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I.4. Situación de las y los jóvenes de los barrios de las ciudades de México
México, según el último censo poblacional, es un país predominantemente
joven. El 70% de su población es menor de 30 años y cerca de la tercera parte de
la misma se ubica entre los 15 y los 29 años, es decir, casi 24 millones de
mexicanos. En el Distrito Federal se concentran 11.1 millones de jóvenes, que
representan el 32.2% de su población total, siendo la segunda entidad con mayor
proporción de jóvenes respecto a la población total, superada sólo por Baja
California.
La tasa de crecimiento promedio anual nacional de la población juvenil en
los últimos 20 años (1970 a 1990) es de 3.3% (0.3% más que en el lapso 1950-
70), superior a la tasa de la población total, que fue de 2.6% (0.6% menos que de
1950 a 1970). En el mismo lapso, la tasa de crecimiento de la población juvenil del
Distrito Federal es de sólo 1.4%, la más baja de las entidades federativas pero,
aún así, mayor que la correspondiente a la población total capitalina que es de
0.9%. No solamente la población juvenil de México en 1990 es casi el doble que la
de 1970, sino que la población joven de México crece más rápidamente que el
total de la población.
A partir de los datos estadísticos pudiésemos pensar que la juventud
mexicana, al menos por su gran volumen demográfico, incide y participa en gran
medida en la toma de las grandes decisiones nacionales. Empero, la realidad se
encarga de demostrar lo contrario y evidencia las pocas oportunidades que se le
ofrecen al joven.
Un hecho del cual podemos partir es que no existe una realidad juvenil
homogénea. No es lo mismo un yuppi, recién egresado o por egresar de una las
costosas universidades privadas de la capital, que un chavo banda que habita un
edificio en ruinas. Aún entre un sector mejor delimitado, como son las y los
jóvenes de los barrios urbano-populares, no nos encontramos con una condición
de uniformidad. Sin embargo, para no caer en el riesgo de no ver el bosque por los
árboles, podemos partir de ciertos rasgos comunes a la mayoría y hablar de las
condiciones y características que subyacen a los fenómenos y que están más allá
de las especificidades:
a) Los jóvenes manifiestan necesidades comunes derivadas de la etapa psico-
fisiológica en que se encuentran: definir su personalidad, asumir valores y
rechazar otros, perfilar la propia vocación, orientar las capacidades personales
hacia un área laboral, abrirse a la experiencia de pareja. Esta construcción de su
identidad forma parte de un proceso más complejo que se da en los planos
personal y colectivo de la memoria, la práctica social, la utopía y la representación.
b) Demanda de autonomía con respecto a la generación adulta. Esta forma parte
del proceso mismo de construcción de la identidad y la demanda de autonomía y
de búsqueda desemboca, muchas veces, en un denodado cuestionamiento de las
posturas autoritarias, a las normas y valores establecidos, enfrentamiento ante el
ejercicio de la autoridad, en sinceros deseos de transformación, movilidad y
cambio.
c) Estos cambios en la conducta juvenil, el cuestionamiento y los deseos de
transformación generan fricciones y conflictos dentro de la familia, puesto que los
roles asignados se trastocan; suelen agudizarse las crisis de identificación. En
este proceso, la familia pasa a ocupar un segundo lugar de importancia para los
jóvenes y los canales de socialización más importantes los constituyen otros
jóvenes, los amigos con quienes forman grupo, comparten viviencias y
preocupaciones, refuerzan su autonomía y logran cristalizar su identidad; o bien,
hay casos en que los jóvenes forman pandillas u organizaciones de protesta en las
que manifiestan su inconformidad. Así, la juventud constituye un sector menos
conservador y más susceptible a la posibilidad del cambio, especialmente la
transformación social.
d) Suele pensarse, también, que los jóvenes son más manipulables, permeables y,
por eso mismo, más receptivos a los vicios, la moda y el consumismo.
e) La "modernización" y "desarrollo" de nuestro país encierran una serie de
paradojas profundas que vuelve contradictoria y frustante la situación juvenil;
especialmente, para las y los jóvenes de las ciudades. No hay prácticamente
dimensión o ámbito de su vida en que no tengan que poner en juego su capacidad
física y mental, para poder sobrevivir. La situación se agudiza cuando nos
referimos a la juventud de los barrios populares y marginados (que según ciertos
cálculos llega hasta el 70% de la población juvenil). Basta echar un vistazo a las
principales dimensiones y órdenes de su vida para poder ver que enfrentan
grandes dificultades y desafíos, ante los cuales podemos preguntarnos sobre sus
verdaderas expectativas a futuro.
f) A pesar de que en las ciudades se presenta un porcentaje muy pequeño de
analfabetismo juvenil (por ejemplo, en la ciudad de México es menor al 2%) y un
porcentaje elevado de jóvenes con la instrucción primaria (más del 80%), basta
considerar la proporción de los jóvenes de 15 a 24 años que asisten a la escuela
(sólo 46%) para darse cuenta de la magnitud del problema educativo. Si
consideramos los jóvenes de los 15 a los 29 años sólo 11% estudian. La vida del
joven de escasos recursos está signada por su constante deserción del sistema
escolar, las más de las veces por insuficiencia económica y la necesidad de un
ingreso más al precario gasto familiar y, así, el 55% de los jóvenes trabajan.
Restando del total los jóvenes de 15 a 29 años que estudian (11%) y los que
trabajan (55%) nos quedan 34% de jóvenes que no estudian ni trabajan. Los datos
anteriores muestran que un mínimo de jóvenes (sólo el 11%) se está preparando
"formalmente" para la vida (el trabajo incluido): paradoja semántica social de una
juventud concebida como una etapa de preparación. Existe una verdadera
contradicción entre como se concibe la juventud y las posibilidades reales que se
le ofrecen para llegar a ser lo que se espera sea, paradoja agudizada por el
neoliberalismo directamente con su tendencia a privatizar la educación y exigir
mano de obra más cualificada, e indirectamente con su impacto depauperizante
sobre la economía familiar y, por lo tanto, una mayor exigencia de incorporación al
mercado de trabajo a temprana edad.
g) Antes de los 20 años, la mayoría de los jóvenes varones son solteros, pero
entre los 20 y los 24 años más del 40% ya se iniciaron en la responsabilidad
adulta marital. En cuanto a las mujeres jóvenes el promedio de hijos nacidos vivos
es de casi uno entre las mujeres de 20 a 24 años (el 47.44% tiene hijos en este
grupo quinquenal) y de 2 hijos entre los 25 a los 29 años (el 74.33% ya tiene
hijos). Analizando estas situaciones, junto con el hecho anteriormente mencionado
del trabajo juvenil, caemos nuevamente en una paradoja social: en un porcentaje
elevado, encontramos jóvenes ya con responsabilidades adultas, incompatibles,
por lo tanto, con su juventud
h) La crisis de valores que vive nuestra sociedad trae aparejada una serie de
actitudes y conductas juveniles tales como la dificultad para la construcción de su
identidad, incredulidad en los símbolos patrios y en el discurso oficial, apartidismo,
aumento de conductas delictivas o evasión social (en una sociedad cada vez más
violenta y evasiógena). Un caso especial lo constituye la pérdida de confianza en
instituciones como la familia, la escuela, la Iglesia, anteriormente fuertes y que se
encargaban precisamente de normar y decidir el papel de los diferentes miembros
de la sociedad (función de definición social); situación propiciada en gran medida
por las modificaciones en estas formas de organización social que les han hecho
perder vigencia y autoridad. Así, muchos jóvenes manifiestan que sus familias
más bien son desunidas, reflejando en parte los cambios que ha experimentado la
familia en varios sentidos: por un lado ha dejado de ser el núcleo educador en
valores; por otro lado hoy existe un especial problema de relaciones de
generaciones. Las causas de este fenómeno familiar tienen que ver con el hecho
de que muchos de los jóvenes son más urbanos y escolarizados que sus padres y
a la transformación de los roles que tradicionalmente tenían los miembros de la
familia, especialmente el de la mujer; tiene que ver también con, por ejemplo, la
diferencia entre los padres (migrantes o hijos de migrantes) sus expectativas o
proyecciones para la vida de los hijos: así, es común encontrar conflictos de un
padre que defiende el valor trabajo-familiar, como ayuda a la economía
intrafamiliar, y proyecta para sus hijos una vida similar a la suya, enfrentado a la
madre que promueve el valor educación, porque lo concibe como requisito para
una vida distinta (implícitamente mejor) de sus hijos. Otro factor que ha minado la
institución familiar ha sido la crisis de ésta como modelo: muchos de los jóvenes
no aceptan la autoridad ejercida en la familia por sus padres, pocos se identifican
con su padre, muchos no se sienten importantes en su familia y esta sensación
parece ser más fuerte entre los jóvenes de los barrios que en otros sectores
juveniles, especialmente si no trabajan... En la búsqueda de un nuevo modelo que
los padres quisieran para relacionarse con sus hijos en un nivel menos autoritario
que el que usaron con ellos, pero que ha consistido en una excesiva permisividad
y que carece de límites en el afán de ser más cercano al hijo y que, sin embargo,
ha tenido el efecto contrario: el joven no lo ve como modelo a seguir.
Bajo estas condiciones el joven se ve obligado a crear y reorientar sus propios
valores, símbolos, actitudes y comportamientos, los cuales van desde las dudas y
los temores, la fidelidad o el antagonismo con el mundo adulto. De manera que en
la actualidad el joven pertenece a una sociedad que le exige tomar decisiones
propias, pero que al mismo tiempo limita la posibilidad de llevar a la práctica las
decisiones que toma.
i) Otra característica es la gran movilidad geográfica que tiene esta generación.
Esta movilidad la han experimentado personal y familiarmente: muchos de sus
padres son inmigrantes, ellos mismos se han mudado a menudo y la
centralización de las escuelas y los centros de trabajo exige mayores
desplazamientos que en otras épocas, ya sea dentro de su misma localidad o
hacia otra: un porcentaje elevado de los jóvenes dedican diariamente 2 horas o
más al transporte.
j) Hoy en día el joven se enfrenta con un exceso de ofertas, aunque sólo en
apariencia. El joven puede, en teoría y según la ideología dominante, alcanzar
cualquier meta, vivir cualquier experiencia, consumir cualquier objeto. El único
problema, al parecer, es el de elegir en el gran supermercado de la sociedad,
frente a un mostrador repleto de ofertas. En el mundo que enfrenta el joven se
hace una exaltación de bienestar y de una amplia gama de alternativas para vivir
con comodidades, proliferan las "necesidades". Sin embargo, en la vida cotidiana
se da una paradoja más: el joven descubre que no tiene las posibilidades reales
de conseguir aquello que se le "ofrece", que, más bien, se le exige en forma de un
monopolio radical a través de todos los medios publicitarios y de comunicación
masiva (no puede comprar), con la consiguiente frustación e impotencia que eso le
produce.
k) Otro problema para el joven: el peligro de equivocarse, de hacer una elección
que, o bien resulta menos favorable que otra o que lleva a un callejón sin salida.
