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Intentando descifrar a Cortázar en uno de sus textos, cosa que no es nada sencilla, porque leer a

Cortázar va más allá de ser un simple ejercicio de lectura, leer a Cortázar es una transfiguración de
la realidad, es un breve encuentro con el surrealismo, es encontrar una puerta de entrada y
múltiples de salida, es leer los sueños o intentar leer los sueños, Cortázar escribe no solo para ser
leído, hay que descubrirlo en cada línea y esa ceremonia exige adentrarse en laberintos, a veces sin
salidas, escuchar voces sin ningún principio esquizofrénico, chocarse con mundos ficcionales y con
personajes históricos que se multiplican y se reconcilian de nuevo con la realidad gracias a cada
lectura. Casi se hace necesario un “Manual para leer a Cortázar” para no perderse en el intento y
tener así la oportunidad de encontrar los universos fantásticos que ofrece el autor, la inefable suerte
de convertirse en uno de sus personajes.

En la “La isla a medio día” encontramos una serie de hechos extraños e inexplicables en
circunstancias aparentemente normales; encontramos también desdoblamientos e intercambios de
personalidad, nos adentramos en sueños e ideas obsesivas, el tiempo se sitúa, contradictoriamente,
en lo no cronológico, se superponen planos temporales y espaciales y el lector camina sobre una
cuerda floja, siempre sujeto a entrar por la puerta equivocada de la interpretación. ¿Qué puede
haber detrás de un título que nombra un lugar en un determinado momento del día? (La isla a medio
día), extrañamente, se materializa en nuestros imaginarios ese “algo hermoso”, el lugar soñado en
el que queremos perdernos por unos días, rodeada de un agua azul y cristalina, lejos del mundo que
involucra a los otros y todo lo que hay en él, lejos de esa realidad de la que todos, en algún momento
de nuestras vidas, queremos escapar, y, ¿qué es lo curioso?, que al sumergirnos en la lectura (como
se sumerge en el mar) nos encontramos que, igual para Marini, el personaje principal, esa isla es el
deseo soñado, es la belleza donde se sueña tranquilo y lejos de sus rutinas, ese lugar que desde
arriba se vislumbra como una tortuga (según el texto), inmediatamente nos preguntamos ¿por qué
la tortuga?, en algunas culturas este animal es visto como una señal para rectificar el rumbo y de
esta forma se puede relacionar con la necesidad que tenía Marini de reencontrarse con su vida, con
su destino “No llevaba demasiado la cuenta de los días; a veces era Tania en Beirut, a veces Felisa
en Teherán, casi siempre su hermano menor en Roma, todo un poco borroso, amablemente fácil y
cordial y como reemplazando otra cosa, llenando las horas antes o después del vuelo, y en el vuelo
todo era también borroso y fácil y estúpido hasta la hora de ir a inclinarse sobre la ventanilla de la
cola, sentir el frío cristal como un límite del acuario donde lentamente se movía la tortuga dorada
en el espeso azul”.

El personaje principal Mar-ini, no es casualidad poder asociar el nombre con el mar y al mismo
tiempo con la muerte. En ese orden de ideas, y en esa lectura circular que ofrece el cuento, también
podemos encontrar las perspectivas de la vida y la muerte en una pequeña brecha: El mar es el
origen de la vida y al mismo tiempo la disolución de la vida, muerte. “La primera vez que Marini vio
la isla…” (564) y “cadáver de ojos abiertos.” (569).

Es un auxiliar de vuelo que se mueve por la rutinas, las mismas que lo aburren y desesperan, aspecto
que queda demostrado en la actividad repetida de mirar su reloj de pulsera; vive en un mundo falso
y carente de autenticidad donde las escalas en diversos países y su relación con el género opuesto
(sexo casual, alcohol, aborto, nomadismo) lo hacen ver como un ser descentrado y que ha perdido
el norte, uno que necesita urgentemente la “señal” de una tortuga que le indique cómo retomar su
camino, cómo encontrar el sentido, cómo ver en las personas algo más que un objeto, cómo
descifrar el alma del otro y permitir que el otro descifre también su alma. Marini es un ser
desesperado, una “isla” pidiendo ser habitada, aunque no lo exprese con su voz.

Marini es auxiliar de vuelo (steward en el texto), su trabajo adentro del avión -el aire- es mecanizado
y aburrido. La actividad sin sentido y recurrente es representada por la actividad de mirar varias veces
su reloj pulsera. Las escalas en diversos países, su relación con las mujeres (cuya imagen es muy
negativa: vida social intensa, sexo casual, alcohol, aborto, nomadismo) recrean la imagen de un
mundo falso, inauténtico. Marini –que también comparte las características ya citadas de las mujeres-
es básicamente un ser descentrado, ha perdido el norte. Como en otros cuentos de Cortázar, el acceso
a la zona intersticial es gradual, comienza por la elección y fijación de un lugar, en este caso, una isla
griega, que el personaje descubrirá a través de la ventanilla del avión, “exactamente a mediodía”
(p.564).

“Una isla rocosa y desierta –tierra-, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podía ser
una casa, quizá un grupo de casas primitivas” (p.564). La isla es el fuego del sol –fuego-, las piedras,
la arena caliente. “La costa sur de Xiros era inhabitable pero hacia el oeste quedaban huellas de una
colonia lidia o quizá cretomicénica” (p.565).

Como se aprecia, los cuatro elementos, agua, aire, tierra y fuego, separados aún, se prefiguran en las
primeras dos páginas.

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