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Historias de jabalí

LAUTARO LASTRA

para vegetarianos

EDITORIAL ESPACIO RENACENTISTA


LAUTARO MANUEL LASTRA

Historias de Jabalí para Vegetarianos


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LAUTARO MANUEL LASTRA

Historias de Jabalí
Para vegetarianos
Lautaro Lastra

Editorial
Espacio Renacentista

Historias de Jabalí para Vegetarianos


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LAUTARO MANUEL LASTRA

HISTORIAS DE JABALÍ PARA VEGETARIANOS


Autor: Lautaro Lastra
Publicado por Editorial Espacio Renacentista
espaciorenacentista@gmail.com

Lastra, Lautaro
Historias de jabalí para vegetarianos / Lautaro Lastra;
contribuciones de Gustavo Marcelo Martin; Andrés Ruíz
Cazón; Cristian Passetti; editor literario Facundo Farías;
Gisella Grando. - 1a ed. - Río Cuarto: Gustavo Marcelo Martin,
2018.
54 p.; 15 x 11 cm.

ISBN 978-987-42-7908-8

1. Literatura. 2. Argentina. 3. Córdoba. I. Martin, Gustavo


Marcelo, colab. II. Ruíz Cazón, Andrés, colab. III. Passetti,
Cristian, colab. IV. Farías, Facundo, ed. Lit. V. Grando,
Gisella, ed. Lit. VI. Título.
CDD A863

1ª edición: Río Cuarto, mayo de 2018


2018 Lautaro Lastra
ISBN 978-987-42-7908-8
Tirada: 30 ejemplares (encuadernación artesanal)
Revisión de texto: Gisella Grando
Corrección de estilo: Facundo Farías
Diseño y Arte de tapa: Gustavo Martin

Impreso en Argentina, mayo de 2018


Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Todos los derechos reservados. Permitida su
reproducción total o parcial con mención de su autor.

Historias de Jabalí para Vegetarianos


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LAUTARO MANUEL LASTRA

I NTRODUCCIÓN

Protesta de légamo, patas y hocico


de un fin entrelazado en cubiertas
de barcos alejándose tras las
nieblas de un pelaje boscoso. Tal
jabalí corre por los suaves
altozanos de este inmenso universo
sin fin, previniendo los reposos en
el ser, base de toda existencia.
Buscaba, Buscaba. Las
preguntas no eran más que una
manifestación de lo que en verdad
soy; y recordando aquel viejo

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LAUTARO MANUEL LASTRA

proverbio que decía: “no somos las


cosas, pero a través de ellas nos
expresamos”. Es que mi mente, mis
emociones, mi cuerpo, este
cuaderno, esta lapicera, estas
manos, este pincel, este lienzo,
estos pies, este caminar, no son más
que medios por los cuales se
expresa lo que soy, lo que fui, lo que
seré. En fin, el ser, la verdad, lo
radicalmente trascendente no
puede ser alcanzado por medio de
un mero interrogar; tanto la
pregunta y la respuesta no son más
que cosas por las que me
exteriorizo, y no hay de hecho
pregunta que pueda llegar a lo
profundo. La pregunta solo busca
respuesta, y la respuesta es…

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Los caminos desaparecieron ya


hace tiempo, desde que el bosque
se volvió impenetrable, desde que
dejamos de explorarlo, desde que
dejamos de querer caminarlo. Lo
veo. Ahí está el brillo de esos ojos
de fuego, de esos colmillos que
pronto están por lanzar una feroz
estampida.
Mi ojo en la mira, mis manos
apenas temblequean en la escopeta,
apuntando al jabalí que quiere
atacarme. Los perros no están, se
fueron con Raúl, y este animalejo
me enfrenta en un duelo que
seguramente será el final. Sé que
esto de la cacería es peligroso, pero
solo se me vienen pensamientos
banales como –“¡Esta noche sí que

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vamos a comer un rico asadito!”-


Sin embargo, hay un escalofrío que
me recorre, es adrenalina, es temor,
es el miedo de cerrar un
interrogante, a lo desconocido. A
tener que abrir y crear un nuevo
camino a transitar, un nuevo
objetivo al cual cazar; si, ya sé, debo
concentrarme ahora, solo estoy
frente a este estúpido y enfurecido
jabalí.

