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REALIDAD PROBLEMÁTICA

El primer día del mes de septiembre del año 2010, el recién instaurado Código de Protección y
Defensa del Consumidor introdujo con sus artículos 137 ° y subsiguientes, el “novísimo” Sistema
de Arbitraje de Consumo (SISAC) con la finalidad de establecer un mecanismo que permita
resolver de manera sencilla, gratuita y rápida los conflictos entre consumidores y proveedores,
dotando además de carácter vinculante a las decisiones arribadas en dicho mecanismo.

De forma complementaria, en mayo del año 2011 se promulga el Decreto Supremo N° 046-
2011-PCM, el mismo que constituye el Reglamento del Sistema de Arbitraje de Consumo. El
artículo 1.2 del citado cuerpo normativo expresa que “el Sistema de Arbitraje de Consumo tiene
por finalidad resolver con carácter vinculante y produciendo efectos de cosa juzgada, los
conflictos surgidos entre consumidores y proveedores en relación con los derechos reconocidos
a los consumidores.

Basado en los principios de sencillez, rapidez, gratuidad y voluntariedad; el Arbitraje de


Consumo se esbozaba como una alternativa al tradicional procedimiento administrativo de
INDECOPI, vislumbrándose a primera vista como un gran avance en la protección de los derechos
de los consumidores en el Perú, más aún cuando se tomaba en cuenta de que nuestro sistema
se había extrapolado casi sin cambio alguno de la legislación española, nación donde en sus casi
40 años, el Arbitraje de Consumo se ha erigido como un exitoso medio para tutelar los derechos
de los consumidores y armonizar las relaciones con los proveedores.

Sin embargo, lo que en un inicio parecía un futuro no muy distante, en la actualidad se ha


convertido en una idea lejana, casi en un sueño del sistema.

Y es que al día de hoy, el Sistema de Arbitraje de Consumo ha quedado en un estado de


animación suspendida, dónde su instauración, integración nacional y correcto funcionamiento
se han visto frustrados por diversas razones. En la actualidad no existe estadística alguna que
evidencia el número de arbitrajes que se han realizado en los 7 años de su vigencia, es más no
hay evidencia de que siquiera se haya llevado a cabo un arbitraje de consumo desde la
reglamentación del SISAC.

Esto último se puede explicar si se toma en cuenta que, desde un punto de vista estructural, el
sistema carece de falencias que han resultado ser perjudiciales y han retrasado de manera
sustancial su puesta en marcha efectiva a nivel nacional.

El primero de estos defectos es, como algo ya se ha mencionado, que se ha hablado que se
importó el sistema que tenemos en la actualidad. La intención de aplicar el ejemplo español, no
del todo malo, pero debe ajustarse a las necesidades de la sociedad y de lo que se tiene regulado.
Traerlo y querer seguir el ejemplo español, es bueno, porque ello nos abre a un mundo de
nuevas posibilidades, tanto para el sector empresarial como para el consumidor; sin embargo,
esa buena intención podría generar que se pierda y se vaya por caminos equivocados, y, en ese
mundo de posibilidades, que se transforme en un arma mortal.

Si bien dicho sistema ha probado ser efectivo dentro de la normativa española, España está en
el viejo continente, tiene otra población, otro PBI, otra estructura de mercado, otros
consumidores, y eso es totalmente diferente, además el sistema de arbitraje de consumo
español, que es el modelo que ha tomado el Perú, funciona allá porque en España no existe
autoridad administrativa, aquí si existe la autoridad administrativa y con ella un común
procedimiento sancionador, de manera que son sistemas totalmente diferentes en estructura,
contenido, visión y evidentemente, naturaleza.

El arbitraje de consumo se muestra en la experiencia internacional como una herramienta


poderosa para la solución de reclamos de consumo. Sin embargo, replicar el éxito alcanzado no
es cuestión de “importar” la legislación, sino de una voluntad gubernamental encaminada al
diseño de un sistema arbitral confiable no solo para consumidores sino también para
proveedores, pues, a diferencia de la jurisdicción de los órganos resolutivos del INDECOPI que
es obligatoria para las partes, el sometimiento al arbitraje de consumo es voluntario por
naturaleza, por lo que su empleo dependerá de la confianza de sus posibles destinatarios.

