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La palabra biblia significa “libro “ o “colección de libros”. Todos sabemos que hay
millones de libros en el mundo. Sin embargo, hay un libro que es sin igual, diferente de
todos los demás y superior a ellos. En su lecho de muerte el Sir Walter Scott rogó:
—¡Tráeme el libro!
—¿Cuál libro?
Lo que le hace a este libro diferente y superior a todos los otros libros es que es la
palabra de Dios. Por eso, con razón lo llamamos la Santa Biblia.
Antes de que creamos cualquier otra cosa acerca de Dios, tenemos que creer
primeramente que él existe y que recompensa a los que procuran hacer su voluntad.
Pero, ¿cómo podemos descubrir algo de Dios? Hay dos maneras. Primero, la
naturaleza nos enseña que debe haber un Dios quien ha creado todo en una manera
ordenada y determinada. Pero el libro de la naturaleza es difícil de leer, aunque señala
hacia Dios la mente que busca. Por eso Dios en su misericordia puso otro libro en el
mundo: la Biblia. La puso para que por ella pudiera revelarse al alma que le busca y
darle a conocer su voluntad. La Biblia no es la historia de hombres buscando a tientas
a Dios por medio de la razón e imaginación humanas, sino es la historia de Dios
extendiéndose benignamente y revelándose a los hombres.
La Biblia declara que “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11.6), y que “es
necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que
le buscan”. Por tanto, confesamos con la boca y creemos con el corazón, conforme a las
sagradas escrituras.
Sí, la fe de los antepasados claramente era, y todavía lo es, una fe en que la Biblia es la
palabra inspirada por Dios. Ellos vivieron por esa fe, y estaban dispuestos a dar sus
vidas como mártires por ella. No se pusieron a escoger sólo lo que les convenía,
aceptando unas partes de la Biblia como la palabra de Dios y rechazando otras partes.
La aceptaron toda como la palabra inspirada de Dios. No se atrevían a levantarse a sí
mismos como “críticos” o jueces de la Biblia. Hay siete razones sobresalientes por las
cuales ellos, y también nosotros, hemos aceptado la Biblia como la palabra inspirada
por Dios: (1) Por causa de su origen; (2) Por causa de su propio testimonio en
nuestros corazones; (3) Por causa de su preservación milagrosa; (4) Por causa de su
verdad y su universalidad; (5) Por causa de su unidad notable; (6) Por causa de sus
profecías cumplidas; (7) Por causa de su poder e influencia sobre la vida de las
personas.
1. Creemos que la Biblia es la palabra inspirada por Dios por causa de su origen
o fuente. La Biblia viene de un origen divino: Dios mismo. Los profetas del Antiguo
Testamento afirmaron que eran los receptores de revelación divina: “Jehová habló”;
“Jehová dijo”; “Dios dijo”. Tales frases se encuentran casi 700 veces en sólo los
primeros cinco libros de la Biblia. Por todas las escrituras se encuentran no menos de
3.000 veces. El Nuevo Testamento dice más de cincuenta veces que el Antiguo
Testamento es de origen divino y de autoridad divina. El Señor Jesucristo muchas
veces cita algo del Antiguo Testamento, estimándolo como las escrituras y la palabra
de Dios.
Podríamos preguntarnos cómo o con qué proceso Dios inspiró la Biblia. Hechos 1.16
nos recuerda que “el Espíritu Santo habló antes por boca de David” y en 2 Pedro 1.21
dice: “Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
De este modo Dios causó que estos hombres escogidos hablaran y escribieran
palabras inspiradas. 2 Timoteo 3.16 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y
útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. Y para que
ninguno piense que solamente fueron inspirados los pensamientos de estos hombres
y que ellos después escogieron sus propias palabras, la escritura dice precisamente:
“palabras ... que enseña el Espíritu” (1 Corintios 2.13). Además, Cristo mismo enseñó
que el Nuevo Testamento, que iba a ser escrito después de su resurrección y
ascensión, sería también parte de la santa escritura: “Mas el Consolador, el Espíritu
Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14.26). La Biblia es de origen divino.
El yunque de Dios
Me detuve a la puerta del herrero,
Oí el yunque tañer y sonar,
Y vi martillos botados allí
Gastados de tanto obrar.
—¿Cuántos yunques has tenido —pregunté—,
Para tantos martillos gastar?
—Sólo uno —sonriendo me dijo él—.
Es fuerte, y queda igual.
Así, pensé, es la palabra de Dios,
El yunque que tantos asaltan;
Aunque se oyen los golpes tañer y sonar,
Queda igual. Son los martillos que faltan.
—Versión española de Pablo Yoder
4. Creemos que la Biblia es la palabra inspirada de Dios por causa de su verdad y
su universalidad. -El presidente Faunce de la Universidad Brown declaró:
Ninguno de ustedes pensaría usar un libro de medicina que fue publicado hace
cincuenta años; ninguno pensaría usar un compendio de ciencia que tiene cincuenta
años; ninguno pensaría tomar como autoridad lo que dice un libro de psicología que
tendría aun veinte años. El bosquejo de la historia del Señor Wells tuvo que ser
revisado aun antes que fuera publicado. ¡Aquí hay un libro que queda como el guía
oficial de todo el mundo después de todos estos siglos!