Siempre existe la posibilidad de que aquella elección hubiera sido mejor, pero el
hecho mismo de elegir limita y hace que el joven pierda la sensación de
omnipotencia (todo me es posible), y esta sensación de pérdida es tal que
engendra, al menos parcialmente o temporalmente, impotencia. Es mejor sólo
elegir en parte, asegurarse la posibilidad de cambiar. Así, el joven evita elegir, y si
elige prefiere las opciones reversibles: mejor no casarse hoy, mejor sólo probar...
Este temor a lo irreversible, al compromiso, a tomar decisiones cuyos efectos no
se puedan modificar, conforman una serie de actitudes más propias de la etapa
adolescente que de aquella en la que realmente se encuentran. Así, la etapa de la
adolescencia tiende a prolongarse.
l) Ante las situaciones problemáticas que deben enfrentar los jóvenes en los
órdenes mencionados, cuando se le pide o tiene que empezar a asumir
responsabilidades de adullto, se encuentra en una incapacidad de enfrentar y
resolver los problemas que la vida adulta implica. Así la juventud enfrenta una
profunda paradoja que imposibilita “su incorporación al mundo adulto”: dado que
en la totalidad de las instancias estructurales domina la población “madura”, la
juventud no se legitima en sí misma sino sólo en sus posibilidades inciertas de
llegar a ser, en el futuro, lo que son los adultos en el presente. Pero en ello hay
evidentemente una contradicción: el joven actual no será como el adulto actual
pues le tocará vivir un mundo diferente.
m) Los constantes avances en los sistemas de comunicación que facilitan el
conocimiento de lo que sucede en otras partes del mundo, tienen un doble efecto
en el ámbito juvenil: por un lado el joven cada vez está menos en su lugar de
origen con el consiguiente desarraigo cultural que esto conlleva; pero por otro
lado, esta generación tiene una visión más universal de la realidad. Conoce los
acontecimientos a nivel macro, a nivel del planeta y tiene mayor acceso a la
comunicación, pero, al mismo tiempo, el individualismo se subraya como una
característica que se impone más fuerte que en cualquier otra época al ser
consecuencia y característica de la ideología neoliberal. Se ve y se piensa en
función de la vida individual y no en función de una causa colectiva. De alguna
manera relacionado con lo anterior, encontramos en los jóvenes una seria
dificultad para hacer uso del pensamiento abstracto. Los avances y proliferación
de los medios audiovisuales electrónicos, aunados al deterioro educativo que
resulta poco estimulante y genera un alto índice de deserción escolar, han
favorecido en el niño y el joven una inclinación por todo lo que no exige reflexión
sino que es posible captarlo a través de los sentidos. Estamos ante una cultura de
la imagen, lo vivencial, los símbolos.
n) Un elemento del que por desgracia no tenemos datos fidedignos, es la
influencia que en las actitudes agresivas de niños y jóvenes tienen los video-
juegos y los comics violentos que proliferan, aunque sabemos a partir de estudios
realizados sobre la influencia de otros medios electrónicos, que sí tienen
repercusiones serias.
o) Bombardeado por la ideología neoliberal de sobresalir individualmente se ha
desarrollado una mentalidad de "culto al cuerpo", las actividades deportivas han
ganado un importante terreno que por un lado ocupa sanamente el tiempo libre del
joven, lo dignifica y ayuda a descubrir sus valores, pero que por otro lado lleva a
muchos a una esclavitud en la que se toma al cuerpo solamente como un objeto
de belleza y a valorar a la persona por sus características físicas a partir de
parámetros subjetivos y de orígen cuestionable.
p) Aunado a lo anterior la sexualidad se vive de manera diferente. Hoy se han
superado los tabúes impuestos por la sociedad en otros tiempos y el joven de hoy
puede adquirir fácilmente información sobre la vida sexual y sobre los métodos
anticonceptivos. La escuela, los amigos, los medios de comunicación le
proporcionarán datos. Sin embargo, a pesar del exceso de información se vive la
sexualidad con muchas dudas y confusiones, especialmente por la erotización
social y su uso como anzuelo comercial.
q) Constatamos que la juventud, en general, se caracteriza por ser apolítica: los
jóvenes no creen no sólo en los partidos políticos sino que todo el sistema político
se percibe desde una perspectiva de escepticismo y burla. Este hecho está
relacionado, sin duda, con la crisis de modelos de que ya hemos hablado y se
refuerza por los recientes acontecimientos (no sólo la caída del socialismo "real"
sino la propagandización que ha hecho el sistema ideológico neoliberal) que han
puesto en tela de juicio los sistemas políticos que mantenían viva la utopía de una
sociedad más equitativa, y han producido gran frustación en lo social.
Lo anterior tiene explicación de alguna manera con el hecho de que estamos ante
una juventud sumamente pragmática. Si bien los jóvenes prefieren "no pensar", sí
se involucran cuando hay algo que "hacer" (por ejemplo, la experiencia del sismo
del 85). Les cuesta trabajo elaborar proyectos globales, pensar a futuro, pero
participan en actividades concretas de las que pueden ver los resultados a corto
plazo. Y así, vemos que se crean nuevas formas de organización social en las que
es significativa la participación juvenil: comunidades de base, grupos carismáticos
y fundamentalistas, movimientos urbanos reivindicativos (especialmente
importante el CEU), organizaciones no gubernamentales, barriales o de mujeres
en favor de los derechos humanos, de la ecología, de los niños...
r) Dentro de las contradicciones culturales del capitalismo hay un sorprendente
renacimiento de los fundamentalismos, los nacionalismos y en los jóvenes
encontramos una fuerte búsqueda de trascendencia. El joven hoy manifiesta un
cierto cansancio y hastío de lo material y busca un reencuentro con los valores
espirituales. Aunque las posibilidades que en este ámbito encuentra hoy el joven
son diversas y crean confusión en él.
s) Una de las principales características de los jóvenes de los sectores urbano
populares es que se auto-organizan en bandas. Encontramos antecedentes, a
mitad de siglo, con "el pachuco" transformado en "el chavo banda" de hoy:
rockero, punk, cholo. Hoy su presencia ha sido significativa, a menudo junto a los
estudiantes y los trabajadores jóvenes, en las grandes movilizaciones sociales
recientes: conmemoración de los veinticinco años del 2 de octubre-Tlaltelolco,
movilización del 12 de enero de 1994 por la paz en Chiapas, la observación del
proceso electoral 1994, etc. Aunque todavía no de manera generalizada, se van
abriendo espacios que viabilizan el protagonismo juvenil y social tan decisivo para
cambiar los rumbos del país. Se abren a entender la realidad nacional no como
fruto de la fatalidad del "subdesarrollo" sino como resultado de un orden impuesto
e injusto y, producto de esta visión, se dispone a participar en proyectos de
promoción y transformación social que tiene como objetivo lograr no sólo los
cambios de largo plazo, sino los que son necesarios en el corto plazo: el desarrollo
de las personas en su dignidad y en la conciencia y ejercicio de sus derechos así
como el mejoramiento de su calidad de vida familiar y comunitaria.
Así, la lista de condiciones y necesidades juveniles podría ser interminable y
pocas respuestas parece tener. Sus consecuencias inmediatas a menudo son el
desencanto, la desesperanza, la frustación y la rebeldía de los jóvenes. Estos no
alcanzan a clarificar su protagonismo y su tarea histórica en el modelo de
desarrollo y "modernización" que sigue nuestro país.
Es posible que en la reflexión anterior estén ausentes elementos
importantes de la situación juvenil, de los que seguramente no nos sentimos
capaces de hablar porque aún no vemos claramente articulados ni tienen una
expresión explícita. Todos los elementos descritos no pretenden agotar la
caracterización del joven urbano popular, con ellos sólo buscamos articular una
serie de reflexiones hacia la búsqueda de pistas para la acción.
I.5. Justificación
Este proyecto pretende dar respuesta a la realidad en que viven los
jóvenes de localidades urbano-populares de nuestro país.
La crisis que atraviesa México impacta de manera especial a la población
juvenil, y agrava las condiciones de vida en áreas fundamentales del desarrollo
juvenil como la salud, trabajo, educación y cultura. A continuación presentamos un
análisis de la situación en estas cuatro áreas en que busca incidir el proyecto:
Problemática Sociocultural
La mayoría de los estudios plantean que la problemática juvenil es la
manifestación propia de una etapa crítica, llena de desajustes y desequilibrios de
la personalidad, ocurrida en la entrada a la pubertad, con cambios hormonales,
fisiológicos y en la esfera cognoscitiva, con contrastes emocionales bruscos, y con
la presencia de nuevas inquietudes frente a su contexto. Pues parece haber un
consenso social al considerar a la etapa juvenil como un peldaño crucial en el
desarrollo y la formación de la personalidad del individuo adulto. Pero la juventud
nos plantea, en su realidad colectiva, una problemática que rebasa la esfera
personal y sitúa al “joven” en una red de relaciones sociales que determinan y/o
condicionan su “ser”, a partir del papel que le permiten tener dentro de ellas. La
juventud es pues, un fenómeno social-relacional que encuentra su realidad, sus
problemas y posibilidades concretas en la articulación de las circunstancias
sociales presentes y de las acciones que el joven adopta en respuesta a ellas.
Por ello, la juventud, como fenómeno de red social que expresa la
problemática misma del sistema institucional operante (familia, escuela, estado,
iglesia, etc.), es, casi por definición, sociocultural. La conflictividad, ambivalencia y
disfuncionalidad de dichas instituciones se reflejan en la vida de los jóvenes de
manera aún mucho más crítica, pues ellos la suelen rechazar en sus
incongruencias con mayor espontaneidad que los mismos adultos. Así, los
cambios biológicos adquieren significación y complejidad psíquica y sociocultural
para el joven, ahí donde tales cambios conllevan patrones culturales, valorativos,
normativos, e implican prohibiciones, responsabilidades, exigencias y
ambivalencias, que quizá no son tan contradictorias para otros sectores de la
población, o no lo son para jóvenes de otras ciudades. En síntesis, la juventud no
es un fenómeno aislado, sino que adquiere su particularidad en las condiciones
sociales presentes.
Por otra parte, una de las consecuencias del crecimiento de las grandes
ciudades es la vida de anonimato producto de la masificación de la población. La
vida comunitaria de colonias y barrios apenas queda articulada entre los vecinos.
Igualmente la necesidad diaria de desplazamiento crea un ambiente de
despersonalización y desinterés. A su vez, el desarrollo de los medios de
comunicación masiva permite que los jóvenes reciban continuamente mensajes y
patrones culturales ajenos, favoreciendo al desarraigo que el joven actualmente
vive frente a sus raíces culturales.
Existe además una problemática específica de la juventud relacionada
principalmente con el sentido de la valoración y normatividad cualitativa del ser
joven que, en una sociedad como la nuestra, no ofrece directrices congruentes
que definen claramente su identidad y su papel participativo en el proceso de
desarrollo, lo cual hace del joven un sector marginado o ambiguo de la población.
Tal situación se explica, en gran medida, por los patrones paradójicos imperantes
en nuestro sistema social que, por otro lado, se dan más claramente en los
jóvenes de sectores populares.
Por ello, la promoción juvenil en nuestro medio requiere hacerse con un
sentido social y educativo de carácter lo más integral posible, en la que se
impliquen y se atiendan, más que a los individuos en sus casos particulares
(aislándolos de su medio), a los grupos y ambientes juveniles, dentro y en función
de sus propias comunidades locales, mixtas y plurales, considerando además a la
cultura como acervo de herencia histórica recibida de generaciones anteriores,
como un legado, pero que a la nueva generación, le corresponde complementarla
con acciones creativas que vayan hacia la comunidad.
