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&~ouoíw< habent codd. et r [n. 1. VIEJA Y NUEVA R E T ~ R I C A
3191
pÉya habent codd. et r (Grimaldi)
[n. 3351 La retórica es una antístrofa de la dialécti- 1354a
[Osi 66 ACysiv.. . paoávoiq] omití. 1.1. ca ',
ya que ambas tratan de aquellas cuestio-
DEQYZr (Victorius) [n. 3621 El arte retórico. nes que permiten tener conocimientos en cier-
So< habent codd. (Grimaldi) [n. 3641 con to modo comunes a todos y que no pertenecen
la dialefctica
a ninguna ciencia determinada. Por ello,
todos participan en alguna forma de ambas, puesto que, hasta 5
do que si ocurriera en todos los juicios como ya acontece en y sean capaces de legislar y juzgar. Después, porque las promul-
20 algunas ciudades, y principalmente en las que tienen buenas le- gaciones de leyes tienen lugar luego de haber deliberado mucho
yes, nada tendrían (estos autores) que decir. Pues todos, cierta- tiempo, mientras que !os juicios surgen de un modo imprevisto,
mente, o bien juzgan que conviene que las leyes proclamen este de manera que es dificil que quienes han de juzgar estipulen
principio, o bien lo practican y prohiben hablar fuera de lo que bien lo que es justo y conveniente. Y, lo que es más impor- 5
toca al asunto, como se hace en el Areópago ', procediendo en tante de todo, porque el juicio del legislador no versa sobre lo
25 esto adecuadamente. Pues no conviene inducir al juez a la ira particular, sino que trata sobre lo futuro y universal 9, mientras
o a la envidia o a la compasión, dado que ello equivaldría a que el miembro de una asamblea y el juez tienen que juzgar in-
torcer la propia regla de que uno se ha de servir. Aparte de que mediatamente sobre (casos) presentes y determinados, a lo que
es evidente que nada compete al litigante fuera de mostrar que muchas veces les viene ya unida la simpatía, el odio y la conve-
el hecho es o no es así y si aconteció o no aconteció. En cambio, niencia propia, de suerte que ya no resulta posible establecer io
el que sea grande o pequeíío, justo o injusto, y todo lo que el suficientemente la verdad y más bien oscurecen el juicio (razones
30 legislador ha dejado sin'explicitar, eso conviene que lo determine de) placer o de pesar. Por consiguiente, respecto de lo demás,
el mismo juez y no que tenga que aprenderlo de las partes. conviene, como decimos, dar autoridad al que juzga sobre las
Por lo tanto, es sumamente importante que las leyes que es- menos cosas posibles; pero sobre si sucedió o no sucedió, o si
tán bien establecidas determinen, hasta donde sea posible, por acontecerá o no acontecerá, o si existe o no existe, de esto es
sí mismas todo, y que dejen cuanto menos mejor al arbitrio de preciso que se hagan cargo los que juzgan, pues no cabe que 15
los que juzgan. Ante todo, porque es más fácil encontrar uno lo prevea el legislador. Y si esto es así, es claro que colocan en
n s 4 b O unos pocos, más bien que muchos, que tengan buen sentido el arte en cuestión cosas ajenas al asunto todos aquellos que pres-
criben reglas como qué debe contener el exordio o la narración
y cada una de las otras partes lo, puesto que en todo esto no
tes y los argumentos de Platón resultan prevalentes (cf. Apol. 34b-c y Gorg. 457a
y 503a); y, por otra parte, la polémica de los académicos contra la retórica psicold- tratan de ninguna otra cosa sino de cómo dispondrán al que juz- 20
gira de Isócrates y su escuela (SOLMSEN, 215 SS.). Que estos datos nos sitúan en ga en un sentido determinado, sin que, en cambio, muestren na-
el estrato mas antiguo de la Retórica de Aristóteles, esta fuera de duda. Ahora
bien, Quintiliano nos informa en Inst. Orat., Proem. 1, de la posición de estos
.
académicos («quibus solum videretur oratoris officium docere... et affectus.. exclu-
dendos putabant»), en un contexto en el que, sin embargo, claramente, Aristóteles Id. en Ét. Nic. V 14, 1137b13 ss.
