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TEMA 42. EL ARBITRAJE.

42. 1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO.


El arbitraje es un método heterocompositivo para la solución de los conflictos
intersubjetivos de naturaleza disponible, al que las partes previa y voluntariamente
deciden someterse, y en el que uno o varios terceros ponen fin, de una manera definitiva
e irrevocable, al litigio planteado mediante la aplicación del Derecho objetivo o
conforme a su leal saber y entender.
El arbitraje constituye una fórmula "heterocompositiva", pues en él ninguna de
las partes en conflicto soluciona el litigio, que queda encomendado a la actividad de un
tercero. A diferencia de la mediación y de la conciliación, en los que la labor del tercero,
de una manera espontánea o provocada, se limita a aproximar a las partes, en el arbitraje
es el tercero quien impone la solución del litigio. En el arbitraje el tercero, aunque se
encuentre como el juez situado "supra partes", no ostenta potestad jurisdiccional alguna,
puesto que su encargo no proviene de la soberanía popular, sino de la autonomía de la
voluntad de las propias partes en conflicto.
El presupuesto material, condicionante de la validez del arbitraje, es la existencia
de un conflicto intersubjetivo y "disponible". Es en la vigencia del principio dispositivo
donde se encuentra el fundamento del arbitraje, es decir, en aquellos supuestos en los que
las partes son dueñas de los derechos subjetivos materiales discutidos en el conflicto, no
se les puede obligar a solicitar su tutela ante los tribunales y, por contra, cuando no exista
dicha disponibilidad, habrá que acudir necesariamente al proceso para obtener la
solución del conflicto.
De este modo, acudir al arbitraje es un acto voluntario de sumisión a él de las
partes en conflicto. Dicha sumisión podrá ser anterior o posterior al nacimiento del
conflicto, pudiendo compeler incluso una de las partes a la otra al sometimiento al
arbitraje, si en su día prestó su consentimiento en eludir el proceso y acudir al arbitraje.
Dicha sumisión es, igualmente, independiente al hecho de que las partes se pongan o no
de acuerdo en la designación de los árbitros, pues, en último término estos podrán ser
nombrados por el juez.
En la práctica, en muchos casos se acude al arbitraje para evitar la lentitud de los
procesos y para someter la solución del conflicto a personas que, en ciertas materias,
puede estar más experimentadas que los jueces.
La solución del conflicto por los árbitros se podrá efectuar mediante la aplicación
del Derecho o en equidad, pero, en cualquier caso, los "laudos" poseen todos los efectos
materiales de la "cosa juzgada".

42. 2. NATURALEZA JURÍDICA:


El hecho de que el arbitraje, por un lado, responda a la autonomía de la voluntad
de las partes y, de otro, los laudos estén adornados de la totalidad de los efectos de la
cosa juzgada, ha ocasionado el nacimiento de una larga polémica acerca de la naturaleza
"jurisdiccionalista" o "contractual" de la institución arbitral,

A) TESIS JURISDICCIONALISTA.
Los defensores de esta tesis afirman que el arbitraje posee una naturaleza
jurisdiccional. Para ello alegan que la decisión arbitral ostenta todas las notas de la cosa
juzgada, tales como la obligatoriedad, ejecutoriedad, imperatividad, que la excepción
procesal para hacerla valer no era la de "transacción", sino la de la "cosa juzgada", que,
contra determinados laudos cabían en la Ley anterior, recurso de casación y que, si bien
es cierto que los árbitros no ejercen "potestas", sí que gozan de "auctoritas".

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B) TESIS CONTRACTUALISTA.
Dichas tesis defiende la naturaleza contractualista del arbitraje. Ello lo
fundamentan en que el arbitro no es un juez, ni forma, por tanto parte de la Jurisdicción,
ni tampoco está facultado para ejecutar sus decisiones. El arbitraje, no es así, más que un
doble convenio: De un lado, es un contrato de compromiso, por cuanto las partes deciden
someterse al futuro laudo y, de otro, contiene también un contrato de mandato, con base
en el cual el tercero se obliga a resolver con arreglo a Derecho o a la equidad.

C) TESIS MIXTAS.
Para los defensores de dicha tesis (Carnelutti, Prieto Castro), el arbitraje es un
"equivalente jurisdiccional", a través del cual se pueden obtener los mismos objetivos
que los perseguidos por la jurisdicción civil. En base a ello, el arbitraje suponer todo un
conjunto de convenios de Derecho Privado, que transcurren entre el árbitro y las partes.
Pero, con base en los efectos declarativos y ejecutivos del laudo, había que reclamar su
pertenencia a esa manifestación del "ius dicere", que constituye una nota esencial de la
Jurisdicción, si bien, ni dicha nota por sí sola configura a la jurisdicción (que es también
"potestad de ejecutar lo juzgado"), ni es un patrimonio exclusivo de la institución
arbitral.

