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“AREQUIPA,

HISTORIA Y TRADICIÓN”
“AREQUIPA,
HISTORIA Y TRADICIÓN”

Juan Jhonattan Diego


Ochoa Quille Gallegos Ayala

Arequipa – Perú
© 2009
Derechos Reservados conforme a Ley.
Se autoriza la producción parcial siempre que se cite la
fuente.
PROLOGO

Arequipa es una ciudad rica en tradiciones y


costumbres, gracias al paso de los tiempos y su
constante evolución histórica y urbana dejando de lado
las modernidades, debemos recordar a nuestra
Arequipa antigua es por eso que nos vemos en la
obligación de hacer este libro para dar a conocer una
parte de la historia de esta magnífica ciudad.

Con la publicación de este libro buscamos que sirva de


ayuda tanto a los estudiantes de turismo, guías de
turismo y público en general, interesado en conocer y
aprender de una de las ciudades más importantes del
Perú.
“A nuestros padres por

su apoyo constante”
Contenido
PROLOGO
DEDICATORIA
INTRODUCCIÓN
PERSONAJES TRASCENDENTALES EN LA HISTORIA DE
AREQUIPA ................................................................ 9
Bolívar en Arequipa ....................................................9
Juan Pablo Vizcardo y Guzmán y “La Carta a los
Españoles Americanos” ............................................16
El Patriota Montesinos .............................................25
“El Aquelarre” y César “Atahualpa” Rodríguez ........33
Arequipa, Mostajo y Rodríguez ................................40
La participación de la mujer arequipeña en la historia
..................................................................................47
CONSTRUCCIONES HISTÓRICAS DE AREQUIPA ......... 55
Las Tradicionales Quintas de Arequipa ....................55
Los hospitales y la salud en Arequipa ......................64
La casa arequipeña que conquisto a París ...............72
EVOLUCION URBANA Y TRASCENDENCIA DE LA
CIUDAD BLANCA EN LA HISTORIA ............................ 79
Arequipa y la confederación Perú - Boliviana ..........79
Arequipa en la Guerra con Chile…”el León del Sur
ruge”.........................................................................87
Historia del Agua Potable en Arequipa ....................94
Historia de la migración en Arequipa .....................102
Los Antecedentes del Periodismo en Arequipa .....111
Arequipa y el gran paso a la descentralización ......120
La Capital desconocida de Arequipa… “Tiabaya” ...126
AREQUIPA RICA EN TRADICIONES ......................... 133
Tradiciones Arequipeñas........................................133
Arequipa y sus barrios Tradicionales......................138
Las Chicherías y Picanterías de Arequipa ...............145
El Carnaval Loncco de Acequia Alta .......................153
BIBLIOGRAFIA....................................................... 161
INTRODUCCIOÓ N

Arequipa, la ciudad blanca de Perú, es reconocida por


sus bellos paisajes y rica historia, pero sobre todo por
su gente amigable.

Arequipa, la Ciudad Blanca, también conocida como la


Ciudad Caudillo o el León del Sur, está marcada por su
rica historia; sus impactantes paisajes naturales y su
gente sincera y querendona, con manifiesto amor por
el terruño y entrega por las causas justas.

En este libro encontraremos muchos aspectos de la


historia de Arequipa que desconocíamos, historias que
nos muestran la trascendencia que tuvo Arequipa a
través del tiempo, historias como la de aquellos
personajes que arriesgaron todo por conseguir sus
objetivos, que no solo eran suyos, sino de todo el Perú.
Historias como aquellos hechos que siendo negativos o
positivos marcaron a nuestra ciudad, hechos que nos
muestra el valor que tiene Arequipa para oponerse a
las adversidades del destino.
Página |1

PERSONAJES TRASCENDENTALES EN
LA HISTORIA DE AREQUIPA

Bolívar en Areq
uipa
Los arequipeños no se pronunciaron abiertamente a
favor de la causa patriota. El obispo Goyeneche fue
sometido a la libertad. Y Simón Bolívar, con su viaje,
quiso reforzar la causa patriota en Arequipa,
considerada entonces, bastión realista.

La presencia de Simón Bolívar en Arequipa, obedeció a


su estudiado propósito de reforzar la causa patriota en
este lugar considerado, por entonces, bastión realista.

Los reparos del libertador sobre la posición de Arequipa


en relación a la independencia, lo determinaron hacer
la travesía por el sur, en un viaje que tuvo como
destino fnal Bolivia. Y en realidad que su preocupación
no era infundada, ya que Arequipa no se mostró muy
entusiasta con el nuevo sistema. Y esta situación, en
verdad, no era extraña, si tenemos en cuenta la natural
desconfanza de los arequipeños a las nuevas
instituciones republicanas.

Quizás resulte emblemático para entender ese grado


de desconfanza, el manifiesto rechazo de los
miembros de la Academia Lauretana de Ciencias y
Artes de Arequipa, a la presencia del libertador. Actitud
ésta que merece ser analizada para entender el por qué
los intelectuales arequipeños se negaron a
pronunciarse abiertamente a favor de la causa patriota.
¿O fue acaso que más allá de la propuesta patriota
evidenciaron su rechazo a la presencia de un extranjero
como libertador del Perú con afanes autoritarios? Esta
hipótesis en mi opinión es más plausible, si
consideramos la reacción de Bolívar en contra de
Evaristo Gómez Sánchez y José María Corbacho, éste
último decidido patriota, que se opuso a la
continuación en el poder del Libertador Bolívar.

En un reciente libro publicado por la Universidad


Nacional Mayor de San Marcos, Alejandro Rey de
Castro sostiene que la conciencia nacional se forma en
el Perú a lo largo de un proceso de pensamiento
político que permite el surgimiento de la idea de patria.
Se logra reconocer que los intereses de los americanos
eran distintos a los de la metrópoli española. Esto
plantea el estado de la cuestión, que busca conocer las
verdaderas causas que dieron origen a la
independencia. Sobre el particular, como sabemos,
existen dos tesis: una que postula la independencia
concedida, y otra que contrariamente se ocupa de la
independencia conseguida. Ambas, en mi opinión, son
igualmente importantes. La primera, por ejemplo,
afirma que la independencia no tuvo una trascendencia
social. Pienso que fue así, desde que el poblador
campesino del Ande no mejoró en nada su condición.
Siendo considerado más bien como no ciudadano.
Mientras que la segunda tesis destaca, por el contrario,
el papel de los peruanos en la lucha por la
independencia. Por su parte, Rey de Castro señala de
que los factores externos –como la Revolución
Francesa y la Independencia de los Estados Unidos– no
fueron determinantes a la hora de decidirse por la
independencia. Esta respondería más bien, en opinión
del autor, a la conciencia americana que cree llegado el
momento de iniciar el autogobierno. Ese
reconocimiento de sí mismo, establece la diferencia
entre peruanos y españoles, así como también, expresa
un sentido de pertenencia con el suelo nativo. Surge,
de esta forma, un nuevo tipo de identidad, que
redefne lo que es peruano.

La búsqueda de un sistema alternativo al colonial,


deriva del malestar por la crisis económica que
entonces se vive.

Sin embargo, a lo dicho por Rey de Castro, habría que


agregar los fuertes lazos que vinculan a mucha gente
con el orden colonial. Fue difícil, por consiguiente,
acabar con muchos años de formación colonial. Un
claro ejemplo de ello fue la fgura del prócer
arequipeño Francisco Xavier de Luna Pizarro. El mismo
que, a su vez, en 1815, consideró a San Martín y a
Bolívar como peligrosos personajes. No era fácil
ciertamente para muchos peruanos educados en la
obediencia al Rey, pasar de la noche a la mañana, a
identifcarse con la causa patriota. Que dicho sea de
paso, para muchas personas pudo significar algo
incierto, en lo que no se podía creer.

Recordemos que Arequipa recibió a lo largo de su


historia los títulos de “muy noble y leal” y “fdelísima”
Ciudad Blanca, que constituía en aquella época, la
mayor expresión de servicio a la corona española. Su
importante contribución económica a la causa realista,
y el rechazo a la revolución de Pumacahua, en 1814,
hicieron que se acentuara el reconocimiento de la
ciudad como bastión realista. Inclusive, cuando se
produjo la victoria de Ayacucho (1824), fue nombrado
nuevo Virrey, desde el Cuzco, el arequipeño Pío Tristán.

Así las cosas, Bolívar llegó a Arequipa, después de una


larga travesía, convencido del realismo de los
arequipeños, sobre todo de la elite local. Entre los que
se encontraba el obispo José Sebastián de Goyeneche.
Sin embargo, el recibimiento de que fue objeto en la
ciudad contradice la imagen realista de Arequipa. ¿Qué
pasó entonces con la lealtad de los arequipeños hacia
el Rey? Ernesto Rojas Ingunza, en su libro sobre la vida
del obispo Goyeneche, señala una cosa cierta sobre el
supuesto cambio de actitud de Goyeneche. “Fue –dice–
sometido a la libertad”. Es decir, que tuvo que ceder
ante lo inevitable. Considero, además, que existieron
varias otras razones que explicarían este cambio. En
primer lugar, hubo un descontento generalizado
respecto a las medidas económicas del régimen
español. De igual manera, hubo razones de orden
práctico que impulsaron a los arequipeños a aceptar el
nuevo sistema.

El fundado temor de perder sus privilegios, o cargos en


la administración pública, hizo que se transitara
rápidamente hacia el otro bando. La fiesta que el
comercio de Arequipa ofrece a Bolívar fue una
demostración clara de ello. Ante lo inevitable no había
más que transigir, a riesgo de perder el poder político y
económico local. Pero como no existía convicción sobre
las nuevas instituciones democráticas, ni tampoco
prácticas y hábitos democráticos que permitan
estabilidad política en los primeros años de vida
republicana, será difícil para el nuevo sistema político
poder legitimarse.

La relación anómala entre súbditos y ciudadanos no


permite a éstos últimos, durante la República,
relacionarse dentro del nuevo orden democrático. El
autoritarismo se convierte, entonces, en una práctica
común de la política peruana en el siglo XIX. Al mismo
tiempo que la Constitución es percibida por el
imaginario colectivo como la solución fnal a los
problemas del país. Nada más alejado de la realidad.

Simón Bolívar luego de permanecer unos días en


Arequipa, se traslada al Cuzco y después a Puno, donde
fue recibido apoteósicamente.
Su fgura histórica sigue siendo hasta hoy
controvertida. Su protagonismo en la independencia de
varias repúblicas, entre ellas el Perú, hace de él una
fgura continental, imprescindible para conocer la
historia de los países liberados por su espada.

El hispanista inglés John Lynch, quizás el biógrafo


moderno más importante de Bolívar, destaca la
tenacidad como una de sus principales cualidades. Sin
duda, lo fue. Pero también, según se sostiene, cayó en
un exceso de ambición de poder. Su proyecto de
federación de los Andes, donde él sería proclamado
presidente vitalicio, ha sido interpretado como una
manifestación de su ambición política. Creo que Bolívar
vio en las repúblicas que contribuyó a liberar, un
panorama sombrío de caos y anarquía. Y no se
equivocó. Muchos padres fundadores de la
independencia se desengañaron poco tiempo después
de iniciar el periodo republicano de gobierno.

Las guerras civiles y la anarquía militar no permitieron a


las jóvenes repúblicas sudamericanas alcanzar el
ansiado desarrollo económico. Tampoco hicieron
posible trazar un proyecto nacional. En tal sentido, la
solución de Bolívar fue el proyecto de federación de los
Andes. Pero esto conspira contra la voluntad de los
nuevos países de gobernarse por sí mismos. El
nacionalismo surge entonces como arma política para
señalar a los otros como extranjeros. Y, a comienzos de
1827, el pueblo de Lima se subleva pidiendo la
repatriación de los grancolombianos a su país. El sueño
de Bolívar no logra concretarse y los hijos del país
quedan como únicos dueños de su destino.
J u a n P a b l o V i z c a r d o y G u z má n y “
La C a r t a a l o s E sp a ñ o l e s A m e r i c a n
o s”

El autor de la carta, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán


(1748 – 1798), nacido en Pampacolca Arequipa.
Proclama que “el nuevo mundo es nuestra patria, su
historia es la nuestra”. Surge así la idea de patria y el
derecho de los criollos americanos de ocupar los cargos
públicos. Fue la fgura mas importante de la
emancipación Peruano.

Corría el año de 1798, en la pensión de New Road,


Marylebone, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, estando
en su lecho de moribundo, encarga sus papeles a Rufus
King, ministro estadounidense en Londres. Hacía dos
años que se conocían y desde entonces King recibió el
encargo de Vizcardo para conservar sus papeles. Su
trabajo como agente secreto del gobierno ingles, que
actuaba bajo el seudónimo de Paolo Rossi, le hacía
temer por su vida. Pero ¿Qué hacia un Peruano nacido
en Pampacolca-Arequipa en Europa? Llego allí,
conjuntamente con otros jesuitas expulsados de las
colonias de Hispanoamérica, por órdenes del rey Caros
III de España, que dispuso tal medida con el objetivo de
acabar con la infuencia de los jesuitas en la América
española. Radicado en España con su hermano José
Anselmo, viajo luego a Inglaterra para conseguir el
apoyo del gobierno ingles a la causa de la
independencia latinoamericana. A cambio, Inglaterra
conseguiría la hegemonía comercial en el Pacifico Sur.

Vizcardo murió en Londres sin haber visto publicada su


“carta a los españoles americanos”. La misma será
redactada en francés y publicada por primera vez en
1799. Su autor, es acaso, la fgura mas importante de la
emancipación Peruana.

Pero, ¿por qué fue la carta escrita en francés? según


Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio obedeció a dos
razones: 1) por ser el de mayor prestigio intelectual y
tener, además, el propósito de hacerla circular en
Europa; y 2) con el fn de burlar la vigilancia de los
espías del gobierno español. Y es que para entonces
Juan Pablo fguraba como prófugo, se ignoraba su
paradero, al menos entre las autoridades españolas.
Posteriormente, Juan Pablo paso a Londres, siempre
entusiasmado por conseguir el apoyo del gobierno
ingles, pero como fracaso otra vez en sus gestiones,
entro esta vez en conversaciones con el ministro
norteamericano allí residente, Rufus King. Hasta
entonces se desempeño como agente secreto del
gabinete ingles, cuyo trabajo consistió en informar a las
autoridades británicas de los sucesos de la América
hispana, principalmente de la situación social del Perú y
de las poblaciones de Caracas, quito y Santa fe, que
Vizcardo conoció bien.

Durante esa época, ósea entre 1796 y 1798, también


anduvo el compatriota venezolano Francisco de
Miranda en Londres, de igual modo en comprometer la
ayuda británica al logro de la emancipación
hispanoamericana. Sin embargo tanto Vizcardo como
Miranda se llegaron a conocer, pese a servir ambos a la
corona ingles. La razón esta, según una memoria
anónima citada por Salvador Rodríguez Amesquita. En
que la corte de Saint James que a tiempo se complace
con esta idea (de la emancipación de Sudamérica)
mantenía a sus expensas (…) a varios agentes que no se
conocían entre sí. Solo después de la muerte de Juan
Pablo, ocurrida en febrero de 1798, Francisco de
Miranda tomara conocimiento de los voluminosos
papeles que dejo el precursor Peruano al ministro
norteamericano King. Este, debido a que ignoraba el
español, le entrego a Miranda los legajos del ilustre
pampacolquino, con el fn de que los traduzca a ingles o
francés.

Al leer sus varios manuscritos, sintió Miranda la


necesidad de dar a luz el mensaje del precursor de
Vizcardo. Es por esto que dio a luz la célebre “carta a
los españoles americanos”, supuestamente impresa en
fladelfa (estados unidos), pero que en realidad lo fue
en Londres, porque se quizo evitar cualquier problema
con España, ya que con Inglaterra eran aliadas contra
Francia, por lo que tampoco pudo Vizcardo persuadir al
gobierno ingles a secundar sus gobiernos
revolucionarios.

Ahora bien la carta constituyo el mas vigoroso y


enérgico alegato a favor de la emancipación de las
colonias de España y en América hispana. Y como
también agrega Javier de Belaunde, para la formación
de un gobierno independiente y republicano, en
cambio, Cesar García Rosell sostiene que Vizcardo
busco organizar las colonias emancipadas a través de
una monarquía constitucional. Sin embargo, del tenor
de la carta y de su demás correspondencia publicada se
deduce que Vizcardo quiso implantar un
neocolonialismo comercial con Inglaterra, aunque a su
vez se queja del monopolio comercial ejercido por la
metrópoli española. Al respecto dijo: “el gobierno
obliga a comprar lo que necesitamos a los precios más
altos y a vender nuestras producciones a los precios
más bajos. Para que esta violencia tuviese el suceso
más completo, nos han cerrado, como en una ciudad
sitiada, todos los caminos por donde las otras naciones
pudieran darnos a precios moderados y por cambios
equitativos las cosas que nos son necesarias”. Y si acaso
pretendió un gobierno monárquico constitucional , este
se debería fundar con prescindencia de Europa.

Dicho proyecto político, según lo presume García


Rosell, debió obedecer al conocimiento que tuvo del
estado sociocultural imperante en América, donde un
régimen tan perfecto como democrático sería
imposible de adaptarse. Lo cierto es que Vizcardo lucho
porfiadamente por la emancipación de España, y lo
hizo de conformidad con lo expuesto en su célebre
carta, por las siguientes razones: 1) por el monopolio
comercial de España; 2) por la postergación de que
eran objeto los españoles americanos en los empleos;
3) por la falta de seguridad pública, puesta en
manifiesto por la expatriación de los jesuitas; 4) por el
despotismo de la corona española; 5) por el abuso
cometido a los indígenas y mestizos, a través de los
repartimientos; 6) por la falsa igualdad entre España y
sus colonias; 7) por la idea de patria; 8) por el ejemplo
que dieron las colonias inglesas en Norteamérica al
independizarse.

Asimismo, reivindico para los españoles americanos


(conocidos también como criollos) su derecho a
disponer del continente americano con autonomía,
esto es sin injerencia de alguna potencia europea, dado
que son ellos los legatarios legítimos de quienes
conquistaron esos territorios. Por último, fue Vizcardo
opuesto al absolutismo, que consigo trae la ruina de los
estados unidos. en cuyo caso legitimo el derecho a la
insurrección; de allí que la causa hispanoamericana
estaba legalmente amparada.

Otro hecho importante fue la rebelión de Túpac Amaru


II en 1780. Sobre la particular, Vizcardo se preguntaba
en la carta ¿Por qué había fracasado el movimiento?
según el, por la falta de apoyo de los criollos que
rechazaron la pretensión de Túpac Amaru de coronarse
inca. El proyecto de resucitar el imperio inca, es una de
las interpretaciones que da el historiador
norteamericano Charles Walker acerca de la rebelión
de José Gabriel Condorcanqui, cacique de Tungasuca.
Sin embargo, por otro lado, la “perplejidad
genealógica” de la que habla el historiador australiano
David Cahill para referirse a la situación social de Túpac
Amaru, que por su condición de mestizo, no pertenecía
a la republica de los españoles ni tampoco a la
republica de indios, intenta explicar el rechazo de la
nobleza inca, pero también la desconfanza de los
criollos hacia él. Su movimiento intenta inicialmente
aglutinar a todos los sectores sociales del virreinato. Sin
embargo, los protagonistas del movimiento fueron
fundamentalmente indígenas y la plataforma de lucha,
sobre todo, fueron reivindicaciones a favor de sus
hermanos de sangre. Hubo, en opinión de Vizcardo,
“reciproco celo” entre las razas del Perú, que
impidieron una acción conjunta contra el régimen
colonial.

Además, la esperanza de apoyo de Inglaterra


desaparece cuando Francia declara la guerra a España
en 1793, y gran Bretaña se alía con la monarquía
española. Considera el profesor David Brading al
respecto que a Vizcardo se le puede reprochar haber
escogido a Inglaterra para llevar a cabo el proceso de
emancipación en Hispanoamérica. Teniendo en cuenta,
además, que poco tiempo después Inglaterra se
anexaría como colonia a la ciudad de santo domingo y
extenderá sus conquistas en Australia y la india.

Otro aspecto importante que enfatiza el autor es el


sentimiento de patria que anida en los españoles
americanos, Vizcardo proclama que “el nuevo mundo
es nuestra patria, su historia es la nuestra”. El sentido
de pertenencia cobra, así, carácter de ciudadanía en el
nuevo continente.

La idea de patria surge como expresión de pertenencia


al lugar donde se ha nacido. En el caso Peruano, poco
después de la conquista española, los criollos
americanos comenzaron a establecer la diferencia
entre ellos y los peninsulares, a quienes no veían como
hijos del país. Esta situación permite identifcarse mas
con el territorio nacional. Y por lo mismo exigir una
mayor preferencia en los cargos públicos.
Hasta antes de 1750 los criollos americanos ocupaban
más del 50% de las magistraturas en Hispanoamérica.
Con las reformas borbónicas implementadas por
Areche, durante la segunda mitad del siglo XVIII, los
criollos fueron desplazados de los cargos públicos.
Cuando a partir de 1810 ellos exigen al consejo de
regencia y a las cortes de Cádiz igualdad en el acceso a
los puestos públicos, “no estaban solicitando algo
nuevo (como afirma John Fisher) sino la restauración
de una antiguo derecho, del que habían sido privados
después de 1750”.

Juan Pablo Vizcardo y Guzmán fue un separatista que


lucho desde el extranjero por conseguir la
independencia de la América española. Su mensaje
cívico de identidad nacional, nos invita hoy a replantear
el destino de América del sur. ¿Hacia dónde vamos?
¿Qué queremos? Que el pensamiento de su obra ojala
sea rescatado por las nuevas generaciones de
peruanos.
E l P a t r i o t a Mo n t e
si n o s
El prefecto accidental José Domingo Montesinos buscó
garantizar la paz en la ciudad ante la huída del
presidente Montero y la inminente ocupación chilena
de Arequipa, luego de la firma del tratado de Ancón, el
20 de octubre de 1883.

La guerra con Chile y la participación de Arequipa en el


conficto de 1879 siguen siendo hasta hoy tema de
controversia. Sin embargo, la investigación histórica de
los últimos años intenta explicar las causas de la
derrota peruana y por qué razón Arequipa no ofreció
resistencia al invasor extranjero. Lo cual en otro
momento dio origen a una leyenda negra sobre la
participación de Arequipa en dicho conficto. Al
respecto debo decir lo siguiente:

En primer lugar, que Arequipa no escatimó recursos


para contribuir a los gastos de la guerra. En segundo
lugar, que el Congreso Extraordinario que se instaló
aquí en 1883 autorizó al gobierno de Lizardo Montero a
frma la paz con cesión de territorio. Aunque un grupo
de ellos llamados los “guerreros” se opusieron a tal
decisión. En tercer lugar, el gobierno de Montero
consideró que no se podía ofrecer resistencia sin
desmedro de la ciudad, por lo que resolvió retirarse a
Puno. Esta decisión fue ratifcada por su Consejo de
Ministros, contraviniendo el temperamento del pueblo
que reunido en cabildo se pronunció a favor de la
resistencia. De ahí que consideró una traición el retiro
de Montero y sus tropas hacia Puno. Situación esta que
trata de ser explicada por el historiador Daniel Parodi
Revoredo, cuando afirma que la decisión de Montero
obedecía a un concertado plan con el presidente
boliviano Narciso Campero, de reunir ambas tropas en
la zona de Puno para contraatacar al ejército enemigo.

Sin embargo, el pueblo no lo entendió así, y tomó por


asalto los cuarteles de la ciudad para armarse contra la
inminente invasión chilena por la zona de Puquina en
Moquegua. En medio del inicial caos, el alcalde Diego
Butrón fue asesinado por el pueblo en represalia por la
actitud traidora del gobierno.

