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ESTANCIAS La palabra y el fantasma en la cultura occidental Giorgio Agamben Traduccién de Tomas Segovia PRE-TEXTOS LA PRESENTE RDICION HA RECLEIDO ‘UNA AYUDA ALA TRADUCCON ‘coMcRapADES BUROPEAS 2 reproduccion total 0 parcial de este bro, no autorzada pot Jos editores, Viola derechos reservados. Cualquierutlizacion debe ser previemente solicits, 1 elttOn: septembre 1905 18 reimprestn febrero 2001 2 reimpresins octubre 2005 Disefio cubiera: Pre-Textos (8G. 8) ‘Ttlo de la edicin original en lengua itslian: Stanze a parole tf fantazma ela cultura occidentale 46005 Valencia IMPRESO RS SPAR / PRINTED SPAIN say: 4-8191-053-8 ‘Derostto uso: v. 3863-2005, 1.6. Prom, S.A. ~Tat. 96 132 40 85 — Pot I. FUT Det JARIO 46908 Parena CVauencis) SOT BLY 26 ne Prefacto ‘¢ una novela es posible, en el toria que en ella debia contarse al cabo no se cui - 10 de una obra critica se suelen esperar en cambio resultados ©, por Jo menos, tesis que demostrar y, como suele decirse, hi- pétesis de trabajo. Y sin embargo, cuando la palabra hace su aparicion en el vocabulario de la filosofia occidental, critica sig- nifica mas bien indagacién sobre los decir sobre aquello que precisamente no es posible ni asentar en cuanto que traza los confines, la critica abre a la mirada «el pais de la verdads, como una isla que la naturaleza encierra en confines inmutables., debe quedar expuesta sin em- argo a Ia fascinaci6n del «océano vasto y tempestuosor que atrae sincesantemente al navegante hacia aventuras que él no sabe rechazar y que, no obstante, nunca puede llevar a térmi- no». En el grupo de Jena, que intent6 abolir en el proyecto de ‘una «poesia universal progresiva la distincion entre poesia y disciplinas eritico-filol6gicas, una obra que mereciese calificar- se de critica no podia ser sino una obra que incluyese en si misma la propia negacién y cuyo contenido esencial fuese asi justamente lo que en ella no se encontraba. La ensayistica eu- ropea de este siglo no es rica en obras de este género: si que- remos ser rigurosos, junto a una obra que, en cuanto ausente, serd siempre «mas que completa-, como es la de celui qui si- dence, Félix Fénéon, acaso un solo libro merezca, en este sen- tido, el nombre de critico: el Unsprung des deutschen Trauers- piel, de Walter Benjamin, Es indicio sin duda de la decadencia de esta tradicién de pensamiento el que sean hoy tan numerosos, entre los que se autorizan més o menos conscientemente en ella, los que rei- vindican el cardcter screativor de la critica, precisamente cuando el arte ha renunciado desde hace un buen rato a toda preten- si6n de creatividad. Si la fSrmula que en la antigledad se en- ‘cuentra aplicada por primera vez a un poeta y fil6logo alejan- drino, Filita nomshe Sus. xa xprtuxég “poeta a la vez que cxitico"), puede valer de nuevo hoy como definicién ejemplar el artista moderno, si la critica se identifica hoy verdadera- mente con la obra de arte, no es por ser ella misma -creativa:, sino, en todo caso, por ser también ella negatividad. No es ca- si otra cosa que el proceso de su irénica autonegacion: una «nada autoanonadanie*, precisamente, 0 «un dios que se auto- destruyes, segin la profética aunque malévola definicién de Hegel. La objecin de Hegel al wseftor Friedrich von Schlege, a Solger, a Novalis y a los otros teéricos de la ironia, seguin la cual éstos se habrian quedado en la sinfinita negatividad abso- Iutar y habrian acabado por hacer del menos artistico »el ver- dadero principio del artes, despachando -lo inexpresado por la cosa mejor-, deja escapar lo esencial, o sea que la negatividad de ja ironia no es la provisional de la dialéctica, que la varita magica de la Aufbebung esta ya siempre en el acto de trans- formar en algo positivo, sino una negatividad absoluta y sin 10 rescate, la cual sin embargo no renuncia por ello al conoci- miento. Y que de la ironia roméntica, precisamente con los Schlegel, haya podido brotar una actitud auténticamente filo- logica y cientifica (que, entre otras cosas, dio un impulso esen- cial a la linguistica europea), es algo que queda todavia por interrogar en la perspectiva de una fundaci6n critica de las ciencias humanas. Dado