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Trabajo Semestral C.E.P. – Junio 2015


Materia: Teoría II (Lic. Amanda Cueto)
Autor: Lic. Marco Máximo Balzarini

Narcisismo: ¿un descubrimiento relegado?

¿Qué función cumple la introducción del concepto de Narcisismo? Hablamos de introducción, pero
¿realmente Freud pudo hacerlo funcionar o el concepto es relegado? Y en esto, ¿cómo influye en relación
a los posicionamientos epistemológicos de Freud (endogenismo y exogenismo)?, ¿cómo se relaciona con
el yo? ¿Sirve para esclarecer casos clínicos? ¿Explica la vida amorosa de los seres humanos? No sería
posible agotar estas preguntas tan fácil y resumidamente, pero pensemos aproximaciones.

Para Freud, el Narcisismo “fue un parto difícil y es lógico que presente deformaciones. Ciertamente no
nos agrada sobremanera, pero en la actualidad no puedo ofrecer otra cosa. Necesita ser retocado” (Freud,
1914: 171). Que no pueda ofrecer otra cosa evidencia que ha tocado un límite en él. Si necesita ser
retocado es porque no lo ha aprovechado del todo. Y la metáfora del parto es buena por dos motivos; por
un lado, porque para que exista un parto han tenido antes que juntarse dos seres opuestos, aludiendo a
dos posturas opuestas como son la endo y la exo que tuvieron que juntarse para parir el narcisismo
(Terrazas, 1991); y por el otro, un parto sólo puede ser en una mujer, algo literalmente “imposible” para
Freud, ¿será que ese algo, que es el narcisismo, sea también imposible de decir, de integrar?

El sexólogo H. Ellis y el psiquiatra P. Nacke desarrollaron antecedentes pero Freud aún resistía a trabajar
el tema ya que en 1897 abandona la teoría de seducción traumática (implantación sexual icc por parte
del otro) cuyo efecto son las dificultades que encuentra para aprovechar su importancia. Pero este
abandono le permite descubrir la sexualidad infantil, la fantasía inconsciente y el complejo de Edipo,
todo lo cual le va generando dudas a su teoría predominantemente endogenista. Posteriormente, con
Sadger, I. ocupándose de la homosexualidad y su vínculo con el narcisismo, se superan los aportes
anteriores. En la homosexualidad el sujeto se identifica con el lugar ideal asignado por su madre, y busca
reproducir esa escena para compensar la falta de ese modo perdido de ser amado (Freud, 1910).

Estos antecedentes guían a Freud (1914) a trabajar el tema recuperando la Teoría de Seducción
Traumática. Así, en “Introducción del narcisismo” defiende la postura exogenista: “el yo tiene que ser
desarrollado” (Freud, 1914: 74) quiere decir que el yo no está de entrada preformado, sino constituirse a
través de las identificaciones efecto de las relaciones de objeto. Pero en “El yo y el ello”, que es un texto
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posterior al Narcisismo, Freud (1923) retrocede, como en muchos otros textos, a la postura endogenista,
olvidándose de la implantación sexual por parte del otro adulto, perdiendo lugar el narcisismo.

El concepto se introduce a partir de la motivación de Freud por un lado de reaccionar al monismo


energético planteado por Jung, que sostenía que había una sola libido y que era de orden no sexual,
monismo que de sostenerse atacaba el edificio sobre el cual está construido el psicoanálisis (el dualismo).
Y por otro lado, para desestimar el concepto “protesta masculina” de Adler, que sostenía que el
sentimiento de inferioridad del yo estaba determinado por la posesión o falta del órgano peneano.