Lo cierto es que en medio de estos sucesos sobrevino la


frma del Tratado de Ancón en Lima y el fnal de la
guerra con Chile. Luego del “Grito de Montán”, el
general Miguel Iglesias proclamó la frma de la paz con
Chile. Para mucha gente era insensato mantener la
resistencia en la sierra central. Salvar la dignidad del
Perú para otros pasaba más bien por frmar la paz
sobre la base de la cesión de territorio.

En tales circunstancias, el ejército chileno ingresa a la


ciudad de Arequipa, por entonces a cargo de nuevas
autoridades elegidas con carácter provisional. El nuevo
prefecto accidental fue José Domingo Montesinos, ex
magistrado de las Cortes Superiores del Cuzco y
Apurimac, que junto a su hermano, el médico
arequipeño José Benedicto Montesinos Garzón,
alcanzaron una notable fguración en la ciudad, durante
la segunda mitad del siglo XIX.

Gracias a un amigo común del doctor Alfonso


Montesinos Belón, descendiente de ambos personajes,
podemos hoy dar a luz el trágico testimonio de José
Benedicto Montesinos acerca de cómo se produjo la
ocupación chilena de la ciudad.

De un libro de apuntes suyo trascrito por su nieto


Alfonso Montesinos y Montesinos, distinguido maestro
universitario y orador parlamentario, fallecido el año
2001, leemos el siguiente testimonio, del día 29 de
octubre de 1883 en que los chilenos entraron a la
ciudad: “A las 11: 30 a.m. entran primero dos ofciales
chilenos con 200 hombres. Una comisión del Concejo y
los cónsules, celebró en Paucarpata un tratado en que
se entregaba la plaza, y se les avisó a los chilenos que la
paz había sido frmada en Ancón por Iglesias. Los
chilenos entraron con todas sus fuerzas (más de 7,000
hombres) en la noche yo estuve cerca de la plaza en
casa del doctor Hunter con mi familia, y me postré en
tierra, porque me pareció el Juicio Final cuando oí el
clarín chileno que me hizo saltar de rabia, como un
condenado humillándonos”.

Esta narración describe con realismo la entrada de los


chilenos a Arequipa. Asimismo, nos aproxima al estado
emocional que entonces se vivía por parte de los
arequipeños que impotentes asistieron a una
ocupación inevitable que se hizo bajo las condiciones
de paz establecidas por el tratado de Ancón. En tal
sentido, fue imposible cualquier intento de resistencia
dentro del marco de la paz celebrada con Chile. Y, sin
embargo, pese a ello, se produjeron graves incidentes
en Quequeña que provocaron el fusilamiento de 6
hombres por órdenes del ejército chileno en la zona.

Esto echa por tierra la leyenda negra que acusa a los


arequipeños de timoratos. ¡Vencer o morir! Fue el lema
que proclamó Hipólito Sánchez Trujillo en un artículo
publicado en el diario “La Bolsa” en 1881. El pueblo de
Arequipa, decía el famoso astrónomo arequipeño,
necesita armas para luchar. Actitud esta que se
corrobora con el cabildo abierto convocado por
Montero para escuchar la opinión del pueblo. Ocasión
en que se pronunció a favor de la resistencia armada. El
posterior retiro de Montero que contó con el aval de
sus ministros fue una decisión contradictoria a los ojos
del pueblo que vio en ello una traición.

En este punto resulta importante conocer las


impresiones del prefecto accidental José Domingo
Montesinos sobre el retiro de Montero de la ciudad.

En un ofcio que dirige a la Municipalidad dando cuenta


de sus actos, dice a ese respecto lo siguiente: “Si en
esas circunstancias el Vicepresidente, por medio de una
proclama repartida con profusión, hubiese hecho
conocer al pueblo su propósito de combatir junto con
él, como lo manifestó poco después de palabra, es muy
probable que todo hubiera calmado y concluido. Pero
cundió la voz de traición: entre el pueblo y el ejército se
hicieron fuego; y cuando S. E. salió a los cuarteles, en
algunas partes se descargó sobre su comitiva. Esto no
obstante, la presencia de S. E. en las calles, calmó algo
la población”.

Su decisión de abandonar Arequipa, sin embargo, ya


estaba tomada. Y en las primeras horas de la
madrugada del día 26 de octubre se retiró con su
ejército. Al respecto José Domingo Montesinos dijo lo
siguiente: “A las dos a.m. del 26 se retiró el gobierno y
Arequipa se encontró sin autoridades en la mañana de
este día, en medio de la alarma general”.

A él correspondió, justamente, como prefecto


accidental reponer el orden dentro de la ciudad. Como
afirma su hermano José Benedicto, “arrostró
dignamente la situación, desamparado de casi todos”.

Montado a caballo recorrió las calles y distritos


aledaños con el propósito de restablecer el orden y
tranquilizar a la población, a la cual se ofreció las
garantías necesarias para su seguridad ante la
inminente presencia del ejército chileno. De igual
manera, estableció las |coordinaciones necesarias para
que el cuerpo consular garantice la entrada pacífica de
los chilenos a la ciudad. Su labor entonces fue
eminentemente pacificadora, teniendo en cuenta
además el nuevo escenario en que debían
desenvolverse las relaciones entre Perú y Chile. En ese
sentido dijo lo siguiente: “Nunca se acumularon en esta
ciudad tantos elementos para un desborde; y sin
embargo, no hemos tenido, desde el 26, acto alguno
deplorable, ni contra las personas, ni contra las
propiedades. Es que el pueblo estuvo resuelto, en
último caso, al sacrificio; y que los nobles sentimientos,
como las ideas elevadas, excluyen el crimen”.

Años después, en 1886, el senador por Arequipa Luis


Llosa planteó en su Cámara un pliego de acusaciones
contra Montero, donde le preguntaban, entre otras
cosas, lo siguiente: ¿por qué desertó de la ciudad la
noche del 26 de octubre sin dar orden alguna ni al
ejército ni a la Guardia Nacional? ¿Cómo se explica su
conducta si todos estaban por la guerra? Según Luis
Llosa, la política vacilante del gobierno de Montero hizo
que proclamara la guerra sin hacer nada para llevarla a
cabo.

En los días que siguieron al retiro de Montero y sus


tropas a Puno, el prefecto accidental José Domingo
Montesinos cumplió un papel clave en el
restablecimiento del orden público. En una proclama
que dirige a los habitantes de Arequipa, sintetiza así su
misión: “Nuestra misión es de paz y de tranquilidad,
durará breves horas y no debemos desviarnos del
camino que nos hemos trazado”.
Elogiando su actitud, Francisco Mostajo dijo: “en honor
de Montesinos, que con su carácter entero, salvó a
Arequipa del horror de la matanza caótica, indistinta y
sin objeto ya, entre paisanaje e invasores”. Junto con
él, el alcalde accidental Armando de la Fuente jugó
también un papel importante durante la ocupación
chilena de Arequipa.

Una comisión del Concejo Provincial y del Cuerpo


Consular en la zona de Paucarpata se entrevistó con el
jefe chileno del ejército de ocupación a fn de
garantizar la entrada pacífica de sus tropas a la ciudad
de Arequipa. Lo cual se verificó el día 29 de octubre, de
acuerdo al compromiso que asumió el jefe del ejército
chileno con el Decano del Cuerpo Consular en el
siguiente sentido: “Puede Ud., dice, garantizar al H.
Cuerpo Consular y a la Ilustre Municipalidad, que el
ejército chileno, llevará el orden y la tranquilidad a la
ciudad de Arequipa”.

Y, sin embargo, el testimonio del médico José


Benedicto Montesinos refleja el dramático momento
que debieron vivir los arequipeños cuando sintieron
sonar el clarín del ejército de ocupación por la calles de
la ciudad. Ese sentimiento de impotencia y frustración,
como lo reconoce el propio José Domingo Montesinos,
se sobrepuso ante la necesidad de garantizar la paz
frmada con Chile.
Este capítulo de la historia de Arequipa todavía no se
agota. Sí creo, sin embargo, que la actitud del pueblo
de Arequipa y del gobierno de Montero frente a la
guerra, se irá aclarando cada día más, en la medida que
no se confundan las decisiones políticas del gobernante
con la resuelta decisión del pueblo de Arequipa por
mantener la resistencia.
“ E l A q u e l a r r e ” y C é sa r “ A t a h
ualpa”
Ro d r í g u
ez
El poeta arequipeño (1889 – 1972) fue tímido y huraño,
pero de una gran sensibilidad poética. Fue elogiado por
Abraham Valdelomar y considerado por Manuel
González Prada como la nueva expresión de la lírica
nacional.

Fue rebautizado por el poeta Percy Gibson con el


nombre de “Atahualpa”. Ambos fundaron la tertulia de
“El Aquelarre” que funcionó en la última cuadra de la
calle Puente Grau, donde vivía una de sus hermanas.
Allí bajo el hechizo fascinante de la noche solían
reunirse con otros escritores para conversar sobre la
vida, el motivo permanente de su inspiración.

El sabático cenáculo llamado “El Aquelarre” a modo de


los conciliábulos de brujos, representaba una
generación de poetas, que se parangonaba con el
grupo Colónida de Valdelomar (Lima); el Grupo Norte,
de Antenor Orrego (Trujillo); y el grupo Orkopata, de
Gamaliel Churata.

César Atahualpa Rodríguez fue llamado “el poeta del


Colegio”, cuando todavía era escolar. De aquella época
datan sus primeros poemas, que según se cuenta
alguna vez le costaron una severa reprimenda de su
madre, por el tono sensual de sus versos.
Ya en edad de optar por una carrera profesional, viaja a
Lima para seguir estudios de medicina en la Escuela de
San Fernando. Sin embargo, el poeta en ciernes cae
seducido por la vida mundana de la capital, que lo
atrapa hasta hacerlo descuidar sus estudios. Al cabo de
los años, regresa a Arequipa sin título pero cargado de
una amplia experiencia vital.

En la capital, el joven poeta se ha vinculado a los


escritores del grupo Colónida y conoce a Abraham
Valdelomar, el intelectual del momento.

Según su biógrafo Manuel Pantigoso, tres hechos


marcaron la carrera en ascenso del poeta Rodríguez. El
primero fue la carta que recibe de Abraham
Valdelomar elogiando sus primeras composiciones
literarias. El segundo momento fue cuando el poeta
recitó un verso suyo: “Canto a la Raza” en una
actuación literaria con motivo del cincuentenario del
combate del Dos de Mayo, que le ganó el aprecio de la
crítica especializada. Y, fnalmente, la mención que hizo
de él Manuel González Prada, al considerarlo parte de
una generación de poetas que le imprimía nueva
personalidad a la lírica nacional.

Estos acontecimientos, sin duda, marcaron su


trayectoria como poeta, convirtiéndolo a partir de
entonces en el referente más importante de la poesía
en Arequipa.
Fue por aquellos años en que César Atahualpa
Rodríguez comenzó a dirigir el cenáculo de “El
Aquelarre”. Hasta su casa ubicada en la calle Puente
Grau llegaron Percy Gibson, Luis Duncker Lavalle,
Renato Morales, Belisario Calle, entre otros.
Constituyéndose así, dicha bohemia literaria, en
expresión del momento cultural que por entonces vivía
Arequipa. De la misma manera, fundaron una revista
que llevaba el mismo título y en donde colaboraron
algunos jóvenes escritores de la época.

Parece ser que inicialmente se reunían en el hoy Portal


de San Agustín, donde también quedaba el famoso
estudio fotográfico de los hermanos Vargas. Fue,
justamente, en una de esas reuniones en que el poeta
Percy Gibson lo rebautizó como “Atahualpa”, como
expresión del nacionalismo que por entonces
experimentaba la poesía peruana.

El propio Rodríguez cuenta en una entrevista que le


hizo el diario “La Prensa” de Lima en 1947, que el poeta
Percy Gibson le dijo en cierta ocasión, con bastante
ironía y sentido del humor, que era demasiado llevar el
nombre de dos emperadores romanos (César y
Augusto), siendo él tan peruano, razón por la cual,
como ya se dijo, fue rebautizado como César
“Atahualpa”.

Según afirma Tito Cáceres Cuadros, la poesía de


Rodríguez tuvo bastante emoción social y un marcado
acento regionalista. Un poema suyo le canta así a la
patria chica: “Aquí, respirando ancestro, se forjó mi
loco empeño: Yo no he nacido peruano; yo he nacido
arequipeño”. Esto es muy importante, porque exhibe al
poeta comprometido con su entorno social. Siendo la
suya una poesía comprometida con la problemática
nacional.

Fue huraño y de carácter hosco. Pero en el fondo fue


un ser humano sensible a las cosas de la vida.

En cierta ocasión Mario Polar Ugarteche lo visitó para


solicitarle un consejo literario. El poeta se mostró
displicente al principio, pero luego iniciaron juntos una
larga y entrañable amistad, que lo llevó a decir a Mario
Polar que con él había aprendido quizás más que en la
Universidad.

César Atahualpa Rodríguez, cuyo nombre verdadero


era César Augusto Rodríguez Olcay, trabajó muchos
años en la Biblioteca Pública Municipal de Arequipa,
donde llegó a ser director, hasta su jubilación en 1955.
De ese periodo de su vida existen varias anécdotas. Se
cuenta, por ejemplo, que en cierta ocasión Don César
revisando las estanterías de los libros advirtió que un
lector extraía uno de ellos, a lo que el poeta repuso
diciendo: ¡No lo toque! ¿La razón? Había sido revisado
en otro momento por el poeta Oquendo de Amat que
se asegura murió tuberculoso.
Como testimonio de su paso por la Biblioteca
Municipal, se conservan hasta hoy una extensa
colección de volúmenes bajo el título de “Anales de
Arequipa”, que recapitula cronológicamente varios
años de la historia de Arequipa, sobre la base de la
información periodística del momento. Se trata,
entonces, de una importante fuente de información
que debería ser más consultada.

El poeta “Atahualpa” Rodríguez fue invitado también a


enseñar en la Universidad Nacional de San Agustín. Se
cuenta que antes del inicio de sus clases, fue al local de
la Universidad en la calle San Agustín, y se ubicó en uno
de los arcos del patio de Letras para observar desde allí
a sus futuros alumnos. Cuando los vio sintió una
inexplicable confusión de sentimientos que hicieron
que no regresara más a la Universidad.

Su carácter solitario seguramente lo empujó a tomar


esa decisión. Imagino que se sentía más cómodo en la
biblioteca rodeado de libros y a solas con sus
pensamientos. Que además era el espacio adecuado
para la inspiración poética.

En reconocimiento a su trayectoria poética recibió


durante el primer gobierno de Fernando Belaunde
Terry la Orden del Sol del Perú, que le fue otorgada
personalmente por Mario Polar Ugarteche, que
entonces era Segundo Vicepresidente de la República.
Lo inusual del hecho fue que se le entregó dicha
condecoración en su propio domicilio de la ciudad de
Arequipa. Ya para entonces vivía en la calle 28 de julio,
en la Urbanización “El Vallecito”. Hasta allí llegaron
representantes del gobierno para tributarle un
merecido homenaje al poeta de “El Aquelarre”.

a en el periodo otoñal de su vida, viajó a Europa, donde


visitó España, Francia, Inglaterra, Italia y Alemania. A su
regreso a Arequipa, dio una de las pocas entrevistas
que se recuerdan de él. Dijo entonces: “Regresé más
peruano que nunca, más arequipeño que jamás”. Y
agregó: “En el viaje entendí que el Perú es uno de los
pueblos de América mejor dotados por la naturaleza
para ser un gran país”.

Durante esta época, Don César hacía tertulia en la casa


de Carlos Augusto Meneses Cornejo, padre del actual
director del diario “El Pueblo”. Hasta allí iba el poeta
llevado por su hija Berta, alrededor de las 11 de la
mañana.

Según refere Carlos Meneses (hijo), la amistad entre


ambos amigos se hizo entrañable. Luego que
conversaban sobre asuntos domésticos, el poeta se
quedaba velando el sueño del amigo. Cuando venía por
él su hija Berta, recogía todos los papeles que el poeta
había desechado. Así era César “Atahualpa” Rodríguez,
un repentista en constante inspiración poética.
Fue autor de los libros “La Torres de las Paradojas”,
“Sonatas en tono de silencio”, “Los últimos versos”,
“Dios no nos quiere” y “Cien poemas”.

Un buen día murió el poeta en su casa de “El Vallecito”.


Años más tarde Mario Polar Ugarteche había dicho de
él: “Este hombre huraño que, como dije alguna vez, es
de los tímidos que atacan con el escudo, esconde
detrás de su hosquedad una naturaleza generosa y
apasionada; y los que logran traspasar la muralla de su
aislamiento, descubren un conversador extraordinario
y fascinante”.

La fgura de César “Atahualpa” Rodríguez subyuga al


igual que la de Benigno Ballón Farfán. Uno en el campo
de la poesía y el otro en la música. Pero ambos tienen
en común que comparten el sentimiento arequipeño,
de la patria chica.
A r e q u i p a , Mo st a j o y Ro d r
íguez
En la picantería “La Cabaña” de Selva Alegre, un día del
año 1947, se reunieron alrededor de una mesa
Francisco Mostajo y César “Atahualpa” Rodríguez, para
conversar sobre diversos temas, incluido el proceso de
la literatura en Arequipa. El encuentro de entonces fue
considerado de trascendencia histórica, por la
envergadura intelectual de ambos personajes.

Voy a contar la historia de un encuentro entre dos


fguras representativas de Arequipa. Uno era Francisco
Mostajo y el otro César Augusto Rodríguez. El
inolvidable momento fue recordado por un periodista
del diario “La Prensa” de Lima, que estuvo en Arequipa
reunido con ellos en una picantería de la ciudad. El
artículo periodístico apareció en la edición del martes 2
de septiembre de 1947, con el título “El perfl de las
cosas”, escrito bajo el seudónimo de “Fulano de tal”.

El autor de la crónica destaca el hecho que es muy


difícil reunir en una mesa a dos personajes como
Mostajo y Rodríguez, por varios razones, pero
principalmente porque ambos viven en distintos
lugares y desarrollan actividades diferentes. Mostajo
vivía en Yanahuara, en la calle Misti, junto a su familia;
mientras que Rodríguez vivía en “El Vallecito”, en la
calle 28 de Julio. El primero era docente universitario y
decano de la Facultad de Derecho en la Universidad
Nacional de San Agustín, labores que cumplía por la
mañana, y por la tarde se desempeñaba como Vocal de
la Corte Superior de Justicia de Arequipa. El segundo
era bibliotecario y ocupaba el cargo de Director de la
Biblioteca Pública Municipal. Imposible que pudieran
juntarse, salvo en alguna reunión protocolar. El milagro
ocurrió un día del mes de octubre de 1947, cuando el
autor de la crónica periodística logró reunir a ambos
personajes en la Plaza de Armas, primero, y luego en
una picantería de la zona de Selva Alegre.

En el portal de San Agustín de la Plaza de Armas, los


tres juntos degustaron de un aromático cóctel de
papaya. De ahí fueron al Hotel de Arequipa, ubicado en
Selva Alegre, donde tomaron whisky. Junto al Hotel
había una picantería llamada “La Cabaña”, último lugar
del recorrido que hicieron el periodista de “La Prensa”,
Francisco Mostajo y César Augusto Rodríguez.

Una vez sentados a la mesa los tres comensales,


comenzó la tertulia. El ambiente que rodea el lugar es
propio de la campiña arequipeña. La vegetación
abundante y el sonido de los animales del campo nos
aproximan un poco más a la escena del momento.
Mientras conversaban, una señora servía los
tradicionales platos locales que saboreaban con un
vaso de chicha de jora. Don Francisco bebía con deleite
la chicha, aunque no comía ají, según se anota. Fue
entonces que César Augusto Rodríguez recordó como
el poeta Percy Gibson lo rebautizó con el nombre de
“Atahualpa”. Fue una noche del año 1912, en su casa
de la calle Puente Grau, donde se reunía el grupo
literario “Aquelarre”, que Percy Gibson le dijo que era
demasiado llevar el nombre de dos emperadores
romanos juntos: César y Augusto, siendo él
auténticamente Peruano, llamándolo a partir de
entonces “Atahualpa”, que luego consagró en una
publicación que hizo acerca de su poesía. A lo que
agregó Francisco Mostajo diciendo que César
“Atahualpa” Rodríguez pertenecía a la mejor
generación de poetas de aquel tiempo, integrada
además por Renato Morales de Rivera, Percy Gibson y
Belisario Calle.

En otro momento, Francisco Mostajo recordó que fue


él quien puso la pluma en la mano de Federico More.
Declaró también que Augusto Aguirre Morales se dio a
conocer publicando en la revista “Juventud”, que él
había fundado. En ese estado de la tertulia, Rodríguez
recitó un soneto de Mostajo que era algo así como su
defnición y su credo. Lo dijo de memoria, quizá de
tanto haberlo oído escuchar en los cenáculos.

“No, no, la identidad, el nivel nunca


Sobre mí pasará cual sobre todos;
Soy el picacho de la cresta trunca,
La alzada tromba en ciénaga de lodos.
Entre la chusma me hallo y no me enjunca
El vulgar gregarismo de sus modos
Me aíslo en mi interior ¡honda espelunca!
Cual frío temperante entre beodos.
¿Quién se me iguala? ¿Quién? Yunta,
Tras yunta
Pasa el hato humanal, de mí, qué vario;
A ras no me hallo de su imbécil calma.
Soy cual la roca terminada en punta;
Soy cual ríspido cactus solitario;
Soy un único hombre ¡soy un alma!”

Después de recitar con grave acento de poeta, César


“Atahualpa” Rodríguez recuerda como se iniciaron
Alberto Guillén y Alberto Hidalgo, sus errores y lo que
han dejado desperdigado en la literatura Peruana, de la
cual considera a Martín Adán (seudónimo de Rafael de
la Fuente Benavides) uno de sus mejores exponentes.
Sigue la conversación girando en torno a Arequipa, sus
poetas y escritores. El mismo Mostajo es califcado por
el autor del reportaje como “prócer de la
intelectualidad arequipeña”. De hecho lo fue. Su
reconocido prestigio intelectual, hicieron de él el más
notable historiador de su tiempo. Pero también fue
hombre de acción y luchador social, por lo cual es
considerado uno de los más importantes símbolos de la
Arequipa republicana del novecientos.

Se puede decir que encarna muchos de los atributos


característicos del pueblo arequipeño. Aspecto este
importante para comprender cómo los arequipeños
fueron construyendo su identidad y la imagen de una
ciudad de caudillos y poetas que no solo cantaron a la
naturaleza sino también a la heroicidad del pueblo. En
ese sentido, personajes como Mariano Melgar y el
Deán Valdivia encarnaron, en el siglo XIX, ese espíritu
díscolo y contestatario que, según el imaginario
colectivo, caracteriza a los arequipeños.

Francisco Mostajo reúne igualmente esas cualidades. A


su espíritu guerrero se suma el diletante que cultiva la
poesía, pero también encontramos en él al historiador,
al hombre de leyes, como expresión de una antigua
tradición jurídica.

En cambio, César “Atahualpa” Rodríguez fue la


expresión más depurada del lirismo en Arequipa, cuya
poesía también tuvo un contenido social. En lo que sí
coincidieron fue en el marcado sentimiento localista.
Arequipa: sus costumbres y tradiciones, su historia y su
comida, fueron el motivo de sus obras. El
provincialismo de ambos personajes, obedeció a
razones históricas y de orden comercial, cuya génesis
se remonta por lo menos hasta la época colonial.