D) REGULACIÓN Y ÁMBITO DE APLICACIÓN.


Originariamente el arbitraje estaba regulado en la L.E.C., en el C.C. y en el
C.Com.; dicha normativa fue derogada por la Ley de Arbitrajes de Derecho Privado, de
22 de diciembre de 1.953, vigente hasta la aprobación de la nueva Ley de Arbitraje, de 5
de diciembre de 1.988, que tan sólo ha sido parcialmente modificada por la L.E.C. de
2.000 dando una nueva redacción al art. 11 L.A.
La reforma efectuada por la nueva L.A. ha tratado de paliar los inconvenientes
existentes en la anterior ley (falta de celeridad y eficacia en el ámbito internacional,
excesivo rigor formal, etc.) regulando el arbitraje como una verdadera alternativa a la
jurisdicción.
Con esta finalidad, la L.E.C. de 2.000 viene a reconocer su aspecto jurisdiccional
y, en este sentido, lo equipara al proceso judicial y el laudo a la resolución judicial a todo
lo largo del texto. Con este fin, la Disposición Final octava de la L.E.C. introduce, como
única modificación a la vigente Ley de Arbitraje de 1.988, un retoque en el texto del art.
11, para puntualizar que la proposición de la declinatoria de jurisdicción impedirá a los
Jueces y Tribunales conocer de las cuestiones sometidas a arbitraje. En la propia
Exposición de Motivos explica que esa modificación del art. 11 L.A. "viene exigida por
el cambio en el tratamiento procesal de la jurisdicción que la presente Ley opera" y
contribuye a "reforzar la eficacia de la institución arbitral".
La L.A. define el arbitraje como aquella institución por la cual "las personas
naturales o jurídicas pueden someter, previo convenio, a la decisión de uno o varios
árbitros las cuestiones litigiosas, surgidas o que puedan surgir, en materia de su libre
disposición conforme a derecho". Por tanto, con carácter general, el ámbito de aplicación
de esta Ley se extiende a la solución del conflicto de Derecho Privado, de naturaleza
disponible y en el que las partes expresamente deciden someterse al arbitraje. Son, así,
presupuestos de su aplicación.

A) LA EXISTENCIA DE UN CONFLICTO:
Cabe el sometimiento a arbitraje tanto para resoluciones de controversias
presentes como respecto aquellas que pudieran surgir en el futuro sobre relaciones
jurídicas determinadas, sean o no contractuales (art. 5.1). Se admite, incluso, el arbitraje
instituido por la voluntad del testador para la solución de las diferencias relativas a la
distribución o administración de la herencia que puedan surgir entre herederos no
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forzosos o legatarios (art. 7), así como las que pudieran derivarse de la ejecución de
sentencias firmes y definitivas (art. 2.1.a)

B) CONFLICTO DE DERECHO PRIVADO:


El arbitraje ha sido tradicionalmente concebido para la resolución de
controversias de Derecho Privado, fueran de naturaleza civil o mercantil, siendo
irrelevante a los efectos de la aplicación de la Ley que el conflicto se a de Derecho
interno o internacional. Quedan excluidos de su regulación los arbitrajes laborales.
No obstante lo anterior, la Le extiende su ámbito de aplicación a los arbitrajes
regulados en leyes especiales, tales como la Ley General para la Defensa de
Consumidores y Usuarios, de 19 de julio de 1.984, la vigente Ley 30/1.995 de
Ordenación y Supervisión de los Seguros Privados, la de Ordenación de los Transportes
Terrestres, de 30 de julio de 1.987 y de la Propiedad Intelectual, regida en la actualidad
por el R.D. Leg. 1/1.996, de 12 de abril. Dicha extensión alcanza a todo aquello no
previsto en las mismas y en las disposiciones que las desarrollan, no siendo, en estos
casos, precisa la protocolización notarial del laudo (Disp. Ad. primera).

C) DISPONIBLES:
La materia sobre la que ha de versar el arbitraje ha de ser de naturaleza disponible
conforme a Derecho. En este sentido el art. 19.1 L.E.C. reconoce la facultad de los
litigantes para disponer del objeto del juicio y someterse a arbitraje "excepto cuando la
ley lo prohiba o establezca limitaciones por razones de interés general o en beneficio de
tercero". Por otro lado, el art. 2 L.A. precisa que no pueden ser objeto de arbitraje:
- Las cuestiones sobre las que haya recaído resolución judicial firme y definitiva,
salvo los aspectos derivados de su ejecución.
- Las materias inseparablemente unidas a otras sobre las que las partes no tengan
poder de disposición.
- Las cuestiones en que, con arreglo a las leyes, deba intervenir el Ministerio
Fiscal en representación y defensa de quienes, por carecer de capacidad de obrar o de
representación legal, no puedan actuar por sí mismos.
Por dicha razón, si bien es disponible la pensión del cónyuge por desequilibrio
patrimonial, no lo son las pensiones alimenticias a favor de los hijos.