Los jóvenes deben descubrirse protagonistas de la cultura, son la
posibilidad del aporte creador, potencial; están recibiendo la cultura como legado y
tienen la posibilidad de criticarla y reaccionar ante ella. La juventud significa la
posibilidad de enriquecer , porque su papel es hacer su nueva versión de la cultura
recibida.
No puede haber promoción social, educativa, etc. si no se desarrollan
estos dos aspectos de la cultura: el aprender el legado, ser conscientes de él,
retomarlo con una actitud creativa.
Todo lo anterior hace ver la necesidad de espacios comunitarios de
encuentro y acercamiento, en donde el joven pueda sentirse identificado con su
propia cultura y ponga de manifiesto su potencial creativo, de acción y de
expresión.
Al hablar de espacios comunitarios, se alude a algo que rebasa a la
persona como individuo, se habla de algo colectivo, para y con los otros. No es
una actividad individualista, pero exige tener libertad individual para optar por algo
que va a servir a los demás. El aporte es individual pero dentro y para lo colectivo.
Desarrollar estos espacios donde, por un lado el joven se hace consciente de la
cultura que ha recibido con sus valores y anti-valores, y por el otro se fomenta la
creatividad en colaboración con los demás. En un primer nivel es un trabajo para
el grupo pero el efecto rebasa al grupo y se vuelca a la comunidad, en donde
comienza el fenómeno cultural.
Para la resolución de la paradoja joven-futuro/adulto-presente se tiene que
trabajar desde múltiples instancias en una profunda redefinición social del rol del
joven y en la transformación de estructuras sociales que lo excluyen. Además,
reconocer que no podemos hablar de cultura como unidad colectiva porque la
colectividad no es homogénea, hay tensiones, roces, los hombres no llegan a
consensos automáticamente, hay sectores en donde se manifiestan sub-culturas a
veces contrapuestas, el fenómeno cultural entra en esa confrontación. Se debe
promover el reconocimiento y respeto de la pluralidad, de la diversidad, de que
hay maneras diferentes de concebir la vida; Promover la cultura en estos espacios
comunitarios es promover la participación y la creatividad, permitiendo libre
expresión de nuestros aportes, no esperando que todos estén de acuerdo sino en
el respeto a la diversidad.
Comunidad, es aportar todos su propia interpretación de la vida, atreverse
a proponer a los demás. Aprender a elaborar una propuesta que tenga sentido
para nosotros en el “nosotros”. Estos espacios ayudan a que se desarrollen tipos
de concepciones, de creatividad subcultural, por ejemplo en grupos de jóvenes
frente a adultos; jóvenes frente a mujeres; jóvenes frente a niños. Hay que
reconocer que la cultura es plural, de confrontación, de propuestas de invención
frente a los demás, para que la sociedad en términos generales la asimile, la capte
y llegue dentro de la cultura mexicana un enriquecimiento que no necesariamente
tiene que ser armonioso, sino un enriquecimiento en su pluralidad, es entender el
sentido de la democracia de que yo no tengo la verdad absoluta ni debo
imponerla. Aprender la tolerancia y el respeto a la pluralidad no es fácil, se nos ha
enseñado que sólo hay que ser repetidores.
Problemática Educativa
Del total de 2,652,838 jóvenes de 15 a 29 años que vivían en 1990 en el
Distrito Federal, 1.48% no contaban con instrucción primaria, el 4.60 % tenía
primaria y el 81.60 % restante, contaba con instrucción posprimaria, en los
diferentes niveles educativos. Así, al menos en el contexto urbano, la oferta del
sistema educativo a nivel primaria y secundaria en nuestro país tiene capacidad
para responder casi la totalidad de la demanda que presentan los jóvenes. Sin
embargo, de cada 10 adolescentes que solicitan su ingreso a nivel medio superior,
sólo 4 logran concluirlo. Lo cual nos hace pensar que aunque la oferta pueda ser
adecuada, logrando ingresar un alto número de estudiantes, no se tienen
diseñadas estrategias claras que aseguren su permanencia y la conclusión de sus
estudios. Esta realidad se agudiza en niveles superiores de educación: por
ejemplo, sólo el 1% tienen oportunidad de realizar estudios universitarios. Las
graves condiciones socio-económicas en que se desarrollan los jóvenes de las
colonias urbano-populares, es un factor fundamental que precipita la deserción
esolar ya que los jóvenes se ven forzados a ingresar tempranamente al mundo
laboral para apoyar la economía familiar.
Por un lado, como ya mencionábamos, una gran proporción de jóvenes no
cuenta con los recursos económicos que les permitan mantener sus estudios o su
preparación para la vida adulta. Por otro lado, los planes educativos y el sistema
de enseñanza sólo pueden abarcar a una minoría de jóvenes mayores de 15 años,
y cuando lo logran, sitúan al joven en una posición pasiva y receptiva frente al
conocimiento proporcionado de manera repetitiva y formal.
Los programas educativos tradicionales vigentes en las escuelas públicas
tienen como criterios básicos la verticalidad y autoritarismo, donde se supone,
que, son el maestro y los adultos quienes poseen exclusivamente el conocimiento
válido, colocando al joven en una situación pasiva, en la cual tiene pocas
posibilidades de desarrollar su capacidad crítica y de toma de decisiones que le
permiten enfrentarse cotidianamente a la vida. Asimismo, el conocer se convierte
en un cúmulo de informacion que el joven tiene que aprenderse o memorizar,
muchas veces sin entender el sentido y aplicación real del mismo. Se educa para
adaptar y no para transformar o para desarrollar a la persona.
Lo que se aprende suele caracer de significado práctico para la vida
cotidiana y frecuentemente por esta falta de significación de la enseñanza, los
jóvenes desertan de la escuela, tratando de encontrar su propio camino.
De igual forma, la educación es concebida por los jóvenes más como un
requisito administrativo que facilita su incorporación al mundo laboral, que como
factor de superación o desarrollo personal, real. Generalmente, los jóvenes
requieren de un espacio en donde puedan ser escuchados y comprendidos sobre
"qué saben hacer y cómo lo hacen", más que dictarles lo que deben ser, so pena
de excluirlos del sistema educativo, vía el reporte, el castigo o el cerrarles el
ingreso a dicho sistema en cualquiera de sus niveles. Otro factor importante lo
constituye la desorientación o desconocimiento de sus aptitudes vocacionales. No
existen verdaderos canales formativos que enseñan al joven a tomar decisiones.
Esta incapacidad se refleja en la dificultad real de optar por determinado ejercicio
o estudio profesional.
Una de las contradicciones que más repercusiones tienen en la actualidad
en la vida del joven es la que existe entre la escolaridad y oferta de trabajo. La
sociedad le presenta al joven la opción de la educación formal y se le estimula
para alcanzar al nivel profesional como la mejor posibilidad de acceder a un mejor
nivel de vida. Sin embargo, el joven sabe que hoy lo que cuenta es lograr un
ingreso económico y mientras mas pronto, mejor, ya que el éxito exige experiencia
y habilidad para moverse en el actual mercado laboral siendo maleable, versátill,
capaz de adaptarse y desarrollar cualquier tipo de actividad. Es evidente que un
porcentaje significativo de jóvenes profesionistas actualmente están ejerciendo
actividades que nada tienen que ver con su profesión, este hecho desalienta a la
juventud que desea estudiar y provoca una gran frustación en aquellos que ya han
concluido una carrera.
Un elemento a subrayar en éste contexto es la limitación de la oferta y
posibilidad diferenciada de estudios según el género al que se pertenece, donde
se refleja el machismo como elemento importante del curriculum oculto.
Por lo dicho anteriormente, es preciso introducir dentro de la perspectiva
educativa necesaria para todo joven que debe prepararse para la vida, una
orientación educacional pero de sentido autogenerador, más que de tipo formal
venida del exterior. Se requiere que el colaborador del proceso educativo juvenil,
comprenda, entienda y sea capaz de apoyar y orientar el proceso vivencial que
las nuevas generaciones juveniles están experimentando desde su propia realidad
grupal y colectiva. Para ello se necesita, sobre todo, favorecer la generación de
líderes y activadores juveniles surgidos precisamente dentro de los mismos
jóvenes, capaces de recrear y transmitir a otros jóvenes el propio aprendizaje
juvenil para el nuevo mundo que les toca activar y hacer participar de manera
renovante en su relevo generacional.
Se trata de una educación (no-formal o incidental) juvenil autogestiva y
dinámica en la que el adulto “educador” participe (y aprenda) no a la manera
paternalista (menos, en la autoritaria) sino con un sentido de compromiso,
coparticipación, donación, recepción e intercambio. Lo que salga de esta
educación debe ser producto más de los jóvenes mismos en su búsqueda
“apoyada” y “apuntada” más que de la asimilación pasiva de un mensaje cerrado,
ya elaborado de antemano por los adultos o por las instituciones formales de la
sociedad global.
Problemática Laboral
El Problema de trabajo juvenil tiene diversas vertientes:
En la mayor parte de la población mexicana (cerca de un 80%) se espera
que el joven se incorpore a la fuerza de trabajo desde los 15 años o aún desde
antes. Las familias de los sectores populares (subproletarias y proletarias) cada
vez más, requieren de aportaciones al ingreso familiar por parte de los
jóvenes. De ahí la relevancia del tema y la problemática general por las
dificultades que los jóvenes tienen para incorporarse al trabajo productivo.
El 55% de los jóvenes trabajan, la mayoría de las veces, después de una
larga y, muy a menudo infructuosa, búsqueda de ingreso al mercado formal del
trabajo; muchos lo hacen a cambio de un salario irrisorio o insuficiente, con
escasas prestaciones laborales y en condiciones de trabajo no siempre
apropiadas a su seguridad y eficiencia. La gran mayoría están inmersos en el mar
de la economía subterránea y casi un tercio en el del desempleo, con escasa
orientación vocacional para el empleo y en muchas ocasiones, recurren a las
actividades delictivas para "irla pasando". La mayor proporción de los jóvenes
ocupados trabajan en el sector terciario y la menor en el primario, situación inversa
a la registrada en 1970. La distribución sectorial para las mujeres es muy desigual
(sólo 3% en el sector primario vs 66% el terciario), a diferencia de los varones
cuyos porcentajes son más semejantes (25.8% y 37.8%, en el mismo orden).
En una situación como la actual el problema del desempleo es una de las
grandes preocupaciones. Se habla de una tasa de desempleo abierto de más del
15% (algunos expertos la estiman en 30%), pero sobre todo del subempleo
(ocupación disfrazada) que abarca al 60% de la población económicamente activa.
Esta situación afecta de manera especial a la población juvenil, dado que
el joven no cuenta con capacitación en años de experiencia para competir por un
empleo que se lo exige. Esto sitúa a los jóvenes en condiciones de desventaja
patente, en una submarginación social.
Es así como se genera un círculo vicioso de causas y efectos sobre la
capacitación y ocupación juvenil que requieren de una acción decisiva en uno y
otro sentido. Pero la inclusión de esta dimensión en una promoción juvenil,
requiere de una visión de conjunto en la que se generen modelos de participación
juvenil y formas de incorporación a la actividad productiva en múltiples
alternativas y con diversos procesos interconectados entre sí.
