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SEGUNDA PARTE

CONCEPTOS ECUESTRES

Del mismo modo que el artista debe tener en mira un ideal, que
el artesano debe conocer el manejo de su herramienta, el jinete
debe estar fijo sobre el objeto que quiere conseguir y los medios de
que dispone.
La equitación clásica se propone la educación de un caballo de
escuela, que no solamente destaque en los movimientos y saltos de
la escuela clásica, más aún, el caballo deber ser tranquilo, flexible y
obediente; con sus movimientos agradables hará de la equitación
una verdadera delicia para el jinete.
En cada disciplina se debe enseñar y conseguir del caballo la
flexibilidad, obediencia y tranquilidad. Poco importa que se trate
de un buen caballo de escuela, de obstáculos, de caza o de servicio,
siempre debe ser tranquilo, flexible y obediente. Estas cualidades
son la base de cada disciplina y es únicamente sobre estos puntos
como se puede conseguir un buen adiestramiento.
Todo educador primeramente debe conocer a fondo a su alum-
no. El jinete también debe conocer a su caballo, saber cómo está
dotado física y mentalmente. Debe estar perfectamente al corriente,
no sólo de la anatomía del caballo y de la función de los diferentes
músculos y articulaciones, más aún, debe ser psicólogo para poder
adivinar las sensaciones y reacciones de su compañero cuadrúpedo.
Únicamente si posee estas facultades, es cuando el jinete podrá, en
el curso de la doma, evitar estropear a su caballo. Entrar aquí en
detalles de “hipología” nos llevaría demasiado lejos, pero es reco-
mendable que todo jinete estudie la constitución del ser viviente
que quiere domar para su servicio.
El trabajo cotidiano (designado por los viejos maestros bajo el
nombre de lecciones) se divide en “trabajos” de diferente duración
interrumpidos por tiempos de descanso. Los diferentes “trabajos”
ALOIS PODHAJSKY

no deben prolongarse demasiado, de forma que el caballo tenga


su paso tan vivo al final como al principio. El jinete debe terminar
los ejercicios en el tiempo deseado y no cuando la flaqueza de su
caballo lo haya violentado. La buena memoria del animal puede ser
en ocasiones utilizada ventajosamente. Se le recompensa después
de un logrado ejercicio, apeándose y llevándolo a la cuadra. Por
otro lado, hay que impedir al caballo adelantarse a las demandas de
su jinete. Por esto, es recomendable cambiar a menudo de lugar en
el curso del trabajo y variar el orden de sucesión de los ejercicios.
En fin, hay que dar al caballo tiempo para comprender a su jinete y
adquirir la habilidad necesaria para obedecerle.
Los principios de la equitación son fijos, pero no existen reglas
valederas que indiquen el camino a seguir. El estudio profundizado
de estos principios ha permitido reunir, en el curso de los siglos,
las experiencias que pueden en todo tiempo servir de directrices al
jinete de hoy y debe impedir el desperdiciar inútilmente su tiempo
en ensayos faltos de valor. Por el contrario, no existen directrices
a seguir para el caso de que sobrevengan dificultades. La equita-
ción, como tantas cosas en la vida, no se aprende únicamente en
los libros, sino al contrario: conducirá al completo éxito un ensayo
permanente de los diferentes procedimientos posibles.
En lo que se refiere a la fisiología y psicología del caballo, el jine-
te debe conocer bien el mecanismo de los movimientos y las reglas
del equilibrio, es decir, debe conocer cómo se suceden las pisadas;
de otra parte, debe conocer la postura de los miembros y cuál debe
ser el aspecto exterior para que el caballo pueda trasladarse en equi-
librio. Aquí parece necesaria la definición precisa de los diferentes
conceptos que “a priori” no pueden suponerse conocidos de todos
los jinetes.

LOS MOVIMIENTOS

Los movimientos habituales, naturales del caballo, son el paso, el


trote y el galope. Los movimientos excepcionales son: los pasos de
costado o de lado, el paso hacia atrás, etc. Mientras que la palabra
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

movimiento designa las diferentes formas de poner las patas en el


suelo, la palabra ritmo indica la frecuencia de los diferentes movi-
mientos. La conservación de un ritmo regular debe ser uno de los
principales objetos de la doma.

El Paso
Siempre al paso, el caballo posa sus miembros en el suelo uno
tras otro y diagonalmente, se deben oír cuatro batidas. Por ejemplo:
1.º, mano izquierda; 2.º, pata derecha; 3.ª, mano derecha; 4.ª, pata
izquierda, y así sucesivamente.

Sucesión de batidas al paso

En este paso, el caballo tiene constantemente dos o tres miem-


bros en el suelo, se adelanta, por consiguiente, un miembro sobre
el otro, de forma que no existe tiempo de suspensión. Al paso es
como el jinete puede mejor asegurar su posición. La sucesión de las
pisadas permanece uniforme. Sólo cambia la elevación y longitud
de las pisadas. Al paso ordinario (normal) el caballo recorre un es-
pacio aproximado de cien metros por minuto.
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ALOIS PODHAJSKY

Existe deformación del paso natural cuando el caballo levanta


al mismo tiempo las dos extremidades de un mismo lado; no se
sienten entonces más que dos batidas. El paso es igualmente defec-
tuoso cuando las patas no van hacia adelante con el mismo ritmo
y la misma amplitud, de tal forma que el caballo se acelera y trota.
La mejor característica de un buen paso es la regularidad del movi-
miento hacia adelante. No se debe permitir al caballo de escuela ir
a un paso arrastrado, sino que debe levantar sus miembros.

Paso de ambladura

El Trote
En el trote, las extremidades diagonales se destacan o levantan
del suelo al mismo tiempo y vuelven al apoyo en el mismo mo-
mento, de forma que se oyen dos batidas. Después de levantar,
por ejemplo, la mano derecha y la pata izquierda, se produce la
elevación de la mano izquierda y de la pata derecha, antes de que
el primer bípedo haya tocado el suelo, de forma que el caballo se
encuentra un momento con los cuatro miembros en el aire.
Este tiempo está designado con el término de “tiempo de sus-
pensión”. Como no es fácil en este tiempo conservar la posición
normal, el trote pone a prueba el equilibrio del jinete. Así, pues,
en el trote, el caballo lleva su peso y el del caballista, tanto durante
los apoyos alternativos de las diagonales (pata derecha y mano iz-
quierda o pata izquierda y mano derecha), como durante el tiempo
que se encuentra con sus cuatro miembros en el aire (tiempo de
suspensión).
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

Tanto si el trote es corto, ordinario o alargado, el mecanismo de


colocar los miembros es el mismo; sólo cambia la longitud de las
pisadas y la duración del tiempo que está en el aire. Este tiempo es
más corto en el trote corto y más largo en el trote largo. A esto se
debe el que el jinete pueda en el trote corto permanecer sentado
más fácilmente que en el trote alargado.
Se debe tener especial cuidado en conseguir que el ritmo, en
cada variedad del trote, sea el mismo y que sólo la longitud de las
pisadas debe cambiar. Acortar el paso manteniendo el mismo rit-
mo provoca naturalmente una elevación de las extremidades. Estos
trancos expresivos y regulares se denominan entonces cadencia.

Sucesión de batidas al trote

La cadencia
Se debe precisar aquí que el ritmo y la cadencia no tienen el mis-
mo significado. Un caballo con los trancos rígidos y sin expresión,
puede dar un trote rítmico, pero sin cadencia. Por el contrario, la
cadencia sin regularidad, es decir, sin ritmo, es imposible. Si el ritmo
desaparece, no sólo el trote se vuelve irregular, sino que, además, el
caballo pierde su expresión y su belleza.
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ALOIS PODHAJSKY

En el trote ordinario o normal, el caballo recorre aproximada-


mente unos 225 metros en un minuto. Mientras que el trote normal
es practicado habitualmente en terreno variado, el trote corto en-
cuentra su empleo principalmente en el picadero, para perfeccionar
el equilibrio y fortificar las patas del caballo. El trote de trabajo
(movimiento mediano entre el trote normal y el corto) es usado
solamente en los caballos jóvenes, es decir, en los potros, para faci-
litarles el aprendizaje.
El trote largo se da en el picadero para verificar el impulso del
caballo. El trote alargado, que no se concebía en otro tiempo en
Austria más que en el picadero grande (de unos 150 x 75 metros),
precisa de la extensión máxima de los miembros.
Una falta frecuente en el trote es la precipitación del cuarto de-
lantero; la mano del bípedo diagonal llegando al suelo antes que la
pata, de forma que en lugar de una sola batida se sienten dos que se
siguen muy de cerca. Estos caballos llevan su propio peso y el del
jinete recargado en sus manos. Si, por el contrario, es la pata la que
pisa primero, sintiéndose de nuevo una doble batida, se dice que el
caballo se precipita de las patas. Este defecto aparece igualmente si
el caballo dobla insuficientemente del cuarto trasero y, por consi-
guiente, las arrastra.
Existe igualmente falta cuando el caballo adelanta demasiado
sus manos por falta de flexión del cuarto trasero y debe, por consi-
guiente, contraerlas entes de que se posen en el suelo. Se dice que
vacila (vacila, en lenguaje ecuestre: promete de delante más de lo
que aguanta de atrás).
Para la educación del caballo y del jinete, el trote es el movimien-
to más importante. Las faltas que se producen en esta parte del
adiestramiento se vuelven a encontrar con todos sus inconvenien-
tes en la práctica de los demás movimientos.

