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Emeregencia, modos de problematización y gobierno

de la in/seguridad en la argentina neoliberal

Victoria Rangugni
PECOS - IIGG - Universidad de Buenos Aires

Presentación

El problema que recibe el nombre de ‘in/ que la in/seguridad aparece como problema
seguridad’ aparece como tal en el contex- en Argentina, los recortes que se registran en
to argentino en la década de 1990. Desde este proceso de problematización y la articu-
mediados de esa década el tema domina la lación de estos fenómenos con la emergencia
agenda política y no sólo de las áreas ligadas y consolidación del neoliberalismo. Es preciso
al control del delito. Por otra parte, los medios indagar ese movimiento porque involucra no
masivos de comunicación han hecho de este sólo cuestiones relativas a la agenda pública
tema una de las mercancías más redituables sino al modo en que se redefinió la estructura
de sus exiguos catálogos. social en nuestro país y a los modos en que
La aparición de este problema no es exclu- los sujetos (se) piensan y actúan, individual y
siva de la Argentina y, al igual que en otros colectivamente produciendo, dando soporte,
contextos, suele afirmarse que es consecuen- confrontando, dichos cambios.
cia directa de un dato esquivo: ‘el incremento La centralidad de temas tales como la po-
del delito y la violencia’ (así, a secas, sin que breza, la educación, la salud, el trabajo como
se sepa a qué delitos y a qué violencias se está formas de interpelación masiva a diferentes
haciendo referencia). Junto a esta imprecisión, sectores fueron desplazados por el problema
aparece, sin embargo, un marcado consenso: de la in/seguridad a partir de los años 90.
hay que hacer algo rápidamente, más allá de Sin embargo, este problema que opaca al
los posicionamientos políticos. Este consenso resto es escasamente definido y fuertemente
es en sí mismo un interesante punto de partida asociado con algunos delitos callejeros, con
para analizar el modo en que se viene cons- la pobreza, y con la supuesta incapacidad del
truyendo el problema de la in/seguridad en el sistema penal para controlarlos. Creemos
marco del neoliberalismo como racionalidad que la construcción del problema de la in/
política que se instala y redefine las formas seguridad en torno a estos ejes no describe una
de pensar y actuar. Por ello, en estas líneas ‘realidad’ pre-dada sino que es un importante
se intentará reflexionar sobre los modos en promotor de determinadas formas de ver, pen-
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sar y actuar. Concretamente, creemos que los Consideramos que el problema de la in/
modos en que el problema de la in/seguridad seguridad se erige desde los años 90 como
es planteado construye relaciones altamente una herramienta privilegiada de gobierno del
desiguales, amplia la fragmentación social, y neoliberalismo en tanto instala la lógica em-
sobrevulnera a los sectores más empobrecidos presarial como forma de ‘gestión’ de la vida
frente a las nuevas formas de organización y de las relaciones sociales (Foucault, 2007);
económico-sociales que se consolidan en naturaliza la fragmentación social; y promue-
Argentina en la década del ‘90. ve el descrédito de lo político como campo de
Por ello, en estas páginas intentaremos transformación del orden social.
invertir ese postulado que ubica a la in/ Se intentará analizar, entonces, la aparición
seguridad como consecuencia de la pobreza de la in/seguridad como problema prioritario y
y la desigualdad; planteando que los modos las transformaciones de las políticas desplega-
en que es construido el problema de la in/ das al respecto en los años ‘90 y primeros años
seguridad desde los 90 es un motor importante de esta década, prestando particular atención
de la emergencia y consolidación del neo- a la emergencia de las políticas de prevención
liberalismo como racionalidad política que extra-penal del delito y a la exacerbación de
logra estructurar nuestras formas de pensar la violencia del sistema penal como formas
y actuar, cristalizando relaciones altamente predominantes de gobierno del delito y la
desiguales. seguridad.

Construcción y recorte del problema de la in/seguridad

La asimilación entre política criminal y consecuencias– que no conforman el universo


política de seguridad, sobre la que reflexiona de los ‘delitos callejeros’ o ‘comunes’. Un
Baratta (1998), parte de un recorte –erróneo conjunto amplio de conductas contempladas
pero no ingenuo– que tiende a presentar el por la legislación penal, que causan daños
problema de la seguridad como el problema socialmente relevantes –para ser obvios:
del ‘delito’, limitando la idea de ‘delito’ a la violencia de género, la malversación de
ciertos delitos contra la propiedad y contra fondos públicos, el enriquecimiento ilícito,
las personas. los delitos de tránsito, y una larga lista de
Definir ‘política criminal’ es complejo y problemas– no suelen incluirse en la agenda
su incumbencia responde siempre a amplios de las políticas criminales. Conductas como
márgenes de valoración de los actores que las mencionadas forman parte del inmenso
la ponen en marcha. Sin embargo, su fina- acervo técnico penal al ser definidas como
lidad declarada siempre estuvo vinculada a delito, pero no son incluidas en ningún tipo de
controlar la criminalidad, es decir: reducir el discusión en torno a la ‘criminalidad’ (ni a la
número de infracciones a la ley penal y, en ‘seguridad’), cuando queda claro que vulneran
algunos casos, puede extender su campo de la seguridad de las personas. (Pegoraro, 2003;
acción hacia el control de las consecuencias Daroqui, 2003; Varela, 2004).
del delito (Baratta, 1998). Desde luego que la Ese sesgo de la política criminal se ampli-
política criminal también suele operar sobre fica cuando ‘la política de seguridad’ toma
un recorte específico que suele dejar fuera de como propio sólo ‘el problema del delito’ ya
su órbita el abordaje de aquellos delitos –y sus recortado por la política criminal. Es decir, que
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deja fuera una serie de conductas delictivas espacio común, pueden sentirse protegidas en
que constituyen claras fuentes de inseguridad virtud del reconocimiento y ejercicio de sus
de personas y colectivos. Cabe preguntarse, derechos. Más bien, la apelación a un espacio
en este sentido, qué es lo que permite que in/ seguro remite a la imagen de lugares de uso
seguridad y delito urbano se hayan asociado público –aunque puedan ser de administración
de manera tan acabada como para no permitir privada– hiper vigilados, en los que un escaso
incluir en el problema de la ‘in/seguridad’, número de delitos que afectan la propiedad
temas tales como violencia de género, segu- no tengan posibilidad de ocurrir. Los delitos
ridad vial, delitos fiscales, contaminación, por ocurridos en el ámbito doméstico, los delitos
mencionar sólo algunas de las cuestiones que de tránsito, los vinculados al mundo econó-
atentan contra la integridad física y psíquica mico, la violencia intermitente del Estado, la
de las personas con una frecuencia posible- violencia contra las mujeres, no forman parte
mente mayor que la de los denominados de la problematización de la in/seguridad.
delitos urbanos. Por lo tanto, se intentará no analizar ‘el
De todos modos, no deberíamos pensar problema de la seguridad’ con los mismos
que los únicos responsables de este recorte elementos que ese problema propone. No se
en la problematización de la in/seguridad trata de limitarse a ver cuánto creció el índice
son aquellos agentes que tienen a su cargo de delitos callejeros, o de indagar sobre la
el diseño y ejecución de las políticas men- ‘incapacidad’ de las fuerzas policiales para
cionadas; tampoco los medios de comunica- reducir la inseguridad. Las ciencias sociales
ción, aunque tengan un papel relevante. Las no pueden limitarse a explicar la emergencia
contiendas electorales, el campo académico, y desarrollo de un fenómeno dentro de los
ciertos nuevos ‘saberes expertos’, organismos límites y con las herramientas de eso que se
internacionales y organismos no gubernamen- propone analizar. Por tanto, será preciso ‘salir’
tales locales –agentes con creciente injerencia del problema y no sólo tratar de responder:
desde los años 90– han contribuido de manera ‘¿por qué suben los robos?’, o ‘¿que rela-
importante a la construcción del problema en ción hay entre aumento del delito y aumento
estos términos. de la pobreza? Es preciso poner en cuestión
Así, la apelación a un ‘vivir seguros’ no también esas preguntas, en tanto forman parte
trae consigo nunca la imagen de una situación del mismo proceso de objetivación que se
en la que todas las personas que habitan un pretende analizar.

