Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Un referendo impertinente
Carlos Gaviria
1. Los asuntos técnicos y científicos que reclaman una respuesta concluyente (en la
medida en que la ciencia puede darla), expuesta a la prueba de la razón y la experiencia.
Ejemplos pueden darse a granel, pero uno paradigmático me parece que basta. ¿No sería
descabellado convocar al pueblo a que mediante sufragio universal dirimiera el asunto de
si el universo fue creado según la rica ficción fantasiosa del Génesis o si está bien
orientada la hipótesis abstrusa del Big Bang? ¿Alguien con mediana sensatez podrá pensar
que la respuesta definitiva proceda de las urnas? A veces uno piensa, oyendo o leyendo a
la senadora Viviane Morales, que es eso lo que se propone con su dislocada propuesta de
referendo contra la adopción por parte de las parejas homosexuales. Como hay un debate
académico y científico en torno a los trastornos y sesgos de orientación que puedan
padecer los menores adoptados y, a su juicio, la balanza se inclina por una respuesta
afirmativa (cosa que parece refutada abrumadoramente por estudios serios y abundantes
hechos), que la mayoría profana diga a quién asiste la razón (¿a Ptolomeo o a Copérnico?).
He tenido un alto concepto de Viviane Morales como jurista y académica, pero advierto
que esas calidades nada tienen que ver con sus iniciativas de creyente militante.
Apreciado Carlos:
Lo leí con mucha atención, como siempre leí tus sentencias y, en general, como leo tus
escritos cuando llegan a mis manos. Pero esta vez lo leí, además, con particular alegría.
Enhorabuena llegaste a darle a mi contraparte la estatura intelectual y moral que anhelé
que tuviera, a fin de que el debate público contribuya a la edificación de nuestra cultura
democrática.
Desde el titular calificas de “impertinente” el referendo que hemos propuesto, esto quiere
decir: inoportuno, inapropiado y, aún más, molesto. Esto con base en la afirmación
categórica de que hay “temas problemáticos” que no pueden ser decididos por el pueblo
a fin de que las mayorías no “puedan decidir caprichosamente en desmedro de sectores
minoritarios de la población que reclaman derechos que no pueden ser negados o
recortados con argumentos fuertes de razón pública”.
Lo que sí existe es el derecho de los niños a ser protegidos y criados por una familia y, en
el caso de los niños desamparados, sin familia, el Estado está en la obligación de
garantizarles este derecho de la mejor manera posible. De esto se trata nuestro
referendo: de que sea el pueblo quien le ordene al Estado cuáles son los parámetros que
de acuerdo con su experiencia, su razón y su cultura, debe tener en cuenta a la hora de
tomar la delicadísima responsabilidad de entregar a un niño en adopción.
No sobra insistir, en este punto, que mis convicciones cristianas coinciden íntegramente
con las conquistas universales del Derecho que consagran los derechos de los niños como
prevalentes sobre cualquiera eventualidad jurídica.
Para mí los niños son sagrados y estoy decidida a luchar para que de ninguna manera se
les convierta en objetos de consumo emocional.
También me parece importante aclararles a nuestros lectores que tu posición diluye, en
apariencia, las verdaderas razones subyacentes a tu artículo: cuando afirmas que hay que
quitarle al pueblo el derecho de decidir sobre este “tema problemático”, lo que en el
fondo estás pidiendo es que dejemos la decisión sobre la adopción de niños
desamparados por parte de parejas homosexuales en manos de los nueve magistrados de
la Corte Constitucional. Te parece que los nueve magistrados cuentan con la sabiduría
necesaria para superar los riesgos a los que nos exponen las decisiones de las que señalas
como “mayorías profanas” (¿ignorantes e incompetentes?).
En este punto también estoy en total y respetuoso desacuerdo con tus planteamientos.
Mi experiencia de ciudadana, de abogada y de legisladora me ha llevado a la convicción
democrática de que son preferibles las decisiones de nuestro pueblo, pese a los riesgos de
errores, que las decisiones de nuestros honorables magistrados de la Corte Constitucional,
pese a sus riesgos de aciertos.
Por último, apreciado Carlos, sólo me resta compartirte una inquietud de amiga y
admiradora que me quedó de la lectura de tu artículo: ¿por qué esas mayorías te resultan
“profanas” y por lo tanto incompetentes para decidir en nuestro referendo sobre la suerte
de nuestros niños desamparados, y en cambio te parecían competentes y dignas de votar
por ti cuando les pediste su respaldo al aspirar a la Presidencia de la República?
Por lo pronto, te deseo lo mejor y de nuevo te agradezco que hayas decidido intervenir en
este debate.