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VITA MORESQUE

(VIDA Y COSTUMBRES –PARA SEGUIR LOS CAPÍTULOS DE FAMILIA ROMANA)

I- IMPERIVM ROMANVM
Marcus Ulpius Nectovelius se enjuga el sudor de la frente. Había viajado mucho, y estaba bien habituado a la temperatura bastante alta que se
encuentran en los días de las primaveras de Roma. Pero el foro de la ciudad mas grande del mundo le daba siempre una sensación de turbación,
agitación, un poco de admiración, de estupor, casi miedo. Y este agitar de sentimientos era lo que lo hacía sudar.

Había nacido en Britannia, casi en los confines del imperio; su padre había conseguido la ciudadanía romana militando por veinticinco años en las filas
de las tropas auxiliares, y había tomado el nombre del emperador que estaba ahora en el trono, y el cognomen, el nombre final, de Vindex; gracias a
él, por lo tanto, Nettovelio había podido gozar d los derechos de ciudadano desde el nacimiento. Con diecinueve años se había enrolado en la legión de
guardia a lo largo del vallum, la muralla de fortificaciones que Adriano, el emperador, había recientemente construido para mantener excuidos del
territorio de Roma a los bárbaros y pertinaces Calédoni, particularmente a las salvajes tribus de los Pitti, y exigir impuestos a los mercaderes y viajeros
que querían cruzar las fronteras. Nettovelio había quedado impresionado por la formidable técnica y velocidad de construicción de los romanos: los
soldados de tres legiones trabajaban febrilmente con una organización y una disciplina que despertaban admiración en todos los que veían la obra.
Adosados en la muralla, cada milla, había fuertes con órdenes defensivas sobre las ochenta puerta abiertas en ella: catorce fuertes
mayoresdesalentaban cualquier asalto o incursión. El emperador mismo había venido a la isla, adrontando el largo y difícil viaje de ida, para trazar la
estructura deensiva y dar inicio a los trabajos. No había habitante en el territorio que no había comprendido cuan grande era la potencia de Roma,
cuan avanzadas sus técnicas ingenieriles, cuan organizado su ejército. Tal vez esta demostración servía, mas alla del muro en si mismo, para desalentar
bárbaros iracundos que habrían querido tentar cualquier tipo de ataque.

Nettovelio se había sentido orgulloso de ser civis, ciudadano romano. No es que repudiase sus orígenes: el pertenecía a la noble tribu céltica de los
Brigantes, y un famoso antepasado suyo había guiado dos rebeliones contra los romanos: la ultima luego de la muerte del empresador Neron,
aprovechándose del período de confusión que se había creado aquel año en el gobierno de Roma. Todavía hoy, entre su gent, había quienes no
aceptaban de buen grado la dominación romana. Incluso ribus y pueblos que se habían sujeto recibieron una infinidad de ventajas: los romanos habían
llevado todos los beneficios de su civilización, habían ayudado en la construcción de templos, de plazas, centros de comercio, edificios públicos y
privados; habían edificado termas, teatro y anfiteatros; se comprometían a educar a los hijos de los jefes, y habían introducido escuelas, de modo que
al final, en vez de odiar la lengua y la cultura de los dominadores, la gente comenzaba a amarla e imitarla. Los romanos habían dado leyes ciertas y
sabias a la población que no conocían otra cosas que el argitrio caprichoso y a veces despótico de los jefes y nobles malvados; hab´pian enselado a
administriar la justicia y a distinguir entre ésta y la venganza. Y luego, habían creado prpoperidad garantizadno la paz. Cierto, el precio en un primero
momento había sido alto: batallas, muertes, esclavitud, destrucción, sangre. Pero después de todo esto, una paz duradera, jamás experimentada
antes, cuando uno contra otro se alzaba en encuentros armados, villa contra villa, tribu contra tribu, en una guerra continua y sin tregua de gente
divorada por la discordia mas profunda. Y cuando algunos prevalecían sobre los otros ¿qué cosa ofrecían en cambio de los tributos que pedía con
insaciable codicia? No imponían acaso la misma servidumbre a aliados y enemigos, como sifuesen la misma cosa, basándose solo en la fuerza bruta?
Los agitadores de su pueblo, continuaban diciendo que los romanos, cuando hcen el desiertrto,dicen que han logrado la paz: y tienen siempre en al
boca la palabra “libertad”; que sin embargo corre el riesgo de ser vaciada de significado, si no se considera con un pragmático sentido de lo real, que
muestra claramente la amrga libertad: que la paz tiene un precio, y que todo demagogo empeñado en someter a los otros y a dominar no hace mas
que repetir esa palabra cada tres frases. Los romanos han mdemostrado que no se puede tener verdadera libertad sin leyes: y hoy la única ley pensada
con extraoirdinaria sabiduría jurídica en el mundo es la ius, el derecho de Roma. Aquella de los agitadores de las tribus se vuelve retórica vaía;
acumulan sinónimos, acusan a los romanos de queres torturar, matar, robar, asaltar, saquear, solo para satisfacer su avaricia; luego, apenas tienen el
poder, no lo hacen mejor que ellos.

