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«Y sin duda nuestro tiempo...

prefiere la imagen a
la cosa, la copia al original, la representación a la
realidad, la apariencia al ser... Lo que es sagrado
para él no es sino la ilusión, pero aquello que es
profano es la verdad. Más aún, lo sagrado se
engrandece a sus ojos a medida que decrece la
verdad y que la ilusión crece, tanto y tan bien que el
colmo de la ilusión es también para él el colmo de
lo sagrado.»

Feuerbach (Prefacio a la segunda edición de la


Esencia del cristianismo).

[Un artículo del 22 de enero del 2015 del Washington Post demuestra cómo el movimiento anti vacunas,
que empezó a cobrar auge en el 2001, condujo a un brote alarmante de sarampión en 2014 sólo en los
Estados Unidos. Cabe mencionar que el sarampión, antes del falaz movimiento anti vacunas, estaba
prácticamente erradicado]

https://www.washingtonpost.com/news/wonk/wp/2015/01/22/the-devastating-impact-of-vaccine-deniers-
in-one-measles-chart/?utm_term=.f1a602794331

Cada año el diccionario de Oxford publica la palabra o expresión que más interés ha despertado a
lo largo de 12 meses. Para los editores, la palabra que eligen lleva una carga cultural significativa y
refleja el espíritu de ese año en particular. La palabra del año 2016 fue “posverdad”. Esta palabra
no es precisamente nueva; ya en 1992 el dramaturgo serbio-americano, Steve Tesich, escribió un
ensayo inquietante para The Nation titulado “A Government of lies”, en el que planteaba que, tras
el escándalo del Watergate, “Llegamos al punto en que comenzamos a equiparar la verdad con las
malas noticias, y nadie quiere enterarse de las malas noticias, no importa qué tan importantes o
saludables sean para un país. Comenzamos a esperar que el mismo gobierno nos protegiera de la
verdad”.

Según Maquiavelo, la mentira es central en la política y se justifica cuando sirve para promover
intereses nacionales o valores importantes del orden del bien común, pero también intereses
particulares. En la Italia de Berlusconi, él era el poder, todos sabían que su discurso estaba lleno de
mentiras, pero prometía cambiar la situación económica de todos. En ese universo entre lo falso y
lo verdadero, la transparencia resulta inútil para la democracia, y la mentira triunfa
evidentemente porque muchas veces la población la acepta siempre que prometa cosas más
importantes que la verdad.

La posverdad es un poco diferente de esto anterior, pues el tema no es el cinismo o los intereses
particulares o superiores políticos. La posverdad significa el retroceso del universalismo, de la
razón y del estado del derecho, y no distingue sociedades educadas o no educadas, por el
contrario, las sociedades más educadas tienen los medios suficientemente fuertes para desarrollar
ideas falsas y potentes. En la irracionalidad se pueden cometer barbaridades y decir mentiras
colosales.
[Un panfleto publicado en la segunda mitad siglo XIX: “Los protocolos de los sabios de sirón”, habla de una
conspiración internacional judía para dominar el mundo. Supone que miembros del estado mayor judío se reunieron
para decidir cómo repartirse el mundo. Henry Ford, para comprobar y justificar su antisemitismo, financió tirajes
extraordinarios del panfleto para su difusión. Miles de veces se ha dicho que es un panfleto y que lo que dice es falso,
pero hasta la fecha la gente sigue comprándolo y citándolo como si fuera verdad.]

En lo que llamamos la era de la posverdad ise distinguen dos vertientes; el complotismo, una
tendencia paranoica a pensar que la realidad se puede entender únicamente a través de la
sospecha y la denuncia; la verdad no es lo que dice la gente que sabe, los profesores, los
periódicos, sino que esta escondida porque hay grupos que actúan en la oscuridad para conducir
el mundo. Es una visión de la realidad que busca describir a los grupos que actúan
clandestinamente. El complotismo es la idea de que hay actores más o menos secretos, casi con
poderes sobrenaturales, en detrimento de la gente normal. Claramente hay grupos políticos que
sacan provecho de ello, incluso hay intelectuales que lo sustentan de manera ideológica. Por otro
lado, en la posverdad, el líder político crea una relación con el pueblo basado en mentiras. Esto
funciona bien para muchos actores políticos. Todo el tiempo se prestan contradicciones entre lo
que se dice y lo que se hace, pero es muy fácil salirte con la tuya cuando lo que falta es la verdad.
Todos los populismos siguen esa regla, no hay problemas cuando hay contradicciones. No puede
haber discusión con un populista debido a que las contradicciones no le representan ninguna
dificultad. Hay otra característica de la posverdad: todo puede ser dicho a la luz, no es una
cuestión de transparencia, es una cuestión de poder mentir en público. En este sentido es
diferente del cinismo maquiavélico.

