Você está na página 1de 114

«Soy peregrino de la eternidad,

buscando en el murmullo de la
Naturaleza el camino y en los cielos la
Meta.
Cuando duermo, sueñan en mí todos los
soles con sus mundos. Y cuando me
viene el despertar, nacen a la vida los
seres».

editorial irio, s.a. - málaga


DIALOGOS CON
ABUL-BEKA II
Cayetano Arroyo

DIALOGOS CON
ABUL-BEKA II

editorial £B irio, s.a. - málaga


Primera edición: julio de 1986

© Editorial Sirio, S. A.
C/ Panaderos, 9 - 29005 Málaga
Tel. (952) 22 40 72

Depósito legal: B-25.194-86


I.S.B.N.: 84-86221-22-6

Impreso en España
Printed in Spain
Producciones Gráficas Editoriales
C/ Cerdeña, 173 - 08013 Barcelona
No puedo evitar el recordarte
cuando miro a las estrellas.
Nota a la edición

Cuando en junio de 1983 se editó el libro de Cayetano


Arroyo, "Diálogos con Abul Beka”, los artículos que for­
man el presente volumen hacía ya varios años que ha­
bían sido escritos. La mayor parte de ellos fueron publi­
cados esporádicamente en el diario "Sur” de Málaga,
otros en la revista "Ronda y la Serranía”, de Ronda, y
otros, distribuidos privadamente entre amigos del autor.
Animados por el calor de los lectores de dicha obra y
especialmente para ellos, iniciamos lenta y laboriosa­
mente la recopilación de los escritos aquí reunidos. Agra­
decemos desde estas líneas la ayuda de cuantos han cola­
borado en este trabajo. Sin ella no se habría podido lle­
var a cabo este libro.

LOS EDITORES

9
Introducción

Se me ha pedido que escriba unas líneas de introduc­


ción a este segundo libro de "Diálogos con Abul-Beka”,
donde se han recopilado algunos otros escritos que con
el mismo nombre aparecieron hace ya algún tiempo en
periódicos y revistas.
Me gustaría aprovechar este espacio para hacer un
canto a ese ser-semilla del hombre que es el niño. Por­
que los niños son quienes heredan nuestras ilusiones por
un mundo mejor, a la vez que nuestra mediocridad. Son
ellos los que reciben sobre sus frágiles hombros el peso
de nuestra conducta, nuestras leyes y costumbres, y a
ellos ahogamos su infancia mágica a cambio de un mun­
do podrido por la competencia y el confort, por la veloci­
dad y el consumo, por la inercia y la mecanicidad.
Cuando miro los ojos de un niño veo el semblante de
la esperanza, pero veo también como se empañan con
las lágrimas de un porvenir donde ya no hay jardines ni
alegría. La música se va y viene el ruido. Se van los ríos
alegres de aguas transparentes y vienen las cloacas in­
mundas. Se va el mar azul turquesa para volverse plo­
mo muerto donde los hermanos peces se asfixian. Se va
el hermano sol dorado y también se van las gotas de ro­
cío resbalando lentamente por las hojas del manzano en
el mes de mayo.

11
Cuando miro los ojos de un niño siento vergüenza.
Siento vergüenza cuando le tengo que hablar de lo que
hemos hecho de nuestro común hogar el mundo. De lo
que le dejamos por herencia.
Siento vergüenza de no poderle ofrecer la posibili­
dad de que crezca armónico y limpio. Sin prejuicios, sin
fronteras, sin ideologías, sin credos.
Siento vergüenza cuando veo que lo que llamamos
educación, no es sino conformarlos en nuestros errores,
que como una pesada cadena arrastramos desde siglos
inmemoriables. Introducirlos en nuestras creencias, que
por lo general matan la naturalidad y la sinceridad. In­
troducirlos en nuestros complejos, que han hecho del co­
razón del hombre una cueva de rencores y envidias en
vez de un valle abierto y soleado.
También siento vergüenza cuando veo que lo que lla­
mamos enseñar no es sino hacerles tragar pensamientos
sin que los digieran. Mostrarles el camino de la memo­
ria y no el de la comprensión.
Que los libros sean una ventana abierta y no una ven­
tana con rejas. Los libros son pensamientos enlatados
que debemos tomar para que el cuerpo mental se ali­
mente de la observación de la Santa Naturaleza y del
entorno, hacen que se desarrolle la particularidad y la
fortaleza del cuerpo mental y que nazca algo realmente
raro en la especie humana: el Genio Creador.
¡Inclinas la cabeza hacia un libro que te habla de las
estrellas y, no sabes que simplemente con elevarla, pue­
des escuchar lo que te dicen! Que la enseñanza no sea
esto. Creedme que he visto la mirada de muchos niños y
en muy pocos he podido apreciar la limpieza de la ale­
gría. ¿Tan pronto empiezan a sufrir? ¿Qué les estamos
haciendo? ¿Qué hay dentro y fuera de nosotros que nos
hace tratarlos con violencia? ¿Qué hace que ellos sean la
descarga de nuestras tensiones? Ellos, la única esperan­
za del mundo. Ellos que son nuestro futuro.
Por el simple hecho de servirles de guía, deberíamos
limpiarnos. Por el simple hecho de no perderlos en el
camino hacia "ellos mismos”, deberíamos buscarnos.
Por el simple hecho de hablarles del Amor, deberíamos
ser Amor.

12
Cuando miro los ojos de un niño, aunque estén en un
cuerpo viejo, veo una llama de esperanza. Una posibili­
dad, un camino nuevo hacia el gran sueño de la humani­
dad: la Armonía de todos con todos para que este Ser
Planeta Tierra, tenga un solo Yo en la búsqueda de la
Luz.
Trabajemos todos por ello.
¡Adelante!

Cayetano Arroyo

13
Bajó solo de la montaña...
Y habló al valle con Palabras
Para arrancarlo del sueño de la vida.
Y cuando se plegó el tiempo, como una hoja de otoño,
Volvió a la montaña.
Eran muchos los que le seguían...
La unidad de la luz

Decía Abul-Beka:
Son muchos los que no entendiendo hablan y hacen suposi­
ciones y levantan testimonios y crean dudas.
Son muchos aquellos que al tratar de aprender con su cabeza
y no con su corazón, lo que hermanos suyos realizan, rápida­
mente lo encauzan en el tiempo y en el espacio de su compren­
sión y lo difunden a los cuatro vientos como verdadero.
Mirad, hoy os voy a hablar de mí y no quisiera que me viérais
bajo la máscara que he tomado en esta vida. Ni bajo las cir­
cunstancias que han marcado mi actual camino a través de la
eternidad.
¿Cuándo un cauce toma el agua y la lleva en sus entrañas,
acaso es menos agua que el agua? ¿Podríamos diferenciar la
palabra cauce del fin que tiene?
Igualmente, cuando la Luz habla por la boca de un hombre
sólo veis esa boca y el cuerpo que mantiene esa boca y lo llamáis
tal o cual. ¿Acaso todos aquellos que lleguen a ese estado, no
dirán siempre lo mismo con distinta forma? ¿No será la Luz la
que hable en ellos?
Mas vosotros, en vuestra ignorancia, tomáis las formas que
adopta la Luz siempre distinta, y las utilizáis para enfentaros
unos y otros y para dividiros, cuando el fin Real de Todo es la
Unidad.
De verdad os digo que sólo hay una esencia Real. Mas mirad
los campos y los huertos y las márgenes de los caminos y veréis

17
que en cada sitio nace con una variedad, y aún dentro de cada
variedad no hay dos iguales.
Así es la Verdad, sólo Una. Mas en cada ser se proyecta de
una forma.
Aprended a trascender vuestra forma y la forma que toma en
cada uno de vuestros hermanos y estaréis frente a frente con
Ella. Y estaréis desnudos frente a Ella. Y seréis Ella.
Porque las formas confunden y crean conflictos. Mas la Esen­
cia de todas las cosas Une y aviva la Unidad. Este es el primer
paso hacia el Amor consciente.

18
La Montaña

Ayer subí a la montaña y era una duda mi corazón y una


pregunta eran mis labios.
Ayer subí a la montaña más alta, y había un anhelo en mi
pecho por encontrar una respuesta.
Hoy he bajado de la montaña y mi corazón es una esperanza,
y mis labios una plegaria.
Hoy he bajado de la montaña más alta con mi amiga la Soledad.
Mi voz se ha quedado sola. Tan sólo me escuchan las piedras
del camino, y cuando cruzo alguna aldea, sólo los niños.

19
El Hombre

Y asi decía Abul-Beka:


He recorrido tus calles estrechas y altas hasta cansarme.
He subido hasta tus montes. ¡Oh, Runda!
He bajado a tus pasadizos que rompen tus entrañas. Y he
buscado al hombre perdido.
No he recibido sino la soledad de tus piedras y el resplandor
de tu cal.
No he oído sino mis pisadas retumbando en tus muros y tus
plazas.
Lo he llamado a voces; y sólo he recibido el eco de mis voces.
Lo he llamado por su nombre y por otros mil nombres. Y
hasta las estrellas me han oído, y hasta los vientos lo han propa­
gado, y los rincones han acogido mi voz; mas él no ha respondido.
Y me pregunté: ¿Quizás duerma? Y moví las alas del sueño
para despertarlo. Y moví los hilos de la noche y recorté las ilu­
siones. Pero ya no estaba porque el hombre había huido del
hombre.

20
Por encima de las apariencias

Mirad cómo las golondrinas raudas, hechas del viento en la


noche, vienen a las calles para anidar y bajo las tejas ponen su
corazón. Miradlas cómo cuidan de sus prolongaciones de vida,
y cómo los picos de los padres son los de los hijos que aún no
pueden ir a comer. Y todas las bocas son como una gran boca.
Y todas sus alas como dos grandes alas.
Las veis a diario que pasan frente a vosotros y no aprendéis.
Veis a las flores cómo sacrifican su belleza para despertar
hacia el fruto, y cómo pierden sus pétalos de sol y de agua, de
tierra y aire, amasados en el Amor y la ternura de los días y las
noches: ¿Y muchas de vosotras os avergonzáis de ser madres y
ocultáis vuestras cabezas como si fuera un pecado, porque el
fruto puede romper vuestro tallo y redondear vuestro cuerpo?
¿Preferís seguir manteniedo la hermosura pasajera de vues­
tros pétalos, aunque rompáis el equilibrio de la vida?
Y vosotros: Hombres que sólo veis lo pasajero del jardín,
¡Cuántos desengaños os prepara la vida!
Ved por encima de las apariencias. Y nunca hagáis caso a los
ojos sino al corazón.

21
He venido

Y decía Abul-Beka:
No he venido a deciros tan sólo palabras, que con el tiempo
se esfuman y se borran como las hojas secas en otoño.
He venido a daros vida con mi aliento y animaros en este
tiempo en que hasta la misma hermana Hora se resiste a dar fruto.
No he venido a daros normas; ni a pediros que creáis hacia
fuera inundando de goce los templos y las plazas.
He venido a deciros que vuestro templo está en vuestro cora­
zón y que la oración es vuestro trabajo y la entrega que hagáis
sincera hacia las necesidades de aquellos que son más débiles y
os necesitan.
No he venido a prometeros grandes cosas ni a llenaros de ilu­
siones el corazón ni de fantasías la cabeza.
He venido a deciros que la puerta del Tiempo se ha abierto y
ha dicho:
Demos entrada al periodo en que el hombre toma conciencia
de Humanidad y en sí mismo se olvida para ser en todos sus
hermanos. Benditos fueron y son aquellos que abren este cami­
no y lo bollan con los pies descalzos de la humanidad. Ellos
siembran la nueva semilla que prepara a la Escuela del Mundo
para acoger al HOMBRE NUEVO.
No he venido a sanar los-cuerpos deformados en el tiempo y
retorcidos por el dolor de la existencia.
He venido a limpiar las alas blancas de las almas y enseñarles
a volar. A consolar y dar fuerza para que las cargas del sufri­
miento se hagan más livianas.
PAZ Y AMOR a todos los seres.

22
La Poesía

Háblanos de la Poesía:
Hablaros de ella, sería ocultárosla más y más. ¿Acaso se pue­
de hablar del Sendero, sentado en una piedra?
Sólo andando se hace la Poesía del Camino, y se siembra en
la memoria de la Tierra las estrofas, que después leeremos en
nosotros mismos y corregiremos.
Y de verdad os digo que todo es Poesía, pero nosotros, toscos
aprendices, la atamos a un papel.
También os digo que llegará el día en que este mundo no ne­
cesite de la Poesía, porque todos la llevarán dentro, y tan sólo
tendrán que mirar a su alrededor para sentir el ritmo y la rima
que hace en ellos la vida.
Se ha dicho: “La Poesía es un arma...”
Yo os digo: La Poesía sólo es AMOR, y si separa a los hom­
bres es como si dentro de ella, una estrofa se separara de otra
estrofa. Porque son los hombres sus estrofas, y están llamados a
hilarse entre ellos para crear el Gran Poema de la Existencia y
del Amor Fraterno.

23
Vuestros espejos

Una tarde del mes de los pajarillos todos estaban sentados,


bajo los olmos, en el patio de la gran mezquita de Medina Runda.
Y uno le preguntó: Abul Beka, ¿qué hace el que nos hagamos
inaguantable, unos a otros, la existencia? Y el Maestro le res­
pondía: Cuando un árbol se refleja en el agua del arroyo, critica
su reflejo hasta que toma conciencia de que es él mismo.
Mirad que vuestros espejos son los demás y cuando veis algo
mal, no es en realidad sino vuestro mal lo que veis reflejado.
Cuando el hombre tome conciencia de esto, empezará a rec­
tificarse en sí mismo y no intentará rectificarse en sus hermanos.
¿Cuándo comprenderéis que al ver la paja en el ojo de vues­
tro vecino es porque vosotros la tenéis en el vuestro? Decios,
pues, para vuestro adentro: Gracias doy a este hermano que me
ha servido de espejo para contemplar mis faltas.
Y entraréis en vuestro Templo y lo limpiaréis y lo rectificaréis
antes de intentar asaltar otros Templos y limpiarlos y rectifi­
carlos desde afuera.
Es más: Si vuestro Templo es limpio, veréis que todos los
Templos son limpios porque comprenderéis en qué estriba su
suciedad.
Ayudad con vuestra limpieza; porque un ser que está limpio
en su Templo Interior es como una rosa que inflama de fra­
gancia los caminos donde habita.
¿Aún no sabéis que al levantar críticas contra un hermano
estáis contribuyendo a hacer de él lo que criticáis?; porque se
acoplan a su cuerpo mental esos pensamientos y lo van debili­
tando hasta hacerse sus dueños.

