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2.

Política y necesidad en Programas


de Transferencias Condicionadas
La Asignación Universal por Hijo
y el Programa de Inclusión Social
con Trabajo “Argentina Trabaja”
Rodrigo Zarazaga S.J.*

introducción

Tras los resultados adversos en las elecciones legislativas de


2009, el Poder Ejecutivo Nacional creó dos programas de protección so-
cial: la Asignación Universal por Hijo (AUH) y el Programa de Inversión
Social con Trabajo “Argentina Trabaja” (PRIST). Para la mayoría de las
familias pobres de la Argentina, uno de estos dos programas resulta fun-
damental en sus estrategias de supervivencia. Considerados en conjunto,
alcanzan alrededor de dos millones de hogares. Sus diseños institucio-
nales y sus mecanismos de implementación revisten entonces gran im-
portancia; dada su relevancia para una gran cantidad de hogares pobres,
estos programas tienen consecuencias no sólo sociales, sino también po-
líticas. El presente trabajo se propone precisamente explicar la creación,
el diseño institucional y la implementación de ambos programas no sólo
como innovaciones que buscan dar protección social a una población
desprotegida, sino también como respuestas a una necesidad política del
gobierno que los creó.
La AUH y el PRIST se pueden encuadrar dentro de la ola de Progra-
mas de Transferencias Condicionadas (PTC) que, desde mediados de la
década de los noventa, se han implementado en la mayoría de los países
de América Latina y el Caribe. Estos nuevos programas de protección so-
cial transfieren recursos, monetarios o no, a familias pobres o indigentes
bajo la condición de que cumplan con ciertos compromisos que tienen
por objetivo de­sarrollar su capital humano. Su propagación por el con-
tinente se debió sobre todo al impacto positivo que se les atribuyó a los
programas PROGRESA (llamado luego Oportunidades), en México, y
Bolsa Familia, en Brasil. En la actualidad se implementan PTC en diecio-
cho países de la región, y alcanzan aproximadamente al 19% de su po-

* Centro de Investigación y Acción Social (CIAS).


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blación total. Los programas con más beneficiados son Bolsa Familia en
Brasil (cincuenta y dos millones de personas), Oportunidades en México
(veintisiete millones) y Familias en Acción en Colombia (doce millones)
(Cecchini y Madariaga, 2011).
La innovación de los PTC en materia de programas sociales está dada
por la condicionalidad que implican. Los PTC exigen compromisos, co-
nocidos también como “condicionalidades”, que los beneficiarios deben
cumplir para recibir la ayuda. Aunque las condicionalidades varían se-
gún el programa, los PTC incluyen por lo general la certificación de
metas de salud y/o educación para los niños del hogar, ya que se centran
sobre todo en familias con menores en edad escolar. Otras condicionali-
dades frecuentes consisten en la capacitación y la formación de los bene-
ficiarios. La combinación del incentivo que las transferencias significan
para los beneficiarios con las condicionalidades busca generar cambios
en el comportamiento de quienes reciben los programas llevándolos a
una mayor inversión en capital humano. Si bien se discute el impacto de
las condicionalidades, está claro que los PTC son la mayor innovación de
las últimas dos décadas en materia de protección social.
En la Argentina, los primeros programas de alcance masivo de trans-
ferencias condicionadas con el objetivo de paliar la pobreza se iniciaron
hacia mediados de los noventa. En 1995, se lanzó el Plan Trabajar para
mitigar los efectos del contagio de la crisis financiera originada en Mé-
xico. Durante cinco años el Plan Trabajar mantuvo un promedio anual
de ochenta mil beneficiarios que realizaban tareas básicas de manteni-
miento en las municipalidades a cambio de una transferencia monetaria.
Desde entonces hasta la actualidad se sucedieron una gran cantidad de
programas, de los cuales el más masivo fue el Plan Jefes y Jefas de Hogar
(PJJH). Implementado en 2002 para aminorar los estragos que causaba
la colosal crisis económica de 2001, alcanzó alrededor de dos millones y
medio de beneficiarios en 2003 (Ronconi, 2009).
En la actualidad, los dos PTC principales en la Argentina, tanto por
cantidad de beneficiarios como por partida presupuestaria, son la AUH
y el PRIST.1 Ambos fueron creados en 2009 con el objetivo principal

1  Dado que el PRIST exige una contraprestación laboral y no condicionalida-


des en educación o salud, se lo podría considerar un plan de empleo en vez
de un PTC. Sin embargo, como es un sistema no contributivo cuyo objetivo
principal consiste en paliar la pobreza y no la intervención activa en el mer-
cado laboral, en este trabajo lo consideraremos dentro del grupo de los PTC.
Su importancia y las condicionalidades (laborales y de capacitación) que
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de paliar la pobreza. Para 2012, el primero preveía un presupuesto de


$ 11 691 millones, y el segundo, uno de $ 5020 millones (Cogliandro,
2012). Junto con la AUH y el PRIST, existen otros planes de transferen-
cias condicionadas, tanto de alcance nacional (por ejemplo, el Plan de
Empleo Comunitario –PEC– o el Programa Familia por la Inclusión So-
cial), como subnacional (el Programa Ciudadanía Porteña en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires o el Plan de Inclusión Social en la provincia
de San Luis). Sin embargo, por relevancia presupuestaria y cantidad de
beneficiarios, la AUH y el PRIST son los de mayor impacto y por lo tanto
los casos de estudio del presente trabajo.
Para examinar la relación entre estos programas y sus objetivos po-
líticos, en las siguientes páginas se analizarán no sólo las formas jurí-
dicas e institucionales que adoptaron según consta en decretos y otros
documentos oficiales, sino también las prácticas de implementación.
Para ello, se recurrió a evaluaciones previas elaboradas por otros au-
tores y, sobre todo, a ciento veinte entrevistas con referentes barria-
les, llamados habitualmente “punteros”, realizadas por el autor.2 Dado
que, como atestiguan varios autores (Brusco, Nazareno y Stokes, 2004;
Nichter, 2008; Calvo y Murillo, s.d.; O’Donnell, 2005; Levitsky, 2003;
Zarazaga, 2014), en la historia político-social de la Argentina los bene-
ficios sociales han sido distribuidos con frecuencia a través de las redes
de punteros, estas entrevistas en profundidad nos permiten conocer
las prácticas de implementación de los programas, más allá de la letra
escrita.
Debido a que el PRIST fue implementado principalmente en el
Conurbano Bonaerense, y a que por razones logísticas resulta difícil
entrevistar punteros en todos sus municipios, se seleccionaron cuatro
distritos representativos para realizar las entrevistas: La Matanza, Malvi-
nas Argentinas, Merlo y San Miguel. Estos municipios poseen caracte-
rísticas de los tres cinturones del Conurbano, en especial del segundo,
y presentan índices cercanos a la media del Conurbano en educación,

establece hacen, por otra parte, pertinente su inclusión. Otros autores han
considerado programas de empleo como PTC: Cecchini y Madariaga (2011)
lo hicieron con el PJJH, mientras que Díaz Langou (2012a), con el PJJH y el
Seguro de Capacitación y Empleo.
2  Los referentes barriales fueron seleccionados con la técnica de la bola de
nieve: se preguntó a vecinos en cada barrio de los municipios seleccionados
si conocían representantes partidarios y si podían dar sus nombres. Las
entrevistas duraron en promedio dos horas y fueron realizadas entre 2009 y
2010.
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de­sempleo y pobreza.3 Por otra parte, la importancia política y social


del Conurbano está fuera de toda duda. Con una población de más de
diez millones, concentra alrededor del 27% del electorado en menos
del 1% del territorio nacional. Compuesto por los treinta y tres muni-
cipios que rodean la Capital, el Conurbano posee índices de pobreza
superiores a los de la totalidad del país. Por ejemplo, de acuerdo con la
Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del último trimestre de 2011,
mientras el de­sempleo y el subempleo a nivel nacional alcanzaba el
15,2%, en el Conurbano era del 19,2%. Dada la concentración de po-
blación pobre, el impacto de los PTC en esa zona resulta fundamental
para su evaluación.
El presente artícu­lo está organizado entonces de la siguiente manera:
primero, se resume el contexto político y socioeconómico en que se im-
plementaron ambos programas. Luego, se analiza la AUH: desde su dise-
ño e impacto social, por una parte, y desde su objetivo y manejo político,
por la otra. Los siguientes dos puntos hacen lo propio con el PRIST. Por
último, se brindan algunas recomendaciones prácticas de cara al futuro
de los programas sociales en la Argentina.

3  Existe una gran confusión en cuanto a los municipios que integran el


Conurbano Bonaerense, derivada en parte de que se utilizan indiscrimi-
nadamente, incluso en documentos de organismos oficiales, los conceptos
de “Conurbano Bonaerense”, “Gran Buenos Aires” y “Área Metropolitana
de Buenos Aires”. Esto lleva a que algunos limiten entonces el Conurbano
Bonaerense a los veinticuatro municipios que incluye el Indec, y que forman,
junto con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires,
cuando en realidad la Ley 13 473 de 2006 reglamenta que los municipios del
Conurbano Bonaerense son treinta y tres: Avellaneda, Quilmes, Berazategui,
Florencio Varela, Almirante Brown, Berisso, Ensenada, La Plata, Presidente
Perón, San Vicente, Esteban Echeverría, Ezeiza, Lanús, Lomas de Zamora,
La Matanza, Vicente López, San Isidro, San Fernando, Tigre, Escobar, Merlo,
Moreno, General Rodríguez, Pilar, San Martín, Tres de Febrero, San Miguel,
Malvinas Argentinas, José C. Paz, Morón, Hurlingham, Ituzaingó y Marcos
Paz. La confusión es tal que, por ejemplo, en muchas dependencias oficiales
se sigue considerando la zona del Gran La Plata (La Plata, Berisso y Ensena-
da) fuera del Conurbano, cuando en realidad forma parte de él desde 1992
(Ley 11 247). El problema no es sólo semántico, ya que muchas veces existen
presupuestos, tanto nacionales como provinciales, destinados al territorio del
Conurbano Bonaerense.
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contexto político y socioeconómico


de la implementación del prist y la auh

El kirchnerismo enfrentó en 2009 una situación económica desfavorable.