Lo de Roma no es el juego de un tirano; es la protección de un padre adoptivo. ¿Cuantos pueblos, también en Britannia, no son gobernados por
romanos, sino administrados por autoridades locales, a quienes se les asigna tal tarea? Incluso muchos, junto al latín, conservan su propia lengua,
continúan adorando sus dioses y teniendo sus sacerdotes, trasmitiendo sus propias costumbres? Y luego, no esta acaso la posibilidad de volverse
ciudadano romano, con todas las ventajas que ello implica? Nadie podría maltratar, condenar o engañar a Nettovelio sin un proceso regular, el
derecho a la defensa y el apelo al pueblo, al senado o al empreador en persona. El es un civis Romanus, y la ley lo ampara. Si hubiera querido, habría
podido incluso aspirar a cargos públicos, escalando las gradas de la carrera política. Persino Traiano había nacido en una provincia, no en Italia: y se
había convertido en emperador. Incluso se puede proceder de una familia estranjkera o de bajos niveles sociales; pero el imperio romano no es, como
aquellos de muchas ciudades orientales, un lugar donde el proío destino esta decidido desde el nacimiento; aquí veraderamente cada uno es el artífice
de su pripia suerte; faber suae quisque fortunae,.y puede ambiar las condiciones con el propio empeño, valor, capacidades. Muchas veces cultivan
muy buenas amistades….

Y también, Roma ha absorbido todo aquello que de bueno y útil le podían dar los pueblos que ha conquistado: incluso a veces, siendo ella
“conquistada” como había sucedido ya en el tiempo de la segunda guerra pícica por Grecia, cuya cultura había fascinado allos romnaos y los había
llevado a imitalrla y crear una síntesis de helenismo y romanidad; un amor que no había hamás abandonado a las clases cultas y refinadas de Roma; a
pesar de que los conservadores a ultranza no habían cecado jamas de arrugar la nariz. Pero otras culturas han dado también a Roma muchas cosas;
Cartago la habilidad comercial y marítima, Egipto el culto de Isis y Osidris, Asia el deMitra, Arabia y la India el uso refinado de incienso y perfimees, el
lejano oriente la seda…Roma nunca se cerró, ni fue absorbida por los demás, ella como el mar, ha acogido y abosrbido en si las aguas de mules de ríos,
los ha hecho suyos y asi ha crecido, así ha logrado una potencia imparable. Fas est et ab hoste doceri, “ es lícito aprender incluso de los enemigos”,
había dicho Ovidio, el gran poeta que vivió en la edad de Augusto.

Mientras pensaba estas cosas, Nettovelio se había acercado a los Rostra, la tribuna desde la cual hablaban al pueblo magistriados y oradores. Todo
entorno a él, un ir y venir continuo de gentes de todas las razas, muchas actividades diversas, una multitud clases y proveniencias. Señores, esclavos,
orientales, griegos árabes, galos, germanos, dálmatas, tracios etíopes….charlatanes, mendigos, actrices, bailarinas, acróbatas, estafadores….Roma es
realmente la ciudad cosmopolita por excelencia, en la cual habitan un millón y medio de personas, y otros tantos van y vienen cada día.

