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Arnoldo Kraus
Por eso escribí tres veces se repite y se repite y se repite: para asegurarme de que lo
que ahora escribo no sea plagio.
Se sabe que plagiar es ilícito, pero también se sabe que no pocos creadores han
plagiado parte de sus ideas sin que nada suceda hasta que son descubiertos.
Debe ser difícil dormir con uno mismo una vez que se publicita el suceso, porque,
como escribió el médico-poeta William Carlos Williams: “Oído y ojo se acuestan/ juntos
en la misma cama”.
Qué envidia: no reparar en lo que es uno mismo permite divorciar el ojo del oído y
ambos de los días. Facilita, además, entre otras cosas, plagiar sin ruborizarse
demasiado.
De lo que estoy seguro es que todos cometemos plagios, no sólo en el mundo del arte,
sino en el álbum de la vida misma. Los más listos deforman con maestría las palabras,
las notas musicales o las obras plásticas logrando que el acto no se detecte.
Si aceptamos que la vida es una reiteración constante y que la mayoría de los sucesos
en la naturaleza son también una repetición, entonces, quizá sea válido aceptar que
cierta “dosis de plagio” es lícita, idea que se concatena con la noción de que pueda
existir un límite “tolerable” de “hurto no declarado”.
Uso las comillas para compartir mis dudas y como pretexto para preguntar, ¿es lícito
plagiar?
Solemos jugar con oraciones que tienen que ver con el acto de plagiar.
Se dice que muchas veces se escribe porque la realidad supera a la ficción y que en
otras ocasiones se hace porque la ficción es insuficiente para retratar la realidad.
Los juegos que realizan los escritores entre realidad y ficción no son estrictamente
plagio, pero, por momentos, es evidente que los autores succionan del mundo (de la
realidad) sabiduría para darle forma a su imaginación.
Oscar Wilde decía que “la naturaleza imita al arte (o la realidad imita la imaginación)”
mientras que Pablo Picasso aseguraba que “las pinturas son mentiras que cuentan la
realidad”.
Las conjeturas previas conducen a una pregunta obligada. Me imagino que esa
inquietud existe en todas las lenguas porque es un dilema viejo y complejo. ¿Es
correcto afirmar que “no hay nada nuevo bajo el sol”?
De ser cierta esa hipótesis, poco espacio quedaría a los creadores para seguir
enriqueciendo el mundo y deleitando a las personas que quieren evadirse de la bazofia
del consumismo enloquecido que nos agobia.
De ser parcialmente veraz la “realidad solar”, los creadores no sólo tienen derecho,
sino la obligación de plagiar y seguir plagiando.
El reto es, y ha sido siempre, disfrazar el plagio para lograr que las repeticiones sean
mejores que los originales y para que los oídos y los ojos sigan pernoctando juntos.