que, sien las ciencias del hombre su- jeto y objeto necesariamente se identifican, entonces la idea de una ciencia sin objeto no es una paradoja juguetona, sino tal ver la tarea mds seria que en nuestro tiempo queda confiada al pensamiento. Lo que el perpetuo afilar los cuchillos de una metodologia que ya no tiene nada que cortar intenta hoy disi- mular cada vez con mis frecuencia, o sea la conciencia de que el objeto que debia apresarse ha eludido finalmente el conoci- miento, es reivindicado en cambio por la critica como su ca- ricter especifico propio. La iluminacién profana, a la que ella dirige su intencién mds profunda, no posee su objeto. Como toda autentica quéte, la quéte de la critica no consiste en reen- contrar su propio objeto, sino en asegurarse de las condicio- nes de su inaccesibilidad, Los poetas del siglo XIU Ilamaban estancia-, es decir «mo- rada capaz y receptaculo+, al nticleo esencial de su poesia, por que éste custodiaia, junto a todos los elementos formales de la canci6n, aquel jot damor en que ellos confiaban como tinico objeto de la poesia. Pero squé es tal objeto? Para qué gozo dispone la poesia su -estancia- como «tegazo- de todo el arte? Sobre qué se recoge tan tenazmente su trobar? El acceso a lo que forma problema en estas preguntas esté, vedado por el olvido de una escision que se produjo desde el origen en nuestra cultura y que suele aceptarse como la cosa ‘mas natural y que cae, por asi decir, por su propio peso, cuan- iad la Gnica cosa que mereceria verdadetamente u interrogarse. Es la escisin entre poesia y filosofia, entre palabra poética y palabra pensante, y pertenece tan originalmente a nuestra tradicién cultural, que ya Plat6n podia en sus tempos declararla suna vieja enemistad.. Segtin una concepeién que es- 14 contenida s6lo implicitamente en la critica platénica de la poesia, pero que ha adquirido en la edad moderna un cardcter hegemnico, [a escision de la palabra se interpreta en el senti- do de que la poesia posee su objeto sin conocerlo y la filosofia lo conoce sin poseerlo. L: entre una palabra inconsciente y como caida del cielo, que go- za del objeto del conocimiento representéndolo en la forma bella, y una palabra que tiene para si toda la seriedad y toda la conciencia, pero que no goza de su objeto porque no sabe re- presentarlo. que da testimonio la escisiOn entre poesia y filosofia tura occidental de poseer ple- namente el objeto de! conocimiento (puesto que el problema del conocimiento es un problema de posesién y un problema de goce, es decir de lenguaje). En nuestra cultura, el conoci- miento (Begin una antinomia que Aby Warburg hubo de diag- quizofrenia: del hombre occidental) esta escindido en un polo estético-inspirado y en un polo racional- consciente, sin que ninguno de los dos logre nunca reducir in- tegramente al otro, En cuanto que aceptan pasivamente esta escisi6n, la filosofia ha omitido elaborar un lenguaje propio, como si pudiese existir una «via regia hacia la verdad que pres- cinda del problema de su representaci6n, y la poesia no se ha dado a ma ni un método ni una conciencia de si. Lo que de este modo queda suprimido es que toda auténtica intencién poética se vuelve hacia el conccimiento, as{ como todo verda- dero filosofar esta siempre vuelto hacia la alegria, El nombre de Holderlin (es decir de un poeta para quien la poesia cons- tituia ante todo un problema y que habia expresado la espe- 2 ranza de que ésta se elevara al grado de la ymyoruj de los anti- guos, de tal modo que su procedimiento pudiera calcularse y ensefarse) y el didlogo que con su decir mantuvo un pensa- dor que no designa ya su propia meditacién con el término de sfilosofia-, son Iamados aqui a dar testimonio de la urgencia, para nuestra cultura, de reencontrar la unidad de la propia pa- labra despedazada. La critica nace en el momento en que la escisi6n alcanza su punto extremo. Se sitfia en la escotadura de la palabra occi- dental y hace sefias mas acd o més allé de ella hacia un estatu- to unitario del decir. Exteriormente, esta situaci6n de la critica puede expresarse en la formula segin la cual ésta no repre- senta ni conoce, sino que conoce la representaci6n. A la apro- piaci6n sin conci