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[n. 2821
&~ouoíw< habent codd. et r [n. 1. VIEJA Y NUEVA R E T ~ R I C A
3191
pÉya habent codd. et r (Grimaldi)
[n. 3351 La retórica es una antístrofa de la dialécti- 1354a
[Osi 66 ACysiv.. . paoávoiq] omití. 1.1. ca ',
ya que ambas tratan de aquellas cuestio-
DEQYZr (Victorius) [n. 3621 El arte retórico. nes que permiten tener conocimientos en cier-
So< habent codd. (Grimaldi) [n. 3641 con to modo comunes a todos y que no pertenecen
la dialefctica
a ninguna ciencia determinada. Por ello,
todos participan en alguna forma de ambas, puesto que, hasta 5

' La metifora que hace a la retórica ontistrophos de la dialéctica implica: l.',


que la retórica es como la dialectica: un saber de orden formal-lógico, que no se
refiere a «materia de ninguna ciencia determinada)); y, 2.O, que, por lo tanto la
retórica es independiente de la ética, con lo que las objeciones del Gorgias platónico
quedan superadas de un golpe (cf. SOLMSEN, 210 y 214). La traducción de antistro-
phos es, de todos modos, difícil: creado, según parece, por el propio Platón sobre
la base de antistrdphein (Rep. VI1 522a; Fil. 40d; Tim. 87c; Leyes XII 953c; y
especialmente Gorg. 4641, y 465a, d), el término designa el movimiento de replica,
identico pero inverso al de la estrofa, con que el coro se desplazaba en las represen-
taciones teatrales. El sentido de la metáfora es, pues, que entre dialectica y retórica
se da, a la vez, identidad y oposición. Al valor de identidad se refiere QUXNT.,
2nd. Orat. 11 17, 42, diciendo que una y otra especie magis quam genere differunt)).
E igualmente Sexto Empírico (en un párrafo que, sin embargo, no parece aludir
a este pasaje: vid. COPE,1 2) en Adv. Math. VI1 6: «antístrophos... vale lo mismo
que isdstrophos, puesto que (la retórica y la dialéctica) versan sobre la misma
materia (peri ten autPn hjlZn)». Cicerón, en cambio, atiende al valor de oposición
cuando seiiala, en Orat. XXXII 114, que «Aristoteles principio artis rhetorica dicif
illam artem quasi ex altera parte respondere dialecticaen. Este doble significado
no queda recogido, hasta donde yo conozco, por ninguna de las traducciones que
se han propuesto del termino -«análoga», «correspondiente», «correlativa»-, to-
das las cuales connotan excesivamente la identidad (convirtiendo de paso en ininteli-
gibles las ulteriores restricciones de 1 2, 56a25). En mi opinión, lo más plausible
es respetar el termino con su sentido originario, lo que, por otra parte, se ajusta
142. - 6
un cierto límite, todos se esfuerzan en descubrir y sostener un Sin embargo, los que han compuesto Artes
argumento e, igualmente, en defenderse y acusar. Ahora bien, 1.2.
acerca ',
de los discursos ni siquiera -por así
la mayoría de los hombres hace esto, sea al azar, sea por una c&ica de decirlo- han proporcionado una parte de tal
costumbre nacida de su modo de ser 2. Y como de ambas mane- la tradicidn (arte) (pues sólo las pruebas por persuasión
ras es posible, resulta evidente que también en estas (materias) son propias del arte y todo lo demás sobra)
cabe señalar un camino 3. Por tal razón, la causa por la que lo- y, por otro lado, nada dicen de los entimemas, que son el cuerpo 15
lo gran su objetivo tanto los que obran por costumbre como los de la persuasión, y más bien se ocupan, las más de las veces,
que lo hacen espontáneamente puede teorizarse; y todos conven- de cuestiones ajenas al asunto. Porque, en efecto: el mover a
drán entonces que tal tarea es propia de un arte 4. sospecha, a compasión, a ira y a'otras pasiones semejantes del
alma no son propias del asunto, sino atinentes al juez 7. De mo-
a las prescripciones y análisis que, sobre la metáfora, hace ARIST~TELES en 111 2,
O5a2-b20 y 10, lOb6-llb20. La aplicación de la metáfora antritrophos está bien
Cf. Ref. sof. 34, 183b31-184a4. Por el testimonio de CIC., De Znvent. 11 2,
estudiada en R. PRICE,«Some +ntistrophp to the Rhetoricn, Philos. Rhet. 1 (1%8),
sabemos que Aristóteles había compilado y resumido las principales Artes oratorias
14544. Y en cuanto a su valor epistemológico, puede consultarse S. C ~ L A«Lo ,
de sus predecesores, en una obra cuya justeza y &&o fueron tan grandes -sugiere
statuto concettuale della retorica aristotelica», Riv. crit. St. Filos. 31 (1976). espec.
Cicerón- que hizo innecesaria la lectura de tales Artes. A esta obra (de la que
41-48.
conservamos un importante fragmento: 13b-141 ROSE),se refieren las tres Techn6n
La alusión a una oratoria fortuita y espontánea (eikgi, o@ tou automátou)
synagogé del catálogo de Diógenes Laercio (núm. 77, 80 y 89). que acaso no sean
apunta a que la retórica comporta una facultad (djnamis), sin cuya existencia no
sino otras tantas versiones corruptas del original: cf. P. Mouux, Listes, 1104;véase,
cabe establecer ningún arte: cf. Ét. Nic. 1 1 y Pol. 111 12. Por su lado, la formación
no obstante, Zntrod., n. 187.
de costumbres (syndtheia) a partir de las disposiciones del modo de ser del sujeto
Para la distinción entre pruebas propias/ajenas o1 arte, vid. infra, 55b35-39
(héxis) supone también una conditio sine qua non del arte, en cuanto que sobre
y nn. 31 y 32. Igualmente, para los conceptos pruebasporpersuasidn y entimemas,
tal proceso se apoyan la formación de los conceptos inductivos y la empina: vid.,
vid. 55a3-19 y nn. 14 y 16.
respectivamente, Top. 1 14 y Ét. Nic. X 9, 1181a10-11. Así, pues, estas referencias
'

