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La palabra pena proviene del latín poena, que significa castigo, tormento físico,
padecimiento, sufrimiento. Para el desarrollo del presente ensayo, el concepto de
pena se plantea como un concepto formal del derecho, en tal sentido, la pena es la
sanción jurídica aplicable a quien viola la norma jurídica prohibitiva. Es un “mal” que
debe imponerse al culpable o responsable de la comisión de un delito. Es una figura
previamente creada por el legislador, en forma escrita y estricta, al amparo del
“principio de legalidad”[1], donde toda persona debe ser castigada si el hecho está
previsto en la ley como delito con anterioridad a la comisión del mismo. Este
principio, es el pilar del Derecho Penal, representado por el apotegma latino: nullum
crime, nulla poena sine lege.[2]
En tal sentido, la pena “es un castigo consistente en la privación de un bien jurídico
por la autoridad legalmente determinada a quien tras un debido proceso, aparece
como responsable de una infracción del Derecho y a causa de dicha infracción”
El concepto de pena se plantea, en principio, como un concepto formal. Pena es el
mal que impone el legislador por la comisión de un delito al culpable o culpables del
mismo. Con esta definición no se dice nada, sin embargo, sobre cuál es
la naturaleza de ese mal o por qué o para qué se impone. La respuesta a estas
cuestiones es uno de los problemas más discutidos de la Ciencia del Derecho penal
y la polémica desborda incluso los límites jurídicos, para convertirse en un tema
de interés general para otras ciencias, Sociología y Filosofía principalmente.
El sistema de penas y medidas de seguridad que el legislador nacional adopto, incluyo a las
medidas de internamiento, penitenciaría, prisión, relegación, expatriación, multa e inhabilitación.
Villavicencio nos dice que nuestra Constitución Política de 1993 se inspira en un Estado social
democrático de derecho (artículo 43); por ello, se declara que el régimen penitenciario tiene por
objeto la reeducación, rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad (artículo 139,
inciso 22).
Las Clases de Sanciones Penales Aplicables están previstas en el Código Penal y de
conformidad con esté según el artículo 28º reconoce como clases de penas a:
Las penas limitativas de los derechos son según el artículo 31 del Código Penal:
Prestación de servicios a la comunidad (art. 34, del C.P.)
Consiste en la prestación de determinadas horas de trabajo no remunerado y útil a la comunidad,
prestado durante tiempo libre y días feriados a fin de no alterar los patrones laborales del
sentenciado. No se trata de trabajo forzado, se concreta en instituciones educativas y municipales
asistenciales o en obras públicas, en los que se debe tomar en cuenta las aptitudes y hasta
preferencias del sentenciado. La jornada de trabajo es de 10 horas a la semana, y en ningún caso
deberá afectar la salud física o mental del obligado ni su dignidad personal, la duración mínima
de esta pena es de diez y la máxima de ciento cincuenta y seis jornadas.
Limitación de días libres (art. 35, del C.P)
No afecta a la familia ni al trabajo del condenado pues la limitación de días libres, normalmente
afectara los fines de semana. El periodo fluctúa entre un mínimo de diez y un máximo de dieciséis
horas por fin de semana, el lugar se estructura con propósitos resocializadores y educativos sin
la características de un centro penitenciario.
Inhabilitación (art.36, del C.P.)
Esta pena consiste en la supresión de algunos derechos ciudadanos (políticos, sociales,
económicos, familiares).
Villa Stein nos dice que se admite modernamente que se trata de una pena infamante lo que
puede imprimirle anticonstitucionalidad conforme al art.36 del C.P.
La inhabilitación puede acarrear:
1. Privación de la función, cargo o comisión que ejercía el condenado, aunque convenga de
elección popular.
2. Incapacidad para obtener mandato, cargo, empleo o comisión de carácter público.
3. Suspensión de los derechos políticos que señale la sentencia.
4. Incapacidad para ejercer por cuenta propia o por intermedio de tercero, profesión, comercio,
arte o industria que deban especificarse en la sentencia.
5. Incapacidad para ejercer la patria potestad, tutela o curatela.
6. Suspensión o cancelación de la autorización para optar o hacer uso de armas de fuego.
7. Suspensión o cancelación de la autorización para conducir cualquier tipo de vehículo.
8. Privación de grados militares o policiales, títulos honoríficos u otras distinciones que
correspondan al cargo, profesión y oficio que se hubiese servido el agente para comerte delito.
La pena de inhabilitación puede ser impuesta como principal o accesoria según el art.37 del C.P.
