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LA TRADICION.
FACULTAD DE DERECHO
Biblioteca
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SEMIPELAGIANOS DE LA FILOSOFÍA
Ó EL
SEMIRACIONALISMO DESCUBIERTO.
ILTAD DE DERECHO
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Reverendísimo Padre :
En 19 del raes próximo pasado , á mi regreso de una visita pastoral , comencé
la lectura de vuestra obra sobre la tradicion, que he terminado el dia 30 del
mismo. Es tan profunda y tan agradable la impresion que me ha producido,
que no me fué posible distraer de ella mi atencion ni un solo instante. Porque
para mí es de la mayor gravedad ó importancia todo cuanto emana de vuestra
reverencia iiustrísima, que desde la cúspide de la ciencia, y con el conoci
miento íntimo que tiene del enemigo que trata de combatirá la Iglesia, dirige
su elocuente y persuasiva voz á los obispos, y nos dice: «Centinelas de Is
rael , estad muy vigilantes ».
Nadie , reverendísimo Padre , podia , con una autoridad igual á la vuestra,
dirigir, la voz de alerta al Episcopado y a la Santa Sede. La Tradicion es una obra
eminentemente sábia, opuesta á producciones de bien escaso valor, filosófica
mente hablando , y cuyo peligro es tanto más real, cuanto que contra la inten
cion indudablemente de sus autores, comprometen la verdad en vez de defen
derla, cuando no la atacan con la más lamentable imprevision.
Me parece, Padre, que nunca habeis sido más explícito ni persuasivo que en
esas páginas: pequeño texto] en que destruís el error con una fuerza de argu
mentacion que jamás he visto en vos tan clara ni tan vigorosa.
Nada os diré de la ironía llena de gracia que tan bien manejada se encuentra
en la Tradicion; son flores que desaparecen á impulsos del huracan de una dia
léctica de las más desgarradoras para vuestros adversarios: su energía, su tono,
su forma, nos recuerdan á Pascal ; hecha abstraccion de su triste escuela , es un
trabajo magnífico , y además un servicio de primer orden , en el órden práctica
mente elevado, que ha podido hacerse á la Iglesia.
Bossuet, en sus Variaciones, no tenia que combatir más que á protestantes:
vos teneis que ilustrar y vencer á filósofos, y semejante gente no se rinde con
facilidad. Pero los semiracionalistas , verán á los sacerdotes, santamente adictos
á nuestra madre la Iglesia, abandonar los impelidos por la fuerza asombrosa de
vuestra lógica, diciéndolesen donde se halla el verdadero peligro de la Reli
gion. Para esto es necesario orar. Oremos, pues...
Heleido con el más vivo interes lo que decís en vuestro libro acerca de las
cuatro proposiciones ; jamás habiapodido comprender que fuesen la condenacion
del tradicionalismo, pero se veia tan ostensiblemente, que, en verdad, llegué á
dudar de mis ojos y de mi inteligencia, hasta cierto punto , en vista de las repe
tidas afirmaciones de todo el mundoy de nuestros periódicos. La evidencia ha
penetrado hasta mi por la manera tan clara y tan sencilla con que vos las ex
plicais. Además , esos acumuladores de sombras se han presentado muchas ve
ces tales como son en sí, y han dejado ver tan á las claras su odio á la tradicion,
que son ya impotentes para engañar á nadie.
Hay en vuestra obra algunos golpes dirigidos á. los enemigos de laverdad,qae
podrán parecer un poco rudos á los que opinan que contra ellos debe emplearse
mas bien el ridículo que un lenguaje demasiado severo y contundente. Por lo
que respecta á mí, estoy por las formas dulcificadas , aunque se profese una
aversionprofunda , que merecen indudablemente ciertas escuelas, tratadas en el
dia con excesiva consideracion. Mas, sin embargo, comprendo perfectamente
que no habeis podido ménos de ser con frecuencia elAlcestesde toda esa gente,
tan violenta como injusta con la tradicion.
Vuestros capítulos segundo y tercero, nos familiarizan por decirlo así, con
santo Tomás, y haciéndole accesible hasta á los entendimientos más cortos , con
cluirán por hacerle apreciable , áun á los más indolentes.
El cuarto es magnífico, y destruyeá los adversarios de los textos escriturales,
que hasta ahora se habían creído inexpugnables.
El quinto aumenta su confusion, y desvanece, como el viento disipa las nu
bes, la historia de la Filosofía, tal como se acostumbraba á mirarla desde hace
largo tiempo , y especialmente en nuestros dias. Manifestais en él tan soberano
como merecido desprecio á ese imberbe de... y vapuleais de una manera terrible
á... Esa especie de correccion exigía una mano como la vuestra. Uno y otro se
rán demasiado descontentadizos si no han quedado satisfechos. Hubiera desea
do que hubieseis dado varapalos tan justamente merecidos á esa especie de... á
quien se reverencia casi como una divinidad, y que parece que no es más que
un presumido que ha perdido lo poco de sentido comun que le quedaba, que
riendo hacerse doctor, cuando no es más que un simple escolar con respecto á
nuestra enseñanza.
Quizá hubiera valido más no dispensar á ese que nos ha dicho que
el honor de citarle. Sin duda habeis olvidado, Padre, que semejante atencion por
vuestra parte hace á esas gentes demasiado célebres, y que vuestro silencio los
hubiera seguramente dejado sumidos en la más completa obscuridad, de que
habeis hecho muy mal en sacarlos.
— o —
Vuestros capítulos sexto y séptimo son una marcha de conquistador, que des
troza con las ruedas del carro de triunfo á todos los partidarios de las malas doc
trinas. Séales la tierra ligera...
La conclusion práctica de la tradicion , deberá ser, Padre, el desterrar de
nuestros seminarios la falsa, necia y peligrosa enseñanza que ha estado en boga
en ellos por tan largo tiempo. Por mi parte , \oy á ocuparme sériamenteen ellos;
no será cosa muy fácil, porque hay que combatir preocupaciones muy arraiga
das. La Tradicion ayudaré á extirparlas, y con el tiempo concluirá por vencer
las completamente. Noes posible que se lleve la obstinacion hasta tal punto , que
cierre herméticamente los entendimientos y los corazones cristianos para no ver
la luz tan resplandeciente que acabais de esparcir sobre estas grandes cuestiones.
La manera con que procurais, bajo tantas formas diferentes , hacer evidente el
peligro de semejante enseñanza, producirá sus frutos, Dios mediante; y me
complazco en veros insistir en él bajo todos los puntos de vista. Cualquiera otro
que vos, Padre, hubiera fastidiado con sus repeticiones, pero las vuestras agra
dan en vez de disgustar, porque son realmente como el clavo , que entra á golpe
de martillo, por más resistente y duro que sea el cuerpo que haya de penetrar, y
demuestran que sois un maestro inimitable en esa especie de trabajos.
Gracias, pues , reverendísimo Padre ; gracias os doy por el eminente servicio,
me complazco en repetirlo , que habeis prestado á la Iglesia de Dios. Ya era
tiempo, ahora lo comprendo, de concluir con los errores enseñados al clero como
verdades. Eran para la Francia , y especialmente para el orden sacerdotal, como
la túnica de Deyanira , que abrasaba nuestras carnes, sin que nos fuese posible
desembarazarnos de ellas; y si nuestra santa Religion no ha sucumbido, ha sido
únicamente porque su fuerza es de mejor temple que la del Hércules pagano.
¿Podríais indicarme, reverendísimo Padre, una filosofía elemental, que me
fuese permitido colocar con toda confianza en manos de los alumnos de mi se
minario? He oido decir que un profesor de Lobaina ha publicadouna, y Bouvier
otra. ¡Mucho me temo que la de Bouvier no tenga alguna afinidad con la de Lion,
de tan tristes consecuencias y celebridad ! Dignaos disipar mis dudas en cuanto
sea posible para que ponga inmediatamente orden en todo esto. Estoy resuelto, si
es necesario, á vencer todas las resistencias: en estas cosas debemos recordar que
somos obispos.
Cuidad mucho de vuestra salud, reverendísimo Padre, para que hagais de ella
un uso provechoso. No me olvideis en vuestros santos sacrificios, y aceptad la se
guridad de la alta consideracion y aprecio de vuestro afectísimo servidor,
f CÁRLOS , Obispo de Montpellier.
Montpettier, 6 de Diciembre de I856.
SEMIPELAGIANOS DE LA FILOSOFÍA
EL SEMIRACIONALISMO DESCUBIERTO.
INTRODUCCION.
§ 2. Oíros dos motivos por los cuales se ha emprendido esta obra; el deseo
de dar á conocer mejor la filosofía católica, cuyas causas se indican; y
la necesidad que hay de combatir el semiracionalismo con preferencia al
RACIONALISMO absoluto.
del estado de justicia y de inocencia. Y sieudo así, ¿quién puede creer sufi
ciente la razon para adquirir la verdad? (Alocucion de 9 de Diciembre
de 1854.)
(1) Estas lindezas que nos dirigen nuestros adversarios, y que les devol
vemos, se hallan en las páginas 14 y 15 de la obra Del valor de la razon.
— 24 —
de otra ; la guerra que haceis á la tradicion es un ultraje á su
autor, es obstinarse en desprestigiarle y calumniarle con el nom
bre de tradicionalismo : es servir mal á la razon : es trabajar
en destruir su base, y atraer sobre ella el sarcasmo y el despre
cio de los verdaderos sabios y filósofos.
Así es que nos proponemos desempeñar la misma tarea
que vosotros os habeis impuesto, y que creeis haber desem
peñado con respecto á nosotros. Los excesos de vuestras opi
niones, os diremos á nuestra vez, son el producto de vuestro
sistema nuevo, y proceden de sus raíces; es, pues, necesario des
cender hasta ellas , y mostrar cuan profundamente se hallan vi
ciadas; es necesario despojar vuestro sistema (si es que teneis
alguno ) de su principio , disipar las sombras con que oscurece
esa parte de la ciencia , y poner de manifiesto en donde se halla
el mal en esta materia. Con este objeto, hé aquí el plan de
nuestro trabajo.
Nos remontaremos desde luego al origen, muy antiguo,
del racionalismo, é indicaremos las causas y la naturaleza
del racionalismo moderno. Definiremos el semiracionalismo,
que no es más que una rama bastarda; estableceremos tam
bien lo que es el tradicionalismo , y fijaremos con la claridad
posible el estado y la importancia de la cuestion entre los
semiracionalistas y los tradicionalistas , y justificaremos el tí
tulo de semipelagianos de la Filosofía que damos aquí á los
semiracionalistas. Este será el asunto de nuestro primer ca
pítulo.
En el segundo, atacando el semiracionalismo en parti
cular, expondremos su conducta con respecto al tradiciona
lismo, sus simpatías bien pronunciadas por el racionalismo
filosófico; pondremos de manifiesto los verdaderos principios
en que se funda , las verdaderas doctrinas que profesa , el
verdadero objeto que se propone, y al que solamente puede
llegar, y demostrarémos que el semiracionalismo no es en
el fondo ni más ni menos que el racionalismo disfrazado.
En ese capítulo procuraremos tambien dilucidar todavía
#
— 25 —
más la cuestion del origen de las ideas ; despues daremos á co
nocer la solidez , la sencillez y la belleza del sistema de santo
Tomás sobre este asunto , y haremos justicia al sistema racio
nalista de las ideas innatas.
El tercer capítulo contendrá la doctrina de la filosofía
cristiana , sobre la naturaleza de la razon , sobre las más im
portantes funciones del entendimiento humano , y contra la
opinion impía de la posibilidad de una moralidad sin Dios.
Una discusion de la más elevada Metafísica, nos conducirá
á consignar los absurdos y contradicciones del semiracio-
nalismo.
En el capítulo cuarto daremos la verdadera interpreta
cion de diferentes pasajes de la Sagrada Escritura y de los
Doctores que los semiracionalistas nos oponen , lo cual hará
patente que su talento para explicar la Escritura y los Padres,
no es nada portentoso.
Como los semiracionalistas fundan tambien su sistema to
cante al poder de la razon , sobre la experiencia de lo que
la razon de los filósofos antiguos y modernos ha sido capaz
de hacer con relacion á la verdad, examinarémos en el capí
tulo quinto esa experiencia , y haremos ver que está entera
mente contra los que la invocan.
Consagrarémos el capítulo sexto al exámen de los daños
que los semiracionalistas imputan á los tradicionalistas, y
probaremos que, fundados en datos falsos, en suposiciones
gratuitas, en la mala voluntad ó en el aturdimiento, esos
daños son tan poco verdaderos como inmerecida su cen
sura.
En fin , terminaremos nuestro trabajo con el séptimo ca
pítulo , en el cual demostrarémos los peligros y deplorables
resultados del semiracionalismo práctico , lo que acabará de
descorrerle el velo y darle á conocer tal como es.
En una palabra , queremos probar que el semiraciona
lismo :
\ .", es el semipelagianismo filosófico ;
— 26 —
2.°, que no es más que el racionalismo disfrazado ;
3.°, que es lógicamente absurdo ;
4.°, que es groseramente obtuso;
5.°, que es históricamente falso ;
6. °, que es evidentemente injusto ;
7.", que es prácticamente funesto.
El lector decidirá luego si todo esto queda ó no probado.
No prometemos á nuestros lectores esa mentida impar
cialidad que los patronos del sistema á que hemos descorrido
el velo prometieron á los suyos, y que de hecho (1) no
siempre han guardado.
La imparcialidad y la tolerancia doctrinales del error, no
son más que la indiferencia , la negacion y la apostasía con
respecto á la verdad.
No nos comprometemos sino á no hacer decir á nuestros
adversarios más que lo que realmente han dicho , á no com
batirlos sino por sus mismos principios, por sus propias con
fesiones, y por las consecuencias que necesariamente de ellos
se derivan; para que si esos filósofos se quejan, se tenga el
derecho de decirles lo que dijo su rival á aquel principe que
habia dejado el martillo del herrero, para empuñar el cetro
imperial : « ¿Has forjado tú ese cuchillo.. .»
§ 2.'
pios, Exposicion
y sus verdaderas
del sistema
doctrinas.
del Estado
tradicionalismo.
de la cuestion
Sus entre
verdaderos
los SJUlracio
princi~
puede vivir ni tres días sin la asistencia de alguien. Una de dos cosas, pues,
segun la hipótesis de los materialistas: ó el hombre no salió sino en estado de
germen ó de niño de las manos de la naturaleza y del azar, y es absurdo
pensar que en semejante estado se desarrollase , alimentase, conservase y cre
ciese por sí mismo, ó salió en un estado de desarrollo completo, y en la'edad
de urttiombre ya perfecto , y es un absurdo todavía mayor el pensar el que la
materia ó el azar hayan hecho por el hombre lo que para los materialistas
Dios no ha podido hacer. Así , abandonando la historia genesiaca de la creacion
del hombre, bajo pretexto de que no se comprende, hay por necesidad que
acudir á hipótesis todavía más incomprensibles é incurrir en el absurdo.
— 37 —
que el mismo Dios, que reveló sus verdades al primer hom
bre , y que dispuso que el lenguaje y la tradicion las espar
ciesen por todo el mundo, las hizo patrimonio inajenable
del género humano , y que en cierto modo las hipotecó al
orden establecido por su providencia , por su poder y por su
bondad, y que, por consecuencia, han podido, por lo ménos
en cuanto á su aplicacion práctica , disminuirse entre los hijos
de los hombres (Psal.), ser alteradas, corrompidas, y harto
bolladas por sus pasiones ; pero que en cuanto á sus princi
pios generales, jamás han podido ser completamente des
truidas , y borradas de la superficie de la tierra ; que más ó
ménos oscurecidas ó desfiguradas , han permanecido siem
pre en pié, siempre radiantes, con una luz que jamás se ha
podido eclipsar enteramente en toda la especie humana, como
el fundamento de todo órden, de toda sociedad, como con
diciones indispensables de su existencia y de su duracion.
Por manera, que no hay nacion, pueblo, ni familia, por mas
bárbara y salvaje que sea , en donde no se encuentre la idea
del Ser Supremo, de un Dios, criador y dueño del universo,
y de un culto con que es necesario honrarle : en donde no
se encuentre la idea de una ley moral descendida de lo alto,
de la existencia y de la inmortalidad del alma , de las penas
y de las recompensas eternas en la vida futura; es decir,
que la revelacion primitiva , ó la Religion que Dios dió al
mundo desde su origen , en cuanto á sus principios esencia
les, no ha cesado jamás de existir en el mundo y en sus di
ferentes partes, y siempre se ha mostrado en todas partes
bastante fácil de conocer y bastante accesible, para que nin
gun hombre haya podido alegar ignorancia ni excusar su
violacion.
Los tradicionaüstas tienen, en fin, la candidez de creer
que la razon no ha sido dada al hombre para descubrir por
sí mismo, con el auxilio que le presta, las verdades esencia
les del órden intelectual y moral, cuyo conocimiento lees
indispensable desde la primera edad de la vida ; porque en
— 38 -
cuanto á esas verdades , la providencia de Dios ha dispuesto
que le sean reveladas por la tradicion social , áun ántes de
que comience á raciocinar , y como para darle la base de su
razon misma. Por manera, que sin pensar en ello lo más
mínimo , desde el primer instante de su entrada en la gran
familia de los seres razonadores , encuentra verdades en la
sociedad en donde ha nacido , en el hogar doméstico en don
de se ha criado , no sólo sin que se vea obligado á irlas á bus
car lejos de sí, sino hasta á pesar suyo. Para los tradiciona-
listas, la razon sólo ha sido dada al hombre para depurar
esas mismas verdades, que sin buscarlas ha encontrado en
derredor suyo , que tiene á la vista , y áun puede decirse en
la mano , para depurarlas , repito, de los errores que podrian
haberlas alterado , para darse cuenta de ellas á sí mismo y á
los demás, para defenderlas en sí mismo de sus propias pa
siones y afirmarse en ellas , para vengarlas tambien en los
demás de sus pasiones, y conservarlas entre ellos; en una
palabra , el papel de la razon no es el inventar ni crear las
verdades de que no tiene ninguna idea , sino el de desenvol
ver, demostrar y explicar las verdades conocidas por la ense
ñanza doméstica y las tradiciones de la humanidad , que ningun
hombre que ha vivido en la sociedad puede ignorar; guiar de
ese modo por su luz natural, sacada de la sociedad, al hom
bre á quien falta la luz sobrenatural de la fe , y conducirle á
ella : papel grandioso, noble y elevado; el que no se conten
tase con él , seria demasiado exigente , difícil y absurdo.
Es verdad que en nuestros dias ha habido un talento muy
distinguido , que renovando el error del sabio obispo de
Avranches, Huet, ha sostenido que el hombre no puede es
tar cierto de nada fuera de la revelacion cristiana , y del tes
timonio de los libros santos (1). Pero, cual nuevo Fenelon,
(1) Ya habíamos refutado ese error en 18bl : habíamos colocado á sus par
tidarios en el número de los escépticos religiosos modernos. (Véanse nuestras
Conferencias sobre la razon filosófica, etc., impresas el mismo año, tomo i,
Confer. II , párrafo 13; y Confer. III, párrafo 9.)
— 39 —
acaba de anunciar en una circunstancia solemne, con una
buena fe y una publicidad que le honran , que ha rechazado
y reparado ese error (1). De todos modos, ese sabio ecle
siástico jamás ha pertenecido á la escuela tradicionalista;
por manera, que los señores racionalistas no tenian el dere
cho de hacer de él un tradicionalista ántes de que se retractase,
como no le tienen tampoco para hacerle racionalista despues
que se ha retractado. Por lo que hace á los verdaderos tra-
dicionalistas , no conocemos ni uno solo que haya sostenido:
« Que no hay certidumbre ni verdad fuera de la revelacion
cristiana , y que fuera de esa revelacion, el hombre no pue
de, por medio del raciocinio, demostrarse con certidumbre
la existencia de Dios, la espiritualidad, la libertad y la in
mortalidad del alma, de la que la sociedad le ha suminis
trado el conocimiento ; que esas mismas verdades no pueden
ser objeto de una fe humana , antes de ser objeto de una fe
divina ; y que , en fin, haya negado la necesidad, para el hom
bre que se halla fuera del Cristianismo, de admitir esas mis
mas verdades preliminares , que santo Tomás llama los
preámbulos de la fe , preambula ad fidem , ántes de abordar la
revelacion bíblica.» Lo único que con alguna razon puede cen
surarse á ciertos tradicionalistas, es, lo repetimos, el no ha
ber distinguido de antemano con bastante claridad la reve
lacion primitiva, de que la humanidad entera es tambien
depositaria, de las revelaciones sagradas , exteriores, de que
es depositaria la Iglesia; la fe natural, por la que todo hom
bre que se halla fuera del Cristianismo cree en la enseñanza
tradicional y social , y que es una necesidad de su naturaleza,
y la fe sobrenatural por la que se cree en las revelaciones di
vinas, y que es obra de la gracia , lo cual ha servido de pre
texto á sus adversarios para atribuirles la insensata preten-
§ 1.° Parcialidad de los corifeos del semiracionalismo para con los raciona
listas filósofos ; su injusticia para con los tradicionalistas ,' su descaro en
proponerles como modelos que imitar á los racionalistas.
(1) Véase el elogio que hemos hecho de M. Bonald, y la justicia que hemos
hecho á su talento , á su genio, á su carácter, en nuestro opúsculo De la Ver
dadera y falsa filosofía. (Pár. i, Pág. 10 y siguientes.)
— 51 —
mismo respeto por su grande nombre, nuestro autor ataca
hasta el estilo y la forma. Para ese inexorable censor, M. Bo-
nald es un filósofo que sus propios amigos no siempre han en
contrado rigorosamente de acuerdo consigo mismo (Pág. 22);
es un escritor con frecuencia confuso, oscuro y embarazado con
cuestiones que suscita él mismo (Pág. 128). Lo que en otros
términos equivale á decir, que el grande nombre de M. de
Bonald , recuerda grandes errores , y que el grande escritor
era un pigmeo (1).
En esa misma obra M. Cousin no es más que el ilustre jefe
de los racionalistas en Francia. Esos mismos racionalistas son
hombres de talento, cuyas doctrinas , mas bien que errores
colosales, son sueños (2), pecadillos de que la Religion no se
alarma ni la sociedad tampoco; son, en fin, hombres de virtud,
cuyo valor en reconocer sus yerros, y su docilidad en escuchar
(1) Abandonamos esa crítica, severa hasta la injusticia, á los hijos del gran
de hombre , cuya susceptibilidad impresionable y amor filial se han sobreex
citado con motivo de la crítica que hemos hecho de una sola de las opiniones
del mismo filósofo. Pero, preciso es decirlo, hemos cometido la imprudencia de
no pedir á tan ilustres personajes el permiso de criticar á su padre ; mientras
que el autor Del valor de la razon, como él mismo nos manifiesta, tomó la
precaucion de proveerse, de ese permiso, y obtuvo, segun parece, carta blanca
para hacer trizas al grande Bonald, como lo ha hecho. Añadiremos aquí, que
ni aun ha perdonado á M. de Bonald la hermosa rectitud de su alma, que le in
clinaba á hacer justicia á sus adversarios, cuando podía hacerlo sin ofender á la
•verdad. Porque al hablar de Rousseau, M. Bonald dijo: «No se ha salvado de
esa dificultad sino por la rectitud natural de su ánimo , cuando no es impulsa
do por su humor extravagante, por el orgullo de su carácter, ó sus preocupa
ciones de nacimiento y de país»; el desapiadado crítico le imputa como un cri
men esas palabras tan exactas y comedidas, pues dice (Pág. 187, nota) «es la
primera vez que vemos á un escritor católico encomiar en J. J. Rousseau la
rectitud de su ánimo».
(2) Más adelante , al citar el innoble y monstruoso pasaje de Horacio, sobre
el origen brutal del hombre , el mismo autor le llama simplemente una ilusion;
y, en efecto, nada hay más inocente que semejante hipótesis. Le llama tambien
una fábula de Horacio , de Lucrecio y de otros epicúreos ilustres ( Pág. 202).
Así que, para ese filósofo católico, todos los filósofos anticristianos, no sólo ra
cionalistas, sino hasta epicúreos, son ilustres; sólo los tradicionalistas , que
tambien son filósofos, aunque católicos, no tienen derecho á la ilustracion, sino
únicamente á la compasion.
— 52 —
las palabras de los Concilios , son dignos de proponerse por
ejemplo á esos malditos tradicionalistas tan obstinados, tan
endurecidos en su sistema y tan recalcitrantes para con esa
misma palabra (1). Lector, no os asombreis de esa indulgencia
de los racionalistas católicos para con los racionalistas filósofos,
los enemigos más grandes del Catolicismo. Esa indulgencia
revela, entre esos dos matices del racionalismo, relaciones
de parentesco , que resultan de las mismas doctrinas y del
mismo nombre : prueba que no son más que miembros de
una misma familia. Es, pues, muy natural que los semiracio-
nalistas traten á los racionalistas puros con la benevolencia,
(1) Esto es tan extraño , que no se querrá creer sino oyendo las mismas ex
presiones del sacerdote filósofo; hélas aquí: « La escuela tradicionalista ha oido
tambien la voz de los Concilios: han hablado de ella y para ella; la han adver
tido sus extravíos y sus exageraciones peligrosas. Entre los escritores tradicio
nalistas hay muchos que han tenido el valor de reconocer sus yerros, 6 solamente
de moderar sus exageraciones. Ofrecemos á su reflexion y á su emulacion este
hecho. No es el único ; y-la consecuencia que de él puede sacarse es , que la pa
labra delos Concilios no ha sido pronunciada en vano; que no ha dejado de
producir efecto sobre los racionalistas , ó al ménos sobre su lenguaje ». Hé ahí
seguramente con qué consolarse... los Concilios, y tambien el Papa...
En prueba de ello, el indulgente critico cita á M. Cousin , que en uno de
sus antiguos escritos , De lo Verdadero , de lo Bello y del Bien , segun el mis
mente
mo autor,
alterado
habría
sus lecciones
notablemente
, aunque
corregido,
no haya tenido
y con lafrecuencia
generosidad
fundamental'
de conve
nir en ello (Pág. 457). Sin embargo, el mismo crítico añade : Que la duda ó
la esperanza que había concebido de que ciertas palabras acaloradas de M. Cou
sin pudieran ser aceptadas en el sentido de una conversion sincera de este filó
sofo á la verdadera doctrina, tocante á las relaciones entre la Filosofía y la Reli
gion , se desvaneció bien pronto ; que á sus primeras palabras, que podían pa
recer aceptables , ó al ménos tolerables , sobre el mismo asunto, M. Cousin ha
añadido otras , no se sabe bajo que mala inspiracion (Pág. 460). Lo que quiere
decir, que M. Cousin, en el fondo, no ha quitado nada , corregido notablemente
nada, ni variado nada fundamentalmente , y que el M. Cousin de 1856 es
siempre el mismo M. Cousin del año de gracia de 1828. Y hé ahí el ejemplo
tínico , — porque , que nosotros sepamos , ningun otro racionalista se ha some
tido, aun dotado de igual valor, ú la palabra de los Concilios; — hé ahí el
ejemplo único que el celoso semiracionalista se apresura á ofrecer á la emu
lacion de esos herejes tradicionalistas. ¿ Os atreveríais, pues, á dudar de su vo
luntad sincera y eficaz de convertirlos y de salvarlos?
— 53 —
la veneracion y los miramientos de unos hijos para con sus
padres,
§ 2.° Injusticia manifiesta con que los semiracionalistas tratan á los tradicio-
nalistas. Es un grande escándalo el que los católicos permanezcan mudos
ante los horribles estragos que hace el racionalismo filosófico , y que se en
carnicen con los partidarios del método tradicional.
método tradicional, á quienes han tratado malísimamente, tanto los diarios se-
miracionalistas , como los periódicos racionalistas. Pero si hay tregua y re
conciliacion por ese lado, en otros continua la guerra con igual tenacidad. Al
mismo tiempo que ese ilustre prelado estrechaba contra su magnánimo cora
zon á esos hombres , como haciendo un bien , otro prelado los señalaba al mun
do como fautores del mal. Al mismo tiempo que el primero de esos prelados,
con un pensamiento verdaderamente pastoral y católico quiere poner término
i la fatal discordia que se ha introducido entre los defensores del Catolicismo,
un sabio profesor, cuyo carácter estimamos tanto, como deploramos sus ex
travíos y el mal camino que ha emprendido , prepara otro nuevo ataque contra
la filosofía tradicional , en una obra que se halla escribiendo sobre el Acuerdo
ó concordancia de la razon y de la fe, y que, segun nos han dicho, no es más
que un nuevo libelo contra el método de la fe , y en pro del orgullo de la razon.
Ños han asegurado tambien que otros escritores semiracionalistas preparan
trabajos en el mismo sentido, para los que se han puesto de acuerdo con el
itustrejefe del racionalismo frances. Así que, lo que en alguna parte acaba de
pasar de edificante en favor de la paz , no impide que el combute continue en
toda la línea, y no quite nada de su oportunidad y actualidad á ese escrito.
Persistimos, pues, en publicarle.
— 56 —
los dias se ve en esas elucubraciones satánicas , forjadas al
resplandor del fuego del infierno , arrastrados por el lodo la
Religion y sus ministros , la Iglesia y sus Pastores , el Evange
lio, sus dogmas y sus leyes; sin embargo, en presencia de tan
grandes escándalos, que nos recuerdan los dias más infaustos
del siglo xvni, observamos á nuestros celosos racionalistas ca
tólicos ocupados exclusivamente en causar vejaciones á los
tradicionalistas, en impedirles todo acto de defensa del Cato
licismo, amenazado en su base , como si la falange de sus de
fensores, unida á la semiracionalista, fuese bastante fuerte
por
listas,
sí sola
sin su
para
celo,
poder
sin pasarse
su adhesion
sin el yauxilio
sin sudevalor.
los tradiciona-
En pre
§ 3.° Todo esto prueba que existe una afinidad real entre los semiracionalis-
tas y los racionalistas puros. Confesion notable de un semiracionalista, to
cante á este mismo hecho.
(1) ¡Qué felices... son los satisfechos de la política, que, fuertes con el
favor de ciertos católicos, acaban de trasforniarse en satisfechos de la Filo
sofía. ..
— 62 —
i
— 68 —
bula monstruosa del origen brutal del hombre y de su perfeccio
namiento sucesivo por sus propios medios : fábula que el mismo
autor habia comenzado por desaprobar y censurar de la ma
nera más enérgica. Pues ese es, ni más ni menos, el princi
pio fundamental del racionalismo filosófico, del progreso hu
manitario, del panteísmo, y áun del ateísmo , de todos los sis
temas extravagantes de la filosofía moderna ; porque , como
acabamos de ver, el punto de partida de esa filosofía no es
precisamente más que la doctrina de una sociedad primitiva
FUERA
sociedad
DE TODA
no sociedad,
REVELACION,que
DE llegó
TODA TRADICION;
á ser sociedad
es decir,
civilizada
de Una
por
(1) La causa de este error de Platon , y de todos los que le siguen ciega
mente sin comprenderle, ha sido que él mismo no comprendió el principio que
tan bien lia establecido santo Tomás, en un pasaje que se leerá más adelante,
que toda forma, toda especie, toda concepcion inmaterial de una cosa material,
debe de toda necesidad encontrarse realizada por lo ménos en un individuo ma
terialmente existente. De ahí Platon estableció que la forma de las especies in
teligibles, las abstracciones de las cosas sensibles , ó las ideas, subsisten real
mente por sí mismas, sin materia y separadas de toda materia. Así es que
llama por ejemplo í la concepcion de la quididad, de la naturaleza ó de la
idea del hombre , por sí hombre (per se hominem), y á la idea del caballo , el
por si caballo (per se equum), y sostiene que son sustancias separadas de
todo cuerpo (Dios y los espíritus celestiales) las que tienen cuidado de infun
dir esas ideas en el espíritu del hombre , y que por eso las encontramos ya for
madas en nosotros mismos. ¡Esta, mas bien que filosofía, es una poesía, pero
de bien triste especie !
— 73 —
la actividad de los sentidos , no vió más que un juego de los
sentidos, y el resultado inmediato, directo, de las impresio
nes materiales sobre la organizacion física , y dijo : Que todas
las ideas nos llegan ya formadas por el cuerpo , y que no son
más que la operacion del cuerpo. Esa es la teoría de las ideas
adquiridas por los sentidos.
En medio de esos dos sistemas opuestos , el genio de Aris
tóteles, menos brillante, menos elevado, pero más positivo,
más profundo que el genio de Platon, vino á esparcir su sis
tema sobre el entendimiento operante , formándose por sí mismo
las concepciones universales de las cosas ó las ideas con motivo
de las fantasmas particulares que le trasmiten los sentidos. Esa
era , con algunas imperfecciones , la verdadera doctrina so
bre el origen de las ideas. Pero el prestigio unido á la filosofía
de Piaton, y la seduccion que ejercia la filosofía de Epicuro,
impidieron que esa gran doctrinadel filósofo de Stagyra, fuese
adoptada, y áun comprendida; y sobre tan grave asunto, el
platonismo y el epicurismo continuaron compartiéndose el
imperio del mundo científico pagano, hasta que ambos siste
mas desaparecieron entre la sangre y el cieno.
Establecióse el Cristianismo en el mundo ; y proponiendo al
hombre-dios á un mismo tiempo á la fe, á la adoracion, al
amor, á la meditacion y al estudio de los hombres, les hizo
conocer ADios y al hombre en ese hombp.e-dios y por ese hom
bre-dios ; y del seno de la verdadera Religion hizo brotar la
verdadera filosofía.
Con el auxilio del misterio de la Encarnacion , que reveló
en Jesucristo una individualidad única, inefable, en la que Dios
y el hombre se hallan sustancialmente unidos en la unidad de
la persona del Verbo, se llegó á comprender que el hombre no
es más que un compuesto, en el que el alma y el cuerpo están sus-
tancialmente unidos en la unidad del sér del alma: doctrina ma
ravillosa y de trascendencia inmensa, que encierra toda la
verdadera filosofía y la verdadera teología, y que san Alana-
sio comprende en estas dos palabras: « Así como el alma ra
.
— 74 —
cional y el cuerpo no forman más que un hombre , del mismo
modo Dios y el hombre no son más que uno en Jesucristo » .
(Símbolo de San Atanasio.)
De la misma manera, con el auxilio del misterio de la au
gusta Trinidad, que reveló en Dios una inteligencia increada,
contemplándose desde toda eternidad ella misma, y engen
drando en ella misma su Verbo , el mismo Dios , porque el
principio que le engendra es Dios, con auxilio de ese miste
rio, decimos, se llegó á ver en el alma humana una inteli
gencia creada, comenzando en un tiempo dado á contem
plar en sí misma todas las cosas, engendrándose tambien su
pensamiento para sí, su Verbo inttligible él mismo, porque
el principio que le engendra es entendimiento; es decir, por
que ese principio es una inteligencia concibiendo las cosas
de una manera general, universal, como conviene á la fa
cultad intelectual concebirlas y conocerlas ; en una palabra,
formándose las ideas: doctrina no ménos maravillosa, de un
alcance no ménos grande, y que san Agustin, seguido por
santo Tomás (1), reasume en estas profundas y notables pa
labras : El Verbo del hombre es el hijo de su corazon. Filius.
coráis.
Desde ese momento, el gran problema del origen de las
ideas , para cuya solucion la filosofía pagana , durante tantos
siglos, habia agotado toda su actividad, fué resuelta, y por él
se conoció toda la economía del pensamiento y del conoci
miento humanos.
El Cristianismo es la Religion verdadera , la Religion que
Dios reveló al mundo desde el origen del mundo, y que per
feccionó y completó por el Cristo en la plenitud de, los tiem-
(1) Quicumque intelligit, ex hoc ipso quod intelligit, procedit aliquid intra
ipsum quod est conceptio reí intellectuae , ex vi intellectiva proveniens , et ex
ejus noticia procedens, quam quidem conceptionem vox significat, et dicitur
Verbum coráis, significatum verbo vocis. (Santo Tomás : I, Quaest. clxxxviii,
Art. I.) Sublime y magnífico pensamiento!... ¡En él se encierra toda la verda
dera filosofía y toda la verdadera religion í
— 75 —
pos. Toda verdad que, áun antes de su establecimiento, liabia
resplandecido en el mundo, salia de su seno, y no es más
que un destello de su luz. Luego todo lo que es verdad le
pertenece de derecho, es su patrimonio; porque es su inspi
racion y su obra : puede reivindicarla como propiedad suya,
y hacerla servir en su caso.
Pues bien: la doctrina de Aristóteles acerca del alma , ex
humada por los árabes en el siglo vn, entraba en esa ca
tegoría, porque su autor la habia tomado de los indostanos,
es decir, de la antigua ciencia, conservada en aquella re
ligion por la tradicion. Habiendo, pues, encontrado esa doc
trina en el camino de su desarrollo científico , el Cristianismo
se apoderó de ella, se la apropió, y despues de haberla
despojado de todas las exageraciones y errores que la desfi
guraban, la constituyó en una ciencia armónica con laJe, é
hizo de ella la simple fórmula de explicacion del dogma ca
tólico. Esa es la filosofía escolástica, deque los antiguos Pa
dres pusieron los cimientos, y que santo tomás concluyó y
elevó á su más alta perfeccion. Por manera , que no es de la
.filosofía escolástica de donde ha salido la teología católica,
sino que de la teología católica ha salido la filosofía escolás
tica ; que, por consiguiente, con mucha razon puede llamarse
filosofía cristiana.
Suplicamos á nuestros lectores nos dispensen esta digre
sion sobre el orígen y el espíritu de la escolástica , porque es
de sumo interes para la causa que defendemos , ó mas bien
es la causa misma. Porque desde que supuestos sabios, áun
entre los católicos, haciendo, quizá sin advertirlo, causa co
mun con el protestantismo y la incredulidad , han formado
empeño, hasta en nuestros dias, en despreciar esta ciencia,
ni áun los filósofos católicos se entienden ya en las cuestiones'
más importantes y delicadas , y sobre todo , sobre el método
filosófico de llegar á la verdad.
Desde la entrada en el mundo de la doctrina escolástica, el
alma humana no es más que una tabla rasa, en donde nada se ha
— 76 —
escrito todavía (I); es decir, que por sí misma no tiene ideas,
ni conocimientos, ni verdades de ninguna especie, ni paten
tes ni ocultas, ni en el estado de gérmen, ni en el de desar
rollo. Pero, como ya hemos dicho (Del origen de las ideas,
Pág. 2o ), semejante al Hijo de Dios hecho hombre , que en el
estado de la más completa indigencia con que apareció en el
mundo , no por eso dejaba de llevar el principado ó la sobera
nía sobre sus hombros. Cujus imperium super humerum ejus , y no
por eso tuvo menos el poder de conquistar el mundo, el alma
humana , á pesar del completo estado de desnudez intelectual
con que se encuentra en el hombre que nace á la vida, no
por eso deja de llevar sobre su frente el sello de la imagen
misma de Dios. Signatum est super nos, umenvultus tui Do
mine. (Psalmos.) Y no tiene ménos en sí misma esa facultad
sublime del entendimiento activo , que el alma del bruto no po
see. Quibus non est intellectus (Ibid.), y que no es más que una
cierta participacion de la luz divina. Intellectus agens estpar-
ticipatio qucedam luminis divini. (Santo Tomás.) Por medio de
ella el alma generaliza lo particular, universaliza lo singular,
se forma ella misma las ideas, y adquiere el derecho de do
minar como reina en el mundo de la verdad. Como ese asom
broso poder proviene inmediatamente de Dios, no necesita de
ningun recurso exterior, de ninguna enseñanza para ponerse
en obra. Es, como ya hemos dicho, la respiracion del alma, que
no se sabe mejor que la respiracion del cuerpo. Sólo que como
el cuerpo para respirar necesita aire , que es la causa mate
rial de la respiracion, del mismo modo el entendimiento que
obra necesita el fantasma delas cosas exteriores, que los sen
tidos trasmiten á la imaginacion, y que es la causa material
de la formacion de la idea.
(i) Intellectus humanus, qui est ultimus in ordine intellectuum, et maxime
remotus a perfectione divini intellectus, est in potentia respectu intelli-
gibilium , et in principio est sicut tabula rasa in qua nihil est scriptum,
quod manifeste apparet ex lioc quod principio sumus intelligentes tantum in
potentia; postmodum autem efficimur intelligentes in actu. (Samo Tomás:!,
Quaest. lxxix, Art. 2.)
Desde el momento, pues, en que los sentidos de un niño
han llegado al estado de desarrollo necesario para distinguir
los objetos exteriores, y para someter fielmente su fantasma
á la imaginacion , su entendimiento , obrando siempre por sí
mismo por sola su voluntad , idependientemente de toda ins
truccion, y con la facilidad y rapidez con que la vista corporal
abraza á un mismo tiempo una inmensa variedad de objetos,
despoja á aquel fantasma de todas sus condiciones de indivi
dualizacion , expresa y constituye de ellos una concepcion
intencional, universal, se la hace inteligible y se forma la
idea.
Así es , dice santo Tomás , como las potencias sensitivas
preparan al entendimiento el objeto que las es propio , el co
nocimiento del sér comun. Polentice sensitivos preparant intellec-
tui suum objectum. Ens commune est objectum propie intellectus.
Y por ese medio se comprende tambien, añade el Angélico, la
necesidad que tiene nuestra alma intelectiva de hallarse unida
al cuerpo; porque completamente independiente del cuerpo
con relacion á su sér , necesita del cuerpo con respecto á su
operacion propia , que es la de comprender , y por la cual el
cuerpo la suministra , no el poder ó potencia , sino la materia.
Máxime videtur corpus esse necessarium animce intellective , ad
ejus propriam operationem quce est intelligere, quia secundum esse
suum, a corpore non dependet.
Esta es la sublime y magnífica doctrina de la filosofía cris
tiana acerca del origen de las ideas, que procuramos desen
volver y defender en Francia , desde hace siete años, en todos
nuestros escritos (1).
Pero expliquemos todavía más, para mayor satisfaccion de
nuestros lectores católicos, esa misma doctrina, tan confor
me á los principios del Catolicismo , tocante á la grandeza y
dignidad del alma humana.
()) Quanto aliquid immaterialius habet formam rei cognitae, tanto per-
fectius cognoscit. Unde intellectus qui abstrahit speciem, non solum á mate
ria, sedetiama materiallbus conditionibus individuantibus, perfectius cognos
cit quam sensus qui accipit formam reí cognitae, sine materia quidem, sed
cum conditionibus materialibus ; et Ínter ipsos sensus, visus est magis cognos-
citivus, quia est minus materialis. (Santo Tomás: I, Quaest. lxxxiv, Art. 2.)
'o
— 80 —
operacion trascendental por la que hemos enriquecido , en
nuestra infancia , nuestra memoria sensitiva (1)con tantas imá
genes (fantasmas) de tantas cosas vistas, no es menos cierto
que nosotros las hemos adquirido por la virtud de nuestro ojo
que ve; y así tambien, para no recordarnos la operacion toda
vía más trascendental , por la que en nuestra infancia he
mos enriquecido nuestra memoria intelectiva con tantas ideas
de los fantasmas percibidos, no es menos cierto que igual
mente somos nosotros los que nos las hemos formado por la
virtud de nuestro entendimiento operante (2).
La razon de este fenómeno es que todo sér no puede reci
bir otro , sino segun la capacidad receptiva propia de su na
turaleza. Pues bien: el entendimiento recibe en sí mismo las
cosas exteriores que conoce ó comprende. Porque toda cosa
conocida está en el que la conoce, como la cosa amada está
en el que la ama (3). Pero siendo el entendimiento una po
tencia esencialmente generalizadora , de la que lo universal
es el objeto natural y propio, es de la naturaleza del enten-
§ 6.° Extraña doctrina del autor Del valor de la razón sobre la cuestion del
origen d« las ideas , constantemente condenada por todas las escuelas y por
la Iglesia. Análisis de esa doctrina. Consecuencias desagradables que de
ella resultan para la reputacion científica y por el carácter de su autor.
(1) Hé aquí cómo lia resumido santo Tomás en muy pocas palabras la
gran doctrina filosófica sobre el origen de las ideas y su historia: « El princi
pio de nuestro conocimiento, dice, nos viene de los sentidos; no porque,
segun Aristóteles , la operacion del entendimiento sea una comunicacion del
cuerpo (como pretenden los epicúreos) , pues que una cosa corporal no puede
imprímir nada sobre otra incorpórea. Asi , para producir la operacion intelec
tual, no basta la sola impresion de los cuerpos sensibles, es necesario alguna
cosa más noble. Tampoco la operacion intelectual es producida por la impre
sion de algunos séres superiores, como pensaba Platon ; sino que ese agente
superior y másnoble es lo que Aristóteles llama el entendimiento operante, el
cual despues de recibir de los sentidos los fantasmas, las imágenes de las
cosas, las hace inteligibles por medio de la abstraccion. Hé ahí por qué se dice
— 91 —
Mas, al fin, nuestro autor se compadece de ese pobre mundo
filosófico, que durante tres mil años ha buscado con tanto afan
el verdadero origen de las ideas, sin poderle encontrar jamás.
Aun á riesgo de incurrir en la misma falta que ha censurado
en santo Tomás y en todos los filósofos católicos , de haberse
atrevido á decidir una cuestion discutida por los pensadores de
todos los siglos , y resuelta constantemente en sentido contrario por
los mayores talentos, y de haberse lisonjeado de tener más genio
que todos los siglos reunidos, hé ahí que para bien de las almas
y mayor gloria de Dios, decide modestamente esa cuestion
que los más grandes ingenios no habian sabido decidir hasta
aquí; y es un cuarto sistema enteramente nuevo, y de su in
vencion , que nos propone como el único verdadero en tan
importante cuestion. «Si nos atreviésemos á decir, añade,
«todo lo que pensamos acerca de esas opiniones, aventuraria-
nmos un parecer que podria mirarse, si se quiere (gracias
por tanto miramiento á la libertad de las opiniones), como una
» cuarta opinion sobre este asunto. Y es que esos tres orígenes
• SEÑALADOS AL PENSAMIENTO HUMANO SON QUIZÁ IGUALMENTE POSI-
»bles, sin que nos sea jamás dado saber cual es el verda
dero.» (Pág. 17.) Así, pues, para ese autor es igualmente
posible el que Dios sea el que da las ideas enteramente for
madas al alma (sistema de Platon y de Malebranche) y que
las ideas nos vengan ya formadas por los sentidos (sistema
de Epicuro y de Cabanis); y, en fin, que las ideas no nos ven
gue la operacion intelectual es producida por los sentidos en razon de los fan
tasmas ó imágenes. Mas como los fantasmas no bastan para producir la idea in
telectual , no puede decirse que el conocimiento sensible sea la causa total y
completa del conocimiento intelectual ; es , por decirlo así , la materia que sirve
para obrar». (I, Quaest. lxxxiv, Art. 6.) No puede, pues, desearse nada más claro
y sencillo que esta exposicion del Doctor angélico sobre la cuestion de las ideas;
un niño puede comprenderla ; es necesario violentar la razon para disentir de
santo Tomás en este lugar. Ese pasaje lleva en sí mismo todos los caracteres de la
verdad; nuestro autor lo conoce muy bien, puesto que le ha publicado él mismo.
¿No es, pues, asombroso oirle decir que el disentimiento sobre una cuestion tan
bien resuelta por santo Tomás, es, no sólo posible, sino inevitable? ¡En verdad
que nuestro filósofo semiracionalista es bien descontentadizo I
— 92 —
gan ya formadas, ni directamente de Dios, ni directamente
de los sentidos, sino que el alma misma sea la que se las for
ma , con motivo de las fantasmas que la trasmite el cuerpo
(sistema de Aristóteles y de santo Tomás). Es decir, que el
idealismo , el materialismo y la doctrina escolástica , que se
halla igualmente distante de esos errores, son igualmente po
sibles ; es decir , que en la dificultad , por no decir imposibi
lidad, de saber cual de esos orígenes del pensamiento es el verda
dero , no puede hacerse cosa mejor que admitir los tres ; es
decir además , que por el amalgama y efusion de esos tres sis
temas contradictorios (de los cuales uno solo puede ser el ver
dadero), esa mezcla de verdades y de errores es el único sis
tema razonable que debe seguirse en la cuestion del origen de
las ideas; y, en fin , que el fundamento de la verdadera filosofía
es el cáos. Grandioso y sublime descubrimiento, de que debe
envanecerse el semiracionalismo, porque le da derecho para
decir á esos incorregibles tradicionalistas detractores de la
razon y del progreso: [Mirad, pues, la grande cuestion discu
tida y resuelta constantemente en sentido contrario por los pen
sadores de todos los siglos ; vedla resuelta al fin en un sentido
armónico por un modesto semiracionalista del siglo xix !
§ 7.° Los cargos que acaban de hacerse al autor Del valor de la razon se di
rigen al mismo tiempo á todos los semiracionalistas, porque todos profesan la
misma doctrina sobre el origen de las ideas. Su profesion de fe sobre esta
materia, se halla expresada por el órgano de algunos de sus maestros.
cion que hace de los dónes y de las gracias con que Dios enriqueció á nuestros
primeros padres al criarlos, lia enumerado el lenguaje ya formado y la pala
bra , y el desarrollo completo de los órganos para poderle hablar y entender,
como así bien el desarrollo de todas las facultades del espíritu para compren
derle , y del corazon para sentirle. Et linguam , el aures , et cor dedit Mis exco-
gitandi et disciplina intellectus replevit illos. Sensu implevit cor illorum.
(Ecclesiast. , xvii.)
— 99 -
cionales y sublimes que acabamos de indicar, haya podido
inventar, é inventado, en efecto, nuevas palabras con el au
xilio del lenguaje que habia recibido , ¿se sigue que hombres ta
les como se les supone en el estado de una barbarie completa,
sin hablar ninguna lengua y sin tener la menor idea de la po
sibilidad de formar una , hayan podido inventar el lenguaje ni
una lengua cualquiera? Semejante afirmacion, ¿es otra cosa
que un puro sofisma y un insulto al buen sentido, áun el más
vulgar?
Ademas, formar una lengua, inventar un lenguaje, es una
cosa que se dice bien pronto , pero que no se hace tan fácil
mente. Se sabe lo que se afirma afirmando semejante hecho?
se afirma que una banda de hombres, en el último estado del
embrutecimiento, exhaustos de todos los conocimientos po
sitivos, y más próximos á la bestia que al hombre, impulsa
dos por un ciego instinto, han podido elevarse por sí solos á
la grande, á la inmensa, á la incomprensible idea, para lo
que la misma inteligencia angélica no seria bastante fuerte,
la idea de la posibilidad de que el pensamiento se encerrase,
y áun casi diriamos se encarnase, en la voz para llegar á ser
sensible y pasar al espíritu de los demás; es afirmar que se
mejantes hombres han podido encontrar , por una feliz casua
lidad, esa parte misteriosa del discurso que se llama el verbo,
el verbo temporal, que es todo el discurso de la inteligencia
creada , y en el que se refleja y manifiesta toda entera ; es
afirmar que sin ninguna enseñanza superior , sin ningun ejem
plo que pudiera servirles de guia y de estímulo por un esfuer
zo de su espíritu, aunque embotado y bastardeado en los sen
tidos, han inventado el arte más incomprensible, el arte de
formar sonidos articulados, fijos, por cierto número de conso
nantes y de vocales , de las que cada una contiene un pen
samiento, una idea; es afirmar que semejantes hombres, te
niendo el órgano de la palabra y el del oido endurecidos por
la edad , han podido, sin maestro y sin auxilio alguno exte
rior, dar á su lengua la maravillosa flexibilidad necesaria para
— 100 —
articular esos sonidos , á su oido la costumbre de escucharlos,
y á su espíritu la facultad de separarlos y apoderarse del
pensamiento ó de la idea que encierran ; es afirmar que los
hombres, privados de todo medio de comunicacion, han po
dido comunicarse entre sí y entenderse para formar una len
gua comun, ó en otros términos, que han tenido á su dispo
sicion la palabra ántes de inventarla (1); es afirmar, en fin,
que hombres colocados fuera de todas las condiciones de la
humanidad, condiciones necesarias para aprender el lenguaje
por otros , le han aprendido por sí mismos ; es decir, que sal
vajes, seres ménos que hombres, han podido llevar á cabo
una obra divina. Pues bien, afirmar tales cosas, ¿no es el
colmo del delirio?
En vez , pues , de refutar á M. de Bonald en este pasaje, en
donde es irrefutable, en lugar de sostener por medio de la
contradiccion y del sofisma el inmenso absurdo de que la pa
labra es una invencion humana , el autor Del valor de la razo*
hubiera hecho mejor en dejará los filósofos racionalistas, ma
terialistas y ateos, que no retroceden ante ninguna extrava
gancia, el sostener semejante tesis, base principal de todos
sus sistemas de impiedad. Hubiera obrado mejor, en interes
de su reputacion de buen filósofo y de buen sacerdote , en
dejar tranquilos , por lo ménos en cuanto á este asunto, á los
partidarios del método católico y tradicional, y no habria
incurrido en la falta inevitable á todo hombre que se obstina
en defender una cosa falsa.