no deben entenderse en oposición a la Téchne rhetoriké que quiere fundar Aristóte-


' Esta exclusión de las pasiones como materia de la retórica contrasta vivamente
con 56a2-25 y, sobre todo, con el desarrollo de 11 1-12 (vid., en especial, 77b21-24).
les; por el contrario, constituyen su fundamento de posibilidad en la medida en
en donde, por el contrario, las pasiones son consideradas como una de las tres
que, como razona el texto, son lo que hace posible (enhdchetai) abrir un camino
pisteis dntechnai. Los propios copistas debieron sentir esta contradicción a juzgar
(hodopoiein) por el que la causa puede teorizarse (ten aitrán theorein).
por algunas vacilaciones que presentan los códices: así, por ejemplo, r supone éch-
Leo hodopoiein con los códices. La conjetura de BYWAT~R (hod8i poieín),
tra, en vez de eleinós, acaso para evitar el choque frontal con 11 8. Por su parte,
seguida por Ross y ahora por k m , Text, 117-18, resulta poco convincente, no
las explicaciones que se han dado son varias. Según COPE,1 6, los elementos afecti-
sólo por el paralelismo con Met. 1 3, 984a18, sino, sobre todo, por el hodopoksis
vos valen sólo como «pruebas accesorias», que Aristóteles admite en consideración
de Ret. 111 14, 14b21 (vid. infra, n. 286 al L. 111). En todo caso, que el tkrmino
a la incapacidad de los oyentes (55a25), pero que excluye cuando se trata de apuntar
corresponde a la tradición aristotélica lo muestra, en sentido contrario al razona-
a lo «fundamental de la persuasión» (s6ma písteos). es decir, al entimema. Por
miento de Kassel, el fragmento de Z E N ~ NStoic. , Vet. Frogm. 1 72 (Awna) en
el contrario, GIUMALDI,8-10, afirma que siempre en el entimema ((están contenidas
el que hodopoiein aparece relacionado precisamente con héxis: «tdchnZ dstin hevis
razones, páthZ o dthh. de modo que la frase en cuestión debe interpretarse como
hodopoiPrikb. Otros argumentos en contra de la conjetura, en GR~~~ALDI, págs. 3-4.
un rechazo sólo de las ((pasiones extrínsecas» a la materia de la persuasión, no
Es propio de un arte por cuanto el saber de la retórica, siendo un saber teórico
susceptibles de formar parte del argumento retórico (cf., en el mismo sentido, «A
y de causas (ten aitrón theorein endéchetai), no se ocupa de objetos de pura contem-
Note on the Priteis in Aristotle's Rhef. 1355a21-tQ», Am. Journ. Philol. 78 (1957),
plación, como los de la ciencia, sino que tiene una aplicación práctico-productiva
188-92). El punto de vista de Grimaldi es, desde luego, sólido. pero yo creo que
(cf. K. BARTEL, «Der Begriff Téchne bei Aristotelesn, en Festug. Schodewaldt, Pfu-
no contradice el de Cope, con sólo que se adopte una perspectiva diacrónica de
Ilingen, 1965, p8gs. 275-87). De todos modos, las distribuciones del concepto de
análisis. Los dos referentes implícitos del capitulo son, por una parte, la crítica
tdchne son complejas en Aristóteles: cf., los textos fundamentales, en Tóp. 1 3,
a la validez de la oratoria forense (54b22-25), donde el recuerdo del juicio de Sócra-
101b5-10; Anal. Post. 11 19, 100a6-9; Met. 1 2, 981b2-982a6; y Ét. Nic. VI 3-7.
LIBRO I 165