Es así que (debido a que se trata de una norma que no calza que la idiosincrasia y la realidad
peruana) desde su nacimiento el Sistema de Arbitraje de Consumo se ha convertido en el blanco
de críticas de diversas índoles, y no porque el arbitraje de consumo en esencia sea un
mecanismo nocivo per se, por el contrario dicho sistema bien implementado se presenta en
términos comparativos como un medio eficaz para la solución de reclamos individuales,
implicando para el Estado una mirada distinta a la forma tradicional en que ha concebido la
protección al consumidor que permitir que tanto los consumidores como los proveedores
internalicen sus actuaciones.

Dentro de las críticas que se le hace, es que se ha decidido erigir todo el sistema sobre la base
que representan las Juntas Arbitrales. Estos son los órganos constituidos al interior de las propias
entidades de la Administración Pública, entendiendo a estas como los gobiernos regionales y
locales donde se han constituido. Su labor esencial reside en organizar el Sistema de Arbitraje
de Consumo, a través de servicios meramente administrativos y de secretaría técnica a los
Órganos Arbitrales y, asimismo, de promoción entre los agentes del mercado y los consumidores
de su localidad.

Resulta problemático el hecho de que se haya considerado que las Juntas Arbitrales de Consumo
deben estar necesariamente adscritas a los Gobiernos regionales o locales, por la propia
problemática de la administración que ellos enfrentan; más aún cuando no se videncia ningún
criterio técnico por el cual estas deberían asumir dicho rol.

Debemos tener presente que la selección de estas entidades de la administración pública reviste
singular importancia, por cuanto en ellas se instalarán las Juntas Arbitrales con un doble
propósito: por un lado, organizar y promover el Sistema de Arbitraje de Consumo entre los
actores económicos (proveedores y consumidores, principalmente) de su localidad; y por otro
lado, ser la sede institucional de los Órganos Arbitrales, brindando a tal efecto los servicios
administrativos y de secretaría arbitral que correspondan.

En ese sentido, independientemente de quiénes sean los árbitros encargados de resolver los
conflictos derivados de relaciones de consumo, buena parte del éxito de este Sistema reposa en
la correcta selección y funcionamiento de las Juntas Arbitrales, así como en el cumplimiento
cabal de las dos funciones referidas en el párrafo precedente.

La gran pregunta es si habrá gobiernos regionales y locales a la altura de este encargo. En una
coyuntura donde observamos gobiernos regionales y locales fragmentados, con posiciones
reactivas frente al gobierno nacional, así como limitados e incompetentes en cuanto a llevar una
gestión pública eficaz, estimamos que la respuesta no será nada halagüeña.

Otro problema que observamos está referido a las personas que integrarán las Juntas Arbitrales.
De acuerdo con el artículo 5.4° del Reglamento “Las Juntas Arbitrales de Consumo estarán
integradas por su Presidente y un Secretario Técnico, cargos que deberán recaer en personal de
la entidad de la administración pública en la que se ha constituido dicha Junta”.

El Presidente y el Secretario Técnico de las Juntas Arbitrales son, a su vez, funcionarios o


servidores de la entidad. Ello conllevará una duplicidad de funciones. Esta partición del
funcionario público, además de restar eficacia al cumplimiento de las labores para las cuales fue
contratado, podría generarle inconvenientes o conflictos de interés frente a administrados que,
al mismo tiempo que tramitan licencias, autorizaciones u otros pedidos, son proveedores o
consumidores que llevan casos arbitrales en su sede.
Teniendo en cuenta que las Juntas Arbitrales nominan a los árbitros y tramitan los procesos
arbitrales de su jurisdicción, la capacitación de sus integrantes es primordial. La importancia de
esta capacitación se acrecienta en tanto serán las Juntas Arbitrales de Consumo quienes harán
las labores administrativas, operativas y de apoyo funcional en los arbitrajes de consumo.

El diseño del Código y del Reglamento, hacen de las Juntas Arbitrales de Consumo una suerte de
micro instituciones arbitrales dirigidas a la designación absoluta de árbitros y a la tramitación de
los procesos arbitrales de consumo. Las inquietudes sobre la preparación técnica y capacidades
operativas de estas Juntas, en el engranaje de un órgano administrativo del Estado, hace estimar
poca eficacia en su labor.

Sumado a lo mencionado debemos acotar que la realidad demuestra, pues así lo ha reconocido
el propio Indecopi en la norma que crea la Junta Arbitral de Consumo Piloto, que existe un
desinterés de dichos organismos en la implementación del SISAC. A la actualidad ningún
gobierno local o regional ha gestionado la creación de una Junta Arbitral adscrita a su entidad,
lo que ha llevado a Indecopi a tener que crear una junta piloto en su sede central en la ciudad
de Lima.

