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Inteligencia emocional para todos

de Antonio Galindo Galindo


El autor autoriza a difundir partes de este libro citando la procedencia. Muchas gracias

Indice de contenidos
¡Encantado de conocerte!
Antes de nada las presentaciones.
Capítulo 1. Emociones... hasta en la sopa
• ¿Sentimos todos lo mismo ante la misma cosa?
• Las 4 fases de todas las decisiones. Cirugía de una decisión.
• Conclusiones y problemas más frecuentes
Capítulo 2. Los nombres de las emociones. ¿Cómo se llama cómo estás?
• ¿Cómo te sientes ahora?
• ¿Qué no es una emoción?
• Conclusiones y problemas más frecuentes
Capítulo 3. De dónde vienen las emociones ¿Por qué tengo emociones?
• Lo que se pensaba y lo que se empieza a pensar
• La dependencia emocional
• Conclusiones y problemas más frecuentes
Capítulo 4. Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional
• La metáfora del ordenador: qué es el inconsciente
• Seis emociones para empezar
• Emociones, una a una
o La ansiedad o La tristeza o El
miedoo La rabia o El
aburrimiento o La culpa
• Conclusiones y problemas más frecuentes
Capítulo 5. Socorro... me hacen la vida imposible... ¿Por qué nos enganchamos con quien nos
enganchamos?
• ¡Despierta!, nadie te quiere fastidiar...
• Vivimos a la defensiva... Llegó el momento de presentarte al Ego
• ¿Cómo funciona el ego?
• ¿De qué está “rellena” la personalidad o ego de las personas?
• Otros secretos de cómo funciona el ego
• Secreto 1: ¿qué es la proyección?
• Secreto 2: los sistemas de defensa
• Conclusiones y problemas más frecuentes
Capítulo 6. Las emociones a través de la sombra
• ¿Qué personas “nos sacan de quicio”?
• ¿Por qué tenemos sombra?
• Conclusiones y problemas más frecuentes
Capítulo 7. No me aguanto más... Estoy desmotivado. Cómo funcionan la
motivación y la “desmotivación”
• Principios básicos de la motivación
• Las emociones que no hacemos conscientes nos alejan de n alto nivel de motivación
• ¿Te sientes víctima o responsable de lo que te sucede?
• La responsabilidad, clave de la automotivación
• Conclusiones y problemas más frecuentes
Capítulo 8. ¡Quiéreme, por favor! La adicción a la aprobación
• El círculo vicioso de las emociones. Cuando las emociones llegan a enfermar
• Las diez creencias que nos mantienen dependientes de los demás
• Creencias de la persona emocionalmente autónoma. Claves básicas de la
autonomía emocional
• Concepto de salud emocional
• Conclusiones y problemas más frecuentes
Capítulo 9. Resumen del programa de entrenamiento. Los 4 pasos para desarrollar la
autonomía emocional
Bibliografía

¡Encantado de conocerte!
Tras 20 años dedicado a apoyar procesos emocionales en empresas, familias, centros
educativos, parejas... el impacto de la inteligencia emocional no ha hecho sino empezar.
Cuando hace veinticinco años ya Daniel Goleman publicó su archi-conocida obra Inteligencia
Emocional, sentí que mi vida tenía mucho que ver con este universo. Aquellas palabras de
Goleman me hicieron cambiar de rumbo. Hasta la fecha me dedicaba a cantar. Cantaba en
musicales, en antologías de la zarzuela, en coros de teatros de ópera. Vivía (sin darme cuenta) en la
imagen del cantante y no cantaba desde algo esencial y profundo dentro de mí. Era más bien un
ejercicio compulsivo de necesidad de ser visto, de darme importancia, de destacar por encima de
otros. y no tanto de un canto libre y creativo. Curiosamente, el hecho artístico (tan supuestamente
asociado al culmen de la expresión personal y que muchos asumen cuando abandonan trabajos que
ya no les gustan) se convirtió para mí en una esclavitud que arrastraba desde años. Y era justo de lo
que habría de liberarme más tarde para ser y hacer lo que soy y hago ahora. El dedicarme a las
emociones fue mi despertar particular. Y desde entonces continúo investigando, compartiendo y
creando en este universo del corazón que no es sino mi manera de estar en el mundo.
Cambié partituras por libros y escenarios de teatros por comités directivos y cursos de
formación. Cambiaron las formas y sucedió que me sometí a todo tipo de terapias, cursos,
seminarios, libros. necesitaba sentirme, conocerme, saberme. Y desde entonces no he dejado de
compartir profesionalmente lo que voy aprendiendo. Por lo tanto, si me preguntas a qué me dedico
puedo decirte que a la integración de los seres humanos. Integrar quiere decir que mis intenciones
y mis sentimientos vayan a una, en un contexto social en el que la incongruencia y las auto-
mentiras se han normalizado.
Me doy cuenta de que los mal llamados “trastornos emocionales” tienen un denominador
común: la falta de congruencia personal o lo que es lo mismo, creer que podemos vivir fuera de
nosotros, sin hacer caso a lo que sentimos. De tal manera que este libro que ahora tienes en tus
manos te cuenta que en realidad, lo que sientes, tus emociones, no son setas que salen en el bosque
de manera espontánea, sino que te cuentan cosas, que tienen que ver contigo, que te están
susurrando tus siguientes pasos. En el fondo, este libro habla de que el “malestar emocional” es un
acto de traición a tu conciencia. Y te da herramientas para recuperar la integración personal.
Se trata de un viaje de regreso, no es de ida. Inteligencia emocional para todos es una manera de
volver al sentido común que vive dentro de ti.
Ojalá que lo disfrutes tanto como lo hice al escribirlo. Fue hace ya 13 años.Este librose publicó,
se reeditó, luego se descatalogó y ahora volvemos a lanzarlo.

Antes de nada, las presentaciones:


Enrique y Sandra serán los protagonistas del recorrido emocional de este libro. Los sucesivos
capítulos que irás leyendo se ilustran con múltiples casos, situaciones y problemas concretos de
estas personas, personas que como tú y como yo son de carne y hueso, tienen corazón, sienten
cosas, se relacionan, tienen problemas y viven su vida de la mejor manera posible.
En un libro sobre Inteligencia Emocional, que pretende desarrollar un posible camino para
llegar a ser emocionalmente autónomos, lo importante no es tanto plantear qué es lo que hay que
hacer para convertirnos de la noche a la mañana en personas emocionalmente inteligentes (que
también lo iremos descubriendo) sino aprender a mirar lo que hacemos en cada momento, partir de
nuestras vivencias, reacciones, de los prontos que tenemos pero sin ánimo de criticarlos. En
definitiva, lo importante es describir la manera que tenemos de enfocar las cosas que nos suceden
en el día a día.
Así pues los casos y las situaciones de vida de Sandra y Enrique que se van exponiendo a lo
largo del libro pretenden servir de “espejo” de nuestras propias reacciones, para ir descubriendo
cómo funcionamos emocionalmente, cómo nos sentimos nosotros ante los mismos problemas por
los que van atravesando estos personajes.
Como se suele avisar en las películas, cualquier parecido con la realidad de estos personajes es
pura coincidencia, si bien he querido plantear situaciones lo más reales posibles para hacer vivo y
patente el camino de llegar a ser emocionalmente inteligentes.
1

Emociones....hasta en la sopa
Objetivos del capítulo
• Reconocer que todas las situaciones de la vida involucran emociones
• Valorar que cada persona puede sentir cosas diferentes ante un mismo hecho
• Distinguir las fases que toda decisión implica
En la calle alguien te pide una moneda acercándose excesivamente a ti. Le dices que no llevas
nada pero la persona insiste y llega un punto en que no sabes qué hacer.
Miras las calificaciones de los exámenes y, ante un examen que pensabas que esperabas
suspender, te encuentras el título que dice “Aprobado”.
Media hora antes de la cita te llama con quien te habías citado esa noche para salir y te dice
que va a ser imposible quedar, que lo siente mucho pero que está cansado.
Vas a comprar el periódico pero en el kiosco no queda el que quieres. El vendedor te dice que
te lleves otro distinto.
En un momento en el que estás sin un duro metes la tarjeta en el cajero y te das cuenta de que
se te ha hecho un ingreso que no te esperabas.
Esperas a alguien hace media hora y, al llamarte al móvil, te dice que no va a llegar, que está
en un atasco lejos del lugar de la cita.

Al pasar por la carretera observas cómo un coche a toda velocidad atropella a un gato que, en
ese momento, intentaba cruzar.
Miras insistentemente a la persona que te gusta pero él o ella no cruza ninguna mirada
contigo.
En el día de tu cumpleaños recibes la llamada de una vieja amiga que hacía años que no
sabías nada de ella.
No hay cosa, no hay persona con la que te relaciones, no hay situación de la vida de cada día
que no lleve alguna emoción incorporada. Los hechos, las circunstancias, las relaciones con otros,
no son asépticos, no están vacíos de nuestro deseo, de lo que queremos que ocurra, de las
expectativas que depositamos en que suceda lo que queremos. Las emociones son como la huella
que pones a lo que ocurre, son las marcas vivas de que tú estás allí.
Las emociones son la firma de que eres tú quien está en una situación. Son la confirmación de
que existes y padeces, de que estás haciendo tuya la situación, de que eres el protagonista de tu
vida.
Las emociones nos anclan en la realidad. Sea agradable o desagradable una emoción que
sientes te está diciendo que lo que sucede ahí fuera no te deja indiferente, que lo que está pasando
tiene que ver contigo, te importa por lo que sea y en alguna medida.
¿Hay situaciones en las que no hay emociones? Podría responderse a primera vista que sí pero
permíteme llamarte la atención sobre el papel invisible y determinante de las emociones en los
aparentemente intrascendentes hechos de la vida. Por lo tanto, responder a la pregunta anterior
(¿hay situaciones en las que no hay emociones?) sería lo mismo que pensar que existen situaciones
en donde pasas desapercibido/a para ti mismo/a.. ¿Existen estas situaciones?. Mi hipótesis es que
no. Veamos.
Repasemos la primera hora de un lunes cotidiano de la vida de Sandra, a primera vista
intrascendente (está redactado en primera persona para que tú también deduzcas tus emociones en
cada uno de los momentos que se señalan):
Me levanto a las siete porque suena el despertador
Me voy a la ducha
Me preparo o tomo un café
Desayuno
Me visto
Cojo mis cosas
Salgo de casa
¿Hay emociones en todo este proceso? Por supuesto: desde que Sandra abrió los ojos, como tú
por la mañana, ya empezó a sentirse de una manera u otra: si durmió poco, mucho; si le duele algo,
si le apetece levantarse o no; mentalmente pudo repasar lo que le tocaba hacer, si es difícil,
comprometido, divertido o imprescindible... Y en la ducha... la prisa, la tranquilidad, el agua
demasiado fría o caliente,... Ya estás aquí Sandra, viva, presente, eres tú... ¿Y sabes en qué se
nota? En que sientes, sufres, te enervas, te alegras, te exasperas, estás tranquilo/a, te encolerizas, te
asustas o entristeces... Por lo tanto no existen situaciones sin emociones. Siempre te sientes de
alguna manera, en positivo, en negativo, en neutro si quieres... Pero tu nivel de involucración, tu
implicación en lo que haces viene marcado por lo que sientes.
Todas las situaciones involucran emociones. La cuestión es ser sensible a ellas.
Por lo tanto no hay hechos sin relevancia en la vida desde un punto de vista emocional. Otra
cosa es que tú no le des importancia, no lo valores como tal y quieras que pase lo más rápido
posible porque la situación sea desagradable o no te encuentres muy bien. Pero si vives, sientes.
Sólo que, como veremos más adelante, es tu mente la que quita o da importancia a lo que sientes.
La emoción te da los buenos días y te recuerda que eres tú quien firma cada una de las cosas
que haces. Tu sello, tu marca, el signo personal de tu vida está en lo que sientes. Es más, nada es
igual si tú no estás. O más bien que todo gira en torno a tu emoción. Que la manera en que sientes
determina cómo actúas en cada situación. Hay algo dentro de ti que te dice que estás despierto (o
dormido), participando de cada momento (sea en positivo o en negativo). Son las emociones...

¿Sentimos todos lo mismo ante la misma cosa?


Hasta que no las hacemos conscientes sentir emociones es algo aparentemente automático,
como inconsciente, sucede de repente, no se piensa, sino que puede darte la sensación de que se
produce independientemente de tu voluntad.
Ser emocionalmente inteligentes consiste en hacer consciente este proceso que, a primera vista
y falto de entrenamiento, parece fortuito y ajeno a nuestro control.
Pero vayamos por partes intentando responder, primero, a esta pregunta: ¿decides tú lo que
sientes?. Lo que te da rabia, lo que te pone triste, lo que te alegra... ¿de dónde surge?. ¿Por qué a
unos les pone alegre que llegue el fin de semana y a otros les da tres patadas en el estómago?
Veamos una situación concreta:
Sandra y Enrique con Sara y Jose son colegas de segundo curso de Económicas. Se conocen
desde el año pasado en el que habían iniciado juntos los estudios en la facultad. Hacen salidas y
excursiones juntos casi todos los fines de semana pero un lunes Enrique propone a Sandra salir
solos el fin de semana sin avisar a los demás. El jueves de esa misma semana se enteran Sara y
Jose de que, sin contar con ellos, Enrique y Sandra piensan marcharse. Sara, en ese mismo
momento, se siente ofendida, muy dolida y traicionada y no dice nada a nadie. Jose, ni corto ni
perezoso, llama a Enrique para decirle que quiere ir con ellos, que quiere saber si pasa algo
especial para que se vayan solos o si, por lo contrario, puede añadirse a la excursión.
Finalmente Jose se incorpora a la salida pero Sara, aunque la llaman para que se añada, dice
que no, que ya es tarde, y piensa (pero no se lo dice a nadie) que han cocinado algo a sus
espaldas y que no está dispuesta a consentirlo.
¿Cómo se siente Jose para llamar a Enrique? ¿Y Sara para decir que no va porque ya es tarde?
¿Por qué Jose llama a Enrique y Sara no lo hace?. ¿Qué hay en Jose que no hay en Sara? ¿O qué
valora Sara que no valora Jose?. Puedo pensar que Jose es un entrometido porque llama a Enrique
para apuntarse a la excursión sin permiso y que la reacción de Sara es lógica. O puedo concluir que
la postura de Jose es la más práctica y que Sara es rencorosa.
Evidentemente Jose y Sara tienen reacciones muy diferentes. ¿Significa eso que se sienten de
manera diferente? Por supuesto. Y ¿de dónde surge esa manera diferente de sentirse?, ¿son
decisiones conscientes?. En buena medida no. Las emociones, cuando aún no se ha reflexionado
sobre ellas, son como puertas abiertas que nos descubren aspectos de nuestra personalidad que
quizás no conocíamos. Por tanto, en muchos casos, como iremos viendo, son el resultado de
aspectos inconscientes de nosotros mismos.
No esperemos que, ante el mismo hecho, dos personas sientan de la misma manera. Una
muerte de un padre no afecta igual a dos hermanos, ni la ruptura de una pareja produce la misma
emoción en ambos miembros. Las emociones conectan a cada persona con su propia visión del
mundo, con aspectos conscientes e inconscientes que son particulares (subjetividad emocional).
Valga por ahora señalar que las causas que provocan emociones son personales para cada sujeto,
no responden a un patrón objetivo, y son valiosas e importantes para las personas en la medida en
que conectan con sus propias valoraciones y expectativas.

Las cuatro fases de todas las decisiones Cirugía de una


decisión
¿Has pensado alguna vez que el hecho de tomar cualquier decisión, por pequeña o ridícula que
parezca involucra una serie de fases o etapas? ¿Y que en cada parte sientes emociones diferentes?.
Comprar un piso o el periódico, quedar para salir con alguien, tener un hijo, saludar al vecino,
elegir trabajo o pareja... En todas y cada una de estas decisiones existen una serie de etapas que
están unidas y parecen que no pueda
n
descomponerse.
¿Cuántas emociones se pueden sentir en un minuto? Tantas como fases haya involucradas en la
decisión que tienes entre manos.
s Tanto pienso, tanto me emociono; tanto decido, tanto siento.
Te propongo hacer una disección al estilo de lo que los médicos-cirujanos hacen cuando
practican una intervención quirúrgica. Con el bisturí en mano podemos descomponer las
decisiones en, por lo menos, cuatro partes o fases. Tú puedes nombrar las fases a tu estilo,
sencillamente yo quiero compartir contigo las que yo percibo y aplicarlas al caso del ascensor con
el ánimo de identificar que las emociones están incrustadas, inevitablemente, en cada una de estas
fases:
1. COMUNICACIÓN
En el caso del ascensor corresponde al saludo que Enrique hace al vecino
2. DEFINICIÓN
Enrique se define volviendo a saludar al vecino y queriendo provocar el saludo del
mismo
3. ELECCIÓN
Enrique decide retirar el saludo
4. CONSECUENCIAS
Cuando el vecino saluda a Enrique éste, definitivamente, decide no saludarlo
Cuadro 1.1 Las cuatro fases de la decisión de Enrique
Observa esto: que en cada una de las situaciones de la vida en las que algo tenemos que decidir
existen, a grandes rasgos, estas cuatro fases. Es decir, siempre hay un momento para comunicarnos
(o dejar de comunicarnos con alguien). Pero lo importante es reconocer que toda decisión
involucra un momento inicial en el que la comunicación es la clave. Comunicar nuestra intención,
lo que queremos, éste es el objetivo de esta fase.
Luego viene la definición: en toda decisión nos tenemos que “mojar”, que definir, en algo se
juega siempre nuestro punto de vista. Tenemos que dar a conocer lo que pensamos. Y esta fase
suele implicar que nos comprometemos, que “damos la cara” al exterior (o evitamos darla), pero,
en cualquier caso, es una fase que nos compromete ante otras personas.
La etapa decisiva es la elección. La definición de la fase 2 se concreta en un posicionamiento
determinado: Enrique, en el caso del ascensor, elige no saludar al vecino. Toma posición, mueve
ficha en el “juego de ajedrez” de su vida. Elegir, además, implica renunciar. No lo puedo tener
todo. Si elijo estoy descartando otras opciones. Enrique elige retirar el saludo y descarta la opción
de volver a saludar al vecino independientemente de que éste no lo salude.
Finalmente, las consecuencias: toda elección implica nuevos hechos, tiene unas consecuencias.
En el caso de Enrique, aunque el vecino habla de repente, nuestro personaje ya había tomado la
elección y sigue fiel a ella.
Lo que Enrique hace, ¿es emocionalmente inteligente? Si tiene claro por qué lo hace y las
razones que lo llevan a hacerlo, sí. Pero si es ignorante a su propio proceso, a lo que siente y
piensa, no lo es. Por eso la fase de las consecuencias es fundamental entenderla como un momento
de “apechugar” con nuestra propia responsabilidad sobre la elección que hicimos en la fase 3. O
también como un momento para “arrepentirse” de la elección que tomamos en ese momento 3.
Pero no nos quedaremos aquí pues, en el siguiente capítulo, daremos un paso más adelante
añadiendo una columna a la derecha del cuadro anterior (ver cuadro 3 en el capítulo 2) en el que
introduciremos las emociones sentidas por Enrique. ¿Para qué? Para comprobar que cada fase no
es aséptica desde el punto de vista emocional sino que inevitablemente, cuando vamos pasando por
cada una de esas etapas, nos sentimos de tal o cual manera en la medida en que vamos decidiendo
cosas. Las decisiones, en sí, no son ni buenas ni malas, sino que tienen consecuencias y nos afectan
emocionalmente, precisamente por las consecuencias que tienen.
S No intentes ahorrar en decidir; lo emocionalmente inteligente es ser consciente
de cómo te sientes cuando decides y estar al “loro” de las consecuencias.
□ Conclusiones
1. Hagas lo que hagas hay emoción. Cada acción implica emocionarse. Todas las situaciones
son oportunidades para que haya emociones.
2. Cada cual siente cosas distintas ante los mismos hechos. Esto es así porque cada persona
tiene una manera particular de enfocar o percibir lo que sucede.
3. Las decisiones involucran fases que, aunque nos puedan pasar desapercibidas, van dando la
pauta de lo que sentimos. Estas fases las hemos denominado: comunicación, definición,
elección y consecuencias.

□ Problemas más frecuentes y cómo afrontarlos


Problema
Creo que, a veces, no tengo emociones.
Posible afrontamiento
Imposible. Será que no eres consciente, todavía no has desarrollado tu sensibilidad o pueda
parecerte duro reconocerlo. Sentir es recuperar la sensación, el agrado o desagrado de lo que te
está pasando. Atrévete a opinar sobre lo que haces, si te gusta o no, independientemente de que lo
tengas que hacer por obligación. Tras las obligaciones las emociones se suelen esconder
emociones desagradables.
Problema
Todo el mundo siente lo mismo ante, por ejemplo, que alguien le peque a un niño pequeño, así
que no es cierto que las personas sientan diferente ante los mismos hechos.
Posible afrontamiento
No niego que haya factores culturales en la interpretación de ciertos hechos que hagan que nos
sintamos de forma parecida y que las personas tengamos emociones similares debido a una misma
educación compartida. Pero atención a caer en la trampa de creer que todo el mundo siente lo
mismo ante la violencia a un niño pequeño. Habrá personas que sientan rabia, otras pena y otras se
alegren porque piensen que ello será una importante fuente de aprendizaje para el niño. A quien
piensa esto último podemos juzgarlo como inhumano, pero ese juicio no niega la evidencia de que
pueda sentir de manera diferente.
Te animo a preguntar a las personas qué sienten ante lo que para ti sea evidente que todo el
mundo ha de sentir lo mismo. Es una buena manera de empezar a familiarizarte con la subjetividad
emocional. Podrá parecerte mentira pero aprenderás que cada cual somos singulares, hijos de
nuestra madre y de nuestro padre.

Los nombres de las emociones.


¿Cómo se llama “cómo estás”?
Objetivos del capítulo
Diferenciar emociones de lo que no lo son
Nombrar emociones partiendo realmente de lo que sentimos
Reconocer que la emoción marca lo que queremos y lo que realmente deseamos
Observa el siguiente diálogo entre Sandra y Sara, tras el fin de semana de la discordia:
SANDRA: ¿Cómo estás, Sara?
SARA: Bien, ¿y tú?
SANDRA: Triste por lo que ha pasado entre nosotras... ¿Cómo te lo pasaste el fin de semana?
SARA: Bien... Por cierto ¿me trajiste los apuntes que necesitaba?
SANDRA: Ay, se me olvidaron... lo siento...
SARA: Claro... estuviste muy ocupada, ¿no?
Mi experiencia me hace pensar que, en situaciones sociales de poca profundidad o cuando no se
quiere entrar en compromiso con otras personas, cuando a alguien se le pregunta cómo está, no
dice cómo se siente verdaderamente, sino que tiende a responder, en la mayoría de los casos,
utilizando un cliché rutinario, algo que no hace referencia realmente a la verdadera emoción del
momento. Entonces las personas tendemos a responder con formulismos que no nos comprometen
y contestamos que bien; raramente que mal y, a veces, se suele decir regular. En realidad si
respondemos bien, mal o regular no estamos diciendo cómo estamos. Es como no decir nada o casi
eludir la propia pregunta “¿Cómo estás?”.
Si nos detenemos en el diálogo entre Sandra y Sara podemos incluso detectar que tras el “bien”
que Sara responde a Sandra existe una sutil manera de esconder la verdadera emoción de Sara: a lo
mejor Sara está fastidiada, rabiosa o molesta por no haber sido incluida en la excursión del fin de
semana, pero su primera tendencia es responder que... “bien”. ¿Por qué? Porque, a lo mejor,
comunicar su verdadera emoción le haría tener la desagradable sensación de querer “comerse” a
Sandra (y no se lo permite) o bien quiere “vengarse” de ella con silencio y distancia.
A la pregunta “¿Cómo estás?” podríamos responder con emociones puras tales como triste,
alegre, rabioso, tranquilo, ansioso, irritado, relajado... es decir, estos nombres sí que señalan
verdaderamente cómo estamos pues bajo las palabras “bien”, “mal” o “regular” en realidad
estamos escondiendo las auténticas emociones.
¿Ocultamos nuestras verdaderas emociones? ¿Queda mal expresar cómo realmente me siento?.
Mi hipótesis es que hay un importante factor cultural en el uso que de la expresión de las
emociones se hace. Contestamos “bien” o “mal” como manera de disimular, eludir o economizar lo
que sería la conexión con lo que verdaderamente sentimos.
Lo importante es reconocer en este punto que no nos permitimos ser honestos o auténticos con
lo que realmente sentimos ante otras personas, o sea, tenemos cierta tendencia a “manipular” con
las palabras lo que realmente sentimos. Hemos heredado y perpetuamos una importante carencia a
nivel educativo pues nunca se nos enseñó cómo se llamaba lo que sentíamos cuando nos quitaban
algo o cuando alguien nos dejaba por otro.
Y, como dice Goleman1 somos auténticos “analfabetos emocionales”, ajenos e ignorantes a las
emociones que cruzan por nuestra vida, pero, a la vez, esclavos de ellas.
Uno de los síntomas que creo caracterizan este “analfabetismo emocional” es la falta de
palabras para nombrar lo que siento o la falta de significado para, a veces, entender lo que me pasa,
sobre todo en las emociones mal llamadas para mí “negativas”: la rabia, furia o cólera que siento
ante alguien. Son emociones que -sin saber bien por qué- me las reprimo, las oculto, pero por
mucho que disimule ahí están, siempre al acecho...
Otra de las razones que pueden explicar que contestemos “bien” o “mal” ante la pregunta
“¿cómo estás?”, en vez de expresar la auténtica emoción, es que expresar emociones nos
compromete, nos sitúa en una profundidad a la que no estamos acostumbrados -ni quizás
dispuestos- a entrar. Veamos:
¿Te imaginas preguntarle al vecino del ascensor “¿Cómo está usted?” y que respondiese (en vez
de bien o mal) “estoy triste o muy contento esta mañana”. ¿O al quiosquero que te contestase...
“pues bastante ansioso”... Automáticamente y, por la falta de costumbre, casi entraríamos a
preguntar, “pero... por qué, qué le ha pasado...?. Con lo cual la conversación podría alargarse... Y
nuestro compromiso y grado de implicación habría aumentado en un cien por cien en cuestión de
segundos.
Así pues entraríamos en comunicaciones de otro nivel muy distinto al que mantenemos en
conversaciones cotidianas. Las expresiones emocionales auténticas se han reservado para
situaciones de intimidad o de terapia. Hablar expresando las propias emociones puede dar la
sensación de estar en el psicólogo a cada momento... Algo que socialmente no “queda muy bien”.
En las conversaciones del día a día (en el ámbito profesional, de estudios y familiares más
cotidianas) no se suelen usar los nombres de las emociones para referirse a cómo estamos. Un
psicólogo colombiano que se llama Luis Carlos Restrepo, en un pequeño pero fascinante libro que
se llama El derecho a la ternura2, dice que hemos perdido (en la forma de hablar) el enorme valor
que tienen las emociones. Las emociones siempre están presentes pero debajo, no se expresan
claramente, no se hacen uso de ellos de manera abierta.
El reto de ser emocionalmente inteligentes es empezar a reconocer qué emociones hay debajo
de mis aparente intenciones. Porque te entrego un secreto para empezar a conocerte algo más:

1 Goleman es el autor del libro Inteligencia Emocional, la persona que considero introduce este concepto tal y como lo
conocemos hoy día.
2 Está publicado en la editorial Península
No te pases películas: La verdadera intención no la marca lo que dices con la boca
sino lo que sientes.
Lo que Sara siente no es “bien” pero dice “bien”. Quizás se sentía rabiosa por lo que ella
interpretaba una traición de amigos. Su verdadera intención es distanciarse pero no lo dice.
Aprender a reconocer y nombrar sus emociones puede ayudarla a ser más auténtica y efectiva, y
así empezar a conseguir más lo que quiere.
Tomando nuevamente como referencia el caso del ascensor, en el que nuestro personaje
Enrique se vio implicado, vamos a añadir a cada una de las fases señaladas la posible emoción que
Enrique sintió en cada una de ellas.
Para ello primero necesitamos recuperar nombres de posibles emociones que te propongo
extraigamos de tu propia experiencia. Para extender e ilustrar nombres de emociones en un sentido
más amplio te propongo la siguiente guía (que no es exhaustiva) pero sí puede darte algunas ideas.
Entre tus propias palabras y las que aquí te sugiero podemos empezar a nombrar lo que sientes:
El cuadro de la página siguiente está dividido en una serie de subcuadros. Se han estructurado
cinco grandes grupos de emociones y dos grupos centrales: los celos y la envidia -que son mezcla
de las emociones primarias de los cinco grupos- y la culpa que es, como veremos, la madre de las
emociones. Sirva ahora el cuadro para el objetivo básico de este capítulo: nombrar emociones.
□ ¿Cómo te sientes ahora?
Apático Satisfecho

Encantado
Aburrido Entretenido
Escéptico Eufórico
Alegre

Enfadado Creativo Agobiado, angustiado


Rabioso Avergonzado
Encolerizado Ansioso Relajado
Irascible Nervioso Estable
Resentido Intranquilo Tranquilo
Confundido Inseguro Seguro
Frustrado, impotente
Deprimido Con voluntad

Miedoso Valiente Nostálgico


Melancólico
Temeroso Triste
Asustado

Cuadro 2.1 Los nombres de las emociones


Los nombres de las emociones. ¿Cómo se llama “cómo estás”?
Ahora identifiquemos cada fase del caso del ascensor del capítulo anterior (ver página )
con un posible emoción según las fue sintiendo Enrique, ¿te acuerdas?. Yo aporto mi visión a
partir de la lectura del caso pero tienes una segunda columna para que tú mismo/a
identifiques las emociones posibles a la luz del mismo caso:

FASE ¿QUÉ SIENTE ENRIQUE?

Mi Tu percepción
percepción

1. COMUNICACIÓN En el caso del ascensor corresponde al


Tranquilidad
saludo que Enrique hace al vecino

2. DEFINICIÓN
Ansiedad-
Enrique se define volviendo a saludar al vecino y queriendo Rabia
provocar el saludo del mismo

3. ELECCIÓN
Enrique decide retirar el saludo Rabia

4. CONSECUENCIAS Culpa-
Cuando el vecino saluda a Enrique éste decide no Saludarlo Ansiedad

Cuadro 2.2 Emociones por fases en el caso del ascensor

Quede de manifiesto, por lo tanto, que en cada fase de una decisión cualquiera las
emociones siempre están a la orden del día y que en el proceso de ser emocionalmente
inteligentes es recomendable reconocer estas emociones, que ahí están y marcan nuestras
verdaderas intenciones.

□ Ejercicio de aplicación a la vida real


Como no hay nada como la propia experiencia te sugiero aplicar lo visto hasta el momento a un
caso real tuyo. Piensa, por ejemplo en la última vez que alguien te gustó (estoy hablando de pensar
en una posible relación con alguna persona de tu entorno, que llegó a ser real o no). Puedes pensar
también en la búsqueda de un trabajo, en la ruptura con un colega... Lo importante es que extraigas
tus emociones sobre las 4 fases aplicándolas a una decisión real tuya.
Te propongo utilizar el cuadro 4 de la siguiente página. Como verás este cuadro tiene tres
columnas. En la primera se te pide identificar la emoción de cada una de las fases, cosa que ya
hemos realizado en el caso anterior.
La segunda añade los pensamientos de cada una de las fases, o sea, qué fue lo que en cada una
de ellas se te cruzó por la cabeza (como veremos más adelante emociones y pensamientos están
muy relacionados). No te censures y, sin analizarlo mucho, escribe en esta segunda columna qué
ideas tenías cuando pasaste por cada una de las etapas.
En la tercera columna se te pide plasmar lo que crees que pasó. No es lo que sentiste ni lo que
pensaste (que ya lo habrás escrito en las columnas anteriores) sino señalar los hechos, datos y
cosas que ocurrieron en cada una de las fases de tu decisión.
Este ejercicio puedes aplicarlo a tantas decisiones personales como quieras. Podrás ir
comprobando cómo puedes tener emociones parecidas en alguna de las fases e irte dando cuenta de
qué parte de la decisión te cuesta más, en cuál te desenvuelves mejor emocionalmente y en dónde
sueles “patinar”. Hay personas, por ejemplo, que, en la fase de elección tienden a sentir ansiedad
de manera más frecuente. O miedo a la hora de definirse. También hay quienes, en la fase de
consecuencias, muestran cierto arrepentimiento de lo hecho en las fases anteriores (emoción de
culpa), porque no acaban de estar satisfechos o se
lamentan de no haber elegido mejor... En fin, prueba a hacer tuyo el ejercicio y a irte conociendo
emocionalmente a través de tus decisiones.

□ Fases implicadas en una decisión propia


Emoción ¿Qué ha
¿Qué he pensado?
sentida pasado?

1. COMUNICACIÓN ¿Te
comunicaste o no? ¿Cómo lo hiciste?

2. DEFINICIÓN ¿Te definiste?


¿Diste a conocer tu punto de vista?
¿Te “mojaste”?
3. DECISION EN SI o ELECCIÓN
¿Qué elegiste?
¿A qué renunciaste?

4. CONSECUENCIAS ¿Qué pasó


como consecuencia de tu elección?

Describe la decisión: _____________________________________________________

Cuadro 2.3 Aplicación de las 4 fases a un caso real del lector

□ ¿Qué no es una emoción?


Más que definir qué es una emoción considero más oportuno identificar lo que no lo es. Para
ello seguiremos revisando casos reales y cotidianos en donde se pone de manifiesto cierta
confusión para identificarlas.
Ya sabemos que “bien” o “mal” no se refieren a estados emocionales propiamente dichos. Por
eso, si queremos conocer la emoción real de alguien (o la tuya propia) más que utilizar el simple
“¿cómo estás/estoy?”, podríamos preguntar “¿Cómo se llama cómo estás/estoy?. Así podemos
empezar a identificar de manera más concreta los nombres de las emociones y lo que es más
importante, podemos empezar a conectar con lo que verdaderamente sentimos para ir descubriendo
realmente lo que se está cocinando dentro de nosotros mismos.
Este es un ejercicio que te recomiendo al inicio del entrenamiento emocional. Comienza a
utilizar esa pregunta a lo largo de la primera semana de trabajo: “¿Cómo se llama cómo estoy?”.
Pero para afinar aún más en la investigación de las propias emociones es necesario distinguir
entre emociones y expresiones mentales. Verás cómo, en la vida cotidiana, existe una gran
confusión entre ambos conceptos. Analicemos el siguiente caso para ilustrarlo:
La cena
Justo una semana después de la excursión en la que Sara no participó, Enrique habló con sus
padres para organizar una cena en su casa (como otras veces) e invitar a los tres amigos de
siempre. Todos vinieron y, en un momento de la misma, esto es lo que sucedió. He subrayado las
“supuestas emociones” disfrazadas de expresiones mentales:
SARA: (Mirando a Sandra) ¡Vaya con la parejita!... ¡Qué callado se lo tenían!...
SANDRA: ¿A qué te refieres, Sara?
SARA: Encima debo parecer estúpida... ¿A santo de qué te haces la nueva?... Estoy muy
cansada de que nos utilicéis a Jose y a mí para disimular que estáis enrollados...
JOSE: Uy, uy... no me metas en tus problemas emocionales, Sara...
SARA: ¿Yo, problemas emocionales...? Pues anda que tú con esa cara de sentirte una víctima
ante estos dos...
ENRIQUE: (Mirando a Sara) Y tú... ¿cómo te sientes?
SARA: ¡Me siento esclavizada por vosotros dos! (señalando con un dedo a Enrique y Sandra)...
¿Tú no Jose?
JOSE: Hombre, yo, a veces, me siento algo utilizado. A lo mejor tiene razón Sara cuando dice
que no sois claros con vuestra relación y nos metéis en medio...
SANDRA: La verdad es que me siento ofendida con esto que decís pero creo que está bien que
lo hablemos...
SARA: Habla tú, que yo estoy harta de ser siempre la que se da cuenta de las cosas.
Estoy cansado... no es una emoción Sentirme una
víctima no es una emoción Sentirme esclavizado no es
una emoción Sentirme utilizado... tampoco Tampoco
lo son sentirme ofendido o estar harto
Si somos fieles a lo que representan y designan las emociones (lo que sentimos) estar cansado o
harto son metáforas, ejemplos, pero no muestran emociones puras. Son como una sutil manera de
no responder y de no contactar con lo auténticamente emocional. Utilizamos estas frases
escondiendo la real emoción: ¿Qué se quiere decir cuando alguien dice estoy cansado o estoy
harto?. Evidentemente no podemos generalizar (pues cada cual tendrá su propia emoción debajo)
pero observa esta conversación entre Sandra y Sara para empezar a ver lo que pueden esconder las
palabras de Sara:
SANDRA: ¿Y por qué estás harta d darte cuenta de las cosas?
SARA: Porque siempre tengo que ser yo la que ve lo que hay
SANDRA: ¿Y eso te molesta?
SARA: Hombre, claro, estoy hasta el moño de hacerte de psicóloga
SANDRA: O sea, que más que harta te fastidia SARA: Joder, claro, ¿tú
qué harías en mi lugar?
SANDRA: Si tanto me molestara... no te haría a ti de mamá...
O sea, que Sara, más que harta está molesta, fastidiada, rabiosa y angustiada, y, en cambio, dice
con la boca “estoy harta”. Como puede decir “estoy cansada” escondiendo que en realidad está
resentida, ansiosa o tiene miedo de algo...
Una vez mi madre me dijo que estaba “cansada de tanto luchar”. Yo le pregunté que, si estaba
cansada... por qué no dormía más por las noches. Me respondió que dormía bien... Entonces -le
dije- ¿de qué estás cansada?... Me respondió que de tirar de tantas cosas hacia delante... Yo insistí
diciéndole que por qué tiraba de tantas cosas y me dijo que si ella no lo hiciera no lo haría nadie...
Entonces le dije: “A lo mejor, más que cansada estás agobiada de que nadie te ayude y ha llegado
el momento de, bien pedir ayuda a otros o bien dejar de hacer tantas cosas por los demás”. Me
miró y me dijo que quizás... La última vez que la ví me dijo que había iniciado un proceso de ir
más “ a su bola” y que ello había tenido efectos positivos en su entorno.
¿Qué emoción sentimos realmente?, ¿qué queremos decir cuando decimos “me siento
utilizado”? Te propongo que traduzcamos las expresiones anteriores que no son emociones sino lo
que denominaremos expresiones mentales:

DIGO... CUANDO EN REALIDAD QUISIERA DECIR...


(Expresiones mentales) (Emociones)

Siento una rabia infinita


Estoy cansado
Siento miedo de decir lo que pienso
Sentirme una víctima
Me siento agobiado de tanta responsabilidad
Sentirme esclavizado
Sentirme utilizado Siento ansiedad de no saber poner límites
Sentirme ofendido Estoy Me fastidia y enfada algo
harto
Me siento angustiado de no soportar tal situación

Cuadro 2.4 Traducción de expresiones mentales en emociones

Observa qué curioso: en la vida cotidiana se esconden las emociones, se utilizan


expresiones “mentales” que no nombran ni dicen de verdad cómo nos sentimos cuando, en
el fondo, nos sentimos de una manera que, por la razón que sea, no queremos dar a
conocer. O sea, que estoy fastidiado o agobiado, pero, a la hora de expresarlo a otros,
utilizo un “disfraz” de lo que realmente siento. ¿Por qué? ¿Por qué no abordamos la
emoción de manera clara y directa?. Mi punto de vista es que la emoción nos hace
auténticos y ser auténticos nos hace vulnerables. El ser humano, si algo rechaza, es mostrar
su vulnerabilidad ante otros. Al mostrar nuestras emociones puede parecer como que
entregamos al otro nuestras armas, podemos tener la sensación de que “pueden pisarnos”,
de que pueden aprovecharse de nosotros... de que es ridículo ir por la vida mostrando lo
que sentimos (puede incluso tener connotaciones de blandenguería, debilidad o
afeminamiento)... pero nada más lejos de la realidad.
Ocultar o disimular las emociones te hace un ignorante de tus propias necesidades.
Con ese ocultamiento y ese disimulo emocional en realidad lo que consigo, poco a poco, es
desconectar de mis verdaderas necesidades, de lo que quiero y cómo quiero ser tratado por otras
personas. Si no empiezo por reconocer (y, en su caso, expresar) lo que siento nadie sabrá como
quiero que se me considere. Pero además de ser un vehículo de comunicación con otros, nominar
las propias emociones sin disimulo me hace más consciente sobre quién soy yo, es un poderoso
instrumento de comunicación conmigo mismo (la primera fase de ser emocionalmente inteligente)
porque me ayuda a descubrir necesidades que a lo mejor no me reconocía: quizás tengo una
tendencia excesiva a ayudar a los demás y no me he dado cuenta de que “me siento agobiado” y de
que nadie sino yo mismo soy el responsable de eso. O quizás, si empiezo a nombrar mis emociones
como tales, me enteraré de que cada vez que hablo con cierto colega la conversación me produce
una rabia enorme porque no atino a expresar mi punto de vista.
Si te sientes ridículo o no sabes para qué sirve nombrar las emociones comprueba si te está
preocupando la imagen que puedas estar dando a tus colegas, familiares o amigos. En el fondo
puedes, a lo mejor, percibir cierta sensación de aparente debilidad que este entrenamiento
emocional puede producir al principio. Pero te cuento un secreto: mostrar la propia vulnerabilidad
al mundo supone la máxima fortaleza, es el signo mayor de fuerza. Porque quien no tiene nada que
esconder no tiene nada que perder. Y nuestra sociedad está fundamentada en el miedo a la pérdida
y, por lo tanto, tiende a esconderlo todo.