Como principal opera como limitativa de derechos y con ello de lo que se trata es de una pena
alternativa a la privación de liberta. Accesoria, se impone cuando el hecho punible ha sido una de
abuso de autoridad, de cargo, de profesión, oficio, poder o violación de un deber inherente a la
función pública, comercio, industria, patria potestad, tutela, curatela y su duración será igual a la
pena principal según el art. 39 del C.P
La inhabilitación principal se extiende de seis meses a diez años, salvo los supuestos de incapacidad
definitiva a que se refieren los numerales 6, 7 y 9 del artículo 36° del Código Penal según el art 38
DEL C.P
IV. Multa
También conocida como pena pecuniaria, obliga al condenado a pagar al Estado una suma de
dinero fijadas en días-multa.
El Código penal peruano, regula la pena de multa señalando las siguientes características:
a. La duración de la pena fluctúa de un mínimo de diez días a trescientos sesenta y cinco días
multas salvo disposición distinta de ley (art. 42 del C.P.)
b. El limite a pagar por el condenado por concepto de multa no será menor del veinticinco por
ciento ni mayor del cincuenta por ciento del ingreso diario, cuando viva exclusivamente de su
trabajo (art.43 del C.P.
c. El importe del día-multa es equivalente al ingreso promedio diario del condenado y se
determina atendiendo a su patrimonio, rentas, remuneraciones, nivel de gastos y demás signos
exteriores de riqueza (art. 40 del C.P.)
Villa Stein cita a Martin Batista y expone las siguientes ventajas y desventajas de la pena de multa:
Ventajas
Compatible con la dignidad del sentenciado.
No afecta la integración de la familia del condenado.
No afecta el trabajo del condenado.
Su carácter flexible permite su adaptación a las condiciones económicas del condenado.
No arroja mayores gastos para el Estado.
Desventajas
No es suficientemente preventiva.
Se afecta el patrimonio y los ingresos familiares.
La insolvencia del condenado puede llevar a la impunidad.
Es discriminatoria.
Es impersonal.
CONCEPTO
(/' ARTICULO IX.- La pena tiene función preventiva, protectora y resocializadora. Las medidas de
seguridad persiguen fines de curación, tutela y rehabilitación. .J/
Para la determinación judicial de la pena el Juez debe tener presente un conjunto de principios y
reglas técnicas. En lo esencial él tomará en cuenta la función preventiva que a la sanción asigna el
Código Penal (Artículos I y IX del Título Preliminar). Asimismo, deberá atender a lasexigencias de los
principios de legalidad, lesividad, culpabilidad y proporcionalidad (Artículos II, IV, V, VII y VIII del
Título Preliminar).
A continuación, podemos observar las diferentes consideraciones a tomar en cuenta y que los
artículos señalados contemplan:
Artículo 45.- El Juez, al momento de fundamentar y determinar la pena, deberá tener en cuenta: I.
Las carencias sociales que hubiere sufrido el agente;
Su cultura y sus costumbres; y
Los intereses de la víctima, de su familia o de las personas que de ella dependen.
Artículo 46°.- Para determinar la pena dentro de los límites fijados por la ley, el Juez atenderá la
responsabilidad y gravedad del hecho punible cometido, en cuanto no sean específicamente
constitutivas del hecho punible o modificatorio de la responsabilidad, considerando especialmente:
1. La naturaleza de la acción;
2. Los medios empleados;
3. La importancia de los deberes infringidos;
4. La extensión del daño o peligro causados;
5. Las circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión;
6. Los móviles y fines;
7. La unidad o pluralidad de los agentes;
8. La edad, educación, situación económica y medio social;
9. La reparación espontánea que hubiere hecho del daño;
10. La confesión sincera antes de haber sido descubierto; y
11. Las condiciones personales y circunstancias que lleven al conocimiento del agente
El proceso de determinación de la pena aplicable al caso sub judice se desarrolla a través de tres
etapas:
En la primera etapa, el Juez debe determinar la pena básica. Esto es, verificar el mínimo y el máximo
de pena conminada aplicable al delito. Aunque es importante advertir que existen delitos donde el
mínimo o el máximo de pena no aparecen definidos en la sanción del delito en particular, razón por
la cual la pena básica deberá configurarse tomando en cuenta los límites generales previstos en el
Libro Primero del Código Penal. Por ejemplo, en el artículo 108° se reprime el delito de asesinato
consignando sólo el extremo mínimo de la pena que se señala en 15 años. Para conocer el máximo
se deberá recurrir al artículo 29° que contempla como límite genérico de las penas privativas de
libertad 35 años.
