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ANÁLISIS DE LOS CÓDIGOS ÉTICOS NACIONALES E

INTERNACIONALES, JURAMENTO HIPOCRÁTICO

DECLARACIÓN DE LOS PRINCIPIOS:

La ética médica orienta la conducta de los médicos hacia el

bien, busca lo correcto, lo ideal y la excelencia. La

deontología médica regula los deberes de los médicos.

El Código de Etica y Deontología, para el cumplimiento de

sus fines, contiene un conjunto de preceptos que, por su

aplicación, garantiza un ejercicio profesional competente,

honesto y honorable de los miembros de la Orden médica.

Rige para todos los colegiados y concierne al ámbito de la

moral individual y ética personal y social del médico.

La medicina es ciencia y arte y, como tal, se orienta al

logro de la más alta calidad de vida, se fundamenta en el

respeto a las personas y la dignidad humana. La medicina es

una profesión humanista que trata y respeta la

individualidad y la integridad moral, psíquica, física y

social de las personas, como expresión de su derecho a la

salud. Su misión es preservar la salud y, cuando ello no es

posible, aliviar las dolencias y, en todos los casos,

consolar a los pacientes y familiares. El respeto a los

pacientes, su familia, los colegas y otros profesionales y


técnicos de la salud hace de la medicina una disciplina

paradigmática del desarrollo humano.

La medicina, tradicionalmente, se rige por los principios

de beneficencia que consiste en la búsqueda del bien para

el paciente y la no maleficencia que consiste en evitar

cualquier forma de daño o lesión.

Concurren con ellos los principios de autonomía o respeto

por las decisiones del paciente competente, en función de

su proyecto de vida y, asimismo, el de justicia, que

reconoce que todos los seres humanos deben ser tratados por

igual y, si hubiera que hacer una excepción, se favorecerá

a los más necesitados. Todos ellos se orientan a la

búsqueda del mejor interés del paciente en concordancia con

los valores que sustentan los derechos fundamentales del

hombre y la sociedad.

Para el cumplimiento de sus fines, el médico debe

capacitarse permanentemente en los avances científicos,

tecnológicos y de gestión.

La solidaridad es un principio inherente a nuestra

organización social, se expresa como un afán de ayuda mutua

y encuentra en el acto médico una forma de realización que

permite una relación horizontal con el paciente y con la

sociedad, que afirma nuestros valores y refuerza el tejido

social.
La salud es un estado de apropiación del cuerpo que

consiste en el bienestar físico, psíquico y social lo que

permite a la persona humana proyectar un plan de vida,

acorde con sus valores y creencias, con pleno respeto a los

derechos humanos universales lo que compromete a la

profesión médica, la sociedad y el estado.

El Derecho a la salud se sustenta en los principios de

equidad, solidaridad, universalidad e integridad de la

atención. El médico promueve estos principios y no

establece diferencias entre las personas a las que atenderá

sin discriminación de ninguna clase.

El médico debe permanentemente tomar decisiones en los

campos de la vida, la salud y la enfermedad, las cuales son

probabilísticas y estarán más cercanas a la certeza en la

medida que cuente con los medios y recursos que exige la

lex artis. Es su responsabilidad realizar el acto médico en

forma diligente. Es responsabilidad de la sociedad y el

estado en forma compartida disponer de los mejores medios y

recursos posibles para este propósito.

El ejercicio de la medicina incluye un permanente respeto a

los derechos fundamentales de los pacientes, tales como el

derecho a la libertad de conciencia y de creencia, el

derecho a la integridad física, psíquica y moral, el

derecho al libre desarrollo y bienestar de las personas, el

derecho a la intimidad personal y familiar, el derecho a la


información y al consentimiento informado, el derecho a la

no discriminación en razón de sexo, edad, enfermedad o

discapacidad, credo, raza, origen étnico, género,

nacionalidad, filiación política, orientación sexual o

condición socioeconómica, entre otros.

En su actividad profesional el médico tiene el deber de

guardar el secreto profesional; éste brinda al acto médico

su característica de confianza y garantía en la relación

médico-paciente de reserva y discreción.