□ Conclusiones
1. Hagas lo que hagas la emoción te cuenta lo que realmente sientes y quieres.
2. La verdadera intención no la marca lo que dices con la boca sino lo que sientes.
3. Decir “estoy bien o mal” es no decir nada.
4. Nombrar emociones (para mí mismo primero, como ejercicio personal) es la primera fase de
este entrenamiento emocional.
5. No es lo mismo una emoción que una expresión mental.
6. Máxima debilidad = máxima fortaleza.
7. Muéstrate al mundo tal y como eres.

□ Problemas más frecuentes y cómo afrontarlos


Problema
No sé para qué sirve ponerle nombre a las emociones, es ridículo e innecesario
Posible afrontamiento
Los nombres sólo pretenden distinguir tu verdadera intención de la intención de otras personas.
Es un mecanismo para que personalices lo que quieres y para ir acrecentando la sensibilidad hacia
tus propias necesidades. No importa que otras personas desconsideren lo que sientes. Lo
importante es que tú sí sepas lo que sientes ante lo que te sucede. A medida que pongas nombres a
lo que sientes irás descubriendo que no te convencen las mismas cosas que a otras personas, irás
poniéndole nombre a lo que te gusta o lo que no te gusta y podrás ir viendo que, lo que quieres,
tiene un claro camino para conseguirlo. Por lo tanto, nombrar emociones es el primer paso para el
logro de tus propios objetivos personales.
Problema
¿Es lo mismo una emoción que un sentimiento?
Posible afrontamiento
Depende de los autores. Algunos consideran que son palabras sinónimas y otros que hay
diferencias entre ambos conceptos: una corriente en uso señala, por ejemplo, que la emoción es
más corta y fugaz y el sentimiento más estable y largo en el tiempo. Existen, por lo tanto,
diferentes versiones sobre esta pregunta.
En este libro usaremos la palabra emoción en todos los casos. Con ello haremos referencia a lo
que sentimos ante alguna situación o persona.
Problema
No distingo entre emoción y expresión mental
Posible afrontamiento
La emoción hace referencia al ámbito del sentir. La expresión mental es más intelectual y
metafórica. Mi sugerencia es que practiques con las emociones del cuadro 2 de este capítulo hasta
que encuentres un modo personal en el que lo que sientes tenga realidad para ti y verdaderamente
vayas conectando con tus propias sensaciones. Date tiempo. Observa cómo hablamos las personas
y cómo dejamos de decir lo que sentimos -cuando estamos sintiendo- y cómo evitamos conectar
con esa sensación interna que habla en nosotros.
3
De dónde vienen las emociones.
¿Por qué tengo emociones?
Objetivos del capítulo
• Reconocer que las causas de las emociones son los pensamientos.
• Distinguir entre diferentes niveles de realidad.
• Identificar que la dependencia o la autonomía emocional son estados de la mente.
Son las tres de la madrugada. Bastante frío en la calle. Es un lunes cualquiera y se lo temía
pero no ha podido evitarlo. A Sandra se le ha hecho tarde para volver a casa. Estuvo estudiando
con Sara pero ésta no quiso acompañarla. Ahora dice que siente rabia por todo lo sucedido y que
aún no se le ha pasado.
Va por una calle casi sin luces, ansiosa por llegar a casa. No hay taxis esa noche. No se sabe
por qué todo le sale en su contra: no hay metro, tiene sueño, no hay quien la acompañe. Está algo
agobiada porque no ha sabido pedirle a Sara quedarse a dormir en su casa. Se lamenta por dentro
porque a Sara se le podía haber ocurrido invitarla a dormir pero las cosas no están aún como
para grandes concesiones.... También pensó en llamar a Enrique pero se _preocupó pensando que
era tarde para molestarlo.
Nerviosa, tensa y con frenéticas ganas de llegar ha apresurado el paso para llegar antes. Pero
aún falta un poco. No hay nadie en la calle. Empieza a pensar que quién va a haber a estas horas,
que sólo se le puede ocurrir a ella y ahora que lo ve, se siente culpable de haber cometido tal
irresponsabilidad.
Justo a 50 metros de la puerta de su casa escucha voces de hombres que parece están cerca
del portal donde ella vive... Al irse acercando, no sabe por qué, empieza a sentir un miedo atroz
que no se le quita. ¿Querrán robarle?, ¿qué harán ahí? ¿seránpeligrosos?... Sus pensamientos se
han acelerado y la angustia crece por momentos...Ya ve al grupo: se trata de chicos que hablan
dando voces y ella piensa en cambiar de acera pero no lo hace. El agobio y el temor crecen dentro
de ella pero se atreve a pasar por delante mientras alguno de los chicos le pide un cigarro pero
ella ni contesta ni se detiene. A cinco metros de su casa percibe que el chico del cigarro la
persigue, pero ella no se da la vuelta sino que acelera el paso sin apenas atinar, temblorosa, a
encajar la llave en la cerradura. El chico la llama, le dice “Oye ”... Y ella justo acierta a girar la
llave cuando éste le toca en el hombro... “Uahhhhh”, grita espantada.... Y el chico, sorprendido,
deja caer el guante de Sandra diciendo: “Se te había caído esto”...
Como puede verse el trasiego de Sandra a las tres de la madrugada pone al rojo vivo muchas
emociones (subrayadas nuevamente en el texto), algunas semejantes entre sí, que van creciendo
hasta llegar al espanto de sentir que alguien -que ella no espera- le ponga la mano en el hombro.
¿Cuál es la causa propiamente dicha de que Sandra tenga estas emociones? ¿Cuál es la causa
del miedo, de la angustia, de la alegría o la frustración? Aunque las distintas escuelas psicológicas
tienen teorías diversas al respecto yo quiero ofrecerte la explicación que da una corriente que parte
del psicólogo americano Albert Ellis puesto que concuerda directamente con el planteamiento
general que estoy haciendo.
Aunque parezca mentira este autor dice que la causa o la razón de que tengamos emociones es
algo que hemos tenido que pensar. O sea, la causa de la emoción es el pensamiento. Sandra, como
puedes ver en la situación de la madrugada no para de darle vueltas a su cabeza. Primero, se agobia
pensando que quizás Sara se puede molestar si le pide quedarse a dormir. Luego se preocupa
porque vaya a molestar a Enrique si lo llama tan tarde. Después se siente nerviosa posiblemente
porque piensa que puede pasarle algo en la calle, y culpable porque se arrepiente de haberse
quedado hasta tan tarde y no haber sido más responsable.
Y atención porque se complica la cosa: siente miedo, no al sentir las voces, sino al pensar que
pueden robarle, que los hombres pueden ser peligrosos o que algo han de hacer ahí para estar a
esas horas hablando a voces... Como puedes ver son los pensamientos de Sandra los que le hacen
sentir emociones. Más que las cosas que pasan son sus “comecocos”, las películas que se va
pasando mentalmente las que van haciendo que se tense y angustie. Hasta el punto final en el que
le llega el espanto al ser tocada porque quizás piensa que pueden hacerle daño.
No estoy negando el valor de ser cautos y creo que muchas personas, a las tres de la
madrugada, a lo mejor sentiríamos emociones parecidas a las de Sandra ante los mismos hechos.
Mi intención es resaltar una clave básica para ser emocionalmente inteligentes: ya sea en Sandra,
en ti o en mí, no son los hechos ni las situaciones en sí mismas las que producen emociones sino
nuestra forma de enfocar los hechos, o sea, lo que percibimos, pensamos y proyectamos en las
cosas que nos suceden. Sobre todo porque, como puede verse, el chico que persigue a Sandra sólo
quiere devolverle el guante y el resto es película de Sandra. ¿Quiere eso decir que podemos fiarnos
de todo el mundo? No tiene por qué. Pretendo ilustrar sencillamente que somos responsables de lo
que sentimos y que lo que sentimos nos lo provocamos nosotros mismos pensando (a través de
experiencias anteriores, - ya sean de peligro, de desconfianza o de bienestar- a través de lo que
pensamos e interpretamos sobre lo que vemos).
S No son los hechos ni las situaciones en sí mismas las que producen emociones
sino nuestra forma de enfocar los hechos, nuestra manera de pensar.
□ Ejercicio de aplicación a la vida real
Piensa en alguien que sientas que “te asusta”, en una situación que creas que “te pone
ansioso/a” o en un trabajo que percibas que “te fastidia”. Tráelo a tu mente en este instante.
Primero localiza las emociones: ¿verdad que te sientes de una determinada manera? Bien,
sigamos...¿Crees verdaderamente que la emoción que sientes e a causa de esa persona, situación o
trabajo?
Quizás te parezca increíble lo que te propongo pero si empiezas a darte cuenta de que tu
emoción es tuya y tiene que ver más contigo (cómo piensas que son la persona, el trabajo o lo que
sea) que con la persona real, el trabajo o la situación... entonces empezarás a desprenderte del
poder que tienen los demás sobre ti. Es más, a la larga y si practicas, te irás dando cuenta de que
las personas no son como creemos que son sino como nosotros percibimos que son.
La persona, la situación o el trabajo no te producen emociones en realidad. Eres tú quien te
produces emociones a ti mismo/a pensando. Aprovecha para identificar lo que piensas y juzgas de
la persona, la situación o el trabajo y escríbelo. Empezarás a comprobar cómo, en realidad, si
pensaras de otra manera sobre las mismas cosas te sentirías diferente a como dices que te sientes.
Si me pongo en la piel de Sandra a las tres de la madrugada en realidad soy yo quien me asusto
a mi mismo pensando que el grupo de hombres que Sandra vió puede robarme. A lo mejor sucede
que me roban pero observa que no fue así (nadie robó a Sandra, aunque podría haber pasado). Lo
importante es ver que la causa de mi miedo no es el robo en sí (dado que no se produjo en el
momento en que el miedo se inició) porque no puedo olvidar que el miedo lo empecé a sentir un
rato antes, cuando escuché las voces de los hombres. Por lo tanto soy yo el autor del miedo a
través de mis pensamientos. Una cosa es el miedo y otra lo que pueda pasar de verdad, son dos
cosas diferentes aunque se den en el mismo momento. Y ahí está el problema: que como se unen
en tiempo y espacio parece mentira que la causa de lo que siento sea que he pensado algo, a veces
de manera automática o casi imperceptible, pero algo he tenido que pensar si alguna emoción he
sentido.
S No luches con las emociones, no quieras quitártelas. Las emociones se
manejan reconociendo los pensamientos que las mantienen. El pensamiento sí
puede cambiarse.
¿Estoy queriendo decir que no existe el peligro? No exactamente. Quiero llamar la atención
sobre el hecho de que el peligro es subjetivo -porque es siempre percibido-, o sea, existe en los
pensamientos de las personas, no es algo ajeno a los seres humanos sino que se produce en la
mente (responde a nuestras creencias, a nuestras experiencias anteriores, a nuestras expectativas)
pero no es algo objetivo, pues algunas personas perciben riesgo o peligro ante unas situaciones y
otras no.
Y con otros temas también sucede lo mismo -quien nos cae bien o mal, lo que nos pone de mal
humor, lo que nos aburre... todo depende de los propios pensamientos.

□ Lo que se pensaba y lo que se empieza a pensar


En el fondo lo que estoy haciendo es romper un hábito o tendencia en la propia manera de
pensar con el objetivo de convertirnos en personas emocionalmente inteligentes. Existen dos
creencias básicas sobre la causa de las emociones: la tradicional y la del enfoque de la Inteligencia
Emocional propiamente dicha. Observa el cuadro siguiente:
Idea tradicional Creencia básica de este enfoaue:

Sandra... me irrita La causa de la emoción es la

situación, me siento así a causa de

Situación ---------------- ► Emoción

que las personas o las situaciones

son como son

Enfoque Inteligencia Emocional

Creencia básica de este enfoque:

Lo que pienso de Sandra... La causa de la emoción es lo que he

w pensado y pienso (mi percepción) de

Situación —\J ► Emoción la persona o la situación. Para otra

Pensamiento persona será de otra manera.

Cuadro 3.1 Dos modelos sobre la causa emocional


O sea, desde la idea tradicional la tendencia es pensar que Sandra “me da vida”, Jose
“me exaspera”, Enrique “me saca de mis casillas”.... son los demás la causa de mi
sufrimiento o de mi alegría. Es decir, que mi emocionalidad depende de los demás, ellos
son la causa de que yo me encuentre bien o mal. Soy una marioneta que pende del hilo de
que ellos “me traten” como yo espero ser tratado.
Si te sientes mal es porque piensas mal.
La emoción cambiará si cambia tu modo de ver las cosas.
Desde el enfoque de la Inteligencia Emocional es mi manera de ver la relación con
Sandra, lo que yo permito, consiento, tolero lo que me hace sentirme de una manera u
otra. Entre la situación (cómo es Sandra) y la emoción está lo que he pensado sobre ella.
No es Sandra quien “me da vida” sino los pensamientos que tengo sobre la relación con
ella, como tampoco Enrique “me puede sacar de mis casillas”, sino que son mis
pensamientos
sobre Enrique los que producen agobio o rabia... No son las personas o las situaciones las que
causan mis emociones sino que soy yo quien, a través de mi forma de enfocar y de pensar sobre las
relaciones o situaciones, se siente así. Por lo tanto, desde este enfoque no dependo de los demás
para sentirme de este o aquel modo. Y ello quiere decir que puedo sentir emociones negativas pero
sitúo la causa en mi mismo, en mi pensamiento. Evidentemente puedo pueda decir a los demás
cómo quiero ser tratado, pero la diferencia es que lo puedo expresar y, si no se produce, elijo estar
en otro lugar. Lo que espero lo comunico y, si no se cumple, puedo bien cambiarlo o bien cambiar
mi propia situación.
Desde la idea tradicional estamos condenados a que las personas cambien para que cambie la
emoción que sentimos a partir de ellas (lo cual casi nunca sucede pues podemos pasarnos la vida
ilusionados o exigiendo que alguna cosa o persona cambie sin conseguirlo). Este, como hemos
señalado más arriba, es un enfoque de dependencia emocional. Desde el enfoque de la Inteligencia
Emocional es mi manera de ver la situación o de pensar sobre la persona lo que se puede cambiar.
Al ser mis creencias algo que depende de mí e involucrar mis pensamientos sí que estos
pensamientos y creencias pueden cambiarse. No hemos de condicionar nuestro bienestar
emocional a que nada ni nadie externo a nosotros cambie, lo que se puede cambiar es mío, es mi
percepción (este modelo pretende la autonomía emocional, fin último de ser emocionalmente
inteligentes).

□ Ejercicio de aplicación a la vida real


Te sugiero realizar el siguiente ejercicio que sirve para capturar los pensamientos que están en
la base de posibles emociones sentidas y a partir de situaciones de tu vida cotidiana. Está dividido
en dos partes:
En la primera hay tres columnas. Sitúa en la columna de la derecha el momento del día o
situación concreta en la que sentiste alguna emoción personal sobre la que quieras investigar,
manejar mejor o enterarte de lo que hayas podido pensar y depositar en ella. En la segunda
columna escribe cómo te has sentido y sólo en tercer lugar indaga sobre cuáles han podido ser los
pensamientos y creencias tuyas que estaban en la base de lo que sentiste.
En la segunda parte se te pide partir de lo que piensas para pasar a la acción, o sea, escribir a la
derecha cómo puedes reenfocar la situación o qué cosas puedes hacer para que deje de ser como ha
sido hasta la fecha.
Insisto en que este tipo de ejercicio puede parecer ridículo al principio, pero su riqueza está en
practicarlos durante algunos días. ¿Para qué? Para ir rompiendo la tendencia o hábito que tenemos
y darnos tiempo para ir manejando poco a poco nuestras emociones. No esperes resultados
enseguida y experimenta contigo sobre lo que tiendes a pensar, a exagerar o a darle poca
importancia. Estos pensamientos suelen ser tan imperceptibles que por eso el autor que antes cité,
Albert Ellis, los llama “pensamientos automáticos”.
No menosprecies el valor de los pensamientos. ¿Sabías que en un solo día podemos llegar a
tener entre 35.000 y 50.000 pensamientos distintos?. Más del 60 % de éstos, además, son de corte
negativo. La manera de ver el mundo es la llave mágica para ir consiguiendo el bienestar
emocional.
A la caza y captura de pensamientos y creencias
Situación Emociones y comportamientos Pensamientos
específica automáticos Creencias mías
Cambio de pensamientos para ir manejando mis emociones
Pensamientos Cosas que puedo hacer y pensamientos que
automáticos puedo tener para manejar la situación

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


□ ¿Qué es la dependencia emocional?
Un día Enrique se encuentra en la calle a Carlos, un antiguo colega que se fue de la empresa
en la que trabaja. Hacía años un par de años que no se veían...
CARLOS: Hombreeeee ¿Qué tal, Enrique?...
ENRIQUE: ¡Cuánto tiempo!, ¿cómo te va la vida?
CARLOS: Uyyy... me parece que mejor que a ti... Tienes pinta de sigues en la misma empresa y
te va mal ¿no es verdad?
ENRIQUE: Pues...si...
CARLOS: Hombre, Enrique , ¡qué antiguo estás!. ¿No me ves?... Ahora soy un hombre
autónomo. Desde que me han ascendido soy el “rey delmambo”.
ENRIQUE: ¿Y cómo ha sido eso? ¿te has casado con la directora general?
CARLOS: (muerto de la risa) ¡Qué va, hombre! Que ahora controlo mi propia unidad de
negocio y soy independiente...
ENRIQUE (boquiabiertoy casi calléndosele la baba) ¿Y...?
CARLOS: ¡Que hay que ser autónomos, hombre!...: contratas a quien quieres, llegas al
trabajo a la hora que quieres o trabajas desde casa.... ¿Vacaciones?.... Todas las del mundo y en
la fecha que eliges...
(ENRIQUE, ante los ojos de CARLOS, permanece atento, admirado y muy interesado en lo
que éste cuenta).
CARLOS: Pasas de la dirección general porque tú sabes el trabajo que hacer y cómo
hacerlo...
(CARLOS sigue y sigue...)...
CARLOS: En fin colega, ¡que hay que ser autónomos!...
(Cinco minutos después, casualmente, pasa por la calle el director general de la empresa de
CARLOS y a éste parece que se le cambia la cara en un momento)...
DIRECTOR GENERAL: Hombre Carlos... Contigo quería hablar que no hay quien te
localice...
CARLOS: (de repente tartamudeando y sin atinar a decir palabra) Bueno, si... es que...
DIRECTOR GENERAL: El pedido para Lander está mal hecho y no has contado con la
dirección de compras para elaborar el presupuesto...
CARLOS: Si, claro, no sé...
(ENRIQUE no da crédito a lo que escucha ni a lo que ve)
DIRECTOR GENERAL: Y no has asistido a las reuniones de jefes de equipo...
CARLOS: OK, iré,... iré...
La pregunta del millón es: ¿es Carlos verdaderamente autónomo? Y como creo que se
desprende de su actitud ante la llegada fortuita del director general, la respuesta es claramente: de
ninguna manera. Pero específicamente ¿en qué sentido no es autónomo? Propongo que
distingamos distintos planos de realidad para describir al detalle la posición de Carlos y que ello
nos sirva para vernos a nosotros mismos en situaciones parecidas:
Igual que hemos visto que la causa de las emociones son los pensamientos (nivel mental)
podemos avanzar que, desde el enfoque que estoy defendiendo, las emociones provocan acciones
(son, a su vez, la causa de lo que hacemos). Es decir, las emociones son como un elemento
“sándwich”, están en medio, entre los pensamientos y las acciones. Y estos tres elementos son
interdependientes entre sí. Podría parecer que uno no tiene que ver con el otro pero desde el
enfoque de la Inteligencia Emocional que propongo tienen una jerarquía específica. Siento porque
pienso y actúo en base a lo que siento (sea consciente o no de ello).
Observa este esquema, en donde se especifican las relaciones entre estos elementos, ordenados
en niveles de realidad:
Existen tres niveles básicos de realidad:
NIVEL MENTAL: lo que pienso, lo que creo (pensamientos y creencias)
NIVEL EMOCIONAL: lo que siento (emociones y sentimientos)
NIVEL FISICO: lo que hago (acciones)
(La flecha indica que existe, en términos generales, una jerarquía entre estos niveles y establece
una causa básica en el comportamiento de las personas: las creencias y pensamientos)
A efectos prácticos, ¿qué quiere esto decir?. Pues que, aplicando este esquema al caso de
Carlos, quizás podamos estar de acuerdo en que Carlos es algo autónomo a nivel físico (dado que
lleva su propia unidad de negocio). Si bien, desde la llegada del director general se empieza a
poner de manifiesto que hasta su autonomía física está en cuestionamiento pues hace presupuestos
sin contar con el departamento de compras, se muestra ilocalizable cuando depende, para su
trabajo, de otros departamentos y tartamudea intentando justificarse ante el director general por no
haber asistido a las reuniones.
Creo que es innegable que Carlos no es emocionalmente autónomo, se tambalea ante la
presencia de su director, duda al expresar lo que piensa y, a lo mejor, ni siquiera atina a pensar
nada de lo tanto que duda de si mismo. Mucho menos podemos decir que Carlos es autónomo
mentalmente. Por lo tanto, depende emocional y mentalmente de su jefe y la empresa.
Algunos síntomas de dependencia emocional
• La necesidad de estar con la otra persona
• Sentir celos de él o ella
• Deseo de que el otro cambie en algún rasgo o característica
• Desear estar con otras personas a todas horas
• Sentir inseguridad o sensación de falta de valía personal ante la otra persona
• Necesidad de aprobación o de consentimiento por parte del otro
• Depender del otro para la propia organización
• Sentir admiración por la otra persona
Algunos síntomas de autonomía emocional
• No necesitar nada de nadie
• Sencillamente coincidir con las otras personas
• No pretender cambiar al otro
• Dejar al otro hacer su propio camino
• Desear que la otra persona busque su propio equilibrio en sí misma
• Ser autónomos en la propia organización
• Informar al otro de nuestras decisiones sin esperar consentimiento
Si Carlos no es autónomo, entonces es dependiente, en mayor o menor medida, pero lo es.
Depender significa que, para definirse, para ser él mismo aún necesita de los demás en muchos

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


sentidos y que la autonomía de la que alardeaba al principio del encuentro se va convirtiendo en
palabrería sin contenido cuando va avanzando el diálogo con su director. ¿Quiere esto decir que
“es malo” ser dependiente? Mi discurso no es moral -yo no percibo lo bueno o lo malo de los
comportamientos de las personas sino las consecuencias que producen. Así pues prefiero hablar de
lo que puede ser emocionalmente inteligente o no, lo que va llevando a la autonomía emocional o a
la dependencia. Por lo tanto llamo la atención sobre una fantasía o “película” de la que Carlos es
representante: lo poco inteligente sería creer que somos más autónomos de lo que realmente somos,
que nos pasemos películas sobre nuestra real capacidad de independencia. El reto de ser
emocionalmente inteligentes no es, ser independientes a toda costa, sino reconocer y saber en cada
momento en dónde estoy, cuál es mi nivel de dependencia. La conciencia me da madurez, sentido
de la realidad y capacidad de libre elección. Y Carlos ilustra el caso de alguien que dice estar más
allá de donde realmente está – está más acá y no más allá.
S Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.
¿Eres emocionalmente autónomo/a? Aunque la primera tendencia sea que respondas que si,
estas páginas pretenden ir ilustrando lo contrario. Primero, quizás no estarías leyendo este libro si
fueras realmente autónomo/a. Segundo, ¿has pensado alguna vez la cantidad de pequeñas
dependencias que tenemos, casi invisibles, pero que no podemos pasar sin ellas? Que me llamen
por teléfono para salir, que cuenten conmigo, que se me reconozca, que se valore lo que pienso,
que lo que digo se acepte, que me quieran, que me respeten, que me hagan caso y si no me pongo
rabioso o triste... Y no sólo con los padres sino con los amigos, las parejas, los profesores o hasta
con los animales...

□ Ejercicio de aplicación a la vida real


Te propongo un reto: observa con cuántas condiciones has de presentarte ante tu pareja, amigos
o colegas (cómo sientes que has de vestir, cómo has de presentarte ante ellos, si existe algún
patrón. que tienes que seguir para formar parte de ese grupo). Observa cuál es la idea que te gusta
que tus colegas tengan de ti. Esas cosas te hacen dependiente. Y ahora atrévete un día a hacer lo
contrario de lo que de ti se espera en alguna pequeña cosa que no tenga un grande impacto. Verás
cómo, a lo mejor, te resulta casi imposible cambiarlo. No desfallezcas en el primer intento. Si
perseveras lo irás consiguiendo. El reto está en que tomes conciencia de las pequeñas cosas que te
hacen dependiente, no en cambiar nada sin sentido. Este es un ejercicio para conocerte mejor. No
quieras cambiarlas de golpe, no son malas las cosas que vayas viendo que te hacen dependiente.
Hemos de trabajar mucho más sobre ellas. Sólo estamos detectando y sacando información.

□ Conclusiones
1. La causa de una emoción es lo que he pensado. Si te sentimos de alguna manera es que hemos
pensado algo.
2. A veces esos pensamientos pasan desapercibidos -se llaman pensamientos automáticos- pero,
si sentimos, es que algo hemos pensado sin darnos cuenta.
3. Ser autónomo emocionalmente no consiste en cambiar de ciudad, de país, en cambiar de techo
(acciones físicas). Suele suceder que, cuando cambiamos sólo físicamente, el problema
emocional sigue con nosotros.
4. La auténtica autonomía no es cuestión de cambios externos -físicos-, de mirarse al espejo para
autoafirmar lo independientes que somos, sino que es mental. Si hay personas a nuestro
alrededor, estupendo, pero, si no las hay, podemos desarrollar la capacidad de autoabastecernos
a nosotros mismos.
5. Es la necesidad la que da la clave de la dependencia emocional y la voluntad o deseo de
estar con alguien la clave de la autonomía.
6. No tengamos miedo a la hora de reconocer lo dependiente que somos en las pequeñas
cosas de la vida. Ello es necesario para ir consiguiendo dosis progresivas de autonomía.

□ Problemas más frecuentes y cómo afrontarlos


Problema
Me siento mal y no sé por qué Posible
afrontamiento
Escribe tus pensamientos. Recuerda que detrás de toda emoción hay algo que pensaste y
quizás te pasó desapercibido
Problema
Por mucho que lo intento no tengo ni idea de lo que he podido p ensar cuando me da rabia que
alguien me grite en público.
Posible afrontamiento
Los pensamientos son, a veces, escurridizos. Si te da rabia que alguien te grite ante otros
observa qué opinión te merece estar expuesto/a a los gritos de esa persona. Atrévete a juzgarlo, a
valorarlo. Es probable que haya ideas sobre que nadie tiene derecho a gritarte, que qué van a
pensar las personas, que es un acto de humillación pública, que se está propasando, que es de mala
educación, que cómo se atreve a hacerlo sin permiso, que cómo va a quedar tu reputación si no te
defiendes... Este tipo de ideas o creencias -sobre lo que es o tiene que ser- son esos pensamientos
que estamos buscando y que son los que pueden estar causando la rabia. En realidad nada sabemos
acerca de lo que pensará la gente que escuche el grito que alguien te da. Eres tú a quien le
preocupa quedar mal ante otros, por eso te sobreviene la rabia.
Problema
Yo no pienso nada de mi jefe, lo único es que “no quiero tener problemas” con él y prefiero
callarme.
Posible afrontamiento
Este es un típico caso que esconde emociones y pensamientos. Que se escondan no quiere decir
que no estén. ¿Cómo no vas a pensar nada de tu jefe? Algo pensarás ni que sea en positivo... Pero
la tendencia puede ser la de preferir ignorar la emoción porque te sientes incómodo con lo que
piensas y prefieres eludir la emoción. Pero las emociones que se eluden pueden salir después en
otro contexto: si no te permites reconocer lo que sientes ante tu jefe quizás, en casa, lo pagues con
tu pareja, amigos o hijos o en el restaurante con el camarero.

Emociones al ataque: claves para el


reconocimiento emocional
Objetivos del capítulo
• Reconocer las emociones básicas.
• Identificar el tipo de situación que las facilitan en cada caso.
• Conocer mecanismos para afrontarlas y sus causas mentales.
Sandra siente miedo ante un grupo de hombres por temor a que le roben.
Sara siente rabia porque Sandra no es clara en su relación con Enrique.
Enrique se sintió culpable de no acompañar a Sandra por la noche.

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


Jose se aburre estudiando.
Carlos siente agobio cada vez que se encuentra a su padre en la calle.
Yo siento pena de que mi sobrina no diga lo que quiere
Ya hemos visto que la causa de la emoción es un pensamiento. De ahí que podamos ir
identificando que el origen de que me sienta de una manera determinada tiene que ver
conmigo, con mi forma de ver a la persona o una situación dada, más que con la persona o la
situación en si. Y también podemos ya constatar que las emociones tienen, en general, dos caldos
de cultivo primordiales: las relaciones (cuando se involucra a otras personas) y las situaciones en
las que, sin involucrar a otros, se ponen a prueba nuestras expectativas sobre lo capaces que somos
o no de salir adelante con éxito. O sea que la emoción, en realidad, es como un termómetro de lo
que rendimos. Sentimos cosas en la medida en que nos acercamos o alejamos de lo que esperamos
conseguir (de otros o de nosotros mismos).
Sentir emociones no es ni malo ni bueno, es un proceso vital más. Sentir rabia, amargura,
tristeza, alegría o tranquilidad es una parte más de la vida. Como comer, beber, crecer,
desarrollarse o morir. Por eso mi punto de vista es que no existen emociones positivas o negativas
en sí mismas, pues todas las emociones contienen una información para nosotros mismos: si las
sentimos en un momento dado es por algo, para que aprendamos o decidamos algo. Mi enfoque es
funcionalista, lo cual quiere decir que soy de quienes tiene una visión pragmática de las
emociones, es decir, lo que me interesa es el uso que de ellas hacemos, no si se deben evitar, si son
indeseables o si deberíamos sentir otras cosas.
Pero a muchas personas les preocupa sentirse lo que se llama “mal”, o sea, sentir rabia,
angustia o ansiedad, y se pasan la vida evitando las situaciones o las personas que creen les
producen esas emociones. Y entonces se introducen en una vida de “evitación” que, desde mi
punto de vista, no es nada creativa. Evitar emociones mal llamadas “desagradables” (miedo,
ansiedad, culpa...) es descartarme en lo que estoy necesitando, en cosas que puedo hacer, es evitar
una parte de mi vida.
Los tres grandes valores de las emociones
1. No son en sí ni positivas ni negativas
2. Tienen un enorme valor informativo para mí mismo
3. Me ponen en contacto con mi inconsciente
Cuadro 4.1 Valores de las emociones.
Si hemos dicho que la causa de la emoción es un pensamiento propio, ¿a santo de qué voy a
despreciar el enorme valor informativo de lo que siento, cuando la emoción me lleva a detectar y
encontrar pensamientos míos -que no son del vecino, son míos?. Precisamente puedo aprender
mucho sobre mí en la medida en la que acepto el valor informativo de la emoción. ¿Por qué he de
descartar mi emoción si me está queriendo decir algo de mí mismo?. ¿Has pensado el pedazo de
valor que tiene, para ti, sentir cólera o indignación ante alguien?, ¿por qué queremos huir de la
tristeza cuando nos está indicando pensamientos y creencias de nosotros mismos?.... Cuando me
aburro puedo empezar a entenderme más a mí mismo pues la apatía y el aburrimiento son las
puertas de lo que deseo, de lo que quiero, sólo que se presenta en forma de emoción porque se trata
de aspectos inconscientes míos que aún no he elaborado.
Ojalá pudiéramos vivir todas las emociones con la naturalidad con que se producen. Mi
experiencia es que no sucede porque tenemos dos problemas: primero, juzgamos las emociones;
segundo, no sabemos que tenemos un inconsciente. Y he aquí una nueva noticia: las emociones
son el mensajero directo, representan la vía de acceso directo a nuestro inconsciente.
Es necesario, por lo tanto, quitarnos el juicio moral sobre lo agradable o desagradable de las
emociones. Estas palabras (buenas o malas, positivas o negativas, agradables o desagradables)
ayudan muy poco a realizar un trabajo emocional en profundidad. Como también hemos de
familiarizarnos más y aclarar qué es el inconsciente y cómo las emociones nos traen informaciones
(pensamientos propios inconscientes) que quizás nos parecen desagradables porque no sabemos
bien si tienen que ver con nosotros o no.
S Si sientes algo es que piensas algo y ese algo, por desagradable que te parezca,
es tuyo. No puedes descartarlo o se volverá, a la larga, en tu contra en forma de
desmotivación.

□ La metáfora del ordenador: qué es el inconsciente


La mente guarda y registra constantemente en la memoria todas las experiencias vividas, sean
positivas o negativas. Existen dos tipos de memoria, la consciente y la inconsciente. La memoria
consciente retiene relativamente poco de esas grabaciones, pero todo está guardado en la parte
inconsciente del “ordenador”.
Somos como ordenadores: el disco duro (memoria inconsciente) lo guarda todo, pero para
funcionar cotidianamente sólo utilizamos los programas y archivos más recientes para nosotros
(memoria consciente). Lamentable o afortunadamente, cuando tratamos con personas tratamos
también su disco duro. Más que tener en consideración los discos duros de todo el mundo es
importante observar que el nuestro puede estar presente y “engancharse” con el disco duro de
nuestro interlocutor. De hecho muchos conflictos se alimentan de aspectos inconscientes que
difícilmente llegan a la luz.
El término inconsciente puede prestarse a confusión y hacer pensar en un mecanismo débil y
menos activo que la conciencia de vigilia. Pero no es así de ningún modo. La parte inconsciente
del ordenador está en realidad muy despierta, muy activa, y anota de manera escrupulosa todo lo
que ocurre. Funciona las veinticuatro horas del día; es coherente, muy organizada y eficaz; trabaja
sin descanso y no olvida nada. Quien olvida es nuestra aparente conciencia. Cuando nos sorprende
en alguien o en nosotros una reacción descompensada con lo que ocurre (un arrebato, una
explosión de cólera o no sabemos muy bien por qué estamos tristes) es sencillamente porque una
parte inconsciente de nuestro mecanismo está actuando en lugar de nuestra voluntad. El
inconsciente decide y no está exento de responsabilidad.
La carga emocional determina que algo se ancle en el inconsciente (memoria activa del
ordenador). Por ejemplo, si siento que soy agredido verbalmente por alguien, a esa acción le
acompaña la carga emocional de rabia o indignación. Es decir, es un mecanismo en el que
intervienen las emociones.
Pero todo ello es inconsciente, sólo que posteriormente, en nuestras acciones, actuaremos
indefectiblemente en base a esa información emocional -aunque no la reconozcamos como tal.
Así pues, las personas estamos dirigidas por un nivel emocional que no dominamos - salta,
como se enciende la luz al accionar un interruptor de la luz- y un nivel mental más bien estrecho
cuyo fin es asegurar a toda costa la supervivencia (recordemos los niveles de realidad del cuadro 8
del capítulo 3).
Ante cualquier persona o situación, por lo tanto, estamos en presencia de un mecanismo
consciente (fachada) que arrastra otro inconsciente. Insistimos en que esto no es ni bueno ni malo
en sí. Sencillamente es necesario conocer el mecanismo para no llevarnos sorpresas y gestionar
emociones desde el más profundo conocimiento de cómo funcionamos.

□ Seis emociones para empezar


A continuación vamos a practicar realmente con las situaciones o personas que, en tu caso
particular, te hacen sentir cada una de las emociones básicas. Se llaman básicas porque son las más
recurrentes, frecuentes y están en la base de los intercambios entre personas. Podemos decir que el

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


resto de emociones son una mezcla de varias de ellas o derivaciones de éstas.
Hemos añadido la culpa como emoción, si bien a ésta la voy a considerar “la madre” de las
emociones porque, como iremos viendo, está en la base de las demás y en el capítulo 11
dedicaremos un amplio apartado a su manejo.

El primer ejercicio que te propongo realizar es responder a la prueba situacional que viene a
continuación. Como verás cada emoción viene subrayada y existen una serie de preguntas debajo
de cada una de ellas.
Las preguntas tienden a representar situaciones (con otras personas o estando tú solo/a) en las
que, a nivel general, muchas personas sienten la emoción a la que pertenece la pregunta. Observa
que no hay ni buenas ni malas respuestas sino que lo importante es irte familiarizando con las
situaciones que tienden a provocar en ti la aparición de una u otra.

Ejercicio de aplicación a la vida real


Reconocer las propias emociones
Ansiedad, preocupación, angustia
¿De qué sientes que no eres capaz todavía?
¿Cuál es el mayor riesgo que has corrido hoy?
¿Qué es lo que más te preocupa de tu futuro profesional?
¿Qué es lo que más te temes que pueda pasar con tu salud?
Tristeza, depresión
¿A quién sueles echar de menos?
¿Qué añoras de tu pasado?
¿De qué persona sientes aún nostalgia?
¿De quién te da pena? ¿Por qué?
Miedo
Lo peor que podría sucederte en la vida sería...
¿Qué temes que le pase a quién? ¿por quién sueles sufrir?
¿Qué es lo que más te costaría confesar a tu pareja?
¿En qué situación podría sobrevenirte la sensación de ridículo?
¿Qué situación suele producirte desconfianza?
¿Cuál es el fracaso que personalmente considerarías más intolerable?
¿En quién no confías y por qué?
Rabia, cólera, ira
¿Qué te desilusiona de tu trabajo?
¿Quién no hace lo que tú esperarías?
¿Quién no se comporta como tú esperas?
¿Qué cosa no suele salirte como tú quisieras?
Piensa quién te ha podido decepcionar últimamente:
Piensa en alguien de quien dependas para hacer o decidir algo, ¿te ha “fallado” alguna
vez?
¿Hay algún aspecto de tu vida en el que hayas “tirado la toalla”?
Aburrimiento, apatía
Piensa en alguien apático. ¿Qué hace, dónde y de qué manera percibes su apatía?
¿En qué situación sientes que te sueles aburrir soberanamente?
¿Con quién sueles aburrirte especialmente y por qué?
¿Qué actividad te resulta especialmente tediosa de realizar?
Culpa
¿A quién no acabas de complacer por mucho que lo intentas?
¿Qué sientes que no le has dicho a tu pareja que sabes es importante para la relación?
¿Qué asignatura sientes pendiente aún de la relación con tu padre?
¿A quién no le perdonas qué cosa?
¿A quién le dijiste algo de lo que ahora te arrepientes?
¿Le has negado tu apoyo a alguien? ¿a quién y por qué?
¿Qué te falta decirle a tu madre que nunca le dijiste?
Piensa en tu vida, ¿qué podrías hacer que no estás haciendo?
¿A quién deberías llamar que no llamas? ¿por qué?
¿Qué tienes pendiente hacer en tu trabajo que no acabas de hacer?

