanguijuela invasiva.
Jane es mi primer pensamiento en la mañana y mi última preocupación en la
noche.
La comprensión me golpea como un golpe con un bate de metal.
La amo.
No debería haber renunciado tan fácilmente.
Soy un cobarde.
Pero eso es lo que hago, ¿no es así? Corto y corro, cierro y escapo. La
mayoría diría que es el camino del cobarde, pero lo llamo supervivencia. Los
apegos cuestan vidas y los apegos me destrozan cuando se rompen. Mierda,
mira a Tigger. Mira cuán mal ha estado jodiendo con mi cabeza esta semana
pasada.
Haría cualquier cosa para retroceder en el tiempo y preguntarle qué va
mal. Molestarlo hasta que cediera y pedir la ayuda que él obviamente
necesitaba. Pero nosotros los chicos somos así de imbéciles. Nosotros nos
cerramos e ignoramos lo emocional, lo íntimo. Empujamos nuestros demonios
profundamente y sufrimos mientras pudren nuestro interior como un cáncer.
Todo en el nombre de salvar las apariencias.
Bueno, ¿quién luce como el idiota ahora?
La amo.
219 ¿Y qué he hecho? Sistemáticamente alejarla, y acercarla, una y otra vez,
como una maldita corriente. La mujer debe tener equilibrio por todos los
vaivenes que he hecho.
Pensar en ella allí, sola, me hace querer girar la maldita camioneta y
conducir como un maniaco hasta que pueda tocarla, sentirla, asegurarle que
estará bien. ¿Pero por qué? ¿Quién soy en realidad para asegurarlo?
Yo.
Estoy desarrollando mis propios miedos a través de ella. Estoy luchando
para amarme para saber que lo valgo. Estoy siendo malditamente egoísta, e
injusto. Y este es el por qué necesito quedarme en mi rumbo, y darle espacio.
Jane necesita aire para respirar, espacio para moverse. Necesita resolverlo por
sí misma, sin mi agobiante influencia y egoístas deseos.
Necesita venir a mí.
Tengo que saber que me quiere a pesar de toda la mierda que he dejado
caer sobre ella… no porque la fastidié hasta que se sintió acorralada.
Mi casa se acerca como un presagio de miseria cuando me detengo y
estaciono. El oscuro exterior y el porche sombreado parecen reflejar la manera
en la que me siento regresando aquí. Cuando me fui, honestamente pensé que
nunca regresaría; que encontraría otro lugar para vivir.
Con Jane.
Otro sueño imposible que añadir a la lista de decepciones en mi vida.
Salgo y cierro la puerta al cosquilleo de mis sentidos. Escalofríos trazan
la línea de mi espalda a mi cuello y me giro lentamente para explorar la zona.
No me toma mucho tiempo ver el problema.
Él.
El puto idiota de su esposo se halla de pie en su puerta delantera,
mirándome con sus manos metidas casualmente en sus bolsillos. Nos miramos
probablemente por segundos, pero se siente una eternidad. El odio que el
hombre emite es intenso, incluso desde esta distancia. Solo puedo imaginar
que era así para Jane, estando en la misma casa que ese imbécil un día tras
otro.
Agobiante.
Mi estómago se revuelve y la ira recorre mis venas como una droga
familiar. Todos los pensamientos que he tenido sobre este chico, sobre los
cobardes que tratan a sus esposas como él lo hizo, sobre el tipo de final que
merece, culmina viéndolo allí… mirando.
—¿Ya satisfecho? —le grito.
Arremete hacia delante y anda por su camino delantero con tal prisa que
mis puños se aprietan a mis costados. 220
—Supongo que tú lo estás —espeta.
Muevo una mano hacia el auto vacío.
—¿Malditamente se ve así, imbécil?
Hace una pausa en su valla hasta la cintura, su mandíbula apretada.
—Dime, ¿era buena en la cama contigo? Porque siempre fue una fría y
sosa follada cuando la tenía.
Ira pulsa tan intensa que puedo sentir mis sienes hincharse con cada
latido de mi corazón.
—Vas a parar ahí si sabes lo que es bueno para ti.
Se ríe. Malditamente se ríe.
—Ya te tiene por las bolas, ¿no es así? —El imbécil pone sus manos en
sus caderas como si totalmente disfrutara de la conversación—. No te
preocupes, amigo, la atracción desaparece después de un tiempo.
—No soy tu amigo, imbécil —digo hirviendo de furia.
Su humor se convierte en una sonrisa cruel. Me estremezco ante el
pensamiento de Jane enfrentando esto.
—Sí. Y ella no es tu esposa.
—Tampoco la llamaría exactamente tuya. ¿Qué tipo de maldito hijo de
puta trata a su mujer así, eh? ¿Te caíste cuando eras un bebé o algo? ¿Mami
no te prestó suficiente atención?
El bastardo salta la valla y amplío mi postura en preparación.
—Piensas que eres el mejor, ¿eh? —grita, avanzando—. ¿Piensas que
puedes llevarte a mi maldita mujer y te dejaré en paz? —Lanza un puño hacia
mi rostro—. Piensa de nuevo —grita.
Me agacho, pero los nudillos del idiota rozan mi pómulo. Mi pie sale
cuando me agacho y lo enredo en sus piernas. Tropieza, pero se endereza para
dar otro golpe. Esta vez, estoy sintonizado con sus movimientos mejor y evito el
golpe por completo, dando uno en su estómago. Gime, se dobla y arremete,
derribándome con un hombro en la cadera.
Caemos al suelo y el picor de carne desgarrada perfora mis codos. Dylan
está sobre mí, sentado sobre mis caderas mientras suelta golpe tras golpe en mi
cabeza. Reprimo mi ira inmediata, la urgencia de contraatacar sin pensar ni
considerar cuál será el efecto. En su lugar, cierro los ojos y protejo mi cabeza lo
mejor que puedo mientras me reagrupo.
Todavía sigue golpeando como el hombre enloquecido que es cuando abro
mis ojos y pongo mi plan en acción. Un puño vuela hacia el lado derecho de mi
221 rostro y lo esquivo en el último segundo. Aúlla cando conecta con mi calzada y
mientras su mano está abajo, la sujeto entre mi cabeza y hombro. Inclino mis
caderas hacia la derecha y cuando cae, envuelvo mi pierna alrededor de su
cuerpo.
En segundos, lo tengo debajo de mí, gritando por sumisión.
—¡Déjame ir, maldito pequeño mocoso!
—Dime que dejarás a Jane en paz —exijo.
—Vete a la mierda.
Retuerzo su brazo y aúlla de dolor.
»Está bien.
—Está bien, ¿qué?
—La dejaré en paz.
—¿O qué? —Lo pruebo.
—¿Cómo mierda lo sabría, imbécil?
Grita cuando mi peso machaca su brazo entre nosotros. Me inclino hacia
abajo para estar justo en el rostro del hijo de puta.
—No tienes ni idea de con quién te metes. Malditamente la tocas, incluso
respiras su mismo aire, y estaré de vuelta aquí con algunos amigos para darte
el peor día de tu patética pequeña vida.
—Malditamente lo estoy deseando —dice Dylan cuando me aparto. Se
levanta y me frunce el ceño—. No puedo imaginar lo que un pequeño hijo de
puta como tu podría hacer por su cuenta, de todos modos. —Salta la valla de
nuevo, anda por el camino y se vuelve para darme una última mirada
fulminante antes de entrar.
El tipo es un idiota. Es un puto suicida si piensa que puede escapar de
atormentar a Jane de nuevo.
Sacudo la cabeza y flexiono mi dolorido cuello lado a lado. Renunciado a
la comida que había planeado, salto de nuevo en mi camioneta y salgo marcha
atrás de la entrada con un chillido de llantas. Siempre puedo comprar comida
cuando me detenga por gasolina.
En este momento, necesito aclarar mi mente.