Desde 2003, el país había gozado de una tasa de crecimiento altamente
positiva, pero a inicios de 2009 comenzó a estancarse. El PBI creció en-
tonces menos del 1%, luego de haberlo hecho entre el 7% y el 9% duran-
te los seis años anteriores. Como correlato inevitable, avanzaron –aunque
levemente– las tasas de pobreza y de­sempleo. La AUH y el PRIST podrían
interpretarse, entonces, como una respuesta a las consecuencias sociales
del estancamiento económico. Sin embargo, fueron también respuesta a
otra crisis, que era de naturaleza política y no socioeconómica. Mientras
que el repliegue económico de 2009 estaba lejos de asemejarse al colapso
del la crisis de 2001, la crisis política sí resultaba acuciante para el gobier-
no. En este sentido, las dos mayores iniciativas kirchneristas en materia
de PTC –el PRIST y la AUH– fueron lanzadas, respectivamente, cuarenta
y ciento veinticinco días después de la derrota del oficialismo en las elec-
ciones nacionales del 28 de junio de 2009. Si bien los lineamientos de
ambos programas existían con anterioridad, su implementación estuvo
marcada por el escenario postelectoral de 2009.
Los números de las elecciones legislativas de 2009 sembraron preocu-
pación en el kirchnerismo, a pesar de que tanto en los resultados nacio-
nales como en la composición del Congreso el oficialismo se mantenía
como la primera minoría. A nivel nacional, luego de haber ganado las
elecciones presidenciales con el 45,28%, perdía algo más de 14 puntos
porcentuales, y empataba en torno al 31% con el Acuerdo Cívico y Social.
En el Congreso, perdía veinte diputados y cuatro senadores nacionales.
La derrota se debió fundamentalmente a los malos resultados en los cinco
distritos más importantes del país (Cicciaro, 2011). El kirchnerismo perdió
en las provincias de Buenos Aires, Mendoza y Santa Fe, lugares donde había
triunfado en 2007, y también en Córdoba y Capital Federal. En Córdoba
y Santa Fe, apenas logró el 10% de los votos. Pero no sólo había perdido
cerca de tres millones de votos a nivel nacional con respecto a la elección
presidencial de 2007, también su máximo líder, Néstor Kirchner, había sido
derrotado en el tradicional bastión del peronismo, la provincia de Buenos
Aires. Su contrincante, Francisco de Narváez, un empresario de centrodere-
cha devenido político, le ganó por algo más del 2%, y aparecía como un rival
a temer. El valor simbólico de la derrota de Kirchner se manifestó tanto en
la de­sazón del oficialismo como en la euforia con que la oposición y la pren-
sa se precipitaron en presagiar el fin del kirchnerismo. Después de todo,
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Kirchner había perdido, con respecto a la elección de Cristina Kirchner en


2007, casi un millón de votos en la provincia de Buenos Aires.

Tabla 2.1. Diferencias resultados elecciones 2009


Kirchner
Concejales Diferencia
Municipios diputado
FPV (%) (pp)
(%)
Berazategui 58,89 42,25 16,64

Ensenada 47,93 33,45 14,48

Tigre 53,21 39,12 14,09

La Plata 34,74 21,34 13,40

Ezeiza 60,16 49,29 10,87

Alte. Brown 53,36 43,14 10,22

Pilar 46,78 38,08 8,70

Escobar 46,51 38,43 8,08

Hurlingham 40,25 33,68 6,57

Esteban Echeverría 47,51 41,52 5,99

Tres de Febrero 34,93 30,90 4,03

Berisso 35,55 31,57 3,98

Presidente Perón 49,93 46,15 3,78

Avellaneda 37,01 33,81 3,20

José C. Paz 55,26 52,73 2,53

Ituzaingó 30,90 28,38 2,52

Malvinas Argentinas 44,33 41,90 2,43

San Vicente 33,43 31,54 1,89

La Matanza 44,32 42,63 1,69

San Fernando 31,28 29,75 1,53

Quilmes 37,42 35,90 1,52

Lanús 33,07 32,16 0,91

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ministerio del Interior.


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En el resultado electoral adverso para el gobierno fue determinante el


conflicto con el sector agrario.4 Sin embargo, la derrota en el distrito cla-
ve de la provincia de Buenos Aires se debió no sólo a la pérdida de apoyo
de los sectores rurales en el interior de la provincia, sino también al corte
de boleta en el Conurbano. En veintidós municipios, las listas del Frente
para la Victoria (FPV) con los candidatos para los consejos deliberantes
apoyadas por los intendentes obtuvieron porcentajes mayores a los ob-
tenidos por Néstor Kirchner como candidato a diputado nacional por la
provincia de Buenos Aires. La tabla 2.1 muestra estas diferencias en esos
veintidós municipios.
En los meses previos a la contienda electoral de 2009, el resultado
en la provincia de Buenos Aires era incierto. Dado que el rival del ofi-
cialismo en esa jurisdicción, Francisco de Narváez, reunía el respaldo
del peronismo disidente, el gobierno se encontró con el serio riesgo
de que los intendentes del Conurbano no apoyaran decididamente la
candidatura de Néstor Kirchner. Fue por eso que el ex presidente in-
tentó forzar su lealtad mediante lo que se conoció como “candidatu-
ras testimoniales”. A través de esta estrategia, los intendentes se veían
obligados a encabezar en sus distritos las listas para concejales del
FPV, aunque luego no tuvieran, obviamente, intención alguna de asu-
mir ese cargo. Con la imposición de las candidaturas testimoniales,
Kirchner buscaba que los intendentes jugaran fuerte en su favor. Si
no lo hacían, corrían el riesgo de perder la elección y el control de los
concejos deliberantes de sus propios distritos. El ex presidente aspira-
ba a que, por efectos de la lista sábana, los intendentes tuvieran que
compartir suerte con él. Sin embargo, demostraron que no estaban
dispuestos a acompañarlo de manera incondicional. Si bien muchos
aceptaron ser candidatos testimoniales por temor a represalias en el
envío de fondos y en la financiación de obras públicas, encontraron
maneras de resguardarse de la posible derrota de su supuesto jefe po-
lítico. En algunos municipios, los intendentes repartieron boletas con
la lista de sus candidatos unida tanto a la de Kirchner como a la de

4  Cuatro meses antes de las elecciones, el gobierno había protagonizado un


fuerte conflicto con los sectores agrarios por la introducción de la Reso-
lución 125, que establecía un sistema de retenciones móviles a la soja, el
girasol, el trigo y el maíz. La medida significaba un fuerte aumento de las
retenciones a los productores agrarios, que reaccionaron en contra y con-
siguieron que fuera rechazada en el Congreso con el voto “no positivo” del
vicepresidente Julio Cobos.
78 el estado en acción

De Narváez, de modo que los votantes pudieran elegir el candidato a


diputado que quisieran sin dejar de votar por ellos a nivel municipal.
Otros, por su parte, no tomaron claro partido y repartieron a los vo-
tantes sus listas para concejales sin boleta alguna para diputados. No
faltó quienes se las ingeniaran para poner no sólo a los candidatos a
concejales de la lista del FPV, sino también a los candidatos de la lista
opositora que encabezaba De Narváez. Jugaban así a dos puntas.
Con estos ardides, muchos de los intendentes del Conurbano se se-
pararon de los magros resultados obtenidos por Néstor Kirchner. Las
mayores diferencias entre la lista del FPV para diputados, encabezada
por Kirchner, y las listas para concejales patrocinadas por los intenden-
tes, las obtuvieron el intendente de Berazategui, Juan José Mussi; el de
Ensenada, Mario Carlos Secco; el jefe de Gabinete, Sergio Massa, en
Tigre, y el intendente de La Plata, Pablo Bruera. Algo atrás, pero con
diferencias significativas de todos modos, se ubicaron el intendente de
Ezeiza, Alejandro Granados; el de Almirante Brown, Darío Giustozzi,
y el jefe comunal de Pilar, Humberto Zúccaro (véase tabla 2.1). El in-
tendente kirchnerista de José C. Paz, Mario Ishii, furioso con sus pares,
renunció a su cargo para “ir a verles la cara a los traidores”.5
La derrota de 2009 implicaba para el kirchnerismo, entonces, no sólo
una pérdida importante de votos, sino también la pérdida de control
político sobre muchos de los jefes municipales del Conurbano –acto-
res cruciales para cualquier contienda electoral, ya que en el territorio
bajo su poder se concentra el 27% del padrón nacional–. El electorado
de La Matanza, por ejemplo, con alrededor de un millón de votantes,
es mayor que el de diecisiete provincias argentinas.
La derrota en la provincia de Buenos Aires era, desde todo punto
de consideración, un mal presagio para el kirchnerismo en vistas a
las elecciones de 2011. Retomar el control sobre los intendentes del
Conurbano y recuperar caudal de votos se transformaron en los de­
safíos fundamentales para Kirchner en el escenario postelectoral de
2009. Es en este contexto político que se implementaron la AUH y
el PRIST.

5  Alfredo Gutiérrez, “Ischii presentó la renuncia y afirma que hubo


‘traidores’”, Clarín, 3/7/2010.
política y necesidad en programas... 79

la auh como respuesta a problemas sociales

El Decreto del Poder Ejecutivo Nacional 1602/09, con fecha del 29 de


octubre de 2009, estableció la Asignación Universal por Hijo para Pro-
tección Social que otorga una prestación monetaria no contributiva a
los grupos familiares de­socupados. Como el propio decreto lo aclara, se
trata de “un paliativo” para proteger

a aquellos niños, niñas y adolescentes residentes en la Repú-


blica Argentina que no tengan otra asignación familiar previs-
ta por la presente ley y pertenezcan a grupos familiares que
se encuentren de­socupados o se de­sempeñen en la economía
informal.6

Del decreto mismo emana una clara tensión. A pesar de su nombre, la


Asignación Universal por Hijo no es universal en su cobertura. Con el
foco puesto en los trabajadores informales y los de­sempleados, y al plan-
tear condicionalidades en cuanto a salud y educación, la AUH establece
claros límites a los beneficios y a su alcance poblacional. Quedan fuera,
por caso, los trabajadores formales y los trabajadores informales con re-
muneraciones por encima del salario mínimo vital y móvil (aunque esta
limitación es de hecho impracticable). Tampoco lo perciben los extran-
jeros con menos de tres años de residencia legal. En tanto programa de
transferencia condicionada, la AUH encarna más la visión que entiende
la protección social como paliativo para las poblaciones en riesgo que
aquella que la concibe como un derecho de todos. Muchos autores han
criticado la distancia entre lo que proclama el título de esta protección
social y el universo al que está destinada (Lo Vuolo, 2010b; Gasparini y
Cruces, 2010). Fuera del sistema de asignaciones familiares, contribu-
tivas o no, quedaría el 24% de los niños, niñas y adolescentes del país
(Straschnoy, 2011).
De todos modos, y dado su alcance, la AUH no deja de ser una de las
iniciativas de protección social más importantes de las últimas décadas.
Como puede verse en el cuadro 2.1, la AUH tiene una cobertura mayor
que la de cualquiera de los programas con contraprestaciones laborales
creados anteriormente –aun mayor que la del PJJH, que llegaba en 2003
a cerca de dos millones y medio de beneficiarios–.

6  Véase <www.argentina.ar/advf/documentos/4ae9de593aafd.pdf>.
80 el estado en acción

Cuadro 2.1. Beneficiarios por programa social

4 000 000 PJJH


3 542 736
3 500 000 AUH

3 000 000 AT

2 500 000
2 000 000
1 500 000
1 000 000
500 000 273 603 250 000

2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ministerio de Trabajo,


Ministerio de Desarrollo Social y ANSeS.