Pero volvamos a ese memorable encuentro, donde


Arequipa fue el gran tema de conversación. Como no
podía ser de otro modo, el poeta Rodríguez,
acostumbrado a la bohemia literaria desde los tiempos
del famoso “Aquelarre”, sorprende a sus compañeros
de mesa con las siguientes disquisiciones: “El hoy es tan
fugaz, dice, que vivimos con medio cuerpo metido en la
sombra del mañana indeciso. Somos como un río sin
orillas que se desborda sobre una tierra que siendo
nuestra quizás ya no lo sea cuando nos demos cuenta
de estar manejados por impulsos ajenos”. Rodríguez
tiene, como todo poeta, su blasón afirmativo.
Oigámosle:

“Ebrio de melodía y de pereza, largo


Como un hombre del Greco quisiera ser; quisiera
Que mis ojos en éxtasis no vieran para fuera
Sino como las aguas en un azul letargo.
Ser dueño de mí mismo en mí; mas, sin embargo,
Poderme desdoblar sobre la vida entera
Como algo que buscándose a sí propio se reitera
Y se embebe de formas y evita el trago amargo.
Ir silenciosamente por el mundo. Una alfombra
Para no herir los pies; y sólo con mi sombra
Tener diálogos locos de una lógica muda.
Cansarme cierto día de andar y, soñoliento,
Al pie del obelisco de mi fel pensamiento
Aguardar a la muerte con la actitud de Buda.

La tertulia se prolonga y tanto Mostajo como Rodríguez


hablan de sus futuras publicaciones. El “San Gil de
Cayma” es lo más arequipeño que pensaba publicar
Mostajo. Por su parte, Rodríguez comenta que tiene
entregado al Fondo de Cultura Económica de México,
un volumen sobre “El proceso de la cultura Peruana”.

La hora apremia y Mostajo se retira como fugitivo de la


reunión, con dirección a la calle San Francisco, donde
entonces quedaba la Corte Superior de Arequipa. Lo
propio hace Rodríguez, quien trepa al ómnibus que
pasa y se marcha hacia la Biblioteca Municipal, donde
labora ocho horas diarias.

El encuentro con estos dos personajes fue descrito por


el cronista como inusual. Tras despedirse de ambos, el
periodista reflexiona acerca de cómo el torbellino de la
vida distrae a las genialidades del tiempo que necesitan
para pensar y compartir el fruto de su talento.

A manera de refexión final dice lo siguiente sobre


ambos personajes: “En realidad Arequipa está
aprisionada en la fuerza intelectual de Mostajo y de
Rodríguez, las dos fguras prístinas, agudas y al mismo
tiempo hondas del carácter de este pueblo romántico y
soñador, beligerante y aguerrido, inspirado y
dicharachero, pero al mismo tiempo, por su volcán y su
clima nervioso, lleno de sorpresas”. Así acaba la
entrevista, con la sensación de habernos detenido por
un momento en el tiempo, escuchando a Mostajo y a
Rodríguez hablar de su época.

Para fnalizar, el presente artículo ha querido recrear el


preciso momento en que dos personajes históricos de
la ciudad comparten sus impresiones acerca de temas
de trascendencia cultural para Arequipa.
La p a r t i c i p a c i ó n d e l a mu j e r a r e q u i
p e ñ a e n l a h i st o r i a
La condición de la mujer fue muy precaria, en el siglo
XIX. En muchos casos, anularon su personalidad y
expectativas. Mientras que las mujeres populares
gozaron de mayor autonomía económica, trabajando
como vendedoras en los mercados o administrando un
negocio propio.

La idea de la mujer dócil corresponde a un marcado


patrón machista, en la cual ellas fueron consideradas el
sexo débil y, por lo tanto, incapaces para realizar
trabajos que requerían carácter, temperamento y
fuerza. Nada más alejado de la realidad. Pero no
siempre se pensó así.

Recordemos sólo para ejemplarizar este caso a Trinidad


Enríquez, la abogada cuzqueña que no llegó a serlo,
porque se le impidió graduarse en la Universidad San
Antonio Abad del Cuzco, donde había seguido estudios
de derecho. Luego que inició una batalla legal que la
llevó hasta la Corte Suprema de Justicia, este tribunal
resolvió en su contra, alegando que el temperamento
de la mujer no era afín a la abogacía, que exigía
carácter. Una situación increíble hoy, pero que describe
con exactitud el pensamiento de la época, de marcado
acento patriarcal. Y ello debido a la infuencia romana
de la legislación nacional, que privilegió la fgura del
varón sobre la mujer. Así, por ejemplo, él fjaba el
domicilio conyugal, y ella debía seguirlo adonde fuera,
bajo pena de incurrir en causal de divorcio. Aunque,
por otro lado, el primer código civil peruano de 1852
permitió la patria potestad de ambos padres, en lo que
viene a constituir un elemento evolucionado en
relación a su referente romanista.

La condición de la mujer en aquella época era muy


precaria, si tenemos en cuenta que no podía dedicarse
a otras actividades que no sea el hogar. Su mayor
realización era ser madre de familia y vivir para educar
a sus hijos. Lo que ciertamente era bastante, pero
tampoco lo era todo en la vida.

Hay que precisar, sin embargo, que el rol femenino en


la sociedad estaba jerarquizado. Es decir, que en el
caso de las mujeres de la elite social, desempañaron
roles vinculados a una vida social intensa, en círculos
donde se practicaba la tertulia y las reglas de
urbanidad. Era lo socialmente “correcto” y, en cierta
forma, estaba condicionado a los usos y costumbres de
la sociedad de su tiempo. Esto quiere decir que los
fuertes mecanismos de control social anulaban su
personalidad y expectativas, reduciéndola a un rol
básicamente doméstico, mientras que el “hombre del
hogar” era el encargado de trabajar para dar una vida
“decorosa” a su familia. En ese sentido, los roles del
varón y la mujer de los estratos sociales alto y medio,
estuvieron muy bien definidos; lo contrario era ir
contra las convenciones sociales establecidas, que no
consideraban socialmente “correcto” que las mujeres
de su clase trabajaran o, incluso, estudiaran. Lo que no
ocurría con las mujeres de los sectores populares, que
si bien es cierto la mayoría de ellas no contaban con
educación básica; sin embargo, sí tenían mayor libertad
de acción. Para el caso de Lima, en el siglo XIX, se sabe,
por ejemplo, que muchas mujeres del pueblo fumaban
y se divertían con amplitud, que igualmente trabajaban
o administraban sus propios negocios.

Claro está que socialmente fueran marginadas por sus


hábitos y costumbres; lo que implicó en muchos casos
que ellas fueran el sostén de sus hogares. En realidad,
si bien por un lado, el pensamiento de la época limita a
la mujer de sociedad en su desarrollo personal; por
otro lado, en el sector popular ella desarrolla un
trabajo considerado marginal, pero que al mismo
tiempo era vital para la subsistencia de los suyos.

Si en Lima las negras trabajaron como nanas y las indias


como vendedoras de mercados, en Arequipa
cumplieron similar función como lecheras, placeras del
mercado, servicio doméstico, campesinas o
administradoras de un negocio propio. ¿Qué otras
actividades realizaron? En aquella época, fueron la
retaguardia de los ejércitos, durante las guerras civiles
que sacudieron al país en el siglo XIX.

Quizás el mejor retrato de la Arequipa de entonces, ha


sido suministrada por las memorias de viajeros, que no
sólo describieron las costumbres de la época, sino
también las diferencias raciales de una sociedad
jerarquizada.

Un texto que merece un comentario aparte, es el libro


de Flora Tristán titulado “Peregrinaciones de una
paria”, donde formula una critica a la sociedad
arequipeña que ella conoció hacia la década de 1830.
Un caso que llamó particularmente su atención fue el
de la monja Gutiérrez, joven perteneciente a la elite
social de la ciudad, que fue obligada contra su voluntad
a abrazar la carrera religiosa en el monasterio de Santa
Teresa. Víctima de las circunstancias, decidió huir un
buen día y tal decisión le costó el rechazo social de sus
contemporáneos, que no alcanzaron a entender su
actitud, que en realidad pugnaba por mantener su
libertad.

El libro luego será quemado y prohibida su lectura, por


estimar que se trataba de un texto ofensivo a las
prácticas sociales de la ciudad.

En este contexto fue difícil un rol protagónico de la


mujer en la sociedad. Salvo algunas historias singulares
como el caso de “La Mariscala”, personaje que también
provoca la atención de Flora Tristán, o el que
protagoniza María Nieves y Bustamante, en el campo
de las letras, como periodista y escritora. Al igual que
Mercedes Cabello de Carbonera o Clorinda Matto de
Turner. Sin dejar de mencionar a Juana Gorriti y Juana
Alarco de Dammert, en lo que es cultura y trabajo
social, respectivamente.

María Nieves y Bustamante, autora del popular libro


“Jorge o el hijo del pueblo”, fue una destacada
escritora y periodista arequipeña, que también militó
en la “Acción Católica” que agrupaba a hombres y
mujeres, considerados conservadores. Se opusieron,
por ejemplo, a la tolerancia de cultos y al matrimonio
civil. Se cuenta que en cierta ocasión, un grupo de ellas
encabezadas por María Nieves y Bustamante atacaron
la casa del liberal Mariano Lino Urquieta, ubicada en la
calle Santa Marta, como rechazo a su propuesta de
acabar con la religión ofcial del Estado.

En la política nacional, la mujer arequipeña también


jugó un papel importante. En muchos casos, no sólo se
limitaron a desempeñar el rol de esposas y madres,
sino que también fueron consejeras y apoyo político
importante para sus maridos. En esa línea,
mencionaremos, en el siglo XIX, a Cipriana de la Torre
de Vivanco, a Juana Pérez de Salaverry, a Francisca Diez
Canseco de Castilla y a Magdalena Ugarteche de Prado;
y, en el siglo XX, a María Jesús Rivera de Bustamante y
a María Delgado de Odría.

Así llegamos a una época de cambios sociales, que


acelera la participación de la mujer en otras
actividades, como el trabajo en las fábricas, por
ejemplo. De otro lado, el feminismo se vuelve un tema
recurrente que plantea un nuevo rol de la mujer en la
sociedad. De ahí que ya en el debate constitucional de
1931, se plantee el voto femenino.

Víctor Andrés Belaunde se pronuncia por el voto


femenino irrestricto. Como razón arguye que “la mujer
trabaja como nosotros. La mujer paga los impuestos
como nosotros y si no presta el servicio militar, da los
hijos que lo prestan”. En cambio, los apristas tienen
una proposición singular. Se oponen al voto femenino
irrestricto, defendiendo solamente el derecho a voto
de las mujeres trabajadoras.

Mientras que en Arequipa una joven mujer con


inquietudes sociales, Adela Montesinos y Montesinos,
publica en el diario local “Noticias” un artículo titulado
“Feminismo”, donde destaca la fgura de la mujer más
allá de los roles tradicionales que siempre desempeñó.

Bajo el seudónimo de “Alma Moreva”, Adela


Montesinos (1910 – 1976) dio a luz varios artículos
sobre el mismo tema que provocaron la reacción de la
escritora Hortensia Málaga de Cornejo Bouroncle. Su
hija, Dunia Espinoza Montesinos, refere que Adela
escribió usando seudónimo para protegerse de las
críticas sociales de su tiempo. Afirma también que Juan
Manuel Polar Vargas fue el intermediario entre ella y el
periódico.
En Lima se vincula al grupo de José Carlos Mariátegui y,
hacia 1939, participa en la primera huelga de
telefonistas, que lucharon por mejores condiciones de
trabajo.

Esta mujer arequipeña poco conocida, fue poeta y


luchadora social, precursora del feminismo en Arequipa
y la primera mujer –dice Dunia Espinoza Montesinos-
en proclamarse comunista, en un mitin realizado por su
partido político en Lima.

Hasta entonces la mujer estuvo al margen de las


decisiones políticas. No podía elegir ni ser elegida. Fue
recién para las elecciones generales de 1956 que se
hizo por primera vez presente el voto femenino.

En resumen: las mujeres populares fueron mucho más


independientes económicamente que las mujeres de la
elite social, que en la mayoría de casos tan sólo
dependían de sus maridos. Esta mayor autonomía de
las mujeres que trabajan, hizo que a la vez se
replanteara su rol dentro de la familia.

Finalmente, la mujer arequipeña en la historia cumple


hoy en todos los sectores sociales un rol igualmente
importante en la política, en el trabajo y en la vida
profesional, contribuyendo así al progreso de la ciudad
y el país.
CONSTRUCCIONES HISTOÓ RICAS DE
AREQUIPA

La s T r a d i c i o n a l e s Q u i n t a s d e A r
equipa
En la Quinta de Tirado echaron a volar sus ilusiones los
fogosos rebeldes de la época de la emancipación. La
Quinta Corbacho sirvió de lugar estratégico para las
campañas militares. La Quinta de Landázuri fue
igualmente escenario de momentos dramáticos para la
historia local.

Arequipa en el siglo XIX todavía mantiene la antigua


demarcación que trazaron los primeros fundadores de
la ciudad. Alrededor se encuentra la campiña que
marca el contraste entre el campo y la urbe. Esta se
caracteriza por el trazado, estilo damero, de las calles;
sus edifcaciones de sillar y el uso de los espacios
públicos para la construcción de plazas y alamedas.

Como un oasis la ciudad de Arequipa se encontraba


incomunicada del resto del país. Los pocos caminos
servían para unir la costa y la sierra, con el tiempo que
suponía cruzarlas y a riesgo de perder la propia vida en
uno de esos viajes inseguros. La travesía por mar era la
otra opción que, sin embargo, no fue de uso masivo.

La campiña arequipeña fue en otro tiempo motivo de


odas por parte de inspirados poetas. El chacarero fue el
personaje símbolo del hombre del campo; por
contraste, el hombre de la ciudad estuvo dedicado a
otro tipo de actividades más urbanas.

La vida social de la Arequipa del siglo XVIII era hasta


cierto punto monótona. Esto no quiere decir que las
diversas clases sociales no socializaran en reuniones
familiares o en las famosas chicherías, el espacio
público más importante de esos años, en que todavía
no existían instituciones sociales de esparcimiento. En
esa época de ausencia de luz eléctrica, el ritmo de la
ciudad tenía otro tipo de características. Los paseos en
el campo eran los más frecuentes. Era común,
asimismo, que las personas adineradas tuvieran sus
casas de campo fuera de la ciudad. Así se levantaban
alrededor de ella mansiones solariegas con estilo
arquitectónico parecido a las ubicadas en la ciudad.

En su tiempo, las más conocidas fueron: la Quinta de


Tirado, ubicada en El Vallecito, la Quinta de Corbacho,
ubicada en Tiabaya, la Quinta de Landázuri, en la zona
de Selva Alegre, y otras más, como la Quinta de Vargas,
la Quinta de Menaut y la Quinta de Arévalo, que
encierran mucho valor histórico. De todas ellas la única
que sobrevive a la fecha, aunque muy precariamente,
es la Quinta de Tirado.

Esta casona data del siglo XVII y actualmente es


propiedad del señor Álvaro Corzo Portocarrero. Allí, por
el año de 1811 se conspiraba en contra del régimen
colonial.
En las chacras anejas a la Quinta de Tirado sesionaban
clandestinamente José María Corbacho y Abril, Benito
Laso, Mariano José de Arce, Manuel José de Rivero y
Araníbar, Juan Crisóstomo Corso y Salazar, Francisco de
Paula Quiroz y Mariano Melgar, entre otros que
formaban parte de la logia patriótica. Luego, el fino
presidente invita a los concurrentes a tomar un
tentempié (refrigerio) en la Quinta, cuyos dueños eran
primos suyos y su propio hermano mayor don Antolín,
de gran fguración social, vivía allí al desposarse con la
prima de ambos, doña María Manuela Tirado y Abril,
de notoria personalidad conservadora que no veía bien
las amistades de “Batilo”, seudónimo de José María
Corbacho, según Francisco Mostajo. Acaso a estas
reuniones subrepticias alude Melgar en su conocida
“Oda a la Soledad”:

“Oí al dulce Batilo


Cantar al prado hermoso
Yerbas y flores, fuentes y ganados”.

Pero no sólo se reunían para conspirar. Allí también se


reúnen para declamar sus producciones poéticas unos,
otros rasgar las guitarras con el yaraví del adolescente
Melgar o de canciones folclóricas.

Corbacho, pues, encabezó en Arequipa el grupo, a la


vez literario y político, que renovó el ambiente de la
ciudad y del que Melgar fue secretario. El nombre del
grupo de jóvenes poetas fue “Tertulia Literaria”.
“En la Tertulia Literaria de Arequipa (anota Aurelio
Miró Quesada) parece haberse reunido un equipo
entusiasta y juvenil, al que la seriedad de los poemas, o
las angustias ciertas o imaginadas de su vida amorosa,
no impidieron reír o sonreír, a veces a costa de ellos
mismos”.

Por otro lado, cabe destacar que todos los allí reunidos
tuvieron actuación protagónica durante la
Emancipación y la República. Basta mencionar a la
trilogía revolucionaria: Corbacho, Arce y Melgar, y su
participación en la rebelión de los hermanos Angulo y
Pumacahua en 1814.

En la República, los hermanos Jorge, Gustavo y Xavier


Bacacorzo sostienen que la Quinta de Tirado sirvió de
baluarte para defender a la ciudad de los ataques del
coronel Mariano Ignacio Prado en 1867. Su propósito
era tomarla, pero no lo lograron.

Gustavo Bacacorzo refere también que en la Quinta de


Tirado, el jurista arequipeño Francisco García Calderón,
que llegó a ser Presidente Provisorio del Perú, durante
la guerra del Pacífico, preparó su famoso “Diccionario
de la Legislación Peruana”, en dos tomos, hacia el año
1860. La propietaria de la Quinta era, por entonces, su
prima hermana materna María Mercedes Martínez –
Landa y Corbacho. Allí como dice Bacacorzo “don
Francisco tuvo una sala para estudio y preparación del
Diccionario; y que se destruyó con el sismo de 1868”.
En realidad, del resto de la casona quedó muy poco,
salvo algunas habitaciones que se conversan hasta hoy
en día. En su tiempo de esplendor, debió contar con
fuentes de agua y patios con arcos que la rodeaban.
Quedaron allí muchas historias que el tiempo se las
llevaron.

La Quinta de Landázuri quedaba en el acceso a Selva


Alegre. El nombre del patriota venezolano Trinidad
Morán está íntimamente vinculado a la historia de esa
casona, hoy desaparecida.

Cuenta el Deán Valdivia en sus memorias, que el


general Morán fue vencido en 1854, después de un
encuentro con el ejército rebelde de Ramón Castilla. El
encargado de las operaciones militares en Arequipa
contra el gobierno del general Echenique, que defendía
Morán, era el político y hacendista Domingo Elías,
quien no vaciló en ordenar la muerte del general
venezolano, que había luchado en otro tiempo por la
independencia del Perú.

En la Quinta de Landázuri, Trinidad Morán fue hecho


prisionero y allí mismo redactó su testamento y se
confesa. Enseguida será conducido por la calle Rivero
hasta Santo Domingo y luego la calle Morán, que hoy
lleva su nombre, donde quedaba su casa, junto al
teatro Fénix. Desde aquel lugar su esposa, la
arequipeña Rafaela Zereceda y Zaconeta, sus suegros y
sus hijas, protagonizaron escenas dramáticas de dolor
ante su inminente fusilamiento. Mientras tanto, la
banda de músicos que lo acompañaba interpretaba una
triste melodía conocida desde entonces como la
“Marcha Morán”. En la Plaza de Armas será fnalmente
fusilado por órdenes de Elías, que no cedió ante las
súplicas de muchos vecinos de la ciudad, como la
esposa del general Pedro Diez Canseco y Corbacho.

Este último solía pasar largas temporadas en su casona


de Tiabaya, conocida como la Quinta de los Corbacho,
porque inicialmente perteneció a Tomás Sánchez
Corbacho y luego pasó a su hijo Antonio y después a la
hija de éste, Mercedes, la madre de Pedro Diez
Canseco, encargado tres veces de la presidencia del
Perú.

A la Quinta Corbacho se dio en llamarla después Quinta


Canseco, porque sus dueños pasaron a ser -por
herencia- la familia Diez Canseco Vargas y luego la
familia Belaunde Diez Canseco. En 1958, por efectos del
terremoto de ese año, desapareció un monumento
histórico que fue testigo de las inquietudes políticas de
varios personajes de aquel tiempo. Pero también fue
escenario de algunos romances. Como aquel que
protagonizaron Ramón Castilla y Francisca Diez
Canseco. En una carta que dirige desde Quequeña, el
18 de mayo de 1835, Ramón Castilla le dice: “Mí
querida Panchita de mi corazón”. Y luego de manifestar
que la extraña mucho, agrega lo siguiente: “Te
devuelvo mi manta de Castilla y también mi poncho
colorado para que te sirva en los paseos a Tiabaya”,
que era el lugar donde quedaba la Quinta Corbacho.

“Doña Pancha”, como popularmente será conocida la


esposa del presidente Castilla, fue hermana de los
generales Pedro, Manuel y Francisco Diez Canseco, de
notable fguración en el siglo XIX.

Don Pedro fue un hombre del campo, que a pesar que


gozó de la cercanía al poder, siempre buscó refugio en
su natal Arequipa y, particularmente, en su Quinta de
Corbacho, adonde iba desde montado a caballa,
cubierto por su poncho de lana y su sombrero de
jipijapa. Ahí mismo lo fueron a buscar varias veces para
sacarlo de su retiro voluntario y comprometerlo en una
nueva causa rebelde. La última de ellas fue la que
protagonizó en 1867, a raíz de la Constitución liberal de
ese año, que atentaba contra los fueros de la Iglesia
Católica. Fue entonces que Pedro Diez Canseco se puso
a la cabeza del movimiento y dio a luz un manifiesto
dirigido a la nación en que protestaba del carácter
liberal de dicha Constitución. Al fnal, el movimiento
triunfó y Diez Canseco ocupó por tercera vez la
presidencia del país. Los últimos días de su vida
trascurrieron apaciblemente en su ciudad natal de
Arequipa, adonde regresó siempre a pesar de que pudo
vivir en Lima.

La misma casona fue visitada años después por Víctor


Andrés Belaunde, nieto del ex presidente peruano,
siendo todavía niño de pantalones cortos. Su
descripción acerca de la Quinta Corbacho fue la
siguiente: “La casa de los Corbacho es una típica
mansión de hacienda, rodeada de corrales para el
ganado y zaguán y patio a la moda arequipeña, cuadras
o salones espaciosos; el comedor con vista al río está
sostenido por columnas con zapatas; descendiendo al
jardín, una terraza que remataba en un oratorio a la
usanza de Arequipa; y más abajo, el pozo y la huerta”.

Cuenta Belaunde que, desde la Quinta Corbacho, el


Deán Valdivia vio el movimiento de las tropas del
general Salaverry, después de la batalla de Uchumayo;
prevenido Santa Cruz por él, se ubicó en una zona más
favorable para su ejército, lo que determinó la victoria
de Socabaya sobre el joven caudillo limeño (1836).
Agrega además que la Quinta Corbacho fue lugar de
descanso del Estado de Mayor de Castilla; en la época
que el general Vivanco encabezó el movimiento
rebelde contra la Constitución liberal de 1856, y se
produjo el asedio de la ciudad de Arequipa por ocho
meses.

El estilo clásico de sus construcciones hizo de esas


Quintas verdaderas muestras de gusto arquitectónico,
al lograr conjugar la belleza del diseño con el uso
adecuado de los espacios dedicados al paseo y la
distracción.
Como decía la evocación de “Batilo”, seudónimo de
José María Corbacho, el campo, el ganado y las fuentes
formaron parte de un solo cuadro. Por allí echaron a
volar sus ilusiones los fogosos rebeldes de la época de
la emancipación. Otras veces sirvieron de lugar
estratégico para las campañas militares. Fueron
también escenario de momentos dramáticos para la
historia local.

Ojala el lector haya podido transportarse a la época en


que Arequipa era una ciudad más proyectada hacia el
campo, rodeada de campiña, adonde iban a pasear y
hacer vida social los arequipeños.
Lo s h o sp i t a l e s y l a sa l u d e n A r e
quipa
El hospital de San Juan de Dios, que venía funcionando
desde la época colonial, fue reemplazado en 1912 por
el hospital Goyeneche, que lleva el nombre de su
benefactor José Sebastián de Goyeneche y Barreda.
Fue considerado en su tiempo el mejor de su clase en
Sudamérica.

La vida en la ciudad exige las condiciones mínimas de


servicios básicos para que la población pueda acceder a
un buen nivel de educación y salud.