Problemática en Salud
La salud y la enfermedad no son acontecimientos separados y exclusivos
de nuestra vida personal. La calidad de la vida, el cuidado y la promoción de la
salud, la prevención, la rehabilitación, los problemas de salud, y la muerte misma,
acontecen en el denso tejido social y ecológico en el que transcurre la historia
personal y comunitaria. La salud, su cultivo, su deterioro o pérdida irreparable
están inexorablemente ligados a los modos de vida social, a los riesgos y retos
ambientales, a los alimentos que consumimos, a la vida productiva, a la
distribución desigual de los recursos socioeconómicos y, en definitiva, al espacio
público en el que vivimos. No podemos ignorar el sistema político responsable de
definir las prioridades del país y de decretar el valor que la salud y las condiciones
que favorecen una cultura de la salud han de tener en las acciones de gobierno.
Los problemas económicos del país derivan directamente en problemas de
salud de la población que van desde las repercusiones sobre el desarrollo,
producto de una mala alimentación, hasta serios transtornos de la salud general
(física y psíquica) que derivan en problemas tan complejos como es la
drogadicción o el suicidio juvenil.
La salud juvenil está atacada por factores tan diversos y complejos que
van desde la mala alimentación hasta la drogadicción juvenil. Según datos
estadísticos sobre las principales causas de mortalidad para personas de 5 a 14
años, éstas tienen que ver con actos de violencia o imprudencia, y para personas
de 15 a 24 años se mantienen, agregándose la cirrosis y otras enfermedades
crónicas del hígado. Una serie de problemas de salud que ha cobrado
dimensiones alarmantes está relacionado con la sexualidad: embarazos
prematuros y/o indeseados, sida y enfermedades venéreas, abortos, maltrato
sexual, etc. Es claro que muchos de estos problemas podrían ser prevenidos con
las medidas adecuadas o una orientación oportuna.
Según encuestas realizadas en los barrios donde existen Centros
Juveniles resaltan las siguientes necesidades en el área de la salud: En los niños
principalmente desnutrición, enfermedades gastrointestinales, respiratorias y
caries bucal; En adolescentes sobresale la drogadicción y violencia; En jóvenes:
falta de educación sexual y Violencia; En los adultos se manifiestan con mayor
frecuencia enfermedades degenerativas y cardiovasculares; En la población
general: deficiencia en la atención médica de urgencia, contaminación, carencia
de áreas verdes.
La atención oficial queda minimizada en muchos sentidos por la
burocratización y despersonalización de las instituciones que prestan los servicios
y por la estigmatización de quienes los reciben. En mucho, las alternativas frente a
los problemas de salud juvenil quedan desarticuladas de su implicación
psicosocial y educativa. Esta desarticulación se manifiesta claramente en acciones
exclusivas que muchas veces van encaminadas solamente hacia estrategias de
rehabilitación física biológica más que en acciones preventivas (educativas, de
orientación valoral, de información, etc.).
El problema de la farmacodependencia juvenil es tan importante que para
muchos es "El problema", ya que repercute no sólo en la salud física y psíquica de
los jóvenes, situación en sí misma grave, sino que también tiene fuertes
repercusiones familiares y sociales. La importancia que ha llegado a tener entre
los jóvenes hace que se requiera una particular atención pues ésta es una de las
manifestaciones más claras de la necesidad de evasión del joven frente a una
sociedad en crisis que no le brinda perspectivas.
Las causas de la farmacodependencia juvenil son múltiples y complejas y
demanda más que de acciones paliativas de rehabilitación, otras básicamente
formativas y promocionales que ofrezcan opciones concretas de bienestar en
todos los órdenes, haciendo participar a la comunidad entera en los procesos de
rehabilitación.
En los últimos años se ha constatado que la intervención clínica
terapéutica sobre el individuo, e incluso la familia, no ha sido suficientemente
eficaz para dar solución, porque la dinámica homeostásica y homeorética del
contexto permanece inalterada y es más fuerte que los sujetos. Los efectos de la
cura, aunque se den, no permanecen en el tiempo y los casos de recaídas son
numerosos. Por esto se ha visto la necesidad de buscar formas de intervención
que modifiquen el contexto en el cual se manifiesta la situación crítica. La finalidad
misma de la prevención se redefine como la de "devolver dignidad, capacidad y
competencia al contexto del cual formamos parte", en todas sus articulaciones, a
fin de que se pueda producir un cambio con respecto a la generación,
estabilización e involución de la farmacodependencia.
La acción encauzadora en este sentido no puede quedarse en el trabajo de
rehabilitación a la población juvenil afectada, menos aún en una labor de atención
personal a casos, que pudiera extenderse indefinidamente y absorber la
dedicación de un personal profesional especializado muy numeroso. Una
estrategia dirigida a la población y a los grupos con jóvenes sanos puede generar
una acción dinámica preventiva de los mismos jóvenes no afectados directamente
para impedir las adicciones en el resto de la población joven mayoritaria no
vulnerada e incluso apta para favorecer los canales de recuperación en ambientes
juveniles sanos de aquellos que ya se encuentran iniciados en el proceso adictivo.
Ante otros elementos de la salud juvenil también se requiere de acciones
preventivas en un marco de promoción psicosocial, en el que se incluya la
nutrición, la orientación de la sexualidad, la higiene mental y física, el deporte, la
sana distracción comunitaria y juvenil, así como el desplazamiento y prevención
de adicciones (tabaquismo, alcoholismo, drogadicción) y prácticas de
promiscuidad, violencia, para-criminalidad o criminalidad, etc. Se debe
instrumentar una estrategia dirigida a las redes sociales que pueda generar un
sistema de acciones preventivas y promocionales, donde el joven desempeña el
doble papel de agente y destinatario. Este sistema debe propiciar y crear las
condiciones para el mejoramiento paulatino de la calidad de vida.
2
Ahora, antes de pasar a analizar con más detalle el concepto de promoción juvenil
comunitaria, es necesario precisar qué entendemos por juventud y clarificar su
papel en este contexto del protagonismo de la sociedad civil.
II.2 Juventud
La Juventud es un mal que se cura con el tiempo
II.2.1 Juventud, un concepto difícil de definir
La juventud (del latín iuvens, del verbo iuvare, ayudar) es un concepto complejo,
imposible de encerrar en una fórmula, por lo que no se ha llegado a un acuerdo
para definir quién es joven y, para intentar una aproximación, es necesario hacerlo
desde diferentes ángulos o enfoques disciplinarios.
II.2.2 Definición en términos temporales
Comúnmente, se define a la Juventud en términos cronológicos, como una etapa,
es decir, en función del tiempo que un sujeto ha vivido, situándolo en una escala
temporal y con límites que marcan un determinado período de tiempo. Así, lo que
define el ser joven, en última instancia, es estar situado dentro de ese rango de
edad. Los efectos sociales de ésta definición se manifiestan en que la edad
determina, en gran medida, la posibilidad de inclusión en instituciones como la
escuela o el trabajo, y en los derechos y las obligaciones jurídicas (servicio militar,
capacidad de votar, edad penal, minoría de edad legal, etc.). Sin embargo, no
existe consenso en los criterios que determinan los límites y, por lo tanto, la
duración de esa etapa: algunos la sitúan entre 15 y 24 años, otros entre los 15 y
29, etc. Esos criterios se establecen efectivamente, de acuerdo a condiciones
biológicas y psicológicas, a las pautas culturales y en las sociedades modernas,
principalmente responden a la lógica dispar de los mecanismos de definición y
control social (el ejemplo más ilustrativo, es la reciente propuesta en nuestro país
sobre la reducción de la edad penal a 16 años, al mismo tiempo que la renuencia
a disminuir, en el mismo sentido, la edad para votar). Al no existir un criterio
universalmente válido que determine cuando inicia y finaliza la juventud en función
de la edad, su definición debe contemplar otros aspectos de su realidad.
II.2.3 Definición en términos del desarrollo bio-fisiológico.
Desde el punto de vista del desarrollo biológico, la juventud se identifica con una
etapa de la ontogenia: la etapa del desarrollo fisiológico que se inicia cuando se da
la maduración de los órganos sexuales y la capacidad de procreación, y que
termina cuando la rótula se calcifica y, por lo tanto, no se crece más.
Paralelamente a ese punto de vista, encontramos que al crecimiento biológico
corresponden cambios cognoscitivos y emocionales, correlativos a un crecimiento
o desarrollo psicológico, aunque éste tenga su propio ritmo y leyes. La edad
psicológica corresponde en gran medida con la edad biológica, y ambas con la
cronológica. Así, hacia los 25 años (evento cronológico) se ha calcificado la rótula
(evento biológico) y se ha logrado un perfil psicológico de personalidad (evento
psicológico).
A partir de lo anterior podemos decir, en términos bio-psíquicos, que el período
juvenil es un eslabón más de la cadena vital, es la etapa intermedia que
representa la transición de la niñez a la vida adulta, en la que ya no se es niño
pero todavía no se es un adulto.
Los criterios crono, bio y psico-lógicos son fundamentales en la conformación del
concepto de juventud, sin embargo, cada vez son más determinantes las
condiciones socioculturales en las que tienen lugar éstos eventos del desarrollo
humano.
II.2.4 Definiciones socioculturales
Según una encuesta recientemente realizada en varias ciudades del país, los
mismos jóvenes piensan que "la juventud es la etapa para disfutar la vida", "época
de dudas y temores", "de lucha frente a los adultos". En cambio, desde la
perspectiva de los adultos se puede hablar de la Juventud como una categoría
socio-demográfica.
Socioculturalmente, la juventud es una fase de la vida donde, en diferentes
tiempos, se verifican los procesos de inclusión social, como "una especie de
moratoria en la cual se permite a los jóvenes prepararse cultural y
emocionalmente, ensayar, buscar y cometer errores; es una etapa de
postergación y de aplazamiento de las obligaciones y compromisos adultos; un
período de tolerancia que inicia con la madurez biológica y culmina con la
madurez social", ya que, a pesar de que el joven cuenta con la madurez biológica
para la reproducción, al persistir los lazos de dependencia económica con la
familia, la madurez social se posterga.
Así, la Juventud, podemos decir, es un concepto creado por las sociedades
modernas, a consecuencia de la complejización creciente del trabajo y de la
racionalización de todo aspecto de la vida. La organización global de la vida hace
imposible la inserción social de manera sencilla y directa, por lo que se hace
necesaria la creación de la Juventud, como un período de la vida en que se
adquieren virtualidades y competencias sociales, en vista a las responsabilidades
y retribuciones del mundo adulto y, por ello, la Juventud en el primer mundo se
encuentra ligado al sistema educativo, identificándose joven con estudiante. Pero
la modernización de nuestro país (con todo el sistema reductivo urbanizador,
industrializante, neoliberal, de partido único, etc. que vivimos) se vuelve
contradictoria, más aún, frustante para los jóvenes, y en la realidad, la duración del
período juvenil depende del sector socioeconómico de pertenencia: suele ser más
prolongado en los sectores con ingresos medios y altos que en los de bajos
ingresos, especialmente en el medio rural. Como vimos antes, las grandes
exigencias económicas y la necesidad urgente de su incorporación al mercado
laboral dificultan a la mayoría de los jóvenes su permanencia en el sistema
educativo, por lo que, comúnmente, viven esta etapa de manera más corta y la
transición a la vida adulta es más directa, adquiriendo todas las responsabilidades
económicas y familiares. Además, en las sociedades tradicionales, el concepto de
juventud es prácticamente inexistente: el individuo pasa de la infancia a la edad
adulta sin etapas que dividan a las generaciones. Se aprende el oficio de ser
adulto de manera pragmática y directa, con la exigencia cotidiana y bajo la guía de
los viejos.