Emociones, una a una


Aunque algunas personas sienten ansiedad donde otras sienten miedo te propongo repasar
algunas de las características generales o más comunes a estas seis emociones que hemos
planteado. Ello no invalida que el gran valor de este trabajo sea que tú mismo/a extraigas qué
emoción personal te sobreviene ante qué situación o persona en concreto.
Iremos repasando, una a una, cada una de las emociones citadas, especificando, en cada una de
ellas, cuatro aspectos: casos concretos en las que se manifiesta, situaciones ante las que suele
desencadenarse dicha emoción, correlatos fisiológicos o síntomas (qué suelen sentir en el cuerpo
las personas mientras viven esa emoción) y cómo manejarla desde el método de trabajo que

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


propongo.
La ansiedad
¡Estoy agobiado!...
Casos de ansiedad
Ha llegado la semana de exámenes de Febrero pero Jose no ha tenido tiempo para preparar el
examen de Contabilidad. La tarde antes de la prueba ha pedido a sus amigos apoyo en la
preparación de los temas pero todos están muy ocupados dando el último repaso. Jose se siente
tremendamente ansioso. Piensa que no va aprobar, que no ha estudiado lo suficiente y que los
problemas numéricos que plantea la asignatura son muy difíciles para abordarlos sin la ayuda de
alguien.
A Carlos, el amigo del instituto que Enrique encontró en la calle, le toca revisar todos los días
la relación de nuevos contratos que se realizan en la empresa de trabajo temporal para la que
trabaja. Aunque no lo ha dicho a nadie ni ha pedido ayuda por temor a que lo despidan, cada
noche se siente angustiado porque no domina esta parte de su trabajo, teme equivocarse y no está
seguro de revisar los contratos correctamente.
¿Dónde aparece la ansiedad?
Primero te sugiero indagar sobre las situaciones que a ti te producen ansiedad. Intenta
responder a esta pregunta: ¿Ante qué situaciones o personas sientes que te sobreviene la emoción
de ansiedad?.
La ansiedad es una emoción que sobreviene en situaciones que vivimos como de amenaza, de
falta de capacidad, de sensación de no poder con algo.... Por lo tanto son situaciones en las que
creemos que no conseguiremos todo lo que esperaríamos conseguir. Cuando tenemos dudas sobre
algo futuro sobreviene la ansiedad. De hecho algunos autores hablan de ansiedad anticipatoria en
el sentido en que es una emoción que se produce en situaciones de incertidumbre, cuando no se
tienen todos los datos sobre lo que va a pasar y, aún así, tenemos que actuar. Es la emoción
hermana de la falta de claridad, está rodeada de pesadumbre, de darle vueltas a las cosas. Otras
emociones asociadas a ésta son el agobio, la angustia o la excesiva preocupación.
¡Me duele el estómago! Los síntomas de la ansiedad
A nivel superficial la ansiedad suele venir acompañada de aumento de las pulsaciones del
corazón, sequedad de boca y sudoración. Y a un nivel más profundo de sensación de tensión en el
estómago, agarrotamiento en músculos, mareos, ruborizarse, manos y pies fríos y puede disminuir
las ganas de comer. Es la emoción que se relaciona con el bazo/páncreas y el estómago, siguiendo
a la medicina tradicional china.
La ansiedad, la emoción de los inseguros
Manejo de la ansiedad
NIVEL MENTAL: Indecisión, inseguridad, duda NIVEL EMOCIONAL:
ansiedad, preocupación, agobio, angustia NIVEL FISICO: Bazo/páncreas,
estómago Aspecto a trabajar: intención
Como propusimos en el capítulo 3, debajo de toda emoción hay un tipo de pensamiento,
creencia o forma de enfocar la situación o persona que sentimos es el desencadenante de la
emoción. La persona o la situación no son nunca quien provoca la emoción -aunque lo parezca.
Éstas son los estímulos -excusas- ante las que salta mi emoción.
La persona o la situación son sólo los estímulos, los desencadenantes que hacen que salte en
mí el chip o dispositivo personal (del que soy inconsciente) que esconde la verdadera causa de mi
emoción. Por lo tanto, a partir de ahora diremos que la causa de toda emoción es un estado mental
inconsciente que es mío y de nadie más.
Volviendo a los casos que intentan ilustrar la ansiedad, ¿por qué se siente ansioso Jose ante el
examen de Contabilidad? Aplicando el estado mental correlativo sería porque se siente inseguro y
tiene serias dudas de que vaya a aprobarlo. ¿Y por qué Carlos siente agobio al revisar los contratos
cada tarde? Porque no ha reconocido su inseguridad - posiblemente por eso permanece sin pedir
ayuda- y como quiere aparentar que sabe - cuando no sabe- cierto orgullo latente le hace querer
disimular más de lo que puede permitirse. Por lo tanto, la causa de su agobio sería su inseguridad
no reconocida o inconsciente.
O sea, la ansiedad de Jose o de Carlos no es debida a la dificultad del examen o a que revisar
los contratos sea comprometido sino de que se sintieron inseguros (no se lo reconocieron en su
momento y ahora ya es tarde). Jose puede patalear, decir que sus amigos son insolidarios porque
no le echan una mano el día antes del examen pero mi propuesta es que la causa de su ansiedad es
su inseguridad no reconocida ante los demás. El haberla reconocido a tiempo le hubiese servido
para decir: “mirad no tengo ni idea de cómo se resuelven estos problemas, ¿podéis echarme un
cable ahora que estoy a tiempo?”. Lo mismo en el caso de Carlos: ¿por qué llega al límite de no
reconocer que tiene dificultades en revisar los contratos? Posiblemente por miedo a estar poco a la
altura (inseguridad no reconocida) o a querer aparentar que domina algo que “se supone” debería
saber pero no sabe -inseguridad y algo de prepotencia.
¿Cómo manejar, entonces, la ansiedad? Reconociendo sin vergüenza la inseguridad de fondo,
la indecisión o la confusión que tenemos (estados mentales) para, en su justo momento,
expresarlos a quien sea necesario y tomar medidas con tiempo suficiente. El aspecto básico a
trabajar para los ansiosos es la intención (ver cuadro inicial de la página anterior). Intención quiere
decir estar alineado con mis propias metas y poner en marcha todos mis recursos para lograrlas.
Por lo tanto, recuperar la intención de hacer las cosas y hacer cosas congruentes con esas
intenciones suele ser un mecanismo idóneo de transformación de la ansiedad.
El manejo de las emociones que propongo es identificar su causa mental. Estas causas son
estados mentales casi siempre inconscientes que suelen permanecer sin reconocerse, desconocidos
para quien siente la emoción. Este método de abordar las emociones desde su causa mental es el
camino directo a la autonomía emocional: no es nada ni nadie quien me produce emociones (que
sería el modelo de dependencia emocional) sino que soy yo, ajeno e inconsciente a mi propia
responsabilidad (estados mentales), quien se provoca emociones porque estoy en pleno proceso de
autoconocimiento.
Por lo tanto es mi responsabilidad irme dando cuenta de mis estados mentales a partir de las
emociones que siento ante las “excusas” que representan las personas y las situaciones por las
que voy pasando a lo largo de mi vida.

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


Nadie te hace nada, nadie te fastidia nunca, nadie te alegra la vida jamás. Sólo tú eres quien,
a través de tu percepción (estados mentales) te das placer o te agobias.
Nadie te hace nada, nadie te fastidia nunca, nadie te alegra la vida jamás. Sólo
tú eres quien, a través de tu percepción (estados mentales) te das placer o te
agobias.
Cada emoción es una gran oportunidad de aprendizaje porque, si no la rechazo, si no la juzgo,
si no la evito, podré irme dando cuenta de lo que pongo de mi cosecha -a través de mis
pensamientos, creencias y estados mentales- en los conflictos, las situaciones de dificultad y en las
reacciones que tengo ante lo que me va sucediendo.
La tristeza
No puedo soportarlo...
Un caso de tristeza
Tras el examen de Contabilidad Sara, en presencia de sus tres colegas y con lágrimas en los
ojos, se agarra al cuello de Sandra.
Sandra, sin dudarlo, la abraza con fuerza y, sin saber por qué, se pone a llorar con ella. A
Sara apenas le salen palabras de la boca y respira de manera entrecortada sin atinar a elaborar
un discurso coherente. Cinco minutos después puede darles la noticia que tanto la apena: el curso
próximo trasladan a su padre y toda la familia -incluida ella- deben irse a otra ciudad a vivir.
Tristes y deprimidos, ¿en dónde?
¿Qué te pone triste?... Una música, un paisaje, una despedida, una pérdida de alguien. Indaga
sobre las situaciones en las que te sobreviene la emoción de la tristeza. Adelante, sin temor.
Recuerda que el objetivo es saber qué se esconde tras esta lánguida emoción. Nuestro ánimo es el
de conocernos más y el de aprender de lo que sentimos: indagar sobre el significado oculto tras la
tristeza...
La tristeza suele estar asociada al fracaso, la pérdida, la separación física o psicológica... Nos
ponemos tristes cuando abandonamos o nos sentimos abandonados. Como emoción marca una
pauta entre dos tiempos, lo que fue y ya no es, lo que es que no será... ¿Has escuchado alguna vez
la expresión “lo que pudo haber sido y no fue?” o “cualquier tiempo pasado fue mejor...”? Echar
de menos, añorar, sentir nostalgia de alguien son situaciones que pueden conectarnos con la
tristeza. Es la emoción de la imposibilidad, de lo que ya no tiene remedio (muertes, catástrofes,
cambios inevitables)... Se trata de la más “romántica” de las emociones y, de hecho, en relaciones
amorosas y en momentos de separación o desacuerdos, salta la tristeza, la pena, la necesidad de
que las cosas vuelvan a ser como fueron. La sufren los que no quieren que nada cambie. Como
veremos sus estados mentales suelen ser el apego y la paralización.
Todas estas expresiones reflejan muy bien el espíritu de la tristeza, cuyo máximo exponente es
la depresión. Tristeza y depresión pertenecen a la misma modalidad emocional. Sólo que la
depresión es el grado superlativo de la paralización, la negativa a que las cosas circulen como han
circulado hasta el momento, el grado más exagerado del apego.
Los tristes y las enfermedades de pulmón
Aparte de que acelera las pulsaciones del corazón moderadamente y existen síntomas como
disminución de energía, tendencia a estar tumbados, reducción del entusiasmo y de las ganas de
hacer cosas, la tristeza y la depresión se asocian a veces a síntomas pulmonares. No sé si conoces
el mito que existe en torno a los románticos del siglo XIX, escritores y artistas que, muchos de
ellos, murieron de infecciones asociadas al pulmón (bronquitis, pulmonías y, sobre todo,
tuberculosis).
La tristeza, la emoción de los apegados
Manejo de la tristeza
NIVEL MENTAL: Apego, paralización, rencor NIVEL
EMOCIONAL: Tristeza, depresión, añoranza, pena NIVEL
FISICO: Pulmón, intestino grueso Aspecto a trabajar: voluntad
Si atendemos a la causa mental de la tristeza podemos concluir que Sara, según el caso anterior
en el que comunica a sus colegas que ha de cambiar de ciudad, está apegada 3 a quedarse en la
ciudad en la que vive. Sin duda alguna, podemos sentir apego ante la separación con alguien o la
muerte de un ser querido. La actitud de Sara es respetable. Pero no nos quedemos con las
apariencias de lo que marca esta emoción y vayamos a extraer su esencia y a interpretar su
significado oculto e inconsciente. Podríamos decir que es la emoción que tiene la intención de que
nada cambie, de que todo siga como ha sido siempre y de que las cosas permanezcan siempre
como han sido hasta e momento.
Sara no quiere que nada cambie, por eso se siente triste. Podría reaccionar de manera
absolutamente opuesta, es decir, riéndose en voz alta mientras comunica a sus amigos que está
encantada de cambiar de ciudad. Pero no es el caso, ¿verdad?. Por lo tanto su emoción está
denotando algo, su apego a quedarse (que no es ni malo ni bueno, sino ahí está), a permanecer
igual, o al menos igual con relación a lo que ella espera. La tristeza la solemos sentir cuando
queremos detener el mundo pero no hay nada que hacer porque sea de otra manera (muestra
nuestros profundos deseos de paralización). También, en algunos casos los tristes exhiben estado
mental de rencor en el sentido en que se obcecan con lo pasado y no pueden soportar -sienten
rencor- los nuevos cambios.
Observa si te rodean personas en las que percibes tristeza. ¿Por qué están tristes? Repasa si en
tu contexto hay familiares que dicen tener o han sido diagnosticados de depresión. La tristeza les
está avisando de que pueden cambiar con los hechos, de que ya nada es igual a lo que fue y de que,
está bien llorar por los recuerdos, pero adelante porque nunca nada permanece. Renovarse o
morir... Este podría ser el lema para la tristeza. Pero no todos estamos dispuestos a aceptar que
tenemos que cambiar. Preferimos aferrarnos a lo conocido por temor a parecer inadecuados en las
nuevas situaciones.
¿Cómo manejar, entonces, la tristeza? Reconociendo lo apegados que estamos a que las cosas
sigan siendo como han sido, que estamos empeñados (obcecados) en que las cosas sean como
queremos cuando ya nada es así. Y que puedo poner soluciones a la nueva situación pero
aceptando que ya no es la misma. Reconociendo que somos como niños pequeños que, ante la
evidencia de los cambios, preferimos seguir encaprichados con nuestra particular imaginación de
lo que han de ser las cosas.
Nadie ni nada es imprescindible en nuestra vida. Es la dependencia la que, en el
fondo, causa el malestar emocional.
Inconscientemente la tristeza me ancla al pasado, cuando su hermoso mensaje es el de la
adaptación a lo nuevo. Quizás resulte duro pero lo diré: nadie ni nada es imprescindible en nuestra
vida (y esto no es ninguna falta de amor a ninguna persona). Ni los padres, ni las parejas, ni los
amigos, ni los colegas de trabajo... Sólo son una evidencia de lo apegados que vivimos a las
personas y a las cosas; cuando algo que consideramos imprescindible nos falta, entonces nos
echamos a morir si no lo tenemos. Hemos aprendido a vivir con muletas permanentes (personas,
cosas, ciudades,...) que creemos son imprescindibles para vivir cuando no las tenemos y, cuando
las tenemos, estamos hartos de ellas. Pero no son imprescindibles. Sencillamente vivimos en un
estado de dependencia que ignoramos. Y el reto está en ir aumentando la conciencia sobre ello.
Porque es la dependencia la que, en el fondo, causa el malestar emocional.

3 Apego quiere decir aferrarse a lo que fue, en el pasado, de una manera y no poder soportar que cambie ahora

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


El miedo
El horror a hablar en público Un
caso sobre el miedo
El examen de otra asignatura el día siguiente consiste en la presentación en público de un
trabajo individual. Es el turno de Enrique y cuando, éste empieza a hablar -delante de toda la
clase- no sabe por qué, le tiemblan las piernas, se le seca la boca y casi no puede pronunciar
palabra. El profesor le dice que no se preocupe, que lo importante es tener claro lo que quiere
decir, que si se lo ha preparado no tendrá problemas, pero para Enrique aquella situación se hace
cada vez más insoportable. De tal manera que ha de renunciar a seguir hablando ante sus
compañeros.
¿De dónde viene el miedo?
¿Ante qué sueles sentir medo, qué sientes que te da miedo?. Quizás es esta de las emociones
que más se emplean para referirnos a niños pequeños y pareciera que los adultos -con el afán de
disimular las emociones- no lo tenemos o “queda mal” decir que lo tenemos, pero te propongo
buscar más allá de lo aparente, porque el miedo se esconde en situaciones tales como que te cuesta
confesarle algo a tu pareja o a un amigo, cuando temes que a alguien corra algún riesgo o sufra
(afán de protección), cuando te preocupa lo que pueda sucederte si sales, si entras, si vas a algún
sitio (miedo al daño) y entonces prefieres quedarte o no salir, o evitar pasar por algún lugar....
El miedo puede venir a visitarte también cuando te preocupa parecer ridículo/a ante tus amigos
(por la forma de vestir, de actuar o pensar) , cuando temes fracasar en algo, cuando no confías en
tus capacidades para desenvolverte ante una prueba (una oposición, el examen de conducir, hablar
ante un número amplio de personas...). También puede producirte miedo encargar una tarea a
alguien a pesar tuyo, porque desconfías pero le propones hacerlo... Entonces sientes miedo porque
quizás no lo haga bien o no de la manera que tú quieres.
También hay un tipo de miedo que se llama fobia (a las serpientes, a las arañas, a los
animales...) Hay gente que cruza de acera si se encuentran a un perro (sienten miedo). Y gente que
siente miedo a los espacios abiertos (agorafobia) o a los espacios pequeños (claustrofobia). Y
miedo a caerse, a enfermarse, a morir, a sufrir o a estar en pareja...
El miedo es la emoción de la falta de compromiso, del rechazo y la evitación a hacer cosas,
pues el miedoso siente que, aquello a lo que tiene miedo, no tiene que hacerlo. Pero precisamente
se trata de todo lo contrario: el miedo esconde toda la sabiduría que nos sirve para desarrollarnos
como seres humanos.
El miedo paraliza
La fase de miedo agudo puede conllevar fuertes latidos de corazón, encogimiento de estómago,
intenso dolor de cabeza, sensación de bloqueo y paralización, temblores, sudores y hormigueos. La
expresiva locución “morirse de miedo” resume otra manifestación física del mismo: la necesidad
de ir al lavabo varias veces o de querer desaparecer (los órganos relacionados con el miedo son, de
hecho, la vejiga y los riñones). También el miedo induce a la paralización, una conducta muy
común ante situaciones de la vida cotidiana de las que digo que no puedo hacerme cargo.
Los miedosos, esos desconfiados...
Manejo del miedo
NIVEL MENTAL: Desconfianza, incomunicación, falta de voluntad NIVEL
EMOCIONAL: Miedo, pánico NIVEL FISICO: Riñón, vejiga
Aspecto a trabajar: propia sabiduría
El miedo es una emoción que suele considerarse como desagradable y, sin embargo, escoger
una vida con pocas o ninguna posibilidad de experimentarlo equivale a elegir una vida que niega
las posibilidades de desarrollo. Aunque el miedo puede resultar incómodo es la puerta a la entrega,
o sea que más valdría sufrirlo que reprimirlo o evitarlo. Sólo hemos de considerar cuál es el
mensaje oculto tras su forma de estremecimiento, tensión, angustia o agobio. Esconde una
información que, si la desoímos, puede hacernos perder nuestra capacidad de crecimiento y de
darnos a los demás.
A algunos el miedo nos puede resultar tan desagradable y nos hace sentirnos tan desamparados
que lo descartamos y arrancamos de nuestra vida todas las experiencias que supongan sentirlo. Sin
embargo, el miedo no es lo que parece ser.
S Aunque sientas miedo, hazlo igual.
La regla básica para manejarlo es: siéntelo, no lo evites y haz de todas formas aquello que dices
que te asusta. En el fondo, podríamos estar agradecidos por sentir miedo. Esta emoción es una
bendición que nos visite, es la puerta de entrada a lo que realmente podemos (y debemos) hacer.
Porque, si no lo realizamos, perdemos la gran oportunidad de realizarnos como seres humanos. El
miedo nos constituye. Es el aviso de lo que puedo realizar y de lo que me conecta conmigo mismo,
con mi propósito de vida y mi propia voluntad. Sólo que he de saber desapegarme de lo
desagradable -en apariencia- de la emoción.
Quien renuncia al miedo evita el compromiso. Miedo es el síntoma de la implicación (quien lo
evita, deja de implicarse, la nota más evidente de negarse a cambiar). El miedo no está hecho para
evitarlo, sino para traspasarlo.
El estado mental del miedo suele ser la desconfianza. En el caso de Enrique, éste, al intentar
hablar en público, pierde el pie, se bloquea y acaba por dejar de hacer lo que podía hacer. Su miedo
le conecta con lo poco que confía en sí mismo. Y este es un problema suyo, es su responsabilidad
confiar en su guión y en su objetivo (como le señala su profesor). Como toda emoción es síntoma
de un estado mental, de algo que puedo decidir pero no acabo de hacer, el miedo está revelando
una decisión que Enrique no toma y, al no tomarla, la traspasa al plano emocional: quien algo teme
tiene la gran oportunidad de descubrir su falta de voluntad, su falta de entrega y la desconfianza en
sí mismo (Enrique no quiere, inconscientemente, dar a conocer su trabajo individual, quizás espera
ser reconocido, aplaudido y duda de si mismo, pero lo único que tiene que hacer es abrir la boca y
exponer su tema, nada más).
¿Pero qué nos creemos realmente? Sentir emociones no es la excusa para dejar de actuar. ¿Cuál
es el mensaje del miedo para Enrique? Esta emoción lo conecta con todos los riesgos que conlleva
dar a conocer su trabajo, ha de exponerse a los demás -a riesgo de que su punto de vista no se
comparta. El miedo le está dando la pista de su límite personal, de hasta dónde puede llegar,
informándole de que no está dispuesto a que se esté en desacuerdo con él. A eso le llamo falta de
voluntad para hacer llegar su mensaje a otros. Y su huida le hace incomunicarse del resto de
compañeros de clase. Quien, aun sintiendo miedo, deja de afrontarlo, se cierra las puertas a su
propio crecimiento y tolerancia. Se justifica en lo desagradable de la emoción para evitar el avance
propio y, muy posiblemente, el de los demás.
¿Cómo manejar el miedo? El miedo rechaza. Por lo tanto, la resolución de toda situación de
miedo es lo contrario de evitar, unirse a aquello de lo que teóricamente quiero escapar. Éste es su
mejor antídoto. No evitar, sino acometer, hacer aquello que me asuste a pesar de sentir miedo.
Quien siente miedo tiene la gran oportunidad de desarrollar propias cualidades. Estas
cualidades se consolidan cuando nos damos a conocer. El miedo, por lo tanto, implica escatimarse,
ahorrarse a sí mismo. El miedoso evita entregarse y darse a los demás: quien teme al público puede
entregar, por lo tanto, su sabiduría; Enrique, dar a conocer sus propias ideas a sus colegas o la
expresión más profunda de si mismo; quien teme al fracaso, su aceptación de los errores de los
demás; quien teme decidir, su tolerancia por las decisiones de otros.
Cómo afrontar el miedo4

4 Ejercicio extraído del libro de Filliozat, E. El corazón tiene sus razones. Ed. Urano

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


1. Reconocer el miedo, aceptar que está ahí.
2. Compartir el miedo con otros, hablar de él.
3. Descodificarlo: ¿de qué otros sentimientos se compone ese miedo?
4. Buscar toda la información que se pueda necesitar: prepararnos y entrenarnos
5. Reafirmarse:rememorar éxitos pasados, enumerar
cualidadespersonales.
Reconocerse los logros ya conseguidos.
6. Contactar físicamente con alguien.
7. Anticipar positivamente: ver la escena tal como se desea
8. Actuar conservando la conciencia del ideal, de la anticipación positiva.
9. Una vez finalizada la travesía, recordar a la persona que se era anteriormente. Verse antes
del salto, dominado por el miedo.
Esta novena etapa es fundamental para tener cada vez menos miedo y adquirir confianza en uno
mismo (es el reconocimiento).
Cuadro 4.4 Los 9 pasos para afrontar el miedo.
La rabia
¡No te puedo soportar!...
Un caso de rabia
Mientras Sara veía a Enrique hacer el intento de exposición de su trabajo ante los
compañeros, no podía creerlo... Pensaba para sus adentros que un chico que “se las da” de
inteligente, de estar a la altura de las circunstancias y de ser en todo un modelo ideal, cómo era
posible que estuviese haciendo “aquel teatro”, ese ridículo tan estrepitoso. Tanto fue así que, al
salir de clase, Sara mantuvo la siguiente conversación con Enrique:
SARA: ¿Pero qué tonterías has hecho?
ENRIQUE: ¿Tonterías? Si no he sabido decir nada
SARA: Hombre, no te hagas el interesante... Has querido hacerte el “pobrecito”para
llamar la atención o algo así...
ENRIQUE: Venga Sara, que me lo he pasado fatal
SARA: Eso no te lo crees ni tú... Eres un farsante... Seguro que algo querrás conseguir
con todo esto...
Rabia, indignación, ira y cólera... cuatro hermanas de la misma familia ¿Cómo
detectar que existe alguna emoción asociada a la rabia?
En términos generales esta emoción se niega o se intenta evitar porque puede parecer
indeseable. Lo que pretendemos aclarar es que nuestros empeños conscientes por evitarla no hacen
sino agravar la situación. La primera clave para manejarla es reconocerla. Te animo a reflexionar
sobre la sutileza y alta frecuencia de aparición de la rabia y de un pariente suyo muy allegado, el
resentimiento.
Esta emoción está presente en situaciones aparentemente inocuas tales como:
• Cuando deseo que alguien sea distinto a como es realmente y me incomodo por ello
• Cuando me empeño en que alguien cambie y, si no lo hace, tiendo a alterarme o a
condicionarle mi apoyo
• Cuando me indigno ante algo que no corresponde con lo que yo esperaba
• Cuando me desilusiono por lo que alguien hace o piensa
• Si llevo tiempo haciendo algo -y no me sale como yo quiero- y mi tendencia es tirar la
toalla
• Cuando se hace presa de mi la frustración (con alguien o algo) y desisto
• Cuando me decepciona alguna persona
• Si dependo de algo o alguien para sentirme bien
La rabia es una emoción que se hace presente cuando queremos algo y no se produce tal y
como esperábamos, o sea, que la realidad no se ajusta a nuestro deseo. Nos pasamos una película
de cómo debería ser y, en la medida en que los sucesos no se adaptan a lo que pensamos, sentimos
que es injusto, descompensado o indignante. Este es el caso de Sara cuando increpa a Enrique tras
su fallida exposición en público: a primera vista, por mucho que la intentemos convencer ella ya
tiene una idea preconcebida en la cabeza y siente la rabia porque se cree que lo que ella piensa de
Enrique, así es Enrique: inconscientemente pretende que su forma de pensar sea la forma única de
pensar, vive ilusionada con tener la razón y percibiendo que su modo de ver las cosas es el único
posible. Pero si siente rabia el problema no es de Enrique, sino suyo. Cuando sentimos rabia es
porque estamos empeñados en que las cosas sean como nosotros queremos.
Para que se produzca esta emoción, hemos podido pasar por los siguientes pasos, aunque sin
apercibirnos:
1. Tenemos una expectativa de cómo ha de ser algo o comportarse alguien
2. Alguien actúa o sucede algo distinto a nuestra expectativa
3. Comparamos inconscientemente lo que sucede con lo que esperábamos
4. Censuramos lo que sucede en tanto que no se adapta con lo que esperábamos
5. Se produce propiamente la emoción
6. Exigimos que la realidad se adapte a nuestro estrecho punto de vista
Cuadro 4.5 El ciclo de la rabia.
Los coléricos están rojos de rabia...
Puede haber síntomas manifiestos o latentes (dolor de cabeza, pesadumbre, ganas compulsivas
de comer, sensación de acaloramiento, sequedad de boca, aumento de la tasa cardiaca,
sudoración...). Históricamente se asocia la rabia a los problemas del hígado y de la vesícula biliar
(de hecho, se habla de un “ataque hepático” cuando se hace referencia a un arrebato colérico). Pero
sobre todo la rabia produce deseos de venganza, de hacer pagar a otro por lo que sentimos que
“nos hemos dejado hacer” o se ha puesto en evidencia sobre nosotros mismos.
Muy comúnmente las raíces del resentimiento están disfrazadas con otros nombres: amor,
teórica complementariedad o afinidad, colaboracionismo, aparente necesidad de equilibrio... De
ahí que se trate de una emoción que se esconda ante las apariencias de lo socialmente deseable.
Pero si somos cautos descubriremos que cuando decimos que alguien “nos cae mal” estamos
elaborando una forma de rabia de la que no somos o no queremos ser conscientes.
Emociones colaterales, por lo tanto, son: indignación, decepción, lo que llamamos odio, rabia,
ira o frustración... Son todas ellas formas de poner a la situación o a otra persona en comparación
con lo que tendría que ser según nuestro juicio o punto de vista.
La rabia, la emoción de los intolerantes y los soberbios Cómo
manejar la rabia
NIVEL MENTAL: Intolerancia, impaciencia, soberbia NIVEL
EMOCIONAL: Rabia, cólera, indignación, ira NIVEL FISICO:

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


Hígado, vesícula biliar Aspecto a trabajar: creatividad
Mi propuesta es detectar los estados mentales inconscientes o no evidentes (no reconocidos)
que son nuestros y que explican que tengamos la emoción de la que se trate. Hablar de intolerancia
o soberbia no es ni bueno ni malo en si. Ser intolerante es un rasgo o estado mental propio no
reconocido y del que, hasta que no sentí la emoción de rabia, no tenía noticias de él y no sabía
quizás que me pertenecía.
Sencillamente hago (sin juzgar a nada ni a nadie) una descripción de la causa de las emociones
para conseguir la autonomía emocional y no desde la justificación de que “son los demás los que
me sacan de quicio”. Porque si seguimos pensando que es Enrique quien produce la rabia a Sara
(que es el otro el que “me produce” la rabia), estaríamos hablando de un mundo loco, falto de
lógica y de sentido común: ¿en qué cabeza cabe que, para que a Sara se le pase la rabia, Enrique
tenga que cambiar y ser como Sara quiere que sea?. La rabia de Sara es libre, es de Sara y nada
más. Y Enrique vive su proceso independientemente de las pretensiones de Sara -y aunque a Sara
le moleste.
¿Has escuchado la frase que dice “Eres como Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”?
Pues esta cita, aplicada al terreno emocional, quiere decir que nosotros somos los autores de la
emoción y los que podemos y debemos afrontarla, no “echando balones afuera”. Cada vez que
siento que la rabia (o cualquiera otra emoción) me la provocan los demás y yo soy un santo que no
he hecho nada y que son los demás los que “me perturban” estoy echando “balones afuera” de mi
propia responsabilidad como persona. Y ese acto de sentir y pensar que el otro es quien “me hace
la vida imposible” (que no depende de mi y que yo estaba tan tranquilo y viene el otro y “me saca
de quicio”), cada vez que pienso eso me estoy haciendo totalmente dependiente de él, le estoy
otorgando el enorme poder de que sea el otro quien tenga la capacidad de fastidiarme o
perturbarme. Cuando, como estamos viendo, no es así, sino que existe todo un mecanismo de
estados mentales -inconscientes y no reconocidos que podemos ir descubriendo- que son la causa
de mi emoción y son míos.
Siguiendo con la emoción de Sara, podríamos concluir que la causa de su rabia es lo intolerante
que se muestra al proceso de Enrique. Lo acusa de llamar la atención o de no ser claro cuando en
realidad lo que ocurre es que Enrique no se comportó como ella esperaba (su expectativa quizás
era que Enrique debería haber hecho una exposición ante los compañeros sin vacilaciones ni
titubeos) de tal manera que tiene un cliché de Enrique, de cómo tiene que ser y cómo ha de
comportarse. Y, al no producirse lo que ella esperaba, entonces ese desajuste le hace sentir una
rabia inmensa.
S La creencia subyacente a la rabia es: “las cosas y las personas han de ser
como yo quiero o pretendo que sean.
¿Quiénes somos nosotros, quién es Sara, para esperar o dejar de esperar que alguien sea como
ella lo tiene en su cabeza? Observa en la pesadilla que nos introduce la rabia: la rabia, cuando la
sentimos, nos está conectando con nuestra manipulación más sublime pues queremos -
inconscientemente- que las personas sean como nosotros queremos que sean. La creencia
subyacente a la rabia es: “las cosas y las personas han de ser como yo quiero o pretendo que sean”.
Por lo tanto, la rabia intenta condicionar la realidad a nuestro antojo.
La rabia marca una condición de mi mente rígida, cuadriculada, dogmática e inflexible. La
forma más radical de la rabia (y de su causa: la intolerancia, la impaciencia o la soberbia) es la de
forzar a alguien a ser como yo quiero que sea. Lo escondemos bajo distintas formas de “amor”
(cuando decimos que alguien necesita o podría cambiar). El colmo de la manipulación...
¿Cómo manejar la rabia? Antes de nada es necesario reconocerla. Cuando sintamos que está
ahí, démosle la bienvenida por desagradable que pueda parecer. Un factor de riesgo de la rabia es
que, en algunas personas, tiende a producir conductas de ataque y daño físico a otros (agresividad).
En estos casos es fundamental no esperar a que la rabia se acumule para que sea haga evidente,
sino reconocerla a la primera oportunidad y no censurarla.
Muchos chicos o chicas sienten rabia ante sus padres. No esperemos a que se convierta en
agresividad (por este efecto de acumulación). Es importante expresar el propio punto de vista, lo
que pienso, mostrar el desacuerdo con el padre o la madre aún a riesgo de cierto enfrentamiento.
Más vale un enfrentamiento y un conflicto a tiempo que un resentimiento de años que no se ha
hablado nunca. En nuestra sociedad estamos poco acostumbrados a estar en desacuerdo unos con
otros: padres con hijos, amigos entre si, ambos miembros de la pareja. Tenemos miedo a abordar
los conflictos como lo que son: una gran oportunidad para conocerse y mostrar la propia manera de
pensar y de ver las cosas. Y además solemos sentir que si el otro (padre, amigo o pareja) quiere
algo distinto a lo que yo quiero es que no me quiere, dudo de mí mismo y entonces me desilusiono
o me desencanto.
Veamos un caso que le pasó a Jose con su padre:
PADRE DE JOSE: Esa película que estás viendo es de violencia y agresividad.
Prefiero que veamos otra
JOSE: Papá...pero si ya está acabando...
PADRE: Te vas a entontecer con tantos disparos... Venga, cámbiala
JOSE: (algo más irritado) ¿Por qué tengo que quitarla?
PADRE: Porque te lo digo yo...
JOSE: (la indignación ya puede más que él) Siempre se tiene que hacer lo que tú dices.
Quiero compartir contigo una posible interpretación de este caso, a la luz de los principios de la
Inteligencia Emocional que estamos describiendo. Como verás lo hago desde la perspectiva de
Jose pues no olvidemos que las emociones que se muestran en el caso son de Jose y recuerda que,
quien tiene la emoción, goza de estados mentales no reconocidos que esperan ser descubiertos y
salir a la luz.
Jose quiere acabar de ver la película. Muy bien. Podría decirle a su padre lo importante que es
para él acabar de verla, pero no lo hace (o sea, no se comunica, no expresa su punto de vista ni lo
que piensa o quiere, lo cual sería lo emocionalmente inteligente) ¿por qué? Porque posiblemente,
en el fondo, quiere que su padre esté de acuerdo con él en el gusto por las películas bélicas -
necesita la aprobación de su padre y, como no la obtiene, duda de si mismo, se siente cuestionado
y entonces se irrita.
Posteriormente, cuando le dice a su padre “¿por qué tengo que quitarla (la película)?” las dudas
sobre si mismo lo ciegan completamente. ¿Por qué ha de hacer esa pregunta?: porque todo el
tiempo duda de si mismo y, como ha dudado de su propio gusto (y necesita que su padre esté de
acuerdo con él en el gusto -estado mental de inseguridad-) le sobreviene la soberbia como
respuesta, todo un mecanismo de defensa que acaba en la emoción de indignación y apagando la
televisión al oír de boca de su padre “se apaga la tele porque lo digo yo”. Jose quizás no puede
dialogar con su padre ante lo que interpreta como una imposición injusta y entonces siente miedo
de entrar en conflicto con su padre, obviando que su indignación lo está haciendo tan intolerante
como su progenitor.
¿Complicado? Supongo que, como mínimo, poco acostumbrado para más de un lector.
Traducir las emociones en estados mentales propios y asumir la propia responsabilidad son cosas
que se aprenden con la práctica. Si hemos de generar un nuevo hábito no esperemos que surja de la
noche a la mañana, sino haciendo el progresivo entrenamiento que estamos realizando.
Finalmente quiero compartir contigo que la mejor medicina para la rabia es la creatividad, lo
cual quiere decir, en momentos de indignación, buscar soluciones que impliquen caminos nuevos,
nuevas ideas y salir de los esquemas habituales. Pero nuevamente la creatividad es algo que no
podemos esperar que los demás hagan por nosotros. El llamado a ser creativo soy yo.

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


El aburrimiento
¡No me gusta lo que estudio...me aburro!
Un caso sobre la apatía
Ante el tercer examen de la semana de Febrero Sara está que no se aguanta. La Historia
Económica no es santo de su devoción y siente que no le interesa lo más mínimo. Tiene los libros
abiertos, apuntes de varios amigos, está intentando mentalizarse de que ha de estudiar si quiere
aprobar, pero hay algo dentro de ella que es superior a sus fuerzas. Lee los apuntes y, al
repasarlos, se da cuenta de que es como si no lo hubiese leído nunca, nada se le queda. Y
sistemáticamente bosteza, no para de abrir la boca y de levantarse de la silla, tiene un sueño
espantoso y, lo que es peor, se empieza a temer que todo esto le pase también con otras
asignaturas.
Problemas de estudio, base del aburrimiento
El aburrimiento sobreviene en situaciones de rutina, de falta de ilusión, de no verle el sentido a
lo que hacemos... Como si no viésemos el objetivo último de aquello que hacemos. Estamos
hablando del aburrimiento que abate, no del aburrimiento de no hacer nada por propia voluntad.
Problemas de estudio, de falta de interés en el trabajo, de desmotivación... tienen como
emoción recurrente el aburrimiento. La continua repetición de algo puede llevarnos a sentir apatía
porque la novedad suele servir de estímulo en las personas que tienden a aburrirse. El tedio suele
venir de la mano de estas situaciones en las que percibimos que no hay posibilidad de crear,
inventar o de hacerlas de otra manera. Hay personas que necesitan estar cambiando continuamente
para no aburrirse. Y muchas veces el aburrimiento se da en situaciones en las que no nos
enfrentamos a la manera tradicional de hacer las cosas porque tememos entrar en conflicto con
quien nos dice que las cosas sólo pueden hacerse de una única manera -o sea, que el aburrimiento
esconde cierta pereza y comodidad: preferir que las cosas sigan siendo como son, porque
cambiarlas sería más costoso y más comprometido.
El aburrimiento surge ante la falta de imaginación, la visión estrecha de uno mismo y la falta
de deseos. El aburrido puede ser alguien que no se concede a sí mismo la posibilidad de descubrir
cosas, de permitirse ir más allá y de romper los límites. Los aburridos tienden a ser muy
convencionales, conformistas y suelen mostrarse escépticos ante los cambios. De hecho el
escepticismo es un rasgo muy frecuente que se asocia a esta emoción. Por eso, detrás del
aburrimiento lo que se esconden son las posibilidades de conocer los propios deseos a partir del
reconocimiento de las propias cualidades personales.
Curiosamente el aburrimiento es la emoción que suele oponer a la euforia y se relaciona con la
falta de entusiasmo y de alegría.
¿Qué es lo que notan los aburridos?
El aburrimiento se correlaciona con falta de actividad, pasividad extrema, bostezos, sueño
permanente y ensoñaciones aunque se esté despierto; falta de concentración, necesidad continua de
cambiar de postura, de levantarse, de ir a otro lugar, como permanentes excusas para aparentar que
existen cambios físicos (cuando lo que el aburrimiento pide es un cambio de actitud mental).
Los órganos con los que se suele asociar el aburrimiento son el corazón y el intestino delgado.
De hecho el corazón saludable se asocia socialmente a la alegría de vivir, al entusiasmo y a la
presencia de deseos y proyectos, cualidades que el aburrido desconoce de sí mismo.
El aburrimiento, la emoción de los inconscientes.
Cómo manejar la apatía
NIVEL MENTAL: Inconsciencia, orgullo NIVEL
EMOCIONAL: Aburrimiento, apatía NIVEL
FISICO: Corazón, intestino delgado
Aspecto a trabajar: alegría, euforia, deseos
Pensemos en el caso de Sara: ¿qué le está pasando?, ¿por qué se muestra tan dispersa ante la
Historia Económica? Como puede observarse en este cuadro, el estado mental del aburrimiento es
la inconsciencia (y el orgullo). Sara quizás es inconsciente a su propio proceso. Cuando nos
aburrimos nuestra tendencia inmediata es la de forzarnos a que salgan las cosas como antes (o a
probar técnicas de relajación, de concentración y demás para recuperar lo que sentimos que hemos
perdido). No digo que todo esto esté mal pero, como emoción que es, llamo la atención de que
todo esto no sea sino una manera de eliminar el enorme valor que esta emoción-alarma trae para
nosotros. La llamo emoción-alarma porque el aburrido lo que puede estar mostrando es una falta
de deseo vital importante (y el aburrimiento avisa -alarma- de ello). La inconsciencia mental suele
indicar un momento de crisis personal, de pérdida del norte, en tanto que se están ignorando las
propias cualidades personales.
Pero la tendencia automática de muchas personas (incluidos los propios estudiantes) suele ser
la de horror y estupor para paliar enseguida ese aburrimiento y remediarlo para que las cosas
vuelvan a ser como antes. Vayamos al fondo de las cosas, por favor. A veces no se trata de
encontrar la motivación que falta mediante las técnicas de estudio. Si tendemos a paliar para evitar
la crisis la situación volverá a repetirse en otro momento de la vida.
Cuando un estudiante se aburre, ¿qué le está pasando?. Primero, que lo que está estudiando le
importa bastante poco, no lo valora o no lo considera un medio que valga la pena para seguir
utilizándolo. Muchas crisis de estudio empiezan con ese aburrimiento que indica la pérdida del
sentido de lo que se está estudiando. ¿Nos tenemos que preocupar por ello? No, sencillamente lo
podemos observar como lo que es, una pequeña crisis de pérdida de referentes. Cuando perdemos
el sentido de algo lo único que está en juego es que no tenemos propias metas a las que ir. Este es
el primer mensaje del aburrimiento: la falta de metas, la falta de orientación, haber dejado de ver
una finalidad a la propia vida (o lo que es lo mismo, ser inconscientes al propio proceso personal).
S Los aburridos suelen ser personas muy pactistas que dijeron si a la elección de
carrera o de estudios sin desearlo realmente.
Segundo, ¿por qué me ocurre que, de repente, desconozco lo que quiero hacer (falta de metas)?
porque no conozco mis cualidades personales, para qué sirvo, qué sé hacer, qué cosas me gustan...
de ahí que hayamos indicado anteriormente que el mejor antídoto para el aburrimiento sea el
deseo. Los aburridos suelen ser personas muy pactistas y pasivos (esperan que se les resuelva,
desde afuera, el tema de las estudios, de la elección de carrera...) que dijeron si a la elección de
carrera o de estudios sin desearlo realmente. Las razones que suelen encontrar si se les pregunta
son que lo hicieron por no molestar, no incomodar (por quedar bien). Este rasgo hace brotar cierto
orgullo en estas personas que prefieren estar paradas antes de dar marcha atrás y encontrar una
nueva orientación para sus vidas.
De ahí que la sensación del apático pueda ser la de que no está dispuesto a esforzarse y tener
que cambiar les parece mucho esfuerzo o más trabajo del que están dispuestos a asumir. Por eso
ahora, su aburrimiento les está indicando que han de localizar lo que verdaderamente les gusta, lo
cual es comprometido, arriesgado y demuestra un sentido alto de la propia responsabilidad
personal. Por eso una crisis de aburrimiento que implique al estudio puede ser utilizada como una
oportunidad para redescubrir lo que quiero de la vida para mí. Pero atención a los grandes
enemigos del aburrimiento: la pereza y la comodidad. Aquí es donde verdaderamente se suelen
perder las batallas.
Ni que decir tiene que tras la apatía de Sara pueden esconderse sentimientos paralelos como el
de obligación, el de sentir que está estudiando algo que no tiene nada que ver con ella, aspectos
éstos que en nuestra sociedad tienden a interpretarse como un fracaso. En realidad estos estados
emocionales son alarmas de una nueva orientación de la vida de Sara. ¿Pero estará dispuesta Sara a
luchar por saber lo que quiere y a llegar hasta el fondo de sus necesidades?. Es aquí donde las
personas inconscientes a ellos mismas suelen necesitar más apoyo. En conectar con sus propias

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


cualidades y desarrollar una dedicación que les de el sentido a sus vidas, un sentido que, sin saber
por qué, sienten que han perdido.
La culpa
¡Debería de haberlo hecho... y no lo hice!
Un caso sobre la madre de las emociones, la culpa
Enrique llamó a Sandra tras la fatídica exposición porque decía que tenía necesidad de hablar
de lo que había pasado:
ENRIQUE: Sentí un miedo enorme a hablar en público, lo sé, y sé también que tiene que ver
con la falta de confianza en mí mismo, pero ahora no es el miedo lo que hace sentirme incómodo,
sino que me siento muy avergonzado... Creo que pude parecer un auténtico idiota el otro día...
SANDRA: ¿Qué quieres decir?
ENRIQUE: Pues que debería haberlo hecho mejor y no lo hice,... soy un tonto integral... Mira
que desperdiciar así la oportunidad de aprobar el examen...
SANDRA: Te estás martirizando, ¿lo ves?
ENRIQUE: Si, pero estoy convencido de que podría haberme ahorrado el espectáculo... Y
sobre todo, haberos ahorrado a vosotros el mal trago de una situación así.
SANDRA: Creo que lo mejor es que no te arrepientas tanto y actúes
ENRIQUE: Lo sé pero ahora mismo me siento tan culpable...
La tortura del arrepentimiento
Casi podríamos decir que la culpa es más un término legal que psicológico (observa cómo en
los juicios se habla de ser culpable o inocente). Por eso en realidad lo que percibo es el sentimiento
de culpabilidad tal y como lo estoy describiendo, esa sensación que a veces noto dentro de mí en
forma de contradicción o dualidad a causa de que lo que he hecho o dicho siento que no debería
haberlo hecho o dicho, o sea, el arrepentimiento.
Si observas las frases subrayadas del caso de Enrique podrás ver en dónde se esconde este
sentimiento de culpabilidad y cómo se incrusta en la manera de hacer las cosas: “debería haberlo
hecho mejor”, “soy un tonto integral”, “podría habérmelo ahorrado”, “pude parecer un auténtico
idiota”... Son todas frases que crean una “imagen” de mí mismo que no pude dar y, en cambio, lo
que ofrecí a los demás no se parece con esa imagen (ideal) que tengo de mí mismo. Por lo tanto
este tipo de culpa se alimenta de machacarme con una imagen o forma de comportamiento idílico
de mí mismo (cómo tendría que ser que no soy) que a lo mejor no existe (debería, tendría que....)
Son todas obligaciones que me impongo, como si dentro de mi viviese un juez, un crítico o un
general que me ordena ser de una manera (me critica por cómo hago las cosas) y a mí me salen las
cosas de otra.
La culpa surge en situaciones en las que no he dicho a alguien cosas que sé que son importantes
para mi relación con esa persona (puede ser la pareja, un amigo, un profesor...) Se nota porque lo
que no dijiste a esa persona te viene a la cabeza frecuentemente. Todo lo que tiene que ver con
“asignaturas pendientes”, temas atávicos que no he resuelto, estudios atrasados, tareas sin acabar,
cosas que no estoy haciendo pero no me olvido de ellas, llamadas telefónicas sin hacer que
“debería hacer”... todo ello también puede hacerme sentir culpable. Negar el apoyo a alguien y
luego arrepentirme, decir algo a alguien y después dar marcha atrás... también son oportunidades
para traer a colación esta emoción.
Pero sobre todo la culpa se da en situaciones en las que queremos agradar y gustar a los demás,
de ahí que me invente o cree una imagen de mí mismo. Es la emoción que más representa “lo
vendidos” que estamos a que los demás nos reconozcan. Aparece en situaciones en las que nuestra
obsesión es, ante todo, evitar ser diferente a los demás: que no me critiquen, que no se rían de mí, o
evitar hacer lo que no se espere de mí. Y esto es imposible porque siempre hacemos cosas que no
gustan a los demás; sencillamente porque los demás no son como yo, pero vivimos en la ilusión de
todos ser iguales.