In/seguridad: el dato y la sensación

Para tratar de desandar aquello que viene La noción de inseguridad objetiva remite a
designado con el nombre de ‘inseguridad’ los delitos ocurridos y denunciados; es decir,
hay que abordar el problema a partir de las que además de producirse se ‘visibilizan’ y
‘dimensiones’ que propone: la inseguridad conforman el universo de delitos registrados.
objetiva y la inseguridad subjetiva. Estos dos Esto no implica, obviamente, que la insegu-
elementos parecen presentar una especificidad ridad objetiva refiera a la ‘criminalidad real’,
y una complejidad irreductibles que muchas o al ‘delito efectivamente ocurrido’ ya que,
veces sólo es titulada. como se sabe, la gran mayoría de los delitos
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no son denunciados y, en algunos casos, ni si- ‘que hablan por sí solos’ resultó ser una he-
quiera son percibidos como tales (por ejemplo rramienta que no iluminó el problema aunque
la violencia doméstica). Por tanto, al hablar contribuyera a presentarlo como una cuestión
de la inseguridad ‘en términos objetivos’ debe más técnica que política, en sintonía con la
siempre tenerse en cuenta que se habla de argumentación neoliberal que promueve la
determinados delitos que, a su vez, han sido ‘despolitización’ de los temas relevantes de
denunciados (Sozzo, 2003). la vida pública.
La noción de inseguridad subjetiva remite, El argumento: ‘los números hablan por si
en cambio, a la ‘sensación de inseguridad’, el solos’ se esgrimió con frecuencia a la hora de
temor experimentado por los sujetos frente al hablar de in/seguridad y si bien no hace falta
delito, esté o no asociado a un riesgo efectivo desmentir la autonomía parlante de los núme-
de victimización. La expresión fear of crime ros, es bueno recordar que aquello que dicen
(miedo al delito) aparece de la mano de la los números nunca es un reflejo de ‘lo real’.
criminología británica y ha ganado terreno en Tal como afirma Máximo Sozzo (2008a), la
las últimas décadas como área de indagación información cuantificada sobre el delito puede
relevante a la hora de pensar políticas de se- ser precisa al mostrar parte de un fenómeno,
guridad. Desde distintos ámbitos, incluso se pero al mismo tiempo oculta otra. Si bien los
sostiene que la cuestión de la ‘sensación de números pueden mostrar un ‘cuadro’ de la
inseguridad’ puede llegar a ser un problema situación (jugando con la metáfora que cita
mayor que la presencia real de ciertos delitos Sozzo), muestran uno entre los varios ‘cua-
(Kessler, 2007). dros’ posibles. Por tanto, recortan algo para
Las investigaciones sobre el miedo al delito mostrarlo y omiten –deliberadamente o no– lo
muestran con claridad en diferentes contextos que quedó fuera del recorte.
culturales que las dos dimensiones del proble- En este sentido, el uso de ‘los números’ se
ma –objetiva y subjetiva– no se mueven a la convirtió en pieza importante de los modos
par. Hay delitos que, conforme a dinámicas de problematizar la in/seguridad, ‘enfocando’
que no tienen que ver con el índice de ocurren- siempre el delito de los más débiles, mientras
cia (por ejemplo, los delitos de tránsito), no se ignora el delito de los poderosos. Las ‘cien-
generan temor ni cambios de conducta; otros, cias de la conducta’ perdieron gran parte de
en cambio, generan temor y modificación de su ‘autoridad’ a la hora de ‘explicar’ el delito.
conductas más allá de su efectiva ocurrencia Esos regimenes de verdad han mutado de
o de la experiencia de los sujetos en relación manera acelerada en los últimos veinte años,
a ese delito (el secuestro extorsivo). cediendo terreno a la ‘incuestionabilidad del
Durante la década del 90 en Argentina se dato duro’.
fueron constituyendo como problemas rele- Ahora bien, la información cuantitativa
vantes estas dos dimensiones de la in/seguri- sobre el delito (genéricamente hablando)
dad consolidándose como tópicos ineludibles está, casi exclusivamente, conformada por
de las agendas más diversas. A su vez en torno estadísticas oficiales, ya que son producidas
a dichos tópicos se vislumbro una creciente por agencias estatales a partir de las denuncias
tecnificación de los discursos –expertos y no realizadas. Las fuentes más destacadas de esta
tanto–, apelando a la estadística para encon- producción son las estadísticas policiales y las
trar un fundamento que, en la mayoría de estadísticas judiciales, tanto para el ámbito
los casos, era cuanto menos discutible. Sin nacional como para los provinciales, aunque
embargo, la utilización de ciertos números con diferentes modalidades y recaudos. Sin
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embargo, estos ámbitos de producción de de delito, con la víctima, con la expectativa


información cuantitativa parten de los hechos respecto al resultado de una denuncia, etc.
que llegan a su conocimiento, es decir a la po- Así, las tasas de denuncia no necesariamente
licía y a las fiscalías y/o juzgados. Esto quiere guardan relación estadística con los de delitos
decir que las ‘estadísticas oficiales’ se basan ocurridos, gravedad, distribución por sexo,
en los delitos denunciados y/o judicializados edad, lugar de ocurrencia, etc.1
y, por tanto, no incluyen delitos ocurridos Es preciso considerar también que si preten-
pero no denunciados; esos delitos ocurridos demos acercarnos a la ‘criminalidad aparente’
pero no denunciados, tal como lo define la en el caso argentino, las formas en que los datos
literatura especializada, conforman la ‘cifra son relevados carecen, aún hoy, de patrones
oscura’ o ‘cifra negra’ de la ‘criminalidad’. Al homogéneos para las distintas jurisdicciones
construirse información cuantitativa a partir policiales y judiciales, de modo que, además
de instancias abocadas a la persecución del de los problemas de cada una de las fuentes,
delito, es lógico que sólo se registren los casos se hace muchas veces imposible trabajarlas
que llegan al ‘mostrador’ del sistema penal. a nivel nacional. Finalmente, no olvidar que
Esto refleja la enorme diferencia entre creer las estadísticas policiales en Argentina fueron
que las estadísticas oficiales muestran el ‘deli- utilizadas con diversos fines; por ejemplo ha
to real’, por un lado, y, por otro, saber que sólo sido un mecanismo de evaluación de la eficacia
muestran los delitos que llegan a denunciarse policial y de los intentos de ‘recuperación de
y pasan el filtro de las representaciones socia- la confianza de la ciudadanía’. Esto ha hecho
les frente al delito y el de la agencia policial de esos números un campo de manipulación
y/o judicial que los procesa. importante que atenta, más aún, contra la con-
Por otra parte, la estadística oficial no ne- fiabilidad de los datos (Sozzo; 2008a).
cesariamente representa proporcionalmente Teniendo en cuenta que los elementos men-
el total de delitos ocurridos. Los delitos de- cionados son considerados aquí constitutivos
nunciados no son ‘una fracción’ de los delitos del problema de la in/seguridad y no como
que efectivamente tuvieron lugar. No necesa- ‘limitaciones’ para conocer el problema, po-
riamente la estadística oficial tiene la misma demos revisar someramente aquello que los
distribución de delitos que la ‘criminalidad números dicen. Así, vemos que varios de los
real’. En tanto los niveles de denuncia de los delitos que están en el centro de la problemati-
diversos delitos varían por múltiples motivos, zación de la in/seguridad como tema prioritario
que en ocasiones tienen que ver con el tipo de la agenda de los últimos años, han regis-