El galope
El galope se compone de una sucesión de saltos. En el galope
reunido se aprecian siempre tres batidas. Se debe distinguir un ga-
lope a la derecha y un galope a la izquierda, según sea la mano que
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

Sucesión de batidas al galope (a mano izquierda)

lleve por delante, y, por consiguiente, su nombre viene determina-


do por cuál sea la mano que marca el galope.
En el galope a la derecha, por ejemplo, se ve colocarse en primer
lugar la pata izquierda (primera batida), después la pata derecha y
la mano izquierda (segunda batida) y, por último, la mano derecha
(tercera batida). Mientras tanto, la pata izquierda se ha destacado
del suelo antes de que pose la mano derecha, y así sucesivamente
hasta que llegue el momento en el que el caballo se encuentre en
el aire.

El galope en cuatro tiempos


Un galope es defectuoso cuando se oyen cuatro batidas, porque
entonces la pata interior toca el suelo antes que su oponente diago-
nal. Esta falta se produce principalmente cuando el caballo, como
consecuencia de una falsa reunión, pierde impulso y no galopa con
bastante elevación. La opinión a veces sostenida de que el galope
corto se hace en cuatro tiempos es absolutamente falsa, porque en
tal caso el caballo no ejecuta más saltos que los necesarios. Debido
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ALOIS PODHAJSKY

a esto, el galope en cuatro tiempos es una falta grosera. En el galo-


pe de carrera solamente se observan cuatro batidas.
En el galope de trabajo, intermedio entre el galope corto y el nor-
mal -el caballo recorre aproximadamente 225 metros por minuto-,
sólo se practica en el picadero. En el galope normal, el caballo da
unos 500 pasos, es decir, recorre unos 375 metros por minuto. Este
es el paso usado normalmente fuera del picadero. Si se aumenta o
se aviva el galope tenemos el llamado galope alargado, que no era
practicado antiguamente en Austria a no ser en un picadero grande
y en trayectos cortos en el exterior. El galope de carga, que es el
más rápido, sólo se usaba antes en los ataques de la caballería.
Un galope es perfecto y particularmente agradable cuando el
espectador tiene la impresión de que el caballo salta del suelo elás-
ticamente y cae con la misma elasticidad.
Un defecto muy frecuente en los caballos débiles es el galope
desunido, pues, por ejemplo, las manos van a galope a la derecha y
las patas a la izquierda, el jinete aprecia un movimiento desagrada-
ble del lomo del caballo.

Galope en cuatro tiempos


(a mano izquierda)

El paso hacia atrás


En el retroceso, la sucesión de las batidas no es la misma que en
el paso. Por ejemplo: la pata derecha y la mano izquierda se mue-
ven al mismo tiempo; después es la otra diagonal la que se pone en
movimiento, de forma que se aprecian dos batidas.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

Sucesión de batidas en el paso atrás

El piaffé
Es un trote cadenciado en el mismo sitio. Se efectúa, por con-
siguiente, con la misma sucesión de batidas que el trote. El caballo
mueve un bípedo diagonal y a continuación el otro y se encuentra
durante una fracción de segundo en suspensión. Un piaffé inco-
rrecto y rígido se produce cuando el caballo no levanta un bípedo
diagonal en el mismo momento en que el otro llega al suelo.

Piaffé

En otro tiempo se daba al piaffé el nombre de “passage en el


mismo sitio”.
En este movimiento el tiempo que está el caballo con las cuatro
patas en el aire es el más breve, se alarga en el trote corto, después
en el trote largo y alcanza el máximo de duración en el “passage”.
En el piaffé ideal las manos se levantan hasta que el antebrazo
queda casi horizontal. Las patas se destacan del suelo hasta que su
casco llega justo encima de la cuartilla del otro miembro.
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ALOIS PODHAJSKY

El piaffé es defectuoso cuando los miembros no se levantan al


compás diagonalmente, o bien cuando las manos se levantan solas,
mientras que las patas se quedan pegadas al suelo. También es falso
cuando las patas se elevan exageradamente del suelo y las manos
se levantan muy poco. En ninguno de estos casos el caballo estará
en condición de pasar inmediatamente al trote, lo que es la mejor
prueba de que el piaffé no ha sido correcto. El piaffé correcto se
puede observar cuando un obstáculo impide al caballo avanzar,
pues entonces el caballo levanta las manos y las patas para salvar el
obstáculo. Esto se observa muy frecuentemente en la naturaleza,
especialmente con los caballos de temperamento activo. Cuando el
obstáculo desaparece, el caballo normalmente se pone al trote.
El piaffé es también defectuoso cuando el caballo no coloca
sus extremidades en la dirección del movimiento, sino que las echa
hacia un lado. A esto se le llama frecuentemente el “piaffé balan-
ceado”, normalmente practicado en los circos. Y por fin se debe
señalar el piaffé en el cual las manos se cruzan y el caballo se pone
a oscilar más o menos hacia un lado y a otro. Este movimiento no
puede ser calificado de “piaffé balanceado” ya que en general le
falta el ritmo danzante.

El passage
En el passage (llamado en la Escuela Española “Spanischer
Tritt”), el caballo mueve un bípedo diagonal y a continuación el
otro, y según su constitución y sus aptitudes, mantiene el bípedo
apoyado en el suelo más o menos tiempo y lo eleva más que en el
trote.
En el passage ideal, el caballo da la impresión de que se libra
de la pesadez de su peso. El passage clásico requiere un caballo
vigoroso, gimnástico y que posea un perfecto equilibrio, sin tener
ninguna contracción. Si no posee estos requisitos se producirán
varias alteraciones de este paso; por ejemplo: ocurrirá que las patas
se obligarán muy poco y no llevarán peso suficiente, de forma que
llegarán al suelo antes que las manos diagonalmente opuestas, lo
que hace perder todo su esplendor a este paso lleno de expresión.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

Passage

En el circo es donde se ve frecuentemente un passage de este gé-


nero. También ocurre que los caballos ponen sus patas de forma
irregular y obligan a una más que a otra; esta falta se califica en la
Escuela Española de “Kicksen” (falta análoga a la llamada en equi-
tación francesa “Sault de pie”).
Es una costumbre de nuestro tiempo la de querer obtener de
los caballos unos movimientos llenos de expresión, como el pas-
sage, antes de que estén preparados para la educación sistemática
y básica; esto puede dar lugar a que se pierda la idea de un passage
clásico. El passage clásico debe hacerse con moderación.

PARADAS Y MEDIAS PARADAS

Por parada se entiende generalmente la detención del caballo.


Pero se llama igualmente parada cuando se modera el paso; por
ejemplo: la transición para pasar del galope al trote, etc.
Toda parada debe hacerse en la dirección del movimiento y sin
perder el equilibrio. El caballo debe “estar en la mano” (obedecer
al jinete) para encontrarse así a punto para comenzar el paso que le
pida el jinete. La transición debe ser suave y sin brusquedades. El
jinete debe coordinar el mando que las riendas y sus piernas ejercen
sobre el caballo.
Las paradas bien ejecutadas favorecen la flexión de las caderas
del caballo y pueden servir de piedra de toque en lo que concierne
al equilibrio, permeabilidad y flexibilidad.
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ALOIS PODHAJSKY

Las medias paradas sirven para acortar los pasos, mejorar


el contacto y prepararlo para ejecutar los ejercicios que se le
pidan. Se emplean en las medias paradas las mismas ayudas
que en la parada, es decir, las riendas y las piernas del jinete,
pero estas ayudas dejan de utilizarse cuando el resultado de-
seado se haya obtenido. Las medias paradas enseñan también
al caballo a conservar su gallardía y a conseguir un contacto
más ligero.

EL EQUILIBRIO

El caballo no ejecutará con armonía los diferentes ejerci-


cios si no posee la aptitud adecuada y no posee equilibrio. El
equilibrio perfecto es, a decir verdad, una de las cualidades del
caballo bien dotado; el equilibrio y demás cualidades innatas
pueden ser acrecentadas por un trabajo sistemático.
El hombre tiene necesidad de un aprendizaje bastante lar-
go para poderse desplazar en equilibrio; bajo este punto de
vista, el hombre está mejor dotado que el caballo: la vertical
de su centro de gravedad cae en sus pies. Ello no impide que
el niño experimente serias dificultades cuando da sus prime-
ros pasos; igual que el adolescente cuando tenga que practicar
la gimnasia, para aprender a andar y a bailar con ligereza y con
gracia. Existen pocas criaturas que tengan, sin preparación
gimnástica, un movimiento bonito. Todo esto es lo más con-
veniente para el hombre y mucho más para el caballo.
En este último, el peso es llevado por cuatro miembros.
El peso se reparte sobre las manos y las patas, pero son las
manos las más cargadas.
El caballo tiene mucha dificultad para establecer o mante-
ner su equilibrio, lo cual es condición esencial para el movi-
miento correcto. A esta dificultad se añade el peso del jinete,
que también carga el caballo, sobre todo en sus manos. So-
breponer o hacer coincidir los dos centros de gravedad de los
dos seres vivos es propio y esencial del arte ecuestre.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

El caballo tiene mucha dificultad para establecer o mantener el


equilibrio, que es mucho mayor que la del hombre. Todo jinete que
ha tenido ocasión de desbravar potros conoce, sin duda, la torpeza
de su andar cuando se les monta por primera vez. Este fenómeno
se explica por el hecho de que el caballo teniendo que llevar un
peso desacostumbrado, el del jinete, debe empezar por guardar el
equilibrio.
Existen pocos caballos que tengan por naturaleza equilibrio (es
decir, que sepan repartir el peso igualmente entre las manos y las
patas). Existen caballos que facilitan esencialmente el trabajo de los
jinetes; a estos últimos se les llama en lenguaje especial “caballos
de silla natos”. Pero la mayoría de los caballos llevarán la mayor
parte de su peso con las manos, costumbre que se acentúa aún más
cuando el jinete lo monta. El domador deberá dedicarse principal-
mente a establecer el equilibrio, trayendo bajo la masa o hacia el
centro de gravedad las patas para que éstas carguen con más peso y
por consiguiente se descarguen las manos.
Añadamos que, al mismo tiempo que existe un equilibrio físico,
aparece un equilibrio moral, por el cual el caballo puede efectuar un
trabajo de forma regular y con tranquilidad.

