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JOSÉ COLMENARES
LA INCONMENSURABILIDAD TEÓRICA EN THOMAS KUHN
En realidad Kuhn nos abruma con una marejada de casos particulares, analogías
científicas, que muestran cómo, incluso, en el desarrollo de la ciencia normal se
presentan muchísimas contradicciones, confusiones, desconciertos, sorpresas,
incertidumbres, con respecto a los desarrollos científicos dentro de los paradigmas
sucesivos, pasados y posteriores. Incluso, la metáfora de dos cajas de rompecabezas
distintos para simbolizar las diferencias de cómo se establecen las articulaciones entre y
dentro de los paradigmas no deja de ser muy ingeniosa como explicación pedagógica
para ejemplificar la inconmensurabilidad teórica. Los enigmas aparecen y desaparecen,
se solucionan y luego surgen nuevas soluciones a problemas que se creían ya resueltos.
Esto se parece mucho al permanente replanteamiento de los problemas por parte de la
hermenéutica. Interpretaciones van e interpretaciones vienen y cada paradigma es una
nueva oportunidad para desafiar la anterior interpretación del paradigma establecido.
Diríase que si existe alguna diferencia relevante entre esta hermenéutica de la historia
de las ciencias de Kuhn y la hermenéutica de Gadamer es que el primero borra del mapa
la concepción ontológica que subyace a la hermenéutica gadameriana. Pero, por ahora,
dejemos de un lado los problemas relacionados con el círculo hermenéutico entre la
ciencia y la interpretación. Y prosigamos con el objeto de este ensayo: el enigma de la
inconmensurabilidad teórica en Kuhn.
Sin embargo, veamos cómo el propio Kuhn nos presenta, como una suerte de
desenlace, su concepto de inconmensurabilidad, aunque teóricamente sea la columna
principal de su edificio teórico. “Ya hemos visto varias razones por las que los
proponentes de paradigmas en competencia necesariamente fracasan al entrar en
contacto completo con el punto de vista de los demás. Colectivamente, estas
razones han sido descritas como la inconmensurabilidad de las tradiciones
científicas normales anteriores y posteriores a las revoluciones, y sólo
necesitaremos repetirlas brevemente” (KUHN.1971.230). En efecto, el autor da por
sentado que el desarrollo de las páginas anteriores mostraron con abundancia de
ejemplos el porqué se produce esta desavenencia irreconciliable entre paradigmas. La
incompatibilidad genera un choque no de civilización sino de paradigmas. De hecho, es
en el capítulo XII resolución de las revoluciones (KUHN.1971.224-246) donde
finalmente se descubre el fundamento epistemológico kuhniano para poder explicar la
estructura de las revoluciones científicas. Luego de un largo periplo por la historia de
las ciencias Kuhn muestra sus cartas teóricas; aunque nos dice que él ya ha construido
su explicación sobre la “inconmensurabilidad de las tradiciones científicas”, es en
este capítulo en el que pacientemente llegamos a una suerte de bordado conceptual.
Quizá sólo después del recorrido por la historia de las ciencias el lector está preparado
para comprender el enigma de la inconmensurabilidad en Kuhn.
Para hacer justicia con la síntesis que el profesor Benjamín Sánchez realiza
sobre el problema de la inconmensurabilidad teórica en Thomas Kuhn, tomaremos el
ensayo “La teoría de la inconmensurabilidad entre teorías científicas y el carácter
‘irracional’ de la ciencia” (SÁNCHEZ. 2009. 111-125). Pues, gracias al resumen que
tienen los artículos científicos, podemos rápidamente ubicar la postura del profesor que
nos facilitará la exposición de las críticas más comunes al concepto de
inconmensurabilidad teórica en Kuhn. En efecto, Sánchez anuncia su postura de la
siguiente forma “Trataré de justificar la hipótesis según la cual, a pesar de la
plausibilidad que tiene esta visión del aporte de Kuhn, resulta insostenible echar
mano de las historias interna y externa de la ciencia y a la vez sostener una
posición de inconmensurabilidad entre teorías, eliminando por lo tanto la
posibilidad de medir el progreso que se gana cuando se abandona una teoría
científica a favor de otra. Trataré de demostrar que la teoría de la
inconmensurabilidad kuhniana descarta la posibilidad de hablar de progreso,
evolución o, simplemente, aumento del conocimiento científico. Un último punto a
dilucidar, dentro de esta problemática, será el de apuntalar la idea de que la tesis
de Kuhn conlleva a una irracionalidad de la empresa científica; lo cual no implica,
en ningún caso, sostener que no existan casos históricos que parecieran verificar
las tesis kuhnianas, pero que, en tanto casos aislados, no son significativos para
sostener la tesis de la inconmensurabilidad interteórica, que conduciría, según mi
opinión, a sostener que los científicos actúan en forma irracional a la hora de
escoger entre teorías” (SÁNCHEZ. 2009. 111).
