RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR EL HECHO DEL LEGISLADOR.
Quizás se tome algo ilógico que el estado trate de solucionar las irregularidades que ella misma causa ya que sería la máxima autoridad y que no habría nadie que le haga control de ella, y que solo hasta la constitución de 1991 colombiana empiezan a adoptar este tema incluyendo el artículo 90 de la constitución, con respecto a la responsabilidad que tiene el estado. Uno de los primero antecedentes que se tiene conocimiento en la cual se empieza hablar sobre la responsabilidad del estado surge en Francia en el año de 1934 y en España con su estudio a la gestión y promulgación de la constitución de 1978 donde se dio el primer fallo judicial para el año de 1993, y pata el estado colombiano y como ya lo habíamos expuesto antes fue para el año de 1991 al promulgarse la constitución del 91 en su artículo 90, refiriéndose así a la responsabilidad patrimonial del estado, con esto no quiere decir que no existiera otro referente con respecto a la responsabilidad ya que en la constitución de 1986 en su artículo 2,16 y 30 también encontramos referencia que no fueron muy concurrentes donde se habla del principio de legalidad para proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos y garantizar la prosperidad privada y los demás derechos consagrados en la constitución pero sin duda el tema a tratar es sobre la responsabilidad del estado por el hecho del legislador desde un plano moral, obligación desde un plano jurídico. Comúnmente miramos a diaria la responsabilidad que debería tener el agente de quien comete un daño ya sea del plano penal o civil que podría darse de manera conjuntas o por separad, pero hasta el siglo pasado comienza la responsabilidad del estado, como reparación ante las personas que son víctimas de daños que han cometido la administración por acción u omisión. Una de las primeras etapas surge desde el llamado fallo blanco del tribunal del conflicto francés, que consagro la responsabilidad del estado independiente que estaba descrita en el texto legal. No obstante, la responsabilidad del estado por daños causados por la administración, y la legislación ha sido aceptado durante mucho tiempo de manera dogmática. Partiendo que la ley solo era la manifestación más alta de la soberanía del estado, lo que convertía al estado legislador en irresponsable. Ya que solo reconocía la responsabilidad del estado por los daños que cometían la administración, dentro de las tres ramas del poder público que son; ejecutivo, legislativo y judicial. La obligación de reparar solo recaía en la rama ejecutiva o sea por la actividad estatal ya que desde un principio solo se predicaba exclusivamente de las lesiones patrimoniales causadas por la administración, entendido como esto el poder ejecutivo, por lo tanto, solo hasta el siglo pasado comenzó atribuirle responsabilidad o reparación de los daños ocasionados por los hechos o por daños imputables cometidos por la rama del poder judicial o legislativos. Según los principios del parlamento no había conducta que pudiera encajar ante el daño que pudiera causar por la legislación ya que las decisiones que ellas tomen son fundamentadas antes el poder supremo del estado la ausencia del control de constitucional de la ley reformaba esta idea, ya que se hacía casi que imposible someter a las leyes a una revisión jurisdiccional que pudiera decidir la falta o culpa del legislador , y, por consiguiente, la falla del servicio, requisito exigido inicialmente en la apreciación de la responsabilidad estatal, impediría, al menos en Francia, la posibilidad de imponer al legislador un deber de compensación pecuniaria de las lesiones que su actuación pudiera producir (Según anota Jean Rivero en unos de sus apartes) sin embargo la disposición de la actuación legislativa dificultaba la caracterización de los perjuicios de ella se derivaba como especial o particular. En síntesis de lo anterior existía el parlamento d que, cuando en ejercicio de su soberanía, el legislador expide una ley que remplaza o modifica otra, no viola la ley existente, ya que esta situación implicaría exclusivamente el ejercicio normal de las prerrogativas del poder público, ya que si el legislador es el autor de la norma emitida, es incomprensible decir que le pudiera trasgredir el derecho; por lo tanto solo puede violar el derecho aquel funcionario u órgano que tiene a su cargo la función de ejecutar la ley, pero no quien tiene la función de crearla. Se mantenía la teoría que, como el legislador se encuentra en la cúspide de la pirámide jurídica que la razón la tiene toda, y que por dicha actividad normativa de este se erige como la base del ordenamiento jurídico en su totalidad, por esa misma razón se tornaba casi que imposible pensar que el Estado se viera obligado a reparar un daño causado debido al ejercicio de esta autoridad. “Como idea principal de estas proposiciones, aparece el principio del derecho público anglosajón, según el cual el rey no puede cometer error, que es expresado en el axioma”