EL CONTACTO

Se llama contacto a la unión entre la mano del jinete y la boca


del caballo. El contacto permite la conducción y la reunión del
caballo.
La expresión contacto viene de que el caballo debe buscar un
suave apoyo con el bocado. El contacto correcto debe ser perma-
nente, es decir, uniforme. Debe dar al jinete la sensación de encon-
trarse unido a la boca del caballo, por una cinta de caucho. Pero
como la rienda es de cuero y no extensible, la unión elástica no
puede tener lugar si, por una parte, el caballo no flexiona su cuello
y, por otra parte, la mano del jinete no obra con tacto y ligereza, sir-
viéndose del puño como un resorte. Esta perfección del contacto
no es posible si el caballo no se encuentra en equilibrio absoluto y si
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ALOIS PODHAJSKY

no busca ningún sostén en la rienda, llamada por muchos “la quinta


pata”. Cuando el caballo cumple los puntos anteriores se dice que
está en la mano.
Los diferentes conceptos ecuestres van siempre unidos; el con-
tacto será tanto mejor cuando el caballo tenga un buen equilibrio,
pero, por otra parte, la justa ayuda favorecerá el equilibrio y la fle-
xibilidad del caballo.
El contacto depende de la constitución y temperamento del ca-
ballo. Los caballos con las patas débiles, más dotados para empujar
que para llevar, toman generalmente un contacto demasiado cerra-
do, duro, a veces rígido, porque están inclinados a escaparse hacia
delante y a apoyarse demasiado en la mano (los caballos que tiran).
El contacto es rígido cuando ni una tracción, ni una cesión de las
riendas, es capaz de provocar un cambio en la unión con la boca
del caballo. El contacto rígido es debido, en parte, al hecho de que
el animal esté alterado como consecuencia de un tratamiento falso
y, en parte, al hecho de que su organismo presente una tirantez
general.
Muchos caballos se sustraen a la acción de las riendas: bien po-
niéndose encima de la mano (cabeza alta), bien poniéndose detrás
de la mano. El primero de estos defectos aparece frecuentemente
en los caballos de lomo débil, para los que el peso del jinete es cau-
sa de molestias o sufrimientos.
CONTACTOS

En la mano Detrás de la mano Delante de la mano


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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

Estas posiciones defectuosas son frecuentemente provocadas


por una doma mal conducida. El defecto de levantar la cabeza se
produce principalmente en los caballos jóvenes, particularmente
en los que tienen el lomo débil, cuando no se les deja tiempo
para habituarse a llevar peso con el cuello bajo, o bien cuando se
procede a una elevación prematura y falsa del cuello. Si el caba-
llo se va “detrás de la mano” (cabeza baja) es a causa de la falta
del jinete que ha querido practicar demasiado pronto la reunión,
con una mano demasiado dura para una boca tan sensible.
Independientemente de las variedades de contacto descritas
aquí, añadamos que la mayoría de caballos no se apoyan igual
de un lado que de otro. Se muestran más rígidos de un lado,
mientras que del otro ceden a la más ligera tracción de la rien-
da, volviendo la cabeza en esta dirección. Con las riendas bien
ajustadas, el caballo tendrá siempre el cuello cóncavo del lado
donde no quiere aceptar la indicación de la mano. El cuidado
de obtener el mismo contacto con las dos riendas incumbe al
jinete, siendo uno de los principales puntos para conseguir una
buena doma.
Una doma no es buena si el caballo no ha sido perfeccionado
en su flexibilidad y destreza. A este propósito, señalemos una
falta frecuente: no es el jinete quien debe, tirando de las riendas,
buscar una unión con la boca del caballo, sino todo lo contra-
rio, es el caballo el que debe buscar el contacto de la mano del
jinete.

LA COLOCACIÓN DE LA CABEZA

El beneficio inmediato del contacto es la colocación de la


cabeza. Esta colocación, conjugada con el sostén del cuello, es
de una gran importancia para el equilibrio, mereciendo, por con-
siguiente, la más minuciosa atención.
La colocación de la cabeza se ajusta más bien al grado de la
doma que a una rapidez del movimiento efectuado. Pero depen-
de también de la constitución del animal. Los caballos con fuer-
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ALOIS PODHAJSKY

te musculatura en el cuello y con quijadas apretadas deben superar


ciertas dificultades y no pueden responder a las peticiones del jinete
hasta después de la transformación de los músculos interesados. La
doma de estos caballos requiere más tiempo.
Para los caballos que están en el primer curso de adiestramiento,
y en caso de movimiento rápido, la colocación de la cabeza será
más libre, es decir, el cuello se alargará y extenderá más hacia delan-
te y hacia abajo. Con los caballos cuyo adiestramiento está avanza-
do, la cabeza se acercará más a la vertical, mientras que el cuello se
inclinará. Nunca la cara debe colocarse detrás de la vertical, porque
entonces el caballo, sujeto en su movimiento hacia delante, se de-
tiene. Al caballo joven hay que permitirle la posición del cuello y
de la cabeza en la cual encuentre el contacto más fácilmente sobre
la mano del jinete y lleve más cómodamente el peso del caballista.
Solamente cuando su fuerza y habilidad aumenten, es cuando se
puede obtener, por levantamiento, la colocación perfecta de la ca-
beza, en la cual la punta de la nariz se encuentre poco más o menos
a la misma altura que las ancas y la nuca debe ser el punto más
elevado. Esta prescripción no constituye una regla, sino solamente
una directriz, puesto que el grado de elevación es determinado, en
primer lugar, por la constitución del caballo, longitud del cuello y
del lomo.
Cualquiera que sea la constitución, la nuca debe ser siempre el
punto más alto. Una vieja experiencia enseña que en el caballo,
existiendo equilibrio, las manos no pueden avanzar nada más que
hasta el punto donde la prolongación de la cabeza alcanza el suelo.
De ahí la necesidad de una sujeción más libre de la cabeza en los
pasos alargados, porque en caso contrario, las manos no ganan
tanto terreno como da la impresión.
Cuando se va andando en línea recta, la cabeza y el cuello deben
estar colocados derechos. Cuando se anda trazando curvas, como
en los giros y vueltas, el caballo debe estar, por el contrario, desde
la nuca al nacimiento de la cola, encorvado de tal forma que tenga
la misma curvatura que el círculo o el arco que describe. La cabeza
es colocada hacia adentro, hasta que el jinete vea el ojo del caballo.
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

Colocación correcta
de la cabeza

Es necesario velar especialmente para que el cuello no se doble más


que el resto del cuerpo y que el caballo ceda con las quijadas y no
de la base del cuello; puesto que solamente es así como se obtiene
la colocación correcta de la cabeza. Además, las dos orejas deben
encontrarse a la misma altura, pues el caballo no debe poner su
cabeza sesgada.
Es necesario subrayar especialmente que la colocación de la ca-
beza no debe nunca ser obtenida por las tracciones fuertes de las
riendas, porque entonces el cuello se encuentra comprimido.
La colocación de la cabeza es el medio; el aire es el objeto del
adiestramiento. La corrección de esta colocación será el resultado
natural del contacto y del equilibrio obtenido en la impulsión. Los
cambios de dirección serán más fáciles de esta forma.

LA RECTITUD

El equilibrio del caballo no estará asegurado y la reunión entre


éste y el jinete no es posible si el caballo no está derecho.
La mayoría de los caballos nuevos andarán derechos, en parti-
cular si se distinguen por la armonía de todos sus movimientos, es
decir, si en bípedos laterales las patas se colocan sobre la misma
línea que las manos.
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ALOIS PODHAJSKY

Se oye frecuentemente decir que si el caballo anda a través, la


causa está en la posición del potro en el vientre de la madre; esto
no está absolutamente demostrado. Lo que, por el contrario, me-
rece nuestra atención es que el cuarto delantero es más estrecho
que el cuarto trasero y que el caballo es obligado a andar de tra-
vés. Así es necesario estar siempre poniendo el cuarto delantero
delante del cuarto trasero para que las pisadas de patas y manos
se encuentren en la misma pista. Se puede observar este hecho
en particular en los potros en el picadero, porque tienen siempre
tendencia a mantener sus patas y manos igualmente alejadas de
la pared. A veces, prueban a pegarse a la pared y utilizarla como
sostén para mantenerse en línea recta y lo único que hacen es
andar de través.
La gran importancia de la rectitud no puede reflejarse más
claramente en una de las leyes fundamentales de la equitación:
“Monta tu caballo recto y móntalo en movimiento adelante”.

LA REUNIÓN

Por reunir se entiende una flexión reforzada de los posterio-


res y de las caderas, de forma que se coloquen en las huellas que
dejan las manos en el suelo y que, por consiguiente, estando el
lomo correctamente colocado y el cuello y la cabeza más altos, el
caballo parezca que se ha acortado en su longitud.
La reunión es necesaria para el trabajo en los movimientos
acortados y para la ejecución de vueltas cerradas y paradas. Ello
permite también la flexión del cuarto trasero, haciendo el caballo
gimnasia con más intensidad. La reunión es la condición previa
de toda educación superior. La reunión correcta no es posible
si no existe equilibrio, contacto y rectitud. Recíprocamente, la
reunión aumenta el equilibrio y mejora el contacto, de forma que
el caballo se acostumbra a la obediencia.
En la reunión las patas deben empujar más hacia delante a la
vez que las riendas ejercen una acción de retención. Así el caballo
está apilado sobre sí mismo (acortado) por un empuje aumentado
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

de las patas sobre las manos. En la reunión, el caballo moverá


sus patas de tal forma que el jinete las notará en las riendas. Se
dice entonces que el caballo está en la mano.