Veamos cómo Kuhn procede a identificar estas vertientes: “la mayoría o todas
las discusiones sobre inconmensurabilidad dependen de un supuesto literario
realmente correcto, pero sobre el que a menudo se han cargado demasiado las
tintas: si dos teorías son inconmensurables deben ser formuladas en lenguajes
mutuamente intraducibles. Si esto es así, señala una primera línea de crítica, si no
hay ningún modo en que las dos puedan formularse en un único lenguaje, entonces
no pueden compararse, y ningún argumento basado en la evidencia puede ser
relevante para la elección entre ellas. Hablar de diferencias y comparaciones
presupone que se comparten algunos puntos, y esto es lo que los defensores de la
inconmensurabilidad, los cuales hablan a menudo de comparaciones, parecen
negar. Por consiguiente, su discurso es necesariamente incoherente (para esta línea
de crítica véase: Davidson, 1974, págs. 5-20; Shapere, 1966; y Scheffler, 1967, págs.
81-83). Una segunda línea de crítica es como mínimo igualmente profunda. Gente
como Kuhn, se señala, nos dicen que es imposible traducir teorías antiguas a un
lenguaje moderno. Pero luego ellos hacen precisamente eso, reconstruir las teorías
de Aristóteles, o de Newton, o de Lavoisier, o de Maxwell, sin separarse del
lenguaje que ellos y nosotros hablamos todos los días. En estas circunstancias, ¿qué
pueden querer decir cuando hablan de inconmensurabilidad? (para esta línea de
crítica véase: Davidson, 1974, págs. 17-20; Kitcher, 1978; y Putnam, 1981)” (kuhn.
2002. 97-98). Sorprende la honestidad y el seguimiento riguroso que Kuhn realiza de
sus críticos. Efectivamente, el autor pasa revista a las críticas fundamentales a su
concepto de inconmensurabilidad. Y no se deja llevar por la típica reacción de los
filósofos que se aferran a sus paradigmas de manera irracional, sino que sopesa la
argumentación e intenta dar una respuesta satisfactoria a las críticas, a los argumentos.
De allí que, su reflexión apunte más a los argumentos que a las personas; lo cual
muestra su consistencia a pesar de todo lo que nos dice sobre la historia de las ciencias,
el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación. Sin duda, Kuhn se quiere
desmarcar de la acusación de irracionalidad científica. Porque, si esto es verdad, su
empresa resultaría vana e inviable.
De allí que, Kuhn comience su respuesta apelando al uso originario del término
inconmensurabilidad en el que se emplea el vocablo para referirse a relaciones
geométricas “la hipotenusa de un triángulo rectángulo isósceles es inconmensurable
con su lado, o la circunferencia de un círculo con su radio, en el sentido de que no
hay una unidad de longitud contenida un número entero de veces sin resto de cada
miembro del par. Así pues, no hay medida común. Pero la falta de una medida
común no significa que la comparación sea imposible. Por el contrario, magnitudes
inconmensurables pueden compararse con cualquier grado de aproximación
requerido. Demostrar que esto podía hacerse y cómo hacerlo se cuenta entre los
logros más espléndidos de las matemáticas griegas”. (KUHN.2002.98-99)
Es decir, Kuhn nos muestra cómo, desde un principio utilizando el término
inconmensurabilidad en su sentido denotativo fue posible comparar objetos geométricos
que eran inconmensurables. Y que gracias a esas técnicas geométricas se hicieron esas
comparaciones. Si observamos el argumento en perspectiva inductiva no parece muy
convincente, ni lógicamente irrefutable. Pues, ya conocemos los problemas de los
razonamientos inductivos y sus limitaciones. Pero, si contemplamos el argumento como
una repuesta a los que dicen que la inconmensurabilidad hace imposibles las
comparaciones, entonces tiene mucho sentido. Pues, como lo admite el propio Kant, la
verdad de un juicio asertórico implica la verdad de un juicio problemático. En otras
palabras si algo es real entonces es posible. Luego, basta con corroborar que
efectivamente los griegos pudieron comparar objetos inconmensurables para reconocer
la posibilidad de la comparación a pesar de la inconmensurabilidad teórica. Y esto no es
poca cosa. Porque, con el conocimiento de la historia de las ciencias Kuhn puede
fundamentar su epistemología.
Al menos con esta distinción Kuhn cree desmontar la primera línea de críticas a
su concepto de inconmensurabilidad. Es decir, el hecho de que dos teorías o
paradigmas sean inconmensurables no significa que no tengan nada en común o que no
se pueda hacer ninguna analogía entre ambos. Pues, si la comparación es una analogía,
lo primero que hay que dejar claro es que la comparación va más allá de ambas teorías o
paradigmas. Es una operación lógica posterior a la construcción de ambas teorías o
paradigmas. Y es válida como procedimiento metodológico en la Historia de las
ciencias. En tanto, en este campo se realiza una reflexión retrospectiva que implica
vislumbrar semejanzas y diferencias. De esta manera, si la comparación es posible entre
teoría o paradigmas inconmensurables, entonces se puede explicar la acumulación del
conocimiento científico, su desarrollo o si hay progreso o no. De hecho, Kuhn hace lo
propio en su Estructura de las Revoluciones Científicas, cuando narra su visión de la
historia de las ciencias a través de numerosos ejemplos y comparaciones.
BIBLIOGRAFÍA
Kuhn, T., La función del dogma en la investigación científica, Valencia, teorema, 1979.
Kuhn, T., ¿Qué son las revoluciones científicas? Y otros ensayos, Barcelona, Paidós,
2002.