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CONCEPTOS ECUESTRES
Del mismo modo que el artista debe tener en mira un ideal, que
el artesano debe conocer el manejo de su herramienta, el jinete
debe estar fijo sobre el objeto que quiere conseguir y los medios de
que dispone.
La equitación clásica se propone la educación de un caballo de
escuela, que no solamente destaque en los movimientos y saltos de
la escuela clásica, más aún, el caballo deber ser tranquilo, flexible y
obediente; con sus movimientos agradables hará de la equitación
una verdadera delicia para el jinete.
En cada disciplina se debe enseñar y conseguir del caballo la
flexibilidad, obediencia y tranquilidad. Poco importa que se trate
de un buen caballo de escuela, de obstáculos, de caza o de servicio,
siempre debe ser tranquilo, flexible y obediente. Estas cualidades
son la base de cada disciplina y es únicamente sobre estos puntos
como se puede conseguir un buen adiestramiento.
Todo educador primeramente debe conocer a fondo a su alum-
no. El jinete también debe conocer a su caballo, saber cómo está
dotado física y mentalmente. Debe estar perfectamente al corriente,
no sólo de la anatomía del caballo y de la función de los diferentes
músculos y articulaciones, más aún, debe ser psicólogo para poder
adivinar las sensaciones y reacciones de su compañero cuadrúpedo.
Únicamente si posee estas facultades, es cuando el jinete podrá, en
el curso de la doma, evitar estropear a su caballo. Entrar aquí en
detalles de “hipología” nos llevaría demasiado lejos, pero es reco-
mendable que todo jinete estudie la constitución del ser viviente
que quiere domar para su servicio.
El trabajo cotidiano (designado por los viejos maestros bajo el
nombre de lecciones) se divide en “trabajos” de diferente duración
interrumpidos por tiempos de descanso. Los diferentes “trabajos”
ALOIS PODHAJSKY
LOS MOVIMIENTOS
El Paso
Siempre al paso, el caballo posa sus miembros en el suelo uno
tras otro y diagonalmente, se deben oír cuatro batidas. Por ejemplo:
1.º, mano izquierda; 2.º, pata derecha; 3.ª, mano derecha; 4.ª, pata
izquierda, y así sucesivamente.
Paso de ambladura
El Trote
En el trote, las extremidades diagonales se destacan o levantan
del suelo al mismo tiempo y vuelven al apoyo en el mismo mo-
mento, de forma que se oyen dos batidas. Después de levantar,
por ejemplo, la mano derecha y la pata izquierda, se produce la
elevación de la mano izquierda y de la pata derecha, antes de que
el primer bípedo haya tocado el suelo, de forma que el caballo se
encuentra un momento con los cuatro miembros en el aire.
Este tiempo está designado con el término de “tiempo de sus-
pensión”. Como no es fácil en este tiempo conservar la posición
normal, el trote pone a prueba el equilibrio del jinete. Así, pues,
en el trote, el caballo lleva su peso y el del caballista, tanto durante
los apoyos alternativos de las diagonales (pata derecha y mano iz-
quierda o pata izquierda y mano derecha), como durante el tiempo
que se encuentra con sus cuatro miembros en el aire (tiempo de
suspensión).
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
La cadencia
Se debe precisar aquí que el ritmo y la cadencia no tienen el mis-
mo significado. Un caballo con los trancos rígidos y sin expresión,
puede dar un trote rítmico, pero sin cadencia. Por el contrario, la
cadencia sin regularidad, es decir, sin ritmo, es imposible. Si el ritmo
desaparece, no sólo el trote se vuelve irregular, sino que, además, el
caballo pierde su expresión y su belleza.
