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EL RITO GALICANO.

Los Orígenes.

La existencia en el Occidente latino de un rito litúrgico distinto del de Roma encuentra


las primeras alusiones hacia el fin del siglo IV y aparece claramente por vez primera
en una carta escrita el 19 de marzo del 416 por el papa Inocencio I a Decencio, obispo
de Gubbio, en Umbría. Este había pedido parecer al Papa, su metropolitano, sobre
algunas particularidades litúrgicas y disciplinares (como el beso de paz y la recitación
de los nombres puestos antes del canon, la prohibición del ayuno en el sábado, etc.)
Introducidas recientemente en su diócesis; particularidades propias del rito que más
tarde se llamaría galicano y que ejerció durante varios siglos un vastísimo dominio,
desde Irlanda hasta la Galia, España e Italia del Norte, llegando casi a las mismas
puertas de Roma.

Saber cómo nació este rito, es una cuestión de las más arduas de la historia litúrgica
y no se le ha dado todavía una solución definitiva. De todos modos, tres son las
hipótesis insinuadas por los historiadores, que llamaremos, respectivamente, efesina,
milanesa y romana.

a) La hipótesis efesina.

La más antigua de todas, propuesta antes por Lebrun y más recientemente por un
grupo de escritores ingleses, ve en la liturgia galicana una filiación directa de la liturgia
que estaba en uso en el Asia Menor, y especialmente en Efeso, importada a las Galias
después de la mitad del siglo II por los fundadores de la iglesia de Lyón.

En dicha época existieron, ciertamente, estrechas y frecuentes relaciones entre las


comunidades asiáticas y las Galias, Lyón sobre todo; prueba de esto es el origen
efesino de San Fotino y San Ireneo, obispos de esta ciudad, y la famosa carta de las
iglesias de Viena y Lyón a las de Asia y Frigia que nos ha conservado Eusebio. Pero,
como ha observado muy bien Duchesne, el rito galicano está muy elaborado y, al
mismo tiempo, demasiado bien definido para considerarlo como una creación del siglo
II. Además, en esta época, Lyón era más bien un foco de romanismo que de
orientalismo; baste recordar la gran cuestión de la Pascua, en la cual se encontró de
acuerdo con Roma y en completo desacuerdo con Efeso.

b) Descartada Lyón.

Propuso Duchesne como punto de concentración y de irradiación de los ritos galicanos


la ciudad de Milán Es sabido cómo hacia fines del siglo IV y a forma que prevaleció
en la Italia meridional y en África, pero que no llegó a penetrar en Italia del Norte y
mucho menos en las iglesias transalpinas, en virtud de la cual modificó no pocos de
sus ritos más antiguos. Además, las investigaciones históricas confirman cada vez
más lo que afirmaba ya el papa Inocencio al obispo de Gubbio: que la evangelización
de las iglesias de Occidente partió de Roma; era, pues, natural que de la iglesia madre
recibieran también la liturgia. Si, por lo demás, los ritos galicanos poseen
indudablemente puntos de contacto con los de Oriente, es preciso, sin embargo,
advertir que en muchos otros puntos se diferencian muchísimo, como, por ejemplo,
en la gran variedad de formas eucológicas de la misa y en el comienzo de la
importantísima plegaria que contiene las palabras de la consagración.

c) Romana

El punto débil de esta tercera hipótesis está en la supuesta reforma que transformó
radicalmente la antigua liturgia romana. Si la reforma se verificó en realidad, es muy
extraño que un hecho tan importante no haya dejado ningún rastro en la historia,
porque se trata del cambio no de un rito cualquiera, sino de todo un complejo de ritos
litúrgicos relativos a la misa, al bautismo, a las ordenaciones, y de observancias
disciplinares relacionadas con el ayuno, la penitencia y el ciclo festivo; en suma, se
trata de una verdadera y propia consuctudo ecclesiae. No es cuestión, por lo tanto, de
insistir sobre una hipotética reforma litúrgica en Roma.

Los liturgistas modernos, por el contrario, y nosotros con ellos, al adoptar esta tercera
sentencia proponen de un modo diverso sus pruebas. Es cierto que la liturgia originaria
de los países transalpinos y cisalpinos fue importada de Roma junto con el Evangelio.
En la base, por lo tanto, de las llamadas liturgias galicanas existe un sustrato
fundamental común con la liturgia romana, derivado de ella y resto lejano del núcleo
litúrgico primitivo. Desde este punto de vista podían muy bien pertenecer al tipo
romano y llamarse, como hace Dix, otros tantos dialectos de la liturgia de Roma. Pero
no puede a la vez negarse que en, en determinadas épocas, España, las Galias y
Milán brindan un complejo de observaciones rituales, concordes del todo con las
iglesias orientales, sobre todo con la de Antioquía; y totalmente distintas de la de
Roma.