D) VOLUNTARIEDAD:
El sometimiento a la decisión de árbitros ha de ser de carácter voluntario. Así, en
el convenio arbitral deberá constar la "voluntad inequívoca de las partes" de someterse a
la institución arbitral, así como expresar también la obligación de cumplir la decisión que
aquellos emitan (art. 5).
En este sentido, el T.C. ha declarado que "la autonomía de la voluntad de las
partes constituye la esencia y el fundamento de la institución arbitral, por cuanto que el
arbitraje conlleva la exclusión de la vía judicial. Por tanto, resulta contrario a la
Constitución que la Ley suprima o prescinda de la voluntad de una de las partes para
someter la controversia al arbitraje.
De igual modo, en cualquier momento antes de dictarse el laudo, las partes, de
común acuerdo, pueden desistir del arbitraje o suspenderlo por un plazo cierto y
determinado (art. 31).
La voluntariedad de la sumisión lo ha de ser también a las prescripciones de la
Ley, declarando así ineficaces los arbitrajes "no formales". No obstante, dichos acuerdos
serán válidos obligatorios para las partes si concurren los requisitos necesarios para la
validez de los contratos (art. 3).

E) DE DERECHO O EN EQUIDAD:
Los árbitros pueden, a elección de las partes, decidir la cuestión litigiosa con
sujeción a Derecho o en equidad, según su leal saber o entender. En el caso de que no
hayan optado expresamente por el arbitraje de Derecho, los árbitros resolverán en
equidad, salvo que hayan encomendado la administración del arbitraje a una Corporación
o Asociación, en cuyo caso se estará a lo que dispongan sus respectivos Reglamentos
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(art. 4).

42. 3. PRESUPUESTOS DEL PROCEDIMIENTO ARBITRAL:


Para poder acudir al arbitraje se requiere la existencia previa de los siguientes
convenios: A) Convenio arbitral y B) Contrato de dación y recepción del arbitraje.

A) EL CONVENIO ARBITRAL.
En dicho convenio deberá de constar la voluntad inequívoca de las partes de
someter la solución de sus controversias a la decisión de uno o varios árbitros, así como
expresar la obligación de cumplir su decisión (art. 5.1).

A) REQUISITOS:
Dicho convenio ha de estar formalizado por "escrito", pudiéndose concertar como
cláusula incorporada a un contrato principal o estipularse por un acuerdo independiente
del mismo. Se entenderá que el acuerdo se ha formalizado por escrito también en el
supuesto de que resulte del intercambio de cartas o de cualquier otro medio de
comunicación que deje constancia documental de la voluntad de las partes de someterse
al arbitraje (art. 6), sin que sea necesario un especial formalismo, consistente en reflejar
la fórmula de que las partes se obligan a acatar la futura decisión arbitral.
Por su parte, el art. 25.2.1° L.E.C. exige la necesidad de que el litigante otorgue
poder especial a su Procurador para el sometimiento del asunto a arbitraje. En todo caso,
y con el fin de respetar la voluntad de las partes, se dispone que la nulidad de un contrato
no llevará consigo, necesariamente, la del convenio arbitral (art. 8) (S.A.P. Madrid, 17
octubre 1.995).
Ha de destacarse que el art. 54.2 declara la invalidez de la sumisión expresa
"contenida en contratos de adhesión, o que contengan condiciones generales impuestas
por una de las partes, o que se hayan celebrado con consumidores o usuarios".
Respecto a los requisitos de capacidad, la Ley no contiene ninguna disposición
especial al respecto, por lo que en esta materia habrá de estarse a las reglas especiales. En
el ámbito internacional, sí que se establecen una serie de normas de Derecho
Internacional Privado; en este sentido, se establece que la capacidad de las partes para
otorgar el convenio será la exigida por su respectiva ley personal para disponer en la
materia controvertida (art. 60). De igual forma, se establece que la validez del convenio
arbitral y sus efectos se regirán por la ley expresamente designada por las partes, siempre
que tenga alguna conexión con el negocio jurídico principal o con la controversia; en su
defecto se regirá por la ley aplicable a la relación de la que derive la controversia; en
defecto de ésta por la ley del lugar donde deba dictarse el laudo y, si éste no estuviese
determinado, por la ley del lugar de celebración del convenio arbitral (art. 61).

