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Trabajo sobre la Corte Interamericana de Derechos

Humanos y el Tribunal Penal Internacional.

Jonathan Azocar Sepulveda


Profesor Marcelo Elissalde
Fecha:09-05-2018
Derecho Constitucional 1
Introducción

-Los Derechos Humanos, aquello que se entiende pertenecernos por el simple hecho de
ser personas, que agrupa libertades y derechos, que aunque han sido parte controversial
de nuestro desarrollo como sociedad, tienen como objetivo el desarrollo de una vida
digna,sin embargo, sus contornos o formas en que pueden restringirse o reconocerse, no
estuvieron desde un principio claramente delineados. Por lo cual, con el consecuente
reconocimiento también fue necesario crear ciertas instituciones jurídicas para su natural
ejercicio.

En el presente informe, me enfocaré en dos grandes Instituciones, como lo son la Corte


Interamericana de Derechos Humanos y el Tribunal Penal Internacional, cuya creación y
funcionamiento desde un principio, ha sido velar por los Derechos Humanos, y reforzar la
protección de estos, ante el mal actuar o la ineficiencia en el plano Internacional de otros
Estados.

En el presente informe, me he propuesto colocar con máxima fidelidad la información


recabada, además de iniciar un proceso de conocimiento profundo de los temas ya
mencionados anteriormente, resumiendo los puntos más importantes como su
organización, conformación y funcionamiento. Citando algunos casos ya visto por cada una
de estas instituciones.
Corte Interamericana de Derechos Humanos
- Esta Corte, es una de las Instituciones más importantes que vela por la protección de los
Derechos Humanos.

Fue creada por la Organización de Estados Americanos (OEA), a través de un tratado


internacional llamado “Convención Americana sobre Derechos Humanos” o Pacto de San
José de Costa Rica de fecha 1969. Esta Corte está conformada por siete jueces y juezas
que deben ser nacionales de algún país americano, y que son elegidos por los países que
han aceptado, mediante la aprobación de una ley (ratificación), aquella Convención
Americana.

La competencia recae sobre todos los Estados que componen la OEA. su ámbito de
acción es interamericano y solo respecto de los Estados que han aceptado su competencia
contenciosa.Como su mandato lo establece, este tribunal verifica que los Estados no violen
derechos humanos contenidos en los distintos artículos de la Convención Americana y
que, normalmente, coinciden en sus contenidos con derechos constitucionales.

La Corte Interamericana no es un tribunal permanente, solo se reúne dos o tres veces al


año por una o dos semanas, según el presupuesto se lo permita. Su presupuesto depende
de la Organización de los Estados Americanos y no sobrepasa los dos millones de dólares,
lo que resulta claramente insuficiente para cumplir de manera amplia con su mandato.
Quizás por esa limitación de recursos, la Corte ha instaurado como práctica la realización
de sesiones extraordinarios en países que le invitan para esos efectos y que sufragan los
gastos de esas sesiones. Claro está, con el fin de mantener su independencia, el tribunal
no agenda casos relacionados con el Estado invitante.

Únicamente resuelve casos concretos donde personas que se sienten afectadas por
violaciones a derechos humanos acuden a ella para obtener una sentencia internacional
que les reconoce sus derechos y les permite reclamar la reparación integral de los daños
ocasionados.

También puede declarar violaciones de derechos humanos contemplados en otros


tratados interamericanos que le otorgan esa competencia (Convención contra la Tortura,
Protocolo de San Salvador, por ejemplo). La sede de la Corte Interamericana está en San
José, Costa Rica y entró en funciones en 1979, cuando fueron elegidos sus primeros
magistrados.

El principal requisito es que antes hayan agotado los recursos legales en su país y hayan
planteado su caso ante la Comisión Interamericana. Una vez hecho eso –lo cual implica un
transcurso importante de tiempo– es la misma CIDH la que puede plantear la demanda
ante la Corte Interamericana. No lo pueden hacer las personas afectadas directamente
porque la Convención Americana establece que “sólo los Estados Partes y la Comisión
Interamericana” pueden someter casos al conocimiento de la Corte Interamericana.