no esta incluido. Así, pues, Aristóteles había adoptado ya, en el momento de redac- 'O Alusión a la escuela de Isócrates, cuya retórica incluía, como punto central,
tar su primera versión de la Retdrica, una postura propia, sin duda ecléctica, por el análisis y disposición delas partes de1 discurso (cf. la crítica de 111 13, 14a37-b18,
la que se daba entrada a las pasiones, si bien todana, como piensa Cope, con y la postura de PLAT.,~ e d r266d-e,
. que el texto recuerda). De todos modos, entre
un carácter meramente accesorio y complementario. Este es el punto de vista que esta afirmación y el desarrollo del L. 111 13-19, se produce el mismo contraste que
ofrece el texto (particularmentepor la razón apuntada en 55a25); y sera la evolución hemos analizado a propósito de las pasiones (supra, n. 7) y que debe ser resuelto
intrínseca de este punto de vista la que termine por hacer de las pasiones una de apelando a las mismas causas evolutivas. Una vez que se admiten las pasiones,
las pfsteis o premisas del entimema (cf., infra, n. 70, asi como todo el desarrollo la cuestión de «cómo predisponer al oyente con el discurso» pasa, en efecto, a
de 11 1-17; igualmente n. 303 al L. 111 e Introd. 8 5). primer plano (véase, a este respecto, infra, n. 5 al L. 111). Ahora bien, el testimonio
Se trata del mas antiguo tribunal de Atenas, que, en la época de Aristóteles, mas palpable de esta evolución lo ofrece 14b8-10, donde Aristóteles admite una
se ocupaba ya sólo de las causas de homicidio con premeditación, envenenamiento división cuatripartita del discurso, que es, de hecho, la que después guía sus análisis
e incendio. La cita aristotélica alude al uso, recogido por QUINT.,Inst. Orat. VI y que ha sido identificada como de Isócrates (cf. GRQ~ALDI, 15, y W. STEIDLE,
7, según el cual un heraldo interrumpía al orador que apelaba a las pasiones. ((Redekunst und Bildung bei Isokratesn, Hermes 80 (1952), 257).
LIBRO 1
se establecen como se debe, será forzoso que sean vencidos por para que, si alguien utiliza injustamente los argumentos, nos sea
dichos contrarios, lo cual es digno de recriminación 'O; además posible refutarlos con sus mismos términos. De las otras artes,
de que, en lo que toca a algunas gentes, ni aun si dispusiéramos en efecto, ninguna obtiene conclusiones sobre contrarios por me-
25 de la ciencia más exacta, resultaría fácil, argumentando sólo dio de silogismos, sino que sólo hacen esto la dialéctica y la 35
con ella, lograr persuadirlos, pues el discurso científico es propio retórica, puesto que ambas se aplican por igual en los (casos)
de la docencia, lo que es imposible en nuestro caso 'l, y más contrarios. Pero los asuntos pertinentes no se presentan de la
bien se necesita que las pruebas por persuasión y los razonamien- misma manera, sino que siempre, hablando en absoluto, lo ver-
tos se compongan por medio de nociones comunes, como señalá- dadero y lo mejor por naturaleza son más aptos para los silogis-
bamos ya en los Tópicos a propósito de la controversia ante mos y para las pruebas por persuasión. Aparte de que si es ver-
el pueblo. Por lo demás, conviene que se sea capaz de per- gonzoso que uno mismo no pueda ayudarse con su propio 1355b
30 suadir sobre cosas contrarias, como también sucede en los silo- cuerpo, sería absurdo el que no lo fuera también en lo que se
gismo~23, no para hacerlas ambas (pues no se debe persuadir refiere a la palabra, ya que ésta es más específica del hombre
de lo malo) 24, sino para que no se nos oculte cómo se hace y que el uso del cuerpo ".
Y si (alguien sostiene que) el que usa injustamente de esta
'O Como anota Tovar, se trata aquí de un sutil argumento para defender la
retórica de las críticas platónicas, citando para ello al propio Platón (Fedr. 22603-9). facultad de la palabra puede cometer grandes perjuicios, (se de-
El argumento parece, no obstante, no ser de Aristóteles, sino de Is~cR., Antid. berá contestar que), excepción hecha de la virtud, ello es común s
Q 251, de donde lo toman QUINT.,Inst. Orat. 11 17, 26 y, modificadamente, CIC., a todos los bienes y principalmente a los más útiles, como son
De Orot. 1 46, 202. (Por otra parte, leo di' out&, cbdd. y i',en vez de di' hauton, la fuerza, la salud, la riqueza y el talento estratégico; pues con
como prefiere Ross. siguiendo a BYWATER, y ahora KASSEL,121. Aparte de que
ello distorsiona el sentido obvio del texto, esta lectura no tiene en su apoyo más
tales (bienes) puede uno llegar a ser de gran provecho, si es
que el testimonio de DIONIS.HALIC.,Ep. ad Amm. 1 729, quien, de todas maneras, que los usa con justicia, y causar mucho daiio, si lo hace con
escribe di' hautdn. Vid. a este respecto COPE,1 23 y la larga nota de GRIMALDI, injusticia.