222
38
La lluvia siempre caerá
Traducido por Sam89
Corregido por Taywong

Jane
Rocco rueda en su sueño y termina con sus cuatro patas extendidas en
223 incómodos ángulos… dos en mi rostro. Froto su barriga y miro cómo el rocío
empieza a formarse en el cristal de las puertas francesas.
Malice se fue y tanto como el pensamiento me hace encogerme ante mi
propio cliché, se llevó mi corazón con él. La casa está vacía y demasiado
silenciosa. Muy silenciosa. He pasado la imagen de él y sus amigos una docena
de veces o más, tratando de convencerme de que no lo hacía simplemente para
ver su rostro de nuevo.
He llorado, he gritado de ira y he sollozado por mi propia patética vida.
Tengo veintisiete años, por el amor de Dios. Se supone que esté en mi plenitud,
no aquí, sentada sola, llorando porque jodí otra cosa. No tengo amigos, no
tengo marido y a partir de este momento, no tengo planes para el futuro. No
tengo trabajo.
Como tantas veces antes, me quedo preguntándome si necesito un
futuro. ¿Debería renunciar mientras tengo ventaja? ¿Hay algún punto en
continuar con esta farsa?
Mis ojos giran a Rocco, durmiendo sonoramente a mi lado. Él es la única
cosa que me detiene de terminar con todo, de tirar del enchufe de esta
miserable y maldita existencia mía. El pensamiento de que él se convertiría en
un perro callejero, en una perrera, ejecutado porque no es un lindo cachorro
para que alguien se lo lleve a casa, me enferma.
No podría hacerle eso.
No, soy más fuerte. Puedo ver cuán ridículo y débil es este tren de
pensamiento. ¿Por qué hago algo tan estúpido como herirme cuando la idea de
mi futuro debería entusiasmarme? ¿Por qué miro atrás y lloro sobre lo que ya
no tengo, cuando debería mirar hacia delante y entusiasmarme ante lo que
podría tener?
Es el momento de empezar a pensar positivo, para matar esos
pensamientos negativos que me arrastran. Puedo verlos por lo que son;
simplemente necesito aprender cómo ignorarlos. Tal vez esto sería una buena
discusión que tener en mi próxima sesión de terapia.
Me muevo por mi teléfono, preparada para hacer una nota, cuando el
sonido de mensaje me sobresalta de mi tarea. Rocco levanta la cabeza, sus
cansados ojos parpadeando mientras mira a la fuente del ruido.
—Estás bien, amigo —digo, y arrastro la barra de notificación hacia
abajo.
Número desconocido.
Podría ser Malice. Pero, por otra parte, podría ser algún número
equivocado al azar. Después de todo, nunca solía llamarlo o mandarle
mensajes. Nunca guardé su número.
¿Me pregunto si lo hizo a propósito? 224
¿Quién dice que piensa en mí? Fue el que quiso irse, así que seguramente
es el que está más a gusto con la idea. Además, no tengo ni idea de cómo era su
vida antes de mí. ¿Tal vez hay alguna chica que ha estado omitiendo en este
pasado mes que ha ido a ver? ¿Tiene a una mujer esperándolo para que vuelva
a ella? ¿Y por qué ese pensamiento me deja con el corazón tan roto?
¿Tan preparada para vomitar?
Miro la pantalla de nuevo y pulso el botón antes de acobardarme
completamente. El mensaje aparece y no hay manera de que no lo lea ahora.
Hola, Jane, solo quería comprobar que estás bien.
¿Por qué? ¿Él no lo está?
Gracias, lo estoy haciendo bien.
Respondo.
¿Puedo llamarte?
Su inmediata respuesta me toma por sorpresa. Dudo, mi pulgar
moviéndose entre la S y la N. Lo pongo en la C.
Claro.
El teléfono se ilumina en mi mano y una tormenta viene a la vida en mi
estómago. No he estado tan nerviosa por hablar con un chico desde que tenía
doce.
—Hola —respondo.
Suspira antes de hablar.
—No sabía hasta ahora lo mucho que extrañaría escuchar tu voz.
—Han pasado unas pocas horas, Malice. Es todo.
—Soy un idiota, ¿de acuerdo? Tenía que decirte que lo siento. Nunca
quise joderla contigo como lo hice.
—Toma dos para el tango —susurro. Tengo tanta culpa en este lío como
él—. Podría haber dicho que no también.
—Sin embargo, ¿querías hacerlo?
Niego.
—No.
—No lamento lo que hicimos, Jane. Solo que lo manejara todo mal.
Una sonrisa tira de las esquinas de mis labios.
225 —¿Significa esto que quieres empezar de nuevo?
—No ahora mismo, no.
El calor se arremolina en mi estómago. Un sonrojo sube por los lados de
mi cuello. ¿Por qué me siento tan tonta?
—¿Por qué no?
—No creo que sea el momento correcto.
—¿Y cuándo lo es? —Mi barbilla tiembla.
—No lo sé. —Suspira de nuevo—. Podría ser pronto. Podría ser nunca.
Lágrimas florecen y bajan por mis mejillas en ríos. Limpio frenéticamente
mi nariz, intentando evitar sorber y revelar que estoy llorando sobre el final de
algo que nunca prometí que empezaría.
—Bien, gracias de nuevo por todo lo que hiciste, de todos modos.
—Jane…
—Basta, Malice. ¿Por qué llamaste? Te fuiste y dejaste malditamente
claro que terminamos, ¿así que por qué llamas si no va a cambiar eso?
—Para decir lo siento.
—Sin embargo, eso no es todo, ¿verdad? Pudiste haberme dejado sola,
pero no lo hiciste. Has llamado y empezaste este jodido baile otra vez. —Sollozo
ruidosamente, sin inmutarme si lo sabe ahora—. ¿Cuál es el propósito de esto?
—Te amo, Jane.
Mi respiración sale de mis pulmones y cuelga fuera de alcance. Mi pecho
duele y clamo por esa siguiente respiración.
—¿Disculpa?
—Te amo y es por eso que no puede ser.
—No tienes sentido.
—¿No puedes ver lo que te haré? Jugaré contigo y te probaré en cada
curva en el camino, solo para saber que me quieres como soy. Te presionaré y
te haré daño por mi propia egoísta necesidad de ser recompensado. Te haré
llorar, solo para saber que te importo lo suficiente como para llorar por mí.
Tiene razón y duele como una perra verlo.
—¿Por qué haces eso, sin embargo? ¿Por qué te torturas, nos torturas,
cuando no necesitas hacerlo?
—Porque no creo que valga la pena el esfuerzo, Jane. Puede que quiera
tenerte, pero no merezco conseguir lo que quiero. 226
—Tal vez entonces no te merezco tampoco.
El chirrido áspero cuando aspira pasa por la línea.
—No digas eso, Jane. No lo hagas.
—¿Por qué? Obviamente no soy suficiente para ti, de otro modo querrías
intentarlo de nuevo, ver dónde podría llevar esto. ¿Por qué no soy lo bastante
buena para ti, Malice? ¿Apesta tanto saber que te quiero también?
—Simplemente no deberías.
Cierro los ojos y hago una mueca.
—Pero lo hago, Malice. Deja de ser tan malditamente bastardo ignorante
y cede a esto. ¿Por qué diablos no puedes ser feliz? ¿Por qué no puedo ser feliz?
¿Qué nos detiene de vivir nuestras malditas vidas juntos, eh?
—El hecho de que mereces más que yo, Jane. Eso es.
Miro al techo y gruño.
—Maldita sea, Malice. Me dices la respuesta, me dices lo que quiero
escuchar de ti y entonces te lo llevas todo con tu negación. Deja de burlarte de
mí. Si me amas, entonces estás conmigo. Si no, entonces déjame en paz. ¡Deja
de intentar ser un maldito mártir!
Le lanzo sus propias palabras de vuelta a su rostro antes de estallar en
lágrimas y sollozo por su respuesta.
—Soy demasiado egoísta para dejarte en paz.
—Y eres demasiado egoísta para dejarme ayudarte, para permitirme
amarte. —Froto el talón de mi mano en mis llorosos ojos—. No me queda nada
que me haga continuar, Malice, y si sigues jugando conmigo así, entonces tal
vez me quitaré de la ecuación y haré tu vida mucho más simple.
—¿Cómo?
—Me esfumaré. Dejaré este lugar. Lo haré como si nunca hubiera
existido.
—No…
—¿Por qué? —grito—. Dijiste que merecía algo mejor, aunque no tengo
idea de lo que podría ser. Entonces, ¿por qué no?
—Quiero que encuentres un mejor hombre que yo, Jane, pero no quiero
perderte. Me mataría pensar en nunca verte de nuevo, incluso si solo nos
vemos como amigos.
—Malditamente me matas —digo furiosa—. He terminado con la gente
227 jugando juegos conmigo, Malice. Estoy cansada y he tenido suficiente. Quiero
irme.
Cuelgo entre las protestas que puedo escuchar cuando dejo caer el
teléfono y me vuelvo hacia Rocco. Mis lágrimas todavía caen, pero estoy más
allá de hacer cualquier sonido. La pena es vacía y resignada. No me queda nada
que expulsar; mi pena y tristeza están fuera ahora. En cambio, las lágrimas
simbolizan cuán lejos estoy de ser capaz de sonreír de nuevo.
Amé y perdí… dos veces.
La primera volvió mi amor contra mí y arruinó la mujer que era. La
segunda se llevó lo que tenía para ofrecer y todavía se quejó de no ser
suficiente.
De cualquier manera, no estoy bien. Si no puedo satisfacer a ninguno de
ellos, ¿entonces qué oportunidad tengo de alguna vez encontrar el amor? Tal
vez no son los hombres el problema, sino yo. Después de todo, soy el
denominador común.
La pequeña parte de mí que se aferra a mi cordura, sabe que debería ser
capaz de vivir contenta por mí misma, primero y más importante. No debería
necesitar un hombre, un compañero o un amante. Excepto que he pasado
tantos años rota y abusada, que el amor es todo en lo que puedo pensar para
hacerme sentir mejor.
No puedo amarme a mí misma, así que necesito que alguien me ame…
que lo haga por mí.
Soy la enfermedad y el amor es la cura.
Solo no pienso que haya una cura lo bastante fuerte para resistir los
estragos de mi odio por mí misma. Amo profundamente, pero me odio a mí
misma igualmente. Sin la antigua, la última se apodera, ¿y dónde me sitúo
entonces?
Sola. Sin un futuro y lamentando mi pasado.
No puedo lidiar con esto más.
Mi cuerpo se siente cansado. Mi mente es débil.
Quiero terminarlo.
Quiero que acabe.
Quiero que el ruido se detenga.

228
39
Padre Tiempo, cómo te burlas
Traducido por Black Rose
Corregido por Taywong

Malice
La aguja se sienta en la línea roja del tacómetro. He perdido la cuenta de
229 la cantidad de autos que he pasado en este largo camino de mierda, algunos
bocinazos, otras sacudidas a un lado cuando me ven acercarme por su
retrovisor.
Nada me detendrá de deshacer el daño que he hecho.
No puedo malditamente perderla.
Especialmente no cuando sería mi culpa.
Ella no va a responder su teléfono, y eso no sienta bien conmigo. Su voz
cuando hablamos sonaba cansada y resignada. No puedo evitar la ansiedad
que me sujeta, preguntándome si hubo signos que debería haber leído antes.
¿Y si se ha hecho algo estúpido? ¿Al igual que papá cuando empezó a dejar de
sonar como el mismo?
La parte trasera de la camioneta coletea cuando giro alrededor de la
esquina y serpenteo en el camino de tierra, luchando contra el volante para
mantener el auto en curso. Deslizo la máquina en el camino de entrada con la
precisión de un piloto de rally, y gracias a las estrellas la puerta está abierta.
Me salva de tener que arrancarla de las bisagras si hubiera sido de otro
modo.
Con el motor todavía en marcha, salto las escaleras delanteras dos pasos
a la vez, y tiro la puerta.
Bloqueada.
Golpeo con ambos puños. ¿Qué ha hecho?
—¡Jane!
Rocco corre alrededor del costado de la casa, y frunzo el ceño al verlo.
Ella nunca lo deja salir adelante sin ella. Me sigue mientras corro a la puerta
trasera y la encuentro abierta, balanceándose en la brisa de la tarde.
»¡Jane! —grito a través de la casa silenciosa.
Mis pies resuenan sobre el suelo de madera mientras compruebo una
habitación tras otra. Doy la vuelta en la esquina de la habitación en la que me
alojé, y dudo un segundo antes de correr al lado de la cama. La alfombra me
quema las rodillas de los vaqueros mientras me deslizo y me detengo a su lado.
»Jane. ¿Qué diablos has hecho?
Una botella vacía se esparce al lado de la cama; no tenía idea de que Ty
mantenía medicación aquí. La agarro, y leo la etiqueta. Mi ritmo cardíaco
alcanza su máximo, y el pánico se apodera de lo que hay en su sistema. Esta
mierda no es del tipo que compras en la farmacia; es el escondite especial de Ty
de Éxtasis.
Voy a matar al hijo de puta…
Todavía respira, pero sus señales son débiles. La ruedo hacia un lado, y
hundo mi dedo por su garganta. Ella regurgita, y con un poco más de
230
persuasión hago que su cuerpo repela los medicamentos de su estómago. Rocco
se mueve para oler el desastre en el piso, y lo empujo con un pie. Lo último que
necesito es un perro con sobredosis, también.
Saco a Jane en mis brazos, y corro fuera de la casa, Rocco sobre mis
talones. Con él cierro de forma segura en el patio trasero, la coloco en la
camioneta, y alabo el hecho de que sigue encendida. Los neumáticos levantan
una lluvia de piedras mientras nos dirigimos hacia el camino de entrada con la
misma velocidad de vértigo que usé para llegar a ella.
»Jane, tienes que quedarte conmigo, ¿de acuerdo?
Estoy hablando conmigo mismo, con lo que además podría ser un auto
vacío. Pero el pensamiento de que podría morir me tiene diciéndole todo lo que
debería haber dicho antes de decidir irme. ¿Por qué no le dije todo antes,
cuando me di cuenta del gran efecto que tiene esta pequeña, rota, mujer sobre
mí?
¿Para qué esperaba?
¿Por qué tenía ella que esperar?
Nos dirigimos al hospital de esa manera: Jane en estado de coma, y yo
diciéndole a la mujer que amo por qué tiene que quedarse.
Porque no puedo estar sin ella.
Porque no hay nadie para mí, sino ella.
Demasiado poco y demasiado tarde.
La historia de mi vida.