Acto

Juicio de que no corresponde con la imagen de mí mismo


Este tipo de culpa se alimenta de la diferencia entre lo que hago y lo que juzgo sobre mí mismo.
Existen dos componentes básicos: la realidad (acción) y el juicio (imagen a la que quiero
responder). Por lo tanto la clave está en que, inconscientemente, construyo una imagen de mí
mismo que entra en conflicto con mi acción. Y ambos se hacen incompatibles dentro de mí.
Cuadro 4.6 El ciclo del sentimiento de culpabilidad.
El sentimiento de culpa es la emoción que siento cuando, mostrarme como soy, me hace
percibirme diferente al resto. Pero inevitablemente soy diferente sólo lo que lo niego (y
socialmente se niegan las diferencias entre las personas bajo un falso concepto de “normalidad”, de
lo que está bien hecho o mal hecho que hace compararnos sin parar). Pero mira qué contradicción
pues el ser uno mismo y el llegar a ser emocionalmente inteligente consiste precisamente en asumir
la propia diferencia.
Por lo tanto ya tienes un problema: si tu objetivo es ser emocionalmente inteligente pero evitar,
al mismo tiempo, que los demás opinen sobre ti y esperar hacer las cosas “bien hechas”, estás en un
camino imposible, a algo has de renunciar: no podemos ser nosotros mismos (asumir cómo somos)
y al mismo tiempo querer ser reconocidos, aprobados, alabados y aceptados. Son dos vías
incompatibles desde mi punto de vista. Y aquí está tu elección: ceder ante el sentimiento de
culpabilidad y complacer a los demás o bien iniciar el camino de asumir tus propias diferencias, no
alimentar la imagen que tienes de ti mismo y desapegarte de la aprobación de los demás (este
segundo mecanismo es mucho más costoso pero conduce a la autonomía emocional).
¿Dónde se clava la culpa?
Los síntomas varían según cada persona, pero, en general, suelen aparecer correlatos físicos
(acciones físicas repetitivas, como estrujarse las manos, rascarse, bajar la cabeza, evitar el contacto
visual); fisiológicos (náuseas, dolor de estómago, ansiedad, angustia...). Una característica del
sentimiento de culpabilidad son las fantasías que la acompañan y los continuos intentos de
autojustificarnos para eludirla. El remordimiento también se hace presente en forma de expresiones
del tipo “debería haber hecho o debería hacer”... (auténticas pesadillas mentales que no tienen fin).
S La culpa busca el castigo.
Cuanto peor nos sentimos debido a la culpa, más tratamos de eludir su mensaje. El sentimiento
de culpa puede ser un corrector y no un castigo. Y comúnmente caemos en lo segundo por
desconocer que es posible pasar a la acción. Inconscientemente alimentamos la culpa sin tomar
partido creyendo que el tiempo borrará su huella. Pero nada más lejos de la realidad, pues
indefectiblemente la culpa implica castigo (a otros o a uno mismo). En el ejemplo de Enrique su
tortura mental le lleva a insultarse (se denomina a sí mismo idiota, tonto, se autodesprecia). Entran
ganas de autocastigarse o castigar a otros cuando estamos sintiendo esta emoción.
La culpa, la emoción de los que buscan desesperadamente que los quieran.
Cómo manejar el sentimiento de culpabilidad

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


Ya hemos trabajado algunos aspectos sobre cómo tratar la culpa. Digamos, a modo de resumen
de lo visto hasta ahora, que el estado mental (la causa) del sentimiento de culpabilidad es la
necesidad inconsciente de ser queridos de ser reconocidos, aceptados por las personas que para
nosotros tienen valor (y gente en general), y ante los que no queremos pasar desapercibidos.
Otro caso puede servirnos para trabajar el manejo de esta emoción:
Carlos, el colega del instituto de Enrique que presumía de ser autónomo (¿recuerdas?) trabaja
en una empresa de trabajo temporal como hemos dicho. Cierto día su jefe, revisando los contratos
de la jornada anterior encuentra tres graves errores en el procesamiento de los datos que debería
haber realizado correctamente Carlos. El jefe, al detectarlo cita a Carlos en su despacho:
JEFE: Carlos, ¿has visto estas liquidaciones?
CARLOS: ¿Qué pasa, qué pasa con ellas?...
JEFE: Según tú... ¿están correctas?
CARLOS: (mira por encima los contratos) Pues no sé qué decir... Son contratos muy difíciles
de revisar...
JEFE: ¿No sabes cómo funcionan?
CARLOS: (Violentadísimo) Sí, si lo sé... ¿Hay algún despiste por ahí, no?
JEFE: Carlos, si dices que lo sabes hacer, ¿por qué no están correctas las liquidaciones?
CARLOS: (defendiéndose) Es que yo no tengo por qué saberlo todo...
JEFE: ¿Por qué no nos pides ayuda, entonces?
CARLOS: Si no la necesito... Déjamelas que las volveré a revisar...
Este caso pone claramente de manifiesto cómo funciona un poderoso mecanismo de
autodefensa cuya causa es el orgullo y está mediatizado por la emoción de culpa. A primera vista
el jefe de Carlos sencillamente cita a Carlos a su despacho para detectar o comprobar de quién
puede ser la responsabilidad de los errores en las liquidaciones. Carlos, salta a la primera de
cambio (se justifica) diciendo que “estos contratos son difíciles de revisar”. Y pregunto yo, que
sean de difíciles según Carlos ¿justifica que haya errores?... O sea, que a juicio de Carlos, más
valen los errores (pero que no me pillen) que hacer el trabajo bien hecho (cuando, además y
posteriormente, son otras personas las que han de dar la cara ante los afectados de los contratos).
Desde mi punto de vista esto lo explica el orgullo inconsciente de Carlos: por encima de todo
necesita “aparentar” (de lo inseguro que es) que sabe -cuando no tiene ni idea. Pero se sentiría
culpable, ante su jefe o colegas, si se notara que no sabe. Fabrica, por lo tanto, la imagen personal
de que sabe pero, en realidad, es un farsante (se engaña a si mismo). ¿Por qué fabrica esa imagen
de “aparentar” saber? Porque se siente tan inseguro que necesita de la aprobación de los demás
para, falsamente, afianzar su seguridad.
Pero el riesgo de crear esa imagen aparente de saber (cuando no sabe -y él, en el fondo, sabe
que no sabe), le hace rodearse de un orgullo sutil para evitar llegar a que se descubra su
inseguridad. El orgullo puede denotarse primero en la frase: “Si, si lo sé “, cuando el jefe le
pregunta si tiene alguna duda. (Si tiene dudas, ¿por qué no las reconoce?. Su orgullo le hace tapar
sus dudas por miedo a ser despedido, a parecer ignorante.... cosas de las que se sentiría culpable).
Y después el orgullo también está presente cuando el jefe le pregunta: “Entonces, ¿por qué no
están correctas estas liquidaciones?” y él contesta defendiéndose “Es que yo no tengo por qué
saberlo todo”, negando la ayuda que le ofrece el jefe.
¿En qué quedamos? ¿Tiene dudas o no?. Carlos presenta las típicas características de quienes
no son lo suficientemente humildes como para pedir ayuda ni suficientemente responsables como
para sacarse las propias “castañas del fuego” y resolver el problema sin errores (pues luego implica
a su jefe en tener que revisar las equivocaciones); por lo tanto está en una trampa que él mismo ha
construido para él pero no está dispuesto a salir de ella. Por inseguridad no reconocida y orgullo
inconsciente. Si reconociera estos estados mentales, pidiera ayuda, observara que no pasa nada por
pedirla, hiciera bien su trabajo y nada más, entonces si que recibiría halagos de los demás y no de
la manera culpógena en que él busca esa miserable aprobación, que más que aprobación es una
limosna.
¿Cómo manejar la culpa? El sentimiento de culpabilidad tiene dos posibles resoluciones:
• Cambiar la acción que acabo de acometer y que entra en conflicto con la imagen de mí mismo
• Cambiar la imagen (ampliarla) o código moral sobre el que actuamos
La primera opción es clara y, a veces, se olvida: el culpable puede deshacer aquello que le
preocupa rectificando lo que hizo: Enrique, volviendo a hacer la exposición y afrontar con éxito el
miedo; Carlos, rehaciendo lo mal hecho y enmendando con responsabilidad los errores; haciendo
un regalo a tu hermano, aunque tarde, por no haberte acordado en el cumpleaños; en fin rehaciendo
la acción que te llevó a sentirte culpable...
La segunda involucra hacer frente a las propias creencias que tenemos sobre nosotros mismos,
a los propios juicios. Te propongo un ejercicio.

Ejercicio de aplicación a la vida real


Cómo detectar y afrontar la imagen que he forjado sobre mí mismo y
por la que me siento culpable en alguna situación de mi vida
Elige una situación, de la que ahora te arrepientes o cualquier otra cosa que te esté haciendo
sentir culpable en estos momentos. A partir de aquí utilizaremos el cuadro siguiente en donde
estableceremos dos columnas, a la derecha la imagen de cómo deberías ser (cómo habrías de
comportarte que no eres o no te comportas y por eso te sientes culpable) y a la izquierda, cómo
eres en realidad (tu comportamiento actual ante ese hecho). Yo te propongo trabajar, primero, el
sentimiento de culpa de Carlos, el amigo de Enrique, en el último caso trabajado. Tú hazlo,
después, con tu situación real:

IMAGEN QUE QUIERE DAR


CARLOS REALIDAD DE CÓMO SE SIENTE

• De dominio de los contratos No domina, tiene dudas

• De saber revisarlos No tiene los conocimientos mínimos


• De capacidad de corrección No sabe corregir, comete errores
• De estar a la altura No controla esa parte de su trabajo

Cuadro 4.7 Imagen inconsciente que hace sentir culpable a Carlos.

Observa que lo que le hace sentir culpable a Carlos es querer mantener a toda costa esa
imagen de la izquierda (ilusión de ser todopoderoso) que está dentro de su cabeza. Ello le
martiriza y él siente que, aunque sea falsamente, la ha de disimular. Y prefiere el disimulo a
reconocer que necesita ayuda en esa parte de su trabajo. Lo emocionalmente inteligente sería
romper esa imagen, pedir ayuda, reconocer que esa parte del trabajo no la domina, que necesita
apoyo y que no controla este proceso, lo cual no quiere decir que se vayan a tomar represalias
contra él. Toda la maquinación y el miedo son frutos de su imaginación (de su inseguridad y su
orgullo). Carlos necesita reconciliarse (“hacerse amigo”) de su realidad (columna de la derecha),

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


o sea, aceptarse a sí mismo y no disimular ni aparentar más de lo que es. Esto es lo que se llama
“cambiar la propia imagen” que produce la culpa.
Y ahora te toca a ti trabajar sobre esa situación real tuya. Buena suerte y encuentra la imagen
que pueda estar martirizándote. Recuerda que no has de vivir de la imagen, sino de lo real que
eres (aunque pueda darte algo de miedo al principio). Renunciar a la imagen supone empezar a
desapegarte de la opinión de los demás:

IMAGEN QUE QUIERES DAR REALIDAD DE CÓMO TE SIENTES


Inteligencia emocional para todos

La causa de las emociones: los pensamientos o estados mentales


NIVEL MENTAL: Inconsciencia, orgullo NIVEL EMOCIONAL:
Aburrimiento, apatía NIVEL FISICO: Corazón, intestino delgado
Aspecto a trabajar: alegría, euforia, deseos

EMOCIONAL: ansiedad, preocupa NIVEL FISICO:


NIVEL MENTAL: Intolerancia, impaciencia Bazo/páncreas, estómago Aspecto a trabajar: intención
NIVEL EMOCIONAL: Rabia, cólera NIVEL
FISICO: Hígado, vesícula biliar Aspecto a NIVEL MENTAL: Apego, paralización NIVEL
trabajar: creatividad EMOCIONAL: Tristeza, depresión NIVEL FISICO:
Pulmón, intestino grueso Aspecto a trabajar: voluntad
NIVEL MENTAL: Indecisión, duda NIVEL

Cuadro 4.8 Las cinco emociones básicas más la culpa.


Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional
NIVEL MENTAL: Desconfianza, incomunicación
NIVEL EMOCIONAL: Miedo, frustración NIVEL
FISICO: Riñón, vejiga
Aspecto a trabajar: propia sabiduría
Inteligencia emocional para todos

□ Conclusiones
1. Las emociones básicas son las más frecuentes. Hemos propuesto cinco (ansiedad, tristeza,
miedo, rabia y aburrimiento) además de la culpa.
2. Considero la culpa la madre de las emociones porque suele estar en la base de las demás.
3. En el proceso emocional he distinguido dos aspectos: el estímulo desencadenante de la
emoción (personas o situaciones) y la verdadera causa emocional (nuestros estados mentales
inconscientes). Cada emoción tiene un estado mental diferenciador que se puede aprender
practicando y observando el comportamiento propio.
4. Hay situaciones específicas que facilitan la aparición de las mismas emociones, si bien cada
persona es un mundo y el trabajo emocionalmente inteligente consiste en detectar los propios
estados mentales.
5. Cada emoción se expresa en un código determinado .De ahí que lo que te propongo sea
descubrir el mensaje oculto tras la misma. No desperdicies la información que nos brinda.
Descartar la información de una emoción es evitar asumir la propia responsabilidad.

Problemas más frecuentes y cómo afrontarlos


Problema
No distingo las emociones, todas me parecen la misma.
Posible afrontamiento
Céntrate en una (por ejemplo, la rabia). Exagérala y expresa rabia en todas las situaciones. Se
aprende por contraste.

Problema
Yo tendré mi parte de responsabilidad pero el otro también puede querer imponerse
Posible afrontamiento
¿Y qué más da que el otro quiera imponerse? El problema sigue siendo que a ti te produce una
emoción negativa que quiera hacerlo. Si no hubiera estados mentales tuyos en juego las acciones
del otro no te importarían nada. El secreto está en empezar a ver que nuestro modelo de vida es de
dependencia: siento que el otro es la causa de mi sufrimiento.
No pretendas eludir la responsabilidad en tu emoción. Cuando no lo hacemos la consecuencia
es que nos pasamos la existencia pidiendo permiso a los demás para permitirnos ser nosotros
mismos. Si asumes tu emoción como propia -y el estado mental que la causa- tendrás más
posibilidades de resolver conflictos por tí mismo, sin depender de otras personas para ello.

5. Socorro... me hacen la vida imposible... ¿Por qué


nos enganchamos con quien nos enganchamos?
Objetivos del capítulo
• Proponer que vivimos a la defensiva y ello es la causa del malestar emocional.
• Distinguir entre Ego y Ser.
• Entender cómo funcionamos las personas y cuál es el papel de las emociones en este
mecanismo de la personalidad.
El resultado de los exámenes de Febrero es que Sara ha suspendido 4 de las 5 asignaturas

Emociones al ataque: claves para el reconocimiento emocional


Inteligencia emocional para todos

del cuatrimestre y Sandra ha aprobado todas:


SARA: ¿Qué les das a los profesores para que todo te salga tan perfecto?
SANDRA: Supongo que lo que ellos esperan leer
SARA: O sea, que eres una chica complaciente que les da lo que ellos quieren, ¿no?...
SANDRA: Sara, ¿cómo estás?
SANDRA: ¡Habló la emocionalmente estable, el equilibrio personificado!... Pues estoy
contentísima de saber que no gusto tanto como tú a esta trupe de profesores que las prefieren
morenas...
Una hora después Sara se encuentra a Jose, que finalmente suspendió Contabilidad pero
aprobó 3 asignaturas por los pelos...
JOSE: Hombre, menos mal que te veo... Acabo de salir de hablar con el profesor de
Contabilidad y la tiene tomada conmigo sin duda alguna...
SARA: ¿Qué me vas a contar de ese payaso... ? Se pasa el día mirando las piernas a las
alumnasy luego dice que es impacial en las calificaciones... ¿Qué te ha dicho?
JOSE: Que “no tengo asimilado el concepto de problema”... Mira, me ha parecido un
psicólogo más que un profesor... Creo que le caigo mal, no veo otra explicación...
Observa el caso de Sara: ¿qué necesidad tiene Sara de insinuar a Sandra que aprueba porque le
gusta a los profesores?... La envidia. Esa emoción (mezcla de rabia, impotencia e inseguridad) se
llama envidia y puedes verlo porque todo el diálogo de Sara es encubiertamente descalificador del
logro de aprobar de Sandra y, en cambio, se justifica a si misma en sus errores diciendo que “ella
está contenta de no gustar a los profesores”.
En el caso de Jose pareciera que éste tiene manía persecutoria. Cree real (mira qué película
delirante) que el profesor “la tiene tomada” con él y que “le cae mal” a su profesor (dos excusas
nuevamente para eludir la responsabilidad de aprobar la asignatura que ha suspendido).
¿Realmente piensa Jose que su profe invierte tiempo y no tiene otra cosa que hacer (cuando está
solo en su despacho) que dividir a los alumnos entre los que “le caen bien” y los que “le caen
mal”?. ¿Has pensado que quizás, cuando utilizamos esas expresiones (quien la tiene tomada
conmigo, quien me cae mal...) en realidad estamos escondiendo la verdadera causa del problema?.
Te animo a que veamos que, a lo mejor, el verdadero problema es que Jose se siente frustrado por
no haber podido superar el examen, o porque le han fallado los medios y no ha sabido o no ha
querido (por orgullo inconsciente) pedir ayuda a su tiempo, o no le gusta lo que estudia y no se lo
reconoce y entonces, como se siente culpable de todo esto, (que lo implica absolutamente y le hace
tremedamente responsable) lo “proyecta” en el profesor o en Sandra (o en quien sea) “echando el
balón afuera”.
Este es el mecanismo automático que creo que casi todos tenemos antes de realizar un trabajo
de reconstrucción emocionalmente inteligente. Muchas personas pueden pensar que es real, que
hay gente que nos hace la vida imposible, que las personas nos quieren machacar, que hay que
defenderse de las agresiones de los demás, que esta es una vida de lobos, que la ley de la ciudad es
el “sálvese quien pueda”... Lo cual, desde mi punto de vista, es una actitud infundada e irreal.
Pero lleguemos al colmo de esta lógica demente, ¿crees realmente que alguien (por mal que
parece que le caes) esté en su habitación pensando en un plan para amargarte la vida? ¿crees
realmente que las personas invertimos el tiempo en planificar cómo acabar con la carrera de otros?
Lo dudo, entre otras cosas porque no eres tan importante como te crees para ocupar la mente de
una persona más de cinco minutos seguidos. Ni tú, ni yo, ni nadie. Una cosa es que cada cual vaya
“a su bola”, y otra que tú te sientas maltrado/a, oprimido o desconsiderado/a porque necesitas más
atención y estás confundido pensando que es otra persona quien te la tiene que dar. Porque,
querido amigo, escucha la buena noticia, nadie quiere hacerte la vida imposible, eso sólo es una
sesanción provisional debido a que no has hecho un trabajo emocional. Vivimos en un círculo

Socorro... me hacen la vida imposible.


Inteligencia emocional para todos

viciosoi del que te propongo salir.

¡Despierta! Nadie te quiere fastidiar...


Pero más que las creencias en si que han ido saliendo lo importante, lo que les da vida a estas
creencias, son las vivencias, lo que sentimos, las emociones. Aunque intelectualmente yo puedo
decirme que, es verdad, que nadie le hace la vida imposible a nadie, puede suceder que luego salgo
a la calle y, a la primera de cambio, me encuentro a un amigo que me dice algo para lo que no
estoy preparado ...¡ya estamos!... Mi sensación será la de que el amigo me ha querido fastidiar o
hacer la vida imposible. O sea que veré o proyectaré en mi amigo ganas de fastidiarme cuando en
realidad la sensación de inseguridad es mía (inseguridad en tanto que no estoy preparado para
cualquier tipo de comentario por parte de mi amigo).
No son los cuentos que te cuentas con la boca los que informan o te hacen tomar consciencia de
lo real sobre ti mismo. La parte de ti que dice y denota realmente lo que está presente en ti son tus
emociones. Por mucho que te digas a ti msmo ante un espejo que no envidias a tu vecino por tener
más dinero que tú si, al salir a la calle te lo encuentras y tú te sientes en inferioridad de condiciones
económicas y te sobrevienen las ganas de aparentar que tienes tanto como él, la verdad del cuento
no es lo que te dices sino lo que sientes, lo que te sale, tu primera reacción. Sé sensible a tus
reacciones, ellas te están indicando dónde estás verdaderamente. Veamos un ejemplo con un tema
parecido a la envidia, los celos:
Jose dice que no tiene problemas con Enrique, que salvo un problemilla ya resuelto - según él-
de celos con Sandra que tuvieron hace meses, nada pasa entre ellos. Pero cierta tarde, al salir
juntos, sucede esto:
ENRIQUE: Sandra me ha vuelto a proponer que salgamos solos otro fin de semana.
JOSE: (algo incómodo) Cuidado con lo rápido que váis...
ENRIQUE: ¿A qué te refieres?
JOSE: ( ansioso) Que Sandra es muy cambiante y nunca se sabe por dónde puede salir...
ENRIQUE: Pues el tiempo lo dirá... Yo he decidido abrirme a la posibilidad de la relación.
JOSE: Para luego sufrir la ruptura, ¿no?
ENRIQUE: ¿Por qué tiene que haber ruptura?
JOSE: Porque sóis dos inocentones que no queréis daros cuenta de lo que hay.
ENRIQUE: ¿Yqué hay según tú?...
JOSE: (con cierta rabia y muy directo) Que tú no sabes tratar a las chicas...
ENRIQUE: Bueno... ¿ypor qué Sandra quiere estar conmigo, entonces?
JOSE: (irritadísimo) Porque es tonta y no sabe elegir...
ENRIQUE: Jose, creo que sigues celoso... míra lo que dices...
JOSE: ¿Celoso yo? ¡Venga, hombre, que eres tú quien puede aprender de mi!...
Al día siguiente, hablando con Sara, Jose le dice:
JOSE: Enrique está inaguantable... Se cree que lo sabe todo... Está tan colado por Sandra que
no ve que ella no lo quiere. Y encima me atacó diciéndome que yo estaba celoso...
Jose no ha resuelto el tema de los celos en su progresiva implicación emocional a lo largo del
caso y además, las frases que dice al final, ante Sara, son frases que podemos decir nosotros
cuando “se nos ha visto el plumero” pero no lo queremos reconocer y preferimos saltar “atacando”
al otro en vez de reconocer que realmente nos sentimos celosos y hubiésemos querido estar con
Sandra y quitar a Enrique de en medio.

Socorro... me hacen la vida imposible.


Inteligencia emocional para todos

Las frases subrayadas: “está inaguantable”, “lo sabe todo”, “está tan colado”, “me atacó”,
¿percibes que son reales o fabricaciones de Jose? Mi punto de vista es que Jose atribuye a Enrique
todo eso porque se siente absolutamente inseguro, desprotegido y falto de recursos para salir
adelante. ¿De dónde se saca Jose que Enrique está inaguantable? Quizás de que no puede soportar
no tener la razón y lo traslada a Enrique; ¿Tú has visto en algún momento que Enrique lo “sepa
todo”?... Pero si Enrique no ha parado de hacerle preguntas... Sólo que, al final, cuando éste le dice
que sigue celoso, ahí es donde Jose ha perdido el pie y no ha podido soportar que era verdad lo de
los celos; lo ha rechazado de su conciencia (se lo ha negado) y entonces ve a Enrique sabelotodo
cuando es él quien lo sabe pero no se lo reconoce.
Por último, cuando dice Jose que Enrique “lo atacó”... ¿de dónde se lo saca?, ¿percibes tú que
Enrique ataca a Jose?. Mi hipótesis es que ello vuelve a ser el rebote inconsciente de Jose sobre
Enrique porque no puede soportar la verdad del cuento: que sigue enamorado de Sandra y no se lo
quiere reconocer ante Enrique (probablemente porque se siente perdedor y a Enrique ganador de
estar con Sandra).
Hagamos un experimento. ¿Qué hubiese sido lo emocionalmente inteligente en este caso?. En
la página siguiente tienes el diálogo anterior entre Enrique y Jose en dos versiones: la que
acabamos de leer y la emocionalmente inteligente (reveladora de las
intenciones de Jose a partir de ser honesto con sus emociones). Veamos el auténtico camino de
la autonomía emocional.

Contraste del mismo diálogo en versiones de


dependencia y autonomía emocional
DIALOGO ANTERIOR (dependencia) quien puede aprender de mi!...
ENRIQUE: Sandra me ha vuelto a proponer que DIALOGO EMOCIONALMENTE
salgamos solos otro fin de semana INTELIGENTE (autonomía)
JOSE: (algo incómodo) Cuidado con lo rápido que ENRIQUE: Sandra me ha vuelto a proponer que
váis... salgamos solos otro fin de semana.
ENRIQUE: ¿A qué te refieres? JOSE: Vaya, ahora que me lo dices me sigue dando
JOSE: (ansioso) Que Sandra es muy cambiante y envidia cuando os veo juntos...
nunca se sabe por dónde puede salir... ENRlQUE:¿Te refieres a lo de hace meses?
ENRIQUE: Pues el tiempo lo dirá... Yo he decidido JOSE: Sí, me sigue fastidiando no haber sido yo quien
abrirme a la posibilidad de la relación. esté con Sandra.
JOSE: Para luego sufrir la ruptura, ¿no? ENRlQUE:¿Quieres que sigamos hablando del tema?
ENRIQUE: ¿Por qué tiene que haber ruptura? JOSE: La verdad es que aún me duele pero siento que
JOSE: Porque sóis dos inocentones que no queréis hablarlo me puede hacer bien.Lo que me pasa es que no
daros cuenta de lo que hay. acabo de aceptar que esté contigo. A veces me pregunto
qué tienes tú que no tenga yo...
ENRIQUE: ¿Yqué hay según tú?...
ENRIQUE: Creo que no es cuestión de tener o dejar
JOSE: (con cierta rabia y muy directo) Que tú no de tener. Lo planteas como si Sandra fuera el premio de
sabes tratar a las chicas... que uno de los dos gane y se lleve el trofeo...
ENRIQUE: Bueno... ¿y por qué Sandra quiere estar JOSE: Y yo me siento el perdedor, es verdad.Es como
conmigo, entonces? si me hubieses quitado algo que siento que me
JOSE: (irritadísimo) Porque es tonta y no sabe pertenecía...
elegir... ENRIQUE: Si te sirve de algo yo no tengo la
ENRIQUE: Jose, creo que sigues celoso... míra lo que sensación de haber ganado nada ni de haberte quiitado
dices... nada a ti...

JOSE: ¿Celoso yo? ¡Venga, hombre, que eres tú JOSE: Supongo que mis celos aún me llevan a
rivalizar contigo y, ¿sabes qué?... En el fondo lo que no

Socorro... me hacen la vida imposible.


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soporto es estar solo... He de hacer algo al respecto...

Cuadro 5.1 Lo que no decimos de lo que decimos


Fíjate que diferencia: en la versión dependiente Jose acaba casi insultando a Enrique y en la de
autonomía reconociendo el único tema real: el miedo a la soledad, emoción que escondía a cal y
canto y que le haría eternamente dependiente el no reconocerla. Tú eliges: eres honesto con lo que
sientes o te crees que los demás te quieren hacer la vida imposible...
Por eso, como dijimos antes, no son los cuentos que me cuento con la boca los que informan y
dicen lo real sobre mi mismo. La parte de mi que dice y denota realmente lo que está presente en
mi son mis emociones. Jose, en la versión dependiente, decía que ya había resuelto el tema de los
celos con Enrique pero era mentira, porque sus reacciones (lo que le salía) seguían siendo
emociones con relación a las ganas de estar todavía con Sandra, a no haber aceptado aún la pérdida
de estar con ella y a esconder su terror a estar solo.
S Si hay emociones y reacciones es que el problema sigue ahí.
Nuestro nivel emocional puede compararse al de un niño pequeño (no lo digo para descalificar
sino para describir) que necesita aparentar para poder seguir viviendo porque se asusta y se
impresiona con lo que siente y entonces lo niega. Yo no juzgo este proceso, es así y te animo a no
juzgar tus emociones por muy mal que te hagan sentir. Para madurar emocionalmente más vale
aceptar lo que hay (ser realistas) que aparentar lo que no hemos conseguido. No te las quieras dar
de moderno, de autónomo o de que ya tienes resueltas muchas cosas obviando lo que ientes y el
enorme valor informativo de tus reacciones. Se te verá el plumero tarde o temprano. Y entonces te
sentirás ridículo/a y lo querrás disimular.
Recuerda: la culpa está siempre al acecho...
Te recuerdo que la emoción que puede hacerte sentir incómodo/a al descubrir tus otras
emociones y que te entren ganas de disimularlas se llama culpa, la madre de todas ellas. ¿No has
tenido en algún momento la sensación de que era algo ridícula la versión de autonomía de Jose en
su diálogo con Enrique?, ¿no te ha resultado exagerada e incluso inncesario dar tanta
información?... Bien, si te ha parecido así ello es debido a la culpa. La culpa hace que nos sintamos
incómodos de reconocer cómo somos realmente. ¿te imaginas
sentirte culpable de respirar, de masticar para comer o de beber cuando tienes sed? Pues es un
proceso parecido... 5. La culpa va a querer siempre que aparentes lo que no eres (para quedar bien
ante otros, para provocar en los otros una falsa sensación de aceptación). Pero entonces ya no
estamos haciendo el trabajo inteligentemente.
Como puede verse este trabajo es de integración. Hacer consciente la culpa sirve para
recuperar o restituir en nosotros mismos aquellos aspectos de los que nos avergonzamos,
reprimimos o descartamos de nosotros ante otras personas. Por lo tanto, la culpa tiene una parte
tremendamente creativa en tanto qure nos hace recuperar información fundamental para ser
auténticos y gozar de plenitud. La culpa, cuando desvelamos lo que esconde, nos ayuda a hacernos
más completos , más personas.

5 Y aunque te parezca mentira hay gente que puede sentirse culpable de todo eso y otras cosas tales como ser hombre o
mujer, tener los ojos de color oscuro o ser alto/a. La culpa es tremendamente despiadada.

Socorro... me hacen la vida imposible.


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S No disimules tu envidia, tus celos, tu rabia o tu amargura. Son el tesoro que


estabas buscando para poder hacerte fuerte y autónomo/a.
En resumen, somos analfabetos emocionales, ¿recuerdas? y el trabajo emocionalmente
inteligente no es de maquillaje sino de reconocimiento y aceptación. Goleman no bromeaba
cuando utilizó la expresión del analfabetismo. Ni tampoco pretendía insultarnos acusándonos de
“analfabetos”, sencillamente intentaba describir un proceso psicoemocional real. Y una
consecuencia de esta ignorancia emocional es creer que lo que sentimos nos lo hace sentir el otro
en vez de nuestros estados mentales O sea, olvidamos sistemáticamente que nosotros mismos nos
provocamos las emociones porque tenemos, por costumbre y hábito, una estrecha percepción sobre
nosotros mismos . Pero ya estamos empezando a ampliarla.

□ Ejercicio de aplicación a al vida real


Piensa en lo que no aceptas de ti mismo/a y a los tres niveles de realidad señalados: física,
emocional y mentalmente. Busca rasgos que tiendas a disimular o te hagan sentir que es
inadecuado mostrarlos ante otras personas. El objetivo es hacer consciente fuentes de culpa. Haz
una pequeña lista de rasgos que percibas no te acaban de gustar de ti para cada columna:
FISICAMENTE EMOCIONALMENTE MENTALMENTE
Ejemplo mío:
Mi nariz Tiendo a la tristeza Orgulloso
Rasgos tuyos:
Observa que aquello que no nos gusta de nosotros mismos son rasgos o detalles de los que
podemos sentirnos culpables.

□ Vivimos a la defensiva... Llegó el momento de


presentarte al Ego
Como hemos visto, las emociones, si se traducen y detectamos lo que hay debajo de ellas,
cuentan con voz propia qué miedos tenemos, a qué nos resistimos, qué fragilidades tenemos, qué
tememos mostrar, qué queremos esconder, qué no podemos soportar que se sepa de nosotros. Pero
hemos visto también que tenemos la tendencia a negar todo ese proceso aunque sea el camino que
conduce a la autonomía emocional. Porque escondemos la vulnerabilidad -a causa de sentirnos
culpables de ella ante otros o ante mi mismo-, cuando es el reconocimiento de la vulnerabilidad el
que nos hace fuertes y libres.
Pero suele ocurrir todo lo contrario: como no vivimos traduciendo las emociones -sino que las
ignoramos- esto nos permite observar muy bien cómo actuamos normalmente, cómo viven los
padres y los hijos en sus casas, los novios y las novias en su pareja, los amigos entre sí... cuáles son
las leyes de la convivencia humana.
En nuestro contexto occidental (pues en Oriente es otra dimensión si bien hay procesos
similares) la película que cuentan las emociones que no se trabajan (las que no tienen un
tratamiento emocionalmente inteligente) es una película de guerra. Puedo parecer exagerado pero
mi hipótesis es que vivimos (sin darnos cuenta) en un estado de defensa permanente y hasta hemos
inventado expresiones como las de los casos anteriores para protegernos de los demás: Jose me cae
mal, Sara me quiere hacer la vida imposible, mi profesor la ha tomado conmigo, mi padre quiere
fastidiarme la vida...
Hablo de guerra porque, si no, ¿para qué tenemos esa necesidad de defendernos y protegernos de
los demás? Si no se nos trata como queremos -lo cual además lo tienen que adivinar los demás
porque no solemos decirlo- somos como techos de paja, tan vulnerables, tan inseguros, tan
pequeñitos, que, enseguida, tendemos a crear trincheras, nos defendemos (nos retiramos) y

Socorro... me hacen la vida imposible.


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atacamos a quienes sentimos que nos ataca con el objetivo de proteger nuestra identidad. Y
decimos entonces: “mi jefe me va a oír”, “ese hombre se va a enterar de con quien habla”, “yo no
me dejo que me pisen”, “es la última vez que me pone la pata encima”... ¿Observas? Todo el rato
el objetivo de una parte dentro de nosotros (que llamaré EGO a partir de ahora) es la de ajustar
cuentas atacando a otros. Pero... ¿es necesario atacar?
Un caso de no ataque ¿Santos o
emocionalmente inteligentes?
Tres días más tarde del arrebato de celos de Jose éste se cita a solas con Sandra:
JOSE: Quiero decirte que te has equivocado en tu elección con Enrique SANDRA:
¿Qué quieres decir?
JOSE: Que estás ciega, eres tonta y te lo vas a pasar muy mal con ese inmaduro
SANDRA: ¿Qué tal si tengo la experiencia y luego hablamos?
JOSE: Necesitas romperte la cara para aprender, ¿no?
SANDRA: Digamos que no estoy convencida de lo que dices...
JOSE: Tiene razón Sara... Eres tan testaruda y tan hipócrita que no hay manera de hacerte
entrar en razón.
SANDRA: Me gusta estar con Enrique, nada más...
JOSE: Encima rechazas mi ayuda... ¿sabes lo que te digo? Que te des de golpes en las paredes
hasta que te enteres de que no te conviene... Ya vendrás llorando a los amigos... SANDRA: Ojalá
pueda contar contigo si fuera así...
La primera vez que alguien leyó este caso me dijo: Pero esta Sandra ¿es una santa, no?. ¿Cómo
es que no le afecta nada?... Fíjate qué comentario tan curioso: no atacar se interpreta como
santidad de lo acostumbrados que estamos a estar a la defensiva, al acecho y a un paso de saltar
para degollar al adversario...
¿Crees que Sandra llamará luego, desesperada, a Enrique para decirle que se ha sentido
insultada y maltratada por Jose, que es un cretino al que no merece la pena llamarle amigo?
¿Cómo te hubieses sentido tú ante las palabras de Jose? ¿Y cómo te sueles sentir ante unas
palabras similares que pronuncie alguien que para ti sea importante?. Estas preguntas ponen
realmente a prueba tu autonomía emocional porque revelan tus tendencias a defenderte o no.
S Jose es frágil cuando ataca y se defiende... Sandra es fuerte porque no ataca.
¿Se defiende Sandra? No, ¿por qué? ¿Porque no tiene sangre en las venas, porque es insensible,
porque es imbécil?... Nada más lejos de la realidad; sencillamente Sandra no siente la necesidad de
defenderse porque no se ha sentido atacada (a pesar de algunos aparentes insultos y aparentes
“provocaciones” de Jose). Si quieres ver oportunidades para la provocación tienes el mundo a tus
pies: quien no te mira como tú deseas, quien no te saluda cuando tú lo haces y esperas lo mismo,
quien no te sonríe si te encuentras en un día triste, quien te deja el cambio tirado en cualquier lugar
que no esperas porque ese día tú estás necesitado/a de buenas palabras... Pero llama a las cosas por
su nombre: percibes que te provocan porque te dejas provocar (aunque realmente nadie te ha
provocado). ¿Has escuchado alguna vez el refrán “Quien se pica, ajos come”?, pues aquí lo tienes.
La causa de que se me pueda provocar es que soy tan susceptible, tan egocéntrico y tan consentido
que no se me puede decir nada. Soy como una figura de cerámica, que se me puede ver pero no
tocar, porque si me tocan... me rompo. Soy tan frágil...