1
Incluso en delitos con altos niveles de denuncia, por Como se sabe, los robos de autos muestran también altos
tanto con bajo subregistro, la información puede resultar niveles de denuncia ya que las compañías aseguradoras
limitada. Por ejemplo, si bien suele decirse que el homi- requieren de la denuncia para el cobro de las sumas
cidio tiene altos niveles de registro tanto por la gravedad aseguradas, mientras que los robos de bicicleta son
atribuida al hecho como por la dificultad para encubrirlo escasamente denunciados. Esto no permite, sin embargo,
en la mayoría de los casos, no hay datos oficiales sobre afirmar que hay más robos de autos que de bicicletas.
la cantidad de homicidios producidos como consecuen- Del mismo modo, los delitos sexuales producidos en
cia de la violencia de género, a pesar del impacto que el ámbito doméstico o laboral –cuando el victimario
suelen tener los reiterados hechos de este tipo. Esto es familiar o conocido de la victima, como ocurre
quiere decir que incluso cuando hay un registro alto de regularmente en este tipo de delitos– son escasamente
ciertos hechos, no hay un ‘cuadro’ preciso a partir del denunciados y no son tenidos en cuenta a la hora de
número relevado. ‘hacer hablar a los números’ de la inseguridad.
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trado un incremento notable. Efectivamente, Ya desde los ‘70 la victimología buscó su-
las estadísticas policiales muestran que en el perar los baches de la estadística oficial sobre
período 1990-2001 se registró un incremento el delito y así visibilizar la “cifra oscura” y
del 83% del total de delitos denunciados; encontraron un fuerte fundamento al propo-
incremento que en la Provincia de Buenos ner recuperar a la víctima como actor clave
Aires fue del 115% y en la Ciudad de Buenos tanto del proceso penal como de la discusión
Aires del 224%. En tanto algunos delitos sobre política criminal. Estas encuestas bus-
contra la propiedad son los más denunciados, caron desde su inicio, en EEUU hace más de
representando alrededor del 80%, marcan la treinta años, estimar riesgos diferenciales de
tendencia: así bajo el título ‘delitos contra la victimización (según edad, género, nivel de
propiedad’ se releva un incremento del 69% ingresos, lugar de residencia, etc.). Más tarde,
a nivel nacional; del 122% en la Provincia de le dieron un lugar relevante a la sensación de
Buenos Aires; y del 139% en la Ciudad de inseguridad y comenzaron a indagar sobre las
Buenos Aires; siempre para el período 1990- representaciones sociales respecto del delito,
2001, según datos de la Dirección Nacional el miedo al delito, la modificación de com-
de Política Criminal. portamientos orientada a evitar delitos y las
El incremento de los delitos contra la pro- opiniones sobre las políticas públicas frente
piedad, sin embargo, no estuvo acompañado al problema de la seguridad (Varela; 2004).
–siempre según las estadísticas oficiales- por De todos modos, recién en los años noventa
un incremento de la tasa de homicidios. Esto se extendió su utilización y en Argentina ga-
resulta interesante porque desmiente uno de naron terreno recién en la segunda mitad de
los argumentos más reiterados en torno al la década.2 Concretamente, en nuestro país, la
problema de la in/seguridad: la insistencia en primera encuesta de victimización la realizó el
que el homicidio en ocasión de robo es mo- Ministerio de Justicia de la Nación en 1996,
neda cotidiana. Las estadísticas de la DNPC aunque no fue una encuesta de carácter nacio-
muestran que no hay variaciones significativas nal. Desde entonces las ha repetido en diver-
en el periodo 1990-2001; la tasa de homicidios sos centros urbanos. El gobierno de la Ciudad
dolosos cada 100.000 habitantes para todo el de Buenos Aires realiza su propia encuesta por
país, fue de 8 en 1990; registra una suba im- primera vez en 2006 (GCBA, 2007).
portante en 1997 con 9,02; y cierra el período Al igual que las estadísticas policiales y
con 8,41. Esto implica que Argentina tiene judiciales, las encuestas de victimización
una de las tasas de homicidios más bajas de mantienen ciertos recortes sobre el problema
Latinoamérica. Sin embargo, resulta evidente que buscan dimensionar, especialmente por su
que la sensación de inseguridad no se mueve énfasis en ciertos delitos contra la propiedad
de acuerdo a esa ‘realidad’ que muestran los que, como se dijo antes, se ubican en el centro
números. Nuestro país registra una de las más del ‘problema de la in/seguridad’ tal como
altas de inseguridad subjetiva de la región éste viene construido. Como plantea Kessler,
(LTBD, 2006; Kessler, 2007). las encuestas de victimización se orientan
Justamente las limitaciones de las estadísti- casi exclusivamente a los pequeños delitos
cas oficiales para medir el delito ‘real’ y para callejeros, no indagan sobre delitos de cuello
conocer la dimensión subjetiva del fenómeno, blanco, contaminación, homicidios o lesio-
favorecieron la incorporación de las encuestas nes culposas por delitos de tránsito o fraude
de victimización como forma de ‘dimensio- fiscal (Kessler, 2007); abundan en preguntas
nar’ la in/seguridad (objetiva y subjetiva). sobre delitos contra la propiedad (vivienda,
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auto, robo con arma, etc.), y desatienden 6,8%. En el Conurbano ese delito registró
completamente otros tipos de victimización menores índices de victimización: 7,5% en
(preguntando en términos generales: ‘¿fue 1997; 6,1% en 1998; 5,9% en 1999; 4,5% en
víctima de otros delitos?’).3 2000 y también en 2001.
En la Ciudad de Buenos Aires, entre 1997- Como se mencionó, los niveles de victi-
2001, las encuestas de victimización realiza- mización guardan una distancia considerable
das mostraron que entre el 37% y el 42% de respecto a la sensación de inseguridad que
los encuestados (o del grupo familiar con el registran las encuestas. Los niveles de miedo
que convive el encuestado) fue víctimas de al delito son extremadamente altos tanto para
delito. Los porcentajes, que son elevados, la Ciudad de Buenos Aires como para el Co-
muestran escasa variación, siendo del 42% nurbano Bonaerense. Tomando los índices de
en 1997; 39% en 1998; 37% en 1999; y 40% victimización recién mencionados, sorprende
tanto para 2000 como para 2001. Es impor- que para el período 1997-2001, entre el 83% y
tante remarcar que estas encuestas indagan el 88% de los encuestados afirme que es alta
sobre experiencias de victimización de la la probabilidad de ser víctima de un delito en
persona encuestada y del grupo familiar con el los 30 días posteriores a la toma de la encuesta
que convive. La información luego se brinda (GCBA; 2007).
sin diferenciar quién de ellos fue víctima de El miedo a ser víctima de un delito está
delito. Esta aclaración es importante porque fuertemente concentrado en los delitos calle-
suele decirse, por ejemplo, que en 1997 el jeros, y está mucho más generalizado que la
42% de los encuestados fue víctima de delito, experiencia efectiva de haberlo padecido. Esa
cuando en realidad ese dato indica que el 42% percepción está usualmente acompañada por
de los encuestados declaró que ellos o alguno una fuerte asociación entre delito y pobreza
de sus familiares fue víctima de algún delito que identifica a los habitantes de barrios mar-
(Guemureman, 2002). ginados como una amenaza. En este sentido
Al indagar sobre delitos específicos las podemos pensar que el miedo al delito tal
encuestas de victimización muestran que en como se manifiesta alimenta procesos más
la Ciudad de Buenos Aires el 5,8% de los complejos de rechazo a la exclusión social:
encuestados sufrió un robo con armas en por eso es importante recordar que durante
1997; el 6,2% en 1998; el 6,9% en 1999; el los ‘90 la estructura social en Argentina sufrió
5,9% en 2000 y 2001. Los porcentajes son enormes transformaciones (Torrado; 2007),
superiores en el Conurbano Bonaerense que esos cambios fueron acompañados por pro-
muestra, para el mismo delito y el mismo cesos de naturalización de la desigualdad y
período un porcentaje de victimización del la fragmentación social. La criminalización
7,8% en 1997; 9,4% en 1998; 10,9% en 1999; de la pobreza fue un elemento central de esos
9,2% en 2000 y 8,8% en 2001. Respecto al procesos de naturalización, permitiendo per-
porcentaje de víctimas de hurto: en la Ciudad cibir a los sectores más empobrecidos como
de Buenos Aires, en 1997 el 12,9% sufrió poblaciones peligrosas, amenazantes. Ante
ese delito; en 1998 el 11,8%; en 1999 cayó esa ‘amenaza’ se estructuran respuestas que no
al 6,8%; en 2000 fue del 7,6% y en 2001 del apuntan a la dilución de esa desigualdad sino

2
España las aplica desde 1995, Nueva Zelanda desde 3
Para un análisis detallado de las distintas ondas realizadas
1996, e Italia desde 1998 (Sozzo, 2008a). por la DNPC ver (Guemureman, 2002; Sozzo, 2008a)
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a una ‘gestión’ que permita la neutralización respuestas ‘novedosas’. De esas ‘respuestas’


del ‘peligro que comporta’. hablaremos en las siguientes líneas sostenien-
Esta combinación imprecisa entre temor do que uno de sus efectos más importantes
y delito callejero agota muchas veces las no es el aumento de los niveles de seguridad
explicaciones sobre el problema de la in/ sino la profundización de los procesos de
seguridad y se erige en fundamento de las exclusión que el neoliberalismo instala en
demandas de seguridad y de la necesidad de nuestro país.