***

Mensajes vienen por megafonía, y máquinas emiten una señal sonora por
la zona abierta a medida que veo a Jane dormir en la sala de emergencias. Tuve
que mentir acerca de dónde sacó las drogas; no es que crea que alguien cree lo
que les dices de todos modos cuando se trata de narcóticos. Bombearon su
estómago, y la llenaron con una bolsa de fluidos. Sus signos vitales son fuertes,
y piensan que estará bien en unas pocas horas, lo suficientemente bien como
para ir a casa, de todos modos.
—Disculpe, señor. ¿Puedo tener un momento de su tiempo? —Una
enfermera asiente hacia el pasillo, y la sigo hacia el corredor forrado con
cortinas.
231 —Tenemos constancia de que Jane vino aquí hace unas pocas semanas
por lesiones relacionadas con violencia doméstica. Necesito confirmar que estos
dos incidentes no se relacionan. ¿Es eso correcto?
Asiento a la enfermera, evitando contacto visual.
—Es correcto.
Mira mi magullado e hinchado rostro, pero opta por no decir nada. Dejo
escapar un suspiro de alivio, no estoy en el estado de ánimo para acusaciones
en este momento.
—Gracias. Tengo un par de folletos de cuidado posterior a su disposición
para llevar con usted. Usted tendrá que asegurarse…
Su voz se desvanece en el fondo mientras miro a Jane dormir por la
abertura de la cortina. He estado en suficientes situaciones similares con Ty
para saber cómo va esto. Nada de lo que dice la enfermera en este momento es
importante. Lo que es importante es que Jane no murió; que está aquí para que
pueda corregir mis errores.
He sido bendecido con otra oportunidad con esta mujer, y no voy a
joderla de nuevo, todo por el bien de mi ego. Sé que me quiere; sé que se
preocupa. Tengo que dejar de jugar estos malditos juegos infantiles, y
aceptarlo.
»… probablemente estará bien para moverse en una hora. Vamos a
comprobarla de nuevo cuando se despierte, solo para darle el visto bueno.
Miro a la enfermera, que sonríe con recelo. Probablemente piensa que
somos una pareja de adultos irresponsables, fuera por una emoción barata,
jugando con mierda de la que no sabemos nada.
Si tan solo supiera qué tan lejos de la verdad está. Podría apostar que
esta es la primera y última vez que Jane prueba drogas fuertes, pero mi vida no
es tan bonita.
Cuando no tienes nada que perder, pruebas algo de maldita mierda para
pintar el mundo a un nuevo color. Aun a costa de tu salud.
Me alegro de haber podido dejar el hábito antes de caer al nivel en que Ty
estaba cuando tuvimos que arrastrar su culo a rehabilitación después de haber
muerto en la sala de emergencias por segunda vez.
—Gracias por la información —digo, agitando los folletos.
La enfermera sonríe, y me deja volver a mi asiento al lado de Jane. Ella
sigue en un sueño profundo mientras saco mi teléfono y llamo a Ty.
—Oye. ¿Qué pasa? —responde.
—¿Cuándo ibas a decirme que tenías una reserva oculta en tu casa? 232
—Amigo. No creí que importara. —Su ligero estado de ánimo se ha
desvanecido rápidamente.
—Habría importado si hubiera encontrado tu culo aplastado por esa
mierda de nuevo, o ahora que estoy en la sala de emergencias con Jane.
—¿Qué demonios, hombre?
—Ella lo tomó, pensando que era lo que la etiqueta dice que es, y tuvo
una sobredosis.
—¿Cuánto diablos tomó?
—Todo el frasco.
—Mierda —murmura—. Hombre, lo siento mucho.
—Lo hecho, hecho está. Solo tienes maldita suerte de que la botella no
estuviera llena. Sin embargo, igual quiero consultar contigo. ¿Por qué lo tenías?
—Lo último que necesito es otro maldito Tigger en mis manos. El pobre tipo no
se encuentra en el suelo y estamos recorriendo el mismo ciclo otra vez.
—No he consumido durante más de un año, viejo. Lo juro.
—¿Para qué tener entonces?
—Se me olvidó que lo tenía allí. Mira, el lugar es mi casa de vacaciones.
No estoy allí a menudo. Puedes venir a ver mi apartamento. No hay nada aquí.
—Voy a tomar tu palabra sobre ello —murmuro mientras Jane despierta.
—Aprecio tu preocupación. Pero, ¿sabes qué? Has llegado un poco tarde.
¿Qué tal si lo divulgas?
—Sí, lo haré —lo interrumpo—. Jane está despertando, te llamo luego.
—Sí, claro. Dale un abrazo de mi parte, ¿eh? Hazle saber que lo siento.
—Lo haré.
Cuelgo justo cuando parpadea a la luz por encima de nosotros.
—¿Qué…? —Su voz suena áspera y ronca. Podría garantizar que su
garganta arde como un bastardo en este momento.
—Estás en la sala de emergencias, Jane.
—¿Qué diablos…? —Se ve tan adolorida; me rasga en dos—. ¿Tomé una
siesta? ¿Qué diablos ocurrió?
—Tuviste una sobredosis —contesto. Una siesta, sí claro.
—¿Sobre qué? Tomé algunas pastillas para el dolor de cabeza que
encontré en el baño, y una pastilla para dormir. —Su expresión se vuelve hacia
mí de golpe—. ¿Se supone que no debes mezclarlos?
233 —Nena, descansa. Podemos hablar de esto después.
—¿Hablar acerca de qué?
—Todo.
Gira su cabeza hacia mí, y arquea una ceja.
—¿Quieres decir que, finalmente, quieres hablar? ¿A mí?
—Sí. —Río entre dientes—. Lo hago.
40
Revelaciones
Traducido por Sam89
Corregido por Taywong