Socorro. me hacen la vida imposible.


Inteligencia emocional para todos

Socorro. me hacen la vida imposible.


Inteligencia emocional para todos

Pasos para ir consiguiendo no sentirse provocado ni insultado


1. Si alguien te dice algo (por ejemplo, ¡inútil!) y ese algo te afecta es que tú lo piensas de ti
mismo/a.
2. Es imposible que te afecte algo que no forma parte de ti (algo de inutilidad has de percibir
dentro de ti). Estará escondido, no los descartes pues será inconsciente.
3. No juzgues tu sensación de inutilidad, es tuya.
4. Observa si te vienen ganas de deshacerte de la sensación de inutilidad. (Si es así esa sensación
se llama culpa). Atención a la culpa pues viene a maquillar y, recuerda, no maquillamos nada
emocionalmente hablando.
5. Aunque te sientas culpable reconoce que algo te está diciendo esa inutilidad que te molesta
que el otro diga sobre ti.
6. Reconoce la emoción que te produce sentirte inútil (rabioso, culpable...)
7. Detecta el estado mental de esa emoción: si es rabia, tendrá que ver con intolerancia a la
inutilidad; si es culpa, ganas de ser reconocido como una persona totalmente útil.
8. Investiga sobre si quisieras resultar más útil de lo que te reconoces y ése es un rasgo
importante para ti de cara a tu imagen. De ahí que algo culpable has de sentirte por no ser más
útil de lo que te reconoces. Y por eso te molestó que alguien te lo dijera.
S Nadie vale más ni menos por ser más o menos útil. La inutilidad es relativa, sólo
que tu ego la utiliza para compararte y hacerte sentir poco válido o indigno
9. Aplica los antídotos de la culpa: cambia tu acción (empieza a ser algo más útil en el ámbito
que tu elijas; o cambia tu imagen (aplica el ejerció de la página ). No tienes por qué
compararte en tu utilidad: tu grado de ser útil es tuyo y el los demás el suyo (y nadie te
prefiere o deja de preferirte por ser más o menos útil, ésa es tu sensación pero no es real de
cara a ser aceptado y a sentirte tranquilo/a como persona).
Cuadro 5.2 Cómo conseguir no sentirse provocado
Jose es frágil cuando ataca y se defiende... Sandra es fuerte porque no ataca. Te puede parecer
el mundo al revés pero para eso estamos aprendiendo a ser autónomos. ¿Te imaginas plantear un
camino de autonomía que consista en que todo el mundo se calle cuando tú te ofendes? Sería el
paraíso de los niños al que muchos adultos seguimos aspirando... Despierta... Eres mayor. Abre tus
ojos...

Un chiste para ilustrar lo infantiles que podemos llegar a ser...


-Hijo, levántate que tienes que ir al cole...
-No, papá, no quiero...
- Anda, venga, que llegas y tarde, vamos...
- No insistas que no lo conseguirás...
- Pero hijo, no seas ridículo, levántate ya...
- Te diré tres razones para no ir al cole: los niños se ríen de mí, me tengo que esconder
porque quieren pegarme y me asusta estar ante ellos.
- Pues yo te daré tres razones para que vayas: tienes cuarenta años, tienes las llaves del
centro y eres el director...
Cuadro 5.3 ¿Una situación ridícula o real?
Mi manera de explicar la necesidad de defendernos y de atacar tiene que ver con un momento

Socorro. me hacen la vida imposible.


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del desarrollo evolutivo del ser humano. Emocionalmente hablando, estamos en un nivel de
supervivencia elemental, básico, y el ataque es un medio congruente con este nivel evolutivo. Y
durará hasta que no nos vayamos dando cuenta de que nunca nadie nos hace daño, de que todo el
daño que sentimos que los demás nos pueden hacer es percibido (o sea, sólo está en la mente, es
provisional y lo percibiremos mientras no acabemos de realizar este trabajo de traducción
emocional que propongo -u otros métodos que lleven a objetivos parecidos).
Hablo de pura experiencia, la mía y la de las personas que realizan este trabajo. Y funciona
como lo que es: un entrenamiento diario, aplicado y constante de estos principios que estamos
desarrollando poco a poco. Si no se practica, no funciona. Si se practica a medias, funciona a
medias. ¿Sabes? La mente es como un chicle, adopta la forma de lo que haces con ella, se adapta a
aquello de lo que la llenas: si la llenas de necesidad de defenderte te obedecerá, actuará
defendiéndose porque eso es lo que tú le pediste. Si la llenas de asunción de la responsabilidad o
de reconocimiento de lo que tú pones en cada emoción, a la larga, te hará que vayas sintiéndote
que nadie te fastidia nunca, que nadie te hace daño; y te irás dando cuenta de que “el enemigo” (si
existe alguno) está dentro de ti. Y más que un enemigo es tu parte infantil no reconocida, tu nivel
emocional no educado, es lo que llamaremos tu EGO, te lo estoy empezando a presentar.. Es tu
ego el que salta cuando crees que alguien te toma el pelo o cuando sientes necesidad de atacar a
alguien, de criticarlo a alejarte de él.
¿Quiere esto decir que, a partir de ahora, no tienes que alejarte de quien sientes que “te cae
mal” o percibes que “te amarga la vida” porque lo has leído en este libro? No. Lo que te propongo
es observar cómo funciona tu ego, entérate de qué necesita esa parte dentro de ti , ante qué
personas tiende a enfadarse, a agobiarse, a tener miedo; ante quién o qué cosas se siente seguro,
qué necesita para estar tranquilo... Entérate de qué condiciones le pones al mundo para sentirte
bien. Y ve comprobando cómo hay cosas que te hacen dependiente de los demás (si no puedes
vivir sin ellos, si es fundamental que estén contigo, si te echas a morir si no se te apoya en algo, si
te sientes hundido si te falta alguien querido...) y cosas que te proveen de autonomía (la
responsabilidad, la comunicación, expresar cómo quieres ser tratado/a sin esperar a que otros lo
adivinen, reconocer las propias emociones, tirar hacia delante aunque no tenga el apoyo de quien
quisiera..)

□ ¿Cómo funciona el ego?


El ego, en otros libros de psicología, representaría una parte de la personalidad. En realidad es
una metáfora de la que se habla en una corriente psicológica que se llama psicología transpersonal
y con la que me identifico en buena medida. Tú tienes una personalidad, yo la tengo, y tu padre y
tu profesor y tu pareja (si tienes pareja). Porque algunos no la tienen, otros no tienen jefe, quizás
hay quienes digan que no tienen amigos... Pero todos ellos, los que dicen tener y los que no tienen,
todos tienen personalidad. Nos guste o no hay una personalidad que mostramos al mundo. El ego
es el vehículo de manifestación en este mundo. Y estamos tan identificados con él, con nuestra
personalidad, que parece mentira que yo pueda cambiar mi forma de ver las cosas.
El ego sería entonces, desde esta manera de entender cómo funcionamos, quien nos hace sentir
deseos de atacar, es una parte bastante animal, básica, funciona por instinto, quiere la recompensa
inmediata, no sabe esperar, es impulsivo, vengativo y justiciero (pero se toma irresponsablemente
la justicia por su mano). Es orgulloso, siempre quiere llevar la razón, caprichoso, todo se le antoja.
No soporta no destacar. Quiere llamar la atención como sea porque busca ser querido y reconocido
todo el tiempo (hay egos que, para llamar la atención, buscan el protagonismo permanente y otros
el suicidio). Pero da lo mismo, a efectos de su llamada de atención.
Sí, el suicidio (desde el enfoque que estoy planteando) puede ser considerado como una forma
de llamar la atención en tanto que responde a una expresión más del ego, como lo es la timidez, la
extraversión o la depresión. Por eso, más que hablar de perfiles de personalidad prefiero hablar de
mecanismos del ego. Porque, en el fondo, todos los egos se parecen un montón aunque cada uno
muestre sus estados mentales propios y característicos.

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Y como ya hemos hablado del ego ahora quiero presentarte al SER. El ser es esa otra parte
dentro de nosotros que representa (siguiendo la metáfora) nuestra esencia más profunda. El ser es
la conciencia en potencia, el yo,... lo que soy y voy descubriendo de mí mismo. Pero atención
porque el ser no es “lo bueno” y el ego “lo malo” sino que el ser, para mí, representa la totalidad
(de mis rasgos o estados mentales no reconocidos todavía y de mis cualidades, de mis
potencialidades, mis deseos y mi entrega en la vida). Lo que ocurre es que, como tenemos una
visión moralista (juzgamos como negativo todo lo que concierne a los estados mentales del
capítulo 4) y queremos ser reconocidos y nos identificamos sólo con lo que llamamos “bueno”, a
causa de la educación judeocristiana
que hemos recibido, entonces entender que el ser pueda serlo todo (lo aparentemente positivo y lo
aparentemente negativo) es algo que no suele entrar en la cabeza a la primera.
S Tú no eres bueno ni malo por lo que haces ni por lo que dejes de hacer,
necesitas desprogramar tu cerebro, limpiar tu disco duro del juicio moral.
Recuerda de cara a hacer este trabajo de autonomía emocional: tú no eres bueno ni malo por lo
que haces ni por lo que dejes de hacer, necesitas desprogramar tu cerebro, limpiar tu disco duro del
juicio moral. Lo que haces o dejas de hacer tiene unas consecuencias. Esto es lo importante de ir
comprendiendo, que en lo que puedes fijarte es en las consecuencias que se producen a tu
alrededor a partir de tus conductas, actitudes y reacciones emocionales. La emoción, dentro de ti,
que te hace sentir que eres bueno o malo haciendo algo o dejando de hacerlo se llama CULPA.
Cada vez que te empeñas en juzgar el orgullo como negativo y la paz como positiva te estás
haciendo un lío y tu ego gana la batalla. No juzgues, aprende de ti, aprende de tus reacciones y las
cosas empezarán a ser de otra manera. Sé que puede resultar difícil pero es un buen comienzo.

¿De qué está “rellena” la personalidad o ego de las personas?


Dentro del ego o la personalidad existen tres niveles básicos que ya nos resultan familiares:
NIVEL MENTAL: Pensamientos y creencias NIVEL
EMOCIONAL: Emociones y sentimientos NIVEL
FISICO: Cuerpo y acciones
Tú no eres bueno ni malo por lo que haces ni por lo que dejes de hacer, necesitas
desprogramar tu cerebro, limpiar tu disco duro del juicio moral
S Lo que pienso da lugar a lo que siento y así actúo. Pero es necesario recalcar
que la base de mi acción primero está en mi pensamiento.
Dicho de otra manera:EMOCION ACCION

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Rabia Ataque
P e rs-o na s C Tristeza Huída
o s a s* Angustia Retirada
Percepción Depresión Detenerse
(Estrecho) distorsionada Miedo Pararse

Sucesos Tranquilidad Acción


Personas Alegría Compromiso
Cosas
Enfrentar
Paz
Traspasar
Bienestar
Percepción ajustada a conflictos
(Ancho) la realidad

Cuadro 5.3 La causa de las emociones que no deseamos es un filtro mental estrecho6

El papel de la mente es precisamente dirigir de manera eficaz el resto del mecanismo de la


personalidad. Y la mente tiene dos opciones básicas:
• Cuando es estrecha de miras se tiene una percepción inadecuada de la realidad. Lo que supone
emociones de cariz negativo y acciones irresponsables.

6
Este esquema lo he extraído y ampliado del libro de Annie Marquier. El poder de elegir. Ed. Luciérnaga

• Cuando es ancha de miras la percepción tiene más posibilidades de equivaler a lo que es real. Las
emociones son de corte positivo y las acciones más responsables.
La clave, por lo tanto, para una percepción más adecuada a la realidad es ampliar el propio
filtro mental de la personalidad.

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Las personas, desde este punto de vista, nos diferenciamos unas de otras por la amplitud o
estrechez de miras, por nuestra estructura mental. La estructura mental da lugar a todo lo demás:
cómo percibimos, cómo nos sentimos y cómo, en consecuencia, reaccionamos o actuamos a favor
o no de nuestros objetivos.
O sea que sentimos que los demás nos irritan cuando no vemos más allá de nuestras narices
(filtro mental estrecho) y percibimos que todo va bien cuando nos paramos a pensar que el otro
tiene sus razones -filtro mental amplio-, razones que son propias, no las mías y que, cuando se
comporta de manera diferente a cómo yo espero es porque ve el mundo de manera distinta a la
mía, y no porque me quiera hacer la vida imposible.
Un caso de amplitud de miras Los filtros mentales de Jose y Sara,
¿anchos o estrechos?
Jose, que se ha enterado de que Sara no ha aprobado ni una, quiere, a toda costa, que ésta se
sienta bien. La ve rara, inquieta, como a punto de cometer alguna locura, de ahí que se desviva en
detalles (llamadas, regalos, salidas...) porque quisiera verla contenta de la manera que sea...
Hasta que cierto día en que Jose la invita a cenar...
SARA: ¡Vayaporquería de salsa!...
JOSE: ¿No te gusta?
SARA: Puahhhh. Me parece la cosa más horripilante del mundo
JOSE: ¿Quieres cambiar de plato?... (algo inquieto)
SARA: Por supuesto.. ¡Camarero!...
(Le cambian el plato)
SARA: (Comiendo un trozo de carne) Y ahora esto está más duro que...
JOSE: (incómodo y molesto) ¡Vaya Sara, no se acierta hoy contigo!...
SARA: ¿Quieres probar la maravilla de las carnes tiernas de este país?... Pues toma (y le pone
un trozo en el plato de Jose con la mala suerte que le salpica de aceite en la camisa de éste)
JOSE: (ciego de rabia) ¡Mira dónde pones las cosas, ingrata!
SARA: ¿Y ahora qué te pasa a ti, rey del mambo? No me grites que no está el horno para
bollos...
JOSE: Eso digo yo, que no hay manera de que estés contenta y además ni lo agradeces...
SARA: Mira el señor agradecido... ¿Pero te has mirado al espejo con esa cara de rabioso
empedernido?
JOSE: Rabiosa lo serás tú, que pareces un perro herido, siempre defendiéndote...
SARA: Jose, si me dices más cosas creo que me voy a ir...
Menos mal que Sara, en su última frase, se acerca a lo emocionalmente inteligente aunque sea
de lejos... Cuando sientas que no puedes en una situación inicia una retirada honrosa antes de
entrar en una guerra sin sentido (aunque, a veces, si eres consciente de que puedes sobrevivir al
conflicto, vale la pena abordarlo. Suele ser un medio de llegar a la paz).
Pero quiero que nos detengamos en el proceso de Jose, que es quien tenía la intención de que
Sara se encontrara bien. Parece lo más normal del mundo: en la pareja, entre amigos que dicen que
se quieren, los padres con los hijos y los hijos con los padres... si alguna de estas personas se
encuentra en un mal momento o sufre y nosotros estamos cerca, quizás tenemos ganas de ayudarle
para que esté bien, de que lo supere, de que vaya a mejor.
Hasta aquí todo parece la cosa más natural del mundo si no fuera porque no hemos sido
sinceros del todo con nosotros mismos. El ego ha escondido una pieza que falta en este
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rompecabezas y esta es una de las cosas que, el caso anterior, pone de manifiesto: en realidad,
cuando le deseamos a alguien que esté bien y hacemos cosas por esa persona nuestro objetivo no
sólo es que esa persona mejore sino que mejore gracias a lo que nosotros hacemos por ella (pero
esto, aunque nunca lo decimos -nos sentiríamos culpable de ello- da lugar, inconscientemente, a
los estados mentales que causan las emociones que Jose siente en la cena con Sara). Estos estados
mentales se llaman egocentrismo y omnipotencia, si no... ¿por qué se va “enganchando”
progresivamente Jose a lo largo de la conversación?
Podríamos “proyectar” que es que Sara es muy exigente, muy intolerante con la comida, es
ingrata, no sabe apreciar que le echen una mano, etc. Pero nada de esto arreglaría la dependencia
emocional de Jose ya que es dependiente de que Sara mejore, de que Sara esté bien para estar él
bien. ¿Por qué? Porque, en el fondo, lo que le fastidia es no haber conseguido (pese a sus
esfuerzos) que Sara esté más contenta. Si no, a santo de qué le dice a Sara la frase “no hay manera
de que estés contenta y además ni lo agradeces ”.
S Entérate: no puedes salvar al mundo, ¿sabes?, no puedes cambiar a nadie; sólo,
si quieres, puedes cambiarte a ti.
¿Te ha ocurrido que intentas complacer a alguien por todos los medios que tienes y ese alguien
sigue con la cara de póquer (según tu percepción) y siempre está amargado, o triste o no hay
manera de sacarlo de dónde está?... Y a ti te sobreviene la emoción de rabia porque tienes la
sensación de que estás ante un pozo sin fondo, alguien que por mucho “que le des” siempre está
insatisfecho?. Pues ya tenemos la solución. El problema no es del otro (el “amargado”) sino tuyo,
¿sabes por qué?:
• Primero porque la emoción es tuya (sientes rabia de ver que al otro no le sirve nada lo que
“intentas hacer por él” y tú , inconscientemente, no puedes soportar que algo tuyo no le
sirva a alguien (fíjate cómo sale aquí el egocentrismo: quisiste ayudarlo con la condición -
que nunca reconociste pero revela la emoción de rabia- de que sirviera tu acción para él); o
sea, no lo hiciste gratuitamente sino esperando recibir algo, ¿qué?: que mejorase gracias a
tu apoyo pero no lo conseguiste. Doble rabia por lo tanto.
• Segundo, por quererlo salvar, por quererlo sacar de dónde está cuando nadie te pidió permiso
ni nadie te dio vela en el entierro... Pero allá fuiste tú, de voluntario/a “de la Cruz Roja” a
salvar al mundo. He aquí el estado mental de omnipotencia y la actitud redentora que no sé
si sabías que estaba ahí: no puedes salvar al mundo, ¿sabes?, no puedes cambiar a nadie
(sólo a ti, si lo intentas y eres constante). Si ofreces apoyo a alguien asegúrate de que lo
haces sin condiciones porque si esperas algo a cambio (que el otro mejore), y el otro no
mejora, proyectarás que el otro es un ingrato cuando el problema es tuyo: eres un
intervencionista que intenta arreglar la vida de los demás sin permiso y sin que nadie te lo
haya pedido.
Más o menos este pudo haber sido el proceso emocional de Jose porque observa: ¿se dice en
algún momento que Sara le pidiera ayuda a Jose? No, ¿por qué lo hace entonces? Digamos que por
solidaridad. Pues si lo hace por esa razón, ¿por qué la acusa luego de ingratitud a Sara si es tan
solidario? Porque lo proyecta en Sara al sentirse culpable de no ser útil a su amiga (cosa que no se
reconoce) y esto no lo puede soportar. Pero no nos lo dice en ningún momento, sino que se permite
el lujo de enfadarse con Sara... Mira la culpa como vuelve a estar ahí, siempre presente...
Todo lo que hacemos lo hacemos por nosotros mismos. Hasta quien es más altruista lo hace
porque quiere sentirse bien haciendo lo que hace, le da placer o le produce bienestar. En el fondo,
hacer cosas por los demás, esconde un egoísmo -no egocentrismo- no reconocido que no es ni
bueno ni malo, es real.
Egocentrismo e Intromisión, las causas de la estrechez de miras Qué es el
egocentrismo
El caso de Jose ilustra lo que es un filtro mental estrecho: cuando paradójicamente él tenía una

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buenísima intención -que era la de ayudar a Sara- emocionalmente el hecho se vuelve en su contra.
A veces, nuestras buenas intenciones causan estragos. Bajo una necesidad imperiosa de ayudar a
alguien, como hemos visto, puede esconderse una incapacidad para ver más allá de mis narices.
Es difícil encajar lo que voy a decir pero te propongo estudiarlo con detenimiento: nunca tu
ayuda puede ser interpretada de la misma manera en que tú la das. Tu intención (buena, mala,
regular...) no la juzgamos es tuya, pero no pretendas que el otro la reciba igual... Y, si te ofendes
porque el otro no la recibe igual, tienes un problema de egocentrismo importante (y este
egocentrismo sí que es la causa de tu sensación de ofensa).
Vivimos en una cultura tremendamente egocéntrica: creemos que lo que a nosotros nos va bien,
les va bien a los demás. Elaboramos teorías para justificar lo que nos gusta (a nivel de comidas, de
forma de vestir, de estilo de vida, de modo de pensar) y luego las “proyectamos” en los otros
pensando que se lo pasan bien con las mismas cosas que nosotros; que disfrutan con lo mismo que
nosotros; que se sienten felices con lo mismo que nosotros... Paremos este círculo vicioso: somos
tan egocéntricos que generalizamos en los demás nuestros propios gustos y, encima, pensamos que
les estamos haciendo un favor... Descentrémonos, rompamos la ilusión de homogeneidad (pensar
que lo que a mi me va bien al otro le va bien). Y atención cuando nos ofendamos si los demás no
consideran conveniente nuestra ayuda.
Nos tomamos las cosas como algo personal y entonces no se puede hablar con nosotros:
JOSE: Qué vestido tan oscuro llevas, ¿no?
SARA: (rabiosa y contrariada) Pues anda que el uyo... Pareces un enterrador...
Observa, en vez de pensar que Jose tiene un gusto diferente al suyo, Sara “se ofende”, se toma
el comentario como algo personal (se le clava) y luego dirá que Jose es un maleducado... La
tendencia primera es atascarnos en nosotros mismos (egocentrismo), nos creemos que el otro dice
lo del vestido para alabarnos o hundirnos: pero si Jose no quería hacer ningún comentario sobre
Sara sino sobre el vestido, ¿por qué Sara se lo toma como algo personal?. Porque eso es
precisamente el egocentrismo: estamos deseando que los demás se fijen en nosotros todo el rato,
queremos ser el centro de atención (en positivo o en negativo). ¿No puede ser que Jose,
sencillamente, haya hecho un comentario sobre el vestido independientemente de Sara? ¿Por qué
Sara tiene la tendencia a darse por aludida, a involucrarse si no se habla de ella? Jose entonces no
es libre de decir lo que piensa por “temor al enganche de Sara” y ya empezamos a rizar el rizo: el
uno “se engancha” en la otra y la otra en el uno. Propongo que la causa de la emoción de Sara sea
su estado mental de inseguridad: a ella también le parece oscuro o no se siente atractiva con él.
Pero lo proyecta en Jose llamándolo enterrador.
El caso de los misioneros en Perú
Cuando se produjeron las migraciones españolas en América tras lo que se conoce como el
descubrimiento de este continente, la iglesia católica envió a muchos religiosos para evangelizar
a los indígenas bajo la creencia de que necesitaban ser introducidos en las creencias del
catolicismo. Independientemente del afán intervencionista de estos misioneros (que pensaban, sin
duda, que hacían lo mejor para los habitantes de ese continente), y bajo la -para ellos- sana y
buena intención de hacerles conocer la figura del dios católico (respetando o no las creencias
espirituales de estos indígenas), también se produjeron otra serie de hechos que, ante la
ignorancia de unas mentes redentoras, fueron inconscientes a los efectos de sus prácticas.
Una de estas prácticas (que sucedió en miembros del pueblo inca - pueblo que se extendía en
la zona sur del continente americano-) fue la de vestir a los indígenas con sacos y ropas
provenientes de España (bajo la idea de inculcar moralidad y costumbres europeas entre los
nativos que estaban desnudos) provocando (inconscientemente) la muerte de muchos de ellos por
el contacto con tales vestimentas que, al provenir de España, estaban contaminadas por la
entonces mortífera plaga denominada peste, enfermedad que arrasaba a Europa durante la
conquista de América.

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¿Qué es la intromisión?
No estoy dudando de las intenciones de los misioneros. Utilizo el caso como recurso para la
explicación de este estado mental que nos causa tanto malestar emocional cuando sentimos que el
otro “rechaza” lo que le ofrecemos. Entonces creemos que es debido a que los demás no saben
apreciar lo que les ofrecemos. Este estado mental puede llamarse afán redentor, querer salvar a
otros,... o sea, sutiles formas de ser intervencionistas, intromisores: presuponer que somos mejores,
superiores, más fuertes que el otro y que, seguro que el otro nos necesita, desea ser como
nosotros...
Desde la antropología el caso de los misioneros podría considerarse como una típica situación
de etnocentrismo (percepción de que una cultura es superior a la otra y esa otra necesita del
ejemplo de la primera). Y si lo llevamos al terreno psicoemocional entonces encontraremos
infinidad de situaciones en las que, como el caso de Jose queriendo poner contenta a Sara, bajo la
excusa de querer hacer “el bien” (concepto muy relativo y tremendamente subjetivo) lo que
hacemos es fastidiar o meter la pata.
Pero, sobre todo, a nivel emocional el intervencionismo o la intromisión no reconocidas nos
pueden hacer creer que los demás confabulan en contra de nosotros, que son unos desconsiderados,
cuando sólo ocurre que yo tengo una imperiosa necesidad de sentirme bien siendo útil al mundo.
Pero no de la forma que el otro puede necesitar sino como mi ombligo me dice y, si no me quieren
así, no lo puedo soportar y me siento rechazado.

□ Ejercicio de aplicación real a la vida


Cómo ir reconociendo la amplitud o estrechez de tu filtro mental
Te propongo contestar a estas preguntas para detectar y descubrir las situaciones que pueden
poner al rojo vivo tu posible intromisión (afán de ser imprescindible). Comprueba si,
emocionalmente, sientes que otras personas no valoran tu apoyo y que, a veces, pueden mostrarse
como “desconsiderados”. Recuerda que tales emociones esconden el egocentrismo y el afán
intromisor:
¿Quién necesita de ti actualmente y en qué?
¿Para quién sientes que eres imprescindible?
¿Quién está bien gracias a ti?
¿Qué sería distinto si tú no estuvieras?
¿Quién, si no se le ayuda, no hay manera de que haga las cosas?
¿Quién no funciona si tú no estás encima?
¿A quién te gusta ayudar?
¿Quién sientes que te necesita?

□ Otros secretos de cómo funciona el ego


S Si conocierais con exactitud vuestra prisión, podríais planificar vuestra
evasión (Lazaris).
Hay, por último, tres mecanismos más que quiero compartir contigo y que explican por qué nos
sentimos como nos sentimos. Son dos secretos que el ego guarda bien escondidos porque, cuando
los dominemos, las situaciones de ataque se irán reduciendo... Pero el ego sigue encantado de que
no ser reconocido y así, seguirte haciendo creer que las personas te hacen la vida imposible y tú, en
cambio, eres una pobre víctima que no has hecho nada para merecerlo...

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Secreto 1: ¿Qué es la proyección? El


chiste del abrigo
Has escuchado alguna vez ese viejo chiste que pregunta “¿qué es un abrigo?”
Y la respuesta es: lo que el niño se pone cuando la madre tiene frío
Si entiendes la esencia del chiste y ves sus implicaciones emocionales entenderás mucho mejor
todo lo visto en este capítulo. Vayamos por partes. Ciñéndonos estrictamente al chiste: si estamos
con una madre que tiene un niño de dos años y corre como loco en la mañana (suda, se mueve, no
para...) y, de repente, la madre siente un poco de fresco y dice: ¡Víctor, ponte el abrigo!...
Pregunto: ¿quién es quien siente frío?... la madre, sin duda. Pero la madre tiene una respuesta
automática que es pensar en su hijo (no en ella) como sujeto del frío. Qué curioso, el niño está
corriendo, sudando, abrigado ya de por si, pero ella, la primera reacción (al sentir el frío) es
trasladarlo a su hijo cuando es ella la que está helada. Más que en ella, piensa en su hijo (sin
preguntarle, sin constatar si tiene frío o calor). ¿Recuerdas?... aquello del egocentrismo y la
tendencia a entrometernos (intromisión, afán de redención...) para explicar los filtros mentales.
Pues es lo mismo sólo que lo vemos ahora desde otro lugar.
Este mismo mecanismo el que está en la base de los conflictos revisados hasta ahora. El ego
tiene una tendencia a autoprotegerse mediante la evitación de la responsabilidad: su ley básica es
que nada tiene que ver con él y todo lo proyecta afuera (en otro). Proyectar quiere decir que,
aquello que no te gusta de ti mismo/a, lo ves otro. Por lo tanto, lo que percibes en otras personas
así eres tú en alguna medida.
Si volvemos a la madre del chiste observa que el mecanismo mental tender a verlo en el hijo,
aunque es ella la que tiene frío. Aquí puede quedar claro el mecanismo pero dar el salto a la
descripción de las personas es más comprometido: ¿cómo se explicaría entonces que tú puedas ver
a alguien como agresivo o autoritario o inútil o pesado o alegre o tranquilo? La respuesta literal es
que lo que ves siempre parte de ti, tú eres la medida de todas las cosas, tú eres el metro con el que
mides el mundo y el criterio de comparación. O sea que tú tienes en alguna medida (reconocido o
no por ti, consciente o inconsciente) algo de esos rasgos que percibes en el otro. Si no sería
imposible que los vieras en otra persona. Luego veremos qué pasa cuando algunos de esos rasgos
te fastidian. Eso es lo que llamaremos tu sombra (rasgos tuyos de los que te sientes culpable -no te
los reconoces conscientemente pero los proyectas en los demás porque tú no puedes soportar
reconocértelos).
¿Cómo vemos a quién?
Lo que veo, ¿todo el mundo lo ve o sólo es percibido por mí?
Sara, que tiene 25 años, ve joven a su hermano de 22 y mayor a su vecino de 35. Su vecino la
ve a ella una niña y a su mujer (que tiene 38) una auténtica vieja
Enrique, que mide 1,75, ve alto a Jose, que mide 1,85 pero baja a Sara, que mide 1,65. Sara los
ve altos a los dos.
Enrique, que es más bien reservado, proyecta que Sara es muy habladora. Sara, que no para de
hablar, proyecta que a Jose hay que sacarle las cosas con tenazas.
Percibo las cosas siempre con relación a un criterio y ese criterio siempre soy yo.
Cuadro 5.4 Somos el patrón de medida de lo que percibimos.
¿Por qué vemos a las personas como las vemos?
Un caso mío y otro tuyo para ilustrar la proyección

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□ Ejercicio de aplicación a la vida real Ejercicio de


sensibilización personal con la proyección
1. Piensa en alguien de quien te de pena o rabia... ¿a todo el mundo le da pena esa persona?
Seguro que no, y atención porque no necesitas justificar que a los demás también les da
pena para que a ti te la de. Las percepciones son subjetivas, personales e intransferibles.
(sería una actitud egocéntrica pensar que es normal que a ti te de rabia Fulanito porque a
todo el mundo le produce la misma rabia) Te propongo personalizar sin miedo el ejercicio:
¿por qué te da pena a ti de la persona que eliges?.
2. Describe por qué te da pena (expón los rasgos que hacen que te de pena esa persona).
3. Intenta ver en esa relación de cosas si encuentras en ti, si te reconoces alguno de los rasgos
que percibes en la persona elegida; en qué medida por pequeña que sea te identificas con
esos rasgos tienes algo de todo lo anterior
4. Atención al juicio sobre ti mismo/a. Esta es la fase donde la culpa viene a destrozar el
trabajo. Contesta a la pregunta: ¿te preocuparía que se dieran en ti (si no has localizado que
se da alguno de los rasgos), ¿te das o darías pena de ti mismo/a viéndote así?
Ejemplo real y personal mío siguiendo los pasos del ejercicio:
1. Me da pena mi sobrina. Tiene tres años.
2. ¿Por qué? porque la percibo Indefensa
Pequeñita
No expresa lo que quiere
Es ingenua e ilusa
3. Aplicación a mí mismo de los rasgos proyectados en mi sobrina:
Aparentemente no me veo indefenso, ni soy pequeñito... Pero estos rasgos pueden informarme
de miedos míos: tengo miedo a la indefensión y, si soy honesto, tengo la sensación de indefensión
todavía a veces (de no saber exponer mi punto de vista, de que no me salen las cosas como quiero,
de que me siento con rabia cuando no consigo lo que quiero... indefensión) ¿Pequeñito? Si me dejo
llevar por el concepto de “pequeñez” he d e reconocer que me veo flaco, delgadito, como voluble...
Son percepciones que tengo de mi y que proyectaré en mi sobrina porque no lo tengo reconocido
del todo en mi.
Sin embargo, soy consciente de que me cuesta expresar lo que quiero y reconozco que soy
bastante iluso (me gusta todavía soñar despierto, hacer planes que, a veces, están algo fuera de la
realidad... )
4. ¿Me preocupan o preocuparían esos rasgos en mi?, ¿me doy pena?
Si soy sincero conmigo mismo son rasgos que no me gustan del todo de mi. Me gustaría ser
más autónomo, más fuerte, que “se me viera” más decidido, con más capacidad de acción,
expresando sin problemas mis necesidades... Esa parte de mi que me hace decir “me gustaría ser
más no se qué” es la culpa (me siento culpable de verme aún no desarrollado del todo, al menos no
como a la imagen que mi ego me hace tener de mi le gustaría) y esta culpa es la que me hace ver en
mi sobrina rasgos que “me dan pena” (la pena es una emoción que me hace sentir que yo no estoy
aún donde quisiera estar y, el verlo en el espejo de mi sobrina me conmueve, me hace; pero, en el
fondo, es de mi de quien tengo pena por no estar en donde me digo que quisiera estar (pero lo veo a
través de mi sobrina).
La proyección es un mecanismo de autorreconocimiento, es decir, una estrategia mental para
darme cuenta de cómo soy yo. Pero lo que, al principio, puede confundir es que no se realiza a
través de mí, sino a través de otros. Los otros son el espejo que refleja mi propia imagen. Y ahí me

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doy cuenta de cómo soy.


Conclusión personal sobre el ejercicio
No es malo ni bueno todo lo que aprendo de mí resolviendo la proyección de mi sobrina. Todo
lo que veo en ella son las cosas que puedo consolidar en mi para hacerme más autónomo. Lo
importante es no creerme que mi sobrina es indefensa, ilusa o falta de expresión. Esos son los
rasgos que a mi me hacen sentirme incómodo sobre mí mismo.
Un caso sobre cómo vemos a las personas
¿Cómo dirían Jose y Enrique que es Sandra? ¿Tendrían la misma opinión? ¿Les suscita las
mismas emociones? En el siguiente texto las emociones que sienten los personajes están en rojo.
Veamos:
Sandra vista por Jose Recordatorio sobre la relación Jose-
Sandra
Jose tuvo un conato de relación con Sandra hasta que apareció también Enrique y Sandra optó
por él. Pero Jose sigue enamorado de Sandra.
Proyección y emociones de Jose sobre Sandra
Es una chica que es indecisa, algo inmadura. Necesita un padre protector a su lado (rabia); es
inteligente pero egoísta (se preocupa sólo de lo suyo (rabia) Testaruda, hipócrita y luego viene
buscando ayuda cuando te ha dejado tirado en la estacada (ansiedad, pena, rabia).
Sandra vista por Enrique
Recordatorio sobre la relación Enrique-Sandra
Se conocen desde primero de carrera pero desde hace tres meses son pareja.
Proyección y emociones de Enrique sobre Sandra
Es una chica muy clara, decidida y que “donde pone el ojo, pone la bala” (ansiedad). Sabe lo
que quiere y así lo busca. Muy comunicativa pero tajante y, a veces, excesivamente directa
(ansiedad).
No espera para decirte lo que siente.
Excesivamente autosuficiente y algo prepotente (rabia).
Veamos: ¿Por qué Jose la ve indecisa y Enrique decidida? Buena pregunta... Quizás porque
Jose quiso estar con Sandra, no lo consiguió y proyecta en ella indecisión porque - para él-Sandra
no tomó la decisión que hubiese querido él que ella tomara: Jose llama indecisión a que Sandra no
lo elige a él, como si decidir sólo fuera que lo eligieran a él y el resto de elecciones fueran
equivocadas por el hecho de no ser él el elegido.
Y Enrique la ve decidida sencillamente porque proyecta haber sido elegido (o sea, en realidad a
lo que Enrique le llama decisión no es sino proyección de su inseguridad y su necesidad de ser
elegido). Además, si repasamos el resto de emociones -en rojo- de Enrique veremos que aparece la
ansiedad ante Sandra casi todo el tiempo. Enrique, ante Sandra, vive la inseguridad que no se
reconoce. Por eso la ve tajante, directa (porque él no lo es y ante ella duda de si mismo y se mira
en el espejo de Sandra, devolviéndole este espejo una seguridad qué él no se reconoce).
Jose, en cambio, tiene más bien una emoción permanente de rabia, quizás mediatizada por “el
rechazo” que él proyecta en Sandra. Jose, en el fondo, no puede soportar que Enrique haya
“conseguido” a Sandra y por eso la ve testaruda o hipócrita, porque no ha conseguido lo que quería
y está fastidiado.
Enrique ve a Sandra autosuficiente y esto también le produce rabia. Posiblemente porque no
puede soportar que Sandra no lo necesite completamente y para todo lo que a él le gustaría. Las
proyecciones de Enrique sobre Sandra nos dan la pauta de que Enrique es dependiente de Sandra
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en ella cuente con él (necesidad de ser imprescindible). De hecho, si recordamos el caso nocturno
en el que Sandra sintió miedo pero no llamó a Enrique, él quiso que ella la llamara pero ésta no lo
hizo.
¿Cómo son, por lo tanto, Jose y Enrique a la luz de lo que proyectan en Sandra? Recordaremos
a la izquierda las proyecciones anteriores y a la derecha una posible desproyección emocional en
base a lo percibido por cada uno de los personajes:
Qué puede aprender Jose de él en base a estas proyecciones y sus
emociones
Si proyecta indecisión e inmadurez, atención a lo culpable (inconscientemente) que puede
sentirse de no ser más decidido de lo que es (sensación de no coger al toro por los cuernos). ¿Y
quién necesita sentirse protegido?. Él mismo.
Si proyecta testarudez e hipocresía, él es hipócrita ya sólo por no reconocer que la base de su
emoción es que está frustrado de no “haber conseguido” a Sandra. Pero lo disimula y no se lo
reconoce (¿por orgullo?).
Y esa sensación de que “lo dejan en la estacada” puede deberse a su necesidad de ser
imprescindible (si no cuentan conmigo... es que no son amigos de verdad) y a que él o le han
dejado o siente que ha dejado a alguien en la estacada alguna vez.
¿Cómo Jose puede ser más autónomo emocionalmente?
Reconociendo su indecisión y decidiendo progresivamente lo que quiere; asumiendo su
frustración y aceptando su soledad; dándose cuenta de que no necesita “ser imprescindible” para
nadie y que nadie lo va a dejar en la estacada aunque no sea útil como él quisiera. Éstas son sus
verdaderas causas de su malestar emocional y no Sandra.
Qué puede aprender Enrique de él en base a estas proyecciones y sus
emociones
Si proyecta claridad y decisión es que a él le puede estar faltando eso y por eso admira esos
rasgos en Sandra. La falta de claridad le puede generar ansiedad -recuerda que el estado mental de
la ansiedad es la inseguridad- y ello le haría sentir inseguridad ante Sandra. Igualmente se proyecta
en que es una mujer que consigue lo que quiere. Quizás Enrique pueda sentirse culpable de no
conseguir lo que quiere.
También le inquieta lo tajante y directa que percibe a Sandra (¿Puede tener miedo a ser directo
o es ambiguo él?) Su proyección está revelando algo del orden de su claridad que percibe en
Sandra.
La prepotencia puede ser suya y la autosuficiencia, posiblemente a la luz de cómo se va
comportando, proyección de sus ganas de poseer más a Sandra de lo que la posee.
¿Cómo Enrique puede ser más autónomo emocionalmente?
Reconociendo que Sandra ni le da ni le quita seguridad, que la seguridad la ha de desarrollar él
decidiendo las cosas que quiere y equivocándose cuanto haga falta. Siendo honesto y claro sobre lo
que siente, sin culpas, sin temores, atreviéndose a expresarlo. Viendo su impulsividad y
practicando que las cosas tienen un tiempo para realizarse. Aceptando que su afán de posesividad
es una manera de suplir su inseguridad. Y que no necesita poseer a nadie para sentirse seguro.
Proyección y emociones de Jose sobre Sandra
Es una chica que es indecisa, algo inmadura. Necesita un padre protector a su lado (rabia).
Es inteligente pero egoísta (se preocupa sólo de lo suyo (rabia) Testaruda, hipócrita y luego
viene buscando ayuda cuando te ha dejado tirado en la estacada (ansiedad, pena, rabia).