24
Hermano Sol... Hermana Luna...

El hermano almendro ya ha echado sus flores y el hermano


valle se ha vestido de verde.
Hermano sol, que tejes con tu aliento la vida y hermana luna
que tejes con tu aliento la muerte.
Muchos son, decía Abul-Beka, los que viven muertos y pocos
los que VIVEN.
Los primeros son los más numerosos y, aunque sus vidas
sean largas, murieron muy jóvenes. Son aquellos que siguen a
los muertos y se entierran todos los días con ellos. Y sus vidas se
quedan aquí en este Plano, como si en él estuviera todo. Aquí se
construyen palacios de egoísmo y viven atormentados porque
cada día quieren más.
Ciertamente, es muy difícil que vuelvan a la vida, porque
hasta se han creado una religión que les diga aquello que desean.
Escogieron un peso mayor que el que podían y una y otra vez
caen bajo él. Mas los otros son muy pocos. Son aquellos que
mueren, día a día, al egoísmo, siguen a la LUZ, buscándola en
cada acción, en cada hecho, a cada paso.
Para ellos, sus hermanos son fantasmas que van de acá para
allá sin saber hacia dónde. Mas ellos sí saben a dónde van y esa
es la vida.
También saben el por que y para que han venido. Y, aunque
tratan de hablar a los demás, éstos no les escuchan y tienen por
locura cuanto dicen. Porque siguen hipnotizados por la vanidad
de esta Esfera y son ciegos a las cosas que requieren
trascenderla.

25
Pequeño Hermano dormido

Pequeño hermano dormido, toma mi mano llena de tiempo y


camina. Camina hacia aquella llama que ves lejana; perdida en
la oscuridad de la duda y la incertidumbre.
Ven hermano, toma mi yugo y anda. No vuelvas los ojos
atrás ni retrocedas. Yo estoy a tu lado, y desde los planos donde
los éteres aletean invisibles, te dirijo.
Cuando tu velas yo velo tu vela y cuando duermes estás con­
migo, en mis brazos.
No temas nada. No te ofusques con las pequeñas depresiones
diarias. Ellas no pueden tocar tu YO REAL y tan sólo dañan tu
capa superficial. No son sino picazones que sólo duran un mo­
mento.
Pero mira, mi pequeño hermano dormido. Mira a las estre­
llas. Mira más allá de ellas y me verás. Después cierra los ojos y
mira hacia adentro. ¿Has creado ya la LUZ? Mira dentro de
ella y me verás.
Me verás cuando trasciendas las ilusiones de fuera y las de
dentro.
Pero ¡qué alegría tendrás cuando veas! Cuando veas que
somos la misma cosa. Que Tu y Yo somos una misma cosa con
todos y todas las cosas.

26
Sembrad...

Decía Abul-Beka:
Mirad que cuando hacéis un acto bueno, es como una chispa
de Luz que parte de vosotros y se siembra en otro ser y espera
ser avivada para inflamarlo. Mas la Voluntad de avivarlo o
apagarlo sólo es dada a aquel que lo recibe.
Sed pues sembradores con vuestros actos, mas no volváis
nunca atrás la vista de la curiosidad para comprobar si floreció
o no floreció vuestra siembra. Porque es tiempo que perderéis y
no ocuparéis en nuevas acciones.
Y uno de los que con él iban le preguntó: Maestro, ¿cómo
sabremos los campos donde hemos de poner la semilla de la
LUZ?
Y Abul-Beka le habló así: Ved que estén ansiosos de recibir­
la. Porque de nada sirve perder semillas en campos donde no
hay agua, o donde las piedras no han sido aún cubiertas por el
humus de la Vida.

27
Todos los Mundos

Anduve ayer, igual que hoy, y lo mismo que mañana: Bus­


cándome entre los desperezos de las Edades, y los caminos del
Tiempo.
Muchas veces me he sentado a meditar entre un tiempo y
otro tiempo, y después, he seguido incansable viajero de mí
mismo.
Unas veces, al principio, cuando empecé a andar, hace
apenas una Eternidad, no sabía que era YO el que andaba, y
buscaba en el Camino mis pasos. Y me dije: Este Camino está
hecho de los pasos que han dado las generaciones incontables
de la Vida, pero: ¿Dónde están los míos?
Y busqué durante todo un Tiempo y otro Tiempo. Hasta que
un día vi un torrente cristalino que caía de la Montaña Sagrada.
Me paré y miré en su fondo por casualidad y vi una forma. Y
me dije: ¿Quién fuera esa forma tan bella para a través de ella
sentir la Vida? Y quise ser la forma, y en un aleteo fui ella. Más
qué horror el mío al mirar hacia arriba y ver que fuera de mí
había otra forma igual a la que había visto. Y me dije: Yo soy el
de fuera y este es mi reflejo.
Esta toma de conciencia me costó un Tiempo elevado a otro
Tiempo. Y el ansia que gasté entre un estado y otro creó el
Amor que anima y une a todos los universos que son los poros
de mi cuerpo.
Me levanté de allí y todo me sonreía porque sabía qué forma
tenía y también que Yo era todos los pasos que veía en el Ca­
mino tras de mí. Y levanté las manos y noté que todo en mi
interior también levantaba las manos.
Y lloré de alegría, y sentí que todos los mundos y los soles, y
los sistemas, y las gálaxias de mi interior, todos lloraban de
alegría.
Y entonces dije: Todo cuanto veo no soy sino YO MISMO
que me veo a MI MISMO a través de este espejo. Y vi que
TODO sonreía, porque YO sonreía.

28
Los síntomas de un tiempo

Y asi decía Abul-Beka:


Cuando miráis al suelo y veis como crece una adelfa, rápida­
mente decís: Un río pasa cerca de aquí.
Y cuando veis el cielo cubierto de nubes y el aire húmedo,
decís: Una tormenta se avecina y nos traerá la lluvia.
Y cuando el sol se oculta tras los montes sabéis que la noche
está cercana.
Así pues, hay quienes mirando todo cuanto ocurre al hombre
en una época, predicen otra época. Y viendo los síntomas de un
tiempo, vaticinan otro Tiempo.

29
La Verdad

Estaban reunidos en casa de Jaída, en un rincón del jardín


que da al Tajo. Donde los almendros dialogan con los olmos y
un ciprés, solitario en una esquina, apunta hacia el cielo.
Las madreselvas cuelgan del aire, y gatean sin tiempo por los
viejos muros, buscando la amistad de los jazmines o la hume­
dad de los ángulos oscuros.
Abul-Beka hablaba, y sus palabras se dibujaban en el aire
como una oración:
Hermanos, distinguid siempre lo Verdadero de la Verdad.
Sabed que lo Verdadero son sólo apartados en el camino hacia
Ella. Y también lo que enfrenta a los hombres que la ignoran.
El hombre, en su ceguera, sólo ve apartados de la Verdad, que
son lo Verdadero. Mas hay que trascenderlos para llegar a ella.
Una cosa verdadera sería que somos hermanos de Medina-
Runda, mas la verdad es que somos hermanos del Mundo.
Lo Verdadero puede enfrentar a unos con otros más la Verdad
siempre une.
Buscad la Verdad en todo lo Verdadero y hallaréis la Frater­
nidad con todas las cosas.
Tened por lema siempre El Amor desinteresado, por bandera
la Verdad y por hogar el Mundo.
Algún día, cuando en todos amanezca el Sol de la Conciencia
Fraterna, podremos formar hermandad con los Hermanos del
Sistema Solar, que luchan y velan por nuestro despertar desde
hace mucho tiempo.
Y no os preocupéis ni penséis que estáis solos; porque la con­
ciencia Crística del Arcángel Planetario está en vosotros si
lleváis en vuestra frente la Verdad, que es su Verdad.
Y sabed que el que posee la Verdad no está en contra de nadie,
porque a todos comprende.

30
El Canto de la Existencia

En los atardeceres, cuando ya el sol se retira detrás de las


montañas y el silencio viene para enseñorear la noche, me gusta
bajar y tañir las cuerdas del alma de los hombres. Y arrancar
latidos de vida que llenen mi vacío.
Veo que cada alma es una octava con un ritmo y una caden­
cia diferentes. Y que dentro de cada octava hay muchas octavas.
Y me gusta unir las octavas de los hombres entre sí para
formar el Canto de la Existencia.

31
Fe

Y dijo Abul-Beka: ¿Habéis contemplado alguna vez las


estrellas con el corazón en los ojos y el alma sentada en reposo?
Y uno le dijo: Maestro, yo soy pastor, y todas las noches
cuando retiro del campo mis ovejas, y vengo por el Camino
Viejo de regreso a mi casa, hablo y dialogo con ellas. Y subo y
me elevo hasta tocarlas y sentirlas en mi pecho. ¿Es esto lo que
nos dices?
Hermano, repuso Abul-Beka, de verdad te digo que tú, más
cerca estás de ellas que aquellos que tratan de aprisionarla a
través de las lentes de cristal, y en vez de ir a buscarlas las
acercan. Anda y sigue por este tu camino y llegarás a tu Estrella
Interior. Porque no es sino la Fe la que te hace ver y la que te
aviva y te eleva hacia arriba buscando.
Son muchos los que dicen: Dame una prueba y creeré. Tráe-
me para tocar tal cosa y compartiré tu opinión. Necios son los
que no saben que sólo abriendo la puerta de la Fe entrarán en la
Ciudad del Conocimiento Real.
¿Acaso el Rey de esta ciudad no ha salido a los campos
dando trozos de Vida, para que entren a la Vida? Muchas veces
ha salido a los caminos y hablado de ella. ¿Mas qué valor
tendría para aquellos que no depositan la Fe en sus palabras?
¿Y cómo empezarían su peregrinaje hacia Ella si no llevaran de
alimento dicha Fe? Si no la llevan se quedarán perdidos en el
desierto de la indiferencia y andarán por los caminos de la duda
y la incertidumbre.
Y luego dirán: Me ha abandonado la vida y todo es oscuro. Y
se pondrán de rodillas mirando al cielo y rezarán indefinidamente.
Y el cielo les oirá y un hermano al día siguiente vendrá a
darles la mano. Mas sus fantasías dirán: éste no puede venir a
ayudarnos si viste igual que nosotros y calza la misma tierra. Y
le darán la espalda esperando a un ser alado como la Aurora.

32
La Razón

Iba Abul-Beka con un grupo de hermanos por la cuenca seca


de un torrente. Y a un lado y otro se elevaban grandes pinares,
y así les hablaba: Ved la naturaleza, cómo se proyecta con
majestad cuando el hombre no pone su pie ni su mano sobre
ella. Y cómo todo crece en la irregularidad del orden y en la
analogía de la variedad.
No hay dos ramas iguales, ni dos hojas iguales hay.
No hay dos flores iguales. Ni tan siquiera el viento sopla igual
en dos momentos hermanos.
Y sin embargo todo no es sino la manifestación de una sola cosa
que ha nacido en su variedad, por Adaptación.
Mirad que la flor más bella del jardín de la Tierra es el hom­
bre. Y que ella, con su perfume aúna lo de Arriba con lo de
Abajo, y de esta unión nace la Inteligencia que es la facultad de
la Mente.
Mas ¡ah de aquellos que la utilizan sin canalizarla a través
de la Razón! porque serán como jinetes montados en potros
salvajes o como semillas a merced de un huracán.
Sabed que la razón es el ojo que discierne entre el Bien y el
Mal en las cosas, y por tanto la que dirije a la ciega Inteligencia
hacia la Luz o la Oscuridad.
Perder la Razón es como recortar las alas de un paj arillo para
que no pueda volver a mecerse en las ondas del aire y tenga que
arrastrarse sobre la frialdad de la Tierra.
Sed pues Razonables y no os cortéis a vosotros mismos las
alas. No dejéis que el animal inferior triunfe. Ni lo halaguéis en
aquello que pide, porque su ansiedad es infinita y su boca es
amplia como la de un pozo sin fondo.
Mirad que después querréis levantar la cabeza y no podréis.
Mirad que querréis moveros y ya no habrá otro tiempo.
Dad pues al Presente lo que es del Presente y no le robéis
para dar al Pasado, porque él ya no lo necesita. Ni para dar al
Futuro porque él aún no ha nacido.

33
La Palabra

Un día de entre los días que nacen de entre los surcos del
tiempo, sentí la PALABRA, y me dije: He de modelar la materia
hasta hacer con ella una flauta por donde la puede hacer sentir
a mis hermanos. Bajaré hasta los mundos densos, y allí corona­
ré mi trabajo.
Y aquí estoy. Y ya ni recuerdo los milenios.

34
El Templo

El mes se ha vestido de flores y el pequeño valle por donde


serpentea, delgado y cristalino, el Guadalevín, se enrojece de
amapolas y huele a tomillo y romero.
Abul-Beka baja a meditar todas las mañanas y, cuando se
siente solo, el río le habla en su lenguaje eterno de ondas y
espumas.
Una mañana vinieron a él para preguntarle: ¿Qué misión
cumplen los templos, las iglesias, las mezquitas o las sinagogas
si aquí está ya Todo?
Y él les decía: Sabed que este Todo está en cualquier parte
que meditéis porque está en vosotros mismos.
Los lugares los crea la fe, mas no los adornos, ni las pinturas,
ni las imágenes. Pero son muchos los que aún necesitan ver y
para ellos se hacen.
Y pensad: ¿Acaso no es la Tierra vuestro altar y no sois
vosotros, día a día, los que os ofrecéis en sacrificio para haceros
alados y ascender, como el incienso asciende hacia la Luz?
¿No tomáis vuestros cuerpos para besar la Tierra, como el
aire besa las rocas o como las abejas besan las flores?
Mas es tanto el amor del aire que, por un momento, al aca­
riciar la roca se hace roca. Y es tanto el amor.de la abeja que, al
libar la flor, por un momento se siente flor.
Sabed pues que sois aire y espíritu y no os durmáis en la ilu­
sión de pensar que sois materia aunque la toquéis y animéis.
Y pensad que con ella habéis de construir vuestra iglesia o
vuestra sinagoga o vuestra mezquita.
Porque así como para la abeja es la flor el santuario donde va
a beber el Padre; así vuestro cuerpo es el templo donde debéis
recibirlo.
Preparadlo, pues.

35
Vuestros Caminos

Mirad, yo soy el vagabundo que hace de noche vuestros


caminos. Y así, cuando amanece, sólo tenéis que tomar vuestras
mochilas y andarlos.
Pero cada noche disfruto cambiándolos y cada día os confun­
do en vuestra ignorancia, Y después me carcajeo al ver como
muchos hoy desandan el camino que emprendieron ayer, cre­
yendo seguir adelante. Y como otros andan una y otra vez en
círculo creyendo que avanzan.
Tan sólo admiro a uno entre vosotros, que se quedó velando
todas las noches y los días de su estancia aquí en mi reino, y
entonces, descubrió mi secreto. Pero no me preocupa porque
quiso trasmitirlo a vosotros, los hombres dormidos, y lo tomás-
teis por loco y lo crucificásteis.
Seguid así y llenad mi tiempo con vuestra ignorancia.

