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2. Se deja hervir un par de minutos y se deja enfriar. Queda como una papilla clara.
3. Cuando está a unos 45º C, se le vierte el contenido de un yogur natural bien reciente,
(125 grs) y se homogeniza, para que el yogur se distribuya regularmente.
La ebullición previa es necesaria para eliminar los microorganismos de la avena, que aunque
inocuos, pueden interferir en la fermentación del yogur y solubilizar e hidratar algunos
elementos. Las enzimas segregadas por esas bacterias durante la fermentación,
pueden ayudar a solubilizar, hidrolizando a algunas partículas más finas de los aglomerados de
compuestos insolubles de silicio, liberando ácido silícico asimilable ligado en forma monómera
a la lactosa, que impide su polimerización como forma insoluble. El producto resultante es una
pasta viscosa de sabor no precisamente exquisito, pero bastante aceptable, y que se puede
mejorar edulcorando.
La fermentación con la actividad bacteriana es lo importante, por ello una simple mezcla del
salvado con yogur, no aporta ventaja alguna.