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10 de abril, 2002) Debido al desplome de los precios del café en el mercado internacional, el

sector cafetalero de varios países de América Latina y el Caribe atraviesa por una crisis sin
precedentes. Especialmente afectados han resultado países como Colombia y varias naciones
de Centroamérica, en especial Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.

Atendiendo a las inquietudes de varios gobiernos de la región, la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL) elaboró dos estudios sobre el impacto de la caída de los precios en el
desempeño de la economía, la balanza de pagos, el sector financiero, el empleo y el ingreso en
Centroamérica, por un lado, y en Colombia, por otro.

En el documento Centroamérica: El impacto de la caída de los precios del café, elaborado por
expertos de la sede subregional de la CEPAL en México, se constata que las dificultades por las que
atraviesa el sector cafetalero acentuaron sensiblemente la tendencia a la desaceleración del ritmo de
actividad económica de esa región. La crisis del café se ha producido por un exceso en la producción
mundial del grano, que no se ha visto compensado por un incremento equivalente en el consumo de este
producto. Como consecuencia, en los últimos cuatro años aumentó considerablemente el nivel de las
existencias, situación que determinó el desplome de los precios en el mercado internacional.

En 2001, la producción mundial de café superó de nuevo al consumo global, que creció sólo 1%. Debido a
la sobreoferta de alrededor de 10 millones de sacos y al volumen récord de exportaciones (88,7 millones
de sacos), los inventarios en los países importadores alcanzaron 25,5 millones de sacos, casi tres veces
más que el nivel deseable para obtener un precio remunerativo. En consecuencia, el precio del contrato
'C' en Nueva York se mantuvo por debajo de los 50 centavos de dólar por libra, el más bajo en términos
reales en más de 50 años.

Por su parte, el panorama económico regional poco halagüeño observado en 2001 -caracterizado por el
debilitamiento de la demanda externa, en especial por la desaceleración de la economía de Estados
Unidos- no contribuyó a paliar esta crisis del café. Los bajos precios internacionales del grano
ocasionaron importantes pérdidas de ingresos de divisas que afectaron la balanza comercial de los
países. Sólo en 2001 se dejaron de percibir 713 millones de dólares, lo que representa el 1,2% del
producto interno bruto (PIB) regional de ese período.

La caficultura representa el 1,3% del PIB en Costa Rica, el 2,5% en El Salvador, 4,2% en Guatemala,
7,2% en Nicaragua y 8,2% en Honduras, por lo que la crisis del café ha tenido importantes repercusiones
en las economías de estos países y en diversas actividades ligadas a la producción del grano (comercio,
transporte, almacenaje y sistema financiero). En el ámbito macroeconómico, todo esto se tradujo también
en menores ingresos fiscales, que a veces determinaron ajustes en los gastos públicos.

Pero uno de los impactos más graves, según el estudio de la CEPAL, se dio en las zonas de producción.
La situación financiera de los cerca de 300.000 productores de café de la región se fue deteriorando y su
acceso a nuevos préstamos estuvo severamente limitado en algunos países. Para reducir costos, los
productores eliminaron incluso algunas prácticas culturales, bajaron salarios o pagaron con especies.
Muchas fincas fueron abandonadas o desatendidas. Se estima que los jornales que se dejaron de
contratar en 2001 equivalen 170.000 empleos/año y a la no percepción de 140 millones de dólares en
salarios. El desempleo cafetero, aunado a los menores ingresos afectó un contingente aproximado de 1,6
millones de personas, que se sitúan entre los estratos de la población de mayor pobreza.
A pesar de que los productores y los gobiernos han tomado algunas medidas para aliviar los efectos de
esta crisis, la CEPAL estima necesario buscar alternativas, ya sea de reconversión a otras actividades o
bien el mejoramiento de la calidad y la incursión en la exportación de cafés especiales. 'La superación de
la crisis va a requerir una revisión profunda de la inserción de la caficultura regional en el mercado
internacional, así como la participación en negociaciones que tiendan a reconstituir el diálogo entre
productores y consumidores con el fin de promover el reordenamiento del mercado', concluye el estudio.

El caso colombiano

En tanto, en el documento Colombia: Escenario social, económico e institucional de la actual crisis


cafetera, la economista Luz Amparo Fonseca señala que la actividad cafetera de Colombia pasa hoy
por una crisis estructural. Indica que la situación social es preocupante, ya que se trata de más de 500 mil
familias que viven de la producción del café y que han sufrido un continuo empobrecimiento durante la
última década.

La actividad cafetera colombiana representa hoy el 2% del PIB total nacional (22% del PIB agrícola) y
mantiene una importancia significativa como generadora de empleo. El 95% de los productores de café
son pequeños productores, mientras que el 5% restante son productores de tipo empresarial que manejan
cerca del 40% del área total cafetera.

Según el estudio, debido a las condiciones adversas de rentabilidad, el envejecimiento de plantaciones y


problemas climáticos que han incrementado la incidencia de plagas y enfermedades en los cafetales, la
calidad de vida de los productores se ha deteriorado. Si bien las regiones cafeteras del país presentan
niveles de la pobreza e indigencia relativamente menores a los promedios nacionales, las condiciones de
pérdida de rentabilidad cafetera y de contracción del empleo y de las inversiones, deterioraron las
condiciones de vida de estos productores. Así, la población bajo la línea de pobreza se incrementó entre
1997 y 2000 en 6.7 % y el número de hogares por debajo de la línea de indigencia aumentó 2.8%. Por su
parte el desempleo en las zonas cafeteras se incrementó en 7.8%, frente al 5.7% en el resto del país. Se
calcula que las pérdidas de la caficultura en el año 2001 tuvieron un impacto económico equivalente a
257.000 empleos/año, de los cuales 181.000 serían empleos directos cafeteros.

A pesar de los esfuerzos realizados en los años noventa por tecnificar la caficultura, los costos unitarios
de producción siguen siendo altos. Se calcula que el café colombiano sería viable si la cotización
internacional se ubicara entre 87 a 92 centavos por libra, pero en 2001 ésta osciló entre los 60 y 70,
incluyendo la prima de calidad que le reconoce el mercado internacional al grano colombiano.

En la década de 1990, el desempeño estuvo afectado por todo tipo de situaciones adversas, como los
bajos precios internacionales, fenómenos climáticos y el crecimiento de la oferta brasileña, entre otros. En
el período 2000/2001, Colombia fue desplazada por Vietnam como segundo productor mundial de café.

De acuerdo con la autora, el instrumento más poderoso de la política cafetera colombiana es el Fondo
Nacional del Café (FNC), creado en 1940 para regular la comercialización interna, manejar los inventarios
y cumplir con el Acuerdo Interamericano de Cuotas de Exportación. Sus recursos vienen de los
productores cafeteros, recaudados a través de un mecanismo obligatorio de fijación del precio interno al
momento de exportar. Hoy el papel que este fondo debería desarrollar es un tema de debate nacional.
Los recursos son limitados, no existen inversiones rentables y se estima que en los años venideros la
contribución cafetera será nula.
En el documento, Luz Amparo Fonseca explica que el modelo establecido entre el FNC y el gobierno es
limitado para el nuevo escenario. Hoy la iniciativa privada requiere de mayor flexibilidad y margen de
maniobra para buscar alternativas de gestión empresarial.

Finalmente, revisa las propuestas para salir de la crisis y enfatiza la necesidad de tomar medidas a corto
plazo para afrontar sus impactos sociales y políticos negativos.

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