Así, pues, queriendo dar razón de tal fenómeno y éste decimos nosotros que se
presenta corno un hecho tan complejo, que no puede darse una explicación única para
todos los cambios. Estos no pudieron venir ni todos de un golpe ni todos de un mismo
autor o de un mismo centro de irradiación.

Diversas son, en efecto, las causas que pudieron haber conducido a una lenta y
gradual infiltración de ritos greco-orientales en las liturgias galicanas, que vinieron a
alterar su fisonomía original romana. Esto fue obra de varios obispos de nacionalidad
griega que gobernaron importantes iglesias de Italia, como Milán y Rávena, antes de
la mitad del siglo IV, y de no pocos obispos arríanos orientales, que se infiltraron en
Occidente con su clero, especialmente durante el dominio bizantino; las
peregrinaciones a Tierra Santa, muy frecuentes en los siglos VI y VII; el influjo de la
larga estancia en Oriente de obispos católicos occidentales; la dominación de los
bárbaros ostrogodos, convertidos en Oriente en su mayor parte al arrianismo, hecho
que se dejó sentir en Occidente en la época en que surgieron las diferencias litúrgicas
llamadas galicanas; la influencia de los monasterios fundados por Casiano (435),
discípulo de San Juan Crisóstomo, que llegó a Marsella el año 415 con todo el bagaje
de los ritos monásticos y litúrgicos orientales, ritos que pasaron fácilmente de Marsella
y Lerins a Arles con San Honorato (429) y a Lyón con San Euquerio (455) monjes los
dos de los monasterios de Lerins.

Especialmente en Milán, es cierto que en el tiempo de San Ambrosio su iglesia seguía


substancialmente el rito de Roma. El mismo la afirma expresamente, y es prueba de
ello el hecho, de una importancia capital, pasado por alto por Duchesne, de que el
santo obispo, en su obra De Sacramentis, cita como anáfora de uso milanés gran
parte del arcaico canon romano. Solamente más tarde, durante los siglos VI y VII, la
iglesia de Milán debió de importar no pocos elementos bizantinos; sobre todo cuando,
ausentes sus obispos n durante casi ochenta años, sacerdotes y monjes, huidos del
Oriente por las persecuciones persas e islámicas, se refugiaron en la tierra lombarda
y se encontraron de hecho constituidos en jefes de la iglesia de Milán y ordenadores
de su vida litúrgica. Con todo esto, Milán, a diferencia de las liturgias del otro lado de
los Alpes, se mantuvo siempre fiel al sistema de anáfora de Roma.

Si además se tiene en cuenta la situación Histórica de los siglos V-VIII, se comprende


fácilmente cómo en la convulsión universal de Europa provocada por las invasiones
de los bárbaros es de todo punto improbable derivar de una sola sede, por importante
que fuera, la irradiación de un complejo tan amplio de ritos litúrgicos como son los
galicanos. Milán había perdido entonces gran parte de la supremacía política y
eclesiástica de otros tiempos, mientras Aquileya, puerta del Ilírico; Rávena, sede de
los exarcas; Pavía, capital de les lombardos; Arles, Lyón, Toledo, habían acrecentado
su poderío y eran capaces de transmitir este o aquel rito, transplantado después a
otras regiones, donde pudo desenvolverse con gran variedad según el genio de los
diferentes pueblos. En las Galias, por ejemplo, y en España, el amor a la novedad y a
la pompa literaria era sentido mucho más que en Milán y en Roma.

Finalmente, no debemos creer que todos los ritos galicanos hayan nacido o hayan
sido importados al mismo tiempo. Faltando manuscritos litúrgicos verdaderamente
antiguos, quién puede decir con seguridad qué fórmula o qué ceremonia pertenezca
más bien al siglo V que al VI o al VII. Una exposición bastante ordenada de los ritos
galicanos merovingios se encuentra por vez primera en las cartas atribuidas a San
Germán (576); pero éstas, como dijimos, fueron escritas hacia finales del siglo VII.

