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Bernardo de Gálvez

y la ayuda
española a la
Independencia
España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional.
Estado. MPD - 1018
de los Estados Unidos
Dibujo de la bandera de Estados Unidos fechado en 1803. Responde al
modelo de la primitiva bandera americana, confeccionada por la costurera
Betsy Ross en 1776, que fue la oficial entre el 14 de junio de 1777 y el
1 de mayo de 1795
Eric Beerman

E
L destacado papel de Francia y el mar-
qués de Lafayette al éxito de la Revolución
Americana es bien conocido en ambas ori-
llas del Atlántico. Pero menos sabida es la
ayuda prestada por España a la independencia de los
Estados Unidos, dirigida principalmente por el gen-
eral malagueño Bernardo de Gálvez. Militar que no ha
recibido la misma atención que su colega francés por
parte de muchos de los historiadores, y creo haber lle-
gado el momento de su reivindicación. Aunque en 1976
se le levantase en la ciudad de Washington una estatua
ecuestre, no se ha hecho mucho más aparte de orga-
nizar esporádicamente coloquios y conferencias. La
escultura fue el regalo de España en el bicentenario de
Foto Bonnie Lowry. Cortesía de Molly Fernández de Mesa

los Estados Unidos y presentada por D. Juan Carlos I


con las siguientes palabras:

Al desvelar este monumento de Bernardo de Gálvez,


el gran soldado español, quien tan decisivamente
contribuyó al triunfo de las tropas de Washington
en la Independencia Americana... y quien casó con
una bella criolla de Nueva Orleáns.
Library of Congress. Washington

¿Y quién era este ilustre malagueño que contribuyó al éxito de la


Independencia de las Trece Colonias americanas? Al estallar la revo-
lución de las dichas colonias, a España se le planteó el dilema sobre
la política a seguir. Ciertamente, se alegraba de ver a su eterna rival,
Gran Bretaña, envuelta en una guerra colonial lejos de la metrópoli.
Sin embargo, comprendía el peligro que para la estabilidad de sus
propias colonias americanas podía suponer este levantamiento, ya
que la Corona española tenía sus propias colonias al sur, mucho más
extensas y mucho más ricas. Durante el primer año de la Revolu-
ción Americana, en 1776, las fuerzas al mando del general George
Washington lucharon solas contra las tropas del potente imperio bri-
tánico, bloqueando su fuerza naval los puertos americanos.
Con esta estrategia, la ayuda exterior, vital a la causa americana,
no podía alcanzar su objetivo. Con los puertos atlánticos cerrados,
el general Washington hubo de fijar su mirada al sur del país, al
puerto del golfo de Méjico –Nueva Orleáns– capital de la inmensa
colonia española de la Luisiana, gobernada por Bernardo de Gál-
vez. Nueva Orleáns era una ciudad conectada fluvialmente por los
ríos Misisipí y Ohio con el bastión americano de Fort Pitt. Was-
hington con su intuición diplomática pensó que la corona española
al principio mostraría escaso respaldo a una revolución contra un
imperio europeo, debido especialmente a sus propias vastas colo-
nias en el sur. No obstante y a pesar de estos obstáculos, España
decidió respaldar la causa americana debido a su más fuerte deseo
el ver derrotada a su eterno rival europeo, Gran Bretaña. Así la
monarquía española dispuso respaldar la causa de las Colonias.

Como resultado, el general Washington envió a su ayudante,


el general Charles Lee, a Nueva Orleáns para reunirse en sep-
tiembre de 1776 con el gobernador español de la Luisiana, el
malagueño Luis de Unzaga y Amézaga. En dicha reunión, el
general Lee informó el plan americano de expulsar a las tropas
británicas de la orilla oriental del río Misisipí desde el río Ohio
hasta Nueva Orleáns al sur, para continuar con la toma de los
fuertes británicos de Mobila y Pensacola, y la posterior devo-
lución de ambas antiguas posesiones a la corona española. Los
americanos en su exposición continuaron que a cambio y como
ayuda necesitaban urgentemente material bélico: fusiles, muni-
ciones, medicinas, ropa de abrigo y mantas.

Unzaga, partidario de la causa americana, explicó a Lee que a


pesar de estar a favor de dicho plan, él no podía hacer nada sin la
autorización explícita de la Corte en Madrid. El día 7 de ese mismo
mes Unzaga escribió al poderoso ministro de Indias, su paisano,
José de Gálvez, sobre la propuesta americana. La solicitud, tal
como Washington la había expresado, fue atendida por el monarca
español Carlos III, quien ordenó a su ministro Gálvez respaldar la
Revolución Americana. La Real Orden del 24 de diciembre de ese
mismo año ordena al entonces gobernador de la Luisiana Unzaga
proporcionar la solicitada ayuda. Sin embargo, dicha orden no fue
recibida en Nueva Orleáns por Unzaga, quien ya había cumplido
su mandato en La Luisiana, sino por su sucesor, otro malagueño,
el general Bernardo de Gálvez, el único sobrino del poderoso ministro de
Indias, y pronto concuñado de su paisano Unzaga.