25-28, que reproduce su ~Rhetoric and Truth: a note on Aristotle's Rhet.
1355a21-24», Philos. Rhet. 11 (1978), págs. 173-177).
De nuevo es éste un argumento tomado de la critica platónica de Fedr. 260~.
La conexión entre la «ciencia más exacta» (okribestáté epht.) y la «docencia» (di-
daskalía) se halla también en Ref. sof. 2, Il5bl. Por su parte, en Ét. Nic. VI
3 (que desarrolla las distinciones de Anal. Post. 1 2, 71a y 71b28) Aristóteles razona
concede Polo en Gorg. 466 SS.), de modo que la retórica resulta una antítesis de
esta conexión sobre la base de que la ciencia es una h& opodeiktiké que, por
la ética. Por su parte, la solución que propone Aristóteles en este pasaje -esto
lo tanto, requiere una «introducción del entendimiento» (cf. igualmente, Tdp. 1
es, la subordinación de la retórica a la ttica por medio de uno opelacidn a lo verdad
2, 101a35-36).
y al conocimiento- tiene también el sello platónico. El núcleo del discurso de So-
'' Probablemente se refiere, como suele anotarse, a Tdp. 1 2, 101a2b-27 y 30-34.
crátes en Gorgias (447-80 y, en especial, 459c6460a4) está destinado a poner en
Pero también podría aludir a Tdp. VI11 2, que trata específicamente de la discusión.
evidencia la falta de relación entre retórica y conocimiento; pero este mismo hecho
23 En tois syllogismois: como ya he seilalado, supra, en la n. 17, quizas debamos
queda restringido, en Fedr. 262.~1-3,sólo a aquel «que desconozca la verdad». De
ver en esta expresión el titulo de una obra, en vez de una referencia general.
todos modos, esta subordinación de la retórica a la moral se transforma pronto
" Este es el punto (Iíns. 30-37) en que la resonancia platónica en general, y
en Aristóteles en un problema exclusivamente ttico y político que, en cambio, no
del Gorgias en particular, se hace más notoria, como viene seilalándose desde el
juega ningún papel técnico en la retórica. V h e , a este respecto, F. HILL,«The
análisis de Rws-ROBERTS, ((Referentes to Platon in Aristotle's Rhet.~,Class. Phi-
amorality of Aristotle's Rhetoric~,Greek, Roman and Byzan. Stud. 22 (1981).
lol. (1924), 324-6. La capacidad para persuadir sobre tesis contrarias es lo que
133-47.
hace de la retórica una actividad que concierne exclusivamente al poder (según
" Cf. los textos paralelos de Pol. 1 1, 1253a9-18, y VI1 12, 1332b5.
LIBRO 1 173
Así, pues, es evidente que la retórica no per- que (corresponde) a la dialéctica reconocer el silogismo y el silo-
1.6.
tenece a ningún género definido 26, sino que gismo aparente ". Sin embargo, la sofística no (reside) en la
Objeto de
la retórica le sucede como a la dialéctica; y, asimismo, facultad, sino en la intención. Y, por lo tanto, en nuestro tema,
10 y relaciones con que es útil y que su tarea no consiste en uno será retórico por ciencia y otro por intención, mientras 20
la dialdctica persuadir, sino en reconocer los medios de que, en el otro caso, uno será sofista por intención y otro dialéc-
convicción mhs pertinentes para cada caso, tal como también ocu- tico, no por intención, sino por facultad ".
''
rre con todas las otras artes (pues no es propio del médico Y ya tratemos de hablar del método mismo: de cómo y a
el hacerle a uno sano, sino dirigirse hacia ese fin hasta donde partir de qué nos será dado alcanzar lo que nos hemos propues-
sea posible; porque igualmente cabe atender con todo cuidado to. Luego de definir nuevamente, como al principio, qué es la
15 a los que son incapaces de recuperar la salud). Además de retórica, pasaremos a exponer lo que resta.
esto, (es asimismo claro) que lo propio de este arte es reconocer
lo convincente y lo que parece ser convincente, del mismo modo
2. D E F I N I C I ~ NY ESTRUCTURA LÓGICA DE LA RETORICA
26
Como al principio del capítulo (54a2; cf., igualmente, 55b27 SS. y 57a2), Aris- Entendamos por retórica la facultad de teo- 2s
tóteles vuelve a poner en la asimilación de la retórica y la dialéctica la base de 2.1.