El médico procurará en el ejercicio de su profesión, en los

diversos campos en los que está se ejerza, que los

principios que este Código reconoce, se expresen en

políticas de efectiva aplicación para lograr los propósitos

contenidos en el mismo.

El decoro, la honestidad, el altruismo y la integridad

moral, constituyen normas que condicionan y gobiernan la

conducta de los médicos y exaltan su idealismo a los planos

más elevados de la vida en comunidad.

La docencia e investigación médicas son parte constitutiva

de la práctica médica y su realización se inscribe en las

más antiguas tradiciones y son esfuerzos sociales

corporativos de la más alta responsabilidad por lo que su

orientación y control se fundamenta en los principios

éticos más relevantes de nuestra época.


CÓDIGO DE MONTPELLIER:

Adoptado por el Consejo de la Federación de los Sindicatos

Médicos de L'Herault:

I. Si el médico tiene el derecho de pretender la estimación

de sus colegas y la efectiva gratitud de sus clientes, él

debe, para ser digno, inspirar todos sus actos en los

principios que constituyen la esencia de la deontología. Es

de la incumbencia de los sindicatos médicos, guardianes de

las tradiciones que son el honor de la profesión, formular

las reglas generales, y vigilar, en los casos necesarios,

su estricta aplicación.

A. Deberes del médico para consigo mismo

II. Antes de todo, el médico se debe a sí mismo, como

debe a la corporación de que forma parte, la obligación

de ser un perfecto honesto hombre. A este título, debe

abstenerse de toda forma, mismo indirecta, de

charlatanismo, que en el fondo, tiene por objeto la

explotación de la credulidad pública: usurpar títulos o

engañar al público con el valor de los que se posee,

recurrir para llamar la clientela, a una publicidad

extramédica y cuyo valor el enfermo no puede conocer,

son gestos esencialmente incorrectos.

III. Son igualmente condenables todos los medios que

tienden a la edificación de una situación profesional

por otros procedimientos que no sean la ciencia y la


abnegación, solas bases de toda notoriedad legítima y

durable. Así, son prohibidos todos los actos de regateo

o de connivencia, comisiones o gratificaciones a los

buscadores de enfermos, hoteleros, comadronas;

asociación o repartición de beneficios con las mismas

personas; aceptación de una comisión por la prescripción

de medicamentos o aparatos, por el envío a un sanatorio

o a un balneario. El carácter clandestino de tales

procedimientos demuestra suficientemente que los mismos

autores los consideran inconfesables.

IV. El acuerdo con los empíricos, bajo forma de

prescripción de remedios secretos, o la colaboración con

los curanderos o los sonámbulos, constituye más que una

incorrección, pues es castigado por el Código Penal como

delito de complicidad de estafa.

B. Deberes de los médicos para con la clientela

V. Excepto el caso en que el espíritu de humanidad lo

exija, los de compromisos anteriores o de requerimiento

judicial, el médico tiene el derecho de rehusar sus

cuidados a un enfermo. Por el contrario, desde que él

acepta atenderlo, contrae ciertas obligaciones.

VI. El enfermo espera los mejores cuidados, razón por la

cual, el médico tiene la obligación de estar al


corriente del movimiento científico; toda negligencia de

su parte puede ser considerada como una falta.

Cualquiera que sea la posición social del cliente, la

frecuencia de las visitas, salvo demanda expresa de los

interesados, será función relativa a la gravedad del

caso. Es tan criticable el espaciar o acortar los

exámenes, como multiplicar visitas y prescripciones, o

inducir a consultas o intervenciones evitables. El

médico debe ser sumamente escrupuloso sobre este punto,

tanto más, que la mayoría de las veces no tiene otro

contralor que el de su conciencia.

VII. Confidente obligado del enfermo, el médico está

obligado a guardar el secreto de todo lo que él ha

visto, entendido o comprendido del hecho de su

profesión. Esta discreción debe ser observada hasta en

los libros de cuentas, en la redacción de las

observaciones científicas o de los certificados de

defunción.