Desde que se fundó Arequipa, esos servicios eran


pocos, pero muy importantes para la época. Así, con el
paso del tiempo fueron aumentando los
requerimientos de salubridad y hubo la necesidad de
dotar a la ciudad de una mejor infraestructura
hospitalaria.

Sin pretender agotar un tema que exige mayor


profundidad de análisis. A continuación, voy a
ocuparme de la situación hospitalaria en Arequipa. Así
como también de la importancia que tuvo, en su
tiempo, la construcción del hospital Goyeneche.
Primero porque en su tiempo fue considerada una
construcción moderna que ofrecía los mejores servicios
del sur del país. De hecho, contaba con los mejores
equipos quirúrgicos del momento. Segundo porque el
hospital paso a convertirse en el más importante
centro de salud de la ciudad, reemplazando e
importancia al desaparecido San Juan de Dios. Tercero,
porque exhibe una belleza arquitectónica singular. Su
estilo neogótico, el adecuado diseño de sus pabellones
y la capilla que en otro tiempo ocupaba un lugar central
del hospital, ofrecían una visión de conjunto
impresionante. Además, el lugar donde fue construido
era por aquella ve estratégico, porque estaba alejado
de la población. Esta circunstancia sin embargo, hizo
que luego se poblara esta zona con magnificas
construcciones de diseño moderno.

Pero ¿Quién construyo el hospital? La historia se


remonta a la disposición testamentaria del obispo de
Arequipa y después del obispo de lima, José Sebastián
de Goyeneche y Barreda, una de de las fguras
eclesiásticas mas infuyentes de su tiempo. Su propia
familia, de origen vasco, era más importante en la
ciudad. Tenían muchas propiedades y también recursos
económicos, que en su mayoría se dedicaban a obras
flantrópicas, como el hospital Goyeneche que lleva el
nombre de su benefactor.

Por testamento otorgado en lima el 31 de diciembre de


1871, el entonces arzobispo José Sebastián de
Goyeneche dispuso la suma de 150mil pesos, con
destino para la construcción de un hospital de mujeres
en Arequipa, el que sería entregado por sus albaceas a
la junta de benefcencia o a la corporación o autoridad
que estuviera a cargo de los establecimientos de
piedad.

Pasado el tiempo y en circunstancias en que el país


hacia fuente a la guerra con chile, el gobierno de 1880
tomo la suma legada por el arzobispo Goyeneche para
atender a los gastos que demandaba esa situación.

Luego de que la deuda fue reconocida por el gobierno


nacional, la familia Goyeneche y Gamio, herederos del
arzobispo, cumpliendo la voluntad de su tío,
construyeron el hospital, no solo para mujeres, sino
también para hombres,

En el folleto titulado “apuntes para la historia médico –


quirúrgica y hospitalaria de Arequipa” del doctor Javier
Lozada Benavente, indica el autor que “la colocación de
la primera piedra la hizo el presidente de la republica,
don José Pardo, en 1904, con ocasión de la visita que
hizo a Arequipa.

Una vez terminado fue entregado a la sociedad de


benefcencia, por escritura pública el 26 de noviembre
de 1911, en administración y usufructo. La
inauguración tuvo lugar el 11 de febrero de 1912.
Fueron entonces trasladados los enfermos del antiguo
hospital de San Juan de Dios al nuevo nosocomio.

Mas adelante la señorita maría Josefa de Goyeneche y


Gamio hizo construir a sus expensas la sección de
infecto-contagiosos, que se entrego también a la
benefcencia, como parte complementaria de hospital y
con las mismas restricciones de este.

En 1932, los patronos, que lo eran los hermanos


Goyeneche de la puente, entregaron defnitivamente el
hospital a la sociedad de benefcencia publica, siendo el
director de la misma, Pedro José de Noriega.

Cuando se inauguro el hospital, el consejo provincial de


entonces. A cargo de Arturo P. Linares, acordó
determino denominar Avenida Goyeneche a la que de
norte a sur debía abrirse delante de la fachada del
edifcio del hospital que lleva el mismo nombre, y que
era el mejor de su clase en Sudamérica, construir
delante del hospital un parque y en centro de este un
monumento que simbolice la gratitud del pueblo de
Arequipa hacia su gran benefactor, el arzobispo
Goyeneche. Para ello se formo una junta especial
encargada de llevar a cabo la suscripción popular para
la construcción del citado monumento.

Esta obra fue inaugurada el 21 de agosto de 1921,


siendo padrino el presidente de la republica Augusto B.
Leguía. El monumento fue modelado en roma por el
comendador Talodini, y dirigido en Arequipa su
levantamiento por el doctor y arquitecto Gerardo
Cornejo Iriarte.

El hospital de San Juan de Dios fue fundado por el


ayuntamiento de 1552. A lo largo del periodo colonial,
fue el principal nosocomio de Arequipa. Sin embargo
durante la primera mitad del siglo XIX, el hospital
languidecía como consecuencia de los años.

Fue entonces que se encargo al medico Juan Manuel


Vargas – tronco de la distinguida familia arequipeña, de
la cual descienden los hermanos Juan Manuel y Jorge
Polar Vargas-, la reorganizaron del primer centro
hospitalario de Arequipa.

Hasta fnes de la colonia, en Arequipa, solo se


enseñaban algunos cursos de medicina en los colegios
de los jesuitas y san francisco. Con el primer año de la
republica, sostiene Jorge Arias – Schneider Pezet,
comienza la enseñanza de la medicina en Arequipa, a
raíz de la fundación de la academia lauretana de
ciencias y artes de Arequipa en 1821.

En la primera etapa de su historia, la academia


lauretana fue un centro de enseñanza superior, donde
se estudiaba para ser abogado o medico. Entre sus
miembros fundadores fguraba el protomédico Juan
Manuel Vargas. Sin embargo, como institución docente
duro poco, ya que luego fue reemplazada con el colegio
nacional de independencia americana y después por la
universidad nacional de san Agustín.

Se seguían los estudios superiores de medicina y


derecho, en el colegio de la independencia, mientras
que en la universidad de San Agustín, se obtenían los
títulos de bachiller y doctor. Recién en 1866, durante el
gobierno del coronel Mariano Ignacio Prado, se define
a la universidad de Arequipa como un centro de
enseñanza superior, destinándose el colegio
independencia a la enseñanza secundaria.

En esta etapa de la historia de la medicina ena


Arequipa, juega un papel muy importante el doctor
Manuel María Pérez Aranibar, “propulsor (como lo
defne Jorge Arias – Schneider Pezet) de la enseñanza
de la medicina del sur del Perú a mediados del siglo XIX.

Notables médicos nacidos en Arequipa, en los siglos XIX


y XX, dieron mucho prestigio a la ciudad, por su calidad
profesional. Mencionaremos a Francisco Zegarra (Padre
del fundador del diario “el Pueblo”, Edilberto Zegarra
Ballón), a Manuel María Pérez Aranibar (padre del
medico y flántropo arequipeño Augusto Pérez
Aranibar), a José Benedicto Montesinos Garzón (gran
amigo del notable medico norteamericano, radicado en
Arequipa, Jacobo Dickson Hunter) a José Antonio
Morales Alpaca (medico y político, que durante la
guerra con chile mando a fundir cañones para la
defensa de Arequipa), a Pedro José Ramírez Broussais
(padre del notable medico, Benigno Ramírez del Villar),
a Luciano Bedoya Zegarra, a Max Gonzales Olaechea
(gloria de la medicina Peruana), a Edmundo Escomel, a
Gustavo Corso Masías, a Alberto Ballón Esteves, a Luis
Alberto Chaves Velando, a Juan Luis Moscoso, a Julio
Ernesto Portugal, y a otros más.
Después de ocho décadas gracias a los esfuerzos en
conjunto de los rectores Manuel Suarez Polar, Alberto
fuentes e Isaías Mendoza del solar. La universidad de
San Agustín logro contar en 1958 con una moderna
facultad de medicina, digna sucesora de la escuela
médica que tuvo Arequipa a mediados del siglo XIX.

Las enfermedades que asolaron a la ciudad a través del


tiempo, por falta de higiene y salubridad, fueron siendo
superadas, gracias al esfuerzo de la ciencia médica que
en Arequipa alcanzo notable desarrollo , en tres
centros de enseñanza superior: la academia lauretana,
el colegio de la independencia y la universidad de San
Agustín, asimismo nosocomios como el desaparecido
hospital de San Juan de Dios y el actual hospital
Goyeneche guardan mucha tradición e historia, que no
basta solo con recordarla, hace falta seguir
manteniendo viva esa tradición, con mayor trabajo
pero también mejorando la calidad en el servicio que
como siempre redundara en el creciente número de
pacientes que a diario asisten a los principales
hospitales públicos de la ciudad.
La c a sa a r e q u i p e ñ a q u e c o n q u i st o
a París
La casa está ubicada en la segunda cuadra de la calle La
Merced y fue construida a comienzos del siglo XX por el
abogado y arquitecto arequipeño Gerardo Alberto
Cornejo Iriarte (1876 – 1970), el mismo que también
vivió allí.

Tiempo después de que el arquitecto Fernando


Belaunde Terry dejara el poder en 1985, fue
entrevistado por el periodista arequipeño Carlos
Meneses Cornejo en su departamento de la ciudad de
Lima. En esa oportunidad dijo ante la pregunta de cuál
era la cuadra más bonita de la ciudad de Arequipa, que
a su juicio de arquitecto era la calle La Merced, porque
ella reunía variados estilos arquitectónicos en la
construcción de sus casas. Desde aquellas de estilo
colonial, como la casona Goyeneche, hasta otras de
factura republicana como la casa que fue de la familia
Lira.

Sin embargo, pocos saben que en la segunda cuadra de


la misma calle se levanta una casa solariega que fue
construida a comienzos del siglo XX por el genial
arquitecto y diseñador arequipeño Gerardo Cornejo
Iriarte. La misma que hoy ocupa la sede local de la
Universidad Tecnológica del Perú (UTP) y que en 1911
ganó un premio internacional en París por el excelente
diseño de su fachada.
Allí mismo también nació en otro tiempo el prócer de la
independencia nacional José María Corbacho, al igual
que ex Presidente del Perú Pedro Diez Canseco, que
ocupó ese cargo por tres veces con el carácter interino.

Por muchas razones la casona de la calle La Merced 209


se constituye en patrimonio histórico de la ciudad. No
sólo porque en ella nacieron dos ilustres personajes de
la historia nacional, sino también porque su
arquitectura actual mereció un reconocimiento
internacional de la Municipalidad de París en Francia,
en 1911.

Últimamente ha sido puesta en valor por el empresario


arequipeño y Rector de la UTP – Filial Arequipa, doctor
Jaime Mujica Calderón, que ha rescatado una joya
arquitectónica para la ciudad que en los últimos días ha
cumplido ocho años de haber sido declarada
Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Como sabemos, parte del atractivo turístico de la


ciudad son sus monumentos históricos. Y uno de ellos
es, justamente, la casona Corbacho, llamada así porque
en ese lugar nació el prócer arequipeño.

Gracias al doctor Jorge Valdez Cornejo, descendiente


de Gerardo Cornejo Iriarte, pude acceder a la
publicación donde se dio cuenta del reconocimiento
internacional de la casona Corbacho. La revista de
construcción moderna titula “La Construction
Moderne. Art, thérorie appliquée”. La edición
corresponde a los años 1911 – 1912 y fue publicada en
París.

El artículo sobre la casa que diseñó y construyó


Gerardo Cornejo Iriarte titula “Maison a Arequipa
(Pérou)”. El texto fgura en francés y dice más o menos
lo siguiente: “La feliz iniciativa que ha tomado la
Municipalidad de París en instaurar los concursos de
fachadas ha hecho escuela en todas partes…Hoy en día
en Perú encontramos una fotografía interesante…Se
trata de una casa recientemente construida en
Arequipa. Esta es como se dice la segunda ciudad del
Perú. Es una ciudad comercial e industrial y es una de
los principales centros literarios de América del Sur.
Dentro de los últimos concursos abiertos entre los
arquitectos, el premio ha sido otorgado a la fachada
que se reproduce. Ella ha sido hecha por el autor
Gerardo Cornejo Iriarte y esta queda en la calle La
Merced número 89…La fachada ha llamado la atención
del jurado mayormente por sus características
arquitectónicas muy diferente al estilo empleado en
ese país, por la feliz elección de los materiales y su
empleo juicioso. Su relieve es de granito, al igual que
los muros de la puerta principal. Los muros son en
piedra tallada de color blanco. Esta es una roca de
origen volcánico. El relieve y los pilares, cornisas, son
de la misma roca y de color rosa. Todos los materiales
están perfectamente unidos por argamasa interna en
hierro, destinada a asegurar la estabilidad del edifcio.
Esto no hace olvidar, en efecto, que la ciudad de
Arequipa está edifcada sobre un suelo volcánico
constantemente expuesto a los temblores de la tierra,
debido a la proximidad del volcán Misti. Aquel que dio
origen a la formación de diversas rocas volcánicas que
se han encontrado a los alrededores. La construcción
de la casa que nos ocupa no puede más que contribuir
a la buena arquitectura en la ciudad donde se ha
elevado. Gracias a la idea de los constructores de
buscar el estilo al mismo tiempo que se estudian los
procedimientos de construcción destinados a
garantizar la seguridad de los habitantes…”.

La publicación en referencia destaca las características


de la construcción, pero también la notable
combinación de belleza arquitectónica y seguridad que
ofrece la vivienda, ambos elementos importantes para
garantizar la trascendencia de la obra.

Su autor, como ya dijimos, fue Gerardo Alberto Cornejo


Iriarte, abogado, arquitecto e ingeniero constructor,
que hizo sus estudios tanto en Arequipa como en
España.

Se trató de un personaje fascinante, de una gran


creatividad, que unió a su gran talento una fuerza de
espíritu inquebrantable, que lo llevó a realizar las más
importantes obras de la ciudad.
Fue él quien construyó la antigua capilla del Hospital
Goyeneche. Gracias a él se produjo la expropiación del
terreno donde luego se construyó el “Mercado San
Camilo”. Intervino además en la edifcación del
monumento al sacerdote lazarista Hipólito Duhamel,
ubicada en la plaza que lleva su nombre.

Teniendo la oportunidad de ser muy amigo del


acaudalado industrial catalán José Miguel Forga, dentro
de un marco de exigencias de un muy privilegiado
gusto para el arte, el señor Forga le pidió que diseñe las
casas para su familia en Arequipa, en el boulevard de la
Avenida Parra, y luego la casa de verano en Mollendo,
donde aprovechó Cornejo Iriarte sus conocimientos
para lograr con majestuosidad plasmar las ideas de
Forga en un “Palacete”, que luego fue conocido con el
nombre de “castillo Forga”, “El Castillo de Mollendo”, o
simplemente el “Palacete Forga”.

Construyó la Iglesia de la Recoleta y su torre, así como


dirigió la reconstrucción de la misma dañada por el
terremoto del año 1958.

Hizo diversas reparaciones en las estructuras de iglesias


de nuestra ciudad, y efectuó los primeros diseños y
trazos de la carretera al Santuario de Chapi, así como
los planos para la construcción de la Iglesia. También
participó en la construcción de la Iglesia del Pilar, a la
cual le hizo una donación en dinero.
Cedió un lote de terreno para la construcción de una
escuela en la Urbanización “María Isabel”, denominada
así en recuerdo de su amada madre, y que la formó
como tal para favorecer a los pobres
proporcionándoles lotes a precios de regalo y a largos
plazos.

Vivió en la segunda cuadra de la calle La Merced, en la


casa que él construyó y ganó un premio internacional.
Fue gran devoto de la Virgen de las Mercedes que se
venera en la Iglesia de la Merced y, gracias a la feliz
iniciativa del doctor Jaime Mujica Calderón de crear
una Sala de Exposiciones para eventos culturales, en el
local de la Universidad Tecnológica del Perú en
Arequipa, hoy lleva el nombre de Gerardo Cornejo
Iriarte como un justo homenaje y reconocimiento al
arequipeño que pensó en grande a la hora de diseñar y
construir los principales monumentos históricos de la
ciudad, que a la fecha son atractivo turístico y que,
además, debería fgurar en el circuito turístico de las
casonas más emblemáticas y representativas de
Arequipa.
EVOLUCION URBANA Y
TRASCENDENCIA DE LA CIUDAD
BLANCA EN LA HISTORIA

Arequipa y la confederación
Perú -Boliviana
¿Por qué fracasó la Confederación Perú – Boliviana?
¿Fue posible un sistema federal en el Perú? Más allá de
las razones geopolíticas, los intereses económicos
jugaron también un rol determinante en esta historia.

El tema de la Confederación Perú – boliviana sigue


sucintando marcado interés hasta el día de hoy.
Muchos consideran que ella significó una oportunidad
perdida para la integración de dos países considerados
gemelos. Que el sueño integrador de Santa Cruz fue
incomprendido por los propios Peruanos, que lucharon
contra ella. Que además se desperdició la oportunidad
de formar un gran país que opusiera resistencia a los
afanes expansionistas de Chile. Por todo ello la
Confederación es vista como el proyecto frustrado que
permitió la posterior incursión de Chile en territorio
Peruano.

Sin embargo, es bueno también establecer algunas


precisiones. Una de ellas se refere a la situación del
Alto Perú durante la colonia. Hasta 1776 formó parte
del Virreinato del Perú. A partir de entonces, debido a
las reformas borbónicas, fue segregada para ser
incorporada al recién creado Virreinato del Río de la
Plata. Con ello el Perú perdía el centro minero más
importante de producción de plata, pero también un
eje comercial que articulaba la zona sur del país con
Oruro y Potosí. Luego, cuando sobrevino el estallido
rebelde de Mayo de 1810, en la actual Argentina, y la
consiguiente instalación de la Junta de Gobierno de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, el Alto Perú que
se mantuvo neutral buscó ser atraída por las
autoridades patriotas del Congreso de Tucumán, en
1815, que propuso proclamar a un inca como nuevo
soberano. Sin embargo, esta medida extrema fue
mayoritariamente rechazada, y el Alto Perú optó por
decidir su propia suerte.

Fue la elite boliviana la que pujó por lograr la


autonomía de su territorio. Cuando Antonio José de
Sucre, por encargo del libertador Bolívar, se traslada al
Alto Perú, no hizo más que recoger el clamor de su elite
para constituir la nueva República de Bolivia. Así surge
a la vida independiente, con un extenso territorio que
cuenta además con el puerto de Tocopilla, que se
encuentra bastante alejado de la capital Sucre y era
poco rentable para los comerciantes del país. La
necesidad de un puerto más próximo a su circuito
comercial fue la verdadera razón que impulsó a los
sucesivos gobiernos de Bolivia a estrechar mayores
lazos con el Perú, a través de la vía diplomática, pero
también promoviendo logias que intentaron anexar el
sur Peruano.

Más allá de los muchos vínculos que unen a ambos


pueblos, el interés de Bolivia fue siempre acceder a un
puerto natural en territorio Peruano. Se trató del
puerto de Arica. Su mayor proximidad a las zonas
comerciales de Bolivia, hizo que este país, desde que se
proclamó independiente, buscara con el Perú la frma
de un tratado. En 1826, se frma uno de límites sobre la
base de la cesión del puerto de Arica, que lesionaba
abiertamente nuestro territorio. En aquella
oportunidad, Andrés de Santa Cruz, encargado del
mando supremo en Perú, se opuso a la frma de ese
tratado, considerado a su juicio perjudicial para el país.
En tal sentido, queda de manifiesto el real interés de
los bolivianos por acceder al puerto Peruano de Arica.
Lo que será una constante en su política exterior.

Los intentos de desmembrar la región sur del Perú para


anexarla a Bolivia se inscribe dentro de ese objetivo. La
tensión fronteriza entre ambos países refleja esa
permanente acechanza por conseguir la supremacía de
uno sobre el otro.

La rivalidad política entre Andrés de Santa cruz, Agustín


Gamarra y Antonio Gutiérrez de la Fuente fueron la
nota característica de los primeros años de vida
republicana. En un primer momento, los tres líderes
políticos formaron parte de lo que se dio en llamar el
“triunvirato”. Los tres mantenían estrecha
comunicación y buscaron la federación de sus
respectivos países.

La oportunidad llegó en 1835, a raíz de la guerra civil de


ese año, que enfrentó al presidente provisorio Luis José
de Orbegoso con el general Pedro Bermúdez, que lo
depuso del mando supremo. Restablecido en el poder,
el general Felipe Santiago Salaverry lo vuelve a deponer
del mando. Se refugia, entonces, en Arequipa y su
autoridad se reduce tan sólo al sur del país. Por su
parte, Salaverry domina la parte norte, además de la
capital, donde se instala con título de Jefe Supremo.

La difícil situación que atraviesa Orbegoso en Arequipa


hizo que fnalmente se decida a pedir la intervención
del ejército boliviano de Santa Cruz.

El panorama político nacional era entonces el siguiente:


Salaverry asume una posición nacionalista, de defensa
de la integridad territorial, ante la amenaza de Santa
Cruz. Mientras que Orbegoso, presionado por las
circunstancias, autoriza la invasión territorial del Perú.

Existen hasta dos corrientes de pensamiento que


podemos identifcar en este periodo. De un lado, los
que creían en la unión de ambos países. Ese fue el caso
de Francisco Javier de Luna Pizarro, que intervino en la
elaboración de la Constitución de 1834, donde dejó
abierta la posibilidad de una federación con Bolivia. De
otro lado, los que se opusieron a ella, en abierta
reacción nacionalista.

Recordemos que el nacionalismo como arma política


surge en el país desde los albores de la independencia.
La xenofobia sirvió a Bernardo Monteagudo como
política de persecución contra los españoles. Gamarra
justifcó el golpe de Estado contra La Mar acusándolo
de extranjero. ¡No más extranjeros, no más! fueron las
palabras con que termina su manifiesto político. Con el
advenimiento de la Confederación y su fgura principal
Santa Cruz resurge el nacionalismo que lo señala como
extranjero. Además, hay otro elemento que también
expresa el rechazo social al fenotipo de Santa Cruz. La
sátira política de Felipe Pardo y Aliaga, lo califca de
“Cholo jetón”, y lo compara irónicamente con
Napoleón.

Manuel Ignacio de Vivanco, Ramón Castilla, Felipe


Pardo, Andrés Martínez, y otros más, se exiliaron en
Chile. Recordemos que, para entonces, la relación con
ese país era fraterna. Chile había contribuido a la causa
de la independencia nacional y su ex presidente
Bernardo O´Higgins fue honrado con dos haciendas en
la zona de Ica, falleciendo aquí, poco después de 1830.

El Perú tampoco limitaba con Chile, por lo que no había


problemas fronterizos entre los dos países. La
controversia surge a raíz de la Confederación Perú –
Boliviana. A partir de entonces, pasaron a convertirse
en un gran nación, que iba a gravitar decididamente en
el escenario de América del Sur. La posición geopolítica
del nuevo Estado confederado amenazaba con ejercer
la hegemonía comercial del pacífico sur. Se hizo
evidente la superioridad de los puertos Peruanos del
Callao y Arica por encima del puerto chileno en
Valparaíso.