Preocupa que se haya optado por adscribir a las Juntas Arbitrales únicamente a los Gobiernos
regionales y locales. La razón, el desmanejo casi absoluto que vemos en dichas instancias de
Gobierno, en las que permanentemente advertimos conflictos internos, desorganización,
revocatorias de alcaldes, presidentes regionales y alcaldes fugados y presos.

De igual manera se ha criticado el hecho de que como cualquier servicio, la calidad del arbitraje
depende en gran medida de sus productores. Así, el sistema arbitral será tan bueno como lo
sean los árbitros encargados de tomar las decisiones. Y para tener buenos árbitros debe existir
financiamiento suficiente para pagar sus honorarios. De acuerdo al Reglamento, las entidades
estatales serían las encargadas de financiar el sistema. Entonces, estas deberán pagar los
honorarios de los árbitros. En este escenario, la calidad de los tomadores de decisiones
dependerá del tamaño de la partida presupuestal que las municipalidades y gobiernos
regionales les destinen. Ello parece preocupante.

Podría decirse que el principal escollo que debe superar el sistema arbitral es su sostenibilidad
financiera, que se dificulta por la gratuidad del arbitraje reconocida en el Código. Los gobiernos
regionales y locales, sede de las juntas arbitrales, son los convocados a financiar el sistema
arbitral en sus localidades o regiones, situación teóricamente factible para algunas regiones o
localidades en función de los fondos que tienen en reserva pendiente de gasto. Sin embargo,
esta posibilidad es remota y puede considerarse que la falta de Juntas Arbitrales es consecuencia
de lo mencionado.

Finalmente un problema que incluso resulta contradictorio de los principios del arbitraje en
general sería la falta de libertad que se ha otorgado a las partes para designar a su(s)
juzgador(es). Es intrínseco a la institución del arbitraje que las partes libre y voluntariamente
acuerden renunciar a la jurisdicción y competencia de los tribunales judiciales y se someten a la
decisión de un tercero denominado árbitro a fin de resolver extrajudicialmente sus
Controversias. En base a ello, las partes tienen como atribución, a ser ejercida bajo su
responsabilidad, la facultad de poder elegir al juzgador que decidirá su controversia.

La legislación emitida respecto del SISAC ha seguido el modelo de algunas legislaciones


comparadas, y no permite que sean las partes del conflicto quienes puedan, bajo ningún
escenario, designar ellas a sus árbitros, aun cuando esto pueda darse respecto de listas cortas,
toda vez que quien finalmente los designa será la Junta Arbitral. Esto significa que en ningún
caso podrá afirmarse que en este esquema el “sistema arbitral” que se ha creado tiene su
fundamento en la confianza que las partes depositan en su juzgador, pues ellas en realidad no
tienen mayor incidencia en su designación, aun cuando se pretenda alegar que esa “confianza
se genera” por el origen de los árbitros al provenir de listas propuestas por organizaciones de
consumidores o de proveedores. Sin embargo, a nuestro criterio, este diseño del SISAC le resta
o afecta la esencia misma de lo que constituye un arbitraje, en donde el poder del árbitro radica
fundamentalmente en la designación de las partes.

En consecuencia, la puesta en marcha del arbitraje de consumo necesita de una regulación que
haga atractivo el sistema a los proveedores y no los desincentive; de lo contrario, el arbitraje de
consumo difícilmente cobrará vida.

Resultaba lógico pensar en un primer momento que el arbitraje de consumo en el Perú podía
ser una hazaña frente a las comunes respuestas que vienen socavando progresivamente nuestro
actual Sistema de Resolución de Conflictos de Consumo. Sin embargo, para dicho propósito, es
preciso entender que esta institución no deberá escindirse de los planos esenciales de sencillez,
celeridad, vinculación, eficacia y accesibilidad. En el caso del arbitraje de consumo en el Perú,
nada fue así. Pues desde cada una de las prerrogativas que dicta su reglamento y directivas
adyacentes, terminó por convertirse en un sistema excesivamente burocrático, sobre el cual sus
consecuencias convirtieron a esta respuesta en compleja y poco expeditiva, lleno de inseguridad
—a partir de su cuestionable imparcialidad y neutralidad— y, asimismo, enmarcado en una falsa
ilusión de gratuidad que termina traduciéndose en altos costos de desarrollo y sostenimiento.
En la actualidad se evidencia que el sistema propuesto no llegará lejos en términos de eficacia;
y en un corto plazo, el Indecopi será testigo del fallo de su propio sistema, el cual dejará en
evidencia la renuncia del paladín por su causa, sin reparo del consecuente quebrantamiento de
su confianza frente al mercado, confinando al que alguna vez fuese un héroe hacia el sosiego
del olvido.