LA PERMEABILIDAD

Existe permeabilidad cuando la tensión de las riendas influ-


ye a través de la nuca, del cuello y del lomo sobre las patas del
mismo lado, haciéndolas obedecer. Pero esto no es posible si el
caballo no está recto y toma tanto de un lado como del otro un
mismo contacto en la mano del jinete. La acción de las riendas
puede, por otra parte, a través de las manos, la espalda y los
riñones del jinete, actuar sobre el lomo del caballo. Pero para
obtener este resultado la actitud adecuada del jinete es muy im-
portante. Si echa el cuerpo hacia atrás de la vertical, el caballo
es impulsado hacia delante y sus patas impulsadas o inducidas a
empujar más que a transportar. Si echa el cuerpo hacia delante
de la vertical, no ejercerá más que una acción de retención y en
ningún caso favorecerá la flexión de las patas.
Si el caballo se encapota, la acción de las riendas no puede
transmitirse a través del cuerpo, sino que se detiene en la cruz.
Si el caballo se dispara, la acción de las riendas se detiene en
las quijadas o en el cuello. Si el caballo tiene contacto nada más
que de un lado, la acción de las riendas se manifiesta en el lado
opuesto y pierde naturalmente toda eficacia.

LA ELEVACIÓN

Por elevación se entiende el hecho de conducir al caballo


a llevar más alto su cuello, conservando la colocación de la
cabeza.
La elevación es absolutamente necesaria para la mejora del
equilibrio. Esta elevación se produce, a decir verdad, a medida
que se consigue la reunión correcta y no debe ser jamás obtenida
por la fuerza, llevando más altos, por medio de las riendas, el
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ALOIS PODHAJSKY

cuello y la cabeza del caballo. Con una elevación correcta,


el caballo aparecerá más alto por delante y será más libre en
sus movimientos, mientras que por detrás se bajará como
consecuencia de la flexión de las ancas y utilizará sus patas
con más impulsión y energía. Los movimientos expresivos
dependen precisamente de las patas, que representan, por
así decir, el motor generador del movimiento hacia delante.
La elevación, a la vez que la colocación y la reunión, forma
parte de los conceptos ecuestres menos comprendidos. Con
falsas concepciones se ha hecho perder el beneficio para
producir exactamente el efecto contrario. Se puede cons-
tatar que, en el curso del desarrollo del arte ecuestre, este
fenómeno ha persistido hasta nuestros días. La elevación,
así como la colocación, no es más que un medio, mientras
que el movimiento brillante en la impulsión es el objeto del
adiestramiento. Esta es una noción que no se pondrá nunca
bastante en relieve. La elevación está en estrecha relación
con la evolución del adiestramiento; ello depende del nivel
alcanzado en la educación del caballo y va parejo con los
progresos obtenidos.
El grado de la elevación es determinado por la constitución
del caballo. Si éste tiene el lomo y las patas débiles, la
elevación será menor que con un caballo de buena estampa,
porque, de lo contrario, el primero tendría el lomo hundido
y entonces las patas no podrían obligarse suficientemente.
Primeramente el caballo debe aprender a llevar al jinete,
mientras que su lomo queda en línea recta.
La elevación mal comprendida u obtenida por medios
inadecuados ha provocado siempre en la equitación un gran
desorden. La elevación correcta es el resultado de una edu-
cación sistemática del caballo. Un jinete que monta su caba-
llo manteniéndolo colocado (“en la mano”) y le solicita un
aumento de reunión alcanzará la forma justa de la elevación
mucho más pronto que el que sólo piensa en levantar con-
vulsivamente el cuello y la cabeza de su caballo.
50
LA EQUITACIÓN CLÁSICA

Naturalmente, la elevación será más acusada en los movimientos


breves y con un caballo ya avanzado en su doma que en los movi-
mientos alargados y con los potros.

LA INCURVACIÓN

La incurvación sirve para desarrollar la flexibilidad y, por conse-


cuencia, la destreza, al igual que combate la rigidez. Puede ser tanto
lateral como en el plano medio del caballo; lo primero es lo más
fácil para el caballo y representa, por consiguiente, el primer paso.
Lateralmente consiste en una incurvación uniforme del caballo
desde la nuca hasta el nacimiento de la cola. Las costillas del lado
de dentro se encuentran, pues, un poco comprimidas y el tronco es
entonces convexo del lado exterior.
Esta incurvación es necesaria en diferentes grados, cuando se
describen grandes círculos, vueltas, etc., de tal manera que el caba-
llo pueda ejecutar estos ejercicios no solamente con flexibilidad y
con un centro de gravedad sostenido correctamente, sino más aún
en equilibrio perfecto y con regularidad. Pero si se trata de un caba-
llo de escuela o de doma se le exigirá el mismo sobre líneas rectas
una ligera flexión del lado interior, de tal forma que el caballo vaya
derecho, pero expresivo.
En la incurvación lateral la pierna interior del jinete constituye
el eje alrededor del cual está incurvado. En principio, los caballos
no son incurvados más que durante el movimiento; se puede, sin
embargo, aún en la parada hacer comprender a los caballos jóvenes
lo que es la incurvación lateral. Ésta no es perfecta si el cuello del
caballo está más incurvado que el resto de su cuerpo y si, ante todo,
cede las parótidas. Cada caballo se dejará incurvar más fácilmente
hacia un cierto lado y aún exagerará la incurvación de ese lado,
mientras que se pondrá rígido del otro. Pero deberá ser el fin de
todo adiestramiento educar al caballo simétricamente y flexibilizar-
lo de la misma forma a derecha y a izquierda.
La incurvación en el plano medio del caballo es de una impor-
tancia decisiva para la flexibilidad y la elasticidad del movimiento.
51
ALOIS PODHAJSKY

Sólo será pedido cuando el caballo está ya confirmado en la in-


curvación lateral. Está constituido principalmente por la flexión
de las articulaciones del cuarto trasero y la cesión bilateral de las
quijadas.
Por anca se entiende el conjunto de las tres articulaciones si-
guientes: la de la cadera propiamente dicha, la de la babilla y la
del corvejón. Si al flexionar las ancas el corvejón se dobla exa-
geradamente, como se observa frecuentemente, en este caso los
caballos se debilitan prematuramente y aparecen frecuentemente
esparavanes y vejigas. Estos caballos, a pesar de la acción aparen-
temente potente de sus cuartos traseros, no avanzarán más que
en tensión y rígidos, y sus jinetes tendrán mucha dificultad para
soportar sus reacciones.
En la flexión correcta de la anca en caballos normalmente
constituidos no se encontrarán dificultades particulares. Por el
contrario, los caballos con corvejones quebrados tendrán tenden-
cia a hacer tomar a sus corvejones la parte principal de la flexión,
de donde resultará que no solamente la elasticidad buscada no
será conseguida, sino que, más aún, el movimiento perderá la am-
plitud. Otra consecuencia: un fuerte desgaste de los corvejones.
Con tales caballos se debe esperar a que se fortalezcan los múscu-
los y los tendones antes de empezar a flexionarlos.
Asimismo, en los caballos con corvejones derechos, cuya
flexión les causa más dificultades, no hace falta más que exigir
poco a poco una constante flexión de las ancas. Los tendones
deben, antes de nada, ser suavizados para que permitan un cierre
más acusado de las articulaciones. Si se quisiera obtener la flexión
utilizando la fuerza, no se obtendría otro resultado más que la
resistencia del caballo.
Los movimientos del caballo poco o nulamente flexiona-
do en sus ancas tendrán exactamente la misma rudeza que un
coche desprovisto de amortiguadores, que va por la carretera
botándose.
Si, al contrario, las tres articulaciones participan igualmente en
la flexión, pueden entonces desarrollar su elasticidad amortigua-
52
LA EQUITACIÓN CLÁSICA

La incurvación: arriba,
recto; abajo, de lado

dora y, por lo tanto, procurar a las patas la fuerza propulsora y


la fuerza portadora que son necesarias, tanto para un movimien-
to hacia delante lleno de impulsión y de expresión, como para un
movimiento ordinario, simplemente igual y uniforme. La flexión
de las ancas procura a todos los movimientos una flexibilidad que
el jinete percibe en todos los aires agradables de su montura. Así
garantiza una de las cualidades fundamentales que se debe exigir de
un buen caballo de adiestramiento.
La flexión, particularmente de las ancas, aumenta la flexibilidad
y, por consiguiente, la destreza del caballo, y tiene como resulta-
do, ante todo, una importante mejoría del equilibrio, lo que, por
otra parte, se manifiesta claramente en un contacto elástico sobre
la mano del jinete y por un mayor grado de reunión.
Así los diferentes ejercicios practicados se completan los unos a
los otros. Es absolutamente necesario evitar, en un adiestramiento
bien llevado, esperar progresos limitados en un punto particular;
53
ALOIS PODHAJSKY

Corvejones derechos (a la izquierda). Corvejones quebrados (a la derecha)

éstos no pueden manifestarse más que en el conjunto. He aquí una


noción que debe servir de directiva al jinete para que –siempre re-
conociendo plenamente la importancia del trabajo, aún siendo el
más diminuto– nunca se pierda en detalles, hasta tal punto que
pierda de vista el conjunto del cuadro y olvide los efectos conju-
gados de los diferentes ejercicios. El pintor también, aplicado a los
detalles de su cuadro, se aparte sin cesar de la tela para tener una
impresión y una visión de conjunto. Es lo mismo para el jinete.
Así como todo deportista antes del entrenamiento propiamente
dicho dedica una importancia particular a la relajación y a la destreza
de todos sus músculos y de todas sus articulaciones, del mismo
modo el jinete debe empezar por relajar su caballo haciéndolo
flexionar antes de exigir de él los ejercicios más difíciles. Esto es
muy necesario, pues las rigideces se producen muy frecuentemente
en el caballo que le causa el peso del jinete. En ningún caso deben
ser descuidadas estas rigideces, si se quiere que la flexibilidad, la
destreza y el equilibrio, pero también la capacidad de rendimiento,
no sean afectadas desfavorablemente. La rigidez puede ser a
menudo causa de lesiones, por los movimientos del caballo, si le
falta flexibilidad y destreza, no son suficientemente amortiguados
54
LA EQUITACIÓN CLÁSICA

y pueden, en consecuencia, provocar en su organismo choques


nefastos. En el adiestramiento hay que vigilar especialmente el
precalentamiento y la relajación. Es, pues, porque la flexión –no
bien comprendida, la flexión mal hecha– es tan importante.