Es decir, existen impedimentos estructurales a la generalización de la condición de
juventud y se puede afirmar que a los sectores más amplios de la población se les
ha expropiado el derecho a su juventud.
Junto con la anterior reflexión, es importante subrayar que no se puede hablar del
'joven' o de la 'juventud' en abstracto, sin referencia al mundo adulto y como si
fuese una realidad homogénea y uniforme. El lugar particular del joven está
determinado por la compleja relación entre su edad cronológica, la etapa bio-
psíquica que está viviendo y la estructura social: la definición (y control) social de
la edad joven, la división social del trabajo, las posiciones sociales y los criterios
para desempeñar los diversos roles, así como con el marco jurídico (explícito u
oculto) imperante. Incluso, como vimos anteriormente, depende del modelo de
desarrollo y de la etapa histórica que vive el país.
Muchos autores enfatizan la necesidad de abordar la problemática juvenil en un
marco contextual y conyuntural de cada sociedad. Por eso, en esta propuesta de
intervención, concebimos al joven como un sujeto bio-psíquico-social, histórico y
trascendente, que se encuentra en un proceso de desarrollo fisiológico,
psicológico y sociocultural y de construcción de su propia identidad en referencia e
interacción con el mundo adulto, y a la juventud como el espacio-tiempo,
principalmente socio-cultural, de una red social (inserta en una red de redes
sociales) que da una serie de condiciones que permiten ensayar el proyecto de
vida personal y colectivo y que en conjunto forma un nuevo cuerpo social, grupos
de presión y dinamizadores de la sociedad, es decir, como destinatario y agente
de promoción y transformación social, como sujeto emergente de nuevos
movimientos sociales, junto con la mujer, las culturas marginadas (indígena,
negra, migrante), etc.
II.2.5 ¿Juventud o Juventudes?
No se puede hablar de una juventud en general sino de juventudes, o para ser
más explícitos, de diferentes sectores de juventud. No es posible dar una
definición un carácter universal ya que, la condición juvenil está determinada
fuertemente por factores socioculturales. Así, es falso hablar de los jóvenes como
unidad social y como grupo único y homogéneo ya que "es común que se
presenten más diferencias entre los jóvenes que estudian, los que trabajan y los
desempleados, que entre los jóvenes y adultos de una misma clase social".
Debemos reconocer la variedad de situaciones y factores que influyen en la
definición de la juventud: clase social, condiciones socio-históricas y de vida:
laborales, educativas, familiares, culturales, etc.
II.2.6 Proyecto histórico del joven
Independientemente de las circunstancias de vida del joven, no puede negarse el
potencial de energía y trasformación que él mismo representa lo que nos urge a
ayudarlo en la realización del proyecto histórico que le toca cumplir. En la medida
en que comprendamos y valoremos los grandes "condicionamientos históricos y
mediaciones socio-causales": industrialismo, burocrátismo y cientificismo
moderno, mayores herramientas tendremos para contrarestar los efectos de la
crisis de valores y generar opciones de búsqueda y rescate de valores latentes,
olvidados, viabilizando alternativas de atención y promoción de la juventud. De
este modo, los jóvenes sumisos y obedientes, los ambivalentes, los apáticos e
indiferentes, los disfuncionales o "asociales", los antagónicos y rebeldes ante el
mundo adulto y la sociedad, los radicales y anarcos, los auto-organizados y
críticos, los idealistas, los innovadoress, los "no sé qué pero estoy", deben asumir
su responsabilidad histórica y recuperar su poder de decisión en las grandes
situaciones nacionales.
A diferencia de otras propuestas de intervención juvenil, en este proyecto el
énfasis está puesto en el joven con su contexto comunitario y en interrelación con
las otras generaciones, más que como un movimiento sólo juvenil.
En gran parte la significación de este sector se debe a su predominio numérico, su
transversalidad, la fuerza de sus subculturas, pero más que nada a su
potencialidad como desencadente de los procesos de organización y construcción
de la sociedad civil, como fuerza renovadora protagonista de la acción
promocional, al actuar como dinamizador de las redes sociales que pueden, desde
abajo, resolver muchas de las situaciones críticas a que se enfrenta el joven.
II.3 La Promocion Juvenil-Comunitaria
II.3.1 Introducción
Ante la realidad planteada es urgente la búsqueda de un modelo alternativo de
desarrollo del país, pero ¿sobre qué bases se puede revisar y replantear? En
capítulos anteriores esbozamos ciertas características que conformarían una
sociedad civil sana, mismas que consideramos los pilares más sólidos sobre los
que ésta puede construirse.
Dentro del intento alternativo de construcción social, ubicamos como necesaria la
existencia de la promoción social y dentro de ésta la Promoción Juvenil. Sin
embargo, hay que aceptar la relatividad de la promoción social frente al grave
desvalimiento de amplios sectores de la población, es decir, apostar a la
importancia de la promoción social no significa la aprobación del modelo de
sociedad que produce ese extremo crítico de la vida de los miles y millones de
necesitados. La alternativa apunta más bien a dinamizar los procesos de las
acciones colectivas para que generen un modelo de desarrollo distinto. Así, las
características esbozadas de la sociedad civil: pluralista, tolerante, solidaria,
democrática, autónoma, son, más que un nuevo modelo de desarrollo, las
condiciones básicas para que éste sea posible.
La población mayoritaria está necesitada, más que de una asistencia venida de
fuera, de una autoasistencia solidaria, apoyada por quienes tienen la obligación
social de hacerlo desde las diversas posiciones que ocupan en la estructura
social, económica y política.
La presente propuesta de estrategia de acción comunitaria quiere ofrecer una
perspectiva de acción para la promoción juvenil comunitaria, enfatizando una línea
de trabajo que se encuentra en marcha desde hace más de diez años y que
consiste precisamente en la movilización de la fuerza más importante que tiene
una sociedad: su propia población, especialmente el sector juvenil. Esta no es un
objeto pasivo de la acción pública sino la misma protagonista de su desarrollo, a
partir de la instancia más directa para el propósito de una acción social renovada y
multiplicadora: el barrio, como realidad de nuestra sociedad civil urbana, partiendo
de que es una realidad de hondas raíces socio-culturales. Nuestra acción, llámese
promoción, autogestión etc. debe valorar y renovar la potencialidad y energía del
sector juvenil, la creatividad que desborda individual y grupalmente, En la medida
en que favorezcamos la incorporación autónoma de los propios actores, mayor
conciencia y corresponsabilidad con su familia, sus barrios, sus comunidades y
con la diversidad de instituciones, empatándose así recursos y esfuerzos, mística
y convicciones, intereses y metodología, estaremos avanzando a la realización de
la vieja utopía que reza: "Juventud, divino tesoro".
Se trata de una hipótesis para la acción práctica, que si bien se ha verificado, aún
están por establecerse sus posibles limitaciones. Se requiere reconocer sus
circunstancias condicionales en vistas a las experiencias piloto, analizadas con
criterio científico, antes de llevarse programas masivos que acaban
frecuentemente en el fracaso.
II.3.2 La intervención microsocial
II.3.2.1. Definición de red social
El concepto de red es una manera de definir la realidad de cada persona, de una
microcultura reconocida, de un contexto, que se identifica en términos de
organización y/o culturales. La red establece el espacio-tiempo en que, dichos
sujetos, se identifican y son identificados. Este espacio-tiempo es el fruto de dar y
recibir significados entre los diferentes puntos-red (nodos): sujetos individuales o
colectivos.
II.3.2.2 La intervención en su nivel de barrio
Ante el hecho de que el joven (y su problemática) no puede ser concebido sin
tomar en cuenta el contexto en que vive, se desarrolla y, en última instancia, es; la
estrategia de acción se enmarca en la red social y el barrio (como grupo de redes
sociales), porque ellos son los que hacen orgánica a la comunidad e integran a los
habitantes mediante lazos interfamiliares, de vecindaje, compadrazgo, cuatismo,
etc. Acción que busca rescatar, en la realidad actual, la organicidad "natural" de
las redes sociales como fuerza autogestiva de asistencia y promoción social
propia y como medio en el que ocurre y se ejecuta, en primera instancia, la acción
preventiva, recuperadora y readaptante del necesitado.
Toda acción de promoción y asistencia social renovada, implica necesariamente:
i) identificar a y partir de las necesidades claves del barrio, sobre todo en las
sentidas y expresadas por su propia población.
La dinámica de confluencia social en cualquier instancia de encuentro colectivo
parte de la identificación conjunta de sus problemas y de sus recursos potenciales.
La instancia de un vecindaje47 no deja de ser una de las más naturales, en el
encuentro cotidiano de las familias. En particular de las mujeres diariamente
presentes en el barrio en mayor medida y horas que los hombres adultos.
También es el caso de los jóvenes, cuya confluencia puede llevarlos a una
perspectiva destructiva y de pugnas vecinales si no aparecen objetivos de
participación más constructiva. La experiencia actual de cientos de bandas y
pandillas de jóvenes en los barrios de todas nuestras grandes ciudades es un
síntoma altamente significativo de una frustración cada vez más consciente en el
tipo de sociedad marginadora en que vivimos, pero que busca contenidos de
confluencia y participación vecinal solidaria.
Una clasificación del panorama de necesidades sentidas al nivel de barrio podría
abrir una puerta de objetivos para esta participación urbana a escala de los
mundos concretos ambientales que viven todos. Parece ser que está aún por
ensayarse esta pista.
ii) identificar a y partir de los recursos del barrio, sobre todo su propia población en
su articulación natural en redes sociales.
El barrio cuenta con elementos que pueden ser considerados como recursos de
una instancia multiplicadora de acciones sociales y de asistencia comunitaria:
a) El barrio cuenta necesariamente con un espacio más o menos equipado con
mayor o menor infraestructura y de servicios. Por muy pobre que éste sea, es un
patrimonio colectivo. Las construcciones mismas lo son, aunque no sean propias
de sus ocupantes.
La posesión de un espacio crea en el hombre un sentimiento de arraigo y de
identidad. El espacio debe ser usado colectivamente. La calle no es tierra de
nadie, ni siquiera de los vehículos que transitan por ella. Es del barrio como unidad
colectiva. Hay un derecho social por el hecho de formar parte de él. Por el hecho
de ser vecino. Esto no puede considerarse una situación fortuita. Incorpora al
individuo a un grupo de referencia. El grupo tiene que ser consciente de
ello. Plenamente consciente. Con el derecho viene la obligación correlativa. La
obligación de cuidar el espacio-barrio de todos. La de mantener su equipamiento,
sus construcciones y sus mismas viviendas. También una responsabilidad por sus
espacios comunes, sobre todo sus banquetas, sus esquinas, sus zonas y áreas
verdes; sus parques y juegos; sus árboles, plantas y flores, sus instalaciones
múltiples, sus postes y alambres; sus plazuelas y zonas de espera, sus centros de
encuentro y comunicación. El barrio como espacio urbanizado no es propiedad de
la sociedad política, ni de las autoridades municipales, distritales, delegacionales.