La posverdad es un arbitrio legitimo para proteger a ciertas figuras que no son respetables, es un
recurso respetable en un mundo donde ya nada es respetado. Responde, además, a lo que los
medios y ciudadanos esperan, es algo que le gusta escuchar a la gente y si funciona bien es porque
no hay más verdad: todas las afirmaciones y opiniones valen, no importa si son rigurosas o
banales: si me gusta una idea, es verdad. Mentir o decir la verdad es lo mismo. Esto no es fácil de
enfrentar, pero es necesario, porque si lo aceptamos, aceptamos el declive de la democracia, de la
razón, del derecho, de la universalidad.
[Cuando Donald Trump lanzó su candidatura presidencial se configuró The Trumpettes USA, una organización de
mujeres ricas, blancas, de mediana edad que se dedicó a recaudar fondos para la campaña y a organizar eventos que
promovían la política propuesta por Trump. Toni Holt, líder de las Trumpettes, fue entrevistada por una periodista del
Daily Show acerca del plan de reforma fiscal de Hillary, y dice Holt: “Creo que el plan de Hillary va a derrotar a nuestro
país”. La periodista le pregunta: “¿Qué sabe usted de la reforma fiscal de Hillary?” Holt respondió: “No sé
absolutamente nada de la reforma de Hillary”.] http://www.cc.com/episodes/4qlrgr/the-daily-show-with-trevor-
noah-november-2--2016---kal-penn-season-22-ep-22018

Quizás a palabra posverdad suena, de entrada, turbia. Compuesta por un prefijo que denota una
posición espacial o temporal: después dé; detrás de, y la palabra verdad: la afirmación de algo que
corresponde con la realidad [interesante definir y clasificar ya que uno de sus atributos es que
varía de acuerdo a la conducta, al juicio o a la realidad del ser], pero como tema cobra una
importancia muy fuerte debido a dos ocasiones políticas recientes: el Brexit y la elección-
presidencia de Donald Trump.

En ambos acontecimientos, los medios de comunicación fueron clave en la normalización de las


ideas que difundían los proBrexit o los proTrump. Estos eventos obligan a observar cuáles son los
dispositivos y estructuras con que pensamos la realidad: La realidad ejecuta lo que establecen los
medios como formas de pensamiento, un pensamiento binario donde no hay información y no hay
matices. Los dispositivos mediáticos disponen de nuestro estado de ánimo al servicio de lo que el
poder quiere.

La campaña del Brexit se basó en falsedades ridículas que funcionaron, aun cuando eran mentiras
muy fáciles de detectar y comprobar; por otra parte, mucha gente entrevistada que votó a favor
del Brexit ni siquiera sabía bien a bien qué era la Unión Europea, mucho menos el papel que
jugaba el Reino Unido en ella, pero la idea de nacionalizar sus bienes y recursos sonaba a la
promesa de una vida mejor. Aquí está la esencia de la posverdad; lo importante no es la mentira,
lo importante es que hay gente que quiere escuchar tal mentira. La posverdad habita en la
relación entre los que mienten, los que escuchan y los que gustan de escucharlo.

Por otro lado, la presidencia de Trump, desde su toma de posesión, ha demostrado que se puede
mentir públicamente y sin vergüenza alguna. Es constante la idea de que “si la realidad no me
gusta hablaré de otra realidad”, contraria, una que niega lo obvio y que crea ficciones alternativas.
Todo el tiempo se presentan contradicciones entre lo que se dice y lo que realmente sucede. En la
era de Trump, parece ser muy fácil salirse con la suya cuando lo que falta es la verdad.