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L UZ. CREMA…

Fui el diamante. Sentí el frío


entrando en mis huesos, el trémulo
y el infinito movimiento que hace
de mi cuerpo, la eternidad, la
soledad, el triste ser que se
desvanece en lo alto de aquella
montaña en que los finos mármoles
de su río estallan en los suaves
colores de la luna encrespada hacia
el horizonte.
Sutil, la belleza de tu árbol
centraba la mente en las aguas que

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no querían ser devoradas por la


triste y pobre fauna que atraviesa y
destruye a los encarcelados lejanos,
que le dan la bienvenida de tu luz
crepitante y diáfana susurrada en
de pequeños jabalíes.

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H OJA PERMANENTE

Rebuscaba luces en las alforjas


llenas de esa yegua transparente.
Aparentaba ser, inocua se sentía,
cómoda y sin salida, sin salida.
No tenía cómo salir de eso y se veía
a sí mismo como alguien devorado
en los confines, mundos, de la
mente; … El tipo, que no puede salir
más allá de ¾ de cancha porque se
cansa de sobre manera, que ya no
trae los calcetines puestos porque

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le molestan. y cascarrabias ya no
puede salir y sin salida entrar,
entrar, salir entrando, porque
entrando puedo salir, salir, sí, salir.
Por las canchas nadie se refiere al
sin sentido del propósito, que a
cada rato nos lo mienten más de un
jabalí.

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P ERTINENCIA SENIL

Pereza perdida, movimiento y


quietud de las dulces aguas del río
que ya no tienen los peces de luz.
Esa luz proveniente de aquel cielo
estridente de rocas, tierras,
asteroides. Jardines en las galaxias,
manantiales de danzas en árboles
pequeños, bonsái.
Salsas de tomate, salsa blanca,
estaban los pequeños niños
jugando su juego. –Pásame el triciclo,
pásame el triciclo-.

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Tobogán de aire, subibaja de nubes,


hamacas de pulmones gastados de
tanto respirar, respirar y respirar.
Ya estaban todos cansados y me
acerqué a verlos, marcados y casi
envueltos en satisfacientes ermitas
para salirse de los corros, correos,
corrosivos en su pensar sucio y
descolorido como tal o cual jabalí.

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S ALTA ENTRECORTADO

¡Gracias!, los fideos van a sacarme


el hambre. Hace días que te estoy
mirando comer, esperando el
instante en que pueda saltar los
dulces momentos en que te amé.
Te amo, te amo, quiero
abrazarte, quiero tocarte, tu boca
refleja todos mis ojos en su
completud. Filtros referentes a los
otros idiotas infumables que solo
piensan cuando una pantalla de tv
aparece en sus frentes; y miran

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LAUTARO MANUEL LASTRA

basura, miran deportes, miran


chimentos, noticieros, películas de
Hollywood, todos venenos
altamente tóxicos destilados por el
sin razón preponderante y tonto, de
seres, queso, pan y queso, pan y
queso, pan y queso - ¿no faltaría un
salamín? - Preguntaba el otro día
aquel pequeño jabalí.

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V ENTISCAS ARRUGADAS

Pasarán los días y los días, y me


quedaré aquí sentado para que los
autos se frenen frente a mí
estrellándose. Perdiendo los
sentimientos quiero alzarte al cielo
naranja de tantas muertes
anheladas por vivientes terráneos.
Te veo meciéndote frente a mí,
mientras escribo, como un río
inabarcable e inconmensurable. Soy
tan lento que no puedo entregarme
a tu mecer y tu danza, que la

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LAUTARO MANUEL LASTRA

imagino tan hermosa como esos


ojos que me atraparon, dos jaulas
son.
Un corazón atrapado en las
dos jaulas de tus ojos, que vi en una
foto el otro día; tan seria, tan
ecuánime, tan naif. Escribes, pero
igual hay otras cosas que me atraen
de ti, que quizás estén en tu cuerpo,
o en la subjetividad de tu mente
tiznada por aquel jabalí.