Para lograr una sentencia de la Corte Interamericana, se requiere del agotamiento de una
ruta procesal compleja que inicia con una denuncia ante los órganos administrativos y
judiciales del país, la cual supone un proceso que incluye la interposición de recursos de
apelación hasta llegar al último paso procesal que podría ser el recurso de casación, o en
otros casos, la resolución de un recurso de amparo o de tutela ante la justicia
constitucional. Si aún así no se obtiene una sentencia favorable a la víctima en la justicia
interna, se abre la opción –siempre de carácter subsidiario– de plantear el caso ante el
Sistema Interamericano, iniciando con una petición ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, en Washington D.C. y, si prospera, puede ser luego enviado el caso a
la Corte Interamericana de Derechos Humanos en San José, Costa Rica.

Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) vs Guatemala

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) recibió una petición contra el


Estado de Guatemala por el secuestro, tortura y muerte de cuatro menores y por el
asesinato de otro menor en 1990 en la ciudad de Guatemala por parte de miembros de las
fuerzas de seguridad y por la omisión estatal en brindar una adecuada protección judicial a
las familias de las víctimas.

La CIDH sometió el caso ante la Corte Interamericana quien consideró al Estado


responsable por la muerte de los niños recalcando el carácter fundamental del derecho a la
vida consagrado en la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH).

La Corte afirmó que este derecho comprende tanto el derecho de todo ser humano a no
ser privado de la vida arbitrariamente, como el derecho a que no se le impida el acceso a
condiciones de vida dignas. La Corte declaró la violación de los derechos a la libertad e
integridad personal y de algunas normas de la Convención Interamericana para Prevenir y
Sancionar la Tortura.

También afirmó que el Estado no había cumplido con la obligación de adoptar medidas
especiales de protección para los niños cuyos derechos se encuentran amenazados o
violados (cf. art. 19 de la CADH), utilizando varias normas de la Convención Internacional
de los Derechos del Niño para precisar los alcances de las “medidas de protección” a que
alude el citado artículo.

La Corte condenó al Estado a pagar una indemnización a los familiares de las víctimas, y
le ordenó adoptar las medidas necesarias para adecuar la normativa interna al artículo 19,
designar un centro educativo con un nombre alusivo a las víctimas e investigar los hechos
del caso, identificar y sancionar a los responsables y adoptar en su derecho interno las
disposiciones necesarias para asegurar el cumplimiento de esta obligación.

Ejecución de la decisión y los resultados


En su resolución del 27 de noviembre de 2003, la Corte consideró que el Estado había dado
cumplimiento a la mayoría de las medidas ordenadas. Resolvió mantener abierto el
procedimiento de supervisión de cumplimiento de sentencia respecto de la obligación de
investigar, juzgar y sancionar a los responsables de las violaciones a los derechos
humanos. Requirió al Estado que presente un informe de cumplimiento a más tardar el 1 de
abril de 2004.

Corte Internacional Penal


La Corte Penal Internacional (CPI) es la primera Corte permanente, independiente, con la
capacidad de investigar y llevar ante la justicia a quienes cometan las violaciones más
graves en contra del derecho internacional humanitario, a saber crímenes de guerra,
crímenes de lesa humanidad y genocidio. La Corte tiene sede en La Haya, Países Bajos y
fue establecida en acuerdo con el Estatuto de Roma, el tratado fundacional de la CPI, el 1
de julio de 2002. A la fecha, el Estatuto de la CPI ha sido ratificado por 121 Estados,
representando a cada región del mundo.
Objetivo de la Corte Internacional Penal
Durante el último siglo, hemos sido testigos de la peor violencia en la historia de la
humanidad. Sólo en los últimos 50 años, más de 250 conflictos han entrado en erupción en
todo el mundo y más de 86 millones de civiles, sobre todo mujeres y niños, han muerto en
estos conflictos. La mayor parte de estas víctimas han sido olvidadas y sólo un puñado de
perpetradores ha respondido ante la justicia. Las Naciones Unidas, por medio de su
Asamblea General, reconoció la necesidad de un mecanismo permanente para procesar a
asesinos y criminales de guerra en 1948, siguiendo los juicios de Nuremberg y de Tokio,
celebrados luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, las
leyes, los tratados, las convenciones y los protocolos han definido y prohibido desde los
crímenes de guerra, hasta el uso de gas tóxico y armas químicas, pero ninguno instauró un
sistema que contemple a los individuos responsables penales de las violaciones más
serias del derecho internacional, sino hasta la adopción del Estatuto de Roma de la Corte
Penal Internacional en 1998. Además de otorgar justicia a las víctimas de tales
atrocidades, la CPI sirve para que los eventuales Hitlers, Milosevics, y Pol Pots, tengan
claro que sus graves crímenes nunca más quedarán impunes.