i ne el goce de lo que no puede ser poseido y la posesi6n de lo que no puede gozarse. De este modo interpreta el precepto de Gargantia: «science sans conscience n'est que ruine de lame». Lo que esté recluido en la vestancia- de la critica es nada, pero esta nada custodia la inapropiabilidad como su bien més pre- cioso. En las paginas que siguen, el modelo del conocimiento se ‘busca pues en aquellas operaciones, como la desesperacién del melancélico o la Verleugnung del fetichista, en las que el de- seo niega y a la vez. afirma su objeto y, de este modo, logra entrar en relaci6n con algo que de otro modo no hubiera podi- do ser ni apropiado ni gozado, Este es el modelo que ha ofte- cido un campo tanto a un examen de la transfiguracion de los objetos humanos operada por la mercancia como a la tentativa de volver a encontrar, a través del andlisis de la forma emble- matica y del atvog de la Esfinge. Y es en esta perspectiva en la \¢ adquiere su sentido propio la reconstruccién, que ocupa el lugar central en la investigaci6n, de la teorfa de! fantasma 3 subtendida en el proyecto poético que stilnovesca ha dejado en herencia a la cultura europea y en la cual, a través del tupido entrebescamen textual de fantasma, de- seo y palabra, la poesia construia su propia autoridad convir- tigndose ella misma en la -estancia- ofrecida a la giofa che mai ‘non fina de la experiencia amorosa Cada uno de los ensayos recogidos aqui dibuja pues, en su circulo hermenéutico, una topologia del gauditum, de la ves- tanciav a través de la cual el espiritu humano responde a la im- posible tarea de apropiarse de lo que debe, en cada caso, per- ‘manecer inapropiable. El sendero de danza del laberinto, que conduce al corazén de lo que mantiene a distancia, es el mo- delo del espacio simbélico de la cultura humana y de su 6365 Boownin a una meta para la que sélo es adecuado el détour. El discurso que, en esta perspectiva, sabe de hecho que -asir firmemente lo que esta muerto es lo que exige la fuerza més grande» y que no quiera arrogarse -el poder magico que trans- forma lo negativo en ser, debe necesariamente garantizar la inapropiabilidad de su objeto. Puesto que no se comporta res- pecto a él ni como el amo que simplemente lo niega en el ac- to del goce ni como el esclavo que lo elabora y transforma en la difericién del propio deseo: la suya es la operaci6n soberana de una fin'amors que justamente goza y difiere, niega y afir- ma, asume y rechaza, y cuya (inica realidad es una palabra «qu’amasla) I'aura /e chatzfal la lebre ab lo bou / e nadfa] contra suberna. Es en esta perspectiva en la que se puede hablar de una »pologia de lo irreal. Tal vez el topos, esa cosa, segiin Arist6- les, tan dificil de asin, pero cuyo poder «¢s maravilloso y an- terior a cualquier otro» y que Platén, en el, Timeo, concibe de plano como un tercer género- del ser, no es necesariamente algo teak y, en este sentido, hemos intentado aqui tomar en 4 serio la pregunta que el fil6sofo plantea en el libro IV de la Fr sica: mob yap dor xpeeyéhaupoc ff aivtse "edénde esté el capri- ciervo, dénde esta la esfinge?* En ningiin lugar, sin duda, pero tal vez porque son ellos mismos fopoi. Tenemos todavia que acostumbrarnos a pensar el «ugar no como algo espacial como algo mis originario que el espacio; tal vez, se; gerencia de Platén, como una pura diferencia, a la que corres- ponde sin embargo el poder de hacer de tal modo que slo que no es, en cierto sentido sea, y lo que es, a su vez, en cierto no sea». S6lo una topologia filoséfica, andloga a la que en matemiticas se define como analysis situs por oposicién al analysis magnitudinis, seria adecuada al topos outopos cuyo nudo borromeo hemos intentado aqui configurar. Asi la explo- racion topolégica est constantemente orientada a la luz de la umente es- indagaci6n en el vacio a la que la constrifie su intenci6én cri- ica, es precisamente que s6lo si somos capaces de entrar en relaci6n con la irrealidad y con lo inapropiable en cuanto tal, es posible apropiarse de la realidad y de lo positivo. Ast las paginas que siguen pretenden plantearse como una insuficiente tentativa en la estela del proyecto que Mus confiado a su novela inconclusa y que, unos