Claro que no todos estuvieron de acuerdo en dicho


proyecto, ni en Perú ni en Bolivia. En el caso Peruano,
el norte del país fue contrario a la confederación, sobre
todo por razones comerciales. Había mantenido desde
la época colonial un eje comercial con el puerto de
Valparaíso, por medio de la exportación del azúcar y la
importación del trigo. En cambio, el sur fue favorable a
la confederación, por tres razones fundamentales: en
primer lugar, por los estrechos vínculos comerciales
que unieron a Arequipa, Puno y Cuzco con Bolivia; en
segundo lugar, porque fue favorable a la política de
librecambio, debido al eje comercial establecido con el
exterior, a través de las casas comerciales de origen
extranjero radicadas en Arequipa, por ejemplo; y, en
tercer lugar, por el excesivo regionalismo que
caracterizó a varios departamentos del sur. Al respecto,
el jurista arequipeño Toribio Pacheco afirma que
fueron los partidarios del provincialismo los que
ansiaron el sistema federal. Y que éste fue posible en
los estados pequeños, pero no en los grandes, como el
Perú.
El historiador norteamericano Paúl Gutenberg sostiene
que la derrota de la Confederación obedece a lo que él
llamó la “guerra de secesión en los Andes”. Más allá de
la primera guerra con Chile. En palabras del autor
significó el conficto entre el proteccionismo económico
y el libre cambio; el norte contra el sur del Perú. Es
bastante significativo que la primera expedición
restauradora que vino de Chile fracasara, porque se
dirigió a Arequipa, que era favorable a la
Confederación. En cambio, la segunda campaña
restauradora esta vez enrumbó hacia Lima, que era
contraria a la Confederación. Lo que explica también
que en medio del conficto armado con Chile hubo
intereses económicos en juego.

¿Cómo juzgar la actitud de los ex presidentes Agustín


Gamarra, Antonio Gutiérrez de la Fuente, Ramón
Castilla y Manuel Ignacio de Vivanco? ¿Su actitud
puede ser interpretada como nacionalista?
Posiblemente. Sin embargo, su nacionalismo sirvió, al
mismo tiempo, a Chile para acabar con un potencial
peligro para ellos.

En carta que dirige el estadista chileno Diego Portales


al jefe de la primera expedición restauradora,
Almirante Blanco Encalada, resume simbólicamente la
importancia de su misión: “Va usted a realizar la
segunda independencia de Chile”.
En resumen, fracasó la Confederación porque era un
peligro para Chile, pero también para los Peruanos
exiliados en ese país, el predominio de Bolivia sobre el
Perú fue razón suficiente para justifcar la guerra contra
ella.
Arequipa en la Guerra con Chile…
” e l Le ó n d e l S u r r u g e ”
El 4 de septiembre de 1882 Arequipa fue declarada
“Capital de la República”. En el Congreso reunido en
Arequipa, en 1883, “los guerreros” se negaron a frmar
la paz con cesión de territorio. Los arequipeños
organizaron la resistencia contra el invasor extranjero.
Sus autoridades contrariamente se negaron a luchar.

Desterrado a Chile el Presidente Francisco García


Calderón, por negarse a frmar la paz con cesión de
territorio, asumió el poder el Vicepresidente
Contralmirante Lizardo Montero.

Por razones estratégicas Montero instaló su gobierno


en Arequipa, a la cual llegó por tren procedente de
Juliaca el 30 de agosto de 1882, siendo objeto por parte
del pueblo arequipeño de una afectuosa bienvenida,
que se cerró con un desfle militar, que Montero revistó
desde las ventanas de la prefectura, que hizo las veces
de Palacio de Gobierno.

Arequipa, en virtud de un decreto del 4 de septiembre,


fue designada como capital de la República, y Montero,
a su vez, se rodeó de algunos distinguidos arequipeños,
como Mariano Nicolás Valcárcel y Ladislao de la Jara,
quienes integraron el Consejo de Ministros hasta que
Montero abandonó la ciudad.
Era, por entonces, prefecto del departamento
Francisco Ballón y alcalde accidental José Moscoso
Melgar, quien, en la “Memoria” que leyó ante la Junta
General de la Municipalidad en diciembre de 1882, dijo
que las señoras de la población solícitas aceptaron
confeccionar, con el tocuyo que les repartió la
prefectura, camisas para el ejército, que ascendió a
7000 más o menos.

No queda allí, por cierto, la contribución de Arequipa a


la resistencia contra el invasor extranjero. Armando de
La Fuente en la “Memoria” de sus labores como
alcalde, había dicho en octubre de 1881 que el
vecindario arequipeño obsequió sus alhajas para la
compra de un buque blindado.

Esta actitud -según Luis Guzmán Palomino- fue


interpretada por dos publicaciones de la época: el
“Diario de Arequipa” y “El Eco del Misti” que
proclamaron la resistencia del pueblo de Arequipa al
enemigo invasor y la no cesión territorial, en caso de
producirse un acuerdo. Este, sin embargo, no fue el
temperamento del Congreso Extraordinario que
convoca Montero, y que se instala en abril de 1883. Al
contrario, lo autorizó por una ley del mes de junio a
negociar la paz con Chile sobre la base de la cesión de
Tarapacá. Prueba de ello es el acta de la sesión del
Consejo de Ministros del 3 de octubre de 1883. Allí se
dice que el Ministro de Relaciones Exteriores, Mariano
Nicolás Valcárcel, leyó la circular que debía dirigirse al
cuerpo diplomático extranjero residente en Lima,
donde se anunciaba la buena disposición de su
gobierno de avenirse a un arreglo decoroso con el de
Chile, “cediendo (a éste) parte de su territorio”.

De otro lado, Montero, ante el avance chileno sobre


Arequipa por Moquegua, contrariamente ordenó a las
fuerzas del Coronel Francisco Llosa a replegarse. Esta
medida, sumada al desoír del pueblo que pedía la
guerra, significó (para Juan Guillermo Carpio Muñoz)
una traición, y, en relación a la reacción de los
arequipeños en contra del gobierno de Montero, según
Armando Nieto Vélez, un trágico malentendido.

El 25 de octubre, y así consta en el “Libro de Actas” que


publicara Nieto Vélez, el Consejo de Ministros,
atendiendo a las razones expuestas por Montero de
que no era posible repeler al enemigo sin desmedro de
la propia población, acordó emprender la retirada del
ejército hacia Puno. Lo que se verifcó furtivamente al
día siguiente.

Hay necesidad, sin embargo, de aclarar algunos puntos.


En primer lugar, que el pueblo arequipeño sí quiso
luchar. Así lo demuestra el artículo “Vencer o morir” de
Hipólito Sánchez Trujillo, publicado en “La Bolsa” el 15
de marzo de 1880. Allí decía lo siguiente: “¡Armas!
¡Armas! pide Arequipa con la desesperación del león
aprisionado, del águila que en cadena ve despedazar a
sus hijos, vengan ellas y servirán no sólo de égida
invulnerable de nuestro suelo sino de poderosa ayuda
contra el infame invasor que aprovecha de nuestra
situación indefensa”. En segundo lugar, que fueron los
intereses de ciertos notables, representados por el
alcalde accidental Diego Butrón, los que se opusieron a
la guerra. Aunque esta decisión puede ser interpretada
también como una actitud práctica, que buscaba evitar
el inútil derramamiento de sangre. En tercer lugar, que
la decisión del gobierno de Montero de retirarse a
Puno obedecería no a un acto de cobardía sino a un
concebido plan con el aliado país de Bolivia para
impedir la incursión de las fuerzas chilenas en Puno. Al
respecto, Daniel Parodi Revoredo sostiene que el plan
secreto seguido por Montero fue un acuerdo conjunto
planteado inicialmente por el presidente boliviano
Narciso Campero. Es decir, que fue “la táctica
propuesta por Narciso Campero la que habían aplicado
las autoridades peruanas”, con el objeto de unirse a las
fuerzas bolivianas en Puno, e inutilizar en su tránsito la
línea férrea.

Poco antes, el Congreso que se reunió en Arequipa, dio


una ley -el 23 de junio de 1883- por la cual se facultaba
al gobierno a negociar la paz sobre la base de cesión de
territorio. “Los guerreros”, así llamados los congresistas
que se resistieron a frmar la paz en tales términos,
solían reunirse en la casa del diputado Andrés
Meneses. Abelardo Gamarra, “el tunante”, que
también formó parte de dicha asamblea, cuenta que la
casa del Diputado Meneses fue entonces el centro de
reunión de quienes, como él, se oponían a lesionar
integridad territorial del país.

Los días 27 y 28 de octubre de 1883 la angustia de la


población que no avizoraba un desenlace fue, en algo
amainada, por la indesmallable labor de Armando de la
Fuente y José Domingo Montesinos, quienes en
agitadas cabalgatas recorrían los barrios de la ciudad y
hasta fueron a Cayma y Yanahuara para informar a los
vecinos que las tratativas para la entrada pacífica de los
chilenos estaba en buen camino.

El 29, a eso de las 9 de la noche, entró el ejército


chileno a la ciudad de Arequipa y acampó en la Plaza de
Armas.

La correspondencia todavía inédita de José Domingo


Montesinos describe con caracteres trágicos los
sentimientos de impotencia y frustración que
experimentaron los arequipeños cuando los chilenos
entraron a la ciudad.

Francisco Mostajo dijo “en honor de Montesinos, que


con su carácter entero, salvó a Arequipa del horror de
la matanza caótica, indistinta y sin objeto ya, entre
paisanaje e invasores, y en honor de la Fuente, que con
su carácter afable la salvó de las bárbaras durezas de la
ocupación”.
Esto dio origen a la “leyenda negra” que intentó
presentar a Arequipa como una ciudad que no ofreció
resistencia al invasor chileno. Con ello se quiso
demostrar el escaso valor de los arequipeños,
poniéndose en duda el título de caudillo colectivo del
país, con que fue reconocida durante el siglo XIX. Jorge
Basadre había dicho que Arequipa fue la pistola que
apuntaba al corazón de Lima hasta 1867.

Esta supuesta actitud de miedo o temor que se


atribuye a Arequipa, no corresponde –por cierto- a la
realidad, ya que el pueblo arequipeño sí estuvo
moralmente preparado para la resistencia. Pero como
dice el artículo periodístico de Hipólito Sánchez Trujillo,
el león aprisionado necesitaba de armas para
defenderse. Aunque tampoco dudamos que los
intereses de la elite comercial de Arequipa haya
infuido bastante en la decisión de no ofrecer
resistencia dentro de la ciudad. El pueblo en cabildo
abierto se había pronunciado a favor de la resistencia,
pero sus autoridades fnalmente decidieron lo
contrario. La muerte trágica del Alcalde Diego Butrón, a
manos del pueblo, fue quizás la reacción más lógica
que siguió a la supuesta huída de Montero a Puno.

Además, la indecisión de su gobierno, para ordenar que


el ejército regular se enfrente al ejército chileno,
posiblemente haya obedecido a la estrategia diseñada
por los presidentes Montero y Campero, de reunir sus
tropas en la zona de Puno. Lo cierto es que, en
Arequipa, se organizó un ejército, que no sólo estuvo
integrado por soldados regulares sino también por
miembros de la sociedad civil, que formaron sus
propios batallones.
H i st o r i a d e l A g u a P o t a b l e e n A r
equipa
En el siglo XVIII, los “aguadores” llevaron el agua en
barriles y otros depósitos a domicilio. Luego, en el siglo
XIX, la instalación de un “Filtro” para purificar las aguas
de la Acequia de Mirafores, que a su vez la tomaba del
río Chili, dotaron de agua potable a la ciudad. En 1895
se inauguraron las obras de conducción del agua de
Yumina, que abasteció a la población de Arequipa por
más de 30 años, hasta 1928 en que se terminó la obra
de dotación de agua potable de “La Bedoya” (Chiguata)
por The Foundation Co.

El año pasado, con motivo de las obras que viene


ejecutando el Concejo Provincial de Arequipa, obreros
encontraron en la primera cuadra de la calle
Mercaderes un canal de agua de la época colonial de 30
metros de largo. Entonces se dijo que a través de esos
canales de sillar las casonas del actual centro histórico
de la ciudad se abastecían de agua de las zonas de
Yumina y Characato. La evidencia existe, y corresponde
ahora a los especialistas en el tema profundizar más en
ello.

El presente artículo no intenta de ninguna manera


agotar un tema de por sí muy amplio. Lo que pretendo
más bien es esbozar algunos aspectos de la vida
cotidiana de la ciudad de Arequipa. Hoy resulta difícil,
por ejemplo, entender cómo los arequipeños de
antaño pudieron mantener la higiene y el aseo si no
contaban con servicio de agua potable. Hoy es una
práctica común en la mayoría de hogares arequipeños
disponer a cualquier hora del servicio de agua. ¿Acaso
los antiguos habitantes de Arequipa no se aseaban?
Claro que no. Otras eran las prácticas de higiene,
aunque quizá menos cómoda que ahora. En realidad
existen pocas referencias al respecto. Lo que intento es
ocuparme de un tema que, como todos sabemos, es de
vital importancia para el desarrollo de los pueblos.

El agua permitió a las antiguas comunidades del Ande


peruano alcanzar desarrollos notables para su época en
ingeniería hidráulica, que les permitió irrigar sus
campos. El agua también fue la causa de su
desaparición, cuando sucumbieron por falta del líquido
elemento.

¿Cómo llegó el agua potable a Arequipa? Responder


esta pregunta, sin duda, merece una investigación más
profunda de fuentes que permitan acercarnos más a la
historia del agua en Arequipa. Como ya dije al principio,
no intento agotar un tema que puede ser materia de
otras investigaciones sobre el agua o relacionados a él.

En 1934, el inspector de agua potable del Concejo


Provincial, Alejandro Vivanco, encargó al ingeniero del
servicio de agua potable de la ciudad la realización de
un trabajo que dé a conocer a la población de Arequipa
la importancia del servicio que ofrecen a la ciudad y el
costo de la inversión hecha hasta ese momento en
obras de saneamiento. Y así fue. La sinopsis del servicio
de agua potable circuló como folleto. Se publicó, en
1935, por el Concejo Provincial de Arequipa en la
Tipografía Cuadros, ubicada en la calle Moral 208.

El trabajo que comentamos afirma en su parte


introductoria que Arequipa como la mayoría de
ciudades en el siglo XVIII se proveía del agua necesaria
para los usos domésticos por medio de “aguadores”
que llevaban el agua en barriles y otros depósitos a
domicilio. Sin embargo, la obra registra un dato
interesante. Se refiere a la instalación de las primeras
tuberías que se conocen en la ciudad. Fueron hechas
de barro cocido y, por disposición del obispo Cavero, en
1741, condujeron el agua hasta la Plaza de Armas. Se
dice también que, en 1779, la orden de los dominicos
consiguió del citado obispo la concesión para derivar
un ramal a su Convento.

Recién en el siglo XIX la ciudad de Arequipa contará con


servicio regular de agua potable. Lo que, sin duda,
infuye en el cambio de hábitos de la gente.

Un primer paso en ese camino fue la gestión de la


comuna provincial ante el gobierno de Lima para que
se proveyese de agua potable a Arequipa. Fue así que
se aprobó, por Resolución Suprema de 20 de diciembre
de 1852, la propuesta hecha por José Mariano
Escobedo para la instalación de tuberías en la ciudad y,
también, la instalación de un “Filtro”, a fn de purificar
el agua de la Acequia de Mirafores, que a su vez era
tomada del río Chili.

Escobedo cumplió su compromiso y las tuberías serán


luego utilizadas para la conducción del agua de Yumina.
Mientras que el “Filtro” fue construido en 1866, por el
ingeniero Manuel Mariano Echegaray.

El alcalde Enrique de Romaña, en la memoria municipal


leída ante la H. Corporación el año de 1874, informaba
que “el agua del fltro se distribuye ahora en 5 pilas o
fuentes y 23 piletas públicas; en 117 propietarios
particulares que la compraron con el nombre de paja
de agua; en 14 más que la poseían por derecho antiguo
y les fue reconocido; en 68 que le han tomado en
arriendo y 14 que la poseen gratuitamente y aunque
esta división solo llega a 241 pajas de agua, se nota su
insuficiencia sensiblemente, pues a varias piletas
públicas y particulares no llega el agua sino en una
pequeñísima cantidad y a veces nada, a pesar de tener
la cañería madre 8 pulgadas de diámetro”.

Existe la necesidad de encontrar un mejor manantial


que provea de agua a Arequipa en cantidad y calidad.
Para entonces, el alcalde considera que el manantial
del Bautista era de mejor calidad que el de Yumina, de
acuerdo también con el análisis del naturalista Antonio
Raymondi, a quien le remitieron unas botellas para que
las analizara. Al fnal se pensó traer el agua de los
manantiales de Yumina.
El transporte del agua de Yumina a la ciudad está
asociado al nombre del ingeniero arequipeño Eduardo
López de Romaña, que llegó a ser Presidente del Perú,
durante el periodo 1899 – 1903. Su más importante
biógrafo y partidario suyo, Edilberto Zegarra Ballón,
futuro fundador del diario “El Pueblo”, señalaba en su
obra publicada en 1900, que el agua que se venía
consumiendo del río Chili, afluente de la Acequia de
Mirafores, era muy dañosa para la salud; además, que
en época de lluvias se convertía en barro. Por estas
razones, se pensó en traer el agua de Yumina, cuyas
magníficas cualidades eran muy conocidas.

Fue en 1885, durante la gestión municipal del alcalde


Luis Llosa, que se acordó traer las mencionadas aguas
de Yumina a esta ciudad; para lo cual, se solicitó el
apoyo económico del gobierno para la realización de la
obra. Una vez aprobada, por Resolución Suprema de 18
de mayo de 1885, el gobierno nacional dispuso que la
Aduana de Mollendo entregue al municipio de
Arequipa el 20% de sus entradas para poder ejecutar la
obra.

Fue entonces que la Municipalidad encargó preparar el


proyecto defnitivo al ingeniero Eduardo López de
Romaña. Estudió en Inglaterra y fue miembro del
prestigioso Instituto de Ingenieros Civiles de Londres.
Trabajó en la India y el Brasil, en la construcción de
puentes. Pudo radicarse defnitivamente en el
extranjero, pero prefrió regresar a su país y,
especialmente a Arequipa, su tierra natal, para poner
aquí, en práctica, sus conocimientos y trayectoria
profesional; participando, de esta manera, en las más
importantes obras de la localidad.

Luego de presentar un luminoso informe al municipio


sobre el valor total de la obra, propuso el empleo de
materiales del país, hasta donde fuese posible, a fn de
reducir su costo. Se adoptó, entonces, el sistema de
túneles y alcantarillas de piedra de granito y cemento
romano, sugeridas por Eduardo López de Romaña. No
sólo obsequió a la comuna provincial su trabajo
profesional, sino también la suma gastada en los
respectivos estudios. Es más: dio de su dinero para
evitar que el trabajo, cuya dirección se le había
encomendado, demorase. Su desinterés comprometió
la gratitud de Arequipa, y así fue que el Concejo en
acuerdo del 29 de septiembre de 1893, y siendo alcalde
José Moscoso Melgar, se le dio un voto de gracias por
sus gratuitos servicios en la dirección de la obra, y
dispuso al mismo tiempo que se le reembolsase el
saldo que existía a su favor, otorgándole una medalla
de oro, y mandando colocar su retrato en la galería de
arequipeños ilustres de la Biblioteca Pública.

Al respecto, dice Edilberto Zegarra Ballón que Eduardo


López de Romaña no quiso aceptar la medalla de oro y
demás honores decretados por la Municipalidad, y que
para evitar toda manifestación a favor suyo, hizo
funcionar el servicio de agua desde el día en que estuvo
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listo, sin esperar la ceremonia ofcial de estilo. Los


trabajos terminaron en 1895.

Algunos tramos de la obra fueron realizados por los


contratistas Juan Albertazzo, Augusto Gilardi y Enrique
Rivero. Como ya se dijo, las tuberías que instaló en otro
tiempo José Mariano Escobedo fueron aprovechadas
para la conducción del agua del “Filtro” de Mirafores a
la ciudad.

Las obras de conducción del agua desde Yumina hasta


el poblado de Miraflores demandaron cerca de ocho
kilómetros de tendido de tuberías, que fueron
construidas en sus últimos tramos de ferro fundido.

La obra inaugurada en 1895 prestó servicios al


vecindario de Arequipa hasta 1928, en cuyo año se
terminó la obra de dotación de agua potable de “La
Bedoya” (Chiguata) por The Foundation Co. Quiere
decir que el agua de Yumina abasteció de agua potable
a la ciudad de Arequipa, por espacio de treinta años. A
partir de entonces quedaron para el riego y de
propiedad del Concejo Provincial.

En ese tiempo, sin embargo, se presentaron algunos


problemas, relacionados sobre todo con la mala
utilización del agua por los vecinos de Miraflores. El
inspector de agua potable Edmundo Escomel, dijo en
su Memoria de la Inspección de Aguas, cuando era
alcalde de la ciudad Eduardo Harmsen, en 1912, que en
ese distrito “se había erigido un verdadero plan de
abuso, para el agua de Yumina, de la que se
aprovechaban no sólo para el servicio urbano y para la
elaboración de chicha, sino para alimentar alambiques
de destilación de alcoholes, para llenar pozos de baño o
de lavaderos de lana y cueros y para el regadío de cerca
de veinticinco topos de terrenos arenosos y secos que
caracterizan el mencionado distrito”.

Un dato interesante que refere el doctor Escomel en


su memoria, fue la compra de algunos medidores a los
Estados Unidos, “para ser experimentados entre
nosotros”, y así poder cobrar a cada uno lo que gasta y
nada más. Años después, en 1927, siendo alcalde de la
ciudad Federico Emmel, por Decreto Ley 4126, se crea
el “Servicio de Agua Potable de Arequipa”.
H i st o r i a d e l a mi g r a c i ó n e n A r
equipa
“el fenómeno migratorio cambio la fsonomía de las
ciudades como lima y Arequipa. La historia de
Sebastián Mendoza paredes es la historia de un
inmigrante que llego a Arequipa cargado de ilusiones y
en búsqueda de mejores condiciones de vida. A través
suyo podemos aproximarnos a las vicisitudes del
inmigrante, que con muchas fatigas y teniendo en
contra la adversidad el medio y la falta de servicios
básicos ocupo los arenales de la periferia de la ciudad,
dando origen a puntajes y progresistas pueblos jóvenes
que mas tarde se convertirían en distritos.”

El fenómeno migratorio ha sido permanente a lo largo


del tiempo, desde que los primeros hombre se
desplazaron como nómadas para poblar el territorio
americano. A pesar de estar acentuadas en poblaciones
mas estables, las migraciones continuaron; a veces
motivadas por razones económicas, de regiones
separadas entre sí, pero unidas por mutuos intereses
comerciales; otras veces por el deseo de encontrar
mejores condiciones de vida; pero también a causa de
fenómenos naturales que diezmaron poblaciones, al
punto de buscar otros lugares para vivir.

La historia de hoy se ocupa de un tema vigente, por los


efectos que implican las migraciones en sociedades en
permanente proceso de expansión y, con ello además
el reto de hacer frente a las necesidades de que
presenta el fenómeno migratorio. Por un lado, la
solución a un problema que sobrepasa cualquier
pensamiento urbano y, por otro lado, la expectativa en
las demandas sociales.

La migración en el país se intensifica a partir de la


época de 1950. Se produce entonces el desborde
popular que ocupa la costa en busca de mejores
oportunidades de vida. De pronto la capital del país
cambia de fisonomía para dar cambio a los inmigrantes
que llegan de la sierra. Se invierten, asimismo las cifras,
y la población de la ciudad sobrepasa a la del campo.

El provinciano en la capital del país se convierte en el


nuevo protagonista del cambio social. Surge la
ambulancia informal que recorre las calles; antes ocupa
lugares descampados en los cinturones de la ciudad,
donde habita con su familia; su voz comienza a unirse
en las calles y plazas, exigiendo la dotación servicios
básicos: luz y agua potable. También son peruanos y
esperan la atención preferente del estado, que por
muchos años los tuvo olvidados. Ese encuentro entre el
Perú real y el Perú formal provoca el estallido social
que desborda los límites del estado tradicional.

El migrante al momento de ocupar los arenales de la


ciudad, quizá sin saberlo, empleo antiguas formas
ancestrales de organización andina. El ayni o trabajo
colectivo de la tierra fue empleado para el trabajo
dentro de la comunidad campesina. Los migrantes
emplearon el mismo sistema comunal para construir
los primeros asentamientos humanos que poblaron los
arenales de la capital.

La misma experiencia se repitió en otras ciudades como


Arequipa, donde el fenómeno migratorio cobro
inusitado impacto social. Para graficar esa historia, voy
a contarles el caso de Sebastián Mendoza Paredes, un
migrante de Apurímac que llego a Arequipa a fnales de
la década de 1930.