Por último, no debe insistirse demasiado en la tenacidad romana. En el siglo II, como
atestigua San Justino, el beso de paz se daba antes del ofertorio; después
desapareció de tal forma, que Inocencio I, dos siglos después, no dudó en llamar
"tradición apostólica" al uso sostenido de cambiarlo antes de la comunión. Dígase lo
mismo de otros muchos ritos, algunos de los cuales provinieron del Oriente.

Las liturgias galicanas son un producto del intercambio sociológico de los valores,
ceremonias y ritos regionales influenciado por la cultura litúrgica del Asia menor. La
Galia, España, los países del Norte y, en parte, también la Italia superior,
abandonadas las auténticas tradiciones litúrgicas latinas por haber estado
prácticamente sin un contacto regular con Roma y expuestas a los influjos de la
civilización bizantina, predominante en Occidente, elaboraron distintamente, según la
índole de los respectivos pueblos, un complejo de elementos romanos, indígenas y
greco-orientales, que condujeron poco a poco a la formación de las llamadas liturgias
galicanas.

Fuentes y textos.

Las fuentes principales son:

a) La carta de Inocencio I a Decencio, obispo de Gubbio, escrita en el año 416.

b) Las tres homilías de Fausto, obispo de Rietz, en Provenza (+ 485), sobre el


símbolo.

c) Las obras de San Cesáreo, obispo de Arles (+ 543), muy ricas en datos litúrgicos.

d) La Regula ad monachos et ad virgines, de Aureliano de Arles (+ 553).

e) La Expositio brevis antiquae liturgiae gallicanae, en dos cartas falsamente


atribuidas a San Germán de París (+ 576). Se ha probado, sin embargo, que son un
pequeño tratado anónimo de finales del siglo VII, en el cual se halla descrita no la
verdadera misa galicana, sino la misa local de una iglesia de la Borgoña, quizá de
Autun. Tienen, por lo tanto, un valor relativo.

f) La obra De cursibus ecclesiasticis, de San Gregorio de Tours (+ 594). Es un manual


litúrgico que contiene una instrucción para determinar el orden de sucesión de los
oficios o lecciones eclesiásticos (cursus ecclesiastici), de la situación y,
especialmente, de la aparición de las constelaciones más importantes.

g) La Expositio symboli, de Venancio Fortunato, y muchas de sus obras poéticas.

Los textos litúrgicos principales conocidos son:

a) El Missale gothicum, de principios del siglo VIII, escrito, como opina Duchesne,
para uso de la iglesia de Autun. Junto con las fórmulas galicanas contiene algún
elemento romano, como una Missa quotidiana romana, mutilada al final.

b) El Missale gallicanum vetus, escrito para la iglesia de Auxerre. Como el anterior,


contiene este sacramentarlo diversas fórmulas romanas. Puede remontarse a finales
del siglo VII y es muy fragmentario.

c) Las Misas, de Mone. F. J. Mone publicó en 1850 una colección de once misas
galicanas, sacadas de un palimpsesto de Reichenau de la primera mitad del siglo VII.
El manuscrito, por una nota puesta al margen, pertenece a Juan II, obispo de
Constanza (760-781). Se trata, según Wilmart, de un libellus missarum que contiene
solamente siete misas, de carácter escuetamente galicano, sin mezcla alguna de
elementos romanos; cada misa tiene dos contestaciones (prefacios), a elección del
celebrante. Es notable también una misa compuesta toda ella en exámetros.

d) Los fragmentos de Peyron, Mai y Bunsen, los dos primeros de los cuales fueron
hallados en la Ambrosiana de Milán y el tercero en San Galo, y algunos otros
recientemente descubiertos.

e) El Leccionario de Luxeuil, del siglo VII, que contiene las tres lecciones (profética,
epístola, evangelio) de cada misa del año litúrgico, comenzando por la Navidad. Es
completamente galicano y, según Morin, debía pertenecer a la iglesia de París. Va
unido a este otro vetusto leccionario galicano de los siglos V-VI, que A. Dold lo ha
descifrado pacientemente de un palimpsesto de Wolfenbvttler. Como el de Luxeuil,
contiene una triple lectura para cada circunstancia litúrgica; más todavía: pone
también la indicación del salmo (gradual) que corresponde cantar.

f) El Benediccionario de Autún-Freising (siglos VIII-IX), conservado en Monaco, que


contiene las fórmulas con las que el obispo, y alguna vez el sacerdote, daba la
bendición antes de la comunión a los fieles según el rito galicano.

