Você está na página 1de 2

Sapo tiene miedo

Sapo tenía mucho miedo. Estaba metido en


su cama y escuchaba ruidos extraños por

Institución Educativa Leticia - Hora de la lectura “Leer por leer”


todas partes. El armario crujía y se oían
susurros por las cuatro esquinas del cuarto.
"Hay alguien debajo de mi cama", pensó
Sapo.

Saltó de la cama y corrió por el bosque


oscuro hasta llegar a la casa de Pata.
—¡Qué amable! me has venido a visitar —
dijo Pata—. Pero es un poco tarde y ya me
voy a acostar.
—Por favor, Pata —dijo Sapo—. Tengo
miedo. Hay un fantasma debajo de mi cama.

—Tonterías —dijo Pata riéndose—. Los fantasmas no existen.


—Sí existen —dijo Sapo—. Y el bosque también está embrujado.
—No tengas miedo —lo tranquilizó Pata—. Te puedes quedar conmigo. Yo no estoy
asustada. Y se acurrucaron juntos en la cama. Sapo ya no tenía miedo.
De pronto, oyeron rasguños en el techo.
—¿Qué fue eso? —preguntó Pata y se sentó de golpe.
Luego, escucharon unos crujidos en la escalera.
—iEsta casa está embrujada! —gritó Sapo—. Vámonos de aquí.

Sapo y Pata corrieron por el bosque oscuro.


Sentían que había fantasmas y monstruos por todas partes.

Llegaron jadeando a la casa de Cochinito y golpearon a la puerta.


—¿Quién es? —preguntó una voz soñolienta.
—Por favor, Cochinito, abre la puerta. Somos nosotros —gritaron Sapo y Pata.
—¿Qué pasa? —preguntó Cochinito enojado— ¿Por qué me despiertan a medianoche?
—Por favor, ayúdanos —dijo Pata—. Estarnos aterrados. El bosque está lleno de fantasmas
y monstruos.
Cochinito se rió. —¿Qué tonterías son esas? Los fantasmas y los monstruos no existen.
Ustedes lo saben.
—Mira tú mismo y verás -dijo Sapo.
Cochinito miró por la ventana pero no vio nada extraño.
—Por favor, Cochinito, ¿nos dejas dormir aquí? tenemos mucho sueño.
—De acuerdo —respondió el Cochinito, tengo una cama bastante grande y además yo nunca
me asusto. No me creo esas tonterías.

Así es que los tres se acostaron en la cama del Cochinito. "¡Qué bien", pensó la Sapo.
"Ahora no puede pasarnos nada."
Pero no conseguían conciliar el sueño porque se quedaron escuchando los misteriosos
rumores del bosque... ¡Y hasta el Cochinito los oyó!
Por suerte, se consolaron unos a otros. Repitieron en voz alta que no tenían miedo y nada
los asustaba y, al cabo de un rato, se durmieron de cansancio.
A la mañana siguiente, Liebre fue a visitar a Sapo. La puerta de la casa estaba abierta de par
en par, pero no se veía a Sapo por ninguna parte.
"¡Qué raro", pensó Liebre. La casa de Pata también estaba vacía,
—¡Pata. Pata! ¿Dónde estás? —llamó Liebre.
Pero nadie contestaba y empezó a preocuparse de que hubiera sucedido algo malo.

Institución Educativa Leticia - Hora de la lectura “Leer por leer”


Atemorizado, echó a correr por el bosque en busca Sapo y Pata, pero por más vueltas que
dio no encontró a sus amigos. "A lo mejor Cochinito sabe dónde están", pensó Liebre.
Llamó a la puerta de Cochinito, pero tampoco salió nadie a abrir, no se oía nada. Se asomó
por la ventana y vio a sus tres amigos en la cama, durmiendo a pierna suelta. ¡Eran las diez
de la mañana! Liebre llamó a la ventana.

—¡Socorro! ¡Un fantasmal —gritaron los tres amigos.


Pero enseguida vieron que era Liebre. Cochinito abrió la puerta y salieron todos fuera.
—¡Ay, Liebre! —le dijeron—. Hemos pasado mucho miedo porque el bosque está lleno de
fantasmas y monstruos terribles.
—¿Fantasmas y monstruos? —repitió Liebre, asombrado—. Pero si no existen.
—¿Cómo lo sabes? —contestó Sapo, furioso—. Debajo de mi cama había uno.
—¿Lo viste? —preguntó Liebre en voz baja.
—Pues no. —contestó Sapo—. En realidad, no lo he visto, pero sí lo he oído.
Los cuatro amigos estuvieron un buen rato hablando de fantasmas, monstruos y cosas que
daban miedo.
Cochinito preparó el desayuno.
—¿Saben una cosa? —dijo Liebre—. Todos tenemos miedo alguna vez.
—¿Tú también? —preguntó Sapo, sorprendido.
—Sí, sí —replicó Liebre—. Esta mañana me asusté mucho cuando creí que ustedes se
habían perdido.

Todos se quedaron callados, pensando en el miedo que habían tenido por la noche. De
pronto, todos se echaron a reír.
—¡Pero, qué cosas dices, Liebre! —exclamó Sapo—. No hay nada que temer, nosotros
siempre estamos aquí.

-Max Velthuijs

Você também pode gostar