B) CONTENIDO:
Además del contenido esencial del convenio arbitral, ésta también se-podrá
extender a la designación de los árbitros y a la determinación de las reglas de
procedimiento. No obstante, si las partes no hubieran pactado nada al respecto, podrán
completar en cualquier momento su contenido mediante acuerdos complementarios (art.
9.1).

C) EFECTOS:
Han de distinguirse los efectos materiales de los procesales. Respecto a los
materiales se establece que "el convenio arbitral obliga a las partes a estar y pasar por lo
estipulado"; respecto al efecto procesal, éste impide a los tribunales conocer de las
cuestiones litigiosas sometidas a arbitraje (art. 11.1 LA.), aunque las partes podrán
renunciar por convenio al arbitraje pactado, quedando expedida la vía judicial (art. 11.2
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LA.).
La oposición de la falta de jurisdicción del tribunal por haber pactado las partes la
sumisión a arbitraje (según nueva redacción del art. 11 LA, otorgada por la L.E.C.) ha de
hacerse valer mediante la declinatoria de jurisdicción (art. 39 L.E.C.), en lugar de la
antigua vía de la excepción dilatoria que preveía la L.E.C. de 1.881. En este sentido, la
Exposición de Motivos de la nueva L.E.C., afirma expresamente que gracias a esta
modificación "será posible que la sumisión a árbitros se haga valer dentro del proceso
judicial de modo que el tribunal se abstenga de conocer al comienzo, y no al final, de
dicho proceso como ocurría a consecuencia de configurar como excepción dilatoria la
alegación de compromiso". Así, la L.E.C. reconoce, además de la mencionada carga
procesal del demandado de denunciar, mediante declinatoria, la falta de jurisdicción del
tribunal por haberse sometido a arbitraje la controversia (art. 39), la obligación del
juzgador de abstenerse de conocer sobreseyendo el litigio si estimase fundada dicha
declinatoria (art. 65.2.II).
Finalmente, se entenderá que las partes renuncian al arbitraje cuando, interpuesta
la demanda por cualquiera de ellas, el demandado o, de ser varios, todos los demandados,
realicen, después de personados en el juicio, cualquier actividad procesal que no sea la de
proponer en forma la declinatoria (art. 11.2 L.A.).

B) EL CONTRATO DE DACIÓN Y RECEPCIÓN DEL ARBITRAJE.


Formalizado el convenio arbitral, el siguiente paso ha de ser la suscripción, entre
las partes y terceros, del contrato de dación y recepción del arbitraje, mediante el cual
quedan obligados a la solución del conflicto.
El nombramiento de los árbitros ha de efectuarse de común acuerdo entre las
partes, pudiendo deferir a un tercero, ya sea persona física o jurídica, la designación de
los mismos. En todo caso, será nulo el convenio arbitral que coloque a una de las partes
en situación de privilegio respecto a su designación (art. 9 L.A.).
Como aspecto novedoso de la ley, las partes podrán encomendar la
administración y el nombramiento de árbitros a corporaciones de Derecho público y a
asociaciones o entidades sin ánimo de lucro en cuyos estatutos estén previstas funciones
arbitrales. Los reglamentos arbitrales de dichas entidades, así como sus modificaciones,
deberá protocolizarse notarialmente (art. 10).
El número de árbitros deberá ser siempre impar, estableciéndose en la ley una
serie de reglas, en caso de que sean varios, para el nombramiento del Presidente y
Secretario del Colegio Arbitral (art. 13).
Podrán ser árbitros todas aquellas personas que se hallen, desde su aceptación, en
el pleno ejercicio de sus derechos civiles. No obstante, cuando la cuestión litigiosa se
haya de decidir conforme a Derecho, los árbitros deberán ser abogados en ejercicio en el
momento de la aceptación aunque no estuvieran dados de alta en el Colegio, como
ejercientes, con anterioridad. No podrán ser árbitros aquellas personas en las que recaiga,
respecto a las partes o controversia, alguna de las causas abstención y recusación de un
juez. Tampoco podrán ser árbitros los Jueces, Magistrados y Fiscales en activo, ni
quienes ejerzan funciones públicas retribuidas por arancel (Notarios, Registradores, etc.).
Los árbitros podrán ser recusados por las mismas causas que los jueces, bien por
causas sobrevenidas después de su designación o por causas anteriores cuando no
hubieran sido nombrados directamente por las partes o cuando aquéllas fueran conocidas
con posterioridad. Las personas designadas deberán comunicar, tan pronto que las
conozcan, las circunstancias por las que incurra en causa de recusación. Cuando el
árbitro recusado acepte la recusación será apartado de sus funciones precediéndose al
nombramiento de un sustituto. En el caso de que no la aceptara, el interesado podrá hacer
valer dicha recusación al solicitar la anulación del laudo.
La designación de los árbitros se comunicará a éstos para que acepten el cargo.
En el caso de que no lo aceptaran en un plazo de quince días se entenderá que lo
rechazan.
Por la aceptación se obligan los árbitros a cumplir fielmente se encargo,
incurriendo, en caso contrario, en responsabilidad por los daños y perjuicios que causen
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por dolo o culpa (art. 16.1).
Salvo pacto en contrario, tanto los árbitros como las instituciones arbitrales
podrán exigir a las partes la provisión de fondos que estimen necesaria para atender a los
honorarios y a los gastos que se deriven de la administración del arbitraje (art. 16).

