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Ser afrodescendiente en América Latina: el racismo en

la vida cotidiana
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October 20, 2017

T+ De Domingo

20 octubre, 2017

Por Esther Pineda G (*)

Es común encontrarse con afirmaciones de que el racismo ha desaparecido y forma parte


del pasado como el sistema que lo engendró -el colonialismo-, sin embargo, la
discriminación contra la población afrodescendiente persiste y forma parte de la vida
cotidiana en América Latina y El Caribe, pero ha desarrollado mecanismos más sutiles,
casi imperceptibles, pero también más efectivos a través de los cuales manifestarse y
mantenerse.

El racismo en la vida cotidiana

Durante el año 2016 la socióloga venezolana y doctora en ciencias sociales Esther Pineda
como parte de sus estudios postdoctorales realizó la investigación titulada “Racismo,
estigma y vida cotidiana: Ser afrodescendiente en América Latina y El Caribe”, la cual será
publicada en el primer trimestre de 2017 por Acercándonos Ediciones en Argentina. Para
ello contó con los testimonios de 100 personas afrodescendientes de Argentina, Bolivia,
Brasil, Colombia, Ecuador, México, Panamá, Uruguay y Venezuela con edades promedio
de 35 años. El 56% de los informantes fueron mujeres, 41% hombres y 3% Transgéneros,
con nivel académico de Postgrado 23%, Universitario 49%, Técnico Superior Universitario
(TSU) 12%, Secundaria 14%, Primaria 1% y Ninguno 1%.

De estas personas consultadas el 99% afirmó saber que es el racismo, 96% considera que
existe racismo en su país, el 95% de las personas afrodescendientes afirma haber
presenciado o sabido de algún acto de racismo y el 70% afirma haber sido víctima de
racismo en alguna oportunidad.

“He sido llamada negra bruja, negra ignorante, negra fea, negra mal vestida, negra de
mierda” (Mujer, 32 años, Brasil).

“Los ataques raciales que he recibido han sido tanto indirectos (miradas, chistes,
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preferencias), hasta ataques verbales. El más reciente fue mientras iba por la calle y un
sujeto desde su vehículo gritó sin razón alguna: Negro hijo de puta” (Hombre, 33 años,
Colombia).

“En una ocasión buscaba apartamento y una señora me grito desde el quinto piso: yo no le
arriendo a negro” (Mujer, 23 años, Venezuela).

Por su parte los encuestados consideran que entre los ámbitos o lugares donde se realiza
de forma más frecuente la discriminación destacan: El lenguaje 19%, los medios de
comunicación 15%, los espacios públicos 15%, Instituciones del Estado 8%, Escuela/Liceo
7%, Familia 5%, Universidades 2%, Transporte público 1% y Otros 23%, así lo evidencian
algunos de los testimonios:

Menos educación y empleo precario

De acuerdo con el informe La situación de las personas afrodescendientes en las


Américas publicado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el año 2011
en cuanto al acceso a la educación, la información demuestra que la infraestructura
educativa en las zonas donde mayoritariamente habita población afrodescendiente es
insuficiente, las tasas de analfabetismo son más altas, los índices de escolaridad son más
bajos y los niños y jóvenes afrodescendientes cursan un promedio menor de años de
estudio.

A partir de los testimonios de las personas afrodescendientes encuestadas se pudo


evidenciar que en el ámbito educativo es donde se hacen más frecuentes y explicitas las
manifestaciones de racismo, las cuales se desarrollan principalmente durante la niñez y la
adolescencia. Los compañeros son los principales ejecutores de formas de discriminación
mediante la asignación de apodos, burlas, violencia física, la evitación del contacto físico y
de la interacción ya sea para la realización de actividades grupales en el aula, juegos
durante el periodo de recreo, pero también en espacios como cafeterías, transporte y
bibliotecas.

Esas formas de discriminación racial en el ámbito educativo también son expresadas y


realizadas por parte de sus profesores quienes en oportunidades actúan como promotores
de prácticas y discursos racistas en las aulas de clase. Este hecho no solo tiene un
impacto emocional y subjetivo en las niñas y adolescentes afrodescendientes dificultando
sus procesos interactivos y creando sentimientos de inseguridad para su desempeño
relacional; sino que además afecta el rendimiento académico, contribuyen a la deserción
escolar, traduciéndose en bajos índices de escolaridad en la población afrodescendiente.