Mientras que el alcance la AUH es definitivamente amplio, sus beneficios


son por cierto menos generosos. La AUH confiere, a julio de 2012, $ 270
por hijo y $ 1080 por hijo con discapacidad. Mensualmente se liquida el
80% ($ 216 por hijo y $ 864 por hijo con discapacidad), y el resto una vez
al año si se cumple con el requisito de escolaridad y el control sanitario.
Se cobra hasta por un máximo de cinco hijos menores de 18 años.
Los montos de la AUH, a pesar de los temores de los críticos de este
programa, distan de ser exorbitantes. Al contrario, se podría decir que
la AUH es “más ancha que profunda”. De hecho, teniendo en cuenta la
inflación, el valor real de los beneficios que otorga es semejante al que
ofrecía el PJJH. La prestación para una familia promedio representa cer-
ca del 30% de la Canasta Básica Total.7 Más aun, se puede criticar que no
esté prevista una escala de aumentos que evite que la inflación erosione
el incremento real de los ingresos de los hogares más pobres. Si bien
desde su creación hasta octubre de 2012 el monto por hijo ha crecido en
un 66%, la inflación en el mismo período rondó el 95%.8 Como señalan
Repetto y Díaz Langou (2010), faltan criterios objetivos fijados con ante-
lación para la actualización de los montos.

7  Cálcu­lo propio hecho para una familia promedio con dos hijos de 5 y 10
años sobre la base de EPH Valores Mensuales de la Canasta Básica Total y
Tabla de necesidades energéticas y unidades consumidoras junio 2012.
8  De todos modos, dada la falta de claridad sobre datos inflacionarios a causa
de la intervención en el Indec, es de notar que algunas fuentes llegan a
calcular, para ese período de tres años, hasta un 192% (véase <www.infla-
cionverdadera.com>).
política y necesidad en programas... 81

En cuanto a su impacto, de acuerdo con un informe del mismo ANSeS


los efectos inmediatos de la AUH habrían reducido la pobreza en 4,2
puntos porcentuales (del 13,9% al 9,7%) y la indigencia en 2,1 puntos
porcentuales (del 4% al 1,9%). Esto significaría una reducción del 30%
de la pobreza y de algo más del 50% en los niveles de indigencia (ANSeS,
2011). Sin embargo, estos números deben tomarse con cautela, ya que es
difícil establecer el impacto de la AUH sobre la pobreza. Por lo pronto,
no contamos con el término de comparación contrafáctico; es decir, ig-
noramos cuál sería el nivel de pobreza si no existiera la AUH. Las irregu-
laridades que han caracterizado al Indec en los últimos tiempos también
dificultan las estimaciones, ya que subestimar la inflación implica subes-
timar el nivel de pobreza. Por ejemplo, si siguiéramos los datos del Indec
sobre pobreza, resulta que cerca del 60% de las AUH no son percibidas
por hogares pobres. De todos modos, aun cuando ignoremos el grado
de la mejoría, todas las estimaciones hechas indicarían que la medida ha
tenido un impacto positivo, tanto en la disminución de la pobreza como
de la de­sigualdad (véase Gasparini y Cruces, 2010).
Es más dudoso, en cambio, el efecto de las condicionalidades del pro-
grama sobre la salud y la escolaridad. No se poseen –a la fecha– estudios
que arrojen una conclusión definitiva sobre el tema. Incluso cuando haya
pruebas de que los índices mejoran, no está claro que esto sea fruto de la
imposición de las condicionalidades y no del aumento en el ingreso, que
sabemos que influye de manera positiva en los índices de educación y sa-
lud. Más allá del incierto impacto de las condicionalidades en escolaridad
y salud, algunos autores critican –con cierta justicia– la estigmatización de
los pobres que suponen estas medidas (Lo Vuolo, 2010b). No está claro
por qué motivo es necesario exigir condicionalidades a los de­socupados y
a los trabajadores del sector informal, cuando a los del sector formal no se
les impone ninguna para recibir la asignación familiar. El diseño mismo
de cualquier PTC implica que se debe comprometer a los pobres a invertir
en el de­sarrollo del capital humano.
A pesar de estas críticas válidas, la AUH es reconocida como un instru-
mento útil en la lucha por paliar la pobreza, ya que alcanza en la actualidad
a más de tres millones y medio de niños. El decreto que la crea reconoce
que la AUH “no implica necesariamente el fin de la pobreza, pero inocul-
tablemente ofrece una respuesta reparadora a una población que ha sido
castigada por políticas económicas de corte neoliberal”. Pero si bien es una
respuesta a un problema social, también lo es –claro está– a un problema
político que se relaciona más con el escenario postelectoral de 2009 que con
las políticas neoliberales. El siguiente punto estudia dicha relación.
82 el estado en acción

necesidad política y diseño institucional de la auh

Que no fuera una coyuntura económica repentina o particularmente


crítica la que impulsó la AUH plantea la pregunta por las causas que
llevaron a establecerla por decreto y no por ley. Hacía una década que
diversos actores sociales y políticos venían reclamando iniciativas para
la universalización de las asignaciones familiares o el establecimiento
de un ingreso ciudadano o renta básica universal. La CTA, la Red Ar-
gentina del Ingreso Ciudadano y la Iglesia apoyaron diversas propuestas
desde 1997. En el Congreso, presentaron proyectos en esta dirección
el ARI (1997), la Coalición Cívica (2008), el Partido Socialista (2008),
la UCR (2009), Proyecto Sur (agosto de 2009) y De Narváez (agosto
de 2009). Incluso diputados del FPV habían presentado una iniciativa
en 2008 (Díaz Langou, 2012b). Claramente el tema estaba instalado en
la agenda pública al momento de tomarse la decisión, sobre todo por
una oposición que buscaba aventajar al gobierno en sus propuestas para
combatir la pobreza. Al establecer la AUH por decreto, la presidenta
Cristina Kirchner despojaba a sus opositores de una bandera que rec-
lamaban como propia, a la vez que concentraba todo el crédito en sus
manos. En su discurso en la ANSeS con motivo de la firma del convenio
por la AUH, Cristina Kirchner reconocía que dicha asignación “es un
reclamo que viene de lejos” y “ha sido muy bien recibida por toda la so-
ciedad y, fundamentalmente, por quienes van a ser sus beneficiarios”.9
Más allá de su legalidad, fue hábil.
Ya en marzo de 2010, la AUH alcanzaba a un millón ochocientos mil
hogares en todo el país, con un total de 3 518 245 niños, niñas y adoles-
centes cubiertos (ANSeS, 2010). Luego de la pérdida de tres millones
de votos en la elección de 2009, la AUH surge como una de las estra-
tegias principales para reposicionar al kirchnerismo en vistas a 2011.
De hecho, la imagen del gobierno mejoró notablemente después de la
implementación de la AUH, y en las elecciones presidenciales de 2011
Cristina Kirchner recuperaría –sólo en la provincia de Buenos Aires– dos
millones cuatrocientos veintitrés mil votos con respecto a la elección de
2009. Desde luego que la AUH no fue el único factor determinante en

9  Discurso de la presidenta de la Nación Argentina, doctora Cristina Fernán-


dez de Kirchner, en el acto de firma de convenio de cooperación en el
marco de la Asignación Universal por Hijo de la ANSeS, 9 de noviembre
de 2009.
política y necesidad en programas... 83

el aplastante triunfo del FPV en 2011, pero ciertamente contribuyó de


manera relevante.
En cuanto se anunció el decreto de creación de la AUH, la reacción
inmediata de la prensa y los partidos opositores fue denunciar su dimen-
sión clientelar y demagógica. Mientras en los diarios de mayor tirada se
multiplicaban los artícu­los que advertían sobre el potencial uso cliente-
lar de la AUH, Claudio Lozano (Proyecto Sur) advertía que el decreto
oficial “es un plan más que se agrega a los existentes”. Federico Pinedo
(PRO), Elisa Carrió (Coalición Cívica) y Felipe Solá (PJ disidente) res-
pondieron con una propuesta para instrumentar una renta básica, “ter-
minar con el clientelismo e impedir que el Ejecutivo utilice a los pobres
a través de la dádiva”.10
Sin embargo, que la preocupación electoral estuviera detrás del decre-
to de la AUH no la transforma necesariamente en un plan clientelar. No
hay nada sorpresivo en que quienes resultan beneficiados por una medi-
da apoyen a quienes la han tomado. No actúan así sólo las clases bajas,
sino también las medias y las altas. ¿Acaso los ruralistas no se mostraron
entusiastas ante una potencial candidatura de Julio Cobos a la presiden-
cia luego de que los beneficiara votando en contra de la Resolución 125?
La mayoría de las decisiones políticas tienen consecuencias electora-
les; suponer que la AUH es clientelar por su impacto electoral es un
mero prejuicio. Para establecer el uso clientelar de la AUH es necesario
analizar su diseño institucional y las prácticas de implementación. Hay
que tener especialmente en cuenta dos aspectos institucionales:

1. el organismo de implementación, y
2. la selección de beneficiarios.

organismo de implementación: la anses


La implementación de la AUH recayó sobre la ANSeS. Se trata de un
organismo burocrático estatal, básicamente imparcial, que tiene pene-
tración territorial en todo el país y un nivel de gestión lo suficientemente
sofisticado. Disponía –al momento de la creación de la AUH– de la ca-
pacidad técnica y la estructura para llevar adelante el programa. Desa-
rrolló un manual de operaciones y centralizó la información de manera

10  Laura Serra, “Para la oposición se mantiene el clientelismo”, La Nación,


30/10/2009.
84 el estado en acción

relativamente eficiente (Repetto y Díaz Langou, 2010). Al nombrar a la


ANSeS como órgano ejecutor, se eligió que la AUH adoptara sistemas
de implementación más cercanos a los de las asignaciones familiares de
los asalariados formales que a los planes de transferencias condicionadas
como el PJJH. La de­signación de la ANSeS respondió, entonces, a la
necesidad de que el programa llegara a todo el país y no sólo a objetivos
clientelares.

selección de beneficiarios
Al no tener la AUH tope de beneficiarios o fecha límite para la inscrip-
ción, y al presentar criterios claros de selección, no se presta a la discre-
cionalidad que sí evidenciaron otros planes de transferencias condicio-
nadas. A diferencia de planes como el Trabajar o el PRIST, la AUH es
lo suficientemente universal como para que el acceso a este beneficio
no resulte manipulable con facilidad. Al no haber un cupo limitado,
no se puede presionar al beneficiario con el temor a ser excluido, por
lo que resulta más difícil exigir contraprestaciones políticas como la
asistencia a actos o el voto. Tampoco es posible para ciertos actores
políticos –como los intendentes y sus punteros– amenazar con dar la
baja, como sí sucedía en otros planes, ya que es la ANSeS quien tiene
la responsabilidad sobre altas y bajas, y existen criterios objetivos para
ambos procesos.
En las ciento veinte entrevistas realizadas con punteros, no encon-
tramos ninguna evidencia de uso clientelar de la AUH. Mientras que
todos los punteros entrevistados reconocen el uso clientelar de los
planes que exigen contraprestaciones laborales (como el PJJH o el
PRIST), ninguno cree que la AUH sea utilizada de ese modo. Si bien
cuarenta punteros reconocían el uso de las cooperativas del PRIST
para movilizar gente a actos políticos, ninguno declaraba haber po-
dido utilizar la AUH para dicho fin. Sólo en algunos pocos casos los
punteros lograban algún reconocimiento al brindar en sus barrios la
información básica sobre la AUH y acompañar a la gente a realizar
el trámite. En ningún caso parecen haber sido imprescindibles para
acceder al beneficio.
Si bien no parece que a nivel individual los beneficiarios fueran esco-
gidos o discriminados sobre la base de criterios clientelares, podría ser
que las provincias sí lo fueran y se favorecieran a algunas sobre otras.
Analicemos si es el caso con la ayuda de la tabla 2.2.
política y necesidad en programas... 85