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A ZUL EL CORAZÓN

- ¡Diez pesos señor!… ¡diez pesos, una


súper oferta para este muñequito de
goma!
-No me interesa gastar dinero en
estupideces.
-Pero señor, una simple ayuda, el muñeco
no es más que un símbolo de solidaridad.
-Símbolo las pelotas. Estoy harto de que
me vengan boludos como vos en la calle,
internet o la tele y me quieran vender
cosas. -
Disculpe señor, no quise hacerlo enojar,

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LAUTARO MANUEL LASTRA

solo trato de ganarme la vida, estoy


desprotegido y hago lo que puedo para
progresar. No creo ser comparable a los
vendedores de internet o televisión…
- Tiene razón, no sé qué estaba pensando,
le pido perdón por mi insolencia, pero
hay veces que la noche es tan oscura que
se transmite a todos y alrededor de todo
el entorno.
-No se haga drama, solamente deje de
pensar en el jabalí.

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S UEÑO DOLARES

El chico se pone los botines y deja


de ser él. Hace tantos goles, el
pequeño frente a grandes
jugadores. Una película que pasa se
queda pegada en la cabeza del niño
jugador berreta. Su madre Rosa
tiene un problema psicológico, y el
médico le dice:
-Rosa, cualquier cosa, cosa cualquier cosa
rosa… rosa, cualquier cosa rosa, rosaaa,
cosa cualquier cosa rosa y así combatirá

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LAUTARO MANUEL LASTRA

el stress que tanto abomba las cabecitas de


los pequeños jugadores que quieren ser
adoptados por las tristes y fermentadas
manos del marketing, la publicidad y el
juego sucio del dinero y la fama. No te
dejes más vencer, al alma hay que darle
de comer un poco de azúcar de jabalí.

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E POPEYA DE VIENTO

-No, no, ¡¡noo!!... no puedo más Mario,


ya me cansé de ser tu Susanita o tu
Normita, estoy harta Mario déjame de
joder.
-Eh! Pará un poco Daniela, que van a
escuchar los vecinos…
-(grita) Que no soy Danielaaaaaaaa!!!
Aaaaahh! ¡no tengo nombre! ¡No tengo
nombre!
-Uh! Pero calmate por favor, bajá el
cuchillo, por favor calmate.

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LAUTARO MANUEL LASTRA

-No me calmo nada imbécil… ¿Quién te


crees que sos? A mí nadie me va a decir
lo que soy ¿Entendés cachufleto? Ni
siquiera yo sé quién soy.
-Bueno, bueno… está bien pero tampoco
es para que te pongas así; vení, vení,
sentémonos y charlemos, pongámonos de
acuerdo ¿Querés?
-Está bien.
-Pero guardá el cuchillo por favor…
-Ahí va…

Así, se sentaron aquellos dos,


Mario junto al ser que se negaba
rotundamente.
Sus miradas fijas el uno con el
otro hacían transparentar un
silencio tremendo, como un agujero
negro que todo lo absorbía; el tic

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LAUTARO MANUEL LASTRA

tac del reloj, los pájaros cantando,


el viento relinchando, los sonidos
de la habitación hablaban por ellos
que solo querían desaparecer.
¡PUF! ¡PAF! ¡PIM!
(desaparecieron)
Pasaron segundos, minutos,
horas, días, semanas, meses, años,
décadas, siglos y milenios. Los
cuerpos estaban ahí, pero ellos no,
nunca se supo cómo, pero nunca
más aparecieron. En la ventana,
mirando los tristes cuerpos
petrificados estaba el jabalí.