LAS AYUDAS

Los principios del adiestramiento quedaron en lo tratado


anteriormente fragmentados; si no se tratan conjuntamente y
con detalle, la posibilidad de acuerdo entre el jinete y el caballo
es muy remota.
Dos seres vivos a quienes se les exige colaborar armonio-
samente deben comprenderse para llegar a un resultado. Todo
jinete debe ser un psicólogo para juzgar, por medio de peque-
ños índices, el comportamiento del caballo y deducir las con-
secuencias. El buen jinete debe poseer las mismas cualidades
que todo buen educador. Debe esforzarse, además, en hacerse
comprender por el ser vivo que le ha sido encomendado y en-
tenderse con él.
Estas posibilidades de acuerdo o entendimiento entre el ji-
nete y el caballo han sido buscadas para recopilarlas por los
profesores de equitación de todos los tiempos. Ya Jenofonte,
en el más antiguo manual de equitación que ha sido conser-
vado, habla de ayudas y de correcciones. A estos dos medios
de la educación del caballo (ayudas y correcciones) quisiera
añadir las recompensas, pero siempre dando la primacía a las
correcciones. Pluvinel en su libro, de 1623, formulaba también
el principio de que “el arte de la equitación depende de las re-
compensas y las correcciones”.
En todo caso, estos tres conceptos representan los factores
de comprensión entre el jinete y el caballo. Del mismo modo
que se empieza por hacer comprender a un niño las palabras
separadas antes de enseñarle las frases enteras, hay que inculcar
al caballo poco a poco lo que se le exige por medio de diferen-
tes ayudas.
55
ALOIS PODHAJSKY

Hay una razón profunda por la que los jinetes, en su lengua-


je, han creado este término de “ayudas”: el jinete debe ayudar al
caballo a comprenderlo. Se debe procurar que el caballo no tenga
miedo a las ayudas y el jinete está obligado a resignarse con pa-
ciencia hasta que su alumno se asegure exactamente de lo que se
le exige. El jinete debe conocer a fondo la naturaleza y el efecto
de las ayudas y emplearlas siempre de la misma forma cualquiera
que sea su estado de ánimo en ese momento. Aplicar este principio
consecuentemente es una de las virtudes que debe poseer todo
buen jinete.
Entre los tres conceptos: ayudas, corrección y recompensas
existe una estrecha interdependencia. Por el juego alterno y juicio-
so de su empleo, sobrevienen los verdaderos medios de educación;
por el curso del adiestramiento, se completan. Toda ayuda inten-
sificada por el jinete puede alcanzar el grado de una corrección.
Nosotros estudiaremos las ayudas consideradas una a una y des-
pués las correcciones, entendiendo que la recompensa hace más
importante a la corrección.
El jinete debe no solamente conocer exactamente los medios
de los cuales dispone, más aún, debe hacerse una idea perfecta-
mente justa del momento y de la intensidad de su empleo.
Las ayudas del jinete son limitadas y modestas y se encaminan a
los tres sentidos siguientes del caballo: la vista, el oído y el tacto.

La vista
Es la de menos importancia. Se limita esencialmente a
transformar en confianza la desconfianza instintiva del caballo
frente a los objetos extraños y a veces también al hombre.

El oído
Mucho más importante es el papel del oído. El del caballo está
extraordinariamente desarrollado. Los antiguos maestros aprove-
chaban esta cualidad utilizándola mediante palabras determinadas
para los diferentes movimientos deseados. Un tono suave y tran-
quilo será casi siempre para el caballo como un calmante y una
56
LA EQUITACIÓN CLÁSICA

recompensa, mientras que un tono breve y tajante le producirán el


efecto de amenaza o de castigo.

El tacto
La voluntad del jinete se transmite casi únicamente por el tacto
al caballo de escuela definitivamente adiestrado. Se trata de obtener
y desarrollar la delicadeza del animal, de utilizar y cultivar la sensi-
bilidad de su cuerpo a las piernas de su maestro.
Se distingue el tacto de las ayudas audibles y de las ayudas sen-
sibles. Estas últimas pueden todavía dividirse en ayudas visibles y
ayudas invisibles.

Las ayudas invisibles


Dos seres vivos, de los cuales uno piensa y el otro ejecuta, se
pueden considerar uno sólo: tal es el ideal de la equitación clásica.
La regla impuesta en la prueba de Doma olímpica, donde está pres-
crito que los jinetes deben montar sin fusta y abstenerse de toda
ayuda audible, demuestra la importancia y eficacia de las ayudas
invisibles.
Considerando el efecto producido, se distinguen: las ayudas
propulsoras (ayudas de piernas y de peso, la voz, espuelas, fusta y
látigo), las ayudas de retención (ayudas de riendas y de peso) y las
ayudas de oposición (ayudas de piernas y de riendas cuando son
utilizadas en un sólo lado).

El progreso en el empleo de las ayudas


La intensidad de las ayudas se regulariza tanto según el tempera-
mento y la sensibilidad del caballo como según el estado avanzado
de su adiestramiento. Una misma ayuda aplicada a un caballo vi-
goroso de buen carácter o inclinado a la pereza influirá aún como
ayuda, mientras que con un animal más sensible alcanzará el nivel
de la corrección.
Si se le considera la intensidad de su empleo, las ayudas se di-
viden en: ayudas rudimentarias, progresivas y justas. No se debe
olvidar que las diferentes ayudas deben estar siempre de acuerdo.
57
ALOIS PODHAJSKY

Las ayudas rudimentarias deben estar reservadas para los


caballos principiantes, extenuados o zopencos. Estas ayudas
se deben usar de una forma pasajera y reemplazarlas, en lo
posible, por las ayudas progresivas.
Estas últimas empiezan con una acción ligera, que es inten-
sificada, sin violencia, hasta que se haya alcanzado el punto
deseado; entonces se utilizará la ayuda justa, con la cual
el caballo obedece a la acción más delicada, camino que nos
conduce al empleo de las ayudas invisibles.
Así como el escultor empieza por hacer del bloque de
piedra bruta, a golpes de cincel, los futuros contornos de
su obra de arte para hacerla nacer después con plena belleza
por un trabajo cada vez más sutil y más detallista, del mismo
modo el jinete debe procurar que sus ayudas sean más y más
delicadas durante el curso del adiestramiento de su caballo.
Este es un principio del que todo jinete debería tener la más
estricta observación, guardándose especialmente de derribar,
con ayudas incorrectas, lo que ha edificado antes. Para volver a
la comparación con el escultor: esto sería como si a golpes de
cincel violentos, sin reflexión, la obra de arte ya casi acabada
se profanase.

Las ayudas de piernas


Las piernas del jinete deben descansar sobre el cuerpo del
caballo. Actúan sobre la cincha o detrás de ella, incitando a
las patas del caballo a emplearse más, lo que provoca el movi-
miento enérgico hacia delante.
Naturalmente, aquí la intervención debe hacerse también
muy sutilmente. Con el potro, esta ayuda debe en principio
ser dada claramente por un golpe breve de la pierna. Cuando
el caballo responde a la voluntad del jinete, la pierna vuelve a
su posición normal. Nada es más perjudicial, ni frena más el
adiestramiento, que las piernas que actúan continuamente.
Una presión continua de las piernas es perjudicial igual-
mente, porque el jinete se fatiga y el caballo queda extenuado.
58
LA EQUITACIÓN CLÁSICA

La presión de las piernas debe cesar cuando el caballo res-


ponda a la voluntad del jinete.
Las ayudas de piernas deben, con el tiempo, hacerse tan suti-
les que el caballo tome como ayuda el simple apoyo más acen-
tuado del pie sobre el estribo. Los antiguos maestros llamaban
a esta clase de ayuda: “el peso sobre el estribo”.
Las dos piernas, actuando sobre la cincha, provocan el movi-
miento hacia delante. Aisladamente, aplicadas detrás de la cin-
cha, producen bien un efecto de oposición o bien, si su presión
aumenta, un efecto de empuje hacia un lado o costado. La pier-
na de oposición, aplicada detrás de la cincha, impide el avance
de las patas. Al contrario, la acción de una sola pierna detrás de
la cincha, obliga al caballo a desplazarse hacia el lado opuesto. Si
una pierna actúa sobre la cincha empujando al caballo hacia de-
lante al mismo tiempo que la otra pierna actuando detrás de la
cincha empuja al caballo de costado, el caballo, por la acción de
las dos piernas, es obligado a desplazarse hacia delante, pero de
costado, es decir, a andar oblicuamente, lo que se llama apoyo.