Para responderle a Jung, el descubrimiento del narcisismo, permite la teorización del segundo dualismo
pulsional ubicando el conflicto psíquico en su verdadero sitio: la pulsión sexual. Y esto porque para
subjetivarse, un individuo tiene que ser pensado por otro, y para establecerse el yo (como instancia
intrapsíquica) un individuo tiene que ser vivenciado como objeto de amor por el otro. En el inicio el
sujeto se encuentra ante el apremio de la vida (necesidades autoconservativas necesitan ser salvadas por
otro), por lo que precisa del auxilio ajeno y de la acción específica que agote las necesidades (Freud,
1895. Es el Freud del Proyecto que ya ahí se puede leer una postura exogenista). El otro además de agotar
la tensión producida por la necesidad, también implanta su propia sexualidad inconsciente en el viviente
(al dar sentido al instinto) y en ese mismo acto se agrega el amor (o sea que no habría monismo). También
desde esto del amor le responde a Adler, refiriéndose al sentimiento de inferioridad cuando sostiene que
no se determina por tener o no tener algo (discapacidad) sino que tiene que ver con la definición y
significación que la madre haga de su hijo, es decir si privó o si dio amor (Freud, 1932).

Así las cosas, lo autoconservativo por sí solo no puede subsistir, quedando a cargo del amor propinado
al yo. Entonces Freud, va a quedarse con el dualismo pulsional: p. autoconservativas y p. sexuales. Lo
que hay que decir es que no valdría esta distinción pues uno de los polos no es estrictamente pulsional
sexual sino del orden de lo biológico.

Pensemos que el yo fue considerado por Freud, desde un principio y con cierta razón, como agencia de
adaptación. Más tarde le agrega que continúa desde el ello, modificado por la realidad, a través del
sistema percepción-memoria, organismo biológico nervioso, postura biologicista, en la cual el yo está de
entrada (Freud, 1923). Lo que sucede (y para esto sirve el Narcisismo) es que esa agencia no está dotada
de energía propia y además no es innata, sino que proviene de los significantes del otro que sexualizó.
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La historia de este término se remonta hasta la mitología griega con la fábula de Narciso en la cual
aparece este enamorándose de la imagen de su bello rostro, reflejada en el espejo de una fuente sobre la
que se inclina para calmar su sed. Ese enamoramiento le hace insensible al resto del mundo y se deja
morir así volcado sobre su imagen, brotando después en ese mismo lugar de su muerte una flor que recibe
su nombre (Terrazas, 1991). Aquí ya aparece el yo como objeto de amor, como el ideal, gracias a la
mirada del otro que define al sujeto (en este caso el espejo que refleja su propia imagen). Pero quedarse
en esta posición alienante, de la que es necesario separarse, no permitirá volcar la libido en un objeto
fuera del yo, con lo cual no habría posibilidades sociales. Lo que agrega Lacan es que de esa forma el
otro materno cubre su falta (otro no deseante, otro completo) con un niño objeto que no pasa a la posición
sujeto. Un otro avasallante que busca “calmar su sed”, o sea satisfacer su propia falta, no permitiendo la
diferenciación. Así, llevaría al sujeto a una muerte psíquica como tenemos en la fábula, lo que podríamos
llamar hoy un trastorno narcisista.

Freud, para contestarle a Sadger que en un artículo asoció narcisismo con perversión, advierte que el
narcisismo no es patológico, pues tomó categoría nosográfica como perversión, hasta los desarrollos
freudianos. El narcisismo desde Freud es constitutivo, como etapa intermedia en el decurso normal del
proceso psíquico, entre autoerotismo y elección de objeto.