do que si ocurriera en todos los juicios como ya acontece en y sean capaces de legislar y juzgar. Después, porque las promul-
20 algunas ciudades, y principalmente en las que tienen buenas le- gaciones de leyes tienen lugar luego de haber deliberado mucho
yes, nada tendrían (estos autores) que decir. Pues todos, cierta- tiempo, mientras que !os juicios surgen de un modo imprevisto,
mente, o bien juzgan que conviene que las leyes proclamen este de manera que es dificil que quienes han de juzgar estipulen
principio, o bien lo practican y prohiben hablar fuera de lo que bien lo que es justo y conveniente. Y, lo que es más impor- 5
toca al asunto, como se hace en el Areópago ', procediendo en tante de todo, porque el juicio del legislador no versa sobre lo
25 esto adecuadamente. Pues no conviene inducir al juez a la ira particular, sino que trata sobre lo futuro y universal 9, mientras
o a la envidia o a la compasión, dado que ello equivaldría a que el miembro de una asamblea y el juez tienen que juzgar in-
torcer la propia regla de que uno se ha de servir. Aparte de que mediatamente sobre (casos) presentes y determinados, a lo que
es evidente que nada compete al litigante fuera de mostrar que muchas veces les viene ya unida la simpatía, el odio y la conve-
el hecho es o no es así y si aconteció o no aconteció. En cambio, niencia propia, de suerte que ya no resulta posible establecer io
el que sea grande o pequeíío, justo o injusto, y todo lo que el suficientemente la verdad y más bien oscurecen el juicio (razones
30 legislador ha dejado sin'explicitar, eso conviene que lo determine de) placer o de pesar. Por consiguiente, respecto de lo demás,
el mismo juez y no que tenga que aprenderlo de las partes. conviene, como decimos, dar autoridad al que juzga sobre las
Por lo tanto, es sumamente importante que las leyes que es- menos cosas posibles; pero sobre si sucedió o no sucedió, o si
tán bien establecidas determinen, hasta donde sea posible, por acontecerá o no acontecerá, o si existe o no existe, de esto es
sí mismas todo, y que dejen cuanto menos mejor al arbitrio de preciso que se hagan cargo los que juzgan, pues no cabe que 15
los que juzgan. Ante todo, porque es más fácil encontrar uno lo prevea el legislador. Y si esto es así, es claro que colocan en
n s 4 b O unos pocos, más bien que muchos, que tengan buen sentido el arte en cuestión cosas ajenas al asunto todos aquellos que pres-
criben reglas como qué debe contener el exordio o la narración
y cada una de las otras partes lo, puesto que en todo esto no
tes y los argumentos de Platón resultan prevalentes (cf. Apol. 34b-c y Gorg. 457a
y 503a); y, por otra parte, la polémica de los académicos contra la retórica psicold- tratan de ninguna otra cosa sino de cómo dispondrán al que juz- 20
gira de Isócrates y su escuela (SOLMSEN, 215 SS.). Que estos datos nos sitúan en ga en un sentido determinado, sin que, en cambio, muestren na-
el estrato mas antiguo de la Retórica de Aristóteles, esta fuera de duda. Ahora
bien, Quintiliano nos informa en Inst. Orat., Proem. 1, de la posición de estos
.
académicos («quibus solum videretur oratoris officium docere... et affectus.. exclu-
dendos putabant»), en un contexto en el que, sin embargo, claramente, Aristóteles Id. en Ét. Nic. V 14, 1137b13 ss.
no esta incluido. Así, pues, Aristóteles había adoptado ya, en el momento de redac- 'O Alusión a la escuela de Isócrates, cuya retórica incluía, como punto central,
tar su primera versión de la Retdrica, una postura propia, sin duda ecléctica, por el análisis y disposición delas partes de1 discurso (cf. la crítica de 111 13, 14a37-b18,
la que se daba entrada a las pasiones, si bien todana, como piensa Cope, con y la postura de PLAT.,~ e d r266d-e,
. que el texto recuerda). De todos modos, entre
un carácter meramente accesorio y complementario. Este es el punto de vista que esta afirmación y el desarrollo del L. 111 13-19, se produce el mismo contraste que
ofrece el texto (particularmentepor la razón apuntada en 55a25); y sera la evolución hemos analizado a propósito de las pasiones (supra, n. 7) y que debe ser resuelto
intrínseca de este punto de vista la que termine por hacer de las pasiones una de apelando a las mismas causas evolutivas. Una vez que se admiten las pasiones,
las pfsteis o premisas del entimema (cf., infra, n. 70, asi como todo el desarrollo la cuestión de «cómo predisponer al oyente con el discurso» pasa, en efecto, a
de 11 1-17; igualmente n. 303 al L. 111 e Introd. 8 5). primer plano (véase, a este respecto, infra, n. 5 al L. 111). Ahora bien, el testimonio
Se trata del mas antiguo tribunal de Atenas, que, en la época de Aristóteles, mas palpable de esta evolución lo ofrece 14b8-10, donde Aristóteles admite una
se ocupaba ya sólo de las causas de homicidio con premeditación, envenenamiento división cuatripartita del discurso, que es, de hecho, la que después guía sus análisis
e incendio. La cita aristotélica alude al uso, recogido por QUINT.,Inst. Orat. VI y que ha sido identificada como de Isócrates (cf. GRQ~ALDI, 15, y W. STEIDLE,
7, según el cual un heraldo interrumpía al orador que apelaba a las pasiones. ((Redekunst und Bildung bei Isokratesn, Hermes 80 (1952), 257).
LIBRO 1