Jane
Malice me entrega un vaso de agua y se sienta en el extremo más lejano
del sofá con Rocco a sus pies. El hospital me dio de alta poco después de 234
despertar, con una severa reprimenda sobre los peligros de las drogas y un
plan para asegurar que vuelva a la normalidad tan pronto como sea posible.
Sí. ¿Qué es normal?
No puedo creer que fueran drogas. Una simple siesta podría haber sido
mi fin. Le pregunté a Malice de camino a casa lo que sucedió con su rostro y
todo lo que dijo es que fue trabajo.
—¿Por qué lo hiciste? —pregunta Malice, frotando mis pies.
Suspiro, amando la sensación de él tocándome tan tiernamente, pero
odiando el hecho de que estamos de vuelta en esta torpe intimidad tan pronto.
—De verdad que no lo hice. Pensé que eran analgésicos.
—Me preocupo, ¿sabes?
Asiento. Por supuesto, lo entiendo. Preocupación es todo lo que soy
cuando se refiere a él.
»Sonabas tan rota cuando colgaste. Salté a la peor conclusión.
—Eso es porque me sentía rota, Malice. Me sentía devastada.
—Y no te culpo por eso —dice, mirando con atención a mis dedos de los
pies—. Pensé que obligarte a alejarte sería la cosa correcta para hacer, pero
supongo que me equivoqué… de nuevo. Solo quiero que seas feliz, Jane, y no
puedo ver cómo eso podría ser conmigo.
—Ahí está tu problema —digo—. No crees en ti mismo. —Suspiro y
empujo su pierna—. Me dijiste una vez que pensabas que era hermosa y todo lo
que querías era que lo viera, también. —Asiente—. Bien, creo que mereces ser
amado, y todo lo que quiero para ti es que creas eso también.
—¿Por qué? ¿Por qué lo merezco?
—¿Sabes cuando dijiste que todo lo malo te pasa porque es lo que pones
en el mundo, así que es lo que recuperas? —Malice aleja la mirada—. Las
únicas cosas que me has enseñado son amor y compasión. Me has dado apoyo,
te has preocupado por mí, me recogiste cuando lo necesitaba. Salvaste mi vida,
Malice.
Alza sus ojos a los míos y veo un brillo de esperanza. Estoy llegando al
chico en el interior… al fin.
»Tú pusiste todo ese amor en el mundo —continúo—, así que, ¿no
piensas que es el momento de que alguien te lo devuelva?
—Te hice sentir tan mal, sin embargo. —Me mira, sus ojos vidriosos.
Me duele el saber que le hace daño, pero me enojo igual de rápido por el
235 hecho de que todavía soy tan pusilánime.
—Sí, lo hiciste. —Tal vez necesita la verdad para cambiar—. No lo hagas
de nuevo.
—Quería decir lo que dije. —Traga con fuerza—. Te amo, Jane. Es difícil
para mí hacerme a la idea, pero es innegable. Necesito trabajar en cómo
demostrártelo.
—Podrías empezar por confiar en mí con lo que te carcome —digo.
Malice asiente.
—Es justo. —Sus dedos trazan líneas perezosas sobre los arcos de mis
pies—. No estoy seguro de por dónde empezar. Ese día que mi padre intentó
tomar su vida me afectó más de lo que jamás admití. Ignoré el dolor y reprimí el
daño por tantos años. Olvidé lo mal que todo se sintió hasta que volvió de golpe
cuando los chicos murieron en ese accidente de auto. No solo lloré por ellos,
lloré por mi mamá, y mi padre, incluso aunque todavía seguía vivo.
—Si dejaste salir tu dolor ese día —pregunto—, entonces, ¿por qué te
duele tanto ahora? ¿Por qué todavía cargas tal responsabilidad?
—Porque miro hacia atrás a mi vida, Jane, y veo un camino contaminado
de malas elecciones. Hice daño a personas; me herí a mí mismo. Tomé la
opción fácil y voy a pagar por tanto tiempo como viva. El tipo de chicos con los
que estamos mezclados, no nos dejarán ir. Tienen un agarre sobre nosotros,
donde quiera que vayamos. No puedo escapar de esta vida. No cuando tanta
gente mala sabe cosas sobre mí que podrían terminarlo todo.
Atrapo una de sus manos entre mis pies y la froto. Necesito encontrar un
lado positivo de su dilema si va a tener esperanza de estar cómodo con ello.
—Dijiste que eras un caza recompensas, ¿correcto? Seguramente la gente
que atrapas tiene tanta responsabilidad sobre el resultado como cualquiera de
nosotros. Ellos se metieron por sí solos en esa situación, entonces, ¿por qué
deberías sentirte mal por hacerles ser responsables? ¿Tal vez eres solo lo que
necesitan para asustarse? —Mi estómago se revuelve ante cuán fácilmente
puedo hacer su “profesión” sonar justificada, pero necesitaba hacerlo por él.
Necesitaba hacerle estar bien con quien es, así puede tener la confianza para
cambiar.
—Jane, no lo entiendes a menos que lo veas. Algunas de esas personas
están como yo: hambrientos, desesperados, y sin opciones. No tienen una
opción. Pero en lugar de mostrarles cómo pueden salir del agujero en el que
están, los arrastro más profundo en el barro.
»Nunca he estado ahí cuando han lidiado con eso; los dejamos y nos
vamos. Pero he escuchado sobre ello. He escuchado sobre lo que hacen. No es
un golpe en la mano, Jane.
—Sí, lo entiendo. —Suspiro y me muevo para tumbarme con mi cabeza
236
metida en el lado de su pecho. Envuelve su brazo alrededor de mis hombros, y
descansa sus labios sobre mi frente—. ¿Cómo se sienten los otros chicos sobre
lo que hacen?
—Bronx hace lo mismo que yo, pero Ty es el burócrata fuera de nosotros.
Él recopila la información de dónde encontrar a la gente y cómo llegar a ellos.
Hemos hecho bien mantener fuera la parte más fea de las cosas, hasta ahora.
—¿Qué quieres decir? —pregunto.
—Una de esas bandas para las que trabajamos; quieren que nos
ocupemos de los castigos también. Considera que toma demasiado de su
tiempo e intenta hacer un trato con Ty para externalizar el trabajo.
—¿Quién es “él”?
—El presidente del club.
—¿Seguramente Ty tiene el derecho a decir que no?
—Como él hace a sacarnos si siente que somos una carga para su
negocio. Es una fina línea la que caminamos, siendo mercenarios. Todos
quieren que estés en su lado, pero nadie confía en ti. Si no trabajas lo bastante
duro para mantener esas conexiones, estás fuera.
Frunzo el ceño.
—Pero pensé que dijiste que no existía manera de salir.
—Fuera, Jane. Como en muerto. Desaparecido.
—Oh. —El miedo me recorre ante el pensamiento de que la gente para la
que Malice trabaja le pasaría por encima si alguna vez lo dejara. No me extraña
que se mantenga tan en forma como lo hace; apuesto a que no hay lugar para
el error—. ¿Eso te asusta? El pensamiento de estar… ¿fuera?
—A veces. Seguro que te mantiene en la línea. Vamos a decir que no he
tenido un día de enfermedad en un tiempo. —Ríe.
No encuentro esto divertido, en lo más mínimo.
—Sin embargo, no lo entiendo. No te asocias con estas personas aparte
del “trabajo” que haces, así que, ¿qué te impide salir de la ciudad una noche?
—Ojalá fuera tan fácil, nena. Ellos tienen ojos en todas partes. El tipo que
acabo de mencionar sabe que te tengo aquí.
Me siento recta y lo miro con un ceño.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Mario lo vigila todo, Jane. No llegó a ser el presidente por no saber
cómo mantenerse al tanto de todo y todos.
237 —¿Hay gente vigilando ahora? Como, ¿tiene gente siguiéndote?
—No todo el tiempo. —Niega—. Es como… inspecciones al azar, supongo.
—¿Cómo lo sabes? —pregunto—. ¿Cómo sabes que sabe sobre mí?
—Me preguntó si ibas a ser una carga.
Mi sangre corre fría. Nunca voy a estar a salvo de las personas en el
mundo que pueden herirme. Dylan, Malice cuando se enoja, el jefe de Malice…
estoy rodeada de riesgos. Por todas partes.
—¿Qué le dijiste? —pregunto.
—Le dije que no sabías nada sobre lo que hago.
—¿Mentiste?
—No exactamente. En ese entonces no lo sabías.
—Así que, déjame poner esto claro. Si nos fuéramos por caminos
separados, yo estaría en riesgo.
—Solo si demostraras señales de saber lo que él hace, lo que hacemos.
Lo dice tan casualmente, como si fuera el tipo de riesgo que la gente
atraviesa día a día. No puedo decidir si estoy enojada con él por ponerme en
esta situación, o si estoy asustada ante la idea de una banda siguiéndome,
vigilándome, evaluándome.
»Nunca dejaría que llegaran a ti —asegura él.
—Pero ellos podrían, ¿cierto? Quiero decir, llegaron a Tigger.
Su expresión se endurece y sé que he tocado un punto sensible.
—No, Carlos llegó a Tigger.
Podríamos discutir sobre esto durante días y aun así nunca llegaríamos a
una posición satisfactoria. Él trabaja para lo que asumo que son bandas de
moteros, bandas de drogas y peor. Está vigilado y, por lo tanto, yo también.
¿Qué podemos hacer sobre esto ahora? Nada.
—Lo hecho, hecho está —digo, y me acomodo a su lado una vez más—. Al
menos ahora sé que no es solo Dylan a quien necesito vigilar cuando estoy
fuera.
—Ellos no te harán daño —dice—. Te vigilarán, me vigilarán, pero no te
herirán si no eres un riesgo para ellos.
—¿Malice?
—¿Sí? —Aparta el cabello de mi rostro y levanta mi barbilla para que lo
mire.
—Ahora que me has dicho todo esto, ¿te sientes diferente? ¿Sobre
nosotros? 238
—Lo hago, en realidad. No estoy tan preocupado de que intentes correr.
—Eso no es divertido —digo.
Sonríe irónicamente y besa la punta de mi nariz.
—No quería decirlo por ellos. —Ríe—. Me refería a que te conté todo y no
entraste en pánico; no enloqueciste. Miraste a la situación racionalmente.
—Eso es lo que crees —bromeo—. No sentiste mi latido cuando dejaste
caer eso sobre mí.
—Hablo en serio, Jane. No te harán daño. No supones una amenaza para
ellos. Puedo decirte ahora, el único día del que necesitas preocuparte es el día
que no venga a casa.
Lo miro y frunzo el ceño.
—¿Por qué?
—Si alguna vez no aparezco y no puedes contactarme, vete. ¿Entiendes?
Asiento.
»Si me sacan, entonces se encargarán de los cabos sueltos y eso se refiere
a ti. Si desaparezco, vuélvete invisible. ¿Entiendes?
—Ojalá me hubieras dicho esto desde el principio. —Suspiro—. Podría
haber probado con el otro vecino en su lugar.
—Le habría hecho una visita. —Sonríe—. Habrías estado en mi entrada
antes de que lo supieras.
—Eres imparable. —Lo golpeo en el pecho.
—Solo contigo. —Se inclina hacia abajo y encuentra mis labios con un
beso tierno. Me retiro y Malice descansa su frente en la mía—. Me alegro de que
vinieras ese día. —Malice suspira y cierra sus ojos—. Ayúdame a ser mejor,
Jane. Si solo es por ti.
—Haré lo que pueda —digo, y lo beso ligeramente—. Eres una dura nuez
que romper.
—Ese soy yo. —Se inclina hacia atrás y me sonríe… genuinamente feliz.
El tipo que raramente comparte—. ¿Cómo te sientes?
—Como si estuviera nadando a través de natillas, pero bien.
—Pensar que podrías morir me asustó —admite.
Miro al suelo, hacia Rocco, hacia cualquier parte menos al dolor en sus
ojos.
239 —Lo sé. —Me habría asustado a mí también, de estar en la situación
contraria.
Sus dedos frotan un lento ritmo sobre mis nudillos. Mira el movimiento,
nuestra respiración es el único sonido que llena la silenciosa casa. Es un dulce
momento de intimidad y lo que más amo es que no me siento presionada a ir
más lejos. No me empuja a más, y a su vez, eso me hace querer dárselo.
Me siento cómoda.
Me siento segura.
Me siento como haciendo el amor con este hombre.
Un pie detrás de otro, salgo del sofá y lo guío por el pasillo. Me sigue con
una mirada curiosa en sus ojos, como si no estuviera seguro de que deberíamos
estar haciendo esto cuando estoy recién salida del hospital.
—¿Estás segura de que te sientes preparada para esto? —pregunta
cuando entramos en la que ahora he apodado nuestra habitación.
—Siempre y cuando seas gentil conmigo. —Sonrío.
Pasa el dorso de sus dedos por mi mandíbula. Me inclino ante su toque,
totalmente adicta a la manera en que su piel se siente contra la mía.
Malice toma el control, dejando sus dedos vagar por mi cuerpo hasta que
tiene el dobladillo de mi camisa en sus manos. Levanto mis brazos y le dejo
desvestirme, deleitándome en el cuidado y la adoración que exhibe. Uso su
hombro para equilibrarme cuando levanta mis pies uno a uno para quitar mis
shorts vaqueros. Sus palmas rozan mis piernas, del tobillo al muslo, mientras
se levanta. Un gemido sale de mis labios. Todas las preocupaciones previas se
derriten en nada. Cada club ilegal, o banda en el estado que pudiera estar
vigilándonos justo ahora y todavía me tomaría el tiempo para tener esto con él.
Necesito sentirlo, conectar… ser nosotros.
Sus hombros son firmes y tensos bajo mis manos cuando rodeo su cuello
y me inclino hacia arriba por un beso. Nuestros labios conectan y la habitación
se desvanece en un borrón de intrascendente información en la que no tengo
necesidad de enfocarme ahora mismo. Es él, soy yo, y es como hablamos mejor,
sin palabras.
Malice mordisquea mi labio inferior y doy un paso atrás para llevarlo a la
cama. Gruñe cuando me retiro, pero tenerlo vestido simplemente no funciona.
Mis dedos hacen un rápido trabajo con su cinturón y nuestras bocas
reconectan mientras empujo sus vaqueros por sus caderas y los bajo por sus
piernas. Se mueve de un pie al otro, pateándolos sin romper nuestro beso.
Levanto su camiseta y gruñe de nuevo cuando se aleja para sacarla por
su cabeza. La lanza por la habitación y baja sus bóxers. No puedo detenerme…
sería grosero no mirar. 240
Mi boca se hace agua.
Tomar las cosas lentas se convierte en una petición absurda hecha en un
momento cuando no me hallaba frente al buen hombre ante mí. ¿En serio
pensé que sería capaz de esperar? Aún certificable.
Mis manos van a mi sujetador y me quito mi ropa interior en tiempo
récord. Malice toma un lento vistazo de mí y con un suave empujón en mi
hombro, me impulsa a la cama.
—Ábrelas, nena.
Abro mis piernas y cierro mis ojos con anticipación. Inhibiciones,
malditas sean… quiero agarrar su cabello y tirar de él.
Su respiración cosquillea en mi carne sensible y siseo por los hormigueos
que arden en mi centro. El hombre va a hacer que me corra con el solo poder
de su mirada. Muerdo mi labio, al borde de quejarme cuando su lengua toma
un amplio barrido de mi hinchada carne. Algo similar a un gemido mezclado
con un chillido sale, y me muerdo una vez más mientras empieza a lamer, y
saborea la excitación que se acumula dentro de mí.
Los pequeños gemidos y suspiros que hace mientras se da un festín, me
vuelven loca. Todo lo que puedo pensar es en tener su sabor en mi boca.
—Malice… —Gimoteo. ¿Cuándo en el infierno me volví tan necesitada?
—Nena —pronuncia entre lamidas.
—Quiero saborearte.
—Mierda —sisea, y rápidamente cambia la posición para que pueda
continuar bebiendo como un hombre moribundo mientras tomo su erección en
mi boca.
Mi lengua se arremolina sobre la cabeza y succiono para tirar de la suave
piel de su eje. Su ritmo se rompe y su enfoque sobre la tarea que le ocupa
mengua mientras lo trabajo.
»Jesús, Jane.
Tarareo mientras inclino mi cabeza, disfrutando del gemido de placer de
él que vibra a través de mi coño. Desesperada por llevarlo hacia el borde,
envuelvo mi mano derecha a su alrededor y uso la izquierda para frotar mi
clítoris mientras mete su lengua dentro de mí.
Estoy tan malditamente cerca.
Y la presión todavía se acumula.
Jesús.
Malice se aparta y se arrodilla de nuevo en la cama. Paso el dorso de mi
241 mano por mi boca y le sonrío.
—¿Qué pasa?
—Creo que lo sabes —dice, y asiente hacia su gruesa erección—. Lleva
tus rodillas a tu pecho.
Hago lo que dice y me tumbo de espaldas, con las piernas levantadas.
Malice se posiciona en mi entrada y luego toma mis tobillos en su mano,
empujando mis piernas sobre mi cabeza. La acción resultante levanta mi culo
de la cama y él gime de placer ante la vista de mi hinchado centro en exhibición
para él.
Lentamente, empuja hacia dentro y decir que el ángulo que consigue es
increíble sería un eufemismo. Cada empuje toca el lugar dulce y en cuestión de
segundos, estoy jadeando y gimoteando debajo de él mientras empuja más duro
con cada golpe. Lo follo con los ojos, mirando sus músculos moverse. La vista
de su antebrazo y bíceps trabajando duro para empujar mis piernas sobre mi
cabeza, es lo más intensamente excitante. Un hombre trabajando es lo bastante
sexy, pero este hombre, trabajándome a mí, es éxtasis.
—Malice —grito cuando su ritmo me lleva al precipicio—. No pares.
Responde con más cortas, más duras embestidas.
Chocamos juntos, un enredo de sudorosos y desesperados cuerpos,
arañando por más de un ya increíble clímax.
Agotado, cae a mi lado y sonríe. Estiro mis tensas piernas y sonrío de
vuelta.
»Odio comer y correr, pero necesito ir a limpiarme.
Ríe.
—No hay problema, nena. No creo que pudiera moverme si lo intentara.
—Sus agudos ojos encuentran los míos y un delicioso estremecimiento recorre
mi espalda—. ¿Fue eso lo bastante gentil?
—Lo gentil está sobrevalorado —replico, y cojeo hacia el cuarto de baño
adyacente con el sonido de su risa.