Si quereis ver cómo reasume nuestro autor en la Tabla de
las materias el objeto de su capítulo quinto acerca de esta
(1) El autor que combatimos nos dice, con un candor que encanta, que los
salvajes pueden muy bien formarse una lengua y civilizarse , sobre todo si se
les supone cualquiera medio de comunicacion. Eso es reconocer, confesar , que
siempre ha sido necesario á los hombres un medio de comunicacion para poder
comunicar entre si; 6, como ha dicho Rousseau con tanta verdad, que la palabra
era necesaria para inventar la palabra. Mas á pesar de haber reconocido y
confesado esta gran verdad , nuestro intrépido autor no deja de combatirla
como un sofisma.
— 101 —
singular cuestion, leed lo que sigue (seguimos copiando por
supuesto) : «La barbarie primitiva del género humano, redu-
ducido á inventar su lengua y á progresar penosamente hacia
la civilizacion , es una utopia racionalista , tan contraria á los
hechos , como injuriosa á Dios y á los hombres. La opinion
deque muchos individuos reunidos podrán con el tiempo for
marse un lenguaje sin haberle recibido de la sociedad, no tie
ne nada de peligroso, ni para la ciencia, ni para la Religion,
nipara la sociedad». (Pág. 533».)
Así que, para nuestro grave autor, la opinion de que el
hombre primitivo, en el estado de barbarie, inventó su lengua,
es una utopia racionalista tan contraria á los hechos corno inju
riosa á Dios y á los hombres; pero en cuanto á la opinion de
que los hombres retinidos y en el estado de barbarie, se han for
mado una lengua, no sólo no es una utopia racionalista que nin
gun daño causa á Dios ni á los hombres , sino que es la cosa más
sencilla y más inocente del mundo: la cosa que ménos tiene de
peligroso para la ciencia, la sociedad y la Religion. ¿Qué puede
pensarse de estas dos afirmaciones tan contradictorias en un
mismo periodo y en una misma frase? ¿No teníamos razon al de
cir que , ateniéndose al análisis de la Tabla de las materias del
libroToda
Del valor
la escuela
de la semiracionalista
razon podrían decirse
participa
cosasdemuy
la buenas?
opinion
5 9." Doctrina escandalosa del autor Del valor de la razon de una moral
obligatoria para la conciencia del hombre , independientemente de toda in
tervencion divina. Refutacion de esa doctrina, primero por el concilio de
Amiens , que ese autor ha invocado en su favor. Santo Tomás prueba evi
dentemente que la ley eterna , que es la razon de Dios, es la única fuente de
toda moralidad. Siendo Dios el criador de la naturaleza humana, todo to
que resulta de esa naturaleza , ó que la es conforme, no tiene su razon más que
en Dios. Miserables contradicciones y absurdos con los que el autor semira-
cionalista ha sostenido su tesis , que es puramente racionalista.
(I) Tomo i, Pág. 29, edicion de 1852. Véase en las notas que el sabio y
piadoso M. Doney lia añadido á esa edicion , la nota fe), al fin del mismo tomo,
en donde esa miserable hipótesis es refutada con doce vigorosos argumentos.
— 103 —
tiene en muchos de sus escritos, que la moral de los actos hu
manos es independiente de la voluntad de Dios.
En su opúsculo titulado Los racionalistas y los tradicionalis-
tas, se expresa así: «Se pregunta si, hecha abstraccion de Dios
t y de su voluntad, la sola exigencia de la naturaleza basta
«para crear un deber, para constituir una obligacion moral.
» O en otros términos , si hay una ley moral independiente de
»• toda
muchaley frecuencia,
divina. Estay delicada
demasiado
cuestion
vivamente,
se ha suscitado
para no tener
con
(1) Peccatum est actus humanus malus , quod autem aliquis actus sit hu
manus, habet ex oc quod sit volunlarius. Babet autem actus humanus quod
sit malus ex eo quod caret debita comrnensuratione. Omnis autem commensu-
ratio cujuscumque rei attenditur per comparationem ad aliquam regulara , a
qua si divertat , incommensurata erit. Regula autem voluntatis humanae est du
plex : una propinqua et homogenea , scilicet ipsa humana ratio: alia vero PRI
MA REGULA , scilicet lex esterna, quae est quasi ratio Dei. Et ideo Augusti-
uus , iu definitione peccati, possuitduo: unum quod perlinet ad subslantiam
— 106 —
Así, segun santo Tomás, para que haya pecado la razon es
requerida menos como regla que como la condicion necesaria
de todo acto humano (1); porque no hay acto humano sin vol
untad, ni acto de voluntad sin la razon. Y tambien, segun
santo Tomás, la REGLA PRIMERA que constituye el fondo, lo
formal del pecado ó de toda moralidad , no es más que LA
LEY ETERNA, que es como LA RAZON DE DIOS: grandioso
y bello pensamiento que la tradicion habia esparcido por el
mundo, pues Ciceron llama la ley eterna LA RAZON DE JÚ
PITER SUPREMO. Ratio summi Jovis (2).
Verdad es que la regla inmediata , próxima, de todo acto
humano es la razon y la voluntad : pero la razon y la volun
tad á su vez no tienen por su REGLA PRIMERA , y por con
siguiente por una regla fundamental, más que la ley eterna.
Así, para santo Tomás , no hay dos reglas primeras de mora
lidad , la una fundada sobre la esencia inmutable de las cosas y
la otra sobre la voluntad de Dios : no hay bien y mal moral, no
hay obligacion moral , ANTERIORMENTE á la prescripcion de
la voluntad divina; no hay más que una sola REGLA PRIME
RA, una sola regla fundamental de toda moralidad, de toda
razon , de toda voluntad , la ley eterna ó el pensamiento , la
razon , la voluntad de Dios.
Respondiendo á la objecion que se hacia contra la defini
cion de san Augustin, de que en esa de/inicion no se trata del
fin, que, sin embargo, constituye la moralidad del acto humano,
actus humani, quod est quasi materiale in peccato, qnum dixit, dictum, fac
tura , concupitum; aliud autem quod pertinet ad rationem mali, quod est
quasi formale peccato, quum dixit contra legem mternam. (In corp. Artic.)
(1) Para los que no están iniciados en semejantes doctrinas, diremos que
la Teología moral distingue en el hombre dos especies de operaciones : operacio
nes físicas, que no llevan en sí el concurso de la voluntad y de la razon, y que
llama actos del hombre; y operaciones morales, que llevan siempre en sí el
concurso de la voluntad y de la razon, y que llama simplemente actos hu
manos.
(2) Más adelante encontraremos completo el pasaje en que Ciceron confiesa
haber sacado de la tradicion esa herniosa manera de expresarse acerca de la
LEV ETERNA.
— 107 —
sanio Tomás añade: «La ley eterna es la que PRIMERA Y
• PRINCIPALMEETE manda al hombre á su fin , y por con-
•siguiente le pone en armonía con todo lo que tiene relacion
•con ese iin. Diciendo, pues, que el pecado es un, acto contra
«laley eterna, san Agustín ha indicado bastante claramente
¡el alejamiento del fin, y los demás desórdenes del pecado» (1 ).
Pues bien, ó nosotros no sabemos leer, ó esas palabras del
Príncipe de los teólogos son de un alcance inmenso, y deci
den completamente la delicada cuestion que nos ocupa.
A diferencia de lo bello, que es lo que nos causa placer y
admiracion , el bien no consiste más que en la conformidad de
lacosa con su fin. Un navio, construido con materiales de mu
cho precio, bien pintado y adornado, puede ser bello; pero no
es un buen navio sino en cuanto ofrece á los viajeros un me
dio de atravesar el mar de una manera segura y rápida, poi
que ese es su fin. Del mismo modo, la bondad de todo acto
humano, ó la moralidad de nuestras acciones, no consiste más
que en su conformidad con la perfeccion, y la felicidad del
hombre durante la vida y despues de la muerte, porque ese
es el fin del hombre. Pues bien , es Dios, es su ley eterna, la
que al criar al hombre le ha señalado ese fin, y que por con
siguiente ordena primera y principalmente al hombre para ese
mismo fin. Lex cetema primo et principaliter ordinat hominem ad
finem. La ley eterna es, pues, la verdadera medida, la regla
natural de la moralidad de sus acciones (2).
(1) Non omnia peccata sunt mala quia prohibita , sed quaedam sunt pro
bita quia mala. Non ergo debuit poni, in communi definitione peccati, quod
sit contra legem Dei. Resp. Quum dicitur non omne peccatum ideo est maium
quia est prohibitum, intelligitur de prohibitione facta per jus positivum. Si
autem referatur ad jus naturale quod cohtinetur PRIMO in lege «terna... Hinc
omne peccatum est malum quia prohibitum; ex hoc enim ipso quod est inor-
dinatum , juri naturali repugnat. (IV, et Resp. ad IV.)
— 112 —
pecado es contra la ley eterna , deberia decirse que es contra
la razon» (1 ).
Pues bien, en respuesta á esa objecion, santo Tomás ha
dicho: «Los teólogos consideran el pecado principalmente en
cuanto es una ofensa contra Dios , y el filósofo moralista le
considera en cuanto es contrario á la razon. Luego esa es una
razon más para pensar que la definicion de san Agustin es
más conveniente, y que HA HECHO MEJOR en fundar la de
finicion del pecado en lo que es contrario á la ley eterna, mas
bien que en lo que es contrario á la razon , y eso por la razon
especial de que la ley eterna es tambien nuestra regla en mu
chas cosas que sobrepujan al alcance de la razon, como las
cosas de la fe» (2).
En esta respuesta debe observarse , que diciendo que los
teólogos consideran principalmente el pecado como una ofensa
contra Dios , y los filósofos moralistas como un acto contrario
á la razon , santo Tomás ha reconocido un hecho que su adver
sario parecia oponerle, pero no se ha pronunciado sobre ese
hecho, y menos áun ha establecido una doctrina. Debe ob
servarse tambien, en segundo lugar, que no se trata sino de
la diferente manera con que el pecado es considerado , y no de
)a diferente manera con que es apreciado por parte de los teó
logos y de los filósofos ; y que por ser considerada bajo puntos
de vista diferentes, por reunir en sí misma lados diferentes
bajo los cuales se la puede considerar, una cosa no cesa de
ser siempre la misma. Concluir, pues, de esa manera dife
rente con que los teólogos y filósofos consideran el pecado,
(1) Peccatum significat malum hominis actum ; sed makim hominis est con
tra rationem esse : ergo potius dici debuit quod peccatum est contra rationem
quam contra legem aeternam. (Loe. Citat., Object. V.)
(2) A theologis consideratur peccatum prcecipue secundum quod est offen-
sio contra Deum; a philosopho autem morali secundum quod contrariatnr ra-
tioni : et IDEO Augustinus CONVENIENTES definit peccatum ex hoc quod est
contra legem aeternam quam ex huc quod est contra rationem; praecipue quum
per legem aeternam regulemur in multis quae excedunt rationem , sicut in his
quae sunt fidei. (Resp. ad V.)
— 113 —
que hay en él un doble origen de la malicia del mal, deriván
dose el uno de su oposicion á la razon, y el otro de su oposi
cion á la voluntad de Dios, es tan extraño y absurdo, como
lo seria el que porque los teólogos demuestran principalmente
las perfecciones de Dios por medio de la Escritura , y los filó
sofos por la razon, se concluyese que las perfecciones de Dios
tienen
Debeunobservarse,
doble origen
en, uno
tercer
en lugar
la Escritura
, que la yrespuesta
otro en lade
razon.
san
(1) Por otra parte, santo Tomás ha dicho: «Así como el] orden de ¡a razon
recta es del hombre , del mismo modo el órden de la naitiraleza es de Dios. De
consiguiente , áun en los pecados contra la naturaleza , en los cuales no se viola
más que el órden de la naturaleza , se hace una iinjuria á Dios , porque él es
el ordenador de la naturaleza. Siaut ordo rationis rectw est ab homine, ita ordo
natura est ab ipso Deo. Et ideo in peccatis contra naluram , quibus ipse ordo
natura violatur , fit injuria ipsi Deo , ordinatori natura. (II, 2.a, Quaest. liv,
Art. 12, Ad. I.) Pero si para santo Tomás, independientemente de toda ley
positiva, no se puede pecar contra la ley natural sin ofender á !Dios, que es el
ordenador de la naturaleza, es evidente que para santo Tomás tambien, la mora
lidad que resulta de la naturaleza de la esencia del hombre, se halla fuera de toda
ley positiva : tiene tu razon y su origen en Dios, y que no hay moralidad sin Dios.
8
— Mi —
Que no hay dos orígenes diferentes en sí mismos : que no hay
más que una fuente á origen de la obligacion moral : que pue
de ser, es cierto, considerada bajo puntos de vista diferentes,
aunque permanece siempre una y la misma en sí, la ley eter
na, el pensamieuto y la voluntad de Dios (1).
«En la ley natural , dice tambien nuestro incomprensible
»autor, como lo manifiestan la conciencia y la razon, es nece-
»sario distinguir dos cosas: primero, el carácter del bien y del
»mal, es decir, lo que es conforme á la naturaleza de los
«séres y á sus relaciones esenciales; y segundo, la interven-
icion necesaria del Señor de la naturaleza, que quiere el bien
»y prohibe el mal. Primero, la exigencia de la naturaleza, des-
»pues el precepto divino: dos cosas distintas, de las que una es
♦ lógicamente anterior á la otra» (2). (Ibid., Pág. 41.) Pues
•» dente
por la que
razonladivina,
comunidad
y por entera
consiguiente
del universo
es evidente
es gobernada
tambien
•«que
Dios,la como
razonprincipe
misma del
del gobierno
universo, de
tiene
laslacosas
naturaleza
, existente
de una
en
«cuanto
• concepcion
una ley han
eterna,
sido
eterna
en
conocidas
de
cuanto
esa ley
está
y preordenadas
divina
ordenada
tieneal por
lagobierno
naturaleza
él. Luego
de las
de
la
. (i) Por respeto á la posicion que ocupan sus autores, omitimos el señalar
aquí los títulos y las páginas de los cursos y de los libros en donde se encuen
tra esa escandalosa doctrina; mas no por eso deja de encontrarse tal como es,
en las proposiciones que se van á leer. Esperamos que se tenga en cuenta nues
tra reserva, y que no se nqs obligará á renunciar á ella.
— 136 —
que le valiese el título de bachiller en la escuela semiracio-
nalista, ha hecho á ese maestro la honra de atribuirle el ha
ber fundado la moral sobre el diclámen IMPERIOSO de la con
ciencia. Ese desventurado maestro , que por el giro lamenta
ble, más poético que filosófico, que ha dado á su enseñanza,
ha suministrado á sus adversarios, y áun á sus mismos ami
gos, el motivo ó pretexto de suponerle opiniones poco ortodo
xas, ó por lo menos muy malsonantes, habia dicho, en efecto,
lo que sigue (no traducimos aquí del latin , sino que copiamos
del frances):
« DE EN MEDIO DE MI CONCIENCIA se eleva una voz
QUE ME PRESCRIBE, con respecto á Dios, la adoracion y la
obediencia: con respecto á mis semejantes, el respeto á sus
derechos : con respecto á mí mismo el aspirar á TODA la
perfeccion
cipios deduzco
de que
todo
mi lo
naturaleza
que parecen
es susceptible.
encerrar; De
combino
estos prin*
esas
§ l.1 El siglo del racionalismo es siglo que no raciocina. ¿Qué se entiende por
la razon en esta discusion? El conocimiento de los principios, condicion
sine qua non para que la razon pueda raciocinar. Todo nombrese forma por
si mismo tos principios con cuyo auxilio puede raciocinar sobre las cosas del
orden material. Estudio sobre el niño en la primera edad. Una prueba deque
independientemente de toda instruccion se ha formado, que posee esos
principios y hace uso de ellos , aun cuando no sabe todavía formularlos.
La razon no es razon sino cuando el niño ha aprendido tambien por medio
de la instruccion social , las nociones que deben servirle de principios para
raciocinar tambien sobre las cosas del orden espiritual é invisible. Se propone
la cuestion de la imposibilidad de que el hombre se forme por sí mismo esas
NOCIONES ÁNTES QUE ESE ORDEN LE SEA REVELADO.
(1) Ratio et Intellectus et Mens sunt una potentia... Intellectus nomen su-
raiturab intima penetratione veritatis: nomen autem Rationis ab inquisitione
etdircursu. (I, 2.a, Quaest. xlix, Art. 4.)
— 151 —
proceder de una cosa comprendida á otra que todavía no se
comprende.
Los ángeles , que en virtud de la perfeccion de su natura
leza poseen perfectamente el conocimiento de la verdad in
teligible , no tienen necesidad de proceder de una cosa cono
cida á otra desconocida : conciben simplemente y sin discur
rir la verdad de las cosas. Pero los hombres no llegan al
conocimiento de la verdad inteligible sino procediendo ó dis
curriendo de lo conocido á lo desconocido , y por eso son
llamados racionales (1 ).
El raciocinio es , pues , el movimiento del espíritu ; es decir,
que es, con respecto á la inteleccion ó inteligencia, lo que el mo
vimiento con respecto al reposo. En efecto, como todo movi
miento procede siempre de un estado de inmovilidad , y ter
mina en el estado de reposo , del mismo modo todo racioci
nio humano que se dirige al descubrimiento ó adquisicion de
alguna verdad , comienza siempre por ciertas cosas simple
mente comprendidas, como los primeros principios, y luego de
allí, como por medio de juicio, resuelve sus conclusiones en
sus principios para examinar lo que ha encontrado, y la razon
vuelve á aquellos mismos principios , se fija y reposa en
ellos (2).
El primero de esos principios, en el orden especulativo, es
que una misma cosa no puede ser y no ser á un mismo tiempo,
(1) Primum principium in speculativis est: Idem non posse simul esse et
non esse: in practicis autem: Bonum est prosequendum , malum fugiendum.
(I, 2.a, Quaest. xeiv, Art. 4.)
— 153 —
guaje el niño no sabe enunciar esos principios de ninguna
manera, y todavía puede menos formularlos y comprender
los cuando le son propuestos en un lenguaje científico. Pero
si le falta la expresion , no por eso deja de tener su pensa
miento, y si no sabe articularlos con la lengua no por eso
deja de tenerlos en su mente y de realizarlos con sus actos.
Observad á un niño de dos ó tres años en sus movimien
tos, mirad loque hace y cómo lo hace, y sabreis lo que pien
sa. Hace una cosa por llegar á otra. Acaricia á su madre por
que le dé confites ; se sube sobre juna silla para apoderarse
de un objeto á que no alcanza; rehusa parte de un pastel y
patalea por el todo; corre á los brazos del que le regala dul
ces, y huye y se esconde á la aproximacion de todo lo que
le infunde miedo; coloca en una misma línea objetos iguales,
y un instante despues los confunde y los mezcla; destruye lo
que ve en los objetos que caen en sus manos para apoderarse
del resorte que tienen interiormente , que no ve , y que los hace
moverse ; oculta en un sitio una cosa para buscarla cuando
la necesite; prefiere lo múltiple á la unidad, lo grande á lo
pequeño, lo dulce á lo amargo, lo bello á lo feo, lo brillante á
lo opaco, etc. Tiene, pues, las ideas de la causa y del efecto,
del todo y de la parte, del ser y del no ser, del movimiento
y del reposo, del tiempo y del lugar, de la calidad y de la
cantidad, de lo visible y de lo invisible, de lo que está en
el exterior y en el interior de una cosa , del orden y de la con
fusion , del individuo y de la especie , del bien y del mal fí
sicos; y, en fin, de la conveniencia de buscar el uno y evitar
el otro. Tiene , en una palabra, todas las ideas, todos los prin
cipios, que son condiciones indispensables de la razon; porque,
á diferencia del bruto que sólo obra á impulsos de un ciego
instinto, el niño no obka sino bajo el imperio de una idea. Eso
es lo que le distingue del bruto , y lo que hace descubrir en
él una cosa que no posee el bruto: el entendimiento. Quibus
non est intellectus.
Pero es necesario observar, que miéntras el niño se halla
— 154 —
entregado á sí mismo, que no se le instruye de ninguna ma
nera , que no se le enseña el lenguaje con palabras ó con sig
nos (como á los sordo-mudos), y que por el lenguaje y con
el lenguaje no se le revela la existencia de un mundo espiri
tual, moral, invisible, puede formarse muy bien las ideas y
concepciones universales , á medida que va conociendo los ob
jetos particulares; porque para desempeñar esa noble y su
blime funcion, su entendimiento no tiene necesidad de ins
truccion , no necesita más que de los sentidos y de sí mismo.
Pero, obsérvese bien, esas ideas no se refieren más que al
mundo corporal , material, visible, y que sólo en ese mundo
usa de ellas , las pone en juego , y á ellas arregla sus movi
mientos y sus operaciones. Sólo despues que la instruccion
doméstica le ha descubierto el mundo de los espíritus y de los
deberes, es cuando conoce, traslada y aplica á los objetos
de ese nuevo mundo, á su manera de existir, á sus relacio
nes y al bien y al mal morales , las ideas que se ha formado,
y las que ya posee sobre los objetos del mundo de los cuer
pos. Hasta despues que se le ha hecho conocer ese mundo
espiritual, no se halla en estado de pasear por él su espíritu,
discurrir y razonar acerca de él : hasta entónces su razon no
es razon. En efecto, ántes de esa época, como el niño no
tiene la razon completa , la razon formada , la razon razona
dora, no se le imputa ninguna culpabilidad, y se le perdona
cualquiera especie de atolondramiento: Qué quereis! suele
decirse, todavía no tiene uso de razon...
Pero ¿es posible , como pretenden los semiracionalistas, si
guiendo á los racionalistas, sus maestros, que el hombre , en
cualquiera edad, SIN QUE NADIE LE DIGA UNA PALABRA,
llegue , por sus propios medios , á adivinar la existencia del
mundo invisible , del mundo espiritual, á sospechar á Dios, al
alma , el deber , á discurrir acerca de ellos , á razonar , como
lo hace con relacion á los objetos del mundo corporal y visi
ble, y que de ese modo logre completar por sí mismo su ra
zon? porque en eso está la cuestion. No, decimos nosotros,
— 153 —
eso do es posible por dos razones: la una que resulla de las
condiciones del espíritu humano mientras se halla unido al
cuerpo, y la otra , de la naturaleza misma de los objetos del
mundo espiritual. Desenvolvamos esas dos razones, siempre
con el auxilio y siguiendo las huellas de santo Tomás.
(1) Quum intellectus sit vis quídam non utens organo corporali, nullo
modo impediretur in suo actu per lessionera alicüjus corporalis organi, si
non requireretur ad ejus actum actus alicüjus polentiae utentis organo corpo
rali : utuntur autem organo corporali sensus et imaginatio, et alise virtutes
pertinentes ad partera sensitivam. Unde manifestum est quod, ad hoc quod in
tellectus actu intelligat, non solum accipiendo scientiam de novo, sed etiara
utendo scientia jam acquisita , requiritur actus imaginationis et caeterarum vir-
tutum (sensitivarum). Videmus enim quod impedito actu virtutis imaginativa,
per lesionem organi, ut in freneticis; et similiter impedito actu virtutis me
morativa,^ in lethargicis, impeditur homo ab intelligendo in actu etiam ea
quorum stientiam prwaccepil. (I, Quasst. lxxxiv, Art. 7.)
(2) Secundo, quia hoc quilibet in seipso experiri potest, quod, quando
aliquis couatur aliquid intelligere, formal sibi aliqua pliantasmata , per modum
exemplorum, in quibus quasi inspiciat quod intelligere studet. (Ibid.)
— 161 —
raleza de la piedra el que por lo menos esté en una piedra,
en esa piedra ; como es de la naturaleza del caballo el encon
trarse al menos en un caballo, en ese caballo ; y así de lo de
más. Es, pues, imposible conocer verdadera y completa
mente la naturaleza de la piedra ó de cualquiera otra cosa
material ó formarse la concepcion universal de ella , formarse
la idea, á menos que no se encuentre existente en alguna in
dividualidad , en algun particular. Nosotros no percibimos el
individuo, el particular, sino por medio de los sentidos, de
la imaginacion , á la que los sentidos trasmiten el fantasma ó
imágen. Luego para que el entendimiento comprenda actual
mente (in actu) la quididad de las cosas sensibles, que es su
propio objeto , y se forme ó recuerde la idea de ella , es de
toda necesidad que se dirija constantemente á sus fantasmas,
A Sus imágenes , para descubrir su naturaleza universal que
existe en el particular (1).
De esta profunda doctrina, cuya verdad y solidez es impo
sible poner en duda, resultan evidentemente tres cosas:
1/ Que es de toda imposibilidad que el hombre com
prenda la quididad ó la naturaleza de una cosa material , ó
que se forme la concepcion general de ella ó la idea , á menos
que no tenga presente en el espíritu su imágen ó fantasma .
2. * Que es igualmente imposible que el hombre com
prenda la quididad, la naturaleza de las cosas espirituales , ó
que las conozca, á ménos que no tenga presente en su espí
ritu alguna cosa corporal que se la indique ó recuerde y
en la que pueda verla como en imágen ó en fantasma.
3.* Que la presencia de esa imágen, de ese fantasma, en
(i) De ese modo se comprende por qué entre los escolásticos, particular
mente san Anselmo y santo Tomás, jamás se trata de la idea de Dios, sino del
conocimiento de Dios (notitia, cognitio Dei); y por qué nosotros tambien hemos
insistido tanto , en nuestras obras filosóficas , sobre la importante distincion
entre las ideas y los conocimientos. Las ideas, hemos dicho, son las concepcio
nes generales que nosotros mismos nos formamos de lo particular; los conoci
mientos son las nociones cuyos principios recibimos de los otros. Los modernos
confunden constantemente esos dos términos, y de ahi la confusion que han
introducido hasta en las ideas, y por eso tambien la filosofía moderna ha sido
convencida de ignorar, no sólo las cosas, sino hasta el lenguaje de la verdadera
filosofía. Conocemos muchos filósofos de nuestros dias, que en las revistas, en
los salones y en las cátedras , se presentan como grandes maestros de esa cien
cia
sóficos.
, y que
Causa
obrarían
verdaderamente
muy bien encompasion
volver al colegio
el oirlosá !comenzar sus estudios filo -
— 165 —
pirituales no se presentan, ni pueden presentarse, á nuestro
espíritu en un fantasma, no nos formamos su idea, abstrayén-
dolas del fantasma que no tienen , sino que obtenemos su co
nocimiento comparándolas con las cosas sensibles que son
capaces de ser representadas por un fantasma. Así, por ejem
plo, no conocemos á Dios abstrayendo su idea de un fantas
ma, sino que le conocemos como causa, y separando de él
todo cuanto es material é imperfecto, y amplificando hasta lo
infinito
• Todosupoder
sér, sucognoscitivo,
manera de ser
dicey todas
tambien
sussanto
perfecciones
Tomás,(1).
es
(1) El pasaje de san Pablo á que se alude aquí, y del que los serairaciona-
listas abusan, será explicado más adelante.
— 171 —
atribuirle la facultad de construir sin materiales y de obrar
sobre la nada.
¿Se ha visto jamás á nadie buscar un tesoro de que no tiene
el menor conocimiento, la más leve sospecha, y sin saber, ni
áun aproximadamente, el sitio en donde podria encontrarse?
Pues del mismo modo puede asegurarse que no habido, ni ha
brá nunca, en la humanidad quien se baya puesto, ni se ponga,
á buscar el más grande de los tesoros, la creencia en Dios;
nadie que se haya decidido, ni que se decida, á explicarla, á
demostrar su necesidad, sin haber tenido de antemano algun
conocimiento de él, alguna conjetura, alguna sospecha (1).
Es cierto que la existencia de Dios es una verdad que pue
de conocerse por si misma; pero, como ha observado santo To
más , es una verdad conoscible por sí misma , por relacion á sí
misma , porque en la proposicion « Dios es » , lo que se afirma
de Dios es el mismo Dios, Dios en su propio sér. Pero, añade
santo Tomás, no es tambien una verdad conoscible con rela
cion á nosotros, porque no sabiendo lo que Dios es, necesita
mos que SE NOS DEMUESTRE ANTES (2).
¿Y sabeis de qué admirable manera ese gran Doctor ex-
(1) Anima humana intelligi seipsam, per suum intelligere, quod est actus
proprius ejus , perfecte demonstrans virtutem ejus, et naturam. Sed neque per
hoc , neque per alia, quae in materialibus inveniuntur, perfecte cognosci potest
inmaterialium substantiarum virtus et natura: guio hujusmodi adwquant ea-
rum virtutes. (I , Quaest. niivni, Art. 2.)
— 173 —
cias, y su quididad es lógicamente separable de su ser, y no es
su ser. Pero Dios no tiene nada de semejante á las sustancias
materiales, ni en el género natural , ni en el génerológico, porque
Dios es el único ser, en el que la quididad y el sér son una mis
ma cosa : el único sér que no tiene nada que se le asemeje
bajo ningun aspecto, el único que no está en ningun género. Po
demos, por la semejanza de las cosas materiales, conocer afir
mativamente alguna cosa en cuanto á los ángeles , segun el
modo de existir que les és comun con los demás séres (porque
todos son seres creados), aunque jamás podamos conocer nada
de ellos, segun la manera particular de su especie. Mas por lo que
hace
Santo
á Dios,
Tomásno nos
podemos
habla de
conocerle
un filósofo
de árabe
ningunallamado
maneraAvam-
(1).»
(1) Sed Deus non convenit cum rebus materialibus, neque secundura
genus naturale, neque secundum genus logicum: quia Deus nullo modo est
in genere. Unde per similitudines rerum materialium aliquid affirmative potest
cognosci de angelis, secundum rationem communem , licetnon secundum ra-
tionem speciei , de Deo autem nullo modo. (I, Quaest lhxvih, Art. 2,)
— 174 —
teriales. Es, pues, imposible que por la inteligencia de las
sustancias materiales lleguemos jamás á comprender de una
manera perfecta las sustancias inmateriales (1)».
«Por las cosas materiales podemos, proseguía santo Tomás,
elevarnos á algun conocimiento , pero no al conocimiento com
pleto de las cosas inmateriales; porque para obtener esa es
pecie de conocimiento , no basta la simple comparacion de
las cosas materiales con las inmateriales; y, por el contrario,
si podemos percibir algunos rasgos de semejanza entre esos
dos diferentes órdenes de cosas , esos rasgos serian siempre
de tal modo desemejantes que no podrian servirnos mucho
para comprender las cosas inmateriales (2).»
Estos razonamientos del Angel de la escuela, aunque sacados
de las profundidades de la verdadera metafísica , no son me
nos claros , ni dejan de cortar por su raíz todos los sofismas
de la escuela semiracionalista. Para santo Tomás, el hombre,
áun tal como le suponía el filósofo árabe , el hombre filósofo,
instruido, avanzado en los verdaderos principios de la Filosofía,
y sabiendo hacer buen uso de ellos, ese hombre, si no ha
sacado de otra parte alguna nocion de Dios, jamás podrá, por
el procedimiento de las abstracciones, formarse ninguna espe
cie de conocimiento: nullo modo. Teniendo, por las ideas
que se ha formado de las cosas corporales , concepciones es-
(1) Vos sois tambien de ese número ; porque habeis sostenido que fuera de
toda revelacion y de toda tradicion, el hombre puede elevarse al conocimiento
de Dios y de sus leyes.
(2) Lo cual no os ha impedido denunciarlos al mundo católico como los
destructores de la base de la razon y de la Religion, precisamente por haber
hecho evidente é incontestable ese hecho, por el que os complaceis en hacerles
justicia... Vos no os habeis hecho cargo detenidamente del verdadero estado de
la cuestion, y no habeis visto que á los que habeis hecho fuego con bala roja,
no eran las gentes que habíais de combatir, sino las que debíais abrazar...
12
— 178 —
es debido, ni de sus leyes y sus obligaciones, ni á la de las
almas y su inmortalidad, ni á la de la vida futura ni sus con
diciones. ¡Hé ahí, pues, el sistema semiracionalista destruido
por su base!
(i) Qué lástima! Por5 qué se ha apresurado tanto la revelacion ? Por ose
apresuramiento , que nada justifica , ha privado á los filósofos de la satisfaccion
de
suélense
saber los
confilósofos...
exactitud Lo{o que
que lanorazon
han podido
hubiera
saber
podido
sobreporesesi'sola.
punto,¡Pero
por culpa
con^
de la revelacion divina que se ha apresurado demasiado , y no ha dejado ai
hombre tiempo para reconocerse , el autor Del valor de la razon, como se verá
más adelante, se la ha enseñado en su libro, y no han perdido nada con
aguardar.
— 181 —
enseñada. Todos bebemos desde nuestra infancia en la fuente de
la tradicion, y sus lecciones, sin que nosotros lo advirta
mos , vienen á confundirse con lo que sacamos de nuestro pro
pio fondo» . (Pág. 2.) ,
Sea en buen hora ! Esa es la historia verdadera , áun la de
los tiempos fabulosos de la humanidad. En cuanto á esto , los
tradicionalistas están perfectamente de acuerdo con los semi-
racionalistas. Este grande hecho, tal como su adversario más
encarnizado acaba de formularle , es. el fondo de su doctrina;
jamás han dicho ni dicen otra cosa. Mas para nuestro autor,
segun se ve , la razon que, con arreglo al título del libro, es
sola, puede marchar sola, tiene valor, puede hacer cosas gran-
• des por sí sola , esa razon , segun el mismo libro , jamás ha
estado ni un instante sola , y en ningunaparte se halla sola: mar
cha siempre acompañada de la tradiccion , y las lecciones de la
tradicion son las que la hacen obrar sin advertirlo. Por ma
nera, que en el hecho, por sí sola la razon no tiene valor, no
PUEDE NADA; PORQUE NO HAY EN EL MUNDO RAZON NO ENSEÑADA;
porque la revelacion , esa madrastra cruel , habiéndose apo
derado de ella desde su principio, la ha puesto bajo su tutela,
la ha sometido á su poder despótico , la ha hecho su esclava;
y la malvada, la ha iluminado tan pronto con sus luces, que no
la ha dejado tiempo de experimentar lo que puede por sus fuerzas
naturales; en fin, porque ya no la ha permitido pasarse sin
las enseñanzas divinas, que ha querido que por todas partes la
acompañen y vigilen , y que jamás ni un instante la ha abando
nado Á sí sola. Hé aquí, pues, una contradiccion manifiesta,
palpable, por la que el sencillo y candoroso autor, no sólo á
refutado completamente el título de su libro por el libro
mismo, sino tambien su libro todo entero con una sola pá
gina del mismo ; en una palabra , se ha refutado completa
mente á sí propio. Así raciocinan los semiracionalistas, es de
cir, que no procuran probar el valor, el poder de la razon,
sino
Pero
conesas
la sinrazon,
contradicciones
la contradiccion
, esos absurdos
y el absurdo.
del semiraciona
.
— 182 —
lismo le son comunes con el racionalismo puro ; hé aquí otras
que le son propias.
Verdaderos semipelagianos de la Filosofía , como ya se ha
visto, los semiracionalistas se contentan con decir que el
hombre, por sola su razon , extraña á toda revelacion, á toda
tradicion, natural ó social, ó bien por la razon, que, segun
nuestra demostracion , no es la razon , pueden llegar á la fe,
y reconocen la inferioridad del orden natural con respecto al
orden sobrenatural , y del orden de razon con respecto al
orden de fe. Pero toda la escuela semiracionalista no se con
viene en esos límites. Uno de sus jefes ha dicho: iLa autori
dad y la fe no tienen precio, sino en cuanto preparan el hom
bre Á la razon» . Ninguno entre los racionalistas filósofos, que
nosotros sepamos , se ha atrevido á decir una cosa semejante.
Hay más: refiriéndolo todo á la razon, estableciendo que todo
debe comenzar y concluir por la razon , en el asunto de la
verdad, los racionalistas filósofos dejan completamente á un
lado la autoridad y la fe; pero al ménos no las subordinan á la
razón , no las humillan. Estaba reservado á un doctor cató
lico el decir que la autoridad y la fe no tienen más que un va
lor relativo , en cuanto que pueden servir á preparar al hom
bre para la razon, pero que en sí mismas no valen nada, no
sirven para nada , ni son nada. Estaba reservado á un sacer
dote colocar la razon humana sobre la fe y la autoridad divina
y al hombre sobre Dios.
Mas si se quieren interpretar estas palabras de una manera
más benigna y en otro sentido, entonces, dejando de ser sa
crilegas, en los labios de un semiraciona lista parecerán ab
surdas. El dogma fundamental del semiracionalismo es, que
la razon, independientemente de toda fe , de toda autoridad, áun
naturales y humanas , puede por sí sola llegar á descubrir algu
nas verdades; y hé ahí que ahora la misma escuela enseña,
por conducto de uno de sus más ilustres miembros, que la fe
y la autoridad no son necesarias más que para preparar al
hombre á la razon: que la razon , como acabamos de probarlo,
— 183 —
para ser razon necesita de la fe y de la autoridad, y que el
semiracionalismo es un sistema contradictorio y absurdo. No
nos detengamos en tan buen camino.
Se acaba de oirá algunos semiracionalistas , y á su cabeza
el autor Del valor de la razon , falsear la historia de la Filoso
fía , y decirnos que la cuestion sobre el origen de las ideas , exa
minada y discutida por los pensadores de todos los siglos , ha sido
constantemente resuelta en sentido contrario por los mayores ta
lentos, y que no puede decidirse; ó en otros términos , qae esa
cuestion es insoluble, y que es un misterio que nadie sabria
explicar ni comprender. Hé ahí, pues, para esos modestos
racionalistas, á la razon humana convencida de impotencia
para resolver una cuestion que depende del principio mismo
de los conocimientos humanos. Mas para esos mismos racio
nalistas, la razon sola no es menos poderosa para descubrir,
aprender y conocer con certidumbre algunas verdades del
órdel espiritual. Helos ahí, pues, admitiendo que la razon
sola, que no puede conocerse á sí misma, puede conocerlo
que se halla á una distancia infinita de ella : el mundo espi
ritual , los séres y las relaciones de los séres que le compo
nen. Helos ahí admitiendo que la razon, que jamás ha sabido,
ni sabrá, conocer el principio mismo de sus conocimientos y de
sus operaciones , puede operar sobre un mundo nuevo án-
tes que nada le revele su existencia, y adquirir de él cono
cimientos nuevos. Hélos ahí admitiendo, misterio incompren
sible para ella misma, que la razon puede adivinar misterios
por sí misma , como el del Sér infinito , ú otros todavía más
incomprensibles. Hélos ahí que, despues de haber consignado
la impotencia, la debilidad de la razon sola para descubrir una
primera verdad , nos encomian su poder , su fuerza , y como
ellos se expresan , su valor para descubrir otras verdades. Hé
ahí á esos hombres que han atribuido á la razon el no saber
resolver una primera cuestion, concediéndola el honor de
poder resolver otras muchas cuestiones que tienen relacion
con ella. Hélos ahí sosteniendo al mismo tiempo que, impo
— 184 —
tente para lo menos, la razon sólo es omnipotente para lo que
es muy superior á ella ; en una palabra, que la razon es im
potente y poderosa en una misma línea de funciones y sobre
los mismos asuntos, lo cual es evidentemente absurdo.
nion
La de
mayoría
que ladecuestion
los semiracionalistas
de las ideas no no
ha sido
se adhiere
decididaá jamás
la opir-.
S, 1.° Pasaje de san Pablo sobre que se funda el semiracionalismo para lla
marse católico. Verdadero sentido de ese pasaje resultante de las condiciones
de las personas á quienes se dirige. En ese pasaje el Apóstol dice todo lo
contrario de lo que los semiracionalistas quieren hacerle decir. Motivo que
con eso dan á sus adversarios para sospechar que son ignorantes ú hombres
de mala fe.
(i) Unde exponendum est naturaliter, id est, per naturatn gratia refor-
matam, loquitur enira de genlilibus ad fidem conversis, qui auxilio gratia
Chrisli caeperunt moralia legis observare. Vel potest dici naturaliter, id est,
per legem naturalem , ostendens eis quid sit agendum... et tamen non excludi-
tur quin necessaria sit gratia ad movendum affectum. (Eccles.: xxiv, 23.)
— 206 —
superiores á esos hermanos cristianos, hace poco idólatras;
porque si no han recibido la revelacion mosaica, que forma
vuestra gloria, han tenido la revelación de la ley natural:
per legem naturalem , que les ha enseñado los mismos pre
ceptos morales que vosotros habeis aprendido por la ley de
Moisés; y áun cuando hubieran sido extraños á la enseñan
za exterior de esa ley: Absque exteriori audita legis (santo
Tomás), no por eso conocen ménos los mismos preceptos
por medios muy naturales [naturaliter) ; es decir, por la tra
dicion social, por la enseñanza doméstica, medios perfeccio
nados, engrandecidos, asegurados por la revelacion evan
gélica. Y con el auxilio de la gracia, no observan ménos esos
preceptos, no poseen ménos, escrita en sus corazones, esa
ley natural que os gloriais de poseer, escrita en unas tablas
de piedra : no son ménos instruidos por su ciencia , que vos
otros por los libros de la Ley : no son ménos por sí mismos una
ley viviente : no participan ménos de las ventajas que vos
otros habeis obtenido por la circuncision (san Pablo: Cap. n,
versículo 26): no son ménos verdaderos hijos de Abrahan
(versículo 28).
Hé ahí lo que ha dicho san Pablo en ese pasaje. Es pre
ciso, pues, ser muy atrevido para encontrar en él lo que el
grande santo Tomás no ha encontrado, y para hacer de santo
Tomás el propagador de la opinion racionalista; es necesa
rio ser muy intrépido para afirmar que por ese pasaje san
Pablo ha supuesto que el hombre aislado, el hombre extraño á
toda revelacion social , á todo conocimiento de Dios y de sus le
yes (que todo hombre que viene á este mundo encuentra
en la sociedad) , puede , por sólo sus medios , elevarse á ese
conocimiento , y que independientemente de toda instruccion
preliminar (único medio que le enseña el lenguaje y al mis
mo tiempo le da las primeras nociones del órden intelectual
y moral), puede formarse por sí mismo esas nociones y lle
gar á ser su propia ley ; es decir , puede afirmar que san Pablo
era racionalista puro. Porque esa doctrina del hombre, que
— 207 —
no busca más que en sí mismo toda verdad y toda ley, y que
se hace él mismo su ley y su verdad , es , como ya se ha visto,
el racionalismo puro, el racionalismo 61osófico y absoluto.
Y obsérvese además, que esos mismos gentiles, de quienes
san Pablo ha dicho que sin tener la ley hacen naturalmente lo
que es segun la ley, y son ellos mismos una ley, están justificados
delante de Dios, segun san Pablo , aunque jamás hayan oído ha
blar de la ley , son preferibles á los mismos judíos , que, ha
biendo recibido de la ley la circuncision, no observan la ley,
y un dia serán tambien sus jueces (V. 2o, 26, 27). Pues
bien : si, como pretenden los semiracionalistas, san Pablo no
ha hablado en ese pasaje de los gentiles cristianos que no
habian aprendido la ley de Moisés, sino de los gentiles en el
estado puramente natural, de los gentiles extraños á toda no
cion de Dios (ántes de haberse formado una en sí mismos) y
hasta
mos, sau
á la Pablo
lev natural
habriaántes
enseñado
de haberla
de la encontrado
manera másenexplícita
sí mis-
(1) Sed quod dicit naturaliter dubilationem habet videtur enim patrocina-
ri Pelagianis, qui dicebant quod homo , per sua naturalia, potest oinnia pran-
cepla legis servare. Uiide exponendum est naturaliter, ¡d est, per naturam
gratia reformatam. (Loe. cit.)
— 208 —
de la ley, para llegar á la justificacion y á la salvacion: hé
ahí á san Pablo hereje y en contradiccion consigo mismo !
Eso.es en extremo grave , mucho más grave de lo que se
piensa. Estamos muy distantes de sospechar que los semira-
cionalistas sigan el pelagianismo , y de creerlos imbuidos de
ese error colosal, de que sin apercibirse quizá, acusan al
mismo san Pablo. Pero es imposible á todo hombre reflexivo
y lógico el no entrever en las doctrinas de esos impruden
tes católicos algo falso y temerario, algo de conforme á las
doctrinas de los pelagianos, de los semipelagianos y jansenis
tas; algo que sirve de apoyo y de incentivo á los errores de
esos sectarios; y algo , en fin , que justifica la calificacion que
les hemos dado de semipelagianos de la filosofía.
Es, pues, indudable que en el pasaje que acabamos de
citar, san Pablo no ha hablado más que de los gentiles cris
tianos: que los semiracionalistas le hacen hablar en el de los
gentiles paganos: que san Pablo no ha hablado más que de la
ley de Moisés , y que los semiracionalistas le hacen hablar de
la ley natural: que san Pablo no ha hablado más que en el
sentido moral, y que los semiracionalistas le hacen hablar en
sentido filosófico; es evidente que san Pablo no ha hablado
más que de la espontaneidad, de la facilidad, con las que,
ayudados por la gracia , hasta los gentiles extraños al mo-
saismo pueden cumplir las leyes morales dadas á los judíos,
y santificarse y salvarse tan fácilmente como los judíos;
mientras que los semiracionalistas le hacen hablar de la po
sibilidad, de la facilidad con que todo gentil, todo hombre,
puede, con sólo su razon, encontrar la ley y cumplirla sin la
gracia. En fin, san Pablo ha hablado como discípulo de Je
sucristo, y los semiracionalistas le hacen hablar como maes
tro de Pelagio y de M. Cousin. Jamás, preciso es convenir
en ello , se ha hecho semejante abuso de la palabra inspirada:
jamás se han falseado tan completamente los textos bíblicos.
Todos los demas textos de la Escritura que los semiraciona
listas citan en su favor, son interpretados por ellos con la
misma ligereza y presentados con el mismo aplomo. Y eso,
les volvemos á preguntar, es ignorancia ó mala fe? ¿No ha
brá un poco de una y otra? Nos abstenemos de decidir so
bre este punto, y sólo recordarémos que M. Bigault ha lla
mado un libro juicioso y liberal para, la razon á la informe
rapsodia, al libro pesado é indigesto que contiene semejan
tes enormidades. Pase la palabra liberal para la razon, pero
la de juicioso no puede tomarse con seriedad.
(i) Apud philosophos multa vera de Deo inveniuntur lanquam aurum et au-
gentum, quodnon ipsi insutuerunt , sed de quibusdam quasi metal lis divi—
ns Providentiae quae ubique infusa est eruerunt. (De Doctrin. Christian.,
Cap. xxx.)
— 238 —
don particular de la bondad de Dios, participa toda alma. Eso
es lo que llama la naturaleza hablando á todos , y sugiriendo
á cada hombre las creencias comunes de la humanidad (1 ):
eso es lo que, en fin, llama leyes de la naturaleza, porque las
verdades umversalmente conocidas, umversalmente admiti
das, son las leyes, las condiciones inmutables sobre las cua
les se apoya y descansa todo el órden moral , como el orden
físico reposa en las leyes inmutables de la dinámica : leyes
de la naturaleza, de que tambien ha dicho Tertuliano que los
filósofos no han hecho otra cosa que apoderarse de ellas,
apropiárselas, y algunas veces presentarlas con el mayor
descaro como su propia obra (2).
Esas tradiciones y esos conocimientos, las habian, pues, en
contrado los filósofos por todas partes, en derredor suyo y
ante su vista , y hasta puede decirse que las tenian á la mano,
no tan sólo fuera de sí mismos , sino tambien en sí mismos,
en los que la educacion primera las habia desfigurado. Con
el auxilio, pues, de esos primeros conocimientos, se eleva
ron á otros: con el auxilio de esas verdades , conocieron otras
verdades: con el auxilio de esos conocimientos que habian
recibido y de esas verdades que les habian sido reveladas en el
hogar doméstico por la enseñanza , y en la sociedad misma
por la ley práctica de los pueblos en que vivian , pudieron
llegar á la demostracion de otros conocimientos y de otras
verdades. Por manera, que, como ha observado muy bien
santo Tomás , por la luz de la razon natural llegaron á com
prender y demostrar los principales atributos de Dios; pero
no los descubrieron ni inventaron , y su ciencia y su filosofía
fueron una ciencia y una filosofía de demostracion y no de in
vencion (3). No hay nada más claro.
(1) Philosophi qui non videntur laborasse in studiis suis, nisi ut inveni-
rent quomodo videndum est accommodate ad bealitudinem capessendam , cur
dissenserunt et á magislris discipuli, et inter se condiscipuli? Nisiquia, ut
nomines, humanis sensibus et humanis ratiocinationibus ista quassierunt?...
Quid agit? Aut quo vel qua, ut ad beatitudinem perveniatur , humana se por-
rigit infelicitas, si divina non ducit auctoritas? (DeCivüate Dei: Lib. xvm,
Cap. xli.)
— 241 —
cuanto trabajo las escuelas de la Grecia , el Principe de la
elocuencia romana y los talentos más elevados del mundo,
procuraron la adquisicion del soberano bien. Mas tampoco
ignora nadie que no pudieron encontrar ni obtener nada, y
que el único resultado de sus tareas fué el delirio de su es
píritu, y el endurecimiento y ceguedad de su corazon. Y ¿por
qué? porque en asunto de tan grande importancia no quisie
ron seguir otra guia que á sí mismos» (1).
Los filósofos paganos no tuvieron los libros santos para
servirles de regla de conducta en el descubrimiento de la
felicidad del hombre. ¿Cuáles, pues, esa autoridad divina
que san Agustín les censura que no quisieron tomar por guia?
No pudo ser otra que la tradicion y las creencias constantes y
universales de la humanidad , en las que precisamente por
su constancia y universalidad, habían reconocido algo de
divino. ¿Qué es extraviarse por haber hecho uso únicamente
del sentido humano , del raciocinio humano , y no haber querido
seguir otra guia que á sí mismos, sino el sentido, el raciocinio
humano por sí solos , el hombre sólo y la razon humana por
sisola, colocada fuera de loda revelacion y de toda tradicion, que
no conducen más que al error? Desafiamos á los semiraciona-
listas más intrépidos á que nos presenten un sentido más plau-
sibleque este en los pasajes de esos grandes doctores que han
tenido el valor de citar con aire de desprecio, y sin darles la
menor importancia. (Del valor de la razon, Pág. 373 y 377.)
Pero nuestro adversario ha pensado de la misma manera;
pues despues de haber dicho que los antiguos filósofos tuvie
ron á la vista , monumentos , usos y narraciones antiguas , pro
sigue á sí: «Es una desgracia, dice el padre Baltus, que lé-
jos de detenerse ante esos restos venerablest, lejos de aplicarse á
(i) Ñeque enira ignotum est quantum Gracae scholae, romana eloquen-
tia, et totius mumli ¡nquisitio circa invenienüum summum lionum , acerrimis
studiiset excellentissimis ingeniis laborando, nihil egerint, nisi ut evanesce-
rént in cogitationibus suis et obscuraretur cor insipierts eorum, quia ad eog-
nescendam veritutem semetipsis ducibus utebantur. (Avers. Co'let., Cap. xu.)
16
— 242 —
distinguirlos y seguirlos, han contribuido más que todos los de
más á arruinarlos y hacerlos desaparecer por la desenfrenada
licencia con que todos los dios inventaban , segun su capricho,
nuevos sistemasele moral y de Religion , y destruían todo lo que
les era opuesto* . Luego el mismo crítico, con una sencillez en-
canladora, añade: «Si bien es cierto que, despreciando las
narraciones poéticas y populares para entregarse á su espí
ritu propio y á sus invenciones aventuradas, se encontraron
con frecuencia más lejos de la verdad que el pueblo y que los
poetas (Pág. 371).
Parece que al hablar de ese modo un escritor del triste
papel que la razon de los antiguos filósofos ha representado
con respecto á las verdades conocidas , era de esperar una
daclaracion franca y formal sobre la impotencia de la razon
sola para comprender la verdad. Pero todo menos eso, pues
afirma lo contrario.