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Proyección y emociones de Enrique sobre Sandra


Es una chica muy clara, decidida y que “donde pone el ojo, pone la bala” (ansiedad). Sabe lo
que quiere y así lo busca. Muy comunicativa pero tajante y, a veces, excesivamente directa
(ansiedad). No espera para decirte lo que siente. Excesivamente autosuficiente y algo prepotente
(rabia).
Conclusión del caso sobre proyección
Todo lo que sientes por otras personas (pena, tristeza), las ganas de que los demás estén bien, la
ansiedad que te produce estar con alguien, la alegría que sientes acompañada de no sé quién, el
propio amor... todos son proyecciones de tu mente. Vemos en otros lo que está en nosotros:
nuestros deseos (de ser de tal o cual modo); nuestras expectativas (lo que quisiera que pasara o lo
que me pasó en el pasado); nuestras represiones (aquello de lo que me siento culpable: sexo,
violencia, agresividad...); aspectos inconscientes en general, fantasías...
S La proyección es un mecanismo de autorreconocimiento, es decir, una estrategia
mental para darme cuenta de cómo soy yo.
¿Qué quiere eso decir? Pues sencillamente que, como lo ves en el otro y te enteras a través de
él (porque tu mente lo traslada al otro) parece mentira que tenga que ver contigo, pero eres tú quien
lo ve. O sea que estás hablando de ti.
Recuerda que no hay que avergonzarse de la proyección: proyectar no es ni malo ni bueno, es
una función de la mente. La proyección es un mecanismo de autorreconocimiento, es decir, una
estrategia mental para darme cuenta de cómo soy yo. Pero lo que, al principio, puede confundir es
que no se realiza a través de mí, sino a través de otros. Los otros son el espejo que refleja mi propia
imagen. Y ahí me doy cuenta de cómo soy.
Y vemos lo que vemos por nuestra historia particular, por nuestros miedos,, por el daño que
una vez sentimos y ahora temo inconscientemente que me vuelva a suceder y, ante una persona
dada, se vuelve a activar esa memoria que estaba ahí y me había olvidado de ella. A efectos de este
mecanismo, cualquier pequeño detalle nos hace reaccionar como en el pasado y creemos que
estamos percibiendo la situación presente tal como es cuando sólo estamos proyectando sobre ella
una situación pasada.
Sin ánimo de inquietar sino de describir, ésa es precisamente la propia función de la mente:
proyectarse en lo que ve, con el objetivo de reconocer lo que está sucediendo (lo cual forma parte
del mecanismo de supervivencia). Por lo tanto la percepción de la realidad condiciona los juicios
que hacemos sobre los demás.
S No percibimos a los demás como son sino como nosotros somos.
De hecho este principio implica que algunas personas o ciertos comportamientos nos molestan
especialmente porque conectan y activan memorias de nuestros recuerdos inconscientes -que
permanecen todavía activos en el disco duro de nuestro ordenador, el inconsciente.
Nuestros juicios sobre los demás suelen ser reacciones del inconsciente ante situaciones
presentes que reactivan recuerdos de situaciones pasadas, sobre todo si están cargadas
emocionalmente. Sabiendo esto, los juicios y críticas que hacemos sobre los demás pueden
servirnos para conocernos a nosotros mismos.
A la hora de elegir pareja, o de comprar algo, o de realizar cualquier tipo de transacción, casi
todas las decisiones vienen determinadas por reacciones del inconsciente. Pero el ego a eso lo
llama “que nos apetece”, “es lo más conveniente”... o sea, que justificamos nuestras elecciones
mediante toda clase de argumentos racionales.
Secreto 2: Los sistemas de defensa
Si el primer secreto que estábamos repasando sobre el ego era la proyección el segundo son los

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sistemas de defensa. Aunque la palabra autodefensa y la expresión necesidad de defendernos ya
han sido utilizados en las páginas anteriores, ha llegado el momento de situar el papel de los
sistemas de defensa propiamente dichos en el proceso emocional.
¿A qué le llamo que alguien “me caiga bien” o “me caiga mal”? En
busca de la TECLA X...
¿Por qué sucede que de algunas personas digo “que me caen bien” y otras “que me caen mal”?
¿Existe alguna explicación psicoemocional para ello? ¿Es así y siempre lo será?. Quizás muchas
personas justifican las simpatías o antipatías ante otras personas como algo natural, que no te
puede caer bien todo el mundo... o que es normal que no gustemos a toda la gente...
Si quieres seguir manteniendo creencias de ese tipo observa lo dependiente que te haces
explicándote que alguien “te caiga mal” de esa manera, como si, de repente, por arte de magia, “te
saliera” un colega en la facultad que “te cae mal” o en el trabajo que “te toca” un jefe que “es
insoportable”... Sin depender de ti, como si nada tuviera que ver contigo.
¡Anda, mira!... como una seta que sale en el bosque... Tú, sin pinchar ni cortar, ajeno a todo,
inocente y sin darte cuenta, de repente, no se sabe por qué (por azar, porque las cosas son así,
porque has tenido mala suerte) va y te toca estar con alguien que “te cae mal”. Pobrecito... ¡Apaga
y vámonos!... Esta sería una explicación de dependencia emocional.
Pero profundicemos algo más. ¿Será que algo tiene que ver contigo todo este proceso? ¿Será
que quizás tú tienes que ver con lo que percibes?. Quizás, ya sabes que sí, existe otra explicación
que te sirva para empezar a manejar tus relaciones y a no sentirte una víctima de que te toquen
(como en una tómbola) jefes o compañeros indeseables. Esta es la vía de la autonomía.
La base del “caer mal o bien” está en tu filtro mental nuevamente pero es la necesidad de
protegerte de esa persona la que nos va dar la pista definitiva sobre lo que se está cocinando dentro
de ti... porque alguna incomodidad te produce esa persona... No te vayas de este argumento...
Piensa en alguien que no te caiga muy bien y mira esa incomodidad; cómo, a su lado, no te sientes
muy seguro/a... Es incluso desagradable...

□ Ejercicio de aplicación a la vida real ¿Quién


“te cae mal? ¿Quién “te cae bien”?
Piensa en alguien que te caiga mal, aunque sea a veces, por algún rasgo de su manera de ser o
de comportarse. No te censures. Se trata de aprender de ti mismo/a. Describe el dato o los datos
que te llevan a sentir que te cae mal esa persona.
Mi ejemplo
A mí me cae mal mi amiga Carmen cuando quiere ser la protagonista y el centro de atención
Tu ejemplo
Ahora piensa en alguien que te caiga bien, por algún atributo en particular, por toda su
manera de ser. Describe los rasgos en que te proyectas para concluir que te cae bien.
Mi ejemplo
A mi me cae bien mi amiga Laura porque es atenta, escucha y me pregunta cosas sobre
mi
Tu ejemplo
Ya tenemos lo que queremos, las razones de quien me cae mal y de quien me cae bien,
justo el material que necesitamos para explicar qué es la TECLA X, o sea, lo que escondo
tras mis proyecciones que no me gusta de mi y que tapo a toda costa porque me duele
reconocer. Sería como el punto más débil de las personas, allá donde sentimos que más duele

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y en donde, cuando nos dan, saltamos como muñecos de cajas con muelle, como interruptores
de la luz, como perros rabiosos encendidos buscando venganza...
Ya tienes parte de mis teclas X y salen en las dos frases anteriores de mi ejercicio:

LO QUE DIGO QUE ME CAE LO QUE DIGO QUE ME CAE


MAL BIEN
Ser protagonista Es atenta, me escucha
Ser centro de atención Me pregunta cosas sobre mí

Creo que ya puedes ver mis debilidades, pues salen tanto en aquello que digo que me cae mal
como en aquello que digo que me cae bien (sólo que por lo contrario): si me cae mal ver a alguien
protagonista y me cae bien que me pregunten cosas sobre mi, lo que me está pasando es que
necesito, como loco, ser el centro de atención yo, sólo que no me lo permito (por eso lo proyecto
en negativo en el primer caso). ¿A santo de qué, si no, me va a molestar que mi primera amiga sea
protagonista? Pues porque yo también lo quiero ser. Y curiosamente lo que me gusta de la segunda
amiga es que me escucha mis rollos, es atenta y me hace hablar... justo lo que estoy necesitando y
no me permito reconocer. Por lo tanto, ¿cómo se llama mi TECLA X?
Si he definido la TECLA X como el propio “talón de Aquiles”, es decir, el estado mental
básico que escondo tras mis proyecciones y que no quiero que se note de mi, entonces, en mi caso,
ha de ser lo contrario de lo que proyecto en mis amigas: ¿por qué necesito yo llamar la atención,
por qué hago alardes externos, qué necesidad puedo tener para que se me tenga que ver? Que soy
el ser más inseguro del planeta...
Por lo tanto:
¿Qué proyecto? Exhibicionismo...mi imperiosa necesidad de que se me vea, de no pasar
desapercibido allá donde voy.
¿TECLA X? MI INSEGURIDAD
¿Cómo me defiendo? Llamando la atención con mi saber como profesional de las emociones
pues tengo una gran necesidad de ser reconocido como sea y me encuentro cómodo en el terreno
intelectual.
O sea que esta metáfora de la TECLA X tira por tierra los conceptos de simpatía y antipatía
tradicionales. No existen personas en si simpáticas o antipáticas. El ego le llama simpatía a quien
te da en una tecla que no te duele y antipatía a quien te da en una tecla que te duele. Es como si
fuésemos por la vida con un teclado de ordenador en las manos y, cuando te encuentras a alguien,
representa que esa persona habla y, sin darse cuenta, toca una tecla de tu teclado. ¡Ay de ti si te
toca la que tú guardas bajo llave! De éste dirás que es un sinvergüenza o un entrometido (porque
quiero poner palabras suaves pero seguro que pensamos cosas no tan finas de quien nos toca donde
más nos duele).
En cambio si encuentras a una persona que tiene guardada la misma tecla que tú, o que no te
toca tu TECLA X, a esa persona la llamarás con piropos y dirás que es respetuosa y te dirás que te
cae bien.
Dos preguntas:
• ¿Quién toca la tecla del teclado? Respuesta: la otra persona
• Pero, ¿de quién es la tecla? Respuesta: tuya
Por lo tanto, por mal que nos pese, la causa de mi emoción ante alguien que me cae mal o bien
(lo cual es indiferente como verás) está en mi. Observa lo que nos hace dependientes: no es lo mal
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o lo bien que nos cae la persona sino ser ignorantes a nuestra TECLA X. La tecla siempre estará
ahí, pero eres tú quien no quiere verla. El trabajo emocionalmente inteligente es de reconocimiento
y aceptación de esa tecla, no de evitación, negación u ocultamiento.
Fíjate lo vendidos que nos hace estar el ego cuando somos inconscientes a nuestra TECLA X.
Con el horror a que nos toquen la tecla lo que provocamos en los demás es una dependencia en
forma de continua necesidad de que nos adulen, nos alaben y nos ensalcen. Una necesidad de que
“no nos hagan daño”, de protegernos y de pasar como de puntillas por la vida “a ver si nadie se
mete conmigo”. Puedes pedir a las personas que te traten como tú necesitas (como ya se ha dicho
esto también es parte del trabajo de ser emocionalmente inteligente) pero ello no arreglará tu
dependencia emocional. Así pues te animo a indagar sobre tus fuentes de vulnerabilidad con el
simple ejercicio anterior. ¡Descubre tus teclas X!. No las protejas, hazlas conscientes e incluso,
muéstralas. Ello te hará fuerte.

Tres casos sobre lo vulnerables que nos sentimos y no


queremos que se nos note
S Recuerda: lo que proyectamos siempre tiene de fondo algo mío que no me gusta
(me siento avergonzado inconscientemente, culpable). Lo llamamos TECLA X,
pero es un estado mental más.
Veamos tres casos a partir de los personajes que nos acompañan en donde se ponen de
manifiesto sus proyecciones, sus TECLAS X y el modo en que se defienden (cómo
reaccionan sus egos):
Caso 1. Jose dice que le cae mal su profesor de Contabilidad, ¿por qué?
JOSE: Porque no escucha, es una persona que ya le puedes explicar tus razones que no
atiende más que las suyas.
¿Qué proyecta en su profe? Obcecación.
¿TECLA X? Ser un veleta, cambiar de opinión no tener punto de vista propio.
¿Cómo se defiende? No dando su brazo a torcer (rigidez y cierta obcecación).
Caso 2. A Sara últimamente le cae mal Enrique
SARA: Porque es un pactista, calzonazos que quiere que se lo den todo resuelto.
¿Qué proyecta? No se lo merece, caradura, aprovechón.
¿TECLA X? Pereza y Comodidad, no soporta superar dificultades
¿Cómo se defiende? Interviniendo, siendo entrometida, haciendo mucho ruido y metiéndose
donde no la llaman haciendo de madre de sus amigos.
Caso 3. A Carlos le cae mal su jefe
CARLOS: Porque te deja en evidencia, busca que te equivoques ¿Qué proyecta? Que lo
quieren pillar
¿TECLA X? Que es ignorante (falta de preparación) y lo oculta ¿Cómo se defiende? Con
orgullo y disimulo (no quiere que lo pillen).

Por si quieres saber más sobre cómo funcionan los


sistemas de defensa
Ante una situación dada en el pasado (de cariz negativo y con carga emocional) no sólo
se registran las condiciones de la experiencia propiamente dicha, sino que el mecanismo
de la mente es generalizar y sacar conclusiones para no volver a correr ningún riesgo. Se

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inscriben entonces en él unas decisiones, generales y muy elementales, que lo protegerán


en el futuro ante situaciones que él interpretará como análogas.
Así es como se crean en el ordenador algunos automatismos de respuesta (miedos,
“necesidades”, deseos, atracciones, repulsiones, etc) que no son más que sistemas de defensa
construidos en situaciones pasadas para evitar la repetición del sufrimiento.
El ordenador se construye así una especie de falso conocimiento, de falsa sabiduría, que
constituye en la práctica su sistema de defensa y su modo de transitar por la vida.
Un sistema de defensa es una coraza del ego que preserva y protege contra eventos percibidos
como desagradables o que pueden causar daño. El mecanismo funciona hipotéticamente, es decir,
que nuestro inconsciente interpreta que, ante una posible amenaza, he de defenderme, de tomar
partido, de reaccionar contra ello o bien evitarlo. Es un mecanismo de conservación: si la amenaza
reside sobre todo en las agresiones que vienen del exterior el sistema de defensa del ego trata
fundamentalmente de encontrar los medios que reduzcan las tensiones.
Después de los 4 o 5 años aproximadamente, el niño, el adulto después, si no aprende a
controlar y a desactivar ese mecanismo, no hará más que representar de nuevo inconscientemente,
una y otra vez, escenarios del pasado, activando constantemente sus sistemas de defensa a fin de
protegerse.
No sólo esos mecanismos nos hacen vivir prisioneros del automatismo, sino que, además, nos
hacen manipulables por cualquier persona o circunstancia. Es como si nos paseáramos por la vida
provistos del susodicho teclado en el que están inscritos todos nuestros automatismos. Cualquiera
puede teclear sobre él y hacer que saltemos, que reaccionemos como él quiera.
Vivimos como resortes, interruptores que nos encendemos cuando nos tocan nuestra memoria.
Entonces se activa el mecanismo y decimos que es el otro el culpable. Cuando la causa de nuestra
reacción sólo está en nosotros.

□ Conclusiones
Cuando no reconocemos cómo funciona el ego:
1. Identificamos la situación presente con otra (generalmente negativa) procedente del
pasado.
2. Percibimos la situación presente de forma errónea.
3. La personalidad reacciona en función de esa falsa percepción poniendo en marcha la
negación de la propia TECLA X (sistemas de defensa procedentes del disco duro del
ordenador o memoria inconsciente).
4. Vemos en otros nuestro propio malestar (proyectamos).

□ Problemas más frecuentes y cómo afrontarlos


Problema
Por mucho que siento rabia ante la agresividad de mi jefe no acabo de verme agresivo.
Posible afrontamiento
Las proyecciones tienen varios mecanismos. Si te exaspera la agresividad de otro mira el grado
en que tú te expresas, no sólo a nivel físico (por ejemplo, dando voces). Comprueba si
mentalmente tiendes a ser agresivo (ser crítico, dogmático, intolerante...). No te quedes en la
literalidad de la agresividad física (la violencia). Puede suceder también que tiendas a reprimir tu
agresividad, con lo cual estaríamos en lo mismo: proyectas pero no te atreves a identificarte con lo
que proyectas. El proceso de reconocimiento es progresivo y la sensibilidad se aumenta poco a
poco.

Socorro. me hacen la vida imposible.


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Problema
Me siento egoísta si pienso que todo lo que hago por los demás, en el fondo lo hago por
mí.
Posible afrontamiento
Sentirte egoísta no es una emoción. La verdad del cuento puede ser que, aunque no lo hayas
dicho, verte egoísta te hace sentir culpable, te puede incluso avergonzar que las cosas funcionen
así. Lo que puede pasarte es que estás rompiendo los esquemas clásicos de “generosidad” social en
donde “queda bien” decir y hacer cosas por los demás. Si te das cuenta, en el fondo, lo que haces,
siempre reviere en ti. Y ello es una buena noticia emocionalmente hablando ya que es el principio
de reconocer que, para dar, es imposible estar vacío. Precisamente una persona sólo puede ser
generosa si está previamente llena; o si, lo que hace, le da aún más fuerza y lo llena aún más.
Mira cara a cara a la culpa que es, desde mi punto de vista, en donde está el problema, no en ser
o no egoísta. Y te recomiendo no cambiar tus acciones a causa de sentirte culpable.

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Las emociones a través de la sombra
Objetivos del capítulo
• Manejar las propias emociones a partir de descubrir nuestras partes oscuras
• Reconocer qué personas nos sacan de quicio a partir de lo que proyectamos en ellas
• Conocer la propia sombra
Este capítulo empieza directamente con un ejercicio. El objetivo es que extraigas la máxima
información sobre lo que se denomina tu “lado oscuro” (lo que no toleras, te altera, no puedes
soportar o te saca de quicio). La hipótesis del capítulo es que estos aspectos son causantes de
emociones. Y te proponemos, antes de empezar a desarrollar ideas, que contestes a las preguntas
siguientes sin más interferencia que lo que tú sientes y piensas.

□ Ejercicio de aplicación a la vida real Cuestiones


básicas para conocer la propia sombra
1. ¿Con qué grupo de personas te sientes menos afín? (Las que menos sientas que tienen
que ver contigo)
2. ¿Qué es lo que más te altera de alguna persona? Piensa quién y en qué rasgo(s)
3. ¿En qué situación te percibirías tan humillado/a como para querer desaparecer?
4. ¿A qué le tienes miedo en lo más profundo de ti?
5. ¿De qué te da asco?, ¿qué te produce repulsión especialmente?
6. ¿Qué es lo que más detestas en esta vida?, ¿qué es lo que no puedes soportar?
INDICA, EN CADA CASO, LA EMOCION QUE SIENTES
Ahora que ya tienes tu información propia podemos pasar a analizar un caso:
Veamos lo que Sandra responde a estas preguntas y así tendrás un ejemplo de la sombra de
una persona, si bien te sugiero tener tus propias respuestas antes de seguir leyendo
(cadapersona es diferente):
No importa que tengas superadas alguna de las situaciones que estas preguntas intentan
localizar porque lo importante es hacer consciente nuestra propia sombra.
1. Sandra se siente menos afín con los ruidosos, personas que gritan en espacios públicos
y que no se “cortan un pelo” en situaciones públicas (intimidadores) Su emoción es la
de ansiedad ante el ruido
2. Aquello que más la altera es que Enrique la quiera controlar. Lo cual le produce rabia
3. Dice que la mayor causa de humillación es no poder ser libre como ella quiere. Se
sentiría angustiada e impotente
4. En lo más profundo le tiene miedo a que le roben y quieran algo de ella en contra de
su voluntad
5. Le da asco de las personas que la tocan físicamente sin conocerla y sin previo aviso
6. No puede soportar la falta de libertad (esclavitud) Se sentiría impotente
Pues ya tenemos el esbozo de los rasgos de la sombra de Sandra. ¿Para qué los queremos?
Como verás todas son respuestas que, inevitablemente, involucran emociones. Y necesitamos
conocer las fuentes que provocan estas emociones para detectar nuevamente sus causas. Ser
inconscientes a la propia sombra es causa inequívoca de malestar emocional. Al involucrar
emociones estaremos proyectando algo de nuestra parte. Algo de tu cosecha también está presente
cuando alguien te altera, cuando sientes a un grupo de personas como peligrosas, cuando la
violencia te produce una ira incontrolable... Si pudieras conservar la calma ante las personas que
han salido en tus respuestas anteriores no habría inteligencia emocional que valiera. Pero el tema
está en que todas esas situaciones nos alteran, afectan... ¿Cómo? Primero emocionalmente, que es
lo que siempre olvidamos. Todas esas situaciones me producen una emoción, no me dejan
indiferente. ¿Adivina por qué? Porque tu parte oscura, tu sombra, está ahí, nuevamente
inconsciente: la violencia que pueda alterarte, en alguna medida, tiene que ver contigo; lo que
percibas como peligroso y te exaspera, también.
S La sombra = proyección + emoción “negativa”.
La sombra aparece en nuestra vida cada vez que percibimos algo en alguien que me afecta
emocionalmente, que no sé bien por qué me quita mi tranquilidad.
La sombra pone al rojo vivo, por lo tanto, el mundo emocional. Las preguntas iniciales todas
ellas hacen referencia a lo que se llama “el lado oscuro” de la naturaleza humana, es decir, todo lo
que tiene que ver con nuestros miedos más profundos, lo irracional, lo no controlable, lo que huye
de la propia conciencia. Es decir el submundo que originalmente es causa de las emociones. Te
presento, por lo tanto, otro principio importante: si hay emoción, hay proyección de algún rasgo
tuyo, algo proveniente de tu mundo oculto y no reconocido, tu sombra está hablando y quiere salir
a la luz.
S Si hay emoción ante alguien, algo estás proyectando, algo tuyo quiere
salir a la luz.
¿Quépodemos concluir sobre la sombra de Sandra?
Le produce ansiedad la intimidación Rabia que la
controlen Angustia la opresión Miedo el robo y que la
fuercen Asco que la toquen sin aviso Impotencia la
esclavitud
Si aplicamos el principio de proyección y observamos las emociones de Sandra, la sombra le
puede estar indicando que es controladora, intimidadora, tendente a usar la fuerza, quiere
dominar y estar por encima de otros (no soporta la sumisión). Por lo tanto, quizás tienda a ser
autoritaria.
Cuadro 6.1 El mensaje de la sombra amplía la imagen que tenemos de nosotros

¿Cómo puede Sandra aprovechar el mensaje de su sombra para su


vida y tener autonomía emocional?
Estos datos son importantísimos para Sandra en su camino de autonomía emocional dado que,
de no reconocerse así, puede creer eternamente que son las personas que ella ve como
intimidadoras o controladoras las que le causan malestar emocional y no que es ella misma la que
es controladora e intimidadora y lo proyecta en esas personas, por eso las ve así. Sandra puede
integrar su afán de control y su intimidación, ejercerlos con libertad -y sin culpa- para irse dando
cuenta de que nadie nunca la controla, sino que es ella la que necesita controlarse y forzarse para
funcionar, pero esto no le gustará de sí misma y por eso lo proyecta.
¿Por qué proyectamos -vemos en otros cosas que en nosotros no nos gustarían pero sí las
vemos en los demás? Porque nos sentimos culpables (no nos gustan esos rasgos en nosotros
mismos) y los “lanzamos” afuera, a otras personas: proyecto aquello de lo que me siento culpable,
en un intento inconsciente de deshacerme de ello. Pero no lo conseguiré jamás porque,
sencillamente, somos como somos y no como queremos ser. Para eso están las emociones, para
devolvernos a nuestro lugar, para recordarnos que (si me molesta algo de alguien) es que eso que
me molesta también soy yo sólo que a mí no me gusta verlo en mí y lo descarté de mi conciencia y
olvidé que era mío. Pero curiosamente, cuando lo veo en otros, me molesta... ¿no te parece
interesante el proceso?
S Somos como somos y no como quisiéramos ser. Parar llegar a ser te propongo
partir de nuestra totalidad, de lo que nos gusta de nosotros y lo que no nos gusta.
Hay una frase de la Biblia que dice que vemos la mota en el ojo ajeno pero no vemos la viga en
el nuestro. A esto me refiero cuando empleo el concepto de la sombra: a que agrandamos en los
demás nuestros propios defectos porque, en nosotros, no nos gustan nada y los otros sirven como
de espejo, por eso nos molesta. Si no, ¿por qué nos habría de molestar?...
Aquí es donde ahora tu ego estará buscando argumentos de todo tipo para desmentir y tirar por
tierra estos principios, pero recuerda dos cosas:
• Primera, ¿lo que te molesta a ti de otro (y te produce malestar emocional) a todo el mundo
le molesta?. Seguro que no, por lo tanto la causa del malestar no es atribuible al otro sino a
ti, en alguna medida.
• ¿Qué quiere decir que vemos en otros lo que no nos gusta en nosotros? Que por
deseabilidad social, por quedar bien, por querer que nos acepten -porque pudiera ser que se
nos rechace- negamos ser como descubrimos ser a través de la proyección. Lo cual sucede
porque queremos que nos quieran y nos creemos que no nos querrían si actuamos con los
aspectos ”negativos” que estamos sacando a la luz. Y eso es lo que, aunque parezca
mentira, nos hace esclavos emocionales, dependientes de los demás (el no comportarnos
como somos -como nos saldría si nos dejamos llevar por lo que hemos descubierto en la
sombra- sino aparentar lo contrario pretendiendo ser aceptados y parecer “ser normales”)
El poderoso beneficio emocional Sandra lo obtendrá cuando se reconozca su autoritarismo, su
intimidación y su afán de control. Luego, los acepte dentro de ella, no los disimule, los ejerza sin
culpas ni autoacusaciones y cambie -si quiere- en la medida en que no se fuerce nada (en la medida
en que “no quiera ser buena”).

La sombra te da la pauta de quién eres y lo que eres


El caso de Jose
Jose tiene la idea de sí mismo de que es comunicativo, tranquilo, una persona conciliadora y
atenta. Pero cada vez que ve a alguien que él considera que se comunica poco se pone nervioso; si
ve a alguien nervioso, se inquieta y quiere desaparecer y, si dos se están peleando, sufre y ve muy
agresivas a esas personas.
¿Cómo es, entonces, Jose? ¿En qué hemos de fijarnos para saber cómo somos? ¿En la idea que
tenemos de nosotros o en las emociones que nos causan las cosas que vemos en los demás?
Respuestas:
1. El ego te hace creer que eres la idea o imagen que tienes de ti
2. Pero a nivel total (de SER) eres todo lo que ves en la gente y potencialmente lo que ves en
ti
3. Para saber lo que eres realmente fíjate en lo que proyectas, no le hagas caso a la idea que
tienes de ti. Aunque la mona se vista de seda... mona se queda
4. Jose, por lo tanto, es agresivo, tiende a la incomunicación y vive en tensión (según se
deduce de sus rasgos de sombra). Lo que él se cuenta que es (comunicativo, conciliador,
etc.) no sirve a efectos emocionales. Es un maquillaje de lo que aún no ha integrado de sí
mismo.
5. Cuando Jose integre aquello que es, sus emociones ante otros cambiarán.
El autoritarismo, la soberbia, el afán de control, la inseguridad, el egocentrismo, la intromisión,
el orgullo, la desconfianza, el apego... no son estados mentales ni buenos ni malos en sí. El trabajo
emocionalmente inteligente no está en querer cambiar y desterrar esos estados mentales, sino en
abrazarlos, aceptarlos, amarlos dentro de nosotros mismos.
La sombra no se destroza, no se borra, no se cambia; la sombra se integra... Siempre va a estar
ahí, pero la gran diferencia entre una persona emocionalmente dependiente y una emocionalmente
autónoma es que, la primera tiene una sombra inconsciente (no vista ni reconocida) y la segunda
tiene sombra -porque no se trata de no tenerla- pero la reconoce, la ha hecho consciente -actúa
como tal- y ya no se deja torear por ella, no se cree que son los demás los que son “agresivos y le
sacan de quicio”, sino que la agresiva es ella misma.
S La sombra no se destroza, no se borra, no se cambia; la sombra se integra...
¿Tienen sombra los santos? Por supuesto... Si tienen un ego, una personalidad, tienen su
sombra... Y los grandes maestros y las personas que suelen dedicarse a lo que suele llamarse “hacer
el bien”. Lo limitante de un estado mental de orgullo -lo poco efectivo- no es el orgullo en si, es su
falta de manejo, el no reconocerse, no saber que está dentro de mi. Lo que me hace limitado
emocionalmente hablando no es sentir la rabia (por profunda que sea) sino estar actuando en base a
ella y no darme cuenta.

□ ¿Qué personas nos “sacan de quicio”?


Para aumentar el manejo emocional te propongo, por lo tanto, aumentar la conciencia de tu
sombra mediante el recurso a las relaciones con otras personas en las que sientes emociones (te
gusten o no) como consecuencia de lo que no toleras o “te saca de quicio”. El esquema sería el
siguiente

SANDRA: Creo que prefiero estudiar sola


SARA: (contrariada) A tu bola, como siempre, ¿no?
SANDRA: La Contabilidad, o la llevo al día, o no tengo manera de salir
adelante
SARA: (ilusionada) ¿Ysi me echaras una mano?
SANDRA: Hoy no, quedemos para el fin de semana...
SARA: (algo fastidiada) ¡Qué pedazo de egoísta!... Y además insolidaria...
SANDRA: Si lo necesitas el fin de semana quedamos sin problemas
SARA: (bastante indignada) Encima caprichosa y tiene que ser lo que tú
digas. Qué rígida eres... Veré si puedo el fin de semana.
En la tarde Sara llama a Jose para contarle que Sandra la saca de quicio, que,
definitivamente, no puede con ella ya que impone su idea, es cuadriculada y
tremendamente insolidaria.
SARA:

¿Quedamospara estudiar en la tarde?


Sara acusa a Sandra de: ir a su bola, egoísta, insolidaria, caprichosa y rígida; y ante Jose de
llevada de su idea, cuadriculada y nuevamente insolidaria. Pues ya podemos empezar a detectar la
sombra de Sara en base a lo que no soporta en Sandra. ¿No será que no se lo soporta todo eso a ella
misma?. Empecemos por un rasgo que me parece especialmente claro: la rigidez: Sara acusa a
Sandra de cuadriculada cuando no es sino ella la cuadriculada. Observa que Sandra le ofrece
quedar el fin de semana y Sara se indigna por no ser cuando ella quiere, ese mismo día... ¿quién es
la rígida entonces, la que es incapaz de moverse de su posición y lo proyecta en Sandra? Ella.
Como puede serlo el ir a su bola, el ser llevada de su idea en ese mismo sentido: quiere quedar
cuando ella quiere quedar sin preguntar a Sandra si le va bien, mal, si hay alguna razón para no
verse... No, su primera reacción es la proyección de insolidaridad, precisamente porque ella se
siente culpable de serlo, es su sombra.
En el fondo el trabajo emocionalmente inteligente de Sara sería reconocerse rígida, inflexible,
permitirse ir a su bola y practicar el decir No a las personas cuando le piden ayuda porque, según
proyecta la insolidaridad en Sandra y fastidiándole tanto, más vale que durante algún tiempo no
ayude a nadie para romper su imagen de solidaridad forzada. Quizás Sara ayuda queriendo
aparentar ser una gran o buena persona cuando, en el fondo, no le sale. Por lo tanto Sara tiene un
rasgo de sombra insolidario que puede hacer consciente y aceptarlo llegando a permitirse no
ayudar y a no sentirse culpable por ello. La solidaridad entonces le podrá salir cuando sea sin
forzarse... porque la solidaridad -como tantas otras cosas- no se exige, nace...
¿Y cómo vamos a dejar de ser solidarios, eso sería ser egoístas?, me dijo una vez una persona
que empezaba a reconocer este rasgo en su sombra. Como ejercicio estaría muy bien que lo
practicaras, le dije. Y continué: mira cuánto dependes de ser solidario que no puedes ni un
momento dejar de serlo, lo cual te esclaviza tanto como no serlo. El problema no está en ser
solidario sino en creerte a toda costa (porque te dijeron que era malo lo contrario) que has de serlo.
¿Qué tal si lo eres cuando quieres? ¿Por qué te has de identificar con el título oficial de “ser
solidario” en todas y cada una de las ocasiones de tu vida?... Eso es dependencia. La respuesta es
muy sencilla: porque si no lo hicieras te sentirías culpable -inconscientemente- y ello no
correspondería con la imagen que nos estás vendiendo de ti mismo.
Puedes pretender ser bueno, santo, una persona excelente, proponerte ser comunicativo,
hablador, flexible, colaborador; tanto valen esas cosas como que se te pueda reconocer como mala
persona, perezoso, ocioso o antipático. Si necesitas cuadros de honor, ganar puntos ante tus padres,
profesores, amigos, pareja... adelante, busca fortalecer tu autoestima, pedestales o retos que llenen
lo que tu ego te anda pidiendo para hacerte sentir vivo.
A efectos emocionales el problema sigue sin estar ahí. No es más emocionalmente inteligente
buscar ser mejor que peor, o llegar a conseguir estar más pendiente de los demás que ser egoísta;
no eres mejor persona siendo “más bueno que malo”. Lo que te hace emocionalmente inteligente
es ser tan conscientemente malo como conscientemente bueno, que te liberes del juicio, que
integres tu luz y tu sombra dentro de ti; que no quieras ser bueno para agradar a los demás, que no
busques los resultados inmediatos o el éxito instantáneo para YA convertirte en alguien excelente.
No, no busques la excelencia ni la no excelencia, no necesitas serlo; eres lo que eres. Punto. Y si te
fastidia, lo siento. No quiero ayudarte a construir más imágenes sobre ti mismo. Para imágenes las
de las iglesias, las de los castillos, las de los cuentos... Para ser autónomo: abre los ojos sobre tus
monstruosas partes y tus partes bellas. No elijas sólo lo bonito, elige la totalidad (lo feo y lo
bonito). Dice Jung, un psicólogo que trabajaba con esta metodología: “no se llega a la luz
imaginando seres iluminados sino reconociendo y traspasando las propias sombras”.
Para entender la sombra hace falta reconciliarse con los conceptos y las formas que, aunque
parezcan opuestos, se afectan mutuamente: Solidaridad / insolidaridad; bondad / maldad;
autoritarismo / sumisión; no hay un lado malo y otro bueno en ninguno de estos pares, sino que
ambos se necesitan para existir: no puedes ser íntegro en tu solidaridad si no has reconocido lo
insolidario que eres; como no existe ningún bueno que no sepa qué es la maldad, es irreal.... El ego
cree que sólo identificándonos con un lado de ambos (normalmente el mal llamado positivo)
llegaremos a ser alguien y nos reconocerán por ello. Y digo yo, ¿de qué sirve ese reconocimiento,
de considerarte, por ejemplo, solidario y sales a la calle y te tambalea emocionalmente el primero
que no es como tú esperas (o sea, lo juzgas de insolidario)? Pues que eres insolidario con una
persona insolidaria y ya sóis dos: tu solidaridad se desvaneció como la espuma... ¿Qué decías que
eras, solidario, o un mendigo inconsciente a su sombra que mendigaba que lo “tratasen con
consideración”?
Hay personas que dependen de ser amables, de sonreír, de ser tímidas, de ser divertidas, de ser
simpáticas.. y piensan que en eso consiste ser una persona educada (o incluso emocionalmente
inteligente). O se creen que han de ser así para ser personas. Pero eso no puede nunca funcionar
desde mi punto de vista, porque sólo viven un lado de la realidad. No fuerces la máquina: no te
fuerces a ser simpático/a porque la simpatía te llegará de hacer consciente lo antipático/a que te
muestras o eres; y la amabilidad, si no te sale, nada; la amabilidad te llegará de reconocer lo
desagradable que puedes llegar a ser; a ser generoso aprenderás de verdad cuando te hayas
permitido ser egoísta, nunca antes. Todo lo demás pienso que te hace dependiente del aplauso
inconsciente que esperas recibir por hacer bien las cosas, lo que los niños esperan como títeres en
los jardines de infancia.

□ ¿Por qué tenemos sombra?


Imagínate una situación como ésta. Están Alba y Verónica (que tienen dos años y medio) y sus
madres, que se conocen desde hace muy poco tiempo... y están a la salida del colegio:
MADRE de ALBA: (ruborizadapor el gesto de su hija, que tiene cinco caramelos en la mano y
ya se ha comido el primero) ¡ Vaya niña egoísta!: dale un caramelo a Verónica, mujer...
ALBA: Son míos... no...
MADRE DE ALBA: ¡Te he dicho que le des un caramelo a Vero!, ¿no ves que no tiene
ninguno? Tienes que ser generosa... (mira a la madre de Verónica)... Vaya con la criaturita...
MADRE DE VERONICA: Verónica, eso lo hace con los juguetes...
Alba ya va por el tercer caramelo y sin compartirlos...
MADRE DE ALBA: ¡Dale ahora mismo un caramelo a Verónica, Alba, o te quedas sin tele a la
hora de la merienda!..
ALBA: (que no ha podido comer más rápido y se intenta meter el caramelo último en la boca)
Que no...
MADRE DE VERONICA: (algo tensa): No tiene importancia, déjalo...
MADRE DE ALBA: Sí que la tiene... (yendo hacia Alba): ¡Eres una niña egoísta y los niños
egoístas se quedan sin tele! (y cogiendo casi de la boca el último caramelo se lo arrebata a Alba y
se lo da a Verónica).
Alba llora desconsolada y Verónica recibe en su mano el caramelo, sin esperarlo, y observa
cómo su amiga se aleja llorando sin parar.
Los distintos autores que estudian el tema sitúan la creación de la sombra entre los 0 y los 4
años, constituyendo el resto de etapas vitales repeticiones de estas memorias, que siempre
permanecen activas. Alba ha tenido una de sus primeras lecciones de sombra, o sea, acaba de
empezar a aprender lo que tiene que hacer para conseguir la aprobación de su madre (y poder ver la
tele), o sea, “ser generosa” dando algo que a él no le sale darlo; y ha aprendido a ver que su postura
natural se llama egoísmo y es lo contrario de dar un caramelo a otro.
Pero lo que ha aprendido lo ha aprendido por las consecuencias: ha asociado dos cosas:
primera, egoísmo con falta de amor de la madre: ésta le grita, le arrebata el caramelo y la deja sin
tele (una experiencia tan desagradable -que no se verbaliza a esa edad- se pasa a la sombra, sin
duda); segundo, ha asociado ser generosa con ver la tele. Por lo tanto, ha percibido la condición
para que la madre la quiera y no se enfade con ella.
La necesidad de ser reconocidos, las ganas de que nos quieran, es aquello por lo que más
luchamos, el tesoro inconsciente que queremos tener. Y el castigo es lo que queremos evitar.
Lógico, ¿no?. Sí, pero el esquema de sombra y luz se acaba de desintegrar. Pues se aprende que
egoísmo es lo que no tengo que hacer para recibir amor y generosidad lo que he de fabricar como
sea (aunque no me salga, haya de forzarme y me la invente) para conseguir que me quieran.
Y así nos pasamos los años; primero en la infancia: buscando amor e identificándonos con “lo
bueno” para conseguirlo a toda costa y eludiendo “lo malo”, todo aquello que de nosotros no se
quería, se rechazaba, se castigaba o censuraba. ¿Pero crees que esas partes se eliminaron alguna
vez, lo que sentíamos de rechazo dentro de nosotros, de censura o de no merecimiento? No, nunca.
Pasó a la sombra, es decir, lo oculté de mi conciencia porque lo asocié con algo negativo, algo que
no me daba lo que yo quería; pero a mi me seguían saliendo actitudes y conductas de ese signo
“negativo”. ¿Qué hacer con unos rasgos que me salen, me pertenecen -son míos- pero resulta que
mis padres (y luego mis amigos y demás) me los censuran, me dicen que no están bien? Se pasan a
otro lugar, siguen presentes a otro nivel, a nivel inconsciente.
Pero no por hacerlos inconscientes dejaron esos rasgos de existir. Precisamente ya sabemos que
el inconsciente es un poderoso disco duro que tiende acumular sin olvidar y todo lo recoge y
procesa como el primer día. Y ahora, desde el inconsciente, esos rasgos descartados por nosotros
que son nuestros se proyectan en los demás: la proyección es el mecanismo de salida, por algún
lugar habían de salir... Dejamos un día de identificarnos con esos rasgos “malos” (egoísmo, falta
de solidaridad, vagancia, pereza...) pero el no identificarnos no nos libra de verlos, ¿cómo? En
otros. Tan culpables nos llegamos a sentir un día de esos rasgos que ahora los vemos en los demás
y ni tan siquiera nos permitimos reconocer que tienen que ver con nosotros.
Los niños pequeños creen que, cerrando los ojos, nadie los ve. Pues así seguimos siendo
nosotros; creemos que, porque un día descartamos de nuestra conciencia una serie de rasgos y los
pasamos a otro lugar (un saco aparte, nuestra sombra actual), ya no somos esos rasgos... Pero sí
que los seguimos siendo porque sencillamente nunca dejamos de serlos: ¿recuerdas cuando quisiste
ser egoísta y no se te permitió, o hacer lo que querías y -por tu bien- se te obligó a hacer los
deberes? A lo mejor te has olvidado ya, pero mi punto de vista es que, si no recuperas la memoria,
estás condenado a sufrir con las proyecciones que haces en los demás... Y quizás pueda ser así
hasta que tu ego no te permita empezar a reconocer que te alteran los rasgos de otras personas
porque son tuyos. Sólo que un día los eliminaste de tu conciencia -por decreto ley de la búsqueda
de amor.
Por eso no hay nada que eliminar de tu sombra, sino que recuperar e integrar. Está toda la
información a tu disposición, sobre ti, en cada uno de los que te rodean.
□ Ejercicio de aplicación a la vida real
¿Quién te sacó, alguna vez, de quicio? Ejercicio sobre las
emociones en relación con tu sombra
Te propongo que respondas, a continuación, a todas y cada una de las preguntas que se te
presentan en la página siguiente. No te saltes ninguna, sigue el orden que te sugiero porque así te
irá viniendo toda la información que necesitas para describir qué rasgo de tu sombra se puso de
manifiesto en alguna situación en la que alguien “te sacó de quicio”.
No necesitas traer a tu memoria una situación muy complicada. Puede ser de ayer o antes de
ayer. Sólo reconoce emocionalmente que te afectase en alguna medida. Y no necesita ser una
situación de crisis sino un pequeño enfado o encontronazo con alguien.
REMEMORA UNA SITUACIÓN EN LA QUE ALGUIEN TE ALTERÓ O NO LO PUDISTE
SOPORTAR
¿CÓMO SE PRODUJO?
¿QUÉ ESPERABAS QUE SUCEDIERA?
¿QUÉ “TE” HIZO?
¿CÓMO TE SENTISTE?
¿QUÉ PENSASTE?
¿EN QUÉ RASGO TUYO CREES QUE TE PROYECTASTE?
¿CÓMO PUEDES ACTUAR DE CARA AL FUTURO?
Cuadro 6.3 ¿Quién me saca de quicio?