36
El mismo principio

Y Abul-Beka salió con Jaida una mañana, cuando el rocío


aún pendía sobre las hojas, y la Aurora era una sonrisa. Y se
sentaron sobre una peña, y así le hablaba:
Mira que ha venido la primavera y en ella se nace con nuevos
corazones y nuevas savias, buscando en las tinieblas la Luz del
Alba.
Muchos atardeceres, cuando el Sol ya se nubla por el hori­
zonte y se pone un velo el valle, he tejido como la araña un
camino que unía nuestras dos ciudades. Me he quitado los
zapatos de la materia y en silencio he ido a buscarte a las playas
desnudas de tu existencia. Te he visto jugando con la arena
animada de la vida, y con muchos sueños en la cabeza y una
duda en el corazón.
Después te he dicho: Ven. Y has olvidado que hay distancias.
Y el espacio y el tiempo, se han doblado como un pergamino
que se quema en el pasado. Después, de la mano, te he subido a
los planos de la Luz donde sólo el Amor puede entrar, y has
visto, que somos la misma Esencia y el mismo Principio.
Y te he dicho: Ahora, mírame en todas las cosas y ámame en
ellas. Porque ellas no son sino puntos donde nos unimos en un
lazo.
No olvides que el Amor nos une en los demás y no nos separa
como lo hace el deseo.
¿Acaso una flor no es una materialización del lazo del Amor?
¿Y un pajarillo no es el Amor condensado en el aire?

37
¿Y qué están, fuera o dentro de nosotros?
Tu has mirado más adentro, y se ha multiplicado tu visión
como se multiplican las hojas en primavera. Sólo tu conoces
aquello que no ven los que dormidos se contentan con tocar la
piel de la Verdad y creen que la poseen. O aquellos que centran
sus ansias en la vanidad de una imagen, que no dura nada
porque es tiempo y al tiempo se esfuma.
¿Qué es el leve aleteo de una vida? No es ni tan siquiera una
cabezada del sueño del espíritu. Mas cuánto se puede aprove­
char si en ella hallamos el móvil de toda la cadena de nuestras
existencias y nuestros pasados, y después lo realizamos a través
del Amor.
Y ahora... calla... calla hasta la Aurora. Y peñera, porque la
noche es corta.
No hables, no trates de explicar nada al mundo, porque él
duerme y no quiere saber nada de esto. Sólo le interesan los
ronquidos, y no el aleteo suave del sueño que lucha por despertar.

38
Ignorancia

El espíritu de una rosa le dijo una vez al de un cardo: ¿Te


gustaría quedarte en mi cuerpo mientras vuelo hacia el país de
las hadas y aleteo con ellas?
El espíritu del cardo meditó un poco y le dijo: Tengo que re­
conocer que a veces te envidio cuando veo tu morada. ¿Mas
qué sería de mí, acostumbrado a las asperezas y al polvo del
camino, a los golpes de los pies y al fango de las lluvias, si de
pronto sintiera la ternura del rocío, el palpitar de las abejas y el
halago de las gentes? Sería mi perdición y nunca más sería feliz
en esta mi morada. Deja pues que siga ignorando todas esas
cosas para seguir aprendiendo en el lugar donde ahora estoy.
Hermano cardo, le dijo la rosa, mi morada no es tan bella
como parece desde fuera. No olvides que la misma brisa que me
acaricia, pasado muy poco tiempo me deshoja, porque mis pé­
talos son tan delicados que no la pueden resistir. Un parpadeo
más fuerte del viento o un ligero cambio en la cara del día me
puede marchitar. Y no olvides que despierto añoranzas en los
corazones humanos, y sus manos cortan mi vida para llevarse
mi muerte y pendería en un ojal. Y le respondió el cardo: La
felicidad está en que yo siga siendo cardo y tu rosa por esta
Primavera. Y en la siguiente quizás nuestra Madre Común
considere que para ascender hemos de cambiar nuestros papeles.
Es pues ignorancia el que yo envidie tu forma hoy, porque
quizás la próxima vez me vista de ella.

39
Gracias

Era de noche y todo estaba quieto en un, como dormido, pal­


pitar. En el cielo las estrellas brillaban y la luna, misteriosa y
magnánima, lentamente caminaba como si buscase algo más
allá de las sombras.
Sólo se oían, de vez en cuando, voces lejanas por entre los
callejones y un suspiro prolongado de agua qué viene del Tajo.
El olor a jazmines llena de fragancia las plazas de Medina-.
Runda y en una de ellas, bajo unos olmos centenarios, Abul-
Beka les habla a sus hermanos así:
Cuando miro hacia los cielos digo: Gracias, Padre Dios,
porque me has abierto los ojos del Espíritu para comprender la
Vida y su fin. Para darme cuenta que todo es Armonía en Ti.
Para ver que estas Etapas de la Tierra no son sino lapsus de
tiempo para Sentirte.
Perdona a aquellos que vienen a laTierray hacen de ella un
lugar para dormir o para construirse palacios. Perdónalos
porque no saben lo que hacen. Ellos mismos volverán para
construirte altares con sus cuerpos.
Perdona a aquellos que te difaman, porque aún no te cono­
cen. Y de nuevo volverán para prolongar tu Nombre.
Daños fuerza continuamente para no perder la humildad que
hemos conquistado en el peregrinar de todas nuestras vidas.
Haz que, día a día, levantemos más la cabezas y, mirando al
Sol, te proclamemos. Que nos sintamos Uno con el Angel del
Mundo y lo veamos en todos los seres sensibles que pueblan su
superficie. Porque cada átomo de la tierra y cada Mundo y cada
estrella del cielo va hacia Ti. Como también nosotros vamos
hacia Ti.
Haz que seamos dignos de llamarnos reyes de nuestros her­
manos más pequeños en evolución: como son los pájaros del
cielo, los peces del agua y los animales de la tierra y también
todo lo que florece en ella.

40
El Hombre Sabio

Todos reunidos estaban cuando levantó los ojos y miró al


horizonte. Y las lágrimas volvieron a ellos y su voz temblaba al
decir:
Hermanos pajarillos que la Luz de Nuestro Creador Común
sea con vosotros y que la Armonía de sus Manos llene de calor
vuestros pequeños corazones.
Que la Naturaleza os dé sustento y podáis comer de su cuer­
po que son los campos y beber de su sangre que es el agua que
corre por los ríos y los arroyos y torrentes.
Que vuestro sacrificio junto con el sacrificio de aquellos her­
manos vuestros que cautivos no conocen ni los campos, ni los
arroyos, ni las flores; porque la mano del hombre los retiene en
una jaula, sea para que despierte el sentimiento en el corazón
de mi hermano el hombre. Porque es el Amor a la Naturaleza y
a todo lo que Ella da, donde comienza uno a amarse a sí mismo
en su Esencia.
¡Cuántos no se fijan en vosotros porque sois pequeños!, ¡ni
toman ejemplo de vosotros porque sois pequeños! y ¡cuántos
hacen un comercio de vuestras vidas!
Y un paj arillo bajó del cielo y posándose en su hombro así
decía en el lenguaje de los pájaros:
Hermanos, cuando sale nuestro hermano común el sol por el
horizonte, a todos nos anuncia el día, y cuando se va a todos nos
anuncia la noche. Cuando viene el agua de las lluvias a todos
nos trae la alegría, y cuando las sequías llenan los campos a
todos nos entristecen.

41
Y vosotros creéis que el sol sólo sale para vosotros y que
nuestras hermanas las nubes sólo vienen a visitaros a vosotros.
¿Qué lleváis dentro, que os hiere el corazón y os llena de
violencia y levanta la cólera hacia todo lo que reposa en la
Armonía y la Paz de nuestra casa la Naturaleza?
No os comprendemos y sin embargo todas las mañanas cuan­
do nuestra hermana común la Aurora viste con su traje de seda
rosa los campos, elevamos en silencio nuestros ojillos al cielo y
pedimos a Nuestro Creador Común que venga la calma a vues­
tros pechos y que de nuevo el Amor brille en vuestros ojos y la
alegría en vuestros corazones. Que con sabiduría nos cuidéis a
nosotros que somos más pequeños en evolución, mas no por
ello, estamos menos cerca que vosotros del corazón de Nuestro
Amado Padre Dios Común, y dicho esto elevó el vuelo perdién­
dose en el horizonte.
Mirad, decía el Maestro, desde lo más pequeño hasta lo más
grande tiene su equilibrio en el Universo. Sólo el hombre sabio
conoce este equilibrio y lo mantiene; el ignorante acumula co­
nocimientos para destruirlo, sin darse cuenta que destruyéndo­
lo se está destruyendo a sí mismo. Mas aún éste tiene que
aprender de esta forma. Y de verdad os digo que todo aquel que
quita la vida, tarde o temprano volverá para darla; porque
escrito está:
No tomarás nada de la vida que no puedas devolver a la vida.
Y el hombre cree que ha roto esto.

42
Vengo de un país hermano, donde no hay Aurora.
Porque todo es Aurora.
Vengo de un país, mi hermano, donde no hay Despertar.
Por todo es despertar.
Vengo de un país, hermano mío, donde mirándo hacia aden­
tro, veo a todos los demás.

43
Del Bien y del Mal

Y uno le preguntó:
Maestro, háblanos del bien y del mal.
Y él les decía:
Un árbol no entiende del bien y del mal y, sin embargo, sirve
a la naturaleza.
Una nube no decide si hace bien o mal al ir de acá para allá
porque se deja llevar de la mano del viento.
Sólo en la mente dual del estado “Pensamiento-Hombre” se
habla del bien y del mal. Fuera de él el bien y el mal son sólo
una palabra: Evolución Ascendente.
Mirad que una semilla, cuando rompe en su tallo y lucha
contra la tierra para salir a la luz, podría pensar: ¿Qué mal hice
a mi hermana la tierra para que me impida salir a ver la luz?
Mirad que una mariposa cuando viene la lluvia que pega sus
alas y no la deja volar, trayéndole la muerte, podría decir:
¿Cómo la Estación que me trajo con mimo a la Vida, ahora me
la quita y corta mis aleteos?
Igual dicen aquellos que no saben de ellos mismos, y que
creen que nacen por el azar y que fueron puestos en este mundo
por el azar y que están en estas circunstancias por el azar. Y de
aquellos que creen en credos por tradición mas no porque ma­
duraron hasta comprenderlos y sacarles sus frutos.
Sólo el que ignora dice: esto es malo; porque aquel que está
despierto aprende de todas las cosas y todas las cosas no son sino
peldaños para medir sus fuerzas y ascender.
Mas mirad que en el medio en que aún os movéis no podéis
buscar el acto perfecto que está por encima del dualismo del
bien y del mal, al igual que las estrellas están por encima del día
y de la noche.

44
¡Qué iluso eres!

Y Abul-Beka, con la voz potente como un trueno, decía a la


muchedumbre:
Ya está bien de querer herir al viento.
Ya está bien de gritar en las playas desnudas de vuestras
existencias, queriendo cambiar el curso de las olas.
Ya está bien de que os deleitéis construyendo castillos de
arena con una mano para irlos destruyendo con la otra.
¡Has venido al mundo desnudo, hombre; y te quieres arropar
con todo cuanto te alcanza la vista! ¡Y te has olvidado que te
irás desnudo!
¡Has venido al mundo mudo; y con las palabras quieres
conquistarlo! ¡Y levantas olas de letras, que chocan con las
otras letras, para al final morir en las costas de un horizonte! ¡Y
has olvidado que te irás mudo!
¡Has venido solo; y desde que viste la luz, has buscado com­
pañía! ¡Y has olvidado que te irás solo, si no te encuentras a ti
mismo!
¡Has venido sin ver! ¡Y cuando abriste esos ojos, creiste ver!
¡Qué iluso eres! ¡Y te irás ciego, porque la mayor ceguera es
creer que has visto!

45
La Llama Divina

Un día volaban dos águilas por encima de un pueblo, y una


le decía a la otra:
— ¿Has visto, hermana, hasta dónde llega el miedo de los
hombres? Se agrupan para ocultarse unos a otros su temor,
para hacerse más cómoda la vida y para luchar contra nuestra
madre eterna la Naturaleza. Mira que allí donde se reúnen
parece como una herida infectada en la piel de la Tierra, y allí
donde pisan van dejando un camino de esterilidad y de muerte.
Pobres de ellos que viven sin saber que en la vida del mundo
no perduran más que una mariposa en la vida de la primavera,
o una hoja en la vida de un árbol. Nacen llorando, viven co­
rriendo de acá para allá sin reposo, para morir llorando. Yo no
los comprendo.
Y la otra, que le escuchaba en sumo silencio, le contestó:
— Cierto es lo que dices, hermana. Visto con los ojos de esta
ilusoria vida; mas mira con los ojos de tu alado espíritu y verás
que cuando el hombre sube en las alas de sus pensamientos so­
mos tan insignificantes ante él, como ante nosotras lo es un
pajarillo.
Mira y verás que cuanto más sufre el hombre más luminoso
se vuelve y más expande la llama divina que lleva en su pecho.
Ellos son nuestras estrellas y hacia ellos vamos.
Y continuó:
— Cuando una enfermedad es vencida, el cuerpo queda
inmune a ella. Has de saber que la Tierra debe vencer la enfer­
medad del hombre, y el hombre ha de vencer su propia enfer­
medad.
Pidamos, pues, hermana, que el Cielo esté cada día más
cerca de la Tierra y que la abrace hasta hacerse uno con ella.

46
Sobre la violencia

Uno de los muchos días que nacen de un año, paseaba Abul-


Beka por una calle tortuosa, de las que nacen en el corazón de
Madina-Runda, cuando vinieron a él un grupo de jóvenes y uno
de entre ellos se adelantó diciendo:
Maestro, sabemos que por tu boca habla la Verdad, dinos
algo de la violencia.
Y el poeta les dijo: hermanos, estáis en un error al procla­
marme maestro. Porque, ¿acaso una hoja del matorral podría
llamarle maestro a una hoja de parra por estar más alta?, ¿o un
río podría decir a otro maestro por ser más caudaloso? Los dos,
¿no descienden cogidos de la mano hacia el mismo mar?
De verdad os digo que cuanto sale de mi boca, salió algún día
de otra boca y saldrá en otro tiempo de la vuestra.
Cuando os hablo, no lo hago yo, sino la esperanza y la fe de
vosotros es la que habla por mí. Y atended ahora la respuesta
que da a aquello que preguntáis:
No es sino la ignorancia quien crea la violencia. El hombre
sabio no es violento ni predica violencia. Mas sus palabras se
malinterpretan y luchan ya desde su propia lengua.
Y sabed que aquello que enciende su mecha es el egoísmo y la
envidia. Por el egoísmo vemos fuera de nosotros y por la envidia
queremos aquello que vemos.
Mirad que todas las cosas son análogas, mas no iguales y
cada uno es en sí como un vaso que ha de colmar su sabiduría.
Mas no todos los vasos tienen el mismo tamaño.