Delante de Nettovelio se erguía el majestuoso miliarium Urbis, la columna desde la cual se dispersaban todas las vías y caminos del imperio; una
gruesa red de vías, que permitían intercambios comerciales, movimientos de tropas y viajes de negocios; e junto con el comercio de mercancías
viajaban las ideas, los cultos, las filosofías, las costumbres, los usos; la moneda única, permitía el movimiento sin problemas, y formar tratos
comerciales con los habitantes incluso de las regiones mas alejadas.

Nettovelio alzó la cabeza. Frente a él tenía la Forma imperii, el mapa de bronce de todo el imperio. Recorre con la mente su vida: siendo un joven
legionario fue enviado a Dacia, cerca de la orilla norte del Danuvio, para derrotar las tribus locales y dar otra victoria mas a Roma. Ahora él y sus
compañeros habían sido retratados, para eterna memoria de aquella gloriosa campaña, sobre la columna que el emperador Trajano había hecho erigir
en el foro que tenía su nombre. Nettovelio no podía olvidar la empresa del arquitecto Apolodoro de Damasco, que militaba en el ejército, y en pocos
días, con un proyecto impresionante hizo construir a los legionarios un inmenso puente sobre el río, que no solo permitió a los soldados atravesarlo
ágilmente sino aterrar a los enemigos, apabullados ante tanta capacidad ante tal avanzada técnica ingenieril.

Luego Nettovelio había prestado servicio en Arabia, había visitado Egipto, había sido enviado a la Mesopotamia, donde había llegado atravesando los
desiertos de la Judea y de Siria, finalmete había sido enviado a Bitinia, a militar con las guarniciones locales. Dado de baja luego e veinticinco años de
servicio, había invertido el sueldo en actividades comerciales, y había tenia contacto con Hispania, donde adquirió terrenos cultivados con oliva;
exportaba su aceite por toda la Galia hasta Bélgica; siguió teniendo contacto con los mercaderes árabes conocidos durante sus campañas en oriente, y
trataba con ellos negocios para importar especias, perfumes y seda.

Nettovelio miraba con atención el mapa del imperio, de aquel imperio en que había hecho su fortuna; que se extendía por todo el Mediterráneo, que
no por nada los romanos amaban llamar mare nostrum, “el mar que nos pertenece”; desde los confines del desierto africano que constituían su limite
meridional, hasta las regiones del Rin y el Danubio en el norte; y desde el desierto de Siria y Arabia en oriente hasta el océano atlántico en occidente, y
hasta arriba, en Britania, todo era Imperium Romanum. Mas los contactos comerciales no se limitaban a este territorio ya inmenso, se cambiaban
mercancías con China y con India, con Etiopía y las tribus nómades del desierto africano, con las gentes de Calcedonia, de Hibernia y del mare
Germanicum, en el extremo norte del mundo.

No hay que maravillarse de que muchos de los habitantes del imperio querían imitar la civilización romana. Después de todo, bastaba mirar aquí
alrededor, en el foro, que era realmente el centro del mundo. Monumentos impresionantes por todos lados, basílicas, templos, arte, cultura,
refinamiento, técnica avanzada, prospoerida. Cuando Nettovelio con sus compañeros construían un fuerte, rápidamente entorno a los campos se
reunian los mercaderes y tenderos, que se establecían allí, y creaban asentamientos que poco a poco se volvían pueblos y luego verdaderas ciudades:
los soldados asi exportaban no solo muchos aspectos de la civilización de Roma, sino también el ideal urbano, que algunos pueblos, especialmente en
las regiones de oriente, casi no tenían.

La mirada de Nettovelio se extendió hasta el Capitolium, el Capitolio, la mas noble de las colinas de Roma, el símbolo de su poder, caput mundi, capital
del mundo; pensó entonces que era verdad aquellos que los romanos decían; aquello que Adriano, el emperador que había precedido al Antonino que
ahora reinaba, había meditado: incluso en la mas pequela ciudad y en el pueblo mas perdido, estarán allí magistrados intentando verificar el peso de
las mercancías, constricuir, allanar e iluminar los caminos, oponerse a la anrquia, al descuido, a la injusticia, al miedo, a inperpretar las leyes a la luz de
la razón, allí se verá Roma, y durará hasta la ultima ciudad de los hombres.