Definición de
rizar lo que es adecuado en cada caso para
las argumentaciones persuasivas. Ahora bien, yo no logro ver en esto, como SPEN-
GEL,ad. loc., una aproximación a Gorgias y a los sofistas, entre otras razones la retórica convencer 30. Esta no es ciertamente tarea de
porque ni Platón niega a la dialéctica el carácter de «matriz» de la retórica (Fedr. y generalidad de ningún otro arte, puesto que cada uno de los
271d-272b y 273c-274a), ni Aristóteles desvincula totalmente a la dialktica de la su aplicación otros versa sobre la ensefianza y persuasión
ciencia (vid. infra, n. 32). El asunto hay que situarlo, a mi parecer, en la relación concernientes a su materia propia; como, por ejemplo, la medici-
que Aristóteles establece entre el dominio del arte y la disposición subjetiva propia
de una facultad (dinamis): cf., infra, 55b25 y 56a31, así como Ét. Nic. 1 1 y Pol.
111 12. Decir que la retórica es un arte significa, pues, en este contexto, decir que Cf. Tdp. IV 5, 126a25-bl. Como he dicho en la nota anterior, el arte remite
comporta una facultad. Ahora bien, el problema reside entonces en que, mientras a la existencia de una facultad. Ahora bien, según este texto de Tdp. que cito,
que «todo arte y toda investigación))tienden a fines concretos «como la medicina una facultad «es una cosa deseable)) que, sin embargo, puede ser mal empleada
a la salud)) (infra. 55b28-29 y Ét. Nic. 1094al-17), la retórica demanda, en cambio, «por una desviación de la intención». Esta caracterización de la sofística es constan-
un ámbito y una forma de conocimiento de aplicación universal. Y eso es precisa- te en Aristóteles: vid., entre otros textos, Ref. sof. 165a30-31; Met. 111 1004b22-26;
mente lo que significa la dialéctica en cuanto que «no pertenece a ningún género Ét. Nic. IV 7, 1127b14; etc.
definido)) (cf. los textos paralelos de Ref. sof. 11, 172a12 y 30; y Met. 111 2, 1004b19). 29 La clasificación parece obscura pero sólo porque falta un término en el cam-
La insistencia, en suma, de Aristóteles sobre este punto se corresponde con el hecho po semántico correspondiente de la retórica. O sea: en la dialéctica, quien usa recta-
de que constituye el núcleo de su hallazgo (Ref. sof. 34, 183b31-184a4). El cual mente de la facultad o capacidad es «dialéctico» y quien hace un uso desviado
tiene poco que ver con las consideraciones de la sofística, aunque ésta haya podido de la intención, «sofista». En la retórica, en cambio, el nombre es el mismo en
influir sobre Aristóteles por otros motivos. los dos casos -esto es, rétor, retórico-, de modo que sólo cabe distinguir entre
'' Como anota COPE, 1 25, «la noción de arte... consiste no en el resultado un rétor por ciencia (equivalente del dialéctico) y un rétor por intencidn (equivalente
o éxito del proceso, que con frecuencia es impredecible, sino en la correcta aplica- del sofista). Lo que Aristóteles pretende, de todos modos, senalar aquí es que los
ción del método)). Lo que define, en este sentido, al arte es el deseo intencional perjuicios de la retórica, en contra de la crítica platónica, no están ligados al arte
(boúlesis) que mueve la deliberación, cuyo resultado es la elección (proairesis) de o a la facultad oratoria, sino a la intención moral del orador. Cf., en el mismo
los medios oportunos para el fin que se busca (cf. Ét. Nic. 111 3, 1193a2-4; id., sentido, Met. 111 2, 1004b24-25.
2, 1112a2-6). O dicho con otras palabras, el arte se relaciona con la potencia de 'O Este capítulo 2." pertenece a la última redacción de la Retórica elaborada
la facultad subjetiva, más bien que con el hecho resultante (Tdp. VI 12, 149b25). por Aristóteles, de modo que la definición que lo encabeza debe considerarse como