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1- Todo proyecto de cambio para ser viable tiene que plantearse dentro de los
límites del sistema económico -social que predomina en el país, que no es otro
que el capitalista (con todas sus deformaciones y particularidades). En este punto
la discusión debería centrarse de los cambios que apuntarían a la superación de
este sistema (a largo plazo) y que cambios tenderían a fortalecerlo (a corto plazo).
2- La ruta del cambio debe de considerar como una condicionante las reglas del
juego democrático (la división de poderes, las elecciones, los derechos
fundamentales,…), a no ser que nos adscribamos a un retorno a la concepción
jacobina de la toma del poder a través de la revolución violenta; la inviabilidad de
esta ruta en las condiciones históricas concretas no excluye necesariamente la
violencia social, dadas ciertas circunstancias. Otras reglas del juego son la
concertación del cambio social, su gradualidad y el respeto a la institucionalidad,
de tal manera que el acceso al gobierno sólo puede hacerse por vía electoral y el
límite del cambio estaría dado por la correlación de fuerzas que se logre en el
espacio parlamentario en donde hay que discutir y tomar acuerdos con una
pluralidad de actores políticos inherentes a una sociedad heterogénea. Esto no
quiere decir que hay que esperar estar en el Ejecutivo y Legislativo para impulsar
los cambios necesarios que vayan abriendo el camino hacia la nueva sociedad
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que supone el cambio a largo plazo; estos cambios deben desde ya promoverse
desde abajo dentro de un proceso de construcción de poder económico-social-
mediático por medio de la organización de la población con esta perspectiva.
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Ese sujeto político alternativo a los partidos tradicionales tiene como requisito
básico que sea resultado del desarrollo cualitativo de un movimiento social de
nuevo tipo. La actual descomposición ideológica de la mayoría de organizaciones
sociales (economicismo, fraccionalismo, etc.,) no es el mejor escenario para
organizar ese sujeto de la acción colectiva(movimiento social con vocación de
poder); no existe, pues, una acumulación territorial y sectorial que sea el caldo de
cultivo de ese sujeto político; la guerra y la postguerra produjeron ese vacío; por lo
tanto, se hace indispensable impulsar un proceso de reacumulación que tienda a
ese objetivo y es una tarea prioritaria a mediano plazo.-