afios antes, la pa- labra de un poeta habia expresado en Ja formula segén la cual “quien aferra la m4xima irrealidad, plasmaré la m&xima reali- dad. 6 Martin Heidegger in memoriam ESTANCIAS Bt circa hoc sciendum est quod hoe vorabulurn per sols artis respectum iaventum est, videl cesset contenta, illud diceretus sive seceptaculum- totius artis. Nam, quemadmodum cantio ‘est gremlum totius sententize, sic stantia totam artem Ingre- in quo tota cantionis ars 10¢ est mansio capax Dante, De vulgari eloquentia 9 PRIMERA PARTE Los paynasuas DB EROS Abora bien, la pérdida, por cruel que sea, no puede nada con- ‘ra lo poseido: lo completa, st se quiere, lo afirma: no es, en et _fondo, sino una segunda adgussicion esta vez toda interion y ‘mucho mas intensa, axe “Muchos tratan en vano de decir gozosamente lo mds gozase; ‘aqui, finalmente, en el todo se expresa. Howey Capitulo primero EL DEMONIO MERIDIANO un azote peor que la peste ‘que infecta los castillos, las villas y los palacios de la ciudad del mundo se abate sobre las moradas de la vida espiritual, pe- " hetra en las celdas y en los claustros de fos monasterios, en las, - tebaidas de los eremitas, en las trapas de los reclusos. Acecéia, Iistitia, taedium vitae, desidia son los nombres que los padres - dela Iglesia dan a fa muerte que induce en el alma; y aunque elencos de las Summae virtutm et vitiorum, en las mi- en las representaciones populares de los siete pecados capitales’, su desolada efigie figura en into lugar, una antigua tradicion hermenéutica hace de ella el Durante toda la Edad Medi pecados capitales ni son: Gastrimargia , Ira, Tristitia, Acedia, Cenod: *yanagloria’; Superbia. En la tradiciOn occidental, a partic de San Gregorio, la B mis letal de los vicios, el tinico para el cual no hay perdén po- sible. Los padres se encarnizan con particular fervor contra el pe- ligro de este «lemonio meridiano* que escoge a sus victimas entre los homines religiosi y los asalta cuando el sol culmina sobre el horizonte; y acaso ante ninguna otra tentacién del al- ‘ma dan muestra sus escritos de tan despiadada penetraci6n psi- col6gica y de tal puntillosa y escalofriante fenomenologia: se posa obsesivam: ntasia, se finge la imagen de al ante un crujido de la puerta, sata sobre sus pies; oye una vo2, ¥ corre a asomarse a la Ventana para inistitia se fande con la acedia, y los siete pecados asumen el orden que ‘encuentra en las ilusraciones populares y en las representaciones al de fines de la Edad Media y que se nos ha hecho familiar a través de los fres- cof de Giotto en Padua, la tela reclonda del Bosco del Museo del Prado 0 los ‘grabados de Brueghel. Cuando en el texto se habla de acidia, nos referimos siempre al complejo resultante de esta fusi6n, que mas precisamente deberia esignarse Tristta-Acedia. “Maxime circa horam sextam monach IK senum hunc esse pronuntiant meridian ine primun languentes medicus No es pues casvalidad a el grabado de Brueghel que represe da, apazezca un enome cuadrante sobre mano indica circa meridiem. Sobre el demonio meridiano véase lo que eseribe Leopardi en su Ensayo sobre los errores populares de los antiguas, | cap. VIL La referencia al ealmo nonagésimo- en Casiano esti, para ser preci 508, en el v. 6, y Ia voz hebrea correspondiente es Ketob. Segtin Rohde, el demonio meridiana de los autores cristianos no es sino una reencarnacion de | Empusa, una de las figuras de orquesta del séquito espectral de aparece precisamente sobre mediodia (cf. E. Robde, Poche), Freiburg im | Breisgau, 1890-1894; trad, italiana Bari, 1970, ap. 1D. i | i f 24 mirar; y sin embargo no baja a la calle, sino que vuelve a sentarse donde estaba, embotado y como amedrentado. Si lee, se interrumpe inquieto y, un minuto después, se desliza en el suefio: se frota la cara cor dedos y, quitando los 10 de las paginas y los folios odiosas las letras y las hermosas miniaturas que tiene de- lante de los ojos, hasta que, finalmente, vuele a cerrar el li ‘para su cabeza, cayendo en un suefio breve y no profundo, del cual lo despierta un sentido de privaci6n y de hambre que debe saciar* ‘Apenas este demonio empieza a obsesionar la mente de al- giin desventurado, le insinda en su interior un horror det