VIII. El enfermo tiene el derecho de exigir la verdad en

lo que concierne a su estado; en particular puede pedir

todos los certificados que considere necesarios, con

obligación para el médico de no hacer constar sino las

comprobaciones rigurosamente exactas. Un certificado de

complacencia constituye una falsa declaración.


C. Deberes del médico para con las colectividades

IX. Públicas o privadas, diversas colectividades

requieren el concurso del médico. Solicitado para entrar

en relaciones con ellas, debe dirigir su interlocutor al

sindicato del cual forma parte, que es el solo

autorizado y que tiene la independencia necesaria para

defender, en un caso particular, los intereses

profesionales colectivos.

X. La dignidad del Cuerpo Médico, la buena

confraternidad y el interés bien comprendido del

enfermo, exigen que no sea discutido el derecho de éste,

a la libre elección del médico con tarifa a la vista y

con una cuota que se aproxime lo más posible a la de la

clientela ordinaria. Toda tarifa a destajo debe ser

rechazada como inmoral.

XI. Para las funciones públicas, el sindicato debe

esforzarse por obtener el principio de nombramiento por

concurso, o por lo menos, por el valor de los títulos,

lo que constituye una garantía para los enfermos,

equidad para los competidores, independencia y

estabilidad para los titulares.

En el caso de revocación de estos, nadie podrá aceptar

la sucesión sin previa autorización del sindicato. Esta

autorización sólo será dada cuando la revocación haya

sido pronunciada por falta grave.


XII. Los médicos de las colectividades están obligados,

por lo que concierne a sus clientes, a las reglas

ordinarias del secreto profesional. Deben por

consiguiente negar a las colectividades toda declaración

que constituya una violación de este secreto.

XIII. Por lo contrario, el médico experto, inspector o

verificador, tiene el derecho de comunicar a sus

comitentes el resultado completo de su examen, puesto

que él ha sido designado expresamente para este efecto y

que el enfermo se ha dejado examinar en pleno

conocimiento de causa.

De este resulta, que las funciones del médico que asiste

al enfermo, y las del médico experto, son incompatibles.

D. Deberes del médico para con sus colegas

XIV. Adoptar, para con los otros, la misma actitud que

se desearía, por reciprocidad, fuese tomada para con uno

mismo, tal debe ser el principio que regle las

relaciones del médico con sus colegas.

XV. Desde su instalación en una localidad ya provista de

médicos, el recién venido irá a saludar a sus colegas

anteriores; esta visita debe ser retribuida. En las

relaciones ulteriores, si el mismo diploma confiere las

mismas prerrogativas a sus poseedores, el más joven

manifestará ciertas deferencias a sus mayores; en


compensación, la actitud de estos será siempre cordial

para con aquellos.

XVI. Es conveniente abstenerse en una forma absoluta de

todo propósito o de una actitud susceptible de

desacreditar un colega, sobre todo en los medios

extramédicos y todavía más en una familia a la cual éste

haya prestado sus cuidados. No deben tampoco tomarse en

consideración, sin haberse asegurado de la realidad de

su existencia, los propósitos descorteses que un

tercero, frecuentemente interesado, dice han sido

tenidos por otro colega.

XVII. En caso de dificultades con un colega, el médico

ensayará primeramente de arreglar el desacuerdo por una

diligencia personal. Si nada se consigue, se someterán

los hechos de la causa al presidente del sindicato, para

los fines del arbitraje.

XVIII. Si un enfermo tiene el derecho de dar o retirar

su confianza a quien le conviene, ningún médico puede

permitirse la práctica de suplantar a un colega en el

tratamiento de un enfermo.

XIX. Fuera del consultorio, que es un terreno neutro en

donde cada uno es libre de recibir a los que vengan, el

médico no puede ir junto a un enfermo incógnito sin

haber obtenido la prueba de que el colega que le ha


precedido, ha sido desinteresado de los cuidados

anteriormente dados.

XX. No obstante, si él es llamado cerca de un enfermo en

curso de tratamiento, en caso de extrema urgencia o en

ausencia del médico que lo asiste, por humanidad queda

obligado el médico a visitar este enfermo. Al regreso de

su colega, debe informarlo del tratamiento instituido y

cesar sus visitas. Tampoco puede continuarse una

asistencia comenzada en carácter de reemplazante de otro

colega.