“Cuando cumplí 11 años sufrí racismo violento por parte de la profesora, eso me marcó
hasta hoy, recibí apodos racistas, la maestra me despreciaba abiertamente, aún hoy tengo
mucho temor de hablar en público por las cosas que viví en ese salón de clases y nunca
quería ir a la escuela. Yo no desistí pero mi hermano, que también estudiaba en esa
escuela no continuó estudiando nunca más” (Mujer, 34 años, Venezuela).

Así mismo, la ausencia de historia, discursos y representaciones en los libros de texto y


los pensum de estudios, la poca presencia de maestros afroamericanos y otros referentes
positivos en el campo intelectual o científico, dificulta las posibilidades de identificación de
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los estudiantes con las asignaturas y autores que estudian al no poseer referentes de éxito
académico.

Otro aspecto de gran relevancia principalmente en los niveles de educación universitaria y


de postgrado, es la constante exclusión de proyectos de investigación en los cuales los
objetos de estudio son fenómenos como el racismo. Estos ámbitos con frecuencia son
desestimados al considerarlos desprovistos de importancia o en casos extremos
considerarlos como disertaciones opináticas y emocionales, sin fundamentación
académica, politizadas, desprovistas de rigurosidad teórica, pero también generadoras de
conflicto, es decir, capaces de alterar la “armonía étnico-racial” aparentemente existente
en estos espacios.

“Cuando en la universidad donde realizaba mi pregrado en Biología, el día que presente el


anteproyecto para mi tesis, una de las expertas revisoras al leer el titulo (mi tesis fue sobre
medicina tradicional afrocolombiana) dijo a viva voz, va a hacer un trabajo sobre negros, y
prosiguió, esa tesis no llega a buen término, ahí no hay nada para explorar” (Hombre, 32
años, Colombia).

Por su parte en el ámbito laboral, las personas afrodescendientes con independencia de


su formación, experiencia y potencialidad encuentran mayores dificultades en lo que
refiere el acceso al empleo; así como, limitaciones al ingreso a puestos de supervisión y
decisión, motivo por el cual permanecen aún en la actualidad sujetos a empleos de baja
estima social. De acuerdo con la CIDH en relación con el derecho al trabajo, las
estadísticas indican que la población afrodescendiente ocupa los puestos más bajos de la
escala laboral y mayoritariamente realiza tareas informales y de baja calificación o con una
remuneración menor.

Esta situación se profundiza en el caso de las mujeres afrodescendientes quienes En la


región aún se encuentran con limitaciones en el acceso al empleo, pues como afirma Sueli
Carneiro en su libro Ennegrecer el feminismo, la situación de la mujer negra en América
Latina desde una perspectiva de género: “el criterio de la buena presencia [prevalece]
como un mecanismo que mantiene las desigualdades y los privilegios entre las mujeres
blancas y las negras”.

“En una oportunidad recién mudada y en búsqueda de empleo, una amiga me recomendó,
solicitaban una recepcionista, la persona me entrevisto no más de 5 minutos, le deje mis
documentos y luego hablando con la chica que me recomendó me dijo: Lastima que eres
negra, sino te dejan” (Mujer, 43 años, Ecuador).

“Me rechazaron en una empresa donde aspiraba a la vacante por mi cabello, que en ese
momento estaba peinado, desenredado y en su estado natural (Afro); supuestamente lucía
desordenado y poco profesional” (Mujer, 21 años, Panamá).

Si bien el rechazo de las aspirantes a un determinado puesto de trabajo no se realiza de


manera explícita por su pertenencia étnica, esta continúa siendo uno de los criterios
privilegiados para la toma de decisiones respecto a la contratación de personal,
principalmente en posiciones de ventas y atención al público. Pero además de estos
estereotipos con frecuencia se producen situaciones de desconfianza y poca credibilidad

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con respecto al desempeño laboral de las personas afrodescendientes por parte de los
empleadores pero también por parte de los compañeros, usuarios, pacientes o clientes
según su oficio o profesión.

Las personas afrodescendientes profesionales también se enfrentan de forma recurrente a


la incredulidad de su condición profesional; con independencia de su formación académica
se les atribuyen de manera apriorística roles se servicio, y se enfrentan al rechazo y
amonestaciones en los espacios laborales por parte de sus empleadores al usar algún tipo
de atuendo étnico o el mantenimiento del cabello natural, considerado como de apariencia
“no profesional”.

El racismo en el medio

Los medios de comunicación, información y difusión masiva, son sin dudas uno de los
principales agentes de socialización de niños y adultos en la sociedad contemporánea,
constituyéndose como el principal instrumento para la construcción, reproducción y
difusión de prejuicios, estereotipos y formas de discriminación racial, manifiesto mediante:

La exclusión de las personas afrodescendientes en los espacios de toma de


decisiones y puestos directivos.

