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MICRORRELATOS: UNA EXCUSA.

Prof. Lic. Beatriz Escudero Rava


Prof. Lic. Nancy Mariana Cejas
Prof. Lucas G. López Martín

“La educación es un acto de amor, y por esto


un acto de coraje. No puede temer al debate.
No puede rehuir la discusión creadora,
so pena de ser una farsa.
¿Cómo se aprende a discutir y debatir con
una educación que impone?”.

(Paulo Freire, “La educación como práctica de


libertad”.)

30 años de democracia. Tres décadas que nos atraviesan día a día, aún cuando no
lo notamos. Treinta años de curar heridas y tratar de recomponernos, de digerir y
comprender recuerdos, de aprender. Aprender en democracia, en una escuela que,
originariamente, es una institución de formación, es decir, de control, de rigidez y
cerrazón. La escuela no siempre es libertad. Pero, no necesito decirlo, también es un
ámbito donde, si uno revuelve un poco, encuentra lugar para construir algo más que una
bajada de saberes y calificaciones. Lugar para ir más allá de la cotidiana queja de que “el
chico no aprende”, “el chico no estudia”, “los chicos están en cualquiera”, hay espacios,
intersticios de acción por donde se puede entrar a tallar otras actividades que permitan el
quiebre con la prosecución fría y lejana de un objetivo calificatorio. Así, casi a finales del
primer trimestre de este año, nos llegó la convocatoria para el concurso de micro-relatos
“Relatos breves para un pasado pesado”, un concurso de microrrelatos cuyo tema
principal debía ser la última dictadura cívico-militar y, a su vez, tenía ejes temáticos en los
cuales afincar las perspectivas específicas para redactar el microrrelato.
Debo reconocer que había algunas puntas de ese ovillo que no me resultaban muy
interesantes. Sinceramente. Por ejemplo, el hecho de que fuera un “concurso literario”.
Como docente no me termina de caer simpático que, en el marco del aprendizaje, se
compita. No me gusta enseñar que para hacer (en este caso, un texto literario) haya que
esperar una recompensa o una felicitación, tan siquiera. Me parece mercantilizar la
educación. Como escritor, me resulta repugnante, a secas. Porque el arte, creo, no debe
ser juzgado, debe ser apreciado y valorado por aquel enunciatario que esté preparado
para apreciar sensiblemente la obra de arte. Creo en los artistas libres, no evaluados, no
concursados. E, infinitamente más, cuando los concursantes son jóvenes que están
incursionando en un mundo que, en general, les es ajeno: la literatura.
Por otra parte, me encuentro con los microrrelatos. Un tipo de texto muy
impresionante si está bien realizado; no haremos una lista acá de los grandes autores que
han transitado este camino porque son muchos. Sin embargo, me permito traer tres
ejemplos por si no conocen el género:

Dinosaurio, Augusto Monterroso

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Amor 77, Julio Cortázar

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se


entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van
volviendo a ser lo que no son.

Pequeños cuerpos, Triunfo Arciniegas

Los niños entraron a la casa y destrozaron las jaulas. La mujer


encontró los cuerpos muertos y enloqueció. Los pájaros no
regresaron.)

El problema de los microrrelatos, creo que hay muchos autores que lo cultivan.
Demasiados, quizás. Muchos de ellos han cometido torpezas y desatinos en nombre de la
brevedad y la simpatía que permite este género. Así, el microrrelato se ha puesto de
moda y, como muchas veces ocurre, ha sido maltratado tanto que pierde su calidez y
calidad, creamos un prejuicio y lo demonizamos.
Lo que me convocó fue que el trabajo lo íbamos a llevar adelante con las
licenciadas Beatriz Escudero Rava, Nancy Mariana Cejas y, también, Marcela Ferrari,
tres personas magníficas y tremendamente profesionales, además de ser amigas
entrañables. Sé que cuando se logra un equipo de trabajo serio y, a su vez, divertido y
afable, se puede hacer cualquier cosa en, casi diría, cualquier lado. Con ellas (por ellas,
en realidad) retroalimentamos nuestros espíritus docentes y cargamos de ánimo el
ejercicio de nuestra tarea actuando en múltiples proyectos desde Parlamentos Juveniles
hasta Jóvenes y Memoria. Y, así, se resignifica la tarea docente.
El trabajo sobre microrrelatos, de acuerdo con las indicaciones que recibí,
consistiría en una jornada en la cual convocaríamos a los jóvenes del turno mañana y
turno tarde que estuvieran deseosos de participar en el trabajo. Primer punto a favor, no
era obligatorio. Eso es sano.
Luego, y una vez presentado el proyecto a los alumnos, daríamos el marco teórico
para la redacción de un microrrelato, su definición y recursos. Unas diapositivas muy
coloridas transformaron una clase de literatura en una charla un poco más amena que
abrirían paso a la proyección de unos audiovisuales para ilustrar el marco histórico, la
dictadura y sus crueldades. Finalmente, trabajaríamos en grupos sobre ejes temáticos
que provocarían la escritura. Ejes que reconstruímos a fin de adaptarlos a nuestros gustos
y, así, poder comunicarlos mejor. Sobre estos ejes los chicos se juntarían a charlar con
nuestra coordinación. Estos ejes temáticos eran tres:

a. Dictadura y censura (principalmente, en el marco de la música, especialmente, rock)

b. Dictadura y escuela (Revisando el concepto tradicional de Escuela y el punto de vista


de los alumnos sobre la escuela y los procesos represivos)

c: Dictadura y organismos de DDHH. (Especialmente, en torno a Abuelas, Madres y la


agrupación HIJOS)

El trabajo en grupo con alumnos, en mi caso, escuchando música, la música


prohibida por la dictadura, contándoles esa historia que algunos apenas conocían,
dejándolos solos de a ratos para que discutieran y crearan un ambiente de debate y
reflexión, con el mate como cinta que los une. Ese trabajo es el que da sentido a la idea
de educación, la curiosidad, la búsqueda del saber, el deseo de reflexionar para debatir
ideas, de verdad. No el mero hecho de repetir el discurso que las figuras de autoridad les
transmiten, no reproducir modelos de servilismo intelectual, sino ser libres de decir y
pensar lo que quieran y como quieran sin tener que rendirle tributo y pleitesía a nadie por
nada. Creo que en ese momento, todos estuvimos muy cerca de aprender realmente algo.
Finalmente, se dio paso al proceso creativo. Esto, sin embargo, siempre debe ser
tomado con pinzas. ¿Es posible “crear” en la escuela? ¿Es posible provocar la creatividad
artística en personas que no tienen ese interés, que no tienen esa voluntad, ya que no
todos tienen el deseo de la originalidad creadora? ¿Es realmente creativo, intelectual o
artísticamente, un ejercicio compulsivo en la escuela? Yo no creo que sea tan así. Pero
los alumos son asombrosos, generalmente, no tienen los miedos y las limitaciones de los
adultos y son capaces de sentarse a escribir un microrrelato con dos horas previas de
indicaciones teóricas y una charla temática. Así, con frío y la humedad de un salón sin
estufas y con el techo descascarado, se sentaron a escribir. Entre muchas palabras,
algunos dijeron esto:

742
742, ella era la 742, y acababa de dar a luz a Milagros, mañana la trasladaban ella
ya sabía lo que era, pero estaba contenta porque aunque ella se fuera dejaría una
semilla de esperanza.

Pasado

En el año 76 muchas personas desaparecieron y eso provocó una mezcla de


sentimientos en todos los argentinos Fue difícil y casi imposible aceptar lo ocurrido, fue
inentendible e inexplicable el sufrimiento, el dolor, y la angustia que había en cada
Argentino.
Las personas vivían con miedo, no salían y no podía vivir. Los adolescentes
murieron ya que los mandaban a las guerras sin experiencia y sin entender nada
Fue una época de mucho miedo que hasta el día de hoy es dolorosa

¿Cuántos de los aquí presentes se sentaron varias veces ante sus computadoras,
quizás, en la comodidad del hogar? ¿Cuántos tuvieron mucho tiempo para pensar sus
textos? ¿Cuántos de nosotros somos incapaces ya de esa creatividad, a pesar de nuestra
formación? ¿O, será acaso que esa formación también nos limita, nos restringe la
capacidad creadora, nuestra libertad?
Los chicos escribieron; nosotros disfrutamos. Sí, era un concurso, pero,
admirablemente, niguno de los alumnos preguntó si había ganado.

Gracias.

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