Tenemos como etapa previa al autoerotismo, momento en el cual el sujeto se satisface sexualmente con
zonas particulares de su propio cuerpo, pero aún no puede comprender que su cuerpo es un todo. Hasta
aquí había llegado el Freud previo al Narcisismo, teorizando una sola pulsión: desinvestida, fragmentada,
autoerótica, atacante, placer de órgano, sujeta al proceso primario e inconciliable con el yo, sin dejarse
significar (P. de muerte). A este momento podemos llamarle narcisismo primario (yo-cuerpo ideal), que
no es narcisismo propiamente dicho. Fijaciones en esta etapa dan las patologías más graves, pues son de
orden desintegrativo. Es decir, no se ha recibido una imagen de sí mismo proveniente desde el otro como
entera, distinta, separada e independiente, sino al contrario una imagen cuerpo trozo de la madre
(Terrazas, 1991). Aquí no hubo represión fundante, no hubo corte y fin de ese proceso ideal, en el cual
el sujeto debería perder para preguntarse ¿cómo fui querido? ¿cómo tengo que ser para que el otro me
quiera? ¿qué me quiere el otro? El sujeto debe perder algo (lugar de ideal) para poder representarlo, sino
no hay posibilidad de represión e identificaciones. Debe sepultar el autoerotismo para que advenga yo.
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A partir del concepto de Narcisismo aparece una nueva pulsión: ligada e investida (P. de vida) pues el
Narcisismo comporta la ampliación de la libido hasta el ámbito del yo. ¿Por qué el yo liga? El yo sustrae
al ello montos de energía, y una vía para eso es por la identificación, en la cual se resignan las investiduras
de objetos autoeróticos y el yo se recomienda al ello en reemplazo del objeto (perdido), queriendo guiar
hacia sí la libido del ello. Así el yo contribuye en su función de domeñar cada vez más al ello, lo que
permite la adaptación, unificación y síntesis (Freud, 1932). Para que esto ocurra como dije es necesario
el amor de madre. Esto es narcisismo (secundario, propiamente dicho). La libido se vuelca en el yo, como
instancia totalizada, integrada. Lacan pone de relieve que la función del otro (como espejo) es obturar el
carácter despedazante del autoerotismo, introducido por la intromisión seductora materna en la
satisfacción de la necesidad. Y aquí radica la diferencia entre autoerotismo (sin yo total, o más bien un
yo-corporal) y narcisismo (donde ya hay yo, capturado imaginariamente por la identificación con el otro).

Desde Freud (1923) la segunda tópica no es una nueva teoría, sino una ampliación para abarcar nuevos
fenómenos que tienen que ver con el narcisismo. Allí donde no hay síntomas, no hay formaciones de
compromiso, pues no hay metabolización, no hay ensamblaje, no hay pasaje por las representaciones de
aquello que se inscribe en la realidad psíquica. Estos signos quedan sueltos en el inconsciente pero no
reprimidos. Lo inconsciente es más que lo reprimido, y no todo es susceptible de conciencia. Una parte
del yo está escindida, es inconsciente. Son las identificaciones (no mediadas), provenientes de los
enunciados del otro adulto que va originando el yo. Identificaciones inconscientes escindidas traídas del
narcisismo primario, yo cuerpo-ideal, previo al yo. Entonces ahí se agrupan las “nuevas patologías” que
no son nuevas sino que la teoría sobre eso es nueva. Podríamos decir entonces que el narcisismo es la
parte inconsciente del yo, aunque no tiene la legalidad desarticulada del inconsciente (Terrazas, 2007).

Freud ingresa al narcisismo por tres puertas. Primero por la enfermedad orgánica y estado del dormir en
donde la libido se ha estancado en el yo parcial autoerótico (no total), retirándose de los objetos externos.
Segundo, por la hipocondría, que también la libido se ha puesto en partes indiferenciadas del yo corporal,
pero la diferencia es que aquí las sensaciones penosas no tienen un fundamento en alteraciones orgánicas
comprobables. ¿Por qué un órgano que no está enfermo en el sentido biológico podría doler? La respuesta
es por un desplazamiento representacional de los genitales que subrogan esa parte del cuerpo parcial, no
significada (falta un referente), en estado de excitación (se erogeniza). Así la hipocondría se asemeja a
la parafrenia, pues dependen de la libido yoica, a diferencia de las neurosis que dependen de la
distribución libidinal hacia objetos.
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Y así llegamos al campo de las psicosis. Si perdura este estancamiento de libido en el yo-cuerpo, que en
un inicio preservó la vida, no permite la capacidad de amar, y estaríamos ante un cuadro psicótico carente
de elaboración psíquica, que, en el mejor de los casos (paranoia), es compensada por medio de la
formación delirante, intento de “curación”. En este sentido, una estasis de libido puesta en el yo es vivida
como displacentera por el aumento de tensión acumulada, excesiva, con lo cual uno tiene que empezar a
amar para no caer enfermo (Freud, 1914).