Las ayudas del peso


Las ayudas de propulsión pueden ser reforzadas por las ayu-
das del peso. Estas ayudas juegan un papel muy importante que
normalmente no se reconoce. El jinete que lleva el cuerpo de-
trás de la vertical, manteniéndose fijo en la silla, inducirá al ca-
ballo a ir hacia delante. Cuando el cuerpo se lleva hacia atrás,
mientras que las piernas empujan hacia delante y las riendas
ceden, puede obrar milagros en el caso particular de los caballos
que no quieren acercarse a los objetos u obstáculos a los que
tiene miedo.
El cuerpo llevado en la dirección del movimiento de cos-
tado refuerza la acción de la pierna exterior, porque el caballo
se esfuerza siempre en avanzar hacia el centro de gravedad del
jinete. Del mismo modo que un hombre que lleva a otro sobre
su espalda se irá hacia la izquierda y no hacia la derecha si el que
hace de fardo se inclina del lado izquierdo.
59
ALOIS PODHAJSKY

Una simple ayuda o apoyo del jinete sobre uno de sus dos
“isquiones” será experimentada como una ayuda por el caballo
de escuela. Esta es una noción importante para la doma. Por el
contrario, es necesario poner a los jinetes en guardia contra los
esguinces del cuerpo, error en el que caen muchos cuando quie-
ren enseñar a su caballo alguna cosa nueva. Tal empleo de las
ayudas es falso.
Los caballos, como ya se ha dicho, tienen el oído extremada-
mente fino; una breve voz –unida a otras ayudas propulsoras–
bastará para hacerles irse hacia delante. Pero aquí aún hace falta
atraer la atención sobre una falta frecuente: los jinetes que hacen
un uso constante de la voz obtienen el mismo resultado que con
el golpeteo continuo de las piernas; el caballo se desgasta. Este
es el más grave peligro para la eficacia del adiestramiento. Esta
llamada o voz debe ser entendida perfectamente y sin confusión
por el caballo.
El oído no debe ser usado para un entendimiento permanente
entre el jinete y el caballo. El jinete debe usar la voz para facilitar
la aplicación de las ayudas invisibles. Castañeo de la lengua, gritos
y gruñidos diversos empleados antiguamente por los cocheros
mediocres, no corresponden absolutamente a las nociones de la
equitación clásica; cuando un jinete se sirve de ellos, en lugar de
las ayudas normales, no hace más que perjudicar la doma de su
montura.

La espuela
El jinete no debe hacer uso de la espuela nada más que con los
caballos ya avanzados en el adiestramiento y solamente cuando
quiera reforzar las ayudas de propulsión ya descritas. El empleo
de la espuela es la última de las ayudas propulsoras y se debe usar
lo menos posible.
La espuela, ayudada por una presión acentuada de la pierna,
obra por presión contra el cuerpo del caballo. La espuela no debe
ser usada de forma violenta, pues entonces más que una ayuda es
una corrección.
60
LA EQUITACIÓN CLÁSICA

No se hará nunca un trabajo exagerado con la espuela, pues,


aunque el caballo no se extenúa fácilmente, sí se debilita y
amedrenta.

La fusta
A las ayudas propulsoras se añade aún la fusta, cuando se
trata de caballos jóvenes (potros) y también de caballos ya
puestos, a los que se les quiere exigir el máximo. El empleo de
la fusta va aumentando desde el simple contacto con el cuerpo
del caballo hasta el ligero golpeteo, pero jamás debe degenerar
en un ataque con golpes fuertes. La fusta es usada en el lugar
donde la pierna debe actuar, y con todos los potros, eventual-
mente en el lomo.
Se debe evitar tocar las patas con la fusta, lo que, en particu-
lar con los potros, podría provocar malos modales, como, por
ejemplo, la coz.
Cuando el caballo está casi familiarizado con esta ayuda –
que no debe ser más que un medio para hacerlo obediente a la
acción de las piernas– no será más que el ruido de la fusta lo
que le hará obedecer.

El látigo
En cuanto al látigo, se exige un manejo particularmente es-
merado y premeditado. Es empleado por el instructor o por un
hombre experimentado para reforzar las ayudas de las piernas
del jinete y ayudarle, cuando monta a los potros, a abordar
los ejercicios más difíciles. El látigo debe ser empleado con
cuidado, puesto que el límite entre la ayuda y la corrección
se traspasa fácilmente. Jamás un caballo debe temer al látigo,
porque entonces éste no sería más que una ayuda por miedo,
ayudas que se deben evitar siempre. El látigo debe conducir
al caballo a dar trancos más vivos y más enérgicos, pero nun-
ca debe hacerlo botar por el miedo. Frecuentemente, el sólo
hecho de enseñar el látigo induce al caballo a obedecer. Si el
simple hecho de enseñar el látigo no es suficiente, se levantará
61
ALOIS PODHAJSKY

y se dejará caer la rabiza en el suelo, lo cual será la mejor for-


ma de conseguir lo deseado. Finalmente, un ligero contacto con la
rabiza, en el sitio donde deben ser dadas las ayudas de las piernas,
aumenta aún más los efectos de estas ayudas. Nuca se debe cruzar
con el látigo el cuerpo del caballo, su grupa o sus miembros. De
esta forma no se obtiene nada. Al contrario, enloquece al caballo y
lo obliga a desordenar sus pisadas. El látigo, como ayuda del jinete,
no tiene sentido sino cuando éste pone en juego al mismo tiempo
sus ayudas propulsoras. Después del éxito, es necesario siempre en-
señar el látigo al caballo y darle una recompensa. Del mismo modo
se puede tocar su cuerpo para que en ningún caso tenga miedo de
este instrumento de adiestramiento. Todas las ayudas –incluso el
látigo– deben ser usadas teniendo en cuenta la sensibilidad, el tem-
peramento y el grado de doma del caballo, pues hace falta que éste
no tenga nunca miedo de una ayuda.

Las ayudas de las riendas


Las ayudas de las riendas, son por así decir, el contrapeso de las
enumeradas hasta ahora. Aseguran la medida justa de la impulsión.
Por un acuerdo exactamente dosificado con las ayudas propulsoras
mejoran la actitud del caballo, su reunión y su elevación. Además,
sirven para dirigirlo en la dirección deseada.
Por ayudas de las riendas se entiende breves indicaciones de re-
tención, pero sin tirar nunca fuertemente, ni dar tirones ni sacudi-
das. La presión del bocado debe ser aumentada progresivamente.
La rienda que cede no debe ser aflojada bruscamente, debe produ-
cir un suavizamiento progresivo de la presión o tirantez que antes
tenía.
La ayuda de las riendas tolera, pues, una retención y una ce-
sión. Esta última tiene una importancia muy grande. Una ayuda
de retención se compondrá de varias indicaciones de la mano –ac-
ciones y cesiones repetidas–, a fin de que esta ayuda pueda pasar
a todo el cuerpo del caballo y no quedar fija en cualquier lugar,
como se produce a menudo cuando el animal se pone rígido con
una tensión demasiado prolongada de la rienda. La ayuda de re-
62
LA EQUITACIÓN CLÁSICA

tención ideal con un caballo completamente domado es la dada


por un movimiento de la muñeca, sin ningún juego del brazo,
antebrazo, articulaciones de la espalda y del codo. El efecto de
la rienda, obtenido por la torsión de la muñeca es el objeto final
del adiestramiento y es el resultado de una educación metódica,
larga y premeditada. Con los caballos jóvenes el brazo del jinete
participa aún en la acción de la rienda, pero se va haciendo cada
vez más suave hasta que se limita a la acción de la muñeca. Con
un caballo bien puesto basta cerrar un poco más fuerte el puño
sobre las riendas, este simple gesto será experimentado como
una ayuda.
Según su efecto, se distinguen: las riendas que influyen, las
riendas que ceden y las riendas que resisten.
Las riendas que influyen conducen al caballo a la colocación
del cuello y de la cabeza y a girar en la dirección de la tensión
de la rienda. La indicación debe ser tan breve como sea posible
para que el caballo no se vuelva “reacio”. Una vez conseguido
el objeto, se pasa de la tensión a la cesión. Si con los caballos
jóvenes (potros) la primera acción de la rienda no da el resultado
deseado hay que practicar una breve cesión. Después, la acción es
repetida hasta que se consiga con éxito. Pero nunca esta tensión
debe generar en tracción. Esto conduciría al jinete a una prueba
de fuerza con el caballo, prueba que acabaría naturalmente con
la victoria de este último, en favor del cual juega el peso. La
acción de retención no debe hacerse nada más que con la rienda
bien ajustada, jamás con una rienda floja, lo que sería en vez de
una retención una sacudida.
La acción de la rienda unilateral no solamente lleva al caballo
a girar, sino que influye sobre las patas del mismo lado si hay
una resistencia adecuada de la rienda opuesta y una acción de la
pierna del jinete que las empuja lateralmente. La tensión de la
rienda interior viene entonces en apoyo de la pierna interior del
jinete e impide a la grupa irse hacia adentro, al mismo tiempo
que la rienda exterior actúa sobre la pata exterior y previene un
escape de la grupa hacia el exterior y sostiene la acción lateral
63
ALOIS PODHAJSKY

de la pierna aplicada detrás de la cincha. Además, la rienda exte-


rior, resistiendo, determinará siempre el grado de colocación y de
flexión lateral, lo mismo que el radio de sus giros. Si la rienda exte-
rior no está ajustada, el caballo como consecuencia de la tensión de
la rienda interior, llevará simplemente la cabeza hacia adentro pero
no ejecutará giros. Recordemos aquí que si se monta en el picadero
o en un terreno limitado, al lado que da hacia el centro del picadero
se le dice que está hacia adentro o interior; el que da hacia la pared
está al exterior o fuera. Del mismo modo se designan las manos y
las piernas del jinete y patas del caballo, así como las riendas.
Las ayudas de las riendas no obtienen su pleno efecto si no es-
tán de acuerdo con las ayudas del peso. Una simple tensión de la
rienda, apoyada con el empuje del jinete, modera el paso y aumenta
la reunión. La tensión de la rienda cuando el cuerpo del jinete está
actuando influye a partir de la boca del caballo por el camino de la
mano, espalda y columna vertebral del jinete, sobre los músculos
del lomo y las patas de su montura.
El cuerpo del jinete hace de intermediario entre las ayudas de
las riendas y las ayudas de piernas; debe, por consiguiente, estar
en equilibrio sobre el lomo del caballo para poder cumplir su mi-
sión. En caso contrario, una actitud no apropiada del jinete puede
disminuir el efecto de las ayudas. Cuando el cuerpo del jinete está
inclinado hacia delante, a la vez que está firme en la silla, produce
siempre un efecto de retención que actúa reteniendo el avance de
las patas del caballo.
Con un caballo recto de espaldilla y de ancas, la tensión de una
rienda producirá un efecto de freno en la pata del mismo lado. La
acción de las dos riendas obliga, por consiguiente, al caballo a una
moderación de su paso.