PLANTEAMENTO DEL PROBLEMA

¿En qué medida la regulación actual del Sistema de Arbitraje de Consumo Peruano permite
resolver de manera eficaz los conflictos entre consumidores y proveedores, y funcionar como
un mecanismo alternativo de solución compatible con el modelo económico y el sistema de
protección al consumidor peruano?

JUSTIFICACIÓN

El presente trabajo sustenta su elección y su razón de ser partiendo de la premisa de que todo
mecanismo alternativo de solución de conflictos orientado a resolver controversias en el ámbito
de protección al consumidor, debe cumplir con un fin y lineamientos que han sido expuestos
constantemente en la literatura internacional y la normativa de la misma índole.

De tal forma, la Asamblea General de las Naciones Unidas en sus directrices oficiales sobre
protección al consumidor (las mismas que funcionan como principios generales para todos los
países miembros - Resolución) prescribe que “se debe mejorar el acceso a los mecanismos de
solución de controversias y de compensación, incluidos los medios alternativos de solución de
controversias… los Estados Miembros deben velar por que los procedimientos de solución
colectivos sean rápidos, transparentes, justos, poco costosos y accesibles tanto para los
consumidores como para las empresas.”

Así mismo, la DIRECTIVA 2013/11/UE DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO plantea que
los países que incorporen el uso de Mecanismos Alternativos como el Arbitraje de Consumo
deberán velar por que estos cumplan con estar en posesión de competencias y conocimientos
especializados, garanticen la independencia e imparcialidad de los organismos arbitrales, que
cumplan con el principio de transparencia y libertad de elección, y que se desempeñen con
equidad y eficacia.
En ese orden de ideas, la relevancia de la presente investigación se evidencia en la forma de
impactos jurídicos, sociales y económicos. Nos referimos a impactos jurídicos por cuanto se
pretende realizar un análisis integral de la normativa que regula el Sistema de Arbitraje de
Consumo Peruano en aras de determinar si el mecanismo plasmado en las normas peruanas es
compatible con el modelo económico nacional. Los impactos económicos derivan de esta última
idea en el sentido que el objeto del SISAC es la resolución de controversias de relaciones de
mercado donde intervengan consumidores y proveedores, entendidas estas como resultado de
su interacción a través del juego de oferta y la demanda en un mercado donde prima la libre
competencia empresarial. Del mismo modo, será materia de análisis el impacto que (costos) que
produce dicho sistema en el mercado. El análisis a su vez acarreará impactos sociales por cuanto
el objetivo final del presente trabajo será determinar la eficacia del SISAC en la resolución de los
conflictos de consumo y, en consecuencia, su eficacia en la tutela de intereses y derechos de
tanto los consumidores, los proveedores y la sociedad en general.

Por otro lado, la utilidad la investigación será el aporte que se realice al pretender analizar la
compatibilidad de la legislación actual que regula al SISAC con el modelo económico actual, las
directivas y legislación internacional, y el sistema de protección al consumidor actual. Así como,
delimitar conceptos que requieren de precisión dogmática al haberse trasladado un sistema
completo de una legislación europea a nuestra realidad nacional. Adicionalmente, al analizar la
eficacia del mecanismo se procura destacar los problemas actuales de este con la intención de
que los mismos sean corregidos por el Estado.

Finalmente, la viabilidad del trabajo se justifica de forma temporal al tratar un tema


relativamente novedoso para el contexto peruano pero que tiene décadas de desarrollo en las
experiencias comparadas del derecho internacional, restringiendo el tema al espacio geográfico
que concierne al territorio y conceptualmente sobre el eje de análisis de la compatibilidad y
eficacia del SISAC; considerando además que el material doctrinario es de moderada
accesibilidad y si existen referentes para la realización del mismo.

HIPÓTESIS

LA REGULACIÓN ACTUAL DEL SISTEMA DE ARBITRAJE DE CONSUMO PERUANO ACARREA COMO


CONSECUENCIA UN MECANISMO ALTERNATIVO DE SOLUCIÓN DE CONFLICTOS INEFICAZ AL
MOMENTO DE RESOLVER CONFLICTOS ENTRE CONSUMIDORES Y PROVEEDORES, E
INCOMPATIBLE CON EL MODELO ECONÓMICO Y LA NORMATIVA DE PROTECCIÓN AL
CONSUMIDOR PERUANA.

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