47
No miréis la altura de los demás sino vuestra altura. Porque
de verdad os digo que la violencia es algo que rompe vuestras
velas y gangrena vuestro timón.
Cuando queremos cambiar a los demás, nace; y muere cuan­
do comprendemos que las rectificaciones sólo se realizan en el
interior de uno mismo.
Pensad que si sois violentos con los demás es porque violen­
tos sois con vosotros mismos y sabed que las aves del cielo,
como los animales de las aguas y de las tierras, os dan ejemplo
de paz.

48
Yo soy...

Así meditaba el Maestro:


Hermanos, a mí me abren las puertas todas las almas, por­
que saben que entro en ellas sin ensuciar y salgo sin dejar
huellas.
Yo soy un árbol más que crece buscando la Luz.
Una flor que da su fragancia.
Un torrente que se retuerce y lame y ahonda la tierra con sus
pies.
Yo soy el sol de la vida que ilumina, lo que utiliza para ilu­
minar y aquello a lo que ilumina.
Yo soy el latido del Viento que trae la lluvia y vivifica los
campos.
Yo soy el océano, el oleaje que se agita y mueve queriéndose
romper, mas vuelve a su cauce cristalino dejando la tierra sin
fundirse con ella.
De entre los ríos yo soy el río de la Vida, que calma la sed de
la Tierra y llena de ser de Verdad todas las bocas que tocan sus
aguas.
De entre los montes soy el Monte del Conocimiento, que está
en lo más elevado de cada uno y que tan sólo se escala mirando
hacia adentro.
Entre los árboles soy la fortaleza en el nogal, y la esbeltez y
elegancia en el almendro, y la frescura en la sombra de la hi­
guera, y el fruto en el manzano.
Soy en la palmera su intento de llegar hasta las nubes. Y en el
águila el aleteo que la mantiene en el techo del cielo.
Cuando de un tronco salen muchas ramas, buscando un
nuevo camino en el aire, yo soy su impulso.

49
Olvídate de ti mismo

Al-Admad vino un día al grupo de Abul-Beka y dijo:


Hermanos, vengo a vosotros porque deseo saber algo más del
por qué de la existencia.
Y Abul-Beka así le respondió:
Abre bien tus ojos y la vida misma se encargará de mostrarte
ese por qué.
Mas Al-Admad insistió y dijo:
Bien sabes que hay pasos que deben ser dirigidos. Sé que el
Maestro mora dentro de nosotros, mas para llamarlo al desper­
tar es necesario encontrar fuera a otro Maestro. He venido a
que me digas qué he de hacer.
Y Abul-Beka le dijo:
Tan sólo puedo despertarme dentro de ti cuando te hayas
olvidado de ti mismo.
¿Y qué he de hacer para olvidarme de mí mismo? le repuso
Al-Admad tristemente.
Trascender íntegramente tu personalidad porque ella es la
que te separa de tus hermanos del mundo. Vencer a tu mente
porque en ella te sientes egoísta. Matar todo temor y toda duda.
Entonces verás y sentirás que te desbordas y amplías como una
onda, y te expandes y agrandas rompiendo los mezquinos mol­
des de la ignorancia y las formas limitadas del cuerpo.
Y has de saber que al hacer todo esto no vienes a mí, sino a ti
mismo. Al hacerlo, haces la Evolución en ti y eres Amor en el
mismo Amor.
Hermano, que mi humilde quietud te sirva para que te con­
temples en mis aguas y puedas reconocerte. Bien sabías todo lo
que te he dicho porque tu conciencia es sabia; mas a veces se
queda tan dormida que olvida las metas que fijó.
Y Al-Admad se fue triste porque ya había nacido un conflicto
en su interior: su verdadero Yo luchaba contra su personalidad.

50
Hermano, ven.

Hermano, ven. Es corto el Camino. Muy corto, para un fin


tan grande. Adelante, estamos esperándote. Adelante porque
nunca te hemos dejado...

51
Otras noches y otros días

Una mañana del mes de Nissan. Guando el sol no había aso­


mado todas sus alas, vino el Maestro a nuestra casa y dijo: “La
Paz sea en vuestros corazones”, levantaos porque hoy es día
grande.
Y Abul-Beka nos llevó hasta los montes. Medina-Runda
dormía porque aún no se habían despertado las trompetas ni
las calles. Y era dorada en sus murallas como un brazalete, y en
sus casas sonrosada como las mejillas de una doncella.
Y él nos dijo: ¿Veis cómo duerme? ¿Veis cómo han muerto al
día y les cuesta trabajo despertar a uno nuevo? Muchos hoy
abrirán los ojos, pero su corazón seguirá dormido y terminarán
el día sin despertar.
En verdad os digo, que son muchos los que mueren años
antes de ser enterrados. Llorad ya por ellos porque son cadáve­
res viviéntes. Mas dejad que los muertos entierren a sus muer­
tos, y seguid a la Luz.
Pensad, pues, que la vida que vivís no es sino un sólo día de
vuestra existencia. Y que vendrán otras noches y otros días
hasta completar vuestra perfección.
Y aquella mañana fue grande como él nos prometió. Y fueron
muchos los temas que tratamos, y muchas las cosas que nos
reveló.
Cosas que hemos de mantener en secreto a los hermanos que
aún duermen.

52
Tres Llaves

Y uno me dijo: hermano, ¿para entrar a la Ciudad Dorada


qué he de hacer?
Y yo le contesté: cuando inicies tu peregrinar a la Ciudad
Dorada, no lleves ningún equipaje contigo y la divisarás en el
amplio paraíso de tu Yo. Mas si deseas entrar tendrás que
franquear tres puertas.
La primera es más gruesa y está hecha de bronce, y la única
llave que la abre es “Matar Toda Duda”. Sólo cuando mates toda
duda en ti serás tú mismo la llave.
La segunda es de plata, y la llave que la abre es el “No Te­
mer”. Y tan sólo cuando no haya temor en ti hacia nada ni na­
die, tú mismo serás la llave que la abra.
La tercera es de oro, y la llave que la abre es “Olvídate de
Ti Mismo”. Cuando hayas abierto esta puerta descálzate, sa­
cude tus babuchas y no las calces más, porque estás en Tierra
Santa.
Pero no olvides, que las llaves son las tres de un mismo ma­
terial, y para realizarlas es necesario Conocerte a Ti Mismo.

53
El más dichoso de los seres

Quiero hablar de un hermano nuestro. Es humilde como el


valle y sincero como las montañas. Es transparente como un
manantial y voluble como una espiga de trigo. Vive en medio
de aquellos que lo necesitan, y va y viene, una y otra vez, para
enseñar el Sendero.
No necesita las palabras, porque su rostro es la Luz.
No necesita de los pies, porque sus pies son el Camino.
No necesita de ropas, porque se arropa con el viento de la
mañana y con la luz de las estrellas. Y su casa es el Mundo y
su hogar toda la Tierra, y su techo es el Cielo.
Yo sería el más dichoso de todos los seres, si sirviera tan sólo
de piedra en su Camino.

54
Peregrino de la Eternidad

Soy peregrino de la eternidad, buscando en el murmullo de la


naturaleza el Camino y en los cielos la Meta.
Cuando duermo, sueñan en mí todos los soles con sus mundos.
Y cuando me viene el despertar, nacen a la vida los seres.

55
Las puertas están abiertas

Así hablaba el Maestro:


Sea la Armonía de la Luz con vosotros y con vuestra casa y
con todos nuestros hermanos que buscan el Sendero del Re­
torno.
Yo soy la casa, venid a ella y habitadla y llenadla de vuestro
aliento.
Yo soy el camino, andadlo con paso firme y seguro.
Yo soy el río de agua viva que vivifica los campos del espíritu
y los llena de verdor y después retorna al mar de la Luz para
volver con la Lluvia en Primavera.
Buscadme en el centro de vuestro corazón. Llevadme en la
caridad. Alimentadme con los pensamientos del Amor.
Soy en vosotros y por vosotros.
Las puertas están abiertas por un tiempo. Nt> dejéis que se
duerman vuestros pies.

56
Bienaventurados

Bienaventurados son todos aquellos que una vez madurados


en “sí mismos” buscan en sus hermanos del mundo la Necesi­
dad y se brindan a ella para auxiliarla; porque su cuerpo es la
Humanidad y sus manos las manos de la Evolución y su cora­
zón es el Corazón del Amor.
Bienaventurados son los que antes de mirar los errores de sus
hermanos del mundo, se recluyen en su interior y miran sus
errores, y día y noche velan para corregirlos; porque vendrá el
día en que sus Espíritus sean más resplandecientes que el Sol e
iluminen muchos caminos.
Bienaventurados son los hombres y mujeres que se unen
conscientemente para traer la vida a la Tierra y después se
aúnan aún más en sus esfuerzos para educarla y llevarla a la
Perfección; porque siempre que deseen venir a las Escuelas
Planetarias se les abrirán las puertas de la Evolución y serán
llamados los Padres y las Madres de la Raza.
Bienaventurados son aquellos que están limpios; porque todo
cuanto toquen limpiarán.
Bienaventurados, así mismo, aquellos que practican en ellos
mismos, el “no es más feliz el que más tiene sino el que menos
necesita”; porque ellos ya son felices en la Tierra.
Bienaventurados igualmente aquellos que trascendieron el
cuerpo físico, el cuerpo del deseo y el cuerpo mental; porque ya
son Maestros del silencio y todos los días velan por la Humanidad.

57
Bienaventurados aquellos que ofrecen su boca para que ha­
ble el “Espíritu” y se aúne a sus hijos; porque ellos son los Maes­
tros del Mundo y en ellos gusta mirarse Nuestro Padre Dios
Común.
Doblemente bienaventurados aquellos que han despertado
su Maestro Interior; porque en cualquier lugar que están, es­
tarán a su lado y no necesitan adorar ninguna cosa externa, ni
dejarse llevar por las vanidades de las formas y los nombres.
Y benditamente bienaventurados los que llevan a Nuestro
Padre Dios Común en el corazón y lo ven en todos los seres y en
todas las cosas; porque es Nuestro Padre Dios Común, ya,
quien mira y siente por ellos.

58
Tus ojos divinos

Cuando hagas algo, que tu corazón palpite en ello. Cuando


des algo, que tus vibraciones se fundan y vuelen en ello. Porque
Tu Padre lo mira, y las lágrimas fluyen a tus ojos divinos en El.
Porque Tu Padre lo siente y está en ti en aquel momento.

59
Quizás voléis a otras tierras...

Y sentado en medio de todos así les decía:


Volverá el tiempo a ser joven para vosotros y jugaréis con un
cuerpo niño en estos sitios donde ahora con este cuerpo ajado
por los años y gastado por la mano del sufrimiento escucháis
mis palabras.
Y quizás voléis a otras tierras y allí el viento de la vida os
siembre para que retoñéis y toméis todo cuanto aquel sitio os ha
de dar.
Vendrán nuevos días y a ellos los miraréis con nuevos ojos y
los tocaréis con nuevas manos y los andaréis con nuevos pies,
pero vuestra Esencia será la misma.
Vendrán nuevas tormentas y la casa de vuestro cuerpo unas
veces las recibirá desnudo y otras arropado. A veces tendréis
hogar y otras veces no sabréis dónde poner la cabeza. Y así
vuestro Espíritu andará por esta Escuela hasta trascenderla y
trascenderse en ella. Y no será la muerte para muchos sino un
descanso en su eterno caminar y para otros un andar más rá­
pido y para otros la muerte de muchas cosas y la muerte de ellos
si se creían ser todas esas cosas.
Y os digo:
Siempre mirad al Cielo y contemplad las estrellas, ellas
cambian menos que cambia la tierra y os servirán de guía. Y
serán la Luz que por estar adormecidos no veis dentro de voso­
tros y por estar ciegos no veis en los demás.

60
No dejes de ser tú mismo

¡Cuántas alas han batido dede el alborear de la vida!


¡Cuántas caídas han caído en su intento por subir!
¡Cuántas yemas se han secado buscando la imagen del árbol
y cuántas otras se han multiplicado llenando el cielo!
¡Cuántas penas se han sembrado en el corazón del Mundo y
han dado bellas violetas al Mundo!
¡Cuántas espinas llenan los caminos y los llanos y los montes
del Despertar!
¡Cuántos muertos ha dado la Vida, y cuántas vidas ha dado
la muerte!
Desde dentro de tu corazón te digo:
No dejes que los ojos te engañen, ni dejes que los oídos te
engañen, ni dejes que te engañen los pensamientos que pasan
por ti como nubes mecidas por las circunstancias y los ambien­
tes. No dejes de ser “tú mismo” y descubre en ti esas montañas
que ondulan el cielo, esos valles que se adormecen con el sol,
esos ríos que se buscan a cada momento, esos árboles que son tu
respirar, esos pajarillos que son tu esperanza y tu alegría.
Yo vengo de dentro de ti y mi voz es la Vida y mis pasos son
todos los pasos del hombre cuando anduvo buscando al HOM­
BRE. Despiértame en ti; porque tú eres más Yo en “ti mismo”
de lo que te hacen ver que eres fuera de Mí.

61
Por el jardín de la Luz

Y les decía:
Muchas veces os dije que sois pájaros y no serpientes. Y si
sois paj arillos es porque podéis volar, aunque ahora estéis acu­
rrucados aún en el calor de la nidada.
Mas ya por las noches en vuestra soledad empezáis a mover
vuestras alas y levantáis levemente el vuelo, ensayando.
Vendrán días en que voléis conscientes y podáis salir del nido
de este Plano, y con los ojos del Conocimiento abiertos, veréis
ese Mundo, que estando aquí, no veis y, viviendo aquí, no vivís.
Venid a Mí y os enseñaré a volar. Venid a Mí y os sacaré del
nido del sueño y os llevaré a volar por el jardín de la Luz.
Por ello os digo:
Para aliviar vuestro peso no os atéis a nada, antes bien, des­
prendeos de todo aquello que os impida volar.
Cuidaos de las aves de rapiña que desean vuestro vuelo para
después cernirse en el aire y tomaros de alimento.
Cuidaos de aquellos que no sabiendo volar ellos mismos
intentan enseñaros a vosotros para sacaros partido. Porque en
todo tiempo hubo quien dio sin pedir y quien dio pidiendo.
Seguid a los primeros y huid de los segundos: porque la verdad
no se puede comprar ni vender, ni se puede imponer por la
fuerza. Ella no es patrimonio del hombre sino que le es dada
desde Arriba a aquéllos que olvidándose de “si mismos” son ya
Humanidad.