Tabla 2.2. Porcentaje de niños pobres (NP) con AUH


por provincias
Niños AUH/ Partido
Provincias(1) AUH(3) Gobernador(5)
pobres(2) NP(4) político(6)
CABA 22 807 71 391 313 Mauricio Macri Comp. para el cambio
Buenos Aires 392 429 1 156 093 294 Daniel Scioli PK
Catamarca 12 620 37 644 298 Eduardo Brizuela UCR
Chaco 51 413 152 120 295 Jorge Capitanich PK
Chubut 5 939 26 464 445 Mario Das Neves PJ Disidente
Córdoba 87 985 268 443 305 Juan Schiaretti PJ (independiente)
Corrientes 46 635 125 485 269 Ricardo Colombi PK
Entre Ríos 31 594 100 866 319 Sergio Urribarri PK
Formosa 14 006 76 631 547 Gildo Insfrán PK
Jujuy 18 481 74 710 404 Walter Barrionuevo PK
La Pampa 3 830 23 935 624 Oscar Mario Jorge PK
La Rioja 5 036 28 862 573 Luis Beder Herrera PK
Mendoza 23 268 151 198 649 Celso Jaque PK
Misiones 47 245 133 603 282 Maurice Closs PK
Neuquén 10 402 39 412 378 Jorge Sapag MPN (independiente)
Río Negro 12 928 46 183 357 Miguel Saiz UCR
Salta 30 417 145 359 477 Juan Urtubey PK
San Juan 25 937 69 078 266 José Luis Gioja PK
San Luis 7 713 23 761 308 Alberto Rodríguez Saá PJ disidente
Santa Cruz 1034 9 880 955 Daniel Peralta PK
Santa Fe 72 340 250 624 346 Hermes Binner Socialista
S. del Estero 24 289 124 345 511 Gerardo Zamora PK
T. del Fuego 916 4 404 480 Fabiana Ríos ARI (independiente)
Tucumán 35 775 157 980 441 José Alperovich PK

Fuente: La cantidad de niños pobres por provincia es de elaboración propia


a partir de datos del Indec del Censo 2010 y de la EPH del primer semestre
de 2011. La cantidad de AUH por provincia corresponde a Emilia Roca y
Lautaro Lafleur (cit. en Cicciaro, 2011).

En la columna 2 de la tabla 2.2 se aprecia la cantidad de niños menores


de 18 años en hogares bajo la línea de pobreza, y en la columna 3 la can-
tidad de niños con AUH por provincia. La columna 4 expresa el ratio en-
tre el número de niños beneficiarios de la AUH y el número de niños po-
bres. Esta información disponible presenta un problema, ya que a simple
86 el estado en acción

vista los resultados indican que entre el 294% (Buenos Aires) y el 955%
(Santa Cruz) de los niños pobres recibirían la AUH. Esto querría decir
que –en promedio– tres de cada cuatro niños que se benefician con la
AUH no serían pobres. Por supuesto no es así: al estar subestimada la
pobreza por el Indec, obtenemos resultados según los cuales muchos
hogares que reciben la AUH no son pobres cuando en realidad sí lo son.
La columna 6 clasifica las provincias según el grado de adhesión al
kirch­nerismo (en gris oscuro las provincias con gobernadores kirch-
neristas, en gris claro las provincias con gobernadores opositores y en
blanco las provincias con gobernadores que han mostrado cierta inde-
pendencia ante el gobierno). Si promediamos los porcentajes de niños
pobres cubiertos por la AUH por provincia según el grado de adhesión al
kirchnerismo de sus gobernadores, encontramos que las provincias con
gobernadores kirchneristas cubren en promedio el 460% de los niños
pobres con la AUH, las provincias con gobernadores independientes el
388% y las provincias con gobernadores opositores el 345%. Si bien los
porcentajes de AUH sobre el total de niños pobres por provincia son más
altos para las provincias con gobernadores oficialistas que para las pro-
vincias gobernadas por opositores, estas diferencias no son estadística-
mente significativas.11 Los porcentajes más bajos para las provincias con
gobernadores opositores pueden encontrar explicación en tres causas:

a) la precariedad de los datos, que no resultan lo


suficientemente adecuados, entre otras causas por la
subestimación de la pobreza;
b) la existencia de programas en algunas de las provincias con
gobernadores independientes u opositores al kirchnerismo
que impedían, al menos en teoría, a sus titulares acceder a
la AUH (en San Luis la AUH es incompatible con el Plan
de Inclusión Social; en Capital Federal, con el programa
Ciudadanía Porteña, y en Neuquén lo fue con el programa
de­sempleo conocido como la “Ley 2128”; por otra parte, en
Chubut y Santa Fe existieron problemas de compatibilidad
con programas alimentarios), y

11  Se realizaron diferentes pruebas T y ninguna resultó estadísticamente signi-


ficativa.
política y necesidad en programas... 87

c) es posible que la cooperación entre la ANSeS y las provincias


resultara más fluida en aquellas con gobernadores
kirchneristas, lo cual facilitó el acceso de los beneficiarios.

Si bien es posible que, como lo enuncia la última causa, se haya busca-


do beneficiar a algunas provincias facilitando allí el acceso a la AUH, la
manipulación del programa a nivel provincial parece exigua. Las dos
primeras causas podrían explicar mejor las diferencias en los promedios
entre grupos de provincias. Un hecho que apuntala esta interpretación
es que no se multiplicaron las protestas ni los piquetes para reclamar
una distribución más equitativa y menos clientelar de la AUH, como sí
aconteció con el PJJH y el PRIST.12
Más allá de lo ocurrido en alguna provincia, la AUH no parece haber
seguido criterios arbitrarios en su distribución, lo que no significa que
no haya beneficiado al kirchnerismo durante las elecciones. Como seña-
la Cicciaro (2011), la AUH siguió criterios técnicos objetivos, y al hacerlo
se volvía políticamente redituable para un gobierno que había perdido
en 2009 en los cinco distritos más importantes del país (2012). La Ciu-
dad Autónoma de Buenos Aires, y las provincias de Buenos Aires, Córdo-
ba, Santa Fe y Tucumán concentraron alrededor del 54% de las AUH, y
justamente estas provincias aglutinan cerca del 60% de los votantes del
país. Como afirma Cicciaro,

en el marco de una derrota impulsada por el mal rendimiento


electoral en los grandes distritos, un criterio de política social
cuasiuniversal se convierte en un criterio electoralmente redi-
tuable (2011: 74).

Desde el punto de vista político, el lanzamiento de la AUH fue una las


medidas más hábiles del gobierno. Cristina Kirchner actuó con veloci-
dad y se apropió de una de las principales banderas de sus opositores, lo
que le permitió ganar un apoyo fundamental de cara a la elección presi-
dencial de 2011. De este modo, y más allá de su objetivo social, la AUH
responde entonces a una de las dos necesidades políticas fundamentales
del kirchnerismo en el escenario postelectoral de 2009: recuperar votos.

12  Franceschelli y Ronconi (2009) analizan empíricamente la relación entre


clientelismo y piquetes. Candelaria Garay (2007) detalla la relación entre
piquetes y planes.
88 el estado en acción

Sin embargo, debido a su escasa dimensión clientelar y al inexistente rol


de las municipalidades en su distribución, no es funcional a la segunda
necesidad política del oficialismo tras la derrota de 2009: controlar a los
intendentes del Conurbano. Más vinculado con este objetivo surge el
PRIST, que analizamos a continuación.

el prist como respuesta a problemas sociales

La Resolución 3182 del Ministerio de Desarrollo Social con fecha 9 de


agosto de 2009 creaba al PRIST como programa de cooperativas dentro
de la línea Argentina Trabaja. Según el propio ministerio, el PRIST

es una decisión política del gobierno nacional, que por interme-


dio del Ministerio de Desarrollo Social tiene como objetivo la crea-
ción de puestos de trabajo, la capacitación y promoción de la or-
ganización cooperativa, a través de la ejecución de obras de baja y
mediana complejidad en mejora de la infraestructura local.13

En una etapa inicial, este programa se proponía distribuir cien mil pues-
tos en cooperativas creadas sobre todo en municipios del Conurbano
Bonaerense (cabe mencionar que se excluyó a los municipios de La
Plata, San Isidro y Vicente López, y se incluyó a Zárate, Luján, Campa-
na, Cañuelas, Mercedes y General Las Heras). En una segunda etapa, el
programa agregaba otros cincuenta mil puestos en los mismos munici-
pios del Conurbano, pero según criterios nuevos que debían corregir
la distribución de acuerdo con la experiencia de la etapa inicial. En un
tercer momento, se agregaban cien mil puestos en cooperativas para las
provincias del NOA, NEA y Cuyo.
Las cooperativas son organizadas con el objetivo de realizar obras de
baja y mediana complejidad en los barrios de los distintos municipios.
Entre otras, las tareas incluidas son: infraestructura urbana (veredas, pa-
vimentos, cordones, iluminación, de­sagües), mejoramiento de espacios
verdes (limpieza de plazas y parques, márgenes de arroyos, etc.), mejora-