Gobierno de la ‘in/seguridad’ en el marco del neoliberalismo

Los modos de pensar y gobernar la ‘in/ Sin embargo, la privación de libertad como
seguridad’ se han modificado sustancialmente forma privilegiada de castigo atraviesa una
en los últimos años y es preciso vincular esos crisis de legitimdad evidente. Desde argumen-
cambios a los que produjo la avanzada neo- tos de derecha como de izquierda la capacidad
liberal ya que forman parte de un desarrollo de la cárcel como forma idónea de gestión del
conjunto. Las formas en que se piensa el delito delito ha sido denunciada: su ineficacia, su
y se lo aborda están estrechamente ligadas a elevado costo, su inhumanidad, su violencia,
los modos en que el neoliberalismo define su sinrazón. Desde uno u otro ángulo se ha
y construye un tipo de Estado, de relación coincidido en que no cumple con sus objetivos
económica, política y social, en tanto esas manifiestos.
series forman parte de un mismo proceso Este ‘fracaso’ de lo que podríamos llamar
(Rangugni, 2004). hoy una política tradicional de gestión del
La política criminal se ha caracterizado por la delito es mencionado como la causa de la
centralidad de la pena como forma de gobierno transformación de las políticas del área. El
de aquellos delitos que buscaban controlarse. argumento recurrente es más o menos el
Esto quiere decir que se ha buscado ‘gestionar’ siguiente: al fracasar las herramientas cono-
los delitos considerados intolerables a través cidas, debe apelarse a nuevas medidas que
de intervenciones reactivas, que se ponen en reemplacen o complementen las medidas
marcha una vez ocurrido el delito. El fracaso ‘tradicionales’.
de las herramientas penales en la consecución Estas nuevas medidas se diferencian de las
de los objetivos declarados hoy no se discute; intervenciones ‘reactivas’, siempre poste-
tampoco quedan dudas de la capacidad de las riores al delito, en tanto promueven formas
herramientas penales de gestionar diferencial- ‘proactivas’, anteriores a la comisión del
mente los ilegalismos (Foucault; 1992), esto delito; poniendo el énfasis en ingerencias
quiere decir que han estado siempre enfocadas extra-penales orientadas prioritariamente a
al delito de los más débiles e indiferentes res- la prevención del delito, a evitar que el delito
pecto al delito de los poderosos. ocurra4: aquello que en algunos contextos se

4
Tal como se dijo las medidas punitivas han sido ex-ante, y aquellas que aparecen una vez que éste ha
justificadas también en términos de prevención, en sus sido cometido, ex-post (Sozzo, 1999) aunque busquen
versiones general y especial. Insistimos, entonces, en evitar futuros delitos.
la distinción entre intervenciones anteriores al delito,
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conoce como ‘nueva prevención’, y que al- El escenario argentino muestra con nitidez
gunos autores prefieren llamar criminologías estas transformaciones. Durante los años
del self (Garland, 2005). ‘90, con mayor claridad en la segunda mitad
Lo central de estas medidas de ‘prevención’ de la década, se conformó un heterogéneo,
es que, por un lado, no se motorizan a partir pero nítido, polo ‘proactivo’, ex-ante, de
de un delito ocurrido y por otro no son las la(s) política(s) de control del delito urbano.
agencias del sistema penal las protagonis- Sin embargo, contradiciendo pronósticos es-
tas de su diseño e implementación (aunque pecializados, ello no implicó la más mínima
puedan participar en ellas, como en el caso retracción del modelo reactivo, punitivo, sino
de la policía). su sostenido incremento.
En los últimos quince años se manifiestan La constitución de una ‘agenda mixta’
una serie de cambios de enorme magnitud en (Crawford, 1998) de la política de control
este campo (Feeley y Simon, 1995; O’Malley, del delito marca una polarización entre dos
2005). A nivel general se destaca una clara modelos claramente diferenciables, al menos
‘bifurcación’ o ‘polarización’ de la política analíticamente: el modelo preventivo cuya
de gestión del delito. De un lado las políti- característica es la centralidad de las herra-
cas penales ‘tradicionales’; de otro la nueva mientas extra-penales de gestión del delito,
prevención. y la exacerbación del modelo punitivo que,
Esta bifurcación no debe ser leída como a través del sistema penal persigue, detiene,
consecuencia de la crisis del sistema penal, encarcela a algunos autores de delito y –a
sino que debe ser vinculada con los cambios su vez– modifica los fundamentos de su
que introdujo el modelo social económico y intervención. Trataremos de caracterizar
político, que en nuestro país se consolida en ambos modelos en el escenario argentino
la década. de los ‘90.

Giro punitivo y ‘mano dura’ en el contexto argentino de los 90


El declive del encierro correctivo: ‘¡ que se pudran en la cárcel!’

El fracaso del encierro como forma de los medios masivos de comunicación como en
gobierno del delito no ha comportado un las intervenciones del sistema penal y en los
replanteo sobre su utilización. Las críticas discursos mediáticos y electorales.
a las condiciones a las que se someten a lo Este énfasis punitivo se reflejó también en
detenidos, mucho menos. una fuerte apuesta a la tarea reactiva / repre-
Es evidente que el modelo punitivo no fue siva de la policía que, en la ‘lucha contra el
abandonado en los años ‘90; por el contrario, delito’, puede/debe hacer todo lo que esté a
desde inicios de la década cobró una fuerza su alcance; en la inflación penal llamada a
notable y para reconocerlo basta remitirse a cumplir la tan manipulada función disuasiva
los crecientes índices de encarcelamiento, la de la pena; en las reformas procesales que han
generalización de la prisión preventiva, la permitido avanzar sobre las garantías jurídicas
puesta en marcha de construcción de nuevas del proceso penal.
cárceles tan mentada en el período, los nutri- La crudeza de los discursos punitivos alcan-
dos reclamos y las rápidas respuestas en torno zaron el paroxismo a finales de los ‘90, más
a políticas de ‘mano dura’ que se apoyaron en precisamente en la campaña electoral de 1999
una furiosa retórica punitiva presente tanto en cuando, con Menem en la presidencia, Carlos
32 Victoria Rangugni

Ruckauf era vicepresidente y hacía campaña alcanzó a 8.836. Esto quiere decir que el
para la gobernación de la Provincia de Buenos incremento en el período que va desde el
Aires (Sozzo, 2008b). Desde el lugar más alto año 1990 al año 2002 es del 97,54%: en 12
de la administración del Estado manifestó años prácticamente se duplicó la cantidad de
preferir la seguridad al ‘respeto de los derechos personas encarceladas en el ámbito federal. A
humanos de los delincuentes’, además de con- su vez el porcentaje de presos sin condena se
vocar a las fuerzas policiales a ‘meter bala a fue incrementando llegando a ser del 58% en
los delincuentes’.5 No hace falta recordar que 2002; situación que no se ha revertido.
el vicepresidente ganó las elecciones y se con- En la Provincia de Buenos Aires el endu-
virtió en gobernador, nombrando a Aldo Rico recimiento de las medidas penales instalado
como su ministro de seguridad. La ponderación durante la década de los ‘90 tomó adquirió
de la ‘mano dura’ como política de Estado al- características aún más alarmantes: entre
canzaba un alto grado de consenso que suscitó 1990 y 2003 la población privada de libertad
y permitió naturalizar un incremento notorio en cárceles del Servicio Penitenciario de la
de las tasas de encarcelamiento, el deterioro provincia de Buenos Aires aumentó signi-
sostenido de las condiciones de detención y ficativamente. El salto más importante se
la promoción de la violencia policial como produce entre 1999 y 2000 con un incremento
herramienta privilegiada de gestión del delito. del 22%, pasando de 16.598 presos a 20.305
Durante 2004 se registra otra importante oleada en un solo año.6 Bajo esta política de exacer-
de apelación a la ‘mano dura’ como forma de bación de la violencia penal, la Provincia de
gestión de la seguridad como consecuencia de Buenos Aires alcanzó en 2003 una tasa de
la muerte de Axel Blumberg y de la utilización encarcelamiento que rozaba los 220 presos
política del caso. Esta ‘oleada’ tuvo también cada 100.000 habitantes; una de las más altas
como consecuencia reformas normativas que de Latinoamérica, luego de Chile que para el
endurecen el proceso penal y algunas de las mismo año tenía una tasa de 252 presos cada
condiciones de ejecución de las penas privati- 100.000 habitantes (CELS; 2008).
vas de libertad (Bombini, 2008). La utilización generalizada de la prisión
Este ‘giro punitivo’ (Hallsworth, 2006), preventiva fue el elemento más importante
como decíamos, se tradujo rápidamente en para forjar esta situación, que además habilitó
el aumento del encierro carcelario. En el año la utilización permanente de las comisarías
1990 la cantidad de personas privadas de como lugares de detención por largos perío-
libertad en cárceles federales era de 4.473, dos. En 1998, cuando empezó a cuestionarse
mientras que en el año 2002 ese número esta práctica, se informó de la detención de