Uno de los primeros proyectos de Bernardo de Gálvez al asumir


su cargo en la Luisiana, y ciertamente el más importante, fue el de
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cumplimentar la anterior orden real. En consecuencia de dicho man-
dato garantizó la primera ayuda española a la lucha por la indepen-
dencia de los Estados Unidos, hecho realizado con la máxima cautela

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debido a que aún no se había declarado la guerra entre ambas monar-
quías, la española y la británica. En dicho documento se especificaba
que la ayuda material española se llevaría a cabo por empresarios pri- Biblioteca Nacional. Madrid

vados, tal como lo venía realizando el futuro suegro de Gálvez, uno de


los más grandes comerciantes de la Luisiana: Gilbert Antoine de St.
Maxent. Otra empresa encargada de prestar esa ayuda sería la casa
de comercio bilbaína de José de Gardoqui e Hijos. Uno de sus hijos,
Diego de Gardoqui, sería clave en el suministro de dicha ayuda, y más
tarde sería nombrado primer embajador español destinado a los Esta-
dos Unidos. Debido al secreto de estas ayudas, ¡que parece que aún
perdura!, España nunca recibió el suficiente reconocimiento por todos
los auxilios prestados y enviados entre los años 1777 a 1779, confiden-
ciales por otra parte, como anteriormente expongo, dado que oficial-
mente ni España, ni Gran Bretaña estaban en guerra.

Lápida colocada por los Hijos de la Revolución Americana en Macharaviaya


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Simultáneamente durante todo ese tiempo,
la monarquía en Madrid mantenía una posición
contraria a la de su aliado británico, Portugal,
sobre la eterna cuestión de límites en las demar-
caciones de América Meridional. Enfrentamiento
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que desembocaría finalmente en una confronta-
ción bélica. Debido a este conflicto territorial de
límites en América, lamentablemente Carlos III

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no pudo poner toda su atención en la cuestión
de la Revolución Americana antes de entrar for-
malmente en el conflicto en 1779. Con la victoria
española en la campaña brasileña de Santa Cata-
lina a principios de 1777, España pudo dedicar
su energía a la causa norteamericana y proseguir
con su ayuda a las Trece Colonias de una forma
más abierta, respaldada por el gobernador Ber-
nardo de Gálvez.

Los puertos españoles en las Américas, así


como en la Península, prestaron toda clase de
auxilio a los barcos norteamericanos, incluyendo
los navíos al mando del oficial americano John
Paul Jones, recibidos en puertos españoles como
Plano del río Misisipi y la Provincia de Luisiana. Homann. Nuremberg, 1730. Colección Leen Helmink

el de La Coruña. Con el Pacto de Familia entre


las Coronas de Francia y España, el rey Carlos
III comprendió que la monarquía española, más
tarde o temprano, se vería envuelta en el conflicto
revolucionario en respaldo a la independencia de
las colonias norteamericanas. Así pues, ordenó
a sus altos mandos militares a prepararse para
la eventual contienda, pero de manera discreta.
Aunque la ayuda material a las colonias seguía
por mediación de Gálvez con toda discreción, el
monarca español no deseaba verse envuelto en
el conflicto hasta tenerlo todo planeado. Y con
ese fin, dentro del frente diplomático, Carlos III
envió a sus agentes al cuartel general de George
Washington para administrar dicha ayuda y éstos
recíprocamente informar a la Corte sobre el pro-
greso del conflicto colonial. En dicho momento
El general Washington
Impreso Bernardo de Gálvez. 1777. Library of Congress. Washington

fue cuando Benjamin Franklin, a la daron solucionados de acuerdo con el tratado entre Fran-
sazón emisario norteamericano en París, cia y España, y el monarca Carlos III declaró la guerra a
despachó a su ayudante Arthur Lee para Gran Bretaña, hecho clave en la política norteamericana.
cumplir una misión diplomática en 1777 Aunque recientes estudios históricos arrojan luz sobre las
ante la Corte española para conseguir operaciones militares españolas en la Luisiana, Alabama
su apoyo y su reconocimiento. Dicha y Florida al mando del general Bernardo de Gálvez, éstos
misión tuvo lugar en Burgos y Vitoria no han prestado la adecuada atención a las operaciones
debido a la clandestinidad de la misma. bélicas globales que tanto España como Gran Bretaña
La entrevista entre el enviado Lee y el sostenían.
antiguo ministro de Estado, el marqués
de Grimaldi, con Diego Gardoqui como Aparte de los conflictos bélicos en el golfo de México,
ayudante e intérprete, se produjo en el los británicos también estaban empeñados en proyecta-
mayor secreto y en ella se consiguió el das operaciones ofensivas o defensivas en diversos luga-
reconocimiento español a su lucha inde- res alrededor del mundo: India, Sierra Leona, Galápagos,
pendentista. islas de Juan Fernández, América Meridional, Honduras,
Guatemala, Nicaragua, las Bahamas, Jamaica, Michigan,
El momento llegó en junio de 1779 Arkansas, Illinois, bahía de Hudson, Gibraltar, Menorca,
cuando la mayoría de los asuntos que- además de tener que proteger su propio archipiélago, las
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España. Ministerio de Cultura. Archivo Histórico Nacional. Estado. MPD-1008

Islas Británicas, de una posible invasión hispano-


francesa.