da acerca de las pruebas por persuasión propias del arte, que


Ahora bien 13, como es palmario que el mé-
es con lo que uno puede llegar a ser hábil en entimemas.
1.4. todo propio del arte es el que se refiere a las
Por todo esto, pues, aun siendo el método El método de pruebas por persuasión l4 y que la persuasión 5
1.3. el mismo en los discursos políticos y en los la retórica: es una especie de demostración l5 (puesto que
Ampliación judiciales y aun siendo más bella y más pro- los entimemas
hbitopia del ciudadano la actividad que se refiere nos persuadimos sobre todo cuando pensamos
de la retórica que algo está demostrado); como, por otra parte, la demostra-
25 a los discursos ante el pueblo que la que
ción retórica es el entimema l6 y éste es, hablando en absoluto,
trata de las transacciones, con todo, (los autores) no hablan pa-
ra nada de aquéllos y más bien se esfuerzan todos por establecer
l 3 Todo el párrafo que sigue ( h . 4-18) es, verosímilmente, un añadido tardío
el arte de pleitear 11, dado que en los discursos ante el pueblo (tal vez contemporhneo de 57a22-b25). La ruptura obvia de la argumentación, que
aprovecha menos hablar de lo que es ajeno al asunto y, además, vuelve a retomarse -con independencia de este párrafo- a partir de la lín. 19,
30 la oratoria política es menos engaiíosa que la judicial, por ser y la irrupción brusca de consideraciones acerca de la probabilidad como 'materia'
más propia de la comunidad 12. En la primera, en efecto, el que del entimema así parecen sugerirlo.
l4 GRIMALDI, 19-20, distingue tres significaciones en el termino pístis: l.') el
juzga discierne sobre cosas propias, de modo que ninguna otra
estado de convicción o confianza subjetiva que resulta de un razonamiento; 2):
cosa es precisa fuera de demostrar que es así como lo dice el el «m&odo propio del arte» (éntechnos mkthodos) que produce tal estado de con-
que le aconseja. Por el contrario, en los discursos judiciales esto fianza mediante la reducción del argumento retórico a su forma lógica (=entimema
no es bastante, sino que interesa atraerse al oyente, puesto que y ejemplo); y 3): las fuentes de enunciados (gthos, pdthos, Idgos) de donde proce-
el juicio trata sobre cosas ajenas, de modo que (los jueces), co- den las proposiciones persuasivas. Un análisis detallado de las distribuciones lexica-
les de pístis permite, no obstante, establecer un cuadro significativo considerable-
mo miran por su propio interés y escuchan con vistas al favor, mente más uniforme. Por una parte, la diferencia entre persuasión subjetiva y me-
1355a en realidad otorgan a los litigantes, pero no juzgan. Por ello, dios que producen la persuasión es gramatical: a la primera corresponde de ordina-
como antes dijimos, en muchas partes la ley prohibe hablar de rio el singular o el uso del verbo (pbtis, pisteúein), mientras que los segundos son
lo que es ajeno al asunto, mientras que (en los discursos políticos) sistemiticamente nombrados en plural (písteis). Y, por otra parte, estas písteis -así
los mismos que juzgan vigilan esto suficientemente. en plural- se refieren siempre a clases de enunciados convincentes, que son proba-
tivos, ya sea porque remiten a lugares comunes (en el modelo de la primera Retdri-
ea), ya sea porque constituyen los enunciados «propios» (en el modelo de la segun-
da Retdrica) que son «pertinentes» a los entimemas y a los ejemplos: y tales son
los Idgoi, los &he y las páthZ. Esta unidad semántica, con su obligada referencia
a un modelo lógico-probativo, es la que pretendemos reflejar nosotros al traducir
siempre písteis por «pruebas por persuasión)).
" La misma denuncia se encuentra en PLAT.,Fedr. 261, e Isóc., Contra Sofst.
I5 Apddeixís lis, o sea, no una demostración en sentido estricto o analytiké,
$9 19-20. Por otra parte, y como apunta DUFOUR,139, n. 1, el término atransaccio-
que no puede suministrarla el argumento retórico: cf. Ét. Nic. 1 3 y Tdp. 1 1,
nes» (synállagma) tiene un sentido más general que el de «contrato» o «acuerdo»
100a27-b23. (Sobre el valor de esta «especie de demostración)), véase infra, nn.
(synthéké) o el de «pacto» entre ciudades (sjmbola), de modo que cubre la totalidad
16 y 18.)
de las relaciones jurídicas de propiedad y posesión (cf. Ét. Nic. V 2, 1131a2 SS.).
l6 El enthjmema o «silogismo retórico)) (56b5) no aparece reflejado en la clasi-
Al nombrar, pues, la oratoria judicial con una referencia a los pleitos por el domi-
ficación de los silogismos de Tdp. VI11 11, 162a15-18, pero sí, en cambio, en Anal.
nio de las cosas, Aristóteles introduce -además- un sesgo desdeiioso a sus palabras.
Pr. 11 27 y Anal. Post. 1 1, donde se define, igual que en Ret. 57a23 SS., como
l2 El texto dice hdti koindteron, lo que también podría entenderse, de acuerdo
«un silogismo que parte de probabilidades y signos)). Para la identificación de este
con lo dicho en 54a2, como «mhs adecuado al vulgo)) (o sea, sin que precise espe-
silogismo debe tenerse en cuenta que, en 58a29-32, Aristóteles distingue entre enthy-
cialización). Esto es, sin duda, lo que supone Kassel, al establecer, siguiendo a
memdton tdpoi kai eídc lo cual nos sitúa de nuevo en los dos estratos reconocibles
Spengel, alld koindteron.
de la Retdrica. Ahora bien, en este contexto, el entimema ek tdpGn, según aparece
LIBRO I 169