«Esos filósofos, dice, tan desprovistos de auxilio, supie
ron, sin embargo, descubrir y enseñar muchas verdades im
portantes. Y si por una ignominiosa corbardía, ó por una
criminal apostasía , no se atrevieron á profesar todo lo que
conocieron , si retuvieron la verdad de Dios cautiva en la in
justicia , como de ello les acusa san Pablo , eso prueba su cri
men y no su ignorancia. Si encubrieron sus conocimientos,
no por eso debe decirse que no tuvieron ninguno, que no su
pieron descubrir nada, porque algunos descubrieron muchas y
muy buenas cosas (Pág. 363). ¿Cuáles fueron esas cosas, res
petable Padre? Por lo que hace á las grandes y buenas cosas
que se encuentran en sus libros, tocante á la naturaleza de
los atributos de Dios, la creacion, la vida futura, la resur
reccion de los muertos y la recompensa de la virtud, no las
descubrieron , sino que las usurparon á los judíos , como vos
mismo lo habeis reconocido. Por lo que concierne á las ver
dades más sencillas y más comunes de la moral y de la Re
ligion , habeis convenido en que las tuvieron ante sus ojos, por
que las encontraron en los monumentos, los usos y las narrado
- 245 -
nes antiguas. Tampoco, pues, las descubrieron; al contrario,
habeis reconocido espontáneamente que , con respecto á esas
mismas verdades , los filósofos fueron menos sabios y razonables
que la multitud ignorante (véase la Pág. 178), y que despre
ciando las verdades poéticas y populares para entregarse á su
espíritu propio y á sus invenciones aventuradas , se encontra
ron más distantes de la verdad que el pueblo y que los poetas. Ha
beis cenfesado ademas, de acuerdo con vuestro colega el
padre Bal tus, que léjos de detenerse ante los restos venerables dé
los monumentos , de los usos y de las narraciones antiguas : lé
jos de aplicarse á distinguirlas y seguirlas , contribuyeron más
que los otros á arruinarlas y hacerlas desaparecer. Es, pues,
evidente que, segun vos, no descubrieron las sencillas ver
dades que los monumentos , los usos y las narraciones antiguas
habían colocado ante su vista; porque creemos que no quer
riais sostener que los filósofos , despues de haber compren
dido esas verdades por su razon, las abandonasen, apre
ciando en poco su propio descubrimiento , destruyendo y ha
ciendo desaparecer su propia obra y renunciando á su propia
conquista. Y por otra parte, ¿qué necesidad tenían los filó
sofos de descubrir por su razon verdades conocidas de todo
el mundo ? porque la multitud ignorante y el pueblo conocían me
jor que los filósofos esas verdades , pues las habían visto en los
monumentos, los usos y narraciones ; en una palabra, en la tra
dicion. Sólo que, más sabios en eso y más razonables que los filó
sofos, la multitud y el pueblo las habían conservado.
Otra vez os preguntaremos, ilustre y celoso maestro de los
simples, ¿cuáles son esas buenas y grandes cosas que los filó
sofos descubrieron ? Sed bastante bondadoso para acudir en
auxilio de nuestra ignorancia, y dignaos indicarnos una sola.
No debe seros muy difícil , puesto que á fe de semiraciona-
lista asegurais que descubrieron un número tan grande de
ellas , que os veriais muy embarazado si trataseis de hacer su
enumeracion. Señaladnos una sola de las verdades, aun las
más vulgares, que, desconocida completamente al género hu
— 244 —
mano y extraña al mundo, haya sido descubierta por los fi
lósofos, enseñada por ellos á los hombres y que á la sombra
de su autoridad hava obtenido derecho de ciudadanía en el
mundo. No lo intentaréis siquiera; porque vos y todos los ra
cionalistas juntos, no lo conseguiriais. Podriais muy bien in
dicarnos muchas verdades, y áun todas las del orden inte
lectual y moral , como conocidas y admitidas en un tiempo
por la tradicion y como oscurecidas y borradas en otra época
por la razon; pero no podeis citar ni una sola, que, oculta á la
tradicion, haya sido descubierta por la razon.
En efecta, de las escuelas es de donde han salido el dua
lismo, el panteismo , el ateismo, el idealismo, el materialis
mo, el sensualismo y el escepticismo; desde ellas han inva
dido los templos , pero de los templos no se han extendido
por las escuelas. La supuesta ciencia delos filósofos (vos aca
bais de decírnoslo), es la que más que ninguna otba ha arrui
nado los monumentos , los usos y las narraciones antiguas de la
fe de los pueblos; las supersticiones de los pueblos no son
las que han arrastrado á los filósofos á sus lamentables erro
res. La razon , que ha querido marchar sola , es la que ha he
cho desaparecer las tradiciones, y no son estas las que han
extraviado la razon. Todos los errores que han trastornado el
mundo, y que han estado á punio de concluir con la huma
nidad entera , no han sido tanto la obra de una fe demasiado
crédula, como de una razon audaz, intolerante y destem
plada. Se sabe con exactitud cuando y por quien han sido
negados los dogmas de Dios , del alma , de la ley y de la vida
futura; pero no se sabe, ni se sabrá jamás, cuando y por
quien fueron inventados , sino que el mismo Dios los reveló
desde el origen del mundo. La creencia de la verdad ha pre
cedido siempre y por todas partes á su negacion , como la
inocencia ha precedido siempre y por todas partes al crimen,
la virtud al vicio, el orden al desórden , y la civilizacion á la
barbarie.
Si se recorre la historia de la Filosofía , sedescubre en ella
— 245 —
á la razon algunas veces desenvolviendo y demostrando la
verdad conocida , pero con mucha más frecuencia rechazán
dola y combatiéndola : jamás ia observamos inventando la
verdad ignorada ; y esa historia no lo es de la afirmacion y
restauracion, sino de la duda y de la negacion de la verdad:
es la historia de las grandes y lamentables ruinas que la razon
humana, entregada á sí misma, ha formado y amontonado
siempre en el mundo.
Parecerá tal vez que al hablar de este modo exageramos
la impotencia de la razon sola, y los males que ha causado
con respecto á la verdad ; mas, sin embargo, nuestro mismo
critico se halla de acuerdo con nosotros en cuanto á este par
ticular. Para refutar lo que con tanta intrepidez ha sostenido
tocante á descubrimientos en materia de verdades morales y
religiosas, que, segun él, ha hecho la razon sola, ó entregada
á sí misma, de los antiguos filósofos, no necesitamos más
que presentar á nuestros lectores las duras y terribles frases
conque se expresa contra esa razon. Helas aquí: «Segura
mente, los filósofos antiguos no escasearon el estudio, ni
carecieron de ingenio , de tiempo, ni de toda clase de me
dios humanos. La experiencia fué bastante larga, bastante
general, bastante solemne. Y bien: cuál fué el resultado?
Ninguna necesidad tenemos de disimular ó de atenuar lo que
han dicho de verdadero, grandioso y bello. Confesarémos con
gusto que se encuentran en sus obras observaciones exac
tas, admirables, sobre los principales objetos de los conoci
mientos humanos , y que se hallan en ellas magníficos trozos
de verdades; mas por casi todas partes son verdades incom
pletas, y desfiguradas con frecuencia por la mezcla de las más
extravagantes concepciones. ¿En dónde se encuentra un con
junto de nociones un poco seguidas, un poco completas , sobre
lo que más importa conocer : sobre el origen de este mundo y
las creaciones: sobre la naturaleza de Dios único: sobre la
Providencia y la parte que toma en las acciones humanas:
sobre las relaciones que unen á Dios y á los hombres : sobre
— 246 —
los deberes que de ellas emanan: sobre el origen, la natura
leza y el destino del alma humana: sobre el objeto de nues
tra existencia y la direccion que debemos dar á nuestro sér : so
bre la fraternidad que nos une á todos y nos obliga á todos : so
bre la igualdad de todos los hombres delante de Dios, etc. , etc.?
¿En dónde está el filósofo, en dónde la escuela que haya for
mulado sobre lodos esos puntos una doctrina sana y perfectamente
enlazada? ¿En dónde está el símbolo de la Filosofía, en dónde
el código de Religion y de moral sancionado por ella?
»Los filósofos paganos conocieron á Dios; pero tan débil
é imperfectamente , que puede decirse que no le conocieron. Al
gunos, indudablemente, reconocieron un Sér supremo, úni
co, incorporal; pero jamás hablaron del culto que le es de
bido. ¿Y no han supuesto constantemente al hombre sin relacio
nes con él? ¿No permitieron, y áun aprobaron, que sus contem
poráneos rindiesen sus homenages, sus adoraciones y sacri
ficios á infames divinidades?
» Seria una tarea interminable el referir sus crímenes y sus
absurdos, y el demostrar cuanto desconocian el origen del mal,
la naturaleza de Dios y el verdadero carácter de la virtud,
no corrigiendo casi siempre un vicio sino con otro.
»En moral , sobre todo, y en Religion , si alguna vez se en
cuentra la verdad en sus escritos , aparece en ellos como su
mergida en un mar de errores. La verdad sorprende en los fi
lósofos paganos, como el error en los filósofos cristianos; ¡tan
poco á propósito son unos y otros para habituarnos á ellos !
• Los filósofos paganos no saben ni partir de principios cier
tos, ni probar con órden y rectitud para llegar á la verdad;
pudiera decirse que la encuentran por casualidad. Y áun cuan
do la encuentren, son incapaces de retenerla con fuerza, y
formularla con claridad: es como un fuego fatuo en una noche
oscura; casi siempre es una conjetura mas bien que una cer
tidumbre; si afirman, no se adelanta mucho, porque lo mis
mo afirman lo verdadero que lo falso , lo razonable que lo ab
surdo.
— 247 —
» Esa mezcla de verdades y de errores , de opiniones y de
conjeturas , producen por único resultado aumentar la confu
sion y el desaliento en los espíritus. Despues de muchos siglos
de disputa , la incertidumbre fué mayor que al principio , en tér
minos que al fin los más sabios tuvieron que refugiarse en el
escepticismo , miéntras que los otros se sumergian en un vano
misticismo ó se abandonaban á las extravagancias de la su
persticion.» (Del valor de tarazon, Pág. 41 6 , 420.)
Hé ahí lo que el autor Del valor de la razon y de ló que puede
la razon por si sola ha dicho acerca de las proezas de la ra
zon sola en los tiempos antiguos. Segun ese trozo , tan elo
cuente porque está lleno de verdad, la razon sola de los an
tiguos filósofos, áun marchando durante largo tiempo al res
plandor del genio , demostró no poder nada por sí sola , y no
dió pruebas devaler sino para la destruccion. No sólo no descu
brió nada verdadero, nuevo, sólido, cierto y completo, sino que no
hizo más que desfigurar , oscurecer, mezclar con inmensos er
rores, y hacer enteramente desconocidas las antiguas verda
des. No supo crearse ni una regla segura, ni principios fijos;
no conoció á Dios, el alma y los deberes , sino como si jamás
los hubiese conocido ; no supo crear más que las profundas
tinieblas de todos los errores, la corrupcion de todos los crí
menes. Despues de negarlo todo, concluyó por negarse á sí
misma , concluyó por lanzarse en la sima del escepticismo ó
por sumergirse en las cenagosas aguas de la supersticion.
«Nada hay más propio, añade el mismo autor, para confun
dir para siempre el orgullo del espíritu humano. Ha triun
fado y sido omnipotente en las artes y ciencias puramente hu
manas , y no tiene ninguna fuerza para arreglar la vida del hom
bre. En el momento de la más elevada cultura intelectual y
artística es cuando aparece la más profunda degradacion moral
y religiosa. Entonces es cuando los pueblos, abjurando toda
dignidad humana , se abandonan á sí mismos, y se adorme
cen en el placer á los piés de sus inmundos ídolos. Pueblos y
filósofos, todos están sin luz y sin fuerza, y las tinieblas y la
. — 248 —
corrupcion se hacen universales.» Está, pues, probado, con
cluye el doctor del semiracionalismo : « Que la razon humana,
que ha sabido elevar á la más alta perfeccion las artes y al
gunas ciencias útiles , se ha mostrado incapaz de bastarse á si
misma en moral y en Religión, hasta natural » . (Pág. 424.)
Eso es muy cierto, y nos da el derecho de concluir á nues
tra vez: Está, pues , probado, por confesion del semiraciona
lismo, que la razon de los antiguos filósofos no descubrió nada
en moraly en Religion, hasta natural; que todo lo que tartamu
deó acerca de esas materias, lo tomó de las tradiciones que
despreció y arruinó ; que la razon sola es incapaz de bastarse á
sí misma en moral y en Religion, áun natural; que en cuanto á
esto , los tradicionalistas tienen completamente razon ; que el
semiracionalismo, estando por una parte en su favor, los des
cubrimientos de la razon filosófica antigua, y por otra, habiendo
trazado un cuadro tan espantoso de la impotencia de esa ra
zon, se ha puesto en contradiccion palpable y se ha refutado
á sí mismo.
§ 3." Tercera prueba de que los antiguos filósofos no descubrieron nada por
su razon , sino que recibieron de la tradicion social las primeras verdades
de la moral y de la Religion : su propia confesion. Confucio, Sócrates , Pla
ton, Aristóles, Ciceron, etc., establecieron la creencia en la tradicion, como
la regla general para conocer las verdades más importantes. Los racionalis
tas absolutos y moderados, han sido solemnemente desmentidos, en cuanto á
este punto , por los mismos á quienes adoran.
(1) Priscis in hac re credendum est, qui, düs geniti, ut ipsi dicebant, pa—
rentes suos optime noverant. ¡mpossibile sane deorum film fidem non habere,
licet nec necessariis neo verosimilibus rationibus eorum oratio confirmetur.
Verura quid de suis uc nolis rebus loqui se affirraabant, nos, lebm secuti, fidem
prcestabimus. (In Timceo: tom. íx, opp.)
(2) Deus, sicut antiquus quoque sermo testatur. (De Legib.: Lib. ív, to
mo viii, opp.)
(3) Unam rationem antiquam liabens atque pracipuam. (Ibid.)
(4) Multo raagis quara quivis homo ut ferunt. (Ibid.)
— SM —
En fin, encontramos tambien en Platon este tierno pa
saje: «No me aflige el morir, porque tengo la esperanza deque
habrá un destino para los hombres despues de la muerte , y
que será mejor para los buenos que para los malos , segun
LA LEY ANTIGUA DEL GÉNERO HUMANO... (1 ) ES NECESARIO ATENERSE
SIEMPRE Á LO QUE ESTA DECLARADO EN EL TEXTO ANTIGUO Y SAGRADO,
á saber, que nuestra alma es inmortal y que al salir de este
cuerpo encuentra jueces ante los cuales tiene que sufrir un
gran juicio (2), y es preciso tener fe en esta antigua y sana
doctrina (3)».
Aristóteles, en diferentes lugares de sus numerosas obras,
ha profesado la misma doctrina: nos contentaremos con ci
tar un sólo pasaje de ellas, que se encuentra en su tratado
Del Mundo , Cap. vi : « Es seguramente tradicion antigua , dice,
trasmitida por todas partes de padres á hijos (4), que Dios es
el que lo ha hecho y lo conserva todo. No hay ser en el mun
do que pueda bastarse á sí mismo y que no perezca si es
abandonado de Dios , lo cual hizo decir Á alguno de los anti
guos (5) que todo está lleno de Dios : discurso que conviene
al poder de Dios, mas bien que á su naturaleza. Sí, Dios es
verdaderamente el criador y el conservador de lodos los
séres, sean cuales fueren en todas las partes del mundo; pero
no lo es á la manera del débil artista , cuyos esfuerzos son
penosos y dolorosos : lo es por su poder infinito » . .
Si de la Grecia nos trasladamos á Roma, encontramos que
la sabiduría del Occidente habla allí como la sabiduría del
Oriente, tocante al origen y la autoridad de los conocimien
tos filosóficos sobre Dios y la Religion. En los tres libros De
h naturaleza de los dioses , de Ciceron , en nombre de la fi-
(1) Socrates diis gentium sacrificavit et inter alia gallum Esculapio. Plato,
in Epinomide , divinum cultum tribuit coelis, astris et daemonibus. Cicero si-
mulacra colenda docuit. Ita ut merito in eos hic ita delonet apostolus. (A La
pide: in Cap. i, v. 23 , ad Román.)
— 258 —
Iglesia han condenado la filosofía pagana y con qué esmerose
dedicaron á preservar á los fieles de los peligros de esa filo
sofía» (Pág. 350). En cuanto á Platon en particular, los Pa
dres, no sólo no le han guardado más consideracion que san
Pablo, sino que le han combatido nominalmente. Tertuliano
le llama el patriarca de todos los herejes: Patriarcham omnium
hoereticorum. (Contra Hermóg., i.) El antiguo apóstol de las Ga-
lias, san Ireneo, le llama la salsa de todas las herejías : Con-
dimentarium omnium hcereseon. (De Hceresib.) Más adelante
oiremos á san Agustín quejarse amargamente y lamentarse,
en su ancianidad, de las alabanzas que en su juventud pro-
digára á Platon , á su escuela y á los académicos, y llamarlos
á todos en masa hombres impíos, cuyas doctrinas son las más
opuestas á los dogmas cristianos (1 ).
Nada hay, pues, nada menos fundado y más gratuito que
la opinion semiracionalista de que, en su terrible acusacion
contra los filósofos paganos, san Pablo quiso exceptuar el pla
tonismo. Tristeza nos causa el ver á nuestros adversarios en
gañarse groseramente cuantas veces procuran explorar en
favor de su sistema, y convertir contra uosotros la historia
de la Filosofía; pero ese es el merecido castigo de su injusti
cia para con la tradicion.
Despues de condenar á Sócrates , Platon y Aristóteles por
(1) En cuanto á la objecion que se nos pudiera hacer de que algunos de los
antiguos Padres recomendaron mucho la Filosofía, nuestro antagonista lia con
testado á ella categóricamente por nosotros en los siguientes términos: «No
puede autorizarse el lenguaje de los primeros Padres de la Iglesia, que no daban
ú la palabra filosofía el mismo sentido que umversalmente se la ha dado despues.
Para Justino, Orígenes, Eusebio, y hasta para san Agustín (tambien hubiera
podido añadir san Basilio y san Juan Crisóstomo), la Filosofía es la investiga
cion de lo divino , como se halla confesado en el Cristianismo. Seguu Clemente
de Alejandría , la verdadera filosofía sólo proviene del Hijo de Dios. Es evidente
que la filosofía que entendían oponer á la filosofía griega era generalmente la
verdad cristiana, el conjunto de las enseñanzas del Cristo, la doctrina nueva,
la verdadera gnósis, dice san Ireneo. Ese lenguaje, ese nombre general dado
á la Filosofía , era comprendido entónces , era aceptado y no ofrecía ningun
riesgo, etc. (El Tradicionalismo, etc., Pág. 99.)
— 259 —
lo licencioso de sus costumbres, el mismo grande comenta
dor de la Biblia combate tambien en el mismo título á los prin
cipales filósofos paganos, sus sucesores é imitadores, y hace
preceder por ese Kirie esta espantosa letanía de los santos de
la Filosofía : «Para ver que nada hay más justo ni más verda
dero que la opinion de san Pablo, y que los filósofos anti
guos eran los más impúdicos y los más inmundos de todos los
hombres, examinad, lector, los retratos que por series ha he
cho de ellos Diógenes Laercio , y el horrible emblema que
distingue á cada uno de ellos» (1).
La decision apostólica á que aquí se hace alusion, se halla
concebida en estos términos : « Como ellos reprobaron el co
nocimiento legítimo de Dios, Dios los entregó á su sentido
reprobado , y los dejó hacer cosas inconvenientes : Sicut non
probaverunt. Deum habere in notitia, tradidit illos Deus in re-
paoBUM sensum, ut faciant ea quce non conveniunt. Observad,
bien, dice sobre este punto el mismo ilustre intérprete, la
relacion filosófica (más palpable todavía en el griego) que
existe entre estas dos palabras de san Pablo : reprobaron el
conocimiento, y el sentido reprobado. El Apóstol ha querido
oponer aquí reprobacion á reprobacion; ha querido hacernos
comprender , como ha observado san Gregorio , que el ver
dadero conocimiento de Dios es la gran regla de las acciones
del hombre, y que reprobando esa regla especulativa, nada
más justo que el abandono por parte de Dios en el sentido re
probado, que nos hace errar en la práctica : Qui errant in Dei
cognitione juste traduntur ut errent pariter in agendis; ha que
rido enseñarnos que la conducta profundamente inmoral de
los filósofos fué la cosa más lógica desde el instante que se
formaron una idea profundamente errónea de Dios , y que la
corrupcion de su juicio que los impulsó á atribuir al hombre
y á los brutos la divinidad , debió producir en ellos la cor-
(1) Esa expresion no tiene precio. El desprecio que los filósofos se profesa
ban mutuamente era una justicia que se hacían unos á otros. Como se cono
cían , se trataban con la consecuencia que debían.
(2) Esos hombres de ¿? .lio no fueron más que Platon y Aristóteles. Así se
— 262 —
caron de él los conocimientos útiles que estaba destinado á
producir, porque se dedicaron á obtener menos la verdad que
la celebridad, siempre más dóciles á los impulsos de la vanidad,
que á la voz de la conciencia y de la razon» (Pág. 385).
Es verdad que más adelante el mismo autor ha consa
grado un capítulo entero á probarnos la utilidad providencial
de la ciencia pagana , y ha dicho : « En materia de verdad
religiosa y moral la Filosofía podia todo, la Filosofía nó pódia
nada ; ese es el doble error del racionalismo y del tradiciona
lismo» (Pág. 422). Pero de todo eso se ha retractado solem
nemente en el pasaje siguiente, en el cual reconoce en los
términos más explícitos como una verdad indudable, lo que
acababa de echar en cara al tradicionalismo como un error, á
i saber, que la ciencia pagana no ha sido de ninguna utilidad,
y que en materia de verdad religiosa y moral, la Filosofía no ha
hecho nada , porque nada podía. Hé aquí sus palabras : « Cada
filósofo poseia sin duda alguna verdad ; pero su enseñanza,
qué autoridad podia tener sobre la poblacion? Lo que el pue
blo necesita no son argumentos y demostraciones sábias y
científicas, sino una enseñanza positiva, cuya autoridad le
sea garantida de antemano. Pues bien, los filósofos no tenían
ninguna. Tenian tanta ménos, cuanto que cada uno de ellos
era contradicho por los demás. ¿Cómo hubiera podido el pueblo
elegir entre ellos? Los sabios le despreciaban bastante para
abandonarse á todas sus miserias intelectuales y morales. Así
es que jamás se ha podido citar un pueblo, una aldea , que ha
ya sido instruidaó convertida por la Filosofía. Lejos de eso, los
filósofos, en vez de apartar á los pueblos del error, los con
firmaban en él con sus lecciones y su ejemplo. Todos saben
que ellos pusieron su ciencia al servicio de una religion detes
table» (Pág. 421-323).
Seguramente, el que, haciéndose eco de los cristianos exal
tados de los primeros tiempos, y del mismo san Pablo, se
ve que el mismo autor confiesa lo que había dicho más arriba: que san Pablo
no excluyó de su anatema á Platon ni á su escuela.
— 263 -
atreve á hablar con tan poca reverencia de los filósofos grie
gos y romanos y ha declarado en términos tan enérgicos que
su filosofía no fué de ninguna utilidad moral para los paganos,
y que fué para ellos un regalo del infierno , no ha debido tam
poco él admirar con mucha frecuencia á esos filósofos. Vamos,
reverendo Padre , reconoced que vos tampoco sois digno de
hablar de Filosofía, y no debiendo ser juez , venid á participar
de las cadenas y de la prision que tan caritativamente nos
habeis decretado. Tanto más , cuanto que al crimen que os
es comun con nosotros habeis añadido el de mentir en punto
á historia.
Pero volvamos á la prueba que el semiracionalista preten
de aducir en su favor de los supuestos descubrimientos de la
filosofía incrédula.
elicacia » .
Despues de haber establecido con esa confesion que la fi
losofía de las antiguas escuelas de Italia y de Elea no pro
dujo nada digno de imponer el culto y la admiracion de la
humanidad , pasando á la reforma intelectual y moral , que el
esceptismo y la corrupcion de los sofistas habia hecho nece-
saria, el noble autor dice: «Sócrates recibió la mision de lle
vará cabo esa reforma (vedle, pues, ahí apóstol). El resul
tado de la enseñanza de Sócrates fué inmenso; de ese sabio
data el movimiento regenerador del espíritu humano, y la época
que siguió á la muerte de ese mártir de la Filosofía fué ei apo
geo de esa ciencia ; ¿ha tenido jamás maestros más ilustres
que Platon y que Aristóteles?» Lector, guardaos de tomar
todo esto con seriedad; guardaos muy bien de pensar que el
eclesiástico distinguido que ha escrito esas frases, haya te
nido el meuor deseo de que se inscriba á Sócrates en el Ca
lendario , qwe se instituya una fiesta en su honor , y que se íe
tribute un culto religioso con rito doble de primera clase , con
misa y oficio del comun de los Apóstoles y de los mártires.
Semejante juicio seria temerario y muy perjudicial á su cien
cia incontestable y sólida piedad. Sabe muy bien que el que
tenia continuamente en los labios esta máxima: «Lo que está
sobre nosotros no nos concierne : Quodsupra nos, nihilad nos,
en el fondo no creia en Dios, y se burlaba de toda verdad, lo
cual le valió, segun el testimonio de Ciceron, el dictado de
bufon del Ática : Scurram alticum , por parte de Zenou y de los
estoicos, los más graves entre todos los filósofos de la anti
güedad. Sabe muy bien, porqué Laercio , Ciceron, Corne-
lio Nepote, Luciano, Plutarco y Plinio, el jóven, se lo han en
señado, que Sócrates amaba demasiado á los jóvenes mance
— 280 —
bos y que se habia familiarizado con los demonios (1 ), para
que no quisiese hacer de él un apóstol y un mártir de la ver
dad. Mas qué quereis? forzoso es repetirlo! ¡Tal es la triste
condicion de los tiempos! Es necesario hablar de esa ma
nera para hacerse perdonar, y aplacar á esa fiera recelosa, la
filosofía del dia. Así es, que despues de haber afirmado,
siempre por la misma razon, «que Platon mereció el recono
cimiento de la humanidad , que trazó el camino que puede con
ducirnos á donde encontremos los tipos eternos de lo verda
dero, de lo bello y del bien, y que su teoría del conocimiento
humano , á pesar de sus imperfecciones y de sus errores , per
manecerá como uno de los más hermosos monumentos del
genio del hombre », el mismo autor ha renegado de sus elo
gios, añadiendo : « ¡Pero, ¡triste testimonio de la debilidad de
nuestro espíritu! Platon, el divino Platon, fué dualistal Una
materia eterna, un Dios que parece no tener su luz en si
mismo y que seguramente no era criador, sino organizador
del mundo, tales eran sus más alias doctrinas (juzgad cuales
serian sus doctrinas más bajas); y puesto que en Platon se
observan semejantes errores teológicos , los demás errores mo
rales y políticos que se le censuran con sobrada razon , no de
ben extrañarnos » ; lo cual equivale á decirnos , que habiendo
desfigurado con los errores más groseros, de que el vulgo ig
norante se hubiera ruborizado , las verdades que habian to
mado prestadas de las tradiciones, el divino Platon ha arrui
nado en verdad la Teología , la moral y la política; que ha he
cho olvidar el camino que podria conducirnos á donde se en
cuentran los tipos eternos de lo verdadero , de lo bello y del bien;
que su teoría del conocimiento, como imperfecta y llena de erro
res, no es en manera alguna un monumento del genio, sino un
monumento de la locura del hombre; y, en fin, que Platon, en
el fondo , no tiene ningun derecho al reconocimiento de la hu-
(1) Los dos primeros crímenes de que fué acusado, y que le valieron la ci
cuta , fueron, segun Laercio (irt, vita Socr.), el haber querido introducir nue
vos demonios en el culto, y haber sido el corruptor de la juventud.
— 281 —
manidad. Yhé ahí la prueba que el semiracionalismo ha pre
tendido sacar del movimiento regenerador del espíritu humano
y de la época del apogeo de la Filosofía, en pro del poderío de
la razon .
Las épocas posteriores de esa ciencia no han podido sin
duda suministrarle nada más feliz; así que, nuestro excelente
adversario exclama sollozando : « A seguida de esa grande
época , despues de todos los esfuerzos de Platon , Aristóteles
y Zenon para constituir la ciencia , vemos comenzar de nuevo
una era de decadencia.» Nada es, en efecto , más cierto que
esa nueva y extraña decadencia de una ciencia que los más
nobles esfuerzos de la razon no habian podido constituir ja
más; por el que el mismo autor nos habla de la razon de Aris
tóteles (uno de esos grandes poderes constituyentes) como
admitiendo la eternidad de la materia , como negando la Pro
videncia y la inmortalidad del alma. Zahiere la razon de Epi-
curo, «esforzándose en hacer descender al nivel más bajo
la Filosofía, que la razon de Platon elevaba tan alto (como se
ha visto). Anatematiza la razon de Zenon, «por haber perpe
tuado la escuela panteística , por haber dado al fanatismo una
nueva fuerza y por haber cooperado con la razon de otros fi
lósofos al restablecimiento del escepticismo, que concluyó por
devorar la escuela principal y dominante de Platon» . Hace
caer todo el peso de su justa indignacion sobre el neoplato
nismo alejandrino que no hizo más que constituir «un vasto
panteismo, y mezclar y restablecer las superticiones paganas
para resistir al Cristianismo» . Luego concluye esa interesante
revista de la filosofía antigua con las siguientes líneas, en las
que el lector no dejará tal vez de sorprenderse al oir hablar
de los descubrimientos , de los progresos , de las glorias de esa
ciencia , en el momento mismo en que se pone de relieve su
miseria , sus derrotas y su ignominia , así como la impotencia
radical del espíritu humano para descubrir nada, «para esta
blecer nada en el reino de la verdad» . Hé aquí esas líneas.
«Al fin de una carrera de mil años, llena de tantas inves
— 282 —
tigaciones y trabajos , de talento , de gusto , de gloria , la Fi-
losofia se encontraba en el punto mismo de donde habia partido
en las antiguas escuelas de Italia y de Elea. Se encontraba
en el punto mismo, en que desde la más remota antigüedad
la habia colocado la especulacion racional. Y sin negar nin
guno délos descubrimientos (cuáles, si os place?) hechos su
cesivamente en el imperio de la verdad, sin poner en duda
ninguno de los progresos parciales realizados (¿quién ha visto
jamás esa realizacion?), puede afirmarse que el conocimiento
de Dios, del hombre, de su principio, de su fin y de su ley, no
habian adelantado un paso esencial y decisivo ( ¡ eso es incon
testable!). Así es, que el espíritu humano dió en la antigüe
dad la medida de las fuerzas que posee, para restablecerla
integridad de la verdad natural.»
El cuadro que el mismo autor nos traza de la filosofía mo
derna, es todavía más sombrío, y las conclusiones que de él
deduce contra la debilidad y la abyeccion de la razon, ais
lándose de la revelacion y de la tradicion , al mismo tiempo
que ensalza su poder y su dignidad, no son ni ménos conclu-
yentes ni menos decisivas: nos hace asistir al desgarrador es
pectáculo del racionalismo más desenfrenado del siglo xvu,
naciendo del protestantismo, quebrantando todas las verda
des reveladas, y hasta las naturales, combatiéndolas todas en
el siglo xviu y ahogándolas todas en sangre: nos hace asistir
á las horribles saturnales de la revolucion, señalándose en
nuestro siglo por todas las monstruosidades y las locuras del
error , y yendo á parar al panteismo, al ateismo, á la indife
rencia, al escepticismo, al individualismo y a! materialismo
más abyecto; vemos allí á la razon de Hobbes, Espinosa,
Hume y de todos los filósofos del ultimo siglo que les han se
guido, profesando cada uno sus errores: la razon de Kant,
exigiendo del hombre que renuncie á la razon: la razon de
Fichte, de Schelling y de Hegel, pretendiendo sacar del nada
positivo el universo , negando todo sér divino , existente co
mo sustancia distinta del mundo, y no percibiéndole más que
— 283 —
en la esencia de las cosas, en los fenómenos de la naturaleza,
en la personalidad y en la conciencia del hombre; vemos á
la razon de Feuerbac queriendo restablecer la adoracion del
hombre por el hombre , y los cultos idólatras en su horrible
é inmundo prosaicismo; y, en fin, á la razon deStirne, indig
nándose contra ese humanismo, que sólo concede á la huma
nidad los honores divinos, y estableciendo la divinidad y el
reinado de cada hombre en todo el poder de su individua
lidad y de su egoísmo. Contemplamos allí la razon de todas
las sectas francesas, que, partiendo (á imitacion de la razon de
las sectas alemanas) del principio de la unidad dfí sustancia , ha
importado en Francia el panteismo, el ateismo, el antropo-
leismo, la antropolatria de los hegelíanos, con toda,s sus con
secuencias, tan funestas como inmorales. Nos estremecemos
en presencia dela razon de'Proudhon , proclamando de una
manera más monstruosa todavía , la doctrina de los dos prin
cipios maniqueos, porque para ese filósofo el hombre es el
bien y Dios es el mal: segun él , no hay más que una sola Re
ligion y un sólo deber para el hombre, la negacion y el odio
á Dios. En fin, encontramos allí la razon de otros filósofos,
que para consuelo de la razon confundida, de la conciencia
horrorizada ante semejante delirio, no ha encontrado otra
cosa que decir sino que «no hay nada fijo, estable, infinito ni
perfecto : todo es movible, pasajero, fugaz y fenomenal. No
hay más que seres finitos, miserables, no saliendo de la na
da y no apareciendo durante algunos instantes en el teatro del
mundo , sino para volver á entrar sin cesar en la nada» . Doc
trina horrible, cuyas consecuencias necesarias son el insocia-
lismo, el misantropismo, la desesperacion y el suicidio.
Concluido ese cuadro, hé aquí como el sabio autor le rea-
same y la elocuente inscripcion que le pone: « Los prodigiosos
esfuerzos, dice, de la ciencia y del talento del último siglo y
del nuestro no han venido á parar más que en resucitar errores
viejos como el mundo. Esos hechos son irrecusables y se hallan
escritos con caracteres indelebles en la historia de la filosofía
— 284 —
de estos últimos tiempos. ¿Esas tristes doctrinas, esas aberra
ciones del entendimiento, son la rebelion del espíritu humano
ó el espíritu humano mismo? Si el movimiento filosófico que aca
bamos de describir era un desarrollo necesario y lógico de la
razon , y la razon, obedeciendo á sus leyes , iba á parar ne
cesaria y lógicamente á esas consecuencias funestas, el espí
ritu humano estaria juzgado. Atacado de una enfermedad cons
titutiva y de una debilidad incurable , seria para siempre in
capaz de llegar por sí mismo á lo verdadero y al bien. Pero
no es así.» Lector, no creais en ese pero, porque vais á
oir en el capítulo siguiente al mismo autor probar con toda
la fuerza de su aventajado talento , que verdaderamente es así.
Escuchad sus palabras: «Todos los sistemas que la ciencia
moderna ha calificado como la más alta expresion de lodos sus
progresos, nos vuelven á conducir, despues de diez y ocho
siglos de Cristianismo, á lodos los errores que han manchado
la infancia y la juventud de la humanidad. Bajo formas nue
vas y con un nuevo aparato de ciencia, el dualismo, el pan
teismo, el ateismo, el materialismo y la idolatría más repug
nante y monstruosa, renacen y tratan de sobreponerse al
Cristianismo, que ya una vez habia sacado á la humanidad
de la profunda decadencia á que aquellas doctrinas la habian re
ducido. ¡ QüÉ LECCION PABA EL ESPÍRITU HUMANO ORGULLOSO CON
LOS PROGRESOS DE LA RAZON Y DE LA CIENCIA!»
Es, pues, evidente, segun esta manera tan exacta y tan
verdadera con que los mismos jefes del semiracionalismo han
consignado los trabajos y los resultados de la filosofía racio
nal, que esa filosofía, siempre y por todas partes bastante
poderosa para evocar y para crear todo error, no ha podido
jamás descubrir ni establecer ninguna verdad, sino tan sólo
oscurecer y borrar la verdad. Es evidente que el semiracio
nalismo, afirmando que los descubrimientos de los filósofos anti
guos y modernos prueban el valor de la razon para llegar á des
cubrir por sí sola algunas verdades, ha mentido á la historia y
á sí mismo.
— 285 —
§ 1." La distincion entre el orden histórico y el orden lógico para evaluar con
exactitud el poder de la razon, sólo ha sido introducido por el semiraeio-
nalismo para sustraerse de las conclusiones contundentes contra el poder de
la razon que resultan de la historia de la Filosofía. Las teorias lógicas no po
drian probar nada en el asunto contra la constancia y la universalidad de
los hechos. La cuestion del racionalismo no es abstracta, sino concreta. La
distincion alegada es una nueva confesion de que la historia de la Filosofía no
prueba mds que la impotencia y la miseria de la razon y que el semiraciona-
lismo miente apoyándose en ella .
(1) Más adelante ha «lidio tambien : « Hay otro escollo , qwt procuraremos
evitar , y es el de trasformar en ley del espíritu humano , en necesidades lógi-
c.ií, en tendencias necesarias de la razon , ciertos errores, como el escepticis
mo ó el panteísmo, que se reproducen con regularidad; y que suelen brotar
siempre en las grandes épocas de la Filosofía. Puede demostrarse que esos
errores no eran inevitables». Pues bien : esas palabras nos muestran el grande
embarazo que experimenta el semiracionalismo en la falsa posicion en que se
lia colocado. Por una parte le es imposible admitir como principio que ciertos
frores, como el escepticismo y el panteísmo, sean leyes del espíritu humano, ne~
— 288 —
discusion es completamente inútil , y que se ha entablado con
poco tino y oportunidad.
La cuestion de que se trata no es el saber lo que la razon
seria ó podria ser en circunstancias excepcionales más ó mé-
nos poéticamente concebidas : es el saber lo que la razon
es en sus operaciones constantes, universales, ordinarias. Si
quereis saber , caballero, lo que la razon puede absolutamen
te, ni nosotros nos ocupamos de ello, ni el género humano
tampoco. Queremos saber lo que la razon puede relativa
mente en su estado actual en el hombre. La cuestion que nos
interesa á todos no es la que vos tratais aquí, sino la que
habeis reservado para tratarla más tarde; es decir, la cues
tion de saber si la razon tiene necesidad de un auxilio ex
traño ó divino , no sólo para obrar, sino para ser. Nada tene
mos que hacer con vuestro resultado, mas bien abstracto que
real, mas
cesidades lógicas
bien, tendencias
lógico que
necesarias
histórico,
de la razon
y un; en
resultado
una palabra
realéhis-
, que esos
errores sean inevitables. Y tiene razon; porque admitir eso, seria admitir que
Dios se habría burlado del hombre, dándole para evitar el error una razon que
le arrastraria necesariamente al error. Y por otra , le es imposible el negar un
hecho bien triste, pero constante, universal, incostestable : el hecho de queei
escepticismo y el panteísmo se reproducen con regularidad y siempre en las
grandes épocas de la Filosofía. ¿Cómo conciliar esas dos imposibilidades contra
dictorias, una lógica y otra histórica , una de derecho y otra de hecho? No le
habría sido muy difícil, si hubiera querido reconocer que la Filosofía (en pos
de la cual han aparecido con regularidad el escepticismo y el panteísmo para
producir siempre las grandes épocas), no es la filosofía de los judíos, ni la filo
sofía de los cristianos , inspirados por las tradiciones y que han marchado si
guiendo los resplandores de la fe, sino la filosofía pagana, antigua y moderna,
que se ha aistado de las tradiciones y de las creencias de la humanidad, y que
ha querido marchar, segun la expresion del divino Salvador, á la luz de sus ti
nieblas : Si lumen quod in se est , tenebras sunt (San Mateo); por medio de esta
distincion, hubiera podido sin escrúpulo transformar en leyes del espíritu hu
mano , en necesidades lógicas , en tendencia necesaria de la razon , la caída
de la razon en los más deplorables errores, cuando rechaza toda tradicion, toda
fe. Hubiera podido afirmar, por el contrario, la posibilidad, para la razon, de
evitar esos errores , consintiendo en ser enseñada y en creer. Entónces habria
cesado la contradiccion y hubiera quedado resuelto el gran problema. Pero eso
hubiera sido caer en pleno tradicionalismo, y eso le ha aterrado, y ha tratado
de evitarlo. Modicce fidei, quare dubitasti?
— 289 —
lórico es el que necesitamos. Un resultado abstracto y lógico,
que seria desmentido por la realidad y por la historia de las
cosas, no nos serviria para nada, y lejos de ser muy impor
tante no importa nada , ni vale nada para formarnos una idea
exacta del poder de la razon. Gracias , pues, por ese cúmulo
de ideas y de principios sobre la naturaleza del espíritu hu
mano, más ó ménos sólidos, más ó ménos arbitrarios y reu
nidos con una imaginacion tan atrevida como rica y brillan
te; pero todo eso no hace adelantar un solo paso la cuestion
cuya solucion se desea , la cuestion del poder real , práctico
É HISTÓRICO DE LA RAZON.
Ademas, nunca es mejor conocido ningun poder que por
su acto. Por los fenómenos de los seres adivinamos su na
turaleza. Al hombre, en particular, se le conoce por sus obras:
Operibus credite. ¿Quereis saber lo que es y lo que puede la
razon? Pues mirad lo que hace y loque ha hecho siempre.
Por un procedimiento analítico, mas bien que sintético, podeis
conocerla perfectamente. Es necesario consultar sus anales,
considerarla en la obra, tomarla en el hecho, sino se quiere
correr el riesgo de ver todas las observaciones , todas las hi
pótesis fisiológicas que se han formado acerca de ella , tras
tornadas por realidades históricas.
Con la rectitud de ánimo y de corazon que le distinguen, el
mismo autor ha concluido por convenir en todo eso á pesar
de lo que anteriormente habia dicho en sentido contrario,
porque él es quien ha trazado estas hermosas líneas: «Si se
quiere estar completamente en lo verdadero, es preciso no es
tudiar solamente á la razon tomada de una manera absoluta,
y reducida á sus solas condiciones lógicas: es necesario sobre
que
todo sentimos
considerarenal nosotros,
hombre histórico,
que vemosreal,
en viviente:
los demás.
al hombre
En él •
(1) Hé aquí cómo el sabio y celoso obispo de Poitiers lia juzgado esa trans
formacion de la filosofía del espíritu en filosofía de la carne : «Es un espec
táculo bien triste , ha dicho , el ver basta qué punto los hombres que tienen
por un mérito el haber resucitado el esplritualismo en las regiones filosóficas,
hacen traicion á la causa de la moral y del pudor, en sus obras históricas y
literarias, con harta frecuencia recibidas con elogio por cristianos tan poco
precavidos contra el mal como contra el error. El sensualismo se destila en
ellas con profusion. No merecía la pena de afectar un puritanismo doctrinario,
una austeridad semiestoica y semijansenista , en venir á parar en esas des
cripciones lascivas , en esos refinamientos de un pincel voluptuoso. Cierta
mente no hay en ellas nada de platónico: todo procede de la carne y de la san
gre». (Jvstucc. Sinod. del señor obispo de Potiers, segunda edicion, Pág. 69.)
El fus Ire prelado añade la nota siguiente, tomada de una pluma nada sospe
chosa, un filósofo del Diario de los Debates: «Por lo que á mi hace, dice ese
periodista , no puedo acostumbrarme á la idea de ver al traductor de Platon,
al restaurador del eclecticismo, convertido en Plutarco de las damas y en con
tinuador enmendado y perfeccionado de Brantome. Me parece que en estos días
de amargas pruebas para la Filosofía , los filósofos debían ser los primeros que
se presentasen en la brecha y no abandonarla. Me hace sufrir en extremo
(hombre intrépido ) el verlos ocupados en la arqueología de las callejuelas, y
desperdiciar en los detalles de una crónica medio galante y medio devota las
cualidades de un talento, que debían consagrar á trabajos más dignos de
ellos».
(2) M. L. Alloury, en el Diario de los Dsbates de 30 de Noviembre
de 1855.
— 296 —
ni judío, ni mahometano, ni católico, ni protestante; su Dios
es el que se revela á la razon pura, un Dios desprovisto de
toda forma y de toda manifestacion sensibte, uno, universal,
absoluto. El joven filósofo nos lo dice claramente: Dios no
existe fuera del hombre , fuera del mundo y de la creacion misma:
es el ideal de la razon y de la conciencia humana; es el hombre
ELEVADO, POR DECIRLO ASÍ, AL MAS ALTO GRADO DE PODER, ES
nuestro sér supremo. Fuera del hombre, Dios es la ley, el con
junto de las leyes que gobiernan el universo».
Las ideas de ese sabio improvisado sobre la inmortalidad
del alma y sobre la moral, se hallan al nivel de sus ideas
acerca de Dios; oigamos todavía á su panegirista : « Lo que,
dice, nos asombra y nos embaraza un poco más, es el lenguaje
del joven filósofo sobre la creencia en otra vida. Aquí no hay
equívocos. M. Dollfus (ese es el nombre de ese filósofo de
traje corto, que parece haberse deslizado en los salones
desde los jardines de Epicuro) enseña, con tono de triunfo y
de entusiasmo, que la fe en otro mundo es el mayor obstáculo para
el progreso de este : que la tierra es el único bien , la única espe
ranza del hombre : que su deber es concentrar en ella todos sus
pensamientos, todos sus deseos y no soñar en cielos imaginarios:
que el infierno y el paraíso están sobre la tierra , en la concien
cia de cada uno y no en otra parte». Cuando se leen los ar
tículos de ese nuevo Código religioso , se encuentran en él
dogmas como el siguiente: «No es la abnegacion lo que debe
predicarse, sino los goces. No desprecies los placeres que flo
recen sobre tu camino, recógelos. Eso no es un crimen, es
un deber: si tienen perfumes, es para tí».
¡Hé ahí lo que un joven de veinte años, que todavía se
sienta en los bancos del colegio, se ha atrevido á imprimir en
el reino cristianísimo! Pero lo que más excita la indignacion,
lo que más asusta en esa publicacion , triste eco de las doc
trinas que desde hace dos siglos asolan el mundo y pueblan
el infierno, no es el que haya aparecido una imaginacion de
veinte años, capaz de insultar de esa manera, con aire de
— 297 —
triunfo y de entusiasmo , á todas las creencias constantes y uni
versales, á todas las ideas, á todos los instintos, á toda ra
zon y á todo sentido moral de la humanidad. Hace largo tiem
po que la enseñanza pagana de ciertos colegios nos tiene
acostumbrados á esos extravíos por parte de la desgraciada
juventud, que leyes homicidas han eutregado á verdaderos
verdugos de las almas. Por otra parte, ¿quién no sabe lo que
puede producir en cerebros exaltados el delirio del orgullo,
la ignorancia de la edad juvenil y la presuncion proveniente
de la ignorancia completa de lo que al hombre le importa
más saber? Lo que más exaspera, lo que asusta más con res
pecto á esa publicacion , es el que no hayan fallado entendi
mientos serios que la aplaudan , en vez de condenarla y pul
verizarla, en vez de combatir de la manera más enérgica ese
abuso del talento, esa prostitucion de la palabra humana,
esas blasfemias que las puertas del infierno no han dejado
traspirar jamás tan abominables y espantosas. Despues de
oponerla las objeciones más suaves y de haberla acariciado,
mas bien que impugnado, han incensado y felicitado á su
autor por haber negado á Dios y la esperanza de otra vida
con valentía y con estilo elegante; han pedido al gusto literario
honores y coronas para ese epicúreo de veinte años, que
ofende toda mora! y que predica el deleite (1). [Esos testimo-
y el genio (del msl) son llamados á representar en nuestro siglo. Rara y ver
dadera distincion en ui¡ tiempo como el nuestro y en un jóven á quien la for
tuna ha colmado de sus favores. —L. Alloürt.» Se ve, pues, que el escándalo
dado por M. Dollfus con haber escrito un libro que no puede mirarse sino como
una mala accion , no es más que una ligerisima falta , comparada con el es
cándalo que da M. Alloury, cuando le celebra como la obra del genio. Eso pasa
todos los límites, y no se creyera á no verse. Jamás, á mi entender, se lia des
plegado mayor estupidez y descaro para alabar la ignorancia , lisonjear el or
gullo, alentar el crimen y hacer la apología de la impiedad. Cuando se piensa
que semejantes hombres tienen en cierto modo el monopolio de los honores li
terarios , y que trabajan por apoderarse del de los puestos del Estado , no puede
ménos de temblarse por el porvenir de la sociedad.
— 299 —
así como su impotencia para edificar nada tocante á las ver
dades del orden intelectual, moral y religioso; el semiracio-
nalismo deberia ser más reservado en sus alabanzas y enco
mios sobre el valor de la razon, y sobre lo que la razon puede
por sí sola en el descubrimiento de esas verdades. Pero le
jos de eso , persiste en sus afirmaciones , áun despues de
haber demostrado él mismo su insignificancia y su contradic
cion , lo cual nos da derecho para insistir, á nuestra vez, en
nuestra afirmacion de que el semiracionalismo es histórica
mente falso con relacion á la historia de lo presente, como lo
es con respecto ó la historia de lo pasado ; y que ademas , es
voluntariamente ciego, y no se comprende á sí mismo.
(1) Ese es tradicionalismo puro. Pues por qué le combatís? ¿Es acaso por
que no sabeis nada de eso? ¿Es porque vos no sois ya cristiano, cuando teneis
que buhároslas con vuestros colegas en la fe? Pensadlo bien.
— SOI —
los que provienen de la enseñanza divina, y formar parte de una
y otra. De hecho, para el semiracionalisnio, las verdades mo
rales y religiosas que nuestros incrédulos aparentan conocer,
las deben ménos á su razon, que á la accion que la enseñan
za divina ejerce sobre ellos, y á pesar suyo, por medio de la
instruccion doméstica , de las creencias sociales y de las
tradiciones.
Verdad es que ha comenzado por decir que en el seno
de la civilizacion moderna , fruto incontestable del Cristia
nismo, el espíritu de cada hombre, aunque sea un rústico 6
aldeano, es más adecuado que en otro tiempo para descubrir
por sí mismo la verdad sin tomar por guia la revelacion y la en
señanza de la Iglesia. (Valor, etc. , Pag. 449.) Mas desde luego,
eso lo ha dicho por complacencia, y por no renunciar á su
fraseología favorita ; porque en seguida ha añadido estas lí
neas muy hermosas, puesto que son verdaderas : «¿Pero se
ignora que viviendo en medio de una sociedad , cuyo sentido
moral é intelectual está alimentado y formado por la enseñanza
divina todos se aprovechan, sin apercibirse de ello, de seme
jante medio, y que las inteligencias se encuentran, por de
cirlo así , llevadas sin esfuerzo y sostenidas en el nivel comun?
LA REVELACION CRISTIANA SE MANTIENE EN EL MUNDO COMO UNA AT
MÓSFERA LUMINOSA. SE APROVECHA LA LUZ DEL SOL, AUN VOLVIÉNDO
LE la espalda. Desde el Cristianismo , la razon pública se halla
tan fuertemente constituida y tan sabiamente conservada por la
regla viviente de la verdad , que los libres pensadores no podrian
separarse abiertamente de ella sin verse deshonrados ante su
siglo. [Ibid.)
Ademas , no le hemos oido hace un momento excla
mar con el acento del más legítimo dolor: «¿A dónde la in
dependencia del pensamiento hubiera conducido á la ciencia
si el mundo no hubiese tenido una regla superior é inmuta
ble? Si la antorcha de la Iglesia se hubiera extinguido para
nosotros, habriamos vuelto á la barbarie. En un momento que
se eclipsó, qué cáos! » '¿Y no es eso decirnos que si todavía
— 302 —
queda en pié alguna verdad en un entendimiento, lo mismo
que en una sociedad, por donde la incredulidad ha llevado
su martillo destructor , esa verdad no ha sido descubierta por
la razon , sino que se ha mantenido en ella por la fuerza de
la enseñanza divina social á pesar de la razon , y á despecho
de todos los esfuerzos que la misma ha hecho para desemba
razarse de ella?
En fia, más adelante, el semiracionalismo nos ha confe
sado por el órgano del mismo autor , y con el más admirable
candor: «Que existiendo la revelacion en el mundo desde su
origen , las enseñanzas divinas jamás se han perdido comple
tamente para el género humano; que sus efectos han acompa
ñado siempre á la razon, y que áun cuando hubiese renunciado
á ella , recibia su lejana influencia : que la sociedad jamás ha
abandonado la razon á sí sola , que la comunicaba siempre
una parte de loque ella habia conservado, y que en el mon
do no hay razon abandonada a sí misma : que toda razon es
enseñada, que desde nuestra infancia todos bebemos en la
fuente de las tradiciones: que sus lecciones, sin que nos
otros nos apercibamos de ello, se confunden con lo que po
seemos de nuestro propio fondo, y que siempre ha sido lo
mismo». Pero si siempre y por todas partes ha sido así, con
mucha más razon ha sucedido lo mismo en las sociedades cris
tianas , iluminadas hace diez y seis siglos por las luces más
vivas del Cristianismo.