g) El Ordo de Angilberto, abad de San Riquier (+ 614), que contiene especialmente la


Semana Santa y las rogativas; fue editado por E. Bishop.

h) El Misal de Bobbio. Pongamos por último este texto en la serie de los textos
galicanos, aunque no todos lo consideren como tal, dado su carácter singular de ser
una fusión muy mal hecha de elementos galicanos y romanos. Comienza, por ejemplo,
con una missa romensis cotidiana, cuyo orden es completamente galicano hasta el
prefacio (colecta, oratio post nomina, ad pacem, etc.); al prefacio, sin embargo,
sucede el canon romano con las partes, se entiende, relativas a los dípticos, que
vienen así a aparecer dos veces en la misa. El misal, que no es, como los anteriores,
un simple sacramentario, sino que recoge textos de diversas clases, proviene de
Bobbio y se remonta, según la opinión más común, al siglo VII.

La Misa Galicana del Siglo VI.

Para dar una idea clara de la misa, como debía celebrarse en las iglesias filiales del
rito galicano durante el período que va del siglo VI al VIII, damos a continuación una
detallada descripción de ella, sirviéndonos de los libros litúrgicos antes mencionados
e insertando debidamente ejemplos de algunos textos para conocer mejor el estilo
prolijo, oratorio, de los formularios galicanos, en neto contraste con la sobria concisión
romana.

La misa comenzaba con un preámbulo imponente de cánticos.


Mientras el obispo con su clero hacía la entrada en el altar, se ejecutaba una antífona
salmódica, seguida del Gloria Patri, análoga al introito del rito romano. En Milán se
llamaba ingressa, y en Toledo, en el rito mozárabe, officium. He aquí el offídum de la
noche de Navidad: Allelluia! Benedictus qui venit, allelluia, in nomine Domini. Allelluia!
Allelluia! Y Deus Dominus et ílluxit nobis." In nomine Domini. y Gloria et honor Patri et
Filio et Spiritui Sancto in saecula saeculorum. Amen. Y In nomine Domini.

Después del saludo del obispo, Dominus sit semper vobiscum, al que respondía el
pueblo Et cum spiritu tuo, seguía el trisagio en griego y en latín. Esta práctica no debía
de ser muy antigua, porque el concilio de Vaison (529) recomendó que se introdujese
en todas las misas. Después, tres niños cantaban al unísono el Kyrie eleison, seguido
del cántico Benedictus a dos coros. Una collectio post prophetiam terminaba esta
parte introductoria. Pongamos, por ejemplo, la de la fiesta de la Circuncisión,
advirtiendo que, según el rito galicano, la colecta era precedida por una alocución a
los fieles, llamada en aquellos libros litúrgicos praefatio.

Praefatio Missae. — Christo Domino nostro, qui pro nobis dignatus est.carne nasci,
lege circumcidi, flumine baptizari, in hac octava nativitatis eius die, qua in se
circumcisionis sacramentum secundum praecepti veteris formara agí voluit,.fratres
carissimi, humiliter depraece.mur ut intra Ecclesiae uterum nos vivantes quotidie
recreatione parturiat. quosque in nobis sua forma, in qua perfecte aetatis plenitudinem
teneamus, appareat. Cordis nostri preputia, quae gentilibus vitiis excreberunt } non
ferro sed spiritu circumcidat; doñee carnali incremento, facinoribus amputatis, hoc
solum in natura nostra faciat vivere; quod sibi et serviré yaleat et placeré. Quod ipse
praestare dignetur qui fum Patre et Spiritu Sancto vivit et regnat.

Collectio Sequitur. — Sánete, omnipotens, aeterne Deus, tu nos convertens vivifica;


quos error gentilitatis involvit, agnitionis tuae munus absolvat; ut acúleo mortis extincto,
aeternis vivificemur oraculis; ut sicut per mfirmitatem carnis servivimus iniustitiae et
iniquitati ita mine, liberati a peccatis, serviamus iustitiae in sanctificatione. Per
Dominum nostrum lesum Christum Filium tuum.