Es de las redes sociales que conforman la comunidad local, o bien -si no existe
como tal- de sus habitantes como conjunto (48). Las autoridades externas, al nivel
de la ciudad, no sustituyen a las formas de organización local; al contrario, las
requieren.
b) El barrio posee una ecología social que significa una cierta armonía de
densidades entre población, espacios, viviendas, medios naturales, y agencias de
acción y servicio (49).
Todo barrio debe aspirar a un mínimo de autonomía ecológica y de autoservicio
equilibrado. Requiere de áreas y espacios verdes y de descanso al lado de zonas
de tránsito, puntos de abasto, de congregación y de puestos de servicio. Por más
pobre que sea. Todo habitante debe encontrar en el ámbito de su barrio, un
mínimo de apoyos de vecindaje. Si no existen habrá que crearlos como equilibrio
vital ecológico. La ecología de barrio supone un ecosistema mínimo de
intercambio y de densidades, y una relación externa, a otros niveles urbanos, para
el logro de recursos vitales.
El ecosistema de barrio implica más que una red de comercialización y servicios
profesionales, una de intercambio entre sus miembros, sobre la base de las redes
sociales y la prestación de servicios recíprocos. No hacerlo así implica
dependencia externa, generalmente costosa y expropiante de sus propios
recursos. Ello no quiere decir que el barrio tenga que ser autosuficiente en todas
sus necesidades. Esto no es posible ni conveniente. Pero lo que sí significa es que
el barrio constituya una unidad ecológica mínima, que obvie en alguna medida la
necesidad cotidiana de desplazamientos urbanos para cubrir cualquier necesidad.
Esto significa a la vez una política de descentralización no sólo de servicios
públicos, sino también de servicios institucionales. Pero quien puede hacer esto
factible es, antes que nadie, su propia población.
c) La población como recurso principal.
Lo más valioso de un barrio es su población en su variedad de categorías
sociodemográficas: edades y sexos; orígenes, niveles de educación, ocupaciones
diversas; ramas familiares, etc.
Cada categoría de personas puede tener roles diversos en su participación
colectiva, más o menos formal. Resaltamos como estrategia la participación de los
jóvenes y de las mujeres, como agentes de cambio de su propia comunidad. Su
vitalidad puede ser definitiva en la comunicación entre todos, actuando como nodo
multiplicador de la red social.
La población, además, debe ser vista en su configuración intergrupal, como
sistema, como red de redes sociales. Descubrir los agrupamientos existentes tanto
a nivel de familias, como de grupos informales primarios de amistades,
compañeros y vecinos. A diferencia de un agregado de habitantes, el barrio
presenta, en forma latente o real, conjuntos grupales dinámicos que le dan vida
interrelacional y que son la base de definición y control social espontáneo no
coercitivo (51), como ecosistema autopoyético y autoregulador.
El anonimato de unos y otros es sintomático de una ciudad cada vez más grande.
Sin embargo, aún en el caso más extremo, cada espacio vecinal presenta redes
sociales más o menos evidentes. Hay que descubrirlas y apoyarse en ellas.
Respetar la privacidad de unos y otros no significa negar la necesidad de
encuentro solidario y funcional. Todo lo contrario, la implica como responsabilidad
cumplida ante los demás.
d) Asociaciones formales.
Por ciertos propósitos y para ciertos momentos, el barrio genera en su interior, o
como una presencia en otros niveles, redes sociales artificiales estables o grupos
de acción institucional para su servicio. Es así como la escuela, la iglesia, el club,
el taller, la tienda, el mercado, la clínica o dispensario, el centro de esparcimiento,
el comedor, etc. son formas institucionales presentes en el barrio. Aunque su
origen esté fuera del mismo, la participación de la gente en estas instituciones
puede darles un carácter más o menos activo y hacerlas propias. A partir de ellas
se pueden generar nuevas redes sociales, si bien artificiales no por ello menos
reales ni menos importantes, o conectar las diversas redes. Se trataría, en un ideal
dinámico, que lo fueran al máximo. Por ejemplo, en la escuela, la presencia de
una verdadera asociación de padres de familia del barrio, o con representantes del
mismo puede ser crucial.
La experiencia en la participación funcional y formal al interior de todo sistema
institucional que incida en el barrio tiene, por parte de sus miembros, un papel
definitivo de vitalidad en esa instancia activa. Ni los saca de su escala cotidiana a
los habitantes y familias, ni les enrola en algo fuera de su interés real.
Hasta ahora, el desinterés por el ámbito del barrio, como tal, ha hecho que las
grandes instituciones urbanas tiendan a una burocratización ineficaz en la
prestación masiva de sus servicios, a partir de un cuerpo profesional ubicado en
sus instalaciones, oficinas y mesas, pero ajenas a la vida de los barrios. La
población es vista entonces, como objeto pasivo de su acción o como clientela
molesta y con ello, se enfatiza el carácter masificante del sistema urbano. Este
acaba por resultar aplastante.
e) La organización vecinal y de colonos.
Frente a dicho sistema institucional la organización vecinal propiamente dicha,
como institucionalización de la representación de los habitantes del barrio y de sus
familias, resulta prácticamente inexistente.
Se hacen algunos intentos para la constitución de redes sociales artificiales
formales: asociaciones de vecinos, comités de manzana y, en algunos casos, de
asociaciones de colonos. El fin específico está, en principio, justificado
ampliamente en función de los intereses vecinales, para el mejoramiento de sus
problemas comunes de barrio y vecindaje: los servicios públicos, la obra de
saneamiento, la recolección de basura, la remodelación ambiental, su forestación,
los festejos locales, el problema de la propiedad irregular o el de la vivienda, la
seguridad, y la asistencia de sus desvalidos. Esta organización puede ser más
funcional y permanente si parte de la existencia y dinámica de las redes sociales
ya existentes, si se las dinamiza, a partir de (y respetando) su lógica y ciclos
socioculturales propios, como veremos más adelante.
iii) la paradoja de la acción social exógena
Pero hasta ahora la fórmula de acción institucional predominante es la exógena,
sin la participación vecinal. Lo que esta propuesta quiere resaltar es la paradoja de
la acción social exógena: que debe ser sólo activadora de la acción social
endógena, y no puede ser activadora sin el concurso de quienes son, desde
adentro, desde la sociedad civil local, animadores de su propia comunidad. Es
decir, la promoción exógena debe descubrir la potencialidad de la promoción
endógena.
Todo lo dicho anteriormente nos lleva a la consideración de la estrategia que
enfoca la acción social de promoción juvenil comunitaria de este modelo de
intervención, que se basa en la posibilidad y necesidad del encuentro explícito
entre ambos tipos de agentes: el promotor local autogestivo y el animador externo
de apoyo profesional socializado.
La asistencia social participa en esta perspectiva casi siempre: dinámica exógena
al nivel de los barrios. Por lo tanto, no cuenta con agentes de las propias
comunidades como factores de canalización y multiplicación. Hay un
desconocimiento casi absoluto de toda esta potencialidad de recursos y por ello,
imposibilidad de una cobertura y adecuación directa en el objetivo de asistencia
para ayudar a integrar al necesitado en su propio medio.
Se trata de plantear un principio de autogestión básica del barrio no sólo como
agente de promoción de una acción de encauzamiento y atención de asistencia
social, sino como el mismo medio en que ocurre y se ejecuta la acción
promocional: preventiva, recuperadora y readaptante del necesitado56.
No se trata de un plan global de desarrollo prefijado y preconcebido. Se trata más
bien en darle valor esencial a la sociedad civil local frente a todo aparato político,
frente a toda maquinaria industrial, mercados libres internacionales, y ante todo
desarrollo material urbano. Se trata de una autogestión con un sentido simbólico
"realista" tradicional, basada en las prácticas de reproducción de manifestaciones
culturales: fiestas populares y religiosas, tianguis periódicos, el tequio y otras
formas de re-encuentro participativo, de ayuda mutua, de organización social
básica, a través de grupos de base y su articulación orgánica en redes
interfamiliares e intervecinales. que tiene que ver con la siguiente sección:
II.3.3. Intervención socio-cultural
II.3.3.1. Definición de socio-cultura
Al igual que con el concepto de juventud, no existe consenso en el sentido y
definición de "cultura". Pero, en términos generales, se habla de cultura en
referencia a lo educativo, lo artístico y a cierto tipo de refinamiento. Esta visión es
muy parcial y cargada de una ideología aburguesada. Los griegos definieron a la
cultura como la totalidad de los productos del ser humano (cultura vs natura). Para
Malinowski la define (en el marco de referencia de la antropología funcionalista)
como un compuesto integral de instituciones, cuya función es organizar a los seres
humanos en grupos permanentes. Etimológicamente proviene del latín y significa
cultivo, por lo que se puede definir como el resultado o efecto de cultivar los
conocimientos humanos, sus facultades físicas, etc. A su vez, Mauss la define
como la civilización en cuanto realidad particularmente encarnada y proyectada en
obras, en forma particular y característica por cada grupo humano coherente.
Concluyendo, la Cultura es claramente un fénomeno humano (antropológico,
histórico social, económico) que define con formas variables la estructura de vida
colectiva de los diversos grupos humanos, que engloba el conjunto de
experiencias, prácticas, saberes, sentidos y significados, que le confieren a esos
grupos humanos un código normativo de comportamientos (estilos de vida), le dan
identidad y permiten la sobrevivencia.
Por Socio-cultura entendemos el sistema complejo auto-organizador de
significaciones y de producción de sentido que da identidad (autopoyética) a un
sistema de de redes sociales (sujeto individual y, a la vez, colectivo) y que se
manifiesta en lenguaje, ritos, símbolos, roles, cosmovisiones e instituciones que, a
su vez, producen, canalizan y condicionan individual-socialmente su desarrollo,
evolución homeostática y homorrética. Es importante remarcar el sentido reflexivo,
auto-referencial, que tiene la definición: la cultura produce el lenguaje, los ritos,
símbolos, roles, cosmovisiones e instituciones que producen la cultura. La cultura
es definida en términos de la red social que es definida en términos de la cultura.
La sociedad es "producida" por el individuo (externalización) que es "producido"
por la sociedad (internalización).
II.3.3.2 Elementos de la vida socio-cultural de los barrios
Toda intervención social seria debe incluir todos los aspectos que influyen en la
vida cotidiana de la comunidad y que a veces no son contemplados. Esto significa
que no basta que la planeación y la propia intervención se limiten a un esquema
pensado sólo desde la perspectiva de quien interviene, se deben, por el contrario,
profundizar y prever ciertos aspectos internos y externos que no son la
problemática propiamente dicha, pero que indudablemente tienen que ver y
afectan nuestra intervención.
En este sentido, la vida cotidiana de las redes sociales se da en un marco socio-
cultural, que hay que tener en cuenta: así el espacio-tiempo de las comunidades
está regido por un ciclo cultural y la comunicación se da en un sistema de
significaciones y sentidos codificados en símbolos, ritos y mitos, y regulada por
mecanismos de definición y control social.