de sus partes, resulta evidente que el que mejor pueda teorizar


la más firme de las pruebas por persuasión; y como el entimema,
a partir de qué y cómo se produce el silogismo, ése será también
en fin, es un silogismo y sobre el silogismo en todas sus variantes
el más experto en entimemas, con tal que llegue a comprender
io corresponde tratar a la dialéctica 17, sea a toda ella, sea a una
sobre qué (materias) versa el entimema y qué diferencias tiene
respecto de los silogismos lógicos 18. Porque corresponde a una 15
formulado en 11 23-24, se construye sobre la base de los «elementos» (stoicheia) misma facultad reconocer lo verdadero y lo verosímil y, por lo
o «lugares comunes a toda argumentación)) -tales como, por ejemplo, los contra- demás, los hombres tienden por naturaleza de un modo suficien-
rios, las relaciones recíprocas, el más y el menos, etc.-, que ciertamente no com-
portan ninguna especificidad propia de la retórica. Desde este punto de vista, pues,
te a la verdad y la mayor parte de las veces la alcanzan. De modo
el entimema no es independiente de la inferencia dialéctica en general, que Aristóte- que estar en disposición de discernir sobre lo plausible es propio
les llama epicheirema (Tdp. VI11 11, 162a16; cf. también QUMT., Inst. Orat. V de quien está en la misma disposición con respecto a la verdad 19.
10, 1). Sin embargo, a medida que la retórica va adquiriendo un campo de enuncia- Queda, en suma, claro que los demás auto-
dos propios (las prjteis) y adaptándose a la evolución analítica de la epistemología
res estudian como materias propias del arte
aristotélica, el entimema se vincula cada vez más a un modo de inferencia especial, 1.5.
que se basa en premisas sólo 'probables' (infra, n. 58) y que denota un auténtico Utilidad de lo que es ajeno al asunto y, asimismo, por 20
nuevo silogismo. El esquema de este silogismo, cuyas figuras estudia Aristóteles 10 retórica qué causa se han inclinado sobre todo a tra-
en Anal. Pr. 11 27, 70a10-h30, es el siguiente: tar de la oratoria judicial. Ahora bien, la
B está en la Regla A retórica es útil porque por naturaleza la verdad y la justicia son
C es B más fuertes que sus contrarios, de modo que si los juicios no
C es verosímilmente A ros. Suscribo la opinión de Viano, fundada sobre las argumentaciones de Gohlke,
de que «lo más probable es que la fuente de Aristóteles sea una obra general sobre
Asimilado a la 1.' figura este silogismo es irrefutable (Anal. Pr. 70a26 y Ret. 57b17): el silogismo, hoy perdida y cronológicamente anterior a Tdp. 1, que la presupone»
la más alta probabilidad coincide con la necesidad. Por ejemplo: la mujer que tiene («Aristotele e la pzdenzione della Retorica)), Riv. Fil. 58 (1967), n. 52). En esta
leche (B), ha dado a luz (A). -Esta mujer (C) tiene leche (B) -Esta mujer (C) hipótesis, sería a tal obra a la que se refiriese Aristóteles con la expresión en to$
ha dado a luz (A). En cambio, en la 2.&y 3.' figuras el silogismo es refutable, syllogismob de 55a30. Y podría tratarse, por lo demás, de la obra que Diógenes
aunque la conclusión verdadera. Así: (Fig. 2) las encintas (B) están pálidas (A) Laercio cita en los núms. 48 y 56, o bien en el núm. 57, de su catálogo (cf. Mo-
-Esta mujer (C) está pálida (A) -Esta mujer (C) está encinta (E); y (Fig. 3) Pítaco RAUX, Listes, 86-87 y 56-57 respectivamente).
(C) es sabio (A) -Pítaco (C) es bueno (B) -Los buenos (B) son sabios (A). Cf. Es difícil precisar cuáles son estos «silogismos lógicos» a que se refiere Aris-
MEYER,11 1, 485, recogido en SIEVEKE,n. 5, y, sobre todo, SPRUT~, Die Entyme- tóteles. En su comentario a los Anal. Post. Waitz piensa que opponatur rhetorico