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ALOIS PODHAJSKY
El galope
El galope se compone de una sucesión de saltos. En el galope
reunido se aprecian siempre tres batidas. Se debe distinguir un ga-
lope a la derecha y un galope a la izquierda, según sea la mano que
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
El piaffé
Es un trote cadenciado en el mismo sitio. Se efectúa, por con-
siguiente, con la misma sucesión de batidas que el trote. El caballo
mueve un bípedo diagonal y a continuación el otro y se encuentra
durante una fracción de segundo en suspensión. Un piaffé inco-
rrecto y rígido se produce cuando el caballo no levanta un bípedo
diagonal en el mismo momento en que el otro llega al suelo.
Piaffé
El passage
En el passage (llamado en la Escuela Española “Spanischer
Tritt”), el caballo mueve un bípedo diagonal y a continuación el
otro, y según su constitución y sus aptitudes, mantiene el bípedo
apoyado en el suelo más o menos tiempo y lo eleva más que en el
trote.
En el passage ideal, el caballo da la impresión de que se libra
de la pesadez de su peso. El passage clásico requiere un caballo
vigoroso, gimnástico y que posea un perfecto equilibrio, sin tener
ninguna contracción. Si no posee estos requisitos se producirán
varias alteraciones de este paso; por ejemplo: ocurrirá que las patas
se obligarán muy poco y no llevarán peso suficiente, de forma que
llegarán al suelo antes que las manos diagonalmente opuestas, lo
que hace perder todo su esplendor a este paso lleno de expresión.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
Passage
EL EQUILIBRIO
EL CONTACTO
LA COLOCACIÓN DE LA CABEZA
Colocación correcta
de la cabeza
LA RECTITUD
LA REUNIÓN
LA PERMEABILIDAD
LA ELEVACIÓN
LA INCURVACIÓN
La incurvación: arriba,
recto; abajo, de lado
LAS AYUDAS
La vista
Es la de menos importancia. Se limita esencialmente a
transformar en confianza la desconfianza instintiva del caballo
frente a los objetos extraños y a veces también al hombre.
El oído
Mucho más importante es el papel del oído. El del caballo está
extraordinariamente desarrollado. Los antiguos maestros aprove-
chaban esta cualidad utilizándola mediante palabras determinadas
para los diferentes movimientos deseados. Un tono suave y tran-
quilo será casi siempre para el caballo como un calmante y una
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
El tacto
La voluntad del jinete se transmite casi únicamente por el tacto
al caballo de escuela definitivamente adiestrado. Se trata de obtener
y desarrollar la delicadeza del animal, de utilizar y cultivar la sensi-
bilidad de su cuerpo a las piernas de su maestro.
Se distingue el tacto de las ayudas audibles y de las ayudas sen-
sibles. Estas últimas pueden todavía dividirse en ayudas visibles y
ayudas invisibles.
Una simple ayuda o apoyo del jinete sobre uno de sus dos
“isquiones” será experimentada como una ayuda por el caballo
de escuela. Esta es una noción importante para la doma. Por el
contrario, es necesario poner a los jinetes en guardia contra los
esguinces del cuerpo, error en el que caen muchos cuando quie-
ren enseñar a su caballo alguna cosa nueva. Tal empleo de las
ayudas es falso.
Los caballos, como ya se ha dicho, tienen el oído extremada-
mente fino; una breve voz –unida a otras ayudas propulsoras–
bastará para hacerles irse hacia delante. Pero aquí aún hace falta
atraer la atención sobre una falta frecuente: los jinetes que hacen
un uso constante de la voz obtienen el mismo resultado que con
el golpeteo continuo de las piernas; el caballo se desgasta. Este
es el más grave peligro para la eficacia del adiestramiento. Esta
llamada o voz debe ser entendida perfectamente y sin confusión
por el caballo.
El oído no debe ser usado para un entendimiento permanente
entre el jinete y el caballo. El jinete debe usar la voz para facilitar
la aplicación de las ayudas invisibles. Castañeo de la lengua, gritos
y gruñidos diversos empleados antiguamente por los cocheros
mediocres, no corresponden absolutamente a las nociones de la
equitación clásica; cuando un jinete se sirve de ellos, en lugar de
las ayudas normales, no hace más que perjudicar la doma de su
montura.