La competencia de la Corte
La competencia de la Corte se limita a crímenes graves de gran trascendencia para la
comunidad internacional en su conjunto. La CPI tiene competencia, de conformidad con el
Estatuto de Roma, respecto de los siguientes crímenes: genocidio, crímenes de lesa
humanidad, crímenes de guerra.

Asimismo, durante la Conferencia de Revisión celebrada en Kampala a mediados del 2010


se logró adoptar una definición para el crimen de agresión. Sin embargo, la CPI no podrá
ejercer su jurisdicción sobre el crimen de agresión hasta que al menos 30 Estados Partes
hayan ratificado o aceptado las enmiendas y dos tercios de los Estados Partes hayan
tomado una decisión para activar la jurisdicción en cualquier momento después del 1º de
enero de 2017.

Desde la entrada en vigor del Estatuto de Roma el 1 de julio de 2002, la CPI tiene
jurisdicción sobre:
a) Los crímenes cometidos por ciudadanos de Estados que han ratificado el Estatuto de
Roma; b) Los crímenes cometidos en el territorio de los Estados que han ratificado el
tratado. A los Estados que han ratificado el Estatuto de Roma se les denomina Estados
Parte.

Los crímenes pueden ser remitidos a la Corte por un Estado Parte, por el Fiscal, o
por el Consejo de Seguridad de la ONU.
La Corte puede entonces ejercer su jurisdicción sobre la materia si el Estado en cuyo
territorio el crimen fue cometido, o el Estado de la nacionalidad del acusado, es Parte del
Estatuto. Los Estados No Parte pueden aceptar la competencia de la Corte sobre una base
Ad hoc. Cuando una situación es remitida por el Consejo de Seguridad, la Corte tendrá
jurisdicción sin importar si el Estado en cuestión es o no parte del Estatuto de la CPI.

La CPI ha establecido un Fondo Fiduciario de víctimas para proporcionar reparaciones a


las víctimas y a sus familias, incluyendo la restitución, la indemnización y la rehabilitación.
La Corte podrá determinar en su decisión el alcance y la magnitud de los daños, pérdidas o
perjuicios causados a las víctimas, y ordenar a una persona condenada hacer la
reparación específica. Los recursos del Fondo pueden incluir dinero y otros bienes
recogidos a través de multas y decomisos. Se alienta a los Estados y a los individuos a
contribuir con el Fondo Fiduciario de las víctimas, el primer mecanismo de las reparaciones
establecido en una Corte Internacional.

Para ayudar a víctimas y a testigos a hacer frente al proceso judicial, la Corte Penal
Internacional han creado una Unidad de Víctimas y Testigos dentro de la Secretaría, para
proporcionar asistencia por medio de medidas protectoras, asesoramiento y seguridad
para los testigos y las víctimas.. La Corte debe también tomar medidas apropiadas para
proteger el aislamiento, la dignidad, el bienestar físico y psicológico y la seguridad de
víctimas y de testigos, especialmente cuando los crímenes implican violencia sexual o del
género.

La CPI ha establecido un Fondo Fiduciario de víctimas para proporcionar reparaciones a


las víctimas y a sus familias, incluyendo la restitución, la indemnización y la rehabilitación.
La Corte podrá determinar en su decisión el alcance y la magnitud de los daños, pérdidas o
perjuicios causados a las víctimas, y ordenar a una persona condenada hacer la
reparación específica. Los recursos del Fondo pueden incluir dinero y otros bienes
recogidos a través de multas y decomisos. Se alienta a los Estados y a los individuos a
contribuir con el Fondo Fiduciario de las víctimas, el primer mecanismo de las reparaciones
establecido en una Corte Internacional.

La Corte Penal Internacional no puede imponer la pena de muerte. La Corte puede


imponer períodos de encarcelamiento muy prolongado, de hasta 30 años, o la cadena
perpetua cuando se justifica por la gravedad del caso. La Corte puede, además, imponer
multas, decomisos, entre otras medidas.

Caso Lubanga

La región nordeste de la República Democrática del Congo (RDC), en Ituri, fronteriza con
Uganda y rica en minerales, es donde se producen los hechos de este caso. La situación
se remonta a comienzo de los años 90 e involucró las etnias Hema y Lendu,
comprometiendo además directa o indirectamente a la población de varios países vecinos,
como Ruanda y Uganda. Las diferencias entre las etnias llegaron a tal punto de tensión en
2002 que se decidió la intervención de una Fuerza multilateral interina de la Unión Europea
(Operación Artemis) y de las Naciones Unidas actuando bajo el Capítulo VII de la Carta. La
Organización debió aumentar sus efectivos en 2004, y varios caudillos fueron detenidos en
marzo de 2005; entre ellos, Thomas Lubanga Dyilo de la etnia Hema. Este conflicto ha
causado al menos unas 50.000 muertes y desplazado cientos de miles de civiles.