13  Véase <www.desarrollosocial.gob.ar/Uploads/i1/ArgentinaTrabaja/2.%20


Proceso%20de%20aprobaci%C3%B3n%20para%20la%20incorpo-
raci%C3%B3n.pdf>.
política y necesidad en programas... 89

miento habitacional (viviendas) y mejoramiento del hábitat. El plan des-


tina el 70% del presupuesto al pago de los sueldos y el 30% a la compra
de los insumos necesarios para realizar las tareas.
El PRIST establece los siguientes requisitos a sus beneficiario: pertene-
cer a hogares en situación de vulnerabilidad socioeconómica y estar de­
socupado, no recibir prestación monetaria proveniente de ningún otro
programa o plan social, domiciliarse en las localidades definidas para la
implementación del Programa y prestar cuarenta horas de trabajo sema-
nal (cinco de ellas dedicadas a la capacitación) en una cooperativa con-
venida a los fines del Programa. En un inicio, los beneficiarios recibían
$ 1200 mensuales. A comienzos de 2012 se le sumaron $ 300 por mes por
productividad y $ 250 por mes por presentismo. En la actualidad habría
algo menos de doscientos cincuenta mil cooperativistas que reciben in-
gresos de entre $ 1200 y $ 1750.
El programa parece exitoso en alcanzar con estos beneficios a la po-
blación objeto. De los inscriptos hasta junio de 2011, la totalidad son
de­sempleados o empleados temporarios, el 69% es menor de 40 años, el
30% es menor de 25 años y el 77,7% no terminó la escuela secundaria.
Esta es la población con menores oportunidades laborales. Si bien se
podría suponer que los ingresos que el PRIST destina a estos sectores
tienen un impacto importante sobre la pobreza, esto resulta difícil de
estimar por varios motivos. El primero de ellos es la falta de información
disponible. El ministerio brinda muy pocos datos. Tanto los informes
como las evaluaciones de impacto que ofrece tienen un tono netamente
propagandístico y carecen de toda intención técnica. En la página web
del Ministerio de Desarrollo Social abundan los folletos ilustrativos gene-
rosos en gráficas, fotos y, en el mejor de los casos, en números agregados,
pero no se brinda información detallada sobre la cantidad de cooperati-
vistas por ente ejecutor, cooperativa y municipio. Como dato relevante,
sólo se informa que la mejora inmediata en las condiciones de vida por
incremento de los ingresos de los grupos familiares comprende, en ju-
nio de 2011, a 693 326 personas.14 No se nos dice cómo se llega a dicho
dato. De hecho, a comienzos de 2012 se anuncia bajo el título “Rendi-
mos cuentas” que desde 2009 los beneficios alcanzaron directa e indirec-
tamente a medio millón de personas.15 Difícil entender cómo 193  326
personas ya beneficiadas en junio de 2011 se esfuman en 2012. En este

14  Véase <www.de­sarrollosocial.gob.ar/Uploads/i1/PRISTresultados2011.pdf>.


15  Véase <www.de­sarrollosocial.gob.ar/Uploads/i1/1803%20(3).pdf>.
90 el estado en acción

informe sólo se habla de la cantidad de basura recogida (5 869 699 m3),


espacios pintados (123  777 m2), veredas realizadas (5596 manzanas) y
otras medidas similares que resultan difíciles de verificar y comparar.
Las complicaciones para acceder a la información relevante hacen que
también escaseen evaluaciones del impacto sobre la pobreza realizadas
por entes no gubernamentales.
Como sucedía con la AUH, tampoco poseemos el término de compa-
ración contrafáctico que nos permita evaluar el impacto del PRIST sobre
la pobreza. En el caso del PRIST, sin embargo, el problema es más grave,
y por dos motivos. Primero, muchos de los beneficiarios del PRIST reci-
bían previamente otros planes de transferencia condicionados en el tra-
bajo como el PJJH, por lo que en parte se da un efecto de sustitución que
implica que no todo el ingreso dado por el PRIST se traduce en mejoría
económica para el grupo familiar. Segundo, las cooperativas realizan ta-
reas que de hecho corresponden a empleados municipales o a obreros
de la construcción, con lo cual sustituyen una fuente de trabajo legítima.
Analicemos estos dos puntos, ya que no sólo afectan la medición del im-
pacto del programa, sino también sus objetivos mismos.
Respecto del primero, junto con el problema de la medición se plan-
tea el inconveniente adicional del PRIST como continuación de los pro-
gramas de transferencias condicionales en lo laboral. En su intención
de distinguir el PRIST de esos programas anteriores, sus organizadores
destacaban que “este programa no es comparable a un plan de ingresos,
como el Plan Jefes y Jefas de Hogar”, dado que “su objetivo es generar y
recuperar la dignidad del trabajo para la promoción de la familia”. Afir-
maban que, a diferencia del Plan Jefes,

este modo de trabajo fomenta la solidaridad entre los trabaja-


dores y genera relaciones sociales más horizontales. Las coo-
perativas de trabajo son una forma de participación social en
la cual se privilegia el trabajo colectivo por sobre el esfuerzo
individual. Promover estos espacios de organización en la co-
munidad es un modo de empezar a generar autonomía y orga-
nización popular.16

16  Véase <www.de­sarrollosocial.gob.ar/Uploads/ArgentinaTrabaja/informativa.


pdf>.
política y necesidad en programas... 91

Si bien en la teoría existen tres elementos capaces de diferenciar al


PRIST del PJJH –la dignidad del trabajo, la horizontalidad de sus relacio-
nes y la autonomía propia de las cooperativas–, la realidad es que en la
práctica comparten muchos rasgos. Resulta difícil descubrir en el PRIST
una fuente de la que emane una dignidad que lo distinga del PJJH. De
hecho, una gran mayoría de los beneficiarios del PRIST recibían el PJJH,
y realizan en general el mismo tipo de tareas de mantenimiento que an-
tes. No es raro ver a miembros del PRIST cortando el pasto en las plazas
con cuchillas improvisadas, o limpiando zanjas con palas precarias. Du-
rante el transcurso de una de las entrevistas elaboradas para este trabajo,
una mujer de 54 años explicó que su labor consistía en llevar al colegio
al hijo de un concejal. Cabe preguntarse de qué dignidad del trabajo se
estará hablando.
Por otra parte, al estar generadas desde el Estado, las cooperativas del
PRIST tampoco logran alcanzar ni la horizontalidad ni autonomía pro-
puestas. Mientras que las cooperativas se caracterizan por la asociación
horizontal y voluntaria de sus miembros, y por una toma de decisiones
participativa, las del PRIST –en cambio– están conformadas verticalmen-
te, y las decisiones son impuestas por los entes ejecutores. Sus miembros
no se asocian de manera voluntaria, ni tienen un proyecto en común,
sino que son enrolados por los entes ejecutores de­signados por el Esta-
do. La autoorganización, característica fundamental de las cooperativas,
es nula. Los consejos de administración son entidades inexistentes o abs-
tractas, y las asambleas de asociados, ficticias. Como afirma Lo Vuolo,

pese al uso del término “anticipo de excedentes” para de­signar


la remuneración que perciben los beneficiarios, lo cierto es
que la figura de estas supuestas cooperativas de trabajo oculta
la presencia de una relación asalariada entre los beneficiarios
y el Estado, que es el que fija las reglas del contrato laboral
(2010a: 11).

Las supuestas cooperativas replican de tal modo las dinámicas de los


anteriores programas con contraprestaciones laborales, que punteros y
beneficiarios no dejan de llamarlas “planes”. En este sentido, uno de los
impactos del PRIST es –sin lugar a dudas– haber depreciado el significa-
do de los términos “cooperativa” y “trabajo digno”.
En cuanto al segundo punto –la sustitución de obreros de la construc-
ción y de empleados públicos con cooperativistas–, el problema es grave.
A poco de lanzado el programa, la Unión Obrera de la Construcción
92 el estado en acción

(UOCRA) y la Cámara Argentina de Construcción (CAC) emitieron un


comunicado conjunto en el que denunciaban que el uso de las coopera-
tivas para la construcción de obras públicas dejaba de­sempleados a obre-
ros del sector. Por otra parte, si bien el programa declaraba que “bajo
ningún concepto, las cooperativas suplirán con sus trabajos el que reali-
zan de manera permanente los trabajadores municipales”, los intenden-
tes eliminaron costos reduciendo la cantidad de empleados municipales
y encomendando muchas de sus tareas a las cooperativas. Basta notar el
alto porcentaje de cooperativas dedicadas a tareas de limpieza y mejo-
ramientos de espacios públicos para comprobar que realizan, en gran
parte, el trabajo que correspondería a empleados municipales. El Secre-
tario General de la Federación de Sindicatos Municipales Bonaerenses
(FESIMUBO) denunció que las cooperativas “nos hacen acordar cuando
en plena crisis se implementaron los planes jefes y jefas de hogar con
tareas que afectaron a los municipales, ya que fueron remplazados”.17 En
definitiva, no sólo es difícil evaluar el impacto de estos programas sobre
la pobreza, sino que además tienen efectos contrarios a los esperados
ya que “suelen ser un instrumento para que el Estado contrate empleo
público de forma precaria” (Lo Vuolo, 2010a: 13).
Según el informe de impacto del primer semestre de 2011, entre los
efectos positivos del PRIST se debe contar que genera autoestima y crea
lazos sociales solidarios entre sus miembros.18 Sin embargo, el informe
no brinda suficientes datos para demostrar lo aseverado. Se limita a reco-
ger expresiones vertidas por algunos de los beneficiarios, sin decir nada
sobre el método para evaluar cómo se han alcanzado dichos objetivos.
Si bien es posible que algunos de estos efectos sean reales, también cabe
preguntarse por las consecuencias negativas, como por ejemplo la de-
pendencia y la frustración que podrían generar este tipo de programas.
Casi un 58% de los beneficiarios es menor de 35 años, y muchos de ellos
no han conocido en su vida un trabajo formal. Más del 70% no ha teni-
do oficio ni profesión previa al ingreso al programa, y mientras el 51%
estaba de­socupado o inactivo, el 49% sólo realizaba changas o trabajos
temporarios. Muchos se ven condenados a entender por trabajo la pre-
carización laboral que encarnan estos planes. Si la autoestima puede ser

17  Discurso de Carlos García, secretario general de FESIMUBO, 16/6/2010,


en la marcha frente a la Federación Argentina de Municipios, disponible en
<www.sitramune.com.ar>.
18  Véase <www.de­sarrollosocial.gob.ar/Uploads/i1/PRIST%20-Informe.pdf>.
política y necesidad en programas... 93

fortalecida, también puede serlo la frustración de sentirse condenado a


este tipo de trabajo.
El PRIST prevé asimismo la capacitación de sus beneficiarios: cinco de
las cuarenta horas laborables por semana están dedicadas a ella. Aunque
los datos disponibles no alcanzan para corroborarlo, es posible que este
sea uno de los efectos positivos del programa. El informe del primer se-
mestre de 2011 sostiene que

la gran mayoría de los cooperativistas que realizaron cursos


(83,3%) consideraron que estos les aportaron conocimientos.
Algo más de un tercio (35,1%) afirmó que todo lo que apren-
dió fue nuevo, mientras que casi la mitad (48,2%) señaló que
aprendió algunas cosas que no sabía. Quienes declaran que
todo lo que aprendieron fue nuevo son fundamentalmente
mujeres (71,7%), jóvenes (58,8% de 35 años o menos), que
previamente tuvieron ocupaciones sin calificación o que nunca
habían trabajado (70%).