242
41
De vuelta a la realidad
Traducido por Lipi Sergeyev
Corregido por Luna PR

Jane
—¿Aún no has hablado con tu padre? —Pongo una taza de café frente a
243 Malice, y me uno a él en el sofá.
Niega.
—Intentó llamar, pero me encontraba ocupado, ¿sabes?
—Sí, lo sé. ¿Te dijo por qué llamó ahora? Es decir, mencionaste que son
muchos años desde la última vez que hablaron.
—Él acepta que cambió. Dice que quiere verme en persona.
—¿Quizá quiere disculparse? ¿Aclarar las cosas?
Levanta la vista de mi mano.
—¿Y si no lo hace? No sé cómo reaccionaré si solo anda detrás de algo, si
no le importa todavía.
—Estoy segura de que le importa.
Su expresión se suaviza.
—¿Cómo fue averiguar que tus padres no te olvidaron? ¿Que ellos te
extrañaban?
Suspiro, y pienso en las conversaciones que he tenido con mamá desde
nuestra pequeña charla en la cafetería. Tuvimos breves pláticas por teléfono,
pero la nube de remordimiento aparece cada vez que lo hacemos. Esos años se
perdieron, y no creo que eso deje de entristecerme.
—Fue difícil —digo—. No voy a mentir. Dolió saber que perdí todo ese
tiempo, que pude haber tenido una salida después de todo.
Forma una pequeña sonrisa, me acerco y me apoyo a su lado. Envuelve
mis hombros con su brazo y me acerca firmemente.
—No puedes cambiar tu pasado, Jane. Míralo de esta manera, al menos
los tienes ahora.
—Creo que es una buena forma de verlo.
Nos sentamos en silencio durante un rato, Malice acaricia mi cabello,
bebe su café ocasionalmente, y yo dibujo círculos perezosos en su pierna con el
dedo. Besa mi cabeza y suspira.
—Todavía necesitamos hablar de otra cosa.
Me tenso y mi corazón se acelera.
»No es malo. —Me tranquiliza—. Al menos, no creo que lo sea.
Río entre dientes y miro su cara.
Él sonríe, y delinea mi mandíbula.
—Deja de preocuparte tanto, Jane.
—Es un poco difícil no hacerlo con el modo en que han ido las cosas 244
últimamente.
Mi ánimo se descompone y levanta mi barbilla.
—Detente. Te diré cuando necesites estar preocupada. ¿Bien? No te
agobies innecesariamente.
—¿De qué querías hablar? —pregunto.
Cuanto antes lo hagamos, tal vez puedo dejar de angustiarme.
—Mi casa en la ciudad.
Junto a él.
—¿Sí?
—No quiero vivir más ahí.
—Malice —digo, y me enderezo—. No espero que cambies toda tu vida por
mí.
—Ya lo hice —dice con una expresión firme—. Además, no soy capaz de
vivir ahí con los recuerdos de lo que te hizo.
—Y no puedo vivir en ese sitio contigo si se encuentra al lado de él…
¿correcto?
Asiente ante mi conjetura.
—Exactamente. Te quiero conmigo, y no funcionaría ahí. Así que...
Hago un gesto para que continúe, y termine esta tortura.
»Pensé que podríamos encontrar algún lugar, juntos.
—Me gusta aquí —digo.
Niega.
—Esta es la casa de vacaciones de Ty. Ha sido muy amable por dejarnos
estar aquí tanto tiempo. No puedo esperar que sea permanente.
—Ah.
—No hay problema. Encontraremos algún lugar.
Asiento y miro mis manos enrolladas en el dobladillo de mi camisa.
—Estoy segura de que lo haremos, es solo…
—¿Qué?
—No tengo dinero, Malice. Todavía no he podido conseguir un trabajo.
¿Cómo voy a pagar mi mitad?
—¿Qué mitad? —Sonríe con satisfacción.
245 Estrecho mi mirada en él. Si piensa que voy a seguir este viaje gratis a
costa de él, se equivoca.
»Tengo suficiente para nosotros, Jane. No te estreses por eso. ¿Te sientes
mal aceptando lo que te ofrezco? Me entristece que no lo tomes muy bien.
Tiene razón. Es grosero arrojarle su generosidad a la cara. Sin embargo,
no hace más fácil depender de él.
—¿Qué pasa si nunca consigo un trabajo? ¿Y si no hay nada para mí en
una larga temporada? —pregunto—. No quiero que cargues con mi parte por
más tiempo del necesario.
—¿Qué tal si no quiero que trabajes?
Lo miro fijamente, sin saber a dónde se dirige con esto.
»Cariño, te vi, y pensé en tenerte durante mucho tiempo. No quiero
perderte a causa de otro imbécil por cincuenta horas a la semana. Te quiero
aquí cuando yo lo esté. Quiero que pasemos tiempo juntos. Carajo, lo
necesitamos para trabajar la mierda que cargamos.
Se acerca a mí. La importancia de sus palabras es clara en sus acciones.
»Además, ¿qué sucederá si él te encuentra donde trabajes? Me mataría si
algo te ocurre y no estoy ahí. Odio ser el que te lo diga, pero alejarte no ha
hecho que el cabrón desaparezca. Él todavía te buscará. Aún te quiere bajo su
dominio. No se rendirá.
Un escalofrío baja por mi columna. Expresó mi mayor temor. Dylan
seguirá buscándome. No es del tipo que renuncie.
—Al parecer tengo un grupo de pandilleros vigilándome —digo
irónicamente.
Me sonríe sin humor
—No intervendrían para ayudarte si no es su negocio.
—Entonces son un inútil montón de acosadores.
Me quedo mirando el suelo, calculando la probabilidad de que Dylan me
encuentre. ¿Qué pasa si pruebo otra ciudad? ¿Si nos vamos por un tiempo de
aquí? ¿Poner cierta distancia entre nosotros?
—¿Tiene algún modo de localizarte? ¿Algún amigo en común?
Lo miro arqueando la ceja.
—¿Has visto a muchos amigos?
—Cierto. No me gusta la idea de que ese idiota consiga acercarse a ti de
nuevo, eso es todo.
—No puedes decir su nombre, ¿verdad?
—Siento que vomitaría si lo hiciera, odio tanto a ese tipo. 246
Malice mira fijamente la pared frente a nosotros y una tormenta se forma
bajo su exterior indiferente.
—Bien —digo, ansiosa por cambiar de tema para que Malice no explote—.
Vi un par de casas en el periódico el otro día que se veían bien. Parson Street
y… maldita sea, olvidé la otra.
—¿Puedes recordar quién la publicó? Podemos llamar y comprobar.
Asiento, y regreso a sus brazos. Envuelve de nuevo su brazo en mis
hombros, nos acurrucamos mientras busca en su teléfono y marca al agente
inmobiliario.
El asunto pendiente sigue merodeando como una nube de humo,
ensombreciendo la visión de nuestro futuro, pero al menos parece que ahora
tenemos las herramientas para resolverlo. La comunicación se abrió entre
nosotros y, aunque dude en decirlo, me pregunto, ¿qué sucedería si no hubiera
tenido ese pequeño accidente con las pastillas “mal etiquetadas” de Ty? ¿Él
hubiese regresado? ¿Se mantendría alejado? ¿Cuánto tiempo le llevaría darse
cuenta que estamos mejor juntos?
Me reprendo por pensar negativamente. El resultado de ese incidente no
es algo que deba obsesionarme y, para ser honesta, prefiero pasar mi tiempo
aquí y ahora, sacando el mejor provecho de lo que tengo.
Un hombre que me ama.
Un hombre al que también amo.