Se trata de una historia humana, como la de tantos


otros migrantes que llegaron cargados de ilusiones y
empujados por las circunstancias, a una ciudad que
simboliza la esperanza y un mejor porvenir. Cuenta
Sebastián que desde niño tuvo los deseos de dejar su
natal Antabamba (en Apurímac para viajar a Arequipa).
Veía a otros niños acomodados y el no lo era. Viajar a
Cusco o Arequipa para seguir estudios superiores. Al
cabo de un tiempo, regresaban cargados de títulos y
con apariencia diferente a la forma como Vivian en su
pueblo. “vestían de terno y usaban lentes”, nos dice
sorprendido. El también quería ser como ellos y les
pedía a sus padres insistentemente que lo enviaran a
cualquiera de las dos ciudades. Hasta que la
oportunidad llego, cuando viajo con un grupo de
arrieros que llevaban lana a Arequipa. La experiencia
del viaje fue fascinante, nos cuenta con emoción de
niño. Cruzar los andes y recorrer caminos
insospechados fue el mejor momento de su vida,
Los arrieros en la economía colonial republicana
cumplieron un papel importante. Fueron los
encargados del transporte de mercancías. En mulas y
recuas acostumbradas a los caminos de herradura
sorteaban todo tipo de obstáculos. El arriero y sus
peones ibas premunidos de armas para defenderse
ante los posibles asaltantes del camino.

Una vez en la ciudad el pequeño Sebastián y sus


eventuales acompañantes se alojaron en el tambo de
rúelas de la calle Beaterio en la Artiquilla. Los tambos
eran en ese entonces lugares de descanso para los
viajeros de la sierra. Solo en la Artiquilla habían tres de
ellos: Rúelas, Medina y Cahuana, era una especie de
alojamiento donde también descansaban los animales.
Hasta allí iba el rescatista para comprar la lana que
traían los arrieros. Como dice Sebastián, si recibían el
aguardiente que le invitaban los rescatistas, quedaba
de forma simbólica el negocio entre ambos.

La familia de Sebastián encargo al arriero dejar a


Sebastián en el tambo hasta que pueda conseguir un
trabajo. Lo cual ocurrió el mismo día, en que fue
contratado como empleado del hogar. Apenas tenía
ocho años de edad.

El niño fue creciendo y luego de alquilar una habitación


que compartía con 2 amigos mas, paralelamente
comenzó a trabajar en la fábrica “La Victoria”, donde
ganaba 3 soles diarios, tenía dinero y le alcanzaba para
vivir, según confesa. El almuerzo costaba 30 centavos y
1.20 soles al mes, el alquiler de la habitación
compartida. Estos datos refejan el costo de vida de la
época, en que la situación económica era mas estable.
Sin amargo, Sebastián seguía siendo pequeño y no
logro alcanzar aquello que lleno de ilusiones su niñez.
No era fácil tampoco vencer las difíciles condiciones del
medio.

Así como el, muchos otros llegados trabajaban como


obreros en las fabricas de la ciudad. Vivieron en
habitaciones alquiladas, intentaron mantener sus
costumbres, pero también fueron asimilando de forma
progresiva las costumbres de Arequipa. Sin embargo,
muchos de ellos no fueron ajenos al rechazo social.

El patrón cultural de la época colonial produjo un


desfaje con el mundo andino de la época republicana
percibido como civilización en relación al occidental. El
hombre del ande solamente fue considerado como
mano de obra y sin derecho a mejorar su calidad de
vida. Y, sin embargo, representaban la mayoría del país.
Sus intereses serán luego capitalizados por los
gobernantes de turno.

Los venidos y los arequipeños pobres de la ciudad en


busca de realizar el sueño de la casa propia, proyectan
invadir los arenales para construir sus viviendas. Al
respecto, Sebastián dice que no tenían problema de
vivir allí, acostumbrados como estaban a vivir de pocas
comodidades. Con un grupo de amigos acostumbrados
a visitar los fnes de semana la picantería “la Rivarola”,
planean invadir la parte alta de la zona residencial de
Selva Alegre.

Correa el año de 1947 y luego de la oposición de los


vecinos que logra vencerse ante los hechos
consumados por a ocupación precaria del alto de selva
alegre, los invasores se organizan en varias juntas
vecinales para realizar faenas comunales de nivelación
del piso y la remoción de escombros, por ejemplo, que
permitan hacerla habitable.

Al respecto, el testimonio de Sebastián es muy


interesante. En su obra inédita titulada “historia de la
urbanización obrera de alto selva alegre”, cuenta los
detalles de la invasión, cuya historia encierra un
significado profundo en el proceso migratorio del
campo a la ciudad.

Luego del golpe de estado contra el presidente José


Luis Bustamante y Rivero, el grupo que inicialmente
sesionaba en la picantería “La Rivarola”, se reúne esta
vez en una ramada cerca de la torrentera de san lázaro.

Acuerdan dirigirse en marcha pacífica por las calles de


la ciudad hasta las calles de la prefectura. El día de la
manifestación popular gritan consignas como “las
tierras del Perú son para todos los Peruanos”,
“queremos vivienda” y “vivan los pobres de Arequipa”
Los improvisados dirigentes del movimiento logran
reunirse con el entonces prefecto, coronel Daniel Meza
Cuadra. Según el testimonio de Sebastián Mendoza, el
prefecto, después de confesarles que también era
provinciano, les promete acceder a la invasión, pero a
cambio de guardar absoluto silencio al respecto. Otra
decisión que decidió el apoyo del prefecto, fueron los
vítores a favor del general Manuel Odria. Una mujer del
grupo, que por cierto, eran las mas entusiastas y
valientes, dijo en el patio de prefectura: “pero también
el gobierno del general Odria que ha triunfado con el
apoyo del pueblo de Arequipa nos tiene que ayudar”.
¿a quienes se refería?

En la manifestación de desagravio que Arequipa tributo


a José Luis Bustamante y Rivero en 1956m, el pueblo
congregado en la plaza de armas respondió que no
había participado en el golpe de estado contra
Bustamante. Es cierto que el golpe militar se produjo
aquí en coordinación con lima, pero fue realizado
fundamentalmente en los cuarteles y hasta donde
sabemos por la versión autorizada del periodista
Domingo Tamariz Lúcar, en su libro, “la ronda del
general”, no hubo manifestación en las calles a favor
del régimen golpista.

Lo cierto era que Odria necesitaba de respaldo popular


para legitimarse en el poder, iniciando su gobierno en
un intenso programa de asistencia social, sin embargo
en términos teóricos había todavía una escasa
conciencia democrática. La vigencia de un orden militar
que había atropellado un gobierno democrático,
parece ser que poco importaba frente a las imperiosas
necesidades del momento: vivienda para los más
pobres.

Esto plantea una dicotomía importante que hasta hoy


preocupa a los analistas políticos ¿en qué medida la
democracia logro resolver las necesidades del pueblo
mayoritariamente pobre y olvidado? Si se analiza desde
la perspectiva del poder, el modelo político, económico
y social excluyo a la mayoría de peruanos del proyecto
nacional. El Perú formal vivió a espaldas del Perú real.
Ese fue el drama del país a lo largo de su historia y que
supo ser capitalizado por los políticos que concentraron
el poder con prácticas autoritarias, pero que a la vez
lograron conseguir respaldo popular. “el gobierno del
general Odria está con los pobres” dijo una voz entre
los manifestantes que aprovecharon la ocasión para
resolver el grave problema de la vivienda en Arequipa.

Un sentimiento que, por cierto compartimos, en


sentido que era prioritario resolver el problema de la
vivienda. El barrio obrero de la década de 1940 fue una
solución temporal, para un grupo de trabajadores en
particular, pero que no resolvió el tema de la vivienda,
que se fue agravando con el paso de los años.

Una original expresión de uno de los invasores fue la


siguiente: luego de colocar la bandera bicolor en un
Página |1

palo rustico encima de la ramada, dijo: “de aquí nadie


me saca carajo” el sentido de pertenencia que fuye en
esas palabras, también trasunta la realización de un
sueño.

Así nació el actual distrito de alto selva alegre, sobre la


base de la iniciativa de los primeros pobladores como
Sebastián Mendoza Paredes, cuya historia el día de hoy
hemos compartido con todos ustedes. La suya es una
historia que se repite en los últimos cinco años en la
historia de Arequipa. Y es original, en medida que muy
pocos conocen las vicisitudes de dicha migración.

Sebastián Mendoza es casado con dama arequipeña,


vive en el distrito que el vio nacer con otros
compañeros de aventura, y sus hijos nacieron al pie del
volcán Misti, la suya es también historia de abajo, de
aquellos que permanecieron en el anonimato, sin
historia, pero que, sin embargo, jugaron un rol
importantísimo en la dinámica social de los pueblos y
en su economía trasandina.
Lo s A n t e c e d e n t e s d e l P e r i o d i
s mo e n
Arequi
pa
Los diarios cumplieron una función pedagógica
contribuyendo a formar la opinión pública popular. La
mayoría de ellos fueron hojas eventuales. La venta por
suscripción como en el caso de “La Bolsa” fue luego
reemplazada por los canillitas, que en Arequipa
introdujo “El Pueblo”, a partir de 1905. El único medio
de comunicación peruano, después de “El Comercio”,
con más de 100 de vida.

Recién en 1825 se comenzaron a publicar los primeros


periódicos en la ciudad de Arequipa. Justamente, el
primero de ellos titula “La primavera de Arequipa o
mañanas de su independencia”, que fue un órgano de
comunicación oficial, a cargo del capitán patriota, de
origen ayacuchano, Andrés Negrón. Gracias a la
imprenta artesanal de Jacinto Ibáñez fue posible dicha
publicación.

Sabía muy bien Simón Bolívar que el periódico era el


mejor órgano de propaganda para la causa patriota. De
ahí su interés en que se establezca uno en Arequipa,
porque conocía del realismo de la mayoría de
arequipeños. La única forma de afianzar el nuevo
sistema era a través de un órgano de prensa que
hiciera propaganda a favor del nuevo sistema político.
Para ello fue enviado Andrés Negrón a Arequipa. Sin
embargo, como refiere Artemio Peraltilla Díaz, en su
libro “El periodismo arequipeño en la emancipación del
Perú” (1971), los miembros de la Academia Lauretana
usurparon la imprenta donde se editaba el periódico,
del cual sólo llegó a salir un número con el nombre de
“Primavera de Arequipa o Mañanas de su
Independencia”. Los académicos, encargados de la
administración del periódico, por disposición del
prefecto Francisco de Paula Otero, optaron
simplemente llamarlo “La Primavera de Arequipa”. Esto
que parece irrelevante entraña acaso el rechazo de los
académicos al nuevo orden constituido o, más bien, fue
la reacción contra el sistema bolivariano.

Negrón regresó a Lima para informar de lo sucedido a


Bolívar. El libertador exacerbado por la noticia, ordenó
el cese defnitivo de Otero en su cargo y tomó
represalias contra José María Corbacho y Evaristo
Gómez Sánchez, ambos encargados de ejecutar la
medida del despojo.

De vuelta en Arequipa, con el encargo de Bolívar de


restablecer la publicación del gobierno, Andrés Negrón
comienza a preparar la edición de un nuevo periódico
llamado la “Estrella de Ayacucho”. Esta vez el
semanario contará con 37 números, de los cuales 36
fueron editados en la imprenta de Jacinto Ibáñez y el
último número en la nueva imprenta del gobierno
comprada en Arica. Enseguida será reemplazado por el
nuevo órgano oficial “El Republicano”, desde 1825
hasta 1855, en que sale fuera de circulación.
En verdad, a lo largo del siglo XIX fueron muchos los
periódicos en Arequipa, la mayoría de ellos eventuales.
Que, sin embargo, representaron una época. Tal es el
caso de “El Yanacocha”, que se publicó en Arequipa
durante la Confederación Perú – Boliviana, y que fue el
órgano de propaganda política de ese régimen. Lo
dirigió el mercedario Juan Gualberto Valdivia y
desapareció con la caída de Andrés de Santa Cruz. El
año 1848, la imprenta de Francisco Ibáñez dio a luz en
agradable formato “El Pabellón Nacional”, periódico
oposicionista. El sabio Mateo Paz Soldán y el ameno
Ignacio Noboa, lo ilustraron con sus doctrinas y con su
estilo. El año 1849, salió de la misma imprenta “El
Elector” y después “El Porvenir”, hojas honrosas de
patriotismo y de alcances literarios. “El Regenerador”
fue de vida aún más efímera. Se publicó a raíz del
levantamiento popular en Arequipa a favor del general
Manuel Ignacio de Vivanco contra el gobierno de
Ramón Castilla. Su línea editorial fue contraria a la
Constitución liberal de 1856, respecto de la cual exigió
su derogación. “La Guillotina” nace con una coyuntura
política especial, el rechazo popular contra la frma del
tratado Vivanco – Pareja en 1865. Postula salvar el
honor nacional a través de la revolución. Como
muestra de adhesión a la causa regeneradora del país
publica el manifiesto que escribe el tribuno liberal
Mariano Ambrosio Cateriano, donde condena la frma
del tratado y pide al pueblo luchar contra la pretensión
de España de conquistar nuevamente a América.
En 1860 Francisco Ibáñez Delgado fundó el periódico
“La Bolsa”, que exhibió su primer número el día 2 de
febrero de ese año, en sus talleres de Santa Catalina.

“La Bolsa” vio la luz pública cada ocho días, hasta 1869,
desde cuya fecha apareció bisemanalmente con
formato de mayores dimensiones. En aquel entonces,
la Imprenta de Francisco Ibáñez quedaba en la calle del
Clavel N° 93.

En 1878 pasó a ser interdiario, continuando de esta


manera hasta el año 1880, en que agrandó su formato
y se convirtió en diario.

De acuerdo a las costumbres imperantes entonces los


diarios no se voceaban ni se vendían por las calles. “La
Bolsa”, en esto, no fue una excepción. Su forma de
venta fue a través de suscripciones. Si bien es cierto
que en ocasiones los suscriptores se retrasaban en sus
pagos. En su edición del 8 de febrero de 1871 decían
los editores de “La Bolsa”: “Estamos en el segundo mes
del año 1871 y aún no se ha podido realizar por
completo el cobro de los últimos meses del año
anterior. Nuestro recaudador se aburre con el
consabido vuelva Ud. tal día; y cuando el día indicado
se presenta, se le vuelve a decir: no está aquí, salió,
vuelve Ud. De este modo jamás se podrá poner al nivel
de los meses y el atraso durará por los siglos de los
siglos. Se ruega pues a los señores que adeudan, salden
su cuenta a fn de que en lo sucesivo la crónica de
nuestro periódico no registre capítulos en el sentido del
presente”.

Aún así, la publicación de este periódico continuó, al


punto de merecer el segundo lugar por su antigüedad,
en la prensa de la República.

Al conmemorar su treinta aniversario pudieron decir


con orgullo los editores de La Bolsa: “luchó siempre con
hidalguía contra los malos elementos del país,
habiendo iniciado y establecido en Arequipa la cátedra
del periodismo, que ha venido a dar vuelo y poder al
pensamiento y a ejercer saludable infuencia en el
cuerpo social, como que es el agente más activo y
poderoso del progreso de los pueblos y el mejor
guardián de sus derechos y libertades”. A comienzos
del siglo XX, salió fuera de circulación.

Afrma Francisco Mostajo, en la “Guía para la Historia


del Periodismo en su Primer Siglo”, que “El Pueblo”
“apareció en momentos en que se sentía la necesidad
de un diario modernizante de la prensa local y sin
vínculos tendenciosos”. “Fue (sigue diciendo) el primer
diario que se voceó por las calles y que implantó
rotativa y linotipos”.

El primer número del diario “El Pueblo” sale el domingo


1° de enero de 1905, bajo el nombre de “Diario
Noticioso e Independiente”. Señala como dirección y
administración la calle de Mercaderes N° 112. El primer
editorial titula “Nuestra palabra”. Destaca una
publicidad del propio periódico que dice lo siguiente:
“El Pueblo, diario noticioso, independiente, comercial,
político. Tiene servicio cablegráfico propio. Aparece
todos los días inclusive los domingos y días festivos.
Corresponsales en todas partes. Publica avisos de todo
género a precios módicos. Da facilidad al comercio y a
la clase obrera. Para publicaciones particulares, muy
baja tarifa. Administración: Calle de Mercaderes N°
112. Dirección telegráfca - El Pueblo Arequipa.
Teléfono N° 214”. La suscripción mensual costó 1 sol, y
el número suelto 5 centavos. El periódico consta de 4
páginas.

Cabe preguntarse por las razones que motivaron a


Edilberto Zegarra Ballón y a un grupo de amigos suyos a
fundar un nuevo diario en Arequipa. Para entonces ya
circulaban en la ciudad “La Bolsa” y “El Deber” (desde
1890) como los más importantes medios periodísticos.
Todavía seguía vigente el sistema de suscripciones para
la venta de los diarios y el periódico seguía siendo el
medio de comunicación más importante de la época.
Recordemos que hasta entonces no existía la radio ni
menos la televisión, de manera que el periódico era el
único medio informativo capaz de trasmitir todo el
acontecer local, nacional e internacional. A través de él
la gente podía enterarse de lo que ocurría en el país y
en el resto del mundo. De igual manera, cumplieron
una función pedagógica, contribuyendo a la formación
de la opinión pública popular. Lo que, a su vez, nos
lleva a formular las siguientes preguntas: ¿Cuánta
infuencia tuvieron los periódicos de la época en la
marcha de la ciudad? ¿En qué medida fueron factores
decisivos en la vida institucional de Arequipa? ¿Qué
intereses representaron estos órganos de prensa?

Fueron sin duda factores decisivos en la vida de la


provincia. El grado de influencia está en función de la
aceptación o rechazo del medio en la comunidad.
Mientras que la línea editorial del periódico pone de
manifiesto un claro compromiso con cierto tipo de
causas. Así, por ejemplo, es conocido que el Diario “El
Deber” servía a los intereses de la Iglesia Católica en
Arequipa. Era el vocero del catolicismo en la ciudad.
Basta mencionar que libró una dura batalla periodística
contra el proceso de secularización del país. El Diario
“La Bolsa”, por su parte, a comienzos del siglo XX
languidecía tras la muerte de su fundador Francisco
Ibáñez Delgado. Fue en ese contexto que un grupo de
amigos deciden fundar un nuevo periódico, tratando de
sintonizar con los tiempos de cambio que por entonces
se vivía. De ahí el sugestivo nombre que adopta la
publicación vespertina: “El Pueblo”, en un claro
reconocimiento a quienes estaba dirigido el nuevo
periódico. De ahí que también proclama su total
independencia y reafrma su compromiso de defender
la VERDAD, la JUSTICIA y la LIBERTAD. Razones que el
Diario “El Pueblo” ha procurado mantener a lo largo de
su historia, como bandera ante la inevitable lucha con
el poder, pero también como objetivo en el ejercicio
del periodismo independiente.

El primer local de “El Pueblo” fue alquilado y quedaba


en la calle Mercaderes 112, donde muy precariamente
se instalaron los equipos para el funcionamiento del
periódico. Los implementos necesarios fueron
adquiridos a José Valentín Rivera, propietario de “La
Revista del Sur”, donde Edilberto Zegarra Ballón se
inició en el periodismo. Sus primeros colaboradores
fueron Oswaldo Aguirre Morales, Ricardo Zúñiga
Quintana y Carlos Chirinos Pacheco. Los artículos eran
manuscritos porque el costo de las máquinas de
escribir era demasiado alto. Hasta entonces sólo tenían
una las principales casas comerciales, el ferrocarril y el
cable. Los cajistas primero y los linotipistas después
fueron los encargados de armar el periódico. El tiraje
fue aumentando a medida que aumentaba también el
número de lectores del diario.

Se sabe que el primer tiraje fue de 2000 ejemplares


que desaparecieron muy rápidamente. Los cinco
miembros de la famante sociedad multiplicaron sus
esfuerzos antes que saliera el primer número. “Todos
hicieron de todo”, cuenta Edilberto Zegarra Ballón
Ávalos, nieto del fundador director gerente. Y agrega:
“Una semana antes de la aparición del primer número
ya tenían asegurado numerosos anuncios para los
siguientes números; hojas por hoja, en una prensa que
trabaja a tracción humana”.

Un año después, el aumento notable del tiraje del


periódico exige incorporar nueva tecnología, que
afortunadamente coincide con la creación de la
Sociedad Eléctrica de Arequipa que no sólo ilumina la
ciudad sino que también dota de energía eléctrica a los
talleres del periódico. En su sexto aniversario, el 1º de
enero de 1911, la empresa editora “El Pueblo” estrena
su nueva roto – plana que asegura mayor cantidad de
tiraje y hasta 8 páginas de contenido, como en los
diarios de la capital.

En 1918, celebrando su trece aniversario de fundación,


“El Pueblo” estrena dos linotipos cuyos crisoles no eran
eléctricos sino que usaban gasolina. Hasta contar con
una prensa para 10 páginas que inauguró el 1º de
enero de 1933. Y así sucesivamente fueron mejorando
la edición del periódico en la idea de servir mejor a sus
lectores y clientes.

104 años después la tecnología va en aumento y


también el deseo de ofrecer a los lectores del
centenario diario “El Pueblo” la mejor calidad en la
edición del periódico.
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A r e q u i p a y e l g r a n p a so
a l a d e sc e n t r a l i z a c i ó n
El derrotero descentralista del estado Peruano se
remonta a la iniciación de la republica. Las constitución
fundacional de 1823 estableció las juntas de
departamentos. Estos organismos debían promover
todos los ramos conducentes a la prosperidad de cada
departamentos, y señaladamente la agricultura,
industria, minería, benefcencia e instrucción. Fueron
suprimidas por la constitución de 1826, y luego
restablecidas por la constitución de 1828. Serán de
nuevo omitidas por las constituciones de 1834 y 1839.
No es extraño si tenemos en cuenta que,
históricamente, los gobiernos autoritarios han sido
adversos a cualquier intento descentralista, tampoco es
extraño que en ambas ocasiones haya ejercido la
presidencia del país el mariscal Agustín Gamarra,
conocido por sus prácticas de gobierno autoritarias. Sin
embargo, hay que señalar, - como los destaca Carlos
Contreras- un hecho fundamental: la relativa
autonomía fscal de los departamentos del interior en
el periodo 1821 – 1854. Hasta entonces las sumas
recaudadas vía contribuciones no se trasladaban
físicamente a lima para reunirse en una sola masa del
tesoro y luego redistribuirse a las provincias. “lo
recaudado (anota contreras) quedaba en caja fscal del
departamento para el pago de la burocrasia local y el
pago de las obras publicas que pudiese emprenderse”.
Se dio en la practica una descentralización de hecho,
que los arequipeños de entonces enarbolaron como
bandera de lucha, en las sucesivas rebeliones que
protagonizaron durante el siglo XIX. Y que, de otro
lado. Fueron la expresión del rechazo contra el abuso
del poder simbólicamente representado en lima,
incluso la famosa rebelión de los hermanos Angulo y
Pumacahua en el cusco y que se extiende hasta
Arequipa, en 1814, fue en palabras de Scarlet O’phelan
un movimiento de rechazo al centralismo colonial
chileno. Luego de un periodo de recesión económica,
entre 1821 y 1840, sobrevino un periodo de auge
económico, como consecuencia de la venta del guano
en países como Inglaterra y Francia, a partir de la
década de 1840. Curiosamente, fue durante esta era,
marcadamente centralista, que el Perú gozo de una
inusitada bonanza económica. Durante el gobierno de
Manuel Pardo (1872-1876) se dio la denominada ley de
municipalidades de 1873. Que en opinión de Pradier
Fodere, fue un verdadero código de administración
local. Ella convirtió en creación de los recién creados
consejos departamentales (que reemplazaron a las
municipalidades) el sostenimiento de las escuelas con
sus propios fondos, exonerando al gobierno central de
los gastos de la instrucción primaria. Tiene mucha
razón Carmen Mc Evoy cuando señala que “la
municipalización educativa” de 1873 fue de especial
interés para el gobierno de Pardo, al estimular la
difusión de la instrucción pública en la republica. Por
decreto del 14 de enero de 1880, la dictadura de
Piérola suprimió los consejos. Luego de la guerra con
chile, se creyó necesario implantar de nuevo las juntas
departamentales, y asi lo propusieron al congreso el
diputado Arturo García y otros. Es por eso, que se dio la
ley de descentralización fscal (1886) que, según el
principal autor del proyecto (Arturo García, profesor de
derecho administrativo y diputado por Ayacucho), tenía
un objetivo distinto al de la descentralización
administrativa, llevada a cabo a través de los consejos
departamentales. Esta vez las juntas departamentales
no administrarían, sino más bien recaudarían y
vigilarían las contribuciones a ellas asignadas. Se quiso,
pues, regularizar la administración de las rentas del
estado, facilitar su recaudación (por ejemplo de la
contribución personal) y asegurar el pago puntual de
los servicios públicos en cada uno de los
departamentos, por lo que se hizo la separación de las
rentas: unas aplicables a los gastos generales del
estado, y otras exclusivamente destinado al pago de los
gastos departamentales.las juntas elaborarían el
proyecto bienal de su presupuesto departamental, el
cual se enviaría al ministerio de hacienda, para que
este lo someta a la aprobación del congreso. Esta
situación sin embargo entorpeció el proceso de
descentralización fscal ya que se seguían supeditando
económicamente las provincias a lima. Duro este tipo
de descentralización hasta 1920. El planteamiento
descentralista no fue nuevo para la clase profesional
arequipeña de la primera mitad del siglo XX, así lo
demuestra la creación del nuevo partido descentralista
(1931) que aglutina a profesionales de derecho,
médicos, ingenieros y comerciantes,. Allí fguran, entre
otros, enrique Bustamante y corzo, francisco pastor,
segundo Núñez Valdivia, enrique Bustamante Ordoñez,
José Portugal, Cesar A Rodríguez e Ismael Cuadros.
Según José Destua y José Luis Rénique, “fue una
expresión del impulso político tomado por los sectores
medios a partir del derrocamiento de Leguia”.