□ Conclusiones
1. Nuestro lado oscuro o sombra (lo que nos altera, molesta o no podemos soportar de otras
personas), cuando permanece fuera de nuestra conciencia, se proyecta en otras personas en
forma de emociones “negativas”.
2. Aquello que “te saca de quicio” tiene que ver con rasgos tuyos que no has integrado en ti.
Reconocer y aceptar estos rasgos son la base del trabajo emocionalmente inteligente.
3. No te avergüences de sentirte igual que las personas a las que dices que repudias. Te ofrecen
una valiosa información para ti, para realizar tu trabajo de complitud personal, de equilibrio y
manejo emocional integrado.
4. Aquello de lo que intentas huir, las cosas que quieres evitar no están sólo ahí para descartarlas,
sino que tienes la alternativa de reconocerte en ellas. La evitación, a la larga, te hace atarte más
a ello. No resistas a tu propia sombra. Si te molesta algo de alguien es porque te sientes
inconscientemente culpable de ver en ti aquello que tanto te altera en otro.

□ Problemas y preguntas más frecuentes


Problema
Aquello que me molesta a mí, también le molesta a más personas. Por lo tanto, no son rasgos
míos ya que todo el mundo también lo ve
Posible afrontamiento
Este argumento, desde mi punto de vista, es el que más genera dependencia emocional:
necesitas justificar que a todo el mundo le molesta lo mismo que a tí . ¿Por qué? Porque te
sentirías culpable de reconocerte en eso que te molesta y necesitas echar mano de la estadística -de
justificarte en la cantidad de personas- del horror que te produciría verte así.
Que mucha gente vea lo mismo que tú no inválida que tú sientas una emoción. Porque si te
molesta es que hay emoción ¿no?. Y si sentimos la emoción ochocientas mil personas son
ochocientas mil proyecciones sobre la misma molestia. Aquello que apoya la autonomía emocional
no es escaquearte en el número de personas sino enfrentar lo que, dentro de ti, se mueve ante la
molestia. No importa que otras personas justifiquen sus proyecciones escondiéndose en que a todo
el mundo le pasa lo mismo. La clave para conseguir la autonomía está en subjetivizar el proceso
emocional y darte cuenta de aquello personal e intransferible que tú depositas en la molestia.
Seguro que, aunque a todos les moleste aparentemente lo mismo, cada cual esconde una particular
tecla “X”. Y lo interesante de este trabajo es que aquello que tú proyectas -no es a causa de que
seas malo o indeseable- eres tú. Y para tu autonomía pienso que necesitas esa información. La
persona en la que te proyectas es una excusa, no nos importa. Pero si descartas tu estado mental, te
descartas a ti. Proyectar forma parte de un proceso de comunicación contigo mismo, sólo que,
curiosamente, se hace a través de otras personas, nada más.
Problema
Si me veo en lo que no me gusta de los demás me siento deprimido de cómo soy
Posible afrontamiento
Te estás identificando con tu ego y tu ego es sólo una parte de ti. No permitas que descubrir tus
rasgos de sombra te haga bloquear tu trabajo. Cuando nos reconocemos en lo que vemos en los
demás la culpa se encarga de hacernos sentir indeseables o indignos. Pero esta es sólo una etapa del
camino de autonomía emocional. Si sabes perseverar ampliarás la estrecha imagen o idea que
tienes de ti. Esa sensación de depresión es beneficiosa si no la huyes. Porque está sucediendo que
te estás enterando de quién eres.
7

No me aguanto más... Estoy desmotivado. Cómo


funcionan la motivación y la “desmotivación”
Objetivos del capítulo
• Conocer los principios básicos de la motivación.
• Valorar actitudes reactivas y proactivas.
• Entender la responsabilidad como la clave de la automotivación.
ENRIQUE: Venga, Jose, vamos a donde sea, alegra esa cara, tienes que salir... JOSE:
(mirando al infinito) Que no, déjame en paz ENRIQUE: Que hace tres días que no sales,
venga, vamos ya...
JOSE: ¡Quépesado eres...!
ENRIQUE: Podemos llamar a las chicas y cenar esta noche juntos, ¿de acuerdo? JOSE: (no
contesta)
ENRIQUE: Venga, Joselito, que te lo vas a pasar bien en el cine...
JOSE: (como haciendo un favor a Enrique) Bueno... está bien
(Una vez en el cine y viendo la película Enrique está sin parar de bostezar) ENRIQUE: (al
oído de Jose) ¿Qué... te gusta?
JOSE: (como volviendo a la realidad en ese momento) Sí, si... si... (y cinco minutos después
empieza a roncar)...
ENRIQUE: ¿Qué... como lo llevas?
JOSE: (que se ha despertado con la voz de Enrique) Bien, bien...
¿Has tenido alguna vez a algún colega en esta situación o tú mismo/a la has pasado?. Pues
atención porque lo que tú hagas o dejes de hacer por otro y, a veces, por ti -a efectos de
motivación- no afecta para nada la motivación de esa persona. Y ¿sabes por qué? Porque
sencillamente la desmotivación no existe: Jose no está desmotivado, sino que está motivado por
algo -otra cosa distinta a la que él cree- pero él mismo no se la permite reconocer por una serie de
razones que vamos a ir descubriendo.
Por lo tanto, primera cosa a no hacer: no creas que cuando estás “desmotivado” es que te faltan
razones o motivos para actuar. Esto es falso. Tienes tus motivos pero no luchas por ellos, no te los
reconoces, no te los permites (por culpa, por rabia de que no te salen las cosas como tú quisieras,
porque te sientes obligado a hacer lo contrario). Observa cómo el ego engaña haciéndonos creer
que, cuando decimos estar “desmotivados”, es porque nos faltan los motivos. Nunca. Los motivos
siempre están, pero están escondidos en algún lugar esperando que nos los permitamos descubrir y
vivir.
S Nadie tiene falta de motivos sino que hemos reprimido, negado, evitado u
ocultado esos motivos.
La desmotivación no existe pero se utiliza este término coloquialmente y ello puede inducirnos
a error ya que asociamos desmotivación a falta de motivos cuando no es así. Nadie tiene falta de
motivos sino que -por educación, por cultura, por querer que nos quieran y por pretender
adaptarnos a lo que pensamos que los demás quieren de nosotros- hemos reprimido, negado,
evitado u ocultado esos motivos. Y nos hemos olvidado de lo que queremos.
Aplicando este esquema a Jose, éste sabe lo que quiere pero quizás a un nivel inconsciente.
Sólo que no se lo permite reconocer. Y quizás tiene miedo a las dificultades para conseguir lo que
desea y piense en términos de imposibilidad, más que en los medios que le llevan a conseguirlo.
Mi experiencia es que los problemas de la mal llamada desmotivación en los estudios, en la
vida, en la pareja, en los objetivos profesionales son autoimpedimentos. Excusas que nos ponemos
para no hacer realmente nuestro deseo por miedo, culpa, temor al enfrentamiento... exigencias que
sentimos como imposibles... Pero si no realizamos aquello decimos que queremos... nos sentimos
poco completos. Por lo tanto es un arma de doble filo: me da miedo hacerlo pero si no lo hago, “me
desmotivo”. ¿Dónde está la solución? En descubrir que, bajo el miedo, se esconde mi propia
realización como persona. Y lo que quiero es un compromiso conmigo que no puedo dejar de
hacer. Veamos qué pasa con Jose cuando luego habla con Sandra:
SANDRA: Creo que no te atreves a reconocer lo que realmente quieres
JOSE: No sé, no tengo ganas de nada
SANDRA: ¿Y qué te gustaría hacer?
JOSE: Nada, estar tumbado...
SANDRA: Pues túmbate, ¿qué más da?
JOSE: Eso es lo que hago todo el día...
SANDRA: ¿Y está mal?
JOSE: Hombre, debería hacer algo
SANDRA: ¿Qué?
JOSE: Salir, hacer mi vida normal...
SANDRA: ¿Te gusta tu vida normal?
JOSE: Pues... no mucho
SANDRA: ¿Qué podría cambiar para que te gustara más?
JOSE: Me da vergüenza decirlo, pero es...
SANDRA: ...estar conmigo...
JOSE: (llorando) si,..., lo siento, pero desde que te perdí ya no he vuelto a levantar cabeza,
eres como una obsesión...
SANDRA: Siento que es lo más normal del mundo... Pero ahora ya sabes lo que te pasa...
JOSE: Sí,... Creo que tengo que volverme a enamorar...
SANDRA: ¿Y qué tal si aprendes a estar solo de una vez, señor pulpo?
Ya lo tenemos: a Jose no le faltan ganas de hacer algo pero aquello que quiere hacer (estar con
Sandra) es imposible ya que el sentimiento no es mutuo. Por lo tanto, está fastidiado por no
poderlo conseguir y no acepta no tenerlo (capricho inconsciente). La aparente desmotivación de
Jose es una forma de resentimiento, nada más. Y tras la cortina de humo de la depresión, las ganas
de estar tumbados, etc, se esconde un motivo que, bien no nos atrevemos a pronunciar, nos
avergüenza reconocer -por temor a no conseguirlo, porque creemos que ya es tarde para
conseguirlo o que, por mucho que luchemos, no lo vamos a conseguir. Todas excusas para no
afrontar el único tema real: que no me da la gana de esforzarme por conseguirlo (porque soy
orgulloso, perezoso, comodón o estoy esperando que me lo den todo resuelto).
La desmotivación es la excusa de los cobardes, de quienes se inventan el cuento de que son
frágiles. Todo un mecanismo para justificar su negativa a aprender. Una vez, una persona me dijo
que, aunque yo no lo creyera, era muy limitada para estudiar. Y yo le dije, tú no eres limitada, eres
perezosa y, cuando te pones a estudiar eres tan soberbia que quieres que te salga rápido y, como no
te sale, te fastidia. Entonces te crees que no sirves para los estudios. Lo único que te limita es tu
pereza y tu soberbia, nada más. Cuando manejes estos estados mentales tuyos, manejarás tu
motivación.
Mira a qué te propongo reducir, por lo tanto, estos conceptos:

MOTIVACIÓN “DESMOTIVACIÓN”

Razón = Acción Razón^ Acción

(Congruencia) (No congruencia)

Cuadro 7.1 Motivación y “desmotivación”

Un ejemplo con los alumnos de una clase


En clase los cuerpos de los estudiantes están presentes (o sea, sus acciones son de estar en la
clase) pero muchos de ellos están pensando en cosas distintas a estar en clase (sus razones son
otras a estar en clase). ¿Qué está pasando? Que existe incongruencia entre donde estoy y donde
quisiera estar. A este estado de incongruencia le llamo “desmotivación”. Y a la congruencia,
cuando quieres estar en la clase y sólo quieres eso y tu cuerpo (acción) está ahí presente, entonces
eso sería un estado de motivación.
Piensa en cuántos lugares más podrías estar, cuántas ideas se te cruzan por la cabeza, cuando
estás en clase, o con tu pareja, o con tus amigos. Aquello que se te cruza por la cabeza no es
ninguna tontería, son razones tuyas, sólo que no te las reconoces como válidas o importantes para
ti en ese momento y entonces se crea esta situación: que tu cuerpo no te acompaña en lo que
piensas que podrías estar haciendo; no te permites aunar tu acción (lo que cuerpo haga) con tu
razón (lo que piensas que quieres hacer).
¿Quién está, en realidad, en la clase si seguimos esta lógica? Casi nadie: las aulas parecen
llenas (pero sólo de cuerpos) pues están vacías de lo importante, de las razones para estar de los
alumnos: la presencia física es la excusa para aprobar pero a casi nadie le
interesa aquello que se hace allí. Este proceso de enajenación mental, de que te estás
acostumbrando a ver lo más normal del mundo que tu cuerpo esté en un lugar en el que no
quisieras estar, que no te des cuenta que eres incongruente (no haces lo que piensas que podrías
hacer) va generando que te olvides de quién eres, de lo que quieres y entonces empiezan los
problemas.
Fíjate en el mundo laboral: las personas pueden estar ahí porque se les paga pero no realmente
porque quieran estar (¿a que te parece la cosa más normal del mundo, que porque se te paga estés
ahí?) Pues he de decirte que si es la única razón (el dinero) y esas personas están en realidad
motivadas en ochenta mil cosas más aparte de estar en ese trabajo (pero sus cuerpos están en ese
lugar aunque no paran de pensar que podrían estar en miles de otros lugares),. Por lo tanto, en los
trabajos, sólo tenemos el cuerpo de las personas, no tenemos sus mentes con nosotros.
Mi hipótesis es que, a nivel profesional, vivimos en un sistema esclavista: se paga a las
personas por tener su cuerpo en el trabajo, por hacer una tarea, pero sus corazones están en otros
lugares. Quienes únicamente trabajan por dinero, en realidad prestan su cuerpo a un trabajo pero
no son conscientes de que ello les lleva a un estado inconsciente de “desmotivación”, de queja, de
crítica del trabajo, de inconformismo, sencillamente porque no hacen lo que inconscientemente
podrían hacer. Y esa queja, esa crítica y ese inconformismo son precisamente síntomas de que no
están donde quisieran estar.
S A nivel profesional, vivimos en un sistema esclavista: se paga a las personas por
tener su cuerpo en el trabajo, por hacer una tarea, pero sus corazones están en otros
lugares.
Resumiendo, por lo tanto:
Hablo de motivación cuando coinciden tus acciones (aquello que haces para conseguir lo que
quieres) con tus razones o motivos (lo que quieres). Sería equivalente a hablar de
congruencia. Los motivados sencillamente son gente congruente o consecuente con lo que
quieren: a pesar de las dificultades para hacer lo que quieren ponen los medios que llevan a ello.
Hablamos de “desmotivación” cuando tus acciones no coinciden con tus razones, cuando
dices con la boca una cosa pero haces otra distinta (no es que no tengas motivación -siempre
estamos motivados- sino que no coincide el motivo que tienes con lo que haces). Y entonces, la
confusión está servida porque te crees que no puedes conseguir lo que quieres y no es así.
Primero: no te permites reconocer lo que quieres y, segundo, a la primera de cambio que
empiezas a luchar por lo que quieres esperas que sea fácil, te encuentras con una dificultad y, al
no saber resolverla, te hundes en la depresión más profunda.

Comparación entre personas motivadas y “desmotivadas” 6

6 Aunque hablo de personas “desmotivadas” entiendo la “desmotivación” también como el momento específico en el
que, ante una situación puntual, puede sobrevenir la “desmotivación” y el cuadro también sirve para explicar este tipo de
experiencia
Motivados ”Desmotivados”

¿Congruencia
Congruentes Incongruentes
Razón/Acción?

¿Esperan
Si No
dificultades?

¿Qué hacen ante las Se indignan y las ven


dificultades? Las abordan injustas

Se quejan, exigen
Reacciones Ponen medios
comodidad

Cuadro 7.2 No hay problemas de motivación sino de congruencia


¿Crees que a los motivados no les pasó lo mismo? Seguro que si, pero tú te inventas que tienes
mala suerte, que lo tuyo es más difícil o que alguien la “tiene tomada contigo”... justificaciones
para nunca hacer lo que quieres.
Desde este enfoque, los “desmotivados” son personas no congruentes con lo que quieren o con
dificultades para hacer ejercer su voluntad: esperan que no haya dificultades; ante las dificultades
para hacer lo que quieren se indignan y lo ven injusto; y, en vez de poner los medios que les lleva a
ello, se quejan, protestan y exigen que les sea más cómodo -que deberían de dárseles las cosas
hechas.

Cómo manejar emocionalmente la falta de motivación


En el fondo, la única diferencia a efectos emocionales entre motivados y “desmotivados” son
sus estados mentales. Y, desde mi punto de vista, son dos básicos estados mentales los que salen a
colación en todo este planteamiento: la soberbia (causa de la emoción de indignación ante las
dificultades) y el egocentrismo (pensar que otras personas tienen más facilidad que yo a la hora de
manejar estas dificultades o no las tienen). Así pues, aplicando estos estados mentales a la
motivación, podríamos concluir que los “desmotivados” se muestran inconscientes a la soberbia y
al egocentrismo que les caracteriza o que los motivados tienen mejor manejo de su ego y los
“desmotivados” no.
Desde la autonomía emocional no hay problemas de motivación como tales, sino de
honestidad, de congruencia y de ser consecuentes con lo que elegimos. Debajo de los llamados
trastornos de motivación se esconde la negativa del “desmotivado” a asumir que tiene objetivos y
que su vida consiste en desarrollarlos. Son personas que rechazan el compromiso.

□ Principios básicos de la motivación


1. Nadie puede motivar a nadie.
2. Todo el mundo está permanentemente motivado.
3. Todo el mundo tiene una razón para hacer lo que hace. Si no fuese así haría otra cosa.
4. Se pueden crear ambientes donde las personas elijan motivarse, pero no se puede forzar a
estar motivados.
La motivación es un proceso absolutamente libre, nadie jamás puede motivarte. Quiero decir
que tú has de buscarte las razones para realizar lo que deseas. Nadie sabe sino tú “lo que a ti te va”,
lo que buscas y pretendes. Este es el proceso más íntimo y personal de la vida que nadie, jamás,
puede hacer por ti. Otros te podrán aconsejar, proyectar sus gustos, trasladarte sus temores pero, en
el fondo, sólo tú puedes responder a la pregunta: ¿qué quiero?... Sólo tú, es el primer acto de
libertad y de dignidad del ser humano.
Tal vez se te pueda entretener con algo y haya personas con quien sientas que te lo pasas bien.
No niego tus sensaciones y preferencias. Pero estoy informándote de cómo se produce el proceso
de la motivación a nivel psicoemocional y la motivación no está exenta de proyección. Cuando tú
percibes que te gusta estar con alguien o entretenerte con esa persona esas sensaciones son
atribuciones tuyas (cosas que tú valoras como importantes para ti que, de repente, encuentras en
otros). ¿Has pensado por qué te lo pasas bien, cuándo, dónde y cómo te lo pasas bien? ¿por qué
unos amigos “te proveen” diversión y otros no?, ¿cuál es el código oculto tras tu sensación de
“estar al cien por cien” en alguna actividad que te motive?
Pues tiene que ver con tu ser, con lo que te hace sentir vivo/a, con lo que tú llevas dentro que,
de repente, encuentras fuera, en alguien. No es nadie que te gusta, eres tú que descubres lo que te
gusta a través de alguien. Necesito decirte esto a efectos de la autonomía emocional que
perseguimos. Nadie te da nada que te guste que no esté dentro de ti, sólo que es a través de alguien
como te enteras. Como ningún trabajo te dará lo que tú quieres sino que, será a través del trabajo,
como e vas enterando de si éste tiene que ver contigo o no, de lo que te hace sentir bien, de lo que
sobra, lo que falta o lo que no acaba de encajar. Así funciona.
S Nadie te da nada que te guste que no esté dentro de ti, sólo que es a través de
alguien como te enteras.
Dentro de ti hay como una sintonía, una música inconsciente que siempre suena, siempre.
Sucede entonces que, por épocas, por momentos, parece que tú no la escuchas, pero siempre está
ahí. Sólo que te olvidas de ella. Tú estás entretenido en tus cosas de la vida (del ego), en conocer
gente, estudiar, enamorarte, tener dinero, trabajar, comprarte cosas... Y, de repente, alguien llega o
llega algo que sientes te produce un placer inmenso o una atracción especial.
La causa de la atracción no es la persona (aunque te parezca mentira): es la sintonía que hay
dentro de ti, eres tú. La persona que ves o el hecho fascinante que te sucede sencillamente han
conectado con esa hermosa melodía interna que siempre suena dentro de ti. Si no, ¿por qué no te
gustan todos los trabajos o te gusta todo el mundo?. Si no hubiese sintonía interna te enamorarías
de todas las personas, sin criterio, sin selección, trabajarías en cualquier cosa y te daría igual salir
que quedarte en tu casa. Pero las cosas no ocurren así, el proceso es otro y tiene que ver con esto:
te gusta porque es un eco de tu música, de lo que llevas dentro, de tus razones y ese algo o alguien
externo a ti es la excusa para darte cuenta. Tienes un criterio interno, un selecto metro que es
interior. Aquello que te gusta te llega porque lo has comparado con el criterio interno y hay
conexión con éste. El placer te lo da la congruencia con ese criterio interno; lo que no te gusta, no
congruencia. La motivación está dentro, no fuera. Acuérdate.

□ Ejercicio de aplicación a la vida real Descubrir


las propias fuentes de motivación
¿Qué me motiva en el trabajo?
Jerarquiza por orden de preferencia personal lo que te motiva (es decir, las razones que hacen
que estés en ese trabajo)
El logro
El reconocimiento
El trabajo en si mismo
Tener responsabilidades
Posibilidad real y justa de promoción y status
Crecimiento personal y profesional
El dinero
Seguridad en el trabajo Otros. Indicar cuáles:
¿Qué me motiva en los estudios?
¿Qué me motiva con mi pareja?

□ Las emociones que no hacemos conscientes nos alejan


de un alto nivel de motivación
Ya sabemos que la mal llamada desmotivación es un estado emocional que esconde algún
motivo o razón que no digo, no me reconozco o no quiero reconocer. ¿Por qué? Porque, o tengo
miedo de hacerlo, o me avergüenza permitírmelo o me da pereza lo largo y dificultoso que lo
percibo para realizarlo yo solo...
El gran engaño de la motivación es pensar que, para motivarnos, necesitamos encontrar un
motivo que nos lleve a hacer lo que decimos que queremos, cuando la clave está en encontrar los
“desmotivos”, o sea, las razones que tengo para hacer lo contrario u otra cosa diferente de la que
digo que quiero hacer.
La persona con falta de motivación puede hacerse la siguiente pregunta: ¿siento
inconscientemente alguna emoción que esté explicando que me encuentre así? ¿Te acuerdas?: Jose
sentía resentimiento ante Sandra y eso lo mantenía en un estado de abatimiento del que no sabía
cómo salir.
En términos generales, los motivos que suelen alejarnos de un alto nivel de motivación tienen
nombre de emociones (de las cuales ya sabemos cómo funcionan según lo tratado en el capítulo 4).
Las más importantes son: culpa, rabia o resentimiento, miedo... todo ello ocultando una tendencia a
la reactividad o victimismo que trabajaremos en el punto 7.3 de este capítulo.
El “desmotivado” no es alguien que haya perdido razones para hacer las cosas, sino que ha
podido sentirse culpable, o estar resentido, o tener miedo... Y eso le hace sentir que se aleja de las
sensaciones que antes tenía. En otras palabras, para recuperar la motivación no hace falta forzarse
a nada, sino reparar en aquello que nos ha podido suceder para habernos alejado de un alto nivel de
motivación.
La motivación, por lo tanto, es el estado natural del ser humano. Y la desmotivación, el aviso
para reparar en las causas que nos han hecho perder la motivación - y no para buscar razones
externas que nos motiven.

¿Cómo salir de la “desmotivación”?


1. Reconociendo la emoción o emociones que está(n) ahí presente(s) y me duele(n) y
molesta(n)
2. Reconociendo el estado mental que la(s) mantiene
3. Aceptando los errores cometidos y que están en la base de mi sensación de abatimiento
4. Pasando a la acción, actuando: corrijo los errores y me aclaro sobre lo que quiero
5. Clarificar los propios objetivos personales, de estudio, de pareja y profesionales
6. Empezar a realizar mis propios objetivos
7. Ante las dificultades en el camino para llegar a lo que quiero, poner los remedios; si es
necesario, pidiendo la ayuda necesaria para ello
8. Reconocerme el camino andado, independientemente de que haya resultados inmediatos
Cuadro 7.3 Los 8 pasos para salir de la “desmotivación”
Y como se deduce del cuarto principio de la motivación que hemos tratado anteriormente, si
bien no podemos motivar a nadie, sí podemos colaborar en procurar a otros y a nosotros un
ambiente motivador (ambiente donde podamos elegir motivarnos).

Cómo crear un ambiente motivador


Hay diferentes pasos o claves para que tú crees un ambiente motivador a tu alrededor:
1. Tener una razón para hacer las cosas (crear el motivo básico para hacer algo)
2. Tener un sentido de responsabilidad personal.
3. Darnos o dar a otros reconocimiento, estímulo y aprobación.
4. Fomentar una competencia sana siendo nosotros mismos.
5. Ser accesible a la gente (eso indica que te interesas por ellos).
6. Establecernos objetivos amplios, pero claros y bien definidos.
7. Tener en cuenta los motivos internos propios y de cada compañero (los motivos
personales, sus propios intereses que coinciden con el trabajo).
8. Intensificar las relaciones interpersonales para conocerse y ayudarse.
9. Dar oportunidades de colaborar o hacer cosas juntos. A veces no colaboramos
por miedo a sentirnos rechazados o porque pensamos que solos lo haremos mejor.
□ ¿Te ves víctima o responsable de lo que te sucede?
¿Qué es para ti un problema?. Quizás sea suspender un examen, no encontrar
trabajo, que tu pareja te deje, que no te comuniques con tus padres, que algo no te
salga como tú quieres... Cuando hice esta pregunta a un grupo de niños de 5 años
uno saltó inmediatamente diciendo que para él un problema era ir al supermercado y
perder a su madre. Para él eso era el problema. Y para los adultos puede parecemos
ridículo ese problema ahora porque pensamos que los nuestros son “auténticos
problemas”.
¿Hay “auténticos problemas”, o sea, que lo son para todo el mundo?... Por
ejemplo, tener todos los meses que pagar el alquiler del local donde trabajo, ¿es un
problema para todos los que tienen un local de alquiler? Considero que eso sería un
planteamiento egocéntrico por mi parte dado que estaría proyectando que lo que para
mi es un problema lo es para todos.
La situación que para ti es un problema quizás no lo es para otra persona. Puede
parecer extraño pero la consideración de lo que es un problema es absolutamente
relativa. Una gripe teniendo que ir a trabajar, o una avería en casa, ¿son problemas
para todo el mundo? Quizás podríamos decir que son inconvenientes, o dificultades,
pero no todo el mundo considerará que son problemas para ellos. Por lo tanto lo primero que
cada cual puede hacer es definir lo que es un problema para él o ella.
Puede incluso suceder que lo que hace años para mi era un problema ahora ya no lo es porque
he evolucionado y he afrontado dificultades que ahora no las percibo como tales.
¿Qué hace que un problema lo sea para una persona y en un momento dado?. No es el
problema en si, no es la gravedad del hecho en si. ¿Qué es entonces? La clave está en cómo lo
vive esa persona, lo que piensa de lo que ha sucedido (del hecho en si). Si su tendencia es a tirar la
toalla o a resolverlo y cómo lo resuelve. Te propongo, por lo tanto, una hipótesis: en lo que todos
los problemas se parecen -el denominador común de todos ellos- es el grado de victimismo o
responsabilidad con que lo afronto. Si creo que no soy en absoluto responsable y que no he hecho
nada para merecerlo o si, en cambio, me siento con capacidad para resolverlo, para responder ante
él de manera efectiva.
Ante un mismo hecho con el que se enfrentan dos personas (por ejemplo, un despido)
independientemente de que para las dos este hecho sea un problema, lo que diferencia a una
persona de otra es el tratamiento que, de lo sucedido, hace cada una. Y aquí caben muchas
actitudes que propongo se dan en un eje que denominaré el eje victimismo-responsabilidad:

VICTIMISMO RESPONSABILIDAD

Se alimenta de la Se alimenta de la
actitud reactiva actitud proactiva

Cuadro 7.4 El eje victimismo-responsabilidad

Lo que hará que alguna de ellas lo viva de forma victimista será su actitud: que sienta que ella
nada tiene que ver con el despido, que lo perciba como una injusticia grande, que no se lo
esperaba, que no hay derecho... Y otra persona lo vivirá responsablemente porque puede
enfocarlo desde otro tipo de actitud: que sienta que se lo veía venir, que aunque sea desagradable
está sucediendo y tiene que ver con ella, que ha de afrontar la situación y mostrar su desacuerdo o
planificar el siguiente paso.
Aunque victimismo y responsabilidad son dos actitudes polares u opuestas ello no quiere decir
que no haya actitudes en medio que tiendan hacia uno u otro lado, e incluso, ante un mismo hecho,
una persona puede oscilar de la izquierda a la derecha a lo largo de los meses. Por ejemplo, ante la
muerte de un ser querido, o una separación entre dos amantes, suele describirse lo que se llama el
proceso del duelo. Quiere decir que la misma persona va pasando, primero, por actitudes
victimistas (¿Qué he hecho yo para merecer esto?) para, posteriormente, ir adoptando una actitud
responsable (observar la propia parte de responsabilidad en cómo afrontar lo que sucedió).
Pero esto ocurre en contadas ocasiones, que las personas gozamos de un proceso natural y
progresivo que va de la actitud reactiva (negarse a avanzar y resistirse a lo que sucede) hacia la
actitud proactiva (aprovechar los hechos para avanzar a partir de ellos sin resistirse a ellos). Porque
en la mayor parte de las ocasiones creo que tenemos la tendencia a vivir en un victimismo
inconsciente y exacerbado (causado por los mecanismos ya descritos en capítulos anteriores de
percibir el ataque en los demás y en lo que nos sucede).

¿Qué he hecho yo para merecer esto?


Tres casos de reactividad ante las que cosas que nos pasan Caso 1
Enrique se queja de la música del vecino. Dice que lo despierta por la mañana y que, durante
el día, no lo deja concentrarse en sus actividades. Está harto de escuchar los ruidos de otras
personas. Se siente invadido por ellos y no entiende por qué tiene que soportar los gustos de otros.
Caso 2
Sara se queja de que las calles están plagadas de pises de perros, de que sus dueños son
desconsiderados cuando dejan los excrementos de los animales en las aceras y que no hay
derecho a que tengamos que arrastrar la suciedad de las calles a nuestras casas.
Caso 3
Cuando Jose va a la facultad los viernes su padre le deja el coche y, de vuelta a casa, tarda
mucho en cruzar el centro de la ciudad porque los atascos que producen las obras de
remodelación de algunas calles se han disparado durante la primavera. Se queja de la impunidad
con que actúan algunos políticos y del caos circulatorio que se produce todos los días a causa de
la negligencia de unos pocos.
Quejas, protestas, recriminaciones y exigencias están a la orden del día.. actitudes victimistas o
reactivas. Exacerban la crítica a otros y nos introducen en la ficción de que la vida no funciona
como nosotros quisiéramos. El victimismo refleja una percepción de la realidad que choca con
nuestro punto de vista. Hace que nos percibamos desamparados, indefensos, desprotegidos o con
derechos que no se nos reconocen. En el fondo del victimismo se esconde un egocentrismo no
resuelto, la ilusión de un mundo a nuestra medida y la exigencia de que las cosas sean como
nosotros queremos que sean (manipulación).
No olvidemos que las cosas, cuando suceden, suceden, ¿por qué nos resistimos ante ellas?
Siempre tenemos dos opciones: la actitud reactiva y la actitud proactiva. La reactividad es una
actitud de exigencia y la proactividad de movilización o cambio personal. Vayamos por partes.
La actitud reactiva
Si me quejo del ruido del vecino significa, por un lado, que estoy reaccionando ante algo que
no me gusta (el ruido) y que, desde mi escala de valores, ese ruido no “debería” producirse. Esta
cara reactiva de la queja, si no paso a la acción, puede crearme una desmotivación progresiva en
tanto que me estoy centrando en lo injusto de la situación y me regodeo en encontrar el sentido de
lo justo o injusto de que un vecino “me invada” con su música.
Además esta parte reactiva me hace creer que estoy indefenso en un mundo que “me hace la
vida imposible” a mí, que estoy tan tranquilo y no “he hecho nada”, que no me merezco que me
invadan. Como puede verse esa parte de la queja me lleva a proyectar, en el otro, cosas de mi
propia cosecha: la invasión, la desconsideración o la injusticia. Y me introduce en el tema del
propio merecimiento. Qué curioso, el victimismo me conecta, por lo tanto, con mi propia
autoestima y lo que espero que otros tengan en cuenta sobre mí.
¿No puede ser también que el vecino tiene el hábito adquirido y no sabe que su música molesta
a otros, que el ayuntamiento aprovecha el verano por ser la fecha más idónea para levantar las
calles o que los dueños de los perros son ignorantes con respecto a la limpieza de la vía pública?
En este tipo de situaciones comúnmente la primera reacción es presuponer la maldad en el otro.
Dotamos al otro de una intención capciosa. El victimismo crea un enemigo, alguien a quien
oponerse. Lo percibimos como que nos quiere fastidiar, hacer la vida imposible o molestar.
Observemos que el victimismo nos introduce en una pesadilla mental acusatoria a otros que, en
la mayoría de los casos, se alimenta de creencias infundadas. Sencillamente hubo algo que me
molestó (chocó con mi visión de las cosas) y yo me he permitido destapar toda una película de
acusaciones y autoinvasiones que deposito en otro sin tener datos objetivos sobre las verdaderas
intenciones del alcalde, el dueño del perro o el vecino. Pero lo curioso es que mi sensación de
indignación aumenta en la medida en que me permito imaginar la intención de quien digo que me
molesta. El victimismo se alimenta del juicio que hago sobre el otro, se hace más y más grande
cuando me permito adivinar la intención de quien hace lo que me molesta. Y ello,
indefectiblemente, me llena de irrealidad, ficción e incertidumbre.
Entonces ocurre que mi sensación de vulnerabilidad se pone al rojo vivo. Y ahora, como me
desagrada sentirme inseguro y no quiero asumir que la inseguridad es mía y de nadie más, seguiré
inventando conspiraciones en mi contra, que hay personas que confabulan para fastidiarme y
buscaré enemigos que no existen: después del alcalde creeré que es el presidente del gobierno
quien me hace la vida imposible y, si no, pensaré que quien viola mis derechos es el mismo Dios.
La cuestión básica de este aspecto es: ¿de dónde deduzco yo, por mucho que me moleste la
música del vecino, que éste quiere invadirme, que me desconsidera o que viola mis derechos?.
¿Qué hay dentro de mí que me lleva a sentirme maltratado? La respuesta es muy sencilla: mi
profunda sensación de inseguridad y la constante necesidad de sean otros (no yo) los que me
respeten. Por lo tanto, imploro la consideración de otros porque no me aguanto a mí mismo.
Victimismo e inseguridad
El victimismo se alimenta de la ilusión de querer tener razón. Quejándome del ruido de otro
impongo mi criterio de que el silencio es la situación ideal. Necesito encontrar una confirmación
de mi propio punto de vista sintiendo que mi visión es compartida por alguien más aparte de mí. El
victimismo informa que no me permito sentir ni pensar lo que yo observo y necesito proyectarlo a
otros para sentirme seguro. Por lo tanto cuando me resisto a algo que ha sucedido y parece
inevitable, de fondo eludo enfrentarme a mi inseguridad, una sensación de no idoneidad personal
que me resulta tan desagradable, que necesito frenéticamente llenar y compensar.
Toda queja reactiva (sin actuar, sólo quejándome) implica elusión de mi propia responsabilidad
y acuso al otro diciendo que él es el responsable. Creo que quejándome conseguiré que otros hagan
el trabajo que sólo me corresponde hacer a mí.
La actitud responsable o proactiva
Si ha sucedido algo y percibo que me molesta es porque yo percibo cómo se haría mejor. La
sensación de molestia es el sensor que me informa que yo tengo una manera mejor de hacerlo. Si
no, no me molestaría. Soy yo quien ve lo que está mal hecho. Quizás el otro no lo ve o no quiere
hacerlo. Entones puedo elegir entre pasar a la acción o permanecer en la crítica forzando
inútilmente al otro a que cambie.
S No nos dañan los hechos sino la actitud con que enfrentamos los hechos.
La actitud proactiva nos compromete a nosotros con nuestra responsabilidad, no la de quien es
objeto de la queja. Somos nosotros quienes podemos hacer algo porque sea mejor lo que ahora
percibimos como peor. Podemos criticar al alcalde pero la crítica es improductiva en sí misma.
Podemos despedazar al vecino o dejarlo en evidencia por su falta de educación pero sólo
negociando con él sabrá a qué atenerse. Podemos hablar de la mala educación de los dueños de
perros o de su falta de empatía pero lo responsable podría ser comprometernos en una campaña de
concientización a nivel municipal.
Pero ello nos saca de nuestra comodidad. Creemos que son otros quienes lo han de hacer. Que
no es nuestra responsabilidad, que bastante tenemos con lo la vida de cada día.
Entonces quedará intacta nuestra sensación de inseguridad que la queja pone al rojo vivo.
Cuando veamos el error en alguien, además de quejarnos, aprovechemos nosotros para hacerlo
mejor la próxima vez. Podemos decirle a alguien que lo hace mal pero el reto estaría en mejorar su
marca. No nos centremos en lo que les falta a otros sino en lo que nosotros podemos hacer por
mejorarlo. Aunque parezca una sutileza, pasar a la acción nos irá dotando de cotas mayores de
responsabilidad que irá acrecentando, con el tiempo, la confianza y seguridad en nosotros.
Cómo manejar el victimismo
1. Observa la pérdida de energía en la que nos introducimos cuando permanecemos en la
reactividad (crítica a otros). Hártate de quejarte hasta que te des cuenta que nadie, nunca, hará
nada en la forma que tú piensas.
2. Observa la tendencia a presuponer y proyectar en otros nuestras propias inseguridades. No se
trata de adivinar y presuponer por qué el otro hace lo que hace: paremos la fantasía acusatoria.
3. El victimismo nos introduce en una sensación de no control (inseguridad) que, al resultarnos
tan desagradable, proyectamos en otros.
4. Más que de no quejarse, de lo que se trata es de reconvertir el mensaje de la queja en acciones
que nos conecten y nos hagan recuperar la sensación de control.
5. Pasa a la acción: actúa, haz tú lo que recriminas que otros no hacen. Esta etapa tiene tantas
versiones como motivos de queja hay. No te incomuniques, actúa.
6. El victimismo deja en evidencia una responsabilidad por nosotros no asumida: comprométete
en aquello de lo que te quejas.
Cuadro 7.5 Pasos para manejar el victimismo.
Diferencias entre personas proactivas y reactivas

Una persona proactiva tiende a decir: Una persona reactiva tiende a decir:

Las cosas nunca salen como yo quiero


No se si puedo.. quizá.. veré
Bueno es difícil de decir exactamente
No le entiendo
La vida me ha tratado bien Si, lo haré. No, No doy mi brazo a torcer
no lo haré Vayamos al grano No me he
expresado bien Tenemos distintas No soy tan malo como los demás, pero no
opiniones Estoy bien, pero puedo mejorar puedo cambiar
Dígame Le he dicho una y otra vez..
Debe haber una forma mejor de. Cada día Siempre lo hemos hecho así
se aprende algo nuevo
Con mi experiencia me vas a decir ahora
Seguro que ahora funciona Eso suena
interesante Voy a hacerlo como tengo que hacer mi trabajo

Seguro que encuentro un momento Tengo No sirve de nada intentarlo otra vez
un montón de cosas buenas ¿Para qué cambiar las cosas?
Lo intentaré
Estoy muy ocupado, imposible, no tendré
tiempo
No tengo todo lo que quisiera

Cuadro 7.6 Las actitudes proactivas o reactivas se eligen

□ La responsabilidad, clave de la automotivación


Responsabilidad no solo significa tomar la iniciativa. Significa que como seres humanos,
somos responsables de nuestras vidas. Nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, y
no de nuestras condiciones. Tenemos la capacidad y la responsabilidad de hacer que las cosas
sucedan.
Responsabilidad en cuanto capacidad de responder, o la habilidad para elegir una respuesta. La
personas proactivas sienten que eligen de manera consciente; se basan en los propios objetivos y
van más allá de sus propias condiciones. Se anticipan a lo que sucede o utilizan lo que sucede para
seguir hacia delante.
Recuerda que el riesgo de no hacernos responsables (con habilidad para responder) de lo que
nos sucede es que no actuamos y nos paralizamos ante las situaciones. De este modo vamos
dejando que los demás tomen nuestras decisiones, nos dejamos llevar por las decisiones que otros
tomaron, y al final del camino te encuentras en otro lugar distinto del que tu querías estar.
La conclusión a todo esto es que el victimismo desmotiva y la responsabilidad (aunque sea
dura, ardua, difícil o larga en el tiempo) es motivante, hace que las cosas tengan el sentido que tú le
das. Mediante la responsabilidad adquieres tu huella, tu sello a lo que haces y esta perspectiva te
hace creador. Sólo cuando sientas que las cosas dependen de ti, que eres el artífice de lo que haces,
sientes y piensas, la motivación será total. Y no necesitarás de estímulos externos, de que te
quieran, de que sean los demás los que “te hagan feliz”. La responsabilidad te hace
emocionalmente autónomo. Aquí está su gran valor.