247
42
Todo sigue igual
Traducido por Sam89
Corregido por Marieta16

Malice
Bronx me da un asentimiento cuando entro en la cocina y voy al
refrigerador. El aire frío se arremolina alrededor de mis pies mientras miro 248
inexpresivo el interior casi vacío. Es la semana de Ty para recibir a los chicos,
nuestro primer momento sin Tigger.
Ninguno de nosotros puede estar de humor.
—¿Esperas encontrar una respuesta en algo de ahí? —pregunta Ty.
—Sé jodidamente agradable —replico—. Ha cambiado mucho las últimas
semanas. Estoy teniendo problemas para saber cuál es la manera.
—Te entiendo, hermano. —Bronx toma un sorbo de su cerveza—. ¿Cómo
está Jane?
Saco una botella de agua y cierro el refrigerador. —Todo con ella es tan
nuevo. No quiero joderlo.
—¿Quién dice que lo harás? —Ty cruza sus piernas por los tobillos y se
inclina en el mostrador.
—Es lo que hago; jodo las cosas. Sabes eso.
—Sí, pero, ¿sabes por qué lo haces? —dice Bronx.
Me encojo de hombros. Si lo supiera, ¿no cree que habría hecho algo al
respecto para ahora?
—Porque piensas que lo harás, por lo tanto, lo haces.
—¿Me dices que, si pienso que las cosas con Jane serán perfectas, lo
serán?
—No. Pero si jodidamente lo intentas, entonces. tal vez, sí, lo harán. No
puedes esperar hacer crecer algo si no lo riegas. Quizá si empiezan a importarte
dos mierdas tu propio estado mental, serás mucho más útil para ella.
—Ustedes, bastardos, están siempre sobre mí por esto, ¿eh? —Bebo un
sorbo de agua, irritado de que una vez más mis llamados amigos hayan traído
el problema de nuevo a mí alrededor. Sólo que esta vez, en lugar de estar
irritado con ellos por culparme por la forma que soy, estoy enojado al saber que
he estado pensando de la misma manera.
Soy yo. Soy la cosa que se interpone en el camino de un futuro
garantizado con Jane.
»Te dije que ella no había hablado con sus padres en años, ¿eh?
Ty asiente.
»Llamó a su mamá la otra semana cuando le dije que lo hiciera.
Simplemente tomó mi teléfono y lo hizo. Todavía encuentran las cosas
incómodas, pero se las arregló para poner el pasado atrás y probar de nuevo. —
Suspiro, y admito la única cosa con la que sé que estarán de acuerdo—. Quiere
249 que llame a mi padre y me reúna con él.
Las cejas de Ty se alzan. —¿Lo harás?
Me encojo de hombros. —No lo he decidido. Más probablemente no.
—¿Crees que deberías? —pregunta Bronx.
Hijo de puta. —Sí, probablemente debería.
—¿Sabes qué, Malice? Puede que en realidad tenga una jodida buena
razón para haberte dejado solo todos estos años. Quizá él es igual que tú;
¿piensa que no quieres nada de él?
—Tal vez. —Probablemente—. Sin embargo, ha pasado tanto tiempo, que
un poco se siente como si nunca superaremos la mierda entre nosotros,
¿sabes? Me pregunto si tal vez es mejor dejar las cosas como están.
—Y qué, ¿dejar que te pudran de dentro afuera? ¿Sigues siendo un
imbécil cerrado porque no puedes resolver tus problemas con papi?
—Que te jodan, Bronx.
—Oye, no soy el que se toma tanto jodido tiempo para sacar su cabeza de
su culo y ver el sol en el horizonte. Todo depende de ti —dice, inclinando su
botella hacia mí—. Jodes esto con Jane, o tu padre, por ese problema, y todo
está sobre ti.
—Sí, sí.
—Antes de que ustedes imbéciles se peleen a puñetazos —regaña Ty—,
no olviden que tenemos el funeral de Tigger mañana. Ambos de ustedes,
gilipollas, tienen que estar allí temprano.
—¿Por qué?
Ty golpea una mano contra su cabeza, y gime. —¿No escuchas nada de lo
que te digo? ¿Estabas allí el otro día?
—Somos portadores —digo—. Así que asegúrate de conseguir que tu
“mamá” planche tu camisa —bromeo.
Bronx me saca el dedo medio y bebe lo último de su cerveza. —Los veré
allí, chicos, entonces. Mejor que lleve mi colada a mamá. —Saca su lengua
cuando pasa y agarra su casco del banco.
—Temprano —reitera Ty mientras Bronx sale por la puerta. Él se vuelve y
sacude su cabeza hacia mí—. Probablemente va a conseguir su última amiga
para follar.
—Lo juro por Dios, la polla de ese tipo se caerá un día.
Ty se ríe y alza su cerveza. —Muy cierto. —Su expresión cae y
notablemente aclara su garganta—. Todavía me siento mal sobre Jane
encontrando esa mierda, ¿eh?
—Lo hecho, hecho está. —Bebo agua y cierro la botella—. Estará bien.
250
Sigue viendo a ese consejero y hemos acordado encontrar algún lugar para vivir
pronto.
—¿Sí? —Se ve tan emocionado como un niño en navidad—. ¿Ustedes dos
son bastante serios entonces?
—Tanto como podemos ser. —Giro el agua en mi mano—. Todavía me
preocupa que mis problemas lo arruinen.
—¿Por qué?
—¿Qué estarías buscando si salieras de una situación como ella? —
pregunto—. Estabilidad, seguridad, ¿alguien que te dé una vida normal? ¿Qué
hay normal y estable sobre mí?
—El hecho de que sientes tan fuertemente por ella —razona Ty.
—La amo, hombre.
Él sisea a través de sus dientes. —Entonces mejor que saques tu cabeza
de tu culo y pongas en orden tu mierda. Llama a tu padre, habla con él y, por el
amor de Dios, acepta la vida que tenemos. No es perfecta, y sí, siempre va a
haber riesgos. Pero joder, hombre, podría ser mucho peor. Ambos sabemos eso.
Asiento y abro la botella para tragar lo último del agua. Podría ser mucho
peor. Al menos estos días tengo un tejado sobre mi cabeza, ingresos constantes
y opciones. Tal vez dichas opciones están trabadas por mis obligaciones con los
criminales para los que trabajamos, pero joder, al menos todavía las tengo.
—Te veré mañana, ¿eh? Mejor voy a comprobar que todavía tengo una
camisa de vestir que quepa.
—Ustedes son imposibles. —Ty ríe—. Ve a casa antes de que Jane se
pregunte dónde estás.
Saludo con burla y me dirijo a la puerta.
»Y por el amor de Dios, llama a tu padre —grita detrás de mí cuando bajo
las escaleras.
Sí, claro.

***

Todas las luces están apagadas en la puerta de al lado cuando estaciono


en mi lugar de la ciudad. Suspiro con alivio. Síp, seriamente consideré comprar
una nueva camisa mañana para evitar tener que regresar aquí.

251 Apago el motor y salgo de la camioneta. El fresco aire de la noche pica en


mi cara y exploro el patio en frente de la antigua casa de Jane. La hierba es
más larga de lo normal y malas hierbas salpican el jardín. No hay premios por
adivinar quién cuidaba del lugar.
No puedo quitarme la sensación de ser observado cuando me dirijo a la
puerta. Una vez más reviso su patio, solo para encontrar nada más que las
señales de un hombre mantenido que ya no tiene a su esclava. Para estar
seguro, pulso el botón de la llave remota, y reviso que la camioneta está
bloqueada.
Por suerte para mí, mi armario no solo contiene una camisa de vestir,
sino una opción de dos. Cojo la gris y añado un par de pantalones de vestir y
mis zapatos formales. Todo en la casa parece en su lugar cuando deambulo
hacia la puerta. El firme tic del reloj de la cocina es el único sonido que se oye.
Inquietante.
Mis ojos van al parabrisas en cuanto pongo un pie fuera. Jodidamente
sabía que el imbécil rondaba por aquí. Mis pies golpean las piedras mientras
marcho hacia el grafiti. Ira se construye dentro mientras lanzo mis cosas en el
asiento del pasajero y tomo un paso atrás para leer la pobremente garabateada
palabra.
MARICA.
El vocabulario del tipo es impresionante, por decir lo menos.
Con cuidado, extiendo la mano y toco el pringue oscuro que ha usado
para escribirlo. Un rápido frote entre mi índice y pulgar y mis suposiciones se
confirman… grasa de motor.
Hijo de puta.
Estoy seguro de que lo hizo sabiendo que tendría que parar y limpiarlo
antes de irme. Mis orejas están pendientes de cada diminuto chasquido de los
árboles mientras hago mi camino de la calzada hacia el garaje. No hay señales
del gilipollas, pero estoy un cien por ciento seguro de que me observa,
esperando.
Vamos.
Encuentro un trapo y algo para quitar la mierda pegajosa del cristal,
entonces salgo por la puerta inclinada. Con mi espalda hacia el auto, bajo la
puerta y la cierro. El silbido de algo sólido moviéndose a través del aire gana mi
atención y dejo caer lo que está en mis manos cuando me agacho hacia la
izquierda. Un bate de aluminio se aloja firmemente en la puerta de metal del
garaje con el sonido de un gruñido frustrado detrás de mí.
Jodidamente lo sabía.
—Buenas noches, imbécil —saludo mientras me vuelvo para encarar al
gilipollas. 252
Se burla de mí, ya levantando el bate para otro golpe. Para mi ventaja, ha
estado bebiendo. Su embriaguez es obvia cuando se tambalea en su asalto, el
bate una vez más perdiendo mi cabeza y golpeando mi hombro en su lugar.
»No deberías beber antes de un juego —me mofo, el dolor estimulándome.
El bastardo golpeó a su mujer sin una preocupación, mi padre quiere
reconectar después de diecisiete años y entierro a uno de mis mejores amigos
mañana.
Estoy preparado para bailar, hijo de puta.
Nuestra lucha no dura mucho. El imbécil balancea el bate y entonces sus
puños cuando pierde agarre en el mango. Pero cada golpe es erróneo, cada
puñetazo un desperdicio de energía. Me agacho y me muevo, fácilmente
evitando todos los puñetazos que me lanza. El idiota se detiene para recuperar
su aliento y tomo la opción presentada ante mí.
—No puedes jodidamente tenerla —farfulla, arremetiendo hacia mí.
—Tampoco puedes tú —digo y balanceo el bate alto.
Cae al suelo con un gruñido y se queda en silencio.
Muy callado.
Miro a su cuerpo quieto por un momento, la adrenalina bombeando.
Mis dedos buscan su pulso, lo que es inútil.
Mierda. Finalmente lo hice. He matado a un hombre.
Saco mi teléfono y llamo a Ty con manos temblorosas, todo el tiempo
vigilando por cualquier movimiento. Nada.
Nada.
—¿Qué pasa? ¿Te dejaste algo? —pregunta Ty.
—Hombre, necesito un favor.