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M OJADO, MODAL, MOJADA

Un Sócrates etéreo parado frente al


mar, mojando sus pies con la fresca
espuma del mar griego. Dispuesto a
sumergirse ve a su alrededor
asesinatos, violaciones, suicidios,
ríos de sangre fluyendo al océano.
Ve la inmensidad del
horizonte en sus ojos; y se da vuelta
y a su vez ve en la ciudad muerta:
desesperación, agonía, caracteres y
números andando por ahí como un
teléfono con línea cortada que disca

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LAUTARO MANUEL LASTRA

y disca sin cesar esperando


respuestas o preguntas desde la
nada. Cables que se cortan,
corazones que descomunican y
descomponen. Sócrates con su
notebook conecta el módem,
ingresa al facebook y le escribe por
chat a su lejano amigo simias –No
sabía que en estas playas estaba el
Jabalí-.

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M ONO DIOS

A los cigarrillos 43/70 les falta el


“70”, y los azules se escapan rojos.
La muerte de las botellas está
íntimamente relacionada a su
nacimiento pertinente de días,
botones y bolsillos gastados de
sucios 43 pesos.

Pinturas rupestres de cactus;


ancestros en esta casa de cielo.
Bisabuelos, abuelos, padres de los
pequeños cactucitos dispersos en

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prisiones de latas y crecimientos


limitados.
A los hipertensos les caen mal
las emociones violentas; pueden
quedar duros como gatos muertos
¡malditos maníes con sal! ¡infierno
del hipertenso!, con sangre
excesivamente ionizada, con
nervios crispados, síntoma de una
sociedad enferma de consumo que
lleva al descolgate de los barros
secos de aquel Jabalí.

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G ALLETA DESINTEGRADA

Desintegración, cuánto dolor


esparcido en el placer.
Desintegración, cuánta luz caída
desde la oscuridad.
Desintegración, piedras en el rio
que nunca llegan al mar, o sí. Son
esencia, son deseo, son peces
lactales de galaxias de leche.
Universos desintegrándose a
cada instante, humanos denigrados,
compositores haciendo su gran

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obra, pintores llenando de colores


su pincel.
Algo que trae el interés de
madres sobreprotectoras, que caen
sobre sus niños oprimidos de
tantos: ¡No hagas esto! ¡No hagas
aquello! ¡Haz esto!
Mi creación es la destrucción y
el caos, y mi caos es mi orden que
se esparce en el río contaminado de
mi pueblo.
Ya estoy hastiado de
desintegrar mis sueños en los ríos
de vómitos del Jabalí.

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C RUZASTE PREGUNTAS

Te vi apenas, con tu sonrisa entre dientes.


Cruzaste el umbral, penetraste mis ojos,
te fuiste más allá, donde las aguas
se entrechocan.

Pienso en ti. Te siento luminosa,


sensual. La puerta que atravesaste hacia mí,
la abriste inconsciente y ni cuenta te diste
lo que abriste en mi corazón; un río vi
en tu boca sencilla, aguas cristalinas
de nacientes recientes.

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LAUTARO MANUEL LASTRA

Siento tu cuerpo sutil, esbelto; aromas


del sexo inocente: Aires que cruzan los dedos
de las manos que se vuelven cielos,
como tu mente, como mi mente.

Vacío, frente al mar, me pierdo


en el horizonte de tu pecho abierto…
veo alrededor y veo los latidos de tu corazón
agitado, y duermo escuchando tu respirar
de luna.
La certeza se esfuma, las preguntas
también. No estoy aquí, anhelo volverme
tu voz silenciosa que gime suave.

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LAUTARO MANUEL LASTRA

(EL JABALÍ NO ESTÁ AQUÍ,


ESTÁ RECLAMANDO MEJORAS
SALARIALES. LE ROBAN
SU SUELDO Y EL SINDICATO
MIRA PARA OTRO LADO,
ESTÁ SOLO, AISLADO.
LOS DEMAS ANIMALES,
CONFORMES, NO LE ESCUCHAN,
NI LE ENTIENDEN.
EL BOSQUE PARECE TENER
TAMBIÉN SU PROPIA
BUROCRACIA)

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E XCEDENTE FAROL

Comí demasiado, vomité los


excedentes: me siento saciado y
tranquilo en el volar de esta ave.
Hace tres días que viajo en su
lomo, y apenas algo de comida y un
farolito rojo llevo en mi epopeya de
viento interminable.
Ya la noche cayó en mis
hombros y es pesada de sobrellevar
en la cruzada de gritos de selvas y
desiertos.
Águilas, alacranes y serpientes

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son mis animales de poder… Mi


ritual me eleva en el cosmos y me
hunde en la tierra, en viajes
eternos.
Dulce río azul, soledad que a
mí me embarga en viajes de aves
grises gigantes.
Con sus ojos mimosos me
envuelve y me abraza el dulce
animalito. Siento que lo amo,
aunque solo come a los tontos
jabalíes.

