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Cómo evitar y combatir el cyberbullying

El ciberacoso que afecta a menores cada vez se denuncia más y las

víctimas reciben más apoyo

Los principales efectos del cyberbullying son el daño a la autoestima y dignidad de


la víctima (iStockphoto)
IVÁN GIM ÉNEZ CHUEC A

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El cyberbullying o ciberacoso es el uso de medios digitales (smartphones, tablets,


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ordenadores…) para acosar psicológicamente a otras personas. Este fenómeno,


ya de por sí grave, lo es aún más cuando implica a menores de edad y se da en el
entorno de la escuela.

El cyberbullying suele implicar ataques intencionados y repetidos a lo largo de un


período de tiempo. Los principales efectos son el daño a la autoestima y dignidad
de la víctima, que le puede comportar problemas serios como intenso estrés
emocional y rechazo social, entre otros. En el caso de utilizar los medios
digitales, las consecuencias pueden agravarse, porque actúan como un altavoz
debido a su alcance.

Para concienciar sobre las consecuencias del cyberbullying, Orange ha impulsado


la iniciativa Por un uso love de la tecnología: una plataforma en la que, a través
de vídeos ilustrativos, consejos, etc., se pretende sensibilizar a familias y
menores sobre los problemas del mal uso de las redes sociales o las aplicaciones
de los dispositivos móviles.

Aunque los casos de acoso escolar siguen produciéndose principalmente en


persona, la extensión del uso de tecnologías y canales digitales hace que
el cyberbullying vaya en aumento. Así se desprende de las estadísticas que
analizan el fenómeno. Por ejemplo, la Fundación ANAR, entidad que atiende a
víctimas de estas agresiones a través de un teléfono con ayuda especializada,
asegura que un 20,55% de los casos de acoso escolar en 2016 ocurrió en el
entorno digital. Las vías más frecuentes fueron WhatsApp (75,3% de las
ocasiones) y redes sociales (37,6%).

Según la Fundación ANAR, casi un 21% de los casos de acoso

en el ámbito de la escuela se producen a través de canales

digitales
Catalina Perazzo, responsable de política de infancia de Save The Children,
explica que “no hay datos que confirmen que hay más violencia que antes”. Pero
concreta que el problema de lo digital es que “antes la víctima se iba del colegio
y podía desconectar del problema, mientras que ahora, con las redes sociales
y smartphones, el acoso puede ser continuo”.

Otro riesgo del cyberbullying, según la responsable de Save the Children, es que
“los agresores se desinhiben en Internet porque no tiene las barreras del mundo
físico”, si bien conviene señalar que en el ciberacoso suele haber un contacto
previo en el mundo real entre agresor y víctima que acaba llevando a esta
situación.

(iStockphoto)
Además, el cyberbullying tiene diversas caras. Así, según se explica en la página
Por un uso love de la tecnología de Orange hay tres tipos principales de acoso a
través de herramientas tecnológicas.

El primero es el los ataques directos. Son insultos o amenazas enviados a las


víctimas a través de los canales digitales; pero también incluye otras agresiones,
como el robo de contraseñas para suplantar identidades o cerrar perfiles en redes
sociales.
La segunda tipología que define la web creada por Orange es la difusión de
publicaciones contra la víctima. Esto incluye rumores, fotos o vídeos humillantes
difundidos en medios como blogs, mensajería instantánea o redes sociales; y
también la exclusión de la persona de comunidades online con el objetivo de
marginarla y humillarla.

La tercera y última clase consiste en ciberacosar a través de terceras personas o


perfiles falsos en redes sociales. El objetivo es enviar amenazas o mensajes
provocadores que busquen una reacción inadecuada de la víctima y que ésta
termine cerrando su cuenta en la red social.

Perfiles de víctimas y agresores

Según los datos de 2016 de la Fundación ANAR, los insultos directos se dan en
un 52,1% de los casos de cyberbullying, las amenazas en un 22,3% y la difusión
de vídeos o imágenes comprometidas aparecen en el 20,2% de las situaciones de
este tipo.