XXI. Instalarse sin su consentimiento formal, en la

localidad en que ejerce un colega a quien se ha

reemplazado anteriormente o ejercer en el radio de

acción de una clientela cedida a título oneroso, son

gestos igualmente condenables.

XXII. Constituye igualmente un acto de concurrencia

desleal el hecho de consentir una tasa de honorarios

inferior a la que se aplica en la localidad o en la

región, y que ha sido fijada por el sindicato en

proporción al precio medio de la vida. La medicina con

rebaja deprime siempre al médico y no tiene nada de

común con el ejercicio de una beneficencia discreta y

bien pensada.
XXIII. Toda colaboración entre colegas, provocada

generalmente por el médico que asiste o, más raramente,

aceptada por éste conforme al deseo del enfermo, debe

únicamente inspirarse en el interés del cliente, trátese

de consulta o de operación.

XXIV. La consulta con un colega, no debe exigirse sino

en caso de necesidad. Por otra parte, ella no debe jamás

ser negada, salvo el caso de indignidad profesional del

consultante, sobre todo si esta indignidad ha sido

sancionada previas formalidades regulares.

En caso de desacuerdo grave en el curso de la consulta,

la familia debe ser avisada, a fin de que un tercero

venga a arbitrar el debate. El médico de cabecera, por

su dignidad personal, debe retirarse, en el caso que su

opinión no haya prevalecido acerca del cliente.

XXV. Designados por el enfermo o por el médico de

cabecera, los consultantes o los especialistas deben

inmediatamente informarlo por escrito del resultado del

examen. Su misión especial terminada, ellos no deben en

ningún caso continuar en relaciones directas con el

enfermo, al menos para otros cuidados que los que

dependan de su especialidad.

XXVI. En caso de intervención, el cirujano, solo

responsable, distribuye el cometido de sus

colaboradores. Pero él se esforzará en que el médico de


cabecera esté presente, y le reservará un cometido

honorable.

XXVII. La experiencia ha demostrado que para evitar más

tarde conflictos, las transacciones de honorarios deben

hacerse al contado. Estas se efectuarán exclusivamente

con el enfermo o con la familia del enfermo,

beneficiarios de los cuidados y directamente con los

médicos y sus ayudantes, dispensadores de los cuidados.

XXVIII. Toda retribución directa de colega a colega,

vulgarmente designada bajo el nombre de dicotomía, es

incorrecta, prestándose por su carácter clandestino a la

suposición degradante de connivencia. Es el enfermo,

solo beneficiario del servicio prestado, quien debe

honrar a cada uno de los médicos que han colaborado

acerca de él. Es de la incumbencia del médico que ha

desempeñado la función más importante, consultor o

cirujano, el fijar francamente en su nota el quantum

debido a cada uno. El especificará por la consulta los

honorarios que deben ser abonados, además de los suyos,

al médico de cabecera. Lo mismo por una operación, la

cuota de cada uno de sus colaboradores debe de ser

fijada a la familia, por el cirujano que cuidará para

que los intereses del médico de cabecera, de los cuales

él es solidario, sean enteramente respetados, conforme a

la tarifa sindical vigente.


XXIX. En el caso que el médico de cabecera prefiera

entenderse directamente con la familia, por lo que

respecta a sus honorarios, toda remuneración hecha por

el consultor o el cirujano sería ilícita y en ningún

caso debe de ser solicitada.

XXX. Los sindicatos regularmente constituidos están

calificados para juzgar las infracciones a las reglas de

deontología cometidas por todo médico, mismo no

sindicado. Abstenerse equivaldría, en ciertos casos, a

una tácita aprobación dada a las faltas individuales

susceptibles de comprometer por consecuencia la buena

reputación o los intereses del cuerpo médico de la

región.

Después de haber hecho al infractor supuesto, el proceso

previsto por los estatutos y que es destinado a permitir

al colega incriminado explicarse sobre los hechos que le

son reprochados, ellos pueden, en formas adecuadas, usar

para con él, sanciones tales como la advertencia, el

reproche, la censura o la descalificación.