Unidades terrestres españolas combatieron


tanto en América del Norte como en América
Cental, el Caribe y Europa, territorios ocupados
por tropas británicas, en beneficio de las Trece
Colonias, cuyos hombres operaban y disfrutaban
de más libertad. Por el acuerdo franco-español,
grandes escuadras se habían enviado a operar a
todos los confines del mundo, manteniendo una
amenaza constante sobre los intereses de Gran
Bretaña.

La tesis de este trabajo, la ayuda española a la


Independencia Norteamericana, es demostrar que
la contribución española fue vital para el éxito de la
causa norteamericana, dando especial enfoque a las

Biblioteca Nacional. Castillo San Felipe, Menorca


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Cortesía de D. Manuel Pérez Villanúa


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operaciones militares y navales espa- cas de este tratado beneficiaron a la


ñolas, que mantuvieron constante- naciente nación norteamericana a
mente ocupados a los británicos en costa de los esfuerzos bélicos de la
favor de la libertad de movimiento corona española durante esos últi-
de los colonos americanos. Así, el mos dos años de la contienda, sin
soldado español que luchaba en las que ello recibiera el reconocimiento
selvas de Nicaragua, o el marino a explícito de la nueva nación.
bordo de una batería flotante ante el
peñón de Gibraltar, fue tan impor- Durante las negociaciones que
tante a la causa norteamericana culminaron con la paz, Bernardo
como el que sirvió en la batalla de de Gálvez solicitó consejo al enton-
Yorktown, estrategia que obligó a las ces embajador español en París, el
fuerzas británicas a mantener diver- conde de Aranda, sobre el papel
sos frentes abiertos por casi todo el francés en la campaña caribeña,
mundo. donde el malagueño se encontraba
destinado. Así, a mediados de 1782
Los americanos de las Trece y en plena negociaciones, Aranda
Colonias lucharon contra la metró- tras conversaciones con el enviado
poli hasta su victoria en 1781 en americano John Jay, informó a la
Yorktown sobre las tropas de Lord Corte en Madrid que si las pose-
Cornwallis, y a partir de enton- siones españolas en América inten-
ces pudieron comenzar a relajarse; taban sublevarse, España no podía
mientras las tropas españoles aún esperar ayuda de los americanos.
continuaban sufriendo el peso del Argumento que se vio secundado
poder británico en las campañas de de alguna manera cuando en el mes
Menorca, Gibraltar, las Bahamas, de agosto, Jay fue a la embajada
Jamaica, Honduras, Nicaragua, etc., española en París para despachar
con las consiguientes pérdidas de con Aranda sobre los límites de las
vidas y caudales, hasta alcanzar la posesiones españolas y americanas
paz de París firmada en septiembre en el valle del Misisipí.
1783. Las negociaciones diplomáti-
La línea fronteriza propuesta por Jay iba desde el nacimiento del río Misi-
sipí hasta Nueva Orleáns, despojando a España de la recién reconquistada Flo-
rida occidental. Para contrarrestar las pretensiones americanas, Aranda, en
presencia del suegro de Gálvez, Gilbert Antoine de St. Maxent, mostró a Jay
el plano levantado por éste, donde él había trazado una línea divisoria recta
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que iba desde el lago Superior, atravesaba el lago Michigan y terminaba justo
en la punta meridional de Florida, junto al río Guillemard. Dicha línea finali-
zaba curiosamente en posesión española, en el territorio ocupado por distintas

P e N D V LO
naciones indias con las que St. Maxent deseaba comerciar una vez terminada
la contienda.

Patrimonio Nacional. Real Biblioteca. Madrid


Recuérdese que el suegro de Gálvez antes de la gue-
rra había tenido estrechas y fructíferas relaciones comer-
ciales con los indios de la Luisiana. Tras esta reunión
Aranda envió a la Corte madrileña el mapa trazado por
St. Maxent con los límites señalados. El embajador no
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se oponía a que los americanos utilizasen la navegación
del Misisipí hasta Nueva Orleáns para comerciar, pero
deseaba evitar su navegación a la inversa. Junto al mapa
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de St. Maxent, Aranda envió a la Corte la memoria expli-


cativa “Confines de la Florida y Luisiana por Dn. Gil-
berto Maxent, 1782”.