Nacidos y educados en esas sociedades, nuestros pensa
dores no creyentes han recibido tambien á su pesar, un co
nocimiento más ó menos completo de los dogmas y de la mo
ral del Cristianismo. Todo les recuerda á cada instante esa
enseñanza divina; las personas con quienes conversan , los
templos que ven, los eclesiásticos que encuentran, las fiestas
que se ven obligados á observar, y hasta el código que los
gobierna, la lengua que hablan y el aire que respiran. Por
más esfuerzos que hagan , su razon no puede sustraerse á los
rayos con que por todas partes la circunda el sol de la ver
— 303 —
dad. Non estqui se abscondat acalore ejus. No puede sustraerse
á las lecciones de la tradicion cristiana , que no la abandona
jamás á sí misma , que la sigue, que la acompaña por todas par
tes , que la hace por donde quiera experimentar su influencia y
sentir su imperio, áun cuando renuncie á ella. Su razon bebe
siempre en el manantial de esa tradicion , y sus lecciones se con
funden, sin que lo advierta , con lo que cree que saca de su propio
fondo. Por manera , que sólo á esas lecciones deben los rayos
de luz que de cuando en cuando iluminan las tinieblas de sus
sistemas y dejan vislumbrar en su lenguaje ó en sus escritos
algunas verdades en medio de la noche de sus sueños (1).
Hé ahí lo que está reconocido, confesado y comprobado
por el mismo semiracionalismo. Ha estado, pues, bien ins
pirado, como se lo acabamos de aplaudir, al llamará nues
tros libres pensadores los paganos de nuestros días. Con sólo
la diferencia, de que nuestros libres pensadores son los in
crédulos de la religion revelada, y los antiguos filósofos fue
ron los incrédulos de la religion que se llama natural; con la
diferencia de que aquellos se rebelan contra todas las creen
cias cristianas, y estos se rebelaron contra todas las creen-
(1) Santo Tomás ha hecho la observacion de que los más grandes filósofos de
la antigüedad, aunque admitían la unidad de Dios, jamás sospecharon, porsn
ra/.on , que Dios es el sér sobre el cual no podria concebirse nada más perfecto;
y que esa idea completa y perfecta de Dios, sólo ha sido trasmitida al hombre
por la revelacion. Non omnibus dicentibus Deum esse unum. Deus est id quo nihil
perfectius cogitari potest. Pero, como el semiracionalismo nos lo va á decir en se
guida, ¿por ventura santo Tomás no ha comprendido nada de la verdadera filo
sofía? Y por otra parte, la razon humana ¿acaso no ha hecho progresos asom
brosos despues de santo Tomás? Nada, pues, más sencillo que esa conquista de
la razort moderna, que la razon de la edad media, supeditada por la escolástica,
no pudo conseguir; esa conquista de la razon, de haber llegado por si sola, y sin
auxilio de la revelacion, á la idea completa y perfecta de Dios.
(2) En ese caso la revelacion ya no es necesaria para conocer perfectamente
á Dios. Hé ahí, pues, al semiracionalismo desenmascarándose á sí mismo, J
— 307 —
Ese es el ditirambo que semiracionalistas, á quienes se
guramente no se les puede negar que tienen talento , erudi
cion^ hasta ingenio, como escritores, han compuesto y can
tado en honor de la razon. Sí , ditirambo, es el nombre que
le conviene; porque semejante lenguaje no puede ser inspi
rado más que por el delirio y la obcecacion de las preocupa
funden
ciones racionalistas.
evidentemente Alelhablar
procedimiento
así, los semiracionalistas
dela razon iluminada
con-,
(1) Mr. Cousin se halla , pues, convencido de no conocer esa historia. Es muy
doloroso sufrir esas bofetadas de sus mismos discípulos. Tuquoque tírute, filimif
(2) Con la diferencia de que los profetas recordaron , y los filósofos pur poco
destruyen todas las verdades naturales cutre los pueblos, como el seiniracioua-
lismo nos lo acaba de decir.
— S09 —
¡Son ciertamente curiosos, extraños, y áun absurdos, los
semiracionalistas! Algunos de ellos al menos son buenas
cabezas , que han encanecido en las investigaciones teológi
cas, que disponen de una serie de ideas que la revelacion
les ha suministrado, que la Filosofía ha desarrollado en su
espíritu , y una lengua que manejan muy bien para expre
sarlas. Fuertes con esas ventajas excepcionales (y que por
consiguiente están muy lejos de hallarse al servicio de la
razon de cada hombre , de la razon humana) analizansus ideas,
las componen, sacan de ellas magníficas conclusiones para
demostrar incontestablemente la existencia y las perfecciones
de Dios á quien conocen ; ¡y luego tratan de darnos todas esas
operaciones tan complicadas, tan abstractas y tan difíciles,
como la operacion mas sencilla y más natural de toda razon,
quo todo lo ignora, hasta á sí misma, en la investigacion de
Dios, que no conoce todavía! Esos asombrosos resultados, que
sólo puede alcanzar una razon corroborada por todo lo que la
revelacion enseña de más sublime, y por lodo lo que la cien
cia suministra de más elevado: una razon, digo, ejercitada en
las más altas abstracciones metafísicas, os los ofrecen como
resultados que puede obtener toda razon sin haber recibido
nada de lo exterior , y sin poder tomar prestado nada de los
trabajos de los demás ni de los suyos propios, y sin poder
disponer más que de sí misma. Os presentan las conquistas
de la razon de los teólogos y de los filósofos consumados,
como conquistas á que la razon de todo hombre, áun el más
ignorante y grosero, puede aspirar, y despues exclamar: ¡Hé
aquí de lo que es capaz la razon sola! ¡Hé aquí el poder, la
grandeza, la divinidad de la razon humana!
Mas nosotros preguntaremos al sencillo buen sentido,
¿no es eso trazar una novela de la razon , en vez de su his
toria, que habian prometido á sus adeptos? ¿No es eso mas
bien poesía que filosofía? ¿No es imaginar en vez de racio
cinar? ¿No es el abuso más palpable de la lógica y del len
guaje humano? ¿No es prevalerse de su posicion , de su (a
— 310 —
lento, de su carácter, para hacer participar á los demás de
las alucinaciones de su espíritu , por medio del fanatismo de
la razon? Y, por último, ¿no es eso engañar á los lectores,
despues de haberse engañado á sí mismos? Sin embargo, eso
se explica muy bien.
El autor semiracionalista que con tanta frecuencia hemos
combatido, ha dicho en algun pasaje: «Cuando se habla de
masiado tiempo en el sentido de una suposicion, se concluye
por admitir y creer la cosa tal como se la supone. Se conclu
ye sobre todo por hacérsela admitir á los demás, con tanta ma
yor seguridad, cuanto que no se llama sobre ella la atencion:
creen en ella y se adhieren á ella casi sin apercibirse , por sólo la
costumbre de suponerla verdadera. Indicamos este peligro á to
dos los escritores y profesores de la Universidad , á todos los
católicos, y especialmente á la vigilancia del clero» . (Los Tra-
dicionalistas , etc., Pág. 67.)
Mas parece que esta juiciosa observacion , que encierra la
verdadera historia del semiracionalismo, no ha aprovechado
ni á todos aquellos á quienes va dirigida , ni áun al mismo que
la ha hecho, porque no ha evitado el peligro que habia seña
lado á los demás. Porque habiendo habladolargo tiempo los je
fes del semiracionalismo en el sentido de la suposicion de que
lo que puede la razon iluminada por la fe y por la ciencia, la
razon por sí sola , la razon privada de esos recursos lo puede
tambien, han concluido por admitirlo y por creerlo como lo habian
supuesto; han concluido sobre todo por hacerlo admitir á los
demás, con tanta mayor seguridad, cuanto que han atraído sobre
ella su atencion, que creen en ello y se adhieren á ello casi sin
apercibirse, por sola la costumbre de suponerlo como verdadero.
De ahí ese cúmulo de ideas las más extra vagantes, expresa
das en el lenguaje más entusiasta , que maestros fanatizados
por la suposicion , exponen con la seguridad y aplomo que
sólo conviene á las cosas serias y de que sus discípulos se
impregnan, por decirlo así, con la facilidad y placer á que
sólo la verdad tiene derecho. De ahí, en fin, esa tenacidad
— 3H —
por el valor de la razon en la cuna, de la razon ántes de na
cer y de formarse, de la razon asombrada de verse atribuir
un poder y una dignidad que no reconoce en sí, y conquistas
que la son completamente extrañas, hasta en el nombre.
Ah! si los señores semiracionalistas hubiesen nacido en los
hermosos dias (que tanto echan de menos) de la filosofía
de Atenas y de Roma , puede suponerse, sin ofenderles en lo
más mínimo, que no habrian tenido más talento que Platon,
Aristóteles y Ciceron. Es más que probable que jamás hu
bieran llegado á formarse de Dios la idea que ahora tienen
de él, la idea de un sér que reune en sí todas las perfeccio
nes y que pretenden haberse formado por su razon. Estarian
en el Dios de Platon, sujeto á la fatalidad de ideas existentes
fuera deél, ó bien en el Dios de Aristóteles, no existiendo más
que con la materia eterna; ó, en fin, en el Dios de Ciceron,
falto unas veces de prevision y otras de libertad. Y tambien,
como esos filósofos, no consultando más que á su razon en
sus creaciones tocante á Dios, la moral y la razon, nuestros
semiracionalistas habrian sido menos sabios, ménos razonables
que el mismo pueblo , que no consultaba más que las tradi
ciones.
Sin duda, si lo hubiesen querido , habrian podido tambien,
tanto como aquellos filósofos, evitar esas desgracias. Mas á
juzgar por lo que ahora son , los racionalistas enmascarados
combaten la revelacion y la 'tradicion, y puede creerse que
despues de haber conocido, á Dios , no le habrían tampoco glorifi
cado, se hubieran desvanecido en sus pensamientos y habrian
merecido el epitafio humillante que san Pablo, con su inspi
rada mano , escribió sobre la tumba de todos los filósofos anti
guos : Dicentes se esse sapientes , stulti facti sunt.
Si, por el contrario, hubiesen nacido en China ó en la In
dia moderna, en vez del Dios necesario por sí, eterno, in
dependiente, absoluto, infinito y perfecto, que quieren ha
cernos creer haber descubierto por su razon , es muy probable
que su razon no se habria elevado sobre el nivel del Dios-todo
— 312 —
ó del panteismo de los bramines ó del dios de los budistas,
revelándose á los hombres por encarnaciones siempre nue
vas. Es muy probable que no hubieran encontrado nada más
razonable, que el doblarla rodilla durante loda su vida ante
los Fetiches de Fó, Xaca y Buda y esperar como el colmo de
la felicidad el pasar al cuerpo de una vaca despues de su
muerte, y que no hubieran escrito sobre el verdadero Dios
esas páginas tan bellas y calorosas, que tanto nos edifican en
sus escritos.
Si , en fin , áun naciendo en Francia , en el país del buen sen
tido lúcido y en tiempo en que la razon pública se encuentra
tan fuertemente constituida por la sávia que recibe de la revela
cion cristiana, no hubiesen, sin embargo, sido llamados al es
tado eclesiástico y no hubiesen desarrollado su razon con los
estudios : si en vez de ser filósofos y teólogos , no fuesen más
que simples labradores, artesanos, cocheros ó barrenderos de
calles, seguramente que jamás habrian encontrado en todos
los seres creados, los seis caractéres de la Contingencia, de
la Temporalidad, de la Mutabilidad, de la Dependencia, de la
Imperfeccion y de lo Finito , que nos aseguran haber descu
bierto por su razon. Seguramente que, revolviendo en su es
píritu, jamás habrian encontrado tampoco las ideas de lo Ne
cesario, delo Eterno, de lo Inmutable, del Sér independiente,
de lo Infinito y de lo Perfecto, que en sus condiciones excep
cionales se vanaglorian do haber encontrado. Hubieran creído
buenamente en Dios , por el testimonio de su catecismo , si se
le habian enseñado; pero jamás habrian llegado á afirmar el
Sér infinito, el Dios vivo, por la fe de sus ideas. Jamás se hu
bieran encontrado, como quieren hacerlo creer, frente á frente
con la esencia infinita, ni se hubieran exlasiado ante el es
pejo de sus perfecciones. Su razon, esa facultad que concibe
lo infinito, ni áun habria concebido lo finito: no se hubiera
concebido á sí misma. No seria más que una razon pesada,
grosera, impotente, sin descubrir nada, ignorándolo todo,
hasta sus propias funciones y su carácter divino , y obligada á
— 313 —
mendigar el pan de la verdad como la verdad del pan del
primero que llegase. Y seguramente no desplegarian tanta
sufleiencia unida , segun dicen malas lenguas , á tanta fatui
dad y tanto orgullo.
En todas esas maravillas que nos aseguran haber operado
por su razon, y nada más que por su razon, y que, segun ellos,
revelan el poder , la grandeza y la dignidad naturales de la
razon, todas esas visiones claras, todas esas intuiciones di
rectas, todas esas ascensiones sublimes, todos esos hallaz
gos felices de su razon, no son más que cuentos, sueños,
juegos de la imaginacion, palabras vacías de sentido, ilusio
nes y extravagancias, con lasque, engañados ellos mismos
por la vanidad y la incoherencia de sus pensamientos, enga
ñan á tantos espíritus ligeros é irreflexivos entre los ignorantes
y los bobos. Hé aquí una prueba de ello sin réplica, que es
cogemos entre mil.
(1) En la página 103 de su obra , el autor Del valor de la razon nos ha hecho
saber, apoyado en la autoridad de una Revista universitaria , que una señora
de talento del arrabal de San German, hizo un día, en una reunion, la refuta
cion completa de los tradicionalistas en diez minutos , ó por mejor decir, en diez
palabras. No nos pertenece apreciar con exactitud lo que vale et talento de ese
filósofo con faldas; nonos pertenece tampoco el procurar saber si el tradiciona
lismo, que en aquel palenque sucumbió tan ignominiosamente á manos de una
mujer, era de carne y hueso, ó solamente en efigie. Lo que queremos concluir
de esa revelacion que se ha dignado hacernos, es, en primer lugar, que hay
mujeres adiadas en el semiracionalismo, como las hay afiliadas en el janse
nismo, en el masonismo y en el volterianismo; y en segundo, que si nuestro
grave adversario ha podido, sin comprometer lo serio de su obra, explayar el
ánimo de sus lectores presentando á su admiracion una mujer de cátedra, no
debe extrañarse que nosotros hayamos querido divertir tambien á los nuestros,
haciéndolos asistir mentalmente a una cabalgata de niños. Una de esas cosas,
merece muy bien la otra.
— 320 —
todas formas, vestidos de todas clases , y peinados diversos,
montada en bastones de todas especies. Pero eso seria cruel,
seria sangriento. El semiracionalistno tiene bastante con ser
hitóricamente falso, no necesita que se le ponga en ridiculo.
CAPITULO VI.
PRIMERA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO SOSTIENE QUE LA ENSEÑANZA TRADICIONAL ES NECESARIA
PARA PENSAR.
§ 1.' Todo error es injusticia. Todo sistema erróneo es injusto de tres mane
ras con respecto á la verdad. El semiracionalismo se comienza á mostrar
injusto segun la primera manera con respecto á la tradicion, atribuyéndola
doctrinas que no son las suyas. Pruebas que los tradicionalistas no admiten
lk necesidad de la enseñanza para pensar y de su injusticia del semiraciona-
lismo sobre este asunto. Refutacion del cargo que se hace á los tradicionalistas
de hallarse en desacuerdo con santo Tomás, al que protestan seguir, tocante al
«rigen del pensamiento. El jefe más ilustre del semiracionalismo profesando,
por el contrario , en los términos más formales la necesidad de la palabra
para pensar.
reproduce el semipeiagianismo
— 322en—la Filosofía , y que se en
cuentra en perfecta armonía de principios con la grande he
rejía del dia, el racionalismo, y que ademas es un sistema ló
gicamente absurdo, groseramente obtuso, históricamente
falso.
Todo sistema de error no es injusto sino en la medida
que es erróneo. Erróneo, pues, bajo todos los aspectos, el se-
miracionalismo es y debe ser injusto de todas las maneras.
De tres maneras todo sistema de error es injusto , con
respecto á los discípulos de la verdad: 1 .*, atribuyéndolos
doctrinas que no son las suyas; 2.a, imputándolos como un
crimen el profesar doctrinas que despues confiesa y sostiene
él mismo; 3.a, presentando sus verdaderas y propias doctri
nas como doctrinas condenadas y que hacen mucho daño á
la Religion y á la razon.
Pues bien , precisamente de esas tres maneras el semira-
cionalismo ha señalado su injusticia para con el tradiciona
lismo; es, pues, soberanamente injüsto. Y que eso es cierto
se verá por la enumeracion que en este capítulo vamos á
hacer de las principales quejas alegadas por los semipela-
gianos de la Filosofía contra los filósofos de la fe, y por la re
futacion que vamos á hacer de esas quejas. Bajo ese aspecto,
este capítulo es quizá el más interesante de esta obra.
Los que han recorrido las obras de los grandes apologistas
antiguos y modernos en pro del Cristianismo contra el filosofis
mo óen favor del Catolicismo contra la herejía, saben muy bien
que esos grandes cristianos jamás mintieron atribuyendo á sus
adversarios doctrinas que no eran las suyas. Porque la verdad
no necesita para nada de la mentira: se basta á sí misma para
defenderse. Mas no sucede, ni puede suceder, lo mismo con el
error. Mentira en sí mismo y no viviendo ni imponiéndose más
que por la mentira, no puede ser verdadero, no puede ser
justo con los defensores de la verdad sin destruirse. Ha co
menzado, pues, siempre por imputarles doctrinas falsas, doc
trinas que no son las suyas. Es bien sabido que esa es la tácti-
— 323 —
ca de los protestantes contra los católicos y de los filósofos
incrédulos contra los cristianos y tambien la de que el semi-
racionalismo ha hecho uso contra el tradicionalismo.
El nuevo sistema, dice el autor Del valor de la razon, ha
tomado por divisa general: «necesidad de la enseñanza tradi
cional para pensar» (Pág. 21). Y más lejos, el mismo autor
ha dicho tambien: la imposibilidad de pensar sin hablar, hé
ahí la base del nuevo sistema , el gran principio del tradicio
nalismo » (Pág. 60). Fi último y el más distinguido entre los
ardientes adversarios de la tradicion ha dicho: «La nueva
escuela quiere explicar la inteligencia por la magia de las
palabras; su primera máxima es que la palabra hace nacer
las ideas en el espíritu y que es la causa real y eficiente de
ellas». Mr. Rigaut, en el lugar indicado más arriba, dirige al
tradicionalismo el mismo cargo. Es, pues, la orden del dia
comun á toda la falange semiracionalista, y áun á la raciona
lista pura, el imputar al método tradicional, para ponerle en
ridículo, la grande extravagancia de que el hombre no puede de
modo algum pensar, no puede tener ninguna idea sin la palabra,
y que sólo la palabra resuelve el problema del conocimiento huma
no. Nada más injusto que semejante imputacion.
Acabamos de hacer patente cual es nuestra doctrina sobre
las condiciones necesarias del pensamiento y sobre el origen de
las ideas. Segun esa doctrina nuestra, que no es más que la
doctrina pura y sencilla de santo Tomás, el pensamiento no
es más que la conversacion del espíritu consigo mismo y el hom
bre no tiene ya necesidad de la instruccion ni de la palabra
para comenzar á conversar consigo mismo, como no las nece
sita para comenzar á respirar. Porque hemos llamado respi
racion del alma á la noble funcion por lo que nuestro espíritu
piensa y se forma las ideas. Segun esa doctrina, lo repetimos,
desde el instante en que el niño se halla en estado de perci
bir de una manera clara y distinta los objetos exteriores, ex
trae, por la facultad innata de su espíritu, por el entendi
miento operante, la especie expresa del fantasma que la sensa
— 324 —
cion ha depositado en su fantasía, saca la concepcion uni
versal de lo particular y se forma la idea; y todo eso ántes de
haber aprendido una sola palabra del lenguaje humano, ántes
de haber recibido la menor enseñanza.
Nuestros adversarios, en la palabra pensar, confunden aquí,
como siempre (porque la vaguedad y el sofisma son sus ar
mas predilectas), dos operaciones muy distintas de nuestro es
píritu: la operacion por la cual nuestro espíritu percibe lo
particular exterior, y la operacion por Jo que se forma la con
cepcion general de él ó la idea: confunden la causa material con
la causa formal y eficiente del pensamiento. Sin duda el niño
tiene, como ya hemos probado, tanta necesidad de instruc
cion para conocer los particulares del mundo invisible , como
de los sentidos para conocer los particulares del mundo visi
ble. Mas para generalizar esas nociones particulares de los
fantasmas del uno y del otro mundo, que los sentidos y la
instruccion le han trasmitido, no necesita de la palabra ni de
la instruccion, como no necesita ningun órgano corporal.
Para esa sublime funcion se basta á sí mismo. Y ese es el
carácter divino del espíritu humano, el verdadero título de su
nobleza y de su dignidad. Así, para nosotros, el hombre tie
ne verdaderamente necesidad de la enseñanza exterior para
ser iniciado en el conocimiento del mundo de los espíritus,
como necesita de las sensaciones para ser iniciado en el co
nocimiento del mundo de los cuerpos. Mas no tiene necesi
dad de una ni de otra cosa para operar intelec ivamente sobre
los objetos de esos dos mundos para pensar. No sostenemos,
pues, ni hemos sostenido jamás en ninguna parte el enorme
absurdo que nos atribuye el racionalismo, de que el hombre
no puede pensar nada sin la instruccion ni sin la palabra.
Debemos observar tambien que no hemos esperado el al
boroto de nuestros adversarios para profesar esa doctrina.
Ninguno de esos señores habia hecho hablar de él en ningun
sentido, cuando, hace veinte k siete años, en las observaciones
que dirigimos desde Roma á Francia al corresponsal de aquel
— 32o —
tiempo, tocante al asunto de nuestra obra De melhodo philoso-
phandi, hemos, sobre el mecanismo (perdónesenos la ex
presion) del pensamiento humano y sobre el origen de las
ideas (i ), formulado precisamente esa doctrina tomística, que
acabamos de desenvolver en todos sus pormenores. Y poste
riormente hemos expuesto la misma doctrina en nuestras Con
ferencias , en nuestro libro De la verdadera y de la falsa fdoso-
fia y en otra obra sobre el origen de las ideas. Así, nuestros
benévolos criticos, que conocen al menos algunos de nues
tros últimos escritos, pues que nos han atacado con ese mo
tivo, no pueden pretextar la ignorancia de nuestras doctrinas
para excusar la impertinencia de atribuirnos el haber tomado
por divisa general la necesidad de la enseñanza tradicional para
pensar.
Es tambien de notoriedad pública, quepor nuestros trabajos
filosóficos, que precedieron á nuestra llegada á Francia, con
tribuimos, como con frecuencia se ha dicho en Italia y en
Francia, á volverá poner en cursola antigua y preciosa filo
sofía del Angel de la escuela (2).
Pero sea cual fuere la parte que hayamos tenido en coope
rar á librar la filosofía de santo Tomás del injusto ostracismo
á que el cartesianismo triunfante y el filosofismo impío del si
glo xvin la habían condenado, es incontestable que hace
muchos años el tradicionalismo frances simpatiza con esa filo
sofía, y que (como ya lo hemos probado al principio de esta
narracion ) la ha abierto las puertas de los seminarios y de los
(1) Véanse las Observaciones sobre las opiniones filosóficas de los Srcs. Bonald
yMaistre, dirigidas al editor del Corresponsal , por el P. D. G. Ventura.—Ro
ma, 1829.
(2) A propósito de nuestra obra de Methodo, la Cotidiana nos hizo el honor,
deque nos envanecemos, de proclamarnos en voz alta el restaurador de la
filosofía de santo tomas en el siglo xix. Un piadoso y sabio eclesiástico fran
ces (el actual señor obispo He Trípoli), habiendo iiloá Roma en 1841, nos dijo,
lo recordamos muy bien , de parte y por encargo de Mr. Cousin , que, merced á
nuestros escritos filosóficos, aquel filósofo había comenzado á estudiar sériamen-
te á santo Tomás. Mas parece que aquel filósofo no prosiguió ese estudio, y que
ni aun quizá llegase á comenzarte.
— 326 —
colegios y se apresura á adoptarla. Pues bien, esa filosofía,
como es sabido , está fundada en el principio de que el enten
dimiento humano piensa y se forma las ideas por su propia virtud.
Por consiguiente, los tradicionalistas franceses están muy le
jos de creer en la necesidad de la palabra para pensar, como
pretende el semiracionalismo, suponiéndola la base y el prin
cipio general de su sistema.
Los jefes reconocidos de ese sistema en Francia son el ar
zobispo de Reims, la más grande gloria de los cardenales
franceses, los celosos y sabios obispos de Amiens (hoy arzo
bispo de Auch), de Montauban, de Arras y los dos grandes y
celosos apologistas legos del Catolicismo los Sres. Bonnetty
y Nicolás. Pues bien, como es fácil convencerse, particular
mente por las actas del concilio de Amiens, en cuanto á los
dos primeros de esos jefes venerandos y en cuanto á los de
más por sus importantes y juiciosos escritos, ninguno de
ellos, . ni de cerca ni de lejos, ha sostenido jamás que el hom
bre no puede pensar sin la palabra. Ninguno de ellos ha pronun
ciado ni escrito nunca una sola frase que pueda autorizar á
nadie para atribuirles semejante enormidad. Todos ellos, hasta
el santo y docto obispo de Montauban, en particular, defienden
la doctrina opuesta. La prueba evidente de ello es , que el se
miracionalismo, al imputar al tradicionalismo ese error, no
ha citado (porque no le ha sido posible) un solo pasaje, una
sola expresion sacada de los escritos de esos respetables je
fes en apoyo de semejante imputacion. Se ha limitado á ge
neralidades y vaguedades, se ha contentado con la insolen
cia propia del error, con acusarles de sostener esa opinion,
sin tomarse el más mínimo trabajo para justificar su acusa
cion. Héaquí cuan justo ha sido con el tradicionalismo afir
mando que ese sistema ha adoptado por divisa general la necesi
dad de la enseñanza tradicional para pensar ; y que ha querido
explicar la inteligencia y el origen del pensamiento por la magia
de las palabras.
En su opúsculo : Los Racionalistas y los Tradicionalistas, cita
— 327 —
do con elogio por sus colegas de la Civiltá Cattolica de Roma , el
autor Del valor habia censurado al tradicionalismo en general,
y al Sr. Bonnetty en particular , el sostener « que es impo
sible tener un pensamiento ántes de toda revelacion , y des
pues de la revelacion el descubrir una verdad nueva , que no
haya sido dada por Dios ó por los que la tienen de Dios».
Hé ahí los términos bien vivos en que ese celoso redactor de
los Anales de la filosofía cristiana , uno de los jefes más pro
nunciados del tradicionalismo, ha rechazado ese ataque en
nombre de todos sus colegas : tVcd ahí, ha dicho, una expo
sicion contra la que protestamos con todas nuestras fuerzas. Sí,
desafiamos al P. C. , desafiamos á la Civiltá á que cite el Ira-
dicionalista que ha sostenido esa proposicion. Esa es una acusa
cion falsa, y la calificaremos de tal, hasta que el P. C. haya
designado el libro en que se encuentra. Esa proposicion, ó ha
tenido origen en su cerebro , ó es una consecuencia de algu
nas proposiciones cuyo sentido ha desfigurado. Deploramos
el que una grande Revista, sábia y que goza de tanta repu
tacion como la Civiltá, haya lanzado semejante acusacion
contra todos los tradicionalistas , sin otra garantía que la aser-
ci'on gratuita delP.C. ycontra las reclamaciones y los texlosde
todos los adversarios que combate». (Anales, etc., Noviem
bre de 1854.)
En otra parte, el mismo doctor semiracionalista dice: «To
dos los tradicionalistas, sin excepcion, sostienen que las pri
meras ideas ó las primeras verdades (jamás dicen cuales) ,
deben ser dadas por la instruccion. Ese es el gran principio,
el principio fundamental de la nueva escuela ; y le defiende
por la razon de que el pensamiento es imposible sin la expresion»
(Pág. 129). Pues bien, acaba de verse que es falso que la nueva
escuela cree que el pensamiento es imposible sin la expresion.
Es, pues, falso tambien que tenga por gran principio, por
principio fundamental , que las primeras ideas , ó las primeras
verdades, deben ser dadas por la instruccion. Por lo que á
nosotros hace , se sabe ya há largo tiempo lo que sostenemos
— 328 —
• tocante á las primeras ideas ó las primeras verdades. Es sa
bido que para nosotros el espíritu del niño se forma las prime*
ras ideas, que son sus primeros conocimientos, independien
temente de toda instruccion; porque el entendimiento no cono
ce más que por las ideas. Se sabe que por admitir que el niño
no puede formarse ideas de los objetos alejados del mundo
invisible, ántes que le sean reveladas por la enseñanza : que
no puede formarse las ideas de los objetos presentes del mun
do visible, ántes que le sean revelados por los sentidos, no
se nos puede reputar el que sostengamos que las primeras ideat
ton dadas por la instruccion. Se sabe que la nueva escuela
participa tambien de esa doctrina. Es, pues, falso que todos
los tradicionalistas , sin excepcion, sostienen la doctrina que
aquí se les imputa. En fin , en nuestras Conferencias , que el
autor ha leido, puesto que las ha combatido, lo mismo que
en este escrito , hemos dicho en términos muy claros cuales
de nuestras primeras ideas no nos son dadas , sino que son for
madas por nosotros mismos. Se ve, pues , que esas cuatro lí
neas del sabio semiracionalista contienen tantas falsedades
como palabras, y por consiguiente otras tantas acusaciones
injustas.
«Los tradicionalistas del dia , dice tambien el mismo au
tor , no se hallan ménos embarazados para decir cómo la ins
truccion da la primera idea. Unos recurren con gusto á la om
nipotencia de Dios ; otros continuan sosteniendo que la pala
bra da el primer pensamiento, pero rehusan el examinar cómo
eso sucede, y pretenden no hallarse obligados á ello» (pá
gina 213). Nuevas imputaciones tan gratuitas como todas las
anteriores. No admitiendo del todo el fenómeno que la ins
truccion da la primera idea , no nos encontramos ni más ni ménot
embarazados, y no apelamos á la omnipotencia de Dios para
explicar cómo se efectua ese fenómeno. Por la misma razon
rehusamos, porque no creemos estar obligados á ello, exa
minar cómo se hace una cosa , que para nosotros no se hace.
Y los tradicionalistas del dia están en eso en pleno acuerdo,
— 529 —
con nosotros. La lógica de ese ataque corre, pues, parejas
con su justicia.
Pero no podemos ménos de poner de manifiesto , ántes de
terminar este párrafo, un rasgo de hidalguía enteramente par
ticular
pues dedel
las semiracionalismo
palabras que acabamos
con respecto
de refutar,
á nosotros.
el autorües~
Del
íl) Eso es falso : el niño dedos años, segun lo da á entender por sus opera
ciones, no sólo se forma ideas, sino que hace verdaderos razonamientos ante»
de haber aprendido el lenguaje. Hé ahí, pues, á nuestro autor semiracionalista
admitiendo hasta el absurdo la doctrina de la necesidad de la palabra para
pensar.
— 333 —
nald.) Aunque ella sea una simple condicion , un instrumento
dócil del espíritu, la palabra, sin embargo, no es menos ne
cesaria para la vida intelectual , moral y social» .
Pero ó nosotros no nos sabemos expresar ó eso es decir
en términos bien explícitos que no pueden conocerse las
ideas , que no se puede conversar consigo mismo , con sus
propias ideas, que no puede vivirse la vida del espíritu, que
es el pensamiento y que no se puede pensar sin lapalabra. Esa
Os, por consiguiente, la doctrina de Mr. de Bonald en todo su
rigor, en toda su desnudez. No es solamente el mismo pensa
miento, son sus mismas expresiones. ¿Qué puede esperarse,
pnes , de la justicia de un autor que truena con toda la có
lera de un celo exagerado contra una doctrina que sus ad
versarios rechazan y que él profesa altamente? ¿Qué se ha
de pensar de un autor que profiere tantas invectivas contra
Mr. de Bonald por haber dicho lo que dice él mismo, á sa
ber : Que no hay ideas sin palabras? (1 ).
(4) Ese autor comenzó su carrera filosófica por la profesion pura y sencilla de
las doctrínasele Mr. de Bonald. Porque en cuanto á las ideas, se expresó así:
«Como en nuestra condicion terrestre las ideas no son para nuestro espíritu, sino
en cuanto poseemos su expresion, y que una idea innominada es para nosotros
mmo si no existiese, se sigue tambien que la palabra nos ha sido dada con las
ideas , y es revelada como ella». Más tarde declaró en los periódicos que no se
guía ya esa doctrina de Mr. de Bonald, y en el dia ha comenzado á combatirla, como
se ha visto, en un lugar de su obra, y despues á sostenerla en otro. Luego hay
profesion de la doctrina sin declaracion de querer seguirla; en seguida declara
cion de no quererla adoptar, pero sin refutarla; y, en fin, una profesion y refu
tacion de la misma doctrina en el mismo libro. Hé ahí progreso... en la contra
diccion. Pero eso no tanto es culpa de la persona como de la condicion del siste
ma. Seria muy simple el que se asombrase de que uo semiracionalista no sea
consecuente consigo mismo.
— 554 —
SEGUNDA ACUSACION.
TODOS LOS TRADICIONALISTAS SIGUEN LAS FALSAS Y PELIGROSAS DOCTRINAS DE MR. DB
B03ALD SOBRE EL ORÍGEN DE LAS IDEAS * LA PASIVIDAD DEL ALMA.
§ 2.° Es demasiado verdaderoque ciertas doctrinas de Mr. de Bonald son falsas
y peligrosas. Hace véinte años que el tradicionalismo las ha combatido como
tules. Superchería insigne de los semiracionalistas , zahiriendo con esas
doctrinas á los tradicionalistas que las rechazan , en la imposibilidad en que
se encuentran de calumniarlos con visos de razon.
Tan antiguo como el mundo, tan verdadero como la Reli
gion , el método tradicional , bien entendido, no da , ni puede
dar, motivo para una censura seria por parte de los filósofos
católicos que se respetan en algo. La mejor prueba, en otras mil,
es que, denunciado á los concilios provinciales en Francia y
á las congregaciones en Roma , con el celo más ardiente, con
el anhelo más vivo (que se hubiera hecho mejor en emplearle
contra el racionalismo), ni en Roma ni en los concilios, como
se va á ver bien pronto, se ha decidido nada contra él. El
medio, pues , si le hubiese dejado lo que es verdaderamente
en sí mismo, más á propósito para combatirle con buen éxito,
era el hacerle pasar por una novedad y un error.
Desgraciadamente, ciertas doctrinas de Mr. de Ronald dan
realmente lugar á esa doble critica. Son nuevas, y ademas son
erróneas en sí mismas : tienen afinidades secretas con los erro
res más peligrosos. Feliz con ese descubrimiento, en que por
otra parte le ha ayudado el mismo tradicionalismo, el semi-
racionalismo no ha querido más. <Hé ahí una buena fortuna,
ha dicho; en mi lucha con el tradicionalismo, que me molesta,
si puedo llegar á hacerle pasar por bonaldismo puro, y atri
buirle solidaridad en los daños demasiado reales de ese sis
tema , con sólo eso , tendré razon á poca costa , habré hecho
mi negocio y asegurado mi victoria» . Y ha puesto manos á la
obra.
Esto nos explica la persistencia con que siempre ha pro
como se ha dejado al autor Del valor de la razon, que ha tratado de muy dis
tinto modo á Mr. de Bonald. Vereis que no se le pide la más pequeña cuenta da
haber hecho tambien de la teoría de Mr. de Bonald sobre la palabra , una teoria
que se da la mano con la teoría de Locke ; porque ese autor es buen cartesiano,
y, por añadidura, malebranchista de pura raza ; es, pues, de la familia, y le están
permitidas ciertas libertades. En cuanto ános, extranjero, escolástico y roma
no, ya es otra cosa. Ved ahí la justicia semiracionalista. Esos señores (todos
sus escritos lo prueban demasiado ) tienen una justicia aparte, como tienen una
lógica y una cultura aparte , de que no tenemos el honor de participar.
— 339 —
reproduccion dela opinion cartesiana, que hace del enten
dimiento una potencia puramente pasiva en su sublime fun
cion de comprender, y le humilla y le degrada, reduciéndole
á recibir siempre, sin operar jamás. Otros han observado tam
bien que la palabra misma , viniendo por los sentidos y con
los sentidos y recibiendo nuestro entendimiento necesaria
mente , segun Mr. de Bonald, la ideá que se halla encerrada
en él, esa doctrina bonaldiana parece confirmar el sensualismo
de Locke, que al pronto aparenta combatir. Se cree, pues,
que no tiene base sólida, que no explica, sino que oscurece
cada vez más el problema tlel origen de las ideas: que no des
truye ningun error, y no desenvuelve ninguna verdad*. (Obser
vaciones, etc., § 6.°, Pág. 15.)Hé ahí de qué modo éramos
bonaldianos hace veinte y siete años , y desde entonces acá,
no lo hemos sido más ; porque todo lo que hemos dicho en
Francia desde 1 831 contra la filosofía de Mr. de Bonald, no es
más que la repeticion y el desarrollo de la misma y severa
opinion que habíamos emitido en 1829 sobre esa misma filo
sofía (1).
TERCERA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO , AFIRMANDO QUE LA FE DEBE PRECEDER Á LA RAZON , NIEGA LOS
PREAMBULOS DE LA FE , y se halla en oposicion con la enseñanza teo
lógica. ;
§ 3.° Mala fe del semiracionalismo al tomar en el sentido teológico la palabra
fe , que el tradicionalismo sólo emplea en el sentido filosófico. Nueva exposi
cion del método tradicional , en sus relaciones con la marcha de la raton,
para llegar al Cristianismo. «Que la fe teológica debe preceder á la razon, y
que no se llega á estar cierto de nada sino por la revelacion religiosas, son
errores de los modernos partidarios de Huet , que el tradicionalismo mira
como escépticos y ha refutado como tales. La tradicion jamás ha incurrido m
esas locuras. Injusticia del semiracionalismo en atribuírselas.
Hé aquí otra queja que el semiracionalismo ha formulado
contra el tradicionalismo, independientemente de la supuesta
comunion de doctrinas entre este ultimo sistema y el de Mr. de
Bonald , comunion que acabamos de rechazar. Esa queja es
muy grave , y seria capaz de indisponer sériamente á la tra
dicion con la enseñanza católica. Se acusa en ella á los tradi-
cionalistas de negar, ni más ni ménos, que la posibilidad
para el hombre de conocer nada con certeza tocante á Dios,
el alma, la vida futura y la ley fuera de la revelacion cris
tiana ; es decir , de negar la posibilidad para el hombre de co
nocer ciertamente los motivos de credibilidad , los preámbulos de
la fe, ántes de profesar la fe. Y con ese título se los denun
cia al mundo católico como herejes condenados ya por el
concilio de Amiens , y últimamente hasta por la Iglesia.
«De esas verdades preliminares, dice el autor Del valor de
— 345 —
la razón , de esas verdades que sirven de preámbulos á la fe,
es de las que se pregunta si la razon es capaz de conocerlas
y de establecerlas, ántes de creer en la revelacion , ántes de
todo ejercicio de la fe. Porque en el dia tenemos una escuela
que trata de difundir la perturbacion en las inteligencias y des
concertar los ánimos acerca de la Religion, afirmando que el es
píritu debe comenzar por la fe y que regularmente la fe precede á
la razon. Mr. de Lamennais, decia: a No hay nada cierto sino
lo que es de fe; en el dia se varia la fórmula y se dice: El hom
bre no puede nada sin la fe, no comprende nada si no cree primero.
Nisi credideritis non intelligetis. Lo que equivale á decir, que el
hombre no puedeconocer nada ántes de creer en la revelacion,
sea directa, sea trasmitida por la tradicion. Hé ahí una ma
nera de hablar que no conocieron jamás ni los teólogos ni los
apologistas» (Pág. 466).
El noble atleta del semiracionalismo , que últimamente se
ha presentado en la arena para combatir al monstruo de
siete cabezas, el tradicionalismo, no se ha expresado con
menos severidad con respecto á él. Para ese autor, segun el
método tradicional, 'todo poder de adquisicion de las verda
des naturales, de las verdades fundamentales del orden reli
gioso y moral , seria negado á la razon abandonada á sus solas
condiciones. El hombre no podria por sí mismo elevarse
al conocimiento de Dios y de los principales deberes. Esta
nueva consecuencia, esencialmente enlazada con el princi
pio fundamental del tradicionalismo absoluto, es contra la en
señanza dela Teología, segun la cual podemos llegar, por
la luz natural de la razon , al conocimiento de la existencia
de Dios, de sus principales atributos, de nuestro fin y de
nuestros deberes fundamentales;. es contra la unanimidad de
los teólogos, que todos admiten verdades eternas , bases del
órden religioso y moral , como ciertas por sí mismas, lógica
mente anteriores á la fe y que la sirven de preámbulos » .
Héaquí, lo repetimos, una acusacion hasta grave; mas
felizmente la tradicion no la merece, porque jamás ha soste
— 346 —
nido semejantes extravagancias , que á fuerza de ser absur
das, concluyen por ser altamente ridiculas. Nosotros deci
mos, es verdad, que la revelacion y la fe preceden regular
mente á la razon, son lógicamente anteriores á la razon y al ejer
cicio de razon, y que el hombre no recibe más que por la ense
ñanza de la tradicion las primeras nociones de Dios, del alma,
de la vida futura y de los principales deberes. Pero , como
cualquiera puede convencerse por la exposicion exacta que
hemos dado más arriba de la doctrina tradicionalista , y como
es claro, por la naturaleza misma" de la cuestion que se agita
entre semiracionalistas y tradicionalistas , cuestion puramente
filosófica y que se refiere desde luego al origen natural y ló
gico del conocimiento humano , no nos proponemos hablar
más que de una revelacion, de una fe, puramente naturales y
humanas, que nada tienen que ver con la revelacion cristiana y
sobrenatural que sólo la Iglesia ha conservado en toda su in
tegridad y toda su pureza , como tampoco con la fe teológica,
sobrenatural, tambien, porque es una virtud teologal y un
don de la gracia del Espíritu Santo. Nos proponenos hablar
de sus manifestaciones, que áun fuera de toda comunion
cristiana, todo hombre nacido y criado entre los hombres,
recibe desde su más tierna edad por sus padres. Estas , del
mismo modo que los sentidos, le revelan el mundo de los cuer
pos y sus relaciones, le revelan el mundo de los espíritus y
de los deberes , de que jamás se hubiera apercibido por sí
mismo, y que aunque son manifestaciones puramente huma
nas, no por eso dejan de ser verdaderas revelaciones. Nos
proponemos hablar de esa prontitud, de esa facilidad, con
las que todo niño se adhiere á lo que sus padres le enseñan,
y que por ser una adhesion puramente natural á un testimo
nio tambien puramente humano, no es tampoco menos un
acto de fe.
Esas manifestaciones y esa adhesion, no son para nos
otros más que condiciones necesarias, indispensables al espíritu
humano para formarse ideas del mundo espiritual y moral,
— 347 —
del mismo modo que las manifestaciones que se reciben por
los sentidos y la adhesion á su testimonio , son condiciones
necesarias, indispensables para formarse ideas del mundo
corporal y físico. Esas manifestaciones y esa adhesion, no
son para nosotros más que condiciones necesarias , indispen
sables para formarse ideas acerca de esos dos mundos: ideas
que sirven de principios , sin las que no hay raciocinio posi
ble; el espíritu ó entendimiento humano llega á ser razona
ble en acto: llega á ser la razon razonadora, la razon com
pleta, la razon formada, la razon natural. Porque la razon
natural no es, ni podria ser más que el espíritu humano
puesto en posesion de todas las condiciones necesarias para
raciocinar.
Una vez formada la razon, desarrollada y llegada á su
madurez, puede muy bien, y áun en ciertos casos debe
tambien recordar esas primeras nociones sobre Dios , el alma
y los deberes que ha aprendido por la instruccion social: debe
examinar si esas nociones , aprendidas por esos medios, son
puras y razonables, ó si se hallan alteradas por elementos im
puros, fantásticos, absurdos, que con demasiada frecuencia
el orgullo y la ignorancia mezclan en la corriente tradicional;
y por ese exámen puede llegar á formarse ideas de ellas,
más conformes á la verdad. En ese ca60 , es la razon natural,
el hombre natural, el que se eleva por sí mismo á los prin
cipios fundamentales del orden natural, religioso y moral, á
los preámbulos de la fe ; se los explica, se adhiere á ellos de
una manera más completa y se afirma en ellos.
Segun el método tradicional, volvemos á repetirlo, la re
velacion del mundo espiritual y moral por la instruccion so
cial, no es necesaria al hombre sino para que sepa que fuera
de un mundo que se ve, existe otro mundo que no se ve, y
para que pueda formarse de él ideas, del mismo modo que la
revelacion del mundo corporal y físico por los sentidos no le
es necesaria sino para que sepa que fuera de su propio cuerpo
y de su propia naturaleza hay un mundo de naturalezas y de
— 348 —
cuerpos diferentes, y que pueda tambien formarse ideas de él.
Pero, así como en el momento en que apoyado en la revela
cion del mundo visible, obtenida por los sentidos, se ha for
mado ideas sobre ese mundo, es él quiei comienza á racio
cinar acerca de ese mismo mundo y á explicarse los fenóme
nos físicos , así tambien , en el momento en que sobre la
revelacion del mundo invisible, obtenida por la instruccion,
ha llegado á formarse ideas de ese mundo, él es tambien el
que comienza á raciocinar sobre ese mismo mundo y á expli
carse los fenómenos espirituales y morales.
Las diferentes religiones , si se reflexiona bien , no son más
que maneras diversas , más ó menos puras, más ó ménos ra
zonables, más ó ménos autorizadas, por las cuales ha sido
trasmitida al hombre la revelacion primitiva de la Religion.
Una vez iniciado por la enseñanza doméstica en el conoci
miento del mundo espiritual y moral , en el conocimiento de
la existencia de un Dios, de la espiritualidad y la inmor
talidad del alma , de las leyes y del culto , puede , y en cier
tos casos, repetimos, debe comparar entre sí esas maneras di
ferentes con que la revelacion primitiva ha sido trasmitida de
generacion en generacion , se ha propagado y establecido en
el mundo y llegado hasta él. Puede, raciocinando, llegará
conocer con certidumbre que la Religion católica es eviden
temente la enseñanza más pura , la más completa de la reve
lacion primitiva, la única que encierra todos sus artículos,
que presenta realizadas todas sus promesas, cumplidas to
das las profecías ; la única que explica y concilia en todo lo
que tienen de comun , de constante y de perpétuo , las tradi
ciones y las creencias de la humanidad : la única que tiene
en favor suyo los motivos más poderosos de credibilidad, los
que la hacen más autorizada y por consiguiente más creible,
la más verdadera y la más cierta. Se adhiere, pues, á la re
velacion divina , se hace cristiano y comienza á creer en el
Catolicismo por una fe sobrenatural , pero despues de haber
vuelto en sí por una fe natural y por el raciocinio humano.
— 349 —
Para nosotros , la Religion católica tiene la evidencia de
credibilidad más grande y más completa que sea posible te
ner. En este punto es imposible negarla un asentimiento
firme; imposible negarla ó ponerla en duda, sin ponerse en
estado de rebelion con la razon de la evidencia y la eviden
cia de la razon. Pero ese consentimiento que se presta á los
motivos de credibilidad, ó el acto por el cual se cree en la
revelacion divina del Cristianismo, precisamente por causa
de sus motivos de credibilidad, no es más que un acto de
prudencia humana, que prescribe el creer todo lo que es evi
dentemente creible y digno de un asentimiento firme. Es tam
bien un acto necesariamente presupuesto y anterior al acto de
fe divina , que es el acto por el cual creemos en las cosas que
Dios ha revelado por la razon , de que el mismo Dios es el
que las ha revelado. Los motivos de credibilidad son la ra
zon por la que se acepta el Catolicismo, pero no son la razon
formal de creer en él con una fe divina. Las únicas cosas que
se creen con una fe divina, son los diferentes artículos de la
doctrina revelada y el testimonio de Dios que las revela. Y
esas dos cosas , las reveladas y el testimonio de Dios que re
vela, son las que forman el objeto material y el objeto formal
de la fe.
¿Semejante doctrina , no deja á la razon su pape! natural
con relacion á los preámbulos de la fe y á los actos pura
mente racionales que preceden necesariamente á la acepta
cion de la fe?' ¿No está en perfecta conformidad con la doc
trina de la teología católica tocante á este grave asunto ? ¿Con
qué fundamento, pues, se atreve el semiracionalismo á atri
buir al método tradicional la imprudencia de admitir que la
fe y la revelacion divina deben preceder á la admision de los mo
tivos de credibilidad, y áun á todo conocimiento humano? ¿y el
desacierto de introducir la perturbacion en las inteligencias y de
desconcertar sus esfuerzos hácia la Religion? ¿En dónde se halla
una sola palabra en los escritos de los tradicionalistas que
pueda servir ni áun de pretexto para formular contra ellos se
— 350 —
majantes acusaciones? De que digan que la enseñanza so
cial es necesaria al hombre para adquirir las primeras nocio
nes del mundo espiritual y moral, y que las sensaciones le
son necesarias para adquirir las primeras nociones del mundo
material, ¿se sigue por ventura que admiten la necesidad de
la revelacion sobrenatural para que la razon pueda compren
der verdades naturales? De que digan que la fe natural en
la enseñanza doméstica , que ayuda á la razon á formarse en
elórden espiritual, le es tan necesaria como la fe natural al
testimonio de los sentidos , que ayuda á la razon á formarse
en el orden corporal , ¿se sigue que admiten la necesidad de
la fe divina sobrenatural, teológica, para que la razon forma
da pueda raciocinar y llegar á certidumbres naturales?
Atribuir á los tradicionalistas semejantes cosas, ¿no es
falsear sus doctrinas é imputarles las que jamás han profe
sado, y que hasta han combatido?
Al exponer en nuestras Conferencias la doctrina de la fi
losofía cristiana sobre la certidumbre , honor establecido que
los dogmatistas ó los que colocan la certidumbre exclusiva
mente en el hombre, segun los tres medios de conocimien
tos que el hombre posee, se dividen en tres categorías: 1.\
los dogmatistas racionales, para quienes la evidencia de la razon
es el único criterio de la certidumbre; 2.a, los dogmatistas sen
sualistas, para quienes toda certidumbre está en el testimo
nio de los sentidos; y 3.*, los dogmatistas fanáticos, que no
creen más que en el testimonio del sentimiento íntimo. Nosotros
hemos establecido tambien que los académicos, los acata-
lépticos , los escépticos ó aquellos para quienes la certidum
bre no existe exclusivamente más que fuera del hombre, se
gun los tres testimonios que el hombre encuentra fuera de sí
mismo, se subdividen en estas tres clases: 1 .*, los escépticos
civiles , que piensan debe dudarse de todo , excepto de las
instituciones de la sociedad (Hobbes y Bayle); 2.a, los escépti
cos humanitarios , para quienes sólo son ciertas las creencias
de la humanidad (Buffier y Lamennais); y 3.", los escépticos
— 351 —
religiosos , que creen que la certidumbre no se encuentra más
que en lo que enseña la revelacion cristiana (Huet y un gran
sabio de nuestros dias que ha abjurado su error); ha habido,
pues , y no podemos decir si hay todavía , quienes sostienen
que no hay de cierto sino lo que es de fe, y que la razon no puede
estar cierta de nada sino por su fe en las revelaciones divi
nas (1). Como se ve, hemos colocado buenamente á todos
esos señores entre los acatalépticos, entre los escépticos, hace
ya cinco años. Hemos hecho más todavía, los hemos refutado
con este argumento sin réplica : Que negando al hombre todo
medio de estar cierto por sí mismo hasta de la cosa más mí
nima , como los lamennesianos, se colocaban en la imposibi
lidad de conocer con certeza la existencia del género humano,
y su testimonio , el sentido comun ; del mismo modo los hue-
tianos se colocan en la imposibilidad de conocer de una ma
nera cierta la existencia de la Iglesia y la revelacion cuyo
depósito guarda. Todo eso, ya lo hemos dicho, es tan ab
surdo , como lo seria el querer formar números sin unidad.
Esa argumentacion ha sido aceptada con entusiasmo por
toda la escuela tradicionalista : la ha aplaudido y la ha defen
dido de los incalificables ataques con que la escuela semi-
CUARTA ACUSACION.
LA HIPÓTESIS DE UNA FE, ÁUN NATURAL, QUE, SEGUN LOS TRADICIONALISTAS , DEBE
NECESARIAMENTE PRECEDER Á LA RAZON, ES CONTRARIA A LA RAZON.