En la segunda etapa, el Juzgador debe individualizar la pena concreta, entre el mínimo y el máximo
de la pena básica, evaluando, para ello, los diferentes criterios contenidos en los artículos 45°-A y
46° que concurran en el caso sub judice.
1. Decida un número concreto de días-multa en función del grado de culpabilidad del imputado y
de la gravedad del delito sub-judice.
2. Señale la cantidad de dinero que corresponda por cada día-multa (cuota diaria), atendiendo a la
capacidad económica del condenado, identificada en su renta promedio diaria y deducidos los
gastos por manutención, educación, pago de impuestos, etc.,
3. Finalmente, multiplicando ambos factores, fije el monto total en nuevos soles que debe pagar el
sentenciado.
Comunes o genéricas,
Especiales o específicas y
Elementos típicos accidentales
Son comunes o genéricas cuando son aplicables a cualquier delito, por ejemplo las circunstancias
previstas en el artículo 46° del Código Penal.
Por último, los elementos típicos accidentales son aquellos elementos que añadidos a un tipo básico
determinan la configuración de un tipo derivado privilegiado o cualificado, tal es el caso de los
delitos de parricidio (Artículo 107°) e infanticidio (Artículo 110°).
Ahora bien, por sus efectos según el art 46 del C.P, las circunstancias pueden ser:
1) Atenuantes,
2) Agravantes
3) Mixtas.
Son atenuantes aquellas que por menor injusto, menor culpabilidad o menor punibilidad
determinan la aplicación de una pena menos grave. Por ejemplo: son circunstancias
atenuantes que el autor del delito al momento de su comisión haya tenido más de 18 años
y menos de 21, o más de 65 años de edad (artículo 22°); o que el agente haya cometido el
delito por un móvil de honor (Artículo 146°).
Carencia de antecedentes penales.
Obrar por móviles nobles o altruistas.
Obrar en estado de emoción o de temor excusables.
Influencia de apremiantes personales o familiares en la ejecución del delito
Procurar voluntariamente disminución de las consecuencias del delito.
Reparar voluntariamente el daño causado o consecuencias del peligro generado.
Presentarse voluntariamente a la autoridad para admitir responsabilidad del delito.
Edad del imputado en tanto hubiere influenciado en la conducta punible.
Son agravantes, en cambio, cuando por mayor injusto o mayor culpabilidad determinan la
aplicación de una pena más grave. Ese es el caso de la condición de servidor o funcionario
público y de la cual abusa el delincuente para realizar el hecho punible (Artículo 46° A).
Sobre bienes de utilidad común
Sobre bienes-recursos públicos
Medios ocasionan peligro común
Ocultamiento, abuso de superioridad, tiempo, modo, lugar, etc.
Pluralidad de agentes.
Ejecutar con inimputable.
Dirige desde lugar de reclusión.
Grave daño al ecosistema.
Se utilizan armas, explosivos, etc.
Motivo abyecto, futil, por precio, recompensa, o promesa remunerativa.
Moviles de intolerancia o discriminación
Abuso de cargo, profesión, etc.
Circunstancia agravante por condición del sujeto activo (Art. 46- A del C.P)
Finalmente, son mixtas aquellas que pueden constituir un facto atenuante o también un
factor agravante, es el caso del parentesco. Efectivamente, el parentesco del autor con la
víctima es una circunstancia agravante en el delito de Lesiones Graves (Artículo 121° A). Y
se le aprecia junto al estado puerperal como un elemento de atenuación en el delito de
infanticidio (Artículo 110°).
REINCIDENCIA Y HABITUALIDAD
Como se sabe, y siguiendo en este punto a ZUGALDÍA ESPINAR15, el principio de que no hay pena
sin culpabilidad si bien no fundamenta la pena, sí opera como límite al poder punitivo del Estado en
tanto que excluye la legitimidad de toda pena que no tenga por “presupuesto” la culpabilidad del
autor por el hecho o que exceda en su “medida” del límite de la gravedad de la misma. Así, de
conformidad con este mismo autor, podemos decir que la incidencia del principio de culpabilidad
en el sistema de responsabilidad penal se da en dos niveles:
De esto, resulta interesante analizar si la reincidencia y habitualidad son respetuosas del principio
de culpabilidad. Para eso debemos previamente hacer referencia a estos institutos. Claro que una
definición de validez general resultaría difícil, pues los conceptos de reincidencia y habitualidad
están de alguna manera condicionados por la peculiar manera en que cada legislación ha regulado
estos institutos, cuando lo ha hecho claro, está [lo que lamentablemente es el caso de nuestro
ordenamiento jurídico].