Otro efecto positivo estaría dado porque el 62% de los beneficiarios ob-
tuvo obra social a partir del ingreso en el programa. Sin embargo, es
frecuente que los cooperativistas se quejen de que sus aportes no se tra-
ducen en una prestación médica concreta.
Si bien los organizadores del PRIST concluyen que el programa ha
tenido un “alto impacto social”, la falta de datos impide confirmarlo,
e incluso existen indicios claros de efectos contrarios a los buscados.
De todos modos, el programa no responde sólo a una necesidad social,
sino –sobre todo– a una necesidad política. El siguiente punto analiza el
PRIST como respuesta al contexto político de 2009.

necesidad política y diseño institucional del prist

Si la AUH no era funcional a la necesidad del kirchnerismo de retomar


el control político sobre los intendentes del Conurbano, distinto será el
caso del PRIST. Los puestos en las cooperativas de este programa son
un recurso fundamental para los intendentes, ya que con ellos arman y
mantienen sus redes de punteros; les sirven para pagarles a un gran nú-
mero de punteros y a sus seguidores para que controlen políticamente
el territorio. Un tercio de los punteros entrevistados recibía algún tipo
94 el estado en acción

de ingreso desde el PRIST. La relevancia de este programa se vuelve crí-


tica cuando tenemos en cuenta que las cooperativas pueden estar tanto
bajo la órbita del intendente como de los movimientos sociales, que no
siempre están alineados con los jefes comunales. Dada la importancia
del PRIST para los intendentes del Conurbano, la distribución de coo-
perativas se vuelve una herramienta de influencia del Poder Ejecutivo
Nacional. Para analizar cómo se relaciona el PRIST con el objetivo de
controlar a los intendentes del Conurbano deben tenerse en cuenta tres
aspectos de su diseño institucional:

1. la selección de distritos para implementar el programa,


2. la elección de los entes ejecutores, y
3. la selección de beneficiarios.

selección de distritos: “los distribuidores”


La metodología para establecer la distribución de la cantidad de bene-
ficiarios entre los distritos está contenida en dos documentos: “Distri-
buidor Buenos Aires” y “Distribuidor Provincias Argentinas”.19 Mientras
que el primero distribuye en las dos etapas iniciales del programa ciento
cincuenta mil puestos en el Conurbano Bonaerense, el segundo asigna
en una tercera etapa cien mil puestos entre algunas de las provincias
argentinas. Si bien los “Distribuidores” pretenden establecer con crite-
rios objetivos y ecuánimes cuántos cooperativistas se emplearán en cada
jurisdicción, nada dice acerca de la elección del Conurbano como lugar
inicial y fundamental del programa, ni de los tiempos escogidos para
llevar adelante cada etapa, ni de los motivos que conducen a incluir o
excluir determinadas municipalidades y provincias.
El “Distribuidor Buenos Aires” establece que en las dos primeras eta-
pas el programa se implemente en las “zonas aledañas del Conurbano
Bonaerense”.20 No se explica nunca cuánto durarán estas etapas, ni por
qué se empieza por el Conurbano, y no se incluye la periferia de otras
grandes ciudades como Córdoba o Rosario. Tampoco se aclara por qué

19  “Distribuidor Programa de Ingreso Social con Trabajo, Buenos Aires” y


“Distribuidor Programa de Ingreso Social con Trabajo, Provincias Argen-
tinas”, Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, disponible en <www.
de­sarrollosocial.gov.ar/AT_Distribuidor.pdf>.
20  Véase <www.desarrollosocial.gob.ar/Uploads/i1/ArgentinaTrabaja/Dis-
tribuidorIngresoSocialBuenosAires.pdf>.
política y necesidad en programas... 95

algunas municipalidades del Conurbano resultan excluidas del progra-


ma, mientras que otras que no pertenecen a él sí están contempladas. Es
posible que no se explique nada de esto debido a que la implementación
del PRIST estaba condicionada por la imperiosa necesidad del kirchne-
rismo de retomar el control político del Conurbano.
Tres municipalidades del Conurbano (La Plata, San Isidro y Vicente
López) fueron excluidas del “Distribuidor Buenos Aires” sin explicación
alguna a pesar de que su “Primer Componente” establece “un criterio
igualador que asegura a las distintas jurisdicciones un umbral mínimo
de impacto sobre la problemática del de­sempleo y la pobreza, recono-
ciendo que este fenómeno afecta a todos los territorios y su abordaje
constituye la principal preocupación y de­safío para todos los niveles de
gobierno”. Si bien San Isidro y Vicente López son municipalidades con
mayores ingresos por ciudadano, no era necesario excluirlas directamen-
te, dado que el Distribuidor en su “Tercer Componente” pondera “como
elemento diferenciador la incidencia de la pobreza al interior de cada
Distrito”. Mientras que San Isidro y Vicente López estaban a cargo de
intendentes de origen radical que en 2009 habían tomado distancia del
kirchnerismo, el intendente de La Plata, Pablo Bruera, se había negado
a ser candidato testimonial, y su lista había sacado un 13,4% más que la
de Néstor Kirchner.21 Motivos suficientes para excluir a estos municipios,
aun cuando La Plata fuera uno de los centros urbanos con mayor con-
centración de pobreza, en San Isidro vivieran 42 783 personas en villas
y asentamientos, y en Vicente López, 10 255, de acuerdo con la misma
fuente que el Ministerio de Desarrollo Social utilizó para determinar la
distribución de puestos (Cravino, 2008).
Tampoco se explica en el “Distribuidor Buenos Aires” por qué se
agregaron al programa seis municipios que no pertenecen al Conurba-
no (Luján, Mercedes, General Las Heras, Cañuelas, Campana y Zárate).
Probablemente estos distritos recibieron cooperativas por la decisión de
fortalecer a intendentes kirchneristas que habían obtenido resultados
preocupantes en 2009 (Mercedes, General Las Heras y Campana), o
de apoyar a intendentes con los que Kirchner había establecido fuertes
compromisos (Cañuelas y Zárate). Por supuesto no corrieron la misma
suerte las municipalidades con intendentes opositores. El intendente de

21  Véase La Politica Online, 6/12/2009, disponible en <www.lapoliticaonline.


com/noticias/val/62 016/kirchner-castiga-a-bruera-y-deja-a-la-plata-afuera-
de-los-planes-de-empleo.html>.
96 el estado en acción

Necochea, Daniel Molina (UCR), se quejaba de que “los municipios opo-


sitores no sólo no fuimos invitados a participar del plan, sino que nos
denegaron expresamente los pedidos de ingreso”.22
El “Distribuidor Buenos Aires” establece los porcentajes del total de
puestos en cooperativas que le corresponden a cada una de las munici-
palidades escogidas. El documento siembra preocupación en el avezado
lector desde el inicio, donde declara que la metodología para determi-
nar dichos porcentajes se caracteriza “por su celo de rigurosidad a la vez
que de flexibilidad”. La flexibilidad en la distribución de planes sociales
en la Argentina corre siempre el riesgo de asemejarse a la discreción ar-
bitraria. La justificación de la premisa no aleja dicho peligro:

rigurosidad para tomar decisiones pertinentes, oportunas y


adecuadas. Flexibilidad, para mejorar los niveles de adecuación
a las particularidades y dinamismo de los entornos que las in-
tervenciones sociales requieren en tanto sus objetivos de efecti-
vidad y calidad.

Cabe preguntarse a qué particularidades terminará adecuándose esta in-


tervención social.
En pos de explicitar estos criterios, el “Distribuidor” afirma que

esta estrategia metodológica parte del reconocimiento de que


no existe un proceso uniforme de aplicación, sino principios
que se adecuan a cada realidad concreta, por lo cual se acepta
la flexibilidad metodológica en la escogencia de las modalida-
des, técnicas e instrumentos y permite la triangulación de los
mismos en un proceso dialéctico de construcción y retroali-
mentación en la acción.

Como señala Lo Vuolo (2010a), los enunciados de este tipo oscurecen


más de lo que aclaran.
El “Distribuidor Buenos Aires” establece la implementación del pro-
grama en dos momentos: el primero distribuía en total cien mil puestos,
mientras que el segundo asignaba cincuenta mil. El porcentaje de pues-

22  Marcelo Veneranda, “El plan para coorperativas, bajo sospecha”, La Nación,
19/3/2010.
política y necesidad en programas... 97

tos en cooperativas atribuidas a cada municipio proviene en el primer


momento del agregado de tres componentes:

El primero, denominado “Cantidad mínima por Distrito”, dis-


tribuye una cantidad equivalente al 10% de la totalidad de los
puestos de trabajo a crearse de manera homogénea entre los 36
Distritos incluidos en la primera etapa de implementación del
Programa. El segundo componente, “Estimación de la pobla-
ción de 18-64 años de­socupada que habita en hogares con NBI
[necesidades básicas insatisfechas]”, distribuye el 50% de la to-
talidad de los puestos de trabajo en función de la proporción
estimada de población de 18 a 64 años de­socupada en hogares
con NBI en cada Distrito respecto de la misma estimación para
el total de los Distritos. El tercer componente, “Incidencia de
población de 18-64 años en hogares con NBI”, distribuye una
cantidad equivalente al 40% del total de los puestos de trabajo a
crearse en función de la incidencia de población de 18-64 años
que habita en hogares con NBI al interior de cada uno de los
treinta y seis Distritos.

El primer componente es claro: distribuye diez mil puestos de manera ho-


mogénea entre las treinta y seis municipalidades escogidas; es decir, dos-
cientos setenta y ocho cooperativistas por municipio. El segundo compo-
nente asigna cincuenta mil puestos de acuerdo con una estimación de la
población de 18 a 64 años de edad que se encuentra de­socupada y habita
en hogares con NBI en estas municipalidades. Este componente es más
problemático que el anterior, ya que la tasa de de­socupados proviene de
la EPH, que no discrimina por municipio, y la cantidad de personas de
18 a 64 años en hogares con NBI proviene del Censo Nacional de 2001,
año particularmente crítico en cuanto a la situación socioeconómica. El
tercer componente reparte cuarenta mil puestos para favorecer a aque-
llos distritos con mayor incidencia de NBI entre la población de 18 a 64
años. Esta etapa presenta el mismo problema que la segunda en cuanto
a la información que se utiliza para su construcción.
Si bien es posible criticar estos componentes “duros”, al menos re-
sultan verificables y menos susceptibles de manipulación que los del se-
gundo momento. En la segunda fase, propuesta como “un distribuidor
complementario de ajuste”, se proponen dos componentes para la distri-
bución entre las municipalidades de cincuenta mil puestos adicionales:
98 el estado en acción

El primero, denominado “Incidencia de villas o asentamientos


y déficit extremo de infraestructura urbana”, conforma un nue-
vo coeficiente que distribuye el 80% de los puestos de trabajo a
crearse de acuerdo con la incidencia de la población que vive
en villas o asentamientos y en situación de extremo déficit de
infraestructura urbana en los treinta y seis distritos en los cuales
el Programa se de­sarrolló en la primera fase.
El segundo componente, “Evaluación de capacidad logística y
gestión”, permite un ajuste complementario de distribución del
20% de los nuevos puestos de trabajo a crearse en función de
la experiencia inicial de implementación del Programa, con-
siderando la instalación y la efectividad logradas, así como la
posibilidad territorial en de­sarrollo.