Los populismos siguen esta regla: no hay problemas cuando hay contradicciones. Y lo grave es que
no puede haber un diálogo con un populista debido a que las contradicciones no le representan un
problema, por el contrario, son parte de su discurso. Y donde no hay verdad, todas las
afirmaciones y opiniones valen, no importa si son rigurosas o banales. La posverdad cobra sentido
generando polémicas ya que estas podrían ser ganadas por la opinión pública.
[Recién ocurridos los asesinatos de los periodistas de Charlie Hebdo en 2015, la directora de la colección de arte
islámico del museo de Louvre, Yannick Lintz, propuso a la dirección general del museo hacer una exposición de arte
islámico antiguo con obras que demostraran que en la antigüedad la cultura islámica sí ha representado al profeta
Mahoma. Se rechazó la propuesta pues el costo político era arriesgado en esos momentos.]
http://www.nowjakarta.co.id/louvre-museum-battles-prejudice-with-arts

https://www.theaustralian.com.au/arts/review/louvre-and-berlins-pergamon-use-islamic-art-to-build-bridges/news-
story/ca1fa8bbfb4c69500024264431e8b36c

Sobrescribir, en la posverdad se hace una sobre escritura en la verdad, en los que realmente está
sucediendo (de lo que al menos uno puede sustentar con información y datos y hechos). ¿Qué
pasa si el poder, cuando se ejerce necesita ejercerse sobre una resistencia que él mismo
construyó? La posverdad es una forma de hacer política donde ya no hay política, es un fenómeno
anti político. Es una construcción discursiva dentro del campo de los hechos alternativos, esa clase
de hechos que no requerirán de comprobación o evidencia para ser enunciados. Esto no es del
todo nuevo, basta revisar a los sofistas y posteriormente las Disertaciones socráticas contra la
retórica del Gorgias, de Platón, para advertir, desde hace mucho, la persistencia de un discurso
capaz de presentar una verdad que no existe y alternativamente, de poner en duda o de plano
negar aquella que sí se sustenta en evidencias.

La posverdad tiene origen en un contexto de grave desconfianza pública en aquellas instituciones


sobre las que convencionalmente se ha estructurado una sociedad, y alcanza su mayor potencial
político como mecanismo de dominación en regímenes veladamente autoritarios – abiertamente
totalitarios. La posverdad necesita al demagogo; se requiere de un sujeto carismáticamente
legitimado. Su discurso, más allá de lo verdadero y lo falso, genera indeterminación semántica,
todo se pone en duda y no sabemos a quién creer o qué creer. Una mentira es refutable, una
posverdad arraiga como parte de una convicción inconsciente: Aunque se demuestre lo contrario
tú quieres creer esto. El PRI, el Brexit y Trump están funcionando como un síntoma de que la
regamos en algunas cosas de cosas: nos tragamos la píldora de que somos seres racionales, hemos
sobreestimado el papel que juega la razón y hemos subestimado el papel que juega la emoción en
los debates públicos para evaluar, discernir y elegir.

Para nosotros, los ciudadanos, las implicaciones están ahí, día a día. ¿Cuántas veces podemos ser
violentados y escandalizados por los sucesos del mundo que se difunden en los medios masivos?
¿Cuánta frustración podemos resistir ante el inevitable “y no pasa nada”? Nos están diciendo que
no podemos tener verdad y dignidad al mismo tiempo ¿tendríamos que elegir? En nuestro país las
fuerzas armadas son las responsables de cientos de miles de desapariciones forzadas que nos
aquejan, sin embargo, los spots de radio del gobierno de México insisten en que las fuerzas
armadas son protectoras y salvaguardias de nuestro bienestar, cada dos minutos. Si tenemos
presente la premisa central de que se educa con el ejemplo: la práctica y tolerancia del racismo es
educación. El sistema de justicia en el que los crímenes de los ricos y los poderosos y los crímenes
de los pobres no son lo mismo a los ojos de la ley es educación. La afirmación diaria de que la
virtud es sinónimo de estatus económico es educación.

¿Qué queremos creer? ¿Nos haremos responsables de lo que queremos creer? Las consecuencias
de creer los discursos más allá de los hechos y las pruebas es que, como ciudadanos, rápidamente
nos estamos convirtiendo en el prototipo de un pueblo que haría babear de gusto a cualquier
monstruo totalitario. Todos los dictadores habían tenido que trabajar duro para suprimir la
verdad. Hoy en día, nuestra inacción y neblina visual, nuestro descreimiento y desconfianza les
está diciendo que eso ya no es necesario, que hemos adquirido un mecanismo espiritual que
puede desnaturalizar la verdad de cualquier significado.

¿Qué hacemos con todas estas narrativas? ¿Qué hacemos con esta guerra de interpretaciones que
absorben el sentido común dominante? Sugiero reconciliarnos con el principio de incertidumbre,
creer en la razón, lo demostrado, lo probado y luchar por que ésta se demuestre.

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