mentheorie der arist. Rhetorik, Gotinga, 1982, págs. 260-7. Sobre la influencia del syllogismo, veram demonstrationem signiflcare videatur (pág. 353). Pero esto se
silogismo retórico, vtase tambitn PLEBE,«Retorica aristotelica e logica stoica)), Riv. compadece mal con lo que «silogismos lógicos» significa en Anal. Post. 1 22, 84a8,
Filos. 10 (1959), espec. 403-6 y 412-19. 86a22 y 88a19 (textos igualmente citados por Waitz), donde se oponen a los silogis-
l7 Como ha estudiado G O ~ K E 115-17,
, las citas de las obras lógicas de Aristóte- mos analíticos y equivalen a «silogismos de premisas solo probables». En mi opi-
les resultan siempre oscuras en la Retdrica. Esta remisión a la «dialéctica» -como, nión, Aristóteles apunta con tales «silogismos lógicos» realmente a los silogismos
igualmente, la de 55a30 a los «silogismos»: cf. n. 23- podría, en efecto, aludir dialécticos, lo que a fortiori me parece probar el hecho de que Anal. Post. 1 22
a la clasificación de Tdp. 162a15-18, o bien a la de Tdp. 100a25-101a17. Sin embar- se autodefine como un conjunto de «consideraciones dialtcticas~.En suma, pues,
go, hay algunos datos que hacen problemáticas estas referencias. En primer lugar, lo que el filósofo nos pide distinguir aqui son los argumentos de probabilidad de
Tdpicos está explícitamente citado en 55a29 dentro de un contexto propio, por lo la dialtctica y los argumentos probables que además implican persuasión, propios
que no parece probable que Aristóteles se refiera a la mismr obra. Y además, en de la retórica. De ser así, ello confirmada, por otra parte, como ya he seíialado
segundo lugar, Tdp. 101a18-24 declara que extenderse en la descripción de los silo- (supra, n. 13). el carácter afiadido y tardío de todo este pasaje.
gismo~dialécticos no es competencia de la dialéctica misma, de modo que la remi- l9 Sobre la relación «verdadero/probable-plpusible-verosiínil vid. infra, n. 58.
sión que hace aqui Aristóteles tampoco en este sentido parece referirse a Tdpi-
LIBRO 1 171

se establecen como se debe, será forzoso que sean vencidos por para que, si alguien utiliza injustamente los argumentos, nos sea
dichos contrarios, lo cual es digno de recriminación 'O; además posible refutarlos con sus mismos términos. De las otras artes,
de que, en lo que toca a algunas gentes, ni aun si dispusiéramos en efecto, ninguna obtiene conclusiones sobre contrarios por me-
25 de la ciencia más exacta, resultaría fácil, argumentando sólo dio de silogismos, sino que sólo hacen esto la dialéctica y la 35
con ella, lograr persuadirlos, pues el discurso científico es propio retórica, puesto que ambas se aplican por igual en los (casos)
de la docencia, lo que es imposible en nuestro caso 'l, y más contrarios. Pero los asuntos pertinentes no se presentan de la
bien se necesita que las pruebas por persuasión y los razonamien- misma manera, sino que siempre, hablando en absoluto, lo ver-
tos se compongan por medio de nociones comunes, como señalá- dadero y lo mejor por naturaleza son más aptos para los silogis-
bamos ya en los Tópicos a propósito de la controversia ante mos y para las pruebas por persuasión. Aparte de que si es ver-
el pueblo. Por lo demás, conviene que se sea capaz de per- gonzoso que uno mismo no pueda ayudarse con su propio 1355b
30 suadir sobre cosas contrarias, como también sucede en los silo- cuerpo, sería absurdo el que no lo fuera también en lo que se
gismo~23, no para hacerlas ambas (pues no se debe persuadir refiere a la palabra, ya que ésta es más específica del hombre
de lo malo) 24, sino para que no se nos oculte cómo se hace y que el uso del cuerpo ".
Y si (alguien sostiene que) el que usa injustamente de esta
'O Como anota Tovar, se trata aquí de un sutil argumento para defender la