253
43
Aun escondiéndome
Traducido por Fiorella
Corregido por Marieta16

Jane
—¿Todo bien?
Malice me da una sonrisa mientras camina en la casa, pero tiene tanta 254
promesa como pedirle a Santa un fácil divorcio esta Navidad.
—Bien. Totalmente bien.
Miro la ropa en sus manos, y su mal humor tiene sentido. Por supuesto
que estaría fuera cuando el funeral de Tigger es mañana.
—¿Estarás bien? —pregunto, señalando la ropa.
La mira, como si hubiera olvidado que la llevaba en sus manos, y asiente
con la cabeza. —Sí. Creo que sí. —Sus ojos se elevan hacia mí, pero lucen
cansados—. ¿Tienes un vestido para usar?
—¿Quieres que vaya también?
—Por supuesto.
—Um, creo que sí. —Si no, sé que tengo una blusa limpia y pantalones de
vestir.
Malice deja caer la ropa en el respaldo de una silla y se dirige al sofá. Se
sienta, y me hace señas. Tomo mi lugar a su lado, y me relajo en el momento en
que me tira a su lado.
—Ty preguntó cómo estabas esta noche.
—Él no necesita preocuparse —digo—. Sé que fue un error.
—Aún se siente mal; como debería.
—Bueno, no lo sostengo contra él.
Malice besa la parte superior de mi cabeza. —Te quiero, Jane.
Algo se metió en él, pero como de costumbre, lo esconde. —¿Estás seguro
de que estás bien?
—Si. ¿Recibiste noticias de algún agente esta tarde?
Asiento, y me siento para recuperar mi teléfono. —En realidad lo hice. —
Encuentro el listado y le paso el teléfono—. Éste. Dijeron que está vacante por
el momento para que podamos tenerlo si nuestro papeleo se confirma.
—Haz que suceda, entonces —dice, pasándome el teléfono—. Voy a
conseguir mis cosas de la casa esta semana y cancelar el contrato de
arrendamiento.
—Me siento terrible porque hayas pagado por dos casas todo este tiempo.
Quiero devolvértelo cuando pueda.
Sonríe, y siento que la esperanza de que no está tan abajo como pensé se
hincha por primera vez. —Déjame contarte un secreto. Ty ha estado
dejándonos quedarnos aquí gratis.
255 —¿Por qué dices que lo alquilaste?
—Bueno, lo hacía. Hasta que supo que te encontrabas aquí. Quiere
ayudar.
Para un tipo que coordina a los caza recompensas para ganarse la vida, el
tipo seguro tiene un infierno de corazón en él.
—Le debo una —le digo.
—Creo que lo puedes llamar incluso después de lo que él dejó por aquí.
Llamada razonable.
Malice me trae a su lado de nuevo, y traza líneas a lo largo de mis brazos
y el lado con sus dedos. Nos sentamos en silencio, disfrutando de la
tranquilidad, de la compañía del otro, y del conocimiento de que no hay presión
cuando estamos uno alrededor del otro.
Somos dos mitades rotas, felices de ser un conjunto no coincidente.
—¿Sabes qué? —pregunto.
—¿Qué, nena?
—Te quiero también, Malice.
Su aliento golpea, pero se recupera rápidamente.
La noche se prolonga, y en poco tiempo duerme a mi lado. Me acuesto
con él tanto como puedo antes de que mis articulaciones comiencen a
protestar. Debo moverlo, pero el chico se ve agotado. En su lugar, me libero
lentamente, y busco algo para cubrirlo.
Estoy frente a él, la manta en mis manos, y lo veo dormir. Sus ojos se
mueven tan ligeramente mientras sueña, y sus pestañas oscuras rozan sus
mejillas. Su frente se arruga, luego se suaviza. Me pregunto qué sueña. ¿Es
malo? ¿Es su pasado? ¿O es una pesadilla totalmente nueva?
Él gruñe y rueda mientras le coloco la manta sobre él, pero no se
despierta. Suavemente, me poso en el lado del sofá y descanso mi mano en su
cadera.
Está lleno de problemas, pero no muchos de ellos son los que compartirá
con los que lo aman. He visto la preocupación en los ojos de Ty cuando habla
con Malice, y tan macho como a Bronx le gusta parecer, sé que se preocupa
también. Maldita sea, incluso Tigger mostró breves señales de preocupación por
Malice las dos veces que lo conocí.
¿De qué tiene tanto miedo?
¿Por qué no me deja entrar hasta el final?
256
44
Cenizas a las cenizas
Traducido por Sam89
Corregido por Marieta16

Jane
Seguimos a Ty de vuelta a nuestra casa después del funeral de Tigger
257 para un velatorio privado. La madre de Tigger nos invitó a todos a una pequeña
reunión en la casa de su hermana, pero educadamente declinamos. Los chicos
simplemente querían llorar en paz, y de una manera podía entender por qué.
Tienen cosas de las que necesitan hablar, recuerdos que compartir, e
información que repasar que no es de conocimiento público.
Quieren hablar sobre lo que harán acerca del golpe sobre Tigger.
Ty insistió en llegar a casa primero, y he estado devanándome los sesos
todo el viaje desde la recepción del funeral para pensar por qué. ¿Qué es tan
importante que tiene que llegar allí antes que nosotros? Sé que es su casa y
todo, pero por la manera en que presionó el asunto, parece un poco exagerado.
Su Audi blanco se mueve por la entrada por delante de nosotros. Mis ojos
van a la exuberante hierba verde brotando después de la lluvia. Es poético,
cómo en la naturaleza los momentos oscuros pueden traer tal belleza. Sólo
puedo esperar que los chicos saldrán al otro lado de lo que estén pasando en
este momento con la nueva luz.
Ty estaciona delante y mientras rodeamos la última curva para
alinearnos detrás de él, mis ojos caen en una moto estacionada cerca de la
puerta lateral. Miro a Malice, que me mira y se encoje de hombros. Genial.
—¿Crees que es de alguien para los que trabajan ustedes?
Niega con la cabeza. —Ninguno de ellos posee una Triumph, por lo que sé.
Salimos del auto, curiosos. Mi suposición es que Ty sabía que estarían
aquí, de ahí su necesidad de llegar primero. Está malditamente cerca de saltar
la parte delantera de su coche para llegar a nosotros antes de que tengamos
acceso a la puerta.
—¿De quién es eso? —pregunta Malice, apuntando a la moto.
Ty alza sus manos para aplacar a Malice, pero él es cortado por una
profunda voz sobre su hombro.
—Mía.
Malice inclina su cabeza hacia el lado y toma un paso atrás. —A la
mierda. Hoy no.
—Mira, hombre —empieza Ty.
—Nada, ¿está bien? —grita Malice—. No tengo nada que decir a ninguno
de ustedes. —Fulmina con la mirada a Ty—. ¿Cómo pudiste?
Miro con sorpresa mientras Malice se vuelve y va hecho una furia a la
entrada. ¿Voy detrás de él? ¿O necesita estar solo? Mis ojos van al extraño de
pie en el lado más alejado del coche de Ty. Es alto, moreno, y lleva el aspecto de
rudo motero como un profesional. Se vuelve y va hacia Bronx, permitiéndome
una clara línea de visión del chaleco que lleva.
Fallen Saints.
258
—¿Es uno de los tipos para los que trabajan? —le pregunto a Ty.
Mira hacia la figura encogida de Malice y suspira. —No, Jane. Es el padre
de Malice.
Mierda.

***

Una hora después, finalmente nos las arreglamos para persuadir a Malice
de entrar en la misma habitación que su padre. Los dos se sientan en lados
opuestos de la pequeña mesa y continúan la mejor competición de miradas que
he visto en un tiempo.
Cuanto más miro a su padre, más puedo ver el parecido. Bastante
extraño, tienen casi las mismas líneas de estrés alrededor de sus ojos y las
mismas miradas cautelosas en sus caras. De tal padre, tal hijo. Parece que los
pasados años han sido igualmente duros para ambos.
—¿Van a hablar en algún momento pronto, imbéciles? —pregunta Bronx.
El padre de Malice se encoje de hombros. —Depende de él.
Santo infierno, la voz del hombre es profunda.
—¿Qué crees que voy a decir, eh? —se burla Malice.
—¿Todavía me culpas? —pregunta su padre.
Todos los ojos están sobre Malice. ¿Culparlo por qué?
—Sería un idiota cabrón por culparte de su muerte, ¿no es así? —Lo mira
maliciosamente—. Pero sí, todavía te culpo por el hecho de que me fui, por lo
que pasó después de eso.
—¿Qué pasó? —Su padre se inclina hacia delante y me siento retroceder,
a pesar del hecho de que estoy a media habitación de distancia—. Si te
hubieras molestado en mantener el contacto, podría haber sabido.
—¿Y haber hecho qué? No te importó una mierda tu único hijo, imbécil.
¿Qué habrías hecho, eh? Dime.
—No lo sé, pero seguro como la mierda que no lo descubriré así.
—¿Todavía eres un egoísta y jodidamente en negación como lo eras
entonces? —Malice inclina su barbilla hacia arriba en desafío.
El aire en la habitación chisporrotea con la ira acumulándose entre los
dos. Ty prepara su postura, para quién sabe qué, pero no se ve bien.
259 —Le dijo la sartén al cazo, ¿no es así, hijo? ¿Quién está en negación
ahora?
—Que te jodan.
—Soy tu puto padre —ruge—. No te atrevas a hablarme así, pequeño
gilipollas.
—Que. Te. Jodan. Papá.
Las sillas vuelan, la mesa se balancea, y los dos van a por el otro como
un par de perros locos. Manos empuñan camisas y dientes se desnudan. Rocco
va a la puerta de atrás y me muevo para tranquilizarlo.
—¡Basta! —grita Bronx—. Esto seguro que no va a resolver nada.
El padre de Malice libera su agarre y empuja a su hijo hacia atrás con un
innecesario golpe de muñecas. Malice se tambalea y parece preparado para ir
de nuevo cuando Ty envuelve sus brazos alrededor de él.
Rocco se acomoda cuando el padre de Malice se pasea por la habitación.
Él pasa sus manos por su cabello y sacude la cabeza. —Perder al amor de tu
vida no es algo que espero que entiendas alguna vez, chico. Mierda, por todo lo
que sé, has estado ahí. —Sus manos en el aire—. Pero mierda. Ella era mi
mundo. Era mi todo, y fue quitada de mí sin mucho más que un adiós. ¿Sabes
lo que me destroza más?
Malice todavía lo fulmina con la mirada.
»Se hallaba aterrorizada. Tu madre se sentía jodidamente asustada y no
estuve allí para protegerla. No estuve allí para decirle que estaría bien, que le
evitaría el dolor, que me pondría a mí mismo en el camino del dolor en lugar de
a ella. Me torturé sobre eso durante años.
La cara de Malice se suaviza, y él se ve de alguna manera hundido. Mi
corazón duele al escuchar el dolor en la voz de su padre y me pregunto cómo
puede permanecer tan estoico a pesar de todo.
»Sí, debería haber hecho más por ti, haber estado allí para ti, ponerte
antes que a mí. Pero maldición, Alice, todo lo que quería era morir para poder
estar con ella de nuevo. Incluso hoy, desearía como el infierno poderla abrazar
una vez más, decirle que la amo, mostrarle el hombre en que su hijo se ha
convertido. Pero al menos ahora puedo mantener esos sentimientos bajo
control, pensar en ella sin perder la cabeza. —Toma una respiración profunda y
juguetea con un hilo flojo del botón de su camisa.
» Duele, y lamento todo lo que hice desde el día en que murió hasta el día
en que te fuiste. Pero seguí adelante. Todos necesitamos seguir hacia delante.
Encontré un lugar en el que me sentí bienvenido, y la gente que me levantó
cuando caí al final de una botella de bourbon esperando ahogarme. Encontré
un nuevo hogar. 260
—Entonces, ¿por qué estás aquí si tienes un “nuevo hogar”? —Malice
todavía frunce el ceño, pero se ve genuinamente curioso al mismo tiempo.
Creo que toda la habitación espera a oír lo que dice.
—Porque todavía no lo tengo todo. No tengo a mi hijo; mi sangre. Y eso
duele más que despertar cada mañana para encontrar que tu madre sigue
todavía muerta y no es una pesadilla. No puedo cambiar lo que le pasó, pero
puedo cambiar esto. —Hace un gesto entre ellos, y mira a Malice por una
respuesta.
Ty lo suelta y da un paso atrás. Malice mira el suelo, el silencio envuelve
la habitación.
—No sé.
Puedo verlo. Empieza a cerrarse, bloqueándolo, y alejando a su padre. No
de nuevo. No puede seguir haciéndose eso. Cruzo la habitación y siento los ojos
de su padre sobre mí cuando me acerco a Malice y tomo su cabeza en mis
manos.
—No te castigues —susurro.
Sus manos cubren las mías y asiente lentamente. Un profundo suspiro
levanta sus hombros y murmura—: No haría esto si no fuera por ti.
—Quiero que seas feliz, y mantener este rencor sólo te hundirá. —Lo
suelto y doy un paso atrás. El resultado depende de él y todo lo que espero es
que elija el lado correcto.
Malice levanta su cabeza y fija a su padre con una mirada que grita
“última oportunidad”. —Todavía no has dicho la cosa que quería oír de ti en ese
entonces.
Su padre mira a cada uno de nosotros y luego deja su mirada en Malice.
Frunce el ceño y puedes ver los engranajes trabajando. Después de un minuto
o así de tortuoso silencio, una luz ilumina sus ojos.
—Lo siento.
—Eso es todo lo que habría tomado —dice Malice.
Los dos se miran, pero con cada segundo que pasa, sus expresiones van
del odio a la cautela una vez más. El padre de Malice da un paso adelante y
extiende su mano. Miro mientras el hombre que amo toma la oferta y cierran
puños. Se dan un torpe abrazo y golpean la espalda del otro antes de separarse.
—Gracias —dice su padre.
—¿Quieres una cerveza?
261 bien.
Todo estará bien. Tomará tiempo, pero estoy segura de que todo estará
45
Tratar con cuidado
Traducido por Sam89
Corregido por Marieta16