La poca presencia de personas afrodescendientes en los roles de productores,


ejecutivos, jefes y editores.

La ausencia de crítica o cuestionamiento de la discriminación racial en los


contenidos transmitidos.

El mantenimiento de una reducida presencia de personas afrodescendientes ya sea


como sujetos de la noticia o como periodistas.

Los medios en América Latina y El Caribe se caracterizan por el aniquilamiento simbólico


de los afrodescendientes a través de representaciones estereotípicas o de la construcción
de un discurso en el cual se les invalida y anula reiteradamente. Los encuestados para la
investigación consideran que cuando aparecen en los medios, las representaciones que se
hacen de ellos se caracterizan por ser una imagen anacrónica, distorsionada,
discriminatoria, negativa, ridiculizada, marginalizada, criminalizada. Otros encuestados
consideran que cuando aparecen en los medios de comunicación es siempre desde una
perspectiva folklorizada, además de que en los únicos ámbitos en los que parecen contar
con representatividad y reconocimiento es el musical y deportivo.

“Transmiten una imagen de falta de seriedad, en los hombres de holgazaneria, de faltos de


conocimientos, borrachines, en las mujeres de prostitutas, sirvientas, pandilleras” (Mujer,
23 años, Colombia).

“Es una imagen pauperizada, banal, folcklorizada y estereotipada; cuando no está


asociada a la violencia o hipererotizada” (Hombre, 42 años, Uruguay).

“Son siempre pobres y marginales, por un lado. Luego, por otro, las mujeres son
prostitutas, son las buenas cama” (Transgénero, 29 años, Bolivia).

“Siempre nos muestran como ladrones, asesinos y brujos” (Mujer, 30 años, México).
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“Según los medios, la imagen que se trasmite es de un ser inculto, desaseado, ordinario”
(Hombre, 33 años, Argentina).

“No me siento identificada… con las campañas de las ONGs que siempre ponen un niño
negro sucio para pedir colaboración” (Mujer, 38 años, Brasil).

“En los medios el negro se muestra como el analfabeta, es feo (desde los cánones de
belleza occidentales normalmente aceptados), es grosero, sucio, mal educado, criminal,
perezoso, tramposo, ruidoso, esclavo, cantante, bailarín, grafitero, alegre y fiestero, etc…
La mujer negra es: afrodisiaca, ardiente, caliente, todas tienen un enorme trasero, todas
usan extensiones o se alisan porque tienen el “pelo malo”, cocinera, empleada del servicio,
etc… El hombre negro es: un macho, viril, mandingo, obrero, albañil, electricista, pescador,
etc… A los actores y actrices negros sólo les darán el papel si necesitan a la empleada o el
obrero, y si la historia tiene a un personaje negro específico en cuestión, o si actuarás
como esclavo, etc….” (Mujer, 21 años, Colombia).

Estas representaciones prejuiciadas y estereotípicas sobre la población afrodescendiente


construidas, reproducidas y masificadas principalmente a través de la televisión, al ser
repetidas de forma constante en los medios, ante la ausencia de diversidad en los
discursos y representaciones, así como, de información alternativa son asumidas e
internalizadas en el imaginario colectivo como realidades universales y conductas innatas
de este grupo poblacional históricamente estigmatizado.

Ahora bien, en el caso de los niños, adolescentes y personas afrodescendientes jóvenes


al encontrarse en un periodo de definición de la identidad, esta se dificulta al no contar con
referentes con los cuales identificarse, así como, no verse representados en los modelos e
ideales de la sociedad en los diferentes ámbitos, educativo, profesional, amoroso, familiar,
artístico, entre otros. En las sociedades latinoamericanas y caribeñas el éxito no se
encuentra representado por afrodescendientes, sus logros en pocas oportunidades son
reconocidos o difundidos, y menos aún son exaltados como modelos a emular.

En el caso de las mujeres afrodescendientes, la imagen de ellas transmitidas en los


medios generalmente evocan la marginalidad, la pobreza, la miseria, la prostitución o la
servidumbre; este hecho ha creado las condiciones para que las mujeres
afrodescendientes no se sientan representadas o identificadas. Además de ello, los medios
de comunicación al reproducir y bombardear constantemente a las mujeres
afrodescendientes con imágenes de mujeres eurodescendientes y su imposición como
canon de belleza único y valido, han contribuido a mermar su autoestima, creando
complejos, inseguridades, promoviendo el pensamiento endorracista y la necesidad de
modificación estética.