5
Ver, por ejemplo, http://www.pagina12.com.ar/1999/99- las medidas de privación de la libertad dispuestas y a
08/99-08-09/pag09.htm realizar un seguimiento periódico de la situación carce-
6
El incremento se sostuvo hasta 2005, cuando se registra laria. El fallo se conoce como Fallo Verbitsky dado que
una paulatina disminución. Cabe destacar que el 3 de Horacio Verbitsky, como Director del CELS, presentó
mayo de 2005 la Corte Suprema de Justicia de la Nación un habeas corpus colectivo en 2001 a raíz de la situación
dictó un fallo en el que estableció criterios mínimos de insostenible que vivían los presos de la provincia como
condiciones de detención en comisarías y cárceles, obli- efecto directo de las políticas de mano dura a las que
gando a la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de aquí nos referimos (Courtis, 2005).
Buenos Aires y a los tribunales de la provincia a revisar
Emergencia, modos de probematización y gobierno de la in/seguridad... 33

2.866 personas en comisarías; en 2002 la cumplía encierro por la aplicación de una


cantidad de personas cumpliendo prisión medida ‘cautelar’.7
preventiva en dependencias policiales llegó Con esta política se logró en poco tiempo un
a 7.507. Situación que comenzó a descom- marcado deterioro de las siempre deplorables
primirse en 2003. condiciones de detención con situaciones de
Siguiendo el patrón punitivo la Provincia superpoblación y hacinamiento insospecha-
de Buenos Aires alcanzó el porcentaje más das. Sin embargo, durante los ‘90 esta política
alto de presos sin condena en el año 2002, no sólo se defendió sino que se promovió
cuando un 87,1% de los presos boenaerenses abiertamente.

Además… ‘hay que desatarle las manos a la policía’

El accionar ‘duro’ de la policía y la creciente Entre 1996 y 2002 la Policía Federal y la


legitimidad que esas prácticas obtuvieron de la Provincia de Buenos Aires produjeron al
muestran también cómo se construyó un menos la muerte de 1.763 personas en el Área
modelo vernáculo de tolerancia cero frente al Metropolitana de Buenos Aires (AMBA, en
delito de los más débiles, mientras se alentaba adelante). La mayor cantidad de muertes se
el delito de los poderosos. produjo en 2001, con un total de 308 víctimas
La exacerbación de la ‘violencia policial’ entre las que, por supuesto, se encuentran las
en los 90 se instala como forma legítima de víctimas de la represión de los sucesos del 19
gobernar el delito callejero y como tal es de- y 20 de diciembre de 2001. Recorriendo todo
mandada y ponderada sistemáticamente.8 el período reseñado, en el AMBA se registra-

7
En marzo de 2000 se sancionó la ley 12.405 que colectivamente a partir de la idea de que las muertes
endureció las normas procesales para la excarcelación, producidas por la policía presentaban una intensidad
promoviendo la utilización del encierro procesal como y una regularidad suficientes como para configurar un
castigo. Ver: http://www.clarin.com/diario/2001/07/11/ campo de indagación; nuestra intención fue darle cierta
o-02203.htm inteligibilidad al modo en que se despliega ese uso de la
8
Gracias a los escasos pero importantes trabajos que fuerza policial y las condiciones de posibilidad de ese
abordan el tema de las prácticas policiales, hoy podemos despliegue: analizar las muertes que la policía produce
acercarnos a un ámbito que permanecía deliberadamente en un período, en un territorio y sobre una población
al margen de toda mirada. Frente a la ausencia de cifras específica y vislumbrar unas reglas de funcionamiento
oficiales sobre la cantidad de víctimas fatales por uso de que es preciso descifrar asumiendo que no se trata de
la fuerza policial, esos trabajos han permitido conocer una práctica ‘aislada’ o ‘irregular’ sino de una tecnología
y reconstruir algunas de las consecuencias del accionar específica que cuenta con diversos y sólidos puntos
policial en los últimos años. Tanto la Coordinadora de apoyo. El proyecto mencionado es el UBACyT de
contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), Urgencia Social (S752) 2006-2009: “Estudio multi-
como el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) disciplinario de violencia policial: muerte de chicos
sistematizan desde hace años información al respecto, y adolescentes por uso de la fuerza letal/policial en el
dando visibilidad a esas prácticas. Los trabajos de Sofía Área Metropolitana de Buenos Aires 1996-2004”. El
Tiscornia (2004), así como los de Máximo Sozzo y su proyecto estuvo dirigido por Juan Pegoraro y algunos
equipo en la UNL (Sozzo, 2005) han contribuido además de los avances han sido publicados en: AAVV (2006);
a la reflexión respecto a un ámbito severamente opaco. Ortiz Maldonado, N.; Recepter, C.; Rangugni, V. (2007);
Además, desde el Instituto Gino Germani de la Facultad Mouzo, K., Rios, A., Rodríguez, G., Seghezzo, G.
(IIGG) de Ciencias Sociales de la UBA llevamos ade- (2007). Se encuentra en prensa un libro que recoge los
lante un proyecto de investigación en el que se trabajó desarrollos más importantes de ese trabajo colectivo.
34 Victoria Rangugni

ron 160 muertes en 1996; 183 en 1997; 165 habilitado por la ley y otro que ‘excede’ el
en 1998; 275 en 1999; 247 en 2000; 308 en marco legal, se trata de cuestionar los procesos
2001 y 269 en 2002.9 a través de los cuales se vuelve ‘natural’ que la
Como se mencionó, es poca la información policía mate para aumentar la ‘seguridad’. Se
que permita analizar las modalidades que trata de prácticas sociales que se producen en
adquirió ese accionar policial. Esto es de por redes que exceden los límites institucionales
sí un dato importante. El trabajo realizado y se insertan en un tejido más amplio y más
desde el IIGG permitió ver que, tomando difuso. Estas prácticas policiales que se insta-
solamente a víctimas menores de 21 años, laron en la década del 90 se apoyan en marcos
entre 1996 y 2004 en el AMBA murieron a de legitimidad mucho más amplios que los de
manos de la policía 521 jóvenes y niños, me- la legalidad (Rangugni, 2008).
nores de 21 años.10 El 86.6% de esas muertes Resumiendo, esta exacerbación de violencia
se produjo en el Conurbano; mientras que el de las agencias del sistema penal –reflejada
13, 4% ocurrió en la Ciudad de Buenos Aires. en el accionar policial, en el incremento del
El 83% de las víctimas tenían entre 16 y 20 encierro, en las condiciones a las que son so-
años; el 97% eran hombres. Del total de esas metidas las personas encerradas, en los modos
muertes, el 47,5% la provocaron policías de funcionamiento de la administración de
que se encontraban prestando servicios, y el justicia– vinieron de la mano de discursos
40,4% de las muertes se produjo a manos de temerarios que en vez de enfatizar la racio-
policías de franco. También para el caso de nalidad de las intervenciones, apelaban al
los menores de 21 años, el año 2001 vuelve a imperativo de lo urgente y a la expresividad
acumular el mayor número de muertes: 97; un de las medidas punitivas (Hallsworth, 2006).
303% más que 1996 en el que se registraron La venganza fue asomando cada vez con más
32 muertes, y un 225% más que en 2004 –43 intensidad como motor de la intervención
muertes– (AAVV, 2007). del sistema penal, desandando un camino de
Este despliegue del uso de la fuerza policial doscientos años de pretensión racional del
debe analizarse en el contexto de la aceptación entramado punitivo.
de una política de ‘mano dura frente al delito’; Este reingreso de la función expresiva de la
es decir que la acción policial con estas conse- intervención penal se apoya en sentimientos
cuencias debe analizarse en clave de práctica de hostilidad hacía aquel que se define como
social y no únicamente como parte de una portador de inseguridad. Como dijimos, la
cultura institucional. La utilización de la fuerza inseguridad no se asocia ni a los delitos de
letal policial fue manifiestamente demandada tránsito, ni a la violencia doméstica, ni al
como política frente al delito callejero. Por eso, vaciamiento de empresas, ni al fraude al
más allá de distinguir, a partir de una mirada Estado; por tanto, ni un conductor que mane-
jurídica, entre un uso de la fuerza policial jando ebrio mata a una persona, ni un marido