§ 4.° Se comienza á demostrar que el semiracionalismo es injusto con res
pecto a la tradicion de ¡asegunda manera: censurándole el seguir doctri
nas que profesa él mismo. Sus falsas ideas sobre la fe. La fe no tiene lugar
en cuanto á los hechos interiores de nuestro espíritu. No se aprende el lenguaje
sino creyendo. Nuevas pruebas de que nada es más conforme á la razon , que
ia necesidad de una fe natural , precedente á la razon. El semiraciona
lismo mismo admite en los términos más formales esa doctrina. Es inconse
cuente estableciendo la sensacion como una condicion necesaria de la mani
festacion de las ideas y combatiendo el tradicionalismo, que establece la
instruccion , no como causa eficiente, sino como condicion del desarrollo d«
la razon. Otros dos sofismas del semiracionalismo. Su ligereza le ha hecho co
nocer el principio de « que el argumento por el cual se puede demostrar muy
bien una verdad conocida, no siempre basta para descubrir una verdad des
conocidas. Confiesa tambien que el hombre sin tradicion es un ser quiméricos
Consecuencias de esa confesion.
(1) Por eso los escolásticos, lógicos más fuertes que los filósofos racionalistas
modernos , no cuentan el sentido íntimo entre los criterios de la certidumbre.
La verdad no es parutellos más quo la ecuacion entre el entendimiento t la
cosa , no es más quk el entendimiento : Mquatio rti et intellectus ; y el criterio
no es más que el testigo que nos asegura que la cosa que está fuera del entendí-
— 355 —
cir, pues, que no podemos creer sin tener la conciencia, la idea
'que creemos y por qué creemos, es decir una trivialidad, es de
cir que ántes de creer, es necesario ser y conocer que se es.
Pero, lo volvemos á repetir, ser y conocer que se es y que
se opera , no es creer.
Nos dicen tambien: «Es evidente que en la primera ense
ñanza, que es la del lenguaje, el niño es mucho más activo
que pasivo, pues en tanto que el mismo no ha dado, por
medio de las indicaciones que le son suministradas, un sen
tido á las palabras, estas no son nada para él». Luego, pre
cisamente lo contrario es lo evidente. No es él , sino la madre,
la que, indicándole por ejemplo la cosa pan, le suministra
á un tiempo mismo la palabra pan y le enseña el sentido de esa
palabra. Sin esa enseñanza maternal, que reviste á la cosa de la
palabra , que la designa en la lengua del país, el niño oiria
mil veces esa palabra sin comprender jamás lo que significa
ba , y esa palabra no seria nada para él. Si hay alguna cosa,
con relacion ála cual el niño sea esencialmente pasivo, es en
la enseñanza del lenguaje. Esto es evidente.
Decir que la verdad es la que enseña en lo interior, es decir
que la verdad enseña la verdad , ó que se enseña ella misma,
y eso es absurdo.
La luz divina no nos enseña tampoco en lo interior como
la verdad. La luz divina (preciso nos ,es repetirlo todavía) no
hace otra cosa , segun santo Tomás, que elevar el entendi
miento operante, y hacerle apto para ver lo universal por lo
particular , ó para formarse las ideas; pero no nos enseña tam
poco la verdad en lo interior , así como la luz material no nos
poneá la vista los objetos materiales. La Fides ex audilu, de
san Pablo, es una gran verdad, tanto en el orden natural,
como en el sobrenatural.
(1) En el apéndice de esta obra se verá queei excelente autor de que nos ocu
pamos, nada ha hallado de cuanto se envanece de haber encontrado : no ha
hallado más que la doctrina de Malebranche condenada por el sentido comun y
por la Iglesia; pero presentada por él de manera que es imposible á cualquiera,
y basta al autor misino, el comprender nada de ella.
— 359 —
ni menos que lo que la tradicion ha dicho en estas dos pala
bras : LA FE PRECEDE SIEMPRE AL EJERCICIO DE LA RAZON? ¿Me-
recia eso la pena, por parte del semiracionalismo, de perse
guirla cou tanta cólera? Por lo demas, ¿no es un espectáculo
bien instructivo y curioso el ver al semiracionalismo refu
tar los injustos cargos que dirige á la tradicion , condenar su
propia injusticia y probar sus propios errores?
El tradicionalismo acaba de hacernos una concesion mu
cho más importante todavía. Despues de haber dicho que el
hombre aislado de toda sociedad , desprovisto de toda enseñanza
y de toda tradicion seria un sér fuera de su naturaleza , un
sér quimérico, ha añadido: « Pero el tradicionalismo no puede
prevalerse en manera alguna del hecho que reconocemos
aquí, pues que hemos establecido que esa necesidad de la en
señanza y de la tradicion era una condicion natural de la inte
ligencia y no se referia de ningun modo á una revelacion ex
terior y sobrenatural » . Mas el tradicionalismo no sostiene otra
cosa : dice que el espíritu ó entendimiento humano no puede
formarse ninguna idea del mundo espiritual y moral, sino con
la condicion de que ese mundo lesea revelado por la instruc
cion humana de los padres y de los maestros , cualquiera que
sean sus creencias religiosas. No proclama, pues, tampoco
la necesidad que habeis establecido de la enseñanza y de la tra
dicion , sino comouna condicion natural de la inteligencia, y que
de ningun modo se refiere á la revelacion exterior sorrenatural,
que sólo el Catolicismo posee en toda su pureza y en toda
su integridad. ¿Cómo, pues, y por qué no podria para su
justificacion , prevalerse del hecho que vosotros reconoceis aquí:
del hecho que el hombre, desprovisto de toda enseñanza y de toda
tradicion, seria un sér fuera de su naturaleza, un sér quimé
rico ? El hombre fuera de su naturaleza , el hombre quimérico,
no es (convendreis en ello), más que el hombre sin inteli
gencia y sin razon; porque sólo por la razon y por la inteli
gencia , el hombre está en su naturaleza y en su realidad. Si,
pues, para vosotros tambien el hombre desprovisto de (oda
— 360 —
enseñanza y de toda tradicion, es un sér sin inteligencia y
sin razon, ¿cómo y por qué hariamos mal en sostener que
la inteligencia no se desarrolla , que la razon no se forma
sino con el auxilio de la enseñanza y de la tradicion? ¿No
es esa, en términos propios, vuestra misma doctrina, ó al
ménos la que acabais de exponer, la misma que nosotros
seguimos?
Más adelante el mismo autor semiracionalista ha dicho:
« La necesidad de la tradicion y de la enseñanza es ademas un
hecho natural que nada decide , pues que puede verse en él
solamente la condicion y no la causa del desarrollo de la in
teligencia. La sensacion tambien es una condicion de la ma
nifestacion de las ideas y de los principios, luz del espíritu. ¿Y por
eso se ha de concluir que la sensacion es la causa de las ideas
y de los principios de la razon?» Pues bien, tampoco nos
otros (lo repetimos otra vez), vemos en el hecho de la necesidad,
de la tradicion y de la enseñanza (que vosotros habeis llamado
con tanta exactitud un hecho natural) más que la condicion y
no la causa del desarrollo de la inteligencia. Para nosotros, la
causa del desarrollo de la inteligencia no está más que en la in
teligencia misma: no está más que en la sublime facultad del
entendimiento operante , por la cual la inteligencia se forma
ella misma las ideas, y por consiguiente de su desarrollo. No
establecemos el hecho natural de la necesidad de la enseñanza y
de la tradicion que revela al alma la existencia del mundo in
visible, sino como una condicion para que el entendimiento
operante pueda obrar y formarse las ideas de los objetos de
ese mismo mundo.
Vosotros mismos, ¿no reconoceis la sensacion como una con
dicion de la manifestacion de las ideas y de los principios, luz
del espíritu? Es verdad que esta última frase , que parece ha
beis retenido de la lectura de Locke , es incomprensible. Por
que , ¿quién podria comprender que la sensacion es la condi
cion DE LA MANIFESTACION DE LAS IDEAS Y DE LOS PRINCIPIOS, lUZ del
espíritu ?
— 361 —
O esa frase no tiene sentido, ó habeis querido decir por ella
que el entendimiento humano no puede formarse ninguna idea
del mundo material, á menos que los sentidos no le revelen
su existencia. Y si eso es así para con el mundo material, ¿por
qué no ha de ser lo mismo con respecto al mundo espiritual?
Porque seria un absurdo el decir, que como la revelacion del
mundo material por la sensacion es una condicion necesaria pa
ra formarse las ideas de los objetos materiales, del mismo
modo que la revelacion del mundo espiritual, por la instruc
cion doméstica , es una condicion necesaria para formarse las
ideas del mundo espiritual. Y si no es ofender á la razon,
humillarla y degradarla el admitir, como lo haceis, que la
razon no puede tener la manifestacion délas ideas y de los prin
cipios del mundo material sin las sensaciones , ¿cómo y por
qué seria ofender á la razon, humillarla y degradarla, el de
cir, como nosotros lo hacemos , que la razon no puede tener
la manifestacion de las ideas y de los principios del mundo espi
ritual sin instruccion? Habeis, pues, hecho muy mal en decir con
un tono tan concloyente y decisivo: La necesidad de la tradicion
y de la enseñanza es un hecho natural que nada decide. Se ve, por
el contrario, que ese hecho lo decide TODO de una manera
perentoría y sin réplica; porque si es un hecho natural que la
enseñanza y la tradicion son necesarias como condicion del
desarrollo de la inteligencia ; es decir, si está en la naturaleza
de la inteligencia el no poder desarrollarse sin la enseñanza y
la tradicion, es evidente que la tradicion y la enseñanza son
necesarias para la formacion de la razon , porque la razon no
es más que la inteligencia desarrollada ó que puede racioci
nar. He ahí, pues, admitida la verdad del tradicionalismo y
probada, de la manera más rigorosa y concluyeme, por el mis
mo racionalismo, y henos ahí con más derecho que él para
exclamar á nuestra vez: «¿Merecía acaso la pena de escribir
tanto y acriminar esos principios y esos métodos, para venir
en definitiva á parará ellos?» ¡Preciso es decir que vuestro de
seo de ser injusto con nosotros es demasiado grande, pues
— 362 —
que os obliga á poneros en tan manifiesta contradiccion con
vos mismo!
Dirigiéndose personalmente á nosotros, aunque sin nom
brarnos, el mismo autor ha dicho : «Reconociendo en el hom
bre el poder de formarse sus ideas y sus principios, ellos (los
tradicionalistas) le niegan la posibilidad de llegar por sí mis
mo á los conocimientos, es decir, á las verdades del órden
religioso y moral. Así el hombre tiene naturalmente ideas y
principios, pero no tiene naturalmente el poder de sacar de
los principios sus consecuencias necesarias. Por ejemplo, te
nemos naturalmente la idea de causa y de efecto, y ademas el
principio: no hay efecto sin causa, pero no tenemos natural
mente la facultad de aplicar al mundo el principio de causa
lidad y de deducir de él la existencia de Dios».
Esa objecion no está fundada más que en dos sofismas.
Supone, primero, que el hombre puede aplicar sus ideas y
sus principios á un órden cualquiera de cosas, ántes de cono
cer su existencia , lo cual es contrario al grande axioma de
Aristóteles, admitido por todas las escuelas y por el mismo se.
miracionalismo,
omnisque
ESTÁ FUNDADA
rationalis
EN UNque
CONOCIMIENTO
scientia
toda doctrina
in antecedente
QUE LAó PRECEDE:
toda
cognitione
ciencia
Omnisfundalur.
racional
doctrina
QUINTA ACUSACION.
LA REVELACION QUE LOS TRADICIONALISTAS ADMITEN COMO QUE NECESARIAMENTE
ftEBE PRECEDER Á LA RAZON Y QUE ELLOS LLAMAN NATURAL, NO ES, EN EL
FONDO, NI PUEDE SER MÁS QUE LA REVELACION SOBRENATURAL.
§ b.° Extraña tésis establecida por el semiracionalismo : « Que toda revelacion
no es más que la revelacion sobrenatural de la fe, y no puede ser creída sino
con una fe divina. Ignorancia de la Teología que manifiesta en esta demostra
cion. Prueba de la existencia de una revelacion puramente natural , creída
con una fe puramente humana.» El semiracionalismo profesando tambien esta
misma doctrina.
Quedaba en pié la acusacion contra la tradicion, de querer
anular los motivos de credibilidad y los preámbulos de la fe que
el semiracionalismo había formulado; pues bien, él mismo
acaba de reducirla á la nada por una especie de providencia
de no ha lugar. Porque con el mal humor con que un deudor
se confiesa responsable á su acreedor, acaba de anunciar
que, á consecuencia de una larga discusion, se ha efectuado un
gran cambio en el seno de la escuela Iradicionalista, y que ha re
negado de casi todas las doctrinas contrarias á una sana teología.
Aun ha llevado su generosidad hasta el punto de reconocer
que abrumados con el peso de la autoridad de los más gran
des teólogos, que ha opuesto á los tradicionalistas, estos últi
mos han sacado al fin partido de la necesidad (que jamás han
sostenido) de ÜNA REVELACION SOBRENATURAL Y DE LA
FE para que el hombre llegue al conocimiento de la existencia de
Dios y de otras muchas verdades del órden religioso y moral.
t Segun las últimas explicaciones , añade , esa revelacion y
esa tradicion que los tradicionalistas defienden, serian pura
mente naturales. Ha sido preciso venir á parar ahí, cuando
la viva polémica de los adversarios ( que nada ha influido ) ha
colocado al tradicionalismo en la alternativa de una oposi
cion formal (ya se ha visto que eso no es más que poesía) á una
doctrina constante en Teología ó de la modificacion de sus
principios (que siempre han sido los mismos)» .
Mas no queriendo renunciar á su costumbre de ridiculizar,
— 369 -
para satisfacer su instinto de calumniar, al mismo tiempo
que reconoce que, en verdad, la revelacion que los tradicio-
nalistas invocan, como que debe preceder á la razon, no es
más que una revelacion natural, les niega el derecho de in
vocar esa revelacion natural. Porque hé ahí en qué términos
continua esa insolente diatriba: «La situación de los tradicio-
nalistas ha llegado á hacerse más crítica y peligrosa. Una
tradicion natural de las verdades fundamentales del orden re
ligioso y moral , supone en el nuevo sistema una revelacion
natural de esas mismas verdades. ¿Pero qué es una revela
cion natural?» Y en seguida trata de demostrar que no hay
revelacion natural en la que pueda creerse con una fe na
tural : que no hay más que una sola revelacion, la teológica,
que pertenece á un orden sobrenatural y gratuito en la que
se cree con una fe divina, de que la Iglesia es depositaria. Y
de ahí concluye una de dos cosas , ó que el tradicionalismo,
fundándose en el principio de una revelacion y de una fe na
turales, no se apoya en nada , ó que hace de la revelacion di
vina , sobrenatural y gratuita, la base de la razon natural , lo
cual es absurdo.
No nos encontramos con el ánimo suficiente para refutar
en detalle esa larga y extraña demostracion , que no demues
tra otra cosa que la intencion decidida de trabar disputa, por
todos los medios posibles, con los verdaderos católicos, un
grande deseo de tener razon en lo que se hace mal, y una
ciega obstinacion contra una verdad evidente, contra todas
las nociones recibidas, contra todos los principios de la cien
cia, contra el hecho más universal, más constante, el más
luminoso de la humanidad. Nos es muy penoso, particular
mente por el apreciable escritor que se ha hecho órgano de
ella, el someter esa supuesta demostracion al escalpelo im
placable de la lógica para poner de relieve la falsedad de
las definiciones ( 1 ), la vaguedad de las ideas . lo arbitrario
(t) La revelacion divina se define generalmente la accion exterior de Dios
<S la accion extrinseca en Dios , por la cual manifiesta Dios á las criaturas inte.
— 370 —
de las suposiciones, el abuso de los principios, lo absurdo de,
las consecuencias , el lujo , en fin , de las contradicciones y de
los sofismas que encierra. Un escolar se avergonzada de au
torizarla con su nombre, y sin embargo, lleva un nombre res
petable. Eso parece increible. No se puede reconocer en él
al sabio que despues ha escrito tantas páginas elocuentes,
tan ricas en el fondo, como bellas en la forma, en las que
verdadera y victoriosamente ha demostrado la necesidad de
la revelacion, y en las que, con la poderosa mano del teólogo,
ba demolido él mismo, como vamos á ver, lo que habia cons-
ligentes lo que tiene en su espíritu. Actio Dei externa, sive Deo extrínseca,
qua denuntiat creaturis inteltectivis ca quoe habet in mente. Es evidente que la
palabras exterior y exlrinseca de esla definicion, no tienen más que un senti
do subjetivo refiriéndose á Dios, que revela, y no en un sentido objetivo re
firiéndose á la criatura, que recibe la revelacion. Esas palabras no están em
pleadas en ella más que para indicar , que la revelacion no es una de las accio
nes ad inlra, sino una de las acciones ad extra de la naturaleza divina; pero
no significan del todo que la revelacion divina es una manifestacion esencial
mente exterior y sensible con relacion al hombre, que es su objeto. Deus, ob
serva Antoine (De Fide, Sec. n), proprié revelat et loquitur, non solum cumper
se, vel per angelum aut hominem, vocibus humanis aut signis ulitur ad ma
nifestando™ aliquam veritatem, sed etiam cum per se, mysterii alicujus cog.
nüionem imprimit mentí propheta. De suerte, que pomo tener nada de exterior
y de sensible esa impresion inmediata del conocimiento de un misterio que Dios
hace al espíritu dsl profeta, lo mismo que todas las manifestaciones que Dios
hace directamente al espíritu de los santos, sin hacer sentir nada á su oido, no
por eso dejan de ser unas revelaciones verdaderas, que el profeta y los santos
pueden creer con una fe divina. Esas son las nociones elementales de la Teolo-
logía. Pues bien : el autor de la demostracion de que se trata, habiendo en
contrado las palabras exlerna y extrinseca en la definicion de la revelacion, las
ha tomado en el sentido objetivo, como si se refiriesen al hombre; y sin aper
cibirse de su error, ha dicho y repelido muchas veces, que toda revelacion
divina, á excepcion de la revelacion de la razón , no es más que una manifes
tacion que Dios hace en lo exterior del hombre por signos sensibles del cono
cimiento de una verdad divina, que llega al hombre sensiblemente de afuera.
Esa es quizá una distraccion, pero una distraccion muy extraña en un teólogo.
Todas las definiciones de que abunda esa argumentacion , tienen la misma
exactitud, la mism precision, la misma fuerza y la misma verdad, así como
las aplicaciones que de ellas se han hecho, y las consecuencias que se han
deducido. Esto, hasta cierto punto, justifica lo que dicen malas lenguas,
de que enseñar una ciencia no siempre es señal segura de que se conozca
- 371 —
truido contra la tradicion con la débil mano del sofista. No
haremos , pues , sobre esa demostracion más que las obser
vaciones
En todos
estrictamente
los tratadosnecesarias
de la fe, los
enteólogos
interes de
comienzan
nuestra causa.
siem
pre por definir la revelacion :-t Una accion por la cual todo sér
inteligente manifiesta á otro sér inteligente los actos interio
res de su espíritu y de su voluntad. Revelatio est actioqua ens
intellectivum actus suos internos mentís et vohmtatis manifestat
alteri enti intelligenti > . Y sólo despues de haber sentado ó es
tablecido esa definicion de la revelacion en general, llegan á
la definicion particular de la revelacion divina que acabamos
de leer. Para los teologos, ademas de la revelacion divina,
hay revelaciones angélicas ó humanas, y no es abusar de la
palabra, sino hablar el lenguaje admitido en las escuelas, el
llamar revelacion á toda manifestacion de sus actos interiores,
que un entendimiento hace á otro entendimiento, que todo
hombre hace á otro hombre. ¿Por qué, pues, los tradiciona-
listas harian mal en admitir lo que todos los teólogos admiten,
una revelacion natural y humana, distinta de la revelacion
sobrenatural y divina? ¿Por qué harian mal en llamar revela
cion á las manifestaciones de sus pensamientos y de sus vo
luntades que los padres hacen á sus hijos? ¿Por qué, en fin,
obrarian mal en decir que el niño sólo aprende por la revela
cion doméstica el lenguaje y las nociones del mundo espiri
tual é invisible? Es, pues, falso que no hay otra revelacion
que la teológica, divina, sagrada, bíblica, eclesiástica. Es
falso que la revelacion doméstica tenga íntimo enlace con esa re
velacion esencialmente sobrenatural , y que los tradicionalistas,
al decir que la razon no se forma en parte, sino por la reve
lacion, admiten la necesidad de la revelacion sobrenatural y
divina para la formacion de la razon , como asimismo la im
posibilidad de tener la menor nocion de Dios de otro modo
que por una luz sobrenatural. Y, por consiguiente, es falso,
finalmente, que el tradicionalismo haya, como se le censu
ra , establecido la prioridad lógica de la fe sobrenatural , con
— .372 —
respecto á la razon natural, é infundado tambien el cargo de
que absorbe é identifica uno en otro el órden sobrenatural con el
orden natural, la fe y la razon, la Filosofía y la Teología. Esas
consecuencias de la doctrina tradicionatista no existen más
que en el cerebro de los semiracionalistas, que la combalen
sin querer conocerla. Jamás han lanzado imputaciones más
gratuitas y más necias contra sus adversarios.
El autor que nos atribuye semejantes extravagancias ha
repetido mil veces en todas sus obras, y continua siempre re
pitiendo, que las ideas que Dios da directamente al alma hu
mana creándola, y que forman el fondo de la razon, son
una verdadera REVELACION, pero natural. Sólo por esa teoria,
tomada de Malebranche, y que es la base del iluminismo,
del protestantismo y del fanatismo, admite que el alma reci
be directamente de Dios las ideas; y el tradicionalismo, si
guiendo á santo Tomás, admite, lo que es más razonable, más
seguro y más conforme á la dignidad del alma ,.que esta, en
su creacion , no recibe de Dios más que el poder de formarse
las ideas y no las ideas ellas mismas: que como el alma no co-
rtoce el mundo corporal sino por la revelacion de los senti
dos, así tambien no conoce el mundo espiritual sino por la
revelacion de la enseñanza; y que, á consecuencia de esa do
ble revelacion , se forma las ideas de los objetos de esos
mundos. Así es, que el autor que refutamos admite tambien
que la razon se forma por una verdadera revelacion, pero na
tural. ¿Por qué, pues, ha de ser permitido á ese autor el
hacer uso de las palabras revelacion vatural al explicar una
teoria fantástica y no se ha de permitir á los tradicionalistas
el usar las mismas palabras al explicar una teoria fundada
sobre la verdad de los hechos?
Es verdad que el autor parece haber retractado esa expre
sion : « Es muy sensible, nos dice, que materias tan importan
tes hayan sido embrolladas en nuestros dias de una manera
tan confusa (pero eso no es por ignorancia del semiraciona-
lismo, sino por malicia). Nosotros mismos nos hemos servido
— 3/5 —
algunas veces (siempre , querreis decir) de la palabra revelacion
natural, interior y exterior á la vez, para explicar el origen del
pensamiento y de la palabra. Estudios más profundos han pro
ducido en nuestra opinion las modificaciones que contiene esta
obra» . Pues bien , la misma obra en que se encuentra ese cor
rectivo manifiesta todo lo contrario. Hé aquí lo que se dice
con todas sus letras y con el tono más afirmativo y concluyen^
te: « No hay más revelacion natural que la razon misma. Pero
no se la puede llamar revelacion más que de una manera im
propia, y por una especie de abuso del lenguaje, que es pre
ciso evitar cuidadosamente en el dia. Esa revelacion interior de
la razon es precisamente lo que los tradicionalistas niegan
(y tienen razon, porque es el iluminismo), para sustituirla con
una revelacion positiva que se reduce á nada». Y despues en
tona el himno de la victoria en estos términos: «Obien esa re
velacion es la revelacion sobrenatural, y entonces todas las
consecuencias, todos los inconvenientes, todos los peligros
del tradicionalismo absoluto se renuevan , yes palpable la in
compatibilidad de semejante sistema con las doctrinas de la
Teología, ó esa revelacion es la razon misma, y entonces el tra
dicionalismo se confiesa vencido , pues que sólo se ha arma
do para despreciar y combatir esa razon, que triunfa de sus va
nos ataques. Ponerse en oposicion con la teología católica, ó
no decir ni más ni ménos que sus adversarios católicos, tal es
la alternativa que resta á los tradicionalistas moderados» .
Se ve, pues, que, para ese autor, la razon es siempre una
revelacion natural , y áun cuando dice que por un abuso del len
guaje se ha dado á la razon ese titulo glorioso, no por eso deja
de persistir en que no hay más revelacion natural que la razon,
y en veinte lugares de su obra repite la misma expresion:
ese es todo su sistema sobre el origen de las ideas. Así , la
obra no demuestra de modo alguno que estudios más profundos
bayan producido la menor modificacion en su opinion.
Excepto ese sí y no en la misma obra y en la misma frase»
que nos complacemos en atribuir á falta de memoria, el pa
— 374 —
saje que se acaba de leer no se apoya más que en un sofis
ma. El autor supone verdadero en él lo que no lo es , y que él
mismo ha afirmado que es falso; supone verdadero que la re
velacion exterior no es más que la revelacion sobrenatural ó teo-
lógica, y que no hay otra revelacion natural que la de la ra
zon, cuando entre la revelacion sobrenatural teológica, que
es una verdad cuyo depósito guarda la Iglesia , y la revelacion
natural de la razon, que es un error que la Iglesia ha conde
nado en las obras de Malebranche, hay una revelacion natu
ral, humana, que forma la herencia ó patrimonio de la huma
nidad. Tal es la manifestacion de la existencia del mundo de
los espíritus y de los deberes que toda madre hace á su hijo,
y que es una revelacion verdadera, pero natural. Y es así, pri
mero, porque tiene lugar áun entre pueblos extraños á la re
velacion positiva y sobrenatural del Cristianismo; y segundo,
porque ayuda al desarrollo de la razon y á colocarla en sus
condiciones naturales.
Ademas, esa revelacion natural ha sido tambien admitida
como existente en todas partes, por el mismo autor, que más
arriba la ha negado con un tono tan decisivo. « En esa inda
gacion, ha dicho, no puede tratarse del hombre aislado de la
sociedad , desprovisto de toda enseñanza y de toda tradicion.
El hombre así despojado, seria un sér fuera de la naturaleza,
un sér quimérico» . Luego, para nuestro adversario, fuera dela
enseñanza y de las tradiciones del Cristianismo, que no se en
cuentran sino en las sociedades cristianas, todo hombre recibe
en todas las sociedades una enseñanza y tradiciones; es decir,
una verdadera revelacion que de ellas hace el hombre, en su
naturaleza y en su realidad , el hombre natural. He ahí, pues,
que nuestro adversario admite tambien el hecho de una re
velacion , y que se confiesa vencido, puesto que no se ha armado
más que para despreciar y combatir esa revelacion que triunfa de
sus vanos ataques.
Tampoco la condicion de los Iradicionalistas moderados es
tan desgraciada como se quiere hacer creer. No se hallan de
— 375 —
ningun modo en la alternativa , ó de ponerse en oposicion con la
teología católica , ó de no decir ni más ni ménos que sus adversa
rios católicos. Por una parte , no dicen lo que sus adversarios ca
tólicos repiten con tanta ligereza, que larazon es una revelacion
natural; y por otra, no colocan enla revelacion sobrenatural el
origen de la razon. Les queda, pues, una tercera cosa que decir,
y que hasta sus mismos adversarios católicos se ven obligados á
admitir, y es, que, fuera de todo eso, existe en toda sociedad
humana una enseñanza y una tradicion, que ayudan á colo
car al hombreen su naturaleza, y que es una verdadera re
velacion natural.
nada .
Pero hé aquí algo más explícito. Más adelante, el mismo au
tor ha dicho : «Ya comprendeis que cuando hablamos de creen
cias y de autoridad, no podemos designar por esas palabras,
en el punto á que hemos llegado , más que una creencia y una
autoridad humanas; la fe teológica y católica, la autoridad di
vina dela Iglesia, quedan fuera de los hechos que queremos
estudiar hoy dia » . Así , para nuestro adversario , puede exis
tir una tradicion, y por lo mismo, una revelacion fuera de la
fe teológica y católica , fuera de la autoridad divina de la Iglesia,
sin derecho más que á una creencia humana. ¿Cómo, pues,
seria imposible al tradicionalismo admitir una tradicion , una re
velacion á ménos que no sea la revelacion teológica, sobrenatural r
proveniente de la autoridad divina de la Iglesia?
El sabio semiracionalista añade ademas : « Una revelacion
exterior y sobrenatural ha existido sin duda desde el orígen
del hombre, y su luz, más ó ménos oscurecida, se encuentra
en la tradicion humana. No seremos nosotros los que neguemos
esa verdad capital». Hé ahí, pues, al semiracionalismo ad
mitiendo en términos bien claros una tradicion humana y una
revelacion natural, resultando de los restos de la tradicion y
de la revelacion sobrenatural, y por consiguiente, muy dis
tinta de esa tradicion y de esa revelacion sobrenatural ; es
decir, admitiendo él mismo lo que, segun él, seria para nos
otros una imposibilidad y un crimen el admitir. Cuando se
quiere refular un sistema , es preciso tener al ménos memo
— 381 —
ría de lo que se ha dicho en sa favor para no encontrarse
en contradiccion consigo mismo. Por lo demás, como ha de
bido observarse hasta aquí y se observará todavía en lo su
cesivo , una de las cosas más singulares en la presente discu
sion es el ver al semiracionalismo no poder dar un paso sin
encontrarse frente á frente con la tradicion , sin ser subyu
gado por su luz y obligado á rendirla homenage, y confesarla,
áun presentándose delante de ella para combatirla.
En el mismo lugar nuestro adversario continua : « Todas
las ideas nacen en el niño de la accion de los objetos , de su
relacion inmediata con ellos, de su atencion dirigida sobre
ellos por su propia actividad y por los cuidados de los que le
educan». Esa es toda la doctrina del tradicionalismo reasu
mida exactamente en algunas palabras; porque, segun nos
otros, la actividad propia al espíritu humano no está más que
en la facultad del entendimiento operante , por la cual se forma
las ideas de los seres corporales , cuyas fantasmas le presen
tan los sentidos, y las ideas de los seres espirituales y mora
les, cuya existencia y particulares le son revelados por los
cuidados de los que le educan; sólo que esta doctrina del tra
dicionalismo se comprende bien , porque es muy exacta y
muy clara , .mientras que la doctrina encerrada en las líneas
que se acaban de leer , es vaga , oscura y fuera del sentido
que nosotros la damos : no tiene sentido , y no se comprende.
Pero lo que no tiene precio en esas líneas es la frase : y por
los cuidados de los que le educan ; porque decir que una parte
de las ideas nacen en el niño por los cuidados de los que le
educan , ¿no es admitir que el niño debe una parte de sus ideas
í LA ENSEÑANZA Y Á LA TRADICION DE LOS QUE LE EDUCAN? Y pues
que por esa enseñanza y esa tradicion los que educan al niño
no hacen más que manifestarle sus pensamientos y sus volun
tades, hé ahí una verdadera revelacion. Ademas, puesto que
esa revelacion no es relativa más que á las ideas que nacen
en el niño , es decir , á las ideas primeras que forman su ra
zon ó la ponen en las condiciones naturales de su desarrollo, no
— 382 —
tiene tampoco nada de sobrenatural, nada de teológico ni de
divino, sino que es sólo una revelacion que ayuda á la razon
á colocarse en su estado natural , una revelacion natural. Hé
ahí, pues, á nuestro autor trasformado en tradicionalista, y
admitiendo , por una de las condiciones de la formacion de la
razon natural, esa revelacion natural, de que se muestra tan
escandalizado y tan asustado, cuando es formulada por los
tradicionalistas.
Dejándose llevar de toda la cólera de su desconsolado celo,
el mismo autor nos ha dirigido tambien este violento cargo :
«La revelacion natural no se apoya pues en nada; y sólo por
introducir una opinion que no está justificada, que es falsa,
los tradicionalistas trastornan y embrollan el lenguaje y las
nociones teológicas , áun á riesgo de introducir el caos en la
ciencia y en el pensamiento» . Se acaba de ver que la revelacion
natural se apoya, por el contrario , en algo, y que ese algo es
muy real, muy sólido; porque es un hecho, y el hecho más
constante y más universal de la humanidad. No somos, pues,
nosotros los que introducimos una opinion que no está justifi
cada, una opinion falsa; sino el semiracionalismo, que, con un
encarnizamiento no justificado ataca y combate una opinion
verdadera. No somos nosotros los que trastornamos y embro
llamos el lenguaje y las nociones teológicas, sino el semiracio
nalismo, que, verdadero semipelagianismo de la Filosofía,
abusa descaradamente delas nociones teológicas, que com
prende muy poco, y del lenguaje filosófico, que no comprende
de modo alguno, y que verdaderamente ha introducido el
cáos en la Teología y en la Filosofía. Séanos, pues, permi
tido , parodiándole , el decirle á nuestra vez : «Las pruebas
del semiracionalismo giran todas sobre una equivocacion.
Basta distinguir los diversos sentidos de las proposiciones que
presenta como pruebas, para quitarlas toda fuerza. Penetrad
en el fondo de las especulaciones de la escuela semiraciona-
lista , y no encontraréis en él más que el grande hecho de la
tradicion y de la revelacion exterior , ayudando á formar la
— 383 —
razon, mal comprendidas y mal presentadas», lo cual es á
un mismo tiempo profundamente sensible y evidentemente
injusto.
Hé ahí, en fin , el mismo cargo formulado de otra manera
por el mismo crítico, y con una ligereza inexplicable por
parte de un sabio tan distinguido : « La revelacion que el tra
dicionalismo invoca y toma por punto de partida, es la reve
lacion teológica y sobrenatural , pues que ha tomado la pala
bra revelacion en su acepcion ordinaria, tal como se halla
recibida en las escuelas, sin distinguir una revelacion natu
ral de la revelacion sobrenatural. Esa diferencia ha sido hecha
más tarde. Estamos, pues, enla verdad histórica, atribuyéndo
les la doctrina que coloca en la revelacion sobrenatural el origen de
la razon* . Esa acusacion contra el tradicionalismo está al me
nos claramente formulada; mas afortunadamente no hay en
ella una sola palabra de verdad , una palabra que no sea una
calumnia. El tradicionalismo ha tomado la palabra revelacion
en su acepcion ordinaria , tal como se halla recibida en las escue
las; pero en la acepcion ordinaria de esa palabra, tal como se
halla admitida en las escuelas, toda manifestacion de sus pen
samientos y de sus voluntades que un ser inteligente hace
á otro ser inteligente, es una revelacion. Si en las escuelas de
los semiracionalistas la palabra revelacion uo significa más que
la revelacion teológica y sobrenatural , era preciso advertírselo
á todas las demás escuelas, y hacerlas conocer su error de
tomar esa palabra en un sentido más general y más extenso.
Y en todo caso los tradicionalistas no son reprensibles por
haber ignorado lo que todas las escuelas ignoran , excepto
las de los semiracionalistas. Luego de que los tradicionalistas
digan que la revelacion entra por algo en la formacion de la
razon, no se sigue de ningun modo que coloquen en larevela-
cion sobrenatural el origen de la razon.
« Pero más tarde han distinguido la revelacion natural de la
sobrenatural, i Aun cuando eso fuera cierto, no daria nin
gun derecho para formarles un cargo. ¿La Iglesia misma no
— 384 -
ha introducido bien tarde ciertas distinciones de palabras, es
decir, cuando se ha visto obligada á ello por el espíritu de
burla y por la mala fe de los herejes? Pero de que ella haya
adoptado más tarde nuevas palabras, ¿se sigue acaso que más
tarde haya alterado su doctrina? Si el tradicionalismo no ha
hecho hasta más tarde esa diferencia , es decir, hasta que el
serniracionalismo se ha atrevido á atribuirle la enorme extra
vagancia de colocar en la revelacion sobrenatural el origen de
la razon , no tendria nada de extraño , ni probaria tampoco
que haya mudado de principios ; pero el hecho es que esa
aseveracion es evidentemente falsa. Comenzando por Mr. do
Bonald, á quien tanto se ha combatido sobre ese punto , con
respecto al cual estaba en lo verdadero , todos los escritores
de la escuela de la tradicion , al hablar de la revelacion que
precede á la formacion de la razon , siempre y en todas sus
obras han empleado las expresiones : revelacion primitiva,
revelacion doméstica, revelacion social, revelacion univer
sal, que por el lenguaje y por la tradicion se ha esparcido por
el mundo y se ha establecido en toda la humanidad, reve
lacion tan necesaria y tan natural al hombre para raciocinar,
como necesaria le es la luz para ver.
Hace muchos años que Mr. de Bonnetty ha dicho : « Mon-
sieur F... puede hacer variar á sus lectores con una palabra
ambigua, diciendo que los tradicionalistas sostienen que el
hombre recibe toda nocion por revelacion. Los tradicionalistas
entienden por la palabra revelacion la enseñanza, que es una
revelacion natüral hecha por un medio natural, la palabra.
[Anales, etc. : tomo vn, serie ív, Pág. 109.) No es posible
ser más explícito.
Con semejantes expresiones, los autores tradicionalistas ¿no
han distinguido hace treinta años , y no distinguen todavía de
la manera más clara, más formal y más exacta la revelacion
natural de la sobrenatural? ¡Hé aquí cómo es cierto que esa di
ferencia no ha sido hecha por ellos hasta más tarde, para librarse
de su condenacion y ocultar su derrota! El serniracionalismo
— 385 —
no se fundó , pues , al decir : Nosotros estamos en la verdad his
tórica , atribuyendo á los tradicionalistas la doctrina que coloca
en la revelacion sobrenatural el origen de la razon. No , señores,
no estais en la verdad, sino en la mentira histórica, atribu
yéndonos esa doctrina, que ninguno de nosotros ha sostenido
jamás.
Nosotros podemos, por el contrario, decir que esa acusa
cion , por vuestra parte, no La sido imaginada hastamás tarde,
cuando os habeis convencido de que todas las demás no erau
serias y no conducian á nada ; porque muy recientemente se
ha presentado esa acusacion por primera vez. A nosotros nos
toca decir : Estamos, pues, en la verdad histórica atribuyendo á
vuestra enemistad la calumnia que nos atribuís.
Pero más tarde, segun quereis suponer, los tradicionalistas
han hecho, segun vosotros, su acto de contricion de haber
colocado en la revelacion sobrenatural el origen de la razon : han
admitido la distincion que pediais, y os han dado la razon y
confesado su falta. ¿Por qué, pues, no les habeis perdonado
su pecado? ¿por qué habeis hecho revivir ese pecado que,
segun vosotros, habria borrado la contricion? ¿por qué ha
beis escrito páginas tan numerosas y violentas para probar que
siempre colocan en la revelacion sobrenatural el origen dela ra
zon? ¿por qué os habeis afanado en presentar al público como
empedernidos en su falta , á pecadores que vosotros mismos
habeis divulgado que se habian convertido? ¿porqué no ha
beis obrado con la misma severidad con los racionalistas y los
incrédulos, que hasta ahora ni han hecho ninguna distincion,
ni han retractado nada? Ah! habeis acogido como muestras de
un arrepentimiento sincero sus gestos de respeto á la Reli
gion y los testimonios de reconciliacion y acuerdo con que se
han burlado de vuestra credulidad! Habeis querido hacerles
creer, renovando el inmenso júbilo que experimentan el cielo.y
los ángeles cuando los pecadores hacen penitencia de sus pecados
(san Lucas),, y, habeis invitado tambien á toda la Iglesia á re
gocijarse por una conversion que áun no se encuentra en.el
Vi
— 386 —
estado de germen , y cuyos frutos, desgraciadamente y segun
todas las apariencias, se harán aguardar todavía mucho tiem
po (1). Teneis, pues, dos pesos y dos medidas! Llenos de
dulzura para con los más grandes enemigos del Cristianismo,
sólo reservais vuestra amargura y vuestra cólera para vues
tros hermanos en la fe. Aunque os plazca el llamar celo á
semejante parcialidad, no es más que la injusticia más pal
pable, la más escandalosa, la más repugnante: la injusticia
de la censura antigua , que perdonaba á los cuervos, y per
seguía y condenaba á las palomas: Dat veniam corvis, vea ai
censura columbas.
SEXTA ACUSACION.
EL CONOZCA
TRADICIONALISMO
NINGUNA VERDAD
AFIRMA,RELIGIOSA
SIN PROBARLA,
Ó MORALLA SIN
IMPOSIBILIDAD
EL AUXILIO DE
DE QUE
LA INSTRUCCION
EL HOMBRE
T DE LA TRADICION.
| 7." Solemne mentís que .el semiracionalismo se ha dado á si mismo, con
respecto á lodo lo que ha dicho acerca de las supuestas fuerzas de la razon
para llegar por si sola a la verdad. Bella y triunfante demostracion que él
mismo ha dado tambien de la verdad de la tesis que impula como un crimen
al tradicionalismo el sostener.
Con argumentos sacados de la naturaleza y de la historia
del espíritu humano, que acabamos de exponer en los dife
rentes capítulos de esta obra , los tradicionalistas , siempre y
en todos sus escritos , han demostrado hasta la evidencia la
imposibilidad para el hombre que no ha recibido ninguna en
señanza, de adivinar la existencia y los objetos del mundo
espiritual y moral. Con la buena fe que lees propia, el semi
racionalismo no ha hecho caso alguno de esas demostracio
nes, y por medio del autor del Valor, etc. , prosigue diri
giéndonos el cargo de que afirmamos, pero no probamos, la im
potencia del entendimiento humano entregado á si mismo para
elevarse á verdad alguna tocante á Dios , la ley , el alma y su
destino.
(1) Dentro de algunos instantes nos convenceremos dé la verdad de esta
afirmacion.
— 387 —
Para rechazar esa acusacion podríamos contentarnos con
recordar estas palabras del mismo autor que se ha leido más
arriba: «El niño ordinario, privado de toda cultura social,
permanecerá indefectiblemente en un estado de pobreza in
telectual y de imperfeccion contrario á su destino. Esto lo han
hecho los tradicionalistas más y más evidente é incontesta
ble (1) : nos complacemos en hacerles esa justicia » . Pues si,
segun esa bella confesion, hemos verdaderamente hecho más y
más evidente ó incontestable la impotencia radical del espíritu ó
entendimiento humano aislado , no podria ser verdad que afir
mamos esa impotencia sin probarla. Para rechazar esa acusa
cion podríamos limitarnos á repetir aquí estas dos grandes
palabras del semiracionalismo : «Es un hecho incontestable
que toda razon es enseñada por la sociedad , y que el hombre
desprovisto de toda enseñanza y de toda tradicion es un sér
quimérico» . ¿Con qué derecho , pues , el semiracionalismo nos
acusa de no probar un hecho que él mismo reconoce como in
contestable , y cuya verdad proclama tan alto?
Pero el semiracionalismo nos suministra algo más explícito,
más formal, y que manifiesta más la injusticia del cargo que
nos dirige sobre este punto, porque él mismo ha dado la
sofía, hecha é imaginada por él en las circunstancias mas felices para que
pueda encoutrar la verdad, y sin que pueda hallarla, no por eso será ménos
triunfante.
(1) Muy bien... los más nobles talentos han zozobrado siempre en los más
graves errores , cuantas veces la brújula de la fe ha cesado de dirigir su mar
cha. Los tradicionalistas no decimos ni más ni ménos que eso. ¿Por qué, pues,
nos acriminais tanto?
(2) Lectores , no os fatigueis en buscar esa filosofía en presencia de la que di
cen estamos: filosofía noble , elevada, que no respira más que el más puro es
plritualismo no ateniéndose más que á la verdad natural, y formándose de sus
puras luces un parapeto contra el Cristianismo. ¿No os ha prevenido el autor que
esa filosofía es supuesta, hecha por él con el auxilio de su imaginacion ardien
te y fecunda, y que no se inquieta por saber si existe en alguna parte? Eso es
deciros que la presencia de esa filosofía no es más que imaginaria, poética , y
que no tiene nada de real. Seriais demasiado buenos si os desconsolaséis de no
encontrarla en ninguna parte.
(3) Eso se dirige evidentemente al último traductor de Platon. Mr. Cousin,
noble talento como el que más, lleno de entusiasmo platónico, pero que des
graciadamente , no habiéndose apercibido del origen cristiano de sus luces y
habiéndolas atribuido á los rayos de la verdad natural, se ha formado, durante
cuarenta años, de las supuestas luces de esa verdad , un parapeto contra el
Cristianismo, enseñando, durante ese transcurso de tiempo, á la juventud
francesa á hacer lo mismo.
(4) No, efectivamente: estad tranquilo en cuanto á eso; y si esa filosofía
— 392 —
Esto sentado, el autor se dedica sériamente á probar y de
mostrar de una manera victoriosa, en efecto, que la noble filo
sofía platónico-cartesiana, pura y separada de la enseñanza re
ligiosa: \ .", mezclaria casi siempre errores á las verdades que
profesase, no que descubriera; 2.°, que no preservaria suficien
temente al espíritu contra el peligro de duda y de error, inse
parable, nos dice, de la especulacion racional ; 3.*, que su
enseñanza ofreceria vacíos que le seria imposible llenar; y 4.°,
que casi todo el género humano se substraeria de su accion.
Nos es muy sensible el no poder reproducir íntegra, por
su mucha extension, esa sólida y brillante demostracion; pero
no podemos prescindir de copiar algunos pasajes de ella,
acompañándolos con cortas observaciones.
Acerca del primero de los cuatro puntos indicados, el au
tor se expresa así: «¿No me encuentro con derecho de invocar
la experiencia y los hechos que hemos establecido? Una ex
periencia tan antigua como la historia, una experiencia univer
sal, una experiencia que se ha repetido ENCADA EPOCA Y EN
CADA SIGLO, una experiencia QUE JAMAS SE HA DESMEN
TIDO, no seria UNA LEY DEL ENTENDIMIENTO HUMANO?
Pues bien , esa experiencia antigua, perpélua, universal, inva
riable , nos enseña que toda filosofía que ha IGNORADO , me
nospreciado ó rechazado LA FE, ha caido siempre en algun
grave error sobre la naturaleza de Dios y la del hombre. Re
cordemos en algunas palabras esta experiencia solemne.
La filosofía antigua ha esparcido un grande esplendor (1),
ha prestado grandes servicios á la humanidad (2), y, lo que
todavía es más grandioso en su destino, ha sido una prepara
cion humana para el Evangelio (3). ; Cuántos errores han ve
no se contenta con la parte que la dais aquí , en verdad puede decirse que es
bien descontenladiza.
(4) Bien opaco, como el mismo autor nos ha manifestado más arriba.
(2) Que la humanidad jamás ha conocido ni reconocido.
(3) Como una enfermedad es una preparacion para la accion médica , la
pobreza es una preparacion para que se reciba una limosna, y la destruccion
de un edificio es una preparacion para que se construya de nuevo.
— 393 —
nido á oscurecer y alterar las nobles verdades que. enseña
ba! Y en seguida el autor reproduce en miniatura el triste
cuadro que ha trazado más arriba , de la vanidad , de las ex
travagancias, de los errores que esa misma filosofía, que ha
esparcido tanta claridad y techo los más útiles servicios á la hu
manidad, ha derramado sobre la misma, en donde quiera que
se la ha dejado obrar ; y eso en cada época , en cada siglo, y
por una experiencia que jamás se ha desmentido. Nuestros lec
tores nos dispensarán el que les presentemos esta miniatura,
que es de mano maestra.
«La escuela jónica profesa el materialismo ; la de Elea, él
idealismo y el panteísmo; la de Italia, la metempsícosis ; los
sofistas enseñan á la juventud á dudar de todo. El más puro,
el más elevado, el más sublime de los filósofos antiguos. Pla
ton, profesa un verdadero dualismo; Aristóteles niega la provi
dencia; el sensualismo renace en su escuela; el escepticismo, en
la de Platon; el ateísmo levanta la cabeza con Epicuro; y el
panteísmo resucita con los estoicos y los alejandrinos.
»Bajo el imperio del Cristianismo, cuando la filosofía se
separa de la religion v quiere bastarse Á sí misma, la experiencia
se reitera. Las sectas filosóficas heterodoxas, que se forman en
la edad media, van á parar á errores capitales: las unas á un
sensualismo, que debe resolverse en el escepticismo ó en el
ateísmo, y las otras caen en el panteísmo formal.
»En el renacimiento Vanini se declara ateo; y Jordano
Bruno, panteista. En medio de los trabajos, de los descubri
mientos, de los progresos del pensamiento cristiano en el si
glo xvii, en el seno de esa magnífica luz que la filoso-
(1) El autor liace aquí alusion al cartesianismo, que, triste restauracion del
platonismo, ha renovado todos sus errores y formado las tinieblas del si
glo xviii. Esa es la única magnífica luz que ha hecho brillaren el mundo.
(2) No olvideis á Malebranclie, que ha sido el del idealismo, del iluminismo
y del fanatismo.
(3) Esc epíteto no está felizmente elegido, pues que se trata del pan
teísmo.
(4) Rasgo de adulacion que todo cuanto vemos desmiente.
(5) Luego no se ha preservado definitivamente de todo exceso.
(6) De la Religion. Legítima independencia!
(7) Bien dicho; porque, en tesis, eso palabra no se encuentra más que
en la filosofía... separada, como ademas la universalidad-, la perpetuidad
y la constancia de los fenómenos lo prueban.
— 393 —
contra los peligros de la especulacion racional, nuestro autor
hace estas observaciones llenas de buen sentido :
«En la especulacion filosófica, en los trabajos del pensa
miento independiente, el entendimiento no se apoya más que
en sí mismo. No tiene otra regla de sus juicios que la eviden
cia, otro medio para conquistar la verdad que el raciocinio,
la experiencia y la observacion. Esos medios son buenos, sin
duda, esos instrumentos son poderosos (1), ponen al hombre
en posesion de numerosas y fecundas verdades. Eso no es
decir bastante: son necesarios, su empleo es indispensable (2)
y de una continua aplicacion. La certidumbre humana repo
sa en definitiva sobre la evidencia. Nosotros no nos rendi
mos, ha dicho un filósofo célebre, más que á la autoridad de
la evidencia , ó la evidencia de la autoridad. Pero es preciso
convenir en que fuera del círculo de las verdades primeras
y evidentes por sí mismas, es muy fácil abusar de todos esos
grandes medios de verdad y de luz, y que es muy fácil hacer
mal uso de la observacion, del raciocinio y de la evidencia
misma (3). Se puede fácilmente tomar por evidente lo que no
es. Creeis percibir una luz y la seguís. Complacidos y aluci
nados, olvidais todas las consideraciones que hubieran podido
hacer nacer en vosotros algunas dudas, y osabandonais sin re
serva á ese fantasma de verdad, que ha seducido vuestro ánimo.
¿No es esa la historia de todos los sistemas filosóficos, que no son
más que vistas parciales é incompletas, y por consiguiente erró
neas, de la realidad? Cuanta más fuerza lógica tiene el enten
dimiento, tanta mayor es su firmeza y su poder de reduccion,
MÁS LEJOS LLEGA EN EL CAMINO DEL ERROR (4).
SÉPTIMA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO HA SIDO CONDENADO TA POR EL CONCILIO DE AMIENS.
§ 8.° Se comienza á hacer ver que el semiracionalismo es ademas injusto para
con la tradicion , de la tercera manera con que el error es injusto para con
la verdad , y á refutarle en este lugar.— Decreto del concilio de Amiens,
alegado por los semiracionalistas como condenatorio de la tradicion. El tra
dicionalismo no profesa ninguna de las doctrinas condenadas por ese decre
to. Verdadero objeto de ese mismo decreto , favorable al método tradicional.
—Aprobacion formal de ese método y condenacion del semiracionalismo,
resultante de diferentes pasajes notables de Bergier y del P. Perrone , cita
dos por el mismo concilio al principio del decreto que se ha analizado.—
Mala fe del racionalismo en haber suprimido esta parle del decreto.
La tercera manera en que el error es injusto para con los
discípulos de la verdad , consiste en representarlos como que
profesan obstinadamente doctrinas condenadas, que hacen
mucho daño á la. razon y á la Religion, á Dios y al hombre.
El semiracionalismo tampoco ha omitido el usar esta tercera
manera para manifestar su injusticia con respecto á la tradi
cion y hacerla odiosa .
El autor Del valor de la razon, con esa falta de miramien
tos de que ha hecho ya alarde en más de diez pasajes de su
obra, afirma que el tradicionalismo ha sido condenado por
el último concilio de Amiens; y en seguida todos ios perió
dicos de la secta, y el último campeon del semiracionalismo,
han reproducido el mismo decreto , y le han presentado á sus
lectores como confirmando el sistema semiracionalista y con
denando el método tradicional.
La afirmacion de que el tradicionalismo ha sido condenado por
la autoridad eclesiástica , se ha repetido con tanta frecuencia y
seguridad por parte de todos los maestros y de todos los
adeptos del semiracionalismo, que nos creemos obligados á
probar aquí que su base es la mentira más evidente , y que
con la más insigne mala fe se explota para engañar á los
incautos.