La espuela
El jinete no debe hacer uso de la espuela nada más que con los
caballos ya avanzados en el adiestramiento y solamente cuando
quiera reforzar las ayudas de propulsión ya descritas. El empleo
de la espuela es la última de las ayudas propulsoras y se debe usar
lo menos posible.
La espuela, ayudada por una presión acentuada de la pierna,
obra por presión contra el cuerpo del caballo. La espuela no debe
ser usada de forma violenta, pues entonces más que una ayuda es
una corrección.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
La fusta
A las ayudas propulsoras se añade aún la fusta, cuando se
trata de caballos jóvenes (potros) y también de caballos ya
puestos, a los que se les quiere exigir el máximo. El empleo de
la fusta va aumentando desde el simple contacto con el cuerpo
del caballo hasta el ligero golpeteo, pero jamás debe degenerar
en un ataque con golpes fuertes. La fusta es usada en el lugar
donde la pierna debe actuar, y con todos los potros, eventual-
mente en el lomo.
Se debe evitar tocar las patas con la fusta, lo que, en particu-
lar con los potros, podría provocar malos modales, como, por
ejemplo, la coz.
Cuando el caballo está casi familiarizado con esta ayuda –
que no debe ser más que un medio para hacerlo obediente a la
acción de las piernas– no será más que el ruido de la fusta lo
que le hará obedecer.
El látigo
En cuanto al látigo, se exige un manejo particularmente es-
merado y premeditado. Es empleado por el instructor o por un
hombre experimentado para reforzar las ayudas de las piernas
del jinete y ayudarle, cuando monta a los potros, a abordar
los ejercicios más difíciles. El látigo debe ser empleado con
cuidado, puesto que el límite entre la ayuda y la corrección
se traspasa fácilmente. Jamás un caballo debe temer al látigo,
porque entonces éste no sería más que una ayuda por miedo,
ayudas que se deben evitar siempre. El látigo debe conducir
al caballo a dar trancos más vivos y más enérgicos, pero nun-
ca debe hacerlo botar por el miedo. Frecuentemente, el sólo
hecho de enseñar el látigo induce al caballo a obedecer. Si el
simple hecho de enseñar el látigo no es suficiente, se levantará
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ALOIS PODHAJSKY
LAS CORRECCIONES
al primer plano. Hay jinetes que dan mucha más importancia a las
correcciones que a las ayudas. Sin ninguna duda, toda corrección
es mala cuando el espectador entendido no puede descubrir la
razón de esta corrección: el caballo en semejante caso, ¿cómo
puede saber a qué se debe el castigo?
Hay un hecho que ha sido comprobado: el jinete es tanto más
brutal con su caballo cuanto mayor sea su fatuidad y menor sea su
habilidad. Busca entonces, por el empleo de la violencia, inculcar
al caballo lo que no ha podido hacerle comprender por medio de
las ayudas a su disposición, en virtud de los principios clásicos.
No es cuestión, sin embargo, de negar a las correcciones todo
su valor si no se quiere contentar con un caballo mal educado,
que no alcanzará jamás un nivel interesante en el adiestramiento.
Pero estas correcciones hay que darlas con mucho tacto y sólo en
el momento necesario. Nunca la importancia de las correcciones
debe ser mayor que la de las ayudas, como, por desgracia, ocurre
frecuentemente.
Antes del empleo de toda corrección el jinete debe hacerse
tres preguntas principales:
La espuela
La espuela, como el látigo, interviene por un breve ataque
detrás de la cincha.
La espuela no debe ser aplicada demasiado detrás del lugar
que ocupa la cincha, porque conduce al caballo a dar coces. Si
hay realmente coces, entonces es el momento de que el caballo
reciba en el mismo sitio un segundo ataque breve de espue-
la. Si responde una vez más con una coz, se vuelve a usar la
espuela hasta que la corrección sea aceptada sin protestar. La
experiencia enseña que los caballos así educados no piensan
más en responder a la espuela con un coceo.