62
La Esperanza de la Raza

Y decía:
Como los frutos madurados por la mano del Tiempo, y al
cuidado del sol que los rodea dándoles su calor, así son los que
maduran en su corazón la Luz y después la expenden para que
la saboreen las bocas que tienen hambre de ELLA.
Como las semillas que plantadas por las manos del viento en
medio de las piedras del camino, sin apenas tierra donde asen­
tarse y sin embargo, tomando fuerza de sus adentros y uniendo
los elementos en su ser, con un soberano esfuerzo se hacen ár­
boles frondosos y dan sombras donde antes sólo había desola­
ción, así son aquellos que en la incomodidad del ambiente se
hacen fuertes y en las contrariedades de sus hermanos que aún
no les entienden se fortalecen; porque ellos son los hijos del
sacrificio, los que hacen nacer la esperanza sobre la Raza de sus
padres.
Como un pajarillo que sin llevar nada encima lo tiene todo y
sin guardar el grano, nunca le falta; así son aquellos que han
matado todo deseo en sus corazones y sólo toman lo que la vida
les da y sólo se visten con el desapego a todas las cosas.
Como la montaña erguida y serena que deja en sus faldas que
se asienten los valles y pasten los rebaños, y recogiendo el agua
de las tormentas después la reparte con equidad por los torrentes y
guarda en su seno una parte para alimentar los manantiales.
Así sois como la montaña, aquellos que en la soledad de vues­
tros dias y vuestras noches labráis vuestra riqueza interior para

63
después darla a través del viento de vuestras palabras o de la
luz de vuestras miradas o del sentir de vuestras manos que
acarician todo lo creado.
Como el junco que nace en las riberas de los ríos humilde y
olvidado que mecido por la mano del aire se ondula sin que­
brarse; así sois vosotros los hijos del Hombre-Nuevo, humildes
y olvidados en este tiempo ya viejo y agotado donde el egoísmo
fue la tierra y la avaricia el aire y la lujuria el agua y el odio el
fuego. Vuestro alimento será el Amor y vuestro hogar el mundo
y vuestra frente estará entre la fraternidad de los mundos
hermanos que ya han realizado en ellos a Nuestro Creador
Común.

64
Sobre el Optimismo

Iba Jaida junto a El y se le nublaron los ojos porque había


mucha pesadumbre en su corazón y mucha tristeza en su alma.
Y le dijo:
Amado Maestro, ¿por qué viene la hermana Tristeza a mi
corazón y mis ojos se apagan, y se cubren con un velo de angus­
tia, cuando miro hacia afuera y veo los caminos que ha sem­
brado de sangre el hombre?
Y él suavemente le contestó:
¿Qué es la Tristeza sino el desahogo de la alegría? ¿Qué es la
ilusión sino el pañuelo de la incomprensión? ¡Si sientes la
Angustia de una paloma encerrada en una jaula, verás qué
pequeña es tu angustia! ¡Si sientes la tristeza de un jilguero
prisionero, sentirás qúe pequeña es tu tristeza! Mira la incom­
prensión que se le da a una flor, que el halago que le dan, es
cortarle la vida. Y no por ello la mano de la Naturaleza dice:
¡Basta, hasta aquí llegó mi paciencia!
¿Qué esperas de fuera que te haga olvidar lo que te das
dentro? ¿Cómo esperarías de un espino suavidad y de un de­
sierto agua? Si quieres agua ve al río, si deseas sed ve a un
desierto, ¿por qué esperar de un desierto agua y de un río sed?
Mas de verdad te digo que el día que encuentres tu sed y la
sacies dentro de ti, no tendrás jamás sed. Porque tú serás el
agua.
Y si vas a un desierto, tú serás el oasis de ese desierto.
Esos caminos de los hombres que hoy son de piedras serán
mañana de alas.
Esos caminos de los hombres que hoy están alfombrados de
sangre serán mañana de Luz.
¿Por qué te fijas en la podredumbre del estanque y no miras
los lotos blancos que nacen sobre las aguas?
Siempre que recuerdes a un almendro ponlo en la primavera.
Siempre que mires a una montaña espera a que el Sol se siente

65
sobre ella y la haga traslúcida como una turquesa.
Y ella le dijo:
¿Cómo entonces aprenderé a hilar en mis días y mis noches
lo que es más limpio, de la seda que pone ante mí la vida?
Enséñame a hacerlo.
Y El le respondió:
Como hila la araña su tela y como hila el pajarillo su nido, así
tú hilarás lo que te trae la vida. Mas mira bien que es tu nido el
que haces y en él plantarás tus ideas y las incubarás hasta que
nazcan y vuelen por sí mismas.
Como yo hilo mi nido no te sirve a ti; porque tus colores son
distintos y lo que sale de ti transformado, es distinto a lo que
sale de mí transformado.
Cada uno ha de aprender a hacer su nido y cómo hacerlo;
porque ¿qué pasaría si lo hicieras junto a un camino? ¿Qué
ocurriría si lo hicieras al borde de un acantilado o en la cima de
una montaña? ¿Y si lo hicieras en tu mismo corazón o sobre tu
cabeza?
Mira que hay muchos que no hacen su nido y viven en nido
ajeno y en nido ajeno incuban, y en nido ajeno sacan a la luz sus
hijos. No hagas nunca esto, porque entonces estarás siempre
esperando de fuera de ti, porque te saliste de ti, estarás siempre
cosechando lo que es de otro, porque trabajas su campo.
Que tu nido sea ligero, como el de una golondrina y seguro y
defendido como el de un gavilán. Que esté a la orilla de un
torrente y lejano de los pasos del hombre; porque el hombre
aún no se respeta a sí mismo, por ello es capaz de dañar a los
que están fuera de él.
Y le dijo Jaida:
Maestro, muchas de tus palabras se me escapan y no las
puedo retener en mí.
Y el Maestro mirándola con dulzura le dijo:
¿Cómo te llevarías una puesta de sol? ¿Cómo le robarías un
momento del canto a un ruiseñor para tenerlo siempre en tus
oídos? Contémplame y sé en mí en este momento, y no trates de
alargarlo ni de llevártelo, vívelo y estará en ti siempre aunque
se vayan de tu memoria las palabras.

66
Una flor eterna

Un dia llegó la Primavera hasta mí mientras meditaba bajo


una higuera. Venía vestida de rosas, azucenas y violetas y su
cabeza era un manantial de aguas cristalinas que caían sobre
sus hombros, a modo de remolinos.
Se acercó y me susurró al oído:
“Se te ha concedido aquello que añorabas. Y desde ahora
viviré como la reina de tu corazón. No conocerás más al Invier­
no de las noches, ni al Otoño de las almas que se desvisten y
visten con las hojas de la vida. Ni las sensualidades del Verano
y sus espejismos.
Yo haré que una flor eterna nazca sobre tu corazón y que ella
perfume muchas generaciones hasta que Nuestro Padre Dios la
tome en sus manos y la lleve a su jardín.”
Y yo le respondí con la voz de los siglos:
“Muchas vidas he andado sobre esta Tierra. Tomando de sus
distintos cuerpos planetarios para sentirte. Muchos caminos
anduve y en el silencio de los tiempos incontables te busqué.
Mas dime, hermana: ¿Qué sería de todo este caminar si ahora
yo no lo abro a otros hermanos que aún no te conocen? ¿Qué
sería de esta garganta si no hablara hasta que nuevas almas
entren en el sendero del Despertar?”

67
Pensamientos

Y así les hablaba:


Mirad y tened cuidado con los malos pensamientos, porque
son como espadas invisibles que saliendo de vosotros, surcan el
aire y se clavan en los corazones de vuestros hermanos.
Y cuidad vosotros también vuestros corazones y arropadlos
contra aquellos pensamientos que se pegan al ambiente y que
vuelan como vampiros sobre vuestras cabezas para chuparos la
LUZ.
Cuando uno de estos venga y se pose sobre vuestros pechos,
rápidamente cerradle las puertas con un sacrificio y una en­
trega.

68
Como el Sol

Y les decía:
Cuando de vosotros sale un buen pensamiento, es como
cuando una rosa exhala su perfume más oculto y lo deposita
entre las manos del amanecer para perfumar los caminos.
Y si lo acompañáis de un sacrificio, es como si fuérais el Sol,
que apareciendo sobre los montes ilumina todo el valle y da
vida a todos sus seres.

69
Haz memoria

Un día me encontré con un Arcángel y me dijo: Hola herma­


no, ¿no me reconoces?
Y le respondí:
Pues la verdad mi Honorable Hermano, que no te recuerdo.
Y El puso su mano en mi hombro y dijo:
Haz memoria. ¿Recuerdas cuando eras niño y aún te movías
allá abajo en las zonas densas de la Tierra?
¿Recuerdas cuando mirabas al cielo y añorabas hablar con la
estrella que todas las noches aparecía resplandeciente, como un
diamante, por encima del Monte del Silencio?
Sí, le dije alegre, ahora lo recuerdo, y viene a mí Esencia
como una película vivida hace apenas un millón de años.
Pues ese, me repuso el Arcángel, era mi cuerpo visto bajo el
prisma de las tres dimensiones del conocimiento que allí tenías.
¿Sabes? Te he esperado hasta hoy para darte la bienvenida,
Hermano.

70
Ha llegado la Hora

Muchos había en el Zoco, y dejándolo todo se fueron tras él a


la plaza de Al-Ahim, porque lo mismo que sus cuerpos necesita­
ban de los frutos para mantenerse y de la miel y de la leche para
mantenerse, así sus espíritus necesitaban oir su voz y llenarse
de sus enseñanzas.
Y cuando estuvieron en ella, se sentaron en círculo a escu­
charle bajo la sombra de los nogales.
Y así les hablaba Abul-Beka:
Hermanos que vivís en el país del sueño y tenéis por frontera
vuestros cuerpos y por puertas vuestra Imaginación.
Día a día continuáis al desperezaros, la marcha que en las
noches se aquieta, y no os preguntáis el porqué de vuestros días
y vuestras noches.
Andáis sin caminar, descansáis sin velar. Y en vosotros todo
es una continua búsqueda de vosotros mismos entre las calles
húmedas y estrechas que os pone la existencia.
Pocos de vosotros se han parado. Menos aún se han pregun­
tado. Y aún muchos menos han llegado hasta su llama interior,
sublimándola como una antorcha en la afalaya de sus cabezas.
Es más cómodo a vuestros corazones levantaros cada día con
mayor ceguera. Y tropezando hacer vuestro mundo. Y trope­
zando hacer Principios y Leyes que os guarden. Y tropezando
haceros unas murallas que os dejen dormir tranquilos.
Cuando alguien viene y os dice: Hermano, es la hora. Leván­
tate y ven a la Vida.
71
Vosotros tomáis piedras y le echáis, y protestáis porque os
quiso sacar del sopor del sueño.
Cuando alguien toca las capas exteriores de vuestra semilla,
y le dice: Hermana, ha llegado la hora. La Tierra está prepa­
rada y es fértil. Ha llegado el tiempo en que te sacrifiques para
que algún día llegues a ser un frondoso pino donde aniden las
avfcs del cielo y vengan los animales a tomar sombra.
Vosotros respondéis: Déjame dormir como semilla y már­
chate.
Y preferís quedaros en los graneros del sueño a ir a las tierras
de la Vida.
No he venido sino a tocar vuestras semillas y a deciros que el
campo está preparado, y la tierra pronta para que florezcáis.
No he venido sino a deciros que en el sacrificio cotidiano de
las horas y los minutos, está la lenta elevación del tallo hacia la
superficie.
Y de verdad os digo, que algún día seréis árboles del Edén.

72
El Hombre Nuevo

Un día me encontré en el futuro con “El Hombre Nuevo” y le


dije: Hermano, la Tierra aún no ha moldeado tus pies, ni los
caminos se han abierto a tus pasos.
Eres una esperanza en los brazos de la Vida. Eres tan espe­
rado como la recolección del trigo y la recogida de los frutos en
verano.
Muchos corazones ya te cantan, y otros te odian porque
sienten que no tendrán sitio en la Tierra contigo.
Y “El Hombre Nuevo” dijo:
Poco falta para que la Mano de Nuestro Padre Dios Común
me siembre sobre la Tierra. Mas cuando me siembre seré ya un
tallo, y en poco tiempo daré frutos multiplicados por cien que
harán un Edén de ella.

73
Del dinero

Háblanos del dinero.


El dinero es como el agua de un río caudaloso. Puede servir
para calmar la sed del viajero o para ahogarlo en su fondo.
Cuanto os dé la Mano de la Vida, pensad que os lo da para
que vosotros lo distribuyáis. Y así os estaréis haciendo Manos
de la Vida.
Mas si aquello que os da lo guardáis en vuestro pecho, es
como una ofensa y con el tiempo se descompondrá y enfermará
vuestras alas y romperá vuestras fuerzas. Y entonces cada día
estaréis más como los lagartos y las serpientes.
Y muchos de vosotros decís: Pero he de guardar para mis
hijos y los hijos de mis hijos.
Necios, que no sabéis que con ello no ocultáis sino vuestra
avaricia. Porque, ¿qué padre robaría a los hijos de fuera, para
alimentar en abundancia a los de dentro? ¿Qué buen padre a
los hijos de su carne los separaría del resto de sus hijos? ¿Acaso
no los acercaría más?
Meditad y pensad en esto. Y sed padres en el sentido univer­
sal, y no os contentéis con ser padres sólo de vuestra familia.

74
Yo soy el Camino

¿Maestro, qué nos dices de los caminos al Más allá?


Siempre se os crearon dudas, y siempre el miedo hirió vuestro
pecho cuando pensásteis en esto.
Al igual que es el final de un camino el que lo define, así
mismo, es la idea que tengáis del Más allá, lo que define los
pasos que dáis en su búsqueda.
Muchos hay que anulan hasta los pasos que dan, y no creen
ni en los pies que les prestó el tiempo para hollar los senderos.
Otros dicen: Todo camino que la Naturaleza ha formado en
las laderas de las edades, ha de ir a algún sitio y ha de llevar
algún propósito. Y estos caminan con una esperanza. Mas
cuando tropiezan con una piedra, se golpean el pecho y acusan
al Destino y se dicen: Ciertamente no tiene sentido esto.
Algunos ven una muralla donde sólo hay una cuesta y, sen­
tándose antes de llegar a ella, dicen: ¿Cómo me trata de esta
forma la vida que en todo obstruye mis pasos? Y se ponen a
fabricar conjeturas en el aire en vez de levantarse y escalarla.
Mas el Camino, Hermanos, es de aquellos que dejaron los
llanos y las laderas y empezaron a ascender el Monte.
Ellos, en cada paso, se hacen su camino y lo único que llena
sus cabezas es la Cima. Y lo único que llena sus pechos es
abrazarla.
Ellos son los que crean las veredas que otros muchos tomarán
después para el ascenso.

75
Y cuando ven un obstáculo dicen, mirando al cielo:
Gracias Mi Padre Dios Común porque me pruebas y puri­
ficas con cada espina del Camino. Sea Tu Voluntad que es mi
Voluntad, porque estos pasos que amargos ahora doy por En­
contrarte, son aquellos que algún amanecer lejano di en senti­
do contrario para alejarme de Ti. Pero ahora Mi Padre Dios
vuelvo Conscientemente porque fue en el valle donde eché de
menos aquello que dejé en la montaña. Fue en la oscuridad,
donde valoré la Luz que siempre tuve en Tu Casa, que es mi
Casa.
Y El dirá con la Voz puesta en el corazón del caminante:
Siempre Estuve en ti, porque Yo Soy El Camino, su principio
y su fin. Fuiste tú el que pensó que caminando te alejabas de
Mí. Como ahora piensas que te acercas. ¿Acaso en el alejarte
no estaba ya el Retorno?

