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LA TRADICION.
FACULTAD DE DERECHO
Biblioteca

Ej. Consulta en Sala


Excluido de préstamo
(201 )
LA TRADICION ww»

Y LOS S0' ¿ ^ O

SEMIPELAGIANOS DE LA FILOSOFÍA

Ó EL

SEMIRACIONALISMO DESCUBIERTO.

Obra que contiene, además de la refutación de este sistema,


nuevas y amplias investigaciones sobre la naturaleza y las fuerzas de la razan, sobre los prin
cipios de los conocimientos humanos , sobre la ley natural y sobre la necesidad de la tradi
cion y de la revelacion divina ; exponiendo los funestos efectos de la actual enseñanza filosófica
en los colegios dirigidos por los racionalistas , que se dicen católicos;
POR
EL R. P. VENTURA DE RAULICA,
antiguo General fie la Orden de Teatinos , consultor de la SagraTa congregacion de ftitot,
Examinador de Obispos y del Clero romano;
Y TRADUCIDA POR LOS
REDACTORES DEL TESORO DE PREDICADORES ILUSTRES.

ILTAD DE DERECHO
'iS',' '',TvBiblioteca
''V\

V/*.;;,; , .1, ^Cü*sult;na en Sala


-.Expiado de préstamo
(201 )
MADRID,
librería de D. Leocadio Inopes, — editor,
calle del Carmen, número 29.
Ei propiedad.

MADRID : 1862.- Irnp. de M. Rniminnu.


ADVERTENCIA DEL EDITOtt.

De ningun modo podemos dar á conocer mejor el mérito


de la Tradicion, que publicando la siguiente carta, dirigida al
ilustre autor por uno de los obispos más distinguidos de Fran
cia. En la grave cuestion de que se trata , esta carta es un
verdadero acontecimiento.

CARTA DEL ILUSTRÍSIMO SEÑOR OBISPO DE MONTPELLIER


AL PADRE VENTURA.

Reverendísimo Padre :
En 19 del raes próximo pasado , á mi regreso de una visita pastoral , comencé
la lectura de vuestra obra sobre la tradicion, que he terminado el dia 30 del
mismo. Es tan profunda y tan agradable la impresion que me ha producido,
que no me fué posible distraer de ella mi atencion ni un solo instante. Porque
para mí es de la mayor gravedad ó importancia todo cuanto emana de vuestra
reverencia iiustrísima, que desde la cúspide de la ciencia, y con el conoci
miento íntimo que tiene del enemigo que trata de combatirá la Iglesia, dirige
su elocuente y persuasiva voz á los obispos, y nos dice: «Centinelas de Is
rael , estad muy vigilantes ».
Nadie , reverendísimo Padre , podia , con una autoridad igual á la vuestra,
dirigir, la voz de alerta al Episcopado y a la Santa Sede. La Tradicion es una obra
eminentemente sábia, opuesta á producciones de bien escaso valor, filosófica
mente hablando , y cuyo peligro es tanto más real, cuanto que contra la inten
cion indudablemente de sus autores, comprometen la verdad en vez de defen
derla, cuando no la atacan con la más lamentable imprevision.
Me parece, Padre, que nunca habeis sido más explícito ni persuasivo que en
esas páginas: pequeño texto] en que destruís el error con una fuerza de argu
mentacion que jamás he visto en vos tan clara ni tan vigorosa.
Nada os diré de la ironía llena de gracia que tan bien manejada se encuentra
en la Tradicion; son flores que desaparecen á impulsos del huracan de una dia
léctica de las más desgarradoras para vuestros adversarios: su energía, su tono,
su forma, nos recuerdan á Pascal ; hecha abstraccion de su triste escuela , es un
trabajo magnífico , y además un servicio de primer orden , en el órden práctica
mente elevado, que ha podido hacerse á la Iglesia.
Bossuet, en sus Variaciones, no tenia que combatir más que á protestantes:
vos teneis que ilustrar y vencer á filósofos, y semejante gente no se rinde con
facilidad. Pero los semiracionalistas , verán á los sacerdotes, santamente adictos
á nuestra madre la Iglesia, abandonar los impelidos por la fuerza asombrosa de
vuestra lógica, diciéndolesen donde se halla el verdadero peligro de la Reli
gion. Para esto es necesario orar. Oremos, pues...
Heleido con el más vivo interes lo que decís en vuestro libro acerca de las
cuatro proposiciones ; jamás habiapodido comprender que fuesen la condenacion
del tradicionalismo, pero se veia tan ostensiblemente, que, en verdad, llegué á
dudar de mis ojos y de mi inteligencia, hasta cierto punto , en vista de las repe
tidas afirmaciones de todo el mundoy de nuestros periódicos. La evidencia ha
penetrado hasta mi por la manera tan clara y tan sencilla con que vos las ex
plicais. Además , esos acumuladores de sombras se han presentado muchas ve
ces tales como son en sí, y han dejado ver tan á las claras su odio á la tradicion,
que son ya impotentes para engañar á nadie.
Hay en vuestra obra algunos golpes dirigidos á. los enemigos de laverdad,qae
podrán parecer un poco rudos á los que opinan que contra ellos debe emplearse
mas bien el ridículo que un lenguaje demasiado severo y contundente. Por lo
que respecta á mí, estoy por las formas dulcificadas , aunque se profese una
aversionprofunda , que merecen indudablemente ciertas escuelas, tratadas en el
dia con excesiva consideracion. Mas, sin embargo, comprendo perfectamente
que no habeis podido ménos de ser con frecuencia elAlcestesde toda esa gente,
tan violenta como injusta con la tradicion.
Vuestros capítulos segundo y tercero, nos familiarizan por decirlo así, con
santo Tomás, y haciéndole accesible hasta á los entendimientos más cortos , con
cluirán por hacerle apreciable , áun á los más indolentes.
El cuarto es magnífico, y destruyeá los adversarios de los textos escriturales,
que hasta ahora se habían creído inexpugnables.
El quinto aumenta su confusion, y desvanece, como el viento disipa las nu
bes, la historia de la Filosofía, tal como se acostumbraba á mirarla desde hace
largo tiempo , y especialmente en nuestros dias. Manifestais en él tan soberano
como merecido desprecio á ese imberbe de... y vapuleais de una manera terrible
á... Esa especie de correccion exigía una mano como la vuestra. Uno y otro se
rán demasiado descontentadizos si no han quedado satisfechos. Hubiera desea
do que hubieseis dado varapalos tan justamente merecidos á esa especie de... á
quien se reverencia casi como una divinidad, y que parece que no es más que
un presumido que ha perdido lo poco de sentido comun que le quedaba, que
riendo hacerse doctor, cuando no es más que un simple escolar con respecto á
nuestra enseñanza.
Quizá hubiera valido más no dispensar á ese que nos ha dicho que
el honor de citarle. Sin duda habeis olvidado, Padre, que semejante atencion por
vuestra parte hace á esas gentes demasiado célebres, y que vuestro silencio los
hubiera seguramente dejado sumidos en la más completa obscuridad, de que
habeis hecho muy mal en sacarlos.
— o —
Vuestros capítulos sexto y séptimo son una marcha de conquistador, que des
troza con las ruedas del carro de triunfo á todos los partidarios de las malas doc
trinas. Séales la tierra ligera...
La conclusion práctica de la tradicion , deberá ser, Padre, el desterrar de
nuestros seminarios la falsa, necia y peligrosa enseñanza que ha estado en boga
en ellos por tan largo tiempo. Por mi parte , \oy á ocuparme sériamenteen ellos;
no será cosa muy fácil, porque hay que combatir preocupaciones muy arraiga
das. La Tradicion ayudaré á extirparlas, y con el tiempo concluirá por vencer
las completamente. Noes posible que se lleve la obstinacion hasta tal punto , que
cierre herméticamente los entendimientos y los corazones cristianos para no ver
la luz tan resplandeciente que acabais de esparcir sobre estas grandes cuestiones.
La manera con que procurais, bajo tantas formas diferentes , hacer evidente el
peligro de semejante enseñanza, producirá sus frutos, Dios mediante; y me
complazco en veros insistir en él bajo todos los puntos de vista. Cualquiera otro
que vos, Padre, hubiera fastidiado con sus repeticiones, pero las vuestras agra
dan en vez de disgustar, porque son realmente como el clavo , que entra á golpe
de martillo, por más resistente y duro que sea el cuerpo que haya de penetrar, y
demuestran que sois un maestro inimitable en esa especie de trabajos.
Gracias, pues , reverendísimo Padre ; gracias os doy por el eminente servicio,
me complazco en repetirlo , que habeis prestado á la Iglesia de Dios. Ya era
tiempo, ahora lo comprendo, de concluir con los errores enseñados al clero como
verdades. Eran para la Francia , y especialmente para el orden sacerdotal, como
la túnica de Deyanira , que abrasaba nuestras carnes, sin que nos fuese posible
desembarazarnos de ellas; y si nuestra santa Religion no ha sucumbido, ha sido
únicamente porque su fuerza es de mejor temple que la del Hércules pagano.
¿Podríais indicarme, reverendísimo Padre, una filosofía elemental, que me
fuese permitido colocar con toda confianza en manos de los alumnos de mi se
minario? He oido decir que un profesor de Lobaina ha publicadouna, y Bouvier
otra. ¡Mucho me temo que la de Bouvier no tenga alguna afinidad con la de Lion,
de tan tristes consecuencias y celebridad ! Dignaos disipar mis dudas en cuanto
sea posible para que ponga inmediatamente orden en todo esto. Estoy resuelto, si
es necesario, á vencer todas las resistencias: en estas cosas debemos recordar que
somos obispos.
Cuidad mucho de vuestra salud, reverendísimo Padre, para que hagais de ella
un uso provechoso. No me olvideis en vuestros santos sacrificios, y aceptad la se
guridad de la alta consideracion y aprecio de vuestro afectísimo servidor,
f CÁRLOS , Obispo de Montpellier.
Montpettier, 6 de Diciembre de I856.

P. D. En materias de tanta importancia, Padre , no puedo prescindir de de


cir francamente lo que pienso , y por consiguiente no tengo dificultad en que se
haga de mis cartas el uso que se crea conteniente á los intereses de la santa
Iglesia. Así, pues, os autorizo completamente para que hagais de esta lo que
mejor os parezca , lo más prudente y lo más útil.
f CARLOS, Obispo de Montpellier.
LOS

SEMIPELAGIANOS DE LA FILOSOFÍA

EL SEMIRACIONALISMO DESCUBIERTO.

INTRODUCCION.

MOTIVOS Y PLAN DE ESTE ESCRITO.

§ I. No es cierto que la Congregacion del Indice haya condenado el tradicio


nalismo. La necesidad de demostrar este hecho es el primer motivo de este
escrito. La necesidad de establecer bien la cuestion entre el semiracionalis-
ho y el tradicionalismo es el segundo.

Todo cristiano , á quien Dios ha dado celo y algunos me


dios de defender la verdad, puede muy bien callar mientras
no se ataque más que su persona ; pero no puede, ni debe,
guardar silencio , cuando ve que en nombre de la verdad mis
ma se trata de oscurecerla, falsearla, y hasta de calumniarla.
Esto explica por qué nosotros, que hasta ahora no había
mos tomado parte alguna en la controversia entre los nue
vos semipelagianos y los tradicionalistas ; nosotros, que has
ta el presente sólo hemos opuesto el silencio á los ataques
poco leales que nos ha dirigido el racionalismo , que se apelli
da á sí mismo católico ; nosotros, en fin , que hasta ahora nos
hemos contentado con combatir, en todas nuestras obras, el
racionalismp filosófico , y formar el tradicionalismo , en vez de
discutirle y defenderle, nos presentamos ahora en la arena,
á frente descubierta, para romper algunas lanzas en fa
vor del método tradicional, y decir nuestro parecer en la
cuestion .
Con motivo de la publicacion de ciertas proposiciones, y
— 6 —
por una mala inteligencia incomprensible , por no decir in
tencional , los periódicos han dicho y repetido , con inaudita
ligereza , que Roma, la Santa Sede y la Iglesia (1) han con
denado el tradicionalismo; lo que equivalia á decir, que la
Iglesia católica ha condenado el principio fundamental del
Catolicismo (2) y se ha condenado á sí misma; porque en el
fondo , el Catolicismo no es más que la tradicion apostólica,
que nos garantiza la autenticidad de la Escritura , de que la
Iglesia es depositária fiel é infalible.
Las proposiciones que la Congregacion del Indice se ha
limitado á declarar exentas de toda censura, y que fueron de
vueltas á Francia con prohibicion expresa á las partes intere
sadas al darlas publicidad de añadirlas comentarios ni inter
pretaciones de ninguna especie , esas proposiciones , repetimos,
no son, preciso es convenir en ello, un juicio dogmático de
Roma , de la Santa Sede y de la Iglesia. Es muy extraño que
entre las personas que han acogido con tan asombrosa senci
llez y con tan edificante afan , por parte de una Congregacion
romana , como un juicio dogmático de Roma , de la Santá Sede y
de la Iglesia , se encuentren fogosos galicanos , que no hacen
ningun caso de las decisiones de las Congregaciones roma
nas, acepten ahora como un juicio dogmático y se sometan á
la última bula del Jefe de la Iglesia romana tocante á la In
maculada Concepcion, expedida á solicitud de la Iglesia, pu
blicada á presencia de tan grande número de Pastores de la
Iglesia, y recibida con tanto júbilo y aplauso por toda la Iglesia.

(I) Véase el Diario de los Debates de 12 de Enero de 1856.


12) Un fervoroso y sabio católico inglés , el caballero Acton , de regreso de
un viaje que hizo á Alemania , ha puesto en nuestro conocimiento que los doc
tores protestantes de ese país habían acogido con ahinco la falsa interpreta
cion que los diarios franceses han dado é las proposiciones de que aquí trata
mos, y que decían en voz alta: «Hé ahí á la Iglesia romana rindiendo, en fin,
homenage á la soberanía de la razon, retractándose de todo su pasado, y de
haber insistido tanto subre el principio de autoridad». Aviso á los católicos
imprudentes que han hecho decir á esas proposiciones lo que realmente no
dicen.
En segundo lugar, no hay más que leer con un poco de
atencion esas proposiciones, para convencerse de que no
existe en ellas ni una sola palabra que envuelva ninguna
condenacion , y mucho menos lo que se ha creido encontrar
en ellas; no se comprende, por qué razon periodistas,
que no es posible suponer no sepan leer, hayan podido ver
en ellas la condenacion de que se muestran tan ufanos, lo
mismo que las sectas más hostiles al Catolicismo.
Como todavía no se ha decidido nada por Roma acerca
de la cuestion entre el semiracionalismo y el tradicionalismo,
la discusion es libre, y nada se opone á que por ambas partes
se procure esparcir nuevas luces capaces de conducir á que
se entiendan entre sí todas las sectas defensoras de la causa
católica, y producir entre ellas la más cordial reconciliacion.
Por otra parte, no puede, ni debe, tolerarse, que la opinion
pública , que una increible equivocacion ha extraviado, per
manezca en la errónea persuasion de que Roma , que no ha
hecho más que poner límites á !a discusion (que los tradi-
cionalistas no tienen el menor deseo de traspasar), ha conde
nado el método filosofico-católico, que se apoya en las tradiciones,
sin negar á la razon el poder de discernirlas del error , de de
mostrar su verdad, de defenderla y afirmarla: método, por con
siguiente, que todos los padres , los doctores y los apologis
tas de la iglesia han seguido unánimemente, y que, á imita
cion suya, hemos seguido tambien nosotros. Así, pues, es
necesario protestar, al ménos en cuanto al hecho, contra
esa condenacion , que, además de ser supuesta, no dejará de
ser presentada por algunos como un hecho. Es necesario que
se sepa con exactitud lo que son el semiracionalismo y el
tradicionalismo , y es necesario además convencerse de que
si este no ha sido, ni ha podido ser condenado , aquel tiene
algunos títulos para serlo, y que si se le cree oportuno y
útil, tal vez puede serlo. Este es el primer motivo de este
escrito ; hé aquí el segundo :
En la grande cuestion política, que hace tres años se agita
— 8 —
entre las potencias de Europa, despues de muchas conferen
cias diplomáticas celebradas el año último , se declaró que no
habia sido posibleponerse de acuerdo en elpunto litigioso , y ha con
tinuado la guerra con mayor encarnizamiento que ántes. Lo
mismo ha sucedido con la grande cuestion filosófica, que se
discute hace quince años en Francia entre el semiracionalis-
mo y lo que se ha querido llamar el tradicionalismo. No se
ha tenido presente que era necesario comenzar por el prin
cipio, es decir, por establecer claramente la cuestion ; no se
ha fijado con exactitud la línea que debia seguirse : se han
tomado hipótesis por tesis, sofismas por argumentos, proba
bilidades por certidumbres, ilusiones por ideas, aserciones
gratuitas por principios, y hasta fábulas por hechos; se ha
exagerado el valor y la significacion de ciertas palabras, y se
ha dado á otras un sentido que no es el suyo propio. Se ha pro
seguido un objeto tan falso como el punto de partida que se
habia escogido, y de ahí la confusion de las lenguas, que
ha producido la de las ideas. No ha sido posible entenderse
ni sobre lo que se queria, ni sobre lo que se decia: la lucha
ha vuelto á comenzar con más fuerza , las argumentaciones
se han exacerbado, y la discusion ha tomado las formas del
encarnizamiento. Así, lo que ha dado lugar á los debates
filosóficos y religiosos que presenciamos entre sabios que de
bian ponerse de acuerdo, no es, nos complacemos en con
signarlo, la aficion á la paradoja, el espíritu satírico, y el
error ó la mala fe , sino la más lamentable equivocada inteli
gencia.
Pero esta cuestion depende de los principios de toda
controversia religiosa , de las bases mismas de la Religion y
de la fe , y del terreno en que hay necesidad de colocarse
para defenderlas y vengarlas. Es, pues, muy importante el es
tablecer y definir bien las palabras y las causas , fijar el punto
de partida con exactitud , y las tendencias de los dos siste
mas que se disputan el terreno. Esto es lo que nos ha deci
dido á publicar este trabajo, y esto es lo que nos propone
— 9 —
mos hacer en él, de modo que no quede nada que desear á
la buena fe que procura ilustrarse , y quitar toda evasiva al
sofisma que quiere ridiculizar, y á la hipocresía que trata de
aprovecharse del estado de turbulencia y confusion en que
se encuentran los ánimos para trastornarlos y calumniar.

§ 2. Oíros dos motivos por los cuales se ha emprendido esta obra; el deseo
de dar á conocer mejor la filosofía católica, cuyas causas se indican; y
la necesidad que hay de combatir el semiracionalismo con preferencia al
RACIONALISMO absoluto.

El tercer motivo que nos ha hecho emprender esta obra


es nuestro deseo de desenvolver todavía mejor y más ám-
pliamente los grandes principios, las nobles y sublimes doc
trinas de la filosofía llamada escolástica, y que podria llamarse
mejor cristiana: única filosofía sólida, verdadera, y la
única en armonía con el dogma católico, en la que trabaja
mos hace veinte y seis años, y cuya ignorancia y abandono
han producido el cáos de la filosofía moderna ; filosofía tan
pobre , tan estéril en todo resultado útil , tan contradictoria
y absurda, á pesar de su orgullo, que ha perdido todo su
derecho á loque se llama Filosofía.
Para nosotros, en particular, es una felicidad el que la
naturaleza de las doctrinas que vamos á discutir nos pro
porcione la ocasion de, volver otra vez á la cuestion capital
del origen de las ideas , que hemos abordado , pero que no
pudimos agotar en nuestra obra sobre el asunto (4), y pa
tentizar más y más la verdad , la magnificencia , y la influen
cia inmensa del sistema escolástico sobre las ideas.
Lo mismo acontece con la razon : la controversia que va
mos á sostener sobre su poder, nos servirá para dar á cono
cer mejor su naturaleza: discusion importante en los tiempos
en que vivimos, en que despues que tanto se ha abusado de

(i) Del origen de las ideas, y de los fundamentos de la certidumbre.—Pa


rís, 1854.
— 10 —
la razon , se ha concluido por no raciocinar ; y en que los
semiracionalistas particularmente, esos abogados improvi
sados de la razon , se han convencido por sus propios escri
tos de que no conocen la causa que defienden , y por la que
abogan , menos con la ciencia que con las injurias , y menos
con razones que con gritos. Por otra parte, desenvolver
grandes teorías en los libros de controversia, contribuye á
darles variedad é importancia , y á prolongar su duracion
áun. mucho tiempo despues de haber cesado la lucha.
Y aquí nos será permitido el que nos tomemos la libertad
de participar á los amigos del bien , que , segun hemos sabido
con satisfaccion por un gran número de adhesiones y de car
tas las más halagüeñas y agradables , que nos han sido diri
gidas desde muchos puntos de Francia y de Italia (1), la fi
losofía católica , tal como la hemos formulado , ha sido bien
recibida en las escuelas verdaderamente católicas de Filoso
fía , y que todos los profesores de esa ciencia se han apresu
rado á sustituirla á los sistemas que anteriormente habian
enseñado.
Es cierto que uno de los más sabios y celosos defensores
del método tradicional , y por lo mismo el emblema de la con
tradiccion, el objeto de los ataques más virulentos y encarni
zados de los racionalistas de todos los matices , el honorable
M. de Bonnetti, ha cometido la imprudencia de permitirse
una crítica muy severa de la filosofía escolástica , respetando
la de santo Tomás. Pero tambien es verdad, que, ilustrado
(1) Aun á riesgo de parecer que cedemos á un movimiento de vanidad,
creemos interesante para la causa que defendemos en este escrito , publicar al
fin de este volumen por lo ménos algunas de esas cártas, como tambien la
larga respuesta que hemos dado á una de ellas. Esas cartas prueban el gozo,
el entusiasmo con que ha sido recibida por las almas escogidas y elevadas la
filosofía de santo Tomás, la única cristiana que hemos procurado rehabilitar,
pues reune al verdadero sentido filosófico, el sentido de Jesucristo, de que habla
san Pablo (I, Corint.); esta filosofía, no tan solo hace mucho bien al presente,
sino que puede hacerle todavía mayor en lo venidero, mal que pese á los ra
cionalistas puros y bastardos, y por mas esfuerzos que hagan para impedir su
propagacion y establecimiento.
— H —
acerca de esto por uno de sus más grandes admiradores y
amigos (esto hace tres años), se apresuró, con la prontitud
propia de la buena fe , que sólo procura hacer que triunfe
la verdad, á reconocer su imprevision. Ha adoptado, sin
ninguna reserva , el sistema escolástico sobre las ideas , como
nosotros le hemos propuesto (1); y desde entonces no se ha
desviado ni una línea de la senda que el mayor filósofo del
mundo, santo Tomás, ha trazado á todos los filósofos cristia
nos, para que la Filosofía pueda ser confesada por la Religion.
Por manera , que en la actualidad es de notoriedad pública
que todos los filósofos tradicionalistas , sin excepcion , se han
declarado por la filosofía de santo Tomás, y en particular
por su sistema sobre el origen de las ideas , y que la profesan
como la única doctrina verdadera , razonable y sólida sobre
esta
Pero
importante
lo que todavía
materia es(2).para nosotros más consolador y

lisonjero, es el ver que hasta los legos se han apresurado á


abjurar todo otra filosofía para adoptar la de santo Tomás,
en cuanto la han conocido, aunque sólo por los ensayos im-
completos que de ella hemos dado en algunas de nuestras
obras, y que en este momento rivalizan en celo para propa
garla y hacerla conocer á los demás.

(1) Ha hecho más: ha tomado, sin conocimiento nuestro, la defensa de los


ataques que no habíamos provocado, y á que no habíamos querido responder,
por respeto á la corporacion á que su autor pertenece, y porque no podían ser
excusadas por la ignorancia y por la buena fe.
(2) Véase, con especialidad el sabio y juicioso opúsculo del abate Bensa,
profesor de Filosofía en el colegio de la Asuncion de Nimes. El artículo XI del
primer capítulo de ese escrito , que lleva por título : El entendimiento humano
debe necesariamente formarse por si solo sus primeras ideas intelectuales, como
tambien lo demás del libro, es una profesion de fe filosófica, y un acto de adhe
sion formal al sistema escolástico sobre las ideas en nombre de toda la escuela
tradicionalista ; en fin, los artículos viii y ix del tercer capítulo son una vigo
rosa refutacion , que el ilustre y animoso autor ha hecho de una incomprensible
crítica de las Conferencias, bajo el punto de vista filosófico, tambien sin nuestro
conocimiento , por la que damos las gracias á este apologista tan distinguido
de las verdaderas doctrinas católicas, y le rogamos acepte la expresion pública
de nuestro reconocimiento.
— 12 —
Aun á riesgo de ofender su modestia , citaremos entre
estos hombres de ciencia y buena fe , al erudito y católico
autor de importantes escritos sobre cuestiones de arqueolo
gía histórica y de actualidad , el caballero G. des Mousseaux.
Nos han referido que ha comprado un gran número de
ejemplares de nuestra obra sobre el origen de las ideas, y
los ha repartido entre los estudiantes de Filosofía , y en algu
nos Seminarios. Nos han dicho que muchos de esos estudian
tes , movidos por la hermosa doctrina que encontraron en el
Angel de la escuela acerca de las ideas , han llamado la aten
cion de sus concienzudos catedráticos, y que la filosofía
cristiana, que ha formado la gloria de la Sorbona y de tedas
las Universidades católicas por espacio de tantos siglos , va á
hacer su entrada triunfal en establecimientos en donde se
forman jóvenes levitas, y de los que jamás deberia haberse
desterrado para sustituirla la filosofía del paganismo, á la
sombra de nombres como los de Malebranche y de Descartes.
Es muy patético el ver á los legos poner expedito el ca
mino de la ciencia á los sacerdotes , y á los discípulos invitar
á sus maestros á seguirle. En fin. la buena semilla se halla
esparcida , y el que produzca su fruto en el excelente y her
moso terreno del talento frances, sólo es cuestion de tiempo.
Hasta tanto, es una obra meritoria el trabajar para que esa
buena semilla brote con toda seguridad , y con ese objeto
hemos escrito tambien este libro.
Pero el cuarto motivo es todavía más grave. Que el ra
cionalismo filosófico es la grande herejía del siglo, es una
verdad que no necesita demostracion. Y por eso, la^Iglesia,
encargada de la conservacion del orden moral para evitar
trastornos, de la tutela dela ciencia para impedir que se
corrompa , de velar sobre la razon para contenerla en sus
extravíos, del depósito de todas las revelaciones divinas, de
todas las tradiciones y creencias de la humanidad para
mantenerlas en toda su pureza é integridad ; no sólo ha usa
do de un derecho , sino que ha cumplido con un deber,
— 13 —
cuando por el órgano de sus Pastores , de sus doctores y de
sus apologistas, ha combatido y condenado el racionalismo.
Y esos intérpretes de sus pensamientos , esos ministros de su
accion , no harán nada demás en dejar á un lado todas las
cuestiones de actualidad, y reunir todo su celo, todos sus
esfuerzos para hacer una guerra implacable y sin tregua á
esa grande herejía de nuestro tiempo, que encierra en sí
misma todas las herejías, y en levantarse contra ese error
de los errores, contra ese error por excelencia. Que el racio
nalismo es el error en su más alto poder, en su apogeo , es
incuestionable , así como que es el error enemigo de toda
verdad, de toda ciencia, de toda razon, de toda virtud, de
todo orden , y que si se le dejase pondria en peligro la Reli
gion y la sociedad.
Pero como consecuencia necesaria, manantial emponzo
ñado de todos los errores, el racionalismo filosófico no tiene
cabida en este libro, por la razon de que no tiene derecho á
la palabra en una cuestion en que se trata de los medios por
los cuales el hombre puede llegar á la verdad. Error colosal,
inmenso, impregnado de todos los errores, mas bien que un
sistema de filósofos que raciocinan , es un sueño de entendi
mientos perturbados que deliran, un esfuerzo de la razon en
demencia , que en su furiosa obcecacion quiere destruirlo
todo, para concluir por sepultarse ella misma entre las rui
nas que ha amontonado.
Como sus propios excesos le desacreditan , no tiene gran
de necesidad de que otros le refuten. Constantemente le he
mos combatido en todos nuestros escritos , y con particulari
dad en nuestras Conferencias , que sólo por este título , nos
parece debian haber sido tratadas con un poco más de in
dulgencia, que lo han sido por algunas personas, que no se
proponen otro objeto en sus trabajos que la refutacion de
los
Iglesia.
errores, el desarrollo de la verdad^- la-defensa de la

Pero no sucede lo mismo co:


— 14 —
áun cuando procura encubrirse con el velo del interes de la
fe, no por eso deja de ser, como vamos á verlo, el aliado,
el auxiliar, el cómplice del racionalismo filosófico.
Reservándonos recordar los principios y las doctrinas
cuando lo creamos necesario , para demostrar sus puntos de
contacto con el semiracionalismo , prescindiremos por ahora
del racionalismo filosófico para no ocuparnos más que del
racionalismo que se titula á sí mismo católico, y de poner de
manifiesto el abuso que hace de las autoridades que invoca,
lo absurdo de los principios en que se funda, la falsedad de
los datos históricos en que se apoya, lo peligroso de sus sen
tencias ó decisiones , los errores monstruosos que son su re
sultado lógico , sus afinidades reales ó su identidad con el
racionalismo filosófico, y lo injusto, en fin, de sus ataques
contra el tradicionalismo.
No tendremos, pues, que habérnoslas aquí con los filósofos,
sino contra católicos, que combaten sin razón á otros católicos.
Pero el objeto principal que nos proponemos en este escrito,
es el vengar el método tradicional , que no es en el fondo
más que el método católico, ménos de los ataques de que es
blanco por parte de los filósofos , que á fuerza de ser impo
tentes é insensatos no ofrecen grande peligro para todo
hombre que quiera permanecer en las condiciones de la hu
manidad , ménos, repetimos, contra esos ataques, que con
tra los golpes que le asestan manos católicas , y que son tanto
más sensibles y funestos , cuanto que son más incomprensi
bles. Porque no tienden más que á dividir y distraer las
fuerzas de los apologistas de la Religion , que deberian per
manecer unidas para combatir al enemigo comun.
Desde luego se comprende la importancia de pedir cuen
ta desus doctrinas á semejantes adversarios, y se concibe
muy bien que la cuestion que vamos á sostener con ellos, no
es una cuestion de personas y de pasiones, sino de principios
y de doctrinas; y que por lo mismo es la cuestion más gran
de, la más interesante, la más capital de todas las cuestiones
— 15 —
que se han suscitado entre los sabios católicos desde el ori-
gen del Cristianismo.
En esta tarea , se nos ha anticipado , es cierto , el señor
abate Bensa , con su interesante opúsculo (1).
Pero este trabajo, aunque de un mérito incontestable bajo
el punto de vista del órden, de la claridad, de la lógica y
de la verdadera ciencia , es demasiado limitado para que se
le pueda mirar como una refutacion completa del semiracic-
nalismo, y del que se saluda como su fundador, su gran sa
cerdote y su patriarca. Quedaba, pues, todavía algo queha
cer en el mismo sentido y en el mismo camino, y el deseo de
hacer ese algo es el que, en cuarto lugar, nos ha impulsado
á emprender este escrito.

§ 3. Ultimo motivo de este libro : la necesidad de dar á conocer en lo que


vale la obra titulada : Del valor de la razon ; influencia de esta obra
en la lucha actual'entre los semiracionalistas y los tradicionalistas. Critica
punzante que de ella ha hecho uno de sus panegiristas; ojeada general so
bre su valor : es un acto de caridad para con su autor el hacer la censura
de ella*. Su peligro, y la necesidad que hay de que sea refutada.

El quinto motivo de este escrito es, en fin , la necesidad


generalmente reconocida de hacer patente al público de
Francia y de Italia , que toma interes en semejantes cuestio
nes, el valor de la obra publicada en 1854 con el título:
Del valor de la razon humana, y de lo que puede por sí sola.
Antes de esa época habia desgraciadamente semiraciona-
lismo en algunos puntos diseminados, pero el semiracionalismo
sólo existia en los periódicos, tan diferentes por su espí
ritu como por su título; y que no tenian entre sí otro lazo de
union que su odio comun á los católicos que habían perma
necido fieles al método tradicional, como las diferentes sectas
protestantes no están unidas entre sí más que por su odio co-

(1) Del verdadero punto de la cuestion entre el tradicionalismo y el semi


racionalismo, y de los fundamentos del verdadero tradicionalismo , por el abate
Bensa.—París.
'— 16 —
mun contraía Iglesia. Los mismos artículos de esos periódicos,
más ó ménos violentos, más ó menos desprovistos de senti
do y de razon , como que aparecian en virtud de una or
den general, sin tener un objeto bien determinado, y sin
ser la expresion de un pensamiento comun bien meditado
de antemano, eran en extremo vagos, y no producian el
efecto que se propusieran sus autores. Así que, lo que uno
refutaba el otro lo admitia, y mientras que por una parte se
avanzaba , por otra se retrocedia : lo que se había ganado la
víspera se perdia al dia siguiente. Sobre un mismo asunto
se defendia el pro y el contra; aquello era mas bien una
conspiracion secreta, que una guerra pública y regularizada
contra la tradicion, y la intriga representaba en ella un papel
mucho más importante que el raciocinio ; el semiracionalis-
mo no estaba aún claramente definido, sus adversarios no
sabian todavía con exactitud lo que queria ó lo que no que
ria, y sus partidarios, y hasta sus mismos patronos, se halla
ban en igual caso ; no estaban de acuerdo entre sí, y no se
entendian , ni sobre la línea de conducta que debian ¡seguir,
ni sobre los combates que habian de sostener. Como sus
ataques carecian de unidad y de inteligencia, no tenian fuer
za ni causaban gran daño. Así es que en Francia producia
muy poca inquietud, y en Italia ni áun siquiera llamaba la
atencion.
Pero desde la aparicion del libro Del valor de la razon,
las cosas cambiaron de aspecto. Sea cual fuere la naturaleza
y la fijeza de los principios de su autor , ese libro se ha pre
sentado á los adeptos del racionalismo como un verdadero
principio. La plebe del semiracionalismo¡ acudió de todas
partes á colocarse en su derredor , como una enseña de union,
y á colocarse detras de él como un baluarte. Los combatien
tes diseminados le han aceptado como una bandera ; á su som
bra se han formado en batallones en masa, en un cuerpo com
pacto ; y á las órdenes de jefes dignos de ellos , han mar
chado intrépidamente contra el tradicionalismo , como un
— 17 —
solo hombre. Ese libro es tambien un arsenal, á donde acu
den las fuerzas beligerantes á proveerse de escudos y de ar
mas de buen temple para combatir al enemigo sin moles
tarse mucho. Y, en efecto , desde la publicacion de ese libro
data la renovacion de la lucha entre el semiracionalismo y
el tradicionalismo.
Además, la filosofía de Lyon, ese triste y nauseabundo
compendio de los extravíos ó delirios de Descartes y de los
sueños de Malebranche : ese código del racionalismo , del
ilumiuismo y del idealismo, que se habia adoptado para uso
de la juventud católica , como otros cien tratados de Filoso
fía vaciados en el mismo molde, que hacia largo tiempo se
hallaban en posesion pacífica de la enseñanza filosófica en
un gran número de Seminarios , batidos en brecha y des
acreditados en estos últimos años por los trabajos de los tra-
dicionalistas , iban á desaparecer, y la consternacion y el
despecho habían llegado á su colmo en el campo de los ra
cionalistas cartesianos. Mas con la aparicion del libro Del
valor de la razon , los partidarios del filosofismo que se ape
llida á sí mismo católico, alentados con ese socorro, tanto más
precioso , cuanto era menos esperado de la parte de donde
venia, comenzaron á respirar con libertad , á cobrar ánimo,
se afirmaron en sus errores y continuaron enseñándolos con
más osadía y con mayor éxito. Es, pues, incontestable que
el racionalismo pagano , ese grande error de la ciencia , esa
grande llaga de la sociedad moderna, merced á esa publica
cion incomprensible y á otras que la han seguido , encontró
apoyo, fomento y una casi indulgencia plenaria entre ciertos
miembros del clero. Véase , pues, cuan importante, cuan ne
cesario es el desenmascarar, el dará conocer al semiraciona
lismo en esa nueva forma , que con tanta seriedad acaba de
tomar, y combatirle en su último parapeto.
No se crea por esto que la obra Del valor de la razon
es notable por la fuerza de sus razones. Verdad es que uno
de sus benévolos criticos la califica de libro juicioso , y tan u-
2
— 18 —
beiul para la. razon como puede serlo. (Diario de los Debates
del 12 de Enero.) Pero todo el mundo semiracionalista no
ha tenido el mismo valor: una Revista célebhe, que profesa y
sostiene á todo trance todas esas doctrinas del semiraciona-
lismo, sólo ha hablado de ese libro en estos ó equivalentes
términos : »Es una produccion informe y disforme de un es
tudiante, en estilo de colegio» (1). Nosotros no somos de
esa opinion : queremos ser justos , áun con los que no lo son
con nosotros. Nos complacemos, pues, en reconocer que ese
trabajo no carece de erudicion y de páginas muy bien escri
tas, aunque no muy meditadas, y sobre todo de buena vo
luntad. Pero debemos reconocer tambien, por más sensible
que nos sea, que no siempre se encuentra en ella la ciencia
del sabio, la caridad del sacerdote y la buena fe del escri
tor que se respeta á sí mismo : que no se encuentran en ella
muchos principios verdaderos , muchos raciocinios que sean
legítimos , muchas citas que sean á propósito, muchas inter
pretaciones de los textos de la Escritura y de los Padres, que
sean fieles, y que tampoco es fácil encontrar en ella un ar
gumento que no sea un sofisma, una acusacion contra sus ad
versarios que no sea una calumnia , una apreciacion de sus
doctrinas que no sea una impertinencia.
Tal vez pareceremos demasiado severos en nuestro juicio,
(1) Esa Revista , universitaria, y por lo mismo muy distante de ser hostil
al autor de un libro liberal para la razon, despues de alabar el libro como una
tentativa apreciabte , y como una protesta bien entendida de un miembro del
clero contra, teólogos extraños, se apresura á retractarse, declarando , que no
puede alabarse en esa obra , ni la novedad de las ideas , ni la originalidad de
los argumentos , ni su erudicion : que en ese libro no hay nada notable más que
la sencillez del buen sentido (racionalista), unido en varios pasajes á cierto
vigor de dialéctica: que en una parte muy considerable de la obra se observa
gran vaguedad é indecision : que es confusa y difusa: que se ha aprovechado
de muchas notas y materiales de cartera , y que no es un libro; lo que equivale
á decir que la tenlativa del autor no es apreciable, que su protesta no está
bien entendida y que su sencillez no es feliz; en una palabra, que la obra ni es,
ni vale nada. He ahí como han' sido tratados el autor y su obra por un escritor,
que, al hacer su elogio, no hubiera podido hacer, si se lo propusiera, una
crítica más punzante y amarga det uno y de la otra.
— 19 —
pero ahí está el libro para probar que al hablar de la ma
nera que lo hacemos no hemos exagerado nada. Si se desea
formar una idea exacta de ese libro por él mismo, no se
necesita leer sus 558 largas páginas, porque eso seria com
prar demasiado cara la satisfaccion desemejante deseo; bas
ta con recorrer el índice de las materias. Los títulos de las
cuatro partes y de los capítulos del libro, y el orden que se
les ha dado, revelan á cuantos saben leer, el desorden y la
confusion que reinan en ellos: manifiestan que el libro, des
de el principio hasta el fin , no es más que un largo paralo
gismo, lleno de sofismas, que se fija en fruslerias que nada
significan, que combate opiniones que nadie sostiene, y que
se vale de la calumnia para engolfarse en la simpleza y en el
absurdo. Podriamos decir cosas muy lindas, si quisiésemos
tomarnos el trabajo de analizar nada más que el índice de ese
libro. Lo que está fuera de toda duda es que esa obra, que
los cofrades del autor han aprobado, y que los enemigos del
Catolicismo han aplaudido con entusiasmo, no es en el fondo,
como ya se ha dicho, más que un trabajo verdaderamente
liberal, y hasta generoso, para la razon, y muy poco cortés y
condescendiente para con la fe.
Por lo que hace á nosotros , no tenemos más pesar que el
de no haber dado á conocer más pronto á ese extraño apo
logista de la Religion , y el de haber quizá contribuido por
nuestra parte, con el silencio que constantemente hemos
opuesto á sus incalificables ataques, á hacerle creer, que,
por que escribe largos artículos y gruesos volúmenes, de los
que una tercera parte son citas, la otra tercera parte repeti
ciones y el resto contradicciones , se halla en estado de en
tablar una discusion seria. Más vale tarde que nunca. Hay
entendimientos formados de tal manera , que si no se les dice
nada, concluyen por creer que son una gran cosa, lo cual
los alienta á acometer empresas arriesgadas, en las que aca
ban por romperse la cabeza. No siempre es caritativo el no
contestar nada á personas que no tienen derecho á que se las
— 20 —
dé una respuesta. Una admonicion en regla, tal vez hubiera
hecho reflexionar al sistema ; hubiera comprendido que no
habria perdido nada en pasarse sin la gloria que ese gran
de hombre le proporciona, y cuyo interes bien entendi
do está en que no se aumente el número de sus enemigos,
de que no tiene ninguna necesidad, y aburrido y abochor
nado le hubiera retirado su poder.
A pesar de todo, ese libro no es ménos peligroso: atri
buye á los partidarios del método tradicional , y áun á este
mismo método, las suposiciones más extrañas y gratuitas,
y las presenta con tanta seguridad y aplomo , que cualquiera
se sentiria inclinado á creerlas como verdades. Hasta el dia
no se ha escrito nada tan ventajoso para el racionalismo filo
sófico , para engañar á los incautos , para esparcir la discor
dia entre los filósofos católicos , y para hacer recaer sobre
hombres, que no las merecen, las más graves acusaciones,
la odiosidad y el ridiculo.
Su autor dice en la página 23: «El medio oficial para juz
gar un sistema , es el estudiarle en los escritos de su autor,
del que todos los partidarios del sistema reconocen por su
maestro y por el verdadero fundador de la doctrina...» Lue
go, tal es incontestablemente para el sistema semiraciona-
lista el autor Del valor de la razon; solo en ese libro el semi-
racionalismo aparece lo que es, uno, por la unidad del des
orden, é indivisible, por la indivisibilidad del cáos. El noble
autor del Conocimiento de Dios , se ha contentado con hacer
un tratado de semiracionalismo ; el autor Del valor de la
razon es 4 el único que le ha erigido en doctrina, y le ha
constituido en ciencia. Ese libro es el verdadero formulario,
el código , el Coran de los verdaderos creyentes de la nueva
escuela; en efecto, tiene de comun con el Coran el fastidio
que produce su lectura, y el absurdo que forma su fondo.
Ese libro es todo él sistema : su autor es reconocido por todos
los partidarios del sistema , como su maestro y el verdadero fun
dador de la doctrina. Es, pues, en ese escrito en donde el siste
— ál —
ma debe ser bien juzgado ; pero áun con la mejor voluntad del
mundo para hacer abstraccion del autor en la presente con
troversia, es imposible el conseguirlo á los defensores de la
tradicion. El autor del Verdadero punto de la cuestion entre Ira-
dicionalistas y semiracionalistas , el abate Bensa , que ya he
mos citado, se ha adherido particularmente en su sabio tra
bajo al autor Del valor de la razon.
No se crea que al poner de manifiesto aquí algunos de
los errores, contradicciones é inconveniencias Del valor de
la razon, lo hacemos por un sentimiento de enemistad per
sonal. La prueba sin réplica de que semejante sentimiento no
se nos puede atribuir sin injusticia , es que, miéntras que el
autor ha estado solo , no hemos contestado á las provocaciones
poco leales que nos ha dirigido , falseando nuestros textos,
haciéndonos decir lo que no habíamos dicho , callándose so
bre lo que, en efecto, hemos dicho, y presentándonos como un
lamennesiano, en el mismo lugar, en que como los Anales de
filosofía cristiana lo han dicho, nosotros somos los que mejor
hemos refutado á M. de Lamennais,y le hemos dejado respirar
tranquilamente , por espacio de cinco años , á la sombra de
los laureles que le habian conquistado sus sabios trabajos en
el Corresponsal. Pero ahora que no es él solo, sino toda una
escuela muy peligrosa, una escuela constituida en estado de
guerra permanente contra la tradicion , que es el fundamento
de toda moral , de toda ciencia , de toda religion , nos es im
posible guardar silencio, y dejar que esa obra continúe en
gañando á los hombres sencillos, sin oponerla al ménos una
protesta enérgica y explícita , y sin levantar la yoz dicien
do: • Estad con cuidado» .
— 22 —

§ 4. Los semiracionalistas en general , lo son de buena fe , pero se enga


ñan en su objeto: creyendo defender la razon, ofenden á la Religion ; plan de
este escrito: no sólo es indispensable ser imparcial para con los errores, sino
juzgarlos con justicia y con verdad.

Si todos los semiracionalistas fuesen para nosotros hipócri


tas y enemigos encubiertos del Catolicismo, que toman la
máscara de un falso celo por la razon , con el objeto de cau
sar más daño á la Religion , hubiéramos dado á este escrito
el título de El semiracionalismo desenmascarado. Usando
sencillamente el título del semiracionalismo descubierto, da
mos á entender, que los semiracionalistas, con muy cortas
excepciones, son escritores de buena fe; que con las mejo
res intenciones combaten el tradicionalismo , y que como no
ilusionan ni engañan á sus lectores, sino despues de haberse
hecho ilusion ellos mismos, queremos descubrirlos á sí mis
mos , y á los demás. Porque para nosotros es evidente , que
ni se conocen ni son conocidos , y que el mal que causan
no es más sentido por los otros, que lo es por ellos mismos.
Como, segun dicen, no llevan otra mira en todo cuanto es
criben que la de reprimir las exageraciones peligrosas de los
tradicionalistas católicos , no hacen en verdad más que dar
satisfaccion á los racionalistas filósofos; y, lo repetimos, los
alientan y confirman en sus proyectos destructores y en sus
opiniones sacrilegas.
Imaginándose atraerlos al gremio de la Iglesia, no ven
que los alejan cada vez más de ella, pues que les conceden
que pueden hacer algo suficiente (1 ) en materia de Religion

(l) Su Santidad, el Soberano Pontífice Pío IX, no opina de esa manera:


les ha dado un solemne mentís en este notable pasaje que los nuevos semi-
pelagianos harían muy bien en meditar. « Es preciso mostrar á esos hom
bres que exageran desmesuradamente las fuerzas de la razon humana, que eso
es ponerse en oposicion directa con estas palabras tan verdaderas del doctor de
las naciones : Si alguien cree ser algo , cuando no es nada, se engaña á sí mismo;
es constante que por el pecado original, propagado á todos los hijos de Adan,
la luz de la razon se disminuyó, y el género hunano decayó miserablemente
— 23 —
sin la Iglesia y fuera de la Iglesia. Con el deseo de librar al
Catolicismo de la odiosa responsabilidad (así se expresan),
que los partidarios del método tradicional hacen pesar sobre
él , debilitan al Catolicismo, reconocen en el racionalismo de
rechos que no tiene, y se constituyen en sus apologistas.
Creyendo que se colocan en el justo medio y en una posicion
regular, y por consiguiente la única verdadera entre los
excesos del racionalismo y los supuestos extravíos del tradi
cionalismo, se colocan de hecho en el terreno de la incredu
lidad, hacen causa comun con ella y la suministran las ar
mas que emplea contra los defensores de la fe. Todos los
ataques insensatos que dirigen contra éstos, son victorias
para aquella ; todas las imprudentes concesiones que hacen á
las orgullosas pretensiones de la razon humana , son injurias
que infieren á la revelacion divina; y, semejantes al guerrero
de la mitología , Diomedes , que creyendo habérselas con un
hombre se encontró con una divinidad, los semiracionalis-
tas se imaginan vengar á la razon dirigiendo rudos ataques
contra la Religion. Porque detras de los Iradicionalistas , á
quienes combaten con una violencia mal disfrazada, com
prometiendo como hombres la causa del Catolicismo , se en
cuentra el Catolicismo mismo , se encuentra la Iglesia , se
encuentra Dios.
Podemos , pues , devolverles las reprensiones que nos di
rigen; y parodiando sus palabras (1), podemos con mucha
más razon decirles: Vuestro objeto es quizá laudable, pero
está lleno de ilusiones y de peligros. Fundáis toda vuestra filo
sofía , ménos en estudiar la revelacion que en desconcertarla;
en provecho de la razon aminorais la religion ; no veis que sa-
orificando la Religion á la razon , minais los cimientos de una y

del estado de justicia y de inocencia. Y sieudo así, ¿quién puede creer sufi
ciente la razon para adquirir la verdad? (Alocucion de 9 de Diciembre
de 1854.)
(1) Estas lindezas que nos dirigen nuestros adversarios, y que les devol
vemos, se hallan en las páginas 14 y 15 de la obra Del valor de la razon.
— 24 —
de otra ; la guerra que haceis á la tradicion es un ultraje á su
autor, es obstinarse en desprestigiarle y calumniarle con el nom
bre de tradicionalismo : es servir mal á la razon : es trabajar
en destruir su base, y atraer sobre ella el sarcasmo y el despre
cio de los verdaderos sabios y filósofos.
Así es que nos proponemos desempeñar la misma tarea
que vosotros os habeis impuesto, y que creeis haber desem
peñado con respecto á nosotros. Los excesos de vuestras opi
niones, os diremos á nuestra vez, son el producto de vuestro
sistema nuevo, y proceden de sus raíces; es, pues, necesario des
cender hasta ellas , y mostrar cuan profundamente se hallan vi
ciadas; es necesario despojar vuestro sistema (si es que teneis
alguno ) de su principio , disipar las sombras con que oscurece
esa parte de la ciencia , y poner de manifiesto en donde se halla
el mal en esta materia. Con este objeto, hé aquí el plan de
nuestro trabajo.
Nos remontaremos desde luego al origen, muy antiguo,
del racionalismo, é indicaremos las causas y la naturaleza
del racionalismo moderno. Definiremos el semiracionalismo,
que no es más que una rama bastarda; estableceremos tam
bien lo que es el tradicionalismo , y fijaremos con la claridad
posible el estado y la importancia de la cuestion entre los
semiracionalistas y los tradicionalistas , y justificaremos el tí
tulo de semipelagianos de la Filosofía que damos aquí á los
semiracionalistas. Este será el asunto de nuestro primer ca
pítulo.
En el segundo, atacando el semiracionalismo en parti
cular, expondremos su conducta con respecto al tradiciona
lismo, sus simpatías bien pronunciadas por el racionalismo
filosófico; pondremos de manifiesto los verdaderos principios
en que se funda , las verdaderas doctrinas que profesa , el
verdadero objeto que se propone, y al que solamente puede
llegar, y demostrarémos que el semiracionalismo no es en
el fondo ni más ni menos que el racionalismo disfrazado.
En ese capítulo procuraremos tambien dilucidar todavía
#
— 25 —
más la cuestion del origen de las ideas ; despues daremos á co
nocer la solidez , la sencillez y la belleza del sistema de santo
Tomás sobre este asunto , y haremos justicia al sistema racio
nalista de las ideas innatas.
El tercer capítulo contendrá la doctrina de la filosofía
cristiana , sobre la naturaleza de la razon , sobre las más im
portantes funciones del entendimiento humano , y contra la
opinion impía de la posibilidad de una moralidad sin Dios.
Una discusion de la más elevada Metafísica, nos conducirá
á consignar los absurdos y contradicciones del semiracio-
nalismo.
En el capítulo cuarto daremos la verdadera interpreta
cion de diferentes pasajes de la Sagrada Escritura y de los
Doctores que los semiracionalistas nos oponen , lo cual hará
patente que su talento para explicar la Escritura y los Padres,
no es nada portentoso.
Como los semiracionalistas fundan tambien su sistema to
cante al poder de la razon , sobre la experiencia de lo que
la razon de los filósofos antiguos y modernos ha sido capaz
de hacer con relacion á la verdad, examinarémos en el capí
tulo quinto esa experiencia , y haremos ver que está entera
mente contra los que la invocan.
Consagrarémos el capítulo sexto al exámen de los daños
que los semiracionalistas imputan á los tradicionalistas, y
probaremos que, fundados en datos falsos, en suposiciones
gratuitas, en la mala voluntad ó en el aturdimiento, esos
daños son tan poco verdaderos como inmerecida su cen
sura.
En fin , terminaremos nuestro trabajo con el séptimo ca
pítulo , en el cual demostrarémos los peligros y deplorables
resultados del semiracionalismo práctico , lo que acabará de
descorrerle el velo y darle á conocer tal como es.
En una palabra , queremos probar que el semiraciona
lismo :
\ .", es el semipelagianismo filosófico ;
— 26 —
2.°, que no es más que el racionalismo disfrazado ;
3.°, que es lógicamente absurdo ;
4.°, que es groseramente obtuso;
5.°, que es históricamente falso ;
6. °, que es evidentemente injusto ;
7.", que es prácticamente funesto.
El lector decidirá luego si todo esto queda ó no probado.
No prometemos á nuestros lectores esa mentida impar
cialidad que los patronos del sistema á que hemos descorrido
el velo prometieron á los suyos, y que de hecho (1) no
siempre han guardado.
La imparcialidad y la tolerancia doctrinales del error, no
son más que la indiferencia , la negacion y la apostasía con
respecto á la verdad.
No nos comprometemos sino á no hacer decir á nuestros
adversarios más que lo que realmente han dicho , á no com
batirlos sino por sus mismos principios, por sus propias con
fesiones, y por las consecuencias que necesariamente de ellos
se derivan; para que si esos filósofos se quejan, se tenga el
derecho de decirles lo que dijo su rival á aquel principe que
habia dejado el martillo del herrero, para empuñar el cetro
imperial : « ¿Has forjado tú ese cuchillo.. .»

(1) Del valor de la razon, Pág. 20.


CAPITULO PRIMERO.

LA CUESTION Y SU IMPORTANCIA ; LOS SEMIRAC10.NALISTAS SON LOS


SEMIPEL AGIANOS DE LA FILOSOFÍA.

§ i. Origen del racionalismo puro: es la rebelion de la razon contra la re


velacion divina. El pecado de los ángeles y el del primer hombre no fueron
más que racionalismo. Los judíos deCafarnaum y todos los herejes fueron
racionalistas. Qué es el racionalismo filosófico de nuestros dias? ¿Cómo se
ha definido á si mismo el semiracionalismo?

Hay cosas que, aunque nuevas en el nombre, se remon


tan en el fondo á la más remota antigüedad. A esa categoria
pertenece el racionalismo filosófico.
La cuestion entre el racionalismo y la tradicion no es en
realidad más que la cuestion eterna entre el pensamiento de
la criatura y la revelacion del Criador, entre el crimen y el
deber , entre la rebelion y la obediencia , entre la razon del
hombre y la autoridad de Dios. No es, pues, ni de hoy ni de
ayer; aunque con nombres diferentes, se ha agitado siempre
y se encuentra hasta en el origen del mundo.
El pecado de los ángeles no fué más que el acto de opo
sicion de su inteligencia á la primera tradicion que Dios con
cedió á aquellas criaturas inteligentes, ó á la revelacion que
les hizo de la ley á que debian someterse, y de los medios
sobrenaturales por los cuales debian salvarse. Su pecado fué,
pues, un verdadero racionalismo, en cuanto puede encontrar
se en ¡a naturaleza angélica.
Preguntar ó exigir el cómo y el por qué en oposicion á la
palabra de Dios, es una invencion diabólica , un pensamiento
— 28 —
infernal. Satanás fué el primero que pronunció ese cómo y
ese por qué eu materia de revelacion divina , cuando dijo á
nuestros primeros padres: '¿Por qué, y con qué derecho os
ha prohibido Dios el comer indistintamente de todas las
frutas del Paraíso? Cur prcecepit vobis Deus ut non comedere-
tis de omni ligno paradisi?» [Gén. : m, i.) «Dios, le respon
dieron, nos ha permitido comer de todas las frutas de los
árboles que hay aquí, y sólo nos ha prohibido comer la fruta
del que está eu medio, y hasta el tocarla, porque tal vez
moririamos. Ne forte moriamur.* (Ibid.) Y Satanás contestó:
«No, no, eso no es verdad, no morireis; sino que Dios sabe
muy bien que el dia que comais se abrirán vuestros ojos á
una luz inefable, conocereis lo mismo que él, el tiien y el
mal , y llegaréis á ser tambien dioses. Nequáquam morte m.o-
riemini : scü enim Deus quod , in quocumque die comederitis eoo
eo, apertentur oculi vestri, el eritis sicul dii, scientes bonum et
malum* . (Ibid.)
Cediendo, pues, á aquella horrible sugestion , que repre
sentaba á Dios como un embustero, como un Señor injusto,
como un Dios ávido de reservarse el monopolio de la cien
cia y de la divinidad; nuestros primeros padres cedieron á
un movimiento de orgullo de su razon , cedieron al deseo de
saberlo todo por su razon , cedieron al anhelo de emancipar
su razon y de oponerla á la razon de Dios; cedieron á la
pretension sacrilega de llegar á ser dioses en su razon , y de
compartir la razon , la independencia y la soberanía de
Dios. Su pecado fué, pues, racionalismo puro, racionalis
mo elevado á su más alto grado , llevado hasta el último ex
ceso.
Así que, desde esa época, tan funesta á la raza humana,
y bajo la inspiracion de Satanás , que fué su autor , el racio
nalismo penetró en el mundo y creó en él la incredulidad.
Porque, como observa muy bien san Juan Crisóstomo:
«Cuando en materia de revelacion divina se comienza por
dudar y por buscar el cómo, se concluye por no creer nada.
— 29 —
Quando subit qucestio, qüomodo aliquid fíat, simul et incredü-
litas». Y san Cirilo Alejandrino dijo: «Es una insensatez el
preguntar el cómo de las cosas que Dios ha revelado ; es obs
tinarse en no ver que esa palabra es el manantial impuro de
toda blasfemia y de todo error. Illud quomodo stulte de Deo
proferunt , quasi nesciret hoc ' loquendi genus omni scatcre blas-
phemia* .
No somos nosotros de los que opinan que no hay nada
bueno, sino que, por el contrario, todo es malo en los escri
tos de los filósofos antiguos. Nos complacemos en reconocer,
como lo hemos hecho siempre, que esos escritos contienen
páginas admirables acerca de Dios, sobre el alma y los debe
res. Pero, como se verá más adelante, esos autores no han di
cho tan bellas y tan buenas cosas sobre esos graves asuntos,
sino en cuanto han permanecido fieles á las tradiciones de la
humanidad, y se han hecho los elocuentes intérpretes, y casi
nos atreveriamos á decir los evangelistas de esas tradicio
nes. Pero cuando , como tambien hemos observado siempre,
han prescindido de la fe en las creencias universales del gé
nero humano, y quisieron saber el cómo, pretendieron com
prenderlas por su razon, someterlas á su razon, medirlas
por su razon , y comenzaron á buscar por su razon las ver
dades de que el mundo se hallaba en posesion por la tradi
cion, lo perdieron todo, no conservaron nada; y, como dice
san Pablo en esos admirables pasajes que reasumen en pocas
palabras los extravíos de la antigua filosofía : «Se han eva
porado en la vanidad desus pensamientos. Conceptuándose
los más sabios de los hombres, y figurándose ser unos espíri
tus fuertes, porque cesaban de creer lo que Dios habia ma
nifestado á todos los hombres , llegaron á ser los más necios.
Agotando sus fuerzas en soñar de continuo nuevas verdades
por medio de la razon , en vez de emplear en despojar de la
escoria del error las antiguas verdades , toda verdad se les
escapa y no conciben más que la mentira y el error. Eva-
nuerunt in cogitafionibus suis, dicentes se esse sapientes , stulti
— 30 —
facti sunt. (Rom., I.) Semper discentes el nunquam ad scientiam
veritatis pervenientes.» (II, Tim., ni.)
El racionalismo ha sido tambien el que ha producido el
idealismo, el materialismo, el panteismo, el ateismo y el
escepticismo; en una palabra , todos los errores, en que des
pues de haber escandalizado y aterrado al mundo, fué á en
golfarse y abismarse la antigua filosofía.
A la aparicion del Hijo de Dios hecho hombre, para ilu
minar y salvar por el gran remedio de la fe , al género hu
mano que iba á perecer por el orgullo de la razon, fué tam
bien el racionalismo el que , patrocinando todos los vicios y
todos los errores, se elevó y alzó contra sus revelaciones di
vinas. La primera herejía que surgió en Cafarnaum con mo
tivo de la gran revelacion del misterio de la Eucaristía , no
fué más que un acto de orgullo de la razon de los judíos, que
deseaban saber cómo era posible que una palabra pronuncia
da por boca de la verdad eterna , fuese la verdad , y á
quienes parecia duro é insoportable el lenguaje divino por
que no podian comprenderle. Litigabant judei ad invicem di-
centes : Quomodo potest hic nobis camera suam dare ad man-
ducandum? Durus est hic sermo, et quis potest eum audire? (San
Juan : vi , v, 53 y 61.)
Fué, pues, la misma palabra de la razon en demencia,
que, pronunciada por Satanás por primera vez en el Paraíso,
perdió á la raza humana , la que, repetida más larde por los
judíos de Cafarnaum, produjo el primer cisma, arrancó de
los brazos del divino Salvador á todos sus discípulos, no le
dejó más que los doce Apóstoles, y por poco mata á la Igle
sia en su cuna.Eíc hoc multi discipulorum ejus abierunt retro,
et jam non cum illo ambulabant. Dixit Jesus ad duodecim.
(Ibid. : v. 67 y 68.)
Desde entonces comenzó la lucha que hace diez y ocho
siglos sostiene la herejía con la verdad católica por un mismo
sentimiento, por el mismo principio y la misma causa. Por
una parte el orgullo de algunos cristianos aislados, que pre
— 31 —
tendea comprender mejor el Cristianismo con el auxilio de los
libros santos interpretados por la razon ; de la otra , la fe de la
Iglesia, los Pontífices, desde san Pedro hasta Pio IX; los Con
cilios , desde el de Jerusalen hasta el de Trento ; todos los
Padres y Doctores de la Iglesia , desde Tertuliano hasta Bos-
suet, acudiendo siempre á las verdaderas fuentes de la fe, y
explicando los libros santos por la tradicion.
Aun en nuestros dias , la cuestion entre los protestantes y
los católicos no es más que la cuestion entre el racionalismo
y la tradicion cristiana : una cuestion entre el orgullo del
espíritu particular y la docilidad del espíritu general de la
Iglesia. Todos los herejes no han sido más que filósofos, con
pretensiones de colocar su razon sobre la razon de la Iglesia,
como los antiguos filósofos : en cuanto siguieron todos los er
rores, no han sido más que herejes que pretendian colocar
su razon sobre la razon de la humanidad. Pero unos y otros
no han sido más que verdaderos racionalistas, y el raciona
lismo ha sido siempre la verdadera herejia, madre de todas
las herejías : el verdadero error, fuente de todos los errores.
Uno de los cargos que los apologistas católicos , y Belar-
raino y Bossuet en particular, han dirigido á los doctores
protestantes, es que en el principio del libre examen, que
sirve al protestantismo de panto de partida y de base, el pro
testantismo encerraba el germen de todos los errores y de
todas las herejías. Se ha rechazado este cargo como una ca
lumnia, y se han pronunciado en alta voz las palabras injus
ticia é intolerancia. Sin embargo, la historia de las iglesias
protestantes no ha tardado en demostrar que le tenian muy
merecido , porque no hay en ellas ni uno sólo de los dogmas
y de los preceptos del Evangelio, y aun de lo que se ha que
rido llamar religion natural, que haya merecido la menor con
sideracion entre las innumerables sectas que la Reforma ha
producido á la vista misma de los primeros reformadores, ni
hay herejía que no haya sido renovada , trasformada en dog
ma religioso por alguna de ellas , siempre en virtud y á favor
— 32 —
del libre examen sobre el que el protestantismo se ha esta
blecido.
En nuestros dias, la historia de la Filosofía se ha encargado de
completar la demostracion de la horrible fecundidad del prin
cipio protestante , que la historia del Cristianismo reformado
habia comenzado. Los sistemas de la razon pura , deKant; del
yo puro, de Fichte ; de la identidad absoluta del subjetivo y del
objetivo, de Scheling; y del ideal absoluto, de Hegel, no son
más que el desarrollo completo , el ámplio comentario del
principio del libre examen , proclamado por Lutero ; y la fi
losofía protestante, que entendimientos muy cortos han te
nido la desgraciada idea de introducir en las escuelas católi
cas , no es en el fondo más que la última palabra que el pro
testantismo acaba de pronunciar en Alemania , y cuyo triste
eco se ha repetido en Francia; porque en este país, lo mis
mo que en Alemania, los filósofos anticristianos se hallan
todos de acuerdo en proclamar á Lutero como á su patriarca
y su padre , se inclinan delante de él con religioso respeto, y
como al Dios de las ciencias , á quien pertenecen lodos los pen
samientos (Sap.), le atribuyen todos sus pretendidos progre
sos filosóficos.
Pues bien : esa filosofía, hija legítima y natural del protes
tantismo, se reasume toda entera en esta doctrina : «La ra-
, zon de cada hombre se basta á sí misma. No necesita la asis
tencia de ninguna razon extraña ó superior : no necesita más
que de sí misma para conocer perfectamente á Dios, al hom
bre, su naturaleza , sus relaciones con todos los seres, y su
último destino » . Es decir , que el hombre natural, únicamente
por los medios que le son propios , por el raciocinio y la re
flexion en particular, puede llegar al conocimiento de todas
las verdades esenciales , ya sean intelectuales ó morales ; es
decir, que, por consiguiente, sobre todos esos puntos puede
pasarse sin toda enseñanza exterior, y sin toda autoridad, y
que atrincherándose , por decirlo así , en ella misma , es ca
paz de conocerlo todo por sí misma , por lo ménos con el
— 33 —
tiempo y la aplicacion» . Esto es lo que se llama racionalismo
puro , racionalismo filosófico , racionalismo absoluto.
Pero si es así, si por los únicos medios que le son propios,
el raciocinio y la reflexion , el hombre puede llegar á formu
larse, de una manera cierta y sin mezcla de error , fixa certi-
tudine absque dubilatione el errare, sus creencias y sus debe
res; demás está, dice santo Tomás, toda revelacion (1.)
En efecto, ¿para qué sirve una revelacion positiva, si el
hombre se basta á sí mismo para llegar á conocer lo que debe
creer, lo que debe practicar? En esa hipótesis todo el mundo
tiene el derecho de entonar un cántico de gloria con los mo
dernos racionalistas, y de repetir con el sofista de Ginebra:
« No necesito de una religion revelada , me contento con la
religion natural » . En esa hipótesis , la revelación no es más
que una superfluidad, una superfetacion , que seria absurdo
admitir, pues que ninguna necesidad habria de ella , y se nie
ga, se rechaza de tantas maneras toda revelacion. En esa hi
pótesis, sólo el racionalismo es la razon misma , toda la razon,
toda la Flosofía , toda la Religion ; en eso es en lo que consiste
esencialmente el racionalismo filosófico y absoluto, que con
muy cortas excepciones forma toda la filosofía moderna.
Al lado de ese racionalismo, que es el verdadero (sensible
nos es decirlo) algunos filósofos católicos, con la laudable in
tencion sin duda de neutralizarle y combatirle , han colocado
una especie de racionalismo bastardo , que se llama semi-
racionalismo, racionalismo mitigado, y hasta racionalismo cató
lico; palabras que se excluyen y que no pueden hallarse bue
namente reunidas. Porque es lo mismo que si se dijese: el
Catolicismo protestante , ó el protestantismo católico. « El racio
nalismo católico , dice uno de sus apologistas, no es el racio
nalismo filosófico. Este proclama la independencia de la razon
humana cuyas fuerzas naturales bastan, segun él, para llegar
á la verdad; el racionalismo católico, aunque reconoce la
(1) Si ratio humana, sufficienter experimentum praebet , totaliter exclu-
diturmeritum fidei. (XXII, Quaest. n, Art. 20.)
3
— 34 —
aptitud de la razon para descubrir una parte de la verdad , la
declara incapaz de encontrar la verdad toda entera, sin las-
luces de la fe» (1).
Este es el resumen fiel de la doctrina del racionalismo mi
tigado, ó por lo ménos tal como se halla expuesta en una
obra , que ha metido mucho ruido (2), y que ha valido á su
piadoso y elegante autor los poco lisonjeros elogios de los
sabios más sospechosos en materia de ortodoxia, y áun de
los enemigos declarados del Catolicismo; y tal como se halla
sostenida y formulada en el Valor de la razon, obra clásica
en esta materia.
Así, pues, los partidarios de este sistema, admitiendo que
hay verdades que la razon humana puede descubrir por sí
sola , reconocen que hay otras que exceden al alcance natu
ral de esa razon , y cuyo conocimiento no puede venirla sino
de otra razon superior. No conceden á la razon más que un
poder limitado, el de descubrir por sí sola, no todas, sino
únicamente algunas verdades, como la de la existencia de
Dios, la de la creacion del mundo , de una ley moral y de la
inmortalidad del alma. Y por lo que concierne á Dios en par
ticular , esos racionalistas admiten que se ie puede adivinar
encontrarle en el camino de la vida , llegar á saber que exis
te y conocerle en cierta manera ; mas que para tener un co
nocimiento perfecto y completo de él , es absolutamente ne
cesaria la revelacion (3). Eso es lo que se llama racionalismo
católico , racionalismo mitigado ó templado , semiracionalismo,
y que se llamaria mejor el justo medio filosófico , que , como
nos convenceremos bien pronto , no es ni más sólido ni más
serio, con respecto á la Filosofía y á la Religion, que el justo
medio político lo es con relacion al orden social.

.. (1) M. Rigault. (Diariodelos Debates, 12 de Enero de 1856.)


(2) Del conocimiento de Dios , por el abate Gratry , del Oratorio.
(3) Gralry. Conocimiento de Dios. -'
— 35 —

§ 2.'
pios, Exposicion
y sus verdaderas
del sistema
doctrinas.
del Estado
tradicionalismo.
de la cuestion
Sus entre
verdaderos
los SJUlracio
princi~

nalistas y loS TRAOICIONALISTAS.

Salvas algunas exageraciones, que no hemos procurado


justificar, lo que se llama el tradicionalismo no es más que
el método católico que todos los doctores de la Iglesia, desde
Tertuliano basta Belarmino , y todos los apologistas de la Re
ligion, desde Lactancio hasta Bossuet y Bergier, han segui
do constantemente en sus controversias con los herejes de
todos los matices, con los filósofos y con los incrédulos.
Apoyándose en la autoridad de los libros santos, los tra-
dicionalistas tienen la sencillez de pensar que Dios, al criar
al hombre , no le condenó á la ingrata é ímproba tarea de
formarse , por medio del raciocinio , el símbolo de sus creen
cias y la ley de sus acciones , á riesgo de no llegar á conse
guirlo : que Dios se reveló á sí mismo desde el primer ins
tante á la obra predilecta de su amor: que la instruyó de su
origen , de su naturaleza , de su destino y de los medios de
llegar á él : que al decir que el hombre fué hecho en ánima
viviente Faclus est homo in animam viventem (Gén.: n, 7), la
Sagrada Escritura ha querido enseñarnos que el Dios Criador,
cuyas obras son todas perfectas , dió al mismo tiempo al padre
del género humano la vida física, consistente en la union del
alma y del cuerpo, y la vida intelectual, que consiste en la
union de la inteligencia y de la verdad , como tambien la vida
moral , espiritual , consistente en la union del corazon y de
la gracia santificadora ; y, en una palabra , que le dió toda
especie de vida , colmándole de todas las gracias y revelán
dole todas las verdades (i).

(i) Los materialistas, que hacen del hombre la obra de la energía de la


materia , de la combinacion de los átomos ó del azar, no fijan su atencion en el
grande hecho de que casi todos los séres vivientes nacen provistos de todo
cnanlo les es necesario para conservarse y crecer, miéntrasque el hombre es
el único sér viviente que nace en tal estado de debilidad y desnudez, que no
— 36 —
Los tradicionalistas tienen tambien la sencillez de pensar
que el primer hombre fué criado, no solamente razonable,
sino razonador; no sólo pudiendo hablar, sino hablando; no
sólo pudiendo conocer , sino conociendo , en efecto , todo lo que
debia creer y debia practicar: que no encontró por el racio
cinio , ni todas las verdades , ni áun algunas, que no ha des
cubierta ni en todo, ni en parle la verdad: que él no ha in
ventado el lenguaje ni la razon : que no se ha engendrado
ni dado la vida á sí mismo ; y, en fin , que así como por el
primer hombre viviente han vivido todos los demás hombres
en el órden corporal, del mismo modo, por ese hombre que
hablaba, raciocinaba y conocía la verdad, han aprendido á
hablar, razonar y conocer la verdad. Porque la experiencia
ha probado que el hombre que no oye hablar no habla , que
el hombre con quien nadie razona no raciocina , que el hom
bre á quien nadie hace conocer la verdad no conoce nin
guna, como el hombre que no se engendra no nace; está
probado por la experiencia que la vida intelectual y moral,
como la vida física , se trasmite , se recibe, pero no se inven
ta; y que así como por la generacion del hombre primitivo
se ha propagado la vida física , así tambien por el lenguaje
y la enseñanza del mismo hombre se han propagado y esta
blecido en la humanidad la vida intelectual y moral, el len
guaje y el conocimiento de todas las verdades esenciales del
órden social y religioso.
Los tradicionalistas tienen además la sencillez de pensar

puede vivir ni tres días sin la asistencia de alguien. Una de dos cosas, pues,
segun la hipótesis de los materialistas: ó el hombre no salió sino en estado de
germen ó de niño de las manos de la naturaleza y del azar, y es absurdo
pensar que en semejante estado se desarrollase , alimentase, conservase y cre
ciese por sí mismo, ó salió en un estado de desarrollo completo, y en la'edad
de urttiombre ya perfecto , y es un absurdo todavía mayor el pensar el que la
materia ó el azar hayan hecho por el hombre lo que para los materialistas
Dios no ha podido hacer. Así , abandonando la historia genesiaca de la creacion
del hombre, bajo pretexto de que no se comprende, hay por necesidad que
acudir á hipótesis todavía más incomprensibles é incurrir en el absurdo.
— 37 —
que el mismo Dios, que reveló sus verdades al primer hom
bre , y que dispuso que el lenguaje y la tradicion las espar
ciesen por todo el mundo, las hizo patrimonio inajenable
del género humano , y que en cierto modo las hipotecó al
orden establecido por su providencia , por su poder y por su
bondad, y que, por consecuencia, han podido, por lo ménos
en cuanto á su aplicacion práctica , disminuirse entre los hijos
de los hombres (Psal.), ser alteradas, corrompidas, y harto
bolladas por sus pasiones ; pero que en cuanto á sus princi
pios generales, jamás han podido ser completamente des
truidas , y borradas de la superficie de la tierra ; que más ó
ménos oscurecidas ó desfiguradas , han permanecido siem
pre en pié, siempre radiantes, con una luz que jamás se ha
podido eclipsar enteramente en toda la especie humana, como
el fundamento de todo órden, de toda sociedad, como con
diciones indispensables de su existencia y de su duracion.
Por manera, que no hay nacion, pueblo, ni familia, por mas
bárbara y salvaje que sea , en donde no se encuentre la idea
del Ser Supremo, de un Dios, criador y dueño del universo,
y de un culto con que es necesario honrarle : en donde no
se encuentre la idea de una ley moral descendida de lo alto,
de la existencia y de la inmortalidad del alma , de las penas
y de las recompensas eternas en la vida futura; es decir,
que la revelacion primitiva , ó la Religion que Dios dió al
mundo desde su origen , en cuanto á sus principios esencia
les, no ha cesado jamás de existir en el mundo y en sus di
ferentes partes, y siempre se ha mostrado en todas partes
bastante fácil de conocer y bastante accesible, para que nin
gun hombre haya podido alegar ignorancia ni excusar su
violacion.
Los tradicionaüstas tienen, en fin, la candidez de creer
que la razon no ha sido dada al hombre para descubrir por
sí mismo, con el auxilio que le presta, las verdades esencia
les del órden intelectual y moral, cuyo conocimiento lees
indispensable desde la primera edad de la vida ; porque en
— 38 -
cuanto á esas verdades , la providencia de Dios ha dispuesto
que le sean reveladas por la tradicion social , áun ántes de
que comience á raciocinar , y como para darle la base de su
razon misma. Por manera, que sin pensar en ello lo más
mínimo , desde el primer instante de su entrada en la gran
familia de los seres razonadores , encuentra verdades en la
sociedad en donde ha nacido , en el hogar doméstico en don
de se ha criado , no sólo sin que se vea obligado á irlas á bus
car lejos de sí, sino hasta á pesar suyo. Para los tradiciona-
listas, la razon sólo ha sido dada al hombre para depurar
esas mismas verdades, que sin buscarlas ha encontrado en
derredor suyo , que tiene á la vista , y áun puede decirse en
la mano , para depurarlas , repito, de los errores que podrian
haberlas alterado , para darse cuenta de ellas á sí mismo y á
los demás, para defenderlas en sí mismo de sus propias pa
siones y afirmarse en ellas , para vengarlas tambien en los
demás de sus pasiones, y conservarlas entre ellos; en una
palabra , el papel de la razon no es el inventar ni crear las
verdades de que no tiene ninguna idea , sino el de desenvol
ver, demostrar y explicar las verdades conocidas por la ense
ñanza doméstica y las tradiciones de la humanidad , que ningun
hombre que ha vivido en la sociedad puede ignorar; guiar de
ese modo por su luz natural, sacada de la sociedad, al hom
bre á quien falta la luz sobrenatural de la fe , y conducirle á
ella : papel grandioso, noble y elevado; el que no se conten
tase con él , seria demasiado exigente , difícil y absurdo.
Es verdad que en nuestros dias ha habido un talento muy
distinguido , que renovando el error del sabio obispo de
Avranches, Huet, ha sostenido que el hombre no puede es
tar cierto de nada fuera de la revelacion cristiana , y del tes
timonio de los libros santos (1). Pero, cual nuevo Fenelon,

(1) Ya habíamos refutado ese error en 18bl : habíamos colocado á sus par
tidarios en el número de los escépticos religiosos modernos. (Véanse nuestras
Conferencias sobre la razon filosófica, etc., impresas el mismo año, tomo i,
Confer. II , párrafo 13; y Confer. III, párrafo 9.)
— 39 —
acaba de anunciar en una circunstancia solemne, con una
buena fe y una publicidad que le honran , que ha rechazado
y reparado ese error (1). De todos modos, ese sabio ecle
siástico jamás ha pertenecido á la escuela tradicionalista;
por manera, que los señores racionalistas no tenian el dere
cho de hacer de él un tradicionalista ántes de que se retractase,
como no le tienen tampoco para hacerle racionalista despues
que se ha retractado. Por lo que hace á los verdaderos tra-
dicionalistas , no conocemos ni uno solo que haya sostenido:
« Que no hay certidumbre ni verdad fuera de la revelacion
cristiana , y que fuera de esa revelacion, el hombre no pue
de, por medio del raciocinio, demostrarse con certidumbre
la existencia de Dios, la espiritualidad, la libertad y la in
mortalidad del alma, de la que la sociedad le ha suminis
trado el conocimiento ; que esas mismas verdades no pueden
ser objeto de una fe humana , antes de ser objeto de una fe
divina ; y que , en fin, haya negado la necesidad, para el hom
bre que se halla fuera del Cristianismo, de admitir esas mis
mas verdades preliminares , que santo Tomás llama los
preámbulos de la fe , preambula ad fidem , ántes de abordar la
revelacion bíblica.» Lo único que con alguna razon puede cen
surarse á ciertos tradicionalistas, es, lo repetimos, el no ha
ber distinguido de antemano con bastante claridad la reve
lacion primitiva, de que la humanidad entera es tambien
depositaria, de las revelaciones sagradas , exteriores, de que
es depositaria la Iglesia; la fe natural, por la que todo hom
bre que se halla fuera del Cristianismo cree en la enseñanza
tradicional y social , y que es una necesidad de su naturaleza,
y la fe sobrenatural por la que se cree en las revelaciones di
vinas, y que es obra de la gracia , lo cual ha servido de pre
texto á sus adversarios para atribuirles la insensata preten-

(1) Yo he negado el poder de la razon natural; he pecado por exceso de


fe; pero la Iglesia, siempre sábia , ha rectificado, no digo mi error, porque yo
bascaba la verdad, sino mi mala inclinacion. (Discurso de M. Bautin en la
Fiesta de las escuelas.—Diario de los Debates, 8 de Diciembre de 1835.)
— 40 —
sion de querer atraer por medio de la Escritura al ateo y al
racionalista , que no admiten las Escrituras, y para acusarles
de quitarlo todo á la razon natural , á la razon humanitaria,
para concederlo todo á la fe sobrenatural , á la fe de la Iglesia.
Hé ahí lo que es el tradicionalismo despojado de todo lo
que no le pertenece, y que se han complacido en suponérselo
para tener el derecho y la satisfaccion de combatirle.
La cuestion , pues , entre los racionalistas y los tradiciona-
listas es la siguiente: ¿Puede el hombre con el auxilio de solo el
raciocinio elevarse al conocimiento de la verdad?
El racionalismo filosófico y absoluto responde á esta pre
gunta con un si decisivo, porque para él , el hombre puede por
su razon, y nada más que por su razon, llegar á conocer
todas las verdades esenciales del orden intelectual y moral
que le importa conocer.
El racionalismo católico y mitigado, responde con un sí lí-
mtdo, con un sí á medias. Porque para ese racionalismo el
hombre puede muy bien, con sólo sus medios, comprender al
gunas de las verdades esenciales de ese orden ; pero no todas,
porque el conocimiento completo de esas verdades no puede
obtenerse sino por medio de la revelacion.
En fin , el tradicionalismo responde á la misma pregunta
con un sí y un no, pero por relaciones ó conceptos diferentes;
porque para él , el hombre social , tal como existe y ha exis
tido siempre, puede ciertamente por medio de su razon al
canzar ó llegar á comprender muchas verdades de deduccion;
puede demostrar con certidumbre, y desarrollar y aplicar
esas verdades, de las que ha recibido la primera nocion, la
primera idea , la primera sospecha por medio de la sociedad;
pero que el hombre ideal, el hombre hipotético, el hombre
facticio , el hombre tal como le ha imaginado la filosofía ra
cionalista, tal como no existe, y como, salvas algunas raras
excepciones no ha existido jamás, no puede por medio del
raciocinio, del que, en ese estado, no tendria el uso comple
to, comprender verdades de que no tiene la menor nocion,
— 41 —
la menor idea, la menor sospecha. En una palabra, la res
puesta del racionalismo á la cuestion establecida más arriba,
se reasume en estos términos : el hombre, que ha llegado á ser.
hombre por la sociedad, puede perfeccionarse á sí mismo; pero el
hombre á quien se supone bruto, no puede hacerse hombre á sí
mismo por el raciocinio. Y pues que , de acuerdo en esto con
los racionalistas de pura raza, los semiracionalistas niegan
á los tradicionalistas la verdad de esta doctrina con más obs
tinacion que éstos emplean en sostenerla , toda la cuestion
entre semiracionalistas y tradicionalistas se reduce á que el
hombre, desprovisto de toda revelacion, de toda tradicion,
de toda instruccion domésticas y sociales, puede, sí ó no,
por sólo sus medios, elevarse al conocimiento de algunas ver
dades del orden moral y espiritual.
Este es, á nuestro parecer, el punto de la controversia,
expuesto con toda la claridad con que nos habíamos pro
puesto esclarecerle. Ese es el problema que procurarémos
resolver de manera (así lo esperamos) que no deje la menor
evasiva al espíritu de calumnia y de sofisma, ni nada que
desear á la buena fe, que desea ver claro en esta cuestion de
la más grande importancia , porque está íntimamente enla
zada, lo repetimos, con la base de la razon y de la fe: las
dos necesidades inseparables del hombre , los dos constitu
tivos esenciales de la humanidad.
Pero ántes de entrar en materia , debemos á nuestros lec
tores el justificar el título de semipelagianos de la Filosofía
con que calificamos á nuesíros adversarios, lo que segura
mente no nos será muy difícil. Ellos mismos son los que se
han dado por tales: oigámosles.
— 42 —

§ 3.° Un 'semiracionalista al confesar que el semiracionalismo no es más que


el semipelagianismo filosófico, se ha conducido con admirable exactitud;
resultado de la semejanza de los rasgos caracteristicos de los racionalistas y
felogíanos, y de los semiracionalistas y semipelagianos.

Uno de los más decididos abogados de la doctrina semi-


racionalista , en la defensa del más ilustre de los maestros de
la misma doctrina, se expresa en estos términos: «No conce
de al hombre más que la facultad de conocer y de demostrar
algunas verdades sin la revelacion, como los teólogos le re
conocen la de practicar algunas virtudes y evitar algunos pe
cados sin la gracia* . (Freppel : Defensa deM. M. — Anales de
Filosof. —Febrero de 1850, Pág. 144.) Tomamos con mucho
gusto nota de esta confesion tan franca é ingenua , salva la
herejía que pueda contener (1): el semiracionalismo se ha
retratado en ella fielmente á sí mismo. Él nos dice que existen
rasgos muy marcados de semejanza entre los semiracionalistas
y los semipelagianos; lo que equivale á decirnos que lossewit-
racionalistas son los semipelagianos de la Filosofía , como los
semipelagianos son los verdaderos semiracionalistas de la Teo
logía. Eso es decirnos, que el sistema semiracionalista es
tan falso , tan erróneo y tan condenable , bajo el punto de
vista filosófico, como el semipelagianismo loba sido bajo el
punto de vista teológico (sabido es que los semipelagianos
han sido condenados por la Iglesia). Nada más cierto.
Bajo el punto de vista teológico, la herejía de Pelagio,
segun san Agustin , se reasumia generalmente en estos dos
errores: 1.°, que negaba el pecado original; 2.°, que negaba

(1) La Iglesia ha condenado estas proposiciones. Pagani, Judcei, Hosretici


aliique hujus generis nullum accipiunl á Jesu Christo influxum.—Nulla dan-
tur gratia; nisi per fidem. —Extra Ecclesiam nulla conceditur gratia , etc. En
virtud, pues, de la gracia de Jesucristo, que desde la Iglesia se esparce hasta
fuera de ella, los hombres que no están en la Iglesia, hacen algunas veces obras
de salvacion ; y los teólogos, afirmando que pueden practicarse tambien algunas
virtudes refiriéndose á la salud sin la gracia, no se hallan más que en la es
cuela pelagiana y sus dependencias.
— 43 —
la necesidad, y aun la existencia, de toda gracia gratuita, in
terior , é igualmente lodo acto y toda obra que tuviese por
objeto la salvacion. Esa es precisamente la herejía raciona
lista bajo el punto de vista filosófico. El racionalismo absoluto
niega tambien de la manera más explícita la caida del hom
bre , afirmando que el hombre actual es el hombre natural,
el hombre con las imperfecciones esenciales de su naturaleza,
el hombre tal como ha sido siempre; y al mismo tiempo
niega la necesidad, y áun la existencia de toda revelacion po
sitiva, exterior de parte de Dios á la humanidad, con ob
jeto de enseñarla lo que debe saber para llegar á su destino.
Para los pelagianos, el hombre no necesita de ningun au
xilio sobrenatural, y de ninguna gracia : se basta á sí mismo
para evitar el mal y hacer el bien. Para los racionalistas,
tampoco el hombre tiene necesidad de ninguna luz prove
niente exteriormente de Dios, de ninguna revelacion: se
basta á sí mismo para evitar el error y conocer la verdad.
Los pelagianos sostenían que las fuerzas naturales del li
bre arbitrio son suficientes por sí solas , para que el hombre
observe todos los mandamientos de Dios , para que ltegue á
vencer toda tentacion , para que cumpla los actos de todas
las virtudes y consiga la salvacion eterna. Los racionalistas
sostienen igualmente que las fuerzas naturales de la razon
bastan por sí solas para que el hombre, conociendo todas las
verdades del orden intelectual y moral , evite todas las apa
riencias falaces, todos los sofismas , todos los extravíos de la
razon , para que cumpla los actos de todos los raciocinios y
llegue al objeto natural de su destino. El racionalismo , pues,
es el naturalismo completo con relacion á la inteligencia,
como el pelagianismo era el naturalismo completo con rela
cion á la voluntad del hombre.
Durante los debates que los católicos, con san Agustin á
su cabeza, sostenían con los pelagianos y que agitaban la
Iglesia, se encontraron algunos teólogos del justo medio, teó
logos que no tenian ni la pasion del error , ni el valor de la
— 44 —
verdad; teólogos medio pelagianos y medio agustinianos , que,
tal vez con intencion laudable (por lo menos en un princi
pio) de poner término á esas funestas luchas en el terreno de
la Teología, imaginaron una especie de transaccion entre la
doctrina de Pelagio y la doctrina del grande Obispo de Hi-
pona , que era la única doctrina de la Iglesia : entre el error y
la verdad; concedieron á los pelagianos que el hombre no
necesita de ninguna gracia preveniente , sino que le bastan su
libre arbitrio y las fuerzas de su naturaleza para hacer al
gun bien y para evitar algun mal, en el orden puramente na
tural , y para disponerse por esos medios á recibir infalible
mente los auxilios sobrenaturales, la primera gracia y las
demás gracias, interiores, necesarias para la práctica com
pleta de todo bien, y evitar todo mal, para el cumplimiento
de las obras de salvacion; y por ese medio, pretendian que
habian permanecido en la verdad de la teología católica;
porque admitimos, decian, la necesidad de la gracia inte
rior, afectando inmediatamente la voluntad del hombre, y
ayudándole á practicar las obras indispensables para sal
varse.
Del mismo modo, durante la lucha, que en nuestros dias
se ha empeñado entre los racionalistas y los tradicionalistas,
se han encontrado filósofos del justo medio , filósofos que no
teniendo ni la pasion del error ni el valor de la verdad : filó
sofos medio racionalistas y medio tradicionalistas , que sin
duda con la laudable intencion de hacer cesar esa lucha sen
sible en el terreno de la Filosofía , y que podia ser fatal para
la fe, han imaginado un sistema medio, una especie de tran
saccion entre la doctrina de los filósofos naturalistas y la doc
trina de los filósofos católicos. Concedieron á los racionalistas
que el hombre, entregado á sí mismo, el hombre aislado y
sin comunicacion con la sociedad , no necesita de ninguna
revelacion exterior que le dé las primeras nociones de la ver
dad y que prevenga en cierto modo su razon, sino que le
basta con su inteligencia, y con sololas fuerzas de la razon,
— 4S —
para elevarse al conocimiento de algunas verdades , para
evitar algunos errores, y para disponerse por ese medio á
recibirla revelacion sobrenatural, única que puede hacerle
evitar todo error , conducirle al conocimiento perfecto y com
pleto de todas las verdades que le importa conocer : por ese
medio pretenden permanecer en la verdad de la filosofía ca
tólica. Porque nosotros admitimos, dicen, como los tradi-
cionalistas , la necesidad de una revelacion sobrenatural he
cha al hombre para llegar al conocimiento cierto y sin mezcla
de error, al conocimiento completo de todo lo que debe
creer y practicar para alcanzar su perfeccion.
Si se les ha de dar crédito , por ese temperamento intro
ducido por ellos entre el racionalismo puro y el tradiciona
lismo , sólo los semiracionalistas conceden á la razon lo que
no puede negársela sin aniquilarla , y mantienen á la revela
cion en el lugar que no puede disputársela sin reducirla á la
nada : sólo ellos reconocen el poder de la razon y la necesidad
de la revelacion : sólo ellos ponen á cubierto los derechos de
la razon , sin quitar á la revelacion nada de su importancia,
y los derechos de la revelacion , sin quitar á la razon nada
de su valor: sólo ellos se inclinan ante la revelacion sin des
preciar la razon , y respetan la razon sin hollar la revelacion:
sólo ellos, en fin, honran á Dios en todas sus obras, porque
la razon , lo mismo que la revelacion, son obra de Dios. Pre
tenden además que son los únicos que se mantienen á una
distancia igual de los errores de los racionalistas , y de las
exageraciones de los tradicionalistas , los únicos á quienes el
mundo filosófico debe unirse, para que llegue á restablecerse
la paz en las escuelas.
Lo mismo sucedió con los semipelagianos : si se los hu
biese de creer, por la posicion media en que se habian colo
cado entre los pelagianos y los verdaderos católicos, eran los
únicos que concedian al libre arbitrio lo que no puede ne
gársele sin aniquilarle, y á la gracia, el concurso que no
puede disputársela sin anularla: ellos solos reconocian al
— 46 —
mismo tiempo el poder del libre arbitrio y la necesidad de la
gracia : ellos solos ponian á salvo los derechos de la natura
leza , sin quitar á la gracia nada de su importancia , y los de
rechos de la gracia sin quitar á la naturaleza su valor; ellos
solos se prosternaban ante la gracia sin despreciar la natura
leza , y respetaban la naturaleza sin hollar la gracia ; ellos so
los, en fin, honraban á Dios en todas sus obras, porque Dios
estan autor de la naturaleza como de la gracia. Pretendian,
pues, que eran los únicos que se mantenian á una distancia
igual de la herejía de Pelagio, y de los extravíos y arrebatos
de los partidarios de san Agustin : los únicos que tenian ra
zon , los únicos á quienes el mundo teológico debia unirse,
para que pudiese devolverse la paz á la Iglesia. .
Esos rasgos de semejanza de los semiracionalistas con los
semipelagianos son demasiado notables para ser puestos en
duda. El medio, pues, por su parte, para rechazar el título
que, siguiendo la indicacion de uno de sus adeptos, les he
mos dado de semipelagianos de la filosofía, es negar que
están, con respecto á los racionalistas filósofos, en la misma
relacion que los semipelagianos con los pelagianos puros.
Pero es incontestable que, á pesar del velo con que procuran
cubrirse, de las protestas que hacen, del lenguaje respetuoso
que usan al hablar de la revelacion , no son más que racio
nalistas á medias, racionalistas bastardos, y hasta verdade
ros racionalistas disfrazados, como los semipelagianos no
eran
Estamás
acusacion
que verdaderos
es en verdad
pelagianos
grave,enmascarados.
pero bien merecida.

Eso es lo que vamos ahora á probar por sus simpatías, por


su conducta con respecto á los racionalistas filósofos, y por la
profesion de sus mismos principios y de sus mismas doctri
nas. Que nuestros lectores esperen hasta ver la última línea,
y se asombrarán sin duda del retrato que los semiraciona
listas han trazado de sí mismos y con su propia mano, y se
convencerán que nosotros no hemos hecho más que arran
carles el velo , pero de ningun modo calumniarlos.
CAPITULO II.

RASGOS DE SEMEJANZA ENTRE LOS RACIONALISTAS CATÓLICOS Y LOS


RACIONALISTAS FILÓSOFOS. EL SEMIRACIONALiSMO NO ES MÁS QUE
EL RACIONALISMO DISFRAZADO.

§ 1.° Parcialidad de los corifeos del semiracionalismo para con los raciona
listas filósofos ; su injusticia para con los tradicionalistas ,' su descaro en
proponerles como modelos que imitar á los racionalistas.

La primera prueba de las simpatías del semiracionalismo


para con el racionalismo absoluto, nos la suministra la ma
nera con que el autor Del valor de la razon, el corifeo maes
tro, y al mismo tiempo el portaestandarte del semiraciona
lismo trata á los racionalistas ó impíos , y á los tradicionalis
tas ó verdaderos católicos.
En la referida obra, ese autor, piadoso y excelente ecle
siástico tanto como se puede ser , se expresa , sin embargo,
en estos términos: «Desde hace más de treinta años una mul
titud de pensadores, con un objeto sin duda muy laudable,
pero lleno de ilusiones y peligros, han fundado toda su filoso
fía, menos en estudiar la razon, que en desconcertarla. Segun
ellos , en provecho de la Religion pretendían aminorar la ra
zon, sin apercibirse de que, sacrificando la razon á la Reli
gion, minaban los cimientos de una y otra». (Pág. 12.) Y
más adelante (Pág. 14) el mismo escritor añade: «Una con
fianza excesiva é inmerecida en las fuerzas de la razon, ins
pira una presuncion culpable , induce á descuidar, á despre
ciar la revelacion y la enseñanza divina , abandona el enten
dimiento humano, sin regla superior, á todos los peligros
— 48 —
de errores y de ruina (grande y sublime descubrimiento).
Por otra parte, la guerra que se hace á la razon es un ultraje
que se hace á su autor (quién no ve aquí al poeta?). Obsti
narse en desconsiderarla y en calumniarla, es servir muy mal
á la Religion , es trabajar en destruir las pruebas que la sos
tienen , y atraer sobre los católicos los sarcasmos y el despre
cio de la incredulidad» .
Se ve, pues, que, segun este autor, los males é incon
venientes del racionalismo filosófico, no son en el fondo muy
grandes. No es culpable más que de tener una confianza al
gun tanto excesiva, y no del todo merecida, en las fuerzas de la
razon y en inspirar una presuncion que no puede estar exenta de
pecado. No conduce, cuando más, sino ^descuidar, á despreciar
la revelacion , lo cual es sin duda un gran pecado , pero no
una negacion; porque muchos cristianos descuidancon frecuen
cia y desprecian las leyes divinas sin negarlas. Sus resultados
no son errores ni ruinas, sino simplemente peligros de errores
y de ruina, que el racionalista, permaneciendo racionalista,
y guardando un poco de moderacion en sus ilusiones, puede
fácilmente evitar. Hé ahí en que términos tan dulces y llenos
de consideracion, un católico, un sacerdote, un religioso,
habla del racionalismo filosófico, el grande error» la inmensa
herejía de nuestros dias, la madre funesta de todos los erro
res y de todas las herejías.
Al contrario, para el mismo autor, el tradicionalismo se
propone un objeto lleno de ilusion y de peligro, desconcierta y
pretende aminorar la razon, y sacrificándola á la Religion mina
los cimientos de la una y de la otra. Los tradicionalistas,
haciendo la guerra á la razon, ultrajan á su autor, y son los
despreciadores, los calumniadores de la razon y los malos servi
dores y destructores de la Religion ; lo que en otros términos
significa que los tradicionalistas son los verdaderos enemi
gos armados del Catolicismo, monstruos que tienden á des
truirle bajo el pretexto de servirle, y que el tradicionalismo
es la verdadera herejía, el verdadero error del dia, el ver
— 49 —
dadero peligro para la fe , la ciencia y la sociedad , al que es
necesario apresurarse á combatir. El celoso apologista dice
tambien en la página 15: «Desde el concilio de Amiens, el
tradicionalismo continúa en sus errores. Por otra parte , esos
excesos de opiniones son el producto natural del nuevo
sistema y se hallan asidos á sus raíces. Es preciso, pues,
descender hasta esas raíces, y demostrar cuan profundamente
se hallan viciadas ; es preciso despojar á ese sistema de su
prestigio, disipar las sombras con que oscurece esa parte
de la ciencia , y mostrar en donde se encuentra lo verdade
ro en esta materia» . Preciso es convenir en que no puede
decirse nada más duro , más sangriento y más amargo , con
tra una secta de herejes la más hostil al Catolicismo , que lo
que ese escritor católico se ha permitido decir contra cató
licos hermanos suyos , que en el fondo defienden la misma
causa y participan de la misma fe.
En el curso de la obra se observa la misma parcialidad,
los mismos miramientos para con el racionalismo y la incre
dulidad , y las mismas invectivas , y áun todavía más violen
tas , la misma injusticia y el mismo encarnizamiento para con
los escritores católicos y hombres de fe. Véase , por ejemplo,
cómo ese sacerdote católico ha tratado á M. Bonald, una de
las mayores glorias del Catolicismo en Francia en estos últi
mos tiempos, á pesar de la tarea que se ha impuesto, y que
nosotros le hemos censurado, de haber querido resolver,
fuera de los principios de la filosofía católica, el gran proble
ma del origen de las ideas y de los conocimientos humanos.
Despues de atribuir á los tradicionalistas toda la hipocre
sía, toda la obstinacion y todas las sutilezas de los jansenis
tas para hacerse irrefutables ( Pág. 22 ) , el autor Del valor
dela razon continúa así: «Para librarse de esos hombres,
no hay más que un medio , que nosotros tenemos por muy
eficaz, y áun pudiéramos decir oficial, para juzgar todo su
sistema , y es el de estudiarle en los escritos de su autor , al
que todos los partidarios del sistema reconocen como su maes
— 50 —
tro y como verdadero fundador de la doctrina. Pues bien , tal
ES INCONTESTABLEMENTE M. DE BONALD, POR LO TOCANTE AL SIS
TEMA que examinamos». Es decir , que M. de Bonald ha sido
la causa de todos los extravíos del tradicionalismo , como
Lutero lo ha sido de todos los errores del protestantismo; y
que, en el fondo, él es el que ha hecho á la razon y á la Re
ligion todo el daño que les hacen los tradicionalistas, sus dis
cípulos y sus hijos. Luego el autor prosigue en estos térmi
nos, cuya sinceridad no debe ponerse en duda: «Ál pro
nunciar ese grande nombre (el de M. Bonald) sentimos la ne
cesidad de recogernos , y nos preguntamos si el respeto nos
permite el someter al exámen algunas de las opiniones del
GRANDE ESCRITOR » .
Pero nos parece que la crítica no ha ganado nada con ese
recogimiento del crítico, por el que el respeto ha permitido á
este último , no sólo el someter á exámen algunas de las opi
niones del grande escritor , sino tambien el demoler pieza por
pieza toda su filosofía. Más de dos terceras partes de la obra
Del valor de la razon , trescientas cincuenta páginas , no tie
nen más objeto que esa demolicion. El fervoroso semiracio-
nalista no perdona nada al autor de la Legislacion primitiva,
no tiene en Cuenta nada , no guarda consideracion , ni áun con
una de sus numerosas obras ; y, sin embargo , como ya hemos
probado (1 ), se encuentra á veces en ellas algo verdadero,
nuevo, y áun sublime. Hasta refuta las dos magníficas diser
taciones sobre la imposibilidad de que el hombre haya inventado
la palabra y la escritura, producciones las más notables de
M. de Bonald, y las únicas quizá que trasmitirán á la poste
ridad su erudicion , su sentido filosófico , el vigor de su ra
ciocinio y su celo por la verdad. No contento con despreciar
sin distincion todas las opiniones, todas las doctrinas y todo el
fondo de las obras de M. Bonald , penetrado siempre del

(1) Véase el elogio que hemos hecho de M. Bonald, y la justicia que hemos
hecho á su talento , á su genio, á su carácter, en nuestro opúsculo De la Ver
dadera y falsa filosofía. (Pár. i, Pág. 10 y siguientes.)
— 51 —
mismo respeto por su grande nombre, nuestro autor ataca
hasta el estilo y la forma. Para ese inexorable censor, M. Bo-
nald es un filósofo que sus propios amigos no siempre han en
contrado rigorosamente de acuerdo consigo mismo (Pág. 22);
es un escritor con frecuencia confuso, oscuro y embarazado con
cuestiones que suscita él mismo (Pág. 128). Lo que en otros
términos equivale á decir, que el grande nombre de M. de
Bonald , recuerda grandes errores , y que el grande escritor
era un pigmeo (1).
En esa misma obra M. Cousin no es más que el ilustre jefe
de los racionalistas en Francia. Esos mismos racionalistas son
hombres de talento, cuyas doctrinas , mas bien que errores
colosales, son sueños (2), pecadillos de que la Religion no se
alarma ni la sociedad tampoco; son, en fin, hombres de virtud,
cuyo valor en reconocer sus yerros, y su docilidad en escuchar

(1) Abandonamos esa crítica, severa hasta la injusticia, á los hijos del gran
de hombre , cuya susceptibilidad impresionable y amor filial se han sobreex
citado con motivo de la crítica que hemos hecho de una sola de las opiniones
del mismo filósofo. Pero, preciso es decirlo, hemos cometido la imprudencia de
no pedir á tan ilustres personajes el permiso de criticar á su padre ; mientras
que el autor Del valor de la razon, como él mismo nos manifiesta, tomó la
precaucion de proveerse, de ese permiso, y obtuvo, segun parece, carta blanca
para hacer trizas al grande Bonald, como lo ha hecho. Añadiremos aquí, que
ni aun ha perdonado á M. de Bonald la hermosa rectitud de su alma, que le in
clinaba á hacer justicia á sus adversarios, cuando podía hacerlo sin ofender á la
•verdad. Porque al hablar de Rousseau, M. Bonald dijo: «No se ha salvado de
esa dificultad sino por la rectitud natural de su ánimo , cuando no es impulsa
do por su humor extravagante, por el orgullo de su carácter, ó sus preocupa
ciones de nacimiento y de país»; el desapiadado crítico le imputa como un cri
men esas palabras tan exactas y comedidas, pues dice (Pág. 187, nota) «es la
primera vez que vemos á un escritor católico encomiar en J. J. Rousseau la
rectitud de su ánimo».
(2) Más adelante , al citar el innoble y monstruoso pasaje de Horacio, sobre
el origen brutal del hombre , el mismo autor le llama simplemente una ilusion;
y, en efecto, nada hay más inocente que semejante hipótesis. Le llama tambien
una fábula de Horacio , de Lucrecio y de otros epicúreos ilustres ( Pág. 202).
Así que, para ese filósofo católico, todos los filósofos anticristianos, no sólo ra
cionalistas, sino hasta epicúreos, son ilustres; sólo los tradicionalistas , que
tambien son filósofos, aunque católicos, no tienen derecho á la ilustracion, sino
únicamente á la compasion.
— 52 —
las palabras de los Concilios , son dignos de proponerse por
ejemplo á esos malditos tradicionalistas tan obstinados, tan
endurecidos en su sistema y tan recalcitrantes para con esa
misma palabra (1). Lector, no os asombreis de esa indulgencia
de los racionalistas católicos para con los racionalistas filósofos,
los enemigos más grandes del Catolicismo. Esa indulgencia
revela, entre esos dos matices del racionalismo, relaciones
de parentesco , que resultan de las mismas doctrinas y del
mismo nombre : prueba que no son más que miembros de
una misma familia. Es, pues, muy natural que los semiracio-
nalistas traten á los racionalistas puros con la benevolencia,

(1) Esto es tan extraño , que no se querrá creer sino oyendo las mismas ex
presiones del sacerdote filósofo; hélas aquí: « La escuela tradicionalista ha oido
tambien la voz de los Concilios: han hablado de ella y para ella; la han adver
tido sus extravíos y sus exageraciones peligrosas. Entre los escritores tradicio
nalistas hay muchos que han tenido el valor de reconocer sus yerros, 6 solamente
de moderar sus exageraciones. Ofrecemos á su reflexion y á su emulacion este
hecho. No es el único ; y-la consecuencia que de él puede sacarse es , que la pa
labra delos Concilios no ha sido pronunciada en vano; que no ha dejado de
producir efecto sobre los racionalistas , ó al ménos sobre su lenguaje ». Hé ahí
seguramente con qué consolarse... los Concilios, y tambien el Papa...
En prueba de ello, el indulgente critico cita á M. Cousin , que en uno de
sus antiguos escritos , De lo Verdadero , de lo Bello y del Bien , segun el mis
mente
mo autor,
alterado
habría
sus lecciones
notablemente
, aunque
corregido,
no haya tenido
y con lafrecuencia
generosidad
fundamental'
de conve
nir en ello (Pág. 457). Sin embargo, el mismo crítico añade : Que la duda ó
la esperanza que había concebido de que ciertas palabras acaloradas de M. Cou
sin pudieran ser aceptadas en el sentido de una conversion sincera de este filó
sofo á la verdadera doctrina, tocante á las relaciones entre la Filosofía y la Reli
gion , se desvaneció bien pronto ; que á sus primeras palabras, que podían pa
recer aceptables , ó al ménos tolerables , sobre el mismo asunto, M. Cousin ha
añadido otras , no se sabe bajo que mala inspiracion (Pág. 460). Lo que quiere
decir, que M. Cousin, en el fondo, no ha quitado nada , corregido notablemente
nada, ni variado nada fundamentalmente , y que el M. Cousin de 1856 es
siempre el mismo M. Cousin del año de gracia de 1828. Y hé ahí el ejemplo
tínico , — porque , que nosotros sepamos , ningun otro racionalista se ha some
tido, aun dotado de igual valor, ú la palabra de los Concilios; — hé ahí el
ejemplo único que el celoso semiracionalista se apresura á ofrecer á la emu
lacion de esos herejes tradicionalistas. ¿ Os atreveríais, pues, á dudar de su vo
luntad sincera y eficaz de convertirlos y de salvarlos?
— 53 —
la veneracion y los miramientos de unos hijos para con sus
padres,

§ 2.° Injusticia manifiesta con que los semiracionalistas tratan á los tradicio-
nalistas. Es un grande escándalo el que los católicos permanezcan mudos
ante los horribles estragos que hace el racionalismo filosófico , y que se en
carnicen con los partidarios del método tradicional.

Ese autor no es el único de su escuela que trata con tan


incalificable parcialidad á sus enemigos , y con tan grande
injusticia á loa verdaderos amigos del Catolicismo". Todos los
semiracionalistas siguen la misma línea de conducta con res
pecto á esas dos clases de escritores, y les manifiestan los
mismos sentimientos.
Diriamos en verdad que era curioso, si no fuese repugnan
te, el verlos miramientos que los racionalistas llamados ca
tólicos guardan á los racionalistas filósofos, el afan con que
los buscan, las muestras de aprecio que Ies prodigan, y el
júbilo y complacencia con que los admiten en su mesa ó en
su sociedad. Pero en cuanto á los tradicionalistas, la escuela
semiracionalista está muy distante de concederles la mis
ma consideracion y respeto ; para los semiracionalistas, ora
dores que se valen de frases ampulosas, fabricantes ó inven
tores de calumnias , profesores de Filosofía que ignoran lo que
esta es y para lo que sirve, escritores de mérito cuestionable
y de la ortodoxia más sospechosa, talentos muy cortos, tan
vacíos de ciencia como de religion , desde el momento que se
titulan racionalistas, son trasformados en grandes hombres, y
en filósofos eminentes ; mas, al contrario, para los mismos se
miracionalistas , repelimos, escritores católicos de mérito
reconocido, y de una ortodoxia á toda prueba, y que han
encanecido en la defensa de la fe, en cuanto los ven inclinar
se al método tradicional ya no son más que ignorantes, ne
cios, obstinados, fanáticos , sostenedores de rancias y desacre
ditadas doctrinas , extraños á toda ciencia , enemigos de todo
progreso , desprovistos de buen juicio é indignos de com
— 54 -
pasion. Los mismos hombres que no encuentran frases bas
tante dulces, bastante lisonjeras, bastante humildes, y hasta
rastreras , para los enemigos de la Iglesia , no tienen, por el
contrario, palabras bastante duras, reprehensiones bastante
severas, insinuaciones bastante desfavorables, y exigencias
harto indebidas para los verdaderos amigos de la Iglesia.
Sólo con respecto á los tradicionalistas , los racionalistas que
se apellidan moderados , olvidan toda moderacion , toda jus
ticia y toda caridad. Despues de agotar el diccionario de las
injurias, hasta les imputan como un crimen su celo, no les
perdonan sus talentos ni sos virtudes, ni hacen aprecio algu
no de los servicios que han prestado á la causa de la fe , no
se tieoe en cuenta el bien que han hecho y que todavía pue
den y quieren hacer; se censuran sus actos, y hasta se pin
tan con negros colores sus intenciones.
Se desconfia , se huye de ellos , se los evita como personas
que pueden comprometer, se los desprecia de todas mane
ras, como á unos séres peligrosos. Al atacarlos se truncan los
pasajes de sus escritos, se disputa la fidelidad de sus citas,
se trueca el sentido desus palabras, se les atribuye lo que
no han dicho, y áun lo contrario de lo que han dicho, se les
calumnia y se los pone en ridículo. Aunque fuesen nuevos
Luteros, nuevos Calvinos, no podian atacarlos con mayor en
carnizamiento. Se los denuncia en Roma lo mismo que en
Paris, se los señala como objeto de abominacion y de sar
casmo para los fieles ; se citan contra ellos leyes que no exis
ten , y sentencias condenatorias que no se han dictado; y des
pues de acumular sobre su cabeza falsas acusaciones, insi
nuaciones pérfidas, ironías sangrientas, se baten palmas, y
en un trasporte de júbilo, en que tienen mucha parte la here
jía y la impiedad, exclaman caritativamente: «iYa no exis
ten! — ¡Los hemos hundido!» — (Histórico) (1).

(1) No sucede lo mismo por todas partes: en el momento en que imprimi


mos estas líneas, nos aseguran que un grande y generoso prelado acaba de
abrazar y de hacer sentar á su mesa á dos de los más ilustres defensores del
— 5§ —
A vista del odioso espectáculo á que asistimos , á vista del
rencor con que los racionalistas católicos se ensañan contra
los tradicionalistas , a vista del furor con que se los ataca,
diriase que el mayor peligro que en este momento amenaza
á la Iglesia y á la sociedad viene de parte del tradicionalis
mo ; y que la Religion y el orden están á punto de sucumbir,
ménos por los excesos de la incredulidad que por los de la fe.
La impiedad se desborda por todas partes ; el protestan
tismo hace diariamente horribles progresos en Francia y en
Italia. Un gran número de periódicos órganos de la incredu
lidad , con tiradas de sesenta mil ejemplares , y leidos por
centenares de miles de hombres del pueblo ; un número no
méuos grande de novelas y de libros, que mas bien se rega
lan que se venden , en los que el cinismo sacrilego sobrepuja
la desvergüenza con que se insulta á las costumbres, llevan
la irreligion y el desorden hasta el fondo de los talleres, de
las casas de campo y de las chozas, para destruir lo que to
davía queda de fe, de costumbres y de tradiciones del Catoli
cismo en esas regiones, en otro tiempo tan católicas. Todos

método tradicional, á quienes han tratado malísimamente, tanto los diarios se-
miracionalistas , como los periódicos racionalistas. Pero si hay tregua y re
conciliacion por ese lado, en otros continua la guerra con igual tenacidad. Al
mismo tiempo que ese ilustre prelado estrechaba contra su magnánimo cora
zon á esos hombres , como haciendo un bien , otro prelado los señalaba al mun
do como fautores del mal. Al mismo tiempo que el primero de esos prelados,
con un pensamiento verdaderamente pastoral y católico quiere poner término
i la fatal discordia que se ha introducido entre los defensores del Catolicismo,
un sabio profesor, cuyo carácter estimamos tanto, como deploramos sus ex
travíos y el mal camino que ha emprendido , prepara otro nuevo ataque contra
la filosofía tradicional , en una obra que se halla escribiendo sobre el Acuerdo
ó concordancia de la razon y de la fe, y que, segun nos han dicho, no es más
que un nuevo libelo contra el método de la fe , y en pro del orgullo de la razon.
Ños han asegurado tambien que otros escritores semiracionalistas preparan
trabajos en el mismo sentido, para los que se han puesto de acuerdo con el
itustrejefe del racionalismo frances. Así que, lo que en alguna parte acaba de
pasar de edificante en favor de la paz , no impide que el combute continue en
toda la línea, y no quite nada de su oportunidad y actualidad á ese escrito.
Persistimos, pues, en publicarle.
— 56 —
los dias se ve en esas elucubraciones satánicas , forjadas al
resplandor del fuego del infierno , arrastrados por el lodo la
Religion y sus ministros , la Iglesia y sus Pastores , el Evange
lio, sus dogmas y sus leyes; sin embargo, en presencia de tan
grandes escándalos, que nos recuerdan los dias más infaustos
del siglo xvni, observamos á nuestros celosos racionalistas ca
tólicos ocupados exclusivamente en causar vejaciones á los
tradicionalistas, en impedirles todo acto de defensa del Cato
licismo, amenazado en su base , como si la falange de sus de
fensores, unida á la semiracionalista, fuese bastante fuerte
por
listas,
sí sola
sin su
para
celo,
poder
sin pasarse
su adhesion
sin el yauxilio
sin sudevalor.
los tradiciona-
En pre

sencia de los rudos combates que un filosofismo impío da á


cada momento, y á la luz del dia , al Cristianismo (1 ), se ve
á esos extraños defensores del Catolicismo, que se llaman ra
cionalistas católicos , permanecer mudos, tranquilos, impasi
bles , sin alzar su voz más que contra los partidarios del mé
todo tradicional y agotar su celo en ahogarlos y perderlos.
En vano, desde la cátedra eterna, el, Soberano Pontífice,
centinela vigilante de Israel , señala al racionalismo filosófico
como la verdadera herejía de nuestros dias, y grita que el
verdadero peligro de la fe de los pueblos de Europa está en
él: no se escuchan sus palabras. Se adormecen y descansan
en la existencia de ese movimiento de regreso á la fe ( 2 ) , que

(1) En La Union del 13 de Marzo de 1856, se lee: «De algun tiempo á


este parte se observa en la prensa democrática una recrudescencia de animosi
dad contra el clero. Sus invectivas, por decirlo así cotidianas, se dirigen prin
cipalmente contra los obispos, y su virulencia contrasta de una manera muy
singular con el tono, por lo comun comedido y tranquilo, de cualquiera otra
discusion , y con el silencio casi completo, voluntario ó forzoso, de toda polé
mica. A nuestro modo de ver, ese es un sistema grave, y de una significacion
que no »e escapará á nadie.— Enrique de Riancey.» Nada más cierto; sin em
bargo, ese escritor distinguido consagra casi todos sus artículos filosóficos
exclusivamente al triunfo del semiracionalismo , y le alienta con el apoyo que
le presta con su grande talento en tres periódicos.
(2) ¡ Cuánlo daríamoá por participar de las opiniones , ó mejor dicho , de las
ilusiones de los optimistas acerca de este asunto ! Mas ¿cómo hemos de creer
— 87 —
una recrudescencia visible , palpable, y explosiones cada vez
más espantosas del espíritu de impiedad, desmienten á cada
instante. Se aparta la vista de los enemigos de la Iglesia,
como si estuviésemos en la seguridad más perfecta , y sólo se
desplega el celo y vigilancia que deben animar á los doctores
de la Iglesia hácia una porcion de sus hijos más fieles , para
anonadarlos y combatirlos. No se comprende en verdad nada
de esta obcecacion , pero es indudable que es uno de los ma
yores males para el presente , y uno de los más grandes peli
gros para el porvenir.
Por lo demás, de qué se quejan los tradicionalistas? No
recogen más que lo que han sembrado , ni reciben más que
lo que han merecido. ¡Insensatos... tienen la osadía de creer

ese regreso del pueblo á la Religion , en presencia de todo lo que se ve y que


prueba, aún á los más obcecados, que el pueblo se aleja cada dia más de la Reli
gion? Es verdad que en ciertas localidades se ve lo que no se veía hace cua
renta anos, un gran número de hombres que practican la Religion , y llenan las
iglesias; pero tambien es verdad que en otras localidades los templos están
siempre vacíos, que el desprecio y la indiferencia de la Religion ha progresado
y gana terreno entre las últimas clases , y que poblaciones enteras viven como
si no tuviesen ni Dios ni religion alguna. Es igualmente verdad que la ju-
xentud no promete dar al país una sociedad más creyente, más moral, más sá-
bia y más formal. Es igualmente verdad , y todas las estadísticas y los periódi
cos diarios lo atestiguan, que la inmoralidad y los crimenes más horribles, el
parricidio, el infanticidio, y particularmente el suicidio, se aumentan en pro
porciones aterradoras. Es tambien verdad que la conspiracion anticatólica
acaba de organizarse bajo formas nuevas, con un rencor furibundo, y en una
escala más extensa que en tiempos pasados. Nos han asegurado que en toda
una clase de hombres públicos se ha convenido en combatir á la Iglesia, al
Catalocismo, hasta su completa destruccion en Francia. En el fenómeno que
presenciamos de tantas personas como vuelven á la Religion, miéntras que un
número mucho mayor la abandona y se dispone á combatirla, no debe verse
más que ,un hecho excepcional , que se reproduce siempre en la víspera de
grandes catástrofes: el hecho bien delineado y que se efectua á la luz del dia,
de la separacion de los buenos y de los malos, de la union en cuerpos compac
tos de los soldados de Cristo y de los satélites de Satanás , disponiéndose para
un combate decisivo. Así, hasta el bien que vemos hacer, lo mismo que el mal
que vemos aumentarse, nos dicen, en el lenguaje más claro para los que quie
ren entenderle, que el Cristianismo va á hallarse expuesto todavía apruebas
muy duras, y que el porvenir está impregnado de tempestades y de tras
tornos.
— 58 —
y de sostener que al criar al hombre, Dios le reveló toda
verdad, le enseñó el lenguaje con su propia boca , así como
formó el cuerpo con su propia mano; que el sol invisible de
esa revelacion primitiva , habiendo iluminado una vez con sus
rayos el mundo de las inteligencias , no se ha eclipsado ente
ramente en ellas, como el sol visible no se ha eclipsado en el
mundo de los cuerpos; que la misma Providencia, que ha
puesto en la mano del hombre el pan para el alimento del
cuerpo , ha puesto tambien ante sus ojos las verdades esen
ciales para el alimento de su alma ; que es necesario un pri
mer conocimiento de la verdad, por un medio extraño á la
razon, para que esta conozca otras verdades, como una pri
mera palabra que precede al lenguaje es necesaria para
aprender la palabra ; que el papel de la razon se limita á des
envolver, demostrar y guardar las verdades que nos son co
nocidas con anterioridad á la razon ; que la revelacion social,
doméstica, al dar al hombre las primeras nociones de las ver
dades más importantes , precede siempre la formacion de la
razon, como la razon formada precede á la aceptacion de la
revelacion teológica y el acto de fe, y que esa segunda reve
lacion no hace más que perfeccionar, completar y concluir lo
que la primera revelacion ha comenzado. Hé ahí, pues, los
errores colosales de los tradicionalistas, sus estupendas ex
travagancias, capaces de arruinar desde sus cimientos á la
Iglesia y á la sociedad.
Pero hay más : en vista de las pruebas de toda especie, que
acerca de su poder de destruirlo todo la razon ha acumulado
desde hace tres siglos y acumula cada dia en Europa , ¡ esos
imbéciles tradicionalistas , tienen todavía la osadía de negar
el poder de la razon para reedificarlo todo... ¡En medio del
impulso hácia el progreso siempre creciente , que la razon im
prime á la moral, á la Religion y á la Filosofía, se atreven á
negar su eficacia para recomponer la moral pervertida , la Re
ligion que amenaza ruina y la Flosofía aniquilada I | Uniendo
la calumnia á los insultos, se atreven á acusar de hipocresía
— 59 —
á los pontífices del racionalismo filosófico, cuyo candor, fran
queza y sinceridad son tan notorios ! Se atreven á atribuirles
que han dicho últimamente: «Nosotros somos siempre los
mismos , y si recientemente hemos hecho demostraciones de
guardar consideracion al Catolicismo, ha sido por no entre
tenernos en combatir y discutir puntos históricos» . Se atre
ven á censurar á los racionalistas , que en sus libros hacen
de san Agustin un cartesiano, y de san Pablo un racionalista.
Bajo pretexto de que no la ven todavía , y de que tampoco la
ve nadie, se atreven á negar la feliz alianza que acaba de for
marse entre la ciencia y la fe; han indispuesto á la Religion
con la Fisolofía, que hasta aquí no se han entendido, es cierto,
pero que casi estaban á punto de entenderse. ¡Los tradiciona-
listas han hecho mucho daño á la Religion y al Estado! Bien
examinado, ellos son la verdadera, la única causa de todos
los males que se padecen , y de todos los errores de que son
el juguete. El panteismo, el escepticismo y el sensualismo,
que es su última consecuencia , son obra suya, como tambien
el socialismo. ¡El racionalismo, si se le hubiese dejado obrar,
hubiera remediado todo eso, porque todo ello no pasa de una
chanza , pues es tan moral , tan amigo del órden , tan católico,
y sobre todo tan humilde, tan modesto, tan piadoso! No ha
bria equivocacion en hacer recaer sobre esta parte de los tra-
dicionalistas la responsabilidad de la guerra de Oriente , el
aumento de los impuestos, la carestía de los comestibles , la
escasez dé algunos artículos alimenticios , la enfermedad de
las vides, de las patatas , etc.! ¡Juzgad , pues, sino hay razon
para atribuírselo... Ah! si se tratase de hacerles la justicia que
se merecen , no habría hogueras suficientes para castigarles.
Pero volvamos á lo serio.
— 60 —

§ 3.° Todo esto prueba que existe una afinidad real entre los semiracionalis-
tas y los racionalistas puros. Confesion notable de un semiracionalista, to
cante á este mismo hecho.

Lo que en todo esto hay de evidente es , lo repetimos , que


hay muy poco derecho para asombrarse de que los semi-
racionalistas, indulgentes hasta el exceso con los racionalistas
de pura raza, sólo reserven para los tradicionalistas su ren
cor, su cólera y sus arrebatos; que no hay derecho para
asombrarse y clamar que es una injusticia el que los protes
tantes, tolerantes hasta la indiferencia , con respecto á Jas de
más religiones, no se ensañan más que contra el Catolicismo.
Qué quereis? Un lobo no muerde á otro , pero todos los lobos
comen á la oveja. En su comportamiento con los tradiciona
listas, los semiracionalistas , lo mismo que los protestantes
con los católicos, creyendo no obedecer más que á los impul
sos de su celo, no ceden en realidad, como acabamos de
observarlo, más que á la influencia del espíritu de casta, de
parentesco y de familia , á la fuerza de afinidad , de atrac
cion secreta, que los impejen hácia el lado del racionalismo,
al mismo tiempo que se apellidan racionalistas católicos, por
las tendencias de su doctrina y de sus principios, bajo el
punto de vista filosófico, y son, sin apercibirse de ello, menos
católicos que racionalistas.
Esa afinidad , ese parentesco entre los racionalistas abso
lutos y los racionalistas moderados, han sido señalados por
el cortés apologista de estos últimos , en los términos más
claros y precisos que es posible : «Persuadidos, dice M. Ri-
gault en el pasaje que hemos citado más arriba, persuadidos
de que la razon humana lo es todo, porque, segun ellos, se
halla en comunicacion directa con Dios, los racionalistas filó
sofos no tenian que mezclarse en una polémica con los que
• conceden alguna cosa á la razon (los racionalistas católicos) y
los que no la conceden nada (los tradicionalistas, tales como
los imagina el Diario de los Debates). Pero sus preferencias» na
— 61 —
turales (las de los racionalistas filósofos) estaban por los pri
meros (los racionalistas católicos); porque entrelos racionalis
tas filósofos y los racionalistas católicos, la diferencia no es de
todo al todo , no es más que una diferencia del más al menos.
Estas dos especies de racionalistas no se entienden más que
á medias , pero al fin se entienden sobre algo , y además tie
nen ese carácter comun de no poder entenderse ni unos ni otros
con los Iradicionalistas ; se aproximan por sus ideas comunes y
por su antipatía comun. De donde resulta , que, permaneciendo
fuera del debate , los racionalistas filósofos han aplaudido con
placer la victoria (imaginaria y falsa) de los racionalistas
católicos , porque á sus ojos es la victoria del buen sentido. Hé
ahí lo que la Santa Sede ( que nada ha concedido ) concede
á los racionalistas católicos , y Á los racionalistas filósofos,
que se dan por satisfechos de LA CONCESION» (1).
Así , para el apologista mismo, los racionalistas católicos se
hallan en perfecta comunion de carácter, de ideas , de antipatía,
de placer , de satisfaccion y de victoria con los racionalistas fi
lósofos; es decir, que si no los hijos ó hermanos , son al ménos
los aliados, los auxiliadores, los cómplices. Pero los tradi-
cionalistas no les han echado en cara otra cosa sino que ja
más han sido tan explícitos... Así es , que los racionalistas ca
tólicos no se encuentran muy embarazados cuantas veces
quieren rechazar ese cargo , que mas bien que la polémica de
sus adversarios , les lanzan al rostro como una ignominia los
aplausos , el placer y la satisfaccion de sus buenos amigos.

(1) ¡Qué felices... son los satisfechos de la política, que, fuertes con el
favor de ciertos católicos, acaban de trasforniarse en satisfechos de la Filo
sofía. ..
— 62 —

§4.° Primer rasgo de identidad de los semiracionalistas con los racionatistas


puros en el terreno de las doctrinas. Tambien toman por punto de partida
de su sistema la hipótesis innoble é insensata de los antiguos epicúreos sobre
EL ORÍGEN PRIMITIVO DEL HOMBRE.

La variedad de los nombres y de las formas, el más ó el


menos de la cantidad, no alteran la calidad ó naturaleza de
las cosas: con máscara ó sin ella, desempeñando el papel de
arlequín ó de rey , un .histrion es siempre el mismo histrion ;
jóven ó viejo , todo hombre es siempre el mismo hombre ; en
el estado de arbusto ó de árbol ya formado ; toda planta es
siempre la misma planta ; reinando sobre un pequeño pueblo ó
sobre una grande nacion , un soberano es siempre soberano.
Pues bien , uno de los más apasionados semiracionalistas,
M. de Rigault, ha dicho: Que la diferencia entre el raciona
lismo filosófico y el racionalismo católico no es del más al me
nos. Lo cual es decirnos, que el racionalismo católico no se
diferencia del racionalismo filosófico sino en el nombre, en
su forma, en su cantidad, en el tamaño; pero que en cuanto á
la calidad ó á la naturaleza , esos dos sistemas son absoluta
mente idénticos y una misma cosa.
Luego , para los mismos semiracionalistas el racionalismo
católico no es más que el racionalismo filosófico aminorado,
más pequeño, más mesurado, más tímido; en una palabra,
no es más que el racionalismo disfrazado.
Nada más exacto ni más verdadero que esta apreciacion
que los mismos semiracionalistas han hecho de su propio sis
tema. En efecto , ese sistema es idéntico al racionalismopuro,
no sólo por la identidad de las simpatías y de los sentimientos
de los partidarios de los dos sistemas que acabamos de con
signar , sino tambien , lo cual es más grave y deplorable, por
la identidad de las doctrinas, que de ambos sistemas no for
ma más que uno. Esa identidad de doctrinas de los semira
cionalistas y de los racionalistas, debe observarse en su punto
de partida. El punto departida de una filosofía no está más
— 63 —
que en la manera de concebir el origen del hombre y su des
arrollo. Pues bien : comenzando por negar (en tésis, no en hi
pótesis) que Dios jamás ha hablado al hombre , porque para
los racionalistas el hombre de ningun modo ha tenido nece
sidad de recibir lecciones de nadie, hé aquí como el racio
nalismo filosófico se explica al hombre inteligente, al hombre
moral, al hombre religioso, al hombre social, al hombre ar
tista , al hombre filósofo, al hombre tal como le vemos.
En su estado primitivo , el hombre no ha sido más que un
salvaje, un animal feroz, que andaba en cuatro piés como los
cuadrúpedos ; excepto una más grande perfeccion de orga
nizacion , nada le distinguía de los brutos, á los que disputaba
los alimentos y con los que compartia su felicidad , imitando
su vida. Tenia, en verdad, nobles instintos; pero en cuanto á
las ideas, los conocimientos intelectuales, la razon , el senti
miento , el lenguaje, la virtud, la Religion, la ciencia, el
arte, la industria; en una palabra, en cuanto á lo que le hace
hombre, carecía completamente de todo.
Arrojado de ese modo sobre la tierra (no sabemos por qué
mano, pero debió ser la de una madrastra), pasó en ella mu
chos siglos siempre en el estado de bruto. Mas un dia ven
turoso, apercibiéndose deque tenia el instinto de lo útil, trató
de aprovecharse de él , y con su concurso y bajo su inspira
cion , creó las matemáticas.
Más tarde , reconociéndose mejor , y comprendiendo que
tenia también el instinto de lo justo , se apresuró á realizarle,
y por ese medio llegó á imaginar las leyes y establecer la so
ciedad.
Casi al mismo tiempo adivinó que tenia además el instinto
de lo bello, y con su auxilio inventó las bellas artes.
En la cuarta época de su existencia fué cuando el género
humano, habiendo observado que tenia asimismo el instinto
religioso, se apresuró á satisfacerle, é inventó á Dios, el alma,
la vida futura, los misterios y la Religion.
Pero, oh maravillas de la omnipotencia del hombre! Todo
— 64 —
eso lo hizo cuando todavía no era más que un bruto. ¡No
fué matemático, legislador, moralista, hombre de Estado, ar
tista y teólogo sino ántes de haber aprendido á hablar, y áun
á raciocinar... porque sólo en la última época, y después
del trascurso de algunos millares de años, fué cuando estu
diándose siempre mejor á sí mismo, y encontrándose dotado,
por complemento de la perfeccion de su naturaleza , del ins
tinto de razonamiento , tuvo deseos de hacer uso de él. Enton
ces, y sólo entónces, fué cuando se formó los principios de la
razon , se dio la razon , inventó el lenguaje , y queriendo darse
cuenta ó explicacion de todas sus creaciones , y particularmen
te de la religion que él mismo se habia formado, creó, en fin, la
ciencia y fundó la Filosofía.
Hé ahí lo que el ilustre jefe (1) del racionalismo francés
no se ha ruborizado de proclamar en alta voz, y en los mis
mos términos, en una escuela célebre, que no ha desaprobado
todavía, que sepamos. Hé ahí lo que no ha temblado ense
ñar durante muchos años á una juventud escogida , que estaba
encargado de instruir é ilustrar; hé ahí lo que se ha dicho,
impreso, aplaudido y recompensado, tocante al origen del
hombre y los progreses de la humanidad, en esa metrópoli de la
civilizacion ; y hé aquí lo que ha producido esa multitud de
racionalistas imberbes, que por el cinismo de su incredulidad
y la corrupcion de sus costumbres , deshonran la civilizacion
francesa , y preparan á la Francia inmensas desgracias...
¿Puede imaginarse nada más vergonzoso é ignominioso
para el hombre que semejante explicacion de su origen, de su
naturaleza, de su desarrollo y de su condicion? ¿Hay nada
más absurdo que la doctrina de que el hombre , en el estado
de ignorancia y estupidez del asno y del carnero , ha podido
inventar lo que hay de más profundamente filosófico, más gran
de , más sublime, más misterioso, más incomprensible en él,
la razon y la palabra? Que el hombre en el estado de degra-

(1) M. Cogsin. (Curso de Filosofía de 1828.— Leccion £111.)


— 63 —
dacion , de corrupcion , de ferocidad de los animales silves
tres, ha podido inventar las leyes, la justicia , el deber, la
Religion, que se haya sometido espontáneamente á ellas, y
que por sólo sus medios el bruto se haya trasfcrmado en hom
bre, y la barbarie misma por sólo sus esfuerzos se haya con
vertido en civilizacion...
Pero nuestros racionalistas no tienen ni áun el triste honor
de haber inventado tan colosales extravagancias , tan grose
ros absurdos: los han tomado de la escuela epicúrea, de la
que el poeta que se gloriaba de ser puerco del rebaño de Epi-
ccjro (Epicuri de grege porcus), y el mismo Ciceron, nos han
trasmitido la doctrina sobre el estado primitivo del hombre , y
sobre 'el origen de la sociedad.
«Los primeros hombres , como todos los brutos , ha dicho
«Horacio, salieron de las entrañas de la tierra. Entónces no
» eran más que un rebaño mudo é inanimado, privado de la ra
nzon y de la palabra. Por un poco de bellota, y por una cueva
»ó un matorral, se hacian la guerra; en un,principio los com-
» bates eran con las uñas y los puños, en seguida con palos,
«y por último, se batieron con armas artísticamente fabrica-
»das. Más tarde inventaron ellos mismos la palabra , forma-
»ron el lenguaje para expresar los sentimientos del alma, y
» encontrar nombres que indicasen las cosas. En esta época
«comenzaron á edificar ciudades y á cercarlas con murallas;
^hicieron leyes que prohibian el robo, el homicidio y el adul
terio. Porque, áun ántes de Elena, la mujer fué siempre
«en los tiempos antiguos una causa funesta de guerra entre
»los hombres. Entregados hasta entónces á los vagos y efí
meros placeres de la carne, fuera del matrimonio, como
«los animales, se disputaban la mujer y se la arrancaban
«unos á otros por medio de la fuerza. El más valiente se lie—
«vaba la presa, como en una vacada el toro más fuerte con-
«cluye por apropiarse la becerra. ¡Pero esos hombres murie-
»ronsin dejar ni un recuerdo ni un nombre... El que trate,
«pues, de registrar los anales del mundo, se verá obligado
5
— 66 —
ȇ creer que no ha sido la naturaleza la que ha podido en-
» señar á los hombres á discernir el bien del mal, lo justo de lo
> injusto, lo que es permitido de lo que está prohibido , sino qde la
«ÚNICA FUENTE DEL DERECHO HA SIDO EL TEMOR DE LA OPRESION.»
[Sátiras: Lib. i, Sát. 3.")
Ciceron, por su parte, ha dicho: «Hubo un tiempo en que
los hombres vivían vagando por los campos , enteramente á la
manera de los brutos. Se alimentaban como las fieras ; sólo se
guiaban por los instintos del cuerpo y no por la razon. En
tonces no se profesaba ninguna religion divina , no se obser
vaba ninguna ley moral, ningun deber; el matrimonio legítimo
era desconocido. Los padres no conocian á sus hijos, ni éstos
á sus padres. No se comprendian entonces las ventajas del
derecho y de la equidad ; todo era ignorancia , error y abuso
de las fuerzas del cuerpo; y por esos medios funestos y horri
bles , dominaban y reinaban con insoportable tiranía , las más
desatentadas y atrevidas pasiones.» [De Invent., i.)
Se ve, pues, de qué modo, los que se titulan filósofos espi
ritualistas del siglo xix, han explicado el origen y desarrollo
del hombre , que, á excepcion de un aumento de absurdos, es
precisamente el mismo que imaginaron los antiguos filósofos
materialistas. En el cieno de los jardines de Epicuro han ido
á rebuscar esa innoble fábula, y han hecho de esa doctrina
del sensualismo más abyecto, la base de su racionalismo y el
punto de partida de su filosofía, todo para mayor honra del
hombre , para la más grande gloria de la ciencia y la felicidad
más completa de la sociedad...
Pues bien , protestando contra esa fábula ignominiosa y
absurda , desaprobándola y zahiriéndola con las palabras, to
ma de ella el semiracionalismo su punto de partida ; y el
jefe, el maestro mismo del sistema, es el que en la teoría,
con grande aplauso de toda la escuela y entre las risas de
los incrédulos, le ha formulado sobre el hombre salvaje , y
nos dice que el semiracionalismo piensa así sobre el grave
punto del hombre primitivo.
— 67 —
En un pasaje tan elocuente como bien concebido, que re
feriremos más adelante, habia comenzado por establecer el
hecho de que la razon jamás ha estado entregada á sí sola , que
desde el origen del mundo ha marchado y marcha siempre á la
LUZ DE LA TRADICION , y que TODA RAZON ES ENSEÑADA. '
Pero algunas líneas más lejos, poniéndose en contradiccion
palpable con ese mismo hecho, tan cierto, tan constante, tan
universal, tan resplandeciente, que acababa de reconocer y
de sentar el mismo autor, añade: « Tratarémos de hacer ver
á los tradicionalistas á la razon obrando, por lo ménos algun
tiempo, fuera de toda revelacion y de toda tradicion (pá
gina 3 )» ; y ha cumplido su palabra en cuanto al propósito; en
cuanto al éxito, eso es ya otra cosa... Hé aquí de qué modo
se ha arreglado.
Comienza por lamentarse de que la imprudencia de los
tradicionalistas, con M. Bonald á la cabeza, le haya obligado
á seguirles en un terreno que no es el suyo, á discutir la hipótesis
de una sociedad sin tradicion ó de una sociedad casi en todo ex
traña á la grande sociedad, que ha salido de ella , pero sin haber
recibido de ella más que la existencia y la vida , y reducida Á sí
MISMA PARA INVENTARLO TODO Y DESCUBRIRLO TODO. (Ibid.) Y luegO
en seguida , se pone seriamente á probar en setenta y una
páginas: 1.% que semejante sociedad (no hacemos más que
copiar) podria tener conocimientos intelectuales , morales , socia
les y religiosos (Parte II, Cap. n); 2.°, que semejante socie
dad tendria por lenguaje los signos (Cap. m); 3.u, que se
mejante sociedad tendria la palabra, porque la palabra podia
haber sido inventada por el hombre (Cap. iv); 4.°, que, en
efecto, el hombre es el que se ha creado la palabra (Cap. v); y
S.°, en fin, que el género humano, supuesto, en su origen,
en el estado de la barbarie más completa, ha podido civili
zarse á sí mismo , porque la civilizacion espontánea del salvaje
es posible. Hé ahí lo que nuestro doctor semiracionalista ha
pretendido demostrar, y por consiguiente lo que piensa acer
ca del estado primitivo del hombre; esa es exactamente la fá-

i
— 68 —
bula monstruosa del origen brutal del hombre y de su perfeccio
namiento sucesivo por sus propios medios : fábula que el mismo
autor habia comenzado por desaprobar y censurar de la ma
nera más enérgica. Pues ese es, ni más ni menos, el princi
pio fundamental del racionalismo filosófico, del progreso hu
manitario, del panteísmo, y áun del ateísmo , de todos los sis
temas extravagantes de la filosofía moderna ; porque , como
acabamos de ver, el punto de partida de esa filosofía no es
precisamente más que la doctrina de una sociedad primitiva
FUERA
sociedad
DE TODA
no sociedad,
REVELACION,que
DE llegó
TODA TRADICION;
á ser sociedad
es decir,
civilizada
de Una
por

el desarrollo sucesivo de sus fuerzas naturales.


Verdad es que, como controversista hábil , nuestro autor no
se ha atrevido á afirmar de una manera patente que hombres
colocados en semejante sociedad podrian elevarse, por sólo sus
esfuerzos , á la idea de Dios , del alma , de la verdad y de la
virtud. Pero habiendo dicho con una intrepidez sin igual (pá
gina 273): Nos limitamos á recordar que el tradicionalismo , sos
teniendo que eso es imposible, no prueba lo que asegura, y que
es siempre permitido examinar según él, ( ¿ no es eso enseñar
la punta de la oreja?) ¿no ha afirmado de una manera tortuosa
y oscura que es cosa posible? Tanto más, cuanto que ha con
cluido el primer capítulo consagrado á esa discusion con es
tas notables palabras : «Provistos de esos pensamientos y de esos
primeros elementos de todo conocimiento, no se puede afirmar
que ellos (los hombres de una sociedad sin tradicion) harán
rápidos progresos, y que habrán con suceso cultivado la cien
cia; pero es imposible tambien asignar á su desarrollo progre
sivo límites determinados, sobre todo si se les concede algun
medio de comunicacion entre sí, y de fecundizar ese primer
fondo por el comercio del pensamiento. (Pág. 27.)
Pues bien : estas palabras , despojadas del galimatías que
las envuelve , ó no tienen sentido ó no tienen más que este:
Todos los hombres tienen en sí mismos los primeros elementos
de todo conocimiento ; tienen tambien en sí mismos un princi
— 69 —
pio de desarrollo sucesivo, cuyos límites es imposible señalar ; es
decir, un principio de desarrollo progresivo sin límites, por el
cual pueden elevarse Á toda especie de conocimientos; que
puedeo inventar por sí mismos medios de comunicacion , por los
cuales pueden poner en comercio sus pensamientos y fecundizar
ese primer fondo de su perfeccionamiento , y por consiguiente,
que áun suponiéndolos en su origen en un estado de completa
barbarie , desprovistos de toda instruccion y de toda tradicion,
pueden progresar indefinitivamente , aunque con lentitud, y
cultivar la ciencia, aunque sin mucho resultado, Pero esta es
la doctrina racionalista del progreso humanitario en toda su
deformidad. Los racionalistas más avanzados no dicen otra
cosa , ni exigen que se les conceda más. Hé ahí , pues , al se-
miracionalismo en perfecta consonancia con el racionalismo
puro sobre la doctrina tocante al poder del hombre salvaje
de perfeccionarse y civilizarse.
Y no se diga «que entre esas dos escuelas hay la inmensa
diferencia de que la escuela racionalista admite como una
tésis, como un hecho, el origen brutal del hombre, mientras que
el jefe de la escuela semiracionalista no admite esa innoble
fábula sino como una hipótesis, como una ficcion, que esos
maditos tradicionalistas le han puesto en la dura necesidad
de discutir» .
Pero como ántes de afirmar que una cosa es , hay necesi
dad de comenzar por probar que es posible ó que no implica
contradiccion, los racionalistas comienzan tambien por probar
que es posible, ó que no envuelve contradiccion, que el género
humano no fué en su origen más que un rebaño de animales
feroces. Por consiguiente , probando, como nuestro autor lo
ha hecho, que semejante orígen para una sociedad humana
es posible y no envuelve contradiccion, la escuela semiraciona-
' lista se coloca en el mismo terreno, adopta el mismo princi
pio, habla el mismo lenguaje que la escuela racionalista y
hace coro con ella.
Ademas, confesando que la selvatiquez primitiva del gé
— 70 -
nero humano es una fábula absurda , una hipótesis que se ha
visto obligada á examinar á pesar suyo, por uno de esos gi
ros de fuerza que le son tan familiares, nuestro autor, lo
mismo que toda la escuela, admite tambien en detalle, de una
maaera positiva y como una lésis, todo lo que se refiere á esa
fábula.
Vamos á probar esto, desde luego, por la extraña teoria
de los semiracionalistas sobre las ideas. Pero ántes de po
nerlos en evidencia en cuanto á este asunf y de demostrar
su perfecta identidad de doctrina con los racionalistas puros,
es de imprescindible necesidad exponer aquí, en toda su cla
ridad, los diferentes sistemas falsos, y el sistema únicamente
verdadero, sólido y sublime de la filosofía cristiana sobre la
naturaleza de las ideas , sobre su origen y sobre su formacion-

§ ES.0 Exposicion de la doctrina de las ideas, necesaria de recordar ántes de


demostrar la identidad de la doctrina de los semiracionalistas y de los racio
nalistas sobre el mismo asunto. Qué es el alma? Los tres sistemas de la Filo
sofía tocante al orígen de las ideas. El sistema cristiano sobre el mismo
asunto. Su importancia y su grandeza. De qué modo, segun ese sistema, el es
píritu ó el entendimiento se forma las ideas , y comprende lo universal por
lo particular. La memoria sensitiva y la memoria intelectiva. Cómo las
cosas inteligibles están en el entendimiento que las comprende. La doctrina
escolástica sobre las ideas es la más sencilla , la más natural y la más ra
zonable.

La cuestion más grande , la cuestion capital de la Filosofía


en sus diferentes épocas, ha sido la cuestion sobre el origen
de las ideas.
Sobre esa cuestion, como sobre todas las que dependen de
ella , el mundo filosófico pagano ha estado siempre, y por to
das partes, dividido en dos grandes escuelas, en dos gran
des sectas: la secta espiritualista, representada entre los
griegos por Platon; y la secta materialista , personificada en el
mismo pueblo, en Epicuro.
La idea no es más que la concepcion de lo particular de una
manera universal.
— 71 —
El hombre no concibe por el sentido más que ese caballo,
ese leon, esa casa, esa causa, ese efecto, ese bien, ese mal
físico, y concibe en su ánimo el caballo, el leon, la causa,
el efecto, la casa, el bien, el mal del órden material. No
aprende á conocer por su instruccion doméstica más que á
su Dios , su alma, y ese Dios , esa alma , ese acto vicioso , ese
acto virtuoso, ese deber ; y su espíritu se encuentra con que
tiene la concepcion general de Dios, del alma, del vicio, de
la virtud, del deber.
Y en eso consiste la inmensa diferencia que existe real
mente entre el entendimiento y el sentido ; porque el enten
dimiento es la facultad de comprender, de abarcar lo univer
sal; mientras que el sentido no puede elevarse más allá de lo
particular. Sensus et intellectus differunt realiterper universale
el PARTICULARE. (SANTO TOMÁS.)
El hombre no recibe del exterior más que el conocimiento
de esos objetos , ó de objetos 'particulares , indviduales , parti
cularizados, individualizados, determinados por ese tiempo,
por ese lugar, por esas formas ó por esas condiciones especia
les de su existencia, porque todo lo que existe físicamente
y todo lo que se hace, no es más que particular, individual,
determinado, y no general ó universal : no es más que ese ser
esa cosa, y no el ser, la cosa.
Sin embargo esos mismos objetos particulares, individua
les, concretos, no los ve, en sí mismo, más que despojados
de todas las circunstancias de la individualizacion ; nos los ve
más que de una manera intencional, abstracta, general, uni
versal. Y las ideas no son, lo repetimos, más que esas con
cepciones intencionales , abstractas , generales y universales de
las cosas 'particulares (1).
Esa manera diferente de existir delos mismos seres, en lo
exterior y en lo interior del hombre, es un hecho demasiado
manifiesto y demasiado real para que pudiera escaparse al
(i) Véase nuestra carta al señor abate Claire, al fin de este volumen, en
donde se halla tambien desenvuelta esta doctrina sobre las ideas.
genio de Platon. Al mismo tiempo, encontró imposible que
esas sublimes concepciones universales delas cosas, que el
espíritu halla en sí mismo , le vengan del cuerpo, que no nos
indica esas mismas cosas , sino en el estado particular. Luego
para explicarse ese asombroso fenómeno , ese grande miste
rio del hombre, recurrió á la accion de un entendimiento
único, inmenso, omnipotente, existente fuera del hombre:
recurrió á Dios ; dijo que Dios , poseyendo en su naturaleza
infinita esas concepciones, es el que las comunica y depo
sita directamente ya hechas en el espíritu del hombre. Y en
señó que el hombre lleva desde su nacimiento en sí , y con
sigo mismo, todas las ideas de las cosas ocultas bajo los
pliegues de su inteligencia, salvo el desenterrar con el tiempo
por medio de la reflexion (1). Esta es la doctrina de las ideas
innatas.
En la cortedad de su cerebro, Epicuro (lo mismo que los
filósofos que le habían precedido , y los que le siguieron y to
davía le siguen) no supo distinguir esa diferencia de la exis
tencia de los seres en el estado de individualismo , y en el
estado de una universalidad sin límites dentro del hombre.
En esas concepciones intencionales, abstractas, generales,
universales, de las cosas particulares, concepciones tan sobre

(1) La causa de este error de Platon , y de todos los que le siguen ciega
mente sin comprenderle, ha sido que él mismo no comprendió el principio que
tan bien lia establecido santo Tomás, en un pasaje que se leerá más adelante,
que toda forma, toda especie, toda concepcion inmaterial de una cosa material,
debe de toda necesidad encontrarse realizada por lo ménos en un individuo ma
terialmente existente. De ahí Platon estableció que la forma de las especies in
teligibles, las abstracciones de las cosas sensibles , ó las ideas, subsisten real
mente por sí mismas, sin materia y separadas de toda materia. Así es que
llama por ejemplo í la concepcion de la quididad, de la naturaleza ó de la
idea del hombre , por sí hombre (per se hominem), y á la idea del caballo , el
por si caballo (per se equum), y sostiene que son sustancias separadas de
todo cuerpo (Dios y los espíritus celestiales) las que tienen cuidado de infun
dir esas ideas en el espíritu del hombre , y que por eso las encontramos ya for
madas en nosotros mismos. ¡Esta, mas bien que filosofía, es una poesía, pero
de bien triste especie !
— 73 —
la actividad de los sentidos , no vió más que un juego de los
sentidos, y el resultado inmediato, directo, de las impresio
nes materiales sobre la organizacion física , y dijo : Que todas
las ideas nos llegan ya formadas por el cuerpo , y que no son
más que la operacion del cuerpo. Esa es la teoría de las ideas
adquiridas por los sentidos.
En medio de esos dos sistemas opuestos , el genio de Aris
tóteles, menos brillante, menos elevado, pero más positivo,
más profundo que el genio de Platon, vino á esparcir su sis
tema sobre el entendimiento operante , formándose por sí mismo
las concepciones universales de las cosas ó las ideas con motivo
de las fantasmas particulares que le trasmiten los sentidos. Esa
era , con algunas imperfecciones , la verdadera doctrina so
bre el origen de las ideas. Pero el prestigio unido á la filosofía
de Piaton, y la seduccion que ejercia la filosofía de Epicuro,
impidieron que esa gran doctrinadel filósofo de Stagyra, fuese
adoptada, y áun comprendida; y sobre tan grave asunto, el
platonismo y el epicurismo continuaron compartiéndose el
imperio del mundo científico pagano, hasta que ambos siste
mas desaparecieron entre la sangre y el cieno.
Establecióse el Cristianismo en el mundo ; y proponiendo al
hombre-dios á un mismo tiempo á la fe, á la adoracion, al
amor, á la meditacion y al estudio de los hombres, les hizo
conocer ADios y al hombre en ese hombp.e-dios y por ese hom
bre-dios ; y del seno de la verdadera Religion hizo brotar la
verdadera filosofía.
Con el auxilio del misterio de la Encarnacion , que reveló
en Jesucristo una individualidad única, inefable, en la que Dios
y el hombre se hallan sustancialmente unidos en la unidad de
la persona del Verbo, se llegó á comprender que el hombre no
es más que un compuesto, en el que el alma y el cuerpo están sus-
tancialmente unidos en la unidad del sér del alma: doctrina ma
ravillosa y de trascendencia inmensa, que encierra toda la
verdadera filosofía y la verdadera teología, y que san Alana-
sio comprende en estas dos palabras: « Así como el alma ra
.

— 74 —
cional y el cuerpo no forman más que un hombre , del mismo
modo Dios y el hombre no son más que uno en Jesucristo » .
(Símbolo de San Atanasio.)
De la misma manera, con el auxilio del misterio de la au
gusta Trinidad, que reveló en Dios una inteligencia increada,
contemplándose desde toda eternidad ella misma, y engen
drando en ella misma su Verbo , el mismo Dios , porque el
principio que le engendra es Dios, con auxilio de ese miste
rio, decimos, se llegó á ver en el alma humana una inteli
gencia creada, comenzando en un tiempo dado á contem
plar en sí misma todas las cosas, engendrándose tambien su
pensamiento para sí, su Verbo inttligible él mismo, porque
el principio que le engendra es entendimiento; es decir, por
que ese principio es una inteligencia concibiendo las cosas
de una manera general, universal, como conviene á la fa
cultad intelectual concebirlas y conocerlas ; en una palabra,
formándose las ideas: doctrina no ménos maravillosa, de un
alcance no ménos grande, y que san Agustin, seguido por
santo Tomás (1), reasume en estas profundas y notables pa
labras : El Verbo del hombre es el hijo de su corazon. Filius.
coráis.
Desde ese momento, el gran problema del origen de las
ideas , para cuya solucion la filosofía pagana , durante tantos
siglos, habia agotado toda su actividad, fué resuelta, y por él
se conoció toda la economía del pensamiento y del conoci
miento humanos.
El Cristianismo es la Religion verdadera , la Religion que
Dios reveló al mundo desde el origen del mundo, y que per
feccionó y completó por el Cristo en la plenitud de, los tiem-

(1) Quicumque intelligit, ex hoc ipso quod intelligit, procedit aliquid intra
ipsum quod est conceptio reí intellectuae , ex vi intellectiva proveniens , et ex
ejus noticia procedens, quam quidem conceptionem vox significat, et dicitur
Verbum coráis, significatum verbo vocis. (Santo Tomás : I, Quaest. clxxxviii,
Art. I.) Sublime y magnífico pensamiento!... ¡En él se encierra toda la verda
dera filosofía y toda la verdadera religion í
— 75 —
pos. Toda verdad que, áun antes de su establecimiento, liabia
resplandecido en el mundo, salia de su seno, y no es más
que un destello de su luz. Luego todo lo que es verdad le
pertenece de derecho, es su patrimonio; porque es su inspi
racion y su obra : puede reivindicarla como propiedad suya,
y hacerla servir en su caso.
Pues bien: la doctrina de Aristóteles acerca del alma , ex
humada por los árabes en el siglo vn, entraba en esa ca
tegoría, porque su autor la habia tomado de los indostanos,
es decir, de la antigua ciencia, conservada en aquella re
ligion por la tradicion. Habiendo, pues, encontrado esa doc
trina en el camino de su desarrollo científico , el Cristianismo
se apoderó de ella, se la apropió, y despues de haberla
despojado de todas las exageraciones y errores que la desfi
guraban, la constituyó en una ciencia armónica con laJe, é
hizo de ella la simple fórmula de explicacion del dogma ca
tólico. Esa es la filosofía escolástica, deque los antiguos Pa
dres pusieron los cimientos, y que santo tomás concluyó y
elevó á su más alta perfeccion. Por manera , que no es de la
.filosofía escolástica de donde ha salido la teología católica,
sino que de la teología católica ha salido la filosofía escolás
tica ; que, por consiguiente, con mucha razon puede llamarse
filosofía cristiana.
Suplicamos á nuestros lectores nos dispensen esta digre
sion sobre el orígen y el espíritu de la escolástica , porque es
de sumo interes para la causa que defendemos , ó mas bien
es la causa misma. Porque desde que supuestos sabios, áun
entre los católicos, haciendo, quizá sin advertirlo, causa co
mun con el protestantismo y la incredulidad , han formado
empeño, hasta en nuestros dias, en despreciar esta ciencia,
ni áun los filósofos católicos se entienden ya en las cuestiones'
más importantes y delicadas , y sobre todo , sobre el método
filosófico de llegar á la verdad.
Desde la entrada en el mundo de la doctrina escolástica, el
alma humana no es más que una tabla rasa, en donde nada se ha
— 76 —
escrito todavía (I); es decir, que por sí misma no tiene ideas,
ni conocimientos, ni verdades de ninguna especie, ni paten
tes ni ocultas, ni en el estado de gérmen, ni en el de desar
rollo. Pero, como ya hemos dicho (Del origen de las ideas,
Pág. 2o ), semejante al Hijo de Dios hecho hombre , que en el
estado de la más completa indigencia con que apareció en el
mundo , no por eso dejaba de llevar el principado ó la sobera
nía sobre sus hombros. Cujus imperium super humerum ejus , y no
por eso tuvo menos el poder de conquistar el mundo, el alma
humana , á pesar del completo estado de desnudez intelectual
con que se encuentra en el hombre que nace á la vida, no
por eso deja de llevar sobre su frente el sello de la imagen
misma de Dios. Signatum est super nos, umenvultus tui Do
mine. (Psalmos.) Y no tiene ménos en sí misma esa facultad
sublime del entendimiento activo , que el alma del bruto no po
see. Quibus non est intellectus (Ibid.), y que no es más que una
cierta participacion de la luz divina. Intellectus agens estpar-
ticipatio qucedam luminis divini. (Santo Tomás.) Por medio de
ella el alma generaliza lo particular, universaliza lo singular,
se forma ella misma las ideas, y adquiere el derecho de do
minar como reina en el mundo de la verdad. Como ese asom
broso poder proviene inmediatamente de Dios, no necesita de
ningun recurso exterior, de ninguna enseñanza para ponerse
en obra. Es, como ya hemos dicho, la respiracion del alma, que
no se sabe mejor que la respiracion del cuerpo. Sólo que como
el cuerpo para respirar necesita aire , que es la causa mate
rial de la respiracion, del mismo modo el entendimiento que
obra necesita el fantasma delas cosas exteriores, que los sen
tidos trasmiten á la imaginacion, y que es la causa material
de la formacion de la idea.
(i) Intellectus humanus, qui est ultimus in ordine intellectuum, et maxime
remotus a perfectione divini intellectus, est in potentia respectu intelli-
gibilium , et in principio est sicut tabula rasa in qua nihil est scriptum,
quod manifeste apparet ex lioc quod principio sumus intelligentes tantum in
potentia; postmodum autem efficimur intelligentes in actu. (Samo Tomás:!,
Quaest. lxxix, Art. 2.)
Desde el momento, pues, en que los sentidos de un niño
han llegado al estado de desarrollo necesario para distinguir
los objetos exteriores, y para someter fielmente su fantasma
á la imaginacion , su entendimiento , obrando siempre por sí
mismo por sola su voluntad , idependientemente de toda ins
truccion, y con la facilidad y rapidez con que la vista corporal
abraza á un mismo tiempo una inmensa variedad de objetos,
despoja á aquel fantasma de todas sus condiciones de indivi
dualizacion , expresa y constituye de ellos una concepcion
intencional, universal, se la hace inteligible y se forma la
idea.
Así es , dice santo Tomás , como las potencias sensitivas
preparan al entendimiento el objeto que las es propio , el co
nocimiento del sér comun. Polentice sensitivos preparant intellec-
tui suum objectum. Ens commune est objectum propie intellectus.
Y por ese medio se comprende tambien, añade el Angélico, la
necesidad que tiene nuestra alma intelectiva de hallarse unida
al cuerpo; porque completamente independiente del cuerpo
con relacion á su sér , necesita del cuerpo con respecto á su
operacion propia , que es la de comprender , y por la cual el
cuerpo la suministra , no el poder ó potencia , sino la materia.
Máxime videtur corpus esse necessarium animce intellective , ad
ejus propriam operationem quce est intelligere, quia secundum esse
suum, a corpore non dependet.
Esta es la sublime y magnífica doctrina de la filosofía cris
tiana acerca del origen de las ideas, que procuramos desen
volver y defender en Francia , desde hace siete años, en todos
nuestros escritos (1).
Pero expliquemos todavía más, para mayor satisfaccion de
nuestros lectores católicos, esa misma doctrina, tan confor
me á los principios del Catolicismo , tocante á la grandeza y
dignidad del alma humana.