XXXI. Además de esta acción disciplinaria, el sindicato

constituye para los colegas de la misma región un lazo

sólido que les permite tratar de igual a igual con las

colectividades. Bien estudiadas, apoyadas por la

voluntad de todos, sus decisiones tendrán mucho más

fuerza que las de un colega aislado. Es por lo tanto de


sumo interés para todo médico, afiliarse a ellos desde

el comienzo de su vida profesional.

En resumen, el ejercicio normal y regular de su

profesión debe suministrar al médico los recursos

legítimos sobre los cuales tiene el derecho de contar y

con ellos la consideración que le es debida. Pero, en

cambio, es menester que cada uno de sus gestos,

realizados siempre públicamente, a la luz del día, sólo

se inspiren en el interés de su enfermo; en el respeto

hacia sus colegas y en el de su propia dignidad.

CÓDIGO INTERNACIONAL DE ÉTICA MÉDICA

DEBERES GENERALES DE LOS MÉDICOS:

El médico mantendrá siempre el más alto nivel de conducta

profesional. El médico no permitirá que el ejercicio libre

e independiente de su juicio profesional en favor de sus

pacientes quede influido por motivos de ganancia. En todo

tipo de práctica médica, el médico procurará prestar su

servicio profesional con competencia, con plena

independencia técnica y moral, y con compasión y respeto

por la dignidad del hombre. El médico debe tratar con

honradez a sus pacientes y colegas y se obliga a denunciar

a los médicos débiles de carácter o deficientes en

competencia y a los que incurran en fraude o engaño.


Se consideran faltas de ética las siguientes prácticas:

a) La publicidad hecha por el médico, a menos que esté

permitida por las leyes del país y por el Código de Ética

de la asociación médica nacional.

b) Dar o recibir una comisión u otra ventaja por haber

enviado un enfermo a un colega, o por dirigir al paciente a

determinada farmacia o establecimiento. El médico deberá

respetar los derechos de los pacientes, de los colegas y de

los otros profesionales de la salud, y protegerá las

confidencias de sus enfermos. El médico, cuando administre

cuidados profesionales que puedan debilitar la condición

física o mental de su paciente, sólo lo hará para beneficio

del enfermo. El médico obrará con suma cautela al divulgar,

a través de canales no profesionales, sus descubrimientos,

nuevas técnicas o remedios. El médico certificará sólo lo

que haya comprobado personalmente.

DEBERES DE LOS MÉDICOS HACIA LOS ENFERMOS:

El primero: Preservar la vida humana

El médico tendrá siempre presente su deber de preservar la

vida humana. El médico debe a su paciente una total lealtad

y todos los recursos de su ciencia. Siempre que un médico

vea que alguna exploración o tratamiento sobrepasan su

capacidad, deberá pedir la ayuda de otro médico que tenga

la habilidad necesaria. El médico guardará secreto absoluto


sobre todo lo que sabe acerca de su paciente, aun después

de la muerte de éste. El médico tiene la obligación

humanitaria de prestar auxilios en caso de urgencia, a no

ser que esté seguro de que otros médicos pueden y quieren

prestar esos auxilios.

Deberes de los médicos entre si:

El médico se portará con sus colegas como quisiera que sus

colegas se portaran con él.

El médico no puede atraer hacia sí los pacientes de sus

colegas.

El médico observará los principios de la Declaración de

Ginebra aprobada por la Asociación Médica Mundial.

EL JURAMENTO HIPOCRÁTICO:

Hipócrates llamado el padre de la medicina tenía como

precepto médico, la famosa frase de su autoría "Que tu

alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento"

que sintetiza una verdad descomunal, una frase que si se

tuviera en cuenta en la vida contemporánea, ayudaría a toda

la humanidad, alejando las enfermedades y también el hambre

de la faz de la tierra. Ya que fue el padre de la medicina

quien sostenía esto, son los médicos quienes en su

totalidad deberían promover y practicar esta forma de vida.