Con la firma de la paz en 1783, Carlos III hizo lle-


gar a Madrid a su flamante general, Bernardo de Gál-
vez, quien tan discretamente había dirigido su política de
ayuda y quien como nadie conocía la nueva nación ame-
ricana. El motivo de su llamada era que participara en las
negociaciones entre España y la naciente nación. En la
Corte la familia Gálvez se instaló en el palacete del prín-
cipe de Monforte, cerca del recién construido palacio de
Buenavista de la duquesa de Alba (en la actual plaza de
Cibeles). Después de participar durante 14 largos meses
que duraron las negociaciones sobre las futuras relacio-
nes entre los Estados Unidos y España, Gálvez fue nom-
brado capitán general de Cuba, Florida y Luisiana, con
su cuartel general en la Habana. Nuestro personaje tuvo
que dejar su querido palacete madrileño para asumir sus
Extracto de la Memoria Secreta del Conde de Aranda. Biblioteca Nacional. Madrid

nuevas responsabilidades en Cuba, acompañado por


su leal esposa Felicitas de St. Maxent, e hijos Miguel y
Matilde, y su hijastra Adelaida D’Estrean.

No sólo Bernardo Gálvez sirvió a la corona espa-


ñola en tierras americanas, sino también su familia polí-
tica, los St. Maxent, prestaron servicio en las campañas
americanas como ilustres militares. Con Bernardo parti-
cipó en la guerra de la Independencia Americana su sue-
gro Gilbert Antoine de St. Maxent quien ocupó el cargo
de coronel en el ejército español. Como demostración
de los sorprendentes lazos criollo-españoles de la fami-
lia St. Maxent, no sólo Felicitas, sino también sus cinco
hermanas casaron con oficiales del ejército español:
Isabel con el teniente general Luis de Unzaga; Vic-
toria con el coronel Juan Antonio Riaño, que ante-
riormente había servido en la Armada; Mariana con
el coronel Manuel Flon y Quesada (conde de la
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Cadena); María Josefa con el teniente coronel Joa-

Colección de D. Marcelino González Fernández


quín Osorno; y María Mercedes con el capitán Luis
Ferriet y Pichón (barón de Ferriet). Los tres herma-

P e N D V LO
nos St. Maxent –Antonio, Maximiliano y Celestino–
participaron en las campañas del golfo de México
como distinguidos oficiales españoles.

Y sin olvidar el padre malagueño de Ber-


nardo, Matías de Gálvez, a quien reemplazaría
como virrey de México y que como capitán gene-
ral de América Central, obtuvo importantes vic-
torias durante la guerra sobre las tropas británicas
en las campañas de Nicaragua, Honduras y Gua-
temala.

Este auxilio militar español ayudó a sentar los


cimientos de una memoria que el embajador espa-
ñol en París, el conde de Aranda, redactó y atribuida
a él al terminar la guerra de Independencia: El naci-
miento de la extraordinaria nación en la que los
Estados Unidos iban a convertirse, extendiéndose
de uno a otro océano.

Feliciana de St. Maxent y sus hijos


La última contribución de
España a la independencia
de los Estados Unidos

L
a Real Fábrica de Artillería de Sevilla se
Archivo General de Andalucía. Fábrica de Artillería de Sevilla. MPD – A-0-5-4
creó en la segunda mitad del siglo XVI.
El actual edificio data de 1720, aunque
sufrió una importante reforma en 1782. En el
Archivo General de Andalucía se conserva la
documentación de dicha industria militar.
En el año 1783 la Real Fábrica fundió 52
cañones de a 24, 10 de a 16, y 13 de a 4, deno-
minados así por el peso en libras del proyec-
til. Además se fundieron también 7 morteros
de 12” y 5 de 9”. Cada cañón era personali-
zado con un nombre, y de entre los fabricados
en dicho año 1783 señalamos los muy curiosos
de Abanzador, Agraviado, Alicaido, Agraciado,
Abisado, Alacran, Araña, Ausente, o Andaluz, lo
que parece indicar que las piezas de a 24 fabri-
cadas en dicho año recibieron un nombre que
empezaba por A, aunque había excepciones,
porque aparecen cañones bautizados con los
de Echicero, Escusado, Exento o Echizo.
Trazado de Artillería. Tomás de Morla
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P e N D V LO
En fecha que no hemos podido determinar se
encargó la fabricación de un mortero aplacado de
12”, y aunque no era usual “bautizar” a los morte-
ros, en este caso recibió el nombre de VVashington
(sic). Todo indica que la Corona, por indicación de
Don José o Don Bernardo de Gálvez, quisieron obse-
quiar con dicha pieza a quien mandaba los ejércitos
norteamericanos en la guerra que con la ayuda de
España y Francia, mantenían los Estados Unidos por
su independencia.
Posiblemente la orden de fabricación se dio antes
de que, el 20 de enero de 1783, cesasen las hostili-
dades. Pero aunque la guerra ya había terminado, el
expediente siguió su curso y la pieza fue fundida el
día 4 de abril de 1783, con el número 1.199 de los
morteros de 12”, según consta al folio 34 del libro nº
837 del Archivo de la Real Fábrica de Sevilla.
En el citado expediente, que se conserva en la
Caja 166 del Archivo General de Andalucía, consta
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P e N D V LO

