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Universidad Central de Venezuela Caracas, 06/05/18

Escuela de Filosofía

Prof. Edgar Blanco

Alumno: José Vásquez – 20.978.267

Cátedra: El Republicanismo Arendtiano y sus Críticos Postmodernos

Acción y natalidad, las categorías Arendtianas para salvar al mundo.

«Initium ergo ut esset, creatus est homo, ante quem nullus fuit»

(Para que hubiera un comienzo fue creado el hombre, antes del cual no había nadie)

San Agustin.1

“La condición humana abarca más que las condiciones bajo las que se ha dado
la vida al hombre”.2

Tomando la acepción más elemental de condición, entendida como el conjunto


de características relacionales propias y definitorias de un ser o de un conjunto de seres,
habrá que analizar qué es lo que sugiere Arendt, cuando sostiene que la condición de ser
humano, va más allá de las que se nos ha dado primigeniamente.

En el capítulo I de su afamado libro, La condición Humana, comienza por hacer


una síntesis de las actividades fundamentales de la vida activa. Entre éstas figuran: la
labor, el trabajo y la acción; a éstas se les ha asignado una condición propia, a saber: la
vida, la mundanidad y la pluralidad respectivamente.

Con esto la autora pretende denotar, que como seres orgánicos tenemos un
conjunto de funciones que hacen propia la vida del hombre y que además sustentan la

1
San Agustín, La ciudad de Dios, XI, 32
2
Hanna Arendt, “Capítulo I – La condición humana”, La condición humana (España: Paidós, 2005), 36
.
especie; por ejemplo en el ámbito de la labor, el hombre se encargará de los procesos
biológicos, del mero apetito y de toda su circunstancia corpórea.

Por otro lado, en cuanto a la actividad del trabajo, se refiere más propiamente a
los vínculos no naturales del hombre, aquello que no está en el constante ciclo
metabólico de la vida orgánica, de esta actividad no dependerá la mortalidad de los
humanos, el trabajo proporcionará un mundo artificial y sintético de cosas hechas por el
hombre y para el hombre.

Es necesario volver sobre la condición, pues si bien es cierto que los procesos
orgánicos nos limitan como una especie biológica, como todo el reino animal,
empezamos a distinguirnos y diferenciarnos en la intencionalidad de nuestros procesos.
Esto queda en evidencia cuando nos fijamos en que nuestras propias construcciones, nos
condicionan tanto o igual que lo hacen las cosas naturales.

“La objetividad del mundo y la condición humana se complementan


mutuamente; debido a que la existencia humana es pura existencia condicionada, sería
imposible sin cosas, y éstas formarían un montón de artículos no relacionados, un no
mundo, si no fueran las condiciones de la existencia humana.”3

En este instante, comienza a transgredirse los límites condicionales originarios


que se han dado a los hombres. Sin embargo, podríamos argumentar que otras especies
animales también poseen la capacidad de crear y por lo tanto faltaría algo más que nos
diferencia de éstos.

Así, finalmente es cuando debemos hablar de la acción, pues si pretendemos


desentrañar a nivel macro cual será la condición propiamente de lo humano, será
necesario hablar de ésta cualidad. Y en este instante, nos referimos a la categoría central
Arendtiana, la acción. Esta, es la actividad del entre hombres, la que nos permite
distinguir incluso dentro nuestra misma especie, ya que no somos mera multiplicidad y
alteridad de individuos, sino que, contrario a ello, existe una pluralidad, que nos faculta
para que cada uno de nosotros represente una nueva posibilidad de ser algo distinto; a
esto lo llamara “natalidad”. De ahí, que sea la acción y propiamente la pluralidad, la
condición sine qua non y condición suficiente para detentar la vida política y humana.

3
Hanna Arent, “Capítulo I – La condición humana”, La condición humana (España: Paidós, 2005), 37
“La condición humana no es lo mismo que la naturaleza humana, y la suma
total de actividades y capacidades que corresponden a la condición humana no
constituye nada semejante a la naturaleza humana”4

El único juicio que podemos hacer respecto a la naturaleza, es que no importa


cuál sea el sustrato del hombre, que por lo pronto es el mundo, si se cambiaran todas las
condiciones que actualmente conocemos, seguiríamos existiendo como seres
condicionados pero en mayor parte como una condición autofabricada dadas nuestras
propias creaciones.