retórica de las críticas platónicas, citando para ello al propio Platón (Fedr. 22603-9). facultad de la palabra puede cometer grandes perjuicios, (se de-
El argumento parece, no obstante, no ser de Aristóteles, sino de Is~cR., Antid. berá contestar que), excepción hecha de la virtud, ello es común s
Q 251, de donde lo toman QUINT.,Inst. Orat. 11 17, 26 y, modificadamente, CIC., a todos los bienes y principalmente a los más útiles, como son
De Orot. 1 46, 202. (Por otra parte, leo di' out&, cbdd. y i',en vez de di' hauton, la fuerza, la salud, la riqueza y el talento estratégico; pues con
como prefiere Ross. siguiendo a BYWATER, y ahora KASSEL,121. Aparte de que
ello distorsiona el sentido obvio del texto, esta lectura no tiene en su apoyo más
tales (bienes) puede uno llegar a ser de gran provecho, si es
que el testimonio de DIONIS.HALIC.,Ep. ad Amm. 1 729, quien, de todas maneras, que los usa con justicia, y causar mucho daiio, si lo hace con
escribe di' hautdn. Vid. a este respecto COPE,1 23 y la larga nota de GRIMALDI, injusticia.
25-28, que reproduce su ~Rhetoric and Truth: a note on Aristotle's Rhet.
1355a21-24», Philos. Rhet. 11 (1978), págs. 173-177).
De nuevo es éste un argumento tomado de la critica platónica de Fedr. 260~.
La conexión entre la «ciencia más exacta» (okribestáté epht.) y la «docencia» (di-
daskalía) se halla también en Ref. sof. 2, Il5bl. Por su parte, en Ét. Nic. VI
3 (que desarrolla las distinciones de Anal. Post. 1 2, 71a y 71b28) Aristóteles razona
concede Polo en Gorg. 466 SS.), de modo que la retórica resulta una antítesis de
esta conexión sobre la base de que la ciencia es una h& opodeiktiké que, por
la ética. Por su parte, la solución que propone Aristóteles en este pasaje -esto
lo tanto, requiere una «introducción del entendimiento» (cf. igualmente, Tdp. 1
es, la subordinación de la retórica a la ttica por medio de uno opelacidn a lo verdad
2, 101a35-36).
y al conocimiento- tiene también el sello platónico. El núcleo del discurso de So-
'' Probablemente se refiere, como suele anotarse, a Tdp. 1 2, 101a2b-27 y 30-34.
crátes en Gorgias (447-80 y, en especial, 459c6460a4) está destinado a poner en
Pero también podría aludir a Tdp. VI11 2, que trata específicamente de la discusión.
evidencia la falta de relación entre retórica y conocimiento; pero este mismo hecho
23 En tois syllogismois: como ya he seilalado, supra, en la n. 17, quizas debamos
queda restringido, en Fedr. 262.~1-3,sólo a aquel «que desconozca la verdad». De
ver en esta expresión el titulo de una obra, en vez de una referencia general.
todos modos, esta subordinación de la retórica a la moral se transforma pronto
" Este es el punto (Iíns. 30-37) en que la resonancia platónica en general, y
en Aristóteles en un problema exclusivamente ttico y político que, en cambio, no
del Gorgias en particular, se hace más notoria, como viene seilalándose desde el
juega ningún papel técnico en la retórica. V h e , a este respecto, F. HILL,«The
análisis de Rws-ROBERTS, ((Referentes to Platon in Aristotle's Rhet.~,Class. Phi-
amorality of Aristotle's Rhetoric~,Greek, Roman and Byzan. Stud. 22 (1981).
lol. (1924), 324-6. La capacidad para persuadir sobre tesis contrarias es lo que
133-47.
hace de la retórica una actividad que concierne exclusivamente al poder (según
" Cf. los textos paralelos de Pol. 1 1, 1253a9-18, y VI1 12, 1332b5.
LIBRO 1 173

Así, pues, es evidente que la retórica no per- que (corresponde) a la dialéctica reconocer el silogismo y el silo-
1.6.
tenece a ningún género definido 26, sino que gismo aparente ". Sin embargo, la sofística no (reside) en la
Objeto de
la retórica le sucede como a la dialéctica; y, asimismo, facultad, sino en la intención. Y, por lo tanto, en nuestro tema,
10 y relaciones con que es útil y que su tarea no consiste en uno será retórico por ciencia y otro por intención, mientras 20
la dialdctica persuadir, sino en reconocer los medios de que, en el otro caso, uno será sofista por intención y otro dialéc-
convicción mhs pertinentes para cada caso, tal como también ocu- tico, no por intención, sino por facultad ".
''
rre con todas las otras artes (pues no es propio del médico Y ya tratemos de hablar del método mismo: de cómo y a
el hacerle a uno sano, sino dirigirse hacia ese fin hasta donde partir de qué nos será dado alcanzar lo que nos hemos propues-
sea posible; porque igualmente cabe atender con todo cuidado to. Luego de definir nuevamente, como al principio, qué es la
15 a los que son incapaces de recuperar la salud). Además de retórica, pasaremos a exponer lo que resta.
esto, (es asimismo claro) que lo propio de este arte es reconocer
lo convincente y lo que parece ser convincente, del mismo modo
2. D E F I N I C I ~ NY ESTRUCTURA LÓGICA DE LA RETORICA