Mientras que muchos libros que tienen aun pocos años pronto se ponen anticuados, la
Biblia permanece para siempre. Mientras que las teorías de los hombres se levantan y
caen, “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos” (Salmo 119.89).
Mientras que las teorías y filosofías de los hombres contienen errores o mentiras que
son las semillas de su propia destrucción, la Biblia vive para siempre porque sólo ella
es la verdad absoluta. “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17.17).
Aunque la fragilidad de cada hombre le tienta a mentir, la palabra de Dios nunca
miente.
Además, la Biblia no es para un solo siglo, una era, una sola porción de la tierra, ni una
sola cultura. Dirige un llamamiento a los hombres de toda cultura. Ningún otro libro
religioso tiene una atracción tan universal. Existen un sin número de libros escritos
acerca de la Biblia. El número completo de todas las reproducciones de la Biblia
traducidos y publicados durante los siglos no se puede contar. Cambia la vida de
caníbales, intelectuales, hombres de ciencia, campesinos, musulmanes, budistas,
chinos, indios, europeos, y americanos porque tiene un mensaje universal y
transformador. Fue escrita hace miles de años en un rincón pequeño del Oriente
Próximo por unos treinta y cinco escritores diferentes, pero sus principios y su
mensaje se traducen y se entienden fácilmente en cualquier siglo o cultura. Es así
porque fue inspirada por la mente de Dios como un libro universal. El propósito
divino de este libro universal fue de preparar el camino para la venida de Cristo y su
evangelio de las buenas nuevas de la salvación para la humanidad pecaminosa. Este
libro glorioso, la Biblia, es el portavoz de Dios; es el medio de presentar a Cristo a los
hombres; es el camino real por el cual él se dirige a cada nación para llamar a las
puertas de los corazones de los hombres.
Él
Nunca edificó un templo, pero aún hay orillas
En el mar más lejano, ideales para adorarle...
Hincando la rodilla.
Él nunca escribió un libro, pero sus palabras y oraciones
Son saboreadas por millares de lenguas...
Son consejo a millones.
La vida que él demostró nunca ha sido asaltada,
Sus preceptos, como él los vivió...
Nunca les faltan nada.
Él no fundó un reino, sin embargo, Rey desde la mocedad
Él reinó, aún reina. Su reino se llama...
El reino de la verdad.
—T. Lindsey
Versión española de Pablo Yoder
Tal vez el que lee se pregunte: ¿Cómo recibimos la Biblia así como es hoy día? ¿Cómo
efectuó Dios la colección y la preservación y la transmisión de las sagradas escrituras
tal como fueron inspiradas? La historia es realmente sencilla, y aun maravillosa.
Temprano en la historia, Dios comenzó a formar el libro que iba a ser el medio de la
revelación de sí mismo al hombre. Los diez mandamientos fueron escritos en piedra
(Deuteronomio 10.4–5); las leyes de Moisés fueron escritas en un libro
(Deuteronomio 31.24–26); se hicieron reproducciones de este libro (Deuteronomio
17.18); Josué añadió su libro (Josué 24.26); Samuel escribió en un libro y lo guardó
delante de Dios (1 Samuel 10.25); este libro fue bien conocido quinientos años
después (2 Reyes 22.8–20); los profetas escribieron en un libro (Jeremías 36.32;
Zacarías 1.4; 7.7–12); Esdras leyó el libro de Dios públicamente (Esdras 7.6; Nehemías
8.5). En los días del Señor Jesús, este libro se llamaba “las escrituras”. Cristo lo llama
“la palabra de Dios”. En el Nuevo Testamento hay más de trescientas citas de estas
escrituras, y no se cita de ningún otro libro como si fuera las escrituras. Por ejemplo,
los judíos no consideraron los libros apócrifos como la sagrada escritura y nunca son
citados en el Nuevo Testamento. Estas sagradas escrituras fueron compuestas de los
treinta y nueve libros que tenemos en nuestro Antiguo Testamento hoy, aunque a
veces los judíos los pusieron en orden diferente. Se refirieron a ellos como la ley (los
cinco libros de Moisés), los profetas (Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Isaías, Jeremías,
Ezequiel, los doce profetas menores), y las escrituras (Salmos, Proverbios, Job,
Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías, Crónicas).