(1) Véase particularmente nuestra segunda Conferencia sobre la filosofía


cristiana de la edad media , en el tomo i de la Razon filosófica, y nuestros es
critos sobre La verdadtra filosofía , y sobre el origen de las ideas, etc.
— 78 —
Las cosas sensibles , dice santo Tomás , se reciben de dos
maneras: de una manera material con la materia, ó de una
manera intencional sin la materia. La mano, que al contacto
de una cosa caliente ú odorifica se pone cálida ú olorosa,
recibe la cualidad del calor ó del olor con su materia; pero la
pupila del ojo, que percibe lo blanco ó lo encarnado sin que
por eso se vuelva blanca ó encarnada , recibe la especie de lo
blanco ó de lo encarnado de una manera intencional, abstrac
ta, espiritual, sin su materia (1).
Generalmente, el ojo que ve un cuerpo, no recibe en él
más que la especie intencional de aquel cuerpo, y no mate
rialmente el cuerpo mismo. Y es, porque en virtud de su ma
ravillosa organizacion, en presencia de uno ó de muchos
cuerpos iluminados por la luz, el ojo despoja á aquellos cuer
pos de su materialidad, los espiritualiza en cierto modo, y se
forma de ellos una especie intencional, por ¡a cual, y en la
cual, los ve en toda su inmensa variedad, á pesar de toda su
unicidad , y en todo su grandor natural , á pesar de su pe
quenez.
No sin razon para explicar los fenómenos de la vision del
espíritu, se emplea el mismo lenguaje con que explicamos los
fenómenos de !a vision del cuerpo; y santo Tomás llama á la
vista el sentido más conoscüivo é intelectivo , porque nada nos
representa ni nos hace comprender mejor las operaciones de
nuestro entendimiento.
Sólo que al formarse la especie intencional de la cosa vista
sin su materia , el ojo no la despoja de sus condiciones esen
ciales de acto y de presente (de hic el nunc) que la individuali
zan ; y ve siempre , por ejemplo , esa silla , esa mesa, ese ca-

(1) Res sensibiles recipiuntur & immutatione naturali cum materia, et á


immutatione spirituali (sine materia), quando recipitur qualitas sensibilis se-
cundam esse spirituale , id est, species , seu intentio qualitatis et non ipsa qua
litas, sicut pupilla recipit speciem albedinis, et tamen ipsa non efficituralba;
sicut per primam immutationem manus fit calida vel odorífera , ex contacta réi
calidae vel odoríferae. (Suplement.: Quaest. lxxxiv, Art. 2.)
— 79 —
bailo , esa casa , en ese momento y en ese sitio; miéntras que el
entendimiento, mirando los fantasmas de esos mismos obje
tos, que el ojo ha hecho pasar á la imaginacion é impreso en
ella, ese fantasma, desprendido ya de la materia del objeto
que representa, le espiritualiza todavía más, porque le des
poja de las condiciones materiales susodichas, generaliza lo
que el ojo no habia hecho mas que espiritualizar, y ve en él,
lo repetimos, la silla , la mesa , el caballo , la casa; se for
ma de ellos la concepcion general ó la idea, y conoce la cosa
vista más perfectamente que el ojo corporal. Porque toda vir
tud cognoscitiva es tanto más perfecta, cuanto percibe el ob
jeto material de una manera más inmaterial, y nada es más
inmaterial que lo universal (1).
Con muy cortas excepciones, el ojo corporal es el testigo
fiel de las operaciones del entendimiento, el ojo del espíritu;
y él nos dice que del mismo modo que sin ninguna instruc
cion, sin ninguna enseñanza exterior preliminar, pero en vir
tud de su propia naturaleza , ejecuta , sin la menor dificul
tad , en un instante , su inmensa é inefable operacion de es
piritualizar la cosa, despojándola de su materia, y defor
marse de ella la concepcion intencional, así tambien el en
tendimiento sin ninguna instruccion , sin ninguna enseñanza
exterior preliminar, sino en virtud de la participacion de la
luz del entendimiento divino, que hace caer sobre él uno de
sus rayos divinos , ejecut* sin el menor trabajo y con la ra
pidez del relámpago, su operacion todavía más inmensa y
más inefable de generalizar el fantasma que se le ha presen
tado en sus condiciones materiales, y de formarse la idea.
Nos dice que del mismo modo que para no rebordarnos la

()) Quanto aliquid immaterialius habet formam rei cognitae, tanto per-
fectius cognoscit. Unde intellectus qui abstrahit speciem, non solum á mate
ria, sedetiama materiallbus conditionibus individuantibus, perfectius cognos
cit quam sensus qui accipit formam reí cognitae, sine materia quidem, sed
cum conditionibus materialibus ; et Ínter ipsos sensus, visus est magis cognos-
citivus, quia est minus materialis. (Santo Tomás: I, Quaest. lxxxiv, Art. 2.)

'o
— 80 —
operacion trascendental por la que hemos enriquecido , en
nuestra infancia , nuestra memoria sensitiva (1)con tantas imá
genes (fantasmas) de tantas cosas vistas, no es menos cierto
que nosotros las hemos adquirido por la virtud de nuestro ojo
que ve; y así tambien, para no recordarnos la operacion toda
vía más trascendental , por la que en nuestra infancia he
mos enriquecido nuestra memoria intelectiva con tantas ideas
de los fantasmas percibidos, no es menos cierto que igual
mente somos nosotros los que nos las hemos formado por la
virtud de nuestro entendimiento operante (2).
La razon de este fenómeno es que todo sér no puede reci
bir otro , sino segun la capacidad receptiva propia de su na
turaleza. Pues bien: el entendimiento recibe en sí mismo las
cosas exteriores que conoce ó comprende. Porque toda cosa
conocida está en el que la conoce, como la cosa amada está
en el que la ama (3). Pero siendo el entendimiento una po
tencia esencialmente generalizadora , de la que lo universal
es el objeto natural y propio, es de la naturaleza del enten-

(d) Los filósofos modernos, extraños á la verdadera filosofía, la filosofía


cristiana, y que no conocen más que confusa, y áun groseramente, las facultades
del alma , no distinguen bastante las dos especies de memorias que tiene el
hombre: la memoria sensitiva, ó la memoria de las imágenes (fantasmas), de
las cosas corporales , cuyo depósito se halla en la imaginacion (la fantasía), y
que'nos es comun con los brutos ; y la memoria intelectiva, ó la memoria de las
ideas , de los principios , [de las nociones de [las cosas espirituales , cuyo depó
sito se halla en esa facultad de nuestra alma , que los escolásticos llaman en
tendimiento pasible , y que los brutos no comparten con nosotros. Porque para
que el bruto tuviese un depósito de ideas, de principios, seria necesario que
tuviere lo que no posee , un entendimiento operante para formarlos. Quibus
non est intellectum. Sin embargo , la distincion de estas dos especies de memo
rias no es ménos importante para explicarselas sublimes funciones del espíritu
humano.
(2) Se comprende, pues , perfectamente hasta donde llegan estas hermosas
palabras de santo Tomás : «Nosotros necesitamos del entendimiento operante
para comprender, por ¡a misma razon que necesitamos de la luz para ver.
Propter idem requiritur intellectus agens ad intelligendum , propter quod lu
men ad videndum». (I, Quaest. lxxix, Art. 3.)
(3) Omne cognitum est in cognoscente , sicut omne amalum est in amante.
(Santo Tomás, pass.)
— 81 —
dimiento el no aprender ó retener sino lo umvebsal, y el no
recibir en sí mismo las cosas que conoce y comprende, sino
de una manera universal.
Porque comprender lo universal, es, dice santo Tomás,
comprender la naturaleza del género y de la especie de la
cosa sin los individuos, pero únicamente por la concepcion
inteligible que el entendimiento operante ha extraído de la
materia. Intelligere untversalia est intelligere naturam generis et
especiei , sine individuis; per especiem intelligibilem abstractam
á materia per intellectum.
Así la planta , como no tiene más que la virtud vegetativa ó
la virtud de trasformar la materia, recibe en sí los objetos
exteriores con su materia y no los conoce. Porque, en térmi
nos generales , conocer no es más que recibir en sí lo que es
material en la materia (1). El bruto, que tiene además la fa
cultad sensitiva, ó la facultad de despojar los objetos materia
les de su materia, recibe en ella por los ojos lo material sin
su materia , es decir , que no recibe más que la imágen , el
fantasma; y en esa imágen y en ese fantasma conoce las cosas
materiales.
Pero como la facultad sensitiva es una facultad dependien
te de los sentidos, y que no obra sino por un órgano corpo
ral , no percibe lo material sino siempre de una manera par
ticular, porque los sentidos no llevan á la imaginacion la cosa,
sino esta cosa , ó la cosa individual particular. Pero como el
hombre además de esa facultad tiene tambien la intelectiva,
ó la facultad de simplificar todavía más las cosas , de despo
jar la imágen y el fantasma mismo de todos los principios, de
todas las condiciones que le individualizan, de abstraer la es
pecie inteligible y de formarse la concepcion universal ó la
idea , recibe en sí mismo las cosas exteriores de una manera

(1) Oportet materialia cognita incognoscente existere non materialiter,


sed magis immaterialiter. Ratio cognitionis ex opposito se habet ad ratioaem
materialitatis; et ideo qu* non recipiunt formas nisi materialium , nullo modo
sunt cognoscitiva , sicut planta?. (I, Quaest. lxxjciv, Art. 2.)
«
— 82 —
universal , y no las percibe ni puede percibirlas sino de esa
manera.
tendimiento
De aquí sese
sigue
forma
queoperando
la especie
sobre
inteligible
el fantasma,
que nuestro
no esen^
ni

puede ser una concepcion enteramente semejante , sino una


concepcion de un orden diferente, de un orden superior al
fantasma mismo. Y pues que el entendimiento no percibe
directamente las cosas sino en esa concepcion universal, se
sigue tambien que no percibe desde luego más que la espe
cie de las cosas, y que en segundo lugar y reflexivamente es
como percibe la cosa de que se forma la especie. Se sigue
además que nuestro entendimiento no conoce ni puede co
nocer directamente las cosas singulares : no las conoce sino
indirectamente, de una manera refleja; por manera, que
no es en lo particular donde conoce lo universal , sino que,
por el contrario, en lo universal es donde conoce lo particu
lar (1). Se sigue, por último, que la facultad de formarse en
sí mismo las ideas, es para el entendimiento humano una ne
cesidad de su naturaleza , que no es más que la que hay en
la condicion de poder ejercer una funcion semejante; y ne
garle esa facultad , como lo hacen los partidarios de las ideas
innatas, antiguos y modernos, como lo hacen los racionalistas
de todos los matices , es renegar de él, es aniquilarle; lo
cual no es asombroso, porque esos autores de novelas no sa
ben una palabra de esta profunda doctrina de la filosofía cris
tiana, en la que se encuentra, sin embargo, la verdadera
historia del espíritu humano.
Lector, ¿qué decís de esa doctrina tjan sublime, y al mis
mo tiempo tan sencilla, tanfácilde comprender, tan plausible

(I) Intellectus noster speciem intelligibilem abstrahit a principas indivi-


dualibus. Unde species intelligibilis nostri intellectus non potest esse simili-
tudo principiorum individuaüum , et propter hoc, intellectus noster non cog-
noscitprincipium individuale primo, sed reflexe... Res cujus species sive sirai-
litudo est in intellectu, non intelligitur primo, sed reflexive. (I, Quaest. xiv^
Art. 11 ; et Quaest. lxxxv, Art. 2.)
— 83 —
y tan razonable? Porque no se podria, sin incurrir en contra
diccion, negará los ojos del espíritu una actividad más grande
y maravillosa que la que hay precision de reconocer en los ojos
del cuerpo. Y sin embargo , nuestros nuevos semipelagianos
han abandonado la doctrina de la fiilosofía cristiana sobre el
origen de las ideas, para adherirse á los sueños de Platon (1)
y de Malebranche sobre el mismo asunto.
Establecido todo esto, pasemos ahora á ver lo grosero, lo
inconsecuente de sus doctrinas acerca del origen de las ideas,
y la perfecta identidad de esas doctrinas con las de los pe-
lagianos de la Filosofía, los racionalistas absolutos.

§ 6.° Extraña doctrina del autor Del valor de la razón sobre la cuestion del
origen d« las ideas , constantemente condenada por todas las escuelas y por
la Iglesia. Análisis de esa doctrina. Consecuencias desagradables que de
ella resultan para la reputacion científica y por el carácter de su autor.

¿Cuál es, pues, la doctrina de nuestros adversarios, los


semiracicnalistas, sobre el verdadero orígen de las ideas? El
que han seguido, el que miran como su campeon y como su
maestro, nos lo va á decir.
Despues de haber expuesto, bien ó mal, los tres sistemas
que acabamos de poner á la vista de nuestros lectores , el au.
tor Del valor de la razon humana termina esa exposicion con
este extraño y sorprendente pasaje: «Tales son los sistemas
reconocidos en nuestros dias sobre el origen de las ideas. Hay
en cada sistema, áun en el de Epicuro, pruebas que nos pa
recen tan poderosas, que no hubiéramos podido adoptar ni
rechazar ninguno. Hay por otra parte en favor de cada uno de
esos sistemas, desde el origen y en toda la serie de los siglos,
nombres tan numerosos, tan autorizados y tan imponentes por

(i) Véase en la parte I , Cuestion lxxxiv, artículos 3 y 4 de la Summa de


Santo Tomás, cómo ese grande genio ha combatido y pulverizado el sistema
de las ideas innatas, y se tendrá la medida del talento y del saber de los ra
cionalistas y semiracionalistas , sus hijos, adhiriéndose todavía á ese sistema
á pesar de su insuficencia, sus consecuencias funestas y lo absurdo de él.
— 84 —
el carácter y la ciencia, que sólo el respeto deberia contenernos.
Con mucha frecuencia se nos ha impelido á pronunciarnos so
bre las ideas innatas; pero ¿quién se atreveria á decidir una
cuestion examinada , discutida por los pensadores de todos los
siglos, y constantemente resuelta en sentido contrario por los ma
yores talentos? (1). ¿Quién se lisonjearía de tener más genio que
todos los siglos reunidos? Y no es porque no tengamos, como
todo el mundo, una preferencia, una inclinacion ; pero creemos
el disentimiento sobre esta materia permitido , legítimo t hasta
inevitable , y no vemos qué consecuencia inmediata puede te
ner para la sociedad y para la religion» . (Pág. 16.)
Pero dejando á un lado la ironía, ¿es posible que semejan
tes palabras, tan humildes, tan candorosas y tan reservadas
en la apariencia , pero tan inconvenientes, tan falsas , tan te
merarias y tan absurdas en la realidad , á pesar de la buena
intencion que sin duda las ha inspirado, hayan salido de la
pluma de un sacerdote católico? Pareceria increible á no verlo!
Sólo nos detendremos un momento en la confianza que el
autor de este pasaje se ha dignado hacer al público, advir-
tióndole , que con frecuencia le han estrechado á pronunciarse
sobre las ideas innatas ; pero que se ha negado á ello por la ra
zon de que nadie se atreveria á decidir una cuestion examinada,
discutida por los pensadores de todos los siglos , y constante
mente resuelta en un sentido contrario por los más grandes ge
nios , y que nadie podria lisonjearse de tener más talento que
todos los siglos juntos , y nos limitarémos á hacer la observa

is) Parece que los semiracionalistas han adoptado el partido de aGrmor


que la cuestion de las ideas es y será siempre un misterio incomprensible, y que
jamás ha sido resuelto; y eso para dispensarse de admitir la solucion que de
ella ha dado la Glosofía cristiana. Porque otro semiracionalista, que hemos re
futado en nuestra obra Sobre el origen de las ideas( páginas 32 y siguientes),
ha hablado en el mismo sentido , y ha hecho uso casi de las mismas pala
bras. Véase lo que hemos dicho en ese mismo lugar sobrela hipocresía de cier
tos filósofos, que afectan encontrar misterio donde no le hay; ¡como no sea el
misterio de su obcecacion voluntaria en presencia de la luz de una grande
verdad !
— 85 —
cion de que ese modesto lenguaje puede sin injusticia tra
ducirse de este modo : En la cuestion de las ideas , los que han
profesado el idealismo ó el materialismo han sido pensadores,
genios, de la misma fuerza que los que han profesado la verda
dera doctrina sobre la realidad de las funciones del alma y
del cuerpo. Santo Tomás, que se ha atrevido á decidir esta
cuestion, y los que, siguiendo sus huellas, trabajan por acre
ditar esa doctrina , son culpables del más necio orgullo, por
que para ellos {santo Tomás y su doctrina) es lisonjearse de
tener más genio ó talento que todos los siglos juntos . El autor de
semejante opinion , no tiene ninguna idea fija sobre el punto
fundamental de toda filosofía, y no conoce con exactitud la
base sobre que descansa la Filosofía ; lo cual no le impide el
suponerse un gran filósofo revestido de la alta mision de ilus
trar á los tradicionalistas , de atraerlos por medio del examen á
la verdad, y de defender la verdadera filosofía, etc., etc.
Pero consuélense las personas que han estrechado á ese au
tor á pronunciarse sobre las ideas innatas de que no se haya
efectuado ese pronunciamiento, que por parte de un filósofo
que ocupa una posicion tan elevada en el mundo científico, hu
biera sido de inmensa trascendencia en favor de ese sistema.
Verdad es que perteneciendo á una corporacion obligada
por su regla á seguir la doctrina de santo Tomás, y que, por
el órgano de su superior general , ha condenado desde su
aparicion la doctrina de Descartes y Malebranche sobre las
ideas : corporacion cuyos miembros más distiguidos , desde
esa época hasta nuestros dias , desde los padres Daniel , Gue-
rinois y Gaudin, hasta el padre Perroni , jamás han cesado de
combatirla; verdad es, decimos, que perteneciendo á seme
jante corporacion , nuestro filósofo no ha podido por una de
claracion estrepitosa en favor de las ideas innatas , ponerse en
oposicion abierta con santo Tomás , apellidarse cartesiano y
abjurar las tradiciones filosóficas de su orden. Pero si su po
sicion no le ha permitido pronunciarse por ese sistema con las
palabras , no ha desaprovechado ninguna ocasion de mani
— 86 —
festarcora hechos sus simpatías. Su libro sobre el valor de la ra
zon, en particular, no es, desde el principio hasta el fin, más
que su comentario más ámplio, y su apología más completa.
Pero hé aquí unas consecuencias todavía más sérias que
pueden deducirse de semejante apreciacion de los tres siste
mas reconocidos sobre el origen de las ideas.
1. a En primer lugar, el sistema delas ideas innatas, afir
mando que las ideas no tienen la menor relacion con los cuer
pos, y que no dependen de ellos para nada, hace inútil, in
comprensible la union del alma con el cuerpo Sobre ese sis
tema se apoyaron, en efecto, los platónicos, paganos y cris
tianos, que han sostenido que el alma no se halla unida al
cuerpo, sino en castigo de faltas cometidas antes de su entra
da en el cuerpo, y que, áun en nuestros dias, creen en la me-
tempsícosis (1).
2.a El sistema de las ideas innatas se reduce, como va lo
hemos demostrado en otra parte [Origen de las ideas, § 17,
Pág. 6), á este principio de Averroés, que santo Tomás ha
combatido con toda la fuerza de su genio : Que no hay más
que un entendimiento operante en el universo : el entendimiento
increado; de donde resulta, que ningun entendimiento crea
do tiene actividad, individualidad, sustancia y existencia
específica y propia. Este principio es , pues, el panteísmo
puro (2). Y, en efecto, de ese principio han tomado su punto
de partida todos los panteistas sin excepcion , antiguos y mo
dernos , alemanes y franceses.
3.* El sistema de las ¿deas innatas, anonada la realidad

(1) Véase particularmente la obra Tierra y cielo, por M. Juan Reinaud,


Cap. ni, en donde este error, así como el panteísmo, se halla sériamente sos
tenido por medio de sofismas y de una apariencia de conviccion religiosa , que
haria á esa pesada obra muy peligrosa , si fuese posible tener valor para leerla
basta el iin.
(2) Por esto santo Tomás ha insistido tanto en esta tésis: Que no hay un
solo entendimiento comun á todos los hombres ; pero que el entendimiento hu
mano se multiplica en tantos entendimientos distintos entre si , cuanta es la
multiplicacion de los cuerpos humanos. (1 , Quacst. lxxii, Art. 2.)
— 87 —
subjetiva de nuestros conocimientos, su relacion necesaria
con nuestro propio cuerpo, y con todas las cosas corporales
que los sentidos nos representan como realmente distintas de
nosotros, y existentes en sí mismas fuera de nosotros. Esta
es, pues, la negacion de todo ser corporal de nuestro propio
cuerpo, es el idealismo y el escepticismo en todo su rigor. Por
eso la Iglesia le condenó siempre en la edad media , en la
persona de Escoto Erigene , y de todos los panteistas é idea
listas que fueron apareciendo á largos intervalos, y que tra
taron de minar por su base la filosofía cristiana en los últimos
tiempos, en las obras de Descartes, Malebranclie y Espinosa,
y en nuestros dias, en fin, en los escritos de M. Cousin y de
todos los panteistas é idealistas alemanes.
En cuanto al sistema de que las ideas son obra del cuerpo, es
la negacion de todo ser espiritual y de Dios mismo; luego es
el materialismo y el ateísmo.
4.a Sólo el sistema escolástico , admitiendo que el cuerpo
concurre á la formacion de las ideas como causa material,
miéntras que el entendimiento operante es su verdadera
causa, la causa eficiente, explica la necesidad de la union del
alma humana con el cuerpo, su union sustancial en la uni
dad del mismo ser; deja al alma su actividad, su individua
lidad, su existencia propia, y al cuerpo su realidad; este
sistema explica todo el hombre, asegura á Dios la dignidad
de causa primera y al entendimiento humano el papel de causa
segunda; y siendo verdad, él mismo disipa en el orden inte
lectual todo error, y establece en él de una manera sólida
toda verdad. Por eso la Iglesia , en el concilio ecuménico de
Viena , ha consagrado su grande fórmula con estas palabras:
Siquis dixerit animam intellectivam non esse, formam substan-
tialem corporis humani , anathema sil ; y el concilio de Trento
la ha canonizado en cierto modo, concediendo á la Summa de
santo Tomás , que le contiene, el honor único de ser colocada
frente á frente de los Evangelios.
Pues bien : sentado todo esto, ¿qué debe pensarse de un
— 88 —
sacerdote católico, que, blasonando de filósofo, ignora ó apa
renta ignorar todo eso, colocando en una misma línea el sis
tema de Platon y de Epicuro , y el de san Atanasio, san
Agustin y santo Tomás , confundiendo en las mismas simpa
tías ó en el mismo desprecio á la verdad y al error, decla
rando que en cada uno de esos sistemas (áun en el de Epi
curo) hay pruebas poderosas , y no atreviéndose á adoptar nin
guno de ellos, áun el de santo Tomás, que es el único verda
dero, ni á rechazar ninguno , ni áun el de Platon y Epicuro,
que ambos son falsos? (1).
En segundo lugar, el sistema de las ideas innatas ha tenido
un Platon entre los filósofos antiguos, y un Leibnitz entre los
modernos ; porque Descartes , como hemos probado en otra
parte (Origen de las ideas, Pág. 19), no era completamente
platónico, y Bossuet era escolástico. Pero el sistema mate
rialista de las ideas obras del cuerpo, no tuvo más que un Epi
curo y un Lucrecio, y en estos últimos tiempos un Locke, un
Hume, un Condillac, unCabanis, y los filósofos materialistas
del último siglo y del nuestro. Pues bien: esos nombres no
son, que nosotros sepamos , tan autorizados é imponentes por
la ciencia y por el carácter , que el respeto que inspiran deba
impedir al filósofo católico el desaprobarlos ó negarlos; mien
tras que, por el contrario, el sistema escolástico ha sido segui
do por san Atanasio, san Agustin , san sidoro de Sevilla , san
Bernardo , san Anselmo, san Alberto el Grande, sanio Tomás,
san Buenaventura, y más tarde por Laynez, Salmeron, Sua-
rez , Belarmino , por todos los grandes teólogos de la edad
media , por todos los Padres del concilio de Trento , y por
todos los filósofos católicos, hasta fines del siglo xvn , es decir,

(1) Es tanto más incomprensible, cuanto que el mismo autor, habiendo ex


puesto muy bien ese sistema escolástico en la página 9, que es una de las me
jores y más sensatas de su libro, no encuentra nada que censurar en él , y que
en la exposicion fiel que de él ha hecho , le ha presentado como un sistema
muy claro, muy sencillo y muy razonable. Ha pasado, pues, junto al lado
de la verdad, la ha visto, la ha reconocido, ha fingido saludarla ; pero despues la
ha vuelto la espalda , como si fuese el error.
— 89 —
por los únicos nombres que en esta materia son verdadera
mente autorizados é imponentes por la ciencia y el carácter. ¿Qué
debe pensarse, pues, de un sacerdote católico que afirma
que en esos sistemas, y por consiguiente hasta en el mate
rialista , hay nombres autorizados é imponentes por la ciencia y
por el carácter?
En tercer lugar, no puede ser dudoso sino para el que ig
nora la historia de la Filosofía , que la gran cuestion sobre el
origen de las ideas habia sido, como acabamos de ver, satis
factoriamente resuella por el Cristianismo; que sobre punto
tan grave, todo el mundo católico se hallaba completamente
de acuerdo en que el sistema de las ideas que resultan de la
prodigiosa actividad del alma con el concurso del cuerpo era el
único sistema verdadero : que se conservó y siguió constante
mente durante una docena de siglos; en fin , que en tan dila
tado espacio de tiempo , ese sistema reinó pacíficamente en
las escuelas ortodoxas , hasta que plugo á algunos católicos
imprudentes, que participaban del odio que los protestantes
profesaban á la escolástica, el restablecer el platonismo, se
gun Lutero, Descartes y Leibnitz; y el epicureismo, segun
Bacon , Gassendi y Locke , y volver á hacer cuestionable lo
que desde mucho tiempo ya no lo era. ¿Qué debe, pues,
pensarse de la erudicion histórica de un sacerdote filósofo,
que con tanto aplomo pretende persuadirnos de que la cuestion
sobre el origen de las ideas , examinada y discutida por los pen
sadores de todos los siglos , ha sido constantemente resuella en un
sentido contrario por los mayores genios, es decir, que el mundo
católico ha estado siempre en la vaguedad, en la incertidum-
bre, tocante á un punto tan capital de la ciencia filosófica?
Por último, es un hecho que no necesita demostracion, que
miéntras el sistema escolástico permaneció en pié en la Filoso
fía , el dogma teológico , fuerte tambien con el apoyo quede
él recibia, permaneció inatacable é inatacado: que todo ex
travío de la razon fué prontamente reprimido, y que toda here
jía era sofocada en su origen. Pero desde que Lutero , resu
— 90 —
citando el platonismo, quiso convertirle en base de la Reli
gion, un inmenso cisma se suscitó en la Iglesia, porque el
protestantismo no es más que la doctrina de la revelacion di
recta de Dios A toda alma humana , ó la doctrina de las ideas
innatas aplicada al Cristianismo. El protestantismo, que en
un principio se habia limitado á negar algunos de los dogmas
revelados, continuando en protestar siempre, trasformán-
dose en filosofismo en el siglo último, y luego en el nuestro
en racionalismo, particularmente en Alemania y en Francia,
ha concluido por negar toda verdad del orden natural y toda
religion, ha trastornado la sociedad y lo ha desquiciado todo.
Por manera, que no es culpa de la razon divinizada por la
ciencia si todavía queda en Europa alguna huella del Cris
tianismo y alguna sombra de orden social. ¿Qué debe, pues,
pensarse de un filósofo teólogo que dice que el disentimiento
en la cuestion sobre el origen de las ideas , cuestion fundamental
de toda filosofía , es legítima , es permitida y hasta inevita
ble (1), y que no ve qué consecuencia inmedata puede tener ese
disentimiento para la sociedad y para la Religion1? ¿No es eso de
cir que en Filosofía es igualmente permitido á todo cristiano
ser un idealista con Platon y Kant, ó materialista con Epicuro
y Cabanis, ó católico con santo Tomás y Suarez, y que la elec
cion de la Filosofía entre esos tres sistemas diferentes, es una
cosa tan insignificante para la Religion y para la sociedad? ¿Se
ha oido jamás nada semejante?

(1) Hé aquí cómo lia resumido santo Tomás en muy pocas palabras la
gran doctrina filosófica sobre el origen de las ideas y su historia: « El princi
pio de nuestro conocimiento, dice, nos viene de los sentidos; no porque,
segun Aristóteles , la operacion del entendimiento sea una comunicacion del
cuerpo (como pretenden los epicúreos) , pues que una cosa corporal no puede
imprímir nada sobre otra incorpórea. Asi , para producir la operacion intelec
tual, no basta la sola impresion de los cuerpos sensibles, es necesario alguna
cosa más noble. Tampoco la operacion intelectual es producida por la impre
sion de algunos séres superiores, como pensaba Platon ; sino que ese agente
superior y másnoble es lo que Aristóteles llama el entendimiento operante, el
cual despues de recibir de los sentidos los fantasmas, las imágenes de las
cosas, las hace inteligibles por medio de la abstraccion. Hé ahí por qué se dice
— 91 —
Mas, al fin, nuestro autor se compadece de ese pobre mundo
filosófico, que durante tres mil años ha buscado con tanto afan
el verdadero origen de las ideas, sin poderle encontrar jamás.
Aun á riesgo de incurrir en la misma falta que ha censurado
en santo Tomás y en todos los filósofos católicos , de haberse
atrevido á decidir una cuestion discutida por los pensadores de
todos los siglos , y resuelta constantemente en sentido contrario por
los mayores talentos, y de haberse lisonjeado de tener más genio
que todos los siglos reunidos, hé ahí que para bien de las almas
y mayor gloria de Dios, decide modestamente esa cuestion
que los más grandes ingenios no habian sabido decidir hasta
aquí; y es un cuarto sistema enteramente nuevo, y de su in
vencion , que nos propone como el único verdadero en tan
importante cuestion. «Si nos atreviésemos á decir, añade,
«todo lo que pensamos acerca de esas opiniones, aventuraria-
nmos un parecer que podria mirarse, si se quiere (gracias
por tanto miramiento á la libertad de las opiniones), como una
» cuarta opinion sobre este asunto. Y es que esos tres orígenes
• SEÑALADOS AL PENSAMIENTO HUMANO SON QUIZÁ IGUALMENTE POSI-
»bles, sin que nos sea jamás dado saber cual es el verda
dero.» (Pág. 17.) Así, pues, para ese autor es igualmente
posible el que Dios sea el que da las ideas enteramente for
madas al alma (sistema de Platon y de Malebranche) y que
las ideas nos vengan ya formadas por los sentidos (sistema
de Epicuro y de Cabanis); y, en fin, que las ideas no nos ven

gue la operacion intelectual es producida por los sentidos en razon de los fan
tasmas ó imágenes. Mas como los fantasmas no bastan para producir la idea in
telectual , no puede decirse que el conocimiento sensible sea la causa total y
completa del conocimiento intelectual ; es , por decirlo así , la materia que sirve
para obrar». (I, Quaest. lxxxiv, Art. 6.) No puede, pues, desearse nada más claro
y sencillo que esta exposicion del Doctor angélico sobre la cuestion de las ideas;
un niño puede comprenderla ; es necesario violentar la razon para disentir de
santo Tomás en este lugar. Ese pasaje lleva en sí mismo todos los caracteres de la
verdad; nuestro autor lo conoce muy bien, puesto que le ha publicado él mismo.
¿No es, pues, asombroso oirle decir que el disentimiento sobre una cuestion tan
bien resuelta por santo Tomás, es, no sólo posible, sino inevitable? ¡En verdad
que nuestro filósofo semiracionalista es bien descontentadizo I
— 92 —
gan ya formadas, ni directamente de Dios, ni directamente
de los sentidos, sino que el alma misma sea la que se las for
ma , con motivo de las fantasmas que la trasmite el cuerpo
(sistema de Aristóteles y de santo Tomás). Es decir, que el
idealismo , el materialismo y la doctrina escolástica , que se
halla igualmente distante de esos errores, son igualmente po
sibles ; es decir , que en la dificultad , por no decir imposibi
lidad, de saber cual de esos orígenes del pensamiento es el verda
dero , no puede hacerse cosa mejor que admitir los tres ; es
decir además , que por el amalgama y efusion de esos tres sis
temas contradictorios (de los cuales uno solo puede ser el ver
dadero), esa mezcla de verdades y de errores es el único sis
tema razonable que debe seguirse en la cuestion del origen de
las ideas; y, en fin , que el fundamento de la verdadera filosofía
es el cáos. Grandioso y sublime descubrimiento, de que debe
envanecerse el semiracionalismo, porque le da derecho para
decir á esos incorregibles tradicionalistas detractores de la
razon y del progreso: [Mirad, pues, la grande cuestion discu
tida y resuelta constantemente en sentido contrario por los pen
sadores de todos los siglos ; vedla resuelta al fin en un sentido
armónico por un modesto semiracionalista del siglo xix !

§ 7.° Los cargos que acaban de hacerse al autor Del valor de la razon se di
rigen al mismo tiempo á todos los semiracionalistas, porque todos profesan la
misma doctrina sobre el origen de las ideas. Su profesion de fe sobre esta
materia, se halla expresada por el órgano de algunos de sus maestros.

Renunciamos á la enojosa tarea de poner más en relieve


la falsedad y ridiculez de la doctrina de ese semiracionalista
sobre las ideas. Pero no podemos menos de declarar , para ser
justos, que nuestras censuras no comprenden únicamente á
ese autor mal inspirado , sin» que son extensivas á todos los
afiliados del semiracionalismo, porque éstos siguen exacta
mente la misma doctrina y la formulan, poco más ó mé-
nos, de la misma manera. Y porque en la persona de ese
maestro teníamos ante nuestra vista á toda la escuela semi
— 93 —
racionalista, nos hemos detenido en el incomprensible pasaje
que acabamos de analizar más tiempo del que la posicion de
su autor parecía exigir. Sólo que, como no están obliga
dos, por las mismas razones que el autor precitado, á ocultar
su opinion los demás escritores semiracionalistas , desplegan
mayor apariencia de candor y más franqueza en sus confe
siones y afirmacion en cuanto á este asunto.
La filosofía de Lyon, de que los semiracionalistas hacen
tanto aprecio , y que se sigue con tanto entusiasmo en la en
señanza filosófica de un gran número de Seminarios , dice:
• Hay ideas innatas ; Dios solo es la causa eficiente de nues
tras ideas; Dios produce tambien en nosotros ideas facticias,
con motivo de nuestra voluntad y de la conmocion que se
efectua en el cerebro». Esa es la doctrina de la escuela semi-
racionalista , tan querida para los racionalistas filósofos : es el
panteismo en germen , ó Dios manejando la linterna mágica
para divertirse con el hombre. Verdad es que otro semiracio-
nalista acaba de decirnos recientemente , que la hipótesis de
las ideas innatas es gratuita é inútil; mas para no indispo
nerse con sus colegas, ha añadido: Que esa teoria no puede ser
convencida de falsedad. Así es que santo Tomás y todos los
filósofos escolásticos que le han seguido hasta mediados del
siglo último, han domostrado evidentemente la falsedad y las
consecuencias funestas de esa hipótesis; nada habrian probado
contra ella, y habrian hecho mal en combatirla.
Fundándose en la misma teoria , otro doctor semíraciona-
lista nos dice con cierta timidez: «Cuesta mucha dificultad
creer que el hombre, privado de toda instruccion, pueda tener
la idea de lo justo y de lo injusto , de lo que es bueno y de lo
que no lo es. La existencia de Dios es una idea clara por sí mis
ma (santo Tomás ha añadido : pero no por relacion á nosotros),
y de la que la misma naturaleza ha impreso el conocimiento
cierto en nuestro espíritu (santo Tomás ha probado lo con
trario) loque es decir con los racionalistas, que la natura
leza, esa buena y tierna madre del hombre, no ha dejado
— 94 —
nada que hacer á la revelacion y á Ja gracia , y áun que el
hombre puede pasarse sin revelacion y sin gracia.
Para otro profesor de la misma escuela semiraciorialista,
«la teoría de la intuicion del sér absoluto [entis simplicitef) ,
aunque no demostrado , es admisible como hipótesis, y no es
ni panteista ni iluminista» . Esto seria muy tranquilizador si
Schelling, Hegel, Fichte, Lamennais y Cousin no hubiesen
establecido sobre esa teoría tan inocente el panteísmo , el ilu-
minismo y el racionalismo.
Oigamos ahora á un profesor, que, en razon á su buen ta
lento y á su alma todavía más hermosa que su ingenio, sen
timos sinceramente ver colocado en unas filas en las que no
está en el lugar que le corresponde : «Hay, dice, en la razon
principios eternos é inmutables » ; lo cuat es afirmar que la
razon humana es la razon misma de Dios: es destruir toda
distincion real' entre el entendimiento del hombre y el enten
dimiento de Dios: es establecer el panteísmo; y por eso todos
los filósofos panteistas, alemanes y franceses, estampan ácada
paso en 'sus libros esa misma afirmacion.
« Hay tambien , añade el mismo profesor , verdades de con
ciencia , verdades de razon, provenientes de la revelacion pri
mitiva que Dios concedió al mundo en su orígen. Esa revelacion
se renueva todas las veces que un hombre nace á la vida inte
lectual y moral; así es que buscamos el origen de esas verda
des en la conciencia y en la razon, que es una revelacion verda
dera, pero natural. Esa revelacion es y será siempre inmediata
y directa. » Pues bien : estas proposiciones encierran en sí
mismas el malebranchianismo, el iluminismo, el prostestan-
tismo, y por consiguiente tambien el racionalismo puro; por
que son el comentario de estas palabras de M. Cousin : « La
razon no es más que la encarnacion del Verbo , y la encarna
cion del Verbo no es más que la razon» .
El mismo autor prosigue así : a Dios se revela á nosotros por
la idea: nos habla en el santuario interior, en el fondo del
alma , allí es donde se revela á nosotros por la idea , que nos co
— 9o -
monica de su perfeccion. En esa idea, pues, estará para nos
otros el manantial de la luz. Esa idea, meditada y profundiza
da, nos revelará toda la grandeza, toda la magnificencia del sér
divino; en esa idea, como en otro Sinaí , va á aparecérsenos el
Eterno, no ya rodeado de relámpagos y de rayos, sino ador
nado con la bondad infinita que revela la perfeccion sobe
rana . •
Así, segun ese filósofo, Dios hace á cada hombre por medio
de las ideas una verdadera revelacion, aunque natural; deposita
en la conciencia y en la razon de cada hombre la idea de su
propia perfeccion , y esa idea es un manantial de luz : en esa
idea el Eterno se revela á nosotros; por manera, que para en
contrar á Dios, para conocerle en toda la grandeza y majes
tad de su sér divino, no tenemos más que pedir noticias á
nuestra alma, que meditar y profundizar la idea que nos ha
comunicado de su perfeccion.
Pero ese es el sistema de las ideas innatas, tal como se
halla admitido por los racionalistas más pronunciados: siste
ma segun el cual se creen autorizados para rechazar toda re
velacion. Porque, ¿qué necesidad tiene el hombre de una re
velacion cualquiera exteríor y positiva? ¿qué podria enseñar
les de más completo esa revelacion , pues que en la idea y por
la idea Dios se revela á él en el fondo de su atma , en toda la
grandeza y majestad de su sér divino? ¿y por qué liabia de ir
el hombre á pedir en el Calvario un conocimiento más com
pleto y más perfecto de Dios, que encuentra siempre prepa
rado y á tan poca costa en el Sinai de su propio espíritu , en
donde Dios se le manifiesta adornado con la infinita bondad
que revela la perfeccion soberana? Hé ahí, pues, al semiraciona-
lismo vendiendo á buen precio su principio específico que le
distingue del racionalismo puro: » Que el hombre puede, por
sola su razon , llegar al conocimiento de Dios , salva la necesidad
que experimenta siempre de buscar en la revelacion el com
plemento, la perfeccion de ese conocimiento» .
Pero lo que pasaria todos los límites del absurdo, y hasta de
— 96 —
la impiedad , si ese buen doctor pensase verdaderamente lo
que dice, es lo que sigue : « Hay en el pensamiento humano
cuatro ideas madres, que producen una serie de concepciones
en armonía con ellas. Esas ideas son el panteísmo, que parte
de la unidad de la sustancia; el dualismo, que afirma dos prin
cipios coeternos y necesarios; el deísmo, que separa á Dios del
mundo; y, en fin, el Cristianismo, cuyo punto de partida es la
idea de la Trinidad en la unidad divina. Todos esos principios
engendran una serie de consecuencias que sostienen entre sí
un paralelismo absoluto». Así, para ese sacerdote filósofo, el
Cristianismo no seria más que una idea del alma humana, y
por consiguiente una concepcion humana; eso es precisamente
lo que dicen los racionalistas. De ese modo el Cristianismo no
tendria ya ningun valor, y no seria más divino en su origen
que las tres monstruosidades á que se le asocia ,,el panteís
mo, el DEALisMoy el dualismo, y además esas monstruosidades
serian tan verdaderas como el Cristianismo. Porque ¿cómo
las ideas madres que nos comunica la razon, dejarian de ser
verdades ellas mismas? En fin, como para esos señores Dios
es el que deposita en el alma humana todas las ideas, por
que las ideas son innatas, Dios es por consiguiente el que la
dota de las ideas madres, del panteismo, del dealismo y del
dualismo, como tambien del Cristianismo ó de los errores más
colosales, juntamente con la verdad ; y la deja el cuidado de
desembrollar ese cáos de principios, de sacar de ellos una se
rie de consecuencias, y armonizarlas en un paralelismo absoluto;
es decir, el cuidado de clasificarlas de manera que perma
nezcan todos igualmente en el alma como verdades. Es impo
sible reunir en tan corto número de palabras más absurdos
ni blasfemias. Los panteistas más pronunciados no hablan
de otra manera. Hé ahí lo que el semiracionalismo ha consig
nado con la mayor solemnidad. Y, sin embargo, ¡semejantes
enormidades han pasado casi desapercibidas...
Todos los escritos de los semiracionalistas católicos, como
los de los racionalistas filósofos, sus padres, encierran ese
— 97 —
mismo sistema. Las ideas innatas son el punto de partida co
mun á todos ellos, son el fundamento mismo de toda su doc
trina, tocante al conocimiento y á la conquista de la verdad.
Hé aquí, pues, bajo ese punto de vista, al semiracionalismo
convencido de ser el racionalismo puro, no disfrazado, sino
desenmascarado por su propia confesion.

§ 8.° Oíros rasgos de semejanza entre el racionalismo puro y el semiracionalis


mo. El autor Del valor de la razon afirmando , contra el testimonio de la
Escritura y su propio testimonio, que la palabra es una invencion humana.
Imposibilidad de esa tesis probada por el misterio sublime del lenguaje. Los
semiracionalistas están de acuerdo en este punto con los racionalistas.

Nos restan que consignar otros muchos rasgos de semejan


za entre los semiracionalistas y los racionalistas absolutos con
respecto á las doctrinas que resultan de su modo de pensar y
de expresarse, y que son completamente idénticas en las dos
escuelas, en cuanto al origen del lenguaje: el principio fun
damental de lo que se llama la ley natural, el primer conoci
miento de Dios , y el dogma de la creacion. El maestro que
combatimos, será siempre nuestra primera guia en esta com
paracion.
En el lugar del origen del lenguaje , ese maestro no se con
tenta con refutar palabra por palabra con miserables sofis
mas la hermosa , elocuente é irrefutable disertacion de M. de
Bonald sobre la imposibilidad de que el hombre haya inventado
el lenguaje; no se contenta con probar á su manera, que el
lenguaje ha podido ser inventado por el hombre, sino que
sostiene que el primer hombre fué, en efecto, el que inventó la
palabra. (Pág. 307-326.) Para sostener semejante enormi
dad, se apoya especialmente en dos largos pasajes de san
Agustin y de san Gregorio de Nisa, que no ha comprendido,
y que no teme presentar como desmintiendo á la sagrada
Escritura , ó mejor desmintiéndose á sí mismo, porque ha di
cho tambien (Pág. 5): «El texto del Génesis (1) interpretado
(2) No sólo el Génetis, sino tambien el Eclesiástico, en la admirable rela
- 98 —
por la tradicion, nos revela que Adan y Eva fueron criados
con la facultad de pensar y de hablar» . Y aquí lícito nos será el
hacer una observacion importante.
Que el hombre de la creacion, habiendo aprendido del
mismo Dios, por medios que no nos es lícito tratar de adi
vinar, la inefable economía del lenguaje, una lengua com
pleta , que no se sabe con exactitud cual , y la costumbre de
hablarla; que ese hombre haya podido, con el auxilio de esa
misma lengua, formar por sí mismo otras palabras que no
había recibido inmediatamente de Dios, es una cosa, no so
lamente posible, sino que, en efecto, ha tenido lugar. Porque
la sagrada Escritura nos dice que Dios, habiendo conducido
todos los animales á presencia de Adan, le mandó que él
mismo les pusiese nombre, lo cual ejecutó Adan. No cabe,
pues, duda, en que el primer hombre inventó por sí mismo
palabras. Y por otra parte, no hay medio de negar al hombre,
que salió de las manos de Dios con la perfeccion de su orga
nismo , con la plenitud de su inteligencia y con los conoci
mientos de toda clase de que Dios le había hecho dón , la
facultad de hacer lo que todos los dias, y á nuestra propia
vista, hacen hasta los hombres ménos instruidos. Porque es
bien sabido que por todas partes el pueblo, que tiene la ¡dea
de la lengua que ya posee, trasforma por sí mismo esa len
gua en otra nueva , y la enriquece con palabras más bellas,
con expresiones más pintorescas, con grande asombro de los
sabios y de las Academias, que jamás y en ninguna parte han
sabido hacer otro tanto.
Pero qué tiene que ver todo eso con la cuestion presente?
De que el primer hombre, criado con las condiciones excep

cion que hace de los dónes y de las gracias con que Dios enriqueció á nuestros
primeros padres al criarlos, lia enumerado el lenguaje ya formado y la pala
bra , y el desarrollo completo de los órganos para poderle hablar y entender,
como así bien el desarrollo de todas las facultades del espíritu para compren
derle , y del corazon para sentirle. Et linguam , el aures , et cor dedit Mis exco-
gitandi et disciplina intellectus replevit illos. Sensu implevit cor illorum.
(Ecclesiast. , xvii.)
— 99 -
cionales y sublimes que acabamos de indicar, haya podido
inventar, é inventado, en efecto, nuevas palabras con el au
xilio del lenguaje que habia recibido , ¿se sigue que hombres ta
les como se les supone en el estado de una barbarie completa,
sin hablar ninguna lengua y sin tener la menor idea de la po
sibilidad de formar una , hayan podido inventar el lenguaje ni
una lengua cualquiera? Semejante afirmacion, ¿es otra cosa
que un puro sofisma y un insulto al buen sentido, áun el más
vulgar?
Ademas, formar una lengua, inventar un lenguaje, es una
cosa que se dice bien pronto , pero que no se hace tan fácil
mente. Se sabe lo que se afirma afirmando semejante hecho?
se afirma que una banda de hombres, en el último estado del
embrutecimiento, exhaustos de todos los conocimientos po
sitivos, y más próximos á la bestia que al hombre, impulsa
dos por un ciego instinto, han podido elevarse por sí solos á
la grande, á la inmensa, á la incomprensible idea, para lo
que la misma inteligencia angélica no seria bastante fuerte,
la idea de la posibilidad de que el pensamiento se encerrase,
y áun casi diriamos se encarnase, en la voz para llegar á ser
sensible y pasar al espíritu de los demás; es afirmar que se
mejantes hombres han podido encontrar , por una feliz casua
lidad, esa parte misteriosa del discurso que se llama el verbo,
el verbo temporal, que es todo el discurso de la inteligencia
creada , y en el que se refleja y manifiesta toda entera ; es
afirmar que sin ninguna enseñanza superior , sin ningun ejem
plo que pudiera servirles de guia y de estímulo por un esfuer
zo de su espíritu, aunque embotado y bastardeado en los sen
tidos, han inventado el arte más incomprensible, el arte de
formar sonidos articulados, fijos, por cierto número de conso
nantes y de vocales , de las que cada una contiene un pen
samiento, una idea; es afirmar que semejantes hombres, te
niendo el órgano de la palabra y el del oido endurecidos por
la edad , han podido, sin maestro y sin auxilio alguno exte
rior, dar á su lengua la maravillosa flexibilidad necesaria para
— 100 —
articular esos sonidos , á su oido la costumbre de escucharlos,
y á su espíritu la facultad de separarlos y apoderarse del
pensamiento ó de la idea que encierran ; es afirmar que los
hombres, privados de todo medio de comunicacion, han po
dido comunicarse entre sí y entenderse para formar una len
gua comun, ó en otros términos, que han tenido á su dispo
sicion la palabra ántes de inventarla (1); es afirmar, en fin,
que hombres colocados fuera de todas las condiciones de la
humanidad, condiciones necesarias para aprender el lenguaje
por otros , le han aprendido por sí mismos ; es decir, que sal
vajes, seres ménos que hombres, han podido llevar á cabo
una obra divina. Pues bien, afirmar tales cosas, ¿no es el
colmo del delirio?
En vez , pues , de refutar á M. de Bonald en este pasaje, en
donde es irrefutable, en lugar de sostener por medio de la
contradiccion y del sofisma el inmenso absurdo de que la pa
labra es una invencion humana , el autor Del valor de la razo*
hubiera hecho mejor en dejará los filósofos racionalistas, ma
terialistas y ateos, que no retroceden ante ninguna extrava
gancia, el sostener semejante tesis, base principal de todos
sus sistemas de impiedad. Hubiera obrado mejor, en interes
de su reputacion de buen filósofo y de buen sacerdote , en
dejar tranquilos , por lo ménos en cuanto á este asunto, á los
partidarios del método católico y tradicional, y no habria
incurrido en la falta inevitable á todo hombre que se obstina
en defender una cosa falsa.
Si quereis ver cómo reasume nuestro autor en la Tabla de
las materias el objeto de su capítulo quinto acerca de esta

(1) El autor que combatimos nos dice, con un candor que encanta, que los
salvajes pueden muy bien formarse una lengua y civilizarse , sobre todo si se
les supone cualquiera medio de comunicacion. Eso es reconocer, confesar , que
siempre ha sido necesario á los hombres un medio de comunicacion para poder
comunicar entre si; 6, como ha dicho Rousseau con tanta verdad, que la palabra
era necesaria para inventar la palabra. Mas á pesar de haber reconocido y
confesado esta gran verdad , nuestro intrépido autor no deja de combatirla
como un sofisma.
— 101 —
singular cuestion, leed lo que sigue (seguimos copiando por
supuesto) : «La barbarie primitiva del género humano, redu-
ducido á inventar su lengua y á progresar penosamente hacia
la civilizacion , es una utopia racionalista , tan contraria á los
hechos , como injuriosa á Dios y á los hombres. La opinion
deque muchos individuos reunidos podrán con el tiempo for
marse un lenguaje sin haberle recibido de la sociedad, no tie
ne nada de peligroso, ni para la ciencia, ni para la Religion,
nipara la sociedad». (Pág. 533».)
Así que, para nuestro grave autor, la opinion de que el
hombre primitivo, en el estado de barbarie, inventó su lengua,
es una utopia racionalista tan contraria á los hechos corno inju
riosa á Dios y á los hombres; pero en cuanto á la opinion de
que los hombres retinidos y en el estado de barbarie, se han for
mado una lengua, no sólo no es una utopia racionalista que nin
gun daño causa á Dios ni á los hombres , sino que es la cosa más
sencilla y más inocente del mundo: la cosa que ménos tiene de
peligroso para la ciencia, la sociedad y la Religion. ¿Qué puede
pensarse de estas dos afirmaciones tan contradictorias en un
mismo periodo y en una misma frase? ¿No teníamos razon al de
cir que , ateniéndose al análisis de la Tabla de las materias del
libroToda
Del valor
la escuela
de la semiracionalista
razon podrían decirse
participa
cosasdemuy
la buenas?
opinion

de ese autor semiracionalista, de que el hombre, no sólo ha


podido inventar, sino que inventó, en efecto, el lenguaje. Todos
los libros , todos los cursos de Filosofía , que han salido de la
misma escuela y que defienden las ideas innatas , defienden
tambien con el mismo celo el origen humano de la palabra.
La filosofía de Lyon , uno de los libros clásicos de la secta
despues de probar con la Escritura y la tradicion que el pri
mer hombre fué criado parlante, sostiene con toda seriedad,
que hombres privados de todas las facultades humanas, thomi-
nes suis facultatibus dimissos , pueden , por medio de gestos, en
tenderse entre sí, hacer largos discursos, convenir de ante
mano en los nombres que deben darse á las cosas ; que pue
— 102 —
den inventar, formar una lengua , hablar ; y que, por consi
guiente, no es enteramente imposible, aunque sea difícil de
comprender (magnífica confesion), que una sociedad humana,
entregada á sí misma, invente una lengua. Non ergo plena
impossibile est licet conceptio difficile, humanam societatem sibi
permissam idioma fingere (1) » . Esa es, nadie lo ignora, la té-
sis predilecta del racionalismo materialista, ateo, porque con
ella se puede pasar muy bien sin Dios, como señor y criador
del hombre; esa es una de las bases de toda filosofía moder
na , hostil al Cristianismo. ¡Héahí, pues, que sobre esta cues
tion capital , el semiracionalismo confiesa hallarse completa
mente de acuerdo con el racionalismo... ¡Hé ahí un nuevo
rasgo de semejanza bien marcada entre los dos sistemas!

5 9." Doctrina escandalosa del autor Del valor de la razon de una moral
obligatoria para la conciencia del hombre , independientemente de toda in
tervencion divina. Refutacion de esa doctrina, primero por el concilio de
Amiens , que ese autor ha invocado en su favor. Santo Tomás prueba evi
dentemente que la ley eterna , que es la razon de Dios, es la única fuente de
toda moralidad. Siendo Dios el criador de la naturaleza humana, todo to
que resulta de esa naturaleza , ó que la es conforme, no tiene su razon más que
en Dios. Miserables contradicciones y absurdos con los que el autor semira-
cionalista ha sostenido su tesis , que es puramente racionalista.

Pero todavía es mayor el escándalo al oir á autores cató


licos hablar como verdaderos racionalistas filósofos, como
verdaderos ateos en punto á la ley natural. Oigamos todavía
una vez al maestro, y despues escucharémos á los discípulos.
Exhumando el error de Grocioyde los publicistas raciona
listas protestantes (estas palabras son sinónimas), que hablando
de la ley natural han dicho: «Esa ley seria verdadera, aun
•cuando Dios no existiese : hcec vera essent , etiamsi Deus non
texisterett, el autor Del valor de la razon ha sostenido, y sos-

(I) Tomo i, Pág. 29, edicion de 1852. Véase en las notas que el sabio y
piadoso M. Doney lia añadido á esa edicion , la nota fe), al fin del mismo tomo,
en donde esa miserable hipótesis es refutada con doce vigorosos argumentos.
— 103 —
tiene en muchos de sus escritos, que la moral de los actos hu
manos es independiente de la voluntad de Dios.
En su opúsculo titulado Los racionalistas y los tradicionalis-
tas, se expresa así: «Se pregunta si, hecha abstraccion de Dios
t y de su voluntad, la sola exigencia de la naturaleza basta
«para crear un deber, para constituir una obligacion moral.
» O en otros términos , si hay una ley moral independiente de
»• toda
muchaley frecuencia,
divina. Estay delicada
demasiado
cuestion
vivamente,
se ha suscitado
para no tener
con

• necesidad de una solucion completa» . [Los racionalistas y los


tradicionalis'as. Pág. 41.)
Pues bien : la solucion completa que ha dado de esta cuestion
delicada, no es más que la blasfemia y el absurdo, puros y
simples , que los ateos de todos los tiempos se han permiti
do sobre esa materia : blasfemia y absurdo repetidos por él
con increible ligereza , y además con la ignorancia ó el olvido
de todos los principios. Porque el bien y el mal, ha dicho
tambien , «están fundados sobre la naturaleza y la esencia in
mutable de las cosas (Ibid. Pág. 40), aparte del precepto divino.
» Hay , pues , siempre bien y mal esencial , hay exigencia de la
^naturaleza (Ibid. Pág. 42). ANTERIORMENTE á la prescrip-
» ClOn Y Á LA VOLUNTAD DIVINA , HAY BIEN Y MAL MORAL , HAY OBLI-
• gacion
evitar elmoral,
mal. (Ibid.
no tan
Pág.
fuerte,
43.) Ypero
á esa
real,
obligacion
de hacer
moral,
el bien
sim-
y

»ple resultado de la naturaleza de los séres, ¿la llamaréis una ley


• ó la rehusaréis ese nombre, bajo el pretexto de que toda ley
• emana de un superiorl Esa disputa de palabras no impido
«que haya siempre deber moral, áun cuando se hiciese ABS
TRACCION ÜE DIOS y de la Religion». (Pág. 44.)
En apoyo de esta doctrina , el autor semiracionalista cita,
haciendo de él los mejores elogios, al concilio de Amiens; pues
bien, hé aquí el pasaje de ese Concilio sobre esa cuestion:
«Como en la controversia sobre la razon humana se ha dis-
» cutido mucho sobre la ley natural, y no siempre se ha hecho
» con exactitud , añadiremos á los consejos que damos á núes
— 104 —
»tros profesores una observacion relativa á la distincion de
»LA LEY DIVINA NATURAL Y DE LA LEY DIVINA POSITIVA : distin-
»cion que es necesario preservar de toda ilusion y de toda
«ambigüedad. Es preciso reconocer que, siguiendo la doctri-
» na constante de los Padres y de los teólogos , esa distincion
• debe ser considerada bajo dos aspectos: con relacion
» al objeto , porque los preceptos de la ley DIVINA natural,
«expresan las relaciones esenciales de Dios y del hombre, y
»de los hombres entre sí, que se hallan contenidas en la vo
luntad necesaria de Dios, miéntras que los preceptos de la
» ley DIVINA positiva dependen de su libre voluntad. » (C. xvi,
número 3.)
Se ve, pues, á excepcion de las palabras preceptos de la
ley divina positiva, contenidos en la voluntad necesaria de Dios,
que tambien se relieren evidentemente Á la ley DIVINA eter
na, cuya naturaleza y extension explicaremos un momento
que en ese pasaje del Concilio no se trata más que de la ley
DIVINA natural y de la ley divina positiva, pero siempre de
la ley divina ; es decir, que para el concilio de Amiens , sien
do la ley natural divina ó teniendo su razon en la sabiduria
y en la voluntad de Dios , sin Dios no hay moralidad, ni aun
natural , proveniente de la naturaleza y de la esencia de las
cosas. Hé ahí, pues, al semiracionalismo condenado en ese
pasaje por la autoridad misma que invoca.
Pero esa cuestion, que nuestro autor se contenta con llamar
delicada, es de la más alta importancia; porque la solucion
completa que acaba de darla , segun Grocio, no es simplemen
te más que el ateismo moral, enlazado íntimamente con el
ateismo dogmático. Nuestros lectores nos permitirán que la
refutemos y la demos una solucion á nuestra manera, dejando
á su decision cual es la más verdadera y la más completa.
Lo que hay de más extraño y curioso en la solucion completa
que el autor Del valor de la razon ha dado á esta grave cues
tion, es, en primer lugar, que no apoya sus temerarias afir
maciones más que en algunas palabras sueltas, tomadas de
— 105 —
Suarez , y que no parece haber comprendido bien , pues que
cita á ese gran teólogo, cuando él cita á su vez á santo Tomás
en el pasaje en que el Angel de la escuela, en los términos
más formales , ha decidido completamente esa cuestion delicada,
pero en un sentido contrario al de nuestro autor.
San Agustin habia definido el pecado una palabra, un he
cho , UN DESEO CONTRA LA LEY ETERNA '. dicUltll , factum , COUCUpi-
tum contra legemoeternam. Pues bien, para probar que esa de
finicion es de la mayor exactitud , sanio Tomás ha empleado
todo el artículo 6.° de la Cuestion lxxi , primera seccion de la
segunda parte de la Summa. lié aquí ese artículo :
«Todo pecado es un acto humano malo; como acto humano es
voluntario, y como malo no guarda la medida y conformidad
que todo acto humano debe tener. La medida ó la confor
midad de una cosa, no está más que en la comparacion de
la misma cosa con cierta regla, apartándose de la cual, la
cosa no tiene ya ni conformidad ni medida. Esa regla , para
la voluntad humana, está dada : la una es inmediata y homo
génea , y es la misma razon humana ; la otra es la REGLA
PRIMERA, es decir , LA LEY ETERNA, que es en algun modo
LA RAZON DE DIOS. Pues bien: en esa definicion del pecado,
san Agustin ha sentado estas dos cosas. Diciendo que el pe
cado es una palabra, un acto, un deseo, ha indicado lo que
pertenece á la sustancia de todo acto humano, y que forma
en cierto modo lo material del pecado; y despues añadiendo
«contra la ley eterna» , ha señalado la razon de todo mal y lo
que es el constitutivo formal ó esencial del pecado. Esta defi
nicion es, pues, exacta» (1).

(1) Peccatum est actus humanus malus , quod autem aliquis actus sit hu
manus, habet ex oc quod sit volunlarius. Babet autem actus humanus quod
sit malus ex eo quod caret debita comrnensuratione. Omnis autem commensu-
ratio cujuscumque rei attenditur per comparationem ad aliquam regulara , a
qua si divertat , incommensurata erit. Regula autem voluntatis humanae est du
plex : una propinqua et homogenea , scilicet ipsa humana ratio: alia vero PRI
MA REGULA , scilicet lex esterna, quae est quasi ratio Dei. Et ideo Augusti-
uus , iu definitione peccati, possuitduo: unum quod perlinet ad subslantiam
— 106 —
Así, segun santo Tomás, para que haya pecado la razon es
requerida menos como regla que como la condicion necesaria
de todo acto humano (1); porque no hay acto humano sin vol
untad, ni acto de voluntad sin la razon. Y tambien, segun
santo Tomás, la REGLA PRIMERA que constituye el fondo, lo
formal del pecado ó de toda moralidad , no es más que LA
LEY ETERNA, que es como LA RAZON DE DIOS: grandioso
y bello pensamiento que la tradicion habia esparcido por el
mundo, pues Ciceron llama la ley eterna LA RAZON DE JÚ
PITER SUPREMO. Ratio summi Jovis (2).
Verdad es que la regla inmediata , próxima, de todo acto
humano es la razon y la voluntad : pero la razon y la volun
tad á su vez no tienen por su REGLA PRIMERA , y por con
siguiente por una regla fundamental, más que la ley eterna.
Así, para santo Tomás , no hay dos reglas primeras de mora
lidad , la una fundada sobre la esencia inmutable de las cosas y
la otra sobre la voluntad de Dios : no hay bien y mal moral, no
hay obligacion moral , ANTERIORMENTE á la prescripcion de
la voluntad divina; no hay más que una sola REGLA PRIME
RA, una sola regla fundamental de toda moralidad, de toda
razon , de toda voluntad , la ley eterna ó el pensamiento , la
razon , la voluntad de Dios.
Respondiendo á la objecion que se hacia contra la defini
cion de san Augustin, de que en esa de/inicion no se trata del
fin, que, sin embargo, constituye la moralidad del acto humano,

actus humani, quod est quasi materiale in peccato, qnum dixit, dictum, fac
tura , concupitum; aliud autem quod pertinet ad rationem mali, quod est
quasi formale peccato, quum dixit contra legem mternam. (In corp. Artic.)
(1) Para los que no están iniciados en semejantes doctrinas, diremos que
la Teología moral distingue en el hombre dos especies de operaciones : operacio
nes físicas, que no llevan en sí el concurso de la voluntad y de la razon, y que
llama actos del hombre; y operaciones morales, que llevan siempre en sí el
concurso de la voluntad y de la razon, y que llama simplemente actos hu
manos.
(2) Más adelante encontraremos completo el pasaje en que Ciceron confiesa
haber sacado de la tradicion esa herniosa manera de expresarse acerca de la
LEV ETERNA.
— 107 —
sanio Tomás añade: «La ley eterna es la que PRIMERA Y
• PRINCIPALMEETE manda al hombre á su fin , y por con-
•siguiente le pone en armonía con todo lo que tiene relacion
•con ese iin. Diciendo, pues, que el pecado es un, acto contra
«laley eterna, san Agustín ha indicado bastante claramente
¡el alejamiento del fin, y los demás desórdenes del pecado» (1 ).
Pues bien, ó nosotros no sabemos leer, ó esas palabras del
Príncipe de los teólogos son de un alcance inmenso, y deci
den completamente la delicada cuestion que nos ocupa.
A diferencia de lo bello, que es lo que nos causa placer y
admiracion , el bien no consiste más que en la conformidad de
lacosa con su fin. Un navio, construido con materiales de mu
cho precio, bien pintado y adornado, puede ser bello; pero no
es un buen navio sino en cuanto ofrece á los viajeros un me
dio de atravesar el mar de una manera segura y rápida, poi
que ese es su fin. Del mismo modo, la bondad de todo acto
humano, ó la moralidad de nuestras acciones, no consiste más
que en su conformidad con la perfeccion, y la felicidad del
hombre durante la vida y despues de la muerte, porque ese
es el fin del hombre. Pues bien , es Dios, es su ley eterna, la
que al criar al hombre le ha señalado ese fin, y que por con
siguiente ordena primera y principalmente al hombre para ese
mismo fin. Lex cetema primo et principaliter ordinat hominem ad
finem. La ley eterna es, pues, la verdadera medida, la regla
natural de la moralidad de sus acciones (2).

(1) Lex «terna PRIMO ET PRINCIPALITER ordinat hominem ad finem;


consequenter autem facit hominem Lene se habere circa ea quae sunt ad titiem,
etideo in hoc quod (Augustinus) dicit, «contra legem seternam», tangit aver-
sionem a fine , et omnes alias inordinationes. (Loe. Cit. ad 3.)
(2) No podemos minos de manifestar aquí nuestio asombro de que nues
tro adversario, que se había atribuido la mision de resolver esa cuestion lo más
completamente posible, no haya dicho, sin embargo, ni una palabra de esa ley
bterna, que todos los publicistas admiten, y que es el punto capital de esa cues
tion. ¿Es porque ignora ese principio , esa base de toda ley, ó es que ha que
rido igoorarle , para sorprender al lector ignorante , y hacerle aceptar como una
solucion completa de la cuestion la solucion deplorable que ha dado? Nosotros
no nos atrevemos á decidir esta cuestion delicada.
— 108 —
Lo que algunos se complacen en llamar la exigencia de la
naturaleza , la esencia inmutable de los séres, no es más que la
conformidad de esos séres con el fin que Dios les ha señalado,
y de esa conformidad, sacan la moralidad, su naturaleza y su
esencia. Y por consiguiente, todo deber, toda obligacion, que
se llama siempre resultado de la naturaleza de los séres, deri
van, en último análisis, de la ley eterna, del pensamiento, de
la voluntad de Dios, criador que ha dado á tal ser esa natu
raleza y no otra, ese fin y no otro; y no hay deber, no hay
obligacion moral proveniente de la naturaleza de las cosas,
fuera del pensamiento y de la voluntad de Dios.
Si Dios no existiese, el hombre sólo seria obra de la energía
de la materia y de las combinaciones fortuitas de los átomos:
causas ininteligibles , estúpidas, y que, por consiguiente, no
hubieran podido señalarle un fin ; porque ordenar las cosas
para un fin, es un acto de sabiduria que supone inteligencia.
El hombre no tendria, pues, ningun fin, ó se veria obligado
á llegar á él por las exigencias de su propia naturaleza; y ni
áun esta tendria, porque la naturaleza del ser está toda en el
fin de su existencia. Si fuese producido por el azar , no seria
más que un sérde casualidad, un sér vago, sin naturaleza y
sin fin, y por consiguiente no habria para él bien ni mal
moral; sus acciones no serian más que movimientos sin nin
guna clase de moralidad , pues que carecerian de todo objeto
final , de toda medida , de toda regla , que son las únicas que
pueden determinar la moralidad de sus acciones. Más ade
lante veremos que si Dios no existiese, y que por consiguiente
el hombre no fuese su obra , no podria existir ninguna rela
cion natural, necesaria , entre nuestra razon y las cosas inteli
gibles, entre nuestros sentidos y las cosas sensibles; que no
habria verdad lógica , porque la verdad lógica no es más que
la ecuacion entre la facultad cognoscitiva : veritas aiquatio rei
et intelleclus; y como no podria existir ecuacion entre cosas
que ninguna relacion enlaza , no habria ni verdad ni error. Del
mismo modo si Dios no existiese y el hombre no fuese su
— 109 —
obra , no podria existir ninguna relacion natural , necesaria,
entre nuestra voluntad y nuestro fin; no habria verdad mo
ral, porque la verdad moral no es más que la ecuacion entre el
ser moral y su fin ; y como para un ser moral , á quien una
causa inteligente no hubiese señalado un fin, no podria exis
tir ecuacion entre él y su fin, no habria tampoco para él ni
bien ni mal , ni vicio, ni virtud. Así , la solucion completa que
el autor Del valor de la razon ha dado á la cuestion , estable
ciendo una doble base de la moralidad de los actos humanos , no
es, en resumen , lo repetimos, más que un absurdo y una blas
femia. Pongamos ahora de relieve al ménos algunos de los
sofismas en que funda su tesis , porque los invocan con de
masiada frecuencia todos los que ven como él esta gran cues
tion , y no ve nada :
«Dios, dice ese autor semiracionalista , lejos de decidir ar
bitrariamente el bien y el mal, se ve, por el contrario, precisado
por su perfeccion misma á prohibir el uno y querer el otro.»
[Los racionalistas y los tradicionalistas , Pág. 40.) Eso es cierto;
¿pero se sigue de ahí que hay dos fuentes realmente distintas de
la moralidad, que resultan la una de la naturaleza de las cosas,
y la otra- del precepto general de Dios? De ninguna manera.
Sin duda Dios no decide arbitrariamente el bien y el mal , es
decir, que Dios no impone á sus criaturas racionales leyes
arbitrarias , que no tengan ninguna razon en su naturaleza, ni
ninguna relacion con su fin. Ya hemos probado en otra parte
(Confer.: tomo i, Confer. V,§2.*, 3.° y i.°)que hasta las leyes
sublimes y perfectas del Evangelio , esas leyes que establecen
entre el hombre y Dios relaciones trascendentales é inefa
bles, de que el hombre jamás hubiera tenido idea , y que por
consiguiente han debido necesariamente ser reveladas; que esas
leyes enteramente sobrenaturales, tanto por el medio sobre
natural, por el que únicamente pueden tener cumplido efecto,
que es la gracia de Dios, cuanto por el término sobrenatu
ral tambien, que es su último objeto, á saber, la vista y la
posesion de Dios; que esas leyes, en fin, elevando al hom
— 110 —
bre , perfeccionando al hombre, facilitando al hombre la con
secucion de su fin , son conformes á la naturaleza del hombre,
tienen razones íntimas en la naturaleza del hombre ; y la ra
zon es, que todo lo que eleva al sér, todo lo que le ennoblece,
le perfecciona y le facilita la consecucion de su fin, es confor
me, homogéneo á su naturaleza, tiene razones intimasen su
naturaleza; porque toniendo todo sér una tendencia natural
á su elevacion, á su perfeccion y á su fin, y por consiguiente
en ese sentido , hasta las leyes reveladas y sobrenaturales son
racionales y naturales. Con mucha más razon las leyes llama
das naturales , expresion de las relaciones más sencillas entre
Dios y los hombres, entre el hombre y los hombres, entre
el hombre y el hombre mismo, no son arbitrarias , no care
cen de su razon ; sino que estando fundadas sobre la natura
leza, sobre la esencia de Dios y del hombre, producen una
moralidad natural y deberes naturales, hecha abstraccion de
toda manifestacion positiva. Pero Dios, criador del hombre,
le dio tal naturaleza, tal fin, tal destino, y no teniendo el
hombre ese destino, ese fin, esa naturaleza, sino de la vo
luntad de Dios, es evidente que todo lo que deriva necesa
riamente de esa naturaleza y de ese fin , y que todo lo que se
refiere á él, se resuelve en la voluntad de Dios , de que la ley
eterna es la expresion ; es evidente que es falso y absurdo
que hay una ley moral independientemente de toda ley divina.
« Para que Dios mande ó prohiba , dice tambien nuestro
adversario, es necesario concebir alguna cosa que prohibir ó
que mandar. El bien no es tal sino porque agrada á Dios, del
mismo modo que el mal no se halla prohibido por Dios, sino
porque esm al.» ( Pág. 41 .) Es decir, que el pecado no es un
acto malo porque Dios le prohibe, sino que Dios le prohibe
porque el pecado es un acto malo en sí mismo. Pues bien ,
santo Tomás ha hecho justicia á esa doctrina en estos térmi
nos: «Lo que llamais malo en sí por su malicia intrinseca é
independientemente de la prohibicion que Dios ha hecho de
ello , ó de la ley de Dios , no es malo en sí sino porque está
— m —
en contradiccion con el derecho natural ; pero el derecho natu
ral mismo se halla primeramente encerrado en la ley eterna;
luego todo lo que está en contradiccion con el derecho natu
ral, se halla igualmente en contradiccion con la ley eterna,
y prohibido por la ley eterna. Luego no queriendo conside
rar el pecado en su relacion con el derecho positivo ó con la
prohibicion expresa que Dios ha hecho de él, sino única
mente en su relacion con el derecho natural , puede decirse
siempre con toda verdad , que todo pecado no es malo sino
porque está prohibido» (1).
Y es tan cierto, segun el campeon del semiracionalismo
que cita áSuarez: «Que todo acto humano puede llamarse
malo ó culpable, hecha abstraccion de la ley propiamente
dicha , y que ese acto no hace más que revestirse de un ca
rácter de bien ó de mal , relativamente á Dios, por la inter
vencion de la ley divina , que es lo que parece entender santo
Tomás cuando dice que el pecado puede ser considerado en
cuanto es contra la razon y en cuanto es contra Dios, y que
la Filosofía le considera bajo la primera relacion, y la Teología
bajo la segunda» . (Pág. 43.) Pero sanio Tomás no parece en
tender nada de eso. Lo que se atribuye aquí á santo Tomás, y
lo que se supone que entiende: no es más que una de las ob
jeciones que se hacian del santo Doctor , con motivo de la de
finicion que san Agustin habia dado del pecado , diciendo, que
es un acto contra la ley eterna; definicion que el Angel de la es
cuela quiere se tenga por muy exacta é irreprensible. «El
pecado , se dice en esa objecion , significa un acto malo del
hombre; pero la malicia del acto malo del hombre está en
que ese acto es contra la razon ; luego en vez de decir que el

(1) Non omnia peccata sunt mala quia prohibita , sed quaedam sunt pro
bita quia mala. Non ergo debuit poni, in communi definitione peccati, quod
sit contra legem Dei. Resp. Quum dicitur non omne peccatum ideo est maium
quia est prohibitum, intelligitur de prohibitione facta per jus positivum. Si
autem referatur ad jus naturale quod cohtinetur PRIMO in lege «terna... Hinc
omne peccatum est malum quia prohibitum; ex hoc enim ipso quod est inor-
dinatum , juri naturali repugnat. (IV, et Resp. ad IV.)
— 112 —
pecado es contra la ley eterna , deberia decirse que es contra
la razon» (1 ).
Pues bien, en respuesta á esa objecion, santo Tomás ha
dicho: «Los teólogos consideran el pecado principalmente en
cuanto es una ofensa contra Dios , y el filósofo moralista le
considera en cuanto es contrario á la razon. Luego esa es una
razon más para pensar que la definicion de san Agustin es
más conveniente, y que HA HECHO MEJOR en fundar la de
finicion del pecado en lo que es contrario á la ley eterna, mas
bien que en lo que es contrario á la razon , y eso por la razon
especial de que la ley eterna es tambien nuestra regla en mu
chas cosas que sobrepujan al alcance de la razon, como las
cosas de la fe» (2).
En esta respuesta debe observarse , que diciendo que los
teólogos consideran principalmente el pecado como una ofensa
contra Dios , y los filósofos moralistas como un acto contrario
á la razon , santo Tomás ha reconocido un hecho que su adver
sario parecia oponerle, pero no se ha pronunciado sobre ese
hecho, y menos áun ha establecido una doctrina. Debe ob
servarse tambien, en segundo lugar, que no se trata sino de
la diferente manera con que el pecado es considerado , y no de
)a diferente manera con que es apreciado por parte de los teó
logos y de los filósofos ; y que por ser considerada bajo puntos
de vista diferentes, por reunir en sí misma lados diferentes
bajo los cuales se la puede considerar, una cosa no cesa de
ser siempre la misma. Concluir, pues, de esa manera dife
rente con que los teólogos y filósofos consideran el pecado,

(1) Peccatum significat malum hominis actum ; sed makim hominis est con
tra rationem esse : ergo potius dici debuit quod peccatum est contra rationem
quam contra legem aeternam. (Loe. Citat., Object. V.)
(2) A theologis consideratur peccatum prcecipue secundum quod est offen-
sio contra Deum; a philosopho autem morali secundum quod contrariatnr ra-
tioni : et IDEO Augustinus CONVENIENTES definit peccatum ex hoc quod est
contra legem aeternam quam ex huc quod est contra rationem; praecipue quum
per legem aeternam regulemur in multis quae excedunt rationem , sicut in his
quae sunt fidei. (Resp. ad V.)
— 113 —
que hay en él un doble origen de la malicia del mal, deriván
dose el uno de su oposicion á la razon, y el otro de su oposi
cion á la voluntad de Dios, es tan extraño y absurdo, como
lo seria el que porque los teólogos demuestran principalmente
las perfecciones de Dios por medio de la Escritura , y los filó
sofos por la razon, se concluyese que las perfecciones de Dios
tienen
Debeunobservarse,
doble origen
en, uno
tercer
en lugar
la Escritura
, que la yrespuesta
otro en lade
razon.
san

to Tomás no tiene ese sentido. «En la ley eterna (la razon de


Dios), se encuentran igualmente la razon de la naturaleza del
hombre, y la razon de la ley positiva que le ha sido dada. Con
siderado, pues, en su oposicion á la naturaleza del hombre, de
que Dios es el autor , y considerado tambien como un acto de
desobediencia á la ley positiva que Dios le ha impuesto, todo
pecado es siempre una oposicion á la ley eterna. Esa ley tiene
en sí sola la regla universal de todo lo que pertenece al or
den de fe, y al orden de naturaleza y de razon. Queriendo,
pues, defiuir el pecado por su constitutivo universal y esen
cial, y de una manera de que los teólogos puedan aprove
charse lo mismo que los filósofos, san Agustin no podia hacer
nada mejor que definir el pecado como un acto contrario ó la
ley eterna.* Hé ahí lo que santo Tomás no ha parecido enten
der, sino que ha entendido efectivamente en el pasaje en cues
tion (1). Lo cual, por parte de santo Tomás, es insistir siem
pre en el principio establecido en el fondo de este artículo:

(1) Por otra parte, santo Tomás ha dicho: «Así como el] orden de ¡a razon
recta es del hombre , del mismo modo el órden de la naitiraleza es de Dios. De
consiguiente , áun en los pecados contra la naturaleza , en los cuales no se viola
más que el órden de la naturaleza , se hace una iinjuria á Dios , porque él es
el ordenador de la naturaleza. Siaut ordo rationis rectw est ab homine, ita ordo
natura est ab ipso Deo. Et ideo in peccatis contra naluram , quibus ipse ordo
natura violatur , fit injuria ipsi Deo , ordinatori natura. (II, 2.a, Quaest. liv,
Art. 12, Ad. I.) Pero si para santo Tomás, independientemente de toda ley
positiva, no se puede pecar contra la ley natural sin ofender á !Dios, que es el
ordenador de la naturaleza, es evidente que para santo Tomás tambien, la mora
lidad que resulta de la naturaleza de la esencia del hombre, se halla fuera de toda
ley positiva : tiene tu razon y su origen en Dios, y que no hay moralidad sin Dios.
8
— Mi —
Que no hay dos orígenes diferentes en sí mismos : que no hay
más que una fuente á origen de la obligacion moral : que pue
de ser, es cierto, considerada bajo puntos de vista diferentes,
aunque permanece siempre una y la misma en sí, la ley eter
na, el pensamieuto y la voluntad de Dios (1).
«En la ley natural , dice tambien nuestro incomprensible
»autor, como lo manifiestan la conciencia y la razon, es nece-
»sario distinguir dos cosas: primero, el carácter del bien y del
»mal, es decir, lo que es conforme á la naturaleza de los
«séres y á sus relaciones esenciales; y segundo, la interven-
icion necesaria del Señor de la naturaleza, que quiere el bien
»y prohibe el mal. Primero, la exigencia de la naturaleza, des-
»pues el precepto divino: dos cosas distintas, de las que una es
♦ lógicamente anterior á la otra» (2). (Ibid., Pág. 41.) Pues

(!) No podemos prescindir de recordar aquí á nuestros adversarios el


magnífico testimonio que Ciceron ha dado del dogma del origen divino de toda
ley moral. En él verán que, para aquel filósofo, hasta la moralidad que quieren
hacer derivar únicamente de la naturaleza y de la esencia de las cosas, no tiene,
en último análisis, su razon más que en Dios; observarán que Ciceron ha ha
blado enteramente como santo Tomás sobre este grande asunto, y se ruborizarán
tal vez de ver á un pagano que no sabe concebir obligacion moral sin Dios;
mientras que ellos, católicos y sacerdotes, hacen deplorables esfuerzos para
probar al mundo , que siempre ha mirado como una blasfemia la moral atea,
que existe una ley moral independiente de toda intervencion divina; hé aquí
ese hermoso testimonio : «Ratio profecta a natura berüm et ad recle facien-
dum impellens et a delito avocans... ORTA EST CUM MENTE DIVINA. '.Quam
ob rem lex vera atque princeps apta ad jubendum et ad vetandum, RATIO
EST RECTA SUMMI JOVIS... ergo est lex justorum injustorumque distinctio
ad Mam antiquissimam et rerum omnium principem expressa naturam , ad
quam leges liorninum diriguntur, quas supplicio improbos afficiunt, defendunt
ac tuentur bonos». (De Legib.: Lib. n, Cap. iv y v.)
(2) La distincion de un doble titulo de moralidad, como de una doble san
cion , puede, y áun debe, ser admitida cuando se trata de leyes puramente hu
manas , porque toda ley humana (justa) obliga con un doble título, por la vo
luntad del legislador, y por su conformidad con las relaciones naturales de los
hombres en sociedad. Aun cuando el código criminal no prohibiese el robo y el
asesinato , no por eso dejarían de ser crímenes , porque son actos contra la ley
natural. Así puede decirse muy bien delas prohibiciones impuestas por esas
leyes: «No serian menos justas y obligatorias, áun en el caso de que no existiese
poder humano. Hcea vera essenl eliamsi humana potestas non existeret». Por
— 115 —
bien, si por ese pasaje ha creido decir, que la exigencia de la
naturaleza constituye un origen de obligacion moral, realmente
distinto de la misma obligacion proveniente del precepto di
vino, es un absurdo, como acabamos de ver; si ha querido
decirnos que la razon de la ley es una cosa muy diferente de
la ley misma, es una bobada, porque no hay alumno de de
recho que ignore esa distincion. Nosotros creemos que ha
querido decir las dos cosas á uu tiempo, y por consiguiente
hele ahí convencido de haber hecho aquí ¡o que suele hacer
con frecuencia con una imperturbabilidad que asombra, es
decir, una simpleza mezclada de absurdos.
tEs verdad , ha dicho tambien, que anteriormente á la pres
cripcion divina hay obligacion moral, no tan fuerte, pero
> real , de hacer lo que es bueno y evitar lo que es malo, y que
» esta ley es la razon de nuestra sumision á la voluntad divina.
• Porque,
ello hayaal en
fin,nosotros
si Dios manda
una razon
ó prohibe,
anterior
es necesario
de aceptarque
su para
vo

luntad y de seguirla.» (Ibid., Pág. 42.) ¡Qué manera de ra


ciocinar! Seguramente es necesario que haya en nosotros
una razon para someternos á lo que Dios nos manda y nos
prohibe. Pero esa razon de nuestra sumision no está en la
suposicion
que e! poder humano
quimérica,
que preside
y hasta
á una
impía,
sociedad
de de
que
hombres
SIN DIOS
no es el
hayobli-
autor de

su naturaleza, y esa naturaleza produce relaciones morales ú obligaciones in


dependientemente de toda prescripcion humana. Pero no es, ni puede ser, lo
mismo con respecto á Dios. Como este , que ha dado preceptos positivos á los
hombres , es tambien el autor de su naturaleza y de las relaciones que de ella
resultan, toda moralidad de los actos humanos, no tiene en el fondo razon
más que en la voluntad de Dios. Puede, pues, muy bien decirse, que la morali
dad de las leyes naturales, está basada en la voluntad de Dios criador, y que la
moralidad de las leyes positivas está fundada en la voluntad de Dios legislador.
Así , se ha tenido mucha razon en llamar legal á lo que fes conforme ú las leves
positivas, y legitimo & loque es conforme á las leyes naturales, aunque esta
distincion sea'ménos real que nominal y lógica ; pero siempre la lev eterna es
el origen y la razon única de toda moralidad, y que las palabras de Grocio:
Hcec vera cssent eliamsi Deus non existerd, no son en verdad, lo repetimos,
más que unas palabras blasfemas y' absurdas.
— 116 —
gacion moral, no fuerte, pero real, de hacer lo que es bueno y evi
tar lo que es malo . Esa razon de nuestra sumision no está más
que en el derecho que Dios tiene de mandarnos, porque es
nuestro señor , y en el deber que tenemos de obedecerle,
porque somos sus subditos, como tambien en la naturaleza
del ser que nos ha dado y del fin que nos ha señalado. Y en
el cumplimiento de sus leyes, es necesario que tengamos
presente en nuestro ánimo esa razon, para que, como lo ha
observado santo Tomás, nuestros actos sean actos verdade
ramente humanos, que tengan la razon por guia, y no acoiones
puramente maquinales, actos del hombre. Luego, anteriormente
á la prescripcion divina de la ley eterna, no hay obligacion
moral, ni fuerte , ni débil, ni real, ni fantástica. Hé aquí la
verdad , lo que es claro, sencillo y natural.
Más adelante, el mismo autor cree anonadar á sus adver
sarios con este singular argumento: «Dios, se ha dicho, es la
«fuente de la moral, luego reposa sobre él. Sí, Dios es el orí-
>gen de todos los séres, de todas las verdades, de las ver
il dades morales como de las verdades matemáticas; sin em-
»bargo, ¿no pueden probarse las verdades matemáticas sin re
currir á la existencia de Dios?» (Ibid., Pág. 45.)
Pero de que se puedan PROBAR muy bien las verdades ma
temáticas sin recurrir al dogma de la existencia de Dios, no se
sigue que Dios no sea el autor de esas verdades ; y del mismo
modo, el que puedan PROBARSE las verdades morales sin re
currir al dogma de la existencia de Dios , no se sigue tampoco
que no sea el autor de esas verdades, que no sea el origen
único de la moral, y que esta se apoye en otra parte que en
él. Ese argumento, pues, en favor de una moral sin Dios, sa
cado de la posibilidad de probar esa moral, sin hacer inter
venir en ella á Dios, no es más que sofisma, y siempre so
fisma ; lo cual es preciso convenir en que no es nada hon
roso para un apóstol de la razon.
Fuerte con semejantes razones, que no lo son, con tales
pruebas, que nada prueban, es ridículo oirle entonar el him
— 117 —
no de la victoria alcanzada sobre los tradicionalistas, y excla
mar: «Por consiguiente no hay necesidad de una revelacion
• para conocerla voluntad de Dios sobre este punio, ni para
¡saber lo que es bueno ni lo que es malo en virtud de la ley natu-
tral. Esa ley primordial grabada en el corazon de cada uno
• conciencia»
de nosotros, (lugar
es promulgada
citado, Pág.
por la
40).
vozPorque
de la árazon
esta yconclu
de la

sion, completamente racionalista , queria venir á parar con


so fastidiosa y absurda apología de la tesis de Grocio: « Que
••siempre
existiese.habria
Hcec vera
una essent
moral etiamsi
obligatoria,
Deus non
áun existeret.*
cuando Dios no

Haremos justicia á esta extraña conclusion en el capítulo


siguiente, probando, así lo esperamos, probando de la ma
nera más evidente y cierta , que el hombre no puede conocer
la ley eterna, ni saber lo que es bueno ni lo que es malo en virtud
de la ley natural, á menos que álguien no le revele la exis
tencia del mundo espiritual de sus seres y de sus relaciones.
En ese capítulo haremos ver que porque ha sido revelada á
cada uno de nosotros esa ley primordial , se halla grabada en
nuestros corazones , y que la voz de la razon y de la conciencia
que la promulga en nosotros, no es más que el eco de la ins
truccion doméstica , que nos ha hablado de ella la primera
vez. Por ahora nos contentaremos con concluir la refutacion
del sistema racionalista de ese eclesiástico sobre la ley natu
ral, poniendo de relieve la última contradiccion en que ha
acabado por refutarse á sí mismo. «Algunos lectores bené
volos, ha dicho, han dado muestras de (emer que hayamos
•caido en el pecado del error filosófico. Debemos tranquili
zarlos. La doctrina condenada del pecado filosófico, con
sistía en decir que se podia pecar contra la naturaleza y
■contra la razon sin ofender á Dios y sin infríngir sus manda
mientos. Pues bien , nosotros ni decimos ni pensamos se
mejante cosa. La obligacion fundada sobre la naturaleza y
'tarazon, y la establecida por la ley divina, son dos obli
gaciones distintas , no están separadas.* (Pág. 44, nota.)
— 118 —
Graciosa distincion ! Las cosas que son distintas sin estar
separadas, son las que se apoyan en un mismo principio, ó
que modifican de diferentes maneras el mismo sér. Así, la fa
cultad de comprender y la de querer , no son dos facultades
distintas sin estar separadas, sino porque por un lado desem
peñan dos actos diferentes, y por otro se encuentran en la
misma alma, y constituyen el fondo, la esencia misma de todo
el sér espiritual. Del mismo modo, la obligacion moral funda
da en la naturaleza y en la razon , y la que establece la ley divina,
no son dos obligaciones distintas sin estar separadas, sino por
el motivo de que por un lado se puede, segun la expresion
profundamente filosófica de santo Tomás, considerarlas bajo
dos puntos de vista diferentes, y que por otro tienen el mismo
origen, el mismo principio, en el mismo Dios legislador de la
ley positiva, y al mismo tiempo autor de la naturaleza y de la
razon del hombre.
Luego, si no es más que en este sentido en el que nuestro
autor ha querido distinguir las dos obligaciones, semejante
distincion no es más que lógica y no física , no es más que no
minal y no real; y, por consiguiente, para el mismo autor es
falso que exista una moralidad tan conexa con la naturaleza
y con la razon, tan fuera de toda voluntad y de toda ley di
vina, que no cesaria de obligar, áun cuando Dios no existiese.
Y hé ahí á ese teólogo en contradiccion palpable consigo
mismo, y su sistema derribado con sola una palabra de su
autor.
Esto nos recuerda á aquel extravagante, que creyendo ha
berse dejado su caja de tabaco en casa de uno de sus amigos,
en donde habia estado de tertulia, y encontrándola sobre su
mesa en el momento en que iba á remitir una esquela que ha
bia escrito reclamándola : « Qué he de hacer? dijo ; mi caria
está concluida , y no debo perder el trabajo que me ha costado
escribirla». Y añadió en una posdata: «No hagais caso de
lo que os digo más arriba , porque he encontrado en este ins
tante mi caja » ; y en seguida envió la esquela. Del mismo
— «9 —
modo nuestro autor, habiendo observado al fin de su argu
mentacion que esta no podia sostenerse ante los principios ca
tólicos, pero no queriendo perder su trabajo, añadió en una
nota, á manera de posdata, la susodicha distincion, cuyo sen
tido es: «No hagais caso de lo que precede»; y luego ha pu
blicado su libro.
Esta es la interpretacion más benigna y caritativa que pue
de darse á la distincion por medio de la cual ese autor cató
lico ha explicado su doctrina racionalista tocante á la ley na
tural. Porque si pudiésemos pensar, que por esa distincion ha
querido establecer una distincion física, real, concluyente, en
tre la obligacion moral que resulta de la naturaleza y de la ra
zon y la que resulta de la ley de Dios , nos veríamos precisados
á pensar tambien que para él , subsistiendo siempre la obliga
cion natural, áun cuando Dios no existiese, se puede pecar con
tra la naturaleza y la razon , sin ofender al mismo tiempo á Dios;
pensaríamos además, que sigue la doctrina condenada del pe
cado filosófico, y que la seguridad dada por él, de que ni dice ni
piensa semejante cosa, no es suficiente para tranquilizar á los be.
nécolos lectores que parecen temer el que haya caído en el error del
pecado filosófico. Es, pues, por una doctrina que no puede sus
traerse de la herejía sin renegar de sí misma , y que no puede
sostenerse por sí sin caer en la herejía , con la que nuestro au
tor ha creido haber dado solucion completa á una cuestion deli
cada, con mucha frecuencia y muy vivamente suscitada; es decir,
una solucion que no es completa y que no resuelve nada.
' En fin , para excusarse con sus benévolos lectores de no ha
ber evitado esa cuestion dificil, que no era necesaria para
su tésis, y de haber emprendido la tarea de resolverla lo más
completamente posible (Pág. 44) , ha pretestado todo lo que los
racionalistas y los tradicionalistashan escrito, de veinte años
á esta parte, sobre las relaciones de la moral y de la Religion;
los excesos deplorables cometidos por ambas partes , y la nece
sidad de presentar la verdad entre errores tan opuestos. » Pues
bien, todo eso es completa y evidentemente falso.
— 120 —
En primer lugar, no existe ni un solo tradicionalista que,
al sostener la verdad católica , humanitaria, y áun de simple
derecho natural de la necesidad del origen divino de la moral,
no haya sostenido al mismo tiempo que toda verdad moral
puede ser demostrada por la razon á los que todavía no tie
nen la fe.
Es , pues, falso que en todo lo que los tradicionalistas han
escrito, desde hace veinte años, sobre la necesidad de dar á la
moral una base divina, haya habido el menor exceso , la más
pequeña exageracion, y mucho menos ningitn error opuesto
al error que los racionalistas han sostenido efectivamente,
desde hace veinte años y hasta tres siglos, de la existencia de
una moral sin Dios.
En segundo lugar, por la tesis que ha sostenido dela exis
tencia de una moral y del deber que resulla de sola la naturaleza
delos seres, independientemente de toda intervencion divina, ha
tratado verdaderamente de refular á los tradicionalistas; pero
en cuanto á los racionalistas, lejos de combatirlos, los ha
guardado muchas consideraciones, los ha alentado , los ha bus
cado, se ha declarado, por lo ménos en este lugar, su cóm
plice ó su compadre ; ha hablado su lenguaje , ha sostenido
su causa, defendiendo con tanta impudencia y obstinacion,
como los mismos racionalistas, la tesis de una moral sin Dios,
que les es tan querida... Es, pues, falso tambien que al en
tablar esa discusion , se haya propuesto refutar á un mismo
tiempo lo que los racionalistas y los tradicionalistas han escrito,
desde hace veinte años, sobre las relaciones de la moral y de la
Religion; contener los excesos deplorables en que han incurrido
ambas partes , y mostrar la verdad contra dos errores opues
tos. En toda esa discusion no ha dicho ni una sola palabra
contra los racionalistas , ni ha combalido más que á los tradi
cionalistas; sólo contra ellos ha lanzado sus invectivas, y no
ha censurado más que su supuesto error, sus pretendidos exce
sos. No ha atacado más que la doctrina de los filósofos católi
cos , que no hay moral sólida ni seria sin Dios: doctrina que
— m —
ha tenido el triste valor de llamar un error tan real, un ex
ceso tan deplorable como el error y el exceso de los racionalis
tas, excluyendo completamente á Dios del dominio de la mo
ral y de la Religion. No ha mostrado la verdad enlre dos errores
opuestos, no ha trabajado más que en establecer un error co
losal, contra una verdad grande y fundamental. ¡Héabí cuán
recto ha sido en sus ataques , cuán imparcial en su celo , cuán
feliz en la defensa de la verdadera doclrina !

§ 10. Continuacion del mismo asunto. Magnifica doctrina de santo Tomás so


bre la ley eterna y sobre la ley natural, y aplicacion de esa doctrina á la cues
tion gue se discute aquí. Profunda ignorancia del semiracionalismo en cuanto
á los principios de esta cuestion. Ateísmo é inmoralidad di su lenguaje. El
protestantismo renovando la blasfemia de los antiguos ateos , de que lo justo y
lo injusto son una invencion humana. Puffendorff. Al combatir ese error , los
teólogos católicos jamás han excluido la intervencion divina en el origen dela
moral. El semiracionalismo no ha comprendido esa controversia, y de ahi sus
lamentables equivocaciones sobre el mismo asunto.

Esta cuestion es demasiado importante, y el semiraciona


lismo la ha tratado harto ligeramente, para que no creamos
indispensable recordar sus principios, que nuestros adversa
rios aparentan ignorar, y para que no juzguemos necesario
aclararla todavía más.
Los filósofos y los teólogos católicos definen la ley : un man
dato DE LA RAZON QUE SE REFIERE AL BIEN COMUN, Y QUE ES PRO
MULGADO por el que preside una comunidad. Ordinatio rationis
in bonum commune promulgata ab eo qui curam communitatis
habet.
La ley se divide en ley eterna, ley natural y ley positiva. La
ley positiva se divide á su vez eu ley positiva divina, y ley
positiva humana, y esta última se subdivide además en ley ecle
siástica y en ley civil. No puede tratarse aquí más que de las
tres primeras especies de leyes.
Üan Agustin habia dicho: «La li;y eterna es la razon y la
> voluntad de Dios, que manda se conserve el orden natural,
»y prohibe turbarle. Lf.x eterna est ratio vi voluntas divina
— 122 —
nnaturalemordinem servar ijubens, turbarivetans» . Sin embargo,
en general , la ley eterna se define : La razon misma del gobier
no DE LAS COSAS, EXISTENTE EN DtOS , COMO SOBERANO DEL UNI
VERSO. Ipsa ratio gobernationis rerum , in Deo, sicul in principe
universitatis existens.
«La ley, dice santo Tomás, no es masque el dictamen de
»la razon práctica en el principe que gobierna una comuni-
•»dad
(parte
perfecta.
1), gobernado
Siendo elpor
mundo,
la providencia
como ya lodehemos
Dios, probado
es evi-

•» dente
por la que
razonladivina,
comunidad
y por entera
consiguiente
del universo
es evidente
es gobernada
tambien

•«que
Dios,la como
razonprincipe
misma del
del gobierno
universo, de
tiene
laslacosas
naturaleza
, existente
de una
en

• ley. La razon divina no concibe nada con el tiempo, pero


» tiene la concepcion eterna de todo lo que conoce. Por con-
• siguiente
que existenes en
preciso
sí mismas,
llamar no
á existen
esa ley para
eterna.
Dios,
Lassino
cosas
en

«cuanto
• concepcion
una ley han
eterna,
sido
eterna
en
conocidas
de
cuanto
esa ley
está
y preordenadas
divina
ordenada
tieneal por
lagobierno
naturaleza
él. Luego
de las
de
la

» cosas que él ha preconocido (1 ).»


Procuraremos explicar mejor esta hermosa doctrina de santo
Tomás.
Dios , cuyo ser es el comprenderse esencialmente á sí mis
mo, se conoce de la manera más completa y más perfecta.
Se conoce, no solamente como siendo él mismo la plenitud
(1) Lex nihil uliud est quam dictamen practicae rationis in principe que
gubernat aliquam cominunitatem perfeciam. Manifestum est autem , supposito
qiiod mundus divina Providentia regatur (ut in t." parte possitum est), quod
tota communitas universi guberuatur ratioue divina, et ideo ipsa ratio guber-
nationis rerum in Deo, sicut in príncipe universitatis, existens , legis habet ra-
tionem ; et quia divina ratio nihil concipit ex tempore, sed habet acternum con-
ceptum, inde est quod hujusmodi legein opurtet dicere ceternam. Ea qu¡e in
seipsis sunt, apud Deum existunt in quantum sunt ab ipso cognita et preordí
nala. Sic igitur aíternus divinae legis conceptus habet rationem legis ceternw,
secundum quod a Deo ordimitur ad gubernationem rerum ab ipso praccognita-
rum. (I, 2.", Qusst. xci, Art. A.)
— 123 —
del acto de su propio conocimiento, sino tambien como pu-
diendo, á causa de su perfeccion injusta, ser representado
fuera de él por seres criados por él y que participan de su
sér. Se conoce, pues, como capaz de ser representado de una
infinidad de maneras , y ese conocimiento le ha realizado
criando una multitud de séres, tan numerosos y variados, de
los que cada uno representa alguno de sus rasgos, ó le re
presenta de una manera diferente de la otra.
Además, como tomados en su conjunto, todos esos seres
no están destinados más que á representar un solo y mismo
sér, el Sér divino y todas sus perfecciones; no tienen más
que un sér ordenado para un solo y mismo objeto, uo tienen
todos más que un objeto cotnun. Esa tendencia, y áun esa re
lacion de todos los séres, tiene un solo y mismo fin , la repre
sentacion del Sér divino, y constituyen el orden universal,
objeto de la sabiduría divina. Pero Dios, conociéndose per
fectamente como un sér infinitamente perfecto, no puede
ménos de amarse con un amor infinito; esto es lo que se lla
ma la volicion necesaria en Dios, ó la volicion por lo cual se
ama infinitamente á sí mismo, y que es infinitamente perfecta
como volicion á causa de la perfeccion infinita de su motivo
y de su objeto. Pero por la misma razon. Dios debe com
placerse infinitamente en esa costumbre ó propension de las
esencias, en ese orden admirable que resulta de la armonía
de todos los séres que conspiran á representarle; debe por
su voluntad aprobar ese orden, objeto de su sabiduría. Pues
bien: la aprobacion por Dios de un orden permanente es una
ley, y puesto que todo es eterno en Dios, el conocimiento de
ese orden y su aprobacion son eternos. Luego con razon, dice
santo Tomás, se ha llamado ley eterna á la RAZON misma
del gobierno de las cosas existente en Dios , como Soberano del
universo, y en llamar Providencia al gobierno de las mismas
cosas ejercido por parte de Dios en la misma cualidad ; porque
el gobierno de las cosas ó su direccion á su fin, pertenece á
Dios y se encuentra en Dios, como tambien la razon de ese
— 124 —
gobierno. La Providencia proviene, pues, de la ley cierna,
coino una conclusion de los principios.
De esa ley eterna de Dios, de que todas las cosas llevan el
sello, procede lo que se llama la ley natural, que por eso mis
mo se define la participacion de la ley eterna con relacion á
los hombres. Participatio legis ceternce in hominibus. Oigamos
tambien sobre esto á santo Tomás:
i Lo que está reglado ó medido por una ley, dice, debe
• necesariamente participar algo de esa ley; porque nada es
> medido, sino en cuanto participa en alguna manera de la
«regla ó de la medida. Todas las cosas sometidas á la accion
«de la divina providencia, están regladas por la ley eterna»
»y por la fuerza deesa ley tienen una inclinacion en sus actos
»y en sus fines; es, pues , evidente que todas las cosas parti-
«cipan en alguna manera de la ley eterna.
«Pero entre todas las cosas criadas, la criatura inteligente
«está sujeta á la Providencia divina de una manera más ex
celente que todas las demás cosas, porque ella sola es una
> especie de providencia por sí misma y para las demás; y
«hallándose sometida á la Providencia, participa en algun
«modo del poder de la misma Providencia.
«Por esa misma razon participa tambien de una manera
«más excelente que todas las demás cosas de la ley eterna,
«que la comunica la inclinacion por la cual es impulsada á sus
«actos convenientes y á su fin. Y esa participacion de la ley
«eterna por la críatura racional es la que se llama ley natu-
iral. Por eso, habiendo dicho el Psalmista: Sacrificad el sa-
« orificio de Injusticia; como le pareciese que alguno le pre-
«guntaria : ¿Cuáles son las obras de la justicia, y quién podrá
> manifestárnoslas! respondió: La luz de vuestro rostro, Señor,
» ha sido impresa ennuestra frente. — Lo cual es como si el pro-
«fela hubiera dicho que la luz de la razon natural (del en-
«tendimiento operante), por la que nos formamos tambien la
«idea del bien y del mal (la cual es la base de la ley natural),
«no es otra cosa que la impresion de la luz divina en nos
— 125 —
• otros. Es, pues, evidente que la ley natural no es otra cosa
*que la participacion de la ley eterna por parte de la criatura
«racional (I).»
Para comprender mejor esta profunda doctrina del Doctor
angélico, es necesario observar, que en virtud de la ley eter
na, Dios no dirige ni gobierna á todas las criaturas de una
misma manera. Las criaturas irracionales son dirigidas úni
camente en sus propios actos por las afinidades ó por el ins
tinto, y no se dirigen voluntariamente á sí mismas. Sólo las
criaturas racionales proveen á sí mismas y á las demás , por
un acto de su voluntad que dirige la razon. Ellas solas cono
cen las relaciones de los medios con los fines particulares, las
relaciones de todos los medios entre .«í , y las de todos los
séres con su último fin. Sólo á ellas dirige Dios por la luz de
su entendimiento, que no es su propia luz, y Dios las dirige
de modo que tambien ellas se dirigen á sí mismas, en cuanto
se proponen en concreto un fin para sí mismas, conociendo y
escogiendo los medios aptos para ese fin. Por consiguiente,
esa participacion de la naturaleza racional en la ley eterna
que forma la esencia de la ley natural , en ninguna parte es
más noble y más perfecta que en esa misma naturaleza.

(1) In quantum parlicipat aliquid de regula et mensura, sic regulalur et


mensuratur. Unde quum omniá quae divinal Providentice subdunt.ur a tece
.«terna regulentur et mensurentur, manifestum est quod omnia participan!,
aliqualiter legem asternam in quantum, scilicet ex impressione ejus habent in-
clinationes in suos actus et fines. Inter cantera aulem, rationalis creatura exce-
llentiori quodam modo divinas Providentim subjacet in quantum ipsa fit Pro-
videntiae particeps , sibi ipsi et aliis providens. Unde et in ipsa participalur
ratio aBterTia , per quam babet naturalem inclinationem ad debitum actnm et
finem. Et lalis participatio legis ¿etern.e in rationali creatura i.ex natu
ralis dicitur. Unde quum Psalmista dixisset (Psa!. IV): Sacrifícate sacripcium
justüice , quasi quibusdam quaerentibus: Quce sunt jvstitice opera? Mullí di,
cunt: Quis ostendit nobis bona? Respondeos dicit: Signatum est super nos
lumen vultus tui, Domine; quasi lumen rationis naturalis quo discerni-
mus quid sit bonum et quid sit malum, quod pertinet ad naturalem legem,
nihil aliud sit quam impressio divini luminis in nobis. Cnrle patet quod lex
naturalis nihil aliud est quam participatio legis aetenios in rationali creatura.
(I, 2.a, Quaest. xci, Art. 2.)
— 126 —
Toda ley divina positiva no es más que una regla que Dios
ha impuesto al hombre para marcarle sus obligaciones, que
resultan de su naturaleza primitiva ó de su naturaleza repa
rada: una regla que le conduce á una perfeccion más ó me
nos grande , y á la adquisicion de sus fines en el orden natu
ral y en el sobrenatural. Toda ley divina positiva tiene, pues,
su razon más ó ménos directa en la ley natural.
Además, la ley divina positiva no nos obliga sino en cuanto
somos las criaturas y los servidores de Dios, que es nuestro
criador y nuestro Señor, en cuanto que estamos natural y
esencialmente subordinados á Dios. Si Dios no fuese nuestro
criador y nuestro señor, no tendria ningun derecho para dic
tarnos leyes , ni nosotros tendriamos obligacion de someternos
á ellas. Esto es lo que ha hecho decir con toda razon á nues
tro adversario: «Si Dios manda ó prohibe, es preciso que
• para ello haya en nosotros una razon anterior para aceptar
»su voluntad y seguirla». Por la ley natural nos hallamos co
locados bajo la autoridad de Dios, y todo lo que está en nos
otros se halla colocado bajo la direccion de la razon; porque
en virtud del orden natural , todo lo que es inferior, está su
bordinado á lo que le es superior. Si, pues, toda obligacion
por nuestra parte de aceptar la voluntad de Dios y de seguirla es
el resultado de nuestra inferioridad natural con respecto á
Dios , en cuanto somos sus criaturas y sus siervos, toda obli
gacion de aceptar la ley divina y de seguirla resulta de la leí
NATURAL.
De estos principios, conocidos y admitidos por todos los
teólogos católicos, excepto los semiracionalistas , probable
mente porque los ignoran, resulta, que prescindir de Dios, en
la cuestion de que se trata, es dejar á un lado toda capacidad
de los seres creados , para representar al Ser increado, todo
fin comun á todos los séres , y toda aptitud por su parte para
ese mismo fin ; es dejar á un lado toda naturaleza determina
da, toda esencia propia, fijadas por su autor en todos los sé-
res con un designio digno de su sabiduria y de su bondad, y
— 127 —
por consiguiente tambien es no hacer caso de la razon del
gobierno de las cosas existente en un Sér supremo , sobe
rano del universo ; en una palabra , es no hacer caso de la
LET ÉTERNA.
La ley natural, como no es más que la participacion de la
ley eterna en la criatura inteligente , no hacer caso de la ley
eterna, es no hacerle de la misma ley natural.
La ley divina positiva sólo tiene su base en la ley natural;
no hacer caso de la ley natural, es prescindir tambien de toda
ley positiva , de toda obligacion que resulta de ella.
Prescindir, pues, de Dios en esta grande cuestion, es des
entenderse de toda ley divina positiva, de toda ley natural, de
toda ley eterna, de toda naturaleza y esencia, de todo fin de
terminado de los séres , de toda razon de obligacion moral y
de deber. ¿No es , pues , el colmo de la impiedad y del absur
do el querer hacer sin Dios una obligacion moral fuera de la
naturaleza y de la esencia de los séres, naturaleza y esencia
que los séres no tendrian sin Dios, no resultando de una ley
simplemente natural, que no existiria sin la ley eterna , que
no puede concebirse sin Dios? Guárdenos el cielo de atribuir
á nuestros adversarios intenciones impías.; mas no por eso es
menos cierto que incurren en absurdos, y que se hallan con
vencidos de ignorar la alta metafísica de las leyes cuando
tratan del derecho natural, así como se hallan convictos de
ignorar la elevada metafísica del espíritu cuando hablan de
la razon natural.
«Se nos preguntará, ha dicho nuestro autor con la seguri-
»dad que le es propia cuando pronuncia un error, se pregun
tará, cual es la fuerza de esa obligacion (independiente de
• toda intervencion divina), y cual es su sancion. La razon nos
>dice que todo sér, ó por lo ménos k>do sér razonable, debe
•obrar conforme á su naturaleza y á las relaciones esencia
les que le enlazan á los demás séres, sopena, yendo contra
»su naturaleza, de caminar á la contradiccion, al desorden,
»á la destruccion : hé ahí la ley. Pues bien , el que busca la
— 128 —
destruccion y los sufrimientos debe encontrarlos: hé ahí el
«castigo.» (Pág. 43.)
Bayle, al tratar de establecer la posibilidad de una socie
dad de ateos, y de una legislacion moral sin Dios, ha hablado
del mismo modo: «Desde el momento en que un ateo (ha es
trito), puede apercibirse de que las verdades de moral es-
»tán fundadas sobre la naturaleza misma de las cosas, y nó
• sobre las fantasías del hombre, puede creerse obligado á las
• ideas de la recta razon, como á una regla del bien moral,
• distinta del bien útil». {Continuacion de los Pens., Par. 132.)
Los ateos y los racionalistas de nuestros dias se expresan
todos de una misma manera. Hé ahí, pues, á nuestro extraño
apologista del Catolicismo convencido de hablar, ni más ni
ménos, el lenguaje de los ateos, y de participar de las in
sensatas doctrinas, por las cuales trabajan, desde hace dos
siglos , en hacer leyes que no necesiten de ninguna sancion
divina, leyes ateas, y una sociedad sin Dios.
Observad ahora la profunda inmoralidad de esa moral fun
dada sobre la existencia de un orden sin Dios, y sin otra
sancion que el sufrimiento. Porque, segun esa moral , el hom
bre no tendria ya la verdad infinita, el bien infinito, no ten
dria más que á sí mismo para su fin , áun natural , y no tendría
ya á Dios; no tendria más que la verdad finita, el bien finito,
no deberia buscar más que en este mundo su felicidad. Pero
entonces el orden suyo , su moral , su ley, no podrian ser más
que la obligacion de evitar todos los padecimientos , y propor
cionarse todas las satisfacciones que puede obtener sin expo
nerse á nuevos sufrimientos ; en una palabra , la obligacion
de entregarse al desórden y de sustraerse al castigo. De don
de , por consiguiente , su orden , su ley , su moral , no serian
más que el sensualismo más desenfrenado y abyecto. Así, ese
desatentado jóven , de que hablaremos más adelante, y que
hace pocos meses ha asombrado á la Francia por su impiedad
y el cinismo de sus doctrinas, ha sido extremadamente lógico
al establecer que el único deber del hombre es el proporcionarse
— 129 —
todos los goces materiales que le sea posible. Habia comenzado
por decir que Dios no es más que la razon humana elevada á su
más alto poder; es decir, por negar á Dios; y el hombre, que
no tiene otro símbolo que el ateismo, no puede tener razona
blemente otra moral que el placer. Hé ahí, pues, el sistema
que un sacerdote católico no ha temido sancionar con sus ab
surdas doctrinas y apoyar con mano sacrilega.
Ahora , para completar á nuestra vez nuestra solucion sobre
una cuestion de tan elevado interes, tenemos que explicar
cuánto se ha engañado el semiracionaüsmo , y de qué modo
tan grosero ha caido en sus vituperables errores
Arquelao, maestro de Sócrates, Demócrito, Aristipo, Ana-
xágoras, Pirrhon, Epicuro, Carneades, y generalmente todos
los antiguos filósofos escépticos, materialistas y ateos, enseña
ban que los hombres son los que han inventado lo justo y lo
injusto, la virtud y el crimen , y que la moralidad de las accio
nes humanas no está en la naturaleza, sino en la opinion. Ho
racio ha querido decirnos, en nombre de la secta epicúrea,
de que era miembro, que los hombres fueron los que, des
pues de haber inventado la razon y el lenguaje, edificaron
las ciudades , establecieron las leyes que prohiben el robo, el
asesinato y el adulterio. Oppida coeperunl munire e! ponere
leges. — Ne quis furesset, neu latro, neu quis adulter. Hemos
oido tambien á Ciceron el filósofo, poniéndose en contradic
cion con Ciceron el teólogo, é intérprete de las tradiciones,
afirmar, en nombre de la secta estoica, que el derecho, lo
justo y lo honesto , no son más que invenciones de los hom
bres, al salir por sus propios esfuerzos del estado salvaje en
que se encontraban en su origen. Por manera, que con muy
raras excepciones , los sabios del paganismo estaban de acuer
do en enseñar que no hay bien ni mal en sí: que una cosa no es
buena sino porque está prescrita , ni mala sino porque está pro
hibida; y, en fin, que el bien y el mal en io moral, no dependen
más que de las leyes é instituciones humanas , y de las preocupa
ciones de los hombres .
9
— 130 —
Con todos los errores de los aligaos herejes del Cristianis
mo, el protestantismo ha renovado tambien todos los de los
antiguos filósofos del paganismo, y entre esos errores , hasta
el que niega la existencia de una moralidad independiente de
la ley humana. La secta de los hermanos de la Rosa-Cruz,
una de las ramas de la de los anabaptistas , como tambien las
de los nachiavelistas , de los ateos y de los libertinos , que en
vida de Calvino , segun nos atestigua él mismo, eran muy nu
merosas, profesaban esa misma doctrina. Hobbes, Espinosa,
Bayle , y todos los libres pensadores del protestantismo, como
todos los filósofos materialistas y ateos del último siglo y del
nuestro, no han dado otra base á la moral. Sólo que por un
resto de pudor, y para no colocarse enteramente fuera del
Cristianismo, el protestante Puffendorff, al mismo tiempo que
sostiene la indiferencia natural y absoluta de los actos huma
nos, ha concedido la ley positiva de Dios, y ha enseñado for
malmente que la blasfemia, el robo, el homicidio y el adulte
rio, no están prohibidos porque sean pecados, sino que lo son
porque Dios los ha prohibido.
Pero como en el fondo , la rectitud y la justicia provienen
del,derecho natural , desaparece toda obligacion de la ley po
sitiva divina ; porque, como acabamos de demostrarlo, esa ley
positiva no nos obliga sino en cuanto nos hallamos coloca
dos bajo la autoridad de Dios por la ley natural , y en cuanto
la razon de esa sujecion precede á la ley positiva. Es, pues,
de toda necesidad , que ántes de esa ley se admita algo
obligatorio, que se admita el bien y el mal proveniente de la
naturaleza del hombre y de sus relaciones naturales con sus
fines y con todos los séres.
Se comprende fácilmente cuán importante era refutar esa
doctrina de la filosofía pagana, que el Cristianismo filosófico,
ó el protestantismo habia restablecido. Y eso es lo que han
hecho todos los filósofos y teólogos católicos, desde Suarez
hasta nuestros dias. En defensa de la ley divina positiva, todos
han demostrado la existencia de una ley natural , de unajus
— iM —
ticia natural, anterior á toda ley positiva humana y basta
divina.
Mas al sostener la preexistencia de la ley natural á la ley
positiva , jamás han dicho ni pensado lo que les hace decir
el semiracionalismo de nuestros dias, que, por lo tanto, está
visto que no ha comprendido nada de esta controversia. Jamás
han dicho, jamás han pensado, que esa ley natural no tiene
NINGUNA RELACION CON DIOS , Y QUE LA MORAL NATURAL SERIA
SIEMPRE OBLIGATORIA, AUN CUANDO DIOS NO EXISTIESE. HwC Vera
essent etiamsi Deus non existeret. Para los doctores católicos,
esa moralidad de la ley natural que sirve de apoyo y de base
á la obligacion , á la ley positiva de Dios, sólo resulta de la
conformidad ó del desacuerdo de las acciones humanas con
olra tey. Y esa ley es la ley eterna, ó la razen de la divina
sabiduría, que ha dado una naturaleza determinada al hom
bre, y que ha establecido relaciones esenciales é inmutables,
entre las acciones del hombre y los fines que le ha prefija
do. «A esa ley, han dicho, están subordinadas todas las cosas
necesarias ó contigentes; luego hasta las acciones que se lla
man naturalmente buenas ú honestas , no son buenas sino por
su conformidad á esa ley, cuya participacion por la natura
leza racional forma la ley natural; porque, segun la doctrina
sublime de santo Tomás, como todo lo que ES, es verdad,
porque imita á la verdad eterna, en cuanto esa verdad, que
es la esencia de Dios, tiene en sí misma las ideas archetipas
de todas las cosas, del mismo modo todo lo que se hace justo
por el hombre , no es justo sino porque imita á la sabiduría
eterna, en cuanto que tiene en sí misma la regla suprema de
las cosas. Y así como todas las cosas existentes expresan por
su esencia la verdad divina , del mismo modo tambien todas
las buenas acciones expresan por su esencia la sabiduria
divina ó la razon eterna de la sabiduria divina. Como las co
sas existentes son verdaderas , áun ántes de toda revelacion
que atestigüe la verdad, así todas las buenas acciones son
buenas ántes que toda ley positiva indique su verdad. Pero,
— 132 —
lo repetimos, esa verdad que resulta de la esencia misma de
las cosas, no tiene su razon más que en la ley eterna, que
es la razon misma de la sabiduría divina, segun la cual
Dios quiere todo loque quiere. Y por consiguiente, en fin, no
nos cansaremos de repetirlo , la base y la razon de toda mo
ralidad no está más que en Dios; y prescindiendo de Dios,
como ya no hay ni verdadero ni falso en las cosas existentes,
tampoco hay ya ni bien ni mal en las acciones del hombre.
Acerca de esta argumentacion de los filósofos y de los teó
logos católicos, que por su belleza, su elevada sublimidad y
por su solidez se encuentra á muy grande altura, los filósofos
y teólogos protestantes les censuraban el formar un círculo
vicioso: « Toda vuestra argumentacion, decian, se reduce á
que no hay acciones honestas ó ignominiosas, sino porque
aquellas están prescritas, y estas se hallan prohibidas por la
ley natural , y en que aquellas no están prescritas por la ley
natural sino porque son buenas, y estas no se hallan prohibi
das sino porque son malas y vergonzosas.»
«Lo que resulta de nuestra argumentacion, les respondian
nuestros doctores, es precisamente lo contrario. Nosotros no
decimos, es verdad, que ciertas acciones no son buenas y otras
malas , sino porque están prohibidas ó prescritas por la ley
natural; pero si se nos pregunta por qué están prescritas ó
prohibidas por la ley natural, no contestamos que porque son
buenas ó malas en sí mismas. Decimos que la ley natural no
las imprime moralidad ó inmoralidad , sino porque son con
formes ó contrarias á la razon eterna de la divina sabiduría, á
la ley eterna, de que ia ley natural es la participacion. Y si
se nos pregunta además: ¿Por qué ciertas cosas son confor
mes ó contrarias á la razon divina , á la lf/í etebna? responde
remos, que todas las cosas, en cuanto existen y en cuanto es
tán ordenadas por una ley, proceden y deben proceder de la
sabiduría divina. Porque toda cosa verdadera debe necesaria
y esencialmente proceder por creacion del Ser infinito, que
todo lo produce por su entendimiento infinitamente ordenado.
— 133 —
¿En dónde está, pues, aquí el círculo vicioso, y la peticion de
principios ? »
Fié ahí la verdadera doctrina de las escuelas católicas sobre
esta grave materia , y al semiracionalismo convencido de no
conocerla, ó de conocerla sin comprenderla, cuando con
motivo de la tesis que esas escuelas han sostenido , de la exis
tencia de una moral natural que preceded toda ley positiva, ha
concluido que los doctores católicos han admitido una moral
atea, existente sin Dios, y que puede pasarse sin Dios. Al atri
buir conclusion tan absurda como impía á los doctores cató
licos , el semiracionalismo no ha visto , ó no ha querido ver,
que, segun la doctrina unánime de esos doctores, esa moral
natural, como toda bondad intrínseca y esencial de las accio
nes humanas, deriva de su conformidad con la ley eterna,
que es la razon de la sabiduría de Dios , y que sin Dios no
hay ni bien ni mal en la naturaleza humana. El semiraciona
lismo no ha visto, ó no ha querido ver, que en donde no hay
fin, no hay tampoco medios; que en donde no hay regla, no
hay nada reglado ; y que, por consiguiente, desechando la let
eterna, que es, en último análisis, el fin y la regla del hombre,
no hay ya obligacion moral para él; y, por último, que la doc
trina
mo moral
semiracionalista
, abre la puerta
sobreal este
ateismo
asunto,
dogmático.
favoreciendo el ateis-

Nuestros lectores tienen ya patente la solucion de esa gran


de cuestion, que, á nuestra vez, hemos creido deber darles
en oposicion á la que el doctor semiracionalista ha creido de
bia dar á los suyos. A ellos toca, lo repetimos, decidir cuál
de las dos es más razonable, más verosímil , más católica y
más completa.
— 134 —

SU. El autor Del valor de la razon , condenado por la universidad de Lo-


bayna, á causa de su doctrina de una moral sin Dios. Esa doctrina es co
mun á toda la escuela semiracionalista, y por eso ha sido combatida aqui.
La doctrina de los semiracionalistas es perfectamente idéntica á la de los ra
cionalistas absolutos tocante á la ley natural , la primera idea de Dios y la
creacion. El semiracionalismo no es más que el racionalismo encubierto,
en punto a doctrinas.

Pero no somos nosotros solos los que vemos herejía en la


doctrina de ese teólogo católico sobre esta grave materia. Pa-
sarémos por alto la oposicion que á causa de esa doctrina ha
encontrado en Francia; pero sí observaremos, que la Uni
versidad católica de Lobayna la ha combatido y condenado.
Las censuras deesa respetable corporacion de sabios son tanto
más imponentes , cuanto que esa Universidad , enteramente
extraña á la lucha empeñada y sostenida entre los semiracio
nalistas y tradicionalistas de Francia , no tiene ningun interes
en la cuestion. Héaquí como uno de los profesores de esa céle
bre Universidad , M. U., se expresa, acerca de este asunto,
en nombre de sus ilustres colegas, en una carta reciente (1 4 de
Enero de 1856), dirigida á uno de sus amigos de Paris, que
se nos ha permitido copiar: « En cuanto á la proposicion de
E. P. C, MIS COLEGAS y yo la hemos combatido ántes de
que fuese repetida por su autor, y NO CESAREMOS de com
batirla ahora que con tanta ligereza ha sido reproducida por
ese padre. Pues qué! ¿puede haber una moral sin Dios y sin
religion, una ley sin legislador, una obligacion real sin base
y sin sancion moral, una moral sin dogma? Esa es la moral
de Kant : esa es la moral de Cousin y DE SU ESCUELA NA
TURALISTA. Ver en el dia á un CRISTIANO, á un SACER
DOTE, á un TEÓLOGO, establecer semejante proposicion,
es INCONCEBIRLE. Cuando teólogos graves han dicho que
la diferencia del bien y del mal depende de la naturaleza de las
cosas y de los seres , querian hablar , no de la naturaleza de los
séres ó de los séres abstractos , sino de la de Dios y de la de
las criaturas racionales, ó bien de los séres concretos, tales
— 155 —
como
nitz dice
estánenrealmente
sus Pensamientos
en relacion, con
queDios.
no tengo
Yo noásémano
lo queenLeib
este

momento ; pero creo que en vez de citar sus Pensamientos, que


algunas veces no son más que frases truncadas por Emery , se
haria muy bien eameditar, con respecto á la presente cuestion,
lo que Leibnitz dice en su Teodicea (parte II, número 104);
allí se encontraria algo más que la autoridad de Leibnitz, se
encontraria una verdad profunda, que se extiende mucho más
lejos que la cuestion de que se trata. POR LO DEMÁS, ESTA
NO ES LA ÚNICA PROPOSICION ERRÓNEA DE P. C.»
Hé aquí , pues , al jefe del semiracionalismo que se apellida
á sí mismo católico, convencido por una Universidad verda
deramente católica , de haber dado á la moral la misma base
que Kant y Cousin , jefes del racionalismo moderno, y de
profesar doctrinas erróneas.
Mas para ser justos , debemos hacer aquí la observacion de
que esa doctrina no es propia del autor, sino que la ha to
mado prestada de los escritores de la escuela de que se ha
hecho jefe, y que despues la ha repetido con toda sencillez
de conciencia, sin sospechar siquiera lo escandaloso y ab
surdo de ella. Esa misma doctrina sobre la ley natural se en
cuentra formulada en casi todos |os cursos y libros de Filoso
fía de la escuela semiracionalista (1). Y precisamente poique
do es la doctrina de un solo escritor , de quien sin el menor
inconveniente pudiera muy bien no hacerse caso alguno, sino
la doctrina muy difundida de toda la escuela, emprendemos
la tarea de refutarla en todos sus pormenores. Hé aquí cómo
se
fesexpresan
de esa misma
sobre escuela.
esta importante materia los principales je^

Un discípulo de un célebre maestro , deseando hacer algo

. (i) Por respeto á la posicion que ocupan sus autores, omitimos el señalar
aquí los títulos y las páginas de los cursos y de los libros en donde se encuen
tra esa escandalosa doctrina; mas no por eso deja de encontrarse tal como es,
en las proposiciones que se van á leer. Esperamos que se tenga en cuenta nues
tra reserva, y que no se nqs obligará á renunciar á ella.
— 136 —
que le valiese el título de bachiller en la escuela semiracio-
nalista, ha hecho á ese maestro la honra de atribuirle el ha
ber fundado la moral sobre el diclámen IMPERIOSO de la con
ciencia. Ese desventurado maestro , que por el giro lamenta
ble, más poético que filosófico, que ha dado á su enseñanza,
ha suministrado á sus adversarios, y áun á sus mismos ami
gos, el motivo ó pretexto de suponerle opiniones poco ortodo
xas, ó por lo menos muy malsonantes, habia dicho, en efecto,
lo que sigue (no traducimos aquí del latin , sino que copiamos
del frances):
« DE EN MEDIO DE MI CONCIENCIA se eleva una voz
QUE ME PRESCRIBE, con respecto á Dios, la adoracion y la
obediencia: con respecto á mis semejantes, el respeto á sus
derechos : con respecto á mí mismo el aspirar á TODA la
perfeccion
cipios deduzco
de que
todo
mi lo
naturaleza
que parecen
es susceptible.
encerrar; De
combino
estos prin*
esas

ideas de todas las maneras posibles y procuro en todas mis de


ducciones ese lazo de identidad que hará su fuerza yQUE LAS
DARÁ AUTORIDAD Á LOS OJOS DE MI PROPIA RAZON.»
Hé ahí, pues, á ese feliz semiracionalista que encuentra
en medio de su conciencia , y por la voz que ella le hace oir, el
conocimiento completo, el origen, la regla , la fuerza, la au
toridad , la sancion de todos sus deberes. Es verdad que la
claridad con que esa voz le habla para enseñarle toda la per
feccion de que su naturaleza es susceptible , no le dispensa de la
ímproba tarea de deducir de los principios que le predica lo que
PARECE queellos encierran (porque esos principios por lo visto
no están muy claros). Es verdad que, á pesar de la fuerza de
esa misma voz, y de las deducciones de esos principios, le
queda siempre el penoso trabajo de combinarlas de todas las
maneras posibles. Pero tambien es cierto que una vez logrado
el poner en todas sus deducciones ese lazo de identidad (comprén
dalo el que pueda), QUE CONSTITUYE SU FUERZA, y que
las da autoridad á los ojos de su propia razon, tiene bastante
con ellas, y no necesita ir á buscar á otra parte, en una re
— 137 —
velacion positiva, el complemento de sus conocimientos mo
rales y la autoridad de su obligacion. Luego, para ese semi-
racionalista al menos, el hombre, con sólo seguir su razon,
puede alcanzar felizmente, no tan sólo algunas verdades, sino
todas las verdades morales. Esa es precisamente la marcha
que los racionalistas filósofos señalan al espíritu del hombre
para crearse una ley fuera de Dios. Pero hé aquí otras aser
ciones del mismo género, todavía más inmorales y blasfemas.
En un curso de filosofía semiracionalista que se hace estu
diar á los jóvenes que se dedican á la carrera eclesiástica, se
encuentran estas proposiciones, que traducimos literal y fiel
mente del latin: «Se entiende por ley natural la obligacion
impuesta al hombre , y procedente de la naturaleza de las cosas
mismas, por la cual estamos obligados á hacer lo que es esen
cialmente bueno , y á abstenernos de lo que es esencialmente
malo. — Existe entre el bien y el mal moral una diferencia esen
cial, proveniente de la naturaleza de las cosas mismas. — Es cier
to que de la existencia de esa diferencia esencial entre el bien
y el mal NACE LA OBLIGACION DE OBRAR, segun la natu
raleza de las cosas.— La existencia de la ley natural se esta
blece INDEPENDIENTEMENTE DE LA EXISTENCIA DE
DIOS. — Para crear la obligacion BASTA LA RAZON NATU
RAL, y no es de modo alguno NECESARIO reconocerla EXIS
TENCIA DE ÜN SÉR SUPERIOR AL HOMBRE que le manda
obedecer á la razon . i
En otro de los cursos de la referida escuela se halla ex
puesta la misma doctrina en estos términos : «La obligacion
nace PRINCIPALMENTE Y ANTE TODO de la honradez misma.
— La ley natural es la ley cuyos preceptos se derivan de la
naturaleza misma de las cosas.— LA VOLUNTAD SOLA DE
DIOS NO PUEDE PRODUCIR LA OBLIGACION. (¡Pobre di
vinidad!) — La diferencia entre el bien y el mal debe bus
carse
Así en
, pues
la naturaleza
, para esosmisma
extraños
de las
profesores
cosas». católicos , la exis

tencia de la ley natural es independiente de la existencia de Dios,


— 138 —
y mientras la razon natural basta para crear la obligacion , la
VOLUNTAD SOLA DE DIOS NO PUEDE PRODUCIR ESA MISMA OBLIGACION.
Esto, como se ve , es una repeticion descarada é imprudente
y con comentarios, de las absurdas, y hasta impías, palabras de
Grocio: Hatc vera essent etiamsi Deus non existeret. Y lo que
todavía es más sensible, ese lenguaje, completamente pela-
giano y materialista , quitando á la ley natural toda sancion di
vina , destruyendo toda obligacion formal , trastornando las,
verdaderas bases de toda moral , no es más que el desarrollo
y la apología del pensamiento fundamental y sacrilego del
racionalismo filosófico: pensamiento que no tiene otro objeto
que el colocar en el hombre mismo el principio de toda ley,
de toda religion, de todo progreso , y el de expulsar á Dios
del mundo científico, del mundo moral y del social, para po
der arrojarle tambien del mundo físico, es decir, de todo el
universo y proclamar luego el ateismo , como la única y ver
dadera religion de la moral.
Atribuyendo así al hombre aislado , fuera de toda revelacion
y de toda tradicion, el poder de crearse la moral , no es asom
broso que por conducto del célebre catedrático que hemos
citado más arriba, el semiracionalismo haya atribuido tambien
al hombre, en la misma condicion, el poder de crearse Dios.
Ya recordarán nuestros lectores que el fpgoso racionalista
aleman Fichte, decia un dia á sus discípulos: «Os invito á
• que vengais mañana á oir de qué modo el hombre crea á,
• Dios»; porque miéntras el Catolicismo se contenta con re
cibir la verdad , con explicarse las que ha recibido , y procu
rar comprenderlas y enterarse de ellas , el racionalismo tiene
la pretension de formar verdades, crearlas y fabricarlas. Fa-
sor,
bricatores
semiracionalista
errorum. (Isaías
sin duda,
: xlv, ha
16.)
querido
Pues bien
hacer
: nuestro
la misma
profer
in

vitacion á sus discípulos, porque un dia les dijo: «Vamos á


«pedir Dios al alma; queremos elevarnos á la pura concepcion
»de la divinidad: sin esperar jamás comprender á Dios, que-
» remos concebirle» .
— 139 —
Mas, segun parece, en la primera tentativa no ha sido muy
afortunado en esa fabricacion artificial , en esa concepcion
pura de la divinidad , y que intimada el alma le revelase á
Dios , le contestó de una manera muy confusa ; porque nos
refiere,
• silencio que
de la«habiéndose
noche, y elevádose
entregado
á laá concepcion
la meditacion
de laenuni-
el

»dad, de la sencillez, dela infmidad divinas , encontró una


• existencia indeterminada, en donde vió se halla compren-
• dida toda perfeccion, y en donde, sin embargo, no pudo
» discernir ninguna ; y, por consiguiente, lo infinito no fué ya
» para él más que una abstraccion, una palabra, una letra muerta,
»una nada de sér. Y eso es, dice , que cuando queremos fijar
*las miradas de nuestra razon en la esencia infinita , nos halla-
unos como acometidos de un vértigo, ó incapaces de sostener
• por largo tiempo esa contemplacion, nuestros pensamientos
«se turban , y nos faltan las palabras» . Pero cobrando nuevos
bríos concluye por crearse la verdadera concepcion de Dios y
por mirar frente á frente á lo infinito; porque añade : «Sin em-
«bargo, á pesar de ese desfallecimiento (de la razon acometida
» por el vértigo), hemos visto al SÉR en toda su pureza : el sem
blante de nuestro Dios se ostentó por un momento, sin velo,
»á nuestras miradas atónitas» .
¿Es posible que un hombre formal , un teólogo católico,
ihaya podido escribir sériamente para el público semejantes
extravagancias, y presentar como hechos visiones que ni pue
den concebirse ni conciliarse, y que sólo caben en una ima
ginacion acometida de un vértigo? Con todo, ese lenguaje
no deja de ser completamente racionalista , tanto en la forma
como en el fondo. Los racionalistas que dispensan á Dios el
honor de admitirle , están perfectamente de acuerdo en afir
mar , que sólo han conocido á Dios por un procedimiento en
un todo semejante , y expresan de la misma manera su vision
de Dios, con la intención de dejar consignado que no se ne
cesita de Dios para conocer á Dios.
En fin, la misma doctrina panteista, resultado el más ló
— 140 —
gico del racionalismo, ha encontrado aprobacion y eco en la
escuela del semiracionalismo , siempre por el órgano del mismo
profesor, á quien ha aplaudido sin restriccion. No podemos,
pues, menos de felicitar al catedrático semiracionalista. Ver
daderamente su. conciencia y su razon son minas inagotables,
en donde encuentra siempre nuevas riquezas. Acabamos de
oirle vanagloriarse de haber sacado de ellas las cuatro ideas
madres del panteísmo, del dualismo, del deísmo y del cristia
nismo y de haber oido una voz que le ha enseñado todos sus
deberes. Ahora hele ahí que nos asegura haber encontrado
tambien otras ideas: «Hallo, nos dice, en el hecho primi
tivo del conocimiento humano, tres hechos, tres ideas fun-
vdamentales en la conciencia , en la razon. La idea de mí , la
» idea del mundo, la idea de Dios. Comparando esas tres ideas,
>no tardo en percibir que están unidas con relaciones necesa-
»rias , y afirmo que Dios es causa ,- y causa inteligente» . ¡Fe
liz descubrimiento! ¿Pero quereis saber cómo se ha expli
cado ese teólogo la creacion, despues de haberse apercibido de
que entre las ideas del mí, del mundo y de Dios hay relaciones
necesarias, y despues de haber podido afirmar que Dios es
causa? Pues escuchad:
En su Bosquejo de una filosofía, que hubiera podido titular
mejor, Bosquejo del panteísmo y de todos los errores reunidos.
M. Lamennais, combatiendo el dogma de la creacion, tal
como la fe católica le profesa , se expresa así (tomo i, pági
nas 114 y 117):
«La creacion no es más que la manifestacion exterior de
jDíos, ó la realizacion de los pensamientos, cuyo conjunto
» forma , bajo la relacion particular en que le consideramos en
«este momento, la inteligencia divina, que, en su unidad, re-
» presenta inteligiblemente al Ser infinito. De ahí se sigue que
• la creacion , considerada en su tipo divino , es una é infinita
»COMO DIOS MISMO. Aquí los graves inconvenientes (incon-
» venientes supuestos del sistema católico sobre la creacion)
• desaparecen en cuanto se representa la creacion como la ma-
— Uí —
mifestacion progresiva de todo lo que está en Dios , y en el mis
mo orden que existe en Dios. Porque entonces es evidente
>que todo lo que puede ser debía ser : no hay lugar para ima-
•ginar una eleccion. »
Vemos, pues, aquí la teoria panteista formulada en los tér
minos menos equívocos , y tal como el racionalismo filosófico
la profesa. Pues bien: nuestro profesor semiracionalista , al
citar esa teoría , no ha encontrado en ella nada que censurar
ó corregir, sino que despues de haberla adoptado, la ha pro
puesto como aceptable á sus oyentes ; y contra el dictámen
de su propio autor , M. de Lamennais , que ha querido opo
nerla á la fe católica, ha declarado que la fe católica haria
muy mal en alarmarse y desecharla; porque á la cita del sa
cerdote apóstata , ha añadido estas palabras:
«En esta hipótesis, Dios no elige un mundo entre los mundos
^posibles , sino realiza en el infinito de! espacio y del tiempo
¡todos los mundos posibles . Dios manifiesta todo lo que puede ser
manifestado; todo lo qué debe nacer, nace en el momento
• marcado por la eterna sabiduría... Si esta hipótesis os parece
>más satisfactoria (que la creencia católica), no veo razon al-
»guna, sacada de las necesidades de la fe, que pueda obliga-
tros á desecharla.»
Hé aquí, pues, al semiracionalismo que, aparentando com
batir al racionalismo, adopta , profesa, todos sus principios,
todas sus doctrinas, todas sus hipótesis, todas sus teorias:
sigue el mismo camino, sus mismas inspiraciones: habla el
mismo lenguaje: se declara de hecho, no sólo su aliado , sino
su pariente y descendiente de un mismo tronco : tiende al '
mismo objeto, y da derecho á todo hombre que reflexiona
para llamarle un verdadero racionalismo, racionalismo filosó
fico, cubierto con un velo, aunque demasiado trasparente, de
Catolicismo.
— 142 —

§ 12. Última prueba de la perfecta identidad entre el semiracionalismo y el


racionalismo. El racionalismo que se apellida á si mismo católico , á menos
que no se resuelva en el racionalismo filosófico r absoluto, no es más que
una necedad, un contrasentido y una decepcion.

Ya hemos probado, en nuestras Conferencias , que la filo


sofía cristiana, en estos últimos tiempos tan desacreditada,
tan calumniada y ridiculizada con tanto descaro como mala fe,
con el nombre de Filosofía escolástica, no consistia, como se
ha querido hacer creer, en lo que se ha llamado la mescolanza
de las formas , sino en la eleccion de las doctrinas. Hemos esta
blecido , que como todo error no es más que una verdad des
figurada ó mutilada, y ningun sistema de error podia existir
sin encerrar en sí una parte de verdad , la filosofía cristiana
era un verdadero eclectismo, que escogia y reunia en un mis
mo sistema lo que se encontraba de verdad en los dos sis
temas opuestos de errores, que comparten entre sí los áni
mos que suelen ocuparse de las grandes cuestiones filosóficas,
religiosas y políticas. Hemos probado, en fin, que consistiendo
la verdad en un justo medio entre dos errores opuestos, como
la virtud consiste en un justo medio entre dos vicios contra
rios, in medio consistil virttts, la filosofia cristiana, por lo
mismo que se colocaba siempre en un lugar medio y elegía lo
verdadero entre sistemas igualmente falsos, habia resuelto
todas las grandes cuestiones de la Filosofía , habia constituido
una ciencia verdadera , y era ella misma la verdadera Filo
sofía. (Tomo i, Conferencia II, §11.)
En la cuestion que nos ocupa , algunos se han atrevido , y
se atreven, á decir, que los racionalistas católicos han obrado
del mismo modo: que se han colocado entre las pretensiones
absurdas y sacrilegas de los racionalistas absolutos y las exa
geraciones de los tradicionalistas , á que con tanta cortesanía
se ha llamado insensatos. Se atreven á decir que han conce
dido á la razon lo que la pertenece de derecho, en virtud de
su naturaleza, sin quitar nada á la revelacion tocante á su
- 14o -
necesidad: que han puesto á salvo los derechos del raciocinio
y los de la fe; que han conciliado, armonizado y llevado á
cabo esa alianza y cordial inteligencia tan deseadas, tan ne
cesarias y tan preciosas, entre la ciencia y la Religion.
Pero no hay nada más ilusorio ni falso que todo eso.
Los escolásticos no hacian su eleccion más que en dos sis
temas igualmente erróneos. Tomaban lo que habia de verdad
en ambos , y lo reunian en un sistema medio , que por lo
mismo era verdad. Así es, que revolviendo el idealismo y el
sensualismo , el dogmatismo y la catalepsia, sistemas igualmente
erróneos , han resuelto las más graves cuestiones de la Filo
sofía y establecido el verdadero sistema tocante á la natura
leza del hombre , el origen de las ideas y el fundamento de la cer
tidumbre (véanse las Conferencias: tomo i, Pág. 144 y si
guientes); miéntras que los racionalistas católicos hacen su
eleccion entre el racionalismo filosófico , que no deja de ser un
completo error , cualesquiera que sean los colores con que se
adorne , y é\ método tradicional, que es todo verdad, á pesar de
la falta de precision y de claridad , que alguna vez ha podido
censurarse con razon á sus expositores.
Pues bien : entre esas dos opiniones , entre esos dos siste
mas, de los que el uno es radicalmente falso y el otro radi
calmente verdadero, no hay transaccion , conciliacion ni ave
nencia posibles, y el pretendido sistema de! justo medio no
es en el fondo más que uno de ellos , que debe disiparse y
desaparecer confundido en el uno ó en el otro, segun al que
más se incline; es un sistema que embaraza á las dos partes
beligerantes en vez de reconciliarlas, que complica la% cues
tion en vez de resolverla, que prolonga la lucha en lugar de
terminarla , y por consiguiente , no es más que un contrasen
tido , una calamidad más y un engaño. Esta es la historia del
racionalismo que se apellida católico.
Porque una de dos cosas : ó los partidarios de ese sistema
reconocen realmente en la razon enteramente aislada , en la
razon que no es de ningun modo la razon , en la razon , en
— 144 —
fin, extraña á toda revelacion yá toda tradicion, el poder de
elevarse al conocimiento de Dios, del alma, de la ley moral,
y helos ahí, ni más ni menos , apoyados en el mismo princi
pio que es la base y el punto de partida de.1 racionalismo filo
sófico absoluto, helos ahí racionalistas filósofos, racionalistas ab
solutos; ó no conceden ese gran poder más que á la razon tal
Como existe por todas partes, á la razon formada ya y des
arrollada en la sociedad y por la sociedad, cualquiera que
ella sea , á la razon iniciada en las tradiciones y en las creen
cias de la humanidad, á la razon que no ignora ni puede ig
norar completamente esas verdades primeras, y entonces no
reconocen en esta razon más que el poder de desprender esas
mismas verdades de la escoria de los errores cou que pueden
hallarse mezcladas, probarlas, desenvolverlas, aplicarlas, lo
cual es demostrar y no inventar ó crear la verdad : helos ahí
colocados en el terreno del método tradicional, helos ahí
verdaderos tradicionalistas. No tienen, pues, más que defi
nir, precisar bien loque quieren: no tienen más que ser
francos y sinceros , como conviene serlo á los verdaderos sa
bios, y bien pronto no serán ya más que unos verdaderos ra
cionalistas ó tradicionalistas. No serán ya racionalistas y cató
licos, no serán masque racionalistas ó católicos: no formarán
una escuela media, una escuela aparte, sino que deberán
colocarse en una de esas escuelas extremas y perderse en
ellas: ya no serán nada.
Además, una de estas otras dos cosas: ó las verdades que
el hombre puede descubrir por su razon aislada le bastan, ó
no le son suficientes. En el primer caso , la revelacion no es
más que una superfluidad; porque ¿qué necesidad puede te
ner el hombre de una revelacion exterior , si las verdades
que puede descubrir él mismo y en sí mismo le bastan? En
el segundo caso, el poder de la razon no es ya más que una
especie
hombre de , si chanza;
ella no puede
porque
descubrir
¿qué esnada
el poder
que baste
de la al
razon
hombre?
en el 1

En el primer caso, los racionalistas católicos niegan de ha-


— 145 —
cho la necesidad de la revelacion que admiten en las palabras;
en el segundo, concediendo algun poder á la razon, no la re
conocen en el fondo ningun poder real y formal: do la con
ceden nada. En el primer caso se burlan de la revelacion ; en
el segundo se burlan, y con verdad, de la razon. Esto nos ex
plica la desconfianza que inspiran á los racionalistas filósofos
y tambien á los tradicionalistas : aquellos, al oirles hablar de
la necesidad de la revelacion , dicen : « Son católicos enmasca
rados, jesuítas con ropa talar ó con traje comun»; estos, al
verlos celebrar el poder de la razon, dicen á su vez: « Son ra
cionalistas, que se detienen á la mitad del camino » ; y de ese
modo son el blanco de los ataques de unos y de otros.
Verdad es que los racionalistas filósofos no los aborrecen
más que en lo íntimo de su corazon, que no los hieren sino
acariciándolos y que los combaten prodigándolos elogios. Pero
esa circunstancia no redunda ni en su ventaja ni en su gloria;
esa circunstancia prueba además que, si son algo, no son
más que racionalistas que juegan á la revelacion , y que con
respecto á sus doctrinas filosóficas tienen más afinidad con los
filósofos que con los católicos.
Y no se diga que reconociendo únicamente á la razon ais
lada el poder de elevarse , no á todas, sino sólo á algunas ver
dades, los racionalistas católicos ponen un abismo entre ellos
y los racionalistas filósofos. Desde el momento en que reco
nocen en la razon aislada semejante poder con relacion á
ciertas verdades , no tienen ya derecho para negarla ese mis
mo poder con relacion á todas las verdades esenciales del órden
intelectual y moral, que no están fuera del alcance de la
bazon natural. Al convenir , en parte, con el principio del ra
cionalismo filosófico , de que el hombre, originariamente en el es
tado de bruto, se ha elevado por sólo sus esfuerzos á la dignidad y
á la perfeccion del hombre , ya no tienen el derecho de rechazar
ese mismo principio, en toda su espantosa integridad. Son,
pues, verdaderos racionalistas filósofos, y no se diferencian
de estos últimos, como lo han dicho ellos mismos, sino en
10
— 146 —
el más ó el ménos , pero no del todo á la nada. No son más que
verdaderos racionalistas filósofos, pero con menos franque
za , y con más apariencias falaces , mayor inconsecuencia y
más contradiccion, porque retroceden ante las consecuencias
que han adoptado en sus principios.
El más ó el ménos de una cosa , repetimos, no altera su na
turaleza ; del mismo modo que los protestantes , ya se titulen
luteranos ó calvinistas , evangélicos ó anglicanos , siempre son
protestantes, ya apliquen el principio del libre examen, que les
es comun á todos, á todas las verdades reveladas, ya única
mente á algunas de ellas ; del mismo modo que los raciona
listas que se llaman filósofos ó católicos son siempre verdade
ros racionalistas, ya apliquen el principio que les es comun á
todos, DEL PODER NATURAL DE LA RAZON PARA CREAR LA VERDAD, á
todas las verdades naturales , ya solamente á algunas.
El nombre que las gentes se dan , lo repetimos otra vez, no
altera su condicion. Aunque los griegos no unidos se llamen
ortodoxos, no por eso dejan de ser una Iglesia cismática, des
figurada por deplorables errores. Aunque los modernos natu
ralistas y socialistas continúen llamándose cristianos, no son,
sin embargo, más que unos verdaderos deístas, que niegan
la divinidad de Jesucristo, fundamento del Cristianismo. Tam
bien los semiracionalistas se han apellidado filósofos católicos,.
sin que por eso dejen de ser filósofos racionalistas. Por manera,,
que, bien considerado todo, el semiracionalismo, cualquiera,
que sea la variedad de sus formas , la tortuosidad de sus ca
minos y de sus pasos, y hasta la sencillez de sus intencio
nes, NO ES EN EL FONDO MAS QUE EL RACIONALISMO FILOSÓFICO DIS
FRAZADO.
Hasta aquí no hemos levantado más que una punta del
velo con que el semiracionalismo se cubre por pudor , y no
obstante le hemos visto participar de los mismos principios,
de las mismas doctrinas y de la misma naturaleza que el ra
cionalismo absoluto. Osemos todavía levantar el velo que cu
bre su rostro, y le encontraremos lógicamente absurdo en sus
— 147 —
afirmaciones. Será, en verdad, muy curioso descubrir en ese
sistema, que se titula á sí mismo vengador de los derechos de la
razon, un criminal convencido del atentado de lesa razon , y
en los que le siguen, razonadores que no razonan.
CAPITULO III.

DESVARÍOS Y CONTRADICCIONES DEL SEMIRACIONALISMO . EL SEMIRA-


CIONALISMO ES LÓGICAMENTE ABSURDO.

§ l.1 El siglo del racionalismo es siglo que no raciocina. ¿Qué se entiende por
la razon en esta discusion? El conocimiento de los principios, condicion
sine qua non para que la razon pueda raciocinar. Todo nombrese forma por
si mismo tos principios con cuyo auxilio puede raciocinar sobre las cosas del
orden material. Estudio sobre el niño en la primera edad. Una prueba deque
independientemente de toda instruccion se ha formado, que posee esos
principios y hace uso de ellos , aun cuando no sabe todavía formularlos.
La razon no es razon sino cuando el niño ha aprendido tambien por medio
de la instruccion social , las nociones que deben servirle de principios para
raciocinar tambien sobre las cosas del orden espiritual é invisible. Se propone
la cuestion de la imposibilidad de que el hombre se forme por sí mismo esas
NOCIONES ÁNTES QUE ESE ORDEN LE SEA REVELADO.

Uno de los fenómenos más curiosos de nuestro siglo , y que


algun dia será objeto de asombro, y áun de risa, para la pos
teridad , es , que este siglo del liberalismo , entre cuantos le
han precedido, es quizá el que ménos comprende la libertad,
el que ménos la realiza , el que ménos la disfruta y el que
más abuso hace de ella.
Lo mismo sucede con respecto á la razon. Este siglo del ra
cionalismo por excelencia , en que se pretende hacerlo, crear
lo y constituirlo todo por medio de la razon : este siglo en
que se quiere que todo sea razonable , que todo esté apoyado
en la autoridad de la razon , que no se admita nada que no sea
conquista de la razon , obra de la razon , es, sin embargo,
mirándole de cerca , el siglo en que ménos se raciocina y más
— 149 —
se disparata : es el siglo en que la razon y las costumbres pú
blicas han decaído más: es el siglo en que nadie se entiende
ya en el terreno de la razon , y en que ha sido preciso reem
plazar por todas partes á la fuerza de la razon por la razon de
la fuerza : es el siglo en que menos se conoce la razon , en
que se la comprende menos , y en que más se abusa de ella.
Por manera, que el racionalismo es el contrario , el enemigo
de la razon, como el liberalismo lo es de la libertad.
Y lo que todavía es más extraño, si se encuentra en alguna
parte razon , buen juicio y sabiduría , que no son más que la
traduccion de la razon en la práctica , es precisamente en las
clases menos instruidas, las más extrañas á los estudios filo
sóficos, entre los militares , el pueblo, las mujeres, y áun en
tre los niños, que, celosos de la fe, no son extraviados de modo
alguno por la razon. Por el contrario , las corporaciones cien
tíficas , los personajes más graves , los apóstoles del racio
nalismo, en sus diferentes grados , los maestros y los panegi
ristas de la razon , son los que suelen carecer de ella , ó en
los que ménos se advierte (1).