9
Los datos que se mencionan sobre muertes provoca- que pueda existir subregistro de las muertes producidas
das por las fuerzas de seguridad provienen del CELS, por las policías.
CORREPI y los resultados del Proyecto UBACyT 10
Los datos provenientes de la investigación realizada
S-752 (2006-2009) mencionado. Dado que CORREPI en el IIGG corresponden al período 1996-2004 porque
y CELS trabajan con información de prensa o con de- ese fue el recorte temporal de dicho trabajo.
nuncias de familiares de las víctimas, se da por sentado
Emergencia, modos de probematización y gobierno de la in/seguridad... 35

golpeador, ni un empresario que vacía una Sin embargo, en el modelo neoliberal la


empresa de forma fraudulenta son percibidos inclusión no es una meta; la gestión de la
como portadores de inseguridad (Pegoraro; fragmentación, sí. Las políticas de seguridad
2001). En cambio, un joven urbano pobre es –punitivas y preventivas– son un operador
percibido como una amenaza que es preciso material y simbólico indispensable de esa
neutralizar. Este personaje concentra el re- gestión. En las siguientes líneas intentaremos
chazo y los temores; mientras en el pasado abordar el modo en que la lógica neoliberal
frente al estereotipo del infractor ‘común’ y la nueva prevención se articularon durante
se podía sentir compasión y se organizaban los 90 en nuestro país.
las intervenciones a través de las nociones y
estrategias ‘incluyentes’ (Young, 2003).

El Estado mínimo empresarial y la emergencia de la nueva prevención

El modelo de la nueva prevención como Y si bien ha habido fructíferos análisis sobre


forma idónea de gobierno de la seguridad la avanzada neoliberal en áreas tales como
se ha presentado y fundamentado como una la salud, la educación, la seguridad social; a
respuesta inevitable y racional a la crisis de la hora de analizar las políticas de seguridad
legitimidad del sistema penal, manifiestamen- sólo se afirma que responden a un incremento
te incapaz de cumplir con su cometido. Sin inmanejable del delito y a la incapacidad del
embargo, las transformaciones de las políticas Estado (de bienestar) para reducirlo.
de gestión del delito deben vincularse a trans- No obstante, resulta claro que los discursos
formaciones sociopolíticas generales y no sólo que emergen en los años 90 en torno a la
a cambios de las prácticas jurídicas. Como ya prevención del delito definen un ámbito de
se dijo, esta línea de análisis es la que aquí se competencias absolutamente caracterizado
propone, siguiendo una ‘tradición’ instalada por las directrices del Consenso de Was-
a partir de la publicación de Vigilar y castigar hington; por el guión del neoliberalismo en
(Foucault, 1992). torno al modelo de Estado a defender. La
Desde ese punto de partida, una de las nueva prevención se ha presentado de la
claves de lectura que permite darle inteligibi- mano de la redefinición de las fronteras de
lidad a la emergencia de la nueva prevención lo público y lo privado; promoviéndose una
como forma de gobierno del delito es la del marcada delegación de funciones que antes
análisis de los procesos de redefinición del correspondían sólo a la administración nacio-
rol del Estado que –desde los ‘70– pugna nal y que fueron asumiendo paulatinamente
por instalar un modelo neoliberal de ‘Estado niveles locales de gobierno, organismos no
mínimo’. Que el modelo neoliberal de Estado gubernamentales e instancias privadas. A su
se cristaliza en Argentina en los años ‘90 es vez, la entrada de la lógica empresarial abrió
incuestionable. Esta afirmación debería, sin un enorme proceso de mercantilización de
embargo, permitirnos pensar cuáles son los servicios de seguridad –anteriormente an-
ámbitos que se han modificado radicalmente clados en la esfera estatal– y el consecuente
a la par de la instalación de un nuevo modelo crecimiento exponencial de la industria de la
de Estado, de economía y de relación social. seguridad que antes apuntaba únicamente a
36 Victoria Rangugni

nichos muy pequeños.11 La mercantilización Privatización, descentralización, mercan-


de la seguridad la ha convertido en un bien tilización, empowerment, dilución de las
adquirible en el mercado y, por tanto, en un fronteras público-privado, accountability:
potente elemento de diferenciación entre el gobierno de la seguridad que se inaugura
los que pueden acceder a las comodidades en los ‘90 procura imponer la primacía del
de ‘estar protegidos’ y los que acceden –a mercado sobre la política (Pavarini, 2006) y
pesar suyo– a las ‘incomodidades’ de ser la idea de un Estado ‘ágil’ como única forma
controlados por un ‘ejército’ cuyas funciones de administración posible.
no han sido reguladas todavía. La nueva prevención se plasma en Argenti-
Por su parte, diversos organismos no guber- na con las características brevemente enuncia-
namentales emergen como actores relevantes das a partir de distintas iniciativas que surgen
en la definición y gestión del problema de la con más claridad en la segunda mitad de la
seguridad. Esto viene acompañado de una década del ‘90. Unas y otras se presentaban
recurrente convocatoria a la ‘participación como alternativas al fracaso de las políticas
ciudadana’, muchas veces impulsada por tradicionales de control del delito; es decir a
agencias estatales. Se convoca a los propios las herramientas penales. Desde luego, tuvie-
‘afectados’ a ocupar roles relevantes en la defi- ron impactos diversos.
nición de prioridades en materia de estrategias La cristalización de una política preventiva
a utilizar, propuesta de políticas a seguir, la de alcance nacional que instaló la necesidad de
puesta en marcha de medidas que garanticen ‘pensar el delito y la seguridad de otro modo’
su propia seguridad y el reclamo de rendición se produce con el Plan Nacional de Preven-
de cuentas a las instancias gubernamentales ción del Delito (PNPD) que el Ministerio de
(Murillo, 2008). Esta implicación aparece, Justicia y Derechos Humanos y el del Interior
como en tantas otras áreas, como la contracara ponen en marcha conjuntamente en el año
de un Estado benefactor que alienta conductas 2000, quedando a cargo de su ejecución la
‘parasitarias’, desmotivando a los sujetos a Dirección Nacional de Política Criminal.13
buscar soluciones a sus problemas.12