Archivo General de Andalucía. Fábrica de Artillería de Sevilla. MPD – A-0-2-10

que el mortero fue probado el día 9 Aunque al parecer no existe el plano que sirvió de modelo
de mayo de 1785, junto con su com- para fundir dicha pieza, en el Archivo General de Andalucía
pañero el nº 1.151, que había sido se conserva el de un mortero muy similar, aunque de 14”. Di-
fundido el 11 de octubre de 1782, y cho plano fue delineado por Francisco Javier Rovira el 14 de
que recibió el nombre de “Gazola”, noviembre de 1783 en la Isla de León, tiene otra línea manus-
en honor del un ilustre militar, el crita en la que se lee Barcelona, 19 de mayo de 1784, firmada
conde Félix Gazola, que fundó el 16 por Laci (sic) y una nota igualmente manuscrita, firmada por
de mayo de 1764 el Real Colegio de Ydalgo (sic), cuyo texto dice Es copia del original que para en
Artillería en el Alcázar de Segovia. la oficina del contralor de la enunciada Fundición. En el margen
En el mortero VVashington figu- inferior del plano se definen pormenorizadamente las cotas
ra una inscripción relativa al material del alzado-sección del dibujo del mortero.
que se utilizó para su fabricación: co- La prueba de ambas piezas se realizó según la Instruc-
bres de Perú y México. Dicho metal ción de 1º de marzo de 1778, siendo director de la Real Fá-
también llegaba de Riotinto, de paí- brica el teniente coronel de Infantería y capitán de Artillería
ses centroeuropeos y de Inglaterra, D. Santiago Ydalgo (sic), antes citado.
de donde procedía el estaño con el El expediente de prueba es muy prolijo. En primer lugar
que se aleaba el cobre para obtener se señalan las diferencias entre las medidas de la pieza, una
bronce, en proporción aproximada vez fundida y pulida, con las cotas del correspondiente plano.
10% estaño-20% cobre. Seguidamente se describe la prueba de fuego, que consistió
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en realizar 4 disparos, 2 de ellos con 18 libras y otros 2 con Queremos expresar nuestro
20 libras de pólvora de Holanda, que con diferentes grados agradecimiento a los Delegados de
de inclinación lanzaron los proyectiles esféricos, de 163 libras Defensa de Sevilla y Málaga, coro-
de peso cada uno, a una distancia máxima de 1600 toesas, es neles don Miguel Costa y don Mi-
decir casi 3 kilómetros. guel Ángel Gálvez, por la valiosa
A las piezas se les practicó igualmente la prueba del colaboración que hemos recibido
agua, que consistía en llenar la pieza para comprobar que no para poder reproducir este históri-
hubiera cualquier fisura que pudiese provocar un acciden- co mortero, así como la no menos
te. Ambas piezas superaron las pruebas, y fueron aprobadas valiosa ayuda que nos han prestado
para el Real Servicio. Dª. Pilar Vilela y D. Francisco Tru-
El mortero aplacado VVashington se encuentra hoy, jun- jillo, Asesores Técnicos del Archivo
to a otra pieza similar, flanqueando la entrada de la Delega- General de Andalucía.
ción de Defensa de Sevilla, que ocupa actualmente el edificio
de la antigua Real Fábrica de Artillería.
El regalo de Carlos III al general
Washington, y la ayuda de España a la
Independencia de los Estados Unidos