C) LA FORMALIZACION JUDICIAL DEL ARBITRAJE.


Cuando las partes no se pusieran de acuerdo en la designación de los árbitros se
procederá, a instancia de cualquiera de las partes, a la formalización judicial del arbitraje.
No obstante, no procederá dicha formalización si los árbitros hubieran sido designados
directamente por las partes y todos o alguno de ellos no aceptaran el cargo o se
imposibilitaran para emitir el laudo. Tampoco procederá la formalización judicial en el
caso de que la corporación o asociación a la que se confió la administración del arbitraje
no aceptase el encargo. En dichos casos, salvo que las partes lleguen a un acuerdo,
quedará expedita la vía judicial para la resolución de la controversia.
En este supuesto, será competente para conocer de este procedimiento el Juez de
Primera Instancia del lugar donde se deba dictar el laudo y en su defecto, a elección del
autor, el del domicilio o residencia habitual de cualquiera de los demandados. Dicho
procedimiento se iniciará por escrito indicando las circunstancias concretas de la falta de
acuerdo y acompañando los documentos acreditativos del convenio arbitral,
sustanciándose por los trámites previstos para el juicio verbal (art. 39). En este punto, se
produce una discordancia con el art. 250.1 L.E.C. de 2.000, que no prevé entre las
demandas que por razón de la materia han de ventilarse en juicio verbal la que tiene por
objeto la formalización judicial del arbitraje. Al mantenerse la regulación de este
procedimiento (objeto del Título VI de la LA.) en la reforma parcial de la misma llevada
a cabo por la disposición final octava L.E.C., y referirse expresamente a ella los arts. 722,
724 y 730.3 L.E.C., sigue subsistiendo este procedimiento en su detallada integridad. Se
plantea la duda, al respecto, sobre la necesidad o no de postulación en el mismo, pues, a
diferencia de la anterior L.E.C. en cuyo proceso verbal ésta no era necesaria, el nuevo
juicio verbal sí precisa, por lo general, el auxilio de abogado y procurador. Sin embargo,
parecería excesivo el cumplimiento de este presupuesto para un procedimiento tan
sencillo, y, además los arts. 23.2.3° y 31.2.2° L.E.C. permiten a las partes comparecer por
sí solas sin necesidad de Procurador ni de Letrado cuando "soliciten medidas urgentes
con anterioridad al juicio". Es por ello, por lo que habría que decantarse por entender la
no necesidad de este presupuesto procesal en dicho procedimiento.
En el acto de comparecencia, el juez, previa audiencia de las partes, les invitará a
llegar a un acuerdo sobre la designación de los árbitros. Si no llegaran a ningún acuerdo,
el juez procederá, en el "arbitraje de Derecho", a un nombramiento mediante sorteo de
entre los nombres incluidos en una lista de abogados en ejercicio que solicitará el
Colegio correspondiente o del Consejo General de la Abogacía. Dicho sorteo se hará en
proporción de tres (un titular y dos suplentes) por cada árbitro. Si tampoco así fuera
posible el nombramiento, el juez los designará libremente.
En el caso de que se trate de "arbitraje de equidad", solicitará de los
correspondientes Colegios Profesionales, Cámaras de Comercio o Industria y otras
Corporaciones la remisión de las listas de colegiados para proceder a su correspondiente
designación.
La resolución judicial, accediendo o denegando la formalización judicial, deberá
revestir la forma de auto. En todo caso, el auto accediendo a la formalización judicial,
que no prejuzgará la validez del convenio arbitral, no será susceptible de recurso alguno.
Por el contrario, si éste es denegatorio, será apelable ante la Audiencia Provincial
respectiva y contra su resolución tampoco cabrá recurso. No obstante, los puntos que
hayan sido objeto de debate no podrán ser alegados posteriormente como motivo de
anulación del laudo.
El juez únicamente podrá rechazar la formalización judicial del arbitraje cuando
considere por los documentos aportados que no consta de manera inequívoca la voluntad
de las partes de someterse a arbitraje.