Órganos de seguridad, política y acceso a la justicia

La prevalencia de estereotipos y prejuicios sobre la población afrodescendiente y su


asociación directa a la criminalidad, también ha favorecido por parte de los funcionarios y
las fuerzas de seguridad formales de los Estados el establecimiento de perfiles raciales,
los cuales se han convertido en una práctica habitual para la realización de redadas en los
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sectores populares, requisas callejeras, interrogatorios, cacheos, la obtención de
confesiones reales o ficticias, el encarcelamiento y el asesinato de presuntos delincuentes;
como un mecanismo para mostrar indicadores de éxito en las actividades de prevención
del delito, aumentar las cifras de detenciones y demostrar a la sociedad que los esfuerzos
de los gobiernos de la región en materia de seguridad dan resultado.

Aunado a ello, la racialización de la criminalidad ha servido como justificación para el


ejercicio de la brutalidad policial y el uso desproporcionado de la fuerza letal contra la
población afrodescendiente como consecuencia de estereotipos y prácticas racistas
mantenidas por funcionarios de las fuerzas de seguridad.

Otro de los ámbitos en los cuales se hace manifiesta la discriminación racial, es en el


ámbito político. La población afrodescendiente, posee un acceso limitado o inexistente a
los espacios de élite, es decir, espacios de liderazgo, partidos políticos, cargos de elección
popular y de toma de decisiones políticas. Esta situación según la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos en su informe La situación de las personas
afrodescendientes en las Américas, puede explicarse como una consecuencia de:

La posibilidad de postularse y competir por un cargo público está supeditada a la


inversión de grandes sumas de dinero.

La población afrodescendiente sólo participa como militante de base y, en general,


no existen políticas partidarias específicas.

No hay personas afrodescendientes en el liderazgo y las directivas de los partidos ni


agenda a favor de la población afrodescendiente dentro de los programas de los
partidos.

Este hecho por supuesto tiene un impacto negativo en la situación social de las personas
afrodescendientes, cuyos intereses y necesidades con frecuencia son obviados y
postergados. Al respecto, la mayoría de los encuestados al ser consultados sobre las
políticas públicas desarrolladas en su país en favor de la población afrodescendiente
afirmó que no existen, y de existir, no las conocen. De igual manera cuando se le consultó
sobre la situación social de su grupo étnico afirmaron que su condición social es precaria,
con notorias limitaciones en el acceso la salud, la educación, la justicia, el acceso al
empleo, la vivienda y los servicios básicos.

Así mismo, si bien es cierto que en algunos países de la región se han dado avances en el
diseño y aprobación de instrumentos jurídicos, el establecimiento de tipos penales o
agravantes para sancionar los actos discriminatorios, así como, en la creación de
instituciones especializadas orientadas a prevenir, atender y sancionar la discriminación
racial; la información respecto a los derechos reconocidos y protegidos por dichas leyes no
es divulgada, como tampoco las competencias y servicios prestados en las referidas
instancias.

Así quedó en evidencia en la encuesta realizada en la cual si bien el 70% de las personas
afirmaron que en su país existe algún instrumento jurídico contra la discriminación racial,
también hicieron referencia a que estas pocas veces se cumplen o son efectivas. En los
casos en que estas leyes e instituciones existen y la población conoce de ellas, pocas
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veces cumplen su cometido y por el contrario, las victimas de discriminación racial que
acuden a estas instituciones especializadas con frecuencia son sometidas a la
revictimización y la violencia institucional.

Autorreconocimiento, endorracismo y movimientos sociales

La discriminación racial también genera consecuencias y reacciones en quien la


experimenta, pero en la región gran parte de la población afrodescendiente reacciona
aceptando el estigma. Cuando se les consultó cómo se reconocen, el 69% se identificó
como parte de un grupo étnico racializado y tradicionalmente discriminado, sin embargo,
otra de las más frecuentes respuestas ante el racismo es el endorracismo; el cual puede
definirse como el racismo desde dentro, una autodiscriminación emanada del sujeto que
sufre y experimenta el prejuicio por su pertenencia étnico-racial, quien internaliza como
propia la discriminación que se le ha impuesto y la reproduce sobre sí, como también
sobre aquellos pertenecientes a su grupo étnico y racial.