Manuel Olmedo Checa


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P e N D V LO
Lucas Fieldin Jr. 1823. David Rumsey Map Collection
E
L profesor Eric Beerman, en las páginas 183 a 185 de En aquellos momentos el general Cagigal
su magnífica obra titulada España y la Independencia estaba ultimando los preparativos para la con-
de los Estados Unidos, dio a conocer una curiosa anéc- quista de las Bahamas, en poder de los britá-
dota que merece la pena ser recuperada. La reproducimos nicos, pero como la flota hispano-francesa se
ahora con algunas leves modificaciones y comentarios, con preparaba para invadir Jamaica, no disponía
la intención de que contribuyan a comprender mejor las cir- de las fuerzas navales que debían transportar
cunstancias de tan singular episodio. su contingente y apoyar la operación con su
En el mes de enero de 1782 llegaba a La Habana una artillería.
escuadra norteamericana al mando del comodoro Alexan- Cagigal, ante esta situación, aprovechó el
der Guillon que había partido dos años antes del puerto de feliz arribo de los norteamericanos y alquiló
Charleston, en el estado de Carolina del Sur. Su buque insig- sus servicios al precio de 10 pesos y 4 rea-
nia era la South Carolina, una fragata con casco de navío, les por tonelada de arqueo de dichos buques,
poderosamente armada con 24 piezas de a 36 y 12 de a 12. según consigna Tom Chávez en su ya citada
Otros 8 buques de guerra y 12 mercantes componían esta obra sobre la ayuda española a los Estados
escuadra, que había realizado un amplio periplo en corso Unidos.
contra los británicos, tocando en La Coruña y en Tenerife, Ello permitió que el 22 de abril se iniciase la
en donde había sido abastecida por los españoles. operación contra las Bahamas, al zarpar de La
una compensación de España por los servicios prestados por
la flotilla de dicho estado de Carolina del Sur durante la con-
quista de las Bahamas. No sabemos en qué cantidad se pactó
con Cajigal el coste de dichos servicios y si se tuvo en cuenta el
préstamo que anteriormente había recibido Guillon.
234
Cinco meses después de la citada petición, el represen-
tante diplomático de Estados Unidos en Madrid, William
Carmichael, la presentó a la consideración del ministro de
P e N D V LO

Estado, el Conde de Floridablanca. Recordando la estre-


Habana un convoy formado por los ocho buques cha colaboración entre los dos países durante la guerra,
guerra americanos y un total de 57 transportes de Floridablanca rogó al ministro de Indias, don José de Gál-
ambas naciones, que al mando de Cajigal transpor- vez, que investigase sobre dicha petición.
taban una fuerza aproximada de 2.000 hombres. Gálvez, a su vez, solicitó informe a su sobrino Bernardo,
El 8 de mayo, sin que se produjera ninguna que en aquel momento se encontraba en Cádiz a punto de
baja, los ingleses se rindieron, y España ocupó partir para La Habana, donde se haría cargo de su nuevo des-
Nassau, la capital del archipiélago. Los navíos tino como capitán general de Cuba, Luisiana y la Floridas.
americanos quisieron cobrar inmediatamente el Bernardo respondió que comprobaría personalmente
precio pactado, lo que no era posible en aquel en los archivos de La Habana la existencia de cualquier
momento, y ante la amenaza de que una escuadra acuerdo financiero entre el general Cajigal y el marino Gui-
inglesa podía llegar pronto, los buques de Guillon llon, que sería enviado a Gardoqui a Filadelfia, aunque no
abandonaron apresuradamente las Bahamas, no tenía conocimiento sobre él ya que había estado plenamente
sin llevarse un importante botín. ocupado con la proyectada conquista de Jamaica.
Yela Utrilla, en su pionera y extraordinaria
obra sobre la Independencia de los Estados Uni-
dos y la cuantiosa ayuda prestada por España,
citando el informe que sobre el monto de dicha
ayuda mandó elaborar el Conde de Aranda, con-
signaba que a la citada flotilla de Carolina del Sur
se le había socorrido meses antes, con motivo de
2 arribadas forzosas en La Habana, con la can-
tidad de 14.424 pesos fuertes y 2 y medio reales,
que sumaban 288.482,50 reales,
A título comparativo cabe recordar que la
Catedral de Málaga aportó a la Corona para los
gastos de esta Guerra un total de 400.000 reales,
200.000 en donativo y otro tanto en préstamo, sin
que nunca les fueran devueltos.
En el mes de mayo de 1784 el Congreso de los
Estados Unidos aprobó una resolución a favor de la
delegación de Carolina del Sur en la que se solicitaba
Floridablanca pidió igualmente informe a Diego María de Sobre tan curioso asunto aporta tam-
Gardoqui, recién nombrado Encargado de Negocios de España bién datos Reyes Calderón Cuadrado en
en los Estados Unidos, y que también en aquellos momentos su reciente libro Empresarios españoles en el
estaba en Cádiz a punto de embarcar rumbo a La Habana, a proceso de independencia de los Estados Uni-
donde llegó en febrero de 1785, poco después de arribar Ber- dos. La casa Gardoqui e hijos de Bilbao, edi-
235
nardo de Gálvez, con el que se entrevistó varias veces hasta que tado por el Instituto Francisco de Vitoria
partió para Filadelfia, a donde llegó en mayo. en el año 2004. Se cita en este trabajo que
Afirma Beerman que nada más conocer Carlos III la queja los dos burros se transportaron desde Bil-