Hé aquí, ante todo, ese famoso decreto, tal como le pre
sentan nuestros adversarios.
— 401 —
«Atacando al racionalismo, tienen cuidado de reducirá
una especie de impotencia la enfermedad de la razon humana.
Que el hombre que goza el ejercicio de la razon, puede, por
la aplicacion de esa facultad , concebir, y áun demostrar, mu
chas verdades metafísicas y morales, tales como la existencia
de Dios , la espiritualidad , la libertad y la inmortalidad del al
ma , la distincion esencial del bien y del mal, etc., etc. , es lo
que resulta de la doctrina constante de las escuelas católicas.
Es falso que la razon sea completamente impotente para resolver
esas cuestiones, que los argumentos que ella propone no tie
nen nada de cierto, y que sean destruidos por argumentos del
mismo valor. Es falso que el hombre no pueda admitir natural
mente esas verdades sino en cuanto cree primero en la reve
lacion DIVINA , POR UN ACTO DE FE SOBRENATURAL : QUE NO HAY
preámbulos de la fe, que puedan ser conocidos naturalmente,
ni motivos de credibilidad por los cuales el asentimiento llega
á ser razonable. Esos errores no fortalecerian , seguramente,
sino que, por el contrario , comprometerian la refutacion del
racionalismo. Si algunos, con la denominacion de tradiciona-
Ustas, ó bajo cualquier otro nombre, cayese en esos excesos, se
apartarian ciertamente del camino recto de la verdad. El
hombre que goza del ejercicio de su razon , puede concebir la
verdad , al menos de los preceptos de la ley divina natural,
áun cuando no tenga conocimiento de los monumentos de la
revelacion, ó que ignore si hay revelacion; pero no puede co
nocer los preceptos de la ley divina positiva , sino en cuanto
conozca preliminarmente , en algun grado, los documentos
de la revelacion , cuyo depósito guarda la Iglesia.» (Capítu
lo xvi, Núm. 3.)
Hé ahí lo que dice el Concilio de Amiens acerca de la cues
tion que nos ocupa; y nosotros, no tansófo participamos com
pletamente de la admiracion de nuestros adversarios tocante
á la sabiduria y la firmeza con que el Concilio se ha pronunciado
en ese decreto, sino que estamos muy complacidos. Ese de
creto, que con tanta frecuencia se nos arroja al rostro como
16
— 402 —
una condenacion , no es, en el fonfo, para los que le quieren
comprender bien, más que unacontinuacion brillante de nues
tra doctrina. Vamos á probarlo.
El mismo autor Del valor de la razon ha hecho que preceda
en su obra, á la insercion de ese decreto, esta observacion
importante: « Es de advertir, que para apreciar el valor de la
razon, el Concilio se ha colocado precisamente bajo el punto
de vista en que nos hallamos en este momento ; es decir, que
ha supuesto á la razon humana formada , ó más ó menos des
arrollada para determinar lo que puede en ese estado» (pá
gina 397). Mas, como se acaba de ver por las objeciones mis
mas de nuestros adversarios contra nuestra doctrina , como
tambien por la exposicion que de ella hemos hecho nosotros
mismos, toda la cuestion entre tradicionalistas y semiracio-
nalistas está en la manera con que se forma la razon, y no
en lo que puede ya formada y desarrollada. La cuestion con
siste en saber si , fuera de toda revelacion , de toda instruc
cion y de toda enseñanza doméstica, la razon humana puede
ó no puede formarse, desarrollarse , y adivinar por sí sola la
existencia del mundo de los espíritus y de los deberes; pero
no se trata de ningun modo de saber si la razon formada ?
desarrollada puede ó no puede comprender y probar ver
dades que no sobrepujan á su alcance. Es , pues , tan claro
como la luz que el Concilio de Ainiens, no habiéndose co
locado, segun confesion de nuestro antagonista , más que bajo
el punto de vista de la razon formada y desarrolláda, y habien
do supuesto á la razon en ese estado , se ha colocado fuera
de la cuestion entre tradicionalistas y semiracionalistas , y por
consiguiente, todo lo que dice'en ese decreto, no tiene nada
que ver con la cuestion de la razon por formar 6 desarrollar,
ó de la razon supuesta en cualquiera otro estado. Y es tan
claro como la luz que al citar ese decreto contra una doc
trina con la que , por confesion del mismo semiracionalismo,
el decreto no tiene la menor relacion , ese sistema se coloca
en una posicion falsa , y para hacerse perdonar semejante cita,
— 403 —
no puede contar más que con la ignorancia , la ligereza y las
preocupaciones de sus lectores.
En segundo lugar, no es al hombre, cualquiera que sea
el grado de desarrollo de su entendimiento, sino solamenlc
al hombre que goza del ejercicio de la razon, y que hace (1 ) la
aplicacion de esa facultad, á quien el Concilio reconoce el poder de
concebir y demostrar algunas verdades metafísicas y morales.
Pero el hombre que goza del ejercicio de su razon hasta el punto
de poder concebir, y áun demostrar, esas verdades, no es más
que el hombre que posee los principios sin los cuales, lejos
de poder demostrar nada , le es imposible hasta el raciocinar
y no tiene el ejercicio de su razon. El Concilio no habló, pues,
más que del hombre que se ha formado ya todas las ideas,
ó las concepciones generales de las cosas corporales , sobre
los fantasmas que de ellas le han presentado los sentidos y
las concepciones generales de las cosas espirituales, sobre las
nociones que de ellas le ha suministrado la enseñanza. El
Concilio no habla más que del hombre que ya ha formado y
desarrollado su razon , con el auxilio de la sensacion y de la
instruccion. Y por consiguiente, el Concilio, lejos de des
aprobar la instruccion tradicional, la supone ya en el hom
bre que goza del ejercicio de su razon, y la que, por confesion
del mismo semiracionalismo, es una de las condiciones indis
pensables de la formacion , del desarrollo de la razon y de su
ejercicio. Y esto ¿qué es sino una confirmacion formal del
sistema tradicionalista?
El Concilio reprueba, es verdad, la doctrina que niega al
hombre que goza el ejercicio de su razon el poder de concebir,
y hasta de demostrar, la existencia de Dios, la espiritualidad , la
libertad, la inmortalidad del alma , la distincion esencial del bien
y del mal, la verdad al menos de los preceptos de la ley natural.
El Concilio reprueba tambien la doctrina que proclama á la
(1) Obsérvese que en esc mismo decreto , el Concilio repite dos veces esta
expresion : El hombre que goza del ejercicio de su razon; porque toda la cues
tion está ahí, y no en otra parte.
— 404 —
razon impotente para resolver lodos los argumentos contrarios á
esas verdades é impotente para establecerlas de una manera
cierta é indestructible. Pero, como se ha visto, el tradicio
nalismo, jamás ni en ninguna parte, ha profesado seme
jante doctrina. Por el contrario, profesa y pone en prác
tica, con un resultado que jamás ha obtenido ningun semi-
racionalista , doctrinas enteramente opuestas. En sus luchas
con el racionalismo absoluto y la filosofía incrédula , siguiendo
el método de santo Tomás ( que es el método de todos los
apologistas del Cristianismo), con argumentos y con razones
puramente racionales, demuestra de una manera cierta, inven
cible, los dogmas fundamentales de la Religion y de la mo
ral : los dogmas tocante á Dios, la creacion , el alma, la vida
futura y la regla de los deberes. Y jamás ha dicho, nunca ha
pensado , que la razon iluminada por la verdadera ciencia es
impotente para resolver esas grandes cuestiones que el filosofis
mo anticristiano suscita todos los dias contra esos dogmas
importantes.
El decreto rechaza tambien, y con razon, como falsa la
doctrina de que el hombre no puede admitir naturalmente las
verdades precitadas , sino en cuanto cree desde luego en la reve
lacion divina por un acto de fe sobrenatural; rechaza la doctrina
que no admite ni preámbulos de la fe que pueden ser conocidos
naturalmente, ni motivos de credibilidad por los cuales el asenti
miento llega á ser razonable. Pero, volvemos á repetirlo, el
tradicionalismo, jamás ni en ninguna parte ha profesado se
mejantes doctrinas , que pueden calificarse de enormidades;
jamás ha sostenido que es preciso comenzar por admitir las
revelaciones de la Biblia, para estar cierto de la divinidad de
la Biblia , y que es preciso creer con una fe divina ántes de
haber conocido la enseñanza divina de la fe. Esas son, como
acaba de verse, las doctrinas de los huetianos, á quienes el
tradicionalismo mira simplemente como verdaderos escépti-
cos religiosos. Si al señalar esos errores el Concilio ha dicho:
t Si alguno , bajo el nombre de tradicionalista , ó con cual-
— 405 —
quiera otro , incurriese en esos excesos » , es porque hace
cuatro años todavía habia huetianos de pura raza, que to
maban el nombre y la apariencia de tradicionalistas. A esos
extraños apóstoles del Cristianismo es á los que el Concilio
quiso condenar; de ellos es de quien ha podido decir con to
da verdad lo que dijo, de que con sus errores comprometian
larefutacion seria del racionalismo , que perjudicaban á la causa
que querian defender y se apartaban del camino recto de la
verdad. Eu cuanto al tradicionalismo verdadero , completa
mente extraño á semejantes excesos , y áun impugnándolos
en todos sus escritos, ese decreto del Concilio nada tiene que
ver con él, y lejos de considerarle desfavorable y perjudi
cial, le ha aceptado sin la menor dificultad; porque es, ni
más ni ménós, que la expresion fiel de sus opiniones.
Conviene tener presente que ese Concilio fue presidido
por el Arzobispo de Reims y por el Obispo de Amiens, y que
el decreto que examinamos es especialmente su pensamien
to, su inspiracion y su obra. Nadie ignora que esos prelados
son los jefes más ilustres, los defensores más celosos de lo
que se ha dado en llamar la nueva escuela. A menos , pues , de
decir, que el tradicionalismo ha querido condenarse á sí
mismo, ese decreto debe ser considerado como la expresion
oficial de la doctrina tradicionalista. £1 tradicionalismo ha
querido aprovechar esa ocasion solemne para hacer su con
fesion pública y para rodearla de los caracteres más solem
nes de autoridad. Por consiguiente, ese decreto dice de la
manera más evidente para el que quiere entenderle, que lo
que él condena, lo condena el tradicionalismo: que lo que él
aprueba, el tradicionalismo lo aprueba, y que el tradiciona
lismo niega y rechaza como contrarias á la doctrina constante
de todas las escuelas católicas , las extravagancias, las opinio
nes, los errores que el semiracionalismo le imputa con tanto
descaro. Hé ahí lo que dice ese decreto, no dice otra cosa.
Pero ninguna necesidad tenemos de consultar las opinio
nes particulares de los ilustres miembros del Concilio , para
— 406 —
conocer con exactitud su verdadero pensamiento tocante al
tradicionalismo. Ese pensamiento le encontramos claramente
formulado en la parte del mismo decreto que precede inme
diatamente á la que acabamos de analizar. Porque hé aqui lo
que se dice con todas sus letras en esa parte del decreto : «Una
cosa es el considerar especulativamente una opinion y otra
el trasmitir una opinion á los jóvenes en las escuelas, como
una disciplina capaz de formar su espíritu. En la enseñanza de
la juventud, es necesario suma precaucion para alejar de
ella todas las cosas , que, atendida la disposicion actual de los
ánimos y la influencia de los errores dominantes , pueden llegar á
ser peligrosas ; es necesario reemplazarlas con otras capaces de
alejar seguramente todo peligro. Como es cierto que la más
giunde seduccion que se hace sentir en nuestros dias está en
lo que se llama racionalismo , y como los jóvenes, al abando
nar las escuelas para entrar en el mundo , se ven impulsados
por todos lados hácia ese camino funesto, advertimos á los ca
tedráticos que deben elegir las opiniones más adecuadas para
cerrar el camino del racionalismo y evitar las que podrian faci
litar la entrada » (1).
Es evidente, por el odio profundo que los filósofos racio
nalistas profesan á los partidarios del método tradicional, que
hay algo de incompatible é inconciliable entre el raciona
lismo y el tradicionalismo; y que este último sistema, que
coloca en la revelacion primitiva, esparcida en el mundo
por la tradicion , el conocimiento de las primeras verdades
(i) Quod ut tutius praestent, indigilamus éis tum argumenta quibus Doctor
angelicus ostendit necesse fuisse ut nomines, per inodum lidéi, accipiant non
solum ea quas supra rationem sunt, sed etiam ea quae per rationein cognosci
possunt.
— 408 —
«En segundo lugar, prosigue el Concilio, recomendamos
á nuestros profesores las pruebas con que ese apologista cé
lebre de la Religion, en el último siglo (Bergier, Tratado de
la verdadera Religion), tan conocido entre nosotros, ha demos
trado la necesidad de la revelacion , contra los deistas y los
ateos » ( \ ). Hé aquí los pasajes de ese apologista á que se
guramente se refiere el Concilio al citarle :
«Por la conducta de Dios para con el género humano des
de el orígen del mundo, por los extravíos de los pueblos que
han olvidado la revelacion primitiva, por los errores de los fi
lósofos antiguos y modernos, está probado hasta la evidencia
que la razon sola es demasiado débil, y que JAMAS ha sabido
DICTAR AL HOMBRE LO QUE DEBIA CREER V PRACTICAR.
• No se establece el pirronismo fijándose en la TRADICION
CONSTANTE, UNIFORME, UNIVERSAL DE TODOS LOS PUEBLOS, en SU
origen, que atestiguan una revelacion. Por el contrario, si
guiendo un camino diferente, concediéndolo todo al raciocinio y
nadaá la tradicion, los filósofos han hecho nacer el pirronis
mo. Los que quieran seguir el mismo método, irán á parar
al mismo término. DIOS HA QUERIDO INSTRUIRNOS POR
LA TRADICION Y POR LA VIA DE AUTORIDAD, y no por
el raciocinio.» [Tratado de la verdadera Religion, tomo xix.)
«Hablando con exactitud, el hombre no tiene más que lu
ces prestadas : Dios le ha criado para ser FORMADO POR LA
EDUCACION Y LA SOCIEDAD. Abandonado á sí mismo, que
daria reducido casi á la animalidad pura. Es de la naturaleza
del hombre que la Religion le sea trasmitida por la educacion. »
(Ibid., tomo i).
Hé ahí lo que ha dicho Bergier. Jamás ningun tradiciona-
lista se ha expresado de una manera más clara y más enér
gica en favor de la tradicion. Y hé ahí tambien al Concilio de
Amiens recomendando con esa cita el método tradicionalista.
OCTAVA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO HA SIDO TAMBIEN CONDENADO ÚLTIMAMENTE POR LA
CONGREGACION DEL ÍNDICE DE ROMA.
§ 9." Una observacion general sobre las cuatro proposiciones del Indice que se
alegan, como habiendo condenado la tradicion. Análisis de esas proposiciones
del que resulta evidentemente que el tradicionalismo no se halla comprendido
en ellas. Conducta odiosa del semiracionalismo con motivo de las supuestas
condenaciones del tradicionalismo por parte de la autoridad eclesiástica.
¡Cuán triste es ver á los sacerdotes seguir las huellas de los incrédulos en sus
ataques contra los autores católicos!
(i) Mr. Bonnetty, que tanto se las ha habido con ese autor, y que tan bien
le ha refutado , afirma que jamás se puede estar seguro de la integridad de un
texto citado por el P. C, porque el intrépido semiracionalista tiene la cos
tumbre de falsear los textos, ó al ménos de mutilarlos. En su examen critico
del racionalismo del P. C. (Anales: serie vi, tomo v) , Mr. Bonnetty le ha
sorprendido oisci: veces en fragante delito de alterar los textos de sus adver
sarios.
— 417 —
la herejía y de la incredulidad contra sanio Tomás y su filo
sofía, ha tenido la avilantez de decir : Que la doctrina expuesta
en ese libro es conforme á las cuatro proposiciones romanas que
acabamos de examinar: que ese libro es como su comentario,
que no podía aparecer en circunstacias más favorables; y que el
método expuesto en ese libro para demostrar la necesidad de
la revelacion , es exactamente el de sanio Tomás. Otros escrito
res semiracionalistas del número de los que , en nombre de
las libertades de la Iglesia Galicana , sostienen constantemente
que las decisiones de las congregaciones romanas no forman
autoridad en Francia, y en caso de necesidad, no tienen el
menor escrúpulo en criticarlas y burlarse de ellas, se han
apresurado á publicar y comentar las cuatro referidas pro
posiciones, que provienen de una congregacion romana. Otros
autores, en fin, de la misma "escuela, para quienes las conde
naciones del Indice no tienen ninguna importancia , se han
apoderado con avidez de esas proposiciones del Indice , y las
han impuesto como decisiones dogmáticas de la Santa Sede
y de la Iglesia , en los mismos seminarios en que habian creido
poder, sin faltar á elevadas consideraciones, establecerla
filosofía de Descartes y de Malebranche, prohibida por el In
dice. Piénsese lo que se quiera acerca de nosotros : confesamos
que no nos sentimos con valor para creer en la sinceridad y
buena fe de semejante proceder. Cuán triste es el ver á sacer
dotes católicos seguir, en sus discusiones con sus colegas, el
procedimiento de los filósofos incrédulos en sus discusiones
con los apologistas del Catolicismo: de esos filósofos incrédu
los, de quienes Mr. de Maistre ha dicho con sobrada razon :
«No conozco uno solo que merezca el título de hombre honra
do» . Si no supiéramos que el semiracionalismo es error y el
tradicionalismo verdad, nos convenceria de ello la manera con
qüe nuestros adversarios nos combaten. Porque la injusticia
y la mentira son las armas del error contra la verdad ; y ¡ ver
dadera iniquidad del entendimiento! el error miente siempre
á sí mismo como á los demás. Mentita est iniquitas sibi. (Psal.)
27
NOVENA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO DEGRADA T ANONADA Á LA RAZON.
§ 10." Alentado por el semiracionalismo, el racionalismo incrédulo acusa a la
tradicion de malevolencia para con la razon. Examen y refutacion de esa
acusacion. Sólo la doctrina tradicionalista eleva el alma hasta Dios, des
cubre en ella la imagen de Dios uno t trino , y la asegura la noble facultad
de ser causa. Negando al alma el poder de conocer el mundo espiritual fuera de
la enseñanza , la misma doctrina se limita á reconocer que la razon no pue
de operar antes de estar formada, y que el hombre es el hombre y no el ángel.
Las tres potencias huhanas, todas tres divinas; y por qué? Admitir
que el alma no puede conocer el mundo espiritual sin la instruccion, es tan
poco humillante para ella, como lo es el admitir que no puede conocer el
mundo material sin la sensacion. El Medianero divino de los semiraciona-
listas. El tradicionalismo es en este asunto tan lógicamente razonable como
históricamente verdadero.
(i) Ya hemos visto lo que hay de verdad en esa afirmacion tan decisiva.
— 419 —
para pensar y hablar por sí mismo, y la revelacion primitiva
de un lenguaje paradisiaco , que ha dado formadas al hombre
las ideas y las palabras. Así, todos nuestros conocimientos,
sean los que fueren, dependen de la tradicion, y la razon
humana es una propiedad capaz de comprender, pero no una
facultad capaz de inventar (1). Contra esa hipótesis, porque es
una verdadera hipótesis (á ménos que los tradicionalistas no
tengan memorias secretas sobre el paraíso terrenal ) (2), no
haremos más que una sola observacion. El tradicionalismo es
la última palabra de una escuela que se imagina glorificar al
Criador envileciendo á la criatura. En nuestro concepto, es
servir muy mal á la gloria de Dios, el hacer del hombre aban
donado á las solas fuerzas de su razon , una (3) especie de
(1) Y sobre todo con mucha justicia, uo haciendo el menor caso de las res
puestas de sus adversarios, guardándose muy bien de reproducirlas, truncando
6 alterando sus textos y los de los Padres , para hacerlos decir lo que no han
dicho. Ha aprendido ese procedimiento en la escuela del autor Del valor de
la razon , el filósofo por excelencia del periódico , y que como se ha vanagloria
do él mismo, es sobre ese punto la perfeccion det género... (Disimúlennos
nuestros lectores esta satirilta.) Ese hombre hace demasiado mal, para que
no sea una buena acciou el darle á conocer por lo que es en París, en Roma y
entre sus colegas. Es muy á propósito para acreditar la calumnia de que la doc
trina de las restricciones mentales , y la falta de lealtad en la polémica , es ver
daderamente la doctrina y la falta de la ilustre corporacion ¡i que pertene
ce. Que tenga cuidado y esté sobre aviso, porque es una cosa harto grave...
(2) Por sus arrebatos, por sus calumnias , por sus contradicciones y por sus
absurdos; acabamos de probarlo.
(3) Eso es justamente lo que falta al tal libro, porque la Revista de Ambos-
mundos ha dicho: «En medio de los errores de ese libro, es una felicidad (en
la escuela del racionalismo incrédulo) el ver al autor esforzarse en atribuir una
parte equitativa á la raznn humana». Pues bien, ese libro, Veno de errores y cu
yo autor se esfuerza en hacer, pero que no hace lo que desea, es un libro muy
débil eu punto al raciocinio. H.; ahí una caricia y un bofeton igualmente hu
millantes para nuestro autor; el bofeton , porque le ha sido dado por una mano
amiga, y la caricia porque !e ha sido hecha por la mano impura de la incre
dulidad.
— 422 —
son poco razonables» (1). Pero el semiracionalismo , con ha
ber dado á esas proposiciones la importancia de una decision
dogmática contraía tradicion, hadado lugar á que el raciona
lismo no haya querido saber más, y que, áun sin creerlo, haya
dicho : « Hé ahí al tradicionalismo condenado por la única au
toridad que reconoce la tradicion. La Congregacion del In
dice , despues de examinada la cuestion , se ha pronunciado
contra el tradicionalismo. Ha invitado á su órgano principal,
el periódico de Mr. Bonnetty, á renunciar á los errores des
aprobados por la Iglesia ( 2) : Roma , siempre prudente (3), no
ha titubeado en preservar á la razon humana de los ataques
más comprometedores para la Religion que para la razon
misma. Así, el tradicionalismo está definitivamente condena
do». Lo cual es decirnos, que, como familias de una misma
raza, aunque con alguna ligera variacion en,el nombre, los
racionalistas y semiracionalistas tienen muchas cosas comu
nes, como tienen la misma sangre y el mismo espíritu. Eso
es decirnos , que el racionalismo filosófico ha ido á buscar á
los archivos del semiracionalismo, y que allí ha encon
trado ya preparados, los documentos para calumniar á la
tradicion.
Es, pues, evidente que los racionalistas de todos los ma
tices han adoptado el partido de presentar á los tradiciona-
listas como á los enemigos más encarnizados de la razon y
(1) Diario de los Debates del 12 de Enero de 1856. ¿Y cómo habia de ser
otra cosa , puesto que la razon los ha abandonado completamente á todos para
establecer su trono entre los racionalistas de todos los matices? ¡Eso explica
por qué son tan razonables, quizá los únicos razonables, como es bien sabido!
(2) Acabamos de ver á qué debemos atenernos en cuanto á esa invitacion he
cha á Mr. Bonnetty de renunciar á semejantes errores.
(3) ¡Desgraciada Roma, si tomase con seriedad el cumplido que se la hace
por ese lado! Juzguese de él por las palabras irónicas de que va acompañado
y cuya malignidad salta á la vista: oEn el dia, en que la Iglesia galicana no es
ya casi más que un recuerdo, la autoridad de la Santa Sede es bastante plena
mente soberana para poder firmar sin inconveniente las cuatro proposiciones
del Indice , más inofensivas que los cuatro artículos de 1682». (Diario delos
Debates de 12 de Enero de 1856.)
— 4-23 —
dela dignidad humana, y por consiguiente, como blasfe
madores de Dios, criador del hombre y autor de la razon.
Semejantes imputaciones no pueden dejarse sin refutacion en
un trabajo como este. Vamos á desempeñar esta tarea lo más
breve y claramente que nos sea posible. Despues de haber
demostrado cuan razonable es la doctrina de la tradicion en
punto á la razon, cuan sólida y cuan clara, vamos á ver
tambien cuan grande y cuan elevada es al mismo tiempo. De
ese modo se* adquirirá el convencimiento de cual de los dos,
el semiracionalismo ó el tradicionalismo, es el que rebaja y
ultraja á la razon y á su autor.
Ya hemos visto que la base de la magnífica y luminosa
doctrina de la filosofía cristiana, tocante al alma humana, se
apoya en el principio , de que por la virtud del entendimiento
operante, virtud innata , divina y que forma su sér intelectivo,
el alma se forma por sí misma las ideas. Pues bien, el tradi
cionalismo admite ese principio , y áun entre los diferentes
sistemas sobre el origen del conocimiento humano, es el úni
co que admite. Luego la doctrina escolástica del alma es ni
más ni menos su doctrina. ¿Y cómo la única doctrina filosó
fica, que durante quince siglos se ha encontrado unida al
dogma cristiano, y ha sido en cierto modo consagrada por
el uso que de ella ha hecho la Iglesia : cómo la única doctri
na filosófica tradicional no seria el símbolo del tradiciona
lismo? Hé aquí lo grande y lo honroso que de esa doctrina
resulta para el entendimiento humano.
San Agustin ha dicho : * El que puede comprender lo que
es en el hombre su verdad ó su palabra, no sólo ántes de que
profiera ninguna palabra de lo exterior, sino áun ántes de
que tenga en su pensamiento la imágen de ninguna palabra
sensible, de ese puede decirse que ve una semejanza del
Verbo de que está escrito : En el principio era el Verbo » . (De
Trinit.: Lib. xv, Cap. xix.) Para san Agustin, pues, admitir
que el hombre engendra por sí mismo su verbo, su palabra
interior ó que se forma su idea , es reconocer una semejanza
— 424 —
entre la inteligencia creada y la inteligencia increada: entrela
trinidad del alma humana* y la trinidad divina.
Como nos lo han enseñado los mismos semiracionalistas -
con sus teorias platónicas, cartesianas y malebranchianas to
cante al origen de las ideas, desprecian, porque nada com
prenden de ella, esa hermosa doctrina de san Agustín, reno
vada y desenvuelta por santo Tomás, que atribuye al enten
dimiento humano la sublime facultad de engendrar en sí mis
mo, por una operacion ad intra, á su propio hijo, su verbo,
su pensamiento, formándose por sí mismo las ideas. Esta her
mosa doctrina no se encuentra en parte alguna , y no es se
guida por nadie, fuera de la escuela tradicionalista. Nosotros,
y solamente nosotros, dígase lo que se quiera, admitimos
que en el principio el hombre piensa sin palabras, y que su
verbo mental es desde luego independiente de su expresion,
como el Verbo de Dios ha existido desde toda eternidad in
dependientemente de su encarnacion. Para nosotros, la pa
labra no es necesaria más que para formular exteriormente
la idea ó la concepcion universal, y no para formarla: para
hablar, y no para pensar. Una concepcion universal ó la idea,
coino no encuentra nada equivalente en la naturaleza sensi
ble, en donde todo es particular, necesita ser representada,
expresada por la palabra. Por las palabras tienen las ideas
curso entre los hombres; para nosotros la palabra no es la
idea misma : para nosotros la palabra no es más que la mone
da DE LAS IDEAS.
En cuanto el alma se ha formado las ideas, las ve en sí
misma , se complace en ellas y de ahí se producen tambien
ea ella la propension ó la aversion á los objetos que conoce
en las ideas y por las ideas , es decir , la voluntad. En Dios, la
inteligencia divina, esencialmente fecunda , en la que engen
dra en sí misma su palabra interior, su Verbo, y de la inte
ligencia y del Verbo procede el Espíritu Santo. Por manera,
que el Padre es el principio (no la causa), el Verbo es el
término medio, y ei Espíritu Santo el término final, el com
— 425 —
plemento de las operaciones ad intra de la inteligencia infi
nita. Y en el alma tambien, el entendimiento operante, fe
cundo por la gracia, porque es el reflejo inefable de la Luz
increada en la inteligencia creada, es el principio, ¡a idea, es
el término medio y la voluntad : es el último término de las
operaciones ad intra de la inteligencia finita.
Toda entera, una é indivisible en sí misma, la naturaleza
divina, sin multiplicarse, se reproduce además toda entera
en su Verbo y se comunica al Espíritu Santo, lo cual hace
queeu Dios, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu
Santo es Dios; pero como la única y misma naturaleza divina
es comun á las tres personas, no hay tres dioses, sino un
solo y mismo Dios, trino en las personas y uno en la natu
raleza. Y del mismo modo, segun la doctrina de la tradicion
tocante al alma humana, el ser del alma, uno é .indivisible,
que está todo entero en el entendimiento operante, se repro
duce en la idea que forma la razon y se comunica á la vo
luntad: lo que hace que, en el alma, el entendimiento ope
rante es el alma, la idea ó la razon es el alma, y la voluntad
es el alma ; mas como el único y mismo sér del alma es co
mun á esas tres potencias, no hay tres almas, sino una sola
y misma alma, trina en las potencias y una en el sér.
No se comprende este profundo misterio de la unidad y de
la trinidad del alma; ¿mas se comprende acaso el profundo
misterio de la unidad y de la trinidad de Dios? No es, pues,
por las teorias fantásticas y absurdas de la escuela cartesiana,
por las teorias del alma que todo lo ve en Dios ó que recibe
del mismo Dios formadas las ideas , sino por la doctrina to-
mística del entendimiento operante, que se forma en sí mis-
rao las ideas, que la augusta imágen de Dios uno y trino,
que se encuentra en todas las criaturas, áun las irracionales,
por modo de vestigio ó de huella : In creaturis irrationalibus
per modum vestigii (santo Tomás), se encuentra en el hombre
por modo de semejanza : In rationalibus , per modum similitu-
dinis; es decir, de la manera más perfecta, en cuanto una
— 426 —
realidad infinita puede ser representada por una realidad fi
nita. Así, hé ahí al tradicionalismo, único que sigue seme
jante doctrina, el único que conserva en toda su integridad y
en todo su esplendor la imágen de Dios, uno y trino en el
hombre y el único que lo explica tan claramente como es po
sible. ¿No es, pues, una calumnia manifiesta el decir que el
tradicionalismo degrada al hombre hasta el punto de borrar de su
frente la imágen de Dios ?
La bondad divina , dice santo Tomás , es difusiva por sí
misma y gusta de la expansion y de esparcirse sobre sus
obras. Por eso Dios ha querido que, en grados diíerentes,
todas las criaturas se le asemejasen , no sólo con relacion al
sér, sino tambien con relacion á la operacion. Ideo voluit ut
omnia. Ei similia essenl, non solum in esse, sed eticemin agere.
Esto nos explica por qué todos los seres criados tienen por
gracia un sér particular suyo, y existen en sí mismos, como
su criador existe en sí mismo por la necesidad de su natura
leza , y porque ademas todos esos séres tienen una accion
propia suya, producen verdaderos efectos, son verdaderas
causas segundas, como Dios mismo tiene un poder ó potencia
propia suya, produce verdaderos efectos y es la verdadera y
única causa primera de todo lo que es ó puede ser. Por la
sublime facultad del entendimiento operante, el alma huma
na es una inteligencia que tiene un sér distinto del sér divi
no, es una causa verdadera que lleva á cabo la obra más
asombrosa , la obra de generalizar lo particular y de formarse
las ideas ; en fin , produce verdaderos efectos y obra fuera de
sí misma cuando realiza sus ideas y sus voluntades de fuerza
de sí misma. ¿No es, pues, una necia calumnia el sostener
que el tradicionalismo, el único sistema que reconoce en la
inteligencia humana la individualidad de su sér y la prodi
giosa fecundidad de sus operaciones, es un sistema en el cual
el hombre es absorbido en Dios , un sistema que reduce á la
nada al hombre, le despoja de toda actividad y le reduce al
estado de un idiota en un hospital, de un animal en una selva?
— 427 —
¿No es burlarse de sus lectores el querer persuadirles que
los semiracionalistas sólo combaten la tradicion porque con
la elevacion de su talento y la ternura de que se halla posei
da su alma no pueden resignarse á ver al hombre tan envilecido
por la tradicion y despojado por ella de toda su grandeza y
de toda su dignidad?
«Las verdades de la razon, dice uno de nuestros adversa
rios, son todas las que una razon firme, ilustrada y virtuosa,
saca de sí por deducciones evidentes.» Salvas las reservas
que sobreeste punto ha hecho santo Tomás, el tradicionalis
mo no pone la menor dificultad en admitir que una razon
firme , ilustrada y virtuosa pueda sacar de sí misma , por deduc
ciones evidentes, grandes verdades. Lo que el tradicionalismo
niega es que pueda encontrarse una razon firme, ilustrada y
virtuosa fuera de toda enseñanza tradicional de la familia ó
de la sociedad, en donde únicamente se forma toda razon y
adquiere sus primeras nociones del mundo espiritual y mo
ral, que la son indispensables para sacar otras nociones por
medio de deducciones evidentes. ¿En qué, pues, esta doctrina
del tradicionalismo ofende á la razon natural? El semiracio-
nalismo mismo, ¿no reconoce que toda razon, y por consi
guiente, hasta la razon natural, es necesariamente enseñada, y
que el hombre desprovisto de toda enseñanza y de toda tradicion
es un sér fuera de su naturaleza, un ser quimérico? ¿Y en eso,
no está enteramente de acuerdo con nosotros, que miramos
al hombre natural de Descartes y de Malebranche y al hom
bre ideal de los filósofos modernos como un sér fantástico?
Pero se nos replica : « ¿No es verdad que el tradicionalis
mo niega á la inteligencia humana el valor de descubrir por
sisola, hasta algunas verdades del orden espiritual y moral?
Luego la inteligencia humana no es más que un sér que existe
para conocer, para comprender la .verdad y hacer de ella su
alimento y su vida. ¿No es envilecer la razon y anularla ente
ramente, el negarla la facultad de descubrir la menor ver
dad, es decir, de realizar su facultad innata y de llegar á su
— 428 —
fin?» Hé ahí lo que nos opone el semiracionalismo, y nuestra
respuesta :
« Si hubiésemos de discutir» , dice un autor que no puede
ser sospechoso de haber incurrido en los errores de los se
ñores Bonaldy Lamennais, que ha conjbatido constantemente,
el grande arzobispo monseñor Affre, « si hubiésemos de dis
cutir acerca de la Religion natural, no nos seria muy difícil
probar que es posiblemente revelada. La llamamos natural, no
porque la naturaleza haya podido descubrirla , sino porque, una
vez conocida, la razon basta para comprenderla y el racio
cinio puede demostrarla (citado por Mr. Bonnetty, Ana
les, etc., tomo xiu, Pág. 149).» Hé ahí todo el método tradi
cional reasumido eu dos palabras de la mayor claridad. Lo
que ese método niega á la razon aislada, es que pueda descu
brir la Religion natural ; pero no niega á la razon instruida de
esa Religion por la tradicion que se encuentra por todas par
tes, y á la que, segun el semiracionalismo mismo, ningun
hombre puede sustraerse , el poder comprenderla y demos
trarla. En qué, pues, ese método envilece á la razon? ¿Es
envilecer una potencia el enseñada lo que ella no puede hacer ,
por temor de dejarla que se atribuya un poder que no tiene
y que no acometa empresas que la perderian? ¿Es envilecer
la razon el ponerla á cubierto de la presuncion ciega, su ma
yor enemigo, que ia extravía, que verdaderamente la depri
me y que concluye por aniquilarla?
No, no; nosotros no negamos á la inteligencia firme, des
arrollada por los medios naturales de su formacion y de su
desarrollo, la facultad de conocer, de comprender la verdad,
hasta de descubrirla, y con mucha más razon de demostrarla.
Sólo que decimos que la inteligencia se ha hecho apta para
todas esas operaciones despues que se ha formado y desarro
llado: despues que se ha formado las ideas del mundo ma
terial por la revelacion que de él ha recibido por medio de
los sentidos, y las ideas del mundo espiritual por la revelacion
que de él ha recibido por medio de la instruccion; y que
— 429 —
mientras que no ha llegado al punto de ser completamente lo
que debe ser, no puede nada. ¿Es, pues, absurdo decir que
uq ser debe ser lo que le conviene ser ántes de poder obrar?
¿Es absurdo decir que ninguna operacion es posible á un ser
ántes de haber adquirido las condiciones necesarias para
operar? ¿Es absurdo decir que lo que todavía no es no pue
de operar?
Si la inteligencia humana pudiese formarse las ideas del
mundo material ántes de conocer su existencia por medio de
los sentidos, y las del mundo espiritual ántes de conocer su
existencia por medio de la instruccion , no seria ya la inteli
gencia humana, sino la inteligencia angélica. Porque solamente
el ángel conoce directamente y sin intermediario lo univer
sal, y en lo universal, lo particular. Decir, pues, que la in
teligencia humana no puede llegar al conocimiento de lo uni
versal sino por los fantasmas y por los particulares que la
han sido revelados por los sentidos y por la instruccion , es
decir que el hombre es hombre y no ángel, es decir que ha
biendo criado Dios al ángel , que ve por su naturaleza lo
universal , y al bruto , que por su naturaleza no ve más que
lo particular, ha querido criar un sér intermedio, el hombre,
capaz de conocer por su naturaleza lo universal y lo particu
lar, pero con la condicion de no poder conocer lo universal
sino por lo particular (porque sin esa condicion no seria más
que una repeticion del ángel), y con la facultad de elevarsede
lo particular á lo universal (porque sin esa facultad el hom
bre no seria más que la repeticion del bruto ). Hé ahí lo que
distingue esencialmente al hombre del bruto y del ángel: hé
ahí lo que verdaderamente es el hombre. ¿Es, pues, absurda
una doctrina que no hace del hombre ni un bruto ni un án
gel, que no le hace superior ni inferior á sí mismo , que le
afirma lo que es verdaderamente y le deja en el lugar que
Dios le ha destinado en la jerarquía de los seres?
Al crear al primer hombre, Dios ejerció con respecto á él
una triple funcion : 4 .', la funcion de Padre, dándole al mismo
— 430 —
tiempo la vida del cuerpo por el alma, y la vida del alma por
la verdad; 2.*, la funcion de Rey, imponiéndole las leyes de su
conservacion y de la conservacion de su especie; 3.*, la fun
cion de Sacerdote, santificándole por su gracia. Esas tres fun
ciones que Dios ejerció directamente con el primer hombre,
segun el orden establecido desde el principio por su providen
cia, las continua ejerciendo por el mismo hombre con respec
to á los demás hombres. Por medio de los padres hace nacer
á la vida á los individuos humanos; por medio de los jefes
de los pueblos, cualquiera que sea su nombre, conserva las fa
milias que viven en sociedad; y por medio de los Sacerdotes
santifica los individuos, las familias y las naciones.
De ahí provienen tres especies de poderes entre los hom
bres: el poder paternal; 2.°, el poder civil ; y 3.°, el poder
sacerdotal. Y de ahí tambien (lo diremos como de paso) el
origen divino de esos tres poderes y su derecho á una obe
diencia divina, segun la doctrina de los libros santos, que di
cen: «Todo poder es de Dios: resistir al poder es resistir la or
den de Dios: Omnis polestas á Deo est: qui potestati resistit, Dei
ordinatione resistit» . (Rom., xm.) Porque ¿cómo no habia de ser
divino el poder paternal que continua la funcion del Dios cria
dor? ¿cómo no habia de ser divino el poder civil que conti
nua la funcion del Dios conservador? Y sobre todo , ¿cómo no
habia de ser divino el poder sacerdotal que continua la fun
cion del Dios santificador ? ¿cóino, en fin, esos poderes no
habian de tener derecho á una obediencia divina: Cumbona
voluntate servientes sicul Domino, el non hominibus (Ibid.), pues
que son los lugartenientes de Dios, y ejercen una funcion por
sí misma divina con respecto á los demás hombres?
Volviendo á nuestro asunto, el tradicionalismo sostiene que
pertenece á los padres, encargados de continuarla funcion de
Dios criador, no sólo el hacer nacer los hijos á la vida del cuer
po por la generacion, sino tambien el darles la vida del es
píritu por la instruccion. El tradicionalismo sostiene, que co
mo al criar Dios por sí mismo al primer hombre le instruyó
— 431 —
de las primeras verdades que formaron su razon, del mismo
modo, continuando en criar él á los demás hombres por
ministerio del hombre, por ese mismo ministerio continua
instruyéndoles de esas mismas verdades que forman su razon.
El tradicionalismo sostiene, en fin, que por sus padres recibe
todo hombre la primera revelacion de la existencia del mundo
de los espíritus y de los deberes; y que por el mismo medio
por el que el hombre recibe la vida del cuerpo, recibe tambien
las primeras y más importantes nociones, las nociones del mun
do espiritual y moral, que no podria adivinar por sí mismo,
y por las cuales es iniciado en la vida racional. Porque es un
hecho , que ántes de haber recibido esas nociones , el hombre
no tiene razon, por lo menos una razon completa, una razon
perfecta, capaz de servirle de luz natural y de regla inmediata
de su conciencia y de su libertad. Esa es la doctrina tradi-
cionalista (1).
¿Por qué, pues, al Dios que quiso que el alma humana no
pudiese formarse las primeras ideas del mundo material sino
despues de haber conocido su existencia por los sentidos, no
(1) Ese jefe de los semiracionalistas parece haber tomado del ilustre jefe de
los racionalistas franceses esta extraña expresion : aEl único medio que nos es
dado, dice Mr. Cousin, para elevarnos hasta el Ser de los seres sin experimen
tar deslumbramiento ni vértigo, es el acercarnos á él con el auxilio del divino
mediador. Entre un sér finito, como el hombre, y Dios, sustancia absoluta é
infinita, hay el doble intermediario de ese magnífico universo entregado á
nuestras miradas, y de esas verdades maravillosas que la razon concibe. (Delo
verdadero, etc. , página i3, edicion de 1854.) ¿Podeis negar que entre filóso
fos que se hacen mutuamente semejantes préstamos de doctrina , existe una
grande simpatía de sentimientos y una inteligencia verdaderamente cor
dial?
Pero esa misma expresion da lugar á una observancia mucho más grave. No
haremos al autor que la ha empleado la imputacion que con motivo del pasa
je que se acaba de leer monseñor de Poitiers ha dirigido á Mr. Cousin, de haber
negado la mediacion del único mediador entre Dios y el hombre , eí. verbo de
Dios kbcho hombre. Nos complacemos en creer que, como ha supuesto el apo
logista de Mr. Cousin , el señor abate Deschamps, ambos autores han querido
— 433 —
tro adversario que establece tambien como principio la ne
cesidad que, por más iluminada que esté por la luz divina,
nuestra inteligencia experimenta de un intermediario para ver
la verdad. Nosotros no decimos otra cosa. Sólo que el semi-
racionalismo admite en el alma humana una luz divina, que
la da el acto del conocimiento, que el alma no puede, sin em
bargo, realizar sin el intermediario del mundo, lo cual no se com
prende; mientras el tradicionalismo no admite la luz divina en
el alma, sino en cuanto la suministra la facultad del entendi
miento operante : Intellectus agens est participatio qucedam lumi-
nis divini, ó la facultad de formarse las ideas, es decir, como
que la suministra la causa formal de las ideas, con la condi
cion de tener á la vista la causa material, ó los fantasmas de
las cosas sensibles, y los particulares de los objetos insensi
bles, lo cual se comprende muy bien. Sólo que el semiracio-
nalismo hace del mundo material un intermediario entre Dios
hablar aquí de una mediacion puramente natural y filosófica. Pero áun tornada
en ese sentido, la palabra mediador entre el hombre y Dios atribuida al mun
do material, no deja de ser una excentricidad vituperable. En primer lugar, el
único medio que nos es dado de elevarnos hasta el Sér de los séressin deslum
bramiento ni vértigo , es el mirarle á través del Hombre-Dios. Porque, segun
Isaías , uno de los fines de la Encarnacion fué precisamente que el hombre
pudiese fijar en Dios sus miradas sin turbarse, y tratar con él con toda con-
flanza. (Ecce Deus meus, fiducia'iter agam et non timebo, etc.) Y, como dijo
Tertuliano, para que el hombre pudiese tratar con Dios como de igual á igual».
(Ut homo ex cequo agere cum Deo posset.) El universo entregado a nuestras
miradas , y las maravillosas verdades que la razon concibe, no tienen la vir
tud de impedir al hombre que quiere elevarse hasta el Sér de los seres , el
deslumbramiento y el vértigo. Esas son palabras vacías de sentido , si no son
una blasfemia. En segundo lugar, la misma expresion es falsa por la razon de
que entre el mundo material , entre el hombre y él mismo, Dios ha puesto
tambien el mundo moral, la sociedad de que es el autor. La negacion de ese
intermediario es el protestantismo filosófico ; porque todo el protestantismo
religioso, si se reflexiona bien, no consiste más que en la negacion de la me
diacion de la Iglesia entre el cristiano y Dios ; no consiste más que en el
individualismo humano, y en el pensamiento de que el hombre debe comuni
car directamente con Dios, y que no necesita del ministerio del hombre para
recibir la verdad y la gracia. Esa doctrina es peligrosa en Religion, como lo es
en Filosofía, y no le es permitida á un sacerdote católico, áun en tono de
chanza.
ts
— 434 —
y nosotros, y una condicion sine qua non, pára que el alma pue
da elevarse al primer conocimiento del mundo espiritual, lo
cual es demasiadoMlano y demasiado grosero, cuando el tra
dicionalismo coloca la enseñanza de los padres, es decir, un
medio moral, intelectual, intermediario entre Dios y nosotros,
para que el alma pueda elevarse á ese conocimiento primero
del mundo espiritual, lo cual es más sencillo, más natural, más
conforme á la naturaleza de las cosas, y sobre todo, más hon
roso para la razon humana. Sólo que el semiracionalismo afir
ma lo que no ha sucedido jamás , ni sucederá: lo que es una
hipótesis arbitraria y fantástica; porque no se tiene noticia de
ningun hombre que sin haber recibido la menor nocion del
mundo espiritual y moral por medio de la familia , haya lle
gado por sólo su entendimiento á déscubrir la existencia de
ese mundo, á conocer distintamente los objetos y á creer en
ellos por sola la consideracion ó por el intermediario del mun
do sensible; en tanto que el tradicionalismo sostiene loque ha
sucedido desde el origen del mundo, y lo que sucederá siem
pre hasta su fin , una tesis fundada en la historia constante y
universal de la humanidad. Porque esa historia nos enseña
que el hombre no es, siempre y por todas partes, más que lo
que sus padres han hecho de él , tanto con relacion al enten
dimiento como al cuerpo: que tocante á Dios, el alma, la vi
da futura, el culto y los deberes, el hombre no sabe ni más
ni menos que lo que sus padres le han enseñado en su infan
cia : que no es judío, cristiano, mahometano, idólatra, pro
testante ó católico, sino segun los padres le han educado,
como no es blanco, negro, enfermizo ó robusto, sino segun
los padres le han engendrado. Sólo que, en una palabra,
mientras el tradicionalismo es razonable, el semiracionalismo
es absurdo, y se halla en contradiccion perpetua consigo mis
mo, y por consiguiente es alta y ridiculamente injusto en cen
surar al tradicionalismo el que no participe de sus utopias y
desus extravagancias, y más injusto todavía en calumniarle
descaradamente afirmando que el tradicionalismo rebajaalhom
— 435 —
bre y le hace inferior al bruto y que le pone en contradiccion
con su instinto y con su persuasion, que le inducen á creerse un
sér inteligente.
DÉCIMA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO DESTRUYE LA RELIGION POR SI! BASE.
§11." Formulando esa actisacion contra el mélodo tradicional, el semiraciona-
lismo hallevado su injusticia hasta el delirio. Nueva exposicion de la doctri
na tradicionalista. Sólo por esa doctrina se puede establecer bien el dogma de
una revelacion primitiva , base de toda la Religion , el plan divino de la uni
dad y de la perpetuidad de la verdadera Religion, y explicarle. Admitiendo
elprincipio fundamental de esa doctrina , todo entendimiento lógico es condu
cido al Catolicismo. Los motivos de credibilidad están fundados en el mismo
principio. El método tradicionalha sido seguido por todos los apologistas de la
Religion, desde san Pablo hasta nuestros dias. Asi como no se puede probar
nada por la Biblia contra los herejes que no creen en la tradicion de la Iglesia
que atestigua la divinidad de la Biblia, del mismo modo no se puede probar
nada por la razon contra los filósofos que no creen en la tradicion de la huma
nidad, que atestigua la competencia de la razon. El método tradicional es el
único para concluir con todos los errores. Bases verdaderas de la Religion,
segun san Pablo. Iniquidad del semiracionalismo al acusar al tradicionalis
mo de destruirla.
(1) Esta verdad, que Dios no ha sido conocido por el hombre, sino porque
se ha dignado revelarse al hombre, acaba de ser recordada por nuestro Santo
Padre el Papa Pio IX, en su último breve á los Obispos de Alemania. Despues
de haber dicbo que puede servirse de la razon para conocer nuevas verdades,
para cultivar el entendimiento, para descubrir los secretos de la naturaleza; y,
en fin, para llegara! conocimiento de Jesucristo (si todavía no se le conoce),
el Soberano Pontífice continua así :
«¿Que es, pues, lo que la Iglesia no tolera ni permite, y lo que reprende y
condena absolutamente en virtud de la mision que ha recibido de guardar el
depósito que le ha sido confiado? La Iglesia reprende fuertemente y siempre
ha condenado la conducta de los que, abusando de la razon , no se ruborizan
ni temen oponerla y preferirla desatentadamente á la autoridad de Dios, y que,
obcecados por su orgullo y su vanidad, pierden la luz de la verdad y rechazan
con un soberano desprecio esa fe, de la cual se ha escrito : El que no cree será
condenado. Llenos de confianza en sí mismos , niegan que deba creerse en Dios
por Dios mismo, y aceptar con obediencia lo que ha querido hacernos conocer de
su propia naturaleza. La Iglesia no cesa de contestar á esos hombres, que
— 437 —
Pero si el hombre niño que posee esas nociones no ha po
dido dárselas á sí mismo, y si ha debido recibirlas de sus
padres y de sus maestros , éstos , á su vez , no han podido
dárselas tampoco ásí mismos, sino que han debido recibirlas
de sus padres y maestros. Y lo mismo ha sucedido con todos
los padres y maestros que se han ido reemplazando en la serie
de los siglos : no pudieron enseñar , sino porque fueron ense
ñados. Remontándoos así por las edades de la humanidad,
llegais á vuestros primeros padres , á vuestros primeros
maestros : llegaréis al hombre primitivo, que , colocado tam
bien por la condicion de su naturaleza en la misma impo
sibilidad en que se encontraron todos sus descendientes de
enseñar sin haber sido enseñados, debió, de toda necesidad,
ser enseñado por su autor, por el mismo Dios. Y siendo así, es
evidente que los dogmas de la existencia de Dios, de la exis
tencia de una ley divina (que crean obligaciones y deberes),
de la espiritualidad , de la inmortalidad del alma y de la vida
futura , no son lo que la incredulidad quiere hacer creer, in
(1) Item quod dixi: Ea est nostris temporibus christiana religio, quam
cognoscere et sequi securissima et cerlissima salus est , secundum hoc no-
tnen dictutn est, non secundum ipsam rem cujus lioc numen est. Nam res
ipsa, quffi nunc christiana religio nuncupatur, erat apud antiquos, nec de-
fuit ab iuitio generis humani, quousque ipse Christus veniret iu carne, un-
de vera religio quae jam erat coepit appellari christiana. {Retract.: Lib. i,
Cap. ni.)
(2) Véase, en nuestro tercer volumen de las Conferencias , el Ensayo sobre
los sacramentos antes del Cristo.
_ 440 —
tos de los tiempos antiguos y los de los nuestros, no han pro
fesado más que la misma fe, no han participado, más ó ménos
abundantemente, más que de la misma gracia, ni se han sal
vado más que por el mismo Salvador, y la Religion de Cristo
ha sido la única Religión verdadera de todos los tiempos, de
todos los lugares y de toda la humanidad. Christus heri et
hodie , ipse et in secula .
Sólo que en el orden establecido por su providencia para
la conservacion de la unidad de la especie humana (que exi
gia la reversabilidad de las cualidades físicas y morales de los
padres sobre sus hijos), y para dejar á las causas segundas
la libertad de sus acciones, Dios ha podido permitir que la
creacion primitiva del cuerpo del hombre pudiese ser vicia
da por la generacion humana, elegida como medio para con
tinuar la operacion creadora, y que la revelacion primitiva,
hecha al hombre , pudiera ser alterada por la tradicion hu
mana , encargada de perpetuar el acto revelador. Ese es el por
qué , de que los defectos físicos de los padres se reproduzcan
en el cuerpo, y sus errores en el entendimiento desus hijos.