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42. 5. PROCEDIMIENTO.
La anterior legislación arbitral impedía a las partes el poder disponer sobre las
reglas por las que se había de desarrollar el arbitraje. En este punto, la nueva Ley
flexibiliza el procedimiento arbitral al señalar que el desarrollo del mismo se regirá por la
voluntad de las partes o por las normas establecidas por la institución a la que se le haya
encomendado la administración del arbitraje y, en su defecto, por acuerdo de los árbitros.
En todo caso, el procedimiento arbitral, sea de Derecho o en equidad deberá
ajustarse a lo dispuesto en la Ley y con sujeción a las garantías de "audiencia,
contradicción e igualdad" entre las partes.
En el procedimiento arbitral, las partes podrán actuar por sí mismas o valerse de
abogado en ejercicio.
El procedimiento comenzará cuando los árbitros hayan notificado a las partes por escrito
la aceptación del encargo. El arbitraje quedará constituido a partir de este momento, sin
que la inactividad de las partes impida que se dicte el laudo ni que éste quede privado de
eficacia. No obstante, antes de dictarse el laudo las partes, de común acuerdo, las partes
podrán desistir del arbitraje o suspenderlo por un plazo cierto y determinado.
Los árbitros no están sujetos a plazos determinados, a menos que así se establezca
y sin perjuicio de lo dispuesto respecto del plazo para dictar el laudo que, salvo acuerdo
de las partes, deberá pronunciarse en el plazo de seis meses contados desde la fecha en
que aquéllos hubieran aceptado el encargo. Este plazo sólo podrá ser prorrogado de
común acuerdo notificándolo a los árbitros antes de la expiración del plazo inicial.
Transcurrido dicho plazo sin haberse dictado el laudo quedará sin efecto el convenio
arbitral y expedita la vía judicial para plantear la controversia.

a) ALEGACIONES:
Los árbitros deberán fijar a las partes plazos preclusivos para formular las
alegaciones correspondientes (art. 25.2). En dicha fase, las partes podrán oponerse al
arbitraje bien por falta de competencia objetiva de los árbitros o por la inexistencia,
nulidad o caducidad del convenio arbitral. Cuando los árbitros estimen la oposición
quedará abierta la vía judicial para la resolución de la cuestión litigiosa, sin que contra
esta resolución quepa recurso alguno. No obstante, si ésta fuera desestimatoria, podrá
impugnarse en su día al solicitar la anulación judicial del laudo. En todo caso, la falta de
competencia objetiva de los árbitros podrá ser apreciada de oficio por éstos, aunque no
hubiera sido invocada por las partes.
En dicho periodo, las partes deberá de determinar el objeto de sus pretensiones
(cuando no lo hubieran hecho previamente) sin que puedan alterarse los términos de la
controversia ya que, en caso contrario, se infringirían las garantías establecidas en el art.
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b) PRUEBA.
Los árbitros practicarán, a instancia de parte o por propia iniciativa, las pruebas
que estimen pertinentes y admisible en Derecho. A toda práctica de prueba serán citadas
y podrán intervenir las partes o sus representantes. Son, así, de aplicación las normas que
establece al respecto la nueva L.E.C. en sus artículos 281 al 386, con la salvedad de que
el nuevo proceso civil esté regido, casi de manera total, por el principio de aportación de
parte en su vertiente fáctica y probatoria, mientras que la L.A. opta por el equilibrio entre
los principios de aportación y de investigación en esta materia.
Como se puede observar las facultades de los árbitros son incluso superiores a las
del juez civil, puesto que pueden disponer la apertura del pleito a prueba, con
independencia de que lo soliciten ambas, alguna o ninguna de las partes. Asimismo,
pueden, como cualquier juez, denegar la apertura del proceso a prueba o la práctica de
cualquier medio probatorio, siempre que se deniegue de forma razonada.
Los árbitros podrán solicitar el auxilio judicial para practicar las pruebas que no
puedan realizar por sí mismos. La competencia corresponderá al Juez de Primera
Instancia del lugar donde se desarrolle el arbitraje. En este caso, el arbitro se dirigirá por
escrito al Juez de Primera Instancia del lugar donde haya de llevarse a cabo la diligencia
probatoria, procediendo de acuerdo a las reglas de la L.E.C. y practicando bajo su
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dirección, si se lo pide el árbitro, la prueba solicitada. Al respecto, el juez podrá rechazar
la práctica de aquellas pruebas que sean contrarias a las leyes, sin que contra su
resolución quepa recurso alguno.
Regirá, de igual modo, el principio de inmediación, de forma que si durante el
transcurso del procedimiento se incorpora un nuevo arbitro en sustitución de otro se
volverán a practicar todas las pruebas que se hubieran realizado anteriormente, salvo si el
nuevo árbitro se considerara suficiente informado por la lectura de las actuaciones.