ugar en que se encuentra, un fastidio de la propia celda y tua asco de los hermanos que viven con él, que le parecen ahora negligentes y groseros. Le hace volverse inerte a toda actividad que se desarrolle entre las paredes de su celda, car ningin goce de la vida convent que su espirity no producira fruto alguno para hacer frente @ cualquier tarea del espititu y se aflige de pasirsela vacio e inmévil siempre en el iera podido ser itil a los demas y guiarlos, y 1 sido de provecho a ser shilvanadios de monasterios ausentes y lejanos y evoca los lugares donde podria ser sa- no y feliz; describe cenobios dulces de hermanos y fla- grantes de conversaciones espirituales; y, por el contrario, todo lo que tiene al alcance de lz mano le parece dspero |, Sus hermanos privados de toda cualidad y hasta la 3 Saver Niu, De octo spirittbus malitiae, cap. XIV. 25 comida le parece no podérsela procurar alli sin una gran fatiga. Al final se convence de que no podré estar bien mientras no haya abandonado su celda y de que, si se que- , encontraria alli la muerte. Después, hacia la hora quinta 0 sexta, le invade una languidez det cuerpo y nado durante dos o s. Entonces empieza a mirar en su tomo aqui y all le muchas veces de la celda y ojos en el sol como si pudiera retardar el ocaso; y al cae en la mente una insensata confusion, semejante a vaciado', dentismo que es Mademoise minos que recuerdan de ce cercana atin al modelo patistico es la deseripcion de los estados de fnimo | de Des Esseiates (que por lo dems no esconde su predileccién por las obras de los padres de la Iglesia) en el d reboursde Huysmans, Rasgos semtejantes, pero obviamente de segunda mano, en el Giorgio Aurispa del Tronjo della ‘moré. En muchos aspectos, también fas anoxaciones de Baudelaire en Mon coeur mis a nu'y en las Fusées revelaa wna singular proximided con la feno- | ‘menologia aciiosa. Por lo demas, en la poesia que abre Les fleurs dts mal, ‘Baudelaice coloca bajo el signo de la acidia (que figura como ennui) sa obra | pottica, Toda la poesia de Baudelaire puede entenderse, en esta perspeciva, fandy, que representa, segin Bau- 0 sentido es verdad que la esencia del dandis- | prescindible 0 en un arte de la incuria (es joma), se presenta entonces como una | . cuyo significado etimolégico de | Pero es en la evocacién del cortejo infernal de las filiae acediae?* donde la mentalidad alegorizante de los padres de la Iglesia ha plasmado magistralmente Ja alucinada constelaci6n psicolégica de la acidia. Esta genera ante todo malitia, el am- biguo e infrenable odio-amor por el bien en cuanto tal, y ran- cor, el revolverse de la conciencia malvada contra aquellos que exhortan al bien; pusillanimitas, el inimo pequeitor y el es- crdipulo que se retrae espantado frente a [a dificultad y al em- pefio de la existencia espiritual; desperatio, la oscura y presun- tuosa certeza de estar ya condenados por anticipado y el hundirse complacientemente en la propia rina, como si nada, ni siquiera la gracia divina, pudiera salvarnos; torpor, el obtuso y somnoliento estupor que paraliza cualquier gesto que pudie- 1a curarnos; y finalmente evagatio mentis, la fuga del dnimo ante si mismo y el inquieto discurrir de fantasfa en fantasia‘ 5 Segiin Gregorio, las hijas dela acidia son seis (malitia, rancor, pusilla- nimitas, desperatio, torpor circa praecepta, exagatio ments). Isidro siete (otesitas, sommolentia, importunitas ments, inquietudo corporis, instabi- as, verbosttas, curtositas), pero, como observa Santo Te reducir a las enumeradas por Gregorio; en efecto, -otositas et somnolentia tur ad torporem circa praecepta... omnia autem alia qui franceses vivos, Michel Leitis, es posible encontrar una enumeracion de iliae ‘acedice wwucho més considerable (sesenta y octio); pero es facil comprobar {que pueden subsumirse 7 © La incapacidad de controlar el incesante discurso (la conagitati) de Jos fantasmmas interiores se cuenta entre los rasgos esenciales de la caracteri- ea de Ia acidia, Todas las Vitae patrum (Patrologia latina, 73) 10 de los monjes ¥ de los anacoretas a quienes la soledad cnfrenta con el monstruoso y proliferante discurtir de la fantasia:

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