Esto deja en evidencia que las condiciones que nos permiten relaciones con el
mundo, no permiten dar con la respuesta a lo que somos. Es decir no nos condicionan
absolutamente.

El problema de la naturaleza se expresa en la cuestión antropológica, es decir


cuando intentamos dar respuesta a la pregunta por el ¿qué somos?

Resulta frustrante no poder dar forma y definir lo que nosotros mismos somos,
aun cuando podamos hacerlo con todas las demás especies naturales. Si lo intentáramos,
tal empresa supondría en primera instancia, el que pudiéramos alzarnos sobre nuestra
propia proyección en el mundo y además, supone plantearnos, tener una naturaleza igual
a las demás cosas; pero ello no podemos saberlo por nuestra limitación cognitiva.

En este punto, siempre se ha fallado hacia la construcción de una sustancia más


elevada que sea capaz de conocer nuestra esencia, Dios, la cual plantea Arendt, es una
especie de idea de hombre platónica.

En suma, citando a Hanna Arendt: “no somos simples criaturas sujetas a la


Tierra”. Con esto se quiere dejar en evidencia, que somos más que un simple
organismo arraigado a un sustrato dado y con leyes invariantes para su crecimiento, a
saber como si fuéramos una planta; somos contrario a ello, una sustancia que yace en el
mundo, lo crea y se posa sobre él.

Ahora bien, una vez se ha designado a la vida activa como el espacio donde se
está enraizado entre hombres, donde queda por sentado que no será posible existencia
alguna de vida humana, por muy solitaria que sea, sin un sustrato, el mundo, que
atestigüe directa o indirectamente a través de la acción o por medio de los productos, la

4
Ibídem
estampa de otros seres humanos; será entonces necesario, que se piense, los límites de
dichas estancias. Ya que, es en éstas donde el hombre ha de ser tal cual es.

Así pues, hablamos de las esferas públicas y privadas. En estas, la acción es


aquello que se hará exclusivo de los hombres y además, donde sucede el acercamiento
entre estos. Ambas cualidades, a saber, ser agentes de acción y la posibilidad de estar
juntos, serán justamente las características, que la tradición ha usado para el tránsito de
la lectura del hombre como el zóon politikon aristotélico por el animal socialis de
Séneca. Existe entonces un transgredir entre aquello que es Político y lo que se llama,
ahora, Social.

Esa errabunda identidad entre lo político y lo social, deja en evidencia la pérdida


de sentido y significación del concepto original de política que tenían los griegos. Por
social, se ha comenzado a entender, partiendo del uso latino de la palabra societas,
aquello que: “indicaba una alianza entre el pueblo para un propósito concreto, como el
de organizarse para gobernar o cometer un delito”5 . Posterior a ello, lo social
adquirirá un significado general de aquello que es fundamental en la condición humana.

No obstante, remontándonos al ideal griego, esta acción de agruparse, dista


diametralmente de lo que se entendía como organización política. La concepción de la
ciudad-estado otorgó al hombre, además de su vida privada, una segunda vida, la vida
política. A éste, pertenecerá a una existencia bipartita con una distinción marcada entre
aquello que le pertenece como suyo y aquello que es suyo en cuanto comunal.

Respecto a lo que denominamos Vida política, es necesario que ahondemos en


las cualidades inmanentes que la tradición griega ha signado bajo ésta, es decir la
capacidad de acción y de discurso; estos elementos dan profundidad y son el eje de lo
que se conoce como los asuntos humanos; además, han de ser entendidos como
coexistentes e iguales. Por otro lado, en éstas relaciones se centrará lo que se entiende
como acción política, de ahí que encontrar las palabras en el momento oportuno sea
acción propiamente hablando.

Asimismo, la polis entendida como cuerpo político, se puede analizar como un


gran fracaso, ya que es en ella donde las dos cualidades que antes hemos dicho
constituyen el foco de lo político, se disgregan y toman rumbos distantes; en adelante el

5
Hanna arendt, La condición Humana. (Barcelona, Paidos)
interés irá más cargado hacia el discurso, pues éste se ha vuelto un medio para conseguir
fines inmediatos. Así el hombre de la polis ha comenzó a persuadir y deja a un lado la
fuerza y la violencia. Y volviendo a lo ya mencionado, el zóon politikon, además de no
guardar relación, se oponía a la asociación natural que plantea la vida familiar. De aquí,
que quede en evidencia que la interpretación de animal racional sea una noción errónea
de lo que posterior se llamará animal social.