También dijo: "Natura morborum medicatrix" (la naturaleza


cura las enfermedades).El vivió del año 460 al 357 antes de

Cristo, y se lo consideró como la máxima autoridad durante

siglos, a través de la Edad Media y en el propio

Renacimiento. Sus obras representan un monumento único en

la historia por cuanto señalan el comienzo de la medicina

racional (en occidente). La medicina del genial Hipócrates,

propiciaba la exclusiva utilización de los agentes

naturales, como la alimentación, el agua, el ayuno, los

ejercicios, etc... él fue el primer naturista, y sus ideas

no han dejado de tener validez, a pesar de los

años.Increíble suena que hoy en día, en muchos países los

médicos al recibirse, realicen el Juramento Hipocrático,

para luego transitar su vocación, recetando remedios tan

lejanos de lo natural, y tan cercanos a lo artificial.

Juro por Apolo médico, por Esculapio, Higia y Panacea y

pongo por testigo a todos los Dioses y a todas las Diosas,

cumplir según mis posibilidades y entendimiento el

siguiente juramento:"Estimaré como a mis padres a aquél que

me enseñó este arte, haré vida común con él, y si es

necesario partiré con él mis bienes. Consideraré a sus

hijos como hermanos míos y les enseñaré este arte sin

retribución ni promesa escrita, si necesitaren aprenderlo.

Comunicaré los principios, lecciones y todo lo demás de la

enseñanza a mis hijos, a los del Maestro que me ha

instruido, a los discípulos regularmente inscriptos y


jurados según los reglamentos, pero a nadie más. Aplicaré

los regímenes en bien de los enfermos, según mi saber y

entender y nunca para mal de nadie. No daré a nadie por

complacencia un remedio mortal o un consejo que lo induzca

a su pérdida. Tampoco daré a una mujer un pesario que pueda

dañar la vida de un feto. Conservaré puros mi vida y mi

arte. No extraeré cálculo manifiesto, dejaré esta operación

a quienes saben practicar la cirugía. En cualquier casa en

que penetre lo haré para el bien de los enfermos, evitando

todo daño voluntario y toda corrupción, absteniéndome del

placer del amor con las mujeres y los hombres, los libres y

los esclavos. Todo lo que viere u oyere en el ejercicio de

la profesión y en el comercio de la vida común y que no

deba divulgarse, lo conservaré como secreto. Si cumplo

íntegramente este juramento, que pueda gozar dichosamente

de mi vida y mi arte y disfrutar perenne gloria entre los

hombres. Si lo quebranto que me suceda lo contrario".

Hipócrates, 400 a.C.

Cumplo este juramento según mi capacidad y mi conciencia:

TENDRÉ al que me enseñó este arte en la misma estimación

que a mis padres, compartiré mis bienes con él y, si lo

necesitara, le ayudaré con mis bienes. Consideraré a sus

hijos como si fueran mis hermanos y, si desean aprender el

arte médico, se lo enseñaré sin exigirles nada en pago. A

mis hijos, a los hijos de mi maestro y a los que se


obligaran con el juramento que manda la ley de la Medicina,

y a nadie más, les enseñaré los preceptos, las lecciones y

la práctica.

APLICARÉ mis tratamientos para beneficio de los enfermos,

según mi capacidad y buen juicio, y me abstendré de

hacerles daño o injusticia. A nadie, aunque me lo pidiera,

daré un veneno ni a nadie le sugeriré que lo tome. Del

mismo modo, nunca proporcionaré a mujer alguna un pesario

abortivo.

VIVIRÉ y ejerceré siempre mi arte en pureza y santidad. No

practicaré la cirugía en los que sufren de cálculos, antes

bien dejaré esa operación a los que se dedican a ella.

Siempre que entrare en una casa, lo haré para bien del

enfermo. Me abstendré de toda mala acción o injusticia y,

en particular, de tener relaciones eróticas con mujeres o

con hombres, ya sean libres o esclavos.

GUARDARÉ silencio sobre lo que, en mi consulta o fuera de

ella, vea u oiga, que se refiera a la vida de los hombres y

que no deba ser divulgado. Mantendré en secreto todo lo que

pudiera ser vergonzoso si lo supiera la gente.