11
La industria de la seguridad privada creció enorme- decentes’), es posible leer allí una severa crítica al mod-
mente en Argentina desde comienzos de los ‘90, con- elo del Estado de bienestar y una abierta promoción del
virtiéndose en un negocio de grandes proporciones. Sin modelo neoliberal.
embargo, no hay aún investigaciones sobre esa industria 13
Si bien el PNPD es del año 2000, hubo precedentes
y sobre los efectos de la mercantilización de la seguridad claros de esta reorientación de las formas de pensar la
tanto en aquellos que ‘disfrutan’ de los servicios ofre- gestión del delito. Por ejemplo la apuesta por la descen-
cidos por esa industria, como en aquellos –‘otros’– que tralización y la convocatoria a la comunidad aparece
son controlados por su tecnología y su personal. ya en dos iniciativas previas de gran repercusión: los
12
Un documento clave para comprender estas trans- Consejos de Seguridad y Prevención de la Violencia que
formaciones es el tan mentado Soluciones al crimen se pusieron en marcha a través de los Centros de Gestión
(AAVV, 2001), que suele citarse como modelo a seguir y Participación del gobierno de la Ciudad de Buenos
a la hora de prevenir los delitos y que estuvo en boca Aires en 1997; y los Foros Vecinales, Municipales y
de todos cuando los promotores de la tolerancia cero Departamentales de Seguridad lanzados por el gobierno
visitaron Buenos Aires y fueron tan bien recibidos (Wac- de la Provincia de Buenos Aires en 1998. Tuvieron
quant, 2000). Sin embargo, además de las deleznables orientaciones muy diferentes pero estuvieron marcados
‘soluciones’ que propone (como ‘armar a los ciudadanos por la impronta comunitaria y primacía de la gestión
Emergencia, modos de probematización y gobierno de la in/seguridad... 37

El PNPD, que fue derogado en 2008, reunía es limitada y la participación de la comuni-


los principios básicos a partir de los cuáles dad permitiría “incrementar la efectividad y
ya giraban las formas de pensar el problema eficacia” (PNPD, 2000:12). El PNPD esta
del delito y la seguridad en nuestro país. Así fuertemente atravesado por los procesos de
propone como objetivos principales: “Reducir reforma del Estado que tuvieron lugar durante
los delitos callejeros, especialmente contra toda la década del ’90, probablemente a pesar
la propiedad y las personas que implican el de sus impulsores, y esa lógica impregna toda
uso de la violencia física, en centros urbanos la argumentación del diseño inicial.
grandes y medianos de la Argentina y: Dismi-
nuir la sensación de inseguridad frente a los El mismo año de creación del PNPD se
delitos callejeros en centros urbanos grandes realiza un acuerdo formal con el gobierno
y medianos de la Argentina” (PNPD, 2000:2). de la Ciudad de Buenos Aires que determina
Como se ve, la política nacional de ‘gestión la creación del Programa de Prevención del
del delito’ define su ámbito de intervención Delito local en la Secretaría de Seguridad
en torno a los delitos de los más débiles y la y Justicia que, desde entonces, diseña e
sensación de inseguridad que esos delitos implementa las políticas de prevención del
generan.14 Esa construcción soslaya que los delito de la ciudad. Otros gobiernos –pro-
sectores más débiles de la estructura socioeco- vinciales y municipales– hicieron acuerdos
nómica son, a la vez, los más inseguros, en e implementaron políticas en el marco del
tanto su vida, su integridad física y el ejercicio Plan Nacional.
de sus derechos se encuentran permanente- Como en otros tantos contextos culturales e
mente afectados. inicialmente ‘traducidos’ desde allí, el PNPD
El PNPD aparecía como ‘paraguas’ de las definió un modelo de prevención –que llamó
iniciativas nacionales, provinciales y locales de prevención integrada– con dos áreas de
que se orientaron a la prevención del delito, intervención diferenciadas: la prevención
con una clara promoción de la intervención situacional-ambiental y la prevención social
local; haciendo una fuerte apelación a la parti- del delito.15
cipación ciudadana; planteando que la acción La prevención situacional-ambiental remite
estatal en la materia –si bien sería ineludible– al diseño o modificación del medio físico

local. Los Consejos de Seguridad ya no funcionan y temores asociados a ellos. Junto a medidas de prevención
aunque los Foros Vecinales aún existen sus niveles de situacional específicas, se procuró canalizar demandas y
acción son mínimos tras la salida de León Arslanian del obtener apoyos de agentes gubernamentales, al tiempo
gobierno provincial. que se buscaba difundir y replicar la experiencia. El Plan
También en 1997 surgió una iniciativa, en este caso no se llevó a otros barrios de la Ciudad de Buenos Aires
desde una agencia estatal, que obtuvo notable reper- y del Conurbano (Villa Urquiza, Núñez, Palermo, Villa
cusión, perdurabilidad y se constituyó como modelo del Parque, Martínez, Beccar, entre otros) y tuvo un gran
de prevención comunitaria altamente replicado: el Plan apoyo estatal (Ciafardini, 2006).
Alerta de vecinos de Saavedra. Este Plan surgió por 14
Si bien el propio PNPD menciona que los delitos de
la iniciativa de un grupo de vecinos que comenzó a cuello blanco socavaban la seguridad, las estrategias
implementar medidas de prevención de delitos en su propuestas e implementadas no se orientaron a esos
barrio. Se trataba de generar actividades de vigilancia delitos.
y reportes informales entre los vecinos para prevenir 15
Si bien no analizaremos la implementación del PNPD
la presencia de cierto tipo de delitos y disminuir los específicamente, entre otras cosas porque su impacto
38 Victoria Rangugni

inmediato –una situación y/o un ambiente que la pobreza genera delito. El problema de
determinados– con el fin de reducir o anular tales argumentos es que se centran, sin men-
las oportunidades de que se cometan deli- cionarlo, en ciertos delitos que comenten los
tos específicos, haciendo más difícil o más sectores más empobrecidos (pequeños atenta-
riesgoso la comisión de un delito a través de dos contra la propiedad, en la mayoría de los
obstáculos en el ambiente donde se produciría casos), omitiendo todo el resto de delitos que
(Crawford, 1998). Entre los ejemplos más re- podrían ser objeto de una política de seguri-
currentes podemos mencionar la iluminación dad y que no necesariamente están asociados
de las calles o de los edificios, y la utilización con la pobreza (desde los delitos de cuello
de cámaras de video o de vigilancia privada blanco, a los delitos de tránsito, los fiscales,
para prevenir ciertos delitos callejeros. Las la violencia contra las mujeres, entre tantos
medidas situacionales ambientales se apoyan otros). Si bien es cierto que los delitos de los
en la idea del delito como resultado de una más débiles deben ser objeto de la política de
oportunidad que hay que neutralizar. En este seguridad porque afectan especialmente a las
sentido la gama de conductas que podrían poblaciones más inseguras, es también cierto
querer evitarse es muy amplia. Sin embargo, que la asociación entre pobreza y delito pro-
estas medidas se introdujeron en Argentina mueve la criminalización de esas poblaciones.
especialmente para evitar pequeños delitos Las consecuencias de esa criminalización son
contra la propiedad, conductas ‘indeseables’ tan gravosas como el delito intra-clase que las
en la calle, o la presencia de ‘extraños’. En políticas de prevención social no lograron,
este sentido, la prevención situacional se hasta ahora, atenuar. En muchas ocasiones la
orientó cada vez más a la construcción de fundamentación de las políticas de prevención
espacios ‘protegidos’ donde la presencia de social del delito se apoya en buscar reducir las
‘extraños’ pudiera ser rápidamente detectada condiciones de sobrevulnerabilidad, pero ter-
y repelida. El caso de los barrios cerrados es minan reforzando esas condiciones al definir
el mejor ejemplo: allí, en general, la vigilancia a esas poblaciones como ‘proclives al delito’.
no apunta a detectar y reprimir ilícitos ya ocu- La atenuación de las condiciones sociales
rridos, sino a evitar la presencia de personas desventajosas no atañe a la política criminal
ajenas al modo de vivir del lugar. sino a la política social. Al afirmar que delito
La prevención social del delito, en cambio, y pobreza van de la mano se omiten elementos
se ocupa de operar sobre procesos sociales de suma importancia tales como que no todas
partiendo de la idea de que hay ‘causas so- las personas que se encuentran en situación
ciales que originan el delito y predisponen de pobreza cometen delitos, que no todos
a ciertas personas a cometerlos’. Como en los delitos son cometidos por personas en
otros contextos, las políticas de prevención situación de pobreza (que no es lo mismo) y,
del delito en nuestro país asociaron desde su que las prácticas delictivas están mucho mejor
desembarco delito con pobreza, sosteniendo distribuidas ente sectores sociales que cual-