Pero ese doble deterioro de la obra divina , no ha podido ser
permitido sino con relacion á los accidentes, y no con relacion
á la sustancia de esa obra. Dios ha podido permitir el equi
librio de las fuerzas , de los humores y de las facciones, cuya
armonía constituye el vigor, la salud y la belleza del cuerpo
humano , pero no ha debido permitir la alteracion de las par
tes esenciales que constituyen su naturaleza. Y del mismo
modo, como ha observado santo Tomás, Dios ha podido per
mitir que ciertas verdades, ciertas leyes, cuya integridad y
pureza hacen la perfeccion de la revelacion divina , fuesen
disminuidas ó alteradas con relacion á sus formas y á su apli
cacion ; pero no ha debido permitir la pérdida y la destruc
cion de los principios fundamentales que constituyen su esen
cia y su base. Así, los padres, hombres, pueden por la ge
neracion dar una constitucion más ó ménos robusta , más ó
ménos raquítica á sus hijos , pero no pueden engendrar más
— 441 —
que al hombre. Y del mismo modo pueden , por la instruccion ,
trasmitir á sus hijos errores más ó ménos groseros tocante á
Dios, el alma, la vida futura , el culto y los deberes; pero les
dan siempre las nociones fundamentales de la revelacion, que
forman la vida del hombre religioso y de la sociedad : las no
ciones de un Dios criador y dueño del hombre y del universo:
de una alma libre, espiritual é inmortal : de una vida futura,
cuyos castigos y recompensas son eternos : de un culto , cu
ya esencia está en el sacrificio , en la expiacion y en la ora
cion : de una ley moral , cuya observancia ó violacion hacen
al hombre honrado ó malvado y justiciable en este mundo y
en el otro ; y formando de sus hijos infieles ó herejes , no
pueden ménos de hacerlos en algun modo cristianos.
Ademas, para que la revelacion primitiva permaneciere en
alguna parte sobre la tierra, en toda su integridad y toda su
pureza, Dios la renovó , y confió su depósito (de manera que
no pudiese sufrir ningun embate ni menoscabo) á la Sinago
ga en los tiempos antiguos, y á la Iglesia en los modernos.
Por manera, que así como el judaismo no era más que la re
velacion primitiva renovada, la única y verdadera Religion
divina que la tradicion habia esparcido por toda la humani
dad, sin las fábulas y supersticiones de la idolatria, del mis
mo modo el Catolicismo no es más que esa misma revelacion
primitiva, completa y perfeccionada : esa misma única y ver
dadera Religion universal, conocida y seguida, en cuanto á sus
principios fundamentales, por toda la humanidad, sin los erro
res que en ella ha mezclado el paganismo y las mutilaciones
que en ella ha hecho la herejía.
Esa economía de la Providencia tocante á la unidad, la
perpetuidad y la universalidad de la verdadera Religion so
bre la tierra, no puede ser comprendida, no puede ser ex
plicada sin esta hipótesis : Que el hombre no puede conocer
el mundo espiritual y moral , sino por la enseñanza y por la
tradicion ; que no puede saber acerca de él más que lo que la
enseñanza y la tradicion le enseñan (excepto el poder expli
— 442 —
cársele en seguida por medio del raciocinio) ; que así lo han
reconocido y afirmado los grandes teólogos católicos y el mis
mo semiracionalismo ; que el hombre no ha sido criado sino con
condicion de ser formado por la sociedad en todos sentidos;
que fuera de la sociedad no hay razon desarrollada ó uso de
razon ; que toda razon es enseñada ó formada por la enseñanza;
y que el hombre desprovisto de toda enseñanza , de toda tradi
cion , no es más que un ser fuera de su naturaleza, un sér qui
mérico. En una palabra, el plan divino con relacion á la trans
mision y á la duracion de la verdadera Religion en este mun
do, su condicion de deber ser siempre la misma en cuanto
á los principios, y de poder admitir mezcla de errores en
cuanto á su aplicacion y á sus formas ; y por último, el hecho
lan prodigioso como patente de que no se la encuentra pura
y entera más que en la Iglesia católica , no pueden ser com
prendidos y explicados más que por el tradicionalismo.
Reemplazad ese sistema con el semiracionalismo : afir
mad que el hombre que todavía no posee la razon descubre
algunas verdades morales y religiosas por la razon, sólo que
tiene que preguntarlo demás á la revelacion, y la unidad
esencial de la verdadera Religion desaparecerá , como tam
bien la necesidad de ir á buscarla en donde se encuentra pura
y entera, tal como salió del pensamiento divino. Oscurécese
su historia , su condicion variable entre los hombres llega á
hacerse incomprensible é inexplicable de otro modo que por
la hipótesis racionalista y socialista, del progreso indefinido,
de las creaciones y de las manifestaciones sucesivas de la ra
zon humana. ¿No es, pues, el colmo de la injusticia y de la
fatuidad el calificar al tradicionalismo de destructor de las
bases de la Religion , cuando él , y solo él, es el que las hace
conocer y las asegura : cuando él, y sólo él, es el que prueba
al hombre la necesidad de refugiarse en la Iglesia, y le seña
la el verdadero camino, el más seguro y el más corto para
llegar á ella?
Fenelon ha dicho que entre el Catolicismo y el ateismo no
— 445 —
hay un punto para fijarse que sea razonable. Nada más cierto.
Pero la eleccion entre esas dos creencias no depende más
que de la aceptacion ó de la negacion de una revelacion por
parte de Dios al hombre primitivo. Si Dios no habló al primer
hombre, si no le dijo desde el principio lo que el hombro
debia creer y practicar para llegará su fin; es decir, si con la
vida orgánica no le dió la vida intelectual y moral : si le dejó
entregado á sí mismo sin otro patrimonio que la oscuridad en
su pensamiento y el vacío en su corazon : si le dejó sin fe y
sin ley, hasta que por medio de la reflexion, del raciocinio y
de penosos esfuerzos adivinó por sí mismo el símbolo de sus
creencias y la regla de sus acciones, Dios no ha sido el Dios-
Providencia del hombre. En lo que Dios no es la Providen
cia, no es la criatura, no es la obra de Dios. Si Dios no se
reveló al hombre desde el primer instante, no ha hecho al
hombre ; si Dios no ha criado al hombre, el mundo en peque
ño, tampoco ha criado el mundo en grande, el universo; si
el universo no es la obra de Dios, si subsiste por sí mismo
desde toda eternidad , el mundo es Dios, y no existe Dios.
Así, negandola revelacion primitiva, un entendimiento ló
gico, de consecuencia en consecuencia , ó mas bien de caida
en caida, se va arrastrado hasta el ateismo.
Pero si Dios habló al primer hombre , y le reveló las ver
dades que debe creer, el culto que debe tributarle, las obras
que debe practicar; en una palabra, la Religion, esa revela
cion no pudo ser hecha al jefe de los humanos para él solo:
debió serle hecha tambien para toda su raza , para que esa
raza pudiese conservar su inefable unidad. Esa revelacion,
que constituye la vida intelectual y moral del hombre , no ha
podido ser trasmitida por el raciocinio individual: ha debido
serlo por la enseñanza y por la tradicion social. Esa revela
cion, pasando por la mente y por la lengua del hombre, ha
podido resentirse de la imperfeccion y de los defectos de ese
medio de transmision : ha podido ser alterada por la accion
del tiempo y de las pasiones humanas; pero su divino autor
— 444 —
debia á la dignidad de su palabra, se debia á sí mismo, por
medio de una providencia enteramente particular, conservar,
por lo menos alguna parte, en toda su pureza y en toda su
integridad. Y el hombre á quien su razon, formada por la
sociedad, haco sentir el absurdo y los defectos de la Religion
que le ha rodeado en su cuna , el hombre debe ir á buscarla
á ese lugar por el raciocinio, por el estudio ó por ei medio
que se halla en práctica por todo el mundo: la oracion.
Los cultos paganos no son más que la revelacion primitiva,
la verdadera Religion , la Religion universal, católica, desfi
gurada por los absurdos más groseros y por las obscenida
des más repugnantes. El judaismo no es más que esa misma
revelacion, esa misma Religion, que ha permanecido en el
estado de preparacion , de figura y de profecía : esa misma
revelacion, esa misma Religion, aunque incompleta. Todas
las sectas heréticas, el mahometismo mismo, que es una de
ellas, no son religiones positivas , no son más que protestas ó
negaciones más ó menos extensas del dogma cristiano. Son
la misma revelacion , la misma Religion mutiladas. Es, pues,
evidente que entre todas las religiones del mundo , el Cris
tianismo es la Religion primitiva, única, pura y perfecta, y
al mismo tiempo completa. Sólo, pues, en la Iglesia católica
es en donde se encuentra la revelacion primitiva, la Religion
universal de la humanidad, tan pura y entera como salió de
los labios del Dios Criador, y como ha sido restaurada y per
feccionada por la mision del Dios Redentor.
Así, pues, admitiendo una revelacion primitiva que Dios
hizo al hombre al tiempo de su creacion , todo entendimiento
lógico, de consecuencia en consecuencia, y subiendo siempre,
es conducido al Catolicismo.
E! tradicionalismo no es más que un sistema fundado sobre
la revelacion que Dios hiciera desde el orígen del mundo al
hombre, y que por la tradicion se ha esparcido por toda la
humanidad. El tradicionalismo no es más que un sistema
afirmativo, que demuestra y sostiene, solo, y contra todos
— 445 —
los sistemas filosóficos, la necesidad y el hecho de esa misma
revelacion, que es el primer escalon para subirá la altura del
Catolicismo, el primer eslabon de la cadena de oro [Funes in
prwclaris) que conduce á todo hombre de buena fe, y que ha
ce buen uso de su razon, á las puertas de la casa de la Igle
sia. ¿Cómo no seria una injusticia manifiesta y un contrasenti
do el llamarle sistema funesto al Catolicismo y perjudicial á
la Iglesia?
Se nos replica que por sólo el raciocinio y por el exámen
delos motivos de credibilidad, todo hombre razonable puede
convencerse de la verdad y de la divinidad de la Iglesia y
llegar á ella. Nosotros lo creemos tambien así, pero creemos
ademas, y todo entendimiento razonable debe creerlo con
nosotros, so pena de ser anatematizado por la razon, que an
tes de fiarse en la exactitud de las conclusiones de la razon,
es preciso, lo repetimos siempre, segun Descartes, esta
blecer la comparacion de la razon. ¿Y cuál es el medio de es
tablecer que hay una relacion natural y necesaria entre las
conclusiones de la razon recta y la verdad probada por la
razon, á ménosque nose comience por creer que Dios existe,
que es el criador del hombre, el autor de su razon, y que
sólo se la ha dado como un medio de llegar á la verdad inte
lectual? ¿En quése fundaria el hombre para admitiresas ver
dades, que forman la base de la razon , los títulos de su com
petencia y de su aptitud para la demostracion de la verdad,
y que deben preceder á todo raciocinio, á ménos que no los
admita sobre el testimonio de la tradicion , á ménos que no
comience
tera que le á creerlas
ha sido sobre
transmitido
el testimonio
por la de
enseñanza?
la humanidad
¿Cómo,
eu-
tambien la persona del hombre , y en el que no hay más que dos naturalezas,
y una sola persona. De ese modo se comprende la profundidad, la trascenden
cia inmensa de estas palabras de san Atanasio, que encierran toda la verdade
ra filosofía , y toda la verdadera teología , y que hemos desarrollado en nuestras
Conferencias (tomo i, Conf. VIII). Sicut anima rationalis et caro unus est,
homo, ita Deus et homo unus est, Christus. (Símbolo de san Atanasio.)
— 481 —
de una falsa filosofía, y que no comprenden ni áun las prime
ras palabras de la verdadera filosofía. Los semiracionalistas
le desprecian porque le desconocen. No Ies queda, pues, más
que el tercer sistema. Y, en efecto, para explicar el preten
dido comercio entre el alma y el cuerpo del hombre , cuya
necesidad sólo ha sido imaginada por la ignorancia de lo que
es el hombre , se atienen al sistema de las causas ocasionales
(de que la filosofía de Lyon, verdadero Talmud del carte
sianismo, hace malamente inventor á Descartes) (1) sin ó
con las modificaciones que en él ha introducido Leibnitz, y
no pueden tampoco hacer otra cosa.
Segun la misma filosofía de Lyon, el sistema de las causas
ocasionales, que, segun ella, imaginó Descartes*, ilustró y de
fendió intrépidamente Malebranche, y que todas las escuelas
cartesianas explican y profesan como el sistema más conforme
á la verdad, se feduce (2) á que el alma no obra en verdad
eficientemente sobre el cuerpo, ni el cuerpo sobre el alma,
porque nadie podria comprender el contacto mutuo de esas
dos sustancias (3); pero que los pensamientos del alma no
contacto mutuo de esas dos sustancias , cuya accion mutua de la una sobre la
otra no es posible indicar ,.es una idea que no existe más que en el cerebro de
los sensualistas. No es posible imaginar , es cierto, de qué modo obra el espíri
tu sobre la materia por la energíaJe su virtud, sin tener necesidad de tocar á
la materia. Pero lejos de que la accion del espíritu sobre la materia envuelva
contradiccion, nada es más razonable ni más fácil de comprender (sin poder
imaginarlo, lo cuales muy diferente), que la accion de una sustancia superior
tal como et espíritu , sobre una sustancia inferíor como el cuerpo. Y ademas de
que no se pueda imaginar, ni aun comprender, como tiene lugar un fenómeno
cualquiera, ¿se sigue acaso que es imposible, particularmente cuando es un
hecho, y no envuelve contradiccion? Y por otra parte tambien ¿se comprende
mucho más que los pensamientos del alma no son más que OCASIONES gvt
Dios haya instituido libremente ? Se sabe de alguno que jamás se haya explica
do sobre esa materia de una manera menos filosófica y más absurda que el
supuesto filósofo que ha escrito esa extraña frase cartesiana en la fitosofa
de Lyon.
(i) Systema causarum occasionalium in eo situm est quod anima reipsa et
efficienter in corpus non agat, nec Corpus in animam; quis enim concipiat
utriusque illius substantiae contactuni? Sed cogitationes anima; non sunt nisi
occasioues a Deo libere instituía; , quarum interventu quosdamin corpore ibo-
tus ipse officit; pariter varii motus quibus commoventur sensuum organa vera
sunt occasiones quibus positis nonnullas cogitationes vel sensationes in mente
Deus ipse procreat. Quae omnia justa leges generales et uniformes, non quo-
quomodo perheiuntur. (Quaist. IHsput.)
— 483 —
principio , se halla metido ya hasta el cuello en el sistema de
las causas ocasionales.
Porque si el hombre no tiene necesidad ni de la enseñanza
ni de la tradicion para formarse ciertas ideas y llegar á cier
tas verdades del orden inmaterial, no debe necesitar tam
poco de los sentidos para formarse las ideas y concebir inte
lectivamente (en su concepcion universal) los objetos del
mundo material. Y , en efecto , por su teoria de las ideas in
natas (que siguen todos, aunque ni se entienden entre sí
ni entienden tampoco esa gran cuestion), los semiracionalis-
tas van á parar absolutamente á eso. Para ellos, las ideas de
esos dos mundos se hallan enteramente formadas en el enten
dimiento humano por la accion divina independientemente
de toda sensacion y de toda instruccion. En ese supuesto, es
evidente que para ellos tambien no hay relacion natural,
necesaria ni real, entre las operaciones del entendimiento del
hombre y los fenómenos de los cuerpos y del suyo propio;
sino que las operaciones de su entendimiento , lo mismo que
los fenómenos de su cuerpo , se desarrollan, se suceden en él
en dos líneas paralelas, pero diferentes é independientes una
de otra.
Pero aunque esas dos líneas corran una á par de la otra y
se hallen separadas entre sí , no por eso dejan de mostrar el
paralelismo más completo, la armonía más completa entre las
operaciones del entendimiento y los fenómenos del cuerpo.
Y pues que ni las voliciones del entendimiento entran para
nada en los movimientos del cuerpo , ni las sensaciones del
cuerpo tienen que ver nada con las concepciones del enten
dimiento , se sigue de toda necesidad que ese paralelismo
tan exacto , que esa armonía tan perfecta que se observa en
tre las modificaciones de esas dos sustancias, son obra ex
clusiva de Dios: se sigue que Dios, y solo Dios, es el que con
la ocasionó motivo de las impresiones que recibe el cuerpo,
produce sensaciones, concepciones, ideas análogas y todo lo
que se sucede en el entendimiento. Y tambien es Dios el que
— 484 —
con motivo de las ideas, de los pensamientos, de los deseos
' que siempre él solo hace nacer en el entendimiento ó el es
píritu, excita movimientos conformes en el cuerpo. Hé ahí,
pues , á los semiracionalistas en el sistema de las causas oca
sionales. Y, en verdad, todas las expresiones con que mani
fiestan su escrúpulo farisaico de hacer intervenir para lo más
mínimo, áun como causa material , la sensacion en la for
macion de las ideas, todas las expresiones con que manifiestan
su celo afectado de referirlo todo, en ese asunto, á la luz di
vina que nos ilumina , á la verdad divina que nos enseña , á la
revelacion divina é inmediata que forma nuestra conciencia i)
nuestra razon; todas esas expresiones bien meditadas, bien
profundizadas, no tienen sentido ó no indican más que la com
pleta inactividad del espíritu humano, y la operacion divina
en nosotros y sin nosotros; en una palabra, el sistema de las
causas ocasionales.
Obsérvese además que la filosofía de Lyon (en que, como aca
bamos de ver, ese sistema se halla establecido como el único
sistema verdadero para explicar el comercio entre Dios y el cuer
po, y desarrollado en todas sus consecuencias) es el curso de
filosofía más generalmente seguido en los colegios y en los
seminarios (1) dirigidos por ios semiracionalistas. Sí, ese sis
tema que la misma filosofía encierra , es más ó ménos impu-
(1) La prueba de que esa filosofía es muy seguida, es que de un siglo á esta
parte se han hecho muchas reimpresiones de ella, y sigue reimprimiéndose.
El pasaje que acaba de leerse , está tomado de la edicion de esa filosofía, publicada
en 1SS2 por Perisse, hermanos, impresores de nuestro santo padre el Papa, re
vestida con la aprobacion de la autoridad eclesiástica. Verdad es que esa edi
cion va acompañada de notas muy juiciosas ; pero esas notas están muy léjos
de neutralizar el efecto de los falsos y peligrosos principios que el texto de
ese miserable libro contiene. Están mucho más léjos todavía de impedir que
las juveniles inteligencias que siguen ese curso se formen para el racionalismo, y
aprendan una filosofía falsa. Felices si no aprenden ninguna ! Debemos ademas
hacer la observacion de que esas notas son debidas al ilustrado celo de un céle
bre tradicionalista, el señor abate Douney. ¡Es uno de los filósofos á quienes el
semiracionalismo se complaceen representar como uno de los enemigos de la
razon, que ha defendido en sus notas á la razon contra la doctrina de ese curso
destructor de toda razon !
— 485 —
dentemente profesado y públicamente enseñado por los seño
res profesores semiracionalistas , para la mayor gloria de Dios,
para ediücacion de la juventud católica y de los alumnos del
santuario , como tambien para la mayor ventaja del progre
so científico y de la Religion.
Pero nada hay tan groseramente falso como ese sistema.
No hay error que no pueda ser deducido de él legítimamente:
es el error madre de todos los errores filosóficos.
Si, como ese sistema afirma, todas las operaciones y mo
dificaciones de nuestro entendimiento no dependen en mane
ra alguna del cuerpo y no tienen ninguna relacion con él,
para qué hay necesidad de cuerpo? ¿Para qué habia de tener
el hombre cuerpo? ¿No es más lógico afirmar que el hombre
no tiene cuerpo, que no es más que espíritu , y que los cuer
pos en general y la materia que los compone no tienen reali
dad? (1). Hé ahí el idealismo.
Por el contrario , si las modificaciones y todos los movi
mientos de nuestro cuerpo no dependen en manera alguna
del ánimo, si no tienen ninguna relacion con el espíritu, ¿de
qué sirve este? ¿para qué habia de tener el hombre entendi-
(i) Sabido es tambien que de la escuela cartesiana han salido los filósofos
modernos, que han sostenido que el hombre no es más que un bruto, que
camina derecho ó que sólo se distingue de los otros animales por una orga
nizacion más perfecta y porque tiene manos.
— 487 —
nos, variaciones del Sér infinito. Hé ahí otra vez el panteísmo.
Sin embargo, nosotros nos creemos séres pensadores, sé-
res razonadores, séres con voluntad, séres con sensaciones,
séres que tienen una sustancia, una personalidad, un yo,
un sér que nos pertenecen. Creemos serlo que somos, creemos
hacer lo que hacemos. Creemos en nosotros mismos, cuan
do nada hay de verdad en todo eso, y que sólo Dios hace en
nosotros lo que creemos hacer, y que es en nosotros lo que
creemos ser. Estamos, pues, en una completa ilusion, y nos
engañamos groseramente con respecto á nuestros hechos ín
timos, á nuestro propio ser. ¿Por qué, pues, no habremos de
estar tambien en una ilusion completa, por qué no nos hemos
de equivocar con respecto á todos los hechos exteriores y á
todos Jos demás séres? No hay nadie que pueda estar cierto
de nosotros, que no estamos ciertos de nosotros mismos. Hé
ahí el escepticismo.
Pero si la certidumbre es una ilusion , la verdad una impo
sibilidad , la realidad un sueño , es evidente tambien que la
sustancia no es más que un sér de razon , que Dios no es más
que una palabra, el espíritu un soplo, la materia un juego,
el mundo una apariencia, el hombre una quimera. Hé ahí el
NIHILISMO.
Se ve, pues, por el principio que sirve de fundamento al
semiracionalismo, el principio de que el hombre no tiene nece
sidad de ninguna enseñanza, ni de ninguna tradicion, para ele
varse al conocimiento de la verdad del mundo de los espíritus y
de los deberes; es decir, el principio de que el hombre fuera de
su naturaleza, el hombre quimérico, puede, sin embargo, con
sus esfuerzos crearse la razon, volver á entrar en su natura
leza y llegar á la realidad de su razon y de su sér; por ese
principio , decimos, tan contradictorio y absurdo en sí mismo,
se va á parar de toda necesidad á los sistemas de las ideas in
natas y de las causas ocasionales. Pero esos sistemas, como
acabamos de ver, no son á su vez en sí mismos más que la
negacion formal de toda actividad de la inteligencia, de toda
— 488 —
razon, de todo pensamiento, de toda voluntad del hombre.
Esos sistemas no son más que la negacion del yo, de la per
sonalidad, de la sustancialidad humana. No son más que la
negacion del hombre todo entero, comosér inteligente, como
ser moral , como sér físico. Esos sistemas no hacen del hom
bre más que un modo de Dios, ó bien una apariencia, una
modificacion sensible de la entidad absoluta de los racionalis
tas , de su pretendida ó supuesta sustancia pantea del universa,
en la que todo se concentra, todo se absorbe, todo perece,
y en la que todo sér espiritual , lo mismo que todo sér cor
poral , se borra y desaparece en seguimiento de Dios.
Por lo que es matemáticamente evidente , que no el tradi
cionalismo, sino el semiracionalismo es el que ataca de una
manera ultrajante y empequeñece el espíritu humano ; el que
debilita desmedidamente á la razon y la quita todo poder; que
á los semiracionalistas son aplicables, en todo el rigor de la
expresion, los cargos que el filósofo de los Debates ha dirigido
con tanto' descaro á los tradicionalistas, y que volviendo con
tra el semiracionalismo lo que ha pronunciado contra nosotros,
tenemos el derecho de decir de él : « El semiracionalismo es
la última palabra de una escuela , que se imagina glorificar al
Criador envileciendo á la criatura. Es el sistema que hace
del hombre abandonado á las solas fuerzas de su razon, una
especie de animal estúpido, mudo, inferior al animal mismo.
«Porque la bestia, al menos, no sufre la humillacion de
creer que posee una razon que no tiene : la bestia no se halla
expuesta á tenerse por una criatura pensadora, por un filóso
fo , en vez de que, para el semiracionalismo, el hombre es un
puro engaño, que cree pensar, cuando á lo más se acuerda.
Esa ilusion nos hace inferiores al bruto, y Dios no gana nada
con ella. Y pues que Dios ha hecho al hombre á su imá-
gen y semejanza, cuanto más pequeño aparezca aquél , me
nos grande debe parecer Dios. Los tradicionalistas, que no
se resignan á ver al hombre, hijo de Dios, rebajado ha^tael
nivel de un idiota en un hospital, ó de un animal en una sel
— 489 —
va, tienen mucha razon en combatir vigorosamente el semi
racionalismo. » En fin, á los tradicionalistas toca el denunciar
á los semiracionalistas como culpables del crimen de lesa
razon y de lesa humanidad , y hasta como verdaderos ver
dugos de la humanidad y de la razon, pues que sus princi
pios y sus sistemas, no sólo son la humillacion y lu degradacion,
sino que son tambien la negacion , el anonadamiento de la
razon y de la humanidad. Esos principios y esos sistemas, son
ademas, y como por añadidura, la negacion , el anonadamien
to de toda sustancia, de todo ser, de toda realidad, de Dios
mismo, de todo pensamiento y de toda verdad. Hé ahí al
semiracionalismo convencido de ser horriblemente funesto.
como él, hace del sistema de las ideas innatas su propio sis
tema: sostiene, lo mismo que el racionalismo, que la palabra
es una invencion humana. Se asocia al racionalismo para pre
dicar la doctrina escandalosa de una moral obligatoria para la
conciencia del hombre, independientemente de toda intervención
— 495 —
divina; profesa, en una palabra, todos los principios del racio
nalismo, adopta todas sus teorías, marcha por la misma sen
da, habla el mismo lenguaje y manifiesta el mismo odio con
tra los filósofos católicos.
Permitid que os recuerde que vosotros, caballeros semi-
racionalistas , sois los que habeis dicho : «Todos los deistas
invocan la razon, apelan á su luz, á su autoridad , y no están
de acuerdo en nada. No pueden fundar una misma verdad natu
ral, y no están unánimes en el principio de la obligacion mo
ral. Tenemos tantos sistemas de religion natural, como indi
viduos. Aquí desaparece toda ideade religion». ¿Cómo no veis,
pues, que por vuestra doctrina de que el hombre desprovisto de
toda tradicion puede llegar al descubrimiento de algunas verdades
naturales del orden religioso y moral , mereceis la misma censu
ra que dirigís á los deistas? Invocais esa misma razon, apelais
áesa misma luz, á esa misma autoridad de la razon, segun la
cual reconoceis que los deistas no están de acuerdo en nada.
¿Atribuís el poder de fundar algunas verdades naturales y de
crear en cierta medida una moral para esa misma razon, de
que consignais la impotencia para fundar por sí sola una misma
verdad natural y fijar el principio de la obligacion moral? ¿ Cómo
noveis, pues, que con vuestras insolentes invectivas contra
el método tradicional , trabajais en debilitar , en borrar la ne
cesidad de la tradicion , sin la que confesais , sin embargo,
que la razon no tiene otro poder que el de hacer desaparecer
toda religion, hasta la natural? ¿Cómo no veis, en fin, que en
todos vuestros imprudentes arranques en favor del valor y de
ladignidadde la razon, que pretende marchar sola, por un lado
os poneis en palpable contradiccion con el hecho que consig
nais aquí de la debilidad de la razon aislada, y por otro dais
completamente la razon á los deistas, que no invocan más
que la razon, y que no apelan más que á su luz y á su autori
dad? Porque ¿cómo harian ellos mal en invocar esa razon y en
apelar únicamente á su luz y su autoridad cuando todos vues
tros escritos ensalzan su dignidad y encomian tanto su valor?
— 49(3 —
« El racionalismo , dice el autor Del valor de la razon,
no consiste en interrogar á la razon y en seguir constante
mente sus luces: en ese caso todos quisiéramos ser raciona
listas ; sino que consiste en no reconocer ninguna luz, ninguna
autoridad superior á la de la razon, ó bien en no reconocer
otra luz ni otra autoridad que la suya» . (Los Tradicionalistas,
Pág. 57.)
Mas para ese mismo autor , como para toda la escuela se-
miracionalista de que es jefe, el hombre, independientemente
de toda revelacion, hasta la natural, de toda tradicion, hasta la
humana, puede, por sola la razon, llegar al descubrimiento de
muchas verdades . Se le ha oido proclamar, tanto á él comoá
toda su escuela, la atea doctrina de que (1) no hay necesidad
de ninguna revelacion para saber lo que es bueno y lo que es malo
en virtud de la ley natural, y que esa ley primordial es promul
gada por la voz de la razon. Pues bien, afirmar que indepen
dientemente de toda revelacion y de toda tradicion, el hombre puede,
por sola la razon , descubrir las primeras verdades del orden es
piritual, y que no tiene necesidad de ninguna revelacion, sino que
(1) Si hemos de ser justos, debemos excluir de ese número al doctor más
britlante de la escuela semiracionalista ; tiene talento, al menos cómo escritor,
grandeza de sentimientos como eclesiástico , y ha vuelto á la verdad por un
nobte instinto, cuando se separó de ella por una aberracion del entendimiento.
Parece, pues, rechazar la doctrina temeraria de una ley natural sin Dios; por
que aunque admirador del autor Del valor, etc., y aunque infatigable predi
cador de esa doctrina, que alaba y defiende con el celo de un colega, y con el
afecto de un amigo, no ha podido mértos, sin embargo.de decirle acerca dela
sancion dela ley moral: «Es necesario obedecer á Dios, etc.; es necesa
rio ser justo con sus semejantes. Tal es el principio de toda justicia, de
todo orden, de todo bien. Ese principio no le habeis sacado de la experiencia,
no le habeis hecho : os ha sido impuesto con una autoridad soberana ; luego
existe independientemente de vos y de todos los entendimientos. Reconoced
aquí el carácter de los principios que subsisten en la inteligencia divina , re
conoced la ley de la libertad y de la voluntad humanas. Si Dios es el prin
cipio DE LA OBLIGACION MORAL, ES TAMBIEN SU SANCION.
»En él se encuentra, pues, la sustancia de la justicia y del bien.» Sépase ade
mas por esta"cita, que no hay un error afirmado por un semiracionalista, que
no sea combatido por otro, y que esa secta no se halla de acuerdo consigo mis
ma, y se refuta á sí misma.
— 497 —
le basta escuchar la voz de la razon para conocer lo justo, lo in
justo y la ley natural, es (al ménos con relaciona esas verdades
y á esa ley) despreciar de una manera bien explícita todaluz,
toda autoridad superior á la razon : es no admitir más luz ni au
toridad que la de la razon. Pero, segun nuestro adversario, en
eso y no en otra cosa consiste el racionalismo. Hé ahí, pues, al
semiracionalismoque admite tambien un principio constitutivo
del racionalismo, y confiesa que en el fondo no es más que el
racionalismo absoluto en su propia esencia y en su propia na
turaleza , con la sola diferencia de que el racionalismo rechaza
toda luz y toda autoridad superior á la razon, y reconoce la luz y
la autoridad exclusivas de la razon con respecto á todas las ver
dades, en vez de que el semiracionalismo no hace todo eso
sino únicamente con respecto á algunas verdades. Pero, como
ya hemos observado, esto no es más que una cuestion de más
ó ménos, que en nada cambia la naturaleza de las cosas ; no es
más que una inconsecuencia más en lo que concierne al se
miracionalismo : la inconsecuencia de admitir la teoría misma
del racionalismo al principio y de abandonarla despues: la
inconsecuencia de admitir su mismo principio y desaprobar
su consecuencia. Con sola la excepcion de que perjudica tanto
á los semiracionalistas como honra á su porazon, y con la de
que hace á esos filosofos tan malos lógicos como son buenos
cristianos , es evidente que en realidad los dos sistemas no
forman más que uno solo, que parten del mismo principio, tie
nen la misma naturaleza y no se diferencian entre sí más que
por matices insignificantes, tanto en el hecho como en el nom
bre, que desaparecen ante las leyes implacables de la lógica.
Hé ahí, pues, al semiracionalismo protegiendo, aprobando,
sancionando el racionalismo absoluto. Hay más: hele ahí
manteniendo siempre en pié, en sí mismo y por sí mismo, el
racionalismo absoluto entre los filósofos, pues que, como tam
bien hemos probado, el racionalismo que se titula católico no
es más que la cubierta del racionalismo incrédulo , no es más
que el racionalismo incrédulo disfrazado con el velo delCato-
a
— 498 —
lirismo , do es más que una sola y misma doctrina , una sola
y misma herejía. ¿Cómo no ha de ser tambien horriblemente
funesto?
(1) Esa es al ménos la opinion de san Agustín, que los autores semiraciona-
listas, en este pasaje, han citado en falso, truncando y desnaturalizando el
texto, que no puede estar más claro ni más explícito : «Quomodo locutus est
Deds? utrum intus in mente, secundum intellectum, id est, ut sapienter intel-
ligeret voluntatem ac prceceptum Dei sine üllis corporalibds sonis vel corpora.
lium siMUiTUDiisiBus REROM? SED NON SIC EXISTIMO PRIMO HOMINI LOCU-
TUM UEUM. Talia quippe Scriptura narrat potius credamus sic esse Deum
locutum homini in paradiso, sicut etiam postea locutus est patribus , sicut
Abran® , sicut Moisi , id est in aliqua specie corporali. Hinc est enim quod
audiverint ejus vocem ambulanlis in paradiso ad vesperam, el absconderint se».
(De Genes.: ad Litt. i., 8.)
— 318 —
monio divino que habia recibido, por la tradicion , de sus an
tepasados. Más tarde , Dios ha renovado de diferentes mane
ras á los Patriarcas , por los Profetas, su revelacion primi
tiva; y, en finja ha confirmado, completado y perfecciona
do dignándose hablar al mundo por medio de su propio
Hijo: Multifariam multisque modis loquens, olim Deus paíribus
in prophetis, novissime loculus est nobis in filio. (Hebr., i.) El
depósito de esa revelacion divina primitiva , siempre la mis
ma en cuanto á su esencia , ántes de la venida de ese hijo de
dios al mundo, fué confiado á la Sinagoga, y despues de su
venida á la Iglesia. Inmutable, inalterable, con relacion á sus
principios, en la humanidad entera, esa revelacion no se ha
conservado , ni se conserva entera y pura de toda mezcla hu
mana, con respecto á su aplicacion, á sus consecuencias y á
sus formas , más que en la Sinagoga y en la Iglesia, y tras
mitiéndose por la tradicion humanitaria como una revelacion
natural y humana , es únicamente en la enseñanza de la Si
nagoga y de la Iglesia en donde conserva su unidad , su in
tegridad, su pureza, su verdad, su infalibilidad : caracteres
resplandecientes y sobrenaturales de una revelacion divina.
Allí es donde el hombre debe acudir á buscarla para asegurar
su salvacion.
Segun la doctrina de la tradicion , no hay , pues , dos reve
laciones igualmente divinas , ¡a una interior por la idea , la
otra exterior por la palabra ; esa es la hipótesis absurda y
peligrosa del semiracionalismo, que da la razon al raciona
lismo absoluto, el cual , satisfecho con la revelacion divina por
la idea, se burla de la revelacion divina por la palabra. No
hay más que una revelacion divina, única , la revelación pri
mitiva renovada en la Sinagoga y completada en la Iglesia.
La razon no es una fuente de verdades reveladas y divinas:
esa es una herejía del semiracionalismo, que abre el camino
á la grande herejía del racionalismo absoluto, que se funda
en el principio de la revelacion divina de la razon para desem
barazarse de la revelacion divina de la autoridad. No es más
— 519 —
que el medio de llegar á la áaica fuente divina y revelada de
toda verdad, la palabra de Dios, trasmitida ó escrita, deque
es guardadora la Iglesia. Por la doctrina de la tradicion, en
fin, se comprende cual ha sido, desde el origen del mundo,
el plan divino tocante al conocimiento de la verdad por el
hombre ; se comprende tambien que no ha variado , y que es
el mismo verbo divino , la verdadera luz que siempre , por
la enseñanza exterior, humana ó divina , segun es trasmitida
por la sociedad humana ó por la Iglesia , ilumina á todo hombre
que viene á este mundo. Suprimid esa doctrina tan sencilla, tan
natural , tan conforme á los hechos más generales de la hu
manidad , y ya no se comprende nada en la historia de las
variaciones del error, ni en la historia de la inmutabilidad,
de la universalidad , de la unidad de la verdad , con los de
fectos humanos en la humanidad , con sus caractéres divi
nos en la Iglesia. Quitad esa doctrina, y la más densa oscuri
dad se esparce en la Filosofía y en la Teología , y ya no es
posible explicarse ni Dios, ni el hombre, ni la sociedad hu
mana , ni la Iglesia , ni la ciencia , ni la Religion : todo llega á
hacerse incierto desde el instante en que es inexplicable, y
debe dudarse de todo ó negarlo todo. Ese seria el resultado
más lógico y más cierto del sistema de los semiracionalistas,
si alguna vez llegasen á hacer prevalecer sus principios y á
triunfar en la guerra sacrilega é insensata que hacen á la tra
dicion.
— 520 —
()) No habíamos concluido de escribir las líneas que se leen aquí, cuando
ha llegado á nuestras manos un folleto titulado: Consideraciones sobre el poder
de la razon , capítulo sacado de una obra sobre la conciliación racional del
derecho
rambo eny honor
del deber
de lapor
divinidad
Enriqueé Oisdier
infalibilidad
; Génova,
de la 1856.
razon , Es
por un
un nuevo
racionalista
diti-
consumado. En ese escrito, tan lamentable bajo el punto de vista de la Filosofía
como de la Religion, no se contenta con hacer de la razon una fuente de verdad,
y con divinizarla al nivel de la Biblia, sino que la prefiere á esta, etc., porque cita
— o2o —
Esa es, coa todas sus letras, la fórmula del semiraciona-
lismo. Para él tambien, como acabamos de oir, no hay más
quedos fuentes de verdades, la razon y la escritura, ambas
reveladas, ambas divinas. Hé ahí, pues, al semiracionalismo
convencido de hablar exactamente el lenguaje del protes
tantismo y de profesar el principio fundamental que le sirve
de base.
Hé aquí ademas dos rasgos de semejanza bien palpables,
entre el semiracionalismo y el protestantismo. Partiendo del
principio de « que, en materia de Religion, el cristiano no debe
atenerse más que á la razon y á la Biblia», todo verdadero
con los mayores elogios al teólogo protestante M. Colani , que afirma «que en
caso de contradiccion entre la razon y la conciencia ó el Evangelio, este será et
que haga el daño». Se encuentra tambien allí esta nota: «Recomendamos
á nuestros lectores los siete artículos del autor de la profesion de fe del si
glo íix, publicada últimamente en La Presse de París y dirigida áM. de Lamar
tine con motivo de la profesion de fe casi católica que se acaba de leer. M. Pelle-
tan no tiene necesidad de nuestros elogios para ser lo que es, es decir, una
inteligencia de primer órden; pero sentiríamos el no aprovechar esta ocasion de
hacer llegar hasta él la expresion del placer que sus escritos nos producen
siempre. Y puesto que hemos citado La Presse no terminaremos esta nota sin
decir que desearíamos que M. Girardin y M. Peyrat fuesen un [poco más esplén
didos, puesto que son demasiado lacónicos : ambos tienen un talento privilegia
do y no nos le deben escatimar. Que tomen ejemplo de los ingeniosos escritores
del Diario de los Debates, que se desvelan por tener siempre bien preparado
el ánimo de sus suscritores. Otro tanto diremos de los redactores del Siécle
siempre lucidos, pero que, con cortas excepciones, parece no hallarse ani
mados del mismo ardor que en otro tiempo». Así, para ese fanático racionalista
en quien no queda ya nada de cristiano, ni áun de protestante, La Presse y el
Siécle no son ni bastante celosos, ni bastante ardientes, ni sobre todo tan per
severantes como los ilustrados escritores de los Deuates (periódico panegirista del
semiracionalismo) en establecer el reinado de la razon sobre las últimas rui
nas de la fe cristiana. Y el semiracionalismo, ¿qué hace en vista deesa horrible
conspiracion de los racionalistas de todos los países y de todos los matices, sos
teniéndose y alentándose unos á otros en la guerra satánica que hacen á la Igle
sia? ¡Lo que le parece que puede hacer mejor, es afirmar que la razon es una
fuente de verdades tan divinas y tan reveladas como la Biblia; imprimir li
bros sobre el valor y sobre la dignidad de la razon , y unir su voz á los himnos
que el racionalismo incrédulo entona en honor DEL PODER DE LA RAZON!
¡Y en verdad que el momento de decir y de hacer semejantes cosas no podria
-ser más oportuno ni mejor elegido! Ad majorem Déigloriam.
— 526 —
protestante rechaza como engañoso ó al menos como inútil,
toda enseñanza y todo juicio de la Iglesia tocante á la verdad
revelada. Y del mismo modo, partiendo del principio de tque
el hombre, nada más que por su propia razon, conoce ciertas
verdades, porque la razon es una fuente de verdades tan divinay
tan revelada como la Escritura, el semiracionalismo rechaza co
mo engañoso 6 al menos como inútil, todo juicio y toda en
señanza de la familia, de la sociedad y hasta de la humanidad
entera, tocante á la verdad natural. Y, en efecto, al mismo
tiempo que reconoce y proclama en voz muy alta «que toda
razon es enseñada y que el hombre desprovisto de toda en
señanza y de toda tradicion , es un sér fuera de su naturaleza,
un sér quimérico » , poniéndose en contradiccion palpable con
semejante doctrina , que es la suya , el semiracionalismo no
cesa de hacer la más cruda y encarnizada guerra al tradicio
nalismo, porque este sostiene la necesidad de una enseñanza
y de un juicio doméstico, social, humanitario, para que pue
da conocerse la existencia del mundo espiritual y moral y
creer con la certidumbre de la fe, al ménos natural, en Dios,
el alma , la vida futura y los deberes. El semiracionalismo no
quiere, pues, intermediario y rehusa el ministerio de la fa
milia, de la sociedad y de ¡a humanidad, en el conocimiento
de las verdades racionales , como el protestantismo no quiere
intermediario y rehusa el ministerio de la Iglesia en el cono
cimiento de las verdades reveladas. El semiracionalismo pre
tende que el conocimiento de las primeras verdades religio
sas y morales, naturales, que completa la razon del hombre,
no es más que el efecto de una comunicacion inmediata, di
recta, del hombre con Dios por la razon; del mismo modo
que el protestante pretende que el conocimiento de las pri
meras verdades religiosas reveladas y morales, que forma la
razon del cristiano, no es más que el efecto de una comuni
cacion inmediata, directa, del cristiano con Jesucristo ó con el
Espíritu
El mismo
Santo
principio,
por la Biblia.
pues, y la misma doctrina, sirven de
— 527 —
base á los dos sistemas, y el semiracionalismo no es más
que un verdadero protestantismo en el orden natural, que
prepara el camino y tiende la mano al protestantismo en el or
den sobrenatural. En segundo lugar, el protestante no es más
que el cristiano que se atribuye el derecho de protestar en
nombre de su razon, contra la enseñanza tradicional de la Igle
sia. Aun cuando fuese moderado y se contentase, en virtud de
ese pretendido derecho, con protestar, por ejemplo, contra
los Sacramentos y contra el Papa, está reconocido que no pue
de condenar al protestante absoluto, que, en virtud del mismo
derecho y llevando más lejos su ejercicio, protesta tambien
contra la divinidad de Jesucristo, contra el dogma de la Tri
nidad, y hasta contra el mismo Dios. Así, de la misma ma
nera el racionalista no es más que el hombre que se atribuye,
en nombre de la razon, el derecho de raciocinar fuera de la
enseñanza y de la tradicion de la humanidad. Aunque sea mo-
derado ó semiracionalista y se contente, en virtud de ese dere
cho, con raciocinar fuera de la enseñanza tradicional de la
humanidad sólo con relacion á algunas verdades , no puede
condenar á todo racionalista absoluto, que, en virtud del mis
mo derecho y llevando más léjos su ejercicio, pretende ra
ciocinar fuera de la enseñanza de la humanidad, sin ninguna
reserva y con relacion á todas las verdades morales y religio
sas. Así como, todos los protestantes, sea cual fuere la ex
tension de sus protestas contra la Iglesia , están obligados á
mirarse como miembros de la misma familia , á tolerarse los
unos á los otros y á perdonarse mutuamente sus negaciones
respectivas del símbolo católico, del mismo modo todos los
racionalistas, cualquiera que sea la extension de sus racioci
nios, ó mas bien desus desvarios fuera de la humanidad, es
tán obligados á mirarse como hermanos, tolerarse unos á otros
y á perdonarse mutuamente sus extravíos respectivos al mé
todo tradicional.
Y eso es lo que efectivamente vemos. Los protestantes de
todas denominaciones, cismáticos, luteranos y calvinistas, in
— 528 —
tolerantes hasta la crueldad coa respecto á los católicos, no
sólo se permiten unos á otros y se perdonan mutuamente sus
diferentes creencias, sino que se presentan unidos entre sí por
los lazos de una caridad evangélica (por supuesto, del Evan
gelio reformado). Y del mismo modo los racionalistas de to
dos los matices, moderados ó exaltados, católicos ó filósofos; en
una palabra, los semiracionalistas y los racionalistas de pura
raza, intolerantes hasta el rencor y la persecucion con res
pecto á los tradicionalistas, notan sólo se toleran unos á otros
y se perdonan mutuamente sus diferentes opiniones filosóficas,
sino que, como ya hemos observado al principio de este es
crito, se complacen en estar siempre juntos, en un mismo
salon, en una misma mesa, y nada hay más patético é inte
resante que su cordial inteligencia.
Y pues que el protestaittimo mismo no es más que un ma
tiz del racionalismo, nuestros semiracionalistas simpatizan con
los protestantes y hasta les profesan la mayor ternura, les tra
tan con la mayor consideracion, y no tan sólo les dejan vivir
tranquilos, sino hasta propagarse. Esa ley de la enseñanza,
que ha amalgamado en los consejos de la instruccion pública,
á los Obispos con los ministros protestantes y los rabinos, pro
testantes tambien, pero de otra especie, esa ley es obra suya.
Cómo ha de ser! ¡Sangre protestante, y áun pagana, circula por
sus venas, y la sangre no es agua ! Estudiando de cerca la
naturaleza semiracionalista, se descubre que es una mezcla
de paganismo, de racionalismo y de protestantismo. Así, cuan
do encontrais un católico, ya vista gaban ó sotana, entusiasta
hasta el delirio por los filósofos y los literatos paganos; cuando
le veis cortés hasta la humillacion con los racionalistas, y to
lerante con los protestantes hasta aparentar indiferencia en
materia de Religion; y sobre todo, cuando le oís declamar
contra el tradicionalismo y contra la corte romana , podeis
decir, sin temor de equivocaros : «Esees un semiracionalista».
El semiracionalismo es, pues, protestantismo, como es pa
ganismo y racionalismo ; es protestantismo en accion y en
— 529 —
principio; porque el principio de « que la razon es una fuente
de verdades tan revelada y divina como la Escritura » , es ni
más ni menos que la herejía misma, principio fundamental
del protestantismo. >
Sólo que afortunadamente se halla en contradiccion consigo
mismo, y rechaza las consecuencias de ese principio. Se digna
admitir que el cristiano debe sacrificar la divinidad de su ra
zon á la divinidad de la Biblia, lo cual no hace el protestan
tismo, ó no lo hace siempre. Luego el semiracionalismo no es
más que el protestantismo inconsecuente, el protestantismo á
medias, el protestantismo del justo medio, el SEmprolestantismo
como es el smipaganismo, el SEmracionalismo, el sEmpelagia-
nismode la Filosofía, que pronto ó tarde va á parar al semi-
pelagianismo de Ja Religion. No cabe, pues, duda de que por
su naturaleza es esencial y soberanamente funesto.
(1) Hé aquí de qué modo el diario más ortodoxo, el más independiente, el más
sensato y el más acreditado de todos los periódicos de la provincia , El Men
sajero del Mediodía de 7 de Agosto de 1856 , ataca la mala fe, la injusticia y
las intrigas del semiracionalismo, con motivo de ese folleto. «Uno de nuestros
corresponsales de París, nos anuncia la aparicion de un nuevo folleto titulado:
El universo juzgado por si mismo , que se ha repartido gratis á los principales
miembros del clero, y eu el que , con la más insigne mala fe, se censuran
algunos pasajes extraídos de la coleccion entera del Universo, para formar con
ellos una acusacion contra M. Veuillot. Esos recursos odiosos no ios emplean
como armas eu la polémica, ni áun los escritores menos delicados. Causa, pues,
asombro el verlos puestos en juego por una bandería que se tiene por religiosa,
católica, parlamentaria, y hasta académica. Hemos dicho cien veces que no
participamos de todas las opiniones del Universo, y por consiguiente n i nos
parece extraordinario que suscite discusiones muy vivas. Pero no puede menos
de reconocerse que esa pequeña, pero intrépida falange, de escritores agrupados
en derredor de M. Veuillot, se compone de hombres honrados, desinteresados,
adictos, de convicciones profundas, y por consiguiente respetables. Así lo de
clara el limo, señor Obispo de Arras en una carta dirigida al Amigo de la Re
ligion, pequeño periódico eclesiástico , que se pone á la cabeza de la coalicion
contra El Universo, porque espera recoger su herencia. No reproducimos esa
carta, reivindicamos con su ilustrísimo autor la libertad para escritores concien
zudos, y denunciamos como él á la indignacion de los hombres de bien, las mi
serables intrigas por medio de las cuales se propone acabar con un periódico
que ha prestado más servicios, propagado más ideas y desplegado más valor,
que todos los que le atacan con tanto encarnizamiento é injusticia.»
(2) El limo, señor Obispo de Saint-Claude, uno de los prelados más dis
tinguidos de Francia, que en los altercados con El Universo ha abrazado la causa
de ese diario , ha dicho : «Si El Universo se pasase á la oposicion, se le perdona
rían muchas faltas». Idea magnífica, que nos hace comprender, que no el celo
por la Religion, sino el de hacer triunfar cierta opinion política es el que arma
en este momento el brazo del semiracionalismo contra El Universo. En efec
to, si hubiera de darse crédito á los rumores que circulan, los principales je
fes de esa opinion, eclesiásticos y legos, han contribuido, cada uno por su parte
á la confeccion de ese folleto, de esa nueva Babel filosófica.
— 542 —
hombre de un talento raro y privilegiado , ha hecho pasar
muy malos ratos á todos los órganos de la impiedad. ¿Qué su
cederia si todos los grandes hombres de talento y de doctr i
na, si ¡todos los escritores, que, gracias á Dios, cuenta el
Catolicismo en gran número , en vez de estar divididos y de
despedazarse mutuamente por discordias intestinas , por la
guerra civil , estuviesen unidos en un cuerpo de ejército com
pacto contra todos los enemigos exteriores del Catolicismo?
Les darian mucho que hacer , introducirian en sus filas la
consternacion, el desorden y el desaliento, precursores de
la derrota; los desalojarian de todas las posiciones ventajosas
que ocupan ; los harian sufrir pérdidas que no podria o repa
rar; les quitarian los jefes más hábiles, los mejores comba
tientes; apagarian todos los fuegos de sus baterias; los obli
garian á ocultarse ó á huir; y áun cuando no tuviesen com
pletamente razon , es seguro que al menos los enemigos de la
verdad católica no harian tan terribles destrozos , no alcanza
rían tan deplorables triunfos, y sobre todo, no se presenta
rian tan insolentes y orgullosos.
Ay! si nuestros enemigos no son fuertes más que por nues
tra debilidad , nosotros no somos débiles más que por nues
tras divisiones. Pero esas divisiones y esa debilidad en el
grande ejército católico, sólo son obra de los semiraciona-
listas.
En vez de unirse á los talentos diseminados en las filas de
los escritores católicos para formar con ellos una asociacion
poderosa , que sin duda alguna concluiria bien pronto con
todos los errores y salvaria el Cristianismo en Europa y la
fe en Francia, han formado una coalicion funesta, que destru
ye los principios dela polémica religiosa, y que desconociendo
los intereses y las necesidades de la Iglesia, compromete su
causa. Han emprendido un camino en el que los verdaderos
defensores del Catolicismo no pueden seguirles. De ahí provie
ne la division que arma á unos contra otros, cuando no ios
neutraliza á todos; de ahí la insuficiencia de sus fuerzas
— 543
contra el error ; de ahí las defecciones de tanías almas es
cogidas, que con tanta frecuencia son arrebatadas á la causa
católica, para caer en la incertidumbre de las opiniones, en
un estado que no es ni la incredulidad ni la fe. De ahí, en fin,
ese movimiento retrógrado que deteniendo los progresos de
la Religion, hace cada vez más estéril su accion y su influen
cia en el ánimo de los pueblos.