Solo para efectos prácticos podríamos decir que nuestro legislador los ha configurado como
supuestos de agravación de la pena ante casos de reiteración delictiva. Quizás sea esta la principal
diferencia con la figura del concurso real, pues esta última establece criterios o reglas para la
determinación de la pena en el caso de una pluralidad de delitos cometidos por un agente, sin que
ello importe una agravación de la pena. Es decir, en el concurso real se procede a sumar las penas
fijadas por el juez para cada hecho punible, mientras que en la reincidencia o habitualidad se
incrementa o agrava la pena por encima del marco de la pena abstracta o conminada.
Desde luego, podríamos remontarnos hasta los romanos que preveían penas corporales para
quienes volvían a cometer delitos; a la España antigua, donde un segundo hurto podía ser
sancionado hasta con la muerte; o, aún hoy en día, como se constata en el derecho anglosajón,
donde la regla del three strikes and you are out, pone sobre el tapete la conveniencia político
criminal de agravar la pena a quienes delinquen por segunda, tercera o cuarta vez. Podríamos
preguntarnos, por ejemplo, cuáles son los efectos “beneficiosos” que acarrea un mayor tiempo en
prisión cuando todos damos por cierto los problemas de ineficacia, colapso y congestión de los
establecimientos penitenciarios. ¿Qué buscamos cuando encerramos a un hombre en un
establecimiento penitenciario? ¿Qué pretendemos conseguir cuando encerramos a un ser humano
bajo los cuatro muros de una prisión? Vista la realidad, nada que se aproxime a una finalidad
preventiva. Y quien vea en ella −en la pena, sobre todo la pena privativa de libertad− no más que
simple retribución, debe asumir que el juicio de desaprobación por el injusto cometido no puede
prescindir de la proporcionalidad de la sanción.
Más allá de la indiscutible calidad profesional y moral del actual Jefe del Inpe, Dr. Pérez Guadalupe,
nada hace pensar que el gobierno de turno esté interesado en incrementar sustancialmente el
presupuesto destinado al mejoramiento de la infraestructura, la capacidad de albergue o las
condiciones laborales del personal penitenciario. Esta triste realidad debe ser tomada en cuenta por
todo aquel que considere plausible cualquier política del Estado dirigida a incrementar las penas
(como en la reincidencia o habitualidad), incrementar los supuestos de prisión preventiva o hacer
cada vez más inaccesible los beneficios penitenciarios.
Pero la reincidencia y la habitualidad no solo pueden mostrar rebeldía y desprecio al bien jurídico
protegido, también pueden revelar, en la línea de lo sostenido por PATRICIA ZIFFER, 17 a un agente
con dificultades para cambiar o superar las condiciones materiales y de especial vulnerabilidad que
motivaron el comportamiento delictivo; también pueden mostrar a un individuo que carece de los
suficientes frenos inhibitorios que lo inclinan al delito, en otras palabras, se estaría frente a un
individuo poco accesible al mandato normativo. En general, la reincidencia y habitualidad también
pueden mostrar las falencias de la organización social y de los sistemas de ejecución penal; con lo
cual, la solución, lejos de una agravación de la pena, oscila entre la atenuación o el establecimiento
de medidas de seguridad o tratamiento terapéutico.
Sin embargo, no son pocos los autores que justifican estas agravantes; algunos no tienen problema
en reconocerlas como manifestación del derecho penal del enemigo. Así, POLAINO-ORTS18
considera que la habitualidad constituye un factor de desestabilización incomparablemente mayor
que impide que los ciudadanos afectados puedan confiar tranquilamente en la vigencia de la norma
y que, por ello, han de ser combatidos por el ordenamiento jurídico de forma especialmente
drástica, con una reacción asegurativa más eficaz.
Claro que poco o nada podemos esperar de medidas como las agravantes de reincidencia o
habitualidad si tomamos en cuenta que la reiteración delictiva no solo pondría en evidencia un alto
grado de capacidad criminal, sino también, en muchos casos, una grave desadaptación social o
psicológica frente a las cuales la agravación de la pena privativa de libertad resulta totalmente
ineficaz.