26
Como al principio del capítulo (54a2; cf., igualmente, 55b27 SS. y 57a2), Aris- Entendamos por retórica la facultad de teo- 2s
tóteles vuelve a poner en la asimilación de la retórica y la dialéctica la base de 2.1.
Definición de
rizar lo que es adecuado en cada caso para
las argumentaciones persuasivas. Ahora bien, yo no logro ver en esto, como SPEN-
GEL,ad. loc., una aproximación a Gorgias y a los sofistas, entre otras razones la retórica convencer 30. Esta no es ciertamente tarea de
porque ni Platón niega a la dialéctica el carácter de «matriz» de la retórica (Fedr. y generalidad de ningún otro arte, puesto que cada uno de los
271d-272b y 273c-274a), ni Aristóteles desvincula totalmente a la dialktica de la su aplicación otros versa sobre la ensefianza y persuasión
ciencia (vid. infra, n. 32). El asunto hay que situarlo, a mi parecer, en la relación concernientes a su materia propia; como, por ejemplo, la medici-
que Aristóteles establece entre el dominio del arte y la disposición subjetiva propia
de una facultad (dinamis): cf., infra, 55b25 y 56a31, así como Ét. Nic. 1 1 y Pol.
111 12. Decir que la retórica es un arte significa, pues, en este contexto, decir que Cf. Tdp. IV 5, 126a25-bl. Como he dicho en la nota anterior, el arte remite
comporta una facultad. Ahora bien, el problema reside entonces en que, mientras a la existencia de una facultad. Ahora bien, según este texto de Tdp. que cito,
que «todo arte y toda investigación))tienden a fines concretos «como la medicina una facultad «es una cosa deseable)) que, sin embargo, puede ser mal empleada
a la salud)) (infra. 55b28-29 y Ét. Nic. 1094al-17), la retórica demanda, en cambio, «por una desviación de la intención». Esta caracterización de la sofística es constan-
un ámbito y una forma de conocimiento de aplicación universal. Y eso es precisa- te en Aristóteles: vid., entre otros textos, Ref. sof. 165a30-31; Met. 111 1004b22-26;
mente lo que significa la dialéctica en cuanto que «no pertenece a ningún género Ét. Nic. IV 7, 1127b14; etc.
definido)) (cf. los textos paralelos de Ref. sof. 11, 172a12 y 30; y Met. 111 2, 1004b19). 29 La clasificación parece obscura pero sólo porque falta un término en el cam-

La insistencia, en suma, de Aristóteles sobre este punto se corresponde con el hecho po semántico correspondiente de la retórica. O sea: en la dialéctica, quien usa recta-
de que constituye el núcleo de su hallazgo (Ref. sof. 34, 183b31-184a4). El cual mente de la facultad o capacidad es «dialéctico» y quien hace un uso desviado
tiene poco que ver con las consideraciones de la sofística, aunque ésta haya podido de la intención, «sofista». En la retórica, en cambio, el nombre es el mismo en
influir sobre Aristóteles por otros motivos. los dos casos -esto es, rétor, retórico-, de modo que sólo cabe distinguir entre
'' Como anota COPE, 1 25, «la noción de arte... consiste no en el resultado un rétor por ciencia (equivalente del dialéctico) y un rétor por intencidn (equivalente
o éxito del proceso, que con frecuencia es impredecible, sino en la correcta aplica- del sofista). Lo que Aristóteles pretende, de todos modos, senalar aquí es que los
ción del método)). Lo que define, en este sentido, al arte es el deseo intencional perjuicios de la retórica, en contra de la crítica platónica, no están ligados al arte
(boúlesis) que mueve la deliberación, cuyo resultado es la elección (proairesis) de o a la facultad oratoria, sino a la intención moral del orador. Cf., en el mismo
los medios oportunos para el fin que se busca (cf. Ét. Nic. 111 3, 1193a2-4; id., sentido, Met. 111 2, 1004b24-25.
2, 1112a2-6). O dicho con otras palabras, el arte se relaciona con la potencia de 'O Este capítulo 2." pertenece a la última redacción de la Retórica elaborada

la facultad subjetiva, más bien que con el hecho resultante (Tdp. VI 12, 149b25). por Aristóteles, de modo que la definición que lo encabeza debe considerarse como

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