La compenetración de las ayudas


De suma importancia es el acuerdo la compenetración de las
ayudas, en particular la armonía de las ayudas de propulsión y de
las ayudas de retención. Una antigua experiencia enseña que no hay
que apretar más con las piernas de lo que se puede retener con las
64
LA EQUITACIÓN CLÁSICA

riendas y no retener nunca más de lo que se pueda apretar. De


esto resulta forzosamente la medida que hay que adoptar para la
intensidad de cada una de las ayudas.
En la Escuela Española, con los caballos de contacto desigual
o que se ponen rígidos de un lado, se le dedica una gran impor-
tancia a lo que se llama “abdruken”, la media parada unilateral.
A este efecto, la rienda que el caballo no quiere aceptar (ver “el
contacto”) está ajustada firmemente y la colocación de la cabe-
za, acentuada hacia este lado, está equilibrada por una pequeña
tensión de la rienda opuesta, lo que coloca rectos el cuello y la
cabeza. A esta media parada unilateral, acompañada de las ayudas
propulsoras de las piernas, sucede inmediatamente una cesión. Se
repite la operación hasta que se obtenga el mismo contacto de los
dos lados.
Bien entendida, esta ayuda no debe interrumpir el movimiento
regular hacia delante. En esto de las ayudas, como en todos los
principios del adiestramiento, no conducen al éxito si no actúan
de completo acuerdo unas con otras. Hay que apuntar especial-
mente que su empleo debe siempre tener lugar de la misma forma
si no se quiere desorientar al caballo.
Todos los seres vivos se acostumbran más o menos a las ru-
tinas, renovándose constantemente. En los caballos, este fenó-
meno es particularmente característico. A menudo, perciben el
cambio más mínimo, que es inapreciable para el jinete. Ellos repa-
ran, por ejemplo, en un cambio ínfimo en el picadero, encontran-
do desagradable un picadero extraño; igualmente son capaces de
comprobar que otros caballos, compañeros suyos habituales, han
trabajado allí. Es obligación del jinete impedir al caballo distraerse
por las influencias extrañas y someterlo física y moralmente de tal
forma que se centre enteramente en su trabajo.
En fin, hace falta prestar atención sobre el hecho de dar a las
ayudas de propulsión una importancia mucho más grande que
a las ayudas de retención. Los medios de los cuales dispone el
jinete lo demuestran ya claramente. Las ayudas también permiten
discernir el hilo de Ariadna que nos guía a través de toda la equi-
65
ALOIS PODHAJSKY

tación y que puede expresarse brevemente en la frase siguiente:


“en el movimiento hacia delante reside el éxito y, por lo tanto, el
secreto de un adiestramiento bien conducido”.

LAS CORRECCIONES

Mientras que en la antigüedad los griegos se esforzaban en


comprender la psicología del caballo y educarlo con cariño (Jeno-
fonte dice en su libro que “los caballos jóvenes deben ser educa-
dos de forma que no solamente quieran al hombre, más aún, que
lo busquen”), los caballeros de la Edad Media empleaban, al con-
trario, métodos duros. Ellos consideraban las correcciones como
el mejor medio de educación y no se tomaban la molestia de so-
meterlos a su voluntad por un tratamiento más justo. El objeto
de su adiestramiento era la servidumbre. Sufrimientos de todas
clases debían humillar al caballo, sin preocuparse de las mermas
inevitables. Los terribles bocados y los diferentes medios emplea-
dos en esta época aclaran suficientemente cuál era el método usa-
do en esa época.
Pluvinel fue el primer profesor de equitación en rebelarse con-
tra estos métodos, lo que acarreó una larga lucha, sin esperanza
aparente de victoria, contra sus contemporáneos, en particular
contra La Broue. Pero los métodos más humanos de Pluvinel no
se extinguieron después de su muerte. Estos métodos constituye-
ron la mejor base para las futuras enseñanzas de La Guérinière.
Cuando se lee hoy los consejos de La Broue sobre el mejor me-
dio de dominar a un caballo, es probable que los pelos del lector
amigo de los animales se le pongan de punta. Sin embargo, en la
época de Pluvinel fue su contemporáneo La Broue quien impuso
sus métodos. Por suerte, y para el honor de la equitación, Pluvinel
y La Guérinière encontraron numerosos adeptos. Durante siglos,
sus métodos psicológicos han influido en la equitación, para suer-
te de los caballos.
La equitación no ha escapado de la brutalidad que generaliza a
nuestra época. El castigo del caballo ha vuelto desgraciadamente
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

al primer plano. Hay jinetes que dan mucha más importancia a las
correcciones que a las ayudas. Sin ninguna duda, toda corrección
es mala cuando el espectador entendido no puede descubrir la
razón de esta corrección: el caballo en semejante caso, ¿cómo
puede saber a qué se debe el castigo?
Hay un hecho que ha sido comprobado: el jinete es tanto más
brutal con su caballo cuanto mayor sea su fatuidad y menor sea su
habilidad. Busca entonces, por el empleo de la violencia, inculcar
al caballo lo que no ha podido hacerle comprender por medio de
las ayudas a su disposición, en virtud de los principios clásicos.
No es cuestión, sin embargo, de negar a las correcciones todo
su valor si no se quiere contentar con un caballo mal educado,
que no alcanzará jamás un nivel interesante en el adiestramiento.
Pero estas correcciones hay que darlas con mucho tacto y sólo en
el momento necesario. Nunca la importancia de las correcciones
debe ser mayor que la de las ayudas, como, por desgracia, ocurre
frecuentemente.
Antes del empleo de toda corrección el jinete debe hacerse
tres preguntas principales:

1ª ¿Es verdaderamente necesaria la corrección? (En la duda,


vale más renunciar que infligir un castigo injusto).
2ª ¿Qué especie de castigo parece indicado y qué intensidad
debe alcanzar?
3ª ¿Cuándo debe tener lugar la corrección?

En lo concerniente al primer punto, diremos que: antes de


toda corrección el jinete debe meditar y determinar exactamente
si el caballo rehúsa realmente a obedecerle o bien si no lo hace
debido a que no lo ha comprendido, o más bien si no está en con-
diciones de responder a la voluntad de su maestro. La reflexión
tranquila es, en este caso, muy importante; la falta de compren-
sión o incapacidad del caballo excluyen toda corrección, si no se
quiere frenar o detener, por temor del animal, su adiestramiento,
ni perturbar su confianza en el hombre. Una corrección injusta
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ALOIS PODHAJSKY

y no comprendida puede conducir fácilmente a la resisten-


cia. Cuando el caballo está en condiciones y consciente de
su fuerza, llega a medirse con el jinete, lo que hay que evitar
cuando sea posible. Pero en ningún caso hace falta alardear
con el miedo del caballo a las correcciones, porque al pavor
inicial se añadiría aún el miedo al castigo.
Segundo punto: el jinete debe conocer exactamente el
temperamento y el grado de sensibilidad de su caballo. Debe
conocer igualmente su facultad de comprensión y el nivel
alcanzado en su doma. Este conocimiento es el que puede
determinar la corrección oportuna. Los caballos indiferentes,
o inclinados a la pereza, deben ser corregidos con más seve-
ridad que los que son activos y aplicados.
La corrección bien adaptada favorecerá el adiestramiento
y ésta alcanzará entonces su objeto. Pero cuando sea dema-
siado severa, demasiado brutal, conducirá al resultado con-
trario.
Tercer punto: nunca se repetirá demasiado que la correc-
ción debe seguir inmediatamente a la falta que la justifica. Si
éste no es el caso, su efecto es defectuoso. Un niño que es
castigado por la tarde por una falta que cometió en la maña-
na, no puede comprender por qué se le ha castigado. Ocurre
lo mismo con el caballo corregido demasiado tarde. Si el jine-
te no está en condiciones de aplicar enseguida la corrección
debe renunciar a ella. Esta renuncia beneficiará más que un
castigo a destiempo.
En ningún caso se debe proceder como se puede obser-
var frecuentemente: cuando un caballo que bota o por otra
impertinencia desplaza a su jinete; éste toma el tiempo de
reponerse bien en la silla, después coge su fusta y da al ca-
ballo algunos golpes. Esta corrección llega demasiado tarde,
porque el animal no sabe ya por qué tiene lugar.
El jinete dispone de cierto número de medios de correc-
ción, debe encontrar en cada instante el más eficaz. En el
caso de falta de impulsión son las piernas, las espuelas, la fus-
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

ta y el látigo los que entran en juego; en caso de resistencia a


la moderación del paso, son las riendas las que actúan.
Como ya se ha dicho, la mayor parte de las ayudas pueden
ser intensificadas hasta llegar a una corrección. Si el caballo
no responde a la presión o al ligero golpeteo de las piernas, el
jinete debe accionarlas más vigorosamente y, al mismo tiempo,
usará las espuelas. Al usar las espuelas, el jinete debe guardarse
de separar las piernas de la silla y del cuerpo del animal hasta
el punto de separar las rodillas, pues en caso de movimiento
violento del caballo el jinete puede perder el equilibrio y no
podrá después del efecto de corrección pasar al empleo de la
ayuda, volviendo así inútil la corrección. Es entonces cuando
el caballo triunfará.