Jane
Cinco días después, Malice y yo estamos en el escalón de entrada de
nuestra nueva casa juntos. Alquilada, pero compartida, todo a la vez. Esta es 262
nuestra casa; nuestro futuro. Esta es nuestra oportunidad de los sueños que
nunca pensamos que se convertirían en realidad.
Hoy viene cargado de muchos peldaños. No sólo hemos oficialmente
recibido las llaves de nuestra nueva casa, sino que recibí una llamada mientras
nos hallábamos en la inmobiliaria para decirme que tengo un nuevo trabajo
que empieza el próximo lunes. De acuerdo, es sólo una posición a media
jornada archivando documentos en una oficina de abogados, pero Malice y yo
teníamos que comprometernos. Él no quería que trabajara en absoluto y yo no
quería volverme loca con claustrofobia. Así que decidimos que las dieciocho
horas a la semana que ofrecían eran razonables y tomé el trabajo.
El padre de Malice, Vince, regresó a casa el día después de llegar, pero ha
prometido visitarnos pronto. Debo admitir: estoy ansiándolo. Aunque nunca lo
ha dicho, creo que Malice se siente silenciosamente feliz de que su padre esté
de nuevo en contacto y que tengan una oportunidad para resolver las cosas.
A veces, me pregunto si alguien nos está cuidando. Todo está…
sucediendo.
Malice guarda su teléfono y toma mi mano con la suya. —Los chicos de la
mudanza estarán aquí en diez. Ty dijo que el idiota no se encontraba allí
cuando fueron a por mis cosas.
Estuvimos de acuerdo en que sería mejor pedirle a Ty supervisar la
mudanza de las cosas de Malice, para asegurar que el proceso vaya sin
impedimentos. Expresé mi preocupación de que Dylan viera lo que sucedía y
siguiera al camión de mudanza a donde vivíamos. Malice no creyó que eso fuera
un problema, pero insistí en que teníamos ojos y orejas en estado de espera. Se
siente lejos de bien saber que Dylan no se hallaba en casa después de todo,
pero confío en Ty.
Una moto suena en la calle y desacelera frente a nuestro patio delantero.
Miro a Malice para verlo sonreír. El motero se quita su casco para revelar su
cara y sonrío también. Bronx. Nunca supe que el chico poseía una moto,
siempre lo había visto en el coche de Ty hasta ahora. Bronx trota hasta el
porche delantero donde estamos y choca manos con Malice.
—¿Tienes las bebidas desempacadas ya?
—Llegas pronto. —Malice se ríe—. Nada está aquí todavía.
—Buena cosa que trajera esto entonces. —Saca una botella de whisky de
su chaqueta y sonríe.
Los chicos celebran con un trago mientras desbloqueo la puerta y la abro
ampliamente. El olor de material limpio y suelos recién pulidos llena mis fosas
nasales. Entro en la demasiado grande sala de estar y lentamente me giro,
263 asimilándolo todo.
Nuestra casa.
Fuertes brazos rodean mi cintura y el mejor sonido en el mundo llena mis
oídos. —Te amo, Jane. Bienvenida a casa.
—También te amo. —Me doy la vuelta y capturo sus labios con los míos.
—Consíganse una habitación —grita Bronx. Sus pasos hacen eco en el
vestíbulo—. Oh, guau. ¡Tienen unas pocas para elegir!
Malice se ríe y coloco mi mejilla contra su pecho. El momento es perfecto,
demasiado perfecto, y no puedo evitar preguntarme qué exactamente está a
punto de salir mal. Nada bueno dura… nunca.
Especialmente no para mí.
Malice
Jane se sienta en el suelo de la que será nuestra habitación, con las
piernas cruzadas, mirando por la enorme puerta de cristal hacia el jardín lleno
de todos los colores desvanecidos del otoño. Me quedo en la entrada por un
momento, observándola, intentando hacerme a la idea del hecho de que es mía.
Nunca pensé que lo sería.
Estamos lejos de salir del bosque, pero el camino al menos tiene un final
a la vista. Unas pocas semanas más aquí en nuestra propia casa y algunas
citas más con su terapeuta y creo que tendrá esto superado.
Y entonces será mi turno de deshacerme de mis demonios. Especialmente
el más grande que añadí a mi colección la semana pasada.
—He puesto la calefacción. Los chicos se han ido a ocuparse de algún
trabajo. Somos solo nosotros ahora, nena.
Vuelve su cabeza y la sonrisa que coloca en sus hermosos labios luce
manchada con la fealdad de la decepción.
Me acerco y me siento a su lado. Rocco se pasea por la habitación,
olisqueando las esquinas. 264
»¿Qué va mal?
Se encoge de hombros y juguetea con la alfombra. —Sólo me pregunto
cuánto tiempo puedo evitar a Dylan, ¿sabes?
—No tienes que preocuparte por él —digo.
Me mira y frunce el ceño. —¿Qué has hecho?
Sostengo su mirada y respondo con sinceridad—: Ocuparme de eso,
Jane. No te herirá de nuevo.
La alcanzo y la acerco a mí. Se acomoda entre mis piernas y se apoya en
mi pecho. Cruzo mis brazos por delante de ella y la sostengo contra mí.
—Todavía necesitaré resolver cómo voy a solicitar el divorcio. Tendré que
tener contacto con él para eso, incluso si es a través de una tercera parte.
—¿Por qué te estresas sobre eso? —digo—. Déjalo estar, y tal vez después
de un tiempo él probablemente no estará para impugnarlo. —Si solo pudiera
decirle la verdad.
—Tal vez. Supongo que no hay prisa.
—Nena, tienes que aprender a tomarlo día a día. Nadie puede predecir el
futuro. Tienes que seguir adelante, preocuparte por las cosas malas cuando en
realidad suceden.
—Lo sé. Los viejos hábitos…
—... tardan en morir —termino.
Suspira cuando beso su cabeza. —Lo siento, sigo desanimándonos.
La aprieto con más fuerza. —Jane, hoy es el día más feliz que he tenido
desde… joder, desde que mi mamá estaba viva. ¿Sabes cuánto tiempo es? —
Asiente—. Así que no digas que me desanimas… sólo intenta disfrutarlo
conmigo.
Vuelve su cabeza y planta un suave beso en mis labios. —Lo haré.
—Sé que todavía tienes dudas y miedos, nena. Pero joder, mujer, tienes
que dar un paso atrás a veces y ver cuán lejos has llegado.
Asiente y su pecho se mueve con una aspiración. —Lo hago. Pero
preocuparme es una gran parte de mí al igual que tu preferencia a no compartir
cosas puede ser una parte de ti.
Ay.
Me pierdo, imaginando cómo podría ser sentarme aquí en un mes, un
año. ¿Me sentiré más cómodo? ¿Me desharé de la preocupación de que lo que
hago puede perjudicar a Jane? ¿Alguna vez me sentiré merecedor de lo que he
265 encontrado con ella?
La única cosa que sé con seguridad, mientras bajo la mirada a sus ojos
observando fuera de la ventana a Rocco, es que amo a esta mujer. Ella ha
pasado por mucho y todavía se sienta aquí, feliz de ser una parte de mi vida, de
conocer a mis amigos, de vivir conmigo.
Y cuanto más se encuentra alrededor, más puedo sentirme relajarme.
Más me siento en casa.
—Es raro, sabes —dice de la nada.
—¿Qué? —pregunto.
—Cuando pensaba en dejarlo, siempre me imaginé regresando a la
persona que era antes de que nos casáramos. ¿Pero sabes qué? Nunca fue
posible. Tanto como el tiempo con él fue duro, y nunca querría pasarlo de
nuevo, me formó, ¿sabes? ¿Cómo puedo ser la misma persona que era entonces
cuando sé lo que hago ahora? Siempre iba a ser alguien nueva. Necesito estar
lo bastante cómoda para descubrir quién.
—Ser alguien nueva no es tan malo. —Me encojo de hombros—. Yo la
amo.
Sonríe y empuja su cabeza con más firmeza contra mi pecho. Esta
diminuta mujer tiene la fuerza de un ejército cuando se trata de la manera en
que sostiene mi corazón. Tiene el poder de levantarme, tanto como tiene el
poder de derrumbarme.
—Amo al nuevo tú, también.
Se ríe.
Y yo me elevo.

266
Próximo libro
Cuando todo lo que te queda es la
elección, ¿cómo te aseguras de hacer la
correcta?
Pensaba que perder a mi familia era el eje
de mi sufrimiento; la cosa que para siempre
mantendría mi cabeza bajo las oscuras aguas
del arrepentimiento.
Pero estaba equivocado... tan equivocado.
Lo que no nos mata nos hace más fuertes,
y lo que nos amenaza sólo sirve para alimentar
a la bestia.
Mi hijo está en problemas, y es hora de
267 que este padre defienda lo que debería tener
hace mucho tiempo.
Sólo que, después de años de creer que
merecía pasar mis días solo, castigándome por
los errores que cometí, finalmente he
encontrado la verdad: ella.
Cuando me necesite tanto como a mi hijo, ¿cómo decidiré qué camino
tomar? ¿Estaré condenado a tomar la decisión equivocada para siempre?
¿Y perderé, una vez más, todo lo que amo y me ahogaré en mi
arrepentimiento?
Butcher Boys #2
Sobre el autor
Max es la autora del romance oscuro y
altamente emocional. Su serie de Butcher Boys se
centra en un grupo de hombres que se
encontraron viviendo en la calle, y se asociaron
con un club de motocicletas endeudado para
derrotar a un notorio capo de la droga. Su
escritura ha sido descrita como “apasionante” y
“adictiva”, llevándote a una “montaña rusa
emocional”.
Nacida y criada originalmente en
Canterbury, Nueva Zelanda, Max ahora reside con
su familia en la hermosa y soleada Queensland,
Australia.
La vida con dos niños pequeños puede ser agitada a veces, y aunque ella 268
no escriba tan a menudo como le gustaría, Max no cambiaría nada.
En su tiempo de inactividad, Max puede ser encontrada en su gimnasio
local, haciendo una lluvia de ideas a través de una sesión con las pesas. O,
puede estar saltando, y haciendo su camino a lo largo de una pista de tierra
con la familia en el 4x4 del maridito.
Traducido, corregido
y diseñado por:

269

¡VISÍTANOS Y ENTÉRATE DE NUESTROS PROYECTOS!


¡Te esperamos!

http://www.paradisebooks.org/

Você também pode gostar