Venían después las lecturas en número de tres: la primera, del Antiguo Testamento;
la segunda, de las epístolas de los apóstoles, reemplazadas en las fiestas de los
santos por la narración de su vida y seguida per el canto intercalado del Benedicite
omnia opera Domini, el cántico de los tres jóvenes en el horno y el responsorio
gradual; la tercera lectura, la del evangelio, era mucho más solemne: una procesión
con siete cirios llevaba el libro santo hasta el ambón, mientras repetía el coro otra vez
el trisagio. Leído el evangelio, volvía la procesión al altar. En este momento el obispo
predicaba la homilía; a falta de él podían predicar los sacerdotes, y si llegaban a faltar
éstos, se autorizaba a un diácono para leer algún sermón de los Santos Padres.
Después del sermón venía la plegaria litánica, entonada por el diácono y contestada
por el pueblo.

Los libros merovingios no nos han conservauo el texto; pero conocemos la del misa
en irlandés de Stowe (siglos VII-VIII), colocada, sin embargo, entre la epístola y el
evangelio, clara traducción de una antigua letanía diaconal. He aquí una prueba:
Dicamus omnes: "Domine, exaudí et miserere, Domine, miserere" ex toto corde et ex
tota mente. Qui respicis super terram et facis eam tremeré. — Oramus te, Domine,
exaudí et miserere. Pro altissima pace et tranquillitate temporum nostrorum. pro
sancta Ecclesia catholica quae a finibus usque ad términos orbis terrae. — Oramus...
Pro pastore nostro episcopo, et ómnibus episcopis, et presbyteris, et diaconis, et omni
clero. — Oramus... Pro hoc loco et ómnibus inhabitantibus in eo, pro piissimis
imperatoribus et omni romano exercitu. — Oramus... Christianum et pacificum nobis
finem concedí a Domino precemur. — Praesta, Domine; praésta...

La letanía diaconal se terminaba con una oración que en el misal gótico lleva el
nombre de collectio post precem. He aquí la de la fiesta de Navidad: Exaudí, Domine,
familiam tibí dicatam et in tuae Ecclesiae gremio in hac hodierna solemnitate nativitatis
tuae congregatam, ut laudes tuas exponat. Tribue captivis redemptionem, caecis
visum, peccantibus remissionem, quia tu venisti ut salvos facías nos. Aspice de cáelo
sancto tuo; et illumina populum tuum quorum animus in te plena devotione confidit,
Salvator mundi. Qui vivís... En este momento se reunían los paganos, los
catecúmenos y los penitentes. La presencia de estos últimos, según la costumbre
bizantina, era tolerada hasta después de la letanía, mientras en el rito latino los
despedía antes.

La misa de los fieles no comenzaba con la ofrenda de los dones, hecha por el pueblo
como en el rito romano. Las oblatas se preparaban con antelación y el diácono las
llevaba solemnemente al altar, teniendo el pan encerrado en una caja turriforme, el
vino en un cáliz y todo cubierto por un precioso velo. Mientras lo transportaba, se
cantaba el Sonus, un canto análogo al Cherubicon bizantino. Colocadas las oblatas
sobre el altar y depositada un poco de agua en el vino, se volvía a cubrir todo con un
gran velo al canto de las laudes, que consistía en un triple Alleluia. El sacerdote rezaba
al mismo tiempo una plegaria análoga llamada praefatio.

Terminado el ofertorio, se leían los dípticos, los de vivos y los de difuntos. Una prueba
de ello nos da la siguiente fórmula de la liturgia mozárabe: Offerunt Deo oblationem
sacerdotes nostri (es decir, los obispos de España), papa Romensis et reliqui, pro se
et omni clero ac plebibus ecclesiae sibimet consignatis vel pro universa fraternitate.
Item offerunt universi presbyteri, diaconi, clerici ac populi circumstantes, in honorem
sanctorum, pro se et pro suis. Offerunt pro se et pro universa fraternitate. Pacientes
commemorationem beatissimorum apostolorum et martyrum, gloriosae sanctae
Mariae Virginis, Zachariae, loannis, Infantum, PetrL Pauli, loannis, lacobi, Andreae,
Philippi, Thomae, Bartholomaei, Matthaei, lacobi, Simonis et ludae, Matthiae, Marci et
Lucae. Et omnium martyrum. ítem pro spiritibus pausantium. Hilarii, Athanasii, Martini,
Ambrosii, Augustini, Fulgentii, Leandri, Isidori, etc. R Et omnium pausantium.