SI FUERA FIEL a este juramento y no lo violara, que se me

conceda gozar de mi vida y de mi arte, y ser honrado para

siempre entre los hombres. Si lo quebrantara y jurara en

falso, que me suceda lo contrario.


CODIGO DE
HAMMURABI

En él, Hammurabi enumera las leyes que ha recibido del dios

Marduk para fomentar el bienestar entre las gentes. A

continuación aparecen las primeras treinta leyes.

• Si un señor acusa a (otro) señor y presenta contra él

denuncia de homicidio, pero no la puede probar, su

acusador será castigado con la muerte.

• Si un señor imputa a (otro) señor prácticas de

brujería, pero no las puede probar, el acusado de

brujería irá al río (y) deberá arrojarse al río. Si el

río (logra) arrastrarlo, su acusador le arrebatará su

hacienda. (Pero) si este señor ha sido purificado por

el río saliendo (de él) sano y salvo, el que le imputó


de maniobras de brujería será castigado con la muerte

(y) el que se arrojó al río arrebatará la hacienda de

su acusador.

• Si un señor aparece en un proceso para (presentar) un

falso testimonio y no puede probar la palabra que ha

dicho, si el proceso es un proceso capital tal señor

será castigado con la muerte.

• Si se presenta para testimoniar (en falso, en un

proceso) de grano o plata, sufrirá en su totalidad la

pena de este proceso.

• Si un juez ha juzgado una causa, pronunciado sentencia

(y) depositado el documento sellado, si, a

continuación, cambia su decisión, se le probará que el

juez cambió la sentencia que había dictado y pagará

hasta doce veces la cuantía de lo que motivó la causa.

Además, públicamente, se le hará levantar de su

asiento de justicia (y) no volverá más. Nunca más

podrá sentarse con los jueces en un proceso.

• Si un señor roba la propiedad religiosa o estatal, ese

señor será castigado con la muerte. Además el que

recibió de sus manos los bienes robados será (también)

castigado con la muerte.

• Si, de la mano del hijo de un señor o del esclavo de

un particular, un señor ha adquirido o recibido en

custodia plata u oro, un esclavo o una esclava, un


buey o una oveja o un asno, o cualquier cosa que sea,

sin testigos ni contrato, tal señor es un ladrón: (en

esos casos) será castigado con la muerte.

• Si un señor roba un buey, un cordero, un asno, un

cerdo o una barca, si (lo robado pertenece) a la

religión (o) si (pertenece) al estado, restituirá

hasta treinta voces (su valor); si (pertenece) a un

subalterno lo restituirá hasta diez veces. Si el

ladrón no tiene con qué restituir, será castigado con

la muerte.

• Si un señor, habiéndosele extraviado un objeto,

encuentra su objeto extraviado en posesión de (otro)

señor; (si) el señor en cuya posesión se halló el

objeto extraviado declara: «Me lo vendió un vendedor,

lo compré en presencia de testigos»; (si) de otra

parte, el propietario del objeto extraviado declara:

«Presentaré testigos que testimonien sobre mi objeto

extraviado»; (si) el comprador presenta al vendedor

que se lo ha vendido y a los testigos en cuya

presencia lo compró; (si), por otra parte, el

propietario del objeto perdido presenta los testigos

que den testimonio del objeto perdido, (en ese caso)

los jueces considerarán las pruebas, y los testigos,

en cuya presencia se efectuó la compra, juntamente con

los testigos que testimonian sobre el objeto perdido,


declararán lo que sepan delante del dios. (Y puesto

que) el vendedor fue el ladrón será castigado con la

muerte. El propietario del objeto perdido recobrará su

objeto perdido. El comprador recobrará de la hacienda

del vendedor la plata que había pesado.

• Si el comprador no ha presentado al vendedor que le

vendió (el objeto) ni los testigos en cuya presencia

se efectuó la compra, y el dueño de la cosa perdida

presenta testigos que testimonien sobre su cosa

perdida, el comprador fue el ladrón: será castigado

con la muerte. El propietario de la cosa perdida

recobrará su propiedad perdida.

• Si el propietario de la cosa perdida no presenta

testigos que testimonien sobre el objeto perdido, es

un estafador, (y puesto que) dio curso a una denuncia

falsa será castigado con la muerte.