P e N D V LO
que había formulado Carmichael quiso obsequiar con algo apro- bao en el buque Ranger, cuyo capitán era
piado a George Washington, que se encontraba en su granja de John Knight, y que con ellos iba también
Mount Vernon en Virginia. Advertido el Rey de la importancia otro regalo de Diego María de Gardoqui
de las mulas españolas en las haciendas sureñas de los Estados a Washington: una edición del Quijote en
Unidos, de lo cual dan fe las memorias de Saavedra, el monarca 4 tomos.
pensó que dos burros zamoranos que sirvieran de sementales Washington estaba muy agradecido
sería un regalo idóneo, puesto que tenía conocimiento de lo feliz por la ayuda española en general y a la casa
que se encontraba el general Washington al haber vuelto tras la “Gardoqui e hijos” en particular, que había
guerra a dirigir nuevamente el cultivo de sus tierras. realizado el transporte de gran parte de la
Tom Chávez cita sin embargo que fueWashington el que encargó citada ayuda a los americanos.
a Carmichael que adquiriera en España un “burro garañón”, es decir
un semental, sin relacionarlo con el episodio de las Bahamas.
Sea una u otra la razón del asunto, el caso es que Florida-
blanca dio las órdenes oportunas, y se enviaron a Washington dos
burros, encargándose del transporte la firma comercial “Gardo-
qui e hijos” de Bilbao, desde donde se enviaron por barco a Bos-
ton y luego por tierra a Virginia.
Washington, contentísimo con la noticia de que iba a recibir
este real regalo, escribió a Floridablanca el 19 de diciembre de 1785
rogándole que expresase al rey Carlos III su agradecimiento por
los burros. La carta del futuro presidente de los Estados Unidos
se conserva en el Archivo Histórico Nacional, y su traducción, que
debemos a nuestro amigo don Juan García Parrado dice así:

Señor:
Estoy en deuda con su Católica Majestad que me ha honrado con su
regalo. El valor del mismo es en si muy grande, pero por la mano y el
modo en que se me entregan resulta inestimable. Por tanto permita que
le ruegue, Señor, que le dé de mi parte al Rey las gracias por los burros
con los que graciosamente ha tenido a bien obsequiarme y comunique a
Su Majestad mi ilimitada gratitud por un gesto tan condescendiente de
su real atención y favor.
Gardoqui impulsó la construcción de la
iglesia de San Pedro en Nueva York, el pri-
mer templo católico que existió en Estados
Unidos, y que está situado en la calle Barclay,
muy cerca de donde estuvieron las Torres
236
Gemelas. La primera piedra se colocó el 5 de
octubre de 1785, y la Corona contribuyó a su
construcción con 1.000 dólares, que es pro-
P e N D V LO

bable fueran enviados por Bernardo de Gál-


vez desde México, extremo éste que estamos
investigando.
De las magníficas relaciones que existían
entre Diego María de Gardoqui y el gene-
ral Washington es buena prueba el que éste
asistió a la bendición de dicho templo el 20
de junio de 1786 y al banquete que Gardoqui
ofreció con tal motivo.
Esta información aparece también citada
en el libro de Mª Jesús Cava y Begoña Cava
Diego María de Gardoqui, un bilbaíno en la diplo-
macia del siglo XVIII. Tanto en esta obra, como En la carta de Washington fechada el 28 de noviembre de
en la de Calderón Cuadrado y también en la de 1787 que Reyes Calderón reproduce en su libro, el General
Natividad Rueda La compañía comercial Gar- daba las gracias a su amigo Gardoqui por los 4 volúmenes
doqui e hijos, 1760-1800, se contienen numero- del Quijote que había recibido, y además hacía votos por la
sos datos de la actividad diplomática del que perpetua amistad con España, en agradecimiento por la ines-
fuera el primer representante diplomático de timable ayuda recibida de nuestra Nación y con la esperanza
España en los Estados Unidos, así como de sus de los mutuos beneficios que de ella se derivarían.
gestiones comerciales y el importante papel El cálculo del monto a que ascendió la ayuda prestada
que jugó para enviar la cuantiosa ayuda que por España a la Independencia de los Estados Unidos esti-
España prestó a los Estados Unidos antes y mamos que es materia aún no aclarada del todo. De la citada
durante su guerra de la Independencia. obra de Calderón Cuadrado se desprende que, coincidiendo
Pero volvamos a los burros. El 30 de con los datos aportados en su tiempo por Oliver Pollock, el
agosto de 1786 Washington daba las gracias a importe de los donativos o préstamos pudo ascender a más
Gardoqui por haber recibido el regalo de Car- de 40 millones de reales, que España concedió aún cuando
los III. Pero como sólo uno de los dos burros no contaba con más aval que la palabra de los representantes
había llegado vivo, aprovechaba la carta para de las 13 Colonias, principalmente John Jay, Arthur Lee y el
pedirle que le enviase también una burra, con mismo Pollock.
objeto de que, entre uno y otra, pudiera él lle- Si se tiene en cuenta que el presupuesto anual del Estado
gar reunir una cuadra asnal y mular para el era por aquellos años de unos 380 millones de reales, no es
laboreo de sus granjas. aventurado fijar el importe de dicha ayuda en un 10% de la
citada cantidad, en la que obviamente no se incluye el gasto que supuso la guerra
contra los ingleses, que no comenzó hasta 1779.
Puede hacer el lector el ejercicio de calcular hoy un porcentaje análogo
de los Presupuestos Generales del Estado Español y resultará una cifra
exorbitante, que mutatis mutandis permitirá cuantificar el esfuerzo eco-
237
nómico que supuso la ayuda de España a las 13 Colonias. Si a dicha
cantidad se unen las decisivas victorias de Bernardo de Gálvez y la libre
navegación por el Misisipí durante la guerra a los buques americanos,