II- FAMILIA ROMANA


Julio es un señor romano de una antigua familia noble, en cuya casa, stuada sobre el monte Alvano, dan buena muestra de
ello las imágenes de los antepasados, que inspiran un cierto respeto en todos los que entran. Aquellos austeros retratos en
cera a veces dan miedo a la pequeño Julia, la menor de los hijos de Julio, especialmente en la tarde, cuando las pequeñas
llamas de las lámparas se proyecta en ellos sombras siniestras en el silencia casi espectral de la villa. Pero exponerlos asi en
el atrio, era necesario para que incluso el mas inesperado de los huéspedes comprenda de inmediato que Julio no era el
ultimo en venir, ni un simple patán enriquecido como aquellos tantos que ua desde hace algunos siflos se habían
establecido en todo el imperio. Su nobleza se hundía profundamente en las raíces de la historia de Roma, le daba un
prestigio y una autoridad que no dependían solo de las considerables riquezas que podía contar. El era el dominus, el señor
absolto del peqeño imperio constituido por su familia, el conjunto de todos los que de alguna manera estaban bajo su
potestad: mujer, hijos, esclavos y esclavas. Es casi un pequeño estado en el Estado, un lugar donde el, el pater, es de forma
indiscutible patrón y legislador: aquellos que le están sometidos se distinguen en liberi, los hijos y legítimos herederos, y
servi, que el ha comprado, le han sido donados o que han nacido en casas de esclavos de su propiedad. Ellos, por ser parte
de la familia, son llamados en latín también famuli: palabra con la cual se indica no su condición política o social, sino
propiamente su relación con la familia que sirven y con el pater de aquella, de tal forma que famuli pueden ser también
servidores de condición libre. Medus, Davus, Syra y Delia son algunos de los esclavos de Julio; el posee mas de cien,
esparcidos entre la villa donde reside habitualmente y sus terrenos circundantes, y otras posesiones en el Lazio y la
Campania. Teoricamente, al menos hasta hace muy poco tiempo, el dominus tenía derecho sobre la vida y a muerte no solo
sobre los eslcavos sino también sobre sus hijos; de hecho, antes que Adriano, el emperador que había muerto hacía poco,
promulgara algunas leyes que ponían límites a esta potestad, un sentido de humanidad difuso habpia hecho que ninguno
mas mandase a morir a la sangre de su sangre, y que bien pocos hicieran crucificar a los propios esclavos como sucedía en
lso siglos precedentes.

Si, en cambio, su patria potestad ya no puede imponer penas severas a sus propios hijos, aunque su entera educación esta
bajo la vigilancia y el estricto control del pater, en casa de Julio en parte depende de él mismo para impartir los elementos
básicos de la vida social y cultural; en parte parte se delega a Zenón, un esclavo de la casa para esta tarea; los dos chicos,
Marcos y Quinto, frecuentan también las lecciones de un maestro junto a otros niños, en Tusculo, el pueblo mas cernao a la
villa. Julia no va todavía a la escuela, porque es muy pequeña, pero cuando haya llegado a una cierta edad, será admitida
también ella a deletrear y a escribir sobre una tablilla de cera bajo la mirada atenta del maestro.

La mujer de Julio, Emilia, colabora con el marido en la conducción familiar, y se ocupa particularmente del control de las
tareas domésticas que realizan los esclavos y las ancillae, de las cuentas y los quehaceres necesarios para que la casa este
siempre en orden y pronta para cualquier ocasión. A su llamado obedecen no solo sus esclavas personales, las que la
ayudan en todo momento de la vida cotidiana, desde que se levanta por la mañana, sino también tdos los otros esclavos de
la casa. Emilia, a pesar de provenir de una familia patricia, no es tan rica como su marido, pero esto no le ipide ser una
refinada señora romana, capaz de elegancia y gentileza, de un temperamento dulce con sus hijos e indulgente con la
servidumbre, que la ama por esto mismo. Cuando los niños hacen algo malo, es al marido a quien ella recurre para
castigarlos, y muchas veces es ella quien trata de defenderlos buscando mitigar la ira del severo padre.