Si el distribuidor es críptico en cuanto a la elaboración del coeficiente de


población en villas y asentamientos y con déficit extremo de estructura
urbana para cada municipio, es imposible de­sentrañar cómo se llega a
los coeficientes del segundo componente. Mientras que se explica, sin
que se brinde cita alguna, que “la bibliografía especializada” avala los
criterios seguidos, nada se dice sobre cómo se evaluó la capacidad institu-
cional y logística de gestión local que decide este segundo componente.
Se nos informa que se analiza cada municipalidad de acuerdo con va-
rios ejes de condiciones institucionales y logísticas, que se les otorga una
puntuación del 0 al 15 (donde 0 significa “inviable” y 15 “muy bueno”),
y que con esta puntuación se elabora el coeficiente de distribución. No
se nos explica quién atribuye estos puntajes ni cómo se evalúa objetiva-
mente cada eje. No es sorprendente, con este nivel de transparencia, que
el kirchnerista Mario Ishii haya obtenido para José C. Paz, junto a otras
municipalidades, el coeficiente más alto.
La norma institucional que establece la cantidad de puestos para cada
municipalidad no tiene la claridad que debiera regir la distribución de
planes sociales. Este problema, sin embargo, se ve contrarrestado en im-
portancia por una segunda anomalía: en la praxis, los puestos se distri-
buyen sin demasiada atención a lo establecido por la norma. Si bien es
difícil acceder al número de puestos efectivamente creados en los mu-
nicipios (el ministerio no brinda dicha información), para la presente
investigación se consiguieron los datos reales sobre diez municipalidades
del Conurbano, y sólo en dos casos los números implementados se acer-
caron a los previstos por el “Distribuidor”. En cinco casos, las municipa-
lidades obtuvieron menos puestos que lo estipulado, y en tres recibieron
política y necesidad en programas... 99

más. Por ejemplo, a Quilmes le correspondían –según el “Distribuidor


Buenos Aires”– trece mil quinientos cincuenta puestos; sin embargo, su
responsable declaraba que a fines de 2011 había seis mil trescientas per-
sonas “en el plan”. Por otra parte, en La Matanza hay unas veinte mil
personas con puestos en cooperativas, mientras que el “Distribuidor” le
atribuye diecisiete mil quinientos cincuenta. Un intendente vecino a José
C. Paz se quejaba de Mario Ishii diciendo que “tienen miles y miles de
empleados públicos y de cooperativistas, mientras que nosotros tenemos
una población mucho más grande y recibimos mucho menos. Es una
cuestión de lealtad”.23
Mientras el “Distribuidor Buenos Aires” reparte ciento cincuenta mil
puestos entre los municipios del Conurbano en dos etapas, el “Distribui-
dor Provincias Argentinas” distribuye en una tercera etapa un máximo
de cien mil puestos entre algunas provincias. La introducción metodo-
lógica está copiada del primer “Distribuidor”. Los componentes que de-
terminan el porcentaje de puestos para cada provincia son similares a
los del “Distribuidor Buenos Aires”, con la diferencia de que se agrega
una priorización por regiones y se modifica levemente la evaluación de
capacidad de gestión de cada distrito, en este caso las provincias. Por
razones de espacio, no nos extenderemos en el análisis de este segundo
“Distribuidor”. Cabe decir, sin embargo, que en las provincias se da la
misma discrepancia que en el Conurbano entre lo que se dictamina y lo
que se implementa. Un informe presentado a Poder Ciudadano por el
Ministerio de Desarrollo Social señala a Entre Ríos con mil setecientos
treinta y cuatro cooperativistas, cuando el “Distribuidor Provincias Ar-
gentinas” no le asigna ningún puesto a esta provincia.24 Lo mismo ocurre
con San Luis y Santa Fe, que tienen cooperativas aunque no estaban pre-
vistas por el “Distribuidor”. Es posible que esto se deba a la intención de
fortalecer en esas provincias movimientos sociales y agrupaciones afines
al kirchnerismo, como el Movimiento Evita o la agrupación Kolina que
lidera la Ministra Alicia Kirchner. A finales de 2010, la provincia de Tu-
cumán, gobernada por el ultrakirchnerista Alperovich, concentraba con
catorce mil beneficiarios más del 70% de los puestos repartidos entre
las provincias, mientras que la vecina provincia de Salta no contaba con
ninguno, a pesar de tener el índice de de­sempleo más alto del país. Sólo

23  Entrevista personal con el autor.


24  Véase <www.poderciudadano.org/pdi/Rta_PDIMDS4nov11.pdf>.
100 el estado en acción

recibiría mil puestos un año más tarde. En resumen, no sólo los criterios
establecidos resultan confusos, sino que ni siquiera se los respeta.
El espacio para la manipulación política no se acota a la asignación de
puestos entre las distintas municipalidades. Lamentablemente, es más
bien allí donde comienza. En teoría, el PRIST establece la firma de con-
venios entre entes ejecutores (municipios, provincias, federaciones y/o
mutuales) y cooperativas, para que estas últimas realicen obras propues-
tas por los primeros. En la práctica, en el Conurbano Bonaerense los
intendentes o los movimientos sociales conocidos como piqueteros que-
dan a cargo de la conformación de cuadrillas de trabajo bajo el comando
de un capataz. El siguiente punto estudia dicho aspecto institucional.

los entes ejecutores: intendentes y piqueteros


Si bien el responsable es el Ministerio de Desarrollo Social, el progra-
ma “se implementa mediante el otorgamiento de subsidios a gobiernos
provinciales, municipales y cooperativas de la Ley 20 337 o Asociaciones
Mutuales de la Ley 20 321”. Son estos los entes ejecutores que proponen
las obras y firman convenios de locación de obra con cada cooperativa
que las ejecuta. Las cooperativas, a su vez, deben inscribirse en el INAES
(Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social). Si la ANSeS
garantizaba una cierta imparcialidad para la distribución de las AUH, la
realidad del PRIST es muy distinta.
Del total de cooperativas en el Conurbano, alrededor del 75% están
manejadas directamente por los ejecutivos municipales, y en torno al
25% por los movimientos sociales. Un director del programa explicó la
razón de ser de la implementación a través de dos entes ejecutores tan
diversos:

El programa tiene, desde su origen, un doble fin: ocupar a los


de­socupados de la municipalidad –que si no, no tienen qué ha-
cer– y controlar a los intendentes. El segundo objetivo se con-
sigue dando lugar a los piqueteros. Cuando se quiere debilitar
o marcar la cancha a un intendente, entonces las cooperativas
van para los piqueteros.25

25  Entrevista personal con el autor.


política y necesidad en programas... 101

El PRIST establece que los entes ejecutores pueden ser tanto ejecuti-
vos municipales y provinciales como federaciones y mutuales, pero nada
dice sobre la cantidad de cooperativas a adjudicar a un ente ejecutor o
a otro. Esto da libertad al Poder Ejecutivo Nacional para implementar
las cooperativas a través del ente ejecutor que mejor se acomode a sus
necesidades políticas. Mientras que en algunas municipalidades el ma-
nejo total de las cooperativas fue otorgado a los intendentes, en otras
hay un porcentaje considerable en manos de movimientos piqueteros,
especialmente del Movimiento Evita.26 Los intendentes que habían de-
mostrado lealtad al kirchnerismo recibieron el control de la mayor parte
de las cooperativas, como el caso de Mario Ishii en José C. Paz o de Julio
César Pereyra en Florencio Varela, mientras que los intendentes que no
la habían demostrado debieron aceptar que en sus distritos una porción
considerable de las cooperativas estuvieran bajo el control de movimien-
tos sociales fieles al kirchnerismo, como le aconteció al intendente Jesús
Cariglino en Malvinas Argentinas. Dejar fuera del PRIST a su municipa-
lidad no fue el único castigo posible para un intendente considerado
poco leal, también se lo podía sancionar otorgándoles cooperativas en
sus distritos a los movimientos piqueteros. Este manejo ha dado lugar a
infinitas quejas, no sólo por parte de los intendentes amonestados, sino
también por parte de los movimientos piqueteros menos favorecidos.
Desde fines de 2009 hasta la fecha, diferentes movimientos piqueteros
–como Barrios de Pie, Movimiento Teresa Vive, Polo Obrero y el Blo-
que Piquetero Nacional– han organizado protestas frente al Ministerio
de Desarrollo Social para pedir una distribución más justa de las coo-
perativas. Las pancartas que reclaman “cooperativas sin punteros” y los
cánticos contra los intendentes son elementos habituales en estas mani-
festaciones. A los pocos meses de lanzado el plan, el líder piquetero Luis
D’Elia denunciaba que su movimiento, Federación Tierra y Vivienda, ha-
bía sido postergado. Aseguraba haber recibido sólo quinientos puestos,
mientras que el líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico, había obteni-
do quince mil. Por su parte, el líder del movimiento Corriente Clasista y
Combativa, Juan Carlos Alderete, criticaba tanto a los intendentes como
a sus pares piqueteros:

26  El Movimiento Evita es una de las agrupaciones piqueteras nacidas


con la crisis de fines de los años noventa, cercano al peronismo de
izquierda y al kirchnerismo. Su líder, Emilio Pérsico, fue Subsecretario de
Comercialización de la Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social.
102 el estado en acción

Los que piden trescientos o cuatrocientos pesos de coima son


los punteros… que responden a los intendentes que, por su-
puesto, tienen lealtad con el gobierno nacional. En el caso de
D’Elía, está también pidiendo el control porque los intenden-
tes tienen el control, no sólo del programa social, sino del pre-
supuesto para hacer determinada obra pública.27

Las acusaciones cruzadas revelan que la distribución de cooperativas se


realizaba de acuerdo con un sistema de premios y castigos que buscaba
mantener la lealtad de intendentes y líderes piqueteros. El programa
es políticamente importante para los intendentes. Mientras que puede
serles útil para reclutar mano de obra al servicio de su gestión, también
puede proveer militantes tanto a ellos como a sus opositores. Hacia fines
de 2010, en el Conurbano había alrededor de ciento cuarenta mil bene-
ficiarios. El programa pone a disposición de los intendentes, o bien de
sus detractores, un ejército de trabajadores que puede resultar útil tanto
para realizar obras públicas como para llevar adelante actividades prose-
litistas. Un director del programa declaraba:

Los intendentes son intendentes porque se han ganado su te-


rritorio y porque se lo han comprado. El PRIST les viene como
anillo al dedo. Los ayuda a ganarse el territorio porque pueden
mantener mejor sus municipalidades; tienen más brazos para
limpiar calles, hacer canaletas, pintar escuelas, etc. Y también
tienen más recursos para hacer clientelismo y más gente para
llevar a manifestaciones.28

Además de brindar a los intendentes la posibilidad de colocar seguido-


res en puestos de trabajo, las cooperativas les otorgan también el mane-
jo de presupuestos. El 30% del presupuesto del PRIST está destinado
a la compra de materiales y equipos para las cooperativas. En muchas
municipalidades, estos fondos no sólo financian los materiales para las
obras, sino también los materiales para las campañas electorales. Tam-
bién son habituales los negocios con los proveedores y las facturas falsas
para justificar gastos inexistentes. Esto podría explicar, entonces, por