Partimos del hecho de que existe una cultura urbano-popular, donde en lo popular
hay una carga de lo tradicional (por lo menos un antecedente, una raíz), y en lo
urbano, hay una carga de "modernidad" e incluso de "posmodernidad", originado
por la dinámica misma del proceso de urbanización. En la ciudad de México se
puede ver al mismo tiempo, por ejemplo, en la Zona Rosa, por un lado, a las
“Marías” y al campesino que busca un lugar para acomodarse y, por otro, grandes
hoteles, agencias de viajes, etc. La cultura popular-urbana, no es una síntesis de
lo tradicional y lo moderno, es más bien una superposición de estos dos niveles.
La expresión típica de lo popular-urbano está en el barrio, ya que los barrios de la
ciudad de México se han formado por: pueblos prehispánicos (por ejemplo,
Magdalena Mixhuca) o por antiguos ex-pueblos (por ejemplo: Santa Fe,
Azcapotzalco, Xochimilco), los cuales conservan el antecedente tradicional por
origen, en ambos casos en el proceso de urbanización se los “tragó” la mancha
urbana. Otro tipo de barrio, donde predomina lo urbano-popular, son las barriadas
que se formaron por asentamientos irregulares más o menos espontáneos, que
fue llegando la gente del interior de la república y se fué asentando en un lugar (un
ejemplo es Nezahualcóyotl).
Tomando en cuenta la presencia y permanencia de la cultura tradicional en los
barrios, hay varios elementos que se deben tomar en cuenta en la intervención:
Uno de los más importantes es que en un pueblo en la cultura tradicional, el
hombre se relaciona, con la naturaleza y entre sí, a través de ciclos. Se familiariza
con los procesos rituales, forma parte de la naturaleza, la entiende, sabe cuándo
es tiempo de sembrar, barbechar, etc. porque la naturaleza misma se mueve por
ciclos.
Existen un control y una definición social fuertes entre los habitantes: todos se
conocen, todos tienen una relación no funcional sino personal, o sea, el señor cura
no es el señor cura sino el Padre Gonzalo... todos tienen una relación primaria, de
persona a persona, y las redes sociales son densas y, frecuentemente, rígidas,
con procesos homeostásicos fuertes del tipo de conformismo y "el qué dirán". Hay
una verdadera comunidad. En relación a lo ético religioso, para el campesino los
valores ya están dados, sólo se transmiten, no se cuestionan: ya están definidos.
La perturbación del sistema social de estos pueblos por la dinámica conflictiva del
encuentro de culturas de redes sociales diferentes, la cultura de los originarios y
las de los que inmigran. Se produce un choque entre la gente que viene de afuera,
que tiene otros intereses, otros valores, otras costumbres, y la gente del lugar que
se siente agredida y se resiste a los nuevos elementos que traen, y esto provoca,
en estas colonias, muy frecuentemente, problemas de integración vecinal. A la
mayoría de los inmigrantes les cuesta mucho el relacionarse con personas que no
son sus coetáneos.
La dinámica de conformación heterogénea de las barriadas. La gente que llega
viene de muchas partes, no se conocen, se asientan en un lugar que no tiene
antecedentes, historia, ni cultura propia común. Estos asentamientos se fueron
poco a poco regularizando, se les pusieron serivicios de infraestructura urbana:
agua, luz, etc. y se fueron constituyendo en colonia proletarizadas.
En la cultura tradicional, los ritos, especialmente "las" fiestas, son momentos
importantes para la gente. Estos ritos sirven para enfrentar, resolviendo en el
plano simbólico, las contradicciones sociales que no es posible resolver de otro
modo, implican valores ocultos o implícitos importantes y sirven para dar sentido
de identidad. A las preguntas fundamentales: ¿quiénes somos?, ¿de dónde
venimos?, los ritos responden: somos este pueblo, esta comunidad. Pero, por otro
lado, la comunidad está en un proceso acelerado de urbanización, modernización.
El problema es cómo encontrar una pedagogía que logre dar una síntesis a lo
tradicional con lo moderno.
En la cultura tradicional hay símbolos y mitos propios, que configuran o apuntalan
toda una Weltangshaaung, la "razón común", la "actitud natural", como conjunto
de saberes, acervo de conocimientos vivenciales y recetas normativas (axiológicas
y pragmáticas) que conducen a una actitud y una praxis particular: la maternidad
sagrada, el culto familiar a la muerte, el mito del enviado civilizador, del chivo
expiatorio. Un desafío de la intervención es cómo encontrar esas expresiones y
símbolos modernos para promover los valores que están atrás de los símbolos,
principalmente la identidad. Por ejemplo: en la fiesta patronal, el símbolo es la
imagen de la Virgen y en esta imagen ellos se reconocen, son ellos, es la
expresión de su pueblo. Así, los jóvenes deben partir de que hay un símbolo en su
comunidad que les da cohesión comunitaria. Por ejemplo, en Santa Fe, una banda
de rock pesado tiene como líder a Vasco de Quiroga, ahí se descubre que hay un
símbolo para esos jóvenes y que este símbolo-mito del siglo XVI tiene algo que
decirles a ellos hoy, y lo expresen como ellos quieran. En toda intervención
debemos preguntarnos ¿cómo hacer que los símbolos y mitos se rescaten y
tengan vigencia cultural?, que no sea cultura muerta, sino que le diga algo al joven
de hoy, a los problemas que está viviendo y así se dinamice esa cultura y se le de
identidad. La identidad se logra cuando uno tiene conciencia histórica; de dónde
vengo, cuáles son mis valores y eso qué significa hoy.
La cultura es un producto histórico que deviene en el tiempo. Así, ciertos
elementos de la cultura tradicional se re-elaboraron a la luz de acontecimientos
históricos como la conquista: la aceptación de la voluntad de un dios en forma
fatalista, la figura del gran Tlatoani, la cultura del silencio (con sus escapes
correlativos de la ironía, del taimado, etc.), el machismo.
Tomando en cuenta lo anterior, podemos aventurar dos conclusiones para la
intervención:
Debe necesariamente tomar en cuenta los elementos socio-culturales
mencionados. Sin embargo, no debe pensarse que son elmentos aislados, por el
contrario existe una estrecha vinculación entre ellos. Así, por ejemplo, en un rito
tenemos presentes siempre mitos o símbolos, y juntos determinan la definición y
control de la red social, así como el sentido "natural" del mundo de lo cotidiano. El
ciclo cultural está generalmente en función de algún rito, etc.
Hay que considerar la permanencia en las redes sociales de una cultura
tradicional pero, al mismo tiempo, no olvidar que se vive en un contexto urbano.
II.3.3.3 El ciclo cultural de los barrios
De los elementos socio-culturales considerados en la sección anterior, el ciclo
cultural es el más importante desde la perspectiva de nuestro modelo teórico de
intervención, porque engloba e incluye, de alguna manera, a los demás.
El ciclo es un elemento fundamental de la cultura popular urbana y que está
inscrito, por así decirlo, en la vida cotidiana misma de las redes sociales. En
cuanto al ciclo sociocultural, debemos partir del hecho que la vida comunitaria no
se rige por un tiempo lineal, sino que sigue la lógica de un tiempo cíclico,
característica propia de todas las culturas tradicionales. Pero esto en la ciudad no
es algo que no tenga vigencia, la gente de la cultura popular, puesto que su
antecedente es tradicional, tiene el sentido del ciclo más o menos latente,
explícito, pero funciona como una lógica, una manera de comportarse. El ciclo,
como parte vital de la comunidad, es algo que le da fuerza y renueva la
articulación.
La cultura moderna es monótona, lineal, para ella el tiempo es homogéneo: un día
es igual al que pasó y al que sigue. En cambio, la cultura tradicional se mueve en
función de algo que va a suceder, por ejemplo, la Navidad, la Pascua. Así, en
cada comunidad o barrio existen épocas o periodos en el año en donde en forma
natural las redes sociales se organizan, participan y trabajan para lograr sus
intereses, normalmente a través de eventos festivos, populares y religiosos o
inclusive sobre alguna situación extraordinaria (nacimiento, muerte de un
miembro), difícil o problemática (desastres, movilización popular en torno a
reivindicaciones) que en esos momentos los convoca y los une. Porque una red
social normalmente sólo se moviliza en torno a algo que responda a su propia
lógica y dinámica socio-cultural, y no porque la convoque un promotor.
II.3.3.4 La intervención por ciclos
El modelo de intervención de CJB contempla como pieza fundamental trabajar a
través de los ciclos culturales de barrios como una estrategia global de
intervención que identifica, junta y propicia la integración y la participación de las
redes sociales de una comunidad sobre una acción, tema o problemática
específica. Es una forma de aprovechar la posibilidad de enlazar al barrio, a partir
de su vida cultural o de las coyunturas, con procesos educativos (no formales e
informales). Estos procesos pueden fortalecer, articular, dinamizar las redes
sociales del barrio y/o crear nuevas. Así mismo, los pocesos educativos se pueden
dar a partir de talleres de reflexión, brigadas de servicio comunitario, impulso y
formación de grupos, actividades específicas, etc.
La idea de ciclo cultural del barrio, no pretende rescatar como pieza arqueológica
un elemento de la cultura tradicional para después colocarlo o imponerlo a gente
de una cultura moderna, al modo del folklore; sino, lo que busca, es cómo
reconocer que hay sumergida una cultura tradicional, que tiene una lógica de ciclo,
que está solidificada sobre valores tradicionales y que tiene que rescatarse,
ponerse al día, tener un significado moderno.
En los ciclos hay que buscar la relación entre lo antiguo modernizado para dar una
respuesta a ciertos problemas modernos. Lo tradicional es un bagaje de un núcleo
que da una identidad de un ser comunitario y una serie de valores importantes, se
tiene pertenencia a un lugar. El ciclo favorece la idea de pueblo y comunidad. Son
pueblo que tiene un pasado y valores que se expresan en sus ritos, símbolos y
mitos.
Estas expresiones son importantes no sólo desde el punto de vista de lo religioso,
o sólo lo religioso por lo religioso: sino que en la cultura tradicional, lo religioso es
muy importante, porque lo religioso fue lo que de alguna manera conformó en gran
parte a la sociedad tradicional. Su importancia está fundamentalmente en relación
al valor comunitario que se desprende del valor religioso. Por ejemplo: la
celebración de la fiesta tradicional, es un momento forjador de la conciencia
comunitaria, de pertenencia. Por lo tanto, puede ser un momento privilegiado para
que la gente se de cuenta de sus necesidades actuales, de sus problemas
actuales, pero los vea a la luz de un valor tradicional.
El trabajo en ciclos, así, se convierte en una estrategia metodológica que
aprovecha la convocación y organización natural de las redes sociales de la
comunidad, y que es utilizada en la planeación de actividades, en función de
procesos educativos que apunten a mejorar las condiciones de vida, y que
identifica a la comunidad con un tema definido por todos. Tema que, a su vez,
contiene uno o varios problemas considerados importantes y posibles de atender.