Con todo, como ya se sabe, el Tribunal Constitucional otorgó legitimidad a las agravantes de
reincidencia y habitualidad. En efecto, en sentencia recaída en el Exp. N° 0014-2006- PI/TC, indicó
que la figura de la reincidencia no vulneraba los principios de ne bis in idem, culpabilidad ni
proporcionalidad. Postura que no comparto, pues un mismo hecho es valorado tanto para
fundamentar una primera condena como para fundamentar la agravante por el subsecuente delito;
lo que importa indudablemente una doble valoración que afecta el principio ne bis in idem en
sentido material. Además, no se aprecia cómo un delito anterior puede aportar al desvalor del
injusto del nuevo delito; esto parecería conformar, más bien, una petición de principio. Y en cuanto
a la mayor peligrosidad del agente que se hace residir en una pluralidad delictiva, tampoco queda
claro la necesidad preventiva de una sanción agravada que vaya más allá del máximo de la pena
abstracta, pues, por el contrario, como señalamos anteriormente, parecen advertirse más bien
problemas de adaptación social o psicológica en los que la agravación de la pena resultan
inoperantes.
a) Reincidencia
El art. 46-B del CP recoge un supuesto de reincidencia genérica y real. Es genérica, por cuanto
el legislador no exige que el segundo delito sea de igual o semejante naturaleza, bastará con
que se trate de un delito doloso. Es real, por cuanto se exige que se haya cumplido en todo o en
parte la pena impuesta por el primer delito. En este punto, hemos de criticar el hecho de que la
Ley 30076 amplíe el ámbito de aplicación de la reincidencia, pues si antes el legislador tomaba
como presupuesto el cumplimiento [total o parcial] de una condena a pena privativa de libertad,
hoy este se extiende a cualquier tipo de pena. En la misma lógica de aplicar esta agravante
cualificada a las faltas, el legislador sigue extendiendo esta figura a delitos de bagatela.
En la reincidencia básica, el juez aumenta la pena hasta en una mitad por encima del máximo
de la pena conminada. En la reincidencia cualificada según la naturaleza del delito cometido
(asesinato, robo agravado, violación de menor, etc.), el juez aumenta la pena en no menos de
dos tercios por encima del máximo de la pena conminada. El texto anterior señalaba como límite
máximo la cadena perpetua, aunque el Acuerdo Plenario 1-2008/CJ- 116 ya se había encargado
de poner como tope máximo los 35 años. La Ley 30076 omite toda referencia a un límite
máximo, con lo cual, es de esperar que se mantenga la interpretación hecha por el citado
Acuerdo. Fíjese lo desproporcionado que puede resultar esto. Dentro de la lista de delitos en
los que se puede aplicar la reincidencia cualificada está el hurto agravado (previsto en el art.
186). Con lo cual, un subsecuente delito de hurto mediante destreza o escalamiento, al menos
formalmente, podría ser sancionado con una pena entre 10 y 35 años, cuando el máximo
estipulado para este delito se cifra en los seis años de pena privativa de la libertad.
b) Habitualidad
Si el agente comete un nuevo delito doloso, es considerado delincuente habitual, siempre que
se trate por lo menos de tres hechos punibles que se hayan perpetrado en un lapso que no
exceda de cinco años según el Art. 446- C del C.P
Los requisitos que han de concurrir para que se configure esta agravante son los siguientes: la
comisión de al menos tres hechos punibles, que se trate de delitos dolosos, que sean de igual
naturaleza y que hayan sido perpetrados en un lapso de 5 años sin que medie condena sobre
alguno de ellos (como señala el Acuerdo Plenario 1-2008/CJ-116). Naturalmente, debemos
descartar para la configuración de esta agravante los supuestos de delito continuado y concurso
ideal, casos en los cuales deben sujetarse estos a sus propias reglas.
La habitualidad sí resulta compatible con el concurso real, de ahí que el Acuerdo 1- 2008/CJ-116
establecía como regla que los efectos punitivos de la agravante por habitualidad solo se
aplicaban en el tercer delito cometido en el lapso de 5 años y luego se sumaban la pena
resultante a las penas concretas correspondientes a los otros delitos de concurso real, claro
está, observando los límites fijados por los arts. 50 y 51, esto es, la pena total no debía ser
superior al doble del máximo conminado para el delito más grave, ni mayor de 35 años de
privación de libertad; y si para uno de los delitos en concurso correspondía cadena perpetua,
solo se aplicaba esta sanción excluyéndose las demás.
En la habitualidad, el juez aumenta la pena hasta en un tercio por encima del máximo de la pena
conminada del tercer delito. En la forma cualificada, según se trate de delitos de acusada
gravedad, se aumenta la pena hasta en una mitad por encima del máximo de la pena conminada
hasta los 35 años, sin que sean aplicables los beneficios de penitenciarios de semilibertad y
liberación condicional.