en terreno fue bastante limitado, si bucearemos las divulgadas en nuestro contexto, fijando las pautas que
líneas que trazó a través de las cuáles la prevención del asumieron desde entonces las políticas de prevención del
delito se definió como un campo mucho más preciso y delito (Hener, 2005). Para un análisis pormenorizado del
se sistematizaron ciertas ideas hasta entonces apenas PNPD, ver Sozzo, 2008a.
Emergencia, modos de probematización y gobierno de la in/seguridad... 39

quier otro recurso. Esto no quiere decir que social que se instalaron en la década del ‘90,
ciertas prácticas delictivas no existan y que habilitando todo un conjunto de representa-
no afecten a poblaciones ya vulneradas por ciones, controles y exclusiones sobre los más
las condiciones socioeconómicas imperantes; vulnerados económica y socialmente.
implica afirmar que el foco es muy reducido y Tal como se reitera en las críticas a la
que sus efectos son muy problemáticos. prevención social del delito, cabe insistir
La prevención social del delito se apoya en que ésta podría orientarse a crear lazos
excesivamente en una asociación sumamente comunitarios que permitan reducir el temor y
equívoca que una política de seguridad debe la desconfianza entre pares y no a acentuarlas.
poner en cuestión y no reforzar. Cabría rede- Respecto a cuestiones más específicas, por
finir la relación entre inseguridad y pobreza ejemplo, la prevención social del delito podría
ya que es posible pensar que la pobreza contribuir a abrir canales de protección mutua
genera inseguridad pero sobre aquellos que en espacios concretos y a desnaturalizar la
se encuentran estructuralmente excluidos violencia contra las mujeres en comunidades
del acceso a recursos de toda índole: esas específicas. Sin embargo, el despliegue de
son poblaciones que padecen la inseguridad intervenciones de este tipo promovió el pá-
de la condición en que los ubican las polí- nico respecto de algunos barrios y/o grupos
ticas del neoliberalismo, entre ellas las de estigmatizados. El caso de los jóvenes pobres
seguridad. de barrios suburbanos es emblemático; sobre
El recorte que asocia pobreza con delito no esos barrios y esos grupos se han centrado
hace más que motorizar un conjunto de prácti- buena parte de los programas de prevención
cas discursivas y extradiscursivas que constru- social del delito solidificando representacio-
yen y amplifican los procesos de fragmentación nes altamente negativas.16

Conclusiones

El estudio de las formas en que se define el crisis y salidas internas que reencauzan las
problema de la seguridad y se interviene sobre respuestas al delito.
él puede ser especialmente fructífero al mos- La emergencia de políticas de prevención y
trar que tanto el delito como la reacción frente la persistencia de intervenciones punitivas no
a él son definidos políticamente y que estos son excluyentes: el surgimiento de la nueva
procesos están estrechamente vinculados a prevención en Argentina no ha opacado en lo
compromisos e intereses políticos más allá de más mínimo el proceso de inflación punitiva.
las conductas indeseables (Ericson/Carriere; La relación entre prevención y punición en la
1994). La complejización de las políticas de actualidad es objeto de análisis diversos: estas
seguridad debe leerse en estos términos y no lecturas proponen no concebir estos desarro-
como avatares al interior del sistema penal: llos como inconexos sino en clara relación. En

16
Ejemplo de ello fue el Plan Comunidades Vulnerables
del PNPD, centrado en poblaciones de jóvenes ‘en
potencial conflictao con la ley’.
40 Victoria Rangugni

todo caso la relación entre las políticas proac- delito, tal como se organiza en torno al diseño
tivas y las reactivas se presenta como terreno a de espacios defendibles, apunta a construir
explorar con la precaución de no ‘traducir’ al espacios homogéneos y encapsulados que
caso argentino las interpretaciones producidas estén protegidos de ese ‘otro’ que las medidas
en otros contextos sin prestar atención a las punitivas podrán neutralizar con la crueldad
particularidades de cada marco. reclamada. El ‘otro’ en el modelo neoliberal es
Las políticas ‘preventivas’ aparecieron en aquel sujeto que está, y/o debe estar, ‘afuera’:
el período ligadas a un discurso técnico que basta pensar en las representaciones construi-
solía jactarse de ser ‘apolítico’, planteando la das durante los ‘90 en torno a la diferenciación
necesidad de una planificación ‘racional; de la entre ‘la Capital’ y ‘el Conurbano Bonaerense’
mano de esa ‘tecnificación’ surgieron por do- y el lugar que la in/seguridad ocupa en la base
quier los saberes expertos que se hicieron un de esas representaciones.
lugar importante en la escena política (Camou, En definitiva, sobre los ejes mencionados, a
1998; de Marinis, 2004; Bombini, 2008). Al partir de los ‘90 se ha instalado, promovido e
mismo tiempo se registra un desplazamiento hipertrofiado el ‘problema de la in/seguridad’
de una fundamentación del encierro penal que que funciona como un potente elemento de
va de la idea de resocialización al reclamo de producción, amplificación y naturalización
dureza en las penas y el fortalecimiento de una de la fragmentación social.
utilización de la cárcel como ‘depósito’ de En este proceso, las discusiones sobre
los que son definidos como ‘intolerables’. A ‘qué hacer’ al respecto reemplazaron otras
su vez, la sensación de inseguridad se instaló discusiones fundamentales del quehacer
como problema en sí mismo y muchas veces político. Este eclipse que el problema de la
las transformaciones referidas se justifican en seguridad produce sobre lo político es un
la necesidad de responder a esa sensación. elemento central para analizar su potencial
El llamado ‘populismo punitivo’ se apoya en como emblema del neoliberalismo. El acuerdo
la oposición entre un ciudadano ‘común’ y un construido en torno a la imperiosa necesidad
‘otro’ al que hay que neutralizar ‘a cualquier de ‘hacer algo frente a la inseguridad más
precio’. Por ello al referirse a estas políticas allá de las diferencias políticas’ devela, no
Garland (2005) las denomina ‘criminología tanto la importancia del problema, como la
del otro’. Ese ‘otro’ reafirma la oposición entre capacidad de la avanzada neoliberal para in-
los incluidos y los excluidos de un modelo stalar un consenso en torno al descrédito de lo
económico, social y cultural que se funda en político como espacio de transformación del
esa división, que no puede prescindir de ella. orden social. Devela también las dificultades
En la Argentina de los ’90 la criminología de un discurso crítico que pueda desandar los
del otro se apoya fuertemente en la violencia modos de esa construcción.
policial, en la utilización del encierro como El neoliberalismo instala en Argentina en
depósito y en la amplificación de una histeria los ‘90 un orden social que, por otra parte,
colectiva frente a la proximidad de ‘los extra- se enuncia único: la desigualdad y la frag-
ños’. Pero las políticas preventivas, a las que mentación social se presentan inevitables,
Garland denomina ‘criminología del self’, ‘naturales’. La in/seguridad emerge, en ese
también operan sobre la misma distinción: con contexto, como un hecho ‘incontrastable’ que
una impronta técnico-empresarial promueven es preciso ‘gestionar’ ‘más allá de la política’,
la construcción de espacios sociales bien di- que es definida como espacio de corrupción
ferenciados y protegidos. La prevención del ‘incorregible’, desacreditada absolutamente
Emergencia, modos de probematización y gobierno de la in/seguridad... 41

como espacio de acción colectiva, cuestion- respecto a esos recursos. La ‘nueva derecha’
amiento y transformación. logra con éxito con éxito desarmar las pro-
Teniendo en cuenta lo anterior, es preciso tecciones del Estado y volver aceptable la
considerar que los modos en que se construye exclusión de algunas poblaciones a través de
el problema de la in/seguridad están estre- la criminalización de su estatus (por ello es
chamente vinculados a la imposición de ese indispensable desarmar la asociación entre
nuevo orden social que logra el desmantela- delito y pobreza y no reforzarla): aquellos que
miento del Estado social –desmantelamiento en los ‘90 quedan ‘afuera’, es decir en la base
de lo que existía de él y, sobretodo, de la de la estructura social –que se desplaza hacía
idea de un modelo plausible–. Un orden que pisos desconocidos en Argentina (Torrado,
reconstruye la prioridad en el acceso a los 2007)–, comienzan a ser percibidos no como
recursos económicos, políticos y sociales, víctimas de un sistema social injusto sino
naturalizando modelos de alta exclusión como sujetos que es intolerable incluir.

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