El nuevo partido (siguen diciendo Deustua y Renique)


tenía como objetivo fundamental propulsar la
descentralización, la formula que permitiría –
liquidando el centralismo capitalino- propiciar el
desarrollo regional.

El problema del centralismo había sido planteado como


tal por José Carlos Mariátegui en sus “Siete Ensayos de
Interpretación de la Realidad Peruana”, y luego por
Emilio Romero. Paralelamente se expresa un fenómeno
migratorio del ande hacia las ciudades de la costa que
invierte las cifras del censo de 1876, según el cual, el
80% de la población nacional vivía en el campo. Esta
situación ira progresivamente cambiando hasta que la
ciudad de lima se convierta en una gran urbe con el
consiguiente problema de la informalidad en el
transporte, la vivienda y el comercio.
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El programa fundamental del frente democrático


nacional para las elecciones de 1945, incluía
principalmente la revisión del estatuto electoral;
renovación por tercios del poder legislativo;
restablecimiento del régimen municipal emergente del
sufragio directo; restablecimiento de las garantías
individuales otorgadas por la constitución;
industrialización y descentralización administrativa y
económica del país. A raíz de las elecciones generales
de 1950 surge la liga nacional democrática, cuyo gestor
principal fue Javier Belaunde. Su labor inmediata fue
luchar por la restauración del orden constitucional
mediante las normas constitucionales. Fueron
descentralistas, y buscaron conseguir elecciones
municipales. El semanario “Abece” le hizo una
entrevista para conocer, entre oras cosas, si el
movimiento del sur propiciaría el descentralismo, a lo
que Belaunde respondió: “ yo he pensado siempre que
la descentralización seria un sistema que permitiría que
las provincias fueran mejor atendidas en sus
necesidades y tomaran mayor participación en la vida
de la nación. Estas convicciones, que como lo afirmaba,
son viejas en mi, se han acentuado por la experiencia
que me han dado los últimos años de mi labor
parlamentaria”.

Luego serán vanos los procesos de restablecer los


consejos departamentales. Hasta llegar a un proceso
ams amplio de descentralización, con la creación de
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regiones y la elección de gobiernos regionales. Sobre, el


particular, debemos decir que la elección popular de
los gobiernos regionales constituye un paso importante
dentro del largo proceso de descentralización del país.
Sin embargo, todavía hay mucho por hacer para
permitir el real desarrollo de las provincias. En el caso
de Arequipa, fue muy importante la experiencia vivida
en la época de 1960 con la junta de rehabilitación y
desarrollo de Arequipa (JRDA), que se creó a raíz del
territorio de 1858. Siendo esta una época de auge de
las exportaciones Peruanas y, de acuerdo a lo dicho por
Carlos Contreras, no obstante el mayor centralismo,
durante el segundo gobierno de Manuel prado, y a
instancias del grupo parlamentario demócrata
cristiano, se creó la JRDA, que le permitió a nuestra
ciudad un crecimiento económico que no vivía por
muchos años y, sobretodo, el crecimiento de una
industria arequipeña, que igualmente fue materia de
reclamo en épocas anteriores por lucidos empresarios
como Pedro P. Díaz. La descentralización fscal y
administrativa sigue siendo un tema pendiente de la
agenda nacional del siglo XIX, sobre la cual se han dado
pasos importantes, pero todavía no defnitivos.
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La C a p i t a l d e s c o n o c i d a d e A r e
quipa…“Tiabaya”
El distrito de Tiabaya ofrece a sus visitantes un clima
cálido y el ambiente propicio para eI descanso y la
inspiración, que son características propias de la
campiña arequipeña. Su nueva arquitectura urbanística
conserva todavía el calor de pueblo tradicional que
sigue siendo el distrito de Tiabaya. Su historia se
remonta a épocas hispánicas y se afirma que fue el Inca
Mayta Capac el fundador originario del distrito. Sin
embargo, Tiabaya cobra celebridad por su campiña y
porque fue lugar de residencia de antiguas familias
arequipeñas. Además, fue famosa la festa de los
perales, que en otro tiempo atraía a gran cantidad de
gente de otros distritos y de la propia Arequipa. Pero
también cobra prestigio porque varios personajes
oriundos de la zona lograron Importante fguración
local, nacional e Internacional, como fue el caso de
Pedro Paulet Mostajo, considerado precursor de la
aviación espacial

Hay varios recuerdos y testimonios sobre Tiabaya.


Víctor Andrés Belaunde, por ejemplo, traza en sus
memorias varios recuerdos sobre el pueblo de
“Santiago Apóstol” de Tiabaya. Allí nos dice que
tuvieron sus casas de campo los Paz Soldan y la familia
Corbacho. En realidad se trataron Quintas, apropiada.
Para pasar allí la estación de verano, cuando todavía no
se había construido el ferrocarril hacia Mollendo, y los
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pueblos de Tiabaya y Tingo eran los lugares indicados


para descansar del trajín de la ciudad, teniendo como
marco el paisaje bucólico del campo. En la Quinta
Corbacho solía pasar largas temporadas el general
Pedro Diez Canseco y Corbacho, que ocupó la
presidencia del país con carácter interino por tres
veces. Su apego al campo hacia que luego de participar
en alguna revuelta abandonara su cómoda residencia
en la calle San Francisco, en el actual Centro Histórico
de la Ciudad, para dirigirse montado a caballo hasta
Tiabaya. Cubierto con su poncho de lana y usando
sombrero de jipijapa. Ahí mismo lo fueron a buscar
varias veces para sacarlo de su retiro voluntario, para
comprometerlo en una nueva causa rebelde. La última
de ellas fue la que protagonizo en 1867, a raíz de la
Constitución Liberal de ese año, que atentaba contra
los fueros de la Iglesia Católica. Fue entonces que
Pedro Diez Canseco se puso a la cabeza del movimiento
y dio a luz un manifiesto dirigido a la nación en que
protestaba del carácter liberal de dicha Constitución. Al
fnal, el movimiento triunfó y Diez Canseco ocupó por
tercera vez la presidencia del país. Los últimos días de
su vida trascurrieron apaciblemente en su ciudad natal
de Arequipa, adonde regresó siempre a pesar de que
pudo vivir en Lima.

Tiempo después, la casona fue visitada por Víctor


Andrés Belaunde, nieto del ex presidente peruano,
siendo todavía niño de pantalones cortos. Su
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descripción acerca de Ia Quinta Corbacho fue la


siguiente:”La casa de los Corbacho es una típica
mansión de hacienda, rodeada de corrales para el
ganado y zaguán y patio a la moda arequipeña, cuadras
y salones espaciosos; el comedor con vista al rió está
sostenido por columnas con zapatas; descendiendo al
jardín, una terraza que remataba en un oratorio a la
usanza de Arequipa; y mas abajo, el pozo y la huerta”.
Cuenta Belaunde que, desde la Quinta Corbacho, el
Deán Valdivia vio el movimiento de las tropas del
general Salaverrv, después de la batalla de Uchumayo:
prevenido Santa Cruz por él, se ubicó en una zona más
favorable para su ejército, lo que determinó la victoria
de Socabava sobre el joven caudillo Iimeño (1836).
Agrega además que la Quinta Corbacho fue lugar de
descanso del Estado de Mayor de Castilla, en la época
que el general Vivanco encabezó el movimiento
rebelde contra la Constitución Liberal de 1856, y se
produjo el asedio de la ciudad de Arequipa por largos
ocho meses. La casona fue también escenario del duelo
entre Castilla y su cuñado, el general Manuel Diez
Canseco, que a tiempo fue interrumpido por los
edecanes del presidente Vencido Vivanco por el
general Castilla, este dio un decreto por el cual
Declaraba a Tiabaya capital del departamento de
Arequipa en 1858. El reconocimiento fue por breve
tiempo, pero sirvió para relevar la Importancia del
distrito, igualmente, recibió el titulo de 'Ciudad'
mediante decreto de 8 de noviembre de 1870, fecha en
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que también celebra su aniversario. La casa de Tiabaya


propiedad de Tomás Sánchez Corbacho, que pasó luego
a su hijo Antonio y después a la hija de éste, Mercedes,
la madre de Pedro Diez Canseco, desapareció con el
paso inexorable del tiempo. Aunque parece ser que
todavía llegó a ser visitada por el arquitecto Fernando
Belaunde Terrv, dos veces presidente constitucional del
Perú, y bisnieto del general Pedro Diez Canseco.

Cuenta el periodista Carlos Meneses Cornejo, que en


cierta oportunidad el ex mandatario estuvo de paso por
Arequipa, durante su primer gobierno (1963- 1968),
cuando abandonó la comitiva presidencial y
raudamente bajó del automóvil que lo llevaba para
echarse a correr por un paraje desconocido para
quienes lo acompañaban. Solo después comprendieron
que el presidente había recordado un antiguo lugar de
Infancia. ¿Acaso era la Quinta Corbacho? Parece que sr.
AIII se encontró con un antiguo guardián de la zona que
lo habla conocido de niño.

No supo entonces si tratarlo como presidente,


arquitecto o simplemente como Fernando. En ese
momento como recuerda Carlos Meneses Cornejo fue
muy emotivo para todos allí presentes.

En cierta ocasión, Mario Polar y Doris Gibson ,


Conversando sobre Arequipa se preguntaron acerca de
los hijos ilustres que había producido Tiabaya. Al punto,
la fundadora de la revista “Caretas” Doris Gibson
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respondió diciendo que Tiabaya era cuna de abogados


y magistrados. Se refería ciertamente, a las familias
Ballón y Meneses.

Teodosio Ballón Manrique llego a ser magistrado de la


corte suprema y su hermano Manuel Segundo alcanzo
la dignidad de Obispo de Arequipa. Narciso Meneses
fue el primer alcalde constitucional de Tiabaya en 1820.
Su nieto Andrés Meneses fue igualmente un
distinguido abogado y decano fundador del colegio de
abogados de Arequipa, en 1911. Pero quizás el más
conocido sea el ingeniero Pedro Paulet, inventor del
avión torpedo que lo hizo ser considerado como
precursor de los viajes espaciales.

Fue precisamente en Tiabaya donde Pedro Paulet


realizo sus primeras experiencias científcas con los
cohetes que hacia volar impulsados por la pólvora, de
común uso entonces para las festas tradicionales que
eran acompañadas de juegos pirotécnicos.

En su natal Tiabaya Pedro Paulet forjo el sueno de


algún día llegar ala espacio.

Pero también fue escenario de la tradicional festa de


los perales. A ella asistía gente de todos los sectores
sociales de la ciudad. Se realizaba el 6 de Enero con
motivo del día de reyes y era una fiesta campestre, a
donde se iba en tren o a caballo, siendo parte de la
tradición sacudir los perales para luego servirse el
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tradicional timpu de peras y los mas avezados tomar


los tres reyes magos de oriente : chicha, vino y
aguardiente. Según el testimonio de Jorge Polar en su
libro “Arequipa”, publicado en 1892, muchas familias
de Arequipa iban a pasar los días de Navidad, Año
Nuevo y Reyes. Aquello era todo diversión; apuestos
galanes cortejaban a las hermosas niñas y juntos
bailaban el ritmo nacional al son de las vihuelas o de la
bulliciosa charanga.

Federico More, en un artículo suyo titulado “Tiabaya,


los Reyes Magos y los perales”, nos ofrece un
testimonio interesante de esa festa tradicional. Allá
por el año de 1906, traza More los siguientes
recuerdos: “Desde el dos de enero, los arequipeños se
ocupaban en preparar movilidad y condumio. Las
gentes de pro iban a caballo. Las Damas, con fnos
trajes de amazonas y con sombrillas. Los Caballeros con
poncho de vicuña, brillantes botas de montar y
pantalón de diablo fuerte tela que a desaparecido y
que era la del indumento ecuestre”

Se trato al mismo tiempo de una festa familiar, donde


la gente de todos los sectores sociales iba a los perales
de Tiabaya, a sacudir los arbolitos cargados del
pequeño fruto y pasar la jornada de Reyes en familia,
saboreando los chicharrones y la timpusca de peras.
Hay también se daban cita “los bailarines mas diestros
y los guitarristas mas afinados”. Como el mismo More
agrega los señorones y las señoronas mantenían una
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prudente distancia “de las gentes mas humildes y de la


juventud bulliciosa”.

Luego en las calles de Arequipa las fruteras con


canastas llenas de peras vendían la misma fruta que en
la peor víspera había sido disfrutada por muchos
comensales. Aunque algunas persona juraran que la
que comieron en Tiabaya era muchísimo más rica.

Con el tiempo la festa desapareció y languidecieron los


perales, pero no así los chicharrones de Tiabaya, que
hasta el día de hoy sigue siendo el lugar obligado para
degustarlos.

Tiabaya es un distrito tradicional de Arequipa sobre el


cual Mariano Felipe Paz Soldán afirma en su
“Diccionario Geográfico del Perú”, como ya se dijo
alguna gente acomodada de Arequipa tenía ya sus
ranchos que solían visitar en temporada de verano. Su
iglesia tiene, además, la condición de “Basílica”, como
la demuestran los medallones de metal que ostenta sus
puertas.
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AREQUIPA RICA EN TRADICIONES

Tradiciones Arequi
peñas
Cuenta la tradición de Francisco Ibáñez (1826 - 1899),
que el arquitecto Lucas Poblete, reconstructor de la
Catedral de Arequipa, luego del incendio de 1844,
descubrió una gran riqueza escondida en las entrañas
del Pichu - Píchu, que imaginamos hasta la fecha sigue
allí.

Dentro de la literatura que se ocupa de las tradiciones


de Arequipa existe una particularmente importante. Y
fue la que publicó en 1884 el periodista arequipeño
Francisco Ibáñez Delgado con el título "Tradiciones de
mi tierra", escrita en ratos de ocio, como reza en el
encabezado de su obra. Francisco Ibáñez fue hijo del
pionero de la imprenta en Arequipa, Jacinto Ibáñez,
quien elaboró una Imprenta artesanal, única en su
género. Pero además, siguiendo los pasos del padre
fundó el periódico “La Bolsa” en 1860. la importancia
de este medio de comunicación en el periodismo local
estriba en más de medio siglo de vida institucional, en
que brinda cobertura noticiosa a los sucesos más
Importantes de la ciudad. En aquel entonces, la
Imprenta de Francisco Ibáñez quedaba en la calle del
Clavel Nº 93. Luego se traslada a la calle Guañamarca,
hoy Rivero, desde donde Francisco Ibáñez libró briosas
campañas a favor de la libertad de prensa. Sin
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embargo, una faceta suya poco conocida fue la de


escritor de tradiciones. Su aporte a la literatura
arequipeña es, en ese sentido, bastante significativo,
desde que rescata del olvido tradiciones que, de otra
manera, se habrían perdido con el paso del tiempo.

Un texto poco difundido entre Las tradiciones de


Francisco Ibáñez titula "El maestro Lucas Poblete" que,
como él mismo dice, se trata de un relato tradicional.
Publicado en el diario “La Bolsa”, el primero de
diciembre de 1893, no fgura en la segunda edición de
las "Tradiciones de mi tierra", hecha por Artemio
Peraltilla Díaz en 1974; noventa años después de la
aparición de la primera edición. Un aviso publicitario de
la época aparecido en" la Bolsa”. Daba cuenta del libro
y el lugar donde se vendía: Pasemos ahora a leer y
comentar dicho texto. Refere el autor cómo, el
primero de diciembre de 1844, la Catedral de Arequipa
fue destruida parcialmente por un incendio,
encomendándose la obra de su reconstrucción al
arquitecto Lucas Poblete. Acto seguido, menciona la
realización de los trabajos; también señala su
culminación en 1860, así como el viaje que hizo Lucas
Poblete al Pichu - Pichu, para traer una calidad de
piedra que tuviese más consistencia que el mármol"
Fue de ese modo como Poblete encontró "lo que él
buscaba: extrajo varias piedras... la cantidad suficiente
para colocar las cinco hileras de gradas que rodean el
presbítero de la Catedral". Pues bien, aparte de las
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piedras que encontró, "halló una piedra que pesaría


más o menos 100 libras, rodada sin duda, de elevada
altura, que a la simple vista manifestaba contener
abundante plata. La recogió y marcó el lugar donde fue
encontrada. La hizo conducir a su casa y sin perder
tiempo, la llevó a la fragua de un herrero, la hizo
caldear a fuego activo y el resultado fue que sacó una
buena cantidad de plata, cosa de cuarenta marcos".
Veamos que ocurrió: "La noticia cundió por todas
partes, y en los primeros días no se hablaba en los
círculos sociales de otra cosa más, que de la gran mina
de cortar a cincel que don Lucas Poblete se había
encontrado en el Pichu - Pichu.' Los aficionados a minas
rodean a don Lucas para asociársele y emprender
trabajos serios. Él, con toda la sinceridad que le
caracterizaba, refiere la verdad de lo sucedido, y creen
que eso no es cierto, y que por ambición, a la vez que
por egoísmo, no quiere asociarse a nadie. El prefecto,
señor Cisneros, sabedor de lo ocurrido, toma informes
de don Lucas y le ofrece su cooperación para buscar el
origen de donde pudo desprenderse tan valiosa piedra,
el que prometía ser, un emporio de riqueza. Fijaron un
dia para la expedición y se encaminaron al Pichu -
Pichu, en grande caravana, el prefecto, el señor don
Mariano Basilio de la Fuente, otras personas notables,
don Lucas, una fuerza de 50 hombres de caballería,
servidumbre, cocineros, provisiones, etc. Permanecen
ocho días en el cerro, haciendo cuanto era posible para
descubrir lo que buscaban, pero en vano, nada se
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pudo, y opinaron unánimemente que se debería


aplazar la expedición exploradora para los meses de
verano en que les ardientes rayos del sol derriten parte
de la nieve y quede el Pichu - Pichu más descubierto y
accesible. Así terminó aquella notable excursión tan
respetable por las personas que la componían.

A modo de despedida, Francisco Ibáñez se pregunta, si


llegará el día en que un fenómeno geológico, un
terremoto, la casualidad, hagan que se descubra esta
riqueza escondida en las entrañas o en las crestas de
Pichu - Pichu, ¡Quién lo sabe!

Fue miembro del concejo provincial en varias


ocasiones y de la Sociedad de Benefcencia. Su mayor
participación política se dio al apoyar la candidatura
presidencial de Manuel Pardo en 1872.

“Militó en las flas del Ateneo y Asociación de la prensa


de Lima; del Club Literario, Centro Artístico, Círculo de
Obreros Católicos, Hermandad del santo sepulcro y de
los veinticuatro de santo Domingo, en Arequipa, según
una nota biográfica aparecida en La Bolsa del 22 de
noviembre de 1899. Ibáñez fue casado en primeras
nupcias con la. Señora María Rodríguez, y al Quedar
viudo contrajo matrimonio c la señora Enriqueta
Cornejo. Vivía en la calle Guañamarca Nº 28, según los
informes que pueden recogerse de su partida de
defunción. Falleció el sábado 18 de noviembre de 1899,
a las 3 y 40 de la tarde. “La Bolsa". El mismo día de su
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deceso, comentó: "Mudos ante tamaña desgracia, no


acertamos, desde luego, a expresar las frases que digan
cuánto es nuestro dolor, ' cuánta es nuestra amargura y
desolación”. Hay muchos recuerdos en torno de Ibáñez.
Quizá, el más emotivo, es el que dejó Francisco Gómez
de la Torre en su artículo "A la memoria de D. Francisco
Ibáñez", publicado en " La Bolsa" del día 21 de
noviembre. Expresó: "Fue D. Francisco Ibáñez el
incansable soldado de la ruda campaña de la prensa:
muchos Que batallaban a su lado, arrojaron las armas,
cansados de combatir; otros desertaron,
decepcionados o desconfados del éxito; sólo él
permaneció frme en la brecha”
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A r e q u i p a y su s b a r r i o s T r a d i c i
onales
El barrio más tradicional de Arequipa es sin duda San
Lázaro, se dice que allí se produjo la fundación
española de Arequipa en 1540. Pero como sabemos
ello no es verdad ya que la fundación de la villa
hermosa de Arequipa se realizo más bien en la actual
Plaza Mayor de la ciudad luego que un año antes hubo
una fundación en el valle de Camada.

El barrio tradicional de San Lázaro fue el lugar donde


los primeros españoles radicaron antes de 1540 y por
eso la creencia de que allí se fundó Arequipa, pero no
es el único barrio de la ciudad, hay muchos más y
corresponden a diversos periodos de nuestra historia.
Conviene sin embargo precisar primero que se
entiende por barrio. Es la subdivisión territorial dentro
de la ciudad con una identidad propia, el barrio
representa los valores de la decencia y la tradición que
se opone a la barriada, que en el ideario popular se
asocia mas bien a lo marginal. El barrio es el primer
escenario de las vivencias juveniles. Su recuerdo
muchas veces se relaciona con los partidos de fútbol y
también con el primer amor. Lo que quiere decir que el
barrio está íntimamente unido al despertar de la niñez,
la adolescencia y la juventud. Pero también a toda la
vida de una colectividad o grupo de personas
establecidas en un barrio.
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Todos conocemos los barrios tradicionales de Cayma,


Yanahuara, Selva Alegre y Vallecito. En Cayma por
ejemplo se asentaron los primeros habitantes collaguas
procedentes del Valle del Colca, el distrito de
Yanahuara comprende, a su vez, los barrios
tradicionales de la Antiquilla y la Recoleta, en el barrio
tradicional de Vallecito se construyeron los primeros
“chales ” hacia la década de 1940.

En los barrios también se celebran festas tradicionales


como “la quema de Judas” (el Domingo de Pascua) y la
festa de las cruces en el mes de mayo, siendo las más
conocidas las que se organizan en el Cerrito San
Vicente en Cerro Colorado y Sachaca pero también en
la cruz del morro de Arica en Mirafores.