(1) Un hombre de Estado, que no debe ser desconocido á nuestros lecto


res, tratando de vanagloriarse de haber sido ministro, no encontró otro medio
mejor que recordar en una concurrencia escogida que habia dirigido la nave
del Estado por medio de los escollos, que, como es. bien sabido, la babia hecho
zozobrar. Hace tambien poco tiempo que un hombre de grande reputacion en
las ciencias económicas, queriendo probar la ventaja y la necesidad de abando
nar la antigua rutina en materia de cambio , se apoyó en el ejemplo de la dama
de la fábula, para la que el abandono de su antiguo traje, por la indicacion do
un mágico, fué una serie no interrumpida de desgracias. Para comprometer á
los hombres políticos á que permanezcan fieles á sus principios, se les ha puesto
de manifiesto el panegírico de Fox , hombre que á fines del último siglo abjuró
descaradamente todos sus principios. Nos hemos visto inundados , por de
cirlo así , de libros de toda clase, pero de igual valor, con relacion al racioci
nio ; en casi todo lo que en nuestros días se publica y se lee, suele encontrarse
elegancia , buen estilo, elocuencia , gracia, ingenio, sentimiento; pero nada
de buen juicio , de razon, ni de lógica. Lo cual ha hecho decir á un publicista
distinguido, cuyo talento admiramos y cuyo carácter apreciamos, aunque sin
participar de sus opiniones: «En verdad, los hombres de lógica están expuestos
á grandes perplejidades, cuando tratan de comprender lo que se escribe y lo
que se hace en derredor suyo». (Gaceta de Francia, 9 de marzo de 1856.)
— 150 —
Esto es muy extraño, muy anómalo, casi incomprensible,
pero muy cierto. Así que, nuestros semipelagianos , los se-
miracionalistas , y con mucha más razon los racionalistas
puros , sus padres , áun cuando escriben gruesos volúmenes
sobre el valor de la razon , y se constituyen vengadores de
los derechos de la razon , no la conocen en la realidad , y por
consiguiente arguyen sin concluir, discuten sin razonar , ó no
razonan más que á medias; en una palabra, son absurdos.
Vamos á verlo ; pero ántes es necesario que establezcamos la
verdadera doctrina sobre la razon , sobre el modo que se for
ma, y sobre los principios con que se constituye, tanto para
instruccion y edificacion de nuestros adversarios , cuanto por
el interes de nuestra causa. Esa buena gente necesita la una
y la otra , y además no han omitido medio alguno para ins
truirnos y edificarnos.
En la discusion presente, la palabra razon no significa, ni
por una ni por otra parte, el raciocinio: significa la facultad
del alma que juzga y que razona , ó el entendimiento en el
grado de completo desarrollo , revestido de las condiciones
necesarias para poder juzgar, razonár, y (en términos esco
lásticos) para pasar del estado en que no era razonable más
que en potencia al estado en que es razonable en acto. Y eso
es muy lógico; porque, como observa santo Tomás , en ese
sentido, la razon , el entendimiento y el espíritu , no son más
que un solo y mismo poder , una misma y única facultad.
Sólo que se llama entendimiento , cuando se trata de su fun
cion de penetrar íntimamente la verdad de las cosas (intus
legere), y razon cuando se trata de su funcion de buscar la
verdad por medio del discurso (1).
Comprender (intelligere), no es más que apoderarse, por de
cirlo así, simplemente de la verdad inteligible. Razonar es

(1) Ratio et Intellectus et Mens sunt una potentia... Intellectus nomen su-
raiturab intima penetratione veritatis: nomen autem Rationis ab inquisitione
etdircursu. (I, 2.a, Quaest. xlix, Art. 4.)
— 151 —
proceder de una cosa comprendida á otra que todavía no se
comprende.
Los ángeles , que en virtud de la perfeccion de su natura
leza poseen perfectamente el conocimiento de la verdad in
teligible , no tienen necesidad de proceder de una cosa cono
cida á otra desconocida : conciben simplemente y sin discur
rir la verdad de las cosas. Pero los hombres no llegan al
conocimiento de la verdad inteligible sino procediendo ó dis
curriendo de lo conocido á lo desconocido , y por eso son
llamados racionales (1 ).
El raciocinio es , pues , el movimiento del espíritu ; es decir,
que es, con respecto á la inteleccion ó inteligencia, lo que el mo
vimiento con respecto al reposo. En efecto, como todo movi
miento procede siempre de un estado de inmovilidad , y ter
mina en el estado de reposo , del mismo modo todo racioci
nio humano que se dirige al descubrimiento ó adquisicion de
alguna verdad , comienza siempre por ciertas cosas simple
mente comprendidas, como los primeros principios, y luego de
allí, como por medio de juicio, resuelve sus conclusiones en
sus principios para examinar lo que ha encontrado, y la razon
vuelve á aquellos mismos principios , se fija y reposa en
ellos (2).
El primero de esos principios, en el orden especulativo, es
que una misma cosa no puede ser y no ser á un mismo tiempo,

(1) Intelligere est simpliciter veritatem intelligibilem aprehendere: ratio-


cinare autem est procedere de uno intellectu ad aliud, ad veritatem intelligibi
lem cognoscendam ; et ideo Angelí, qui, secundum modum sea natura perfec
to possident cognilionem intelligibilís veritatis, non habent necesse procedere de
tino ad aliud, sed simpliciter et absque discursu veritatem rerum aprehendunt.
Homines autem ad intelligibilem veritatem cognoscendam perveniunt, proce-
dendo de uno ad aliud et ideo rationales dicuntur. (I, Quaest. lxxxui, Art. 4.)
(2) Ratiocinari comparatur ad intelligere , sicut moveri ad quietem : et
ideo quia motus semper ab immobili procedit et ad aliquid quietum terminatur,
inde est quod ratiocinatio humana , secundum viam adquisitionis vel inventio-
nis, procedit quibusdam simpliciter intellectis, quae sunt prima principia, et
rursus in via judicii, resolvendo, redit ad prima principia , atque inventa exa-
minat. (Ibid.)
— 152 —
oque loque es ,es; y en el orden práctico, que se debe seguir el
bien y huir el mal (1 ) . Los otros son : el todo es más grande que
la parte; todo efecto tiene una causa; des cosas que son iguales á
otra tercera, lo son tambien entre sí, etc.
A la categoria de los principios pertenece la concepcion ge
neral y abstracta de lo pasado , de lo presente y de lo futuro; la
concepcion de lo único y de lo múltiple; del todo y dela parte-
de la causa y del efecto; de la especie y del individuo; de la
sustancia y de los accidentes; del ser por sí, y del ser por otro
sér; de la calidad y de la cantidad; la concepcion de la cosa
que no se ve , y que sirve de base á la cosa; de la semejanza
y de la diversidad; del movimiento y del reposo; de la persisten
cia y del cambio, ó de la constancia y de la variacion, etc.
De esa teoria de la razon resulta evidentemente, que, sin
los principios, el entendimiento no puede dar un paso, ni
áun comenzar el movimiento que le es propio , el discurso ; no
puede llegar al reposo de su naturaleza , al conocimiento de
la cosa desconocida , á la verdad inteligible , y no se la puede
explicar. Es decir, que sin esos principios, el entendimiento
no puede raciocinar: que es razonable en potencia (cualidad
que le es innata y que proviene de su naturaleza), pero que
no es razonable en acto : que él no es la razon , y que no hay
raciocinio, no hay razon sin los principios.
Desde su primera edad , desde el momento en que por me
dio de sus sentidos suficientemente desarrollados y fortifica
dos, el hombre puede distinguir y conocer los objetos exte
riores en toda su precision ó exactitud, en toda su realidad,
el hombre, repetimos, con el auxilio de su entendimiento ope
rante, comienza á formarse esas concepciones universales de
las cosas particulares , esas ideas que le sirven de principios,
que le son necesarios para raciocinar.
Verdad es que ántes de aprender completamente el len-

(1) Primum principium in speculativis est: Idem non posse simul esse et
non esse: in practicis autem: Bonum est prosequendum , malum fugiendum.
(I, 2.a, Quaest. xeiv, Art. 4.)
— 153 —
guaje el niño no sabe enunciar esos principios de ninguna
manera, y todavía puede menos formularlos y comprender
los cuando le son propuestos en un lenguaje científico. Pero
si le falta la expresion , no por eso deja de tener su pensa
miento, y si no sabe articularlos con la lengua no por eso
deja de tenerlos en su mente y de realizarlos con sus actos.
Observad á un niño de dos ó tres años en sus movimien
tos, mirad loque hace y cómo lo hace, y sabreis lo que pien
sa. Hace una cosa por llegar á otra. Acaricia á su madre por
que le dé confites ; se sube sobre juna silla para apoderarse
de un objeto á que no alcanza; rehusa parte de un pastel y
patalea por el todo; corre á los brazos del que le regala dul
ces, y huye y se esconde á la aproximacion de todo lo que
le infunde miedo; coloca en una misma línea objetos iguales,
y un instante despues los confunde y los mezcla; destruye lo
que ve en los objetos que caen en sus manos para apoderarse
del resorte que tienen interiormente , que no ve , y que los hace
moverse ; oculta en un sitio una cosa para buscarla cuando
la necesite; prefiere lo múltiple á la unidad, lo grande á lo
pequeño, lo dulce á lo amargo, lo bello á lo feo, lo brillante á
lo opaco, etc. Tiene, pues, las ideas de la causa y del efecto,
del todo y de la parte, del ser y del no ser, del movimiento
y del reposo, del tiempo y del lugar, de la calidad y de la
cantidad, de lo visible y de lo invisible, de lo que está en
el exterior y en el interior de una cosa , del orden y de la con
fusion , del individuo y de la especie , del bien y del mal fí
sicos; y, en fin, de la conveniencia de buscar el uno y evitar
el otro. Tiene , en una palabra, todas las ideas, todos los prin
cipios, que son condiciones indispensables de la razon; porque,
á diferencia del bruto que sólo obra á impulsos de un ciego
instinto, el niño no obka sino bajo el imperio de una idea. Eso
es lo que le distingue del bruto , y lo que hace descubrir en
él una cosa que no posee el bruto: el entendimiento. Quibus
non est intellectus.
Pero es necesario observar, que miéntras el niño se halla
— 154 —
entregado á sí mismo, que no se le instruye de ninguna ma
nera , que no se le enseña el lenguaje con palabras ó con sig
nos (como á los sordo-mudos), y que por el lenguaje y con
el lenguaje no se le revela la existencia de un mundo espiri
tual, moral, invisible, puede formarse muy bien las ideas y
concepciones universales , á medida que va conociendo los ob
jetos particulares; porque para desempeñar esa noble y su
blime funcion, su entendimiento no tiene necesidad de ins
truccion , no necesita más que de los sentidos y de sí mismo.
Pero, obsérvese bien, esas ideas no se refieren más que al
mundo corporal , material, visible, y que sólo en ese mundo
usa de ellas , las pone en juego , y á ellas arregla sus movi
mientos y sus operaciones. Sólo despues que la instruccion
doméstica le ha descubierto el mundo de los espíritus y de los
deberes, es cuando conoce, traslada y aplica á los objetos
de ese nuevo mundo, á su manera de existir, á sus relacio
nes y al bien y al mal morales , las ideas que se ha formado,
y las que ya posee sobre los objetos del mundo de los cuer
pos. Hasta despues que se le ha hecho conocer ese mundo
espiritual, no se halla en estado de pasear por él su espíritu,
discurrir y razonar acerca de él : hasta entónces su razon no
es razon. En efecto, ántes de esa época, como el niño no
tiene la razon completa , la razon formada , la razon razona
dora, no se le imputa ninguna culpabilidad, y se le perdona
cualquiera especie de atolondramiento: Qué quereis! suele
decirse, todavía no tiene uso de razon...
Pero ¿es posible , como pretenden los semiracionalistas, si
guiendo á los racionalistas, sus maestros, que el hombre , en
cualquiera edad, SIN QUE NADIE LE DIGA UNA PALABRA,
llegue , por sus propios medios , á adivinar la existencia del
mundo invisible , del mundo espiritual, á sospechar á Dios, al
alma , el deber , á discurrir acerca de ellos , á razonar , como
lo hace con relacion á los objetos del mundo corporal y visi
ble, y que de ese modo logre completar por sí mismo su ra
zon? porque en eso está la cuestion. No, decimos nosotros,
— 153 —
eso do es posible por dos razones: la una que resulla de las
condiciones del espíritu humano mientras se halla unido al
cuerpo, y la otra , de la naturaleza misma de los objetos del
mundo espiritual. Desenvolvamos esas dos razones, siempre
con el auxilio y siguiendo las huellas de santo Tomás.

§ 2.* Primera prueba de la imposibilidad en que se halla el hombre de for


marse NOCION ALGUNA DE LAS COSAS DEL ÓRDEN ESPIRITUAL É INVISIBLE ANTES
que ese órden le sea revelado ; prueba sacada de la condicion del espíritu
humano en esta vida. Todo cuanto existe , áun en el órden espiritual é invi
sible, no es más que particular. Del mismo modo que el entendimiento ope
rante no puede formarse ninguna idea de las cosas materiales antes que los
sentidos le revelen las individualidades del órden sensible, así tampoco no
puede tomarse ninguna nocion universal de las cosas inmateriales , antes que
la instruccion le revele las particulares del órden invisible. Respuesta á una
objecion. Las ideas y los conocimientos. El entendimiento se forma las ideas
por abstraccion , y los conocimientos por adicion.

A diferencia del poder infinito , del poder increado de Dios,


que es el único que puede dar el ser á lo que no es, y por con
siguiente que puede hacer las cosas de la nada (1), el poder
finito , el poder creado del hombre , no puede dar más que
otro modo de ser, otra forma á lo que ya es; pero no puede
dar á nada el ser primero, el fondo del sér; y en el órden
puramente intelectual, lo mismo que en el órden físico, no
puede hacer nada de la nada.
Semejante al estatuario, como ya hemos dicho en otra
parte (2), que cualquiera que sea su habilidad no puede for
mar estátuas sin tener arcilla ó las materias necesarias, como
yeso, mármol, madera ó metal, el entendimiento humano no
puede formarse la idea ó la concepcion general de una cosa,
sin tener en la imaginacion el fantasma ó imágen de aquella
cosa.

(1) Esta doctrina ha sido explanada por nosotros en el segundo volumen


de las Conferencias : Confer. XV, pruebas racionales del dogma de la Crea
cion , Pár. 7, Pág. 591.
(2) Conferencias: tomo i, Confer. II, Pár. 12.
— 156 —
Las cosas inmateriales , por lo mismo que no están realiza
das en ninguna materia ni en ningun cuerpo, no forman, es
cierto, ni fantasma ni imágen por sí mismas : Incorporeorum,
dice santo Tomás, non sunl phantasmata ; pero tampoco es mé-
nos cierto que el entendimiento no puede formarse la concep
cion general ó la idea de esas mismas cosas inmateriales y ha
cerse inteligible la quididad ó la naturaleza, si no es en lo par
ticular. Porque todo cuanto existe, áun en el mundo espiri
tual y moral, no es más que particular: el mismo Dios, es un
sér indeterminado, un ser lógico, un sér de razon, una
abstraccion , una idea , una palabra (seria el Dios de los ra
cionalistas, de los panteistas ó de los ateos); Dios es una rea
lidad absoluta, una individualidad actual, necesaria, com
pleta, eterna, infinita y perfecta. Y áun cuando no lo sea en
el género : Deus non est in 'genere (santo Tomás) , siendo sólo y
único en su naturaleza y por su naturaleza, y aunque no haya
jamás estado en poder de ser, sino siempre en acto, porque el
poder de ser se confunde en él y no es más que una misma
cosa con el sér , sin embargo , podemos , por una operacion
de nuestro espíritu , distinguir en él lo que le conviene ser
de lo que es: podemos considerar su quididad ó su natura
leza separadamente de su existencia , y formarnos idea de
ella. En cuanto á las demás cosas del orden espiritual y mo
ral, es evidente que no existen en abstraccion y en general,
sino en concreto y en particular. El ángel no existe , no existen
más que ángeles : el alma no existe , no existen más que al-
» mas : como en el orden corporal no existe el hombre, no exis
ten más que hombres. El bruto no existe, no existen más que
brutos: la planta no existe, no existen más que plantas; así
como en el mismo orden el color, el sonido y el sabor no
existen, no existen más que cuerpos con colorido, cuerpos
sonoros y sustancias saborosas; del mismo modo en el orden
moral y científico, la virtud y el vicio , la ciencia , el arte y la
industria no existen , no existen más que actos ú hombres
virtuosos ó criminales, sabios, artistas é industriales. En
— 157 —
cuanto al ángel, el alma, la virtud, el vicio, la ciencia, el
arte, la industria, lo mismo que el hombre, el bruto, la
planta, el color, el sonido y el sabor, no existen más que
en nuestro entendimiento, en el estado lógico, intencional,
en el estado de concepcion mental, en el estado de idea que
se ha formado él mismo, y no en el estado físico, y segun su
naturaleza. Res intellecta est in intellectu secundum speciem ejus,
non secundum propriam naturam. (Santo Tomás .)
Mas como es imposible que el entendimiento se forme la
concepcion general, la idea de la quididad, de la naturaleza
de una cosa corporal , á menos que no tenga presente su fan
tasma ó su imágen , así tambien es imposible que el entendi
miento se forme la concepcion general, la idea de la quididad
de la naturaleza de una cosa espiritual ó moral , á ménos que
no tenga presente su particular.
Así como el fantasma ó la imágen de las cosas corporales
es suministrada al entendimiento por los sentidos, del mis
mo modo lo particular de las cosas espirituales ó morales no
le es suministrado sino por la enseñanza. Y así como no hay
fantasma de la cosa corporal sin la sensacion , así tampoco
hay particular con relacion á la cosa incorporal sin la ins
truccion.
Cuando nos falta un sentido no podemos tener fantasma ó
imágen de las cosas que son de la pertenencia de aquel sen
tido, no podemos formarnos ninguna idea de ellas. Así es que
el ciego no puede percibir el color de los cuerpos, porque
como no puede tener en sí la fantasma ó la imágen , no puede
formarse la idea del color (1 ). Lo mismo sucede con el sordo
mudo de nacimiento , con relacion á la imágen ó fantasma
causada por un cuerpo sonoro (2): no puede formarse la idea

(1) Deficiente aliquo sensu, deficit scientia eorum quae apprehenduntur


secundum illum sensum , sicut-caecus natus nullam potest babere scientiam de
coloribus. (Santo Tomás: I, Quaest. lxxxiv, Art. 3.)
(2) Obsérvese bien aquí , que el cuerpo sonoro , al sonar, produce tambien
en nuestra imaginacion, aunque con ménos brillantez, pero no con ménos
— 188 —
del sonido ; del mismo modo , cuando nos falta una parte de
la instruccion , no podemos conocer lo particular , que sólo
una parte de la instruccion podria darnos, ni formarnos la
menor idea de él. Así el hombre á quien se ha revelado el
verdadero Dios, los ángeles y las almas , puede formarse muy
bien la idea de Dios , del ángel y del alma , pero no podrá
formarse la idea de la virtud ni del vicio, sino se le ha reve
lado lo particular de la virtud y del vicio, si le falta la ins
truccion , y si no se le ha dicho que tal acto es virtuoso y tal
otro vicioso.
El entendimiento humano se halla formado de modo que
no puede operar cosa alguna sobre la nada. El es sin duda
(no le disputamos esa gloria que los semiracionalistas nos
acusan de anonadar) el que se forma las ideas ó las concep
ciones generales , que le hacen inteligible la quididad de la
naturaleza de las cosas, pero con la condicion de tener pre
sente, en sí mismo, como materia de su operacion, el fan
tasma con relacion á las cosas corporales que le ha sido su
ministrado por los sentidos, y lo particular con respecto á las
cosas incorporales, que le ha sido suministrado por la ins
truccion.
Para formar una estátua de mármol es tan necesaria esa
piedra , como causa material , como la habilidad del artista lo
es como causa eficiente de la estátua ; y es tan imposible que
el artista la forme sin el mármol, como lo es que el mármol
llegue á ser estátua sin el artista. Así, para tener una idea
cualquiera, el fantasma ó el particular son tan necesarios
como causas materiales, como el entendimiento operante lo
es
realidad
comoy causa
precision,
eficiente
el fantasma
de aquella
6 la imágen
idea.
de suYsonido,
pues como
que elel cuerpo
fan-

con colorido produce en ella la imágen ó fantasma de su color. La prueba


de ello es que podemos recordar tal ó cual sonido que hemos oido , como po
demos recordar cualquiera color que hemos visto ; y que por medio de los fan
tasmas ó imágenes de los diferentes sonidos recibidos de los cuerpos sonoros,
y de sus gradaciones, el músico compone en su imaginacion notas y aires, y las
ejecuta interiormente en su espíritu sin articularlos.
— 159 —
tasma de la cosa material no nos llega, ni puede llegarnos,
sino por los sentidos, del mismo modo el particular de la cosa
espiritual, como veremos muy luego, no nos llega, ni puede
llegarnos, sino por la instruccion. La instruccion, con respecto
á la formacion de las ideas de las cosas incorporales, nos es,
pues, tan necesaria como la sensacion, con relacion á la for
macion de las ideas de las cosas corporales. Eso es muy claro
y sencillo ; mas , sin embargo , desenvolveremos más esta teo
ría importante.
Es cierto que el entendimiento operante es el que obra
sobre el fantasma para generalizarle y formarse la idea , como
ef estatuario es el que obra sobre el trozo de mármol para
desbastarle y formar la estátua; pero es incontestable tam
bien que esa virtud generalizadora de las ideas , no proviene
más del fantasma al entendimiento, que el talento ó habilidad
del escultor para formar la estátua le viene del mármol. El
entendimiento no debe más á un órgano corporal cualquiera
el ejercicio de su facultad, que el estatuario debe á una cosa
material cualquiera el ejercicio de su talento. Por consiguien
te, dice santo Tomás, si el entendimiento no tuviese nece
sidad de ninguna cosa dependiente del órgano corporal, para
materia de su accion , podria siempre formarse ideas , recor
dárselas y razonar, cualquiera que fuese el estado de sus sen
tidos, de su imaginación y de todas las partes de su facultad
sensitiva de su ser, del mismo modo que si el estatuario no
tuviese necesidad de ciertas cualidades de la piedra ó de la
madera para materia de su operacion , podria hacer igual
mente hermosas estátuas con toda clase de piedra ó de ma
dera, y áun sin tener á su disposicion una ni otra; pero pre
cisamente sucede lo contrario. Porque vemos que siempre
que la facultad imaginativa se halla impedida de funcionar á
causa de una lesion cualquiera de su propio órgano (como
sucede en los locos), y siempre tambien que la facultad me
morativa se halla alterada en su acto (como sucede á los que
padecen un letargo), al hombre no le es posible comprender
— 160 —
actualmente (in actu), áun las cosas que habia conocido y com
prendido en otro tiempo. Lejos de poder formarse nuevas
ideas, se halla impedido de acordarse de las que ya habia
formulado, y la mezcla, la confusion ó el desorden de los
fantasmas en su imaginacion, impide á su espíritu el razonar
bien.
Es, pues, de toda evidencia, concluye santo Tomás, que
para poder comprender actualmente [in actu), no sólo lo que
puede conocer de nuevo, sino tambien aquello de que ya ha
adquirido conocimiento, el entendimiento humano tiene siem
pre necesidad de que la imaginacion y las demás facultades
sensitivas prosigan regularmente sus actos: necesita la pre
sencia del fantasma y contemplarle (1).
La segunda prueba de esa necesidad puede deducirse,
añade el Angélico, de lo que cada uno experimenta en sí
mismo. Porque es indudable que cuando hacemos esfuerzos
para comprender bien la verdad de alguna cosa, nosotros
mismos nos formamos fantasmas de que nos servimos como
de ejemplos para comprender lo que queremos compren
der (2).
Además, es propio de la naturaleza misma de las quidida
des y de las naturalezas inseparables de la materia corporal,
el deber existir en algun individuo. En efecto , es de la natu-

(1) Quum intellectus sit vis quídam non utens organo corporali, nullo
modo impediretur in suo actu per lessionera alicüjus corporalis organi, si
non requireretur ad ejus actum actus alicüjus polentiae utentis organo corpo
rali : utuntur autem organo corporali sensus et imaginatio, et alise virtutes
pertinentes ad partera sensitivam. Unde manifestum est quod, ad hoc quod in
tellectus actu intelligat, non solum accipiendo scientiam de novo, sed etiara
utendo scientia jam acquisita , requiritur actus imaginationis et caeterarum vir-
tutum (sensitivarum). Videmus enim quod impedito actu virtutis imaginativa,
per lesionem organi, ut in freneticis; et similiter impedito actu virtutis me
morativa,^ in lethargicis, impeditur homo ab intelligendo in actu etiam ea
quorum stientiam prwaccepil. (I, Quasst. lxxxiv, Art. 7.)
(2) Secundo, quia hoc quilibet in seipso experiri potest, quod, quando
aliquis couatur aliquid intelligere, formal sibi aliqua pliantasmata , per modum
exemplorum, in quibus quasi inspiciat quod intelligere studet. (Ibid.)
— 161 —
raleza de la piedra el que por lo menos esté en una piedra,
en esa piedra ; como es de la naturaleza del caballo el encon
trarse al menos en un caballo, en ese caballo ; y así de lo de
más. Es, pues, imposible conocer verdadera y completa
mente la naturaleza de la piedra ó de cualquiera otra cosa
material ó formarse la concepcion universal de ella , formarse
la idea, á menos que no se encuentre existente en alguna in
dividualidad , en algun particular. Nosotros no percibimos el
individuo, el particular, sino por medio de los sentidos, de
la imaginacion , á la que los sentidos trasmiten el fantasma ó
imágen. Luego para que el entendimiento comprenda actual
mente (in actu) la quididad de las cosas sensibles, que es su
propio objeto , y se forme ó recuerde la idea de ella , es de
toda necesidad que se dirija constantemente á sus fantasmas,
A Sus imágenes , para descubrir su naturaleza universal que
existe en el particular (1).
De esta profunda doctrina, cuya verdad y solidez es impo
sible poner en duda, resultan evidentemente tres cosas:
1/ Que es de toda imposibilidad que el hombre com
prenda la quididad ó la naturaleza de una cosa material , ó
que se forme la concepcion general de ella ó la idea , á menos
que no tenga presente en el espíritu su imágen ó fantasma .
2. * Que es igualmente imposible que el hombre com
prenda la quididad, la naturaleza de las cosas espirituales , ó
que las conozca, á ménos que no tenga presente en su espí
ritu alguna cosa corporal que se la indique ó recuerde y
en la que pueda verla como en imágen ó en fantasma.
3.* Que la presencia de esa imágen, de ese fantasma, en

(1) De ratione autem hujus natura estjquod in aliquo individuo existat


<juod non est absque materia corporali , sicut |de ratione natura? equi est quod
sit in hoc equo, et sic de aliis. Onde natura lapis vel cujuscumque materialis reí
cognosci non potest complete et vere , nisi secundum quod cognoscitur estin
particulari existens. Particulare autem apprehendimus per sensum et imagi-
nationem. Et ideo necesse est , ad hoc quod inlellectus actu intelligat suum
,objetum proprium, quod couvertat se ad phantasmata, et speculetur naturam
universalem in particulari existentem. (I, Quaest. lxxxiv, Art. 7.)
— 162 —
el espíritu es necesaria, no sólo para que el entendimiento se
forme por primera vez la idea de la cosa material , y compren
da y conozca por primera vez la cosa espiritual, sino tambien
para que pueda acordarse en lo sucesivo de esas mismas
cosas,
Pues pensar
bien: siennuestro
ellas yentendimiento
discurrir y razonar
no puede
acerca
comprender
de ellas.

las cosas espirituales é invisibles, cuyo conocimiento ha ad


quirido por otra parte: Etiam quorum scientiam PILEACCE-
P1T : si no puede pensar en ellas sin mirar álos fantasmas, de
los cuales ha sacado las ideas que aplica á esas mismas cosas
invisibles, espirituales, con mucha más razon tiene necesi
dad de un fantasma cualquiera para obtener la primera nocion
de esas cosas. Y pues que no producen fantasmas por sí mis
mas , incorporeorum non sunt phantasmata , pues que nada en
la naturaleza física pos habla de ellas, no nos las indica ni
puede indicárnoslas realizadas en una individualidad corpo
ral, in corporali materia, es de toda necesidad que el fantasma
que nos da de ellas la primera nocion, nos sea suministrado
por la naturaleza moral , que bajo ese concepto no es más
que la instruccion, la enseñanza, la revelacion doméstica so
cial. Eso es lo que sucede, en efecto. Por la instruccion de
su madre ó de su maestro , el niño recibe, no sólo la nocion
de lo. particular de las cosas del orden inmaterial, sino tam
bien la nocion de lo particular encerrada en un fantasma; por
que la palabra, ya sea articulada por la voz , ó expresada por
medio de la escritura , ó por el gesto , pasa por la vista ó el
oido, y va á fijarse por sí misma en fantasma en la imagina
cion. Y mirando al mismo tiempo á lo particular que la pa
labra indica, y al fantasma en que se halla encerrada, es
cuando el entendimiento se hace inteligible la cosa inmaterial,
conversa de ella consigo mismo, la examina en sus condi
ciones universales, y discurre y razona acerca de ellas. El
hombre , pues , no puede pasarse sin instruccion , si ha de,
conocer las cosas inmateriales y raciocinar sobre ellas.
Pero san Pablo y el mismo santo Tomás, nos replica el
— 163 —
semiracionalismo, han dicho que el entendimiento por sólo su
impulso , é independiente de toda instruccion exterior, puede
elevarse de las cosas visibles á las invisibles , y de las cosas
corporales á las espirituales. Más adelante examinaremos los
pasajes de esos grandes ingenios , á quienes el semiraciona
lismo alude aquí. Por de pronto, para contestar á esa obje
cion , nos basta hacer la observacion de que hay una dife
rencia inmensa entre la manera con que nuestro entendi
miento se forma las ideas de la quididad de las cosas mate
riales, y la manera con que se forma por sí mismo las ideas
y comprende la quididad de las cosas inmateriales.
El niño ve una silla , una mesa , un caballo. Por medio de
esa sensacion encuentra tambien en su imaginacion el fan
tasma de esos objetos, le despoja de las condiciones que le
individualizan y particularizan, se forma la concepcion uni
versal , la idea , y se hace inteligible la quididad, la natura
leza
tinto de
modo
la silla
para, hacerse
de la mesa
inteligible
, del caballo.
la quididad
Pero Ja
obra
naturaleza
de dis- *

de las cosas incorporales. Su madre no le revela á Dios , sino


ese Dios verdadero ó falso : no le revela el alma sino su alma
y las almas de los demás : no le revela la virtud ó el vicio,
sino que le dice que tal accion es virtuosa, que tal otra es
viciosa y que debe abstenerse de ella. Y ¿qué hace el enten
dimiento del niño en vista de esas revelaciones ? No opera so
bre ellas por sustraccion como opera sobre los fantasmas de
las cosas materiales ; porque las cosas inmateriales no crean
por sí mismas fantasmas propiamente dichos: incorporeorum
non suni phantasmata , sino que opera sobre ellas por adicion.
Tiene ya, porque ese es su primer trabajo y su primera con
quista, tiene en sí las ideas de la causa y del efecto, de lo
grande y de lo pequeño, del todo y de la parte, de la can
tidad limitada , y de la cantidad sin límites para la vista ; aplica
esas ideas Al Dios de que se le ha hablado , y se hace inteli
gible la naturaleza de Dios en cuanto se la puede compren
der. Tiene las ideas de ciertas cosas invisibles ocultas en
— 164 —
cosas visibles, que las sirven de sustentáculo y de causa de
movimiento, así como de otras cosas que se sienten sin po
derlas ver ni asir, como el aire y la luz ; aplica esas ideas al
alma , á las almas de que se le ha hablado , y se hace inte
ligible la naturaleza del alma. Tiene , en tín , las ideas del
bien y del mal físico , porque corre detras del primero y huye
del segundo ; aplica , pues , esas ideas á actos que le han sido
presentados como buenos ó malos, y se hace inteligible la
virtud ó el vicio, la obligacion y el deber. Por manera, que
con respecto á cosas inmateriales no se forma ideas propia
mente dichas (I), abstrayendo lo general de lo particular;
pero se forma conocimientos más ó menos exactos de las cosas
particulares del órden inmaterial, adicionando las concepcio
nes generales que ya se ha formado, con motivo de las fan
tasmas de las cosas del órden material ; hemos tomado esa
teoría de santo Tomás, y hé aquí su doctrina sobre el mismo
asunto.
«Con relacion á las cosas sensitivas corporales, basta que
los sentidos trasmitan sus fantasmas á nuestra imaginacion,
para que nuestro entendimiento operante, generalizándolas,
se forme su idea , y comprenda su quididad ó naturaleza. Mas
con respecto á las cosas espirituales é invisibles, Dios, el
alma, el deber, que por lo mismo que son invisibles y es-

(i) De ese modo se comprende por qué entre los escolásticos, particular
mente san Anselmo y santo Tomás, jamás se trata de la idea de Dios, sino del
conocimiento de Dios (notitia, cognitio Dei); y por qué nosotros tambien hemos
insistido tanto , en nuestras obras filosóficas , sobre la importante distincion
entre las ideas y los conocimientos. Las ideas, hemos dicho, son las concepcio
nes generales que nosotros mismos nos formamos de lo particular; los conoci
mientos son las nociones cuyos principios recibimos de los otros. Los modernos
confunden constantemente esos dos términos, y de ahi la confusion que han
introducido hasta en las ideas, y por eso tambien la filosofía moderna ha sido
convencida de ignorar, no sólo las cosas, sino hasta el lenguaje de la verdadera
filosofía. Conocemos muchos filósofos de nuestros dias, que en las revistas, en
los salones y en las cátedras , se presentan como grandes maestros de esa cien
cia
sóficos.
, y que
Causa
obrarían
verdaderamente
muy bien encompasion
volver al colegio
el oirlosá !comenzar sus estudios filo -
— 165 —
pirituales no se presentan, ni pueden presentarse, á nuestro
espíritu en un fantasma, no nos formamos su idea, abstrayén-
dolas del fantasma que no tienen , sino que obtenemos su co
nocimiento comparándolas con las cosas sensibles que son
capaces de ser representadas por un fantasma. Así, por ejem
plo, no conocemos á Dios abstrayendo su idea de un fantas
ma, sino que le conocemos como causa, y separando de él
todo cuanto es material é imperfecto, y amplificando hasta lo
infinito
• Todosupoder
sér, sucognoscitivo,
manera de ser
dicey todas
tambien
sussanto
perfecciones
Tomás,(1).
es

siempre proporcionado á la cosa que está destinado á cono


cer: así, el entendimiento angélico, separado enteramente
por su naturaleza de todo cuerpo , y hallándose destinado á
conocer , como objeto que le es propio , las sustancias sin la
materia , está formado de manera que pueda conocer esas
sustancias independientemente de toda materia. Pero el enten
dimiento humano, unido sustancialmente al cuerpo, hallán
dose destinado á conocer, como objeto que le es propio tam
bien, las quididades ó las naturalezas existentes en la materia
corporal, está formado de manera que no pueda conocer esas
quididades ó esas naturalezas más que en la materia. De donde
se sigue que el ángel , miéntras por lo inteligible inmaterial
conoce las cosas materiales , nosotros , por el contrario , sólo
por el conocimiento de las quididades ó de las naturalezas de
las cosas visibles, podemos elevarnos en cierto modo al cono
cimiento de las cosas invisibles (2). Hé ahí, pues, de qué

(1) Incorporea, quorum non sunt phantasmata , cognoscuntur h nobis per


comparationem ad corpora sensibilia, quorum suut phantasmata... Deum cog-
noscimus ut causam per excessum et remotionem. (Loe. cit.)
(2) Potentia cognoscitiva proporcionate cognoscibili. Unde intellectus An
gelí, qui est totaliter á corpore separatas, objectum proprium est substantia
á corpore separata, et per hujusmodi intelligibile materialia cognoscit, intel
lectus autem humani, qui est conjunctus corpori, proprium objectum est
quidditas, sive natura in materia corporali existens , et per hujusmodi natu
ras visibilium rerum etiam iu invisibilium rerum aliqualem cognitionem as-
cendit. (Loe. cit.)
— 166 —
modo, segun el Angélico, el entendimiento humano se sirve
de las ideas que se ha formado de las cosas corporales, para
hacerse inteligibles las cosas espirituales. Esa manera no ex
cluye , sino que, por el contrario, supone , con respecto al en
tendimiento, la nocion recibida por la instruccion de las
individualidades, de los particulares existentes en el mundo
invisible, como base y materia de sus operaciones en ese
nuevo órdende séres.
Puede, pues, decirse que en la formacion de sus ideas
sobre las naturalezas materiales, el entendimiento obra por
un procedimiento analítico, en cuanto que despoja al fantas
ma de todas las condiciones de individualismo , y se forma
la concepcion universal de la cosa , miéntras que en la for
macion de las ideas de las naturalezas inmateriales obra por
un procedimiento sintético , puesto que toma prestadas de sí
mismo las concepciones universales que se ha formado en el
órden material y las aplica á las individualidades, á los par
ticulares del órden inmaterial. En el primer caso procede de
lo particular á lo universal: en el segundo, procede de lo uni
versal á lo particular. Pero siempre resulta que como no puede
extraer lo universal de lo particular material, ámenos que
ese particular no le sea presentado por los sentidos, del mis
mo modo no puede aplicar lo universal á lo particular inma
terial, á menos que ese particular le sea revelado por la ins
truccion. Por manera, que no puede operar cosa alguna so
bre la nada, y siempre le es necesario algo que venga de lo
exterior y que le sirva de materia á su operacion, para apli
car la concepcion universal á particular, como para extraer
de lo particular la concepcion universal. Y pues que lo par
ticular inmaterial sólo le es suministrado por la instruccion,
como lo particular material sólo le es suministrado por los
sentidos, siempre venimos á parar en que la instruccion por
la cual se hacen inteligibles las cosas espirituales, le es tan
necesaria como la sensacion para que se hagan inteligibles
las cosas corporales. Eso está bien claro.
— 167 —
Esa necesidad resulta, no solamente de la condicion del
espíritu humano durante esta vida, como acabamos de ver,
sino tambien de la naturaleza misma de las cosas inmateria
les : vamos á probarlo.

§ 3.° La imposibilidad en que se halla el hombre de formarse sin la enseñanza


exterior la menor idea de las cosas espirituales , está probada tambien por
la naturaleza de esas mismas cosas. Como el hombre no se forma monstruosi
dades físicas sino sobre objetos que le son conocidos por los sentidos , no se
forma monstruosidades intelectuales ó errores sino sobre objetos que le son co
nocidos por la enseñanza. Cómo la existencia de Dios es una verdad conocida
por sí. Doctrina de santo Tomás sobre la imposibilidad en que se halla el
hombre de conocer á Dios sin la revelacion social. La misma doctrina admi
tida por los semiracionalistas, y áun por todos los incrédulos.

En el órden de la naturaleza , las sustancias inmateriales


están muy elevadas sobre nosotros. Substantice separatos sunt
in ordine naturas svpra nos (santo Tomás). Lo que está elevado
sobre nosotros, está lejos de nosotros. Luego las cosas inma
teriales se hallan, respecto á nosotros, en las mismas condi
ciones que las cosas distantes de nosotros. Aun en el órden
corporal no conocemos ni podemos conocer las cosas alejadas
de nosotros sino por el testimonio que nos ha revelado su
existencia. Antes, por ejemplo, que personas que habían
regresado del Nuevo Mundo hubiesen referido á los habi
tantes del mundo antiguo, que habian encontrado en el conti
nente americano tales animales y tales plantas, que no se en
cuentran en el continente europeo, nos habria sido imposible
formarnos ninguna idea de las especies de aquellos animales
y plantas. Si Dios no hubiera criado más que una especie de
animales , los cuadrúpedos por ejemplo , jamás nadie hubiera
adivinado la existencia de los volátiles , de los reptiles, de los
acuáticos : jamás nadie habria pensado que la vida sensitiva pu
diera diversificarse en tan grande número de especies, tan va
riadas y perfectas. Lo mismo habria sucedido con respecto á
la vida vegetativa si Dios no hubiese criado más que una es
pecie de plantas. Y, sin embargo, en esa hipótesis se hubiera
— m —
tratado de inventar, de imaginar, seres del mismo género,
pero no de la misma especie. Porque con dos patas ó con
cuatro, con cien piés ó absolutamente sin ellos, con alas ó
con nadaderas , los animales son siempre seres de un mismo
género, almas sensitivas unidas á cuerpos organizados: lo
mismo puede decirse de las plantas. Con mucha más razon,
el hombre jamás hubiera pensado en un mundo invisible , en
séres espirituales , enlazados entre sí por relaciones morales,
si álguien no le hubiese dicho alguna palabra acerca de ellos,
pues que ese mundo , esos séres y esas relaciones , nada tie
nen de semejante en su naturaleza corporal y visible que
haya podido hacer sospechar su existencia, puesto que se
hallan tan por de fuera , tan por encima de todas las concep
ciones del orden material, puesto que se hallan separados de
los séres de este último órden por un abismo, por la distan
cia inñnita que separa la materia del espíritu , á las leyes fí
sicas de las leyes morales , al hombre de Dios. Substantiae se
páralos sunt in ordine naturce supra nos.
Todo error, como se ha dicho muy bien, no es más que una
verdad Irasformada , y muchas veces hasta el mismo crimen no
es'mÁs que una virtud exagerada. Los errores no son, pues,
más que las monstruosidades del espíritu en el órden lógico:
los crímenes no son más que las monstruosidades del cora
zon en el órden moral, como las monstruosidades que el
hombre se forma por su facultad imaginativa no son más que
los errores , los extravíos de su imaginacion en el órden cor
poral. Tiene la idea de la mujer, del caballo y del pescado;
reune en un sér de su invencion los diferentes miembros de
esos séres que existen , y forma el monstruo de Horacio que no
existe , con rostro de mujer , cuello de caballo y cola de pes
cado. Del mismo modo el hombre, formado por la sociedad
para el conocimiento de Dios, de los espíritus y de sus rela
ciones morales, como tambien para el de los cuerpos y sus
relaciones físicas, reune con frecuencia las diferentes cuali
dades de esos séres reales , y con el auxilio de su imagina
— 189 -
cion pervertida por las pasiones, se fabrica séres que no tie
nen una realidad propia. Atribuye á Dios todas las pasiones
del hombre, y al hombre todas las perfecciones de Dios; atri
buye al espíritu las cualidades de la materia , y á la materia
las cualidades del espíritu; concede al vicio las prerogativas
de la virtud , y á la virtud los males del vicio ; y tan pronto se
forma un Dios iodo y un todo Dios, como hace del hombre, del
bruto, de la planta un Dios, ó bien no ve más que á Dios en
el hombre, en el bruto, en la planta; imagina, en fin, el alma
corporal ó el cuerpo espiritual; hace del crimen un deber y
de la virtud un crímen. Pero esos errores, esas montruosi-
dades del orden lógico y moral, como las monstruosidades
físicas que se fabrica en el órden corporal, no son más que
amalgamas extravagantes que hace de las cosas que conoce.
No son creaciones, invenciones, descubrimientos de cosas
que no conocia. Por manera, que, ántes deque los sentidos le
atestigüen la existencia de los cuerpos, lejos de poder for
marse ideas exactas sobre su naturaleza y sobre sus relacio
nes, el hombre no puede ni áun formarse ideas falsas ni crear
se monstruos; y del mismo modo ántes que la instruccion le
atestigüe la existencia de los espíritus, lejos de poder for
marse ideas exactas sobre su naturaleza y sobre sus relacio
nes é inventar verdades, no puede ni áun formarse ideas fal
sas de ellas y crearse errores.
Esa imposibilidad es todavia más palpable cuando se trata
del conocimiento de Dios, que santo Tomás llama el último
grado, el grado supremo del conocimiento humano y el término,
el objeto de todos los estudios , de todos los conocimientos de la Fi
losofía (1).
Qué es, en efecto, conocer á Dios? Es conocer que existe un
sér incorporal, eterno, infinito, omnipotente, principio y
causa de todos los séres, y sólo él , principio de sí mismo: un

(t) Propter hujusmodi veritatis profunditatem... Summus gradus humaos


cognitionis in cognoscendo Deo consistit... Totius fere philosophiw consideratio
adDei cognitionem ordinatur. (Sum. conlr. gentil.: Lib. i, Cap. ív.)
— d70 —
ser que nadie ve ni siente en ninguna parte, y que, sin embar
go, está en todas partes, lo ve todo, lo gobierna todo, penetra
los pensamientos más recónditos del hombre y sus senti
mientos más ocultos y los tiene en cuenta; es conocer que se
debe honrar á eso gran Ser con la adoracion, la oracion, el
sacrificio y el cumplimiento fiel de todas sus voluntades. Pues
bien , ¿ no es preciso haber renunciado á la razon para creer
que el hombre á quien nadie hubiese jamás hablado de la
existencia de semejante Sér , de un Ser tan por encima , tan
por defuera de todos los seres corporales, pueda, por sólo los
esfuerzos de la razon, describirle y adquirir el conocimiento
seguro de su existencia?
Para el hombre que ha recibido ya por la instruccion social
una idea cualquiera de Dios : para el hombre que desde su
nacimiento ha encontrado en la sociedad esa idea de Dios,
que ninguna sociedad ignora, es posible, aunque, segun
santo Tomás , no muy fácil el depurar por medio de la razon
esa idea , agrandarla en sí mismo por la consideracion del
espectáculo de la naturaleza, penetrarla, comprenderla toda
vía más, demostrarla y afirmarse en ella. Intellecta conspi-
ciuntur , como ha dicho san Pablo (1). Pero que el hombre,
tal como nuestros adversarios le suponen , que el hombre que
no haya oido hablar jamás una palabra de Dios, que nunca
haya recibido el menor conocimiento de él , la menor idea,
aunque fuese incierta y oscura, que semejante hombre pueda
elevarse á ese conocimiento, á esa idea, hé ahí lo que es, no
sólo difícil, sino hasta imposible. Es atribuir al hombre aislado
la facultad de trasportarse de un salto, desde el mundo cor
poral al espiritual, mundos á que separa lo infinito: es atri
buirle el poder de descubrir lo que ni áun podia sospechar:
es atribuirle el formarse la concepcion general de una cosa,
cuyo particular no conoce : es, en fin, como ya hemos dicho,

(1) El pasaje de san Pablo á que se alude aquí, y del que los serairaciona-
listas abusan, será explicado más adelante.
— 171 —
atribuirle la facultad de construir sin materiales y de obrar
sobre la nada.
¿Se ha visto jamás á nadie buscar un tesoro de que no tiene
el menor conocimiento, la más leve sospecha, y sin saber, ni
áun aproximadamente, el sitio en donde podria encontrarse?
Pues del mismo modo puede asegurarse que no habido, ni ha
brá nunca, en la humanidad quien se baya puesto, ni se ponga,
á buscar el más grande de los tesoros, la creencia en Dios;
nadie que se haya decidido, ni que se decida, á explicarla, á
demostrar su necesidad, sin haber tenido de antemano algun
conocimiento de él, alguna conjetura, alguna sospecha (1).
Es cierto que la existencia de Dios es una verdad que pue
de conocerse por si misma; pero, como ha observado santo To
más , es una verdad conoscible por sí misma , por relacion á sí
misma , porque en la proposicion « Dios es » , lo que se afirma
de Dios es el mismo Dios, Dios en su propio sér. Pero, añade
santo Tomás, no es tambien una verdad conoscible con rela
cion á nosotros, porque no sabiendo lo que Dios es, necesita
mos que SE NOS DEMUESTRE ANTES (2).
¿Y sabeis de qué admirable manera ese gran Doctor ex-

(1) La imposibilidad de que fuera de toda revelacion y de toda tradicion el


hombre conozca á Dios, está reconocida por el legistador mismo del semira-
cionalisrao. «Estamos bien convencidos , dice ( Valor de la razon, Pág. 69),
de que el conocimiento de Dios no es una de las primeras verdades que el
niño podría adquirir por sólo su reflexion , si la sociedad en sus primeros mo
mentos no se apresurase a revelarle esa grande verdad». Estas palabras, sea
dicho de paso, encierran toda la doctrina del tradicionalismo. Son , pues, la
refutacion más completa de la! obra en que se encuentran: el autor se destruye
con ellas á sí mismo.
(2) Hwc propositio, nDeus est,n quantum in se est, per se nota est, quia
predicatum est idem cum subjecto; Deus est enim suum esse. Sed quia nos
nescimus de Deo quid est, non est per se nota, sed indiget demonstrar!.
(I, Quaest. ii, Art. i .) Respoudiendo á esta objecion, Dios es lá*verdad misma y
la verdad es conocida por sí misma, santo Tomás ha dicho tambien: «Que la
verdad en general existe , es una cosa conocida por sí misma ; pero que la pri
mera verdad no es una cosa conocida por sí misma, con relacion á nosotros.
Dicendum quod veritatem esse in communi est per se notum; sed Primam verita-
tem esse, non est per se notum quoad nos. (Sum. contr. gentil.: Lib. i, Cap. iv.)
— 172 —
plica esa distincion? «Es incontestable, dice, que tenemos
en el alma una inclinacion , una propension natural á conocer
que Dios es; pero esa inclinacion, esa propension no nos
conduce á conocer á Dios sino de una manera implícita, con
fusa y mezclada con alguna cosa que ya conocíamos , á saber,
un sentimiento de nuestra beatitud que nos es natural , por
que Dios es la beatitud del hombre, y el hombre se halla in
clinado á conocer naturalmente lo que desea naturalmente.
Pero eso no es conocer precisa y distintamente que Dios
es; del mismo modo que mirando de lejos á alguno que se va
acercando á nosotros , vemos que se nos aproxima , pero no
distinguimos si es Pedro ó Juan, por ejemplo, aunque efecti
vamente sea uno de los dos.
»Es tambien verdad, dice el Angélico, que el alma no ne
cesita instruccion para tener la conciencia de sí misma , para
comprender su yo. Por el acto mismo con que comprende las
otras cosas, y que es su acto propio, conoce su propia virtud
y su propia naturaleza. Pero ni por ese medio, ni por el co
nocimiento de otras cualidades que se encuentran en las cosas
materiales , puede conocer de una manera exacta la virtud y
la naturaleza de las sustancias inmateriales, porque las cua
lidades de estas no tienen nada comun con las cualidades
aquellas (i). '
»Y obsérvese bien, concluye santo Tomás, que esta teo
ría no se refiere más que á las sustancias inmateriales creadas;
porque aunque entre esas sustancias inmateriales y las mate
riales no haya, ni pueda haber, ninguna relacion de semejan
za en el género natural, hay por lo ménos una relacion en el
género lógico, pues que esas sustancias inmateriales se en
cuentran, como las materiales, en la categoría de las sustan-

(1) Anima humana intelligi seipsam, per suum intelligere, quod est actus
proprius ejus , perfecte demonstrans virtutem ejus, et naturam. Sed neque per
hoc , neque per alia, quae in materialibus inveniuntur, perfecte cognosci potest
inmaterialium substantiarum virtus et natura: guio hujusmodi adwquant ea-
rum virtutes. (I , Quaest. niivni, Art. 2.)
— 173 —
cias, y su quididad es lógicamente separable de su ser, y no es
su ser. Pero Dios no tiene nada de semejante á las sustancias
materiales, ni en el género natural , ni en el génerológico, porque
Dios es el único ser, en el que la quididad y el sér son una mis
ma cosa : el único sér que no tiene nada que se le asemeje
bajo ningun aspecto, el único que no está en ningun género. Po
demos, por la semejanza de las cosas materiales, conocer afir
mativamente alguna cosa en cuanto á los ángeles , segun el
modo de existir que les és comun con los demás séres (porque
todos son seres creados), aunque jamás podamos conocer nada
de ellos, segun la manera particular de su especie. Mas por lo que
hace
Santo
á Dios,
Tomásno nos
podemos
habla de
conocerle
un filósofo
de árabe
ningunallamado
maneraAvam-
(1).»

pace , verdadero racionalista de su tiempo , que queriendo


desembarazarse de la necesidad de toda revelacion, sostenia,
que, segun los verdaderos principios de la Filosofía y por la
inteligencia de las sustancias materiales, el hombre puede
llegar á comprender las sustancias inmateriales : f Es un error,
le decia el santo Doctor; eso seria posible si las mismas
sustancias inmateriales fuesen simultáneamente , como lo
creian los platónicos , las formas y las especies de las sustan
cias materiales. Pero una vez desechado semejante absurdo,
y admitido, por el contrario, que las sustancias inmateriales
son de una naturaleza enteramente diferente de las quididades
y de las ideas que nos formamos de las cosas materiales,
nuestro entendimiento, por más esfuerzos que haga para abs
traer cuanto le sea posible las quididades materiales de su
materia, haciendo siempre nuevas abstracciones de las abs
tracciones mismas que ya ha hecho, no llegará jamás á nada
que se aproxime, ni áun remotamente, á las sustancias inma-

(1) Sed Deus non convenit cum rebus materialibus, neque secundura
genus naturale, neque secundum genus logicum: quia Deus nullo modo est
in genere. Unde per similitudines rerum materialium aliquid affirmative potest
cognosci de angelis, secundum rationem communem , licetnon secundum ra-
tionem speciei , de Deo autem nullo modo. (I, Quaest lhxvih, Art. 2,)
— 174 —
teriales. Es, pues, imposible que por la inteligencia de las
sustancias materiales lleguemos jamás á comprender de una
manera perfecta las sustancias inmateriales (1)».
«Por las cosas materiales podemos, proseguía santo Tomás,
elevarnos á algun conocimiento , pero no al conocimiento com
pleto de las cosas inmateriales; porque para obtener esa es
pecie de conocimiento , no basta la simple comparacion de
las cosas materiales con las inmateriales; y, por el contrario,
si podemos percibir algunos rasgos de semejanza entre esos
dos diferentes órdenes de cosas , esos rasgos serian siempre
de tal modo desemejantes que no podrian servirnos mucho
para comprender las cosas inmateriales (2).»
Estos razonamientos del Angel de la escuela, aunque sacados
de las profundidades de la verdadera metafísica , no son me
nos claros , ni dejan de cortar por su raíz todos los sofismas
de la escuela semiracionalista. Para santo Tomás, el hombre,
áun tal como le suponía el filósofo árabe , el hombre filósofo,
instruido, avanzado en los verdaderos principios de la Filosofía,
y sabiendo hacer buen uso de ellos, ese hombre, si no ha
sacado de otra parte alguna nocion de Dios, jamás podrá, por
el procedimiento de las abstracciones, formarse ninguna espe
cie de conocimiento: nullo modo. Teniendo, por las ideas
que se ha formado de las cosas corporales , concepciones es-

(1) Quídam (Avampace) nomine possuit quod per intellectum substantia-


rum materialium pervenire possumus , secundum vera pliilosophiae principia,
ad intelligendum substantias immateriales. Quod quidem efficaciter diceretur
si substantiae immateriales essent formae et species substantiarum materialium,
ut platonici posuerunt. Hoc autem non posito, sed supposito , quod substantis
immateriales sint omnino alterius rationis a quidditatibus materialium rerum,
quantumcumque intellectus noster abstrahat quidditatum réi materialis á ma
teria,
per substantias
NDMQUAM materiales
PERVEMRETnonAB ALIQUID
possumusSiMILE
perfecte
SUBSTANTIVE
susbtantias
IMMATEBIALIS
immateriales
; et ideo
in-

telligere. (I, Quasst. lxxxviii, Art. 2.)


(2) Ex rebus materialibus ascendere possumus in aliqualem cognitioneh
immaterialium rerum, non tamen perfectam, quia non est sufficiens comparatio
rerum materialium ad immateriales ; sed si qum a materialibus percipiuntur, ad
immaterialia intclligenda suut multum dissimiles. (Ibid.)
— 175 —
pirituales de esas mismas cosas : teniendo la idea de séres sin
un cuerpo real y visible, y filosofando siempre , podrá llegar á
sospechar que existen sustancias sin cuerpo, y por consi
guiente podrá llegar á un conocimiento cualquiera: adaliqua-
lem cognitionen , de los espíritus. Entónces puede afirmar al
guna cosa tocante á su existencia : aliquid affirmative cognos-
cere; pero jamás puede llegar á conocer su naturaleza, su
especie, su manera de existir y de vivir. Es decir, que podrá
llegar á conocerlas en su género lógico , pero no en su género
natural; á conocerlas como lógicamente posibles, pero no
como naturalmente existentes, con sus cualidades específi
cas y tales como son en sí mismas. En cuanto á Dios , no le
es posible de ningun modo al hombre, que no le conoce por
el testimonio, el tener de él, por sólo los procedimientos filo
sóficos, ni áun ese conocimiento lógico, tan vago, tan inse
guro, tan estéril y tan imperfecto que puede alcanzar, tocante
á las sustancias sin cuerpo ; no puede formarse idea de él de
ningun modo: de Deo autem millo modo.
Con mucha más razon , suponiendo (lo cual no es posible)
á ese mismo hombre sin la menor nocion de una ley moral,
no podria formarse por sí mismo la idea de una ley moral
descendida del cielo estableciendo la obligacion y el deber.
¿Cómo podria, pues, ni áun presumir la existencia de semejante
ley, si le es imposible conocer de ninguna manera al legislador
supremo y universal, Dios, que es el único que ha podido im
ponerla al hombre? Además, ¿ qué semejanza puede encon
trarse entre las relaciones de los séres corporales y las rela
ciones de los séres espirituales? ¿entre el bien y el mal físicos,
y el bien y el mal morales? ¿entre la vida presente, en donde
todo se gasta y perece , y la vida futura en la que nada muere
jamás? Este es el lugar más oportuno para decir , que son
cosas de una naturaleza absolutamente diferente de las abs
tracciones lógicas que hacemos de las substancias materiales:
Sunt alterius rationis á quidditatibus materialium rerum: que
esas abstracciones, renovadas y multiplicadas hasta lo infinito,
— 176 —
no pueden por sí solas conducirnos á la menor cosa que se
aproxime á las nociones morales : Quantumcumque intellecltts
noster ábstrahat numquam perveniret ad aliquid simile substántioe
immaterialis. Esta es la ocasion de decir , que entre las razo
nes , las naturalezas , las nociones de las cosas del orden in
material y las del órden material, toda comparacion es insu
ficiente : Non est sufficiens comparatio rerum materialium ad im
materiales; y, en fin, que no hay ecuacion posible entre la virtud
y entre la naturaleza de las unas y de las otras : Quia harum
virtutes el naturce non adcequant illarum virtutes. Hé aquí lo que
ha dicho santo Tomás; hé ahí como la doctrina de los tradi-
cionalistas se halla confirmada por la doctrina de santo Tomás.
Antes, pues, de combatir á los tradicionalistas , deberia co
menzarse por hacer anotar en el Index á santo Tomás.
Hay más: en esa profunda y vigorosa argumentacion de
santo Tomás en favor de nuestra tésis, no se ha tratado más
que de la razon del hombre filósofo. Luego si semejante hom
bre, por sólo sus medios, no puede elevarse, por la consi
deracion de las cosas visibles, á conocer, á creer como exis
tente en todas sus sublimes realidades el órden espiritual , el
órden moral é invisible , ¿podria acaso hacerlo el hombre en
la infancia, el hombre sin conocimientos científicos de nin
guna clase , el hombre casi en el estado de ignorancia y de
estupidez del bruto? Que nos contesten los semiracionalistas.
Pero ya nos han contestado con estas palabras de su maes
tro: « El niño ordinario (1) es instruido y formado por la so
ciedad. Este es un hecho que no tiene necesidad de prue-
» ba (2). Privado de toda especie de cultura social , si se supone
» que puede vivir , permanecerá indefectiblemente en un estado de
» pobreza intelectual y de imperfeccion contraria á su destino. Eso

(1) Tenemos curiosidad por saber en donde se encuentra ó se ha encon


trado jamás ese niño extraordinario, como no sea en la cabeza de los mate
rialistas.
(2) Pues ¿ por qué habeis escrito un tomo de 556 páginas para combatir ese
hecho ?
I

• es lo que sólo ciertos racionalistas


— 177 —(1) podria a contestar. Eso
«es lo que los tradicionalistas han hecho cada vez más e vi
niente é incontestable (2): nos complacemos en hacerles esa
•justicia » .
En fin, todos los incrédulos rinden homenage á esa doc
trina á cada instante, como así bien los impíos, diciendo: Nos
otros no creemos en Dios porque no se ve. — Nosotros no admiti
mos la vida futura porque nadie ha vuelto del otro mundo á darnos
noticias de ella; niegan que Dios se haya dejado ver por una
revelacion primitiva é inmediata al espíritu del hombre , y le
baya enseñado la existencia de una vida futura , lo cual es
una grande blasfemia. Pero al mismo tiempo, con semejante
lenguaje reconocen y confiesan que Dios no puede ser cono
cido , si no se digna él mismo revelarse : que el hombre no
puede estar cierto , ni áun presumir la existencia de la vida
futura, á ménos que no sea instruido acerca de ella por una
razon superior , por una razon del otro mundo , que habién
dose manifestado desde el origen del mundo, ha permanecido
ea«l mundo para ilustrarle, lo cual es una grande verdad.
Por las razones sacadas de la más elevada metafísica , de
la naturaleza del espíritu humano, de la condicion de las cosas
espirituales é invisibles , [como tambien por las confesiones
más formales y explícitas de nuestros mismos adversarios,
es, pues, incontestable, es evidente, que, á ménos que álguien
hable de antemano al hombre, no puede formarse la más pe
queña nocion de la existencia del mundo espiritual , moral,
invisible , ni elevarse á la idea de Dios , ni del culto , que le

(1) Vos sois tambien de ese número ; porque habeis sostenido que fuera de
toda revelacion y de toda tradicion, el hombre puede elevarse al conocimiento
de Dios y de sus leyes.
(2) Lo cual no os ha impedido denunciarlos al mundo católico como los
destructores de la base de la razon y de la Religion, precisamente por haber
hecho evidente é incontestable ese hecho, por el que os complaceis en hacerles
justicia... Vos no os habeis hecho cargo detenidamente del verdadero estado de
la cuestion, y no habeis visto que á los que habeis hecho fuego con bala roja,
no eran las gentes que habíais de combatir, sino las que debíais abrazar...
12
— 178 —
es debido, ni de sus leyes y sus obligaciones, ni á la de las
almas y su inmortalidad, ni á la de la vida futura ni sus con
diciones. ¡Hé ahí, pues, el sistema semiracionalista destruido
por su base!

§ 4.° Consecuencias de las doctrinas expuestas que prueban cuan absurdo es el


semiracionalismo. El autor Del valor de la razon, refutando por si mismo
el Ululo de su libro y la obra entera. Otro escritor semiracionalista afirmando
que la fe y la relacion deben servir a la razon. Él semiracionalismo en con
tradiccion consigo mismo, y convencido de absurdo porque sostiene la teoría
de las ideas innatas.

Consultando á la naturaleza, y áun á la razon misma, hemos


establecido desde el principio de esta importante discusion,
que no siendo la razon más que el espíritu mismo, provisto
de todas las condiciones necesarias para discurrir y racioci
nar, no puede raciocinar ni discurrir, á ménos que no tenga
principios é ideas que formen la base de sus razonamientos y
discursos. Hemos establecido que el entendimiento pudiendo
formarse , y formándose, en efecto, por sí mismo esos princi
pios y esas ideas tocante á los séres corporales y visibles, no
puede aplicarlos á los séres incorporales é invisibles para for
marse de ellos nociones exactas y ciertas, para discurrir y ra
ciocinar acerca de ellos, á ménos que la existencia de esos
séres no le sea revelada; y que, por consiguiente, ántes de
haber recibido esa revelacion , no pudiendo raciocinar más
que sobre las cosas materiales y no de las cosas espirituales,
la razon no es más que una razon incompleta , una razou á
medias, una razon que todavía no es la razon.
Luego afirmando que fuera de toda instruccion , de toda reve
lacion, de toda tradicion , la razon puede descubrir hasta algu
nas verdades del orden espiritual , moral , invisible , el semi
racionalismo afirma , en el hecho, que la razon incompleta es
la razon: que la razon raciocina ántes de haber adquirido to
das las condiciones necesarias para raciocinar; afirma que la
razon obra ántes de ser la que debe ser para obrar: que la
— 179 —
razon , que todavía no es razon, puede desempeñar todas las
elevadas funciones de la razon ; en una palabra , que la razon
es y no es á un mismo tiempo , lo cual es groseramente
absurdo.
Por ahí puede juzgarse cuan poco razonable es el título de
Valor de la razon, colocado al frente del libro clásico delse-
miracionalismo. Desde luego podríamos hacerla observacion,
como es muy fácil convencerse consultando el Diccionario de
la Academia , que la palabra valor, unas veces significa lo que
vale una cosa , segun la justa estimacion que puede hacerse de
ella , y otras significa intrepidez , valentía , virtud , que consis
te en exponerse con ánimo esforzado á todos los peligros de la
guerra. Pero no significa poder ni fuerza; por manera, que se
dice efectivamente el valor de una tierra, de un caballo, de
una mercancía, de una letra de cambio, de una moneda , y
áun el valor del alma , para indicar el precio del alma , como
tambien se dice el valor de un soldado, de un ejército; pero
no se dice el valor del espíritu , el valor de la razon , para ex
presar su fuerza , su poder, su capacidad. Y por consiguiente,
en ese
dar al título
sentido
de, Valor
que esdeindudablemente
la razon , ó lo que
el que
puedese laharazon
querido
, la .

palabra valor no ha sido bien escogida , porque no tiene en


tre nosotros esa acepcion. Pero no debemos ocuparnos de
los defectos en que nuestro sabio semiracionalista incurre , res
pecto á la gramática, y respecto á la razon misma, de que se
ba constituido el campeon ; segun la doctrina que acabamos
de exponer, bajo ese .concepto, semejante título se halla en
completa oposicion con la lógica.
La razon ya formada , no nos cansaremos de repetirlo, la
razon que puede raciocinar, no es otra cosa que la razon que
ha recibido ya la revelacion de la existencia del mundo ma
terial por medio de los sentidos , y la revelacion de la exis
tencia del mundo espiritual , por medio de la instruccion mo
ral. Es, pues, evidente que la razon completa, la razon que
puede raciocinar , no está jamás sola , y que por sí sola no
— 180 —
tiene ningun valor, y ni áun es razon. Las palabras valor de
la razon , ó lo que puede la razon por sí sola , deben, pues, tra
ducirse así : Valor de lo que no tiene valor; poder de lo que no
tiene poder ; ser de lo que no es , ó lo que puede el no ser por sí
solo. Pero eso son contrasentidos y absurdos. ' " '
Cuando el autor de una obra de Filosofía comienza por ser
absurdo hasta en él título dé su libro ; cuando comienza, hasta
«n ese mismo título, por'ólvidar completamente los primeros
elementos de la cienciáf^é que pretende ocuparse, puede cer
rarse semejante libro y dejarle á un lado, con la seguridad
de que no se pierde nadá. ' '
Pero lo que todavía de más lastimoso es , qué con el título
que Üá dado á su libro, él autor Del valor de la razon, de lo
que puedela razon por sí sola , se ha puesto en contradiccion
manifiesta consigo mismo. Porque al principio de su libro ha
escrito estas bellas y elocuentes palabras : « La revelacion
existe en el mundo, y lía existido en él desde su orígen. Ha
tomado á la razon en su principio, y al punto la ha iluminado
con luces sobrenaturales, sin darla tiempo de experimentar
lo que hubiera podido por sí sola , y por sus fuerzas natura
les (1). Las enseñanzas divinas jamás han sido completamente
perdidas pdra el género humano; sus esfuerzos han acompañado
por todas partes á la razon , y áun cuando habia renunciado á
ellas, todavía recibia, no obstante, su saludable influencia. La
sociedad la trasmitia con la vida muchas verdades recibidas; y
sin abandonarla jamás á sí sola, la comunicaba siempre una
parte de lo que ella misma habia conservado. Así ha sido siempre.
No hay en el mundo razon abandonada á sí sola y toda razon es

(i) Qué lástima! Por5 qué se ha apresurado tanto la revelacion ? Por ose
apresuramiento , que nada justifica , ha privado á los filósofos de la satisfaccion
de
suélense
saber los
confilósofos...
exactitud Lo{o que
que lanorazon
han podido
hubiera
saber
podido
sobreporesesi'sola.
punto,¡Pero
por culpa
con^
de la revelacion divina que se ha apresurado demasiado , y no ha dejado ai
hombre tiempo para reconocerse , el autor Del valor de la razon, como se verá
más adelante, se la ha enseñado en su libro, y no han perdido nada con
aguardar.
— 181 —
enseñada. Todos bebemos desde nuestra infancia en la fuente de
la tradicion, y sus lecciones, sin que nosotros lo advirta
mos , vienen á confundirse con lo que sacamos de nuestro pro
pio fondo» . (Pág. 2.) ,
Sea en buen hora ! Esa es la historia verdadera , áun la de
los tiempos fabulosos de la humanidad. En cuanto á esto , los
tradicionalistas están perfectamente de acuerdo con los semi-
racionalistas. Este grande hecho, tal como su adversario más
encarnizado acaba de formularle , es. el fondo de su doctrina;
jamás han dicho ni dicen otra cosa. Mas para nuestro autor,
segun se ve , la razon que, con arreglo al título del libro, es
sola, puede marchar sola, tiene valor, puede hacer cosas gran-
• des por sí sola , esa razon , segun el mismo libro , jamás ha
estado ni un instante sola , y en ningunaparte se halla sola: mar
cha siempre acompañada de la tradiccion , y las lecciones de la
tradicion son las que la hacen obrar sin advertirlo. Por ma
nera, que en el hecho, por sí sola la razon no tiene valor, no
PUEDE NADA; PORQUE NO HAY EN EL MUNDO RAZON NO ENSEÑADA;
porque la revelacion , esa madrastra cruel , habiéndose apo
derado de ella desde su principio, la ha puesto bajo su tutela,
la ha sometido á su poder despótico , la ha hecho su esclava;
y la malvada, la ha iluminado tan pronto con sus luces, que no
la ha dejado tiempo de experimentar lo que puede por sus fuerzas
naturales; en fin, porque ya no la ha permitido pasarse sin
las enseñanzas divinas, que ha querido que por todas partes la
acompañen y vigilen , y que jamás ni un instante la ha abando
nado Á sí sola. Hé aquí, pues, una contradiccion manifiesta,
palpable, por la que el sencillo y candoroso autor, no sólo á
refutado completamente el título de su libro por el libro
mismo, sino tambien su libro todo entero con una sola pá
gina del mismo ; en una palabra , se ha refutado completa
mente á sí propio. Así raciocinan los semiracionalistas, es de
cir, que no procuran probar el valor, el poder de la razon,
sino
Pero
conesas
la sinrazon,
contradicciones
la contradiccion
, esos absurdos
y el absurdo.
del semiraciona
.
— 182 —
lismo le son comunes con el racionalismo puro ; hé aquí otras
que le son propias.
Verdaderos semipelagianos de la Filosofía , como ya se ha
visto, los semiracionalistas se contentan con decir que el
hombre, por sola su razon , extraña á toda revelacion, á toda
tradicion, natural ó social, ó bien por la razon, que, segun
nuestra demostracion , no es la razon , pueden llegar á la fe,
y reconocen la inferioridad del orden natural con respecto al
orden sobrenatural , y del orden de razon con respecto al
orden de fe. Pero toda la escuela semiracionalista no se con
viene en esos límites. Uno de sus jefes ha dicho: iLa autori
dad y la fe no tienen precio, sino en cuanto preparan el hom
bre Á la razon» . Ninguno entre los racionalistas filósofos, que
nosotros sepamos , se ha atrevido á decir una cosa semejante.
Hay más: refiriéndolo todo á la razon, estableciendo que todo
debe comenzar y concluir por la razon , en el asunto de la
verdad, los racionalistas filósofos dejan completamente á un
lado la autoridad y la fe; pero al ménos no las subordinan á la
razón , no las humillan. Estaba reservado á un doctor cató
lico el decir que la autoridad y la fe no tienen más que un va
lor relativo , en cuanto que pueden servir á preparar al hom
bre para la razon, pero que en sí mismas no valen nada, no
sirven para nada , ni son nada. Estaba reservado á un sacer
dote colocar la razon humana sobre la fe y la autoridad divina
y al hombre sobre Dios.
Mas si se quieren interpretar estas palabras de una manera
más benigna y en otro sentido, entonces, dejando de ser sa
crilegas, en los labios de un semiraciona lista parecerán ab
surdas. El dogma fundamental del semiracionalismo es, que
la razon, independientemente de toda fe , de toda autoridad, áun
naturales y humanas , puede por sí sola llegar á descubrir algu
nas verdades; y hé ahí que ahora la misma escuela enseña,
por conducto de uno de sus más ilustres miembros, que la fe
y la autoridad no son necesarias más que para preparar al
hombre á la razon: que la razon , como acabamos de probarlo,
— 183 —
para ser razon necesita de la fe y de la autoridad, y que el
semiracionalismo es un sistema contradictorio y absurdo. No
nos detengamos en tan buen camino.
Se acaba de oirá algunos semiracionalistas , y á su cabeza
el autor Del valor de la razon , falsear la historia de la Filoso
fía , y decirnos que la cuestion sobre el origen de las ideas , exa
minada y discutida por los pensadores de todos los siglos , ha sido
constantemente resuelta en sentido contrario por los mayores ta
lentos, y que no puede decidirse; ó en otros términos , qae esa
cuestion es insoluble, y que es un misterio que nadie sabria
explicar ni comprender. Hé ahí, pues, para esos modestos
racionalistas, á la razon humana convencida de impotencia
para resolver una cuestion que depende del principio mismo
de los conocimientos humanos. Mas para esos mismos racio
nalistas, la razon sola no es menos poderosa para descubrir,
aprender y conocer con certidumbre algunas verdades del
órdel espiritual. Helos ahí, pues, admitiendo que la razon
sola, que no puede conocerse á sí misma, puede conocerlo
que se halla á una distancia infinita de ella : el mundo espi
ritual , los séres y las relaciones de los séres que le compo
nen. Helos ahí admitiendo que la razon, que jamás ha sabido,
ni sabrá, conocer el principio mismo de sus conocimientos y de
sus operaciones , puede operar sobre un mundo nuevo án-
tes que nada le revele su existencia, y adquirir de él cono
cimientos nuevos. Hélos ahí admitiendo, misterio incompren
sible para ella misma, que la razon puede adivinar misterios
por sí misma , como el del Sér infinito , ú otros todavía más
incomprensibles. Hélos ahí que, despues de haber consignado
la impotencia, la debilidad de la razon sola para descubrir una
primera verdad , nos encomian su poder , su fuerza , y como
ellos se expresan , su valor para descubrir otras verdades. Hé
ahí á esos hombres que han atribuido á la razon el no saber
resolver una primera cuestion, concediéndola el honor de
poder resolver otras muchas cuestiones que tienen relacion
con ella. Hélos ahí sosteniendo al mismo tiempo que, impo
— 184 —
tente para lo menos, la razon sólo es omnipotente para lo que
es muy superior á ella ; en una palabra, que la razon es im
potente y poderosa en una misma línea de funciones y sobre
los mismos asuntos, lo cual es evidentemente absurdo.
nion
La de
mayoría
que ladecuestion
los semiracionalistas
de las ideas no no
ha sido
se adhiere
decididaá jamás
la opir-.

Saben muy bien que si la cuestion de las ideas no ha sido de


cidida, ya no hay Filosofía, porque san Agustin ha dicho: «Que
es tal la importancia de las ideas , que el que no sabe á qué
atenerse en este punto , no es ni puede ser filósofo. Tanta in
ideis vis constituitur ut, nisi his intellectis , sapiens esse nemo
possit». Para esos semiracionalistas, Platon primero, hace
cosa de dos mil años, yLebnitz, Malebranche y Descartes,
hace cerca de dos siglos, la han resuelto con sus sistemas de
las ideas innatas; y se ha oido á esos mismos semiracionalis
tas jurar, como buenos cartesianos y malebranchianos por
ese sistema, como por sus dioses penates, y atenerse á él,
aunque no estén de acuerdo en la manera de entenderle.
Pues bien , por eso mismo ese matiz semiracionalista es tam
bien absurdo.
Si el sistema de las ideas innatas es verdadero , si Dios se
revela á la razon por la idea que la comunica de su perfeccion;
si por esa idea habla á la razon en el santuario interior, en el
fondo del alma, esa razon no descubre, pues, nada : no encuen
tra nada por sí misma tocante á Dios; pero recibe ya formado
del mismo Dios el conocimiento de Dios, y entonces es una
bobada, es contradictorio y absurdo el decir que la razon ais
lada se eleva por sus solas fuerzas al conocimiento de Dios ; pues
que Dios solo, el mismo Dios, es el que, sin que la razon
tenga que afanarse , la toma de la mano , la hace subir sua
vemente al Sinaí , y allí se la presenta adornado con su bondad
infinita. Es una simpleza, es contradictorio, es absurdo el
decir que la razon sola llega á alcanzar algunas verdades, mas
no todas las verdades , pues que esas algunas verdades , esas
verdades de germen y de iniciacion , son obra de la revela
185 —
don verdadera , natural, directa, que, segun nuestros adver
sarios , Dios ha hecho á cada hombre, y no la obra de los es
fuerzos de la razon. Por manera, que tambien el iluminismo,
el protestantismo y el platonismo serán verdaderos sistemas
filosóficos, y todo el sistema de los semitrad.icionaljstas , mi
nado por el principio, mismo que le sirve de base , se derrum
ba y no es más que una grande extravagancia. ' ' - . . ,
Hay más: según el sistema de santo Tomás sobre el origen
de las ideas, los tradicionalistas reconocen en el alma huma
na , desde el momento en que el hombre viene al mundo, la
sublime facultad del entendimiento operante, por la cual puede
formarse, y se forma, en efecto, ella misma las ideas. La atri
buyen alas, por medio de las cuales se eleva á grande al
tura en la region intelectual , pues que llega á apoderarse de
lo universal, que una distancia infinita separa de lo particu
lar. Harian muy mal, como acabamos de probarlo, y hasta
serian absurdos en concluir de ahí que ella puede formarse
algunas ideas de las cosas espirituales, sin que álguien la re
vele su existencia, y la suministre sus fantasmas , que es la
causa material , la causa indispensable de toda idea; sin em
bargo, atribuyendo al alma el gran poder del entendimiento
operante, que sólo comparte con los ángeles y con el mismo
Dios, ese mal no seria grande, y ese absurdo tendria la apa
riencia de una consecuencia legítima» Pero no puede decirse
otro tanto de los semiracionalistas , para quienes el sistema
de las ideas innatas es el verdadero y único sistema sobre el
origen de las ideas. Ese sistema es la degradacion del alma,
es el alma esencialmente pasiva , con relacion á la funcion es
pecífica de su ser , intus legere: es la razon que no tiene alas
de ninguna especie para elevarse sobre sí misma : es la ra
zon que no tiene la fuerza , el poder real en sí misma de for
marse las ideas, y que tiene únicamente la capacidad de reci
birlas de un poder superior. Es, pues, absurdo por su parte,
el afirmar que la razon, que ellos suponen tan impotente en
su origen , y tan desprovista de todo medio para ejecutar
— 186 —
ningun movimiento ascensional, pueda elevarse por sí misma
á aprender algunas verdades. Eso valdria tanto como decir
que se puede volar sin alas, andar sin piés, ver sin luz,
construir sin cimientos y formar números sin unidades.
Así, por lo mismo que se funda en la teoria de las ideas
innatas ó sobre la de la pasividad absoluta, de la impotencia
originaria de la razon , el semiracionalismo es contradictorio
y absurdo. Antes de presentarse como campeones de la ra
zon, los señores semiracionalistas no harian mal en comen
zar por respetar un poco más á la razon , por establecer bien
el origen de sus derechos y los títulos de su dignidad ; ántes
de intentar llevarnos á un acuerdo ó avenencia con ellos, no
harian tampoco mal en ponerse de acuerdo con sus propios
principios y consigo mismos , porque jamás es lícito á los fi
lósofos el ser absurdos.

§ 5.° Última prueba de lo absurdo del semiracionalismo, sacada de que sin la


fe en Dios , autor de la razon , no se puede afirmar nada como cierto sobre
la autoridad de la razon. Hermosa doctrina de Descartes sobre este asunto.
El método tradicional es el único que se sustrae al absurdo, y que concilia
los procedimientos de la razon con las exigencias de la fe. El semiraciona
lismo obligado a comenzar tambien por la fe. Paralelo entre el método tradi
cional y el método semiracionalista. Asunto del capitulo que sigue.

Todavía no hemos concluido los absurdos de los semiracio


nalistas , porque son tan numerosos , que no bastaria un grueso
volumen para contenerlos todos y refutarlos en detall. Evita-
rémos esa molestia á nuestros lectores , pero ántes de con
cluir este desagradable asunto, no podemos ménos de indi
car uno, que, aunque no muy puesto de relieve, no por eso
deja de ser muy chocante y muy grosero.
¿Sobre qué fundamento ha creido, cree y creerá siempre
la humanidad, que el testimonio de la recta razon, para todo
lo que es de la jurisdiccion de la razon , y sobre el testi
monio de los sentidos sanos y bien aplicados , para todo lo que es
de la competencia de los sentidos, sean indicios, signos y cri
terios seguros de la verdad? La humanidad ha creido , cree y
— 187 —
creerá siempre , que el hombre es la obra de Dios , que Dios es esen
cialmente veridico , y no puede , ni quiere , engañar á nadie; que,
por consiguiente, al dar al hombre la razon y los sentidos, no
ha podido dárselos sino como medios propios , aptos , para com
prender la verdad de las cosas , y no como medios de ilusion y de
error; y que, por consiguiente, también ha debido establecer, y
ha establecido, en efecto, una relacion natural, necesaria, entre
\a razon y las cosas intelectuales , entre los sentidos y las cosas
corporales y sensibles.
Así como la sentencia de un magistrado no tiene valor legal
sino cuando hay la certeza de que ha sido nombrado por el
soberano, y que es verdaderamente juez competente en las
materias que juzga , del mismo modo el testimonio de la ra
zon y de los sentidos no tiene valor lógico sino en cuanto hay
la certidumbre de que han sido establecidos por el Dios cria
dor, y que son verdaderamente jueces competentes de las
verdades que atestiguan.
La competencia, la sinceridad, la verdad del testimonio
de la razon y de los sentidos, no reposan, pues, ni pueden
reposar, sino sobre la ley social de Dios, esencialmente veridi
co, criador del hombre y autor de su razon y de sus senti
dos. Así como es imposible formar números sin unidades,
del mismo modo es imposible , sin esa fe , el tener la menor
confianza en el testimonio de la razon y de los sentidos y re
conocerles la menor capacidad natural para decirnos la
verdad.
f Por lo que á mi hace , decia Descartes , comprendo que
ántes de haberme asegurado de que Dios existe, que no es
engañador , que, autor de mi razon, no puede engañarme por
mi razon, no puedo pasar adelante en la indagacion de la
verdad, porque miéntras yo ignoro esa primera verdad, me
apercibo de que no puedo estar seguro de nada. Hac re ig-
norata, non videor de ulla alia re me posse esse securus (1 ). Y di-
(1) Véanse en nuestras Conferencias, tomo h, Pág. 160 y siguientes, la
exposicion de la hermosa doctrina de Descartes sobre este asunto.
— 188 —
rigiéndose al ateo : Te prohibo, le decia, afirmar ni creer
nada» (1).
Desde el momento en que se niega que el hombre es la
obra de Dios, es decir, de una causa soberanamente inteligente
y espiritual, única que ha podido establecer entre la razon,
los sentidos del hombre y los objetos exteriores , las relacio
nes y la aptitud que debe hallarse entre el conoscente y lo
cosnoscible, forzoso es admitir que el hombre es la obra del'
acaso ó de los átomos, es decir, de causas soberanamente es
túpidas y materiales, que, obrando ciegamente, no han podido
establecer relaciones de ninguna especie entre sus obras.
Afirmar lo contrario, seria incurrir en la contradiccion y el
absurdo: seria hacer de esas causas estúpidas y materiales,
causas soberanamente. inteligentes y espirituales: seria hacer
de ellas dioses : seria admitir lo que se habia comenzado por
negar, que el hombre es la obra de Dios. .
El ateo, fundándose en esa negacion y haciendo de ella
su punto de partida filosófico, no sabria encontrar nada que
le asegurase que entre los sentidos y los objetos materiales y cor
porales hay verdaderamente una relacion natural y necesa
ria, obligándole á creer que los sentidos, enseñándole la exis
tencia de la materia y de los cuerpos y su quididad, no le
producen ilusion ni le engañan. No puede estar seguro deque
la materia y los cuerpos que los sentidos le atestiguan como
existentes, existen realmente: no puede afirmar nada como
verdadero y cierto, tocante á los seres materiales y corpora
les, y hele ahí en pleno idealismo.
Lo mismo sucede con respecto á la razon : atestiguándole
como existentes los espíritus y la realidad de sus relaciones
con los demas seres, no puede estar seguro de ningun modo
de esa existencia y de esa realidad. No puede afirmar nada
como verdadero y cierto, tocante á las cosas del orden inte
lectual, espiritual y moral. Se ve, obligado á dudar de todo,
(1) Este pasaje muy notable,de Descartes se halla referido y analizado en
el lugar arriba citado. ., '
— 189 —
de la verdad objetiva', como de la verdad subjectiva, y héle
ahí en pleno escepticismo. En efecto, los verdaderos ateos
no son, en resumen, más que idealistas y escépticos de primera
línea , que confiesan que fuera del yo nada comprenden : to
do les esi nnaccesible é inadmisible que confiesan que; fuera
de su propia existencia , no existe nada para ellos sino en el
estado de ilusion y de sueño-, y que el yo humano es la sola
realidad, la única sustancia, el único Dios. Los escritos de los
ateos y de los racionalistas están llenos de semejantes ase
veraciones y confesiones ; y, forzoso es decirlo, nada hay
más lógico.
Porque, como y a hemos demostrado en la obra ántes citada ,
sin la creencia en Dios , criador y autor de la razon y de los
sentidos del hombre, los siete argumentos que Ciceron , y los
demás escépticos despues de él , han hecho valer en favor del
escepticismo, son insolubles, y el escepticismo mismo es irre
futable é invencible.
Establecido esto , volvamos á los semiracionalistas. Segun
lo que de sí nos han referido ellos mismos, todo su sistema
se reasume en esta proposicion : Por sola su razon , el hombre
puede llegar al conocimiento, no de todas las verdades, pero de al
guna de ellas que más le importa conocer ; y entre esas verda
des se halla la de la existencia de Dios , criador v dueño del
universo.
Verdad es que los semiracionalistas confiesan que por la
razon sola el hombre no puede elevarse más que á un cono
cimiento imperfecto é incompleto de Dios; porque en cuanto
al conocimiento completo y perfecto de ese soberano sér , de
todos sus atributos, de todas sus perfecciones ,, el hombre,
añaden , no puede obtenerle sino por la revelacion bíblica.
Pero al fin es evidente que conocer una cosa sin estar seguro
del objeto de ese conocimiento , no es conocerla del todo.
Afirmando que por sola la razon el hombre puede llegar á
conocer por lo ménos que Dios existe, y que es el criador y el
árbitro del universo, los semiracionalistas se ven, pues, obli
— 190 —
gados á admitir que si el hombre no puede , por sola su razon,
llegar más que á ese conocimiento incompleto é imperfecto
de Dios, al ménos puede tener su certidumbre. Pero no han
concluido de articular esas palabras, cuando Descartes, á
quien tienen algo más que respeto, les gritó : « No sabeis lo que
»os decís; yo sé muy bien lo que digo afirmando que ántes de
• haber conocido de una manera cierta que Dios es el autor de
»la razon, no podemos estar seguros de nada por la razon.
>Hac re ignorata, de nulla alia re possumus essesecuri* . No ha
cen en verdad mucho caso de esa grave observacion del
maestro , y persisten en su afirmativa ; pero eso es admitir
que se puede conocer seguramente á Dios por la razon ántes
de haber establecido sobre una base sólida el título por el
cual la razon es un medio de certidumbre; es colocarse en el ter
reno mismo de los ateos , es atribuir á la razon incierta por
sí misma el poder de crear la certidumbre , es querer ha
cer la certidumbre con los elementos del escepticismo , es ser
absurdos.
Sólo el método tradicional puede poner á la razon á cu
bierto desemejantes inconvenientes. Segun ese método, todo
hombre encuentra desde su nacimiento, en la sociedad en
donde ha nacido, el conocimiento del Dios criador, dueño del
hombre y autor de su razon : conocimiento que la tradicion
ha propagado y conserva en toda sociedad. Desde los prime
ros pasos que da en el sendero de la vida, encuentra en ella
esa grande é importante verdad , ántes de que se tome ni
piense en tomarse el trabajo de buscarla. Por ese medio tan
sencillo y tan natural de la tradicion social, de que ella es autora,
la divina sabiduria sale al encuentro del hombre como una madre
que se honra con instruir á su hijo (Sab.), é ilumina á todo hom
bre que llega á este mundo. (San Juan .) Sobre la autoridad de esa
revelacion humana, que no es más que el eco prolongado de
la revelacion divina , que Dios ha hecho á la humanidad des
de el origen del mundo, el hombre cree en la existencia de
una relacion natural que habria establecido su mismo divino
— 191 —
autor entre la razon y las cosas intelectuales , como así bien
entre los sentidos y las cosas sensibles ; cree en la competen
cia de la razon bien razonadora para decidir sobre la verdad;
cree en la aptitud de la razon formada por la sociedad, para
explicarse los conocimientos divinos que le rodean , para des
pojarlos de las exageraciones ó de los errores de que pueden •
bailarse mezclados por la imperfeccion ó por la falta del me
dio puramente humano que pueden haber atravesado; y cree,
en fin , en ella para concluir en la necesidad de una revela
cion más pura, más completa y más perfecta, para dispo
nerse á recibirla por la buena fe, á solicitarla por el deseo ó
por la oracion, y para llegar por fin al Cristianismo , en donde
únicamente se encuentra semejante revelacion , que la bon
dad de Dios no rehusa jamás á la criatura inteligente que la
espera de él y se la pide. Y por medio de esos preámbulos de
una fe natural, de una fe humana, llega á la fe sobrenatural
y divina , la única que puede suministrarla la verdad pura, la
verdad
Y no entera
hay que, laescandalizarse
verdad cierta de que,
una certidumbre
segun el método
absoluta.
tra-

dicionalista , la razon , sin demostracion preliminar , tome su


punto de partida de la creencia en Dios , criador y autor de
la razon; es decir, en la fe. Porque, segun el método semira-
cionalista , la razon se ve obligada á sufrir la misma ley y á
someterse á la misma condicion. No se puede demostrar
nada sino partiendo de un principio que no se demuestra,
que se admite sin demostracion , como un hecho cuya razon
intrinseca se ignora ; en una palabra , como un principio de
fe. En efecto, afirmando que la razon sola , fuera de toda re
velacion y de toda tradicion, puede llegar á un conocimiento
cualquiera de Dios , criador y autor de la razon , los semira-
cionalistas no pueden, como se acaba de ver, apoyar sobre
la fe de Dios, criador y autor de la razon, la competencia, la
aptitud de la razon para apoderarse con certidumbre de esa
grande verdad ; porque para ellos ese conocimiento no pre
cede á la razon , sino que es el resultado de los esfuerzos, es
— 192 —
la conquista de la razon j- sfe ven , pues, obligados á fundar
sobre la razon misma esá! competencia , esa aptitud de la ra
zon para apoderarse de la verdad ; se ven obligados á admi
tir esa competencia como un hecho indemostrable é indemos
trado ; se ven obligados á admitirle como un principio de fe,
• al que la razon no puede sustraerse, so pena de marchar
algun tiempo á tientas é ir á espirar en la duda ; y por eso
los escépticos se niegan á admitir sin razon esa competencia,
esa aptitud de la razon que no hay medio de razonar con
ellos, y que, atrincherándose en ese terreno, son irrefutables.
Luego si estas hermosas palabras del Profeta : «Es preciso
comenzar por creer para llegar á comprender: Nisi credide-
ritis non intelligetis, son una ley de inteligencia humana , si en
todos los sistemas, en todos los métodos , la creencia en una
cosa no demostrada es el principio, la condicion sine qua non
de toda demostracion; si, en fin , la fe debe preceder siempre
al conocimiento, ¿con qué derecho los semiracionalistas cen
suran á los tradicionalistas el tomar su punto de partida en la
fe, pues que el suyo es siempre tambien la fe?
Además, como el punto de partida que el tradicionalismo
asigna á la marcha del espíritu humano no está más que en
la fe del Dios criador y autor de la razon , y sólo se apoya en
el testimonio y autoridad de la sociedad , es un punto real,
cierto, sólido, pues que el mismo semiracionalismo reconoce
con un candor admirable que la tradicion precede siempre y por
todas partes á la razon ; que la razon no está jamás sola, que está
siempre y por todas partes acompañada de las luces de la ense
ñanza divina y que toda razon es enseñada; miéñ tras que el
punto de partida que el semiracionalismo asigna á la marcha
del espíritu humano, se pone én contradiccion consigo mismo,
porque siendo la razon sola , y hallándose la razon desprovista
de todo conocimiento positivo que provenga de lo exterior,
es decir , la razon sin ningun derecho á tener fe en sí misma,
su punto de partida es débil, incierto y quimérico. Por ma
nera , que él tradicionalismo tiene por base la fe social , mién
— 19o —
tras que el semiracionalismo no tiene otra base que la duda
individual , la nada. El uno busca y adquiere la certidumbre
por la fe, el otro por la duda; el uno se comprende y el otro
no; el uno es sencillo, natural, el otro facticio, y fuera de to
das las condiciones de la naturaleza ; el uno es coherente, el
otro contradictorio; el uno es razonable, el otro absurdo.
Lógicamente absurdo por sus principios y por sus doctri
nas, el semiracionalismo no puede contar ya con las autori
dades que invoca , y que , lejos de serle favorables , están
contra él. Vamos á probarlo; pero no hay que esperar que
refutemos todas las interpretaciones extrañas que da á los
pasajes de los autores á quienes ha pedido proteccion y el
auxilio que no encuentra en sí mismo ; en primer lugar,
eso seria hacer comprar demasiado cara á nuestros lectores
la conviccion que ya deben tener de que careciendo de base
el semiracionalismo, carece tambien de apoyo ; y en segundo,
las explicaciones que vamos á dar de algunos de esos pasa
jes, bastarán para probar que se ha abusado groseramente
en la interpretacion de los demás. Crimine ab uno disce omnes.
CAPITULO IV.

PASAJES PRINCIPALES DE LA SAGRADA ESCRITURA Y DE LOS PADRKS,


QUE EL SEMIRACIONALISMO
RACIONALISMO ES GROSERAMENTE
OPONE OBTUSO.
AL TRADICIONALISMO. EL SEMI

S, 1.° Pasaje de san Pablo sobre que se funda el semiracionalismo para lla
marse católico. Verdadero sentido de ese pasaje resultante de las condiciones
de las personas á quienes se dirige. En ese pasaje el Apóstol dice todo lo
contrario de lo que los semiracionalistas quieren hacerle decir. Motivo que
con eso dan á sus adversarios para sospechar que son ignorantes ú hombres
de mala fe.

En el primer capítulo de su admirable Epístola ú los roma


nos, el Apóstol de las gentes ha dicho: «La cólera de Dios se
i revela desde el cielo sobre toda la impiedad y la injusticia
»de esos hombres que retienen la verdad de Dios en la injusticia,
¡porque lo que es conocido de Dios está maniñesto en ellos, por-
»que Dios se lo ha manifestado. Porque lo que hay de invi-
«sible en él, desde la creacion del mundo (segun el texto
» griego), por las cosas que han sido hechas, ha llegado á ser
«visible su poder eterno y su divinidad ; por manera, que son
«inexcusables, porque habiendo conocido á Dios, no le han
«glorificado como Dios , ó no le han dado gracias, sino que se
«han desvanecido en sus pensamientos, y han endurecido su'
• insensato corazon. Llamándose sabios, han llegado á ser lo-
»cos». (V. 18-22.) Pues bien: en este texto se apoyan los
nuevos semipelagianos para concluir que nada es más ver
dadero y más conforme á la doctrina católica que el sistema
que reconoce en sola la razon el poder de llegar á ciertas
verdades primeras, pues que, segun san Pablo, la razon aislada
— 195 —
de todo hombre , independientemente de toda revelacion ex
terior, y por solos sus esfuerzos, sin más que considerar la
obra de la creacion , puede elevarse al conocimiento de los
principales atributos de Dios. [Valor de la razon.) Pero nada
hay más evidente falso que ese raciocinio. Algunas observa
ciones bastarán para hacer justicia á esa pretension, que atri
buye á san Pablo una afirmacion que carece de sentido, ó
un razonamiento absurdo.
Está bien claro que en ese pasaje notable san Pablo no habla
del hombre en general, sino de ciertos hombres en particular:
Eorwm hominum, cuya impiedad é injusticia retenian oculta
la verdad de Dios injustamente. Tambien está muy claro que
tampoco habla de los gentiles en general, sino de aquellos gen
tiles en particular, que despues de haber conocido manifiesta
mente la unidad , el poder y la eternidad de Dios , de una
manera que no admitia excusa su obstinada ignorancia, le
rehusaban el debido homenage de su espíritu y de su corazon,
se evaporaban en el exceso de su orgullo, se endurecian en
su impiedad , y llamándose sabios se habían convertido en lo
cos: Dicentes seesse sapientes , stulti facti sunt. Es decir , que san
Pablo habla aquí de los filósofos paganos, principalmente de
Jos de Grecia en Roma ; y, como nos enseña la historia de la
misma filosofía antigua , semejante pintura no puede conve
nir más que á aquellos filósofos. Esa es la opinion de todos los
intérpretes.
En segundo lugar, esos filósofos habian nacido en Atenas
ó en Roma , centros de la antigua civilizacion pagana , en
donde (como nos lo prueban los escritos de los poetas que
precedieron á los escritos de esos mismos filósofos), las pala
bras de Dios criador, Dios árbitro, supremo y gobernador del
mundo , y de sus perfecciones , se hallaban en los labios de
todos ; como tambien las ¡deas encerradas en esas palabras,
que habian sido trasmitidas, esparcidas y mantenidas por el
lenguaje y la tradicion, se encontraban en el ánimo de todos.
Aquellos filósofos conocian, pues, á Dios y sus principales
— 196 —
atributos por medio de la revelacion doméstica y social, ántes
de hacerlos asunto de sus especulaciones filosóficas ; gozaban
del uso completo de la razon , ántes de haber comenzado á
razonar acerca de ellos. Por consiguiente, su razon no era,
como suponen gratuitamente los semiracionalistas , la razon
aislada, la razon sin ninguna nocion de Dios, del alma y de
la ley: la razon que todavía no era razon; sino que era la
razon en el estado de su desarrollo completo , la razon enri
quecida con todas las nociones, con todas las ideas que toda
razon encuentra naturalmente, y áun por necesidad, en toda
sociedad, aunque sea bárbara, y mucho más en toda sociedad
civilizada.
En tercer lugar, este hecho se halla confirmado de una
manera perentoria y fuera de toda duda , por la confesion for
mal quede él han hecho esos mismos filósofos ; porque, como
vamos á ver muy luego, todos han declarado con admirable
franqueza que no es por el raciocinio ni por la considera
cion de las criaturas, sino por la tradicion y la enseñanza de
sus antepasados, por lo que han adquirido las primeras no
ciones del Criador, y que en el hogar doméstico es en donde
han aprendido á conocer á Dios, y las primeras verdades de
la moral y de la Religion. Y siendo así, el semiracionalismo
puede creer sin el menor escrúpulo , que unos hombres para
quienes la humildad no es la virtud predilecta , al hablar de
esa manera han mentido.
En cuarto lugar, en ese mismo pasaje, san Pablo distingue
indudablemente dos especies de conocimientos de Dios : el co
nocimiento general, natural, histórico de ese gran Sér, que ha
sido dado á todo el mundo , que es accesible á todos, porque
las palabras lo que es copíocido de dios : Quod nolum est Dei,
no significan ni pueden significar sino lo que todo el mundo
conoce ó puede conocer tocante á Dios; y el conocimiento de Dios
adquirido , meditado , el conocimiento más exacto , el conoci
miento racional , filosófico, que es el resultado de la reflexion,
del raciocinio y del estudio sobre las criaturas visibles, en las
— 197 —
que se hallan trazados con grandes rasgos los atributos del
Dios invisible.
Por último, extender, como lo hacen los que se llaman ra
cionalistas templados , al hombre en general, á la humanidad
entera , lo que san Pablo dice únicamente de los filósofos, es
atribuirle el haber dicho que el género humano no tenia nin
guna idea de Dios, ántes de haberse aplicado á la contempla
cion de las cosas creadas y de haber descubierto en ellas á
Dios por los procedimientos del raciocinio y de la ciencia, que
son procedimientos muy superiores al alcance de la mayoría
de los hombres : es poner á san Pablo en contradiccion con
Moisés y el Eclesiástico, representándonos á los primeros hom
bres conociendo á Dios por la revelacion que les habia he-
hecho de sí mismo, adorándole, sirviéndole ú ofendiéndole,
ántes que ninguno de ellos se hubiese tomado la molestia de
procurar adivinarle y descubrirle por medio del estudio de la
naturaleza: es atribuir á san Pablo una herejía y una extra
vagancia enorme.
«Pero vosotros, se nos dice, afirmais eso gratuitamente,
porque san Pablo no ha dicho nada.» Es verdad, contesta
mos nosotros , que san Pablo no ha dicho explícitamente eso,
pero lo ha dado bastante á entender. Y por otra parte, ¿para
qué habia de decir san Pablo lo que es tan sencillo y tan fácil de
conocer, loque está admitido y confesado por todo el mundo,
y, lo que todavía es más notable, por los filósofos mismos?
Porque bien pronto los veremos dar, en cuanto á esto, un so
lemne mentís á sus fanáticos panegiristas, afirmando que ellos
no han conocido á Dios sino por el medio con que Dios es cono
cido por todo el mundo : por la instruccion doméstica y la tradi
cion , y no por su razon .
La filosofía misma deLyon , repertorio del semiracionalismo
cartesiano y malebranchiano, habia hecho la misma observa
cion sobre este pasaje de san Pablo : «Por la contemplacion de
las cosas creadas, dice, de la admirable estructura de este mun
do visible y de la armonía de todas sus partes , podemos, es
— 498 —
cierto, demostrar incontestablemente que existe un Dios supre
mo: podemos formarnos en nuestro espíritu una idea más
viva del Criador; pero la consideracion de las cosas sensibles,
aun las más perfectas, y cualquiera reflexion que se haga so
bre ellas , no bastarían para darnos esa hermosa nocion de
Dios, sino hubiese sido precedentemente impresa en nuestro
ánimo por la mano omnipotente de ese mismo Criador, que
en ellas se halla representado. Percibimos á Dios, no sólo
bajo la idea general de causa primera y universal , sino tam
bien bajo la nocion más propia de Dios , de un sér infinito en
sus perfecciones de todo género, absolutamente separado de
toda materia, existiendo de toda necesidad , inmutable, om
nipotente, independiente, eterno, etc. Luego ninguna con
templacion DE LAS COSAS FINITAS Y SENSIBLES PODRIA SUMINIS
TRAR JAMÁS EL CONOCIMIENTO DE SEMEJANTES ATRIBUTOS* (1 ).
Excepto la afirmacion de que la idea de Dios se halla escrita en
nosotros por la mano del mismo Dios, afirmacion que pertenece
al sistema de las ideas innatas, que la filosofía cartesiana de
Lyon sostiene tenazmente contra el mismo Descartes, el pasaje
de esa filosofía que se acaba de leer es admirable por su
sentido y verdad. Así, la divergencia entre los semiraciona-
listas y tradicionalislas, es que, para aquellos, la idea primera
de Dios es innata, y que para éstos nos proviene de la en
señanza social. Mas en cuanto á la doctrina de que esa idea
no se obtiene, ni puede obtenerse, por la contemplacion de la
naturaleza , y que el texto de san Pablo alude al conocimiento

(I) Et mirabili hujus mundi aspectabilis compage partiumquo omnium


concentu invicte quidem demonstratur existere supremum aliquod Numen,
rerumque creatarum contemplatione in mente vivídior fit ipsius Creatoris idea;
sed rerum sensibilium vel maxime perfectarum intuilus non sufficeret ad pra>
claram hanc notionem , ope reflexionis adquirendam , nisi ipsa Creatoris, quem
representat, omnipotenti manu mentibus nostris inscripta fuisset. Deum per-
cipimus non tantum sub idea generica Causa; primae et universalis, sed etiam
sub ratione magis accurata Entis in omni perfectionum genere infiniti , ab omni
prorsus materia secreti, necessario existentis , inmutabilis, omnipotentis,
aeterni , etc. Hoec autem atribula nullius rei sensibilis et finitce contemplatio
exhibere potest. (Metaphys. Special.: Parte II , Disert. u.)
— 199 -
demostrativo , científico de Dios, y no á su nocion primera, es
una doctrina bien establecida y folmalmente reconocida y con
fesada por la escuela semiracionalista toda entera (1). Es,
pues evidente que oponiéndonos ese texto, esa escuela se
coloca en contradiccion consigo misma , y vende á buen pre
cio sus propios principios y sus propias doctrinas.
Pero ¿qué necesidad tenemos de ir á pedir á la escuela
semiracionalista la prueba de que nuestra manera de inter
pretar ese pasaje del Apóstol es la verdadera, puesto que te
nemos en nuestro apoyo la autoridad de santo Tomás? Para
probar que la existencia de Dios es una verdad que puede ser
demostrada: UtrumDeum esse sit demonstr ahile , el Doctor angé
lico ha citado ese texto de san Pablo: «Si la existencia de
Dios, dice, no pudiese ser demostrada , no seria verdad lo

(i) Un sabio semiracionalista ha reconocido tambien esta verdad: «Escri


tores muy graves establecen el principio de que, segun la Sagrada Escritura, co
nocemos á Dios por medio de la creacion y de las criaturas, ¡nvisibilia Déi
per ea qum facía sunt intellecta conspiciuntur, nos dice el grande Apóstol.—
Aquí es necesario hacer distinciones importantes. Es cierto que nos elevamos á
Dios por el espectáculo de la creacion : ese es un procedimiento del espíritu hu
mano que nos da pruebas admirables de la existencia y de las perfecciones de
Dios. Mas en esas consideraciones, en todas esas pruebas, tan hermosas y tan
ciertas, no se halla supuesta la idea de Dios? La idea de Dios, ¿no es ante
rior á todos los raciocinios por medio de los cuales nos demuestra su existen
cia?» Asi, el semiracionalismo ha reconocido que, segun san Pablo, pode
mos por el espectáculo de la naturaleza demostrarnos de una manera cierta
la existencia de Dios, tener pruebas admirables del conocimiento científico de
esa verdad , pero que la nocion primera de esa verdad no se obtiene por ese
medio , sino que siempre se supone. Pero en este lugar, el autor semiraciona
lista se refuta y contradice á sí mismo , porque emplea dos páginas en probar
que esa nocion primera, que se supone, ántes de que procuremos buscar su
prueba en la creacion , la obtenemos por otros raciocinios que nos hacemos,
siendo así que ha dicho (lo cual es verdad) que esa nocion es anterior á todos
los raciocinios. Hubiera salido del apuro reconociendo que esa nocion pri
mera , siempre supuesta y anterior ú todos los raciocinios, nos viene de la ense
ñanza social. Pero entóneos hubiera dado la razon á los insensatos tradiciona-
listas, y atentado contra la dignidad de la razon. ¡Antes la contradiccion y el
absurdo, habrá dicho para sí, qué cometer semejante maldad... ¡Qué concien
cia tan escrupulosa... ¡Qué almas tan generosas, que todo lo sacrifican á la dig
nidad de la razon, hasta el honor de su propia razon...
— 200 —
que ha afirmado el Apóstol , de que los atributos invisibles de
Dios pueden ser claramente comprendidos por las cosas crea
das : Sed contra est quod Apostolus dicit : Invisibilia Dei, etc. Sed
hoc non esset nisi per ea quce facta sunt possit demonstrari Deum
esse. Luego, para santo Tomás, san Pablo no hubiera afirma
do en ese pasaje que el hombre puede, por el espectáculo
dela naturaleza, elevarse á la idea de Dios, de que no habria
tenido ninguna idea, sino que san Pablo hubiera afirmado,
que por ese medio el hombre puede demostrarse incontes
tablemente la existencia del Dios por otra parte conocido; lo
cual nadie niega, y los tradicionalistas ménos que ningun
otro filósofo. Mas prosigamos.
Todo hombre (como ya hemos demostrado en nuestras Con
ferencias, tomo i, Conferencia I, y tomo ni), al entrar en este
mundo , viviendo en el seno de una familia, en medio de un
pueblo, conoce, ve las verdades esenciales que ha recibido
por la educacion y el trato con sus semejantes , tan natural
mente como aspira el aire, y es alumbrado por la luz: diciendo,
pues , que los filósofos paganos han conocido las perfecciones
invisibles de Dios por el estudio de las criaturas visibles , san
Pablo ha supuesto seguramente que aquellos filósofos ha
bian tenido ya, en la sociedad y por la sociedad en que habian
nacido y habian crecido , el conocimiento histórico de Dios y
de sus leyes; y, por consiguiente, el conocimiento que, segun
san Pablo, pudieron sacar de la contemplacion de la natura
leza, no es el conocimiento primero que tenian en comun
con todo el género humano , sino un conocimiento secunda
rio, más exquisito y más desarrollado. En efecto, se apoyaba
además en la demostracion , en la reflexion , en el raciocinio y
en el estudio, por los cuales lo que de Dios es conocido por todo
el mundo: Quod notum est Dei, llega á hacerse más claro, más
cierto, más demostrado , y llega á ser manifiesto para el filó
sofo que hace un uso legítimo de su razon: Manifestum est
in Mis.
Esto supuesto, el pasaje de san Pablo, de que tanto abusan
— 201 —
los semiracionalistas , aparece coa claridad resplandeciente y
confirma la doctrina tradicional en vez de destruirla. Porque
en ese pasaje, san Pablo ha afirmado que, además de la re
velacion general y tradicional de Dios , que es patrimonio de
todo el mundo, Dios habia concedido á los antiguos filósofos,
que estudiaban la creacion y sus obras, una revelacion par
ticular: la revelacion racional, por medio de la cual, lo que
era conocido de Üios por: todo el mundo, y por consiguiente tam
bien por ellos, habia llegado á ser manifiesto é incontestable para
ellos : Quod notum est Dei , manifestum est in illis ; Deus enim
illis manifestavil. Lo cual se halla además confirmado por la
historia de la Filosofía , la que nos enseña que por la existen
cia de los efectos particulares demostraba Platon la existen
cia de una causa universal , que por la existencia del movi
miento de los seres secundarios demostró Aristóteles la exis
tencia de un motor primero, y que por el hecho del orden
del universo Ciceron demostró el poder y la sabiduría de un
Ordenador supremo. Luego san Pablo pudo concluir que
esos filósofos fueron de todo punto inexcusables por haber
negado al Dios único, todo poderoso y eterno, la adoracion
que sólo á él es debida , pues que con tanta evidencia le ha
bian conocido por medio de una doble revelacion ; por haber
preferido las dudas de sus pensamientos orgullosos á la cer
tidumbre que resultaba de ese doble testimonio; por haber
retenido cautiva en sí mismos la verdad, que tan evidente
mente habian conocido , en vez de predicarla á todo el
mundo ; por haber, con la más palpable impiedad , con la más
repugnante injusticia , persistido en el culto sacrilego del hom
bre, de los cuadrúpedos, de las aves, y hasta de las serpien
tes ( F. 23) ; por haber trasformado la verdad de Dios en
mentira, y adorado y servido á la criatura en vez del Cria
dor (F. 25) ; por haber hecho, no tan sólo por sí mismos co
sas abominables, sino tambien aprobado á los que las hacian,
despues de haber conocido que, segun la justicia de Dios, los
que hacen semejantes cosas son dignos de muerte (F. 32).
— 202 —
« Por eso, dice además san Pablo, Dios los ha entregado á los
de seos impuros de su corazon , por los cuales se han ultrajado
á sí mismos en sus cuerpos [V. 24): los ha abandonado á pa
siones ignominiosas, de manera que cometiesen las mayores
torpezas contra la naturaleza , á que todo el mundo tiene
horror (V. 26, 28.); y así es que, juguetes de todos los erro
res con relacion al espíritu , han caido en todos los errores
con relacion al corazon ; y los que se llamaban los más enten
didos y más sabios, llegaron á ser los más insensatos y los
más malvados de los hombres» ( V. 27, 28, 30, 31 , 32). Hé ahí
lo que ha dicho san Pablo, y desafiamos á cualquiera á que
dé á estas palabras del grande Apóstol otro sentido que sea
más claro, plausible y verosímil.
Lejos , pues , de probar que por la razon aislada y com
pletamente extraña á toda revelacion directa é indirecta de
Dios , el hombre puede elevarse al conocimiento de Dios , ese
pasaje de san Pablo prueba, por el contrario, que hasta la
razon formada por la sociedad, hasta la razon ilustrada y
que conoce á Dios por medio de la revelación social y del
espectáculo de la naturaleza , acaba siempre por evapo
rarse y perderse en cuanto renuncia á toda ley social y na
tural, en el momento en que se reduce á sí misma y se
atrinchera en sí. Entónces concluye por despreciar al Dios
que habia conocido, y por caer en el ateismo y en la idola
tria. ¿Es acaso por ignorancia ó por mala fe, por lo que los
semiracionalistas no han encontrado en ese pasaje de san Pa
blo nada de lo que realmente contiene , y han visto lo que
no se encuentra en él? No nos atra vemos á decidirlo, y nos
limitamos á decir: ¡Hé ahí el buen uso que esos señores ha
cen de su razon y de su ciencia bíblica al citar ese pasaje
en apoyo de su doctrina, y fijándose en él con aire de
triunfo!
— 20o —
§ 2.° Otro pasaje de san Pablo que los semiracionalistas invocan en su favor;
se le explica en su verdadero sentido, con auxilio de santo Tomás. Manera
evidentemente falsa y absurda con que los semiracionalistas le entienden.
Hacen de san Pablo el verdadero autor de la herejía de Pelagio; abusan de
ese texto de la manera más deplorable.

No son más felices cuando citan con el mismo objeto y con


la misma seguridad este otro pasaje de san Pablo: «El que
ha pecado sin la ley, perecerá sin la ley ; y el que ha pecado
bajo la ley, será juzgado por la ley. Porque los gentiles que
no tienen la ley, hacen naturalmente lo que es segun la ley,
porque no teniendo la ley, son ellos mismos la ley , y mos
trando la obra de la ley escrita en sus corazones , su concien
cia les da testimonio de sus pensamientos, acusándose y de
fendiéndose una á otra». (Rom. II: V. 12, 14 y 15.) Pues
bien , los semiracionalistas han argumentado así : «Segun san
Pablo, los gentiles, extraños á toda ley, hacen naturalmente lo
que es segun la ley: perecen si no lo hacen, porque no pue
den alegar ignorancia, pues que, segun el referido Apóstol,
son ellos mismos la ley, y manifiestan conocer sus deberes,
como que se hallan escritos en sus corazones, sugeridos por
su conciencia, y castigados por los remordimientos. Luego si
estoes verdad, los gentiles, extraños á toda ley, y, como ob
serva santo Tomás comentando ese pasaje , extraños á toda
enseñanza exterior de la ley : Absque exteriori lege , no han
podido adquirir más que por su propia razon ó por el es
tudio de sí mismos, el conocimiento de esa ley, de que ma-
niGestan tener el sentimiento en sus corazones. Luego, segnn
san Pablo, el hombre aislado, extraño á toda revelacion de
Ja ley, puede, por sólo sus medios, llegar al conocimiento de
la ley y al conocimiento de Dios , autor de la ley. Luego los
tradicionalistas , no reconociendo otro principio del conoci
miento primero de Dios y de la ley, que la tradicion y la re
velacion , se hallan en contradiccion evidente con san Pablo,
y su doctrina no es la verdad » .
Hé ahí el modo de arguir de los semiracionalistas sobre
— 204 —
ese pasaje de san Pablo, que, lejos de haberle debilitado, he
mos reducido en forrua, y presentado con la claridad y pre
cision que no tiene en el libro Del valor de la razon , para no
quitarle nada de su fuerza.
Ese argumento es, en efecto, muy sólido; no tiene más que
un inconveniente , y es el de estar fundado sobre una igno
rancia completa , verdadera ó fingida , de las circunstancias
en que san Pablo habló de ese modo, y del verdadero senti
do de las palabras de que hizo uso. Por consiguiente , ese ar
gumento tiene el pequeño inconveniente de apoyarse como
por base en un sofisma. Vamos á verlo.
En primer lugar (como ha observado santo Tomás, cuyo
testimonio invocan los semiracionalistas en favor de la inter
pretacion que han dado al pasaje en cuestion), el Apóstol no
habla en él de los gentiles en general, sino únicamente de los
gentiles que acababan de convertirse á la fe cristiana [i). En se
gundo lugar, la ley de que se trata en ese pasaje no es más
que la ley de Moisés, que los gentiles no habian recibido,
porque no habia sido dada más que á los judíos (2), y de que
los judíos que habian llegado á ser cristianos, pero envane
cidos por la revelacion que Dios les habia hecho por medio
de sus profetas , formaban un motivo de vanidad , y de des
precio para con los cristianos procedentes del paganismo. Le
jos , pues, de haber hablado de los gentiles privados de todo
conocimiento de Dios y de sus leyes , que habia tenido y de
bido tener por la tradicion social , habla en él de los gentiles
hechos cristianos , que habian recibido ya las revelaciones di
vinas del Evangelio, es decir, los gentiles que sin haber sa
bido jamás por un testimonio exterior la ley de Moisés propia
mente dicha , cumplian todos sus preceptos morales , que son

(1) Loquitur de gentilibus ad fidem contersis. (ln Epist. ad romanos:


Cap. íi, Sec. 111.)
(2) Dicit legem divinam quam gentes non acceperunt: non enim gen
tilibus data, est lex,sed Judaiis secundum illud (Ecclcs.: xxiv, 23.): Legem
mandayit Moyses, et haeredilatem domui Jacob et Israel promissiones. (Ibid.)
— 205 —
en el fondo los mismos en la ley llamada natural , y con mu
cha más razon en la ley evangélica.
En cuanto á las palabras : Hacen naturalmente lo que es se- .
gun la ley: Naturaliter ea quce legis sunt, faciunt, san Pablo
no ha podido querer decir que los nuevos convertidos cum
plían la ley, con exclusion de todo auxilio de la gracia. Eso hu
biera sido predicar el pelagianismo. * La palabra natural
mente, dice además santo Tomás, debe entenderse en este
sentido : Que los gentiles cristianos cumplian la ley por la
naturaleza reformada por la gracia; porque sólo habla de los
gentiles convertidos al Cristianismo, que habian recibido el
bautismo y comenzado ya á observar los preceptos morales,
con el auxilio de la gracia de Jesucristo ; ó bien esa palabra
naturalmente, prosigue santo Tomás, significa que los gentiles
cristianos observaban esos preceptos en virtud de la ley na
tural que conocian ántes de hacerse cristianos , y que les in
dicaba lo que debe hacerse ; pero la palabra naturalmente, no
excluye la necesidad de la gracia que mueve el sentimiento y
la inclinacion á la observancia de la ley» (1).
Por esas explicaciones, fundadas en el texto mismo, su
sentido llega á ser muy claro. Del mismo modo que en el
primer capítulo de la Epístola á los romanos san Pablo quiso,
como acabamos de ver, reprimir la vanidad que los paga
nos convertidos al Cristianismo ostentaban del saber de los
filósofos , sus maestros , para no creerse inferiores á los neó
fitos procedentes del judaismo; así, como en el segundo ca
pítulo de la misma carta, san Pablo quiso reprimir la vani
dad que los judíos cristianos fundaban en las revelaciones de
Moisés, su legislador, para despreciar á los neófitos proce
dentes del paganismo ; les decia : « No teneis razon en creeros

(i) Unde exponendum est naturaliter, id est, per naturatn gratia refor-
matam, loquitur enira de genlilibus ad fidem conversis, qui auxilio gratia
Chrisli caeperunt moralia legis observare. Vel potest dici naturaliter, id est,
per legem naturalem , ostendens eis quid sit agendum... et tamen non excludi-
tur quin necessaria sit gratia ad movendum affectum. (Eccles.: xxiv, 23.)
— 206 —
superiores á esos hermanos cristianos, hace poco idólatras;
porque si no han recibido la revelacion mosaica, que forma
vuestra gloria, han tenido la revelación de la ley natural:
per legem naturalem , que les ha enseñado los mismos pre
ceptos morales que vosotros habeis aprendido por la ley de
Moisés; y áun cuando hubieran sido extraños á la enseñan
za exterior de esa ley: Absque exteriori audita legis (santo
Tomás), no por eso conocen ménos los mismos preceptos
por medios muy naturales [naturaliter) ; es decir, por la tra
dicion social, por la enseñanza doméstica, medios perfeccio
nados, engrandecidos, asegurados por la revelacion evan
gélica. Y con el auxilio de la gracia, no observan ménos esos
preceptos, no poseen ménos, escrita en sus corazones, esa
ley natural que os gloriais de poseer, escrita en unas tablas
de piedra : no son ménos instruidos por su ciencia , que vos
otros por los libros de la Ley : no son ménos por sí mismos una
ley viviente : no participan ménos de las ventajas que vos
otros habeis obtenido por la circuncision (san Pablo: Cap. n,
versículo 26): no son ménos verdaderos hijos de Abrahan
(versículo 28).
Hé ahí lo que ha dicho san Pablo en ese pasaje. Es pre
ciso, pues, ser muy atrevido para encontrar en él lo que el
grande santo Tomás no ha encontrado, y para hacer de santo
Tomás el propagador de la opinion racionalista; es necesa
rio ser muy intrépido para afirmar que por ese pasaje san
Pablo ha supuesto que el hombre aislado, el hombre extraño á
toda revelacion social , á todo conocimiento de Dios y de sus le
yes (que todo hombre que viene á este mundo encuentra
en la sociedad) , puede , por sólo sus medios , elevarse á ese
conocimiento , y que independientemente de toda instruccion
preliminar (único medio que le enseña el lenguaje y al mis
mo tiempo le da las primeras nociones del órden intelectual
y moral), puede formarse por sí mismo esas nociones y lle
gar á ser su propia ley ; es decir , puede afirmar que san Pablo
era racionalista puro. Porque esa doctrina del hombre, que
— 207 —
no busca más que en sí mismo toda verdad y toda ley, y que
se hace él mismo su ley y su verdad , es , como ya se ha visto,
el racionalismo puro, el racionalismo 61osófico y absoluto.
Y obsérvese además, que esos mismos gentiles, de quienes
san Pablo ha dicho que sin tener la ley hacen naturalmente lo
que es segun la ley, y son ellos mismos una ley, están justificados
delante de Dios, segun san Pablo , aunque jamás hayan oído ha
blar de la ley , son preferibles á los mismos judíos , que, ha
biendo recibido de la ley la circuncision, no observan la ley,
y un dia serán tambien sus jueces (V. 2o, 26, 27). Pues
bien : si, como pretenden los semiracionalistas, san Pablo no
ha hablado en ese pasaje de los gentiles cristianos que no
habian aprendido la ley de Moisés, sino de los gentiles en el
estado puramente natural, de los gentiles extraños á toda no
cion de Dios (ántes de haberse formado una en sí mismos) y
hasta
mos, sau
á la Pablo
lev natural
habriaántes
enseñado
de haberla
de la encontrado
manera másenexplícita
sí mis-

que el hombre, entregado á sí mismo, no sólo hubiera des


cubierto ciertas verdades morales, sino todas las verdades mo
rales (lo cual no se atreven á sostener los semiracionalis
tas); hubiese afirmado que el hombre, no sólo habria adivi
nado la ley y se habria formado una independientemente de
toda enseñanza exterior , sino que hubiera podido cumplir la
ley divina , justificarse y salvarse sin el menor auxilio de la
gracia. Pero eso, no sólo es el racionalismo más absoluto, si
no el pelagianismo puro. Hé ahí, pues, que, segun los seño
res semiracionalistas, san Pablo preludió, como observa
santo Tomás (i ), la grande herejía de Pelagio : hé ahí al mis
mo san Pablo trasformado en pelagiano: hé ahí á san Pablo,
el evangelista, el apologista, el panegirista de la gracia, ne
gando la necesidad de la gracia, para el cumplimiento entero

(1) Sed quod dicit naturaliter dubilationem habet videtur enim patrocina-
ri Pelagianis, qui dicebant quod homo , per sua naturalia, potest oinnia pran-
cepla legis servare. Uiide exponendum est naturaliter, ¡d est, per naturam
gratia reformatam. (Loe. cit.)
— 208 —
de la ley, para llegar á la justificacion y á la salvacion: hé
ahí á san Pablo hereje y en contradiccion consigo mismo !
Eso.es en extremo grave , mucho más grave de lo que se
piensa. Estamos muy distantes de sospechar que los semira-
cionalistas sigan el pelagianismo , y de creerlos imbuidos de
ese error colosal, de que sin apercibirse quizá, acusan al
mismo san Pablo. Pero es imposible á todo hombre reflexivo
y lógico el no entrever en las doctrinas de esos impruden
tes católicos algo falso y temerario, algo de conforme á las
doctrinas de los pelagianos, de los semipelagianos y jansenis
tas; algo que sirve de apoyo y de incentivo á los errores de
esos sectarios; y algo , en fin , que justifica la calificacion que
les hemos dado de semipelagianos de la filosofía.
Es, pues, indudable que en el pasaje que acabamos de
citar, san Pablo no ha hablado más que de los gentiles cris
tianos: que los semiracionalistas le hacen hablar en el de los
gentiles paganos: que san Pablo no ha hablado más que de la
ley de Moisés , y que los semiracionalistas le hacen hablar de
la ley natural: que san Pablo no ha hablado más que en el
sentido moral, y que los semiracionalistas le hacen hablar en
sentido filosófico; es evidente que san Pablo no ha hablado
más que de la espontaneidad, de la facilidad, con las que,
ayudados por la gracia , hasta los gentiles extraños al mo-
saismo pueden cumplir las leyes morales dadas á los judíos,
y santificarse y salvarse tan fácilmente como los judíos;
mientras que los semiracionalistas le hacen hablar de la po
sibilidad, de la facilidad con que todo gentil, todo hombre,
puede, con sólo su razon, encontrar la ley y cumplirla sin la
gracia. En fin, san Pablo ha hablado como discípulo de Je
sucristo, y los semiracionalistas le hacen hablar como maes
tro de Pelagio y de M. Cousin. Jamás, preciso es convenir
en ello , se ha hecho semejante abuso de la palabra inspirada:
jamás se han falseado tan completamente los textos bíblicos.
Todos los demas textos de la Escritura que los semiraciona
listas citan en su favor, son interpretados por ellos con la
misma ligereza y presentados con el mismo aplomo. Y eso,
les volvemos á preguntar, es ignorancia ó mala fe? ¿No ha
brá un poco de una y otra? Nos abstenemos de decidir so
bre este punto, y sólo recordarémos que M. Bigault ha lla
mado un libro juicioso y liberal para, la razon á la informe
rapsodia, al libro pesado é indigesto que contiene semejan
tes enormidades. Pase la palabra liberal para la razon, pero
la de juicioso no puede tomarse con seriedad.

§ 3.° Falsa interpretacion que el semiracimalismo da tambien á un pasaje


de santo Tomás tocante al hombre criado en las selvas. El grande Doctor ha
dicho en ese pasaje todo lo contrario de lo que el semiracionalismo quiere
hacerle decir. Dos clases de salvajes y su condicion bajo el punto de vista
filosófico y teológico. Hasta la guia de la luz natural nos viene de la socie
dad. La manera con que el tradicionalismo explica el hombre salvaje es la
única razonable. Respuesta á esta objecion : uLos Padres y los Doctores hablan
de la razon como de un dón de Dios , y no como de un resultado de la
instruccion» .

Habiendo atribuido herejías á san Pablo, no es extraño


que el semiracionalismo haya atribuido contradicciones á
santo Tomás.
■ En un tratado especial sobre la fe (dice el autor Del va
lor de la razon) , santo Tomás fija su consideracion en un hom
bre alimentado y criado en los bosques , entre los lobos y
las fieras , privado de toda enseñanza , y desde su primera
infancia aislado de' toda sociedad humana, porque supone
que no ha tenido medio alguno humano de aprender ningu
na verdad de la fe. Pues bien: segun el santo Doctor, ¿qué
puede saber un individuo en semejantes condiciones? Puede
tener, segun santo Tomás, la luz de la razon natural, puede
tener el uso de la razon, puede, en fin, tener el conocimiento
de lo que es bueno y de lo que es malo, pues que puede, y
debe, hacer el uno y evitar el otro. Hé aquí lo que reconoce
FORMALMENTE santo Tomás » (Pág. 81 y 82).
En el lugar aquí citado, sanio Tomás no reconoce formalmente
nada de eso.
u
— 210 —
En la cuestion de Fide, es decir de la fe teológica sobrenatu
ral, divina, en donde sostiene que el hombre debe de toda
necesidad creer explícitamente por lo menos algunas verda
des sobrenaturales para salvarse , ese grande Doctor se en
contró con está objecion por parte de sus adversarios : c Es
posible que un hombre se haya criado en los bosques entre
los lobos, y que, por consiguiente , sin la menor culpa por su
parte, se halle en la imposibilidad de tener el más mínimo co
nocimiento de la revelacion cristiana. Pues bien: si nadie
puede salvarse sin la fe explícita en algunos de los artículos
de esa revelacion , semejante hombre seria necesariamente
condenado sin culpa suya, lo cual es inadmisible. Possibile
est aliquem nutriri in sylvis vel ínter hipos ; et sic erit aliquis ho
mo qui de necessitále damnabitur, quod estinconveniens» . [Quces-
tio de Fide, Art. 11 .)
A lo que contesta santo Tomás: « Si encontrándose un honi-
»bre en semejante situacion sigue la razon natural'con el de-
> seo de hacer el bien y evitar el mal , se debe tener por abso
lutamente cierto, que, ya sea por una inspiracion interior, ya
«sea enviándole algun predicador de la fe, Dios revelaria á
• ese hombre lo que necesariamente debe creer para salvarse-
»5¿ aliquis, taliter nutritus, ductum naturalis rationis sequeretur,
» in appetitu boni , vel fuga mali , certissime est tenendum , quod
» ei Deus , vel per internam inspirationem revelaret ea quw sunt
» ad credendum necessaria, vel aliquem fidet proedicatorem ad eum
idirigeret, sicut misit Petrum ad Cornelium* . (Resp. ad 2.)
Se ve, pues, 1.° Que santo Tomás no ha tratado de tomar
en consideracion la hipótesis de un hombre criado en las selvas y
entre los lobos: ha tomado esa hipótesis como habia sido pro
puesta en la objecion, sin pensár siquiera en discutirla, porque
semejante discusion hubiera sido extraña á la cuestion , y no
ha decidido nada en pro ni en contra , en cuanto á la posi
bilidad ó imposibilidad de esa hipótesis.
2.° En la misma objecion se supone un hombre que no
tiene medio alguno humano de saber la verdad de la fe; pero no
— 241 —
se supone un hombre privado de toda enseñanza, y áun desde
su primera infancia, aislado de toda sociedad humana. Estos por
menores no se encuentran en la objecion : el autor que refu
tamos los ha añadido gratuitamente, de su propio fondo, y ha
hecho la objecion absurda. Porque, como formalmente lo ha
reconocido él mismo, es imposible que un niño abandonado en
un bosque, en medio de los lobos , pueda vivir tres dias, y mu
cho menos crecer hasta la edad de la razon.
3.° La objecion supone, por el contrario, que el hombre
en cuestion no se encontró aislado de toda sociedad humana
hasta despues de haber crecido bastante para aprender á con
servarse, y hasta despues de haber adquirido bastante fuerza
y destreza para luchar con los lobos y las demás fieras. Le
supone , por consiguiente, en una edad bastante madura para
llegar al completo desarrollo de su razon , y para conocer el
bien y el mal, cuyo conocimiento se encuentra en toda familia
y en toda sociedad , formando, como se ha visto, una de las
condiciones necesarias de la razon razonadora , de la razon
formada.
4.° En el pasaje de que se trata , la cuestion es esta: « Ha
blándose establecido como principio que la fe explícita en
«algunas verdades sobrenaturales es absolutamente necesa
ria para la salvacion , ¿cómo se puede absolver de injusticia
» á Dios que condena á un hombre á los infiernos , que , por
«circunstancias independientes de su voluntad , se encuentra
»en la imposibilidad de conocer esas verdades?» Pero la
cuestion es el saber si un niño abandonado en medio de los
bosques y de los lobos puede, por sólo sus medios, fuera de
toda enseñanza, no sólo conservar su vida física, sino tambien
llegar al complemento de su vida intelectual y moral hasta
conocer d bien y el mal , y conducirse segun las luces de la razon.
La cuestion es puramente teológica , de ninguna manera filo
sófica , y no tiene la más mínima relacion con la cuestion en-
tre el semiracionalismo y el tradicionalismo. Se necesita, pues,
ser muy osado para afirmar con tanta seguridad , que en
— 212 —
ese pasaje santo Tomás ha enseñado formalmente que el hom
bre aislado desde su primera infancia de toda sociedad humana y
de toda enseñanza, puede llegar al desarrollo completo de su razon,
hasta el punto de poder conocer el bieny el mal morales y condu
cirse segun las luces de la razon.
No ha necesitado menos valor el mismo autor para em
brollar en veinte y dos largas páginas de la discusion más fas
tidiosa, la cuestion tan sencilla de una docena de hombres
que en la serie de los siglos se han encontrado viviendo ais
lados de toda sociedad humana en medio de los bosques, á la
manera de las fieras. Algunos de esos individuosse han pre-
septado en un estado de selvatiquez completa, y han perma
necido en ella á pesar de los cuidados y afanes que se han
empleado para volverlos al estado de hombres; otros han
dado señales de tener instintos de moralidad , y una idea vaga
de Dios. Por eso se ha conseguido hacerles aprender el len
guaje, instruirlos y humanizarlos. Nada más fácil que la ex
plicacion de semejantes fenómenos.
Es incontestable (y la experiencia de lo que sucede en Chi
na y en otras regiones, en donde se abandona á los niños re
cien nacidos, lo confirma demasiado), que, abandonado en los
bosques en esa edad y en medio de las fieras, el hombre no
puede vivir. Es, pues, incontestable tambien que los salva
jes de quienes se trata en este momento, no han podido ser
abandonados por su padre sino desde los tres á los diez años,
es decir, ántes ó despues de haber aprendido á hablar y de
haber llegado á la edad de. la razon por el desarrollo completo
de los sentidos , que les habrian descubierto las individuali
dades del mundo corporal, y por la instruccion materna que
les hubiera revelado los particulares del mundo espiritual,
Así, es bien sencillo, bien natural y fácil de comprender,
que aquellos á quienes los más tiernos y asiduos cuidados no
han podido vencer su embrutecimiento , y que vueltos á la
sociedad jamás han podido aprender el uso de la palabra y
de la razon , debieron ser abandonados ántes de aprender en
— 213 —
el hogar doméstico á hablar y razonar; que, por el contrario,
aquellos á quienes se ha logrado enseñar el lenguaje y la Re
ligion , fueron separados de la familia en una época más avan
zada de la vida , á saber, en la edad en que ya hablaban, en
que raciocinaban y habian recibido nociones de Dios, del alma
y del deber. Por consiguiente es tambien fácil de compren
der, que para aquellos, habiéndose endurecido los órganos
de la palabra, ántes de que hubiesen aprendido á hablar, y
no habiéndose formado ni completado su razon , á la edad en
que esta se forma y completa por la instruccion, debió llegar
á ser imposible el enseñarles la palabra (I) y las más peque
ñas nociones de los séres espirituales.
Mas para éstos, que habian contraído ántes de su separa-

(1) Eslá probado por la experiencia, que si no se enseña al hombre durante


la infancia á tenerse derecho y á andar , jamás se puede conseguir enseñarle
en la edad madura. Lo mismo sucede con la palabra: el hombre que no ha
aprendido á hablar siendo niño , no aprenderá tampoco siendo hombre. Porque
los órganos de la palabra que se ha descuidado poner en juego cuando por su
flexibilidad eran más aptos para plegarse á todas las inflexiones de la voz , con
traen con el tiempo una rigidez indomable que les hace incapaces de articular
los diferentes sonidos , de los cuales resulta la diferencia de las palabras, y el
mecanismo del lenguaje. En esto no han fijado la atencion los filósofos que han
sostenido el inmenso y peligroso absurdo, deque el hombre ha podido inven
tar el lenguaje; no han pensado que si el hombre hubiese tenido en la edad
madura la idea de inventar una lengua, le hubiera sido fisicameute imposible
hablarla. Así que, no hemos podido leer sin asombro y hasta con sentimiento,
estas palabras de un sabio semiracionalista: Equidem sic existimo, ad abso-
lutam possibilitatem quod attinel hominem per se totuisse ex ¿psa propen-
sione et facultate loquendi quam accepit, delerminaium sensum vocibus quibus-
dam tribuere, et sic sponte sua efformare sermonem (Liberatore, Institut.
Logic.) Esto es, como se ve, decidir ex cathedra, y de una manera terminante,
una cuestion de que ese filósofo no se ha enterado, ni áun comprendido los
más sencillos datos. Así es , que su colega , el autor Del valor de la razon , no
ha podido ménos de desaprobarle en parte , con las siguientes palabras: «Acerca
de la invencion de la palabra, el padre Liberatore va más léjos que nosotros; no
le censuramos , pero no llegamos tan allá por ahora (Pág. 229). Esta última
palabra es poco feliz. Pudiera hacer concebir á los racionalistas puros la necia
esperanza de que, impulsado por la fuerza de sus principios, ese autor semi
racionalista por ahora, pueda llegará ser algun dia un racionalista completo.
Quod Deus ornen avertat.
— 214 —
cion de la sociedad la costumbre de hablar, y que habían
recibido nociones de las cosas del órden invisible, no fué di
fícil reducirlos á recobrar el uso interrumpido de las facul
tades , á cuyo completo desarrollo habían llegado en su in
fancia.
En cuanto á la primera categoria de esos seres desgraciados
no se comprende tampoco , dice el padre Sarti apoyándose
en santo Tomás, que hayan podido crecer y llegar al completo
desarrollo del hombre físico, sin salir de la infancia como
personas morales y espirituales , y que han permanecido
en el estado de una infancia perpétua : In statu perpetua in-
fantice. No han sido, pues , durante toda su vida y hasta su
muerte más que unos niños grandes. Bajo el puuto de vista
teológico, se han encontrado en las mismas condiciones que
los niños que mueren ántes de la edad de la razon, antes de
poder responder á Dios y á la conciencia , de la libertad y de
la moralidad de sus actos: niños, que, bautizados, se salvan
á pesar de su barbarie , y no bautizados siguen la suerte de
los que mueren ántes del bautismo y sin el bautismo.
Mas por lo que hace á los de la segunda categoria, es muy
diferente. Han recibido de la familia , en donde han nacido, y
crecido hasta la edad de su doble completo desarrollo, los cono
cimientos de Dios , del alma , de una ley natural y de la vida
futura, que se encuentran en toda familia, que completan la
razon y constituyen la luz , la guia de la razon natural : Duc-
leum naturalis rationis. Una de dos cosas: ó con el auxilio de
la gracia, deque participan hasta los infieles, arreglan su vida
segun esa guia y esa luz, y pueden salvarse haciéndoles cono
cer Dios muy ciertamente, por uno de los medios indicados
por santo Tomás , lo que es necesario conocer y creer explí
citamente para alcanzar la salvacion; ó bien desprecian esa
luz y se rebelan contra esa guia, y se pierden, no por haber
ignorado los principales misterios de la salvacion , que han
estado imposibilitados de conocer, sino porque se han puesto
en estado de rebelion contra su razon y su conciencia , que
— 245 —
no abandonan ni cesan de iluminar á todo hombre que ha lle
gado á la edad de la razon , por medio de una instruccion
social suficiente.
Así es como el tradicionalismo explica todos los fenómenos
del ser moral humano, del hombre en todos los estados, en
todas las condiciones, en que se halla efectivamente, y en
las que se le quiera suponer. Pero el semiracionalismo y el
racionalismo absoluto, no explican esos fenómenos ó no pue
den explicarlos sino por hipótesis quiméricas y absurdas , y
los hacen completamente inexplicables é incomprensibles.
No necesitamos seguir paso á paso al autor Del valor de la
razon, que acumula contra nosotros citas sacadas de san Juan
Crisóstomo, san Agustin y otros doctores. La ignorancia ó e\
olvido de lo que es verdaderamente la razon, y de la manera
de que se forma, es la causa de que tanto él como sus adeptos
y colegas hayan dado una interpretacion falsa á los pasajes
de tan grandes hombres.
«Como se ve, nos dicen , esos autores afirman explícita
»y formalmente que sin ninguna instruccion ni advertencia
«exterior, el hombre conoce el deber por su conciencia y
• por su razon; luego, segun esos autores, el hombre puede
* por sola su razon llegar á descubrir algunas verdades.*
Distinguimos el antecedente de este entimema, y nega
mos la consecuencia. Hé aquí lo que nos dicen: Que por su
razon y su conciencia (formadas y completadas por la instruc
cion exterior preliminar, que precede necesariamente á la
formacion y al complemento de toda conciencia y de toda ra
zon), el hombre conoce el deber, sin tener necesidad de una
instruccion exterior subsiguiente: lo concedemos; pero que la
razon pueda formarse y completarse sin recibir ninguna ins
truccion preliminar que le revele el mundo moral y espiritual,
lo negamos; y por consiguiente negamos tambien, que sin una
instruccion preliminar cualquiera, el hombre, no sólo puede
alcanzar algunas verdades por su conciencia y por su razon,
sino que tambien puede tener la luz , la guia de la concien
- 216 —
cia y de la razon, la conciencia y la razon completas, la con
ciencia en estado de juzgar, y la razon en estado de racioci
nar. Porque, como nos parece haber demostrado evidente
mente la facultad de raciocinar ántes de haber reunido las
condiciones por las cuales es y puede convertirse en acto, no
está más que en potencia y no puede actualizarse. Puede, pues,
ser; mas por de pronto no es, ni la conciencia tampoco.
La primera de esas condiciones es que la inteligencia co
nozca de una manera clara y distinta los objetos particulares,
para poder formarse la concepcion universal, inteligible, de
ellos ó la idea.
"En cuanto á las cosas materiales, todo hombre en quien
los sentidos han llegado á su completo desarrollo, puede ver
las cómo son en sí mismas, y por la sola fuerza, que santo
Tomás llama divina, de su eutendimiento, puede extraer de
ellas la especie inteligible , generalizarlas y formarse su idea
independientemente de toda instruccion y de toda enseñanza
exterior. Mas por lo que hace á las cosas intelectuales , no
puede conocerlas, ni áun sospechar su existencia, y mucho
ménos todavía formarse de ellas ninguna idea, á no ser que
álguien se las revele.
Luego una revelacion cualquiera , pero intelectual, que le
enseñe la existencia de las cosas espirituales y morales, de
manera que pueda generalizarlas y formarse una ideade ellas,
le es tan necesria como una revelacion física que le des
cubra la existencia de las cosas físicas y corporales. Esa reve
lacion la recibe por medio de los sentidos: aquella la recibe
por medio de la familia y de la sociedad. Como no puede, por
la actividad natural del entendimiento, formarse ninguna
idea de las cosas materiales, ántes que los sentidos le hayan
trasmitido sus fantasmas , del mismo modo no puede formar
se ninguna idea de las cosas intelectuales ántes de que la
instruccion social le hava suministrado su conocimiento.
Antes, pues, de que la facultad de razonar haya recibido
esa doble revelacion , no se halla con las condiciones necesarias
— 217 —
para ejercer sus funciones: está en potencia, pero no puede
convertirse en acto: no es.
Coa auxilio de esta distincion y de esta doctrina , cuya ne
cesidad, homogeneidad y verdad desafiamos á que nos niegue
la razon más intrépida, todos los pasajes de los autores, y áun
de santo Tomás , que se nos oponen y en los que se trata de que
la razon natural puede conocer y demostrar ciertas verdades, sin
necesidad de la tradicion (1), llegan á hacerse claras y armó
nicas con otros pasajes en que los mismos autores parecen
afirmar lo contrario; porque, segun esas hermosas palabras
que el escritor que combatimos ha dejado caer de su pluma,
sin comprender su inmensa trascendencia, y sin apercibirse
de que ella sola es la refutacion completa de todo su sistema
y de todo su libro. Segun las palabras : toda, razon es ense
ñada, — la razon natural no es más que el espíritu enseñado por
las ideas que él mismo se forma con motivo de las individua-

()) Estas observaciones pueden servir tambien de respuesta á la objecion


que nos hace nuestro adversario, sacada de un capítulo de santo Tomás, ti
tulado : De la opinion de los que dicen que la existencia de Dios es conocida por
h fe y que no podría ser demostrada : objecion que acompaña con esta obser
vacion de exquisito gusto : «Parece que entonces habia por lo ménos, en cuanto
a este punto , revelacionistas y tradicionalistas». Santo Tomás tiene mucha
razon en calificar de error , como lo ha hecho verdaderamente en ese lugar,
'a opinion de que la existencia de Dios no podría ser demostrada por la razon,
y que sólo es recibida por medio de la je y de la revelacion. Porque nada hay
más cierto que la posibilidad de demostrar incontestablemente la existencia
de Dios por el raciocinio, y la posibilidad de adquirir la nocion de Dios por
otro medio que el de la revelacion teológica cristiana, que santo Tomás llama
allí la fe. Como se verá más adelante, jamás, y en ninguna parte, tradicio-
nalista alguno ha profesado una doctrina contraria. Además, santo Tomás,
como todos los padres y los teólogos que usan el mismo lenguaje , hablando
dela posibilidad que tiene la razon de demostrar á Dios , y de elevarse al co
nocimiento científico y seguro de esa grande verdad, independientemente de
la revelacion , hablan siempre de la razon formada , de la razon desarrollada
ya en la sociedad y por la sociedad; de la razon en acto de raciocinar, y por
consiguiente do la razon que ha recibido ya, por la instruccion doméstica, la
nocion de la existencia del mundo espiritual y de Dios, que es su dueño: co
nocimiento que, como ya hemos visto (§ iS), segun el mismo santo Tomás,
el hombre no puede alcanzar por sólo ias ideas que se haya formado del mundo
material.
— 918 —
lidades del mundo corporal que le presentan sus sentidos, y
por las nociones que se forma tambien con motivo de los
particulares del mundo incorporal que le revela la instruccion.
Con el auxilio de esa di stincion y de esa doctrina, todas las
interpretaciones que el semiracionalismo ha dado á los pasajes
de lantos autores, quedan convencidas de falsas y absurdjas
y todas las consecuencias que de ellas deduce contra nos
otros, no tienen sentido: son burbujas de jabon que un so
plo convierte en una gota de agua sucia. Con auxilio de esa
distincion, en fin, todas las doctrinas del semiracionalismo
quedan refutadas en masa , y no tenemos necesidad de refu
tarlas en detalle.
Y no se diga que los santos Padres, los doctores, los teó
logos, y hasta el autor del Catecismo de Trento , que nos opo
nen los semiracionalistas, hablan todos de la razon, como que
nos ha sido dada por Dios , y no como formada en nosotros por la
instruccion doméstica y social. Porque es cierto que el hombre
nace razonable, pero no razonador: que la razon no comienza
á despuntar en él hasta el sexto ú octavo año de su edad,
cuando su espíritu se ha formado las ideas de las cosas ma
teriales é inmateriales: ideas que le sirven de principios, sin
las cuales no se puede raciocinar , sin los que su razon no es
acto, y sin el que no hay razon. Es cierto ademas que como
con motivo de los fantasmas de las individualidades materia
les que son trasmitidas por los sentidos , el entendimiento se
forma las concepciones universales ó las ideas de las cosas
materiales, y del mismo modo tambien con motivo de las
nociones de los particulares inmateriales que le son suminis
trados por la enseñanza , el entendimiento se forma las con
cepciones universales ó las ideas de las cosas inmateriales. Y
así como con el auxilio de los sentidos , y sólo con esa condicion
se completa la facultad , por la cual el entendimiento se forma
las ideas de las cosas materiales, sin que por eso deje de ser,
segun la expresion de santo Tomás, una participacion de la
luz divina, una facultad divina, y un dón directo é inmediato
— 219 —
de Dios; del mismo modo, aunque no se complete más que
con el auxilio de la enseñanza, y sólo con esa condicion, la fa
cultad por medio de la cual el entendimiento se forma tam
bien las ideas de las cosa inmateriales , no por eso deja de ser
tambien una participacion de la luz divina, una facultad divina,
un don directo é inmediato de Dios. Por consiguiente, la ra
zon que resulta de esa doble operacion de una facultad divina,
no es menos divina, no es menos un dón de Dios criador ; y las
condiciones del concursode tos sentidos y de la enseñanza, con
las que únicamente puede completarse esa operacion, y la
verdad de estas palabras de nuestro adversario , toda razon
es enseñada por la instruccion doméstica y por los sentidos,
no quitan nada á la divinidad de su origen y de su naturaleza.
Luego esas expresiones de los autores que se han citado contra
nosotros: la razon es un dón de Dios, por la razon que Dios
ha dado á cada hombre puede conocer muchas verdades ; esas
expresiones, decimos, no excluyen tampoco la necesidad
para el entendimiento de que la enseñanza le revele los par
ticulares del mundo inmaterial , como no excluyen la nece
sidad en que se encuentra de que los sentidos le descubran
las individualidades del mundo material. Esas expresiones no
pueban nada contra el tradicionalismo : sólo entendimientos
obtusos y que ignoran los elementos y la naturaleza de la ra
zon pueden invocarlas con tanta confianza en clase de ob
jeciones contra ese sistema.

§ 4.° Magnifica argumentacion de santo Tomás en favor de la necesidad de


una revelacion. Los semiracionalistas , traduciéndola en pro de, su sistema,
hacen vistumbrar que no la han comprendido. De qué clase de hombres habla
en ella santo Tomás , y qué entiende por verdades accesibles á la razon. El
tradicionalismo , por el contrario , se encuentra confirmado y consolidado
con esa argumentacion.

No podemos menos de detenernos algunos instantes en un


magnífico pasaje de santo Tomás, que nuestro autor semira-
cionalista , y en seguida el doctor más distinguido de esa es
cuela, han citado en su favor, y que indudablemente les es
— 220 —
contrario ; porque es la condenacion más palpable de su sis
tema y la confirmacion del nuestro.
En el capítulo iv del libro i de su Suma contra los gentiles, el
Doctor angélico ha argumentado en estos términos: «La ver
dad con relacion á las cosas divinas inteligibles , es de dos
especies: una laque las indagaciones de la razon pueden al
canzar; la otra, la que no se halla al alcance de la razon hu-
' mana. Luego ha sido conveniente , que no sólo la verdad de
este segundo orden , sino tambien la del primero, fuese pro
puesta á la creencia del hombre como una revelacion divina.
Porque si esa misma verdad de las cosas accesibles á la razon
se hubiese dejado al alcance de las solas indagaciones de la
razon , se seguirian de ello tres inconvenientes (1).
»EI primero de esos inconvenientes seria el que no habria
más que un pequeño número de hombres que tuviesen el conoci
miento de Dios , porque el estudio y la indagacion de la verdad
no son posibles á la inmensa mayoría de los hombres , por
tres razones :
»La primera es, que la mayor parte de los hombres no
tiene bastante talento ni aptitud natural para la ciencia.
Sean los que fueren sus estudios y aplicacion , jamás po
drian llegar por ese medio al conocimiento de Dios, que es el
ÚLTIMO Y MÁS SUBLIME CHADO DE LA CIENCIA HUMANA. La SegUílda
razon es la constitucion de la sociedad humana , que obliga al
mayor número á las labores de la tierra, los oficios y las ar
tes para ganar su vida ; por manera, que sólo hay un corto
número de hombres exeutos de los cuidados domésticos y
bastante provistos de recursos para dedicarse á la contem
placion é indagaciones científicas y elevarse al conocimien
to de Dios, que es el punto culminante de los conocimientos jn-

(1) Duplici veritate divinorum intelligibilium existente, una ad quam ra-


tionis inquisitio pertingere potest, altera quae omne ingenium humante rotionis
excedit utraque convenienter divinitus horaini credenda proponitur. Sequeren-
turenim tria inconvenientia si hujusmodi veritas solummodo rationi inquiren-
da relinqueretur.
— 221 —
telectüales. La tercera razon es, en fin, la pereza que aparta
de la aplicacion á estudios prolongados y severos , hasta el
corto número de los que tienen medios para ellos. Para lle
gar al conocimiento de las simples ideas de Dios , de que la ra
zon puede apoderarse , es preciso recorrer toda la escala del saber
humano, porque el conocimiento de Dios es casi el único ob
jeto de la ciencia filosófica. Serian, pues, necesarios trabajos
muy serios pera comenzar la indagacion de tan grande y subli
me verdad, y no se encontraria más que un pequeño número
de hombres que quisiese dedicarse á trabajos tan penosos y
continuados.
»E1 segundo inconveniente, que no se podria evitar y que
seria consecuencia del primero si no hubiese otro medio que
las indagaciones de la razon para obtener aún las más sen
cillas ideas de Dios , seria el que los mismos hombres que , en
corto número, tienen bastante talento y bastante energía na
turales para emprender el descubrimiento de tan grande
verdad, apénas podrian llegar á ella despues de largos años y
en una edad muy avanzada. Y eso consiste en que el conoci
miento de Dios es tan difícil y profundo, que no se puede llegar á
él por la via del raciocinio sino despues de un ejercicio muy largo
de las cosas intelectuales. Y además , en que , como acabamos
de ver , los conocimientos preliminares é indispensables para
emprender semejante indagacion , no pueden obtenerse sino
despues de un tiempo muy considerable. Y, por último, en
que durante la juventud , el alma , agitada y distraida por el
arrebato de las pasiones, no es capaz de aplicarse con seriedad
al estudio de una tan alta verdad. Si no hubiese, pues , para
el hombre otro medio de conocer á Dios más que el del ra
ciocinio particular, á excepcion de un pequeño número de
hombres, que despues de dilatados y penosos trabajos llega
rian á adivinar alguna cosa de Dios , el género humano entero
ESTARIA CONDENADO Á PERMANECER EN LAS TINIEBLAS DE LA IGNORAN
CIA más completa con respecto Á Dios (1), y por consiguiente
(1) Los mismos racionalistas, esos grandes panegiristas del poder y de las
— 222 —
no habia moral , porque no hay bondad ni perfeccion para el
hombre sino en cuanto conoce á Dios.
»E1 tercer inconveniente , en fin , que resultaria de la falta
de una revelacion divina tocante al conocimiento de Dios,
seria la facilidad que tendria el hombre de caer en el error,
y la incertidumbre en que permaneceria con respecto á esa
misma verdad. ¡Nuestro entendimiento es tan débil en el jui
cio que forma de las cosas ! Así que, á causa de su debilidad
natural , nuestro entendimiento, al juzgar de las imágenes de
las cosas materiales que se mezclan en las concepciones inte
lectuales , la razon humana encuentra en esas investigacio
nes con más frecuencia el error que la verdad. Aun cuando
lleguemos á demostrar bien una cosa cualquiera, como no
siempre percibimos la fuerza de esa demostracion , y vemos
que otros sostienen precisamente lo contrario de lo que nos
otros sostenemos , llegamos á dudar hasta de la verdad misma
de las cosas demostradas. Por otra parte, sucede con dema
siada frecuencia que á lo verdadero que se demuestra, se

glorias de la razon, son no obstante de la misma opinion de santo Tomás, to


cante á las dificultades que encontraría aún la razon ya formada, y filosófica
para llegar al conocimiento de Dios. M. Saisset, uno de los ilustres jefes del
racionalismo frances, ha dicho: «Toda grande obra requiere tiempo, yes
quimérico el creer que el dogma de un Dios único y espiritual, sea unttón
innato , natural y primitivo de la razon : ese dogma sólo data de la época de
Sócrates y de Xenofonte». (Christian. el Ppilosoph., Pág. 306.) Al citar este
pasaje, nuestro adversario se escandaliza de que M. Saisset, «partidario, con
frecuencia exagerado, de los derechos de la razon , haya podido afirmar que la
razon hubiese necesitado tres ó cuatro mil años para disipar sus tinieblas
nativas». Pero el partidario exagerado de los derechos de la razon, ha sido,
por lo ménos aquí , muy lógico, y ha manifestado conocer mejor que su co
lega el valor de la razon. Ese racionalista supone que no ha habido revelacion
primitiva, y en eso ha hecho mal. Pero al decir, «que en esa. hipótesis , la
razon ha necesitado tres mil años para disipar esas tieblas nativas» y conocer
al Dios único, no ha hecho más que repetir lo que el Ángel de la escuela habia
dicho hace seis siglos, á saber: Que si el mismo Dios no se hubiese revelado al
hombre, el género httmano entero hubiera permanecido en las tinieblas en
cuanto al conocimiento de esa importante verdad. Hé ahí , pues, al semiracio-
nalismo llamado al órden por el racionalismo mismo, que tantos miramientos
le guarda...
— 223 —
mezcla lo falso que rio se demuestra , y que no está apoyado
más que sobre una improbabilidad ó sobre un sofisma, que se
toma por una demostracion.
• Así, para que estuviese apoyada sobre la base de una cer
tidumbre indestructible, la verdad de que se trata ha debido
absolutamente ser presentada á los hombres por la via de la
revelacion. Hé aquí, pues, con que designio saludable la di
vina clemencia ha ordenado que hasta las cosas más accesibles
a la razon fueran admitidas y creidas como asuntos de fe. Por
que ese era el único medio por el que todos los hombres pue
den participar de una manera fácil, segura, y sin mezcla de
error del conocimiento de Dios.»
Para sentir mejor la fuerza de esta magnífica argumenta
cion del Angel de la escuela , y su oportunidad en la cuestion
que nos ocupa , debe observarse que ese gran Doctor habla
en ella de la razon en estado de hacer investigaciones, rationi
inquirenda, de tarazon formada , y no de la razon por formar.
Habla en ella del hombre en estado de entregarse á las in
vestigaciones de la ciencia, y á las meditaciones contempla
tivas propias de los filósofos: A fruclu studiosm inquisitionis .
Idispositi ad sciendum. In otio contemplativo? inquisitionis . Habla
en ella del hombre que vive en una sociedad en que ya se
poseen los conocimientos preliminares del conocimiento de
Dios , en que la inteligencia humana es apta para los largos
ejercicios de la Filosofía , y en que los estudios de esta se
hallan ya establecidos : Non enim nisi post longa exercitia intel-
leclus humanus idoneus inveniri. Multa prcecognoscere oportet.
Totius philosophie considerado ad Dei cognitionem ordinelur.
Habla en ella del hombre que sabe ya demostrar y que con
versa con sabios que enseñan doctrinas contrarias á las su
yas: Qucesunt verissime demonstrata. Quum videant á divérsis
diversa doceri. Habla , por último , del hombre social y no del
hombre aislado; del hombre civilizado y no del hombre
salvaje.
Es decir, que santo Tomás estableció la cuestion precisa
— 224 —
mente en la misma hipótesis y en los mismos términos que se
establece en el dia. Porque sosteniendo que el hombre puede,
por sola su razon , elevarse al conocimiento de algunas ver
dades , evidentemente nuestros racionalistas moderados no
se proponen hablar más que del hombre que ya puede racio
cinar, y que raciocina, en efecto; del hombre cuya razon se
halla completamente desarrollada , y por consiguiente que
vive en sociedad. Porque en la sociedad y por la sociedad
es en donde el hombre se hace razonador, y llega al desar
rollo completo de su razon. Entiende hablar hasta del hombre
nacido y educado en una sociedad civilizada en que se cul
tiva la ciencia y la Filosofía ; entienden hablar de esos supues
tos espíritus fuertes que se encuentran en todas las grandes
sociedades paganas, y áun en las sociedades cristianas, que
en llegando á cierta edad , y pasando por ciertas escuelas
para aprender la ciencia , dejan en ellas la fe que han ma
mado con la leche en el regazo maternal , y que , abjurando
todas las creencias sociales , llegan á convertirse en ateos. De
semejantes hombres , de individuos colocados en tales con
diciones , son de los que los racionalistas de que se trata pre
tenden que pueden , por sólo los esfuerzos de su razon, y sin
necesidad de someterse de antemano á la autoridad de una
revelacion , llegar á un conocimiento cualquiera, á un cono
cimiento incompleto é imperfecto de Dios, salvo la necesidad
de recurrir más tarde á la revelacion para obtener ese conoci
miento perfecto y completo de Dios, que sólo la revelacion
puede dar. Pero semejantes hombres, colocados en tales con
diciones, son individuos que desde su infancia han oido en
público, y en secreto , y á cada momento nombrar á Dios, en
su derredor, y áun á pesar suyo. Porque no hay sociedad,
por bárbara, nómada y salvaje quesea, en que Dios no sea
nombrado y conocido. Son, pues, hombres que tienen una
nocion cualquiera de Dios nocion que han podido combatir:
sin que les haya sido dado el borrarla completamente en sí
mismos. Son hombres que han podido arrojar á Dios de su
— 225 —
corazon (1), pero que no les ha sido posible arrojar entera
mente de su espíritu. Pues bien , ningun filósofo tradicionalista
ha negado jamás que semejantes hombres puedan volver á
Dios por la via del raciocinio, áun antes de ser conducidos á
sus piés por la fe.
Establecida la cuestion en estos términos , deja de serlo, ó
si es áun una cuestion en la que no se entienden y confun
den las cosas , es únicamente porque no se entienden y se
confunden las palabras.
Para semejantes hombres , llegar á conocer á Dios por me
dio del raciocinio no es encontrar un Dios nuevo, sino volver
al Dios antiguo que babian abandonado ; no es volver á en
contrar el Dios que no se conocia enteramente, sino hacer
constar la existencia de Dios , de que ya tenian la nocion ; no
es crear en ellos por el raciocinio la idea de Dios, idea subli
me, trascendental é inmensa, que no habrian tenido de nin
guna manera, sino que es demostrarse la verdad de esa mis
ma idea que ya tenian, porque la habian adquirido de la so
ciedad. Por consiguiente, no es verdad que, segun santo
Tomás, como pretenden los semiracionalistas, el hombre,
sin la menor idea preliminar , sin la menor sospecha de Dios,
pueda por sólo el raciocinio elevarse al conocimiento de Dios.
Lo que es cierto, y nadie niega , es que , segun santo Tomás,
el hombre razonador, el hombre completo, el hombre social,
el hombre que tiene una nocion cualquiera del Sér supremo
que se llama Dios, nocion que encuentra por todas partes á
pesar suyo, puede probarse á sí mismo esa nocion por medio
del raciocinio, por el espectáculo de la naturaleza, y, como ha
dicho san Pablo, cesar de dudar y afirmarse en ella.
En segundo lugar , de que en el hermoso pasaje que acaba
mos de leer, santo Tomás haya dicho que hay un órden de
verdades, tocante al conocimiento de Dios, que las investiga
ciones de la razon pueden alcanzar : Altera ventate divinorum

(1) Dixit insipiens in corde suo non est Deus. (Psalm.)