Los tradicionalistas han sido provocados, jamás provoca
dores. Los semiracionaltstas son los que, bajo pretexto de de
fender la verdadera Filosofía y la verdadera Religion, han es
parcido los primeros, alimentado y fomentado la discordia
entre los defensores más intrépidos y decididos de la verda
dera Religion y de la verdadera Filosofía. Ellos son los prime
ros que han roto el fuego contra sus compañeros de armas, y
han hecho que agoten sus fuerzas , defendiéndose contra sus
propios hermanos, las fuerzas que debieran reunir contra el
enemigo comun. Los semiracionalistas son los que, dejando
tranquilos á los verdaderos herejes y á los verdaderos incré
dulos, no se han ocupado más que en hacer pasar por herejes é
incrédulos á cristianos á quienes no se puede censurar más
que una adhesion tal vez excesiva hácia la Iglesia. Imitando, y
áun sobrepujando, los procedimientos peculiares de los viejos
partidarios del error, y dirigiéndolos contra los verdaderos
discípulos de la verdad , los han abrumado con toda especie
de injurias, los han vejado con toda especiede ataques, y han
procurado aniquilarlos con toda especiede persecuciones. Ene
migos encubiertos del Gobierno y de todo lo que es romano,
se han aplicado, con la apariencia de una adhesion hipócrita
y con indignas bajezas, á hacer sospechosas al Gobierno y
hasta á Roma, á las personas adictas á toda prueba al orden
público y á Roma. Han provocado contra ellas medidas polí
ticas, que vituperarian en cualquiera otra ocasion, y conde
naciones eclesiásticas de que se burlan , ó que al ménos no
tienen á sus ojos importancia alguna. Por la corrupcion y por
la intriga, por la mentira y la calumnia, por maniobras os
— 544 —
curas y agresiones descubiertas, han procurado alejarlas de
todos los destinos, á conjurar contra ellas todos los órganos
de la publicidad, á privarlas de todo medio de defensa, im
pedirlas el uso de la palabra y prohibirlas el agua y el fuego.
En posicion tan difícil, reducidos á la necesidad de defen
der á cada instante su fe contra ataques incomprensibles, ¿có
mo podrian los tradicionalistas emprender grandes combates
contra la incredulidad? Se concibe, pues, muy bien porqué
en este momento supremo para el Catolicismo en Europa, y
particularmente en Italia y en Francia, la polémica católica
languidece, y la impiedad ha quedado casi dueña exclusiva
del campo.
Lo repetimos, por medio de horribles producciones de to
das clases, el espíritu de incredulidad se propaga y se infil
tra cada vez más en las masas. No creemos exagerar afirman
do que en este momento hay menos fe en los habitantes delos
pueblos y aldeas de Francia, que á fines del último siglo. Pa
ra algunos individuos de la clase media que vuelvan á la fe,
poblaciones enteras la abandonan y se precipitan en la incre
dulidad práctica y en la indiferencia. Decimos mal: porque
indiferente parala verdad, el pueblo se aficiona cada vez más
al error. Prueba de ello es el alan que se observa en las cla
ses más ínfimas, particularmente en París, en las aldeas in
mediatas y en las poblaciones del centro de la Francia, por
la lectura de libros, novelas y periódicos hostiles al Catolicis
mo y á las buenas costumbres, lo cual proporciona á La Presse
y al Siécle más suscriciones que tienen todos los demás pe
riódicos reunidos : libros y periódicos que se dan mas bien que
se venden al pueblo (1 ), y hacen que prefiera ese alimento em
ponzoñado.
(i) Deus dedil homini ídem et scientiam: fide ergo credat in Deum, et
scientia contempletur opera ipsius, ut ex eis euin agnoscat, laudet et glorificet.'
(Eccl., xvn.)
— 554 —
¿Cuál es, cuál puede y debe ser, el resultado de semejante
método? Para los jóvenes que le siguen, pero que por falla
de medios intelectuales ó de aplicacion, no han podido com
prender toda la fuerza y el alcance de esas demostraciones
tocante á las verdades de que se trata, esas verdades no
sufren quebranto de modo alguno en su espíritu; porque ¿no
se les ha euseñado desde el principio, que esas verdades no
han resplandecido, por primera vez en el mundo, por el hecho
de la razon humana, sino por el hecho de la revelacion divina,
que ha precedido, no solamente al uso, sino á la formacion y al
nacimiento de la razon? ¿No se Ies ha enseñado desde el prin
cipio que la certidumbre de esas verdades , basada sobre la
fe tradicional , es independiente de toda demostracion racio
nal ; que las demostraciones racionales , aunque sirven ma
ravillosamente para justificar su creencia , no son las que la
han fundado, y que lejos de que la fe en Dios Criador, por
ejemplo, se apoye únicamente en el testimonio de la razon,
no puede reconocer ninguna competencia, ningun derecho
en la razon , si no se comienza por creer en el Dios Criador y
autor de la razon? Sea, pues, cual fuere la impresion que las
pruebas puramente racionales de las verdades de que se tra
ta hayan producido en el ánimo de esos jóvenes , su fe en
ellas permanece en toda su solidez. Y áun se acrecienta y for
tifica en ellos , por el testimonio de sus compañeros que, do
tados de mejor cabeza, y por consiguiente, más capaces de
comprender la fuerza de los raciocinios más abstractos , juz
gan las demostraciones deesas verdades como concluyentes,
y se adhieren á ellas con un asentimiento inalterable.
En cuanto á los jóvenes de esta segunda categoría, es evi
dente que el estudio de la Filosofía por semejante método los
hace verdaderos filósofos ; lo hace sin disminuir en ellos en
lo más mínimo, sino por el contrario, fortaleciendo é ilumi
nando cada vez más en su espíritu la fe del cristiano , sumi
nistrándoles armas sólidas y bien templadas para defenderse
contra los ataques de la falsa ciencia y de la incredulidad, á
— 555 —
que podria hallarse expuesta su fe al salir de las manos de
sus preceptores. De ese modo el método tradicional, puesto
en práctica en las escuelas de Filosofía, forma hombres capa
ces de hacer progresar la ciencia y crea atletas para la defensa
de la Religion. . .
Pero no sucede así con el método que el semiracionalismo
emplea en la enseñanza de la Filosofía. Aun cuando no lleve
la estupidez hasta el punto de proponer explícitamente á in
teligencias de quince años la duda cartesiana como el ver
dadero punto de partida de esa ciencia, no puede ménos de
empeñarlos en ella , siquiera sea implícitamente , en virtud
de sus principios. Para el semiracionalismo, el hombre no
tiene necesidad más que de su razon y de su conciencia para
conocer á Dios y sus principales atributos ; el mundo y su
origen , el hombre y su destino, la vida futura y su eternidad,
la moral y sus principales obligaciones , en una palabra , los
primeros dogmas y los primeros deberes. La revelacion no le
es necesaria y útil más que para adquirir un conocimiento
más completo y más perfecto de esos mismos dogmas y de
esos mismos deberes. P.educida á método filosófico, esa doc
trina se trasforma necesariamente en estos principios, que,
como acabamos de observar, son, en efecto, formalmente y
sin misterio , profesados y enseñados en todas las escuelas
semiracionalistas de Filosofía : A .", que no es comenzando
por creer como se llega á raciocinar bien, sino que comenzan
do por raciocinar bien es como se llega á creer bien; 2.°, que
para filosofar bien es necesario dejar á un lado la razon de
la autoridad, y sustituirla exclusivamente la autoridad de la
razon; y¡3.°, que es necesario hacer abstraccion de todo lo
que se ha admitido anteriormente como verdadero sobre el
testimonio de la fe, y no admitir nada como verdadero sino
sobre el testimonio del raciocinio. ¿No es eso la duda carte
siana en todo su rigor? ,,.,
¿Cuáles son las consecuencias de esa duda , que los profe
sores semiracionalistas predican más ó ménos explícitamente
— 356 —
á los desgraciados jóvenes que les están confiados, y que
llegan sin mucha dificultad á deslizar y establecer en su
ánimo? Helas aquí: en primer lugar, esa duda les pone en
estado de desconfianza de lo que se les ha enseñado ante
riormente, y quebranta horriblemente en ellos, áun cuando
no llegue á destruirla completamente , la fe de las verdades
que han mamado con la leche y creido desde su más tierna
infancia. Desde aquel instante, esa fe no es ya á sus ojos un
principio, no es más que una costumbre incómoda, de que
el tiempo, las malas lecturas y el espíritu de la sociedad
adonde van á lanzarse , les ayudarán á desembarazarse com
pletamente.
En segundo lugar, es propio de la duda cartesiana el ins
pirar á los jóvenes en quienes se ha inoculado una grande
confianza en sí mismos, una presuncion sin límites en su ra
zon, apénas salida de mantillas, y un orgullo inmenso. Ese
orgullo le manifiestan por el aire de desdeñosa compasion y
hasta de menosprecio, con que desde los primeros dias de su
entrada en la Filosofía miran al vulgo, á las mujeres, á sus
mismos parientes ; y, en fin, á todo el que no es filósofo, bur
lándose de la sencillez de su fe y de su Religion.
Pero el efecto más fuuesto de la duda cartesiana es ei que
impulsando al filósofo que de ella toma su punto de partida á
no hacer ningun caso de las creencias universales y perpetuas
del género humano, á no creer nada, á no creer ni áun en
Dios , hasta que se haya demostrado directamente su existen
cia, la duda cartesiana falsea en su espíritu la base de la
certidumbre de las primeras y más importantes verdades.
Esas verdades no serian ya ciertas para él , porque Dios es el
que las ha revelado desde el origen del mundo, y porque esa
revelacion, en que la humanidad entera jamás ha cesado de
creer, le es atestiguada y presentada, pura de todo error,
exenta de toda mutilacion y en el estado de completo desar
rollo por la enseñanza de la Iglesia. No serian ciertas para él,
sino hasta tanto que la demostracion racional se las hubiese
— 557 —
hecho tales. Es decir, que no se creerá obligado á admitirlas
sino en tanto que le hayan sido demostradas por la razon, y
que en vez de la base ámplia é inalterable de la revelacion
divina , confirmada por el testimonio general de la humanidad
entera y dela Iglesia, no tendrán para él más que la frágil
base de la concepcion humana , apoyándose en el testimonio
de la evidencia individual , principio de toda incertidumbre y
de todo error.
Aun admitiendo que las pruebas racionales de esas verda
des, tales como se dan en las escuelas del semiracionalismo,
tengan todo el poder de que son capaces para subyugar la
razon y mandarla su asentimiento (lo cual no tienen ni pue
den tener en esas escuelas, porque la filosofía semiracionalis-
ta no es más que la ignorancia de los verdaderos principios y
de razon), qué importa eso?
Sucede con harta frecuencia que esas pruebas , ó no son
comprendidas, ó lo son muy poco por aquellos á quienes se
proponen. Santo Tomás dice positivamente que el espíritu de
los jóvenes, impulsado en diversos sentidos por el movimien
to de las pasiones, no es apto para el conocimiento científico
de una verdad tan elevada como la existencia de Dios (1). El
mismo grande Doctor ha afirmado tambien, que una de las
razones por que ha sido necesario que la verdad, tocante á la
existencia y á los atributos de Dios, fuese dada á los hom
bres por revelacion, por modo de fe, y no por raciocinio, es
porque, áun cuando se llegase á demostrar efectivamente esa
verdad con los argumentos más sólidos, no por eso estaria á
cubierto de toda incertidumbre ; porque hay muchas cosas
que aunque bien y debidamente demostradas , no por eso
permanecen menos inciertas en aquellos que no comprenden
el poder y la eficacia de la demostracion, particularmente si
verdadera, si para él, ántes que hubiese revelado al mundo su nueva fórmula, el
hombre jamás ha tenido pruebas suficientes, completas, rigorosamente demos
trativas de que Dios existe. Hé ahí como ese buen semiracionalista se refuta
tambien á si mismo , como todos sus colegas , con sus propias doctrinas. Nos
otros no podemos ménos de recordar aquí ese otro semiracionalista, á quien
hemos oido más arriba asegurarnos que habia encontrado en su razon todas las
infinito,
ideas de lo
de increado,
lo perfecto:
de loeneterno,
una palabra,
de lo independiente,
el Dios vivo; y en
de lalo idea
absoluto,
de la deperlo .
(1) Laus quoque ipsa, qua Platanero, vel Platonicos, sive Academicos philo-
sophos tanlmn extuli, quantum impíos homines non oportuit, non inmmerito
mihi desplicuit; praesertim contra quorum errores magnos defendenda est
christiana doctrina. (Retract.: Lib. i,Cap. i.)
— 875 —
despecho; suscitarán una tempestad contra nosotros, procu
rarán indisponer contra nosotros á los Obispos y hasta el mis-
rao Papa; provocarán contra nosotros los anatemas; nos
atacarán con escritos y con folletos , sistema que acaban de
adoplar, pero medio de muy mal gusto, para convertirse en
agresores y defender su causa; y excitarán y volverán contra
nosotros todos los órganos de la publicidad.
En nuestra calidad de extranjero, hemos creido que no de
bíamos declararnos por ninguno de los partidos religiosos ó
políticos que dividen la Francia. Hemos asistido á sus luchas
como espectadores, conservando la independencia de nues
tra opinion, sin tomar parte alguna en sus disensiones. Si es-
ta vez nos hemos apartado de la línea de conduela que nos
habíamos trazado al poner el pié en el suelo frances, es por
que la cuestion entre el semiracionalismo y el tradicionalis
mo ha tomado, como era de esperar, proporciones inmensas.
De una cuestion francesa ha llegado á ser una cuestion cató
lica, y por lo tanto una cuestion en que nos era imposible per
manecer en silencio.
Pero la reserva que hasta aquí hemos guardado, no nos
habrá servido de nada para con los que hemos creido de nues
tro deber desenmascarar. Se aprovecharán, como de circuns
tancias que podrán más fácilmente hacerles dar la razon con
tra nosotros, de NUESTRO ALEJAMIENTO VOLUNTARIO de
nuestra patria, de nuestro aislamiento y de la dificultad que
necesariamente debemos encontrar en el manejo de una ar
ma extraña para nuestra defensa, y en el uso de una lengua
que no es la nuestra. Porque tan altaneros con los que con
ceptuan más débiles, como rastreros con los que creen más
fuertes que ellos, la generosidad francesa no es la virtud que
más los distingue. El fanatismo del error ha alterado en ellos
los sentimientos tanto como las ideas : no son más franceses
por su carácter que por sus doctrinas. Sabemos por expe
riencia propia, que en su deseo de atormentar, ó segun su
expresion favorita, de hundir á los que les hacen sombra,
— 576 —
son gentes que no retroceden ante ningun medio, y que pa
ra satisfacer su rabia están prontos á comprometer hasta su
reputacion y su dignidad.
Por eso lo esperamos todo de su parte y nos hemos resig
nado de antemano. En último resultado no nos harán más
mal que el que Dios les permita. Por otra parte, sabemos tam
bien hace mucho tiempo que el que combate el error tiene
que sufrir en su persona: que todo epóstol de la verdad, sea
el que fuere, es más ó menos mártir; y, en fin, que Dios solo
concede con esas condiciones el honor de defender la doctri
na católica y los intereses de su Iglesia.
Sin embargo, por esa misma obra que les quita la máscara,
á la faz del público engañado por ellos de una manera tan de
plorable desde hace tan grande número de años, entendemos
denunciarlos , sépanlo desde ahora , y los denunciamos, en
efecto, á la Santa Sede, al Episcopado entero, á todos los ver
daderos católicos y á la Iglesia entera. Denunciamos en ellos
á cristianos que profesan y enseñan, algunos por ignorancia
y buena fe, varios por debilidad, y otros, en fin, por cálculo
y maldad, doctrinas heréticas.
La Civilta Catolica de Roma, despues de haber trazado un
cuadro espantoso de los errores del racionalismo incrédulo,
volviéndose ó dirigiéndose al racionalismo, que se apellida á
sí mismo católico, se expresa en estos términos :
«Al lado de ese abominable sistema, surge una especie de
semiracionalismo, el de algunos falsos católicos modernos, en
su mayor parte italianos ( no tratamos de averiguar si de bue
na ó de mala fe). Sin hacerse sectarios ó promovedores de
las aberraciones del primer sistema, tienen muchos punios de
contacto con él y sientan doctrinas que, analizadas por una ló
gica rigorosa, conducirían infaliblemente á los horribles extra
víos que hemos mencionado. Estos no divinizan, al menos en
términos explícitos, Á la razon, pero la atribuyen una dignidad
soberana, al mismo tiempo que dicen quieren conciliaria con
la fe; la' conceden una supremacía absoluta sobre ella; admi
— 877 —
ten en palabra los dos órdenes sobrenatural y natural , pero
al explicarlos , los confunden , los mezclan , los identifican uno
con otro : no niegan el pecado original , pero en la práctica
no confiesan los efectos -» .
Sabemos muy bien que el autor de ese pequeño resumen,
lleno de buen sentido y de verdad, no ha querido pintar en
él más que al semiracionalismo italiano; mas, sin pensarlo, ha
pintado tambien muy al natural el semiracionalismo frances,
en que desgraciadamente ( nos es muy sensible decirlo) han
caido muchos de sus colegas. Mas sea lo que quiera de esa
apostasía, de que no tenemos que ocuparnos, los semiracio-
nalistas franceses son eso, y nada más que eso.
No cabe duda en que, sin hacerse sectarios del racionalismo
absoluto, los semiracionalistas franceses tienen puntos de con
tacto con ese error; porque, como ya hemos probado en el ca
pítulo tercero de esta obra, no sólo todas sus simpatías, todos
sus miramientos son para el racionalismo puro , sino que en
el fondo profesan sus mismos principios y sus mismas doc
trinas.
Tampoco cabe duda en que sientan doctrinas que, someti
das á una lógica rigorosa, conducirían infaliblemente á los hor
ribles extravíos del mismo racionalismo. Porque sometidas á una
lógica rigorosa, como acabamos de hacerlo en nuestro séptimo
capítulo, las doctrinas que esparcen nos han dado el idealismo,
el materialismo, el fatalismo , el deismo , el panteismo, el
ateismo, el escepticismo y el nihilismo; en una palabra, to
das las monstruosidades del racionalismo anticristiano.
Es igualmente cierto, que sin divinizar á la razon, al ménos
en términos explícitos , la atribuyen una dignidad soberana, y
que al paso que dicen quieren conciliaria con la fe, la conceden
una soberanía absoluta sobre esta; porque, como acabamos de ver
más arriba, atribuyen á la razon el valor (es su expresion) pro
pio para conquistar el conocimiento de todas las perfecciones
de Dios, de la naturaleza y de los destinos del alma, y de to
dos los deberes, independientemente de toda enseñanza, de
57
— 578 -
toda tradicion y de toda revelacion, áun natural. Divini
zan, hasta en términos explícitos, á tarazon, diciendo qae es una
fuente de verdades tan revelada, tan divina como la Escritura;
lo cual es afirmar que la razon no tiene necesidad de ningun
auxilio exterior para conocer de una manera exacta y cierta
todo lo que importa conocer al hombre, que se basta á sí mis
mo, y que es independiente de sí mismo, lo cual es atribuirle
una dignidad soberana. Tambien nos hablan sin cesar de su
deseo de conciliar la razon con la fe; pero siendo la consecuen
cia lógica y necesaria de su doctrina que la razon lo es todo
sin la fe, y que esta no es nada sin la razon, sino que debe
servirla, conceden una supremacía absoluta á la razon sobre
la fe.
Es evidente tambien , que, admitiendo en palabra lo na
tural y lo sobrenatural , no sólo los confunden y los identifican,
sino que, como ya hemos hecho tocar con el dedo á nuestros
lectores, dan derecho á la incredulidad para rechazar lo so
brenatural y atenerse únicamente á lo natural, lo cual es ha
cer un buen negocio de lo primero en favor de lo segundo.
Es incontestable , en fin , que al oir como hablan del va
lor , del poder , de la dignidad de la razon , dan á entender,
como se ha visto en el curso de esta obra, que, contraía doctrina
del Concilio de Trento, para ellos la razon ningun menosca
bo sufrió por la falta del primer hombre. Sin negar , pues , el
pecado original, niegan sus efectos en la práctica.
Hé aquí , pues , á los semiracionalistas franceses conven
cidos de ser tambien , ni más ni menos que los semiraciona
listas italianos, verdaderos racionalistas (como los jansenis
tas son verdaderos calvinistas), pero encubiertos, inconse
cuentes (y salvas algunas excepciones) é hipócritas, lo cual
les hace más peligrosos. Porque con su apariencia de celo por
la Religion , con el velo que toman prestado del Catolicismo,
con la piel de cordero con que muchos de ellos ocultan la ra
pacidad del leon , permanecen en medio de los católicos, im
ponen ó supeditan con más facilidad á los jóvenes y á las al
— 879 —
mas sencillas, perpetuan la mala filosofía entre los alumnos
del santuario, fomentan la division en el clero, neutralizan
el valor y paralizan las fuerzas de la falange católica que com
bate la impiedad; son , en todo el rigor de la palabra, el ba-
cioNALisMO en el seno del Catolicismo; son el enemigo dentro
de la plaza ; son los espías de nuestros enemigos ; son los
aliados, los defensores del racionalismo entre nosotros, y los
que procuran' por sus intereses mejor que el racionalismo
mismo.
Añadamos á todo esto, que siempre, como los jansenistas,
nuestros semiracionalistas no se han encubierto tanto que no
se haya podido adivinarlos y conocerlos , y que bien sea por
imprudencia, por ligereza ó por un resto de franqueza, mu
chos de ellos han dejado escapar de sus labios ó de su pluma
proposiciones enteramente heréticas, condenadas por los so
beranos Pontífices y por los Concilios. En el curso de esta
obra hemos presentado algunas de esas proposiciones , que
profesan en voz muy alta , con grande escándalo de los oidos
verdaderamente católicos. Las hemos extractado fielmente
de sus libros, y no hay medio de dudar de su autenticidad;
hemos referido sus propias palabras: tampoco hay medio de
interpretarlas en un sentido ortodoxo. Son proposiciones for
muladas en diferentes épocas por los pelagianos, los panteis-
tas, los protestantes, los iluminados, los idealistas, los fata
listas, los materialistas, los racionalistas y los ateos: propo
siciones que la Iglesia ha condenado en las obras de Pelagio,
de Scott Erigene, de Bruno Jordano, de Lutero, de Calvino,
de Espinosa, de Descartes, de Malebranche, de Bayle, de
Hermes y de Gousin.
Hé ahí lo bastante, segun nuestro modo de entender, para
que la Iglesia fije su atencion en el semiracionalismo y le trai
ga á la razon, cuando crea deber hacerlo, con esa madurez
de consejo, con esa sabiduría que inspiran y acompañan á
todas sus obras.
Tal vez parecerán un poco duras las palabras de que hemos
— 580 —
usado en esta larga discusión. Pero el mal es tan grave , y la
indiferencia con que se le mira tan profunda, que sólo cla
mando con toda energía puede esperarse el prevenir contra
él y hacer que se adopte algun remedio para evitarle.
Ademas, el tono y las palabras, que tal vez se nos censu
ren, se las han perdonado con grande facilidad á nuestros ad
versarios, que las han empleado con la mayor profusion con
tra los partidarios del método tradicional. Ese tono y esas
palabras (Dios nos es testigo), no son la expresion del re
sentimiento personal, sino del vivo dolor que experimenta
mos en vista delescándolo de algunos eclesiásticos, que, sin
pensar en ello, hacen causa común con los herejes y los in
crédulos, porque combaten con infatigable encarnizamiento
el principio tradicional, que es la base del Catolicismo, y ha
cen la apoteosis del principio racionalista, que es el punto
de partida y el origen de toda herejía y de toda incredulidad.
La posteridad encontrará mucha dificultad en creer en ese
hecho extraño é incomprensible, en ese inmenso escándalo
que estamos presenciando: el de un gran número de eclesiás
ticos que, olvidando su mision y su carácter sagrado , procu
ran por todos los medios posibles zaherir la filosofía de la fe
para rehabilitar la filosofía de la razon, y que escriben libros
para ensalzar el valor t la dignidad de la razon; desgracia
deplorable en un tiempo en que la razon protestante trabaja
más que nunca en la destruccion del Catolicismo : en que la
razon filosófica hace esfuerzos supremos para aniquilar toda
religion , toda razon y toda filosofía : en que la razon socia
lista ataca las bases y la existencia de la sociedad; y en que
el mundo, en fin, se ve amenazado de su última ruina, por
el orgullo, la ceguedad, el desenfreno y el delirio de la
RAZON.
Sea cual fuere el tratamiento que los semiracionalistas nos
reserven, en interes mal disfrazado de su pasion, no nos ar
repentiremos de la buena obra que creemos haber hecho,
arrancando la máscara á los semiracionalistas, y haciendo sa
— 581 —
ber al público que son séres anfibios, medio creyentes y
medio incrédulos : que son filósofos monstruosos , católicos en
el lenguaje y en la apariencia, pero en el fondo y por natu
raleza racionalistas. Una palabra basta para describirlos: SON
LOS SEMIPELAGIANOS DE LA FILOSOFÍA.
FIN.
INDICE DE LAS MATERIAS.
INTRODUCCION.
MOTIVOS T PLAN DE ESTE ESCRITO.
P*9.
§ 1.° No es verdad que la Congregacion del Indice haya condenado
el tradicionalismo. La necesidad de probar este hecho es el primer mo
tivo del presente escrito. La necesidad de fijar bien la cuestion entre el
temiracionalismo y el tradicionalismo , es el segundo 5
§ 2.° Otros dos motivos por los cuales se ha emprendido esta obra. El
deseo de dar á conocer la mejor filosofía católica , cuyos buenos resulta
dos se indican , y la necesidad que hay de combatir el semiracionalismo
con preferencia al mismo racionalismo absoluto 9
§ 3.° Ultimo motivo de este libro. Necesidad de dar á conocer en lo
que vale la obra titulada Del valor de la razon. Influencia de esa obra en
la lucha actual entre semiracionalistas y tradicionalistas. Critica severa
que de ella ha hecho uno de sus panegiristas. Observaciones generales
sobre su valor. Es una obra de caridad para con su autor el escribir su
censura. Sus peligros y la necesidad que hay de refutarla. . . .15
§ i." Los semiracionalistas, por lo general, lo son de buena fe, pero se
engañan en sus cálculos; porque creyendo defender la razon, hieren la
Religion. Plan de este escrito. Se invita, no á ser imparciales con sus
errores, sino á juzgarlos con justicia y con verdad 22
CAPITULO PRIMERO.
LA CUESTION Y SU IMPORTANCIA. LOS SEMIRACIONALISTAS SON LOS
SEMIPELAGIANOS DE LA FILOSOFÍA.
§ i.* Origen del racionalismo puro. Es la rebelion de la razon contra
la revelacion divina. El pecado de los ángeles y el del primer hombre no
fué más que racionalismo. Los judíos de Cafarnauin y todos los herejes
han sido racionalistas. Qué es et racionalismo filosófico de nuestros días?
Cómo se ha definido á sí mismo el semiracionalismo? ... 27
§ 2.° Exposicion del sistema del tradicionalismo. Sus verdaderos prin
cipios y sus verdaderas doctrinas. Estado do la cuestion entre los semira
cionalistas y los tradicionalistas 35
§ 3.° Un semiracionalista confesando que el semi racionalismo no es
más que el semipelagianismo filosófico. Admirable exactitud de esa con
fesion, que resulta de la semejanza de los rasgos ó facciones que se ob
serva entre los racionalistas y los pelagianos, entre los semiracionalistas
y los semipelagianos . .42
CAPITULO U.
RASGOS DE SEMEJANZA ENTRE LOS RACIONALISTAS CATÓLICOS T LOS RACIONALISTAS
FILÓSOFOS. EL SEMIRACI0NALISMO NO ES MÁS QUE EL RACIONALISMO DISFRAZADO.
§ 1.° Parcialidad del corifeo del semiracionalismo para con los racio
nalistas filósofos; su injusticia para con los tradicionalistas y su descaro
en proponerles á los racionalistas como ejemplo digno de imitar. . 47
§ 2.° Otra injusticia manifiesta con que los semiracionalistas tratan á
los tradicionalistas. Causa es de grande escándalo el ver á los católicos
enmudecer ante los horribles estragos que hace el racionalismo filosófico,
y encarnizarse con los partidarios del método tradicional. ... 53
§ 3." Todo eso prueba evidentemente que existe una afinidad real en
tre los semiracionalistas y los racionalistas puros. Confesion notable de
un semiracionalista, tocante al mismo hecho 60
§ 4.° Primer rasgo de identidad entre los semiracionalistas y los ra
cionalistas puros en el terreno de las doctrinas. Toman tambien por punto
de partida de su sistema la hipótesis innoble é insensata de los antiguos
epicúreos sobre el origen primitivo del hombre. . > . .62
§ 5." Exposicion de la doctrina de las ideas, que es necesario consignar
ántes de probar la identidad de la doctrina del semiracionalismo y del ra
cionalismo sobre el mismo asunto. Qué es la idea? Los tres sistemas de la
Filosofía tocante al origen de las ideas. El sistema cristiano sobre el mismo
asunto: su importancia y su grandeza. De qué modo (segun ese siste
ma), el entendimiento se forma las ideas, y comprende lo universal por
lo particular. La memoria sensitiva y la memoría intelectiva. De qué modo
se hallan las cosas inteligibles en el entendimiento que las entiende. La
doctrina escolástica sobre las ideas es la más sencilla la más natural y la
más razonable 70
§ 6.° Extraña doctrina del autor Delvalor de la razon sobrela cues
tion del origen de las ideas, constantemente condenada por todas las es
cuelas católicas y por la Iglesia. Análisis de esa doctrina. Consecuencias
funestas que de ella resultan por la reputacion científica y por el carácter
de su autor. . , 83
§ 7.° Todos los cargos fulminados contra el autor Del valor de ta ra
zon, se dirigen tambien á los semiracionalistas en general, porque todos
profesan la misma doctrina sobre el origen de las ideas. Su profesion de
fe en esta materia se halla bastantemente expresada por muchos de sus
maestros 92
§ 8.° Otros rasgos de semejanza entre el racionalismo puro y el semi-
P4>
racionalismo. El autor Del valor de la razon afirmando, contra el testi
monio de la Escritura y su propio testimonio, que la palabra es una in
vencion humana. Imposibilidad de esa tésis probada por el misterio su
blime del lenguaje. Los semiracionalistas de acuerdo con los racionalis
tas en ese punto í
§ 9.° Doctrina escandalosa del autor Del valor de la razon, de una
moral obligatoria para la conciencia del hombre independientemente de
toda intervencion divina. Refutacion de esa doctrina, por el Concilio de
Amiens primero , que ese autor ha invocado en su favor. Santo Tomás
prueba hasta la evidencia que la ley eterna , que es la razon de Dios es la
única fuente de toda moralidad. Siendo Dios el criador de la naturaleza hu
mana, todo lo que resulta de esa naturaleza ó que la es conforme, no
tiene su razon más que en Dios. Miserables contradicciones y absurdos
con que el autor semiracionalista ha sostenido su tésis, que es puramente
racionalista 10
§ 10. Continuacion del mismo asunto. Magnifica doctrina de santo To
más sobre la ley eterna y la ley natural, y aplicacion de esa doctrina á
la cuestion que aquí se discute. Profunda ignorancia del semiracioualismo
tocante á los principios de esta cuestion. Ateísmo é inmoralidad de su
lenguaje. El protestantismo renovando la blasfemia de los antiguos ateos
de que lo justo y lo injusto son una invencion humana. Puffendorff. Al
combatir ese error, los teólogos católicos jamás lian excluido la intervencion
divina en el origen de la moral. El semiracionalismo no ha comprendido
esa controversia y de ahí sus lamentables equivocaciones sobre ese
asunto » 1!
§ H. El autor Del valor de la razon condenado por la Universidad de
Lovayna por causa de su doctrina de una moral sin Dios. Esa doctrina es
comun á toda la escuela semiracionalista, y por eso se la ha combatido
aquí. La doctrina de los semiracionalistas es completamente idéntica á
la de los racionalistas absolutos tocante á la ley natural, la primera idea de
Dios y la creacion. El semiracionalismo no es más que el racionalismo en
mascarado en punto á las doctrinas !'
§ 12. Ultima prueba de la perfecta identidad entre el semiracionalis
mo y el racionalismo. El racionalismo que se apellida católico , á ménos
que no se refunda en el racionalismo absoluto y fifosófico, no es más que
una necedad, un contrasentido y un engaño 1
CAPITULO III.
CONTRADICCIONES V DESATINOS DEL SEMIRACIONALISMO; EL SEMIRACIONALISMO
ES LÓGICAMENTE ABSURDO.
§ 1." El siglo del racionalismo es el siglo que no raciocina. ¿Qué se
entiende por razon en esta discusion? El conocimiento de los princi
pios, condicion sine qua non, para que la razon pueda raciocinar. Todo
hombre se forma por sí mismo los principios con el auxilio de los cuales
puede raciocinar sobre las cosas del órden material. Estudio sobre el ni
ño en la primera edad. Prueba de que independientemente de toda ins
truccion se forma y posee esos principios y hace uso de ellos , aun cuando
todavía no sepa formularlos. La razon no lo es, hasta que el niño ha
aprendido tambien, por la instruccion sociaí , las nociones que deben
servirle de principios para raciocinar tambien sobre las cosas del órden
espiritual é invisible. Se propone la cuestion de la imposibilidad de que el
hombre se forme por si solo las nociones, antes de que ese órden le sea
revelado ¡
§ 2.° Primera prueba de la imposibilidad en que se encuentra el hom
bre de formarse ninguna nocion de las cosas del órden espiritual é invi-
tible , dntes de que ese órden le sea revelado ; prueba sacada de la condi
cion del entendimiento lmmano en esta vida. Todo lo que existe, áun en
el órden espiritual é invisible, no es más particular. Del mismo modo que
el entendimiento operante no puede formarse ninguna idea de las cosas
materiales ántes de que los sentidos le revelen las individualidades del
órden sensible, así tambien no puede formarse ninguna nocion de las
cosas inmateriales ántes de que la instruccion le revele los particulares
del órden invisible. Respuesta á una objecion. Las ideas y los conoci
mientos. El entendimiento se forma las ideas por abstraccion y los cono
cimientos por adicion
§ 3." La imposibilidad en que se halla el hombre de formarse sin la en
señanza exterior la menor idea de las cosas espirituales, probada tambien
por la naturaleza de esas mismas cosas. Como el hombre no se forma
monstruosidades físicas sino sobre objetos conocidos de los sentidos, no
se forma monstruosidades intelectuales ó errores, sino sobre objetos que
le son conocidos por la enseñanza. De qué modo la existencia de Dios es
una verdad conocida por si. Doctrina de santo Tomás sobre la imposibi
lidad en que se halla el hombre de conocer á Dios sin la revelacion social.
La misma doctrina admitida por los semiracionalistas y hasta por todos
los incrédulos ' .
§ 4.° Consecuencias de las doctrinas expuestas, que prueban cuán ab
surdo es el semiracionalismo. El autor Del valor de la razon, refutando él
mismo el título de su libro, y áun la obra entera. Otro escritor semiracio-
nalista afirmando que la fe y la revelacion deben servir á la razon. El
semiracionalismo en contradicion consigo mismo y convencido de absur
do por su propension á la teoría de las ideas innatas
§ 5.° Ultima prueba de lo absurdo del semiracionalismo, sacada de que
sin la fe en Dios, autor de la razon, no se puede afirmar nada como cierto
sobre la autoridad de la razon. Excelente doctrina de Descartes sobre
este asunto. Sólo el método tradicional es el que se libra del absurdo y
concilia los procedimientos de la razon con las exigencias de la fe. Cuán
lógico es comenzar por la fe. El semiracionalismo obligado tambien á
comenzar por la fe. Pararelo entre el método tradicional y el semiracio-
nalista. Asunto del capitulo siguiente .
— 587 —
CAPITULO IV.
PRINCIPALES PASAJES DE LA ESCRITURA T DE LOS PADRES, QUE EL SEMIRACIONALISMO
OPONE AL TRADICIONALISMO. EL SEMIRACIONALISMO ES GROSERAMENTE OBTUSO.
Pá/.
§ i.° Pasaje de san Pablo'en que se apoya el serairacionalismo para
apellidarse católico. Verdadero sentido de este pasaje, [que resulta de
las condiciones de las personas á quienes va ¿dirigido. En ese pasaje, el
Apóstol dice lo contrario dejlo que los semiracionalistas quieren hacerle
decir. Por eso dan motivo á sus adversarios, para que los reputen por
ignorantes ú de mala fe 194
§ 2.° Otro pasaje de san Pablo, que los) semiracionalistas convierteu
en su favor; se le explica en su sentido verdadero con el auxilio de santo
Tomás. Manera manifiestamente falsa y absurda con que los semiraciona
listas le entienden. Hacen de san Pablo el verdadero autorj de la herejía
de Pelagio. Abusan de ese texto de la manera más deplorable. . . 203
§ 3.° Falsa interpretacion que el semiracionalismo da tambien á un
pasaje de santo Tomás, tocante al hombre criado en los bosques. El
grande Doctor ha dicho en ese pasaje todo lo contrario de lo que el semi
racionalismo trata de hacerle decir. Dos clases de salvajes y su condicion
bajo el punto de vista filosófico y teológico. Hasta el guia de la luz natural
nos viene de la sociedad. La manera de que el tradicionalismo explica el
hombre salvaje es la única [razonable. Respuesta á la objecion de que
los Padres y los Doctores hablan de la razon como de un don de Dios, y no
como de un resultado de la instruccion 209
§ 4.° Magnífica argumentacion de santo Tomás en favor de la necesi
dad de la revelacion. Los semiracionalistas, traduciéndola en pro de su
sistema, dan á conocer que no han comprendido nada de ella. De qué
clase de hombres habla en ella santo Tomás, y lo que entiende por
verdades accesibles á la razon. El tradicionalismo se encuentra', por el
contrario, confirmado y consolidado con esa argumentacion. . .219
CAPITULO V.
DE LAS PRUEBAS DE SU SISTEMA QUE I.OS SEMIRACIONALISTAS SACAN DE LA HISTORIA
DE LA FILOSOFÍA. EL SEMIRACIONALISMO ES HISTÓRICAMENTE FALSO.
§ 1.° El semiracionalismo afirma con tono demasiado decisivo que los
antiguos filósofos encontraron algunas verdades. Cuántas verdades subli
mes se encuentran en sus escritos las han tomado de los judíos, y no las
han descubierto por su razon. El semiracionalismo está de acuerdo con
los Padres de la Iglesia en establecer este hecho. Insolente salida de su
parte contra el tradicionalismo. Los antiguos filósofos ni áun descubrie
ron, por la razon, las verdades más sencillas y vulgares. Primera prueba
de esta asercion : «Las verdades, siempre y por todas partes, han sido
— 588 —
Pát.
conocidas por la tradicion ; y por su medio las conocieron tambien los
filósofos».
§ 2." Segunda
Testimonios
pruebadel: «misino
Que losracionalismo
filósofos antiguos
confirman
no encontraron
esta prueba.nin . 229
guna verdad , por su razon, sacada del hecho palpable y confesado por
el mismo semiracionalismo. Que, al contrario, destruyeron todas las ver
dades que habían conocido por la tradicion, y las reemplazaron con toda
especie de errores» 239
§ 3." Tercera prueba: «Que los antiguos filósofos no descubrieron nada
por su razon, sino que recibieron de la tradicion social las primeras ver
dades de la moral y de la Religion, existe en su propia confesion. Confu-
cio, Sócrates, Platon, Aristóles, Ciceron, etc., estableciendo la creencia
en la tradicion como la regta general para conocer la más importantes
verdades». Los racionalistas absolutos y moderados desmentidos solem
nemente en este lugar por los mismos que adoran 248
§ 4".° Digresion sobre un curioso cargo que el semiracionalismo dirige
al tradicionalismo de no admirará hs filósofos paganos. Los tradicionalis-
tas son dignos de excusa en no admirar á unos hombres, que, segun san
Pablo, los santos Padres, los intérpretes, y hasta un doctor semiracio-
nalista, eran monstruos de desvergüenza y de orgullo, y que no hicieron
más que daño á la Religion y ú los pueblos. El mismo doctor es digno de
participar tambien de las cadenas y de la prision, con quien quiere recom
pensar á los tradicionalistas 254
§ b.° Insolente cargo lanzado al tradicionalismo y refutado por el semi
racionalismo. Los filósofos modernos tan impotentes como los antiguos
para descubrir la más pequeña verdad moral y religiosa por sólo su
razon."Cuadro horrible de sus errores, trazado por una mano semiracio-
nalista 263
§ 6.° Otro doctor semiracionalista insultando tambien á la tradicion,
y vengándola él mismo de ese insulto. Ideas falsas de ese doctor acerca
del origen y del objeto de la verdadera filosofía rectificadas. El mismo
autor, apreciando de igual manera la inutilidad, los errores y los perjui
cios de la filosofía antigua y moderna. Himno de gloria entonado por él al
espíritu filosófico, y terminando en una oracion fúnebre. El panegírico de
los filósofos paganos, condicion sine qua non para pasar hoy dia por filóso
fo. Extraordinarios elogios dirigidos á los antiguos filósofos, retractados
por su autor. El culto de Sócrates. La humanidad á los piés de Platon.
Ideas poéticas, desmentidas por el poeta. Conclusion desconsoladora que
ese escritor saca de los errores del dia contra lo que afirmó sobre el po
der de la razon para encontrar la verdad 270
§ 7.° La distincion entre el orden fónico y el orden histórico para cal
cular con exactitud el poder de la razon, no ha sido introducida por el
semiracionalismo más que para sustraerse de las conclusiones incontes
tables contra el poder de la razon, que resultan de la historia de la Filosofía.
Las teorías lógicas no podrían probar nada sobre ese asunto, contra la
constancia y la universalidad de los hechos. La cuestion del racionalismo
no es abstracta, sino concreta. La distincion alegada es una nueva con-
Pig.
fesion, de que la historia de la Filosofía no prueba más que la impotencia
y la miseria de la razon, y que el semiracionalismo miente apoyándose
en ella 285
§ 8." Otras conclusiones contundentes que el semiracionulismo ha sa
cado contra sus principios de la historia de la Filosofía. Ilusiones que se
forma creyendo en la restauracion de la Filosofía espiritualista. Los filóso
fos espiritualistas han quedado reducidos á la nada. Los estudios filosóficos
de M. Dollfus. Grande infamia de ese libro, é infamia mucho mayor de los
elogios que se le han prodigado . 290
§ 9.° Objecion contra los tradicionalistas sacada de que se encuen
tran ¡verdades en los escritos de los incrédulos, y refutada por el
semiracionalismo mismo. Los incrédulos no han descubierto por su
razon, sino que han recibido de la tradicion cristiana, las verdades que
se encuentran en su libros. Esos filósofos merecen muy bien el título
de paganos de nuestros dias, con que el semiracionalismo los ha con
decorado 299
§ 10. Extraño ditirambo de la escuela semiracionalista en honor del
poder de la razon. Los semiracionalistas se equivocan lastimosamente
atribuyendo á su razon inculta los grandes pensamientos sobre Dios que les
han suministrado la Filosofía y la Teología. ¿Qué sabrían de Dios si hu
biesen nacido entre los infieles ó en las últimas clases de la sociedad,
en donde no hubieran podido cullivar su razon con largos y profun
dos estudios? 305
§ H. Continuacion del mismo asunto. Un sabio semiracionalista des
pues de haber afirmado (en sus visiones) que habia descubierto cosas
muy extrañas en Dios, ha manifestado al público, pasados cuatro años,
que no habia en verdad visto en Dios ninguna de esas cosas. Adverten
cias de sus buenos amigos le han hecho trasformar sus supuestos des
cubrimientos de su razon en un acto de fe. Los semiracionalistas se ima
ginan que su razon habla á su fe cuando esta es la que habla á su razon;
pueden ser comparados á los niños á horcajadas sobre cañas. Una cabal
gata semiracionalista en palos 331
CAPITULO VI.
ACUSACIONES QUE LOS SEMIRACIONALISTAS FORMAN CONTRA LOS TRADICIONALISTAS;
EL SEMIRACIONALISMO ES SOBERANAMENTE INJUSTO.
Primera acusación.
Los tradicionalistas sostienen que
paralapensar.
enseñanza tradicional es necesaria
Segunda acusación .
Todos los tradicionalistas siguen las falsas y peligrosas doctrinas de Mr. de
Bonald sobre el origen de las ideas y de la pasividad del alma.
§ 2.° Es demasiado verdadero que ciertas doctrinas de Mr. de Bonald
son falsas y peligrosas. Hace veinte y siete años que el tradicionalismo
las ha combatido como tales. Superchería insigne del semiracionalismo
atribuyendo esas doctrinas á los tradicionalistas, que las rechazan, en
la imposibilidad en que se encuentra, sin ese recurso, de calumniarlos
con alguna apariencia de razon. 334
Tercera acusación.
El tradicionalismo, afirmando que la fe debe preceder á la razon, niega los
preámbulos de la fe, y está en oposicion con la enseñanza teológica.
§ 3." Mala fe del semiracionalismo, tomando en el .sentido teológico la
palabra fe, que el tradicionalismo no emplea más que en el sentido filo
sófico. Nueva exposicion del método tradicional en sus relaciones con la
marcha de la razon para llegar al Cristianismo. «Que la fe teológica debe
preceder á la razon, y que no hay certeza de nada más que por la revela
cion religiosa», son errores de los modernos partidarios de Huet, que el
tradicionalismo mira como escépticos y ha refutado como tales. La tra-
diciou jamás ha incurrido en esas locuras. Injusticia del semiracionalismo
en atribuírselas 344
Cuarta acusación.
La hipótesis de una fe, aun natural, que, segun los tradicionalistas, debe
preceder necesariamente á la razon , es contraria á la razon.
§ 4.° Se comienza á demostrar que el semiracionalismo es injusto para
con la tradicion, de la segunda manera, atribuyéndola que profesa doc
trinas que sigue él mismo. Sus ideas falsas sobre la fe. La fe no tiene lu
gar con respecto á los hechos interiores de nuestro espíritu. No se apren
de el lenguaje sino creyendo en él. Nuevas pruebas de que nada es más
conforme á la razon que la necesidad de una fe natural que preceda á la
razon. El semiracionalismo admite esta doctrina en los términos más for
males. Es inconsecuente estableciendo la sensacion como una condicion
necesaria de la manifestacion de las ideas, y combatiendo al tradiciona
lismo, que establece la instruccion, no como causa eficiente , sino como
— m —
Pág.
condicion del desarrollo de la razon. Otros dos sofismas del semiraciona-
lismo. Su ligereza le hace desconocer el principio de «que el argumento
con el cual puede demostrarse una verdad conocida, no siempre basta para
descubrir una verdad desconocida». Confiesa tambien que el hombre sin
tradicion es un sér quimérico. Consecuencia de esa confesion. . . 3S3
Quinta acuracion.
La revelacion que los tradicionalistas admiten como debiendo preceder necesa
riamente á la razon, y que llaman natural, no es, en el fondo, ni puede ser,
más que la revelacion sobrenatural.
§ 5.° Extraña tésis establecida por el semiracionalismo, «que toda
revelacion no es más que la revelacion sobrenatural de la fe, y no puede
ser créida más que con una fe divina». Ignorancia de la Teología que raa-
.nifiesta en esa demostracion. Prueba de la existencia de una revelacion
puramente natural creida con una fe puramente humana. El semiraciona
lismo profesando tambien esta misma doctrina 368
§ 6.° Prosecucion del mismo asunto. Se refuta la afirmacion del semi
racionalismo de «que una revelacion puramente natural es una novedad».
Hasta los padres no cristianos revelan á sus hijos el mundo espiritual, y
esa revelacion, por su parte, es natural. La revelacion de la religion,
sobrenatural que los padres cristianos hacen á sus hijos, no es ,ménos,
noce
y al mismo
tambien,
tiempo,
en losuna
términos
revelacion
más esplícitos,
natural. Ella misma
semiracionalismo
teoría. Nueva
reco-
in .
Sexta acusacion.
El tradicionalismo afirma, sin probarlo , la imposibilidad de que el hombre
conozca ninguna verdad religiosa ó moral , sin el auxilio de la instruccion y
de la tradicion.
§ 7." Solemne mentís que el semiracionalismo se ha dado á sí mismo
con motivo de cuanto ha dicho sobre las supuestas fuerzas maravillosas
de la razon sola para llegar á la verdad. Hermosa y triunfante demostra
cion, que él mismo ha dado tambien, de la verdad de la tésis que impu
ta como un crimen al tradicionalismo el sostener 3S6
Séptima acusacion.
El tradicionalismo ha sido ya condenado por el Concilio de Amiens.
§ 8.° Se comienza á hacer ver que el semiracionalismo es tambien
injusto con la tradicion de la tercera manera con que el error se hace
injusto para con la verdad, y á refutarle en este lugar. Decreto del Con
cilio de Amiens alegado por los semiracionalistas como condenatorio do
la tradicion. El tradicionalismo no profesa ninguna de las doctrinas con
denadas por el decreto. Verdadero objeto de ese decreto, favorable al
método tradicional. Aprobacion formal de ese método, y condenacion del
semiracionalismo, resultante de diferentes pasajes muy notables de Ber-
gier y del padre Perrone , citados por el mismo Concilio al principio del
decreto, que se ha analizado. Mala fe del racionalismoen haber suprimido
esa parte del decreto ... 400
Octava actuacion.
El tradicionalismo ha sido tambien condenado últimamente por
la Congregacion del índice de Boma.
§ 9.° Una observacion general sobre las cuatro proposiciones del Indice
que se alega» como condenatorias de la tradicion. Análisis de esas pro
posiciones, del cual resulta que no atacan en lo más mínimo al tradicio
nalismo. Conducta odiosa del semiracionalismo con motivo de las su
puestas condenaciones del tradicionalismo por parte de la autoridad ecle
siástica. Cuán triste es el ver á unos sacerdotes seguir las huellas de los
incrédulos en sus ataques á los autores católicos 410
Norena acusacion.
El tradicionalismo degrada y anonada á la razon.
§ 10. Alentado por el semiracionalismo, el racionalismo incrédulo
acaba de censurar & la tradicion el ser poco afecta á la razon. Exámen y
refutacion de esa acusacion. Sólo la doctrina tradicionalista eleva el alma
hasta Dios, descubre en ella la imágen de Dios uno y trino, y la asegura
la noble facultad de ser causa. Negando al alma el poder de conocer el
mundo espiritual fuera de la enseñanza, la misma doctrina se limita á re
conocer que la razon no puede operar ántes de ser formada, y que el
hombre es el hombre y no el ángel. Los tres poderes ó potencias humanas,
todas tres divinas; y por qué? Admitir que el alma no puede conocer el
mundo espiritual sin la instruccion, es tan poco humillante para ella,
como lo es el admitir que no puede conocer el mundo material sin la
sensacion. El mediador divino de los semiracionalistas. El tradicionalis
mo es en este punto tan lógicamente razonable como es históricamente
verdadero. 418
Décima acusacion.
El tradicionalismo destruye la Religion por su base.
§ 11. Al formular esta acusacion contra el método tradicional, el semi
racionalismo lia llevado su injusticia hasta el delirio. Nueva exposicion de
la doctrina tradicionalista. Sólo con esa doctrina puede establecerse bien
el dogma de una revelacion primitiva, base de toda la Religion, el plan
divino de la unidad y de la perpetuidad de la verdadera Religion, y expli
carle. Admitiendo el principio fundamental de esa doctrina, todo entendí
miento lógico es conducido al Catolicismo. Los motivos de credibilidad
mismos están fundados en ese principio.. El método tradicional ha sido
seguido por todos los apologistas de la Religion, desde san Pablo basta
nuestros dias. Así como no puede probarse nada por la Biblia contra los
herejes que no creen en la tradicion de la Iglesia que atestigua la divi
nidad de la Biblia, del mismo modo no se puede probar nada por la razon
contra los filósofos que no creen en la tradicion de la humanidad, que
atestigua la competencia de la razon. El método tradicional es el medio
verdadero de concluir con todos los errores. Bases verdaderas de la Reli
gion segun san Pablo. Iniquidad del semiracionaljsmo acusando al tradi
cionalismo de destruirlas 433
» CAPITULO VIL
DEL MAL QUE HACEN LOS SEMIRACIONALISTAS. EL SEMIRACIONALISMO ES
HORRIBLEMENTE FUNESTO.
Primera queja contra el semiracionatismo.
Como sistema filosófico abre la puerta á todos los errores, degrada y unonada
la razon humana.
§ 1.° Comienza el acta de acusacion contra el semiracionalismo. De los
tres sistemas posibles sobre el origen de las ideas, el semiracionalismo
está , en virtud de su principio, obligado á admitir, y admite , en efecto, el
de las ideas innatas , que le arrastra al panteísmo. Su lenguaje pan-
teísta. El semiracionalismo está tambien por el sistema de las causas oca
sionales, y por eso incurre igualmente en el panteísmo, el idealismo, el
ateísmo y el fatalismo; es el aniquilamiento de la razon, que dice quiere
vengar