• Si el vendedor ha muerto, el comprador tomará de la

casa del vendedor hasta cinco veces (el valor) de lo

que había reclamado en este proceso.

• Si los testigos de tal señor no estuviesen a mano, los

jueces le señalarán un plazo de seis meses. Y si al

(término del) sexto mes, no presenta sus testigos,

este señor es un falsario. Sufrirá en su totalidad la

pena de este proceso.


• Si un señor roba el niño menor de (otro) señor,

recibirá la muerte.

• Si un señor ayuda a escapar por la gran puerta (de la

ciudad) a un esclavo estatal o a una esclava estatal o

a un esclavo de un subalterno o a una esclava de un

subalterno recibirá la muerte.

• Si un señor dio refugio en su casa a un esclavo o a

una esclava fugitivos, perteneciente al estado o a un

subalterno y si no lo entregó a la llamada del

pregonero el dueño de la casa recibirá la muerte.

• Si un señor prende en campo abierto a un esclavo o

esclava fugitivos y (si) lo devuelve a su dueño, el

dueño del esclavo le dará dos siclos de plata.

• Si este esclavo no ha querido mencionar el nombre de

su dueño, le llevará al palacio; (allí) se realizará

una investigación y se lo devolverán a su dueño.

• Si retiene al esclavo en su casa (y si) después el

esclavo es hallado en su posesión, el señor recibirá

la muerte.

• Si el esclavo huye de la casa de aquel que lo prendió,

este hombre lo jurará (así) por el dios al dueño del

esclavo y se marchará libre.

• Si un señor abre brecha en una casa, delante de la

brecha se le matará y se le colgará.


• Si un señor se entrega al bandidaje y llega a ser

prendido, ese señor recibirá la muerte.

• Si el bandido no es prendido, el señor (que ha sido)

robado declarará oficialmente delante del dios (los

pormenores de) lo perdido; después, la ciudad y el

gobernador en cuyo territorio y jurisdicción se

cometió el bandidaje, le compensarán (por todo) lo

perdido.

• Si es una vida (lo que se perdió), la ciudad y el

gobernador pesarán una mina de plata (y se la

entregarán) a su gente.

• Si se declara un incendio (fortuito) en la casa de un

señor y (si) un señor que acudió a apagarlo pone los

ojos sobre algún bien del dueño de la casa y se

apropia de algún bien del dueño de la casa, ese señor

será lanzado al fuego.

• Si un oficial o un especialista (militar) que había

recibido la orden de partir para una misión del rey,

no fuese (a la misma) o bien (si) alquilase un

mercenario y le enviase en su lugar, ese oficial o ese

especialista (militar) recibirá la muerte; el

denunciante (del hecho) tomará su hacienda.

• Si un oficial o un especialista (militar), mientras

servía las armas del rey, ha sido hecho prisionero, y

durante su ausencia han dado su campo y su huerto a


otro que ha cumplido con las obligaciones del feudo

(pagando la renta); si (el oficial o el especialista)

regresa y vuelve a su ciudad, le serán devueltos su

campo y su huerto y será él quien cumplirá las

obligaciones del feudo.

• Si un oficial o un especialista (militar), mientras

servía las armas del rey, ha sido hecho prisionero (y

si) su hijo es capaz de cumplir las obligaciones del

feudo, le serán entregados el campo y el huerto y él

cuidará de las obligaciones feudales de su padre.

• Si su hijo es un menor y no es capaz de cumplir las

obligaciones del feudo de su padre, un tercio del

campo y del huerto se le dará a su madre; así su madre

podrá criarle.

• Si un oficial o un especialista (militar) ha dejado

abandonado su campo, su huerto y su casa, motivado por

las obligaciones del feudo, y tras ello se ausentó;

(si) otro, después de su partida, se hizo cargo de su

campo, huerto y casa y cumplió las obligaciones del

feudo durante tres años; si (el anterior feudatario)

regresase y reclamase su campo, huerto y casa, éstos

no se le concederán. Sólo quien se hizo cargo de ellos

y cumplió las obligaciones del feudo se convertirá en

feudatario.

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