P e N D V LO
se comprenderá fácilmente la importancia cuantitativa y cualitativa de
dicha ayuda, que en gran parte no fue devuelta, porque se concedió como
donativo.
Ello justificaría el porqué de las repetidas manifestaciones de agradecimiento
que contienen las cartas que el general Washington envió a Gardoqui, lo que con-
trasta con el hecho de que, en nuestra opinión, hoy en los Estados Unidos no se
tiene conciencia de la importancia que representó dicha ayuda.
Por ello es muy revelador el gesto que tuvo George Washington cuando fue ele-
gido primer presidente de los Estados Unidos: en el solemne acto de su investidura,
celebrado en Nueva York el 30 de abril de 1789, quiso que el embajador de España,
Gardoqui, se situara junto a él, a su izquierda.
Aquél glorioso día un único buque de gue-
rra extranjero se hallaba atracado en los muelles de
Nueva York: era el bergantín Galveztown. Bernardo
de Gálvez, que protagonizó el más heroico episodio
de su vida a bordo de dicho buque, había fallecido en
México 3 años antes. Quizá Washington quiso tener
ese honroso detalle hacia quien tanto hizo para ayu-
darle en su lucha contra los ingleses.
Quienes con esta publicación hemos intentado
recuperar la gloriosa memoria de Bernardo de Gál-
vez, gustosamente ofreceremos un retrato de tan
extraordinaria figura si algún día el Congreso de
los Estados Unidos decide atender la propuesta que
con toda justicia y merecimiento formuló en 1782
Oliver Pollock, testigo excepcional de la heroica y
decisiva intervención del joven general español: que
dicho retrato figurase junto a los de otros ilustres
personajes que, con méritos no mayores que los de
Bernardo de Gálvez, contribuyeron a que la joven
nación nacida el 4 de julio de 1776 lograra alcanzar
su Independencia.
El último homenaje de Estados Unidos
a España y a Bernardo de Gálvez

E
L pasado 25 de octubre tuvo lugar en
la Casa de América de Madrid un acto
para recordar y agradecer la ayuda que
España prestó a los Estados Unidos en la gue-
rra por su Independencia y para homenajear a
Bernardo de Gálvez.
El acto fue organizado por el capítulo espa-
ñol de las Hijas de la Revolución Americana,
D.A.R., Daughters of the American Revolu-
tion, organización fundada el 11 de octubre
de 1890 y que agrupa a unas 168.000 muje-
res norteamericanas descendientes de quienes
participaron en aquella guerra. Su Presidenta
General es la Sra. Presley Merritt Wagoner,
que se desplazó a Madrid desde Washington
para presidir este homenaje, acompañada de
unas 60 directivas de la citada organización,
que tiene 3.000 delegaciones repartidas por
todo el mundo.
El Capítulo español, que fue creado el 3 de
febrero del año 2001 por las Sras. Carol Rilling
y Ana Peavey, tiene como principal proyecto
cultural dar a conocer el relevante papel que
España tuvo en la ayuda a las 13 Colonias
americanas para que lograran su Independen-
cia, investigando y documentando el papel de
los españoles y de la Corona en tal proceso
histórico, para que pueda ser reconocido por
todos. La Presidenta del Capítulo español es
la Sra. Dª. Mary Ann Long de Fernández de
Mesa, en la que coincide la feliz circunstancia
de haber nacido en la ciudad de Pensacola.
239

El solemne homenaje fue presidido por la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Dª. P e N D V LO

Esperanza Aguirre, y por el Embajador de los Estados Unidos en España, D. Eduardo Agui-
rre, y a él asistieron unas 130 personas, que se reunieron en el magnífico salón de Embajado-
res de la Casa de América.
Tras los discursos pronunciados los asistentes pasaron al jardín en donde se procedió a
descubrir una placa de bronce, cuyo texto se reproduce junto a estas líneas, y posteriormente
la Embajada ofreció un cóctel en una de sus sedes en la calle Serrano, en donde fueron ama-
blemente acogidos por el Ministro Consejero D. Hugo Llorens y por miembros de la legación
diplomática norteamericana en Madrid.
Debemos agradecer a la Sra. Fernández de Mesa, nuestra amiga Molly, la valiosa ayuda que
nos ha prestado para poder conseguir algunas de las fotografías que se incluyen en esta Revista.

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