Por sexos, los casos de acoso afectan más a las niñas; en un 70% de las
ocasiones, según datos de ANAR. En cuanto a la edad, la media es de 13,5 años,
si bien los primeros casos se han llegado a detectar a partir de los 9 años.

Pese a todo, el informe de ANAR pone de manifiesto que se está notando una
mayor sensibilización social con respecto al acoso escolar. Este hecho se refleja
en que las víctimas cada vez ven menos afectado su rendimiento y su actitud para
ir al colegio. Como muestra, en 2016 un 34,7% de las víctimas manifestaban que
no estaban a gusto en el centro escolar, cuando en los años anteriores esta cifra se
elevaba al 51,5%.

En lo referente a los agresores, estos suelen pertenecer al mismo aula que la


víctima en cuatro de cada cinco de los casos que ha registrado la Fundación
ANAR. Lo más habitual es que actúen en grupo de entre dos y cinco individuos -
algo que se da en el 36,7% de los registros-, mientras que actúan en solitario en
un 31% de las ocasiones. Incluso se dan ocasiones en las que participa toda la
clase, algo que se ha detectado hasta en el 14% de las veces.

En el caso del género de los acosadores, son solo del sexo femenino en un 39%
de las ocasiones; solo menores varones en un 31,2%; y en el resto de casos,
chicos y chicas actúan de manera conjunta.

También es interesante señalar cómo están aumentando las reacciones contra el


acoso por parte de los compañeros o amigos de la víctima en el colegio. En 2016,
hubo apoyo en un 68,3% de los casos; en años anteriores la media era del 14,9%.

Esto es consecuencia de que cada vez hay más sensibilización con este problema.
Para Javier Pérez, presidente de la asociación No al Acoso Escolar, las propias
víctimas cada vez se atreven más a denunciar ante padres y profesores.

Solucionar y prevenir

Desde la iniciativa Por un uso love de la tecnología se resalta que la mejor forma
de prevenir el ciberacoso es a través de la educación y la comunicación, algo en
lo que es clave que trabajen en equipo los educadores y la familia. Además,
según Catalina Perazzo. “Hay que transmitir a los menores que se tienen que
aplicar los mismos valores en el mundo real y en el digital”, añade.

Por otra parte, cabe señalar que la solución para evitar las malas prácticas no es
recurrir a medidas drásticas, como prohibir el uso de Internet o del smartphone,
porque los beneficios de las tecnologías para los adolescentes en términos de
educación y comunicación son muchos. Lo que hay que hacer es “enseñar a usar
las redes sociales”, apunta la responsable de infancia de Save the Children.

Por su parte, Javier Pérez, de No al Acoso Escolar, recuerda que el móvil es hoy
un espacio emocional y vital para las relaciones de los menores “y el miedo a
perderlo puede hacer que les cueste más denunciar que están siendo víctimas de
un acoso”. Y recalca que “lo importante es conseguir una alfabetización digital
por parte de la familia y la escuela”.

A la hora de detectar un caso de ciberacoso, Javier Pérez explica que es esencial


estar atentos a cambios de comportamiento en el menor, como “que actúe como
si quisiera hacerse invisible al mundo o que se vuelva más irritable si interactúa
con algún dispositivo digital”.

Finalmente, tanto Pérez como Perazzo enumeran otros síntomas a tener en cuenta
para descubrir un caso de ciberacoso, como no querer ir al colegio, cambios de
humor, pérdida de la relación con los amigos o bajada en el rendimiento escolar.

La solución a los casos de ciberacoso pasa por un intenso trabajo

en equipo entre la escuela y la familia Una vez detectado el caso, hay

que ponerlo en conocimiento de la escuela para que active protocolos de


actuación. También es conveniente recurrir a la ayuda de psicólogos para los
casos más graves. Y Javier Pérez recuerda que “es importante que la víctima
participe en todo momento en la solución y esté informada de cómo se actúa”; así
se le ayudará a superar la mala experiencia.
También desde Por un uso Love de la tecnología se incide en que es importante
sensibilizar al menor para actúe con responsabilidad y no se convierta en un
acosador, explicándoles que puede haber consecuencias en casa, en la escuela o
incluso ante un juez, si el caso es muy grave.

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