Terminada la lectura de los dípticos, el sacerdote añadía una oración, llamada


exactamente collectio frost nomina. Como ejemplo podemos traer la de Navidad:
Suscipe, quaesumus, Domine lesu omnipotens Deus sacrificium laudis oblatum quod
pro tua hodierna incarnatione a nobis offertur; et per eum sic propitiatus adesto; ut
superstitibus vitam, defunctis réquiem tribuas sempiternam. Nomina quorum sunt
recitatione complexa, scribi iubeas in aeternitate, pro quibus apparuisti in carne,
Salvator mundi, qui cum coaeterno Patre vivís et regnas.

Todos después se daban el beso de paz, mientras el sacerdote recitaba una plegaria
análoga, la collectio post pacem. Omnipotens aeterne Deus, qui hunc diem
incarnationis tuae et partum B. M. Virginis consecrasti; quique discordiam vetustam
per transgresionem ligni veteris cum Angelis et hominibus per incarnationis mysterium,
lapis angularis, iunxisti, da familiae tuae in hac celebritate laetitiae; ut qui, te consortem
in carnis propin quítate laetantur, ad summorum civium unitatem. super quos corpus
evexisti, perducantur; et semetipsos per externa complexa iungantur, ut iurgii non
pateat interruptio; qui, auctore, gaudent in sua natura per carnis venisse contubernium,
quod ipse praestare digneris, qui cum Patre...

La plegaria consecratoria comenzaba con el diálogo tradicional Sursum corda... y


continuaba con una larga fórmula equivalente a nuestro prefacio; en los libros
galicanos se llamaba immolatio o contestatio, y en España, Ulano. He aquí
la imrriolatio del misal gótico para la fiesta de la Circuncisión: Veré aequum et iustum
est; nos tibí gratias agere, teque benedicere, in omni tempore, omnipotens aeterne
Deus, quia in te vivimus, movemur et sumus; nullumque momentum est quo a
beneficiis pietatis tuae vacuum transagamus. His autem diebus. quos variis
solemnitatum causis, salutarium nobis operum tuorum et munerum memoriam
signavit, vel innovante laetitia praeteriti gaudii, vel permanentis boni tempus
agnoscimus. Et propterea exultamus uberius, quia in recens gaudium de venerabilis
gratiae recordatione revivimus.... Per quem maiestatem tuam laudant Angelí, etc.

Seguía a la immolatio el canto del Sanctus, como en todas las liturgias. Después
del Sanctus, el sacerdote recitaba una breve fórmula de transición, que servía para
unirlo con el relato de la consagración, llamada por esto post Sanctus. He aquí el de
la Circuncisión: Veré sanctus, veré benedictus Dominus noster lesus Christus Filius
tuus, qui venit quaerere et salvum faceré quod perierat. Ipse enim, pridie quam
pateretur...

Los libros merovingios no traen el texto de las fórmulas consecratorias, que el


sacerdote debía saberlo de memoria; los ambrosianos, sin embargo, y los mozárabes
lo concluyen con una alusión a la segunda venida de Cristo, según el conocido pasaje
de San Pablo (1 Cor. 11:26), que es característico por su analogía con las liturgias
orientales.

A la doble consagración y a la anamnesis sigue otra fórmula, siempre variable,


llamada post pridie, post secreta, en la cual se desarrolla la idea de la conmemoración
del Señor y la de la transformación eucarística en virtud del Espíritu Santo (epiclesis).
La de la Circuncisión nos ofrece un interesante modelo: Haec nos Domine, instituta et
praecepta retinentes, suppliciter oramus; uti hoc sacrificium suscipere et benedicere
et sanctificare digneris; ut fíat nobis Eucharistia legitima in tuo Filioque tui nomine et
Spiritus Sancti, in transformatione corporis ac sanguinis Domini Dei nostri lesu Christi
unigeniti tui. Per quem omnia creas, creata benedicis, benedicta benedicas et
sanctificata largiris, Deus, qui in Trinitate perfecta vivís et regnas in saecula
saeculorum. Amen.