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C AÍ DE UN AVE

Caminaba lento, tranquilo, por


aquel desierto desolado. El viento
azotaba violento desde el oeste y
las finas partículas de arena me
pegaban en el cuerpo, en la cara, los
ojos. Vi a lo lejos una boca en la
tierra, enorme casi sin fin. Una
grieta que atravesaba el desierto;

- Aquí quizás encuentre agua y podré


refugiarme del viento- pensé, y bajé
cuidadosamente a lo profundo del

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LAUTARO MANUEL LASTRA

lugar. Hacía frio. Estaba húmedo


ese lugar al que el sol apenas se
atrevía a llegar, y era un alivio
después de esa jornada de tanto
calor agobiante. Me senté a
descansar, y sobre mis rodillas un
pequeño insecto me mira fijo. Yo lo
veo y, extrañado, le digo: -Vos sos un
saltamontes, ¿Qué haces en el desierto? -
Él me mira y no dice nada. Yo
replico –Entonces, dadas las
circunstancias, vos ya no sos un
saltamontes, sino que sos un saltadesiertos
¿o no? - El insecto me miraba como
quien ve a un descerebrado y me
grita –Vos sos un idiota- (se queda
callado), (…)

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LAUTARO MANUEL LASTRA

El silencio era tal que se podía


escuchar el caer de las gotitas de
agua en un lugar distante… Para
mis adentros, pensé que no había
razón para enojarse así, pero ya me
estaba encariñando con el dulce
animalito que se había quedado
como petrificado mirando mi túnica
blanca. Levanta la mirada y me
dice:

– ¡Todos los humanos son iguales!,


¡siempre lo mismo!... Pero bueno, en fin,
vine a darte la bienvenida-.

Yo me extrañé, pensé que


seguramente había habido otros
antes que yo. Me rasqué la cabeza y
un poco confundido le dije

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LAUTARO MANUEL LASTRA

- ¡Gracias!; ¿Dónde estoy? -, y otra vez


el bichito (o saltadesiertos como yo
le nombraba) se enojó y saltó en
mis rodillas gritando, -¡ay!
¡Humanos!, ¡humanoooos!, siempre
queriendo explicaciones para todo,
ustedes ¡ay, ay, ay! ¡Que sea la última vez
que preguntas algo! ¿Entendido? -,

Lo miré atónito y sin atreverme a


preguntar por qué, y entrando en
su juego, le dije –Está bien, no más
preguntas, llevame a donde sea-. El
saltadesiertos con cara de ya estar
conforme replicó – Te llevo pero solo
con la condición de no preguntar. En mi
mundo está prohibida la pregunta de
cualquier índole, no lo eches a perder ¿eh?
-.

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LAUTARO MANUEL LASTRA

–Boca cerrada, sin preguntas- le dije.


– Bueno, suavemente, con tus manos
agarrá mis antenas, pero con cuidado
¿eh? - para hacerle caso, con
meticuloso cuidado tomé sus
antenas para no hacerle daño, y
comencé a hacerme pequeño hasta
quedar del tamaño del
saltadesiertos…

-Seguime- manifestó gravemente, Y


lo empecé a seguir; íbamos muy
tranquilos. Era muy extraña la
percepción del espacio siendo tan
pequeño, ya la grieta era totalmente
imperceptible para mí, y el mundo
pasó a tener dimensiones
totalmente diferentes… Los olores,
los sonidos, las distancias, el cielo