Thomas Lubanga fue acusado por el sistema de la Corte Penal Internacional (CPI) de
perpetrar tres crímenes comprendidos en el Estatuto de Roma, entre julio de 2002 y
diciembre de 2003:

➢ Conscripción de niños menores de 15 años para utilizarlos en hostilidades

➢ Enrolamiento de niños en grupos armados

➢ Utilización de niños para participar activamente en conflictos armados


La presentación de la Fiscalía
La Sala concluyó que bajo los art. 25(3)(a) y 30 del Estatuto de Roma, la fiscalía debía
probar lo siguiente:

-Que hubo un plan común acordado entre el acusado y al menos uno de los coautores, y
que una vez ejecutado, resultaría en la comisión del crimen relevante para este caso, en el
curso ordinario de los eventos.
-Que el acusado proveyó una contribución esencial al plan común que resultó en la
perpetración de dicho crimen relevante.

-Que el acusado deliberadamente sometió a conscripción, enroló y utilizó niños menores


de 15 años, a fin de participar activamente en hostilidades, o al menos que estaba
consciente de que al implementar dicho plan común, el crimen ocurriría inevitablemente
como consecuencia del curso normal de los hechos.

-Que el acusado estaba al tanto de que efectuaba una contribución esencial para la
implementación del plan común.

-Que el acusado estaba al tanto de las circunstancias de hecho sobre la existencia de un


conflicto armado y la vinculación entre esas circunstancias y su conducta.

Lubanga se declaró inocente de todos los cargos, y a pesar de no negar que la Unión de
Patriotas Congoleses y el Frente Patriótico de Liberación Congoleses (en adelante
UPC/FLPC) estaban bajo su mando y que en este último participaban niños, esgrimió que
éstos se unieron voluntariamente a la milicia y que hizo todo lo posible para
desmovilizarlos. En su última declaración ante la Sala, Lubanga se dirigió a los jueces
expresando: "No soy un caudillo sino una pacifista".
La Sala interrogó y escuchó a 67 testigos durante 204 días de audiencias. La fiscalía citó a
36 testigos, incluidos 3 expertos y ofreció 368 piezas de evidencia. La defensa llamó a 24
testigos y presentó 992 documentos de prueba; y los representantes legales 13, lo que
hizo un total de 1373 piezas consideradas en su totalidad como evidencia. Adicionalmente
a las presentaciones escritas, se plantearon también argumentos orales. A requerimiento
de sus representantes, tres víctimas pasaron a la calidad de testigos.

La Sentencia

En lo relativo a la responsabilidad penal individual: la Sala confirmó que el acusado y sus


co-autores acordaron crear y participar en un plan común para establecer una milicia con el
propósito de establecer y mantener control militar y político sobre Ituri.

Como consecuencia de ello, se reclutó niños y niñas bajo la edad de 15 años para
participar en las hostilidades.

Es así como desde finales del 2000 en adelante, Thomas Lubanga entrenó jóvenes
soldados, que incluso fueron enviados a Uganda para su tal propósito , y aunque este
último aspecto caía fuera de la jurisdicción ratione tempore de la Corte, el juicio probó la
existencia de un plan común desplegado antes y durante el período de las acusaciones.

En tal aspecto, la Sala se manifestó satisfecha más allá de toda duda razonable de que
como resultado de la implementación de este plan común para construir un ejército con el
propósito de establecer y mantener control político y militar sobre Ituri, el acusado utilizó
militarmente niños y niñas bajo la edad de 15 años en filas de la UPC/FLP entre el 1 de
septiembre de 2002 y el 13 de agosto del 2003.

Por lo tanto, la Sala concluyó que Thomas Lubanga actuó con intención y conocimiento
necesario para concretar estos crímenes (aludiendo al elemento mental descrito en el art.
30 del Estatuto de Roma), y que estuvo al tanto de todas las circunstancias factuales que
establecieron la existencia de este conflicto armado, por lo que la fiscalía probó fuera de
toda duda razonable que el acusado era culpable e imputable de los tres cargos que se le
atribuían.

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