Así pues que la precomprensión de lo social como aquel gobierno donde se


confluyen los intereses comunales del todo bajo el gobierno absoluto e irrebatido puesto
en un agente, como el cabeza de familia, se opone radicalmente a todo sentido de lo
político pues si se hila entre estos, existirá una mala identificación de las esferas
políticas como la esfera de una gran familia que llamamos sociedad.

Seguido la distinción entre la esfera privada y pública de la vida se equiparará al


campo familiar y político, que existían como estancias diferentes hasta el surgimiento
de la ciudad estado. En ese momento, surgió la esfera de lo social, que hablando con
rigurosidad no es ni pública ni privada.

Es de suma importancia, notar que existe una dificultad para entender la


división entre lo que es privado y lo que es público o si se quiere, lo que corresponde a
la polis y lo que es familiar. La línea divisoria se ha borrado en la medida en que
concebimos como ya dijimos, comunidades “políticas” como familias en acuerdos de
administración ciudadana y bajo una suerte de economía social.

Estas formas de agrupación no pueden ser congruentes en sentido alguno con lo


que denominamos político. Ya que, esto se diferencia de lo familiar en cuanto que existe
una igualdad de acción entre todos y la pluralidad es la condición suficiente y necesaria.
Es decir, hay una identificación en los otros. En cambio, una asociación como la
familiar exige una delegación de las capacidades del individuo, lo que coacciona toda
condición humana, de aquí que dentro de la esfera doméstica, la libertad no exista.

En nuestro tiempo, estas esferas (políticas y social) se hayan aún menos


diferenciadas pues se tiene a la política como una función de la sociedad y toda
cualidad humana (acción, discurso y pensamiento) son fundamentalmente
superestructuras relativas al interés social. De esto se desprende que tal funcionalización
hará imposible captar cualquier diferencia entre las dos esferas
Así pues, una vez expuesta las categorías que dan al hombre su condición
queda solo dejar al descubierto la crítica a la sociedad laboral, entendida como aquella
donde yacen los seres que abandonan su capacidad de acción, donde se piensa al
hombre en su aislamiento y no en la pluralidad existente. Es en esta sociedad, donde se
exige a sus miembros un funcionamiento compartido y automático, donde no hay un
espacio para la individualidad, solo puede el hombre conformase con un tipo de
conducta funcional6.

¿Cómo entonces puede continuar o perpetuarse la especie en su condición


humana no alienada?

Para responder a ello, Arendt, ha dicho que todo fin contiene un nuevo
comienzo, que este comienzo es la promesa, el único mensaje, y que comenzar es la
capacidad suprema del hombre, capacidad garantizada por cada nacimiento, que es en sí
cada hombre. Hilando fino sobre esta declaración, la autora nos invita a pensar que cada
nacimiento nos garantiza en cualquier tiempo o momento la salvación del mundo.

La pensadora advierte que los hombres no son mortales sino que son natales7 en
tanto no vinieron al mundo para morir sino para comenzar. Es decir, dado que la acción
es la actividad política por excelencia, la natalidad y no la mortalidad, puede ser la
categoría central de lo político y además, el elemento que frene el abismal progreso de
la sociedad laboral. Con esto querrá mostrarnos que la capacidad de irrumpir y
comenzar de nuevo que tienen tanto la acción política como el nacimiento, es lo que
puede salvar al mundo, y nuevamente deja entrever que la noción de condición humana
está ligada a la facultad de dar comienzo. Y así lo señala en su obra ya antes
mencionada, la Condición humana:

«…El intervalo de vida del hombre corriendo hacia la muerte llevaría


inevitablemente todo lo humano a la ruina y a la destrucción si no fuese por la facultad
de interrumpir y comenzar algo nuevo, una facultad que es inherente a la acción como
un siempre presente recordatorio que los hombres, aunque deben morir, no nacieron
para ello sino para comenzar. El milagro que salva al mundo, la esfera de los asuntos
humanos, de su normal y natural ruina es en última instancia el hecho de la natalidad,
en el cual la facultad de la acción está enraizada... »

6
Pablo Bagedelli, Entre el ser y la vida: el concepto de natalidad en Hannah Arendt y la posibilidad de
una ontología política. Buenos Arires.
7
Ibídem,4

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