Los ciclos tienen relación con las etapas de la intervención del proyecto (cf. III.2.2),
siendo éstos unidades más pequeñas de cada etapa. Los ciclos son así una
propuesta metodológica para el desarrollo de las etapas, y constituyen una cierta
unidad de planeación más pequeña. Se debe identificar cual es el tema que
motiva e integra a la comunidad para que con base en éste se planee el ciclo y se
debe, si bien de manera diferenciada, hacer participar a la comunidad en todos los
momentos del ciclo. Cada ciclo debe contener momentos de investigación,
formación, acción y organización (cf. III.2.3).
Nuestra propuesta considera tres grandes aspectos fundamentales que facilitan
una más adecuada intervención:
A) Los ciclos marcan un tiempo
La experiencia misma del tiempo como tal no corresponde en la cultura tradicional
y la moderna: al tiempo sagrado se opone la duración profana. Además, esta
duración profana se estructura de diferente forma en ambas culturas. La duración
profana, en la cultura tradicional, está abierta al tiempo sagrado y presenta
rupturas periódicas (asociadas generalmente a los ritmos cósmicos o de la
fertilidad), las más de las veces rituales, que configuran una estructura cíclica. Así,
por ejemplo, el año litúrgico está fundado en una repetición periódica y real de la
natividad, de la pasión, de la muerte y resurrección de Jesús.
En la intervención los ciclos se planean normalmente como periodos cortos de tres
a cinco meses de acuerdo a la necesidad del trabajo y la dinámica y lógica
sociocultural de la comunidad. Así, generalmente se planean ciclos en torno a la
Navidad, la fiesta patronal, el día del niño, etc.
Los periodos de tiempo deben estar pensados en la comunidad y aprovechar la
movilidad natural de la gente procurando trabajar en periodos cortos que
mantengan la motivación de la gente, contra un trabajo eterno e inacabable;
además, ubica los avances en forma medible y ayuda a asumir el control del
proceso, pues considera: un inicio, un desarrollo y un fin. Dentro de este proceso
se presupone una evaluación, una celebración (generalmente ritual) y un tiempo
de receso para comenzar un nuevo ciclo
La experiencia de trabajo muestra que vale más la pena trabajar con la gente por
períodos cortos, intensivos, que por programas extendidos en un tiempo largo,
pues no responden a la lógica de organización natural de las mismas redes
sociales.
B) Los ciclos delimitan un espacio
Para la cultura tradicional tampoco el espacio es homogéneo, hace una distinción
entre la experiencia de un espacio sagrado y otro profano. Para una comunidad,
desde una perspectiva cultural, el espacio presenta rupturas, hay porciones
cualitativamente diferentes que otras, a diferencia de la visión moderna, no-
religiosa, del espacio como extensión informe, neutra, que no privilegia ningún
lugar o dirección, masa amorfa de una infinidad de lugares indistintos en los que
se mueve el hombre de la sociedad industrial, en una palabra, como espacio
profano: "(para el hombre blanco "moderno") una porción de tierra es la misma
que otra, porque él es un extraño que viene en la noche y toma de la tierra lo que
necesita. Las tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando él la ha
conquistado sigue adelante".
El trabajo por ciclos delimita un espacio pues no es posible trabajar en forma
indiscriminada en una proyección hacia la comunidad. Trata de involucrar a sus
diferentes secciones no desde una visión externa sino con los principios y
elementos que la misma gente tiene considerando y retomando sus propuestas
como algo fundamental pues se pretende una posterior autogestión.
Es importante la utilización de los recursos internos del barrio aunque no limitando
el apoyo y los recursos externos de éste: la propuesta de ciclos considera el
rescate de los espacios abiertos como barrancas, andadores, patios parques y la
calle como lugares potenciales de convocación y relación comunitaria.
C) La vida cotidiana del barrio se da en ciclos
Es de gran importancia saber que el barrio tiene toda una lógica socio-cultural
cotidiana y periódica. La propuesta de ciclos retoma todos esos aspectos que
tienen que ver con la vida cotidiana de las redes sociales y que día a día ayudan y
estructuran su forma de vida; sus costrumbes, sus tiempos, sus creencias, sus
formas de comunicación su organización, sus forma de ver las cosas, su relación
interna, etcétera.
El trabajo en ciclos permite la sensibilización y convocación de la gente pues va
con la voluntad de la mayoría y combina lo cotidiano, el trabajo común sobre un
hecho y lo conecta con lo educativo relacionandolo así a la atención de los
problemas de la comunidad, a su vez permite conectar lo anterior con los hechos
coyunturales reforzando todas las conductas, costumbres y valores que permiten
el desarrollo y crecimiento de las personas y la comunidad.
El trabajo en ciclos permite la dinamización de las redes sociales pues, a través
del tema o problema atendido, convoca y propicia el interés y la relación de los
líderes, grupos y las instituciones de la comunidad, en un trabajo por el bienestar
común. La idea es cambiar todas aquellas cosas que perjudican, para asumir una
actitud con unos valores plasmadas en la vida diaria en su cotidianidad, utlizando
y reforzando lo que ya existe en su lógica (valores, comunicación, tiempos,
costumbres etcétera), con lo educativo y se asuman estos en la vida cotidiana del
barrio.
II.3.3.5 Esquema de la propuesta de intervención por ciclos
Como se ha señalado, y resumiendo, el trabajo por ciclos retoma la lógica socio-
cultural de la comunidad, en sus momentos celebrativos y coyunturales, que
permiten sensibilizar a los grupos y personas existentes en el barrio, atendiendo
una situación problemática o tema educativo y culminando con una celebración,
para plantear nuevas acciones para mejorar la calidad de vida y así plantear un
nuevo ciclo de trabajo que retome y de continuidad al ciclo anterior.
Esquema de la propuesta de intervención por ciclos
Etapa previa:
Integración de un equipo promotor juvenil
Programación del ciclo
Primer momento
Sensibilización de las redes vecinales y convocación y capacitación de los agentes
del ciclo
Segundo momento
Trabajo intensivo con las redes vecinales
Celebración (expresiones socioculturales diversas)
Tercer momento
Receso
Evaluación
Retomar el proceso:
Derivar, si es oportuno, hacia acciones promocionales, grupos o instancias
permanentes de respuesta a necesidades vecinales y juveniles
Planear un nuevo ciclo
III.2.2. Dimensiones
Las dimensiones de nuestro modelo teórico de intervención son entendidas en el
sentido implícito, es decir, si es integral debe formar a todo el promotor y le
considera a éste como una Unidad en desarrollo. O sea, que las dimensiones son
como las partes de un todo, de una unidad. A semejanza del concepto de
dimensión en Física: 3 dimensiones espaciales y una temporal que forman un todo
indisociable: el espacio-tiempo. Las dimensiones que se busca formar son las
siguientes:
1) Personal
2) Grupal
3) Social (comunitaria y crítico-constructiva)
De manera permanente, se desarrollan momentos formativos que tengan
contenidos que los ayuden a su desarrollo personal, grupal y social. En esta etapa
de la vida consideramos importante los niveles afectivos, cognitivos, de
socialización, de toma de opciones y proyecto de vida, así como el fomento de
actitudes y destrezas para su compromiso como promotores sociales.
III.2.3. Ejes
Los ejes son entendidos un poco como aquello que es transversal a todo el
proyecto: que atraviesa todo el proyecto, lo viabiliza y sostiene, y en torno a lo cual
giran las áreas y dimensiones que sustenta. Los ejes del modelo teórico de
intervención son los siguientes:
1) Acción
2) Formación
3) Investigación
4) Organización
III.2.4. Proceso
Al intentar definir el concepto de proceso desde la experiencia institucional,
consideramos importante resaltarlo básicamente como algo inherente al ser
humano y a los sistemas sociales, ya que ambos, están sujetos a una
transformación constante, marcada por diversas etapas, si bien los procesos
humanos nunca son lineales. De acuerdo a la premisa anterior para llevar a cabo
el trabajo deberemos de contemplar un punto de partida que considere la realidad
de la zona (incluyendo al proceso de la comunidad) en donde se interviene sin
descuidar la realidad nacional y mundial, así como el punto final deseado en sus
diversos momentos y etapas intermedias las cuales inciden para modificar o no en
el sistema en que se interviene. Dichas etapas no son secuenciales sino que están
determinadas por momentos específicos que permiten un caminar: en
personalización (ser más), integración comunitaria (ser con), y de servicio
comunitario (ser para). Las acciones que se realizan no son aisladas sino que
permiten la consecución de los objetivos planteados y que propone paso a paso
las acciones a realizar. Dichas acciones deben ser adaptadas de acuerdo a la
realidad y al proceso mismo de la comunidad, siendo flexibles a las características
de los jóvenes. En el proyecto de CJB hemos diseñado las etapas del proceso en
torno a los ciclos culturales propios de la vida de las comunidades. El desarrollo
del proceso inicia con actividades muy específicas propuestas por el asesor hasta
actividades impulsadas por la organización generada. Un hecho importante es que
se debe distinguir entre el proceso comunitario, el de los grupos y el de las
personas.
III.2.5.- Sectores
Como mencionamos anteriormente, los Centros Juveniles de Barrio se basan,
tomando a la red social como espacio privilegiado de la promoción comunitaria, en
el papel de los jóvenes en este contexto, como agentes dinamizadores y como
destinatarios del mismo proceso de promoción.
Así, a los diversos grupos de población les denominamos sectores. En la
experiencia de los centros Juveniles de Barrio los principales sectores son los
distintos grupos de edad: niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos. Dentro
del sector juvenil se puede precisar un subsector: el de los "chavos banda", y
dentro de los adultos, el subsector de "las señoras".
La mística que motiva esta investigación se podría expresar con la siguiente frase:
"Escuchamos y hacemos nuestro el clamor de la gente".
Una vez que la institución ha determinado que es viable la puesta en marcha del
proyecto, se inicia el proceso de intervención, propiamente dicho, de acuerdo a las
etapas que se decriben en la siguiente sección. En este momento el asesor
conoce las necesidades sentidas y reales del barrio, ha iniciado contacto con
líderes significativos del barrio, así como con las instituciones y grupos que
participan en el barrio. También ha delineado estrategias mínimas de acción y
tiene una monografía del barrio.
Los elementos que configuran esta situación son precisamente el punto de llegada
de la etapa de autogestión, y forman lógicamente el punto en que la institución da
por terminado el proceso de intervención, aunque se mantiene como un recurso
de la comunidad y un apoyo especializado para continuar el propio proceso
autogestivo del barrio.
2) Etapa de Sensibilización
Etapa en la cual el asesor, a partir de su conocimiento de la realidad de las redes
sociales de la comunidad, propicia el acercamiento de las mismas a su realidad
con una actitud más crítica, promoviendo y apoyando su participación en
diferentes acciones, encaminadas al fortalecimiento de las redes o a la
conformación de nuevas que respondan a los intereses y necesidades sentidas y
detectadas en el barrio.
3) Etapa de Consolidación
En esta etapa se impulsa la consolidación de los grupos que se han formado y
fortalecido hasta este momento, se definen los compromisos e intereses y se
favorece cada vez más, una formación y capacitación especifica, con lo que se
propicia que ejerzan su protagonismo en la dinamización de las redes sociales
internas y externas de la comunidad, así como la planeación y administración de
los recursos, fortaleciendo la identidad como Centro Juvenil que les permite
intervenir mas adecuadamente en la atención a la problemática del barrio.