□ Conclusiones
1. Nadie te puede motivar ni desmotivar. Busca las razones para hacer lo que haces. Siempre
hay razones -ocultas o manifiestas.
2. La “desmotivación” no existe como tal pues en realidad, más que personas desmotivadas,
existen personas motivadas por cosas diferentes a lo que hacen pero no se permiten
reconocerlo.
3. Los hechos, los sucesos, son los mismos para todas las personas. La diferencia entre
nosotros está en la manera de abordar lo que nos sucede. Esta manera de abordar se llama
actitud y las actitudes se eligen.
4. La clave para automotivarse está en ejercer la responsabilidad. Te suceda lo que te suceda
siempre puedes desarrollar la habilidad para responder, para afrontar -de una manera u otra-
lo que te sucede. Atención al victimismo: puede alejarte de un alto grado de motivación.

□ Problemas y preguntas más frecuentes


Problema
Me siento desmotivado/a y con ganas de no hacer nada
Posible afrontamiento
Primero, no pasa nada, no dramatices. Tu falta de motivación sólo esconde que, por alguna
razón, no quieres hacer lo que haces y tu corazón está en otra parte. Permítete conectar con lo que
te gustaría hacer, sin autoacusaciones, imposiciones o disciplinas duras.
Esa sensación tiene que ver con que, aquello que quisieras hacer, no te permites hacerlo.
Quizás crees inconscientemente que hacerlo es imposible o ridículo. Pero más ridículo es que no
pongas los medios que llevan a tu realización como persona.
Problema
No hay derecho a que me pase lo que me pasa. Nadie sabe lo que estoy sufriendo. Tengo mala
suerte.
Posible afrontamiento
Esta es una actitud típicamente victimista. Crees que lo que te sucede sólo te sucede a ti cuando
no es verdad. Hasta las enfermedades mortales afectan a las personas de manera diferente. El
problema no está en lo que te está pasando sino en la manera de ver las cosas que tú tienes.
No es cuestión de derechos o de mala o buena suerte. Si eliges verlo así estás cavando tu propia
trampa. Te animo a relativizar tu manera de verlo. Pregunta a otras personas que pasaron por
donde tú ahora estás pasando. Descéntrate y busca alternativas. Tu emoción te la produce creer que
la única manera de interpretar lo que te está pasando es la tuya.
¡Quiéreme, por favor!
La adicción a la aprobación
Objetivos del capítulo
• Reconocer las propias fuentes de dependencia emocional.
• Conocer la causa principal del malestar emocional: la necesidad de reconocimiento y de
aprobación.
• Valorar las creencias que conducen a la ser autónomos.
La causa última del malestar emocional es la dependencia de las cosas o de las personas. ¿Qué
quiere esto decir?. Que somos como adictos que, cuando no tenemos aquello a lo que estamos
habituados, entramos en lo que se llama “síndrome de abstinencia” o “mono” inconsciente. Es
decir, estamos tan acostumbrados a que otros “nos hagan felices”, mi pareja “me quiera”, mis
amigos “me entretengan”, mis padres “me mantengan” y mi perro “me saque de paseo” que,
cuando no los tenemos, el mundo se hunde a nuestros pies y perdemos el sentido de la vida.
Inconscientemente hemos condicionado nuestra valoración de nosotros mismos a cosas
externas (el éxito, conseguir cosas materiales, tener muchas amistades, frecuentes relaciones -de
pareja o sexuales- , la diversión, la ambición económica...) Decimos que estamos “bien” cuando
tenemos todo esto y, si falla el plan para conseguirlo, entonces sobrevienen todas las emociones
“negativas” y la “desmotivación” más profunda.
Tener cosas, querer el éxito, conseguir amistades o relaciones, no son cosas buenas o malas en
sí. Como siempre, llamo la atención sobre el hecho de depender de estas cosas para obtener
bienestar emocional. En realidad, suele suceder que, cuando no las tenemos o no las conseguimos,
empezamos, sin saber por qué, a no estar bien, a compararnos con quienes sí lo han conseguido o
tienen esas cosas. El proceso empieza siempre casi sin darnos cuenta: una pequeña pérdida de
motivación que, poco a poco, va creciendo y se va acumulando hasta hacernos perder la gracia por
las cosas... Pero no es que realmente hayamos perdido el deseo o la gracia por las cosas, no es que
hayan dejado de ser atractivas para nosotros, sino que, como nos las hemos conseguido, estamos
inconscientemente rabiosos y resentidos. Entonces notamos que perdemos la confianza en nosotros
mismos, perdemos el norte, nuestros propios límites como personas se desdibujan e incluso
dejamos de tener lo que, en algunos manuales y libros, se llama “autoestima”.
No llegamos a reconocernos a nosotros mismos cuando no obtenemos lo que deseamos. ¿Por
qué? Porque éramos dependientes de conseguirlo y, al no tenerlo, no sabemos cómo comportarnos,
cómo motivarnos, cómo sentirnos vivos/as o cómo volver a ser nosotros mismos/as.
Ser dependiente no es malo ni bueno; lo poco inteligente emocionalmente es no darte cuenta de
tus fuentes de dependencia. Por ello el primer paso de este capítulo será el de invitarte a conocer (si
no lo sabes ya) de qué dependes, tus fuentes de dependencia, aquellas cosas, situaciones o personas
que, si no existen o no las consigues, entonces te sobreviene el malestar emocional.
Igual que en el capítulo anterior hemos hablado del eje victimismo-responsabilidad quiero
presentarte otro eje distinto:
DEPENDENCIA ------------------------------------------------ AUTONOMIA
Cuadro 8.1 El eje dependencia-autonomía
Otros métodos, otros libros, otras tendencias quizás puedan proponerte que, para ser autónomo
emocionalmente te vayas directamente al lado de la derecha de este eje, es decir, empieces a ser
autónomo, de golpe (como el caso de Carlos, que vivía en una casa distinta a la de sus padres y
creía que era autónomo y ya vimos que era más ficción que realidad). ¿Cómo puedes ser
autónomo, de golpe? Quizás cambiándote de casa, separándote de alguien que no te gusta, dejando
los estudios repentinamente, hablando claro con alguien que sientes “te fastidia”... Éstas podrían
ser tácticas para trabajar directamente la autonomía. Pero he de decirte algo. Desde el método que
te comparto estas tácticas sólo serían un modo de autosuicidio porque no estaríamos teniendo en
cuenta que la base del trabajo emocionalmente inteligente es partir de lo que hay, sin fabricar nada,
reconociendo mis carencias, mis dependencias, mis “enganches”... para después aceptarlos, ver su
utilidad, observar qué están sustituyendo y, posteriormente, cambiarlos si lo considero oportuno y
necesario para mí.
Para llegar a ser autónomos es primordial hacer conscientes nuestras dependencias. Ello nos
dará la máxima fortaleza (pues reconoceremos nuestras debilidades y dónde tenemos nuestras
lagunas y carencias más importantes).
Empecemos por un caso en donde, a través de una pretendida relación de pareja de Sara, se
pone al rojo vivo todo un mundo de carencias personales no reconocidas, necesidades de llenarlas
y taparlas a través del otro y una profunda insatisfacción vital y emocional a causa de desconocer
todo este proceso.

□ El círculo vicioso de las emociones. Cuando las


emociones nos llegan a enfermar
Sara, en semana santa, hace un viaje organizado y conoce a César, del que se enamora
perdidamente. Lo que se cuenta a continuación se da en el espacio de varios meses y es el resumen
de la relación. Observa cómo Sara entra en progresivas emociones que hacen, al final, que parezca
un profundo estado de falta de motivación, cuando ese estado no es sino fruto de ser inconsciente a
todas y cada de las emociones por las que va pasando:
Sara desea con todo su corazón que César la quiera (1). Se conocieron en un viaje y ambos
reconocen mutuamente que se sienten atraídos el uno por el otro. César le dice que quiere estar
con ella, pero acaba de separarse de su última novia y vive enganchado todavía a esa historia.
Por mucho que Sara lo intenta, cada vez que hablan en la intimidad, César, irremediablemente,
recuerda a su ex novia, y se lamenta de la separación. Y Sara, sin soportarlo, se siente rechazada.
Al principio no dice nada y piensa que quizás no le está dando a César todo lo que él necesita (2).
Así que se desvive en consolarlo, cuidarlo y busca desesperadamente que vaya olvidándose de la
relación que arrastra. Pero, con el tiempo, las cosas no cambian y, sin saber por qué, empieza a
increpar a César (3), le dice que la utiliza, que no se siente querida por él, que es mentira que
haya algo entre ellos. César le contesta que no es verdad, que realmente la ama.
Tras varios meses de relación las cosas no varían mucho y entonces Sara deja de ver a César.
Enseguida comienza a sentirse extrañamente cansada, sólo tiene ganas de dormir y estar tumbada
(4). Le diagnostican anemia y tiene que dejar de ir a la facultad. Cuando acude a un terapeuta,
éste le comenta que tiene todos los síntomas de una depresión.
CORRESPONDENCIA EMOCIONAL DEL CASO:

¡Pobre Sara!... es quizás la primera tentación con que puedo reaccionar al leer el caso, pero de
poco sirve que la consolemos cuando el tema está en su negativa inconsciente a mirar el proceso
emocional por el que va pasando. Y todo, a causa de su necesidad de ser apreciada, valorada,
aceptada y reconocida. La necesidad de aprobación es la mayor fuente de dependencia emocional
que existe, la más inconsciente, la más frecuente y la más ruidosa. Causa estragos en las parejas,
envidias entre los hermanos, rupturas en las empresas, amargura entre los amigos, enfermedades
entre los amantes... Es la llave oculta de la desmotivación y la responsable de los problemas
emocionales.
La historia de Sara pone al rojo vivo un círculo vicioso que se repite comúnmente en las
relaciones de pareja: se trata de la inevitable rueda de insatisfacción en la que nos introducimos
cuando deseamos que alguien nos quiera, cuando creemos que son las situaciones o las personas
las que nos han de satisfacer o completar. En el origen de esta rueda se halla una profunda
necesidad de buscar amor.
Supongamos que, en un momento dado, las circunstancias de la vida no nos son favorables, lo
que equivaldría a percibir que no tenemos lo que deseamos o nos sentimos solos. Si recuerdas a
Sara le estaba fallando todo su mundo exterior: lo que estudiaba, la relación con sus amigos, el
cambio de ciudad no deseado... ¿Qué solemos hacer entonces?
Creo que a pocos se les ocurriría aceptar la propia soledad como rasgo inherente al propio ser
humano (que, desde mi punto de vista, es parte del trabajo terapéutico que es conveniente realizar).
Muy lejos de esto, a lo que nuestro ego nos suele llevar es a buscar una relación, un compañero o
compañera ideal. Así nuestro ego se sentirá satisfecho en la medida en la que encontremos a
alguien que concuerde con nuestros criterios, alguien que satisfaga nuestra necesidad de compañía
y de amor. Creemos, por lo tanto, que nuestra necesidad se cubre teniendo a alguien al lado a quien
llamamos pareja.
Desde esta lógica la pareja no es sino una tapadera que viene a suplir nuestra necesidad
insatisfecha de no sentirnos solos. Aunque el ego es muy sibilino y no llama a las “necesidades”
por su nombre. Más bien nos confunde, haciéndonos creer que, cuando buscamos a alguien, lo
hacemos por amor, entrega, ganas de compartir. O que el designio del ser humano es vivir en
pareja y es justo y tenemos derecho a enamorarnos.
Entonces empieza la eterna peregrinación por una rueda interminable de emociones que la
historia de Sara revela una a una (revisar el cuadro 32 de este capítulo).
Si seguimos el hilo de la historia de Sara podremos observar cómo nuestra personalidad o ego
teje siempre una secuencia prácticamente invariable de emociones básicas que no hacen sino
perpetuar indefectiblemente nuestra profunda necesidad de sentirnos amados. El relato de Sara
lleva unos números que corresponden a cada una de las situaciones del esquema que presentamos.
Parece lo más normal del mundo desear ser amado o amada (1). Pero justo aquí empiezan los
problemas. Ante la necesidad de amor buscamos a alguien que compense esa necesidad, alguien
que pueda “convenirnos”. Y hasta puede ser que nos sintamos dichosos durante algún tiempo. Es
ese momento en el que “parece” que llegan las nubes a nuestro cielo azul (a esa etapa la solemos
denominar enamoramiento). Pero la necesidad de Sara de ser amada por César no se apaga con el
amor de César porque él está centrado en sus problemas. Entonces Sara se siente culpable (2)
porque cree que es su función, como pareja de César, consolar y amortiguar el conflicto de él. Pero
no lo consigue. Cree que es ella quien puede redimirlo, apoyarlo. Pero sin resultado. Ella siente
culpa porque su creencia es que su pareja ha de estar bien dado que ella está a su lado
(egocentrismo inconsciente).Y si él no está bien a su lado es que a lo mejor ella no le da todo lo
que él necesita. La culpa le hace sentir a Sara que ella debe hacer algo por amortiguar el malestar
de César, porque son pareja y ese es el sentido de la relación: sacar al otro de su malestar, evitarle
el “maltrago”. En esta etapa el ego nos hace pensar que somos imprescindibles para nuestras
parejas y vivimos en la ficción de que podemos llenar, con nuestra ayuda, el vacío que el otro
siente.
Pero no hay nada más lejos de la realidad que ese compulsivo mecanismo, pues nadie puede
llenar a nadie, ni nadie puede motivar a nadie, ¿recuerdas?, sólo que el ego nos hace creer que las
personas nos podemos abastecer unas a otras.
Y lo que Sara no sabe todavía es que, en la medida en que ella crea y haga cosas para evitar el
sufrimiento de César, va a ir acumulando inevitablemente resentimiento. Sencillamente porque, a
pesar de sus esfuerzos, no puede conseguir que César esté bien a expensas de ella, sino que es
César el único que puede autoabastecerse. Y entonces llegará el momento en que “cobrará” a César
sus constantes esfuerzos por hacerle salir de la crisis.
Mi experiencia me dice que la rueda de las emociones es matemática pura. Pues la culpa
(cuando es inconsciente) abre paso, sin tregua, al resentimiento. A veces expresado al otro, a veces
ni siquiera reconocido. Sara resiente de César cuando lo increpa (3). Le dice que no se siente
querida por él. Y sencillamente lo que Sara no puede reconocer es que de nada sirvieron sus
esfuerzos por sacarlo a él de su crisis. Se ilusionó con curar a César cuando ella lo hizo basándose
en su falsa creencia de que ella podía ofrecer consuelo a la situación de su pareja.
Y tras el resentimiento, la venganza. La forma que Sara utiliza para vengarse de César es
autoinfligida y viene, primero, en forma de separación (4), luego en forma de síntomas físicos y,
finalmente, en forma de depresión. Podría haber sido en forma de infidelidad con un amigo suyo,
pero Sara, por su estructura mental, elige la venganza en si misma.
La venganza es la forma de expresión preferida por el ego para volver a abrir la herida del
círculo vicioso que he detallado más arriba. La rueda de las emociones se abre y cierra con una
causa (la necesidad y carencia inconsciente de amor) que jamás puede encontrar alivio a través de
otras personas. El alivio emocionalmente inteligente está en mí, en mi estabilidad personal, en ser
yo mismo -independientemente de gustar a otros.
Y ese esquema de la dependencia afectiva es el mismo de una adicción a una sustancia física
(drogas, alcohol) u otro tipo de adicciones (al juego, al sexo e incluso al trabajo). El ciclo sería
siempre éste:
El problema de la adicción es siempre la tendencia a sustituir la carencia (que es personal y no
se arregla con otras personas ni con drogas), con cosas externas (las propias drogas o personas).
Esto es una compensación que no es real, no acaba nunca de taparse o de arreglarse porque la
carencia es mía. Se alivia sustituyendo pero no se resuelve. Si tengo cierto complejo físico y
pienso que encontrando a alguien que yo le guste se acabará mi sensación de carencia, ¿qué estoy
haciendo realmente? Pues estoy compensando provisionalmente mi carencia pero no estoy
resolviendo: yo, que me siento feo, me pongo al lado de alguien que, durante un rato, me dice que
soy guapo. Pero ¿qué haré cuando ese alguien no me lo diga o cuando haya otras personas que no
me digan que soy guapo? Que me hundiré en la más profunda de las depresiones porque
sencillamente una carencia personal no se puede sustituir, se ha de hacer consciente, se ha de
llevar a la luz y aceptarla (ver su utilidad, ver cómo la uso, qué partido saco de ella y cómo me
beneficia).
¿Cómo manejar la tendencia a depender afectivamente de la pareja?
1. Reconocer la dependencia emocional del otro y de otras personas en general: que mi
aceptación depende de que los otros se encuentren bien gracias a mi
2. Reconocer que estoy pidiendo a gritos ser amado/a, pero que las personas no son quienes
pueden llenar lo que necesito: no buscar a más personas para hacerme sentir completo/a
3. Conectar con la carencia personal que se esconde tras mi necesidad afectiva (inseguridad,
dudas sobre mí mismo/a, falta de autoaceptación)
4. Reinterpretar mi concepto de pareja (de dependencia emocional) por un progresivo modelo
de autonomía (dos seres que eligen estar juntos conscientes de sus propias carencias y que
no esperan que sea el otro quien les llene o haga sentir completos).
5. Empezar a aceptarme tal y como soy, con mis carencias y mis cualidades
6. Recobrar o plantear por primera vez los propios objetivos personales
7. Actuar “sin colgarme de nadie” en base a mis propias metas
Cuadro 8.4 La alternativa emocionalmente inteligente en las relaciones afectivas
El ser humano no encontrará nunca lo que busca mientras no entre en contacto con la propia
energía de su SER: obtenga lo que obtenga, nunca será bastante, por la sencilla razón de que el ego
es un mecanismo vacío que no puede darnos la plenitud y satisfacción que buscamos. Por lo tanto,
el círculo vicioso de las emociones se producirá inevitablemente siempre que busquemos suplir la
necesidad de amor proyectándola en alguien. Es una ley de la psique, como la gravedad es una ley
del mundo físico.
Ahora ya tenemos otro nombre para llamar a la desmotivación: la desmotivación es una forma
de venganza inconsciente en mí mismo: como no me salen las cosas como quiero, como no es
posible que yo obtenga lo que me merecía (lo que tu ego te hace pensar), entonces me vengo con
abatimiento, desesperanza e incomunicación. Prefiero “tirar la toalla” a reconocer mis errores y
volver a empezar.
S No te olvides: tu desánimo tiene una causa, tu incapacidad para
corregir tus errores.
□ Las diez creencias que nos mantienen
dependientes de los demás
Para apoyar aún más la localización de posibles fuentes de dependencia te propongo revisar
estas 10 creencias propuestas por un autor que ya conoces (Albert Ellis)7. Son creencias que suelen
permanecer inconscientes pero que, a la hora de convivir e interactuar con las personas, nos
sorprenden en forma de actitudes, emociones y comportamientos que nos llevan a concluir que
queremos complacer a los demás más de lo que nos permitimos reconocer.
Observa que hay creencias que pueden parecerte mentira que produzcan dependencia. Por
ejemplo: cada vez que quieres que alguien sea distinto a como es, que quisieras que cambiara para
tú sentirte bien, que “le vendría bien” que cambiase en algo, si eso lo deseas es que no aceptas a
esa persona tal como es. Ello te hace dependiente de aquello que quieres que cambie la persona
pues es un rasgo posiblemente tuyo que proyectas y no acabas de aceptar en ti. Te hace
dependiente porque estás condicionando la relación con esa persona a que no exista ese rasgo y te
hace dependiente de la persona porque ese rasgo puede más que tú, te solivianta y te exaspera (el
problema es tuyo y de nadie más).
1. Preocuparse demasiado de lo que la gente piensa de mí.
2. No puedo fallar en algo importante; sería una catástrofe y no podría aguantarlo.
3. Frustración: las personas y las cosas tendrían que ser siempre como yo quiero y si no lo son, es
tremendo, terrible, espantoso y eso no es justo.
4. Si sucede cualquiera de los tres primeros hechos, entonces ¡siempre culparé a alguien por ello!
5. Si me obsesiono con un hecho inminente o cómo alguien opina de verdad sobre mí, las cosas
saldrán mej or.
6. Existe la solución ideal para cada problema y debo encontrarla ahora mismo.
7. Es más fácil evitar las responsabilidades y las situaciones difíciles que enfrentarlas.
8. Si nunca me involucro en nada, y me mantengo apartado, nunca seré desgraciado.
9. Es mi pasado y las cosas terribles que me pasaron cuando era un niño, o en mi última relación,
o en mi último empleo, lo que me hace actuar y sentir ahora de esta manera.
10. Las personas y cosas malas no tendrían que existir, pero cuando aparecen, siempre me tocan a
mí.
Cuadro 8.5 Diez creencias que usamos para depender de los demás
Para personalizar estas creencias te propongo utilizar el siguiente cuestionario:

7 Albert Ellis. Basta ya. Editorial Grijalbo


□ Ejercicio de aplicación a la vida real
Cuestionario para detectar las propias fuentes de dependencia
Contesta sinceramente a estas preguntas, no tengas miedo, pudor o vergüenza. Verás cómo hay
más cosas de las que pensabas que te hacen dependiente y no lo sabías. Ya sabes que este es el
camino que te lleva a la autonomía emocional:
1. ¿Qué es lo que más te preocupa que piensen de ti en el trabajo o en los estudios? ¿Y en tu
casa?
2. ¿En qué cosa o aspecto sientes que no puedes fallar y que si lo hicieras te parecería
intolerable o imperdonable?
3. ¿Quién no es como tú quieres que sea? ¿por qué?
4. ¿Qué es lo que más te molesta de tu trabajo o de los estudios?
5. ¿Cuál es la injusticia más grande que crees que existe?
6. ¿Cuál es tu obsesión mayor y que no acaba de salirte como tú quieres?
7. ¿Qué problema o situación no acabas de resolver por mucho que lo intentas?
8. ¿Qué cosa tienes pendiente que no solucionas nunca a pesar de tus esfuerzos?
9. ¿Quién resuelve los problemas mejor que tú?
10. ¿Qué situación te parece que te exige una gran responsabilidad y preferirías no abordarla?
11. ¿En qué situación tiendes a evitar el compromiso?
12. ¿Cuál es la peor situación que te ocurrió de pequeño/a y aún te duele?
13. ¿Qué fue lo peor que te pasó en tu anterior relación?
14. ¿De qué te da vergüenza?
15. ¿Qué cosa de esta sociedad no tendría que existir?
16. ¿En qué situación te viene la idea “qué he hecho yo para merecer esto”?
17. ¿Qué persona te parece realmente indigna a nivel político o social?
□ Creencias de la persona emocionalmente
autónoma. Claves básicas de la autonomía
emocional
Como resultado de reconocer las propias fuentes de dependencia quiero, por último, proponer
cuál podría ser tu perfil como persona que, a partir de un proceso progresivo de reconocimiento y
aceptación, te muestras al mundo con la máxima conciencia de tus debilidades y tus propias
carencias:
1. Eres consciente de lo que se piensa de ti, en el trabajo, en los estudios o en casa. Pero ello
no te duele. Permites que los demás tengan las creencias que tienen sobre ti (no te parece
injusto ni lo juzgas con rechazo). Y nada de ello te hace dudar de ti mismo/a como persona.
2. Lo que haces lo haces en una permanente dinámica de aprendizaje. Te permites cometer
fallos como parte natural de la vida. Se trata de algo que fluye y que te da experiencia.
Interpretas los errores como oportunidades para reorientar tu camino (en base a tus
objetivos) y no dramatizas al respecto. Te alegras de lo que consigues, te entristeces de lo
que no consigues, pero no te apegas, no te desesperas si las cosas tienen un tiempo
determinado hasta realizarse.
3. Entiendes que los otros son como son y que su forma de ser nada tiene que ver contigo.
Nadie te quiere hacer daño, nadie te quiere fastidiar. Los demás te piden lo que quieren y tú
eres libre de dárselo o no.
4. Las cosas también son como son y tienen un proceso natural. Percibes que el fallo no está
en las cosas sino en tu creencia de que tengan que ser como tú quieres. Permites que el
ciclo de la vida actúe independientemente de tu ombligo (egocentrismo). Puedes ilusionarte
o decepcionarte porque no sea como quieres, pero sabes que tanto la ilusión como la
decepción sólo tienen que ver con tu impulsividad o tus expectativas.
5. Reconoces que, en realidad, no existen culpables de nada, sino personas en grados
diferentes de responsabilidad (o victimismo). Lo que no sale como tú desearías tiene que
ver con lo ignorante que aún eres en ese terreno. Y lo mismo le pasa a los demás. Más que
malas intenciones hay niveles de conciencia diferentes al tuyo.
6. Estás orientado a tus objetivos (lo que quieres) pero eres lo suficientemente flexible como
para reconocer que, a lo mejor, has de introducir cambios en la forma en que llegas a los
resultados. Reconoces tu obcecación en que se produzca exactamente lo que desearías y
sabes ver cómo otras formas también te llevan a los resultados que esperabas.
7. Te involucras en las decisiones, apoyas a otros si lo crees oportuno. No vives fuera del
mundo, sino comprometido con lo que quieres y piensas. Pero apoyas a los demás desde tu
propia autonomía, sin diluirte en los demás, sin caer en la trampa de interpretar que la
“pena por alguien”- que es una proyección tuya-, el miedo o la rabia, son impedimentos
para hacer lo que quieres hacer. Más bien aprovechas la vivencia de tus emociones para
darte cuenta de los mensajes que hay tras ellas, tus estados mentales. Y te implicas al cien
por cien en la vida porque has sabido descubrir el mensaje que, para ti, tenían esas
emociones.
8. Contemplas que ni tus padres, ni tus profesores ni nunca nadie te hizo la vida imposible en
realidad. Que todos fueron objeto de sus proyecciones y que el pasado (traumas, malos
tragos y dificultades) aunque puedan explicar cómo eres ahora, no sirve para recomponer el
presente. Que el presente se alimenta de tu actitud proactiva, que eliges sentirte responsable
y actuar antes de quejarte o lamentarte de lo que no es como tú quisieras. Te das cuenta de
que el mundo se hace en base a tu contribución y ello te va haciendo libre. Observas que
nada cambia si tú no cambias.
9. Descubres que todas las cosas que existen a tu alrededor, si te detienes y lo miras en
silencio, van teniendo un sentido por desagradables que puedan parecer. Que tras las
experiencias de hambre, muerte, enfermedad o injusticia se esconde un sentido de
responsabilidad personal que, aunque aún no lo hayas asumido como tal, te está esperando,
más allá del deseo de tu ego de que hay muchos culpables y pocos actores.
10. Miras cara a cara a la sensación de culpa, a esa emoción-madre que explica que quieras
maquillarte, cambiarte de golpe o “hacerte el bueno” para complacer a los demás. Y
reconoces tus estados mentales, tu sombra y tus limitantes tanto como tus cualidades y
virtudes personales. No te asustas de lo que te parece a primera vista negativo, no te apegas
a lo que pueda parecerte positivo. Y te das cuenta de que eres una persona, que está viva y
siente, que lo tiene todo dentro de si y está en pleno proceso de integración.
¿Te parece esta descripción de rasgos el perfil de una persona débil?. Más bien todo lo
contrario, ¿no te parece?. Pero no es una fuerza conseguida a base de disimulo, de dureza, de ganas
de esconder o de impresionar a los demás. Es la fortaleza que surge como consecuencia de la
integración de la sombra y la luz.
Por lo tanto, recuerda: la persona emocionalmente autónoma no es la que más cualidades tiene
y muestra, sino la que es más consciente de dónde está, reconoce sus carencias, no quiere
cambiarlas de golpe, las acepta y asume las consecuencias de sus actos. Es más autónomo el
dependiente consciente que el autónomo fingido.

□ Concepto de Salud emocional


También instituciones públicas internacionales como La Organización Mundial de la Salud
recogen, de fondo, este perfil, si bien bajo un nombre más general que el de Inteligencia
Emocional o autonomía emocional: el de Salud Emocional.
La Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) define salud, no como ausencia de enfermedad
sino como presencia de vitalidad, aunque comúnmente utilicemos el concepto de salud como
opuesto al de dolor: si no nos duele algo decimos que estamos sanos.
Pero desde el punto de vista de la Salud integral (que retoma los fundamentos de la salud
emocional) los autores coinciden en señalar que gozar de salud sería equivalente a reunir las
siguientes condiciones generales:
• Despertarse descansado
• Comer bien y tener apetito
• Estar dispuesto
• Estar alegre
• No fatigarse o quejarse a pesar de tener actividad
• Tener buena memoria
• Estar relajado
• Buen humor
• Precisión en el pensamiento y en la acción
• Irse a dormir y despertarse sin problemas
• Ser sincero
• Humilde
• Agradecido • Amoroso
Desde un punto de vista holístico, la salud no consiste en no estar enfermo o “llevarnos bien”
con otras personas, sino en presencia de vida, de vitalidad.
Por lo tanto nuestro concepto de salud es algo estrecho porque lo hemos restringido a lo
estrictamente físico y, claro está, del cuerpo decimos que “duele o no duele”. Y si no duele,
decimos que estamos sanos. Pero ello no sería sino un punto de vista limitado

□ Conclusiones
1. La causa última del malestar emocional es la necesidad de ser aceptados y
reconocidos. Ello implica que, mediante el mecanismo de complacer a otras personas,
pretendo sentirme valorado y estimado. Me adapto a otros para conseguir su
aprobación -no destaco, evito el conflicto, pretendo agradar sistemáticamente.
2. Pero este mecanismo tiene los días contados y no llega más allá de un tiempo efímero ya
que la única manera de conseguir aprobación real es a través de nosotros mismos:
descubriendo lo que queremos y desarrollando las capacidades de nuestro SER. Nunca la
comparación con otros puede darnos equilibrio emocional, sino culpa -por querer ser como
otros para recibir una provisional aceptación.
3. Es un mito que necesitemos estar con otras personas. El camino emocionalmente
inteligente te sugiere cambiar el concepto de necesidad por el de voluntad o deseo. En la
medida en que quiero estar con alguien -y no dependo o necesito de éste para estar
equilibrado- estamos dando pasos para restablecer nuestra autonomía.
4. Una persona emocionalmente inteligente siente y padece como la que más sólo que es
consciente de que nadie jamás puede llenar sus propias necesidades y carencias. Las
personas no estamos hechas para compensarnos y llenarnos entre nosotros, sino para buscar
el equilibrio interno mediante la propia realización personal y el desarrollo de lo que
somos.

□ Problemas y preguntas más frecuentes


Problema
El ser humano necesita ser querido y, por encima de todo, yo quiero que me quieran
Posible afrontamiento
Jamás conseguirás amor de manera forzada puesto que el amor es gratis, no se pide, nace, se
da. La propiedad privativa del amor no es la exigencia sino la fluidez. No estoy de acuerdo en que
el ser humano necesite ser amado. En cualquier caso, la autonomía emocional -referencia básica de
mis palabras- no puede conseguirse condicionando mi bienestar a que me quieran. ¿Qué ocurre si
sientes que nadie te quiere? Pues que tu autoconcepto se desmorona. En el fondo, querer que nos
quieran es un capricho y puede esconder otras demandas no resueltas (necesidad de compañía,
incapacidad para comprometerse con otras personas... )
Te animo a cambiar esa creencia de que “necesitamos que nos quieran” por otra: la de dar
amor. Haz tú lo que le exiges a otros y no dependerás de nadie.
Problema
Pero los niños pequeños necesitan que los quieran para que tengan un desarrollo madurativo
adecuado.
Posible afrontamiento
No voy a discutir que, de pequeños, tenemos necesidades que indefectiblemente son otras
personas las que han de proporcionárnoslas. La clave, para mí, no está en que los niños necesiten
del amor de los padres, sino en el modo y forma de ese amor.
Se han hecho tanta cruzadas en nombre del amor que prefiero distinguir entre éste y lo que
llamaré afecto con condiciones. No me interesa la intención de los padres sino lo que pueda
interpretar el niño, aquello que él recibe.
Mi experiencia me lleva a pensar que existe la tendencia a condicionar ese amor al modo de
comportamiento de los niños. Por lo tanto, el niño, ya pequeño, más que amor puede interpretar
que recibe afecto condicionado ya que ha de comportarse de una manera determinada para
conseguirlo. No estoy criticando a los padres sino describiendo un proceso.
En estas condiciones y, a la luz de la autonomía emocional, ¿cuál es el mejor apoyo que un
padre o una madre pueden dar a su hijo? Más que estar obsesionados porque se sientan queridos -
que habría que ver ese tipo de amor cómo es percibido por el niño ya que amar a otro es una
proyección- te propongo cambiar tu enfoque: el mejor apoyo que tu hijo puede recibir de ti es que
tú estés bien contigo mismo. No te propongas amar como una asignatura de un cursos académico.
Sé tú mismo y no hagas nada de lo que luego le vayas a pedir cuentas. ¡Cuántos padres y madres
pueden llegar a sentir que han hecho tanto por sus hijos! Y luego perciben que sus hijos son
egoístas e injustos porque no hacen lo mismo con ellos. Aquí está la clave: si un padre exige
recibir es porque aquello que hizo, no lo hizo gratuitamente, sino esperando una reinversión a largo
plazo -poniendo condiciones. ¿Y eso es amor?. Permíteme dudarlo. Para mí es la trampa más
flagrante de la manipulación bajo el nombre dorado y exquisito del amor.
No te devanes los sesos pensando si amas o dejas de amar. Actúa y haz las cosas por ti mismo.
9

Resumen del programa de entrenamiento. Los 4


pasos para desarrollar la autonomía emocional
Objetivos del capítulo
• Resumir las tácticas y técnicas revisadas a lo largo del libro
• Proponer cuatro pasos para el desarrollo de la autonomía emocional
Como resumen del libro te propongo un esquema de carácter general en el que se expre
san, paso a paso, las fases generales y pasos intermedios que se han tratado a lo largo de las
páginas anteriores. Los cuatro pasos son:
1. RECONOCER
2. ACEPTAR
3. CAMBIAR
4. EXTENDER
¿Qué quiere esto decir? Que el método de trabajo que te he compartido se va consolidando y
muestra su máxima eficacia en la medida en que se respetan tales pasos. Porque otros métodos van
al paso 3 (CAMBIAR) más directamente y aquí lo que te propongo básicamente es que no cambies
nada que previamente no hayas hecho consciente. Desde mi punto de vista lo que te hará autónomo
(con fortaleza y definición) es reconocer lo que proyectas y aceptar esos rasgos como tuyos, y no
querer cambiar desde el primer día (no puedes hacerte fuerte si no consolidas la causa de tu
debilidad, es imposible). Sólo después podrás ir cambian do en la medida en que lo consideres
conveniente, necesario u oportuno. Aunque también te irás dando cuenta de que el propio
reconocimiento y la aceptación ya aportan cambios fundamentales, hasta el punto de que el paso 3,
a veces, se hace innecesario como tal.
S No puedes hacerte fuerte si no consolidas la causa de tu debilidad, es imposible.
La última fase (EXTENDER), aunque te la muestro a continuación, quiere decir que, sin
esfuerzo alguno, tu autonomía salga desde ti hacia fuera, sin grandes técnicas ni fabricaciones por
parte de tu ego. No se trata de alardear de ser autónomo sino de que sea una consecuencia natural
de tu proceso de integración de tus partes de sombra y tus partes de luz. En la medida en que te
nazca y salga, sin pretensiones ni grandezas. Hay lo que hay y ya habrá más cuando tu proceso de
maduración personal se desarrolle más.
En cada fase te indico, en la columna de la izquierda, las cualidades que, sin darte cuenta, irás
desarrollando como consecuencia del trabajo emocionalmente inteligente; en la columna de en
medio, los pasos o etapas que hemos ido tratando a lo largo de los capítulos y que se refieren a esa
fase; en la columna de la derecha las técnica o ideas concretas que hemos desarrollado y que
puedes aplicar para consolidar el trabajo personal que te propongo.
FASES ETAPAS TÉCNICAS/IDEAS

1. Reconocer 1.1. Reconocer la emoción que siento.


Apertura 1.2. Si es necesario, expresarla.
Permeabilidad 1.3. A toda emoción subyace un pensamiento o creencia
“automática” (que pasa desapercibido) y que proyecto en otros (si
Transparencia hay emoción, hay proyección).
* Nombrarlas
Escucha 1.4. Las emociones negativas no se resuelven en sí mismas, sino
localizando el estado mental que las produce. * Proyección
Honestidad
1.5. Identificar el pensamiento subyacente a partir de lo que * Sombra
Humildad
“creo” que el otro “me hace”. * Extender la imagen de mí
1.6. Lo que digo que el otro “me hace” o “es así” es porque yo
tengo algún grado no reconocido del mismo rasgo que crítico y
proyecto en él.
1.7. Reconocer ese rasgo en mí, sin culpas ni autoacusaciones.

2. Aceptar 2.1. Descubrir el beneficio oculto de mi rasgo: qué consigo con * Emociones
ello.
Flexibilidad * Círculo vicioso de las
2.2. Detectar en qué momento del de las emociones me hallo emociones
Audacia (NA, C, R, V).
* Parar venganza
Responsabilidad 2.3. Identificar en qué rasgo necesito la aprobación de los demás
Proacción y su reconocimiento.
2.4. Aceptar es localizar cuándo y para qué decidí utilizar el rasgo
del cual me quejo en otros y que está en mí.

3. Cambiar 3.1. Pasar a la acción sin forzarse, poco a poco. *Detectar creencias que nos hacen
dependientes.
Confianza 3.2. Sólo la acción constituye y me da conciencia de que estoy
cambiando. Culpa: cambiar imasen o acción.
Seguridad Resentimiento: cambiar imaeen
3.3. A la hora de la acción sentiré toda la gama de emociones que Miedo: sentirlo y hacerlo ieual
Adaptabilidad alejan de un alto nivel de motivación (culpa, resentimiento, miedo,
Iniciativa sentimiento de obligación y queja). Esas emociones están ahí para Victimismo: hacerlo tú.
que yo me demuestre a mí mismo que quiero cambiar. Si no
Consistencia hubiese emociones que traspasar no aprendería nada (recuerda que
Persistencia el ego se emociona a modo de rabieta y de resistencia al cambio.
Por lo tanto, es buena señal sentir esas emociones, pero irlas
Autonomía traspasando).
3.4 A medida que incorpore cambios reales a mi vida iré sintiendo
cómo aumenta mi motivación (la razón para hacer lo que hago). La
desmotivación es un estado emocional que oculta las razones en
forma de esos 5 sentimientos.

4. Extender .1. La extensión es dejar que las cosas sucedan, contagiar, no * Fluir
forzar, que los nuevos rasgos salgan por los poros sin demostrar
Sinceridad nada ni controlar nada. Permitir que haya lo que hay, sin afanes ni Desapego del resultado
Entusiasmo pretensiones.

Creatividad
Otras obras nuestras: Inteligencia emocional para todos
• La corriente del corazón. Psicología poética de la realidad. Manuscritos, 2013.
• Las mentiras de la organización. Bases para el desarrollo de empresas conscientes. Versiones
digitales en Kindle (amazon), e-pub y pdf, 2012.
• Cobo, M. (autora) y Galindo, A. (coordinador): Emociónate. Programa de desarrollo en
competencias emocionales para niños y jóvenes (Colección en 5 volúmenes para los cinco
niveles de enseñanza obligatoria). ICCE, 2010 (también en versión en catalán).
• Las mentiras del sexo. Kairós, 2009.
• Cómo sobrevivir en el aula. Guía emocional para docentes. ICCE, 2005.

www.asesoresemocionales.com

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