Mientras que en Yanahuara, Cayma y el barrio de las


Siete Esquinas en el cercado de la ciudad, se organiza
cada año la famosa quema de judas, con la lectura del
testamento incluido que se aprovechara para zaherir a
las autoridades locales. Pero los barrios no solo surgen
como consecuencia de una decisión administrativa que
origina la creación de un distrito sino también de una
iniciativa urbanística. Tal es el caso de los barrios
obreros más conocidos de la ciudad. Uno ubicado en la
avenida la Marina, para los obreros de las curtiembres
y el otro ubicado en la avenida Independencia, para los
obreros del ferrocarril.
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Hay otros barrios mas bien que se relacionan a las


leyendas que las han inmortalizado, como el barrio del
Huaranguillo, el colectivo popular afirma que allí
existen brujas. Cierto o no, toma ese nombre por el
Huarango, que era un árbol para la leña.

Como ya dijimos, lo contrario del barrio es la barriada,


que se diferencia de la primera por estar su nombre
asociado a lo marginal, al lugar donde predomina la
delincuencia y el meretricio clandestino.

Esta afirmación puede ser discutible. Lo cierto es que la


barriada es un lugar más popular que el barrio.

Mirafores por ejemplo antes fue conocida como la


pampa de Miraflores y era el lugar don vivieron en
otros tiempos poblaciones indígenas, aquí funciono
también el primer aeropuerto y varias famosas
picanterías en donde sabían hacer una vida bohemia
músicos como Benigno Ballón Farfán y artistas como la
“Chabela”. En relación a este pintoresco personaje, hay
quienes afirman que se trato de una meretriz que
vendía sus favores a los parroquianos de las mas
celebres picanterías de Mirafores. Cuenta la leyenda
que era flantrópica y que ayudaba a los pobres.
Después de su muerte, hay algunas personas que le
rezan a su alma y hasta creen que hace milagros.

Sin embargo existe la versión de Benigno Ballón Farfán


que niega lo anterior y sostiene más bien que se trato
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de un cantante chilena que nunca tuvo amores con


ninguna persona y que se hacia respetar con cualquiera
en base a su personalidad.

Su único trabajo fue según Ballón Farfán, tocar guitarra


y cantar canciones en las picanterías que entonces
había en Miraflores.

Si la “Chabela” fue una bohemia crónica, vecina del


barrio de Mirafores, y un personaje popular que
todavía falta investigar más, la “Coremilia” pertenece a
la faz oculta de la ciudad de Arequipa, esa historia que
casi nunca se cuenta por considerarla presumiblemente
sórdida y nada formativa.

Sin embargo, la historia de los pueblos no solo se


reduce a los actos ofciales, sino también
comprendemos los hechos cotidianos de la vida misma.
¿Dónde se divertían los arequipeños? Es una buena
pregunta que a primera vista parece intrascendente,
poco significativa si solo buscamos historiar los actos
ofciales formales. La vida cotidiana de Arequipa,
pienso que es otro capitulo de nuestra historia local
aun por desarrollar.

Siguiendo con el tema de la “Coremilia”, debemos


puntualizar que se trato de una conocida meretriz de la
década de 1930 que vivió inicialmente en el tambo “La
Cabezona”, en la tercera cuadra del Puente Bolognesi, y
que luego se traslado a vivir a la barriada de “La Casa
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Rosada”, lugar de alojamiento temporal en algunos


casos, que gozó de mala fama ¿Seria la zona rosa de la
Arequipa antigua? Quizás los antiguos arequipeños
sepan más que nosotros.

El barrio como también dijimos fue el primer escenario


de los partidos de fútbol.

Fue allí, justamente, donde surgieron conocidos


equipos de fútbol local, como el “Club Piérola” y el
“White Star” este último formado en el barrio de
“María Isabel”, el nombre de los barrios es también
bastante sugestivo y en muchos casos obedece a las
características del lugar o a un hecho significativo que
le dio origen. El barrio IV Centenario, por ejemplo,
nació con motivo de la celebración del IV Centenario de
la fundación española de Arequipa, cuando era alcalde
de la ciudad Julio Ernesto Portugal. El “Castillo del
Diablo” ubicado en el cruce de la calle Moral y Avenida
la Marina, es otro barrio, o mejor dicho, barriada que
toma ese nombre por los vericuetos de esa casona.

Los tambos en Arequipa se convirtieron después en


barrios que albergaron a mucha gente inmigrante de la
zona andina. Son conocidos los tambos “La
Cabezona”,”Matadero”, ”Bronce” y el “Rúelas”. A ellos
llegaban comerciantes que traían mercaderías en
llamas y que luego se alojaban en los tambos, lleva el
nombre de “Matadero” porque allí parece que en otro
tiempo se sacrificaban reses.
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Muchos de los barrios y barriadas en Arequipa se han


convertido hoy en día urbanizaciones y zonas
residenciales, que progresivamente van perdiendo en
nombre de barrio, pero no seguramente el encanto y
las tradiciones ellas encierran.

Allí nacieron y vivieron muchos personajes célebres de


Arequipa. Sus primeras ideas e iniciativas florecieron
también en esos lugares. En resumen, los barrios
forman parte de nuestra vida y, por lo mismo, como
arequipeños tenemos el deber de conservarlos y
mantener sus tradiciones
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La s C h i c h e r í a s y P i c a n t e r í a s d e A
requipa
La chicha de jora fue la bebida popular de los
arequipeños. De ahí el origen de las chicherías, que
luego fueron reemplazadas por las picanterías, cuando
la cerveza y las bebidas gaseosas intentan desplazarla
del consumo popular.

Un espacio de recreación en Arequipa fueron las


picanterías, lugares campestres y populares en los que
se hacía tertulia, en épocas en que la vida de los
arequipeños transcurría entre la ciudad y el campo.
Juan Guillermo Carpio Muñoz apunta que las
picanterías tomaron ese nombre, debido a que allí se
servían picantes y la tradicional chicha de jora, en un
vaso tipo kero. Que era una forma de preservar el
origen prehispánico de la bebida.

Durante la república, el consumo de chicha aumentó


como reacción a los vinos de la época colonial.
Recordemos que en el siglo XVIII, se incrementaron los
impuestos sobre el aguardiente, que era la bebida
básica en los centros mineros de la sierra central, con el
propósito de incentivar el consumo del vino. El popular
pisco sufrió, así, una caída en sus ventas, sin que ello
perjudicara su tradicional consumo en las zonas rurales
y urbanas del país.

Se sabe también, por datos que suministra el


historiador Timothy Anna, que en Lima, la autoridad
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colonial subió el impuesto al consumo de la jarra de


chicha. Como se trataba de una bebida popular,
estimaron que ella reportaría considerables ingresos a
la hacienda pública.

Las chicherías fueron a partir de entonces el lugar de


encuentro común de diversos estamentos sociales. Fue
un espacio democrático en que fraternizaron por igual
el hombre del campo y la ciudad: el lonco y el cala,
respectivamente. Pero también simboliza la respuesta
nacionalista y republicana a lo extranjero, representado
a su vez por los usos y costumbres de los españoles.

El nuevo sistema de gobierno, que se vive a partir de


1821, representa en muchos casos una ruptura y una
continuidad. Una ruptura política con la metrópoli
española; una continuidad con los patrones culturales
europeos. Sin embargo, la efervescencia popular que
trae consigo el movimiento de la independencia,
produce una reacción nacionalista que, en síntesis,
expresa el sentimiento de peruanidad que viven
algunos peruanos, identificados con la causa patriota.
Por eso no es extraño que el primer escudo nacional
lleve como emblema el sol naciente, con la siguiente
inscripción: “Renace el sol del Perú”. En directa alusión
a los tiempos prehispánicos, en que el sol simboliza a la
religión ofcial del imperio inca.

Según el testimonio del viajero francés Paul Marcoy, en


la primera mitad del siglo XIX, existieron en Arequipa
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tabernas de chicha, adonde concurría la gente del


pueblo. Se ubicaban en las afueras de la ciudad y eran
de aspecto muy rústico. La ventilación era escasa y no
había muebles donde sentarse. Agrega que mientras se
tomaba la chicha, se comía un preparado de ají.

La chicha fue entonces una bebida popular, que


también fue muy estimada por la burguesía local,
aunque no la aceptara públicamente. Con el tiempo, a
las chicherías se agregaron otros elementos de mayor
comodidad para sus clientes. Y es que, en realidad, la
popular chichería fue un espacio de socialización para
el hombre del campo y de la ciudad.

Pero, además de la chicha, ¿qué comían los


arequipeños de entonces? En el testimonio que ofrece
Flora Tristán sobre las costumbres de Arequipa,
manifiesta que la culinaria arequipeña todavía vivía en
la barbarie, si se la compara con Europa, de donde ella
venía.

La historiadora norteamericana Sara Chambers sugiere


que en las chicherías se conspiraba. Señala, además, la
existencia de una amplia red política que comunicaba a
los líderes barriales con los jefes rebeldes locales. “La
Sebastopol”, por ejemplo, ubicada en el tradicional
barrio de San Lázaro, fue una taberna o chichería
donde los conjurados del movimiento rebelde de 1858
se reunieron para tramar sus acciones. La escritora
arequipeña María Nieves y Bustamante, dio cuenta de
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ello en su popular novela “Jorge o el Hijo del Pueblo”,


publicada en la década de 1890. Así se demuestra el
objetivo político que cumplieron también esos lugares.

Como ya se dijo, la chicha fue una bebida popular, que


poco a poco será desplazada como bebida espirituosa
por la igualmente popular cerveza. Gracias a Juan
Guillermo Carpio Muñoz sabemos que el consumo de
cerveza en Arequipa data, aproximadamente, de la
década de 1860. Justamente, a raíz de la inauguración
del ferrocarril de Mollendo a Arequipa en 1871.
Oportunidad en que se trajo cerveza importada para
agasajar a los invitados del ingeniero Enrique Meiggs,
constructor del ferrocarril. Con seguridad, afirma
Carpio Muñoz, en la década de 1870 se importaba
“cerveza alemana” hacia Arequipa, hasta fnes del siglo
XIX en que se establece en la ciudad la primera fábrica
de cerveza.

A partir de entonces la chicha será progresivamente


desplazada por la cerveza y las bebidas gaseosas.
Asimismo, las picanterías pasaron a ser los lugares de
reunión social más importante de la ciudad.

Fueron, por ejemplo, escenario de amenas tertulias.


Según refere Alonso Ruiz Rosas, en su valioso libro “La
cocina mestiza de Arequipa”, en la picantería “La
Josefa”, el poeta Guillermo Mercado alcanzó el
privilegio de contar con una mesa propia para sus
reuniones literarias. Los poetas del grupo “Aquelarre”,
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Percy Gibson y César Atahualpa Rodríguez, fueron en


su tiempo asiduos concurrentes a las picanterías. En
“La Lucila” los Dávalos comenzaron a rasgar sus
guitarras. Igualmente, muchos personajes de la política
y celebridades varias comenzaron a visitarla. El propio
presidente arequipeño Eduardo López de Romaña, en
referencia que cita Alonso Ruiz Rosas, recomendaba a
un amigo suyo visitar “la famosa picantería del Alto de
Lima”.

Al famoso compositor arequipeño Benigno Ballón


Farfán, autor del célebre vals “Melgar”, le gustaba
también “picantear”. Según recuerda su hijo Reynaldo
Ballón Medina, él consideraba que la picantería era la
verdadera “universidad del pueblo” . Allí refere que
muchas veces se encontraba con el Rector de la
Universidad de San Agustín, con el prefecto del
departamento o con el alcalde de la ciudad. En su
tiempo, cuenta el hijo, ambos solían visitar la picantería
“El Pacai”, que quedaba en Alata, “Las Moscas” en
Zamácola, “El timpu de rabos”, camino a Cayma, “La
Mundial” y “La Palomino” en Yanahuara.

Un aspecto igualmente importante fue la organización


de las picanterías. A diferencia de las chicherías de la
primera mitad del XIX, que como vimos no contaron
con mesas ni sillas, las picanterías mejoraron su
infraestructura en función a las necesidades de su
nutrida clientela. El lugar destinado a la cocina era
relativamente amplio, y mostraba un aspecto poco
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descuidado. Sin embargo, era la característica de las


cocinas de la época, que usaban leña para cocinar.
Además, era común observar la presencia de cuyes,
gallinas y patos, que luego serían sacrificados. El fogón,
el batán y la chaquena fueron igualmente elementos
indispensables para la preparación de los picantes
(potajes vespertinos de las picanterías).

Las picanterías de hoy se asocian también al recuerdo


de los escribanos de Estado, personajes encargados de
diligenciar los procesos judiciales, que al término de sus
funciones se dirigían a las picanterías, donde terminó
popularizándose el “escribano”, “abreganas picantero
(dice Alonso Ruiz Rosas) compuesto de papa
sancochada, tomate y rocoto”.

Hasta hoy existen muchas picanterías de antiguo


origen, como “El Sol de Mayo”, “La Lucila”, “La
Palomino”, “La Tomasa”, “La Caocao”, “La Capitana”,
que conservan la tradición de la cocina típica de
Arequipa.

La modernidad y las exigencias del mercado


seguramente han hecho que en muchos casos las
antiguas picanterías se conviertan en empresas y
tomen el nombre de restaurantes típicos de Arequipa.
Sin duda, los tiempos han cambiado, pero no –por
cierto- la esencia de nuestra comida.
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E l C a r n a v a l Lo n c c o d e A c e q u i
a Alta
¡Apujllay! ¡Apujllay! Juguemos al carnaval, coreaba al
unísono la pandilla de payasos de Acequia Alta,
acompañados de tocadores y cantores, en una
tradición popular que se mantenido hasta hoy con
mucho éxito. El sábado era la entrada del carnaval. El
domingo, lunes y martes se jugaba y comía en las
picanterías de la zona. El miércoles de ceniza,
despedían la festa con pelea de toros y corrida de
caballos. Así se divertían los lonccos de Acequia Alta.

Miércoles por la tarde, me encuentro en la casa de la


señora Judith Sanz Cabrera Vda. de Vilca, para
conversar con ella acerca del carnaval loncco del
pueblo tradicional de Acequia Alta, ubicado en el
Distrito de Cayma. Nos acompañan sus familiares y la
persona que nos sirve de guía entre las familias que
aún guardan memoria de los carnavales de antaño: Don
Froilán Neira, antiguo vecino de la zona, saluda a todos
por su nombre y nos cuenta un hecho que marcó su
niñez. Había muerto su padre, Segundo Neira, cuando
él tenía cinco años de edad. Mientras velaban su
cuerpo, el pequeño Froilán descubre entre las
pertenencias de su padre un traje de payaso. En él
encuentra polvos y serpentina que utiliza para pintarse
la cara. En medio de su inocencia y el pesar de la
familia por la muerte del padre, Froilán sorprende a
todos con su aspecto de carnaval. Ese momento lo
recuerda hasta hoy, y quizá por eso, dice, nunca bailó
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de payaso en la festa de los carnavales de Acequia


Alta. Sin embargo, la identifcación con el pueblo donde
nació él y sus hijos, hace que conserve el espíritu
lugareño: arraigado a sus tradiciones y costumbres. Así
como él, un grupo de jóvenes y no tan jóvenes
acequialteños, organizados en una “Asociación Cultural
del Carnaval Loncco de Acequia Alta”, continúan
manteniendo viva la tradición de la pandilla de payasos
en la festa del carnaval.

Era una festa pagana que se remonta a la época


colonial, donde el juego y el desenfreno estaban
permitidos. El miércoles de ceniza los feles católicos
recibían la absolución, para luego vivir cristianamente
la Semana Santa.

En la crónica de viajeros del siglo XIX, hay varios


testimonios de los carnavales de antaño. El viajero
francés Paúl Marcoy recuerda que en la ciudad de
Arequipa los carnavales duraban tres días: domingo,
lunes y martes. Menciona, igualmente, que el huevo de
carnaval no hacía distinción de género y que, entre
todos, se atacaban con el mortífero proyectil. Desde los
balcones de sus casas, las mujeres arrojaban agua y
huevos. Los varones respondían desde abajo,
montados a caballo. Un grabado de la época, publicado
por Marcoy en su libro “Viaje a través de la América del
Sur”, conserva la imagen de esa tradicional festa de
Arequipa. El mismo autor indica que, en los distritos
aledaños a Arequipa, como Tingo, Sabandía, Sachaca y
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Tiabaya, la festa del carnaval tenía otras


características. Ese fue el caso de Acequia Alta, la
Tomilla y Carmen Alto, pueblos tradicionales de Cayma,
donde el carnaval se distinguía por el colorido de sus
trajes y el ritmo de sus coplas. Aunque se diferenciaban
los tres pueblos por el color del traje, como refere
Jorge Vilca Sanz, hijo de nuestra anftriona. Los payasos
de la Tomilla lo usaban amarillo con negro, mientras
que en Carmen Alto primaba el rojo con verde. La
gente de Acequia Alta, por su parte, combinaba el azul
con amarillo y el rojo con amarillo. Se cuenta que, en
otro tiempo, existía una fuerte rivalidad entre los tres
pueblos que, en los días de carnavales, ponían de
manifiesto atacándose entre sí las pandillas de payasos.
El tiempo hizo que sólo Acequia Alta conserve hasta el
momento viva la tradición.

Desde entonces la vestimenta no ha variado. El traje de


dos colores es una sola pieza que visten los payasos,
con máscara y tongo incluidos. Componen la pandilla
los tocadores y cantores, además de los payasos. Las
coplas que recitan los alegres cantores al son de las
guitarras, le cantan al carnaval, a Arequipa y a su
pueblo Acequia Alta. Dice una letra lo siguiente: “Llegó
el carnaval, todos contentos, todos se divierten en este
momento. Así es mi Arequipa, heroica y hermosa de
blanco sillar, y de buenas mozas. De tus cumbres dice,
viva la Acequia Alta, loncos de los buenos, acequialteño
soy, de lampa y vihuela…”.
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El sábado era la entrada del carnaval. Desde Charcani,


donde había cultivos de frutas, bajaba la gente, unos a
caballo, otros en burro y la mayoría a pie, tocando,
bailando y trayendo consigo duraznos, frutillas y
membrillos. Al unísono también repetían el siguiente
estribillo: ¡apujllay! ¡apujllay!, término quechua que
quiere decir ¡juguemos! Juan Guillermo Carpio Muñoz,
en su “Diccionario de arequipeñismos”, señala al
respecto que “apujllay” fue como un grito de “guerra”
en el carnaval y que ahora sólo repetimos entonando el
Carnaval Arequipeño, en su parte más conocida:
“Cantemos, bailemos, “apujllay” / sobre una granada /
hasta que reviente “apujllay” / agua colorada (…)”. Así
era el festejo a lo largo del recorrido hasta llegar a
Acequia Alta. Allí tenía lugar la costumbre de la
pascana. Don Froilán Neira sobre el particular nos dice
que, por lo menos, la pandilla de payasos visitaba tres
picanterías de las muchas que había antes en ese
pueblo tradicional. Al hecho de estacionarse en la
picantería para servirse picantes, mote y chicha de jora,
se llamaba pascana. “Era un honor recibir a los
payasos”, nos dice lleno de emoción Don Froilán,
mientras evoca sus recuerdos.

En el trayecto a la casa de doña Judith Sanz,


encontramos en el camino al señor Gabino Cárdenas,
otro vecino de Acequia Alta, que bailó en los carnavales
de su pueblo vestido de payaso, aproximadamente
desde 1950. De su época recuerda que bailaron con él
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los señores: Pablo Zegarra, Florencio Vera, los Bedregal


(Mamerto y Manuel “El Diablo”), Aurelio Barriga (la
“Señorita”), Sabino Bedregal, Augusto Barriga, Juan
Guillén Barriga (el guitarrista), Nonato y Marcos
Morales. Siguiendo la tradición de sus antepasados, se
estacionaban en las picanterías de Efgenia Llerena,
Gregoria Condori y Dorotea Pacheco, para comer
sango, soltero de queso, mote y chicha, y luego seguir
la diversión los días domingo, lunes y martes de
carnaval.

La reunión en la que participo en casa de doña Judith


aumenta de personas, se suman ahora los directivos de
la “Asociación Cultural del Carnaval Loncco de Acequia
Alta”. Su presidente Víctor Rondón Vera nos habla de la
necesidad de preservar la tradición del carnaval
acequialteño. Indica que el primero de marzo de 1987
organizaron el primer festival del carnaval loncco. Y
para ser más emotiva la reunión, uno de ellos rasga la
guitarra a ritmo del carnaval con el acompañamiento
de Jorge Vilca Sanz que recita unos versos.

Pregunto ¿Cómo iban vestidos los payasos y qué otros


personajes más componían la pandilla? Al traje de dos
colores con cascabeles que suenan, se sumaban el
tongo y la máscara que era de malla de alambre. Me
muestran uno completo, y al punto Don Froilán
recuerda que su padre le heredó dos disfraces de
payaso, que él alquilaba hace tiempo a cinco soles cada
uno.
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Los personajes representados por la pandilla incluía un


diablo, una bruja, los payasos y el doctorcito. Además
portaban un zurriago con el cual se pegaban entre sí, a
manera de juego. Esta es una expresión popular muy
propia de los pueblos aledaños de Arequipa, que a su
manera intentaron ridiculizar las costumbres europeas,
con la presencia de personajes como la bruja que era
perseguida en otro tiempo por la Inquisición, el diablo
como expresión pagana de la festa y el doctorcito,
personaje símbolo de la vida de la ciudad.

El loncco arequipeño, o sea el hombre del campo, de la


chacra, celebró la festa de los carnavales en el mes de
febrero con el peculiar entusiasmo que los caracteriza.
Con el agregado que introdujeron otras costumbres
diferentes a la ciudad, como el miércoles de ceniza, en
que los lugareños de Acequia Alta cerraban la festa con
la pelea de toros y la carrera de caballos.

Estamos justamente con Don Froilán, en la calle Miguel


Grau, donde en otro tiempo y antes que fuera asfaltada
la pista, había carrera de caballos. Esta tradición nos
dice lamentablemente ha desaparecido como
consecuencia de la modernidad. Sin embargo, procuran
mantener viva la tradición de la pelea de toros, que hoy
realizan en estadio de la zona.

Acabo mi entrevista en casa de doña Judith Sanz, que a


propósito también bailó desde muy niña en los
carnavales de Acequia Alta y hoy sus hijos continúan la
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tradición familiar. La identidad y el grado de


compromiso de los vecinos de Acequia Alta nos invitan
a una refexión fnal: mantener nuestras costumbres y
tradiciones como un legado de las antiguas
generaciones de arequipeños o acequialteños, es un
trabajo conjunto de autoridades y ciudadanos, que al
fnal también se constituye en atractivo turístico para
Arequipa y el país que hoy se proyecta al mundo no
sólo con sus monumentos históricos, maravillas
naturales y comida tradicional, sino también con sus
danzas y festas, como la del carnaval. Pero procuremos
integrar también las festas tradicionales de otros
pueblos de Arequipa, igualmente vistosos y con mucha
historia, para enseñar a las nuevas generaciones ese
gran legado cultural que a ellos ahora les corresponde
conservar.
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BIBLIOGRAFIA

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Elias. Evolución histórica urbana de Arequipa. s.l. :
Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes,
Universidad Nacional de Ingeniería., 1992.

2. Neira Avendaño, Máximo. Historia general de


Arequipa. Arequipa : Fundación Bustamante de la
Fuente, 1990.

3. Gámez de Belaunde, Adela Pardo. Arequipa: su


pasado, presente y futuro. Lima : Litográfica del Perú,
1967.

4. Zevallos Vera, Manuel. Arequipa. Arequipa :


Imprenta de la Universidad Nacional del Gran Padre
San Agustin de Arequipa, 1965.

5. http://linda-arequipa.com/historia-de-
arequipa/primeras-damas-del-peru/

6. http://www.traficoperu.com/espanol/ciud2.htm

7. www.forosperu.net/showthread.php?t=26572

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