Es posible considerar como prácticas endorracistas por ejemplo, cuando una persona
afrodescendiente intenta borrar de sí su herencia africana para lograr mayor aceptación
social y por tanto evitar el racismo; para ello, puede optar por el aclarado de la piel,
someterse a cirugías estéticas para modificar los rasgos físicos que visibilicen su herencia
étnica, la realización de tratamientos capilares como el desriz de cabello, la ocultación de
familiares con características y fenotipos racializados en el relato de su biografía, el
rechazo al autorreconocimiento étnico dentro de alguna de las categorías históricamente
discriminadas, entre otras.

Cuando se abordó este aspecto en la investigación el 61% de las personas


afrodescendientes encuestadas consideran que en su país existe endorracismo, el 57% ha
presenciado o sabido de la ocurrencia de algún acto de endorracismo, mientras que el
35% lo ha experimentado.

Pero otra de las respuestas de los sujetos ante el racismo, como forma de contrarrestarlo
será la incorporación a los movimientos sociales. No obstante, cuando se les consultó a las
personas afrodescendientes de distintos países de América Latina y El Caribe si
pertenecen a algún movimiento social que luche por los derechos de la población
afrodescendiente, sólo el 31% afirmó que sí. Además de ello existe mucho desencanto, el
49% de los encuestados considera que los intereses y necesidades de la población
afrodescendiente no se encuentran representados en los movimientos sociales que hacen
vida en su país.

Transformación social y erradicación de la discriminación

¿Pero cómo es posible erradicar el racismo en las sociedades latinoamericanas? En


primer lugar se hace necesario superar la visión inmediatista y asistencialista en lo que
refiere los actos resolutivos de la situación social de la población afrodescendiente y la
actuación ante la discriminación racial; específicamente mediante el diseño de políticas
públicas afirmativas, focalizadas e integrales, con alcance a corto, mediano y largo plazo,
que permitan minimizar las brechas existentes, así como, alcanzar mayores estándares de
equidad y justicia social.

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Para lograrlo se recomiendan como iniciativas, acciones y aspectos por atender:

ncorporar la perspectiva de etnicidad transversalizada por la perspectiva de género


en los planes, proyectos e indicadores impulsados por los gobiernos de la región.

Incorporar la variable étnica en los censos de población de los países de la región


que permitan diseñar de forma expedita planes de desarrollo dirigidos a los mismos.

Incentivar la investigación con perspectiva de etnicidad en instituciones de


educación superior públicas y privadas.

Reeducación y reaprendizaje de la historia, identidad y diversidad étnica en América


Latina y El Caribe, también denominada etnoeducación.

Incentivar el debate con perspectiva de etnicidad en las comunidades organizadas,


aunado al levantamiento y sistematización de sus necesidades y experiencias
específicas.

Elaborar, reeditar y divulgar publicaciones sobre las poblaciones afrodescendientes


y que aborden desde una perspectiva crítica el fenómeno de la discriminación racial,
que sirvan de referente a los Estados para el diseño de políticas públicas, pero
también para la sensibilización de la población en general sobre esta materia.

Diseñar programas de sensibilización permanente orientados a la deconstrucción del


racismo y el endorracismo, así como, desarticular los valores negativos sobre las
personas afrodescendientes.

Incorporar la perspectiva de etnicidad en el monitoreo de los discursos y


representaciones transmitidos y reproducidos sobre la población afrodescendiente
en los medios de comunicación.

Promover y facilitar el acceso y conocimiento de los instrumentos nacionales e


internacionales para la protección de las personas afrodescendientes y los derechos
protegidos ante la ocurrencia de hechos de discriminación racial.

Visibilizar la contribución de las poblaciones afrodescendientes en la construcción,


desarrollo y organización de la sociedad latinoamericana y caribeña.

Promover el autorreconocimiento étnico, así como, la valoración positiva de la


afrodescendencia.

Promover una mayor presencia de las personas afrodescendientes en el talento de


los medios de comunicación, lo cual permita a esta población (principalmente a los
niños, niñas y adolescentes) contar con referentes positivos con los cuales
identificarse.

Impulsar las iniciativas socio-productivas propuestas y desarrolladas por las


poblaciones afrodescendientes en sus comunidades.

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(*) Esther Pineda G es Socióloga, Magister Scientiarum en Estudios de la Mujer y Doctora
en Ciencias Sociales. Mención Honorífica egresada de la Universidad Central de
Venezuela. Fundadora de EPG. Consultora de Género y Equidad. Columnista en diversos
medios de comunicación venezolanos y extranjeros. Autora de los libros Roles de Género
y Sexismo en seis discursos sobre la Familia Nuclear,Racismo, Bellas para morir, entre
otros.

Región 42

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