76
La Familia

Decía Abul-Beka:
No es la familia sino la flor que depositó la evolución sobre la
Tierra para que germinara con el Sol del Amor.
No es sino el intento de materializar los lazos con que el
Amor teje la vida.
Y mirad, que cuando salís de una familia que os dió cobijo en
los albores de vuestras dudas, no vais sino en busca de otra
familia más ámplia, y aún cuando ésta dejáis,, marcharéis
buscando la Gran Familia de las Estrellas. Más aún éstas, no
son sino flores, en el jardín de Nuestro Padre Dios Común.
Vosotros decís: Fue el azar, el que unido al tiempo me puso
como retoño de este árbol.
Mas yo os digo: No existe tal azar sino en la ignorancia de
vuestros corazones. Porque aún no ha nacido el cuerpo del hijo,
cuando ya está con los padres, y muchas veces antes estuvo con
ellos.
Y se ha dicho: los hijos aprenden de los padres aquello que
éstos escarbaron en el conocimiento de las pasadas genera­
ciones.
Y yo os digo: Hijos de la Vida. ¿Acaso las pasadas genera­
ciones no sembraron el fruto que vosotros mismos plantasteis, y
una y otra vez venís a recogerlo?
Y mirad: ¿qué sois vosotros en vuestros cuerpos, sino una
gran familia, una yema de hiedra que asciende entre la hume­
dad y el calor de la Existencia?

77
Todos somos en Uno

Y el Maestro se sentó en medio de todos y con la voz dulce,


como dulces son los atardeceres de .Mayo, así les decía:
Había una vez un árbol cuyas hojas creían ser “no árbol”. Y
cada hoja crecía por su cuenta creyéndose “no árbol”.
Un día vino el Viento de las Circunstancias y con sus manos
invisibles lanzó a las hojas unas contra otras. Y cuando se fue el
Viento de las Circunstancias se quejaron entre sí y se encerra­
ron en “sí mismas”, y se apartaron de todas aquellas hojas que
no nacían de su rama.
Y vinieron los tiempos sin Viento, y las hojas se odiaban
entre sí, y apenas se unían las que nacían de una misma rama
para que las vecinas hojas que formaban otras ramas lanzaran
contra ellas palabras hirientes. Y nuestro hermano el Arbol
sufría en “sí mismo”, y cada día se debilitaba, y cada noche
eran menos sus fuerzas.
Pasaron varios Otoños, y entre las últimas generaciones de
hojas, nació una que así habló a todas cuando la hermana Brisa
le prestó la fuerza y el alma del Arbol le dió la Sabiduría:
Aún vivís en la ceguera de las dos dimensiones de vuestros
egos, y por ello sólo vivís vuestra individualidad como hojas
independientes unas de otras, hasta tal punto que creeis que
aquellas que veis fuera de vosotras no sois “vosotras mismas”;
mas solo tendríais que abrir un poco más los ojos a la
comprensión para sentir que en tres dimensiones todas estáis
enlazadas por las ramas, y aún estas ramas están a la vez
unidas al tronco, y aún este tronco está unido a la tierra y al
aire.

78
Comprendo vuestra actitud al enfrentaros; porque esto sólo
lo crea la Ignorancia que nace del creer Ser las particularidades
que la mano del Tiempo unida a la de la Evolución y la Adapta­
bilidad ha hecho de cada una de vosotras una hoja completa­
mente diferente a todas vuestras hermanas.
Cuando a través del estudio sobre “vosotras mismas” profun­
dicéis en el “conocimiento de sí” iréis ampliando vuestra con­
ciencia hasta Ser UNA con todas y entonces seréis el Arbol.
Entonces ¿cómo criticaréis a las hojas hermanas si sois “voso­
tras mismas” en otras circunstancias? ¿Cómo os heriréis en las
otras partes de “vosotras mismas”? ¿Cómo trataréis de cortar el
progreso de “vosotras mismas” en otras partes del Ser Arbol?
Ya, cuando venga el Viento de las Circunstancias en vez de
sembrar el odio entre vosotras, sembrará el Amor, y en vez de
enfrentaros os unirá en una caricia, en un prolongado abrazo
que haga que el Ser Arbol sea consciente de sí en todas las
partes de “sí mismo”.
Y una hoja que habitaba una rama que decía tener la Verdad
porque había encontrado el Sol, buscando en la dirección
Norte, le dijo:
¿Pretendes hacernos creer que las hojas que habitan aquellas
otras ramas que dicen haber encontrado la Verdad de nuestro
Sol caminando en sentido opuesto a nosotras, no están equivo­
cadas?
Y ella le respondió con una gran quietud en sus palabras:
Eso mismo quiero decir; mas ¿cómo te lo probaría a ti que
aún estás fanatizada y no sabes dejar de ser para sentir y fun­
dirte con las hojas de esas otras ramas? Si lo hicieras verías con
asombro que a todas llega el Sol de la Verdad, y si aún alarga­
ras más tu Conciencia y fueses Una con el Arbol, ¡qué gran
alegría tendrías al saber que todo el Arbol va hacia el Sol!
Mas esta experiencia sólo ha de nacer de ti; porque en cada
hoja del Arbol se conoce a “sí mismo” en una etapa, en un
camino, y en cada hoja respira de una forma y siente de una
forma. Y es el equilibrio de todas, el Amor, que une a todas
ellas, lo que lo hace crecer en el “conocimiento de sí”.
Olvídate de ser una hoja para ser Arbol. Siente por las hojas

79
que ves fuera de ti tanto como sientes por “ti misma” y estarás
en el camino de ser Arbol. Y así se irá ampliando “tu conciencia
de ti misma”. Has de saber que en la Realidad Objetiva tú eres
más Arbol que hoja.
Y diciendo esto guardó silencio y todas sintieron en lo mas
profundo de su ser que el Arbol había hablado en ella y que
algo empezaba a hablarles dentro de “ellas mismas”.
Y cuando aquel año vino el Viento de las Circunstancias y las
lanzó a unas contra otras, ellas estaban alegres; porque de esta
forma entraban en contacto y se comprendían en las demás.

80
Hijos de Espíritu

Y se le acercaron varios niños de los que le seguían por las


calles y él se sentó entre ellos, en una plazuela, al pié de un
nogal, y así les hablaba:
Vosotros sois las semillas que se preparan para florecer.
Vosotros sois los futuros árboles que daréis sombra a Runda y
renovaréis su atmósfera: la purificaréis con vuestro aliento y la
enturbiaréis con vuestro desaliento.
Los mayores han de ser para vosotros palos sólidos a los que
os amarraréis con las cuerdas del amor y la ternura para crecer
rectos.
Algún día se quedarán pequeños en vuestro crecimiento y
seguiréis solos el rumbo que os dieron hacia las estrellas. Mas
nunca los olvidéis sino recordadlos siempre en vuestros corazo­
nes y estadles agradecidos porque con su sudor labraron la
tierra de vuestros alimentos y con sus manos, más o menos
bien, hicieron el cerco y plantaron vuestra semilla.
Y dirigiéndose a los padres que les acompañaban, les dijo con
dulce voz:
Y vosotros procurad ser dignos soportes de estos frágiles
tallos, porque cuanto hagáis ahora en ellos perdurará en sus
rumbos. Y haced aquello que a vosotros os faltó que se os hicie­
ra para que en cada generación los árboles sean más rectos. Y
desde ahora ved cada paso que déis porque vuestros hijos
también darán ese paso. Ved cada golpe porque vuestros hijos
también recibirán ese golpe.
Porque de verdad os digo que ardua es vuestra tarea, mas
grande será vuestra recompensa.
Y nunca les impongáis vuestros criterios sino hacedlos des­
pertar al criterio y que ellos tomen aquel que más llene su ser.
Porque aunque a todos se os han dado por hijos de sangre, a
muy pocos de vosotros os serán dados también como hijos de
espíritu.

81
Sueño

Hombre, refresca tu memoria. La memoria, porque tu vida


es una noria a la que das vueltas y vueltas. ¿Buscando qué?
Hombre, refresca tu memoria. Estás haciendo las mismas
cosas y caes en los mismos hoyos que siembra la vida.
Crees que estás Despierto. Y yo te pregunto: ¿no estarás en
tu sueño más profundo soñando que Despiertas?

82
Luz en la Luz

Y ahora, mira alto, hermano..., mira alto.


Porque ya se disipan las nubes. Y los propios vientos te
acompañan. Tus alas arrugadas se estiran y aletean, se
cimbrean y palpitan.
Tu pensamiento se eleva puro y radiante como mil arcoiris.
¿Dónde están los egoísmos y rencores?. ¿Las blasfemias y los
sufrimientos? ¿Dónde están los pesares y la ignorancia?
Eres puro como la luz de la aurora. Ya ni los espejos reflejan
tu cuerpo. Ni el agua lo toca. Ni tan siquiera el viento suave de
la Primavera.
Ya, líjate bien, eres viento y agua y aurora. Eres Luz en la
Luz.
Que no te pesen pues los residuos y vuela.
Se quedarán atrás las distancias y los tiempos.

83
La Nueva Tierra

Asi decía:
Hermanos,
Continuad buscándoos en esta noche que se alumbra con
desequilibrios y se embriaga con las aberraciones. Continuad
buscándoos en esta ilusión donde se agrupan los actos y se
disparan para chocar y herir. Continuad meditando hacia
dentro y poco a poco veréis la claridad del Nuevo Día.
Porque ese Día nacerá en vosotros. Ese Día llenará la Tierra.
Ayer era apenas un esbozo. Hoy es una promesa; mas maña­
na será una Realidad.
Mañana está muy cerca. Mas los dolores de parto de Mañana
son y serán muy penosos. Pero no temáis, son dolores de buena
nueva. He tenido en mis brazos a La Nueva Tierra. La he
apretado entre mis manos y la he besado en la frente. Algún
día, cuando nos paremos a comentar sobre nuestro viaje, os
contaré cómo era. Ahora hemos de prepararlo todo para su
venida.
Paz y Amor a todos los seres.

84
Guardad

Cerca de Medina-Runda, siguiendo la dirección de los vien­


tos que vienen del mar, a media jornada de camino a pie, existe
una aldea que tiene tierras fértiles y sus habitantes son bonda­
dosos como la miel y serviciales como el trigo.
Aquel día Abul-Beka había ido allí para ver a sus hermanos.
Y todos salieron a recibirle a la plaza, y los niños también iban
tras él y después se sentaron a su lado. Y así hablaba:
Hermanos y hermanas, hijos de estas tierras donde los paja-
rillos no temen comer trigo, ni saltar por las calles, ni beber en
las fuentes.
Tomad ejemplo de ellos que alegran a su paso y alborotan
con sus trinos. Miradlos, que en el viento encuentran su casa y
el los envuelve con su soplo y los calienta con su aliento igual
que a los lirios del campo.
¿Y quizás ellos guardan para mañana? ¿O piensan que
mañana no tendrán a dónde picar?
Mas muchos de vosotros tenéis miedo en vuestros corazones
y decís: Voy a guardar porque tal vez el cielo mañana no me dé,
y de esta forma vivís en aquello que guardáis y os hacéis grose­
ros y egoístas.
Yo os digo: Guardad, mas sólo con la intención de socorrer al
hermano sediento que venga a vuestra puerta y si no viniese id
a buscarlo. Porque vosotros sabéis dónde está.
Si las montañas guardaran el agua de la lluvia para sí.
¡Cuánta sequedad sufrirían los valles!
¿Y si la tierra guardara la humedad sólo para sí, cómo se
elevarían los árboles y las plantas y las nubes?

85
Sed Cautos

Se ha levantado la Aurora hoy con pinceladas de carmín y


una nota de alabanza se eleva desde el minarete a los cuatro
vientos.
Se ha levantado Medina-Runda, y sus puertas se han abierto.
Y sus zocos florecen, y sus mezquitas, sinagogas e iglesias
rezan.
Ya se llenan de matices los campos y los tejados, y los muros
de cal y arena.
Ya cantan los jilgueros, y las golondrinas hacen rizos del aire,
y las palomas parecen copos de nieve.
Una música de laúd se expande por los jardines, y baila con
la Primavera.
Y Abul-Beka contemplaba las murallas guardadas por centi­
nelas y les decía a las gentes:
Mirad, llegará el día en que ya no se guarden las murallas, y
que los límites y las fronteras en vez de separar, unan a los
pueblos.
¿Por qué os fijáis en lo negativo de vuestros hermanos y no en
aquello positivo que os pueden dar? Levantáis murallas de pie-
dray más energías gastáis en defenderlas que en buscar la Paz.
No seáis gusanos que mueren dentro de sus capullos de seda.
Sed más bien mariposas y rompedlos para comunicaros y
comunicar la vida.
Mas sed cautos, y no entréis en otra morada sin llamar y sin
el consentimiento del que mora en ella. Porque cada uno es en
sí un castillo y puede considerar vuestra visita como una inva­
sión. Mas para quitar el miedo, decid siempre al llamar: Her­
mano, PAZ y AMOR a todos los seres.
Y vuestro hermano os abrirá su corazón.

86
Hermano de la otra parte

Hermano perdido, que moras en la otra parte. Que des­


piertas cuando yo duermo, y que habitas los mundos vibrantes
de la Luz.
No puedo verte, y sin embargo me acompañas en los momen­
tos y en las horas y en los días. Cuando medito en la hermana
montaña, eres tu quien le hablas en mi nombre. Cuando acari­
ciamos al río feliz, yo te llevo las sensaciones en las manos, pero
tu me traes las palpitaciones de su corazón.
Cuando velo, no velo sino tu sueño, y cuando sueñas no velas
sino mi vida.
Tú me has dado vida con una pregunta para darle la respues­
ta. Y cuando miro, no miro yo, sino tú en la luz de mis ojos.
Cuántas veces te he buscado cuando en los atardeceres
pálidos del valle me paseaba por las orillas del río. Cuando
hablaba hacia adentro, te estaba llamando en mi angustia.
Cuánto te busqué creyendo encontrarte fuera, y cuántas ve­
ces la desilusión ha cundido en mi corazón al darme cuenta que
no era.
En algún momento seré una respuesta para ti, y naceré cada
vez que me recuerdes cuando te prolongues hacia la Luz.
Tómame pues en holocausto para nuestro fin. Porque yo soy
el sacrificio que tú realizas hacia Dios, y raudo como el humo,
subiré a su presencia y tú estarás conmigo.

87
Padre Nuestro Común

Padre Nuestro Común, que vienes en el viento de las monta­


ñas. Que haces vibrar nuestros pechos para retenerte, y después
te escapas en las palabras.
Bendito seas en tus Alas, porque todo cuanto tocas vuela
hacia Ti. Haz que nosotros también aleteemos a Tu Gloria.
Porque en Ti está la Armonía, la Dicha, la Paz y la Luz.
Bienaventurados aquellos que Te hacen suyo, porque Tu
entras en ellos, y haces de sus moradas un paraíso donde se
posan las aves del cielo, y las de la tierra y las de las aguas. Y
todo..., todo cuanto nace en Tu busca. Porque para qué son los
pies sino para hollar los senderos hasta encontrarte. ¿Para qué
las manos sino para que les crezcan alas hacia Ti?