— 226 —
intellegibilium existente ad quam rationis inquisitio pertingere
potest; no se podria concluir sin violentar el texto del santo
Doctor y atribuirle un absurdo, que reconozca , que admita
de una manera absoluta la posibilidad de que el hombre
fuera de la sociedad y extraño á todo desarrollo social, á toda
nocion , á todo conocimiento, á todo perfeccionamiento de la
razon , se eleve por ella sola á la ciencia de Dios. Porque,
como acabamos de ver , santo Tomás ha hablado en la hipó
tesis del hombre social , del hombre completo, perfeccionado
por los conocimientos , por el grado de civilizacion existente
en toda sociedad; del hombre, en una palabra, tal como le
supone la tradicion , tal como existe y ha existido siempre.
Obsérvese, en fin, que, áun en esa hipótesis, para santo
Tomás , el conocimiento de Dios por la razon sólo podria ser
patrimonio de algunos espíritus privilegiados que no le po
seerian hasta despues de haber estudiado y discutido du
rante largos años : Coquitio Dei nonnisi quibusdam paucis etiam
post temporis longitudinem perveniret , y que, lo cual es todavía
más desagradable , no podrian obtener ese mismo conoci
miento sino mezclado con errores : no podrian fijarse en él
sino dudando, temblando, y sin que nada pudiese asegurarles
la verdad de sus demostraciones más exactas , la certeza de
sus resultados más lógicos : Veritati plerumque falsitas admis-
celur: in dubilatione remanerent ea qum sunt verissime demons
trala. Non absque dubitatione et errore. Pues bien , semejante
conocimiento de una verdad cualquiera no lo es : conocer una
verdad de una manera incierta, sin poder purgarla de los
sofismas, y distinguirla del error, es conocer nada. Santo
Tomás ha tenido, pues, mucha razon en venir á parar en la
conclusion tan clara , tan perentoria y tan contundente para
los semiracionalistas : Que si no hubiese otro medio que el de
la razon de cada hombre para conocer las verdades divinas
más accesibles á la razon , esas mismas verdades divinas per
manecerian ocultas á la razon á pesar de todos los esfuerzos
de la razon y de la Filosofía. El mundo les habria completa
— 227 —
mente ignorado, y el género humano entero estaria aún en el
dia sumergido en densas tinieblas con respecto á los principa
les atributos , y hasta á la existencia de Dios: Remaneretigitur
humanum genus si sola rationis vía ad Deum cognoscendum pa-
teret IN MAXIMIS IGNORANM TENEBRIS. Los tradicio-
nalistas no dicen otra cosa.
La historia de la filosofía antigua y moderna nos enseña á
su vez , que, como hemos visto más arriba , y como vamos á
ver mejor bien pronto , cuantas veces despues de haber
rehusado admitir á Dios sobre el testimonio de las tradicio
nes y de las creencias constantes de la humanidad, el hombre
ha tratado de conocerle por los solos esfuerzos de su razon,
no ha conseguido más que formarse las ideas más extrañas
de él , las más erróneas , las más groseras y las más absurdas,
ó dudar hasta de la existencia de ese gran sér , y tal vez ne
garle del todo. Así , la verdad de la demostracion lógica de
santo Tomás, demostración tan sencilla y tan clara, y al mismo
tiempo tan fuerte y convincente, se halla confirmada por ese
comentario lúgubre , que la ha añadido la experiencia de todos
los tiempos y de todos los lugares. Hé ahí, pues, á la razon
aislada , convencida de impotencia completa para compren
der, por solos sus medios, de una manera exacta y cierta,
hasta esas algunas verdades que no sobrepujan el alcance de la
razon. Hé ahí al racionalismo modificado solemnemente, y
condenado como un sistema insuficiente , peligroso y hasta
inconcluyente é inepto por el Angel de la escuela , y des
truido, pulverizado por una argumentacion , cuya lucidez y
solidez no son bastantes á oscurecer ni á echar por tierra to
das las burlas y diatribas de los semiracionalistas. Y hé ahí á
lo que se reducen los testimonios de la Sagrada Escritura de
los Padres y de los doctores católicos, que el simiracionalismo
invoca en su favor. Lejos de probar nada por sí, todos están
contra él. No es raro que los testigos presentados en un tri
bunal para descargo de un procesado se conviertan en tes
tigos de cargo. Es una desgracia; pero en nuestro caso, el
— 228 —
mismo semiracionalismo es el que ha hecho la eleccion de
ellos, y esos testigos , á quienes confiara su defensa, se han
convenido en testigos de condenacion; es un atolondra
miento, es una falta , y por consiguiente ese pobre semiracio-
nalismo queda convencido de ser á un tiempo mismo, lógica
mente absurdo y groseramente obtuso. Vamos á ver ahora
que tambien es históricamente falso.
CAPITULO V.

DE LAS PRUEBAS DE SU SISTEMA QUE LOS SEMIRACIONALISTAS SACAN DE LA


HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. EL SEMIRACIONALISMO ES HISTÓRICAMENTE
FALSO.

! i." El semiracionalismo afirma con un tono demasiado decisivo, que los


antiguos filósofos encontraron al menos algunas verdades. Cuantas verdades
sublimes se hallan en sus escritos, lo tomaron de losjudíos y no lo descubrieron
por su razon. El semiracionalismo se halla de acuerdo con los Padres de
la Iglesia en establecer este hecho. Insolente salida de su parte contra el tradi
cionalismo. Los antiguos filósofos no descubrieron por su razon , ni aun las
verdades más sencillas y vulgares. Primera prueba de esta asercion : « Las
verdades han sido, siempre y por todas parles , conocidas por la tradicion,
y por su medio las conocieron tambien los filósofos ». Testimonio del mismo
semiracionalismo , que confirman esta prueba.

No necesitamos, nos dicen tambien !os semiracionalistas,


probar por medio del raciocinio el poder de la razon, para
encontrar algunas verdades, sin el menor concurso de la re
velacion y de la tradición: ese es un hecho que atestigua la
historia de la filosofía antigua y moderna. Ella nos enseña
que los filósofos que por su desgraciado nacimiento (los filó
sofos paganos) ó por el desorden de su espíritu y de su vo
luntad (los filósofos cristianos), no han tomado por guia más
que á la razon en sus investigaciones filosóficas, se han en
contrado, es cierto, fuera de toda revelacion y de toda tradicion
y han caidoen deplorables y groseros errores; pero que, áun
en medio de ellos, han llegado á conocer muchas verdades
del órden intelectual y moral. Hé ahí, pues, nuestro sistema
de la razon sola para evitar todo error, y de su valor para
llegará alcanzar algunas verdades, solemnemente confirmado
por la historia de la Filosofía.
— 230 —
Esto es lo que á cada instante nos repiten los semiracio-
nalistas en todos sus escritos con la más completa seguridad,
sin tener en cuenta que la historia de la filosofía antigua y
moderna, atestigua precisamente lo contrario de lo que se va
naglorian de haber descubierto. No ven que ese último ar
gumento en favor de su tesis no es más que un miserable
sofisma contra el que todo protesta, hasta los mismos filóso
fos semiracionalistas.
En efecto, en cuanto á los filósofos paganos, porque es
preciso comenzar por ellos, nadie niega que se encuentren
en sus escritos verdades sublimes , ó mas bien verdades co
munes, expresadas en un estilo muy elevado, y verdades
vulgares accesibles á la razon y conocidas de todo el mundo.
Pues bien, nosotros sostenemos que no han sacado de sí
mismos, sino de fuera de ellos mismos, esa especie de
verdades.
En cuanto á las verdades de la primera categoria, es in
dudable que las han tomado de los judíos. Nuestros mismos
adversarios convienen en ello con una franqueza que Ies
honra, pero que les pone en contradiccion consigo mismos,
y suministra á los escritores católicos un medio de no conve
nir con ellos en vista del testimonio irrefragable de los anti
guos Padres de la Iglesia, que, comparando los escritos de los
antiguos sabios, y en particular los de Platon, con los libros
de Moisés y de los profetas, sorprendieron á los filósofos pa
ganos con las manos en la masa , y les censuraron unánime
mente el haber tomado de los hebreos , sin manifestarles
su reconocimiento, sus más hermosas doctrinas, y habérse
las apropiado (1 ).
«Los más distinguidos entre los filósofos antiguos, nos dice

(1) Véase en particular á san Justino, Cohortat. ad Grcec.; Eusebio, Pre-


parationibus Evangel. ; y sobre todo á Clemente de Alejandria, que en sus
Stromatas ha colocado los mejores pasajes de Platon y de los demás filósofos
griegos al frente de los trozos de la Biblia sobre los mismos asuntos, y
demostrado el plagio.
— 231 —
el autor Del valor de la razon, encontraron un manantial
más puro y más seguro en la lectura de los libros hebreos,
y en la conversacion de los judíos instruidos. Los judíos, en
efecto, estaban muy esparcidos: se encontraban en Egipto,
en Grecia, en Roma, y áun en todo el Occidente. Desplega
ban mucho celo en dar á conocer sus libros y su religion, y
los filósofos, por su parte , no se mostraban ménos deseosos
de instruirse, aprovechando todo lo que encontraban. Por eso
los Padres de la Iglesia convienen en llamarlos ladrones des
carados , que se habian apoderado de la Sagrada Escritura y
TOMADO DB ELLA TODO CUANTO SUS LIBROS CONTIENEN DE VERDADERO
Y DE BELLO. » (Pág. 373 .)
Más adelante, el mismo autor prosigue en estos términos
(Pág. 376 y 377): «¿En qué consisten esos latrocinios, se
gun los Padres? Aprendieron en esas comunicaciones con los
judíos muchas cosas que ignoraban , y lo que ya conocian de
una manera cualquiera (eso de una manera cualquiera, no
tiene precio) lo encontraron en ese pueblo tan claramente
formulado y afirmado, que puede decirse que de allí lo loma
ron,
cionesporque
exactasjamás,
y completas.
sin eso, tuvieran sobre esas materias no-

Por lo demás debe observarse, que, segun los santos Pa


dres, lo que los filósofos han tomado de los judíos, no son
tanto las verdades primeras sobre Dios y sobre el mundo,
cuanto ciertas maneras de expresarse, que ofrecen una rela
cion muy notable con las expresiones de nuestros libros san
tos, y ciertos pensamientos sobre las mismas nociones tan
exactos y tan semejantes á los nuestros , que se ve fácilmente
conocieron lo que nuestros libros dicen de ellos. Así es, que
Eusebio , comparando los pasajes de la Sagrada Escritura y
los de Platon , sobre Dios y sobre la definicion de Dios por el
sér, sobre su esencia inmutable, sobre su unidad , sobre su
bondad, etc.; sobre la naturaleza del alma, sobre su seme
janza con Dios, sobre la resurreccion de los muertos, sobre
el juicio final , sobre el paraíso , sobre el origen del mun
— 232 —
do, etc., etc.; encuentra en ellos numerosas analogías que
atestiguan que las doctrinas judaicas no eran desconocidas al
filósofo griego.»
Así, por confesion del semiracionalismo mismo, es cierto
que las nociones sublimes sobre la unidad , la naturaleza y la
bondad de Dios , sobre el Verbo , sobre la creacion , sobre el
juicio , sobre la resurreccion y sobre la eternidad de las pe
nas del infierno y las delicias del paraíso, que suelen encon
trarse algunas veces en los escritos de los antiguos filósofos,
no les pertenecen en propiedad ni por el fondo ni por la ex
presion ; es cierto, que no habiendo tenido su razon ninguna
parte en el descubrimiento de esas verdades , el conocimiento
que de ellas tuvieron, no prueba nada en favor Del valor de
larazon para alcanzar por si sola la verdad. Resta, pues, ver
si, por lo ménos, sólo por su razon los filósofos llegaron á
descubrir las verdades de la segunda categoría , las verdades
comunes, las verdades vulgares que se encuentran tambien
en sus escritos.
Para nuestro sabio autor, ha sido precisamente así, porque
hé aquí lo que nos dice con una profundidad de juicio que
asombra (Pág. 377): «Pero en ninguna parte se encontrará
que Platon ó los demás filósofos hayan sacado de los judíos,
y solamente de ellos, la primera idea de Dios, las nociones
elementales sobre el alma humana, sobre la moral y sobre
los más sencillos deberes de la moral natural. Jamás los
santos Padres las dieron á entender» . Luego, para probar que
Platon y los demás filósofos no comprendieron esas verdades
primeras y elementales más que por sola su razon , el fer
viente semiracionalismo nos cita á san Justino, que dijo que
los estoicos, por lo ménos en moral, hablaron con perfecta exacti
tud, por causa de esa semilla de razon que se halla en todos los
hombres; y á Tertuliano, que era tambien de opinion de que
si los filósofos pensaron algunas veces de una manera conforme á
la nuestra , fué por casualidad ó bien porque muchas cosas nos
son sugeridas por la naturaleza ó por ese sentido, comun á todos,
— 233 —
que Dios se ha dignado colocar en el alma. En fin, para ajar
al tradicionalismo y asegurar exclusivamente á sólo la razon
de los filósofos el honor de haber encontrado esas verdades,
el autor Del valor de la razon ha escrito el siguiente trozo,
tan admirable por su buen sentido como por su fondo, y la
civilidad de su forma (Pág. 382 y 383):
« Tal vez, se dirá , se ha dicho hace ya mucho tiempo y se
repetirá siempre, que los filósofos no debian á sí mismos las
primeras nociones sobre todas esas cosas, sino que las debian
á la sociedad en cuyo seno vivian, y que el buen sentido pú
blico, manantial primitivo de todos sus conocimientos, era
tambien su regla, que jamás debieran haber abandonado. Así,
se añade, los santos Padres, para confundirlos, manifiestan
con frecuencia , que sobre muchos puntos fueron ménos sa
bios que el mismo vulgo, y que se deshonraron por una mul
titud de absurdos ignorados ó rechazados por el pueblo. Por
eso les censuran con tanta frecuencia el no haber escuchado
más que su razon individual, y atribuyen sus errores á su
independencia de juicio. Por eso, en fin, enseñan, que la
razon humana era incapaz de conocer la verdad, y proclaman
todos la necesidad de una enseñanza divina.
«Esa, como se ve y es fácil de conocer, es la tesis inven
tada contra la razon individual, la tesis del sentido comun,
de la autoridad general, de la tradicion universal; y, final
mente, de la revelacion como origen y regla única de todo co
nocimiento.
* Que los filósofos, sobre ciertos puntos , han sido ménos sabios
y razonables que la multitud ignorante, lo reconocemos desde
luego. Mas ay! ¡esa desgracia no es exclusivamente de los
filósofos paganos! ¡Es tan fácil cuando se comienza á razonar
extraviarse con las más vanas quimeras! ¿Pero qué debe
concluirse de ahí? Que la razon individual es incapaz de toda
certidumbre, y que el sentido comun ó la tradicion es la
única regla de lo verdadero. Sólo los lamennistas han sa
cado esa conclusion.»
— 234 —
¡Quién , pues , al leer esas páginas del escritor racionalista
dejará de exclamar : Qué aplomo ! qué lógica ! qué lucidez !
¡Pobres tradicionalistas: mucho trabajo les costará reponerse
de tan terrible y contundente golpe? — Sin embargo, no des
esperemos de su salvacion.
No nos detendremos por ahora en la conclusion que se
les atribuye, y de que están completamente inocentes , que la
razon individual es incapaz de toda certidumbre ; porque la
cuestion de la certidumbre lamennesiana, nada tiene que
ver aquí. En otra parte nos ocuparémos deesa respuesta. Di
cho esto, aceptamos de buen grado en nombre del tradicio
nalismo , ó por mejor decir de los tradicionalistas que defen
demos, la doctrina que se les atribuye, de que los filósofos
no debian á sí mismos las primeras nociones sobre Dios , el alma
y los deberes , sino á la sociedad en cuyo seno vivían , etc. Esa es
verdaderamente la doctrina de los tradicionalistas, y creemos
que, lejos de ruborizarse de ella, tienen fundadas razones
para sostenerla, á pesar de los anatemas con que el semi-
racionalismo los abruma , y á pesar de las calamidades coa
que en su cólera les amenaza. Hé aquí algunas de esas ra
zones.
Los filósofos necesariamente debieron conocer, y áun creer,
desde su infancia esas verdades , y por consiguiente pudie
ron explicárselas y desenvolverlas; pero seguramente no las
descubrieron por su razon.
Reconocemos con Lactancio , cuya autoridad se nos opone,
* que no habia ninguna escuela tan extraviada , ni ningun fi
lósofo tan despreciable que no tuviese algunas verdades, y
que la verdad universal se hallaba diseminada entre los dife
rentes filósofos , y las diversas escuelas de Filosofía » . Pero
sostenemos que esas verdades que se encuentran esparcidas
en los escritos de los filósofos y en las escuelas de Filosofía,
no eran más que un reflejo más ó ménos vivo de las creen
cias y de las tradiciones de la sociedad en cuyo seno vivian
esos filósofos y existian aquellas escuelas , pero de ningun
— 235 -
modo de los descubrimientos de los filósofos y de la Filosofía.
La historia nos enseña que la humanidad entera conocia,
creia y adoraba á un Dios único, supremo, eterno, criador del
cielo y de la tierra, señor y padre de todos los ángeles (los
dioses) y de todos los hombres, que gobernaba al mundo
con su providencia y alimentaba al hombre con su bondad;
nos enseña tambien que la humanidad entera admitió la exis
tencia de una ley moral y la siguió: que admitió los dogmas
de la inmortalidad del alma y arregló á ellos sus acciones, la
verdad de la eternidad de las penas y temió , la eternidad de
las recompensas y esperó; la historia nos enseña, en fin, que
la humanidad entera, siempre y por todas partes, ha creido
en la Religion , practicado el sacrificio y la oracion para hon
rar á Dios, para atraer sus bendiciones y sus gracias sobre
los vivos y para aliviar á los muertos. Y todo eso, mucho
ántes de que la Filosofía aventurase una palabra sobre ese
asunto (1 ).
Los templos dedicados al dios soberanamente bueno t sobe
ranamente grandb : Deo optimo máximo , existieron por todas
partes ántes que las escuelas de los filósofos. Los poetas, esos
cronistas de las creencias humanitarias, siempre y por todas
partes se han anticipado á los filósofos, y alterando esas creen
cias en cuanto á la forma, con la licencia ó desenfreno de
su imaginacion , conservaron mejor su sentido y manifesta
ron pensamientos más verdaderos, más justos, más comple

ta La Religion , dice un sabio de primer órden, fué la misma en todos los


pueblos en los primeros tiempos: consistía en la creencia de un Dios, autor de
todas las cosas, remunerador de los buenos y juez severo de los malos; á esa
creencia iba unida la práctica del culto que él mismo habia prascrito. Esa re
ligion no se alteró tan pronto como algunos han opinado. La historia del mundo
y la de la conducta de Dios para con los hombres, bastaban para trasmitirla, y
los hechos que componían esa historia no eran en número tan crecido, que no
pudieran ser fácilmente retenidos. Esa tradicion habia echado raíces tan pro
fundas entre los descendientes de Noé, que las corrupciones sucesivamente
introducidas en el culto no impiden el que se encuentren vestigios de ella
bastante marcados, ya en los dogmas, ya en las prácticas. (Mignet: Mem. de
laAc. de las Inscrip., tomo lxi , Pág. 240.)
— 236 —
tos, más fijos que los filósofos mismos sobre los atributos de
Dios , sobre el origen del mundo (\ ), sobre el destino del
hombre, sobre la vida futura, sobre el culto, sobre la ora
cion, sobre la Providencia y sobre los deberes. Los filósofos,
lo repetiremos una y otra vez, no han nacido en las selvas,
sino en las sociedades más ó ménos civilizadas por la influen
cia secreta de la verdadera Religion , la cual fué más ó ménos
alterada con relacion á sus formas y aplicaciones: en socie
dades en que el conocimiento de Dios , del alma y de una ley
moral, es decir, en una palabra, la revelacion primitiva, á
pesar del desbordamiento de la idolatría , habia permanecido
firme en la conciencia universal. No habia familia, ni por
consiguiente individuo nacido y educado en ella, que pu
diese ignorarla y permanecer extraña á su luz. En ese centro
en donde nacieron , en el hogar doméstico en que recibieron
su educacion, fué en donde los filósofos aprendieron tam
bien que hay un Dios criador y dueño del cielo y de la
tierra , que hay una ley moral para regla de las acciones hu
manas, que hay una nueva vida despues de la muerte, y que,
segun haya sido bueno ó malo en este mundo, el hombre
será feliz ó desdichado en el otro. Aun cuando los filósofos
lo hubieran querido , no habrían podido eximirse de esos
conocimientos, como de hablar la lengua de su país natal.
Tuvieron conocimiento de Dios y de los principios de la Reli
gion y de la moral por el mismo medio , y tan natural y ne
cesariamente como hablaron griego ó latin.
«Nosotros sostenemos, dice el padre Baltus, de quien
nuestro crítico , su colega , ha tomado una treintena de pá
ginas para lanzarlas contra nosotros, «sostenemos con los
Padres de la Iglesia , que todos los filósofos han recibido al
gun conocimiento ó algunos destellos de la verdad, y que se

(1) Nuestro adversario mismo ha hecho la observacion : «Puede asegurarse,


dice , que las ideas de los filósofos sobre la creacion son ménos sanas y minos
exactas que las que se hallun expresadas,1 en la fábula de Prometeo». ( Del
valor de la razon, Pág. 372.)
— 237 —
encuentra alguna cosa de él en sus libros ; lo cual muestra la
fuerza de esa misma verdad , que jamás puede ser entera
mente sofocada , y la extraña obcecacion de esos filósofos que,
con ese auxilio , se han apartado siempre del objeto y alejado
mucho de esa verdad» (Pag. 336). Nuestro mismo adversario
ha dicho : « Los filósofos y los sabios tenian á la vista los
monumentos, los usos y las narraciones antiguas» (Pág. 371).
Así , pues, para esos semiracionalistas , los filósofos recibie
ron la verdad , y no la descubrieron ni inventaron por medio
de su razon. Esa verdad existia antes que ellos, en dei-
redor suyo y ante su vista, en los monumentos , usos y narra
ciones antiguas : era tan viva y tan resplandeciente queno pudie
ron sofocarla. Su luz les heria tanto, que á pesar de tener la
más mala voluntad del mundo, no podian menos de mirarla
de frente, de recoger algunos destellos y depositarlos en sus
libros; por su extraña obcecacion, pudieron alejarse mucho de
ella, pero de ningun modo ignorarla. Pues bien, nosotros no
decimos otra cosa con los Padres de la Iglesia.
Esos monumentos, esos usos, esas narraciones , esa luz de la
verdad, visible á pesar suyo, áun para los más ciegos, nues
tros críticos los han evocado con tan poca oportunidad, que
san Agustin los llama reflejos de la Providencia, en los cuales y
por los cuales esa amable Providencia se ha manifestado por to
das partes, y se ha puesto á la disposicion de todos, y de los
que , segun el mismo Doctor, los filósofos sacaron todo lo que
se encuentra de algun valor en sus escritos, todo lo que hay
en ellos de verdadero tocante á Dios , y por consiguiente no se
los puede llamar una invencion de su razon (1 ).
Esos monumentos , esos usos y esas narraciones, son tambien
á los que en dos pasajes , que contra nosotros cita nuestro ad
versario, Tertuliano llama el sentido público , de que, por un

(i) Apud philosophos multa vera de Deo inveniuntur lanquam aurum et au-
gentum, quodnon ipsi insutuerunt , sed de quibusdam quasi metal lis divi—
ns Providentiae quae ubique infusa est eruerunt. (De Doctrin. Christian.,
Cap. xxx.)
— 238 —
don particular de la bondad de Dios, participa toda alma. Eso
es lo que llama la naturaleza hablando á todos , y sugiriendo
á cada hombre las creencias comunes de la humanidad (1 ):
eso es lo que, en fin, llama leyes de la naturaleza, porque las
verdades umversalmente conocidas, umversalmente admiti
das, son las leyes, las condiciones inmutables sobre las cua
les se apoya y descansa todo el órden moral , como el orden
físico reposa en las leyes inmutables de la dinámica : leyes
de la naturaleza, de que tambien ha dicho Tertuliano que los
filósofos no han hecho otra cosa que apoderarse de ellas,
apropiárselas, y algunas veces presentarlas con el mayor
descaro como su propia obra (2).
Esas tradiciones y esos conocimientos, las habian, pues, en
contrado los filósofos por todas partes, en derredor suyo y
ante su vista , y hasta puede decirse que las tenian á la mano,
no tan sólo fuera de sí mismos , sino tambien en sí mismos,
en los que la educacion primera las habia desfigurado. Con
el auxilio, pues, de esos primeros conocimientos, se eleva
ron á otros: con el auxilio de esas verdades , conocieron otras
verdades: con el auxilio de esos conocimientos que habian
recibido y de esas verdades que les habian sido reveladas en el
hogar doméstico por la enseñanza , y en la sociedad misma
por la ley práctica de los pueblos en que vivian , pudieron
llegar á la demostracion de otros conocimientos y de otras
verdades. Por manera, que, como ha observado muy bien
santo Tomás , por la luz de la razon natural llegaron á com
prender y demostrar los principales atributos de Dios; pero
no los descubrieron ni inventaron , y su ciencia y su filosofía
fueron una ciencia y una filosofía de demostracion y no de in
vencion (3). No hay nada más claro.

(1) Sed et natura plerumque suggeruntur, quasi de publico sensu, quo


animam Deus donare dignatus est. (De Anima, a.)
(2) Pbilosophia leges natu rae opiniones suas fecit. (Ibid.)
(3) Philosophi de Deo multa demonstrative docuerunt, ducti naturali lu-
mine rationis.
— 239 —
«Muchos filósofos, dice Lelande, han enseñado la inmor
talidad del alma, y un estado futuro de recompensas y de
penas, pero no han enseñado ese dogma como una opinion
que hubiesen inventado , una produccion de su razon, un descu
brimiento de su genio filosófico , sino como una antigua tradicion
que habían adoptado , y que apoyaban con les mejores argu-
mentosque les suministraba la Filosofía.» (Nueva Demost. Evan.:
tomo ni , Cap. ív, § 6.) Nada más cierto ; eso es saber leer
los filósofos antiguos. Esa es en pocas palabras la historia de
la antigua filosofía. ¡ Cuán feliz fué ese sabio en no vivir en
nuestros dias! ¡Por sólo haber escrito esas líneas, nuestros
semiracionalistas le habrian llamado lamennesiano puro, y
quizá le hubieran maltratado como tal ! Son tan celosos de
la sana doctrina los semiracionalistas, y sobre todo tan jus
tos y tan caritativos !
En fin , nuestro mismo antagonista ha reconocido y ha di
cho que la razón jamás ha estado entregada á sí sola, que desde
el origen del mundo ha marchado siempre y marcha á la luz de
la tradicion y que toda razon es enseñada. (Véase la Pág. 1 66.)
Nada , pues , es más cierto , más claro , más evidente que ese
hecho histórico; que la razon de los filósofos, enseñada tam
bien, en cuanto lo es la razon de cualquiera otro hombre, no
ha encontrado por sí misma, sino que ha recibido por las
tradiciones , por la sociedad y por la familia , las verdades más
sencillas y naturales del órden inmaterial é invisible. Los tra-
dicionalistas no son, pues, tan insensatos como los semira
cionalistas quieren hacer creer, asiéndose tan fuertemente
á ese hecho , atestiguado por la historia del espíritu humano
y recientemente sostenido por sus mismos adversarios,
§ ,2.° Segunda prueba. Que los antiguos filósofos no encontraron ninguna ver
dad por su razon, sacada del hecho palpable y confesado por el semiraciona-
lismo mismo. Que, por el contrario, destruyeron todas las verdades que ha
bían conocido por la tradicion y las reemplazaron con toda clase de errores.
La segunda razon por la que los tradicionalistas piensan
que los filósofos recibieron por la enseñanza doméstica las
— 240 —
verdades de que se trata , es que léjos de haberlas encon
trado ántes de conocerlas, ni áun supieron conservarlas,
ántes bien las destruyeron despues de conocidas.
Este hecho deplorable ha sido consignado por san Pablo en
el lugar que hemos citado y explicado más arriba : «Los filó
sofos , dice , habiendo conocido á Dios , no le han glorificado
como Dios ; se desvanecieron en sus pensamientos , y creyén
dose sabios , se convirtieron en insensatos» . {Rom., I.) Pues
bien : haber reconocido á Dios y haberle despreciado desde
el instante en que se entregaron á sus pensamientos, perder
toda verdad hasta el punto de volverse insensatos , despues
de haber presumido tanto de su propia sabiduría, es induda
blemente haber comprendido el conocimiento de Dios y de la
verdad por medios comunes, sencillos, ordinarios, naturales,
y haberlos dejado escapar de las manos por las sutilezas de
los sofismas y el desenfreno de la razon.
Ese mismo hecho ha sido comprobado tambien por los
Padres de la Iglesia. San Agustin dijo: « Parece que los filó
sofos antiguos concentraron todos sus esfuerzos con objeto de
encontrar la regla de bien vivir para llegar á la felicidad. Mas
¿por qué en cuestion tan importante se vió que los discípu
los no estaban de acuerdo, ni con sus maestros, ni entre sí
mismos? Indudablemente porque siendo hombres , no buscaron
la verdad sino con el auxilio del sentido humano , de los ra
ciocinios humanos; y por mas esfuerzos que haga, no es po
sible que la desgracia humana llegue á la felicidad, y ni
áun podría encontrar el camino , á ménos que la condujese la
autoridad divina ( 1 ) » . San Próspero se expresa del mismo
modo: t Nadie ignora , dice, con cuán afanoso estudio y con

(1) Philosophi qui non videntur laborasse in studiis suis, nisi ut inveni-
rent quomodo videndum est accommodate ad bealitudinem capessendam , cur
dissenserunt et á magislris discipuli, et inter se condiscipuli? Nisiquia, ut
nomines, humanis sensibus et humanis ratiocinationibus ista quassierunt?...
Quid agit? Aut quo vel qua, ut ad beatitudinem perveniatur , humana se por-
rigit infelicitas, si divina non ducit auctoritas? (DeCivüate Dei: Lib. xvm,
Cap. xli.)
— 241 —
cuanto trabajo las escuelas de la Grecia , el Principe de la
elocuencia romana y los talentos más elevados del mundo,
procuraron la adquisicion del soberano bien. Mas tampoco
ignora nadie que no pudieron encontrar ni obtener nada, y
que el único resultado de sus tareas fué el delirio de su es
píritu, y el endurecimiento y ceguedad de su corazon. Y ¿por
qué? porque en asunto de tan grande importancia no quisie
ron seguir otra guia que á sí mismos» (1).
Los filósofos paganos no tuvieron los libros santos para
servirles de regla de conducta en el descubrimiento de la
felicidad del hombre. ¿Cuáles, pues, esa autoridad divina
que san Agustín les censura que no quisieron tomar por guia?
No pudo ser otra que la tradicion y las creencias constantes y
universales de la humanidad , en las que precisamente por
su constancia y universalidad, habían reconocido algo de
divino. ¿Qué es extraviarse por haber hecho uso únicamente
del sentido humano , del raciocinio humano , y no haber querido
seguir otra guia que á sí mismos, sino el sentido, el raciocinio
humano por sí solos , el hombre sólo y la razon humana por
sisola, colocada fuera de loda revelacion y de toda tradicion, que
no conducen más que al error? Desafiamos á los semiraciona-
listas más intrépidos á que nos presenten un sentido más plau-
sibleque este en los pasajes de esos grandes doctores que han
tenido el valor de citar con aire de desprecio, y sin darles la
menor importancia. (Del valor de la razon, Pág. 373 y 377.)
Pero nuestro adversario ha pensado de la misma manera;
pues despues de haber dicho que los antiguos filósofos tuvie
ron á la vista , monumentos , usos y narraciones antiguas , pro
sigue á sí: «Es una desgracia, dice el padre Baltus, que lé-
jos de detenerse ante esos restos venerablest, lejos de aplicarse á

(i) Ñeque enira ignotum est quantum Gracae scholae, romana eloquen-
tia, et totius mumli ¡nquisitio circa invenienüum summum lionum , acerrimis
studiiset excellentissimis ingeniis laborando, nihil egerint, nisi ut evanesce-
rént in cogitationibus suis et obscuraretur cor insipierts eorum, quia ad eog-
nescendam veritutem semetipsis ducibus utebantur. (Avers. Co'let., Cap. xu.)
16
— 242 —
distinguirlos y seguirlos, han contribuido más que todos los de
más á arruinarlos y hacerlos desaparecer por la desenfrenada
licencia con que todos los dios inventaban , segun su capricho,
nuevos sistemasele moral y de Religion , y destruían todo lo que
les era opuesto* . Luego el mismo crítico, con una sencillez en-
canladora, añade: «Si bien es cierto que, despreciando las
narraciones poéticas y populares para entregarse á su espí
ritu propio y á sus invenciones aventuradas, se encontraron
con frecuencia más lejos de la verdad que el pueblo y que los
poetas (Pág. 371).
Parece que al hablar de ese modo un escritor del triste
papel que la razon de los antiguos filósofos ha representado
con respecto á las verdades conocidas , era de esperar una
daclaracion franca y formal sobre la impotencia de la razon
sola para comprender la verdad. Pero todo menos eso, pues
afirma lo contrario.
«Esos filósofos, dice, tan desprovistos de auxilio, supie
ron, sin embargo, descubrir y enseñar muchas verdades im
portantes. Y si por una ignominiosa corbardía, ó por una
criminal apostasía , no se atrevieron á profesar todo lo que
conocieron , si retuvieron la verdad de Dios cautiva en la in
justicia , como de ello les acusa san Pablo , eso prueba su cri
men y no su ignorancia. Si encubrieron sus conocimientos,
no por eso debe decirse que no tuvieron ninguno, que no su
pieron descubrir nada, porque algunos descubrieron muchas y
muy buenas cosas (Pág. 363). ¿Cuáles fueron esas cosas, res
petable Padre? Por lo que hace á las grandes y buenas cosas
que se encuentran en sus libros, tocante á la naturaleza de
los atributos de Dios, la creacion, la vida futura, la resur
reccion de los muertos y la recompensa de la virtud, no las
descubrieron , sino que las usurparon á los judíos , como vos
mismo lo habeis reconocido. Por lo que concierne á las ver
dades más sencillas y más comunes de la moral y de la Re
ligion , habeis convenido en que las tuvieron ante sus ojos, por
que las encontraron en los monumentos, los usos y las narrado
- 245 -
nes antiguas. Tampoco, pues, las descubrieron; al contrario,
habeis reconocido espontáneamente que , con respecto á esas
mismas verdades , los filósofos fueron menos sabios y razonables
que la multitud ignorante (véase la Pág. 178), y que despre
ciando las verdades poéticas y populares para entregarse á su
espíritu propio y á sus invenciones aventuradas , se encontra
ron más distantes de la verdad que el pueblo y que los poetas. Ha
beis cenfesado ademas, de acuerdo con vuestro colega el
padre Bal tus, que léjos de detenerse ante los restos venerables dé
los monumentos , de los usos y de las narraciones antiguas : lé
jos de aplicarse á distinguirlas y seguirlas , contribuyeron más
que los otros á arruinarlas y hacerlas desaparecer. Es, pues,
evidente que, segun vos, no descubrieron las sencillas ver
dades que los monumentos , los usos y las narraciones antiguas
habían colocado ante su vista; porque creemos que no quer
riais sostener que los filósofos , despues de haber compren
dido esas verdades por su razon, las abandonasen, apre
ciando en poco su propio descubrimiento , destruyendo y ha
ciendo desaparecer su propia obra y renunciando á su propia
conquista. Y por otra parte, ¿qué necesidad tenían los filó
sofos de descubrir por su razon verdades conocidas de todo
el mundo ? porque la multitud ignorante y el pueblo conocían me
jor que los filósofos esas verdades , pues las habían visto en los
monumentos, los usos y narraciones ; en una palabra, en la tra
dicion. Sólo que, más sabios en eso y más razonables que los filó
sofos, la multitud y el pueblo las habían conservado.
Otra vez os preguntaremos, ilustre y celoso maestro de los
simples, ¿cuáles son esas buenas y grandes cosas que los filó
sofos descubrieron ? Sed bastante bondadoso para acudir en
auxilio de nuestra ignorancia, y dignaos indicarnos una sola.
No debe seros muy difícil , puesto que á fe de semiraciona-
lista asegurais que descubrieron un número tan grande de
ellas , que os veriais muy embarazado si trataseis de hacer su
enumeracion. Señaladnos una sola de las verdades, aun las
más vulgares, que, desconocida completamente al género hu
— 244 —
mano y extraña al mundo, haya sido descubierta por los fi
lósofos, enseñada por ellos á los hombres y que á la sombra
de su autoridad hava obtenido derecho de ciudadanía en el
mundo. No lo intentaréis siquiera; porque vos y todos los ra
cionalistas juntos, no lo conseguiriais. Podriais muy bien in
dicarnos muchas verdades, y áun todas las del orden inte
lectual y moral , como conocidas y admitidas en un tiempo
por la tradicion y como oscurecidas y borradas en otra época
por la razon; pero no podeis citar ni una sola, que, oculta á la
tradicion, haya sido descubierta por la razon.
En efecta, de las escuelas es de donde han salido el dua
lismo, el panteismo , el ateismo, el idealismo, el materialis
mo, el sensualismo y el escepticismo; desde ellas han inva
dido los templos , pero de los templos no se han extendido
por las escuelas. La supuesta ciencia delos filósofos (vos aca
bais de decírnoslo), es la que más que ninguna otba ha arrui
nado los monumentos , los usos y las narraciones antiguas de la
fe de los pueblos; las supersticiones de los pueblos no son
las que han arrastrado á los filósofos á sus lamentables erro
res. La razon , que ha querido marchar sola , es la que ha he
cho desaparecer las tradiciones, y no son estas las que han
extraviado la razon. Todos los errores que han trastornado el
mundo, y que han estado á punio de concluir con la huma
nidad entera , no han sido tanto la obra de una fe demasiado
crédula, como de una razon audaz, intolerante y destem
plada. Se sabe con exactitud cuando y por quien han sido
negados los dogmas de Dios , del alma , de la ley y de la vida
futura; pero no se sabe, ni se sabrá jamás, cuando y por
quien fueron inventados , sino que el mismo Dios los reveló
desde el origen del mundo. La creencia de la verdad ha pre
cedido siempre y por todas partes á su negacion , como la
inocencia ha precedido siempre y por todas partes al crimen,
la virtud al vicio, el orden al desórden , y la civilizacion á la
barbarie.
Si se recorre la historia de la Filosofía , sedescubre en ella
— 245 —
á la razon algunas veces desenvolviendo y demostrando la
verdad conocida , pero con mucha más frecuencia rechazán
dola y combatiéndola : jamás ia observamos inventando la
verdad ignorada ; y esa historia no lo es de la afirmacion y
restauracion, sino de la duda y de la negacion de la verdad:
es la historia de las grandes y lamentables ruinas que la razon
humana, entregada á sí misma, ha formado y amontonado
siempre en el mundo.
Parecerá tal vez que al hablar de este modo exageramos
la impotencia de la razon sola, y los males que ha causado
con respecto á la verdad ; mas, sin embargo, nuestro mismo
critico se halla de acuerdo con nosotros en cuanto á este par
ticular. Para refutar lo que con tanta intrepidez ha sostenido
tocante á descubrimientos en materia de verdades morales y
religiosas, que, segun él, ha hecho la razon sola, ó entregada
á sí misma, de los antiguos filósofos, no necesitamos más
que presentar á nuestros lectores las duras y terribles frases
conque se expresa contra esa razon. Helas aquí: «Segura
mente, los filósofos antiguos no escasearon el estudio, ni
carecieron de ingenio , de tiempo, ni de toda clase de me
dios humanos. La experiencia fué bastante larga, bastante
general, bastante solemne. Y bien: cuál fué el resultado?
Ninguna necesidad tenemos de disimular ó de atenuar lo que
han dicho de verdadero, grandioso y bello. Confesarémos con
gusto que se encuentran en sus obras observaciones exac
tas, admirables, sobre los principales objetos de los conoci
mientos humanos , y que se hallan en ellas magníficos trozos
de verdades; mas por casi todas partes son verdades incom
pletas, y desfiguradas con frecuencia por la mezcla de las más
extravagantes concepciones. ¿En dónde se encuentra un con
junto de nociones un poco seguidas, un poco completas , sobre
lo que más importa conocer : sobre el origen de este mundo y
las creaciones: sobre la naturaleza de Dios único: sobre la
Providencia y la parte que toma en las acciones humanas:
sobre las relaciones que unen á Dios y á los hombres : sobre
— 246 —
los deberes que de ellas emanan: sobre el origen, la natura
leza y el destino del alma humana: sobre el objeto de nues
tra existencia y la direccion que debemos dar á nuestro sér : so
bre la fraternidad que nos une á todos y nos obliga á todos : so
bre la igualdad de todos los hombres delante de Dios, etc. , etc.?
¿En dónde está el filósofo, en dónde la escuela que haya for
mulado sobre lodos esos puntos una doctrina sana y perfectamente
enlazada? ¿En dónde está el símbolo de la Filosofía, en dónde
el código de Religion y de moral sancionado por ella?
»Los filósofos paganos conocieron á Dios; pero tan débil
é imperfectamente , que puede decirse que no le conocieron. Al
gunos, indudablemente, reconocieron un Sér supremo, úni
co, incorporal; pero jamás hablaron del culto que le es de
bido. ¿Y no han supuesto constantemente al hombre sin relacio
nes con él? ¿No permitieron, y áun aprobaron, que sus contem
poráneos rindiesen sus homenages, sus adoraciones y sacri
ficios á infames divinidades?
» Seria una tarea interminable el referir sus crímenes y sus
absurdos, y el demostrar cuanto desconocian el origen del mal,
la naturaleza de Dios y el verdadero carácter de la virtud,
no corrigiendo casi siempre un vicio sino con otro.
»En moral , sobre todo, y en Religion , si alguna vez se en
cuentra la verdad en sus escritos , aparece en ellos como su
mergida en un mar de errores. La verdad sorprende en los fi
lósofos paganos, como el error en los filósofos cristianos; ¡tan
poco á propósito son unos y otros para habituarnos á ellos !
• Los filósofos paganos no saben ni partir de principios cier
tos, ni probar con órden y rectitud para llegar á la verdad;
pudiera decirse que la encuentran por casualidad. Y áun cuan
do la encuentren, son incapaces de retenerla con fuerza, y
formularla con claridad: es como un fuego fatuo en una noche
oscura; casi siempre es una conjetura mas bien que una cer
tidumbre; si afirman, no se adelanta mucho, porque lo mis
mo afirman lo verdadero que lo falso , lo razonable que lo ab
surdo.
— 247 —
» Esa mezcla de verdades y de errores , de opiniones y de
conjeturas , producen por único resultado aumentar la confu
sion y el desaliento en los espíritus. Despues de muchos siglos
de disputa , la incertidumbre fué mayor que al principio , en tér
minos que al fin los más sabios tuvieron que refugiarse en el
escepticismo , miéntras que los otros se sumergian en un vano
misticismo ó se abandonaban á las extravagancias de la su
persticion.» (Del valor de tarazon, Pág. 41 6 , 420.)
Hé ahí lo que el autor Del valor de la razon y de ló que puede
la razon por si sola ha dicho acerca de las proezas de la ra
zon sola en los tiempos antiguos. Segun ese trozo , tan elo
cuente porque está lleno de verdad, la razon sola de los an
tiguos filósofos, áun marchando durante largo tiempo al res
plandor del genio , demostró no poder nada por sí sola , y no
dió pruebas devaler sino para la destruccion. No sólo no descu
brió nada verdadero, nuevo, sólido, cierto y completo, sino que no
hizo más que desfigurar , oscurecer, mezclar con inmensos er
rores, y hacer enteramente desconocidas las antiguas verda
des. No supo crearse ni una regla segura, ni principios fijos;
no conoció á Dios, el alma y los deberes , sino como si jamás
los hubiese conocido ; no supo crear más que las profundas
tinieblas de todos los errores, la corrupcion de todos los crí
menes. Despues de negarlo todo, concluyó por negarse á sí
misma , concluyó por lanzarse en la sima del escepticismo ó
por sumergirse en las cenagosas aguas de la supersticion.
«Nada hay más propio, añade el mismo autor, para confun
dir para siempre el orgullo del espíritu humano. Ha triun
fado y sido omnipotente en las artes y ciencias puramente hu
manas , y no tiene ninguna fuerza para arreglar la vida del hom
bre. En el momento de la más elevada cultura intelectual y
artística es cuando aparece la más profunda degradacion moral
y religiosa. Entonces es cuando los pueblos, abjurando toda
dignidad humana , se abandonan á sí mismos, y se adorme
cen en el placer á los piés de sus inmundos ídolos. Pueblos y
filósofos, todos están sin luz y sin fuerza, y las tinieblas y la
. — 248 —
corrupcion se hacen universales.» Está, pues, probado, con
cluye el doctor del semiracionalismo : « Que la razon humana,
que ha sabido elevar á la más alta perfeccion las artes y al
gunas ciencias útiles , se ha mostrado incapaz de bastarse á si
misma en moral y en Religión, hasta natural » . (Pág. 424.)
Eso es muy cierto, y nos da el derecho de concluir á nues
tra vez: Está, pues , probado, por confesion del semiraciona
lismo, que la razon de los antiguos filósofos no descubrió nada
en moraly en Religion, hasta natural; que todo lo que tartamu
deó acerca de esas materias, lo tomó de las tradiciones que
despreció y arruinó ; que la razon sola es incapaz de bastarse á
sí misma en moral y en Religion, áun natural; que en cuanto á
esto , los tradicionalistas tienen completamente razon ; que el
semiracionalismo, estando por una parte en su favor, los des
cubrimientos de la razon filosófica antigua, y por otra, habiendo
trazado un cuadro tan espantoso de la impotencia de esa ra
zon, se ha puesto en contradiccion palpable y se ha refutado
á sí mismo.

§ 3." Tercera prueba de que los antiguos filósofos no descubrieron nada por
su razon , sino que recibieron de la tradicion social las primeras verdades
de la moral y de la Religion : su propia confesion. Confucio, Sócrates , Pla
ton, Aristóles, Ciceron, etc., establecieron la creencia en la tradicion, como
la regla general para conocer las verdades más importantes. Los racionalis
tas absolutos y moderados, han sido solemnemente desmentidos, en cuanto á
este punto , por los mismos á quienes adoran.

Hé aquí la tercera y última razon en favor de la opinion de


los tradicionalistas , de que los antiguos filósofos no recibieron
más que de la tradicion las pocas verdades que conocieron , y de
que hicieron tan trisle uso ; y esa razon no tiene réplica , es
perentoria ; porque está basada en que ese hecho fué con
fesado por los mismos filósofos, con una franqueza y since
ridad que sus fanáticos admiradores harian perfectamente
bien en imitar.
« Confucio , el filósofo más grande y el más célebre mora
lista de los chinos , no pretende (nos dice el historiador Na
— 249 —
varrete) haber sacado de su propio fondo los excelentes pre
ceptos del amor que enseñaba : reconocía que los debía á los sa
inos de la antigüedad, especialmente al famoso Pung, que vivió
cerca de mil años ántes que él , y el cual hacia profesion de
seguir la doctrina de sus predi cesores. » [Historia de la China.)
Todos los principes de la filosofía indiana , persa y egip
cia , hicieron la misma profesion de fe , y casi en los mismos
términos. Pero oigamos á los jefes más célebres de la filosofía
griega y romana.
«Declaramos en voz alta , que los antiguos fueron mejores
que nosotros , porque se hallaban más próximos á los dioses
y nos trasmitieron esas verdades sagradas , anunciadas por nos
otros (1): que, sobre el testimonio de nuestros padres, creemos
en ese mundo gobernado por un cierto orden de una |sabidu-
ría y de un espíritu maravilloso (2): que no nos atrevemos á
pensar ni hablar de otra manera de las cosas pertenecientes á
la Religion (3): que todo lo que ha sido afirmado por nuestros
antepasados, lo reconocemos por la verdad misma; y que, en
fin, no sólo estamos persuadidos de que es peligroso profesar
una doctrina diferente de la suya , sino que nos hallamos dis
puestos á sufrir como ellos los ataques que puedan dirigir
nos hombres duros y hasta insolentes que piensan lo contra
rio» (4).
Eco fiel de esta doctrina de su maestro , Platon decia tam
bien : * Sobre la existencia de los genios , es preciso absoluta
mente atenerse á lo que los antiguos nos han trasmitido acerca de
ellos. Porque engendrados inmediatamente de los dioses, co-

(1) Prisei, nobis praestantiores, düsque propinquiores , hosc nobis oracula


tradiderunt. (Phileb.: tom. iv, Opp. Plat., Edit. Bip.)
(2) Dicendnm qucemadmodum mayores nostri censerunt universum hoc or-
dine quodam mentís et sapientiae mirabilis gubemari. (Ibid.)
(3) Ñeque unquam de iis aliter, loqui aut sentire aussira. (Ibid.)
(4) Quod á priscis assertum est, mis item confiteamur baec ita sese habe-
re... Nec modo putamus alia sine perkulo proferri non posse, verum etiam cum
illis vituperationis periculum subeamus, si quando viraliquis durus ac vehe-
mensjille non esse con'.enderit. (Ibid.)
— 280 —
mo ellos mismos nos lo han dicho , conocian muy bien á sus
padres. Nos es , pues , imposible dejar de creer en los hijos de los
dioses > . ¿Y qué importa que algunas veces su enseñanza no pa
rezca fundada en razones sólidas ó verosímiles1? Nos han asegu
rado que no han dicho, tocante á las cosas sagradas, sino lo
que conocian muy bien, y de que ellos mismos habian sido
testigos. Eso nos basta y creeremos Á todo trance en su testimo
nio. Obrando de ese modo no hacemos más que seguir la ley
COMUN (1).
En el tratado De las Leyes, Platon se expresó tambien así:
« Dios , como lo enseña la antigua tradicion (2) , como que
tiene en sí mismo el principio , el medio y el fin de todas las
cosas , hace inviolablemente lo que está bien, segun la natu
raleza. Siempre va acompañado de la justicia que castiga á
los infractores de la ley divina. El que quiere asegurarse una
vida feliz y conforme á esa justicia , le obedece con humilde
docilidad. Mas al que se deja arrastrar del orgullo, al que
en su juventud se inflama con una insolente profanacion, como
si no tuviese necesidad de soberano ni de dueño, Dios le aban
dona ;¿cuál es, pues, lo agradable á Dios y conforme á su vo
luntad? Una sola cosa segun la palabra antigua ¿invariable (3),
que nos enseña que sólo pueden concillarse las cosas seme
jantes y que se alejan de los excesos. Pues bien: la suprema
medida de todas las cosas debe ser para nosotros Dios, me
jor que ningun hombre, sea el que fuere (4). El servicio de
Dios es ligero: el de los hombres duro y pesado. Dios es la
ley del hombre sabio: el placer es la del intemperante.»

(1) Priscis in hac re credendum est, qui, düs geniti, ut ipsi dicebant, pa—
rentes suos optime noverant. ¡mpossibile sane deorum film fidem non habere,
licet nec necessariis neo verosimilibus rationibus eorum oratio confirmetur.
Verura quid de suis uc nolis rebus loqui se affirraabant, nos, lebm secuti, fidem
prcestabimus. (In Timceo: tom. íx, opp.)
(2) Deus, sicut antiquus quoque sermo testatur. (De Legib.: Lib. ív, to
mo viii, opp.)
(3) Unam rationem antiquam liabens atque pracipuam. (Ibid.)
(4) Multo raagis quara quivis homo ut ferunt. (Ibid.)
— SM —
En fin, encontramos tambien en Platon este tierno pa
saje: «No me aflige el morir, porque tengo la esperanza deque
habrá un destino para los hombres despues de la muerte , y
que será mejor para los buenos que para los malos , segun
LA LEY ANTIGUA DEL GÉNERO HUMANO... (1 ) ES NECESARIO ATENERSE
SIEMPRE Á LO QUE ESTA DECLARADO EN EL TEXTO ANTIGUO Y SAGRADO,
á saber, que nuestra alma es inmortal y que al salir de este
cuerpo encuentra jueces ante los cuales tiene que sufrir un
gran juicio (2), y es preciso tener fe en esta antigua y sana
doctrina (3)».
Aristóteles, en diferentes lugares de sus numerosas obras,
ha profesado la misma doctrina: nos contentaremos con ci
tar un sólo pasaje de ellas, que se encuentra en su tratado
Del Mundo , Cap. vi : « Es seguramente tradicion antigua , dice,
trasmitida por todas partes de padres á hijos (4), que Dios es
el que lo ha hecho y lo conserva todo. No hay ser en el mun
do que pueda bastarse á sí mismo y que no perezca si es
abandonado de Dios , lo cual hizo decir Á alguno de los anti
guos (5) que todo está lleno de Dios : discurso que conviene
al poder de Dios, mas bien que á su naturaleza. Sí, Dios es
verdaderamente el criador y el conservador de lodos los
séres, sean cuales fueren en todas las partes del mundo; pero
no lo es á la manera del débil artista , cuyos esfuerzos son
penosos y dolorosos : lo es por su poder infinito » . .
Si de la Grecia nos trasladamos á Roma, encontramos que
la sabiduría del Occidente habla allí como la sabiduría del
Oriente, tocante al origen y la autoridad de los conocimien
tos filosóficos sobre Dios y la Religion. En los tres libros De
h naturaleza de los dioses , de Ciceron , en nombre de la fi-

(1) Platon de Astius. (Traduc. de Cocsin: tomo i, Pág. 198.)


(2) Ibid.: tomo u, Pág. 568.
(3) lbid.: tomo un, Pág. 88.
(4) Certe igitur sermo et antiquus est a Patribus transmissus omnibus bo-
minibus.
(5) Propter quod ab aliquibus antiquorum dictum est.
— £52 —
losofía romana, Hortensio se explica lo mismo que Platon
sobre este asunto. Declara que no es por el raciocinio, sino
por la tradicion , por la que sabe todo lo concerniente al culto
yá la moral, y que sobre su testimonio cree en ella: que la
argumentacion de su adversario, lejos de afirmar la autoridad
de ese testimonio, no puede servir más que para debilitarle,
y que, por consiguiente , sobre semejantes materias, prefiere
creer en la enseñanza de sus antepasados, mas bien que en
los raciocinios de los filósofos sus contemporáneos. Ciceron
mismo confiesa « que en la escuela de la tradicion de los más sa
bios entre los antiguos , habia aprendido su magnífica y sublime
doctrina sobre la ley: que por ese medio habia conocido que
la ley no es una invencion del espíritu humano , ni una insti
tucion moderna de los pueblos , sino que tiene algo de eter
no, gobernando el universo entero con la sabiduria de sus
preceptos y de sus prohibiciones. Porque esos mismos sabios,
añade, son, y no yo, los que afirman que esa ley fundamen
tal, no es en el fondo más que la inteligencia misma de Dios,
que no ordena ni prohibe nada sino con razon ; y que de esa
ley eterna ha salido la ley que los dioses (los ángeles de
que habla san Pablo) han dado al género humano» (1).
En otra parte, tratando de la inmortalidad del alma, Cice
ron habla de este modo á su interlocutor: « Para apoyar la
opinion de que deseais verme convencido, tengo que alega
ros fuertes autoridades , especie de pruebas que en toda clase
DE CONTESTACIONES ES ORDINARIAMENTE DE GRAN PESO. Os citaré,
en primer lugar, la antigüedad , porque cuanto más de cerca
tocaba el origen de las cosas y la raza divina, tanto mejor co
nocía la verdad de las cosas* . [Quoest. Tuscul: Lib. i, Cap. xn.)

(1) Video SAPIENTiSSIHORUM FUISSE SESTENTIAM legem PEQUE HOMNCH INGE-


mis excogitatam, nec scitum aliquod esse populorum, sed aeternum quiditam
quod universum inundum regit , imperandi prohihendique sapientia. tia prin
cipen) legem illara et ultiman) mentém esse dicebant , omnia rutione cogentis
aut vetantis Dei, ex qua illa leí quum dii humano generi dedere. {De Legib.:
Lib. )i , Cap. iv.)
— 233 —
En fin, el padre de Horacio decia á su aturdido hijo, que
no se aprovechó de sus consejos: «Hijo mio, al filósofo cor
responde explicaros el por qué de las cosas, porque es preciso
hacer el bien y evitar el mal. Por lo que á mí hace, me daré
por muy satisfecho si logro enseñaros á observar las costum
bres y la conducta que nos han trasmitido nuestros antepasados,
y preservar vuestro honor miéntras os halleis bajo mi derec-
cion».
¿Qué(Hobat.
decís, Sátiras:
pues, señores
Lib. i,semiracionalistas,
Sát. iv.) de esas de

claraciones , de esas confesiones de los antiguos filósofos?


¿Podian expresarse en términos más formales, más claros,
más enérgicos para enseñar á sus obcecados admiradores,
que el medio comun, la regla general de la humanidad (de
que no es posible apartarse sin caer en el error), es que el
conocimiento de las primeras verdades del órden moral y re
ligioso no se obtiene por medio del raciocinio, sino por la
palabra de los antepasados trasmitida á los hombres por la
enseñanza doméstica y social? ¿Podian con más abnegacion
confesar su nulidad ante la autoridad y la sabiduría de la en
señanza tradicional, para dar á conocer que en materia de
sus conocimientos de las primeras y más importantes ver
dades sobre la Religion y los deberes, sus investigaciones,
sus esfuerzos, sus raciocinios y la consideracion del espec
táculo de la naturaleza , no servian de nada , que no proce
dían de la palabra interior de su alma , sino que habian reci
bido de la palabra exterior de la sociedad el conocimiento
de Dios, de sus leyes, de su orígen y del destino del hom
bre durante su vida y despues de la muerte; y, en fin, que
todo eso lo supieron por su creencia en las tradiciones? ¿Po
dian distinguir más claramente el órden de la fe y el órden
de la concepcion? ¿Podian ser más explícitos en afirmar que
el papel de la Filosofía no es el llegar al qué, sino al por qué, de
las cosas : que no es el encontrar las más importantes verda
des, sino el comprenderlas y desenvolverlas? ¿Podian rehu
sar con más solemnidad, en nombre de su razon , como que
— 234 —
no leera debido, la gloria que vos les concedeis de haber des
cubierto é iuventado la verdad por medio de su razon? ¿Po
dían daros un mentís más completo en cuanto á vuestras afir
maciones sobre el origen de sus conocimientos religiosos y
morales? No es, pues, evidente que concediendo á la razon
de los filósofos el honor de haber encontrado por sí sola todas
las verdades más esenciales , dais á entender que no habeis
comprendido á esos mismos filósofos que nos oponeis, que os
hallais en contradiccion palpable con sus declaraciones y sus
confesiones, y que en ese lugar vuestro sistema es históri
camente falso?

§ i." Digresion sobre el curioso cargo que el semiracionalismo hace al tradi


cionalismo de no admirar los FiLÓsoros paganos. Los tradicionalistas so»
dignos de excusa en no admirar ú unos hombres que, segun san Pablo , ios
santos Padres , los intérpretes , y un doctor semiracionalista , eran unos
monstruos de desfachatez y de orgullo , y que no habían causado más que
males á la Religion y á los pueblos. El mismo doctor es tambien digno de par
ticipar de las cadenas t de la prision con que quiere premiar á los tradi
cionalistas.

Antes de dejar á los antiguos filósofos tenemos que arre


glar una cuentecita con el semiracionalismo, tocante á una
disputa que nos suscita acerca de él. No perdona á la tradi
cion , como llama á nuestro sistema , de participar de su en
tusiasmo pagano. En el mismo pasaje, en que, como acaba
mos de oir , ha reducido á proporciones tan mínimas la ver
dad que se encuentra en sus libros, el autor Del valor de la
razon los recomienda á nuestra admiracion , porque conocie
ron , en fin , á Dios , su omnipotencia , su providencia y su
justicia , ejerciéndose en el hombre por los remordimientos
de la conciencia y por las penas y las recompensas de la otra
vida. Nos los elogia como descubridores y maestros de la ley
natural y de sus obligaciones, y de un gran número de ver
dades morales y religiosas , < aunque mezcladas, añade , en
sus escritos de mil errores y absurdos*. Reclama nuestra ad
miracion en nombre de los antiguos Padres de la Iglesia , y
— 255 —
particularmente de san Agustin, que nos cita, como que pro
fesó en su juventud un entusiasmo sin límites por Platon y su
escuela , á cuyo filósofo tuvo toda su vida el más grande y
sincero aprecio. En fin, desde lo alto del pedestal que él
mismo se ha formado , lanza contra nosotros un anatema filo
sófico en regla , en estos términos: • Seguramente nos vería
mos muy embarazados para trazar el cuadro de las verdades
que los fiilósofos descubrieron (él ha probado que los filósofos
no han descubierto ninguna ) y para realzar todo lo que dije
ron de verdadero, bello y hasta admirable. Pero pode
mos afirmar esto sin temor de ser desmentidos por toda la tra
dicion: El que no ha admirado con frecuencia los filósofos
griegos y romanos, no es digno de hablar de Filosofía» (pá
gina 356). Y más adelante, asociándose á un teólogo cono
cido por sus simpatías hácia los autores paganos, lleva su pa
pel de vengador de la gloria de los filósofos griegos y romanos
hasta decretarnos las cadenas y la prision (Pág. 360).
¡Feliz san Pablo de no haber aparecido todavía sobre la
tierra! El semiracionalismo le hubiera prohibido hablar de Fi
losofía, y no habria podido sustraerse á las cadenas y la pri
sion con que nosotros nos vemos amenazados.
Porque ese imprudente Apóstol , no sólo tuvo la desgracia
de no admirar los filósofos griegos y romanos , sino que se
atrevió á hacer de ellos la siguiente horrible pintura , de que
más arriba hemos presentado algunos rasgos: * Habiendo co
nocido á Dios, no le glorificaron como Dios ó no le han tribu
tado gracias, sino que se han desvanecido en sus pensamien
tos y su corazon extraviado se ha oscurecido. Llamándose
sabios, se han vuelto locos. Han asimilado la gloria del Dios
incorruptible á la imágen del hombre corruptible, de las
aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles. Por eso Dios los
ha entregado á los deseos impuros de su corazon , ultraján
dose á sí mismos en su cuerpo , pues trasformaron la verdad
de Dios en mentira y adoraron y sirvieron á la criatura en lu
gar del Criador. Formince eorum immulaverunt naturalem suum
— 256 —
in eum usum qui est contra naturam. Similiter autem masculi,
relicto naturali usu fcerninas, excesserunl in desideriis suis in in-
vicem, masculi in masculos turpitudinem operantes. Eran hom
bres impregnados de toda especie de iniquidad, de malicia, de
fornicacion, de avaricia, de maldad, de envidia, de asesi
nato, de fraude, de malignidad, murmuradores, detractores,
aborrecidos de Dios , violentos, soberbios, arrogantes é in
ventores de toda especie de mal (hé ahí los verdaderos descu
brimientos por su parte), desobedientes á sus padres, insen
satos, disolutos, sin afeccion, sin misericordia», etc.
En otra parte san Pablo, ocupándose de esos mismos filó
sofos, dice: «Tened mucho cuidado con que alguno no os se
duzca por medio de la Filosofía y de vanas decepciones que
son segun la tradicion de los hombres, segun los elementos
del mundo y no segun el Cristo». Pues bien: indudablemente
el que se expresaba de una manera tan violenta contra esos
filósofos no los admiraba. ¿Merece, pues, la tradicion cris
tiana las cadenas y la prision, si con respecto á esos mismos
hombres, no hace más que proteger los sentimientos de san.
Pablo?
A esos testimonios contundentes de parte del más grande
de los apóstoles contra la filosofía antigua en globo y contra los
filósofos griegos y romanos en particular , nuestro autor opo
ne la autoridad de Tomasin, que afirma «que en esos pasa
jes san Pablo no condenó la buena, sino la mala, filosofía : que
parece exceptuar el platonismo y no encrudecerse más que
contra el estoicismo como propagador de la idolatría, y contra
el epicureismo por conceder honores divinos alplacert. Pero
esa opinion de Tomasin no tiene ningun valor contra la auto
ridad de los intérpretes de san Pablo, que dicen todo lo con
trario, y especialmente de Cornelio á Lápide. Ese intérprete,
cuya opinion nos parece que nuestro autor hubiera debido pre
ferir á la de Tomasin, porque es una de las más grandes y le
gítimas glorias de su corporacion, y porque es uno de los ma
yores comentadores modernos de los libros santos ; ese intér
— 257 —
prete afirma de una manera positiva, y prueba, que Sócrates,
que sacrificaba á los dioses, y en particular á Esculapio; que
Platon, que hizo alarde de tributar culto á los dioses , á los
astros y á los demonios ; y que Ciceron, que predicaba la ve
neracion á las divinidades de Roma, siendo, como eran, unos
verdaderos idólatras, fueron comprendidos tambien con justa
razon en el anatema que san Pablo fulminó contra los filóso
fos (1).
Ademas, segun el mismo intérprete, apoyado en numero
sos é irrecusables testimonios, las costumbres de Sócrates,
de Platon y de sus discípulos eran tan abominables como
erróneas sus doctrinas. Hay más: esa supuesta escuela espiri
tualista estaba particularmente atacada de la enfermedad de
la soberbia. Aquellos filósofos, mientras la escuela de Epicuro
se entregaba al placer , que es el orgullo de los sentidos, se
abandonaban al orgullo, que es el placer del espíritu: se des
vanecían en sm pensamientos y aspiraban á pasar por los más
sabios de los hombres. Para castigarlos de su orgullo , Dios los
abandonó á todos los desórdenes de los sentidos.
Alcibiades , dice ese grave autor, era , segun Laercio , la
delicia de Sócrates. Segun Arístipo el mismo Platon estaba
prendado de Dion , y del astrólogo llamado Estrella. Aris
tóteles rindió ignominiosamente sacrificios á Nermia. San
Crjsóstomo afirma que esos filósofos (como Ciceron y Plu
tarco lo dan á entender) predicaban el crimen, tanto con sus
preceptos como con su ejemplo , y habian hecho de él una
noble distraccion, prohibida á los esclavos , y propia exclu
sivamente de las personas libres y de la aristocracia del naci
miento y del saber.» Con respecto á los santos Padres, el mis
mo autor Del valor de la razon ha dicho: «Sabemos con qué
fuerza y con qué insistencia los Padres y los Doctores de la

(1) Socrates diis gentium sacrificavit et inter alia gallum Esculapio. Plato,
in Epinomide , divinum cultum tribuit coelis, astris et daemonibus. Cicero si-
mulacra colenda docuit. Ita ut merito in eos hic ita delonet apostolus. (A La
pide: in Cap. i, v. 23 , ad Román.)
— 258 —
Iglesia han condenado la filosofía pagana y con qué esmerose
dedicaron á preservar á los fieles de los peligros de esa filo
sofía» (Pág. 350). En cuanto á Platon en particular, los Pa
dres, no sólo no le han guardado más consideracion que san
Pablo, sino que le han combatido nominalmente. Tertuliano
le llama el patriarca de todos los herejes: Patriarcham omnium
hoereticorum. (Contra Hermóg., i.) El antiguo apóstol de las Ga-
lias, san Ireneo, le llama la salsa de todas las herejías : Con-
dimentarium omnium hcereseon. (De Hceresib.) Más adelante
oiremos á san Agustín quejarse amargamente y lamentarse,
en su ancianidad, de las alabanzas que en su juventud pro-
digára á Platon , á su escuela y á los académicos, y llamarlos
á todos en masa hombres impíos, cuyas doctrinas son las más
opuestas á los dogmas cristianos (1 ).
Nada hay, pues, nada menos fundado y más gratuito que
la opinion semiracionalista de que, en su terrible acusacion
contra los filósofos paganos, san Pablo quiso exceptuar el pla
tonismo. Tristeza nos causa el ver á nuestros adversarios en
gañarse groseramente cuantas veces procuran explorar en
favor de su sistema, y convertir contra uosotros la historia
de la Filosofía; pero ese es el merecido castigo de su injusti
cia para con la tradicion.
Despues de condenar á Sócrates , Platon y Aristóteles por

(1) En cuanto á la objecion que se nos pudiera hacer de que algunos de los
antiguos Padres recomendaron mucho la Filosofía, nuestro antagonista lia con
testado á ella categóricamente por nosotros en los siguientes términos: «No
puede autorizarse el lenguaje de los primeros Padres de la Iglesia, que no daban
ú la palabra filosofía el mismo sentido que umversalmente se la ha dado despues.
Para Justino, Orígenes, Eusebio, y hasta para san Agustín (tambien hubiera
podido añadir san Basilio y san Juan Crisóstomo), la Filosofía es la investiga
cion de lo divino , como se halla confesado en el Cristianismo. Seguu Clemente
de Alejandría , la verdadera filosofía sólo proviene del Hijo de Dios. Es evidente
que la filosofía que entendían oponer á la filosofía griega era generalmente la
verdad cristiana, el conjunto de las enseñanzas del Cristo, la doctrina nueva,
la verdadera gnósis, dice san Ireneo. Ese lenguaje, ese nombre general dado
á la Filosofía , era comprendido entónces , era aceptado y no ofrecía ningun
riesgo, etc. (El Tradicionalismo, etc., Pág. 99.)
— 259 —
lo licencioso de sus costumbres, el mismo grande comenta
dor de la Biblia combate tambien en el mismo título á los prin
cipales filósofos paganos, sus sucesores é imitadores, y hace
preceder por ese Kirie esta espantosa letanía de los santos de
la Filosofía : «Para ver que nada hay más justo ni más verda
dero que la opinion de san Pablo, y que los filósofos anti
guos eran los más impúdicos y los más inmundos de todos los
hombres, examinad, lector, los retratos que por series ha he
cho de ellos Diógenes Laercio , y el horrible emblema que
distingue á cada uno de ellos» (1).
La decision apostólica á que aquí se hace alusion, se halla
concebida en estos términos : « Como ellos reprobaron el co
nocimiento legítimo de Dios, Dios los entregó á su sentido
reprobado , y los dejó hacer cosas inconvenientes : Sicut non
probaverunt. Deum habere in notitia, tradidit illos Deus in re-
paoBUM sensum, ut faciant ea quce non conveniunt. Observad,
bien, dice sobre este punto el mismo ilustre intérprete, la
relacion filosófica (más palpable todavía en el griego) que
existe entre estas dos palabras de san Pablo : reprobaron el
conocimiento, y el sentido reprobado. El Apóstol ha querido
oponer aquí reprobacion á reprobacion; ha querido hacernos
comprender , como ha observado san Gregorio , que el ver
dadero conocimiento de Dios es la gran regla de las acciones
del hombre, y que reprobando esa regla especulativa, nada
más justo que el abandono por parte de Dios en el sentido re
probado, que nos hace errar en la práctica : Qui errant in Dei
cognitione juste traduntur ut errent pariter in agendis; ha que
rido enseñarnos que la conducta profundamente inmoral de
los filósofos fué la cosa más lógica desde el instante que se
formaron una idea profundamente errónea de Dios , y que la
corrupcion de su juicio que los impulsó á atribuir al hombre
y á los brutos la divinidad , debió producir en ellos la cor-

('I) Ut videas -verissimam esse hanc apóstoli sententiam atque philosophos


ruissE impdrissimos atque spurcissimus, audi ex uno Laertio seriatim eorum hac
de re embtemata. (Loe. cit.)
— 260 —
rupcion de su regla mo'ral, que los arrastró á aprobar y prac
ticar, como cosas honestas y permitidas, las más grandes
maldades. Pero nada más importante ni más á propósito en
esta discusion, que la lúgubre y grave epifonema con que
el sabio y celoso intérprete termina la explicacion de ese. pa
saje de san Pablo : « Ahora, dice, que nuestros políticos y na
turalistas vengan , si tienen valor para ello , á representarnos
como hombres de bien á los antiguos filósofos, y á canoni
zar como bienaventurados y santos á esos mismos hombres,
á quienes ha dominado Asmodeo y relegado al infierno como
esclavos de la desvergüenza y del desenfreno más inaudito».
Que oigan esas hermosas palabras pronunciadas por san Ber
nardo contra Pedro Abelardo , que se habia aficionado so
bremanera á Platon : Por lo mismo que ha hecho tantos esfuer
zos de elocuencia para trasformar á Platon en cristiano, el
desgraciado
que UN PAGANOAbelardo
(1). nos prueba que él mismo no es más

En cuanto á la triste influencia que los filósofos paganos


han ejercido sobre la fe de los pueblos, un sabio de primer
orden nos ha dicho lo bastante en estas breves palabras: «La

(1) Eant nunc politici et naturalista; nostri philosophos hosce ut viros


probos praedicent, eosque ut sanctoset beatos canonicent, quos infandaa Ve-
neris mancipia Asmodanis auctoravit, Orcoque addixit. Praclare Bernardus
contra Petrum Abelardum platonizantem (Epist. 109 ad Innoc. Pontific): Ubi
inquit, dura multum sudat quomodo Platonem faciat christianum se probat
ethriicum. (A Lap.: in I sancti Pauli ad Rom.)
Rogamos al sabio semiracionalista que hace muy poco nos ha hablado de
las grandes virtudes de los filósofos, como si fuesen unos santos, se digne re
flexionar en esas palabras de san Bernardo. No hay nada más cierto! Los
grandes panegiristas de la moral de los paganos tienen indudablemente tam
bien ellos mismos algo de paganismo. El sentido pagano es el que no tiene nada
de comun con el sentido de Jesucristo : ese sentido que , segun san Pablo , tie
nen todos los verdaderos cristianos. Nos aulem sensum Christi habemus. Los
escritos de todos los incrédulos del último siglo y del nuestro, y particularmente
de los racionalistas, lo prueban demasiado. Es, pues, muy fácil ver que los semi-
racionalistas participan todos de iguales simpatías , y dejan presumir que tienen
relaciones secretas de semejanza con todos los racionalistas absolutos y con
todos los incrédulos.
— 261 —
filosofía, sobre todo la de los griegos, era más capaz de qui
tar al pueblo toda idea de Religion , y de borrar completa
mente hasta las menores huellas de las antiguas tradiciones,
que de darle verdaderos principios, y rectificar errores so
bre los puntos más importantes del dogma y de la práctica» .
(Laland.: Nuev. Oemostr. Pág. 1 .a, Capxi.)
Así, si la tradicion no inspira admiracion, sino compasion
á hombres tan detestables y funestos, su crimen no es muy
grande , y en todo caso , ese crimen le es comun con san Pa
blo, con los Padres y los Doctores de la Iglesia. Y si bajo ese
concepto debe abstenerse de hablar de Filosofía y resignarse á
sufrir las eventualidades de la prision , se encontrará al ménos
con buena compañía.
Pero lo que todavía es más gracioso , es que el mismo au
tor que censura á la tradicion su frialdad y su indiferencia
para con los filósofos griegos y romanos , parece que no los
tiene tampoco en mucho aprecio, y ménos áun en opinion
de sanlidad. No contento con explicarse de una manera muy
severa, con respecto á ellos, ha trazado estas líneas, que no
respiran el mayor entusiasmo por sus protegidos : « Ademas,
dice, los filósofos antiguos se hicieron entre sí una guerra con
tinua, y tuvieron los unos para con los otros un desprecio mé
nos injusto (1) que funesto. Cada escuela aparento distinguirse
de las demás escuelas, y cada filósofo de todos los demás fi
lósofos que le habían precedido, y de sus contemparáneos.
Decididos á no deber nada á otro, ni áun al genio, estaban lle
nos de una ciega confianza en si mismos, y creyéndose cada
uno capaz de todo , se abandonaban á sus raciocinios y á sus
sueños. Eso es lo que les censura el Apóstol ; creyéndose sabios,
se han vuelto insensatos. Por consecuencia de ese orgullo , hi
cieron traicion al talento que Dios les habia dado (2) , y no sa-

(1) Esa expresion no tiene precio. El desprecio que los filósofos se profesa
ban mutuamente era una justicia que se hacían unos á otros. Como se cono
cían , se trataban con la consecuencia que debían.
(2) Esos hombres de ¿? .lio no fueron más que Platon y Aristóteles. Así se
— 262 —
caron de él los conocimientos útiles que estaba destinado á
producir, porque se dedicaron á obtener menos la verdad que
la celebridad, siempre más dóciles á los impulsos de la vanidad,
que á la voz de la conciencia y de la razon» (Pág. 385).
Es verdad que más adelante el mismo autor ha consa
grado un capítulo entero á probarnos la utilidad providencial
de la ciencia pagana , y ha dicho : « En materia de verdad
religiosa y moral la Filosofía podia todo, la Filosofía nó pódia
nada ; ese es el doble error del racionalismo y del tradiciona
lismo» (Pág. 422). Pero de todo eso se ha retractado solem
nemente en el pasaje siguiente, en el cual reconoce en los
términos más explícitos como una verdad indudable, lo que
acababa de echar en cara al tradicionalismo como un error, á
i saber, que la ciencia pagana no ha sido de ninguna utilidad,
y que en materia de verdad religiosa y moral, la Filosofía no ha
hecho nada , porque nada podía. Hé aquí sus palabras : « Cada
filósofo poseia sin duda alguna verdad ; pero su enseñanza,
qué autoridad podia tener sobre la poblacion? Lo que el pue
blo necesita no son argumentos y demostraciones sábias y
científicas, sino una enseñanza positiva, cuya autoridad le
sea garantida de antemano. Pues bien, los filósofos no tenían
ninguna. Tenian tanta ménos, cuanto que cada uno de ellos
era contradicho por los demás. ¿Cómo hubiera podido el pueblo
elegir entre ellos? Los sabios le despreciaban bastante para
abandonarse á todas sus miserias intelectuales y morales. Así
es que jamás se ha podido citar un pueblo, una aldea , que ha
ya sido instruidaó convertida por la Filosofía. Lejos de eso, los
filósofos, en vez de apartar á los pueblos del error, los con
firmaban en él con sus lecciones y su ejemplo. Todos saben
que ellos pusieron su ciencia al servicio de una religion detes
table» (Pág. 421-323).
Seguramente, el que, haciéndose eco de los cristianos exal
tados de los primeros tiempos, y del mismo san Pablo, se
ve que el mismo autor confiesa lo que había dicho más arriba: que san Pablo
no excluyó de su anatema á Platon ni á su escuela.
— 263 -
atreve á hablar con tan poca reverencia de los filósofos grie
gos y romanos y ha declarado en términos tan enérgicos que
su filosofía no fué de ninguna utilidad moral para los paganos,
y que fué para ellos un regalo del infierno , no ha debido tam
poco él admirar con mucha frecuencia á esos filósofos. Vamos,
reverendo Padre , reconoced que vos tampoco sois digno de
hablar de Filosofía, y no debiendo ser juez , venid á participar
de las cadenas y de la prision que tan caritativamente nos
habeis decretado. Tanto más , cuanto que al crimen que os
es comun con nosotros habeis añadido el de mentir en punto
á historia.
Pero volvamos á la prueba que el semiracionalista preten
de aducir en su favor de los supuestos descubrimientos de la
filosofía incrédula.

§ 5.° Cargo insolente dirigido al tradicionalismo y refutado por el semira-


cionalismo. Los filósofos modernos son tan impotentes como los antiguos
para descubrir por sola su razon la más pequeña verdad moral y religiosa.
Horrible cuadro de sus errores trazado por una mano semiracionalista.

La filosofía moderna desmiente tambien al semiraciona-


lismo. El ejemplo en que se apoya de los filósofos del dia,
que, segun él, han descubierto algunas verdades por sola su ra
zon , y fuera de toda revelacion y de toda tradicion cristiana,
prueba, lo mismo que el ejemplo de los antiguos filósofos in
vocado por él , que la base histórica del sistema semiracio
nalista es tan falsa como absurda su base lógica.
«No somos nosotros de aquellos, nos dice en un momento
de tierna expansion de su caridad, no somos de aquellos que
enseñan que el racionalista y el incrédulo son incapaces de des
cubrir por sí mismos y de establecer ninguna verdad religiosa, in
telectual y moral (1). No somos de los que dicen, que no apo-

(1) Lo sabemos muy bien. Teneis la bondad de decírnosto tantas veces y


en todos los tonos, que verdaderamente no concebimos por qué os tomais la
molestia de volvérnosto á repetir. Así que, nos guardaremos muy bien de atri
buiros tales enormidades y sentimientos tan intolerantes.
— 264 —
yéndose en la revelacion y en la tradicion , se va á parar ne
cesariamente y por el peso de la razon al error, al panteis
mo y al escepticismo. Esas son exageraciones que deben dejarse
al tradicionalismo extremado, deplorando que semejantes exa
geraciones, tan falsas en sí mismas como injuriosas á la razon y
á Dios, vengan con frecuencia á llenar de asombro á los que
todavía están distantes del Cristianismo y á alejarles más y
más de la verdad.
»Sí; un pensador no creyente puede descubrir por la razon y
conocer y demostrar la verdad en el orden natural. Y segu
ramente, ¿quién se atreveria á decir que ningun pensador de
nuestra época ha descubierto por sí mismo y por el trabajo de su
espíritu alguna de las verdades que expone en la explicacion
de sus cursos ó en sus libros? Asegurarlo ¿no seria exasperar
gratuitamente la conciencia de sabios distinguidos? (1) No co
nocemos nada más á propósito para indignar á cualquiera,
que negar aquello de que tiene la conciencia íntima.» (Valor
dela razon, Pág. 446.)
Pero afirmar que es un crimen imperdonable de lesa razon
y de lesa divinidad, de que sólo el tradicionalismo extremado es
capaz; atreverse á decir que ningun pensador de nuestra época ha
descubierto por sí mismo y por la laboriosidad de su espíritu nin
guna de las verdades que expone en sus cursos , es afirmar de
una manera decisiva que los racionalistas y los incrédulos de
nuestros dias, no sólo han sido capaces de descubrir, sino que
han descubierto, en efecto, algunas verdades religiosas, morales
é intelectuales en el órdennatural. A nosotros, entendimientos
tan limitados como difíciles ó descontentadizos y exagerados,
¿no nos es permitido el pedir que se nos indique al ménos una

(1) Extraordinaria lisonja, á lo que parece, dirigida á M. Cousin. En


verdad que no se podría ser más atento con los pensadores no creyentes. Pero
no hay que escandalizarse... es para convertirlos... Y si, por el contrario, el mis
mo autor trata con tanta dureza á los pensadores creyentes, es porque éstos no
tienen necesidad de conversion , ó lo que todavía es más probable, los desgra
ciados, son incapaces de ella,..
— 265 —
sola de esas verdades, que, desconocidas ántes, han sido des
cubiertas, conocidas y demostradas por nuestros pensadores no
creyentes con el auxilio de su razon y sin sacarlas de la tradi
cion ó de la revelacion? (1 )
Pero áun cuando nos fuese lícito dirigir esa pregunta, nada
adelantaríamos, porque el semiracionalismo jamás la ha con
testado, la contesta, ni contestará, por la sencilla razon de
que no puede responder, y ademas porque no ha faltado
quien diga, que en todo lo que el historiador semiraciona-
lista acaba de asegurarnos en nombre de la conciencia íntima
de los pensadores no-creyentes, sus clientes, no hay una pala
bra de verdad. ¿Y quién es ese insolente que se atreve á de
cir eso y á desmentir de esa manera á un eclesiástico tan res
petable? Dios mio! ha sido él mismo! Así que, para refutarle,
nada diremos propio nuestro , y permaneceremos arma al
brazo, espectadores silenciosos de la derrota que él mismo
se ha preparado. Porque él mismo es el que despues de ha
bernos encomiado tanto el valor de la razon y la rectitud de la
conciencia de los pensadores incrédulos, ha añadido lo que si
gue; oigámosle : jamás ha sido tan franco ni ha estado tan in
teresante:
«Conviene repetirlo, nos dice: los racionalistas, que se pri
van del auxilio sobrenatural de la revelacion, pueden siempre,
(1) Tenemos un derecho tanto más incuestionable á hacer esa pregunta,
cuanto que los pensadores no-creyentes, como no acostumbran á confesarse con
nosotros sino con los semiracionalistas, sus paironos, cuya indulgencia y pro
pension á la caridad conocen por experiencia , no nos permiten saber lo que
pasa en lo interior de su alnu, y por consiguiente, si les disgustamos, ne
gando ó poniendo en duda lo en que ellos tienen la conciencia intima, es (lo
juramos por lo que la tradicion tiene de más sagrado), menos por maldad , que
por ignorancia. Aunque es verdad que con harta frecuencia los confesores
semiracionalistas no saben mucho más que nosotros. Hace algun tiempo , un
filósofo moribundo manifestó deseos de ver un sacerdote. Presentáronle uno
digno de su confianza, semiracionalista clásico; el filósofo le aceptó, pero
para conversar, no para confesarse. Sus amigos, los filósofos, segun se ha
dicho, le impidieron al digno eclesiástico el llegar á tiempo. Murió como habia
vivido, y sus amigos se apresuraron á declarar ante uu notario, que el desgra
ciado habia muerto como un filósofo.
— 266 —
en el orden natural , conocer y descubrir muchas verdades inte
lectuales, morales y religiosas; pero ¿pueden, como pretenden,
adquirir una suma suficiente y bastante pura de esas verdades?
¿Pueden por sola la razon obtener sobre esas materias una
ciencia casi completa? En una palabra, la razon , hoy, en el
siglo xix, se basta á sí misma, al ménos en el orden natural?
Ya hemos visto que los filósofos paganos jamás han podido
realizar esa esperanza, y que en el seno de la civilizacion más
brillante , no supieron fundar nada satisfactorio en moral y en
Religion (1 ) . Pues bien, los paganos de nuestros dias (2) no tienen
sin duda más talento que Sócrates, Platon y Aristóteles. » (Ibid.,
pág. 447.) Luego es evidente que, para nuestro autor, los
paganos de nuestros dias no han sabido, como tampoco su
pieron Sócrates, Platon y Aristóteles, fundar nada satisfacto
rio en moral y en Religion. 0 en otros términos, lo mismo que
Sócrates, Platon y Aristóteles, no han descubierto, por sola
su razon , la menor verdad religiosa , moral é intelectual , áun
en el orden natural.
Pero el modesto autor, no queriendo que se le crea bajo
su palabra , apela al hecho de la experiencia y á la expe
riencia del hecho. «¿Quién no conoce, añade, las aberracio
nes de la filosofía moderna , en el seno de las luces más vivas
del Cristianismo? ¿En qué otro tiempo (el autor Del valor
de la razon es el que habla) se ha mostrado más evidente la
debilidad de la razon?» (Pág. 450). Luego comienza á trazar
el cuadro más espantoso y desgarrador de las extravagan
cias, delos errores y de las blasfemias que han acumulado
en el último siglo y en el nuestro , en Inglaterra , en Alema
nia y en Francia , los espíritus que se llaman independientes en
la indagacion de lo verdadero, y los supuestos sabios que, menos
preciando y negando sin pudor los títulos incontestables de una re-

(1) Sí, habeis probado victoriosamente ese hecho... pero despues de ha


berle negado y haber tratado de persuadir á vuestros lectores que los filósofos
habían descubierto muchas verdades.
(2) Esa calificacion no podía ser más exacta.
— 267 —
ligion visiblemente divina , sólo han tomado por guia Á su razon
(Pág. 450-453). Nos contentaremos con reproducir aquí el
cuadro trazado de la razon ülosófico-francesa de nuestros
dias.
«¿Qué hemos visto en Francia, prosigue, de veinte años
á estaparte? En ese país de claro y buen sentido, exacto,
positivo, ¡ cuantos y cuán extravagantes errores se han pro
pagado por numerosos y poderosos talentos , que sólo tomaron
Á la razon por guia ! No hablamos de las teorías sociales que
nos han presentado las más extravagantes, las más salvajes
y subversivas de toda sociedad. INo hablamos de ese infortu
nado, que durante muchos dias se ocupó en gritar: Dios es el
mal; la propiedad es un robo; el Gobierno es la anarquía. No ha
blamos tampoco de ese antiguo dogma del materialismo, que
un pequeño grupo (1) de sabios aislados (2) trata de reha
bilitar con el nombre fdosofia positiva. Hablamos de los sa
bios y de sus teorías estudiadas : hablamos de los filósofos y de
los profesores más célebres (3).
«¿Qué han enseñado durante veinte y cinco años y qué
hemos visto en unos y en otros? No recriminamos á nadie (4),
pero ponemos de maniñesto el mal pasado para que no vuelva
á reproducirse (5). La divinidad del Cristianismo astutamen
te (6) alejada ó formalmente despreciada, y esa Religion santa
presentada como la obra de la razon y del genio, del progreso
y del tiempo. Sus dogmas, sus misterios, explicados filosófi-

(1) No es tan pequeño como pensais.


(2) Tampoco es exacto , porque forman una compañía ó sociedad bastante
numerosa ; tienen periódicos con sesenta mil suscriciones.
(3) Eso parece dirigirse particularmente al ilustre jefe del raciunalismo
frances.
(4) ¡Qué caridad... Por qué no habrá vivido san Pablo en nuestros dias?
El semiracionalismo le hubiera enseñado que deben guardarse consideraciones
á los sabios, áun cuando emponzoñen la juventud durante veinte y cinco
años, y no tendríamos que lamentar las terribles invectivas que el imprudente
Apóstol se ha permitido contra los filósofos.
(5)
(6) No
Así temais...
es, en verdad.
no volverá... porque todavía no ha marchado.
— 268 —
camente y reducidos al nivel de las concepciones vulgares. La
revelacion divina colocada en el número de las figuras retó
ricas. La distincion del orden natural y del orden sobrenatu
ral tratada de quimera. Las pruebas de la existencia de Dios,
negadas ó puestas en duda. Un Dios no distinto del univer
so y trasformándose sin fin : un Dios de que todos los seres,
y hasta nosotros mismos, no somos más que evoluciones suce
sivas. El mundo criado, no de la nada, sino del ser de Dios,
por una creacion necesaria, fatal. La cuestion de la espiri
tualidad del alma y de su inmortalidad , aplazada como in
capaz de solucion al presente. La razon del hombre imperso
nal en el hombre y sencilla emanacion de la razon absoluta.
La certidumbre, siempre y necesariamente incompleta, siendo
toda afirmacion en parte falsa y en parte verdadera. El dog
ma pagano de la metempsícosis presentado de nuevo al mun
do. Los sentimientos de la moral quebrantados ó atrevida
mente colocados fuera de su lugar. Casi (1) no hay virtud que
no haya sido puesta en tela de juicio. Casi (2) no hay vicio
que no tenga su excusa y su glorificacion: apología del suici
dio, apoteosis del triunfo, rehabilitacion (3) de todas las ma
las inclinaciones , etc., etc.
» Tales son los errores capitales, desastrosos enseñados
por nuestros libres pensadores , con ese prestigio de habilidad y
de saber (4) que todo el mundo les reconoce. ¿Cuántos buenos
talentos han podido (o) ser seducidos, vencidos por esas afir
maciones pérfidas , comenzando por sus mismos autores? (6)

(1) Ese adverbio está demás.


(2) Idem.
(3) En buen hora.
(4) Pase lo de la habilidad ó mas bien la perfidia. En cuanto ai saber, el
mundo no le reconoce , á ménos que se entienda por esa palabra la erudicion
pagana, y la literatura de mala ley, realzadas por la ignorancia completa del
Catecismo.
(5) Lo dudariais, por ventura?
(6) ¡Buenos talentos, y autores de afirmaciones pérfidas... ¡ Lógica semi-
racionalista !
— 269 —
¿A dónde la independencia del pensamiento (1) habria con
ducido á la ciencia, si el mundo no hubiese tenido una regla
superior é inmutable?» (Pág. 455).
Hablando de los horribles estragos causados en Alemania
por la razon que habia querido marchar sola, nuestro autor
concluye sus observaciones con estas elocuentes y enérgicas
palabras: «¡Jamás los sofistas griegos ó paganos llegaron á
desvanecerse hasta lan alto punto en sus pensamientos! No
comprendemos que sea dado al entendimiento humano llevar
más lejos el abusoy la extravagancia. En punto á cáos, la Ale
mania es un tipo. Hace más de un siglo que se ve en ella á
los entendimientos vagar sin brújula por medio de esa con
fusion general , y no teniendo ya ningun objeto fijo, dirigirse
ciegamente á los extremos más opuestos , tan pronto en las
regiones de una especulacion tenebrosa , como en un mate
rialismo práctico y abyecto; tan pronto en un idealismo vano y
futil, como en la demagogia y el socialismo más salvaje» .
(Arnoldo Ruge, Feuerhach , Stirneb, H. Heine.) Pues bien:
nadie ignora que sofistas franceses, queriendo llegar á ser
grandes filósofos á poca costa , fueron á buscar en Alemania
todo lo que aquel país ha producido de más diabólicamente
blasfematorio y más groseramente obsurdo, y lo importaron
á Francia: que, tan poco patriotas como malos cristianos, han
deshonrado esa nacion de buen juicio , implantando en
ella toda especie de delirios y de impiedades exóticas , y han
profanado, prostituyéndola al servicio del error, la lengua
universal que san Bernardo, san Francisco de Sales, Bos-
suet y Bourdaloue, habian santificado y consagrado al servi
cio de la verdad. Todos los escándalos, pues, y todas las des
gracias que nuestro autor acaba de señalar como consecuen
cia de tan grande desenfreno de doctrinas en Alemania,
menos salvajes si se quiere en la forma, pero exactamente
las mismas en el fondo, se han reproducido en Francia. Hé

(1) Que, sin embargo, favoreceis y alentáis como mejor podeis.


— 270 —
ahí los únicos descubrimientos de la razon de los filósofos mo
dernos que han desdeñado el tomar á la tradicion por guia;
el mundo no conoce otros.

§ 6.° Otro doctor semiracionalista insultando tambien á la tradicion, y


vengándola él mismo de ese ultraje. Falsas ideas de ese doctor sobre el origen
y objeto dela verdadera filosofía, rectificadas. El mismo autor, apreciando
de idéntica manera que su colega la nulidad , los errores , los daños de la
filosofía antigua y moderna . Himno de gloria entonado por él al espíritu
filosófico , y que concluye en una triste oracion fúnebre. El panegírico de los
filósofos paganos , conditio sine qua non es imposible pasar en el día por
filósofo. Desmedidos elogios dirigidos á los filósofos antiguos y retractados por
su autor. El culto de Sócrates. La humanidad á lospiés de Platon. Ideas poé
ticas desmentidas por el poeta. Conclusion desconsoladora que ese autor saca
de los errores del dia contra lo que ha afirmado acerca del poder de la ra
zon para encontrar la verdad.

Pero oigamos todavía al más sabio y más ilustre de los doc


tores semiracionalistas hablando completamente en el mis
mo sentido, y convenciéndonos de que ponerse en contradic
cion con la historia y mentir abiertamente contra ella , no es
para los semiracionalistas el pecado actual de un individuo,
sino que es el pecado original de la especie, una necesidad
del sistema, un artículo del reglamento de la escuela y la ór-
den del dia del ejército.
Ese autor establece tambien que el ejemplo de los anti
guos filósofos que, extraños á la revelacion, conocieron, sin
embargo, muchas verdades teológicas y morales, es una de
mostracion, una réplica, del poder de la razon, para des
cubrir por sí sola la verdad.
«Con demasiada frecuencia, nos dice, se trata con poca
justicia á los filósofos y á la razon misma. Sólo se señalan
las variaciones, las contradicciones de la Filosofía y sus erro
res ; las grandes verdades que ha profesado , demostrado y des
cubierto se omiten ó se condenan al olvido. Se atribuye á
sola la tradicion ese pequeño número de verdades que no puede
prescindirse de conceder á la Filosofía , y no se tiene en
cuenta que los filósofos no poseian más que una tradicion al
— 271 —
terada, corrompida, y casi siempre muy difícil de conocer:
que sólo por la fuerza de su genio y el poder de su reflexion,
un Sócrates, y un Platon, se elevaron álas grandes verdades
que enseñaron. Esas verdades fueron, por consiguente, ver
daderas conquistas , verdaderos descubrimientos.'
Perdonad, caballero; loque decís no es de ninguna ma
nera exacto, y nuestra injusticia, de que tanto os quejais,
para con los filósofos y la razon misma , no es tan excesiva
como suponeis. Acabais de oir á vuestro colega ; acabais de
oir á los filósofos mismos que reconocen y confiesan que el
pequeño número de verdades que no se puede prescindir de con
ceder á la Filosofía , debe atribuirse á la tradicion , y solamente
á la tradicion particular de los judíos, óá la tradicion univer
sal de la humanidad. Acabais de oir que unos y otros os des
mienten de la manera ménos equívoca y más formal con res
pecto á la asercion de que las verdades que se encuentran en los
filósofos antiguos son verdaderas conquistas y verdaderos des
cubrimientos. Así que, nada os diremos sobre este particular.
¿Y qué podriamos deciros más decisivo y eficaz que lo que
con respecto á él han dicho vuestros amigos y vuestros mis
mos clientes? Ademas, estamos dispuestos á escuchar la de
mostracion que os dignais hacernos de nuestra- tesis : de
mostracion que, como la que vuestro colega ha dado de ella,
no es más que una refutacion tan completa como la que
nosotros pudiéramos daros.
Con esa elocuencia y afluencia en el lenguaje y el estilo,
de que jamás carece , comienza por trazar el cuadro más
sombrio de los errores y de las torpezas de las religiones
antiguas (excepto la de los judíos) sobre Dios, el alma y la
ley. Nos las representa alterándolo todo, corrompiéndolo y
degradándolo todo sobre esos puntos esenciales, concediendo
á todo la divinidad, hasta á los animales y las plantas, y pro
poniendo á la adoracion del hombre el hombre mismo , en lo
que tiene de más innoble, sus vicios y sus pasiones. Conclu
ye, en fin, esa triste pintura con esta observacion, que hacen
— 272 —
tambien todos los grandes escritores cristianos , á quienes no
se puede tachar de lamennesianos: «En medio de todos
esos errores religiosos , dice , existían restos de verdades divi-
nos. En su origen, esas religiones eraja puras y divinas, pues
que no eran más que la ley natural y la revelacion primitiva
dadas al mundo , y han conservado siempre algunas huellas y al
gunos restos de ellas. Las tradiciones santas no se habían per
dido compi^tamente. En esas religiones no todo era malo,
absurdo, extravagante y corrompido. La conciencia y la ra
zon no se habían extinguido. Las buenas partes de la natu
raleza humana obraban una reaccion contra los errores
dominantes». Eso es lo que dicen tambien todos los tradi-
cionalistas ; y á esos fragmentos , á esas huellas , á esos restos
de verdades divinas , Á esas tradiciones santas que jamás se
han perdido, atribuyen el conocimiento de las verdades más
esenciales que han recibido todos los filósofos, y que se han
encontrado siempre en toda sociedad. Por manera, que el
hecho importante que sirve de base al tradicionalismo , está
admitido por todo el mundo y por sus mismos adversarios;
sólo que estos hacen de él una aplicacion falsa y en contra
diccion con la historia. No nos causa, pues, extrañeza el oir
á nuestro sabio semiracionalista proseguir así:
«Los errores y las supersticiones del politeismo debieron
necesariamente chocar álos buenos entendimientos, que debie
ron naturalmente buscar otro camino para llegar á lo ver
dadero. Ofrecióseles la especulacion racional, la adoptaron, y
nació la Filosofía. Entónces comenzó ese largo y penoso viaje
de la humanidad á traves de los siglos , para recuperar ese
bien necesario de la verdad perdida.»
Esa escursion de la humanidad en busca de la verdad
perdida , no es más que una ficcion poética ; y ese origen que
se atribuye aquí á la Filosofía , se resiente mucho de la igno
rancia completa de lo que es la Filosofía y de su uso, por
lo que no merece que nos detengamos en ella.
Ya hemos hecho más arriba la observacion de que, en
— 275 —
nuestros días , los" racionalistas de todos los matices son los
que ménos conocen la razon. Pues bien, puede decirse igual
mente,
Comoqueel hombre
los filósofos
social
son, los
hemos
que ménos
dicho en
conocen
otra parte
la Filosofía.
(Con

ferencias I y II), experimenta dos necesidades, la de obe


decer, y la de ser libre, del mismo modo el hombre inte
lectual experimenta otras dos necesidades, la de creer, y
la de raciocinar. No basta al hombre intelectual el saber de
una manera histórica que Dios existe, y que es el autor y el
dueño del mundo: que el alma es inmortal, y que despues
de la muerte sufrirá la suerte que haya merecido por su
conducta moral durante la vida , y que tales acciones se ha
llan prescritas, y tales obras prohibidas por la ley divina
natural ; quiere comprender y explicarse esas verdades:
quiere conocerlas razones y las cosas: Et rerum cognoscere
causas: quiere tener las pruebas de ellas: quiere desarro
llarlas; encuna palabra, tener su conocimiento científico. Y
este es el verdadero origen, el verdadero objeto de la Filoso
fía (1). Esa disciplina es, pues, natural al hombre, ha na
cido con el hombre, y es tan antigua como el mundo.

(1) No es, pues, el de buscar y descubrir la verdad. Señalándola este objeto


se hace de ella una ciencia vana, cuando no peligrosa. Engañado por maestros
ignorantes que le persuaden que por la Filosofía se encuentra, se descubre, la
verdad , el joven imberbe , al abordar esa ciencia , titubea en las creencias que
ya tiene , y concibe la necia idea de recobrarlas ó de formarse otras nuevas
por su razon de'un dia. Como por el estudio de la Teología no se aprende una
sola verdad más , y el vulgo de los fieles no conoce , sino que solamente apren
de las razones , las pruebas , los orígenes ó fuentes , en una palabra , la ciencia
de las verdades reveladas , así tambien por el estudio de la filosofía racional
no se aprende una sola verdad que el vulgo de los hombres no conozca ya, sino
únicamente se aprenden las razones, las pruebas, los orígenes; en una palabra,
la ciencia de las verdades naturales. Si se comenzase por hacer comprender
bien esto á los jóvenes alumnos de Filosofía , se los pondría en buen camino, se
propondría un objeto tan verdadero, tan real, como razonable y sólido para los
estudios filosóficos , y no habría que deplorar el desastroso fenómeno que se
renueva á cada instante: el fenómeno de tantos colegios, aunque los más
acreditados bajo el punto de vista de la ortodoxia , lanzando sobre la socie
dad un número mayor de incrédulos que de filósofos.
18
— 274 —
Así, el libro de Job , por ejemplo, el libro más antiguo
que se conoce, porque hay intérpetres que opinan que fué
estrito áun antes que el Pentateuco, no es más que una
magnífica exposicion , una elocuente defensa de los dogmas
de la Creacion , de la Providencia , de la inmortalidad del
alma, de la vida futura, de la caida del hombre y de su re
dencion divina. Lo mismo sucede con d libro de los Salmos
y los libros sapienciales. Todos los dogmas y todos los pre
ceptos morales de la verdadera Religion , se hallan desen
vueltos en ellos, inculcados, defendidos con una elevacion de
pensamientos , con una sublimidad , una riqueza de expre
siones, que en vano se buscaria en los libros de la ciencia
puramente humana. Independientemente, pues, de su inspi
racion divina, son obras dela más elevada y de la más ver
dadera filosofía.
Para ser libre , en el orden social , el hombre debe co
menzar por obedecer. Del mismo modo, para comprender
bien , para raciocinar bien en el orden intelectual , debe co
menzar por creer. No hay libertad sin obediencia, que es la
fe del corazon; no hay inteligencia, no hay raciocinio sin fe,
que es la obediencia del espíritu. La libertad sin la obediencia,
no es más que la anarquía, el verdadero escepticismo social,
y de la misma manera , separando el raciocinio de la fe, se
llega á caer en el escepticismo, la verdadera anarquía intelec
tual.
Eso es lo que sucedió á los antiguos filósofos. No es cierto
que la Filosofía saliese del seno de la humanidad , por sólo la
necesidad en que se encontraron los buenos espíritus de recupe
rarla verdad perdida. Noescierto tampoco que en Grecia, en
Egipto, en Roma , sólo se adhirieron á ella como á una nueva
viapara llegará lo verdadero. La verdad se encontraba por
todas parles, en los fragmentos , los rasgos, los restos de las ver
dades divinas que las tradiciones santas habian conservado.
Los filósofos la teniau ante sus ojos, á la mano, como el res
to de los hombres. Como todos sus escritos lo prueban á los
— 275 —
que saben leerlos , no buscaron la verdad oculla , sino que
quisieron explicarse la verdad conocida y creida por todo el
inundo, y comprenderla. San Pablo nos dice que no se pro
pusieron el conocimiento histórico , sino el conocimiento cien
tífico de la verdad ; porque ese conocimiento es el que for
ma la sabiduria y el sabio. Sapientiam queerunt semper discen-
tes. Sólo que, como ha observado muy bien el autor Del va
lor dela razon, ' no seaplicaron á discernir lo que habia de ver
dadero en las tradiciones y las instituciones religiosas de su
país {creeríase estar oyendo á un tradicionalista completo, al
leer esto ) , las olvidaron todas con el mayor desden, y no hi
cieron ningun caso de ellas en sus teorías sobre el origen de
las cosas. No escucharon bastante la sencilla razon de los
pueblos y no se detuvieron jamas ante las reclamaciones del buen
sentido público» Pág. 385). «Se desvanecieron en sus pensa
mientos», dice san Pablo; es decir, que quisieron compren
derlo todo, medirlo y arreglarlo todo por su razon; en una
palabra , separaron su raciocinio de la razon tradicional , y
desde entonces se les escapó toda verdad, y toda certidum
bre les llegó á ser imposible. No supieron creer más que el
escepticismo, y, como dijo lambien san Pablo, el resultado
de su falso aprendizaje no fué más que la ignorancia: la con
quista de su ciencia no fué más que la necedad : Semper dis-
centes , nunquam ad scienliam veritatis pervehientes , Groeci sa
pientiam quozrunl , et stulti facti sunt. Eso es lo que el sabio
semiracionalista , de quien nos ocupamos en este momento,
va á confimar, con la apreciacion que él mismo nos opone
de la antigua filosofia: apreciacion tan sólida en el fondo,
como fantástica es en la forma.
«¿De qué admiracion y respeto, dice, se encuentra uno
poseído cuando se trasporta con la imaginacion á los prime
ros siglos de la Filosofía , cuando piensa en el amor á la ver
dad que animaba á los Padres de esa sabiduría, cuando re-
llexiona en sus investigaciones, en sus trabajos, en sus via
jes , en lo serio de su vida , en los sacrificios que hacian á esa
— 276 —
ciencia por seguirla sin descanso? ¡Cuán bello, cuán grande
es ese espectáculo ! ¡ Gloria al espíritu humano, que dió, áun
en medio de sus extravíos , pruebas de su poder y de la no
bleza de sus destinos ! »
Pase en buen hora lo de las investigaciones , los trabajos y
los viajes de los filósofos antiguos; pero en cuanto al amor de
la verdad que animaba á su sabiduria, en cuanto á lo serio de
su vida y á los sacrificios que hacian á la ciencia, no lo po
demos admitir sino con la más grande reserva. La historia de
la Filosofía ¿no nos muestra de la manera más palpable que
en la balanza de sus afecciones , el interes de su vanidad era
de más peso que el interes de la verdad? ¿Esa historia, no
nos enseña que en interes de su vanidad , traficaban con la
verdad con la mayor facilidad por sus contradicciones y sus
disputas? ¿Esa historia no justifica plenamente las sangrientas
ironías que les lanzaban la sátira griega y romana? ¿No justi
fica á los Padres de la Iglesia de haberlos llamado animales de
gloria y enfermos de indigestion de ciencia y de orgullo? ¿El mis
mo Ciceron, no concluyó por confesar, en nombre de esa
misma sabiduria, que para los que la cultivaban era menos un
estudio serio de lo verdadero, que un asunto de amor pro
pio, una distraccion del ánimo, y un recreo para la ociosi
dad? Se nos habla de lo serio de su vida , y se olvida sin duda
que las vidas de los filósofos antiguos nos las representa uno
de los suyos, Diógenes Laercio, mas bien que como las emi
nencias de la ciencia y los maestros de la sabiduria , como
personajes de comedia, y como los corruptores de la moral
pública , tanto por lo licencioso de sus doctrinas , cuanto por
el cinismo de sus costumbres. ¿Esas vidas no nos revelan que
todos aquellos fanfarrones de virtud , inclusos Sócrates, Pla
ton, apellidado el divino, y Aristóteles, estaban contaminados
de ese vicio contra la naturaleza, que una pluma cristiana se
ruboriza de nombrar? ¿ Esas vidas son otra cosa que' el mons
truoso martirologio de los héroes del vicio, cuyo ridículo
inmenso desaparece ante el disgusto y el horror que inspi-
— 277 —
ran ? ¿Esas vidas son, en fin, otra cosa que la ignominia
eterna de los filósofos y el escándalo de la Filosofía? Ah!
cuando uno se trasporta á los primeros dias de la Filosofía, cuan
do se lee la historia con un espíritu exento de esas preocupa
ciones clásicas que Pascal ha pulverizado, y que imponen á
los espíritus serios la ley y el deber de extasiarse ante lo an
tiguo, se encuentra unoposeido, menos de un sentimiento de
admiracion mezclado de respeto, que de un sentimiento de
compasion mezclado de desprecio. Lejos de parecemos el
espectáculo liermoso y grande , le encontramos bien feo y bien
pequeño. Lejos de exclamar , gloria al espíritu humano, que da
pruebas de su poder y de la nobleza de su doctrina, se ve uno
obligado á derramar lágrimas amargas sobre el oprobio, la
debilidad y la miserable condicion del espíritu humano en
tregado á sí mismo.
Pero cómo ha de ser ! del mismo modo que en el último
siglo era un preliminar indispensable, una condicion obliga
toria para todo filósofo cristiano que aspiraba á hacerse leer,
el comenzar por dar un puntapié á la escolástica , y dirigir al
gun incienso al inmortal Bacon y al sabio Loche, así en nuestro
siglo (sobre todo desde que por la traduccion que de ellos se
ha dado, y los largos comentarios que de ellos se han hecho,
se ha vestido á Platon á la francesa , y se le ha hecho el pa
dre y el maestro de Descartes), así, decimos, es tambien un
preliminar indispensable, una condicion obligatoria para un
filósofo con sotana , si quiere hacerse perdonar por el racio
nalismo el pecado de tocar con su mano sacerdotal á la Filo
sofía , el comenzar ante todo por una critica más ó ménos
temeraria de la filosofía cristiana , por un pomposo elogio de
la filosofía pagana , por el panegírico de san Sócrates , del
divino Platon, del gran Descartes y del sublime Malebranche.
Luego esos sentimientos de admiracion mezclada de respeto,
ese himno de gloria al espíritu humano (de que se nos ha
bla con motivo de sus conquistas y de sus descubrimientos), son
el impuesto filosófico que se debe al espíritu del tiempo, al
— 278 —
querer introducir un sistema cualquiera en la metrópoli del
saber. 0 son leyes convencionales y. de bien parecer, de que
no se puede prescindir sin exponerse á ser puesto en los um
brales de los salones de la Filosofía ; pero ese sentimiento y
ese himno no tienen nada de sólido ni de serio. Así es, que
vamos á oir al mismo autor retractarse en los siguiente? tér
minos: «Mas cuando se pesan los resultados de todas esas
especulaciones, cuando se inquiere si han hecho avanzar mu
cho el conocimiento de Dios y del hombre, y si han mejora
do esencialmente el alma humana, una tristeza profunda se
apodera del corazon y nos vemos obligados á confesar la in
suficiencia
Hablandodeldehombre
la creacion,
y de sus
no esfuerzos»
oculta que. Thales
Sea en atribuyó
buen hora.
el

origen del mundo á la materia eterna en el eslado de fluido y


á un principio inteligente, que Pitágoras fué el padre del pan
teismo y de la metempsícosis, y que Parménides formuló el
idealismo panteista y el escepticismo. Para cumplir las le
yes ya indicadas, para satisfacer el impuesto, despues de
pintarnos con tan tristes colores á esos filósofos, el mismo
respetable autor ha arrostrado la contradiccion y el ridículo
diciendo: «La humanidad honrará siempre la sabiduria de
Thales, admirará la elevacion de Pitágoras y la sublimidad de
Parménides» , etc. Porque no puede suponerse que un ta
lento tan despejado haya tratado de tomar por la humanidad
entera, que es perfectamente extraña á ella , á la escuela ra
cionalista, en la que únicamente tienen curso semejantes sen
timientos de culto y de admiracion. Hele aquí expresándose
como verdadero Iradicionalista , y justificando á esa pobre.
humanidad de haberse mostrado completamente indiferente
para con esos filósofos , porque añade : « Pero ella (la huma
nidad ) se verá obligada á confesar que, en los primeros dias
de la Filosofía, se desarrollaron todos los gl andes sistemas de
errores , el dualismo , el materialismo , el panteísmo y el ateís
mo: que esos lamentables sistemas tuvieron por fundadores ó
por patronos á los maestros de la ciencia, y que esos graves
— 279 —
errores, oscureciendo la idea de Dios, esparcian sombras
funestas sobre la ciencia de los deberes y los destinos del
hombre , y quitaban á las nobi.es verdades conservadas
por
decid
la mas
tradicion,
bien toda)
ó adquiridas
de su esplendor,
por la de
reflexion,
su fuerzauna
y de
parle
su

elicacia » .
Despues de haber establecido con esa confesion que la fi
losofía de las antiguas escuelas de Italia y de Elea no pro
dujo nada digno de imponer el culto y la admiracion de la
humanidad , pasando á la reforma intelectual y moral , que el
esceptismo y la corrupcion de los sofistas habia hecho nece-
saria, el noble autor dice: «Sócrates recibió la mision de lle
vará cabo esa reforma (vedle, pues, ahí apóstol). El resul
tado de la enseñanza de Sócrates fué inmenso; de ese sabio
data el movimiento regenerador del espíritu humano, y la época
que siguió á la muerte de ese mártir de la Filosofía fué ei apo
geo de esa ciencia ; ¿ha tenido jamás maestros más ilustres
que Platon y que Aristóteles?» Lector, guardaos de tomar
todo esto con seriedad; guardaos muy bien de pensar que el
eclesiástico distinguido que ha escrito esas frases, haya te
nido el meuor deseo de que se inscriba á Sócrates en el Ca
lendario , qwe se instituya una fiesta en su honor , y que se íe
tribute un culto religioso con rito doble de primera clase , con
misa y oficio del comun de los Apóstoles y de los mártires.
Semejante juicio seria temerario y muy perjudicial á su cien
cia incontestable y sólida piedad. Sabe muy bien que el que
tenia continuamente en los labios esta máxima: «Lo que está
sobre nosotros no nos concierne : Quodsupra nos, nihilad nos,
en el fondo no creia en Dios, y se burlaba de toda verdad, lo
cual le valió, segun el testimonio de Ciceron, el dictado de
bufon del Ática : Scurram alticum , por parte de Zenou y de los
estoicos, los más graves entre todos los filósofos de la anti
güedad. Sabe muy bien, porqué Laercio , Ciceron, Corne-
lio Nepote, Luciano, Plutarco y Plinio, el jóven, se lo han en
señado, que Sócrates amaba demasiado á los jóvenes mance
— 280 —
bos y que se habia familiarizado con los demonios (1 ), para
que no quisiese hacer de él un apóstol y un mártir de la ver
dad. Mas qué quereis? forzoso es repetirlo! ¡Tal es la triste
condicion de los tiempos! Es necesario hablar de esa ma
nera para hacerse perdonar, y aplacar á esa fiera recelosa, la
filosofía del dia. Así es, que despues de haber afirmado,
siempre por la misma razon, «que Platon mereció el recono
cimiento de la humanidad , que trazó el camino que puede con
ducirnos á donde encontremos los tipos eternos de lo verda
dero, de lo bello y del bien, y que su teoría del conocimiento
humano , á pesar de sus imperfecciones y de sus errores , per
manecerá como uno de los más hermosos monumentos del
genio del hombre », el mismo autor ha renegado de sus elo
gios, añadiendo : « ¡Pero, ¡triste testimonio de la debilidad de
nuestro espíritu! Platon, el divino Platon, fué dualistal Una
materia eterna, un Dios que parece no tener su luz en si
mismo y que seguramente no era criador, sino organizador
del mundo, tales eran sus más alias doctrinas (juzgad cuales
serian sus doctrinas más bajas); y puesto que en Platon se
observan semejantes errores teológicos , los demás errores mo
rales y políticos que se le censuran con sobrada razon , no de
ben extrañarnos » ; lo cual equivale á decirnos , que habiendo
desfigurado con los errores más groseros, de que el vulgo ig
norante se hubiera ruborizado , las verdades que habian to
mado prestadas de las tradiciones, el divino Platon ha arrui
nado en verdad la Teología , la moral y la política; que ha he
cho olvidar el camino que podria conducirnos á donde se en
cuentran los tipos eternos de lo verdadero , de lo bello y del bien;
que su teoría del conocimiento, como imperfecta y llena de erro
res, no es en manera alguna un monumento del genio, sino un
monumento de la locura del hombre; y, en fin, que Platon, en
el fondo , no tiene ningun derecho al reconocimiento de la hu-

(1) Los dos primeros crímenes de que fué acusado, y que le valieron la ci
cuta , fueron, segun Laercio (irt, vita Socr.), el haber querido introducir nue
vos demonios en el culto, y haber sido el corruptor de la juventud.
— 281 —
manidad. Yhé ahí la prueba que el semiracionalismo ha pre
tendido sacar del movimiento regenerador del espíritu humano
y de la época del apogeo de la Filosofía, en pro del poderío de
la razon .
Las épocas posteriores de esa ciencia no han podido sin
duda suministrarle nada más feliz; así que, nuestro excelente
adversario exclama sollozando : « A seguida de esa grande
época , despues de todos los esfuerzos de Platon , Aristóteles
y Zenon para constituir la ciencia , vemos comenzar de nuevo
una era de decadencia.» Nada es, en efecto , más cierto que
esa nueva y extraña decadencia de una ciencia que los más
nobles esfuerzos de la razon no habian podido constituir ja
más; por el que el mismo autor nos habla de la razon de Aris
tóteles (uno de esos grandes poderes constituyentes) como
admitiendo la eternidad de la materia , como negando la Pro
videncia y la inmortalidad del alma. Zahiere la razon de Epi-
curo, «esforzándose en hacer descender al nivel más bajo
la Filosofía, que la razon de Platon elevaba tan alto (como se
ha visto). Anatematiza la razon de Zenon, «por haber perpe
tuado la escuela panteística , por haber dado al fanatismo una
nueva fuerza y por haber cooperado con la razon de otros fi
lósofos al restablecimiento del escepticismo, que concluyó por
devorar la escuela principal y dominante de Platon» . Hace
caer todo el peso de su justa indignacion sobre el neoplato
nismo alejandrino que no hizo más que constituir «un vasto
panteismo, y mezclar y restablecer las superticiones paganas
para resistir al Cristianismo» . Luego concluye esa interesante
revista de la filosofía antigua con las siguientes líneas, en las
que el lector no dejará tal vez de sorprenderse al oir hablar
de los descubrimientos , de los progresos , de las glorias de esa
ciencia , en el momento mismo en que se pone de relieve su
miseria , sus derrotas y su ignominia , así como la impotencia
radical del espíritu humano para descubrir nada, «para esta
blecer nada en el reino de la verdad» . Hé aquí esas líneas.
«Al fin de una carrera de mil años, llena de tantas inves
— 282 —
tigaciones y trabajos , de talento , de gusto , de gloria , la Fi-
losofia se encontraba en el punto mismo de donde habia partido
en las antiguas escuelas de Italia y de Elea. Se encontraba
en el punto mismo, en que desde la más remota antigüedad
la habia colocado la especulacion racional. Y sin negar nin
guno délos descubrimientos (cuáles, si os place?) hechos su
cesivamente en el imperio de la verdad, sin poner en duda
ninguno de los progresos parciales realizados (¿quién ha visto
jamás esa realizacion?), puede afirmarse que el conocimiento
de Dios, del hombre, de su principio, de su fin y de su ley, no
habian adelantado un paso esencial y decisivo ( ¡ eso es incon
testable!). Así es, que el espíritu humano dió en la antigüe
dad la medida de las fuerzas que posee, para restablecerla
integridad de la verdad natural.»
El cuadro que el mismo autor nos traza de la filosofía mo
derna, es todavía más sombrío, y las conclusiones que de él
deduce contra la debilidad y la abyeccion de la razon, ais
lándose de la revelacion y de la tradicion , al mismo tiempo
que ensalza su poder y su dignidad, no son ni ménos conclu-
yentes ni menos decisivas: nos hace asistir al desgarrador es
pectáculo del racionalismo más desenfrenado del siglo xvu,
naciendo del protestantismo, quebrantando todas las verda
des reveladas, y hasta las naturales, combatiéndolas todas en
el siglo xviu y ahogándolas todas en sangre: nos hace asistir
á las horribles saturnales de la revolucion, señalándose en
nuestro siglo por todas las monstruosidades y las locuras del
error , y yendo á parar al panteismo, al ateismo, á la indife
rencia, al escepticismo, al individualismo y a! materialismo
más abyecto; vemos allí á la razon de Hobbes, Espinosa,
Hume y de todos los filósofos del ultimo siglo que les han se
guido, profesando cada uno sus errores: la razon de Kant,
exigiendo del hombre que renuncie á la razon: la razon de
Fichte, de Schelling y de Hegel, pretendiendo sacar del nada
positivo el universo , negando todo sér divino , existente co
mo sustancia distinta del mundo, y no percibiéndole más que
— 283 —
en la esencia de las cosas, en los fenómenos de la naturaleza,
en la personalidad y en la conciencia del hombre; vemos á
la razon de Feuerbac queriendo restablecer la adoracion del
hombre por el hombre , y los cultos idólatras en su horrible
é inmundo prosaicismo; y, en fin, á la razon deStirne, indig
nándose contra ese humanismo, que sólo concede á la huma
nidad los honores divinos, y estableciendo la divinidad y el
reinado de cada hombre en todo el poder de su individua
lidad y de su egoísmo. Contemplamos allí la razon de todas
las sectas francesas, que, partiendo (á imitacion de la razon de
las sectas alemanas) del principio de la unidad dfí sustancia , ha
importado en Francia el panteismo, el ateismo, el antropo-
leismo, la antropolatria de los hegelíanos, con toda,s sus con
secuencias, tan funestas como inmorales. Nos estremecemos
en presencia dela razon de'Proudhon , proclamando de una
manera más monstruosa todavía , la doctrina de los dos prin
cipios maniqueos, porque para ese filósofo el hombre es el
bien y Dios es el mal: segun él , no hay más que una sola Re
ligion y un sólo deber para el hombre, la negacion y el odio
á Dios. En fin, encontramos allí la razon de otros filósofos,
que para consuelo de la razon confundida, de la conciencia
horrorizada ante semejante delirio, no ha encontrado otra
cosa que decir sino que «no hay nada fijo, estable, infinito ni
perfecto : todo es movible, pasajero, fugaz y fenomenal. No
hay más que seres finitos, miserables, no saliendo de la na
da y no apareciendo durante algunos instantes en el teatro del
mundo , sino para volver á entrar sin cesar en la nada» . Doc
trina horrible, cuyas consecuencias necesarias son el insocia-
lismo, el misantropismo, la desesperacion y el suicidio.
Concluido ese cuadro, hé aquí como el sabio autor le rea-
same y la elocuente inscripcion que le pone: « Los prodigiosos
esfuerzos, dice, de la ciencia y del talento del último siglo y
del nuestro no han venido á parar más que en resucitar errores
viejos como el mundo. Esos hechos son irrecusables y se hallan
escritos con caracteres indelebles en la historia de la filosofía
— 284 —
de estos últimos tiempos. ¿Esas tristes doctrinas, esas aberra
ciones del entendimiento, son la rebelion del espíritu humano
ó el espíritu humano mismo? Si el movimiento filosófico que aca
bamos de describir era un desarrollo necesario y lógico de la
razon , y la razon, obedeciendo á sus leyes , iba á parar ne
cesaria y lógicamente á esas consecuencias funestas, el espí
ritu humano estaria juzgado. Atacado de una enfermedad cons
titutiva y de una debilidad incurable , seria para siempre in
capaz de llegar por sí mismo á lo verdadero y al bien. Pero
no es así.» Lector, no creais en ese pero, porque vais á
oir en el capítulo siguiente al mismo autor probar con toda
la fuerza de su aventajado talento , que verdaderamente es así.
Escuchad sus palabras: «Todos los sistemas que la ciencia
moderna ha calificado como la más alta expresion de lodos sus
progresos, nos vuelven á conducir, despues de diez y ocho
siglos de Cristianismo, á lodos los errores que han manchado
la infancia y la juventud de la humanidad. Bajo formas nue
vas y con un nuevo aparato de ciencia, el dualismo, el pan
teismo, el ateismo, el materialismo y la idolatría más repug
nante y monstruosa, renacen y tratan de sobreponerse al
Cristianismo, que ya una vez habia sacado á la humanidad
de la profunda decadencia á que aquellas doctrinas la habian re
ducido. ¡ QüÉ LECCION PABA EL ESPÍRITU HUMANO ORGULLOSO CON
LOS PROGRESOS DE LA RAZON Y DE LA CIENCIA!»
Es, pues, evidente, segun esta manera tan exacta y tan
verdadera con que los mismos jefes del semiracionalismo han
consignado los trabajos y los resultados de la filosofía racio
nal, que esa filosofía, siempre y por todas partes bastante
poderosa para evocar y para crear todo error, no ha podido
jamás descubrir ni establecer ninguna verdad, sino tan sólo
oscurecer y borrar la verdad. Es evidente que el semiracio
nalismo, afirmando que los descubrimientos de los filósofos anti
guos y modernos prueban el valor de la razon para llegar á des
cubrir por sí sola algunas verdades, ha mentido á la historia y
á sí mismo.
— 285 —

§ 1." La distincion entre el orden histórico y el orden lógico para evaluar con
exactitud el poder de la razon, sólo ha sido introducido por el semiraeio-
nalismo para sustraerse de las conclusiones contundentes contra el poder de
la razon que resultan de la historia de la Filosofía. Las teorias lógicas no po
drian probar nada en el asunto contra la constancia y la universalidad de
los hechos. La cuestion del racionalismo no es abstracta, sino concreta. La
distincion alegada es una nueva confesion de que la historia de la Filosofía no
prueba mds que la impotencia y la miseria de la razon y que el semiraciona-
lismo miente apoyándose en ella .

Hé aquí otra observacion importante, con la que el semi-


racionalismo se ha dado un mentís solemne y ha confirmado
nuestra doctrina, bajo el punto de vista filosófico. En uno de
sus opúsculos , el autor Del valor de la razon ha dicho lo que
sigue :
« Cuando se examina el poder de la razon humana, es pre
ciso distinguir con cuidado el orden puramente lógico , segun
el cual el hombre con sus tendencias , sus necesidades , sus
facultades y sus luces naturales, debe necesariamente poder
llegar á lo verdadero sobre los puntos esenciales ; y el orden
práctico , histórico , en donde se consideran los obstáculos de
todo género , que llegan á hacerle el descubrimiento de lo verda
dero no imposible, pero generalmente muy difícil. Si, segun el
orden lógico, la razon posee la facultad absoluta de descubrir y
conocer las verdades naturales en el orden histórico y de expe
riencia, LA ES MORALMENTE IMPOSIBLE LLEGAR POR SÍ SOLA Á UN RE
SULTADO satisfactorio. No deben separarse jamás estos dos
órdenes ni considerarlos aisladamente.
» Los racionalistas no miran más que el poder absoluto de la
razon, y aseguran que se bastad sí misma; los tradicional istas
no ven más que la experiencia , y pretenden que no es propia
más que para producir errores y vicios. Son dos excesos igual
mente censurables. El hombre puede conocer las verdades na
turales que le son indispensables, pero con dificultades de que
por lo comun no llega á triunfar completamente. Un entendi
miento sólido podria absolutamente descubrir y procurarse
— 286 —
un cierto número de teoremas matemáticos; mas, sin embar
go , sin un libro, sin un maestro que le enseñe, ¿qué progresos
haria en esa ciencia? ¿y qué haría si se tratase de una ciencia
moral?» (Los Tradicionaüstas, Pág. 52.)
Así, pues, para ese doctor semiraciooalista está fuera de
toda duda que en el orden práctico é histórico la razon sola en
cuentra obstáculos de lodo género , y que por lo regular no llega
á triunfar completamente de todas las dificultades: que el des
cubrimiento de lo verdadero la llega á ser, sino imposible,
generalmente muy difícil y que la es moralmente imposible
EL LLEGAR POR SÍ SOLA Á UN RESULTADO SATISFACTORIO; V, en fin,
que si aun un espíritu ó entendimiento sólido no puede pasar
se sin un maestro que le enseñe para hacer progresos en la cien
cia matemática, con mucha más razon la universalidad de
los hombres no puede pasarse sin un maestro que la enseñe,
cuando se trata de una ciencia moral. ¿Pero acaso decimos
nosotros otra cosa? Sólo que, al decir que el hombre puede
necesariamente llegar á lo verdadero por sisolo, nuestro autor
establece como cierto lo que es cuestionable. Con la irrefle
xion de un niño, se atreve á afirmar que el método tradicio-
nalista, que, segun la advertencia del Evangelio, juzga de la
naturaleza del árbol por el fruto, del poder de la razon, por los
hechos ordinarios y universales de la misma, es un exceso tan
censurable como el racionalismo , la grande herejía del mundo:
ese racionalismo que, sin hacer el menor caso de la experien
cia de los siglos y de su propia experiencia , proclama que la
razan se basta á si misma. Con la misma pluma con que ha tra
zado ei espantoso cuadro de los descuidos y de los atentados
de la razon cuando ha querido marchar sola y que no ha pro
ducido más que errores y vicios , se atreve tambien á acusar á
los tradicionalistas de insensatos, porque consultando la rea
lidad á pesar de la teoria y la historia , á pesar de la lógica que
él mismo ha consultado , dicen que la razon que quiere mar
char sola no es propia para producir más que errores y vicios.
Nos habla de lo que pueden los entendimientos sólidos en
— 287 —
casos extraordinarias, cuaiido la cuestion es el saber lo que
que pueden de ordinario todos los entendimientos, áun los más
vulgares. Porque se trata de lo que puede el hombre y no de
lo que puede el filósofo, como por ejemplo él. Dejando á un
lado esos pequeños absurdos que esta observacion encierra,
es una nueva confesion, una confesion completa, solemne,
con la cual el semiracionalismo proclama la impotencia de la
razón sola para descubrir aún algunas verdades: impotencia
que la historia de la filosofía antigua y moderna prueba de
masiado.
El ilustre autor que recientemente se ha declarado cam
peon del semiracionalismo y adversario decidido del tradi
cionalismo , ha hecho la misma distincion. Pero, dotado de
más ciencia, y de juicio más recto, ha hecho su aplicacion
con más franqueza y verdad. Sobre todo, se ha guardo muy
bien de colocar en una misma línea de reprobacion el tradi
cionalismo y el racionalismo. «El poder lógico de la razon, di
ce, esel que queremos estableceryno su desarrollo histórico,
Desearíamos saber lo que la razon puede absolutamente , si no
se mira más que la naturaleza del entendimiento humano y
los principios, y lo que puede relativamente cuando las cir
cunstancias son favorables. La cuestion de saber si la razon
tiene necesidad de un auxilio extraño y divino, etc., queda
reservada, En el dia llegaremos á un resultado mas bien abs
tracto que real , mas bien lógico que histórico , y sin embargo
muy importante para formarnos una idea exacta del poded de la
razon M). Lo que equivale á decirnos de antemano, que esa

(1) Más adelante ha «lidio tambien : « Hay otro escollo , qwt procuraremos
evitar , y es el de trasformar en ley del espíritu humano , en necesidades lógi-
c.ií, en tendencias necesarias de la razon , ciertos errores, como el escepticis
mo ó el panteísmo, que se reproducen con regularidad; y que suelen brotar
siempre en las grandes épocas de la Filosofía. Puede demostrarse que esos
errores no eran inevitables». Pues bien : esas palabras nos muestran el grande
embarazo que experimenta el semiracionalismo en la falsa posicion en que se
lia colocado. Por una parte le es imposible admitir como principio que ciertos
frores, como el escepticismo y el panteísmo, sean leyes del espíritu humano, ne~
— 288 —
discusion es completamente inútil , y que se ha entablado con
poco tino y oportunidad.
La cuestion de que se trata no es el saber lo que la razon
seria ó podria ser en circunstancias excepcionales más ó mé-
nos poéticamente concebidas : es el saber lo que la razon
es en sus operaciones constantes, universales, ordinarias. Si
quereis saber , caballero, lo que la razon puede absolutamen
te, ni nosotros nos ocupamos de ello, ni el género humano
tampoco. Queremos saber lo que la razon puede relativa
mente en su estado actual en el hombre. La cuestion que nos
interesa á todos no es la que vos tratais aquí, sino la que
habeis reservado para tratarla más tarde; es decir, la cues
tion de saber si la razon tiene necesidad de un auxilio ex
traño ó divino , no sólo para obrar, sino para ser. Nada tene
mos que hacer con vuestro resultado, mas bien abstracto que
real, mas
cesidades lógicas
bien, tendencias
lógico que
necesarias
histórico,
de la razon
y un; en
resultado
una palabra
realéhis-
, que esos

errores sean inevitables. Y tiene razon; porque admitir eso, seria admitir que
Dios se habría burlado del hombre, dándole para evitar el error una razon que
le arrastraria necesariamente al error. Y por otra , le es imposible el negar un
hecho bien triste, pero constante, universal, incostestable : el hecho de queei
escepticismo y el panteísmo se reproducen con regularidad y siempre en las
grandes épocas de la Filosofía. ¿Cómo conciliar esas dos imposibilidades contra
dictorias, una lógica y otra histórica , una de derecho y otra de hecho? No le
habría sido muy difícil, si hubiera querido reconocer que la Filosofía (en pos
de la cual han aparecido con regularidad el escepticismo y el panteísmo para
producir siempre las grandes épocas), no es la filosofía de los judíos, ni la filo
sofía de los cristianos , inspirados por las tradiciones y que han marchado si
guiendo los resplandores de la fe, sino la filosofía pagana, antigua y moderna,
que se ha aistado de las tradiciones y de las creencias de la humanidad, y que
ha querido marchar, segun la expresion del divino Salvador, á la luz de sus ti
nieblas : Si lumen quod in se est , tenebras sunt (San Mateo); por medio de esta
distincion, hubiera podido sin escrúpulo transformar en leyes del espíritu hu
mano , en necesidades lógicas , en tendencia necesaria de la razon , la caída
de la razon en los más deplorables errores, cuando rechaza toda tradicion, toda
fe. Hubiera podido afirmar, por el contrario, la posibilidad, para la razon, de
evitar esos errores , consintiendo en ser enseñada y en creer. Entónces habria
cesado la contradiccion y hubiera quedado resuelto el gran problema. Pero eso
hubiera sido caer en pleno tradicionalismo, y eso le ha aterrado, y ha tratado
de evitarlo. Modicce fidei, quare dubitasti?
— 289 —
lórico es el que necesitamos. Un resultado abstracto y lógico,
que seria desmentido por la realidad y por la historia de las
cosas, no nos serviria para nada, y lejos de ser muy impor
tante no importa nada , ni vale nada para formarnos una idea
exacta del poder de la razon. Gracias , pues, por ese cúmulo
de ideas y de principios sobre la naturaleza del espíritu hu
mano, más ó ménos sólidos, más ó ménos arbitrarios y reu
nidos con una imaginacion tan atrevida como rica y brillan
te; pero todo eso no hace adelantar un solo paso la cuestion
cuya solucion se desea , la cuestion del poder real , práctico
É HISTÓRICO DE LA RAZON.
Ademas, nunca es mejor conocido ningun poder que por
su acto. Por los fenómenos de los seres adivinamos su na
turaleza. Al hombre, en particular, se le conoce por sus obras:
Operibus credite. ¿Quereis saber lo que es y lo que puede la
razon? Pues mirad lo que hace y loque ha hecho siempre.
Por un procedimiento analítico, mas bien que sintético, podeis
conocerla perfectamente. Es necesario consultar sus anales,
considerarla en la obra, tomarla en el hecho, sino se quiere
correr el riesgo de ver todas las observaciones , todas las hi
pótesis fisiológicas que se han formado acerca de ella , tras
tornadas por realidades históricas.
Con la rectitud de ánimo y de corazon que le distinguen, el
mismo autor ha concluido por convenir en todo eso á pesar
de lo que anteriormente habia dicho en sentido contrario,
porque él es quien ha trazado estas hermosas líneas: «Si se
quiere estar completamente en lo verdadero, es preciso no es
tudiar solamente á la razon tomada de una manera absoluta,
y reducida á sus solas condiciones lógicas: es necesario sobre
que
todo sentimos
considerarenal nosotros,
hombre histórico,
que vemosreal,
en viviente:
los demás.
al hombre
En él •

es preciso considerar á la razon , en sus ignorancias necesa


rias, en sus errores seculares, sus preocupaciones heredita
rias y sus debilidades individuales. Así que, despues de ha
ber ensalzado tanto á la razon , convendrá , por medio del
19
— 290 —
cuadro de su propia historia , recordarla la modestia y el
sentimiento de su indigencia y de su miseria. »
Muy bien habla esta vez porque dice la verdad . Pero eso
es reconocer, es confesar que todo lo que se ha dicho algu
nas páginas ántes sobre el poder lógico de la razon, no es más
que una novela, poesía, y que, por tanto, no debe hacerse
caso alguno : que es necesario considerarlo como no dicho,
y como únicamente, propio para ocultarnos la indigencia y la
miseria de la razon lejos de hervir para darnos una idea
exacta de su poder. ¡ Hé ahí el candor filosófico , cosa muy
rara en el dia !
Con eso nuestros lectores no tendrán derecho para sor
prenderse muy luego al ver al mismo autor, arrastrado por
la fuerza de esos principios hasta llegar á ser el apologista
más elocuente del método tradicional, que aparenta comba
tir: nuestros lectores no deberán asombrarse de verle pro
barnos que si alguna vez se separa del camino de lo verda
dero, vuelve inmediatamente a él por una feliz necesidad de
su buena naturaleza ; no se maravillarán, pues, si nos ensa
ña lo que ya sabíamos : que el semiracionalismo no puede
combatir la tradicion, sino llevando la cuestion al terreno de
las abstracciones lógicas , desconociendo la realidad y faltando
á la verdad de la historia?

§ 8." Otras conclusiones contundentes que el semiracionalismo ha sacado con


tra sus principios de la historia de la Filosofía. Ilusion que se forma cre
yendo en la restauracion de la filosofía espiritualista. Los filósofos espi
ritualistas han caído en la materia. Estudios filosóficos de M. Dollfus. Grande
infamia de este libro , é infamia mucho mayor los elogios que se le han pro
digado.
En otra obra , que hemos citado más arriba , el autor del
Valor, etc. , despues de haber demostrado á su manera el
poder de la razon sola para descubrir ciertas verdades , con
tradiciéndose ásí mismo, ha escrito estas líneas notables por
su sentido y exactitud : * Es verdad que contra esta doctrina
se eleva en la historia una objecion formidable. Si tal es
— 291 —
el poder de la razon humana , ¿por qué cuantas veces quedó
abandonada á sí misma, manifestó una debilidad tan deplora
ble? Es un hecho incontestable, que iodos los pueblos de la
antigüedad, á medida que fueron perdiendo las huellas de la
enseñanza divina, cayeron en los errores más groseros acerca
de Dios y el culto que le es debido, y sobre la naturaleza del
hombre y la regla moral de sus acciones. Cuanto más se per
feccionaba la civilizacion sobre otros puntos, más se degra
daban y envilecían la Religion y las costumbres.
»E1 entendimiento humano, no se ha mostrado mucho más
capaz , en los tiempos modernos , cuando ha querido rechazar
LA ENSEÑANZA DIVINA PARA NO SEGUIR MÁS QUE SUS LUCES SOBER
BIAS. En el gran siglo de la ciencia y de la civilizacion , se ha
visto á los filósofos resucitar la mayor parte de los errores paga
nos, y, SI LA ANTORCHA DE LA IGLESIA SE HUBIESE APAGADO PARA
NOSOTROS, HABRÍAMOS VUELTO Á LA BARBARIE. ¡En tin momento
que se eclipsó, qué cáosü! Se pretende que la razon, en el dia
viril, que ha llegado al término de su educacion, puede mar
char sola, y pasarse sin la Religion. ¿Cuál es, pues, el país en
donde se mostró tan poderosa?» (Los Tradicionalistas y los Ra
cionalistas, Pág. 51.) Y aquí el autor traza un cuadro toda
vía más sombrio que el que se acaba de examinar, de lási!
aberraciones, de los errores, de las enormidades, de ios v
rasgos
tros dias,
de particularmente
demencia y de impiedad
á este y aldeotro
la filosofía
lado del de
Rhin.
núes-
NÓ':

conocemos ningun escritor tradicionalista, que haya pintado'


con más fidelidad y brillante colorido que ese semiraciona-
lista, los extravíos y los estragos de la razon humana , desde
el instante- en que sacudió lo que llamaba el yugo de lá auto
ridad de la revelacion y de la tradicion. Ese autor es elocuente"
y enérgico cuantas veces (lo cual no suele seren''-'Sf'tóuy
frecuente) se coloca en lo verdadero. Nos comptácembs en''
hacerle esa justicia. Despues continúa de este modo': «Tales
son los errores peligrosos, fundamentales,' que á cada uno
han enseñado algunos de los pensadores actnafefs, con el
— 292 —
prestigio de la ciencia y de la habilidad que todo el mundo
les reconoce; por manera, que podria decirse hoy dia lo que
se decía en otra época: No hay absurdo que no haya sido ense
ñado por algun filósofo. No se prueba, pues, que la razon sea
más fuerte en nuestros dias que lo era en otro tiempo: mas bien
se probaria lo contrario. Y no sabemos en verdad á donde se
rian capaces de llegar los sabios modernos , si la Religion no
les opusiera un dique, y el buen sentido público, alimentado por
ella , no les impidiese deshonrarse más» .En fin, el excelen -
te doctor termina con estas asombrosas palabras: « Acerca
del poder de la razon , á pesar de la teoria, hé ahí la realidad;
á pesar de la lógica , hé ahí la historia : es preciso guardarse
muy bien de negarlo». (Los Tradicionalistas , etc., Pág. 53.)
Pues bien : ¿se concibe que el mismo autor que ha calificado
indistintamente á los sabios modernos, á los pensadores actuales,
á los filósofos incrédulos, como entendimientos en el estado
de demencia , completa é incurable, con respecto á la ver
dad, y cuyos excesos es imposible preveer si la Religion no
les sirviese de dique , se concibe que ese mismo autor haya po
dido afirmar que fuera de toda creencia en la tradicion y en la
revelacion , el hombre puede llegar á descubrir algunas ver
dades? ¿se concibe que en presencia de semejante realidad, á
pesar de la teoria desemejante historia , á pesar de la lógica (que
recomienda tanto el no negar), realidad é historia compro
badas, proclamadas por él.mismo, y que demuestran la im
potencia de la razon sola, el mismo autor haya escrito un li
bro sobre el valor de la razon , y de lo que puede la razon por sí
sola? El semiracionalismo, preciso es convenir en ello, está
tambien muy obcecado y achacoso, y no sabemos hasta donde
seria capaz de llegar si la Religion no le opusiese un dique.
Compárese el espantoso retrato que el semiracionalismo
acaba de trazarnos de la fealdad, de la monstruosidad, de
las extravagancias , de los estragos dela razon filosófica mo
derna; compárese con el retrato igualmente horrible que el
semiracionalismo nos ha trazado de la deformidad , de la
— 293 —
monstruosidad, de las extravagancias y de los estragos do la
razon filosófica antigua, y se tendrá la demostracion más ri
gorosa y más palpable de este triste hecho:
Que cuantas veces la razón filosófica colocándose fuera de
toda tradicion y de toda revelacion y abjurando todas las creen
cias religiosas y morales de la humanidad, ha pretendido mar
char sola á la conquista de la verdad, jamás ha podido ob
tener una suma suficiente y suficientemente pura, una ciencia casi
completa de las verdades intelectuales, morales y religiosas:jamas
ha fundado nada satisfactorio en moral y en Religion; y, en fin,
que lejos de haber descubierto nunca una sola verdad nueva
y de haberla sentado sobre la base de una certidumbre inal
terable, no ha conseguido más que oscurecer, hacer incier
tas y destruir todas las verdades conocidas ya ántes que ella
y sin ella, y que no se debe á ella el que algunas verdades
se
párense
hayanesos
librado
dosdel
espantasos
horrible naufragio
retratos ende los
todaque
verdad.
el semira-
Com- i

cionalismo ha tenido el talento y la buena fe de reasumir por


sí mismo la historia de la razon filosófica antigua y moderna,
y se tendrá la medida más exacta Del valor de la razon, y de
lo que puede por sí sola. De ahí la necesidad de confesar que,
semejante á un hombre embriagado, ó frenético, la razon no
tiene poder sino para el mal y la destruccion , y que el semi-
racionalismo, pretendiendo que la razon privada del auxilio
de la revelacion y de la tradicion puede descubrir (áun en el
orden natural) algunas verdades intelectuales, morales ó re
ligiosas, se pone en contradiccion consigo mismo y está con
vencido de meutir en la historia de la Filosofía.
Para consolarse del horrible descrédito y desenfreno en
que ha caido la filosofía de nuestros dias, un honrado semi-
racionalista , no mirando las cosas sino al traves del prisma
de la bondad de sus deseos y del candor de su alma , acaba
de felicitarse á sí mismo, á su país y á su siglo, de un movi
miento, segun él, bien marcado, de retorno á las doctrinas
espiritualistas en los escritos de los libres pensadores. ¡ Vana
— 294 —
ilusion! Lo verdadero es todo lo contrario. Aun cuando pu
diera concederse que el materialismo, última consecuencia
del racionalismo, entra, menos que en lo pasado, en las doc
trinas, desgraciadamente no podria concederse tambien que
se halla, menos que en lo pasado, en las costumbres. Pregun
tádselo á la policía, á los tribunales correccionales, á la es
tadística criminal , á los archivos judiciales y hasta á la prensa
periódica, y lo que os dirán es, que los delitos de toda espe
cie, que aumentan cada dia en una proporcion espantosa, no
reconocen otra causa que el deseo desenfrenado de gozar, de
dominar y el furor de enriquecerse , que se ha apoderado de
todas las clases.
La verdad del hecho es que el materialismo no ha cedido
al espiritualismo ni áun una pulgada en el terreno de las doc
trinas: la verdad es que ejerce todavía su poderosa influen
cia, lo mismo en las escuelas que en el gabinete, lo mismo en
los salones y talleres que en las tiendas y en las cabanas, y que
porque está más vivo que nunca en las ideas, se refleja siem
pre de una manera más clara en las acciones. Sólo que, segun
la ley del progreso, por lo mismo que ha llegado á ser más
universal, resalta ménos á la vista, choca menos á la gene
ralidad, se ha vuelto más tolerante é indiferente. Léjos de ha
ber ganado nada, las doctrinas espiritualistas han perdido
mucho y pierden cada dia más , hasta en el aprecio de los
filósofos. Aun los que habian hecho de ellas el objeto de su
culto , las han abandonado como pagadas en donde ya no hay
favores que esperar, y han ido á pedir al positivismo humani
tario con que reemplazarlas. Así es que vemos muchos enten
dimientos desilusionados del vacío, de la vanidad , de la im
potencia de sus sistemas metafísicos , rebajarse hasta subor
dinarlo todo á la física; los vemos, en vez de ocuparse de
las grandezas del Ser infinito , dedicarse á hacer revivir la
memoria de mujeres que no fueron grandes más que por las
pretensiones de su orgullo y la liviandad de sus costumbres;
vemos austeros platónicos, que piensan honrarse haciendo
— 295 —
la apología del adulterio y de la vida licenciosa de Epicuro;
vemos al filósofo, convertido en novelista y folletinista, servir
álas más bajas pasiones; vemos, en una palabra, trocar la
Filosofía por la rueca (1).
La obra de la escuela racionalista que á fines del año úl
timo ha hecho más ruido, no es más que una produccion in
fame (esta es la calificacion que merece); y bajo el modesto
título de Estudios filosóficos, el autor ostenta en ella, y áun
lleva más allá que Lucrecio, y que todos los escritores ma
terialistas del último siglo , la desvergüenza del epicureismo
y el cinismo dela impiedad. ¿Quereis saber cual es el Dios de
ese insensato? (Incipiens Psal. ) Su benévolo crítico (2) nos
lo va á decir: «El Dios que concibe, y al que rinde culto, no es
el que los hombres han formado á su imágen : no es reveren
ciado ni está representado en ningun templo: no es ni pagano,

(1) Hé aquí cómo el sabio y celoso obispo de Poitiers lia juzgado esa trans
formacion de la filosofía del espíritu en filosofía de la carne : «Es un espec
táculo bien triste , ha dicho , el ver basta qué punto los hombres que tienen
por un mérito el haber resucitado el esplritualismo en las regiones filosóficas,
hacen traicion á la causa de la moral y del pudor, en sus obras históricas y
literarias, con harta frecuencia recibidas con elogio por cristianos tan poco
precavidos contra el mal como contra el error. El sensualismo se destila en
ellas con profusion. No merecía la pena de afectar un puritanismo doctrinario,
una austeridad semiestoica y semijansenista , en venir á parar en esas des
cripciones lascivas , en esos refinamientos de un pincel voluptuoso. Cierta
mente no hay en ellas nada de platónico: todo procede de la carne y de la san
gre». (Jvstucc. Sinod. del señor obispo de Potiers, segunda edicion, Pág. 69.)
El fus Ire prelado añade la nota siguiente, tomada de una pluma nada sospe
chosa, un filósofo del Diario de los Debates: «Por lo que á mi hace, dice ese
periodista , no puedo acostumbrarme á la idea de ver al traductor de Platon,
al restaurador del eclecticismo, convertido en Plutarco de las damas y en con
tinuador enmendado y perfeccionado de Brantome. Me parece que en estos días
de amargas pruebas para la Filosofía , los filósofos debían ser los primeros que
se presentasen en la brecha y no abandonarla. Me hace sufrir en extremo
(hombre intrépido ) el verlos ocupados en la arqueología de las callejuelas, y
desperdiciar en los detalles de una crónica medio galante y medio devota las
cualidades de un talento, que debían consagrar á trabajos más dignos de
ellos».
(2) M. L. Alloury, en el Diario de los Dsbates de 30 de Noviembre
de 1855.
— 296 —
ni judío, ni mahometano, ni católico, ni protestante; su Dios
es el que se revela á la razon pura, un Dios desprovisto de
toda forma y de toda manifestacion sensibte, uno, universal,
absoluto. El joven filósofo nos lo dice claramente: Dios no
existe fuera del hombre , fuera del mundo y de la creacion misma:
es el ideal de la razon y de la conciencia humana; es el hombre
ELEVADO, POR DECIRLO ASÍ, AL MAS ALTO GRADO DE PODER, ES
nuestro sér supremo. Fuera del hombre, Dios es la ley, el con
junto de las leyes que gobiernan el universo».
Las ideas de ese sabio improvisado sobre la inmortalidad
del alma y sobre la moral, se hallan al nivel de sus ideas
acerca de Dios; oigamos todavía á su panegirista : « Lo que,
dice, nos asombra y nos embaraza un poco más, es el lenguaje
del joven filósofo sobre la creencia en otra vida. Aquí no hay
equívocos. M. Dollfus (ese es el nombre de ese filósofo de
traje corto, que parece haberse deslizado en los salones
desde los jardines de Epicuro) enseña, con tono de triunfo y
de entusiasmo, que la fe en otro mundo es el mayor obstáculo para
el progreso de este : que la tierra es el único bien , la única espe
ranza del hombre : que su deber es concentrar en ella todos sus
pensamientos, todos sus deseos y no soñar en cielos imaginarios:
que el infierno y el paraíso están sobre la tierra , en la concien
cia de cada uno y no en otra parte». Cuando se leen los ar
tículos de ese nuevo Código religioso , se encuentran en él
dogmas como el siguiente: «No es la abnegacion lo que debe
predicarse, sino los goces. No desprecies los placeres que flo
recen sobre tu camino, recógelos. Eso no es un crimen, es
un deber: si tienen perfumes, es para tí».
¡Hé ahí lo que un joven de veinte años, que todavía se
sienta en los bancos del colegio, se ha atrevido á imprimir en
el reino cristianísimo! Pero lo que más excita la indignacion,
lo que más asusta en esa publicacion , triste eco de las doc
trinas que desde hace dos siglos asolan el mundo y pueblan
el infierno, no es el que haya aparecido una imaginacion de
veinte años, capaz de insultar de esa manera, con aire de
— 297 —
triunfo y de entusiasmo , á todas las creencias constantes y uni
versales, á todas las ideas, á todos los instintos, á toda ra
zon y á todo sentido moral de la humanidad. Hace largo tiem
po que la enseñanza pagana de ciertos colegios nos tiene
acostumbrados á esos extravíos por parte de la desgraciada
juventud, que leyes homicidas han eutregado á verdaderos
verdugos de las almas. Por otra parte, ¿quién no sabe lo que
puede producir en cerebros exaltados el delirio del orgullo,
la ignorancia de la edad juvenil y la presuncion proveniente
de la ignorancia completa de lo que al hombre le importa
más saber? Lo que más exaspera, lo que asusta más con res
pecto á esa publicacion , es el que no hayan fallado entendi
mientos serios que la aplaudan , en vez de condenarla y pul
verizarla, en vez de combatir de la manera más enérgica ese
abuso del talento, esa prostitucion de la palabra humana,
esas blasfemias que las puertas del infierno no han dejado
traspirar jamás tan abominables y espantosas. Despues de
oponerla las objeciones más suaves y de haberla acariciado,
mas bien que impugnado, han incensado y felicitado á su
autor por haber negado á Dios y la esperanza de otra vida
con valentía y con estilo elegante; han pedido al gusto literario
honores y coronas para ese epicúreo de veinte años, que
ofende toda mora! y que predica el deleite (1). [Esos testimo-

(1) Hé aquí, en efecto, cómo el órgano reconocido de la prensa que se titula


conservadora se ha expresado acerca de ese monstruo precoz de impiedad y de
sensualismo, y de su infernal produccion. «Oíros se indignarán y dirán que es
una blasfemia. El único sentimiento que semejante lenguaje (que insulta á
Dios y á los hombres) excita en nosotros, es el del asombro... Cualquiera que
sea el juicio que se forme de M. Cárlos Dollfus como filósofo , no puede dejar de
ser vivamente apreciado como escritor por todos los que lean sus estudios.
Nosotros ios hemos leído con un verdadero placer. 11. Dollfus renne las más
raras y más preciosas cualidades que forman el escritor. Tiene independencia
y valentía de pensamierto , fuerza, candor y sinceridad de convicciones. Tiene
la delicadeza y la pureza del gusto; su estilo es de una frescura y de una gracia
exquisitas. En suma, tenemos la mejor opinion de esta primera produccion li
teraria, en que el autor parece haber puesto toda su alma y todo su talmto.
Le aplaudimos el amor vivo y ardiente que manifiesta á las letras, las cien
cias y las artes , y el entusiasmo con que habla del papel que la inteligencia
— 298 —
nios solemnes de indiferencia y de menosprecio de la verdad,
unidos á los testimonios de una necia admiracion y hasta de
la idolatria á las letras, cuando pasan sin excitar la indigna
cion general, son síntomas horribles, son sombrios y funes
tos augurios! Anuncian que el cetro de la opinion, esa reina
del mundo, ha caido en manos de la Retórica y de la pedan
teria ateas: anuncian que el sofisma ha reemplazado al razona
miento, y el escepticismo á la fe: anuncian una grande deca
dencia en la razon y en el sentido público. Lo mismo sucedió"
en la época que precedió á la caida del imperio romano.
Hé ahí las proezas de la razon que quiere marchar sola
fuera de toda revelacion y de toda tradicion. Por toda com
pensacion . no ha dejado á la sociedad que ha asolado más
que el furor de los negocios, de los empleos, del oro y de
los placeres, el culto idolátrico de las letras (y qué letras!) y
la indiferencia completa en materia de Religion; calamidades
que han invadido á esta pobre sociedad de alto á abajo y que
consumarán su ruina. ¡La razon moderna ha demolido cuanto
ha tenido á mano de verdadero, honroso y virtuoso, y senta
da sobre sus inmensas ruinas, no aspira más que á adorme
cerse en brazos de la voluptuosidad!
Pues bien, á vista de semejantes argumentos, de semejan
tes pruebas, que admite, que confiesa y desenvuelve con
tanta fuerza y elocuencia el semiracionalismo , y de donde
deriva el poder de la razon , pero sólo para destruirlo todo;

y el genio (del msl) son llamados á representar en nuestro siglo. Rara y ver
dadera distincion en ui¡ tiempo como el nuestro y en un jóven á quien la for
tuna ha colmado de sus favores. —L. Alloürt.» Se ve, pues, que el escándalo
dado por M. Dollfus con haber escrito un libro que no puede mirarse sino como
una mala accion , no es más que una ligerisima falta , comparada con el es
cándalo que da M. Alloury, cuando le celebra como la obra del genio. Eso pasa
todos los límites, y no se creyera á no verse. Jamás, á mi entender, se lia des
plegado mayor estupidez y descaro para alabar la ignorancia , lisonjear el or
gullo, alentar el crimen y hacer la apología de la impiedad. Cuando se piensa
que semejantes hombres tienen en cierto modo el monopolio de los honores li
terarios , y que trabajan por apoderarse del de los puestos del Estado , no puede
ménos de temblarse por el porvenir de la sociedad.
— 299 —
así como su impotencia para edificar nada tocante á las ver
dades del orden intelectual, moral y religioso; el semiracio-
nalismo deberia ser más reservado en sus alabanzas y enco
mios sobre el valor de la razon, y sobre lo que la razon puede
por sí sola en el descubrimiento de esas verdades. Pero le
jos de eso , persiste en sus afirmaciones , áun despues de
haber demostrado él mismo su insignificancia y su contradic
cion , lo cual nos da derecho para insistir, á nuestra vez, en
nuestra afirmacion de que el semiracionalismo es histórica
mente falso con relacion á la historia de lo presente, como lo
es con respecto ó la historia de lo pasado ; y que ademas , es
voluntariamente ciego, y no se comprende á sí mismo.