c) DECISIÓN.
Tras la práctica de las pruebas, los árbitros podrán oír a las partes o a sus
representantes (art. 29). Tras ello se dictará el laudo, siempre por escrito. En él se
expresaran, al menos, las circunstancias personales de los árbitros y de las partes, el lugar
en que se dicta, la cuestión sometida a arbitraje, una sucinta relación de las pruebas
practicadas, las alegaciones de las partes y, por último, la decisión arbitral.
El laudo deberá ser motivado cuando los árbitros decidan la cuestión litigiosa con
sujeción a Derecho. Ello no impedirá que en el arbitraje de equidad quede excluido
cualquier razonamiento, ni el que se permita la arbitrariedad, pues en el caso de que con
el laudo los árbitros dejaran de impartir justicia, favoreciendo a una de las partes, estos
deberán de responder personalmente de los daños causados, con arreglo a lo dispuesto en
el art. 1.902 C.C..
El laudo será firmado por los árbitros, que podrán hacer constar su parecer
discrepante. Cuando alguno de los árbitros no lo firmase se entenderá que se adhiere a la
decisión de la mayoría.
El fallo arbitral se decidirá por mayoría de votos siendo dirimente el voto del
Presidente en caso de empate. En caso de que no hubiera acuerdo mayoritario el laudo lo
dictará el Presidente.
El laudo deberá protocolizarse notarialmente y notificarse fehacientemente a las
partes. Dentro de los cinco días siguientes a la notificación del laudo, cualquiera de las
partes podrá solicitar su aclaración.
El árbitro, a diferencia de los jueces, al recibir el encargo de las propias partes y
al obligarse por su aceptación, no podrá incurrir en el delito de prevaricación regulado en
el art. 448 C.P., ni su responsabilidad se podrá exigir mediante los procedimientos
especiales para requerir la responsabilidad de los jueces y magistrados. De este modo, los
daños y perjuicios que pudiera ocasionar con su actuación se resolverá por el
procedimiento civil ordinario correspondiente.
La infracción del deber de congruencia determinará la anulación del laudo. No
incurrirá en incongruencia aquel laudo que condene al pago de intereses, aunque ello no
haya sido solicitado por las partes, siempre y cuando tales intereses sean los legales.
En el laudo, los árbitros deberá pronunciarse sobre las costas, que incluirán los
honorarias y gastos de los árbitros y aquellos que originen su protocolización notarial, así
como los derivados de notificaciones y los causados por la práctica de las pruebas. En el
caso de que el arbitraje esté encomendado a una institución deberá incluirse el coste del
servicio prestado. Salvo que medie acuerdo entre las partes, cada una de ellas deberá
satisfacer los gastos causados a su instancia y los comunes por mitad, a no ser que los
árbitros apreciaran mala fe o temeridad de alguna de ellas.

d) IMPUGNACIÓN.
El laudo, ya sea de Derecho o en equidad, podrá ser impugnado a través del
"recurso de anulación", cuyo conocimiento corresponderá a la Audiencia Provincial de
lugar donde hubiera sido dictado (art. 46.1), aunque esta competencia no se regule
expresamente en el art. 82.4 L.O.P.J..
Dicho recurso se deberá de interponer en un plazo de diez días a contar desde la
notificación del laudo o, en su caso, de la aclaración del mismo. Se interpondrá por
escrito, siendo preceptiva la intervención de abogado y procurador. En él se expondrán
los fundamentos que sirvan para apoyar el motivo o motivos de anulación invocados,
proponiendo las pruebas que se consideren necesarias y acompañando los documentos
justificativos del convenio y del laudo arbitral.
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La Sala dispondrá de los apremios necesarios para compeler a los árbitros a la
entrega de las actuaciones arbitrales si fueren necesarias y el recurrente no hubiere
podido obtenerlas.
El laudo sólo podrá anularse por los siguientes motivos (art. 45):
1.- Cuando el convenio arbitral fuese nulo.
2.- Cuando en el nombramiento de los árbitros y en el desarrollo de la actuación
arbitral no se hayan observado las formalidades y principios esenciales establecidos en la
Ley.
3.- Cuando el laudo se hubiere dictado fuera de plazo.
4.- Cuando los árbitros hayan resuelto sobre puntos no sometidos a decisión o no
susceptibles de arbitraje, siempre que los mismos tengan sustantividad propia y no
aparezcan indisolublemente unidos a la cuestión principal.
5.- Cuando el laudo fuese contrario al orden público.
Del escrito del recurrente se dará traslado a las demás partes para su
impugnación, pudiendo éstas proponer las pruebas que se consideren necesarias.
Transcurrido el plazo de seis días desde la terminación de la práctica de las pruebas, las
partes podrán solicitar vista pública que deberá acordarse si al menos una de las partes la
pidiera. Dentro de los diez días siguientes la Audiencia Provincial dictará la sentencia
que proceda.
La sentencia deberá declarar haber lugar o no a la anulación solicitada cuyos
efectos serán meramente rescindentes ya que el órgano jurisdicción le está vedado
pronunciarse sobre el fondo del asunto.
Recurrido el laudo, la parte que así lo desee podrá solicitar al Juez de Primera
Instancia competente la adopción de las "medidas cautelares" para asegurar la plena
efectividad de aquel. El juez podrá señalar los afianzamientos que considere necesarios
en el auto que dicte autorizando la adopción de medidas. Dicho auto no será susceptible
de recurso. La petición en solicitud de estas medidas se efectuará por escrito y
acompañando copia del laudo, siendo preceptiva la intervención del abogado y
procurador. El juez deberá resolver en el plazo de tres días previa comparecencia de las
partes. Estas medidas se mantendrán hasta la resolución del recurso de anulación (art.
50).
Una vez firme el laudo arbitral producirá efectos de cosa juzgada (arts. 37 y 517.2
L.E.C.) y sólo cabrá contra él "recurso" de revisión conforme a lo establecido en la
legislación procesal para las sentencias judiciales firmes (art. 37), esto es, será de
aplicación lo previsto en los arts. 509 a 516 L.E.C. de 2.000 para la "revisión de
sentencias firmes".