Es importante igualmente, cuando se usa la espuela, el co-
nocer exactamente la agudeza y la sensibilidad del animal y me-
dir en consecuencia la severidad del castigo. Nunca la espuela
debe ser utilizada con una fuerza tal que deje huellas de sangre
en el cuerpo del caballo. Además, su acción –como la de todas
las correcciones y, a fin de cuentas, como la mayor parte de las
ayudas– debe cesar cuando el resultado buscado es alcanzado.
Todo jinete debe siempre tener presente que la espuela como
ayuda y como corrección sólo se debe usar cuando el caballo
no responda a las demás ayudas.
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ALOIS PODHAJSKY
La fusta
En el empleo de la fusta, el límite entre la ayuda y la corrección
es difícil de precisar. Una fusta apoyada en el cuerpo del caballo y
agitándola debe ser considerada como una ayuda, mientras que un
golpe aplicado brevemente con la fusta debe ser ya considerado
como una corrección.
La corrección con la fusta se da en el cuerpo del caballo, habi-
tualmente detrás de la pierna del jinete, y en caso excepcional, en
la paletilla, pero nunca en el cuello y menos aún en la cabeza del
caballo.
Si la corrección es infligida por una falta grave, el jinete toma las
riendas firmemente en la mano izquierda, y con la mano derecha
coge la fusta y da un golpe vigoroso detrás del sitio que ocupa su
pierna. Pero esto en el caso extremo, en ese género de correccio-
nes. Se debe recurrir a la fusta lo menos posible y solamente si es
efectivamente necesaria, de forma que no espante o extenúe al
caballo. Además, esto no es agradable de ver y la equitación debe
siempre aparecer llena de belleza. Bien entendido que, en caso ne-
cesario, un sólo golpe será más eficaz que los golpes aplicados a
medias y continuos. Todas las medidas tomadas a medias quedan
sin efecto y son más o menos inútiles, tanto en equitación como
en la vida.
El látigo
Con el látigo sucede lo mismo que con la fusta. Sólo es en casos
muy raros cuando el instructor o domador lo empleará, no como
ayuda, sino como castigo. En particular, cuando el caballo en lugar
de ir hacia delante a la señal de la rabiza, se queda quieto o lanza
coces, entonces es el momento de emplear el látigo como castigo.
Si al llamarlo, el caballo se detiene y se pone a cocear, es el mo-
mento de castigarlo con algunos golpes hasta que deje de cocear y
se vaya hacia el domador.
Una vez más, diremos que el látigo no debe ser empleado como
castigo nada más que en el caso de necesidad absoluta; más aún
que la espuela, este instrumento es de reserva absoluta. El jinete
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
Otras correcciones
La sofrenada (tirón de una rienda) sólo se emplea si todos
los efectos de tensión y cesión de las riendas resultan inefi-
caces, cuando el caballo tira demasiado y quiere irse. En este
caso, se justifica una sofrenada con fuerza de la rienda de un
lado. Pero entonces hay que considerar que esta corrección
va a estropear fácilmente la obediencia del caballo a la mano
del jinete ya obtenida y puede tener una repercusión extre-
madamente perjudicial en las patas del animal.
Una de las correcciones moderadas consiste, con los
caballos inteligentes, en repetir hasta conseguir con éxito
los ejercicios no logrados. Cuando el caballo prueba, con
la huida hacia delante, de resistirse a la autoridad del jinete
se usan las paradas repetidas como corrección. Pero estas
paradas no deben ser ejecutadas muy duramente, pues se
podría perjudicar el adiestramiento de los potros.
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ALOIS PODHAJSKY
LAS RECOMPENSAS
Es una cosa muy extraña que en casi todos los libros de equi-
tación las correcciones son tratadas de una forma más detallada
que los diferentes géneros de recompensas. Así, Grisone, por
ejemplo, sostiene en su doctrina ecuestre que el hecho de cesar
la corrección constituye ya para el caballo una recompensa. Sin
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA
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