§ 9." Objecion contra el tradicionalismo, sacada de que se encuentran verda


des en los escritos de los incrédulos , refutada por el mismo semiraciona
lismo. Los incrédulos no han descubierta por su razon , sino que han reci
bido de la tradicion cristiana las verdades que se encuentran en sus escritos.
Esos filósofos merecen muy bien el titulo de paganos de nuestros días, que el
semiracionalismo les ha regalado.
Mas, al fin , se nos opone que en medio del fango de doc
trinas tan corrompidas y abyectas, suele encontrarse con fre
cuencia ea los escritos de nuestros libres pensadores algun
pequeño pedazo del oro de la verdad. Y esos hombres que
se han colocado fuera de toda revelacion y de toda tradi
cion , no pueden haberla descubierto sino por el trabajo de su
espíritu y por el poder de su razon. Hé ahí tambien una prue
ba de que la razon por sí sola puede muy bien descubrir al
gunas verdades.
No nos encargamos de refutar este argumento: el semira
cionalismo le ha refutado de una manera más completa que
nosotros pudiéramos hacerlo. Le dejaremos, pues, hablar y
se verá que procura por nuestros intereses más que nosotros
mismos. Oigámosle.
« Nosotros, los cristianos, dice, sabemos que Dios, desde el
orígen, se mostró generoso con el hombre, su criatura pre
dilecta, elevándole á un destino superior á todas las exigen
— 500 —
cias de su naturaleza, haciéndole conocer ese fin sobrenatu
ral, y todos los medios de llegar á él; al mismo tiempo le
enseñó las principales verdades que son de la dependencia
de su razon , y esas verdades , al ménos las más elementa
les, se han conservado y perpetuado en la sociedad (1). Sin
embargo, ¿cómo se alterarian insensiblemente y tenderian á
desaparecer? Dios ha querido, en diversas épocas, renovar
su esplendor con nuevas revelaciones. Pero se pregunta si el
hombre, sin el auxilio de la revelacion, con las facultades de
que goza, habria podido conocer esas verdades, y por con
siguiente, si la razon tiene siempre el poder radical de ellas.
Ahí está precisamente el punto de la cuestion; pero ahí tam
bien aparece en toda su fuerza la dificultad de una solucion
categórica. Para juzgar acerca de lo que podríamos sin la en
señanza divina , seria necesario colocarnos fuera de esa mis
ma enseñanza. Luego existe en el mundo, llena el mundo y
no depende de nosotros el que no seamos enseñados por Dios. En
esta condicion (qué lástima!) lodos los conocimientos de que se
honra la humanidad , pueden ser atribuidos , ó á la razon , ó á
esa enseñanza primitiva , sin que aparezca ningun medio de
formar
Mas parece
parte deque
unacon
ó deelotra.
tiempo
(Losy la
Tradicionalistas
reflexion , el ,semiracio-
Pág. 22.)

nalismo ha llegado, en fin, á desembarazarse de esa dificul


tad. Porque dos años despues, precisamente en la obra Del
valor de la razon, y en el lugar mismo en que ha tratado de
una manera tan horrible á los sabios incrédulos , sus protegi
dos , el semiracionalismo se ha expresado de modo que hace
creer que para él , en la condicion (dura condicion!) que se
nos ha impuesto de no poder sustraernos á la enseñanza divina
que lo llena todo y de no podernos eximir de ser enseñados por
Dios, no es difícil distinguir entre los conocimientos con que la
humanidad se honra , los que pueden atribuirse á la razon , y

(1) Ese es tradicionalismo puro. Pues por qué le combatís? ¿Es acaso por
que no sabeis nada de eso? ¿Es porque vos no sois ya cristiano, cuando teneis
que buhároslas con vuestros colegas en la fe? Pensadlo bien.
— SOI —
los que provienen de la enseñanza divina, y formar parte de una
y otra. De hecho, para el semiracionalisnio, las verdades mo
rales y religiosas que nuestros incrédulos aparentan conocer,
las deben ménos á su razon, que á la accion que la enseñan
za divina ejerce sobre ellos, y á pesar suyo, por medio de la
instruccion doméstica , de las creencias sociales y de las
tradiciones.
Verdad es que ha comenzado por decir que en el seno
de la civilizacion moderna , fruto incontestable del Cristia
nismo, el espíritu de cada hombre, aunque sea un rústico 6
aldeano, es más adecuado que en otro tiempo para descubrir
por sí mismo la verdad sin tomar por guia la revelacion y la en
señanza de la Iglesia. (Valor, etc. , Pag. 449.) Mas desde luego,
eso lo ha dicho por complacencia, y por no renunciar á su
fraseología favorita ; porque en seguida ha añadido estas lí
neas muy hermosas, puesto que son verdaderas : «¿Pero se
ignora que viviendo en medio de una sociedad , cuyo sentido
moral é intelectual está alimentado y formado por la enseñanza
divina todos se aprovechan, sin apercibirse de ello, de seme
jante medio, y que las inteligencias se encuentran, por de
cirlo así , llevadas sin esfuerzo y sostenidas en el nivel comun?
LA REVELACION CRISTIANA SE MANTIENE EN EL MUNDO COMO UNA AT
MÓSFERA LUMINOSA. SE APROVECHA LA LUZ DEL SOL, AUN VOLVIÉNDO
LE la espalda. Desde el Cristianismo , la razon pública se halla
tan fuertemente constituida y tan sabiamente conservada por la
regla viviente de la verdad , que los libres pensadores no podrian
separarse abiertamente de ella sin verse deshonrados ante su
siglo. [Ibid.)
Ademas , no le hemos oido hace un momento excla
mar con el acento del más legítimo dolor: «¿A dónde la in
dependencia del pensamiento hubiera conducido á la ciencia
si el mundo no hubiese tenido una regla superior é inmuta
ble? Si la antorcha de la Iglesia se hubiera extinguido para
nosotros, habriamos vuelto á la barbarie. En un momento que
se eclipsó, qué cáos! » '¿Y no es eso decirnos que si todavía
— 302 —
queda en pié alguna verdad en un entendimiento, lo mismo
que en una sociedad, por donde la incredulidad ha llevado
su martillo destructor , esa verdad no ha sido descubierta por
la razon , sino que se ha mantenido en ella por la fuerza de
la enseñanza divina social á pesar de la razon , y á despecho
de todos los esfuerzos que la misma ha hecho para desemba
razarse de ella?
En fia, más adelante, el semiracionalismo nos ha confe
sado por el órgano del mismo autor , y con el más admirable
candor: «Que existiendo la revelacion en el mundo desde su
origen , las enseñanzas divinas jamás se han perdido comple
tamente para el género humano; que sus efectos han acompa
ñado siempre á la razon, y que áun cuando hubiese renunciado
á ella , recibia su lejana influencia : que la sociedad jamás ha
abandonado la razon á sí sola , que la comunicaba siempre
una parte de loque ella habia conservado, y que en el mon
do no hay razon abandonada a sí misma : que toda razon es
enseñada, que desde nuestra infancia todos bebemos en la
fuente de las tradiciones: que sus lecciones, sin que nos
otros nos apercibamos de ello, se confunden con lo que po
seemos de nuestro propio fondo, y que siempre ha sido lo
mismo». Pero si siempre y por todas partes ha sido así, con
mucha más razon ha sucedido lo mismo en las sociedades cris
tianas , iluminadas hace diez y seis siglos por las luces más
vivas del Cristianismo.
Nacidos y educados en esas sociedades, nuestros pensa
dores no creyentes han recibido tambien á su pesar, un co
nocimiento más ó menos completo de los dogmas y de la mo
ral del Cristianismo. Todo les recuerda á cada instante esa
enseñanza divina; las personas con quienes conversan , los
templos que ven, los eclesiásticos que encuentran, las fiestas
que se ven obligados á observar, y hasta el código que los
gobierna, la lengua que hablan y el aire que respiran. Por
más esfuerzos que hagan , su razon no puede sustraerse á los
rayos con que por todas partes la circunda el sol de la ver
— 303 —
dad. Non estqui se abscondat acalore ejus. No puede sustraerse
á las lecciones de la tradicion cristiana , que no la abandona
jamás á sí misma , que la sigue, que la acompaña por todas par
tes , que la hace por donde quiera experimentar su influencia y
sentir su imperio, áun cuando renuncie á ella. Su razon bebe
siempre en el manantial de esa tradicion , y sus lecciones se con
funden, sin que lo advierta , con lo que cree que saca de su propio
fondo. Por manera , que sólo á esas lecciones deben los rayos
de luz que de cuando en cuando iluminan las tinieblas de sus
sistemas y dejan vislumbrar en su lenguaje ó en sus escritos
algunas verdades en medio de la noche de sus sueños (1).
Hé ahí lo que está reconocido, confesado y comprobado
por el mismo semiracionalismo. Ha estado, pues, bien ins
pirado, como se lo acabamos de aplaudir, al llamará nues
tros libres pensadores los paganos de nuestros días. Con sólo
la diferencia, de que nuestros libres pensadores son los in
crédulos de la religion revelada, y los antiguos filósofos fue
ron los incrédulos de la religion que se llama natural; con la
diferencia de que aquellos se rebelan contra todas las creen
cias cristianas, y estos se rebelaron contra todas las creen-

(i) El Concilio, de Amiens, que el semiracionalismo no cesa de citar contra


nosotros, ha hecho, sin embargo, la misma observacion tocante á la enseñanza
de la Filosofía en les escuelas católicas. Para esc Concilio, la unidad, la verdad,
la certidumbre de la enseñanza filosófica, que sólo se encuentran en esas es
cuelas, no son el resultado de los descubrimientos y del poder de la razon,
sino de la influencia de la accion que en ella ejerce la Religion. «Los profesores,
dice, tienen en la doctrina católica una regla que les indica las tésis que deben
rechazar, y que les advierte además que tal ó tal raciocinio encierra algo de
vicioso, por lo mismo que conduce á conclusiones contrarias á los dogmas. De
ahí proviene que en las escuelas católicas hay un perfecto y sólido acuerdo
sobre muchas verdades, demostradas por argumentos filosóficos : verdades so
bre las cuales no se encuentra más que duda {ó la contradiccion y confusion),
en las escuelas á las que la luz de la pe no sirve de antorcha.
»Hay allí muchas nociones sobre Dios, sus atributos , sobre el origen del
universo, sobre la Providencia , la Religion, las virtudes, y sobre el fin del
hombre, que los filósofos emítanos, despues de aprenderlas de la revelacion,
prueban con sus argumentos ¡pero que no han sido inventadas por la filosofía
humana.»
— 304 —
cias humanitarias. Por lo demás, unos yotros han seguido el
mismo procedimiento pagano , que san Cirilo , citado más arri
ba (Pág. 19), llama diabólico . es decir, el procedimiento de
querer comprender por su razon lo incomprensible , no que
rer admitir nada sobre la razon de la autoridad , sino que
rer que dependa su creencia de la autoridad de su propia ra
zon: el procedimiento de adorarse, de idolatrarse á sí mis
mos en su propia razon , y de evaporarse y perderse en ella;
el procedimiento, en fin, de procurar á todo trance comba
tir, borrar (en vez de establecer otras nuevas), todas las ver
dades existentes en la sociedad en que vivieron , despues de
haber bebido , sin saberlo , no en la fuente de su propio en
tendimiento , sino los unos en la enseñanza divina de que era
depositaria la humanidad, y los otros en la enseñanza divina
de que es depositaria la Iglesia , y tomado de ella las verdades
que se encuentran en sus libros. Así, segun el mismo semi-
racionalismo, las cosas habrian procedido siempre de la mis
ma manera en el mundo antiguo y en el mundo moderno Los
paganos de nuestros dias, habian seguido exactamente el mis
mo camino que los paganos de otro tiempo, el camino del
desprecio de toda revelacion y de toda tradicion , y habrian
ido á parar al mismo resultado : la duda en vez de la certi
dumbre , y la locura en vez de la sabiduría. Dicentes se esse
sapientes , slulti facti sunt. Preciso es, pues , decir, que el se-
miracionalismo que, conviniendo en todo esto, no deja, sin
embargo, de afirmar que los filósofos no creyentes, antiguos
y modernos, han descubierto algunas verdades por su razon,
miente á la historia, miente á sí mismo, cierra voluntaria
mente los ojos sobre lo que siempre ha pasado, lo que pasa y
pasará constantemente en la razon humana, que quiere descu
brir por si sola la verdad.
I

§ 10. Extraño ditirambo de la—escuela 305 semiracionalista


— en honor del poder
de la razon. Los semiraciona listas se engañan lastimosamente atribuyer.di
á su razon inculta los grandes pensamientos sobre Dios, que han tomado de
la Filosofía y de la Teología. ¿Que sabrian de Dios, si hubiesen nacido
entre infieles ó en las últimas clases de la sociedad , en donde no hubieran
podido cultivar su razon con largos y serios estudios?

Pero no es sorprendente que los semiracionalistas se cie


guen de una manera tan lamentable sobre lo que pasa en la
razon de los demás, pues que se obcecan de una manera mu
cho más sensible todavía sobre lo que pasa en su propia razon.
En ciertos salones resuena aún el himno con que, en estilo
de ditirambo , han celebrado la excelencia , la magnificen
cia , el poder sin límites , las gloriosas hazañas , la claridad
deslumbradora de su propia razon. Y hé aquí lo que han en
señado al mundo como si hubiese verdaderamente pasado
en su espíritu. Fuera de toda revelacion y de toda tradicion,
habrian sacado de las profundidades de su naturaleza (¡exce
lente y rica naturaleza !) las ideas de unidad y de causa. Una
vez en posesion de esas ideas, sacadas de sí mismos, las ha
brian trasportado al mundo exterior, y el mundo se les
habria aparecido cnlónces como una serie de causasy de efec
tos. Uniendo á esas ideas las ideas de ser y de substancia,
habrían concebido que las existencias colocadas fuera de
ellos son séres y sustancias; y por diferentes combinaciones
de su razon, habrian encontrado (siempre en su razon) seis ca
racteres propios de esos seres y sustancias: la Contingen
cia, la Temporalidad, la Mutabilidad, la Relatividad, la Im
perfeccion y la Dependencia; en una palabra, lo Finito. Como
la razon es la más vana de las cosas si no llega más que á lo
finito, y como su grandeza natural, el carácter divino que
está en ella, es el no poder concebir lo contingente, lo tem
poral, lo variable, lo relativo, lo imperfecto, el ser depen
diente, lo finito, sin concebir al mismo tiempo lo necesario, lo
eterno, lo inmutable, lo absoluto, lo perfecto, el sér por sí,
lo infinito, habrian encontrado tambien las ideas de ello for
— 306 —
triadas en su razon. Y como esas ideas no se explican por sí
mismas, y permanecerian invariables en su espíritu , habrían
llegado á afirmar sobre la fe de esas ideas la existencia de
ese infinito, á afirmar el Dios vivo. La idea del ser, pura y
desprendida de toda determinacion particular, les habría re
presentado al Sér infinito de toda manera, lo infinito infinita
mente infinito, poseyendo todas las perfecciones en una sola per
feccion, que es su esencia y su vida (1). Porque en la idea del
sér infinito hubieran comprendido la de la sustancia infinita,
que es como su base ó fundamento y á la que pertenecen
atributos igualmente infinitos.
«La razon pura, han dicho tambien esos intrépidos semi-
racionalistas , es la facultad que concibe lo infinito, esa es su
funcion propia; es la facultad de lo necesario, de lo eterno,
de lo absoluto, de lo inmutable, de lo perfecto, delo infi
nito, de lo divino, y allí se encuentra su grandeza.» Con
vienen, es cierto, en que todas las verdades marcadas con
el sello de lo infinito que se encuentran en nuestra inteligencia
y pueden provenir de ella ó pertenecería , son de Dios y en
Dios; pero añaden, que «del mismo modo que afirmamos la
existencia del mundo por el testimonio de nuestros sentidos,
afirmamos la de Dios y su perfeccion por el testimonio de nues
tra razon » (2).

(1) Santo Tomás ha hecho la observacion de que los más grandes filósofos de
la antigüedad, aunque admitían la unidad de Dios, jamás sospecharon, porsn
ra/.on , que Dios es el sér sobre el cual no podria concebirse nada más perfecto;
y que esa idea completa y perfecta de Dios, sólo ha sido trasmitida al hombre
por la revelacion. Non omnibus dicentibus Deum esse unum. Deus est id quo nihil
perfectius cogitari potest. Pero, como el semiracionalismo nos lo va á decir en se
guida, ¿por ventura santo Tomás no ha comprendido nada de la verdadera filo
sofía? Y por otra parte, la razon humana ¿acaso no ha hecho progresos asom
brosos despues de santo Tomás? Nada, pues, más sencillo que esa conquista de
la razort moderna, que la razon de la edad media, supeditada por la escolástica,
no pudo conseguir; esa conquista de la razon, de haber llegado por si sola, y sin
auxilio de la revelacion, á la idea completa y perfecta de Dios.
(2) En ese caso la revelacion ya no es necesaria para conocer perfectamente
á Dios. Hé ahí, pues, al semiracionalismo desenmascarándose á sí mismo, J
— 307 —
Ese es el ditirambo que semiracionalistas, á quienes se
guramente no se les puede negar que tienen talento , erudi
cion^ hasta ingenio, como escritores, han compuesto y can
tado en honor de la razon. Sí , ditirambo, es el nombre que
le conviene; porque semejante lenguaje no puede ser inspi
rado más que por el delirio y la obcecacion de las preocupa
funden
ciones racionalistas.
evidentemente Alelhablar
procedimiento
así, los semiracionalistas
dela razon iluminada
con-,

ya por la revelacion cristiana , de la razon formada ya por


fuertes estudios para las deducciones filosóficas, queriendo
demostrar la existencia y las perfecciones de Dios que cono
ce, con el procedimiento de la razon extraña á toda revela
cion, á toda tradicion, á todo estudio de las ciencias serias y
de sí misma. No han visto ó no han querido ver que la razon
en ese segundo caso, en esa condicion de ignorancia de todo,
la razon tal como se la supone en la presente discusion no
hace nada , ni hace, ni hará jamás nada de lo que ellos le
atribuyen como hecho por ella.
Nuestros semiracionalistas han tomado tambien de los
racionalistas absolutos, sus padres, el extraño procedimiento
de atribuir á la razon el hecho de la tradicion. Con ese tono
decisivo y propio de esos filósofos, cuando, demasiado confia
dos en la ignorancia de sus lectores, cometen una falsedad
histórica ó un enorme absurdo, Mr. Cousin dijo en 1845:
«¿Quién ha mostrado á los hombres que más allá de los
límites y de la bóveda del universo hay un Dios oculto, pero
presente en todas partes? ¿Quién les ha inspirado la tiernay
sólida esperanza de que, terminada esta vida, el alma inmor
tal será recogida por su autor? Yo pregunto, ¿quién ha
enseñado eso á tantos millones de hombres ántes dela venida
de Jesucristo, sino esa luz natural, que en el dia es tratada
con tanta ingratitud? Y ese legislador romano que durante
tantos siglos ha dado al mundo el gobierno más equitativo
profesando el racionalismo más absoluto... Al leer esas cosas, ¿quién no cree te
ner en la mano un libro del ilustre jefe de los racionalistas franceses?
— 308 —
que ha existido jamás, por quien fué inspirado? ¿quién le
sostuvo? Indudablemente tambien la razon natural. » Héaquí
la contestacion que un diario, nada sospechoso ni hostil á
Mr. Cousin , la Gacela de Instruccion pública del 1 0 de No
viembre de 1845, dió entonces á esa incomprensible aser
cion del filósofo racionalista, y las palabras con que le llamó
al orden : «Los que conocen laMstoria de la Filosofía y de la
Religion (1) no ignoran que todas esas verdades son verdades
de tradicion, tomadas de los sabios del Egipto y de la India,
que las habían recibido de otra parte. Dios, que instituyó las
sociedades para darlas medios de conservarse, las reveló
todas las verdades que se llaman naturales y que yo llamada
providenciales (muy bien!). Entre los judíos los profetas, y
entre los paganos los filósofos, desempeñaron casi la misma
mision (2) recordando á los hombres las verdades que el mis
mo Dios habia promulgado , como legislador de la ley primitiva.
En cuanto á lo que añade Mr. Cousin sobre las legislaciones,
que presenta como uno de los resultados de la Filosofía, léase la
obra de Mr. Troplong, sobre la influencia del Cristianismo en
las legislaciones romanas, y se verá cuan poderosa fué la accion
del Cristianismo en esa parte de la civilizacion. Mr. Cousin,
con esa apología sin reserva ni medida, se expone á que se
le recuerde la poética imágen de uno de sus colegas del
Instituto ( Mr. Víctor Hugo), comparándole á un hombre que
ve estrellas por entre las ramas de un árbol, y las toma por
la fruta
Esta imágen
del mismo.
es muy bella , porque es verdadera. Así su

cede, en efecto, á todos nuestros adversarios: toman las es


trellas de la revelacion y de la tradicion, que ven á traves de
su razon, por obras dela razon.

(1) Mr. Cousin se halla , pues, convencido de no conocer esa historia. Es muy
doloroso sufrir esas bofetadas de sus mismos discípulos. Tuquoque tírute, filimif
(2) Con la diferencia de que los profetas recordaron , y los filósofos pur poco
destruyen todas las verdades naturales cutre los pueblos, como el seiniracioua-
lismo nos lo acaba de decir.
— S09 —
¡Son ciertamente curiosos, extraños, y áun absurdos, los
semiracionalistas! Algunos de ellos al menos son buenas
cabezas , que han encanecido en las investigaciones teológi
cas, que disponen de una serie de ideas que la revelacion
les ha suministrado, que la Filosofía ha desarrollado en su
espíritu , y una lengua que manejan muy bien para expre
sarlas. Fuertes con esas ventajas excepcionales (y que por
consiguiente están muy lejos de hallarse al servicio de la
razon de cada hombre , de la razon humana) analizansus ideas,
las componen, sacan de ellas magníficas conclusiones para
demostrar incontestablemente la existencia y las perfecciones
de Dios á quien conocen ; ¡y luego tratan de darnos todas esas
operaciones tan complicadas, tan abstractas y tan difíciles,
como la operacion mas sencilla y más natural de toda razon,
quo todo lo ignora, hasta á sí misma, en la investigacion de
Dios, que no conoce todavía! Esos asombrosos resultados, que
sólo puede alcanzar una razon corroborada por todo lo que la
revelacion enseña de más sublime, y por lodo lo que la cien
cia suministra de más elevado: una razon, digo, ejercitada en
las más altas abstracciones metafísicas, os los ofrecen como
resultados que puede obtener toda razon sin haber recibido
nada de lo exterior , y sin poder tomar prestado nada de los
trabajos de los demás ni de los suyos propios, y sin poder
disponer más que de sí misma. Os presentan las conquistas
de la razon de los teólogos y de los filósofos consumados,
como conquistas á que la razon de todo hombre, áun el más
ignorante y grosero, puede aspirar, y despues exclamar: ¡Hé
aquí de lo que es capaz la razon sola! ¡Hé aquí el poder, la
grandeza, la divinidad de la razon humana!
Mas nosotros preguntaremos al sencillo buen sentido,
¿no es eso trazar una novela de la razon , en vez de su his
toria, que habian prometido á sus adeptos? ¿No es eso mas
bien poesía que filosofía? ¿No es imaginar en vez de racio
cinar? ¿No es el abuso más palpable de la lógica y del len
guaje humano? ¿No es prevalerse de su posicion , de su (a
— 310 —
lento, de su carácter, para hacer participar á los demás de
las alucinaciones de su espíritu , por medio del fanatismo de
la razon? Y, por último, ¿no es eso engañar á los lectores,
despues de haberse engañado á sí mismos? Sin embargo, eso
se explica muy bien.
El autor semiracionalista que con tanta frecuencia hemos
combatido, ha dicho en algun pasaje: «Cuando se habla de
masiado tiempo en el sentido de una suposicion, se concluye
por admitir y creer la cosa tal como se la supone. Se conclu
ye sobre todo por hacérsela admitir á los demás, con tanta ma
yor seguridad, cuanto que no se llama sobre ella la atencion:
creen en ella y se adhieren á ella casi sin apercibirse , por sólo la
costumbre de suponerla verdadera. Indicamos este peligro á to
dos los escritores y profesores de la Universidad , á todos los
católicos, y especialmente á la vigilancia del clero» . (Los Tra-
dicionalistas , etc., Pág. 67.)
Mas parece que esta juiciosa observacion , que encierra la
verdadera historia del semiracionalismo, no ha aprovechado
ni á todos aquellos á quienes va dirigida , ni áun al mismo que
la ha hecho, porque no ha evitado el peligro que habia seña
lado á los demás. Porque habiendo habladolargo tiempo los je
fes del semiracionalismo en el sentido de la suposicion de que
lo que puede la razon iluminada por la fe y por la ciencia, la
razon por sí sola , la razon privada de esos recursos lo puede
tambien, han concluido por admitirlo y por creerlo como lo habian
supuesto; han concluido sobre todo por hacerlo admitir á los
demás, con tanta mayor seguridad, cuanto que han atraído sobre
ella su atencion, que creen en ello y se adhieren á ello casi sin
apercibirse, por sola la costumbre de suponerlo como verdadero.
De ahí ese cúmulo de ideas las más extra vagantes, expresa
das en el lenguaje más entusiasta , que maestros fanatizados
por la suposicion , exponen con la seguridad y aplomo que
sólo conviene á las cosas serias y de que sus discípulos se
impregnan, por decirlo así, con la facilidad y placer á que
sólo la verdad tiene derecho. De ahí, en fin, esa tenacidad
— 3H —
por el valor de la razon en la cuna, de la razon ántes de na
cer y de formarse, de la razon asombrada de verse atribuir
un poder y una dignidad que no reconoce en sí, y conquistas
que la son completamente extrañas, hasta en el nombre.
Ah! si los señores semiracionalistas hubiesen nacido en los
hermosos dias (que tanto echan de menos) de la filosofía
de Atenas y de Roma , puede suponerse, sin ofenderles en lo
más mínimo, que no habrian tenido más talento que Platon,
Aristóteles y Ciceron. Es más que probable que jamás hu
bieran llegado á formarse de Dios la idea que ahora tienen
de él, la idea de un sér que reune en sí todas las perfeccio
nes y que pretenden haberse formado por su razon. Estarian
en el Dios de Platon, sujeto á la fatalidad de ideas existentes
fuera deél, ó bien en el Dios de Aristóteles, no existiendo más
que con la materia eterna; ó, en fin, en el Dios de Ciceron,
falto unas veces de prevision y otras de libertad. Y tambien,
como esos filósofos, no consultando más que á su razon en
sus creaciones tocante á Dios, la moral y la razon, nuestros
semiracionalistas habrian sido menos sabios, ménos razonables
que el mismo pueblo , que no consultaba más que las tradi
ciones.
Sin duda, si lo hubiesen querido , habrian podido tambien,
tanto como aquellos filósofos, evitar esas desgracias. Mas á
juzgar por lo que ahora son , los racionalistas enmascarados
combaten la revelacion y la 'tradicion, y puede creerse que
despues de haber conocido, á Dios , no le habrían tampoco glorifi
cado, se hubieran desvanecido en sus pensamientos y habrian
merecido el epitafio humillante que san Pablo, con su inspi
rada mano , escribió sobre la tumba de todos los filósofos anti
guos : Dicentes se esse sapientes , stulti facti sunt.
Si, por el contrario, hubiesen nacido en China ó en la In
dia moderna, en vez del Dios necesario por sí, eterno, in
dependiente, absoluto, infinito y perfecto, que quieren ha
cernos creer haber descubierto por su razon , es muy probable
que su razon no se habria elevado sobre el nivel del Dios-todo
— 312 —
ó del panteismo de los bramines ó del dios de los budistas,
revelándose á los hombres por encarnaciones siempre nue
vas. Es muy probable que no hubieran encontrado nada más
razonable, que el doblarla rodilla durante loda su vida ante
los Fetiches de Fó, Xaca y Buda y esperar como el colmo de
la felicidad el pasar al cuerpo de una vaca despues de su
muerte, y que no hubieran escrito sobre el verdadero Dios
esas páginas tan bellas y calorosas, que tanto nos edifican en
sus escritos.
Si , en fin , áun naciendo en Francia , en el país del buen sen
tido lúcido y en tiempo en que la razon pública se encuentra
tan fuertemente constituida por la sávia que recibe de la revela
cion cristiana, no hubiesen, sin embargo, sido llamados al es
tado eclesiástico y no hubiesen desarrollado su razon con los
estudios : si en vez de ser filósofos y teólogos , no fuesen más
que simples labradores, artesanos, cocheros ó barrenderos de
calles, seguramente que jamás habrian encontrado en todos
los seres creados, los seis caractéres de la Contingencia, de
la Temporalidad, de la Mutabilidad, de la Dependencia, de la
Imperfeccion y de lo Finito , que nos aseguran haber descu
bierto por su razon. Seguramente que, revolviendo en su es
píritu, jamás habrian encontrado tampoco las ideas de lo Ne
cesario, delo Eterno, de lo Inmutable, del Sér independiente,
de lo Infinito y de lo Perfecto, que en sus condiciones excep
cionales se vanaglorian do haber encontrado. Hubieran creído
buenamente en Dios , por el testimonio de su catecismo , si se
le habian enseñado; pero jamás habrian llegado á afirmar el
Sér infinito, el Dios vivo, por la fe de sus ideas. Jamás se hu
bieran encontrado, como quieren hacerlo creer, frente á frente
con la esencia infinita, ni se hubieran exlasiado ante el es
pejo de sus perfecciones. Su razon, esa facultad que concibe
lo infinito, ni áun habria concebido lo finito: no se hubiera
concebido á sí misma. No seria más que una razon pesada,
grosera, impotente, sin descubrir nada, ignorándolo todo,
hasta sus propias funciones y su carácter divino , y obligada á
— 313 —
mendigar el pan de la verdad como la verdad del pan del
primero que llegase. Y seguramente no desplegarian tanta
sufleiencia unida , segun dicen malas lenguas , á tanta fatui
dad y tanto orgullo.
En todas esas maravillas que nos aseguran haber operado
por su razon, y nada más que por su razon, y que, segun ellos,
revelan el poder , la grandeza y la dignidad naturales de la
razon, todas esas visiones claras, todas esas intuiciones di
rectas, todas esas ascensiones sublimes, todos esos hallaz
gos felices de su razon, no son más que cuentos, sueños,
juegos de la imaginacion, palabras vacías de sentido, ilusio
nes y extravagancias, con lasque, engañados ellos mismos
por la vanidad y la incoherencia de sus pensamientos, enga
ñan á tantos espíritus ligeros é irreflexivos entre los ignorantes
y los bobos. Hé aquí una prueba de ello sin réplica, que es
cogemos entre mil.

§11. Continuacion del mismo asunto. Un sabio semiracionalista que habiendo


afirmado haber en sus visiones descubierto cosas extrañas de Dios, cuatro
años despues ha dicho al público que en verdad no había sabido nada de
esas cosas de Dios. Aduertencias de buenos amigos le han hecho cambiar los
pretendidos descubrimientos de su razon en un acto de fe. Los semiraciona-
listas piensan que su razon lleva la fe en vez de llevar esta á la razon: se
asemejan á niños. Una cabalgata semiracionalista en bastones.

El lector debe acordarse de ese sabio semiracionalista tan


distinguido (nos complacemos en hacerle esa justicia) por la
elevacion de su talento y por la rectitud de su carácter, que
más arriba, queriendo edificar al público con el poder de la
razon , le ha revelado el secreto de lo que habia pasado en
su propia razon y le ha hecho saber: • Que habiéndose un
dia, en el silencio de la meditacion, elevado á la concepcion
de la unidad, dela simplicidad, de la infinidad divinas, se
encontró en presencia de una existencia indeterminada, en
donde veia que todas perfecciones estaban comprendidas, sin
poder, sin embargo, determinar ninguna de ellas; que en tanto
que no hubo comprendido ninguna de las propiedades divi
— 314 —
nas, fué acometido de un vértigo; lo infinito no fué para él
más que una abstraccion , una palabra, unalctra muerta » ; ó lo
que viene á ser lo mismo , que no encontró en Dios más que
el Dios de los ateos. Esto pasaba en el año de gracia 1844;
pero en el de 1849, habiendo publicado la segunda edicion
de la obra en que habia consignado esa extraña vision , el
mismo autor dijo tambien, con una franqueza que le honra,
que, en verdad, en esa misma vision las cosas habían pa
sado de muy distinto modo de como las refirió en la primera
edicion. Porque elevándose siempre en el silencio de la medita-
cien, á la concepcion de la unidad . de la simplicidad y de la infi
nidad divinas , no se habia encontrado del todo en presencia
de una existencia indeterminada, de una abstraccion, de una
palabra, de una letra muerta, sino de una afirmacion absoluta,
que encerraba en sí misma toda perfeccion , de una manera
tan clara, que pudo distinguirlas todas, como tambien todos
los atributos y propiedades de la naturaleza divina; en una
palabra, que habia sido bastante dichoso para descubrir en
Dios al Dios delos cristianos.
En 1844 dijo tambien á sus lectores: «Que habia sor
prendido en Dios como la primera de las propiedades del Ser
infinito, el poder ser, ántes de sér, una fuerza, una energía
primera , una actividad , una causalidad que contenia ese sér
y que le llevaba y le realizaba sin cesar; en una palabra, una
potencia realizando en Dios la sustancia" . Pero en 1849 trató
de desengañarles, aparentando declararles que cinco años
ántes no habia dicho aquello sino por chancearse; que, en
efecto, jamás habia visto nada en el espejo de Dios, de las
cosas extrañas, que sólo los herejes racionalistas y los racio
nalistas herejes han podido ver ; pero que el sacerdote cató
lico no habia visto más que lo que la teología y la filosofía
católicas han visto siempre en él : «El sér necesario, sólo exis
tente por sí mismo, jamás en el estado de pura potencia, pero
siempre en acto: el sér en el cual la potencia de ser no puede
preceder al sér, pero en quien el sér y la potencia son una
— 315 -
misma cosa y se confunden en una realidad, siempre subsis
tente, necesaria, absoluta».
En 1844 aseguró á sus oyentes, que en una de sus vi
siones filosóficas, que nada tienen que ver con las visiones
de los santos, le habia sido dado descubrir a tres facultades
necesarias, tres principios coeternos, distinguidos entre sí y
existiendo en la divinidad»; es decir, la trinidad persa ó
india. Porque tres principios coeternos , distinguidos entre sí en
la misma naturaleza, no son, ni más ni menos, que tres dioses.
Pero en 1849, se apresuró á advertirles, que la primera vez
se habia expresado mal. Porque realmente habia encontrado
en Dios , en lugar de tres facultades necesarias , tres propie
dades fundamentales , y en vez de tres principios coeternos, un
sólo principio, una sola naturaleza en tres personas; es decir,
ni más ni ménos que lo que ve en Dios el niño que acaba de
sufrir el exámen del catecismo.
Pues bien , ¿cómo se ha efectuado en ese espíritu tan dis
tinguido un cambio tan asombroso? ¿Cómo en el intervalo de
cuatro años, siempre con el auxilio de su razon , no ha visto
ya en el Sér divino lo que habia visto ántes? Y en cuanto á
las cosas que habia visto verdaderamente eu Dios, ¿cómo las
vió en seguida de una manera tan diferente, como la verdad
se diferencia del error, y la ficcion de la realidad? ¿Acaso la
vista de su razon habia adquirido con el tiempo algunos gra
dos más de fuerza , de claridad y de pureza ? O bien , ¿no ha
bia descubierto todavía en su razon las ideas, que, sin em
bargo, para él se encuentran claramente señaladas, las idoas
de lo Necesario, de lo Eterno, de lo Inmutable, de lo Absoluto,
de lo Perfecto , de lo Infinito, sobre la fe de las cuales acaba
de asegurarnos haber podido afirmar al Dios vivo?
Nada de eso, sino que los legos le hicieron observar, que
áun sin querer calificar como herejías y absurdos formales
ciertas expresiones de la primera edicion de su obra , no se
podia ménos, sin embargo, de considerarlas como malso
nantes , y rayando en herejía y absurdo. Y el excelente au
— 316 —
tor, cuyas intenciones son tan puras, y su amorá lo verda
dero tan generoso, no ha vacilado un iustante en la, segunda
edicion de esa misma obra, en cambiar modificar ó suprimir
completamente aquellas expresiones. Lo cual ha sido decir
nos muy bajito al oidocon una noble franqueza , que ni antes
ni despues ha tenido visiones de ninguna especie, que no se ha
elevado por su propio espíritu con la ciencia de la meditacion ú la
concepcion de la unidad, de la simplicidad , de la infinidad
divina ; que no ha visto á Dios ni en el estado de ser contingen
te, ni en el estado de ser necesario, ni en el estado de letra
muerta , ni en el estado de sér viviente; que no ha descubierto
ni tres principios ni tres personas en la divinidad; y que esas
expresiones son formas poéticas , si se quiere mal escogidas,
pero que adoptó con la laudable intencion de revestir de esas
formas pensamientos demasiado abstractos para hacerlos más
inteligibles. Es enseñarnos ó hacernos saber que todo eso no
es, como ya hemos observado , más que una oda ó una no
vela , que hace la verdad muy difícil de ser conocida ; que
en todo eso el autor no ha hecho más que tomar prestados
dela teología católica las nociones más puras de Dios, y al
terarlas mezclándolas en una filosofía de mala ley ; que si se ha
elevado algunas veces sobre sí mismo , es como teólogo , y
no como filósofo : en alas de la fe, y no en alas de la razon;
y que en todo eso la razon ha estado á punto de ofenderla
fe y al filósofo, y de comprometer al teólogo. Eso ha sido, en
fin, probarnos él mismo de la manera más palpable, que la
razon por si sola no inventa ni descubre nada tocante á las
primeras nociones de Dios y desus leyes, sino que todo viene
al hombre de lo exterior, de lo que le ha rodeado en la cuna
y de los estudios que ha hecho en su juventud.
Ese Dios, pues, que los semiracionalistas afirman deber á
la conciencia y á la razon , no le deben más que á. la ense
ñanza divina , que, segun ellos , se encuentra por todas partes,
lo llena todo, que está en toda sociedad, y por la que toda
razon es necesariamente enseñada. Si hubiesen nacido sordos
— 317 —
y ciegos, es decir en un estado en que les hubiera sido impo
sible participar de esa enseñanza , en vano habrian pedido
Dios y su ley ó su conciencia á su razon, porque nada les
hubiera contestado. Cuantas veces la razon y la conciencia
responden algo al hombre que las interroga sobre esas mate
rias, su voz no es más que el eco de la tradicion que ha lle
gado hasta él , y de la instruccion de la sociedad en que ha
nacido. Si, interrogadas por nuestros racionalistas, la razon y
la conciencia no les indican más que al Dios de los cristianos,
es porque la sociedad de donde proviene esa razon , y en
donde se ha formado esa conciencia , es ella misma cristiana.
Y cuando quieren hacer creer que su razon es la que les ha
conducido al primer conocimiento de Dios (cuando, al contra
rio, ese conocimiento de Dios le han adquirido de la sociedad
que conduce su razon), mienten á sí mismos y á los demás, y
falsean la historia de la razon y de la Filosofía.
Eso nos recuerda aquel género de diversion de los niños
que estaba en uso en tiempo de Horacio, que consistia enju
gar á los caballos, colocándose á horcajadas sobre una caña
Equitare in arundine longa.
Considerad á uno de esos extraños jinetes. Un mariscal de
Francia no se presenta tan arrogante sobre un hermoso cor
cel árabe magníficamente enjaezado, como un niño con su
frágil cabalgadura. Él es el que avanza ó retrocede , corre ó
se pára , trola ó galopa , piafa , menea la cabeza , da botes,
é imita del mejor modo que le es posible la marcha y los mo
vimientos del caballo fogoso ó espantadizo, pesado ó ligero.
Él, en una palabra, es quien, no sólo conduce, sino que lleva
su frágil caballito; y, sin embargo, se persuade de que aquel
hace todo eso y lleva ó sostiene á su jinete.
Hé aquí la figura más propia , la más exacta de lo que su
cede á nuestros adversarios. Esa caña , cuyo hueco sólo se
baila interrumpido por los nudos, y que se doblega al más
leve viento, expresa muy bien , como el Evangelio y san Pa
blo parecen insinuarlo, la triste condicion de la razon entre
— 318 —
gada á sí misma , cuyo vacío natural no se halla cortado ó
interrumpido más que por los nudos del error, y que por so
ligereza es fácilmente agitado en todos sentidos, miserable
juguete del primer impostor y de todos los vientos de las
malas doctrinas (1). El niño, llevando y paseando la caña en
vez de ser llevado y paseado por ella, expresa admirable
mente la accion soberana de la verdadera fe, dirigiendo y
enseñando á la razon , en lugar de ser dirigida y enseñada
por la razon. Todos los racionalistas, pues, filósofos ó católi
cos, absolutos ó templados, al referirnos los movimientos, la
marcha, los progresos, el poder y el vuelo de nuestra razonen
el descubrimiento de la verdad, se engañan de la manera más
extraña y lamentable: creen haber sacado de su propio fondo
las verdades que deben á la tradicion, y á las creencias de la so
ciedad en que viven. Toman por ascensiones de su razon que
elevan su fe , las ascensiones de su fe que elevan su razon.
Piensan que su fe es iluminada, conducida y sostenida por su
razon , cuando, por el contrario, su razon es iluminada, con
ducida y sostenida por su fe. Son unos verdsdaros niños que jue
gan á los caballitos por medio de la caña de su razon, la cual,
si la fe cesase de sostenerla, caeria al instante en las tinieblas
de todos los errores, en la desesperacion de toda verdad, co
mo la caña de que el niño hace su cabalgadura, abandonada

(1) Hablando de san Juan, de la solidez de su fe y de sus demás virtudes , el


Salvador del mundo dijo : «En la persona de Juan en el desierto, no habéis ido
á ver una caña agitada por el viento: Ccepit Jesus dicere deJoanne,: Quii
existís in desertum videre? arundinem vento agilatam? (San Mateo, xi.) Y san Pa
blo dijo, que sólo por la unidad de la fe, el conocimiento del Hijo de Dios , y por
la verdad realizada por las obras, podernos evitar la desgracia de ser impelidos,co.
mo niños, de acá para allá por todo viento de doctrina : juguetes de los hombres,
cuya astucia nos empeña artificiosamente en el error, y que sólo haciendola
verdai I por el amor, podemos crecer en todas las cosas en Jesucristo, que es
nuestra cabeza. Doñee ocurramus omnes in unilatem pdei el agnilioncm filü
Dei... Utjam non simus parvuli fluctuanteret circunferamur omnivento doc
trinos , in nequitia hominum in astutia , ad circumventionem erroris ; verüatem
autem facientes in charitate crescamus in üloper omnia qui est capul, Christus.
(Ephes.:i\, 13 y 14.)
— 319 —
á sí misma caeria al instante en tierra en el estado de una
completa inmovilidad. Son verdaderos niños que juegan á los
caballos, con la gran diferencia de que el niño cabalga sobre la
caña por divertirse , no se engaña ni engaña á nadie, mién
tras que nuestros filósofos niños se ponen seriamente á hor
cajadas sobre su razon, aparentan mantenerse firmes en ella
y aspiran á engañar á todo el mundo, despues de haberse
engañado á sí mismos lastimosamente.
Pero no digamos esto demasiado alto , no sea que lo oigan
el Charivari y el Diario de la risa. Esos periódicos, que no
guardan consideracion con nadie y para los que nada hay
sagrado, ni áun los filósofos, esos sacerdotes de la razon,
serian muy capaces de apoderarse de esa idea, y con el título
de una cabalgata de racionalistas de todos los matices , irreve
rentes y atrevidos, expondrian á la risa pública, en un grabado
al agua fuerte, una multitud de individuos respetables, hom
bres y mujeres (1), pertenecientes á la enseñanza, á la prensa
periódica, á la Academia , al foro y hasta al mismo clero. Y en
verdad que seria muy curioso el ver tanta gente marchar mez
clada con la cabeza erguida , con aire de conquistadora de
la verdad, inspirada por un mismo pensamiento, pero con
tan grande variedad de trajes y colores, con sombreros de

(1) En la página 103 de su obra , el autor Del valor de la razon nos ha hecho
saber, apoyado en la autoridad de una Revista universitaria , que una señora
de talento del arrabal de San German, hizo un día, en una reunion, la refuta
cion completa de los tradicionalistas en diez minutos , ó por mejor decir, en diez
palabras. No nos pertenece apreciar con exactitud lo que vale et talento de ese
filósofo con faldas; nonos pertenece tampoco el procurar saber si el tradiciona
lismo, que en aquel palenque sucumbió tan ignominiosamente á manos de una
mujer, era de carne y hueso, ó solamente en efigie. Lo que queremos concluir
de esa revelacion que se ha dignado hacernos, es, en primer lugar, que hay
mujeres adiadas en el semiracionalismo, como las hay afiliadas en el janse
nismo, en el masonismo y en el volterianismo; y en segundo, que si nuestro
grave adversario ha podido, sin comprometer lo serio de su obra, explayar el
ánimo de sus lectores presentando á su admiracion una mujer de cátedra, no
debe extrañarse que nosotros hayamos querido divertir tambien á los nuestros,
haciéndolos asistir mentalmente a una cabalgata de niños. Una de esas cosas,
merece muy bien la otra.
— 320 —
todas formas, vestidos de todas clases , y peinados diversos,
montada en bastones de todas especies. Pero eso seria cruel,
seria sangriento. El semiracionalistno tiene bastante con ser
hitóricamente falso, no necesita que se le ponga en ridiculo.
CAPITULO VI.

ACUSACIONES QUE LOS SEMIRACIONAL1STAS FORMAN CONTRA LOS


TBADICIONALISTAS ; EL SEMIRACIONALISMO ES ALTAMENTE IN
JUSTO.

PRIMERA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO SOSTIENE QUE LA ENSEÑANZA TRADICIONAL ES NECESARIA
PARA PENSAR.

§ 1.' Todo error es injusticia. Todo sistema erróneo es injusto de tres mane
ras con respecto á la verdad. El semiracionalismo se comienza á mostrar
injusto segun la primera manera con respecto á la tradicion, atribuyéndola
doctrinas que no son las suyas. Pruebas que los tradicionalistas no admiten
lk necesidad de la enseñanza para pensar y de su injusticia del semiraciona-
lismo sobre este asunto. Refutacion del cargo que se hace á los tradicionalistas
de hallarse en desacuerdo con santo Tomás, al que protestan seguir, tocante al
«rigen del pensamiento. El jefe más ilustre del semiracionalismo profesando,
por el contrario , en los términos más formales la necesidad de la palabra
para pensar.

El error no es más que la injusticia del entendimiento, como


la injusticia es el error del corazon. Mas como el entendi
miento y el corazon tienden mutuamente á ponerse en armo
nía, el error, pronto ó tarde, concluye por corromper el co
razon y por producir en él la injusticia; lo mismo que la in
justicia , pronto ó tarde , concluye por extraviar el entendi
miento y por engendrar en él el error. Hay, pues, un enlace,
una relacion secreta , pero necesaria , entre el error y la in
justicia. Por manera, que todo error debe, pronto ó tarde,
ciarse á conocer por actos injustos, como toda injusticia de
be, pronto ó tarde, manifestarse por doctrinas erróneas.
Acaba de verse que el semiracionalismo es un sistema que

reproduce el semipeiagianismo
— 322en—la Filosofía , y que se en
cuentra en perfecta armonía de principios con la grande he
rejía del dia, el racionalismo, y que ademas es un sistema ló
gicamente absurdo, groseramente obtuso, históricamente
falso.
Todo sistema de error no es injusto sino en la medida
que es erróneo. Erróneo, pues, bajo todos los aspectos, el se-
miracionalismo es y debe ser injusto de todas las maneras.
De tres maneras todo sistema de error es injusto , con
respecto á los discípulos de la verdad: 1 .*, atribuyéndolos
doctrinas que no son las suyas; 2.a, imputándolos como un
crimen el profesar doctrinas que despues confiesa y sostiene
él mismo; 3.a, presentando sus verdaderas y propias doctri
nas como doctrinas condenadas y que hacen mucho daño á
la Religion y á la razon.
Pues bien , precisamente de esas tres maneras el semira-
cionalismo ha señalado su injusticia para con el tradiciona
lismo; es, pues, soberanamente injüsto. Y que eso es cierto
se verá por la enumeracion que en este capítulo vamos á
hacer de las principales quejas alegadas por los semipela-
gianos de la Filosofía contra los filósofos de la fe, y por la re
futacion que vamos á hacer de esas quejas. Bajo ese aspecto,
este capítulo es quizá el más interesante de esta obra.
Los que han recorrido las obras de los grandes apologistas
antiguos y modernos en pro del Cristianismo contra el filosofis
mo óen favor del Catolicismo contra la herejía, saben muy bien
que esos grandes cristianos jamás mintieron atribuyendo á sus
adversarios doctrinas que no eran las suyas. Porque la verdad
no necesita para nada de la mentira: se basta á sí misma para
defenderse. Mas no sucede, ni puede suceder, lo mismo con el
error. Mentira en sí mismo y no viviendo ni imponiéndose más
que por la mentira, no puede ser verdadero, no puede ser
justo con los defensores de la verdad sin destruirse. Ha co
menzado, pues, siempre por imputarles doctrinas falsas, doc
trinas que no son las suyas. Es bien sabido que esa es la tácti-
— 323 —
ca de los protestantes contra los católicos y de los filósofos
incrédulos contra los cristianos y tambien la de que el semi-
racionalismo ha hecho uso contra el tradicionalismo.
El nuevo sistema, dice el autor Del valor de la razon, ha
tomado por divisa general: «necesidad de la enseñanza tradi
cional para pensar» (Pág. 21). Y más lejos, el mismo autor
ha dicho tambien: la imposibilidad de pensar sin hablar, hé
ahí la base del nuevo sistema , el gran principio del tradicio
nalismo » (Pág. 60). Fi último y el más distinguido entre los
ardientes adversarios de la tradicion ha dicho: «La nueva
escuela quiere explicar la inteligencia por la magia de las
palabras; su primera máxima es que la palabra hace nacer
las ideas en el espíritu y que es la causa real y eficiente de
ellas». Mr. Rigaut, en el lugar indicado más arriba, dirige al
tradicionalismo el mismo cargo. Es, pues, la orden del dia
comun á toda la falange semiracionalista, y áun á la raciona
lista pura, el imputar al método tradicional, para ponerle en
ridículo, la grande extravagancia de que el hombre no puede de
modo algum pensar, no puede tener ninguna idea sin la palabra,
y que sólo la palabra resuelve el problema del conocimiento huma
no. Nada más injusto que semejante imputacion.
Acabamos de hacer patente cual es nuestra doctrina sobre
las condiciones necesarias del pensamiento y sobre el origen de
las ideas. Segun esa doctrina nuestra, que no es más que la
doctrina pura y sencilla de santo Tomás, el pensamiento no
es más que la conversacion del espíritu consigo mismo y el hom
bre no tiene ya necesidad de la instruccion ni de la palabra
para comenzar á conversar consigo mismo, como no las nece
sita para comenzar á respirar. Porque hemos llamado respi
racion del alma á la noble funcion por lo que nuestro espíritu
piensa y se forma las ideas. Segun esa doctrina, lo repetimos,
desde el instante en que el niño se halla en estado de perci
bir de una manera clara y distinta los objetos exteriores, ex
trae, por la facultad innata de su espíritu, por el entendi
miento operante, la especie expresa del fantasma que la sensa
— 324 —
cion ha depositado en su fantasía, saca la concepcion uni
versal de lo particular y se forma la idea; y todo eso ántes de
haber aprendido una sola palabra del lenguaje humano, ántes
de haber recibido la menor enseñanza.
Nuestros adversarios, en la palabra pensar, confunden aquí,
como siempre (porque la vaguedad y el sofisma son sus ar
mas predilectas), dos operaciones muy distintas de nuestro es
píritu: la operacion por la cual nuestro espíritu percibe lo
particular exterior, y la operacion por Jo que se forma la con
cepcion general de él ó la idea: confunden la causa material con
la causa formal y eficiente del pensamiento. Sin duda el niño
tiene, como ya hemos probado, tanta necesidad de instruc
cion para conocer los particulares del mundo invisible , como
de los sentidos para conocer los particulares del mundo visi
ble. Mas para generalizar esas nociones particulares de los
fantasmas del uno y del otro mundo, que los sentidos y la
instruccion le han trasmitido, no necesita de la palabra ni de
la instruccion, como no necesita ningun órgano corporal.
Para esa sublime funcion se basta á sí mismo. Y ese es el
carácter divino del espíritu humano, el verdadero título de su
nobleza y de su dignidad. Así, para nosotros, el hombre tie
ne verdaderamente necesidad de la enseñanza exterior para
ser iniciado en el conocimiento del mundo de los espíritus,
como necesita de las sensaciones para ser iniciado en el co
nocimiento del mundo de los cuerpos. Mas no tiene necesi
dad de una ni de otra cosa para operar intelec ivamente sobre
los objetos de esos dos mundos para pensar. No sostenemos,
pues, ni hemos sostenido jamás en ninguna parte el enorme
absurdo que nos atribuye el racionalismo, de que el hombre
no puede pensar nada sin la instruccion ni sin la palabra.
Debemos observar tambien que no hemos esperado el al
boroto de nuestros adversarios para profesar esa doctrina.
Ninguno de esos señores habia hecho hablar de él en ningun
sentido, cuando, hace veinte k siete años, en las observaciones
que dirigimos desde Roma á Francia al corresponsal de aquel
— 32o —
tiempo, tocante al asunto de nuestra obra De melhodo philoso-
phandi, hemos, sobre el mecanismo (perdónesenos la ex
presion) del pensamiento humano y sobre el origen de las
ideas (i ), formulado precisamente esa doctrina tomística, que
acabamos de desenvolver en todos sus pormenores. Y poste
riormente hemos expuesto la misma doctrina en nuestras Con
ferencias , en nuestro libro De la verdadera y de la falsa fdoso-
fia y en otra obra sobre el origen de las ideas. Así, nuestros
benévolos criticos, que conocen al menos algunos de nues
tros últimos escritos, pues que nos han atacado con ese mo
tivo, no pueden pretextar la ignorancia de nuestras doctrinas
para excusar la impertinencia de atribuirnos el haber tomado
por divisa general la necesidad de la enseñanza tradicional para
pensar.
Es tambien de notoriedad pública, quepor nuestros trabajos
filosóficos, que precedieron á nuestra llegada á Francia, con
tribuimos, como con frecuencia se ha dicho en Italia y en
Francia, á volverá poner en cursola antigua y preciosa filo
sofía del Angel de la escuela (2).
Pero sea cual fuere la parte que hayamos tenido en coope
rar á librar la filosofía de santo Tomás del injusto ostracismo
á que el cartesianismo triunfante y el filosofismo impío del si
glo xvin la habían condenado, es incontestable que hace
muchos años el tradicionalismo frances simpatiza con esa filo
sofía, y que (como ya lo hemos probado al principio de esta
narracion ) la ha abierto las puertas de los seminarios y de los

(1) Véanse las Observaciones sobre las opiniones filosóficas de los Srcs. Bonald
yMaistre, dirigidas al editor del Corresponsal , por el P. D. G. Ventura.—Ro
ma, 1829.
(2) A propósito de nuestra obra de Methodo, la Cotidiana nos hizo el honor,
deque nos envanecemos, de proclamarnos en voz alta el restaurador de la
filosofía de santo tomas en el siglo xix. Un piadoso y sabio eclesiástico fran
ces (el actual señor obispo He Trípoli), habiendo iiloá Roma en 1841, nos dijo,
lo recordamos muy bien , de parte y por encargo de Mr. Cousin , que, merced á
nuestros escritos filosóficos, aquel filósofo había comenzado á estudiar sériamen-
te á santo Tomás. Mas parece que aquel filósofo no prosiguió ese estudio, y que
ni aun quizá llegase á comenzarte.
— 326 —
colegios y se apresura á adoptarla. Pues bien, esa filosofía,
como es sabido , está fundada en el principio de que el enten
dimiento humano piensa y se forma las ideas por su propia virtud.
Por consiguiente, los tradicionalistas franceses están muy le
jos de creer en la necesidad de la palabra para pensar, como
pretende el semiracionalismo, suponiéndola la base y el prin
cipio general de su sistema.
Los jefes reconocidos de ese sistema en Francia son el ar
zobispo de Reims, la más grande gloria de los cardenales
franceses, los celosos y sabios obispos de Amiens (hoy arzo
bispo de Auch), de Montauban, de Arras y los dos grandes y
celosos apologistas legos del Catolicismo los Sres. Bonnetty
y Nicolás. Pues bien, como es fácil convencerse, particular
mente por las actas del concilio de Amiens, en cuanto á los
dos primeros de esos jefes venerandos y en cuanto á los de
más por sus importantes y juiciosos escritos, ninguno de
ellos, . ni de cerca ni de lejos, ha sostenido jamás que el hom
bre no puede pensar sin la palabra. Ninguno de ellos ha pronun
ciado ni escrito nunca una sola frase que pueda autorizar á
nadie para atribuirles semejante enormidad. Todos ellos, hasta
el santo y docto obispo de Montauban, en particular, defienden
la doctrina opuesta. La prueba evidente de ello es , que el se
miracionalismo, al imputar al tradicionalismo ese error, no
ha citado (porque no le ha sido posible) un solo pasaje, una
sola expresion sacada de los escritos de esos respetables je
fes en apoyo de semejante imputacion. Se ha limitado á ge
neralidades y vaguedades, se ha contentado con la insolen
cia propia del error, con acusarles de sostener esa opinion,
sin tomarse el más mínimo trabajo para justificar su acusa
cion. Héaquí cuan justo ha sido con el tradicionalismo afir
mando que ese sistema ha adoptado por divisa general la necesi
dad de la enseñanza tradicional para pensar ; y que ha querido
explicar la inteligencia y el origen del pensamiento por la magia
de las palabras.
En su opúsculo : Los Racionalistas y los Tradicionalistas, cita
— 327 —
do con elogio por sus colegas de la Civiltá Cattolica de Roma , el
autor Del valor habia censurado al tradicionalismo en general,
y al Sr. Bonnetty en particular , el sostener « que es impo
sible tener un pensamiento ántes de toda revelacion , y des
pues de la revelacion el descubrir una verdad nueva , que no
haya sido dada por Dios ó por los que la tienen de Dios».
Hé ahí los términos bien vivos en que ese celoso redactor de
los Anales de la filosofía cristiana , uno de los jefes más pro
nunciados del tradicionalismo, ha rechazado ese ataque en
nombre de todos sus colegas : tVcd ahí, ha dicho, una expo
sicion contra la que protestamos con todas nuestras fuerzas. Sí,
desafiamos al P. C. , desafiamos á la Civiltá á que cite el Ira-
dicionalista que ha sostenido esa proposicion. Esa es una acusa
cion falsa, y la calificaremos de tal, hasta que el P. C. haya
designado el libro en que se encuentra. Esa proposicion, ó ha
tenido origen en su cerebro , ó es una consecuencia de algu
nas proposiciones cuyo sentido ha desfigurado. Deploramos
el que una grande Revista, sábia y que goza de tanta repu
tacion como la Civiltá, haya lanzado semejante acusacion
contra todos los tradicionalistas , sin otra garantía que la aser-
ci'on gratuita delP.C. ycontra las reclamaciones y los texlosde
todos los adversarios que combate». (Anales, etc., Noviem
bre de 1854.)
En otra parte, el mismo doctor semiracionalista dice: «To
dos los tradicionalistas, sin excepcion, sostienen que las pri
meras ideas ó las primeras verdades (jamás dicen cuales) ,
deben ser dadas por la instruccion. Ese es el gran principio,
el principio fundamental de la nueva escuela ; y le defiende
por la razon de que el pensamiento es imposible sin la expresion»
(Pág. 129). Pues bien, acaba de verse que es falso que la nueva
escuela cree que el pensamiento es imposible sin la expresion.
Es, pues, falso tambien que tenga por gran principio, por
principio fundamental , que las primeras ideas , ó las primeras
verdades, deben ser dadas por la instruccion. Por lo que á
nosotros hace , se sabe ya há largo tiempo lo que sostenemos
— 328 —
• tocante á las primeras ideas ó las primeras verdades. Es sa
bido que para nosotros el espíritu del niño se forma las prime*
ras ideas, que son sus primeros conocimientos, independien
temente de toda instruccion; porque el entendimiento no cono
ce más que por las ideas. Se sabe que por admitir que el niño
no puede formarse ideas de los objetos alejados del mundo
invisible, ántes que le sean reveladas por la enseñanza : que
no puede formarse las ideas de los objetos presentes del mun
do visible, ántes que le sean revelados por los sentidos, no
se nos puede reputar el que sostengamos que las primeras ideat
ton dadas por la instruccion. Se sabe que la nueva escuela
participa tambien de esa doctrina. Es, pues, falso que todos
los tradicionalistas , sin excepcion, sostienen la doctrina que
aquí se les imputa. En fin , en nuestras Conferencias , que el
autor ha leido, puesto que las ha combatido, lo mismo que
en este escrito , hemos dicho en términos muy claros cuales
de nuestras primeras ideas no nos son dadas , sino que son for
madas por nosotros mismos. Se ve, pues , que esas cuatro lí
neas del sabio semiracionalista contienen tantas falsedades
como palabras, y por consiguiente otras tantas acusaciones
injustas.
«Los tradicionalistas del dia , dice tambien el mismo au
tor , no se hallan ménos embarazados para decir cómo la ins
truccion da la primera idea. Unos recurren con gusto á la om
nipotencia de Dios ; otros continuan sosteniendo que la pala
bra da el primer pensamiento, pero rehusan el examinar cómo
eso sucede, y pretenden no hallarse obligados á ello» (pá
gina 213). Nuevas imputaciones tan gratuitas como todas las
anteriores. No admitiendo del todo el fenómeno que la ins
truccion da la primera idea , no nos encontramos ni más ni ménot
embarazados, y no apelamos á la omnipotencia de Dios para
explicar cómo se efectua ese fenómeno. Por la misma razon
rehusamos, porque no creemos estar obligados á ello, exa
minar cómo se hace una cosa , que para nosotros no se hace.
Y los tradicionalistas del dia están en eso en pleno acuerdo,
— 529 —
con nosotros. La lógica de ese ataque corre, pues, parejas
con su justicia.
Pero no podemos ménos de poner de manifiesto , ántes de
terminar este párrafo, un rasgo de hidalguía enteramente par
ticular
pues dedel
las semiracionalismo
palabras que acabamos
con respecto
de refutar,
á nosotros.
el autorües~
Del

valor de la razon continua así: «Los tradicionalistas , admi


tiendo que la presencia de los cuerpos , ó la sensacion , basta
para dar al niño la idea particular de cada objeto sensible,
pretenden que para darle despues de eso ideas abstractas, ge
nerales ó intelectuales , es necesaria la enseñanza por medio de
la palabra, ó por cualquiera otro signo; miéntras que siguien
do la grande escuela peripatética , el espíritu del niño , ha
biendo recibido por la sensacion las imágenes de los objetos
sensibles, produce por sí mismo y por sí solo abstracciones,
ideas generales é intelectuales. Esa es la funcion propia que
asignan al entendimiento operante. Así, miéntras que por una
parte santo Tomás y los peripatéticos atribuyen á la activi
dad intelectual la formacion y el nacimiento de las primeras
ideas generales y universales, los tradicionalistas niegan for
malmente que esa actividad del espíritu sea bastante para seme
jante operacion : exigen el auxilio indispensable de la enseñanza
exterior , y la trasmision tradicional de esas ideas y de esos co
nocimientos. ¿Puede concebirse entre esos dos sistemas una
contradiccion más palpable? ¿Puede imaginarse que la nueva
escuela se apoya en la autoridad de santo Tomás y de los
peripatéticos , al citar sus palabras y atrincherarse detras de
su doctrina? [Valor, etc., Pág. 90.)
Esa nueva censura del abogado fiscal del semiracionalismo,
sólo ha sido lanzada contra nosotros ; porque, aunque no se
nos indica , se nos quiere especialmente atacar. Pues , como
acaba de verse, á nosotros se nos ha dispensado el honor de
haber devuelto á Francia la filosofía tomística que hemos inau
gurado en Italia , y ántes de nuestros trabajos sobre este
asunto, ya no se trataba, ni entre tradicionalistas, ni entre
— £30 —
semiracionalistas , de la grande ni de la pequeña escuela peri
patética de sanio Tomás.
¿Pero en dónde ha encontrado nuestro adversario en nues
tras obras, que ha tenido en sus manos, una sola palabra que
haya podido servirle de pretexto para afirmar que hemos negado
formalmente que la actividad que santo Tomás atribuye al enten
dimiento deformarse las primeras ideas generales , basta para esa
operacion , y que nosotros exigirnos el auxilio indispensable de la
enseñanza exterior, y la trasmision tradicional de esas ideas y
de esos conocimientos? ¿No hemos, por el contrario, declarado
formalmente y consignado con pruebas sacadas de la experien
cia, que el espíritu del niño, en cuanto recibe las imágenes
de los objetos materiales por las sensaciones, y las nociones
de los objetos inmateriales por la instrucion , se forma élsolo,
sin necesidad de ninguna enseñanza, las concepciones gene
rales ó las ideas?
Esa doctrina la hemos formulado, explicado y defendido
de la manera más clara y concluyente en todos nuestros es
critos , desde 1829. Todos saben en Italia, Francia , Bélgica
y Alemania, que, allí, hace veinte y siete años, nuestra doctrina
ha sido uniforme é invariable. ¿No es, pues, el colmo, noque-
remos decir de la injusticia, sino el olvido de toda justicia y
y de toda verdad, por parte de nuestro antagonista, el fal
sear nuestra verdadera doctrina sobre las ideas y atribuir
nos otra enteramente opuesta, y que constantemente hemos
combatido? ¿No es el colmo del olvido de toda justicia y de
toda verdad el desfigurar nuestros verdaderos principios so
bre las operaciones del espíritu humano, tan umversalmente
reconocidos , tan solemnemente comprobados por los que se
han dignado hacer su elogio (1) y por los que los han vio
lentamente atacado? ¿No es el colmo del olvido de toda jus
ticia y de toda verdad el atribuirnos sus propios principios,
sus propias contradicciones para tener la piadosa y caritativa

(1) Véase nuestra correspondencia filosófica al fin de este escrito.


— 331 —
satisfaccion de denunciarnos al mundo como si hubiésemos
incurrido en una contradiccion manifiesta, y cometido la falla
increíble de hacer citas falsas de las palabras de santo Tomás y
de atrincherarnos hipócritamente detras de su autoridad?
En cuanto á los sabios católicos, que hace veinte años com
batian todavía bajo la bandera de Mr. de Bonald , aquellos á
quienes (son en muy corto número) la fe religiosa y la im
ponente autoridad de ese grande hombre habian completa
mente extraviado y vuelto fanáticos por sus doctrinas, han
permanecido adheridos á ellas con la tenacidad , valiéndonos
de una expresion de Ciceron , con que los cetáceos se asen á un
escollo submarino , y jamás han comprendido, ó no han que
rido comprender nada de las sublimes teorías de santo To
más. Por el contrario, aquellos de entre los mismos sabios,
que, aunque amigos de Mr. Bonald lo eran tambien de la ver
dad: Arnicas Plato, sed magis arnica veritas, han vuelto más
ó ménos prontamente á esas teorías, han hecho causa comun
con nosotros , y, como se va á ver muy luego, han desechado
enteramente doctrinas más especiosas que verdaderas, en
las cuales se habian fijado , á falta de otra cosa mejor, aun
que poco satisfechos de ellas. Y esos son los que ahora for
man la escuela tradicionalista. Por manera, que si hay toda
vía algunos de ellos que se atienen á la doctrina de la imposi
bilidad del pensamiento sin la palabra, no propenden del todo
á la doctrina de santo Tomás, del entendimiento operante, y
NO SON DE NINGUNA MANERA DE LA ESCUELA TRADICIONALISTA. Y al
contrario, los miembros de esa escuela que han adoptado
buenamente la doctrina del entendimiento operante, no están
por la doctrina de la necesidad absoluta de la palabra para pen
sar. Si, pues, el autor Del valor de la razon ha querido ver
daderamente comprender en el cargo que acaba de dirigir
nos á toda la escuela tradicionalista , no ha sido menos injusto;
porque es notorio y materialmente falso que esa escuela ad
mite á un misino tiempo dos doctrinas opuestas; y la contra
dicción manifiesta de principios y de conducta , de que el be
— 332 —
nevolo doctor semiracionalista la acusa con una ligereza sin
igual, no ha existido nunca ni un solo instante fuera de su
poética y acalorada imaginacion.
Pero hé aquí algo más picante y que revela todavía más
la injusticia del semiracionalismo para con la tradicion. El
jefe más distinguido de la escuela semiracionalista, en la
misma obra en que tan duramente ha reprendido á la tradi
cion el admitir que el hombre no puede pensar sin lapalabra, se
ha declarado él mismo, en los términos más formales, parti
dario de esa doctrina que la tradicion no sigue: «Desde el
momento, dice, en que el niño repite la palabra con inten
cion , inteligencia y reflexion , la idea toma cuerpo en su pensa
miento y adquiere un grado de claridad y de firmeza que án-
tes no tenia. Aunque las ideas sean anteriores á las palahras,
y hasta cierto punto independientes de ellas, no es ménos
evidente que las palabras y el lenguaje son necesarios para la
distincion, la claridad y la persistencia de las ideas, ayudan
á la reflexion y son quizá su condicion esencial.
Una idea sin expresion seria vaga , confusa , fugaz y afi
nas
vienedejaria
en queunalas
ligera
palabras
huella son
en elnecesarias
espirilu. Todo
parael lamundo
compara
coa-

cion, para el juicio y para el raciocinio. En esas operaciones


el hombre (1) emplea una palabra mental , se habla á sí mis
mo. Una consecuencia de todos los hechos que acabamos de
recordar es que no hay vida intelectual, moral, social,*»
poco formada y desarrollada, suficientemente formada y des
arrollada, para que el hombre tenga la conciencia de sí mismo
y de su destino , sin el uso mental y exterior de la palabra, sin
que el hombre se hable á si mismo y á los demás , sin que piense
su palabra y hable su pensamiento. ( Máxima de Mr. de Bo

íl) Eso es falso : el niño dedos años, segun lo da á entender por sus opera
ciones, no sólo se forma ideas, sino que hace verdaderos razonamientos ante»
de haber aprendido el lenguaje. Hé ahí, pues, á nuestro autor semiracionalista
admitiendo hasta el absurdo la doctrina de la necesidad de la palabra para
pensar.
— 333 —
nald.) Aunque ella sea una simple condicion , un instrumento
dócil del espíritu, la palabra, sin embargo, no es menos ne
cesaria para la vida intelectual , moral y social» .
Pero ó nosotros no nos sabemos expresar ó eso es decir
en términos bien explícitos que no pueden conocerse las
ideas , que no se puede conversar consigo mismo , con sus
propias ideas, que no puede vivirse la vida del espíritu, que
es el pensamiento y que no se puede pensar sin lapalabra. Esa
Os, por consiguiente, la doctrina de Mr. de Bonald en todo su
rigor, en toda su desnudez. No es solamente el mismo pensa
miento, son sus mismas expresiones. ¿Qué puede esperarse,
pnes , de la justicia de un autor que truena con toda la có
lera de un celo exagerado contra una doctrina que sus ad
versarios rechazan y que él profesa altamente? ¿Qué se ha
de pensar de un autor que profiere tantas invectivas contra
Mr. de Bonald por haber dicho lo que dice él mismo, á sa
ber : Que no hay ideas sin palabras? (1 ).

(4) Ese autor comenzó su carrera filosófica por la profesion pura y sencilla de
las doctrínasele Mr. de Bonald. Porque en cuanto á las ideas, se expresó así:
«Como en nuestra condicion terrestre las ideas no son para nuestro espíritu, sino
en cuanto poseemos su expresion, y que una idea innominada es para nosotros
mmo si no existiese, se sigue tambien que la palabra nos ha sido dada con las
ideas , y es revelada como ella». Más tarde declaró en los periódicos que no se
guía ya esa doctrina de Mr. de Bonald, y en el dia ha comenzado á combatirla, como
se ha visto, en un lugar de su obra, y despues á sostenerla en otro. Luego hay
profesion de la doctrina sin declaracion de querer seguirla; en seguida declara
cion de no quererla adoptar, pero sin refutarla; y, en fin, una profesion y refu
tacion de la misma doctrina en el mismo libro. Hé ahí progreso... en la contra
diccion. Pero eso no tanto es culpa de la persona como de la condicion del siste
ma. Seria muy simple el que se asombrase de que uo semiracionalista no sea
consecuente consigo mismo.
— 554 —

SEGUNDA ACUSACION.
TODOS LOS TRADICIONALISTAS SIGUEN LAS FALSAS Y PELIGROSAS DOCTRINAS DE MR. DB
B03ALD SOBRE EL ORÍGEN DE LAS IDEAS * LA PASIVIDAD DEL ALMA.
§ 2.° Es demasiado verdaderoque ciertas doctrinas de Mr. de Bonald son falsas
y peligrosas. Hace véinte años que el tradicionalismo las ha combatido como
tules. Superchería insigne de los semiracionalistas , zahiriendo con esas
doctrinas á los tradicionalistas que las rechazan , en la imposibilidad en que
se encuentran de calumniarlos con visos de razon.
Tan antiguo como el mundo, tan verdadero como la Reli
gion , el método tradicional , bien entendido, no da , ni puede
dar, motivo para una censura seria por parte de los filósofos
católicos que se respetan en algo. La mejor prueba, en otras mil,
es que, denunciado á los concilios provinciales en Francia y
á las congregaciones en Roma , con el celo más ardiente, con
el anhelo más vivo (que se hubiera hecho mejor en emplearle
contra el racionalismo), ni en Roma ni en los concilios, como
se va á ver bien pronto, se ha decidido nada contra él. El
medio, pues , si le hubiese dejado lo que es verdaderamente
en sí mismo, más á propósito para combatirle con buen éxito,
era el hacerle pasar por una novedad y un error.
Desgraciadamente, ciertas doctrinas de Mr. de Ronald dan
realmente lugar á esa doble critica. Son nuevas, y ademas son
erróneas en sí mismas : tienen afinidades secretas con los erro
res más peligrosos. Feliz con ese descubrimiento, en que por
otra parte le ha ayudado el mismo tradicionalismo, el semi-
racionalismo no ha querido más. <Hé ahí una buena fortuna,
ha dicho; en mi lucha con el tradicionalismo, que me molesta,
si puedo llegar á hacerle pasar por bonaldismo puro, y atri
buirle solidaridad en los daños demasiado reales de ese sis
tema , con sólo eso , tendré razon á poca costa , habré hecho
mi negocio y asegurado mi victoria» . Y ha puesto manos á la
obra.
Esto nos explica la persistencia con que siempre ha pro

curado y procura presentar á todos los filósofos católicos que


— 335 —
no participan de sus principios ni de sus simpatías raciona
listas, como bonaldistas y hasta como lamennianos. Ya se
ha oido más arriba al autor Del valor de la razon afirmar que
Mr. de Bonald es incontestablemente el creador del sistema tradi-
cionalista, y que á él es á quien todos los partidarios de ese sis
tema reconocen por su maestro y por el verdadero fundador de la
doctrina. Lo que es afirmar que todos los tradicionalistas son
bonaldistas. En veinte lugares de esa misma obra, el autor se
expresa siempre de la misma manera (1). El más moderno
entre los antagonistas del método tradicional , se explica en
teramente en el mismo sentido y tambien todos los escritores
semiracionalistas sin excepcion.
Esa táctica, que el semiracionalismo ha tomado del racio
nalismo absoluto y de los enemigos más encarnizados del
Cristianismo, es sumamente hábil. Cuando una vez se ha lle
gado á establecer y hacer creer que el tradicionalismo no es
ni más ni ménos que el bonaldismo, no hay más que demos
trar (lo cual no es difícil ) que ese sistema es una novedad pe
ligrosa ó sospechosa , para concluir que lo mismo sucede abso
lutamente con el tradicionalismo.
En efecto, como ya hemos observado más arriba (pági
na 35), que la obra Del valor de la razon , no es, en sus dos
terceras partes, más que una refutacion perpetua y detallada

(i) La injusticia de ese semiracionalista, atribuyéndonos doctrinas que jamás


hemos profesado, es tan patente, que no se ha escapado á Ja vista, bien perspi
caz, por cierto, del racionalismo mismo. Hé aquí cómo una Revista racionalista,
que no le es hostil , se expresa acerca de su saber y de su justicia : «El autor
Del valor de la razon, dice, tiene intenciones excelentes; quisiera fijar con
exactitud las relaciones de la razon con la fe. Desgraciadamente, para semejan
te empresa no basta la buena voluntad, es necesario una ciencia bien segura de
si misma, y un grande sentido filosófico. La ciencia de P. C. es confusa, y en
su afan de abordar las cuestiones metafísicas , ha olvidado el método. Pudiera
creerse tambien que no se cuida mucho de la caridad y de la buena fe. Pero no;
cuando atribuye á sus adversarios opiniones que jamás han profesado , no es
efecto de un arrebato de mal humor, sino de ignorania y de precipitacion».
(Revista de ambos mundos.) Hé ahí, pues, un certificado de ignorancia y de
mala fe, escrito en papel dorado, y entregado á nuestro autor por una pluma
amiga suya.
— 336 —
de las doctrinas de Mr. Bonald. La última produccion del se-
miracionalismo no es tampoco, con corla diferencia, bajo el
punto de vista filosófico y teológico, más que una crítica se
vera de las mismas doctrinas. No sale nada de la prensa se-
miracionalista , sin que bajo mentidas apariencias de respeto
para con el autor De la legislacion primitiva , su filosofía no sea
el blanco de los más violentos ataques y objeto de la befa,
del ridículo y del desprecio. No porque el semiracionalismo
se preocupe verdaderamente de esa filosofía, que, muerta
ántes que su ilustre autor, ha llegado á ser inofensiva y no
puede inspirar á nadie sérias inquietudes. Sino que habiendo
comenzado por confundir el verdadero tradicionalismo con
las opiniones particulares de Mr. de Bonald, combatir esas opi
niones y hacerlas odiosas, y hasta ridiculas, es combatir, es
hacer odioso y ridículo al tradicionalismo mismo.
Mas no por ser muy hábil , esa táctica deja de ser injusta.
Las opiniones particulares de Mr. de Bonald, no son el verda
dero tradicionalismo, como las opiniones particulares de cier
tos teólogos católicos no son el Catolicismo verdadero; y le
jos de seguirlas y defenderlas, el verdadero tradicionalismo
las desaprueba, las rechaza y las combate.
Por lo tocante á nosotros, no es ni puede ser dudoso para
nadie, que no somos bonaldistas. Porque hemos sido el pri
mero en denunciar á los filósofos católicos al autor De la le
gislacion primitiva , como que habia cometido el yerro de eri
girse en fundador de una filosofía nueva , de que el mundo
no se habia ocupado ántes de él, en vez de hacerse el conti
nuador de la antigua filosofía cristiana , volviendo á tomar la
cadena del anillo en que el protestantismo, seguido del car
tesianismo, la habia hecho pedazos. ( Conferencias: tomo i, pá
gina 1 62 .) Nosotros hemos sido el primero que hemos cen
surado á Mr. de Bonald el haber ignorado completamente la
filosofía de santo Tomás , de haberla tratado con un injusto
desprecio y de haber abordado las cuestiones más importan
tes y delicadas sobre la naturaleza y las operaciones especí
ticas del entendimiento humano, sin haber comprendido la
primera palabra. (Ibid.) Nosotros hemos sido el primero que
hemos descubierto las numerosas contradicciones del sistema
bonaldiano , sus exageraciones y sus absurdos. (De la verda
dera filosofía, Pág. 89-92.)
Nosotros, en fin, hemos demostrado, que sobre la cues
tion del origen de las ideas , al combatir á Locke y al sensua
lismo , Mr. de Bonald parece , sin apercibirse seguramente de
ello, haberles dado la razon, con sola la excepcion de que,
segun Locke , las ideas nos llegan por todos los sentidos , y
que, segun Mr. de Bonald , nos llegan únicamente por el oido
y por la vista; la doctrina, en cuanto al fondo, es la misma;
es decir , que los sentidos son la única fuente ú origen de todas las
ideas, y que tanto para Mr. Bonald como para Locke, el en
tendimiento humano, ántes de haber sentido, no es solamente
cual una tabla alisada, lo que es ¡verdad, sino que está pri
vado de toda virtud activa, lo cual es radicalmente falso; y
que, por lo mismo, Mr. Bonald, desconociendo ó despreciando
el entendimiento del hombre, le rebaja hasta el nivel del
brutoy le aniquila. (Conferencias : tomo i, Pág. 163-168. de
masiado se sabe que eso es lo que ha suscitado contra nos
otros la susceptibilidad de los parientes, de los amigos y de
los obcecados admiradores del noble Vizconde. Todos han
caido sobre nosotros con todo el peso del sentimiento ajado,
han desahogado su cólera contra nosotros con un aluvion de
injurias tan poco cristianas como poco filosóficas , y que han
estado á punto de comprometer seriamente, mas bien á los
que se las han permitido que al que ha sido objeto ele ellas (1).

(1) Ultimamente , un sabio semiracionalista ha dirigido , casi en iguales tér


minos, á la doctrina bonaldiana, sobre las ideas, el mismo cargo exactamente
de dar la razon al sensualismo. «Si se han de tomar al pié de la letra, dice (y
por qué no se han de tomar á la letra?) Los textos en que Mr. de Bonald parece
atribuir á la palabra el origen de las ideas, ¿no va uno á parar á la doctrina que
se asemeja mucho á la del sensualismo ? Ese sistema coloca el origen de la inte
ligencia en un hecho sensible; pero la palabra ¿no es un hecho exterior y sensi
ble? no.es una sensacion?» Pero vais á ver que se dejará tranquilo á ese autor.

— 338 —
Y para que no se crea que sólo por espíritu de oposicion,
y desde nuestra llegada á Francia , nos hemos dedicado á
combatir la filosofía de Mr. de Bonald, recordarémos aquí el
juicio que ya habíamos pronunciado en 1829, en nuestro
opúsculo arriba citado.
A propósito de la definicion que Mr. de Bonald hace del
hombre, una inteligencia servida por órganos, que habíamos
alabado en nuestra juventud (en 1822), dijimos esto siete años
despues : «Mr. de Bonald ha combatido con un verdadero éxi
to los sistemas de los modernos materialistas, tocante al alma;
pero está muy lejos de haber restablecido la verdadera psico
logía cristiana. Por eso, despues de haber reflexionado en
ello mucho y muy seriamente, nos hemos creído obligados
á separarnos un poco de esa definicion del hombre, que, en
nuestra opinion , es más bella que verdadera , para adherirnos
sobre ese particular á la doctrina escolástica que la Iglesia ha
consagrado en cierto modo». (Observaciones dirigidas al cor
responsal, etc. , Pág. 8.)
Desde esa misma época data nuestra opinion sobre las ten
dencias sensualistas de la teoria bonaldiana sobre el origen
de las ideas por la palabra. Porque hé aquí lo que dijimos en
el mismo opúsculo : « Esa doctrina, en el fondo , es verdadera
y antigua: es un ámplio comentario de estas palabras de santo
Tomás: Intellectus humanus , in statu prcesentis vilat, nihilvidit
sine phantasmate. Pero no habiendo reproducido toda entera
la bella teoria de ese sublime Doctor sobre el entendimiento
humano , la doctrina bonaldiana ha parecido á algunos la

como se ha dejado al autor Del valor de la razon, que ha tratado de muy dis
tinto modo á Mr. de Bonald. Vereis que no se le pide la más pequeña cuenta da
haber hecho tambien de la teoría de Mr. de Bonald sobre la palabra , una teoria
que se da la mano con la teoría de Locke ; porque ese autor es buen cartesiano,
y, por añadidura, malebranchista de pura raza ; es, pues, de la familia, y le están
permitidas ciertas libertades. En cuanto ános, extranjero, escolástico y roma
no, ya es otra cosa. Ved ahí la justicia semiracionalista. Esos señores (todos
sus escritos lo prueban demasiado ) tienen una justicia aparte, como tienen una
lógica y una cultura aparte , de que no tenemos el honor de participar.
— 339 —
reproduccion dela opinion cartesiana, que hace del enten
dimiento una potencia puramente pasiva en su sublime fun
cion de comprender, y le humilla y le degrada, reduciéndole
á recibir siempre, sin operar jamás. Otros han observado tam
bien que la palabra misma , viniendo por los sentidos y con
los sentidos y recibiendo nuestro entendimiento necesaria
mente , segun Mr. de Bonald, la ideá que se halla encerrada
en él, esa doctrina bonaldiana parece confirmar el sensualismo
de Locke, que al pronto aparenta combatir. Se cree, pues,
que no tiene base sólida, que no explica, sino que oscurece
cada vez más el problema tlel origen de las ideas: que no des
truye ningun error, y no desenvuelve ninguna verdad*. (Obser
vaciones, etc., § 6.°, Pág. 15.)Hé ahí de qué modo éramos
bonaldianos hace veinte y siete años , y desde entonces acá,
no lo hemos sido más ; porque todo lo que hemos dicho en
Francia desde 1 831 contra la filosofía de Mr. de Bonald, no es
más que la repeticion y el desarrollo de la misma y severa
opinion que habíamos emitido en 1829 sobre esa misma filo
sofía (1).

(i) El autor Del verdadero puntp de la cuestion entre tradicionalistas y semi-


racionalistas , dedica los artículos sexto y octavo de ese interesante libro ( pági
nas 12-25) al análisis completo de todas las quejas que hemos formulado con
tra la filosofía de Mr. de Bonald; en un trabajo concienzudo y exacto, del que no
dudamos que nuestros amigos nos dispensarán que leamos aquí algunas líneas.
Despues de una introduccion que no nos atrevemos á reproducir, porque es
demasiado halagüeña para nosotros, el sabio profesor , quizá harto benévolo,
se expresa así : «El P. Ventura , reconocido por uno de los principales jefes de
la escuela tradicionalista , no se ha contentado con formular aserciones contra
rias á las doctrinas de Mr. de Bonald, sino que ha atacado de frente á ese siste
ma todo entero , en cuanto á las opiniones que le son propias : le ha abrumado
" on todo el peso de su inflexible lógica , y ha desenvuelto con la fuerza y la evi
dencia que acompañan á 'todos sus raciocinios , las pruebas que demuestran su
falsedad y su peligro : ha reducido á polvo las pocas razones que parecen venir
en apoyo de ese sistema. Ningun escritor, áun de las escuelas racionalistas ó
semiracionalistas, le habia atacado todavía con tanta energía y tenacidad, con
tanta habilidad y eficacia. Sólo la nota sobre el sistema de Mr. de Bonald, añadida
por el P. Ventura á la segunda Conferencia del primer tomo, ha hecho más daño
á ese sistema que podrian hacerle cien volúmenes de la fuerza del que Mr. de
Bonald ha llamado una obra informe (la obra Del valor). Y ¿qué diremos tam-
— 340 —
En cuanto á los muy honorables jefes del tradicionalismo
que acabamos de citar, como victoriosamente lo ha probado
el docto profesor de Filosofía en Nimes , en el libro citado en
la nota anterior (Cap. i , Art. 3, 4 y 5), no son más bonal-
dianos que nosotros. Para ellos tambien, las doctrinas del no
ble Vizconde no son ya , hace mucho tiempo , más que una
letra muerta, una teoria enterrada, de que no se preocupan,
como si no hubiese existido.
El excelente Mr. Bonnetty, ese veterano de los apologistas
del Catolicismo en Francia, ese celoso y hábil controversista,
al combatir con tanta perseverancia y valor los errores y las
impertinencias del semiracionalismo (lo que le ha valido que
se formase una conspiracion poderosa para perderle), jamás
ha pensado en resguardarse con la autoridad de Mr. de Bo-
nald, y, como ya hemos observado más arriba, hace muchos
años que es enteramente de sanio Tomás y por santo Tomás.
El más moderno entre los escritores semiracionalistas (mu
cho más formal y más sabio que cuantos le han precedido en
esa carrera), ha reconocido tambien el mismo hecho, aun
que á medias, y á su pesar, comodebia esperarse de parte del
más encarnizado adversario del método tradicional. Porque
dice que en el dia « una parte de los tradicionalistas aban
dona casi enteramente á Mr. de Bonald, y piensa en fundar una
nueva escuela en el seno de la antigua ». Y con ese noble sen
timiento de equidad que le es propio, aunque siempre con la
misma timidez y la misma reserva , hace justicia á los hom
bres respetables y profundamente católicos, que se han mos
trado favorables al tradicionalismo , afirmando que le parece
cierto, que esos tradicionalistas jamás han reconocido ni confe-

bien de la refutacion más amplia que el referido P. Ventura ha hecho de ese


sistema en su libro De la verdadera y de la falsa filosofía? Allí es donde se apo
dera de él con toda la fuerza irresistible de... allí es en donde le revuelve en
todos sentidos, en donde le hace trizas , le pulveriza y le destruye, como un leon
encarnizado despedaza su presa.» (Benza : Del verdadero punto de la cuestion,
página 22.)
— 541 —
sado las consecuencias extremas del tradicionalismo absoluto,
tal como se ha creído encontrarle en los escritos de Mr. de Bonald.
Es, pues, absolutamente cierto, ya que eso parece cierto al
semiracionalismo mismo, que por lo ménos la nueva escuela
tradicionalista no tiene nada de comun con el imperceptible
número de aquellos, cuya opinion se halla fundada en las
doctrinas bonaldianas, y que es completamente extraña á
ellas. En vista de este hecho tan patente, tan cierto, ¿no lo
es tambien el que los semiracionalistas calumnian impuden
temente á sus adversarios, obstinándose en hacerlos pasar á
todos por tercos , mirando todos á Mr. de Bonald como su
maestro, venerándole como su fundador y su jefe y siguien
do sus doctrinas filosóficas? ¿Y no es tambien un hecho pa
tente y cierto que los semiracionalistas sólo hacen bonaldianos
á sus adversarios, porque únicamente con ese título, con esa
condicion , pueden combatirles con cierta razon y hacerles
odiosos y absurdos?
Si se elimina, en efecto, de todos los escritos de los semi
racionalistas todo lo que en su polémica con los tradiciona-
listas se refiere á las doctrinas exageradas y erróneas de Mr. de
Bonald, de que los últimos están completamente inocentes,
no queda casi nada que pueda convenirles. Despojado de
ese traje extraño, de ese vestido de forzado ó presidiario, que
no ha adoptado de modo alguno, el método tradicional llega
á ser invulnerable, y áun inatacable. No puede tenerse razon
contra él , sino por los mismos medios y con las mismas con
diciones, con las que y en las que el error tiene algunas
veces razon contra la verdad ,- es decir, por medio de la
mentira, la calumnia, y dirigiéndose á los ignorantes, los
imbéciles ó á los hombres dispuestos á asociarse á todo lo
que ofende á la verdad.
En su último ataque al tradicionalismo y bajo la clausula
de consecuencia filosófica del nuevo sistema , el semiracionalis
mo le dirige tambien estos graves cargos:
1 .° Que la doctrina tradicionalista, que presenta la palabra
— 342 —
como la causa productora de la ideas , es una novedad des
conocida , no sólo á los más grandes filósofos y á los mayo
res doctores del Cristianismo, sino tambien en oposicion di
recta con su enseñanza positiva.
2. c Que esa doctrina, estableciendo exclusivamente en la
palabra el principio y el carácter del conocimiento humano
y hasta la idea, altera completamente ese principio y ese ca
rácter, que hasta aquí , para todos los filósofos sin excepcion,
no está más que en los objetos, por una parte, y en la acti
vidad del espíritu por otra.
3.° Que Iéjos de que la palabra engendre la idea, como sólo
la idea preexistente puede hacer inteligible la palabra, esa
doctrina hace incomprensible la formacion de las ideas.
4." Que consistiendo todo el sistema tradicional en la má
xima de que la palabra engendra la idea , ese sistema tiende
la mano al sensualismo, y á un nuevo nominalismo, que es
su consecuencia.
5." Y, en fin, que el tradicionalismo absoluto de Mr. de
Bonald, altera el principio de la certidumbre, conduce rec
tamente á la doctrina de Mr. de Lamennais sobre ese asunto,
y que todas las objeciones suscitadas contra esa doctrina,
vienen á caer sobre el tradicionalismo obsoluto ; porque el
parentesco entre las dos doctrinas , ha sido reconocido y con
fesado por esos mismos dos filósofos.
Se ve, pues, que sólo la doctrina de Mr. de Bonald es la que
figura en el odioso proceso formado por el semiracionalismo
contra el tradicionalismo. Desgraciadamente (como lo veni
mos consignando hace veinte y siete años , y hemos sido el
primero en dar la voz de alerta á los semiracionalistas que no
se apercibian de ello), la doctrina de Mr. de Bonald merece
verdaderamente semejantes censuras ; pero, como acabamos
de ver, las opiniones de Mr. de Bonald no son las doctrinas
de los tradicionalistas, y es muy injusto decir que éstos pro
fesan los errores de Mr. de Bonald , como lo seria tambien el
asegurar que los semiracionalistas profesan los errores de
— 343 -
Mr. Cousin. Si se tuviese, pues, bastante pudor y buena fe
para descargar al tradicionalismo de doctrinas que desaprue
ba, ¿no es evidente que bajo el punto de vista filosófico, no
quedaria una sola queja contra ese sistema, y que la guerra
que se le hace no tendria ninguna significacion?
Lo mismo acontece con las trescientas treinta páginas que
el autor Del valor de la razon ha dedicado á refutar á Mr. de
Bonaid, con objeto de combatir al tradicionalismo. Si ese au
tor hubiese querido ser justo , y no hacer de todos los tradi-
cionalistas discípulos y partidarios de Mr. de Bonaid , toda
esa parte de su obra habria falseado ; sus repetidos golpes hu
bieran chocado en el vacío , y no le habria quedado razon
alguna para formar tan grueso volumen.
Así es , que casi toda la táctica del semiracionalismo está
reducida á que no teniendo que censurar nada sólida y razo
nablemente al tradicionalismo , tal como es en sí, le acusa de
boualdianismo , para tener un título legítimo de combatirle.
Es el lobo , que no pudiendo reprender al cordero ninguna
falta personal, le hacia cargo de la falta de otro para tener un
pretexto para devorarle. Eso es lo mismo que el dar el nom
bre y el vestido de un difunto que había sido culpable , á un
vivo á quien nada se le puede imputar, para deshacerse de
él con cierta apariencia de justicia. Mr. de Bonaid, imperece
dero por su gran talento, por sus virtudes cristianas y por la
nobleza de su carácter político , ha muerto filosófica y física
mente , y ha sido sepultado ; y á nosotros no nos pesa el ha
ber contribuido en algo, aunque sea en poco (1), á esa muerte
y á ese entierro filosóficos , que han desembarazado á la Reli
gion de un apologista, que él mismo necesitaba de apología,

(i) «El sistema de Mr. de Bonaid ha sucumbido á impulsos de los terribles


golpes del P. Ventura. ¿Cómo es, pues, que más débiles combatientes, vienen
todavía en 1854 á atacar las opiniones de Mr. de Bonaid, sin hacer mencion de .
las victorias obtenidas sobre ellas en 1851 y 1852 por el P. Ventura? ¿Cómo se
atreven á combatir, bajo el nombre de tradicionalismo, principios que los jefes
íradicionalistas han combatido mejor que nadie?» (Benza : Del verdadero pun
to, etc., página 22.)
— 344 —
y cuyos extravíos metafísicos', tanto más peligrosos , cuanto
su nombre era más grande y sus intenciones más puras , han
empeñado á muchos católicos en un sendero falso, y, como se
ve , han suministrado á los enemigos del Catolicismo muchos
pretextos para combatirlo. Dejadle descansar en paz; no re
volvais sus cenizas, ni turbeis el reposo de los muertos para
combatir á los vivos, y si quereis ser injustos para con éstos,
respetad al ménos á aquellos...

TERCERA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO , AFIRMANDO QUE LA FE DEBE PRECEDER Á LA RAZON , NIEGA LOS
PREAMBULOS DE LA FE , y se halla en oposicion con la enseñanza teo
lógica. ;
§ 3.° Mala fe del semiracionalismo al tomar en el sentido teológico la palabra
fe , que el tradicionalismo sólo emplea en el sentido filosófico. Nueva exposi
cion del método tradicional , en sus relaciones con la marcha de la raton,
para llegar al Cristianismo. «Que la fe teológica debe preceder á la razon, y
que no se llega á estar cierto de nada sino por la revelacion religiosas, son
errores de los modernos partidarios de Huet , que el tradicionalismo mira
como escépticos y ha refutado como tales. La tradicion jamás ha incurrido m
esas locuras. Injusticia del semiracionalismo en atribuírselas.
Hé aquí otra queja que el semiracionalismo ha formulado
contra el tradicionalismo, independientemente de la supuesta
comunion de doctrinas entre este ultimo sistema y el de Mr. de
Bonald , comunion que acabamos de rechazar. Esa queja es
muy grave , y seria capaz de indisponer sériamente á la tra
dicion con la enseñanza católica. Se acusa en ella á los tradi-
cionalistas de negar, ni más ni ménos, que la posibilidad
para el hombre de conocer nada con certeza tocante á Dios,
el alma, la vida futura y la ley fuera de la revelacion cris
tiana ; es decir , de negar la posibilidad para el hombre de co
nocer ciertamente los motivos de credibilidad , los preámbulos de
la fe, ántes de profesar la fe. Y con ese título se los denun
cia al mundo católico como herejes condenados ya por el
concilio de Amiens , y últimamente hasta por la Iglesia.
«De esas verdades preliminares, dice el autor Del valor de
— 345 —
la razón , de esas verdades que sirven de preámbulos á la fe,
es de las que se pregunta si la razon es capaz de conocerlas
y de establecerlas, ántes de creer en la revelacion , ántes de
todo ejercicio de la fe. Porque en el dia tenemos una escuela
que trata de difundir la perturbacion en las inteligencias y des
concertar los ánimos acerca de la Religion, afirmando que el es
píritu debe comenzar por la fe y que regularmente la fe precede á
la razon. Mr. de Lamennais, decia: a No hay nada cierto sino
lo que es de fe; en el dia se varia la fórmula y se dice: El hom
bre no puede nada sin la fe, no comprende nada si no cree primero.
Nisi credideritis non intelligetis. Lo que equivale á decir, que el
hombre no puedeconocer nada ántes de creer en la revelacion,
sea directa, sea trasmitida por la tradicion. Hé ahí una ma
nera de hablar que no conocieron jamás ni los teólogos ni los
apologistas» (Pág. 466).
El noble atleta del semiracionalismo , que últimamente se
ha presentado en la arena para combatir al monstruo de
siete cabezas, el tradicionalismo, no se ha expresado con
menos severidad con respecto á él. Para ese autor, segun el
método tradicional, 'todo poder de adquisicion de las verda
des naturales, de las verdades fundamentales del orden reli
gioso y moral , seria negado á la razon abandonada á sus solas
condiciones. El hombre no podria por sí mismo elevarse
al conocimiento de Dios y de los principales deberes. Esta
nueva consecuencia, esencialmente enlazada con el princi
pio fundamental del tradicionalismo absoluto, es contra la en
señanza dela Teología, segun la cual podemos llegar, por
la luz natural de la razon , al conocimiento de la existencia
de Dios, de sus principales atributos, de nuestro fin y de
nuestros deberes fundamentales;. es contra la unanimidad de
los teólogos, que todos admiten verdades eternas , bases del
órden religioso y moral , como ciertas por sí mismas, lógica
mente anteriores á la fe y que la sirven de preámbulos » .
Héaquí, lo repetimos, una acusacion hasta grave; mas
felizmente la tradicion no la merece, porque jamás ha soste
— 346 —
nido semejantes extravagancias , que á fuerza de ser absur
das, concluyen por ser altamente ridiculas. Nosotros deci
mos, es verdad, que la revelacion y la fe preceden regular
mente á la razon, son lógicamente anteriores á la razon y al ejer
cicio de razon, y que el hombre no recibe más que por la ense
ñanza de la tradicion las primeras nociones de Dios, del alma,
de la vida futura y de los principales deberes. Pero , como
cualquiera puede convencerse por la exposicion exacta que
hemos dado más arriba de la doctrina tradicionalista , y como
es claro, por la naturaleza misma" de la cuestion que se agita
entre semiracionalistas y tradicionalistas , cuestion puramente
filosófica y que se refiere desde luego al origen natural y ló
gico del conocimiento humano , no nos proponemos hablar
más que de una revelacion, de una fe, puramente naturales y
humanas, que nada tienen que ver con la revelacion cristiana y
sobrenatural que sólo la Iglesia ha conservado en toda su in
tegridad y toda su pureza , como tampoco con la fe teológica,
sobrenatural, tambien, porque es una virtud teologal y un
don de la gracia del Espíritu Santo. Nos proponenos hablar
de sus manifestaciones, que áun fuera de toda comunion
cristiana, todo hombre nacido y criado entre los hombres,
recibe desde su más tierna edad por sus padres. Estas , del
mismo modo que los sentidos, le revelan el mundo de los cuer
pos y sus relaciones, le revelan el mundo de los espíritus y
de los deberes , de que jamás se hubiera apercibido por sí
mismo, y que aunque son manifestaciones puramente huma
nas, no por eso dejan de ser verdaderas revelaciones. Nos
proponemos hablar de esa prontitud, de esa facilidad, con
las que todo niño se adhiere á lo que sus padres le enseñan,
y que por ser una adhesion puramente natural á un testimo
nio tambien puramente humano, no es tampoco menos un
acto de fe.
Esas manifestaciones y esa adhesion, no son para nos
otros más que condiciones necesarias, indispensables al espíritu
humano para formarse ideas del mundo espiritual y moral,
— 347 —
del mismo modo que las manifestaciones que se reciben por
los sentidos y la adhesion á su testimonio , son condiciones
necesarias, indispensables para formarse ideas del mundo
corporal y físico. Esas manifestaciones y esa adhesion, no
son para nosotros más que condiciones necesarias , indispen
sables para formarse ideas acerca de esos dos mundos: ideas
que sirven de principios , sin las que no hay raciocinio posi
ble; el espíritu ó entendimiento humano llega á ser razona
ble en acto: llega á ser la razon razonadora, la razon com
pleta, la razon formada, la razon natural. Porque la razon
natural no es, ni podria ser más que el espíritu humano
puesto en posesion de todas las condiciones necesarias para
raciocinar.
Una vez formada la razon, desarrollada y llegada á su
madurez, puede muy bien, y áun en ciertos casos debe
tambien recordar esas primeras nociones sobre Dios , el alma
y los deberes que ha aprendido por la instruccion social: debe
examinar si esas nociones , aprendidas por esos medios, son
puras y razonables, ó si se hallan alteradas por elementos im
puros, fantásticos, absurdos, que con demasiada frecuencia
el orgullo y la ignorancia mezclan en la corriente tradicional;
y por ese exámen puede llegar á formarse ideas de ellas,
más conformes á la verdad. En ese ca60 , es la razon natural,
el hombre natural, el que se eleva por sí mismo á los prin
cipios fundamentales del orden natural, religioso y moral, á
los preámbulos de la fe ; se los explica, se adhiere á ellos de
una manera más completa y se afirma en ellos.
Segun el método tradicional, volvemos á repetirlo, la re
velacion del mundo espiritual y moral por la instruccion so
cial, no es necesaria al hombre sino para que sepa que fuera
de un mundo que se ve, existe otro mundo que no se ve, y
para que pueda formarse de él ideas, del mismo modo que la
revelacion del mundo corporal y físico por los sentidos no le
es necesaria sino para que sepa que fuera de su propio cuerpo
y de su propia naturaleza hay un mundo de naturalezas y de
— 348 —
cuerpos diferentes, y que pueda tambien formarse ideas de él.
Pero, así como en el momento en que apoyado en la revela
cion del mundo visible, obtenida por los sentidos, se ha for
mado ideas sobre ese mundo, es él quiei comienza á racio
cinar acerca de ese mismo mundo y á explicarse los fenóme
nos físicos , así tambien , en el momento en que sobre la
revelacion del mundo invisible, obtenida por la instruccion,
ha llegado á formarse ideas de ese mundo, él es tambien el
que comienza á raciocinar sobre ese mismo mundo y á expli
carse los fenómenos espirituales y morales.
Las diferentes religiones , si se reflexiona bien , no son más
que maneras diversas , más ó menos puras, más ó ménos ra
zonables, más ó ménos autorizadas, por las cuales ha sido
trasmitida al hombre la revelacion primitiva de la Religion.
Una vez iniciado por la enseñanza doméstica en el conoci
miento del mundo espiritual y moral , en el conocimiento de
la existencia de un Dios, de la espiritualidad y la inmor
talidad del alma , de las leyes y del culto , puede , y en cier
tos casos, repetimos, debe comparar entre sí esas maneras di
ferentes con que la revelacion primitiva ha sido trasmitida de
generacion en generacion , se ha propagado y establecido en
el mundo y llegado hasta él. Puede, raciocinando, llegará
conocer con certidumbre que la Religion católica es eviden
temente la enseñanza más pura , la más completa de la reve
lacion primitiva, la única que encierra todos sus artículos,
que presenta realizadas todas sus promesas, cumplidas to
das las profecías ; la única que explica y concilia en todo lo
que tienen de comun , de constante y de perpétuo , las tradi
ciones y las creencias de la humanidad : la única que tiene
en favor suyo los motivos más poderosos de credibilidad, los
que la hacen más autorizada y por consiguiente más creible,
la más verdadera y la más cierta. Se adhiere, pues, á la re
velacion divina , se hace cristiano y comienza á creer en el
Catolicismo por una fe sobrenatural , pero despues de haber
vuelto en sí por una fe natural y por el raciocinio humano.
— 349 —
Para nosotros , la Religion católica tiene la evidencia de
credibilidad más grande y más completa que sea posible te
ner. En este punto es imposible negarla un asentimiento
firme; imposible negarla ó ponerla en duda, sin ponerse en
estado de rebelion con la razon de la evidencia y la eviden
cia de la razon. Pero ese consentimiento que se presta á los
motivos de credibilidad, ó el acto por el cual se cree en la
revelacion divina del Cristianismo, precisamente por causa
de sus motivos de credibilidad, no es más que un acto de
prudencia humana, que prescribe el creer todo lo que es evi
dentemente creible y digno de un asentimiento firme. Es tam
bien un acto necesariamente presupuesto y anterior al acto de
fe divina , que es el acto por el cual creemos en las cosas que
Dios ha revelado por la razon , de que el mismo Dios es el
que las ha revelado. Los motivos de credibilidad son la ra
zon por la que se acepta el Catolicismo, pero no son la razon
formal de creer en él con una fe divina. Las únicas cosas que
se creen con una fe divina, son los diferentes artículos de la
doctrina revelada y el testimonio de Dios que las revela. Y
esas dos cosas , las reveladas y el testimonio de Dios que re
vela, son las que forman el objeto material y el objeto formal
de la fe.
¿Semejante doctrina , no deja á la razon su pape! natural
con relacion á los preámbulos de la fe y á los actos pura
mente racionales que preceden necesariamente á la acepta
cion de la fe?' ¿No está en perfecta conformidad con la doc
trina de la teología católica tocante á este grave asunto ? ¿Con
qué fundamento, pues, se atreve el semiracionalismo á atri
buir al método tradicional la imprudencia de admitir que la
fe y la revelacion divina deben preceder á la admision de los mo
tivos de credibilidad, y áun á todo conocimiento humano? ¿y el
desacierto de introducir la perturbacion en las inteligencias y de
desconcertar sus esfuerzos hácia la Religion? ¿En dónde se halla
una sola palabra en los escritos de los tradicionalistas que
pueda servir ni áun de pretexto para formular contra ellos se
— 350 —
majantes acusaciones? De que digan que la enseñanza so
cial es necesaria al hombre para adquirir las primeras nocio
nes del mundo espiritual y moral, y que las sensaciones le
son necesarias para adquirir las primeras nociones del mundo
material, ¿se sigue por ventura que admiten la necesidad de
la revelacion sobrenatural para que la razon pueda compren
der verdades naturales? De que digan que la fe natural en
la enseñanza doméstica , que ayuda á la razon á formarse en
elórden espiritual, le es tan necesaria como la fe natural al
testimonio de los sentidos , que ayuda á la razon á formarse
en el orden corporal , ¿se sigue que admiten la necesidad de
la fe divina sobrenatural, teológica, para que la razon forma
da pueda raciocinar y llegar á certidumbres naturales?
Atribuir á los tradicionalistas semejantes cosas, ¿no es
falsear sus doctrinas é imputarles las que jamás han profe
sado, y que hasta han combatido?
Al exponer en nuestras Conferencias la doctrina de la fi
losofía cristiana sobre la certidumbre , honor establecido que
los dogmatistas ó los que colocan la certidumbre exclusiva
mente en el hombre, segun los tres medios de conocimien
tos que el hombre posee, se dividen en tres categorías: 1.\
los dogmatistas racionales, para quienes la evidencia de la razon
es el único criterio de la certidumbre; 2.a, los dogmatistas sen
sualistas, para quienes toda certidumbre está en el testimo
nio de los sentidos; y 3.*, los dogmatistas fanáticos, que no
creen más que en el testimonio del sentimiento íntimo. Nosotros
hemos establecido tambien que los académicos, los acata-
lépticos , los escépticos ó aquellos para quienes la certidum
bre no existe exclusivamente más que fuera del hombre, se
gun los tres testimonios que el hombre encuentra fuera de sí
mismo, se subdividen en estas tres clases: 1 .*, los escépticos
civiles , que piensan debe dudarse de todo , excepto de las
instituciones de la sociedad (Hobbes y Bayle); 2.a, los escépti
cos humanitarios , para quienes sólo son ciertas las creencias
de la humanidad (Buffier y Lamennais); y 3.", los escépticos
— 351 —
religiosos , que creen que la certidumbre no se encuentra más
que en lo que enseña la revelacion cristiana (Huet y un gran
sabio de nuestros dias que ha abjurado su error); ha habido,
pues , y no podemos decir si hay todavía , quienes sostienen
que no hay de cierto sino lo que es de fe, y que la razon no puede
estar cierta de nada sino por su fe en las revelaciones divi
nas (1). Como se ve, hemos colocado buenamente á todos
esos señores entre los acatalépticos, entre los escépticos, hace
ya cinco años. Hemos hecho más todavía, los hemos refutado
con este argumento sin réplica : Que negando al hombre todo
medio de estar cierto por sí mismo hasta de la cosa más mí
nima , como los lamennesianos, se colocaban en la imposibi
lidad de conocer con certeza la existencia del género humano,
y su testimonio , el sentido comun ; del mismo modo los hue-
tianos se colocan en la imposibilidad de conocer de una ma
nera cierta la existencia de la Iglesia y la revelacion cuyo
depósito guarda. Todo eso, ya lo hemos dicho, es tan ab
surdo , como lo seria el querer formar números sin unidad.
Esa argumentacion ha sido aceptada con entusiasmo por
toda la escuela tradicionalista : la ha aplaudido y la ha defen
dido de los incalificables ataques con que la escuela semi-

(1) Un día, encontrándonos entre varios legos apreciables, explanamos, á


peticion suya, la hermosa demostracion metafísica de santo Tomás sobre la in
mortalidad del alma, encerrada en este silogismo : «Todo sér independiente de
la materia, en su manera específica de operar, es tambien independiente de la
materia en su manera de SER'; es así que el alma humana es independiente del
cuerpo en su operacion especifica, la operacion de entender (intelligere) ; por
que, áun en el cuerpo, el alma no entiende por el cuerpo sino por su propia vir
tud; luego el alma humana es independientemente del cuerpo, y porconsíguiente
es áun sin el cuerpo , sobreviene al cuerpo y es inmortal». Nuestro auditorio pa
recía satisfecho con esta demostracion ; pero no sucedió lo mismo con un ecle
siástico que se mezcló en la conversacion. «¿ Creeis , nos dijo , haber probado
vuestra tésis de una manera cierta? Ah! no estamos seguros de la inmortalidad
del alma más que por la revelacion bíblica. » Y diciendo esto, desapareció. Era,
como se ve claramente, un huetiano, un escéptico religioso de pura raza. Es el
único individuo de esa especie que hemos encontrado, y estamos seguros de que
no era tradicionalista. Ño sabemos lo que era, y probablemente tampoco lo
sabia él mismo.
— 352 —
racionalista , en el ardor de su celo , se ha creido obligada á
combatirla. Por eso mismo, todos los tradicionalistas han lan
zado anatema contra los escépticos religiosos y hau separado
solemnemente su causa de la suya. Por manera, que no ha
habido jamás, ni tampoco hayal presente, tradiciona lista que
haya sostenido ó que sostenga todavía que el hombre no puede
estar cierto de nada sino por la revelacion sagrada, y que la ra
zon ni prueba nada ni es nada. La tradicion jamás ha incurrido
en esa locura: ahí están sus escritos que lo atestiguan. Para
ella , el hombre no tiene necesidad de ningun testimonio ex
terior para estar cierto de su existencia, de su pensamiento,,
de sus sentimientos y de la existencia del mundo exterior.
Puede tener, por sí mismo, la certidumbre de la existencia
de ese mundo, como tambien de los principios y de las ideas
que se forma de él , por la virtud del entendimiento operante,
porque en todo eso , el espíritu no hace más que percibir , es
verdadero siempre. Intellectus simpliciter percipiens semper est
verus. Para los tradicionalistas, la revelacion, la tradicion ó
la enseñanza de los padres, no son necesarias al hombre más
que para ayudarle á formar su razon. Pero una vez formada
esta, el tradicionalismo la reconoce el poder de distinguir y
separar la verdad del error , de evitar este , de probar aque
lla, de demostrar los preámbulos de la fe, de concebir los
grandes dogmas de la existencia de Dios , de la inmortalidad
del alma y las obligaciones de la ley ántes é independiente
mente de la revelacion cristiana. La tradicion jamás ha dicho
ni pensado que el hombre extraño al Cristianismo no puede
ser conducido á él sino por la fe en el Cristianismo, y que la
fe teológica debe preceder al uso de la razon. Jamás se ha visto
que un tradicionalista trate de refutar la incredulidad demos
trándole la verdad de la Religion cristiana por la Biblia.
Los semiracionalistas saben muy bien todo esto , porque
leen y vuelven á leer con severa atencion , sino con impar
cialidad, todo lo que sale de una pluma tradicionalista, con
la esperanza de encontrar en ello materia ó pretexto para
— 353 —
atacarnos. Su obcecacion para con nosotros es, pues, volun
taria, hasta el punto de atribuirnos el sostenerla doctrina de
que la fe en la revelacion cristiana es la condicion sine qua non
para raciocinar bien. Gratuitamente nos censuran esadoctrina,
que ninguno de nosotros profesa ni ha profesado jamás, y
contra la que la tradicion en masa protesta con todas sus
fuerzas, con todas sus afirmaciones y con su conducta.

CUARTA ACUSACION.
LA HIPÓTESIS DE UNA FE, ÁUN NATURAL, QUE, SEGUN LOS TRADICIONALISTAS , DEBE
NECESARIAMENTE PRECEDER Á LA RAZON, ES CONTRARIA A LA RAZON.
§ 4.° Se comienza á demostrar que el semiracionalismo es injusto con res
pecto a la tradicion de ¡asegunda manera: censurándole el seguir doctri
nas que profesa él mismo. Sus falsas ideas sobre la fe. La fe no tiene lugar
en cuanto á los hechos interiores de nuestro espíritu. No se aprende el lenguaje
sino creyendo. Nuevas pruebas de que nada es más conforme á la razon , que
ia necesidad de una fe natural , precedente á la razon. El semiraciona
lismo mismo admite en los términos más formales esa doctrina. Es inconse
cuente estableciendo la sensacion como una condicion necesaria de la mani
festacion de las ideas y combatiendo el tradicionalismo, que establece la
instruccion , no como causa eficiente, sino como condicion del desarrollo d«
la razon. Otros dos sofismas del semiracionalismo. Su ligereza le ha hecho co
nocer el principio de « que el argumento por el cual se puede demostrar muy
bien una verdad conocida, no siempre basta para descubrir una verdad des
conocidas. Confiesa tambien que el hombre sin tradicion es un ser quiméricos
Consecuencias de esa confesion.

La segunda manera con que el error se manifiesta injusto


para con los discípulos de la verdad , es el imputarles como
un crimen el profesar doctrinas que él mismo confiesa y sos
tiene. El semiracionalismo es tambien injusto de esa manera
' con los tradicionalistas. Ya hemos hecho notar su desfachatez
de censurar á la tradicion, que seguramente se halla inocente
de ese cargo, el seguir la doctrina de la necesidad de la pala
bra para pensar , que sigue él mismo. Igual descaro se ad
vierte en las acusaciones que ha formulado contra nosotros
con motivo de nuestra doctrina, que es tambien la suya, que
la fe natural y humana precede siempre á la razon.
13
— 3S4 —
«¡Vana distincion, miserable subterfugio! nos replica
por el órgano de su nuevo jefe. No es posible creer sin
ciertas ideas y ciertos principios anteriores á toda creencia.
Yo no puedo creer sin tener la conciencia , la idea de mí
mismo, sin saber que creo y por qué creo. No hay, pues, un
estado de pura creencia precedente á la razon; la razon, por el
contrario, es lógicamente anterior á la creencia. Hay un estado
de creencia natural, necesaria, primordial... pero esa creen
cia no es anterior á la razon... los maestros no son más que
monitores; la verdad, la luz divina, es la que enseña en lo
interior.»
Así habla el sem ¡racionalismo por conducto del hombre
más ilustre entre los suyos, y por ese medio cree haber con
denado la proposicion : que la creencia precede necesariamen
te Á la razon: Nisi crediderilis , non intelligetis.
¡Pero triste es la condicion del sistema semiracionalista ea
no poder articular una sola palabra , sin dar á conocer su po
breza en materia de lógica y sin incurrir en el sofisma, la
contradiccion y el absurdo ! Creer no es más que adherirse al
testimonio. Luego, no es sobre la autoridad del testimonio,
sino sobre la autoridad del sentido íntimo, por lo que esta
mos infaliblemente seguros de lo que pasa en nosotros mismos.
*Y estar infaliblemente seguros de una cosa por ese medio,
es verla , es sentirla , no es creer en ella. Porque la materia
de la creencia es objetiva; es decir, que la creencia se re
fiere esencialmente á los hechos exteriores y no tiene lugar
en los hechos puramente interiores. El sentido íntimo, dice
un filósofo semiracionalista aleman , no es más que el alma
misma, que siente lo que ella siente y lo que ella es. Sensus
intimus sumus nosmetipsi qui sentimus. (Storchenau.) (1) De-

(1) Por eso los escolásticos, lógicos más fuertes que los filósofos racionalistas
modernos , no cuentan el sentido íntimo entre los criterios de la certidumbre.
La verdad no es parutellos más quo la ecuacion entre el entendimiento t la
cosa , no es más quk el entendimiento : Mquatio rti et intellectus ; y el criterio
no es más que el testigo que nos asegura que la cosa que está fuera del entendí-
— 355 —
cir, pues, que no podemos creer sin tener la conciencia, la idea
'que creemos y por qué creemos, es decir una trivialidad, es de
cir que ántes de creer, es necesario ser y conocer que se es.
Pero, lo volvemos á repetir, ser y conocer que se es y que
se opera , no es creer.
Nos dicen tambien: «Es evidente que en la primera ense
ñanza, que es la del lenguaje, el niño es mucho más activo
que pasivo, pues en tanto que el mismo no ha dado, por
medio de las indicaciones que le son suministradas, un sen
tido á las palabras, estas no son nada para él». Luego, pre
cisamente lo contrario es lo evidente. No es él , sino la madre,
la que, indicándole por ejemplo la cosa pan, le suministra
á un tiempo mismo la palabra pan y le enseña el sentido de esa
palabra. Sin esa enseñanza maternal, que reviste á la cosa de la
palabra , que la designa en la lengua del país, el niño oiria
mil veces esa palabra sin comprender jamás lo que significa
ba , y esa palabra no seria nada para él. Si hay alguna cosa,
con relacion ála cual el niño sea esencialmente pasivo, es en
la enseñanza del lenguaje. Esto es evidente.
Decir que la verdad es la que enseña en lo interior, es decir
que la verdad enseña la verdad , ó que se enseña ella misma,
y eso es absurdo.
La luz divina no nos enseña tampoco en lo interior como
la verdad. La luz divina (preciso nos ,es repetirlo todavía) no
hace otra cosa , segun santo Tomás, que elevar el entendi
miento operante, y hacerle apto para ver lo universal por lo
particular , ó para formarse las ideas; pero no nos enseña tam
poco la verdad en lo interior , así como la luz material no nos
poneá la vista los objetos materiales. La Fides ex audilu, de
san Pablo, es una gran verdad, tanto en el orden natural,
como en el sobrenatural.

miento es verdaderamente tal como el entendimiento la percibe. Pero en cuanto


á las operaciones del entendimiento mismo, para los escolásticos ese poder no
tiene necesidad de nada que se las atestigue : las ve, las siente. El entendimiento
que piensa, no tiene necesidad de criterio para asegurarse de que es pensador.
— 356 —
Los maestros son verdaderamente monitores, pero monito
res que no nos advierten el mirar únicamente los objetos ; eso
seria el sistema de las causas ocasionales de Malebranche en
todo su absurdo. Nos revelan tambien la significacion de las
palabras de la lengua del país, que es imposible conocer por
otro medio; como esa significacion es un hecho de conven
cion humana, y ademas, como los sentidos nos revelan el
mundo material, esos monitores, con auxilio del lenguaje que
han llegado á enseñarnos, nos revelan tambien el mundo es
piritual y moral, todavía más imposible de conocer por otros
medios , porque ese mundo se halla separado de nosotros por
una distancia infinita. Así como en el instante en que los sen
tidos nos han revelado el mundo material , nos formamos las
ideas de los objetos que encierra , y comenzamos á raciocinar
acerca de él , del mismo modo , en cuanto nuestros monitores
nos han revelado el mundo espiritual y moral, aplicamos á
los objetos que contienen las ideas que anteriormente nos he
mos formado, formamos otras nuevas más depuradas y más
elevadas, y comenzamos tambien á raciocinar acerca de él.
Mas como ántes de adherirnos al testimonio de los sentidos, ó
de creer en los sentidos , que nos revelan el mundo material,
nos es imposible formarnos ninguna idea de él , ni raciocinar
de él , del mismo modo, ántes de adherirnos al testimonio de
nuestros monitores, ó de creer en ellos, cuando nos revelan el
mundo espiritual y moral, nos es imposible formarnos nin
guna de él ni raciocinar acerca de él. Así que , por la adhe
sion al testimonio ó por la creencia, nuestro espíritu se co
loca en las condiciones necesarias para raciocinar y se forma
la razon ; porque la razon no es otra cosa que el espíritu ó
entendimiento que ya ha adquirido todas las condiciones para
raciocinar, y así es que la fe precede siempre al ejercicio de la
razon. Todo esto es claro , es razonable , en vez de que lo que
el autor semiracionalista acaba de decirnos para combatir esa
doctrina tan sencilla y tan natural, no es ni razonable ni cla
ro. Es un cúmulo de palabras que no tienen valor lógico, y
— 357 —
acerca de las cuales los monitores de la lógica tendrian el
derecho de hacer uso de la férula con respecto á los que se
las permiten.
Añádese ademas : «Creencia, tradicion, enseñanza, autori
dad de padres y de maestros; ¿cuál es el valor de todas esas
cosas en la formacion del conocimiento humano? ¿son princi
pios, ó solamente condiciones del desarrollo de la inteligencia?
Habeis visto á una escuela célebre colocaren esos hechos ex
teriores el principio y la regla de los conocimientos huma
nos. Nada, segun nosotros, es más opuesto á la verdad, que
el hacer derivar la luz natural que nos ilumina de un hecho
exterior al hombre». Pero esto tambien es contra la lógica.
Segun la exposicion de nuestro sistema, que tantas veces os
hemos puesto á la vista , no habeis debido ver sino que , para
nosotros, el principio de la inteligencia es su sublime facul
tad de formarse las ideas , y que, por consiguiente, de nin
gun modo hacemos derivar la luz natural que nos ilumina de
un hecho exterior al hombre, sino de una potencia innata,
íntima en el espíritu del hombre. Habeis podido ver que,
para nosotros, creencia, tradicion, enseñanza y autoridad
de los padres y de los maestros , no son los principios , sino
precisamente las condiciones del desarrollo de la inteligencia y de
la formacion de la razon. En cuanto á la escuela célebre, que,
segun vosotros , ha colocado en esos hechos exteriores el prin
cipio y la regla de los conocimientos humanos , no es más que la
escuela de Mr. de Bonald, de la que acabais de probarnos que
admitia de hecho las doctrinas , aunque las combatia con las
palabras: escuela que fué, pero que ya no es (que la tradicion
ha juzgado hace ya largo tiempo), y que, por consiguiente,
de todo tiene menos de la tradicion. Todo cuanto inculpais
aquí á la tradicion , no la concierne en manera alguna , y em
pleais muy mal vuestro celo y vuestro talento en semejante
tarea.
Pero hé ahí que el mismo autor concluye por darnos com
pletamente la razon sobre este particular : « Hemos encontró
— 358 —
do, dice, el verdadero origen, la verdadera naturaleza de las
ideas, y los principios de la razon, fuente de sus conocimien
tos (1). Mas forzoso es convenir en ello: en el seno de esa luz
y de esa evidencia, hay un fondo de creencia; al lado de la
luz que despiden los objetos, aliado de la luz divina que ilu
mina la razon , está la enseñanza humana , la autoridad natural
de los padres y de los maestros. Nuestra naturaleza lleva en
su fondo una inclinacion necesaria á la creencia : la creencia
es una de sus leyes primordiales y esenciales. No hablo aquí
deesa creencia en el testimonio humano, uno de los funda
mentos de la vida moral, social y civil. Quiero hablar sobre
todo de un estado de creencia mucho más. profundo , más
primitivo, y que llega á ser el punto de partida y el apoyo
de las demás creencias puramente humanas. Quiero hablar
de esa inclinacion general á creer , que es uno de los prime
ros movimientos del espíritu , y la condicion de toda educacion* .
Así, para el semiracionalismo mismo, la inclinacion gene
ral, necesaria, á creer en la enseñanza de la tradicion y en la
autoridad de los padres y de los maestros , es un primer movimien
to del espíritu , es la condicion de toda educacion , y por consi
guiente tambien de la razon , que tiene á su vez necesidad
de ser educada. La creencia en la enseñanza de la tradicion
es un fondo colocado en el seno y al lado de laluz natural; es
decir, que abraza y envuelve esa misma luz por todas partes,
y por consiguiente, la enseñanza humana y la autoridad de los
padres y de los maestros , en la que esa creencia se apoya por
una ley primordial y esencial, son el punto de partida y el apoyo
de las demás creencias puramente humanas y de la educacion
de la razon. Mas todo eso ¿es por ventura otra cosa que re
petir en una larga perífrasis , y en estilo encumbrado, ni más

(1) En el apéndice de esta obra se verá queei excelente autor de que nos ocu
pamos, nada ha hallado de cuanto se envanece de haber encontrado : no ha
hallado más que la doctrina de Malebranche condenada por el sentido comun y
por la Iglesia; pero presentada por él de manera que es imposible á cualquiera,
y basta al autor misino, el comprender nada de ella.
— 359 —
ni menos que lo que la tradicion ha dicho en estas dos pala
bras : LA FE PRECEDE SIEMPRE AL EJERCICIO DE LA RAZON? ¿Me-
recia eso la pena, por parte del semiracionalismo, de perse
guirla cou tanta cólera? Por lo demas, ¿no es un espectáculo
bien instructivo y curioso el ver al semiracionalismo refu
tar los injustos cargos que dirige á la tradicion , condenar su
propia injusticia y probar sus propios errores?
El tradicionalismo acaba de hacernos una concesion mu
cho más importante todavía. Despues de haber dicho que el
hombre aislado de toda sociedad , desprovisto de toda enseñanza
y de toda tradicion seria un sér fuera de su naturaleza , un
sér quimérico, ha añadido: « Pero el tradicionalismo no puede
prevalerse en manera alguna del hecho que reconocemos
aquí, pues que hemos establecido que esa necesidad de la en
señanza y de la tradicion era una condicion natural de la inte
ligencia y no se referia de ningun modo á una revelacion ex
terior y sobrenatural » . Mas el tradicionalismo no sostiene otra
cosa : dice que el espíritu ó entendimiento humano no puede
formarse ninguna idea del mundo espiritual y moral, sino con
la condicion de que ese mundo lesea revelado por la instruc
cion humana de los padres y de los maestros , cualquiera que
sean sus creencias religiosas. No proclama, pues, tampoco
la necesidad que habeis establecido de la enseñanza y de la tra
dicion , sino comouna condicion natural de la inteligencia, y que
de ningun modo se refiere á la revelacion exterior sorrenatural,
que sólo el Catolicismo posee en toda su pureza y en toda
su integridad. ¿Cómo, pues, y por qué no podria para su
justificacion , prevalerse del hecho que vosotros reconoceis aquí:
del hecho que el hombre, desprovisto de toda enseñanza y de toda
tradicion, seria un sér fuera de su naturaleza, un sér quimé
rico ? El hombre fuera de su naturaleza , el hombre quimérico,
no es (convendreis en ello), más que el hombre sin inteli
gencia y sin razon; porque sólo por la razon y por la inteli
gencia , el hombre está en su naturaleza y en su realidad. Si,
pues, para vosotros tambien el hombre desprovisto de (oda
— 360 —
enseñanza y de toda tradicion, es un sér sin inteligencia y
sin razon, ¿cómo y por qué hariamos mal en sostener que
la inteligencia no se desarrolla , que la razon no se forma
sino con el auxilio de la enseñanza y de la tradicion? ¿No
es esa, en términos propios, vuestra misma doctrina, ó al
ménos la que acabais de exponer, la misma que nosotros
seguimos?
Más adelante el mismo autor semiracionalista ha dicho:
« La necesidad de la tradicion y de la enseñanza es ademas un
hecho natural que nada decide , pues que puede verse en él
solamente la condicion y no la causa del desarrollo de la in
teligencia. La sensacion tambien es una condicion de la ma
nifestacion de las ideas y de los principios, luz del espíritu. ¿Y por
eso se ha de concluir que la sensacion es la causa de las ideas
y de los principios de la razon?» Pues bien, tampoco nos
otros (lo repetimos otra vez), vemos en el hecho de la necesidad,
de la tradicion y de la enseñanza (que vosotros habeis llamado
con tanta exactitud un hecho natural) más que la condicion y
no la causa del desarrollo de la inteligencia. Para nosotros, la
causa del desarrollo de la inteligencia no está más que en la in
teligencia misma: no está más que en la sublime facultad del
entendimiento operante , por la cual la inteligencia se forma
ella misma las ideas, y por consiguiente de su desarrollo. No
establecemos el hecho natural de la necesidad de la enseñanza y
de la tradicion que revela al alma la existencia del mundo in
visible, sino como una condicion para que el entendimiento
operante pueda obrar y formarse las ideas de los objetos de
ese mismo mundo.
Vosotros mismos, ¿no reconoceis la sensacion como una con
dicion de la manifestacion de las ideas y de los principios, luz
del espíritu? Es verdad que esta última frase , que parece ha
beis retenido de la lectura de Locke , es incomprensible. Por
que , ¿quién podria comprender que la sensacion es la condi
cion DE LA MANIFESTACION DE LAS IDEAS Y DE LOS PRINCIPIOS, lUZ del
espíritu ?
— 361 —
O esa frase no tiene sentido, ó habeis querido decir por ella
que el entendimiento humano no puede formarse ninguna idea
del mundo material, á menos que los sentidos no le revelen
su existencia. Y si eso es así para con el mundo material, ¿por
qué no ha de ser lo mismo con respecto al mundo espiritual?
Porque seria un absurdo el decir, que como la revelacion del
mundo material por la sensacion es una condicion necesaria pa
ra formarse las ideas de los objetos materiales, del mismo
modo que la revelacion del mundo espiritual, por la instruc
cion doméstica , es una condicion necesaria para formarse las
ideas del mundo espiritual. Y si no es ofender á la razon,
humillarla y degradarla el admitir, como lo haceis, que la
razon no puede tener la manifestacion délas ideas y de los prin
cipios del mundo material sin las sensaciones , ¿cómo y por
qué seria ofender á la razon, humillarla y degradarla, el de
cir, como nosotros lo hacemos , que la razon no puede tener
la manifestacion de las ideas y de los principios del mundo espi
ritual sin instruccion? Habeis, pues, hecho muy mal en decir con
un tono tan concloyente y decisivo: La necesidad de la tradicion
y de la enseñanza es un hecho natural que nada decide. Se ve, por
el contrario, que ese hecho lo decide TODO de una manera
perentoría y sin réplica; porque si es un hecho natural que la
enseñanza y la tradicion son necesarias como condicion del
desarrollo de la inteligencia ; es decir, si está en la naturaleza
de la inteligencia el no poder desarrollarse sin la enseñanza y
la tradicion, es evidente que la tradicion y la enseñanza son
necesarias para la formacion de la razon , porque la razon no
es más que la inteligencia desarrollada ó que puede racioci
nar. He ahí, pues, admitida la verdad del tradicionalismo y
probada, de la manera más rigorosa y concluyeme, por el mis
mo racionalismo, y henos ahí con más derecho que él para
exclamar á nuestra vez: «¿Merecía acaso la pena de escribir
tanto y acriminar esos principios y esos métodos, para venir
en definitiva á parará ellos?» ¡Preciso es decir que vuestro de
seo de ser injusto con nosotros es demasiado grande, pues
— 362 —
que os obliga á poneros en tan manifiesta contradiccion con
vos mismo!
Dirigiéndose personalmente á nosotros, aunque sin nom
brarnos, el mismo autor ha dicho : «Reconociendo en el hom
bre el poder de formarse sus ideas y sus principios, ellos (los
tradicionalistas) le niegan la posibilidad de llegar por sí mis
mo á los conocimientos, es decir, á las verdades del órden
religioso y moral. Así el hombre tiene naturalmente ideas y
principios, pero no tiene naturalmente el poder de sacar de
los principios sus consecuencias necesarias. Por ejemplo, te
nemos naturalmente la idea de causa y de efecto, y ademas el
principio: no hay efecto sin causa, pero no tenemos natural
mente la facultad de aplicar al mundo el principio de causa
lidad y de deducir de él la existencia de Dios».
Esa objecion no está fundada más que en dos sofismas.
Supone, primero, que el hombre puede aplicar sus ideas y
sus principios á un órden cualquiera de cosas, ántes de cono
cer su existencia , lo cual es contrario al grande axioma de
Aristóteles, admitido por todas las escuelas y por el mismo se.
miracionalismo,
omnisque
ESTÁ FUNDADA
rationalis
EN UNque
CONOCIMIENTO
scientia
toda doctrina
in antecedente
QUE LAó PRECEDE:
toda
cognitione
ciencia
Omnisfundalur.
racional
doctrina

(Analys., Lib. i.)Es decir, que no se puede raciocinar sin prin


cipios, y que no pueden aplicarse los principios y el racioci
nio sino á un órden de cosas preliminarmente conocidas.
La objecion supone, en segundo lugar, que existen entre
el mundo material y el espiritual tantas semejanzas y relacio
nes, que todo hombre puede elevarse por sí mismo del co
nocimiento del primero de esos mundos al del otro : semejan
zas ó relaciones que, segun santo Tomás, no existen en
tre esos dos mundos. Luego, decir que el hombre puede
muy bien formarse por sí mismo las ideas y los principios, pe
ro que no puede llegar por sí mismo á las verdades del órden re
ligioso y moral, es decir en otros términos, que como el hom
bre no puede por sí mismo aplicar sus ideas y sus principios
— 363 —
al orden material ántesqueese orden le sea revelado por los
sentidos , así tambien , no puede aplicar sus ideas y sus prin
cipios al órden espiritual y moral, ántes de que ese orden le
sea revelado por la instruccion. Eso es, pues, evitar los dos
sofismas indicados: eso es ser lógicos.
Desde el instante en que el niño ha llegado al desarrollo, á
la perfeccion necesaria desus sentidos, para distinguir bien
los objetos exteriores, se forma las ideas y los principios y.
comienza á raciocinar sobre tales objetos. No es bajo el impe
rio del instinto, hemos dicho más arriba, como el bruto, sino
bajo el imperio de la idea, como opera el niño de tres años.
Operar bajo el imperio de la idea es raciocinar. En esa edad
el niño hace, pues, verdaderos razonamientos; tiene la razon,
y sin embargo, no se le considera sino como al hombre que
todavía no raciocina y que no tiene el uso de la razon. ¿Y por
qué? Porque en esa edad la revelacion doméstica, no habién
dole podido hacer conocer bastante distintamente los objetos
del mundo espiritual y moral, Dios, el alma, la virtud y el
vicio, para que pueda formarse idea de ellos y raciocinar, no
raciocina ni le es posible raciocinar de ¡as cosas de semejan
te mundo. Y como en el lenguaje humano , expresion fiel de
la filosofía de la naturaleza, raciocinar es particularmente dis
currir de ese mundo (lo cual ni hace ni puede hacer un niño
de tres años), se dice: «No raciocina, notiene uso de razon».
Tan cierto es que los dos mundos están separados, que son real
mente distintos; y que de que se raciocine bien con respecto á
las cosas del órden material no se sigue que se puede raciocinar
tambien con respecto á las cosas del órden espiritual y moral.
Esta distincion se halla admitida por el mismo semiracionalis-
mo. «La sociedad, dice el autor Delvalor, etc., puede formar el
niño para pensar y raciocinar, tomando las verdades que le
enseña únicamente en un órden particular de ideas, sin hablarle
de otras que no tienen con ellas (santo Tomás lo ha demostra
do) ninguna relacion inmediata. Así, seria posible que un indivi
duo hubiese aprendido á pensar y raciocinar, que tuviese una
— 364 —
razon formada hasta cierto grado (que es el caso del niño de
tres años á quien no se ha hecho conocer bastante el mundo
invisible) sin haber aprendido nada de la sociedad acerca de
Dios y de la verdad religiosa.
» La cuestion que nosotros promovemos es precisamente la
de saber si el hombre que vive de esa manera en el seno de
la sociedad, puede descubrir por sí mismo algunas verdades
morales ó religiosas que no le hayan sido enseñadas por la so
ciedad. Hé ahí, segun creemos , el verdadero estado de la cues
tion». (Pág. 341). No es posible espresarse en términos más
claros (1).
Pero eso es admitir la distincion de que se trata , es recono
cer que de que el hombre pueda raciocinar, es decir, sacar con
secuencias de sus principios, en un órden de cosas que conoce,
no se sigue que pueda raciocinar tambien en un órden de co
sas que no conoce. Pues bien , eso y no otra cosa es lo que nos
otros sostenemos. ¿En donde está, pues, aquí la contradiccion
de que se nos acusa de negar al hombre el poder de sacar de los
principios sus consecuencias necesarias, despues de haberle conce
dido la facultad de formarse los principios y las ideas?
El ejemplo que se alega para probar nuestra inconsecuen
cia, no se ha elegido más felizmente. Para nosotros, el hom
bre tiene naturalmente, es cierto, ó lo que es igual, el hombre
se forma por sí mismo, preliminarmenteá toda instruccion, por

(1) No tenemos necesidad de recordar aquí la contradiccion manifiesta en


que ese autor ha incurrido con la solucion que ha dado á esa cuestion que ha.
Lia establecido tan bien. Porque por una parte (empeñado ya en ella) ha creído
haber demostrado que áun en el caso de que la sociedad no hubiere enseñado
al hombre ninguna verdad moral y religiosa , podría descubrir por sí mismo
al menos las verdades más elementales; y por otra ha probado, y muy bien
probado, con el raciocinio y con la historia, que ese descubrimiento costaría
al hombre un trabajo infinito , y que le seria insuficiente. Lo que, en otros tér
minos, significa que en el caso supuesto, el hombre puede y no puede descu
brir alguna verdad moral y religiosa, áun la más elemental; porque no poder
descubrir verdades sino con un trabajo infinito y de una manera insuficiente,
es no poder descubrirlas de ningun modo; y, en verdad, que semejante descu
brimiento no lo es.
— 365 —
su entendimiento operante , la idea de la causa y del efecto; tie
ne además, por el mismo procedimiento, el principio de que no
hay efecto sin cacsa. Para nosotros tiene , en el orden material
que lees conocido por los sentidos, esa idea y ese principio
desde su infancia, como lo demuestra por todo lo que dice y
lo que hace , y saca de él las consecuencias necesarias. ¿Pero se
sigue de ahí que el hombre pueda aplicar esa idea y ese prin
cipio al mundo espiritual y moral (que se halla tan fuera del
alcance de los sentidos) ántes de que alguien le haya revelado
su existencia? Mientras que esa revelacion no tenga lugar pa
ra él , el hombre no tiene más que la idea de causa y efecto ma
teriales, no tiene el principio de que no hay causa sin efecto,
sino es en el orden puramente material. De consiguiente, ¿se
sigue que puede abarcar el universo en la inmensa concepcion
de un solo efecto, formarse la concepcion más inmensa toda
vía deque ese universo no tiene más que una sola causa, que
esa causa es espiritual, incorpórea, omnipotente, infinita, eter
na, que esa causa es Dios , y que puede elevarse al conoci
miento siempre más inmenso de la existencia de Dios?
Cuantas veces la filosofía antigua y moderna, aislándose de
las creencias y de las tradiciones universales de la humanidad, ha
pretendido explicar por la razon la causa, el origen del mun
do, no ha ido á parar más que á estos tres sistemas: el dua
lismo, ó el sistema de la materia tan eterna como el mismo
Dios; el panteísmo, y el atomismo (1).
Como el semiracionalismo acaba de reconocerlo, esos tres
grandes errores han cerrado siempre las tres grandes épocas de
laFilosofia. Pero los dos primeros de esos sistemas son el ateis
mo enmascarado, y el último, el ateismo sin máscara. Lejos,
pues , de que aplicando el principio de causalidad al mundo , los
filósofos que han dejado á un lado la enseñanza tradicional ha
yan deducido de él la existencia del Dios único, eterno é in-

(1) Esa doctrina la hemos expuesto en nuestras dos primeras Conferencias


sobre la creacion, que se encuentran en el segundo volumen de La razon filo
sófica.
— 366 —
corporal, no han deducido más que la existencia de un Dios
corporal, coeterno con la materia, de un Dios todo ó de un Dios
puramente nominal; en una palabra, no han deducido de él
realmente más que la no existencia de Dios. ¿Lo que la razon ais-
lada de los filósofos de todos los tiempos no ha podido jamáscon-
seguir, aunque iluminada por la tradicion de todos los pueblos
que creen en un Dios único, criador y señor del mundo, y aun
que enriquecida con todos los recursos de la ciencia, la razon,
tal como se la supone en la presente discusion , la razon sin
tradicion, sin enseñanza , sin ciencia, la razon sin ninguna idea
dela existencia de un mundo invisible, y de séres vivientes
sin cuerpo, lo podria conseguir acaso? ¡Es preciso ser semi-
racionalista para creerlo ; porque los doctores de esa secta
son los que, marchando con el apoyo del abuso de los términos,
de la vaguedad de las ideas, de la falta de principios, de la
ignorancia ó del olvido más completo da las sencillas reglas
de la lógica, lo confunden todo, no explican nada y tratan
las más altas é importantes cuestiones con una ligereza inau
dita!
Esa ligereza los seduce hasta el punto de desconocer esle
principio tan sencillo : Que una cosa es demostrar por la razon
una verdad conocida, y otra el descubrir por la razon una verdad
de que no se tiene la menor idea, y que ni aun se sospecha. Dios
es conocido por toda la humanidad. La prueba es, que toda
la humanidad le nombra y le invoca. Aun los que le niegan
consignan que es conocido. No se niega lo que no se conoce.
Que la razon, que conoce á Dios por la tradicion y por la Re
ligion , pueda , por argumentos sólidos , demostrar concluyen
tcmente su existencia y sus principales atributos, es incon
testable. Pero que la razon, tal como se la supone, fuera de
toda enseñanza y de toda tradicion : que la razon que no ha re
cibido de la sociedad la menor idea de Dios y del mundo es
piritual , á donde es preciso trasportarse para encontrarle,
pueda, con sólo aplicar al mundo material el principio de la
causalidad, conocer á Dios, eso es imposible , es absurdo. ¿Y
— 367 —
qué hacen los semiracionalistas? No distinguen los diversos
estados de la razon : atribuyen á la razon en todos sus estados,
un poder que no tiene sino en un cierto estado y en condi
ciones enteramente particulares. Y de que, aplicando el prin
cipio de causalidad al mundo, la razon tiene el poder de
probar de la manera más evidente y más cierta la existencia
de Dios que conoce, concluyen que puede, por la aplicacion
del mismo principio, descubrir tambien al Dios que no conoce
de ninguna manera. Esta es la causa de su error y de la
guerra insensata que hacen al tradicionalismo. Sí, insensata,
es la palabra que la conviene; porque ellos son los que han
dejado correr de su pluma estas dos palabras, que encierran
toda entera la historia de la razon humana : 1 .*, TODA RA
ZON ES ENSEÑADA; 2.a, EL HOMBRE, DESPROVISTO DE
TODA ENSEÑANZA Y DE TODA TRADICION, ES UN SÉR
FUERA DE LA NATURALEZA, ES UN SÉR QUIMÉRICO.
Todo el tradicionalismo se halla en estas dos palabras, y áun
no es más que esas dos palabras. Porque sostener, como lo
hace, que la fe en la enseñanza social precede naturalmente
á la razon : que la razon no raciocina de los objetos del mun
do espiritual y moral ántes de que ese mundo la sea enseña
do, y que la enseñanza y la tradicion son condiciones natura
les, necesarias, para que la razon sea la razon y el hombre
sea el hombre, es sostener, es repetir, ni más ni menos , que
toda razon es enseñada, y que el hombre, desprovisto de toda en
señanza y de toda tradicion , es un sér fuera de su naturaleza , un
sér quimérico. Hé ahí, pues, al semiracionalismo combatien
do, en la lucha que sostiene contra el tradicionalismo, una
doctrina cuyos principios profesa y cuya evidencia y verdad
reconoce y proclama. Nada más insensato. Pruebas de su in
consecuencia y de su locura, y testigos implacables de su in
justicia, son sus mismas palabras. Así que, á un tiempo mismo,
es un criminal condenado por su propia confesion y un ene
migo vencido con sus propias armas.
— 568 —

QUINTA ACUSACION.
LA REVELACION QUE LOS TRADICIONALISTAS ADMITEN COMO QUE NECESARIAMENTE
ftEBE PRECEDER Á LA RAZON Y QUE ELLOS LLAMAN NATURAL, NO ES, EN EL
FONDO, NI PUEDE SER MÁS QUE LA REVELACION SOBRENATURAL.
§ b.° Extraña tésis establecida por el semiracionalismo : « Que toda revelacion
no es más que la revelacion sobrenatural de la fe, y no puede ser creída sino
con una fe divina. Ignorancia de la Teología que manifiesta en esta demostra
cion. Prueba de la existencia de una revelacion puramente natural , creída
con una fe puramente humana.» El semiracionalismo profesando tambien esta
misma doctrina.
Quedaba en pié la acusacion contra la tradicion, de querer
anular los motivos de credibilidad y los preámbulos de la fe que
el semiracionalismo había formulado; pues bien, él mismo
acaba de reducirla á la nada por una especie de providencia
de no ha lugar. Porque con el mal humor con que un deudor
se confiesa responsable á su acreedor, acaba de anunciar
que, á consecuencia de una larga discusion, se ha efectuado un
gran cambio en el seno de la escuela Iradicionalista, y que ha re
negado de casi todas las doctrinas contrarias á una sana teología.
Aun ha llevado su generosidad hasta el punto de reconocer
que abrumados con el peso de la autoridad de los más gran
des teólogos, que ha opuesto á los tradicionalistas, estos últi
mos han sacado al fin partido de la necesidad (que jamás han
sostenido) de ÜNA REVELACION SOBRENATURAL Y DE LA
FE para que el hombre llegue al conocimiento de la existencia de
Dios y de otras muchas verdades del órden religioso y moral.
t Segun las últimas explicaciones , añade , esa revelacion y
esa tradicion que los tradicionalistas defienden, serian pura
mente naturales. Ha sido preciso venir á parar ahí, cuando
la viva polémica de los adversarios ( que nada ha influido ) ha
colocado al tradicionalismo en la alternativa de una oposi
cion formal (ya se ha visto que eso no es más que poesía) á una
doctrina constante en Teología ó de la modificacion de sus
principios (que siempre han sido los mismos)» .
Mas no queriendo renunciar á su costumbre de ridiculizar,
— 369 -
para satisfacer su instinto de calumniar, al mismo tiempo
que reconoce que, en verdad, la revelacion que los tradicio-
nalistas invocan, como que debe preceder á la razon, no es
más que una revelacion natural, les niega el derecho de in
vocar esa revelacion natural. Porque hé ahí en qué términos
continua esa insolente diatriba: «La situación de los tradicio-
nalistas ha llegado á hacerse más crítica y peligrosa. Una
tradicion natural de las verdades fundamentales del orden re
ligioso y moral , supone en el nuevo sistema una revelacion
natural de esas mismas verdades. ¿Pero qué es una revela
cion natural?» Y en seguida trata de demostrar que no hay
revelacion natural en la que pueda creerse con una fe na
tural : que no hay más que una sola revelacion, la teológica,
que pertenece á un orden sobrenatural y gratuito en la que
se cree con una fe divina, de que la Iglesia es depositaria. Y
de ahí concluye una de dos cosas , ó que el tradicionalismo,
fundándose en el principio de una revelacion y de una fe na
turales, no se apoya en nada , ó que hace de la revelacion di
vina , sobrenatural y gratuita, la base de la razon natural , lo
cual es absurdo.
No nos encontramos con el ánimo suficiente para refutar
en detalle esa larga y extraña demostracion , que no demues
tra otra cosa que la intencion decidida de trabar disputa, por
todos los medios posibles, con los verdaderos católicos, un
grande deseo de tener razon en lo que se hace mal, y una
ciega obstinacion contra una verdad evidente, contra todas
las nociones recibidas, contra todos los principios de la cien
cia, contra el hecho más universal, más constante, el más
luminoso de la humanidad. Nos es muy penoso, particular
mente por el apreciable escritor que se ha hecho órgano de
ella, el someter esa supuesta demostracion al escalpelo im
placable de la lógica para poner de relieve la falsedad de
las definiciones ( 1 ), la vaguedad de las ideas . lo arbitrario
(t) La revelacion divina se define generalmente la accion exterior de Dios
<S la accion extrinseca en Dios , por la cual manifiesta Dios á las criaturas inte.
— 370 —
de las suposiciones, el abuso de los principios, lo absurdo de,
las consecuencias , el lujo , en fin , de las contradicciones y de
los sofismas que encierra. Un escolar se avergonzada de au
torizarla con su nombre, y sin embargo, lleva un nombre res
petable. Eso parece increible. No se puede reconocer en él
al sabio que despues ha escrito tantas páginas elocuentes,
tan ricas en el fondo, como bellas en la forma, en las que
verdadera y victoriosamente ha demostrado la necesidad de
la revelacion, y en las que, con la poderosa mano del teólogo,
ba demolido él mismo, como vamos á ver, lo que habia cons-

ligentes lo que tiene en su espíritu. Actio Dei externa, sive Deo extrínseca,
qua denuntiat creaturis inteltectivis ca quoe habet in mente. Es evidente que la
palabras exterior y exlrinseca de esla definicion, no tienen más que un senti
do subjetivo refiriéndose á Dios, que revela, y no en un sentido objetivo re
firiéndose á la criatura, que recibe la revelacion. Esas palabras no están em
pleadas en ella más que para indicar , que la revelacion no es una de las accio
nes ad inlra, sino una de las acciones ad extra de la naturaleza divina; pero
no significan del todo que la revelacion divina es una manifestacion esencial
mente exterior y sensible con relacion al hombre, que es su objeto. Deus, ob
serva Antoine (De Fide, Sec. n), proprié revelat et loquitur, non solum cumper
se, vel per angelum aut hominem, vocibus humanis aut signis ulitur ad ma
nifestando™ aliquam veritatem, sed etiam cum per se, mysterii alicujus cog.
nüionem imprimit mentí propheta. De suerte, que pomo tener nada de exterior
y de sensible esa impresion inmediata del conocimiento de un misterio que Dios
hace al espíritu dsl profeta, lo mismo que todas las manifestaciones que Dios
hace directamente al espíritu de los santos, sin hacer sentir nada á su oido, no
por eso dejan de ser unas revelaciones verdaderas, que el profeta y los santos
pueden creer con una fe divina. Esas son las nociones elementales de la Teolo-
logía. Pues bien : el autor de la demostracion de que se trata, habiendo en
contrado las palabras exlerna y extrinseca en la definicion de la revelacion, las
ha tomado en el sentido objetivo, como si se refiriesen al hombre; y sin aper
cibirse de su error, ha dicho y repelido muchas veces, que toda revelacion
divina, á excepcion de la revelacion de la razón , no es más que una manifes
tacion que Dios hace en lo exterior del hombre por signos sensibles del cono
cimiento de una verdad divina, que llega al hombre sensiblemente de afuera.
Esa es quizá una distraccion, pero una distraccion muy extraña en un teólogo.
Todas las definiciones de que abunda esa argumentacion , tienen la misma
exactitud, la mism precision, la misma fuerza y la misma verdad, así como
las aplicaciones que de ellas se han hecho, y las consecuencias que se han
deducido. Esto, hasta cierto punto, justifica lo que dicen malas lenguas,
de que enseñar una ciencia no siempre es señal segura de que se conozca
- 371 —
truido contra la tradicion con la débil mano del sofista. No
haremos , pues , sobre esa demostracion más que las obser
vaciones
En todos
estrictamente
los tratadosnecesarias
de la fe, los
enteólogos
interes de
comienzan
nuestra causa.
siem

pre por definir la revelacion :-t Una accion por la cual todo sér
inteligente manifiesta á otro sér inteligente los actos interio
res de su espíritu y de su voluntad. Revelatio est actioqua ens
intellectivum actus suos internos mentís et vohmtatis manifestat
alteri enti intelligenti > . Y sólo despues de haber sentado ó es
tablecido esa definicion de la revelacion en general, llegan á
la definicion particular de la revelacion divina que acabamos
de leer. Para los teologos, ademas de la revelacion divina,
hay revelaciones angélicas ó humanas, y no es abusar de la
palabra, sino hablar el lenguaje admitido en las escuelas, el
llamar revelacion á toda manifestacion de sus actos interiores,
que un entendimiento hace á otro entendimiento, que todo
hombre hace á otro hombre. ¿Por qué, pues, los tradiciona-
listas harian mal en admitir lo que todos los teólogos admiten,
una revelacion natural y humana, distinta de la revelacion
sobrenatural y divina? ¿Por qué harian mal en llamar revela
cion á las manifestaciones de sus pensamientos y de sus vo
luntades que los padres hacen á sus hijos? ¿Por qué, en fin,
obrarian mal en decir que el niño sólo aprende por la revela
cion doméstica el lenguaje y las nociones del mundo espiri
tual é invisible? Es, pues, falso que no hay otra revelacion
que la teológica, divina, sagrada, bíblica, eclesiástica. Es
falso que la revelacion doméstica tenga íntimo enlace con esa re
velacion esencialmente sobrenatural , y que los tradicionalistas,
al decir que la razon no se forma en parte, sino por la reve
lacion, admiten la necesidad de la revelacion sobrenatural y
divina para la formacion de la razon , como asimismo la im
posibilidad de tener la menor nocion de Dios de otro modo
que por una luz sobrenatural. Y, por consiguiente, es falso,
finalmente, que el tradicionalismo haya, como se le censu
ra , establecido la prioridad lógica de la fe sobrenatural , con
— .372 —
respecto á la razon natural, é infundado tambien el cargo de
que absorbe é identifica uno en otro el órden sobrenatural con el
orden natural, la fe y la razon, la Filosofía y la Teología. Esas
consecuencias de la doctrina tradicionatista no existen más
que en el cerebro de los semiracionalistas, que la combalen
sin querer conocerla. Jamás han lanzado imputaciones más
gratuitas y más necias contra sus adversarios.
El autor que nos atribuye semejantes extravagancias ha
repetido mil veces en todas sus obras, y continua siempre re
pitiendo, que las ideas que Dios da directamente al alma hu
mana creándola, y que forman el fondo de la razon, son
una verdadera REVELACION, pero natural. Sólo por esa teoria,
tomada de Malebranche, y que es la base del iluminismo,
del protestantismo y del fanatismo, admite que el alma reci
be directamente de Dios las ideas; y el tradicionalismo, si
guiendo á santo Tomás, admite, lo que es más razonable, más
seguro y más conforme á la dignidad del alma ,.que esta, en
su creacion , no recibe de Dios más que el poder de formarse
las ideas y no las ideas ellas mismas: que como el alma no co-
rtoce el mundo corporal sino por la revelacion de los senti
dos, así tambien no conoce el mundo espiritual sino por la
revelacion de la enseñanza; y que, á consecuencia de esa do
ble revelacion , se forma las ideas de los objetos de esos
mundos. Así es, que el autor que refutamos admite tambien
que la razon se forma por una verdadera revelacion, pero na
tural. ¿Por qué, pues, ha de ser permitido á ese autor el
hacer uso de las palabras revelacion vatural al explicar una
teoria fantástica y no se ha de permitir á los tradicionalistas
el usar las mismas palabras al explicar una teoria fundada
sobre la verdad de los hechos?
Es verdad que el autor parece haber retractado esa expre
sion : « Es muy sensible, nos dice, que materias tan importan
tes hayan sido embrolladas en nuestros dias de una manera
tan confusa (pero eso no es por ignorancia del semiraciona-
lismo, sino por malicia). Nosotros mismos nos hemos servido
— 3/5 —
algunas veces (siempre , querreis decir) de la palabra revelacion
natural, interior y exterior á la vez, para explicar el origen del
pensamiento y de la palabra. Estudios más profundos han pro
ducido en nuestra opinion las modificaciones que contiene esta
obra» . Pues bien , la misma obra en que se encuentra ese cor
rectivo manifiesta todo lo contrario. Hé aquí lo que se dice
con todas sus letras y con el tono más afirmativo y concluyen^
te: « No hay más revelacion natural que la razon misma. Pero
no se la puede llamar revelacion más que de una manera im
propia, y por una especie de abuso del lenguaje, que es pre
ciso evitar cuidadosamente en el dia. Esa revelacion interior de
la razon es precisamente lo que los tradicionalistas niegan
(y tienen razon, porque es el iluminismo), para sustituirla con
una revelacion positiva que se reduce á nada». Y despues en
tona el himno de la victoria en estos términos: «Obien esa re
velacion es la revelacion sobrenatural, y entonces todas las
consecuencias, todos los inconvenientes, todos los peligros
del tradicionalismo absoluto se renuevan , yes palpable la in
compatibilidad de semejante sistema con las doctrinas de la
Teología, ó esa revelacion es la razon misma, y entonces el tra
dicionalismo se confiesa vencido , pues que sólo se ha arma
do para despreciar y combatir esa razon, que triunfa de sus va
nos ataques. Ponerse en oposicion con la teología católica, ó
no decir ni más ni ménos que sus adversarios católicos, tal es
la alternativa que resta á los tradicionalistas moderados» .
Se ve, pues, que, para ese autor, la razon es siempre una
revelacion natural , y áun cuando dice que por un abuso del len
guaje se ha dado á la razon ese titulo glorioso, no por eso deja
de persistir en que no hay más revelacion natural que la razon,
y en veinte lugares de su obra repite la misma expresion:
ese es todo su sistema sobre el origen de las ideas. Así , la
obra no demuestra de modo alguno que estudios más profundos
bayan producido la menor modificacion en su opinion.
Excepto ese sí y no en la misma obra y en la misma frase»
que nos complacemos en atribuir á falta de memoria, el pa
— 374 —
saje que se acaba de leer no se apoya más que en un sofis
ma. El autor supone verdadero en él lo que no lo es , y que él
mismo ha afirmado que es falso; supone verdadero que la re
velacion exterior no es más que la revelacion sobrenatural ó teo-
lógica, y que no hay otra revelacion natural que la de la ra
zon, cuando entre la revelacion sobrenatural teológica, que
es una verdad cuyo depósito guarda la Iglesia , y la revelacion
natural de la razon, que es un error que la Iglesia ha conde
nado en las obras de Malebranche, hay una revelacion natu
ral, humana, que forma la herencia ó patrimonio de la huma
nidad. Tal es la manifestacion de la existencia del mundo de
los espíritus y de los deberes que toda madre hace á su hijo,
y que es una revelacion verdadera, pero natural. Y es así, pri
mero, porque tiene lugar áun entre pueblos extraños á la re
velacion positiva y sobrenatural del Cristianismo; y segundo,
porque ayuda al desarrollo de la razon y á colocarla en sus
condiciones naturales.
Ademas, esa revelacion natural ha sido tambien admitida
como existente en todas partes, por el mismo autor, que más
arriba la ha negado con un tono tan decisivo. « En esa inda
gacion, ha dicho, no puede tratarse del hombre aislado de la
sociedad , desprovisto de toda enseñanza y de toda tradicion.
El hombre así despojado, seria un sér fuera de la naturaleza,
un sér quimérico» . Luego, para nuestro adversario, fuera dela
enseñanza y de las tradiciones del Cristianismo, que no se en
cuentran sino en las sociedades cristianas, todo hombre recibe
en todas las sociedades una enseñanza y tradiciones; es decir,
una verdadera revelacion que de ellas hace el hombre, en su
naturaleza y en su realidad , el hombre natural. He ahí, pues,
que nuestro adversario admite tambien el hecho de una re
velacion , y que se confiesa vencido, puesto que no se ha armado
más que para despreciar y combatir esa revelacion que triunfa de
sus vanos ataques.
Tampoco la condicion de los Iradicionalistas moderados es
tan desgraciada como se quiere hacer creer. No se hallan de
— 375 —
ningun modo en la alternativa , ó de ponerse en oposicion con la
teología católica , ó de no decir ni más ni ménos que sus adversa
rios católicos. Por una parte , no dicen lo que sus adversarios ca
tólicos repiten con tanta ligereza, que larazon es una revelacion
natural; y por otra, no colocan enla revelacion sobrenatural el
origen de la razon. Les queda, pues, una tercera cosa que decir,
y que hasta sus mismos adversarios católicos se ven obligados á
admitir, y es, que, fuera de todo eso, existe en toda sociedad
humana una enseñanza y una tradicion, que ayudan á colo
car al hombreen su naturaleza, y que es una verdadera re
velacion natural.

f 6.° Prosecucion del mismo asunto. Refutacion de la afirmacion del semira-


cionalismo: «Que una revelacion puramente natural es una novedad». Hasta
padres no cristianos revelan á sus hijos el mundo espiritual, y esa revelaciont
por parte suya, es natural. La revelacion de la Religion sobrenatural, que
los padres cristianos hacen á sus hijos, no deja de ser al mismo tiempo
una revelacion natural. El semiracionalismo reconoce tambien en los tér
minos más explícitos la misma teoría. Nueva injusticia de su parte de
imputar siempre á los tradicionalístas supuestos errores, que, segun su pro
pia confesion, no sostienen.