El estado social y la conicion de cada uno de los miembros de la familia es también indicado por el modo de vestir.
Ciertamente hoy, respecto a la épocade la repíblica o la primera edad imperial, es menos rifida en las costumbres y menos
uniformen en la forma de las vestimentas; en coasiones menos oficiales se adoptan indumentarias de corte y colores
diversos; entre las clases pobres es muy difundido el uso de la seda, tela importada de oriente e introducida en Roma por
los mercaderes que afrontan largos y peligrosos viajes para deleite de los patricios y los ricos; se comienza a divulfar el uso
de las mangas mas largas y mas anchas, que en la época de Cicerón era para los hombres considerado una delicadez
femenina. Hoy son pocas las madres que en un día de frio mantendrán a sus hijos fuera de la casa en mangas cortas o con
túnicas sobre las rodillas. Y luego, casi en un inicio de moralizar la sociedad, aquel que parecía muy viril, hou comienza a
parecer impetuoso y rústico. Tal vez sea donde conduzcan ciertas tendencias, favorecidas por predicadores, filósofos o
representantes de nuevas religiones, que abiertamente o en secreto buscan cambiar la sociedad roamna. Como sea, la
familia de Julio esta todavía ligada a ciertas radiciones, especialmente cuando se trata de ocasiones formales e
importantes. El dominus viste ahora, sobre la túnica (un camizón a media manga que lo cubre hasta debajo de las rodillas),
el habito oficial del ciudadano romano, la toga, normalmente de lana o de un tejido blanco, a veces teñida de algún otro
color, la cual se envuelve y enrolla alrededor del cuerpo dejando libre el brazo derecho, y es arrojada sobre el hombro
izquierdo, que cubre completamente. El padre de Julio, que es un senador romano, lleva la toga bordeada de una banda
purpura, llamada laticlavia, que es un símbolo de su estado social, asicomo rayas del mismo color que descienden desde la
espalda y adornan la túnica lleva debajo de la toga. Los romanos, muy orgullosos de tal vestimenta, se llaman a si mismos
“gente togada” y “togada” se llama la parte de la Gallia debajo de los alpes, donde aquellos que fueron bárbaros habían
absorbido los usos y costumbres y civilización Romana de forma completa Es necesario decir también qu esta vestimenta
tan incomoda es difícil de llevar con elegancia y una verdadera molestia; no estaba del todo equivocado Horacio, el poeta
que vivió en la edad de Augusto, que no podría jamas asegurar que le cayó bien; por esto en la casa, en la intimidad de las
paredes domésticas, e incluso en el campo, los domini Romani dejan en un lugar la toga y se quedan sólo con la túnica.

Como los senadores, pero en miniatura y con bandas mas estrechas, llamdas clavi, visten los niños y los jóvenes hasta
cumplir los diesisiete años de edad, luego con una ceremonia muy importante para su vida, deponen la toga praetexta,
adornada con bandas púrpuras, y visten la toga virilis, es decir, la típica del vir; es el signo del pasaje a la edad adulta y de la
toma de mil responsabilidades propias del ciudadano romano. Para Marcos y Quinto aquel momento es todavía lejano,
ellos llevan todavía en el cuello, junto al resto de la ropa infantil, la bulla, una joya que contine en su interior un amuleto
que los protege de los males y las desgracias. El día de la toma de la toga virilis, Marcos y Quinto dedicarán la bulla, junto a
los primeros vellos recortados de sus mejillas, a los dioses protectores de la casa, los Lares, que custodian la familia y son
venerados en un pequeño templete llamado Lararium, ubicado en el atrio.

Emilia viste una stola, un vestido largo hasta los pies con o sin mangas, sobre el cual se viste la palla, un elegante paño que
puede se de arios colores, y que se envuelve junto al cuerpo y cubre el hombro derecho. Julia, la niña, viste una pequeña
tinuca similar a la de sus hermanos, pero de colores mas brillantes, sobra la cual, en las ocasiones importantes, se enrolla
un mil pliegues una pequeña toga.

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