88
El Fin de Nuestros Días y Nuestras
Noches

Y uno que venía con El por el camino de los olmos cuando


caía la tarde y un velo cubría la cara del aire, le preguntó:
Maestro, muchos días nos has hablado del Conocimiento y
nos has dicho cómo llegar hasta hacerlo nuestro amigo más
íntimo, pero dime: ¿qué es esencialmente el Conocimiento?
Y El se paró, y todos se pararon. Y se sentó al borde del
camino, y todos se sentaron. Y así les dijo:
El Conocimiento es el Ser de todo cuanto es. Es el hilo de oro
que une al ser que desea conocer, aquello que desea conocer y
aquello que conoce.
Y mira que no se es libre esencialmente sin que el Conoci­
miento nos dé su mano. Y aquel que ya ha permitido que se
adueñe de su morada y que se siente en su corazón, no es sino
un Cristo-Buda vivo que nace al mundo y ofrece su boca para
que hable por ella la boca de la Humanidad, y ofrece sus manos
para que hagan por ellas las Manos del Mundo, y ofrece su cuer­
po para que sea trascendido en el sacrificio y en la entrega.
Despertar el Cristo-Buda Interior y dejarlo florecer es el fin
de nuestros días y nuestras noches en este mundo, como el fin de
la rosa es perfumar de aromas el jardín y el fin del agua es cal­
mar la sed.
Y pensad que sólo en el Conocimiento se es Consciente.

89
La Otra Ciudad

Hermanos perdidos en la noche, que llenáis de suspiros el


aire, y de murmullos su silencio.
Cuando todos duermen en Medina-Runda sobre ella viene el
Espíritu de la Equidad con su velo que cubre los corazones y a
todos envuelve en sus hilos. Y muchos en alas del pensamiento
vuelan fuera, hacia las estrellas, y trascendiendo los papeles de
la vida y sus máscaras, se elevan limpios y fraternos por las
ramas del astral.
Son otras calles las que toman vida y otras plazas. Ni las go­
londrinas en sus viajes las han visto, ni los murciélagos las han
tocado. Ni tan siquiera el Guadalevín, elevando su más mística
gota de agua, calma su sed, ni riega sus campos.
Los árboles son de verde limpio palpitante, y las flores viven
el ánimo del ambiente. Y van vestidos los hombres de su pensa­
miento y para hablar tan sólo se miran.
Mas muchos quieren entrar en esa ciudad, y no pueden
porque sus trajes están sucios. Entonces dicen: Vuelvo abajo
para lavarlo y ahora subo. Mas cuando despiertan, se olvidan
de ello.

90
Del silencio

Háblanos del silencio.


Hermanos míos, repuso el poeta. No es el Silencio sino la
túnica más transparente con la que se arropa la Verdad. Pen­
sad que aquellos que utilizamos aún de las palabras, por muy
delicadas que estas sean, no estamos sino vistiéndola con ropas
que la tapan más o menos a nuestros ojos.
El Silencio es el habla del Corazón, y en El se Aman todos los
corazones, y no hay palabras que vengan a separarlos.
El Silencio será el lenguaje del Hombre Nuevo. Como ya es el
lenguaje de las Esferas y de los Angeles.

91
De la Vanidad

Vino uno y le dijo: Maestro, háblanos de la Vanidad.


Y él le respondió: Ella no es sino el vestido de que se cubren
las cosas para ser deseadas. Y atended, porque he dicho desea­
das y no amadas.
El deseo es el foco del egoísmo, mientras que el Amor es la
Luz del corazón.
Mas hijos de hombres, yo os digo: no deseéis por el vestido
sino por aquello a lo que cubre, y de esta forma no alentaréis la
vanidad en vuestros hermanos.
Sabed que aquellas cosas más oscuras en estos tiempos, se
visten de belleza y se rodean de olores de almizcle e incienso, y
se pasean con todo tipo de perlas y de diamantes. Se cubren de
máscaras hermosas y de cuerpos exhuberantes.
Pero miradlas a los ojos y veréis que en el fondo no hay sino
un velo de inestabilidad y sentiréis el vacío, porque no hablan ni
el corazón ni el Amor por ellas, sino sólo el deseo y la vanidad.

92
Poner un Cerco al Deseo

Y decía:
Cuando quiero, se mueve mi deseo.
El deseo trae de la mano la posesión. Y la posesión crea
compromisos y los compromisos atan por dentro y por fuera.
Si la mano de la vida no nos da lo que deseamos, somos
infelices. Si nos da lo que deseamos, somos felices; pero volve­
mos a desear con más fuerza.
Pocos son los sabios que saben pararse y hacerle un cerco al
deseo. Estos son los “por encima de la felicidad y de la infelici­
dad”. Estos son los que caminan sin andar y los que fluyen sin
obstáculos. Son como el río, como las flores, como los pajarillos.
¿Acaso ellos desean algo? Por ello, ¿no lo tienen ya todo?

93
Del Dolor

Y le preguntaron: Dinos del Dolor.


Y tomando la palabra así les hablaba: El Dolor no es sino el
pago del apego a las cosas. Mirad que cuando hacéis vuestra
una cosa, sois vulnerables en ella al Dolor.
Mas mirad bien, porque no es el dolor sino una escalera para
ascender hacia uno mismo, y a través de él dejamos nuestra
escoria y nos limpiamos.

94
Bienamados

Bienamados son en la Tierra aquellos que con su conducta


hacen de ella un lugar de Paz y Armonía para los que les ro­
dean.
Bienamados son aquellos que dejando todos los compromisos
y las vinculaciones se acoplan al “Sendero del Conocimiento” y
lo siguen desnudos.
Bienamados son aquellos que hacen de sus bocas un medio
de sembrar la comprensión y' de sus manos un medio de hacer
Vida.
Bienamados son aquellos que trascienden el nombre y la fa­
ma y viven en el silencio y desde él sirven al mundo.
Bienamados son aquellos que descubren a la Naturaleza y la
honran y se hacen honrar en ella; porque para ellos hablará y
les desvelará sus secretos.
Bienamados son aquellos que ven en sus hermanos del mun­
do, no el mal sino distintos estados del Conocimiento y les
ayudan a llevar cada uno su carga.
Bienamados son aquellos que guardan en su pecho la Justicia
de la Luz y aún perdiendo su cuerpo la siembran en la Tierra.
Bienamados son aquellos que comprenden que la Verdad no
contradice ninguna verdad y a todas las guarda en sí.
Y muy bienamados son aquellos que desde que despunta el
alba hasta que se oculta el sol y aún después en la noche cifran
su existencia en el Darse Conscientemente; porque ellos son
una bendición del Cielo para la Tierra.

95
Id al fondo

Y uno, pequeño entre todos, se adelantó y le dijo:


Mi amado Maestro, mi Guía y mi Camino, dime: ¿Qué
atuendo hemos de emplear para llevar la palabra a nuestros
hermanos y para que ellos vean que somos de Ti y a Ti te lleva­
mos con nosotros?
Y El le miró lijo, como traspasándole, y después, fijando la
vista en el lejano horizonte, habló de esta manera: ¿Qué hacen
los vestidos y los colores de los vestidos? ¿Qué hacen las len­
guas y los libros donde se escriben las lenguas? ¿Qué hacen los
ritos y los lugares donde se ofician los ritos, sino separar al
hombre del hombre? ¿Acaso hablan de la unidad cuando mues­
tran con hechos que están fuera de ella? ¿Acaso no preten­
den ellos mismos imponerse a otros vestidos y otros colores y
otras lenguas y otros ritos? Y con ello: ¿no siembran la violencia?
Que vuestros vestidos sean vuestro cuerpo y vuestra concien­
cia sea su limpieza porque, ¿cuántos hay que todos los días
lavan el vestido que cubre su cuerpo para ocultar la suciedad
que guarda su conciencia?
Vosotros, cuando lo queráis lavar, miraos hacia adentro y
sed honestos y honrados con vosotros mismos; porque, ¿quién
podría ser mejor juez de vuestros actos? ¿Y quién podría lim­
piar mejor vuestro templo que la mano de vuestros sacrificios
cotidianos?
Mi palabra no surgirá de vosotros porque digáis que sois de
Mí. Más bien yo hablaré en cualquier boca, que diga verdad, y
ame al mundo. No os fijéis en lo exterior porque esto siempre
muere, id al fondo y vivid la esencia y así nunca erraréis y seréis
verdaderos en vuestro hacer.

96
Sentir

Un día del mes de Sivan, cuando los almendros se visten de


blanco y los campos se alfombran de flores, los lirios se mecían
con la brisa de la tarde y las amapolas sembraban de sangre los
valles.
Abul-Beka se unió a sus hermanos y hermanas y, paseando,
así les hablaba:
¿Habéis visto el vuelo de las palomas? ¿Sentís su aleteo y su
planear en las ondas del aire?
¿Habéis visto el lento madurar de las flores? ¿Sentís su
fragancia perfecta y serena?
¿Habéis visto la grandeza de las montañas? ¿Sentís su relaja­
ción y quietud?
Porque Sentir es fundirse con la esencia de las cosas y Amar­
las en sí mismas. Crea el Sentimiento una interrelación perfecta
y armónica donde todo es beneficioso.
No es sino el Sentir de la abeja el que creó la flor. Y el Sentir
de la flor el que crea a la abeja.
¿Y acaso no se acoplan en el tiempo y se sirven, una de otra,
para su beneficio?
¿Y en la tierra el surco alto no ayuda al bajo y lo Siente? ¿Y
el bajo no Siente y ayuda al alto?
Mirad que sólo el hombre no hace eso. Y en el ansia por
romper el equilibrio, rompe su propio equilibrio. Y en el ansia
por hacer daño, se hace daño.
¿Acaso cuando mata a la Naturaleza, mata a alguien que

97
esté fuera de él? ¿Y acaso cuando daña su armonía, no se desar­
moniza?
Mas aún existen ignorantes que piensan: Ahora no me ve
nadie. Puedo hacer lo que me apetece. Esto me pertenece de he­
redad. Voy a destruirlo. ¿Acaso no he ganado con mi esfuerzo
este dinero, por qué lo iba a dar? Quiero para mí esto. O tengo
derecho a lo otro...
Ellos son los que duermen y algún día, cuando Despierten,
preferirán no haber nacido a la vida.
Mas también llevarán la lección aprendida y nunca más
caerán en lo mismo.

98
Abrid bien los ojos

El Templo de Medina-Runda está en la parte más alta,frente


a la Alcazaba y junto al Zoco.
Ya se había levantado la aurora y todos iban a orar. Todos se
inclinaban y hacían sus abluciones y pedían en sus labios y con
las manos, mirando al Oriente.
Mas Abul-Beka aparecía apartado y recogido, como un loto
blanco, sobre sí mismo. Entonces, uno se le acercó y le dijo:
Maestro, ¿por qué tú no haces lo que nosotros?, ¿acaso es malo
pedir como lo hacemos?
Y Abul-Beka le miró profundamente a los ojos y le dijo:
Hermano, aún veis más con los ojos que con el corazón. Y
por ello os tenéis que crear imágenes que os presenten a la
Divinidad. Y por ello debéis hablar para de esta forma escucha­
ros a vosotros mismos.
¿Acaso un niño, cuando ya ha aprendido la caligrafía,, no
pasa a escribir sobre el papel blanco donde nada dirige ya sus
trazos?
Sabed, pues, que las religiones y las creencias no son sino
esas escuelas donde se os enseña a escribir el nombre de Dios.
Mas sabed también que habéis de trascenderlas en vosotros.
De verdad os digo que llegará un día en que el hombre no
necesite más de las religiones porque cada uno la tendrá en su
corazón. Y la revivirá en él.
Mas no os precipitéis, pues todo es una Evolución y si queréis
trascender las cosas sin conocerlas, nunca os abrirán sus secre­
tos ni os permitirán adelantar. Abrid bien los ojos y aprended
de todo cuanto os rodea.

99
Miedo

Y Abul-Beka subió a las murallas. Iban con él sus hermanos


y hermanas, y todos subieron al torreón más alto. Desde él,
aquel día, saludaron a la mañana, y volviéndose hacia algunos
centinelas así les dijo:
Hermanos, Paz y Amor a vuestras almas. Que vuelen al­
tas para que podáis defenderos de las tempestades de la duda
y podáis defender vuestra Ciudad Interior de vuestros ene­
migos.
En vuestra vela descansan físicamente muchos seres. Y des­
cansan en vuestra fuerza y en vuestra vista.
Si dormís cuando tenéis que velar, ¿qué sería de esta ciudad
y estas tierras y qué sería de sus habitantes? ¿Acaso vosotros y
las murallas no sois la misma cosa? Ellas os protegen y vosotros
les dais la vista y el habla. Les dais vida.
Mas ahora os pregunto: ¿Qué es de vuestra Ciudad Interior
y cómo defendéis sus murallas? Porque de nada sirve defender
la ciudad de la tierra si se pierde la ciudad del Espíritu. De
nada sirve guardar la Paz si no se tiene Paz. De nada sirve
hablar con dulzura si no se es dulce, o con dureza si no se es
duro.
Si cada habitante que duerme dentro de Medina-Runda
estuviese en vela guardando su ciudad, ¿para qué serviríais?
Mas ellos tienen temor y lo esconden pensando que vosotros
veláis por ellos. Y vosotros tenéis temor y lo tranquilizáis en las
murallas. Y aún las murallas tienen temor, mas lo disipan en la
noche con la débil luz de la luna.
No hermanos, aún no habéis solucionado el problema del
temor y os respaldáis unos en otros.
Ellos, viéndoos a vosotros aquí, están seguros y tranquilos y
vosotros lo estáis al verlos a ellos.
Mas sabed que el miedo sólo se vence en la Ciudadela Interior
donde reposa vuestro Espíritu.