«Una revelacion natural, ha dicho el mismo critico, es una


NOVEDAD» . Y, sin embargo, él es tambien quien ha dicho: «El
hombre ha poseido una religion pura y divina, en el hecho
mismo de su creacion. No ha estado, pues, un solo instante
sin luz y sin ley: no ha tenido que buscar, encontrar ni fundar,
una religion natural. Más tarde, las verdades naturales, olvidadas
ó alteradas por los hombres, han sido restablecidas y promul
gadas por una revelacion positiva » . He ahí , pues , á ese mismo
critico distinguiendo tambien, en términos explícitos, la re
velacion natural de la revelacion positiva, para admitir una
y otra como existentes desde la más alia antigüedad. ¿Cómo,
pues,
una NOVEDAD?
la revelacion natural de los tradicionalístas puede ser

Ademas, todos los teólogos ¿no distinguen los tres diferen


tes estados de la verdadera Religion en ley de naturaleza, en
— 576 —
ley escrita y ley evangélica"? ¿No llaman constantemente á la Re
ligion, en el primero de esos estados, religion natural y re
velacion natural? ¿Por qué, pues, esas palabras, consagradas
por el uso de todos los teólogos, ai pasar por los labios de
los tradicionalistas han de llegar a ser una novedad escanda
losa, contraria á la enseñanza de la Teología?
Es cierto que bajo los nombres ley natural y religion natu
ral los teólogos se proponen hablar tambien de la revelacion,
sobrenatural, divina, gratuita, que Dios hizo directamente al
primer hombre: revelacion que, por el lenguaje de la tradi
cion, se ha esparcido y establecido en el mundo, y que más
tarde, habiendo sido corrompida y alterada por los hombres,
no ha conservado su pureza é integridad sino por las reve
laciones positivas, cuyo depósito, ántesde la venida del Mesías,
fué confiado á los patriarcas y á la Sinagoga, y despues de la
venida del Mesías á la Iglesia.
Es cierto tambien , que áun despues de las profundas alte
raciones, ó mas bien diminuciones, como se expresa el Profe
ta : Diminuta sunl veritates a filiis hominum (Psal.), que ha pa
decido en las diferentes naciones, ha permanecido siempre y
por todas partes la misma , al ménos en cuanto á sus artículos
fundamentales , como el patrimonio inajenable de la humani
dad. Por manera, que no ha habido jamás en ninguna parte
sociedad, ni áun familia, que por medio del lenguaje y la en
señanza no hayan podido trasmitir á todo individuo criado y
educado en ella , las nociones de un Dios criador y árbitro del
hombre, de la espiritualidad del alma , de la vidá futura y de
una ley divina, como regla de las acciones humanas. Pero
siempre resulla que entre los pueblos en que esa revelacion
no ha sido ó no es trasmitida sino fuera de la accion divina de
la Sinagoga ó de la Iglesia , no ha tenido ni tiene ya sus ca
racteres divinos de integridad, de uniformidad, de verdad y de
certidumbre, que tuvo a! principio, y que ha conservado y
conserva siempre en las sociedades religiosas, en las que Dios
ha establecido su depósito y el encargo de enseñarla al resto
— 37: —
de los hombres. Siempre resulta que, entre esos pueblos, no
se encuentra ya más que en el estado de tradicion y de ense
ñanza humana. Preciosos reflejos, augustos restos de la re
velacion divina, sobrenatural, que Dios hizo, desde su origen,
al género humano, las verdades fundamentales del orden re
ligioso, que la tradicion ha trasmitido á esos pueblos, no son ya
la revelacion divina, sobrenatural, teológica, así como los pá
lidos crespúsculos de la noche no son la luz del dia; ni las
ruinas de un palacio, el edificio mismo.
Esas verdades son insuficientes por sí solas para la salva
cion del hombre, á causa de los errores con que con harta
frecuencia suelen hallarse mezcladas; pero son suficientes pa
ra revelar al hombre la existencia del mundo espiritual, para
ayudarle á formarse las ideas de él y completar su razon. Y
ellas son las que todo hombre encuentra en la sociedad en que
nace , ellas son las que la enseñanza doméstica le trasmite,
ellas, en fin, las que el tradicionalismo llama revelacion natu
ral, tradicion humana.
Para desarrollar su razon natural, lo único que el hombre
necesita es que álguien le revele la existencia del mundo
espiritual, al mismo tiempo que los sentidos le revelan la exis
tencia del mundo corporal. Y como toda madre que racio
cina, ó toda madre cuya razon se ha formado en la socie
dad , aun cuando no sea cristiana, conoce el mundo espiri
tual, y ella, ó su marido, ó un maestro, se lo revela á su
hijo , decimos que la razon del hombre se forma tambien por
una revelacion natural. ¿Hay cosa más sencilla, más racional
y más verdadera?
En el ciego furor de atacarnos, no se ve, ó se aparenta no
ver, dos hechos, cuya evidente relacion salta á la vista de
quien reílexione desapasionadamente: 1 .°, que una sociedad
de hombres que no tenga ninguna nocion del mundo espiritual
y moral, no podria existir tres dias, y ni áun seria posible com
prenderla ; 2.°, que el hombre sin ninguna nocion del mismo
mundo, y por consiguiente, sin" tener ninguna idea de las
— 378 —
cosas espirituales y morales, no tendria la razonen acto ola
razon desarrollada y completa, y entonces ni áun seri,a hom
bre; y en prueba de ello, el hombre á quien todo se le per
dona y en quien nada es un crimen, es precisamente el hom
bre que no tiene todavía las nociones del mundo de los es
píritus y de los deberes, y del que, por consiguiente, se dice:
«No tiene uso de razou ». El conocimiento del mundo espi
ritual es, pues, muy natural en el hombre, lo mismo que en
la sociedad ; porque nada hay más natural en el ser que lo
que le es absolutamente necesario para que sea lo que debe
naturalmente ser.
El estado de pura naturaleza es posible. Al criar al hombre,
Dios no estaba obligado á destinarlo al orden sobrenatural
de la gracia y de la gloria. Pero áun en el estado de pura na
turaleza , Dios debia revelarse al hombre, y revelarle tam
bien que tenia una alma espiritual y libre; debia ademas re
velarle ciertos deberes que sirviesen de regla á esa libertad.
Habiéndole criado sér inteligente y libre, Dios debia hacerle
conocer todo loque tenia necesidad de saber para el desar
rollo de su inteligencia y regla de sus acciones.
Es por accidente (per accidens) el que habiendo querido
Dios, por su bondad , destinar al hombre al orden sobrenatu
ral de la graciay de la gloria, al criarle, le reveló al mismo
tiempo el mundo espiritual y moral del orden puramente na
tural , y el mundo espiritual y moral del orden sobrenatural.
Y tambien por accidente, los padres y los maestros cristia
nos revelan al hombre niño el mundo espiritual y moral de
ese doble orden. Pero de que formados en la escuela de la
Iglesia, y en cierto modo primeros ministros de ella, los pa
dres y los maestros cristianos revelen al niño todo lo que
debe saber para ser él tambien cristiano, no se sigue que no
le revelen ademas lo que debe saber para ser hombre. Esa
revelacion , por serlo de los dogmas augustos y de los gran
des deberes del Cristianismo , no deja de ser la revelacion
de los primeros dogmas y de los primeros deberes de la na
— 379 —
tura'eza humana. Esa revelacion, por comprender todo lo que
ilumina la fe, no comprende menos todo lo que forma la ra
zon; y bajo este concepto, por ser sobrenatural, no deja de ser
rigorosamente natural al mismo tiempo.
El autor de que nos ocupamos en este momento ha dicho
tambien : «Suponemos la razon en las condiciones naturales de
su desarrollo. Ese desarrollo puede ser más ó ménos completo.
Las ideas, los principios pueden ser más ó ménos confu
sos, oscuros y encubiertos. Del salvaje al hombre civiliza
do, la distancia es muy grande. En el seno mismo de la ci
vilizacion, no lo es ménos del niño al hombre formado,
del hombre ignorante al hombre instruido , del pastor al
filósofo. Hay una diferencia inmensa entre hombres que han
encontrado al derredor de su cuna una tradicion pura, una
Religion santa, una enseñanza digna de Dios, digna del hom
bre , y los que no han recibido más que doctrinas groseras,
erróneas, degradantes. ¿Quién podria comparar la suerte
del niño cristiano con la del infortunado envuelto desde el
instante de su nacimiento en los errores del politeismo y de
las más vergonzosas supersticiones?» Pues bien , ¿qué signi
fica eso sino que las condiciones naturales del desarrollo más ó
ménos completo de la razon dependen de las tradiciones que
el hombre encuentra en derredor de su cuna, y de las revela
ciones de luz ó de tinieblas en que se encuentra envuelto desde el
momento de nacer? ¿Qué significa eso , sino que la revelacion
que todo hombre recibe de los autores de susdias, bien se
halle unida á la revelacion sobrenatural , como sucede en las
familias cristianas , ó separada de ella, como en las familias
infieles, es ante todo y siempre una revelacion naturaj , pues
que forma siempre el hombre natural, forme ó no al hombre
cristiano? ¿Qué significa eso sino que esas dos especies de
revelaciones son cosas muy distintas entre sí, pues que si al
guna vez la una se da conjuntamente con la otra , lo más fre
cuente es que la una se dé sin la otra , y que independien
temente de la revelacion sobrenatural, divina, teológica que
— 380 —
por la enseñanza doméstica se trasmite y perpetua en toda
sociedad cristiana , existe una revelacion natural, humana, y
casi diríamos filosófica , que por el mismo medio se trasmite y
perpetua en toda la humanidad? Negar eso es negar la his
toria del género humano. No podemos, pues, comprender
ni explicarnos cómo hombres sensatos, de talento y saber,
han podido decir que toda revelacion es esencialmente sobre
natural
labras son
y divina
una novedad
, que noenhay
la revelacion
ciencia y natural,
no estány apoyadas
que esaspa-
en

nada .
Pero hé aquí algo más explícito. Más adelante, el mismo au
tor ha dicho : «Ya comprendeis que cuando hablamos de creen
cias y de autoridad, no podemos designar por esas palabras,
en el punto á que hemos llegado , más que una creencia y una
autoridad humanas; la fe teológica y católica, la autoridad di
vina dela Iglesia, quedan fuera de los hechos que queremos
estudiar hoy dia » . Así , para nuestro adversario , puede exis
tir una tradicion, y por lo mismo, una revelacion fuera de la
fe teológica y católica , fuera de la autoridad divina de la Iglesia,
sin derecho más que á una creencia humana. ¿Cómo, pues,
seria imposible al tradicionalismo admitir una tradicion , una re
velacion á ménos que no sea la revelacion teológica, sobrenatural r
proveniente de la autoridad divina de la Iglesia?
El sabio semiracionalista añade ademas : « Una revelacion
exterior y sobrenatural ha existido sin duda desde el orígen
del hombre, y su luz, más ó ménos oscurecida, se encuentra
en la tradicion humana. No seremos nosotros los que neguemos
esa verdad capital». Hé ahí, pues, al semiracionalismo ad
mitiendo en términos bien claros una tradicion humana y una
revelacion natural, resultando de los restos de la tradicion y
de la revelacion sobrenatural, y por consiguiente, muy dis
tinta de esa tradicion y de esa revelacion sobrenatural ; es
decir, admitiendo él mismo lo que, segun él, seria para nos
otros una imposibilidad y un crimen el admitir. Cuando se
quiere refular un sistema , es preciso tener al ménos memo
— 381 —
ría de lo que se ha dicho en sa favor para no encontrarse
en contradiccion consigo mismo. Por lo demás, como ha de
bido observarse hasta aquí y se observará todavía en lo su
cesivo , una de las cosas más singulares en la presente discu
sion es el ver al semiracionalismo no poder dar un paso sin
encontrarse frente á frente con la tradicion , sin ser subyu
gado por su luz y obligado á rendirla homenage, y confesarla,
áun presentándose delante de ella para combatirla.
En el mismo lugar nuestro adversario continua : « Todas
las ideas nacen en el niño de la accion de los objetos , de su
relacion inmediata con ellos, de su atencion dirigida sobre
ellos por su propia actividad y por los cuidados de los que le
educan». Esa es toda la doctrina del tradicionalismo reasu
mida exactamente en algunas palabras; porque, segun nos
otros, la actividad propia al espíritu humano no está más que
en la facultad del entendimiento operante , por la cual se forma
las ideas de los seres corporales , cuyas fantasmas le presen
tan los sentidos, y las ideas de los seres espirituales y mora
les, cuya existencia y particulares le son revelados por los
cuidados de los que le educan; sólo que esta doctrina del tra
dicionalismo se comprende bien , porque es muy exacta y
muy clara , .mientras que la doctrina encerrada en las líneas
que se acaban de leer , es vaga , oscura y fuera del sentido
que nosotros la damos : no tiene sentido , y no se comprende.
Pero lo que no tiene precio en esas líneas es la frase : y por
los cuidados de los que le educan ; porque decir que una parte
de las ideas nacen en el niño por los cuidados de los que le
educan , ¿no es admitir que el niño debe una parte de sus ideas
í LA ENSEÑANZA Y Á LA TRADICION DE LOS QUE LE EDUCAN? Y pues
que por esa enseñanza y esa tradicion los que educan al niño
no hacen más que manifestarle sus pensamientos y sus volun
tades, hé ahí una verdadera revelacion. Ademas, puesto que
esa revelacion no es relativa más que á las ideas que nacen
en el niño , es decir , á las ideas primeras que forman su ra
zon ó la ponen en las condiciones naturales de su desarrollo, no
— 382 —
tiene tampoco nada de sobrenatural, nada de teológico ni de
divino, sino que es sólo una revelacion que ayuda á la razon
á colocarse en su estado natural , una revelacion natural. Hé
ahí, pues, á nuestro autor trasformado en tradicionalista, y
admitiendo , por una de las condiciones de la formacion de la
razon natural, esa revelacion natural, de que se muestra tan
escandalizado y tan asustado, cuando es formulada por los
tradicionalistas.
Dejándose llevar de toda la cólera de su desconsolado celo,
el mismo autor nos ha dirigido tambien este violento cargo :
«La revelacion natural no se apoya pues en nada; y sólo por
introducir una opinion que no está justificada, que es falsa,
los tradicionalistas trastornan y embrollan el lenguaje y las
nociones teológicas , áun á riesgo de introducir el caos en la
ciencia y en el pensamiento» . Se acaba de ver que la revelacion
natural se apoya, por el contrario , en algo, y que ese algo es
muy real, muy sólido; porque es un hecho, y el hecho más
constante y más universal de la humanidad. No somos, pues,
nosotros los que introducimos una opinion que no está justifi
cada, una opinion falsa; sino el semiracionalismo, que, con un
encarnizamiento no justificado ataca y combate una opinion
verdadera. No somos nosotros los que trastornamos y embro
llamos el lenguaje y las nociones teológicas, sino el semiracio
nalismo, que, verdadero semipelagianismo de la Filosofía,
abusa descaradamente delas nociones teológicas, que com
prende muy poco, y del lenguaje filosófico, que no comprende
de modo alguno, y que verdaderamente ha introducido el
cáos en la Teología y en la Filosofía. Séanos, pues, permi
tido , parodiándole , el decirle á nuestra vez : «Las pruebas
del semiracionalismo giran todas sobre una equivocacion.
Basta distinguir los diversos sentidos de las proposiciones que
presenta como pruebas, para quitarlas toda fuerza. Penetrad
en el fondo de las especulaciones de la escuela semiraciona-
lista , y no encontraréis en él más que el grande hecho de la
tradicion y de la revelacion exterior , ayudando á formar la
— 383 —
razon, mal comprendidas y mal presentadas», lo cual es á
un mismo tiempo profundamente sensible y evidentemente
injusto.
Hé ahí, en fin , el mismo cargo formulado de otra manera
por el mismo crítico, y con una ligereza inexplicable por
parte de un sabio tan distinguido : « La revelacion que el tra
dicionalismo invoca y toma por punto de partida, es la reve
lacion teológica y sobrenatural , pues que ha tomado la pala
bra revelacion en su acepcion ordinaria, tal como se halla
recibida en las escuelas, sin distinguir una revelacion natu
ral de la revelacion sobrenatural. Esa diferencia ha sido hecha
más tarde. Estamos, pues, enla verdad histórica, atribuyéndo
les la doctrina que coloca en la revelacion sobrenatural el origen de
la razon* . Esa acusacion contra el tradicionalismo está al me
nos claramente formulada; mas afortunadamente no hay en
ella una sola palabra de verdad , una palabra que no sea una
calumnia. El tradicionalismo ha tomado la palabra revelacion
en su acepcion ordinaria , tal como se halla recibida en las escue
las; pero en la acepcion ordinaria de esa palabra, tal como se
halla admitida en las escuelas, toda manifestacion de sus pen
samientos y de sus voluntades que un ser inteligente hace
á otro ser inteligente, es una revelacion. Si en las escuelas de
los semiracionalistas la palabra revelacion uo significa más que
la revelacion teológica y sobrenatural , era preciso advertírselo
á todas las demás escuelas, y hacerlas conocer su error de
tomar esa palabra en un sentido más general y más extenso.
Y en todo caso los tradicionalistas no son reprensibles por
haber ignorado lo que todas las escuelas ignoran , excepto
las de los semiracionalistas. Luego de que los tradicionalistas
digan que la revelacion entra por algo en la formacion de la
razon, no se sigue de ningun modo que coloquen en larevela-
cion sobrenatural el origen de la razon.
« Pero más tarde han distinguido la revelacion natural de la
sobrenatural, i Aun cuando eso fuera cierto, no daria nin
gun derecho para formarles un cargo. ¿La Iglesia misma no
— 384 -
ha introducido bien tarde ciertas distinciones de palabras, es
decir, cuando se ha visto obligada á ello por el espíritu de
burla y por la mala fe de los herejes? Pero de que ella haya
adoptado más tarde nuevas palabras, ¿se sigue acaso que más
tarde haya alterado su doctrina? Si el tradicionalismo no ha
hecho hasta más tarde esa diferencia , es decir, hasta que el
serniracionalismo se ha atrevido á atribuirle la enorme extra
vagancia de colocar en la revelacion sobrenatural el origen de
la razon , no tendria nada de extraño , ni probaria tampoco
que haya mudado de principios ; pero el hecho es que esa
aseveracion es evidentemente falsa. Comenzando por Mr. do
Bonald, á quien tanto se ha combatido sobre ese punto , con
respecto al cual estaba en lo verdadero , todos los escritores
de la escuela de la tradicion , al hablar de la revelacion que
precede á la formacion de la razon , siempre y en todas sus
obras han empleado las expresiones : revelacion primitiva,
revelacion doméstica, revelacion social, revelacion univer
sal, que por el lenguaje y por la tradicion se ha esparcido por
el mundo y se ha establecido en toda la humanidad, reve
lacion tan necesaria y tan natural al hombre para raciocinar,
como necesaria le es la luz para ver.
Hace muchos años que Mr. de Bonnetty ha dicho : « Mon-
sieur F... puede hacer variar á sus lectores con una palabra
ambigua, diciendo que los tradicionalistas sostienen que el
hombre recibe toda nocion por revelacion. Los tradicionalistas
entienden por la palabra revelacion la enseñanza, que es una
revelacion natüral hecha por un medio natural, la palabra.
[Anales, etc. : tomo vn, serie ív, Pág. 109.) No es posible
ser más explícito.
Con semejantes expresiones, los autores tradicionalistas ¿no
han distinguido hace treinta años , y no distinguen todavía de
la manera más clara, más formal y más exacta la revelacion
natural de la sobrenatural? ¡Hé aquí cómo es cierto que esa di
ferencia no ha sido hecha por ellos hasta más tarde, para librarse
de su condenacion y ocultar su derrota! El serniracionalismo
— 385 —
no se fundó , pues , al decir : Nosotros estamos en la verdad his
tórica , atribuyendo á los tradicionalistas la doctrina que coloca
en la revelacion sobrenatural el origen de la razon. No , señores,
no estais en la verdad, sino en la mentira histórica, atribu
yéndonos esa doctrina, que ninguno de nosotros ha sostenido
jamás.
Nosotros podemos, por el contrario, decir que esa acusa
cion , por vuestra parte, no La sido imaginada hastamás tarde,
cuando os habeis convencido de que todas las demás no erau
serias y no conducian á nada ; porque muy recientemente se
ha presentado esa acusacion por primera vez. A nosotros nos
toca decir : Estamos, pues, en la verdad histórica atribuyendo á
vuestra enemistad la calumnia que nos atribuís.
Pero más tarde, segun quereis suponer, los tradicionalistas
han hecho, segun vosotros, su acto de contricion de haber
colocado en la revelacion sobrenatural el origen de la razon : han
admitido la distincion que pediais, y os han dado la razon y
confesado su falta. ¿Por qué, pues, no les habeis perdonado
su pecado? ¿por qué habeis hecho revivir ese pecado que,
segun vosotros, habria borrado la contricion? ¿por qué ha
beis escrito páginas tan numerosas y violentas para probar que
siempre colocan en la revelacion sobrenatural el origen dela ra
zon? ¿por qué os habeis afanado en presentar al público como
empedernidos en su falta , á pecadores que vosotros mismos
habeis divulgado que se habian convertido? ¿porqué no ha
beis obrado con la misma severidad con los racionalistas y los
incrédulos, que hasta ahora ni han hecho ninguna distincion,
ni han retractado nada? Ah! habeis acogido como muestras de
un arrepentimiento sincero sus gestos de respeto á la Reli
gion y los testimonios de reconciliacion y acuerdo con que se
han burlado de vuestra credulidad! Habeis querido hacerles
creer, renovando el inmenso júbilo que experimentan el cielo.y
los ángeles cuando los pecadores hacen penitencia de sus pecados
(san Lucas),, y, habeis invitado tambien á toda la Iglesia á re
gocijarse por una conversion que áun no se encuentra en.el
Vi
— 386 —
estado de germen , y cuyos frutos, desgraciadamente y segun
todas las apariencias, se harán aguardar todavía mucho tiem
po (1). Teneis, pues, dos pesos y dos medidas! Llenos de
dulzura para con los más grandes enemigos del Cristianismo,
sólo reservais vuestra amargura y vuestra cólera para vues
tros hermanos en la fe. Aunque os plazca el llamar celo á
semejante parcialidad, no es más que la injusticia más pal
pable, la más escandalosa, la más repugnante: la injusticia
de la censura antigua , que perdonaba á los cuervos, y per
seguía y condenaba á las palomas: Dat veniam corvis, vea ai
censura columbas.

SEXTA ACUSACION.
EL CONOZCA
TRADICIONALISMO
NINGUNA VERDAD
AFIRMA,RELIGIOSA
SIN PROBARLA,
Ó MORALLA SIN
IMPOSIBILIDAD
EL AUXILIO DE
DE QUE
LA INSTRUCCION
EL HOMBRE

T DE LA TRADICION.
| 7." Solemne mentís que .el semiracionalismo se ha dado á si mismo, con
respecto á lodo lo que ha dicho acerca de las supuestas fuerzas de la razon
para llegar por si sola a la verdad. Bella y triunfante demostracion que él
mismo ha dado tambien de la verdad de la tesis que impula como un crimen
al tradicionalismo el sostener.
Con argumentos sacados de la naturaleza y de la historia
del espíritu humano, que acabamos de exponer en los dife
rentes capítulos de esta obra , los tradicionalistas , siempre y
en todos sus escritos , han demostrado hasta la evidencia la
imposibilidad para el hombre que no ha recibido ninguna en
señanza, de adivinar la existencia y los objetos del mundo
espiritual y moral. Con la buena fe que lees propia, el semi
racionalismo no ha hecho caso alguno de esas demostracio
nes, y por medio del autor del Valor, etc. , prosigue diri
giéndonos el cargo de que afirmamos, pero no probamos, la im
potencia del entendimiento humano entregado á si mismo para
elevarse á verdad alguna tocante á Dios , la ley , el alma y su
destino.
(1) Dentro de algunos instantes nos convenceremos dé la verdad de esta
afirmacion.
— 387 —
Para rechazar esa acusacion podríamos contentarnos con
recordar estas palabras del mismo autor que se ha leido más
arriba: «El niño ordinario, privado de toda cultura social,
permanecerá indefectiblemente en un estado de pobreza in
telectual y de imperfeccion contrario á su destino. Esto lo han
hecho los tradicionalistas más y más evidente é incontesta
ble (1) : nos complacemos en hacerles esa justicia » . Pues si,
segun esa bella confesion, hemos verdaderamente hecho más y
más evidente ó incontestable la impotencia radical del espíritu ó
entendimiento humano aislado , no podria ser verdad que afir
mamos esa impotencia sin probarla. Para rechazar esa acusa
cion podríamos limitarnos á repetir aquí estas dos grandes
palabras del semiracionalismo : «Es un hecho incontestable
que toda razon es enseñada por la sociedad , y que el hombre
desprovisto de toda enseñanza y de toda tradicion es un sér
quimérico» . ¿Con qué derecho , pues , el semiracionalismo nos
acusa de no probar un hecho que él mismo reconoce como in
contestable , y cuya verdad proclama tan alto?
Pero el semiracionalismo nos suministra algo más explícito,
más formal, y que manifiesta más la injusticia del cargo que
nos dirige sobre este punto, porque él mismo ha dado la

(i) Lo cual no ha impedido al mismo autor el dirigir á los tradicionalistas


el siguiente cargo : «No han probado, y les señalamos esa omision, que la pri
mera nocion del niño sea una nocion recibida de jla sociedad. No han probado
tampoco que el niño, despues del primer ejercicio de la razon, pueda adquirir
nociones nuevas». Los que han leido los escritos de los tradicionalistas, y par
ticularmente nuestras obras, saben muy bien que los tradicionalistas no han
omitido ni olvidado, sino que han probado, que la primera nocion ó los pri
meros conocimientos de los objetos del mundo espiritual , y especialmente la
primera nocion de Dios , es una nocion recibida de la sociedad. Pero aun
cuando no hubiesen probado esa afirmacion, no dejaría de ser verdadera, pues
que su mismo adversario acaba de reconocerla y confesarla aqui de una manera
tan formal. En cuanto á la imposibilidad de que el niño, despues del primer
ejercicio de la razon, adquiera por si mismo nuevas nociones, los tradiciona
listas no han probado , es cierto, esa imposibilidad, por la sencilla razon de que
jamás bao afirmado semejante extravagancia. Hé ahí, pues , una contradiccion
é impertinencia gratuitas por parte del semiracionalismo contra los partidarios
del método tradicional.
— 388 —
demostracion más exacta y más completa de la verdad de la
doctrina que acusa á la tradicion de seguir sin probarla.
Vamos á asistir á un espectáculo muy curioso. Jamás se han
llevado más lejos los recursos de la imaginacion , la contra
diccion y la boberia por una parte , y la franqueza por la otra,
como lo ha hecho el semiracionalismo en este asunto. Oiga
mos á su órgano más elocuente.
Habia comenzado por repetir, en términos todavía mucho
más enfáticos, su ditirambo obligado sobre el poder delarazon,
á la que nada se ha dicho ni enseñado; nos habia presentado esa
razon como dotada de las ideas de lo infinito, de lo inmate
rial, de lo eterno, de lo perfecto, etc., ideas esenciales á su
naturaleza é inseparables de ella, y por lo tanto, nos habia
presentado la razon elevándose por sí sola , con su marcha as
cendente , á las primeras verdades del órdeu espiritual y mo
ral. Nos habia dicho que la razon ve desde luego en el mundo
un vasto conjunto de hechos enlazados unos con otros, depen
dientes unos de otros, conspirando á un mismo fin, forman
do un mismo orden y ofreciendo ála vista del observador prue
bas infinitas de poder, de inteligencia , de sabiduria y de bon
dad. Nos habia dicho que en presencia de ese magnífico es
pectáculo, la razon, obedeciendo á sus leyes, decide sin va
cilar : que la serie de los efectos y de las causas supone ne
cesariamente una causa primera , una causa universal , una
causa única que debe ser la potencia, la inteligencia, la sa
biduria, la verdad misma. Nos habia dicho que al pronunciar
esa grande conclusion, la razon llega al conocimiento de la
existencia y de los atributos de Dios , y que queriendo forta
lecer su conviccion y penetrar más adelante en ese conoci
miento de Dios , no tiene más que considerar la idea de la per
feccion que lleva en sí misma, porque encontrará que esa idea
la representa lo infinito de todas maneras , lo infinito absoluta
mente infinito, y que esa infinidad la descubre en Dios un abismo
de Nos
perfecciones.
habia hecho
(Textual.)
saber además, que la razon sola á quenada
— 389 —
se ha revelado , despues de haber conocido á Dios y adorado
su infmita perfeccion, vuelta en sí misma, sondea su concien
cia y encuentra en ella el sentimiento profundo de la libertad r
y al mismo tiempo la idea de una ley que regla su uso: que
entonces lo justo y el bien se imponen á la conciencia con la
misma autoridad que las verdades necesariasá la razón misma.
Nos habia asegurado, en fin, que siempre la razon sin tra
dicion, despues de haber encontrado su ley, descubre el des
lino del hombre con la misma evidencia. Verdad es que, para
el mismo autor, sólo á consecuencia de un estudio profundo del
alma, la razon reconoce en el alma un principio de unidad y
de simplicidad no sujeto á descomposicion é imperecedero
por su naturaleza , una inclinacion invencible que la conduce
á asociarse la virtud con la felicidad ; lo que la impone la con
viccion de una vida futura, en la que el vicio recibirá su cas
tigo y la virtud su recompensa. Pero siempre, sólo algunos
principios evidentes, algunas observaciones indispensables,
bastan á la razon para que se eleve á Dios, se explique el
alma y se dé la fe con la más grande evidencia y con la ma
yor facilidad , aunque á consecuencia de un estudio profundo.
« Tal es, concluye, segun la naturaleza de las cosas y de las
leyes de una lógica rigorosa, el poder de la razon, en la esfera
de la verdad.»
Si se hubiese de tomar todo eso con seriedad, se seguiria,
nunca lo repetiremos bastante, que la revelacion no es más
que una superfetacion , y que santo Tomás no sabia lo que se
hacia, cuando, por su argumentacion, que se ha leido más
arriba, quiso probar la necesidad (oportuit) de que hasta las
verdades accesibles á la razon fuesen reveladas y dadas al
hombre á manera ó por modo de fe. Porque ¿qué necesidad
hay de una revelacion exterior, sobrenatural, para la razon hu
mana que puede encontrar en sí misma, por sí misma, en su
revelacion interior y natural , la conviccion cierta y evidente de
Dios, de sus atributos y de la adoracion que le es debida: de
las leyes morales y de sus obligaciones , de la espiritualidad,
— 390 —
de la inmortalidad del alma , de los castigos y de las recom
pensas de la vida futura? ¿No es, pues , evidente que, ofus
cado por sus preocupaciones racionalistas, ese autor ha con
fundido aquí tambien los procedimientos de la razon formada
por la enseñanza, iluminada por la revelacion, desarrollada
y ejercitada por estudios serios , con los procedimientos de la
razon por formar, desprovista de toda enseñanza, de toda tradi
cion? ¿No es evidente que ha atribuido aquí tambien á la
razon del hombre fuera de su naturaleza, al nombre quimérico, el
poder propio de la razon del teólogo y del filósofo? ¿No es
evidente que ha tomado la posibilidad que tiene la razon, en
riquecida con todos los recursos de la verdadera religion y
de la verdadera ciencia , para explicarse y demostrarse ver
dades conocidas, por la posibilidad que hay para la razon
despojada de esos conocimientos ó recursos de descubrir verda
des completamente ignoradas? Sí , todo eso es efectivamenle.
Así, calmado el paroxismo de su fanatismo racionalista, nues
tro autor ha condenado ese fárrago de exageraciones y de
extravagancias; y por la demostracion más rigorosa y más
exacta de la imposibilidad para el entendimiento humano, se
parado de toda enseñanza y de toda tradicion, de llegar á la
verdad pura y cierta , ha venido á parar buenamente al tra
dicionalismo, que se habia esforzado en combatir.
«Es posible, dice, una filosofía verdadera y pura (1). La su
pongo real (2), sin que me inquiete el saber, por el momen
to, si verdaderamente existe en alguna parte (3) tal como yo
la comprendo (4). Imagino (5) un filósofo, que por las más

(1) Lo creemos asi; pero es la filosofía que no se separa de la Re


ligion.
(2) De ese modo quedamos advertidos de que la tiloso fía de que vais i ha
blarnos no es real, puesto que la suponeis.
(3) En efecto , no merece la pena.
(4) Pero la filosofía tal como vos la comprendeis ó HACEIS, no es la filosofía
tal como es ; y, sin embargo, de esta última filosofía es de la que aquí se trata.
(5) Siempre imaginacion. Mas no se asusten nuestros lectores de todas
esas circunstancias; porque la conclusion que el autor va i sacar de esa filo
— m —
felices circunstancias se ha preservado ó emancipado de los
más graves errores, en los que hemos visto zozobrará los más
nobles y distinguidos talentos, cuando la brújula de la fe ha ce
sado de dibigir su marcha ( 1 ). Con respecto á ese .filósofo y á
esa filosofía legítima y verdadera, me propongo establecer
la gran cuestion de la suficiencia ó de la insuficiencia del enten
dimiento humano.
• ¡Cuántos nobles talentos, puros de todos esos vergonzosos
excesos, iluminados por los rayos de la verdad natural, quieren
atenerse á ella y se forman de sus puras luces, cuyo origen no
siempre perciben, una especie de parapeto contra el Cristianis
mo— Nos hallamos, pues, en presencia de una filosofía noble,
elevada, que no respira más que el más puro esptritualismo (2),
llena del entusiasmo platónico (3), y haciendo revivir todas las
tradiciones de las mejores escuelas. Seguramente no se nos acu
sará de que la combatimos por miras envidiosas • (4).

sofía, hecha é imaginada por él en las circunstancias mas felices para que
pueda encoutrar la verdad, y sin que pueda hallarla, no por eso será ménos
triunfante.
(1) Muy bien... los más nobles talentos han zozobrado siempre en los más
graves errores , cuantas veces la brújula de la fe ha cesado de dirigir su mar
cha. Los tradicionalistas no decimos ni más ni ménos que eso. ¿Por qué, pues,
nos acriminais tanto?
(2) Lectores , no os fatigueis en buscar esa filosofía en presencia de la que di
cen estamos: filosofía noble , elevada, que no respira más que el más puro es
plritualismo no ateniéndose más que á la verdad natural, y formándose de sus
puras luces un parapeto contra el Cristianismo. ¿No os ha prevenido el autor que
esa filosofía es supuesta, hecha por él con el auxilio de su imaginacion ardien
te y fecunda, y que no se inquieta por saber si existe en alguna parte? Eso es
deciros que la presencia de esa filosofía no es más que imaginaria, poética , y
que no tiene nada de real. Seriais demasiado buenos si os desconsolaséis de no
encontrarla en ninguna parte.
(3) Eso se dirige evidentemente al último traductor de Platon. Mr. Cousin,
noble talento como el que más, lleno de entusiasmo platónico, pero que des
graciadamente , no habiéndose apercibido del origen cristiano de sus luces y
habiéndolas atribuido á los rayos de la verdad natural, se ha formado, durante
cuarenta años, de las supuestas luces de esa verdad , un parapeto contra el
Cristianismo, enseñando, durante ese transcurso de tiempo, á la juventud
francesa á hacer lo mismo.
(4) No, efectivamente: estad tranquilo en cuanto á eso; y si esa filosofía
— 392 —
Esto sentado, el autor se dedica sériamente á probar y de
mostrar de una manera victoriosa, en efecto, que la noble filo
sofía platónico-cartesiana, pura y separada de la enseñanza re
ligiosa: \ .", mezclaria casi siempre errores á las verdades que
profesase, no que descubriera; 2.°, que no preservaria suficien
temente al espíritu contra el peligro de duda y de error, inse
parable, nos dice, de la especulacion racional ; 3.*, que su
enseñanza ofreceria vacíos que le seria imposible llenar; y 4.°,
que casi todo el género humano se substraeria de su accion.
Nos es muy sensible el no poder reproducir íntegra, por
su mucha extension, esa sólida y brillante demostracion; pero
no podemos prescindir de copiar algunos pasajes de ella,
acompañándolos con cortas observaciones.
Acerca del primero de los cuatro puntos indicados, el au
tor se expresa así: «¿No me encuentro con derecho de invocar
la experiencia y los hechos que hemos establecido? Una ex
periencia tan antigua como la historia, una experiencia univer
sal, una experiencia que se ha repetido ENCADA EPOCA Y EN
CADA SIGLO, una experiencia QUE JAMAS SE HA DESMEN
TIDO, no seria UNA LEY DEL ENTENDIMIENTO HUMANO?
Pues bien , esa experiencia antigua, perpélua, universal, inva
riable , nos enseña que toda filosofía que ha IGNORADO , me
nospreciado ó rechazado LA FE, ha caido siempre en algun
grave error sobre la naturaleza de Dios y la del hombre. Re
cordemos en algunas palabras esta experiencia solemne.
La filosofía antigua ha esparcido un grande esplendor (1),
ha prestado grandes servicios á la humanidad (2), y, lo que
todavía es más grandioso en su destino, ha sido una prepara
cion humana para el Evangelio (3). ; Cuántos errores han ve

no se contenta con la parte que la dais aquí , en verdad puede decirse que es
bien descontenladiza.
(4) Bien opaco, como el mismo autor nos ha manifestado más arriba.
(2) Que la humanidad jamás ha conocido ni reconocido.
(3) Como una enfermedad es una preparacion para la accion médica , la
pobreza es una preparacion para que se reciba una limosna, y la destruccion
de un edificio es una preparacion para que se construya de nuevo.
— 393 —
nido á oscurecer y alterar las nobles verdades que. enseña
ba! Y en seguida el autor reproduce en miniatura el triste
cuadro que ha trazado más arriba , de la vanidad , de las ex
travagancias, de los errores que esa misma filosofía, que ha
esparcido tanta claridad y techo los más útiles servicios á la hu
manidad, ha derramado sobre la misma, en donde quiera que
se la ha dejado obrar ; y eso en cada época , en cada siglo, y
por una experiencia que jamás se ha desmentido. Nuestros lec
tores nos dispensarán el que les presentemos esta miniatura,
que es de mano maestra.
«La escuela jónica profesa el materialismo ; la de Elea, él
idealismo y el panteísmo; la de Italia, la metempsícosis ; los
sofistas enseñan á la juventud á dudar de todo. El más puro,
el más elevado, el más sublime de los filósofos antiguos. Pla
ton, profesa un verdadero dualismo; Aristóteles niega la provi
dencia; el sensualismo renace en su escuela; el escepticismo, en
la de Platon; el ateísmo levanta la cabeza con Epicuro; y el
panteísmo resucita con los estoicos y los alejandrinos.
»Bajo el imperio del Cristianismo, cuando la filosofía se
separa de la religion v quiere bastarse Á sí misma, la experiencia
se reitera. Las sectas filosóficas heterodoxas, que se forman en
la edad media, van á parar á errores capitales: las unas á un
sensualismo, que debe resolverse en el escepticismo ó en el
ateísmo, y las otras caen en el panteísmo formal.
»En el renacimiento Vanini se declara ateo; y Jordano
Bruno, panteista. En medio de los trabajos, de los descubri
mientos, de los progresos del pensamiento cristiano en el si
glo xvii, en el seno de esa magnífica luz que la filoso-

(l) Y que no la pertenecían en propiedad, como se halla convenido entre


nosotros, los semiracionalistas , y hasta los mismos filósofos antiguos. Asi es,
que las nobles verdades que enseñaba, todo el mundo las conocia mucho tiempo
antes que ella , mejor que ella , y á pesar de ella. Ella no ha hecho más que os
curecer, alterar con graves y numerosos errores, esas nobles verdades que ense
ñaba; es decir, que de hecho no enseñaba sino errores. Acuérdese el lector que
es un semiracionalista el que escribe así , y no se asombrará de esas contra
dicciones.
— 394 —
fía cristiana hace brillar sobre el mundo (1), los más grandes
errores tienen sus defensores y sus apóstoles: Hobbes es el
del ateísmo; Espinosa, el del panteísmo; Bayle, el del escep
ticismo (2).
• Pero el escepticismo llegará á ser mucho más temible en
manos de Hume y en las de Kant. El panteísmo llegará á su
forma más sábia (3) y más completa con Fichte, Schelling, y
Hegel. Y la filosofía francesa, si ha sabido preservarse definiti-
varriente de todos esos excesos (4), ¿no ha tenido sus vacilaciones,
sus oscuridades, sus errores relativamente á los dogmas más
importantes? (5). No, no se citará un soi.o ejemplo de una
filosofía independiente (6), ya sea poco profunda, poco exten
sa : de una filosofía ocupada de los grandes problemas del es
píritu humano, que no haya caido en graves, gravísimos errores.
» La universalidad, la perpetuidad , la constancia de esos fe
nómenos, no nos suministran una indicacion decisiva? Lo
pasado, no nos enseñará lo que será el porvenir? Podemos,
pues, asegurar, sin violencia de las cosas, que la filosofía sepa
rada, cuyo paralelo hemos admitido por hipótesis (7), porque
esa pureza es absolutamente posible, no se mantendrá siem
pre, ni áun por mucho tiempo, y que en un dia y en una ho
ra dados, caerá en algun grave error».
Con respecto al segundo cargo que ha formulado contra la
fiolosofía separada, á saber, que no tiene preservativo seguro

(1) El autor liace aquí alusion al cartesianismo, que, triste restauracion del
platonismo, ha renovado todos sus errores y formado las tinieblas del si
glo xviii. Esa es la única magnífica luz que ha hecho brillaren el mundo.
(2) No olvideis á Malebranclie, que ha sido el del idealismo, del iluminismo
y del fanatismo.
(3) Esc epíteto no está felizmente elegido, pues que se trata del pan
teísmo.
(4) Rasgo de adulacion que todo cuanto vemos desmiente.
(5) Luego no se ha preservado definitivamente de todo exceso.
(6) De la Religion. Legítima independencia!
(7) Bien dicho; porque, en tesis, eso palabra no se encuentra más que
en la filosofía... separada, como ademas la universalidad-, la perpetuidad
y la constancia de los fenómenos lo prueban.
— 393 —
contra los peligros de la especulacion racional, nuestro autor
hace estas observaciones llenas de buen sentido :
«En la especulacion filosófica, en los trabajos del pensa
miento independiente, el entendimiento no se apoya más que
en sí mismo. No tiene otra regla de sus juicios que la eviden
cia, otro medio para conquistar la verdad que el raciocinio,
la experiencia y la observacion. Esos medios son buenos, sin
duda, esos instrumentos son poderosos (1), ponen al hombre
en posesion de numerosas y fecundas verdades. Eso no es
decir bastante: son necesarios, su empleo es indispensable (2)
y de una continua aplicacion. La certidumbre humana repo
sa en definitiva sobre la evidencia. Nosotros no nos rendi
mos, ha dicho un filósofo célebre, más que á la autoridad de
la evidencia , ó la evidencia de la autoridad. Pero es preciso
convenir en que fuera del círculo de las verdades primeras
y evidentes por sí mismas, es muy fácil abusar de todos esos
grandes medios de verdad y de luz, y que es muy fácil hacer
mal uso de la observacion, del raciocinio y de la evidencia
misma (3). Se puede fácilmente tomar por evidente lo que no
es. Creeis percibir una luz y la seguís. Complacidos y aluci
nados, olvidais todas las consideraciones que hubieran podido
hacer nacer en vosotros algunas dudas, y osabandonais sin re
serva á ese fantasma de verdad, que ha seducido vuestro ánimo.
¿No es esa la historia de todos los sistemas filosóficos, que no son
más que vistas parciales é incompletas, y por consiguiente erró
neas, de la realidad? Cuanta más fuerza lógica tiene el enten
dimiento, tanta mayor es su firmeza y su poder de reduccion,
MÁS LEJOS LLEGA EN EL CAMINO DEL ERROR (4).

(1) Ah! ¿qué haremos, pues, de la universalidad , de la perpetuidad , de la


constancia de los fenómenos, que prueban exactamente lo contrario? Aguardad,
en seguida va á deciros que esos medios no son ni buenos ni poderosos.
(2) No del todo; á lo menos para todo el mundo.
(3) Como lo ha observado el mismo Descartes, y como lo ha confirmado
por su propia experiencia.
(4) Eso es declarar en términos atentos, que cuando se trata de la investi
gacion de la verdad, vale más ser simple ; eso es dar la razon á Rousseau , que
— 396 —
• Pero tal vez me direis que ese mal no tiene remedio, ó
que no le hay más que en nuestros medios naturales de co
nocer y de llegar á la verdad. A un mal raciocinio es nece
sario oponer otro bueno, y la luz de una evidencia engañosa
debe desaparecer ante la verdadera. La filosofía separada
debe usar este lenguaje (1); pero no es menos cierto que los
medios que propone, legítimos en sí mismos, no suelen pro
ducir buen resultado, y el error sistemático no se rinde á los
raciocinios que se le oponen, ni á la luz que se le presenta.
» El entendimiento humano está, pues, siempre reducido á
sí propio, y no tiene más que á sí mismo por regla y por punto
de apoyo. ¿Es esa una constitucion del entendimiento humano
completamente satisfactoria? ¿no es permitido el desear otra
cosa? Una regla distinta, pero al mismo tiempo reconocida y
aceptada plenamente por él, una regla divina, venerada
como tal, ¿no seria un auxilio precioso para él, un medio se
guro de preservarse de los errores casi inseparables de la especu
lacion filosófica?
» El raciocinio puede demostrar que el hombre ha sido
criado, y aun criado adulto; puede probar la espiritualidad, la
inmortalidad del alma: puede establecer la soberana perfeccion
de Dios: puede justificar la necesidad de un culto.
» He concedido á la filosofía separada todas las verdades ri
gorosamente demostrables; pero es necesario que reconozca
que muchas de esas verdades la han llegado muy tarde, y de
una luz que no se daba por la suya. No tomo por ejemplo más
que la verdadera nocion de la perfeccion divina, comprendida
en la de la creacion: esa nocion no se encontraba en el mundo
ha
de dicho
los antiguos
: El hombre
(2):
queestá
piensa
enes el
un mundo
animal depravado.
modernoLapor
tradicion
el Cristia-
jamás

ha dicho una cosa semejante.


(i) Muy lógico, como todo lo que la filosofía separada afirma... porque es
decir que el medio seguro de evitar los malos raciocinios es el hacerlos buenos;
y el medio seguro de librarse de las evidencias engañosas , es el procurárselas
verdaderas.
(2) Perdonad, caballero; lo que decís no es exacto, á ménos que por el
— 597 —
disido, que marca una Religion divina. Sobre eso hay una
cuestion muy grave que aclarar, y si fuese cierto que ver
dades demostrables han llegado á la razon por una luz distinta
de su propia luz, ya no habría dificultad en reconocer que
tiene necesidad de esa luz para llegar á verdades que , por
su confesion, no son susceptibles de una demostracion ri
gorosa.»
Es preciso recordar que nuestro buen filósofo semiracio-
nalista no dice todo eso más que de una filosofia separada
de toda tradicion , tal como existió entre los antiguos paganos,
y existe siempre entre los paganos modernos ; y ademas no
ble, elevada , pura de todo exceso vergonzoso, no respirando más
que el espiritualismo más puro , llena de entusiasmo platónico y
haciendo revivir todas las tradiciones de las mejores escuelas,
aunque la brújula de la fe haya cesado de dirigir su marcha.
Nuestro filósofo no dice eso , en una palabra , más que de una
filosofía tal como no ha existido jamás en ninguna parte , ni
existe tampoco en el dia, sino tal como ha sido supuesta, ima
ginada, formada por el indulgente autor, á quien no se puede
acusar de tener envidia á esa filosofía. Y, sin embargo , para ese
autor es evidente que hasta esa misma filosofia no puede
evitar el error, no puede asegurarse de ninguna verdad.
Y si eso sucede con la filosofía separada de toda tradicion,
pero hipotéticamente colocada en las mejores condiciones posibles,
¿qué sucederia con el entendimiento humano separado de toda
tradicion, y, para colmo de desgracia, sin haber llegado to
davía á su completo desarrollo , extraño á toda ciencia, á toda
filosofía, á todo estudio de las cosas intelectuales, y hasta al
ejercicio del raciocinio y á toda razon? ¿No es evidente, con
una evidencia matemática, que, segun la doctrina establecida
aquí por el semiracionalismo , semejante entendimiento no

mundo antiguo no entendais el mundo de los filósofos. Porque fuera de este


mundo, que es el único que ha negado la nocion de la creacion, esa nocion es
taba verdaderamente en el mundo de las naciones, particularmente entro los
judíos , que la habían conservado en toda su pureza.
— 398 —
podria descubrir ninguna verdad del orden espiritual y mo
ral, sino que se veria obligado á permanecer en el estado de
perpétua infancia, sentado en las tinieblas y en las sombras de
la muerte, hasta que los rayos de la tradicion y de la ense
ñanza fuesen á sacarle de ellas y á iniciarle en las luces y en
las realidades de la vida?
Bórrense, pues, de los admirables pasajes que se acaban
de leer las palabras casi, con más frecuencia, y los demás
lenitivos que esos pasajes encierran, que no están en ellos
sino por la forma, y á los que un escritor semiracionalista no
puede renunciar completamente sin exponerse á ser ape
dreado por sus colegas, y no quedará en ellos más que la de
mostracion rigorosa de las proposiciones siguientes:
1. * Que la razon puede demostrar, probar , establecer , jus
tificar los dogmas de la perfeccion soberana de Dios , de la
creacion del hombre, de la espiritualidad, de la inmortalidad
del alma, de la necesidad de un culto, de la existencia de
una ley moral y de la vida futura , despues que estos dogmas
le hayan sido revelados ; pero que si nadie se los ha revelado,
la razon no podria llegar á ellos por sí sola, y que de que se
conceda á la filosofía separada que esos dogmas son demos
trables para ella despues que los ha conocido , no se sigue
que sean accesibles para ella ántes de tener la menor idea de
ellos.
2. * Que las primeras y más importantes nociones del mun
do espiritual , no llegan á la razon sino por una luz distinta de
su propia luz.
3.* Que el entendimiento humano entregado á sí solo, no
tiene en sí mismo ningun medio de asegurarse de ninguna
verdad , tocante al mundo espiritual y moral.
4.* Que siendo el error y la duda inseparables de la especu
lacion puramente racional, es una ley del entendimiento hu
mano, por más noble , elevado y puro que sea el ir á parar al
error y la duda, desde el momento en que la brújula de la fe
cesa de dirigir su marcha, ó que haya ignorado, rechazado ó
— 399 —
despreciado la fe; y, en fin, que este hecho se halla compro
bado por una experiencia solemne, poruna experiencia antigua,
universal, perpétua, invariable, tan antigua como la historia:
por una experiencia que se ha repetido en cada época, en cada
siglo y QUE JAMÁS SE HA DESMENTIDO.
5.' Que es falso que el hombre no iluminado por ninguna
tradicion encuentre la idea de la perfeccion de Dios en la
idea de su propia perfeccion , la ley moral en su propia con
ciencia, y la conviccion de la espiritualidad, de la inmortali
dad y de la condicion del alma despues de la muerte, en el
estudio profundo del alma.
6. a Que todo lo que el mismo autor había dicho anterior
mente sobre las conquistas maravillosas que la razon , sepa
rada de toda tradicion (i) puede obtener por sí sola, debe ser
considerado como si no se hubiese dicho, como si se hubiera
dicho sólo por condescendencia á ciertas preocupaciones ó
por pura chanza.
Pero ese es, en términos exactos, el tradicionalismo más
rigoroso y más absoluto. Hé ahí, pues, al semiracionalismo
enseñando , defendiendo , profesando en sus escritos la ne
cesidad, la verdad, la importancia del método tradicional,
que con tanto encarnizamiento combate en los nuestros. Hele
ahí diciendo mucho más de lo que nosotros hemos dicho : héle
ahí evidentemente contradictorio, groseramente inconsecuen
te, y por lo mismo soberanamente injusto.

(i) Otro sabio semiracionalista , su colega , defendiendo al autor de esos tro


zos^, ba pronunciado estas hermosas palabras, que son la apología más completa
del tradicionalismo: «De hecho el estudio y la discusion de los modernos sis
temas de Filosofía, prueban con una suprema evidencia, que separándose de la
doctrina tradicional de Dios , se va á parar infaliblemente á los más profun
dos abismos». (Feppel: Defensa de M. M...) ,
— 400 —

SÉPTIMA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO HA SIDO CONDENADO TA POR EL CONCILIO DE AMIENS.
§ 8.° Se comienza á hacer ver que el semiracionalismo es ademas injusto para
con la tradicion , de la tercera manera con que el error es injusto para con
la verdad , y á refutarle en este lugar.— Decreto del concilio de Amiens,
alegado por los semiracionalistas como condenatorio de la tradicion. El tra
dicionalismo no profesa ninguna de las doctrinas condenadas por ese decre
to. Verdadero objeto de ese mismo decreto , favorable al método tradicional.
—Aprobacion formal de ese método y condenacion del semiracionalismo,
resultante de diferentes pasajes notables de Bergier y del P. Perrone , cita
dos por el mismo concilio al principio del decreto que se ha analizado.—
Mala fe del racionalismo en haber suprimido esta parle del decreto.
La tercera manera en que el error es injusto para con los
discípulos de la verdad , consiste en representarlos como que
profesan obstinadamente doctrinas condenadas, que hacen
mucho daño á la. razon y á la Religion, á Dios y al hombre.
El semiracionalismo tampoco ha omitido el usar esta tercera
manera para manifestar su injusticia con respecto á la tradi
cion y hacerla odiosa .
El autor Del valor de la razon, con esa falta de miramien
tos de que ha hecho ya alarde en más de diez pasajes de su
obra, afirma que el tradicionalismo ha sido condenado por
el último concilio de Amiens; y en seguida todos ios perió
dicos de la secta, y el último campeon del semiracionalismo,
han reproducido el mismo decreto , y le han presentado á sus
lectores como confirmando el sistema semiracionalista y con
denando el método tradicional.
La afirmacion de que el tradicionalismo ha sido condenado por
la autoridad eclesiástica , se ha repetido con tanta frecuencia y
seguridad por parte de todos los maestros y de todos los
adeptos del semiracionalismo, que nos creemos obligados á
probar aquí que su base es la mentira más evidente , y que
con la más insigne mala fe se explota para engañar á los
incautos.
Hé aquí, ante todo, ese famoso decreto, tal como le pre
sentan nuestros adversarios.
— 401 —
«Atacando al racionalismo, tienen cuidado de reducirá
una especie de impotencia la enfermedad de la razon humana.
Que el hombre que goza el ejercicio de la razon, puede, por
la aplicacion de esa facultad , concebir, y áun demostrar, mu
chas verdades metafísicas y morales, tales como la existencia
de Dios , la espiritualidad , la libertad y la inmortalidad del al
ma , la distincion esencial del bien y del mal, etc., etc. , es lo
que resulta de la doctrina constante de las escuelas católicas.
Es falso que la razon sea completamente impotente para resolver
esas cuestiones, que los argumentos que ella propone no tie
nen nada de cierto, y que sean destruidos por argumentos del
mismo valor. Es falso que el hombre no pueda admitir natural
mente esas verdades sino en cuanto cree primero en la reve
lacion DIVINA , POR UN ACTO DE FE SOBRENATURAL : QUE NO HAY
preámbulos de la fe, que puedan ser conocidos naturalmente,
ni motivos de credibilidad por los cuales el asentimiento llega
á ser razonable. Esos errores no fortalecerian , seguramente,
sino que, por el contrario , comprometerian la refutacion del
racionalismo. Si algunos, con la denominacion de tradiciona-
Ustas, ó bajo cualquier otro nombre, cayese en esos excesos, se
apartarian ciertamente del camino recto de la verdad. El
hombre que goza del ejercicio de su razon , puede concebir la
verdad , al menos de los preceptos de la ley divina natural,
áun cuando no tenga conocimiento de los monumentos de la
revelacion, ó que ignore si hay revelacion; pero no puede co
nocer los preceptos de la ley divina positiva , sino en cuanto
conozca preliminarmente , en algun grado, los documentos
de la revelacion , cuyo depósito guarda la Iglesia.» (Capítu
lo xvi, Núm. 3.)
Hé ahí lo que dice el Concilio de Amiens acerca de la cues
tion que nos ocupa; y nosotros, no tansófo participamos com
pletamente de la admiracion de nuestros adversarios tocante
á la sabiduria y la firmeza con que el Concilio se ha pronunciado
en ese decreto, sino que estamos muy complacidos. Ese de
creto, que con tanta frecuencia se nos arroja al rostro como
16
— 402 —
una condenacion , no es, en el fonfo, para los que le quieren
comprender bien, más que unacontinuacion brillante de nues
tra doctrina. Vamos á probarlo.
El mismo autor Del valor de la razon ha hecho que preceda
en su obra, á la insercion de ese decreto, esta observacion
importante: « Es de advertir, que para apreciar el valor de la
razon, el Concilio se ha colocado precisamente bajo el punto
de vista en que nos hallamos en este momento ; es decir, que
ha supuesto á la razon humana formada , ó más ó menos des
arrollada para determinar lo que puede en ese estado» (pá
gina 397). Mas, como se acaba de ver por las objeciones mis
mas de nuestros adversarios contra nuestra doctrina , como
tambien por la exposicion que de ella hemos hecho nosotros
mismos, toda la cuestion entre tradicionalistas y semiracio-
nalistas está en la manera con que se forma la razon, y no
en lo que puede ya formada y desarrollada. La cuestion con
siste en saber si , fuera de toda revelacion , de toda instruc
cion y de toda enseñanza doméstica, la razon humana puede
ó no puede formarse, desarrollarse , y adivinar por sí sola la
existencia del mundo de los espíritus y de los deberes; pero
no se trata de ningun modo de saber si la razon formada ?
desarrollada puede ó no puede comprender y probar ver
dades que no sobrepujan á su alcance. Es , pues , tan claro
como la luz que el Concilio de Ainiens, no habiéndose co
locado, segun confesion de nuestro antagonista , más que bajo
el punto de vista de la razon formada y desarrolláda, y habien
do supuesto á la razon en ese estado , se ha colocado fuera
de la cuestion entre tradicionalistas y semiracionalistas , y por
consiguiente, todo lo que dice'en ese decreto, no tiene nada
que ver con la cuestion de la razon por formar 6 desarrollar,
ó de la razon supuesta en cualquiera otro estado. Y es tan
claro como la luz que al citar ese decreto contra una doc
trina con la que , por confesion del mismo semiracionalismo,
el decreto no tiene la menor relacion , ese sistema se coloca
en una posicion falsa , y para hacerse perdonar semejante cita,
— 403 —
no puede contar más que con la ignorancia , la ligereza y las
preocupaciones de sus lectores.
En segundo lugar, no es al hombre, cualquiera que sea
el grado de desarrollo de su entendimiento, sino solamenlc
al hombre que goza del ejercicio de la razon, y que hace (1 ) la
aplicacion de esa facultad, á quien el Concilio reconoce el poder de
concebir y demostrar algunas verdades metafísicas y morales.
Pero el hombre que goza del ejercicio de su razon hasta el punto
de poder concebir, y áun demostrar, esas verdades, no es más
que el hombre que posee los principios sin los cuales, lejos
de poder demostrar nada , le es imposible hasta el raciocinar
y no tiene el ejercicio de su razon. El Concilio no habló, pues,
más que del hombre que se ha formado ya todas las ideas,
ó las concepciones generales de las cosas corporales , sobre
los fantasmas que de ellas le han presentado los sentidos y
las concepciones generales de las cosas espirituales, sobre las
nociones que de ellas le ha suministrado la enseñanza. El
Concilio no habla más que del hombre que ya ha formado y
desarrollado su razon , con el auxilio de la sensacion y de la
instruccion. Y por consiguiente, el Concilio, lejos de des
aprobar la instruccion tradicional, la supone ya en el hom
bre que goza del ejercicio de su razon, y la que, por confesion
del mismo semiracionalismo, es una de las condiciones indis
pensables de la formacion , del desarrollo de la razon y de su
ejercicio. Y esto ¿qué es sino una confirmacion formal del
sistema tradicionalista?
El Concilio reprueba, es verdad, la doctrina que niega al
hombre que goza el ejercicio de su razon el poder de concebir,
y hasta de demostrar, la existencia de Dios, la espiritualidad , la
libertad, la inmortalidad del alma , la distincion esencial del bien
y del mal, la verdad al menos de los preceptos de la ley natural.
El Concilio reprueba tambien la doctrina que proclama á la

(1) Obsérvese que en esc mismo decreto , el Concilio repite dos veces esta
expresion : El hombre que goza del ejercicio de su razon; porque toda la cues
tion está ahí, y no en otra parte.
— 404 —
razon impotente para resolver lodos los argumentos contrarios á
esas verdades é impotente para establecerlas de una manera
cierta é indestructible. Pero, como se ha visto, el tradicio
nalismo, jamás ni en ninguna parte, ha profesado seme
jante doctrina. Por el contrario, profesa y pone en prác
tica, con un resultado que jamás ha obtenido ningun semi-
racionalista , doctrinas enteramente opuestas. En sus luchas
con el racionalismo absoluto y la filosofía incrédula , siguiendo
el método de santo Tomás ( que es el método de todos los
apologistas del Cristianismo), con argumentos y con razones
puramente racionales, demuestra de una manera cierta, inven
cible, los dogmas fundamentales de la Religion y de la mo
ral : los dogmas tocante á Dios, la creacion , el alma, la vida
futura y la regla de los deberes. Y jamás ha dicho, nunca ha
pensado , que la razon iluminada por la verdadera ciencia es
impotente para resolver esas grandes cuestiones que el filosofis
mo anticristiano suscita todos los dias contra esos dogmas
importantes.
El decreto rechaza tambien, y con razon, como falsa la
doctrina de que el hombre no puede admitir naturalmente las
verdades precitadas , sino en cuanto cree desde luego en la reve
lacion divina por un acto de fe sobrenatural; rechaza la doctrina
que no admite ni preámbulos de la fe que pueden ser conocidos
naturalmente, ni motivos de credibilidad por los cuales el asenti
miento llega á ser razonable. Pero, volvemos á repetirlo, el
tradicionalismo, jamás ni en ninguna parte ha profesado se
mejantes doctrinas , que pueden calificarse de enormidades;
jamás ha sostenido que es preciso comenzar por admitir las
revelaciones de la Biblia, para estar cierto de la divinidad de
la Biblia , y que es preciso creer con una fe divina ántes de
haber conocido la enseñanza divina de la fe. Esas son, como
acaba de verse, las doctrinas de los huetianos, á quienes el
tradicionalismo mira simplemente como verdaderos escépti-
cos religiosos. Si al señalar esos errores el Concilio ha dicho:
t Si alguno , bajo el nombre de tradicionalista , ó con cual-
— 405 —
quiera otro , incurriese en esos excesos » , es porque hace
cuatro años todavía habia huetianos de pura raza, que to
maban el nombre y la apariencia de tradicionalistas. A esos
extraños apóstoles del Cristianismo es á los que el Concilio
quiso condenar; de ellos es de quien ha podido decir con to
da verdad lo que dijo, de que con sus errores comprometian
larefutacion seria del racionalismo , que perjudicaban á la causa
que querian defender y se apartaban del camino recto de la
verdad. Eu cuanto al tradicionalismo verdadero , completa
mente extraño á semejantes excesos , y áun impugnándolos
en todos sus escritos, ese decreto del Concilio nada tiene que
ver con él, y lejos de considerarle desfavorable y perjudi
cial, le ha aceptado sin la menor dificultad; porque es, ni
más ni ménós, que la expresion fiel de sus opiniones.
Conviene tener presente que ese Concilio fue presidido
por el Arzobispo de Reims y por el Obispo de Amiens, y que
el decreto que examinamos es especialmente su pensamien
to, su inspiracion y su obra. Nadie ignora que esos prelados
son los jefes más ilustres, los defensores más celosos de lo
que se ha dado en llamar la nueva escuela. A menos , pues , de
decir, que el tradicionalismo ha querido condenarse á sí
mismo, ese decreto debe ser considerado como la expresion
oficial de la doctrina tradicionalista. £1 tradicionalismo ha
querido aprovechar esa ocasion solemne para hacer su con
fesion pública y para rodearla de los caracteres más solem
nes de autoridad. Por consiguiente, ese decreto dice de la
manera más evidente para el que quiere entenderle, que lo
que él condena, lo condena el tradicionalismo: que lo que él
aprueba, el tradicionalismo lo aprueba, y que el tradiciona
lismo niega y rechaza como contrarias á la doctrina constante
de todas las escuelas católicas , las extravagancias, las opinio
nes, los errores que el semiracionalismo le imputa con tanto
descaro. Hé ahí lo que dice ese decreto, no dice otra cosa.
Pero ninguna necesidad tenemos de consultar las opinio
nes particulares de los ilustres miembros del Concilio , para
— 406 —
conocer con exactitud su verdadero pensamiento tocante al
tradicionalismo. Ese pensamiento le encontramos claramente
formulado en la parte del mismo decreto que precede inme
diatamente á la que acabamos de analizar. Porque hé aqui lo
que se dice con todas sus letras en esa parte del decreto : «Una
cosa es el considerar especulativamente una opinion y otra
el trasmitir una opinion á los jóvenes en las escuelas, como
una disciplina capaz de formar su espíritu. En la enseñanza de
la juventud, es necesario suma precaucion para alejar de
ella todas las cosas , que, atendida la disposicion actual de los
ánimos y la influencia de los errores dominantes , pueden llegar á
ser peligrosas ; es necesario reemplazarlas con otras capaces de
alejar seguramente todo peligro. Como es cierto que la más
giunde seduccion que se hace sentir en nuestros dias está en
lo que se llama racionalismo , y como los jóvenes, al abando
nar las escuelas para entrar en el mundo , se ven impulsados
por todos lados hácia ese camino funesto, advertimos á los ca
tedráticos que deben elegir las opiniones más adecuadas para
cerrar el camino del racionalismo y evitar las que podrian faci
litar la entrada » (1).
Es evidente, por el odio profundo que los filósofos racio
nalistas profesan á los partidarios del método tradicional, que
hay algo de incompatible é inconciliable entre el raciona
lismo y el tradicionalismo; y que este último sistema, que
coloca en la revelacion primitiva, esparcida en el mundo
por la tradicion , el conocimiento de las primeras verdades

(1) Aliud est opiiiionem speciilative considerare, aliud eam adolescenti-


bus in scliolis tradere tamquam disciplinam qua eorum mentes informandae
sunt. In lioo magna cautela adhibenda est, ut semoveantur theses quae, atienta
animorum propensione et errorum grassantium influxu, inducunt inpericulum
et illae doceantur quce periculum tutius avertunt. Cum autem nostrí temporis
MAX1MAM SH.DUCTIONEM in rationalismo , ut aiunt, sitain esse constet, et
adolescentes e scliolis in mundum exeuntes in hunc perversum tramüem unie-
quaque impellantur, nostros professores monemus ut opiniones ad pracluden-
dam rationalismo viam aptiores seligant , vitantes eas quae faciliorem istias
vite ingressum viderentur reddere.
— 407 —
religiosas y morales, es el más propio para cerrar la puerta al
racionalismo. Es evidente, al contrario, por las simpatías
marcadas que los filósofos racionalistas manifiestan á los que
se apellidan á sí mismos racionalistas católicos y por los elo
gios que les prodigan , que existen grandes afinidades, tanto
en las doctrinas como en el nombre, entre el racionalismo ab
soluto y el semi racionalismo, y que este último sistema, que
atribuye á la razon particular de cada hombre el poder de
descubrir las mismas verdades, es el más capaz de facilitarla
entrada del racionalismo. Luego es evidente tambien que no es
al tradicionalismo, sino al semiracionalismo, al que la asam
blea de A mieos quiso condenar en el paraje que se acaba de
leer.
Y para que no hubiese la menor duda sobre esta intencion
del Concilio, el mismo decreto añade: «Para que nuestros
profesores puedan desempeñar esta tarea más fácilmente, les
indicamos desde luego los argumentos con los que el Doctor
angélico ha demostrado la necesidad que hubo de que los
hombres recibiesen, por manera de fe, no sólo las verdades
que sobrepujan á la razon, sino tambien las que pueden co
nocerse por medio de ella» (1). Los argumentos de santo
Tomás á que alude el Concilio, son los que hemos explicado
más arriba , con los cuales el santo Doctor ha establecido de
una manera evidente la necesidad de la revelacion primitiva y
de la enseñanza tradicional, para que los hombres conociesen
todos, fácil, ciertamente y sin mezcla de error, el dogma de la
existencia de Dios : aquellos por los cuales ha probado la com
pleta ignorancia en que hubiera permanecido el género huma
no tocante á ese dogma , si Dios hubiese dejado á la razon la
tarea de descubrirle. Hé ahí, pues, al Concilio proclamando
en esa cita el principio fundamental del tradicionalismo.

(i) Quod ut tutius praestent, indigilamus éis tum argumenta quibus Doctor
angelicus ostendit necesse fuisse ut nomines, per inodum lidéi, accipiant non
solum ea quas supra rationem sunt, sed etiam ea quae per rationein cognosci
possunt.
— 408 —
«En segundo lugar, prosigue el Concilio, recomendamos
á nuestros profesores las pruebas con que ese apologista cé
lebre de la Religion, en el último siglo (Bergier, Tratado de
la verdadera Religion), tan conocido entre nosotros, ha demos
trado la necesidad de la revelacion , contra los deistas y los
ateos » ( \ ). Hé aquí los pasajes de ese apologista á que se
guramente se refiere el Concilio al citarle :
«Por la conducta de Dios para con el género humano des
de el orígen del mundo, por los extravíos de los pueblos que
han olvidado la revelacion primitiva, por los errores de los fi
lósofos antiguos y modernos, está probado hasta la evidencia
que la razon sola es demasiado débil, y que JAMAS ha sabido
DICTAR AL HOMBRE LO QUE DEBIA CREER V PRACTICAR.
• No se establece el pirronismo fijándose en la TRADICION
CONSTANTE, UNIFORME, UNIVERSAL DE TODOS LOS PUEBLOS, en SU
origen, que atestiguan una revelacion. Por el contrario, si
guiendo un camino diferente, concediéndolo todo al raciocinio y
nadaá la tradicion, los filósofos han hecho nacer el pirronis
mo. Los que quieran seguir el mismo método, irán á parar
al mismo término. DIOS HA QUERIDO INSTRUIRNOS POR
LA TRADICION Y POR LA VIA DE AUTORIDAD, y no por
el raciocinio.» [Tratado de la verdadera Religion, tomo xix.)
«Hablando con exactitud, el hombre no tiene más que lu
ces prestadas : Dios le ha criado para ser FORMADO POR LA
EDUCACION Y LA SOCIEDAD. Abandonado á sí mismo, que
daria reducido casi á la animalidad pura. Es de la naturaleza
del hombre que la Religion le sea trasmitida por la educacion. »
(Ibid., tomo i).
Hé ahí lo que ha dicho Bergier. Jamás ningun tradiciona-
lista se ha expresado de una manera más clara y más enér
gica en favor de la tradicion. Y hé ahí tambien al Concilio de
Amiens recomendando con esa cita el método tradicionalista.

(1) Tum probationes quikis cslebris, in praecedenti seculo , religionis apo


logista apud nos vulgatissimus, adversus deislas et atheos, hanc revelationis
necessitalem adstruit.
— 409 —
En tercer lugar, el mismo Concilio añade: «Os señalamos,
en fin, esa nolable sentencia de un,eminente teólogo de nues
tros dias: Cuando hablamos de la facultad de que goza la ra
zon humana de conocer á Dios y demostrar su existencia, ha
blamos de la que está bástante ejercitada y desarrollada, LO
CUAL SE HACE POR EL AUXILIO DE LA SOCIEDAD, y de
los medios que en ella se encuentran : auxilio que ciertamente
no podría darse el que se ha nutrido y criado lejos del trato de
los demas hombres. El que hubiese nacido en las selvas, no sólo
deberia ala falla de ese ejercicio y de ese desarrollo el no adquirir
el conocimiento de Dios, sino que tampoco tendría el conocimiento
ni el uso de las otras cosas que conciernen á la vida : cosas, no obs
tante, que todo el mundo confiesa que pueden ser adquiridas
por sola la razon» (1 ). Pero, como se ve, esa sentencia verdade
ramente notable del gran teólogo romano el P. Pcrrone, que
el Concilio ha hecho á ese autor el honor de citar por com
pleto, no es más que la afirmacion formal de la doctrina de
que la razon humana se forma por la enseñanza social; que
cuanto es posible para la razon formada, ejercitada, desarro
llada por esa enseñanza, el conocer á Dios y demostrar su exis
tencia, tan imposible es para la razon sola, para el hombre
desprovisto de toda enseñanza y de toda tradicion, el llegar á nin
guna verdad religiosa ó moral, aunque sea la idea sencilla y
vaga de Dios. Esa sentencia no es, pues, más que la refuta
cion más perentoria del semiracionalismo, y la confirmacion
más palpable del sistema tradicional. Hé ahí, pues, otra vez,
por esa cita que ha adoptado, al Concilio de Amiens aceptan
do la doctrina de la necesidad de la instruccion social para
que el hombre pueda gozar del ejercicio de su razon; hele ahí
consagrando y sancionando el tradicionalismo.
(i) Tuna denique notabüem illam eminenlis Iheologi hodierni senteiitiam:
Cuín luquimur de facultale qua pollet humana ratio üeum cognoscendi ejus-
que existentiam demostrandi, eam significarnus satis exercitam atque evolu-
tam, quod fit ope societatis atque adminiculorum qua; in societate reperiuntur
quaeque certe sibi comparare haud potest qui extra caeteroruui consortium nu-
tritur et adolescit, etc. (De Loe. Theol.: Art. m, Sec. \, Cap. i.)
— 410 —
Pero nuestros leales adversarios se han guardado muy bien
de reproducir esa parte tan importante del decreto que forma
un todo con la que han publicado. He ahí, pues, el decreto
de un Concilio truncado, para variar y falsear el verdadero
pensamiento de ese Concilio. Lector, ahí teneis la medida de
la buena fe que el semiracionalismo ha empleado en esta dis
cusion, y ya sabeis á qué ateneros acerca de la sinceridad de
su entusiasmo por ese Concilio y ese decreto.

OCTAVA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO HA SIDO TAMBIEN CONDENADO ÚLTIMAMENTE POR LA
CONGREGACION DEL ÍNDICE DE ROMA.
§ 9." Una observacion general sobre las cuatro proposiciones del Indice que se
alegan, como habiendo condenado la tradicion. Análisis de esas proposiciones
del que resulta evidentemente que el tradicionalismo no se halla comprendido
en ellas. Conducta odiosa del semiracionalismo con motivo de las supuestas
condenaciones del tradicionalismo por parte de la autoridad eclesiástica.
¡Cuán triste es ver á los sacerdotes seguir las huellas de los incrédulos en sus
ataques contra los autores católicos!

Lo mismo sucede con las cuatro famosas proposiciones, con


las que se pretende que Roma y la Iglesia misma han conde
nado el tradicionalismo. Si pudiéramos, sin faltar á las consi
deraciones que nuestra posicion nos impone, decir todo lo que
sabemos de una manera positiva tocante al origen y las fases
de esas proposiciones, nuestros lectores oirian cosas muy bue
nas, y tambien muy feas, que les causarian asombro y no los
edificarian. Lo que podemos afirmar, sin temor de ser des
mentidos, es que, como ya hemos dicho al principio de este
escrito, la Congregacion del Indice, al devolver á Francia con
la simple cláusala de Nihil censura dignum invenitur , las pro
posiciones que se la habian remitido, no quiso decidir nada
ni condenar á nadie, y mucho ménos el método tradicional,
que en el fondo no es más que el método católico.
No hay, en efecto , más que leer con atencion y desapasio
nadamente esas proposiciones , para convencerse de que no
— 411 —
contienen ni una sola palabra que pueda tomarse por la con
denacion de los tradicionalistas, que el semiracionalismo y
los periódicos que le defienden han pretendido encontrar en
ellas.
La primera de esas proposiciones se halla concebida en
estos términos: «Aun cuando la fe se halle muy por encima de
la razon, jamás puede existir entre ellas ninguna oposicion,
ninguna contradiccion, puesto que ambas provienen de un
mismo, único é inmutable origen de la verdad del Dios suma
mente bueno y grande , y que de ese modo se prestan un auxi
lio mutuo. [Ene. de Pio IX de 9 de Noviembre de 1846.) Pues
bien, ¿quién ha dicho jamás entre los tradicionalistas que
hay oposicion ó contradiccion entre la fe y la razon: ó en otros
términos , que la fe no es razonable? ¿Quién , entre los tradicio
nalistas, ha negado jamás que el autor divino de la fe es tam
bien el autor de la razon, y que la razon presta auxilio á la fe
demostrando su verdad, del mismo modo que la fe presta auxi
lio á la razon iluminando con su luz divina? La doctrina con
traria á la que esa proposicion contiene, no está admitida ni
profesada más que por los racionalistas filósofos y los incré
dulos. Ellos, y sólo ellos, son los que en todos sus escritos
se esfuerzan en hacer creer que la fe es contraria á la razon:
que humilla y anonada á la razon proponiéndola el creer dog
mas absurdos é inadmisibles para ella, y que esos dogmas
no tienen, ni pueden tener por autor al Dios autor de la ra
zon. Esa proposicion no tiene, pues, nada que ver con el tra
dicionalismo , y sólo se ha dirigido contra el racionalismo ab
soluto. Por eso se ha sacado de la Encíclica del papa Pio IX
contra esa grande herejía.
La segunda proposicion es del tenor siguiente: «El racioci
nio puede probar con certidumbre la existencia de Dios, la es
piritualidad del alma, la libertad del hombre. La fe es poste
rior á la revelacion: no se puede, pues, convenientemente
alegarla para probar la existencia de Dios contra el ateo,
para probar la espiritualidad y la libertad del alma razona
— 412 —
ble contra un sectario del naturalismo y del fatalismo» . [Pro
posicion firmada por Mr. Bautain el 8 de setiembre de 1840.)
El tradicionalismo, volvemos á repetir, siempre y por todas
partes , con sus afirmaciones y con sus actos , ha profesado
que se puede por el raciocinio probar de una manera cierta
la existencia de Dios y la espiritualidad y la libertad del al
ma: jamás ha enseñado que se puede alegar convenien
temente la revelacion para probar esos dogmas contra los
materialistas, los fatalistas y los ateos, que no admiten la re
velacion. Semejante exageracion no se encuentra más que en
el símbolo filosófico de los partidarios de Huet. Así que, esa
proposicion no es textualmente más que una de las que se
han hecho firmar en Roma á Mr. de Bautain , que habia caido
en el error de Huet . Y á juzgar por los elogios un poco lison
jeros que el Diario de los Debates le ha dirigido con motivo de
su bella profesion de fe filosófica, pareceria que ese sabio dis
tinguido, ese gran apóstol de la fe, se habria completamente
convertido á la causa de la razon. En todo caso, lo repetimos,
ese sabio y respetable eclesiástico, jamás ha sido, ni es al
presente, tradicionalista. Esasegunda proposicion no concier
ne tampoco, lo mismo que la primera , á los tradicionalistas
ni á la tradicion.
La tercera proposicion es la siguiente : «El uso de la razon
precede á la fe, y conduce á ella al hombre con el auxilio de
la revelacion y de la gracia » . (Proposicion fírmadapor Mr. Bau
tain el 8 de Setiembre de 1840.) Verdad es que, segun el sis
tema tradicionalista , la fe precede al uso de la razon; porque
es un hecho que, creyendo en el testimonio de sus padres, el
niño sabe ó aprende la existencia del mundo espiritual y mo
ral , y se forma las ¡deas y los principios que le son necesa
rios para raciocinar. Pero esa es una fe puramente natural y
humana , es la misma fe por la que el niño aprende á hablar
y andar, mientras que la fe, que, segun la proposicion, sigue
al aso de la razon, no es evidentemente más que la fe teoló
gica, la fe sobrenatural y divina, obra de la gracia, y á la
— 413 —
que el hombre que se halla fuera del Cristianismo no es con
ducido sino por el raciocinio, que le hace aceptar la revela
cion, y que somete al hombre á la accion de la gracia. El
tradicionalismo no se encuentra, pues, de ningun modo en
oposicion con la doctrina de esa proposicion: la admite y sus
cribe á ella de buena voluntad. Sólo el escepticismo huetiano
no podria acomodarse á ella. Así que, esa proposicion es
idénticamente la misma que se hizo firmará Mr. Bautain, ha
ce algunos años, al abjurar la doctrina de Huet en Roma, y
no tiene ninguna relacion con el tradicionalismo.
En fin , la cuarta proposicion se halla concebida de este mo
do: « El método de que se han valido santo Tomás, san Bue
naventura y los demás escolásticos que les sucedieron, no
conduce al racionalismo, y no ha sido causa de que en las es
cuelas contemporáneas la Filosofía haya caido en el raciona
lismo y el panteismo. Por consecuencia , no es permitido el
imputar como un crimen á esos doctores y á esos maestros
el haberse servido de ese método, sobre todo en vista de la
aprobacion, ó por lo ménos del silencio de la Iglesia ». [Propo
sicion contraria á diversas proposiciones de Mr. Bonnetly.)
Efectivamente, Mr. Bonnetty, conociendo (an poco como sus
adversarios la filosofía escolástica , en diferentes pasajes, co
mo lo ha hecho al fin de la misma proposicion , ha incurrido
en el yerro de vituperar su método. Pero, en primer lugar,
como ya hemos hecho observar más arriba % apénas la escue
la tradicionalista (que jamás ha compartido , sino que ha re
probado, semejante critica) llamó la atencion á Mr. Bonnetty,
ese sabio y celoso defensor de la verdad, con una docilidad
digna de los mayores elogios, no titubeó un instante en re
conocer su error y en repararle: esto hace tres años. En se
gundo lugar, por ferviente tradicionalista que quiera hacerse
á Mr. Bonnetty, no constituye por sí solo la escuela tradi
cionalista; y por lo tanto, su manera errónea de apreciar la
escolástica de esos grandes maestros, ni es la doctrina tradi
cionalista , ni tiene con ella la menor relacion. Así, la justa
— 414 —
censura que esa proposicion encierra no es más que personal
á Mr. Bonnetty , no se refiere más que á una de sus opiniones
particulares; y evidentemente la escuela y el sistema de los
tradicionalistas nada tienen que ver en ellas.
jEstas son las cuatro proposiciones que el semiracionalismo
por medio de sus cien trompetas ha hecho resonar tan lejos y
tan alto, y metido tanto ruido á manera de triunfo! Como
se ve, no se dirigen más que al racionalismo , al escepticismo
huetiano, y á una opinion particular de Mr. Bonnetty (1). La
escuela tradicionalista es perfectamente extraña á ellas. No
contienen una sola palabra, una sola alusion á su doctrina.
Véase cuanto los periódicos de los nuevos semipelagianos fal
tan á la verdad al sostener , con tanto empeño como afecta
cion , que esas proposiciones han sido dirigidas contra el tra
dicionalismo, y que ese sistema se halla en ellas formalmente con
denado.
El papel que el semiracionalismo ha desempeñado en cuan
to á las supuestas condenaciones del tradicionalismo por los
Concilios de Francia y las decisiones de Roma, no es solamen
te falso, es odioso.
En un trabajo publicado por el Corresponsal con el título de
La Filosofía y los Concilios, el autor Del valor de la razon, obli
gado á confesar que entre los Concilios provinciales de Fran
gí Debe observarse tambien: I .", que de las cuatro proposiciones, sólo la
cuarta se dirige nominalmente contra Mr. Bonnetty : prueba evidente de que las
otras tres no le conciernen; 2.°, que en esa misma proposicion, Mr. Bonnetty
no es amonestado más que por su manera particular de mirar el método esco
lástico : prueba evidente tambien de que la saprada Congregacion del Indice no
ba querido censurar de modo alguno las otras doctrinas de ese infatigable apo
logista; y 3.°, en fin, que el muy reverendo padre secretario del Indice no hizo
proponer á la firma las cuatro proposiciones más que á Mr. Bonnetty, por
que la cuarta le concernía personalmente, pero que no hizo proponer el firmar
las mismas proposiciones á ningun otro de los jefes del tradicionalismo : prueba
siempre evidente de que las doctrinas de esos sabios filósofos , en la medida
en que las profesan y sostienen, han sido dejadas completamente fuera de causa,
y que nada en esas proposiciones tiene que ver con ellas. Hé ahí tres puntos
de meditacion para los señores semiractonah'stas, que deberían advertirles
rebajasen un poco el piadoso júbilo que esas proposiciones les han causado.
— 415 —
cia, dos únicamente habían hasta entónces hablado del tradicio
nalismo, habia dicho que esos Concilios, sin haber señalado por
su nombre al tradicionalismo , sólo á él habían dirigido sus pala
bras de censura. Con esas palabras queria zaherir á Mr. Nico
lás en particular; pero el papel en que el honrado semiracio-
nalista habia consignado esa afirmacion, estaba todavía hú
medo, cuando el venerable Presidente de uno de esos dos
Concilios (el de Rennes) el señor Arzobispo de Tours, por
medio de una carta inserta en los periódicos, le desmintió pú
blicamente del modo más solemne y completo. Ocioso es el
decir que el que habia sido objeto de semejante desaire, se
guardó muy bien de hacer la menor mencion de él en la reim
presion que por separado se hizo de su trabajo con un títu
lo nuevo.
El otro Concilio, que, segun el mismos autor, condenó el
tradicionalismo, es el, de Amiens, cuyo decreto, como aca
bamos de ver, no se refiere en nada ni para nada al tradi
cionalismo, y que, por el contrario , parece confirmarle. Y sin
embargo, el mismo autor no ha tenido inconveniente en decir
lo que sigue : « Lo que hay de verdaderamente sorprendente
(qué alma tan cándida 1) es la conducta de los mismos autores
de esas doctrinas condenadas (en su cerebro). No pueden
prescindir de dar al menos algun valor á la decision de un
Concilio : no es una palabra que puede despreciarse sencillamen
te. Pues bien, no parece que se conmueven de manera alguna
(y por qué conmoverse? ) y aparentan ignorar que los Conci
lios han hablado de ellos (sin duda protestando que los Conci
lios no han hablado de ellos). Sostienen los mismos errores, las
mismas enormidades (que Duestros lectores conocen ya), con
la misma calma aparente y con la misma seguridad, como
si nada hubiesen oido (porque nada se les ha dicho), y ni si
quiera hablan de esos Concilios (cuyas acias, sin embargo
han publicado), y parecen adoptar contra ellos la conspira
cion del silencio, lisonjeándose tal vez de que se llegue á ol
vidarlos (¡cómo es posible estando vosotros ahí para recordar
— m —
los ! ), y á mirarlos como no celebrados» . ( La Iglesia y los sis
temas de filosofia moderna, Pág. 58.)
Hé ahí lo que hace seis años, el caritativo y piadoso autor
se ha permitido decir contra los tradicionalistas , y hé ahí lo
que jamas ha cesado de recordar contra ellos, con un tono
más virulento todavía , con un espíritu de malevolencia y de
rencor que no tienen igual. Más arriba les hemos oido echar
les en cara su obstinacion , á pesar de las condiciones de los
Concilios, y procurar confundirles con el ejemplo de docili
dad que la voz de esos Concilios hubiera encontrado, áun en
tre los filósofos incrédulos. Así , el mismo autor que ha ocul
tado á sus lectores la condenacion de falsedad que contra él
habia realmente pronunciado el Presidente de un Concilio; el
mismo autor que se ha desentendido de lo que otro Concilio
habia dicho favorable á los tradicionalistas , no ha cesado por
espacio de seis años de acusar siempre á éstos de disimular
y ocultar á sus lectores , condenaciones que ningun Concilio
ha pronunciado verdaderamente contra ellos , y no ha cesado
de tratarlos como herejes, sin conciencia y sin pudor, diabó
licamente endurecidos en los errores.
Semejante conducta no es de extrañar por parte de un au
tor, cuya deslealtad literaria en la discusion, ha llegado á
ser proverbial, tanto para sus amigos como para sus enemi
gos (1). Lo que nos extraña y nos aflige al mismo tiempo, es
bien
el veresasá otros
supuestas
escritores
condenaciones
de la mismadel escuela
tradicionalismo,
explotar tara-
con

un descaro á que no nos habian acostumbrado. Uno de ellos,


en un libro en que renueva el iluminismo de Malebranche, el
racionalismo de Mr. Cousin, y las insolentes acusaciones de

(i) Mr. Bonnetty, que tanto se las ha habido con ese autor, y que tan bien
le ha refutado , afirma que jamás se puede estar seguro de la integridad de un
texto citado por el P. C, porque el intrépido semiracionalista tiene la cos
tumbre de falsear los textos, ó al ménos de mutilarlos. En su examen critico
del racionalismo del P. C. (Anales: serie vi, tomo v) , Mr. Bonnetty le ha
sorprendido oisci: veces en fragante delito de alterar los textos de sus adver
sarios.
— 417 —
la herejía y de la incredulidad contra sanio Tomás y su filo
sofía, ha tenido la avilantez de decir : Que la doctrina expuesta
en ese libro es conforme á las cuatro proposiciones romanas que
acabamos de examinar: que ese libro es como su comentario,
que no podía aparecer en circunstacias más favorables; y que el
método expuesto en ese libro para demostrar la necesidad de
la revelacion , es exactamente el de sanio Tomás. Otros escrito
res semiracionalistas del número de los que , en nombre de
las libertades de la Iglesia Galicana , sostienen constantemente
que las decisiones de las congregaciones romanas no forman
autoridad en Francia, y en caso de necesidad, no tienen el
menor escrúpulo en criticarlas y burlarse de ellas, se han
apresurado á publicar y comentar las cuatro referidas pro
posiciones, que provienen de una congregacion romana. Otros
autores, en fin, de la misma "escuela, para quienes las conde
naciones del Indice no tienen ninguna importancia , se han
apoderado con avidez de esas proposiciones del Indice , y las
han impuesto como decisiones dogmáticas de la Santa Sede
y de la Iglesia , en los mismos seminarios en que habian creido
poder, sin faltar á elevadas consideraciones, establecerla
filosofía de Descartes y de Malebranche, prohibida por el In
dice. Piénsese lo que se quiera acerca de nosotros : confesamos
que no nos sentimos con valor para creer en la sinceridad y
buena fe de semejante proceder. Cuán triste es el ver á sacer
dotes católicos seguir, en sus discusiones con sus colegas, el
procedimiento de los filósofos incrédulos en sus discusiones
con los apologistas del Catolicismo: de esos filósofos incrédu
los, de quienes Mr. de Maistre ha dicho con sobrada razon :
«No conozco uno solo que merezca el título de hombre honra
do» . Si no supiéramos que el semiracionalismo es error y el
tradicionalismo verdad, nos convenceria de ello la manera con
qüe nuestros adversarios nos combaten. Porque la injusticia
y la mentira son las armas del error contra la verdad ; y ¡ ver
dadera iniquidad del entendimiento! el error miente siempre
á sí mismo como á los demás. Mentita est iniquitas sibi. (Psal.)
27
NOVENA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO DEGRADA T ANONADA Á LA RAZON.
§ 10." Alentado por el semiracionalismo, el racionalismo incrédulo acusa a la
tradicion de malevolencia para con la razon. Examen y refutacion de esa
acusacion. Sólo la doctrina tradicionalista eleva el alma hasta Dios, des
cubre en ella la imagen de Dios uno t trino , y la asegura la noble facultad
de ser causa. Negando al alma el poder de conocer el mundo espiritual fuera de
la enseñanza , la misma doctrina se limita á reconocer que la razon no pue
de operar antes de estar formada, y que el hombre es el hombre y no el ángel.
Las tres potencias huhanas, todas tres divinas; y por qué? Admitir
que el alma no puede conocer el mundo espiritual sin la instruccion, es tan
poco humillante para ella, como lo es el admitir que no puede conocer el
mundo material sin la sensacion. El Medianero divino de los semiraciona-
listas. El tradicionalismo es en este asunto tan lógicamente razonable como
históricamente verdadero.

El semiracionalismo no se ha contentado con clamar, con la


justicia y buena fe que acabamos de hacer ostensible, que el
tradicionalismo ha sido condenado por la Iglesia; y á la par de
esasdeclamaciones , ha calumniado tambien descaradamente
la doctrina para acreditar la supuesta condenacion que ha su
frido. En todos los pasajes sacados de sus escritos, y que he
mos reproducido desde el principio de este trabajo , se les ha
oido acusar, en los términos más fuertes y virulentos, á la
tradicion de malevolencia para con la razon, de deprimirla,
humillarla y destruirla, y por ese medio, de hacer un insulto á
Dios, autor de la razon.
Por el ejemplo y á excitacion de los semiracionalistas,
el racionalismo incrédulo , por el más autorizado de sus ór
ganos, acaba de decir lo que sigue : « Con la misma justicia
y la misma verdad no necesitamos exponer ni discutir aquí
la doctrina del tradicionalismo , puesto que ha sido juzgada y
condenada (1). Es sabido que los dos principales artículos de
ese nuevo símbolo son la impotencia absoluta del hombre

(i) Ya hemos visto lo que hay de verdad en esa afirmacion tan decisiva.
— 419 —
para pensar y hablar por sí mismo, y la revelacion primitiva
de un lenguaje paradisiaco , que ha dado formadas al hombre
las ideas y las palabras. Así, todos nuestros conocimientos,
sean los que fueren, dependen de la tradicion, y la razon
humana es una propiedad capaz de comprender, pero no una
facultad capaz de inventar (1). Contra esa hipótesis, porque es
una verdadera hipótesis (á ménos que los tradicionalistas no
tengan memorias secretas sobre el paraíso terrenal ) (2), no
haremos más que una sola observacion. El tradicionalismo es
la última palabra de una escuela que se imagina glorificar al
Criador envileciendo á la criatura. En nuestro concepto, es
servir muy mal á la gloria de Dios, el hacer del hombre aban
donado á las solas fuerzas de su razon , una (3) especie de

(1) Uno de vuestros amigos, el más sabio eutre los semiracionalistas y el


adversario más encarnizado del tradicionalismo , ha dicho: «Nosotros no admi
timos el absurdo poder atribuido al hombre de inventar la verdad. Puede
concebirla , descubrirla , demostrarla , pero no puede inventarla como si ema
nase de él , como no fuese Dios.» Así, no es sólo el tradicionalismo el que nie
ga al hombre el absurdo poder de inventar la verdad. De todos modos, no son
los filósofos modernos los que podrían probarnos por su experiencia, que el
hombre tiene el poder de inventar la verdad.
(2) Sí, los tradicionalistas tienen memorias, no secretas, sino públicas, y cono
cidas de todo el mundo acerca del paraíso terrenal, y son el Génesis, los Sal
mos y el Eclesiástico. En ellos han aprendido que el dón del lenguaje y la re
velacion de todas las verdades, fueron para el hombre simultáneos al acto de
su creacion. Porque al ser criado , raciocinó y habló , y desde el primer ins
tante conoció lus leyes de su sér y de su destino. Hablando, pues, como de una
hipótesis, de lo que, segun los libros santos, es la tésis mejor establecida, di
remos una de dos cosas : ó no habeis leido los libros santos, ó no creeis en ellos;
en el primer caso no podeis , en el segundo no debeis, hablar entre cristianos
de lo que pasó en el paraíso terrenal.
(3) Os pedimos perdon. La cuestion no versa sobre lo que puede ó sobre lo
que es el hombre abandonado á las solas fuerzas de su razon. Sobre esto los
filósofos del último siglo y del nuestro , han edificado bastante al mundo. Y
tampoco su razon se hallaba abandonada A sus solas fuerzas , puesto que co
nocían el Cristianismo, que han querido destruir. La cuestion es, si vos, ca
ballero, por ejemplo, habeis tenido la razon completa y desarrollada de que os
mostrais tan envanecido, y de que haceis un uso tan edificante, ántes que
vuestra señora madre os hubiese revelado el mundo de los espíritus y de los
deberes. Habeis, pues, olvidado que ántes de que hubieseis recibido esa reve
lacion , ántes de esa época , se os han perdonado muchos absurdos, en conside
— 4-20 —
animal estúpido y mudo , muy inferior al bruto mismo , porque
este no sufre al ménos la humillacion de creer que posee una
razon que no tiene : el bruto no está expuesto á conceptuarse
una criatura pensadora , un filósofo (1), cuando el hombre,
en el sistema tradicionalista, es un iluso que cree pensar, siendo
así que cuando más se acuerda. Lo que él llama su razon,
no es más que su memoria ; cuando se figura haber producido
una idea, es como si una página creyese haber escrito. Esa
ilusion hace al hombre muy inferior al animal, y Dios no gana
nada en ello , porque como Dios , segun la Escritura , hizo al
hombre á su imágen y semejanza , cuanto más pequeño apa
rezca, ménos grande aparecerá Dios».
Hé ahi el violento capítulo de cargos que el racionalismo
incrédulo ha formado contra la tradicion ; y para que no
quede la menor duda de que para tan odiosa accion , se ha
valido de los materiales que le han suministrado los racio
nalistas católicos, añade:
« Los racionalistas católicos , que no se resignan con ver al
hombre , hijo de Dios , colocado al nivel de un idiota en un hospi
tal ó de un animal enuna selva (2), han combatido vigorosamen
te (3) el tradicionalismo. En Francia y en Bélgica, periódicos

racion á que todavía no teníais uso de razon. Y en cuanto al hombre que se


supone aistado de la sociedad , y desprovisto de toda enseñanza y de toda tra
dicion ¿no acabais de oir á uno de vuestros confidentes, citado más arriba,
que os dice que el hombre despojado de ese modo , no seria más que un ser
fuera de su naturaleza, un ser quimérico? Nosotros no decimos otra cosa. En
cuanto al cargo que nos dirigís de rebajar al hombre hasta el nivel del bruto,
y áun tal vez más, vais á ver que es insignificante. En todo caso, mas bien
es el hombre de vuestra razon que el de nuestra fe el que corre el riesgo di
llegar á ser un animal , no tan sólo estúpido y mudo, sino hasta funesto, lo cual
es más grave.
(1) Teneis muchísima razon. Jamás se han encontrado animales que se tengan
por séres pensadores , por filósofos, en vez de que en el dia no se pueden dar
dos pasos sin encontrarse con séres pensadores y filósofos , que se tienen por
bestias, y obran como tales...
(2) ¡Entre otras muchas brillantes cualidades, los racionalistas# de todos los
matices, poseen la de ser poetas!
(3) Como se acaba de ver en los capítulos ni, iv y v de esta obra.
— 4át —
religiosos y escritores adictos á la Iglesia han protestado con
tra la nueva doctrina. El Corresponsal ha defendido á la razon
con mucho juicio y moderacion, con la brillante pluma de
Mr. de B. (1 ). El padre C. ha compuesto contra el tradiciona
lismo un libro digno de convertir á los tradicionalistas (2), si el
raciocinio (3) pudiese convencer á los enemigos de la razon.
(incorregibles!)
Al dar cuenta á sus afiliados de las cuatro proposiciones
sobre la cuestion filosófica del dia , que acabamos de exami
nar, el racionalismo filosófico no ha parecido muy satisfecho.
Tiene demasiado talento para no saber que por esas proposi
ciones no se ha arrancado ni un solo cabello á la tradicion, y
que no tienen el objeto ni la tendencia que se las quiera atri
buir. «No exageramos, ha dicho, la eficacia de esta decla
racion, por más sabia y oportuna que sea. La razon no será
poreso más respetada de sus adversarios, porque, en general,

(1) Y sobre todo con mucha justicia, uo haciendo el menor caso de las res
puestas de sus adversarios, guardándose muy bien de reproducirlas, truncando
6 alterando sus textos y los de los Padres , para hacerlos decir lo que no han
dicho. Ha aprendido ese procedimiento en la escuela del autor Del valor de
la razon , el filósofo por excelencia del periódico , y que como se ha vanagloria
do él mismo, es sobre ese punto la perfeccion det género... (Disimúlennos
nuestros lectores esta satirilta.) Ese hombre hace demasiado mal, para que
no sea una buena acciou el darle á conocer por lo que es en París, en Roma y
entre sus colegas. Es muy á propósito para acreditar la calumnia de que la doc
trina de las restricciones mentales , y la falta de lealtad en la polémica , es ver
daderamente la doctrina y la falta de la ilustre corporacion ¡i que pertene
ce. Que tenga cuidado y esté sobre aviso, porque es una cosa harto grave...
(2) Por sus arrebatos, por sus calumnias , por sus contradicciones y por sus
absurdos; acabamos de probarlo.
(3) Eso es justamente lo que falta al tal libro, porque la Revista de Ambos-
mundos ha dicho: «En medio de los errores de ese libro, es una felicidad (en
la escuela del racionalismo incrédulo) el ver al autor esforzarse en atribuir una
parte equitativa á la raznn humana». Pues bien, ese libro, Veno de errores y cu
yo autor se esfuerza en hacer, pero que no hace lo que desea, es un libro muy
débil eu punto al raciocinio. H.; ahí una caricia y un bofeton igualmente hu
millantes para nuestro autor; el bofeton , porque le ha sido dado por una mano
amiga, y la caricia porque !e ha sido hecha por la mano impura de la incre
dulidad.
— 422 —
son poco razonables» (1). Pero el semiracionalismo , con ha
ber dado á esas proposiciones la importancia de una decision
dogmática contraía tradicion, hadado lugar á que el raciona
lismo no haya querido saber más, y que, áun sin creerlo, haya
dicho : « Hé ahí al tradicionalismo condenado por la única au
toridad que reconoce la tradicion. La Congregacion del In
dice , despues de examinada la cuestion , se ha pronunciado
contra el tradicionalismo. Ha invitado á su órgano principal,
el periódico de Mr. Bonnetty, á renunciar á los errores des
aprobados por la Iglesia ( 2) : Roma , siempre prudente (3), no
ha titubeado en preservar á la razon humana de los ataques
más comprometedores para la Religion que para la razon
misma. Así, el tradicionalismo está definitivamente condena
do». Lo cual es decirnos, que, como familias de una misma
raza, aunque con alguna ligera variacion en,el nombre, los
racionalistas y semiracionalistas tienen muchas cosas comu
nes, como tienen la misma sangre y el mismo espíritu. Eso
es decirnos , que el racionalismo filosófico ha ido á buscar á
los archivos del semiracionalismo, y que allí ha encon
trado ya preparados, los documentos para calumniar á la
tradicion.
Es, pues, evidente que los racionalistas de todos los ma
tices han adoptado el partido de presentar á los tradiciona-
listas como á los enemigos más encarnizados de la razon y

(1) Diario de los Debates del 12 de Enero de 1856. ¿Y cómo habia de ser
otra cosa , puesto que la razon los ha abandonado completamente á todos para
establecer su trono entre los racionalistas de todos los matices? ¡Eso explica
por qué son tan razonables, quizá los únicos razonables, como es bien sabido!
(2) Acabamos de ver á qué debemos atenernos en cuanto á esa invitacion he
cha á Mr. Bonnetty de renunciar á semejantes errores.
(3) ¡Desgraciada Roma, si tomase con seriedad el cumplido que se la hace
por ese lado! Juzguese de él por las palabras irónicas de que va acompañado
y cuya malignidad salta á la vista: oEn el dia, en que la Iglesia galicana no es
ya casi más que un recuerdo, la autoridad de la Santa Sede es bastante plena
mente soberana para poder firmar sin inconveniente las cuatro proposiciones
del Indice , más inofensivas que los cuatro artículos de 1682». (Diario delos
Debates de 12 de Enero de 1856.)
— 4-23 —
dela dignidad humana, y por consiguiente, como blasfe
madores de Dios, criador del hombre y autor de la razon.
Semejantes imputaciones no pueden dejarse sin refutacion en
un trabajo como este. Vamos á desempeñar esta tarea lo más
breve y claramente que nos sea posible. Despues de haber
demostrado cuan razonable es la doctrina de la tradicion en
punto á la razon, cuan sólida y cuan clara, vamos á ver
tambien cuan grande y cuan elevada es al mismo tiempo. De
ese modo se* adquirirá el convencimiento de cual de los dos,
el semiracionalismo ó el tradicionalismo, es el que rebaja y
ultraja á la razon y á su autor.
Ya hemos visto que la base de la magnífica y luminosa
doctrina de la filosofía cristiana, tocante al alma humana, se
apoya en el principio , de que por la virtud del entendimiento
operante, virtud innata , divina y que forma su sér intelectivo,
el alma se forma por sí misma las ideas. Pues bien, el tradi
cionalismo admite ese principio , y áun entre los diferentes
sistemas sobre el origen del conocimiento humano, es el úni
co que admite. Luego la doctrina escolástica del alma es ni
más ni menos su doctrina. ¿Y cómo la única doctrina filosó
fica, que durante quince siglos se ha encontrado unida al
dogma cristiano, y ha sido en cierto modo consagrada por
el uso que de ella ha hecho la Iglesia : cómo la única doctri
na filosófica tradicional no seria el símbolo del tradiciona
lismo? Hé aquí lo grande y lo honroso que de esa doctrina
resulta para el entendimiento humano.
San Agustin ha dicho : * El que puede comprender lo que
es en el hombre su verdad ó su palabra, no sólo ántes de que
profiera ninguna palabra de lo exterior, sino áun ántes de
que tenga en su pensamiento la imágen de ninguna palabra
sensible, de ese puede decirse que ve una semejanza del
Verbo de que está escrito : En el principio era el Verbo » . (De
Trinit.: Lib. xv, Cap. xix.) Para san Agustin, pues, admitir
que el hombre engendra por sí mismo su verbo, su palabra
interior ó que se forma su idea , es reconocer una semejanza
— 424 —
entre la inteligencia creada y la inteligencia increada: entrela
trinidad del alma humana* y la trinidad divina.
Como nos lo han enseñado los mismos semiracionalistas -
con sus teorias platónicas, cartesianas y malebranchianas to
cante al origen de las ideas, desprecian, porque nada com
prenden de ella, esa hermosa doctrina de san Agustín, reno
vada y desenvuelta por santo Tomás, que atribuye al enten
dimiento humano la sublime facultad de engendrar en sí mis
mo, por una operacion ad intra, á su propio hijo, su verbo,
su pensamiento, formándose por sí mismo las ideas. Esta her
mosa doctrina no se encuentra en parte alguna , y no es se
guida por nadie, fuera de la escuela tradicionalista. Nosotros,
y solamente nosotros, dígase lo que se quiera, admitimos
que en el principio el hombre piensa sin palabras, y que su
verbo mental es desde luego independiente de su expresion,
como el Verbo de Dios ha existido desde toda eternidad in
dependientemente de su encarnacion. Para nosotros, la pa
labra no es necesaria más que para formular exteriormente
la idea ó la concepcion universal, y no para formarla: para
hablar, y no para pensar. Una concepcion universal ó la idea,
coino no encuentra nada equivalente en la naturaleza sensi
ble, en donde todo es particular, necesita ser representada,
expresada por la palabra. Por las palabras tienen las ideas
curso entre los hombres; para nosotros la palabra no es la
idea misma : para nosotros la palabra no es más que la mone
da DE LAS IDEAS.
En cuanto el alma se ha formado las ideas, las ve en sí
misma , se complace en ellas y de ahí se producen tambien
ea ella la propension ó la aversion á los objetos que conoce
en las ideas y por las ideas , es decir , la voluntad. En Dios, la
inteligencia divina, esencialmente fecunda , en la que engen
dra en sí misma su palabra interior, su Verbo, y de la inte
ligencia y del Verbo procede el Espíritu Santo. Por manera,
que el Padre es el principio (no la causa), el Verbo es el
término medio, y ei Espíritu Santo el término final, el com
— 425 —
plemento de las operaciones ad intra de la inteligencia infi
nita. Y en el alma tambien, el entendimiento operante, fe
cundo por la gracia, porque es el reflejo inefable de la Luz
increada en la inteligencia creada, es el principio, ¡a idea, es
el término medio y la voluntad : es el último término de las
operaciones ad intra de la inteligencia finita.
Toda entera, una é indivisible en sí misma, la naturaleza
divina, sin multiplicarse, se reproduce además toda entera
en su Verbo y se comunica al Espíritu Santo, lo cual hace
queeu Dios, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu
Santo es Dios; pero como la única y misma naturaleza divina
es comun á las tres personas, no hay tres dioses, sino un
solo y mismo Dios, trino en las personas y uno en la natu
raleza. Y del mismo modo, segun la doctrina de la tradicion
tocante al alma humana, el ser del alma, uno é .indivisible,
que está todo entero en el entendimiento operante, se repro
duce en la idea que forma la razon y se comunica á la vo
luntad: lo que hace que, en el alma, el entendimiento ope
rante es el alma, la idea ó la razon es el alma, y la voluntad
es el alma ; mas como el único y mismo sér del alma es co
mun á esas tres potencias, no hay tres almas, sino una sola
y misma alma, trina en las potencias y una en el sér.
No se comprende este profundo misterio de la unidad y de
la trinidad del alma; ¿mas se comprende acaso el profundo
misterio de la unidad y de la trinidad de Dios? No es, pues,
por las teorias fantásticas y absurdas de la escuela cartesiana,
por las teorias del alma que todo lo ve en Dios ó que recibe
del mismo Dios formadas las ideas , sino por la doctrina to-
mística del entendimiento operante, que se forma en sí mis-
rao las ideas, que la augusta imágen de Dios uno y trino,
que se encuentra en todas las criaturas, áun las irracionales,
por modo de vestigio ó de huella : In creaturis irrationalibus
per modum vestigii (santo Tomás), se encuentra en el hombre
por modo de semejanza : In rationalibus , per modum similitu-
dinis; es decir, de la manera más perfecta, en cuanto una
— 426 —
realidad infinita puede ser representada por una realidad fi
nita. Así, hé ahí al tradicionalismo, único que sigue seme
jante doctrina, el único que conserva en toda su integridad y
en todo su esplendor la imágen de Dios, uno y trino en el
hombre y el único que lo explica tan claramente como es po
sible. ¿No es, pues, una calumnia manifiesta el decir que el
tradicionalismo degrada al hombre hasta el punto de borrar de su
frente la imágen de Dios ?
La bondad divina , dice santo Tomás , es difusiva por sí
misma y gusta de la expansion y de esparcirse sobre sus
obras. Por eso Dios ha querido que, en grados diíerentes,
todas las criaturas se le asemejasen , no sólo con relacion al
sér, sino tambien con relacion á la operacion. Ideo voluit ut
omnia. Ei similia essenl, non solum in esse, sed eticemin agere.
Esto nos explica por qué todos los seres criados tienen por
gracia un sér particular suyo, y existen en sí mismos, como
su criador existe en sí mismo por la necesidad de su natura
leza , y porque ademas todos esos séres tienen una accion
propia suya, producen verdaderos efectos, son verdaderas
causas segundas, como Dios mismo tiene un poder ó potencia
propia suya, produce verdaderos efectos y es la verdadera y
única causa primera de todo lo que es ó puede ser. Por la
sublime facultad del entendimiento operante, el alma huma
na es una inteligencia que tiene un sér distinto del sér divi
no, es una causa verdadera que lleva á cabo la obra más
asombrosa , la obra de generalizar lo particular y de formarse
las ideas ; en fin , produce verdaderos efectos y obra fuera de
sí misma cuando realiza sus ideas y sus voluntades de fuerza
de sí misma. ¿No es, pues, una necia calumnia el sostener
que el tradicionalismo, el único sistema que reconoce en la
inteligencia humana la individualidad de su sér y la prodi
giosa fecundidad de sus operaciones, es un sistema en el cual
el hombre es absorbido en Dios , un sistema que reduce á la
nada al hombre, le despoja de toda actividad y le reduce al
estado de un idiota en un hospital, de un animal en una selva?
— 427 —
¿No es burlarse de sus lectores el querer persuadirles que
los semiracionalistas sólo combaten la tradicion porque con
la elevacion de su talento y la ternura de que se halla posei
da su alma no pueden resignarse á ver al hombre tan envilecido
por la tradicion y despojado por ella de toda su grandeza y
de toda su dignidad?
«Las verdades de la razon, dice uno de nuestros adversa
rios, son todas las que una razon firme, ilustrada y virtuosa,
saca de sí por deducciones evidentes.» Salvas las reservas
que sobreeste punto ha hecho santo Tomás, el tradicionalis
mo no pone la menor dificultad en admitir que una razon
firme , ilustrada y virtuosa pueda sacar de sí misma , por deduc
ciones evidentes, grandes verdades. Lo que el tradicionalismo
niega es que pueda encontrarse una razon firme, ilustrada y
virtuosa fuera de toda enseñanza tradicional de la familia ó
de la sociedad, en donde únicamente se forma toda razon y
adquiere sus primeras nociones del mundo espiritual y mo
ral, que la son indispensables para sacar otras nociones por
medio de deducciones evidentes. ¿En qué, pues, esta doctrina
del tradicionalismo ofende á la razon natural? El semiracio-
nalismo mismo, ¿no reconoce que toda razon, y por consi
guiente, hasta la razon natural, es necesariamente enseñada, y
que el hombre desprovisto de toda enseñanza y de toda tradicion
es un sér fuera de su naturaleza, un ser quimérico? ¿Y en eso,
no está enteramente de acuerdo con nosotros, que miramos
al hombre natural de Descartes y de Malebranche y al hom
bre ideal de los filósofos modernos como un sér fantástico?
Pero se nos replica : « ¿No es verdad que el tradicionalis
mo niega á la inteligencia humana el valor de descubrir por
sisola, hasta algunas verdades del orden espiritual y moral?
Luego la inteligencia humana no es más que un sér que existe
para conocer, para comprender la .verdad y hacer de ella su
alimento y su vida. ¿No es envilecer la razon y anularla ente
ramente, el negarla la facultad de descubrir la menor ver
dad, es decir, de realizar su facultad innata y de llegar á su
— 428 —
fin?» Hé ahí lo que nos opone el semiracionalismo, y nuestra
respuesta :
« Si hubiésemos de discutir» , dice un autor que no puede
ser sospechoso de haber incurrido en los errores de los se
ñores Bonaldy Lamennais, que ha conjbatido constantemente,
el grande arzobispo monseñor Affre, « si hubiésemos de dis
cutir acerca de la Religion natural, no nos seria muy difícil
probar que es posiblemente revelada. La llamamos natural, no
porque la naturaleza haya podido descubrirla , sino porque, una
vez conocida, la razon basta para comprenderla y el racio
cinio puede demostrarla (citado por Mr. Bonnetty, Ana
les, etc., tomo xiu, Pág. 149).» Hé ahí todo el método tradi
cional reasumido eu dos palabras de la mayor claridad. Lo
que ese método niega á la razon aislada, es que pueda descu
brir la Religion natural ; pero no niega á la razon instruida de
esa Religion por la tradicion que se encuentra por todas par
tes, y á la que, segun el semiracionalismo mismo, ningun
hombre puede sustraerse , el poder comprenderla y demos
trarla. En qué, pues, ese método envilece á la razon? ¿Es
envilecer una potencia el enseñada lo que ella no puede hacer ,
por temor de dejarla que se atribuya un poder que no tiene
y que no acometa empresas que la perderian? ¿Es envilecer
la razon el ponerla á cubierto de la presuncion ciega, su ma
yor enemigo, que ia extravía, que verdaderamente la depri
me y que concluye por aniquilarla?
No, no; nosotros no negamos á la inteligencia firme, des
arrollada por los medios naturales de su formacion y de su
desarrollo, la facultad de conocer, de comprender la verdad,
hasta de descubrirla, y con mucha más razon de demostrarla.
Sólo que decimos que la inteligencia se ha hecho apta para
todas esas operaciones despues que se ha formado y desarro
llado: despues que se ha formado las ideas del mundo ma
terial por la revelacion que de él ha recibido por medio de
los sentidos, y las ideas del mundo espiritual por la revelacion
que de él ha recibido por medio de la instruccion; y que
— 429 —
mientras que no ha llegado al punto de ser completamente lo
que debe ser, no puede nada. ¿Es, pues, absurdo decir que
uq ser debe ser lo que le conviene ser ántes de poder obrar?
¿Es absurdo decir que ninguna operacion es posible á un ser
ántes de haber adquirido las condiciones necesarias para
operar? ¿Es absurdo decir que lo que todavía no es no pue
de operar?
Si la inteligencia humana pudiese formarse las ideas del
mundo material ántes de conocer su existencia por medio de
los sentidos, y las del mundo espiritual ántes de conocer su
existencia por medio de la instruccion , no seria ya la inteli
gencia humana, sino la inteligencia angélica. Porque solamente
el ángel conoce directamente y sin intermediario lo univer
sal, y en lo universal, lo particular. Decir, pues, que la in
teligencia humana no puede llegar al conocimiento de lo uni
versal sino por los fantasmas y por los particulares que la
han sido revelados por los sentidos y por la instruccion , es
decir que el hombre es hombre y no ángel, es decir que ha
biendo criado Dios al ángel , que ve por su naturaleza lo
universal , y al bruto , que por su naturaleza no ve más que
lo particular, ha querido criar un sér intermedio, el hombre,
capaz de conocer por su naturaleza lo universal y lo particu
lar, pero con la condicion de no poder conocer lo universal
sino por lo particular (porque sin esa condicion no seria más
que una repeticion del ángel), y con la facultad de elevarsede
lo particular á lo universal (porque sin esa facultad el hom
bre no seria más que la repeticion del bruto ). Hé ahí lo que
distingue esencialmente al hombre del bruto y del ángel: hé
ahí lo que verdaderamente es el hombre. ¿Es, pues, absurda
una doctrina que no hace del hombre ni un bruto ni un án
gel, que no le hace superior ni inferior á sí mismo , que le
afirma lo que es verdaderamente y le deja en el lugar que
Dios le ha destinado en la jerarquía de los seres?
Al crear al primer hombre, Dios ejerció con respecto á él
una triple funcion : 4 .', la funcion de Padre, dándole al mismo
— 430 —
tiempo la vida del cuerpo por el alma, y la vida del alma por
la verdad; 2.*, la funcion de Rey, imponiéndole las leyes de su
conservacion y de la conservacion de su especie; 3.*, la fun
cion de Sacerdote, santificándole por su gracia. Esas tres fun
ciones que Dios ejerció directamente con el primer hombre,
segun el orden establecido desde el principio por su providen
cia, las continua ejerciendo por el mismo hombre con respec
to á los demás hombres. Por medio de los padres hace nacer
á la vida á los individuos humanos; por medio de los jefes
de los pueblos, cualquiera que sea su nombre, conserva las fa
milias que viven en sociedad; y por medio de los Sacerdotes
santifica los individuos, las familias y las naciones.
De ahí provienen tres especies de poderes entre los hom
bres: el poder paternal; 2.°, el poder civil ; y 3.°, el poder
sacerdotal. Y de ahí tambien (lo diremos como de paso) el
origen divino de esos tres poderes y su derecho á una obe
diencia divina, segun la doctrina de los libros santos, que di
cen: «Todo poder es de Dios: resistir al poder es resistir la or
den de Dios: Omnis polestas á Deo est: qui potestati resistit, Dei
ordinatione resistit» . (Rom., xm.) Porque ¿cómo no habia de ser
divino el poder paternal que continua la funcion del Dios cria
dor? ¿cómo no habia de ser divino el poder civil que conti
nua la funcion del Dios conservador? Y sobre todo , ¿cómo no
habia de ser divino el poder sacerdotal que continua la fun
cion del Dios santificador ? ¿cóino, en fin, esos poderes no
habian de tener derecho á una obediencia divina: Cumbona
voluntate servientes sicul Domino, el non hominibus (Ibid.), pues
que son los lugartenientes de Dios, y ejercen una funcion por
sí misma divina con respecto á los demás hombres?
Volviendo á nuestro asunto, el tradicionalismo sostiene que
pertenece á los padres, encargados de continuarla funcion de
Dios criador, no sólo el hacer nacer los hijos á la vida del cuer
po por la generacion, sino tambien el darles la vida del es
píritu por la instruccion. El tradicionalismo sostiene, que co
mo al criar Dios por sí mismo al primer hombre le instruyó
— 431 —
de las primeras verdades que formaron su razon, del mismo
modo, continuando en criar él á los demás hombres por
ministerio del hombre, por ese mismo ministerio continua
instruyéndoles de esas mismas verdades que forman su razon.
El tradicionalismo sostiene, en fin, que por sus padres recibe
todo hombre la primera revelacion de la existencia del mundo
de los espíritus y de los deberes; y que por el mismo medio
por el que el hombre recibe la vida del cuerpo, recibe tambien
las primeras y más importantes nociones, las nociones del mun
do espiritual y moral, que no podria adivinar por sí mismo,
y por las cuales es iniciado en la vida racional. Porque es un
hecho , que ántes de haber recibido esas nociones , el hombre
no tiene razon, por lo menos una razon completa, una razon
perfecta, capaz de servirle de luz natural y de regla inmediata
de su conciencia y de su libertad. Esa es la doctrina tradi-
cionalista (1).
¿Por qué, pues, al Dios que quiso que el alma humana no
pudiese formarse las primeras ideas del mundo material sino
despues de haber conocido su existencia por los sentidos, no

(i) El sabio semiracionalista que tanto nos ha ayudado á refutar el semira-


cionalismo, hace tambien esta importante observacion: «Lo que pasó el primer
dia se renueva todos los dias, pero con condiciones diferentes, y esas dife
rencias provienen de que el primer hombre fué criado, y el niño nace. En
el primer hombre , el desarrollo fué instantáneo, porque fué criado adulto ; es
gradual y sucesivo en su raza, porque los hombres nacen niños. Pero la na
turaleza HUMANA CONSERVARÁ SIEMPRE LA PROFUNDA UNIDAD». Nada más CÍer-
to; pero es reconocer que como el primer hombre recibió de Dios el lenguaje
y la revelacion del mundo espiritual, los hombres niños deben recibir ambas
cosas de sus padres , que Dios ha colocado en lugar suyo para continuar su
accion generadora y bienhechora; y que la necesidad de esa revelacion para la
completa educacion del niño es una ley de la Providencia, y una de las con
diciones por las que la humanidad conserva siempre su profunda unidad. Su
primid la necesidad de la tradicion social que sostienen los tradicionalistas para
que el hombre niño pueda conocer el mundo espiritual, y el hecho que se re
produce á vista de todo el mundo , el hecho de una variedad tan grande en las
primeras creencias de los niños , á pesar de la unidad de la misma naturaleza,
llega á ser inexplicable. Volvedle como os plazca, siempre os vereis obligado á
acudir al tradicionalismo para explicaros el hombre y la sociedad, tales como
se les ve.
— 432 —
le plugo tampoco que la misma alma pudiera formarse las pri
meras ideas del mundo espiritual hasta despues de haber co
nocido su existencia por medio de la instruccion? Y si no es
una degradacion, si es una condicion conforme á la naturale
za del alma humana el no deber más que á los sentidos el
primer conocimiento del mundo material, ¿cómo seria una de
gradacion para esa alma , cómo seria contrario á su naturaleza
el no deber más que á la instruccion el primer conocimiento
del mundo espiritual?
Nosotros preguntamos al sentido comun más vulgar si se
mejante doctrina no es sencilla como todo lo que es natural.
No es clara como todo lo que es verdadero? ¿No es agrada
ble y risueña á la razon, como todo lo que es razonable? ¿No
es, pues, calumniar al tradicionalismo el decir que profesa
una doctrina que humilla á la razon y ultraja á su divino autor?
Por conducto del más ilustre de sus doctores, el semiracio.
nalismo acaba de decirnos: «Dios es la luz directa que ilumi
na vuestra inteligencia. Pero la luz divina no ilumina vuestra
razon sino en cuanto á la ocasion y la condicion de los fenó
menos de este mundo. En un sentido, el mundo es, pues, un
intermediario entre Dios y nosotros» (1). Hé ahí, pues, á nues-

(1) Ese jefe de los semiracionalistas parece haber tomado del ilustre jefe de
los racionalistas franceses esta extraña expresion : aEl único medio que nos es
dado, dice Mr. Cousin, para elevarnos hasta el Ser de los seres sin experimen
tar deslumbramiento ni vértigo, es el acercarnos á él con el auxilio del divino
mediador. Entre un sér finito, como el hombre, y Dios, sustancia absoluta é
infinita, hay el doble intermediario de ese magnífico universo entregado á
nuestras miradas, y de esas verdades maravillosas que la razon concibe. (Delo
verdadero, etc. , página i3, edicion de 1854.) ¿Podeis negar que entre filóso
fos que se hacen mutuamente semejantes préstamos de doctrina , existe una
grande simpatía de sentimientos y una inteligencia verdaderamente cor
dial?
Pero esa misma expresion da lugar á una observancia mucho más grave. No
haremos al autor que la ha empleado la imputacion que con motivo del pasa
je que se acaba de leer monseñor de Poitiers ha dirigido á Mr. Cousin, de haber
negado la mediacion del único mediador entre Dios y el hombre , eí. verbo de
Dios kbcho hombre. Nos complacemos en creer que, como ha supuesto el apo
logista de Mr. Cousin , el señor abate Deschamps, ambos autores han querido
— 433 —
tro adversario que establece tambien como principio la ne
cesidad que, por más iluminada que esté por la luz divina,
nuestra inteligencia experimenta de un intermediario para ver
la verdad. Nosotros no decimos otra cosa. Sólo que el semi-
racionalismo admite en el alma humana una luz divina, que
la da el acto del conocimiento, que el alma no puede, sin em
bargo, realizar sin el intermediario del mundo, lo cual no se com
prende; mientras el tradicionalismo no admite la luz divina en
el alma, sino en cuanto la suministra la facultad del entendi
miento operante : Intellectus agens est participatio qucedam lumi-
nis divini, ó la facultad de formarse las ideas, es decir, como
que la suministra la causa formal de las ideas, con la condi
cion de tener á la vista la causa material, ó los fantasmas de
las cosas sensibles, y los particulares de los objetos insensi
bles, lo cual se comprende muy bien. Sólo que el semiracio-
nalismo hace del mundo material un intermediario entre Dios

hablar aquí de una mediacion puramente natural y filosófica. Pero áun tornada
en ese sentido, la palabra mediador entre el hombre y Dios atribuida al mun
do material, no deja de ser una excentricidad vituperable. En primer lugar, el
único medio que nos es dado de elevarnos hasta el Sér de los séressin deslum
bramiento ni vértigo , es el mirarle á través del Hombre-Dios. Porque, segun
Isaías , uno de los fines de la Encarnacion fué precisamente que el hombre
pudiese fijar en Dios sus miradas sin turbarse, y tratar con él con toda con-
flanza. (Ecce Deus meus, fiducia'iter agam et non timebo, etc.) Y, como dijo
Tertuliano, para que el hombre pudiese tratar con Dios como de igual á igual».
(Ut homo ex cequo agere cum Deo posset.) El universo entregado a nuestras
miradas , y las maravillosas verdades que la razon concibe, no tienen la vir
tud de impedir al hombre que quiere elevarse hasta el Sér de los seres , el
deslumbramiento y el vértigo. Esas son palabras vacías de sentido , si no son
una blasfemia. En segundo lugar, la misma expresion es falsa por la razon de
que entre el mundo material , entre el hombre y él mismo, Dios ha puesto
tambien el mundo moral, la sociedad de que es el autor. La negacion de ese
intermediario es el protestantismo filosófico ; porque todo el protestantismo
religioso, si se reflexiona bien, no consiste más que en la negacion de la me
diacion de la Iglesia entre el cristiano y Dios ; no consiste más que en el
individualismo humano, y en el pensamiento de que el hombre debe comuni
car directamente con Dios, y que no necesita del ministerio del hombre para
recibir la verdad y la gracia. Esa doctrina es peligrosa en Religion, como lo es
en Filosofía, y no le es permitida á un sacerdote católico, áun en tono de
chanza.
ts
— 434 —
y nosotros, y una condicion sine qua non, pára que el alma pue
da elevarse al primer conocimiento del mundo espiritual, lo
cual es demasiadoMlano y demasiado grosero, cuando el tra
dicionalismo coloca la enseñanza de los padres, es decir, un
medio moral, intelectual, intermediario entre Dios y nosotros,
para que el alma pueda elevarse á ese conocimiento primero
del mundo espiritual, lo cual es más sencillo, más natural, más
conforme á la naturaleza de las cosas, y sobre todo, más hon
roso para la razon humana. Sólo que el semiracionalismo afir
ma lo que no ha sucedido jamás , ni sucederá: lo que es una
hipótesis arbitraria y fantástica; porque no se tiene noticia de
ningun hombre que sin haber recibido la menor nocion del
mundo espiritual y moral por medio de la familia , haya lle
gado por sólo su entendimiento á déscubrir la existencia de
ese mundo, á conocer distintamente los objetos y á creer en
ellos por sola la consideracion ó por el intermediario del mun
do sensible; en tanto que el tradicionalismo sostiene loque ha
sucedido desde el origen del mundo, y lo que sucederá siem
pre hasta su fin , una tesis fundada en la historia constante y
universal de la humanidad. Porque esa historia nos enseña
que el hombre no es, siempre y por todas partes, más que lo
que sus padres han hecho de él , tanto con relacion al enten
dimiento como al cuerpo: que tocante á Dios, el alma, la vi
da futura, el culto y los deberes, el hombre no sabe ni más
ni menos que lo que sus padres le han enseñado en su infan
cia : que no es judío, cristiano, mahometano, idólatra, pro
testante ó católico, sino segun los padres le han educado,
como no es blanco, negro, enfermizo ó robusto, sino segun
los padres le han engendrado. Sólo que, en una palabra,
mientras el tradicionalismo es razonable, el semiracionalismo
es absurdo, y se halla en contradiccion perpetua consigo mis
mo, y por consiguiente es alta y ridiculamente injusto en cen
surar al tradicionalismo el que no participe de sus utopias y
desus extravagancias, y más injusto todavía en calumniarle
descaradamente afirmando que el tradicionalismo rebajaalhom
— 435 —
bre y le hace inferior al bruto y que le pone en contradiccion
con su instinto y con su persuasion, que le inducen á creerse un
sér inteligente.

DÉCIMA ACUSACION.
EL TRADICIONALISMO DESTRUYE LA RELIGION POR SI! BASE.
§11." Formulando esa actisacion contra el mélodo tradicional, el semiraciona-
lismo hallevado su injusticia hasta el delirio. Nueva exposicion de la doctri
na tradicionalista. Sólo por esa doctrina se puede establecer bien el dogma de
una revelacion primitiva , base de toda la Religion , el plan divino de la uni
dad y de la perpetuidad de la verdadera Religion, y explicarle. Admitiendo
elprincipio fundamental de esa doctrina , todo entendimiento lógico es condu
cido al Catolicismo. Los motivos de credibilidad están fundados en el mismo
principio. El método tradicionalha sido seguido por todos los apologistas de la
Religion, desde san Pablo hasta nuestros dias. Asi como no se puede probar
nada por la Biblia contra los herejes que no creen en la tradicion de la Iglesia
que atestigua la divinidad de la Biblia, del mismo modo no se puede probar
nada por la razon contra los filósofos que no creen en la tradicion de la huma
nidad, que atestigua la competencia de la razon. El método tradicional es el
único para concluir con todos los errores. Bases verdaderas de la Religion,
segun san Pablo. Iniquidad del semiracionalismo al acusar al tradicionalis
mo de destruirla.

Como es bien sabido , las condenaciones por parte de la


autoridad eclesiástica no recaen , bajo el punto de vista teo
lógico, más que sobre las doctrinas erróneas y peligrosas.
Para hacer, pues, más razonable y acreditar la condenacion
del tradicionalismo por parte del Concilio de Amiens y del
Indice de Roma , era de toda necesidad señalarle como un
sistema en oposicion con la teología católica y funesto al
Catolicismo. El semiracionalismo no ha dejado de hacerlo,
porque presentando al tradicionalismo como el enemigo de la
razon para atraer sobre él los sarcasmos de los filósofos, ha
querido tambien presentarle como el enemigo de la Religion
para atraer sobre él los anatemas de los fieles. La obra Del
valor de la razon, y todos los escritos recientemente publi
cados por la escuela semiracionalista , no son , desde el prin
cipio hasta el fin , más que violentas diatribas , en las que se
pinta al tradicionalismo y á los católicos con los más negros y
— 436 —
odiosos colores, y se le acusa de ser una novedad escanda
losa , con tendencia á derrocar la Religion por su base. En
esa acusacion , la injusticia del semiracionalismo toma pro
porciones inmensas. No sólo es un crimen contra la moral,
sino uno de los atentados más impudentes contra la lógica,,
contra la evidencia , contra el buen juicio , contra el sentido
comun : es un atentado , cuya perversidad se eleva hasta la
locura. Vamos á verlo.
Qué es el tradicionalismo? Un sistema que tiene por base
el principio de la imposibilidad de que el hombre desprovisto
de toda enseñanza y de toda tradicion, ó segun la expresion del
mismo semiracionalismo, de que el hombre sér fuera de suna-
turaleza, el hombre sér quimérico , pueda descubrir, adivinar
el mundo espiritual y moral. Es, por consiguiente, un siste
ma que toma por punto de partida el hecho constante , uni
versal (porque siempre se ha reproducido y renovado en la
humanidad), de que el hombre no conoce el mundo de los
espíritus y de los deberes, no tiene las primeras nociones
de Dios, del alma, de la vida futura y de la ley divina, sino
por la enseñanza doméstica, y que no es á su vez más que el
eco de la tradicion (1).

(1) Esta verdad, que Dios no ha sido conocido por el hombre, sino porque
se ha dignado revelarse al hombre, acaba de ser recordada por nuestro Santo
Padre el Papa Pio IX, en su último breve á los Obispos de Alemania. Despues
de haber dicbo que puede servirse de la razon para conocer nuevas verdades,
para cultivar el entendimiento, para descubrir los secretos de la naturaleza; y,
en fin, para llegara! conocimiento de Jesucristo (si todavía no se le conoce),
el Soberano Pontífice continua así :
«¿Que es, pues, lo que la Iglesia no tolera ni permite, y lo que reprende y
condena absolutamente en virtud de la mision que ha recibido de guardar el
depósito que le ha sido confiado? La Iglesia reprende fuertemente y siempre
ha condenado la conducta de los que, abusando de la razon , no se ruborizan
ni temen oponerla y preferirla desatentadamente á la autoridad de Dios, y que,
obcecados por su orgullo y su vanidad, pierden la luz de la verdad y rechazan
con un soberano desprecio esa fe, de la cual se ha escrito : El que no cree será
condenado. Llenos de confianza en sí mismos , niegan que deba creerse en Dios
por Dios mismo, y aceptar con obediencia lo que ha querido hacernos conocer de
su propia naturaleza. La Iglesia no cesa de contestar á esos hombres, que
— 437 —
Pero si el hombre niño que posee esas nociones no ha po
dido dárselas á sí mismo, y si ha debido recibirlas de sus
padres y de sus maestros , éstos , á su vez , no han podido
dárselas tampoco ásí mismos, sino que han debido recibirlas
de sus padres y maestros. Y lo mismo ha sucedido con todos
los padres y maestros que se han ido reemplazando en la serie
de los siglos : no pudieron enseñar , sino porque fueron ense
ñados. Remontándoos así por las edades de la humanidad,
llegais á vuestros primeros padres , á vuestros primeros
maestros : llegaréis al hombre primitivo, que , colocado tam
bien por la condicion de su naturaleza en la misma impo
sibilidad en que se encontraron todos sus descendientes de
enseñar sin haber sido enseñados, debió, de toda necesidad,
ser enseñado por su autor, por el mismo Dios. Y siendo así, es
evidente que los dogmas de la existencia de Dios, de la exis
tencia de una ley divina (que crean obligaciones y deberes),
de la espiritualidad , de la inmortalidad del alma y de la vida
futura , no son lo que la incredulidad quiere hacer creer, in

citando se trata del conocimiento de Dios, á Dios es preciso creer, que de él


VIENE TODO LO QUE CREEMOS ACERCA DE ÉL, PORQUE EL HOMBRE NO HUBIERA PODIDO
CONOCERLE, COMO TIENE NECESIDAD, SI DtOS MISMO NO NOS HUBIESE COMUNICADO ESE
CONOCIMIENTO SALUDABLE.»
El racionalismo, como se ha visto, no es escaso en la eficacia de las luces de
la razon que nos descubren ciertas verdades , y en la voz de la conciencia que
nos recuerda el deber. Pero esa luz y esa voz, que son algo real, despues
que por la enseñanza y la revelacion doméstica el hombre ha llegado á formar
su razon y su conciencia, no son nada antes de esa época : áutes <ie esa época
el niño no ve ninguna luz, no oye ninguna voz. Esa luz no se forma en
su razon , esa voz no se deja oir en su conciencia hasta despues que sus padres le
han revelado A Dios, el alma, lo justo y lo injusto, y la obligacion de practicar el
bien y huir el mal en vista de las recompensas y de los castigos de Dios en
este mundo y en el otro. Y la prueba de esto es , que todo niño no encuen
tra en su razon ni en su conciencia, ni más ni menos que lo que sus precep
tores han depositado en ellas. Encuentra en ellas el verdadero ó el falso Dios, Je
sucristo ó Slahoma, la ley del Evangelio, la del Coran, la de Xaca 6 la de
Fó, segun sus maestros hayan sido mahometanos ó idólatras ; su razon no mira
como verdaderos sino los dogmas que la han sido revelados, y su conciencia
no experimenta simpatías ó remordimientos, sino segun la regla de los debe
res que se la han inculcado.
— 438 —
venciones fantásticas del hombre, sino revelaciones de Dios,
y por consiguiente, grandes y sublimes verdades, que el
mismo Dios ha depositado en el seno de la humanidad desde
su origen.
Y así como reconocida la imposibilidad de que el hombre
se haya dado á sí mismo la vida física, se llega necesariamen
te á la gran verdad de un Dios criador, del mismo modo,
reconocida la imposibilidad de que el hombre se haya dado
á sí mismo la vida intelectual por el descubrimiento de la
verdad , se llega necesariamente á la verdad no menos gran
de de un Dios revelador. El sistema tradicionalista está fun
dado sobre esa última imposibilidad. ¿No es rebelarse contra
la evidencia el afirmar que ese sistema que, una vez admitido,
nos impulsa á admitir de toda necesidad la divinidad y la
verdad de los dogmas fundamentales de la Religion, es sub
versivo de la Religion ?
La Religion no es más que la expresion de las relaciones
que Dios ha establecido entre él y el hombre, y entre éste y
sus semejantes , y que tienen sus profundas raíces, sus razones
ocultas en la naturaleza de Dios y del hombre. No hay más
que un solo Dios verdadero, siempre el mismo, y una sola
humanidad verdadera, siempre la misma. Luego ni hay, ni
puede haber entre esos seres, más que un solo conjunto de
relaciones verdaderas, siempre las mismas: más que una sola
Religion verdadera, siempre la misma. Una Religion nueva,
con un Dios inmutable por la perfeccion de su naturaleza , y
con una humanidad inmutable tambien por la voluntad y la
providencia de su autor, seria una contradiccion, un contra
sentido. Así , toda religion que no ha comenzado con el hom
bre , que no ha sido siempre seguida por el hombre en su
peregrinacion terrestre, toda religion nueva, es necesaria y
esencialmente falsa.
«El Cristianismo no es verdadero, decia san Pablo, sino por
que siempre ha sido , ayer como hoy, y porque abraza todos
los siglos pasados por su origen , y todos los siglos venideros
— 439 —
por su duracion: Jesus Christus heri ethodie, ipse etin secula.*
(Hebr., xm.) San Agustín no ha hecho más Jque comentar esas
grandiosas y hermosas palabras de san Pablo, en este impor
tante pasaje de sus Retractaciones: «Cuando he dicho que la
Religion cristiana es la única religion que se debe conocer y
seguir en los tiempos, para conseguir de la manera más segura
y más cierta la salvacion, no he querido hablar de la Religion
cristiana, en cuanto religion nueva, más que con relacion al
nombre, y no con relacion á la cosa que se nos expresa. Por
que es cierto que la Religion que se llama cristiana hoy dia,
fué conocida de los antiguos, y áun desde el origen del gé
nero humano hasta que Jesucristo vino en la carne. Mas por
haber comenzado desde esa época á ser llamada cristiana,
no por eso esta Religion deja de ser la única y verdadera que
ha existido en todos los tiempos, y siempre la misma» (1).
Con solo la excepcion de que los antiguos creian en Jesucristo
que debia venir, y nosotros creemos en Jesucristo que ha
venido : con la excepcion de que esa fe en el divino Repara
dor, que es explícita en los cristianos, era, con mucha fre
cuencia, implícita en los gentiles : con la excepcion de que
nosotros creemos como cumplidas las profecías y las prome
sas hechas al hombre desde el origen del mundo, y los anti
guos creian que debian cumplirse en un tiempo más ó ménos
remoto: con la excepcion, en fin, de que los antiguos tenían
en figura y en el estado de imperfeccion y de espera , los
mismos ritos y los mismos sacramentos (2) que nosotros posee
mos en realidad, de hecho y en toda su perfeccion ; los jus-

(1) Item quod dixi: Ea est nostris temporibus christiana religio, quam
cognoscere et sequi securissima et cerlissima salus est , secundum hoc no-
tnen dictutn est, non secundum ipsam rem cujus lioc numen est. Nam res
ipsa, quffi nunc christiana religio nuncupatur, erat apud antiquos, nec de-
fuit ab iuitio generis humani, quousque ipse Christus veniret iu carne, un-
de vera religio quae jam erat coepit appellari christiana. {Retract.: Lib. i,
Cap. ni.)
(2) Véase, en nuestro tercer volumen de las Conferencias , el Ensayo sobre
los sacramentos antes del Cristo.
_ 440 —
tos de los tiempos antiguos y los de los nuestros, no han pro
fesado más que la misma fe, no han participado, más ó ménos
abundantemente, más que de la misma gracia, ni se han sal
vado más que por el mismo Salvador, y la Religion de Cristo
ha sido la única Religión verdadera de todos los tiempos, de
todos los lugares y de toda la humanidad. Christus heri et
hodie , ipse et in secula .
Sólo que en el orden establecido por su providencia para
la conservacion de la unidad de la especie humana (que exi
gia la reversabilidad de las cualidades físicas y morales de los
padres sobre sus hijos), y para dejar á las causas segundas
la libertad de sus acciones, Dios ha podido permitir que la
creacion primitiva del cuerpo del hombre pudiese ser vicia
da por la generacion humana, elegida como medio para con
tinuar la operacion creadora, y que la revelacion primitiva,
hecha al hombre , pudiera ser alterada por la tradicion hu
mana , encargada de perpetuar el acto revelador. Ese es el por
qué , de que los defectos físicos de los padres se reproduzcan
en el cuerpo, y sus errores en el entendimiento desus hijos.
Pero ese doble deterioro de la obra divina , no ha podido ser
permitido sino con relacion á los accidentes, y no con relacion
á la sustancia de esa obra. Dios ha podido permitir el equi
librio de las fuerzas , de los humores y de las facciones, cuya
armonía constituye el vigor, la salud y la belleza del cuerpo
humano , pero no ha debido permitir la alteracion de las par
tes esenciales que constituyen su naturaleza. Y del mismo
modo, como ha observado santo Tomás, Dios ha podido per
mitir que ciertas verdades, ciertas leyes, cuya integridad y
pureza hacen la perfeccion de la revelacion divina , fuesen
disminuidas ó alteradas con relacion á sus formas y á su apli
cacion ; pero no ha debido permitir la pérdida y la destruc
cion de los principios fundamentales que constituyen su esen
cia y su base. Así, los padres, hombres, pueden por la ge
neracion dar una constitucion más ó ménos robusta , más ó
ménos raquítica á sus hijos , pero no pueden engendrar más
— 441 —
que al hombre. Y del mismo modo pueden , por la instruccion ,
trasmitir á sus hijos errores más ó ménos groseros tocante á
Dios, el alma, la vida futura , el culto y los deberes; pero les
dan siempre las nociones fundamentales de la revelacion, que
forman la vida del hombre religioso y de la sociedad : las no
ciones de un Dios criador y dueño del hombre y del universo:
de una alma libre, espiritual é inmortal : de una vida futura,
cuyos castigos y recompensas son eternos : de un culto , cu
ya esencia está en el sacrificio , en la expiacion y en la ora
cion : de una ley moral , cuya observancia ó violacion hacen
al hombre honrado ó malvado y justiciable en este mundo y
en el otro ; y formando de sus hijos infieles ó herejes , no
pueden ménos de hacerlos en algun modo cristianos.
Ademas, para que la revelacion primitiva permaneciere en
alguna parte sobre la tierra, en toda su integridad y toda su
pureza, Dios la renovó , y confió su depósito (de manera que
no pudiese sufrir ningun embate ni menoscabo) á la Sinago
ga en los tiempos antiguos, y á la Iglesia en los modernos.
Por manera, que así como el judaismo no era más que la re
velacion primitiva renovada, la única y verdadera Religion
divina que la tradicion habia esparcido por toda la humani
dad, sin las fábulas y supersticiones de la idolatria, del mis
mo modo el Catolicismo no es más que esa misma revelacion
primitiva, completa y perfeccionada : esa misma única y ver
dadera Religion universal, conocida y seguida, en cuanto á sus
principios fundamentales, por toda la humanidad, sin los erro
res que en ella ha mezclado el paganismo y las mutilaciones
que en ella ha hecho la herejía.
Esa economía de la Providencia tocante á la unidad, la
perpetuidad y la universalidad de la verdadera Religion so
bre la tierra, no puede ser comprendida, no puede ser ex
plicada sin esta hipótesis : Que el hombre no puede conocer
el mundo espiritual y moral , sino por la enseñanza y por la
tradicion ; que no puede saber acerca de él más que lo que la
enseñanza y la tradicion le enseñan (excepto el poder expli
— 442 —
cársele en seguida por medio del raciocinio) ; que así lo han
reconocido y afirmado los grandes teólogos católicos y el mis
mo semiracionalismo ; que el hombre no ha sido criado sino con
condicion de ser formado por la sociedad en todos sentidos;
que fuera de la sociedad no hay razon desarrollada ó uso de
razon ; que toda razon es enseñada ó formada por la enseñanza;
y que el hombre desprovisto de toda enseñanza , de toda tradi
cion , no es más que un ser fuera de su naturaleza, un sér qui
mérico. En una palabra, el plan divino con relacion á la trans
mision y á la duracion de la verdadera Religion en este mun
do, su condicion de deber ser siempre la misma en cuanto
á los principios, y de poder admitir mezcla de errores en
cuanto á su aplicacion y á sus formas ; y por último, el hecho
lan prodigioso como patente de que no se la encuentra pura
y entera más que en la Iglesia católica , no pueden ser com
prendidos y explicados más que por el tradicionalismo.
Reemplazad ese sistema con el semiracionalismo : afir
mad que el hombre que todavía no posee la razon descubre
algunas verdades morales y religiosas por la razon, sólo que
tiene que preguntarlo demás á la revelacion, y la unidad
esencial de la verdadera Religion desaparecerá , como tam
bien la necesidad de ir á buscarla en donde se encuentra pura
y entera, tal como salió del pensamiento divino. Oscurécese
su historia , su condicion variable entre los hombres llega á
hacerse incomprensible é inexplicable de otro modo que por
la hipótesis racionalista y socialista, del progreso indefinido,
de las creaciones y de las manifestaciones sucesivas de la ra
zon humana. ¿No es, pues, el colmo de la injusticia y de la
fatuidad el calificar al tradicionalismo de destructor de las
bases de la Religion , cuando él , y solo él, es el que las hace
conocer y las asegura : cuando él, y sólo él, es el que prueba
al hombre la necesidad de refugiarse en la Iglesia, y le seña
la el verdadero camino, el más seguro y el más corto para
llegar á ella?
Fenelon ha dicho que entre el Catolicismo y el ateismo no
— 445 —
hay un punto para fijarse que sea razonable. Nada más cierto.
Pero la eleccion entre esas dos creencias no depende más
que de la aceptacion ó de la negacion de una revelacion por
parte de Dios al hombre primitivo. Si Dios no habló al primer
hombre, si no le dijo desde el principio lo que el hombro
debia creer y practicar para llegará su fin; es decir, si con la
vida orgánica no le dió la vida intelectual y moral : si le dejó
entregado á sí mismo sin otro patrimonio que la oscuridad en
su pensamiento y el vacío en su corazon : si le dejó sin fe y
sin ley, hasta que por medio de la reflexion, del raciocinio y
de penosos esfuerzos adivinó por sí mismo el símbolo de sus
creencias y la regla de sus acciones, Dios no ha sido el Dios-
Providencia del hombre. En lo que Dios no es la Providen
cia, no es la criatura, no es la obra de Dios. Si Dios no se
reveló al hombre desde el primer instante, no ha hecho al
hombre ; si Dios no ha criado al hombre, el mundo en peque
ño, tampoco ha criado el mundo en grande, el universo; si
el universo no es la obra de Dios, si subsiste por sí mismo
desde toda eternidad , el mundo es Dios, y no existe Dios.
Así, negandola revelacion primitiva, un entendimiento ló
gico, de consecuencia en consecuencia , ó mas bien de caida
en caida, se va arrastrado hasta el ateismo.
Pero si Dios habló al primer hombre , y le reveló las ver
dades que debe creer, el culto que debe tributarle, las obras
que debe practicar; en una palabra, la Religion, esa revela
cion no pudo ser hecha al jefe de los humanos para él solo:
debió serle hecha tambien para toda su raza , para que esa
raza pudiese conservar su inefable unidad. Esa revelacion,
que constituye la vida intelectual y moral del hombre , no ha
podido ser trasmitida por el raciocinio individual: ha debido
serlo por la enseñanza y por la tradicion social. Esa revela
cion, pasando por la mente y por la lengua del hombre, ha
podido resentirse de la imperfeccion y de los defectos de ese
medio de transmision : ha podido ser alterada por la accion
del tiempo y de las pasiones humanas; pero su divino autor
— 444 —
debia á la dignidad de su palabra, se debia á sí mismo, por
medio de una providencia enteramente particular, conservar,
por lo menos alguna parte, en toda su pureza y en toda su
integridad. Y el hombre á quien su razon, formada por la
sociedad, haco sentir el absurdo y los defectos de la Religion
que le ha rodeado en su cuna , el hombre debe ir á buscarla
á ese lugar por el raciocinio, por el estudio ó por ei medio
que se halla en práctica por todo el mundo: la oracion.
Los cultos paganos no son más que la revelacion primitiva,
la verdadera Religion , la Religion universal, católica, desfi
gurada por los absurdos más groseros y por las obscenida
des más repugnantes. El judaismo no es más que esa misma
revelacion, esa misma Religion, que ha permanecido en el
estado de preparacion , de figura y de profecía : esa misma
revelacion, esa misma Religion, aunque incompleta. Todas
las sectas heréticas, el mahometismo mismo, que es una de
ellas, no son religiones positivas , no son más que protestas ó
negaciones más ó menos extensas del dogma cristiano. Son
la misma revelacion , la misma Religion mutiladas. Es, pues,
evidente que entre todas las religiones del mundo , el Cris
tianismo es la Religion primitiva, única, pura y perfecta, y
al mismo tiempo completa. Sólo, pues, en la Iglesia católica
es en donde se encuentra la revelacion primitiva, la Religion
universal de la humanidad, tan pura y entera como salió de
los labios del Dios Criador, y como ha sido restaurada y per
feccionada por la mision del Dios Redentor.
Así, pues, admitiendo una revelacion primitiva que Dios
hizo al hombre al tiempo de su creacion , todo entendimiento
lógico, de consecuencia en consecuencia, y subiendo siempre,
es conducido al Catolicismo.
E! tradicionalismo no es más que un sistema fundado sobre
la revelacion que Dios hiciera desde el orígen del mundo al
hombre, y que por la tradicion se ha esparcido por toda la
humanidad. El tradicionalismo no es más que un sistema
afirmativo, que demuestra y sostiene, solo, y contra todos
— 445 —
los sistemas filosóficos, la necesidad y el hecho de esa misma
revelacion, que es el primer escalon para subirá la altura del
Catolicismo, el primer eslabon de la cadena de oro [Funes in
prwclaris) que conduce á todo hombre de buena fe, y que ha
ce buen uso de su razon, á las puertas de la casa de la Igle
sia. ¿Cómo no seria una injusticia manifiesta y un contrasenti
do el llamarle sistema funesto al Catolicismo y perjudicial á
la Iglesia?
Se nos replica que por sólo el raciocinio y por el exámen
delos motivos de credibilidad, todo hombre razonable puede
convencerse de la verdad y de la divinidad de la Iglesia y
llegar á ella. Nosotros lo creemos tambien así, pero creemos
ademas, y todo entendimiento razonable debe creerlo con
nosotros, so pena de ser anatematizado por la razon, que an
tes de fiarse en la exactitud de las conclusiones de la razon,
es preciso, lo repetimos siempre, segun Descartes, esta
blecer la comparacion de la razon. ¿Y cuál es el medio de es
tablecer que hay una relacion natural y necesaria entre las
conclusiones de la razon recta y la verdad probada por la
razon, á ménosque nose comience por creer que Dios existe,
que es el criador del hombre, el autor de su razon, y que
sólo se la ha dado como un medio de llegar á la verdad inte
lectual? ¿En quése fundaria el hombre para admitiresas ver
dades, que forman la base de la razon , los títulos de su com
petencia y de su aptitud para la demostracion de la verdad,
y que deben preceder á todo raciocinio, á ménos que no los
admita sobre el testimonio de la tradicion , á ménos que no
comience
tera que le á creerlas
ha sido sobre
transmitido
el testimonio
por la de
enseñanza?
la humanidad
¿Cómo,
eu-

pues, el tradicionalismo se aprovechada con ventajas de los


motivos de credibilidad, de la verdad y de la divinidad de la
Iglesia , cuando , por el contrario , es el único sistema que
asienta á la razon sobre una base sólida , que la da la inves
tidura del dominio de la demostracion, y que la asegura el
derecho de pronunciar sentencias valederas en favor de esos
— 446 —
motivos de credibilidad , sobre los cuales se apoya la prueba de
la verdad y de la divinidad de la Iglesia?
¿Cómo, pues, unos hombres para quienes ¡oda razon es en
señada, lo que equivale á decir que no hay razon sin enseñan
za, y para quienes el hombre desprovisto de toda enseñanza , de
toda tradicion , no es más que un sér fuera de su naturaleza, un
sér quimérico ó el hombre que no es hombre : cómo unos hom
bres que reconocen y proclaman en voz muy alta esa gran
verdad, no serian enormemente inconsecuentes é injustos al
afirmar que el sistema que hace de la enseñanza y dela tra
dicion el punto de partida y una de las condiciones de la ra
zon, impediria al hombre el llegar á ser cristiano?
Se acusa á nuestro sistema de ser una novedad en la polé
mica religiosa, una novedad que no es ni necesaria ni opor
tuna, y que no puede ménos de detener el movimiento de las
inteligencias hácia la verdad católica. Los que nos dirigen
este cargo, ó no han leido, ó no han comprendido á los apo
logistas de la Religion. ¿Quién ignora el inmenso partido que
el más grande de esos apologistas, Tertuliano, ha sacado del
uso de todos los pueblos, hasta de los paganos, de no invo
car más que Á Dios y noálos dioses en todas sus necesidades,
y del uso de nombrar siempre al alma para establecer los
dogmas de un Dios único, y de la existencia de una alma en
el hombre distinta y diferente del cuerpo? ¿Quién no sabe
que la obra inmortal de las prescripciones del mismo apolo
gista , es de un extremo al otro, como su título lo anuncia , un
elocuente llamamiento á la tradicion cristiana, y que eso es
lo que hace á la obra más temible para los herejes? ¿Quién
no sabe que san Agustin decia que no creia en la autentici
dad y en la divinidad del Evangelio, sino porque le eran ates
tiguadas por la tradicion de la Iglesia? Las Controversias , de
Belarmino, y las Advertencias á los protestantes , de Bossuet,
esas obras maestras de la polémica religiosa en los tiempos
modernos, se hacen, es cierto, admirar particularmente por
la riqueza de los vigorosos argumentos que contienen, y que
— 447 —
están sacados de los libros santos. Pero como esos argumen
tos no estáu apoyados más que en la interpretacion que los
Padres, los Concilios, la fe constante y universal de los pue
blos cristianos; en una palabra, la tradicion de la Iglesia, han
dado á los textosbíblicos , alegados y desenvueltos en esas
obras , en el fondo de la tradicion es de donde sacan su va
lor y su fuerza, y especialmente con ese título, son el mar
tillo contundente y la desesperacion de la herejía.
Desde san Pablo, que hizo valer con tan brillante éxito en
favor del dogma de la unidad del verdadero Dios la tradicion,
por la que los atenienses adoraban al Dios desconocido (Act.),
y desde san Pedro, que, invocando la tradicion de los profe
tas, hizo tantas conquistas entre los judíos para la divinidad
del Mesías (Ibid.); desde esos principes y fundadores de la
apología cristiana basta los grandes apologistas de nuestros
dias, todos los defensores del Cristianismo, en sus disputas,
han apelado siempre á la tradicion humana contra los filóso
fos y á la tradicion cristiana contra los herejes. Han demos
trado , es verdad , con argumentos incontestables , fundados
en la razon , los dogmas que se llaman naturales , y con
pruebas triunfantes, sacadas de la Biblia, las verdades re
veladas ; pero siempre han confirmado y coronado esos ar
gumentos con el testimonio de la tradicion de los pueblos,
y esas pruebas, con el testimonio de la tradicion de la Igle
sia. Bien reflexionado, los argumentos sacados de la razon
no tienen ningun valor, sino en cuanto, como acabamos de
ver, se cree en la competencia de la razon , sobre la fe univer
sal y constante de la humanidad ; así como las pruebas funda
das sobre la Biblia no tienen fuerza , sino en cuanto se cree en
la autenticidad y divinidad de la Biblia, sobre la fe constante
y universal dela Iglesia. La competencia de la razon no se
prueba tampoco más por la razon , que la autenticidad y la
divinidad de la Biblia se prueban por la Biblia. Querer probar
la competencia de la razon por la razon , y la autenticidad y
divinidad de la Biblia por la Biblia , seria querer probar la
— 448 —
misma cosa por la cosa misma seria formar un circulo vicioso,
seria no probar nada. Es necesario buscar fuera de la razon
el motivo de creer en la razon , y fuera de la Biblia el motivo
de creer en la Biblia. Fuera de la razon no se encuentra otro
motivo de creer en ella que la fe constante y universal de la
humanidad en la razou , y el hombre que, segun ese motivo y
sobre ese- testimonio, rehusare creer en la razon, se veria
obligado á renunciar enteramente á la razon : caeria en un
embrutecimiento completo, y ya no seria hombre; del mismo
modo tambien fuera de la Biblia no se encuentra otro moti
vo de creer en ella que la fe constante y universal de la cris
tiandad en la Biblia; y el cristiano que rehusáre creer en la
Biblia segun ese motivo y sobre ese testimonio, se veria
obligado á renunciar enteramente á la Biblia : caeria en un
deismo completo, y ya no seria cristiano.
No se puede hacer valer la razon para con el hombre, sino
en cuanto demuestra más ó menos deferencia por la humani
dad, para admitir, sobre su testimonio, como un hecho y sin
otra demostracion, la competencia de la razon. Pero con el
que se llama á sí mismo hombre, y que no quiere áun sobre
ese punto admitir el testimonio de la humanidad , es decir,
con el hombre escéptico, no hay ningun medio de sostener una
polémica racional, ni de establecer nada sobre la autoridad
de la razon, del mismo modo tampoco puede hacerse valer
la Biblia para con el cristiano , sino en cuanto muestra al me
nos alguna deferencia hácia la Iglesia, para admitir sobre su
testimonio como un hecho, y sin otra demostracion, la auten
ticidad y la divinidad de la Biblia. Pero con el que se apellida
cristiano, y no quiere áun sobre ese asunto admitir el testi
monio de la Iglesia , es decir, con el cristiano deísta, no hay
ningun medio de entablar la controversia bíblica, ni de es
tablecer nada sobre la autoridad de la Biblia. Por eso no se
cita la razon á los escépticos ni la Biblia á los deístas.
La fe de la humanidad ó la competencia de la razon, no nos
es trasmitida más que por la tradicion y la enseñanza humana
— 449 —
de los padres; y la fe de la cristiandad en la autenticidad y la
divinidad dela Biblia, nonos es trasmitida más que por la tra
dicion y la enseñanza divina de la Iglesia. Luego es evidente la
necesidad de la tradicion y de la enseñanza de los padres para
creer en la razon, y la necesidad de la tradicion y de la ense
ñanza divina de la Iglesia para creer en la Biblia. Luego la
razon humana, lo mismo que la razon cristiana, y como se
nos ha dicho , toda razon es necesariamente enseñada. Luego,
verdaderamente, el hombre quecarece de toda enseñanzay de to
da tradicion natural, lo mismo que el cristiano desprovisto de
toda enseñanza y de toda tradicion sobrenatural, no serian,
como tambien se nos ha dicho, más que séres fuera de su natu
raleza, seres quiméricos; porque nadie es hombre ó cristiano
sino por la enseñanza y la tradicion.
El hombre que es extraño á la Iglesia no abraza la fe de la
Iglesia, sino despues de haber, con el auxilio secreto de la
gracia y el exámen racional de los motivos de credibilidad,
admitido la verdad y la divinidad de la Iglesia. Luego por el
raciocinio se llega al Cristianismo. Pero como no hay racioci
nio posible, ántes de haber llegado al uso actual , al desarro
llo completo de la razon ; y como no se llega á ese uso y á
ese desarrollo hasta despues de haberse formado las ideas y
los principios necesarios para raciocinar; y como, en fin, ao
se pueden formar esas ideas y esos principios, sino despues
de haber creído en la existencia del mundo corporal sobre el
testimonio de los sentidos, y en la existencia del mundo es
piritual sobre el testimonio de la instruccion, se sigue que
mientras la razon precede al acto de la fe sobrenatural en la
formacion del cristiano , al contrario, el acto de la fe natural
es el que precede á la razon en la formacion del hombre. To
do eso no es más que el tradicionalismo ; luego hay una ne
cesidad evidente del método tradicional, lo mismo para el
filósofo que para el teólogo.
El hecho más notable que resulta de las aberraciones de
todas las sectas Blosóíicas, antiguas y modernas, es que, como
»
— 450 —
el semiracionalismo mismo acaba de demostrarnos con do
cumentos en mano, toda filosofía separada, es decir, toda 61o-
sofía que se coloca fuera de las tradiciones y de las creencias
de la humanidad, despues de haberse perdido en las tinieblas
de todos los errores de la razon falseada, concluye.por abis
marse en la simas del escepticismo, ó por negar todas las ver
dades de la razon. Y del mismo modo, el hecho más lumino
so que resulta de la historia de las variaciones de las sedas
protestantes, es, como lo prueba Bossuet, que toda teología
separada, es decir, toda teología que se coloca fuera de las
tradiciones y de las creencias de la Iglesia , despues de ha
ber andado vagando por las tinieblas de todos los errores de
la revelacion corrompida por ella, concluye por arrojarse ex
tenuada en los brazos del deismo ó por negar todas las ver
dades reveladas.
Es verdad que el teólogo puede, y debe, en la exposicion
y la defensa de la verdad revelada, apoyarse en la Biblia; pero
ántes de citarla, debe comenzar por creer en la autenticidad
y en la divinidad de la Biblia sobre la autoridad de la fe cons
tante y universal de la Iglesia. Y del mismo modo es verdad
que el filósofo puede y debe, en la exposicion y defensa de la
verdad natural, apoyarse en la razon ; pero ántes de citarla,
debe comenzar por creer en la competencia de la razon sobre
la fe constante y universal de la humanidad en esa facultad.
Porque en Filosofía es imposible entenderse sobre nada, á
menos que no se comience por creer que al criar al hombre,
Dios le habló, y que las creencias universales y constantes de
la humanidad no son más que el eco inmortal de la palabra
de Dios criador. Por eso es imposible tambien entenderse en
Teología , á ménos que se comience por creer que ántes de
fundar la Iglesia, Jesucristo la habló, y que las creencias
constantes y universales de la Iglesia no son más que el eco
siempre vivo de la palabra de Dios Redentor.
' Porque desde el instante en que la Filosofía , despreciando
todas las tradiciones de la humanidad , se atrinchera en sus
. _ 451 —
concepciones particulares, sacadas por ella de la razon , toda
verdad racional se la escapa, porcfue no hay medio de ase
gurarse dela competencia dela razon. Y del mismo modo,
desde el instante en que el teólogo, menospreciando todas las
tradiciones de la Iglesia , no sigue más que sus interpretacio
nes particulares dadas por él á la Escritura , toda verdad re
velada le abandona, porque ya no tiene medio de estar cierto
de la divinidad de la Escritura. Pero, al contrario, desde el
momento en que el filósofo se decide á admitir como verda
dero todo lo que la humanidad entera ha mirado siempre y
por todas partes como verdadero, y á reputar como falso
lodo lo que la humanidad entera, siempre y por todas partes,
ha mirado como falso, desde luego asienta su razon natural
sobre una base sólida , sobre la creencia de que esa razon es
un dón que el Dios Criador ha hecho al hombre, en provecho
de la verdad natural; porque en eso está la primera de las
creencias naturales y constantes de la humanidad. En segui
da adquiere el derecho de creer en su razon y de tener con
fianza en ella, aplicándose á deducir, á demostrar, las verda
des naturales. Y, en fin, en la resolucion tomada de antema
no d3 rechazar toda conclusion de su razon que pudiera en
contrarse en oposicion con la razon de toda la humanidad, se
halla en posesion de un medio seguro é infalible de no enga
ñarse en sus indagaciones y trabajos filosóficos. Así han obra
do los verdaderos filósofos cristianos, siguiendo las huellas de
san Agustin y de santo Tomás; y así han evitado todos los
errores y desenvuelto todas las verdades , hasta del órden
natural y humano.
Y del mismo modo, desde el momento en que el teólogo
se decide á admitir como verdadero todo lo que la cristian
dad entera ha admitido siempre , y por todas partes como ver
dadero, y á mirar como falso todo lo que la cristiandad en
tera ha tenido siempre por falso , coloca desde luego su fe
sobrenatural sobre una base sólida , sobre la conviccion de
que esa fe es un dón que el Dios Redentor hace al cristiano
— 482 —
en provecho de la verdad revelada; porque esa es la primera
de las creencias universales y constantes de la cristiandad.
En seguida adquiere el derecho de creer en su fe, de tener
confianza en ella , al querer penetrar más y desenvolver las
verdades reveladas. Y por último , en la ley que se ha im
puesto de antemano de renunciar á todo pensamiento de su
le que pudiera hallarse en desacuerdo con la fe de la Iglesia,
tiene en su poder el medio seguro é infalible de no enga-
ñarseen sus indagaciones y trabajos teológicos. Así han obra-
dolos verdaderos teólogos católicos á imitacion de los Padres
y de los Doctores de la Iglesia ; y así evitan todos los errores,
y explican y demuestran todas las verdades del órden sobre.
natual y divino.
Y así como el medio más cierto de poner término á todos
los errores teológicos, que son el escándalo y la ignominia
de la teologia del protestantismo, y que han concluido por
destruir en él toda teología , es el persuadir á los teólogos
protestantes que no se separen de las tradiciones de la Iglesia,
del mismo modo el medio más cierto de hacer cesar todos
los errores filosóficos, que son el escándalo y la ignominia
de la filosofia del racionalismo y que han concluido por des
truir toda filosofía , es el persuadir á los filósofos racionalistas
que no se separen de las tradiciones de la humanidad. Así co
mo toda cuestion entre los protestantes y los católicos no es
en el fondo más que una cuestion de tradicion cristiana , del
mismo modo toda cuestion entre los filósofos cristianos y los
filósofos racionalistas, no es en el fondo más que una cuestion
de
sia tradicion
es el verdadero
humanitaria.
punto Ydeasí
partida
como de
la tradicion
la verdadera
de la teolo
Isle-

gía , y el medio de concluir con todos los racionalistas de la


Religion, á saber , los herejes, así tambien la tradicion de la
humanidad es el verdadero punto de partida de la verdadera
Filosofía, y el medio de concluir con todos los herejes de la
filosofía, á saber, los racionalistas.
Como todo sistema filosófico, cual elsemiracionalismo, que
— 453 —
tiende á despreciar la tradicion , á ensalzar desmedidamente
la razon y 4 persuadir á la razon que se separe de la tradi
cion, es erróneo é igualmente funesto á la verdadera Reli
gion y á la verdadera Filosofía ; del mismo modo todo sis
tema filosófico, como el tradicionalismo, que tiende á reco
mendar y á asegurar la tradicion , á inspirar á la razon una
justa desconfianza de sí misma y á persuadirla que siga siem
pre la luz y tome por guia á la tradicion, es verdadero é igual
mente ntil á la verdadera Religion y á la verdadera Filosofía.
Así como la tradicion de la Iglesia es la muerte del racionalis
mo religioso, que es la herejía , así la tradicion de la humani
dades la muerte de la grande herejía filosófica, que es el racio
nalismo. Y con muy justo título el Concilio de Amiens reco
mienda á los profesores católicos que se atengan á las doc
trinas de santo Tomás , de Bergier.y del P. Perrone , que es
tablecen en los términos más formales y más enérgicos la ne
cesidad de la tradicion social para la formacion de la razon;
es decir, que con sobrada razon , despues de recomendar el
tradicionalismo concluye con estas graves é importantes pa
labras, que nuestros adversarios han tenido la buena fe de
suprimir.
«Meditando profundamente esas consideraciones, com
prenderán porquéy en qué sentido se dice que una interven
cion de Dios ó una enseñanza divina, ha sido necesaria al hom
bre. Una vez establecida esta tesis , el error de los racionalis
tas que niegan toda revelacion , queda destruido radicalmente , en
cuanto puede hacerse con argumentos filosóficos. »
Recuérdese , en fin , que san Pablo no reconoce otra base
dela verdadera Religion, «que la de los Profetas (de los cua
les fué el primero Moisés) , y de los Apóstoles, que se apo
yan en la suprema piedra angular, j socristo: JEdificati su-
per fundamentum Apostolorum et Prophetarum ipso sutnmo angu-
lare lapide Chkistf. jesu» (Ephes., H, 20); es decir, la base de
la revelacion primitiva , tocante a! divino Salvador que debia
venir, atestiguada por Moisés y los demás Profetas, y que
— 454 —
se ha conservado intacta en la Sinagoga , y la base de la mis
ma revelacion, cumplida, realizada y completada en el mis
mo divino Salvador ya venido , atestiguada por los Apósto
les , y que se conserva intacta en la Iglesia ; en una palabra,
la base de la tradicion que ha precedido, y de la tradicion
que ha seguido al nacimiento del Redentor del mundo. Pues
bien , el tradicionalismo no es otro sistema sino el que apela
ó acude á esa base única del Cristianismo , la tradicion, y que
se esfuerza en demostrar, con argumentos filosóficos, la ver
dad , la solidez, la necesidad y la divinidad de ella, para ha
cerla conocer á los que no la conocen , y adherir más y más á
ella á los que la conocen. La iniquidad ¿ha mentido jamás
más descaradamente á sí misma , que cuando por el órgano
del semiracionalismo se ha atrevido á acusar al tradiciona
lismo de propender á destruir la razon y la Religion por su
base ?