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LAUTARO MANUEL LASTRA

totalmente oscuro sin estrellas,


realmente me sentía emocionado
por tener esa experiencia. Tanta era
mi alegría que le agradecí al
saltadesiertos por esta
oportunidad; pero hizo como que
no le importó y siguió saltando
alegre, yo le seguía.
De repente, algo aterrador
aparece ante nosotros. El
saltadesiertos estaba en pánico, no
paraba de correr y gritar sin
sentido. Se chocaba con las paredes,
quería trepar los muros, pero tal
era su miedo que se golpeó la
cabeza y cayó desmayado; yo
estaba inmóvil, desprotegido en un
estado de shock tremendo. Lo vi
acercarse lentamente con ojos

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LAUTARO MANUEL LASTRA

feroces, a ese sapo maldito, al


cuerpo de mi amigo que apenas se
movía, que con su lengua lo atrapó
y se lo comió, -ahora es mi turno-
pensé. Tanto miedo tenía que me
hice pis encima, pero el sapo
indiferente siguió su camino
croando y croando.
Hace ya mucho tiempo que eso
pasó. Escribo esto desde mi
diminutez, nunca más volveré a ser
el mismo…

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LAUTARO MANUEL LASTRA

F INAL

El ensordecedor rugido del arma


disparada envuelve el lugar. La
bala, con perfecta y practicada
precisión de cazador, entra por el
ojo del animal que cae ya sin vida
vencido al suelo. Los pájaros se
despabilan y sobrevuelan,
exaltados, el cielo resquebrajado de
nubes pluricolor. El sol, en su
estado híper-consciente, siente
apenas la tierra en la lejanía de

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LAUTARO MANUEL LASTRA

algunos de sus rayos de luz, y ni


siquiera se ha enterado de lo que
genera a su alrededor. Encargado
en sus asuntos, el astro central de
nuestra vida ni siquiera tiene en
cuenta a las criaturas que él mismo
ha contribuido a engendrar con sus
insondables exhalaciones de vida y
poder.
El frio del ocaso torna
grisáceos los colores del bosque y
se escuchan los pasos de algunos
roedores que salen de sus
madrigueras. Se ve el árbol caído a
lo lejos adornado con hongos y
trabajadoras hormigas que lo
habitan de inmemoriales
generaciones. El otoño deja un
legado de ocres, amarillos,

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LAUTARO MANUEL LASTRA

crepitares, música de viento y hojas


que ensueñan los melancólicos
recuerdos de quien atento se regale
un momento de contemplación y
entrega en tal lugar de punzante
armonía.
Los perros se acercan, la
sangre los ensaña y excita;
empiezan a morder y desgarrar
rabiosamente el cadáver
sanguinolento del animal. La cálida
sangre comienza a salir en arroyos
lentos a medida que los perros
abren el cuerpo sin vida, emanando
un tenso aroma y vapores de
extraños colores. Carlos y Raúl
quieren separar a los perros, pero
la tarea se torna ardua y uno de
ellos es mordido en su brazo

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LAUTARO MANUEL LASTRA

provocándole una herida profunda


que lo arroja en shock al suelo. El
perro lo mira rabioso y le muestra
los dientes, prosiguiendo en
descuartizar al occiso.
El camino de tierra se torna
exasperante, hace días llovió y la
camioneta parece hundirse en el
barro. La herida en el brazo de Raúl
supura incesantemente y el dolor es
insoportable. La velocidad le hace
perder el control a Carlos y quedan
empantanados al costado del
camino. La mano se puso morada y
se le hinchó, ya no la siente. Sus
piernas, el asiento y el piso están
bañados en sangre. Él empieza,
lentamente, a desvanecerse hasta
desmayarse. Carlos perdió la

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LAUTARO MANUEL LASTRA

cabeza, por la desesperación, y


siente caer sobre su hombro el
cuerpo laxo de Raúl que cae
inconsciente.

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Historias de Jabalí para Vegetarianos


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Historias de jabalí
LAUTARO LASTRA
ER
Editorial
para vegetarianos

La imagen del jabalí se transforma en un símbolo


significativo que cae en el devenir y el cambio
 de los relatos, mostrando diferentes aspectos
que aparecen de manera silenciosa
 casi queriendo pasar desapercibido.
 Oculto tras los textos se asoma...

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