100
Nacerán rosas

Y así hablaba Abul-Beka:


Ayer me sumí entre las alas del tiempo y fui llevado por el
camino del Por Venir.
Nada más llegar a un recodo que hacía el siglo, divisé a la
“ciudad de la vida” durmiendo sobre el “valle de la esperanza”.
Cuando la vi, deseé acercarme, pero una mano amiga me
paró y me dijo: Hermano, antes de encaminarte hasta allí,
mírate bien y conócete, porque todo aquel que se acerca es
confundido.
Mas me miré hacia adentro y vi que estaba fortalecido y que
mi Luz era fuerte, y deseé ir.
Y entonces divisé una plaza pública y vi cómo azotaba la
Ignorancia a la Sabiduría y se enseñoreaba de todos los ambien­
tes y sentí náuseas.
Quise retirarme, pero la mano que antes me impidió entrar
ahora me impedía salir.
Vi cómo llegaba la Prodigalidad y el Confort con el disfraz de
la Libertad; y todos como una masa les cantaban y abrían sus
brazos para recoger sus “enseñanzas”.
Y entonces divisé en un rincón de una casa a la Hermana
Humildad dejada de todos y harapienta. Ahogaban sus súplicas
con risotadas y blasfemias.
Y las lágrimas cayeron sobre mis mejillas y supliqué al cielo.
De nuevo miré y vi la a luz del día cómo se prestaba oído a la
Presunción, y se olvidaba a la Honestidad. Y se expulsaba de la
ciudad a aquellos que hablaban con el corazón, mientras hala­
gaban a aquellos que con bellas palabras trucaban el engaño.
Y miré a través de los muros de un Templo y vi que se ahoga­
ban los sentimientos con supuestas plegarias. Y miré a muchos

101
que abrían la boca para orar, pero que tenían cerrado su cora­
zón bajo diez llaves. Busqué en el altar una respuesta y vi que
aquel que dirigía las plegarias tenía el corazón más cerrado que
ninguno.
Me dije: Iré a ver lo que hacen con las nuevas semillas,
porque ellas serán los futuros árboles que sombreen la ciudad.
Y bajé hasta una escuela. Mas vi con horror que tan sólo se
enseñaba a dormir, porque todos dormían el sueño de la vida. Y
muchos niños lloraban y otros se hacían ya rebeldes.
Ante tal caos, me fui a un rincón de una calle y busqué la
Soledad. Ella vino a mí y me dijo: Mírame, hermano, llena
estoy de ruido. Mi levita está manchada y ya ni yo misma me
conozco. Déjame que descanse un rato en tu pecho para tomar
fuerzas.
Después salí a una plaza pública y vi a muchos por todas
partes, de todas las lenguas y de todas las ideologías, que se
enfrentaban con otros porque cada uno creía poseer la Libertad
y se peleaban incluso por darla a la gente. Mas vi con pena que
lo único que llevaban era una palabra llamada Libertad, escrita
con lágrimas y sangre y que todos estaban encadenados a ella.
Unos con cadenas de hierro y otros con cadenas de oro. Y en
medio de ellos vi cómo, entre todos, crucificaban a un Hijo de la
LIBERTAD y le escupían a la cara y se reían de él y le vitupe­
raban y apedreaban con palabras...
Desesperado, salí a los campos y en ellos vi que la Codicia
ponía cuatro cosechas donde sólo había la fuerza de una. Y vi a
los pajarillos que huían de la ciudad y se refugiaban en las
ramas más altas de los árboles porque temían la malicia del
hombre. Y oí los gritos desesperados de los animales, que
esperaban ser sacrificados, salpicando de sangre inocente los
mataderos. Para después calmar la saciedad brutal y la Gula de
su “Hermano Mayor”, el Hombre.
Y entonces me giré en el tiempo, desesperado. Me arrodillé y
pedí porque no ocurriera.
Un soplo de viento me trajo unas palabras que me susurra­
ron al oído: Así como del estiércol pueden nacer rosas, de este
caos nacerá el Hombre Nuevo. Siembra, hermano, tu semilla
para contribuir a su DESPERTAR

102
Estaba Abul-Beka sentado al borde del estanque de los lotos,
meditando. Ya la tarde había caído y aquella hora entre la vida
y la muerte del día llenaba de quietud y languidez su alma.
La tristeza inundaba su rostro. Porque nada crea más tris­
teza en un ser sensible que leer en el corazón de los hombres. Y
sus cejas sembraban sombras en su frente e interrogaciones en
su pecho.
La luna llena ondeaba como un globo y aparecían las prime­
ras estrellas cuando se sentó a su lado Jaida. Su cuerpo era de
nácar y su cara una virgen. Por su frente florecía toda la raza
Aria, y en remolinos de pelo castaño, trasmitía toda su fuerza. Y
sus ojos también se entristecieron y habló como la lira habla al
viento:
Maestro. ¿Qué puede alterar tu armonía interior? ¿Tanto
amas al Mundo que sientes con sus latidos desgarrarse tu alma?
¡Ah, Jaida! dijo Abul-Beka. Jaida, tú ves porque al mirar vas
más allá de las cosas. Nadie sino tú podría acompañarme. Eres
como Medina-Runda: blanca y profunda, quieta y silenciosa.
Tengo sed Jaida, mucha sed.
Y Jaida se levantó y volvió con su cuenco lleno de agua cris­
talina de la fuente, y con un gesto de Amor, lo entregó al poeta.
No Jaida. No es esta el agua que me calmará la sed. Sólo un
cuenco de comprensión repleto de Amor la saciaría. Porque la
sed me la da la angustia que veo en los corazones de los hom­
bres. Sus deseos vanos, sus egoísmos, sus rencillas, sus luchas
entre ellos llenas de absurdos y por cosas mezquinas. Se matan
por una idea vana o por una apariencia. Y se dividen entre ellos
por simples cambios de enfoque sobre las cosas. No ven aquello
que les une sino tan sólo lo que los separa.
Esta es mi sed Jaida. Esta es mi sed y mi soledad.

103
Si Vosotros queréis buscarme...

Los nardos y las violetas llenan de vida el camino, y un


perfume de madreselva se expande en la tarde hasta más allá de
los éteres del aire.
Los montes quietos en la lejanía, se pierden en su ascenso
místico. Medina-Runda brilla en la distancia como una diade­
ma encendida por los últimos rayos dorados.
Uno de sus hermanos le pregunta al Maestro mientras caminan:
Hermano Mayor nuestro, que nos avisas con tus palabras y
nos confortas en tus ejemplos, dinos: ¿Dónde iremos a buscarte
cuando te hayas ido de nosotros? ¿Acaso tendrás un lugar
preferido? ¿Quizás en los Jardines del Profeta, en el rincón de
las enredaderas donde nacen las rosas? ¿Tal vez en uno de los
recodos del Guadalevín? ¿O quizás en los caminos que dan a
los Huertos, donde nuestros hermanos los árboles nos ofrecen
sus frutos? ¿Tal vez te guste pasear por la cornisa del Tajo,
para volar con las palomas y poder meditar sobre los surcos que
deja el tiempo en el corazón de la tierra, como las pasiones los
dejan en el de los hombres?
Y Abul-Beka, sereno y dulce, le dijo:
Hermano, cuando el espíritu se expande por el aire del As­
tral, una vez alejado de su más grosera envoltura, ha de seguir
haciendo por el mundo. Pensad, pues, que seré en aquellas
partes que más me necesitan. Y, por tanto: ¿No me sentiréis
más cerca de un pobre enfermo, que se debate entre la vida y la
muerte, o al lado de aquellos que padecen ofensas, que medi­
tando en el jardín y contemplando cómo las ondas cristalinas
del Guadalevín se rompen una y otra vez sobre las piedras?
Mas si vosotros queréis buscarme, hacedlo en el corazón,
porque estaré allí para hablaros y confortaros en vuestro andar
cotidiano sobre la Tierra.

104
Hablar con los cielos

Había llegado el invierno y era de noche en el Día de la


Tierra.
Medina-Runda estaba triste tras un velo de agua y el Guada-
levín saltaba por entre las rocas más bullicioso y juguetón que
nunca. Todo parecía quieto y hasta el mismo viento meditaba.
Abul-Beka había reunido a sus más íntimos en un recodo de
los Jardines del Profeta, protegidos por el entrelazado de las
enredaderas, y allí sentados les hablaba:
De verdad os digo que como este agua fecunda la tierra y
después florece con sus frutos y sus flores, así es la Oración, el
agua que aviva el espíritu y los hace florecer y dar frutos. Ella es
la energía que nos hace alados y translúcidos como el Sol. Orad
pues, en todo momento. Mas no lo hagáis con la boca, sino con
el Corazón. Y no la dejéis en los labios, sino trascendedla en el
trabajo y en el sudor de vuestros días.
Y el más pequeño entre los íntimos le dijo:
Maestro, enséñanos para que nosotros podamos también
hablar con los Cielos como tú lo haces.
Cuando hablo al Cielo, dijo Abúl-Beka, elevando las alas del
espíritu y tomando las palpitaciones de mi corazón, lleno de
aliento mi cuerpo y digo:
Uno Santo, que Eres en nosotros Esperanza; como nosotros
somos Luz en Ti.
Santificado seas por nosotros, porque somos tu Nombre.
Sé consciente de tu Reino en nosotros.

105
Hágase tu Voluntad, porque también es la nuestra: Desde los
mundos pesados y dormidos en Ti, hasta aquellos que aletean
con tus alas.
Que nuestro cuerpo sea un altar donde se queme el pan en
holocausto hacia Ti. Y que sea éste nuestro alimento.
Haz que podamos perdonarnos nuestras deudas en los demás
y así toquemos en ellos tu Frente.
Y libéranos del Mal de creer que estamos fuera de Ti.
Porque nosotros somos Tu reflejo en la Tierra, como Tú ya
eres el nuestro en los Cielos.

106
Como Hojas de Otoño

Y se levantó cuando la aurora, de puntillas, se acercaba por


las hermanas montañas. Con sus pies descalzos, holla el camino
del Oriente, y con sus ojos busca el Sol.
Va solo como la noche. Medina-Runda se queda sola. Se va
de ella el reflejo de su alma.
Fue entonces cuando nacieron los grajos. Y desde entonces
parecen velos de la noche, que traspasa el día.
Jaida es la única que le sigue con la mirada y llora en su co­
razón. Jaida, la de los ojos grandes. La de la cara blanca como
su alma. Guarda en su corazón la despedida. Recuerda donde
todos se reunían, y aún resuenan como hojas de otoño, las
palabras del poeta en sus oídos:
Hermanos, ha llegado el tiempo y los montes me llaman. Me
llama su silencio, que es mi silencio, y su Luz que es mi Luz.
No os fijéis en las apariencias y creáis que me voy. Porque
seguiré viviendo en cada uno de vosotros si me tomáis en vues­
tros corazones.
¿Qué es el tiempo sino un soplo? ¿Y qué es la vida sino una
tenue llama de la Eternidad?
Me voy en el aleteo de la noche para volver en el del Nuevo
Día. Tomaré otro cuerpo para hablar en otra parte, y allí es­
taréis también vosotros para seguir escuchándome.
PAZ y AMOR a todos los seres.

107
ÍNDICE

Nota de la edición......................................................... 9
Introducción..................................................................... 11
La unidad de la luz......................................................... 17
La Montaña........................................................ 19
El Hombre........................ 20
Por encima de las apariencias..................................... 21
He venido......................................................................... 22
La Poesia ......................................................................... 23
Vuestros espejos............................................................. 24
Hermano sol... Hermana luna........................................ 25
Pequeño Hermano dormido......................................... 26
Sembrad............................................................................... 27
Todos los Mundos......................................................... 28
Los síntomas de un tiempo......................................... 29
La Verdad......................................................................... 30
El canto de laExistencia.............................................. 31
Fe......................................................................................... 32
La Razón ........................ 33
La Palabra......................................................................... 34
El Templo......................................................................... 35
Vuestros Caminos......................................................... 36
El mismo principio......................................................... 37
Ignorancia......................................................................... 39
Gracias............................................................................. 40
El hombre Sabio............................................................. 41
Vengo.................................................................................... 43
Del Bien y del Mal......................................................... 44
Que iluso eres!................................................................. 45
La Llama Divina............................................................. 46
Sobre la violencia ......................................................... 47
Yo soy.................................................................................... 49
Olvídate de tí mismo..................................................... 50
Hermano, ven................................................................. 51
Otras noches y otros días............................................. 52
Tres Llaves ..................................................................... 53
El más dichoso de los seres......................................... 54
Peregrino de la Eternidad............................................. 55
Las puertas están abiertas ......................................... 56
Bienaventurados............................................................. 57
Tus ojos divinos............................................................. 59
Quizás voléis a otras tierras... ..................................... 60
No dejes de ser tú mismo............................................. 61
Por el jardín de la Luz ................................................. 62
La esperanza de la Raza................................................. 63
Sobre el optimismo ..................................................... 65
Una flor eterna................................................................. 67
Pensamientos................................................................. 68
Como el Sol..................................................................... 69
Haz memoria ................................................................. 70
Ha llegado la Hora......................................................... 71
El Hombre Nuevo......................................................... 73
Del Dinero............................ 74
Yo soy el Camino............................................................ 75
La Familia........................................................................ 77
Todos somos en Uno..................................................... 78
Hijos del Espíritu ......................................................... 81
Sueño................................................................................. 82
Luz en la Luz . .............................................................. 83
La Nueva Tierra............................................................. 84
Guardad............................................................................. 85
Sed Cautos ..................................................................... 86
Hermano de la otra parte............................................. 87
Padre Nuestro Común........................ 88
El fin de Nuestros Días y Nuestras Noches .... 89
La Otra Ciudad................................................................. 90
Del silencio ......................................................................... 91
De la Vanidad................................................................. 92
Poner un Cerco al Deseo............................................. 93
Del Dolor......................................................................... 94
Bienamados..................................................................... 95
Id al fondo......................................................................... 96
Sentir............................................................ 97
Abrid bien los ojos......................................................... 99
Miedo................................................................................. 100
Nacerán rosas.................................................................... 101
Sed........................................................................................ 103
Si vosotros queréis buscarme........................................... 104
Hablar con los cielos........................................................ 105
Como Hojas de Otoño .................................................... 107
Otros libros A ¡rio

Abrezol, Raymond
VENCER POR LA SOFROLOGIA
Arabi, Ibn
EL NUCLEO DEL NUCLEO
Arabi, Ibn
VIAJE AL SEÑOR DEL PODER
Arabi, Ibn
TRATADO DE LA UNIDAD
Arroyo, Cayetano
DIALOGOS CON ABUL BEKA
Arroyo, Cayetano
YO SOY TU MISMO
Arroyo, Cayetano
YO SOY CUANDO COMPRENDO
Arroyo, Cayetano
ORACIONES HACIA EL INTERIOR
DE FUERA
Arroyo, Cayetano
EL LENGUAJE DE LA VIDA
Arroyo, Stephen
MODERNAS DIMENSIONES
DE LA ASTROLOGIA
Benneth, J. G.
GURDJIEFF: HACIENDO
UN MUNDO NUEVO
Blavatsky, H. P.
LA VOZ DEL SILENCIO
Catiaux, Louis
EL MENSAJE REENCONTRADO
Chang, Fu
TODO CUANTO NECESITAS ESTA EN TI
Durkheim, K. G.
EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
Ferrucci, Piero
PSICOSINTESIS

editorial irio, s.a. - málaga


Sí, este viento de otoño que mueve mis
palabras se irá. También se irán estos
árboles, y estas piedras cambiarán. Y las
estrellas de los cielos habrán andado un
poco.
Pero mi corazón no pasará. Ni pasará
mi amor por mis hermanos los hombres,
hasta que cada uno de ellos esté en mí, como
yo estoy en ellos.

editorial

Você também pode gostar