42. 6. EJECUCIÓN DE LOS LAUDOS.


El laudo será eficaz desde la notificación a las partes. Una vez firme, desplegará
la totalidad de los efectos de la cosa juzgada. La nueva L.E.C. establece que tendrán
aparejada ejecución "los laudos o resoluciones arbitrales firmes" (art. 517.2.2° L.E.C.) y
que la acción ejecutiva fundada en este título "caducará si no se interpone la
correspondiente demanda ejecutiva dentro de los cinco años siguientes a la firmeza de la
resolución arbitral" (art. 518 L.E.C.). Podrá precederse a su ejecución forzosa ante el
Juez de Primera Instancia del lugar donde se haya dictado por los trámites establecidos
para la ejecución de sentencia (arts. 517 y ss. L.E.C.) con las especialidades que la L.A.
determina (art. 53).
La ejecución se solicitará por escrito acompañando copia autorizada del laudo y
los documentos acreditativos de la notificación a las partes y del convenio arbitral. En el
caso de que el laudo haya sido recurrido, deberá acompañarse testimonio de la sentencia
de la Audiencia Provincial. No obstante, el art. 548 L.E.C. impone un plazo de espera de
la ejecución al establecer que, como las resoluciones judiciales, el tribunal no despachará
ejecución de los laudos dictados dentro de los veinte días posteriores a aquel en que la
resolución de condena haya sido notificada al ejecutado.
De la solicitud de ejecución y de sus documentos se dará traslado a la otra parte
que sólo se podrá oponer a la misma si en plazo de cuatro días alega la pendencia del
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recurso de anulación, siempre que lo acredite, documentalmente o bien la anulación
judicial del laudo acreditada mediante testimonio de la sentencia de la Audiencia
Provincial. En el primer caso, el juez suspenderá la ejecución solicitada hasta que recaiga
resolución de la Audiencia; en el segundo, denegará la ejecución. Fuera de los casos
anteriormente señalados, el juez dictará auto despachando ejecución. Contra los autos
dictados en dichos supuestos no se dará recurso alguno.
La ejecución del laudo se llevará a efecto según las reglas establecidas para la
ejecución de sentencias dictadas por los Tribunales extranjeros cuya competencia se
atribuye a la Sala Primera del Tribunal Supremo. No obstante, la Sala podrá denegar la
ejecución por motivos formales, pero la parte a quien interese podrá, una vez subsanados
dichos defectos, volver a solicitarla.
La Sala declarará de oficio no haber lugar a la ejecución cuando el laudo sea
contrario al orden público o si los árbitros han resuelto cuestiones que, conforme a la ley
española, no son susceptibles de arbitraje. A instancia de parte o del Ministerio Fiscal,
podrá denegarse la ejecución: A) si el convenio arbitral es nulo conforme a la ley que
resulte aplicable; B) cuando en el nombramiento de los árbitros y en el desarrollo de la
actuación arbitral no se hayan observado las formalidades y principios establecidos
conforme a la ley que resulte aplicable, y C) cuando los árbitros hayan resuelto puntos no
sometidos a su decisión.
Finalmente ha de recordarse que la nueva L.E.C. dedica sus arts. 517.2.2º, 518,
545.2, 556.1.3º, 580 y 708 a distintas facetas de la ejecución forzosa de los laudos firmes
a las que nos remitimos, pues los mismos ya fueron tratados.

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