La fracción del pan, que venía inmediatamente, revistió para algunos una complejidad
que resultaba supersticiosa. Ciertos sacerdotes, en efecto, disponían las partículas en
la patena de forma que venían a formar casi una figura humana. Desde el 558, Pelagio
I, en una carta a San Pablo, obispo de Arles, había ya canonizado esta práctica; pero
en el 567, el concilio de Tours la condenó formalmente y ordenó disponer las partículas
en forma de cruz, a excepción de la que se depositaba en e1 cáliz. Durante esta
ceremonia, que requería cierto tiempo, cantaba el coro un canto antifonal. Terminado
el canto se decía la oración dominical, encuadrada, como en todas las liturgias, por
un breve preámbulo y un embolismo sobre el Libera nos a malo, uno y otro variables
en cada misa. He aquí dos textos de la fiesta de la Circuncisión: Ante orationem
Domini. Omnipotentem sempiternum Dominum deprecemur, ut qui in Domini nostri
lesu Christi circumcisione tribuit totius religionis initium perfectionemque constare, det
nobis in eius portione censeri in quo íotius salutis humanae summa consistit; et
orationem quam nos Dominus noster edocuit, cum fiducia dicere permittat. Pater
noster...

Post orationem Dominicam. Libera nos a malo, omnipotens Deus et praesta; ut incisa
mole facinorum, sola in nos propitiam incrementa virtutum. Per Dominum nostrum.

El Pater lo recitaba no sólo el celebrante, sino también todo el pueblo, según el rito
griego.

Seguía después el rito de la commixtio, con el que se depositaban en el cáliz una o


más partículas consagradas.

En este momento, como preparación a la comunión, a fin de que el misterio de


bendición sea recibido en un cáliz bendecido, el obispo impartía a los presentes la
bendición, después que el diácono los había invitado a inclinarse: Humíllate vos
benedictioni. Las fórmulas usadas por el obispo eran muy prolijas y divididas en
diversos incisos, a cada uno de los cuales contestaban los fieles: Amen. He aquí la de
la fiesta de la Circuncisión: Deus, rerum omnium Rector et Conditor, qui omnia qrie a
te facta sunt maiestate imples, scientia ordinas, pietatei Amen. Respicere dignare hos
popules tuos, qui per nostri benedictionum tuarum dona desiderant. Amen. Reple eos
tuae scientia voluntatis, ut in omnii imperio piae venerationis famulantur officio. Averte
ab his inhonesta et turpia libidundis cundas et noxias corporum voluptates; averte
invidiam tuis beneficiis et bonis ómnibus inimicam. Amen. Ut in omni patientia et
longanimitate crescentes, a te vocati ad Patrem aeterni luminis transeant in regnum
hereditariae charitatis. Amen. Quos ipse praestare digneris, qui cuín Patre et Spiritu
Sancto vivís et regnas in saecula saeculorum. Amen. Como regla, estaban estas
bendiciones reservadas al obispo; más tarde se concedió también a los sacerdotes,
quienes, sin embargo, debían usar una breve fórmula, que nos ha sido conservada en
los libros irlandeses y ambrosianos: Pax et communicatio Domini nostri lesu Christi sit
semper úobiscum. El rito de la bendición gozaba de una gran simpatía entre el pueblo,
y aun después de la abolición de la liturgia galicana se mantuvo largo tiempo en el rito
de las iglesias francesas y en otros lugares.

La comunión, lo mismo en las Galias como en Milán, se recibía en el altar: los


hombres, sobre la mano desnuda; las mujeres, cubierta por un pañuelo
llamado dominicale; un diácono presentaba después a cada uno el cáliz con la
preciosísima sangre. Durante la comunión se cantaba antifonalmente un salmo, quizá
el tercero. El Pseudo Germano lo llama tricanon. La oración de acción de
gracias post communionem se hallaba precedida de un breve prefacio dirigido a los
fieles, del que traemos como ejemplo el de la Circuncisión: Refectispiritalicibo et
caelesti póculo reparati, omnipotentem Deum, fratres carissimi. deprecemur; ut, qui
nos corporis sui participatione et sanguinis effusione redemit, in réquiem sempiternam
iubeat conlocare. Per Dominum nostrum lesum Christum Filium suum. Collectio
sequitur! Misericordiam tuam, Domine, supplices exoramus, ut hoc tuum sacramentum
non sit nobis reatus ad poenam, sed fiat intercessio salutaris ad veniam. Quod ipse
praestare digneris...

La misa terminaba con una fórmula de gozo. El Misal de Stowe trae ésta: Missa acta
est. In pace! Sabemos por San Cesáreo que la misa se celebraba generalmente
después de tercia y duraba lo máximo un par de horas.

Decadencia de este rito.