UNDÉCIMA Y ULTIMA ACUSACION.


KL TRADICIONALISMO SE ENCUENTRA EN UNA POSICION MUT FALSA CON RESPECTO
AL RACIONALISMO T NO PRODUCE NINGUN BIEN.
| il." Pruebas de que la posicion del tradicionalismo , con respecto al ra
cionalismo es , por el contrario, la única posicion vei-dadera y la más conve
niente contra ese error. Mentiras evidentes del semiracionalismo sobre ese
asunto. El movimiento actual de las inteligencias hácia una filosofía espi
ritualista, es obra exclusiva de los tradicionalistas. Bonald, Chateaubriand,
Maistre, Lamennais. Grandes trabajos de los tradicionalistas sobre las tra
diciones de los pueblos, y su influencia en los estudios históricos de la época.
LOS ANALES DE FILOSOFÍA CRISTIANA , LA UNIVERSALIDAD CATÓLICA , LOS ES
TUDIOS sobre el cristianismo de Mr. Nicolás. Grande bien producido por la
escuela tradicionalista , miéntras que la semiracionalista no ha hecho nin
guno. Los Sres. Thierry y Lamartine reincorporados al Cristianismo por el
método tradicionalista. Apreciacion general de todas las acusaciones de esta
última escuela contra la tradicion.

Hé aquí, por último, otras impertinencias del semiraciona


lismo con respecto á los tradicionalistas.
cSu posicion, para con el racionalismo, es todavía más
falsa. Han creido encontrar un nuevo método para reducirle
— 455 —
al silencio, y han ido á parar á una teoria de la razon , que el
mismo racionalismo podria confesar. El racionalismo no se
asustará jamás de una revelacion natural. No será vencido
hasta que se le haya probado la necesidad y la existencia de
larevelacion sobrenatural. Esa revelacion es únicamente la que
niega y la que es preciso demostrarle. Y jamás se llegará á
esa demostracion, sino por los principios y el método delas
escuelas católicas.»
Lector , qué decís de este pasaje? Despues de lo que aca
bais de leer tocante á la doctrina de la tradicion, su necesidad,
su eficacia y el uso que se ha hecho de ella en todos tiempos
contra los filósofos y contra los herejes, ¿no os parece que
el que ha trazado esas líneas se ha excedido á sí mismo en
ligereza y en descaro? ¿No os parece que es imposible rebe
larse de una manera más atrevida contra la lógica, contra la
evidencia y la verdad?
Sólo se odia , se ataca y se persigue á lo que se teme, y sólo
se teme lo que nos hace daño ó puede hacérnoslo. El racio
nalismo absoluto, filosófico, incrédulo deja tranquilos, yáun
acaricia con su traidora mano á los semiracionalistas. Luego
es evidente que no los teme , y que no le hacen ni pueden
hacerle el menor mal. Al contrario, sólo reserva para los tra-
dicionalistas sus rencores, sus ataques, sus persecuciones,
y sus furores (en los que, como ya hemos visto, los semiracio
nalistas toman una buena parte). Luego es evidente que sólo
los tradicionalistas son los que le molestan, le vejan, le ator
mentan y le asustan, pues que sólo ellos son los que le en
colerizan y le hacen levantar el grito.
Ved , pues , caballero, hasta qué punto estais en la verdad
al afirmar con tono tan decisivo que la posición de los tradi
cionalistas con respecto al racionalismo es falsa. Acabais de oir
al racionalismo , que os da las gracias y os felicita por el pla
cer y la satisfaccion que le han causado vuestros últimos escri
tos; luego es evidente que vuestra posicion con respecto al
racionalismo, es, no solamente falsa , sino hasta insignifican
— m —
te, necia, y tan ridicula como la nuestra es verdadera, grave,
séria y temible.
No pecais menos contra la evidencia , al decir con el mis
mo aplomo que el tradicionalismo es un método nuevo, por
el que hemos creido (qué simpleza!) poder reducir al raciona
lismo al silencio, siendo asi que vamos á parar á una teoria de
la razon , que el mismo racionalismo podria confesar. Al expre
saros así, no sabeis lo que decís. En el instante en que el ra
cionalismo confesase ta teoria de la razon tal como el tradi
cionalismo la formula: en el instante en que admitiese el he
cho cuya verdad habeis consignado , de que la revelacion na
tural, es decir, la instruccion social, precede siempre á la
formacion y al desarrollo de la razon : que esta no puede por
sí sola adivinar el mundo espiritual y moral , ni formarse la
menor idea de él , á menos que álguien se la revele ; desde
ese instante sacaria un buen partido de sus principios consti
tutivos que el hombre lo adivina todo por su razon , que todo
proviene de su razon y que no debe fijarse en ella; se suicidaria
con su propia mano y ya no seria nada. Esto es lo que ha he
cho decir al Concilio de Amiens que la teoria de la razon del
tradicionalismo es el medio más seguro de concluir RADI
CALMENTE con el racionalismo. Nuestro método de la razon
que llamais nuevo, y que es tan antiguo como la razon mis
ma , no sólo reduciria al silencio al racionalismo, sino que le
mataria.
El racionalismo , añadís, no se asustará jamás de una reve
lacion natural. No será vencido sino cuando se le pruebe la nece
sidad y la existencia de una revelacion sobrenatural. Esa reve
lacion es laque niega. Hé ahí tres líneas que encierran tantos
errores como palabras. Tan cierto es que el racionalismo se
asusta hasta de Una revelación natural, que no quiere oir ha
blar de ella y la combate con todas sus fuerzas. Y eso es
porque la revelacion natural, cuya necesidad afirma y de
fiende el tradicionalismo, no es en ^1 fondo más que la re
velacion primitiva hecha por Dios al primer hombre. Alterada
— 467 —
por las capas humanas que ha atravesado, do por eso se re
nueva menos en cada hombre, en cuanto á sus principios,
por los medios naturales del lenguaje , de la enseñanza social
y de la tradicion; y por último, no se la encuentra pura,
completa , perfeccionada y rodeada de todos los caracteres
luminosos de una revelacion sobrenatural más que en la
Iglesia. Si el racionalismo admitiese, pues, esa revelacion en
su estado natural, no podria, sin inconsecuencia, dejar de
reconocerla en su estado sobrenatural. Si admitiese que la en
señanza tradicional de la familia es necesaria para formar al
hombre , no podria ya negar que la enseñanza tradicional de
la Iglesia es necesaria para formar al cristiano. Admitiendo la
revelacion en germen, en principio, no podria ya rechazarla
en su desarrollo, en sus consecuencias: se veria obligado á
hacerse católico, lo cual no le agrada. Y de ahí su encarni
zamiento en perseguir la revelacion bajo todos sus nombres y
todas sus formas; y de ahí, su negacion terminante, absoluta,
de la revelacion natural, lo mismo que de la sobrenatural;
en una palabra, de TODA revelacion. Ese es un hecho pa
tente, que todo el mundo conoce, y que vos tambien cono
ceis, ó debeis conocer mejor que nadie porque habeis con
cedido al racionalismo vuestra confianza y vuestra amistad.
Habeis, pues, necesitado un valor extraordinario para for
mular la gran mentira de que sólo la revelacion sobrenatural es
laque niega el racionalismo .
No será vencido , nos decís ademas , hasta que se le pruebe la
necesidad y la existencia de una revelacion sobrenatural; es cier
to. Pero el medio de probarle con buen éxito la necesidad y
la existencia de una revelacion sobrenatural , es el comenzar
por probarle la necesidad y la existencia de una revelacion
natural. Si fueseis bastante dichoso para hacer comprender á
un racionalista la verdad de estas hermosas palabras que han
salido de vuestra escuela: Toda razon es enseñada; el hombre
desprovisto de toda enseñanza , de toda tradicion , es un sér fuera
de su naturaleza, un sér quimérico ; si llegaseis á hacerle con
— 458 —
venir, como los tradicionalistas procuran hacerlo, que la ra
zon raciocinadora sobre el mundo espiritual y moral sólo se
forma con la enseñanza: que el hombre natural, el hombre
real no proviene más que de la tradicion, y que hasta el co
nocimiento natural de Dios, del alma y del deber, sólo se
obtiene por la enseñanza y la tradicion de la familia ó por
una revelacion natural; si pudieseis, en una palabra, per
suadirle que la fe natural y la tradicion social preceden siem
pre á la razon que forma al hombre, ya no tendriais que ha
cer grandes esfuerzos para persuadirle que fuese á buscar en
la revelacion sobrenatural de la Iglesia la certidumbre, el
desarrollo, el complemento, la perfeccion de la revelacion
natural que se saca de toda sociedad. No tendriais que hacer
grandes esfuerzos para persuadirle que la fe natural en la
tradicion sobrenatural de la Iglesia debe preceder siempre
á la razon que forma al cristiano, y concluiriais bien pronto, no
sólo con el protestantismo filosófico, que es el racionalismo,
sino tambien con el racionalismo religioso que es el protes
tantismo: concluiriais con todo sistema de error ; porque lodo
error no es más que la negacion de una verdad de tradi
cion , sea natural , sea sobrenatural ; todo error no es más
que un acto de rebelion de la razon contra la fe de la huma
nidad ó contra la fe de la Iglesia; y desde entónces, lo re
petimos, todo sistema filosófico que tienda á conducir los áni
mos á reconocer la verdad y la necesidad de esa doble tra
dicion y á afirmarlos en ella, es un sistema esencialmente
propio para la destruccion de todo error; y desde entónces
el tradicionalismo es el verdadero método para conducir fá
cil y necesariamente las inteligencias extraviadas á las creen
cias de la humanidad primera , y en seguida á las creencias
de la Iglesia, á la fe de la verdad y á la verdad de la fe; y
desde entónces, en fin, el semiracionalismo queda convenci
do de calumniar. al tradicionalismo acusándole de colocarse
en una posicion falsa, favorable al racionalismo y de ser impo
tente para combatirle.
— 459 —
Se nos dice , en fin , que jamás llegará á demostrar al racio
nalismo la revelacion sobrenatural más que por los principios y
el método de las escuelas católicas. Somos de e?e mismo pare
cer ; pero se nos permitirá el creer que nosotros comprende
mos tambien algo de los principios y del método de las escuelas
católicas; se nos permitirá creer que unas escuelas en las
que se profesan los principios del método de Malebranche y
de Descartes, que todas las escuelas católicas han condenado
de acuerdo con la Santa Sede, y unas escuelas cuya reputa
cion está todavía por formar bajo el punto de vista de la cien
cia de la teología católica, no son por sí solas las escuelas
católicas.
Mas comenzada con la mala fe, y continuada por la ig
norancia y la sinrazon, la acusacion formulada por el semi-
racionalismo contra la tradicion , bajo el punto de vista de la
Religion, no podia concluir sino por el delirio. »¡Qué cosa más
odiosa, dice, en fin, el mismo autor, qué cosa más odiosa que
semejantes doctrinas! si alguna vez pudiesen tomarse con
seriedad, si alguna vez se creyese encontrar en ellas la en
señanza del clero, ¿cuánta odiosidad esparcirian sobre la
Teología, la Iglesia y la misma Religion? ¿Qué hombre capaz
de raciocinar y de pensar podria soportar los excesos de ese
sistema? Esa negacion absoluta de la razon y del hombre mismo,
no podria menos de indignarle y de excitar su desprecio y su
cólera contra una doctrina fatal á la dignidad de nuestra na
turaleza* . Por la exposicion de la hermosa , sublime y mag- ,
nífica doctrina de las escuelas verdaderamente católicas, to
cante á la razon, que les hemos presentado , nuestros lecto
res saben ya á qué atenerse en cuanto á la afirmacion de que
el método tradicional es una doctrina fatal á la dignidad de
nuestra naturaleza , y que es la negacion absoluta de la razcn
y del hombre mismo. Por la impresion que esa exposicion ha
debido producir en su ánimo, y que seguramente ni les ha
indignado , ni llenado de desprecio y de cólera contra ese méto
do, tienen ya en sí mismos, la medida de la odiosidad que
— 460 —
las doctrinas tradicionales esparcirían sobre la Teología, la Igle
sia y la Religion misma , si se creyese encontrar en ellas la en
señanza del clero; y áun cuando sean hombres capaces de racio
cinar y de pensar , deben resignarse á sufrirlos excesos del mé
todo tradicionalista. Nos conceptuamos dispensados de anali
zar y refutar en detall esas líneas trazadas por la mano de un
sacerdote católico contra catódicos, y que sobrepujan á todo
lo más violento y más injurioso que el racionalismo incrédulo
se ha permitido hasta ahora contra ellos. Ese es el lengua
je del fanatismo obcecado, del espíritu de secta bien carac
terizado: esos son los arrebatos del ódio llevados hasta la de
mencia. Espíritus enfermos hasta ese punto, son dignos de
compasion : se les perdona todo, se les indica por lo que son»
pero no se les refuta.
En cuanto á la esterilidad y á la impotencia para el bien, de
que el semiracionalismo acusa al tradicionalismo, probaremos
inmediatamente que, por el contrario, el semiracionalismo es
el que merece esas imputaciones, para que quede consignado
más y más que todo es falsedad é injusticia en sus afirmacio
nes contra sus adversarios. Por de pronto , nos contentare
mos con confirmar por la experiencia y con los hechos, la
verdad de las observaciones que acabamos de hacer sobre la
eficacia del método tradicional para la restauracion de la ver
dadera filosofía y de la verdadera Religion.
En primer lugar, no puede ser dudoso más que para vos
otros, señores serairacionalistas (que os obcecais con tanta
facilidad sobre todo lo que pasa en derredor vuestro), que el
movimiento de las inteligencias en estos últimos años hácia
la filosofía espiritualista, ese movimiento, cuyo mérito atri
buís con tanta ligereza á los racionalistas incrédulos, vuestros
amigos, y de que tanto se envanecen, es la obra exclusiva del
tradicionalismo. Miéntras que vuestra escuela marchando en
pos de Laromiguiere, se afanaba en realzar el método y las
malas doctrinas de Descartes, dejando á un lado las buenas,
ó confeccionándolas con algunas teorías de Locke; mientras
— 461 —
que vuestra escuela no daba á la Francia más que una filoso
fía sin sustancia, sin solidez y sin colorido: una fiolosofía
a que el desprecio y el olvido hicieron justicia en cuanto sa
lió á luz, y la mataron en la cuna; mientras tanto, repetimos,
qué sucedía? Los tradicionalistas solos (observadlo bien) con
la intencion de restaurar la Filosofía y de ponerla en armo
nía con el Cristianismo, en el Conservador] primero, y luego
en obras de un mérito incontestable, los tradicionalistas, á
principios de este siglo, han sacado esa ciencia del cieno del
materialismo en que el último siglo la habia sumergido, y de
que vosotros no hubierais podido sacarla. Los tradicionalistas
de esa época fueron los que despues de combatir y pulveri
zar todas las teorias sensualistas, atrajeron á los que andaban
en busca de la verdad á discusiones espiritualistas. Si los Ro-
yer-ColIard y los Cousin lian escrito de filosofía espiritualista,
fué porque se vieron compelidos á ello, porque se bailaba
empeñada ya la lucha en ese terreno por el genio de Bonald,
Chateaubriand, Maistre y el mismo Lamennaií-, miéntras no
abandonó la causa dela tradicion para ir á oscurecerse y con
fundirse en las filas del racionalismo (¡yon la apostasía de
éste habeis desempeñado un papel bien triste!). Los raciona
listas incrédulos han seguido ese grande movimiento espiri
tualista, no le han creado. Si despues, como acabais de de
cirnos, han formado can sus (supuestas) luces un baluarte con
tra el Cristianismo con el auxilio de Platon, es porque les era im
posible hacer otro tanto con el auxilio de Epicuro, desde que
el epicureismo fué amarrado al poste de la infamia y del ri
dículo por esos tradicionalistas, cuyas obras no habeis cesado
de desacreditar: obras que, si no eran toda la verdad en las
circunstancias excepcionales en que aparecieron , han presta
do importantes é incontestables servicios á la verdad.
Al mismo tiempo, por conducto de Dupuis, el genio del
mal acababa de arrojar en medio de las naciones cristianas
una nueva é infame produccion contra el Cristianismo, el li
bro del Origen de los cultos. El objeto de esa obra tenebrosa
— m —
é informe es el probar (por medio del abuso de la historia,
de la mentira, del sofisma y de la extravagancia llevado has
ta el último grado) que el Cristianismo lo ha tomado todo pres
tado del paganismo , y que este lo sacó todo de las aberra
ciones de la imaginacion y de la corrupcion del corazon en
materia de Religion. Era, pues, una obra que tendia á hacer
creer que todas las religiones son invenciones del espíritu hu
mano. Bajo ese punto de vista, fué la obra que sirvió de ba
se al racionalismo, al naturalismo, al humanitarismo; en una pa
labra, á todos esos sistemas que se llaman filosóficos en nues
tros dias, sistemas tan bárbaros por la cosa como por el nom
bre, cuya doctrina fundamental es la doctrina del progreso su
cesivo é indefinido de la humanidad ó la doctrina de que todas
las religiones no son más que las diferentes expansiones de la
razon humana. lira, pues, una obra dirigida muy particular
mente contra la revelacion que el Dios Criador hizo al primer
hombre, desde el origen del mundo, y que el Dios Redentor
ha renovado y completado en medio de los hombres, en la
plenitud de los tiempos. Era una obra dirigida contra toda re
velacion divina, y por consiguiente, contra toda tradicion, por
la cual esa revelacion se ha propagado en el mundo y se ha
conservado en la humauidad.
Atacada por su base la Religion en esa obra , no fué vues
tra escuela, señores semiracionalistas, sino la escuela tradi-
cionalista , la que en esa ocasion acometió la empresa de de
fender la tradicion para defenderla revelacion, lo que la valió
desde entonces el nombre de tradicionalista.
Los tradicionalistas, pues, son los que han restablecido los
estudios históricos (que se encontraban tan descuidados á
principios de este siglo), y en los que la verdadera ciencia
y la verdadera Religion tienen que ganar mucho y no han
perdido nada. Los tradicionalistas son los que han vuelto á
traer á los entendimientos serios á las indagaciones profundas,
á los largos y laboriosos estudios sobre las tradiciones de los
pueblos , sobre el verdadero origen de los falsos cultos y del
— 463 —
culto verdadero, sobre las verdaderas relaciones del paganis
mo con la verdadera Religion : indagaciones y trabajos que
han esparcido tantas y tan preciosas luces sobre la autentici
dad de las narraciones históricas , y sobre los misterios de la
Biblia , y que han vindicado de los ataques de la ignorancia
y de la mala fe, la unidad, la perpetuidad, la universalidad,
la verdad y la divinidad del Cristianismo.
Miéntras que la escuela semiracionalista no ha producido
nada notable ni digno de sobrevivir á su autor, el tradiciona
lismo puede vanagloriarse con justo orgullo de haber publi
cado obras de un precio inmenso sobre esos asuntos. Las in
dagaciones filosóficas de Mr. de Bonald,á pesar delo que con
tienen de inexacto y de erróneo, bajo el punto de vista de la
Metafísica, respecto á la historia, han hecho á la Religion y
á la ciencia servicios que la ciencia y la Religion no olvida
rán. Lo mismo sucede con los libros tercero y cuarto del Papa
y de las Veladas de San Petersburgo, de Mr. de Maistre, y sobre
todo con el tercero y cuarto tomo del Ensayo, de Mr. de La-
mennais. Las excentricidades y la falsa teoria sobre la certi-
dumbreque se encuentran en el segundo volumen de esa obra,
no amenguan en nada el verdadero mérito de los otros; y la
deplorable apostasía de su autor, no impedirá á los hombres
imparciales y celosos recoger todo lo que es bueno , donde
quiera que se halle, y que miren esos dos tomos, en su parte
histórica, como el mejor trabajo que se ha hecho en estos
últimos tiempos sobre la tesis: Que los cuatro caractéres de la
verdadera Religion, sólo convienen al Catolicismo. Diriase que al
salir de la Iglesia ese autor de tan brillante como lamentable
memoria, la dejó un arma de excelente temple para defenderse
de sus nuevos enemigos los racionalistas, y áun contra el mis
mo Lamennais.
Con las dos únicas obras periódicas, los Anales de la Filo
sofía Cristiana y la Universidad Católica, cuya prosperidad du
rante veinte y seis años no han podido impedir todas vues
tras arterias y esfuerzos , ni que reunidas formen una coleccion
— 464 —
de ochenta y dos volúmenes de datos á cual más preciosos,
el tradicionalismo ha hecho mucho más hien, en un solo año,
que todas vuestras obras y vuestros periódicos en un siglo.
Podria decirse ademas que todo el bien que se ha hecho en
estos últimos tiempos por medio de multiplicadas demostracio
nes de la necesidad y de la verdad de la revelacion divina, sólo
se ha llevado á cabo por el celo intrépido y desinteresado, y por
los penosos trabajos de los tradicionalistas, que os habeis atre
vido á calificar, con una impudencia é injusticia sin ejemplo,
como perjudiciales á la Religion. Diriase que sólo esos trabajos
han sido fecundos ; y lo hubieran sido mucho más, si vuestra
mala voluntad, ó por lo menos vuestra imprudencia, no los
hubiese entorpecido, y si la incomprensible persecucion que or
ganizais contra ellos en secreto y á la luz del dia, no hubiera
impedido á los que á ellos se dedican continuarlos en mayor
escala.
El hecho capital, inmenso, de una revelacion divina, pri
mitiva, y de la necesidad de la enseñanza tradicional para la
formacion del hombre social, no ha sido puesta fuera de toda
duda y contestacion más que por los que os complaceis en
ridiculizar y hacer odiosos. Vos mismo lo habeis confesado
así en estas líneas que tenemos un placer en repetir, porque
al mismo tiempo que nos sirven de defensa os honran. «El ni
ño ordinario, habeis dicho, es formado é instruido por la so
ciedad. Ese es un hecho que no necesita pruebas. Privado de
toda especie de cultura social, si se supone que puede vivir,
permanecerá indefectiblemente en un estado de pobreza inte
lectual y de imperfeccion contraria á su destino. Eso sólo pue
den negarlo ciertos racionalistas, al paso que tos tradicionalis
tas lo han hecho cada vez más evidente é incontestable : nos com
placemos en hacerles esta justicia. •
Es tambien de notoriedad pública, que el libro que en este
momento atrae más incrédulos á la fe, es la obra de un tra-
dicionalista titulada: Estudios sobre el Cristianismo, de Mr. Nico
lás, que habeis tenido el triste valor de denunciar al mundo
— 465 —
católico, como que contiene grandes errores, y como conde
nada por el Concilio de Rennes. Así es, que el ilustrado pre
lado, presidente de aquel Concilio, el Emmo. Sr. Cardenal Ar
zobispo de Tours, no se ha contentado con vindicarla de se
mejante calumnia , sino que ha hecho el elogio más grande y
lisonjero que puede hacerse de una obra de esa clase con
estas palabras, pronunciadas en nombre de sus venerables co
legas : «Hacemos fervientes votos por que ese trabajo (los
estudios sobre el Cristianismo) continue produciendo el bien
que ya ha efectuado, y de que, por mi parte, he tenido
las pruebas más consoladoras» . (Cartas del Arzobispo de Tours
al Amigo de la Religion. ) Pues bien , de la escuela semira-
cionalista todavía no ha salido ningun libro de tan ventajosos
resultados , y probablemente tardará aún mucho en apa
recer. No haceis, pues, ningun bien, y teneis eovidia y criti
cais á los que le hacen. ¡He ahí á lo que se reduce vuestro
celo por la Religion! Pero bien pronto volveremos á ocupar
nos de esa esterilidad radical de vuestros trabajos, y de la
funesta enfermedad, que es su causa.
En fin , he* aquí otras dos pruebas bien patentes de la su
perioridad del método tradicional para atraer á los incrédulos
á la fe dela Iglesia.
El más grande quizá de los historiadores franceses, mon-
sieur Agustin Thierry , acaba de suministrarnos la primera
de esas pruebas. Todo el mundo sabe que esa noble inteligen
cia, esa alma privilegiada, que las modernas preocupaciones
anticristianas habian conducido desde su juventud á la senda
del error, ha pasado casi toda su vida en la incredulidad
práctica. Es sabido que, próximo á morir, abjuró todos sos
errores , recomendó la correccion de todos sus libros , y vol
vió sincera y generosamente á la fe católica, que no por ser
la fe de las almas sencillas y candorosas, deja de ser la fe de
los grandes talentos, como san Aguntin, santo Tomás y Bos-
suet. Pero no todos saben que, humanamente hablando, esa
hermosa conversion de Mr. Thierry, que ha llenado de regocijo
30
— 466 —
á las almas católicas, afligidas con el espectáculo de tantas
apostasías , ha sido el resultado de sus profundos estudios his
tóricos. Por sus grandes conocimientos de la historia de los
pueblos antiguos , ha sido conducido á estas grandes conclu
siones : Que esos pueblos, siempre y por todas partes, han
profesado una sola y única Religion , siempre y por todas
partes la misma en cuanto á sus creencias universales y co
munes á la humanidad entera, aunque desfiguradas por el ele
mento humano que la razon y las pasiones del hombre la han
mezclado, elemento diferente y variable segun la diversidad
de tiempos y lugares; que esas creencias, idénticas y univer
sales , han precedido siempre al origen de los pueblos ; que,
por consiguiente , ellos no las han inventado , sino que las
han recibido de sus antepasados, y éstos de los suyos, hasta
el primer hombre, que las recibió del mismo Dios; y que,
por consiguiente también , nada es más históricamente cierto,
que el hecho de una revelacion primitiva del Dios Criador,
que la tradicion ha esparcido por todas partes y establecido
en la humanidad. Y del mismo modo, por su conocimiento
igualmente profundo de la historia delos pueblos modernos,
llegó á convencerse de que las creencias de los pueblos ca
tólicos actuales , son exactamente las mismas que las creen
cias de todos los pueblos cristianos, de todos los tiempos y
de todos los lugares; que se remontan al origen del Cristia
nismo, y que, por consiguiente, nada es más históricamente
cierto que el hecho de una revelacion más explícita y más
desarrollada del Dios Redentor, que la tradicion ha esparcido
por todas partes en donde ha penetrado el Evangelio , y que
ha establecido en la Iglesia.
Así , por raciocinios sacados de la historia , trae á la razon
á los filósofos cuando afirman que las creencias universales
de la humanidad son invenciones de la ignorancia y de Ja
barbarie de los tiempos antiguos, y á los herejes cuando pre
tenden que las creencias universales de la Iglesia son inven
ciones de la ignorancia y de la barbarie de los tiempos ido
— 467 —
demos. «No, no, afirma á estos últimos, la edad media no
ha añadido nada á la antigua creencia cristiana : es en el dia,
ni más ni menos que lo que era hace diez y ocho siglos. Por
el contrario , los herejes son los que en diversas ocasiones
han hecho tentativas para cercenarla alguna cosa, alterarla
y mutilarla» . ¿Es acaso un medio para un entendimiento ló
gico que busca la verdad , y que llega á adquirir esas convic
ciones, el no aceptar en toda su plenitud la fe de la Iglesia
y permanecer fuera del Catolicismo? ¡ Por el método tradicio
nal , la Gracia atrajo á este grande hombre á los sentimientos
católicos, que hicieron la felicidad de sus últimos dias...
Debemos á Mr. de Lamartine la segunda prueba reciente,
y sin réplica , en favor de la eficacia del mismo método, para
volver á conducir á la fe las grandes inteligencias. Dejaremos
que hable aquí un escritor no sospechoso de parcialidad para
con el tradicionalismo , que anuncia de este modo á sus lec
tores la grande y venturosa trasformacion , que acaba de
efectuarse en ese ángel caido, y los medios por los cuales se
ha operado. «Mr. de Lamartine, dice, saliendo, en fin, de
su personalidad, entraba en la literatura prometida, y entra
ba en ella como maestro , como poeta , como cristiano , con la
Biblia en la mano, y bajo esa mirada , bajo esa inspiracion de
Dios que le habían hecho inmortal desde su primer instante,
porque las meditaciones y las armonías durarán tanto como el
mundo ; las hay que los ángeles las pueden repetir, y que son
hechas parala eternidad...
» ¿ Cómo, pues , no reconciliarse con la desgracia , la ex
piacion, el arrepentimiento y la enmienda? Todo eso, en efecto,
SE ENCUENTRA EN LAS HERMOSAS PAGINAS QUE NOS HEMOS APRESURADO
á daros á conocer, y á alabar sin reserva en su principio y en
su santo y grandioso deseo, el de instruir, ilustrar, elevar
los entendimientos y las almas. ¡Aquí comienza, en fin, la obra
del gran poeta; plegue á Dios concederle fuerzas y tiempo para
concluirla! » Este gvoto llega á ser más ferviente cuando se
lee lo que sigue :
»— El primer pensamiento del hombre de letras, en medio
de la naturaleza y de la sociedad , es el buscar al autor de su
sér, para tributarle el homenage de amor, de respeto, de te
mor, de adoracion y de virtud, que le es debido.
»La Teología , ciencia de Dios y del alma, es la primera
y la última de todas las ciencias, la que lo comienza todo y
todo lo concluye, la que todo lo contiene. Los libros sagrados
de los grandes pueblos son ef depósito de su teología. — (Lamar
tine, Curso familiar, etc.)
» —Allí irá á buscar la antorcha de las letras que quiere co
locar por encima de nuestras frentes. Comienza esa marcha por
la India, que mira como la nacion más antigua, y como la pri
mera indicada en la idea divina , iniciacion incompleta , que los
hebreos acabaron.
«Los filósofos de la India, dice, son espiritualistas por ex
celencia. No se asemejan en nada á los filósofos materialistas
del último siglo, ni á los filósofos terrestres de la perfectibili
dad indefinida del hombre sobre el globo (de nuestro siglo).
Su Eden, como el de r.os cristianos, está enlo pasado. — (Ibid.)
«Prestad toda vuestra atencion; hé aquí un encuentro
terrible, pero feliz y providencial, que dejará al error y ála
blasfemia tendidos en el campo , si no muertos, por lo niénos
heridos (y que Dios ha permitido), por la tajante espada que
acaba de poner de nuevo en manos de su poeta :
» — Hace algun tiempo , dice, que se ha formado en nuestra
Europa , en Alemania , y sobre todo en Francia, una escuela
de filosofía bienintencionada, pero un poco soberbia. Se la llama
Filosofía de la perfectibilidad indefinida y continua de la hu
manidad en la tierra. Estamos muy distantes de negar la ten
dencia orgánica y santa del progreso en todas las cosas, esa
fuerza centrífuga del entendimiento humano. Pero esos filó
sofos de la perfectibilidad indefinida y continua, á fuerza de
querer engrandecer y divinizar la humanidad en lo que llaman
el porvenir, la degradan y la envilecen hasta la condicion
del bruto, en su origen y en su pasado. Si se considera la idea
— 469 —
que se forman y quieren hacernos formar del hombre en la
cuna , el verdadero nombre de su filosofía no seria el esptri
tualismo ni el deismo, ni el panteismo, ni mucho ménos el
materialismo, seria el vegetalismo.
> Seducidos por algunas analogías científicas muy dudosas,
que les presentan en el trabajo subterráneo de los elementos
que componen este pequeño globo , y en algunas osamentas
de animales antidiluvianos huellas ó vestigios de la elabora
cion progresiva de ese supuesto perfeccionamiento , esos filó
sofos han concluido de la materia al alma, y de la piedra al
hombre. Han soñado que en el origen de las cosas y de los
séres , el hombre no fué más que un poco de barro calentado
por el sol; que luego fué dotado de un instinto que le obligó
al movimiento sin impulsion, y á seguida de algunos miem
bros rudimentarios, que una inteligencia sorda y obtusa fué
desprendiendo sucesivamente del lodo para formarse por sí
misma órgano. (Léase á Mr. Pelletan en la Presse.) ¡Sistema
singular, que para apoyar una teoria de perfectibilidad sin
límites, comienza la criatura que puede ennoblecer por el
bruto ! Que deshereda á Dios de su obra más divina ! ¡ Que
toma por criador, en lugar de Dios, un pedazo de barro de
un pantano, y un poco de calor pútrido en un rayo del sol,
un poco de movimiento sin objeto, tomado de los vien
tos y de las olas; luego un instinto sacado de una potencia
sorda vegetativa , una inteligencia tomada del tiempo que
todo lo desarrolla y destruye! ¡Y todo eso para pasarse sin
Dios , ó para relegarle al abismo de la abstraccion y de la
inercia! Sombras, sueños é ilusiones! — (Ibid.)
»Mr. Eugenio Pelletan, contestando en las columnas de la
Presse, encabezó un artículo con el epígrafe de A un hombre
caido. ¡Llamaba con ese nombre al hombre que se volvia á
levantar , indignado de haber visto á Dios ofendido y despreciado
en lo que fué su obra más bella y el complemento de la creacion !
Llamaba caer el escribir esas hermosas y santas palabras;
acusaba <al poeta de abandonar la causa del progreso, y de
— 470 —
decaer de ánimo en el momento en que era más necesario el
vigor, y de despreciar á Leroux por creer en la Imitacion,
que el filósofo del siglo xix llama los miasmas mefíticos de la
edad media. Mr. de Lamartine hizo pronta y cumplida justicia
en un corto post-scriptum , que se encuentra al fin de la ter
cera conversacion , en la que son notables estas palabras ful
minantes :
> —No creemos que el hombre haya comenzado en el fango
y en las tinieblas (por el bruto) ; creemos que los reflejos del
Eden y de su luz, resplandecieron durante largo tiempo sobre
su alma con más destellos de una revelacion primitiva que en las
edades más distantes de su cuna; CREEMOS QUE ESA REVE
LACION PRIMITIVA DATA DE LA CREACION, que Dios es
contemporáneo del alma que crió para que le vislumbrase y
adorase, y que si ha habido una efusion más brillante de luz,
ha sido en la aurora del género humano , y no en el crepúsculo
de su caducidad... Mr. Pelletan, que habla comoPlaton(se le
dora la pildora), tiene, como él, el derecho de soñar cosas
deliciosas. Pero nosotros , ay ! hace mucho tiempo que esta
mos despiertos.— (Ibid.)
• Pobre Mr. de Lamartine! Se ha metido mucho ruido en
derredor suyo para romper ese sueño de encanto y de deli
rio, que le infundiera un genio maléfico; y al despertar, cu
rado y refrigerado, dijo :
» — Creemos más hermoso y más varonil el mirar de frente
la desgracia de nuestra condicion humana , que negarla ó ale
targar en nosotros el sentimiento con un narcótico. Ese zu
mo de adormideras, por bien preparado que esté (y Mr. Pelle
tan le prepara cual gran poeta , como acabamos de ver), no
es bueno más que para proporcionar los delirios de la perfec
tibilidad indefinida y de la felicidad sin límites , sobre una
tierra que no fué, no es, ni será jamás más que un sepulcro enca
necido entre dos misterios. Progreso local, relativo y limitado,
sí: progreso indefinido y continuo, no. Nada es ilimitado en
nuestra pequeña especie, limitada á un relámpago de dura
— 471 —
cion, á un átomo de espacio , á una molécula de polvo. ¡La
utopia con las ideas (como lo ha hecho el gran poeta) pase;
pero utopia con la naturaleza... Oh! ¡hasta los elementos
se burlarian de nosotros.— (Ibid.) Ay! ¿no podria decirse que
lo han hecho con las recientes inundaciones?
• Limitamos con sentimiento las citas, porque jamás ha es
tado Lamartine, ni más brillante ni más fuerte. Ha encontra
do tesoros en las literaturas primitivas: nos los prodiga á ma
nos llenas, mezclados con su propio oro, y termina con estas
palabras contundentes para la Filosofía á lo bruto: —¿Hay
acaso algo en ese divino lenguaje , y esas teorías teológicas y
morales , que cuentan de fecha cuatro mil seiscientos años , que
atestigue su supuesta barbarie y su grosera supersticion, que
ciertos filósofos necesitan atribuir al viejo mundo para moti
var su orgulloso sistema? ¿No hay en ellas, por el contrario, ó
la sabiduria de una edad ya muy avanzada en fe y en virtud, ó el
reflejo todavía tibio y luminoso de una revelacion primitiva , mal
borrada de la memoria de los hombres ? ¿ No podria decirse
al leer esas líneas sublimes , que una raíz llena de la savia
moral del Cristianismo futuro vegetaba ya en el sacerdote in
dio?—» (Ibid.)
Hé ahí lo que acaba de reconocer y de confesar á la faz del
mundo esa grande inteligencia que tanto le ha escandalizado
con su caida, como la habia extasiado anteriormente con sus
cantos celestiales ! Como se ve, Mr. de Lamartine no ha vuelto
tampoco á la confesion clara y explícita que se acaba de leer
de los dogmas de la creacion del mundo y del hombre, de una re
velacion divina primitiva, de la caida original, de la autenticidad
y de la divinidad de la Biblia, y de la antigüedad y de la verdad
del Cristianismo, sino por el estudio de las creencias constan
tes y universales de los pueblos antiguos ; en una palabra, por
el método tradicional.
Queda , pues , demostrado, por los raciocinios y por los he
chos que pasan á nuestra vista , partiendo del principio de
que el hombre por sí solo jamás ha descubierto, ni podido descu
— 472 —
brir ninguna verdad del orden espiritual y moral , sino que todo
lo que sabe sobre ese particular lo ha aprendido de la tradicion,
que se remonta hasta el origen del mundo ó hasta Dios; queda
demostrado, repetimos, que el método tradicional conduce
necesariamente á admitir una revelacion primitiva del Dios
Criador , que, á su vez, conduce á la revelacion perfeccionada
y completada por el Dios Redentor. Una vez que con el auxilio
de ese método se adquiere el convencimiento de que Dios ha
hablado verdaderamente al hombre, y que el precioso depósi
to de su augusta palabra no se halla puro y completo más que
en la iglesia , llega á hacerse evidente que no es preciso dis
cutir uno á uno (tarea Jarga y penosa) los dogmas dela Iglesia,
que es necesario admitir en su conjunto y sin discusion ; por
que esos dogmas son la palabra de Dios confiada á la Iglesia
y enseñada por la Iglesia ; y la palabra de Dios se cree, no se
discute : la palabra de Dios debe ser admitida por la razon,
áun cuando la razon no la comprenda. Así ese método, que se
ha tenido la osadía de presentar como que coloca á la razon
humana en una posicion falsa, con respecto al error, es de
hecho el método por el cual la razon puede desembarazarse
másEnfacilmente
fin, y porde
el todo
conducto
error,del
y conocer
más acreditado
y abrazar
delasus
verdad.
jefes,

elsemiracionalismo ha formulado tambien la misma acusacion


contra el sistema tradicional. «En ese sistema, ha dicho, la
revelacion divina sobrenatural , siendo el principio de todas
las ideas madres y de todos los conocimientos intelectuales,
¿quién se atreveria con ese sistema á lisonjearse de poder
establecer de una manera cierta la divinidad del Cristia
nismo y de la Iglesia? Si la autoridad de la Iglesia es la ver
dadera base de la certidumbre humana , en el orden de los
conocimientos naturales, la autoridad de la Iglesia no puede
ser demostrada, pues que es un primer principio que debe
demostrar todo lo demás. Esa autoridad debe , pues, poseer
una evidencia inmediata y absoluta como la de los primeros
principios. Quién podria admitir semejante idea? Y por cierta
— 473 —
que sea la autoridad de la Iglesia , es tan evidente como la
luz que supone numerosas verdades que la preceden. Pero
si no hay en ella ningun medio de establecer esas verdades,
la fe razonable seria imposible.»
Esa acusacion , como se ve , no se apoya más que en la
hipótesis de que los tradicionalistas admiten LA REVELACION
DIVINA SOBRENATURAL como el principio de las ideas madres
y de todos los primeros conocimientos intelectuales: hipótesis que,
como ya hemos probado, está formalmente rechazada por los
tradicionalistas. No teniendo, pues, por base más que una
suposicion gratuita , sofística y calumniosa , cae ó se desmo
rona por su propio peso, como un andamio que no tiene apo
yo, sin que tengamos necesidad de refutarla. En cuanto al
cargo que se hace tambien al tradicionalismo de querer des
truir toda filosofía, le combatiremos en el capítulo siguiente.
¡He ahí, pues , las acusaciones que el semiracionalismo ha
fabricado con tanta astucia, que ha emitido con tanto descaro
y que ha tratado de convertir en títulos de su triunfo contra
la tradicion! No hay una sola que no haya refutado él mismo
ó de que no sea culpable. No hay una sola que no esté fun
dada sobre la ignorancia de los verdaderos principios , so
bre el abuso de las palabras, sobre la falsedad de las ideas, so
bre la ligereza ó sobre la mala fe. No hay una sola que no sea
una mentira , un sofisma , una contradiccion , una impertinen
cia , una calumnia. Por manera, que en cuantos cargos ha acu
mulado el semiracionalismo contra el método tradicional , no
hay más que una cosa evidente é incontestablemente verda
cion,
dera , todos
y es , los
quemedios,
habiendo
todos
agotado
los recursos
, con respecto
de la injusticia,
á la tradi-rá

que el error recurre siempre contra la verdad , es sobebana-


MENTE INJUSTO.
CAPITULO VII.
DEL DAÑO QUE HACEN LOS SEMIRACIONAL1STAS. — EL SEMIRACIONA-
LISMO ES HORRIBLEMENTE FUNESTO.

PRIMERA QUEJA CONTRA EL SEMIRACIONALISMO.


COMO SISTEMA FILOSÓFICO ABRE LA PUERTA Á TODOS LOS ERRORES T DEGRADA
T ANONADA Á LA RAZON HUMANA.

§ i." Comienza el acta de acusacion contra el semiracionalismo. De los tres


sistemas posibles sobre el origen de las ideas, el semiracionalismo está, en
virtud de su principio, obligado á admitir, y admite, en efecto, el de las
ideas innatas , que le arrastra al panteísmo. Su leguaje panteista. El semira
cionalismo está tambien por el sistema de las causas ocasionales , y por eso
incurre en el panteísmo , el idealismo , el ateísmo y el fatalismo ; es el anona
damiento de la razon , que dice quiere vengar.

El mal es lo contrario á la naturaleza de los seres y á su


perfeccion. Segun los diferentes órdenes de las cosas, el mal
toma nombres diversos. En el órden físico se llama desfalle
cimiento , enfermedad y muerte; en el órden moral , pecado; y
en el órden intelectual , error. Todo errores, pues, un mal; así
como todo mal que se refiere á la inteligencia y á su modo
de ser es un error. Por consiguiente , todo error es contra
rio á la naturaleza de la inteligencia y á la armonía de sus
actos , en sus relaciones con los seres exteriores , actos que
forman su vida y su perfeccion. Desde entonces tambien,
como toda verdad es útil, todo error es funesto.
Ya hemos demostrado (quizá más delo que era necesario),
que el semiracionalismo es error , y nada más que error. Y
por lo mismo, nos parece haber establecido ya , al menos im
plícitamente y en principio, que es y debe ser funesto. No
— 475 —
tenemos, pues, más que dar cierto desarrollo á esta triste
conclusion , y la tarea que nos hemos impuesto de arrancar la
máscara á los semipelagianos de la Filosofía y al semiracio-
nalismo quedará cumplida.
Acabamos de probar que lo que el semiracionalismo cen
sura con tanta ligereza como insolencia en el método tradi
cional, bajo el punto de vista de la Religion y de la razon, no
es más que una calumnia , una sinrazon, una injusticia. Ahora
vamos á cambiar el papel. De defensores que hemos sido de
la tradicion en el capítulo precedente , nos constituimos en
acusadores del semiracionalismo , y vamos á demostrar que
verdaderamente él es culpable de los males que tiene la osa
día de echarnos en cara , á saber: de humillar y degradar á
la razon , de comprometer siriamente la Religion , y de ser tan
funesto como le es dado serlo á un error.
Ya hemos dicho que no hay más que tres sistemas posi
bles tocante al origen de las ideas y á los principios del co
nocimiento humano (porque el que el autor Del valor de la ra
zon, ha ofrecido con tanta sencillez al mundo filosófico, como
un cuarto sistema de su invencion, no es buenamente más
que una grande necedad y un monstruoso absurdo). Esos tres
sistemas son : 1 segun Descartes, Malebranche y Leibnitz,
el que coloca exclusivamente en Dios la causa eficiente de las
primeras verdades, luz de la inteligencia humana; 2.°, el de
Locke y de Condillac, que atribuye esa causa exclusivamente
á los sentidos; y 3.°, el de santo Tomás, Suarez y todos los fi
lósofos que han permanecido católicos en Filosofía , que reco
noce exclusivamente al alma, como la verdadera causa efi
ciente de sus ideas y de sus conocimientos.
El principio que sirve de base al semiracionalismo es, como
ya se ha visto, que el hombre se basta á sí mismo para descu
brir las nociones primeras del mundo espiritual y moral. Pero
si el hombre se basta á sí mismo para descubrir esas nocio
nes-consecuencias, con mucha más razon debe bastarse á sí
mismo para descubrir las ideas-p,incíptos de esas mismas no
— 476 —
ciones, las ideas por las cuales se demuestran esas nociones,
y sobre las que descansan ó se apoyan esas nociones. Segun
los semiracionalistas, el hombre no necesita más que de sí
mismo para formarse las concepciones generales de todas las
cosas, ó las ideas, y para sacar de ellas las consecuencias
que le aseguran la existencia del mundo de los espíritus y de
los deberes.
Pero si el hombre no necesita más que de sí mismo para
ponerse en posesion de esas ideas y de esas nociones, es
porque las encuentra ya hechas en sí mismo , ó al menos en
el estado de germen. Si las encuentra en sí mismo, es por
que alguno las ha depositado en él y las ha grabado en su
inteligencia y en su corazon , y ese alguno no es ni puede ser
más que Dios. Luego Dios es, como la filosofía de Lyon lo ha
declarado con todas sus letras , la única causa eficiente de las
ideas. Ese es el sistema de las ideas innatas. Hé ahí, pues, al
semiracionalismo obligado, en virtud de su propio principio,
á admitir el sistema de las ideas innatas.
En efecto, como ya hemos probado más arriba, los semi
racionalistas (sin exceptuar los que encierra la ilustre Corpo
racion que siempre ha sido el azote de ese sistema ) propen
den todos, más ó ménos explícitamente, á las ideas innatas. Y
por otra parte , los semiracionalistas son demasiado católicos
para seguir el sensualismo de Locke; pero no lo son bastan
te, y aman demasiado las novedades filosóficas para decla
rarse en favor del tradicionalismo antiguo de santo Tomás.
No les queda , pues, más recurso que abrazar la teoría de las
ideas innatas , segun Descartes, Malebranche y Leibnitz, lo
cual , á su entender , no los indispone con la Iglesia y los deja
el derecho de aspirar á los honores de la filosofía del progreso,
á los que tienen una ambicion bien pronunciada.
Pero quien dice < ideas innatas» , dice ideas que, por un
procedimiento y por medios sobre los que jamás han estado
de acuerdo en la escuela semiracionalista , la inteligencia des
cubre existentes en sí misma, pero que ella no se forma.
— 477 —
Quien dice «ideas innatas» , dice ideas en cuyo origen la ac
tividad de la inteligencia no entra para nada , sino que la re
cibe inmediatamente de Dios. El que dice « ideas innatas» ,
hace al alma esencialmente pasiva, con relacion á la más
esencial de sus funciones específicas. Porque lo que distin
gue á nuestra alma de la de los brutos, es que nosotros te
nemos el entendimiento que no tienen los brutos: Quibusnon
est intellectus ; y el tener entendimiento, no es más que con
cebir el universo, formándose sus ideas, lo cual no hace el
alma en el sistema de las ideas innatas. En ese sistema, como
ya hemos observado más arriba , el alma no entiende por sí
misma, sino la inteligencia divina, ÚNICA causa eficiente de
las ideas que están en ella y por ella : Dios solo es el que en
tiende, porque sólo él tiene ideas, que esparce fuera de sí y
deja caer sobre sus criaturas que se llaman «inteligentes». Y
como la operacion es la medida del ser, y no se es sino de la
misma manera que se OPERA : Operatio sequitur esse, pues
que, para los partidarios de las ideas innatas, el entendimiento
humano no entiende por sí mismo, no es por sí mismo. El
alma humana no tiene entendimiento que le sea propio, que
le sea personal, y, por el contrario, como no hay más que el
entendimiento divino que entienda, sólo el entendimiento di
vino es, y no hay más que un entendimiento en el universo,
el entendimiento divino, que se modifica diferentemente en
sus criaturas inteligentes; un solo entendimiento imperso
nal en esas criaturas, y personal únicamente en sí mismo.
Pero ese es el panteismo intelectual!
De ahí esas expresiones enteramente panteistas, que la
tradicion, y uno desus más intrépidos doctores, Mr. Bonnet-
ty, jamas han cesado de echar en cara á los semiracionalis-
tas y que se encuentran en cada página de sus escritos. Por
que, para ellos , el hombre participa de Dios, que tiene en sí mis
mo; la luz que le ilumina, se confunde con la luz de Dios; la
voz que oye, repite la voz de Dios, pues que esa luz tiene un
resplandor divino, esa voz un poder divino y su razon se
— 478 —
identifica con la razon divina. Para ellos, la razon humana do
es más que una entidad derivada de Dios y unida al alma; no
es más que un destello, una emanacion de la razon divina.
Para ellos, es la luz divina la que, no solamente nos ilumi
na (lo cual es verdad y todo el mundo admite), sino que
reside en nosotros, como el sol en medio de nuestro sistema
planetario. Para ellos, en fin, la verdad misma es la que habla
en nosotros, la que se nos revela en nosotros mismos y la que
nos enseña , sólo que la sensacion es de toda necesidad para
que su enseñanza , su operacion ó las ideas , luces del espíritu,
se nos bagan manifiestas. Estas expresiones, como otras mu
chas , son tan completamente falsas , que son incomprensi
bles. Porque, por una parte, lo repetimos, ¿se comprende
cómo la razon divina se infunde en la razon humana? ¿Puede
comprenderse de qué modo las ideas, luces del espíritu, que
la verdad divina hace brillar en nosotros , no pueden ser per
cibidas más que por la sensacion? Y si , por otra parte , con
respecto á las ideas , todo se hace en nosotros por el Dios
que las forma y por la sensacion que ias manifiesta ¿no es
evidente que nuestra inteligencia no entra en ellas por nada,
que nuestro entendimiento no entiende, que nuestra inteli
gencia no ES; que no hay más que una inteligencia que SEA,
porque sólo ella es OPERANTE, la inteligencia increada, de
que las inteligencias creadas no son más que partículas, no
son más que la expansion, las modificaciones ó los medios
por los cuales la inteligencia divina ejerce y demuestra sus
operaciones? Hé ahí tambien el panteismo.
Una vez admitido que las criaturas inteligentes no son más
que modificaciones del entendimiento divino, no puede ne
garse á los seres físicos el honor de ser tambien modifica
ciones de la sustancia divina. No hahria, pues, en el uni
verso más que una sustancia única, como un entendimiento
único, trasfurmándose y modificándose una y otro de dife
rentes maneras: no habria más que una sola realidad infinita,
y los demás seres no serian más que apariencias engañosas,
— 479 —
accidentes, sueños de séres y no seres verdaderos; Dios se
ria necesariamente el todo, y el todo no seria más que un
solo y único Dios. Hé ahí, pues, al semiracionalismo, que
porEnnecesidad
segundo lógica
lugar, va
no áhay
parar
másalque
panteismo
tres sistemas
más completo.
tocante á

lo que se llama el comercio del alma humana con el cuerpo :


1.°, el sistema del influjo físico de los sensualistas, segun el
cual , el alma obraria físicamente ó por contacto sobre el cuer
po, y este físicamente ó por contacto sobre el alma; 2.°, el
sistema dela forma sustancial de los escolásticos, el único re
conocido por la Iglesia, segun el cual las operaciones del
hombre no deben ser atribuidas al alma sola ni al cuerpo solo,
sino á todo el compuesto, á todo el conjunto (actiones sunt
conjuncti), al alma incorpórea y al cuerpo animado, á las dos
sustancias, no mezclada una con otra, sino sustancialmente
unidas en la unidad del mismo sér. Segun el mismo sistema,
esas operaciones no son ni solamente espirituales ni sola
mente corporales, sino espíritu- corporales ; es decir, del
cuerpo animado ó del alma en el cuerpo. Por consiguiente, no
hay comercio entre el alma y el cuerpo , porque ese comer
cio ó comunicacion no puede tener lugar más que entre dos
sustancias, que tenga cada una un sér separado, lo cual no
tiene lugar en el hombre, en el que el sér del alma sirve de
punto de apoyo al cuerpo que anima , y es tambien el sér del
cuerpo, en el cual no hay más que dos sustancias y un solo
sér (1); 3.°, y en fin, el sistema de las causas ocasionales, de

(i) Todo casi lo mismo que en Jesucristo, en que las operaciones no de


ben ser atribuidas á la divinidad sola, ni á la humanidad sola, sino al todo, al
Dios-Hombre, y al Hombre-Dios, á las dos naturalezas, no confundidas, sino
sustancialmente unidas en la unidad de la misma persona. Por consiguiente,
esas operaciones no son en él ni solamente humanas, ni solamente divinas, si
no theandiseas ó humano-divinas, es decir, de Dios hecho hombre y del hom
bre asumido por la persona del verbo ; y por consiguiente tambien , no hay co
mercio entre la humanidad y la divinidad de Jesucristo. Porque ese comercio
personal no puede tener lugar más que entre dos naturalezas que cada una
tenga su personalidad ó parte, lo cual no sucede en Jesucristo, en el que la
persona divina del Verbo sirve de sosten á la humanidad que ha asumido, y es
— 480 —
los que se titulan á sí mismos filósofos espiritualistas, que no
son más que verdaderos idealistas, segun el cual no hay nin
guna relacion real entre los actos del alma y los movimien
tos del cuerpo ; pero en su sentido , Dios es el que , con mo
tivo de las ideas que desliza en el alma , produce movimien
tos análogos en el cuerpo , y con motivo de las modificaciones
que los objetos exteriores causan en el cuerpo, crea ideas,
pensamientos y voluntades ó voliciones en el alma. Y ese fe
nómeno tiene lugar, ya en virtud de una operacion actual,
que modifica toties quoties , en cada hombre, el estado del
cuerpo segun el estado del espíritu , y el estado del espíritu
segun el estado del cuerpo (sistema cartesiano de las causas
ocasionales propiamente dicho); ya en virtud de una armonía
establecida desde el primer instante de la existencia de cada
hombre , entre los actos futuros de su espíritu y los futuros
movimientos de su cuerpo {armonía preestablecida de Leib-
nitz). Por consiguiente, segun ese sistema, no existiria en
tre el alma y el cuerpo del hombre una union sustancial, sino
una union ficticia, accidental, aparente, semejante, segun
la expresion de Platon , á la que existe entre el motor y lo mo
vido , entre el barquero y su barca , que cada uno tiene un sér
diferente y existe por sí mismo , independientemente del
otro.
El primero de esos tres sistemas es demasiado grosero
para ser admitido por filósofos que se respetan en algo. Los
semiracionalistas le rechazan, pues, con razon. El segundo
es demasiado sublime y supone conocimientos muy profun
dos en Filosofía, para que pueda ser seguido por filósofos co
mo los semiracionalistas, deslumhrados por el brillo engañoso

tambien la persona del hombre , y en el que no hay más que dos naturalezas,
y una sola persona. De ese modo se comprende la profundidad, la trascenden
cia inmensa de estas palabras de san Atanasio, que encierran toda la verdade
ra filosofía , y toda la verdadera teología , y que hemos desarrollado en nuestras
Conferencias (tomo i, Conf. VIII). Sicut anima rationalis et caro unus est,
homo, ita Deus et homo unus est, Christus. (Símbolo de san Atanasio.)
— 481 —
de una falsa filosofía, y que no comprenden ni áun las prime
ras palabras de la verdadera filosofía. Los semiracionalistas
le desprecian porque le desconocen. No Ies queda, pues, más
que el tercer sistema. Y, en efecto, para explicar el preten
dido comercio entre el alma y el cuerpo del hombre , cuya
necesidad sólo ha sido imaginada por la ignorancia de lo que
es el hombre , se atienen al sistema de las causas ocasionales
(de que la filosofía de Lyon, verdadero Talmud del carte
sianismo, hace malamente inventor á Descartes) (1) sin ó
con las modificaciones que en él ha introducido Leibnitz, y
no pueden tampoco hacer otra cosa.
Segun la misma filosofía de Lyon, el sistema de las causas
ocasionales, que, segun ella, imaginó Descartes*, ilustró y de
fendió intrépidamente Malebranche, y que todas las escuelas
cartesianas explican y profesan como el sistema más conforme
á la verdad, se feduce (2) á que el alma no obra en verdad
eficientemente sobre el cuerpo, ni el cuerpo sobre el alma,
porque nadie podria comprender el contacto mutuo de esas
dos sustancias (3); pero que los pensamientos del alma no

(1) Tándem excogitatum futí á cartesio systema quod vocatur causarum


occasionalium (Filos. Lugdun. : «Metaphysiq. Spec.» , Part. II, Dissert. a.)
Pero, como ya hemos observado en nuestras Conferencias , ese sistema de las
causas ocasionales , que la filosofía de Lyon dispensa á Descartes el honor de
haberle inventado, es sencillamente, segun santo Tomás, un sistema antiquí
simo, un sistema de la filosofía de los mahometanos, sobre el que está fundado
el fatalismo del Coran. Hé aquí las palabras del santo Doctor, que no pueden
ser ni más explícitas ni más claras: «Hay algunos, dice, que siguiendo la ley de
los moros , sostienen que las causas creadas no obran verdaderamente , sino
que Dios es el que obra CON MOTIVO de las causas segundas. Sunt quídam
gui, lege maurorum, aiunt causas crea tas revera non agere, sed Deus
agere OCCASIONE causarum secundarum» . (Quasst. Disput.) ¡Hé ahí, pues, otro
argumento que prueba que, léjos de haber encontrado ninguna verdad nueva,
]a filosofía moderna no ha inventado ni áun un nuevo error!
(2) Systema causarum occassionalium, á Cartesio excogitatum et quod Ma-
lebranchius illustravit et strcnue defendit, fusius evolvendum a nobis est,
utpote veritatimagisconsonum. (Ibid.)
(3) Dios y los ángeles son puros espíritus; y, sin embargo, ningun cristiano
niega que obran sobrelos cuerpos. ¿Por qué, pues, el alma humana, aunque
puro espíritu tambien , no podrá obrar sobre su propio cuerpo? En cuanto al
31
— 482 —
son más que ocasiones que Dios ha instituido libremente , con au
xilio de las cuales el mismo Dios produce ciertos movimien
tos en nuestro cuerpo ; é igualmente los variados movimien
tos que acaecen en los órganos de los sentidos no son más
que verdaderas ocasiones, á consecuencia de los cuales el
mismo Dios crea ciertos pensamientos y ciertas sensaciones
en nuestro ánimo. En fin, todo eso no se hace de una mane
ra cualquiera, sino segun leyes generales y uniformes (1). Hé
ahí, segun su comentador oficial, lo que es el sistema carte
siano de las causas ocasionales.
Partiendo del principio de que el entendimiento humano se
basta á sí mismo para descubrir el mundo espiritual y moral, in
dependientemente de toda instruccion , el semiracionalismo no
puede, sin ponerse en contradiccion consigo mismo , recha
zar ese sistema. Hay más: por el solo hecho de profesar ese

contacto mutuo de esas dos sustancias , cuya accion mutua de la una sobre la
otra no es posible indicar ,.es una idea que no existe más que en el cerebro de
los sensualistas. No es posible imaginar , es cierto, de qué modo obra el espíri
tu sobre la materia por la energíaJe su virtud, sin tener necesidad de tocar á
la materia. Pero lejos de que la accion del espíritu sobre la materia envuelva
contradiccion, nada es más razonable ni más fácil de comprender (sin poder
imaginarlo, lo cuales muy diferente), que la accion de una sustancia superior
tal como et espíritu , sobre una sustancia inferíor como el cuerpo. Y ademas de
que no se pueda imaginar, ni aun comprender, como tiene lugar un fenómeno
cualquiera, ¿se sigue acaso que es imposible, particularmente cuando es un
hecho, y no envuelve contradiccion? Y por otra parte tambien ¿se comprende
mucho más que los pensamientos del alma no son más que OCASIONES gvt
Dios haya instituido libremente ? Se sabe de alguno que jamás se haya explica
do sobre esa materia de una manera menos filosófica y más absurda que el
supuesto filósofo que ha escrito esa extraña frase cartesiana en la fitosofa
de Lyon.
(i) Systema causarum occasionalium in eo situm est quod anima reipsa et
efficienter in corpus non agat, nec Corpus in animam; quis enim concipiat
utriusque illius substantiae contactuni? Sed cogitationes anima; non sunt nisi
occasioues a Deo libere instituía; , quarum interventu quosdamin corpore ibo-
tus ipse officit; pariter varii motus quibus commoventur sensuum organa vera
sunt occasiones quibus positis nonnullas cogitationes vel sensationes in mente
Deus ipse procreat. Quae omnia justa leges generales et uniformes, non quo-
quomodo perheiuntur. (Quaist. IHsput.)
— 483 —
principio , se halla metido ya hasta el cuello en el sistema de
las causas ocasionales.
Porque si el hombre no tiene necesidad ni de la enseñanza
ni de la tradicion para formarse ciertas ideas y llegar á cier
tas verdades del orden inmaterial, no debe necesitar tam
poco de los sentidos para formarse las ideas y concebir inte
lectivamente (en su concepcion universal) los objetos del
mundo material. Y , en efecto , por su teoria de las ideas in
natas (que siguen todos, aunque ni se entienden entre sí
ni entienden tampoco esa gran cuestion), los semiracionalis-
tas van á parar absolutamente á eso. Para ellos, las ideas de
esos dos mundos se hallan enteramente formadas en el enten
dimiento humano por la accion divina independientemente
de toda sensacion y de toda instruccion. En ese supuesto, es
evidente que para ellos tambien no hay relacion natural,
necesaria ni real, entre las operaciones del entendimiento del
hombre y los fenómenos de los cuerpos y del suyo propio;
sino que las operaciones de su entendimiento , lo mismo que
los fenómenos de su cuerpo , se desarrollan, se suceden en él
en dos líneas paralelas, pero diferentes é independientes una
de otra.
Pero aunque esas dos líneas corran una á par de la otra y
se hallen separadas entre sí , no por eso dejan de mostrar el
paralelismo más completo, la armonía más completa entre las
operaciones del entendimiento y los fenómenos del cuerpo.
Y pues que ni las voliciones del entendimiento entran para
nada en los movimientos del cuerpo , ni las sensaciones del
cuerpo tienen que ver nada con las concepciones del enten
dimiento , se sigue de toda necesidad que ese paralelismo
tan exacto , que esa armonía tan perfecta que se observa en
tre las modificaciones de esas dos sustancias, son obra ex
clusiva de Dios: se sigue que Dios, y solo Dios, es el que con
la ocasionó motivo de las impresiones que recibe el cuerpo,
produce sensaciones, concepciones, ideas análogas y todo lo
que se sucede en el entendimiento. Y tambien es Dios el que
— 484 —
con motivo de las ideas, de los pensamientos, de los deseos
' que siempre él solo hace nacer en el entendimiento ó el es
píritu, excita movimientos conformes en el cuerpo. Hé ahí,
pues , á los semiracionalistas en el sistema de las causas oca
sionales. Y, en verdad, todas las expresiones con que mani
fiestan su escrúpulo farisaico de hacer intervenir para lo más
mínimo, áun como causa material , la sensacion en la for
macion de las ideas, todas las expresiones con que manifiestan
su celo afectado de referirlo todo, en ese asunto, á la luz di
vina que nos ilumina , á la verdad divina que nos enseña , á la
revelacion divina é inmediata que forma nuestra conciencia i)
nuestra razon; todas esas expresiones bien meditadas, bien
profundizadas, no tienen sentido ó no indican más que la com
pleta inactividad del espíritu humano, y la operacion divina
en nosotros y sin nosotros; en una palabra, el sistema de las
causas ocasionales.
Obsérvese además que la filosofía de Lyon (en que, como aca
bamos de ver, ese sistema se halla establecido como el único
sistema verdadero para explicar el comercio entre Dios y el cuer
po, y desarrollado en todas sus consecuencias) es el curso de
filosofía más generalmente seguido en los colegios y en los
seminarios (1) dirigidos por ios semiracionalistas. Sí, ese sis
tema que la misma filosofía encierra , es más ó ménos impu-
(1) La prueba de que esa filosofía es muy seguida, es que de un siglo á esta
parte se han hecho muchas reimpresiones de ella, y sigue reimprimiéndose.
El pasaje que acaba de leerse , está tomado de la edicion de esa filosofía, publicada
en 1SS2 por Perisse, hermanos, impresores de nuestro santo padre el Papa, re
vestida con la aprobacion de la autoridad eclesiástica. Verdad es que esa edi
cion va acompañada de notas muy juiciosas ; pero esas notas están muy léjos
de neutralizar el efecto de los falsos y peligrosos principios que el texto de
ese miserable libro contiene. Están mucho más léjos todavía de impedir que
las juveniles inteligencias que siguen ese curso se formen para el racionalismo, y
aprendan una filosofía falsa. Felices si no aprenden ninguna ! Debemos ademas
hacer la observacion de que esas notas son debidas al ilustrado celo de un céle
bre tradicionalista, el señor abate Douney. ¡Es uno de los filósofos á quienes el
semiracionalismo se complaceen representar como uno de los enemigos de la
razon, que ha defendido en sus notas á la razon contra la doctrina de ese curso
destructor de toda razon !
— 485 —
dentemente profesado y públicamente enseñado por los seño
res profesores semiracionalistas , para la mayor gloria de Dios,
para ediücacion de la juventud católica y de los alumnos del
santuario , como tambien para la mayor ventaja del progre
so científico y de la Religion.
Pero nada hay tan groseramente falso como ese sistema.
No hay error que no pueda ser deducido de él legítimamente:
es el error madre de todos los errores filosóficos.
Si, como ese sistema afirma, todas las operaciones y mo
dificaciones de nuestro entendimiento no dependen en mane
ra alguna del cuerpo y no tienen ninguna relacion con él,
para qué hay necesidad de cuerpo? ¿Para qué habia de tener
el hombre cuerpo? ¿No es más lógico afirmar que el hombre
no tiene cuerpo, que no es más que espíritu , y que los cuer
pos en general y la materia que los compone no tienen reali
dad? (1). Hé ahí el idealismo.
Por el contrario , si las modificaciones y todos los movi
mientos de nuestro cuerpo no dependen en manera alguna
del ánimo, si no tienen ninguna relacion con el espíritu, ¿de
qué sirve este? ¿para qué habia de tener el hombre entendi-

(1) Es sabido que hablando de ese sistema de Descartes, Malebranche ha


negado que comprendamos la materia , y que podamos estar seguros de la
existencia de los cuerpos más que por la" Biblia. Error inmenso , que la filo
sofía de Lyon, admiradora y panegerista de Malebranche, no ha podido pres
cindir de llamar audacia. Audax Malebranckius , juxta cujas placitum so
la revelatione divina nobis constare potest existere substantias corporeas.
(Log. § iv.)
Hé ahí, pues, al semiracionalismo colocando en la revelacion divina, exterior,
sobrenatural, bíblica , el principio de la certidumbre de la existencia de los
seres materiales. Y, en verdad, que es muy propio de él acusar al tradicio
nalismo, que jamás ha pensado en colocar en esa misma revelacion el prin
cipio de la certidumbre de la existencia de los seres espirituales. Pero tal vez
se dirá que ese es uno de los errores de Malebranche , de que no participan los
semiracionalistas modernos. ¿Por qué, pues, enseñan siempre en términos ex
plícitos la doctrina de ese autor tocante al origen de nuestras ideas, pues que
conduce necesariamente á ese error? ¿Por qué , pues, para ellos Malebranche
es siempre el grande Malebranche , la notabilidad más ilustre de la GRAN
DE FILOSOFIA?
— 486 —
miento? ¿No es más lógico afirmar que no tiene espíritu,
sino solamente cuerpo? (1) ¿que, en general, el espíritu no
es más que una palabra? Hé ahí el materialismo y hasta el
ATEISMO.
Si todo lo que pasa en nosotros no se efectua sino en vir
tud de leyes generales y universales, tampoco somos dueños de
las voliciones de nuestro espíritu ni de los movimientos de
nuestro cuerpo : no somos libres. Hé ahí el fatalismo.
Todas las operaciones del alma humana , en cuanto sér in
telectivo , hasta sus raciocinios y voliciones , como tienen al
pensamiento por base, no son más que pensamientos. Luego
si Dios es el que con ocasion de las impresiones que los objetos
exteriores hacen en nuestros sentidos, crea todo pensamiento,
toda sensacion en el alma, como es tambien él quien, con mo
tivo de todo lo que opera en nuestra alma, excita movimien
tos relativos en nuestros sentidos , es evidente que Dios es el
que piensa en nosotros, el que raciocina en nosotros, el que
quiere en nosotros, el que siente en nosotros, el que come,
el que anda , el que obra exteriormente en nosotros, y que no
tenemos ninguna intervencion en lo que pasa en nosotros. Es
evidente que no somos más que unos verdaderos autómatas
en las manos de Dios, que dispone de nosotros sin nuestro
consentimiento, que se divierte á expensas nuestras, nos
hace mover como figuras mecánicas á su antojo ó segun las
leyes de una ciega fatalidad. Es evidente que por nosotros
no tenemos nada personal , nada real , ni la razon , ni la li
bertad, ni el raciocinio, ni la sensacion, ni la sustancia, ni la
persona, ni el yo, ni el sér: nada nos es propio : todo loque
somos , todo lo que hacemos , pertenece en propiedad á Dios,
no es personal sino por Dios, no es real sino en Dios. Todo
es, pues, Dios en nosotros, y no somos más que fenóme-

(i) Sabido es tambien que de la escuela cartesiana han salido los filósofos
modernos, que han sostenido que el hombre no es más que un bruto, que
camina derecho ó que sólo se distingue de los otros animales por una orga
nizacion más perfecta y porque tiene manos.
— 487 —
nos, variaciones del Sér infinito. Hé ahí otra vez el panteísmo.
Sin embargo, nosotros nos creemos séres pensadores, sé-
res razonadores, séres con voluntad, séres con sensaciones,
séres que tienen una sustancia, una personalidad, un yo,
un sér que nos pertenecen. Creemos serlo que somos, creemos
hacer lo que hacemos. Creemos en nosotros mismos, cuan
do nada hay de verdad en todo eso, y que sólo Dios hace en
nosotros lo que creemos hacer, y que es en nosotros lo que
creemos ser. Estamos, pues, en una completa ilusion, y nos
engañamos groseramente con respecto á nuestros hechos ín
timos, á nuestro propio ser. ¿Por qué, pues, no habremos de
estar tambien en una ilusion completa, por qué no nos hemos
de equivocar con respecto á todos los hechos exteriores y á
todos Jos demás séres? No hay nadie que pueda estar cierto
de nosotros, que no estamos ciertos de nosotros mismos. Hé
ahí el escepticismo.
Pero si la certidumbre es una ilusion , la verdad una impo
sibilidad , la realidad un sueño , es evidente tambien que la
sustancia no es más que un sér de razon , que Dios no es más
que una palabra, el espíritu un soplo, la materia un juego,
el mundo una apariencia, el hombre una quimera. Hé ahí el
NIHILISMO.
Se ve, pues, por el principio que sirve de fundamento al
semiracionalismo, el principio de que el hombre no tiene nece
sidad de ninguna enseñanza, ni de ninguna tradicion, para ele
varse al conocimiento de la verdad del mundo de los espíritus y
de los deberes; es decir, el principio de que el hombre fuera de
su naturaleza, el hombre quimérico, puede, sin embargo, con
sus esfuerzos crearse la razon, volver á entrar en su natura
leza y llegar á la realidad de su razon y de su sér; por ese
principio , decimos, tan contradictorio y absurdo en sí mismo,
se va á parar de toda necesidad á los sistemas de las ideas in
natas y de las causas ocasionales. Pero esos sistemas, como
acabamos de ver, no son á su vez en sí mismos más que la
negacion formal de toda actividad de la inteligencia, de toda
— 488 —
razon, de todo pensamiento, de toda voluntad del hombre.
Esos sistemas no son más que la negacion del yo, de la per
sonalidad, de la sustancialidad humana. No son más que la
negacion del hombre todo entero, comosér inteligente, como
ser moral , como sér físico. Esos sistemas no hacen del hom
bre más que un modo de Dios, ó bien una apariencia, una
modificacion sensible de la entidad absoluta de los racionalis
tas , de su pretendida ó supuesta sustancia pantea del universa,
en la que todo se concentra, todo se absorbe, todo perece,
y en la que todo sér espiritual , lo mismo que todo sér cor
poral , se borra y desaparece en seguimiento de Dios.
Por lo que es matemáticamente evidente , que no el tradi
cionalismo, sino el semiracionalismo es el que ataca de una
manera ultrajante y empequeñece el espíritu humano ; el que
debilita desmedidamente á la razon y la quita todo poder; que
á los semiracionalistas son aplicables, en todo el rigor de la
expresion, los cargos que el filósofo de los Debates ha dirigido
con tanto' descaro á los tradicionalistas, y que volviendo con
tra el semiracionalismo lo que ha pronunciado contra nosotros,
tenemos el derecho de decir de él : « El semiracionalismo es
la última palabra de una escuela , que se imagina glorificar al
Criador envileciendo á la criatura. Es el sistema que hace
del hombre abandonado á las solas fuerzas de su razon, una
especie de animal estúpido, mudo, inferior al animal mismo.
«Porque la bestia, al menos, no sufre la humillacion de
creer que posee una razon que no tiene : la bestia no se halla
expuesta á tenerse por una criatura pensadora, por un filóso
fo , en vez de que, para el semiracionalismo, el hombre es un
puro engaño, que cree pensar, cuando á lo más se acuerda.
Esa ilusion nos hace inferiores al bruto, y Dios no gana nada
con ella. Y pues que Dios ha hecho al hombre á su imá-
gen y semejanza, cuanto más pequeño aparezca aquél , me
nos grande debe parecer Dios. Los tradicionalistas, que no
se resignan á ver al hombre, hijo de Dios, rebajado ha^tael
nivel de un idiota en un hospital, ó de un animal en una sel
— 489 —
va, tienen mucha razon en combatir vigorosamente el semi
racionalismo. » En fin, á los tradicionalistas toca el denunciar
á los semiracionalistas como culpables del crimen de lesa
razon y de lesa humanidad , y hasta como verdaderos ver
dugos de la humanidad y de la razon, pues que sus princi
pios y sus sistemas, no sólo son la humillacion y lu degradacion,
sino que son tambien la negacion , el anonadamiento de la
razon y de la humanidad. Esos principios y esos sistemas, son
ademas, y como por añadidura, la negacion , el anonadamien
to de toda sustancia, de todo ser, de toda realidad, de Dios
mismo, de todo pensamiento y de toda verdad. Hé ahí al
semiracionalismo convencido de ser horriblemente funesto.

SEGUNDA QUEJA CONTRA EL SÜIWMJAQONALISMO.


ESE SISTEMA ALIENTA Y SANCIONA EL SEMIRACIONALISMO ABSOLUTO.
§ 2." Se recuerda lo que es el racionalismo absoluto , y cuales son los princi
pales errores que engendra. Suprincipio fundamental es la negacion de toda
tradicion. Lo mismo sucede exactamente con el semiracionalismo. Basado
sobre el mismo principio, profesa casi todas las mismas consecuencias. Et
semiracionalismo no es más que el racionalismo verdadero, con la osadía de
ménos y la inconsecuencia de más: no hace más que aprobarle y defenderle.

Para conocer bien cuan peligroso y funesto es el semiraciona


lismo en sus relaciones con el racionalismo absoluto , es nece
sario recordar aquí otra vez el principio que sirve de base á
ese último sistema, á ese inmenso error, madre y manantial
de todos los errores.
Segun el racionalismo filosófico y absoluto, el hombre, bajo
el punto de vista intelectual y moral , es su propia obra; por
que él misino es el que, no tan sólo se forma las ideas, sino
tambien todos los conocimientos del orden espiritual; él es el
que se ha creado la razon, la libertad, el sentimiento, el len
guaje, la verdad, la justicia y la religion. Pero admitir seme
jante teoria, es admitir que, como sér intelectual y moral, el
hombre no ha recibido nada de Dios, no tiene nada de comun
— 490 -
con Dios, ni procede de Dios : es admitir que Dios no ha di
cho nada al hombre deque pueda exigir la creencia, que no le
ha mandado nada de que pueda reclamar la ejecucion : es ad
mitir que la razon humana no debe reconocer ninguna razon
superior, ninguna ley, ninguna autoridad, y que el hombre es
libre de creer Como le plazca y de vivir como cree : es admi
tir que hallándose en sólo él su ley y su razon, el hombre no
debe depender más que de sí mismo, que no debe dar cuenta
á Dios de todo lo que concierne á la razon y á la ley, y que no
tiene que temer castigos, ni esperar recompensas de parte de
Dios: es admitir, en una palabra, que si existe un Dios, es
perfectamente extraño á la conducta y al destino del hombre,
y que no hay Providencia para él ni tampoco para el mundo;
he ahí el deísmo.
No puede concebirse sin hacer violencia á la razon, sin ha
cer un agravio á la Providencia y á la bondad de Dios, el su
poner, comoprelenden hasta los racionalistas más moderados,
que al criar al hombre, Dios ni le habló ni se reveló á él; que
no le instruyó de su origen, de su naturaleza, de sus deberes
y de su destino; y, en fin, que habiéndole dado la vida física,
que consiste en la union del alma y del cuerpo, Dios rehusó
darle al mismo tiempo la vida intelectual, que consiste en la
union de la inteligencia y de la verdad. Eso valdría tanto co
mo negar que Dios ha criado al hombre, y que éste es obra
de Dios. Pero si Dios no ha criado al hombre, si éste no es su
obra, debió nacer de la casualidad ó de la combinacion for
tuita de los átomos, ó de la vegetacion de la tierra, como
los hongos, ó de la corrupcion de otros séres, como los in
sectos , ó de la ciega energía de la materia ; hé ahí el mate
rialismo.
Si Dios no ha criado al hombre, el mundo pequeño (micro-
cosmon), que, espíritu y cuerpo, reune, reasume y representa
en sí mismo la sustancia espiritual y la sustancia corporal,
todos los elementos, todas las formas, todas las vidas, Dios
tampoco habrá criado el mundo grande, el universo. Habiendo
— 491 —
sido impotente para criar la parte, lo habria sido mucho más
para criar el todo. £1 mundo existiria, pues, por sí mismo, de
sí mismo: seria el principio y el fin de sí mismo, seria eterno,
seria Dios; no habria otro Dios que el mundo : todo seria Dios
ó nada seria Dios, ó no habria Dios; he ahí el panteísmo y el
ATEISMO.
Pero las causas materiales y estúpidas, á cuyo poder con
cede el racionalismo la gloria de haber formado al hombre,
no han podido establecer una relacion, cualquiera que sea,
entre la razon y lo razonable exterior. El racionalista conse
cuente no puede, pues, lo repetimos, estar cierto de las opera
ciones de su propio espíritu, como tampoco de la existencia
de los seres espirituales fuera de sí mismo. No puede afirmar
que raciocinando en sí mismo y sobre sí mismo, raciocina ver
daderamente, que no sueña, que no experimenta una ilusion.
Tampoco sabe con exactitud ni lo que hace ni lo que es : no
puede afirmarse á sí mismo como sér realmente existente, y
menos aún como sér razonador. Despues de haber dudado
de todo lo que está fuera de él, se ve obligado á dudar de
sí mismo ; despues de haber negado la verdad de sus racio
cinios, se ve obligado á negar la realidad misma de su razon;
y nada hay más facil, en efecto, que encontrar racionalistas
que niegan la razon y que se reputan como séres sin razon y
sin inteligencia : Quibus non est intellectus, como individuos de
la gran familia de los bípedos mamíferos, como monos civili
zados ú orangutanes con gaban, y que viven como tales. Así
es que, mirado de cerca, el racionalismo filosófico y absoluto
no es, con respecto á la razon, más que lo que el filosofismo
es con respecto á la Filosofía, lo que el liberalismo respecto
á la libertad , lo que el sentimentalismo respecto al sen
timiento, lo que la religiosidad respecto á la Religion. Es la
negacion completa de la razon , cuando no su máscara ó su
caricatura; y el título con que se ha engalanado y de que se
muestra tan altivo y orgulloso, diria Mr. Maistre, le conviene
tanto, como el de Cartaginés dado á Escipion, destructor de
— m —
Cartago ; su nombre no le conviene sino en cuanto es el des
tructor de la razon.
Y no se crea que estas tristes y repugnantes consecuencias
que se deducen del racionalismo absoluto, han quedado en el
estado lógico y puramente especulativo: en todas las escue
las antiguas y modernas de ese racionalismo, esas consecuen
cias han sido siempre, como acabamos de ver, puestas en
práctica y en realidad. Porque deesas escuelas ha salido, en
efecto, la horrible cohorte de los errores precitados, que cor.
rompieron ios pueblos , trastornaron el mundo, y por poco
arruinan á la humanidad entera.
Es evidente, por el análisis de los errores, que el raciona
lismo absoluto profesa más ó ménos explícitamente, con más
ó menos impudencia , que todos esos errores no reconocen
más que una misma y sola causa lógica : la negacion de que Dios
desde el origen se haya revelado exteriormente al hombre, y que
le haya hablado para enseñarle su naturaleza, su destino y sus de
beres; es la negacion de que el conocimiento del mundo espiritual
y moral efectuase, por primera vez, su entrada en el espíritu
humano tan sólo por una revelacion primitiva; es, en una pala
bra, la negacion de la tradicion. Sí, de esa negacion insensata,
contra la que todo protesta, lo mismo la razon pública que la
historia de la humanidad, derivan todos los errores del racio
nalismo absoluto, como los arroyos de un manantial, y salen
necesariamente como consecuencias de su principio.
Un autor semiracionaüsta acaba de decirnos que el hombre
no necesita más que de sí mismo para elevarse gradualmente, con el
tiempo y la reflexion , Á las últimas alturas de la razon y de la
ciencia. (Textual.) Ya hemos oido al autor Del valor, etc., sos
tener la misma tesis y expresarse en iguales términos. Luego
esa es la doctrina de la escuela semiracionaüsta ; pero eso es
admitir que el hombre aislado no necesita de ningun auxilio
extraño para formarse y desarrollarse ; es admitir que el pri
mer hombre arrojado sobre la tierra en estado de germen ha
podido formarse á sí mismo ; es admitir que con mayoría de
— 495 —
razon, muchos hombres, saliendo de su mansion con condi
ciones semejantes, han podido formar una sociedad completa,
inventar el lenguaje y las artes y conquistar la civilizacion;
es admitir que al criar al hombre, Dios pudo no haberle ha
blado ; es admitir la posibilidad de que el primer eslabon de
la cadena del progreso humanitario se ha encontrado solamen
te en el hombre mismo.
Esas concesiones son inmensas. El semiracionalismo no afir
ma, es cierto, más que la posibilidad de semejante origen de
la sociedad humana. Mas hé ahí que el racionalismo y sus di
ferentes matices, el naturalismo, el socialismo y el sistema del
progreso humanitario indefinido, no creyéndose obligados á ad
mitir la historia de la Biblia tocante al estado del primer hom
bre, y afirmando que nada podria probar que el origen de la
sociedad no haya sido, en efecto, tal como el semiracionalismo
dice que ha podido ser, satisfechos con esa tíbncesion, convier
ten la hipótesis en tesis, la posibilidad en hecho, y se atrinche
ran y fortifican en ella: el semiracionalismo, que le ha cedido
el terreno y abandonado esa posicion, no es el más á propó
sito para desalojarle de ella.
Es igualmente evidente, que por su principio deque el hom
bre no tiene necesidad de ninguna revelacion, de ninguna enseñan
za exterior, sino que su razon y su conciencia le bastan para ele
varse al conocimiento de algunas verdades, ó de las verdades pri
meras del mundo espiritualy moral, es evidente, repetimos, que
por ese principio, que le es propio, el semiracionalismo niega
tambien que Dios se revela exteriormente en el origen de cada hom
bre por conducto de sus padres, para enseñarle su propia existen
cia, y la naturaleza, el destino y el deber del hombre; es evidente
que por su principio el semiracionalismo niega tambien que
el primer conocimiento de las verdades del mundo espiritual y mo
ral, se introduce por primera ves en el espíritu ó entendimiento
de cada hombre solamente por una revelacion secundaria. Es evi
dente, en una palabra, que por su principio el semiraciona
lismo niega la tradicion como primera fuente de los primeros
— 494 —
conocimientos espirituales y morales del hombre. Es decir,
que el semiracionalismo se coloca exactamente, respecto á ca
da hombre, en la misma posicion en que el racionalismo ab
soluto se coloca con respecto al primer hombre. Porque, segun
la observacion importante que ha hecho el mismo semiracio
nalismo, para el que admite el gran principio de la profunda
unidad de la naturaleza humana, es de toda necesidad el admi
tir tambien que el hombre que nace de otro hombre , conozca
por los mismos medios , por los mismos procedimientos que el hom
bre criado por Dios las verdades de que se trata; y que, vice
versa, el hombre criado por Dios, ha debido conocer las mismas
verdades por los mismos medios y por los mismos procedimientos
que el hombre que nace de otro hombre. Luego el serniraciona.
lismo, afirmando que el hombre que nace de otro hombre no tiene
necesidad de ninguna enseñanza, de ninguna revelacion exterior
para conocer el mundo espiritual y moral, está obligado á afir
mar tambien que lo mismo ha sucedido con el hombre criado por
Dios ; á saber, que el hombre criado por Dios no ha tenido
tampoco necesidad de ninguna enseñanza, de ninguna reve
lacion exterior,. para conocer ese mismo mundo. Está obliga
do á afirmar, por consiguiente, que Dios no se reveló exterior-
mente al primer hombre: que Dios no le habló para enseñarle
su naturaleza, su destino y sus deberes; está obligado á Re
gar la tradicion, y á adoptar tambien el principioque sirvede
base al racionalismo absoluto.
Y eso es precisamente lo que el remiracionalismo ha hecho;
porque, como ya hemos demostrado con los pasajes más ex
plícitos y formales de los escritos de sus doctores, el semira
cionalismo
to en su origen,
admite
que tambien
es el punto
la innoble
de partida
hipótesis
del racionalismo,
del hombrebru-
y,

como él, hace del sistema de las ideas innatas su propio sis
tema: sostiene, lo mismo que el racionalismo, que la palabra
es una invencion humana. Se asocia al racionalismo para pre
dicar la doctrina escandalosa de una moral obligatoria para la
conciencia del hombre, independientemente de toda intervención
— 495 —
divina; profesa, en una palabra, todos los principios del racio
nalismo, adopta todas sus teorías, marcha por la misma sen
da, habla el mismo lenguaje y manifiesta el mismo odio con
tra los filósofos católicos.
Permitid que os recuerde que vosotros, caballeros semi-
racionalistas , sois los que habeis dicho : «Todos los deistas
invocan la razon, apelan á su luz, á su autoridad , y no están
de acuerdo en nada. No pueden fundar una misma verdad natu
ral, y no están unánimes en el principio de la obligacion mo
ral. Tenemos tantos sistemas de religion natural, como indi
viduos. Aquí desaparece toda ideade religion». ¿Cómo no veis,
pues, que por vuestra doctrina de que el hombre desprovisto de
toda tradicion puede llegar al descubrimiento de algunas verdades
naturales del orden religioso y moral , mereceis la misma censu
ra que dirigís á los deistas? Invocais esa misma razon, apelais
áesa misma luz, á esa misma autoridad de la razon, segun la
cual reconoceis que los deistas no están de acuerdo en nada.
¿Atribuís el poder de fundar algunas verdades naturales y de
crear en cierta medida una moral para esa misma razon, de
que consignais la impotencia para fundar por sí sola una misma
verdad natural y fijar el principio de la obligacion moral? ¿ Cómo
noveis, pues, que con vuestras insolentes invectivas contra
el método tradicional , trabajais en debilitar , en borrar la ne
cesidad de la tradicion , sin la que confesais , sin embargo,
que la razon no tiene otro poder que el de hacer desaparecer
toda religion, hasta la natural? ¿Cómo no veis, en fin, que en
todos vuestros imprudentes arranques en favor del valor y de
ladignidadde la razon, que pretende marchar sola, por un lado
os poneis en palpable contradiccion con el hecho que consig
nais aquí de la debilidad de la razon aislada, y por otro dais
completamente la razon á los deistas, que no invocan más
que la razon, y que no apelan más que á su luz y á su autori
dad? Porque ¿cómo harian ellos mal en invocar esa razon y en
apelar únicamente á su luz y su autoridad cuando todos vues
tros escritos ensalzan su dignidad y encomian tanto su valor?
— 49(3 —
« El racionalismo , dice el autor Del valor de la razon,
no consiste en interrogar á la razon y en seguir constante
mente sus luces: en ese caso todos quisiéramos ser raciona
listas ; sino que consiste en no reconocer ninguna luz, ninguna
autoridad superior á la de la razon, ó bien en no reconocer
otra luz ni otra autoridad que la suya» . (Los Tradicionalistas,
Pág. 57.)
Mas para ese mismo autor , como para toda la escuela se-
miracionalista de que es jefe, el hombre, independientemente
de toda revelacion, hasta la natural, de toda tradicion, hasta la
humana, puede, por sola la razon, llegar al descubrimiento de
muchas verdades . Se le ha oido proclamar, tanto á él comoá
toda su escuela, la atea doctrina de que (1) no hay necesidad
de ninguna revelacion para saber lo que es bueno y lo que es malo
en virtud de la ley natural, y que esa ley primordial es promul
gada por la voz de la razon. Pues bien, afirmar que indepen
dientemente de toda revelacion y de toda tradicion, el hombre puede,
por sola la razon , descubrir las primeras verdades del orden es
piritual, y que no tiene necesidad de ninguna revelacion, sino que

(1) Si hemos de ser justos, debemos excluir de ese número al doctor más
britlante de la escuela semiracionalista ; tiene talento, al menos cómo escritor,
grandeza de sentimientos como eclesiástico , y ha vuelto á la verdad por un
nobte instinto, cuando se separó de ella por una aberracion del entendimiento.
Parece, pues, rechazar la doctrina temeraria de una ley natural sin Dios; por
que aunque admirador del autor Del valor, etc., y aunque infatigable predi
cador de esa doctrina, que alaba y defiende con el celo de un colega, y con el
afecto de un amigo, no ha podido mértos, sin embargo.de decirle acerca dela
sancion dela ley moral: «Es necesario obedecer á Dios, etc.; es necesa
rio ser justo con sus semejantes. Tal es el principio de toda justicia, de
todo orden, de todo bien. Ese principio no le habeis sacado de la experiencia,
no le habeis hecho : os ha sido impuesto con una autoridad soberana ; luego
existe independientemente de vos y de todos los entendimientos. Reconoced
aquí el carácter de los principios que subsisten en la inteligencia divina , re
conoced la ley de la libertad y de la voluntad humanas. Si Dios es el prin
cipio DE LA OBLIGACION MORAL, ES TAMBIEN SU SANCION.
»En él se encuentra, pues, la sustancia de la justicia y del bien.» Sépase ade
mas por esta"cita, que no hay un error afirmado por un semiracionalista, que
no sea combatido por otro, y que esa secta no se halla de acuerdo consigo mis
ma, y se refuta á sí misma.
— 497 —
le basta escuchar la voz de la razon para conocer lo justo, lo in
justo y la ley natural, es (al ménos con relaciona esas verdades
y á esa ley) despreciar de una manera bien explícita todaluz,
toda autoridad superior á la razon : es no admitir más luz ni au
toridad que la de la razon. Pero, segun nuestro adversario, en
eso y no en otra cosa consiste el racionalismo. Hé ahí, pues, al
semiracionalismoque admite tambien un principio constitutivo
del racionalismo, y confiesa que en el fondo no es más que el
racionalismo absoluto en su propia esencia y en su propia na
turaleza , con la sola diferencia de que el racionalismo rechaza
toda luz y toda autoridad superior á la razon, y reconoce la luz y
la autoridad exclusivas de la razon con respecto á todas las ver
dades, en vez de que el semiracionalismo no hace todo eso
sino únicamente con respecto á algunas verdades. Pero, como
ya hemos observado, esto no es más que una cuestion de más
ó ménos, que en nada cambia la naturaleza de las cosas ; no es
más que una inconsecuencia más en lo que concierne al se
miracionalismo : la inconsecuencia de admitir la teoría misma
del racionalismo al principio y de abandonarla despues: la
inconsecuencia de admitir su mismo principio y desaprobar
su consecuencia. Con sola la excepcion de que perjudica tanto
á los semiracionalistas como honra á su porazon, y con la de
que hace á esos filosofos tan malos lógicos como son buenos
cristianos , es evidente que en realidad los dos sistemas no
forman más que uno solo, que parten del mismo principio, tie
nen la misma naturaleza y no se diferencian entre sí más que
por matices insignificantes, tanto en el hecho como en el nom
bre, que desaparecen ante las leyes implacables de la lógica.
Hé ahí, pues, al semiracionalismo protegiendo, aprobando,
sancionando el racionalismo absoluto. Hay más: hele ahí
manteniendo siempre en pié, en sí mismo y por sí mismo, el
racionalismo absoluto entre los filósofos, pues que, como tam
bien hemos probado, el racionalismo que se titula católico no
es más que la cubierta del racionalismo incrédulo , no es más
que el racionalismo incrédulo disfrazado con el velo delCato-
a
— 498 —
lirismo , do es más que una sola y misma doctrina , una sola
y misma herejía. ¿Cómo no ha de ser tambien horriblemente
funesto?

TERCERA QLEJA CONTRA KL SEMIRACIONALISMO.


SU SISTEMA ATEO DE QUE SE PUEDE PASAR SIN LA RELIGION REVELADA.
§ 3." El semiracionalismo admite, lo misino que el racionalismo teista, una
revelacion divina, interior , directa , natural. No tiene el derecho de llamar
insuficiente á esa revelacion , y de predicar la necesidad de una segunda
revelacion divina exterior, indirecta, sobrenatural. El naturalismo de los
filósofos anticristianos se deriva necesariamente de los principios que les con
cede el semiracionalismo. Esos filósofos confiesan que, en virtud de esos prin
cipios , *e creen autorizados para rechazar la revelacion cristiana.

«El racionalismo, nos dice un escritor semiracionalista,


deduce sus conocimientos teológicos de los principios consti
tutivos de la razon humana , con exclusion de toda revelacion
positiva ó sobrenatural, que declara inútil, y áun imposible.
Para el racionalismo, todos los sistemas religiosos no son más
que el producto del entendimiento humano, y jamás ha ha
bido revelacion distinta del acto por el cual Dios da el cono
cimiento á todo hombre que viene á este mundo. Hé ahí el
racionalismo. »
Es verdad. Pero esas afirmaciones impías, esa negacion
absoluta de toda revelacion positiva ó sobrenatural por parte
del racionalismo, no es, como se ve, más que la consecuen
cia del principio de que el hombre puede, por sola su razon, con
cebir la verdad que le importa conocer. Pues bien, aunque con
cierta reserva , que no es, lo repetimos, sino una inconse
cuencia más, el semiracionalismo admite ese mismo princi
pio. Eso es lo que le distingue del tradicionalismo y le hace
lo que es, ó mas bien lo que no es; porque, como ya hemos
probado, si no es racionalismo puro ó tradicionalismo, no es
nada. No puede, pues, disputarse al racionalismo su negacion
de toda revelacion positiva ó sobrenatural , pues que él mis
mo admite el principio de que se deriva esa negacion.
— 499 —
No puede, pues, refutar al racionalismo en el terreno de
esa negacion, y aun se ve obligado, á pesar suyo, á darle la
razon en ese punto.
Hemos oido al semiracionalismo sostener esta proposicion:
«Hay una revelacion directa, interior, que se renueva cuantas
veces un hombre nace á la vida intelectual y moral. Así es
que buscamos el origen de esas verdades en la conciencia y
en la razon, que es una revelacion verdadera, pero natural.
Preguntamos por Dios al alma misma» . '
Así, para los semiracionalistas, la voz que se eleva del fon
do de la conciencia grita de una manera bastante perceptible
y uniformenla luz que brilla en el nacimiento de la razon, es
bastante clara para enseñarnos á conocer, á ver á Dios y al
alma , con exclusion de toda otra enseñanza , de toda otra
voz, de toda otra luz positiva, exterior, sobrenatural.
El racionalismo absoluto más avanzado, ni dice, ni exige
tampoco más. «Pues que la comunicacion directa, repone,
pues que la comunicacion directa de Dios en cada hombre es
una cosa natural, no vemos la necesidad de una revelacion
sobrenatural. Por esa comunicacion el hombre oye directa
mente al mismo Dios. ¿Por qué , pues, ha de tener necesidad
de escuchar á otros hombres, que pretenden hablarle en
nombre de Dios, puesto que Dios le habla directamente, y
que los hombres no podrian enseñarle nada nuevo , ni nada
mejor que lo que le enseña el mismo Dios?» Hé ahí al racio
nalismo autorizado para pasarse sin la revelacion cristiana.
Los semiracionalistas son demasiado curiosos: ponen al
hombre en comunicacion directa é inmediata con Dios; le di
cen que Dios se revela á su razon , que habla á su conciencia,
y que por medio de esa revelacion y de ese discurso, Dios le
instruye de las primeras verdades del orden espiritual y mo
ral , de los principios del bien y del mal , de su destino y de
sus deberes para con Dios, para consigo mismo y para con
sus semejantes , y despues le dicen que con esa revelacion
natural y ese di-curso, con ese auxilio inmediato y directo de
— 500 —
Dios, el hombre no puede dar un solo paso que no esté mar
cado con una duda ó un error (\); que la revelacion y el dis
curso que Dios ha hecho en el interior del espíritu ó entendi
miento del hombre , no bastan para que sepa lo que debe sa
ber, lo que debe hacer, y que no puede llegar al comple
mento y á la certidumbre de esa enseñanza sino por medio de
una revelacion sobrenatural , exterior , á la que debe some
terse de toda necesidad.
Pero ¿cómo, responden los ateos, en su calidad de Cria
dor del hombre, se revelaria directamente al hombre y le ha
blaria inmediatamente, sin que esa revelacion fuese completa
y ese discurso suficiente? De suerte, que fuera de esa ense
ñanza divina natural , el hombre se veria obligado á buscar
otra enseñanza divina sobrenatural; lo cual valdria tanto co
mo decir que esa revelacion no ha sido más que ilusoria,
que ese discurso es falaz, y que Dios se burla del hombre,
revelándose á él sin dejarse conocer bastante, y habiéndole
para no instruirle bastante, ó para no enseñarle de ningun
modo lo que debe saber. Pues bien , eso no puede admitirse,
y es más prudente decir que Dios no ha hablado al hombre
que no le ha criado, y hasta que no existe. ¡Razonamiento
absurdo!
En cuanto á los racionalistas ó deistas que no atreviéndose
á negar formalmente á Dios, se dignan dejarle existir, al
menos en el nombre, si no deducen el ateismo de la inmensa
concesion que les hacen los semiracionalistas, no por eso

(i) «Las consecuencias del rompimiento con el Cristianismo , dice un autor


semiracionalista , han sido una derrota tan ignominiosa, una caida tan pro
funda , que en ella se revela una de las leyes conservadoras de la razon del
hombre: ley que quiere que la razon no se mantenga sana, íntegra y pura,
sino en tanto que permanezca unida á la luz superior y á la fuerza divina,
que puede encontrar en el Cristianismo.» Los autores de la escuela semiracio
nalista, en los momentos de lucidos intervalos que les deja su odio contra la
tradicicn , hablan todos en el mismo sentido y en los mismos términos acerca
de la imposibilidad de obtener la verdad pura , completa y cierta, fuera de la
revelacion sobrenatural del Cristianismo.
— 801 —
dejan de sacar la conclusion en favor del derecho de persis
tir en su negativa de toda revelacion positiva y sobrenatural.
No nos cansarémos de repetirlo : en la posicion en que el se-
miracionalismo se ha colocado , con respecto al racionalismo
absoluto, no puede probar la necesidad de una revelacion posi
tiva, exterior y sobrenatural sino afirmando que la revelacion
directa, interior, natural , hecha, segun él , por Dios á cada
hombre , por la razon, es insuficiente. En efecto, loque los se-
miracionalistas afirman con más unanimidad y persistencia en
todo cuanto dicen y escriben , es que la razon sola basta para
conocer hasta cierto punto á Dios, el alma y los deberes; mas
que para tener de esos mismos objetos un conocimiento puro,
cierto , desarrollado , completo y perfecto , la razon sola no
basta , y es necesario que el hombre vaya á pedir ese cono
cimiento á la revelacion positiva, exterior, sobrenatural. El
semiracionalismo no es, pues, más que la afirmacion de la
suficiencia de la razon para descubrir algunas verdades inde
pendientemente de toda enseñanza , y de la insuficiencia de
la razon para descubrir de una manera cierta todas las ver
dades necesarias de ese orden fuera de la enseñanza cristiana.
Pues bien, volvemos á repetirlo otra vez, los racionalistas
absolutos se ven impelidos por la lógica á dar á esta extraña
doctrina dos respuestas : 1.a, que está convenido entre ellos
y los católicos (semiracionaüstas ) , que el hombre se halla en
comunicacion continua, directa, inmediata con Dios, que
Dios le habla por medio de su razon y de su conciencia , y
que por esa enseñanza interior cada hombre aprende, en cier
ta medida, en la escuela del mismo Dios, lo que debe creer
tocante al Sér Supremo, la naturaleza, el origen y el destino
del alma, y lo que debe practicar con respecto á Dios, á sus
semejantes y á sí mismo. Esa enseñanza , como proveniente de
Dios , no puede ser engañosa ni insuficiente : lo que dice al
hombre no puede menos de ser verdadero , ciertamente ver
dadero, y debe bastarle. Si fuese de otro modo, Dios podria
ahorrarse el trabajo de instruir directamente al hombre, pues
— 502 —
que esa instruccion no debia bastarle. Por otra parte , seria
rebajar ese discurso , esa luz, esa intervencion de Dios , el
declarar su resultado insuficiente. ¿No seria hacer una injuria
á Dios el pensar que al dignarse instruir directamente á su
criatura , Dios podia ó queria instruirla mal ó no instruirla
más que á medias?
Nosotros , continuan los racionalistas , no somos bastan
te insolentes , ni bastante sacrilegos para inferir semejante
ofensa á la accion directa de Dios sobre el hombre. Deja
remos á los semiracionalistas exclamar que eso no basta. Por
loque hace á nosotros, como todo eso viene inmediata y na
turalmente de Dios, nos basta, y aun algo más. No somos
tan descontentadizos que no nos demos por satisfechos con
lo que el mismo Dios nos enseña. Dejaremos tambien á nues
tros adversarios que nos llamen malos lógicos, locos é im
píos. Nos creemos con el derecho de devolver esos cargos á
los que nos los dirigen ; porque nada hay tan insensato, tan
absurdo y tan impío como afirmar que lo que Dios nos en
seña directamente , puede ser falso ó insuficiente.
«Pero, sea, dicen en segundo lugar á los semiracionalistas
los racionalistas absolutos, sea que por la revelacion inme
diata que Dios nos hace en lo interior de nuestra conciencia y
de nuestra razon, nosotros no podemos alcanzar (odas las
verdades del orden espiritual y moral , ni obtener el conoci
miento absolutamente cierto, el conocimiento perfecto y com
pleto de la verdad ; qué nos importa? Nosotros no aspiramos
á llegar á la certidumbre absoluta de las verdades del orden
espiritual y moral; nos contentamos con una' probabilidad
más ó menos grande tocante á esas verdades; con eso tene
mos bastante para obrar. — Cuando me embarco en Gaela,
decia Ciceron, para trasladarme á Pouzzolo , ¿es porque es
toy seguro de llegar allá ? Es porque tengo una probabilidad
más ó ménos grande, proveniente del favor del viento y de la
solidez de la nave ; y , sin embargo , no dejo de emprender
el viaje. El hombre no está seguro de nada; no tiene más que
— 503 —
probabilidades sobre el resultado de sus operaciones, yeso
no le impide obrar. (Qucest. Acad., Lib. i.)— Lo mismo sucede
con respecto á nuestra conducta moral. No tenemos necesi
dad de la certidumbre absoluta tocante á la moralidad de
nuestros actos para llevarlos á cabo, y la falta de esa certi
dumbre absoluta nonos impide el ser honrados y virtuosos.
No tenemos tampoco la orgullosa pretension de llegar á la
verdad completa y perfecta ; nos contentamos con la verdad
imperfecta é incompleta. Tampoco queremos llegar á ser án
geles por el conocimiento de la verdad , como los santos por
la práctica de la virtud ; dejamos á los entendimientos, á las
almas escogidas , el aspirar á ese doble objeto por la creen
cia y la práctica de la revelacion sobrenatural ; estamos sa
tisfechos con el conocimiento de los dogmas naturales , de
las virtudes naturales, de la religion natural, que nos enseña
la revelacion natural ; nos detenemos ahí , v os abandonamos
lo demás : quedais en libertad de buscarlo y de ateneros á
ello, con condicion de dejarnos tranquilos con nuestra razon,
nuestra conciencia y nuestra filosofía.»
Hé ahí el partido que el racionalismo saca de las concesio
nes estúpidas que le hace el semiracionalismo. Nosotros nada
inventamos; eso es lo que piensan y dicen en los términos
más explícitos los racionalistas absolutos.
El limo. Sr. Obispo dePoitiers, en una instruccion sinodal,
que ha adquirido grande celebridad, refiere que uno de esos
filósofos se expresó con él de esta manera : «Me hablais de
una vida superior y sobrenatural ; desenvolveis un orden en
teramente sobrehumano, basado principalmente en el hecho
de la encarnacion de una persona divina ; admiro esa eleva
cion de miras y de especulaciones ; pero si me ruborizo de
todo cuanto me rebajaria de mi naturaleza, tampoco tiene
para mí ningun atractivo lo que me elevaria sobre ella. Ni tanta
bajeza , ni tanta elevacion; ni quiero hacer elbestiáni el ángel:
deseo permanecer hombre. Ademas, aprecio en mucho mi
naturaleza, reducida á sus elementos esenciales, y tal cual
— 604 —
Dios la ha hecho, la encuentro suficiente; no tengo la preten
sion de llegar, despues de esta vida, á una felicidad inefable,
á una gloria trascendental , tan superiores á todos los datos de
mi razon; y sobre todo, no tengo valor para someterme acá
abajo á todo ese cúmulo de obligaciones y de virtudes sobre
humanas. Agradeceré áDios sus generosas intenciones, pero
no aceptaré beneflcios que serian una carga para mí. Viviré
segun las leyes de mi conciencia, segun las reglas de mi
razon y de la religion natural, y Dios no me negará despues
una vida honesta y virtuosa , única felicidad eterna á que
aspiro : la recompensa natural de las virtudes naturales» .
Así es, que partiendo de ese principio del semiracionalismo:
Que Dios se manifiesta bastante al hombre por la razon, ó que la
razon por sí sola basta al hombre para enseñarle la religion na
tural, ese racionalista absoluto ha concluido con la repulsa y
la negacion de un estado sobrenatural, de una religion sobre
natural, de obligaciones sobrenaturales, y de recompensas so
brenaturales, en la repulsa y negacion del Cristianismo.
Los señores teólogos del Diario de los Debates< ese órgano
del racionalismo deista, hablan siempre dela misma manera:
«Sociates y Zenon, Ciceron y Séneca, nos dicen, profesaron
los principios de la más pura y más sana moral (1). Entre esa
moral á que se da el nombre de pagana, y la moral cristiana,
cuál es la diferencia esencial y característica? La moral de Só
crates es la moral humana por excelencia , la moral de este
mundo y de esta vida: la moral del Evangelio es la moral
sobrehumana , la moral del otro mundo y de la otra vida. La
una tiene por objeto la virtud lega , la otra la perfeccion mís
tica: la una forma hombres, la otra santos. ¿Está escrito que
todos los hombres son vasos de eleccion? ¿Estamos predesti
nados á vivir en olor de santidad? No, el Evangelio dice: — Son
muchos los llamados, pocoslos elegidos. — La consecuencia que
de ahí se deduce es que la educacion comun tiene por base
(1) De que san Pablo y todos los historiadores de la Filosofía han hecho la
pintura que hemos visto más arriba.
— 505 —
necesaria la moral comun y natural; para los legos, virtudes
y obligaciones legas : para los místicos deberesy virtudes mís
ticas». (Diario de los Debates, 30 de Abril de 1852.)
Más tarde, los mismos teólogos, volviendo á copiar á Rous
seau, se han expresado así : «Lo que importa es que el hom
bre haga el bien: que lo haga en nombre de la razon y de la
conciencia ó que le haga en nombre de la fe, ¿no es siempre el
bien? Y con tal que el hombre llegue al objeto moral que la
Religion le propone, ¿la Religion no puede perdonarle el llegar
áél por el camino de la Filosofía ? (Ibid. , 3 de Marzo de \ 855.)
Si viviésemos en uno de esos siglos en que la fe religiosa
ejercia un imperio incontestable sobre las almas, habria un
motivo plausible para impedir á la razon eldisputará la Religion
su soberanía secular y legítima. Pero hoy dia, que el mal está
ya hecho, hoy que se ve á tantos hombres ilustrados, á tantas
conciencias honradas arreglar su vida á sólo las luces de la ra
zon natural, ¿qué interes hay en gritar en todos los tonos que1
esa luz los engaña y los extravia?» (Ibid., 6 de Abril de 1855.)
Todo el libro que Mr. Simon acaba de publicar con grande
satisfaccion y frenéticos aplausos del racionalismo, no es más
que la exposicion de esas mismas doctrinas. Tomando las ins
piraciones de Rousseau, y pretendiendo concluirlo que el so
fista de Ginebra no habia hecho más quo bosquejar, ha for
mado un código completo de la religion natural, que opone al
Cristianismo en general y á la Religion católica en particular;
y eso, dice, «para el uso de los entendimientos que no podrian
admitir el principio de la revelacion y que se entregan sin reserva
á la Filosofía ».
Se ve, pues, á traves del lenguaje profundamente hipócri
ta, y de los sofismas hábilmente colocados de esas reiteradas
declaraciones de los racionalistas incrédulos, traslucirse esta
triste verdad: Que partiendo del principio de una pretendida
revelacion interior, natural, que cada hombre recibe por la razon,
todos esos desdichados se creen autorizados para rechazar
toda revelacion exterior y sobrenatural , presentada por la
— 506 —
Religion, á afirmarse en el naturalismo, á mirar al Cristianis
mo, al menos como inútil, para formar al hombre honrado en
este mundo y proporcionarle la salvacion en el otro, y á to
lerar todas las religiones , ó mas bien á burlarse de ellas pa
ra no atenerse más que á la Filosofía.
¿Cómo es posible creer que el semiracionalismo no ha de
ser un sistema funesto , pues que suministra los principios y
las doctrinas, que inspiran y fomentan semejantes negaciones
y apostasías?

CUARTA QUEJA CONTRA ÉL SEMIRACIONALISMO.


AFIRMA LA DIVINIDAD DE LA RAZON, Á EXPENSAS DE LA DIVINIDAD DE LA BIBLIA.
§ 4° La supremacía absoluta de la razon es un dogma del racionalismo. Doc
trina del semiracionalismo: Que la razon es un manantial de verdades, tan
divino y digno de respeto como laSagrada Escritura; absurdo de esa doctrina
bajo el punto de vista filosófico. Dios es la fuente única de toda verdad y de
toda virtud. Vanos esfuerzos del semiracionalismo para sustraerse á las con
secuencias desagradables de su doctrina sobre la divinidad de la razon. Ad
mitida esa doctrina , es imposible negar al racionalismo incrédulo el derecho
que reclama de la supremacía absoluta de la razon, aun con respecto ó la Es
critura. Esos inconvenientes no pueden evitarse sino ateniéndose á la doctrina
tradicional df. una revelacion única, y de una fuente única de verdades.

« La Filosofía, nos dicen los dos doctores más recientes del


racionalismo los señores Simon ySaisset, la Filosofía conser
vará siempre la ambicion de dominarlo lodo; su misma defini
cion encierra la idea de una supremacía universal. Porque no
es necesario que el filósofo reciba lecciones, sino que las dé.
»No puede creerse en la Religion y permanecer libre. El
que encadena su razon á un sistema religioso, la encadena toda
entera. La Filosofía no puede sufrir que se la limite en virtud
de una autoridad extraña. (Saisset: Ensayo sobrela Filosofía
y la Religion, Pág. W y 13.)
«Todo loque no cae bajo nuestro entendimiento, todo lo
que excede los límites de nuestras facultades, es para nosotros
como si no fuese, y respecto á nosotros noes nada.» (Manual
— 507 —
de Filosofía, Pág. 5 y 6. Ensayo sobrela Religion y la Filosofía,
Pág. 9, 11 y 13.)
Para Mr. Cousin, «la Filosofía consiste siempre en la libertad
de pensamiento » ; todo símbolo que contenga toda verdad, exclu
ye la Filosofía. Y siempre propende á la completa emancipacion
de la reflexion humana, libre definitivamente de los lazos de la
autoridad : emancipacion que celebra hace veinte y ocho años
(Curso de 1828), porque todavía no ha retractado ninguna de
sus máximas.
En fin, todos esos idólatras de la razon tienen continua
mente en sus labios y en su pluma esas palabras insensatas,
escapadas en el paroxismo del orgullo al apóstata más lamen
table de nuestros dias, y que por sí solas explican su caida y
su endurecimiento: La razon no puede ser limitada más que por
ella misma. (Lamennais : Bosquejo de una Filosofía, tomo i, pá
gina 52.)
Se ve, pues, que el racionalismo absoluto no es más que
la independencia, la libertad y áun la supremacía y la sobe
ranía de la razon, con respecto á la Religion y á la fe.
Con sus declamaciones insensatas sobre el valor, la digni
dad y el poder de la razon, los semiracionalistas no hacen más
que aprobar, sancionar y fomentar esas pretensiones sacrile
gas del racionalismo incrédulo.
Pero áuu cuando los semiracionalistas no predicasen como
unos verdaderos atolondrados , la doctrina racionalista de la
supremacía de la razon con respecto ála revelacion, esa doctrina
no se derivada ménos natural y necesariamente de sus- prin
cipios.
Los hemos oido afirmar de varias maneras, que no hay más
que dos revelaciones divinas: una interior, directa, sobrenatural,
que Dios hace á cada hombre, y es la revelacion de la razon; y
otra exterior , indirecta, sobrenatural, que Dios ha hecho á la
iglesia, y es la revelacion de la fe. No era necesario ménos pa
ra sostener el principio que constituye todo su sistema : Que
el hombre encuentra fácil, clara y ciertamente en su conse
— 508 —
cuencia y en su razon, algunas verdades del órden espiritual
y moral, sólo que tiene que pedir las demás á la enseñanza
sobrenatural y pública de la Iglesia. Para que no hubiese equi
vocacion sobre su verdadero pensamiento, tocante á la fuen
te ú origen inmediatamente divino de toda verdad que elhom-
bre encuentra en sí mismo, el semiracionalismo ha pronun
ciado últimamente por conducto de su doctor por excelencia
esta extraña sentencia:
« Las verdades provienen de dos origenes, la razon y la Es
critura: orígenes divinos y revelados ambos, el uno por una
revelacion primitiva, natural, interior, hecha directamente por
Dios al hombre; y la otra por una revelacion exterior, sobre
natural, verificable.»
Bajo el punto de vista filosófico, esa sentencia es un error
grosero. La razon no es, ni puede ser, como ya hemos proba
do, más que el entendimiento humano puesto en posesion de todas
las condiciones necesarias para raciocinar. La razon, pues, es
el entendimiento humano en aptitud de concebir la verdad,
dar cuenta de ella y demostrarla ; la razon es cuando más un
medio de llegar á la verdad, pero no es la fuente de la verdad.
Eso es tambien una de esas ambigüedades de palabras y
una profunda ignorancia de las cosas de que se atreven á ha
blar, lo cual, como se ha visto, es en lo que se apoya la po
lémica de los semiracionalistas. En primer lugar, confunden
aquí la razon en poder y la razon en acto, el ejercicio de una
facultad con la facultad misma , y al hombre razonador con el
hombre razonable. La razon en poder, ó la facultad de racio
cinar en el hombre, es sin duda alguna divina, como Jo es su
libertad, porque una y otra son un don de Dios Criador, y Dios
es el que ha hecho al hombre un sér razonable y libre ; pero
la razon en acto, ó el ejercicio de la facultad de raciocinar,
no es más divina que la libertad en acto, ó el acto libremente
elegido. En una y otra relacion, la facultad sólo está en Dios:
el acto está en el hombre. Y esto es lo que hace que, á pe
sar de la facultad divina de raciocinar, el hombre raciocinan
— 509 —
do no es infalible, así como á pesar de su facultad divina de
obrar, el hombre que obra no es impecable.
En segundo lugar, los semiracionalistas confunden aquí el
principio con el medio. Aun considerada en el estado de po
der ó de facultad , la razon ha sido dada al hombre únicamen
te como un medio de llegar á la verdad desconocida , de con
cebirla y explicársela, como la libertad le ha sido dada tan
sólo como medio de obrar con mérito y practicar la virtud.
La razon no es, pues , tampoco más fuente de verdad , que la
libertad lo es de la virtud. La fuente de toda verdad y de toda
virtud lo es sólo Dios, y no está más que en Dios. Y por eso
eo los libros santos es llamado el Dios de la verdad y el Dios
de las virtudes. (Deus veritatis , Salmo XXX. —Deus virtutem,
Ibid. XXIII.)
La verdad no es más que la ecuacion entre el entendimien
to y la cosa , tal como es verdaderamente ó puede ser , como
la virtud no es más que la ecuacion entre la voluntad y el
acto virtuoso. Esta doble ecuacion no está natura!, esencial y
radicalmente más que en Dios, como en su fuente. En tanto
que las cosas no son ni pueden ser más que tales como son
concebidas por el entendimiento divino, hay ecuacion com
pleta y perfecta entre ese entendimiento divino y las cosas; y
en tanto que todo acto virtuoso no es ni puede ser más
que tal como le ha querido la voluntad divina, hay tambien
ecuacion completa y perfecta entre esa voluntad divina y las
virtudes.
En cuanto á nosotros, la verdad no nos pertenece en pro
piedad más que la virtud ; no participamos de ella sino por
gracia, por accidente, por préstamo; no tenemos la ver
dad sino cuando la ecuacion entre el entendimiento divino
y la cosa se refleja en nuestro entendimiento, del mismo
modo que no tenemos la virtud sino cuando por el buen uso,
que con el auxilio de la gracia hacemos de nuestra libertad,
la ecuacion entre la voluntad divina y el acto virtuoso des
ciende á nuestra voluntad. No tenemos la verdad más que
— 510
por la conformidad de nuestro entendimiento con el entendi
miento divino, en la manera de percibir las cosas, así como
no tenemos la virtud más que por la conformidad de nuestra
voluntad con la voluntad divina en el cumplimiento denuestros
actos.
Esto es lo que hizo decir á santo Tomás : «Que nada es ver
dadero sino por la verdad divina, como nada es bueno sino
por la divina bondad : Omnia divina veritate vera sunt; sicut
omnia divina bonitate bona sunt. Dios , pues , y sólo Dios, es la
verdadera fuente , el origen único de toda verdad y de toda
virtud : Deus verilatis, Deus virtulum. En este manantial inna
to, inagotable, eterno, beben todas las inteligencias creadas
cuando llegan á lo verdadero por su razon, ó cuando hacen
el bien por su voluntad. Y decir que la razon ó el medio de
llegar á la verdad es una fuente de verdad , es tan absurdo
como decir que el cubo, ó el medio de sacar el agua , es uu
manantial de agua. Véase, pues, cuán groseros é ignorantes
se muestran los semiracionalistas, en cuanto á las nociones
más elementales de la Filosofía , haciendo á la razon humana
fuente de verdades divinas y reveladas.
La verdad, «como cualquiera otro don perfecto, viene de
arriba y desciende del Padre de las luces, en quien no hay ni
mudanza, ni sombra de vicisitud» (1). La verdad es luz, y la
luz espiritual no es, segun san Pablo, no es más que el refle
jo del rostro del Dios Redentor (2), como, segun el hermoso
pensamiento de san Ambrosio, la luz corporal no es más que
el reflejo del Dios Criador (3)'. La verdad es la que es (4) , y
puesto que Dios es lo que' es ó el Sér por excelencia (5), la
verdad es el mismo Dios; no tiene, pues, ni puede tener más

(-1) Omne donum perfectum desursuiii est, descendeus a Paire luminum,


apnd qucm non est transmutado nec vicissitudini obumbratio. (Jacob: i, Í7.)
(2) \.i agnitionem scientiae claritatis Dei, in facie Christi Jesu. (O, Co-
rintk.)
(3) Deus vidit lucem et vultu suo illuminavit. (Exameron : Liit. i.)
(4) Ventas est id quod est. (S. Thomas, Passim, ex S. Augustíno.)
(5) Ego suin qui suai... qui est misitme. (Exod.)
— 514 —
que una sola fuente, una fuente única, DIOS : no se encuentra
ni puede encontrarse más que en toda palabra que procede dela
boca de Dios (San Mateo : vi, 1); porque la palabra de Dios
no es más que el eco de su pensamiento , y en cierto modo,
la expansion , por decirlo así , de su naturaleza. Y si la Escri
tura es efectivamente una fuente de verdad, es porque la
Escritura no encierra más que la palabra de Dios ; es decir, en
cierto modo , al mismo Dios, como verdadera luz que ilumina
álodo hombre que viene á este mundo. (San Juan.) Hé ahí la ver-
dera y sublime Filosofía tocante á la verdad , porque brota
de la fuente de la Escritura; y por su sentencia, que exami
namos en este momento, el semiracionalismo está convencido
de ignorarla, y hasta de atacarla.
No es esta la vez primera que sorprendemos al semiracio
nalismo sin saber lo que se dice, y dando como definicion
exacta y de grandes verdades, proposiciones groseramente
erróneas , inventadas por una imaginacion que ignora toda
filosofía. Y lo peor es, que esa sentencia es la aprobacion
pura y sencilla de las pretensiones del racionalismo á la in
dependencia de la razon de toda autoridad , y áun á la supre
macía de la enseñanza de la razon sobre la enseñanza de la
fe. Porque si la razon es, en efecto, una fuente deverdadtan re
velada como la Biblia, es tambien una fuente de verdad en sí
misma, tan independiente de la Biblia como esta lo es de la
razon.
nalismo,
Esta conclusion
porque nohahay
sido
más
admitida
que leerpor
susel libros,
mismo ysemiracio-
oir á sus .

doctores y á sus maestros, para convencerse de que, partiendo


de ese principio, la razon humana, emanacion de la razon
divina, es divina tambien : que se cree autorizada para acu
sar con tanta dureza, ante el tribunal de la opinion pública,
al tradicionalismo, como culpable del crimen de lesa razon,
porque sostiene que la Filosofía es la sierva de la Teología, y
que el orden natural debe estar sometido al orden sobrena
tural, y la razon á la fe. Tan cierto es que no puede admi-
— 512 —
tirse una fuente de verdad realmente revelada y divina, sin re
conocerla independiente.
Una vez hecha al racionalismo la inmensa concesion de
que la razon es una fuente de verdad revelada y divina como la
Biblia , decir que la razon debe someterse á la Biblia, seria lo
mismo que decir que una fuente revelada y divina de verdad,
no seria ni revelada ni divina. ¿Con qué derecho, pues, se exi
giria al racionalismo que sometiese á la razon esa fuente reve
lada, divina é independiente de verdades al origen de la Biblia,
si por sí misma fuese revelada , divina é independiente? ¿Con
qué derecho se le censuraria el atenerse á esa fuente revelada
y divina de la razon, y el no querer oír hablar de la fuente re
velada y divina de la Biblia? ¿Con qué derechose le imputaria
como un crimen el proclamar la independencia total y comple
ta de la razon con respecto á la fe? ¡ Hé ahí , pues, al semira-
cionalismo suministrando al racionalismo absoluto un título
natural, legítimo, sagrado, divino, de marchar solo, y eman
ciparse de toda autoridad exterior en materia de creencia y
de rechazar toda enseñanza positiva, sea de la Iglesia, sea de
la Biblia !
Los semiracionalistas protestan, es cierto, en estos térmi
nos contra esa conclusion, que, sin embargo, brota natural
mente de la fuente de sus principios : «Al decir que la verdad
eterna se revela á nosotros por las luces de la razon , no se
excluyen las revelaciones positivas sobrenaturales que plu
guiera á Dios hacer á los hombres en el curso de las edades».
(Defensa de Mr. M.) Los semiracionalistas nos previenen,
es cierto tambien, que existe una diferencia entre su doctrina
y la del racionalismo absoluto, porque nos dicen: «Dios se
manifiesta al hombre por las luces de la razon. Dios no se ma
nifiesta al hombre más que por las luces de la razon. ¿No
hay un abismo entre estas dos proposiciones? ¿No veis una
diferencia enorme entre una teoria que admite por una parte
verdades de conciencia y de razon, y que afirma por otra que
sin el auxilio divino de la revelacion no se da un solo paso en
— 513 —
la carrera de la demostracion racional que no sea marcado
por alguna caida, y una teoria que rechaza toda especie de
revelacion positiva, histórica, porque la razon se basta perfec
tamente á sí misma?» (Ibid.)
Pero no se trata de saber lo que los semiracionalistas afir
man : se trata de saber lo que tienen el derecho de afirmar so
bre este asunto. La cuestion no es el saber si admiten ó no
una revelacion positiva, histórica, sino si, una vez admitida, la
revelacion divina, directa, por la razon como una fuente reve
lada y divina de la verdad, tienen ó no el derecho de admitir
tambien la necesidad de una revelacion positiva, histórica, y
si por eso no autorizan á los racionalistas absolutos la necesi
dad de someterse á cualquiera otra revelacion positiva his
tórica. Establecida de este modo la cuestion varia de aspec
to, y la lógica , de que no es permitido burlarse á ninguna
notabilidad, aunque sea semiracionalista , es favorable al ra
cionalismo y hasta al ateismo.
No, no es verdad que entre estas dos proposiciones : Dios se
manifiesta al hombre por la razon , — y Dios no se manifiesta
al hombre más que por la razon, — haya un abismo; y si le hay,
puede salvarse sin grande dificultad y de un solo salto. Por
el contrario, esas dos proposiciones se enlazan : la segunda
es la consecuencia lógica dela primera, y la filosofía moder-
nar al deducir esa segunda proposicion de la primera, no ha
hecho más que sacar una consecuencia de su principio ; por
que si es verdad , dice todo filósofo racionalista , si es verdad
que Dios se manifiesta al hombre por la razon , y que la razon
es una fuente revelada y divina de verdades , una de dos co
sas : ó esa manifestacion por parte de Dios á la razon es vaga,
oscura, defectuosa, incierta, y semejante manifestacion no lo
es, no es nada , y lejos de ser admisible como una manifes
tacion divina no podria ser admitida ni áun á título de mani
festacion puramente humana, seria indigna de Dios, y el
tradicionalismo estaria en lo verdadero, afirmando que Dios
no se manifiesta al hombre por la razon, y que la razon no es de
33
— 51'4 —
ningun modo una fuente revelada y divina de la verdad; ó esa
manifestacion es suficientemente determinada, clara, cierta,
perfecta, como conviene serlo á una manifestacion divina, y
nos dice bastante acerca del mismo Dios , del hombre, su ori-
gen, su naturaleza, su destino y sus relaciones con todos los
seres; en una palabra, sobre las verdades esenciales del or
den espiritual y moral, y en ese caso no tenemos necesidad
de una nueva revelacion, de una nueva fuente de verdad, áun
cuando fuese revelada y divina, y os abandonamos vuestra
revelacion positiva histórica, sobrenatural. Nos contentamos,
como Rousseau , con la religion natural , y no sabemos qué
hacer con vuestra religion revelada. En vano nos repetireis
que sin el auxilio de esa revelacion sobrenatural no se podría dar
un solo paso en el camino de la demostracion racional que no es
tuviese marcado con una caida. ¿Somos acaso algunos niños,
que pensais atemorizar con semejantes espantajos?
«A ménos, pues, que, desmintiéndoos solemnemente, no
digais que esa manifestacion de Dios al hombre por la razon,
esa fuente natural y divina de verdades reveladas , no tiene
nada de serio, y no es más que una ilusion y una chanza, no
tenemos el temor de caer á cada paso en el camino de la de
mostracion racional , no siguiendo más que las luces de la ra
zon, y no ateniéndonos más que á las verdades que Dios
manifiesta á cada hombre por la razon. ¿No nos asegurais, no
sólo en nombre de la razon , sino tambien en nombre de la
verdadera teología católica y de la misma revelacion sobre
natural ; es decir, en nombre de las dos grandes autorida
des , de las dos guias más seguras de la razon , que esa ma
nifestacion inmediata , directa , que Dios hace á cada hom
bre por la razon, e* tambien una revelacion divina, y ademas
natural? lo cual equivale á decirnos que esa revelacion es
conforme á nuestra naturaleza hasta tal punto que nuestra na
turaleza debe contentarse con ella sin inquietarse por lo de-
mas. ¿Qué necesidad tenemos, pues, de una nueva revela
cion divina , exterior, que nos llega por condueto de otros
— 515 —
hombres que pueden muy bien haberla alterado , proponién
donos sus propias palabras, como palabras de Dios, puesto
que tenemos una revelacion interior que, viniéndonos direc
tamente de Dios , no podria ser adulterada por ninguna mez
cla humana? ¿Qué necesidad tenemos de una revelacion so
brenatural , pues que tenemos una revelacion natural ó en ar
monía con las necesidades de nuestra naturaleza? No, no,
con una revelacion divina y natural no aventuramos nada;
siguiéndola y no siguiendo más que á ella, no hacemos sino
seguir á Dios y á la naturaleza. Siguiendo esas guias no es
posible extraviarse , y nadie tiene el derecho de condenarnos
porque no escuchemos á hombres que pretenden imponernos
en nombre de Dios creencias y obligaciones extrañas y su
periores á las que el mismo Dios nos ha revelado directa
mente por la razon, y que no sobrepujan, ni al alcance de la
razon , ni á las fuerzas de la naturaleza.'*
¡Tendríamos la curiosidad de saber lo que el semiraciona-
lismo podria responder razonable á un filósofo racionalista
que le dirigiese semejante lenguaje, y cómo podria salir del
atolladero en que él mismo se ha colocado, haciendo de la
razon una fuente de verdad tan revelada y divina como la Biblia.
Hay más: por esa creacion monstruosa, por esa afirma
cion herética, el semiracionalismo no tiene el derecho de
censurar al racionalismo absoluto, no tan sólo el que haya
declarado á la razon independiente de la fe , sino tambien el
que haya preferido la fuente revelada y divina de la razon á
la fuente revelada y divina de la Biblia, y afirmado la supre
macía de la revelacion natural sobre toda revelacion sobrena
tural ; porque si la razon es tanto como la escritura , una fuen
te revelada de Dios , con la diferencia de que la de la razon lo
es por una revelacion natural interior , hecha directamente por
Diosá cada hombre, y la de la Escritura por una revelacion
exterior sobrenatral VERIFICABLE , ¿no es evidente que una
revelacion divina, interior, y que por lo mismo no tiene nin
guna necesidad de verificacion , es más segura que una reve
— 516 —
lacion exterior, que necesita ser verificada? ¿No es evidente
que una revelacion que Dios hace directamente al hombre es
más cierta que una revelacion que Dios le hiciese llegar por
conducto de otros hombres? ¿No es evidente que una revelacion
natural, es decir, conforme á la naturaleza del hombre, que,
por decirlo así, le sale por sí misma al encuentro, es prefe
rible á una revelacion sobrenatural , que el hombre se ve obli
gado á ir á buscar fuera de sí mismo , fuera ó muy por en
cima de su naturaleza, á riesgo de no encontrarla jamás , ó al
menos de no poder distinguir cuál es la verdadera entre tan
tas revelaciones que son llamadas sobrenaturales y divinas?
Es , pues , evidente que entre esas dos fuentes igualmente
reveladas, igualmente divinas, la de la razon y la de la Es
critura , la primera vale mucho más que la otra , y que una
vez aceptada como exacta esa doctrina del semiracionalismo,
la supremacía que el'racionálismo absoluto atribuye á la ra
zon sobre la revelacion positiva, es una cosa muy razonable
y enteramente ó de todo punto incontestable.
Miéntras se admitan dos revelaciones por parte de Dios
al hombre, una natural, interior, directa, por la comunicacion
inmediata de la razon divina ; y la otra exterior , positiva , so
brenatural, por la enseñanza de la Iglesia, y se afirme que
ambas son divinas , hay por necesidad que decir tambien
que son infalibles (porque ninguna fuente divina y revelada de
verdades puede ser falible). Y en ese caso , no se puede me
nos de reconocer en la razon la misma infalibilidad que se
reconoce en la Escritura. En ese caso no puede exigirse ra
zonablemente del hombre que desconfie de la primera de
esas revelaciones, y que no se atenga más que á la segunda;
en ese caso no se le puede vituperar que prescinda de la
segunda y se contente con la primera ; en ese caso , en fin,
no puede impedirse al racionalismo, sistema fundado en la
divinidad é infalibilidad de la razon , el que se atrinchere en
la revelacion directa, interior, natural, y que rechace toda
revelacion positiva , exterior y sobrenatural.
— 517 —
Esos inmensos inconvenientes se evitan en el sistema de
la tradicion , y áun sólo en él pueden evitarse. Segun ese sis
tema (excepto en los casos de la inspiracion divina, profética,
tal como ha tenido lugar en los hagiógrafos y en los santos),
Dios no habló directamente al hombre, no se revela interior
mente á la razon yá la conciencia del hombre para enseñarle
lo que debe creer y lo que debe practicar , sino que hasta el
conocimiento de las primeras verdades del órden espiritual y
moral le llegan de afuera por la enseñanza y la tradicion de
la familia , en medio de la cual se desarrolla y se forma como
ser inteligente y moral, á la'par que como sér corporal y fí
sico. Hasta tal punto, que, como no cesaremos de repetir,
segun los dos más grandes doctores del semiracionalismo:
Toda razon es enseñada , y el hombre desprovisto de toda ense
ñanza , de toda tradicion , es un sér fuera de su naturaleza, un
sér quimérico. Segun el sistema de la tradicion , Dios habló
al hombre desde el principio del mundo; se reveló á él de
una manera exterior y sensible por ministerio de los ánge
les (1 ) , y el conocimiento de todas las verdades religiosas
y morales para el género humano , data de esa época, y no
es más que el reflejo de esa revelacion primitiva. Abusando
de su libertad , el hombre ha alterado y corrompido esa mis
ma revelacion , en lo cual se ha hecho inexcusablemente cul
pable ; porque por su razon y por el auxilio de la gracia que
Dios no rehusa nunca á la oracion y la súplica , podia pre
servarse de todo error, y conservar puro é intacto el patri-

(1) Esa es al ménos la opinion de san Agustín, que los autores semiraciona-
listas, en este pasaje, han citado en falso, truncando y desnaturalizando el
texto, que no puede estar más claro ni más explícito : «Quomodo locutus est
Deds? utrum intus in mente, secundum intellectum, id est, ut sapienter intel-
ligeret voluntatem ac prceceptum Dei sine üllis corporalibds sonis vel corpora.
lium siMUiTUDiisiBus REROM? SED NON SIC EXISTIMO PRIMO HOMINI LOCU-
TUM UEUM. Talia quippe Scriptura narrat potius credamus sic esse Deum
locutum homini in paradiso, sicut etiam postea locutus est patribus , sicut
Abran® , sicut Moisi , id est in aliqua specie corporali. Hinc est enim quod
audiverint ejus vocem ambulanlis in paradiso ad vesperam, el absconderint se».
(De Genes.: ad Litt. i., 8.)
— 318 —
monio divino que habia recibido, por la tradicion , de sus an
tepasados. Más tarde , Dios ha renovado de diferentes mane
ras á los Patriarcas , por los Profetas, su revelacion primi
tiva; y, en finja ha confirmado, completado y perfecciona
do dignándose hablar al mundo por medio de su propio
Hijo: Multifariam multisque modis loquens, olim Deus paíribus
in prophetis, novissime loculus est nobis in filio. (Hebr., i.) El
depósito de esa revelacion divina primitiva , siempre la mis
ma en cuanto á su esencia , ántes de la venida de ese hijo de
dios al mundo, fué confiado á la Sinagoga, y despues de su
venida á la Iglesia. Inmutable, inalterable, con relacion á sus
principios, en la humanidad entera, esa revelacion no se ha
conservado , ni se conserva entera y pura de toda mezcla hu
mana, con respecto á su aplicacion, á sus consecuencias y á
sus formas , más que en la Sinagoga y en la Iglesia, y tras
mitiéndose por la tradicion humanitaria como una revelacion
natural y humana , es únicamente en la enseñanza de la Si
nagoga y de la Iglesia en donde conserva su unidad , su in
tegridad, su pureza, su verdad, su infalibilidad : caracteres
resplandecientes y sobrenaturales de una revelacion divina.
Allí es donde el hombre debe acudir á buscarla para asegurar
su salvacion.
Segun la doctrina de la tradicion , no hay , pues , dos reve
laciones igualmente divinas , ¡a una interior por la idea , la
otra exterior por la palabra ; esa es la hipótesis absurda y
peligrosa del semiracionalismo, que da la razon al raciona
lismo absoluto, el cual , satisfecho con la revelacion divina por
la idea, se burla de la revelacion divina por la palabra. No
hay más que una revelacion divina, única , la revelación pri
mitiva renovada en la Sinagoga y completada en la Iglesia.
La razon no es una fuente de verdades reveladas y divinas:
esa es una herejía del semiracionalismo, que abre el camino
á la grande herejía del racionalismo absoluto, que se funda
en el principio de la revelacion divina de la razon para desem
barazarse de la revelacion divina de la autoridad. No es más
— 519 —
que el medio de llegar á la áaica fuente divina y revelada de
toda verdad, la palabra de Dios, trasmitida ó escrita, deque
es guardadora la Iglesia. Por la doctrina de la tradicion, en
fin, se comprende cual ha sido, desde el origen del mundo,
el plan divino tocante al conocimiento de la verdad por el
hombre ; se comprende tambien que no ha variado , y que es
el mismo verbo divino , la verdadera luz que siempre , por
la enseñanza exterior, humana ó divina , segun es trasmitida
por la sociedad humana ó por la Iglesia , ilumina á todo hombre
que viene á este mundo. Suprimid esa doctrina tan sencilla, tan
natural , tan conforme á los hechos más generales de la hu
manidad , y ya no se comprende nada en la historia de las
variaciones del error, ni en la historia de la inmutabilidad,
de la universalidad , de la unidad de la verdad , con los de
fectos humanos en la humanidad , con sus caractéres divi
nos en la Iglesia. Quitad esa doctrina, y la más densa oscuri
dad se esparce en la Filosofía y en la Teología , y ya no es
posible explicarse ni Dios, ni el hombre, ni la sociedad hu
mana , ni la Iglesia , ni la ciencia , ni la Religion : todo llega á
hacerse incierto desde el instante en que es inexplicable, y
debe dudarse de todo ó negarlo todo. Ese seria el resultado
más lógico y más cierto del sistema de los semiracionalistas,
si alguna vez llegasen á hacer prevalecer sus principios y á
triunfar en la guerra sacrilega é insensata que hacen á la tra
dicion.
— 520 —

QUINTA QUEJA CONTRA EL SEMIRACIONALISMO.


ESE SISTEMA CONDUCE DIRECTAMENTE AL ILUMINISMO Y AL PROTESTANTISMO.
} 5.° Pretension de los filósofos de ser considerados como Mesías. La doctri
na semiracionalista de la inspiracion divina inmediata es el apoyo de esa
pretension sacrilega, y da la razon á todos los fanáticos y todos los ilumina
dos. El protestantismo no es masque el desprecio de la tradicion atrinche
rándose en la divinidad de la razon y de la Biblia. El semiracionalismo,
profesando exactamente la misma doctrina, no es más que el protestantismo
inconsecuente , pero real. De ahi las simpatías tan marcadas de los semira-
cionalistas hacia los protestantes , los autores paganos y los filósofos.

