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El crimen del padre Amaro, (2002), Carlos Carrera

Historia que roza lo anticrelical, pero nunca se consuma. Es una obra basada en la
novela O Crime do Padre Amaro por Eça de Queirós escrita en 1875. Desde luego
con cambios estructurales para poder ser adaptada en México.
La historia se centra en el padre Amaro, quien llega a una nueva iglesia por orden
de los superiores y con el tiempo descubre los tratos de la iglesia con el narcotráfico,
sus “pecados” que contradicen su orden como hombres de Dios y en general un
trasfondo que lo convierte en un pueblo más de la República Mexicana.
Hay que señalar, sin embargo, que aunque la película toca el tema sensible de la
corruptibilidad de la iglesia y sus miembros, así como temas sexuales, atropello del
celibato sin decoro y un marcado erotismo, la película no es antirreligiosa si no
anticlerical.
Las películas en México con esta temática crítica a la iglesia hubo varias en la
historia. Como El evangelio de las maravillas (1998) de Arturo Ripstein, ésta como
secuela espiritual de Nazarín (1958) de Buñuel. También Diario de un cura de
campo de Bresson en 1950.
Esta mezcla de religión, sexo y política que a estas fechas se ha vuelto un tabú. Si
somos objetivos, la película no representa más que un reciclaje (muy bien hecho)
que retoma precisamente esos temas y lo vuelve atractivo la historia
contemporánea. Sin embargo, es interesante como en algunos puntos difiere con
las obras que la inspiraron.
El tan cebado argumento del celibato sacerdotal no se centra en creencias también
cebadas, aquí las escenas eróticas son la prueba fehaciente, que sustituye el
discurso gastado de “como humano tengo necesidades”. El aborto se aleja del
moralismo, no está ni a favor ni en contra. Las escenas de besos bajo el celeste
manto estrellado de la Guadalupana que detona el erotismo.
En suma, la película redondea bien los recursos reciclados y hasta llega a ser
original en ciertos puntos que se creía un tema de película tan manido podía dar.
Zurdo. (2003). Gabriel Retes
Un universo de fabulillas que desencadena una serie de acciones que no profundiza
en ninguna, pero no por eso deja de estar bien lograda y hasta tierna.
Una historia que combina muy bien distintos temas y personajes. Desde los obreros
pobres, patrones arquetípicos, punks “domesticables” y niños con personalidades
duras.
La historia entrelaza pequeñas historias con ritmo un poco a la fuerza, pero sin pecar
de mal distribución de tiempos. El niño Alejandro Zurdo, campeón de canicas se
debate en un combate casi, casi encarnizado de Buenaventura vs Santa María.
Por momentos la trama cae en momentos monótonos, y en general la gracia y la
“magia” quedan a deber por momentos.
Sin negar lo anterior, la película al final queda como algo que pudiste ver en dos
minutos. Las lecciones moralizantes pueden ser todas o ninguna. Un montón de
personajes que quedan al aire, casi parásitos, hacen que después de todo no
redondee el argumento inicial y quede como algo sencillísimo.
El agujero. (1997). Alberto Gómez
“Reveladora de la realidad social y de sus inicuas relaciones de fuerza”, así describe
Jorge Ayala Blanco en su libro La grandeza del cine mexicano. Película que trata,
una vez más y otra vez más, el tema del bracero repatriado luego de un fallido sueño
americano.
Cinta que revela la historia del secreto a voces de la miseria humana en las cárceles
mexicanas. Hace una alusión directa a Los muros de agua de José Revueltas.
Luego de tener dos meses de haber llegado, el Pachucho junto con su amigo de
toda la vida, Chavita, es encarcelado por Tacho, un policía conocido de los
alrededores. Esto en pleno 1 de noviembre.
Cárcel parpadeante en negro e interrumpida por dos letreros programáticos.
“Adolorido”, “sólo pedo o dormido, no se nota lo jodido”. Cárcel puesta al desnudo
de la frágil y efímera condición viviente. Cárcel denuncia de la ilusión del ser ya sin
porvenir ni alternativa de cambio, ni con el presente ni con el pasado. Una imantada
y desvalida alegoría carcelaria quisiera agotar las ideas de grandeza, Dios y
esperanza. Cárcel estado de ánimo grávido de pena de una penosa ánima en pena.
Jorge Ayala, describe con temeridad y atino una película que tiene ecos de películas
sobre el tema, pero que en general da constancia y late a futuro para generar más
de una idea original.

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