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Sin embargo, la enfermedad se manifiesta, más allá del objetivismo, mediante el subjetivismo de los
sentimientos. Cuatro de estos son descritos como cardinales, según Laín: el primero, aflicción, referido
al malestar e impedimento que trae consigo el proceso morboso; el segundo, amenaza, de la vida (“muerte
biológica”) y de los proyectos que se planeaban desempeñar en ella (“muerte biográfica”); luego, la soledad,
consecuencia de que la enfermedad aísla, al producir que el padecimiento sea personal y su sentir,
incomunicable; finalmente, la enfermedad como recurso, para evadirse de los quehaceres que la salud
impone, asemejándose a un refugio.
La experiencia de la enfermedad, como consecuencia, nos lleva a conocer el dolor físico, la vulnerabilidad
de nuestra existencia, la menesterosidad de la vida (entiende al hombre como un ser “pobre”, que requiere
de los demás), Además, nos acerca a la valoración de la vida al lucharse contra dicha entidad con el fin de
conservar nuestra salud; tanto como al cuestionamiento de nuestra existencia en este mundo.
Finalmente, Laín también considera que las vivencias no solo se deben sentir; pero también, brindar una
interpretación basada en aspectos generales, consecuencias psíquicas causadas por la enfermedad,
típicos (psicosomáticos, situaciones histórico-sociales, etc.) y personales. Es así como la enfermedad
puede ser vivida por quien la padece como si fuera un reto (“lucho por vivir”); un castigo (para los
dependientes de divinidades y pecaminosos consientes); como un azar (sucede porque “debe ser así”); o
como una prueba que ha de probar la paciencia y magnanimidad no solo del enfermo, sino también del
médico que toma parte de este profundo proceso del padecimiento.
COMENTARIO
La lectura de Laín evidencia de forma profunda los distintos cambios en la vida de aquella persona que
padece la experiencia de la enfermedad, es decir, de todos nosotros. Lo que nos lleva a confirmar que,
precisamente, el proceso morboso no tiene límites y nos hace susceptibles de sus consecuencias sin
excepción alguna. Sin embargo, desde mi perspectiva (seguramente compartida por muchos) ello no
siempre representa un proceso de impureza o dolor; sino más bien, tal como es redactado, puede darle
sentido a nuestra historia de vida y en la gran mayoría de casos, llevarnos a valorarla aún más si es que ya
antes no lo hacíamos. Esto sin contar los efectos biológicos con los que, en casi todos los casos, nuestro
cuerpo reacciona de forma positiva. Claro está que no se excluye la posibilidad de que los efectos sean, en
cambio, adversos y dañinos para una persona.