Entre los grandes escándalos que el desenfreno y el deli


rio de la razon han producido en nuestros dias, hay uno que,
por no ser bastante notado, no es, sin embargo, menos re
pugnante y monstruoso, y al mismo tiempo ridículo, sino satá
nico. Ese es el escándalo de tantos falsos Mesías como se ven
surgir por todas partes, desde que se ha negado al Mesías
verdadero. En Francia, Saint Simon, Fourier, Towiasky, My-
kievitz, Ledru Rollin, Luis Blanc, Considérant, Cousin, Lamen-
nais, Lamartine, Proudhon y Dupotet, se han presentado co
mo hombres inspirados, encargados por el cielo de revelar al
mundo una Religion y una sociedad nuevas, de salvar á Ja
humanidad y hacerla marchar por la senda del progreso in
definido; en una palabra, se han presentado como Mesías.
La Italia tiene tambien sus Mesías , lo mismo que la Ingla
terra , los Estados Unidos, la Rusia, la Alemania y la Suiza.
Para hacerse admitir más fácilmente en esa categoria, han
tenido la precaucion de hacer saber á los hombres, que es
ley del progreso continuo de la humanidad y del desarrollo su
cesivo de su actividad, el reasumirse toda entera, de tiempo
en tiempo, en un solo hombre, y que ese hombre es Mesías.
Segun ellos , Moisés , Buda, Fó, Confucio, Sócrates, Platon,
Jesucristo, Arrio, Pelasgio, Mahoma, Wicleff, Lutero, Cal-
vino, Weichaupt, Voltaire, Cagliostro, fueron todos igual
mente Mesías de lo pasado; y por ese medio se han lison
— 821 -
jeado de que], en consideracion á la superioridad del talento
que se atribuyen á sí mismos, el mundo no tendria dificultad
ea aceptarlos como los Mesías de los tiempos presentes.
Se atribuye á uno de esos nuevos salvadores del género
humano, que la Francia ha tenido la felicidad de poseer, y
que, como es sabido, tantas veces la han saldado y hecho tan
venturosa, el haber dicho: «Jesucristo no fue más que el
hombre más notable de su tiempo, como yo lo soy del mio» .
Esto, como se ve, es la demencia llevada hasta el más alto
grado, la blasfemia pronunciando su última palabra, la im
piedad llevada al extremo de sus excesos, el orgullo de la
criatura inteligente en todo su apogeo , capaz de excitar la en
vidia del mismo Satanás; porque Satanás se contentó con as
pirar á la semejanza de Dios: Similis ero Allissimo (Isai.), mién-
tras que nuestros Mesías han querido ocupar el lugar de
Dios, sustituirle, y como nuevos bombres-dioses , imponerse
á la adoracion del universo. Esa es la autropolatria de que
nos hablaba, deplorándola, hace muy poco, uno de los doc
tores del semiracionalismo. Y, sin embargo, ese delirio in
menso, ese colmo de la maldad y perversidad humanas, no
son más que el producto lógico de los principios que el se
miracionalismo profesa desde hace cerca de dos siglos.
En efecto, habiendo enseñado, y enseñando siempre, que
Dios se manifiesta á cada hombre por la razon : que la razon
es una revelacion natural, interior, directa de Dios, una
emanacion de la entidad , de la razon divina ; ¿no es la cosa
más sencilla , que los que tienen ó creen tener una razon más
poderosa y más elevada que los demás hombres se imaginen
que Dios se ha manifestado á ellos más ámpliamente, que co
nocen en mayor número y con más claridad y certidumbre
las verdades del orden espiritual y moral, que es dado cono
cer á cada hombre por sólo las luces de la razon , y que su
razon es una emanacion más perfecta de la entidad y de la
razon de Dios, una identificacion más completa con ella? Y
por lo mismo, ¿no es la cosa más sencilla que se crean encar
— 522 —
gados de esparcir en derredor suyo las luces que han reci
bido en tan grande abundancia , y de hacer á la humanidad
revelaciones nuevas? ¿No es la cosa más sencilla , en fin, el
que se persuadan que son hombres excepcionales , hombres
superiores, hombres divinos, Mesías?
En vano os afanais , en vano predicais « que la Teología
<lebe ser siempre la línea normal de los desarrollos filosóficos
y que debe rechazarse todo lo que no se halla en armonía
con la revelacion de la Biblia y no está iluminado por sus
rayos esplendorosos »; jamás obtendreis de un hombre á quien
hayais hecho creer que su razon es una revelacion tan divina
como la Escritura , que esclavice su razon al homenage de la fe
en la Escritura ; jamás obtendreis de un hombre á quien hayais
hecho creer que recibe una revelacion interior, directa, natu
ral, de Dios, que renuncie á ella ó al menos que la someta á
una revelacion exterior, indirecta , sobrenatural; jamás obten
dreis de un hombre á quien hayais hecho creer que se halla
en comunicacion directa con Dios, que es más sabio y más
seguro el comunicar con Dios por medio de la Iglesia y que
acepte la enseñanza de esta. Así es, que todos los entusias
tas, los fanáticos, los iluminados, los impostores, que en las
diferentes épocas de la humanidad han aparecido en el mun
do, sólo por la persuasion sincera ó impuesta por ellos al pú
blico, de que estaban inspirados por Dios, se han colocado
en estado de rebelion contra las creencias del género huma
no y contra la enseñanza de la fe de la Iglesia ; así han en
gañado á los ignorantes, á los bobos, á los pueblos, despues
de haberse engañado á sí mismos; así han producido cismas
y han perseguido á la Iglesia. lié ahí, pues, al semiraciona-
lismo convencido por sus doctrinas de impeler á los espíri
tus débiles al fanatismo y al iluminismo.
Podemos afirmar con más seguridad todavía, que enseñar,
como lo hace el semiracionalismo con tanto descaro y osadía,
que las verdades provienen de dos fuentes, la razon y la escri
tura , y que esas dos fuentes son igualmente divinas , igualmente
— 523 —
reveladas, es dar la razon al protestantismo , esadherirse á él,
es suscribir á él; y que esa sentencia, no sólo es un absurdo,
sino que ademas es una herejía.
Nadie ignora que, considerado en su fórmula más general,
el protestantismo no es más que la Biblia interpretada por la
razon de cada cristiano.
Por esa doctrina , que es su constitutivo esencial , el pro
testantismo rechaza la tradicion de la escritura que, para nos
otros los católicos (los profesores de Teologia deberian sa
berlo), es una fuente de verdad, tan autorizada, tan infalible,
tan divina, como la Biblia misma. Porque, para nosotros, la
tradicion es tambien LA PALABRA DE DIOS TRASMITIDA
(verbum Dei traditum), como la Biblia es la PALABRA DE DIOS
ESCRITA [verbum Dei scriplum). Para nosotros, la tradicion
se ha mantenido siempre pura de todos los errores, por la
misma Providencia de Dios , que ha mantenido siempre á la
Biblia intacta de toda alteracion; y para nosotros, en fin, el
mismo Dios es el autor de una y de otra. Por eso las acepta
mos con la misma docilidad y las veneramos con el mismo
respeto. Segun la fe y la teología católicas, las verdades pro
vienen, pues, todas de dos fuentes, que no son la razon y la
Escritura , porque ese seria el protestantismo en todo su ri
gor, sino que esas dos fuentes son la Biblia y la tradicion; es
decir, la Biblia explicada por la tradicion ó por la fe cons
tante y universal de la Iglesia. O en otros términos, segun
la fe y la teología católicas, las fuentes de la verdad no son
más que la palabra de Dios escrita, explicada por la palabra de
Dios trasmitida (1). En una palabra, son dos testimonios di
vinos que vienen en apoyo uno de otro, explicándose el uno

(1) Ecelesia.... orthodoxorum Patrum exempla secuta, omnes libros lam


veteris quam novi Testamenti, cum utriusque unus Deus sit auctor, nec non
traditiones ipsas , ad fidem tum ad mores pertinentes, TANQUAM ORETENUS
A CHRISTO, VEL A SPIRITU SANCTO DICTATAS, et continua successione in
Ecelesia catholica conservatas , PARI pietstis affectu ac reverentia suscipit ac
veneratur. (Conciliurn Trident.: § i, Decr. de Lib. Canon.)
— 524 —
por el otro, para el sosten de la unidad de las mismas ver
dades, y eso es lo que constituye el fundamento de la certi
dumbre divina con la que la verdadera Iglesia , infalible en
sus juicios, juzga las cuestiones bíblicas.
Pero, como toda ley escrita, la palabra de Dios escrita ó
la Biblia, no puede pasar sin autoridad viva que la explique
en su sentido legítimo y ponga término á las controversias
que se suscitan entre los cristianos con respecto á ese senti
do. Como el protestantismo no ha querido admitir la tradicion,
de que es depositarla é intérprete supremo é infalible la Igle
sia, como la única autoridad que el mismo Dios ha estableci
do para explicar la Biblia y cortar toda cuestion con respecto
á la Biblia , el protestantismo ha tenido por necesidad que
sustituir á ella la razon.
No hay más que un intérprete divino que pueda explicar
infaliblemente la palabra divina. Reemplazando á la tradicion
con la razon en la interpretacion del verdadero sentido de la
Biblia, el protestantismo se ha visto obligado, por la contra
diccion más palpable y más grosera , por el rasgo de demen
cia más caracterizado, á atribuir á la razon particular de
cada cristiano que lee la Biblia, la autoridad divina, la infa
libilidad que ha negado á la Iglesia y á la tradicion de la Igle
sia; es decir, á la razón católica (universal) de todos los cris
tianos que creen en la Iglesia. Se ha visto obligado á recono
cer la razon como una fuente de verdad tan divina como la Bi
blia; y de ahí la fórmula que reasume toda su doctrina : Que
no hay más que dos fuentes de la verdad revelada , la razo*
y la Biblia (1).

()) No habíamos concluido de escribir las líneas que se leen aquí, cuando
ha llegado á nuestras manos un folleto titulado: Consideraciones sobre el poder
de la razon , capítulo sacado de una obra sobre la conciliación racional del
derecho
rambo eny honor
del deber
de lapor
divinidad
Enriqueé Oisdier
infalibilidad
; Génova,
de la 1856.
razon , Es
por un
un nuevo
racionalista
diti-
consumado. En ese escrito, tan lamentable bajo el punto de vista de la Filosofía
como de la Religion, no se contenta con hacer de la razon una fuente de verdad,
y con divinizarla al nivel de la Biblia, sino que la prefiere á esta, etc., porque cita
— o2o —
Esa es, coa todas sus letras, la fórmula del semiraciona-
lismo. Para él tambien, como acabamos de oir, no hay más
quedos fuentes de verdades, la razon y la escritura, ambas
reveladas, ambas divinas. Hé ahí, pues, al semiracionalismo
convencido de hablar exactamente el lenguaje del protes
tantismo y de profesar el principio fundamental que le sirve
de base.
Hé aquí ademas dos rasgos de semejanza bien palpables,
entre el semiracionalismo y el protestantismo. Partiendo del
principio de « que, en materia de Religion, el cristiano no debe
atenerse más que á la razon y á la Biblia», todo verdadero

con los mayores elogios al teólogo protestante M. Colani , que afirma «que en
caso de contradiccion entre la razon y la conciencia ó el Evangelio, este será et
que haga el daño». Se encuentra tambien allí esta nota: «Recomendamos
á nuestros lectores los siete artículos del autor de la profesion de fe del si
glo íix, publicada últimamente en La Presse de París y dirigida áM. de Lamar
tine con motivo de la profesion de fe casi católica que se acaba de leer. M. Pelle-
tan no tiene necesidad de nuestros elogios para ser lo que es, es decir, una
inteligencia de primer órden; pero sentiríamos el no aprovechar esta ocasion de
hacer llegar hasta él la expresion del placer que sus escritos nos producen
siempre. Y puesto que hemos citado La Presse no terminaremos esta nota sin
decir que desearíamos que M. Girardin y M. Peyrat fuesen un [poco más esplén
didos, puesto que son demasiado lacónicos : ambos tienen un talento privilegia
do y no nos le deben escatimar. Que tomen ejemplo de los ingeniosos escritores
del Diario de los Debates, que se desvelan por tener siempre bien preparado
el ánimo de sus suscritores. Otro tanto diremos de los redactores del Siécle
siempre lucidos, pero que, con cortas excepciones, parece no hallarse ani
mados del mismo ardor que en otro tiempo». Así, para ese fanático racionalista
en quien no queda ya nada de cristiano, ni áun de protestante, La Presse y el
Siécle no son ni bastante celosos, ni bastante ardientes, ni sobre todo tan per
severantes como los ilustrados escritores de los Deuates (periódico panegirista del
semiracionalismo) en establecer el reinado de la razon sobre las últimas rui
nas de la fe cristiana. Y el semiracionalismo, ¿qué hace en vista deesa horrible
conspiracion de los racionalistas de todos los países y de todos los matices, sos
teniéndose y alentándose unos á otros en la guerra satánica que hacen á la Igle
sia? ¡Lo que le parece que puede hacer mejor, es afirmar que la razon es una
fuente de verdades tan divinas y tan reveladas como la Biblia; imprimir li
bros sobre el valor y sobre la dignidad de la razon , y unir su voz á los himnos
que el racionalismo incrédulo entona en honor DEL PODER DE LA RAZON!
¡Y en verdad que el momento de decir y de hacer semejantes cosas no podria
-ser más oportuno ni mejor elegido! Ad majorem Déigloriam.
— 526 —
protestante rechaza como engañoso ó al menos como inútil,
toda enseñanza y todo juicio de la Iglesia tocante á la verdad
revelada. Y del mismo modo, partiendo del principio de tque
el hombre, nada más que por su propia razon, conoce ciertas
verdades, porque la razon es una fuente de verdades tan divinay
tan revelada como la Escritura, el semiracionalismo rechaza co
mo engañoso 6 al menos como inútil, todo juicio y toda en
señanza de la familia, de la sociedad y hasta de la humanidad
entera, tocante á la verdad natural. Y, en efecto, al mismo
tiempo que reconoce y proclama en voz muy alta «que toda
razon es enseñada y que el hombre desprovisto de toda en
señanza y de toda tradicion , es un sér fuera de su naturaleza,
un sér quimérico » , poniéndose en contradiccion palpable con
semejante doctrina , que es la suya , el semiracionalismo no
cesa de hacer la más cruda y encarnizada guerra al tradicio
nalismo, porque este sostiene la necesidad de una enseñanza
y de un juicio doméstico, social, humanitario, para que pue
da conocerse la existencia del mundo espiritual y moral y
creer con la certidumbre de la fe, al ménos natural, en Dios,
el alma , la vida futura y los deberes. El semiracionalismo no
quiere, pues, intermediario y rehusa el ministerio de la fa
milia, de la sociedad y de ¡a humanidad, en el conocimiento
de las verdades racionales , como el protestantismo no quiere
intermediario y rehusa el ministerio de la Iglesia en el cono
cimiento de las verdades reveladas. El semiracionalismo pre
tende que el conocimiento de las primeras verdades religio
sas y morales, naturales, que completa la razon del hombre,
no es más que el efecto de una comunicacion inmediata, di
recta, del hombre con Dios por la razon; del mismo modo
que el protestante pretende que el conocimiento de las pri
meras verdades religiosas reveladas y morales, que forma la
razon del cristiano, no es más que el efecto de una comuni
cacion inmediata, directa, del cristiano con Jesucristo ó con el
Espíritu
El mismo
Santo
principio,
por la Biblia.
pues, y la misma doctrina, sirven de
— 527 —
base á los dos sistemas, y el semiracionalismo no es más
que un verdadero protestantismo en el orden natural, que
prepara el camino y tiende la mano al protestantismo en el or
den sobrenatural. En segundo lugar, el protestante no es más
que el cristiano que se atribuye el derecho de protestar en
nombre de su razon, contra la enseñanza tradicional de la Igle
sia. Aun cuando fuese moderado y se contentase, en virtud de
ese pretendido derecho, con protestar, por ejemplo, contra
los Sacramentos y contra el Papa, está reconocido que no pue
de condenar al protestante absoluto, que, en virtud del mismo
derecho y llevando más lejos su ejercicio, protesta tambien
contra la divinidad de Jesucristo, contra el dogma de la Tri
nidad, y hasta contra el mismo Dios. Así, de la misma ma
nera el racionalista no es más que el hombre que se atribuye,
en nombre de la razon, el derecho de raciocinar fuera de la
enseñanza y de la tradicion de la humanidad. Aunque sea mo-
derado ó semiracionalista y se contente, en virtud de ese dere
cho, con raciocinar fuera de la enseñanza tradicional de la
humanidad sólo con relacion á algunas verdades , no puede
condenar á todo racionalista absoluto, que, en virtud del mis
mo derecho y llevando más léjos su ejercicio, pretende ra
ciocinar fuera de la enseñanza de la humanidad, sin ninguna
reserva y con relacion á todas las verdades morales y religio
sas. Así como, todos los protestantes, sea cual fuere la ex
tension de sus protestas contra la Iglesia , están obligados á
mirarse como miembros de la misma familia , á tolerarse los
unos á los otros y á perdonarse mutuamente sus negaciones
respectivas del símbolo católico, del mismo modo todos los
racionalistas, cualquiera que sea la extension de sus racioci
nios, ó mas bien desus desvarios fuera de la humanidad, es
tán obligados á mirarse como hermanos, tolerarse unos á otros
y á perdonarse mutuamente sus extravíos respectivos al mé
todo tradicional.
Y eso es lo que efectivamente vemos. Los protestantes de
todas denominaciones, cismáticos, luteranos y calvinistas, in
— 528 —
tolerantes hasta la crueldad coa respecto á los católicos, no
sólo se permiten unos á otros y se perdonan mutuamente sus
diferentes creencias, sino que se presentan unidos entre sí por
los lazos de una caridad evangélica (por supuesto, del Evan
gelio reformado). Y del mismo modo los racionalistas de to
dos los matices, moderados ó exaltados, católicos ó filósofos; en
una palabra, los semiracionalistas y los racionalistas de pura
raza, intolerantes hasta el rencor y la persecucion con res
pecto á los tradicionalistas, notan sólo se toleran unos á otros
y se perdonan mutuamente sus diferentes opiniones filosóficas,
sino que, como ya hemos observado al principio de este es
crito, se complacen en estar siempre juntos, en un mismo
salon, en una misma mesa, y nada hay más patético é inte
resante que su cordial inteligencia.
Y pues que el protestaittimo mismo no es más que un ma
tiz del racionalismo, nuestros semiracionalistas simpatizan con
los protestantes y hasta les profesan la mayor ternura, les tra
tan con la mayor consideracion, y no tan sólo les dejan vivir
tranquilos, sino hasta propagarse. Esa ley de la enseñanza,
que ha amalgamado en los consejos de la instruccion pública,
á los Obispos con los ministros protestantes y los rabinos, pro
testantes tambien, pero de otra especie, esa ley es obra suya.
Cómo ha de ser! ¡Sangre protestante, y áun pagana, circula por
sus venas, y la sangre no es agua ! Estudiando de cerca la
naturaleza semiracionalista, se descubre que es una mezcla
de paganismo, de racionalismo y de protestantismo. Así, cuan
do encontrais un católico, ya vista gaban ó sotana, entusiasta
hasta el delirio por los filósofos y los literatos paganos; cuando
le veis cortés hasta la humillacion con los racionalistas, y to
lerante con los protestantes hasta aparentar indiferencia en
materia de Religion; y sobre todo, cuando le oís declamar
contra el tradicionalismo y contra la corte romana , podeis
decir, sin temor de equivocaros : «Esees un semiracionalista».
El semiracionalismo es, pues, protestantismo, como es pa
ganismo y racionalismo ; es protestantismo en accion y en
— 529 —
principio; porque el principio de « que la razon es una fuente
de verdades tan revelada y divina como la Escritura » , es ni
más ni menos que la herejía misma, principio fundamental
del protestantismo. >
Sólo que afortunadamente se halla en contradiccion consigo
mismo, y rechaza las consecuencias de ese principio. Se digna
admitir que el cristiano debe sacrificar la divinidad de su ra
zon á la divinidad de la Biblia, lo cual no hace el protestan
tismo, ó no lo hace siempre. Luego el semiracionalismo no es
más que el protestantismo inconsecuente, el protestantismo á
medias, el protestantismo del justo medio, el SEmprolestantismo
como es el smipaganismo, el SEmracionalismo, el sEmpelagia-
nismode la Filosofía, que pronto ó tarde va á parar al semi-
pelagianismo de Ja Religion. No cabe, pues, duda de que por
su naturaleza es esencial y soberanamente funesto.

SEXTA QUEJA CONTRA EL SEMIRACIONALISMO.


IMPOTENTE CONTRA EL RACIONALISMO ABSOLUTO, NIEGA SUS PROGRESOS PARA
DISPENSARSE DE COMBATIRLE.
§ 6.° Falsa posicion del semiracionalismo al frente del racionalismo incrédulo.
Prueba de'que este último no hace ningun caso de él. Por qué el semiraciona
lismo no puele refutarle seriamente. Impudente afirmacion por su parte «que
en este momento desaparecen muchos errores». Por ese medio sólo procura
adormecerse y gozar el bienestar material.

Si el semiracionalismo es funesto por sus doctrinas, no lo


es menos por sus actos. Hé aquí lo que es el semiracionalismo
en actividad.
Acabamos de ver al semiracionalismo compadeciéndose de
los tradicionalistas y lamentándose de la falsa posicion en que
se han colocado con respecto al racionalismo: acto insolente de
compasion, que le devolvemos y no admitimos, porque nin
guna necesidad tenemos de él. No teniendo nuestro método
nada de comun con el racionalismo, y existiendo entre aquel
y el suyo la misma diferencia que entre el dia y la noche, en
tre el sí y el no, el todo y la nada, lo verdadero y lo falso,
34
— 530 —
la gracia y el pecado , la posicion que ocupamos con respecto al
racionalismo , es (segun hemos probado) una posicion franca,
fuerte, elevada, verdadera, segura y sólida. Desde esa altura
podemos combatirle, como le combatimos con el buen éxi
to que el mismo racionalismo confirma con sus quejas y gri
teria, con su cólera y su furor. Pero como el semiracionalis-
íno ha adoptado sus mismos principios, sus mismas doctrinas,
y sus mismas teorias, y como simpatiza con él de la manera
más pronunciada, él es, por el contrario, el que ha tomado con
respecto al racionalismo, una posicion falsa, porque evidente
mente es una posicion incierta , indeterminada , precaria, y
hasta ridicula; posicion en que se encuentra más expuesto á
recibir sus golpes que en estado de dirigirle los suyos : más
en disposicion de ser batido que de batirle.
Señores semiracionalistas, en vano tratais de hacer la guer
ra al racionalismo absoluto, en raros intervalos y con mano
tímida. Miéntras que poniéndoos en contradiccion con vos
otros mismos, como lo venís haciendo de algunos años á esta
parte, concedais al racionalismo que el entendimiento humano
no necesita más que de sí mismo para descubrir el mundo es
piritual y moral , y que el hombre saca de sí mismo la reve
lacion de la existencia de ese mundo para formarse las ideas
de él y llegar á las condiciones constitutivas de su razon Ja
más llegareis á persuadir al racionalismo absoluto que la razon,
tan poderosa por sí misma, y que tan bien le habria servido
en un principio, se vuelve despues débil, y no podria servirle
ya hasta el fin; por manera, que le es necesaria la revelacion
sobrenatural. Hará valer (como nos lo prueba en todos sus
escritos) contra la necesidad de vuestra revelacion sobrena
tural, las mismas razones que os infunden el triste valor de
combatir la necesidad de una revelacion natural; vuestros ra
zonamientos no tendrán ninguna fuerza, vuestros golpes da
rán en el vacío, vuestro celo será infructuoso, se desvanecerá,
y no os quedará más que la ignominia de vuestras intenciones,
y la inutilidad de vuestras obras. Porque la contradiccion, la
— 331 —
inconsecuencia y la cobardía que trafican con los principios,
no son los medios más adecuados para triunfar del error.
La verdad de estas observaciones acaba derecibir una con
firmacion palpable por vuestra propia experiencia. Vuestra
injusticia con respecto a nosotros, no nos impedirá jamás el
haceros justicia en todo aquello en que tengais derecho áella.
Vuestra impertinencia en rehusarnos hasta lo análogo de la
razon, que no se niega ni áun á los brutos, no nos hará ne
garos el talento. Nos complacemos, pues, en reconocer que
eu nuestros dias no se ha escrito nada comparable á las be
llas y magníficas páginas en que habeis demostrado la nece
sidad, la verdad, la existencia de la revelacion sobrenatural.
Pero no habeis podido hacerlo sino refutando vosotros mis
mos todo lo que os habeis permitido decir contra la tradicion,
adoptando y recordando á cada instante todos sus principios
y todas sus doctrinas. Ademas, como esas retractaciones tan
palpables no han podido borrar todo lo falso, ultrajanteé inju
rioso que habeis dicho contra la tradicion, como tampoco las
malaventuradas concesiones que habeis hecho al racionalis
mo en la misma obra, vuestra elocuente apología de la Reli
gion revelada no ha producido (debeis saberlo muy bien) la
menor impresion en el ánimo de los racionalistas, á quienes
queriais convertir (1).
Quizá no os han leido ; pero de todos modos no habeis im
pedido que os arrojen al rostro su obra Sobre la Religion natu
ral. No os hagais ilusiones: miéntras andeis vacilantes y con
contemplaciones; miéntras seais medio católicos y medio filó
sofos; miéntras trateis de persuadirla necesidad de una reve
lacion sobrenatural á la razon, á la que habreis eximido de la
necesidad de aceptar una revelacion natural , regocijaréis á
los racionalistas, les dareis una verdadera satisfaccion, como
ellos mismos os lo han confesado, pero no los hareis variar;

(1) Esa extraña ilusion que el semiracionalismo se hace asimismo, de po


der con sus pusilánimes concesiones y benévolos procederes convertir á los
racionalistas incrédulos, se encuentra destruida en el apéndice de esta obra.
— 532 —
y la esterilidad de vuestros afanes, y la impotencia de vues
tros esfuerzos, os probarán siempre que no es nuestra posi
cion, sino la vuestra, la que es falsa con respecto al racionalismo.
¿Y cómo habia de poder el semiracionalismo combatir con
buen éxito al racionalismo? Aun cuando lo quisiese , le faltaria
valor para ello: las armas se le caerian de las manos, como
el soldado que marchando contra el enemigo, reconociese en
él á su hermano.
No puede hacerse la guerra á un sistema en que se parti
cipa , sea en mayor ó menor grado , de sus intereses, princi
pios y doctrinas. El semiracionalismo, como ya hemos de
mostrado, no es en el fondo más que el racionalismo enmas
carado, no es más que el racionalismo sin su franqueza y su
lógica , no es más que el racionalismo del justo medio, y que
teme comprometer sus intereses y su beatitud. Los semira-
cionalistas no pueden , pues , hacer ni más ni ménos que lo
que hacen contra el racionalismo ; es decir, NADA.
Algunas veces aparentan atacar á los filósofos, pero, be
névolos con ellos hasta la bajeza, no les hacen fuego más que
con pólvora ; parece que los acarician en vez de atacarlos , y
llevan su condescendencia y su miramiento hasta el punto de
no atreverse á alabarlos sin su permiso. Miéntras que impla
cables hasta la barbarie con los verdaderos cristianos, los
tiran con bala, y hasta las mismas consideraciones que apa
rentan tenerlos, no son más que impertinencias, y las alaban
zas que los dirigen, insultos.
Ademas, si nuestros celosos y piadosos semiracionalistas
fuesen bastante imprudentes , bastante fanáticos para salir en
el momento actual á la defensa del divino Salvador blasfe
mado, y de su Religion santa hollada por las inmundas plan
tas de la incredulidad, ¿no se verian expuestos á la rabia del
infierno y á las violencias de toda especie de los satélites de
Satanás? ¿No se expondrian al rencor de un partido poderoso,
que dispone de la nombradía, á los sarcasmos de un cinis
mo impío, y á toda especie de calumnias por parte de la ig
— 533 -
norancia y de la mala fe? Pues bien, su abnegacion no llega
hasta el punto de inspirarles el valor de arrostrar semejantes
peligros. Adoptan, pues, su partido: son prudentes, modera
dos, saben vivir en pro... de la Filosofía y á expensas... de la
Religion.
Indiferentes á vista de tantos errores y escándalos como
pervierten las almas, impasibles en presencia de tantas mi
serias como abisman los cuerpos, no se ocupan más que de
explotar las posiciones ventajosas que les han proporcionado
la bajeza, la intriga, la parcialidad, la injusticia, un mérito
imaginario y reputaciones usurpadas. Diriase al verlos y al oír
los, que estamos en el mejor de los mundos posibles. El Bo-
num estnos hic esse, que el Evangelio censura á san Pedro,
y el Qucerunt quce sua sunt anatematizado por san Pablo, son
su divisa y su regla. No quieren ver ni oir nada que pueda
perturbar la felicidad material de que gozan, ó interrumpir el
reposo que disfrutan en los brazos de un optimismo enga
ñador.
Así es que niegan el mal por no verse obligados á hacer
el bien; Noluerunt intelligere, ut bene agerent (S,aImo XXXV).
Lo dudais? ¿Pues no los oís llamar profetas de la desgracia,
injustos detractores de su país y de su siglo, á los hombres celo
sos que procuran fijar su atencion en los males de toda espe
cie que nos rodean , y en los todavía mayores que nos ame
nazan ? Dudais aún? Pues leed loquesigue, escritopor uno de
los jefes del semiracionalismo, el autor Del valor de la razon:
«A sus golpes (los de los Concilios provinciales de Francia)
no han desaparecido todos los errores ; ¿quién podria espe
rarlo ? Pero muchos desaparecen y se borran , y se ve que los
libres pensadores han reflexionado. Si han experimentado un
temor saludable por los acontecimientos de lo exterior, han
podido ser ilustrados por la enseñanza dela Iglesia; el temor
les ha abierto los ojos, y la Iglesia Ies ha presentado la luz».
Así, segun ese autor, se habría visto que los libres pensado
res van á volver por la reflexion á la verdadera sabiduria,
— 834 —
mientras que , á excepcion de los semiracionalistas, sus ami
gos, nadie se ha apercibido todavía de ese cambio, de que el
mundo duda aún. Así, merced á ese autor, los libres pensado
res habrían sido saludablemente atemorizados por los aconteci
mientos de lo exterior, cuando se hallan más tranquilos que
nunca, y que, si se les dejase hacer, estarían prontos á volver
á comenzar y á sumergir á su patria en nuevas calamidades.
Así, según ese autor, el miedo habría hecho abrir los ojosa
los libres pensadores, y aproximado á la Iglesia para oir su en
señanza y aprovecharse de su luz, cuando es de notoriedad
pública que los libres pensadores de nuestros dias rechazan más
que nunca la enseñanza , cierran sus ojos á la luz de la Igle
sia, no quieren Iglesia, y la hacen una guerra tan abierta como
encarnizada. Así, segun ese autor, en este momento desapa
recerían y se borrarian muchos errores , cuando en este mo
mento nada hay más sensible que una nueva recrudescencia
de odio de todos los errores contra la verdad católica, y todo
el que tiene fe se lamenta de que se encuentra exactamente
en ¿Cuál
el mismo
seria,
caso
enque
efecto,
en loselúltimos
error que
añosendenuestros
la restauracion.
dias ha

desaparecido ó se ha borrado? ¿Es, por ejemplo, el protestan


tismo, que no contando hace veinte y cinco años más que con
seis capillas, tiene ahora cuatro veces más sólo en la ciudad
de París, y que va ganando siempre terreno en las clases ele
vadas en nombre de la indiferencia y entre el pueblo por los
medios de la corrupcion? ¿Es el racionalismo, que se alza
siempre más altivo, y cada vez con más pretensiones y más
amenazador en los escritos de los señores Saisset y Saint-René
Thaillandier? ¿Es el naturalismo, que acaba de ser formulado,
cual nueva moral y nueva religion, en las obras de Mr. Simon
sobre el deber y sobre la religion natural? ¿Es el panteísmo, que
Mr. Renaut. en su libro Cieloy tierra, acaba de presentar como
la única verdadera religion del género humano? ¿Es, en fin,
.el materialismo y el ateismo, que en sus pretendidos Estudios
filosóficos, con un cinismo desconocido aún en el siglo xviii,
— 535 —
un jóven insensato acaba de proclamar como el único medio
de asegurar la felicidad del hombre y de hacer progresar la
humanidad?
Todos esos errores ¿no tienen supuestos sabios que los pro
fesan, comentadores que los exponen, literatos que los en
salzan y periódicos que los propagan con un estrépito y
desvergüenza, que serian el colmo del escándalo si no hu
biese que deplorar otro mayor, el de la indiferencia con que
la opinion pública asiste á esas descaradas manifestaciones de
la impiedad? ¿Cómo, pues, se atreven á decir que han des-
aparecidoy se han disipado muchos errores? ¿Cómo, cuando se
ven anunciados con todas sus letras en los periódicos y car
teles que ocupan todas las esquinas? La Religion y sus dog
mas, su moral y su culto, la Iglesia y sus santos, sus solem
nidades y sus ministros, la piedad, sus fervores y sus
prácticas, ¿no son presentadas todos los diasá la incredulidad
salvaje de las masas como objetos dignos de execracion y
de desprecio? ¿Hay acaso algo cristiano, venerable, virtuoso
y sagrado que se sustraiga de los ataques de la astuta hipo
cresía de los Debates, de la rechifla del Charivari , de los ra
zonamientos capciosos de La Presse y de las furibundas de
clamaciones del Siglo? Admitiendo, pues, como admitimos
gustosos, que nuestro autor no ha tratado de engañar á sus
lectores, ¿no es llevar hasta el más sumo grado la candidez,
la credulidad y la ilusion, el atreverse á presentar al públi
co como prontas á convertirse, la herejía y la incredulidad,
en un tiempo en que se muestran más obstinadas que nunca
en su odio contra la Iglesia , contra la fe y contra toda verdad?
Al hablar de la religion natural de Mr. Simon, el sabio
Mr. Lherminier, que, como.verdadero filósofo, ha buscado
sinceramente la verdad, y ha concluido por encontrarla, ha
hecho estas prudentes , pero desgarradoras, reflexiones :
«Esa resurreccion de la religion natural nos ha sorprendi
do, no lo ocultaremos. Estábamos muy distantes de esperar
que á mediados del siglo xix se hiciese la tentativa de re
— 536 —
componer y volver á poner en juego esa máquina de guerra
del siglo xvm. Encontramos en la religion natural de Mr. Ju
lio Simon la prueba de que hombres distinguidos, en vez de
avanzar en el descubrimiento de la verdad , se replegan hacia el
último siglo, y le piden argumentos y armas. Mr. Julio Simon
nos dice tambien que escribe para las inteligencias que no
podrian admitir el principio de la revelacion , y que se dedican
sin reserva á la Filosofía. Quiere, ademas, trazar con mano
firme el límite que separa lo que podemos conocer, delo que
no podríamos comprender. Pero entonces, ¿qué llega á ser
la unidad de la verdad? ¡Hemos trabajado para acercarnos á
ella lo más posible : todos los talentos eminentes, en el orden
religioso y en el orden filosófico, se han propuesto como ob
jeto, como recompensa de sus esfuerzos, el conciliar las
creencias y las ideas, la fe y la razon , la tradicion y el pro
greso legítimo, y ahora se trata de producir una escision maléfi
ca, infecunda, entre las partes integrantes de la verdad , que es
esencialmente una! ¡ Háyase apercibido de ello más ó menos,
Mr. Julio Simon, con su religion natural, nos hace retroceder
cien años, nos coloca en medio del siglo xvm , establece de nue
vo los problemas como se establecian entonces, y el ímprobo
trabajo por el que las grandes cuestiones religiosas ó filosófi
cas han sido, si no resueltas, al ménos mejor definidas y
abrazadas en su extension , ha quedado como perdido , como
borrado. *
Así, para Mr. Lherminier, hemos vuelto á los peores dias
de la filosofía del último siglo. Nada de progreso en la polé
mica filosófica en favor de la Religion revelada : nos encon
tramos con los mismos errores y las mismas blasfemias que
nuestros padres, sólo que á cada produccion impía que el
infierno vomitaba entonces sobre la tierra , nuestros padres,
filósofos verdaderamente católicos, lanzaban un grito de alar
ma, de indignacion y de dolor, y en nuestros dias, los filóso
fos que se apellidan católicos , permanecen completamente
indiferentes. ¿No es el colmo de la obcecacion , no es el de
— 537 —
lirio de la mentira, el atreverse á decir á un público verdade
ramente católico que deplora semejantes escándalos : «Haceis
mal en quejaros de la situacion de hoy dia, porque han des
aparecido y se han disipado muchos errores ? »
Pero difícilmente se cree loque no acomoda creer. Si else-
miracionalismo creyese ó diese á entender que cree en las pér
didas y en los peligros de la Religion , por un resto del sen
timiento del deber, ó al menos por un resto de pudor, se ve
ria obligado ó trocar su vida dulce y cómoda por otra de mo
vimiento, de accion, de preocupaciones, de cuidados, de
penalidades y de sacrificios. Se veria obligado á exponerse á
las violencias y las persecuciones de ciertos partidos, que en
furecidos con no poder hacer la oposicion en el terreno de la
política, se indemnizan haciéndola en el terreno de la ver
dad religiosa, y que se consuelan de no poder hacerla guer
ra á los hombres de Estado, con la que hacen á los ministros
fieles, á los celosos defensores de la Religion. Pues bien, eso
es precisamente lo que el semiracionalismo no se cuida mu
cho de hacer. Para dispensarse de trabajar en conjurar el
peligro, le niega ; para evitar empeñarse en rudos y penosos
combates contra el mal , dice que todo va bien, y se entre
ga á un escandaloso far niente. Noluerunt intelligere, ut bene
agerent.

. SÉPTIMA QUEJA CONTRA EL SEMIRACIONALISMO.


HACE UN DAÑO INMENSO Á LA RELIGION , NO COMBATIENDO MÁS QUE i SUS
VERDADEROS DEFENSORES.
§ 7.° El semiracionalismo no tiene celo y actividad más que contra el tradi
cionalismo. Manera indigna con que ha tratado al Sr. Donoso Cortés. Dos
de sus nuevos campeones señalando su entrada en el partido con incompren
sibles ataques contra los tradicionalistas. Su tercera embestida contra El Uni
verso. Divide y neutraliza las fuerzas de los escritores católicos, con grande
ventaja de la incredulidad, que en el dia se alza más amenazadora que
nunca. En Francia no se hace el bien más que por los tradicionalistas. Lejos
de favorecer ese bien , el semiracionalismo le impide y le contiene.
Nos equivocamos; el semiracionalismo no está adormeci
do: se agita , se afana y hace mucho contra los verdaderos
— 538 —
católicos , los tradicionalistas. Más arriba hemos señalado su
horrible modo de proceder , pero ni lo hemos dicho todo , ni
hemos dicho tampoco bastante. Al escándalo, que salta á la
vista de todo el mundo, de dejar tranquilos y hasta de acari
ciar á los incrédulos, añade el escándalo todavía más repug
nante de perseguir por todos los medios á los hombres de
fe y de no perseguir más que á ellos. Contra ellos emplea to
das sus fuerzas, todo su crédito, toda su influencia, toda su
autoridad. No censura más que á sus doctrinas, no despre
cia más que á su talento, no calumnia más que á su persona,
no ataca más que á sus obras, no combate más que á sus
empresas, no se opone más que á sus proyectos del bien. Los
esfuerzos, las invenciones y las industrias de su celo y de su
caridad, no zozobran por lo comun sino ante los obstácu
los de toda especie que les suscita su rencor, su injusticia y
su envidia.
La buena empresa de una Biblioteca católica popular , por
ejemplo, que, en cierto modo, hubiera neutralizado el mal de
las doctrinas venenosas que esparcen las Bibliotecas populares
de otro género, y que hubiera producido un inmenso bien, no
ha sido detenida en su desarrollo más que por las críticas in
sensatas que el semiracionalismo se ha permitido de las obras
que la componen. Bien sabido es con cuanto furor ha comba
tido el excelente libro del Sr. Donoso Cortés : Ensayo sobre el
Catolicismo, que con justo título habia obtenido el primer lu
gar en aquella coleccion. Era en los momentos en que se es
parcian por Francia á centenares de millares de ejemplares,
el libro del más estúpido deismo, la Confesion del Vicario sa-
boyano,de Rousseau, cuya reimpresion, á costa del Estado,
habia ordenado la Asamblea constituyente de 1848, para mo
ralizar al pueblo. Pues bien , el semiracionalismo que enton
ces era poderoso bajo el punto de vista político, no encon
tró en su celo por la verdadera Religion una sola palabra
que decir, una sola observacion que hacer sobre tan grave
escándalo. Sin duda porque, á sus ojos, la Religion del pue
— 539 —
blo frances nada tenia que temer de la propagacion de aque
lla apología del indiferentismo religioso, y que, por el con
trario, el Ensayo sobre el Catolicismo podia comprometerla
seriamente. Dejó, pues, á Rousseau renovar y continuar pa
cíficamente su obra de la destrucción del Catolicismo en
Francia, y no hizo más que señalar como hereje a! sucesor
de Mr. Maistre, uno de los mayores talentos y de los más
grandes católicos de nuestros dias. El racionalismo absoluto
atacó tambien á esa gloria de la Iglesia , pero el semiracio-
nalismo le sobrepujó en sus periódicos, por el exceso de la
violencia , de la injusticia y del descaro.
¿Y no se ve renovarse todos los dias el escándalo de cris
tianos sinceros y hasta fervorosos (pero semiracionalistas
bajo el punto de vista filosófico), que, mudos, inactivos!, in
diferentes para con los filósofos, no se mueven ni claman
más que contra los verdaderos católicos, los tradicionalistas?
Véase todo lo que sale de la prensa semiracionalista , libros,
folletos, revistas y periódicos. A excepcion de las hermosas
páginas en favor de la revelacion divina que acabamos de
citar, en vano se buscarán refutaciones sólidas, sérias, con
tra la grande herejía del siglo, el racionalismo incrédulo. No
se encontrarán más que diatribas, más ó ménos injustas, más
ó ménos cáusticas, más ó ménos insolentes contra el tradi
cionalismo, como si por parte de este hubiese de temerse la
ruina entera del orden social y la destruccion de lo que toda
vía queda de cristianismo en Francia.
Finalmente, hombres tan respetables por su carácter co
mo desprovistos de los principios del verdadero saber, es
critores tan distinguidos como pobres filósofos, han señalado
su entrada en la redaccion de una Revista (que necesitaba
apoyarse en su nombre, y que en este momento sólo vive á
expensas de su reputacion) por artículos que se pueden rea
sumir en estas dos palabras : Todos los males de que el Catoli
cismo puede quejarse en estos momentos , no son imputables más
que á las imprudencias y á los excesos de los escritores católicos.
— 840 —
Para el autor de la Ojeada sobre la controversia religiosa del
día, si la prensa, como por ejemplo, El Siglo, los Debates, El
Charivari, la Revista de Ambos Mundos y toda la falange vol
teriana atacan con tanta rabia , blasfeman con tanto furor y
arrastran todos los dias por el fango todo dogma , toda mo
ral, todo culto, el Catolicismo, la Iglesia, Jesucristo y hasla
el mismo Dios, la culpa la tienen El Universo, los Anales de Fi
losofía cristiana, los Estudios sobre el Cristianismo, los Anales
del Bien y el Diario de la Caridad. Las violencias de esos perió
dicos, de esos libros católicos, son los que han excitado las
susceptibilidades religiosas de la incredulidad. Para el noble
autor del incomprensible escrito sobre el partido católico, es
tambien ese partido la causa de todos los males de la Reli
gion y hasta de esa triste ley de la enseñanza , en la que la
indiferencia en materia de Religion ha sido establecida como
principio, y la más preciosa de las libertades, reclamada
hace tantos años por el Catolicismo, sacrificada á las exi
gencias y á las intrigas del partido volteriano por la mano
de oradores católicos. Y obsérvese que esto lo ha dicho un
periódico cuyos redactores (por lo menos en su mayor par
te), se permiten la violencia y la injusticia en la discusion.
Verdaderamente es muy doloroso el ver á unos hombres
religiosos, afables, corteses y comedidos con los destructo
res de la Religion, reservar su cólera, sus invectivas y sus
arrebatos para los defensores de su propia fe. ¡Cómo ha de
ser ! es una necesidad de la posicion en que se han colocado; se
han convertido al semiracionalismo , y en esa comunion filo
sófica, como la refutacion del racionalismo es un imposible,
un contrasentido, la persecucion del tradicionalismo llega á
ser una necesidad.
En este momento mismo en que escribimos, el semiracio
nalismo , que jamás ha emprendido nada , que no hace ni di
ce nada contra tantos libros y periódicos impíos que esparcen
por todas partes la impiedad, emprende su tercera Cruzada
contra El Universo, y acaba de atacarle con un violento libelo
— 541 —
anóuimo (1). A pesar de sus defectos, que reconoce y con
fiesa él mismo, El Universo es en el fondo el único órgano de
la opinion católica , el más grave y temible defensor del Ca
tolicismo en la prensa periódica europea. Combatir, pues, á
ese diario, no demuestra mucho celo católico (2).
Esos medios , si se quiere , son indirectos , pero es incal
culable el daño que con ellos hacen los semiracionalistas á
la Religion. Ese mismo diario, El Universo, y en él, un solo

(1) Hé aquí de qué modo el diario más ortodoxo, el más independiente, el más
sensato y el más acreditado de todos los periódicos de la provincia , El Men
sajero del Mediodía de 7 de Agosto de 1856 , ataca la mala fe, la injusticia y
las intrigas del semiracionalismo, con motivo de ese folleto. «Uno de nuestros
corresponsales de París, nos anuncia la aparicion de un nuevo folleto titulado:
El universo juzgado por si mismo , que se ha repartido gratis á los principales
miembros del clero, y eu el que , con la más insigne mala fe, se censuran
algunos pasajes extraídos de la coleccion entera del Universo, para formar con
ellos una acusacion contra M. Veuillot. Esos recursos odiosos no ios emplean
como armas eu la polémica, ni áun los escritores menos delicados. Causa, pues,
asombro el verlos puestos en juego por una bandería que se tiene por religiosa,
católica, parlamentaria, y hasta académica. Hemos dicho cien veces que no
participamos de todas las opiniones del Universo, y por consiguiente n i nos
parece extraordinario que suscite discusiones muy vivas. Pero no puede menos
de reconocerse que esa pequeña, pero intrépida falange, de escritores agrupados
en derredor de M. Veuillot, se compone de hombres honrados, desinteresados,
adictos, de convicciones profundas, y por consiguiente respetables. Así lo de
clara el limo, señor Obispo de Arras en una carta dirigida al Amigo de la Re
ligion, pequeño periódico eclesiástico , que se pone á la cabeza de la coalicion
contra El Universo, porque espera recoger su herencia. No reproducimos esa
carta, reivindicamos con su ilustrísimo autor la libertad para escritores concien
zudos, y denunciamos como él á la indignacion de los hombres de bien, las mi
serables intrigas por medio de las cuales se propone acabar con un periódico
que ha prestado más servicios, propagado más ideas y desplegado más valor,
que todos los que le atacan con tanto encarnizamiento é injusticia.»
(2) El limo, señor Obispo de Saint-Claude, uno de los prelados más dis
tinguidos de Francia, que en los altercados con El Universo ha abrazado la causa
de ese diario , ha dicho : «Si El Universo se pasase á la oposicion, se le perdona
rían muchas faltas». Idea magnífica, que nos hace comprender, que no el celo
por la Religion, sino el de hacer triunfar cierta opinion política es el que arma
en este momento el brazo del semiracionalismo contra El Universo. En efec
to, si hubiera de darse crédito á los rumores que circulan, los principales je
fes de esa opinion, eclesiásticos y legos, han contribuido, cada uno por su parte
á la confeccion de ese folleto, de esa nueva Babel filosófica.
— 542 —
hombre de un talento raro y privilegiado , ha hecho pasar
muy malos ratos á todos los órganos de la impiedad. ¿Qué su
cederia si todos los grandes hombres de talento y de doctr i
na, si ¡todos los escritores, que, gracias á Dios, cuenta el
Catolicismo en gran número , en vez de estar divididos y de
despedazarse mutuamente por discordias intestinas , por la
guerra civil , estuviesen unidos en un cuerpo de ejército com
pacto contra todos los enemigos exteriores del Catolicismo?
Les darian mucho que hacer , introducirian en sus filas la
consternacion, el desorden y el desaliento, precursores de
la derrota; los desalojarian de todas las posiciones ventajosas
que ocupan ; los harian sufrir pérdidas que no podria o repa
rar; les quitarian los jefes más hábiles, los mejores comba
tientes; apagarian todos los fuegos de sus baterias; los obli
garian á ocultarse ó á huir; y áun cuando no tuviesen com
pletamente razon , es seguro que al menos los enemigos de la
verdad católica no harian tan terribles destrozos , no alcanza
rían tan deplorables triunfos, y sobre todo, no se presenta
rian tan insolentes y orgullosos.
Ay! si nuestros enemigos no son fuertes más que por nues
tra debilidad , nosotros no somos débiles más que por nues
tras divisiones. Pero esas divisiones y esa debilidad en el
grande ejército católico, sólo son obra de los semiraciona-
listas.
En vez de unirse á los talentos diseminados en las filas de
los escritores católicos para formar con ellos una asociacion
poderosa , que sin duda alguna concluiria bien pronto con
todos los errores y salvaria el Cristianismo en Europa y la
fe en Francia, han formado una coalicion funesta, que destru
ye los principios dela polémica religiosa, y que desconociendo
los intereses y las necesidades de la Iglesia, compromete su
causa. Han emprendido un camino en el que los verdaderos
defensores del Catolicismo no pueden seguirles. De ahí provie
ne la division que arma á unos contra otros, cuando no ios
neutraliza á todos; de ahí la insuficiencia de sus fuerzas
— 543
contra el error ; de ahí las defecciones de tanías almas es
cogidas, que con tanta frecuencia son arrebatadas á la causa
católica, para caer en la incertidumbre de las opiniones, en
un estado que no es ni la incredulidad ni la fe. De ahí, en fin,
ese movimiento retrógrado que deteniendo los progresos de
la Religion, hace cada vez más estéril su accion y su influen
cia en el ánimo de los pueblos.
Los tradicionalistas han sido provocados, jamás provoca
dores. Los semiracionaltstas son los que, bajo pretexto de de
fender la verdadera Filosofía y la verdadera Religion, han es
parcido los primeros, alimentado y fomentado la discordia
entre los defensores más intrépidos y decididos de la verda
dera Religion y de la verdadera Filosofía. Ellos son los prime
ros que han roto el fuego contra sus compañeros de armas, y
han hecho que agoten sus fuerzas , defendiéndose contra sus
propios hermanos, las fuerzas que debieran reunir contra el
enemigo comun. Los semiracionalistas son los que, dejando
tranquilos á los verdaderos herejes y á los verdaderos incré
dulos, no se han ocupado más que en hacer pasar por herejes é
incrédulos á cristianos á quienes no se puede censurar más
que una adhesion tal vez excesiva hácia la Iglesia. Imitando, y
áun sobrepujando, los procedimientos peculiares de los viejos
partidarios del error, y dirigiéndolos contra los verdaderos
discípulos de la verdad , los han abrumado con toda especie
de injurias, los han vejado con toda especiede ataques, y han
procurado aniquilarlos con toda especiede persecuciones. Ene
migos encubiertos del Gobierno y de todo lo que es romano,
se han aplicado, con la apariencia de una adhesion hipócrita
y con indignas bajezas, á hacer sospechosas al Gobierno y
hasta á Roma, á las personas adictas á toda prueba al orden
público y á Roma. Han provocado contra ellas medidas polí
ticas, que vituperarian en cualquiera otra ocasion, y conde
naciones eclesiásticas de que se burlan , ó que al ménos no
tienen á sus ojos importancia alguna. Por la corrupcion y por
la intriga, por la mentira y la calumnia, por maniobras os
— 544 —
curas y agresiones descubiertas, han procurado alejarlas de
todos los destinos, á conjurar contra ellas todos los órganos
de la publicidad, á privarlas de todo medio de defensa, im
pedirlas el uso de la palabra y prohibirlas el agua y el fuego.
En posicion tan difícil, reducidos á la necesidad de defen
der á cada instante su fe contra ataques incomprensibles, ¿có
mo podrian los tradicionalistas emprender grandes combates
contra la incredulidad? Se concibe, pues, muy bien porqué
en este momento supremo para el Catolicismo en Europa, y
particularmente en Italia y en Francia, la polémica católica
languidece, y la impiedad ha quedado casi dueña exclusiva
del campo.
Lo repetimos, por medio de horribles producciones de to
das clases, el espíritu de incredulidad se propaga y se infil
tra cada vez más en las masas. No creemos exagerar afirman
do que en este momento hay menos fe en los habitantes delos
pueblos y aldeas de Francia, que á fines del último siglo. Pa
ra algunos individuos de la clase media que vuelvan á la fe,
poblaciones enteras la abandonan y se precipitan en la incre
dulidad práctica y en la indiferencia. Decimos mal: porque
indiferente parala verdad, el pueblo se aficiona cada vez más
al error. Prueba de ello es el alan que se observa en las cla
ses más ínfimas, particularmente en París, en las aldeas in
mediatas y en las poblaciones del centro de la Francia, por
la lectura de libros, novelas y periódicos hostiles al Catolicis
mo y á las buenas costumbres, lo cual proporciona á La Presse
y al Siécle más suscriciones que tienen todos los demás pe
riódicos reunidos : libros y periódicos que se dan mas bien que
se venden al pueblo (1 ), y hacen que prefiera ese alimento em
ponzoñado.

H) Se lee en el Diario de Bruselas: « La literatura francesa es una delas


mayores plagas de este tiempo. En vez de ayudar al desgraciado á soportar más
ligeramente el peso de la vida, mostrándole las perspectivas infinitas que la Re
ligion nos ofrece más allá de este mundo, parece, por el contrario, no tener otro
objeto que el de apegar al hombre á la tierra, y despertar en su corazon esté-
— 545 —
Se dirigen cargos al Gobierno, que nada puede. Sabemos de
una manera positiva que en todos los contratos celebrados
con los empresarios de obras públicas, el Gobierno ha estipu
lado, como una de las condiciones esenciales, el guardar la
festividad del domingo, suspendiendo el trabajo. Eso lo po
día hacer y lo ha hecho. Pero ni con reglamentos de policía,

riles y peligrosos deseos. Nada se sustrae al cinismo brutal y al libertinaje do


los novelistas del dia. ¡Y sin embargo, ellos son los verdaderos preceptores del
pueblo!
"Hubo un momento en que pudo creerse que nos íbamos á ver libres de esa
lepra de los malos libros. La prohibicion de poder reimprimir obras francesas
parecía conducir á ese resultado, pero la especulacion lia encontrado medio do
envenenarnos á poca costa, y jamás lian inundado la Francia tantas inmundas
producciones.
»Para asegurarse el mercado belga , el comercio de libros parisiense los da
i precios fabulosos, y los grabados han acudido en auxilio de la imaginacion de
lirante para seducir y corromper más fácilmente á la juventud.
»Esas obras ilustradas, á que no puede darse con razon el título de literarias,
se vendían á cuatro cuartos el pliego; y, sin embargo, parecía demasiado exce
sivo ese precio.
»La libreria francesa no había pronunciado su última palabra, y hasta tanto
que se regalen las obras maestras de Jorge Sand, Eugenio Sue, y otros de la
misma especie, se dan á cinco céntimos, como la panacea de Pontanarosa. Ade
mas, para hacer esa lectura más seductora, se han formado periódicos para todos
los gustos, como El Omnibus, el Diario para reir, El Domingo, El Amigo de la
Casa, etc. El título, como se ve, nada tiene de perjudicial ni indecoroso, pero
no sucede to mismo con la pócima que encierra; esta es de la peor especie, y
creemos de nuestro deber el precaver contra ella á las familias cristianas, y
darlas el grito de alerta contra ese nuevo género de publicaciones.
«Hemos oído decir, añade un periódico frances, que los Obispos reunidos en
París con motivo del bautismo imperial , han dado pasos para obtener del Go
bierno dos cosas , la observancia del domingo, por lo niénos en las obras pú
blicas , y la vigilancia de esos impresos á cinco céntimos, que esparce las nove
las de Sue y de Sand entre las últimas clases de las ciudades y de las aldeas;
de esos diarios ilustrados, cuyo ínfimo precio los pone al alcance de todas las
fortunas, y que ni aun los más pobres tienen necesidad de pedir prestados, y
que hasta los niños pueden leer despues que los dejan los adultos, y que cor
rompen aun á las personas ménos entendidas, porque los grabados suplen al
texto para los que no se quieren tomar la molestia de leerle.
»Sin embargo, el trabajo no ha sido suspendido los domingos, y la litera
tura á cinco céntimos pliego continua en boga.
«Indudablemente no se dio el paso que se refiere, porque si se hubiese dado
no podia menos de haber obtenido el éxito más completo.»
55
— S46 —
ni con decretos, ni con la censura, pueden contenerse los des
manes de la prensa. La Restauracion, que acudió á tales me
dios, no hizo más que agravar el mal, y hacer odioso el Ca
tolicismo. El medio más seguro y eficaz de neutralizar la pon
zoña de los malos libros, es el escribir y propagar otros bue
nos. Y así como la impiedad, con un celo infernal, se une, se
entiende, hace esfuerzos y se pone de acuerdo, del mismo
modo es preciso adoptar sus propios medio* y combatirla con
sus propias armas.
El tradicionalismo no quiere más, y en cuanto le ha sido
posible ha realizado ese pensamiento. Siempre se le ha encon
trado y se le encuentra en la brecha y en las primeras filas de
los defensores de la causa católica. Todos los libros, como ya
hemos observado más arriba, que en estos últimos tiempos han
dado más que hacer al filosofismo incrédulo y á la herejía,
han salido de su escuela. Todo el bien que se hace (y gracias
á Dios es todavía mucho) en Francia y por la Francia, se debeá
esos tradicionalistas á quienes se acusa de minar la Religion
por la base que ellos mismos forman, porque á ellos se debe
muy particularmente que ese espíritu de proselitismo religio
so, uno de los elementos del carácter frances, que tanto dis
tingue y honra á la Francia católica, se perpetue en la Iglesia,
se propague por el mundo y renueve con los trabajos, los pro
digios de los más hermosos siglos del Cristianismo.
Véanse todas esas fundaciones piadosas que se multiplican
en Francia como por encanto, y por medio de las cuales el
celo católico , recorriendo toda la tierra , explora hasta los
sitios más recónditos, abraza todas las naciones, y semejante
á la Gracia, de la que es obra, toma todas las formas (multi-
formis gratia Dei. Petr.), habla todas las lenguas y se plega á
todas las situaciones. Catequiza al adulto, confunde al incré
dulo, se atrae al hereje, instruye al ignorante, convierte al
pecador, satisface todas las necesidades del alma, cura todas
las llagas, compadece y rehabilita las debilidades, acoge á los
arrepentidos, salva á los desesperados , conduce al conoci
— 547 —
miento de Dios, y esparce por todas partes los beneficios de
la gracia y de la verdad. Mirad todos esos establecimientos
caritativos, todas esas asociaciones que se forman como por
encanto en el hermoso suelo de la Francia, y que con los nom
bres más patéticos, con las combinaciones más ingeniosas, con
la industria más delicada, y con el espíritu de abnegacion y
de sacrificio llevado hasta los últimos límites del heroismo," la
caridad católica multiplica y esparce los socorros segun los di
versos grados de la miseria. Miradla, pues, dirigir la infancia
del pobre en la cuna, en la escuela, en el asilo, pagar y pro
teger su aprendizaje, adoptar al huérfano, dar libertad al pri
sionero, visitar al enfermo, proporcionar un refugio á la ancia
nidad desvalida, rehabilitar el desorden, alentar al arrepen
timiento, enjugar todas las lágrimas , compadecer todos los
dolores, ayudar sin humillarla á la pobreza que se oculta, y
añadir á la limosna la palabra que fortalece y consuela. Pues
bien, todas esas obras de celo y de caridad, que hacen cono
cer y bendecir el espíritu de la verdadera Religion, se debe
al tradicionalismo: son su pensamiento; y como él es el que
las imagina con su ciencia, y las lleva á cabo con su energía,
es tambien el que las defiende con su vator, el que las alimen
ta con su generosidad, el que las sostiene con su perseveran
cia, y las hace prosperar con su abnegacion. Y lo más nota
ble todavía es que los que se engalanan con el título de gali
canos no han trabajado más que en hacer perder el prestigio
á la Francia , en aminorar y reducir á la nulidad la pre
ponderancia legítima que debe ejercer en las naciones bajo
el punto de vista político, lo mismo que bajo el religioso; al
paso
el nombre
que losdetradicionalistas,
ultramontanos, ásequienes
presentan
se quiere
los más
deprimir
celosos con
por ♦

la prosperidad y la gloria de la Francia. Ellos son los que con


sus libros, adaptados á todas las inteligencias, y con invencio
nes siempre nuevas para mejorar las almas y aliviar los cuer
pos, hacen admirar y querer por todas partes el nombre y
el carácter frances.
— 548 —
Pues bien , todas esas empresas tan católicas de los tradi-
cionalistas , lejos de encontrar el apoyo , el favor y el con
curso á que deberian tener derecho, no encuentran más que
todo género de oposiciones por parte de los serairacionalis-
tas , que se tienen por celosos defensores del Catolicismo.
El semiracionalismo hace un gran mal con sus doctrinas.
Abusando de la autoridad de dos grandes nombres, no hace
uso de su supuesto catolicismo segun Bossuet, y yo añado que
en cuanto le es posible, más que contra el Papa; como con
su supuesta filosofía segun Descartes, hace cuanto le es po
sible contra la Religion. Pero el mal que hace con los perni
ciosos libros que produce (1), es mucho menor que el que
causa con la encarnizada guerra que hace á los libros bue
nos, y los impide propagarse y hasta nacer. Sea por impo
tencia ó por pereza , es incuestionable que el semiracionalis
mo no hace ningun bien. Eso le humilla y le pone furioso, y
para consolarse del bien que no hace, se ensaña contra los
que le hacen , ó quieren y pueden hacerle. Paraliza el celo de
los verdaderos católicos, pone obstáculos á sus buenas obras,
desacredita todos sus designios, desarma su valor, disipa
sus fuerzas, hace imposibles su union y sus combates enér
gicos y continuados contra los enemigos de la fe. Negad, pues,
que bajo ese punto de vista es tambien horriblemente fu
nesto.

(i) Es muy raro que de un libro que sale de la escuela semiracionalista se ti


ren muchos ejemplares y se haga una segunda edicion. Sus periódicos viven á
duras penas , y el número total de los suscritores á todos ellos no llega ni á la
mitad del número de los de un solo diario de la Iradiccion,/?/ Universo. Y eso es,
sin duda, porque todo cuanto sale de una pluma semiracionalista, no brilla más
quj por la falta de verdad y cte solidez en materia de doctrina , y por la con
tradiccion, el absurdo y la mala fe de que abunda. Por mucho que sea ni ruido
con que se acompañe la aparicion de semejantes productiones; por grande que
sea el número de las trompetas que las anuncien y las recomienden á la admi
racion pública; por grande que. sea el celo de sus patronos y partidarios, para
imponerlas, mas bien que para indicarlas, desde la cátedra, el pulpito ó el con
fesonario , todo eso no es suficiente para darlas la f mportancia y el interes que
ni tienen en sí mismas , ni pueden jamás tener.
— 549 —

OCTAVA QUEJA CONTRA EL SEMIRACIONALISMO.


FORMA EN SUS ESCUELAS FALSOS FILÓSOFOS T VERDADEROS ATEOS.
§ 8.° Estudios lógicos sobre la enseñanza filosófica del semiracionalismo.
Gran número de ateos que salen de sus escuelas. Ese hecho deplorable no es
más que el resultado lógico del método que sigue en la enseñanza de la Filoso
fía. Procedimiento , por el cual el método tradicional, al mismo tiempo
que forma el filósofo , fortalece al cristiano. La fórmula del R. P. Gratry. El
método del semiracionalismo, por el contrario, comenzando por la duda car
tesiana , y estableciendo la razon como base única de las más importantes
creencias, hace ineficaces las pruebas que suministra de esas mismas verdades,
destruye en el ánimo de los jóvenes al cristiano sin formar al filósofo, y les da
el derecho de ser ateos. El semiracionalismo hace de ellos ateos en potencia;
las circunstancias les hacen ateos en acto. Lo que sucedería si se comprendie
sen los espantosos destrozos que hace el semiracionalismo.

El semiracionalismo en ninguna parte es más funesto quo


en las escuelas de Filosofía que dirige ó inspira.
Pedimos á nuestros lectores el permiso de hacer aquí un
estudio lógico un poco profundo sobre la enseñanza filosó
fica del semiracionalismo; porque nada hay más á propósito
para presentar en toda su desnudez lo pernicioso de ese sis
tema , y para hacer tocar con el dedo las ventajas, la verdad
y la importancia del método tradicional.
Sabemos muy bien, y nos complacemos en repetirlo, que
los semiracionalistas no son ni idealistas , ni materialistas, ni
fatalistas , ni panteistas , ni escépticos, ni ateos. Pero eso es por
una feliz inconsecuencia : es porque se detienen á mitad do
camino: es porque retroceden ante las consecuencias legíti
mas, naturales, necesarias de sus propios principios. La ló
gica acaba de darnos todas las consecuencias comprendidas
en los principios, en el método del semiracionalismo, y esas
consecuencias son los errores más graves, los más groseros,
errores destructores de toda verdad, de toda certidumbre,
de toda libertad , de toda ciencia , de toda moral y de toda
religion.
De nada sirve que rechacen y combatan esos errores con
las palabras, pues que los admiten todos de hecho, por lo
— 550 —
menos implícitamente, en el sistema que sigue y de donde
derivan necesariamente , y no podrán menos de ver caer en
ellos á la inmensa mayoria de los desgraciados que educan
segun ese sistema. «La lógica es una fnerza superior á la del
hombre, áun cuando se halle dotado de los dones del ingenio. »
Eso explica el fenómeno lamentable que hemos indicado,
y que ya hemos deplorado, de que de ciertos establecimien
tos dirigidos por eclesiásticos respetables , salen más incré
dulos que verdaderos cristianos. ¿Y cómo habia de ser otra
cosa? Si en esos establecimientos la enseñanza literaria es al
tamente pagana, la enseñanza filosófica es tambien pagana en
sumo grado ; porque el semiracionalismo que allí se profesa y
enseña , no es ( como ya hemos visto) más que el cartesia
nismo, que no es á su vez más que el filosofismo pagano de
Platon , renovado y trasplantado desde hace dos siglos en las
escuelas cristianas ; y el principio fundamental de ese filoso
fismo no es más que la soberanía de la razon emancipada del
freno de toda autoridad; no es otra cosa que el racionalismo
más ó ménos consecuente , más ó ménos atrevido , más ó
menos enmascarado, más ó rnénos desarrollado.
No hay que hacerse ilusiones: esos incrédulos improvi
sados no son más que verdaderos ateos, ya sea á la manera
de Mr. Dolfus, que, como hemos visto , ha declarado de dife
rentes modos que no hay Dios; sea á la manera de los teólo
gos del Siglo , de La Prensa y del Diario de los Debates, que ad
miten á Dios, pero sin la Providencia; como admiten el Cristo,
pero sin la Divinidad; porque, como acaban de manifestár
noslo en sus críticas irreverentes contra los mandamientos ó
exhortaciones de los Obispos, con motivo de las últimas inun
daciones , el Dios de esos señores es el Dios que no se mezcla
en las cosas humanas, es el Dios igualmente indiferente para
los que le honran y para los que le ultrajan; el Dios que no
tiene ningun poder sobre las leyes inmutables del universo; es, en
una palabra, el dios de Epicuro, segun Ciceron, «afirmado
por las palabras y negado por los hechos». Si el número de
— 581 —
los ateos de esta última especie es desgraciadamente mucho
más grande de lo que se piensa , es porque en esas escuelas,
malamente llamadas católicas, el semiracionalismo , tal vez
sin intencion, los forma á cada instante, á tan poca costa, y
con la misma facilidad que el racionalismo absoluto en sus
escuelas llamadas filosóficas.
Para comprender bien el mecanismo de esa detestable fa
bricacion , por medio de la cual el semiracionalismo forma fi
lósofos ateos, es preciso compararle al mecanismo por el
que el tradicionalismo forma filósofos cristianos.
La filosofía tradicionalista comienza por establecer en el
espíritu de sus discípulos los hechos siguientes , cuya verdad
es incontestable :
1. ° Que todas las verdades concernientes á Dios, la crea
cion , la espiritualidad y la inmortalidad del alma, la ley mo
ral y la vida futura, áun en cuanto pertenecen al órden natu
ral y no están fuera del alcance de la razon, fueron reveladas
al primer hombre, en el momento de su creacion , que le fue
ron confiadas, y aceptó per modum fidei, como las que eran
del órden sobrenatural , y que, como santo Tomás ha demos
trado incontestablemente, era necesario (oportuit) que Dios
obrase así.
2." Que desde el principio esas verdades fueron trasmiti
das, y que lo son siempre de generacion en generacion por
via de enseñanza y de tradicion. Por manera, que lo que el
mismo Dios reveló al primer hombre para que le creyese bajo
su palabra, salvo el comprender despues una parte de ello,
y explicárselo por medio de su razon , la Iglesia , los padres y
y los maestros lo enseñan ó lo revelan á los hijos , para que
lo crean á su vez bajo la autoridad de su testimonio , siempre
per modum fidei, salvo el comprenderlo en seguida , y en parte
con auxilio de la reflexion y del raciocinio , cuando sean ca
paces de ello.
3." Que esos conocimientos no han tenido ingreso en el
mundo por el hecho de la enseñanza filosófica, sino que, por
— 852 —
el contrario, siempre y por todas partes han precedido á ta
existencia de la Flisofía y de los filósofos ; que no han con
servado su certidumbre íntegra y pura de todo error , sino
allí en donde han sido sostenidos por la revelacion que se
llama positiva, existente simultáneamente en la revelacion
histórica y tradicional, como sucedió en otro tiempo entre
los judíos , y más tarde entre los cristianos ; y que , por consi
guiente tienen una certidumbre independiente de toda de
mostracion racional ; una certidumbre basada sobre el testi
monio y la enseñanza de la Iglesia , de la familia ó de la so
ciedad humana toda entera; y, en una palabra , que no se
apoyan en la certidumbre filosófica.
4.° Que todo hombre que viene á este mundo aprende
desde luego á creer en Dios, conoce la creacion , la espiri
tualidad del alma, etc. , por via de enseñanza y de tradicion,
y que esa enseñanza se halla investida de todas las condicio
nes de una certidumbre verdadera ; porque Dios es el que ha
querido que esos conocimientos fuesen desde luego trasmi
tidos por ese medio, per rnodum (idei , para que todos pudie
sen participar de ellos fácilmente, sin mezcla de error, y con
una certidumbre inalterable (omnes , de facili, sine miscela erro-
ris, fixa certiludine. santo tomas), lo cual hubiera sido impo
sible por medio del raciocinio ó de la Flosofía.
De donde se sigue que , regularmente hablando , la Filoso
fía no tiene que demostrar esas verdades para darnos su co
nocimiento (porque son conocidas por otros medios), ni para
darnos la certidumbre (porque se apoyan en otro fundamen
to), sino mas bien para justificar con razones sacadas de su
esfera propia , la fe y la creencia ya existentes. Porque, en
efecto, el género humano no tiene necesidad de la Filosofía
para conocer á Dios y creer en él con toda certidumbre. Dios,
ha dicho muy bien Cornelio á Lapide, ha dado al hombre,
primero la fe , y luego la ciencia. El hombre debe, pues, co
menzar por creer en Dios, salvo el explicarse en seguida las
obras divinas por la ciencia; salvo el confirmarse y progresar,
— 553 —
por la consideracion de esas obras , en el conocimiento de
Dios, para alabarle y glorificarle (<).
Hé ahí lo que enseña á la juventud la filosofía de la tradi
cion , y nada hay más sencillo , más natural ni más conforme
á la naturaleza del hombre y á la historia de la humanidad y
de la Religion, que semejante enseñanza.
Eea enseñanza comienza , pues , por establecer bien el pun
to esencial de que el objeto de la Filosofía no es el de des
cubrir por medio de la razon las verdades arriba menciona
das (que son conocidas por todas partes por la tradicion ántes
de serlo por la Filosofía , é independientemente de ella), sino
el establecer su certidumbre (de que gozan por el testimonio
de la creencia unánime y perpétua del género humano, ántes
de toda demostracion racional é independientemente de ella),
y que e! objeto de la Filosofía es justificar esa creencia y afir
marla.
Una vez establecido ese punto esencial, la filosofía tradi
cional se aplica á demostrar á sus discípulos las mismas ver
dades por todas las leyes y todos los principios que arreglan
el raciocinio humano en todas las cosas y en las ciencias del
orden natural. Se aplica, sobre todo, á probar que con la idea
de Dios , tal como la suministra la enseñanza tradicional , se
comprende perfectamente la existencia del mundo, el orden
que reina en él, todo lo que pasa en él; en una palabra, lo
mismo en lo moral que en lo físico , y que sin esa idea nada
se hace inteligible. Y de esas demostraciones deduce las con
clusiones: que nadie tiene derecho, á los ojos de la razon,
para rechazar de su corazon la creencia de Dios ; que el que
la ha rechazado de hecho, á pesar de la razon , se ve obliga
do por la razon á volver á adherirse á ella, so pena de renun
ciar á todos los principios y á todas las leyes que presiden á
sus raciocinios.

(i) Deus dedil homini ídem et scientiam: fide ergo credat in Deum, et
scientia contempletur opera ipsius, ut ex eis euin agnoscat, laudet et glorificet.'
(Eccl., xvn.)
— 554 —
¿Cuál es, cuál puede y debe ser, el resultado de semejante
método? Para los jóvenes que le siguen, pero que por falla
de medios intelectuales ó de aplicacion, no han podido com
prender toda la fuerza y el alcance de esas demostraciones
tocante á las verdades de que se trata, esas verdades no
sufren quebranto de modo alguno en su espíritu; porque ¿no
se les ha euseñado desde el principio, que esas verdades no
han resplandecido, por primera vez en el mundo, por el hecho
de la razon humana, sino por el hecho de la revelacion divina,
que ha precedido, no solamente al uso, sino á la formacion y al
nacimiento de la razon? ¿No se Ies ha enseñado desde el prin
cipio que la certidumbre de esas verdades , basada sobre la
fe tradicional , es independiente de toda demostracion racio
nal ; que las demostraciones racionales , aunque sirven ma
ravillosamente para justificar su creencia , no son las que la
han fundado, y que lejos de que la fe en Dios Criador, por
ejemplo, se apoye únicamente en el testimonio de la razon,
no puede reconocer ninguna competencia, ningun derecho
en la razon , si no se comienza por creer en el Dios Criador y
autor de la razon? Sea, pues, cual fuere la impresion que las
pruebas puramente racionales de las verdades de que se tra
ta hayan producido en el ánimo de esos jóvenes , su fe en
ellas permanece en toda su solidez. Y áun se acrecienta y for
tifica en ellos , por el testimonio de sus compañeros que, do
tados de mejor cabeza, y por consiguiente, más capaces de
comprender la fuerza de los raciocinios más abstractos , juz
gan las demostraciones deesas verdades como concluyentes,
y se adhieren á ellas con un asentimiento inalterable.
En cuanto á los jóvenes de esta segunda categoría, es evi
dente que el estudio de la Filosofía por semejante método los
hace verdaderos filósofos ; lo hace sin disminuir en ellos en
lo más mínimo, sino por el contrario, fortaleciendo é ilumi
nando cada vez más en su espíritu la fe del cristiano , sumi
nistrándoles armas sólidas y bien templadas para defenderse
contra los ataques de la falsa ciencia y de la incredulidad, á
— 555 —
que podria hallarse expuesta su fe al salir de las manos de
sus preceptores. De ese modo el método tradicional, puesto
en práctica en las escuelas de Filosofía, forma hombres capa
ces de hacer progresar la ciencia y crea atletas para la defensa
de la Religion. . .
Pero no sucede así con el método que el semiracionalismo
emplea en la enseñanza de la Filosofía. Aun cuando no lleve
la estupidez hasta el punto de proponer explícitamente á in
teligencias de quince años la duda cartesiana como el ver
dadero punto de partida de esa ciencia, no puede ménos de
empeñarlos en ella , siquiera sea implícitamente , en virtud
de sus principios. Para el semiracionalismo, el hombre no
tiene necesidad más que de su razon y de su conciencia para
conocer á Dios y sus principales atributos ; el mundo y su
origen , el hombre y su destino, la vida futura y su eternidad,
la moral y sus principales obligaciones , en una palabra , los
primeros dogmas y los primeros deberes. La revelacion no le
es necesaria y útil más que para adquirir un conocimiento
más completo y más perfecto de esos mismos dogmas y de
esos mismos deberes. P.educida á método filosófico, esa doc
trina se trasforma necesariamente en estos principios, que,
como acabamos de observar, son, en efecto, formalmente y
sin misterio , profesados y enseñados en todas las escuelas
semiracionalistas de Filosofía : A .", que no es comenzando
por creer como se llega á raciocinar bien, sino que comenzan
do por raciocinar bien es como se llega á creer bien; 2.°, que
para filosofar bien es necesario dejar á un lado la razon de
la autoridad, y sustituirla exclusivamente la autoridad de la
razon; y¡3.°, que es necesario hacer abstraccion de todo lo
que se ha admitido anteriormente como verdadero sobre el
testimonio de la fe, y no admitir nada como verdadero sino
sobre el testimonio del raciocinio. ¿No es eso la duda carte
siana en todo su rigor? ,,.,
¿Cuáles son las consecuencias de esa duda , que los profe
sores semiracionalistas predican más ó ménos explícitamente
— 356 —
á los desgraciados jóvenes que les están confiados, y que
llegan sin mucha dificultad á deslizar y establecer en su
ánimo? Helas aquí: en primer lugar, esa duda les pone en
estado de desconfianza de lo que se les ha enseñado ante
riormente, y quebranta horriblemente en ellos, áun cuando
no llegue á destruirla completamente , la fe de las verdades
que han mamado con la leche y creido desde su más tierna
infancia. Desde aquel instante, esa fe no es ya á sus ojos un
principio, no es más que una costumbre incómoda, de que
el tiempo, las malas lecturas y el espíritu de la sociedad
adonde van á lanzarse , les ayudarán á desembarazarse com
pletamente.
En segundo lugar, es propio de la duda cartesiana el ins
pirar á los jóvenes en quienes se ha inoculado una grande
confianza en sí mismos, una presuncion sin límites en su ra
zon, apénas salida de mantillas, y un orgullo inmenso. Ese
orgullo le manifiestan por el aire de desdeñosa compasion y
hasta de menosprecio, con que desde los primeros dias de su
entrada en la Filosofía miran al vulgo, á las mujeres, á sus
mismos parientes ; y, en fin, á todo el que no es filósofo, bur
lándose de la sencillez de su fe y de su Religion.
Pero el efecto más fuuesto de la duda cartesiana es ei que
impulsando al filósofo que de ella toma su punto de partida á
no hacer ningun caso de las creencias universales y perpetuas
del género humano, á no creer nada, á no creer ni áun en
Dios , hasta que se haya demostrado directamente su existen
cia, la duda cartesiana falsea en su espíritu la base de la
certidumbre de las primeras y más importantes verdades.
Esas verdades no serian ya ciertas para él , porque Dios es el
que las ha revelado desde el origen del mundo, y porque esa
revelacion, en que la humanidad entera jamás ha cesado de
creer, le es atestiguada y presentada, pura de todo error,
exenta de toda mutilacion y en el estado de completo desar
rollo por la enseñanza de la Iglesia. No serian ciertas para él,
sino hasta tanto que la demostracion racional se las hubiese
— 557 —
hecho tales. Es decir, que no se creerá obligado á admitirlas
sino en tanto que le hayan sido demostradas por la razon, y
que en vez de la base ámplia é inalterable de la revelacion
divina , confirmada por el testimonio general de la humanidad
entera y dela Iglesia, no tendrán para él más que la frágil
base de la concepcion humana , apoyándose en el testimonio
de la evidencia individual , principio de toda incertidumbre y
de todo error.
Aun admitiendo que las pruebas racionales de esas verda
des, tales como se dan en las escuelas del semiracionalismo,
tengan todo el poder de que son capaces para subyugar la
razon y mandarla su asentimiento (lo cual no tienen ni pue
den tener en esas escuelas, porque la filosofía semiracionalis-
ta no es más que la ignorancia de los verdaderos principios y
de razon), qué importa eso?
Sucede con harta frecuencia que esas pruebas , ó no son
comprendidas, ó lo son muy poco por aquellos á quienes se
proponen. Santo Tomás dice positivamente que el espíritu de
los jóvenes, impulsado en diversos sentidos por el movimien
to de las pasiones, no es apto para el conocimiento científico
de una verdad tan elevada como la existencia de Dios (1). El
mismo grande Doctor ha afirmado tambien, que una de las
razones por que ha sido necesario que la verdad, tocante á la
existencia y á los atributos de Dios, fuese dada á los hom
bres por revelacion, por modo de fe, y no por raciocinio, es
porque, áun cuando se llegase á demostrar efectivamente esa
verdad con los argumentos más sólidos, no por eso estaria á
cubierto de toda incertidumbre ; porque hay muchas cosas
que aunque bien y debidamente demostradas , no por eso
permanecen menos inciertas en aquellos que no comprenden
el poder y la eficacia de la demostracion, particularmente si

(i) Tempore juventutis , dura diversis motibus passionum anima fluctuat,


non est apta ad tain aliae veritatis cognitioiiem. (Summa cont. gentil. : Lib. i,
Cap. iv.)
— 558 —
veu que unos enseñan lo contrario de lo que otros afirman es
tar demostrado (1 ).
Agreguemos á esto, dice el docto Obispo de Montauban,
que el padre Graty en una obra que ha hecho mucho ruido y
que ha sido colmada de elogios, pretende que las pruebas or
dinarias que se dan de la existencia de Dios (2) son, bajo al
gunos aspectos, insuficientes ó incompletas, porque su conclusion
es SIEMPRE más fuerte que las premisas, y es preciso absoluta
mente referirlas TODAS ú la fórmula nueva que propone, si se
quiere que sean rigorosamente demostrativas (3). Pero esa
fórmula es tan elevada y sutil, que sólo puede estar al alcance
de muy pocas inteligencias. Debe, pues, esperarse ó calcular
que la inmensa mayoría de los estudiantes de Filosofía no
comprenda todo el valor real de esas pruebas.
Pero en ese caso, ¿qué llegaria á ser la creencia en Dios de
esos jóvenes, á quienes se enseña que no deben creer en Dios,
sino en cuanto su razon se lo haya demostrado por pruebas

(1) ln dubilatione remauerent ea quas sunt verisssime demonstrata, dum


vim demonstrationis ignorant , et pracipue cum vidcant a diversis diversa do-
ceri... Et ideo oportuit per viam fidei , ¿xa certitudune, ipsam veritatem de re-
bus divinis (od quam ratio pertingere potest) bominibus exhiberi. (Ibid.)
(2) Y debia añadir : En las escuelas del semiracionalismo, porque en las del
tradicionalismo se procede de otra manera muy distinta.
(3) Sentimos sinceramente que ese autor tan sabio y tan piadoso, y de que
hemos prescindido en esta obra á eausa del espeto que nos inspiran la pureza
de sus intenciones y la sinceridad de su celo, se haya dejado alucinar por el se
miracionalismo hasta el punto de hacerse su más decidido partidario, y de afir
mar semejante enormidad , cuya consecuencia seria , que ni las pruebas tan só
lidas y tan magnificas que santo Tomás ha dado de la existencia de Dios en sus
dos Sumas, ni las no ménos magnificas ni ménos sólidas que Fenelon ha dado de
esa grande verdad en su Tratado de la existencia de Dios, no son ni suficientes
ni completas, y que si el P. Gratry no se hubiera dignado dar su nueva fórmula
sobre Un importante asunto, el género humano jamás habría tenido pruebas sufi
cientes , completas y rigorosamente demostrativas sobre la existencia del Sér Su
premo. Eso ya es demasiado, como se ve, y por lo tanto no hay necesidad de refu
tarlo. Nos limitarémos, pues, á suplicar al venerable padre se digne decirnos de qué
modo la doctrina semiracionalista (que forma todo el fondo de su libro sobre el co
nocimiento de Dios): « Que el hombre siempre ha podido por sola su razon llegar á
descubrir á Dios, ó en otros términos, á demostrarse á Dios, podría ser una doctrina
— 589 —
que no comprenden? ¿Y qué se les dirá para conducirles á la
creencia de esa grande verdad, si en lo sucesivo llegan á dudar
de ella y á abandonarla? ¿Se les dirá que están siempre obliga
dos á creer en Dios, y que son culpables ante él y ante la razon
de permanecer en su duda ó en su incredulidad con respecto
á Dios, áun cuando no hubiesen estado persuadidos y conven-
eidos de ello por las demostraciones filosóficas que se les han
dado? Pero eso es decirles que es necesario creer en Dios,
se
volver
les han
á la suministrado
fe en Dios por
nootros
les han
molivos,
convencido,
puesto ni
quequizá
los que
les i

convencerán en mucho tiempo. Eso es decirles que es nece


sario creer en Dios, siempre por el testimonio del mismo Dios,
confirmado por la tradicion y por la Escritura, áun cuando no
se puede creer en él por el testimonio de las pruebas raciona
les Pues
porque
bien,
no hablar
se las comprende.
de esa manera á esos jóvenes, es querer,

en primer lugar, volver á la fe á entendimientos extraviados

verdadera, si para él, ántes que hubiese revelado al mundo su nueva fórmula, el
hombre jamás ha tenido pruebas suficientes, completas, rigorosamente demos
trativas de que Dios existe. Hé ahí como ese buen semiracionalista se refuta
tambien á si mismo , como todos sus colegas , con sus propias doctrinas. Nos
otros no podemos ménos de recordar aquí ese otro semiracionalista, á quien
hemos oido más arriba asegurarnos que habia encontrado en su razon todas las
infinito,
ideas de lo
de increado,
lo perfecto:
de loeneterno,
una palabra,
de lo independiente,
el Dios vivo; y en
de lalo idea
absoluto,
de la deperlo .

feccion de su propia naturaleza, la idea de la perfeccion divina; y á quien nada


más que el principio no hay efecto sin causa , ha bastado para demostrarse
rigorosamente, por su razon, la existencia de Dios, que habia descubierto por
su razon. Y tambien preguntarémos á ese respetable semiracionalista ln qun
piensa de ese buen padre, colega suyo en la enseñanza, que á su vez acaba de
asegurarnos, que desde el origen del mundo , y ántes del año de gracia 1856
(que será para siempre memorable por el descubrimiento de la nueva fórmula
para probar á Dios), el hombre jamás habia encontrado por su razon ninguna
prueba suficiente, completa, y rigorosamente demostrativa para demostrarse al
Dios conocido por la tradicion. Lo cual es afirmar, que todavía ménos el hom
bre jamás ha podido descubrir por su razon al Dios desconocido á su razon.
La contradiccion entre estos dos jefes de la misma escuela es bien formal
y palpable. Hé ahí tambien de qué modo el semiracionalismo se halla de acuerdo
consigo mismo.
— S60 —
por el raciocinio; es, en una palabra, volver al método tradi
cional, y reconocer y confesar su verdad, su sinceridad y su
importancia.
En segundo lugar, sólo hay derecho para usar ese lengua
je con jóvenes enseñados por el método tradicional , porque
ese método es el único que, admitiendo que la fe en Dios pue
da ser apoyada, defendida y fortalecida por la razon y por el
raciocinio, establece no obstante como principio que esa fe
no depende ni puede depender de la razon ni del raciocinio,
como de su causa primera y principal. Ese método es el único
que queriendo que se demuestre á los jóvenes filósofos la exis
tencia de Dios, lo quiere de manera que se comprenda bien
ante todo, que si no comprenden las pruebas y si no les con
vence, eso no les dará de ningun modo el derecho de per
manecer en suspenso relativamente á esa verdad , sino que
deberán unicamente reconocer que les falta entendimiento
y que su penetracion es insuficiente para comprender la fuer
za de esas demostraciones.
Pero no es ni puede ser lo mismo, segun el método filosó
fico del semiracionalismo. Ese método, enseñando á la juven
tud que estudia la Filosofía á colocarse fuera de toda ense
ñanza, de toda tradicion y de toda fe, enseñándola que sólo
la razon debe precederá la fe, formarla, engendrarla, y que
toda verdad, áun el conocimiento de Dios, no debe ser más
que la obra y la conquista de la razon, ese método, decimos,
no tiene el derecho de imponer á esa misma juventud seme
jante creencia independientemente de la razon, á pesar ó á
despecho de ella, y áun cuando la razón no comprenda las
pruebas racionales que se la han suministrado.
So pena, pues, de ponerse en contradiccion consigo mismo,
ese triste método está obligado á admitir que todo jóven de
quince años, es inocente ante Dios yante la razon de no creer
en Dios, de permanecer en la duda y en la incredulidad con
respecto á Dios, hasta tanto que no haya sido persuadido por
las demostraciones filosóficas. Se ve obligado á admitir que
— m —
en el caso de que no se comprendan las pruebas de, la exis
tencia de Dios , la duda y la incredulidad , en cuanto á esa
verdad, son legítimas, hasta que la Filosofía haya llegado á des
truirlas con la fuerza y la eficacia de sus demostraciones. Se
ve obligado á admitir contra toda razon y contra la doctrina
de la Iglesia (como Bossuet ha demostrado muy bien en sus
conferencias con Claudio), que hay ó que puede haber en la
vida del hombre, y hasta en la del cristiano, una época en
que le es permitido decir: «No creo en Dios» , sin que esa con
fesion pueda reputarse como un crimen.
Sólo por el método tradicional, lo repetimos, la fe en Dios
se preserva de todas las oscuridades, debilidades é incertidum-
bres de la razon, porque solo él apoya esa fe en la autoridad
del testimonio tradicional de donde trae su origen. Pero, se
gun el método semiracionalista, que no da por base á esa fe
más que el raciocinio y las pruebas racionales, esa fe augus
ta y fundamental, esa fe, principio de toda vida intelectual, de
toda vida moral, yáunde toda razon; esa fe sin la cual el hom
bre no sabe nada, no comprende ni puede explicarse nada,
no se comprende, no se explica él mismo, no raciocina, ni es
ya ni áun hombre; esa fe queda á merced de las concepcio
nes variables, de los esfuerzos impotentes, de las falsas luces
y de los caprichos de la razon. Y luego ¿es acaso sorpren
dente el que esa fe se desvanezca, se disipe y perezca en el
ánimo de los jóvenes á quienes se ha enseñado de ese modo,
desde el momento en que se encuentra en contacto con el es
píritu de incredulidad, de indiferencia y de ateismo práctico
del siglo? Lo sorprendente, y hasta milagroso, seria lo contra
rio; pero esto último no sucede sino en casos muy raros
y por razones puramente excepcionales. Las cosas han lle
gado á un punto, que, en nuestros (lias, un joven que con
serva la fe materna, la fe pura, firme, activa, eficaz, en Dios,
en Jesucristo y en la vida futura, despues de la salida de un
colegio en donde no se enseña más que la filosofía del semi-
racionalismo, es un verdadero fenómeno, ea un prodigio.
— 562 —
Eso no es decir, volvemos á repetir, que los profesores se-
miracionalistas de Filosofía sean unosateos, enseñando óque.
riendo enseñar el ateismo. Hay entre ellos hombres á quienes
nadie excede en celo sincero para inculcar bien en el ánimo
de sus discípulos la fe y la Religion; mas la pureza de sus in
tenciones no basta para neutralizar los vicios del método de
que hacen uso al enseñar la Filosofía.
Por ese método no forman de modo alguno al filósofo, é in
dudablemente matan en el ánimo de los jóvenes al cristiano:
Currente rota, urceus exit. ¿Qué importa que le suministren
algunos argumentos en favor de las verdades más importan
tes del órden religioso y moral, si les administran al mismo
tiempo el principio de todos los errores, el racionalismo? ¡Esos
argumentos, cuya fuerza y alcance no comprenden por lo ge
neral los jóvenes, quedan bien pronto condenados al olvido,
y no dejan la menor huella en su ánimo, miéntras que la doc
trina racionalista con queseha falseadosu razon, queda siem
pre fija en ella para hacerles sospechosas todas las pruebas de
la fe, y para hacerles mirar como un derecho de la razon el
pensamiento, tan sacrílego como estúpido, de formar con ella
sola la Religion!
El semiracionalismo no es más que el racionalismo en po
tencia, y en las condiciones actuales de la sociedad es impo
sible que la juventud que ha sido imbuida de él , no le con
vierta prontamente en acto. La filosofía que los semiraciona-
listas la enseñan, es esencial y radicalmente falsa, y es impo
sible que esa falsa filosofía, fortalecida por la ignorancia, por
el orgullo, por el espíritu del siglo, deje de triunfar de esas
vagas ideas, de esos débiles principios, de esa instruccion tan
superticial de la Religion, y de ese barniz de cristianismo con
que los semiracionalistas se imaginan formar una juventud re
ligiosa y cristiana.
Hablando de los desgraciados cristianos que durante la per
secucion volvian á caer en la idolatría, san Cipriano decia:
«Es necesario deplorarlo, pero no debe causar asombro. No
— 863 —
es la persecucion la que hace apóstalas : la persecucion no ha
hecho más que probar que hace largo tiempo no eran cristia
nos». Lo mismo puede decirse de esa multitud de jóvenes
que al poner el pié fuera del colegio ó del Seminario, se vuel
ven incrédulos ó ateos. El contacto con el mundo no los ha
pervertido; no ha hecho más que ponerlos en evidencia. La
conversacion con los incrédulos y con los ateos, no los ha he
cho lo que no eran: no ha hecho másque descubrir lo que eran,
en efecto : cristianos en la apariencia, pero verdaderos incré
dulos y verdaderos ateos. Su apostasía habia comenzado en el
colegio y por los mismos maestros que no querian más que
inspirarles la fe y mantenerlos en ella, pero que de hecho
plantearon la incredulidad en potencia, en gérmen, en prin
cipio, en su ánimo: incredulidad que el tiempo, las malas
compañías y las malas lecturas, han convertido en acto y han
desarrollado y puesto en evidencia.
Hace dos siglos que en las escuelas cristianas se ha esta
blecido una filosofía medio incrédula y medio católica. Como
incrédula no ha cesado ni cesa de enseñar que por medio de
las ideas innatas, 6 de las intuiciones directas de Dios , ó de las
participaciones inmediatas de la luzy de la razon divina, el hom
bre puede descubrir á Dios y sus perfecciones, el alma huma
na, su naturaleza y su destino, los principios de lo justo y de
lo injusto, de lo bueno y lo malo; en una palabra, la ley natu
ral y sus obligaciones. Y como católica , esa misma filosofía
no ha cesado ni cesa de enseñar tambien, que, por el contrario,
esa revelacion verdadera, directa y natural del Criador á su
criatura, no es bastante para el hombre; que es defectuosa,
incierta, que no tiene su complemento y su perfeccion más
que en la revelacion divina, exterior, sobrenatural, de que
es depositaria la Iglesia; en fin, que el hombre debe ir á pe
dir á la Iglesia esa revelacion y dejarse guiar por ella, bajo
pena de no poseer jamás, ni la verdad cierta, ni toda la ver
dad.
Pero «perdon» ha dicho á esa imprudente filosofía medio
— 564 —
católica la filosofía totalmente incrédula; «perdon y mil ve
ces perdon. ¿No sois vos la que me habeis enseñado por me
dios que hasta ahora no habeis sabido prefijar bastante bien,
es cierto, que Dios se manifiesta al hombre, y que esa ma
nifestacion es una revelacion verdadera, pero natural? ¿No
sois vos la que me habeis enseñado que Dios habla á cada
hombre en lo interior de su espíritu, y que le instruye en las
verdades primeras que le sirven de guia á su primera entra
da en el mundo de los seres inteligentes? ¿Cómo, pues, esa
enseñanza divina, que bastaba en un principio, no bastaría eo
lo sucesivo y habria necesidad de otra enseñanza divina?
Convenid en que lo que decís no es razonable». Y al decir estas
palabras, la filosofía incrédula, persuadida de tener bastan
te con la revelacion natural, vuelve la espalda á esa supues
ta filosofía católica y la envía á paseo; ó bien la envía á ense
ñar en las sacristías á las mujeres y á los niños, á los imbéci
les, á los entendimientos entusiastas por lo maravilloso, á las
almas apasionadas por el misticismo , el fanatismo y la su
persticion; la envía, decimos, á enseñar el complemento, la
perfeccion de la verdad, que no se encuentra más que en la
revelacion sobrenatural. Esa es, en dos palabras, la historia
de la enseñanza filosófica del semiracíonalismo: ¡juzguese,
pues, si no es un sistema, una enseñanza funesta!
Al salir de las escuelas de Filosofía , la juventud se baila
expuesta , como el Concilio de Amiens advierte á los profe
sores católicos, á todas las seducciones del racionalismo, y
al cúmulo de errores que encierra y se desbordan por todas
partes. Jamás se preservará bastante á esa juventud contra
los peligros que la aguardan al entrar en el mundo; jamás
se la inculcará bastante el grande principio de «que por la fe
natural comienza y se forma la razon » . Es el único principio
capaz de empeñar á la razon en su camino natural, y por
consiguiente, seguro, y de evitar todos los extravíos. Pero en
lugar de eso,Se¿qué
cionalismo? comienza
se hacepor
en decir
todas álasesas
escuelas
inteligencias
del semira-
de
- 863 -
quince años, qne el hombre no necesita más que de sí mis
mo para llegar á comprender cierto número de verdades del
orden espiritual y moral. No se las habla'más que del valor y
de la dignidad de la razon (1), en vez de hablarles de la nece
sidad y de la autoridad de la fe. Se las persuade que su razon
tiene fuerzas de que verdaderamente carece: se las hinche de
orgullo por una necia confianza en sí mismas: se las alienta
á someterlo todo á su razon , á decidirlo todo por sola la au
toridad de su razon , hasta los principios fundamentales de la
Religion , y á no aceptarlos sino en cuanto parecen verdade
ros ó razonables á su razon. Es decir, que desde luego se
excita su desconfianza, se las predispone contra toda fe y
toda autoridad, se las llena de presuncion y orgullo; se las
administra los principios del racionalismo, se las da todas sus
maneras, se las enseña su método y se las inspira sus sen
timientos.
¿Tiene, pues, nada de extraño el ver caer á un pajarillo
que se echa á volar sin alas, ó cuando no las tiene más que
facticias? ¿Es sorprendente el ver desarrollarse y crecer una
planta, cuya semilla se ha esparcido, y que despues se ha
cultivado con esmero? ¿Es extraño el ver desvanecerse en
sus pensamientos , ó entendimientos, á quienes se ha dicho que
uo se alimentan más que de sus propios pensamientos? ¿Es
extraordinario, en una palabra, el ver jóvenes inteligencias
tan mal acondicionadas y tan bien vaciadas en el molde del

(i) Recientemente, con motivo de un trabajo filosófico que un sabio semi-


racionalista, por otra parte excelente sacerdote, ha hecho sobrela Ontologia,
le lian dirigido este cumplimiento, que nos abstenemos de calificar. «Habeis
restituido á Id razou humana todo su valor. Vuestra obra es algo más que un
libro: es la introduccion fecunda para una buena filosofía que habeis recibido la
mision de propagar.» No s<; le dice de donde ni de quien haya recibida la mision
de propagar esa buena fitotofia. Nos complacemos en creer que ese modesto
eclesiástico no totnurá estas palabras con seriedad, y que ,se dignará recordar
que toda filosofía que se dice buena, no sie/npre es la buena filosofía, particu
larmente si ésa buena filosofía no es en resámen más que el malebranchianismo
condenado por la Iglesia.
— 566 -
racionalismo, el llegar á ser, á los veinte años, racionalistas
consumados?
En vano sus catedráticos de Filosofía, de una ortodoxia ir
reprensible, trabajan con todo el celo posible y hacen los más
laudables esfuerzos por afirmarles en la creencia de los gran
des dogmas de la existencia de Dios , de la creacion del
mundo, de la espiritualidad y de la inmortalidad del alma,
de la vida futura y del origen divino de una legislacion primiti
va. Porque, como verdaderos semiracionalistas, no daná esos
dogmas por base la revelacion divina, sino el raciocinio hu
mano: no los asientan sobre la tradicion, sino sobre la razon;
no presentan á la razon como el medio propio para demostrar
los, sino como el procedimiento natural para descubrirlos,
sino como el principio en que se apoyan y como el manan
tial de donde derivan. Por eso , pues, tan aturdidos profeso
res no construyen el edificio de esas importantes verdades
en e! ánimo de sus discípulos sino sobre la arena , más que
sobre el terrena movedizo de las concepciones humanas. Es
decir, que mientras procuran establecerlas en él con una
mano, las destruyen con la otra; porque al mismo tiempo
que se las inculcan , le suministran el medio de deshacerse
de ellas más tarde, é indicando los argumentos con que se
las puedo demostrar, dan tambien ti derecho de juzgarlas y
negarlas.
Por una obcecacion incomprensible los semiracionalistas
no ven todo el daño que causan; pero ellos son los que, se
guramente sin intencion, hacen todo el daño que vemos irro
garse en derredor nuestro. En sus escuelas es en donde la
juventud se forma en el racionalismo ó eu la incredulidad, á
la que concluye por adherirse. En ellas se preparan esas in
numerables víctimas, esas horribles hecatombes de almas, que
el genio del mal renueva todos los dias sobre el altar de la
ciencia á los dioses infernales. En ellas aprenden los jóve
nes á razonar mal sobre todo y concluyen por dudarlo y ne
garlo todo. * 1 .... .' ...:
— 567 —
Ah ! si se comprendiesen generalmente los terribles estra
gos que hacen los semiracionalistas, ellos mismos no ten
drian bastantes lágrimas para borrar el crimen de traicion,
de que se hacen culpables para con la juventud cristiana, las
familias, la Iglesia y la sociedad. La 'juventud no tendria
bastantes imprecaciones para maldecirles, los padres no en
contrarian bastantes cargos con que abrumarles, la Iglesia no
tendria bastantes anatemas para herirles, la sociedad no ten
dria bastantes castigos que imponerles, y seria evidente para
todo el mundo que el semiracionalismo es horriblemente fu
nesto. -- i .' '. .; -;-i ': .1 - --' . -•'<;':.,.-■:-.. ''1
CONCLUSION.

Ahora, reasntwendo, debemos volver á ocuparnos toda


vía algunos instantes de los semipelagianos de la Teología.
Esos sectarios, como nuestros lectores deben recordar, te
nian la pretension de pasar por los únicos teólogos católicos
de su época, manteniéndose á igual distancia, decian, de
las exageraciones de los discípulos de san Agustin, tocante á
la necesidad y la accion de la gracia ; y de las impiedades de
los partidarios de Pelagio, tocante á los derechos de la natu
raleza. Presentaban su sistema teológico como el único sis
tema razonable en esa grande controversia , como el único
propio para conciliar las dos doctrinas opuestas y devolver
la paz á la Iglesia. Pero la Iglesia no pensó así : no vió en los
semipelagianos más que nuevos y verdaderos herejes, hijos
legítimos y naturales de los pelagianos, pero más tímidos,
más Cándidos, ó bien más hipócritas, y por lo tanto más pe
ligrosos. Así es que fueron condenados por los Sumos Pontí
fices Celestino I y Bonifacio II á consecuencia del Concilio de
Orange.
Ellos mismos, conociendo muy bien que su posicion no era
sostenible , desistieron de la lucha y se dispersaron : una par
te, al levantar el campo, se declaró abiertamente pelagiano,
y el resto volvió buenamente á la verdadera doctrina de la
Iglesia.
Hay probabilidades, segun las apariencias, deque lo mismo
sucederá con los semiracionalistas , verdaderos semipelagianos
de la Filosofía. Tienen, como se ha visto, la pretension de pa
sar por los únicos filósofos católicos de nuestra época, man
— 869 —
teniéndose á igoat distancia , dicen tambien , de las exagera
ciones de los tradicionalistas tocante á ta necesidad y la in
fluencia de la revelacion , y de las impiedades caracterizadas
delos racionalistas tocante á los derechos de la razon. Pre
sentan tambien su sistema filosóflco como el único siste
ma razonable en esa grande cuestion, como el único sistema
á propósito para conciliar las dos opiniones extremas y de
volver la paz á las escuelas.
Pero probablemente las escuelas católicas no pensarán del
mismo modo. Se concluirá por comprender en ellas que los
semiracionalistas no son en el fondo más que los hijos na
turales y legítimos de los racionalistas, pero más inconse
cuentes, más sencillos ó ménos sinceros que sus padres, y
por lo mismo más funestos. Y en interes, no sólo de la cien
cia, mas tambien de la fe, que comprometen ó provocan, se
obtendrán tal vez contra ellos condenaciones mucho más se
rias que las que han provocado contra los tradicionalistas sin
poderlas obtener.
Quizá, ellos mismos, conociendo que su posicion, entre
los dos ejércitos beligerantes, es de las más falsas y más
críticas, se resignarán á abandonar el campo, en donde no
sirven más que de estorbo para todos. Los hipócritas del par
tido, desesperanzados de encubrirse por más tiempo con et
disfraz de mentidas apariencias de Catolicismo, se confesaran
francamente racionalistas. Los que con un falso celo, hijo de
la ignorancia, hayan sido engañados de buena fe, abrirán al
fio los ojos y volverán al método tradicional. Por manera,
que et semiracionalismo , verdadero semipelagianismo de la
Filosofía, y que ha seguido sus huellas, concluirá como él.
La secta de los semipelagianos , durante el corto período
de su existencia , dividió las fuerzas de los teólogos católicos,
que, reunidas, hubieran acabado bien pronto con la grande
herejía de aquella época, el pelagianismo; intentó con necias
calumnies desanimar y sofocar el celo de tos verdaderos de
fensores de la gracia ; en fin , con deplorables sofismas con
— 5*0 —
siguió prolongar , en vez de hacerla cesar , la lucha gigantesca
que existia entonces entre el naturalismo y el sobrenatura-
lismo . , . < , <'
Y del mismo modo, la secta de los semiracionalistas , du
rante su existencia de ciento cincuenta años , ha sembrado
tambien y fomentado la discordia entre hermanos. Durante
tan largo periodo de tiempo ha tenido la triste ventaja de di
vidir las fuerzas de los filósofos católicos , que, unidos, hu
bieran concluido bien pronto con el grande error del dia, el
racionalismo, tía intentado con su oposicion, insensata hasta
el delirio y feroz hasta Ja persecucion, desalentar á los ver
daderos defensores de la revelacion cristiana. Con sus furi
bundas declamaciones, apoyadas en la necedad, la mentira
y la impudencia , ha conseguido eternizar, en vez de poner
la término, la lucha más gigantesca todavía, que desde el
protestantismo se encuentra empeñada entre la razon del hom
bre y la revelacion de Dios. En Bn, se ha hecho culpable del
crímen, mucho mayor de lo que se piensa, de haber arrastra
do^ los sacerdotes católicos á abogar la causa de la razon con
perjuicio de la causado la fe, á multiplicar el número y doblar
las fuerzas de los enemigos del Catolicismo. Todo lo que hasta
aquí se ha dicho en esta obra, ha debido, al ménos así lo es
peramos, convencerá los amigos y á los palronosdel semira-
cionalismo, que esa manera de apreciarle por nuestra parte,
no, es una calumnia, y que nuestras previsiones, con respecto
áél, no están mal fundadas. ' . . ' i
Pero el inmenso mal que los semipelagianos hicieron en
otro tiempo á la Iglesia , no quedó sin compensacion. Sus ar
gumentaciones sofísticas , sus objeciones engañosas, pusieron
á los doctores católicos en actitud de profundizar y prefijar
mejor, con el auxilio do la Escritura y de la tradicion, el
grande misterio de la gracia. A esas argumentaciones y á
esas objeciones debemos un gran número de sabios escritos
que aparecieron en aquella época, y en los cuales la verda
dera doctrina católica sobre tan importante asunto se encuen
— 571 —
tra asegurada por nuevas pruebas, y circundada de una luz
mucho mayor. De manera, que retardándole, los semipela-
gianos no hicieron , sin pensar en ello, más que contribuir á
que fuese más brillante el triunfo de la verdadera doctrina ca
tólica, tocante á la gracia. Cooperaron, quizá tanto como los
pelagianos puros, á probar la verdad de esta importante ob
servacion de san Agustin : «Que el mal que hace la perversi
dad de los herejes, produce siempre el bien que sirve para
el mayor desarrollo y firmeza de la verdadera doctrina de la
Iglesia.» Improbitas hcereticorum ostendil, quid habeat sana
doctrina. ' .
Del mismo modo, el mal todavía mayor que los seiniracio-
nalistas hacen en nuestros dias bajo el doble punto de vista
de la ciencia y de la fe, tampoco quedará sin indemnizacion
y sin provecho. Los sofismas, las mentiras, las imposturas,
las impertinencias que. so permiten con tanto aplomo contra
los tradiciona listas, y las persecuciones escandalosas que sus
citan contra ellos , los obligarán á estrecharse más, á enten
derse mejor entre sí , á desenvolver más ampliamente, á for
mular con más claridad y exactitud su doctrina sobre la gran
cuestion del origen de los conocimientos humanos. Su siste
ma y su profesion de fe sobre ese grande asunto , ganarán en
precision y en solidez, y el triunfo del método tradicional,
que no es en el fondo más que el método católico , á que se
halla íntimamente enlazado el triunfo de la grande causa de
la revelacion cristiana , será más brillante y más seguro.
Kse es el objeto á que por nuestra parte nos hemos pro
puesto llegar. Combatiendo el error , hemos aspirado á au
mentar las fuerzas de la verdad, dándola mejor á conocer;
porque la verdad es tanto más fuerte . cuanto es mejor co
nocida. Al arrancar la máscara al serniracionalismo, y al
presentarle en toda su desnudez, en toda su deformidad y
en todo su grotesco, á la risa y al desprecio públicos , hemos
procurado borrar del retrato de la tradicion los colores ex
traños con que la mano enemiga de los semiracionaüstas le
— m -
habia sobrecargado para afearle ; hemos procurado restau
rarle y devolverle su frescura , su belleza , su importancia,
su grandeza y su dignidad. En los mismas pasajes en que
hemos probado, con documentos en la mano, la semejanza
del semiracionalismo con el semipelagianismo (Cap. i); su
perfecta identidad , á pesar de sus disfraces, con el raciona
lismo incrédulo (Cap. n) ; la contradiccion y el absurdo desus
doctrinas y de sus principios (Cap. ni); la estupidez de sus
añrmaciones (Cap. iv); la falsedad, la mentira y lo ridi
culo de sus bases históricas (Cap. v); su doblez y su injus
ticia irritante con respecto al tradicionalismo (Cap. vi); y, en
fin, el daño enorme que ha hecho y hace á la Filosofía mis
ma , á la Religion y á la Iglesia ( Cap. vii) ; en los mismos pa
sajes, volvemos á repetir, en que hemos pronunciado nuestro
fallo contra el semiracionalismo, hemos formulado, á nues
tro entender, una exposicion clara, profunda y razonada,
cuanto nos ha sido posible, del método tradicional. Hemos
demostrado la antigüedad de su origen , la intimidad de sus
relaciones con los fundamentos del Catolicismo , la solidez de
su base en la naturaleza misma del hombre , la sencillez de
sus principios, la verdad de sus doctrinas, la lógica desus
deducciones, la importancia de sus consecuencias y de su apli
cacion práctica en la Filosofía, y la inmensa ventaja que
siempre se ha sacado de ella y puede sacarse todavía para la
defensa del Cristianismo. Al mismo tiempo que hemos puesto
de manifiesto la ignorancia fenomenal del semiracionalismo,
tocante á los elementos mismos de la razon y de toda ciencia
y la miseria, la contradiccion, la inherencia, lo vago, lo falso,
las aberraciones y los efectos funestos de su filosofía, hemos,
segun santo Tomás , dado la verdadera teoría sobre el origen
de las ideas, sobre la naturaleza, los constitutivos y el uso de
la razon, y sus relaciones con la tradicion y la fe; sobre la ley
eterna, base de la ley natural ; sobre la verdad y los medios na
turales de conocerla , y sobre el alma y sus facultades intelec
tuales; en una palabra, hemos presentado á nuestros lecto
— 573 —
res un resumen másó menos completo de la VERDADERA FI
LOSOFÍA que los grandes hombres de la Iglesia habían crea
do para el uso y en interes de la Iglesia : filosofía que durante
catorce siglos ha sido la única aceptada por las naciones ca
tólicas y el baluarte más sólido del Catolicismo.
Este trabajo no ha sido hecho hasta nuestros dias, al me
nos que nosotros sepamos, á pesar de ser tan necesario, ó
no lo ha sido de una manera que ponga al alcance de todo el
mundo , que popularice lo que la Filosofía llamada escolás
tica encierra de más profundo, de más sublime , y que es de
la más grande y general importancia para la ciencia y la Re
ligion. Esta obra las habrá hecho , pues , un servicio tanto
más cierto, cuanto que no es una doctrina peculiar nuestra,
una doctrina nueva la que en él hemos desenvuelto : es la
doctrina de santo Tomás , que no es en sí misma más que la
doctrina de los Doctores de la Iglesia que le precedieron, y
que durante tantos siglos han formado la fuerza y la gloria
de las escuelas cristianas.
Ocupados en otros trabajos, no habriamos pensado en es
cribir semejante libro, si los señores semiracionalistas no hu
biesen llevado hasta el último exceso el olvido de toda justi
cia , de toda conveniencia y de todo pudor, en sus povocado-
res ataques contra la tradicion ; si no se hubiesen atrevido á
querer presentar como herejes peligrosos á los escritores ca
tólicos más sinceros y más desapasionados; si no hubiesen
tenido la osadía de colocar en el rango de doctrinas aproba
das por la Iglesia , groseros errores y extravagancias que la
Iglesia ha reprobado siempre. Así que, el pequeño bien que
esta obra haya hecho ó podido hacer, por la refutacion que
en ella se encuentra de esas extravagancias y de esos errores,
y por el nuevo desarrollo que ofrece de la antigua doctrina,
será tambien debida á la insotencia de los semipelagianos que
la han provocado : Improbilas hmreticorum ostendit quid habeat
sana doctrina.
Creemos conocer demasiado la raza irascible de nuestros
— 874 —
fogosos adversarios, de esos poetas de mal gusto, que pre
tenden pasar por filósofos [genus irritabile vatum), para ha
cernos ilusiones sobre la impresion que este libro va á pro
ducir en su ánino.
San Agustin, en su ancianidad, no cesaba de lamentarse de
haber alabado con exceso á Platon , y á los filósofos acadé
micos, sus descendientes. «¡Cómo, decia, he podido en
salzar tanto á esos hombres, notoriamente impíos, cuyos erro
res son tan graves, y contra los que tanto tenemos que luchar
para defender la Religion cristiana!» (1)
Quisiéramos poder esperar que , desimpresionados y abru
mados de vergüenza y de dolor . nuestros semiracionalistas
se golpeasen el pecho, y se arrepintiesen de haber tambien
alabado tanto á Piaton yá los neoplatónicos de nuestros dias,
que son ni más ni menos lo que eran en tiempo de san Agus
tin los enemigos más encarnizados del Catolicismo; pero no
nos atrevemos á entregarnos á esa esperanza. Con muy cor
tas excepciones , sus doctrinas y sus hábitos racionalistas los
han pervertido ó maleado bastante, para que el sentimiento
católico pueda despertarse en su corazon y producir en él
su arrepentimiento. En consecuencia de la demostracion evi
dente que, segun creemos, hemos puesto ante su vista, fun
dada en su propia confesion , del vacío de su doctrina , de la
falsedad desus principios, y de lo grosero y maglino de sus
errores , quizá se ofuscarán más y caerán sobre nosotros con
la rabia propia de los sectarios á quienes se ha herido en lo
vivo y arrancado la máscara.
La circunstancia de que ellos son los que han provocado
esta obra , circunstancia que les deberia hacer que reflexio
nasen, y atraerlos á la prudencia y la moderacion, los hará
enfurecerse más con el furor de la peor especie, el furordel

(1) Laus quoque ipsa, qua Platanero, vel Platonicos, sive Academicos philo-
sophos tanlmn extuli, quantum impíos homines non oportuit, non inmmerito
mihi desplicuit; praesertim contra quorum errores magnos defendenda est
christiana doctrina. (Retract.: Lib. i,Cap. i.)
— 875 —
despecho; suscitarán una tempestad contra nosotros, procu
rarán indisponer contra nosotros á los Obispos y hasta el mis-
rao Papa; provocarán contra nosotros los anatemas; nos
atacarán con escritos y con folletos , sistema que acaban de
adoplar, pero medio de muy mal gusto, para convertirse en
agresores y defender su causa; y excitarán y volverán contra
nosotros todos los órganos de la publicidad.
En nuestra calidad de extranjero, hemos creido que no de
bíamos declararnos por ninguno de los partidos religiosos ó
políticos que dividen la Francia. Hemos asistido á sus luchas
como espectadores, conservando la independencia de nues
tra opinion, sin tomar parte alguna en sus disensiones. Si es-
ta vez nos hemos apartado de la línea de conduela que nos
habíamos trazado al poner el pié en el suelo frances, es por
que la cuestion entre el semiracionalismo y el tradicionalis
mo ha tomado, como era de esperar, proporciones inmensas.
De una cuestion francesa ha llegado á ser una cuestion cató
lica, y por lo tanto una cuestion en que nos era imposible per
manecer en silencio.
Pero la reserva que hasta aquí hemos guardado, no nos
habrá servido de nada para con los que hemos creido de nues
tro deber desenmascarar. Se aprovecharán, como de circuns
tancias que podrán más fácilmente hacerles dar la razon con
tra nosotros, de NUESTRO ALEJAMIENTO VOLUNTARIO de
nuestra patria, de nuestro aislamiento y de la dificultad que
necesariamente debemos encontrar en el manejo de una ar
ma extraña para nuestra defensa, y en el uso de una lengua
que no es la nuestra. Porque tan altaneros con los que con
ceptuan más débiles, como rastreros con los que creen más
fuertes que ellos, la generosidad francesa no es la virtud que
más los distingue. El fanatismo del error ha alterado en ellos
los sentimientos tanto como las ideas : no son más franceses
por su carácter que por sus doctrinas. Sabemos por expe
riencia propia, que en su deseo de atormentar, ó segun su
expresion favorita, de hundir á los que les hacen sombra,
— 576 —
son gentes que no retroceden ante ningun medio, y que pa
ra satisfacer su rabia están prontos á comprometer hasta su
reputacion y su dignidad.
Por eso lo esperamos todo de su parte y nos hemos resig
nado de antemano. En último resultado no nos harán más
mal que el que Dios les permita. Por otra parte, sabemos tam
bien hace mucho tiempo que el que combate el error tiene
que sufrir en su persona: que todo epóstol de la verdad, sea
el que fuere, es más ó menos mártir; y, en fin, que Dios solo
concede con esas condiciones el honor de defender la doctri
na católica y los intereses de su Iglesia.
Sin embargo, por esa misma obra que les quita la máscara,
á la faz del público engañado por ellos de una manera tan de
plorable desde hace tan grande número de años, entendemos
denunciarlos , sépanlo desde ahora , y los denunciamos, en
efecto, á la Santa Sede, al Episcopado entero, á todos los ver
daderos católicos y á la Iglesia entera. Denunciamos en ellos
á cristianos que profesan y enseñan, algunos por ignorancia
y buena fe, varios por debilidad, y otros, en fin, por cálculo
y maldad, doctrinas heréticas.
La Civilta Catolica de Roma, despues de haber trazado un
cuadro espantoso de los errores del racionalismo incrédulo,
volviéndose ó dirigiéndose al racionalismo, que se apellida á
sí mismo católico, se expresa en estos términos :
«Al lado de ese abominable sistema, surge una especie de
semiracionalismo, el de algunos falsos católicos modernos, en
su mayor parte italianos ( no tratamos de averiguar si de bue
na ó de mala fe). Sin hacerse sectarios ó promovedores de
las aberraciones del primer sistema, tienen muchos punios de
contacto con él y sientan doctrinas que, analizadas por una ló
gica rigorosa, conducirían infaliblemente á los horribles extra
víos que hemos mencionado. Estos no divinizan, al menos en
términos explícitos, Á la razon, pero la atribuyen una dignidad
soberana, al mismo tiempo que dicen quieren conciliaria con
la fe; la' conceden una supremacía absoluta sobre ella; admi
— 877 —
ten en palabra los dos órdenes sobrenatural y natural , pero
al explicarlos , los confunden , los mezclan , los identifican uno
con otro : no niegan el pecado original , pero en la práctica
no confiesan los efectos -» .
Sabemos muy bien que el autor de ese pequeño resumen,
lleno de buen sentido y de verdad, no ha querido pintar en
él más que al semiracionalismo italiano; mas, sin pensarlo, ha
pintado tambien muy al natural el semiracionalismo frances,
en que desgraciadamente ( nos es muy sensible decirlo) han
caido muchos de sus colegas. Mas sea lo que quiera de esa
apostasía, de que no tenemos que ocuparnos, los semiracio-
nalistas franceses son eso, y nada más que eso.
No cabe duda en que, sin hacerse sectarios del racionalismo
absoluto, los semiracionalistas franceses tienen puntos de con
tacto con ese error; porque, como ya hemos probado en el ca
pítulo tercero de esta obra, no sólo todas sus simpatías, todos
sus miramientos son para el racionalismo puro , sino que en
el fondo profesan sus mismos principios y sus mismas doc
trinas.
Tampoco cabe duda en que sientan doctrinas que, someti
das á una lógica rigorosa, conducirían infaliblemente á los hor
ribles extravíos del mismo racionalismo. Porque sometidas á una
lógica rigorosa, como acabamos de hacerlo en nuestro séptimo
capítulo, las doctrinas que esparcen nos han dado el idealismo,
el materialismo, el fatalismo , el deismo , el panteismo, el
ateismo, el escepticismo y el nihilismo; en una palabra, to
das las monstruosidades del racionalismo anticristiano.
Es igualmente cierto, que sin divinizar á la razon, al ménos
en términos explícitos , la atribuyen una dignidad soberana, y
que al paso que dicen quieren conciliaria con la fe, la conceden
una soberanía absoluta sobre esta; porque, como acabamos de ver
más arriba, atribuyen á la razon el valor (es su expresion) pro
pio para conquistar el conocimiento de todas las perfecciones
de Dios, de la naturaleza y de los destinos del alma, y de to
dos los deberes, independientemente de toda enseñanza, de
57
— 578 -
toda tradicion y de toda revelacion, áun natural. Divini
zan, hasta en términos explícitos, á tarazon, diciendo qae es una
fuente de verdades tan revelada, tan divina como la Escritura;
lo cual es afirmar que la razon no tiene necesidad de ningun
auxilio exterior para conocer de una manera exacta y cierta
todo lo que importa conocer al hombre, que se basta á sí mis
mo, y que es independiente de sí mismo, lo cual es atribuirle
una dignidad soberana. Tambien nos hablan sin cesar de su
deseo de conciliar la razon con la fe; pero siendo la consecuen
cia lógica y necesaria de su doctrina que la razon lo es todo
sin la fe, y que esta no es nada sin la razon, sino que debe
servirla, conceden una supremacía absoluta á la razon sobre
la fe.
Es evidente tambien , que, admitiendo en palabra lo na
tural y lo sobrenatural , no sólo los confunden y los identifican,
sino que, como ya hemos hecho tocar con el dedo á nuestros
lectores, dan derecho á la incredulidad para rechazar lo so
brenatural y atenerse únicamente á lo natural, lo cual es ha
cer un buen negocio de lo primero en favor de lo segundo.
Es incontestable , en fin , que al oir como hablan del va
lor , del poder , de la dignidad de la razon , dan á entender,
como se ha visto en el curso de esta obra, que, contraía doctrina
del Concilio de Trento, para ellos la razon ningun menosca
bo sufrió por la falta del primer hombre. Sin negar , pues , el
pecado original, niegan sus efectos en la práctica.
Hé aquí , pues , á los semiracionalistas franceses conven
cidos de ser tambien , ni más ni menos que los semiraciona
listas italianos, verdaderos racionalistas (como los jansenis
tas son verdaderos calvinistas), pero encubiertos, inconse
cuentes (y salvas algunas excepciones) é hipócritas, lo cual
les hace más peligrosos. Porque con su apariencia de celo por
la Religion , con el velo que toman prestado del Catolicismo,
con la piel de cordero con que muchos de ellos ocultan la ra
pacidad del leon , permanecen en medio de los católicos, im
ponen ó supeditan con más facilidad á los jóvenes y á las al
— 879 —
mas sencillas, perpetuan la mala filosofía entre los alumnos
del santuario, fomentan la division en el clero, neutralizan
el valor y paralizan las fuerzas de la falange católica que com
bate la impiedad; son , en todo el rigor de la palabra, el ba-
cioNALisMO en el seno del Catolicismo; son el enemigo dentro
de la plaza ; son los espías de nuestros enemigos ; son los
aliados, los defensores del racionalismo entre nosotros, y los
que procuran' por sus intereses mejor que el racionalismo
mismo.
Añadamos á todo esto, que siempre, como los jansenistas,
nuestros semiracionalistas no se han encubierto tanto que no
se haya podido adivinarlos y conocerlos , y que bien sea por
imprudencia, por ligereza ó por un resto de franqueza, mu
chos de ellos han dejado escapar de sus labios ó de su pluma
proposiciones enteramente heréticas, condenadas por los so
beranos Pontífices y por los Concilios. En el curso de esta
obra hemos presentado algunas de esas proposiciones , que
profesan en voz muy alta , con grande escándalo de los oidos
verdaderamente católicos. Las hemos extractado fielmente
de sus libros, y no hay medio de dudar de su autenticidad;
hemos referido sus propias palabras: tampoco hay medio de
interpretarlas en un sentido ortodoxo. Son proposiciones for
muladas en diferentes épocas por los pelagianos, los panteis-
tas, los protestantes, los iluminados, los idealistas, los fata
listas, los materialistas, los racionalistas y los ateos: propo
siciones que la Iglesia ha condenado en las obras de Pelagio,
de Scott Erigene, de Bruno Jordano, de Lutero, de Calvino,
de Espinosa, de Descartes, de Malebranche, de Bayle, de
Hermes y de Gousin.
Hé ahí lo bastante, segun nuestro modo de entender, para
que la Iglesia fije su atencion en el semiracionalismo y le trai
ga á la razon, cuando crea deber hacerlo, con esa madurez
de consejo, con esa sabiduría que inspiran y acompañan á
todas sus obras.
Tal vez parecerán un poco duras las palabras de que hemos
— 580 —
usado en esta larga discusión. Pero el mal es tan grave , y la
indiferencia con que se le mira tan profunda, que sólo cla
mando con toda energía puede esperarse el prevenir contra
él y hacer que se adopte algun remedio para evitarle.
Ademas, el tono y las palabras, que tal vez se nos censu
ren, se las han perdonado con grande facilidad á nuestros ad
versarios, que las han empleado con la mayor profusion con
tra los partidarios del método tradicional. Ese tono y esas
palabras (Dios nos es testigo), no son la expresion del re
sentimiento personal, sino del vivo dolor que experimenta
mos en vista delescándolo de algunos eclesiásticos, que, sin
pensar en ello, hacen causa común con los herejes y los in
crédulos, porque combaten con infatigable encarnizamiento
el principio tradicional, que es la base del Catolicismo, y ha
cen la apoteosis del principio racionalista, que es el punto
de partida y el origen de toda herejía y de toda incredulidad.
La posteridad encontrará mucha dificultad en creer en ese
hecho extraño é incomprensible, en ese inmenso escándalo
que estamos presenciando: el de un gran número de eclesiás
ticos que, olvidando su mision y su carácter sagrado , procu
ran por todos los medios posibles zaherir la filosofía de la fe
para rehabilitar la filosofía de la razon, y que escriben libros
para ensalzar el valor t la dignidad de la razon; desgracia
deplorable en un tiempo en que la razon protestante trabaja
más que nunca en la destruccion del Catolicismo : en que la
razon filosófica hace esfuerzos supremos para aniquilar toda
religion , toda razon y toda filosofía : en que la razon socia
lista ataca las bases y la existencia de la sociedad; y en que
el mundo, en fin, se ve amenazado de su última ruina, por
el orgullo, la ceguedad, el desenfreno y el delirio de la
RAZON.
Sea cual fuere el tratamiento que los semiracionalistas nos
reserven, en interes mal disfrazado de su pasion, no nos ar
repentiremos de la buena obra que creemos haber hecho,
arrancando la máscara á los semiracionalistas, y haciendo sa
— 581 —
ber al público que son séres anfibios, medio creyentes y
medio incrédulos : que son filósofos monstruosos , católicos en
el lenguaje y en la apariencia, pero en el fondo y por natu
raleza racionalistas. Una palabra basta para describirlos: SON
LOS SEMIPELAGIANOS DE LA FILOSOFÍA.

FIN.
INDICE DE LAS MATERIAS.

INTRODUCCION.
MOTIVOS T PLAN DE ESTE ESCRITO.
P*9.
§ 1.° No es verdad que la Congregacion del Indice haya condenado
el tradicionalismo. La necesidad de probar este hecho es el primer mo
tivo del presente escrito. La necesidad de fijar bien la cuestion entre el
temiracionalismo y el tradicionalismo , es el segundo 5
§ 2.° Otros dos motivos por los cuales se ha emprendido esta obra. El
deseo de dar á conocer la mejor filosofía católica , cuyos buenos resulta
dos se indican , y la necesidad que hay de combatir el semiracionalismo
con preferencia al mismo racionalismo absoluto 9
§ 3.° Ultimo motivo de este libro. Necesidad de dar á conocer en lo
que vale la obra titulada Del valor de la razon. Influencia de esa obra en
la lucha actual entre semiracionalistas y tradicionalistas. Critica severa
que de ella ha hecho uno de sus panegiristas. Observaciones generales
sobre su valor. Es una obra de caridad para con su autor el escribir su
censura. Sus peligros y la necesidad que hay de refutarla. . . .15
§ i." Los semiracionalistas, por lo general, lo son de buena fe, pero se
engañan en sus cálculos; porque creyendo defender la razon, hieren la
Religion. Plan de este escrito. Se invita, no á ser imparciales con sus
errores, sino á juzgarlos con justicia y con verdad 22

CAPITULO PRIMERO.
LA CUESTION Y SU IMPORTANCIA. LOS SEMIRACIONALISTAS SON LOS
SEMIPELAGIANOS DE LA FILOSOFÍA.
§ i.* Origen del racionalismo puro. Es la rebelion de la razon contra
la revelacion divina. El pecado de los ángeles y el del primer hombre no
fué más que racionalismo. Los judíos de Cafarnauin y todos los herejes
han sido racionalistas. Qué es et racionalismo filosófico de nuestros días?
Cómo se ha definido á sí mismo el semiracionalismo? ... 27
§ 2.° Exposicion del sistema del tradicionalismo. Sus verdaderos prin
cipios y sus verdaderas doctrinas. Estado do la cuestion entre los semira
cionalistas y los tradicionalistas 35
§ 3.° Un semiracionalista confesando que el semi racionalismo no es
más que el semipelagianismo filosófico. Admirable exactitud de esa con
fesion, que resulta de la semejanza de los rasgos ó facciones que se ob
serva entre los racionalistas y los pelagianos, entre los semiracionalistas
y los semipelagianos . .42

CAPITULO U.
RASGOS DE SEMEJANZA ENTRE LOS RACIONALISTAS CATÓLICOS T LOS RACIONALISTAS
FILÓSOFOS. EL SEMIRACI0NALISMO NO ES MÁS QUE EL RACIONALISMO DISFRAZADO.
§ 1.° Parcialidad del corifeo del semiracionalismo para con los racio
nalistas filósofos; su injusticia para con los tradicionalistas y su descaro
en proponerles á los racionalistas como ejemplo digno de imitar. . 47
§ 2.° Otra injusticia manifiesta con que los semiracionalistas tratan á
los tradicionalistas. Causa es de grande escándalo el ver á los católicos
enmudecer ante los horribles estragos que hace el racionalismo filosófico,
y encarnizarse con los partidarios del método tradicional. ... 53
§ 3." Todo eso prueba evidentemente que existe una afinidad real en
tre los semiracionalistas y los racionalistas puros. Confesion notable de
un semiracionalista, tocante al mismo hecho 60
§ 4.° Primer rasgo de identidad entre los semiracionalistas y los ra
cionalistas puros en el terreno de las doctrinas. Toman tambien por punto
de partida de su sistema la hipótesis innoble é insensata de los antiguos
epicúreos sobre el origen primitivo del hombre. . > . .62
§ 5." Exposicion de la doctrina de las ideas, que es necesario consignar
ántes de probar la identidad de la doctrina del semiracionalismo y del ra
cionalismo sobre el mismo asunto. Qué es la idea? Los tres sistemas de la
Filosofía tocante al origen de las ideas. El sistema cristiano sobre el mismo
asunto: su importancia y su grandeza. De qué modo (segun ese siste
ma), el entendimiento se forma las ideas, y comprende lo universal por
lo particular. La memoria sensitiva y la memoría intelectiva. De qué modo
se hallan las cosas inteligibles en el entendimiento que las entiende. La
doctrina escolástica sobre las ideas es la más sencilla la más natural y la
más razonable 70
§ 6.° Extraña doctrina del autor Delvalor de la razon sobrela cues
tion del origen de las ideas, constantemente condenada por todas las es
cuelas católicas y por la Iglesia. Análisis de esa doctrina. Consecuencias
funestas que de ella resultan por la reputacion científica y por el carácter
de su autor. . , 83
§ 7.° Todos los cargos fulminados contra el autor Del valor de ta ra
zon, se dirigen tambien á los semiracionalistas en general, porque todos
profesan la misma doctrina sobre el origen de las ideas. Su profesion de
fe en esta materia se halla bastantemente expresada por muchos de sus
maestros 92
§ 8.° Otros rasgos de semejanza entre el racionalismo puro y el semi-
P4>
racionalismo. El autor Del valor de la razon afirmando, contra el testi
monio de la Escritura y su propio testimonio, que la palabra es una in
vencion humana. Imposibilidad de esa tésis probada por el misterio su
blime del lenguaje. Los semiracionalistas de acuerdo con los racionalis
tas en ese punto í
§ 9.° Doctrina escandalosa del autor Del valor de la razon, de una
moral obligatoria para la conciencia del hombre independientemente de
toda intervencion divina. Refutacion de esa doctrina, por el Concilio de
Amiens primero , que ese autor ha invocado en su favor. Santo Tomás
prueba hasta la evidencia que la ley eterna , que es la razon de Dios es la
única fuente de toda moralidad. Siendo Dios el criador de la naturaleza hu
mana, todo lo que resulta de esa naturaleza ó que la es conforme, no
tiene su razon más que en Dios. Miserables contradicciones y absurdos
con que el autor semiracionalista ha sostenido su tésis, que es puramente
racionalista 10
§ 10. Continuacion del mismo asunto. Magnifica doctrina de santo To
más sobre la ley eterna y la ley natural, y aplicacion de esa doctrina á
la cuestion que aquí se discute. Profunda ignorancia del semiracioualismo
tocante á los principios de esta cuestion. Ateísmo é inmoralidad de su
lenguaje. El protestantismo renovando la blasfemia de los antiguos ateos
de que lo justo y lo injusto son una invencion humana. Puffendorff. Al
combatir ese error, los teólogos católicos jamás lian excluido la intervencion
divina en el origen de la moral. El semiracionalismo no ha comprendido
esa controversia y de ahí sus lamentables equivocaciones sobre ese
asunto » 1!
§ H. El autor Del valor de la razon condenado por la Universidad de
Lovayna por causa de su doctrina de una moral sin Dios. Esa doctrina es
comun á toda la escuela semiracionalista, y por eso se la ha combatido
aquí. La doctrina de los semiracionalistas es completamente idéntica á
la de los racionalistas absolutos tocante á la ley natural, la primera idea de
Dios y la creacion. El semiracionalismo no es más que el racionalismo en
mascarado en punto á las doctrinas !'
§ 12. Ultima prueba de la perfecta identidad entre el semiracionalis
mo y el racionalismo. El racionalismo que se apellida católico , á ménos
que no se refunda en el racionalismo absoluto y fifosófico, no es más que
una necedad, un contrasentido y un engaño 1

CAPITULO III.
CONTRADICCIONES V DESATINOS DEL SEMIRACIONALISMO; EL SEMIRACIONALISMO
ES LÓGICAMENTE ABSURDO.
§ 1." El siglo del racionalismo es el siglo que no raciocina. ¿Qué se
entiende por razon en esta discusion? El conocimiento de los princi
pios, condicion sine qua non, para que la razon pueda raciocinar. Todo
hombre se forma por sí mismo los principios con el auxilio de los cuales
puede raciocinar sobre las cosas del órden material. Estudio sobre el ni
ño en la primera edad. Prueba de que independientemente de toda ins
truccion se forma y posee esos principios y hace uso de ellos , aun cuando
todavía no sepa formularlos. La razon no lo es, hasta que el niño ha
aprendido tambien, por la instruccion sociaí , las nociones que deben
servirle de principios para raciocinar tambien sobre las cosas del órden
espiritual é invisible. Se propone la cuestion de la imposibilidad de que el
hombre se forme por si solo las nociones, antes de que ese órden le sea
revelado ¡
§ 2.° Primera prueba de la imposibilidad en que se encuentra el hom
bre de formarse ninguna nocion de las cosas del órden espiritual é invi-
tible , dntes de que ese órden le sea revelado ; prueba sacada de la condi
cion del entendimiento lmmano en esta vida. Todo lo que existe, áun en
el órden espiritual é invisible, no es más particular. Del mismo modo que
el entendimiento operante no puede formarse ninguna idea de las cosas
materiales ántes de que los sentidos le revelen las individualidades del
órden sensible, así tambien no puede formarse ninguna nocion de las
cosas inmateriales ántes de que la instruccion le revele los particulares
del órden invisible. Respuesta á una objecion. Las ideas y los conoci
mientos. El entendimiento se forma las ideas por abstraccion y los cono
cimientos por adicion
§ 3." La imposibilidad en que se halla el hombre de formarse sin la en
señanza exterior la menor idea de las cosas espirituales, probada tambien
por la naturaleza de esas mismas cosas. Como el hombre no se forma
monstruosidades físicas sino sobre objetos conocidos de los sentidos, no
se forma monstruosidades intelectuales ó errores, sino sobre objetos que
le son conocidos por la enseñanza. De qué modo la existencia de Dios es
una verdad conocida por si. Doctrina de santo Tomás sobre la imposibi
lidad en que se halla el hombre de conocer á Dios sin la revelacion social.
La misma doctrina admitida por los semiracionalistas y hasta por todos
los incrédulos ' .
§ 4.° Consecuencias de las doctrinas expuestas, que prueban cuán ab
surdo es el semiracionalismo. El autor Del valor de la razon, refutando él
mismo el título de su libro, y áun la obra entera. Otro escritor semiracio-
nalista afirmando que la fe y la revelacion deben servir á la razon. El
semiracionalismo en contradicion consigo mismo y convencido de absur
do por su propension á la teoría de las ideas innatas
§ 5.° Ultima prueba de lo absurdo del semiracionalismo, sacada de que
sin la fe en Dios, autor de la razon, no se puede afirmar nada como cierto
sobre la autoridad de la razon. Excelente doctrina de Descartes sobre
este asunto. Sólo el método tradicional es el que se libra del absurdo y
concilia los procedimientos de la razon con las exigencias de la fe. Cuán
lógico es comenzar por la fe. El semiracionalismo obligado tambien á
comenzar por la fe. Pararelo entre el método tradicional y el semiracio-
nalista. Asunto del capitulo siguiente .
— 587 —

CAPITULO IV.
PRINCIPALES PASAJES DE LA ESCRITURA T DE LOS PADRES, QUE EL SEMIRACIONALISMO
OPONE AL TRADICIONALISMO. EL SEMIRACIONALISMO ES GROSERAMENTE OBTUSO.
Pá/.
§ i.° Pasaje de san Pablo'en que se apoya el serairacionalismo para
apellidarse católico. Verdadero sentido de este pasaje, [que resulta de
las condiciones de las personas á quienes va ¿dirigido. En ese pasaje, el
Apóstol dice lo contrario dejlo que los semiracionalistas quieren hacerle
decir. Por eso dan motivo á sus adversarios, para que los reputen por
ignorantes ú de mala fe 194
§ 2.° Otro pasaje de san Pablo, que los) semiracionalistas convierteu
en su favor; se le explica en su sentido verdadero con el auxilio de santo
Tomás. Manera manifiestamente falsa y absurda con que los semiraciona
listas le entienden. Hacen de san Pablo el verdadero autorj de la herejía
de Pelagio. Abusan de ese texto de la manera más deplorable. . . 203
§ 3.° Falsa interpretacion que el semiracionalismo da tambien á un
pasaje de santo Tomás, tocante al hombre criado en los bosques. El
grande Doctor ha dicho en ese pasaje todo lo contrario de lo que el semi
racionalismo trata de hacerle decir. Dos clases de salvajes y su condicion
bajo el punto de vista filosófico y teológico. Hasta el guia de la luz natural
nos viene de la sociedad. La manera de que el tradicionalismo explica el
hombre salvaje es la única [razonable. Respuesta á la objecion de que
los Padres y los Doctores hablan de la razon como de un don de Dios, y no
como de un resultado de la instruccion 209
§ 4.° Magnífica argumentacion de santo Tomás en favor de la necesi
dad de la revelacion. Los semiracionalistas, traduciéndola en pro de su
sistema, dan á conocer que no han comprendido nada de ella. De qué
clase de hombres habla en ella santo Tomás, y lo que entiende por
verdades accesibles á la razon. El tradicionalismo se encuentra', por el
contrario, confirmado y consolidado con esa argumentacion. . .219

CAPITULO V.
DE LAS PRUEBAS DE SU SISTEMA QUE I.OS SEMIRACIONALISTAS SACAN DE LA HISTORIA
DE LA FILOSOFÍA. EL SEMIRACIONALISMO ES HISTÓRICAMENTE FALSO.
§ 1.° El semiracionalismo afirma con tono demasiado decisivo que los
antiguos filósofos encontraron algunas verdades. Cuántas verdades subli
mes se encuentran en sus escritos las han tomado de los judíos, y no las
han descubierto por su razon. El semiracionalismo está de acuerdo con
los Padres de la Iglesia en establecer este hecho. Insolente salida de su
parte contra el tradicionalismo. Los antiguos filósofos ni áun descubrie
ron, por la razon, las verdades más sencillas y vulgares. Primera prueba
de esta asercion : «Las verdades, siempre y por todas partes, han sido
— 588 —
Pát.
conocidas por la tradicion ; y por su medio las conocieron tambien los
filósofos».
§ 2." Segunda
Testimonios
pruebadel: «misino
Que losracionalismo
filósofos antiguos
confirman
no encontraron
esta prueba.nin . 229

guna verdad , por su razon, sacada del hecho palpable y confesado por
el mismo semiracionalismo. Que, al contrario, destruyeron todas las ver
dades que habían conocido por la tradicion, y las reemplazaron con toda
especie de errores» 239
§ 3." Tercera prueba: «Que los antiguos filósofos no descubrieron nada
por su razon, sino que recibieron de la tradicion social las primeras ver
dades de la moral y de la Religion, existe en su propia confesion. Confu-
cio, Sócrates, Platon, Aristóles, Ciceron, etc., estableciendo la creencia
en la tradicion como la regta general para conocer la más importantes
verdades». Los racionalistas absolutos y moderados desmentidos solem
nemente en este lugar por los mismos que adoran 248
§ 4".° Digresion sobre un curioso cargo que el semiracionalismo dirige
al tradicionalismo de no admirará hs filósofos paganos. Los tradicionalis-
tas son dignos de excusa en no admirar á unos hombres, que, segun san
Pablo, los santos Padres, los intérpretes, y hasta un doctor semiracio-
nalista, eran monstruos de desvergüenza y de orgullo, y que no hicieron
más que daño á la Religion y ú los pueblos. El mismo doctor es digno de
participar tambien de las cadenas y de la prision, con quien quiere recom
pensar á los tradicionalistas 254
§ b.° Insolente cargo lanzado al tradicionalismo y refutado por el semi
racionalismo. Los filósofos modernos tan impotentes como los antiguos
para descubrir la más pequeña verdad moral y religiosa por sólo su
razon."Cuadro horrible de sus errores, trazado por una mano semiracio-
nalista 263
§ 6.° Otro doctor semiracionalista insultando tambien á la tradicion,
y vengándola él mismo de ese insulto. Ideas falsas de ese doctor acerca
del origen y del objeto de la verdadera filosofía rectificadas. El mismo
autor, apreciando de igual manera la inutilidad, los errores y los perjui
cios de la filosofía antigua y moderna. Himno de gloria entonado por él al
espíritu filosófico, y terminando en una oracion fúnebre. El panegírico de
los filósofos paganos, condicion sine qua non para pasar hoy dia por filóso
fo. Extraordinarios elogios dirigidos á los antiguos filósofos, retractados
por su autor. El culto de Sócrates. La humanidad á los piés de Platon.
Ideas poéticas, desmentidas por el poeta. Conclusion desconsoladora que
ese escritor saca de los errores del dia contra lo que afirmó sobre el po
der de la razon para encontrar la verdad 270
§ 7.° La distincion entre el orden fónico y el orden histórico para cal
cular con exactitud el poder de la razon, no ha sido introducida por el
semiracionalismo más que para sustraerse de las conclusiones incontes
tables contra el poder de la razon, que resultan de la historia de la Filosofía.
Las teorías lógicas no podrían probar nada sobre ese asunto, contra la
constancia y la universalidad de los hechos. La cuestion del racionalismo
no es abstracta, sino concreta. La distincion alegada es una nueva con-
Pig.
fesion, de que la historia de la Filosofía no prueba más que la impotencia
y la miseria de la razon, y que el semiracionalismo miente apoyándose
en ella 285
§ 8." Otras conclusiones contundentes que el semiracionulismo ha sa
cado contra sus principios de la historia de la Filosofía. Ilusiones que se
forma creyendo en la restauracion de la Filosofía espiritualista. Los filóso
fos espiritualistas han quedado reducidos á la nada. Los estudios filosóficos
de M. Dollfus. Grande infamia de ese libro, é infamia mucho mayor de los
elogios que se le han prodigado . 290
§ 9.° Objecion contra los tradicionalistas sacada de que se encuen
tran ¡verdades en los escritos de los incrédulos, y refutada por el
semiracionalismo mismo. Los incrédulos no han descubierto por su
razon, sino que han recibido de la tradicion cristiana, las verdades que
se encuentran en su libros. Esos filósofos merecen muy bien el título
de paganos de nuestros dias, con que el semiracionalismo los ha con
decorado 299
§ 10. Extraño ditirambo de la escuela semiracionalista en honor del
poder de la razon. Los semiracionalistas se equivocan lastimosamente
atribuyendo á su razon inculta los grandes pensamientos sobre Dios que les
han suministrado la Filosofía y la Teología. ¿Qué sabrían de Dios si hu
biesen nacido entre los infieles ó en las últimas clases de la sociedad,
en donde no hubieran podido cullivar su razon con largos y profun
dos estudios? 305
§ H. Continuacion del mismo asunto. Un sabio semiracionalista des
pues de haber afirmado (en sus visiones) que habia descubierto cosas
muy extrañas en Dios, ha manifestado al público, pasados cuatro años,
que no habia en verdad visto en Dios ninguna de esas cosas. Adverten
cias de sus buenos amigos le han hecho trasformar sus supuestos des
cubrimientos de su razon en un acto de fe. Los semiracionalistas se ima
ginan que su razon habla á su fe cuando esta es la que habla á su razon;
pueden ser comparados á los niños á horcajadas sobre cañas. Una cabal
gata semiracionalista en palos 331

CAPITULO VI.
ACUSACIONES QUE LOS SEMIRACIONALISTAS FORMAN CONTRA LOS TRADICIONALISTAS;
EL SEMIRACIONALISMO ES SOBERANAMENTE INJUSTO.
Primera acusación.
Los tradicionalistas sostienen que
paralapensar.
enseñanza tradicional es necesaria

§ lATodo error es injusticia. Todo sistema erróneo es de tres mane


ras injusto con respecto á In verdad. Comienza á mostrarse injusto el
semiracionalismo en la primera manera con respecto á la tradicion,
atribuyéndola doctrinas que no son las suyas. Pruebas de que lostradicio-
— 590 — '
Pág.
Balistas no admiten la necesidad de la enseñanza para pensar y de la
injusticia del semiracionalismo respecto á ese asunto. Refutacion del car
go dirigido á los tradicionalistas de hallarse en desacuerdo con santo. To
más, á quien protestan seguir, tocante al origen del pensamiento. El jefe
más ilustre del semiracionalismo profesando, por el contrario, en los tér
minos más formales, la necesidad de la palabra para pensar. . . 321

Segunda acusación .
Todos los tradicionalistas siguen las falsas y peligrosas doctrinas de Mr. de
Bonald sobre el origen de las ideas y de la pasividad del alma.
§ 2.° Es demasiado verdadero que ciertas doctrinas de Mr. de Bonald
son falsas y peligrosas. Hace veinte y siete años que el tradicionalismo
las ha combatido como tales. Superchería insigne del semiracionalismo
atribuyendo esas doctrinas á los tradicionalistas, que las rechazan, en
la imposibilidad en que se encuentra, sin ese recurso, de calumniarlos
con alguna apariencia de razon. 334

Tercera acusación.
El tradicionalismo, afirmando que la fe debe preceder á la razon, niega los
preámbulos de la fe, y está en oposicion con la enseñanza teológica.
§ 3." Mala fe del semiracionalismo, tomando en el .sentido teológico la
palabra fe, que el tradicionalismo no emplea más que en el sentido filo
sófico. Nueva exposicion del método tradicional en sus relaciones con la
marcha de la razon para llegar al Cristianismo. «Que la fe teológica debe
preceder á la razon, y que no hay certeza de nada más que por la revela
cion religiosa», son errores de los modernos partidarios de Huet, que el
tradicionalismo mira como escépticos y ha refutado como tales. La tra-
diciou jamás ha incurrido en esas locuras. Injusticia del semiracionalismo
en atribuírselas 344

Cuarta acusación.
La hipótesis de una fe, aun natural, que, segun los tradicionalistas, debe
preceder necesariamente á la razon , es contraria á la razon.
§ 4.° Se comienza á demostrar que el semiracionalismo es injusto para
con la tradicion, de la segunda manera, atribuyéndola que profesa doc
trinas que sigue él mismo. Sus ideas falsas sobre la fe. La fe no tiene lu
gar con respecto á los hechos interiores de nuestro espíritu. No se apren
de el lenguaje sino creyendo en él. Nuevas pruebas de que nada es más
conforme á la razon que la necesidad de una fe natural que preceda á la
razon. El semiracionalismo admite esta doctrina en los términos más for
males. Es inconsecuente estableciendo la sensacion como una condicion
necesaria de la manifestacion de las ideas, y combatiendo al tradiciona
lismo, que establece la instruccion, no como causa eficiente , sino como
— m —
Pág.
condicion del desarrollo de la razon. Otros dos sofismas del semiraciona-
lismo. Su ligereza le hace desconocer el principio de «que el argumento
con el cual puede demostrarse una verdad conocida, no siempre basta para
descubrir una verdad desconocida». Confiesa tambien que el hombre sin
tradicion es un sér quimérico. Consecuencia de esa confesion. . . 3S3

Quinta acuracion.
La revelacion que los tradicionalistas admiten como debiendo preceder necesa
riamente á la razon, y que llaman natural, no es, en el fondo, ni puede ser,
más que la revelacion sobrenatural.
§ 5.° Extraña tésis establecida por el semiracionalismo, «que toda
revelacion no es más que la revelacion sobrenatural de la fe, y no puede
ser créida más que con una fe divina». Ignorancia de la Teología que raa-
.nifiesta en esa demostracion. Prueba de la existencia de una revelacion
puramente natural creida con una fe puramente humana. El semiraciona
lismo profesando tambien esta misma doctrina 368
§ 6.° Prosecucion del mismo asunto. Se refuta la afirmacion del semi
racionalismo de «que una revelacion puramente natural es una novedad».
Hasta los padres no cristianos revelan á sus hijos el mundo espiritual, y
esa revelacion, por su parte, es natural. La revelacion de la religion,
sobrenatural que los padres cristianos hacen á sus hijos, no es ,ménos,
noce
y al mismo
tambien,
tiempo,
en losuna
términos
revelacion
más esplícitos,
natural. Ella misma
semiracionalismo
teoría. Nueva
reco-
in .

justicia de su parte en imputar siempre á los tradicionalistas supuestos


errores, que, segun su propia confesion, no sostienen 375

Sexta acusacion.
El tradicionalismo afirma, sin probarlo , la imposibilidad de que el hombre
conozca ninguna verdad religiosa ó moral , sin el auxilio de la instruccion y
de la tradicion.
§ 7." Solemne mentís que el semiracionalismo se ha dado á sí mismo
con motivo de cuanto ha dicho sobre las supuestas fuerzas maravillosas
de la razon sola para llegar á la verdad. Hermosa y triunfante demostra
cion, que él mismo ha dado tambien, de la verdad de la tésis que impu
ta como un crimen al tradicionalismo el sostener 3S6

Séptima acusacion.
El tradicionalismo ha sido ya condenado por el Concilio de Amiens.
§ 8.° Se comienza á hacer ver que el semiracionalismo es tambien
injusto con la tradicion de la tercera manera con que el error se hace
injusto para con la verdad, y á refutarle en este lugar. Decreto del Con
cilio de Amiens alegado por los semiracionalistas como condenatorio do
la tradicion. El tradicionalismo no profesa ninguna de las doctrinas con
denadas por el decreto. Verdadero objeto de ese decreto, favorable al
método tradicional. Aprobacion formal de ese método, y condenacion del
semiracionalismo, resultante de diferentes pasajes muy notables de Ber-
gier y del padre Perrone , citados por el mismo Concilio al principio del
decreto, que se ha analizado. Mala fe del racionalismoen haber suprimido
esa parte del decreto ... 400

Octava actuacion.
El tradicionalismo ha sido tambien condenado últimamente por
la Congregacion del índice de Boma.
§ 9.° Una observacion general sobre las cuatro proposiciones del Indice
que se alega» como condenatorias de la tradicion. Análisis de esas pro
posiciones, del cual resulta que no atacan en lo más mínimo al tradicio
nalismo. Conducta odiosa del semiracionalismo con motivo de las su
puestas condenaciones del tradicionalismo por parte de la autoridad ecle
siástica. Cuán triste es el ver á unos sacerdotes seguir las huellas de los
incrédulos en sus ataques á los autores católicos 410

Norena acusacion.
El tradicionalismo degrada y anonada á la razon.
§ 10. Alentado por el semiracionalismo, el racionalismo incrédulo
acaba de censurar & la tradicion el ser poco afecta á la razon. Exámen y
refutacion de esa acusacion. Sólo la doctrina tradicionalista eleva el alma
hasta Dios, descubre en ella la imágen de Dios uno y trino, y la asegura
la noble facultad de ser causa. Negando al alma el poder de conocer el
mundo espiritual fuera de la enseñanza, la misma doctrina se limita á re
conocer que la razon no puede operar ántes de ser formada, y que el
hombre es el hombre y no el ángel. Los tres poderes ó potencias humanas,
todas tres divinas; y por qué? Admitir que el alma no puede conocer el
mundo espiritual sin la instruccion, es tan poco humillante para ella,
como lo es el admitir que no puede conocer el mundo material sin la
sensacion. El mediador divino de los semiracionalistas. El tradicionalis
mo es en este punto tan lógicamente razonable como es históricamente
verdadero. 418
Décima acusacion.
El tradicionalismo destruye la Religion por su base.
§ 11. Al formular esta acusacion contra el método tradicional, el semi
racionalismo lia llevado su injusticia hasta el delirio. Nueva exposicion de
la doctrina tradicionalista. Sólo con esa doctrina puede establecerse bien
el dogma de una revelacion primitiva, base de toda la Religion, el plan
divino de la unidad y de la perpetuidad de la verdadera Religion, y expli
carle. Admitiendo el principio fundamental de esa doctrina, todo entendí
miento lógico es conducido al Catolicismo. Los motivos de credibilidad
mismos están fundados en ese principio.. El método tradicional ha sido
seguido por todos los apologistas de la Religion, desde san Pablo basta
nuestros dias. Así como no puede probarse nada por la Biblia contra los
herejes que no creen en la tradicion de la Iglesia que atestigua la divi
nidad de la Biblia, del mismo modo no se puede probar nada por la razon
contra los filósofos que no creen en la tradicion de la humanidad, que
atestigua la competencia de la razon. El método tradicional es el medio
verdadero de concluir con todos los errores. Bases verdaderas de la Reli
gion segun san Pablo. Iniquidad del semiracionaljsmo acusando al tradi
cionalismo de destruirlas 433

Undécima y última acusacion.


El tradicionalismo se halla en una posicion falsa con respecto al racionalismo
y no produce ningun bien.
§ 12. Pruebas de que la posicion del tradicionalismo con respecto al
racionalismo es, por el contrario, la única posicion verdadera y temible
lismo
que puede
en cuanto
tomarse
á ese
contra
particular.
ese error.
El movimiento
Evidentes mentiras
actual dedellassemiraciona-
inteligen

cias hácia una filosofía espiritualista, es la obra exclusiva de los tradicio-


nalistas. Bonald, Chateaubriand, Maistre, Lamennais. Grandes trabajos
de los tradicionalistas sobre las tradiciones de los pueblos y su influencia
sobre los estudios históricos de la época. Los anales de la Filosofía cris
tiana, la universalidad católica, y los estudios sobre el Cristianismo
de M. Nicolás. Grande bien producido por la escuela tradicionalista,
miéntras que la semiracionalista no ha hecho ninguno. MM. Thiery y
Lamartine vueltos al Cristianismo por el método tradicional. Apreciacion
general de todas las acusaciones de esta última escuela contra la tra
dicion 45*

» CAPITULO VIL
DEL MAL QUE HACEN LOS SEMIRACIONALISTAS. EL SEMIRACIONALISMO ES
HORRIBLEMENTE FUNESTO.
Primera queja contra el semiracionatismo.
Como sistema filosófico abre la puerta á todos los errores, degrada y unonada
la razon humana.
§ 1.° Comienza el acta de acusacion contra el semiracionalismo. De los
tres sistemas posibles sobre el origen de las ideas, el semiracionalismo
está , en virtud de su principio, obligado á admitir, y admite , en efecto, el
de las ideas innatas , que le arrastra al panteísmo. Su lenguaje pan-
teísta. El semiracionalismo está tambien por el sistema de las causas oca
sionales, y por eso incurre igualmente en el panteísmo, el idealismo, el
ateísmo y el fatalismo; es el aniquilamiento de la razon, que dice quiere
vengar

Segunda queja contra el semiraoionaliimo.


Ese sistema es el incentivo y la sancion del racionalismo absoluto.
§ 2.° Se recuerda lo que es el racionalismo absoluto, y cuales son los
principales errores que engendra. Su principio fundamental es la negacion
de toda tradicion. Lo mismo sucede exactamente con el semiracionalismo.
Basado en el mismo principio, profesa casi todas las mismas consecuen
cias. El semiracionalismo no es más que el racionalismo verdadero, con la
osadía de tnénos y la inconsecuencia de más; no hace más que aprobarle
y defenderle 4f

Tercera queja contra el semiraoionaliamo.


Admitido ese sistema, hay que pasar sin la Religion revelada.
§ 3." El semiracionalismo admite, lo mismo que el racionalismo teísta,
una revelacion divina, interior, directa, natural. No tiene derecho para
llamar insuficiente á esa revelacion, y predicar la necesidad de una se
gunda revelacion divina exterior, indirecta, sobrenatural. El naturalismo
de los filósofos anticristianos deriva necesariamente de los principios que
les concede el semiracionalismo. Confesion de esos filósofos, de que en
virtud de esos principios se creen autorizados para rechazar la revelacion
cristiana 4!

Cuarta queja contra el semiracionalismo.


Afirma la divinidad de la razon á expensas de la divinidad de la biblia.
§ 4.° Lasupremacía absoluta de la razon es undogma del racionalismo.
Doctrina del semiracionalismo, que la razon es una fuente de verdades
tan divina y revelada como la Escritura. Absurdo de esa doctrina bajo
el punto de vista filosófico. Dios, fuente única de toda verdad y de
toda virtud. Vanos esfuerzos del semiracionalismo para sustraerse á las
consecuencias desagrailebles de esa doctrina sobre la divinidad de la
razon. Admitida esa doctrina, es imposible negar al racionalismo incré
dulo el derecho que reclama de la supremacía absoluta de la razon, áun
con respecto á la Escritura'. Esos inconvenientes sólo pueden evitarse
ateniéndose á la doctrina tradicionalista de una revelacion única y de
una fuente única de verdades 5i

Quinta queja contra et semiraoionalUmo.


Ese sistema conduce directamente al iluminismo y al protestantismo.
§ S.° Pertension de los filósofos de ser considerados como Mesías. La
doctrina semíracionalista de la inspiracion divina inmediata, es el apoyo
— 898 -
Pif.
de esa pretension sacrilega y sirve de pretetxo á todos los fanáticos é ilu
minados. El protestantismo no es más que el desprecio de la tradicion,
escudado con la divinidad de la razon y de la biblu. El semiracionalis-
mo, profesando exactamente la misma doctrina, no es más que el protes
tantismo inconsecuente, pero real. De ahí las simpatías de los semiracio-
nalistas hácia los protestantes, los autores paganos y los filósofos. 520

Sexta queja contra el semiracionalismo.


Impotente contra el racionalismo absoluto, niega sus progresos para
dispensarse de combatirle.
§ 6.° Falsa posicion de lossemiracionalistas con respecto al racionalismo
incrédulo. Prueba de que este último no hace de él ningun caso. Porque
el semiracionalismono puede refutarle sériamente. Imprudente afirmacion
por su parte «de que en este momento desaparecen muchos errores». No
procura más que adormecerse y gozar de sÚ DÍeTreStar material. . 829
Séptima queja contra el semiracionalismo.
Hace un mal inmenso á la Religion no combatiendo más que á sus verdaderos
defensores.
§ 7." El semiracionalismo no desplega celo ni actividad más que con
tra el tradicionalismo. Manera indigna con que ha tratado al Sr. Donoso
Cortés. Dos de sus nuevos campeones señalando su entrada en el par
tido por incomprensibles ataques contra los tradicionalistas. Su tercera
acometida contra El Universo. Divide y neutraliza las fuerzas de los escri
tores católicos con grande provecho de la incredulidad, que en el dia se
alza más amenazadora que nunca. No se hace más bien en Francia que
por los tradicionalistas. Léjos de favorecer ese bien, el semiracionalismo
no hace más que impedirle y contenerle 537
Octava queja contra el semiracionalismo.
Forma en sus escuelas falsos filósofos y verdaderos ateos.
§ 8.° Estudios lógicos sobre la enseñanza filosófica del semiracionalis
mo. Gran número de ateos que sale de sus escuelas. Ese hecho deplora
ble, no es más que el resultado lógico del método que sigue en la ense
ñanza de la Filosofía. Procedimiento por el cual el método tradicional,
formando el filósofo, fortalece al cristiano. La fórmula del R. P. Gratty.
El método del semiracionalismo, por el contrario, comenzando por la
duda cartesiana, y estableciendo la razon como base única de las más
importantes creencias, hace ineficaces las pruebas que suministra de
esas mismas verdades, destruye en el ánimo de los jóvenes al cristiano
sin formar al filósofo, y les da el derecho de ser ateos. El semiracionalismo
forma ateos en potencia, las circunstancias hacen ateos en acto. Lo que
sucederia si se comprendiese los espantosos estragos que produce el se
miracionalismo 549
FIN DEL ÍNDICE.
^Kjf'lnüf- ..vv.:.-, y

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