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Por este motivo algunos consideran que es el fundador de la Ciencia Política, porque
considera que la política tiene sus propias reglas, distintas de la ética y la religión.
En su obra El Príncipe (1513) nos dice que el príncipe o el gobernante, tiene como
misión la felicidad de sus súbditos y ésta sólo se puede conseguir con un Estado
fuerte. Para conseguirlo tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a
la crueldad. La virtud fundamental es la prudencia, para la conveniencia del Estado. Si
el interés de la patria exige traición o perjurio, se comete. "La grandeza de los
crímenes borrará la vergüenza de haberlos cometido". Los medios no importan: no es
necesaria la moral, sino un realismo práctico, no lo que debe ser, sino lo que es en
realidad. Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios. La
personalidad debe poseer condiciones especiales para llegar al poder y mantenerse
en él:
Política= Apariencia
Las acciones de todos los hombres, Y especialmente las de los príncipes, los
resultados son lo que cuenta, y es por ellas por los que el pueblo juzga. Si el
príncipe tiene buen éxito en establecer y mantener su autoridad, los medios que
emplee serán siempre calificados de honorables y serán aprobados por todos.
Maquiavelo considera que el mundo está hecho de tal forma que comportarse con
“bondad” resultaría "peligroso", ya que los hombres son mentirosos y tramposos, y
quien no sabe engañar o mentir corre el riesgo de ser devorado. Considera que es
preciso ser un gran disimulador, ya que quien sepa mentir, engañará a los
hombres y podrá abusar de su irreflexión y de su simplicidad e ignorancia. Todas
las veces que la "razón de estado", es decir el interés o conservación del Estado lo
exija, el príncipe debe mentir, simular y disimular. Y Maquiavelo asegura a estos
procedimientos de gobierno un éxito infalible, el poder del estado está por encima
de todo.
El príncipe de Maquiavelo es, pues, la encarnación viva del poder: como legislador
supremo estaba por encima de las leyes que él mismo dictaba, y utilizaba la ley
como instrumento de la soberanía de su poder. Declarar al príncipe (legislador o
gobernante) libre de todo freno de la ley o moralidad, equivalía a decir que el poder
no tenía justificación.
Inmoralidad política