La espuela
La espuela, como el látigo, interviene por un breve ataque
detrás de la cincha.
La espuela no debe ser aplicada demasiado detrás del lugar
que ocupa la cincha, porque conduce al caballo a dar coces. Si
hay realmente coces, entonces es el momento de que el caballo
reciba en el mismo sitio un segundo ataque breve de espue-
la. Si responde una vez más con una coz, se vuelve a usar la
espuela hasta que la corrección sea aceptada sin protestar. La
experiencia enseña que los caballos así educados no piensan
más en responder a la espuela con un coceo.
Es importante igualmente, cuando se usa la espuela, el co-
nocer exactamente la agudeza y la sensibilidad del animal y me-
dir en consecuencia la severidad del castigo. Nunca la espuela
debe ser utilizada con una fuerza tal que deje huellas de sangre
en el cuerpo del caballo. Además, su acción –como la de todas
las correcciones y, a fin de cuentas, como la mayor parte de las
ayudas– debe cesar cuando el resultado buscado es alcanzado.
Todo jinete debe siempre tener presente que la espuela como
ayuda y como corrección sólo se debe usar cuando el caballo
no responda a las demás ayudas.
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ALOIS PODHAJSKY

La fusta
En el empleo de la fusta, el límite entre la ayuda y la corrección
es difícil de precisar. Una fusta apoyada en el cuerpo del caballo y
agitándola debe ser considerada como una ayuda, mientras que un
golpe aplicado brevemente con la fusta debe ser ya considerado
como una corrección.
La corrección con la fusta se da en el cuerpo del caballo, habi-
tualmente detrás de la pierna del jinete, y en caso excepcional, en
la paletilla, pero nunca en el cuello y menos aún en la cabeza del
caballo.
Si la corrección es infligida por una falta grave, el jinete toma las
riendas firmemente en la mano izquierda, y con la mano derecha
coge la fusta y da un golpe vigoroso detrás del sitio que ocupa su
pierna. Pero esto en el caso extremo, en ese género de correccio-
nes. Se debe recurrir a la fusta lo menos posible y solamente si es
efectivamente necesaria, de forma que no espante o extenúe al
caballo. Además, esto no es agradable de ver y la equitación debe
siempre aparecer llena de belleza. Bien entendido que, en caso ne-
cesario, un sólo golpe será más eficaz que los golpes aplicados a
medias y continuos. Todas las medidas tomadas a medias quedan
sin efecto y son más o menos inútiles, tanto en equitación como
en la vida.

El látigo
Con el látigo sucede lo mismo que con la fusta. Sólo es en casos
muy raros cuando el instructor o domador lo empleará, no como
ayuda, sino como castigo. En particular, cuando el caballo en lugar
de ir hacia delante a la señal de la rabiza, se queda quieto o lanza
coces, entonces es el momento de emplear el látigo como castigo.
Si al llamarlo, el caballo se detiene y se pone a cocear, es el mo-
mento de castigarlo con algunos golpes hasta que deje de cocear y
se vaya hacia el domador.
Una vez más, diremos que el látigo no debe ser empleado como
castigo nada más que en el caso de necesidad absoluta; más aún
que la espuela, este instrumento es de reserva absoluta. El jinete
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

sólo debe decidirse si está convencido de ser el más fuerte.


Pero una vez que ha empezado a usarlo debe continuar hasta
vencer la resistencia del caballo.
Los golpes del látigo nunca deben ser aplicados sobre las
manos, el cuello y la cabeza. No hay que aplicarlo tampoco
de arriba hacia abajo sobre la grupa, lo que hace que el ca-
ballo cocee. Debe ser usado con la rabiza lanzada de abajo
hacia arriba. El caballo normalmente toma miedo al látigo;
la mejor forma de hacerle perder el miedo es que el instruc-
tor le haga oír algunos chasquidos del látigo, pero sin tocar
al caballo, después se acerca a este último con el látigo es-
condido y lo acaricia, le da palmadas, le enseña el látigo y, al
fin, le toca con el mango, todo ello hablándole y calmándolo.
Luego retrocede algunos pasos y llama al caballo para que
se le acerque.
Un animal tratado así toma confianza en el látigo, mien-
tras que otro que al verlo se espanta y trata de huir, es la
prueba infalible de que no ha sabido usarse el látigo con él.

Otras correcciones
La sofrenada (tirón de una rienda) sólo se emplea si todos
los efectos de tensión y cesión de las riendas resultan inefi-
caces, cuando el caballo tira demasiado y quiere irse. En este
caso, se justifica una sofrenada con fuerza de la rienda de un
lado. Pero entonces hay que considerar que esta corrección
va a estropear fácilmente la obediencia del caballo a la mano
del jinete ya obtenida y puede tener una repercusión extre-
madamente perjudicial en las patas del animal.
Una de las correcciones moderadas consiste, con los
caballos inteligentes, en repetir hasta conseguir con éxito
los ejercicios no logrados. Cuando el caballo prueba, con
la huida hacia delante, de resistirse a la autoridad del jinete
se usan las paradas repetidas como corrección. Pero estas
paradas no deben ser ejecutadas muy duramente, pues se
podría perjudicar el adiestramiento de los potros.
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ALOIS PODHAJSKY

El paso atrás puede ser empleado como una corrección aún


más eficaz. Sin embargo, no hay que prolongarlo demasiado,
pues provocaría dolores en las patas del caballo y éste buscaría
defenderse con la resistencia.
El sólo hecho de elevar la voz es frecuentemente tomado por
los caballos como una llamada al orden.
Una prescripción importante concerniente a todos los
castigos es la de suspenderlos cuando el objetivo es alcanzado.
Una caricia, en ese preciso momento, favorecerá la confianza
del caballo. Hay que saber corregir de una forma consecuente
y jamás dejarse llevar por el ímpetu o por el mal humor: esta es
una verdad sobre la cual ciertamente no es necesario insistir.
No se debe olvidar que el caballo tiene buena memoria y se
espanta fácilmente. Esforzarse en ganar su confianza debe
ser constantemente una de las principales preocupaciones del
adiestramiento.
No es por casualidad que Jenofonte escribiera en su obra
sobre la equitación: “Nunca debes maltratar a tu caballo cuando
estés encolerizado; pues hay en la cólera algo de irreflexión
por la que frecuentemente se hacen cosas de las cuales hay
que arrepentirse”. Casi dos mil años después el reglamento del
ejercicio para la caballería Imperial y Real de Austria recuerda
en grandes letras que “nunca se deben dar correcciones a los
caballos cuando se está de mal humor”.
Es necesario que el jinete lleve siempre a su caballo con inge-
nio y con maestría, debe reprimirlo sin violencia y someterlo a
su voluntad con inteligencia.

LAS RECOMPENSAS

Es una cosa muy extraña que en casi todos los libros de equi-
tación las correcciones son tratadas de una forma más detallada
que los diferentes géneros de recompensas. Así, Grisone, por
ejemplo, sostiene en su doctrina ecuestre que el hecho de cesar
la corrección constituye ya para el caballo una recompensa. Sin
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LA EQUITACIÓN CLÁSICA

embargo, el jinete tiene, en la recompensa justa, toda una gama


de posibilidades, desde la caricia a las golosinas. Son múltiples
los caminos que permiten ganarse la confianza y el cariño del
caballo.
El jinete reflexivo comprobará enseguida que no solamente los
caballos agradecen las recompensas, más aún, encuentran estímu-
los para hacer los ejercicios y contentar a su maestro.
La recompensa debe seguir inmediatamente a la ocasión que la
justifica, si se quiere que tenga valor. Desgraciadamente se pueden
observar que muchos jinetes están siempre dispuestos a castigar,
pero olvidan las recompensas. Consideran como una cosa natural
lo que su caballo ha hecho bien. Este criterio es completamente
erróneo.

Halagar al caballo, descanso y golosinas


La recompensa más simple consiste en halagarlo con la mano
y la voz. Mas no hace falta que se le acaricie el cuello, como se
veía antiguamente en el ejército, con una serie de palmadas tan
ruidosas como rítmicas, que servían más que para recompensar al
caballo para deslumbrar a los espectadores.
Es con ternura como hay que acariciarlo, pasándole la mano
por el cuello o por otra parte del cuerpo.
Además, es muy eficaz, después de los ejercicios particular-
mente logrados, andar un poco con las riendas sueltas. El caballo
apreciará pronto este gesto del jinete y el abandono provisional
del trabajo como una recompensa y se esforzará la próxima vez
en merecerla de nuevo rápidamente. Es interesante anotar que
Jenofonte aconsejaba ya al jinete, que después de un ejercicio bien
hecho, pusiera pie en tierra en seguida y después enviara al caballo
a la cuadra sin montarlo.
La avena y el azúcar, después de los ejercicios logrados, son
igualmente apreciados por los caballos como recompensas, a con-
dición de que los reciban en cuanto el ejercicio haya terminado.
No se puede terminar el tema de las “recompensas” sin adver-
tir que deben ser también adaptadas al carácter del animal. Una
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simple caricia con la mano bastará para hacer feliz a un caballo


sensible y que aprecia las caricias, mientras que otros caballos más
materialistas renuncian voluntarios a la ternura por azúcar u otras
golosinas.
Se puede también ver la forma en que el jinete da las recompen-
sas y las correcciones para hacerse una opinión sobre el talante y la
calidad de su carácter.

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