Tenemos sólo veintidós libros que contienen la historia de todas las edades, libros que
se creen ser divinos. De éstos, cinco pertenecen a Moisés; contienen sus leyes y las
tradiciones del origen del hombre hasta la hora de la muerte de Moisés. Desde la
muerte de él hasta el reinado de Artajerjes, los profetas que sucedieron a Moisés
escribieron en trece libros la historia de los eventos que pasaron en su propio día. Los
otros cuatro libros incluyen himnos a Dios y preceptos para la conducta de la vida
humana. Desde los días de Artajerjes hasta nuestro propio día cada evento en verdad
ha sido registrado. Pero estas historias recientes [los libros apócrifos] no han sido
estimadas dignos de igual crédito con las precedentes, a causa de la falta de la
sucesión exacta de profetas. Hay una prueba virtual del espíritu con que tratamos
nuestras escrituras; porque, aunque ha pasado ya un tan gran intervalo de tiempo,
ninguno se ha atrevido a añadir o a quitar o a cambiar ni una sílaba. Y es el instinto de
todo judío, desde el día de su nacimiento, considerar estas escrituras como la
enseñanza de Dios, y cumplirlas, y si es necesario, poner alegremente su vida por su
cuenta.
El hallazgo de los rollos del Mar Muerto en 1947 y en los años siguientes ha probado
otra vez que nuestro Antiguo Testamento de hoy día fue preservado correcta y
exactamente, palabra por palabra, lo mismo como Josefo explicó. El Nuevo
Testamento fue preservado en la misma manera por la providencia milagrosa de Dios.
De los miles de manuscritos y porciones del Nuevo Testamento que existen en griego,
casi desde el tiempo de los apóstoles, se ha hecho un libro del texto básico del griego
que contiene 500 páginas. De estas 500 páginas del Nuevo Testamento griego
compilado y comparado cuidadosamente por hombres doctos, se ha juntado sólo
media página de palabras variantes. Ni una de éstas afecta un punto vital de doctrina,
de la moral o de la historia. La mayoría son puntos de la gramática, de entender la
puntuación, etc. ¿No es maravilloso saber como Dios por su providencia ha
preservado su palabra correcta y pura?
El gran milagro de la Biblia no es sólo que Dios la inspiró originalmente, ¡sino que,
además, él la ha protegido por su providencia y la ha preservado pura! Cuando el
Nuevo Testamento se compara con cualquiera de las escrituras apócrifas o doctrinales
del siguiente siglo, ¡es evidente que es sin igual, completo, superior, unido, y
sobrenatural! ¡Así tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento permanecen juntos,
una unidad preservada sobrenaturalmente, sobresaliendo puros y verdaderos sobre
las escrituras de hombres! Ninguno debe atreverse a añadir o a quitar nada de ella,
como declara su último libro (Apocalipsis 22.19), para que no venga la maldición de
Dios sobre el hombre que se mete en la Santa Biblia.
Las profecías más notables que se han cumplido son las de Jesucristo como el Mesías.
Por ejemplo, en Daniel 9.24–26, se profetiza de las setenta semanas. Dice que 483
años después de que fue dado el mandamiento de reedificar a Jerusalén (lo cual
aconteció en 457 a.c.>) aparecería el Mesías. Después de los 483 años la vida del
Mesías sería quitada y él haría cesar el sacrificio y la ofrenda. ¡Todo esto se cumplió
así como fue profetizado! Pero no sólo eso. En la vida y en el ministerio de Cristo se
cumplieron más de 300 profecías del Antiguo Testamento. Isaías 7.14 nos dice que él
nacería de una virgen. Miqueas 5.2 nos dice que nacería en Belén. Oseas 11.1 nos dice
que sería llamado de Egipto. Zacarías 9.9 habla de su entrada en Jerusalén. Salmos
41.9 y 55.12–14 nos dicen que sería traicionado por un amigo. Zacarías 11.12–13
habla de que sería vendido por treinta piezas de plata y que se compraría el campo del
alfarero. Isaías 50.6 nos dice que le escupirían y le azotarían. Salmo 69.21 habla de la
hiel y el vinagre que le serían dados en la cruz. Salmo 22 habla de su crucifixión y del
repartimiento de sus vestidos. ¡Otras hablan de su resurrección, de su ascensión, de su
reinado a la diestra de Dios en los cielos, y de la venida del Espíritu Santo! ¡La
probabilidad de que todas estas profecías se cumplieran por casualidad es sólo una
posibilidad en el número 1 seguido de 181 ceros! ¡Observa la providencia de Dios! La
profecía es la historia escrita de antemano por Dios, en su Santa Biblia.
El mundo actual está en los umbrales de una vuelta al barbarismo, porque este siglo
rechaza la Biblia. Mientras sigue en su marcha, se ve más y más que las naciones
llamadas “civilizadas” regresan a la brutalidad y al barbarismo; las guerras se
empeoran; millones perecen de violencia y hambre. Para ilustrar esto, sólo hay que
pensar en tres naciones modernas que rechazaron y atacaron la palabra inspirada de
Dios: Alemania, Rusia, y la China. ¡Millones incontables han sido asesinados y
esclavizados!
2. ¿De dónde viene la Biblia? ¿Son inspirados sólo sus pensamientos o lo son sus
palabras también?
6. Con treinta y cinco escritores, ¿por qué no está llena de contradicciones la Biblia?