27  “Alderete denuncia coimas dentro del plan Argentina Trabaja”, InfoBAN,
15/2/2010, disponible en <www.infoban.com.ar/despachos.asp>.
28  Entrevista personal con el autor.
política y necesidad en programas... 103

qué tantas veces los cooperativistas deben desarrollar sus actividades con
instrumentos inadecuados o precarios. De todos modos, probablemente
no sea este el problema más grave de las cooperativas, sino más bien
el criterio de selección de beneficiarios, punto que analizaremos en los
siguientes párrafos.

la selección de beneficiarios: punteros y clientes


En lo referido a la incorporación de beneficiarios, el programa preveía
reuniones grupales informativas de aproximadamente trescientas perso-
nas y entrevistas individuales con los candidatos para verificar los crite-
rios de elegibilidad. Sin embargo, en el último eslabón en la cadena de
discrecionalidad de Argentina Trabaja se ubica la red de punteros que
garantizan a los cooperativistas el acceso al programa y la permanencia.
A pesar de que la “Guía informativa” promete que se realizará “el análi-
sis de resultados de cruces de bases de datos y la evaluación profesional
de condición socioeconómica del hogar de los postulantes con posibles
incompatibilidades”, fueron en su mayoría los punteros los encargados
de enrolar trabajadores en las cuadrillas municipales. El propio diseño
institucional del programa parece estar pensado para hacerle un lugar al
puntero, ya que asigna un sueldo más alto a un “capataz” encargado de
“articular la cuadrilla”.29
Los punteros arman las cooperativas con sus grupos de seguidores y se
nombran ellos mismos como capataces, o bien de­signan para ese puesto
a alguno de sus seguidores más cercanos. De la totalidad de los punteros
entrevistados, más de un tercio (cuarenta y dos) distribuyó puestos en
cooperativas, e incluso un 14% (ocho) admitió recibir de los beneficia-
rios entre el 10% y el 50% de sus sueldos. Eso sí, casi todos aclararon que
los cooperativistas les entregaban voluntariamente este porcentaje del
sueldo “para colaborar con la causa”. Todos los punteros acusaron a los
demás punteros de quedarse con un porcentaje del sueldo de los coope-
rativistas. Uno de ellos declaró: “Peaje cobramos todos; no les crea si le
dicen otra cosa. Yo sólo le pido el 10% a los cooperativistas, pero algunos
inmorales son capaces de pedir hasta el 50%”.30 Testimonios recogidos
por De Sena y Chahbenderian (2012) manifiestan lo mismo desde el

29  “Guía informativa”, disponible en <www.de­sarrollosocial.gob.ar/


ingresosocialcontrabajo/114>.
30  Entrevista personal con el autor.
104 el estado en acción

lado de los beneficiarios (o tal vez sea más correcto decir “desde el lado
de las víctimas”). Un intendente del Conurbano reconoció que la prácti-
ca de retener porcentajes de dinero es algo habitual, e incluso la justificó
explicando que “para todo lo que hacen los punteros es lógico que se
queden con algo más que su simple sueldo”.31
Como capataces o coordinadores, los punteros se encargan de tomar
asistencia a los beneficiarios. Puesto que es habitual que los punteros
reciban un porcentaje de los sueldos de los cooperativistas a cambio de
excusarlos por no acudir a trabajar, el programa Argentina Trabaja es
conocido familiarmente como Argentina Descansa. Un directivo del pro-
grama indicó que la inasistencia de los beneficiarios estaría en el orden
del 50 %, y que “la mayoría de las veces quienes faltan es porque tienen
un arreglo con los coordinadores. Les dan parte del salario a cambio de
que el coordinador los ponga como presentes cuando faltan”.32
Que los ingresos sean depositados en cuentas personales a las que los
cooperativistas tienen acceso mediante una tarjeta bancaria no impide
ninguna de estas manipulaciones. Son los punteros quienes confeccio-
nan las listas de candidatos al programa, y quienes luego controlan la
asistencia. Esto les da poder sobre los beneficiarios, ya que pueden per-
der el puesto (o directamente nunca acceder a él) si no cumplen con
la contraprestación material o política requerida. Además, los punteros
siempre pueden pedir la baja de un beneficiario argumentando que no
ha cumplido con sus obligaciones. Uno que exigía a “sus cooperativistas”
acudir a los actos políticos del intendente explicaba:

Me parece bien que la gente que está trabajando en las coope-


rativas tenga que participar en nuestros actos políticos. El mis-
mo nombre “cooperativa” indica que así debe ser, yo coopero
con ellos y ellos tienen que cooperar conmigo.33

Otro puntero explicaba que le iba “a cortar el oxígeno” a dos cooperati-


vistas que estaban cometiendo la grave falta de trabajar para la campaña
de un opositor a su jefe político. De los punteros entrevistados que dis-
tribuyeron puestos en cooperativas entre sus seguidores, cuarenta decla-
raron que sus beneficiarios asisten a los actos de sus referentes políticos.

31  Íd.
32  Íd.
33  Íd.
política y necesidad en programas... 105

Todos aclararon que los trabajadores lo hacían de manera voluntaria;


sin embargo, la mayoría de los punteros considera como traición que
uno de “sus” cooperativistas no colabore con la campaña o no asista a
los actos.
El propio diseño institucional del PRIST favorece este manejo cliente-
lar, ya que otorga a los capataces y coordinadores el poder de decisión so-
bre el acceso y la permanencia de los beneficiarios en el programa. A los
cooperativistas no les queda otra opción que seguir a sus punteros para
conservar el beneficio. Los punteros se encargan de recordarles asidua-
mente que para que el plan continúe y ellos sigan recibiendo su sueldo
es necesario que su jefe político gane las elecciones.
Así planteadas, las cooperativas son una herramienta clave a disposi-
ción de los intendentes, junto con el empleo público temporario, para
reclutar punteros y seguidores. Estos grupos son una base de apoyo po-
lítico importante para los intendentes. No sólo realizan obras para ellos,
sino que también participan en actos y son operarios de sus campañas
electorales. Las mismas cooperativas que cuidan las plazas también dis-
tribuyen boletas del intendente, pegan afiches y pintan su nombre en las
paredes (Zarazaga, 2012). Mario Ishii ponía de manifiesto la importancia
de los punteros al presentar su candidatura a gobernador de la provincia
de Buenos Aires en 2011:

Quiero participar en una interna para ayudar, porque hay mu-


chos que se están yendo. Yo vengo humildemente a decir que
voy a presentar una lista para gobernador y en varios distritos
para intendente. Hemos ido una, dos, tres veces, amontonados,
a llenarles canchas y después quedamos afuera con otros que
no tienen ni un puntero en la provincia.34

Las cooperativas son un instrumento del Poder Ejecutivo para premiar


y castigar a gobernadores y a intendentes del Conurbano. Hasta el mo-
mento, el PRIST no parece haber evitado los muchos problemas que han
tenido en general los programas de transferencias monetarias condicio-
nadas en el trabajo.35 Algo previsible si tenemos en cuenta cómo fueron
diseñados.

34  La Nación, 5/6/2011.


35  Franceschelli y Ronconi (2007) analizan el clientelismo en el Plan Trabajar
de la década de 1990, y su incidencia sobre el crecimiento de los grupos
piqueteros.
106 el estado en acción

conclusión

El estudio comparativo de la AUH y el PRIST permite llegar a conclu-


siones que pueden ser iluminadoras a la hora de avanzar hacia sistemas
de protección social más justos y eficaces. De las páginas anteriores se
desprende que mientras la AUH ha significado, por alcance y criterios
de distribución e implementación, un paso adelante en la Argentina en
cuanto a sistemas de protección social, el PRIST continua presentando
todos los rasgos de arbitrariedad que caracterizan en la Argentina a los
programas sociales que imponen contraprestaciones laborales. Esta di-
ferencia es una consecuencia de los objetivos políticos a los que respon-
dieron estos programas junto con sus objetivos sociales. Mientras que la
AUH estuvo enmarcada por la necesidad de recuperar caudal de votos
en el país y de responder a una oposición que pretendía arrebatarle al
gobierno la bandera de la justicia social, el PRIST estuvo guiado por la
difícil tarea de dominar políticamente al Conurbano, sobre todo a sus je-
fes comunales. A continuación se ofrecen algunas consideraciones pros-
pectivas que pueden ser de utilidad en vistas a conseguir en la Argentina
sistemas de protección social más justos y eficaces.

1. Cuanto más universal es el programa, menor es el espacio


para la manipulación. Si las limitaciones son pocas y los
cupos ilimitados, como es en general el caso de la AUH, los
intermediarios políticos pierden poder sobre la población
objeto. Al no haber un cupo limitado, no se puede presionar
al beneficiario con el temor a ser excluido, por lo que resulta
más difícil exigirle contraprestaciones políticas como la
asistencia a actos o el voto.
2. Cuanto más claras sean las normas que determinan quiénes
son los beneficiarios y cuándo pierden la prestación, menos
espacio habrá para la coerción, ya que esta surge de criterios
aplicados según la voluntad de quien maneja el programa a
nivel barrial, como en el caso del PRIST.
3. Si bien no está claro aún el beneficio de las condicionalidades
en salud y educación de los PCT, sí tenemos pruebas
suficientes de que en la Argentina los programas que
exigen contraprestaciones laborales se prestan a la
utilización política. La contraprestación laboral hace de los
beneficiarios mano de obra al servicio del poder de turno.
política y necesidad en programas... 107

Es recomendable la eliminación de toda contraprestación


laboral de cualquier programa social.
4. Las municipalidades no deberían ser los entes ejecutores
de ningún programa nacional, ni tampoco tener autoridad
alguna para permitir o negar el acceso de los beneficiarios.
Mientras las autoridades municipales puedan dar o
recomendar el alta o la baja de los beneficiarios, habrá lugar
al negociado y al clientelismo. Si la AUH es administrada con
cierta ecuanimidad, se debe a que la implementa la ANSeS, y
no los municipios.
5. Es aconsejable que la creación de un PTC vaya acompañada
de la de una comisión encargada de su monitoreo. Una
comisión parlamentaria que incluya a la oposición podría
darle mayor transparencia a los PTC. También la auditoría
a cargo de entidades externas al gobierno –universidades,
iglesias u ONG– podría ayudar a que los PTC se entiendan
como derechos y no como instrumentos de clientelismo.
6. El acceso efectivo a la información haría más transparentes
los programas sociales y facilitaría su propia evaluación.
Los datos sobre los beneficiarios deberían ser públicos
para prevenir su uso clientelar y los errores de inclusión o
exclusión.
7. Los PTC deben ir acompañados de la debida inversión
en infraestructura, sobre todo en educación y salud.
Su eficiencia depende de esto. En nada ayudarán las
condicionalidades si sólo sirven para volcar más gente a un
sistema ya colapsado.
8. No debe considerarse a los PTC, aun sin desconocer
sus potencialidades, como los únicos instrumentos de
intervención social. No debe perderse de vista la necesidad en
la Argentina de planes que permitan el acceso a la propiedad
de la tierra y a viviendas dignas. Tampoco debe perderse de
vista el objetivo de una economía capaz de crear puestos de
trabajo de calidad.

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