Y estamos en la tercera puerta hacia el Narcisismo: la vida amorosa. Cualquier relación que se establezca
con alguien tiene que ser a imagen y semejanza de una representación idealizada que el sujeto cree ser,
cree haber sido, cree que podría ser o cree que lo tiene. Una representación que lo dice y define, desde el
auxilio ajeno. El otro brinda las identificaciones idealizadas lo que permite al sujeto desinvestir los
objetos parciales en provecho de una imagen unificada de sí mismo y amar a otro como distinto. Así, el
“sí mismo” (y el yo) es la representación de otro, es una ilusión. Se sostiene siempre desde el otro
(narcisismo parental). Entonces, la libido no es creada desde el yo sino que viene desde el otro dejando
una carga de amor que luego el sujeto buscará re-activar en nuevos objetos. Entonces no cabría definir
al narcisismo primario como anobjetal, pues siempre existió un objeto (autoerotismo), que no fue
biológico o endógenamente originado sino seductoramente implantado.

Respecto del enamoramiento, Freud (1914: 97) sostiene que “consiste en un desborde de libido yoica
sobre el objeto” y “cancela represiones”. Cancela represiones porque se idealiza al objeto, que es el objeto
autoerótico, momento de satisfacción de los cuidados autoconservativos. Así es como “se idealiza a lo
que cumple las condiciones infantiles de amor”. Y “restablece perversiones” pues es la satisfacción
sexual por vías colaterales a las normales. Como ese objeto (posición) es perdido, es lo que falta, entonces
“se ama a lo que posee el mérito que falta al yo para alcanzar el ideal” y recuperar el ideal sexual en el
que alguna vez fue ubicado. El yo ideal es la representación que sustituye entonces algo perdido, instancia
con la cual el yo va a medirse. Así, el yo, y todo lo intrapsíquico, se sostiene de lo intersubjetivo (Terrazas,
1991). Pero, si el narcisismo abre la posibilidad de pensar desde la postura exogenista, ¿por qué no la
mantiene? ¿Por qué Freud sigue dudando en artículos posteriores?
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BIBLIOGRAFÍA

FREUD, S. (1895). Obras Completas. T. I: Proyecto de psicología. En “Publicaciones prepsicoanalíticas


y manuscritos inéditos en vida de Freud”. Ed. Amorrortu. Buenos Aires.
FREUD, S. (1910). Obras Completas. T. XI: Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci. En “Cinco
conferencias sobre psicoanálisis. Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci y otras obras”. Ed.
Amorrortu. Buenos Aires.
FREUD, S. (1914). Correspondencia con K. Abraham. P. 171.
FREUD, S. (1914). Obras Completas. T. XIV: Introducción del narcisismo. En “Contribución a la
historia del movimiento psicoanalítico. Trabajos sobre metapsicología y otras obras.”. Ed.
Amorrortu. Buenos Aires.
FREUD, S. (1923). Obras Completas. T. XIX: El Yo y el ello. En “El yo y el ello y otras obras”. Ed.
Amorrortu. Buenos Aires.
FREUD, S. (1932). Obras Completas. T. XXII: Conferencia 31: la descomposición de la personalidad.
En “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis y otras obras”. Ed. Amorrortu. Buenos
Aires.
TERRAZAS, G. J. (1991). “Introducción del Narcisismo”. Seminario impartido en la UAM en el marco
del Programa de Doctorado “Fundamentos y desarrollos psicoanalíticos”
TERRAZAS, G. J. (2007). “El yo y el ello”. Seminario impartido en Madrid y en San Sebastián

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