La decadencia del rito galicano se vio motivada por la amplísima variedad ritual, ante
la ausencia de un obispo y de una sede que centralizara la ordenación de la liturgia.
Para intentar solucionar este problema, se convocaron varios concilios a nivel
provincial con el fin de conseguir una mayor unidad, que no obstante no evitaron su
disolución.
A su vez, los Papas buscaron una mayor unidad litúrgica en torno al rito romano. Así,
se aprecia una fuerte romanización en los libros litúrgicos galicanos que hoy
conocemos: Missale Gallicanum vetus, Missale Gothicum, Missale Francorum.
El proceso de romanización se culminó durante el reinado de los reyes de la dinastía
carolingia: De esta forma, Pipino el Breve comenzó introduciendo el canto
gregoriano en la liturgia galicana, para incorporar posteriormente el Sacramentario
Gregoriano. Finalmente, Carlomagno consumó la obra de su padre con facilidad.

Características principales1
El rito galicano tiene cuatro peculiaridades, que son:
1. Nunca llegó a realizar una labor de decodificación uniforme de sus libros litúrgicos,
sino que se limito a ser un complejo de actividades locales distintas sin una
verdadera coordinación entre ellas.

1
Abad Ibáñez. Pág. 41.
2. La plegaria eucarística, incluye elementos variables tanto preconsecratorios como
posconsecratorios, pero sin estar articulados entre si

3. En el Ritual Pontifical las plegarias de bendición van precedidas de una monición


que adelanta sus contenidos.

4. Posee tendencia literaria de integrar composiciones expresiones o frases


procedentes de testimonios antiquísimos.
Introducción

se llama liturgia Galicana a la formada en el sur de las Galias, probablemente a partir


de los comienzos del siglo IV y extendida por la implantación del rito romano en todo
el Imperio Franco, en tiempos de Carlomagno, de donde surgiría la liturgia romana-
franca, resultante de la fusión de los elementos merovingios y romanos.2
Aunque los comienzos de esta liturgia resulten todavía muy oscuros para los
historiadores, parece lo más probable que «en la base existe un sustrato fundamental
con la liturgia romana, derivado de ella y resto lejano del núcleo litúrgico primitivo»
(M. Righetti, Historia de la Liturgia, I, Madrid 1955, 140). Pero muy variados factores
determinan poco a poco su diferenciación. Por una parte, la situación política en que
se encontraron aquellas poblaciones gálico-romanas durante la dominación de los
francos (v.), sin apenas contacto con la antigua metrópoli; y más tarde el empuje
dado al cristianismo por los reyes cristianos de la dinastía merovingia, no exento de
ciertos tintes nacionalistas. Por otra parte, en este s. v se fue acentuando la
revolución cultural iniciada ya en el siglo anterior, con los continuos viajes, las
peregrinaciones a Tierra Santa, el intercambio de obispos y monjes, occidentales
unos, que permanecían por largo tiempo en Oriente admirando y aprendiendo entre
otras cosas el esplendoroso culto de aquellas iglesias; orientales otros, que venían
a establecerse en Occidente y trataban de incorporar a la liturgia occidental cuanto
de bueno y edificante habían vivido en sus iglesias de Oriente
La liturgia galicana no duró mucho; llevaba dentro de sí aquellos elementos
disgregadores que la arrastrarían a su disolución. Si el rito milanés ambrosiano logró
sobrevivir a la romanización del culto, se debió en buena parte a la autoridad y
prestigio de la sede metropolitana, y a la veneración por el que creían entonces
fundador de este rito, S. Ambrosio. Pero en la Galia merovingia reinó una amplísima
libertad, que llevó la variedad ritual demasiado lejos, hasta convertirse en pura
anarquía. Faltaba la autoridad de un Obispo y de una sede que centralizara de algún
modo la ordenación de la liturgia, y ni los esfuerzos realizados por los concilios
provinciales de la época en pro de una mayor unidad consiguieron su intento.

2
Abad Ibáñez. Pág. 40
BIBLIOGRAFÍA

LIBROS DE TEXTO:

IBÁÑEZ, J. A. (1996). LA CELEBRACION DEL MISTERIO CRISTIANO. PAMPLONA:


EUNSA.

PÁGINAS WEB:

MERCABA. (19 de ABRIL de 2018). Obtenido de


http://www.mercaba.org/Rialp/G/galicano_rito.htm
MERCABA. (20 de ABRIL de 2018). Obtenido de
http://www.mercaba.org/LITURGIA/Righetti/02-
01_grandes_familias_liturgicas.htm

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